Post on 05-Apr-2018
“El finado era virtuoso y rollizo”
Dice Henri Bergson que la risa es una acción necesariamente social, que necesita de un
cómplice para hacer de la vida cotidiana una situación humorística. Esa sociedad puede ser
factual o implícita, el otro puede estar presente o no, pero en completa soledad ningún aspecto
de la vida es cómico sin relacionarlo con otros tantos de la vida en sociedad. En su ensayo “La
risa”, Bergson despliega una serie de situaciones que cataloga como típicas, y va en busca de
axiomas sobre la comicidad de las situaciones de la vida. Sin entrar en detalles, el autor llega a
la conclusión de que una gran parte de risas es arrancada por homologar la vida llamemos
“natural” a procedimientos mecánicos, repetitivos, maquíneos. En esa conjunción (que él llama
contraposición) es que se produce la risa. La repetición seriada de acciones, los movimientos y
reacciones esquemáticas, o toda aquella situación en donde aparezcan los engranajes en una
fisonomía humana, es que habrá impacto, y habrá risa. “Nos reimos siempre que una persona
nos de la impresión de una cosa” . Así, “el finado era virtuoso y rollizo” resulta una conjunción
de cuerpo y valores que choca. En la medida en que naturalizamos cuerpos cosificados, ¿de qué
nos reímos?
Decía antes que el humor necesita un cómplice. En clase se conversó sobre la identidad de ese
cómplice. Así, el humor puede ser liberador u opresor, con la misma facilidad. Bifo y Lazaratto
abarcan la posmodernidad, la decentralización del poder, de los mecanismos de control (como
los plantea Foucault para la era moderna) y refieren a una estructura desentralizada, donde el
oprimido incorpora al opresor en su actuar y lo refuerza. Cuando el “kapo” se convirtió en
“capo”, en una connotación positiva.
De la “slapstick commedy” al cuerpo como canal (y no como extensión McLuhaniana), a la
comedia picaresca de un Olmedo, ya no Piluso sino atravesado por el bastón Sofovicheano, hay
una naturalización del cuerpo-máquina, interpelado por un sistema de producción “invisible”,
en donde la enajenación es voluntaria, intencional y hasta pasada por gustosa. Hablábamos de
“Animales sueltos” y pensaba en cómo una mujer voluptuosa, maquillada por dentro, por
fuera, poco vestida y hasta linda entra en el círculo de la comicidad, de esa complicidad con el
“macho” que hace hablar un discurso represor. Y me retrotraigo a la comedia picaresca, a un
joven Sofovich, y probablemente me quede corto, pero en materia de humor me parece un
momento histórico de un país que se ve reflejado en esa forma de complicidad entre el humor
y el poder.