El Chamán Ártico

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La historia de un Chamán dentro de su comunidad esquimal.

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El ChamánÁrticoMaría Claudia Narváez Arango

El Chamán Ártico

María Claudia Narváez Arango

Recuerdo como si fuera ayer aquella noche en que el gran espíritu me esco-gió para convertirme en chamán. Yo era apenas un niño. Hace poco me habían enseñado a pescar, así que salí con mi red hacia la playa más cercana a probar suerte. Quería impresionar a mi hermano mayor.

El mar estaba tranqui-lo cuando la arrojé. De repente oí un estruen-doso gruñido que ve-nía detrás.

Cuando me volteé me encontré con un gran oso, el más grande que ja-más haya visto. Estaba a punto de correr despavorido cuando le oí decir “tranquilo, te necesito”, y en-tonces comprendí que se trataba de Tornarsuk, el gran espíritu, el cual solo los chamanes podemos ver, y entendí mi destino.

Qué gran honor el que se me confirió esa noche. El gran Tornarsuk se fijó en mí, dán-dome el don de comunicar-me con nuestros hermanos animales y con sus espíritus, con los espíritus de nuestros antepasados, con el clima y con la naturaleza. Cuando le conté al chamán de nuestra comunidad, decidió encar-garse de mí para convertirme en su sucesor.

Desde entonces aconsejo a quien lo necesite, recibo y entrego mensajes y compar-to las historias de nuestros padres y nuestros abuelos para que jamás sean olvida-das.

Un día, un pequeño niño me llamó y me llevó ur-gentemente hacia la costa, en donde había una fuerte tormenta. Resultó que los animales marinos estaban muriendo. Cuerpos de fo-cas y pescados flotaban en el mar hasta llegar a la ori-lla. Algo andaba mal. En-seguida comprendí que se trataba de Sedna, la madre de los mares, y que algo le había disgustado.

Sedna era una hermosa joven que vivió hace mucho tiempo en la aldea con su padre. Debido a su belleza, todos los muchachos tra-taron de cortejarla para desposarla, pero ella no se entregó a nadie.

Un día, un prín-cipe de tierras lejanas tocó a su puerta. Traía her-mosos regalos para ella y para su padre, era bien parecido y le pro-metió el mundo entero.

Sedna accedió a casarse con él, y partieron mar adentro hacia el reino del príncipe.

Sin embargo, ya en el kayak, Sedna se dio cuenta de que aquel príncipe no era humano, sino que se trataba de un ave, y la había engañado. El pájaro le profesó su amor, pero la muchacha no quiso quedarse, por lo que se arrojó al mar para devolverse.

A lo lejos, el padre notó semejante espectáculo, por lo que se montó en su kayak para ir a rescatar a su hija. Sedna logró afe-rrarse de la barca de su padre, pero inmediata-mente el pájaro amenazó con hundirlos a los dos a menos de que ella se en-tregara al mar.

Al ver que la hija no se soltaba, el padre, asusta-do, cortó sus dedos para que no pudiera agarrase y presenció con maravilla y horror cómo estos, al caer al agua, se convirtie-ron en criaturas marinas.

Finalmente, Sedna su-cumbió al océano ca-yendo hacia el fondo, en donde se convirtió en la señora de los mares y reina de los animales acuáticos. Desde enton-ces, es ella quien decide otorgar los favores del mar, o arrebatarlos.

Es mi deber, como cha-mán, mantener a Sedna alegre. Esas muertes sú-bitas de los animales fue-ron un descontento de la reina de los mares, por lo que debía yo, como cha-mán, bajar hasta las pro-fundidades a enmendar los errores.

Esa misma luna, empecé a caminar hacia el mar. Me sumergí y empecé a nadar hasta el fondo, donde todo se tornaba más oscuro.

Finalmente, después de un largo recorrido la encontré. A pesar de su rostro hermoso, sus cabellos enmarañados y su expresión ren-corosa opacaban su belleza. Se dice que las malas intenciones de los hombres y sus errores ensucian el cabello de Sedna, con una grasa gruesa y putrefacta que ella sola no puede remover porque le faltan sus dedos.

Decidí cepillarle el cabello con los míos, de forma delicada y amorosa hasta que, poco a poco, la reina fue recobrando su esplendor y su sere-nidad. Cuando ter-miné, un pequeño león marino me rozó la espalda y com-prendí que ya todo había terminado.

Cuando emergí en la su-perficie, mis hermanos aldeanos me estaban esperando. Los cadáve-res de focas y pescados habían desaparecido y el mar se encontraba de nuevo en calma y quie-tud. Celebramos con jú-bilo el buen humor de la gran Sedna, y hasta ahora, en mi vida como chamán, el mar perma-nece sereno y generoso.