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ALBA Y LUNAS ROJAS
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
los cuadernos del
colección austeritud No.1
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
2
Primera Edición 2009
Diseño de Colección Gabriela Borunda
DR ® 2009 Teresa M. Bazaldúa Arizpe
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
3
Prólogo
La Poesía de Tere Bazaldúa nos transporta a los paisajes inventados por Bradbury: desiertos y
sabanas; noches coronadas por lunas fascinantes, que bañan de plata, sombras y cenizas;
amaneceres dorados y sombras rojas, escenarios ideales para percibir, con todos los sentidos,
el silencio y la música del viento; el frío y el calor; la luz y la sombra; la amargura y la dulzura;
el perfume y el hedor.
Despierta en el lector, sensaciones de angustia, rebeldía, desaliento, determinación y desahogo,
que nos dejan el amor, el desamor, la vida y la muerte, expresadas en imágenes surrealistas
que evocan los lienzos de Remedios Varo y algunos cuentos de García Márquez.
Amelia Valdez Aguirre
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
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Disolución
Aletargada
Como un grano de arena en el reloj de Dalí mi alma se desliza
Trato de adherirme para alcanzarte y no puedo
paso de la esperanza al fondo de la angustia más oscura
Desgarro mis vestiduras
desnuda de la mortaja del orgullo
como último recurso me arrojo al precipicio de tus ojos,
Cuchillos de obsidiana
que cortan de tajo mi alma y mi epidermis
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
5
Alba y lunas rojas
Voy a colgarte una sonrisa como luna de cuarto creciente
Y haré que las nubes se disuelvan y tu cielo
Se tiña en azules-sonrosados
Te daré sentidos nuevos y sabores desconocidos
Alejaré de tu mirada con mis besos el aire de nostalgias Acurrucando tus manos con las mías
Acunaré el amor como un conjuro
Creceremos libres con el viento como columnas de fuego
Promesas de albas y lunas rojas
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
6
Como un gato, lamo suavemente mi deseo
despacio lo digiero
y lo convierto en imagen
Nace tu presencia en un haz iridiscente
arrebatas el verde de mis ojos
Por ti me visto de gaviota remontando a cielos tan delgados
nunca visitados por el hombre
Y cuando tus manos inventan los senderos de mis venas
me vuelvo enredadera frágil
blanca maravilla
No sólo te he dado esta pálida metáfora de cuerpo
a cada encuentro me desprendo un poco de mi esencia
No sé si este amor tenga conciencia de la dimensión que está tomando
pues corre el riesgo de inundarlo todo
Solo espero con los dedos cruzados
que de la luna sea éste
el suspiro más largo...
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
7
Entre los murmullos de pájaros adormilados
se ha hundido de nuevo el sol en el pozo del oriente
tu mirada me atrapa en la encrucijada de las estrellas
Sueño de garza anocheciendo.
Hoy, la lengua de la noche tiene otro sabor
uno que no muestra indiferencia al roce de los labios
se despliega un sendero en donde el placer habita
se vuelve mar que castiga a las suaves arenas
con el látigo constante de las olas
mordida ya por el calor
me vuelvo cera
una luna deshilándose entre nimbos
las almas de los amantes son vino dulce
derramado en la comisura de los días.
¿Qué marea es ésta que nos arrastra en plenilunio,
mientras los dedos rosas de la aurora tocan el horizonte ?
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
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“Por vos muero “
A Nacho Duatto Cuerpos de gacelas agitadas
Música, movimiento, danza al ritmo de las sensaciones
Cinturas, espirales contorsionadas
Pasiones
quebrantos
sueños
Manos
torsos
piernas que se envuelven para pronunciar suspiros
Giros voluptuosos revelan la turbación de símbolos adheridos a sus brazos
Palabras
Risas
Llantos brotan en cascadas de gráciles manos
Hipnotizados los espíritus danzan el sueño anhelado
Con cadencia embruja un zahorí a los ojos
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
9
Llevo entre mis días la promesa de un regreso
Deserté de aquella costa de tus profundos ojos avellana
Mi sombra se queda allá
para velar tu sueño
Aquí estoy solo
Clavado en el piso de tu recuerdo
Entre tanto, el tiempo se recoge
La soledad se extiende como sábana neblinosa de un invierno
Y oculta en la transparencia de la retina
Se vislumbra tu presencia
Vives como un sueño azul en mis pupilas
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
10
La superstición
La superstición enmaraña mis pensamientos
viene silenciosa en la noche a posar sus dedos
sobre la herida de mis labios cerrados
desea el alborozo de los sueños enclaustrados
Es una colonia de avispas enloquecidas saturando la mente
Intoxica a los parásitos lastres de mi pasado que deposito en el frío ataúd del
abandono
Me transformo en él triangulo de luz que juega libre con la noche.
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
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I
Tras la máscara van deslizándose los verdaderos sentimientos
Amores – odios en filial abrazo
Atropellados ímpetus van dejando tras de sí las heridas del destino
Contraído en serpenteantes brazos el poder de elevar plegarias por el deseo frustrado
Vuela como ala de mariposa endosada al cuello de la esperanza
Expresa en llamas de furia enloquecida la necesidad de un beso
II
Resbalan las ansias sin sosiego
son suaves líneas ondulantes del horizonte
¡Y esta maldita luna, rompe la negra bóveda
la embebe de ambrosía, de lujuria !
En estío una gata se desliza lentamente
a la conquista del beso, la caricia
en mágicos senderos desemboca el rasante paseo de los labios
Lascivos al embate de los tiempos
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
12
Una pálida lechuza
monta un cielo de tormenta
acariciada por eléctricos murmullos
y en unos ojos naranjas se queman dilatadas las pupilas
como en las lámparas arden las horas
como en la noche la posesión del recuerdo
Deseo, solo deseo
III
Brilla en mi rostro la media luna del espejo
y como en un rezo tu voz es atrapada en el hueco de mis manos
El viento
suave anhelo transpira tu presencia
sedienta mariposa es tu boca en mi cuello
allí impaciente libas al deseo
entremezclado con savias y latidos desbocados como el tejido de las ramas en los nidos
Una vía a la ansiedad
Él es escalofrío
En la húmeda piel se incrusta fragmentado
Mi cuerpo cálida brisa aguamarina
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
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hincha tus velas y te arrastra al austral desconocido
encallas en costa de olas espumosas
allí donde el mar te viste en éxtasis salobres
y unos labios de sal tan primitiva
circundan en espasmos tus alientos
Y cuando el resplandor se vuelca en tu mirada
acabo de un tajo con tu vida:
Es la noche de la mantis religiosa
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
14
Noche salpicada de nostalgia
“ En mi vive un grito por la noche aletea
buscando con sus garras, Un objeto de amor..”
Sylvia Plath
Aquí habita la lunática que aúlla en silencios su tristeza
La que arranca sus vestiduras y resquebraja la cordura con un gesto
Ánima manchada al desencanto
Ahora sorbo a pausas tu recuerdo:
Sabor a óxido,
a trasnochado
Encuentro al borde de la locura los deseos
Tus negros cabellos
Tus ojos taciturnos
Tus serpentinos besos
se deslizan por mi cuerpo
El tacto de tus manos
las mil formas de tu ternura
El amor duele más
en una noche salpicada de nostalgia
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
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Agridulce
En fríos azules se burla el cielo de mi rostro
es un agridulce transcurrir la espera
miro a las nubes tornarse de níveas a grises preocupantes
sigue presente tu perfume
Plasmo bocetos de tu cuerpo por el aire
mientras en la bóveda celeste
el paso diáfano de aves migratorias
me hace ansiar sus alas
- Realidad incolora
Estoy anclada en la nostalgia
Al acecho impaciente maniatada.
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
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Cuchillo de obsidiana
No me hagas esperar más
que el llanto amenaza con estallar en un latido
saca de la funda la filosa lengua
asesta las palabras de cicuta
Prefiero una muerte rápida
a vivir encerrada entre cristales
ahogándome en vahos de incertidumbre
Corta ya, cuchillo de obsidiana
a la mortaja mi corazón está listo
preparado al adiós de tu presencia
a la soledad de siempre mi morada.
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
17
Una gran lágrima roja
Una sombra total yace en su mente
Vacía se desintegra
Persiste la tristeza
Un latir de llantos
- una gran lágrima roja –
pesados eslabones de mercurio atados a la espalda
los ojos ya no viven en las cuencas
al frío de un adiós se descolgaron
el alma
es un gemido que se arrastra por la habitación vacía
Hoy, él se denomina ausencia
y como costra se adhiere sólo a un nombre
escozor de sal en una herida
toda su memoria se fue tras esos pasos
y ahora lo único que entiende
es que esas manos
están tan lejos como la luna de sus labios
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
18
“Cuando no estás cierro mis párpados porque habitas en las raíces de mis ojos...”
Atropelladas en alocados tránsitos un par de bocas se flagelan
para los atormentados besos un sepulcro
tu palabra raptora se lleva los tabúes
los cuelga en los ojos de Selene
Las manos queman la ofrenda
inicias ardiente el ejercicio de los cuerpos
se cruzan sensaciones rodantes
Invasión dominio huída
Vibras en la mágica cuerda que late al fondo de mi noche
inmanente a tu sustancia, el cielo se adelgaza
Silencio
la luna se deshila tras los cerros como la soledad en un augurio
remanso donde se filtra el apacible viento
Miran frías y mudas las polvorientas calles
Un beso
Un abrazo
Un adiós con alas rotas
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
19
... sólo es aire
¿Qué hace de mí este melancólico licántropo?
Que sigue aferrado al triste amor a la luna
Tan sin manos
... sólo es aire
El aullido sobrecogedor asusta hasta a la muerte
no se acerca alrededor de mi soledad
Mustias las ramas del frondoso sentimiento
Se vuelven látigos que me sofocan
Y yo, todo tristeza siguió absorto cantándole a mi noche
la infeliz esperanza me sentencia
A ser un rehén entre siglos de arena
A esperar la turbia versión de lo improbable
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
20
La luna roja te raptó
La luna roja te raptó y te llevó a su lado oscuro
ahora vives en un mundo álgido como tus emociones
cuerpo que carga el yugo de la dicha proscrita
alma que transpira desengaño
ante un torrente de cristal : una exiliada
Buscando una respuesta por tu piel de amatista deambulé
¿En qué charca dejaste las sandalias de los sueños?
De tu voz desvanecida engarcé perennemente las espinas
Un médano siguiendo al viento
piel de arena que se diseminó en tu mar de espejos
sólo un puñado de sal
El ayer ya estipuló del hoy la triste suerte
Tú nunca pudiste ver en mis ojos como el dolor abrió sus puertas.
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
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Aullando su tristeza se decolora el tiempo Agitado en cascadas de lamento se muere el silencio Un recuerdo despierta alientos vivos, ardientes. Sacudo del cuerpo el negro polvo de todos los ayeres Ato mi sombra No más amores muertos ni perfumes que se desvanecen No más blancas lágrimas candentes que evaporen al espíritu No más.
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
22
Reflejo
En la sabana nocturna la soledad se agranda
es muro donde se vuelven sombras los rostros del ayer
En lo alto sólo queda el silencio...
Se refleja la imagen de un ser que esta tan sólo
tan definitivamente sólo
Que el espejo se enjuga una de primitivo mercurio
compadeciéndose de sí mismo
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
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“La golondrina no regresa este otoño se perdió en un cielo de búsquedas y sueños
algo que tú no tenías para ella...”
En cenizas cae la tarde
se hace cieno
en humo se troca
se vuelve desdichado el hombre al llegar la noche
al delgado manto del alcohol le pide lo adormezca.
Tiembla en el polvo de sus pasos
busca con afán una esperanza
encuentra bajo la farola una figura desgastada...
Suave una voz que invita
a morir en un respirar vació, a vivir en su leve morada
toca su piel seca
prueba el ajenjo de sus labios
crece la angustia por romper los eslabones
búsqueda fallida, no se liberó el dolor
se ciñeron mas los demonios a sus simas.
al partir, en el umbral escupe el arrepentimiento.
Vuelve a la cueva del recuerdo
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
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mira como sangran las horas de su vida amargas y lentas
falacias de un sueño que abraza día a día:
Aquella golondrina no tuvo punto de regreso
se perdió en la espejo de un octubre,
El fuego del amanecer desmorona a la luna en un abrazo
Marchito, impenetrable como un viento de espinas
el hombre se esconde en los brazos del día
y bajo sus grandes ojos,
espera con temor el fragmento del canto que es su vida.
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
25
Al pasar otro septiembre Oyes el eco de mi voz murmurar un canto de caracola. Enclavado en el acantilado se perpetúa el sentimiento Hiciste un día que mi marea se fundiera en el menguante de tu luna
ni el tiempo
ni las miles de brazas de distancia
romperán en mí el cable de tu ancla
créelo, no me perderás al pasar otro septiembre
aunque navegues en el gris de ese frío mar del norte
recuerda que la corriente del océano siempre retorna a pesar de las tormentas
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
26
Sentir
Diáfana la tristeza trasluce por el rostro del ángel
en sus grandes ojos cafés se alimenta una lágrima
que pesada cae por la mejilla
hasta que la detiene la blanquísima mano
Él la mira como quien mira aun ser amado
sabe que en lugar de sal
están los trozos de un recuerdo
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
27
Ayer...
Ayer palpé en tu cuerpo el peso del dolor
Y era tanto...
Se derramaba entre mis dedos
Como arena de un reloj en horas rancias
Como cóleras de llantos secuestrados
Anidado en una historia como despojo frío
Un corazón dolorido
Desconfiado
En tus ojos un destello de tristeza
Quise entonces tornarme en primaveral alisio
Y esgrimir como canto liberador en tus adentros, la esperanza
Siente el terror al desafío
Cuelga tus sueños en el tendedero
Y déjales secar las alas
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
28
Estoy sentada a la orilla de mi pueblo
Miro languidecer sus torres vestidas de otoños viejos
Siempre camina el tiempo
Cada huella es el crujir de los recuerdos
la nostalgia de otros instantes ,
me lleno de herrumbre
me debilito
la voluntad se doblega
exhausto metal
voz dúctil
rama que mece el agresivo viento
Empieza la lluvia de entretiempo en la mirada gris del cielo
se hilvanan con la sal de mis ayeres
dando un sabor de óxido a mi boca.
Siempre camina el tiempo y por sus pasos
cuánta amargura acumula el alma dentro del hueco de mis carnes
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
29
Un difícil jeroglífico
Un escalofrío recorre el camino de mis vértebras lumbares
y se aposenta en la nuca
carámbano incrustado en el cerebro
entre rezos y letanías la fe es ya un difícil jeroglífico.
Avanza una sombra que busca lo que yo persigo
muestra las palmas de sus manos abiertas como una noche de anhelos
mi voz busca la llave del cerrojo pero está roto
alzo la mirada y miro a sus ojos
le pido que me muestre como se puede reconstruir el alba
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
30
Hay días en que oyes cánticos de sirenas
como el de aquel que emite su voz con fuerza
y en el púlpito se erige
que forja caminos imaginarios en nuestras mentes,
donde como ovejas deseosas de amparo y amor
perseguimos a un pastor incorpóreo.
La realidad es otra cuando el relámpago del dolor
se hunde entre las carnes
cómo es posible adorar a un ser de madera
tallado con las mismas flaquezas que las mías
La desesperanza se torna piedra en nuestros cuellos
y te hundes con la mirada fija ante la nada
No hay manos que te salven
Ni voces que aminoren la angustia.
Estas ahí en medio de la nada, como lo has estado siempre…
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
31
Hoy pasé…
Hoy pasé sin detenerme por tu templo
en el altar sigue aferrado tu cuerpo pálido, frío, inconmovible.
Ayer el rosario de acerinas se desgasto entre mis manos
eran esferas colmadas de plegarias
me quedé en la santa oscuridad con los ojos llenos de una ignorancia todopoderosa
tiré la llave del cerrojo de mis sentidos.
En una noche de luna muriente y lluvia en la mirada
se apareció el súcubo verdoso de la rebeldía
las palabras reprimidas brotaron de mi boca y así empecé a desatar el nudo de tus credos.
me agoté de cruzar tantos atrios
me agoté de esperar las respuestas
me agoté de caminar entre guijarros y migajas
y paso a paso fui desnudándome del cárdeno traje de la devoción.
La fe resucita lo mismo que sepulta.
Del velo impenetrable de tus palabras.
sólo queda un misal
y entre sus hojas los restos secos de un clavel abandonado.
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
32
¿Y Dios ?
Noche sin luna de un septiembre
cinco años de inocencia se filtraron entre viejos adoquines
los santos habitantes del templo de cantera
y las almas de las preocupadas beatas
mil credos se tragaban
un rezo en aquella mente infantil
“Ángel de mi guarda mi dulce compañía, no me desampares...”
pero fue un sordo el ángel pérfido
¿Y Dios? Ese día no estaba en casa
Cubierta la perversión humana
pequeños ojos azules
escala las paredes
que le caigan encimas
que la tierra se la trague
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
33
A sus pequeñas manos
Llegaron los disformes habitantes rojizos y crispados
la Ira, la náusea y el odio
en lugar de su alma
descendió de largas garras Megere saboreando la venganza
el momento de acercarse al infeliz esbozo de hombre
Tanto tiempo en la oscuridad vivió ofuscada
Una maraña de áspides
Ciega, dolorida sólo veía rojas sombras
Hasta que un buen día
Otro despistado dios la tomó en cuenta
La tocó dejando una pequeña semilla
Diminuta luz disuelve la telaraña de rencores
Bendito cirio que derritió a la arpía.
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
34
Suave y negra la pluma de la muerte
Escribe en mi frente de la vida el epitafio
El desaliento insiste es fría telaraña
me retiene,
me carcome
me transforma en la voz de un muerto
inyecta su ponzoña en mis pupilas día con día la maldita arácnida
una lenta agonía fluye por mis venas
A tu lado tuve un asomo a la luz
Pero la oscuridad es la que ahora emerge entre mis brazos
Sólo se oyen los lamentos en el eco de esta noche
El aire peina despacio mis cabellos, mientras desciendo hacia el limbo
Hueca y caduca carcasa de un capullo de satúrnida
La niebla cubre el pedregal de mis tristezas
Soterrando así mi funesta vida
La naturaleza es perfecta
Todas mis huellas se han borrado,
Sólo queda el límpido sendero donde la vida continúa sin mi presencia.
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
35
Al abrigo de la noche la sombra del hombre
parece una nube que se desliza sobre la arquitectura persa
sus pasos rompen la línea del silencio
no se hunden sus huellas en la ciénega de la muerte
permanece bajo su planta la resurrección
Pisotea y desgarra auroras y noches de luna
Clama y reclama al dios
que le ha negado el descanso
cargándole de espinas los párpados
haciéndolo deambular una y mil veces por un mismo camino
Solitario transeúnte en su propio ataúd
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
36
“la muerte está en mis ojos como un cielo despejado
como cuando un hombre llega allí, donde no sabia .” Anónimo egipcio
Nos conciben con el germen de la muerte
se cierra cada vez más el silencioso nudo
Como el hilo que resiste a la luna en el cielo
ten certeza, sí se rompe, de la parca y su negrura.
Ese ángel de largos y delgadísimos dedos
dejo olvidadas sus alas de limbo en la penumbra
ni siquiera de su acogimiento te rescata la locura.
La muerte es como un sol renovado
siempre atenta a cualquier vicisitud
se oponga la medicina, la magia o el mismo dios.
sólo con abrir la boca y despedir su aliento
del último telón te cubre la mortaja
esta fría verdad siempre te acecha
desde las profundas simas de tus ojos
Es el fin del universo
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
37
Amado Thánatos
A Nayelli Ángel que abrazó las sombras
Buscaré el filo de la navaja No habrá dolor
Sólo adormecimiento
Rasgaré en la diáfana piel la suma de ríos encarnados
Amputaré el embalaje de mi desesperación Que me cubra así la sombra del ansiado
No, así no,
Acariciaré las heladas formas del revólver Probaré el sabor del ardiente aliento Porque yo misma soy hielo y fuego
Y después... Explosión calor luz
Excitante seria llegar así al amor vaticinado
Lanzarme al hondo precipicio con los brazos abiertos Muy abiertos Tan abiertos
Que al abrazarte me vuelva grillete y nunca soltarme
Dime hijo de Nyx pródigo en ausencias
¿Cómo hago para que tu oscuridad se entreteja con la mía?
Malamente la vida aún me posee
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
38
En abisales mares
Surca con sus alas el vasto horizonte
la luz siempre su amiga
sonríe al amanecer y al atardecer la besa
En abisales mares
donde la claridad del rayo jamás ha penetrado
se hunde en un espacio negro y frío
Esos largos tentáculos le abrazan
y él, sin deseos de luchar, le da lo mismo
sólo mira hacia abajo
Le sacude una sirena de cabellos de mercurio
ella descubre la mirada transparente, vana
Más pequeña es la llama que ilumina al cielo
Todo su cuerpo se aletarga
se queda regando el agua de sus ojos
solo con tanta agua
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
39
Cacofonía de lamentables ecos
sabe que en su cuerpo ya no hay alma
pero sí una gran herida
Una amapola roja que nació el día que menguo la luna
Pensar que siempre quiso partir en un atardecer de ámbar
y el cínico destino lo fustiga
dándole un lugar donde no necesita ojos
Penumbra tenebrosa
Este es su adiós a la luz, a la vida
ahora absorbido por lo vacuo
una esperanza que nunca nada espera
una ave más que el mar se traga.
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
40
Un mundo de maraña gira.
Marchito muere en la penumbra el hombre.
El miedo se multiplica,
y mengua la cama de sueños construidos.
Amanece mudo y muerto mil veces mil.
Masacrado como el tiempo mismo.
Lamento reclamando la prometida voz de campanas sin memoria
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
41
La vida vive de la muerte
Se lleva la tarde en su red los vestigios de un sol ardiente
Por el horizonte despliega la noche-buitre sus alas.
En su mohoso vestido la serpiente se agita
se pasea a modo de hilo por los quebrajos del campo
interrumpe el sinuoso paso al encontrar una cárcava,
llaga donde el día guardó su último eco,
el silencio se desliza bajo sus escamas ,
en lo profundo igual que Endimión duerme una bella liebre
en tinieblas como un condenado a muerte solo abre más sus ojos
mientras el áspid cual postrer hebra lo envuelve
y en un beso muy lento la devora
cuadro de un irremediable destino
la vida vive de la muerte
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
42
Entre las neblinosas ramas de invierno se vuelve ronco el viento
miro de pronto un árbol negro
sus ramas semejantes a venas que se incrustan
son dolorosas grietas en el cielo
La hiedra esconde en sus entrañas todos mis recuerdos
los vuelve vaho
busco la resonancia de mi canto
ya no habitan frases en mi garganta
se perdieron por la senda que camino a diario
Todo es un hueco lleno de silencios
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
43
Se abren los balcones del caserío
donde el insomnio y la soledad
que ya me saben presa de sus redes
me nombran con sus bocas.
El silencio ya no es capaz de estremecerme
tembloroso se pierde en la orilla de un estanque
¿Para qué atosigar a esta alma impura ?
Luz de ayer
ángel de mármol que arrastra las horas de un tiempo jamás asido
plegaria que equivoca la senda
y se extravía entre la falsedad de los humanos
Cada vez me vuelvo más solitaria
un ser lleno de reminiscencias
una tortuga que carga el recuerdo de lo que no ha sido.
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
44
La dolorosa armonía del ser y del no ser
La noche entona el salmo del silencio
un viento gélido abraza la blancura de mis huesos
dejando al descubierto la locura que bajo este cuerpo habita
La realidad es solo un sueño
un mal sueño que te cansa de amontonar hojas caducas
y deja incrustada en tus manos como astillas de vidrio
La dolorosa armonía del ser y del no ser…
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
45
“ Se reúnen los poderosos Anunakos y con Mamitu, la diosa del destino
fijan la suerte del hombre, establecen los días de la vida,
pero no revelan los de la muerte...” Poema a Gilgamès, 3000 a. C
Al pintar su rostro en herrumbre el aire
con su canto pregona el llanto rojo
Unos ojos oscuros descubren la próxima tormenta
y aprieta en el puño con fuerza al bendito masbaa
Vienen del occidente tantos pájaros de mal agüero
con miras a fornicar, a matar a Babilonia, la gran prostituta
Aletean voces de metal y trueno
en las alas cargan distintas muertes
murciélagos ansiosos de espesa y negra sangre.
El león alado invoca a los antiguos dioses
y se abren en par las puertas de Aralu
En-lil, Anu, Ea, Nergal, Irra,
hasta la impulsiva Istar olvida los placeres
se viste con traje de guerrera
todos despiertan a los nuevos aires de la guerra
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
46
Mientras el hombre del turbante
mira en el horizonte como una negra lengua lame al cielo
la hora de la gran Humareda manda su sombra sobre todos los hombres
El Dajjal machacador de vida lanza sus huestes
la Legión extiende su poder desgarrando la tierra
penetrando con la carcomida piel las doradas arenas
avanzan ondulantes serpientes empapadas de deseo
de poseer la viscosa entraña del desierto
Dajjal siempre su “ Yo ante todo...” fiel al “seréis como dioses “de Lucifer
Tiembla el corazón del iraquí, busca con la mirada a El-Mandi
y en el almenar, llama a plegaria el almuecín
un canto a no quedarse con los brazos cruzados
a iniciar la yijad contra el infiel,
a matar a los cerdos y hacer pedazos las cruces falsas.
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
47
En la boca de la guitarra del cielo se rasga el clamor de una noche nueva;
innumerables los astros en el acuoso espejo se reflejan;
El mar blanca espuma extendida en liquida cabellera
deposita la suma de los murmullos en las finas arenillas;
La luna inmóvil
llama vigilante
se desconcierta al ver volar anémonas marinas,
actinias aleteando latigazos de luz
irrumpen también a la cavidad nocturna seres ciliados y madréporas
En la oscuridad del lecho submarino un ermitaño cangrejo lanza un suspiro
que emerge desde la profundidad como una diáfana esfera e irrumpe hasta el firmamento
Selene toca su plectro
sacrifica la plegaria
la vuelve joya ardiente que se diluye con la brisa de este mar de septiembre
Mientras... Peri sueña con el ojo del alba.
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
48
La ladera de noviembre
Entre la oscuridad de los rincones lentamente la tarde se despide, peinan los últimos rayos las
ramas de los abedules, de pronto se oye el canto del grillo, antiguo guardián de la espesura. El
pausado estribillo inunda la memoria del bosque.
La dura piedra es la costra de la tierra que encierra la mágica historia de un valle antiguo.
Murmuran los pájaros nocturnos de aquellos antiguos caballos oscuros, que nacieron del
cristal de un hechizo de un druida mendicante, que los regalo a unos pobres campesinos.
En ese entonces existían palomas verdes que al lanzarse al vuelo, de su aletear brotaba un
denso perfume de laureles.
Platican también las salamandras esos seres antiquísimos, que las amanitas de la muerte,
poseían piecesillos y descendían al bajar la bruma por la ladera y al llegar al claro, se
congregaban en círculo para esperar la llegada de Onya, la sacerdotisa de nívea piel y ojos de
color helecho. En ese lugar se disponía cada otoño el ritual de la cosecha.
Siglo a siglo los vientos también contaron estas historias a los antiguos. Hoy el musgo se cubre
de silencio, se torna amarillento y la ladera de noviembre sólo es un soplo de penumbra que se
pudre en el olvido de los hombres.
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
49
Noctívaga
La noche pertenece al misterio del ensueño
El manto nocturno en seres alados se desprende
Son duendes y ondinas que habitan en la noche
Formas fantásticas y sorprendentes colores
Dominan los aires Sàturnidas cecopias de grandes ojos rojos
Asaltan la pureza de azucenas
Y desde las sombras, naranjas colibríes
Todo es mágico
Seres con tantos pares de patas
Luciérnagas que juegan a ser soles
Y el canto hechicero de la escuálida lechuza
Incita al murciélago a volar bajo la luna
La noche sonríe
Se siente tan amada
Agradece al universo que en su vientre
Pulsen más de mil estrellas de alas aterciopeladas
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
50
Late el oleaje de los árboles
Late el oleaje de los árboles como si la vida se desmoronara
Bajo el último manto del silencio aúlla un viento de soledad y muerte
Lacerantes heridas en las frondas
cubiertas de manchas de lepra púrpura
los troncos lisiados con fuentes de pus naranja
agonizan, junto a las sombras augustas cercenadas
No habita más el olor a musgo
Ni el canto del gorrión
No hay alas que pinten más el azur
las mariposas acabaron por los suelos
Ausencias: de frágiles pisadas de venados
y de saltos acróbatas de ardillas
Imperceptible el chapoteo de castores
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
51
se acabaron las joyas submarinas
pececillos y bichos de alba y plata
Y ahora vive roto el espejo telaraña
triste bandera abandonada
Fría y espesa la capa de neblina
anuncia:
El bosque se ha cansado, se nos ha muerto
el hombre asesinó al guardián
en aras de techos y pisos de cemento
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
52
Cacería
Ondulante la sensación de la muerte
como una oscura sierpe se desliza.
Entre los altos matorrales de la sabana
pace tranquilamente
el antílope, ángel inocente
se ciñe a su alrededor una sombra de ojos verdes
demonio de sangre sediento
el viento transporta un hedor a herrumbre, a plasma añejo
Percibe levemente la mirada del frío diamante
no escucha el mudo andar
acojinado el paso, con elegantes almohadillas de terciopelo
Asesino silencioso
Cruje la hierba, prefacio del dolor
la penumbra se proyecta sobre él, semejante a la luz de un disparo
atrapado está
sucumbe a las garras y a los dientes
la vida se le apagó en un parpadeo
refinado ritual del equilibrio
Ser muerte para seguir con vida
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
53
Animal-ancla
Nació como Atenea del dolor de cabeza de su padre
arañando atajos entre incertidumbres
no ha sabido de los sueños su existencia
nunca le contaron de ellos
Es animal-ancla, atada a tierra
Parpadeos llenos de imágenes sin tiempo
de un camino sin colores es transeúnte
Vómito de los desengaños de sus padres
un hálito que enturbió sus vidas
un suspiro en la tormenta
un estilete cortando el aire
En la oscuridad se extingue
ahogándose en la cera, un pabilo desgastado
se mira como sombra en las paredes.
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
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I
Y Se perdió mi voz entre las líneas del silencio
un ave se la llevo en su vuelo
cubrí su ausencia con la hojarasca de tu octubre
¿Cómo nombrar con esta boca tu nombre?
si el sonido se volvió un errante
un indeciso médano
sólo aire
Torbellino de circunstancias
que envuelven a la seca piel
que se adhiere a esta tierra
no se conforma
te desea
II
El deseo es la antigua plegaria
que el viento recupera para el huésped de siempre.
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
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III Allí adentro sofocadas se sueltan las amarras del pesado párpado,
y en círculos, la voz en nuestro espacio se convierte en palabras púrpuras
Así sin guía navegamos hacia el estío
ese que brilla en el día más largo sobre la piedra roja
dedicada al sacrificio del fantasma que no muere…
IV
Mi cuerpo es una luna deshaciéndose
mi voz una plegaria .
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
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V
Tus ojos se incendian en la humedad de mi estío
por el calor mordida, me vuelvo cera
cabalgo en el aliento de tu cielo
y más allá de sus carnales muros
un rayo excitado lleno de delirios
sacude mis entrañas
aplicas como bálsamo tus benditos labios
y en mística eclosión brotarán versos
qué marea es esta que arrastra a todas las almas en plenilunio
membrilleros regados con agua de los ríos
por los dedos rosas de la aurora
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
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VI
Cuídate del amor porque brilla igual que lágrimas y espadas,
si lo abrazas jamás conocerás la paz,
es un golpe de dados.
un collar de ajenjo que se anuda al cuerpo
y la esperanza
tan sólo un destello gris de rostros desgastados
que musitan palabras de nostalgias
de besos no bebidos
de cuerpos no tocados
deseos…
Teresa M. Bazaldúa Arizpe
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Teresa Martha Bazaldúa Arizpe nace un frío diciembre del 62 en una casa marcada con el
303 en la Calle de La Llave en Saltillo, Coahuila. Meses después sus padres la forzan a
cambiar la serranía por una zona llena de algodonales y llega a Delicias, en un día
lluvioso de mediados de abril.
En la ciudad de Gardea, a la edad de cinco años la abuela materna la inicia en un vicio
que hasta hoy no puede dejar: la Lectura. Descubre en secundaria para su mala suerte a
Neruda, Bécquer y Poe, ya que la inducirían a las oscuridades del romanticismo (escribe
en secreto poesía). Aunque en prepa le hace ojitos Ray Bradbury con sus Crónicas
marcianas, libro que aun posee y guarda celosamente.
Después de un hijo (el mejor regalo de su vida) y un divorcio contencioso (no firmen
hojas en blanco); vuelve a las faldas del Zapalinamé y se nutre de la cultura de su natal
Saltillo, el tiempo libre lo dedica a la lectura, la escritura y al dibujo.
En alguna vida anterior debió de ser mercader o nómada, el hecho es que después de 10
años regresa a Delicias (no muy convencida por cierto). Asiste a Casa de Cultura a el
Taller de pintura Remedios Varo de Alma Quiñónez quien la invita al taller Aurora Reyes
coordinado por José Luis Domínguez, quién le sentencia al año de permanecía a llevar
material escrito o no volver al taller y de ahí para el real escribe poesía y cuento.
Ha participado también en talleres con Edgar Trevizo, Gabriel Borunda y Francisco
Hinojosa.
Descubre también otra pasión: contagiar en los niños y jóvenes (y al que se
deje) el gusto por la literatura y por ende la lectura.
Se reúne con otros adictos a las letras cuando el tiempo y el trabajo lo permiten.
Todo esto bajo la aprobación de Raúl, su hijo (“Ni modo, no es una madre normal,
gracias a Dios…”)