El buscador

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El buscador

Jorge Bucay

Il.lustracions i maquetació: Erika Taltavull i Mercè Rodríguez Uris

EL BUSCADORHace dos años, cuando terminaba una charla

para un grupo de parejas, conté, como suelo hacer,

un cuento a manera de regalo de despedida.

Para mi sorpresa, esta vez alguien del grupo pidió

la palabra y se ofreció a regalarme una historia.

Ese cuento que quiero tanto lo escribo ahora

en memoria de mi amigo Jay Rabon.

Extret del llibre: "Cuentos para pensar", Jorge Bucay. Editorial RBA

Integral, 13º edición, pág. 21-26.

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Esta es la historia de un hombre al queyo definiría como un buscador...

Un buscador es alguien que busca; no necesariamente alguien que encuentra. Tampoco es alguien que, necesariamente,

sabe qué es lo que está buscando. Es simplemente alguien para quien su vida

es una búsqueda. Un día, el buscador sintió que debía ir hacia la

ciudad de Kammir. Había aprendido a hacercaso riguroso de estas sensaciones quevenían de un lugar desconocido de sí mismo.Así que lo dejó todo y partió.

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Después de dos días de marcha por lospolvorientos caminos, divisó, a lo lejos,Kammir. Un poco antes de llegar al pueblo,le llamó mucho la atención una colina a laderecha del sendero. Estaba tapizada deun verde maravilloso y había un montónde árboles, pájaros y flores encantadores.La rodeaba por completo una especie depequeña valla de madera lustrada.Una portezuela de broncelo invitaba a entrar.

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De pronto, sintió que olvidaba elpueblo y sucumbió ante la tentaciónde descansar por un momento enese lugar. El buscador traspasó elportal y empezó a caminarlentamente entre las piedras blancasque estaban distribuidas al azar,entre los árboles. Dejó que sus ojosse posaran como mariposas en cadadetalle de aquel paraíso multicolor.

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Sus ojos eran los de un buscador, y quizápor eso descubrió aquella inscripción

sobre una de las piedras: “Abdul Tareg, vivió 8 años, 6 meses, dos semanas y 3 días.” Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que aquella piedra no era simplemente

una piedra: era una lápida. Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en aquel lugar.

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Mirando a su alrededor, el hombre se dió cuenta deque la piedra de al lado también tenía unainscripción. Se acercó a leerla. Decía:

“Yamir Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas.”

El buscador se sintió terriblemente conmocionado.Aquel hermoso lugar era un cementerio, y cadapiedra era una tumba. Una por una empezó a leerlas lápidas. Todas tenían inscripciones similares: unnombre y el tiempo de vida exacto del muerto.

Pero lo que lo conectó con el espanto fuecomprobar que el que más tiempo había vividosobrepasaba apenas los 11 años...

Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar.

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El cuidador del cementerio pasaba por allí yse acercó.

Lo miró llorar durante un rato en silencio

y luego le preguntó si lloraba por algúnfamiliar.

- No, por ningún familiar - dijo el buscador-.¿Qué pasa en este pueblo? ¿Qué cosa tanterrible hay en esta ciudad? ¿Por qué haytantos niños muertos enterrados en estelugar? ¿Cuál es la horrible maldición quepesa sobre esta gente, que les ha obligado aconstruir un cementerio de niños?

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El anciano sonrió y dijo:

- Puede usted serenarse. No hay talmaldición. Lo que pasa es que aquí tenemosuna vieja costumbre. Le contaré...:

Cuando un joven cumple quinze años, suspadres le regalan una libreta como esta quetengo aquí, para que se la cuelgue al cuello.Es tradición entre nosotros que, a partir deese momento, cada vez que uno disfrutaintensamente de algo, abre la libreta y anotaen ella:

A la izquierda, qué fue lo disfrutado. A laderecha cuánto tiempo duró el gozo.

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Conoció a su novia y se enamoró de ella.¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y elplacer de conocerla? ¿Una semana? ¿Dos?¿Tres semanas y media...?

Y después, la emoción del primer beso, el placermaravilloso del primer beso... ¿Cuánto duró?¿El minuto y medio del beso? ¿Dos días?¿Una semana? ¿Y el embarazo y el nacimientodel primer hijo...?

¿Y la boda de los amigos? ¿Y el viaje másdeseado? ¿Y el encuentro con el hermanoque vuelve de un país lejano? ¿Cuánto tiempoduró el disfrutar de estas situaciones?¿Horas? ¿Días?

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Así, vamos anotando

en la libreta cada momento

que disfrutamos...

Cada momento.

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Cuando alguien

se muere, es nuestracostumbreabrir su libreta

y sumar el tiempo

de lo disfrutado

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paraescribirlo

sobre su tumba.

Porque ese es

para nosotros

el único y

verdadero

TIEMPO VIVIDO

Ara escriu tu el temps que has viscut feliçment

Aquest és un conte creat pel debat “El Temps”, a partir del llibre”Elogi a l’educació Lenta” de Joan Domènech Francesch, ed. Graó (2009).

Aquest debat l’hem duit a terme el curs de 2on de GEDI curs 2010-2011.Agraïr als convidats la seva participació i ajuda en el debat:

en Keko, professor de Kárate, n’Ángel, professor de Tai Chi, al camera man Manolo i a en Joan Domènech,

per ser la font principal de coneixement sobre l’slow education.Hem d’agraïr especialment la participació de tota la classe:

- La nostra especial presentadora, Marta Navarro; l’equip a favor de l’slow:

Àngels Pons, Maria Janer, Cristina Camps, Maria Truyol, Cristina Martín i Carol García;

- L’equip a favor del fast: Eshter Mercadal, Francina Torres, Ana Orfila, Pilar Salord, Natàlia Vinent,

Núria Pérez i Nàdia Sánchez.També a tot l’equip de redacció: Josep Mª Muñoz, Montse Carné,Erika Taltavull i Mercè Rodríguez.

També a la nostra professora Cris Moll per creure en nosaltres.