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Zona Arqueológica
EL TIEMPO DE LOS “BÁRBAROS”. PERVIVENCIA Y TRANSFORMACIÓNEN GALIA E HISPANIA (ss. V-VI d. C.)
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Créditos
CONSEJO DE ADMINISTRACIÓN
PRESIDENTEIgnacio González González
VOCALESBartolomé González JiménezConcepción Guerra MartínezJon Juaristi LinaceroJosé Luis Martínez-Almeida NavasqüésJosé Pascual GonzálezManuel Peinado LorcaIsabel Rosell Volart
SECRETARIOBorja Sarasola Jáudenes
MUSEO
DIRECTOR
Enrique Baquedano
JEFE DEL ÁREA DE CONSERVACIÓN
E INVESTIGACIÓN
Antonio F. Dávila Serrano
JEFE DEL ÁREA DE ADMINISTRACIÓN
Antonio Esteban Parente
JEFE DEL ÁREA DE DIFUSIÓN
Paula Ramírez Jimeno
COORDINADORA DE EXPOSICIÓNES
Inmaculada Escobar García
PUBLICACIÓN
EDITORES CIENTÍFICOS
Jorge Morín de PablosJorge López QuirogaArtemio Martínez Tejera
COORDINACIÓN CIENTÍFICA
Mónica Rodríguez Lovelle
AUTORES
Volker Bierbrauer Jaroslav TejralMichel KazanskiJavier Arce MartínezMichel Rouche, Christine Delaplace, Luis A. García MorenoAlberto Ferreiro Patrick PérinRafael Barroso CabreraJorge Morín de PablosJorge López QuirogaJean GuyonArtemio M. Martínez TejeraLaura Benito DíezMichael KulikowskiJosep María GurtIsábel Sánchez RamosPablo C. Díaz MartínezÉdith PeytremannAlbert Vicent Ribera i LacombaRaúl Catalán RamosLuis J. Balmaseda MuncharazAnna MastykovaBlanca Gamo Parras. Isabel Velázquez SorianoJulia Beltrán de Heredia BerceroLuis Grau LoboFrancisco Javier Ardanaz ArranzMaria Victoria Escribano PañoSebastián F. Ramallo AsensioAchim ArbeiterRafael Hidalgo PrietoMiguel Alba CalzadoPilar Oñate Baztán, José Mª Barranco Robot, Marcos Alonso García Ana Belén Martínez GraneroMiguel Contreras MartínezChristoph EgerJose Ángel Lecanda EstebanAntonio Manuel Poveda NavarroM. Justino MacielMateu Riera RullánPedro Mateos CruzFernando Regueras GrandePere Castanyer Masoliver Joaquim Tremolada TrillaSebastián Rescon MarquesYves Modéran
COORDINACIÓN EDITORIAL
Miguel Contreras MartínezEsther Sánchez Medina
DISEÑO Y MAQUETACIÓN
Laureano Roche AbadP&D Digital Copy
IMPRESIÓN
B.O.C.M.
ISSN1579-7384
ISBN Obra Completa 978-84-451-3298-2
DEPÓSITO LEGAL
M-27813-2002
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NÚMERO 11ALCALÁ DE HENARES, 2010
Índice
9 PresentaciónIGNACIO GONZÁLEZ GONZÁLEZ
Vicepresidente Consejero de Cultura y Deportes, Portavoz de la Comunidad de Madrid
11 Gente ExtranjeraENRIQUE BAQUEDANO
Director del Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid
13 Presentación de los EditoresJORGE LÓPEZ QUIROGA, JORGE MORÍN Y ARTEMIO M. MARTÍNEZ TEJERA
GODOS, VÁNDALOS Y ALANOS, DESDE LOS ORIGENES HASTA EL 406 D. C.
16 Archäologie der Goten - von Ihren Anfängen bis 408 VOLKER BIERBRAUER
32 The Vandals from their origins to the year 406 ADJAROSLAV TEJRAL
54 Les Alains dès son origine au 406 apr. J.-C.MICHEL KAZANSKI
400 A.D. “BÁRBAROS” Y ROMANOS EN GALIA E HISPANIA
66 El siglo V en Galia e HispaniaJAVIER ARCE MARTÍNEZ
78 Les Wisigoths en Aquitaine (418-507)MICHEL ROUCHE
86 Les Wisigoths en Septimanie d'après les sources écritesCHRISTINE DELAPLACE
96 La emigración goda en España. Una perspectiva nobiliariaLUIS A. GARCÍA MORENO
108 The Barbarian Invasions and Settlement in Gaul and Iberia: A Select HistoriographicalReflectionALBERTO FERREIRO
122 Archéologie des Wisigoths en GauleMICHEL KAZANSKI Y PATRICK PÉRIN
134 La presencia 'bárbara' en Hispania en las necrópolis del siglo V d.C.RAFAEL BARROSO CABRERA, JORGE LÓPEZ QUIROGA Y JORGE MORÍN DE PABLOS
148 El mundo funerario. De las necrópolis tardorromanas a los cementerios hispanovisigodosen el oeste peninsularJORGE MORÍN DE PABLOS Y RAFAEL BARROSO CABRERA
182 La «blanche robe» des premiers monuments chrétiens des Gaules (Ve -VIe siècles)JEAN GUYON
222 La arquitectura cristiana de los siglos V-VI en Hispania: entre la 'oficialización' y la 'expan-sión'ARTEMIO M. MARTÍNEZ TEJERA
272 Entre la villa y la 'aldea'. Arqueología del hábitat rural en Hispania (siglos V-VI)JORGE LÓPEZ QUIROGA Y LAURA BENITO DÍEZ
310 The urban landscape in Hispania in the fifth centuryMICHAEL KULIKOWSKI
320 Topografía cristiana en Hispania durante los siglos V y VIJOSEP M. GURT ESPARRAGUERA Y ISABEL SÁNCHEZ RAMOS.
500 A.D. LA FORMACIÓN DE LOS REINOS “GERMÁNICOS” EN GALIA E HISPANIA
348 El siglo VI en Gallia e Hispania a través de las fuentes escritasPABLO C. DÍAZ.
364 Archéologie de l'habitat rural en Gaule au VIe siecleÉDITH PEYTREMANN
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380 El paisaje urbano de la tarraconense y la carthaginense litoral durante el siglo VIALBERT VICENT RIBERA I LACOMBA
392 El mundo funerario en Hispania en el siglo VIRAFAEL BARROSO CABRERA Y JORGE MORÍN DE PABLOS
410 L'armée et l'armement en Gaule au temps des BarbaresMICHEL KAZANSKI
418 El registro arqueológico del 'equipamiento militar' en Hispania durante la Antigüedad TardíaJORGE LÓPEZ QUIROGA Y RAÚL CATALÁN RAMOS
434 Orfebrería de la época visigodaLUIS J. BALMASEDA MUNCHARAZ
460 Les perles en Espagne et en Gaule meridionale a l'epoque Wisigothique (Ve-VIe s.)ANNA MASTYKOVA
476 Un material frágil y olvidado. El estudio del vidrio de época visigoda en HispaniaBLANCA GAMO PARRAS
488 La imagen de la realeza en el reino visigodo de Toledo a través de la iconografía y la epi-grafíaRAFAEL BARROSO CABRERA, JORGE MORÍN DE PABLOS E ISABEL VELÁZQUEZ SORIANO
CATALOGO DE YACIMIENTOS
511 BARCINOJULIA BELTRÁN DE HEREDIA BERCERO
515 BERGIDUMLUIS GRAU LOBO
517 LA NECRÓPOLIS VISIGODA DE CACERA DE LAS RANAS (ARANJUEZ, MADRID)FRANCISCO JAVIER ANDANAZ ARRANZ
521 CAESARAUGUSTAMARIA VICTORIA ESCRIBANO PAÑO
527 CARRANQUEJORGE MORÍN DE PABLOS Y RAFAEL BARROSO CABRERA
529 CARTHAGO SPARTARIASEBASTIÁN F. RAMALLO ASENSIO
533 CASTILTIERRALUIS J. BALMASEDA MUNCHARAZ
535 CENTCELLESACHIM ARBEITER
539 COMPLUTUMSEBASTIÁN RASCÓN MARQUÉS
543 CORDUBARAFAEL HIDALGO
547 DAGANZO DE ARRIBAJORGE MORÍN DE PABLOS Y RAFAEL BARROSO CABRERA
549 EL BOVALAR (SERÓS, SEGRIÁ, LLEIDA)JOSEP Mª GURT I ESPARRAGUERA E ISABEL SÁNCHEZ RAMOS
553 AUGUSTA EMERITAMIGUEL ALBA
557 LAS NECRÓPOLIS VISIGODAS DE LORANCA (FUENLABRADA, MADRID)PILAR OÑATE BAZTÁN, JOSÉ Mª BARRANCO ROBOT, MARCOS ALONSO GARCÍA Y ANA BELÉN MARTÍNEZ GRANERO
561 GÓZQUEZ DE ARRIBA (SAN MARTÍN DE LA VEGA, MADRID)MIGUEL CONTRERAS MARTÍNEZ
563 GUARRAZARCHRISTOPH EGER
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567 HIPPONA (HIPPO REGIUS)YVES MODÉRAN
569 LA ALCUDIA (ELCHE, ALICANTE)ANTONIO MANUEL POVEDA NAVARRO
573 MARIALBA DE LA RIBERA (VILLATURRIEL, LEÓN)ARTEMIO MARTÍNEZ TEJERA
575 SANTA MARÍA DE MIJANGOSJOSE ÁNGEL LECANDA ESTEBAN
579 EL MONASTIL (ELDA, ALICANTE)ANTONIO MANUEL POVEDA NAVARRO
583 MONTINHO DAS LARANJEIRAS (ALCOUTIM, ALGARVE, PORTUGAL)M. JUSTINO MACIEL
587 MUNIGUACHRISTOPH EGER
591 PLA DE SES FIGUERES (ISLA DE CABRERA, BALEARES)MATEU RIERA RULLÁN
595 PLA DE NADAL (RIBAROJA DE TURIA, VALENCIA)ALBERT VICENT RIBERA I LACOMBA
597 SON PERETÓ (MALLORCA, BALEARES)M. RIERA RULLÁN, M.A. CAU, S. ALCALDE, M. SALES Y M. MUNAR
601 SANTA EULALIA DE MÉRIDAPEDRO MATEOS CRUZ
605 TARRACOJOSEPH Mª GURT I ESPARRAGUERA E ISABEL SÁNCHEZ RAMOS
609 TINTO JUAN DE LA CRUZJORGE MORÍN DE PABLOS Y RAFAEL BARROSO CABRERA
611 TORREDONJIMENOLUIS J. BALMASEDA MUNCHARAZ
613 VALENTIAALBERT VICENT RIBERA I LACOMBA
617 VILLAFÁFILA (ZAMORA)FERNANDO REGUERAS GRANDE
619 VILAUBA (BANYOLES, GIRONA)PERE CASTANYER MASOLIVER Y JOAQUIM TREMOLADA TRILLA
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ResumenEste trabajo intenta plantear un estado de la cuestión sobre la investigación hispana en torno alos recipientes de vidrio en época visigoda. Partiendo de las piezas, sus formas y contextos deaparición, se sugieren algunas hipótesis y sobre todo se formulan los interrogantes y los aspec-tos de la investigación aún pendientes.
Palabras clave: visigodo, vidrio, tipologías, cronologías, fabricación.
AbstractThis work tries to outline the progresses on the Hispanic research about glass recipients in theVisigothic era. Starting with the pieces, their forms and appearance contexts, some hypothesesare suggested, and the queries and the aspects of the forthcoming investigation are formulated.
Keywords: Visigoth, glass, typology, chronology, manufacture.
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Hablar de vidrio de época visigoda plantea numerosos inte-rrogantes relacionados con diversos aspectos que abarcandesde la cuestión cronológica a la de caracterización dequé es lo visigodo, qué lo bizantino, lo suevo o lo franco;desde la pregunta sobre las formas que se están usando,hasta las funciones para las que se emplean esos objetos;desde qué piezas se importan hasta cuáles se producen entalleres locales, ¿y cómo son esos talleres?, ¿cual es suámbito de distribución?; o ¿qué relación tienen los objetosde vidrio con otros como cerámica y metales?1
Este trabajo no puede, —ni lo pretende—, resolver lamayor parte de las preguntas; por ello se va a articular entorno a tres ejes: uno dedicado a lo que conocemos, esdecir las cuestiones sobre las que tenemos certezas; elsegundo a lo que ignoramos, o dicho de otra forma, losinterrogantes y los aspectos aún desconocidos, bien por-que la investigación arqueológica no ha deparado aún res-tos que permitan resolverlos, bien por una falta de profun-dización en los estudios sobre determinados temas; y eltercero gira alrededor de lo que podemos intuir o deducir yasea porque contamos con indicios indirectos o porque loconocido es escaso y puntual, lo que aún impide aparejarargumentaciones que puedan darse como consolidadas.
Aunque pueda parecer de una simpleza apabullante, laprimera evidencia de lo que sabemos es que durante lossiglos VI, VII y principios del VIII el vidrio es un material enuso con una relativa variedad formal y funcional. Hasta nohace tantos años, y aunque posiblemente nadie habríadudado de la existencia de recipientes de vidrio, lo cierto esque apenas se recogían en las publicaciones. Desde quecomenzaron los estudios de arqueología de época visigo-da con las excavaciones de las grandes necrópolis mese-teñas (Castiltierra, Carpio de Tajo, Duratón, Espirdo -
Veladiez…) se sabía de la presencia de cuentas de vidrioformando parte de collares o pendientes de los inhumadosy, por supuesto, se conocía su uso en las piezas de orfe-brería (bronces de cinturón, fíbulas, coronas etc.), pero noocurría lo mismo con los recipientes que ahora sabemosque aparecen en distintos contextos de la vida cotidiana(habitaciones, talleres, vertederos etc.) y por supuesto tam-bién en las necrópolis.
Ya he puesto de manifiesto en varias ocasiones lasrazones por las que, a mi juicio, el estudio del vidrio de esteperiodo ha tenido una historia poco afortunada (GamoParras, 1995; 1998; e. p. a), razones que se pueden resu-mir en la falta de identificación de los tipos en uso en estossiglos. La consecuencia inmediata que provoca es unaescasez de su estudio y publicación. Y la causa principal hasido la carencia de excavaciones de otros ambientes distin-tos a los de necrópolis, tales como ciudades, poblados,villas, iglesias, monasterios…, en los que los contextos deépoca visigoda estuviesen claros. Los cementerios muchasveces se excavan de forma aislada, y pese a que han sidolos yacimientos estelares de la investigación hasta tiemposmuy recientes, en el mejor de los casos cuando aparecíanrecipientes de vidrio lo habitual ha sido adscribir los hallaz-gos a momentos paleocristianos poco definidos.
En la actualidad conocemos mucho mejor como son losasentamientos de época visigoda y su cultura material, ypor tanto, estamos en condiciones de empezar a fecharcon más precisión cuales son los contextos del siglo VI, delVII y de principios del VIII; en lo que respecta al vidrio,hemos identificado algunos de los recipientes que puedenusarse como “fósiles directores”, por tanto es seguro que,como ya está ocurriendo, los vidrios que han escaseadodurante décadas, empiecen a salir a la luz.
Este aumento de la investigación también nos permitesaber que se trata de un material menos abundante ahoraque en época romana, tanto en lo que se refiere a la canti-
Un material frágil y olvidado. El estudio del vidrio deépoca visigoda en Hispania
Blanca Gamo Parras*
* Museo de AlbaceteCorreo electrónico: bgamo@jccm.es
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dad, como a la variedad formal de los tipos. No obstante
conviene recordar que esta merma había comenzado ya en
época tardorromana, como bien han explicado otros auto-
res (Fuentes, 2006).
En un esquema global el número de formas es escaso,
pero aunque esto es cierto, también lo es que proporcional-
mente a la cantidad de ejemplares conservados, hay una
rica diversidad de variantes. Basta una simple ojeada para
comprobar que el elenco está compuesto en su totalidad
por recipientes destinados a la contención de líquidos que,
en una definición o nomenclatura inicial, se pueden agrupar
en cuencos, jarritos, ampollas, copas, lámparas y cuernos
potorios.
En este estadio casi preliminar de definición se plantea
otra de las cuestiones pendientes, la relativa a los nombres
de las piezas para las que aún no hemos establecido un
protocolo de nomenclatura. Un ejemplo para explicar a qué
me estoy refiriendo se muestra en la fig.12 que contiene un
conjunto de recipientes provenientes, los seis primeros de
sepulturas, mientras que el séptimo procede de un contex-
to urbano.
Si aludimos a su función, los seis primeros son ungüen-
tarios, denominados como tales por ser recipientes de
pequeño tamaño destinados a la contención de ungüentos
o líquidos preciosos, bien sea por su precio, bien por otros
valores tales como perfumes, agua santificada o santos
óleos, mientras que el séptimo podría ser un ungüentario,
aunque su mayor tamaño inclina a pensar en una botella
destinada a otros usos cotidianos relacionados con la
mesa. Si nos atenemos a la forma y no tenemos en cuen-
ta su función –que además puede ser múltiple—, y los
comparamos con recipientes fabricados en otros materia-
les como la cerámica o el bronce, no dudaríamos en llamar
a las dos primeras jarras (como denominamos a las litúrgi-
cas de metal con las que comparten numerosas similitu-
des, sobre todo la primera), a la tercera y la cuarta (siguien-
do los modelos en cerámica) algunos investigadores las
definirían como jarros debido a la existencia de una única
asa (y por tanto habría que hacer lo mismo con las dos pri-
meras), mientras que otros las nominarían como jarras asi-
milándolas a la nomenclatura de las metálicas o como
botellas por su cuello estrecho; con todo ¿qué distingue a
la pieza nº 4 de la 5, y a ésta de la 6?, y sin embargo nin-
guno dudaríamos en denominar ungüentario a la pieza nº
6, pese a que formalmente se parece más a las botellas.
En el sur de Francia a los recipientes similares se les
designa como botellas tengan o no asa (Foy, 1995: 8, 16 y
19) o frascos cuando su tamaño es muy pequeño (Foy,
1995: pl. 19); las tipologías del vidrio merovingio francés
denominan como botellas a los recipientes similares al nº 3
pero siempre que no tengan asas, en caso de que éstas
existan son garrafas (similares a las piezas 1 y 2) y al resto
se les identifica como frascos (Feyeux, 1995: pl.2); en el
vidrio merovingio belga se denomina como botellas a todos
los recipientes de cuello alto y estrecho (Alenus-Lecerf,
1995: fig. 8) siempre sin asas, similares a las piezas 6 y 7;
finalmente en Italia, al igual que ocurre en la Francia medi-
terránea se les llama botellas (Sagui, 2001: 312-314).
La siguiente pregunta a plantear es ¿a qué tipología
responden o mejor dicho, cual es la tipología del vidrio de
época visigoda en Hispania? Aún no hemos sistematizado
las formas aparecidas, y aunque para una parte de ellas
podemos servirnos de los cuadros tipológicos desarrolla-
dos en otras zonas de nuestro entorno —como las estable-
478 El tiempo de los “Bárbaros”. Pervivencia y transformación en Galia e Hispania (ss. V-VI d.C.)
Fig. 1. 1. Eras de Peñarrubia (Málaga) (Serrano y Alijo, 1992: fig. 2 - 1); 2. Mesas de Algar (Medina Sidonia, Cádiz) (Alarcón y Benítez,1988: fig. 3); 3. La Almoina (Valencia) (Ribera y Soriano, 1996: 217); 4. Vistalegre (Aspe, Alicante) (Gamo Parras, 1995: fig. 2-1); 5. LaAlmoina (Valencia) (Ribera y Soriano 1996: 217); 6. Cuarte (Zaragoza) (Ortiz Palomar, 2001: fig. 130-1); 7. Barrio bizantino de Cartagena(Sánchez de Prado, 1999: fig. 4 - 2).
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cidas para la zona meridional de Francia (Foy, 1995), Italia
(Sagui, 2001; Sternini, 1995) o el vidrio merovingio
(Feyeux, 1995; Perin, 1995)—, lo cierto es que se hace
necesario contar con un corpus del vidrio hispano, que
incluya tanto las formas que coinciden con las de otros
sitios, como, y esto es lo más importante a mi juicio, las for-
mas para las que no existen paralelos fuera que nos sirvan.
Solamente sistematizando podremos definir otras cuestio-
nes, como por ejemplo, si las variantes responden a espe-
cializaciones de talleres o gustos en las diversas zonas, o
lo que están indicando son cronologías distintas..., dicho de
otro modo, evoluciones y transformaciones.
En relación con lo anterior, también queda profundizar
en otros aspectos que tienen que ver con la heterogenei-
dad de la ocupación del solar hispano durante los siglos VI,
VII y principios del VIII. Grosso modo, hay una mayoría de
población heredera del mundo romano a la que se une una
superestructura política visigoda, pero junto a ellos, en dis-
tintas zonas del territorio hay dominaciones o influencias
puntuales de otros grupos, como ocurre con el noroeste
suevo, el sur y sureste bizantino o en el norte influenciado
por los francos. Medir el alcance y la influencia real de los
mismos, sobre todo en un tema tan puntual como el vidrio
se antoja, cuanto menos, complicado, y necesariamente
debe ir parejo y relacionado con el resto de los aspectos de
la investigación histórica. No obstante, hay algunos indicios
que revelan influencias externas que se superponen a la
aparente homogeneización generalizada; otra cuestión es
ponderar si esas referencias puntuales responden real-
mente a una ocupación diferenciada, o deben de relacio-
narse con un comercio internacional en el que, en mayor o
menor medida, participó la Península Ibérica.
En un caso se puede hablar de la primera de las premi-
sas, una ocupación diferenciada. En Aldaieta (Nanclares
de Gamboa, Álava) (Azkarate, 1999; id. 2005/2006) se
excavó una necrópolis en la que algunas de las sepulturas
contenían recipientes de vidrio (fig. 2)3. Las dos formas que
aparecen —dejando aparte las cuentas—, son cuencos: un
total de cinco recipientes de dos tipos: troncocónicos (nº. 1
a 4) y de perfil en S (nº. 5) y un vaso en forma de embudo
o cornete con decoración helicoidal (nº. 6).
El primero de los modelos de cuenco, herencia de la tra-
dición tardorromana, aparece en otros lugares hispanos (fig.
4)4. El segundo de los tipos ya es menos habitual y la pieza
cónica también responde a un modelo ajeno al resto de las
piezas hispanas, pudiendo ser considerado un unicumhasta el momento. Podrían ser piezas importadas y no sig-
nificar necesariamente un hecho diferenciador. Sin embar-
go, junto a los vidrios, los ajuares funerarios están constitui-
dos también por otros objetos con los que se puede confec-
cionar la panoplia guerrera de los francos: punta de lanza,
hacha de combate de las denominadas “Franciscas”, scra-
masax o espada corta, guarniciones de cinturón… pobla-
ción con la que se ha identificado la necrópolis.
Solamente la conjunción de otras variables con el aná-
lisis del vidrio son las que llevan a considerar que sus pose-
edores pertenecieron a un grupo distinto al de la población
de la zona.
BLANCA GAMO PARRAS / Un material frágil y olvidado. El estudio del vidrio de época visigoda en Hispania 479
Fig. 2. A partir de Azkarate, 1999. 1: fig. 178; 2: fig. 296; 3: fig. 235; 4: fig. 267; 5: fig. 116; 6: fig. 177.
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Hay otras piezas de vidrio para las que, aunque sin cer-teza absoluta, la explicación de su aparición es la existen-cia de ese comercio con el exterior. En el barrio bizantinode Cartagena se encontraron los restos incompletos de uncuerno potorio con decoración de hilos aplicados (fig. 3)(Vizcaíno, 2005; VV.AA. ,2005), que para Jaime Vizcaíno,quien ha estudiado bien la pieza, debe proceder con bas-tante probabilidad de los talleres romanos de Crypta Balbi,talleres de los que es posible saliesen algunas otras piezascomo la botella mostrada anteriormente (fig. 1.7).
Que esta pieza aparezca en los estratos cuya cronolo-gía corresponde a los momentos de ocupación bizantina dela ciudad, —Carthago Spartaria, la capital de la provinciabizantina de Spania—, es muy sugerente y la correlacióncon la población oriental necesariamente allí asentada seproduce de casi de manera automática. No obstante,podría ser una pieza importada no necesariamentepara uso de la población oriental. En Segóbriga (Cuenca),ciudad episcopal en territorio del Reino de Toledo haaparecido otro cuerno de vidrio5, y allí no hay estableci-miento bizantino. No conviene olvidar que esto mismo ocu-rre con otros materiales, por poner un ejemplo, en la villade Saucedo (Talavera la Nueva, Toledo) se encontró una
hebilla de cinturón de tipo longobardo, lo que evidentemen-te no indica una ocupación de este pueblo (VV.AA., 2007:466).
Pero como mencionaba anteriormente, en el repertoriohispano junto a modelos que son comunes al resto, comolos cuencos (fig. 4), hay otras formas para las que los para-lelos no se conocen en el exterior y por tanto, al menos porahora, deben ser individualizadas como piezas propias delgusto hispánico.
El grupo más significativo es el compuesto por ungüen-tarios de pie alto o candelero (fig.5). Se conoce un total decinco recipientes: dos procedentes de la provincia deAlicante, dos de la de Cádiz y una de Badajoz. Todos elloshan aparecido en sepulturas; en el caso de Vistalegre setrata de un extenso cementerio rural6, pero el resto estánasociadas a edificios de culto: en Casa Herrera, La Alcudiay Alcalá de los Gazules sin ninguna duda; para Carteia,debido a la disposición de las tumbas, se sugiere tambiénun posible edificio religioso en torno al que se articula elcementerio (Roldán y otros, 2003, 284-285). Por lo que res-pecta a las cronologías, se fechan en el s. VII y algunos conmás precisión en su segunda mitad. En los repertorios devidrio de cronología similar no se encuentran recipientes
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Fig. 3. 1: Sánchez de Prado, 1999: fig. 4 - 7; 2: VV.AA., 2005: fig. 23.
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BLANCA GAMO PARRAS / Un material frágil y olvidado. El estudio del vidrio de época visigoda en Hispania 481
Fig. 4. 1 y 2: Valle de los Pedroches (Córdoba) (Vicent Zaragoza, 1999: 128); 3 y 4: Barrio bizantino de Cartagena (Sánchez de Prado,1999: fig. 4 - 8 y 9); 5, 6 y 7: Las Delicias (Granada) (Toro y Ramos, 1985: fig. 8); 8: Castiltierra (Segovia) (fotografía de la autora).
Fig. 5. 1. La Alcudia (Elche, Alicante): dibujo (Gamo Parras, 1995: fig. 1 - 4 a partir de Sánchez de Prado, 1984), fotografía (L. Abad Casal);2. Vistalegre (Aspe, Alicante): dibujo (Gamo Parras, 1995: fig. 2 - 3), fotografía (autora); 3. Basílica de Alcalá de los Gazules (Cádiz) (GamoParras, 1995: fig. 1 - 5, a partir de fotografía en Corzo, 1981: fig. 6); 4. Casa Herrera (Mérida, Badajoz): dibujo (Gamo Parras, 1995: fig. 2- 4 a partir de Caballero y Ulbert, 1976), fotografía (Museo Nacional de Arte Romano); 5. Carteia (San Roque, Cádiz): fotografía (RoldánGómez y otros, 2003: fig. 179).
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como éstos, cuyas formas, como recientemente he puestode manifiesto (Gamo Parras, e. p. a.), tienen cuerpos quesiguen los prototipos romanos, pero en los que la existen-cia de los pies altos introduce un importante matiz diferen-ciador que los asemejan a los modelos de copas tardíos —sobre todo el ejemplar de Carteia— (fig. 5, nº 6), a las
copas de los tipos Foy 23 y 27 fechadas entre los siglos VIy VIII, lo que es perfectamente compatible con las cronolo-gías que están ofreciendo los broches de cinturón de tipoliriforme o las cerámicas asociadas aparecidas en los ajua-res de algunas de las tumbas de éstas necrópolis. No esposible, aunque tentador, asociar los recipientes a las
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Fig. 6. 1 y 2. Cartagena (Sánchez de Prado, 1999: fig. 4-7); 3. Cap des Port (Fornells, Menorca): dibujo (Gamo Parras, 1995: fig. 4 - 7 apartir de Palol, 1988: fig. 20); 4. Castiltierra (Segovia), fotografía (autora).
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ampullae que, según el Ordo observandum in functioneepiscopi, se le ponían entre las manos de los obispos difun-tos (Puertas Tricas, 1975: 84), o con el calix entregado alsubdiácono al ordenarse (Puertas Tricas, 1975: 96-97).
Las copas son sin duda el auténtico “fósil director” deépoca visigoda. Hay dos tipos que se diferencian por la lon-
gitud del vástago que une el repie con la cazoleta: las de piebajo son el tipo Foy 23 (fig. 6), fechadas en el sur de Franciaen los siglos VI y VII (con mayor intensidad desde mediadosdel VI hasta mediados del VII), mientras que las de alto sonel tipo Foy 27 (fig. 7), de principios del VIII. Éstas últimaspueden tener el vástago liso o helicoidal, considerándose la
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Fig. 7. 1 - 3. Tolmo de Minateda (Hellín, Albacete): dibujo (Gamo Parras, 1999: 226), fotografía (autora); 4, 7 y 8. Zaragoza (Ortiz Palomar,2001 4. fig. 131 - 1; 7. fig. 132 - 1; 8. fig. 132 - 7); 5 y 6. Puig Rom (Roses, Girona) (Nolla, 1998, 5.fig. 3 - 6; 6. fig. 3 - 2).
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segunda de las modalidades como signo de modernidad.
Por lo que respecta a las cazoletas son diversas, las hay con
tendencia globular mientras que otras son acampanadas,
pero por el momento no es posible fijar cronotipologías.
Aunque en muchos casos es difícil saber si estamos
ante copas de pie bajo o de pie alto, lo que empieza a pare-
cer evidente es que cuanto más moderno es el estrato de
aparición, más pies altos se encuentran7; sin embargo en
mi opinión, y aunque aún queda mucho por descubrir y por
tanto también para poder confirmar o desechar, las formas
helicoidales o con torsión, las más modernas, no deben
desaparecer tras la entrada de los musulmanes y su rápi-
da ocupación de la Península. En el Tolmo de Minateda
(Hellín, Albacete), con una secuencia ininterrumpida hasta
finales del s. IX (Gutiérrez Lloret y otros, 2003; id., 2005;
Abad Casal y otros, 2004), aparecen vástagos en los estra-
tos de uso islámicos posteriores al abandono de la basíli-
ca, que obliteran distintos espacios, entre ellos el baptiste-
rio. Hay que tener en cuenta que Eio o como es citada por
las fuentes islámicas, la Madīnat Iyyuh, fue una de las ciu-
dades del Pacto de Tudmir y por tanto durante un tiempo
difícil de cuantificar, mantuvo en uso su iglesia; por otra
parte, según se desprende de la superposición estratigráfi-
ca y de los materiales asociados, estas piezas correspon-
den al siglo VIII creo que algo avanzado. El vidrio andalusí
del periodo emiral por su parte es escaso8 y entre las for-
mas conocidas no se encuentran copas.
Por tanto se trata de formas de filiación visigoda —qui-
zás deberíamos etiquetarlas como mediterráneas (dentro
de la koiné que se estableció durante la Antigüedad
Tardía)—, pero que deben seguir usándose durante un
tiempo que ya es islámico, y por ello, en rigor cronológico
son emirales, hasta su definitivo abandono y sustitución por
otros recipientes (Gamo Parras e. p. b).
Hay más formas, como las lámparas, que debieron ser
abundantes por lo que se desprende de las fuentes o de los
trabajos en otros países (Foy, 1995; Sagui, 2001), aunque
están escasamente incorporadas en las publicaciones his-
panas, quizás por su confusión con otros recipientes (con
cuencos si solamente contamos con bordes o con ungüen-
tarios fusiformes si lo que tenemos son los apéndices); hay
otras como el vaso de la necrópolis de Ademuz en Córdoba
(Marcos Pous y Vicent Zaragoza, 1998: nº 31) formalmen-
te del tipo 52.0 de Feyeux por el momento un unicum o el
de Oreto (Garcés y Romero, 2004: fig. 3) con decoración
de hilos aplicados cuyas excavadoras han definido como
una copa, aunque es similar formalmente al tipo Foy 21 c9,
cuya función puede ser incluso la de luminaria.
En torno a estos recipientes, sobre todos los dedicados
a la iluminación es hacia donde con seguridad se encami-
narán los trabajos futuros de identificación y establecimien-
to de tipos, más si se tiene en cuenta que en un tiempo
eminentemente cristiano como es éste, las luminarias de
los espacios de culto fueron una preocupación habitual,
como ponen de manifiesto distintos cánones de los conci-
lios hispanos: canon VII de Braga I (año 561) donde se dis-
pone que un tercio de los bienes eclesiásticos se usaran en
restauración e iluminación de la iglesia; canon IX del IV
Concilio de Toledo (año 633), donde se dice que en la vigi-
lia pascual se han de encender la lámpara y el cirio en con-
memoración de la resurrección de Cristo; o el canon VII del
XIII concilio de Toledo (año 683) que condena a quienes se
lleven las lámparas (Puertas Tricas, 1975: 124).
También queda para el futuro investigar sobre la funcio-
nalidad de las piezas, o mejor dicho, no sólo sobre su fun-
ción, que pudo ser variada en muchos casos10, si no sobre
las posibles especializaciones de algunos objetos para
usos concretos. Aún no sabemos si hay recipientes que se
fabrican para un uso exclusivo, bien sea religioso, funera-
rio, ceremonial de corte…, ni el peso específico de los
vidrios con respecto a piezas de cerámica o metal, es decir
no sabemos cómo se reparten entre ellos los usos, si es
que hay un reparto en función del lugar de destino, de la
importancia del ceremonial o la riqueza o prestigio de su
propietario.
Un último aspecto es el relativo a la producción del
vidrio. De nuevo, la escasez en la tradición de nuestra
investigación solamente permite mostrar unas breves pin-
celadas. El único taller conocido hasta el momento es el de
Recopolis, del que recientemente se han empezado a
publicar sus instalaciones y alguno de los recipientes allí
aparecidos (VV.AA., 2006: 76-77; Olmo Enciso y otros,
2004: 337; fig. 7b; Olmo Enciso y otros, e. p.). En palabras
de sus investigadores “…el porcentaje de hallazgos de pro-ductos de vidrio, constituye una muestra excepcional den-tro del panorama alto medieval peninsular, con unas cifrassólo ligeramente inferiores a la cerámica.”. (Olmo Enciso,
L. y otros, e.p., preactas). Se trata de un taller inserto en un
barrio artesanal, del que se ha podido excavar un horno,
una fosa de producción de vidrio como la denominan sus
excavadores, y en el que han aparecido crisoles, moldes,
restos de fundición, probaturas…, indicios de una actividad
floreciente. No cabe duda de que el de Recopolis no debió
ser un ejemplo aislado y singular, otras grandes urbes de
esta época como Mérida, Toledo, Zaragoza, Sevilla,
Tarragona, Valencia o Cartagena, posiblemente también
contaron con talleres similares al de la ciudad de Recaredo,
aunque hasta ahora no hayamos podido identificarlos.
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Sin embargo, junto a centros productores de gran tama-
ño cuyos circuitos de distribución superaban incluso lo
nacional, —y el ejemplo más inmediato es el del taller
romano de Crypta Balbi—, u otros más modestos como el
de Recopolis que, no obstante, es posible tuviese una dis-
tribución regional, todo parece indicar que hay una produc-
ción de vidrio de carácter local, representada por los criso-
les encontrados en distintos lugares como Tarragona,
Zaragoza o el Tolmo de Minateda (Gamo Parras, e. p. b).
Lo más probable es que, como ya ocurría en época tardo-
rromana, existiesen talleres ambulantes de sopladores que
reciclaban piezas antiguas, y aprovechando hornos que
podían tener otros usos de manera habitual, con periodici-
dad estacional fabricaban nuevos ejemplares para el con-
sumo local (Fuentes, 2006). No obstante, ello no es un obs-
táculo que impida que en un futuro, en cualquiera de estas
ciudades, puedan aparecer talleres similares al de
Recopolis, superponiéndose en su tejido económico, las
diferentes escalas de producción y comercialización de
productos, como ocurre con el resto de los materiales,
cerámica, metal, piedra…
Es evidente que aún queda mucho por descubrir, por
investigar, por publicar y por sintetizar, pero también lo es
que la arqueología de época visigoda está viviendo un
buen momento, que cada vez hay más excavaciones que
de forma habitual tienen en cuenta los contextos de este
periodo, que las reuniones científicas y exposiciones van
en aumento, por lo que el panorama para el futuro no
puede ser más que esperanzador.
Notas1. En un reciente estudio he planteado un estado de la cuestión yalgunas de estos asuntos (Gamo Parras, e. p. a).2. Las figuras de este trabajo provienen de las publicaciones de losdistintos investigadores cuya referencia se indica, aunque han sidotratadas (combinadas y reducidas) por la autora para adecuarlas aldiscurso expositivo.3. Quisiera agradecer desde estas páginas a los que me han ayu-dado con las imágenes de este trabajo. A Agustín Azkarate y a suequipo por su colaboración en la cesión de las imágenes de loscuencos de Aldaieta; a José María Álvarez, director del MuseoNacional de Arte Romano por la cesión de la imagen del ungüen-tario de Casa Herrera; a Lorenzo Abad por el generoso préstamode su fotografía del ungüentario de La Alcudia y a Elena Ruiz ySebastián Ramallo por el uso de la imagen del cuerno deCartagena. Del mismo modo también todo mi agradecimiento aldepartamento de Medieval de MAN por permitirme fotografiar elcuenco de Castiltierra y a Cristina Partearroyo del InstitutoValencia de Don Juan por su disposición para dejarme fotografiarla copa del mismo yacimiento.4. De igual manera es común en los repertorios de vidrio merovin-gio (T. 81 de Feyeux).5. Según comunicación presentada por Sánchez de Prado a las jor-nadas Vidrio de la Alta Edad Media y Andalusí. JornadasNacionales, San Ildefonso-La Granja, 2-4 noviembre de 2006 (e.p.).
6. Los trabajos en Vistalegre se realizaron por el procedimiento deurgencia, por lo que no se completó la excavación de la necrópo-lis y tampoco es posible saber si hubo estructuras de otro tipo dife-rentes a los propios enterramientos (González Villaescusa, 2001con la bibliografía anterior).7. En Puig Rom (Roses, Girona) (Nolla, 1998; Palol, 2004), conuna ocupación desde el siglo VII hasta principios del VIII, del totalde las piezas de vidrio, un 76,20% son copas, de las que 45, 24%son del tipo 27, frente al 19,04% del 23 con un 11,9% sin adscribira uno u otro (Gamo Parras, e. p. a); lo mismo ocurre en El Tolmode Minateda (Hellín, Albacete), la ciudad visigoda de Eio, dondelas copas de pie alto aparecen en los contextos del siglo VII avan-zado y VIII o en las excavaciones de la ciudad de Zaragoza (OrtizPalomar, 2001).8. La síntesis más reciente únicamente menciona Baýýana(Pechina, Almería) y piezas en Medina Ilbīra (Elvira, Granada)(Rontomé, 2006: 38-39). En Baýýana hubo hornos dedicados a lafabricación de vidrio pero entre sus formas no aparecen las copasde pie alto (Castillo Galdeano y Martínez Madrid, 2000).9. No obstante, el tipo Foy 21 se define por decoración de hilosblancos fundidos, decoración diferente a la del vaso de Oreto.10. Los objetos la mayor parte de las veces tienen más de una viday una función, así ocurre desde siempre. Un cuenco que fue usadopor su propietario para beber, pudo servir posteriormente comoreceptor de ofrendas en su tumba. Pero además, un cuenco pudoser creado como vaso de uso doméstico y también ser una formausada en el ritual de la eucaristía.
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