Post on 30-Oct-2015
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 1/33
E R I K P E T E R S O N
T R A T A D O S
T E O L O G I C O S
tE D I C I O N E S C R I S T I A N D A D
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 2/33
Publicó estos libros
KOSEL- VERLAC, M u n i c h , 1 9 5 1 y 1 9 5 6
con el título
THEOLOGISCHE TRAKTATEy
MARGINALIEN ZUR THEOLOGIE
a * *
Los trodujo al español
A G U S T I N A N D R E U
CON CENSURA ECLESIASTICA
Depós i t o l eg a l : M . 10552— 1966
© Copyright by
E D I C I O N E S C R I S T I A N D A D . - M A D R I D , 1 9 6 6
Impreso en España por
E. Sánchez Leal, S. A., Dolores, 9. Madrid
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 3/33
TESTIGOS DE LA VERDAD
LO S MARTIRES Y LA IG LESIA
Cuando entramos en una iglesia y dirigimos nuestra mirada al
altar, nos acordamos pocas veces de que el altar sobre el que se cele-
bra el Santo Sac rificio contiene reliquias de m ártire s; que de ordi-
nario el altar se levanta sobre los huesos de un mártir. No será inútil
reflexionar un momento sobre ello. La costumbre eclesiástica de cele-
brar el Sacrificio de Cristo sobre la tumba de un mártir es expresión
de una manera de ver la relación entre el mártir y la Iglesia. A la
vista de esa costumbre eclesiástica, uno se siente inclinado a formular
de pronto la relación que media entre el mártir y la Iglesia, diciendo:
La Iglesia está edificada sobre el fundamento de los mártires. Pero
apenas se ha hecho esta form ulac ión, ocurre un re pa ro : No sotros,
en el sím bo lo d e la Fe, no d ec im os : Creo en la santa Iglesia de los
mártires, sino creo en la santa Iglesia apostólica. El concepto de
Apósto l se antepone al de mártir, y por eso, en el Te Deum, se nom-
bra primero a aquéllos y a los profetas, y luego se dice:
Te martyrum candidalus laudat exercitus.
Si, pues, el concepto de Apóstol se antepone al de mártir, ¿quie-
re decir eso acaso que los Apóstoles no fueron mártires? No hace
mucho tiempo que la historiografía protestante -— en franco contraste
con lo que había enseñado la tradición catól ica— expuso la opinión
de que los Apóstoles fueron hechos mártires en el siglo ni y IV, bajo
el inf lujo del contemporáneo culto eclesiástico a los mártires. En
tanto, la teología protestante ha revisado su punto de vista también
en este asunto. La exégesis protestante ha afirmado 1 que San Pablo ,
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 4/33
] 00 T R A T A D O S T E O L O G I C O S
especialm ente en la Ep ístola a los Filipenses, desarr olló una teolo gía
del martirio. Y un teólogo protestante ha mantenido recientemente
que el concepto eclesiástico de mártir, y el vocablo mismo, son una
creación de los escritos joánicos2 . Pero sean cuales fueren en su
detalle las posiciones de los teólogos protestantes, una cosa me parece
cierta, a sab er: que en los escritos del Nu evo Testamento se reserva
a los mártires un lugar privilegiado, y que la Sagrada Escritura c o n -
tiene evidentemente el dato martirial por lo que hace a los Apósto -
le s 3 . Aquí, pues, estaríamos ante un punto en el que la teología p r o -
testante moderna, superando los prejuicios dogmáticos del siglo XVI,
po dr í a e nco ntrar4 de nuevo el camino que cond uce a entender e l
concepto catól ico de mártir y, con el lo , e l concepto catól ico del culto
a los santos en gener al; en el supuesto — sí, en el supuesto—t de que
esa teolog ía estuviera dispuesta a sacar consec uencias teológica s d e
sus conocimientos científicos, lo que desgraciadamente no es el caso.
En la alocución que dirigió Jesús a los Doce cuando los envió
en misión se dice : «M irad , os envío com o ovejas entre lobos. S ed,
pues, prudentes como serpientes y sin malicia como palomas. Y tened
cuidado con los hombres, porque os l levarán ante e l sanedrín y o s
azotarán en sus sinagogas. Y os conducirán ante gobernadores yreyes para que testimoniéis sobre ellos y sobre los gentiles. Pero
cuando os entreguen, no os preocupéis por lo que tenéis que decir .
En ese momento se os dará qué decir. Que no seréis vosotros quienes
hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre será quien hablará en
vosotros . » « . . . todos os odiarán por mi nombre , mas quien resista
hasta el f i n , ése será salv o. . . » «N o es e l discípulo mayor que el
maestro ni el esclavo más que el Señor. Ya es bastante con que e l
discípulo sea como e l maestro y el esclavo c o m o su señor. Si al am o
de casa le l lamaron Belzebú, ¡qué no llamarán a la s e r v i d u m b r e ! »« . . . N o temáis a quienes matan el cuerpo y no pueden matar el
alma. Temed más bien a quien puede arrojar cuerpo y alma al in -
f ie rn o. . .» « A quien me confiese públ icamente ante los hom bres, le
confesaré yo públ icamente ante mi Padre en el Cielo . Pero a quien
me niegue, también lo negaré yo ante mi Padre en el Cielo.» « N o
creáis que he ven ido a traer paz a la tierra; no h e venido a traer
paz, sino a traer la esp ad a.. .» «Qu ien ame a su pad re y a su mad re
más que a mí, no es digno de mí. Quien encuentre su vida, la per-
derá, y quien la pierda por mí, la encontrará.»H e ahí dos puntos capitales de la gran aloc uc ión , cuan do en vió
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 5/33
T E S T I G O S D E L A V E R DA D 7 3
Jesús a los Doce (Mat. , 10) . En primer lugar, es s ignif icativo que,
según las palabras de Jesús, los Apóstoles no son enviados a unahumanidad qu e percibirá su men saje de m od o ne utral ; una huma-
nidad cuyas ansias religiosas la predispondrán a recibir con los
brazos abiertos e l anuncio apostól ico del Reino de Dios. No será
así; andarán como ovejas entre lobos. Donde, por cierto , como ob-
servó San Agustín en uno de sus sermones, se da por supuesto que
lo s lobos estarán en mayoría. Inicialmente hay qu e ver lo s l o bo s
entre los judíos, pues los Apóstoles serán llevados a los sanedrines y
a las s inagogas de los judíos . Luego hay que verlos en los go be r -
nadores ro mano s y en los reyes, de suerte que el proceso que seles incoa ante éstos es una buena ocasión para rendir testimonio sobre
lo s gentiles. Como Jesús, los Apóstoles serán llevados a los tribunales
de los judíos y los gentiles. El propósito último de los judíos y los
gentiles se manifiesta en la historia de la Pasión de Jesús y en los
procesos de los Apóstoles y los mártires. Judíos y gentiles son cul-
pables. Tien e, pues, sentido qu e los Apó stoles hayan de tener cuida do
con los h o m b r e s ; es decir, concretamente con judíos y gentiles. La
doctrina apostólica tropieza con la enemiga y opos ic ión porque co n
la Epifanía de Cristo irrumpen los últimos tiempos, los críticos:
t iempo que impl i ca dec is ión , no conci l iac ión ; espada, y no paz. En
ese tiempo crítico que irrumpe con la Epifanía de Cristo, cuando
se derrumban todos los órdenes naturales e incluso la sangre es in-
capaz de mantener juntos a los hombres, pues, según las palabras
de Cristo, el hermano entregará a la muerte a su hermano, y los
hi jos a sus padres; en ese tiempo en que se anuncia el final del e ó n
presente, puede exigir Jesús: «Qu ien ame a su padre y a su madre
más que a mí no es digno de mí.» Es cosa clara que quien trae
la espada no puede predecirles a sus discípulos más que serán odia-
dos por todos a causa de su nombre. El sabe que se mofarán de
ellos, que los maltratarán y los m ata rán ; que les aguar dan perse-
cuciones y que tendrán que escapar huyendo de una ciudad a otra.
Y si perseveran hasta el final, sea de su vida, sea de este eón, reci-
birán la prom esa de su salvac ión y bienaventuran za. Quien «aba n-
done su casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hi jos o
campo s por mí y por e l Evangel io , recibirá e l ciento por uno»
(Mac. , 10 , 29 s.) . Sí, y quien dé un vaso de agua fresca a uno
de sus perseguidos discípulos, puede estar cierto de que le será re-
< (impensado (Mt. , 10, 42) , porque quien recibe a un enviado recibe
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 6/33
] 00 T R A T A D O S T E O L O G I C O S
a quien le envía. Así, entre el Apóstol y Jesús hay un vínculo es-
trecho, que podría llamarse en general la comunidad de sufrimiento
y destino. A l discípu lo le toca la mism a suerte que al maestro. Si
a Jesús, amo de la casa, se le ha l lamado demonio, ¿cómo podrá
ser que sus discípulos se oigan decir cosas menos duras? Jesús fue
arrastrado al tribunal de juec es ju dío s y gentiles; a los Ap óstole s
se les hace presente el mismo destino. Las palabras de Jesús ponen
de relieve todavía una situa ción : la situación de que se deriv ó la
voz «mártir» . Cuando los discípulos estén en un juicio , puede sobre-
venirles la preocupación de lo que han de decir y contestar. No deben
pensar en ello. El Espíritu Santo, el Espíritu del Padre, hablará
desde ellos y convertirá sus palabras en algo más que una defensa,
en un testimonio contra judíos y gentiles, de manera que quienes
testimonien ante un tribunal se convertirán en testigos — e n gr i e go ,
m á r t i r e s — E s t a sola es la última exigen cia de Jesús, que sus dis-
cípulos confiesen públ icamente su persona, su nombre. A quien lo
confiese en público en la tierra, Cristo le confesará en el Cielo ante
su Padre. Porque en el tiempo escatológico, en el tiempo de la deci-
sión, no hay más que una alternativa: o confesa r a Jesús o n ega rlo.
Queda excluido todo juego al escondite de una piedad general, todoambiguo sube y baja, no ciertamente como posibi l idad humana,
sino por quien tra jo la espada, y cu yo no m bre — ¡o h du l ce no mbre
de Jesús!— > provoca una división que no se detiene siquiera ante la
esfera privada de la familia, pues separa al hijo del padre y a la
hija de la ma dre (Mt ., 10, 35 ).
Estas palabras de Jesús muestran claramente que el concepto
de Apó stoles se antepone al de mártir, pero qu e, por otra parte, n o
se puede separar sin más el concepto de mártir del de Apóstol. Los
dichos relativos a la persecución afectan en primera línea a los Doce,mas casi inadvertidamente se introd uce una am plia ción : «Qu ien n o
toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.» Esa frase no se refiere
en absoluto a los Apóstoles sólo. El apostolado es una magnitud
limitada (hasta numéricamente); en cambio, el concepto de mártir
no se l imita al de A pó sto l: no se pod ría contar el gran n úm ero,
visto por San Juan en el Apocalipsis, de los vestidos de blanco que
llevan palmas en sus manos. ¿Qué significa esto para nuestro tema?
En primer lugar, lo general: la Iglesia apostólica, basada sobre los
Apóstoles, que son mártires, es también la Iglesia doliente, la Igle-sia de los mártires. Una Iglesia que no sufra no es la Iglesia apos-
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 7/33
T E S T I G O S D E L A V E R DA D 7 5
tólica. Mas como el concep'.o de mártir no está contenido dentro del
concepto de Apóstol , e l sucesor del Apóstol en sentido jurídico no
es necesariamente el sucesor de los sufrimientos del Apóstol. Los su-frimientos del Apóstol pueden muy bien renovarse en un mártir que
no sea sucesor de ese Apóstol en un sentido jurídico. Igual que un
h o m b r e que 110 sea jurídicam ente sucesor d e los Ap óstole s pued e
hacer los milagros que hacían éstos. Es decir, el martirio es un
carisma que no está vinculado en principio a un ministerio en la
Iglesia. Es una gracia especial de Dios que no puede producir un
h o m b r e por propia voluntad. El ministerio y el carisma aparecen
reunidos en los Doce, que son al mismo tiempo Apóstoles y mártiresj
en sus sucesores, no sucede así. Y ello porque el sucesor del Apóstolno es un nuevo Apóstol, sino un sucesor de los únicos Apóstoles, de
l o s Do ce Apóstoles. De lo contrario, hoy en la Iglesia no tendría-
m os obispos, s ino Apóstoles , como sucesores de los Doce. Por tanto,
lo que acaece es que el concepto de mártir tiene que desarrollarse en
la Iglesia como categoría independiente del de Apóstol. Esta separa-
ción de apostolado y mártir, m ejo r dicho, de sucesores de los A pó s-
toles y mártires , producirá s iempre escándalo . Unos quieren que
todos los sucesores de los Apóstoles en sentido jurídico sean tam-
bién m ártir es; otros, al con tra rio, no quieren saber nada del mártir
c o m o categoría independiente. Ambas opiniones yerran, porque des-
conocen la especial situación de los Apóstoles en la Iglesia. Hay que
doblarse sin más ante estas do s realidades: los sucesores de los A pó s-
toles no son Apóstoles, y el concepto de mártir, como categoría inde-
pendiente en la Iglesia, es necesario en el caso de que la Iglesia
represente la continuidad de los carismas apostólicos, no sólo en su
doctrina, sino también en su vida, y tanto los sufrimientos como el
martirio de los Apóstoles forman parte de los carismas apostólicos.
Quien piense que los sucesores de los Apóstoles tienen que ser
necesariamente mártires, acabará encerrando su vida en una secta.
Quien rechace la categoría independiente del mártir en la Iglesia con
el pretexto de que en los tiempos apostólicos todavía no existía, no
guardará realmente la doctrina apostólica. Rechazando el concepto
de mártir, habrá eliminado el sufrimiento, que es algo inseparable de
la Iglesia. Mas como ese sufrimiento va necesariamente vinculado
a la predicación de los Apóstoles, habrá hecho perder con ello su
-.cutido originario a la misma predicación del Evangel io . Hace falta
leer el Ata qu e a la Cristiandad, de Kierkeg aard, que en realidad es
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 8/33
] 00 T R A T A D O S T E O L O G I C O S
un ataque al protestantismo, para comp ren der las consecuencias q u e
ha tenido en la predicación del Evangelio el abandono protestante
de los concep tos de mártir y de santo. El aburgue samien to del p r o -
testantismo, tan apasionadamente combalido por Kierkegaard, y al
que éste opuso el concepto de testigo de la Verdad, o sea de mártir,
es sólo una consecuencia fatal del abandono del culto de los mártires
y los santos. Así, pues, nuestra primera tesis dice que el mártir
ocupa en la Iglesia un lugar carismático, porque hemos de distinguir
el concepto de mártir del de Apóstol, aunque los mismos Apóstoles
fuesen mártires.
Lo segundo que se desprende de las palabras de Jesús es que el
mártir pertenece necesariamente al concepto de Iglesia. Existe una
suerte de espíritus humanitarios, siempre propensos a ver meros equí-
vocos en todo cuanto en este mundo sucede. Si les hiciésemos caso,
tendríamos que ver un equívoco en la misma cruci f ixión y en el
martirio de los Apóstoles. Esos espíritus, cuando le l lega a la Igle-
sia la hora del martirio, tienden a reducirlo todo a meros equívocos.
Pe ro las palabras de Jesús muestran lo co nt ra rio : los mártires n o
son un producto de los equívocos humanos, s ino de una necesidad
divina. La frase de Jesús: « ¿ N o tenía que pasar el H i j o del Ho m br epor un sufrimiento semejante?», vale de los sufrimientos de la Igle-
sia. Mientras se pred ique el Ev angelio en este mu ndo — es deci r ,
hasta el fin de los tiempos— , tendrá mártires la Iglesia. Si el men-
saje de Jesús consistiera en una fi losofía no más, acerca de la que
hubiera que discutir durante años y siglos, no habría mártires ni
serían mártires los hombres que afrontaran la muerte a causa de esa
supuesta fi losofía de Cristo; no serían mártires en el sentido cris-
tiano de la palabra. Po rq ue hay que decirlo expr esam ente : las con -
vicciones y opiniones humanas no hacen al m ártir ; no es e l hum anocelo por la fe lo que hace los mártires 5 , s ino Cristo mismo, que
llama al martirio y lo convier te en una gracia es pecial: el Cristo
predicado por la Iglesia, ofrecido en el Sacrificio del altar y cuyo
nom bre están obl igados en conciencia a confesar en púb l ico todos los
bautizados en el nombre de Jesucristo. Se olvida a menudo que en
este mundo el Evangel io es predicado por corderos a lobos y que,
según las palabras de Jesús, el mensaje del Reino de Dios se dirige
—.-entonces y hoy — a una gener ación adúltera y peca dora (M e., 8 ,
38). ¿C ó m o es posib le esperar que los lob os no se lancen sob re lasov eja s? M ás bien habría que esperar quizá que se avergonzaran de
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 9/33
T E S T I G O S D E L A V E R DA D 7 7
sus palabras y de las de su maestro ante esta «generación adúltera y
pecadora». En cambio, quien predi jo la traición de Pedro contaba
por lo visto co n esa posibilidad. Cierto que puede haber tiempos en
que abunden y tiempos en que escaseen los m ártir es; em per o, supo-
ner que llegarán días en que no habrá ya mártires, eso equivaldría a
negar que entonces seguirá existiendo la Iglesia. ¿Por qué serán
«odiados por todos» (Mat. , 10, 22) , los discípulos, a causa del nom-
bre de Jesús? ¿Quiénes son esos « to do s»? Son « los hom bres» de
quienes se han de guardar los D oc e: jud íos y paga nos. N o son «los
hombres en general» en el sentido de un mero concepto abstracto; son
lo s hombres que en su concreta y entera existencia están ahí, en este
m u n d o , como judíos o genti les . ¿Y qué otras posibi l idades quedan
para quien no haya recibido la gracia de Cristo? Jesús nombra prime-
ro a los judíos como perseguidores de la Iglesia, y de ellos se habla de
ordinario , pues que el judío es enemigo de Cristo en un sentido
m ás radical, y distinto, que el pagano. Es un hecho que los judíos
han tom ado parte en todas las persecu ciones de la Iglesia desde los
t iempos de los Apóstoles hasta hoy. Pero los gentiles colaboraron
co n los judíos en la condena de Jesús, y eso que acaeció ejemplar-
mente en aquel proceso se sigue cumpliendo en el mundo hasta hoymi smo . Aunque los gentiles se sientan separados de los judíos
—-baste pensar en ciertas manifestaciones antijudías del pagano Cel-
so , e ne mi go de l o s c r i s t i ano s— si n emb argo , co laboran con e l los
cuando se trata de luchar contra el Ungido de Dios. De modo que
ambo s , judío y gentil , por voluntad de Dios, han venido a ser ene-
mi go s del Evangel io para que D ios se apiade de entram bos.
Lo tercero que cabe deducir de las palabras de Jesús es que el
mártir da exp resió n a la pretensión p ública d e la Iglesia de Jesu-
cristo . A l co nce pto de mártir pertenece el que sea llevado a rendircuentas ante los poderes públicos estatales -^sanedrines y s inagogas,
gobernadores y reyes— ; pertenece el que sea sometido a lo s tribu-
nales públ i cos y a los castigos del derecho públ ico . E igualmente
pertenece al concepto de mártir, esencialmente, la confesión pública
<]cl nombre de Jesús. Ma s en cuanto el mártir pro fesa en el ámbito
público de lo estatal la fe en quien tiene que volver públicamente
<-nn la gloria del Padre para juzgar a este mundo, a los judíos y a
los genti les ; en cuanto hace eso, trasciende la condición pública de
este mundo y proclama con sus palabras la pretensión pública deo l ro m u n d o , de un mundo que ha de venir, de un mundo nuevo. El
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 10/33
] 00 T R A T A D O S T E O L O G I C O S
mártir, que confiesa públicamente a Jesús en la tierra, es reconocido
en el instante de su confesión por Jesús en el Cielo. Al acto de la
confesió n en la t ierra corre spond e la solemne co nfes ión del nom br e
del confesor, por parte de Jesús, ante Dios y los ángeles (cfr. Luc., 12,
8). Y como se trata de una confesión, que no de una declaración, las
palabras que pronuncia el mártir ante los órganos del poder público
no son palabras humanas, sino palabras que dice en el confesor el
Espíritu Santo del Pad re que está en el Cielo. P ued e que el mu nd o
vea en las palabras del confesor una declaración y no una confesión;
la Iglesia sabe que en la l lana con fe sió n: « Y o so y un cristian o», ren-
dida ante los representantes del po de r pú bli co , hab la el Esp íritu
Santo de Dios, porque esas palabras anuncian la pretensión pública
del reina do de Jesucristo. La Iglesia sabe qu e cua ndo el mártir da
testimonio de Cristo se abren los cielos, como en la lapidación de
Esteban, y se hace vis ible el H i j o del H om br e, que no sólo confiesa
ante los ángeles en el Cielo a su confesor, sino que, sentado a la
diestra de Dios, anuncia cuál será el futuro tribunal del que reci-
birán un día su sentencia los jueces de este mundo, sean judíos o
gentiles.
Lo último que podemos colegir de las palabras de Jesús es que
el mártir , como miembro del Cuerpo místico de Cristo , sufre con
Cristo 6 . Cuando decimos que el mártir sufre co n Cristo , queremos
decir que su sufrimiento no consiste meramente en que sufre po r
Cristo . M uch os soldados murieron en la guerra po r su re y; mas la
muerte del mártir difiere de la del soldado en que el mártir no sólo
padece por Cristo , s ino que es conducido a su propia muerte por
medio de la muerte de Cristo. El sufrimiento mortal de Cristo ha
descendido sobre la Iglesia como su Cuerpo místico , porque el que
sufre es e l «Hijo del Hombre», e l que se ha hecho hombre. Por
ello, quien confiesa a Jesús por el bautismo es bautizado en la muer-
te de Jesús. Por ello, quien le agradece a Dios en la Eucaristía el
habernos m andad o a su H ijo se hace partícipe de Jesús co m ien do
del Cuerpo partido del Señor y bebiendo el cáliz con la sangre del
Nuevo Testamento. Es inevitable que participe en el sufrimiento de
Cristo quien pertenece a la Iglesia, porque estamos bautizados en
la muerte del Señor y alimentados con su sangre. Es verdad que los
miembros del Cuerpo de Cristo pueden sufrir con la Cabeza de di-
versas maneras. El sufrimiento de Cristo, dice Santo Tomás, S. Th.,
III, 66, 12, opera en el agua bautismal en virtud de una represen-
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 11/33
T E S T I G O S D E L A V E R DA D 7 9
tación f igurada (per quandam jiguralem rep resentationem), y en el
bautismo de sangre, en cambio, en virtud de una imitación de la
acción (per imitationem operis); y no le cabe duda a Santo Tomás
de que el bautismo de sangre es el superior 7 . Pero hay que retener
firmemente que la posibilidad del martirio, abierta a todos nosotros,
se enraiza en la misma realidad del bautismo en la muerte de Jesús,
en la que fuimos bautizados por el agua bautismal. Todos nosotros,
co m o dice San P ablo (R om ., 6 , 3) , hemos sido «bau tizados en la
muerte de Cristo» . Y hay que comprender que la posibi l idad de que
un día tengamos que ofrecer también el cuerpo y la sangre por
Cristo re side en el hecho de qu e el cuer po y la sangre del Seño r, de
que participamos, nos es ofrecido en aquel cáliz que el Señor recibió
en Getsemaní. Así, pues, el bautismo de agua y el de sangre pro-
vienen del mismo Señor, pref igurados, como di jo San Ciri lo de
Jerusalén, en la sangre y el agua que manó del costado de Jesús 8 .
Mas dirá alguien: Si es verdad que los sufrimientos de Cristo
se han extendido a toda la Iglesia, su Cuerpo m ístico , nosotros , qu e
no somos mártires , ni mucho menos, ¿no estaremos acaso fuera
del Cuerpo de Cristo? El Señor ya respondió a esta cuestión cuando,
en relación con los dichos acerca de la persecución, habló también
de su imitación y de la aceptación personal de la Cruz. Todos no
pueden ser mártires, porque el martirio presupone una vocación espe-
cial ; es, co m o dijim os, un carism a en la Iglesia. Pe ro en cierto
sentido podemos, mejor, debemos, seguir todos al Señor en el sufri -
miento, y por eso la Cruz no es un símbolo sólo para los mártires,
sino para toda vida cristiana. No es, pues, un desarrollo histórico
casual, como quiere la historiografía protestante, antes bien, se funda
en la naturaleza d e las cosas, el hech o de q ue los «sa nto s», qu e pa-
saron por morti f icaciones y sufrimientos, l legaran a ser considerados
como un paralelo de los mártires. Y si no somos ni mártires ni
santos, debemos andar alguno de los caminos de la ascética. Ahora
bien, para nosotros, que, co m o dice Pab lo (II C. , 4 , 10) , l levamos
en nuestro cuerpo la mortijicatio Christi, no cabe en el fon do otro
recurso que el del principio de la ascética cristiana.
Ese principio es el del sufrimiento con Cristo, el de la mortifica-
c ión con quien fue muerto por nosotros9 . El , que d i j o : «Pad re, s i
es posible, que pase de mí este cáliz» (Mt., 26, 39), conoce nuestra
poquedad, nuestro miedo ante el dolor y la muerte. El sabe que nosacobarda la perspectiva de su imitación, que somos débiles, que nos
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 12/33
] 00 T R A T A D O S T E O L O G I C O S
resistimos a tomar sobre nosotros la Cruz, que tememos a la pobreza,
a la calumnia, a las afrentas, a los golpes y a la muerte. Mas El,
que llevó esta carne cobarde, asumió nuestra cobardía en la suya,
como dice expresamente San Atanasio 10 . Pues cuanto acaece en la
Iglesia presupone no sólo la muerte, sino también la resurrección de
C ris to ; de manera que no sólo se han extend ido s obre toda la Igle-
sia como Cuerpo de Cristo sus sufrimientos, sino también la fuerza
de su resurrección. Por eso somos bautizados en la muerte de Cristo
y recibimos también al Espíritu Santo. Por eso la vida ascética y
espiritual del cristiano, además de ser una mortificación, es un ven-
cer y un vivir y un andar en el Espíritu Santo. Y por eso, finalmente,
no es lo último el dolor físico, el sufrimiento y la muerte del mártir,
sino la victoria que ha obtenido éste, más allá de este mundo, en la
gloria de Cristo 1 1 ; una victor ia que lo l leva directamente desde este
mundo al Paraíso. El, que ha imitado con obras el sufrimiento de
Cristo, clama ba jo el altar en el Cie lo: ¿Ha sta cuá nd o, Señor , Santo
y veraz, dejarás sin juicio y venganza nuestra sangre de los que
moran en la tierra? (Apoc., 6, 10). El recibe la blanca vestidura,
que le permite entrar en el Paraíso. La plenitud de Paraíso que se
concede al mártir desde luego, y que lo diferencia del fiel común,
es la fuerza de la resurrección, otorgada en el Cuerpo místico a
quienes mueren con Cristo en sentido real. Si sufrimos con Cristo,
participaremos también de su gloria, se dice en Rom., 8, 17. Dice
San Agustín que «la gloria del mártir es la gloria de Cristo, que
precedió al mártir , que lo cumple, que lo corona» (Augustini Ser-
mones post Maurinos reperti , ed. Morin, p. 57, 1) . ¡Qué funesta
aparece a esta luz la polémica protestante contra el culto al mártir
y al santo que practica la Iglesia cató lica! El temor de m eno sca bar
la gloria de Cristo con la del mártir y el santo, acaba atentando con-
tra el Cuerpo místico de Cristo. ¿Y cómo es posible atentar contra
el Cuerpo místico de Cristo sin atentar también contra la Cabeza,
de donde procede la gracia de los miembros?
A quien haya le ído e l epigrama que el Papa Dámaso compuso en
Ro m a en ho nor a los mártires, le habrá llamad o la atención eso qu e
se repite en él hablando de las ¡aersecuciones de la Iglesia:
«Mas, cuando la espada traspasó el corazón de la madre.»
Co m o el Cuerpo de Cristo es quien pad ece en los mártires, q ue
«cumplen en su cuerpo lo que resta de las tribulaciones de Cristo porla Iglesia» (Col. , 1, 24), también padece «la madre» con los márti-
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 13/33
TES TIG O S D E LA VERD AD 8 1
res, y por eso la Iglesia l lama a María con razón regina martyrum.
Ahora comprendem os a San Pe dro cuando dice : «N o os maravi -
lléis por la prueba del fuego que soportáis como si os pasara algo
insólito » (I . P., 4, 12). N o, los sufrimien tos de la Iglesia no pro -
ducen extrañeza cuando son vistos a la luz de los sufrimientos de
Cristo. No son motivo para perder la tranquilidad, más bien son un
motivo para dar gracias a Dios.
«Alegraos de poder participar en los sufrimientos de Cristo
— dice San Pedro en su primera carta, a continuación del texto ya
c i t a d o — , para poderos regocijar y dar gritos de júbilo el día de la
manifestación de su gloria.»
D e los sufrimientos que experimente la Iglesia, dijo el Señor
aquella bienaventuranza:
«Bienaventurados sois si os odian los hombres, si os rechazan
e injurian y os calumnian por e l H i jo del H om br e; alegraos aquel
día y reg oci ja os, que vuestro prem io es grande en el C ielo .»
LA R E V E L A C I O N Y EL MARTIR
El Apocal ipsis es uno de los escritos menos conocidos del Nuevo
Testamento. Es cierto que los sectarios de todos los tiempos han re-
curr ido a gusto a ese l ibro. Puede que éste sea el motivo de que en
la Iglesia se haya mirado siempre con cierto recelo a sus lectores.
De suerte que es lógico que, por razón de sus imágenes, al parecer
fantásticas, nos resulte oscuro, y aun en parte directamente ininteli-
g i b l e ; en cierta propo rción seguirá s iendo siempre incomprensible .
Pero todavía pue de decirse algo más. ¿ P or q ué se recata la gente
de entrar en contacto con ese libro? Séame permitido expresar esta
impresión con un relato de mi infancia. Siendo muchacho, encontré
una vez una Biblia en una caja de libros de mi abuelo. Cuando la
abrí , tropecé con aquel capítulo 6 del Apocalipsis en que se des-
cribe la apar ición de los cuatr o jinetes apocalíptico s. Al acabar el
capítulo salí escapado de la buhardilla, presa de pánico. Era como
si hubiera echado una mirada en un misterio terrible y real a la vez,
pero vergonzoso, que hubiese debido quedar todavía secreto . Puede
ser que tenga un sentido objetivo, incluso que sea bueno, que el
recato del misterio de las postrimerías aparte a muchos de la lectura
de ese l ibro . P o r q u e — d i g á m o s l o en seguida— ese libro, que trata
6
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 14/33
] 00 T R A T A D O S T E O L O G I C O S
de las postrimerías, es un libro peligroso. Nos permite lanzar una
mirada en un abismo que nos rodea y que nos esforzamos por en-cubrir, con la esperanza de que no sea todo tan terrible o que no
llegue «la sangre al rí o» . Tod av ía hay otro sentido en que es peli-
gro so el l ibro, pues nos m uestra de manera terrible a qué estamos
comprometidos en ocasiones, qué pueden exigirnos eventualmente
Dios y su Cristo. ¿Quién no piensa con una cierta desazón en los
molestos acreedores que nos pueden recordar un compromiso que
no sabemos si podremos mantener?
Así, pues, se dan cita muchas cosas, unas queridas por Dios y
otras añadidas por nuestra flaqueza, para mantenernos alejados delAp oca lipsis . La ocu pac ión de la Iglesia co n ese libro — c o m o c o n
cada uno de los de la Biblia—* tiene su tiempo y hora establecidos
por Dios. Una de esas horas fue aquella en que el Estado romano
pagano exigió de los cristianos la práctica del culto al césar. La
Iglesia de los mártires tomó ese libro en sus manos en tiempos de
persecución 12. Otra de esas horas fue la del hundimiento del Impe-
rio r om ano ante los ataques de los pueblos jjeriféric os. En tonces l ey ó
San Agu stín el Ap oca lipsis para interpretar el sentido de ese acon te-
cimiento y de la historia en general1 3 . Mas también fue una horadispuesta por Dios, la hora en que se escribió ese l ibro. Bajo la
impresión que nos produce la doctrina de que todos los l ibros del
Antiguo y Nuevo Testamento han sido inspirados por el Espíritu
Santo, s om os p roclives a pasar por alto que el Espíritu S anto tiene
sus «tiempos y horas», sus «oportunidades», s i se puede hablar así .
San Juan, en cam bio, no o lvid ó que el Apo cal ipsis tuvo su «tiem po
y ho ra » cuand o fue redactado . «Y o , Juan, vuestro hermano y par-
tícipe en la tribulación y en el reino y en la paciencia en Jesús,
estaba en la isla llamada Palmos a causa de la palabra de Dios y eltestimon io de Jesús. Y o estuve en Espíritu un día del Se ño r»
(Apoc. , 1 , 9 y 10) . Con esas palabras se nos da a conocer la «opor-
tun idad» del Espíritu. Juan ha sido desterrado a Patm os po rq ue
ha dado públicamente testimonio de Jesús. Participa de la «tribu-
lación» de otros cristianos, pero con ellos resiste y con ellos está ya
en el reino de Cristo. En esa concreta situación del confesor y el
mártir 14 se llega a la «revelación de Jesucristo», pues ése es el ver-
dade ro t í tulo del l ibro , que no, como solemos decir, «reve lación de
San Juan». No se trata de que San Juan haya tenido unas «revela-
ciones privadas», sino de que Jesucristo se ha revelado. No se ha
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 15/33
TES TIG O S D E LA VERD AD 8 3
revelado, es cierto, de la misma manera que se manifestó en su pri-
mera venida — ésta sucede esencialmente en «misterio» 1 5 — , sino
c o m o se «revelará» en su segunda venida. Así como Juan —--por ana-
logía con Jesús, el «fiel testigo» (1, 5, y 3, 14)— ; se lia «revelado» a
raíz de su testimonio jsúblico, así, a esa salida desde la esfera pri-
vada a la pública, corresponde también una revelación de Jesucristo
desde el misterio de su primera venida a la pública revelación de su
segunda venida. No es casual que San Juan destaque ia «tribulación»
que comparte con los destinatarios de su libro, ya que, según el
cristianismo primitivo, la «tribulación» es, a la vez, una participa-
ción en los «sufrimientos» de Cristo 16, en su ocultamiento, y una
fuerza que conduce a su «gloria», a su poder, a su soberanía y a su
revelación. La «participación» en la tribulación, que comparle San
Juan con otros cristianos •—y la tribulación, el dolor, no son jamás
para el cristianismo primitivo cosa meramente individual, sino tri-
bulación siempre vivida en común 1 7 — , la coparticipación 18 en la
tribulación, es algo que empapa al mu ndo e nt er o1 9 : toda la crea-
ción participa de esa tribulación (R o m ., 8, 19). M as co mo e l ho mbre
se sobr epo ne a la tribulación p or me dio de la esperanza 20, así la
criatura «anhela» — para servirme de una potente metáfora paulina
de R o m . , 8 , 19 2 1 — y espera por su parte el «cumplimiento», la «re-
velación» de los hijos de D ios . En este cosm os el sufrimiento es uni-
versal, porque es un sufrimiento con el sufrimiento de Cristo, que
lia entrado en este mundo y lo hizo saltar cuando resucitó de los
muertos y ascendió a los Cielos. La gloria de Cristo, de marera aná-
loga a la condición pública de lo estatal, se hace pública y manifiesta
cuando se hace público el sentido del sufrimiento con Cristo, a sa-
ber: en el ámbito público de un tribunal público del E s t a d o 2 2 , y
ello es una con dic ión esencial para el conce pto de mártir. En con-secuencia, el mártir San Esteban, según Hechos , 7, 56, no mira tanto
al Cristo resucitado cuanto a la gloria del «H ij o del H om br e» que
está en el Cielo a la diestra de D ios . Y exacta men te igua l ve San
Juan en sus apariciones al «Hijo del Hombre» en toda su majestad
i n el cielo (1, 22 ss.) . Pero el confesor, según las palabras de Jesús
l Mt., 10, 19 s. ; cfr . Le ., 21 , 14 s.), no tiene que p reocup arse de lo
que ha de responder en el juicio, porque el Espíritu del Padre habla
cu é l; e igualm ente la unión sacram ental, la fe en el Cristo c ruci-
f icado y resucitado — si se puede decir así— , son «traducidos» enel mártir por el Espíritu Santo en la visión del «Hijo del Hombre» en
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 16/33
] 00 T R A T A D O S T E O L O G I C O S
su gloria 2S . Es evidente, sin más, que aquí es todo «gracia», tanto
la «pú bl ica » co nfesió n co m o el «púb l ico» sufrir , y f inalmente, la
eventual visión subsiguiente de la gloria de Aquel con quien se pa-
dece, por quien se rinde testimonio.
La «revelación » de Cristo en la «glor ia» s ignif ica que «al S eñor »
le corre spond e una «co nd ició n púb l ica» * po r analogía con la con-
dición pública de lo político. Así se echa de ver con evidencia en la
atribución a Cristo de los símbolos de la soberanía política que lleva
a cabo el Apocalipsis. Las siete luminarias que rodean en el Cielo
al H i j o del Hom bre corresponden a los candelabros colocad os en
las cortes de los soberanos helenistas y romanos para expresar con elfuego la e 'erna duración de su mandato político. Las siete estrellas
que tiene Cristo en la mano las encontramos también en las mone-
das de los Césares romanos como signo de la universalidad de su
soberanía. La proskynesis que se practica ante el Hijo del Hombre
y la aclamación que se le tributa guarda analogía con el mundo
pol ít ico desde el que se «manif iesta» e l «Hijo del Hombre». Por eso
el Apocalipsis l lama a Cristo «señor de los reyes de la tierra» (1, 5) y
«rey de reyes y señor de los que dominan» (19, 16, y 17, 14). Es
«el rey sace rdo tal», que se man ifestará, co m o d iremo s después, enlos últimos tiempos. Pero es importante señalar que con el mártir
no sólo se «manif iesta» «el H i jo del H om bre » en el Cie lo ; también
se manif iestan con «el Hi jo del Hombre», necesariamente, los hom-
bres que habitan la tierra. En el c. 7 se cuenta que viene un ángel del
cielo para sellar en la frente a los esclavos de Dios, los 144.000 ele-
gidos (7. 2). Es sabido que la antigua Iglesia usó la expresión «se-
llar» en el bautismo (y confirmación). Si el bautismo en sí es tam-
bién un martirio, con el concepto de sello se rompe el secreto que
hay en todo misterio. Eso es lo que expresa la idea del sello (pieacuña las frentes 2 4 . La Revelación nos muestra que esa «manifesta-
ción» hecha con el sellamiento se corresponde con la manifestación
del H ij o del Ho m br e. En esa man ifestación del misterio del bautis-
mo como sello estriba también naturalmente la posibilidad de un
riesgo para los bautizados. Los «signados», los «s ignados» en la
frente, son visibles y pueden ser perseg uidos. M as no están signado s
solamente «los ele gid os» ; también lo están los partidarios del An ti-
* El autor juega con las palabras «Offenbarwerden» y Oeffentlichkcit» a
lo largo de estas páginas. (N. del T.)
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 17/33
T E S T I G O S D E L A V E R DA D 8 5
cristo. No llevan un signo, pero sí una mancha, una marca de fuego
en la frente y en la man o (1 3, 16) . La idea no ofr ece dud as: dadala manifestación de Cristo, ya no es posible que haya un hombre
desconocido . Todo hombre está señalado, o con el sello de Cristo, o
con la marca de fuego del Anticristo .
N o es sólo el ho m bre quien resulta «co gn os cib le » en virtud de
la Revelación de Cristo , n o ; también el Cosm os se manifiesta aho-
r a 2 5 . En el c. 12 se cuenta que en el cielo se ve una gran señal:
una mu jer, vestida con el sol , con la luna ba jo los pies y una corona
de estrellas en la cabeza. Es la que dará a luz al que con vara de hierro
apacentará a todos los pueblos. Es la Madre de Dios. Pero apenasfu e entrevista en el cielo, antes de que concibiera al Hijo, ya aparece
(1 dragón para devorar al niño cuando nazca. La «mani festac ión»
de Cristo, expresada con la imagen de su nacimiento en el cielo, tiene
c o m o secuela inmediata la «manifestación» del poder demónico que
manda en el cosmos. También al dragón se le puede ver en el cielo.
Entonces el dragón es derribado del cielo a la tierra. Con ello pa-
rece que el dragón pierde su carácter públ ico ; pero lo parece sólo ,
porque ahora se levanta una bestia del mar, la cual ha recibido del
dragón su poder (13, 1) . En vez del dragón, del demonio, se mani-
fiesta ahora el Anticristo, simbolizado por esa bestia. Y todavía hay
más: a con tinu ació n se levanta otra bestia de la tierra (1 3 , 11 ): es
el falso profeta, el teólogo del Anticristo, si se puede decir así. Tam-
bién ha sido v isible él , co m o el de m on io y el An ticristo, en virtud
de la aparición de Jesucristo . El lo es gráficam ente expresado por
la imagen del subir del mar o de la tierra. Es evidente que no puede
haber un Anticristo si no hay un Cristo; pero ahora es evidente,
además, que el Anticristo se manifiesta en la medida en que se mani-
fiesta Cristo. Con ello se echa de ver que no puede haber Anticristo
más que en los últimos tiempos. «Hijos, l legó la última hora, y, como
habéis oído, viene el Anticristo», se dice en la I. Jn., 2, 18. En la
misma carta, 4, 1, se dice que han aparecido en el m un do mu chos
falsos profetas (a los que en 2, 18, se llama anticristos). Aquí se ve
c l aro : también el falso profeta, el hereje, el teó logo del Anticristo,
son algo que se hace visible para el mártir en virtud de la mani-
festación de Cristo . Antes de Cristo ya hubo f i lósofos enredados en
disputas, pero falsos profetas como teólogos del Anticristo, o, con
otras palabras, herejes, los hay desde que se manifestó Cristo, y con
ello han sido visibles también el Anticristo y sus teólogos. Esto hace
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 18/33
] 00 T R A T A D O S T E O L O G I C O S
comprensible el palhos con que la Iglesia, en la figura de sus santos,
persigue al hereje. N o se trata de que rechace al representante de
otra opinión, de una falsa concepción, en nombre de un concepto
abstracto e intempo ral de ci er ci a; se trata de que el que yerra en
la doctrina es visto al servicio del poder demónico , tal como ha hecho
patente la manifestación de Jesucristo. Por eso el cristianismo pri -
mitivo anatematiza al que yerra en la doctrina (Col. , 1, 8) o le
entrega a Satán (I C ., 5, 5 ; I Ti. , 1, 20) — co sa que viene a se r lo
m i s m o — ; y según A po c. , 2, 23, incluso se le mata, porque el que
yerra en la doctrina muestra, por eso mismo, que es de Satán, por-
que su conocimiento lo es de las profundidades de Satán (Apoc. , 2 ,
24) y no de las profundidades de Dios ( I Cor. , 2 , 10) . Co m o des-
pués de la manifestación de Cristo no es ya posible un desconoci -
miento del hombre, pues que todos están señalados, todos han sido
desvelados; así , después de la manifestación de Jesucristo, tampoco
es posible que el co no ce r del hom bre ande enc ubier to : será s iempre
o un conocer que procede del Espíritu Santo, del Pneuma que lo
investiga todo, incluso las «profundidades de Di o s » ( I C ., 2, 10), o
un conocer « las pro fundidades de Satán». Desde este punto de vista,
un supuesto «conocimiento puro» sería una abstracción de la Reve-
lación de Jesucristo. Después de la Revelación, todo conocer es un
conocer cristiano o anticristiano. Desde aquí se comprende que el
mártir que, por analogía con Cristo, se ha manifestado, tiene tam-
bién un ojo perspicaz para detectar al hereje. Y ello explica las
advertencias de San Juan o de San Ignacio sobre los herejes.
Es significativo que el falso profeta venga detrás del falso Cristo.
El An licristo po r sí mism o ni hace fi los ofía ni hace teolo gía; es
una magnitud perteneciente al mundo político, destinada a hacer la
guerra contra el «Co rde ro » y contra «los santos». Pero el pensa-miento de los falsos profetas se edifica sobre el supuesto de un
orden político pervertido, que es obra del Anlicristo . Pues que el
pensamiento de los hombres no es nunca independiente del liic et
nunc de un orden po lític o: o está bajo el poder del Anticristo , o
bajo el de Cristo. Recuérdese el c. 5 del Apocalipsis, que relata
c ó m o el Cordero abre el libro del destino. Nadie puede abrir el l ibro
que está en la mano de Dios, nadie puede quitar el sello. Ningún
ángel , ningún hombre, ningún demonio: sólo e l «León de Judá, que
ha vencido, es capaz de hacerlo». Ello presupone la idea de que unavictoria en el orden p olítico fun da también un con ocim ien to. El
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 19/33
TES TIG O S D E LA VERD AD 8 7
orden político determina al pensamiento. Mas, como la victoria del
«Le ó n de Judá» trasciende todas las «victorias» del orden meramente
pol ít ico , por lo mismo el pensamiento que se apoya en la «victoriade l Cordero» trasciende también todo pensamiento que provenga de
un orden meramente pol í t ico . Importa, empero, que quede claro que
el hecho de la Revelación de Cristo da lugar a un tipo de reflexión
que, co m o ver dadero «con ocim ient o» que es , es abierta y se prolonga
por tan!o en una «sab idur ía» acce sible a los solos iniciado s.
Al establecer una relación entre herejía y el pervertido orden
político del Anticristo, el Apocal ipsis se hace cargo de antemano de
la experiencia de muchos siglos cristianos. Todo lo que en el curso
de la historia eclesiástica acabó o acaba en verdadera herejía •—no
hablemos aquí de meras disputas— estuvo y está siempre en última
relación con un orden político de impronta anticristiana 2B .
Y ahora unas palabras sobre la figura del Anticristo. El mundo
en que han sido puestos Cristo y sus mártires es simbolizado por el
dragón, la bestia y la otra bestia. Los tres son visibles para el mártir,
en virtud de la Revelación de Jesucristo: el demonio, en el orden
metaf í s i co ; el Anticristo, en el orden político, y el falso profeta, en
el orden intelectual.
A s í como en el orden intelectual ya no se da un «puro conocer»,
sino o un conocimiento de las profundidades de Satán, o una «inves-
t igación» de las profundidades de Dios por medio del Espíritu Santo;
así, en el tiempo del martirio, tampoco hay posibilidad de una acción
política basada en el con cep to de la pura neutralidad. A nte la Reve-
lación de Jesucristo tiene que desvelarse también la esfera de lo
político 2 7 . Ello se echa de ver a todas luces en la cuestión del poder.
Pues el poder es algo muy misterioso — ¿quién t iene que mandar:
la fuerza cósmica de Satán, quien se la otorga al Anticristo, o Dios,(¡ue ha hecho donación del poder a su Hijo?
Y aún más. El poder, como misterioso, exige en última instancia
que se le adore. Mas resta por ver si hemos de adorar el poder legí-
timo del Omnipotente o el poder usurpador de quien se hace igual
a Dios . Según el Apocalipsis, el falso profeta induce a los hombres a
erigir una estatua del Anticristo y a rendirle culto (13, 14). El sím-
bolo político se convierte en objeto de culto y, como tal, l lega a
hacer incluso milagros (13, 15). Pero los hombres se dividen ante el
s ímbolo po lítico co m o obj eto de culto. Quienes no se doblegan ante
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 20/33
] 00 T R A T A D O S T E O L O G I C O S
la estatua de la fiera, son matados (3, 15) o boicoteados económica-
mente (13, 17) .
En el c . 17 tenemos otro s imbolo del mu ndo de lo po l í t ico ;
mundo que está ahora al descubierto. Babilonia aparece como una
cortesana, vestida de púrpura y escarlata, sentada sobre una fiera
roja escarlata. San Juan se asombra cuando ve a la cortesana, toda
espléndida. Como siempre, una mujer simboliza aquí la polis, la
tyje, la fortuna de la existencia política. Sólo que esa mujer ha
quedado al descubierto como cortesana, que se sabe no ligada a
nadie, que se entrega a todos. Po rqu e la Revela ción de Cristo le
hace patente al mártir también la desorientación metafísica del falso
orden político; y a la política, que tiene su campo de acción en el
mu ndo del pluralismo , la pon e siempre en la tentación de perder su
última orientación metafísica y de buscar sus dioses en el mundo de
lo plural. El Apocalipsis expresa su convicción de que el falso orden
político busca sil último com prom iso en el m un do de lo plural, di-
ciendo que los reyes del mundo han venido para fornicar con la cor-
tesana. La desorientación metafísica última de un orden político que
no recibe de Dios su poder, se expresa plásticamente con la imagen
de Babilonia sosteniendo en la mano la copa de vino. El pluralismo
del mundo político, que, durante el tiempo de su manifestación, pue-de ir en auge hasta llegar al pluralismo metafísico, se ha convertido
en una embriaguez que trastorna a todos los pueblos de la tierra
(18 , 3 ) .
La revelación de Jesucristo hace patente para sus «testigos)) otra
característica de lo pol í t ico . Cuando cae Babilonia como gran cor-
tesana, los economistas, los comerciantes y los armadores de barcos
rompen en un canto de lamentación (18, 11-19). Es curioso ver con
qué detalle reproduce el Apocalipsis esas lamentaciones. Cuando cae
Babel , e l esplendor pol í t ico se revela como el provecho económico
del com erc io internacional.
A la Babel cortesana se contrapone la virgen Jerusalén, dispuesta
a desposarse con un solo hombre, como dice San Pablo (II C. , 11,
2 ) ; con Cristo , e l Cord ero, com o dice San Juan (c . 21) . En esa
virgen se simboliza una soberanía que ha superado la tentación
aneja al pluralismo po lítico . Co m o se ve, «la vir ge n» no tiene nin-
guna copa de vino en la mano. Donde está Jerusalén, donde está la
Iglesia de los mártires, reina la sobriedad, el Logos. Porque la
virgen, preparada para los esponsalicios con el Cordero, sabe el
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 21/33
TES TIG O S D E LA VERD AD 8 9
camino qu e lia de seg uir. D o n de está Jerusalén es po sible la senci-
llez, y aun la pob re za ; la virge n brilla en el Cielo ante Dios y ante
el C o r d e r o; ni nece sita q ue la tierra le preste un br illo que, en defi-nitiva, no sirve más que para enriquecer a los comerciantes.
An te el m árt ir se revelan a m ba s: la cortesana y la virgen. Una
y otra son visibles porque la revelación del «Hijo del Hombre» en
el mártir ha puesto al mundo y al cosmos a plena luz.
La «R ev ela ció n de Jes ucr isto» no le man ifiesta al mártir sola-
mente el ab ism o d em ónic o del m un do , que se abre ante nosotros
c o m o conse cuen cia de la revelación del «H ijo del H o m b r e » ; también
hace ma nifies to el destino y el co m pr om iso de los fieles en la gran
hora de la « tr ib ul ac ió n» . N o se trata de que el sufrimiento y la
aparente derrota le sean evitadas al fiel, en virtud de la «victoria»
de l Co rde ro. N o, «los dos te stigo s», que, según el Apocalipsis, se
presentan en Jerusalén, serán derrotados y muertos por la bestia que
sube del abis m o. « Y sus cadáv eres yacía n en el cal lejó n de la gran
ciudad, simból icamen te llamada «S od om a» y «E gi pt o» , en que tam-
bién su Señ or fue cruci f icado (11 , 7 s.). Segú n 13 , 7 , a la bestia, es
decir, al Anticristo, le fue dado luchar con los santos y poderles.
Según 16 , 5 s., un ángel encuent ra ju stific ad o el cas tigo del mundo
por Dios 2 8 , porque el mundo ha derramado la sangre de los santosy los profetas. As í, pues, la ma nifestació n de los « sig na do s» se pro-
duce a través del sufrimiento. N o h ay otro ca m ino para que se
«manifieste» su fe más que el sufrimiento; ése es el conocimiento
actual del mártir. El sufrimiento es una configuración (Fil . , 3, 10)
con el sufrimiento de Cristo, y toda derrota infligida por los pode-
res demónicos no es más que una semejanza con la derrota de Jesús,
«e l testigo fiel» 2 9 . Es importa nte no tar q ue, segú n San Ju an, en la
Revelación de Jesucristo a nadie se le dispensa de ese sufrimiento.
En 6, 9 ss., se describe una escena con m ove dor a. Juan ve en elCielo, bajo el altar, las almas de quienes fueron «sacrificados por la
palabra de Dios y por el testimonio que de ella dieron». Los márti-
res que yacen b aj o el altar, dicen en alta vo z: «¿H ast a cuá nd o, Se-
ñ o r ; hasta cuándo, Tú, el Santo y el veraz, demorarás el juicio y
la venganza de nuestra sangre, de los habitantes de la tierra?» Y se
les dio , sigue diciend o el v. 11, un vestido blanco, y se les dijo que
tenían que esperar un poco todavía hasta que se completase el nú-
mero de los consiervos y hermanos, que también serán sacrificados.
«Qu ién tengo oíd os para oír que oi ga ; el que lleva al cautiverio
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 22/33
] 00 T R A T A D O S T E O L O G I C O S
va al cautiverio, y quien a hierro mata a hierro m uere» (1 3, 9 y 10 ).
Esto hay que entenderlo de la perseverancia y la íe de los santos.
En el c. 7 ve San Juan una larga hilera de gente vestida de blanco en el
Cielo. Un o de los ancianos le dice quiénes so n : «E sos han ve nid o de
una gran tribulación y han lavado sus vestidos en la sangre del Cor-
de ro » (7 , 14). Con sangre han limpiad o los vestidos que llevan y los
han dejado blancos; con la sangre que derramaron y que no era
su sangre, sino la del Cordero. San Pablo dice en Col. , 1, 24, que él
comp leta co n sus pade cimien tos lo que resta de las tribulaciones de
Cristo. El mis mo pensamiento se repite sin cesar : todo sufrim iento
es un sufrimiento escatológico , es un sufrimiento configurado con el
sufrimiento de Cristo, y por eso alcanzará la gloria de Cristo quien
haya sufrido con El .
El hombre, tan cobarde, se rebela contra este anuncio heroico.
Tomemos del Apocalipsis, de la misiva de San Juan a Laodicea, el
jui cio de Jesús sobre los coba rde s: «C on oz co tus ob ra s; que ni eres
fr ío ni caliente. ¡Si fueras frí o o caliente! P er o co m o eres l ibio, c o m o
no eres ni frío ni cal iente , ¡te voy a vomitar de mi b o c a ! » (3 , 15,
16). Igualmente, en 21 , 8: « A los coba rdes les toca rá la parte de los
asesinos y adúlteros y otr os : la charca de fueg o y azufre .» Po rqu e,
a ju icio del mártir, en la vida lo que imp orta es una cos a: venc er,
vencer con Cristo . «A quien venza — así habla quien tiene en su
diestra las siete estrellas— le daré a comer del Arbol de la Vida en el
Paraíso de Dio s» (2 , 7) . «Quien venza, reinará sobre pueblos» (2 ,
26, s.). «Quien venza, será un pilar del templo de la Jerusalén celes-
tial» (3 , 12). «Quien venza co m o Cristo ha ve ncid o, se sentará con
Cristo y el Pad re en el tro no » (3 , 21). «Q uie n venza lo hered ará
todo» (21 , 7 ) .
No se trata, pues, de que los mártires constituyan una categoríacompletamente aparte, y de que el resto de los fieles se puede tran-
quilizar, dic ien do : Gracias a Dio s que hay mártires. No , las almas
de los mártires que yacen en el Cielo bajo el altar, como dice San
Juan, no descansan hasta que sus hermanos las sigan en el martirio.
En potencia, todos los fieles están comprometidos a ser mártires, por-
que todos están signados con el sello de Dios, que manifiesta su per-
tenencia al «Cordero inmolado». Tienen que «vencer», porque se les
impone un combate, porque el dragón acosa a la «descendencia de
la mujer», que no es sólo Jesús, sino también todos nosotros — t o d o ssom os hi jos de María (A po c. , 12, 17)—•. Tienen que vencer, porque
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 23/33
TES TIG O S D E LA VERD AD 9 1
el Anticristo guerrea contra los santos, porque son su símbolo polí-
tico como objeto de culto , provoca una decis ión contra el los . Tienen
qu e «vencer» al «manifestarse», al manifestarse en el «testimonio»del nombre de Jesús. Porque en los últimos tiempos del cumplimiento
de l «misterio de la iniquidad» 3 0 , todos son instados a dar testimonio
en pro de Di o s: el ángel que ratifica que D ios tiene razón , cuan do
castiga al m un do (16 , 5 ); el altar del Cielo, al que son llevadas
las orac ione s de la Iglesia (1 6, 7 ) ; y, en fin, el ho m br e: todos son
llamados a testificar en pro de Dios y contra este cosmos en que
impera el dragón y en que surgen el Anticristo y el falso profeta.
«I 'ues ningu no de nosotros vive una vida privada y ninguno de
nosotros muere una muerte privada —dice San Pablo en Rom., 14,7, s . . . . ; s ino que, cuando vivimos, vivimos para el Señor, y cuando
morimos , también morimos para el Señor. Vivamos o muramos,
siempre somos del Señor.» Siempre estamos comprometidos con la
condic ión pública del Señor, con la revelación del Señor.
En la revelación de Jesucristo, la vida es una vida en gran tribu-
lación, «pero bienaventurado quien l lora ahora, porque ése reirá»,
dice Jesús en el Sermón de la Mo ntaña (Lu c., 6, 2 1 ); po rqu e «se rá
enjugada cada lágrima de sus o jos» , dice San Juan en el Apocal ip-
¡s, 21, 4. «Bienaventurados los que ahora se entristecen — se dice
<'n el Serm ón de la Mon taña (Mat. , 5 , 4) — , porque serán conso-
lados.» El mártir coincide también co n este punto de vista: «Y a n o
habrá muerte, ni tristeza, ni griterío, ni fatiga» (21, 4). «Bien-
aventurados — se dice ¡3or último en el Sermón de la Montaña, según
Lucas, 6, 22, s .— cuando os odien los hombres, cuando os extrañen
v os injurien y os proscriban a causa del H i jo del H om br e. Alegraos
y regocijaos aquel día. Porque vuestra recompensa en el Cielo es
i ande. Lo mismo hicieron vuestros padres con los profetas.» El
cumplimiento de la revelación de Jesucristo, que le ha cabido en
licite al mártir, ¿qué otra cosa es más que la ilustración de esa
bienaventuranza de Jesús?
Cuando se escucha las bienaventuranzas del Sermón de la Mon-
taña o se leen las predicciones del Apocalipsis, se percibe que el
< a istianismo no es cosa fácil . Si hay algo que se opone al cómodo
espíritu burgués, es el Cristianismo primitivo, que nos invade como
un hálito de fuego procedente del Apocalipsis, en boca del mártir.
Y no es que en la eternidad se extinga todo en el mero consuelo
por el rec or da do sufrimiento ni en el mero apagarse del último
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 24/33
] 00 T R A T A D O S T E O L O G I C O S
so llo zo ; lo último es el canto de los que están en el mar c ristalin o
del océano celestial y , como un día los judíos a través de las aguas,,
co m o «venced ores» sobre la «bestia», entonan el canto del s i e rvo
de Dio s, Mo isés, y la oda del Co rde ro: «T us obr as son grandes
y maravillosas, Señor Di o s , Omnipotente. Tus caminos son dere-
chos y veraces, Rey de los pueblos . ¿Quién n o te temerá, S e ñ o r ;
quién no honrará tu no mb re? ¡Tú eres e l solo santo ! Vendrán todos
los pueblos y te supl icarán, porque ha quedado manif iesto que tus
obras son rectas.»
En el canto se extingue todo, porque la gran tribulación de este
mundo no es un dolor sordo, sino una tribulación iluminada y espi-ritualizada en el mártir por medio del sufrimiento de Cristo — u n a
tribulación que se extingue en la espiritualidad de la nueva oda— -.
El mártir no dice palabra contra la creación de Dios 3 1 , aunque
Satán haya ido suelto por el co sm os: «T us ob ras son grandes y
maravi l losas, Señor D ios, Omnipotente.» Y aunque el camino del
sufrimiento — del sufrimiento con Cristo— fue amargo, «tus c a m i -
nos son derechos y veraces, R ey de los pueblos.»^ Y aunque es espan-
toso el abismo que se abre ante nosotros con la revelación de Jesu-
cristo , «¿q uié n no te temerá, Se ño r; quién no honrará tu no m -bre?» «Porque tú eres e l solo santo. . . ha quedado manif iesto q u e
tus obras son rectas.» Ha quedado manifiesto en el sufrimiento d e
Cristo y en el de la Iglesia, que sufre con Cristo.
¿Ten em os el valor de decir con San Jua n: «Sí , ven p ro nt o.
Amén, ven, Señor Jesús»? Ya sabemos lo que significa la venida
de Jesús: su reve lación. ¡Q ue Dio s nos dé su Espíritu Santo p ara
que podamo s decir desde El con verdad y rectitud: «Sí , ven , ve n ,
Señor Jesú s.»! ¡V en a noso tros en tu sufrim iento, para que vengas,
a nosotros en tu Reino!
L O S M A R T I R E S V L A R E A L E Z A S A C E R D O T A L D E C R I S T O
«C ua nd o Jesús nació en Judea en los días del rey Her ode s, h e
aquí que aparecieron en Jerusalén unos sabios de Oriente, y pregun-
taban « ¿D ó n d e está e l recién nacido rey de los jud íos ? Vim os bri l lar
su estrella y nos hemos venido a rendirle homenaje. El rey Herodes
se alteró al, oír e so, y toda Jerusalén con él.» Eso s son los ve rsíc ulo scon que San Mateo describe el nacimiento del rey sacerdotal (2, 1-3).
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 25/33
TESTIGOS DE LA VERDAD 9 3
I i|tit' si gue también es conocido. Mientras que de los sabios se dice
|ii< ''ntr aro n en la casa y vieron al niño con María, su madre, se
Imih il io n de hinojos y le rindieron pleitesía, abriendo sus cofres y
lu í iéndo le regalos : or o , incienso y mirra» (2 , 11 ) ; de Herodes
• menta que estalló en ira e hizo matar en Belén y sus alrededores
,i i tíos los niños de dos años de edad y meno res (2 , 16). C uando
h H r romo hombre el que quiere ser sacerdote en la asumida natu-
i • 1 • /a humana, se puede reconocer al punto su dignidad en las
ni iones de los que son un tipo de la f e y un tipo de la infidelidad.
I • ibios ofrecen oro , incienso y mirra. «Oro — dice e l o f icio de la
I |ní¡inía—, para mostrar su realeza»; el incienso alude al sumo
icrrdote ; y la mirra, a la sepultura del Señ or. A sí, po r m edio de
i dones de los sabios ve nid os d e Oriente, que son un tipo de la
luir i a fie l de la gentilidad, que se extiende de Oriente a Occidente,
i iniinifiesta en su universalidad, transformadora de pueblos, la
H il' /.a sacerdo tal de C ris to 3 2 . El rey terreno, presa de miedo ante
I rey eterno, recurre al exped iente de la matanza de ni ño s; pero
. n» niños muertos se convierten involuntariamente en mártires de
< n ' l o , a quien todavía no pueden confesar con sus labios3 3 , y con
rlln en testigos de la realeza sacerdotal del «Cordero inmolado», al
|in lian seguido a dondequiera que vaya (Apoc. , 14, 4 . Lectura
• Ir ln festividad de los Santos Inocentes). El rey terreno teme; el rey
• rli lial podría arrebatarle el reino, pero el himno de la Epifanía
«llcr 3 4 :
Crudelis Herodes, Dcum
Regem venire quid times?
Non eripit mortalia,
qui regna dat coelestia *.
I I equívo co del Reino de Cristo se repite sin cesar. En el evan-
lio de San Juan (c. 6) se cuenta que5 cuando alimentó Jesús mila-
i ' ámente a los cin co m il, la turba qu iso llevárselo y pro clam arlo
H \ ( 'uando Jesús lo no tó, se retiró so lo a la montaña (6 , 15). N i
Un mies, ni el jueblo judío; ni el representante de la monarquía,
i 11 pue blo que bu sca un je fe y un rey para hartarse, entienden la
«Cruel Merodee, ¿por qué t e m e s
la venida de Dios, el rey?
N o arrebata reinos terrenosquien da el Reino de l o s Cielos.»
i i
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 26/33
] 00 T R A T A D O S T E O L O G I C O S
realeza de Cristo. María y José huyen con el niño a Egipto, ante
Herodes. El Señor se retira a la montaña, ante el pueblo.
La última vez que se plantea la cuestión de la realeza de Cristo
durante su vida, es ante Pilatos 35 . Pilatos deja acercarse al Señor,
y le pregu nta: « ¿ T ú eres e l rey de los ju dí os ?» (J . , 18, 33) . Y Je-
sús d i j o : «M i reino no es de este cosmos. Si fuera de este cosmos,
mis ministros lucharían por mí, para evitar que se me entregue a los.
judíos . Pero mi reino no es de aquí . Entonces le di jo Pi latos :
¿ L u e g o eres rey? Y respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey.
Para eso he nacido y venido al mundo, para ser testigo (como már-
tir) de la Verdad. Quien es de la Verdad, oye mi voz. Pilatos led i j o : ¿ Q u é es la Verdad? Y cuando dijo esto, salió fuera y les
di jo a los ju dí os : N o encuen tro culpa alguna en él. Es costumbre
que yo libere a alguien co n mo tivo de la Pascu a. ¿ O s suelto al rey
de los judíos? Entonces se pusieron a gritar, dic ien do : A ése, n o ;
a Barrabás. Barrabás era un ladrón» (J. , 18, 36-40) . Después de
azotar a Cristo intentó por última vez Pilatos liberar al Se ño r .
Pero los judío s gritaba n: «S i le das la libertad a ése, no eres amigo del
césar. El que se hace rey, es un rebelde contra el césar» (19, 12) .
Pilatos preguntó por última v e z : « ¿ T e n g o que cruci f icar a vuestrorey ? Y los sumos sacerdotes gritab an: No tenemos más rey qu e
el césar. Entonces les entregó a Jesús para que fuera cruc i f i cado »
(19, 15). Lucas cuenta, además, que en las negociaciones sobre
Jesús, Pilatos mandó al Señor a Herodes, que también se encon-
traba por entonces en Jerusalén, y que Herodes y Pilatos se recon-
cil iaron con ocasión de esto.
N o sólo Son los representantes de la mo narqu í a y de la de mo -
cracia quienes no entienden la realeza de Jesús; tampoco la entien-
de el representante del Imperio. Este podría imaginarse todavía algoasí como un reino nacional judío. Pero ¿qué será eso de un reino
que no viene de este cosm os? ¿Q ué suerte de rey es el venido a este
mundo para se r testigo de la Verdad, para ser mártir, en co ncre to ?
¿Q ué es la Ve rda d? La dubitativa cuestión: ¿Q ué es la Ve rd ad ?,
que surge ante la pretensión de Jesús de haber venido al m u n d o
a dar testimonio, subyace como presupuesto metafísico, consciente
o inconsciente, a toda acción política que no se deja influir por el
Reino de Cristo . Mas es pro fundamente s imból i co que , cuando el
representante del Imperio p agano pregu ntó: ¿Q ué es la Ver da d?,en vez de encaminarse a Jesús, lo hiciera a los judíos para tratar
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 27/33
T E S T I G O S D E L A V E R DA D 9 5
i i ni ellos del destino de quien se acababa de confesar rey ante él .
Su dubitativa cuestión: ¿Q ué es la Ve rda d?, se prosigue igual-
mente cuando les propone a los judíos la elección entre Jesús y
Barrabás. Barrabás, el ladrón, es el rebelde político en quien — l o
'i.ilic Pilatos— 1 están los judíos más interesados que en el rey que ha
venido al mundo a dar testimonio de la Verdad. Los judíos se deci -
den por el rebelde político, que viene de este mundo, y en contra
de la realeza de Cristo, que no es de este mundo. Pero es sinto-
mático que el representante del imperialismo pa ga no , en cu yo espí-
t i tu se suscitó la cuestión última sobre qué sea verdad, cuando
• iluvo ante aqu el que es la V e rd ad ; es sintomá tico que ahora tolere
lina decisión en favor del rebelde político y en contra del rey.
I'ilatos da a entender, ciertamente, que ha estado ante la Verdad
V que ha pr oc ur ad o sustraerse; p orq ue al form ular la cuestión teó-
i iea: ¿ Q u é es la verdad en general?, se sustrae a la decisión práctica
mi favor del rey que ha venido al mundo a dar testimonio de la
Verdad. As í , co n la obje ción teórica de que no se puede saber lo que
' verdad en general, se busca eludir la decisión de la fe, ligada
indisolublemente a la realeza de Cristo. Pe ro esa o bje ció n teórica
110 puede ocultar el hecho de que se ha estado ante aquel que ha
venido a l mundo para dar testimonio de la Verdad. La falsa actitud
di' I'ilatos, q u e , contra su conciencia y su leal saber, entrega a
|. ús a los ju dí os y tolera la decisión de éstos en pro del rebelde
I Mil i i ic o y contra la realeza de Cristo — decisión inaceptable desde
un punto de vista romano— , por el temor ridículo d e perder su
l"inie¡ón d e a m i g o del césar; esa actitud de Pilatos prueba que ha
• i ido ante la V erd ad, que es Jesucristo, y que la ha eludido .
P o r lo que se ve en la escena de Pilatos, la situación de los
indios ante la realeza de Cristo es diferente de la de los paganos.I >'t jud í o s , en su ciego o dio con tra la realeza de Cristo, que no es d e
i «l<! mundo , juegan la carta del césar contra el «rey de los judíos» ,
o lvidando q u e su mesías tiene que ser un rey en Israel. Y al gritar
l ipidio «n o tenemos más rey que al césar» , no sólo pierden t o d o
tleieeho a esperar un mesías real en su pueblo, sino también, y al
uo i t i e mpo , todo derecho metafísico y moral a l levar una vida
il. nación soberana. No les qued a otra pos ibilidad que la de vivir
(Mimo una nación sometida, o la de optar por Barrabás, tipo de la
111m *
Ii ó n po l í t i ca .
Ln situación de los paga nos es otra. Puestos en la persona de
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 28/33
] 00 T R A T A D O S T E O L O G I C O S
Pilatos ante el rey cuyo reino no es de este mundo, entregan a
Jesús a los judíos para que sea crucificado, y l iberan al revoltoso.
Pe ro , al tracionar su leal saber y su conciencia acerca del rey venido
al mundo para dar testimonio de la Verdad, pierden su propia auto-
ridad política. Al proceder en la esfera política entregando a los
jud í o s al rey, cuyo reino no es de este mundo, para que sea cruci-
f i cado , y concediendo la libertad al rebelde, actúan contra el sentido
de su misión política y, además, falsean su actitud política para
con el césar, pues que lo reducen a la esfera privada y orientan sus
decisiones por el pro vec ho que obteng an en cada caso —JPilatos no
quiere perder su posició n com o «am igo del cé sa r»— .Ambos, judíos y gentiles, se unen para crucificar al rey, cuyo
reino no es de este mundo 3 e . Pero, al derramar Jesús en la cruz su
sangre por judíos y gentiles, su realeza sacerdotal se manifiesta más
abiertamente aún como superior a «todas las soberanías y poderes».
Es notable que la cuestión de la realeza de Cristo se decida ante
Po ncio Pi latos , y no ante un tribunal jud ío . Ante He rodes , huyen
a Egipto María y José, y ante la masa judía, el Señor se retira a la
soledad. La cuestión de la realeza de Cristo no podía ser tratada
ante los judíos, porque éstos habían declarado que no tenían ningúnrey. Só lo se puede hablar del reino de Cristo ante los romanos, que
tenían un césar : sólo se puede dar testimonio del reino que no es de
este m undo, ante quie ne s tiene n 1111 re ino de este m u n d o . El testi-
mo n i o que da el rey que ha venido a este mundo , es un testimonio
público (I Trin. , 6 , 13) . Como tal , presupone la política condic ión
pública del Imperium Romanum. Sin embargo , en tanto testimonio
por la Verdad, que sólo puede ser oído por los que son de la Ve rdad ,
trasciende automáticamente la condición pública de lo político y se
convierte en un testimonio frente a todas las «soberanías y poderes»de este mundo, en virtud de la entrega del testigo a los judíos por los
paganos. No es casual idad que el nombre de Poncio Pi latos haya
encontrado cabida en el Credo de la Iglesia 3 7 . Ello no sucedió con
miras a conservar un dato histórico. Lo que interesó fue f i jar para
siempre un suceso de tipo histérico-simbólico para quienes confiesan
públicamente a Cristo por medio del bautismo, a sab er: «q ue la rea-
leza que no es de este mundo fue objeto de repulsa por los poderes
políticos de este e ó n ; que el Seño r de la gloria» (1 Co r., 2, 8), el
rey que da testimonio de la Verdad, « fue cruci f icado, muerto y se-pultado, bajo e l poder de Poncio Pilatos» , y que, bajo su poder,
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 29/33
TES TIG O S D E LA VERD AD 9 7
resucitó glorioso y ascendió a los Cielos3 8 . Cuando San Pablo , en
la primera Carta a los Corintios, habla del misterio oculto en la
sabiduría de Dios, que no conocieron los soberanos de este mundo,
porque si la hubiesen conocido no hubiesen cruci f icado al Señor
de la glo ri a; piensa en la situación de Cristo ante Pilato s: Jesús se
presentó como testigo del reino que no es de este mundo, y los que
detentan el pod er po lítico en este eón d esco nocie ron la sabiduría
divina mandando a la muerte de cruz al «Señor de la gloria», al rey
del eón futuro (1 Cor., 2, 8).
Las palabras de San Pablo, que acabamos de citar, indican
co m o h em os de entender ulteriormente el giro qu e usa Jesús: mi
reino no es de este mundo, no es de este cosmos. El reino de Jesús
no es de este cosmos porque no está vinculado al eón presente, sino
al venidero. No se puede separar la realeza de Cristo del carácter
escatológico del Evangelio. Lo que eso quiere decir nos lo pondre-
mos en claro si prestamos atención a algunas manifestaciones de
San Juan en el Apocalipsis.
En el c. 1, San Juan desea a la Iglesia de Asia «paz y gracia
de parte del que es y fue y ven dr á; de parte de los siete espíritus
que están ante el trono de Dios, y de parte de Jesucristo, el testigo
fiel , primogénito de los muertos y soberano de los reyes de la tierra.
A El, que nos ama y nos libró con su sangre de nuestros pecados,
(pie nos introdujo en su reino y nos hizo sacerdotes de su Dios y
P ad re : a El sean dados gloria y pod er por los siglos de los siglos.
A m én » (1 , 4,-6) . Lo qu e no s imp orta ahora en primera línea es
la serie de afirmaciones sobre Cristo. Jesús se encuentra en el
Cielo, donde moran el Dios eterno y los siete espíritus que están
ante el trono de Dios. Ese Jesús que resucitó de entre los muertos,
fue llam ado al punto «el testigo fie l» y el «so ber an o de los reyes
de la tierr a». La llamativa yuxta posic ión de am bos co ncep tos, es
comprensible desde el evangelio de San Juan, si no se olvida que
en ese evangelio declara Jesús ante Pilatos que El es rey de un
reino q ue n o es de este m un do y que ha ve nid o al mu ndo para
dar testimonio de la Verdad 3 9 . El Apocalipsis evoca, pues, la situa-
ción de Jesús ante Pilatos. También se pone de manifiesto que la
crucifixión, enlazada con el testimonio rendido ante Pilatos, repre-
senta un sac rificio cuya sangre nos ha librado de nuestros peca dos,
o , como se dice en 5, 9 , nos «ha adquirido para Dios de entretodas las tribus, lenguas, pueblos y naciones», de suerte que hemos
6
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 30/33
] 00 T R A T A D O S T E O L O G I C O S
sido constituidos reyes y sacerdotes (1, 6, y 5, 10). El Apocalipsis
confirma expresamente lo que ya hubiese podido deducirse de unanálisis de la escena de Pilatos en el evangelio de San Juan. La rea-
leza de Cristo se impone actualmente en este cosmos, en virtud del
testimonio que da Jesús sobre su realeza que no es de este mundo,
y en virtud de la cru cifix ión y re su rre cció n; pues su mue rte repre-
senta un sacrificio que libera a los hombres de su pecadora sujeción
a los «soberanos y poderes» del eón presente, y los l lama a participar
del sacerdocio y realeza de Cristo, del eón venidero. En esa presente
actualización de la realeza de Cristo, se hace la doxología «a El
gloria y poder por los siglos de los siglos». Tal vez no haya cosaque se pro nun cie en el culto eclesiástico co n m enos adv ertencia de lo
que se hace, que las do xo log ías ; y, sin emb arg o, valdría la pena
de avivar su sentido primitivo. La doxología del Apocalipsis, que
atribuye gloria y poder por los siglos al «soberano de los reyes
de la tierra», es la expresión viviente, en cierto modo el acompa-
ñamiento al trono. Cristo, como rey, cuyo reino no es de este
mundo, se ha mostrado superior a todos los reyes de este mundo:
ahora, en la aclamación, quienes se saben llamados al sacerdocio
y a la realeza en el nu ev o eó n, le atribuyen la gloria y el po de r quehasta ahora se atribuía a los reyes de la tierra. La universalidad de la
realeza de Cristo 4 0 , que los Padres de la Iglesia vieron aludida en el
hecho de que los sabios que ofrecieron sus dones al futuro rey
sacrdotal, vinieron del Oriente al Imperio romano; es formulada ex-
presamente en el Ap oca lipsis dicie nd o q ue la nueva raza sacerd otal y
real «ha sido adquirida de entre todas las tribus, lenguas, pueblos y
nacio nes» (5 , 9). Mas el verso siguiente del Apo calipsis (1 , 7) indica
un ulterior hecho perteneciente a la realeza de Cristo. «He aquí que
viene sobre las nubes, y lo verá todo ojo, y los que le traspasaron;
y todos los l inajes de la tierra se lamentarán sobre El. Así sea. A m én .»
A la realeza de Cristo no pertenece sólo el que El haya dado testi-
monio sobre la realeza que no es de este mundo y haya muerto
po r su testim onio ; tam poco pertenece solamente el que su muerte
sea un sacrificio, y el que su resurrección, ascensión y entronización
a la diestra de Dio s hayan supuesto el triun fo real del H i j o del
Hombre, del Humanado. A esa realeza pertenece también el que el
Hijo del Hombre ha de volver en la gloriosa condición de su rea-
leza, sobre las nubes del cielo, para juzgar. De modo que en este
tema de la realeza de Cristo ocupa un lugar la respuesta que le dio
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 31/33
TES TIG O S D E LA VERD AD 9 9
Jesús al sum o sacerdote cua nd o le preguntó si era el M esía s: «U n
día veléis al Hijo del Hombre a la diestra del Omnipotente y vi-
niendo sobre la nubes del cielo» (Mat., 26, 64 y par.). Esteban, al
morir, contempla en visión al Hijo del Hombre que está a la diestra
de Uios, y del que habló Jesús ante el sumo sacerdote (Hechos, 7,
5 6 ): es el Cristo que reina con Dio s, el rey que volverá a juzga r
y al que no vio sólo el mártir Esteban, sino también el mártir Juan
que «estuvo en la isla de Patmos a causa de la palabra de Dios
y de su testimonio en favor de Jesús» (Apoc., 1, 9). Resulta muy
instructivo para advertir la relación íntima de las ideas que hemos
expuesto , record ar cóm o San Juan describe al H i j o del Hom bre en
el Cielo, entre siete candelabros de oro. «Estaba cubierto con un
vestido sacerdotal —dice e l Apocal ipsis en 1, 12 — , ceñido por el
pecho con un cinturón de oro.» El vestido sacerdotal alude a su dig-
nidad sa cerd otal: el cinturón de oro , a su dignidad de rey. Quien
«nos hizo un reino y sacerdotes ¡jara su Dios y Padre» (1, 6), aparece
ante el mártir, lógicamente, como el Sumo Sacerdote real-lógica-
mente, porque el mártir se sacrifica sacerdotalmente con Cristo para
dom inar com o rey, con El . Sa cri f icio y domin io , sacerd ocio y rea-
leza, son conceptos correlativos en el Hi jo del Hombre, venido al
mundo para dar testimonio de la Verdad, como mártir. De esos
conceptos participan después en la Iglesia cuantos sacrifican sacer-
dotalmente con Cristo para reinar con El. Los mártires en primer
lugar, y después el resto de los santos. Pero es altamente significa-
tivo que el rey sacerdotal en el Cielo, cuyo aspecto describe San
Juan en el Apocalipsis, sea visto por analogía con el emperador
romano, según da a entender la descripción de los detalles de la
vis ión . La respuesta que dio Jesús a los ju dí os no hablaba del r ey,
sino del Hijo del Hombre que está a la diestra del Dios omni-
potente y (jue volverá sobre las nubes del cielo. En cambio, en la
respuesta que dio Jesús a Pilatos, hablaba de su realeza. El título
de Hijo del Hombre se acomoda a los judíos, que no tienen rey
según co nfes ión pr op ia; el de rey se acom oda a los gentiles, que n o
tienen ahora un rey, sino un césar. Hay que notar que el pagano,
que tiene un césar, entrega al rey que no es de este mundo a los
judíos para que lo crucifiquen. Quien está sometido a una soberanía
que, como cesárea, carece de legitimación, hace crucificar a quien,
como rey, cuyo reino no es de este mundo, confiere su legitimación
a todos los reyes de la tierra. Para San Juan, Cristo, comparado
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 32/33
] 0 0 T R A T A D O S T E O L O G I C O S
con el césar, es imperator, porque quiere recondueir hacia la realeza
del nuevo eón a los gentiles, que no tienen rey, pues tienen no más
que un césar 4 1 . Pero hay que reflexionar todavía sobre la relación
entre realeza y sacerdocio . El Hi jo del Hombre es rey porque se
ofr ece al Pa dre co m o sac rificio, co n talante sacerdotal. Lo s ju díos,
al clamar ante Pilatos durante las negociaciones sobre la realeza de
Cristo : no tenemos rey ; con la cru ci f ixió n de Jesús, no sólo han
perdido la realeza, sino también el sacerdocio y el sacrificio. Y al
entregar el representante del césar «al rey que da testimonio de la
V e r d a d » , a los judíos, para que lo crucifiquen, los paganos han
puesto de manifiesto, no sólo lo problemático de su cesarismo, sino
que han hecho imposible, desde un punto de vista metafísic o, la
vinculación del principado y del sumo pontificado, tal como andaba
planteada desde Augusto (12 a. de C.).
Desde la muerte de Cristo, desde su ascensión a los Cielos, es
decir, desde que el Verbo, hecho hombre, fue constituido sacer-
dote y rey según su naturaleza hu m an a; se ha intentado mu cha s
veces reunir realeza y sacerdocio, el sumo poder estatal y el nuevo
poder político. Y sería incomprensible que no se l levara a cabo
semejante intento. Es sabido que los emperadores alemanes del
Medievo — ape land o al sacramental de la unción r e g ia — t u v i e r o n
la pretensión de reunir en su persona el Regnum y el Sacerdolium.
Pero ya en los siglos VIII y IX se rechaza semejante intento, y los
concilios del siglo IX recalcan con razón que solamente Cristo es rex
y sacerdos e n uno 4 2 . Que se haya hecho continuamente el intento
de reunir realeza y sacerdocio, el sumo poder estatal y el sumo
pod er sacerdotal, se explica por el hech o de que la realeza sacerdotal
de Cristo, al trascender la realeza terrena, no sólo le exige renunciar
al ejercicio del poder sacerdotal, sino, además, exige que el poder
político no sea ejercido con independencia del poder que el Padre
entregó al H ij o. Esto tiene el aspecto de una debilitación del p od er
humano, y lo es en cierto sentido. Cuando dice San Pablo (Col. , 2,
15) que Cristo despojó «a los principados y las potestades», que los
sacó a vergüenza púb lica, triunfando de ellos en su persona — s i
prescindimos de la significación de ese párrafo en el contexto de los
discursos de la Epístola a los Colosenses—, es evidente que se alude
al hecho de que la realeza de Cristo ha despojado a los «principados
y potestades» de este eón, de su carácter demónico. El Señor losha desenmascarado, por cuanto los soberanos de este eón se dejaron
7/15/2019 Erik Peterson - Testigos de La Verdad
http://slidepdf.com/reader/full/erik-peterson-testigos-de-la-verdad 33/33
T E S T I G O S D E L A V E R D AD 1 0 1
indu cir a cru cificar «al Se ño r de la gloria» (I Co r., 2. 8), con lo
que se enervaron a sí mis mo s. Y lia triunfado de ellos, po r que suascensión, su sesión a la diestra del Padre y su vuelta para el juicio,
representan el triunfo del reino que no es de este mundo, sobre
todos los «soberanos y poderes» de este eón.
Desde que Cristo es sacerdote y rey, el poder terreno ha sido
despojado de su carácter demónico, y no puede tener la pretensión
— co m o quiere e l paga nismo— de ser portador de funciones sacrales.
Desde que Cristo es sacerdote y rey, no puede haber realeza sacer-
dotal más que en el pueblo de Dios, que celebra en la Ekklesia los
misterios del rey sacerdotal. Todos los ungidos con el sancto crismadel bautismo son ungidos en la Iglesia para una realeza sacerdotal
— San Agustín recalcó a menudo es'a idea 4 3 — « ¡ Q u e p o dam os
reinar con Cristo un día en el Cielo cuantos nos gloriamos de servir
como soldados bajo su bandera!» , reza el postcommunio de la festi -
vidad de Cristo-Rey.
En efecto, una es la participación en el sufrimiento y el sacer-
docio de Cristo «por la representación f igurada del sacramento», y
otra la participación «p or la imitación de su ob ra » (S . Tilom as,
S. Theol., III, 66, 12). Y por ello es distinta la participación de lagloria y la realeza de Cristo, en la Iglesia. Los santos mártires que
participan en el sacrificio del eterno y nuevo Sacerdote «por la imi-
tación de su obra», participan de la realeza de Cristo en un sentido
especial. Ellos, (pie han bebido el cáliz con Jesús, se sientan con El
ya ahora en el trono, para juzgar no sólo a las doce tribus de
Israel (M at., 19, 28 ), sino también al co sm os y a los ángeles
(I Cor., 6, 2, s.) . Los mártires, que han seguido al Cordero adonde-
quiera que vaya (Apoc. , 4 , 4) , han mostrado con su muerte que
no hay realeza de Cristo sin sacerdocio de Cristo; que la muertey gloria del mártir no son más que la forma adecuada de realizarse
la realeza sacerdotal de Cristo en los miembros de su cuerpo mís-
tico .