Post on 04-Oct-2020
UNIVERSIDAD DEL CEMA
Buenos Aires
Argentina
Serie
DOCUMENTOS DE TRABAJO
Área: Economía
FRENTE AL CORONAVIRUS, LA SOLUCIÓN ESTA
EN EL CONGRESO, NO EN LAS AULAS
Edgardo Zablotsky
Septiembre 2020
Nro. 753
www.cema.edu.ar/publicaciones/doc_trabajo.html
UCEMA: Av. Córdoba 374, C1054AAP Buenos Aires, Argentina
ISSN 1668-4575 (impreso), ISSN 1668-4583 (en línea)
Editor: Jorge M. Streb; asistente editorial: Valeria Dowding <jae@cema.edu.ar>
1
FRENTE AL CORONAVIRUS, LA SOLUCIÓN ESTA
EN EL CONGRESO, NO EN LAS AULAS
EDGARDO ZABLOTSKY
SEPTIEMBRE 2020
ABSTRACT
Han pasado más de seis meses desde el inicio de la cuarentena. Lo que en su comienzo fue una curiosa y
extraña experiencia, se transformó en una costosa cotidianeidad. Es claro que frente a la tragedia
humanitaria que estamos viviendo, la cuarentena, en sus inicios, fue una medida racional que generó
notables beneficios, al facilitar el aislamiento social y ganar tiempo para que el gobierno se prepararse
para enfrentar el pico de contagios, con el fin de evitar las dantescas imágenes llegadas desde Italia y
España. Por supuesto, la cuarentena también generó costos, los cuales han crecido exponencialmente
conforme la misma se fue alargando. En educación los costos son inmensos, vivimos una tragedia
educativa cuya magnitud se pierde en la cuenta cotidiana de nuevos contagios y muertes por el
coronavirus. ¿Cómo no admitir, por ejemplo, que la vida de aquellos chicos de las familias más
desfavorecidas económicamente está siendo irremediablemente afectada por no estar recibiendo
educación de calidad, por causa de la pandemia? Es por ello que, respetando los razonables temores que
muchos miembros de la comunidad educativa tienen al contagio, también se debe tomar en cuenta el
interés de aquellos niños que están siendo condenados al peor de los futuros, pues quienes no están
recibiendo hoy educación de calidad serán los desempleados de mañana. ¿Cómo evitar qué nuestros niños
y jóvenes se transformen en víctimas silenciosas del COVID-19, respetando la voluntad de numerosos
padres que desean que sus hijos retornen a las aulas y otros tantos que desean no lo hagan, que sus hijos
continúen educándose en forma virtual? Este paper propone y fundamenta una legislación que podría
resultar ser insospechadamente beneficiosa para miles de niños y jóvenes que hoy no están recibiendo la
educación de excelencia que es responsabilidad del Estado proveerles y que significaría su acceso a más y
mejores oportunidades.
JEL classification codes: I28 (education, government policy)
Key words: coronavirus, COVID-19, pandemia, cuarentena, educación, DeVos
Universidad del CEMA, Av. Córdoba 374, (1054) Buenos Aires, Argentina. Email: eez@ucema.edu.ar.
Twitter: @edzablotsky. Web page: www.ucema.edu.ar/u/eez. Agradezco a Ambito Financiero, Clarín, El
Cronista Comercial, El Economista, Infobae, La Nación, Perfil y la Revista Criterio, la posibilidad de
publicar mis notas de opinión, y a Mercedes Colombres por sus innumerables sugerencias y correcciones
de estilo, las cuales contribuyeron a una más clara exposición de cada una de ellas. Por supuesto,
cualquier error o juicio de valor es de mi exclusiva responsabilidad. Los puntos de vista son personales y
no representan necesariamente la posición de la Universidad del CEMA.
2
FRENTE AL CORONAVIRUS, LA SOLUCIÓN ESTA
EL CONGRESO, NO EN LAS AULAS
EDGARDO ZABLOTSKY
SEPTIEMBRE 2020
“Creemos que las familias necesitan más opciones que nunca para encontrar que es
lo más adecuado para sus hijos… Al final del día, queremos que todos los padres
tengan la posibilidad de tomar la mejor decisión para sus hijos. Cada uno de ustedes
necesita ser capaz de elegir lo que es mejor para sus propias familias, porque
conocen a sus hijos y sus circunstancias mejor que nadie”.
Betsy DeVos, Agosto 20201
A. INTRODUCCION
Han pasado más de seis meses desde el inicio de la cuarentena. Lo que en su
comienzo fue una curiosa y extraña experiencia, se transformó en una costosa
cotidianeidad.
Es claro que frente a la tragedia humanitaria que estamos viviendo, la cuarentena,
en sus inicios, fue una medida racional que generó notables beneficios, al facilitar el
aislamiento social y ganar tiempo para que el gobierno se prepararse para enfrentar el
pico de contagios, con el fin de evitar las dantescas imágenes llegadas desde Italia y
España.
Por supuesto, la cuarentena también generó costos, los cuales han crecido
exponencialmente conforme la misma se fue alargando. En educación los costos son
inmensos, vivimos una tragedia educativa cuya magnitud se pierde en la cuenta
cotidiana de nuevos contagios y muertes por el coronavirus.
¿Cómo no admitir, por ejemplo, que la vida de aquellos chicos de las familias más
desfavorecidas económicamente está siendo irremediablemente afectada por no estar
recibiendo educación de calidad, por causa de la pandemia? Es por ello que, respetando
los razonables temores que muchos miembros de la comunidad educativa tienen al
contagio, también se debe tomar en cuenta el interés de aquellos niños que están siendo
condenados al peor de los futuros, pues quienes no están recibiendo hoy educación de
1 Betsy DeVos, “Letter to American Parents,” The Detroit News, Septiembre 2 de 2020.
https://www.detroitnews.com/story/opinion/2020/09/01/opinion-betsy-devos-education-secretary-letter-
america-parents-school-choices-covid-19-decisions/3445699001/
3
calidad serán los desempleados de mañana, es imprescindible que la sociedad tome
conciencia de ello.
¿Cómo evitar qué nuestros niños y jóvenes se transformen en víctimas silenciosas
del COVID-19, respetando la voluntad de numerosos padres que desean que sus hijos
retornen a las aulas y otros tantos que desean no lo hagan, que sus hijos continúen
educándose en forma virtual?
Este paper compila cronológicamente 19 notas que he publicado durante estos seis
meses, desde aquel tan lejano marzo, en Ambito Financiero, Clarín, El Cronista
Comercial, El Economista, Infobae, La Nación, Perfil y la Revista Criterio En la
primera sección se agrupan las columnas que se enfocan específicamente en el terreno
educativo. El lector notará, conforme los meses van pasando, como las problemáticas
educativas se van modificando. A modo de ilustración, la primera de las notas propone
la suspensión de las clases (13/3/2020), una semana antes de oficializarse la misma, y la
última (24/9/2020), al igual que varias de los últimos meses, propone su reapertura
basada en razones tan válidas, como lo fue en su momento la suspensión de las clases.
La segunda sección agrupa las notas centradas en el contexto generado por la
pandemia, lo cual provee un marco de análisis que nos ayuda a no analizar la
problemática educativa independientemente de lo que sucede en el resto de la sociedad.
El paper concluye con una sección en la cual se propone y fundamenta una
legislación que podría resultar ser insospechadamente beneficiosa para miles de niños y
jóvenes que hoy no están recibiendo la educación de excelencia que es responsabilidad
del Estado proveerles y que significaría su acceso a más y mejores oportunidades. Por
ello, el paper postula que frente al coronavirus, la solución para nuestros chicos está en
el Congreso, no en las aulas.
4
SECCION 1. EDUCACION
I. Suspender las Clases2
Clarín, Marzo 13 de 2020.
La crisis provocada por el coronavirus nos pone frente a la necesidad de tomar
múltiples decisiones, las cuales habrían de generar beneficios, de contribuir a atenuar la
gravedad de la emergencia que nos ocupa, pero también costos.
¿Suspender las clases en los distintos niveles? Es claro que la conveniencia del
aislamiento social es innegable. Por otra parte, al día de hoy la mejor forma de enfrentar
la expansión del virus es anticipándose. Uno vez que el virus se instaló en una sociedad
es mucho más difícil enfrentarlo. Italia es un claro ejemplo de ello.
¿Cuál es el costo de suspenderlas? A nivel secundario y universitario, perder días
de clases. A nivel primario debemos sumarle el hecho que alguien debe cuidar a los
niños y los abuelos, en esta oportunidad, serían la peor alternativa.
Comencemos por la potencial pérdida de días de clase. La misma podría ser
mucho menor a lo que a primera vista nos imaginamos. Por ejemplo, desde el 1 de abril
hasta el fin del año lectivo se podríamos eliminar 11feriados, exceptuando Semana
Santa y el 8 de diciembre. Si además se suprimen las dos semanas de vacaciones de
invierno ganaríamos 10 días hábiles más. Un total de 21 días; es decir, ¡cuatro semanas
de clases! Y ello sin tomar en cuenta los días de cursos de actualización docente, los
cuales este año, dada la emergencia, podrían suspenderse.
Por ello, de seguirse una estrategia de estas características, se podrían suspender
las clases desde el próximo lunes en todos los niveles durante un mes, culminar el año
lectivo como está pautado y no perderse días de clase.
Es claro que la situación puede extenderse en el tiempo, pero de ser así tarde o
temprano se suspenderán las clases, y frente al coronavirus es mucho más eficiente
prevenir todo lo que esté a nuestro alcance, que enfrentarlo una vez que haya instalado
en la sociedad.
Por supuesto, un costo adicional en cuanto a educación primaria y jardines de
infantes es quién cuidará a los chicos en el caso que ambos padres trabajen, dado que
los abuelos no deben hacerlo. Para esos casos los colegios deberían abrir sus puertas
como virtuales guarderías, de tal forma que los chicos reciban el cuidado adecuado pero
que no se dicten clases.
2 Los links a las notas se encuentran agrupados al final del documento.
5
Con estas medidas se favorecería notablemente el aislamiento social de
convencerse a las familias y, fundamentalmente a los adolescentes y jóvenes adultos, de
la responsabilidad que ello implica. Para una generación que afortunadamente tiene una
importante conciencia social, como lo vemos en su defensa del medio ambiente, con
una adecuada difusión, ello dista de ser imposible.
No existe peor enfermedad que el miedo que inmoviliza, por eso de tomarse una
medida de esta naturaleza, lejos de generar una sensación de mayor pánico, contribuiría
a cuidar la salud de todos y, fundamentalmente, a que la sociedad tome conciencia de la
gravedad del tema. Por otra parte, no generaría un costo por la pérdida de días de clase.
En virtud de ello, yo no dudo que vale la pena llevarlo a cabo.
II. Coronavirus. Para Levantar la Cuarentena, las Escuelas y Jardines Primero
La Nación, Mayo 8 de 2020.
Luego de varias semanas de necesaria cuarentena, aparentemente, la misma ha
comenzado a relajarse. Sin embargo, las discusiones de cómo hacerlo parecen no tomar
en cuenta lo realizado en otras latitudes que decidieron transitar un camino similar.
Nueva Zelanda, Noruega y Dinamarca coincidieron en el primer paso: reabrir los
jardines de infantes y los primeros grados de las escuelas. ¿Inesperado? Definitivamente
no. Al fin y al cabo, cómo es posible que los padres puedan regresar al trabajo si sus
niños deben permanecer en el hogar.
Veamos los hechos. El martes 27 de abril, la primera ministra de Nueva Zelanda,
Jacinda Arden, anunció que disminuía el nivel de alerta por el coronavirus, por haberse
logrado la ausencia de transmisión local. El anuncio era esperado, al igual que el hecho
que a partir de dicha fecha se permitió la reapertura de algunas empresas y de las casas
de comida para llevar. Lo que sí podría llamarnos la atención fue su anuncio que
también reabrirían las escuelas primarias y aún los jardines de infantes y guarderías, por
supuesto con medidas de distanciamiento físico.
La primera ministra reiteró que, bajo el nivel de alerta tres, el consejo de
permanecer en casa se mantenía, incluidos los niños en edad escolar. En sus propias
palabras: “Si puedes trabajar desde casa, hazlo. Los niños deben ser enviados a la
escuela en escenarios donde eso no es posible, por lo que estamos esperando bajos
niveles de asistencia”. Por ello, los jardines de infantes abrieron sus puertas al igual que
las escuelas, para los niños, hasta la edad de diez años, cuyos padres debían retornar a
sus trabajos.
6
Un escenario similar lo encontramos en Noruega, donde el gobierno reabrió los
jardines de infantes, a partir del 20 de abril, en la primera etapa del levantamiento de la
cuarentena. Una semana después, los niños, hasta los 11 años, regresaron a clases. El
gobierno noruego señaló que la decisión liberaría a cientos de miles de padres de la
necesidad de proporcionar cuidado infantil durante las horas de trabajo.
Por su parte Dinamarca, al dar sus primeros pasos para el levantamiento de la
cuarentena, se convirtió el 15 de abril en el primer país europeo en reabrir sus escuelas,
comenzando por guarderías y jardines de infantes. En palabras del Primer Ministro,
Mette Frederiksen: “El gobierno estaba abriendo las escuelas para los estudiantes hasta
el quinto grado primero (10 años), porque el requisito de cuidar de ellos representaba
una mayor carga para la sociedad”.
Es claro que la foto es similar en tres países que han enfrentado con éxito la
pandemia y han comenzado a permitir el retorno a las actividades productivas. ¿Cómo
lograrlo con éxito sin que los más pequeños retornen a los jardines y escuelas?
No es necesario volver a inventar la rueda. Si nuestro país ha decidido comenzar a
levantar gradualmente la cuarentena debería seguir el ejemplo de sociedades como la
neozelandesa, donde la racionalidad priva al momento de delinear las políticas públicas
III. ¿El Coronavirus Incrementó Nuestra Libertad?
Perfil, Junio 11 de 2020.
¿Puede el coronavirus haber incrementado nuestra libertad? Es claro que la
primera respuesta que viene a nuestra mente es un taxativo no. Pero a pesar que parezca
un absurdo, en un momento en que la mayoría nos encontramos recluidos en nuestros
hogares y privados de muchos de nuestros derechos, habiendo perdido hasta la libertad
de llevar a cabo las rutinas más ordinarias de nuestras vidas, muchas familias están
experimentando una insospechada libertad educativa.
Las escuelas se han cerrado para mitigar la propagación del virus y, posiblemente,
no volverán a funcionar con total normalidad en lo que resta del año lectivo. Muchos
padres tienen hoy un rol en la educación de sus hijos como nunca antes han podido
tenerlo, aprovechando una multitud de recursos de aprendizaje que se pueden encontrar
en Internet, y descubriendo que la creatividad y la curiosidad de sus hijos repuntan
cuando se les permite explorar planes de estudio más individualizados. ¿Por qué no
preguntarnos si, por ejemplo, algunos de ellos no desearán continuar apoyando el
aprendizaje de sus hijos en sus casas cuando se haya superado la pandemia? Es probable
7
que este período de confinamiento forzoso haya llevado a muchas familias a cuestionar
la educación que llevan a cabo sus hijos en las aulas tradicionales.
Uno de los principales argumentos de quienes se oponen a la libertad educativa lo
constituye la premisa que es el gobierno y no los padres quién está más calificado para
decidir cómo se debe educar a los niños. Se asume, implícitamente, que las familias son
de alguna manera incapaces de tomar buenas decisiones para sus propios hijos y esas
decisiones deben, por lo tanto, estar en manos del gobierno.
Desafortunadamente, la arrogancia del establecimiento educativo, al pensar que
los burócratas saben mejor que los padres, condena a demasiados niños, de sobremanera
a aquellos de familias económicamente desfavorecidas, a experiencias educativas poco
óptimas.
Yo me pregunto por qué un padre de un niño, de por ejemplo, seis años que elige
naturalmente el médico de su hijo, los alimentos que consume, las horas que descansa,
los deportes que práctica, la ropa que utiliza, sus amigos, las películas que ve, el uso que
le da a Internet y el tiempo que está frente a la pantalla, y todo lo que el lector se pueda
imaginar, no puede elegir también el tipo de educación que considera más adecuado
para el niño, en función de sus aptitudes, su personalidad, sus gustos y los valores de la
familia.
Démosle a todo padre, independientemente de sus posibilidades económicas, la
oportunidad de decidir qué es lo mejor para sus hijos, permitiéndole aplicar el monto
que destina el Estado donde ellos creen que pueden obtener la mejor o más apropiada
educación para sus hijos, ya sea en una escuela de gestión pública, privada o quizás
solventando servicios educativos que se lleven a cabo en el hogar. Financiemos a los
estudiantes, no al sistema, y preservemos la extraña libertad que el coronavirus ha
generado.
IV. Coronavirus y Educación. Una Estrategia Distinta para el Día Después
Perfil, Julio 24 de 2020.
Han pasado más de cuatro meses desde el inicio de la cuarentena. Lo que en su
comienzo fue una curiosa y extraña experiencia, se transformó en una costosa
cotidianeidad de la cual, aparentemente, hemos comenzando el complicado camino de
retorno hacia una, por así denominarlo, nueva normalidad.
8
En educación el costo ha sido inmenso y toda la atención hoy está puesta en
cuándo los chicos y adolescentes podrán retornar a sus escuelas y bajo que protocolos
hacerlo.
Ello ha hecho perder de vista un hecho de fondo: la crisis económica ha forzado a
muchos padres a dejar de pagar sus cuotas en escuelas de gestión privada y, muy
probablemente, deban emigrar a escuelas de gestión pública. Por cierto, un éxodo
similar sucedió luego de la crisis de 2001, pero en esta ocasión el efecto será
exponencial, dada la magnitud del evento que estamos viviendo.
Frente a esta realidad muchas escuelas privadas corren el riesgo de cerrar sus
puertas. ¿Podrá el sistema público absorber a esta gran cantidad de potenciales alumnos
o se preferirá generar un esquema de subsidios a los colegios de gestión privada para
que puedan seguir operando, reduciendo de tal forma la emigración? Sin duda, esta
disyuntiva está siendo analizada tanto por el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
como del resto de las regiones del país, donde las escuelas de gestión privada reciben un
importante caudal de alumnos.
Esta nota propone otro curso de acción que evitaría el potencial colapso del
sistema público, frente a la masiva inscripción de nuevos alumnos y no implicaría un
subsidio a las escuelas de gestión privada, para permitirles bajar sus matrículas o becar
un gran número de alumnos, sin que su factibilidad económica se vea afectada por ello.
La misma la publiqué en este mismo espacio en septiembre del año pasado.
Consiste en crear, por parte del Estado, una sencilla cuenta de ahorro para gastos
educativos de aquellos alumnos afectados, una herramienta que les otorgaría a las
familias que enfrentan hoy tiempos muy difíciles, absolutamente imprevisibles pocos
meses atrás, la posibilidad de continuar decidiendo sobre la escolaridad de sus hijos.
Esta cuenta sería administrada por los padres, de tal forma que sus hijos podrían seguir
asistiendo a la escuela que la familia ha elegido en su momento y no a la que, por
consecuencia directa de la crisis económica generada por la cuarentena, deberán
concurrir.
La propuesta es presupuestariamente factible, al ser indistinguible de subsidiar a
las escuelas de gestión privada que hoy ven en riesgo su misma existencia, pero
marcaría un cambio de paradigma en la educación argentina pues serían los padres, que
califiquen para el subsidio en virtud de la nueva situación económica que enfrentan y
por el tiempo que la misma lo amerite, y no las escuelas, quienes reciban el apoyo del
Estado.
9
La diferencia no es menor, familias destrozadas por un evento del cual,
obviamente, nadie es culpable, sentirían el apoyo de un Estado presente en el momento
que más lo requieren. ¿No es suficiente razón para evaluarlo? Yo creo que sí.
V. Cómo Enfrentar el Peor Legado Educativo de la Pandemia
Ambito Financiero, Julio 29 de 2020.
Días atrás, el ministro de Educación, Nicolás Trotta, afirmó en declaraciones
radiales que “lo que más me preocupa, además de una vuelta segura a las aulas, es que
vamos a sufrir un desgranamiento, un abandono sobre todo en la secundaria”, a lo cual
agregó que “la pérdida de la rutina de ir a la escuela implica una profundización del
desgranamiento, y mucho más en una situación como esta con el impacto económico y
social que tuvo la pandemia”. Por ello, en sus palabras “el Gobierno va a tener que
desplegar una política educativa para ir a buscar a los chicos que deserten de la
escuela”.
Es claro que tiene razón. Esta nota propone una estrategia complementaria para
enfrentar la fuerte deserción en la escuela secundaria que probablemente dejará la
pandemia: el sistema de educación dual, originario de Alemania.
En el llamado sistema de educación dual los jóvenes, que desean participar del
mismo, pasan una cantidad importante de tiempo trabajando en empresas, mientras
transitan sus estudios secundarios. Conforme va transcurriendo el proceso de
aprendizaje, el estudiante incrementa el tiempo de entrenamiento en la empresa y reduce
el tiempo de aprendizaje en la institución educativa, logrando de esa forma incorporarse,
provisto de capital humano, al proceso productivo. Usualmente los participantes
perciben durante este período un salario próximo a un tercio del que percibe un
trabajador al inicio de su vida laboral.
Varios países europeos han adoptado características propias de este sistema. A
modo de ejemplo: Eslovaquia, España, Grecia, Italia, Letonia y Portugal. Por cierto, una
interesante nota del Financial Times del jueves pasado, titulada: “Aprendiendo de
Alemania”, reporta declaraciones del secretario de Estado para la Educación de Gran
Bretaña, Gavin Williamson, las cuales describen el fuerte interés del gobierno británico
en dar a los jóvenes, que así lo deseen, una preparación similar a la que es llevada a
cabo en Alemania.
Instrumentar el sistema dual, adaptado, por supuesto, a nuestra realidad, sería un
importante aporte para que muchos jóvenes que han abandonado sus estudios
10
secundarios, en virtud de la crisis económica generada por la pandemia, regresen a las
aulas incentivados por una salida laboral de corto plazo y, por ello, sería el
complemento ideal para los esfuerzos que el gobierno habrá de llevar a cabo para
combatir la inevitable deserción generada por la tragedia que estamos viviendo.
Francamente, creo que vale la pena el considerarlo.
VI. Si los Chicos no Pueden ir a la Escuela, que la Escuela Vaya a los Chicos
Infobae, Agosto 21 de 2020.
Días atrás, el líder de SUTEBA, Roberto Baradel, expresó en una entrevista radial
que “hasta que se encuentre la vacuna contra el coronavirus van a ser una complicación
las clases presenciales” y agregó que “la presencialidad implica una movilización de
gente muy grande de chicos y grandes a las escuelas y eso sería contradictorio con las
medidas que se están tomando”.
Baradel señaló también que “la infraestructura escolar de la provincia no se
encuentra en condiciones y que un eventual regreso debería contemplar una serie de
cuestiones y casi toda Argentina no está en condiciones para los nuevos protocolos”.
La foto es clara, la vuelta a clases, por lo menos en la Provincia de Buenos Aires,
parece lejana. ¿Qué será de los chicos? Da miedo… Los chicos que hoy no reciben
educación serán los desempleados de mañana, es imprescindible que la sociedad tome
conciencia de ello.
¿Cómo enfrentar una tragedia cuya magnitud se pierde en la cuenta cotidiana de
nuevos contagios y defunciones por el coronavirus?
El pasado 24 de julio, Neal McCluskey, director del Centro para la Libertad
Educativa del Cato Institute, publicó una interesante nota que aplica perfectamente a
nuestra realidad. La misma centra su interés en las llamadas cápsulas educativas
(education pods), las cuales son pequeños grupos de niños que reciben instrucción en
una casa, con un profesor pagado por los padres, que desean una educación
presencial para sus hijos con un riesgo minimizado frente al coronavirus. Ello, por otra
parte, permite que los padres puedan retomar sus actividades laborales, con la
tranquilidad que un adulto calificado vela por la seguridad de sus hijos.
Es claro que una solución de estas características ampliaría la brecha educativa
entre quienes pueden afrontarla y a aquellas familias que no están en condiciones de
hacerlo, tal como lo señala una nota del Washington Post del 17 de julio, cuyo título
habla por sí mismo: “Para los padres que lo pueden pagar, una solución para el otoño:
11
traer los maestros a los niños”. El Post ha publicado otras notas sobre el tema, lo cual
refleja la relevancia del mismo, remarcando el hecho que las cápsulas educativas
profundizarán la desigualdad.
Sin embargo, ello no es necesariamente cierto, como bien lo argumenta Neal
McCluskey en su nota, si el Estado cumple su rol de asegurar la educación de todos los
ciudadanos, proveyendo a los padres de familias que lo necesiten el financiamiento
necesario para que ellos también puedan optar por esta alternativa educativa, de así
desearlo.
Veamos los hechos. Como señala McCluskey: “Tan lamentable como puede ser
algo que exacerba la desigualdad, es simplemente irrealista pensar que los padres con
medios se abstendrán de hacer lo que ellos consideran que es mejor para sus hijos. De
hecho, esto está biológicamente arraigado en nuestra forma de ser,” y agrega que
“nuestra inclinación no debería ser aquella de avergonzar a las familias de más recursos,
quizás con la esperanza que sientan suficiente presión social para no seguir con sus
planes. En cambio, deberíamos empoderar a las familias más pobres para que busquen
lo mejor para sus hijos. Ellos, también, están biológicamente motivados para cuidar de
sus hijos y, si se les diera el financiamiento educativo en lugar de dárselo directamente a
las escuelas estatales, podrían pagar para crear sus propias cápsulas educativas”.
A modo de ilustración, McCluskey señala que en USA se gasta anualmente, en
promedio, alrededor de U$S13,000 por cada estudiante en el sistema de escuelas
públicas. Si un grupo de padres de, por ejemplo 10 niños, recibieran ese financiamiento
y lo unieran en un fondo, podrían pagarle a un profesor hasta $130.000 al año, lo cual
constituye más del doble del salario base de los maestros en colegios públicos.
Por cierto, una nota de Newsweek del 31 de julio, titulada: “¿Qué significa el auge
de las cápsulas educativas pandémicas para el futuro de la educación? coincide
plenamente con esta posición. La misma menciona que “las cuentas de ahorro para la
educación, que ya han estado en funcionamiento con éxito en cinco Estados antes de la
pandemia, pueden proporcionar a todas las familias los fondos necesarios para cambiar
a un modelo de cápsula de aprendizaje, si esa es la mejor opción para ellos durante este
difícil tiempo”.
Retornemos a nuestra realidad. Garantizar la equidad es un principio que no debe
olvidarse. Por ello, frente a la tragedia educativa que estamos viviendo, no debemos
coartar posibilidades a aquellas familias que pueden acceder a ellas y sí facilitarle al
12
resto de las familias el acceso a oportunidades similares, permitiéndoles controlar el
financiamiento que se supone debería estar empleándose para educar a sus hijos.
Las cápsulas educativas pandémicas son una realidad en otras latitudes, no es
necesario inventar nuevamente la rueda.
VII. No Sobrestimemos el Riesgo de Reabrir las Escuelas
Clarín, Septiembre 2 de 2020.
Hace pocos días, CTERA publicó un comunicado oponiéndose a la, mal llamada,
apertura de escuelas en la Ciudad de Buenos Aires: “Ante los anuncios de Horacio
Rodríguez Larreta, de iniciar el 7 de septiembre en la Ciudad las clases en forma
presencial, la CTERA expresa su enérgico rechazo a esta medida que pondrá en riesgo
la vida de docentes, estudiantes y Comunidad Educativa”.
¿Es realmente significativo dicho riesgo? Esta columna presenta evidencia de
otras latitudes, la cual refleja que probablemente lo estemos sobrestimando
considerablemente.
A modo de ejemplo, en una nota del 26 de agosto pasado, Bob Spires, Profesor de
Educación de la Universidad de Richmond, señala el resultado de la estrategia llevada
adelante por Suecia, donde los alumnos menores de 16 años no dejaron de concurrir a
las escuelas.
En palabras de Bob Spires: “El plan de Suecia parece haber sido lo
suficientemente seguro. Su agencia de salud informó el 15 de julio que los brotes de
COVID-19 entre el millón de escolares de Suecia no eran peores que los de la vecina
Finlandia, donde se cerraron las escuelas. Y los pediatras han visto pocos casos graves
de COVID-19 entre niños en edad escolar en Estocolmo”.
Por su parte, una nota del periódico madrileño El País, del mismo día, reporta que
según las autoridades inglesas la reapertura de los colegios durante el mes de junio,
hasta el receso estival, provocó muy pocos nuevos casos de coronavirus. Dicha
conclusión surge de datos de 23.400 escuelas y guarderías, y 1.646.000 niños y jóvenes.
En un mes, sólo se confirmaron 198 nuevos casos, de ellos 70 eran niños y los 128
restantes personal educativo. Ninguno de ellos tuvo que ser hospitalizado.
Durante ese mes de clases se utilizaron diversas medidas de seguridad como el
lavado frecuente de manos, la creación de burbujas de niños que no se relacionaron con
los demás y la reducción del tamaño de las clases, pero no se requirió el uso de barbijos.
13
El informe denominado: “Infección y transmisión del SARS-CoV-2 en entornos
educativos: análisis transversal de grupos y brotes en Inglaterra”, publicado por la
Agencia Inglesa de Salud Pública, concluye que “la reapertura de las escuelas se asoció
con muy pocos brotes después de la relajación de la cuarentena en Inglaterra. La
infección por SARS-CoV-2 y los brotes eran más propensos a involucrar a los
miembros del personal, lo que pone de relieve la necesidad de mejorar las medidas de
educación y control de infecciones para este grupo”.
Frente a la tragedia educativa que estamos viviendo, una apertura controlada de
escuelas, manteniendo estrictamente todas las medidas de seguridad recomendadas, no
parece ser una opción descabellada. Es indudable que como toda decisión que se tome
frente a la pandemia involucra un riesgo que debe ser cuidadosamente evaluado, pero
probablemente un riesgo que está siendo sobrestimado, y que en virtud de ello muchos
chicos están viendo afectadas sus posibilidades de acceder a una vida mejor en su
adultez. Nada es gratis, mantener cerradas las escuelas tampoco, no debemos olvidarlo.
VIII. Si se Declaró a Internet Servicio Público Esencial, ¿Por Qué no a la
Educación?
El Economista, Septiembre 4 de 2020.
El Gobierno declaró el 21 de agosto, a través del decreto de necesidad y urgencia
690/2020, “servicios públicos esenciales y estratégicos en competencia a la telefonía
celular y fija, internet y la televisión paga”.
Dentro de los considerandos se señala que “el art. 75 de la Constitución Nacional
establece que es un deber indelegable del Estado asegurar el derecho a la educación sin
discriminación alguna, así como garantizar los principios de gratuidad y equidad de la
educación pública estatal”, y se agrega que, “por su parte, la Convención sobre los
Derechos del Niño que posee rango constitucional, establece que los Estados Partes
reconocen el derecho del niño a la educación debiendo adoptar medidas para fomentar
la asistencia regular a las escuelas y reducir las tasas de deserción escolar. Este mandato
legal, en el actual contexto sanitario, solo se puede garantizar mediante el uso de las
TIC, habiéndose transformado estas en una herramienta insustituible para hacer efectivo
el derecho”.
Esta nota propone, en función de los considerandos mencionados, declarar
también a la educación servicio público esencial y regular, por ende, el derecho de
huelga en la actividad. Esta propuesta la he realizado en cuatro columnas que he
14
publicado en este mismo medio, a partir de abril de 2017, basándome en idénticos
argumentos a los esgrimidos en los considerandos del DNU 690/2020.
Veamos los hechos. ¿Cómo no recordar los largos paros docentes en la provincia
de Buenos Aires? ¿Cómo no sentir vergüenza por los más de 100 días de paro en la
provincia de Santa Cruz? ¿Quién puede pensar que los días perdidos se recuperaron?
¿Quién puede imaginarse que un niño que concurrió a clases un día sí y otro no, en
medio de un clima enrarecido, pudo aprender algo? Por supuesto, los niños de familias
humildes fueron los más perjudicados, hablar de igualdad de oportunidades frente a esta
realidad carece de todo sentido.
A modo de ejemplo, imaginemos dos jóvenes que terminaron su educación
secundaria en la provincia de Buenos Aires en 2018. Uno de ellos concurrió a una
escuela de gestión pública y el otro a una escuela de gestión privada. ¿Podemos afirmar
que estuvieron igualmente calificados para ingresar a una universidad o insertarse en el
mundo laboral? La respuesta objetiva es no. El joven que ingresó en 2013 a una escuela
pública perdió, durante los seis años de su escolaridad, 84,5 días de clase.
Como bien señalan los considerandos del DNU 690/2020, la Constitución
reconoce el derecho a la educación, por ejemplo, en su artículo 75, al incorporar la
Convención de los Derechos del Niño. ¿No fue claramente violado dicho derecho en los
ejemplos que he desarrollado? ¿Quién puede sostener que un joven que ha sido privado
de más de 80 días de clase durante su escolaridad secundaria tiene las mismas
oportunidades para desarrollarse en la sociedad del conocimiento en la que le ha tocado
vivir, que un joven que ha tenido clases con normalidad?
En virtud de ello, he propuesto en numerosas ocasiones definir la educación como
un servicio público esencial. Los sindicatos docentes obviamente lo rechazan,
respaldándose en convenios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). El Comité
de Libertad Sindical de la OIT estableció que la educación no es un servicio esencial, dado
que su interrupción no pondría en peligro la vida, la seguridad o la salud de la población.
Sin embargo, la vida de muchos jóvenes que han transitado su educación dentro
de un sistema en los cuales son virtuales rehenes, ha sido irremediablemente afectada,
de la misma forma que lo es hoy la de los muchos chicos y jóvenes que no están
recibiendo educación en virtud de la tragedia sanitaria que estamos viviendo.
¿No es razón suficiente para definir la educación como un servicio público
esencial? Al fin y al cabo, si basándonos en los mismos considerandos declaramos a
Internet como un servicio público esencial, ¿por qué no a la educación?
15
IX. La Carta que Todo Padre Desearía Recibir
Revista Criterio, Septiembre 10 de 2020.
Vivimos una tragedia educativa cuya magnitud se pierde en la cuenta cotidiana de
nuevos contagios y muertes por el coronavirus. ¿Cómo evitar qué nuestros niños y
jóvenes se transformen en sus víctimas silenciosas?
Hace pocos días, Betsy DeVos, secretaria de Educación de los Estados Unidos,
publicó una carta abierta dirigida a todos los padres. Esta nota comparte los principales
conceptos de esa larga misiva, los cuales aplican directamente a la tremenda realidad
educativa que la crisis sanitaria ha generado en nuestro país.
“Es temporada de regreso a la escuela, pero se siente diferente a cualquier otro
año. Hablemos de algo que ha estado pesando mucho en sus mentes y en las mía.
¿Cómo pueden los alumnos -su hija, su hijo- seguir aprendiendo y creciendo en forma
segura?
Sé que muchos de ustedes se sienten abrumados o impotentes, frustrados y
cansados, muy cansados. Todas esas emociones son comprensibles. Esto ha sido duro
para todos. Su corazón se rompió cuando vieron llorar a sus hijos porque estaban tan
frustrados con el aprendizaje virtual que con demasiada frecuencia no parece funcionar
del todo bien. Ustedes hicieron todo lo posible para convertirse en maestros de tiempo
completo, además de mantener su trabajo cotidiano y preocuparse por la seguridad de su
familia.
Sé que muchos de ustedes están ahora más en sintonía con lo que sus hijos
necesitan para aprender. Por lo tanto, algunos de ustedes, con el tiempo y los recursos
económicos necesarios, se están volviendo creativos y han formado, por ejemplo,
“burbujas de aprendizaje” o han tomado la decisión que sus hijos realicen home
schooling.
Están haciendo lo que piensan es mejor para ellos. Eso es lo que hacen los padres.
Pero demasiados padres de nuestra nación, tal vez tú, o alguien a quien conoces, están
atrapados sin opciones, sin ayuda y sin salida.
Es por eso que estamos luchando cada día por generar más opciones. Cada familia
necesita ser capaz de hacer lo que es mejor para su hijo. Su dinero debe seguir a su
estudiante. Nuestras escuelas existen porque usted paga por ellas y usted debe estar
facultado para poner su dinero a un mejor uso si la escuela no está satisfaciendo sus
necesidades.
16
Eso comienza con las escuelas abiertas. Permítanme aclarar: nadie está sugiriendo
que cada niño debe estar detrás de un escritorio en un aula, o que las realidades de salud
no causarán interrupciones temporales. Sin embargo, creemos que, como regla, las
escuelas deben estar abiertas para el aprendizaje en persona como una opción para las
familias que lo quieren o lo necesitan.
En términos más generales, creemos que las familias necesitan más opciones que
nunca para encontrar que es lo más adecuado para sus hijos.
Si desean o necesitan enviar a su hijo a la escuela, los apoyamos. Aportaremos
financiamiento de emergencia para que las escuelas reabran de manera segura y
ofrezcan instrucción en persona.
Si el aprendizaje virtual es lo mejor para su familia, los apoyamos. Hemos
reservado importantes fondos para mejoras en la educación a distancia y otros modelos
innovadores.
Si desean que sus hijos asistan a una escuela que no sea la escuela pública que le
ha sido asignada por su lugar de residencia, los apoyamos. Por ello, el presidente Trump
y yo respaldamos la propuesta de ley que proporcionaría becas a las familias para elegir
el mejor entorno educativo para sus hijos.
Al final del día, queremos que todos los padres tengan la posibilidad de tomar la
mejor decisión para sus hijos. Algunos pueden optar por aprender en casa. Algunos
pueden optar por regresar a su escuela actual. Algunos pueden optar por hacer una
combinación de ambas alternativas. Cada uno de ustedes necesita ser capaz de elegir lo
que es mejor para sus propias familias, porque conocen a sus hijos y sus circunstancias
mejor que nadie”.
La carta es clara y contundente, y el mensaje por demás relevante, frente a la
tremenda realidad educativa que vive nuestro país en virtud de la pandemia. Al fin y al
cabo, ¿quién mejor que los propios padres para decidir qué es lo correcto para sus hijos?
Una pregunta simple, pero de fundamental importancia.
Uno de los principales argumentos de quienes se oponen a la libertad educativa lo
constituye la premisa que es el gobierno y no los padres quién está más calificado para
decidir cómo se debe educar a los niños. Se asume, implícitamente, que las familias son
de alguna manera incapaces de tomar buenas decisiones para sus propios hijos y esas
decisiones deben, por lo tanto, estar en manos del gobierno de turno.
Desafortunadamente, la arrogancia del establecimiento educativo, al pensar que
los burócratas saben mejor que los padres, condena a demasiados niños, de sobremanera
17
a aquellos de familias económicamente desfavorecidas, a experiencias educativas poco
óptimas.
Yo me pregunto por qué un padre de un niño de, por ejemplo, seis años que elige
naturalmente el médico de su hijo, los alimentos que consume, las horas que descansa,
los deportes que practica, la ropa que utiliza, las películas que ve, el uso que le da a la
Internet y el tiempo que está frente a la pantalla, y todo lo que el lector se pueda
imaginar, no puede elegir también el tipo de educación que considera más adecuado
para el niño, en función de sus aptitudes, su personalidad, sus gustos y, por supuesto,
los valores de la familia.
Los niños no tienen por qué convertirse en las víctimas silenciosas del
coronavirus, estamos aún a tiempo de evitarlo. ¿No les gustaría a Uds. como padres
recibir una carta similar a la que ha motivado esta nota? A mí, definitivamente sí.
X. Escuelas y COVID-19: La Solución Está en el Congreso, no en las Aulas
Perfil, Septiembre 18 de 2020.
Según reporta la agencia Télam, el pasado 24 de agosto, la secretaria general de la
Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA),
Sonia Alesso, al opinar sobre la posibilidad de la vuelta a las aulas, expresó que “en la
provincia de San Juan, hubo una reapertura de escuelas y algunas tuvieron que volver a
cerrar porque hubo contagios”, recordó que “abrir las escuelas implica que vaya la
directora y personal docente y no docente” y agregó que “el rebrote hizo que los casos
de coronavirus sigan aumentando en distintos puntos el país y para nosotros y nosotras
la prioridad tiene que ser la vida y la salud de los chicos y de los docentes”.
Su posición no resulta, coincide con la que los sindicatos docentes sostienen en
otras latitudes. ¿Por qué tomar el menor riesgo de contraer un virus de muy baja
letalidad, pero mortal al fin, si el salario mensual está asegurado?
¡Con las vidas no se juega! No puedo estar más de acuerdo, pero ¿qué es vivir?
¿Cómo no admitir que la vida de aquellos chicos de las familias más desfavorecidas
económicamente está siendo irremediablemente afectada por no estar recibiendo
educación de calidad, por causa de la pandemia? Es por ello que, respetando los
razonables temores que muchos miembros de la comunidad educativa tienen al
contagio, también se debe tomar en cuenta el interés de aquellos niños que están siendo
condenados al peor de los futuros.
18
¿Cómo hacerlo? Veamos una posibilidad gestada hace pocos días en los Estados
Unidos, frente a la posibilidad que escuelas públicas no abran sus puertas en numerosos
Estados, por la presión ejercida por el poderoso sindicato docente.
El miércoles 5 de agosto, el Senador por Kentucky, Rand Paul, presentó un
proyecto por el cual los fondos federales para la educación se asignarían a las familias,
no a las escuelas, generándose un múltiple abanico de posibilidades para su uso: home
schooling, la escuela pública local u otra escuela pública que tenga clases presenciales,
burbujas educativas con pequeños grupos de alumnos, o una escuela privada, ya sea
laica o parroquial.
En una nota publicada el mismo día en el Hill, Rand Paul explicó los fundamentos
de su iniciativa. En sus propias palabras: “Es difícil imaginar por qué alguien se
opondría a dejar que los padres decidan sobre la escolaridad de sus hijos. Imaginemos si
el gobierno dirigiese las tiendas de comestibles de la misma forma en que maneja las
escuelas. Usted no pagaría por sus alimentos; usted pagaría un impuesto y el gobierno lo
enviaría a la tienda más cercana a su casa. Ud. no podría decidir qué tienda o qué desea
adquirir. Llegaría y le darían la misma bolsa de comestibles a todos por igual,
independientemente de lo que necesite o prefiera. Habría una junta de comestibles para
decidir lo que abastecerán y un superintendente de comestibles sería el encargado de las
contrataciones y despidos, independientemente de la opinión de los clientes”.
Un absurdo, ¿verdad? Pero es así como hoy se maneja la educación en muchos
países del mundo, desde ya que en la Argentina.
Mientras seguimos buscando como enfrentar el coronavirus, no olvidemos a
nuestros chicos. De lograr sancionarse una legislación como la propuesta por Rand
Paul, el impacto a largo plazo de la pandemia sobre la educación en USA podría resultar
ser insospechadamente beneficioso. ¿Por qué no evaluarla para nuestro país? Frente al
coronavirus, la solución para nuestros chicos está en el Congreso, no en las aulas.
XI. ¿Cuál es el Riesgo Real de Reabrir los Colegios?
Infobae, Septiembre 24 de 2020.
Luego de un mes y medio de tratativas, el gobierno nacional y la administración
de la CABA continúan negociando un acuerdo que aparentemente permitiría que 6.500
chicos, que el gobierno de la CABA identificó como aquellos que perdieron contacto
con la escuela, reciban clases de apoyo presenciales en los patios de los colegios.
19
Este episodio nos hace recordar que toda política pública genera costos y
beneficios; analicemos, por ejemplo, la eventual decisión de retornar a la presencialidad
en la educación preescolar y primaria. Los costos: el riesgo de contagio para los chicos,
los docentes y, en virtud de la alta tasa de contagio, la comunidad toda. El beneficio,
permitir que los más chicos, quiénes son los más afectados en su desarrollo y están
perdiendo más en virtud de la larga cuarentena, retornen a la escuela.
Nada es gratis, los costos existen, la pregunta relevante es si se justifica
afrontarlos en virtud del beneficio que habría de generarse. Al respecto, esta nota
presenta los resultados de un informe preparado conjuntamente por el Instituto de Salud
y Bienestar de Finlandia y la Agencia de Salud Pública de Suecia, el cual compara el
efecto de las políticas diametralmente opuestas seguidas por ambos países en torno al
cierre de escuelas, como respuesta al coronavirus.
Tanto en Finlandia como en Suecia, los niños usualmente asisten a la guardería
desde los dos años y al preescolar cuando cumplen los seis. Luego, la escuela primaria
transcurre desde los siete a los quince años, seguida de tres a cuatro años de escuela
secundaria.
El 17 de marzo Suecia cerró sus universidades y escuelas secundarias, pero
decidió mantener abiertas las guarderías y escuelas primarias durante la pandemia. Es
decir que los niños y jóvenes menores de 16 años nunca dejaron de tener clases
presenciales. Por el contrario, Finlandia cerró todas las escuelas desde el 18 de marzo
hasta el 13 de mayo, cuando comenzaron gradualmente su reapertura. Dos estrategias
opuestas, pero con resultados imprevistamente similares.
El trabajo, “Covid-19 en niños de edad escolar. Una comparación entre Finlandia
y Suecia”3, reporta que no se encuentra diferencia en la incidencia global de los casos
confirmados en laboratorio de Covid-19 de 1 a 19 años en los dos países y que dicho
número no fue alterado con el cierre de escuelas llevado a cabo por Finlandia. En ambos
países, los contagios registrados fueron muy raros para este grupo de edad y no se
notificaron muertes.
Además, las investigaciones sobre brotes epidémicos en Finlandia no demostraron
que los niños contribuyan significativamente a la transmisión y en Suecia un informe
que comparó el riesgo de contagio en diferentes profesiones no reportó un riesgo mayor
para los docentes.
3https://www.folkhalsomyndigheten.se/contentassets/c1b78bffbfde4a7899eb0d8ffdb57b
09/covid-19-school-aged-children.pdf
20
En síntesis, el reporte concluye textualmente que “el cierre o no de las escuelas no
tuvo un impacto directo mensurable en el número de casos confirmados en laboratorio
en niños en edad escolar en Finlandia o Suecia”.
Frente a la terrible crisis educativa que vive nuestro país, potenciada por la
imprevista emergencia sanitaria, resulta razonable preguntarnos si en base a un análisis
de costo-beneficio no se justifica el retorno a la presencialidad para los más pequeños.
Por supuesto, habría riesgo de contagios, probablemente muy reducido para los niños, y
aparentemente similar al de otras profesiones para los docentes.
La pregunta relevante es si se justifica el tomarlo, la evidencia reportada en esta
nota me hace pensar que probablemente sí.
SECCCION 2. EL CONTEXTO DE LA PANDEMIA
I. ¿Cómo Salir de la Cuarentena con Exito?
Ambito Financiero, Mayo 5 de 2020.
El pasado 30 de Abril, el periódico estadounidense USA Today publicó una
interesante nota en la cual Paul Romer, Premio Nobel de Economía 2018, Steven Levitt,
profesor de economía de la Universidad de Chicago y autor del bestseller
Freakonomics, y Jeff Severts, Director del Centro de Innovación Radical para el
Cambio Social de la Universidad de Chicago, proponen un creativo procedimiento
basado en incentivos para lograr salir de la cuarentena con éxito.
Para lograr dicho fin se requerirá testear a millones de estadounidenses cada
semana y aislar a aquellos que den positivo. Pero el contar con suficientes tests, si bien
es una condición necesaria, no es una condición suficiente para el éxito del programa,
pues también es imprescindible que la gente esté dispuesta a testearse y quedarse en sus
casas, si son portadores asintomáticos del virus.
Aún si las pruebas son completamente gratuitas, es poco probable que una gran
parte de la población, que no se sienta enferma, esté dispuesta voluntariamente a
tomarlas, sabiendo que en el lugar donde se realice la prueba probablemente se cruzará
con personas que tienen interés en testearse pues no se sienten bien.
Veamos los hechos. Cuando alguien es contagioso impone costos a otras personas
por el riesgo de contagiarlas, costos que la mayoría de las personas no tienen
plenamente en cuenta al tomar decisiones que podrían exponer a terceros. Levitt, Romer
y Severts, proponen un procedimiento tan aplicable en USA como en la Argentina para
21
enfrentar este hecho. En sus propias palabras: “generar incentivos para lograr que las
decisiones individuales sean consistentes con lo que es mejor para la sociedad en su
conjunto”.
Una manera de crear un fuerte incentivo para someterse a la prueba sería
establecer una lotería con grandes premios semanales para aquellas personas elegidas al
azar para ser testeadas, o elegidas utilizando algún algoritmo que evalué la probabilidad
de estar infectadas. Esas personas tendrían hasta el final de la semana para hacerse la
prueba y, de realizarla, obtendrían un billete de la lotería cuyos ganadores serían
anunciados semanalmente.
Debido a que los beneficios de las pruebas generalizadas serían tan grandes, los
premios podrían ser extremadamente significativos. Por ejemplo, señalan los autores,
que en USA, si se estableciera un premio de U$S $200 millones por semana, el costo
anual sería de U$S 10 mil millones, aproximadamente el 0.5% del costo del paquete de
ayuda recientemente aprobado por el Senado norteamericano.
A ello habría que agregar un pago semanal de US$ 2.000 a todo adulto que
resultase positivo, para persuadir a hacerse la prueba a quienes saben que no pueden
quedarse en casa sin trabajar si no tienen síntomas, pero podrían dar positivos y, por
ende, capaces de contagiar. Con lo cual, asumiendo que fuese necesario poner en
cuarentena hasta a 20 millones de personas este año, el costo del programa rondaría los
U$S 80.000 millones; es decir, tan sólo el 4% del costo del paquete de ayuda aprobado.
Esta idea puede aplicarse perfectamente en nuestro país; por supuesto, ajustando
los valores a nuestra realidad. De no realizarse testeos masivos es impensable pretender
salir de la cuarentena con éxito. Pero constituye tan sólo una ilusión asumir que de
contarse con suficientes elementos para realizar los testeos se logrará el objetivo. Para
ello, será necesario generar los incentivos correctos para que las personas
voluntariamente los lleven a cabo. No es un punto menor.
II. Suecia vs. Argentina: El Tiempo Dirá
Infobae, Mayo 20 de 2020.
Días atrás se produjo un desagradable episodio cuando el presidente Alberto
Fernández hizo mención a las medidas adoptadas por Suecia frente a la pandemia, a
modo de contraejemplo de lo que se debe hacer.
Esta nota no apoya ni se opone a los dichos del presidente, sino sencillamente
intenta explicar porque es razonable que dos sociedades tan distintas enfrenten la
22
pandemia en forma diferente. Probablemente, de seguir Argentina la política sueca
conduciría a un desastre sanitario y, por otra parte, carecería de sentido que el gobierno
sueco lleve a cabo una política similar a la de nuestro país, dada sus propias
características culturales y sociales.
Suecia es un país cuya sociedad privilegia la libertad, por supuesto con
responsabilidad. Por ello, como menciona el reciente comunicado de su Embajada en
Buenos Aires: “Una parte importante de las medidas de prevención de Suecia consiste
en proporcionar a los ciudadanos información confiable que los ayude a asumir la
responsabilidad de su propia salud. La base de esto es la confianza mutua entre las
autoridades estatales y los ciudadanos que se ha ido construyendo a través del tiempo. A
modo de ejemplo, la administración de las vacunas del calendario infantil sueco es
opcional y ha alcanzado una cobertura de vacunación del 97% entre los niños de
Suecia”. Es claro que estamos frente a una sociedad muy distinta a la nuestra.
Por ejemplo, veamos su peculiar sistema educativo. Hace ya casi 15 años, el hoy
Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, se preguntaba en una nota: “¿cuántos
de los lectores de este artículo saben que en Suecia funciona desde hace años y con
absoluto éxito el sistema de bonos escolares para estimular la competencia entre
colegios y permitir a los padres de familia una mayor libertad de elección de los
planteles donde quieren educar a sus hijos? Yo, por lo menos, lo ignoraba. Antes, en
Suecia, uno pertenecía obligatoriamente a la escuela de su barrio. Ahora, decide
libremente dónde quiere educarse, si en instituciones públicas o privadas -con o sin
fines de lucro- y el Estado se limita a proporcionarle el bono con que pagará por
aquellos servicios. La multiplicación de colegios privados no ha empobrecido a las
instituciones públicas; por el contrario, la competencia a que ahora se ven sometidas las
ha dinamizado, ha sido un incentivo para su modernización”.
Desde la década de 1970, el sistema escolar sueco había disminuido
considerablemente en calidad. Sólo quienes podían hacer frente a las altas matrículas de
las escuelas privadas, mientras a su vez pagaban los elevados impuestos característicos
de Suecia, tenían la capacidad de proporcionar una educación de excelencia a sus hijos.
El resto de la población debía concurrir a las escuelas públicas de sus municipios.
A partir de la reforma de 1992 todo padre puede decidir libremente dónde educar
a sus hijos, si en instituciones públicas o privadas (denominadas escuelas
independientes), con o sin fines de lucro, y el Estado (a nivel Municipal) se limita a
proporcionarles un voucher con el cual pagar por dicha educación. Luego, cada escuela
23
presenta sus bonos a la dependencia de contralor y obtiene a cambio el subsidio
correspondiente. Para calificar para el programa, las escuelas tienen que ser aprobadas
por el organismo gubernamental de contralor, cumplir con los requisitos del plan de
estudios nacional, y no pueden seleccionar estudiantes sobre la base de su status
socioeconómico o étnico.
El programa, basado en la tradición sueca de justicia social e igualdad de
oportunidades, posibilitó que todas las familias pudiesen elegir entre escuelas públicas y
privadas, independientemente de sus posibilidades económicas. El mismo fue
introducido por una coalición de centro derecha, en ese entonces en el gobierno. Per
Unckel, Ministro de Educación Sueco entre 1991-1994 y gestor de la reforma del
sistema educativo señalaba que: “La educación es demasiado importante como para
dejarla en manos de un sólo productor”.
Al retornar al gobierno la democracia social, la popularidad del programa la llevó
a no revertirlo, sino por el contrario a expandirlo. En 2018, la página oficial del
gobierno de Suecia, http://www.sweden.se, señalaba que: “el número de escuelas
independientes en Suecia está creciendo, y el poder elegir la escuela se ve hoy como un
derecho. A cada niño se le asigna los fondos para su educación, desde el nivel
preescolar hasta la escuela secundaria. De esta forma, el gobierno sueco apoya el
establecimiento de las escuelas independientes.”
El éxito de la reforma tomó a sus mismos arquitectos por sorpresa. Hoy en día una
de cada ocho escuelas en Suecia es una de las denominadas escuelas independientes y,
en Estocolmo, en determinados rangos de edades, hasta el 30% de los estudiantes
asisten a dichos establecimientos.
La foto es clara. Suecia es una sociedad que privilegia la libertad. Probablemente
una política pública que requiere la participación voluntaria de la población tenga un
mayor éxito que una alternativa autoritaria. Por ello, no es posible juzgar a ambos países
con la misma vara. Vaya uno a saber si las políticas llevadas a cabo por Suecia y
Argentina, para enfrentar el coronavirus, no han sido en ambos casos las correctas,
dadas la diferencia de sus sociedades. Sólo el tiempo lo dirá.
III. ¿Cuántos son los Muertos Reales por el Coronavirus?
Perfil, Junio 23 de 2020.
La Argentina está entrando en una fase crítica de la pandemia, geográficamente
localizada en el conurbano bonaerense y en la ciudad de Buenos Aires. El domingo
24
pasado hemos leído en la prensa que el número de contagiados, a nivel país, rondaba los
45.000 y se habían superado los 1.000 fallecidos.
Si bien el incremento del número de contagiados es un indicador por demás
inexacto, por depender del número de testeos realizados, el número de fallecidos, a
primera vista, constituye un mejor indicador. Sin embargo, ello no es necesariamente
cierto, como esta columna habrá de demostrar. Dos notas de BBC News, del pasado 17
y 18 de junio, contribuirán a dicho fin.
¿Cómo contar las defunciones? No existe un estándar internacional aceptado
sobre el cómo medirlas. Por ello, si tomamos el número total de muertes por cualquier
causa durante la pandemia y lo comparamos con las muertes en el mismo período de
años anteriores, obtendremos un indicador inexacto, pero mucho más preciso que los
datos reportados por los diversos países, de la verdadera cifra de muertes en virtud del
coronavirus.
BBC News ha realizado un análisis de datos para 27 países y encontró que en
muchos de ellos el total de muertes durante la pandemia ha sido mayor de lo esperado,
incluso cuando sumamos las defunciones oficialmente informadas por el coronavirus.
Es claro que este hecho sugiere que existe un número importante de fallecimientos no
reportados ocasionados por el COVID 19 y otros tantos en virtud de la tensión generada
sobre los sistemas de salud, los cuales han disminuido su eficiencia en la atención de
otras patologías.
El estudio de la BBC comprende 15 países europeos y cuatro latinoamericanos:
Brasil, Chile, Ecuador y Perú. Los resultados son sugestivos.
Del total de defunciones reportadas en los 15 países europeos considerados, que
excede el promedio de años anteriores, el 78% se explica por los datos oficiales de
defunciones en virtud del coronavirus, restando un 22% sin ser explicado.
Por su parte, en los cuatro países latinoamericanos tan sólo se explica por los
datos oficiales el 41%, mientras que el 59% carece de explicación. La diferencia es
abrumadora.
Es más, tan sólo los datos de muertes reportadas por la pandemia en Brasil
superan a las inexplicadas; en Chile carece de explicación el 68% por encima de lo
esperable en función de años anteriores, en Perú el 75% y en Ecuador el 83%. Es claro
que en estos países existe un alto número de defunciones en virtud del COVID 19 que
no son oficialmente consideradas como tales.
25
¿Cuál es la realidad de la Argentina? ¿Cuántas defunciones por encima del
promedio de años anteriores, no atribuidas al coronavirus, tenemos a nivel país y
fundamentalmente en las zonas críticas? Frente al pico que estamos comenzando a
atravesar, es necesario contar con tanta información como sea posible. Conocer el real
número de defunciones constituye el mejor indicador para evaluar la efectividad de las
medidas llevadas a cabo para enfrentarlo.
IV. Coronavirus, Cuando el Remedio Puede ser Peor que la Enfermedad
Perfil, Julio 8 de 2020.
Toda decisión llevada a cabo por un gobierno genera beneficios y también costos.
Por supuesto, se justifica la misma cuando los beneficios superan a los costos.
Es claro que frente a la tragedia humanitaria que estamos viviendo, la cuarentena
es una medida que genera notables beneficios, al facilitar el aislamiento social. La
evidencia provista por el hecho que se ha llevado a cabo en la mayor parte de los países
del globo es suficiente para afirmarlo. Muchas vidas se han salvado gracias a la misma.
Sin embargo, la cuarentena también genera costos. Es imposible imaginarnos una
política que no los genere. ¿Cuáles son los costos en este caso? Para quien este escribe,
no es la debacle económica el costo que debemos tomar en cuenta, sencillamente pues si
medimos los beneficios en términos de vidas humanas, resulta correcto cuantificar los
costos en la misma unidad de medida.
Por ejemplo, el 29 de mayo pasado, una interesante nota publicada en BBC.com
alertaba que la mayoría de las muertes provocadas por el COVID-19 no serán por el
virus en sí mismo, sino por las políticas llevadas a cabo para enfrentarlo. A modo de
ejemplo: “el Royal College of Psychiatrists informa de un aumento de seis veces en los
intentos de suicidios por parte de los ancianos en el Reino Unido debido a la depresión
y la ansiedad causada por el aislamiento social”.
Yo me pregunto, ¿cuántas vidas se habrán de perder por la extensión que está
alcanzando la cuarentena en nuestro país, y por el hecho de centrar la gran mayoría de
los recursos médicos en la pandemia y en la prevención de la catástrofe sanitaria que
representaría el colapso del sistema, como lo ha vivido Italia, sin ir más lejos?
¿Cuántas operaciones programadas se están postergando? ¿Cuántos tumores no
se están detectando a tiempo, por haberse prácticamente suspendido la habitualidad de
los chequeos médicos? ¿Cuántas enfermedades del corazón, tratables adecuadamente,
pasarán inadvertidas con consecuencias fatales? ¿Cuántos niños han dejado de concurrir
26
regularmente a su pediatra, por el temor de las madres de tomar un riesgo que entienden
que no se justifica, dado que sus hijos aparentan estar saludables? ¿Cuántos de ellos no
lo están y corre riesgo su vida, o la calidad de vida que habrán de llevar en su adultez?
¿Cuántos de nuestros mayores, preservados, y con razón, del contagio en sus hogares,
no están recibiendo la atención médica que su edad requiere, con lo que su expectativa
de vida decrece? ¿Cuántas pacientes no están tomando sus medicinas para no concurrir
a un centro médico a solicitar las recetas y carecen de conectividad o conocimientos
para solicitarlas online? ¿Cuántas personas, que arrastran un cuadro depresivo, se
habrán de suicidar por el efecto de la sensación de soledad producto de la cuarentena?
La lista de preguntas no tiene fin, pero su respuesta puede llevarnos a concluir
que, aún sin tomar en cuenta los efectos de la debacle económica, el remedio podría ser
peor que la enfermedad. Yo creo que es necesario evaluarlo.
V. Las Lecciones de Lacalle Pou para la Argentina
Infobae, Julio 29 de 2020.
El 1 de marzo, en su discurso de asunción, el presidente de Uruguay, Luis
Lacalle Pou expresó: “Estamos convencidos de que si al final del período los uruguayos
son más libres, habremos hecho bien las cosas, de lo contrario, habremos fallado en lo
esencial. Permítanme, entonces, invitarlos a trabajar por la libertad en todas sus formas:
la libertad de poder vivir en paz, la libertad de poder elegir un trabajo digno, la libertad
de poder darle un techo a la familia, la libertad de poder perseguir los sueños
personales, porque se cuenta con las herramientas para hacerlo; la libertad de expresar
las ideas de cada uno sin temor a ser hostigado por quienes piensan distinto, la libertad
de crear, de innovar, de emprender y de tender a la excelencia; la libertad de criticar al
Gobierno cuando se lo merezca, la libertad de buscar la felicidad de cada uno de
nosotros por los caminos que cada uno elija recorrer”.
La crisis sanitaria que estalló pocos días después permitiría ver reflejado en los
hechos dicha voluntad. Veámoslo sintéticamente a partir de la entrevista que le realizó
Alfredo Leuco, a mediados de julio, en la cual Lacalle describió la metodología
adoptada por su gobierno para hacer frente al coronavirus, sin decretar una cuarentena
obligatoria, como la establecida en nuestro país: “El uruguayo tiene una vocación
genética en la libertad. Es un bien muy preciado, que a veces en la lógica diaria se nos
olvida. Pero, en las difíciles, el uruguayo sale adelante con ese valor y lo defiende. En
eso obviamente nos inspiramos: yo no estaba dispuesto a obligar a los uruguayos a
27
confinarse, a ir rumbo a un estado policíaco” y lo enfatizó con un ejemplo: “Les
pregunté (a la oposición) si alguno estaba dispuesto a ir conmigo a subir a un móvil
policial, y empezar en una feria a meter gente adentro, gente que está tratando de hacer
un peso. No se puede meter preso al que trata de ganarse el peso. ¿No somos capaces en
Uruguay de apelar al cuidado personal, individual y colectivo? El uruguayo dio una
gran demostración”.
Libertad y responsabilidad, dos conceptos inseparables, como lo remarcó el
mismo presidente uruguayo en una conferencia virtual organizada por la Fundación
Libertad, el pasado 25 de julio: “Durante estos meses hubo un estricto autocontrol y
censura popular a aquellas personas que no llevaban adelante los cuidados pertinentes.
A partir de esta libertad responsable, que rigió sin obligatoriedades, se generó un
empoderamiento en los ciudadanos que va a hacer que a los gobernantes nos tengan
muchos más cercanos en el contralor”.
¡Qué distinto a nuestra realidad!
¿Libertad? Como señala el Padre Pedro Opeka, un argentino propuesto varias
veces al Premio Nobel de la Paz por su incansable trabajo con los pobres en
Madagascar, uno de los países más subsumidos en la pobreza: “No debemos asistir,
porque cuando lo hacemos, disminuyendo a la gente, los convertimos en dependientes,
casi en esclavos de nosotros. Y Dios no vino al mundo para hacernos esclavos sino para
liberarnos, ponernos de pie. Hay que combatir el asistencialismo hasta en la propia
familia porque, si no, no dejamos crecer a los hijos. De lo contrario, los hijos se
acostumbrarán a recibir todo de los padres, y estos envejecen. Lo mismo sucede con los
pobres. El problema en muchos países, incluyendo Argentina, es que los dirigentes
políticos se encargan de hacerles creer que el Estado les va a resolver todos los
problemas”.
¿Responsabilidad? ¿Cuándo asociamos en nuestra vida cotidiana el resultado de
nuestras acciones con nuestra propia responsabilidad y no con la del otro? ¿Cuándo
aceptamos que nuestros hijos han sido aplazados porque no estudiaron y no por culpa
del otro, de la injusta maestra que el azar les ha deparado? ¿Cuándo admitimos que
nuestro equipo ha sido derrotado por su pobre desempeño y no por culpa del otro, del
referee inepto o corrupto, según le resulte más satisfactorio a nuestro imaginario?
¿Cuándo?
La educación es una tarea a largo plazo, pero el diagnóstico es claro, no debemos
perder un solo día en poner en marcha una reforma educativa que privilegie los valores
28
de la libertad y la responsabilidad. Imaginémonos tan sólo si lo hubiésemos hecho 20
años atrás, ¿estaríamos enfrentando la pandemia como los estamos haciendo o nuestra
sociedad hubiese demandado una estrategia como la descripta por el presidente del
Uruguay?
El vivir en una sociedad normal, en una sociedad en la cual se favorezca la
igualdad de oportunidades independientemente de la cuna, en una sociedad donde cada
hombre sea libre de realizarse tomando los riesgos que desee afrontar, accediendo al
fruto de sus decisiones acertadas y pagando los costos de sus errores, ¿de qué depende
sino de la educación? De la educación formal, la cual nadie duda debe mejorar y mucho,
pero también de la educación en valores. De enseñar a nuestros niños a no temer a la
libertad, a preguntar, a cuestionar, pero con la responsabilidad imprescindible, tal como
lo remarca Luis Lacalle Pou.
Si deseamos nunca más sufrir los terribles costos que habrá de dejar la actual
cuarentena, debemos educar a nuestros jóvenes para el ejercicio de la libertad con
responsabilidad, la clase de sociedad que seremos depende de ello.
VI. Coronavirus y Dignidad
Revista Criterio, Julio 2020.
Una nota de ABC News del pasado 14 de abril reporta que si bien el
distanciamiento físico es un paso esencial para reducir la transmisión del coronavirus,
no es gratis, pues puede ocasionar aislamiento social y sensación de soledad, lo cual
numerosos estudios correlacionan con un mayor riesgo de desarrollar un deterioro tanto
de la salud mental como física.
El aislamiento social no necesariamente genera una sensación de soledad. La
soledad, a diferencia del aislamiento social, es un sentimiento subjetivo. En palabras de
Lisbeth Nielsen, directora de la División de Investigación Conductual y Social del
Instituto Nacional del Envejecimiento en USA: “la soledad es la “sensación de sufrir
estar desconectada de otras personas, que es diferente del aislamiento social que
simplemente es no estar cerca de otras personas o no tener conexiones cercanas”.
Tal como lo señala Stephanie Cacioppo, directora del Laboratorio de Dinámica
Cerebral, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chicago: “aunque la soledad y
el aislamiento social pueden afectar a cualquier persona independientemente de su edad,
las personas de edad son particularmente vulnerables, especialmente en el actual
29
contexto generado por la pandemia”. Frente a ello, cómo no recordar el episodio vivido
en nuestro país hace unos pocos meses.
El viernes 17 de abril se hizo público que, a partir del lunes siguiente, las casi
500.000 personas mayores de 70 años que vivían en la CABA deberían obtener
un permiso para salir de sus casas llamando a la línea de la Ciudad, el 147. Un operador
les ofrecería alternativas para que dicha salida no sea necesaria y, en caso de no
convencerlos, se les solicitaría el DNI y se les otorgaría un código. Dicho código sólo
serviría para el mismo día, de necesitar salir al día siguiente deberían solicitarlo
nuevamente. Al salir, la persona tendría que portar su DNI, el cual podría ser requerido
por la policía para chequear en sus celulares si realmente estaba autorizada. Si salió sin
permiso, se le pediría que regrese a su hogar, sin ninguna multa o castigo por la
infracción. De negarse a regresar, es un completo misterio que hubiese sucedido.
El domingo 19, la fuerte reacción que generó la medida llevó a que el gobierno
porteño anunciase que se modificaría la misma: el permiso se habría de transformar en
una sugerencia. Ello fue oficializado a la mañana siguiente: “A los efectos de garantizar
el conocimiento de todas las alternativas puestas a disposición por parte de la Ciudad,
para evitar que las personas de 70 o más años salgan innecesariamente de su domicilio
(…), establécese la necesidad de comunicarse previamente con el servicio de atención
ciudadana al número 147”. Es decir que para salir de su hogar, ahora el adulto mayor
debería obligatoriamente llamar al 147 y si no lo convencían los argumentos del
operador, estaría autorizado. Dicha habilitación duraría 48 horas, en lugar de las 24
horas originales.
Afortunadamente, al día siguiente, el juez en lo Contencioso Administrativo y
Tributario porteño Lisandro Fastman declaró la inconstitucionalidad de la prohibición
de circular sin autorización previa para los mayores de 70 años. El gobierno no apeló el
fallo, con lo cual culminó un corto, intenso y lamentable episodio, el cual debe llevarnos
a la reflexión.
Una regulación como la descripta únicamente sería justificable si sus beneficios
superasen a los costos que la misma habría de generar. Para quien esto escribe, dicho
cálculo estaba lejos de ser correcto, pues no se tomaba en cuenta la dignidad de los
afectados, algo tan importante para cualquier ser humano y, ni que hablar, para una
persona mayor.
El costo de la fallida regulación era fácilmente identificable. Adultos mayores que
deben llevar a cabo un aislamiento social aún por varios meses, recibieron un mensaje
30
absolutamente paternalista, como si ellos ya no fuesen capaces de discernir. Su
dignidad, algo tan preciado para un ser humano que siente cada vez más limitadas sus
posibilidades de hacer por razones biológicas, fue innecesariamente dañada sin un claro
beneficio que lo justificase.
En la práctica, los adultos mayores generalmente no salen, fundamentalmente
porque sus familias se encargan de que así sea, tratando de que se sientan aislados lo
menos posible. Dada esta realidad, ¿alguien puede pensar que la mayoría de quienes
transitaban por la ciudad no lo habrían seguido haciendo a pesar de la prohibición?
En claro que los costos de la regulación superaban sus beneficios. Mucho más
razonable hubiese sido recomendar, pero no establecer, una regulación que afectaba la
dignidad de nuestros mayores, al discriminarlos por tener que llevar a cabo un
procedimiento distinto al resto de los ciudadanos para salir de sus hogares.
Veamos un sencillo contraejemplo de otras latitudes, contemporáneo a los hechos
descriptos. El pasado sábado 18 de abril, la agencia Reuters reportó una declaración del
Palacio del Elíseo, la cual expresaba que el Presidente Emmanuel Macron “no quiere
que haya discriminación entre los ciudadanos después del 11 de mayo en el contexto de
una flexibilización gradual de las medidas de cuarentena y apelará a la responsabilidad
individual de los ciudadanos de 65 años o más para permanecer seguros después de que
Francia reanude gradualmente su actividad”, el Palacio agregó “que el gobierno está a
favor de las recomendaciones en lugar del confinamiento forzado. Las libertades
públicas son prioridad para el presidente.”
¡Cuánto más razonable! ¿verdad? Una política de estas características hubiese
obtenido beneficios similares, respetaría las libertades individuales y habría evitado los
costos que inevitablemente trajo consigo el atentar contra la dignidad de nuestros
mayores.
No es un tema menor, frente a la pandemia es necesario hacer todos los esfuerzos
posibles para preservar la salud de nuestros mayores, pero no por ello podemos dejar de
lado su dignidad, de lo contrario les estaríamos haciendo un daño que ningún virus
justifica.
31
VII. Coronavirus y el Leviatán
Perfil, Agosto 12 de 2020.
El lunes pasado el ex representante Republicano, Ron Paul, publicó una
interesante nota motivada por la multitudinaria marcha del sábado en Berlín. En sus
palabras: “El hecho es que los europeos se están dando cuenta que las cuarentenas
hicieron poco o nada para protegerlos del virus, al tiempo que causaron una catástrofe
económica y un sufrimiento humano incalculable”, a lo cual agregó que:
“probablemente miraron a su alrededor y se dieron cuenta que Suecia, la cual nunca
cerró su economía, no tuvo peores resultados que los países que se han convertido en
prisiones al aire libre. No me extraña que la gente empiece a enojarse. Pero lo peor de
todo es que están observando como el gobierno de Leviatán arrebata hasta el último
pedacito de libertad”.
Aunque Hobbes promovía la idea de este gobernante absoluto (el Leviatán) en el
siglo XVII, su teoría hoy encuentra un terreno fértil en la pandemia. Es claro que hay
valor en la autoridad porque nos ofrece protección; pero no hay nada gratis, para recibir
protección es necesario aceptar cierto grado de sumisión, de pérdida de nuestra libertad.
Uruguay y Suecia han elegido un camino alternativo, optando por el ejercicio de
la libertad con responsabilidad, en desmedro de Estados que día a día adoptan cada vez
más características propias de un moderno Leviatán. Qué mejor ejemplo de ello que la
Argentina.
El lunes hemos tomado conocimiento del Decreto de Necesidad y Urgencia
641/2020, el cual en su art. 9, inc. 2 señala que: “Quedan prohibidos los eventos
sociales o familiares en espacios cerrados y en los domicilios de las personas, en todos
los casos y cualquiera sea el número de concurrentes, salvo el grupo conviviente. La
infracción a esta norma deberá ser denunciada por la autoridad interviniente a fin de que
la autoridad competente determine si se cometieron los delitos previstos en los artículos
205 (será reprimido con prisión de seis meses a dos años, el que violare las medidas
adoptadas por las autoridades competentes, para impedir la introducción o propagación
de una epidemia) y 239 del Código Penal.” Imaginar una mejor ilustración de un
Leviatán, difícil, pero examinemos otra, lamentablemente tenemos numerosas para
elegir.
El viernes 17 de abril se hizo público que las casi 500.000 personas mayores de 70
años que vivían en la CABA deberían obtener un permiso para salir de sus casas, el cual
sólo serviría para el mismo día. Al salir, la persona tendría que portar su DNI, el cual
32
podría ser requerido por la policía para chequear si realmente estaba autorizada. Si salió
sin permiso, se le pediría que regrese a su hogar. Afortunadamente, luego de variados
incidentes, un juez declaró la inconstitucionalidad de la prohibición y el tema quedó en
la nada. El Leviatán una vez más.
¿Qué país queremos? ¿Una Argentina gobernada por un moderno Leviatán, sea de
la ideología que sea, o una Argentina donde reine el ejercicio de la libertad, en un marco
de responsabilidad individual? Es hora que la sociedad lo decida.
VIII. El Coronavirus y la Ley de Rendimientos Decrecientes
El Economista, Septiembre 16 de 2020.
El pasado 11 de septiembre, el parte del Ministerio de Salud de la Nación mostró
un nuevo dato preocupante: la cantidad de pacientes en terapia intensiva por el
coronavirus trepó a 3.093, por lo cual la Argentina alcanzó el triste récord de ser la
nación con más enfermos críticos del mundo por cantidad de habitantes
Esto no necesariamente implica que los hospitales estén saturados o al borde del
colapso. Al respecto, durante dicho reporte diario, Alejandro Collia, subsecretario de
Gestión de Servicios e Institutos, recordó que desde el comienzo de la emergencia
sanitaria “el Gobierno nacional logró fortalecer el sistema de salud con la duplicación
de las camas de terapia intensiva, la puesta en funcionamiento de hospitales en el
conurbano y de 12 hospitales modulares”.
Sin embargo, como bien sabe cualquier estudiante de primer año de una
licenciatura en economía, la situación sanitaria es mucho más crítica de lo que parece,
aun asumiendo que las afirmaciones de Alejandro Collia reflejan plenamente la
realidad. Lo positivo, todavía estamos a tiempo de evitar una catástrofe sanitaria.
Veamos los hechos. El 1 de septiembre, la Sociedad Argentina de Terapia
Intensiva (SATI) publicó una carta a la sociedad argentina, de la cual me será de
utilidad compartir un par de párrafos.
La misma señala que si bien, dado el altísimo nivel de ocupación, “los recursos
físicos y tecnológicos como las camas con respiradores y monitores son cada vez más
escasos. La cuestión principal, sin embargo, es la escasez de los trabajadores de la
terapia intensiva, que, a diferencia de las camas y los respiradores, no pueden
multiplicarse. Los intensivistas, que ya éramos pocos antes de la pandemia, hoy nos
encontramos al límite de nuestras fuerzas, raleados por la enfermedad, exhaustos por el
trabajo continuo e intenso, atendiendo cada vez más pacientes. Estas cuestiones
33
deterioran la calidad de atención que habitualmente brindamos. También tenemos que
lamentar bajas, personal infectado y lamentablemente, fallecidos, colegas y amigos
caídos que nos duelen, que nos desgarran tan profundamente”.
Qué mejor aplicación de la ley de rendimientos decrecientes, asociada al nombre
de David Ricardo. ¿En qué consiste? Imaginemos, por ejemplo, un restaurant que se
vuelve de moda y frente a la mayor afluencia de comensales opta por contratar nuevos
mozos. Si bien al principio esta estrategia incrementará el beneficio, dada la mayor
velocidad del servicio, conforme el número de mozos aumenta dicho incremento
comenzará a disminuir, llegando en algún punto a no convenir seguir contratando más
mozos, a no ser que se alquile un local lindero, para expandir la superficie del
restaurant.
En términos generales, en un proceso productivo, añadir más de un factor de
producción mientras se mantiene constante el resto de los factores generará, tarde o
temprano, progresivamente menores incrementos en la producción, pudiendo incluso
volverse negativo.
Pero, ¿qué tiene que ver con el coronavirus? Mucho. Han pasado seis meses desde
el comienzo de la pandemia y, como bien señala Alejandro Collia, el gobierno ha
concentrado sus esfuerzos en dotar de un mayor número de camas a las terapias
intensivas, más respiradores, etc., pero el número efectivo de terapistas no tan sólo no
ha crecido proporcionalmente, sino que probablemente ha disminuido en virtud de los
contagios, el agotamiento y el inimaginable stress laboral al que están siendo sometidos.
El peor de los escenarios. Me atrevo a afirmar que, de no hacerse nada para
cambiar esta realidad, todo estudiante de primer año debería afirmar sin duda alguna
que la probabilidad de muerte de un paciente que ingresa a una terapia intensiva se está
incrementando, si mantenemos constante cualquier otro factor de análisis.
¿Qué hacer para evitarlo? Para comenzar reconocer que, más allá de su vocación,
los médicos también comen, sino veamos otro párrafo de aquella carta: “Terminamos
una guardia en una Unidad de Terapia Intensiva y salimos apresuradamente para otro
trabajo. Necesitamos trabajar en más de un lugar para llegar a fin de mes. Por horas y
horas de trabajo estresante, agotador, pese a ser profesionales altamente calificados y
entrenados, ganamos sueldos increíblemente bajos, que dejan estupefactos a quienes
escuchan cual es nuestro salario”.
Necesitamos apoyar a los médicos terapistas y, para ello, la economía de mercado
nos enseña que con aplaudirlos en los balcones no alcanza, ¡debemos pagarles! Simple,
34
¿verdad? Si no lo hacemos por vergüenza, hagámoslo por miedo. Estamos frente a una
catástrofe sanitaria que no evitarán los epidemiólogos desde sus escritorios sino los
terapistas desde las trincheras.
El gobierno podría, por ejemplo, duplicar a retroactividad desde abril el sueldo de
los médicos terapistas y del personal de apoyo, en todos los hospitales públicos y abonar
la diferencia de salarios en los centros privados. Ello, más allá de darles nuevas fuerzas
a aquellos que están arriesgando sus vidas por nosotros, atraería médicos clínicos para
entrenarse como terapistas en programas intensivos que podrían ser llevados a cabo en
los hospitales escuela o cualquier otra institución adecuada para ello. Nada es gratis,
siempre existen fines múltiples y de distinta importancia, es el rol de un gobierno el
discriminarlos.
Si en marzo pasado se hubiese seguido esta estrategia, distinta sería hoy la
realidad en las terapias, pero estamos a tiempo de corregirlo. El camino más largo
comienza por el primer paso, no perdamos un día más.
SECCION 3. A MODO DE EPILOGO, UNA PROPUESTA
EL jueves 3 de septiembre, el presidente Alberto Fernández expresó en una charla
por Zoom con referentes peronistas, respecto al banderazo del 17 de agosto, que
“cuando no hagan falta los barbijos y podamos salir a la calle, vamos a mostrarle a la
Argentina lo que es un banderazo. Yo no veo la hora que la pandemia se termine,
porque estoy seguro que ese día vamos a salir a la calle y ese día si va a haber un
banderazo. Ese día sí va a haber un banderazo de los argentinos de bien, de los
argentinos que queremos al argentino de al lado, de los argentinos que no queremos
muertes, de los argentinos que no dudamos que somos libres, de los argentinos que
trabajamos para que seamos más libres, sacando el peso de la deuda que teníamos con
los acreedores, de los argentinos que nos quedamos y no nos fuimos a Suiza. Ese día
vamos a hacer el banderazo. No lo duden, compañeros”.
Una nueva brecha, otra más, en este caso entre los así denominados argentinos de
bien y los otros, una nueva brecha en una sociedad que ya se ha acostumbrado a ellas y,
por cierto, en estos largos seis meses desde aquel ya lejano marzo, cuando el
coronavirus, la pandemia y la cuarentena, comenzaron a ser parte de nuestro lenguaje
cotidiano, no ha sido la única. Seis meses que han dividido aún más a una sociedad ya
de por sí profundamente dividida. En esta oportunidad, entre quienes respetan la
cuarentena a rajatabla y consideran que quienes no lo hacen ponen en riesgo no
35
solamente sus vidas, sino también la de ellos, y aquellos que se oponen por razones tan
válidas como las de los primeros, pues consideran que vivir es también poder ganarse el
sustento.
Una sociedad dividida entre los unos y los otros, como en aquella bella película de
Claude Lelouch que sigue durante 50 años la historia de cuatro familias de diferentes
nacionalidades con una característica en común: su pasión por la música y fuertemente
marcadas por sus vivencias durante la segunda guerra mundial.
¿Por qué no imaginarnos, por ejemplo, mientras escuchamos los acordes del
bolero y visualizamos a Jorge Donn elevándose, en esa extraordinaria danza final, en la
historia de cuatro familias a través de tan sólo seis meses que hoy pueden parecernos 50
años, desde aquel viernes 20 de marzo en que comenzó la cuarentena? Cuatro familias,
matrimonios de mediana edad, con hijos aún en edad escolar y propietarios de su
departamento, en un mismo edificio de la ciudad de Buenos Aires.
La familia del segundo piso podrían ser pequeños comerciantes, en un local
alquilado, como tantos otros. La del tercer piso, personal administrativo calificado en
una empresa que afortunadamente no cerró sus puertas. La familia del cuarto,
empleados del Estado, y los vecinos del quinto piso, un matrimonio compuesto por una
profesora de tenis y un chef que ha trabajado los últimos 15 años en un clásico
restaurant que ha cerrado definitivamente, desapareciendo prácticamente sus ingresos al
igual que los del matrimonio de pequeños comerciantes. Cuatro familias, en la gran
ciudad, cada una con su propia historia de vida, transitando esta tragedia que nos toca
vivir.
A esta altura, creo que para el lector es tan claro como para mí, la posición frente
a la cuarentena que probablemente habría tomado cada una de estas cuatro imaginarias
familias. O acaso se puede dudar que quienes han quedado privados de sus fuentes de
ingreso están dispuestos a tomar el riesgo de contagiarse por tener la posibilidad de
trabajar y quienes tienen un ingreso seguro, ya sea por tener la fortuna de seguir
cobrando su salario mensualmente en una empresa privada que no ha cerrado, o por ser
empleados del Estado, acusan de insensibilidad social a los primeros por violar la
cuarentena y ponerlos en riesgo al transitar por las zonas comunes del edificio.
En 1962, luego del derrocamiento de Arturo Frondizi, el rabino americano
Marshall Meyer, quien durante 25 años vivió en nuestro país, salvó incontables vidas
durante el proceso militar y fue el único extranjero invitado por Raúl Alfonsín a formar
parte de la CONADEP; expresaba que en la Argentina uno aprendía la lección de la
36
responsabilidad individual justamente por su carencia, en la Argentina el otro era
siempre el deshonesto, el otro no sabía trabajar, no pagaba impuestos, era materialista.
Al fin, nos convertimos en una población de otros.
El otro una vez más, los años pasan y tan poco ha cambiado para mejor. Durante
estos seis meses se ha generado una nueva brecha, una brecha absurda, una brecha
innecesaria, pero no entre aquellos a quienes les importa la vida y aquellos que
privilegian la economía. No es la economía, son los seres humanos que ven destruidas
sus vidas, al contemplar indefensos como desaparecen sus ahorros de largos años de
trabajo y ya, a esta altura, muchos de ellos ni siquiera pueden llevar el mismo pan que
llevaban antes a la mesa familiar.
Hoy una nueva división se está gestando, sino preguntémosles a padres de
familias si desean que sus niños retornen a las aulas o que continúen educándose en
forma virtual; probablemente encontraremos opiniones tan divididas como frente a la
cuarentena.
Dicha división no es una peculiaridad de nuestro país. Una encuesta llevada a
cabo por Gallup en USA, durante la segunda quincena de julio, reportó exactamente ese
resultado. La misma preguntaba a padres de niños menores de 12 años por sus
preferencias para la educación de sus hijos. El 36% de los padres respondió que prefiere
que sus hijos reciban educación presencial, el 28 % educación online y el 36% restante
un híbrido entre ambas formas de aprendizaje. Una clara división en tercios.
Sin duda, el temor al contagio es un factor relevante en las opiniones de los
padres. Una encuesta similar realizada por Gallup entre fines de mayo y principios de
junio, cuando el número de infectados era mucho más bajo, reportaba que el 56% de los
padres preferían la educación presencial y tan sólo un 8% la educación online.
En virtud de esta realidad, el miércoles 5 de agosto, el Senador por Kentucky,
Rand Paul, presentó un proyecto por el cual los fondos federales para la educación se
asignarían a las familias, no a las escuelas, generándose un múltiple abanico de
posibilidades para su uso: home schooling, la escuela pública local u otra escuela
pública que tenga clases presenciales, burbujas educativas con pequeños grupos de
alumnos, o una escuela privada, ya sea laica o parroquial.
Recordemos aquella nota publicada el mismo día en el Hill, en la cual Rand Paul
explicó los fundamentos de su iniciativa. En sus propias palabras: “Es difícil imaginar
por qué alguien se opondría a dejar que los padres decidan sobre la escolaridad de sus
hijos. Imaginemos si el gobierno dirigiese las tiendas de comestibles de la misma forma
37
en que maneja las escuelas. Usted no pagaría por sus alimentos; usted pagaría un
impuesto y el gobierno lo enviaría a la tienda más cercana a su casa. Ud. no podría
decidir qué tienda o qué desea adquirir. Llegaría y le darían la misma bolsa de
comestibles a todos por igual, independientemente de lo que necesite o prefiera. Habría
una junta de comestibles para decidir lo que abastecerán y un superintendente de
comestibles sería el encargado de las contrataciones y despidos, independientemente de
la opinión de los clientes”.
Un absurdo, ¿verdad? Pero es así como hoy se maneja la educación en muchos
países del mundo, desde ya que en la Argentina.
Frente al coronavirus, cada familia es diferente. Al respecto, hace pocos días
Betsy DeVos, secretaria de Educación de los Estados Unidos, publicó una carta abierta
dirigida a los padres en la cual señala: “Creemos que las familias necesitan más
opciones que nunca para encontrar que es lo más adecuado para sus hijos. Si desean o
necesitan enviar a su hijo a la escuela, los apoyamos. Aportaremos financiamiento de
emergencia para que las escuelas reabran de manera segura y ofrezcan instrucción en
persona. Si el aprendizaje virtual es lo mejor para su familia, los apoyamos. Hemos
reservado importantes fondos para mejoras en la educación a distancia. Si desean que
sus hijos asistan a una escuela que no sea la escuela pública que le ha sido asignada por
su lugar de residencia, los apoyamos. Por ello, respaldamos la propuesta de ley que
proporcionaría becas a las familias para elegir el mejor entorno educativo para sus hijos.
Al final del día, queremos que todos los padres tengan la posibilidad de tomar la mejor
decisión para sus hijos. Cada uno de ustedes necesita ser capaz de elegir lo que es mejor
para sus propias familias, porque conocen a sus hijos y sus circunstancias mejor que
nadie”.
Mientras seguimos buscando como enfrentar el coronavirus, no olvidemos a
nuestros chicos. ¿Por qué no evaluar una legislación similar para nuestro país? Frente al
coronavirus, la solución para nuestros chicos está en el Congreso, no en las aulas.
Frente al coronavirus, cada familia es diferente, si nuestros legisladores lo toman
en cuenta evitarán gestar otra absurda e innecesaria brecha en nuestra sociedad y
salvarán la vida futura de miles de niños, cuyo futuro hoy es por demás incierto.
38
REFERENCIAS
1) Educación
Suspender las Clases, Clarín, Marzo 13 de 2020.
https://www.clarin.com/opinion/suspender-clases_0_2XMhtaD9.html
Coronavirus. Para Levantar la Cuarentena, las Escuelas y Jardines Primero, La Nación,
Mayo 8 de 2020.
https://www.lanacion.com.ar/opinion/para-levantar-cuarentena-escuelas-jardines-
primero-nid2362641
¿El Coronavirus Incrementó Nuestra Libertad? Perfil, Junio 11 de 2020.
https://www.perfil.com/noticias/opinion/edgardo-zablotsky-coronavirus-incremento-
libertad-educativa.phtml
Coronavirus y Educación. Una Estrategia Distinta para el Día Después, Perfil, Julio 24
de 2020.
https://www.perfil.com/noticias/opinion/edgardo-zablotsky-coronavirus-educacion-una-
estrategia-distinta-para-el-dia-despues.phtml
Cómo Enfrentar el Peor Legado Educativo de la Pandemia, Ambito Financiero, Julio 29
de 2020.
https://www.ambito.com/ambito-biz/ambito-biz/como-enfrentar-el-peor-legado-
educativo-la-pandemia-n5120624
Si los Chicos no Pueden ir a la Escuela, que la Escuela Vaya a los Chicos, Infobae,
Agosto 21 de 2020.
https://www.infobae.com/opinion/2020/08/21/si-los-chicos-no-pueden-ir-a-la-escuela-
que-la-escuela-vaya-a-los-chicos/
No Sobrestimemos el Riesgo de Reabrir las Escuelas, Clarín, Septiembre 2 de 2020.
https://www.clarin.com/opinion/sobrestimemos-riesgo-abrir-
escuelas_0_caGMgsNdI.html
Si se Declaró a Internet Servicio Público Esencial, ¿Por Qué no a la Educación? El
Economista, Septiembre 4 de 2020.
https://eleconomista.com.ar/2020-09-si-se-declaro-a-internet-servicio-publico-esencial-
por-que-no-a-la-educacion/
La Carta que Todo Padre Desearía Recibir, Revista Criterio, Septiembre 10 de 2020.
39
https://www.revistacriterio.com.ar/bloginst_new/2020/09/10/la-carta-que-todo-padre-
desearia-recibir/
Escuelas y COVID-19: La Solución Está en el Congreso, no en las Aulas, Perfil,
Septiembre 18 de 2020.
https://www.perfil.com/noticias/opinion/edgardo-zablotsky-coronavirus-escuelas-la-
solucion-esta-en-el-congreso-no-en-las-aulas.phtml
¿Cuál es el Riesgo Real de Reabrir los Colegios? Infobae, Septiembre 24 de 2020.
https://www.infobae.com/opinion/2020/09/24/cual-es-el-real-riesgo-de-reabrir-los-
colegios/
2) El Contexto de la Pandemia
¿Cómo Salir de la Cuarentena con Exito? Ambito Financiero, Mayo 5 de 2020.
https://www.ambito.com/opiniones/cuarentena/como-salir-la-exito-n5100234
Suecia vs. Argentina: El Tiempo Dirá, Infobae, Mayo 20 de 2020.
https://www.infobae.com/opinion/2020/05/20/suecia-vs-argentina-el-tiempo-dira/
¿Cuántos son los Muertos Reales por el Coronavirus? Perfil, Junio 23 de 2020.
https://www.perfil.com/noticias/opinion/edgardo-zablotsky-cuantos-son-muertos-reales-
por-coronavirus-pandemia.phtml
Coronavirus, Cuando el Remedio Puede ser Peor que la Enfermedad, Perfil, Julio 8 de
2020.
https://www.perfil.com/noticias/opinion/edgardo-zablotsky-coronavirus-cuarentena-
cuando-el-remedio-puede-ser-peor-que-la-enfermedad.phtml
Las Lecciones de Lacalle Pou para la Argentina, Infobae, Julio 29 de 2020.
https://www.infobae.com/opinion/2020/07/29/las-lecciones-de-lacalle-pou-para-la-
argentina/
Coronavirus y Dignidad, Revista Criterio, Julio 2020.
https://www.revistacriterio.com.ar/bloginst_new/2020/08/04/coronavirus-y-dignidad/
Coronavirus y el Leviatán, Perfil, Agosto 12 de 2020.
https://www.perfil.com/noticias/coronavirus/edgardo-zablotsky-coronavirus-leviatan-
coronavirus-cuarentena-suecia-uruguay.phtml
40
El Coronavirus y la Ley de Rendimientos Decrecientes, El Economista, Septiembre 16
de 2020.
https://eleconomista.com.ar/2020-09-el-coronavirus-y-la-ley-de-rendimientos-
decrecientes/