Post on 20-Feb-2018
7/24/2019 CHATELET Elnacimientodelahistoria
1/33
Traduccin
de
C
I'NAR
SURRZ B
AT-LAR
b L N A U M l f c J N J L U
DE LA
H I S T O R I A
i .
La fo rmac in del pensamiento
historiador en Grecia
.. por
FRANCOIS CHTELET
E S C N A L D E A N T R O P O L O G I A i
B I B L I O T E C
si lo
veintiuno
editores
7/24/2019 CHATELET Elnacimientodelahistoria
2/33
INTRODUCCION
I .
E L
HOMBRE
HISTORICO Y EL
PROBLEMA
DE LA
CONSTITUCIN DEL ESPRITU HISTORIADOR
En la actualidad entendemos al hombre como ser
h i s t
rico.
Sabealmenos en la
p r c t i c a
que sus
gestos,
sus
decisiones, sus palabras, son elementos d una total idad
dinmica
irreversible y significativa; que cada momento
de su existencia resulta de su
pasado
y determina su fu
turo, que el
curso
del
tiempo
no es el simple marco
vaco
de su presencia, sino el lugar impuesto -donde se
desarrolla
dramticamente
su ser. Sabe
tambin
que su
suerteindividual
no
podra
ser
separada
del devenir actual*
de la humanidad, que todo acontecimiento le concierne
finalmente
y que
est
comprometido en esta
accin
global
e incoherente que se llama -historia
present)Sabe,
en fin,
que su vida, que esta historia actual que es su horizonte,
no constituye ms que un momento de una larga
evolucin
en el curso de la cual se ha transformado la humanidad,
y que la respuesta al
nico
enigma verdadero: qu
sucede con el hombre? se encuentra en este universo ce
rrado y opaco que es el
pasado
mundial y en esta abertura
del
presente
que se llama futuro.
J
Habiendo aprendido a conocer al hombre como histo
ricidad,
el
Espritu
se ha hecho historiador.
Desde hace
siglo y medio se ha empapado de la verdad de la
frmula
de Hegel:
todo depende
de que lo verdadero no se apre-
henda
y se
exprese
como sustancia, sino
tambin
y en
la
misma medida como
sujeto
Tiende a considerar
todo hecho como acontecimiento, a definir g ne s i s , a re
montarse desde el dato actual a las etapas pasadas de
su
c o n s t i t u c i n ,
a buscar la inteligibilidad no solamente.
1
Fenomenologa
del
Espritu
[trad. de Wenceslao Roces, M
xico, FCE, 1966, p. 15].
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en lo que es, sino en el movimiento por el cual ha llegado
a ser
lo -
que es ahora. La
c j e t e r m in ac i n
de la
esencia
es,
desde este
momento, asunto de historiadores. De
todas
las empresas c i en t f i c a s la' f s ica , que es la que p a r ec a
m s claramente comprometida con la actualidad omnitem-
poral,
s lo se conoce ya la luz de su devenir; incluso
l a e s t t i c a
reclama a la historia del
A r t e
y a los hombres la
l e g i t i m a c i n de sus placeres. Esta tendencia e s t tan
consolidada que, muy a menudo, el
t e r i co
ya no percibe
e l porvenir sino bajo la ca t eg o r a gramatical de futuro
perfecto.
E n qu condiciones se ha
aceptado
el hombre contem
p o r n e o como profundamente h i s t r i c o ? P o r qurazones
e l E sp r i t u
pretende hay ser historiador? A
estas cues
tiones que planteaba el hegelianismo y que ya
r e so lv a
a
su manera, debe responder el pensamiento actual a la luz
de los acontecimientos que,
desde
el siglo xix, han m o d i
ficado profundamente la s i t u a c i n de la humanidad. Esto
no
puede
hacerlo sino cuestionando precisamente
esta
nueva
s i t u a c i n
que instaura la sociedad industrial en su
acelerado p o c e s o de desarrollo. Pero co r r e r a el riesgo
de despreciar lo esencial, de abandonar los problemas ca
pitales,
sj al mismo tiempo no se interrogara sobre la
c o n s t i t u c i n de
este
e s p r i t u historiador en el seno de
la cultura pasada, si no se preguntara en qu circunstan
cias, con qu fines y qu resultados, tanto
antes
como
ahora, el
E s p r i t u
se ha abierto a la
d i m e n s i n-
temporal
de l
hombre, si no acometiera
esta
historia de la historia
que, si. la perspectiva histor iadora es correcta, debe con
tener el secreto de su nacimiento y la ex p l i cac i n de sus
kjgvos.-
E l
estudio que
presentamqs
sobre la
f o r m a c i n
del pen
samiento historiador en la Grecia
c lsica quer r a contr i
buir
por su forma -^-por la. manera en que
a b o r d a r
los
problemas' y po* *u conte nid opor los resultados que
obtenga- a preparar
esa
historia de la historia. Su pro
yecto es particular, puesto que se trata de responder a.
las siguientes cuestiones: q u hay de efectivamente his
toriador en los textos de los pensadores ms significativos
que,
desde
el fin de las guerras m d i c a s hasta la batalla
i -
de Queronea
desde
el 480 al 388,
apenas
siglo y me
d i o , han hablado de la
suerte
temporal del hombre?
Q u reconocimiento de la historic idad manifiestan y por
q u es decir, por qu causas y por qu razones lo
manifiestan?
'*
La
a m b i c i n
de
este
estudio es muy grande: pretende
demostrar que la
base l t i m a
sobre la que
puede
desarro
llarse
esta
c o m p r e n s i n
aunque sea fragmentaria de
la historicidad y de la d ec i s i n cultural de h a c e r histo
r ia e* la rnprarinn p or el h o m ^ U d i m e n s i n p n j f
tica
de su destino, la
conciqnrifi
que riene re c;r SUJCt?.
activo
en
este
mundo sensibleprofano en el seno de una
comunidad de la que
depende,
es decir, el rnnofirnienrn
d e I qnees la libert aj r eaF /
I I . LAS ESTRUCTURAS DEL ESPRITU H I S T O R I A D O R
C u l e s
son los
rasgos ca r ac t e r s t i co s
del
E s p r i t u
histo
riador tal y como
aparece
en la actualidad? Es conve
niente responder en primer lugar a
esta
pregunta, porque
solamente el conocimiento del hecho constituido permite
determinar las estructuras y los momentos del
movimien
to de co n s t i t u c i n .
- E l
E s p r i t u historiador
cree
en la realidad del pasado
y considera que el pasado, en su manera de ser, y en
cierta manera en su contenido, no es por naturaleza d ife
rente del presente/Reconociendo lo
pasado
como
lo-que-
ba-sido,
admite que lo que antiguamente ha ocur rido ha
existido,
ha tenido lugar y fecha, exactamente como existe
este acontecimiento que tengo actualmente ante los ojos.*
La ut i l izacin
de testimonios y documentos, de las
h u e
llas
habida cuenta del distanciamiento con que se
les considera y de la cr t ica que se les
puede hacer
implica que. hay un testigo que ha visto, que ha conocido
hecho, como el histor iador ve y conoce una accin
: o m e m p o r n e a ^ Q u e
el
pasado
sea considerado como
o-que-ha-sido
significa que lo
pasado,
lo actual y lo fu
turo son considerados como participantes de una sola y
intca manera de ser, el ser que
posee
un ahora que ss cU-
3
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se ha dado o se d a r un
espectador,
o a un agente
que lo aprehende como real. Esto quiere decir, en par
ticular,
que. de ninguna manera e s t permitido tratar lo
ya pasado como f i c t i c io , como irreal, que la no actualidad
d e l pasado
(y del porvenir) no
puede
identificarse de
ninguna
forma con su no realidad.
S in embargo, si el pasado y el
presente
pertenecen a
la
esfera de
lo mismo,
e s t n t a m b i n
en la esfera de la
alteridad. Es cierto que l suceso pasado ha concluido y
que
esta
d i m e n s i n lo determina esencialmente, pero tam
b i n es cierto que su p r e t e r i d a d lo diferencia de todo
otro acontecimiento que pudiera p a r e c r s e l e . La idea de
que hay repeticiones en la historia
res gestae
, de que
n o
hay
nada
nuevo bajo el
s o l , a q u l l a s e g n
la cual
hay lecciones del
pasado, s lo puede
tener sentido para
una mentalidad no historiadora. Basta que un suceso
haya tenido lugar en tal momento, en. tal fecha para
que se distinga de cualquier otr o hecho aunque parezca
i d n t i c o
El historiador
d e b e r
demostrar,
en qu
y
por
qu los dos
hechos
son esencialmente diferentes, origina
les; pero el presupuesto por el que se rige el E s p r i t u
historiador es que la sola s i t u a c i n en el espacio y en el
tiempo constituye en s misma una diferencia que no es
posible abolir, que todo elemento del devenir, por el
simple
hecho de pertenecer al devenir, es radicalmente
nuevo, que la temporalidad, por tanto, es efectiva..
A s ,
para el pensamiento histor iador la existencia hu
mana es, en su modo de ser fundamental, existencia
temporal,
profana o terrenal. Por supuesto, ms
all
del
tiempo
sensible que transcurre h i c et n u n c pueden
perfilarse dimensiones omnttemporales o atemporales;
p o r supuesto, l a. temporalidad
puede
ser considerada
como reveladora de un orden ms profundo y a h i s t r i c o
( s t e es incluso el sentido de las
actuales
f i losof as cris
tianas de la historia); pero este orden para ser consi
derado como real debe manifestarse, en el seno del
devenir profano: s t e da fe de alguna manera de la auten
ticidad
de
a q u l .
En la medida en que todo dato humano
se produce en la esfera del devenir, es decir, en ese
dominio n i c o
en el que
cada
momento se
presenta
como
decididamente diferente y nuevo, en el que
e s t encade
nado, por su misma manera de ser, al que le ha precedido
y al que le s e g u i r , en el que el tejido de la
vida
humana
es el acontecimiento, toda mirada a un ms all del
tiem
po
supone
una referencia al tiempo y se construye q u izs
en contra de l, pero siempre a partir de l y, t a m b i n ,
en l.
No s lo
todo hecho es acontecimiento, sino que
a d e m s
existe un curso de los acontecimientos irreversibles como
tal- La imagen privilegiada que domina al E s p r i t u histo
riador es la del vector orientado que v
desde
un punto
e l pasado hacia otro el futuro. Sin duda
esta
ima
gen
desconoce
dos aspectos muy importantes del pensa
miento actual: por una parte, el hecho de que una l n ea ,
aunque tenga una d i r e c c i n , representa mal la comple
jidad, la i m b r i c a c i n de los acontecimientos que sin
cesar
se interf ieren en niveles de causalidad diferentes; por
otra
parte, la misma realidad de la
i n v e s t i g a c i n h i s t r i c a ,
que remonta el curso del tiempo, que va
desde
lo actual
hasta
lo pasado y que as, en el conocer, opone el orden
de l ser al que el conocer
implica.
Pero tal
esquema
pone
de manifiesto puntos
esenciales:
no s lo que todo suceso
es un acontecimiento s e g n un juego de palabras
signi
f i c a t i v o , sino a d e m s que toda r e p e t i c i n queda
exclui
da, que n i c a m e n t e existen en la afectividad h i s t r i ca
reanudaciones
que reite ran, que siguen de nuevo,
necesa
riamente con otra forma, los caminos antiguamente reco
rridos.
En efecto, la imagen del vector tiene un sentido
p o l m i c o ;
contradice la idea, siempre
v iv a , s eg n
la cual
la
temporalidad no aporta
nada
importante; opone a la
n o c i n
de devenir repetitivo o
c c l ico
la de un tiempo en
el
que la realidad se
hace
(o
deshace),
en el que, en cual
quier
caso,
algo
p a s a
y se revela.
L a c r o n o l o g a s u c e s i n de fechas
fija
el orden ex
terior
del tiempo y permite la l o c a l i z a c i n ; pero no
constituye ms que un marco abstracto en el senodel. cual
se desarrolla una o r g a n i z a c i n ms profunda que es la
d i n m i c a efectiva de las res gestae mismas en la medida
en que se engendran las unas a las otras, entran en com
b i n a c i n y se interf ieren. As , el pensamiento his toriador
5
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admite algo que es preciso llamar causalidadfe)esde luego
s t a
no puede identificarse con la que
u t i l izan
las ciencias
de la naturaleza; a
este
respecto es l e g t i m o que la his
toria
c r t i c a
haya insistido en la necesidad de
de f i n i r
un
vocabulario que impid a las confusiones demasiado fre
cuentes
de la
h i s t o r i a p o s i t i v i s t a ,
confusiones
nefastas
para el desarrollo
a u t n o m o
de la ciencia
h i s t r i c a .
Pero
sea c u i l fuere el t r m i n o que se u t i l i c e , el historiador
erudito ms preocupado por la contingencia admite que
un cierto orden estructura las res gestae, que tal aconte
cimiento
e x p l i c a
o permite
c o m p r e n d e r
tal otro, que,
en suma, es posible descubrir
c a u s a s
(o complejos de
causas, m o t i v a c i o n e s , en todos los casos, determina
ciones
h i s t r i c a s
ellas mismas, gracias a las cuales los
h e c h o s p a s a d o s
pueden hacerse inteligibles)
Sobre la naturaleza de esta causalidad, sobre los pro
blemas qu plantea al historiador la o b l i g a c i n en que se
encuentra de poner de relieve ciertos
hechos
naturales,
t c n i c o s , e c o n m i c o s , sociales, culturales y ciertos acon
tecimientos, sobre el
p r i v i l e g i o
que debe
concederse
a tal
s e r i e
de
a c o n t e c i m i e n t o s
o a tal
p e r s p e c t i v a ,
han
tenido
y t e n d r n lugar abundantes discusiones. Pero sea
cual fuere la
respuesta
dada, la
p r c t i c a
historiadora con
t e m p o r n e a se presenta como b s q u e d a de un orden de
c o m p r e n s i n
destinado a
asegurar
la
i n t e l e c c i n
del pa
sado. En la medida en que el pensamiento histor iador
tiene un objeto, en que cree en la
realidad
y en la
impor
tancia de este objeto, no puede dejar, al menos en su
t c n i c a ,
de pretender ser
objetivo.
En efecto, si se con
sideran los trabajos de los historiadores
actuales
y no
slo
las reflexiones sobre la historia (que estos misinos
historiadores t a m b i n escriben y en la que expresan sus
dificultades y sus
e s c r p u l o s m e t o d o l g i c o s , )
se percibe
que las p o l m i c a s concernien-tos a la
imposibilidad
de una
xverdad
h i s t r i c a ,
el
c a r c t e r c o n j e t u r a l
de la histo
ria,
el coeficiente irreductible de subjetividad que se irv
r odu c e en todo relato del pasado, tienen hoy da
muy
)oco sentido. Porquft la
p r c t i c a
historiadora sabe que- no
ie trata de
revivir
el pasado, de percibirlo y experimen-
r i o
como se percibe o se experimenta un
e s p e c t c u l o
presente; tampoco de re-presentarlo,.como una imagen
e s q u e m t i c a
esboza
s i m p l i f i c n d o l o s los contornos de un
objeto, sino de presentarlo en una
e x p l i c a c i n
que le
haga i n t e l i g i b l e . Aunque sean posibles varias presenta
ciones y
s t a s
se completen o destruyan entre s, el hecho
es que cada una de ellas,
gradas
a los documentos que
aporta, ignorados
hasta
el momento, a los
hechos
que
esclarece, a las conexiones que descubre, arroja nueva luz
sobre los acontecimientos del pasado. Durante varios
siglos la
f sica
no ha sabido oponer a los
c r t i c os e s c p -
ticos sino una actitud positivista; en la actualidad ha
elaborado la doctrina de la
objetividad 'profunda,
que
supera el dilema subjetiv ismo-objetivismo. La historia ha
seguido, al parecer, un r i t m o ms r p i d o y s e g n
sus
modalidades, la misma
e v o l u c i n .
El historiador sabe que
la
lectura que ofrece de tal
p e r o d o
no es
de f i n i t i va
y que
no lo dice todo;
sabe
que hay documentos que se le han
escapado, que ha ignorado hechos o relatos, y esto en
gran parte porque l mismo
es
hombre de una p o c a y
emprende su
i n v e s t i g a c i n
con preocupaciones determi
nadas. Pero, porque ha tenido en cuenta los trabajos de
historiadores anteriores, p o r q u ha cribado los resultados
obtenidos, porque obligado por el estatuto de la
d i s c i p l i
na, que practica ha debido jus t i f ica r las nuevas interpreta
ciones que propone, sabe
t a m b i n
que su
i n v e s t i g a c i n
constituye un paso adelante en el conocimiento del pa
sado. La obra de historia es una p r e s e n t a c i n del
pasado
profundizada y ensanchada continuamente.
Ya no existe el pasado; es ingenuo pretender experi
mentarlo tal como fue o querer
p o n e r s e
en' el
l u g a r
de los
h r o e s
muertos Lo que s es posible es conocer
a los
h r o e s
y a los otros hombres, las circunstancias
de sus actos, descubrir lo que es esencial, es decir, aquello
gracias a lo cual el mundo abol ido deja de ser para
nosotros un dato opaco, a
p r o p s i t o
del cual se transmi
t e n r e c u e r d o s ,
y se convierte en un objeto
di f c i l
de
captar, pero
cada
vez ms claro gracias a una
tcnica
apropiada. La idea de que el pasado es real como es
real
mi vida con sus conexiones y sus consecuciones
impl ica
la idea de que existe un orden y, en consecuencia,
7
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unainteligibilidad del
pasado,
una inteligibilidad que re
clama y hace concebible una i n t e l ecc i n .
E n
la actual idad existe un estatuto de
objetividad
de
la
historia: la
historia
rerum gestarum se ha transformado
en una ciencia que conoce su poder, sus
lmites
y sus
obligaciones. Entre stas l t i m a s , sin duda la ms
impor
tante es la de la
v e r i f i c ac i n ,
la del
control. Puesto
que
el
pasado es real y legible, es preciso que pueda verificarse
la
exactitud de la lectura que se ofrece de l. Por
esto
la
bsqueda de ia inteligibilidad,la voluntad de racionalidad,
se apoyan ahora en un aparato mental y
tcnico
cuya com
plejidad no
cesa
de crecer. Ha de verse en
ello
algo ms
que una preocupacin positivis ta por la minuciosidad . El
esfuerzo hecho para reconstruir un paisaje, para conocer
la vida cotidiana, para encontrar
t c n i c a s ,
para delimitar
los
marcos sociales, la mental idad, los sentimientos, in
cluso antes de relatar los acontecimientos, los combates,
las decisiones, las acciones de los hombres, tiene por fin
no lo pintoresco sino la racionalidad. Precisamente aspira
a hacer menos gratuitas, menos misteriosas,
estas
acciones
de los hombres, a
verificarlas,
a hacerlas verdaderas, es
decir,
a inscribi rlas en una red de hechos y de motiva
ciones. En este sentido, la tcnica de i n v e s t i g a c i n , que
cada da se desarrolla de manera ms considerable y tiende
a enriquecer constantemente la nocin misma de aconte
cimiento,
es el arma del racionalismo historiador , ese
racionalismo que quiere captar en sus estructuras, profun
das el devenir de la humanidad
e m p r i c a ,
en su ser sen-
siblcprofano.
T a l
y como se ha demostrado
2
, es esta misma idea de
racionalidad la que fundamenta el inters que tenemos
po r
la historia. Real, ordenado,
legible,
el
pasado
es
interesante.
Lo es en s, en cuanto manifiesta la realidad
humana en sus aspectos mltiples y contradictorios, en
cuanto la revela combatiendo en el
seno
de situaciones
completamente originales y en cuanto descubre las figuras
extraas y sorprendentes que ha debido adoptar. Pero
1
E r i c Weil,
De
l ' in t r t
qu'on porte
r h i s t o i r e , Recherches
philosophiques, t. I V , 1934-1935, pp5 105-26.
8
sobre todo es interesante
para nosotros porqu esta
aven
tura
dispar, pero
encadenada,
que relata la obra de his
toria es ya nuestra aventura en la medida en que se
traman
en
ella
las determinaciones que
pesan
sobre nos
otros y constituyen
nuestras
categoras tericas y
p r c t i c a s ,
porque por encima de la contingencia, del ruido y la
f u r i a ,
se
perfila
un sentido,
aqul
que nos permite com
prendernos mejor. Si el instrumento necesario de la obje
tividad
historiadora es la crtica y el control, su funda
mento se encuentra en la
concepcin
moderna de la
racionalidad:
para sta la razn no est ni
presente
ni
ausente, ni conseguida de golpe, ni perdidaMe antemano;
no puede ser tampoco el destino de un
individuo
o de
una
colectividad
individ ualizad a; se
forma
lenta y d r a m
ticamente a lo largo de la evolucin
mundial
de la
humanidad,
unas veces
en el dolor, otras en la serenidad,
unas veces quemando etapas, otras perdindose en atolla
deros; pero a despecho de las aberraciones, de los
c r m e
nes y las torpezas, en cada
etapa sucede
algo en lo que
el
hombre se revela y manifiesta lo que fundamental
mente pretende. Lo que se hace, lo que se ha hecho
res gestae
, es lo que la
historia rerum gestarum
quie
re realmente conocer. ...o,-,..
Es posible que
esta
mentalidad historiadora sea' una
a b e r r a c i n , uno de esos callejones sin salida en los que
se mete el pensamiento. A pesar de todo constituye el
basamento
terico
de la
teora
y de la
prctica
contem
p o r n e a s . Por esto hoy da es preciso interrogarse por las
causas, las' razones y las condiciones de su
g ne s i s .
I I I . LA CONSTITUCIN DEL ESPRITU HISTORIADOR
La historia es saber. No es saber cientfico es decir,
saber
que tiene la
posibilidad
de aportar las pruebas de
su veracidad ms que a
partir
del siglo
xix.
En las
obras anteriores de quienes se han llamado historiadores
o se han interesado por el
pasado,
hay elementos de gran
i n t e r s :
la
finalidad
de
este
estudio es sealar el sentido
que hay que asignar,
desde este
punto de vista, al
pensa-
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miento'griego.
Pero
;para d e f in i r la perspectiva que
hemos adoptado a q u , es necesario s e a l a r la novedad de
la historia como ciencia. Antes de los trabajos de Niebuhr,
de L.
vori,
Ranke, de la
escuela
h i s t r i ca francesa, no hay,
hablando con propiedad, ciencia h i s t r i c a .
Para
que sta
se constituya es necesarioque m l t i p l e s dimensiones e s t n
s i m u l t n e a m e n t e presentes. Es preciso que sean reconoci
dos como evidentes ciertos conceptos claves, precisamente
aquellos que hemos s e a l a d o en la primera secc i n de esta
I n t r o d u c c i n :
el reconocimiento de la naturaleza pro
fundamente (y no esencialmente) h i s t r i ca de la existencia
humana, la idea de una c o n e x i n de un orden com
prensible entre los acontecimientos, la de la irreversi-
b i l i d a d del curso del tiempo, la del c a r c t e r creador del
devenir, y t a m b i n la de los
dramas
que all se repre
sentan y que
i n f l u i r n
cuando se comete un error y se
sabe localizar el acontecimiento importante en el des
tino de la humanidad. Es necesario reconocer con Hegel
que el absoluto es sujeto y que el ser es devenir. Pero
esta
a su n c i n f i l o s f i ca
el ejemplo de Hegel y de las
f i losof as de la historia no c i en t f i c a s del siglo xix lo
prueba suficientemente no
basta. Para
que se d la
posibilidad de una historia objetiva, s t a debe servirse de
una determinada t cn i ca . Es indispensable que el pasado,
considerado como real y decisivo, sea estudiado con serie
dad: en la medida en que los tiempos pasados son conce
bidos como susceptibles de llamar la a t e n c i n , en que les
es asignada una estructu ra, en que existen huellas actua
les, es preciso que todo el discurso que habla del pasado
pueda establecer
claramente por qu en f u n c i n de qu
documentos, de qu testimonios da, de tal
su ce s i n
de
acontecimientos, tal v e r s i n en lugar de tal otra. Convie
ne, en particular, que se
preste
especial a t e n c i n a la
d a t a c i n y la l o ca l i zac i n del acontecimiento, ya que s t e
no adquiere su c a r c t e r h i s t r i c o sino en la medida en
que recibe semejantes determinaciones.
. Ahora bien, esta p r e o c u p a c i n por la p r ec i s i n en el
estudio de lo que ha sucedido an t a o s lo , aparece clara-
mente a comienzos del siglo pasado: hasta este momento
hay abundantes relatos sobre el
pasado,
p r x i m o o lejano,
y ,
en
este
sentido, cierta
a s u n c i n
de la temporalidad
profana; t a m b i n hay esfuerzos eruditos centrados en
hechos limitados, por otra parte:
g e n e a l o g a s
de las fa
milias nobles, historia de las r d e n e s religiosas encami
nados a
establecer
filiaciones
exactas,
c r o n o l o g a s precisas.
Pero los dos aspectos se combinan mal y el pensamiento
no tiene t o d a v a a su d i sp o s i c i n las t cn i ca s indispensa
bles. Se ha
s e a l a d o ,
con mucha
r a z n ,
la importancia de
las
obras
h i s t r i ca s de Hume, donde ya se manifiesta la
p r e o c u p a c i n por la c r o n o lo g a y la exactitud de la data
c i n . Sin embargo, es cierto que el impulso decisivo lo
da L. von Ranke, quien no s lo plantea que h ay una
e v o l u c i n general o b j e t i v a , que se
puede
encontrar
mediante un estudio simple, concienzudo, que considere
al mismo tiempo el conjunto y el d e t a l l e
3
, sino que
a d e m s en su b s q u e d a u t i l i z a procedimientos c i en t f i co s
de i n v e s t i g a c i n . . ' ..'
E l mero reconocimiento de la realidad del pasado y su
i n t e r s
no es suficiente:
t a m b i n
es necesario. Ahora bien,
a
este
respecto se entiende generalmente que el
n i co
m r i t o corresponde a la c o n c e p c i n cristiana de la tem
poralidad. H abitualmente. se admite que s lo desde una
p t i ca
cristiana se han podido desarrollar las
f i losof as
de la historia primero y la historia c ien t f ica a continua
c i n . De la misma manera, se da por
descontado
que
antes de la
v i s i n
hebreo-cristiana el
e s p r i t u p e r m a n e c a
totalmente cerrado a toda a s u n c i n del devenir humano
como tal.
Parece que los hechos son ms complejos y es preciso
matizar el
an l i s i s .
Es indiscutible que el contenido de la
R e v e l a c i n cristiana ha d e s e m p e a d o un gran papel \ La
3
Weltgescbicbte, 9 Th. , 2. Abth., p. X I I I .
A este respecto, hay que
sealar
en particular la importante
ponencia presentada por H. I. M a rro u en el VI Congreso de las
Sociedades francesas de f i losofa: La n o c i n de un 'sentido de
la historia' no es una idea f i l o s f i c a ; ha sido introducida en el
pensamiento occidental por la
t e o lo g a
'cristiana
p a r a
ser preci
sos, digamos judeo-cristiana (y, por ende, zoroastri ana) y esto
no bajo la categora de la ra z n , sino ms bien bajo la especf i
camente religiosa de la e, de la R e v e l a c i n . Lo que se llama pro-
11
7/24/2019 CHATELET Elnacimientodelahistoria
8/33
r e f l e x i n
sobre el pensamiento cristiano, sobre la forma
en que considera el destino del hombre, hace que aparez
can temas que son constitutivos del
e s p r i t u
historiador
5
.
U na
lectura, aunque sea superficial, de La ciudad de Dios
pone estos temas de manifiesto. El tiempo es,
ante
todo,
criatura; como tal tiene un comienzo, y todo aconteci
miento tiene su
u b i c a c i n
y su sentido en
f u nc i n
de
este
pr i r jp ip io
que, formalmente y en su contenido, resulta
determinante. En cuanto criatura, la temporalidad es una;
lo
diversos tiempos locales, que un
a n l i s i s l i mi t a do
p o d r a abstraer,
deben ser reintegrados a un conjunto ms
vasto, que progresivamente abarca la totalidad dada del
devenir creado; as
pues,
es absurdo no considerar ms
que el saqueo de Roma por los
b r b a r o s
de
A l a r i c o
e
imputar
a la c r i s t i a n i z a c i n de la ciudad la responsabilidad
de semejante
e s c n d a l o ;
hay que vincular
este
aconteci
miento,
por enojoso que sea, a la
vida
del Imperio roma
n o ,
y generalizando ms, al destino de la humanidad. En
particular,
es preciso comprender
este
hecho en r e l a c i n
a otro que una
v i s i n
menos amplia
c o n s i d e r a r a
por
separado: el devenir del pueblo j u d o y el acontecimiento
esencial que lo marca: la venida del
M e s a s .
E n
efecto, la historia revelans es la clave de la historia
reveala y permite as la
s e ns i b i l i z a c i n
a la idea de una
pa me nte ' f i l o so f a de la historia' a pa re c i con los- f i l so fo s del
siglo xvni como un desmarcaje, una
t ra nspo s i c i n
de la
t e o lo g a ;
Turgot,
Voltaire, Condorcet, se imaginaron en o p o s i c i n a la re l i
g i n
cristi ana, y quisieron dar, prescindiendo de
sta ,
una res
puesta a la pregunta que ella
ha b a e nse a do
a formular a la
h u m a n i d a d .
L'homme et Vhistoire, p. 9. Cf.
ta mbi n
Vambiva-
lence du
temps
et de Vhistoire chez
saint
Augustin,
pp. 15-16, y
Gilson, Vesprit de la philosophie mdivale, pp. 370-376 [La
filosofa en la Edad Media,
M a dr id , Gred os, 1972] y los anl isis
de K.
L w i t h ,
Meaning in history [El sentido de la historia,
M a dr id , Aguilar, 1968].
5
A
este
respecto, los textos fundamentales son los de san Agus
t n . Cf.,
para
los comentaristas, en particular, E . Gilson, Intro-
duction h Vtude de saint Augustin, tercera parte, cap. I, La
c r a t i o n
et le
t e m p s ,
y H. I.
M a r r o u ,
Saint Augustin et la fin
de la culture antique, tercera parte, D o c tr ina c hr i s t i c a , cap. I V,
L a
science
c h r t i e n n e
au
travai l
y L'ambivalence du
temps
et
de Vhistoire chez saint Augustin, y en parti cular pp. 25-31.
12
historia rerum gestarum
6
. La vida de Cristo como vida
descrita en su mismo transcurso por los Evangelios, como
s u c e s i n
de acontecimientos absolutamente nuevos, de
originalidades, con sus cambios, sus sorpresas, sus dramas
y ,
sin embargo, su profunda unidad, su
t e l e o l og a
que
lleva desde
Be l n
y la
d e g o l l a c i n
de los inocentes al sa-
cr i f io
sublime del monte de los
O l i v o s
se constituye,
puesto que se trata"de la
vida
ejemplar del Dios hecho
hombre, en modelo de relato
h i s t r i c o .
La
a n c d o t a ,
al
revelar un
milagro,
adquiere importancia; el discurso,
en la medida en que es
p a r b o l a ,
debe ser citado con
exactitud;
el gesto, dado que es el de Dios encarnado,
merece
s e a l a r s e .
Lo que ha sucedido el desarrollo dra
m t i c o del pueblo j u d o y en general la c o n s t i t u c i n de
lo s
Imperios resulta claro desde ese momento; la evo
l u c i n
lleva
a ese punto en que la R e v e l a c i n no p o d r
ser rechazada; lo que sucede hoy y lo que
o c u r r i r
ma
a n a se relaciona con ese acto decisivo y, para quien
sabe
ver, definitivamente esclarecedor. Las acciones de Cristo
se manifiestan as come? prototipo de lo que es el
acn-
tecimiento:
lo que ha tenido lugar y fecha, que no se
puede o m i t i r , que todo preparaba de antemano y que
inf luye
'jobre lo que se
h a r
y lo anuncia.
L a unidad del tiempo, la importancia del aconteci
miento, el hecho de que un momento del devenir, humano
sea determinante, sin constituir por
ello
una
causa
lgica ,
i mp l i c a n
que
7/24/2019 CHATELET Elnacimientodelahistoria
9/33
I .i constante eventualidad de la
c o n v e r s i n ,
y
t a m b i n
la
posibilidad perpetua de la
p e r d i c i n ,
hace
h i n c a p i
en
e l c a r c t e r
esencialmente
d r a m t i c o
del devenir
h i s t r i c o ,
en el hecho de que, en el orden mismo de las
res gestae,
nunca se ventila nada, de que todo acto constituye, al
mismo
tiempo que una r e a n u d a c i n del
pasado,
ligada a
este
mismo pasado pero que va ms
a l l ,
una forma,
q u i z s
insensata,
de querer el
f u t u r o .
La
o r g a n i z a c i n
profunda
de los acontecimientos, que permite la idea de
u n
saber que los conozca en su
i n t e l i g i b i l i d a d ,
no es con
tradictoria
en absoluto con la
originalidad
de todo lo que
sucede,
originalidad que exige prestar una
a t e n c i n c o n
c i e n z u d a
al detalle.
Las f i losof as de la historia y en particular la ms
grandiosa e ilustrada de todas ellas, la de Hegel son
en muchos
aspectos
(pero no en todos los aspectos) es
fuerzos para laicizar, para racionalizar esta perspectiva
de conjunto cuya
n o c i n
viene
dada
por el cristianismo.
Las
ideas
del
pecado
o r i g i n a l ,
de la gracia merecida, de
la
lucha contra la culpa, de la
s a l v a c i n
y del fin de los
tiempos, no
se encuentran en las de a l i e n a c i n , libertad,
combate
d r a m t i c o
por la
s a t i s f a c c i n ,
apertura hacia el
mundo del
E s p r i t u
y fin de la h istoria?' Realmente se
p o d r a establecer un verdadero d iccionario de s i n n i m o s
que en absoluto
s e r a
absurdo. Sin embargo, debemos
s e a l a r que las f i losof as de la historia constituyen menos
una
r e a n u d a c i n
de opiniones ya
n t e g r a m e n t e
1
contenidas
en la
R e v e l a c i n
cristiana que
t
reinterpretaciones ,que
actualizan, en una
p o c a
dada, los
temas
de la
p t i c a
agustiniana o de la de Bossuet. En otros
t r m i n o s ,
lo
mismo que
La
ciudad
de
k
Dios
comprende la
Weltan-
schauung
hebreocristiana de alguna manera que no es
en absoluto la
n i c a l e g t i m a m e n t e
concebible
t a m b i n
las
f i losof as
de la histor ia reanudan, a la luz de los acon
tecimientos
c o n t e m p o r n e o s
o recientes, los antiguos
temas
cristianos y los
modifican
profundamente.
Parece,
po r
ejemplo, que si bien por una parte la TCXU; y por
otra
el E s p r i t u c r i s t i a n o forman de alguna manera el
material
de la
m e d i t a c i n
de Hegel, estas experiencias se
encuentran vivif icadas y transformadas por
hechos
impor-
tantes
cercanos al autor de la Filosofa de la historia: la
R e v o l u c i n francesa y la c o n s t r u c c i n del Estado mo
derno
7
.
i,
.
Esta es la primera
r a z n
que
i nc l i na
no precisamente
a l i mi t a r la influencia de la v i s i n cristiana sobre la for
m a c i n
del pensamiento h istor iador moderno ( no te
n a
L. von Ranke una
c o n c e p c i n
absolutamente
p r o v i -
dencialista del curso del tiempo?), sino a
introducir
matices indispensables. Hoy, nosotros redescubrimos en
La ciudad de Dios
nociones que son familiares al E s p r i t u
historiador; pero fue necesaria la experiencia
h i s t r i c a
del
siglo
x ix , la experiencia que los hombres adqui rieron, en
condiciones determinadas, del devenir
d r a m t i c o
de la
humanidad y la experiencia historiadora moderna, la de
lo s
sabios cuya
f o r ma c i n c i e n t f i c a
les
ha c a
capaces de
interpretar correctamente la experiencia
h i s t r i c a ,
para
que estas nociones cobrasen todo su valor
h i s t r i c o . S e r a
posible releer a san
A g u s t n
y Bossuet
s e a l a n d o m l t i
ples
aspectos
de su obra que contradicen una c o n c e p c i n
historiadora seria; negligencia en el establecimiento de
lo s hechos, en la p r e o c u p a c i n por la c r on o l og a , i n s u f i
ciencia en la
c r t i c a
de los testimonios, recurso a todo
acontecimiento, aunque sea m n i m o , que confirme la tesis
propuesta y ceguera hacia lo que la invalide; ms profun
damente, hay que s e a l a r que estas de f i c i e nc i a s t c n i c a s
va n
unidas a la idea de que para estos
autores
por
admirables que sean el pasado como tal tiene menos
importancia y
s i gn i f i c a c i n
que la
tesis
a
establecer,
la
cual
se presenta como inmediatamente verdadera y con
una verdad que transciende la historia. En alguna medida,
l a p r e o c u p a c i n
por la vida de Cristo una vida
e m p
rica, hecha de acciones cotidianas, gestos, palabras
permite una
s e ns i b i l i z a c i n
del pasado en su originalidad;
lleva
a considerar un
orden
de acontecimientos que no es
reductible a una lgica. Pero en otra medida, dado que
1
Cf. J. Hyppolite, Introduction la Pbilosopbie de l'Histoire
de Hegel [Introduccin a la filosofa de la historia de Hegel,
Buenos
Aires, Calden,
1968] y La signifi caron de la
R v o l u t i o n
franpaise
dans la
' P h n o m n o l o g i e '
de
He g e l , a r t c u lo
aparecido
en los Eludes sur Marx et Hegel, pp. 45 ss.
15
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10/33
e t t l vida es ms que una vida humana, dado que todo
se anuncia y todo se resume en ella, dado, que en las
palabras de Cristo todo se dice (o se repite de tal manera
que todo lo que
h a b a
sido pronunciado
hasta entonces
recobra su verdadero sentido), constituye una n eg ac i n
de la historia: el devenir no e s t tomado en s como
constante
r ev e l ac i n
de novedades; es cumplimiento de
lo
que
estaba
previsto y que el hombre, en su
m i o p a
terrenal, no v e a . A fin de cuentas, la referencia re fe
rencia previa a la transcendencia, por d e f in i c i n ah i s t -
rica,
anula siempre, de alguna manera, la historicidad y
borra,
por muchos esfuerzos que se hagan, su
ca r c t e r
fundamental.
Si el hombre se ha hecho historiador es porque no ha
podido
prescindir por su mismo devenir y el contenido
efectivo
de su existencia en un momento dado de ese
devenir de comprenderse a s mismo como ser h i s t r i c o .
La filiacin
que conduce
desde
los Evangelios a san Agus
t n
y Bossuet, y de ah a Hegel y a la ciencia
h i s t r i ca
c o n t e m p o r n e a , es abstracta. El enigma del nacimiento
d e l e sp r i t u que considera como decisivo interrogarse,
r o d e n d o s e de estas precauciones c i en t f i c a s , sobre el pa
sado
de la humanidad, no encuentra su
so lu c i n
en el
siglo
iv , sino en los tres
l t i m o s
siglos, en la
co n d ic i n
efectiva que se ha ofrecido a los individuos y que ha per
m i t i d o captar la s ig n i f i cac i n profunda ele. su destino
p r o f n n o e m p r i c o .
Por mucha importancia que puedan
tener las nociones
legadas
por el
pasado, s t a s
no cobran
su verdadero valor ms que en f u n c i n de un
presente
que les da
vida
y eficacia. La importancia del aconteci
miento
como tal, la
irreversibilidad
del curso del tiempo,
la
existencia de un orden propio del devenir, el hecho de
que lo que sucede como capital para la humanidad se
produzca en la historia y desde ese momento s t a tenga
sentido
temas
todos ellos
presentes
en la
Weltan-
schauung
hebreocristiana adquieren su
ca r c t e r c i en t
f i co n icam en te desde el momento en que quedan consti
tuidos como conceptos, permitiendo elaborar un saber
que extrae todo su contenido del objeto el pasado
p r o f a n o e m p r i c o
y rechaza toda
l e cc i n
previa de orden
a h i s t r i c o .
Ahora bien,
parece
que la posibilidad de
seme-.
.
jante c o n s t i t u c i n va unida a un estatuto h i s t r i c o deter
minado de la existencia humana y tiene su r a z en una
cierta manera del hombre de v i v i r y de considerar su
Vida, , \;~.] - V ' : ' . ^ ^ ' rf^m'y. i tk Mi
L o
que mantenemos
a q u
sin aportar
t o d a v a
pruebas
( s t a s
en todo caso no pueden consistir en una demostra
c i n general; no pueden ser suministradas sino a p r o p
sito de tal historiador, de tal t eo r a del devenir), no es
solamente que existe una g n e s i s del e s p r i t u historiador,
sino
t a m b i n
que
s t a
no es reductibla a una
g en ea lo g a
espiritual
o intelectual, que tiene su origen en las res
gestae y en la forma en que s t a s son c o n d u c i d a s y
efectivamente experimentadas por los hombres. Por tan
t o ,
el proyecto de analizar, en un
p e r o d o
privilegiado
de la
A n t i g e d a d ,
la
c o n c e p c i n
o las concepciones
forja
das por los griegos del devenir humano sensible h i s t
r i co
se enriquece con
aspectos
nuevos. Se trata de
intentar
ver si en
esta p o ca
es posible descubrir nociones
que la cultura ulterior'
m a n t e n d r
o
r e d e s c u b r i r
v i v i f i
c n d o l a s como ha conservado y rengvado las que surgie
ro n del cristianismo. Pero, ms profundamente, se trata
de determinar
cmo,-
en un momento en que
t o d a v a
no.,
se ha convertido en
h b i t o
para el
E s p r i t u
la toma en
c o n s i d e r a c i n del tiempo
pasado,
por qucausa y por qu
razones, en v i r t u d de qu d e c i s i n humana, de qu es
tructura
de la existencia,
aparece
la obra
h i s t r i c a ,
la que
pretende contar,
e x p l i c a r
el
pasado.
De esta manera,
e l i n t e r s se desplaza: no importa tanto captar una f i l i a
cin que co r r e r a el riesgo de seguir siendo abstracta
como estudiar una s i t u ac i n excepcional, la del hombre
griego
frente a una vida
e m p r i c a
en la que lo
h i s t r i co
se p o d r a decir irrumpe con fuerza. Entonces
apare-
.
ce r n q u izs algunas de las dimensiones en cuyo seno el
pensamiento se ve obligado, por su propia exigencia, a
considerar el
pasado
como digno de
i n t e r s
y de narra
c i n . El estudio de la c o n c e p c i n cristiana del devenir
humano permite descubrir las situaciones efectivas en las
que el E s p r i t u tiene que forjar ciertos conceptos que el
desarrollo actual de la ciencia
h i s t r i ca
manifiesta como
17
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decisivos;
t a m b i n
pone de relieve lo que falta para que
,
estos conceptos lleguen a ser los princ ipios de un saber
objetjvo. I gualmente , en la asombrosa y conmovedora
abundancia de t e o r a s , obras y actitudes que suscitan la
gran
guerra contra los b r b a r o s , el c onf l i c t o peloponense,
la derrota de Atenas y el lastimoso desorden del siglo iv ,
l a i nve s t i ga c i n
descubre
lo que
inc l ina
al pensamiento
a tomar en
c o n s i d e r a c i n
los tiempos anteriores y lo
que le lleva bien a pasarlos por a lto, bien a tomarlos
como pre tex to para exponer opiniones personales.
I V . E L ESPRITU H I S T O R I A D O R Y LA
CONCEPCIN
GR I EGA DEL D E V E N IR H U M A N O
Si n embargo, es necesario considerar una ob j e c i n que
no se de j a r de hacer al p r i nc i p i o de un estudio seme
jante. No es acaso una paradoja querer captar algo del
e s p r i t u
h istor iador interrogando al pensamiento heleno?
N o
es cierto que la
v i s i n
del mundo griego, por su
estructura, por su contenido,
e s t
cerrada a cualquier
reconocimiento de la historicidad humana, y que
s l o
po r
un
abuso
de lenguaje, por anacronismo, se ha tra
ducido
' I o - c op a
por historia? Los relatos de
H e r d o t o ,
de
T u c d i d e s
que
u t i l i z a n
los sabios actuales
c r i t i c n
dolos gracias a m t o d o s de i n v e s t i g a c i n c i e n t f i c a no
son ni mucho menos obras de historia, sino descripciones,
exploraciones, e x m e n e s ( ta l es precisamente el .sentido
de l
verbo
L t r rop v) ;
pertenecen a ese
g n e r o
que Hegel,
en la Filosofa de la historia, llamaba la simple historia
Esta
l t i m a e x p r e s i n
es, incluso
q u i z s
demasiado fuerte,
ya
que a n no ha sido forzado ninguno de los conceptos
que permiten concebir seriamerite la historicidad del hom
bre. En ese caso se trata solamente de textos que, sin
duda, toman como objeto el pasado u n pasado, sin
embargo, p r x i m o , hay que s e a l a r l o , pero de hecho
no lo consideran como
pasado,
con' las determinaciones
propias que damos hoy nosotros a esta
d i m e n s i n .
' Filosofa de la historia, Barcelona, Zeus, 1971, t ra duc c i n de
J o s M a r a
Quintana, Introduccin, p. 31.
18
L a r a z n profunda de este d e s i n t e r s del pensamiento
heleno hacia la historia incluso en la p oc a de su ms
alta
racionalidad se e n c o n t r a r a ^ e n la c o n c e p c i n misma
que t e n a n los griegos de la realidad y de la s i tuac in. .
de l
hombre en el
xa noc , .
Hay sin duda una inquietud
en los griegos ya se trate de
poetas, t r g i c os , pensado
res o
f i l s o f o s ante
el hecho deldevenir:
parece
incluso
que la
r e f l e x i n
sobre
s t e c o n s t i t u y
el elemento deci
sivo en la
f o r m a c i n
de la profu ndidad y de la lucidez
griegas. Sin embargo,
se r a
falso creer que esta toma en
c o n s i d e r a c i n del devenir i mp l i c a una a s u n c i n cualquiera
de la historicidad humana; el devenir es concebido n i c a
mente como devenir natural, c s m i c o ; si existe un deve
n ir
del hombre no es en cuanto
agente
o paciente
h i s t
r ico,
sino solamente en cuanto ser
v i v o
en la naturaleza;
dado que es elemento del
xcru.o^,
padece la
d i s o l u c i n ,
el
deter ioro que se aplican a lo que es (o a lo que se mues
t r a ) .
En cualquier caso, la idea de una
t r a n s f o r m a c i n
de la humanidad en el tiempo y por el tiempo, por su
propia
a c c i n su libertad e s t a r a totalmente ausente
de l e s p r i t u griego. Si la
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dcntes, sus consecuencias y, al mismo tiempo, su
originalidad y su contingencia. O bien, aquello que
nosotros llamamos acontecimientos
p e r t e n e c e r a
al
m b i t o
de lo accidental l o que sobreviene: que la sierra se
rompa, que el m r m o l se raje o c o n s t i t u i r a la mani
f e s t ac i n de un orden transcendente o inmanente del que
ser a
la simple
a c t u a l i z a c i n .
En ambos
casos
el hecho de
reducir
lo que sucede bien al
a z a r ,
bien a la necesidad,
excluye la eventualidad de un an l i s i s h i s t r i co serio.
M s an, s t e supone que se conceda importancia, cau sa
l i d a d ,
al acto humano como tal, que se le considere
efectivamente productor de
o r i g i n a l i d a d e s
que cuentan;
de alguna forma, hay que creer en la libertad del hombre
como potencia negadora para reconocer importancia a la
historia
de la humanidad. Ahora bien,
parece
evidente
que semejante
n o c i n
es ajena al pensamiento heleno. Lo
que el hombre hace cuando a c t a , cuando trabaja, no
tiene eficacia ms que en la medida en que
i m i t a
el pro
ceso
de la
p r o d u c c i n
natural; no existe y
s t a
es, al
parecer, la
p t i ca
general nada efectivamente produc
t i v o ms que la c p o x
10
. Y s t a , en realidad, como es
f c i l m e n t e controlable, produce y reproduce s e g n su
orden las mismas sucesiones. Por otra parte, la r a z n de
l a i n c o m p r e n s i n
de los griegos hacia el devenir
h i s t r i c o
r e s id i r a en la idea que t e n a n de la temporalidad: el
tiempo, en la medida en que es considerado como tiempo
10
El griego de la poca c lsica se separa de la naturaleza para
comprender que
est
en la naturaleza y que
acta
sobre ella.
Pero
la vir tud y la verdad consisten en ajustarse a la naturaleza,
obrar s e g n los modelos que nos ofrece. Se siente inquietud por
el lenguaje; se que rr a que se ajustara a las cosas y a las verda
des; se acaba por ad mitir ,, tras dudas y a
r e g a a d ie nte s ,
que no
se ajusta por completo. Es posible aceptarlo: el lenguaje no mo
difica
las cosas de la naturaleza, al menos directamente. Pero las
actividades industriosas de los hombres las modifican. C m o
po dr a n
hacerlo si no se ajustaran a las normas y a las
im g e ne s
de la cpatq? Y q u puede significar a jus ta r se en una poca
en la que hay tan poca fsica experimental y en la que se tiene
tan
poca
n o c i n
de las leyes
f s i c a s
a no ser: producir algo
parecido con
gestos
natura les? E l trabajo no crea,
r e c re a . . .
I .
Meyerson, Le travail, fonction p s y c h o l o g i q u e , Journal de
Psycbclogie,
1955, p. 6. ' *
20
* -
c sm ico ,
tiene por modelo privilegiado, n la
p o c a p r i
m i t i v a , el ciclo regular de las
estaciones
que se suceden
en el mismo orden y, ms tarde, el movimien to circular
de los astros: la temporalidad es concebida por e l
pensa
miento
heleno como
ciclo
n tanto que el movimiento
perfecto es circular. Numerosos e jemplos han demostrado
la omnipresencia de n tema parecido que se encuentra
desde
los primeros
poetas
a las
f i losof as
ms elaboradas:
lo
que ha tenido lugar
t e n d r
lugar de nuevo; la fecha,
en consecuencia, no tiene importanc ia. N o e s t funda
da toda la f i losof a de la historia de P l a t n en una
perspectiva similar? T a m b i n s e r a posible descubrir en
la Historia de la guerra del Peloponeso,
con un .rechazo
mucho ms claro de lo sagrado, la idea de una r e p e t i c i n
ineluctable en el orden de los hechos. Los estoicos, ha
ciendo del eterno retorno una pieza capital de su sistema,
no
h a b r a n
hecho ms que actualizar y sistematizar la
co n cep c i n subyacente en toda la Weltanschauurig
griega
Estas
dimensiones
f i losf icas
se traducen
t c n i c a m e n
te
1 2
, por as decirlo, en los mismos escritos de los pensa
dores que han hablado de su pasado y de su
presente
h i s t r i co s (que nosotros calificamos de h i s t r i c o s ) . Ante
todo,
es
fci l sealar
la ligereza con que los
h i s t o r i a d o
r e s
griegos tratan la
c r o n o l o g a :
si no escatiman los de
talles cuando un hecho les parece curioso o significativo,
olvidan con frecuencia dar referencias de fechas
esencia
les para el sabio moderno.
H e r d o t o ,
por ejemplo, tiene,
" Cf. la notable obra de V. Goldschmidt,
Le systme sto'icien
et l'ide de
temps
y, en particular, los
pa r g ra fo s
94 a 108;
cf. t a m b i n el comentario de Th . Gomperz sobre el fragmento de
Eudemo:
Si hay que creer a los p i t a g r i c o s . . . , con
este
b a s t n
en la mano, yo
c ha r la r
uri da contigo, que
e s ta r s
sentado de
nuevo delante de m como ahora, y lo mismo
suc e de r
con todo
lo de m s (Frg. 51), Les penseurs de la Grce, trad. franc,
pp . 175 ss., t. I .
[Pensadores griegos,
Buenos Aires, T h e o r i ,
1967].
12
Para
los problemas
t c n i c o s
de la
da ta c i n
y de la localiza
c i n c ro no l g i c a , cf. la obra de M. P. Nilsson, Primitive time-
reckoning,
en particular el cap. X V, parte 2.
21
7/24/2019 CHATELET Elnacimientodelahistoria
13/33
como
se ha dicho
, J
, una
concepcin
cualitativa del pa
sado; confunde la majestad y la amplitud de una civiliza
cin con su ant igedad; y la lectura de las
Helnicas
ofrece la imagen de un pensamiento que se contenta con
seqlar
sucesiones
(7tT
7/24/2019 CHATELET Elnacimientodelahistoria
14/33
construye su propia existencia. Queda claro, por ejemplo
ejemplo
cuya
s ig n i f i cac i n d eb e r
analizarse, que lo
que se suele llamar la sof s t ica se e s f o r z por considerar
?ll hombre en f u n c i n de un n i c o estatuto sensiblepro-
fano, y loc a p t estees claramente elcaso de Critias
1 6
esencialmente como un devenir en cuyo
seno
se producen
determinaciones que
pesan
luego sobre los acontecimien
tos' futuros. Igualmente, el hecho de que para los griegos
no exista una
n o c i n
de la
libertad
concebida como nega-
t i v id ad creadora, o impide que el racionalismo del siglo V
insista en que la actividad del hombre es capaz de susci
tar, por encima de lo
d a d o ,
de lo natural, sometido a
la T X T Io a la au*cp,aTOV, situaciones donde se manifiesta
la superiodidad del hombre y la potencia organizadora
de l XO'YO
7/24/2019 CHATELET Elnacimientodelahistoria
15/33
p t i c a f i l o s f i c a
calificada de general el
c a r c t e r
no
c i e n t f i c o
del relato que se ofrece del pasado o de la
referencia que sehace,confundiendo as el reconocimiento
que puede ser l i m i t a d o , f r g i l de la realidad del
hombre como devenir sensibleprofano, con la posibi lid ad
de realizar
c i e n t f i c a m e n t e
este reconocimiento en un sa
ber controlado. En consecuencia, hay dos dimensiones
que conviene no mezclar. La manera en que los griegos
conciben el devenir, y el devenir humano en particular,
les impide elaborar una ciencia
h i s t r i c a .
Pero conciben
este devenir de la humanidad como existente, como mere
cedor de referencia, aunque s l o sea para negar su impor
tancia y su
s i gn i f i c a c i n .
Lo esencial no es que tal
s u c e s i n
de acontecimientos se considere como un hecho que ha
tenido ya lugar y que se
r e p e t i r ,
que sea explicada por el
m i t o , que se convierta en una simple o c a s i n de demostra
c i n o de r e t r i c a ; lo esencial es que para un hombre que
reflexiona en el siglo v en Grecia es imposible no tener en
cuenta lo que ha ocurrido en la vida profanosensible. La
f i l o s o f a de la h i s t o r i a de los griegos tiene sus r a ces
en el m i t o ; la ciencia h i s t r i c a griega no existe. Pero hay
concepciones del devenir humano que atestiguan la pre
sencia de este devenir, su peso, la eventualidad en la que
se encuentra el E s p r i t u de tenerlo en cuenta. La Historia
de la guerra del. Peloponeso
puede parecer insuficiente
y e x t r a a m e n t e
desenvuelta: sin emba.rgp, .constituye un
momento capital del . pensamiento en la medida en que
u n
hombre decide aunque
n i n g n h b i t o
mental le
incline
t o d a v a a e l l o interesar a sus semejantes n a r r n
doles lo que ya no es
s e g n
un orden que es a la vez
l g i c o
y
c r o n o l g i c o .
4
Lo
a n a c r n i c o
es querer comparar
a
T u c d i d e s
con G. Glotz: la
v i s i n h i s t r i c a
consiste en
confrontar
las obras de H e r d o t o y de T u c d i d e s con el
pensamiento p r i m i t i v o cuyas numerosas huellas se en
cuentran en los
poetas,
pensamiento que niega, no
de l i
beradamente, sino por ceguera invol untaria, el devenir
sensibleprofano.
Este i n t e r s nuevo se sienten ganas de escribir
revolucionario por el tiempo pasado se destaca en la
2
primera
p g i n a
de la Indagacin de
H e r d o t o
2 0
. La
p u b l i c a c i n
que
H e r d o t o
de Tur ios va a presentar de su
historia se dirige a que no
l l e g e l a - d e s v a n e c e r s e
con el
tiempo la memoria de los hechos
p b l i c o s
de los hombres,
n i
menos a oscurecer las grandes y maravillosas
h a z a a s
realizadas, as de los griegos como de los b r b a r o s . Con
este objeto refiere una i n f i n i da d de sucesos varios e inte
resantes
y expone las
causas
y motiv os de las guerras
que se hicieron mutuamente los unos a los o t r o s
2 1
. As
pues,
se trata
ante
todo no
parece
que
esto
sea una
i n t e r p r e t a c i n
moderna de ayudar a la memoria; ms
a n ,
de sustituir la. La experiencia muestra que el
o l v i d o
llega
enseguida, que los recuerdos se borran y se defor
ma n;
es preciso
f ijar
definitivamente los acontecimientos
en una obra duradera que
T u c d i d e s l l a m a r
ms tarde
un %-zf\\xa zl de , capacitando as a las generaciones f u t u
ras para celebrarlos y rememorarlos. Considerada de esta
manera, la a m b i c i n del historiador es banal y pobre:
su tarea es la de un memoria lista cuyo obje tivo es retener
lo
pasado.
Sin embargo, el
e m p e o
tiene un fin ms
profundo: gracias al discurso
h i s t r i c o ,
el
pasado,
conser
vando siempre su
c a r c t e r
propio, no es
n i c a m e n t e
lo
anterior; de alguna manera se hace actual y todo conoci
miento que el por-venir pueda tener de ello es como una
r e - p r e s e n t a c i n , una r e - a c t u a l i z a c i n .
Las acciones
humanas
adquieren
entonces
un doble
c a r c t e r :
por una parte, en la medida en que la
n a r r a c i n
las describe como cumplidas en una cierta
p o c a ,
quedan
planteadas como acabadas, como m u e r t a s ; pero en la
medida en que permanecen en la memoria, se mantienen
vivas,
presentes,
presentes
como
pasadas.
Se
puede
apre
ciar
a q u
toda la diferencia que separa la
r e a c t u a l i z a c i n
po r el relato h i s t r i c o y la que producen el m i t o y la
1 0
Para
evitar cualquier
c o nfus i n
con la
Historia de la guerra
del Peloponeso
de
T u c d i d e s ,
hemos decid ido designar a la obra
de
H e r d o t o
con el
t r m i n o
de Indagacin, aunque en las notas
que siguen la citemos por el
t tu lo
de
Historia [Los nueve libros
de la historia,
trad.
de
B a r t o l o m
Pou, Ed .
Ibe r ia ,
Barcelona,
1960].
u
Hist.,TCpooitnov,
2 7
7/24/2019 CHATELET Elnacimientodelahistoria
16/33
epopeya. La primera
asume
y confirma la existencia de
una temporalidad sensibleprofana: entre el presente del
lector
y el
pasado
de la
acc i n
relatada se
establece
una
especie
de homogeneidad; el
mito
arcaico volveremos
sobre este punto
2 2
, al situar el hecho ocurrido en lo
atemporal, no
s lo
anula su realidad
h i s t r i c a ,
sino que
ai,
la vez tiende a
hacer
ah i s t r i ca
la conciencia de quien
se ve reflejado en ella como i m i t a c i n del h r o e arque-
t p i co .
En cuanto a la epopeya, al situar el drama en
t i e m p o s muy a n t i g u o s , al no establecer ninguna medida
c o m n entre el pasado que describe y la actualidad del
oyente, sugiere la idea de dos temporalidades
h e t e r o g n e a s
y , al insistir en el c a r c t e r admirable de las tragedias
divinas y heroicas, privilegia un devenir sagrado y ya
acabado, y revela un tiempo profano en el que, sin em
bargo, no puede
suceder
nada importante. No es la
n o c i n de acontecimiento la que aparece con la ' I o - r o p a
de
H e r d o t o ?
El hecho ya no
e s t
proyectado en lo
atemporal como c a t e g o r a m t i c a , ni integrado en lo
sagrado como imagen: se s i t a en el curso de la exis
tencia humana sensible.
P o r qu querer mantener entonces el pasado como
tal? No conviene, declara H e r d o t o , que los actos de los
hombres
l l e g u e n
a
d e s v a n e c e r s e .
El relato no pretende
f ijar todo; no pretende retener y, en consecuencia, hacer
que se retenga ms que lo excepcional: l a s grandes y
maravillosas
h a z a a s .
Este proyecto, en la medida en que
depende de acciones humanas y solamente de ellas, pone
de manifiesto ideas
nuevas
y capitales. Revela desde el
principio
que pueden existir obras humanas cuya impor
tancia es tal que merecen ser referidas. A g a m e n n , A q u i -
les, Ulises, no son seres humanos: sus virtudes escapan
a la medida del
individuo
profano. Creso,
S o l n , D a r o
m s claramente t o d av a Mardonio, la reina Artemisa,
T e m s t o c l e s
son
seres
cuyas vacilaciones, fracasos y
debilidades los
s i t a n
en conjunto en el plano de la hu
manidad. El lector del siglo v tiene testimonios directos
sobre estos personajes; ha conocido a alguno de ellos; y,
M
Cf. en este mismo cap., pp. 38 ss.
si ha tenido una suerte ms grandiosa que la suya, no por
ello dejan de ser de su misma naturaleza: al fin y al cabo
l h ab r a
podido tener un destino semejante. Desde
ese momento, el escritor se lanza a una a u t n t i c a opera
cin de l a i c i zac i n : aunque la acc i n requiera para ser
eficaz una ayuda
divina,
no
s lo
es susceptible de tener
un
sentido sino
t a m b i n
de ser, de alguna manera, deter
minante o, al menos, importante. Como tal posee un
valor
y merece ser reconocida. La
i n t e g r a c i n
del hombre
en la temporalidad sensible va a c o m p a a d a de una huma
n izac i n del tiempo efectivo: el homhre del relato h i s t
rico
se manifiesta como causa aunque
s lo
sea como
causa segunda de hechos excepcionales. De esta suerte
e l h r o e
vuelve a
descender
a la tierra: el
mito
creaba
tipos atemporales; la historia
f ab r i ca
personajes
h i s t
ricos.
Estos s e r n propuestos a la a d m i r a c i n e i m i t a c i n
de los hombres del
futuro:
se
hace
habitual, en los dis
cursos que tratan de desarrollar el civismo y el valor
populares, recordar a los padres y los abuelos. La t i p o lo
g a
legendaria es sustituida por una
t i p o lo g a h i s t r i ca ,
y,
de l mismo modo que por m e d i a c i n del relato el hecho
pasado se hace acontecimiento, el individuo activo se
transforma
en
h r o e .
.
La
d e sac r a l i z ac i n
de l personaje ejemplar
implica
un
cambio radical en la c o n c e p c i n del h e r o s m o . Todo hom
bre, por sus actos profanos,
puede
elevarse a esa condi
c i n .
La
i m i t a c i n
que se le propone no es una simple
r e p e t i c i n : no se trata de volver ahacer unos gestos para
obtener una gracia, sino de inspirarse en un ideal para
extraer de l el valor o la inteligencia. El
h e r o s m o
no
manifiesta su esencia de una vez por todas, sino que se
revela en cada instante bajo formas nuevas, en el seno de
circunstancias determinadas. Y si hay que celebrar las
h aza as no es n i c a m e n t e para proponer tipos, sino tam
b in , en alguna medida, para testimoniar la grandeza del
hombre y para recordar sus sufrimientos y sus
triunfos.
L a ' I c r t o p a no s lo hace que exista en el discurso lo
que se da e x t e r i o r m e n t e : tiene como fin enriquecer el
patrimonio
propiamente humano. Si es necesario conser
va r el recuerdo de las
grandes
h a z a a s es porque s t a s
29
7/24/2019 CHATELET Elnacimientodelahistoria
17/33
manifiestan un valor que
pertenece
por completo al hom
bre. Memorialista, el historiador es al mismo tiempo un
testigo que, al exaltar el pasado como tal, define la con
d i c i n de los hombres y
abre
un campo a sus p o s ib i l i
dades.
Aunque el esfuerzo de d a t ac i n y l o ca l i zac i n no
parez
ca suficiente hoy, es preciso subrayar que la acc i n es
comprendida como algo que tiene un
antes
y un
despus,
que se inserta en una serie de
acciones
de su misma natu
raleza, serie cuyo orden se esfuerza por respetar el relato.
De esta manera de aprehender la c o n s e c u c i n temporal y
de la t cn i ca de e x p o s i c i n que e s p o n t n e a m e n t e la actua
l iza
resultan consecuencias muy importantes. Ya la epo
peya im p l i ca , por su c o m p o s i c i n , la n o c i n de un encade
namiento de actos que se articulan y explican los unos a
los otros. Sin embargo,
cada d r a m a puede
ser
separado
de su contexto y considerado como una acc i n indepen
diente: posee en s su propio i n t e r s y su propio peso,
puesto
que es
menos
el episodio de una aventura de con
junto
que la m a n i f e s t a c i n de la esencia valerosa del
h r o e . En otros t r m i n o s , en el relato p i c o , en la litada,
por ejemplo, se trata
menos
de una h i s t o r i a n i c a que
de una y u x t a p o s i c i n de acciones parciales que tienen
como marco una s i t u a c i n de conjunto y como protago
nistas
a
personajes
determinados
u
. La unidad no es. h i s t
rica, en el sentido de que
cada
acontecimiento referido
tienda a demostrar c m o se resuelve y se realiza un con
f l ic to
efectivo. Por el contrario, desde la Indagacin,
como se
d e m o s t r a r
ms precisamente tras los
an l i s i s
de Ph. E. Legrand, aparece la idea de una p r o b l e m t i c a
general y los diferentes
hechos
relatados revelan de qu
manera se desarrolla esta
p r o b l e m t i c a ,
de qu manera se
I
u
Cf. el breve pero notable estudio hecho ppr R. Schaerer en
L'homme et Vhistoire, p. 261, del principio de 'la
liada
(estudio
reproducido y desarrollado en
L'homme antique et la structure
du monde intrieur, cap. I , A) ; cf. igualmente el
anl isis
hecho
por P. Vidal-Naquet, articulo citado, que demuestra muy bien la
presencia i m p l c i t a de la historicidad, del t i e m p o de los hom
b r e s , en los poemas h o m r i c o s y la o p o s i c i n de d o s tipos de
tiempo, sensible el uno, inteligible el o t r o .
30
modifica s e g n las circunstancias, los
personajes,
los an
tecedentes.
Las acciones son
expuestas
de tal
suerte
que
cada una de ellas permite comprender la existencia y el
contenido del episodio que sigue. La
y u x t a p o s i c i n p i c a
es sustituida por la c o n s e c u c i n , ya h i s t r i c a , que liga los
acontecimientos unos a otros en un orden que es al mismo
tiempo el del devenir real y el de su i n t e l i g ib i l i d ad .
Esto
significa
que ms
all
de la simple
r e l ac i n
pinto
resca
y
a n e c d t i c a
se
esboza
una perspectiva nueva que
es la de causalidad: H e r d o t o de Turios... expone las
causas y motivos ( 6 V v a l - u r ) v ) de las
guerras
que se hi
cieron
mutuamente los unos a los o t r o s . Sin duda resulta
m u y vago el esquema de causalidad; se d e scu b r i r f c i l
mente en el origen del pensamiento sobre la historia sus
fallosy sus insuficiencias: se a p r e c i a r que esta causalidad,
inmanente al devenir, remite, a fin de cuentas, a la idea
arcaica de una eficacia d iv in a
24
.
Pero
se o b s e r v a r t a m b i n
que los acontecimientos son considerados como elementos
de una ev o lu c i n n ica en la cual cada uno participa en
su lugar y en su medida. Esta idea de un encadenamiento
comprensible de acciones que se extienden a lo largo de
un
gran
n m e r o
de
a o s
puesto, que, para continuar
haciendo referencia a la Indagacin, la primera f a l t a
j
que c o n d u c i r a Platea y a M c a l e en el 480-479 se re-
monta al acto de Creso en el 547-546 posee m l t i p l e s
[ implicaciones. Muestra no s lo que se considera impor-
[
:
tante el devenir sensibleprofano del hombre , sino t a m b i n
f que su desarrollo puede hacerse i n t e l i g ib l e en y por el
relato que intenta f i j a r l o ; y que, en consecuencia, toda
re lacin que pretenda ser correcta e interesante es, s im u l
t n e a m e n t e ,
una puesta en orden.
Dado que
este
orden no
puede
ser otro que el de la
realidad con las reservas que hemos hecho aparece
" Hay que subrayar que los t r m i n o s
causalidad
y
eficacia
no
deben ser
tomados
en su
a c e pc i n
moderna,
t e o l g i c a
o
f s ica .
La
c o nt inua c i n
de esta
inv e s t i g a c i n
se
esforzar
por demostrar
c mo hay que entenderlos para cada uno de los autores estudia
dos. Uno de los grandes m r i t o s de los a r t c u lo s ya citados de
J
P. Vernant es el de recordar el peligro que acecha constante
mente a la in te rpre ta c i n moderna: el anacronismo.
31
7/24/2019 CHATELET Elnacimientodelahistoria
18/33
un
nuevo
c a r c t e r
del acontecimiento.
Ser
aconteci
miento no
s l o
el hecho excepcional que d fe del
v a l o r
de l
hombre o el hecho
e x t r a o
que, por su
aspecto
extraordinario, merezca .permanecer en la memoria, sino
t a m b i n la a c c i n que haya provocado un cambio en la
suerte
de la humanidad.
A q u l l a p o d r
ser recordada
como una
causa
cuyos efectos pueden apreciarse
t o d a v a .
Talicomo
trataremos de poner de manifiesto
d e s p u s ,
este
memorial
se transforma en discurso explicativo indefecti
blemente. Desde esta perspectiva se abre paso la
n o c i n
de una i n t e l i g i b i l i d a d del devenir en cuanto tal: en la
medida en que progresivamente tal episodio puede rela
cionarse con una a c c i n i n i c i a lincl uso si, por otra parte,
la suces in
de acontecimientos se explica por el recurso
a una
causa
exterior al curso de las
cosas
interviene
una causalidad inmanente que ya es fuente de i n t e l i g i b i l i
dad. Al hacer h i n c a p i en el hecho de que tal a c c i n
singular, por su contenido y por sus consecuencias, es el
origen del tal otra
a c c i n
o de tal
s i t u a c i n ,
el historiador
no puede dejar de captar aun cuando no sepa
forjar
claramente el concepto la eficacia del acto humano que
se manifiesta entonces como creador de su suerte y de
la
de otros hombres, con otra
r e s t r i c c i n
que conviene
hacer siempre cuando se trata del relato h i s t r i c o nacien
te: que sigue en pie la idea arcaica del Destino, bajo su
forma
religiosa o profana. Sea cual fuere esta i m b r i c a c i n
de temas antiguos y nociones nuevas, el relato de historia,
po r su modo e s p o n t n e o de e x p o s i c i n , revela que. la toma
de conciencia por el hombre de su destino
h i s t r i c o
va
a c o m p a a d a ,
inmediata y confusamente, de un esfuerzo
p or
comprender el pasado, con ayuda de un esquema de
causalidad
original
inmanente a
este pasado.
Se percibe f c i l m e n t e lo que aporta de nuevo un relato
semejante. Empieza por afirmar de una manera decisiva
la suerte temporal del hombre . A l lado de las afirma
ciones ambiguas de los
(puffixol
y de los crotpoi sobre la
realidad
o la no realidad del devenir en general, la
refle
x i n
de
a q u l
ni que hay que calificar de
h i s t o r i a d o r
aparece
como un f e n m e n o
cultural
de una importancia
capital:
lo que ha de ser narrado y estudiado es el hombre
32
en su drama, en lucha contra otros hombres y como
D a r o
tratando de someter y forzar a la naturaleza. De
este estudio es posible deducir unas .causas iniciales, que
son a su vez acontecimientos, gracias a las que
p o d r
ser
comprendida la
s u c e s i n
de hechos,
s u c e s i n
que se ex
tiende
hasta
el momento presente y que permite al lector
reconocerse en ella en su
s i t u a c i n
actual. Mientras el pen
samiento arcaico of rec a al
individuo
o a la colectividad
el
recurso de huir del mundo temporal por medio del
m i t o , esta manera nueva de
pensar
le permite asumir su
existencia actual mostrando, por una parte, que el acto
profano es c r e a d o r de efectividades afortunadas o
d s a f o r t u n a o a s
y, por otra parte, que, gracias al cono
cimiento
del
pasado,
es
capaz
de comprender su presente
y de alguna manera trazar un futuro. En suma, para el
hombre m o d e r n o el del siglo v ya no se trata de
repetir gestos, sino de captar que todo gesto al menos
para el lapso de tiempo que tiene
ante
los ojos tiene
una novedad yposee una importancia. Sin embargo, esta
novedad no es absoluta' en la medida en que puede ser
relacionada con otros gestosyeon otros actos de los que
depende:
es posible
entonces
descubrir las razones, los
m v i l e s ,
las.
causas
que en -tal momento han empujado a
ta l
hombre a actuar as. De esta manera el historiador,
revelando el hecho del devenir y su irrecusabilidad, aporta
el
medio para soportarlos y dominarlos:
c o m p r e n s i n
que
hace
inteligible
el
pasado,
lo enlaza con el presente y
humaniza el devenir en el momento en que temporaliza
al hombre.
L a a bo l i c i n p r i mi t i va
del ti empo, la referencia a lo
atemporal, manifestaban el esfuerzo inconsciente de la
humanidad por encontrarse a s misma en el desconcier to
y
el sufrimiento del devenir; de hecho, si bien de una
forma
muy diferente, la a s u n c i n del devenir humano por
el
relato
h i s t r i c o
implica un esfuerzo
a n l o g o .
Narrando
el pasado y permitiendo a los c o n t e m p o r n e o s y a las
generaciones futuras repetir mediante el pensamiento los
actos ya perdidos, el historiador procede a una l i b e r a
c i n
que, por su amplitud y eficacia, se agrega a la que
ya realizaba el pensamiento m t i c o . La histor ia en sus
33
7/24/2019 CHATELET Elnacimientodelahistoria
19/33
inicios, al menos bajo cierto aspecto, es simple historia,
la
de los escritores,
l o s cuales
narraron
sobre
todo las
accipnes, sucesos y situaciones que presenciaron y cuyo
e s p r i t u h a b a n
percibido ellos mismos, y trasladaron al
reino de la
r e p r e s e n t a c i n
mental aquello que
h a b a suce
dido en el
e x t e r i o r
2 5
.
Desde esta
perspectiva, el solo
hecho de relatar los acontecimientos haciendo comprensi
ble su
c o n s e c u c i n
y descubriendo la personalidad de los
hombres que por sus decisiones los han suscitado, cons
tituye
una tentativa por suprimir el misterio, situar lo
excepcional en su marco y, finalmente, reducir las
cosas
a la
p r o p o r c i n
humana. La desgracia, por el mero hecho
de ser explicada, bien por motivaciones y circunstancias,
bien l o que no es exclusivo
t o d a v a
por referencia
a cualquier realidad exterior al devenir, pero que
a c t a
a
t r a v s
de l, pierde su
c a r c t e r
absurdo y gratuito: tal
f a mi l i a
ateniense, que ha sufrido en la lucha contra los
b r b a r o s
encuentra una
c o m p e n s a c i n
no
s l o
en or cele
brar las
h a z a a s
de la ciudad, sino en comprender por
q u
estas
h a z a a s se han hecho necesarias. Parece que
haya en ello un
f e n m e n o a n l o g o
a
a q u l
que determina
al sentido c o m n popular a
repasar
minuciosamente las
circunstancias de un accidente como para conjurar su
c a r c t e r inesperado y temible. Desde ese momento se
comprende el exorcismo que aporta el relato
h i s t r i c o :
s t e es a la vez a s u n c i n de hecho ^no necesariamente
reconocida de derecho de la
d i m e n s i n
temporal del
drama humano y esfuerzo t e r i c o para aprehender su inte
l i g i b i l i d a d asegurando
una
c o m p r e n s i n
del pasado que
esclarece
e l
presente
y
t
anuncia el
futuro.
El hombre arcaico
encontraba su verdad en. un