CUENTOS PARA INFANTES

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INFANTES CUENTOS MENORES DE 10 AÑOS

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  • El sastrecillo valiente Una maana de primavera se encontraba un humilde sastrecillo sentado

    junto a su mesa, al lado de la ventana. Estaba de buen humor y cosa con entusiasmo; en esto, una

    campesina pasaba por la calle pregonando su mercanca: -Vendo buena mermelada! Vendo

    buena mermelada! Esto sonaba a gloria en los odos del sastrecillo, que asom su fina cabeza por

    la ventana y llam a la vendedora: -Venga, buena mujer, que aqu la aliviaremos de su mercanca!

    Subi la campesina las escaleras que llevaban hasta el taller del sastrecillo con su pesada cesta a

    cuestas; tuvo que sacar todos los tarros que traa para enserselos al sastre. ste los miraba y los

    volva a mirar uno por uno, 1metiendo en ellos las narices; por fin, dijo: -La mermelada me parece

    buena, as que psame dos onzas, buena mujer, y si llegas al cuarto de libra, no vamos a discutir

    por eso. La mujer, que esperaba una mejor venta, le dio lo que peda y se march malhumorada y

    refunfuando: -Muy bien -exclam el sastrecillo -, que Dios me bendiga esta mermelada y me d

    salud y fuerza! Y, sacando un pan de la despensa, cort una rebanada grande y la unt de

    mermelada. -Parece que no sabr mal -se dijo -; pero antes de probarla, terminar este jubn.

    2Dej la rebanada de pan sobre la mesa y continu cosiendo; y tan contento estaba, que las

    puntadas le salan cada vez mas largas. Mientras tanto, el dulce aroma que se desprenda de la

    mermelada se extenda por la habitacin, hasta las paredes donde las moscas se amontonaban en

    gran nmero; stas, sintindose atradas por el olor, se lanzaron sobre el pan como un verdadero

    enjambre. -Eh!, quin os ha invitado? -grit el sastrecillo, tratando de espantar a tan indeseables

    huspedes. Pero las moscas, que no entendan su idioma, lejos de hacerle caso, volvan a la carga

    en bandadas cada vez ms numerosas. El sastrecillo, por fin, perdi la paciencia; irritado, cogi un

    trapo y, al grito de: Esperad, que ya os dar!, descarg sin compasin sobre ellas un golpe tras

    otro. Al retirar el trapo y contarlas, vio que haba liquidado nada menos que a siete moscas. -Vaya

    to ests hecho! 3-exclam, admirado de su propia valenta -; esto tiene que saberlo toda la

    ciudad. Y, a toda prisa, el sastrecillo cort un cinturn a su medida, lo cosi y luego le bord en

    grandes letras: Siete de un golpe! -Qu digo la ciudad! -aadi -; el mundo entero tiene que

    enterarse de esto! -y su corazn palpitaba de alegra como el rabo de un corderillo. Luego se ci

    el cinturn y se dispuso a salir al mundo, convencido de que su taller era demasiado pequeo para

    su valenta. Antes de marcharse, estuvo rebuscando por toda la casa a ver si encontraba algo que

    pudiera llevarse; pero slo encontr un queso viejo, que se meti en el bolsillo. Frente a la puerta

    vio un pjaro que se haba enredado en un matorral, y 4tambin se lo guard en el bolsillo, junto

    al queso. Luego se puso valientemente en camino y, como era delgado y gil, no senta ningn

    cansancio. El camino lo llev por una montaa arriba. Cuando lleg a lo ms alto, se encontr con

    un gigante que estaba all sentado, mirando plcidamente el paisaje. El sastrecillo se le acerc con

    atrevimiento y le dijo: -Buenos das, camarada! Qu tal? Ests contemplando el ancho mundo,

    no? Hacia l voy yo precisamente, en busca de fortuna. Quieres venir conmigo? El gigante mir

    al sastrecillo con desprecio y le dijo: -Qutate de mi vista, imbcil! Miserable criatura...! -Ah, s? -

    contest el sastrecillo, y, desabrochndose la chaqueta, le ense el cinturn 5-; aqu puedes leer

    qu clase de hombre soy! El gigante ley: Siete de un golpe y, pensando que se trataba de

    hombres derribados por el sastre, empez a tenerle un poco de respeto. De todos modos decidi

    ponerlo a prueba: agarr una piedra y la exprimi hasta sacarle unas gotas de agua. -A ver si lo

    haces -dijo -, ya que eres tan fuerte! -Nada ms que eso? -pregunt el sastrecillo -. Para m es un

    juego de nios! Y metiendo la mano en el bolsillo sac el queso y lo apret hasta sacarle todo el

  • jugo. 6-Qu me dices? Un poquito mejor, no te parece? El gigante no supo qu contestar, y

    apenas poda creer que hiciera tal cosa aquel hombrecillo. Tomando entonces otra piedra, la

    arroj tan alto que la vista apenas poda seguirla. -Anda, hombrecito, a ver si haces algo parecido. -

    Un buen tiro -dijo el sastrecillo -, aunque la piedra volvi a caer a tierra. Ahora vers. Y sacando al

    pjaro del bolsillo, lo lanz al aire. El pjaro, encantado de verse libre, se elev por los aires y se

    perdi de vista. -Qu te pareci este tiro, camarada? -pregunt el sastrecillo. 7-Tirar piedras s

    que sabes -admiti el gigante -. Ahora veremos si puedes soportar alguna carga digna de este

    nombre. Y llevando al sastrecillo hasta un majestuoso roble que estaba derribado en el suelo, le

    dijo: -Si eres verdaderamente fuerte, aydame a sacar este rbol del bosque. -Con mucho gusto -

    respondi el sastrecillo -. T, crgate el tronco al hombro y yo me