Post on 08-Feb-2022
6 DEKGOLÀ
E^ N su larga vida y dilatada extensión de sus escritos, Giovanni Papini
J destaca entre los escritores italianos como uno de los más sinceros y originales.
Durante su juventud en Roma participó de la aventura futurista pero, al igual que le sucediera a Femando Pessoa en su juventud en Lisboa, no tardó en alejarse de la circunstancia de los caminos de la vanguardia. Al tiempo de expresar audaces ideas originales y con mucha frecuencia escandalosas y arriesgadas en el ambiente del momento, quiso darle a su escritura una firme cimentación cultural y estilística, con el fin de elaborar un testimonio literario coherente y perdurable. Y no hay duda de que la obra de Papini, con libros como Gog, Hombre acabado, Historia de Cristo, E l Diablo y bastantes más, a lo largo de su vida, dió enérgicos y oportunos aldabonazos en la conciencia de sus contemporáneos, al tiempo de mantener pendiente a su público de la evolución de sus inquietudes y a la espera de la sorpresa de sus próximas palabras.
Pero Papini, como otros grandes escritores y artistas, también quedó por debajo de sus más excelsas y audaces aspiraciones. Y seguramente la más significativa y acariciada flie la de aspirar a conseguir una obra equivalente de trascendente importancia a la de Dante, según opinión razonablemente irrebatible de Papini, autor del más importante poema escrito dudante el segundo milenio. En la obra de Papini, son muy frecuentes y oportunas las referencias a Dante. Aparecen en ensayos sobre diversos temas, en artículos más ocasionales, en sus diarios... Pero sobre todo le dedi-
E^ S a todas luces evidente que todos nosotros, si vemos en el lomo de un libro los nombres de Pedro
J Páramo y Juan Rulfo, sabemos que se trata de la novela Pedro Páramo escrita por el inalcanzable mexicano Juan Rulfo. Lo mismo sucede si la secuencia onomástica que encontramos en el lomo o la carátula del libro da como resultado la pareja José Trigo-Femando del Paso, para poner un nuevo ejemplo mexicano, o la compuesta por Angel Guerra y Benito Pérez Galdós en España. Y la lista podría seguir.
Pero volviendo a México ¿cuántos de nosotros sabríamos decir a ciencia cierta, nada más ver el emparejamiento Eugenio Agui- rre-Gonzalo Guerrero, cuál de los dos es el nombre del autor, cuál de los dos el del protagonista? Y eso aún después de saber que se trata de una novela mexicana. Yo induje que el autor debía ser Eugenio Aguirre y el título de su obra Gonzalo Guerrero, y acerté, pero sólo porque Gonzalo Guerrero es para mi un héroe muy querido: fue el primer español que se aculturó en América, el primer español que habló en un idioma del Nuevo Mundo, y el primer español que murió peleando contra sus excompatriotas, los conquistadores, defendiendo su nueva patria maya. Era de mi tierra natal, de la provincia de Huelva, de Palos de la Frontera.
Les propongo ahora un ejemplo no mexicano: la pareja de nombres Felipe Delgado- Jaime Sáenz. Confieso que, como muchos de ustedes, yo no sabría que Felipe Delgado es ei título de la obra maestra del boliviano Jaime Sáez, ni sabría siquiera que Jaime Sáenz existe, y es un gran escritor, si no fuese porque mi amiga boliviana Kathlen Lizárra-
Papini y Danteca diversos escritos de diferente amplitud y libros donde se aborda de frente, con peculiar originalidad, al uso de su más destacado estilo, el tema de Dante. Entre ellos sobresale su Dante vivo.
Como sucede con Cervantes y con otros grandes escritores, la selva bibliográfica en tomo al poeta es inmensa y el lector que se inicia en el tema precisa de la oportunidad de ser conducido por mano experta y generosa. Una de las mejor dispuestas es la de Papini, quien, sin ser un especialista erudito al uso, poseyó una cultura
muy escasas ocasiones, se tuvo de él la conciencia de su dimensión de personaje irrepetible.
Dante vivo al tiempo de una apasionada interpretación de la Divina Comedia cuaja también en una apasionada biografía del poeta, sin pretender esto último pues el autor es bien consciente de no disponer de los elementos suficientes para presentamos con objetiva fidelidad cuantas claves destacan en las circunstancias íntimas de la existencia del poeta. Del modo como lo realizara nos da una versión verosímil y profunda y es una de las hipótesis inteligentes no condicionada a otra circunstancia que a la de exponer la verdad verosímil sobre Dante. La versión de sus testimonios y refiexiones enriquecedoras siem-
La obra de Giovanni Papini dió enérgicos aldabonazos
en la conciencia de sus contemporáneos
El escritor Giovanni Papini
y una sensibilidad que le sitúan en la primera línea de los conocedores del tema, bien preparado para penetrar en la grandeza de la inspiración del poeta y en la sima profunda y complejísima de conocimientos que discurren por los versos de los inmortales tercetos de sus cantos.
De acuerdo con el título de su libro, Papini se esfuerza con muy plausible éxito en hacer del poeta un retrato para presentárnoslo como el hombre que fuera, como el que pudo ser y como probablemente seria de no haber sido nuestro contemporáneo. El hombre superior que Dante fue, se vio envuelto en el torbellino de las circunstancias de su época y, en
pre están impregnados del hálito de lo convincente.
Consecuencia fundamental de la lectura del libro es la de situarnos ante un personaje clave que viviera el ambiente de su época, vapuleado por sus circunstancias y que, al tiempo de testimoniarnos de su grandeza lo presenta como a una personalidad que pudo vivir en cualquiera de los momentos de la historia de la humanidad como escritor entre los más grandes poetas y de realizar una obra capaz de reencarnar de metafórica manera la alta circunstancia que corresponde a la de un Orfeo.
Antonio Fernández Molina
¿Quién es quién?
Doris Lessing
ga Zamora me lo dio a conocer una noche de pláticas en la bella y recoleta Sucre, y además tuvo la impagable gentileza de regalarme un ejemplar del libro.
También aquí, en este sentido, y saliéndo- nos de! mundo hispánico, podríamos alargar la lista ad nauseam y ad infinitum. La pareja Héctor ServadaC'}\j\\o Veme se beneficia sin duda de la fama universal del creador de La vuelta al mundo en 80 días, y algo semejante sucede con Anna Karenina- León Tolstoi, pero en los Estados Unidos -s in ir más lejos-, las combinaciones Elmer
Gan/o^Sinclair Lewis y Anna Christie-Eu- gene O’Neill darían mucho que pensar a los no iniciados si los respectivos autores no hubiesen tenido la precaución de ganar a su debido tiempo el ^ em io N obel... y si El- mer Gantry y Anna Christie no hubiesen sido interpretadas tan magistral como respectivamente por Burt Lancaster y Greta Garbo. Ahora bien, yo veo muy dificil que más de un 10% de lectores no anglosajones esté en condiciones de decir quién es el autor y quién es el protagonista, si se los enfrenta, a secas, con el binomio Nevil Shute-Stephen Morris. Sin embargo, el ejemplo cimero, posiblemente, nos lo ofrezca la literatura neerlandesa, donde la pareja Multatuli-Max Havelaar induce a pensar que Multatuli sea el título y Max Havelaar el autor, siendo justamente todo lo contrario: el autor Eduard Douwes Dekker se esconde tras el pseudónimo que es esa expresión latina: multa tuli (=el que sufrió mucho).
Pensemos, para terminar, en un lector coreano que acude a una libreria de Seúl a la búsqueda de nuevas aventuras literarias y se pone a husmear en las estanterías donde se le ofrece la literatura extranjera. De repente topa con esta simbiosis: Nacha Regules- Manuel Gálvez. ¿Quién creerá nuestro lector coreano que es el autor, quien el protagonista del libro? Naturalmente hay trucos para salir de la duda. Si al lado se encuentra un volumen de la misma colección y en cuyo lomo puede leer La buena terrorista-Do- ris Lessing, de inmediato se hará luz en el cerebro de ese lector; Manuel Gálvez debe ser el autor de la novela Nacha Regules. No de otro modo procederíamos nosotros, además de consultar la solapa con la consiguiente información editoríal.
Con todo esto quiero decir que para un autor no es ninguna minucia la elección del título de su libro, y si es el prímero y se decide por titularlo con el nombre del protagonista es que está haciendo una apuesta de futuro sobre su propio re-nombre: si ya es célebre, el riesgo es muchísimo menor, claro está.
De todos modos, ésta de los títulos es una cuestión que varía bastante según las latitudes, y ya que he mencionado esa espléndida novela de Doris Lessing que es La buena terrorista, déjenme decirles que en el original inglés se titula efectivamente así; The Good Terrorist, y además el adjetivo y el substantivo van con mayúsculas, de acuerdo con la tradición anglosajona. Pero en cambio, en alemán se titula escuetamente Die Terroris- tin (que va con mayúscula sólo porque ésa es la inflexible norma ortográfica del idioma de Goethe), y en portugués se titula no menos escuetamente A terrorista: poseo un ejemplar de la edición brasileña dedicado personalmente por Mrs. Lessing al autor de estas líneas en Sao Paulo, 1987.
En otras palabras, sólo los españoles (además de los ingleses) se han atrevido a aceptar la hipótesis de que hay buenos y malos terroristas: para los alemanes y los lusitanos cuenta como certeza absoluta la de que los terroristas son malos por definición. Lo cual no nos deja otra conclusión sino la siguiente; que la formidable Doris Lessing (tan ninguneada por la Academia Sueca) es, en efecto, una buena terrorista... y tal vez por eso la ningunean en Estocolmo. Y una duda repentina: ¿cómo habrá sido traducido al coreano el título de su novela?
R icardo Bada