Post on 29-Jun-2015
Primera lección
El contexto histórico para leer Facundo (1798-1845)
Domingo Faustino Sarmiento forma parte de la generación de intelectuales post-
independentistas que se plantean la necesidad de pensar un proyecto nacional, y que se
asignan como tarea central la creación de una literatura propia, una literatura nacional.
Facundo forma parte del acervo de textos que nos han llegado desde este proyecto. Son
estas, dos razones suficientes para afirmar que Facundo tiene un sentido que no puede
ser escindido del medio que lo vio nacer. Como tampoco se puede separar a su autor del
periodo que lo fecundo. En Facundo texto, contexto y autor son solidarios porque con
este libro Sarmiento quiso causar un efecto político en su entorno, porque Facundo es
historia y porque con Facundo Sarmiento hace historia.
Trazar en solo algunas paginas un cuadro que pueda resumir las características
sobresalientes del periodo y sus figuras principales puede que sea una tarea obligatoria
para entrar en el texto pero, no por ello, una tarea sencilla. Dos problemas se presentan
en este caso. El primero tiene que ver con el recorte histórico que organice la selección
espacio-temporal: ¿dónde empezar? ¿dónde terminar? Dicho de otro modo, la primera
dificultad radica en la pregunta ¿cuál es el criterio que debe imponerse el lector a la hora
de reconstruir un contexto histórico que le pueda ayudar a comprender mejor el libro?
El segundo problema, claramente relacionado con el anterior, tiene que ver con el tipo
de reconstrucción a la que pretendemos. Porque no se trata de una mera presentación,
en el sentido de una exposición cronológica de eventos, sino que ella supone ya una
cierta lectura del texto. Al seleccionar un determinado recorrido histórico y no otro para
la presentación histórica del texto, al ofrecer un contexto y no otro, ya estamos, en
alguna medida leyendo el libro. Ya que el criterio utilizado para la reconstrucción esta
fundado a su vez en una cierta idea del libro, en una cierta forma de leerlo. Porqué haber
elegido ese evento particular sino porque, a nuestro entender, el puede explicar algún
pasaje del texto, alguna influencia sobre el autor, etc.
Estas inquietudes, sin embargo, una vez establecidas, enunciadas y anunciadas
pueden, por el contrario, transformarse en bastiones sobre los cuales comenzar a leer y
construir nuestra lectura del texto. Para ello, entonces, proponemos a las preguntas
formuladas la respuesta siguiente. Esto es, que el contexto que aquí se ofrece esta
fundado sobre la idea que Facundo debe ser leído desde una Historia de las ideas. Es
decir, que antes que cualquier otra cosa, el criterio que organiza esta breve presentación
histórica es que Facundo es un libro de ideas, un libro de filosofía. Y, en este sentido, que
nuestro recorrido debe estar organizado en función de, o entorno a los eventos mas
representativos, siendo que es en ellos que se condensan las miradas, como si fueran
aglutinadores de dichas ideas. Se trata entonces de resaltar los eventos que, a su vez,
están en relación con ciertas ideas y principios, que se explican a partir de y a través de
las ideas. En esta primera lección nos contentaremos con presentar estos eventos desde
una perspectiva histórica. Solo en la lección siguiente nos consagraremos a un análisis
filosófico, o que responda mas bien a una historia de la ideas.
Se parte aquí de la idea que Facundo se inscribe en una línea de producción que
nos viene de lejos, que tiene su propia historia. Permítasenos entonces recordar al lector
que uno de los problemas que han ocupado a los exegetas de la obra de Sarmiento,
problema que esta en relación directa con lo que acabamos de enunciar y que será
tratado extensamente en la tercera lección, es el problema del género. Esto es, la
dificultad que representa responder a la pregunta ¿cuál es el género en Facundo? Y, si
con lo dicho ya hemos respondido en parte, ya que al declarar que el texto debe ser leído
desde la Historia de las ideas lo estamos asociando explícitamente al universo filosófico,
al género de la filosofía. Sin embargo, como se vera un poco mas adelante, las cosas no
son ni tan simples ni tan claras como quisiéramos. Esto para decir que si desde nuestra
perspectiva Facundo pertenece, principalmente, al género filosofía, su lectura no puede
ser reducida a la sola tradición europea de la cual la filosofía es debitaría, de la cual ella
es originaria.
No se inquiete el lector que las cosas se irán aclarando a medida que avancemos
con el texto. Comencemos entonces desde el principio. Desde el evento mas significativo
del siglo XIX en la historia de la América Latina, esto es, el proceso independentista. En
efecto, contra lo que muchos críticos han afirmado, Facundo hay que comenzar a leerlo
desde aquí, desde este evento fundamental. Y esto por dos razones. La primera es que
Sarmiento, como el mismo lo afirma en su autobiografía, pertenece a la generación que
viene inmediatamente después de aquella que asumió la difícil tarea de llevar adelante
el proceso que va a desencadenar en los eventos de Mayo 1810. En algún sentido, que ya
precisaremos, Sarmiento es el heredero y continuador de este proceso. La segunda
razón, y quizá la mas importante, es que Facundo puede ser leído como una explicación a
aquel proceso. Como se afirma en el mismo texto, lo que allí interesa es dar un sentido a
lo ocurrido en 1810. Dice Sarmiento en el capitulo IV, “Hé aquí esplicado el enigma de la
Revolucion Arjentina, cuyo primer tiro se disparó en 1810 i el último aun no ha sonado
todavía”. En efecto, según Sarmiento, si el último disparo no ha sonado aun es porque
todavía falta su explicación.
Ahora bien, el proceso independentista rioplatense tiene un origen diverso, difícil
de trazar o de delimitar en un solo espacio. De un lado, este proceso esta relacionado con
los eventos y fundamentalmente con las crisis por las que atraviesa el viejo continente
entre los siglos XVII y XVIII. La historia de estas crisis, nos referimos a las diversas
manifestaciones políticas, intelectuales y militares que van a participar a la caída y fin de
los regimenes monárquicos sustentados por un poder absoluto, se puede decir que tiene
su punto culminante en Inglaterra en 1688 luego de la “gloriosa revolución”. Ya veremos
en la próxima lección cuales fueron las ideas que se enfrentaron en ese conflicto, ideas
que luego serán retomadas en nuestras tierras americanas como una forma de legitimar
el proceso de la independencia.
Luego de esta revuelta, liderada por distintos sectores de la burguesía, familias de
comerciantes y grandes terratenientes, encabezada militarmente por Olivier Cromwell,
en Inglaterra se abolió definitivamente la monarquía absoluta y se inicio la época de la
monarquía parlamentaria. Esto sirvió de ejemplo e inspiración a los filósofos del mundo
entero. Así, su influencia se puede localizar tanto en la independencia norteamericana
(1776) como en la revolución francesa (1789). Dos eventos mayores cuya significación
trascendental ha alcanzado para obnubilar algunos espíritus apresurados haciéndoles
olvidar que, desde este lado del océano, las condiciones necesarias para la revuelta
habían comenzado a desarrollarse desde bien antes de las invasiones inglesas.
Así, si por un lado, las crisis europeas, a las que España no tarda en asociarse por
sus intereses, fundamentalmente por los compromisos suscritos a través del tratado de
familias, arrastraran con ellas al debilitado Imperio. Por otro lado, y en el marco de estos
conflictos, van a surgir las condiciones suficientes, gracias al tratado de Fontainebleau
firmado entre España y Francia, para que su primera aliada, con Napoleón Bonaparte a
la cabeza, invada la península abriendo así una brecha irreparable. En efecto, como es
bien sabido, bajo el pretexto de reforzar las milicias frente al enemigo portugués, aliado
de Inglaterra, y frente a una situación de inestabilidad creciente luego que el rey Carlos
IV hubo de abdicar en favor de su hijo Fernando VII, justamente como consecuencia de
la presencia militar francesa –lo que motivo el motín de Aranjuez (1808)-, Napoleón va a
tomar cautivo al nuevo rey obligándolo a abdicar, esta vez, en favor de su hermano José
Bonaparte.
Se crea entonces una situación inédita, no solo a los ojos de las juntas que en
reacción a este avasallamiento se forman en la metrópoli, sino desde su periferia. Esto es
en las colonias americanas. La pregunta que allí se impone como un exordio es respecto
de la relación que puede o no ligar a las colonias al nuevo mandatario francés. Luego de
algunas idas y vueltas, se llega a la conclusión que la invasión napoleónica a la península
ibérica ha dejado a las colonias en una situación de vacío de poder. Vacío que deberá ser
llenado en la urgencia. Esta es, sin dudas, una de las facetas decisivas en los avances
independentistas en América latina.
Pero, si bien es cierto que estos eventos participan en el proceso de ruptura
definitiva con España, no es menos cierto que, desde las colonias, las inquietudes, los
descontentos y los conflictos no cesan de manifestarse, ya desde las últimas décadas del
siglo XVIII. Los factores de descontento son múltiples y variados según las distintas
regiones. Sin embargo, para la economía de la exposición, estos se pueden resumir en
dos grandes líneas. Por un lado, los descontentos de tipo económico, y por otro lado, los
descontentos de tipo social.
Es suficientemente notorio el hartazgo que suscito en las colonias americanas,
durante todo el periodo, pero especialmente durante el siglo XVII, el trato que los
españoles practicaron con la sociedad autóctona. La sobre explotación de la mano de
obra, la esclavitud, y los excesos fueron moneda corriente en las relaciones sociales y
solo comenzaron a ser rectificados luego de la llegada de los Borbones a la corona de
España en 1700. Por su parte, la población indígena, mas allá de algunos raros eventos
aislados durante el siglo XVI, no expondrá una verdadera resistencia sino hasta bien
entrado el siglo XVIII, justamente con el comienzo de las reformas borbónicas.
A pesar de las denuncias que desde las primeras horas de la colonia comenzaron
a afluir a la Corona de España, con Bartolomé de las Casas o la Escuela de Salamanca, los
testimonios revelan respecto de la población indígena, mestiza y luego negra un statu
quo de opresión invariable hasta incluso después de la independencia. Lo cierto es que, a
mediados de los XVIII, principalmente en la zona del noroeste del virreinato del Alto
Perú, justo antes de la nueva división administrativa dentro de la cual veremos aparecer
al virreinato del Río de la Plata (1776), la población indígena, los ayllus, confluye a los
espacios previstos por el sistema colonial para denunciar la situación de opresión social.
Las quejas y las denuncias, cuyos registros pueden ser consultados, se acumulan en los
despachos coloniales sin continuidad alguna. Estas denuncias revelan, sin embargo, la
presencia y actualidad del conflicto. Mas aun, ellas exponen el comienzo de una reacción
por parte de la población civil. En cierta medida, es este descontento, y son estos mismos
grupos, los que unos años mas tarde encontraremos alineados detrás del cacique Tomas
Katarí, en el frustrado levantamiento de 1781.
Ahora bien, si los maltratos, la explotación y el abuso son marcas distintivas del
periodo colonial desde la llegada de los primeros conquistadores hasta bien después de
las independencias, el conflicto económico va a tardar varios siglos antes de tomar una
dimensión y forma significativa. En realidad, los grupos que se van a ver afectados por el
rígido sistema colonial de impuestos, de libre comercio y otras medidas monopólicas
son los grupos que se forjan en el seno de la colonia, los descendientes de los españoles,
también llamados criollos. Son estos, hombres blancos, que habiendo nacido en tierras
americanas han perdido su acceso a la vida publica de la administración. Una medida
justificada desde la metrópoli como forma de control tanto del clientelismo local como
de los intentos revolucionarios de independencia. En efecto, los criollos, aislados del
sistema administrativo, al menos de las altas esferas de las funciones administrativas
son, sin embargo, los dueños de la economía. No solo representan el grupo mejor
posicionado respecto de la posesión de la tierra, sino que son estos mismos hombres lo
que se van a formar en las mejores universidades europeas y que van a enviar a sus hijos
a completar sus estudios en el extranjero. Así, la clase de los criollos es la que posee el
poder económico al tiempo que se forma como clase, y sobre todo, como “futura” clase
dominante, en tanto que clase letrada.
El eje principal del descontento criollo que como se vera en el análisis de Facundo
es el primer motor de la revolución rioplatense, es el factor económico. Indudablemente
este malestar no puede ser aislado de su contexto político. Si los criollos se quejan de los
altos impuestos, y una parte también del sistema monopólico que les es impuesto desde
la metrópoli, esto se debe al simple hecho de que son gobernados desde fuera, y que los
intereses de la corona no son los mismos que los del grupo de criollos. Ya se percibe
entonces cómo desde lo económico se pasa progresivamente a un estado de conciencia
política mas desarrollado en el que los americanos comienzan a poner en duda las
relaciones que los ligan con España.
Detengámonos un instante y veamos como se inserta este primer intervalo del
contexto histórico en el libro de Sarmiento. Ya lo hemos dicho, Facundo se puede leer,
entre las muchas entradas que ofrece el libro, como una explicación de lo ocurrido en el
Río de la Plata en mayo de 1810. Sarmiento quiere entender qué es lo que paso allí y
sobre todas las cosas cómo se paso de esos eventos gloriosos a la desastrosa situación de
1845. Es decir que para él, tal y como lo explica en el capitulo IV, existe una relación
necesaria entre el proceso independentista y el ascenso y llegada al poder de Juan
Manuel de Rosas. La relación que él establece, de continuidad por un lado y por otro
como insertado en la propia lógica del progreso es interesante ya que muestra la
comprensión profunda que tiene de los procesos históricos.
Por otra parte, es interesante destacar la división profunda que existe entre los
diversos sectores de la población respecto de los cuestiones mas elementales. En cierta
manera, podemos afirmar, lo que opone a los dos grupos descriptos mas arriba, el de la
futura clase dirigente del resto de la población –que en el ideario de Sarmiento es
representada por la ciudad de Buenos Aires de un lado y el interior del país el otro- es la
forma en que cada uno percibe el mundo. Mientras que los primeros, los de la futura
clase dirigente, ven la situación a partir de una construcción teórica, la cual a su vez esta
mediada por la cuestión económica. Esto es, que perciben la relación con España a partir
de una construcción simbólica muy abstracta: impuestos, circulación de mercancías,
libre comercio, etc. La que, mismo si en el origen parte de una cuestión concreta, de una
situación real, es analizada en términos puramente teóricos. Para el segundo grupo, en
cambio, la relación con España parte de una experiencia directa y se organiza desde esta
sola experiencia. La desigualdad, el maltrato, la explotación, etc. son conceptos que
remiten directamente a la carne. No hay elemento de mediación teórico, como en el caso
anterior, no hay representación abstracta. Se trata simplemente de una transformación
del dolor en reclamo. Ya veremos un poco mas adelante en algunos textos de la época
como se manifiestan cada una de estas dos formas del reclamo. Lo importante aquí es no
perder de vista que ya antes de la independencia hay una conciencia diferente, según los
grupos sociales, de las prioridades del futuro país. Dos lógicas en las que los puntos de
divergencia son significativamente mas importantes que los puntos de acuerdo.
Así, observamos que los años que preceden a la revolución de mayo exponen una
imagen clara de la situación social y política de la nueva sede de la administración
española en el Río de la Plata, la que se va a hacer aun mas nítida luego de las invasiones
inglesas a Buenos Aires. Estas invasiones se explican tanto por los problemas de la
corona española, la derrota de Trafalgar, como y sobre todo por las dificultades para el
comercio en el Río de la Plata. Así, en junio de 1806 la ciudad es invadida por una flota
inglesa, dirigida por Home Popham. Una vez en el poder, luego de la humillante huida
del virrey Sobremonte a la ciudad de Córdoba, los ingleses dejan en claro que el motivo
de la invasión no es, en ningún caso, el de fomentar cualquier intento independentista.
Así, la mayor parte de los funcionarios permanecerán en sus puestos. Sin embargo, la
breve subsistencia del invasor, repelido unos meses mas tarde por la milicia dirigida por
Santiago de Liniers, va a poner en marcha una serie de procesos fundamentales para
comprender mayo 1810.
Por un lado, desde Córdoba y Montevideo se van a organizar las nuevas milicias
que, no mas tarde que el mes de Agosto, van a expulsar al invasor bajo la dirección de
Liniers. La aparición de esta nueva milicia será un factor decisivo en el proceso de Mayo.
Constituida mayoritariamente de criollos, y en la cual los peninsulares son relegados al
segundo plano, es la primera fuerza de choque militar a dominancia americana. Por otra
parte, la instalación del gobierno ingles, si bien mantiene las figuras administrativas,
introduce algunos cambios que servirán de aliciente a las ambiciones de ciertos grupos
de americanos. Desde lo social, vemos renacer entre los esclavos el deseo y la idea de
libertad. Aunque esta fue rápidamente desmentida por el gobierno ingles, la sola idea, el
mero resurgimiento de la misma, alcanza para exponer la fuerza encubierta que se
esconde detrás de este deseo. Una fuerza que no tardara en liberarse. Por otro lado,
desde la perspectiva de los criollos, la baja de los impuestos, así como la liberalización de
ciertos productos, el tabaco y los naipes, abrirá la vía a la expansión de las ideas
liberales. Estas ideas, que ya ocupaban un espacio muy importante en las reflexiones de
ciertos intelectuales americanos como Mariano Moreno, son las que, en definitiva, van a
conducir a la futura clase dominante a dar el paso decisivo. Pero, quizá, el aporte más
importante que va a dejar esta primera invasión, y que se va a consolidar con la segunda,
solo unos meses después, en 1807, es la participación criolla en la administración y
gobierno de la ciudad.
Lo que van a revelar las invasiones inglesas, y que el mayo de 1810 va a exponer
de manera definitiva, es la serie de reclamos que desde la visión de los americanos se
imponían como necesidades absolutas. Esto es, fundamentalmente, la idea de libertad.
Para los unos, esta libertad era, simplemente, una cuestión física; la libertad de los
esclavos, pero también, la libertad de trabajo, de circulación, de vida. En esta serie, se
resumen los reclamos de los estratos mas bajos de la sociedad: el negro (esclavo), el
mestizo (explotado), el gaucho y el indio (perseguidos). Para los otros, la libertad era un
concepto complejo que iba desde las cuestiones mas elementales a las mas complejas. En
cierta manera, en el concepto de “libertad” se condensaba, para estos últimos, lo
expuesto en la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano.
Cada uno de estos grupos, podemos decir, ira a la guerra de independencia por un
motivo diferente. Esto debe ser señalado ya que, generalmente, se cree que todos los
integrantes de las milicias tenían una conciencia histórica de la acción a la cual estaban
participando. Esto es, la inscripción de esta acción liberadora en el marco de un proyecto
futuro de nación. Sin embargo, seria muy difícil demostrar que la población gaucha que
predomina ampliamente en estas milicias es consciente del proceso. De esto se deduce
que su participación es, en gran medida, el resultado de una instrumentalización por
parte de las clases dominantes. Y, ya veremos cuando leamos Facundo, que en este punto
Sarmiento estaba equivocado. En el libro, él sostiene que el movimiento desordenado y
anárquico que se va a producir luego de la primer etapa independentista responde a los
intereses personales de caudillos locales, que el movimiento proviene del interior del
país. Pero, como se acaba de ver, esto es desde todo punto de vista imposible ya que las
fuerzas que él cree ver en el interior del país, y entre la población baja, en realidad no
sabia lo que ocurría, no al menos en el sentido que las clases dominantes imprimieron al
movimiento.
Una muestra de la distancia que separaba los intereses de los dos grupos en que,
intencionalmente estamos dividiendo a los habitantes de la región del Río de la Plata, y
que refleja el error de Sarmiento, es la que aparece en la descripción que Sir Walter Scott
hace luego de las invasiones inglesas de los gauchos, a los que describe como “una
especie de salvajes cristianos (…), cuyo principal mobiliario son los cráneos de caballos
muertos, cuya única comida es la carne cruda con agua, cuya única ocupación es apresar
ganado cimarrón (…) y cuya principal diversión es montar a caballo hasta reventarlo
(…). Lamentablemente –agrega Sir Walter Scott-, prefieren su independencia nacional a
los algodones y muselinas” de Inglaterra. El prolífico escritor había visto en el gaucho su
profundo arraigo a la tierra, el cual oponía a cualquier otro interés. Ya veremos que esta
correcta apreciación de Scott contrasta con la visión de un Moreno.
Llegamos así a los cabildos abiertos de la tercer semana de mayo de 1810. Las
ultimas noticias venidas de Europa confirman lo que, desde las clases patrias, se venia
consolidando como una idea firme : las colonias americanas se encontraban en una
situación de acefalía. Había entonces llegado en momento de pasar a la acción. Pero,
¿cómo?, y ¿qué forma tendría que adoptar el nuevo gobierno? En realidad, había mas
preguntas que respuestas. Sobre todo, porque las respuestas eran demasiado diversas.
Unos años antes, y en coincidencia con la primera invasión inglesa, se van a ver
aparecer las primeras formas de organización política en el Río de la Plata. Se trata de
jóvenes criollos y españoles, hijos de la alta burguesía de Buenos Aires, funcionarios de
la Corona, militares, o letrados, y que, en su gran mayoría maniobran dentro del sistema
colonial, ya sea como funcionarios de la administración, ya como miembros dirigentes
de la milicia, ya como personas influyentes en el cabildo abierto. En estas primeras
organizaciones se distinguen cuatro grandes grupos. El primero, liderado por Juan José
Castelli, tiene por objetivo la independencia de las provincias del Río de la Plata de la
Corona Española. El fin de la relacion con Espana es, para ellos, decisivo. Es por ello que,
para lograr su objetivo no dudan buscar la protección de la princesa Carlota de Portugal,
o el Imperio Ingles, sin descartar la idea de una independencia puramente americana,
sin ayuda externa. El segundo grupo, liderado por Martín de Alzaga, esta formado
íntegramente por españoles europeos que buscaban es consolidar su poder. El tercer
grupo, liderado por Cornelio Saavedra, a predominancia militar es regido por una cierta
idea de la prudencia. Estos están igualmente abiertos al plan carlotista, como a la ayuda
británica. Hay que mencionar también una línea oficialista, constituida de funcionarios
leales a la corona española y cuyo proyecto es, justamente, la restitución del poder
español.
Luego de la invasión inglesa, y frente a la ineptitud del virrey Sobremonte para
garantizar al defensa de la ciudad, el cabildo de Buenos Aires destituyo, en un acto sin
precedentes, al virrey y nombro en su lugar al héroe del momento, Santiago de Liniers.
Su mandato, que mas tarde será reconocido por el rey, dura hasta mediados de 1809 en
que desde España llega el nuevo virrey, Baltasar Hidalgo de Cisneros. Ultimo gobernante
español en el Río de la Plata. Ya se ve, en los antecedentes a la revolución de mayo, que
desde este lado, la situación había evolucionado en pos de una futura independencia. No
solo la aparición de las milicias, pero fundamentalmente, la nominación de Liniers, dejan
ver a las claras las intenciones de ciertos sectores de la población.
El 22 de mayo de 1810 en el Cabildo Abierto de Buenos Aires se evoca la vacancia
de poder, y el carácter representativo de la capital del virreinato para una eventual toma
de decisión. Algunas voces se alzaron a favor del Cabildo como órgano de decisión, otras
en cambio, lo contestaron. El 23 de mayo el Cabildo asumió el poder vacante. La
revolución ya estaba en marcha. El 24, el poder es relegado a una Junta presidida por el
virrey e integrada por Saavedra, Castelli, Inchaurregi y Sola. El mismo 24, Saavedra y
Castelli anuncian sus respectivas renuncias aduciendo la falta de reconocimiento por
parte del pueblo. Los otros seguirán los pasos de Saavedra, solo unas horas mas tarde. El
25 de mayo, el Cabildo rechaza las renuncias. En las calles el descontento se hace saber.
Desde el interior del cabildo este es interpretado como la necesidad de abandonar las
intransigencias. El virrey es removido de la dirección del cabildo. Las milicias exigen la
destitución de la Junta precedente. Es así que finalmente se conformo la Primera Junta
revolucionaria presidida por Saavedra, la revolución había triunfado. Sin embargo, este
no es sino el comienzo de una larga y tumultuosa sedición que, como se sabe, tomara
seis años en oficializarse.
La elección realizada en el Cabildo Abierto de Buenos Aires no era sino un primer
paso. La Primera Junta necesitaba como condición sine qua non para funcionar la triple
legitimidad: la del Cabildo, la de la Audiencia y la del Virrey. Se decidió entonces enviar
milicias al interior del virreinato del Río de la Plata, que recordémoslo se extiende a las
regiones de las actuales Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Norte de Chile y sur de
Perú, para comunicar las noticias. Las reacciones fueron diversas. El Noroeste, casi en su
totalidad, se opuso a la Junta. Desde Lima se organizo una milicia realista y se decidió
que las provincias altoperuanas vuelvan a la jurisdicción del virreinato de Perú. La Paz,
Cochabamba, Charcas y Potosí, opuestas al principio terminaron subordinándose a la
Junta luego de la victoria de Suipacha. Las provincias de la actual Argentina, en cambio,
se plegaron a la revolución.
Córdoba se levanto contra el poder de Buenos Aires bajo el mando de Liniers y
Gutiérrez de la Concha. La resistencia, sin embargo, no duro mucho tiempo ya que el
apoyo local a los realistas fue parcial. Luego de Salta, Córdoba caería bajo el dominio
revolucionario. La Banda Oriental, en cambio, se presentaba como un bastión duro de la
resistencia. No solo por su larga historia secesionista sino, principalmente, por el apoyo
eventual que estos podían recibir de los portugueses que en ningún momento habían
abandonado sus pretensiones sobre ese territorio.
Entre fines de 1810 y comienzos de 1815 el ejercito revolucionario se lanza en la
campaña del alto Perú. Algunos éxitos aislados, como el de Belgrano en Las Piedras o en
el Campo de las Carretas dieron el tono de la ofensiva que hasta fines de 1814 se
empeñaba en hacer oídos sordos a la propuesta de José de San Martín. La que consistía
en abandonar cualquier avance que no tuviera las garantías necesarias. La estrategia fue
finalmente incorporada en enero cuando el general Martín Miguel de Güemes tomo la
dirección del ejercito del norte con la prerrogativa de limitar su misión a la defensa del
territorio bajo el mando revolucionario.
La campaña de Paraguay, liderada por Belgrano tendría una resolución muy
diferente. Luego del éxito en Campichuelo, donde Belgrano logro dispersar a los realistas
que retrocedieron hasta el río Tacuari, los revolucionarios fueron derrotados en
Paraguari. El 10 de marzo Belgrano firma un armisticio por medio del cual se desligaba
al ejercito revolucionario de la región del Paraguay que desde 1813 caería bajo el
gobierno del Dr. Gaspar Rodríguez de Francia.