Post on 01-Jul-2015
Introducción
El cuento se desarrolla en un pueblo llamado
Valle Verde ubicado cerca de las orillas de un
rio.
El siguiente cuento que van a presenciar, se
trata de un niño que se encuentra pescando en
un rio pero no obtiene lo que deseaba, porque
estaba muy sucia el agua pesco una bota,
después le comienza hablar el rio y le explica
que las personas son las que contaminan el rio
por eso, hay escases de peces en el rio, después
con unos amigos, Félix ,José y otros tres, hacen
una limpieza colaboran con un granito de
arena, el después se queda solo y de ver que el
agua estaba clara, después de haber sacado
desechos, entro y se bañó y todos los animales y
seres mágicos salieron porque se veía un gran
aspecto del rio.
Braulio y el río
Braulio estaba sentado en una canoa en medio de un rio; bostezaba aburrido de una pesca
escasa.
La verdad este no era un deporte muy adecuado para sus trece años. Se estaba haciendo
tarde y temía volver a casa de vacío; de repente notó un fuerte tirón de la caña. -Ahora sí
que he pescado algo grande. Esta vez no se me escapa.
Clavó la caña con fuerza y rápidamente cogió una red para sacar la trucha que debía de
estar enganchada en el anzuelo. Tiró con mucho cuidado para que no se le escapase, pero
cuando la pieza apareció de debajo del agua, se llevó una desagradable sorpresa.
- ¡Qué asco! Ya ni siquiera se puede pescar en este río-dijo enfadado, mientras intentaba
soltar del anzuelo, un zapato que se había enganchado en él.
Se indignó tanto que se salió del agua y empezó a recoger todos los útiles de pescar.
-¡Ya está bien! No pienso perder más mi tiempo con la dichosa manía de mi madre:
“Braulio ve a pescar, seguro que te distraes”. Yo no vuelvo más por aquí, cada vez hay más
basura en el rio, no me explico cómo la gente no cuida lo más importante que tenemos,
mira que el sitio de tirar un zapato ¡es indignante! Braulio era un chico muy concienciado
con los problemas que la escasez de agua estaba generando en gran parte del planeta.
Muchas veces pensaba que cuando fuera mayor se iba a hacer voluntario para defender los
derechos de la Tierra; Mientras lo guardaba todo, le pareció escuchar que alguien le
llamaba.
Miró por todos lados pero no vio a nadie.
-¡Eh, Braulio Esta vez estaba seguro, lo había vuelto a oír pero… ¿de dónde salía la voz?
-Aquí, soy yo.
-¿Quién anda ahí? -preguntó asustado sin encontrar a la persona que le estaba hablando-.
-Estará escondido detrás de los árboles, pensó-. ¡Que salga quien sea! Es de cobardes
esconderse.
Por un momento estuvo a punto de echar a correr y buscar ayuda. No se podía esperar nada
bueno de alguien que le llamaba y no daba la cara.
-Aquí, soy yo, el río, ¿es que no me ves? Has estado pescando toda la tarde en mis aguas;
bueno, más bien intentándolo.
El chico de repente creyó que estaba sufriendo alucinaciones, había venido sin gorra y,
claro, pensó que le había dado una insolación.
-Mi madre me lo tiene dicho: “Braulio, no te olvides de la gorra que el sol pega muy fuerte
en verano”
-Perdona, pero no lo estás soñando, te estoy hablando yo, el río en el que te bañabas hasta
hace poco ¿Es que ya no te gustan mis aguas? Braulio seguía sorprendido, no sabía qué
hacer pero, la voz que le llamaba era tan tranquilizadora que, casi sin darse cuenta, como si
fuera lo más normal del mundo, se fue calmando y mirando a la corriente de agua contestó:
-Me gustaban antes cuando estaban limpias pero, ahora, ya ves lo que he pescado en ellas,
un zapato viejo. Todo se está contaminando -dijo con pena.
-Pero, yo no tengo la culpa; han sido todos ustedes, los humanos los que me habéis
maltratado y humillado, manchado el cauce por el que corro desde hace miles de años. ¿Te
crees que me gusta?
Braulio volvió a mirar a todos lados, seguía sin creer que estaba hablando con un rio- sin
embargo, por allí no había nadie que pudiese reírse de él, así que como no sabía qué hacer,
se sentó encima de unas rocas que había en la orilla y escuchó al rio Grande que siguió
hablándole:
-Te contaré mi historia y comprenderás cómo mi deterioro se debe casi todo, al mal uso que
han hecho de mí las personas -
Braulio escuchó en silencio; reconocía que el río tenía toda la razón
-Bueno, yo sé que ese es tu nombre porque he oído a tu madre miles de veces pronunciarlo
cuando te bañabas, aquí, en este remanso y, no siempre le hacías caso, Braulio por aquí,
Braulio por allá; necesito que alguien me defienda, además haciéndolo, defenderás los
derechos de tus hijos y de tus nietos cuando los tengas; las personas necesitan tener agua
limpia en sus ríos. Escúchame con atención:
Hace muchísimo tiempo nací en medio de dos gigantescas montañas. Desde que me asomé
entre las rocas, corrí alegremente hasta la desembocadura en el mar. Siempre estaba
contento porque todo lo que me rodeaba era hermoso. Durante todo el camino que hacía
desde la montaña hasta el valle, me acompañaban bosques llenos de árboles que
introducían sus raíces por debajo de la tierra húmeda hasta llegar a mí.
Después de muchos kilómetros avanzando, me encontraba con el mar.
Cuando el agua dulce y el mar se mezclaban estaban allí; los camarones y los cangrejos,
vivían allí. La vida feliz por todas partes y todo era gracias a mí.
-La verdad es que debe de ser bonito viajar desde las montañas hasta el mar entre tanta
naturaleza- interrumpió Braulio.
-Antes sí, pero ahora las cosas no son lo mismo. En la época de la que te hablo, bajaban a
mí los habitantes de los bosques: las hadas, los duendecillos. Todos los días se aseaban en
mi orilla y pasaban mucho tiempo bañándose y jugando conmigo.
Así pasaban las horas, todos a mi alrededor, porque yo les surtía de agua limpia y fresca ya
que el agua era imprescindible para su vida.
-Oye, me estás dejando de piedra- dijo Braulio asombrado-, ¿de verdad existen los seres
mágicos del bosque? yo no me lo creía pero, si tú lo dices… Y, ahora, ¿siguen bajando a
bañarse en tus aguas?
-Ahora no- contestó el rio Grande con tristeza-, hace tiempo que no veo a ninguno; ellos
necesitan el agua limpia para vivir, si no mueren. Braulio se quedó muy triste y pensativo,
era una pena que esos personajes tan maravillosos hubiesen desaparecido de la tierra. El
chico observó que poco a poco los pájaros habían dejado de cantar y los insectos de
zumbar, parecía que todos escuchaban la historia del rio Grande. -
Sigue contándome tu vida, por favor,- le suplicó.
-Bien, cuando se marchaban los seres mágicos del bosque, llegaban los animales a beber.
Había infinidad de aves, jabalíes, , pequeños conejos; pero el más temido por todos era el
oso. Normalmente, cuando este último estaba cerca de mis orillas, los demás animales se
escondían y cuando él se marchaba, acudían los demás contentos ya, porque el peligro
había pasado.
Cuando más me divertía era en la época en que los salmones regresaban a su lugar de
nacimiento. Disfrutaba jugando con los osos y con estos gigantescos pescados, aunque, a
veces, sufría cuando veía el esfuerzo que hacían los pobres para remontar mis aguas sin que
pudiera ayudarles.
Pasó mucho sin que nada enturbiara mi vida, hasta que un día llegaron a mis orillas unos
seres que nunca había visto. Ahora, ya sé que eran hombres, pero en aquella época me
parecieron unos animales muy extraños; me sorprendía verlos andar sobre dos patas y que
se entendieran entre ellos de forma diferente.
Luego supe que se comunicaban por medio del habla. Estuvieron bañándose en mis aguas
y, después, descansaron en mi orilla; a partir de entonces se quedaron a vivir cerca de mí y
desde aquel instante empezó mi decadencia. Observé con tristeza que desde que los
hombres llegaron, los seres mágicos de los bosques no bajaban tanto, solo aprovechaban
para hacerlo, cuando los otros estaban dormidos; yo creo que les tenían miedo.
Un día, todavía lo recuerdo con tristeza, algunos ciervos y jabalíes estaban pastando
tranquilamente cerca de mí, un grupo de hombres apareció chillando, llevando en sus
manos palos largos terminados en puntas de piedra. Los animales salieron asustados
corriendo, pero los que no pudieron escapar acabaron muriendo atravesados por aquellas
puntas tan peligrosas.
No me gustó nada, observé en aquellos seres una violencia que no había visto nunca en mis
amigos, ellos siempre mataban cuando tenían hambre, pero aquella vez me pareció que los
humanos lo hacían también para divertirse y, desde aquel momento, todo a mí alrededor
empezó a experimentar grandes cambios.
Ese día, mi agua se llenó de la sangre de mis amigos y de la violencia de los hombres; tardé
mucho tiempo en poder limpiarme y sentirme otra vez contento y despreocupado. Poco a
poco, los recién llegados aprendieron a construir casas cerca de mis orillas; necesitaban de
mi agua para vivir y, además, tenían bastante caza así es que el sitio era ideal para quedarse.
Empezaron a podar árboles para hacerse cabañas y a cortar ramas que convertían en leña en
el invierno.
Yo lo perdonaba todo por los niños, que eran muy graciosos; a ellos les gustaba mucho
estar cerca de mí y cuando llegaba la hora de sus juegos me divertía como años atrás lo
hacía con los seres mágicos del bosque. Poco a poco recobré la alegría porque veía que eran
felices conmigo. Un día uno de los niños más pequeños, Juan, en un descuido de sus padres
se metió en una parte bastante profunda de mi cauce; yo bajaba con mucha fuerza porque
había llovido en las montañas y la corriente era muy rápida.
Quise evitarlo, pero no pude hacer nada. Juan estaba solo y sintiéndose en peligro, estuvo
pidiendo socorro durante mucho tiempo, pero nadie le oyó. Empezó a tragar agua, yo lo
quería empujar hacia la orilla con mi corriente pero, él cada vez se hundía más y más. Fue
algo terrible notar el peso de su cuerpecillo sobre mí y, saber que por mucho que yo
quisiera, no lo podría levantar.
Mi corriente lo arrastró unos metros más abajo; allí lo encontraron sus padres. Fue la
primera vez que yo vi a los humanos llorar con desesperación y, también, la primera vez
que una mujer me maldijo con tanta rabia. Braulio, yo no lo pude evitar; ese día mis aguas
se volvieron un poco saladas; cogieron el sabor de las lágrimas que todos derramamos por
Juan.
Braulio escuchaba callado, ahora, él también estaba llorando. Se secó un poco la cara y
dijo:
-No me creo que tengas sentimientos como las personas, eres un río, solo agua.
-El rio se enojó mucho. Y le dijo ¡Yo soy la Vida!
Braulio se dio cuenta de que el río tenía razón y le invitó a que siguiera hablando: -Bueno
no te enfades, sigue con tu historia aunque mi madre se va a preocupar si ve que no estoy
en casa a las nueve.
-Vale en seguida termino.
Cada vez había más humanos viviendo en mis orillas hasta que construyeron la ciudad en
dónde tú vives ahora. Cortaron miles de árboles para hacer las casas y construyeron
industrias que, desde entonces, vierten en mis aguas aceites y metales pesados, además en
el cauce bajo, los agricultores abonan sus cosechas con nitratos un montón de químicos.
Todo eso acaba en mis aguas.
El bosque que me rodea cada vez es más pequeño, por eso, ahora llueve menos. Braulio
miró el reloj, y aunque se estaba haciendo tarde, estaba viviendo un momento mágico junto
a su río y le daba pena dejarle, pero anochecía y pensó que tenía que interrumpirle:
-Estoy muy a gusto a tu lado pero, tengo que irme, sino lo hago mi madre me echará una
bronca y no podré venir más
-¿Me prometes que volverás?
-Te lo prometo, en el momento que pueda regresaré; hasta la vista.
Braulio se subió en su bicicleta y se alejó con el corazón encogido, nunca hubiese pensado
que los ríos tuviesen sentimientos; a lo mejor también los tenían los bosques, las montañas
y todos, los animales. El mundo había cambiado.
Cuando llego a la casa:
Su madre salió a la puerta.
-¿Qué tal la pesca? ¿Ha habido suerte?
-¡Qué va! Un zapato viejo. Mamá deberíamos de hacer algo para que la gente no eche
basura al río. Es una pena que no haya casi pescado por causa de los que echan basura al
rio. Me han dicho que las fábricas contaminan mucho. Su madre le escuchó sorprendida; no
estaba acostumbrada a que Braulio se preocupara tanto por cosas serias.
-Venga, sube a bañarte que es tarde.
Su hijo estaba muy ecologista esa tarde. Parecía que estaba madurando y eso la satisfacía
mucho.
Mientras cenaban, salió un anuncio que llamó a atención de Braulio. -Déjalo ahí, por favor
mamá, quiero saber lo que dicen de un grupo llamado Cuidemos el Mundo, la presentadora
anunciaba unos campamentos: ofrecía campamentos de verano a para niños de 9 a 17 años-.
-Mamá, todavía quedan campamentos para mi edad, me gustaría ir a esos campamentos.
- Ya les escribiré y tomaremos una decisión. Ahora ya hay que acostarse que mañana te dan
las notas finales ¡Ah! Y si te suspenden, no hay campamentos que valgan. Braulio pasó
aquella noche en blanco, no pudo descansar bien, pues entre sueños.
Se levantó de madrugada y no quiso dormir más, estaba muy nervioso. En los días
siguientes pasaron dos acontecimientos muy importantes para Braulio: las notas fueron
estupendas y por otro lado su madre le comunicó que podía ir a los campamentos del grupo
Cuidemos el Mundo.
Estaba deseoso de volver al lugar en el que había mantenido la conversación con el rio
Grande. Aquella tarde tenía planeado acercarse para hablar con él, pero sus amigos se
empeñaron en acompañarle.
-Tienes que enseñarnos a pescar.
-Pero si ya no hay pesca en el río. Además yo no tengo gana de ir esta tarde -Braulio estaba
poniendo escusas para verse libre de ellos, pero ni por esas convenció a sus amigos ; a las
cinco estaban esperándole con las bicicletas y con las cañas.
Llegaron al sitio de siempre y no había pasado ni media hora cuando los chicos empezaron
a ponerse nerviosos.
-Oye, aquí no pica nada.
-No me creo que tú pesques algo. ¿No será que pasas por el criadero de truchas y las
compras?
- Como tengo tanto dinero, voy y me lo gasto en una trucha, es que estas tonto- contestó
Braulio enfadado con su compañero.
De pronto oyeron a uno de los chicos gritar de alegría. Se había enganchado un pez y no era
pequeño, no. El chaval tiró con todas sus fuerzas y cuando pudo sacarlo del agua, todos los
que esperaban con ansias la aparición de una brillante trucha, se llevaron un disgusto.
-¡Es el otro zapato! – dijo Braulio zapateando de risa.
El muchacho que lo había sacado se molestó tanto por la actitud de su amigo que tiró la
caña y se fue hacia él; agarró a Braulio por el hombro dándole un puñetazo y allí empezó la
primera pelea de su vida y también la última. Cuando el chico logró quitárselo, dijo
gritando:
¡Ya está bien! Aquí no queda pesca ¿Habéis visto lo que hay en el agua? Porquería, solo
eso; se acabaron los peces.
Todos debían de estar aquí pero ya no hay ningún animal. Han desaparecido por nuestra
culpa. En vez de pelear deberíamos intentar limpiar todo para el bien del rio –aclaró Braulio
enfadado.
-Oye, ¿por qué no sacamos los residuos que no deban estar aquí? Yo tengo mis gafas de
bucear- añadió uno de sus amigos.
-Sí, es una buena idea; ya que somos seis, tres podemos limpiar el río y los otros las orillas.
-Vale-dijo José
Y ante la mirada del rio, los chicos empezaron a trabajar como nunca lo habían hecho, los
buceadores sacaron anzuelos y plomos unidos a los hilos de pescar, un neumático, cinco
botellas, más algunos trozos de cristal y bolsas de plástico a montones.
Los de tierra recogieron en una de las bolsas todas las latas de refresco que había por allí
tiradas, bolsas de papitas fritas, y platos de plástico.
-Bueno, y ahora ¿dónde echamos toda esta basura? Preguntó José a Braulio. -Debemos de
llevarlas a los contenedores de la ciudad.
-Lleva razón Braulio, ahora que está más limpio, dan más ganas de volver que antes.
- Félix que estaba con toda la ropa empapada-voy a coger una pulmonía.
-Braulio vayan ustedes, quiero buscar entre aquellos árboles. He visto más desperdicios.
Todos sus amigos emprendieron el regreso al pueblo.
Cada uno llevaba una bolsa de basura que había recogido del bosque; por primera vez en
mucho tiempo los habitantes de Valle Verde habían puesto su grano de arena en la limpieza
de la naturaleza.
Braulio estuvo durante un rato paseando hasta que comprobó que no había nadie por los
alrededores, no quería que se supiese su secreto; se sentó en la orilla del río y esperó a que
este le hablase.
Pasó más de una hora; llegó a pensar que lo del otro día había sido solo sueño, pero…no,
estaba seguro de que había hablado con el río Grande. Esperó que le hablase pero nada, no
oía ni una palabra. Se estaba poniendo nervioso, se levantó y se dirigió al rio algo enfadado:
-¡Qué! ¿Me vas a decir algo o no? Me gustaría hablar contigo y no sé si me escuchas.
-Pues claro que te escucho, pero es que me he quedado mudo al verlos recoger tanta
basura.. ¡Qué maravilla! Por fin me siento libre. Gracias Braulio.
-No, no me las des, ya he comprendido que lo que haga por ti lo estoy haciendo también
por mí.
-Llevas mucha razón, mira Braulio los ríos somos como las venas de la Tierra y la basura
que echan es como vuestro colesterol. Todos los ríos van a desembocar al mar y le
llevamos al pobre cantidades inmensas de desechos que no sabe qué hacer con ellos. Si yo
estoy triste, imagina cómo estará él. Los animales marinos también están muriendo por
culpa de tantos plásticos en el agua.
-Río, tengo que decirte algo, en realidad he venido a despedirme, vas a estar mucho tiempo
sin verme; me voy al grupo Cuidemos el Mundo, quiero aprender a ser responsable con
todo lo que me rodea.
-No lo dudes, por eso te elegí a ti entre todos los que han venido a mis orillas, sabía que
responderías.
El muchacho estaba contento, parecía que podía oír los susurros de los animales. Pensó que
hacía calor, se quitó la ropa, se metió en el agua y nadó hasta la otra orilla, en donde él
nunca había estado.
De repente oyó risas y murmullos y, sin saber por dónde habían venido, se encontró
rodeado de un montón de seres mágicos del bosque que habían bajado a darle las gracias.
Confiaban en Braulio y querían compartir con él ese momento
La esperanza empezaba a instalarse entre ellos, quizá, algún día la Tierra volvería a ser otra
vez tan bella como lo había sido hace muchísimos años.
Fin