Amada mía, ¿dónde la condena y el perdón? ¿Dónde la verdad y el error? Palabras vacías como...

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Amada mía, ¿dónde la

condena y el perdón?

¿Dónde la verdad y el error?

Palabras vacías como la justicia de los

hombres o la imagen de

nuestra vida.

I

No te envanezca el triunfo, ni te

aflija la derrota. Ambos son

una circunstancia y trátalos por

igual.

II

Cuando muera, conmigo morirán

todas las cosas. Ni penas, ni

alegrías; ni auroras, ni ocasos. No

existirán el ceñudo gesto de mi

hermano ni los bermejos labios de

mi esposa. Y no existirán,

amada mía, porque el mundo es reflejo

de mi alma.

III

Camina firme por la tierra

polvorienta sin invocar a los

dioses ni a los mercaderes de

vanas utopías. No creas su

verdad ni aceptes sus mentiras. ¡Sé valerosa y libre, mirándote a

ti misma!

IV

Antes ansioso bebía en las

fuentes del saber. Ahora, bienamada, la sabiduría sólo

somos tú y yo. Y soy feliz porque el

resto lo rechazo con desprecio.

V

No pidas, alma mía, estar libre de peligros sino

fortaleza para afrontarlos. Y cuando la paz se

haga en tu corazón, abre sus puertas para dar cabida a

todos.

VI

Cuando fracases no pidas que se apaguen tus dolores, sino denuedo para

dominarlos. Y si llega el

triunfo, tu voz ligera como el

viento, pregone la dádiva de tu amor.

VII

Si quieres ser feliz, amada, no te

rebeles contra tu destino.

Sonríele a quien te ofenda y no

ofendas a tus semejantes. Así tuya será la victoria, ¡para

siempre!

VIII

Asume el riesgo de vivir, y no

temas tropezarte con él. ¡Vano será el temor ante lo que el

destino te depare!

IX

¿Por qué si carne eres, has de ser polvo?

¿Cuál es la respuesta, amada mía?

Quiero olvidar en la embriaguez de la vida el dolor de mi fracaso.

X

Serás bella, de blancos senos y armónica figura. ¿Pero conoces tu

destino? Serás poderosa,

dominarás el crepúsculo y aquietarás

los vientos. ¿Pero conoces tu destino? Serás feliz y tu

felicidad será perdurable. Pero, amada, ¿conoces tu

destino?

XI

No ansíes la ingrávida libertad. Tómala, porque la libertad está en ti, amada mía. Como lo está en la ligereza del viento y el perfume de las

flores.

XII

Cuando todas las estrellas brillen en ti y la vida irrumpa

en tu corazón, piensa, esposa

amada, si debes alegrarte con la

felicidad que llega o afligirte si la

pierdes.

XIII

No indagues el pasado ni

escudriñes el futuro. Prosigue tu

camino y llena tu jarra de

bondades. ¿Acaso sabes con

quién te encontrarás en el

sendero?

XIV

No sometas tu corazón a yugos terrenales.

Yergue tu cabeza y escucha mis

palabras con la sonrisa lánguida de la enamorada.

XV

Enciende tu lámpara,

bienamada, y busca la paz que

ansías. Tal vez la encuentres si aproximas tu

barca a mi orilla. Porque, ¡allí

estaré yo!

XVI

LUCES

Texto: Pedro Martínez Borrego.Imágenes: Internet.

Tema musical: My piano cries for you – Ernesto Cortazar.

Pedro Martínez Borrego