Post on 20-Mar-2016
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Comisión Nacional de Ética y Combate a la Corrupción
EQUIPO DIRECTIVO
Dr. Miguel SuazoDirector Ejecutivo CNECC
Lic. George KhouryEnc. Administrativo y Financiero
Mayra DomínguezEnc. Planificación y Desarrollo
Verónica GuzmánEnc. Fomento de la Ética
Helen HasbúnEnc. De Comunicación y Relaciones Públicas
MIEMBROS DEL CONSEJO RECTOR
Dr. Marino Vinicio CastilloSecretario de EstadoPresidente Consejo Rector
Dr. César Pina ToribioSecretario de Estado de la Presidencia
Dr. Radhamés Jiménez Peña Procurador General de la República
Monseñor Benito ÁngelesRepresentante Iglesia Católica
MIEMBROS DE LA UNIDAD TÉCNICA
Lic. Ramón Ventura CamejoSecretario de Estado de la Administración Pública Coordinador de la Unidad Técnica
Lic. Hotoniel BonillaRepresentante de la Procuraduría Generalde la RepúblicaDirector de la Dirección Nacional de Persecución de la Corrupción Administrativa (DPCA)
Lic. Daniel Omar Caamaño Representante de la Contraloría Generalde la República
Lic. Julio Aníbal FernándezRepresentante de la Secretaríade Estado de Hacienda
Lic. Cristóbal CardozaRepresentante de las Iglesias Evangélicas
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ETICA Y PERIODISMO / Dr. Rafael Molina Morillo
Equipo Editorial
Helen HasbúnCoordinadora Gabinete de Comunicación Sector PresidenciaEnc. Comunicación y Relaciones Públicas CNECC
Yolanda Valdehita AznarCoordinadora de Eventos y Protocolo
Marianne AmparoAsist. Comunicación y Relaciones Públicas
Pircilio GuerreroDiseñador Gráfico
Se prohíbe la reproducción parcial y total de esta publicación sin expresa autorización.
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ETICA Y PERIODISMO / Dr. Rafael Molina Morillo
Nuestra Portada: Dr. Molina Morillo / Honoris Causa en Ciencias de la Comunicación Social
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Eran exactamente las 8 horas, 15 minutos y 17 segundos
cuando las puertas del piso del avión Enola Gay se abrieron
para dejar caer la primera bomba atómica de la Historia. Na-
die que estuvo a un kilómetro a la redonda de donde cayó
la bomba sobrevivió a la explosión. Todos los seres vivientes
dentro de ese perímetro quedaron literalmente carboniza-
dos. Ese 6 de agosto de 1945 en Hiroshima murieron más de
765 mil personas en una fracción de segundo.
En aquel momento, mientras el avión viraba a la derecha
huyendo de la explosión, el copiloto, capitán Robert Lewis
exclamó horrorizado y arrepentido: “¡Oh, Dios mío! ¿Qué
hemos hecho? ¡Hemos sembrado muerte y destrucción!”. En
cambio, el capitán de la nave, comandante Tibbets, justificó
su acción porque, según su criterio, cuando se está peleando
en una guerra, para ganarla se deben usar todos los medios
posibles.
Como vemos, en la cabina del bombardero convivieron dos
percepciones éticas tan distantes como las que constante-
mente se debaten en cualquier circunstancia en que hay dos
o más personas, y de esa realidad no se excluye, por ejemplo,
la sala de redacción de cualquier periódico o noticiero. ¿Qué
está bien publicar o divulgar, y qué no está bien publicar o
divulgar? El comandante Tibbets se apoyó en la naturaleza de
la guerra y en la obligación de ganarla a cualquier costo; para
él, lo correcto era poner fin a la guerra y salvar a la Humani-
dad, sin fijarse en el alto precio de vidas humanas que había
que pagar. Pero para su copiloto ellos acababan de cometer
un acto horrible e injustificable.
En el ámbito periodístico también hay quienes defienden
que es válido recurrir a cualquier estrategia para aumentar,
digamos, la circulación o la sintonía, asumiendo, como en la
guerra, que es preciso a cualquier costo derrotar a la compe-
tencia para garantizar la supervivencia del medio. Como en la
guerra – dicen quienes así piensan- todo se vale.
ETICA Y PERIODISMODr. Rafael Molina Morillo
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ETICA Y PERIODISMO / Dr. Rafael Molina Morillo
Pero este no es el pensamiento de hombres como el capitán
Lewis, que, olvidado de la guerra, concentró su pensamien-
to y su sensibilidad en las víctimas; como él, hay también
periodistas capaces de intuir los efectos secundarios de una
información sensacionalista, o las posibilidades de bien o de
mal que abre una noticia, antes que los cálculos para ganar
lectores o anunciantes.
Estamos, pues, ante el desafío de poder diferenciar a un pe-
riodista ético de otro periodista no ético.
Inicialmente debo precisar que en la vida real no se da este
cuadro en blanco y negro, de buenos y malos, de lo ético y
lo no ético; esa apariencia es el producto de un hecho, este
sí real y existente en las salas de redacción y en la vida de los
periodistas: la coexistencia de distintas sensibilidades frente
a lo ético, como también las hay frente al arte, o al deporte, o
a cualquier actividad humana.
Existe, pues, un conflicto. Lo que hay que determinar es si
hay posibilidades de acercamientos y avenimientos entre las
distintas concepciones.
El conflicto se explica por una visión de la ética considerada
como una utopía; la visión del comandante Tibbets es tan
realista y desprovista de utopías como la del periodista que
busca el titular y la fotografía de portada que más vendan;
Lewis con su invocación a Dios aparece tan utópico como
otro tipo de periodista, el que en nombre de valores éticos,
pone en duda el valor periodístico de la portada escogida
simplemente para provocar mayor impacto en el lector. La
utopía parece, pues, levantar trincheras y se convierte en un
factor importante a la hora de asumir una carrrera en la vida.
De ahí resulta que es conveniente formularnos, de entrada,
una pregunta fundamental relacionada con la profesión o el
oficio que cada uno ha escogido: ¿Para qué está un soldado,
cuál es su papel en la vida?, se preguntarían en el avión que
tiró la bomba atómica. ¿Para qué sirve un periodista, cuál es
su rol en la sociedad?, nos preguntamos nosotros cuando
surgen los dilemas éticos.
El para qué de la guerra pudo haber desatado una discusión
entre Lewis y Tibbets, pero ello no iba a pasar de ahí; pero
el para qué de un periódico o de un noticiero debiera causar
más desvelos de los que realmente provocan.
Los jóvenes periodistas que se inician en la carrera y todavía
creen en la ética como camino hacia la excelencia profesional,
se encuentran a veces con algunos colegas veteranos que,
desencantados talvez porque su ejercicio profesional no ha
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sido exitoso, les inculcan que deben “olvidarse de las utopías
y de las normas éticas”, porque eso no conduce a nada, o
peor todavía, “eso no paga” o “no deja”. Es, les dicen, un obs-
táculo para la eficiencia en el trabajo diario de un periódico.
Para algunos, la utopía es sinónimo de ilusión, de sueño di-
vorciado de la realidad. De esas utopías, sostienen, está lleno
el paìs de las maravillas de Alicia; utopías, para ellos, son
los unicornios y los pegasos, o las ciudades de tira cómica
congestionadas de torres de cristal y de transportes aéreos.
Esas utopías, sostienen, son refugios de la imaginación y
de la impotencia, refugios que enajenan e inactivan porque
llenan la mente y la voluntad con el contraste brutal entre las
limitaciones del ser humano y las cumbres empinadas de lo
imposible, lo irrealizable y lo irracional.
Lo ético, situado en esos escenarios aparece entonces como
un obstáculo y como una distracción que le dan toda la razón
al periodista frustrado.
Pero la utopía de la ética se puede mirar también bajo otra
luz y con otros ojos. Con los ojos de Tomás Moro, por ejem-
plo, cuando imaginó un espacio para la tolerancia, conside-
rada como uno de los cimientos de una sociedad ideal a la
que llamó, precisamente, Utopía. Según su etimología esta
palabra equivale a una ciudad que no existe porque, agrego
yo, tiene que ser construida. La República de Platón fue eso,
una utopía, porque no existía y tenía que ser construida
como históricamente ha ocurrido con todas las democracias
que se han alimentado de la utopía platónica.
La aparición de la Utopía de Tomás Moro coincidió con
otros hechos que demostraron que es muy sano que los
hombres corran el riesgo de internarse en las aguas cena-
gosas de lo posible y que se rebelen contra la inmovilidad
de lo real. Por esos años Copérnico descubrió que la tierra
no era el centro del universo, otra peligrosa utopía que sa-
cudía una inmovilidad apoltronada en la lectura primitiva
y acientífica de los textos bíblicos y en la incapacidad para
explorar lo posible. Los navegantes utópicos también subvir-
tieron la idea intocable de Europa como centro de la tierra y
movieron con las quillas de sus naves las agujas de la rosa de
los vientos que presidía la cartografía del renacimiento. Más
audaces, los reformistas desplazaron de su centro a Roma,
hasta entonces punto de convergencia de todos los caminos
de la cristiandad. Las utopías, señores y señoras, cambiaron y
siguen cambiando al mundo.
Son utopías dinámicas las constituciones de nuestros países,
escritas, discutidas y aprobadas según la medida de las am-
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biciones colectivas. Casi todas ellas diseñan un estado social
de derecho, repúblicas unitarias, democráticas, participativas
y pluralistas, porque ese es el lenguaje de las utopías que
hacen más humano al mundo. Relean los editoriales del
primer número de los distintos periódicos del mundo y
encontrarán que allí se formula la utopía del periódico. La
revista Ahora se definió, en su primer número el 15 de enero
de 1962, como “órgano, exclusivamente, de la verdad” en
todos los órdenes. En The Washington Post el objetivo es “la
búsqueda intensa, responsable e imparcial de la verdad.” La
Nación de Buenos Aires se presentó el 4 de enero de 1870
como “tribuna de doctrina.” El Comercio de Lima anunció el
cuatro de mayo de 1839 que su servicio sería “comunicar los
sucesos con la rapidez que exigen los negocios”. Y así podría
seguir citando periódicos y revistas de todo el mundo que,
desde su nacimiento, señalan su propia utopía. Todos ellos
sentían y siguen sintiendo que la utopía es necesaria para
que la historia no se estanque e inmovilice, y puesto que un
periódico en cada edición moviliza y propone tareas nuevas
fundidas en los hornos de sus utopías, debe vivir guiado e
inspirado por ellas. La utopía pone en tela de juicio la racio-
nalidad dominante, el patrón de pensamiento instalado en
las conciencias y en las instituciones y proclama que el pen-
samiento, como la vida, si no se renueva, se muere. La utopía,
al inspirar el cambio, induce una rebelión contra lo existente
y muestra que lo real no está completo si no abarca lo po-
sible: que el conocimiento no se limita a lo que muestran
las luces de la razón porque existen, además, los horizontes
anchos que revela la imaginación. Recuerden si no a Colón,
no olviden a Pasteur, tengan presente a Von Braun, mirados
al principio como imaginativos y soñadores y consagrados
después, como los gigantes que impidieron que la humani-
dad se inmovilizara, hundida en el fondo de sus aguas el ancla
de la razón. La utopía es esa vela poderosa que inflaman los
vientos de la imaginación.
Cuando en las redacciones de los periódicos se aclimata la
utopía como en su ambiente propio es porque ella es un
rechazo activo de la pasividad de los dogmatismos: es incon-
formidad permanente; es la convicción de que en la vida, por
más altas que sean las metas alcanzadas, siempre se puede
hacer más; es reconocer que la vida humana nunca está
completa y que la ambición del hombre desborda los límites
de todo lo real.
Habrá quien me diga, a estas alturas, que rechazar las utopías
de los periodistas soñadores no significa ser dogmático, ni te-
merle al progreso, ni a la ambición, ni al reto del futuro. Pero
debemos estar claros en que si afirmamos que la ética es
una utopía, no es porque ella sea un imposible soñado por
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ilusos, ni un dogma sostenido por fundamentalistas, sino
un reclamo constante de excelencia y un impulso siempre
renovado para ir más allá de lo que se acostumbra.
La utopía ética grita en la conciencia que lo que se está ha-
ciendo es bueno, pero que puede ser mejor; no deja olvidar
que hay otras formas más exigentes de hacer lo que siem-
pre se ha hecho. Resistirse a la utopía de lo ético es dar por
sabido que en la redacción todo se seguirá haciendo como
siempre se ha hecho, porque no hay manera de mejorarlo;
es aceptar, sin más, que está prohibido rebelarse contra lo
mediocre, lo rutinario y lo indigno, que no se puede aspirar
a la excelencia, que han alcanzado rango de virtudes la pasi-
vidad, la sumisión y la resignación.
Como no puedo estar de acuerdo con esa tabla de inten-
ciones, gris y mezquina, rechazo que un periodista piense,
aunque sea por un instante, que “ hay que olvidarse de las
utopías y de las normas éticas.”
Al fin y al cabo, si al abrazar esta profesión, de ella a uno lo
seducían su dignidad, su elevado papel en la sociedad, su
influencia y su capacidad para inducir cambios en la historia
común, y al llegar a la redacción uno se encuentra con otras
tareas y propósitos, es imperativo preguntarse entonces:
¿Qué soy yo como periodista?
En el presunto choque entre un periodista ético y una reali-
dad no ética, hay que tener en cuenta el factor de la identi-
dad profesional.
Escucho las voces múltiples de jóvenes colegas desconcerta-
dos por ese choque, cotejo con mis propios recuerdos y creo
tener suficientes elementos para concluir que un periodista,
mirado desde la perspectiva de un medio no ético, se des-
cribe como empleado de un órgano del poder político o del
poder económico. En un periódico al servicio del poder, cual
que sea, unos ocupan el trono, otros hacen parte de la corte
y los demás se desdibujan dentro de una masa gris. Todo está
dirigido dentro de esa estructura a mantener y fortalecer el
poder y a obtener beneficios de su uso.
El periodismo ha llegado muy cerca de ser tenido como un
negocio más, que sólo responde por su interés. Desde que
William Allen White, en la primera mitad del siglo XX descri-
bió un tipo de periodismo “que no acepta obligaciones socia-
les porque sólo aspira a ganancias pecuniarias”, el mal no se
ha detenido sino que ha seguido avanzando en un proceso
de desdibujamiento progresivo de la identidad profesional.
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ETICA Y PERIODISMO / Dr. Rafael Molina Morillo
Asombraba al filósofo español, Julián Marías “la proporción
del espacio dedicado a crímenes, formas decadentes de
conducta y flecos demenciales, y la manera desorbitada de
hablar del deporte,” porque es lo que el público pide, no lo
que necesita. Según el mismo Marías, la prensa “necesitaría
valores positivos: amistad, paz, inteligencia, producción lite-
raria y científica, temas sobre los que se siente un silencio sis-
temático”. Exagera ciertamente, pero la percepción del lector
es que predomina en los medios el culto de los poderosos,
los ricos y los famosos, de modo que hacer la definición de un
periodista es un ejercicio que bordea peligrosamente cerca
de la imagen de alguien que está en cacería permanente, de
lo que quieran decir peloteros, cantantes, actores y estrellas
de televisión, o los personajes de la crónica roja.
De esa distorsión de la naturaleza de los medios resulta
un periodista perplejo respecto de su identidad; ¿Qué es,
entonces, un periodista? ¿Un relacionista público, acaso, al
servicio de un partido, de un político o del empresario dueño
del anuncio publicitario? ¿O es un vendedor de publicidad
en medios que le pagan con el porcentaje de las ventas? ¿O
un simple escribano que recoge palabra por palabra lo que
dicen las fuentes que le asignan? ¿O un agente chantajista
de un poder que amenaza a quienes no se pliegan a sus exi-
gencias e imposiciones? ¿O un recolector de rumores que el
medio se encarga de convertir en noticias con sólo divulgar-
los? ¿O un modesto redactor de gacetillas con que se pagan,
se demandan o se exigen favores? Podría agregar más y más
preguntas que son las que hoy se hacen en un silencio indig-
nado de frustración, los periodistas que creyeron tener el cie-
lo entre las manos el día en que obtuvieron su primer empleo
como redactores y que luego, ante la realidad del trabajo
diario, vieron como el cielo se les deshacía como agua que
se escurre entre los dedos, hasta quedar convencidos de que
era demasiado tarde para desembarazarse del maldito oficio.
Es verdad que un periódico o un noticiero son negocios, pero
no cualquier clase de negocios. Allí no todo está en venta y
la ganancia es un objetivo subordinado, no el principal como
en todos los negocios. Los periódicos de éxito son los que no
permiten que los negocios invadan la arena editorial. Pero
si un periódico quiere ofrecer buen periodismo, tiene que
triunfar como negocio. Las ganancias no son incompatibles
con el buen periodismo. La diferencia con cualquiera empre-
sa es clara: la primera prioridad es hacer buen periodismo,
la segunda, mantener una empresa económicamente sólida
para que se pueda hacer buen periodismo. La experiencia de
los mejores gerentes indica que lo uno conduce a lo otro, en
un círculo virtuoso: el buen periodismo produce ganancias y
estas, a su vez, permiten hacer un buen periodismo.
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ETICA Y PERIODISMO / Dr. Rafael Molina Morillo
Lo que resultaría equivocado ética y empresarialmente, sería
manejar el periódico con criterios de avaro y en vez de cana-
lizar las ganancias al buen periodismo, desviarlas y congelar-
las en el bolsillo de los empresarios; o manejar el periódico
con los mismos objetivos de cualquier otra empresa. Tratar
un periódico como un bien de producción más, puede ser
devastador para la calidad de su periodismo. Prohíbe ese
equivocado tratamiento, entre otras, la calidad de la materia
prima que se maneja en un periódico. En las otras empresas
las materias primas se manejan con un criterio técnico y de
ganancia. Son elementos sobre los que el propietario o los
accionistas tienen pleno dominio. No sucede así con esta
materia prima de los periódicos que es la historia que toda
la sociedad hace todos los días. Es un bien social que no se
puede manejar a capricho y por el que debe responderse a
toda la sociedad.
Pero si no es un negocio como los demás, ¿cuál es su fisono-
mía específica y su papel en la sociedad?
Las respuesta a esta pregunta son variadas y no siempre
acertadas. El medio de comunicación puede asumir la fun-
ción de vocero del poder, como pretendieron los reyes que
monopolizaron en la Francia anterior a la revolución francesa
el derecho de informar; como se proponen hacerlo todos los
dictadores, como resultan haciéndolo todos los gobernan-
tes autoritarios y temerosos de la opinión pública. Prestar
oidos solamente a las voces del poder, asumir la defensa
de lo oficial, con razón o sin ella, como contraprestación a
la generosa pauta de anuncios del gobierno y como seguro
de supervivencia, no es ético ni técnico porque toda acción
oficial destinada a ejercer dominio sobre los medios es una
usurpación de un derecho ajeno. Los medios, por su natura-
leza están hechos para potenciar la palabra de la sociedad, y
si alguna vez sirven a los poderes, es cuando estos aparecen,
sin duda alguna, al servicio de la sociedad.
Este hecho da lugar para hacer esta propuesta: fundar el
acercamiento entre los miembros de una redacción en el
propósito común de hacer el mejor periódico posible, un
objetivo que conviene a todos porque de la publicación de un
buen producto informativo deriva ganancia para todos.
Un buen periódico es, a grandes rasgos, el que el lector con-
sidera indispensable para su información diaria, distinto del
que se mira con curiosidad y de paso, por el escándalo que
vocea, pero que es prescindible. Ese periódico tiene éxito
momentáneo, aquél tiene imagen sólida y duradera.
Pero hacer un buen periódico es una tarea infinitamente
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más compleja que hacer buenos automóviles, computadoras,
zapatos o empanadas. Afirmación que nos revela una clave
para superar el conflicto: entender en qué consiste un buen
periódico y trabajar alrededor de ese propósito.
Los diarios que han aceptado esa concepción del buen perió-
dico, ante la complejidad de los elementos necesarios para
alcanzar ese ambicioso objetivo, han revisado su estructura
interna en busca de una que permita optimizar el recurso hu-
mano. Por ese camino se ha llegado al desmonte de una es-
tructura autoritaria y vertical, tradicional en algunos medios,
y a la adopción de un esquema horizontal y de participación
de toda la redacción.
La estructura tradicional, jerarquizada y autoritaria, parte del
supuesto de que el poder lo es todo y, por consiguiente, la
capacidad de iniciativa y de crítica se concentran en una mi-
noría que, generalmente, mira más a los intereses de la em-
presa y pierde de vista los de la sociedad. Además, dentro de
ese esquema, se utilizan el talento y la creatividad del grupo
ubicado en los cargos de dirección. Los demás se tienen en
cuenta a la hora de obedecer las órdenes. Una reingeniería
empresarial está aconsejando en los periódicos la adopción
de un esquema horizontal de participación democrática de
toda la redacción, que permita aprovechar el potencial de to-
dos para la elaboración de agenda, para la autocrítica y para
el hallazgo y realización de las mejores propuestas creativas.
Se complementa la propuesta anterior con la de una práctica
que hoy está renovando la vida de los mejores periódicos en
el mundo: su interactividad con los lectores.
Un examen de los vicios de que se acusa reiteradamente
a periodistas y medios, revela que, en parte, se deben al
aislamiento autosuficiente de estas empresas, en riesgo per-
manente de dogmatismo, autoritariasmo y autosatisfacción.
La voz del lector agrieta dogmas y le baja el tono a la sufi-
ciencia autocrática de medios y periodistas, con una con-
secuencia benéfica: un acercamiento a la clientela, mucho
más efectivo que las fórmulas publicitarias y de relaciones
públicas.
De ese acercamiento resulta otro hecho que inspira una
nueva propuesta: la operación de mecanismos de autocrítica.
Si la autocrítica se mira como un mecanismo para conocer
mejor la realidad, es evidente que coincide con la manera de
ser de periódicos y periodistas que, por definición, buscan y
no le temen a la verdad.
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ETICA Y PERIODISMO / Dr. Rafael Molina Morillo
La autocrítica conduce a lo ético, que es el resultado de una
exploración sobre la naturaleza humana, y esa indagación,
nunca termina. Un diálogo ético es el instrumento para esa
búsqueda que siempre enriquece porque aporta cada vez
nuevos conocimientos sobre la naturaleza humana y sobre
la profesión.
Estas reflexiones finales me permiten llegar a una conclusión,
que es el punto por donde debí comenzar y es que cuando se
registra un choque entre la visión ética de un periodista fren-
te a una sociedad o un medio no ético, el problema no es de
ética versus no ética, sino de dogmatismos. Dos dogmáticos
enfrentados siempre chocan y generan un incendio que no
ilumina, pero sí quema y destruye. La luz de los valores éticos
no resulta de los choques, sino de la serena e inteligente
puesta en común de pensamientos y experiencias.
Cuando Aristóteles definía la ética como un saber práctico,
descartaba cualquier predominio de teorías y por supuesto
el uso de trampas retóricas y verbales, y reafirmaba su fe en
el poder persuasor de los hechos. Es el examen de los hechos,
es la sabiduría que dejan como remanente las experiencias
vividas, es la lectura de los propios errores que, como las
cicatrices en el cuerpo del guerrero, se pueden deletrear
como huellas y conocimientos que dejó la vida. Son esos los
caminos por donde se llega a la percepción de lo ético.
Coinciden la retórica y la expresión de los mejores en afirmar
que esta, la del periodismo, es la más bella de las profesio-
nes; también tendremos que concluir que es la más bella por-
que es la más exigente y porque en ella no hay cabida para
la mediocridad, ni para la resignación, ni para la vulgaridad.
Por el contrario, es el campo propicio para las utopías y los
idealismos de esa porción de la humanidad que vive conven-
cida de que con la palabra sana, honesta y sincera, se puede
construir un mundo mejor.
¡Muchas Gracias!
Conferencia Magistral:
Ética y Periodismo
Dr. Rafael Molina Morillo
29 de octubre, 2009, Santo Domingo, República
Dominicana.
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ETICA Y PERIODISMO / Dr. Rafael Molina Morillo
BIOGRAFIADr. Rafael Molina Morillo
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ETICA Y PERIODISMO / Dr. Rafael Molina Morillo
Abogado, periodista y diplomático. Nació en La Vega el 31 de
marzo de 1930. Hijo de Domingo A. Molina e Ícelas Morillo,
su esposa Francia Espaillat con quien ha procreado cuatro
hijos: José Antonio, Amelia, María Alicia y Silvia María.
Director del diario gratuito “El Día”; director de la Revista
Ahora (segunda etapa) desde mayo del año 2000 hasta la
fecha de su cierre (2004); productor del programa radial de
comentarios “Los Buenos Días de Molina Morillo”, por Zol
FM; presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa
(SIP); primer vicepresidente de la Sociedad Interamericana
de Prensa (2005-2006); fue presidente de la Comisión
de Libertad de Prensa durante cinco años (1999 a 2004).
Fundador y primer presidente del Centro para la Libertad de
Expresión en la República Dominicana (2004). Miembro del
Comité Ejecutivo de la SIP. Ex-vicepresidente del Instituto de
Prensa de la SIP (1998). Ex director del periódico Listín Diario
(1997 hasta el año 2000 por renuncia), fue subdirector de
Revistas del Listín Diario y Ultima Hora (Junio 1991-95);
fundador y conductor del programa de TV “Rueda de Prensa”
(hasta 1995). Ex director de la Escuela de Ciencias de la
Comunicación en la Universidad Católica de Santo Domingo
(UCSD) (1984 al presente); Presidente del Consejo Nacional
del Premio APEC al periodismo “José Ramón López” (1986-
88, 88-90, 90-92); Miembro del Consejo Nacional del Premio
APEC al magisterio “Federico Henríquez y Carvajal” (1988-90,
90-92); Miembro de la International Association of Political
Consultants, con sede en NY (1985 al presente), comentarista
de actualidad en el programa radial “Matutino 103”, de
Radio Mil (1989-1992), fue productor de los programas de
TV “Testimonio” y “Domingo de Noche”, por Teleantillas, y
participante en “Entrega Especial”, por el mismo canal (1990-
92). Fue vicepresidente del movimiento político Frente
Democrático de la Convergencia (1989). Presidente de la
Asociación Dominicana de Periodistas y Escritores (ADPE)
desde 1985-86; miembro fundador y directivo de la fundación
de la Orquesta Sinfónica Nacional (1984-87). Fue embajador
de la República Dominicana en los EUA y Canadá (1980-82)
y embajador jefe de la Misión Permanente de la RD ante la
ONU, en NY (1979-80).
Anteriormente fue secretario de la Embajada Dominicana
en México (1956-57). Cónsul General de R.D. en Panamá
(1957-58) y consejero de la Embajada de RD en México
(1958-59). Se inició en el periodismo como reportero de El
Caribe (1948-53) hasta llegar al cargo de director ejecutivo
del mismo diario (1954-56). En 1961 fundó la revista “Ahora”,
la cual dirigió hasta 1979, cuando vendió las acciones de
dicha empresa. Fundó en 1966 el diario El Nacional, cuya
dirección asumió posteriormente ejerciéndola también
Dr. Rafael Molina MorilloDoctor Honoris Causa en Ciencias de la Comunicación Social
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ETICA Y PERIODISMO / Dr. Rafael Molina Morillo
hasta 1979. Miembro de la Cámara Americana de Comercio,
de la Universidad Acción Pro Educación y Cultura (APEC),
de la Sociedad Dominicana de Bibliófilos. Fue director de la
Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) de 1967 a 1979.
Ha publicado los libros “La Prensa y la Ley en SD”; “Gloria
y Repudio”, “Biografía de Pedro Santana” y “Personalidades
Dominicanas 1992-1993”. De 1948 al presente ha publicado
artículos de interés general en la prensa nacional. Ha sido
galardonado por su dedicación y su quehacer en todos los
campos de la comunicación.
Fuente externa: Periódico El Día
Fotografía: Periódico El Día