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Capítulo 5
Las secuencias argumentativas
1. La argumentación: perspectivas y definiciones
La noción de argumentación, como tantos otros conceptos centrales de los
estudios del lenguaje, es abordada por diversas perspectivas, que definen este concepto
poniendo el foco en aspectos diferentes del proceso argumentativo. Nos interesa
mencionar, en especial, tres concepciones generales en torno de la argumentación, que
involucran dimensiones de índole discursiva y/o textual.
En primer lugar, mencionamos la argumentación considerada desde un punto de
vista retórico, enfoque que pone el énfasis en la relación entre el orador, el auditorio y
los modos de construcción del discurso argumentativo, definido como aquel tipo de
discurso que, en un determinado marco institucional público, se propone persuadir a un
auditorio específico. En segundo lugar, la argumentación puede ser abordada como
discurso razonado, haciendo hincapié en los modos de construir los razonamientos. En
este mismo sentido, ya desde la perspectiva del lenguaje formal, la argumentación se
define como una articulación de razonamientos válidos, que se oponen a las
denominadas falacias, esto es, razonamientos inválidos de acuerdo a las reglas lógicas.
Finalmente, la argumentación suele ser estudiada en tanto secuencia textual, es decir,
como uno de los tipos de secuencias que se pueden identificar en los textos atendiendo –
como vimos en el capítulo 4– a su estructuración interna y a sus rasgos lingüístico-
enunciativos.
En este manual, incorporamos aspectos vinculados con la dimensión retórica y
con los modos de construcción de los razonamientos pero trabajamos la argumentación
mayormente desde la perspectiva secuencial. Esto implica que, aun cuando
clasifiquemos algún texto como argumentativo, siempre es necesario tener en cuenta
que todo texto tiende a presentar más de una secuencia. En todo caso, tal como
explicamos en el capítulo anterior, se tratará de un texto en el cual las secuencias
argumentativas predominen por sobre los otros tipos de secuencias textuales. En
particular en el discurso académico, es frecuente que las secuencias argumentativas se
combinen con secuencias expositivas, en particular en géneros tales como la
monografía, las tesis y las defensas de tesis.
2. Los textos argumentativos
Las secuencias argumentativas son aquellas que se orientan a poner de
manifiesto el punto de vista del sujeto que enuncia. Los textos predominantemente
argumentativos, por lo tanto, se configuran de manera tal de construir un entramado que
dé sustento a la posición que el sujeto busca sostener en torno de alguna problemática
en debate. A diferencia de las secuencias expositivo-explicativas, las argumentativas
tienden a involucrar ya no la cognición del interlocutor sino su convencimiento o –
retomando una categoría de la perspectiva retórica– su persuasión. Para ello, es
necesario que se tomen como punto de partida elementos que resulten conocidos o
accesibles para el interlocutor, de manera tal de poder conducirlo hacia la conclusión
que se busca afirmar.
Dado que la argumentación siempre se detiene en cuestiones sobre las cuales
existen posiciones en conflicto o desacuerdos, este tipo de secuencias suelen estar
atravesadas por expresiones dialógicas y polifónicas, que retoman los puntos de vista
con los que el sujeto confronta o disiente. En términos generales, las secuencias
argumentativas presentan, así pues, dos dimensiones: a) una dimensión que podríamos
considerar propositiva, que incluye la tesis que el texto busca demostrar y los
argumentos con los cuales se le da sustento; b) una dimensión polémica, en la cual se
despliegan contraargumentos –argumentos contrarios a la tesis– con el fin de refutarlos.
La tesis constituye, de esta manera, el núcleo central en torno del cual se organizan las
secuencias argumentativas.
La imagen del enunciador en los textos predominantemente argumentativos no
es aquella basada en el efecto de transparencia propio de las secuencias expositivo-
explicativas sino que es la de aquel sujeto que busca demostrar que su posición presenta
mayor legitimidad que la de sus oponentes. Es importante, por este motivo, que el
enunciador se configure como alguien con argumentos sólidos y con autoridad para
enunciar sobre la problemática en cuestión. Dados estos rasgos, se trata de un tipo de
secuencia textual en el que aparecen con mayor frecuencia expresiones o marcas de
subjetividad, aunque siempre de acuerdo a los requerimientos de adecuación genérica.
En los géneros que responden al discurso académico, el posicionamiento del sujeto en
las secuencias argumentativas se marcará no tanto en el uso de la primera persona del
singular –como acontece en textos argumentativos que responden a otros géneros– sino
mediante, por ejemplo, la selección léxica, los adjetivos valorativos y, en ocasiones, el
uso de la primera persona del plural. A través, entonces, de estos y otros mecanismos, el
enunciador no solo no delega la responsabilidad de aquello que sostiene sino que –
exceptuando que introduzca una voz ajena mediante el discurso referido– se presenta
como la fuente de la cual surgen tales ideas y argumentos. La figura del enunciatario,
por su parte, aparecerá con frecuencia en determinados procedimientos de interpelación
al interlocutor, como las preguntas retóricas y el uso de un nosotros que también incluya
al enunciatario.
Actividad Nº 1
Lea los siguientes fragmentos, en los cuales se discuten aspectos teóricos y
epistemológicos de teoría del lenguaje:
Texto 1
La Sociología solo puede liberarse de las formas de dominación que la
lingüística y sus conceptos ejercen todavía hoy sobre las ciencias
sociales a condición de hacer patentes las operaciones de construcción
del objeto en que esta ciencia se ha fundado, y las condiciones sociales
de producción y circulación de sus conceptos fundamentales. Si el
modelo lingüístico se ha transportado tan fácilmente al terreno de la
etnología y de la sociología, ello se ha debido a una consideración
esencialista de la lingüística, es decir, a la filosofía intelectualista que
hace del lenguaje, más que un instrumento de acción y de poder, un
objeto de intelección. (…) Para romper con esta filosofía social, hay
que mostrar que, por legítimo que sea tratar las relaciones sociales –y
las propias relaciones de dominación– como interacciones simbólicas,
es decir, como relaciones de comunicación que implican el
conocimiento y el reconocimiento, no hay que olvidar que esas
relaciones de comunicación por excelencia que son los intercambios
lingüísticos son también relaciones de poder simbólico donde se
actualizan las relaciones de fuerza entre locutores y sus respectivos
grupos.
Bourdieu, Pierre. (1985) 2001. ¿Qué significa hablar? Economía de los intercambios
lingüísticos. Madrid: Akal, p. 11.
Texto 2
Las cuestiones que quiero analizar hoy son cuestiones de teoría
lingüística que emergen de esta nueva perspectiva y que, según
entiendo, no han sido planteadas seriamente. ¿Qué hemos aprendido
en las últimas décadas aplicando el análisis micro-conversacional a los
datos conversacionales recién ahora disponibles, gracias a las
innovaciones en la tecnología del audio y el video, para el estudio
sistemático? ¿Qué implicancias tiene la aproximación interaccional a
la comunicación –que concibe la misma como el resultado de
intercambios que involucran más de un participante activo– para
nuestro modo de abordar los datos lingüísticos y para nuestras teorías
del lenguaje y el significado? ¿Qué nos dicen los intercambios
conversacionales acerca del juego que se establece entre
presuposiciones lingüísticas, socioculturales y contextuales en la
interacción?
Un concepto clave que debemos reconsiderar es la noción de
competencia comunicativa. Se trata de un término familiar, acuñado
por Dell Hymes para sugerir que, en tanto lingüistas preocupados por
la comunicación en grupos humanos, debemos ir más allá de la mera
descripción de los patrones de uso lingüístico para concentrarnos en
aspectos del conocimiento compartido y de las habilidades cognitivas,
aspectos que son tan abstractos y generales como el conocimiento al
que se refiere Chomsky con su definición más estrecha de competencia
lingüística.
Gumperz, John. (1982) 2002. “Las bases lingüísticas de la competencia
comunicativa”, en Golluscio, Lucía A. Etnografía del habla. Textos fundacionales.
Buenos Aires: EUDEBA, p. 152.
Texto 3
Hace unos treinta y cinco años nacía una nueva ciencia. Lo que ahora
se conoce como “ciencia cognitiva” combina procedimientos tomados
de la psicología, las ciencias de la computación, la lingüística, la
filosofía y la neurobiología para explicar el funcionamiento de la
inteligencia humana. La ciencia del lenguaje, en particular, ha sido
testigo de espectaculares avances desde entonces. (…)
El lenguaje no es un artefacto cultural que se aprende de la
misma forma que se aprende a leer la hora o a rellenar una instancia.
Antes bien, el lenguaje es una pieza singular de la maquinaria
biológica de nuestro cerebro. El lenguaje es una habilidad compleja y
especializada que se desarrolla de forma espontánea en el niño, sin
esfuerzo consciente o instrucción formal, se despliega sin que
tengamos conciencia de la lógica que subyace a él, es cualitativamente
igual en todos los individuos, y es muy distinto de las habilidades más
generales que tenemos de tratar información o comportarnos de forma
inteligente. Por estos motivos, algunos científicos cognitivos han
definido el lenguaje como una facultad psicológica, un órgano mental,
un sistema neural y un módulo computacional. Sin embargo, yo
prefiero un término más pintoresco como “instinto”, ya que esta
palabra transmite la idea de que las personas saben hablar en el mismo
sentido en que las arañas saben tejer sus telas.
Pinker, Steven. (1994) 2001. El instinto del lenguaje. Cómo crea el lenguaje la
mente. Madrid: Alianza, pp. 17-18.
1. ¿A qué género pertenece cada uno de estos fragmentos? ¿Responden los tres a
los rasgos del discurso académico? Fundamente su respuesta.
2. ¿Cuál es el tipo de secuencia dominante en cada fragmento? ¿Qué aspectos
lingüísticos, textuales y enunciativos permiten identificar el tipo de secuencia
que predomina en los fragmentos dados?
3. Subraye las definiciones que se formulan en los textos. ¿Estas definiciones
operan como recursos explicativos? Retome, para fundamentar su respuesta, lo
visto en el capítulo 4.
4. Caracterice la configuración del enunciador en cada fragmento. Destaque los
elementos lingüísticos en los que se expresa la posición del sujeto que enuncia.
¿Qué diferencias encuentra entre los fragmentos dados?
5. Señale en cada texto los elementos lingüísticos que remitan al enunciatario.
¿Cómo construye cada texto esta figura?
6. Marque en cada fragmento la frase u oración que sintetice con mayor precisión
la posición del autor.
7. Si bien los dos primeros textos suponen un conocimiento especializado por parte
del lector, en los tres hay elementos generales que permiten identificar con qué
ideas o definiciones sobre el lenguaje discute cada autor. Intente, para cada caso,
formular una hipótesis al respecto.
3. La estructura de los textos argumentativos
La estructura interna de un texto argumentativo no solo suele adecuarse al
género discursivo al que el texto responde y al ámbito en el que se produce y/o circula
sino también a las ideas y saberes que supone en su interlocutor. No obstante, tomando
como referencia la dispositio tal como se planteaba en la Antigua Retórica1,
formularemos una estructura prototípica, con variantes, que pueda operar como modelo
de producción de textos argumentativos.
En términos esquemáticos, distinguimos cuatro instancias sucesivas en la
organización secuencial de los textos argumentativos: una instancia introductoria que
opera como exordio, una segunda instancia en la que se presenta la serie de
acontecimientos que condujeron a la situación polémica o a la problemática en debate,
una tercera instancia propiamente argumentativa en la que se formula la tesis, se
1 La Retórica clásica –cuyo modelo quedó estabilizado en la Retórica de Aristóteles– reconocía cuatro partes en la disposición textual: el exordio, la narratio, la confirmatio y el epílogo. Este será nuestro punto de partida, aunque presentaremos diversas variantes y alternativas.
despliegan los argumentos y se refutan los contraargumentos, y, finalmente, una cuarta
instancia que funciona como epílogo, cierre o conclusión del texto.
El exordio o introducción tiene como fin presentar los objetivos del texto, el
marco en el que se desarrolla y convocar al interlocutor a seguir atentamente aquello
que el texto propone. En ocasiones, suele incluir aquello que en la Retórica clásica se
denomina partitio, es decir, una enumeración de las partes o ejes de las que constará el
texto, que se realiza con el fin de que el interlocutor conozca de antemano cuál será el
itinerario discursivo.
La segunda instancia, esto es, la exposición de la serie de acontecimientos que
conducen al locutor a tomar posición, no siempre está presente en los textos
argumentativos. En el caso de los discursos propiamente retóricos –aquellos formulados
en las instituciones políticas y judiciales– esta parte de la disposición argumentativa
depende del grado de conocimiento sobre el asunto que tenga el interlocutor. En el caso
de los textos argumentativos desarrollados en el marco académico, esta instancia suele
estar destinada a una revisión de lo que se denomina “estado de la cuestión” en torno de
una problemática sobre la cual existen diversas posiciones.
La instancia central de la secuencia es aquella en la cual se formulan los
argumentos con los cuales se da sustento a la tesis –ejemplos, definiciones, citas de
autoridad, etc.– y/o se refutan los contraargumentos asignados al oponente. En cuanto a
la dimensión propositiva, cabe destacar que, por lo general, la tesis suele estar
enunciada en esta instancia, aunque es frecuente que quede implícita, sea porque se
supone conocida o porque se trata de una aseveración que el interlocutor podrá reponer
a través del desarrollo discursivo. La dimensión polémica también aparece con mayor
intensidad en esta tercera instancia: en ocasiones se explicita la posición contraria y
hasta se despliegan con detenimiento las razones a las que apela el oponente. En estos
casos, la dinámica refutativa suele cobrar una marcada importancia. Habrá textos
argumentativos, entonces, en los que predomine la dimensión propositiva, otros en los
que predomine la dimensión polémica y algunos que articulen ambas dimensiones. Aun
así, consideramos necesario destacar que todo texto argumentativo parte de la existencia
–esté más o menos presente en la superficie textual– de un disenso o de una
confrontación de puntos de vista en torno de determinada problemática o cuestión que
resulta de relevancia para el ámbito en el que se debate.
Finalmente, el epílogo o cierre –que opera como conclusión– presenta también
diversas variantes. Una de ellas consiste en realizar una recapitulación, lo que implica
retomar los aspectos centrales del desarrollo argumentativo del texto. Otra variante es
aquella que señala aspectos de la cuestión que el texto abordó tangencialmente y que
podrían ser considerados en un trabajo posterior. Lo importante del epílogo, en todo
caso, es que dé al texto un cierre que lo presente como una unidad coherente y que
contribuya a reforzar la finalidad que el texto argumentativo presenta: la persuasión.
Actividad Nº 2
Lea con atención el siguiente fragmento de un artículo de Thomas Kuhn, en el que
retoma su clásico texto La estructura de las revoluciones científicas (1962):
Han transcurrido casi veinte años desde que distinguí por primera vez
lo que me pareció ser dos tipos de desarrollo científico, normal y
revolucionario. La mayor parte de la investigación científica que tiene
éxito produce como resultado un cambio del primer tipo, y su
naturaleza queda bien descrita por una imagen muy común: la ciencia
normal es la que produce los ladrillos que la investigación científica
está continuamente añadiendo al creciente edificio del conocimiento
científico. Esta concepción acumulativa del desarrollo científico es
familiar y ha guiado la elaboración de una considerable literatura
metodológica. Tanto esta concepción como sus subproductos
metodológicos se aplican a una gran cantidad de trabajo científico
importante. Pero el desarrollo científico manifiesta también una
modalidad no acumulativa, y los episodios que la exhiben
proporcionan claves únicas de un aspecto central del conocimiento
científico. Retomando un duradero interés, intentaré aquí aislar varias
de estas claves; primero describiendo tres ejemplos de cambio
revolucionario, y luego discutiendo brevemente tres características que
todos ellos comparten. Sin duda los cambios revolucionarios
comparten además otras características, pero esas tres proporcionan
una base suficiente para los análisis más teóricos que me ocupan
actualmente, y en los que me apoyaré, un tanto crípticamente, en la
parte final de este artículo. (…)
El cambio revolucionario se define en parte por su diferencia con
el cambio normal, y este es, como ya se ha indicado, el tipo de cambio
que tiene como resultado el crecimiento, aumento o adición
acumulativa de lo que se conocía antes. Las leyes científicas, por
ejemplo, son usualmente producto de este proceso normal: la ley de
Boyle ilustrará lo que aquí está en juego. Sus descubridores poseían
previamente los conceptos de presión y volumen de un gas, así como
los instrumentos requeridos para determinar sus magnitudes. El
descubrimiento de que el producto de la presión y el volumen de una
muestra dada de un gas era una constante a temperatura constante se
añadía simplemente al conocimiento del modo en que se comportaban
estas variables ya comprendidas. La abrumadora mayoría del avance
científico es de este tipo normal acumulativo (…).
Los cambios revolucionarios son diferentes y bastante más
problemáticos. Ponen en juego descubrimientos que no pueden
acomodarse dentro de los conceptos que eran habituales antes de que
se hicieran dichos descubrimientos. Para hacer, o asimilar, un
descubrimiento tal, debe alterarse el modo en que se piensa y describe
el rango de fenómenos naturales. El descubrimiento (en casos como
estos “invención” puede ser una palabra mejor) de la segunda ley del
movimiento de Newton es de esta clase. Los conceptos de fuerza y
masa que figuran en esa ley diferían de los que eran habituales antes
de la introducción de la ley, y la ley misma fue esencial para su
definición. (…)
Cuando este tipo de cambio de referentes acompaña un cambio
de ley o de teoría, el desarrollo científico no puede ser completamente
acumulativo. No se puede pasar de lo viejo a lo nuevo mediante una
simple adición a lo que ya era conocido. Ni tampoco se puede
describir completamente lo nuevo en el vocabulario de lo viejo y
viceversa.
Kuhn, Thomas. (1981) 1995. ¿Qué son las revoluciones científicas? Barcelona:
Altaya, pp. 56-60.
1. ¿Puede identificar en el fragmento citado partes o instancias de la secuencia
argumentativa? Señale en el texto dónde comenzaría y dónde finalizaría cada
una de ellas.
2. ¿El fragmento focaliza en la dimensión propositiva o en la dimensión polémica
de la argumentación? Justifique su respuesta ejemplificando con elementos
concretos del texto de Kuhn.
3. ¿Podría considerar que en el texto se manifiesta una secuencia expositivo-
explicativa? Considere para su respuesta la función que cumplen los ejemplos.
4. Sintetice en una sola oración cuál es la tesis principal que sostiene Kuhn.
4. Las técnicas argumentativas
Bajo la denominación de técnica argumentativa englobamos los recursos, modos
de construir los argumentos y mecanismos que generan o transmiten adhesión hacia la
tesis que el texto argumentativo busca sostener. Algunos de estos recursos también
operan en los textos explicativos, pero tienen en ellos una función diferente: en los
textos argumentativos no se orientan a clarificar o a lograr la comprensión del
interlocutor sino a buscar su adhesión, a persuadirlo o convencerlo.
La ejemplificación
El ejemplo, si bien hemos visto en el capítulo anterior que es un recurso
explicativo recurrente, también funciona con alta frecuencia como técnica de
argumentación. Si el ejemplo que se presenta es suficientemente representativo o
conocido, puede tomarse un solo caso particular. De lo contrario, suele utilizarse una
serie de casos particulares, a partir de los cuales se desprende una afirmación general.
Existen diversos modos de construcción y/o presentación de ejemplos. En el
fragmento de Kuhn citado en la Actividad Nº 2, tanto la ley de Boyle como la ley del
movimiento de Newton funcionan efectivamente como casos particulares que le dan
sustento a la tesis sobre las dos formas de cambio científico. Cuando la argumentación
presenta un análisis de textos –por ejemplo, literarios– las citas de las fuentes que se
analizan operan también como mecanismo ejemplificador, mayormente como
ilustración de una afirmación previa. Veamos cómo funciona esto último en un texto de
análisis del discurso:
- El componente polémico del discurso se observa particularmente en la
reformulación intradiscursiva que propone del término político “Federación”.
Pero ya se manifestó antes en la refutación de enunciados presentados como
concesión:
¡Es verdad! El semblante es la máscara de ser moral; la palabra puede ser el resultado del cálculo y no del sentimiento, el intérprete de la mentira y no de la verdad y el honor; pero es imposible que el todo que representa y compone la familia de asesinos pueda nunca tener el aire de una familia de buenos y honrados individuos.
Adaptado de Narvaja de Arnoux, Elvira. 2008. Análisis Del discurso. Modos de
abordar materiales de archivo. Buenos Aires: Santiago Arcos, p. 121.
La definición
La definición, tal como hemos visto en el capítulo 4, es un tipo de enunciado
general. La fuerza que presenta en tanto técnica argumentativa reside en que el modo
según el cual se defina el objeto o asunto en cuestión orientará el desarrollo posterior de
la argumentación. El texto de Pinker transcripto en la Actividad Nº 1 contiene un claro
ejemplo del funcionamiento argumentativo de la definición:
- El lenguaje no es un artefacto cultural que se aprende de la misma forma que se
aprende a leer la hora o a rellenar una instancia. Antes bien, el lenguaje es una
pieza singular de la maquinaria biológica de nuestro cerebro.
En este fragmento, la definición no funciona como recurso para explicar qué es
el lenguaje y cómo se aprende; en cambio, busca polemizar con aquellos enfoques que
conciben el lenguaje como “artefacto cultural”.
La pregunta retórica
Uno de los modos frecuentes de interpelar al interlocutor y hacerlo partícipe del
desarrollo argumentativo es el uso de preguntas retóricas, esto es, de interrogantes
directos cuya respuesta o bien ya está prevista en la misma formulación de la pregunta o
bien está orientada hacia la conclusión que se busca demostrar. La pregunta retórica
coloca en el interlocutor un interrogante a partir del cual se despliega, como respuesta
esperable, la tesis que el texto argumentativo sustenta.
Un caso que ejemplifica este mecanismo es el que aparece en el fragmento de
Gumperz incluido en la Actividad Nº 1, en el cual las interrogaciones directas operan
como dispositivo de anticipación del concepto que el autor se propone introducir, la
noción de competencia comunicativa.
La relación causal
El texto argumentativo no se caracteriza solamente por enunciar una posición y
polemizar con otras sino, en gran medida, por mostrar las razones que conducen a
preferir un punto de vista por sobre los demás. La apelación a las causas o motivos que
conducen a tal opción es una técnica frecuente y genera un fuerte efecto de legitimidad
de la tesis que se sostiene. Es importante destacar, en este sentido, que es el propio texto
el que construye, en función de la tesis, relaciones causales entre acontecimientos; dos
textos que sustenten posiciones antagónicas apelarán, entonces, a diferentes relaciones
de causa-consecuencia.
Veamos un ejemplo. Bourdieu, en el fragmento que citamos en la Actividad Nº
1, rechaza la adopción del modelo lingüístico como referente para los estudios
sociológicos. Para ello utiliza, entre otros, un argumento causal:
- Si el modelo lingüístico se ha transportado tan fácilmente al terreno de la
etnología y de la sociología, ello se ha debido a una consideración esencialista
de la lingüística, es decir, a la filosofía intelectualista que hace del lenguaje,
más que un instrumento de acción y de poder, un objeto de intelección.
Para este autor, entonces, si se considera al lenguaje como un “instrumento de
acción y de poder” –definición acorde con una perspectiva sociológica– ya no será
posible tomar como modelo a la lingüística.
La cita de autoridad
La incorporación de voces ajenas es fundamental en los textos argumentativos,
en particular, en aquellos que se producen y circulan en los ámbitos académicos. En
líneas generales, podemos identificar dos orientaciones que motivan la introducción de
voces ajenas en una argumentación: a) la referencia a posiciones, autores y perspectivas
que contribuyan a apoyar la tesis del texto; b) la inclusión, mención o alusión a
posiciones con las cuales la tesis confronta. Distinguir entre estos dos funcionamientos
de la polifonía en el texto argumentativo es de suma importancia; su confusión puede
conducir a una lectura marcadamente errónea del texto en cuestión.
La cita de autoridad es aquella que responde al primero de los casos; siempre
opera, por lo tanto, como apoyo para la tesis. Esta técnica argumentativa consiste en
referir, mediante el discurso indirecto o el discurso directo, la palabra de un autor o
institución que se considera una autoridad reconocida en relación con la problemática
que el texto aborda. Este mecanismo otorga legitimidad a la posición que se busca
sustentar, máxime en el discurso académico, cuya dinámica requiere permanentemente
la referencia al conocimiento previamente formulado. Los criterios de elección de la voz
autorizada constituyen un aspecto central para la utilización de este tipo de técnica
argumentativa y dependerán de la disciplina, de la corriente a la que el texto adscribe y
también del saber del interlocutor. El siguiente fragmento ilustra cómo funciona la cita
de autoridad en el discurso académico:
- Eliseo Verón (1985) subrayó que los afiches se caracterizan por ser fragmentos
del discurso político sometidos a las restricciones de la publicidad (fuerte
impacto, precisión, simplicidad) y por tener un ritmo de producción
considerablemente más lento que el de otros subgéneros y una permanencia más
prolongada. Tales rasgos hacen que sean un punto de observación privilegiado
(…)
Qués, Maria Elena. 2011. “Argumentación lacunaria y estrategias de lectura en el discurso
electoral”, en Arroyo, Gustavo; Matienzo, Teresita (comps.). Pensar, decir, argumentar.
Lógica y argumentación desde diferentes perspectivas disciplinares. Buenos Aires: Prometeo,
p. 158.
La concesión y la refutación
La concesión y la refutación son dos de las técnicas argumentativas mediante las
cuales se materializa la inclusión, mención o alusión en el texto a posiciones con las
cuales la tesis confronta. Se trata, por lo tanto, de un funcionamiento polémico de la
polifonía, puesto que de esta manera se incorporan aquellas voces que se busca rechazar
y/o aquellas perspectivas que serán objeto de refutación. En términos generales, ambas
técnicas están asociadas a la exposición de contraargumentos y requieren, por lo tanto,
del uso de conectores contraargumentativos (véase capítulos 3 y 6).
La concesión consiste en la exposición de un punto de vista ajeno que se
presenta no como motivo de oposición sino como insuficiente; los conectores asociados
a la concesión son pero, aunque, no obstante, con todo, aun así, entre otros. La
refutación, por su parte, es un movimiento argumentativo de rechazo directo de la
palabra ajena; se plasma, por consiguiente, en aquellos conectores que conllevan mayor
fuerza opositiva: sin embargo, en cambio, por el contrario. Veamos un ejemplo
paradigmático de refutación:
- La manera de pensar de los pueblos que normalmente, y erróneamente,
llamamos “primitivos” –sería más correcto llamarlos “pueblos ágrafos” pues es
este, creo yo, el factor que los distingue de nosotros– ha sido interpretada de dos
modos diferentes. El primero considera que dicho pensamiento reviste una
calidad más grosera que el nuestro y el ejemplo más inmediato de esta
interpretación en la antropología contemporánea es la posición de Malinowski.
(…).
En lugar de subrayar que es un tipo de pensamiento inferior, como lo hace la
primera interpretación, la otra manera de encarar el pensamiento “primitivo”
afirma que es un tipo de pensamiento fundamentalmente distinto del nuestro.
Este abordaje se concreta en la obra de Lévy-Bruhl, quien consideró que la
diferencia básica entre el pensamiento “primitivo” –pongo siempre entre
comillas la palabra primitivo– y el pensamiento moderno reside en que el
primero está completamente determinado por representaciones místicas y
emocionales. (…) Sin embargo, el pensamiento de los pueblos ágrafos es, de
hecho, por un lado, un pensamiento desinteresado y, por otro lado, un
pensamiento intelectual.
Adaptado de Lévi-Strauss, Claude. (1978) 1986. Mito y significado. Madrid: Alianza, pp. 35-
36.
La analogía y la metáfora
Otra de las técnicas argumentativas que también hemos mencionado como
recurso explicativo es la analogía. El funcionamiento de la analogía en la argumentación
presenta, en efecto, rasgos compartidos con su alcance explicativo; también en este
caso, mediante la analogía el locutor establece una relación entre objetos, fenómenos o
conceptos más familiares, por un lado, y otros que resultan menos accesibles al
interlocutor, por el otro. No obstante, existe una diferencia fundamental respecto de la
explicación: en el texto argumentativo, la analogía no cumple la función de clarificar
sino de transmitir la adhesión desde aquello ya aceptado hacia aseveraciones que el
interlocutor aun no considera legítimas. La metáfora, por su parte, ha sido definida en el
marco de los estudios sobre argumentación como una analogía condensada. Así, si una
analogía presenta una semejanza de relaciones de tipo A es a B como C es a D, la
metáfora condensa tal relación en una frase que omite la mención de alguno de los
elementos que componen la semejanza.
En el siguiente ejemplo, extraído del Facundo de Sarmiento, podemos ver el
funcionamiento de una analogía extendida:
- Y, en efecto, hay algo en las soledades argentinas que trae a la memoria las
soledades asiáticas; alguna analogía encuentra el espíritu entre la pampa y las
llanuras que median entre el Tigris y el Eufrates; algún parentesco en la tropa de
carretas solitaria que cruza nuestras soledades para llegar, al fin de una marcha
de meses, a Buenos Aires, y la caravana de camellos que se dirige hacia
Bagdad o Esmirna. Nuestras carretas viajeras son una especie de escuadra de
pequeños bajeles, cuya gente tiene costumbres, idioma y vestido peculiares que
la distinguen de los otros habitantes, como el marino se distingue de los
hombres de tierra.
Es el capataz un caudillo, como en Asia el jefe de la caravana: necesítase para
este destino una voluntad de hierro, un carácter arrojado hasta la temeridad, para
contener la audacia y turbulencia de los filibusteros de tierra que ha de gobernar
y dominar él solo en el desamparo del desierto.
Sarmiento, Domingo F. (1845) 1985. Facundo o civilización y barbarie. Caracas: Biblioteca
Ayacucho, pp. 26-27.
Actividad Nº 3
Lea atentamente el siguiente fragmento ensayístico de Carlos Altamirano (1997) en
torno del orientalismo en el Facundo de Domingo F. Sarmiento:
Tres de los quince capítulos que componen la obra van presididos por
epígrafes que refuerzan la floración orientalista.
Esta insistencia no escapó a la atención de algunos de los
estudiosos del libro de Sarmiento, cuyas interpretaciones quisiera
aprovechar en este artículo. Ana María Barrenechea, por ejemplo, ha
escrito:
Busca [Sarmiento] paralelos con la vida de otros pueblos de llanura (tártaros, árabes, bárbaros invasores del imperio romano) para afianzar su tesis de la influencia del suelo en las costumbres y de estas en la historia de los pueblos, pero además dichas
comparaciones lo atraen por el prestigio del color local y la lejanía que las carga de valor poético en la época romántica. Podría decirse, de acuerdo a esta observación, que en el Facundo
las figuras del orientalismo se despliegan bajo la atracción de esos dos
polos –el polo doctrinario de la tesis y el polo literario del exotismo
romántico. Es innegable que Sarmiento era sensible a las fantasías del
exotismo, tanto del literario como del político, y el Facundo lo prueba.
Pero ¿cuál es el esquema conceptual asociado al uso de la imaginería
orientalista? Es lo que el comentario de Barrenechea deja escapar: la
significación que media y anuda las funciones del símil oriental en el
libro de Sarmiento. (…)
La analogía, dice Piglia, es un procedimiento central en el
funcionamiento de la obra porque para Sarmiento conocer es
comparar:
Todo adquiere sentido si es posible reconstruir las analogías entre lo que se quiere explicar y otra cosa que ya está juzgada y escrita. Para Sarmiento saber e descifrar el secreto de las analogías: la semejanza es la forma misteriosa, invisible, que hace visible el sentido. La cultura funciona sobre todo como un repertorio de ejemplos que pueden ser usados como términos de comparación. La interpretación, de verdad sugestiva, pone en primer plano,
como nunca antes, el mecanismo analógico. No obstante, la tesis de
Piglia presenta un problema en su alcance: en realidad, el uso de
símiles y paralelos no era un procedimiento singular de la obra de
Sarmiento sino un procedimiento extendido en el campo de lo que hoy
llamaríamos ciencias humanas. (…)
Nada de esto, de todos modos, nos ofrece todavía el eslabón en
que se conectan las funciones de la imaginería orientalista en el libro
clásico de Sarmiento. En un trabajo que dialoga inteligentemente con
el de Piglia (…), Julio Ramos proporciona al respecto una
interpretación. Según este autor, la cita orientalista en Sarmiento
“proyecta, por parte de quien no es un europeo, un deseo de inscribirse
n el interior de la cultura occidental. Implica un lugar de enunciación –
ficticio– fuera de la ‘barbarie’ (lo no europeo), enfáticamente
‘civilizado’”.
¿Pero la “cita orientalista” en el Facundo está allí solo para
ofrecernos una figura de la alteridad, del Otro, del no civilizado, como
parece interpretar Ramos? Me temo que al fijarla en ese registro la
imaginería orientalista de Sarmiento se disuelva en un papel
demasiado genérico. Creo, más bien, que hay que darle todo su peso a
la idea (…) del despotismo para aferrar la significación en que se
acoplan las funciones de esa imaginería. En otras palabras: el
“oriental” y lo “oriental” en el libro de Sarmiento no están destinados
únicamente a imprimir sobre la particularidad americana la imagen del
“bárbaro” o del “otro” genéricos, sino, más específicamente, a dar
figura a una idea y a un fantasma, la idea y el fantasma del despotismo.
Adaptado de Altamirano, Carlos. 1997. “El orientalismo y la idea del despotismo en
el Facundo”, en Altamirano, Carlos; Sarlo, Beatriz Ensayos argentinos. De
Sarmiento a la vanguardia. Buenos Aires: Ariel, pp. 83-89.
1. ¿Qué secuencias textuales identifica en el fragmento de Altamirano? ¿Cuál es el
tipo de secuencia dominante? Justifique su respuesta.
2. Analice la polifonía en el texto dado: ¿con qué técnica(s) argumentativa(s) la
vincula? ¿Qué función cumplen las citas textuales en el desarrollo
argumentativo?
3. Señale los principales conectores polifónicos, ¿qué función cumple cada uno de
ellos en el texto?
4. Subraye las marcas de subjetividad que considere más relevantes.
5. Determine si las siguientes afirmaciones, extraídas del fragmento, forman parte
de la posición de Altamirano sobre el Facundo: a) “en el Facundo las figuras del
orientalismo se despliegan bajo la atracción de esos dos polos –el polo
doctrinario de la tesis y el polo literario del exotismo romántico”; b) “para
Sarmiento conocer es comparar”. Justifique su respuesta.
6. ¿Cuál es la problemática o la cuestión en debate a la cual este texto busca
responder?
7. Identifique la tesis, subráyela en el texto y reformúlela en una hoja aparte.
Actividad Nº 4
Lea la siguiente declaración sobre el uso del voseo en la Argentina, publicada en 1964
por la revista cultural Leoplán:
Ernesto Sábato ha puesto su inteligencia, que es mucha, su cultura, que
es rica, y su ingenio, que es ágil y travieso, al servicio de frecuentes
heterodoxias. “Leoplán” me pregunta qué pienso de la suya más
reciente, la defensa de la legalización del voseo. Esa defensa era cosa
ya trillada en los últimos decenios, pero Sábato ha asumido la
responsabilidad de sostenerla con el auxilio de la ciencia filológica.
En la sola carilla que me ha pedido “Leoplán”, aunque yo la exceda,
no puedo seguir paso a paso la argumentación con que Sábato ha
llenado columnas de la revista; con todo, procuraré oponerle mis dudas
con muy apretadas razones. Él ha puesto mucha carne en el fuego. Así
nos avisa, citando a ilustres lingüistas extranjeros cuyos argumentos de
orden general no siempre hacen al caso, que las lenguas evolucionan
sin cesar y que la lengua y la lógica no corren parejas. ¿Qué haremos
los académicos que ignorábamos tales noticias, sino darle las gracias?
Pero el caso es que el simple hecho lingüístico en debate es una
concordancia irregular, arcaica en sus orígenes, pero no ya defendible
hoy como un bello arcaísmo al que nos convenga revalidar, según él lo
admite. Todos los ejemplos que da para probar la evolución de nuestra
lengua son extraídos del vocabulario; ¿hay ciego y sordo que se resista
a reconocer la legitimidad de tales diferencias en una misma área
lingüística y de tales cambios en el tiempo? (…) Lo que importa saber
no es si hay derecho a llamar “manteca” la “mantequilla” española, y
“calesita” al “tiovivo”, sino si conviene a los argentinos legitimar en la
enseñanza del idioma y en el empleo literario giros tales como “vos
andás”, “entendé”, “vení”, “hablá”, “fuiste” y todos los del mismo
tipo, si de noble prosapia en el idioma de los conquistadores, muy
venidos a menos por las letras perdidas en el camino.
No ampara a esos giros, parece, su belleza o elegancia, sino la
realidad lingüística. Que no los amparan viene a consentirlo el mismo
Sábato en el número 716 de “Leoplán” cuando reconoce que “las
formas propias del ‘tú’ podrán ser reservadas para ciertas exigencias
estilísticas y de contenido”. Hay, pues, exigencias estilísticas y una
verdad artística superiores a la desnuda realidad cotidiana.
Naturalmente, tales exigencias y tal verdad superior no se hacen
necesarias (excluyo la literatura costumbrista y la dialectal regional) en
muchas novelas nuestras contemporáneas, sencillamente porque su
chato realismo, su detallismo subalterno y superfluo, que todo lo
registra con pelos y señales, inclusive los diálogos de café más
triviales, reclaman, lo admito por solo medio de expresión, el lenguaje
chabacano del “vos”. La cuestión se planteará cuando nos elevemos
sobre esos bajíos de la literatura narrativa. (…)
Giusti, Roberto 1964, citado en Férnández, Ruth. “¿Vos o tú?”, Leoplán, 16 de
septiembre, n° 722, p. 13.
1. Señale en el texto las partes que componen su estructuración interna.
2. Caracterice la figura del enunciador, ¿en qué elementos lingüísticos se hace
presente la subjetividad?
3. ¿Cuál es la problemática en torno de la cual se articula el planteo de Giusti?
¿Cuál es la tesis principal del texto? ¿Con qué posiciones confronta?
4. Identifique cuatro técnicas argumentativas que resulten significativas en el texto.
Actividad Nº 5
Lea con atención los siguientes fragmentos:
Texto 1
Ante la pregunta: “¿qué idioma se habla en la Argentina?”,
automáticamente uno responde “el español”. No obstante, una mirada
más sutil o, mejor dicho, un oído más atento (tan solo cuando uno
viaja en colectivo) puede llegar a percibir otros sonidos, otras palabras,
otras formas de comunicarse entre gente cuya primera lengua no es el
español. Así también, un recorrido por las distintas zonas geográficas
de nuestro país nos mostraría que el contacto lingüístico es la regla y
que el monolingüismo, la excepción. En las zonas de frontera
(Misiones, Formosa, Jujuy, etc.), por ejemplo, el español interactúa
con el portugués de Brasil, con el guaraní de los paraguayos o con el
quechua y con el aimara que hablan los indígenas de Bolivia. (…)
La población indígena que habita actualmente en las provincias de
Salta, Jujuy, Formosa, Chaco, Misiones, Santa Fe, Buenos Aires, La
Pampa, Neuquén, Río Negro y Chubut es mayoritariamente bilingüe,
es decir, además de utilizar la lengua vernácula en ámbitos familiares,
comunitarios y religiosos habla el español en las interacciones con los
no indígenas. En síntesis, si bien el español es la lengua oficial de la
Argentina no es la única que se habla en el país. Si tomamos en cuenta
la cantidad de lenguas habladas dentro del territorio argentino, nos
encontramos frente al caso de una sociedad multilingüe en la cual,
además del español, se hablan al menos unas veinte lenguas de
inmigración europea y asiática, y trece lenguas indígenas. Desde el
punto de vista social, algunas de ellas son consideradas lenguas de
prestigio como el inglés, el francés, el alemán o el italiano; otras en
cambio, son lenguas minoritarias, no porque las hable un grupo
reducido de gente, sino por los derechos sociales que éstas poseen, es
decir, por su desigualdad y asimetría social frente a las lenguas
mayoritarias.
Messineo, Cristina y Paola Cúneo. 2007. “Las lenguas indígenas de la Argentina.
Situación actual e investigaciones”, en Actas del Primer Congreso de Lenguas
Minorizadas. Buenos Aires: Fundación Xeito Novo. Disponible en
http://www.xeitonovo.org.ar/ponencias/CLM07_CMessineoPCuneo.pdf. Consultado
el 10/03/2010
Texto 2
Se piensa que, al momento de la llegada de los españoles, dentro de los
límites geográficos hoy argentinos se hablaban no menos de 35
lenguas. Hoy contamos con 12. Muy pronto nos quedaremos solo con
11. Casi todas, aunque en diversos grados, se encuentran amenazadas
de extinción.
La Constitución Nacional –reformada en 1994– y diversas leyes
provinciales adjudican a los indígenas el derecho a recibir educación
bilingüe. En la actualidad, no se cuenta con los materiales didácticos
necesarios a tan fin ni con una adecuada formación pedagógica de los
docentes, sensibles a los problemas de aprendizaje en medios
bilingües. (…) Los discursos de los diferentes sectores sociales
vehiculizados por los medios de comunicación nos demuestran que la
mayor parte de la población argentina, de cualquier franja
socioeconómica, adolece de la información y la educación necesarias
para aceptar, respetar, valorar y compartir experiencias educativas y de
vida con nuestros conciudadanos indígenas.
Censabella, Marisa. (1999) 2007. Las lenguas indígenas de la Argentina. Buenos
Aires: Eudeba, p. 17.
Texto 3
¿Qué se pierde cuando se pierde una lengua? Algunos dirán: todo se
puede traducir; en cualquier lengua nos podemos comunicar, se puede
hacer ciencia, se puede hacer literatura. Pero: ¿es cierto que se puede
hacer literatura? Otros dirán que es justamente el discurso poético el
más afectado por la retracción o desaparición de una lengua.
Pensemos, por ejemplo, la riqueza de matices que tienen algunos
sistemas de demostrativos y clasificadores de posición, distancia,
forma, movimiento y dirección en muchas de nuestras lenguas
originarias y compárenlos con el sistema de tres demostrativos (“este-
ese-aquel”) del español o la oposición binaria “this-that” del inglés.
Respecto justamente de los demostrativos, Anthony Woodbury,
lingüista que ha trabajado con las lenguas yupik de Alaska, afirmaba
que quizás un hablante que recordara cómo lo decía su abuelo iba a
tratar en la primera generación de encontrar formas en inglés que
expresaran esas diferencias, pero las generaciones siguientes, que ya
no contarían con la memoria oral de la lengua, no iban a poder hacerlo
(Woodbury, 1993).
La lengua es, entonces, un fuerte componente constituyente y
constitutivo de las identidades personales y sociales. En algunos casos,
como el del Pueblo Mapuche, la relación profunda entre la lengua, las
personas y la tierra ha quedado cristalizada en el léxico: el sustantivo
“mapu” (“tierra” en castellano) forma parte tanto del nombre que ellos
mismos dan a su pueblo (mapuche: “gente de la tierra” –mapu “tierra”,
che “gente”–) como del que dan a su lengua (mapudungun: “hablar de
la tierra” –mapu “tierra”, dungun “lengua, hablar”–) (Golluscio, 2006).
Estoy segura de que debe haber otros casos semejantes entre las
lenguas que circulan en este Congreso.
Por ese profundo poder que porta cada lengua del mundo para sus
hablantes es que los pueblos conquistadores no se equivocaron: “La
lengua es compañera del Imperio”, afirmó Nebrija en la primera
Gramática de la lengua castellana, que no por casualidad se publicó en
1492, el año de la conquista de América. El lingüicidio (Hagège,
2000), entonces, acompañó al genocidio en América
Golluscio, Lucía. 2008. “Lenguas en peligro, pueblos en peligro en la Argentina:
aportes a la Educación
Intercultural Bilingüe desde la lingüística de la documentación”, en Actas del VIII
Congreso Latinoamericano de Educación Intercultural Bilingüe. Buenos Aires:
/Ministerio de la Educación – Presidencia de la Nación /Unicef. Disponible en
http://www.unicef.org/argentina/spanish/EIBWEBOK.pdf. Consultado el 10/03/2010
A partir de los fragmentos citados, produzca un texto argumentativo que responda al
siguiente interrogante: ¿El Estado argentino debería garantizar la enseñanza de las
lenguas indígenas? Para ello:
- considere en su escrito al menos dos de los tres fragmentos dados (recuerde
citar las fuentes que toma como bibliografía para su argumentación),
- planifique su texto de manera tal que responda a la estructura de la secuencia
argumentativa presentada en este capítulo,
- tenga en cuenta los modos de construcción del enunciador en los textos
académicos (evite, por ejemplo, el uso de la primera persona del singular),
- incorpore en el texto al menos cuatro técnicas argumentativas (cita de
autoridad, refutación o concesión, ejemplificación y definición).
5. Cuestiones de normativa: revisión del uso del punto
El punto es concebido regularmente como el signo de puntuación que presenta
menores inconvenientes. No obstante, su uso está fuertemente vinculado con los modos
de organización de las oraciones y de los textos. En este plano es posible identificar en
los escritos de algunos alumnos ciertos problemas recurrentes: la extensión innecesaria
–que genera dificultades de interpretación– de las oraciones, por un lado, y la falta de
segmentación del texto en párrafos temáticamente organizados. Por tal motivo, en este
apartado nos centraremos en estos aspectos, cuya revisión es importante para lograr una
expresión lingüística adecuada y clara.
Actividad Nº 6
Lea atentamente las siguientes oraciones:
- Con una serie de novedades en el campo de las relaciones políticas y
económicas internacionales, que en lo social y cultural propuso el nuevo mundo
diseñado por las potencias triunfantes, se inauguró la segunda posguerra.
- Para trasladarse por la ciudad y realizar sus tareas laborales diarias, que incluían
la repartición de diarios y revistas, además de la concurrencia a la fábrica a
primera hora de la mañana, un obrero desocupado italiano comienza a concurrir
para conseguir una bicicleta que le facilitara sus tareas a los sorteos mensuales
que se realizaban en el centro cultural de su barrio.
- La intencionalidad política de la película y de la novela que le da origen no las
disimulan las inconsistencias que presenta la adaptación del guión.
- Entre un razonamiento judicial que versa sobre hechos y otro sobre estrictas
cuestiones jurídicas Perelman establece una clara diferencia que permite
distinguirlos.
- Es una tarea que se reinicia y que está siendo definida como una propuesta de
trabajo que tiene amplio alcance en la investigación actual la reconstrucción de
las emociones en los argumentos.
1. Subraye aquellas oraciones o frases que le resultan de difícil comprensión.
2. Intente identificar dónde reside el problema que dificulta la lectura.
3. Reescriba las oraciones dadas cambiando el orden de los constituyentes (sujeto,
predicado, modificadores, etc.), de manera tal que la lectura resulte más
accesible. De ser necesario, divida la oración en dos.
Actividad Nº 7
Reescriba el texto que se transcribe a continuación, colocando punto seguido o punto
aparte según corresponda. Procure a) abreviar las oraciones de manera tal de lograr una
mayor claridad y facilidad en la lectura; b) organizar el texto en párrafos.
El presente escrito se propone tratar el tema del papel de los
intelectuales en la sociedad, es decir, si estos deben tener un
compromiso con una posición política o si deben reservar sus ideas
para no quedar vinculados con proyectos políticos, este es un tema que
genera muchos debates y puntos de vista confrontados, entre los que
podemos mencionar la perspectiva del sociólogo francés Pierre
Bourdieu, quien analiza el papel de los intelectuales en el
mantenimiento de las sociedades tal como funcionan actualmente, y la
del escritor palestino Edward Said, que tiene una mirada favorable a la
intervención política activa de los intelectuales, esta cuestión, por otra
parte, tiene fuerte presencia en la sociedad argentina actual, en especial
luego de los debates producidos por la apertura de la Feria del Libro
por parte de Mario Vargas Llosa. En primer lugar, es necesario señalar
que, según Bourdieu, los sectores identificados tradicionalmente como
intelectuales participaron de la reproducción de las diferencias y
jerarquías sociales existentes en los diferentes momentos históricos,
por ello, los intelectuales para este autor funcionan en gran medida
como parte de los procesos de legitimación de las desigualdades, y
además tienen como principal preocupación e interés la defensa de sus
propias condiciones de vida y de trabajo, esto significa que los
intelectuales estarán principalmente preocupados por conservar sus
lugares de poder y de legitimidad para el uso de la palabra, Said, en
cambio, tiene una posición más favorable a la intervención política del
intelectual, aunque este escritor palestino no considera que tal
intervención deba realizarse en cualquier dirección, sino que afirma la
necesidad de que el intelectual tome un compromiso activo con los
sectores sociales y culturales menos favorecidos por las desigualdades
socio-económicas, ambos autores despliegan argumentos para
sustentar sus puntos de vista, pero en términos generales se puede
sostener que el intelectual debería en cualquier caso poder mantener
cierta independencia del poder económico para lograr autonomía en
sus expresiones y perspectivas.
Lectura optativa
Criterios para el uso del punto
El punto es el signo que señala, en textos escritos, la finalización de una oración.
Por lo tanto, la oración contenida entre la mayúscula inicial y el punto que le da un
cierre debe estar articulada de manera clara, precisa y completa. En términos generales,
es recomendable mantener, al menos hasta que se adquiera mayor práctica de escritura
académica, una estructura relativamente estándar para la construcción de la oración:
sujeto - verbo conjugado - modificadores verbales correspondientes. Indudablemente, a
ello se agregarán otros elementos –como los conectores extraoracionales, las
aclaraciones y demás– y será frecuente también la construcción de oraciones
coordinadas. No obstante, la conservación del orden de los constituyentes y de la
estructura estándar de la oración en español facilitará la lectura y la comprensión.
Existen tres clases de usos lingüísticos del punto, entendido como signo de
puntuación: el punto seguido, el punto aparte y el punto final, que señala la clausura del
texto. Cabe destacar, en este aspecto, la importancia que adquiere en los escritos
académicos la capacidad de organizar el texto en párrafos, marcados adecuadamente por
la sangría en la oración inicial de cada párrafo. El cambio de eje, temática o punto de
vista suele ser el criterio que motiva el inicio de un párrafo nuevo. Esta segmentación,
lejos de ser intrascendente, es la que orienta posteriormente la lectura