Post on 13-Mar-2016
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Berta Hiriart Ericka Martínez • Ilustración
La bienvenida
Dirección editorial: Ana Laura DelgadoCuidado de la edición: Sonia ZentenoDiseño: Julieta Ojeda y Ana Laura Delgado
© 2004. Berta Hiriart Urdanivia, por el texto© 2004. Ericka Martínez, por las ilustraciones
Primera edición, 2004Segunda edición, septiembre de 2010
D.R. © 2004. Ediciones El Naranjo, S. A. de C. V. Cerrada Nicolás Bravo núm. 21-1, Col. San Jerónimo Lídice, C. P. 10200, México, D. F. Tel./fax (55) 5652 1974 elnaranjo@edicioneselnaranjo.com.mx www.edicionselnaranjo.com.mx
ISBN 978-607-7661-20-7
Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio, sin el permiso escrito de los titulares de los derechos.
Impreso en México • Printed in México
La bienvenida
Texto
Berta Hiriart
Ilustración
Ericka Martínez
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La bienvenida
Era un día de agosto. Habíamos recorrido la cuadra
unas ochenta veces montados en las bicicletas, y ahora
estábamos echados en la banqueta bajo la sombra del
único árbol. Beto contaba chistes que no hacían reír ni
a La Pulga, con todo y que era su mejor amigo. Y no
es que Beto fuera mal chistoretero sino que ya nos
sabíamos de memoria su repertorio. Hubiera sido
preferible que cada quien se fuera a su casa a ver
la tele, pero no, ahí estábamos papando moscas igual
que los perros. Comenzaban a hacerse largas
las vacaciones.
Una camioneta destartalada dio la vuelta en
la esquina. Encogimos las piernas para dejarla pasar,
pero no llegó hasta nosotros, sino que se detuvo en
la casa vacía. Adelante venían un señor y una niña.
Atrás, un montón de cajas y maletas.
—Son los nuevos —dijo La Pulga.
La modorra se nos fue como por arte de
magia. Nos enderezamos y observamos alertas
los movimientos de los recién llegados. Pero no
sucedió nada interesante. El papá abrió la puerta
de la casa y entre los dos bajaron las cosas.
—¿Se fijaron? —comentó Sonia—, ni
siquiera nos echó un ojo. Ha de ser
una estirada.
Todos movimos la cabeza
de arriba hacia abajo en
señal de acuerdo.
Minutos después llegó el camión de mudanzas.
Los cargadores fueron desfilando con el refri, las
camas, las sillas y un piano pequeño, blanco. Para
observar mejor nos cambiamos de banqueta hasta
quedar justo enfrente de la casa de los nuevos.
El sol pegaba de lleno sobre nosotros, de
modo que el interior se veía muy oscuro,
como si
adentro fuera
de noche.
Desde ahí,
salía la voz
del papá:
“Por acá,
eso por
acá, por
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favor. El piano con cuidado. ¡Nadia!, ¡Nadia!, ¿te
gusta el piano en ese lugar?”.
—Se llama Nadia. ¡Qué nombre!
—Y toca el piano. Les dije que de seguro era una
niña insoportable.
—¡Nadia! Para el caso, le hubieran puesto Nadie
o de plano, Nada.
—Eso es —resolvió Sonia— para nosotros será
La Nada. Haremos de cuenta que no ha llegado.
De nuevo movimos la cabeza de arriba hacia abajo,
pero no dejamos de estar totalmente atentos a lo que
ocurría dentro de la casa. Momentos después salieron
los cargadores y detrás salió La Nada. Se quedó de pie
en la puerta, con su vesti dito de flores de lo más
ridículo.
—Adiós —le gritaron los hombres desde el camión.
—Adiós —les contestó ella, agitando la mano de
una manera muy elegante.
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El camión desapareció en la esquina. La niña siguió
frente a nosotros sin tomarnos en cuenta, así nada
más, mirando la calle. La Pulga hizo una señal de
tornillo zafado en la cabeza que a todos nos botó
de la risa. Entonces La Nada se rió también y nosotros
nos quedamos de una pieza.
A la mañana siguiente nos reunimos antes que
de costumbre. Queríamos darle a La Nada una
bienvenida. Sonia propuso que preparáramos unas
papas fritas “especiales”, con pimienta, azúcar y alas
de mosca. La Pulga dijo que ésa era una broma de
bebés, que mejor pusiéramos a Justinita en la puerta,
luego tocáramos y desapareciéramos. Pero Beto
no estuvo de acuerdo. Tenía miedo de que Justinita
pudiera escapar, o peor, que La Nada le hiciera
algún daño.
www.edicioneselnaranjo.com.mx 6612077860779
ISBN 978-607-7661-20-7