Post on 30-Jul-2015
Dedicado
A la memoria de Ricky, Mono, Mechi, Yesi, Fernando, Rayita,
Rulo y Silvina, amigas y amigos que se nos fueron demasiado
pronto, demasiado jóvenes.
El Milagro rojo y otros relatos.-
Prólogo.
En la imaginación del hombre convencido está la virtud de
embestir contra todo aquello que nos impide un paso adelante en
la larga travesía del dolor a la esperanza y en ella reside también
la capacidad de unir con descaro y picardía lo poco de comunes
que tenemos y lo tanto. A veces, las mismas falencias. Las
mismas debilidades. Las mismas contradicciones. Pero siempre,
la misma amargura. Sin embargo, no hemos nacido para morir en
semejante tragedia que lleva siglos de barbarie y cada cual realiza
su intento para darle sentido al mundo, procurando convertirlo.
Porque la contradicción en la que estamos encerrados, pero que
puede resolvernos si decidimos una lucha empedernida, está en la
forma en que nos hacen vivir y aquella en la que merecemos
hacerlo. ¿Qué nos falta? Ahí está el poeta para reunirnos a todos,
no sólo para tomar el cielo por asalto, sino además la tierra; y lo
hace a puro pensamiento, armando un ejército de conciencias que
se alzan repentinamente un día de elecciones desde la superficie y
desde lo más hondo de un pueblo como éste que hoy carga con la
vergüenza de portar un título ideado por quienes a través de los
valores cervantinos falsean la historia y humillan el pasado. Así
nos convoca el escritor, nos revela el periodista, nos conduce el
poeta; pero, por sobre todas las condiciones y profesiones, nos
interpela el hombre que hay en cada uno de ellos. El convencido –
dije-. El que insurrecciona, revuelve, perturba, desafía, ama,
sueña. Ninguna revolución fue posible sin estos indispensables
dispuestos a pagar su osadía con su propia proscripción; desde la
exclusión de las posibilidades laborales hasta la intencionada
categorización que los expulsa a los burdeles de las locuras
inaguantables para advertir a los demás que así no se piensa y que
eso no se hace. El disciplinador poder de los que mandan contra el
poder de los que resisten. El Milagro rojo es mucho más que la
desafiante prosa de un rebelde, porque la historia que
protagonizan sus personajes -en los que podemos encontrarnos
fácilmente- supera los límites de nuestros pensamientos
ordinarios y nos desafía desde la ficción, con humor y
destemplanza; desde la poesía, revelando una estética oceánica de
personas comunes y ofendidas; desde la opinión y la crónica,
desnudando la porosidad de un sistema de poder, cuya fragilidad
se expresa con el uso de violencia. Y desde esas diferentes
esquinas el autor nos dispara sin piedad. A ver dónde está lo que
tanto queremos, dónde lo que tanto no hicimos, dónde lo que
tanto soñamos. Hay que meterse en su narrativa y descubrirse;
descubrirlo; morir de risa y preocuparse; disfrutar la victoria;
formar parte del problema; vencerlo o especular con otro ciclo de
transformación dialéctica, pero vivirlo. La forma, en fin, tiene la
estética de la intransigencia y se convierte en grito para la mano
que la escoja. Cualquiera que ella sea, joven o anciana, al abrir
este libro liberará un grito de guerra. Decía Martí, de pensamiento
es la guerra mayor que se nos hace; y a pensamiento habrá que
ganarla.- Los otros relatos que conforman El Milagro rojo,
incluyendo los textos periodísticos, constituyen un salto
cualitativo en la literatura local y en la pugna ideológica,
consagrando el momento más elevado de la literatura crítica de
nuestro pueblo. Es oposición con desparpajo y rabia; esperanza y
amor. Es arriesgarlo todo; retrato y denuncia; réplica a la prosa
subvencionada y académica; un puente concreto a una
constelación subversiva. Como en la ficción, después de
semejante Milagro que pone un sol tan rojo como caliente, nada
será lo mismo. Tanta convicción, tanta tozudez, tantas veces estar
al pie de la destrucción y seguir, poniendo la idea y empujando la
tarea; tanto insistir con el orgullo imbatible del audaz, la palabra
de este autor será definitivamente un arma letal contra la farsa de
este tiempo, en este pueblo.-
Luz Ramallo.-
PROLOGO
¿Yo soy yo?. ¿O voy siendo la resultante del complot de
circunstancias siempre inalcanzables, un fiel reflejo de los rasgos
sociales que me atraviesan e impregnan como ventosas, acotando el ser entre dos aleteos y sin más explicación?.
¿Puedo querer sin quererme?. ¿Puedo pretender que me quieran
sin saber quererme?. La herramienta fue siempre universal, nace con la vida misma, y
se acuna y se gesta en las entrañas: es el mejor pincel, el mayor
fusil, la pluma más fina. Es el poder, el verdadero poder. Es el poder de la gente, el que no muere con la muerte, el que trasunta y
trasciende, el que hasta hecho añicos partido en mil pedazos, no
se pierde pues por carga hereditaria se transforma en el mejor barro para el siguiente alfarero.
Esa es la historia. Y la historia siempre está: “puedes verla y
dejarla pasar por un costado, ó permitir que golpee y martille en tu cabeza”. Pero, como fuere, el dueño del cedazo eres tú y el
tamizador estará en tus manos.
Puede que al menos algún relato de Nano te llegue de lleno como un cross directo al mentón y te derrumbes por toda la cuenta para
poder empezar a contar.
Puede que no. No obstante “no desesperes si algo no anda bien”.
Mañana mismo puede que seas alcanzado por el efecto retardado
de un gancho al hígado ó un boleado al oído. Andrés “Chino” Medina.-
EL MILAGRO ROJO
-¡La puta que los parió, ganamos por afano!-. El vozarrón
del Cordobés retumbó en el pórtico de la casa municipal. Revoleó
el sombrero por el aire, que dio una voltereta y cayó en medio de la calle. Los tres o cuatro militantes socialistas a los que abrazó
tampoco podían creerlo y lagrimeaban como chicos. -¡Vas a ser el intendente Cordobés, quién nos para ahora!-,
dijo Tornatti, de remera gastada con la cara del Che y alpargatas.
Juan, a su lado, seguía con la mirada perdida. –Este día no me lo voy a olvidar más-, balbuceó el profesor,
ahora edil y presidente del Concejo Deliberante.
El anuncio del jefe de correo le agitó el pecho. “El resultado final es 25.022 votos para la Izquierda Democrática, seguido del
peronismo con 15.332…”. No escuchó más. Habían ganado por
paliza. El diario de la tarde sacó una edición especial de seis pliegos
y los canillitas lo vendieron como pan caliente. Agotó dos tiradas
más. “Milagro rojo: ganó Arredondo”, decía el título. En la volanta se agregaba que el nuevo intendente “era un imprentero
cordobés”. La foto lo mostraba en plano americano, sonriente, el
puño en alto, de poncho y sombrero de ala ancha, atornillado a su cabeza.
El veterano Kowolsky se salía de las casillas, de
emocionado que estaba. -Si viviera mi viejo- atinó a decir. El padre del trabajador rural y ahora tercer concejal era un polaco
anarco-colectivista y con la caída del zar mutó a bolchevique
rabioso. Se terminó exiliando de Rusia a los pocos meses de morir Lenin, cuando ya se veían venir los procesos infames,
fusilamiento y destierro para la junta revolucionaria que se oponía
a Stalin y su runfla de asesinos y burócratas. La plaza San Martín dejó de parecer un desierto. De a uno,
de a dos o en grupos pequeños, la gente se fue acercando al
monumento a San Martín. Un pibe de la Juventud se había trepado al caballo y del
brazo del prócer ató con alambre de fardo una bandera roja, que
flameaba suavemente. Otros dos pibes izaron una bandera negra
inmensa en el mástil frente a la Catedral. El trapo empezó a
ondear junto a la bandera argentina y la bonaerense creada en el
gobierno del Cabezón. -¿Qué significa esa bandera negra?.
-Es de luto, por los radicales que se murieron señora-,
bromeó uno de los pibes. -El negro es el color de la tierra, es el color que eligieron los
anarquistas para simbolizar su lucha por una patria sin patrones ni explotación. Ni dios ni amo-, aclaró el pibe que debía tener no
más de veinte años, pero que había diseccionado toda la biblioteca
de Bakunin, Marx y el Che Guevara. La primera periodista en llegar al veredón municipal fue la
movilera de la radio. Resuelta, la piba encaró al Cordobés, se
tropezó y casi le hace tragar el micrófono. Salía en directo para toda la ciudad y por internet al mundo. Una primicia mundial. El
primer intendente de la historia argentina que accedía al poder
apoyado por un pequeño partido que se reclamaba trotskista. -Qué se siente ser el nuevo intendente, los resultados son
inapelables-, preguntó la periodista mientras de fondo la multitud
coreaba “Arre-don-do…Arre-don-de…Arre-don-do”. –Lo primero que vamos a hacer es ir a la cooperativa
eléctrica y revisar los balances. Después veremos si renovamos
las concesiones de energía eléctrica, agua y cloacas. Agradezco a los miles que nos votaron y quédense tranquilos, que acá hay un
hombre y un equipo que no los va defraudar, le cueste a quien le
cueste y caiga quien caiga-, se despachó de un tirón inflando el pecho, un poco agitado.
El no los voy a defraudar sonó un poco menemista, pero nadie
reparó en la frase, sepultada bajo gritos y aplausos. Ahí se dio cuenta que un sudor helado como un témpano lo
recorría de la nuca a los pies. Miedo. El Cordobés tenía miedo.
Cuando te agarra miedo decís cualquier cosa, me decía Tito. -Estuve bien?-, inquirió con el sombrero entre las manos
húmedas.
-Bárbaro che. Hay que darle masa a los corruptos, a la burocracia y los capitalistas. Me parece que incluso te quedaste
corto-, agregó Tornatti.
La gente se arremolinaba. Todos querían saludar al héroe de
la jornada. Una señora de vestido negro y coqueto rodete lo tomó del brazo al ganador.
–Arredondo, ahora hay que cumplir con la palabra
empeñada, repartir entre los pobres y sacarle a los ricos, aunque haya que hacer tronar el escarmiento, como decía el General.
El Cordobés asintió sin abrir la boca. –No asumimos y ya vienen los reclamos-, murmuró entre dientes.
El Conejo le guiñó un ojo a una muchacha de minifalda a
cuadros y escote profundo. Era el cuarto concejal socialista. El obrero de la cerámica recuperada se sentía pleno. El sueño parecía
cumplirse. El mundo, el microscópico mundo azuleño sería un
paraíso para los trabajadores, que por primera vez iban a gobernar el distrito de 660.000 hectáreas.
-La de minas que me voy a levantar-, le confió el Conejo a
Tito. El histórico militante clasista y ex obrero portuario lo miró a los ojos.
-Mire compañero, usted haga lo que quiera, pero acá
venimos a cumplir con el programa del Partido-, le descerrajó con gesto adusto. El Tito con ese bigote a lo mariachi infundía temor.
Parecía una estampa viva de Pancho Villa.
El Cordobés se deslizó entre la muchedumbre y lo buscó a Tornatti, que no paraba de hablar a los gritos. Y al oído, sin que
nadie se percatara le preguntó.
–¿Y ahora qué hacemos?. No tenemos cuadros, ni siquiera militantes para armar el gabinete.
-Disfrutá Cordobés, no te das cuenta del día histórico que
estamos viviendo. Después nos reunimos y charlamos. No te preocupés, que los compañeros del Comité Central del Partido
van a darnos una mano-.
El antropólogo, ahora concejal del mayoritario bloque socialista, sacaba cuentas y se exprimía el cerebro pensando de
dónde había salido esa avalancha de votos, si los socialistas
apenas eran votados en cada elección por un millar de voluntades. El ringtone de Satisfaction de los Rolling Stones sonó en el
bolsillo de la bermuda camouflada, con esas mariposas orientales
que le había cosido Amanda.
-Habla Rubén, del partido. ¿Es cierto que ganamos?-. El tipo
del otro lado de la línea, a 300 kilómetros, se atragantaba en un lío
de palabras. -Sí, ganamos. Le pasamos el trapo a todos. Después te
cuento-. Tornatti sonreía y disfrutaba. Sí, llegó la revancha de
tantos años de lucha, de masticar fracasos, uno tras otro. Caerse y volverse a levantar. Fue el candidato permanente, la garantía de la
pureza de la revolución. Ahora sería tapa de El Proletario del XXI y hasta los de la revista Caras iban a venir para entrevistar al
nuevo fenómeno de la política.
El Rulo llegó al rato, al frente de la columna de las barriadas del Norte, más otros habitués de los bares del Pampa Quiroga y
del Gordo Andía, sumados en el camino. El único socialista era
él, el resto, peronistas de Perón y Evita. –Sabés lo que dicen las bases?. Que vos te creías la reserva
moral del marxismo-leninismo y resulta que el intendente que
tenemos es un empresario, un chupasangre como cualquier patrón-, disparó el Rulo.
-No rompás las pelotas. Es un compañero-, retrucó Tornatti,
con un dejo de fastidio. Las calles eran un hormiguero de gente. Las cámaras de la
televisión de aire registraron el paso cansino del actual intendente,
flanqueado por su secretaria privada. Se iba a enfrentar con el hombre que le birló la reelección.
-Te felicito, una buena elección-, dijo el doctor Ruggero. La
frase sonó hueca y destemplada. -Gracias che-, dijo el Cordobés por toda respuesta. Y le dio
un abrazo de oso al radical, que se estrechó a su cuerpo,
resignado.
La primera mesa marcó lo que vendría. La única urna de la escuela del paraje La Verdecita vaticinó la sorpresa: 53 votos para
la Izquierda Democrática, 16 Acción Radical y 12 el Frente
Popular para la Victoria Final –el efepeveefe-. Al caer la tarde, el recuento de votos no dejaba lugar a dudas. Los celulares no
paraban de sonar. Voces nerviosas intentaban explicar lo
inexplicable. Los fiscales de los otros partidos se preguntaban si
había que firmar las planillas oficiales del escrutinio.
Una avalancha de voluntades catapultaba al Cordobés al sillón del intendente. Iba a ser suyo.
-Un despacho de puertas abiertas, donde todos entraran y
salieran sin pedir audiencia. Porque los asuntos de unos eran los asuntos de todos-, decía serio el Cordobés.
Un grupo de adolescentes con buzos y capuchas lo sacó del
ensimismamiento. -¿Es cierto que van a legalizar las drogas y que quien quiera
puede tener unas plantitas de marihuana, sin que pase nada?.
-Bueno…sí, en principio sí-. Se le atragantaban las palabras y en la garganta se le hizo un nudo.
-Porque nosotros lo votamos por eso. Porque decían a los
cuatro vientos que era parte del programa. Queremos saber si van a cumplir-.
Altivo, el pibe de muñequeras con tachas lo miraba feo,
medio chanfleado. Y quería una respuesta. -Lo que pasa –prosiguió casi deletreando el Cordobés- es
que hablamos de un tema nacional, de la justicia, la Corte
Suprema…Nosotros estamos de acuerdo, pero de ahí a que salga…pero la gente hace lo que quiere, más allá de la ley,
siembra, cosecha y se fuma lo suyo. No me pregunta a mí ni a la
justicia. Sacá tu conclusión… -Al final, parece que cada uno se la tiene que rebuscar como
puede, sean azules, colorados o verdes, ¿no?-, apuntó la rubia de
top fucsia, la primera en saludar e irse. El resto la siguió. Desde la esquina, con un carioca que no paraba de girar, le gritaron -
¡Aguante Cordobés!-.
La fiesta siguió en el Jockey Club. –Ahora que tenemos la
manija, el forro de Richardo aflojó el salón. ¿Y quién lo consiguió?: Papá-, se afunó el Rulo, haciendo retintinear el
llavero con el logo del Rotary Club. -Avisá a todos que vengan para acá-. El Tito, diligente, dio
arranque a la citroneta y enfiló hacia el arroyo, donde están los
barrios de techos bajos, de los que no llegan a fin de mes. -Vamos compañeros. Todos al Jockey a festejar este triunfo
popular- voceaba por el megáfono. La gente abría las ventanas y
salía a la vereda. Hasta los recolectores de residuos tocaban bocina.
En el palacete estilo francés las majestuosas arañas de
caireles multiplicaban los rostros en los espejos. El edificio de dos plantas, abarcaba toda la esquina.
-¡Fijate qué escaleras-. Kowolsky acariciaba con sus manos
callosas de alambrador el mármol de Carrara. Sus compañeros, un tanto incómodos, preguntaron a Tornatti si podían entrar de
borceguíes. Esos condenados de la tierra gastaron las suelas
caminando varios kilómetros desde Estación Norte, zona arrabalera de calles polvorientas y casas perdidas entre potreros
con dos palos chanfleados por arco, donde los pibes le daban todo
el día a la redonda. Un camión destartalado con un solo faro de luz mortecina
estacionó haciendo chirriar los frenos. De la caja bajaron una pila
de muchachitos, con bombos y redoblantes sonando a todo trapo. Algunos arropados con banderas rojas y negras. Otro, exaltado,
con la camiseta transpirada de Riquelme. Rápido descargaron
unas veinte damajuanas de borgoña, cajones de cervezas, unos pocos sifones de soda y un pack de coca-cola de dos litros y
cuarto. Por las dudas el Rulo tenía el celular del mayorista.
-¿No será mucho?-, preguntó Arredondo, preocupado que el festejo no termine en desmanes.
-¿Lo decís por la soda?-, contestó con sorna Tornatti.
-Dale Cordobés, aflojate que esto recién empieza.
No eran las diez de la noche y tocando bocina se arrimaron
cuatro colectivos locales. Tres de la línea verde y uno amarillo. La
Juventud los había pedido prestado un rato antes. Hasta los choferes con las camisas celestes arremangadas se prendieron al
tinto. Al rato el salón estaba de bote a bote y una multitud en la
puerta vivaba al Cordobés. En toda la ciudad se respiraba aires de fiesta.
-¡Que hable, que hable!-, gritó el Rulo. Las chicas del Movimiento de Liberación Femenino y Transversal Rosa
Luxemburgo –MLFTRL- corearon su nombre y los bombos
atronaron con la fuerza de curtidos brazos proletarios. El Cordobés se acomodó el sombrero y encaró a paso firme
y pidiendo permiso llegó al atril.
-No, al balcón, salí al balcón!-. Tornatti le hacía señas con la mano, mientras abría los postigos de la ventana. El Cordobés se
asomó de a poquito al balcón, como quien no quiere la cosa. Se
mareó. Le dio como un vértigo, como cuando era colimba en Río Gallegos y subió esa roca, pegada al precipicio. Abajo, la gente
esperaba el discurso.
-Compañeros, este es un triunfo del pueblo organizado. El reconocimiento es para ustedes-, arrancó sin pensar mucho las
palabras. Al rato ya parecía el General en el balcón de la Rosada,
arengando a las masas un Primero de Mayo. La gente estalló en aplausos.
–Es él, es él, el elegido del Señor-, gemía arrodillada una
chica de vestido a los tobillos y blusa naranja abotonada hasta el cuello. Apretaba tan fuerte un jesusito contra su pecho que parecía
que lo iba a destripar.
-Mirá, de intendente pasaste a mesías, qué capo el tipo-, se destornillaba de risa el Rulo.
El Cordobés habló un poco más. No mucho. Su mujer lo
miraba ceñuda cruzada de brazos, apoyada contra la pared del fondo. Sonreía levemente, en el nuevo papel que el destino le
ponía en su camino. Iba a ser la Primera Dama de una ciudad
como cualquiera de las que abundan en la llanura. No era para agrandarse. Pero su marido era intendente.
La idea de que fuera candidato de los comunistas, ella decía
así, nunca le cerró. Le daba un poco de aversión, como los
cocodrilos que veía en el Discovery Channel. Pero ahora, había
que relajarse y gozar. La fiesta recién empezaba.
A eso de la una de la mañana llegó el comisario del pueblo,
flanqueado por dos milicos. Se plantó delante del Cordobés y le hizo la venia, haciendo sonar bien fuerte los tacos.
–Señor intendente, hay lío en el cuartel. Se escuchan tiros y un grupo no identificado tiene cortado el puente de la avenida
Perón.
-¿Están armados?-, preguntó sin mirarlo el Cordobés. No había asumido, pero no lo iba a desmentir al agente del orden por
nada en el mundo.
-Sí. Tienen banderas también. Para mí son subversivos. Tornatti dio un paso al frente y dijo en voz alta, como para
que todos lo escuchen.
-Comisario, hay que repartir unos fierros entre los compañeros, no vamos a ir con las manos vacías ¿no?.
El tipo, de espaldas anchas como un ropero y con ese
uniforme planchadito y corbata que parecía un interventor militar el día de su asunción al cargo, lo miró y dudó.
-Bien, parece acertado. Usted se hace cargo- aflojó.
-Claro que me hago cargo, para eso soy el intendente. -Ahora sí, porque el que estaba ya no está más. Renunció.
Ya sacó sus cosas del despacho, el cabo Ramírez se las subió al
auto en una caja. Y los concejales también renunciaron-. El uniformado se quedó esperando órdenes.
-Bueno, ahora sí que empieza el baile-. Kowolsky pidió una
Luger. No había. Le ofrecieron una Ballester Molina 38. Se la acomodó en la cintura.
En un colectivo y tres coches subieron los socialistas, con
unos matagatos y fusiles con la numeración limada, según contó el Conejo, que no se le escapaba un detalle. En cuatro patrulleros
sobraba lugar para cinco milicos. No más de veinte años, con el
terror en las pupilas.
-¿Estas son todas sus fuerzas comisario?-, lo apuró el
flamante intendente.
-El resto está autoacuartelado. Dicen que este baile no es cosa suya. A mí me faltan cuatro meses para jubilarme. No me
cague la vida Arredondo, no quiero problemas-. El jefe policial
prendió un cigarrillo con la brasa del otro y tiró la colilla bien lejos.
Bordearon el arroyo y se acercaron con las luces apagadas al epicentro de los hechos.
-Silencio-, dijo el Rulo. Bajaron las ventanillas. Nada, no se
escuchaba nada. Ni tiros ni gritos. -Ahí. Están ahí, en medio del puente-. A lo lejos se veía una
montaña de escombros, piedras y troncos taponando la calle.
Ondeaba una bandera. Con letras desparejas se leía a duras penas “No a los bolches, respeto por la propiedad privada. Círculo de
Productores Rurales”
–Estos están relocos, paquidermos del neolítico-. Tornatti parecía divertido y a la vez aterrado por la situación.
-Están de ligue los milicos. Si no son los del errepé, son los
estancieros los que toman el regimiento-, reflexionó el Rulo. La improvisada milicia popular avanzó unos metros,
protegidos por las sombras de los eucaliptos.
-¡Alto!. El cuartel está tomado y desconocemos al intendente. Hasta que no renuncie Arredondo no nos vamos-.
-¿Y ustedes quiénes son?.
-Gente de bien. -Qué gente de bien ni un carajo. Entreguen las armas y
ríndanse-, les gritó el Cordobés.
–Acá nadie negocia nada-, arengó mirando al comisario, que no terminaba nunca de desabrochar la reglamentaria.
Ahí sonó el primer disparo de los insurrectos. El estampido,
seco, de carabina 22, silbó sobre nuestras cabezas. Nos zambullimos cuerpo a tierra en la gramilla húmeda.
-¡Locos de mierda!-, bramó Kowolsky.
El polaco asomó el brazo sobre la pirca de piedra y gatilló. Sonó como un cañonazo. Por como apuntó, el proyectil se debe
haber perdido en el firmamento.
Un pibito de pelo ensortijado trepó como un gato al
eucalipto. Se acomodó en una horqueta y sacó una bolita del
bolsillo. Con la otra mano descolgó la honda del cuello. Buscó el blanco con la mirada, entre los troncos de la barricada. Eligió a
uno que de vez en cuando asomaba la cabeza. Tensó la goma y
esperó. Cuando Kowolsky disparó, la bolita blanca salió despedida
como un misil, cruzó los treinta metros como una exhalación y se incrustó en el medio de la frente que se le puso en el camino. El
de boina colorada y capote militar se desplomó sin un ay.
-¡Hirieron a Cruz, hirieron a Cruz. Bolches hijos de puta. Nos quieren matar a todos!-.
El desbande de los falangistas fue caótico. En la huida se
olvidaron del desmayado, al que creían si no muerto, herido de gravedad. Corrieron a refugiarse en el cuartel. Nosotros
avanzamos y tomamos la barricada.
-Le dí, le dí-. El francotirador de diez años nos sacó del estupor. Había sido el chico y no el Polaco el que dejó fuera de
combate al ganadero. Todos respiramos aliviados.
-¿Con qué le tiraste?-. -Con una bolita de Zanón. Son las que quedan después de
triturar la arcilla. Me las regalaron en la cerámica. Con éstas
resistieron a la patota de la burocracia-. Damián se volvió a colgar la honda en el pecho.
Los vecinos se habían despertado hace rato por los estampidos, pero nadie se animaba a asomarse. Por fin, se abrió
una puerta. Un abuelo en pijama a rayitas y pantuflas, con una
linterna en la mano. Se acercó lentamente. Desconfiado. Hasta que vio a los policías. Detrás suyo, paró un repartidor de leche,
que se encargó de desparramar la novedad en cada mercadito. La
noticia de los tiros recorría la ciudad de boca en boca.
La piba de la radio apareció al lado mío, cuando el sol se
asomaba tímidamente recortado por la aguja gótica de la Catedral.
Cinco minutos más tarde, hacía su informe. -Civiles que responden al círculo de productores han tomado
el cuartel. Piden la renuncia del intendente Arredondo, que ante
los graves hechos no tuvo tiempo de asumir protocolarmente, por la dimisión de Ruggero. El intendente llama a la población a
resistir en la calle a lo que dio un llamar una asonada de la oligarquía-.
A media mañana una multitud se fue arremolinando a las
puertas del cuartel. En la rotonda del jardín, en la otra punta del predio militar, los vecinos del barrio Perón-Perón y San Guevara
de la Higuera vigilaban los movimientos de la zona prohibida
para civiles. El Rengo bajó de un Rambler despintado verde musgo,
picado en el capot y los vidrios sucios. A su lado el secretario
general de la Central Unica de Trabajadores, Rosellón. Detrás de él, salieron de una trafic media docena de obreros de la
construcción, del ala disidente. A media mañana, todo el pueblo
estaba a la expectativa. Al mediodía no se podía calcular cuánta gente había. Familias enteras agitaban banderitas azules y blancas
y no faltaron manifestantes con la camiseta de Boca Juniors. Un
panchero eligió una ochava estratégica y armó el puesto con dos caballetes y un tablón, con toda la paciencia del mundo, como si
estuviera esperando el clásico del domingo.
-Quién manda acá-, preguntó con voz cascada el Rengo, cacique histórico de las vecinales y peronista fundador de la
Gloriosa JP y dirigente de la Resistencia.
-El gobierno popular compañero-, dijo Arredondo. -Eso está por verse. Ahora vamos a tener que hacer algo con
estos oligarcas-, dijo el Rengo, que a chapa no le iban a ganar:
había sido concejal en 1973 por la Tendencia y fue funcionario y hombre de confianza en el gobierno popular bonaerense durante
el último tramo del General.
Desde el este, abriéndose paso entre la multitud, avanzaba
una columna del Movimiento Peronista Auténtico, con un
pasacalle gigante que cruzaba a lo ancho toda la avenida. Raffo, el médico de la unidad básica del barrio El Alamito, marchaba a la
cabeza.
Saludó. Preguntó si había muertos o heridos. La única víctima del combate, un mayordomo de la estancia de los Morris,
que se desmayó y tardó un buen rato en despabilarse. Lo sentamos en el suelo. No quiso agua. Se tomaba la cabeza y se
quejaba. Un tremendo chichón, como un huevo de gallina, le
adornaba la frente. -¿Y eso?, preguntó Raffo, mientras le tomaba la presión.
Bala de plomo no era, de goma tampoco.
-Un hondazo. El Damián. Raffo giró y encontró al pibe. –Cuidado con la gomera-, le
dijo y le guiñó un ojo. En dos minutos le quedó claro que los
adversarios no se iban a rendir fácilmente. Y una negociación parecía inviable. Nadie quería ser blanco de las balas ganaderas.
-Vos Gringo, vení para acá-, me dijo con un ademán el
Cordobés, que recién se dio cuenta de mi existencia. –Te nombro secretario de Gobierno. Ayudame a organizar.
Vos los conocés a todos-. Fue casi un ruego. “Una señal de
debilidad”, habría dicho un compañero. Bajo una acacia improvisamos una asamblea. Ni bien
empezó a hablar el Rengo, la radio comunitaria trajo la última
novedad, con sonido estéreo bien clarito. -Algo se mueve detrás del alambrado. Son vehículos-, alertó
la periodista de la radio, con frases entrecortadas. Tres tanques
rugían y avanzaban haciendo huequitos en el cemento con sus orugas. El suelo temblaba como si viniera un malón. Los
blindados esquivaron el Casino de Oficiales y pisoteando el
césped cortito y las begonias encararon para la calle. Detrás de los acorazados, una veintena de hombres de botas de carpincho con
bombachas verdes, polainas y boinas coloradas. Todos con el
dedo en el gatillo.
-Me cago en diez. Esto es demasiado-. Tornatti se ajustó el
casco que le habían dado los policías y agarró la ametralladora
PAM, viejita pero aceitada, no como las nueve milímetros con que se pertrecharon los otros compañeros.
-No sé usarla. No sé usarla-. El paleontólogo miraba la
máquina de matar, que casi se le resbala y la tuvo que tomar del caño.
-Boludo, ¿y vos querías hacer una revolución?-. El Cordobés estaba que trinaba.
La gente no esperó a la dirigencia. Como una marea salió al
cruce de los tanques. Los rodearon al grito de –Hi-jos-de-puta-.
Las mujeres se abalanzaron. Fueron las primeras. Algunas se zambulleron con los brazos en jarra en los adoquines. Los
blindados, apretujados, no podían avanzar ni retroceder.
-¡Ahora es cuando!- alentó el Rulo. Aprovechamos la confusión y rodeamos los tanques. Encañonamos a los irregulares
y los conminamos a rendirse.
Los tipos alzaron las manos, como en las series de televisión. En eso vinieron corriendo unos voluntarios y palparon
de armas a los golpistas.
–Soldados de la democracia, mi intendente-, se cuadró el más alto, cara de recién salido del secundario. El bautismo de
fuego era un éxito. Y todo con un solo tiro y una bolita de
cerámica. -Sacate el pasamontañas-. El Cordobés le hablaba al que
comandaba la tropa.
-No tiren, soy yo-. La cara desencajada de José de las Mercedes López Ríguez quedó retratada en el matutino. Una foto
grande, en tapa, con las manos sobre la nuca. La foto del
presidente del Círculo de Productores.
En el patio de un chalet del barrio Las Retamas, un grupo de militantes cambiaba opiniones sobre la situación. Hace un rato
había llamado Carranza.
-La orden del Cordobés es desalojarlos. Están todos allá,
pero piden ayuda. Fíjense que pueden hacer. Acá hay más gente.
Anotá el número de Tarugo, el pibe de la jotapé-. Emilio guardó el aparatito y se sirvió un jugo. Desde que
cayó en 1974 no tomaba una gota de alcohol, como los viejos
anarquistas, ni fumó nunca. Conservaba los bíceps en estado y era capaz de cruzar todo el piletón del balneario sin parar.
-Hay que evitar que se aviven y se hagan de los fierros-. -Por eso tenemos que ganarles de mano, hay que actuar.
Vamos en mi camioneta y necesitamos otro camión o algo con
caja. Emilio hizo memoria. En un papel de envolver facturas
dibujó el plano. Marcó con lápiz negro los accesos, edificios, la
cuadra, los galpones de los tanques y con fibrón celeste el objetivo, la armería.
-¿Dónde están los soldados?.
-Dicen que los tienen retenidos en la cuadra. -¿Y nosotros cuántos somos?-.
-Cuatro. Martín, José, vos y la Rusa.
-No queremos mujeres. -Esto no es la “orga”, qué decis. Puedo manejar la chata, un
trabajo importante y clave-. La Rusa no estaba dispuesta a aflojar.
-Ahora resulta que te ponés la gorra. ¿O vos sos de los que piensan que sólo servimos para abrir las piernas y hacer la
comida?.
-No discutamos más. Opino que la Rusa puede manejar. Ella conoce bien el barrio.
-¿Y qué llevamos en las manos?.
-Vamos a la taquería. Ahí está lo que precisamos.
La comisaría estaba iluminada como la vidriera de una boutique. En la puerta, un milico gordo con un fal entre las
piernas. En la guardia, la radio pasaba cumbia. El pibe de gorra
anotaba algo en una planilla. Levantó la vista y se encontró con la
cara de Emilio. Lo impresionó con el traje azul, camisa lila,
corbata al tono y gemelos de oro en los puños.
-Buenas noches agente. Llame al inspector por favor- y le extendió una tarjeta.
El cabo bajó la radio y miró el pedacito de cartulina.
Roberto Iriarte secretaría de Logística del Ministerio de Seguridad, con escudo argentino con el sello de agua y al pie una
firma garabateada. El milico fue al teléfono. -Inspector, lo buscan del
ministerio-.
Pasaron a una oficina del primer piso. Se escuchó un portazo. Voces de distinto tono. Venían de una oficina del fondo.
Los policías discutían a brazo partido. Un grupo mocionaba por ir
al cuartel. Otros, los más, indecisos, callados, esperaban que otros se hicieran cargo. Eso sí, ninguno quería salir a patrullar.
El del portazo había sido el Inspector. Salió puteando de la
reunión. Para qué se iba a quedar, si nadie le pasaba ni cinco de bolilla. Era un tipo alto, tostado de cama solar. Tenía su pinta.
Unos cuarenta y cinco años, no más, de traje corte Armani. La
tarjeta de Emilio estaba en el bolsillo de su saco. -Inspector Jorge Bonorino. ¿En qué puedo servirles?. Se
sentó en el sillón giratorio, sin saludar.
-Usted sabe la situación. El ministerio necesita dos patrulleros y armas largas.
-¿Dónde está la orden?.
-Acá está la orden, se la estoy diciendo. -Si no hay orden escrita, no entrego nada. No puedo hacer
nada. Por más funcionario que usted sea.
El tipo sacó un marlboro sin ninguna prisa. Cruzó las piernas y se acomodó la botamanga del pantalón.
Martín se paró de repente. –Usted está obstaculizando a la
justicia, sabe bien que unos locos de mierda tomaron el cuartel y desconocen la autoridad del intendente.
-Un zurdo. Bueno, un tanto izquierdista para mi gusto, eso
de juntarse con los de la Cuarta Internacional es un error. Esos tipos no van a ir a ningún lado. No tienen cuadros-. El inspector
siguió hablando y mechó el discurso con frases de Foucault, Mao
Tse Tung y Noam Chomsky.
Quién carajo es este tipo, pensó Emilio. Se hacía tarde.
Había que hacer la operación y el milico, que debía ser de
Inteligencia, no paraba de dar cátedra. Martín sacó el celular y atendió el llamado. –Qué pasa,
cuándo salen?, preguntó José impaciente, que estaba con la Rusa
en la camioneta. -Sí ministro, lo que pasa es que el Inspector no quiere
cumplir órdenes, le paso con él- contestó. Y le pasó el telefonito al tira. Todos miraron el piso, esperando el desastre.
-Sí ministro. Ahá, sí ministro. Como no señor. Ahora
mismo. Que tenga buenos días. Sí, así se hará. Los móviles tienen nafta, no hay problema.
El inspector miró con odio a los tres por igual. Hacía rato
que no lo cagaban a pedo. –Ordóñez, carguen los fierros en dos autos y que Gutiérrez
y Ornatti vayan con los señores-, colgó el teléfono.
Cargaron en el baúl cuatro fusiles, una ametralladora pesada y dos itakas. Y cajas de cartuchos para aguantar una semana.
Emilio se dijo que era mucho más de lo que habían ido a buscar.
Pero no se las iban a dejar para que después andá a saber cómo las utilizaban. O contra quién.
Otra vez enfilaron para el arroyo. La Rusa al volante de la
chata iba guiando a los patrulleros. -¿De dónde sacaste esa tarjeta. Así que sos funcionario?.
-Cosas que uno guarda. Todo sirve-.
Se desabrochó el saco y apareció una 45 negra que metía miedo. Cerró los ojos y la desarmó en segundos. La volvió a
armar y colocó el cargador con un ruido seco.
–Así era-, dijo y guardó el arma. -¿Y los miliquitos?. ¿Qué hacemos?.
-Los bajamos en el puente.
Martín contactó con el Muerto. El apodo se lo ganó en buena ley: una vez se pegó un tiro en la cabeza y la bala de 22 se
le alojó pegadita a los sesos. Los médicos no se atrevieron nunca
a sacarla.
-Cohetes, fuegos artificiales necesitamos-.
-Están los de la fiesta de fin de año, los de la Municipalidad.
-Bueno, vamos a adelantar los festejos. Que todo explote a las cinco.
A las cinco en punto, cuando sonó el celular el Rulo gritó:
¡Meta!. Los fuegos de artificio, los rompeportones y las cañitas
voladoras iluminaron la escena. Los bultos entre las sombras corrían agachados en medio de un bombardeo imaginario.
Del otro lado del cuartel, que da al playón de práctica de
tiro, una camioneta salía del predio. Despacito, seguida de cerca por dos patrullas. Por las huellas que dejaba, iba cargada.
Cruzaron el último alambrado y tomaron por el asfalto.
-Un paseo-, dijo Emilio. En pleno chisporroteo de la pirotecnia y el pánico de los
hacendados, el grupo se coló por los fondos del regimiento.
Estacionaron a las puertas de la armería. Rompieron el candado con una barreta y llenaron la caja de la camioneta de fusiles.
-Quién anda!-. Detrás de un rosal apareció un gaucho
armado. -Javier Lizarraga Unzué, de las Ligas Agrarias del
Tapalquén. Baje el arma. Vamos a juntar gente para resistir-, le
dijo Emilio con seguridad adquirida en años de psicodrama. Luego metió la bolsa de granadas en la caja, como si saliera de un
shopping.
El puestero de Anchorena asintió con la cabeza. Lo trajo el patrón diciéndole que unos delincuentes habían tomado la
intendencia. Ahora estaba ahí sin saber qué hacer con esa
escopeta doce que le cansaba los brazos.
El director De Santis miraba la pantalla de la pecé. Se había puesto los lentes. Cada tanto tecleaba con dos dedos a la vez.
Leyó palabra por palabra. Repasó todo dos veces. La crónica era
clara. Medida. Ningún adjetivo descalificativo. Borró donde decía insurrectos y escribió civiles disidentes del sector ganadero.
Copamiento mudó por irrupción espontánea. Más arriba, página
dos, la editorial hablaba de la libertad de expresión, en referencia
a la actitud de los ganaderos. Varios renglones se ocupaban para
clamar por el derecho a la propiedad privada y el respeto a las
autoridades religiosas. Alertaba, otra vez, sobre el peligro de un poder hegemónico. Y de paso, recordaba que el diario estaba a
favor de la vida “desde su concepción”.
Tarugo compró el diario y quedó impactado por el título
catástrofe, cuerpo 72. “Arredondo asume hoy. Volvió la calma a la ciudad”. Calentó la pava para el mate y lo hojeó de nuevo.
Primero las deportivas: “Ganó San José 3 a 1 a Atlético
Tapalqué”. Rápido pasó a las policiales. Y se fue a locales. “El día que el campo dijo basta”, habían titulado la nota central.
Pero lo sabroso era el recuadrito al pie. Lo que estaba
buscando. “El sable del coronel Varela”. El escueto texto informaba que “en algún momento de las escaramuzas (sic)
manos anónimas lo hurtaron del museo del cuartel”. Tarugo
silbando un tango salió para la municipalidad. Sobre la mesa, envuelto en diarios viejos, quedó el trofeo. Entre las primicias de
ayer, de una punta asomaba el acero que empuñara el fusilador de
obreros rurales en la Patagonia.
El fiscal llegó al otro día al cuartel para hacer el
reconocimiento. Bajó de un importado con vidrios polarizados. Se
sacó los lentes negros de 300 dólares. Antes de entrar al museo, miró los retratos más bien grandes de las autoridades
constitucionales. El presidente. El jefe del Ejército. El
comandante de la Región. Le llamó la atención el cuadro de la ministra de Defensa. Estaba solo el marco vacío. En lugar de la
foto, un cartelito decía NO DISPONIBLE.
Pasaron con un teniente al cuarto donde estuvo durante décadas el tristemente famoso sable.
-Esta es la vitrina-
-No hay nada. -Claro, si se lo robaron.
-¡Tanto lío por un sable de mierda!. ¿Y de los fierros que se
sabe? .
-¿Qué fierros?.
-¿No le dijeron?. Faltan como 300 fusiles FAL y otras cosas
que no sabemos. Rompieron el candado de la armería en medio del quilombo.
-Lo vamos a investigar. Por ahora hay secreto de sumario y
le pido teniente que no diga nada-. El fiscal tenía mojada la espalda, también las manos se le
habían puesto pegajosas. Cuando se ponía nervioso, le transpiraban las palmas de las manos.
El milico lo había dicho clarito. Esa noche un peón vio a
personas que dijeron ser estancieros de las Ligas Agrarias. Parecía un chiste. Las Ligas Agrarias no existían en Azul. O si existía no
eran estancieros. Pero la armería estaba vacía. El testimonio en
sede policial del rural fue descartado. Nadie quería creer que los ladrones habían entrado en dos patrulleros. El asunto quedó en un
cajón.
El grupo rejuntado por los hacendados alzados en armas había sido trasladado al Juzgado Federal. Los hicieron pasar a la
oficina del juez. Ninguno estaba esposado. Dos tenían un ojo
morado y otro rengueaba. Casi los linchan. Los salvó Tornatti. Y nunca les habían dicho antes tantas veces hijo de puta en sus
vidas.
El juez Arambucena entró al despacho. Estrechó la mano uno por uno y se sentó en el escritorio. A punto de dejar la
función, con una carrera hecha, listo para el bronce, ahora le caía
este regalito. Con un gobierno o con otro, había podido sortear todos los obstáculos. Hasta que el caldo se puso espeso cuando se
habilitó el juzgamiento de los genocidas de la dictadura. Tuvo que
procesar y detener a dos militares, uno de ellos en actividad. Los organismos de derechos humanos y parientes y víctimas
de detenidos-desaparecidos y detenidos sin causa, esperaron ese
día en la vereda del juzgado que terminara la indagatoria y pudieran verle la cara al asesino y torturador. Y reputearlo
prolijamente. Cosa que hicieron. Esperaron más de dos horas. En
el juzgado, el magistrado y el oficial charlaban como dos viejos
amigos.
-Disculpe coronel, pero no tengo otra salida. Me han puesto entre la espada y la pared-.
Le acercó un vaso de Blenders, que el oficial aceptó. Pese al
estrecho vínculo no se tuteaban. El juez sabía que en los centros clandestinos de detención lo habían bautizado Porra.
-Usted proceda, Carlos-, lo tuteó al juez mientras hacía retintinear los hielos en el vaso de whisky.
-Vamos al trámite entonces. ¿El descargo?.
Estaba claro que el militar no pensaba declarar. Entregó un panegírico donde hablaba de la subversión apátrida, de los valores
defendidos con la propia vida y cosas así. Media carilla. Después
firmó tres papeles más, sin cuidar mucho la letra. -Me rompe las pelotas esta situación-.
-No será por mucho tiempo. Si expiran los plazos, se va para
su casa en cualquier momento. Eso está pasando. Pero ahora tenía otra brasa que ardía. El expediente estaba
sobre el escritorio. Se tocó la nariz. El whisky a las rocas le
coloreaba la nariz, se lo reprochaba todos los días su mujer. -El Código Penal habla de sedición. La situación es
comprometida, con sólo decir que hay más de 20 mil testigos
dispuestos a declarar que los vieron salir armados del cuartel y encima con los tanques. Están las filmaciones, los videos ya
circulan por internet. Se puede arreglar, todo se puede arreglar.
Pero necesito tiempo, que esto se calme un poco. Por ahora se quedan acá-.
El grupo llegó clareando a la chacra. Una casa de campo
como cualquier otra, a quince minutos de la ciudad. Techo de chapa, bien alta, ventanas con rejas de hierro con arabescos.
Descargaron el arsenal en el altillo del galpón de secar chorizos y
embutidos. Lo taparon con una lona de camión y arriba le tiraron unos fardos de avena.
La Rusa y Martín manejaron los patrulleros y los
estacionaron en la cuadra de la comisaría, como para no despertar
más sospechas. Tornatti los esperaba en la esquina con la cuatro
por cuatro. Volvieron a la municipalidad.
-Vos tendrás los votos, pero el pueblo es peronista.
-Pero nos votaron a nosotros, no a ustedes. A menos de un día de la asunción, el Cordobés, Tornatti y
Kowolsky por los socialistas, Raffo, El Rengo y yo por el Movimiento nos reunimos para delinear las próximas acciones.
-Vamos a los bifes Cordobés, trajimos los nombres de
compañeros para las secretarías. -Y quién los eligió?.
-El Movimiento.
-O sea ustedes. -Sí, nosotros. No queremos traidores, todos compañeros del
palo, nada de ruralistas ni de oligarcas esta vez.
-La primera medida es constituir los consejos sociales, eso lo aprobará el Concejo en su primera sesión. En eso estamos de
acuerdo, no?-. Era el punto principal del Movimiento.
-Nosotros tenemos un programa completo, queremos ponerlo en marcha cuanto antes. Hay que primerear.
-Bueno. Y los cargos?.
-Los cargos son revocables. Nadie atornillado al sillón. Las secretarías son bajadas de categorías. Ahora son coordinaciones,
el director será de ahora en más un coordinador.
-Empecemos. Anotá. El Gringo secretario de Gobierno y el Rengo secretario privado-.
-Sabino Lobos en Producción-.
-La Rusa Caroci en Acción Social-. -La doctora Abarca en Economía y Salud.
-El cumpa Salzano en Legales.
-Nico Castro en Cultura y Educación y jefe de Corralón. -¿Jefe de Corralón?.
-Sí, aceptó Cultura con esa condición. Los artistas son así.
-¿Personal?. -No tenemos a nadie.
-Rousillón, el de la CUT.
-Derechos Humanos para el pastor de la Asamblea.
-Está duro. Hablamos y dice que no quiere que lo forreen.
Lo van a pensar, pero quieren una secretaría con presupuesto, voz
y voto en todas las decisiones que se tomen en el gobierno y tener a cargo la dirección de cooperativas y microemprendimientos.
Ah!. Y a la primer agachada dan un portazo, dijeron.
-Está bien. Deciles que sí.
-A esa mujer no la conozco-. Juan, toda una vida con su
esposa y ahora a los 82 años, la miraba como a una extraña. Doña
Cata, diez años menor que él, ante los desvaríos de su marido había tomado decisiones por él. Algo imperdonable para el viejo
socialista.
-No quiero vivir más acá. Me voy. -Adónde vas a ir?.
-Ya encontraré un lugar-.
Cerró despacio la puerta y salió a la calle, que a esa hora, del almuerzo, estaba vacía, sin gente ni perros. Caminó como quien
no tiene obligación alguna, cosa que era cierto. Desde que el
diario radical prescindió de sus servicios, ya era una costumbre verlo caminando, charlando con vecinos o algo perdido parado en
una esquina cualquiera, esperando un colectivo que se negaba a
salirse del recorrido para buscarlo a él. -Venite a vivir al diario. Hacemos un departamento en la
azotea.
Eso se hizo. En una semana se levantó un loft austero pero coqueto, bien luminoso, con un jardín de invierno y una parrilla.
El viejo se mudó. Era lo que siempre había querido, que lo
sacaran de un diario con los pies para adelante. El cambio de aire lo favoreció. Empezó a recuperar de a
poco la memoria. Parecía otro. Mandamos a fabricar un escritorio
de roble que le gustó, con varios cajones, igual que el otro. Y una radio media vieja con pasacasetes. La Remington lo deslumbró.
Una joya. Negra, lustrosa, brillante. La mandó el Sindicato de
Gráficos con una tarjeta que decía: “Para el Maestro, de todos los compañeros. Juan métale zapatilla nomás”.
Rojas, el presidente del directorio del diario radical se
paseaba por el escritorio. El banquero Roqué Unzuaga se arrellanó en el sofá. Las dos de la mañana marcaba el reloj de
pared. La situación era grave, decían, porque los zurdos habían
copado la intendencia. Así aseguraba exaltado el delegado de la curia.
-Dicen que van a crear un banco municipal, algo inaudito-. El banquero se salía de las casillas.
Mientras tanto, la gente en las calles se iba organizando. El
Rengo se reunió con todos los vecinalistas, algunos bien de derecha. Pero la gente estaba a la izquierda, como siempre. El
clamor era por justicia popular. Querían que todo se arreglara de
la mañana a la noche. Querían una revolución. En el diario radical, el revuelo era mayúsculo. Los del ala
dura, no comulgaban con el nuevo gobierno. Y los otros, los más,
entre ellos los laburantes gráficos y los periodistas, bancaban al Cordobés. El tema era qué línea editorial seguir: la que mandaba
el dueño o la que cada uno tenía.
-Yo escribo como quiero. Si quieren después censuren, pero yo no.-. Morello no quería saber nada con los radicales. Y menos
con los clericales.
Los más, los panchos, no sabían qué actitud tomar. Y quedaban a la espera de lo que pasara. No era su pelea, decían
algunos periodistas y correctores. El diario se vendía igual, con lo
que tuviera adentro, lo mismo daba. El público ya se había acostumbrado.
El tema era abrir otro diario. Algo más difícil, pero no
imposible. Así, un día se alquiló un local, un galpón pegadito a
las vías del ferrocarril, que se recicló en tiempo récord. Quedó una estructura parecida a una obra de Gaudi, que se convirtió en
otro atractivo turístico. A la semana una flamante cooperativa
abrió un pub con choripanes y tragos en la esquina, y pusieron mesas en el terreno que recuperaron y parquizaron.
En un mes llegaron las rotativas, que habían sido de un
diario del norte, cerrado en los ochenta. Otra cooperativa se hizo
cargo de la parte legal y figuró como dueña del diario. Una
sociedad anónima registró a su nombre la rotativa, un viejo truco
aplicado por los burgueses para no perder las máquinas en caso de juicio al diario por quiebra.
En dos meses todo estuvo listo. Se hicieron las pruebas y al
cuarto día salimos a la calle, bien temprano. Título principal: “Brizuela abrirá un banco municipal”, a seis columnas.
Los testigos no se ponían de acuerdo si habían sido tres o
cuatro los asaltantes que se llevaron los sueldos del personal del diario, aguinaldos de fin de año, más ingresos por publicidad.
Medio millón en total.
-Usaban máscaras. El que me apuntó tenía puesta la de Menem-. La jefa de publicidad declaraba en sede policial.
El testimonio del contador fue el más jugoso.
-El tipo tenía puesto una careta de un árabe, como Bin Laden, con barba y todo. Me apuntó y me dijo: -Tranquilo, la
plata, toda la plata en esta bolsa-. Le hice caso, todo duró treinta
segundos, no más. Antes de encerrarme en el baño me dio la mano y me dijo -Gracias-. Por la voz tal vez lo reconocería-,
arriesgó el hombrecito encargado de los números.
-Algún detalle, ropa, edad?. -Parecían jóvenes. El que ví, vestía traje azul y corbata
violeta, como le dije.
Otra empleada no pudo aportar nada. La hija del dueño se tiró al suelo a la primera advertencia. Ni los zapatos les pudo ver.
Justo estaba en medio de su trabajo cotidiano, contando las
monedas de diez centavos y las apilaba de a decenas con sinta escoch, bien prolijas.
-Heridos?-, preguntó la prensa al fiscal, que se apersonó
quince minutos después, con una celeridad nunca vista en toda la historia judicial azuleña.
–No, no hay heridos ni lastimados, sólo una empleada con
un susto mayúsculo que se desmayó, pero ya está bien y en su domicilio. Creemos que es una banda de profesionales del delito y
ya estamos tras las pistas, pero no puedo dar detalles, solo
asegurar que este hecho se esclarecerá-.
El tipo se subió al auto de ruedas cromadas y el chofer
arrancó despacio y se perdió entre el tráfico. Era Sebastián Sotelo,
el mismo fiscal que investigó amenazas a un periodista y nunca llegó a nada. Sotelo era hijo de un coronel del ejército procesado
por secuestros, torturas y desapariciones durante la última
dictadura, incluso de colimbas en Azul y Mar del Plata. El otro hermano de Sotelo era cura. El fiscal, para marcar la cancha, se
casó por iglesia en Azul un 24 de marzo, hecho que el diario radical acalló y el de Noble publicó como un suelto.
En Tribunales, el fiscal pidió un café cortado con dos
medias lunas saladas. Al rato tomó el teléfono. -Habla Sotelo, páseme con el inspector.
-Sí señor.
-Bonorino, ¿qué es esa gorra que estaba en el mostrador del diario?. Es de un oficial. A ningún oficial suyo le falta la gorra?-.
-No tengo idea de dónde salió esa gorra. Pero nosotros no
fuimos, eso está claro, no?. -Entonces tenemos una banda de chistosos, Bonorino.
-No sé, mis muchachos no hicieron el hecho, se lo puedo
asegurar. -Pero la gorra estaba allí. Mire Bonorino, mueva cielo y
tierra y aprese a los que robaron el diario. Esto hay que
esclarecerlo-. -Señor, le puedo decir que de acá no son, ya recorrimos todo
el espinel. Hasta debajo de las piedras. Nada. Nadie sabe nada, no
dejaron ni una pista.
Los dos hombres salieron por la puerta lateral del diario, tras sacarse las máscaras. Subieron sin prisa a un duna blanco, que
esperaba en marcha, manejado por un hombre de pelo rapado y
anteojos de sol negros. En una bolsa de papel madera, en el asiento de atrás, iba el dinero.
–Es una boludez, lleven fierros de verdad-, había aconsejado
Emilio. -No. Si sale mal, sale mal…no podemos lastimar a nadie.
El asunto se discutió acaloradamente. Se llegó a votar.
Empate, una y otra vez. No había caso, nadie daba el brazo a
torcer. -No queremos mártires. Si pierden, perdemos todos-. El
argumento era contundente.
-Está bien, vamos con los de verdad, pero descargadas… -Eso sí que es una boludez!. Si llevás algo, llevalo cargado,
mirá si te cagan a tiros-. Ahora que había pasado todo, podían contar que, a
contrapelo de lo acordado, que era una orden, las armas que
usaron para reducir a los empleados estaban descargadas. Ni una sola bala. El jefe del grupo sabía que no había armas en el diario.
Y que todo duraría un suspiro. Tomó el riesgo, a costa que si salía
algo mal, él iba a ser el único responsable. O sea, candidato a la sanción que se acordara para un hecho gravísimo como el
hipotético que se planteaba. Pero el hecho había sido limpio, sin
errores, sin una sola vacilación. -¡Llegaron los Reyes Magos!-, dijo Hombre Uno cuando
abrió la puerta y tiró sobre la mesa ratona la bolsa, que se rompió
y algunos fajos de billetes de cien y cincuenta cayeron al suelo, mezclados con los recibos de sueldo.
Hombre Dos fue a la heladera y sacó una jarra de agua fría.
Tenía la boca reseca. Era la primera vez que expropiaba y la garganta se le había cerrado. Buscó un vaso limpio en el aparador.
No había. Tomó una copa de cristal.
-Justo, para festejar-, se rió Mujer Uno, mostrando los dientes blancos.
-Bueno, acá están los fondos para el juguete. No rompan
más las pelotas y editen algo bueno-. Hombre Dos sacó un cigarrillo armado y le dio fuego. Se recostó en el sillón y exhaló
el humo azulado.
-Y vos cómo andás?. Se te ve muy bien-.
Lucrecia sonreía y me miraba fijamente, mientras paladeaba un Virginia Slims, de esos finitos. Detrás del escritorio cruzó las
piernas largas, enfundadas en un ajustado pantalón negro.
-Estoy muy bien, escribiendo, un poco de algo que pretende
ser literatura. Y venir a verte es un placer-.
La doctora seguía sonriendo. Ahora cruzaba los brazos sobre el escritorio, apretando los senos que pujaban por salirse de la
camisa, con los botones de arriba desprendidos.
-Quedaron lindas las banderas rojas y negras en la plaza-. -Viste, los chicos se entusiasman. Ahora quieren gobernar,
pidieron integrar el concejo deliberante, con voz y voto. -¿Y que se va a hacer?.
-Por supuesto que van a tener decisión, no hay como
decirles que no, además son y serán los primeros en defender nuestro gobierno.-
-¿Y vos, qué vas a hacer con los calabozos de Psiquiatría?.
-Sabés que no se usan más. Y son tan chicos que no sirven ni para una oficina.
-Podemos tirar unas paredes abajo y agrandar el office o
hacer un par de baños. Fijate que el personal no tiene baños y tiene que cruzarse cincuenta metros hasta Salud Mental, y encima
pedirle la llave a los de Seguridad. Un disparate.
-De acuerdo, pero el presupuesto lo manejan ustedes, háganlo cuando quieran-.
-Y cómo va la Casa de Medio Camino?.
-Bien. Logramos que de los once institucionalizados, ocho sean aceptados por sus familias. Se terminó que Internación sea
un depósito de gente. ¿Te dije que hay que levantar ocho
habitaciones con baño, porque sus casas no tienen lugar para ellos?.
-No hay problema, mañana ya estaremos levantando
cimientos y paredes. -Otra cosa. Se terminó también el chaleco químico, así que
anoche nos tuvimos que hamacar con el pibe que tuvo una crisis.
-¿Qué hicieron, cómo la pilotearon?. -Hablando. Entró sacado, rompiendo todo. Tiró abajo una
estantería y nos revoleó unas sillas por la cabeza. Rita, la nueva
psiquiatra, o antipsiquiatra más bien, le dio una cachetada que le dio vuelta la cara y el pibe se calmó. Estaba paranoico, decía que
nosotros éramos policías, que lo querían matar. Menos mal que lo
ubicamos a Ramón justo antes que viajara. ¿Te acordás de
Ramón, el chamán azuleño?. Resultó fundamental para
contenerlo, hablando nomás. Claro, hay que tener la labia, la
cancha y sensibilidad de Ramón. Hicimos unos mates y le convidamos un porro. Ahí el flaco se fue tranquilizando y de a
poco entró en confianza, luego de prometerle que no lo íbamos a
internar, como pedían su madre y el juez. Parece que lo encontraron sentado en la entrada de un edificio céntrico y le
querían hacer causa por robo. A su novia la fuimos a buscar, porque estaba en la otra punta, sin bici ni plata para un remise.
Los dos comieron y se quedaron a dormir juntos.
-¿Y el rollo cuál era?.- -Nada de trabajo, mucho tiempo al cuete, nula contención,
abuso de sustancias de laboratorio y penas del corazón; penas
grandes de gente joven, penas viejas de veinte años, como dice la milonga. Ya hablamos con el Rengo, que nos abrió las puertas de
los barrios. Así pudimos hablar con las familias de los crónicos y
los no crónicos, porque había un montón de gente internada sin motivo, gente que puede tener una vida que valga la pena. La
mayoría puede hacer algún trabajo o un oficio, una manualidad, y
no la pelotudez esa, alienante, de recortar y pegotear los sobrecitos para embolsar pastillas. Hay mucho miedo todavía
entre la población con la llamada “locura”, concepto que durante
décadas los psiquiatras, o psiquiatrones vendieron como algo peligroso, con la complicidad de los laboratorios y los gobiernos,
porque viste que todos facturan, por izquierda o por derecha,
todos cobran. Sacamos cuentas y en remedios vamos a ahorrar el más del ochenta por ciento, los ansiolíticos se recetan sólo cuando
el paciente no quiere usar cannabis, pero de los ocho que se
fueron a sus casas, siete aceptaron dejar el tabaco y hacer un uso homeopático de la hierba. Ya la están sembrando en sus patios,
luego de explicarle a sus familiares de qué se trata esta plantita. El
agente sanitario pasa todos los santos días un rato por sus casas, charla con todos, escucha cómo andan las cosas y pregunta de
paso por la chala, cuánto comen o fuman, en qué horario, cómo se
sienten, todo lo que se te ocurra. Con esto haremos un informe y un documental, queremos filmar todo.
En un rincón del consultorio, cerquita de la ventana, un
arbusto con hojas de siete puntas crecía robusto en un macetón.
Una madrasa Red Horse, de semillas traídas allende los mares. -¿Vas a convidarme unos cogollitos cuando despunte?.
-Vamos a ver…cómo te portás-, dijo sugerente.
-¿Silvia sigue internada?.- -Sí, por ahora no quiere ir a vivir a otro lado. Acordate que
es una pacienta institucionalizada. Dice que está cómoda, que la comida es buena y que el personal la cuida, que hasta le lavan la
ropa y se la planchan. Aceptó hacer un curso de cocina, algo que
le fascina. Está contenta. Le propusimos que vaya a vivir con una abuela que necesita una compañía, una vieja media concheta, pero
muy piola, que le queda grande el palacete en donde vive, sobre la
calle Bolívar. Le aclaramos que puede seguir lavando los autos de los médicos, fijate que con empeño, un balde, agua y una franela
gana el equivalente a cuatro subsidios de desempleo. Además,
tiene novio, un camillero que le regala flores y duerme la siesta con ella, por eso le colocamos un diu. Se la quiere llevar a vivir
con él, pero Silvia no quiere saber nada. Es una pionera la Silvia;
desde que se duerme una siestita con su pareja, las otras dos chicas también quieren tener sus novios. Vamos a tener que
encargar otros diu, parece. A la enfermera le dijeron que si coge
una, tienen que poder coger todas, sino no vale. Y tienen razón-. -Bueno, voy a buscarte las grageas- dijo y se paró con la
elegancia de una gacela. Demoró en buscar unas cajas en una
estantería y sus nalgas generosas apuntaron al cielo. Me acerqué de atrás y la abracé suavemente, pero con
firmeza. Mientras le deslizaba una mano debajo de la camisa y le
acariciaba un seno, me embriagué con su perfume y le susurré al oído.
-¿Cómo puede ser que un bombón como vos ande solita?-.
Silvina aceptó la caricia con un gemido. Apreté suavemente sus pezones y besándola la deposité en su silla. Me senté sobre el
escritorio. Mi pija estaba como un asta de bandera. Con manos
expertas delicadamente me desabrochó la bragueta y se la metió en la boca, apretándola con sus labios pintados de carmín. Lamía
la frutilla con fruición y me miraba a los ojos, disfrutando de ese
banquete único.
Sabía unos cuantos trucos, que fue desplegando en esos
interminables minutos que parecieron una eternidad.
-Tu leche, dame toda tu leche-, imploró. Una explosión surgida de mis entrañas le salpicó la cara y la hizo acabar,
mientras se relamía con la ambrosía colmada de vida.
La recosté sobre el escritorio de espaldas y lentamente le bajé los pantalones hasta las rodillas. Descubrí su culo redondito,
apenas cubierto por una tanga negra. Le separé las piernas y deslicé el calzón hasta los muslos. Mojé dos dedos en su boca y
con la saliva lubriqué su conchita.
-Despacito, despacito mi amor-. Silvina movía el trasero acompasadamente, mientras mi pija la penetraba más y más. Se
arqueaba y gemía recostada con los codos en el escritorio, ahora
un lío de papeles desordenados. -No entra más, qué pija grande tenés, me encanta-.
-Vas a ver que sí, abrí las piernas amorcito-. La verga
entraba ahora hasta el fondo y mis huevos chocaban contra sus nalgas, haciendo el chasquido de un chirlo, que la excitaba aún
más.
Cabalgamos un rato y con voz ronca suplicó: -Tu leche, quiero tu leche en mi boca, quiero tomarla toda-. Agarró con las
dos manos mi pija y se la metió apretándola con los labios,
lamiendo con la lengua todo el tronco, hasta que acabamos en un grito de placer.
Nos arreglamos lo mejor posible la ropa. Ella fue al baño,
una miniatura, pero coqueto. Luego se peinó y se pasó rush morado avellana por los labios.
-No quiero tomar más pastillas. Si hacemos la prueba y las
dejo de tomar por un tiempo y vemos que pasa-. El Gringo
fumaba porro todo el día. El secretario de Gobierno del Cordobés arrancaba el día temprano con unos mates y pan con manteca y
dulce y ahí rolaba el primero y seguía armando hasta que se
acostaba, eso a veces. Otros días casi no fumaba, pero eso era raro, en general, si tenía fumaba. Y tenía, casi siempre, porque era
un fervoroso defensor del autocultivo de cannabis y además le
regalaban sus amigos cultivadores. El Gringo decía que le hacía
bien el porro, que le abría el apetito y como si fuera poco lo ponía
de mejor humor. Y los médicos le decían que estaba bien, que
fumara tranquilo. -Está bien, pero vos te hacés responsable. Eso significa
también evitar los excesos de alcohol y cualquier sustancia
química. Vos sabés a que me refiero-, le dijo Lucrecia, la psiquiatra, jefa del área Salud Mental del hospital municipal y
secretaria de Salud. -Y qué pasa con la merca en nuestra ciudad.
-Estamos hablando con los punteros, los conocemos a casi
todos, les prohibimos terminantemente que se venda a menores y gente que no está en ninguna condición de consumir cocaína. Y
les avisamos que sí o sí tendrán que tener otro medio de vida,
porque los kioscos tienen los días contados. También les adelantamos que habrá ayuda para conseguir un trabajo, una
ocupación y asistencia de todo tipo, que no pasarán privaciones.
Pero en realidad esto es una paparruchada, no alcanza y no toca el problema de fondo, que tiene que ver con muchas cosas. Pero es
complejo, bah, todo es complejo, según como lo mires, lo cierto
es que muchos no ganarán ni la cuarta parte de lo que ganaban cachivacheando con la porquería, pero se comprometieron a
cumplir lo que les exigimos, es decir, propusimos. Con esto no es
que se acabó el problema, vos lo sabés, porque por decreto no se dejará de consumir o vender nada, pero, por algo se empieza. No
me digas nada. Ya se que por más decreto, apriete o prohibición
que haya, la coca, igual que el alcohol, el vino, el tabaco, la salvia divinorum, una ideología o una idea, el que quiera o pueda la va a
procurar igual, el deseo no se puede prohibir, circula, como decía
Foucault. La prevención, la asistencia primaria de la salud pasa, también, por informar y explicar con educación popular. Si hay
alguien que no controla lo que consume, sea lo que sea, el Estado
lo tiene que ayudar. Y gratis. Mirá, qué te parece que la merca la administre el Estado, con receta y todo. O sea, vos encontrás un
médico que te la recete y adelante, te vas a buscar tus gramitos
bien puros a la farmacia, que los manda con todo respeto y consideración hacia los usuarios candidatos a pilotos de fórmula
uno y enfermos argentinos envía el Ministerio de Salud de la
República de Bolivia. Pero claro, tenés que argumentarle al
médico, melonearlo que la usás para…para qué carajo se usa la
merca?. –Para escribir una novela, por ejemplo, mirá si el tipo es
escritor. Fogwill escribió “Los Pichiciegos” rallando una tiza de doce gramos, puros cristales de clorhidrato de cocaína de Santa
Cruz de la Sierra. Y le salió bárbaro el libro. Y no jodió a nadie,
ni a la Salud Pública, ni tres carajos. El tipo solito, frente a la Olivetti, meta teclear y teclear y al final, no una paja, sino una
señora novela, una electrizante y profunda novela sobre la condición humana, un novelón. O puede ir el presidente a ver al
tordo y buscar la receta de la coca, por ejemplo, o la ministra de
Defensa o el jefe del Ejército, un obrero metalúrgico o el presidente de la Sociedad Rural o la señora de Noble, que la cosa
amarga esa dice que le ayuda a congelarse y dejar de pensar que
le ocultó su identidad verdadera a los dos hijos adoptados, que son hijos de compañeros nuestros, desaparecidos, y no los puede
mirar a la cara sin que se le parta el corazón, por que no, si vamos
al caso. Si un escritor puede escribir una novela de puta madre tomando merca, porqué un presidente no puede profundizar una
transformación y de vez en cuando tomarse unos pases, a ver,
dame una razón para que el tipo no tome coca. Un obrero metalúrgico, peronista, no toma cocaína, nunca tomará, toma vino
tinto borgoña, con soda, algo más normal. Está bien, pero quién le
puede decir algo al Presidente si ponele, un día está en el despacho y se acuerda que en el último cajón del escritorio guarda
un papel de cocaína que dejó olvidado en su baño un ministro o
su chofer. El Presidente abrió el cajón, buscó el papel, levantó una montañita nívea con una tarjeta de crédito y peinó una raya, que
se tomó con prisa no disimulada. Al toque se acordó del General
Perón y Mosconi y miró sobre una mesita estilo inglés una pila de carpetas y proyectos que le dejó el gabinete, que acordó todo el
peronismo y el pueblo en su conjunto, con la bendición de las
organizaciones sociales de base de todo el país. Manoteó la primera carpeta: “Nacionalización del petróleo y los
hidrocarburos”, decía el título, y firmó el decreto para que el
anhelo sea un hecho. Y se tomó un puntín y siguió con la segunda carpeta. Se acordó de los 30.000 y de los obreros fusilados de la
Patagonia Trágica y firmó el decreto para nacionalizar los
recursos naturales. Al rato, otra rayita, ni muy corta ni muy larga,
la peina en la tapa del celular, no la toma, ni la mira, la deja sobre
el escritorio. Cierra los ojos un segundo. Los abre y en la
memoria se instala en pantalla gigante el rostro de la figura inclaudicable de la compañera Azucena Villaflor, Madre de Plaza
de Mayo. Y ahora la ve a Hebe de Bonafini y a los HIJOS y ese
poster de Evita Capitana y tararea la Marchita casi sin proponérselo, con fruición, y firma y sigue firmando y nacionaliza
todo, pero todo lo posible y racional. Los medios de comunicación y la tele, estatizamos los teléfonos, los ferrocarriles,
el agua, la tierra en función social, todo bajo control de los
laburantes. Se toma el presidente/a el último puntín con el que pasa de largo la siesta y decreta la reforma política que incluye
democracia directa y en elección de cargos representativos a todo
nivel en todas las entidades de la sociedad. Y manda todo al Congreso Nacional, y ahí, a manejarse, porque vamos a estar
todos en la Plaza de Mayo, todo el pueblo unido para sostener y
empujar las voluntades, no puede haber votos “no positivos” esta vez, si se trata de concretar el sueño de todos, de los más, de los
oprimidos, de los trabajadores, de las grandes mayorías. Quién le
va a decir algo al presidente/a si se toma unos pases, porque para hacer todo eso en un paisito como el nuestro…qué cambiarían ese
par de pases, es para discutir. Yo no sé si me gustaría un
presidente que tomara merca, no sé, me da como miedo, fijate De la Rúa, no tomaba merca, pero ese tipo estaba medicado mal y tal
vez con pastillas del laboratorio Merck. Ahora la culpa del 19 y
20 de Diciembre de 2001 la tiene Merck. No, no digo eso, solo que el tipo no tomaba merca y era un desastre. Menem tomó
merca y el tipo se transformó, pero en realidad ya estaba
transformado, el plan económico liberal de Domingo Cavallo no era de merca, la merca no tiene nada que ver, digo... El plan
económico neoliberal y colonialista fue pautado para los intereses
foráneos, yanquis y de la gran patronal argentina, , la Sociedad Rural y ahí estaban todos caretas, andá a saber, tal vez más o
menos. Pero el caso es que una novela buena se puede escribir de
merca, gobernar un país…esa es otra discusión, habría que ver si hay casos. Porqué no escribís un libro: “Merca y Poder en
Argentina y América Latina”, sería un best-seller. El bienestar de
cada habitante –habitanta me suena terrible- y el respeto se
sostiene y se mama y se curte en la familia, con los amigos, en la
escuela, la vecinal, el barrio, el club, el teatro, ahí en esos ámbitos
tenemos que poder desarrollarnos plenamente, ahí vos también podés ver a alguno/a compañera que esté en problemas de
cualquier tipo y ofrecerle la mano, sin paternalismos, sin
represión. El Estado tiene que asistir, no lastimar ni violentar a la gente, no es un tema policial el consumo, esto es una verdad de
perogrullo, pero circula con fuerza el mensaje que demoniza las sustancias y estigmatiza al consumidor, de lo que sea, pero si es
merca, peor. Dice la Corte Suprema de Justicia de la Nación en
sus fallos que el Estado no se puede meter en tu casa a ver qué te metés en el cuerpo. Un tipo sano toma merca, es una buena
pregunta. Me parece que estamos hablando mucho de la merca,
hay otros temas más importantes, sí, pero todo tiene que ver con todo, de cómo resolvamos la ilegalidad o la legalidad de las
sustancias y el control de ellas dependerá lo que se haga en otros
planos. Esto pone en el tapete la inteligencia de una sociedad para lograr vivir armónicamente. No se puede hacer un reparto de la
riqueza equitativo si se mantiene un circuito ilegal de sustancias
que genera delincuencia, corrupción, mercado negro y adulteraciones y crímenes, incluso. Si una sociedad no puede
manejar racionalmente las drogas y las sustancias, así como que
haya para todos trabajo, salud, educación, verdadera justicia, esa sociedad está en aprietos, va a ser una sociedad dividida en ricos y
pobres, lo que dará trabajo a los sepultureros, a los marxistas-
leninistas, a los peronistas, a los cristianos de verdad y a los que quieren un mundo sin guerras y eso se logra solo con el
socialismo a escala planetaria, como marcaron Trotsky y el Che.
Por eso soy peronista. Ahora decime, es necesario que el presidente aspire coca para
firmar unos decretos, tiene que tomar coraje con unos pases. No,
justo dio la casualidad que se acordó del papel que se olvidó un ministro. Pero no sería mejor que el compañero presidente se
fume un troncho, un porro de cannabis, que es una planta
medicinal, relaja, hace levar el buen humor y te invita a tomar un café con leche con medialunas, más sano imposible, y no esa
mierda que te pone duro y frío, te insensibiliza, por algo la
bautizaron La Venganza Del Inca. Y te doy el último dato, el
escritor argentino Fogwill escribió “Los Pichiciegos” en once
días, no se pasó la vida tomando merca como un boludo. Otro
dato importante, si el compañero Presidente toma cocaína, no te pregunta a vos o a mí si nos parece bien. Y hasta ahora no firmó
ninguno de esos decretos.
El presidente de la cooperativa eléctrica se refugió en su despacho cuando le dijeron que el Cordobés y una delegación de
unas cien personas estaba ocupando el hall central. Rucolati,
cagado hasta las patas, no quería salir a parlamentar con el intendente.
-Están también los concejales.- le informó la jefa de prensa,
asustadísima, que se veía venir la tormenta. Apretaba una carpeta con los últimos contratos del servicio mecánico para la flota de
camionetas, que se dijo, no era el momento para que el presidente
los firmara. Más que la cifra de siete dígitos asomaba en la página dos, por un trabajo que costaba cero pesos resuelto por los propios
técnicos de la empresa.
El Cordobés cumplía con su palabra. En el primer día de gobierno, a las diez de la mañana se presentó en la sede de la
empresa, con todos los concejales y los presidentes de comisiones
vecinales, más representantes de todos los partidos políticos, menos los radicales y los vecinos.
-Está bien, si no quiere venir Rucolati que no venga, da lo
mismo. Que empiece la sesión. Secretario, tome nota-, indicó el Cordobés.
Los concejales en cinco minutos votaron rescindir los
contratos con la cooperativa, lo que ponía en un apriete a las comisiones directivas que transformaron la empresa social en una
virtual sociedad anónima, que nunca le rindió cuentas a nadie y
que aplicaba tarifas elevadísimas. Con la ruptura del contrato la empresa se veía privada de ofrecer sus servicios, se quedaba sin
sustento económico, no podría pagar los sueldos siquiera. Si la
rescisión de los contratos le hizo subir la presión a Rucolati, quedó tieso cuando un oficial de justicia le informó que por la
denuncia del Cordobés un magistrado intervenía la cooperativa,
con lo cual los directivos cesaban en sus funciones. Y el primero
en caer iba a ser él. Pero no, no me van a soltar la mano mis
benefactores, pensaba el presidente, o a esta altura, mejor, en
camino a ser ex presidente. -Ahora vamos a ver los libros contables y la información de
las computadoras. Adelante-, anunció el oficial con un ademán y
cinco jóvenes de saco y sin corbata se acomodaron frente a las pantallas y comenzaron a copiar los discos rígidos. Otros cargaron
decenas de carpetas con documentación y facturas y decenas de expedientes.
Al otro día, el juez llamó a las partes.
-Hay fuertes diferencias en el debe y el haber en los últimos diez balances. Gastos millonarios que no están justificados. Por
ejemplo en diarios y revistas y publicidad en el último periodo se
gastó el equivalente a dos pisos en la avenida Libertador. Por otro lado, hay convenios por tercerización de servicios que no tienen
razón de ser, falseados, porque hay trabajos que nunca se
hicieron. La energía se compra carísima y se la cobran a la población con recargos. Lo mismo con el agua y las cloacas, hay
ingresos que no condicen con los egresos. Como si fuera poco, el
presidente anterior sacó sueldos adelantados por un millón de pesos. Y el actual tiene cuentas corrientes en bancos privados y en
financieras de las islas Caimán por otros cinco millones, que
tendrá que justificar. Acá se invierte la carga de la prueba. Es el presidente quien tiene que demostrar que es inocente. Esto se
repite para toda la directiva, hay modos de vida que no se
condicen con los sueldos que se cobran. No hay explicación para tanta cuatro por cuatro y departamentos y casas en Mar del Plata,
Cariló y Punta del Este. Esto es sólo un adelanto, lo que
investigamos hasta acá. Los cargos por los que dicté la prisión preventiva están escritos en este párrafo. Rucolati puede salir con
una fianza de 6 millones de pesos, siempre que constituya
domicilio aquí y pase a firmar todos los meses por el Patronato de Liberados-.
El juez Carinoro le alcanzó el escrito y el abogado se
notificó. Le temblaba el pulso. Su cliente a punto de quedar detenido por estafas reiteradas y administración fraudulenta, entre
otros delitos tipificados en el Código Penal.
Los empleados de la cooperativa ya estaban avisados y
varios dejaron sus tareas para ver el espectáculo.
-Tapame la cara pibe, tapame la cara, por favor-. Rucolati le imploró al sargento. No quería ver su rostro en los diarios ni la
tele en esta situación, por nada del mundo.
-Cállese y camine-. El miliquito que lo llevaba de un brazo también saldría en las tapas de los diarios.
Rucolati parecía un mafioso tipo Al Capone cuando lo arrestaron por evasión fiscal. Con las manos esposadas, caminaba
bajo el sol del mediodía hasta el patrullero, estacionado en la
esquina, en medio de los grabadores, las cámaras de la tele que transmitía en directo y los flashes de los reporteros gráficos que
capturaron su expresión congelada y el abatimiento en su mirada
desahuciada. A propósito, los policías avanzaban lentamente, en medio de la gente y los curiosos que no sabían de qué se trataba,
pero se ubicaron en primera fila.
-Hijo de puta, corrupto, privatizaste la cooperativa que es de todos y te robaste toda la plata-, le gritó un empleado y todos
empezamos a putearlo de arriba a bajo, hasta que la patrulla
arrancó rumbo a las leoneras de Tribunales.
-Te llamo porque te quiero conocer…vi tus notas, tus
fotos y te escucho siempre…No sé que vas a pensar de mí…-. La
voz cascada era sensual, un decir como ronroneos de gata en celo, que prometía minutos de gloria entre sábanas de seda.
-¿Y vos cómo te llamás?.
-Elisa. ¿Cuántos años tenés?. -Cuarenta. Y vos?.-
-Adiviná…unos pocos más que vos.
-Soy malo para las adivinanzas, pero 43 más o menos. -45…
-Bárbaro…
-¿Bárbaro que?. -Digo, que nos podemos ver las caras.
-Estoy esperando a mi hermana…
-Bueno, tenés mi celular. A ver si me llamás y nos
encontramos. Por ejemplo mañana a la siesta…
Esa era buena, a ver hasta dónde llegaba la misteriosa damisela, gerente de una empresa textil, con dos hijos grandes y
por lo escuchado…muchas ganas de apagar ese fuego que la hacía
acariciarse y perder los dedos en su monte frondoso, escondedor de agrestes suavidades húmedas.
Al final no se en qué quedamos, pero al otro día sonó el celular y era ella. PASATE…todo el mensaje. En mayúsculas.
Prometedor. Para un lunes, nada mal. ¿Cómo será?. ¿Estará buena
o tendremos que ir al amor como los voluntarios de la Cruz Roja al campo de batalla que arde en metralla a atender a los
necesitados?.
-Un vaso de agua no se le niega a nadie-. Raffo siempre tenía una metáfora o frase célebre a mano,
producto de sus incontables lecturas que llenarían bibliotecas
enteras. -Seguro, nadie dice lo contrario. Además, esa voz me hizo
alborotar los ratones de la azotea, que están como locos…. En
media hora la veo… -Entonces, la reunión qué hacemos?.
-Después me cuentan…tienen mi voto para lo que sea.
Caminé por 7 desde 68 hasta Plaza Italia. Sin apuro recorría las cuadras largas, de cien metros justitos. Era mi segundo día en
la ciudad de las diagonales. Doblé por 44 y dí unos pocos pasos
para pisar la vereda de la Escuela Superior de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata. Por esas horas combatíamos
con cervezas por cajones un febrero ardiente, con soles tenaces,
capaz de achicharrar los sesos cuando las chapas de zinc recalientan las casas de techos bajos. En la calle, mujeres de todas
las edades, estudiantes del interior. -Todas bonitas-, juraba un
amigo. -Solidaridad Socialista, el periódico del MASA-, voceaba el
Zoilo Masson y zarandeaba el ejemplar frente a las caras de los
estudiantes, que miraban y pasaban de largo, rumbo a alguna
clase.
-A ver, llevo uno-. Le compré un ejemplar y ya me invitó a una reunión esa tarde en el local del Partido, que acepté. Mi
bagaje marxista se condensaba en la lectura del Manifiesto
Comunista, prestado por la Biblioteca Popular, que nadie sabe como zafó de la requisa de los dictadores militares, que quemaron
por subversivos libros a montones. Hasta el titulado La cuba electrolítica. Incluso la biblioteca conserva libros que fueron
víctimas de la censura. O sea, con rayones de tinta sobre nombres
prohibidos hasta su mención, como en caso del General Perón, tachaduras para hacer desaparecer la memoria popular.
Después leí a Lenín, a Trotsky, la Teoría de la Revolución
Permanente y me conmoví con su Historia de la Revolución Rusa y las fotos de Lenin secundado por Trotsky, en el Soviet de
Petrogrado, arengando a soldados y campesinos. Los troscos,
siguen completamente convencidos que en algún lugar del mundo, incluso Argentina, un partido trotskista encabezará, algún
día -no hay fecha de vencimiento para esta predicción-, una
insurrección de trabajadores que llegarán a tomar el poder y construirán un estado socialista, que exporte la revolución, tal
cual estipula el Pequeño Manual Lerú de la Revolución.
Pero la realidad se empecina en contradecir y afirmar teorías. En la facultad formamos un equipo de cinco o seis
compañeros, con los que discutíamos las políticas y orientaciones
a seguir. Nuestro dirigente, un cuadro más o menos instruido en el
clasismo, nos adentró en las primeras lecciones, rudimentarias, de
dialéctica, organización obrera y política estudiantil. -Vamos al orden del día-, decía Pachi y anotaba en una
agenda los temas a tratar. Le ponía número. Abajo, anotaba lo
tratado y las acciones acordadas y los responsables de llevarlas a cabo.
-Tarea votada, tarea cumplida-, era la principal consigna,
que no siempre se cumplía. -Para ser militante hay que distribuir al menos cinco
periódicos por semana, cotizar una moneda para el partido y
reunirse con un equipo. Así tenés derecho a participar con voz y
voto en todas las asambleas-.
La universidad post dictadura era un hervidero político, una cantera de dirigentes de todos los partidos, claro que los
derechosos de la UCD del ingeniero Alvaro Alsogaray no
aparecían ni de casualidad por las asambleas. Sólo una prolija cartelera daba cuenta de su existencia, siempre tapada por
cartelones del resto de las agrupaciones políticas. El pasillo angosto era difícil de atravesar, con todos esos cartelones que
impedían el paso. Pero nadie se quejaba.
-Es al cuete, los peronistas siempre son más, el pueblo es peronista. ¿Te diste cuenta?-.
-Son más, pero algún día seremos gobierno con ellos,
cuando pisoteen a sus dirigencias traidoras-, afirmaba Pachi. -¿Estás seguro?. Mirá que cuando el sistema entra en crisis y
parece que todo se va a la mierda y que no hay político burgués
que amanse a las fieras, siempre aparece otro que toma la posta y se encarga de calmar las aguas e ilusionar otra vez al pueblo,
siempre desmovilizado, por carecer de una organización
revolucionaria que le de una dirección. Recordá que Evita decía que el peronismo será revolucionario o no será nada-
-Pero vos sos socialista o peronista?-.
-Socialista, pero de ahí a decir que Argentina con los trotskistas a la cabeza será el faro del mundo, como asegura
Luisito Aromaz no sé, me parece que se fue al carajo…y el
Partido se va al carajo. Acá hay peronismo para rato Pachi. Creer o reventar.
Entonces Colón llegó a las Indias, dijo la maestra. No seño,
no llegó a las Indias, llegó adonde vivían los pueblos originarios.
A mí me lo explicaron así, pero tenés razón Camila, no eran las Indias. El 12 de octubre no se festeja, se recuerda el 11, porque el
12 llegaron los españoles y mataron a los indios. Camila con todo
el desparpajo de sus siete años dice lo que charla con su madre Marita, en su casa, la otra escuela, la verdadera. Y Germán a
Marita le quería hacer leer a Freire, para qué, si la educación
popular va andando sola, como se puede, bien lejos de las aulas
sarmientinas alienantes.
-Waiss, usted es como Rommel, el Zorro del Desierto, que
siempre algo esconde. La maestra algo sabía de la Segunda Guerra Mundial y ahora le venía al pelo para chuzearlo al Ruso.
La señora Urreaga olisqueaba que en las pruebas nos copiábamos, pero no podía averiguar como, ni quien. Y errada no estaba,
porque el Ruso era el se macheteaba todo detrás de la regla de
madera, con letra bien chiquita. Y una vez que terminaba lo suyo, pasaba la regla a otro compañero y el machete iba de pupitre en
pupitre dando vueltas por todo el salón. A veces había problemas,
porque las tragas, las más ortivas se negaban a hacer el pasamanos, por miedo a ser descubiertas. Con el buenos días
señorita, parados al lado del pupitre, con las manos al lado del
cuerpo se iniciaba la jornada. Así todos los días la maestra dejaba el claro quién mandaba en el salón. Ejemplos no le faltaban: lo
tenía al presidente de facto Jorge Rafael Videla, un eufemismo
para no decir sangriento dictador militar. La violencia que emanaba el Terrorismo de Estado llegaba
hasta las aulas. En las clases de Educación Física, además de
aprender a desfilar como soldaditos, jugábamos a que nos den pelotazos con una redonda de softball.
El alumno elegido –la víctima de ocasión- era obligado a
pararse a unos cinco metros y no se podía mover de la baldosa que pisaba. Entonces, de a uno por vez, le lanzábamos pelotazos,
algunos esquivaba y otros le impactaban en el cuerpo o en el
rostro. Cuando esto sucedía, corrían algunas lágrimas por las mejillas coloradas, ante el silencio o la burla, según el caso, del
resto de la clase. Era un fusilamiento virtual, ecos de otros
fusilamientos que se sucedían a diario en el país. Paradójicamente, con el regreso de la democracia en 1983,
el mismo profesor sería elegido intendente tres veces consecutivas
por el voto popular. Y por el mismo partido radical colaboracionista de la dictadura que derrocó el gobierno
democrático el 24 de marzo de 1976. La UCR le prestó más de
200 intendentes a lo largo y ancho del país.
Hoja de Ruta El Milagro Rojo
El cordobés, Tornatti, el Rengo, Raffo hablan sobre cómo
seguir. Quién tiene el poder. Quién tiene la gente. Quién el gobierno.
El día de la asunción. Los juramentos. El gabinete. Discurso del cordobés.
El después del jockey, por un mozo del jockey. Tiene que contar algo.
Reunión de los banqueros, el juez federal, los estancieros, el dueño del diario El Matutino y un enviado del obispo, un laico,
que no se le ve la cara. Análisis de la situación.
Llegan militantes de otros países, de a poco.
Ponemos en marcha un canal de tele por aire y se multiplican las radios comunitarias. ¿Diario?. Sacamos uno, a mitad de precio. Se
constituyen comisiones internas en El Matutino, Pregón y en
nuestro diario. El nuevo diario, el nuestro, centro de las movidas políticas transformadoras. El Gringo es el director. Aparecen Luz,
Marcial, Moreno. Vuelve Miguel. Se separa de su mujer. –A esa
señora no la conozco-. Se pone mejor, le vuelve la memoria por largos momentos. Escribe una nueva columna, tal vez baldosas
flojas. Se queda a vivir en el diario. Se le construye un depto en la
azotea, con terraza, jardín, jacuzzii y parrilla. Vuelve Joselito, no
le perdonamos el desfalco al Sindicato de Prensa. Joselito
devuelve lo que se llevó en dólares. Explica que fue el amor y
otras yerbas el motivo de llevarse la guita del sindicato y de compañeros que pidió prestada. Se vuelve a Colombia, es nuestro
contacto con las FARC y corresponsal del diario. Discusiones en
el diario con Carlos, le hacemos contra-contratapas. Vuelve el gordo. Su mujer correctora. Quique jefe de inteligencia.
Urgente plenario de comisiones vecinales, creación de los
consejos sociales, algo así como los nuevos soviets, participan
policías y agentes de fuerzas de seguridad. Ahí se organizan la construcción de viviendas, el sistema preventivo de salud, los
planes de trabajo. Cooperativas de arregladores de gas,
electricidad, etc. A cada empresa se la invitó a tomar un empleado.
Los chacareros, los carniceros, el precio de la carne, las ferias populares. Acá entra el Willy, que de paso distribuye libros de la
imprenta municipal. Entre cuatro municipios ponen una imprenta.
Héctor y Willy organizan a los chacareros, pelean por el frigorífico. Otra vez la sociedad rural y el centro empresario
joden, pero son ignorados, nadie les da bola. El Cachi, chacarero
renuncia a la rural (aunque no lo creas, es socio de la rural, de veras), hace un documento publico. La carne baja a 5 pesos el
kilo. Se organizan huertas, emprendimientos para los más
jóvenes. Ganan buena plata y escuchan cumbia mientras reparten verduras en un Rastrojero. Se venden casa por casa las bolsas de
verduras surtidas. La producción hortícola es también para los
hospitales, el cuartel, las guarderías, jardines, escuelas, hogares de ancianos, restaurantes y casas de comidas.
Aumentos terribles de impuestos para los terratenientes. Al final, se expropian tierras ociosas. Se le hace entender a Marta que su
tatarabuelo fue un traidor, que se puso del lado del huinca y
combatió a la resistencia ranquel. Lo degollaron sus hermanos y colgaron su cabeza de una lanza a las puertas del Fortín San
Serapio. Marta entiende que ser pariente de un traidor no tiene
nada de malo. –La Piri Lugones, la ex mujer de Rodolfo Walsh,
montonera, se presentaba diciendo –Hija de poeta, nieta de
torturador.
El campo se empieza a poblar a medida que se retira la soja transgénica. Se diversifica la producción. Se planta y se cría toda
clase de animales, comer es un placer. Se enseña a cocinar, clases
para mujeres y hombres en las casas. Se come mejor, se descansa mejor, se coge más y mejor. Hay trabajo, la gente tiene tiempo
para dedicarse a otras cosas, a sus cosas.Aprender guitarra, coleccionar estampillas, hacer injertos de rosas.
Imprenta. Se editan libros, con un fondo municipal. Acá hay que ver como se hace…
Conflicto con la ceal. El cordobés se aparece, con un escribano y el rengo, Tornatti, el delegado de los trabajadores. Pide los
balances. No le dan ningún papel, no los atienden. El Deliberante
se constituye en el momento en la cooperativa y rescinde el contrato de electricidad, agua y cloacas. Sigue todo municipal,
hasta más ver. Están presentes los delegados de los consejos
económicos sociales y de las vecinales, más dirigentes de distintos partidos. Lo transmite la tele en directo. Se hacen
reuniones con los trabajadores, se acuerda ocupar cada lugar de
trabajo y desconocer a los jefes de sección, a los que convencen en asamblea de hacer empresas sociales, es decir, trabajar para la
gente.
El tema seguridad. Se adhieren a la policia comunal. Eligen
sheriff civil. Gana un travesti. Los canas se quieren morir. El
diario El Matutino hace una nota de virulento ataque al nuevo jefe de policia comunal. Lo sale a defender un cura en nuestro diario.
Le hacen un escrache al diario El Matutino, le pintan el frente. Le
hacemos al Roncho una denuncia por discriminación en el INAES y le sacamos un tocazo de plata.
Creación policía municipal, una guardia civil, todos los sabandijas, con pibes de barrios obreros, todos juntos. No tienen
armas, solo un celular. Hay jefe de cuadra, jefe de manzana. En
general no se ven armas en la calle. Bajó increíblemente el índice
de delitos. El Matutino hace una nota sobre el tema, no le queda
otra.
Convenio con fabricantes de bicicletas (con los chinos), para que
todos puedan tener una, créditos de la comuna, se descuenta del
sueldo, te lo fía el banco municipal. Quilombo por la creación del banco municipal. Historia de los bancos. Cómo funciona el
sistema financiero acá, como en estados unidos, como era en los países socialistas, antes y después de Lenin. Como en China.
Como en Cuba.
Promotores de derechos humanos, promotores de salud. Se mete
mano en las escuelas de policías y en las comisarías. Se les
agregan a los aspirantes materias como dialéctica, literatura, historia universal, latinoamericana y Argentina. Los directores de
las academias con civiles. Se enseña las grandes revoluciones del
siglo XX. Introducción al Capital.
Se pone en marcha el frigorífico y la curtiembre. El matadero
pasa ser municipal, pero cualquiera puede faenar en su campo. Se ahorran intermediarios y el precio baja. Los carniceros contacto
directo con los chacareros.
El deliberante funciona de la mano de los concejos sociales. Lo
transmitia el canal de aire comunitario y la radio también, por
internet.
El primer juicio popular: el juez . El tipo llora. Renuncia. Asume
uno del palo nuestro.
Justicia, tribunales populares.
Relación con Cristina. Logran que haya un paragua protector del
poder. Cristina llega de incógnito. Va recorriendo los barrios, el
hospital, un barrio con casas construyéndose. Los proles le hablan al corazón. Le convidan facturas de la panadería popular y le
regalan como muestra de cariño una caja con productos locales,
mulita en escabeche, liebre, conejo. La presidenta se conmueve.
Llora y no se le corre el maquillaje, porque fue a cara limpia. Hay
vecinos que le dicen de todo, le hacen un tribunal popular, por
poco.
Llega una delegación del gobierno de Evo Morales, se estrecha la
relación con Chavez, con Lula, con los musulmanes y los palestinos. Se crea una empresa de telefonía municipal, hay
transporte público con combis municipales y se estatiza la recolección de residuos y el barrido de calles. Se abren casas para
estudiantes en tandil, olavarria, la plata y buenos aires. Se crea
una sucursal de la Facultad de Filosofía de la Universidad de las Madres. Se llena de proles y jóvenes.Los proles tienen becas para
estudiar en la universidad.
Aborto.Anticoncepción. Maternidad. Se aprueba una ordenanza
que establece seis meses de maternidad y paternidad, pago por las
patronales. Se hacen abortos bajo cuerda, en el hospital y otros lugares seguros. Gratis.
El nuevo diario le da masa a los poderosos, hace tapas a lo pagina 12 y se caga de risa de los popes del establishment. El Matutino
cada vez mas gorila. No lo compra nadie, se mantiene con
publicidades de multinacionales. Desde la policia, las escuelas, los bomberos, pidieron que no se lo manden más. Lo siguen
mandando y los usan para envolver huevos, prender fuego las
salamandras y hacer papel maché.
Las escuelas los chicos aprenden economía, como funciona un
sistema económico. Las maestras buchonas y gorilas se ven cuestionadas. Tribunales populares para las maestras. No se rinde
más pleitesía a la bandera.
La situación logra crear lazos solidarios entre gente de distintas
clases sociales. Hasta hay casamientos entre clases sociales
diferentes, entre ricos y pobres, pibes jóvenes, con otra cabeza. También algunas familias se parten, a favor o en contra del nuevo
intendente y del proceso revolucionario.
Una pareja se ama, se preguntan, abrazados, cuánto va a durar
este paraíso, si sería para siempre. Se convencen que se puede.
Estos te aprietan, son terribles. No dejan pasar una, dicen los
gorilas. tribunales populares, especies de Juicios por la Verdad
por todos lados. El diario nuestro publica el resultado de los mismos y las sentencias..
El Partido se instala en Azul. Los terminan sacando a patadas,
menos a Tito.
Las escuelas, una fiesta. Baile los fines de semana y actividades
cuando se necesite un local. Los Centros de Estudiantes manejan
las escuelas, la autoridad en los colegios es colegiada y son parte el director, docentes, no docentes, alumnos y padres. Los
escrachan a los profes fachos en el diario de los estudiantes, a
través de reportajes que son como si se enfrentaran a un juez o un fiscal. Muchos se jubilan. Al final, cuando el centro de
estudiantes quiere hacer un reportaje, el docente cuestionado
directamente renuncia.
La idea es no dejar sin trabajo a nadie. A esas personas que están
realmente incapacitadas para estar al frente de un aula, se les busca otro trabajo.
El Matutino se queja de los tribunales populares y de nuestro diario y de los centros de estudiantes.
Vacaciones para todos, convenios con los clubes. Nos metemos en el Club de Remo, en todos los clubes. Deportes para todos,
convenios con sindicatos, convenios con chacareros que hacen
turismo rural, los proles conocen el campo y el mar, como con los campeonatos evita. Teniendo la concesión del agua, le cobramos a
las piletas una barbaridad, para extorsionarlos y que acepten que
entre el pueblo a disfrutar de las instalaciones.
La pared lateral de la municipalidad, mural inmenso bien
combativo. “Para todos, todo”.
Los fachos, la clase media adinerada y los garcas se organizan y
van a los soviet, pero pierden siempre las votaciones. Los trabajadores, junto con los policías y los milicos somos más. En
las elecciones de delegados, también pierde la derecha ganadera,
no pueden torcer nada, se sienten impotentes. Los locales barriales quedan chicos y se hace un soviet en el gimnasio de
Chacarita Juniors.
Campaña de forestación, vivero municipal y emprendimientos
cooperativos.
La gente empieza a plantar marihuana en los patios, jardines,
macetas. Después aparece una plantita en la Plaza San Martín. El placero le corta los pastitos de alrededor, la cuida, la riega. Nadie
la toca. Cuando tira cogollos, la gente pasa y la mira. Nadie se
anima a sacarlos, aunque se mueren de ganas. Al final, una vieja pasa y corta un cogollo, se sienta en un banco y arma uno, medio
verde, (no se como hace para prenderlo, acá un poco de realismo
mágico, por favor). –Si la plaza es del pueblo y la tierra es del pueblo, lo que crece también-.
La gente le hace una pueblada al canal de cable. La gente se desafilia de cablevisión y mira la televisión abierta, que
manejamos nosotros. Cablevisión baja el precio a la mitad y pone
150 canales.
Al cordobés lo tienen cagando, lo forrea el Rengo. El cordobés se
dedica a firmar decretos, a refrendar lo que deciden los consejos sociales y el deliberante. No decide nada, o decide plegándose a la
opinión de los otros. No le queda otra.
Los empleados del cordobés le organizan una comisión interna,
en realidad tienen un delegado, que es jefe del corralón y
secretario de cultura y un artista plástico. Se enfrentan al cordobés. Hacen una cooperativa encubierta, es decir, acomodan
los sueldos de acuerdo al costo de vida. Terrible discusión entre el
Cordobés y los gráficos en torno a sueldos, participación en las
ganancias, plusvalía y demás. Acá hay que consultar con un
marxista, por lo menos.
Se graba el primer CD en el estudio del Centro Cultural Carlos
Marx. Es un hit. La Internacional con una parte en ritmo de
reggae, otra de reggeton y otra de cumbia, con la voz del cordobés, que canta con ese acento mediterráneo. El coro es un
rejunte de luteranos, socialistas reformistas devenidos en revolucionarios, algunos jubilados y varios peronistas. Los
peronistas quieren grabar otra versión de Los Muchachos
Peronistas. Los convencemos que mejor versión que la de Hugo Del Carril no hay. A la Internacional la pasan en todas las radios
del país y la bajan de internet, hay un video en you tube. El
Cordobés quiere grabar la marcha radical, no lo dejan. Al final graba Hijos del pueblo, Zapatos de gamuza azul y la Marcha del
ERP.
El peaje de Parish sobre la Ruta Nacional N°3. Se hace un camino
alternativo y se ofrece un bono contribución. Hay presión de la
Nación, porque se quejan las empresas de peajes. Pero ganamos la partida, con buenos abogados y apoyo popular. Otros municipios
nos imitan.
La milicia popular está en todos lados.
Se pone un tren entre Chillar, Azul, Cacharí, pasa cada una hora.
Aparece Nicolás, ex diputado bonaerense. Lo mandamos a hacer
negocios con los chinos. Viaja a la tierra del Sol Naciente. Lo acompaña un tintorero azuleño japonés, que no entiende chino,
pero sí entiende que Nico pide plata para “trámites”. El tintorero
lo amenaza con mandarlo al frente y hacerle un tribunal popular. Nico zafa, como siempre. Cuando están en China, le descubrimos
a Nico la cuenta corriente en las Islas Caimán con tres palos
verdes. Nuestro hacker se mete en el sistema del banco y traslada el dinero a otra cuenta. Cuando se aviva Nico, nosotros ya
retiramos el dinero en Uruguay. Nico se quiere morir… Al final
cierran negocio con los chinos. Bicicletas, aparatitos de música
para cd y mp3, televisores, dvd, teléfonos celulares, arroz yamanís
de china por prendas de cuero de los talleres de la curtiembre
piazza y carne del frigorífico. Se obliga al supermercado chino a no negrear a los laburantes y a vender carne de primera, no la
mierda que venden ahora.
Sacamos ordenanza por la cual, todos aquellos que tengan
negocio y ganen más de tanta plata (sabemos por la dgi, rentas,
bancos y demás cuanto gana cada comerciante), que pongan un empleado y le aumenten el sueldo al doble, a un dinero que les
alcance. Los que se pliegan son nombrados en nuestro diario
como buenos y cristianos vecinos.
Discusión con la conducción y con el cordobés y el Rengo; y con
la conducción de nuestro diario. Quieren que la línea cambie, discutimos. El Rengo quiere, además, que le demos bola al
obispo. Nos negamos rotundamente. No publicamos noticias de
ningún credo, salvo las políticas. Discusión sobre la religión y las creencias. La religión como instrumento para la opresión. Al final
le hacemos un reportaje al obispo, creo…no sé.
Los garcas y los partidos patronales piden al gobierno la
intervención. No le dan bola, primer apoyo grande de la
presidenta a la movida.
Tomates chinos en la Casa del Pueblo
1
Emiliano, Emiliano, dónde está Emiliano, Qué pasa Marisa, está en la huerta, regando, qué pasa. Resulta que me desperté
como loca, soñé que se moría y me quería morir yo y me vine
corriendo, mirá como estoy, toda agitada, se me sale el corazón por la boca. Ahí lo ves, regando, como siempre con la fresca.
Emiliano, que te saluda la Marisa, la Marisa te digo, la mujer del
Luchi, Que el Luchi pase a la tardecita por acá, se escucha apenas que dice Emiliano desde allá lejos, desde lo profundo de la huerta
comunitaria. Y sigue Emiliano ensimismado en sus cuitas, en el
medio de un mar de verduras ecológicas, regando las plantas, echando agua y escuchando el repiqueteo de las gotas que
resbalan por las hojas de las acelgas.
Contra el alambrado, tres larguísimas filas de maíces, como veintipico metros, ya bien crecidos, altos, y más allá dos filas más
cortas de lechugas, de distinta variedad, criolla, arrepollada,
amarga, las habas entre las aromáticas y por todos lados los zapallitos de tronco y los tomates, tirando recién a pintones y
Emiliano está justo regando al lado, pero justo, justo al lado de
una planta pequeñita, parecería que la riega con mucha delicadeza, con cariño, sin hacerle olas al follaje, haciendo que el
agua llegue solo al lado del tallo, apenas salpicándola con un
refrescante rocío. Emiliano está regando esa nueva planta que rompió un
cascotito de tierra y asomó el tallo con dos hojitas tímidas, de
siete puntas aserradas, al cobijo del rico humus de las pampas catrieleras. Hace dos meses el cacique de las Vecinales se dio
cuenta que la Pachamama parió una planta nueva para él, como se
dio cuenta que hay una planta que no había visto nunca, al fondo, bien al fondo del terreno, igual a esta, pero aquella ya despunta
unos cogollos rojizos. Está ubicada bien lejos de la calle y en los
fondos de la Unidad Básica, es decir, la Casa del Pueblo que
fundó Emiliano y que es, ni más ni menos, que la cocina, el
comedor, el baño y el patio de su propia casa. Unidad Básica que
siempre tuvo la huerta entonces, que es una huerta peronista, entonces, si es una huerta peronista, esas plantas también son de
todos los vecinos.
2
-Es linda la plantita -dice Emiliano, parece un tomate chino.
-Chino, como el Mundial de Japón vas a quedar Viejo cuando probés estos cogollos- le dice Ariel chanceándolo entre
risas a Emiliano y los toca apenas a los frutos canábicos, ya se
ven brillando al sol microscópicas gotitas de thc. -A esta sí que la quiero probar, para uso recreativo la quiero
probar y también para cambiar un poco el ánimo- dice la Colo.
Dale, hacete la boluda vos, como si no hubieras fumado nunca. Vos porque la probaste, no, yo no la probé, todavía no la probé,
me contaron nomás, yo ni fumo tabaco, asi que. Y no fumés, si
fumar es un derecho, usar la cannabis es un derecho, no una obligación. Acá resulta que a todo el mundo le contaron, nadie
probó de fumarse un porrito, no les creo ni medio, dijo Emiliano.
Cuando se cosechen los cogollos, vamos a tener que compartirla entre todos. Entre todos, todos, todos, quiénes somos todos,
preguntó el Gato. En la cuadra nuestra nomás somos como veinte
los que fumamos, con una planta no alcanza. Vos te anotás también, si no fumás. Pero puedo incorporarla a mi dieta
alimentaria, con unos cogollos preparo una torta ponele, no me
calmará un poco este dolor de cintura. No se si te va a calmar tanto achaque, pero te va a poner de buen humor tal vez, como
que te va volar la peluca un buen rato. A cada uno le hace distinto
efecto, tal vez la canabis no es lo que necesitás, razona Sacha. Yo tengo buen humor, no necesito fumar nada. Claro, ahí está el
señor que se llama “Yo no me quejo nunca y soy autosuficiente”.
Emiliano no presta atención a las bromas, lo mira a Sacha y pregunta Pero esto, los cogollos, porque también se comen en
torta o panes. Claro con lo que quieras, una paquetería de
ansiolítico, justo para vos, que por andar todo el día haciendo
todo para otros y a los tiros te olvidás siempre de tomar las
pastillas, los remedios. Yo no me olvido, pasa que por ahí tengo
cosas que hacer y los tomo luego. Claro, claro, se, se, bueno.
3
El dirigente peronista, fundador de la JP durante la Resistencia Peronista cuando todo era dictadura en Argentina,
fundador también del Sindicato de Ceramistas, perseguido y preso
político por peronista, miraba y disfrutaba de mirar la planta de cannabis y no podía dejar de sonreír al pensar que en ese mismo
lugar donde echa sus raíces la plantita, ahí mismo había un
cañaveral con un pozo tapado con paja y pasto donde se refugió la madrugada que los milicos rompieron las puertas para detenerlo,
acusado de actividades “subversivas” por la Junta Militar de
Videla, Massera, Agosti y Martínez de Hoz. Apenas escuchó el frenazo de los camiones, colectivos y patrulleros, los gritos y
órdenes militares, con el pantalón a medio poner, con los zapatos
en la mano y en cueros saltó por una ventana trasera de la casa y se perdió en lo oscuro del patio, para zambullirse en el pozo, la
panza de la tierra, donde estaba el cañaveral y ahora está la
plantita. Una perseguida política, otra más, a esta encima la busca hasta la DEA pensó Emiliano y se llenó de orgullo que el barrio le
diera asilo político a esta disidente de los gobiernos oscurantistas
de Estados Unidos de Norte América, los laboratorios yanquis y europeos y las corporaciones médicas vernáculas.
Entonces, dice Emiliano hablándole a todos, entonces está
formalmente aceptada la chiquita en la huerta comunitaria. Mirá que nosotros ya la bautizamos. Y cómo se llama. Que cómo le
pusimos, se llama sencillamente Evita, aunque no sabemos si será
hembra, macho o hermafrodita. Y por qué Evita, Porque los humildes y los trabajadores también la llevamos con nosotros
como bandera a la victoria. Hoy esta Evita está como ayer estuvo
la otra Evita, denigrada por la oligarquía, escondida y protegida por el cariño y el amor del pueblo, porque los milicos no la
querían, ni nombrar la querían, no querían a los que estaban con
ella y se protegían con ella, o sea nosotros, ahora tampoco la
quieren a esta otra Evita los poderosos, Dicen lo mismo que ayer,
que es por subversiva, claro, porque alivia el dolor de la gente sin
pagar impuestos, sin gastar un peso, porque semilla se consigue y crece hasta en macetas y balcones. Yo digo que no digamos nada
que tenemos a Evita en la huerta del barrio, porque hay gente muy
cabeza hueca, No, porque seguro que, además, después van a pedir. Ahora resulta que nadie probó acá, nadie fumó uno de esos
finitos que echan olor raro, qué hijos raros que tengo, ironizó Emiliano, Yo probé -dijo la Colo- una noche, hace tiempo, para
despistar y pensar algo rápido agregó que armaron uno paraguayo
prensado nomás, con papel para armar de ese finito, pero no sé de cuál era, se puso nerviosa, no quería decir que había sido el
Gringo con quien le dio unas cecas a un porro. Pero después hubo
algunas más, se sinceró, lo que pasa es que son muchos los que fuman, por todos lados. Ahora, le brillaron los ojos de curiosidad,
quiero probar ésta, dijo, porque es nuestra, nació acá, insistió la
Colo y le llovió sobre la cabeza el primer baldazo de agua de carnaval de esa tarde tórrida, el campanazo de largada de una
guerra de agua, todos contra todos.
La siesta se alborota con gritos y risas y carcajadas y todos se pelean por el control de la manguera que larga chorros de agua
fría de pozo mojándolo todo y los chicos cantan A mojarse, a
mojarse, carnaval, se viene el carnaval. En medio del juego, la Colo se acuerda del Gringo y corre a cambiarse, porque lo quiere
llamar por teléfono, para que venga.
Ya se que mi cuarto sigue ocupado con la Rosa y la Yaquelin, pobre chiquita esa, que otra vez se escapó porque el
marido la muele a palos, pero igual me dijo el Gringo que se le
complicó y llega después de la cena, viene en un rato nomás, una pasadita, seguro que nos vamos a quedar tomando una cervecita
debajo de la parra. – Claro- dice Tati- Es cuestión de
arreglárselas. Hay gente que con un punto de apoyo, como una silla, mueve el mundo y hace maravillas-, dijo con picardía.
4
A la nochecita llega el Gringo. Viene del lado del arroyo,
caminando por la calle polvorienta. Es rubio. Más de un metro
ochenta y cinco. Ahora peina algunas canas, le quedan bien opina Tati y disfruta buscando detalles de la figura que se acerca. Y
siempre está dispuesto a lo que haya que hacer para dar una mano,
agrega Tati, sin que nadie le pregunte. El Gringo tiene buena relación con Emiliano, lo saben todos,
basta verlos todos los días charlando en el patio de la Unidad Básica. Se discute otra vez política, ahora que viene la
normalización del Partido. Interrumpen el diálogo cuando algún
vecino busca a Emiliano. El Gringo ya sabe y sin que le digan nada trae otra silla o las que faltan y se las acerca a los
compañeros, después va a calentar agua y ceba unos mates y se
sienta y escucha casi con fruición el hablar simple, profundo y afectuoso de esa gente de trabajo que plantea sus problemas e
inquietudes al presidente del barrio y se va sabiendo que el
dirigente resolverá tal como lo hablaron. Emiliano bromea con todos, los conoce de toda la vida y los
llama por sus apodos, o les hace algún chiste filoso, porque no los
vio más desde la última vez que precisaron algo y pasó el Festival de Reyes y recuerda clarito que no los vio ese domingo en la
biblioteca ni a sus hijos, Omar y Laurita, jugando con los otros
chicos en la plaza del barrio, ni tomando el chocolate, por eso pregunta.
5
Entre mate y mate Emiliano dice: -¿Sabés Gringo que a los
chicos se les dio por sembrar marihuana en la quinta comunitaria,
de dónde habrán sacado las semillas?-. -Yo se las dí-.
-Ellos te las pidieron?-.
-Claro, fue idea de ellos el autocultivo. -¿Y vos qué sos, el director de Pro Huerta del INTA
paralelo?.
-Podría ser, por qué no, si la planta esta desde hace 5.000
años es como una farmacia a cielo abierto para muchos pueblos
de todo el mundo, para mi no es un delito compartir estas semillas, sino todo lo contrario, un deber solidario, porque
estamos compartiendo un producto natural. Además es un ligue
con la naturaleza y volver a algo tan antiguo y saludable como cultivar plantas, un cable a tierra.
-Sí, ya sé todo eso-. -¿Y entonces?-.
-Para mí es algo nuevo, de movida me parecía una boludez
esto del fasito, le tenía idea. A la edad que estos chicos se quedan horas en la esquina tomando cerveza y fumando, nosotros
ocupábamos el tiempo en estudiar, trabajar, jugar al fútbol. Y ya
éramos militantes peronistas. Ahora veo chicos en las esquinas, aburridos, fumando sin hacer nada, no me gusta-.
-¿Y el problema es el fasito?. No será que el problema es
otro, que no hay trabajo, que el que hay está mal pago, nadie llega a fin de mes, que no hay suficientes guarderías donde dejar a los
pibes cuando las madres laburan, y que los muchos toman mucho
vino malo de tetrabrik, menos que antes, porque se vende más botellas de tres cuarto más de la cuenta, y eso potencia sin duda la
violencia contra la mujer y las terminás refugiando en tu casa.
Esos son problemas y no el fasito ¿no te parece?. -Puede ser, pero veo a algunos chicos un poco “colgados”-.
-Pero la culpa no es del porro. El porro no tiene la culpa que
lo fume cualquiera para uso recreativo, incluso gente o pibes que, en una de esas, no lo tendrían que fumar. Sobre que hay “vagos”,
la culpa no es de la María. Sabés que en la época de la Colonia,
allá por 1800 y pico, en el Río de La Plata los patrones habían prohibido a los peones tomar mate porque decían lo mismo, que
el mate los hacía vagos y haraganes. Y sí, si tenés el faso tuyo no
tenés que andar comprando el prensado paraguayo ni perder tiempo en esas transas que llevan tanto tiempo y son un dolor de
cabeza y un gastadero de plata.
-¿Y no te “cuelga” un poco fumar?-. -Y…depende de la potencia del faso, pero también y muy
especialmente de la persona que lo consume y de la cantidad.
Como toda medicina o droga, si la querés llamar así, fumar
cannabis tiene contraindicaciones. Un pequeño porcentaje de
personas tiene reacciones alérgicas o negativas al consumir
marihuana. Los enfermos de corazón pueden tener problemas aunque, por regla general, el cannabis alivia el estrés, dilata las
arterias y disminuye la presión diastólica. Otros, los menos,
pueden tener tendencia a sufrir taquicardias y estados de ansiedad. Todas esas personas deberían evitar su uso. Para algunos
enfermos de bronquitis asmática el cannabis es beneficioso, pero para otros puede no ser útil, sino todo lo contrario. Ves, no es para
cualquiera-.
-Pero estos chicos ninguno está enfermo, para qué fuman?-. -Al estar prohibida o casi prohibida, eso siempre atrae, si
fuera legal, no habría tanta expectativa. El uso recreativo es una
variante, nadie se murió por fumar porro y sí por fumar cigarrillos de tabaco y nicotina y alquitrán y otras cientos de sustancias
químicas que le ponen, que nadie sabe exactamente qué son, pero
son cancerígenas. Y el cigarrillo sí que es adictivo y causa miles de muertes al año. Y es legal. El Estado Nacional se llena los
bolsillos con los impuestos a la industria tabacalera, dineros que
después tiene que invertir para atender a los enfermos por el cigarrillo-.
-¿Y por qué fuman entonces?-.
-Fuman chala porque les gusta el “colocón”, pero te doy la razón, algunos la usan con la pretensión de querer volar a otro
mundo, pero resulta que no volás a otro mundo, seguís en este. O
sea, los chicos vuelven a la casa y se encuentran todo tal cual lo dejaron: la heladera vacía, el papá que salió otra vez y no volvió,
los dormitorios que no alcanzan para todos los hermanos, no hay
plata para comprar más que un kilo de milanesas finitas como fotocopias para ocho bocas que comen como lima nueva. Y las
facturas del gas y la luz ya vencidas siguen pegadas en la puerta
de la heladera. Eso es duro y fumar un porro a algunos les ayuda a sobrellevar esa vida.
-Y cuándo se cosecha?-.
-A mediados de abril, más o menos.
6
La noticia que Evita estaba en la huerta corrió de boca en
boca en varias cuadras a la redonda y fue el secreto mejor guardado. Pero no pasó desapercibido en el barrio que la huerta
comunitaria había tomado un nuevo impulso. Y la Unidad Básica
también. Los hijos de Tito, el albañil y los de la Rosa, que limpia
casas por horas y sus amigos y los primos de La Tosquera, todos, iban las tardecitas a la huerta, a regar las verduras y a Evita, que
en marzo se había multiplicado entre las lechugas y los maíces.
Siete plantas contó Emiliano, el número de la abundancia, lo dice la Biblia, pensó Emiliano, que también dice que ese dios
cristiano es el creador de todo lo que crece en la Tierra, lo que
incluye a esta planta, ya que las Sagradas Escrituras no aluden a ninguna lista negra de plantas peligrosas.
7
Antes que llegue abril preanunciando los primeros fríos de mayo y las Evitas rebosen de cogollos, Emiliano aprovechó que
había tantos pibes y se dijo que además de este asunto del
autocultivo”, también podían formarse como cuadros políticos, no iban a estar todo el día regando plantitas o en el chat.
Martes y jueves, sentados a la sombra de la higuera, a la
hora que el calor empieza a aflojar, los pibes escuchaban atentos las clases magistrales del dirigente peronista. Esos chicos
escurridizos con las maestras formadas en el credo de Patria, Dios
y Hogar, tenían asistencia perfecta a la “Escuela de Cuadros Paisano Frías Presente”.
Así fueron leyendo, como en los setenta los chicos de la JP a
los 14 años, libros y apuntes de Juan Perón, su política económica, con capítulos especiales para muchos temas, caso los
planes quinquenales, el IAPI. El Estatuto del Peón Rural. Análisis
político de los discursos y libros de Eva Perón. Obligatoria la peli de Eva con Esther Goris. Un suceso en la Unidad Básica, hubo
familias enteras que la vieron una y otra vez. Y lloraban y se
emocionaban hasta las lágrimas. La segunda peli fue “Perón:
sinfonía de un sentimiento”, de Leonardo Favio. También hubo
análisis de los textos escolares de la década peronista. Se incluía
la lectura y debate de “Peronismo, Filosofía política de una obstinación argentina” de José Pablo Feinmann. Y el Gringo
sábado por medio mechaba el curso con introducción a libros
como “El Capital” de Carlos Marx, “El Partido Revolucionario” de Lenin, “El Libro Verde” de Mao Tse Tung, todo Malreux,
Bakunin, Evita, toda la colección de Perón, todo Jauretche, todo Scalabrini Ortíz y Puiggrós.
El Gringo consiguió la colección completa en cd de
“Militancia”, la revista que escribían el “Pelado” Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Duhalde (no el Cabezón, el otro) y los libros de
Rodolfo Walsh, empezando por “Operación Masacre” y el
Programa de Huerta Grande. Cuando Emiliano vio a uno de los hijos de Amelia, la costurera, el más chico, con varios libros bajo
el brazo, se alegró. Nunca lo había visto con un libro, sí en la
canchita del barrio, donde hacía maravillas con la redonda de cuero.
-Qué te llevás para leer Corcho-, preguntó curioso Emiliano.
-“Los Perros. Historia del PRT-ERP. La guerrilla guevarista en Argentina” y “A todo o nada”, el libro de María Seoane sobre
Mario Roberto Santucho. Y otro de poesías de Paco Urondo. Me
los prestó el Gringo-, dijo entusiasmado. Emiliano lo miró al chico de pantalones cortos, rodillas
sucias de tierra y camiseta de San Lorenzo y pensó este Gringo es
un hijo de puta. Pero le dijo: -Muy bien, hay que leer todo y después analizar y sacar conclusiones de las experiencias
revolucionarias en todo el mundo. Y ver qué pasa en la ciudad y
Argentina, claro-.
8
El día de la cosecha fue una fiesta. El almanaque decía que
era 22 de abril. Hubo que hacer varias reuniones varios días seguidos, y hasta dos por día, para ponerse de acuerdo en qué día
el THC estaba a punto. Ninguno sabía demasiado, pero todos
opinaban con entusiasmo. Unos decían que algunas estaban a
punto y que a otras les faltaba, que había que cosechar planta por
planta. Al final se acordó cosechar todo el sábado a la tarde.
Antes de empezar a recoger los cogollos, el Rulo silbó La Marchita y los dedos en v se elevaron al cielo. No hubo cura
católico para bendición alguna. Nadie lo llamó. Tampoco hubo
palabras de ocasión de las autoridades municipales. Ariel organizó el trabajo. Siete grupos de tres y una de
cuatro, uno por cada planta, seis hembras y una hermafrodita, que ofrendó generosa cientos de semillas. Primero quitaron con
delicadeza las hojas, luego cortaron las ramas con unas tijeras de
podar y las colgaron del tallo en el galponcito de las herramientas, oscuro, fresco y aireado, ideal para esta etapa del secado.
-¿Ya se puede probar?.-
-No, hay que esperar como quince días, al menos, pero algo podemos secar de apuro entre papeles de diario-.
-Dale-.
-Con los cogollos verdes se puede hacer una torta o hay que esperar?-, preguntó Emiliano.
-No. Hay que esperar, porque el THC se tiene que secar.
Pero después lo averiguamos bien en Youtube, ahí hay una pila de videos y googleando podemos encontrar más info, hay miles de
páginas sobre la marihuana.
-¿Ya se puede fumar?-, dijo Agustín. -¿Y vos que querés fumar, qué edad tenés?.-
-Diecisiete-.
-Sos menor, los menores no fuman-, le dijo Emiliano. -Asi que puedo manejar un auto con dieciséis, que puede ser
o es un arma, pero no puedo fumar un porro. Dentro de un año me
pueden mandar a morir por la Patria a una guerra de mierda, pero no puedo fumar un porro. Puedo trabajar y ser explotado, pero no
puedo fumar un porro. Si un psiquiatra me receta un psicotrópico
que me deja tarado está bien y todos están de acuerdo que tome las pastillas, pero no puedo fumar un porro-, se quejó el pibe con
los brazos en jarra.
Y no aflojó.-Como los otros compañeros, a la Evita la regué durante los últimos seis meses. Y como delegado de los otros
compañeros que estamos en la misma situación queremos que
este tema se trate en a-sam-ble-a-, deletreó, sin ocultar la bronca.
-No sabía que había delegados-, dijo Emiliano como
desconfiando, porque no sabía nada. -Está bien, habrá asamblea,
pero esto no se si se arregla con una asamblea- dijo el dirigente.
9
La asamblea reunió a pibes, sus papás, las mamás, los tíos, un par de punteros, la jotapé en pleno, los universitarios, el
Gringo, el médico de la salita del barrio, Raffo y unos cincuenta
vecinos más. La cocina de la Unidad Básica rápidamente se colmó y hubo que salir al patio.
-Estamos reunidos acá porque un compañero de 17 años
plantea que los de su edad quieren usar marihuana, ya sea en cigarrillos o en comidas. Y hay quienes ponen reparos. Queremos
escuchar las opiniones. Empezamos por Joselito, que pidió la
asamblea- dijo Ariel. -Primero vamos a dejar en claro de qué tipo de planta
estamos hablando y cuáles son sus características-, arrancó
diciendo el chico, que quería estudiar de médico. La cannabis es una planta con usos industriales, medicinales
y recreativos, además de alimentarios, como el caso de las
semillas, ricas en vitaminas y aminoácidos, muy nutritivas, que forman parte de la dieta de muchos pueblos de Oriente. No es
adictiva y sí tiene muchos usos. La cannabis se usa para paliar los
padecimientos de asma, el glaucoma, tumores, controla las náuseas y vómitos consecuencia de la quimioterapia. El cannabis
es útil para muchas personas que padecen epilepsia. En 1971, el
Medical World News informó lo siguiente: “La marihuana es posiblemente el antiepiléptico más potente conocido hasta el
momento por la medicina”.
El pibe siguió enumerando los beneficios de la maría para afrontar la esclerosis múltiple, dolores de espalda y contracturas
musculares. Hasta la década de 1960, en Sudamérica se trataba el
reumatismo con hojas y flores de cáñamo calentadas en agua o alcohol. Esta forma de medicina a base de hierbas se utiliza hoy
en día ampliamente por las áreas rurales de México, América
Central y Sudamérica, y también la utilizan los latinos de
California para curar los dolores causados por la artritis.
Para muchos, el cannabis es el mejor expectorante natural para limpiar los pulmones del humo, el polvo y las flemas
producidas por el tabaco. Cuando la marihuana se fuma, dilata las
vías respiratorias de los pulmones, los bronquios, permitiendo así que penetre más oxígeno en los pulmones. También es un buen
dilatador natural de las vías respiratorias menores, los bronquiolos.
-Perdone compañero, pero cuánto tiempo más le tomará
enumerar todas esas virtudes, porque hay muchos que queremos hablar-, dijo el Negro Curtido.
-Bueno, resumiendo, como dice Joaquín Sabina, queremos
tener el derecho de fumar un porro recreativo, hay que decirlo así. Si pese a que somos menores de 18 años fumamos cigarrillos de
tabaco que son malísimos, por qué no podemos fumar chala, que
todos dicen que es una planta medicinal-. -Que opine el doctor!-, casi rogó la mamá de Joselito.
-La política prohibicionista de las drogas y la persecución a
los consumidores fracasó en todo el mundo, como no podía ser de otra manera. O sea, que por la fuerza nadie deja de consumir
nada- empezó diciendo Raffo.
Acá estamos hablando de una planta fundamental en la historia del Hombre y la Mujer. Antes que los cereales, el humano
domesticó el cáñamo, que le dio alimento con las semillas,
vestido y abrigo con las fibras de su tallo, y empleos medicinales con las flores. Es una medicina muy segura, no se conoce ningún
caso de muerte en 5.000 años por ingerir o fumar cáñamo.
Durante 3.000 años, hasta 1842, una gran variedad de extractos de marihuana, cogollos, hojas y raíces, fueron las
medicinas más comúnmente utilizadas en todo el mundo para la
mayoría de las dolencias humanas. Y el cáñamo crece en todo el mundo, en casi todos los climas y se adapta a las peores
condiciones de sequedad o de frío, es una planta “de combate”,
podríamos decir. Y fue prohibida por el gobierno de EE.UU en 1937 por motivos netamente económicos, porque el cáñamo era
una competencia para el empresario Du Pont que patentó los
procesos para elaborar plásticos a partir de aceite y de carbón, así
como los nuevos procesos en los que se utilizaban sulfato o
sulfito para la elaboración de papel a partir de pasta maderera.
El empresario periodístico Hearst era dueño de enormes extensiones de bosque, que pensaba triturarlos para hacer papel de
diario para sus periódicos, y si el cáñamo se extendía, él perdería
un negocio de millones de dólares. Porque el cáñamo da un papel de excelente calidad, fue el que usaron en Oriente para
documentar su cultura. Cristóbal Colón llegó a nuestro continente gracias al cáñamo, porque las velas de las carabelas y las sogas
eran de cáñamo.
En América, hasta la década de 1820 y hasta el siglo XX en la mayor parte del mundo, el 80% de todas las telas y tejidos
usados para la fabricación de prendas de vestir, tiendas de
campaña, ropa de hilo, alfombras, sábanas, toallas, pañales, incluída la bandera norteamericana estaban elaborados
principalmente con fibras de cannabis.
Durante miles de años Irlanda fabricó la más delicada ropa interior de cáñamo, porque es más suave y cálido que el algodón,
su capacidad de absorción es mayor, su resistencia a la tensión
tres veces superior y es mucho más duradero. Pero el empresario yanqui Du Pont tenía que vender sus “fibras plásticas”, derivadas
del petróleo, que reemplazaron al cáñamo, tras lograr que el
gobierno aprobara la prohibición. El nylon, inventado en 1935, también ingresó en el mercado en 1938 patentado por Du Pont.
Hasta 1883, del 75 al 90% del total del papel que se
utilizaba en el mundo se fabricaba con fibras de cáñamo, incluyendo Biblias, libros, mapas, papel moneda. El papel de
cáñamo dura siglos. Además, el cultivo de cáñamo no necesita
productos químicos o agrotóxicos, como el algodón o la soja transgénica de Monsanto, que devasta los suelos y con el glifosato
y otros tóxicos mata toda la maleza y el resto de las plantas, con
lo cual afecta el ecosistema, matando fauna y flora y dejando a los pájaros sin comida. Por eso ya en el Partido de Azul hay zonas
donde no hay pájaros, claro, de qué se van a alimentar, de soja
transgénica?. Para los pájaros no hay alimento más completo que las semillas de cáñamo, que las prefieren a cualquier semilla. La
semilla de cáñamo, hasta que se la prohibió en 1937, era el
principal alimento tanto para los pájaros en libertad como para los
domésticos. En 1937 se vendieron al por menor en EE.UU 4
millones de libras de cañamones, así se llaman las semillas, para
alimento de pájaros. Pero no es solo alimento para pájaros, la proteína de la
semilla de la marihuana es una de las proteínas vegetales más
adecuadas, completas y aprovechables que existen para la Humanidad. El cañamón es la fuente alimenticia básica más
completa para la nutrición humana. Cuando se prohibió la marihuana en EE.UU, los diarios de
Hearst inundaron con mentiras que se hicieron carne y verdad
revelada, como que los negros fumaban porro y salían a violar a las chicas blancas. Pero en 1948, los argumentos para seguir
prohibiendo la cannabis fueron otros, diametralmente opuestos.
Ahora el tema era que los comunistas querían vender hierba a los jóvenes norteamericanos para debilitar su deseo de lucha, para
convertir a los EE.UU en una nación de zombis pacifistas. Y tenía
razón. Imaginen, Texas, EE.UU, 1968. Un granjero de 20 años y su novia y sus amigos fumando porro a la sombra después de la
cosecha de maíz. Y viene el Tío Sam y les dice que tienen que
alistarse en el ejército para ir a matar vietnamitas, en nombre de la libertad. Y muchísimos jóvenes yanquis se opusieron a la guerra
de Viet Nam, se negaron a ir a combatir para el imperialismo y
finalmente Estados Unidos se fue derrotado de Viet Nam, en lo que fue una de las peores derrotas de su historia.
-Está bien doctor –dijo la mamá de Joselito, algo cansada
pero interesada en los argumentos, que consideró racionales. -Y qué pasa que los chicos acá no tienen epilepsia ni asma
ni reuma y se la pasan fumando todo el día- gritó desde el fondo
Teresa, mamá de tres chicas, de 11, 14 y 18. -¿Y cuál es el problema?.-, preguntó Raffo.
-Cómo cuál es el problema, que no hacen nada de nada-.
-¿Y que es lo que tienen que hacer que no hacen?-. -Estudiar, ayudar en la casa. Acá riegan la quinta, pero en
casa no mueven un dedo, estoy cansada, dónde están mis
derechos- se quejó Teresa y muchos aprobaron sus dichos con la cabeza.
-Y el problema es el porro?-.
-Yo fumo porro y estudio y juego al fútbol y no estoy en la
esquina-, dijo el Cholo, de flamantes 21 años.
-Acá no hay trabajo para nadie. Mi hermano trabaja en negro, en el campo, y no le alcanza. Y no fuma porro.-.
-El asunto no es la sustancia, sino el deseo tanático que
inocula el capitalismo, si los chicos fuman y no hacen nada, es porque no les estamos ofreciendo algo digno, si están como
detenidos, charlemos, acá están en marcha cooperativas, talleres, una universidad popular. Y está todo casi listo para los programas
de intercambio de estudiantes con Venezuela, Bolivia, Cuba,
Paraguay y Nicaragua. Además, cuántos son los que se tildan en una esquina fumando porro?. Y no van a estar toda la vida así. Me
parece que se agrandan las cosas y que nos estamos ahogando en
un vaso de agua. Me disculpan por favor, me retiro, tengo que volver al hospital a atender casos importantes- dijo Raffo.
-Bueno, todo arreglado entonces- dijo Emiliano, como para
distender la asamblea y también para darla por terminada, gesto como calcado de los métodos de la burocracia sindical de la
Unión Obrera.
-Todo arreglado pero que hacemos con el porro-, preguntó Rosario, la tía del Roque.
-Que cada cual vea con sus cada quienes qué actitud tomar
respetando los más elementales derechos humanos y ciudadanos, y el que tenga problemas de alguna adicción, lo ayudamos entre
todos, además del hospital público con sus médicos y psicólogos,
si es necesario. Las sustancias o las drogas y su uso o abuso no son problemas policíacos, sino sociales y de salud y que con
educación e inclusión social se pueden mitigar en buena medida-.
El grito de gol que salió de un televisor de la casa vecina nos recordó que todavía jugaba Boca por la Intercontinental y que
además era la hora de la cena. Los asambleístas se fueron a sus
casas, casi todos.
-Bueno, vamos a fumar uno de esos finitos, porque esto de
la maconia es un asunto que quema-, bromeó la Colo.. -Dale-.
Caminamos sin hablar por las calles de tierra con olor a
pampa, a llanura, a cardo, serpenteando los terrenos de la
corrugadora, un enorme sólido y vetusto edificio de ladrillo visto,
ganado por las enredaderas. Todavía había estrellas sobre
nosotros cuando nos recostamos en el pasto húmedo a la orilla del arroyo, que corría lento y plateado por la luna que de a ratos se
mojaba en sus aguas. Busqué con mis dedos sus dedos hasta
rozarla, amagó a retirarla, pero ella dejó su mano. Volví a buscarla, hasta tocar otra vez suavemente su piel y así nos
quedamos un rato, los dos sin saber que hacer, hasta que me tomó la cara y me dio un beso largo, suave hasta que todo fue un mar
de manos y pies incendiándonos en silencio.
CINCO PAJAROS VOLANDO
La partida del tren estatal se anunciaba para las 5.10 de una
madrugada de ese invierno. Había salido de Plaza Constitución y
atravesaba la pampa hasta Bahía Blanca, parando en todas. El convoy aguardaba pegado al andén cuando Bachi llegó corriendo
y se trepó de un salto al primer vagón que encontró a mano.
Ricky, más tranquilo, subió silbando, con un bolsito azul gastado como todo equipaje. Migue cargaba la mochila más pesada.
Todos hasta las manos con artane, el ácido lisérgico de los pobres.
El Pelu, acostumbrado a navegar en mares encrespados, se deslizó en uno de los asientos de cuerina marrón tajeados de clase turista
y se puso a charlar con una piba, que resultó ser de Hurlingham y
de Escorpio como él. Eso contó. Dos pueblos más adelante, se habían invisibilizado bajo un par de frazadas.
A poco de andar, Bachi corría de una punta a la otra del
coche a los alaridos, como un poseído. El pasaje miraba entre espantado y sorprendido. Cuando pasó corriendo por tercera vez,
Pelu lo manoteó de un hombro y lo sentó de prepo, con una
sonrisa. Bachi se calmó. Saqué de mi bolso un tetrabrick de tinto
y le dimos unos buenos tragos. Cuando vimos al chancho fuimos
a esperarlo al fuelle, al lado de los baños hediondos.
-¿Boletos?. -No tenemos. Somos estudiantes, vamos a Sierra de la
Ventana.
-¿No saben que no se puede viajar sin boleto?. ¿Y si los bajo?. ¿A ver, cuánto juntan?.
Catorce pesos, entre todos. El guarda protestó, se hizo el enojado un rato pero se guardó los billetes arrugados y las
monedas en el bolsillo de la chaqueta marrón.
A Sierra de la Ventana habíamos ido varias veces, a escalar
el Cerro Ventana y el Tres Picos, cuya cima jamás pudimos
coronar. En el último intento nos perdimos y bajamos entrada la madrugada por una quebrada, con el fulgor de la luna llena por
toda lumbre, con el riesgo de quebrarnos una pierna. O rompernos
la cabeza. El único testigo fue un gato montés que nos mostró los dientes desde un peñasco, para luego perderse de vista, molesto
con esos intrusos inesperados.
Sierra era lo agreste, lo salvaje. Un viaje sin control. Una especie de entrenamiento de supervivencia de un grupo mezcla de
boy scouts con freaks posmodernos, paridos por una clase
trabajadora devaluada, pero que supo estar bien, aunque duró poco. Siempre lo bueno parece que, como llega, algún día se va, a
veces de golpe, de un tajo, con botas militares, bestiales, otras,
con gobiernos surgidos del voto popular, que con una pátina democrática, de a poco, van cercenando derechos laborales y
sociales. Hay que pagar la deuda externa, dice Alfonsín, cuenta
Pelu. Y los diarios y la televisión de la burguesía te lo confirman. Hay que pagar dicen a coro gobiernos, economistas liberales y
periodistas correctamente políticos, todos dicen que “no queda
otra”. Hay que honrar la deuda, afirma el presidente y todos sus ministros y todos sus secretarios y alcahuetes y
recontraalcahuetes, que te transmiten en cadena. Mientras tanto
los wichis y tobas se mueren famélicos en ranchos miserables, no pobres, miserables. “Eso” va en página 39, nunca el domingo, y
menos en tapa, porque los lectores, suponen los grandes medios,
no quieren arruinarse el día de descanso con dramas de indios del
Impenetrable chaqueño.
Los supuestos acreedores de la deuda odiosa, bonistas y
potencias extranjeras aliadas a los imperialismos con el visto
bueno del fondo monetario internacional, cobran todos los meses cientos de millones de dólares, con la plusvalía que le extraen al
trabajador, mientras los indigentes, esos hermanos que, hace rato que no saborean un asado o sobreviven a duras penas, meta arroz
y bife, cuando hay, que al final es lo más económico y llenador,
dicen, pero sólo cuando hay, a veces no hay, muchas veces no hay, en miles de mesas al mismo tiempo.
Bachi era un artista, un trabajador de la cultura. Titiritero, marionetista, músico, cantor, entre otros metier. Un tipo bárbaro,
super divertido, siempre de buen talante, dispuesto a dar una
mano desinteresada. Era un trabajador de la cultura popular y lo ganaba una fiebre por hacer. Coger y hacer. Hacer y coger, que es
lo mismo que empujar para que alguna revolución asome en el
horizonte. O sea, por ahora bien lejos. Bachi, por lo pronto, no respetaba ningún derecho de propiedad sobre las personas, lo que
de vez en cuando le traía aparejado rencores profundos con algún
macho posesivo y poco socialista decía, porque yo a las mujeres no me las quedo. Compartíamos también Ricky, Migue y Bachi
que éramos periferia o militantes, según la ocasión, del
Movimiento Al Socialismo Auténtico –MASA-, mentor de la Liga de los Devotos de la Cuarta Internacional.
En realidad nosotros éramos un bardo, pero nuestra
dirigencia no era más presentable para la pacata sociedad azulense. El candidato a intendente, Marcos Lile, bibliotecario,
poeta, cantante y bajista de la banda de rockanroll El Boleo y de
grupos de cumbia que animaban bailes los fines de semana en clubes como Chacarita, Velocidad y Resistencia y San Martín.
El candidato a primer concejal, el Pichi Aguilar, guitarrista
de El Boleo y dueño de un bar, La Tanga, donde se respiraban aires libertarios y se disfrutaba de un clima de franca algarabía.
Todo a media cuadra de la gloriosa federal.
El MASA era lo más divertido de todo ese circo político. En
el último tramo de la campaña, desde la tele del bar, vimos el
debate de los candidatos a intendente. -¿Y ustedes que van a hacer si llegan a la intendencia, cuál
es el plan?-, inquirió el periodista al candidato del MASA.
-Nosotros no vamos a hacer nada. Con el desastre que hace el resto, peronistas y radicales, con que no hagamos nada, alcanza
para estar mejor-, retrucó el Ruso.
Una noche de enero en La Tanga, Ricky, que trabajaba en la cocina preparando hambuerguesas y panchitos, se declaró en
huelga en reclamo de mejor salario. El bar estaba de bote a bote.
Para acentuar la protesta, amontonó mesas y sillas al medio del bar y se trepó a la bicicleta de Monzón, un paisano buenazo en
una de cuyas botas de trabajo que dejaba en el bar apareció un
paquete de porro, puesto y sacado por una mano federal, en un allanamiento amañado e irregular que merecería un capítulo
aparte.
El caso es que Ricky entró a dar vueltas y vueltas en el salón. Migue, que estaba dando una mano para destapar y vaciar
botellas de cerveza se sumó gustoso a la medida de fuerza y a
putearlo al dueño del bar. La Gorda Go también sumó su voz en defensa del singular proletario. Viendo que la cosa se
descontrolaba y la clientela empezaba a simpatizar con el
huelguista, Pichi dejó la barra –y la caja registradora- y encaró al empleado.
-Está bien, pará de dar vueltas. Hablemos. ¿Cuánto querés
de aumento?-. -Pasar a ganar 600 pesos-, articuló Ricky como Tarzán.
-¡600 pesos!. Un delirio. ¡Es un aumento del 400 por
ciento!- -Sí, un delirio. Pero si no, no hay arreglo y se pudre todo:
cerramos la cocina por tiempo indeterminado y tomamos el bar.
-Está bien, 550 y estamos.- -Hecho-.
Patrón y trabajador gastronómico rigurosamente en negro
estrecharon la diestra y Ricky se calzó el delantal y volvió al
yugo. Festejamos en la cocina descorchando un tres cuarto
reserva 1980, reservada seguramente para otra ocasión y otros
paladares. De aburrido miré el cieloraso y en el blanco dos hamburguesas adheridas, a medio cocer. Cosas de Ricky,
precisamente, el que tenía el sartén por el mango, pero que a las
hamburguesas las daba vueltas en el aire y alguna que otra se obstinaba en quedarse estampillada en el techo. Más precisamente
dos.
Los actos de campaña del MASA eran una mezcla de mitín anarquista de principios de 1900 con un happening de Marta
Minujín. Un domingo, a pocos días de las elecciones, se montó un
acto en la plaza principal, con El Boleo como atracción. Ametrallaban los acordes de Sábado a la Noche cuando el Ruso,
borrachísimo, salió del bar del gran hotel y traicionero agarró a
golpes a los músicos con el soporte del platillo de la batería. Hubo heridos leves del bando socialista y un contuso del otro: el pseudo
falangista, dolorido por los golpes de puño que le abollaron la
cabeza y le pusieron un ojo que ya se tornaba morado y amagaba a cerrarse.
El sainete acabó antes de que se acercaran, al tranco, los
agentes de la ley y el orden. Pero lejos de llevárselo preso al pichón de gorila, casi le pidieron disculpas y lo trasladaron a la
guardia del hospital. Era uno de los dueños del pueblo. Al punto
que otra noche, también de copas, se puso a correr carreras en auto sobre la vereda de la plaza. Nadie dijo nada. Claro, era hijo
de un terrateniente. Y amigo íntimo del marino con familia en
Azul, Alfredo Astiz, torturador y secuestrador de monjas y madres de Plaza de Mayo.
A la madrugada, con el sol bostezando en el horizonte,
llegamos a Sierra de la Ventana. Bajamos en orden. Eso creo. A
pie, nos quedaban diez kilómetros hasta la Villa. Migue apenas podía con la mochila, un bolsón deforme hecho por él mismo.
Llevaba la carpa y la marmita que nunca usamos. En la colimba,
Migue salió en la última baja. Castigado dos por tres, pasó el
tiempo entre el calabozo y las interminables guardias, en la base
aérea de Tandil. En trece meses de servicio militar obligatorio no
aprendió mucho. Sólo le alimentaron el odio a los uniformados, esos que fueron dictadura en casi toda América Latina.
Migue, de espaldas anchas, se ganaba chicas como bajista
punk. Mal no le iba. Vivía frente al Colegio Politécnico, donde lo habían echado por insoportable. Desde la ventana de su cuarto le
tiraba borradores y lo que tuviera a mano al colegio, mientras atronaba en el viejo winco La Pared de Pink Floyd. De vez en
cuando embocaba algún proyectil por la ventana del salón de
primer año, nos dábamos cuenta por los aplausos y los hurras de los chicos.
Con el frescor de la mañanita marchamos ocupando el ancho
de la ruta, arrastrando los borcegos y cansados como perros.
Hicimos dedo y nada. Finalmente llegamos al camping. Nos sentamos en el verde y otra vuelta de artane, para festejar el
arribo.
Como pudimos armamos la carpa. Costó un Perú. No dábamos pie con bola. La carpa, esas de lona gruesa para seis
personas, se empecinaba en tambalearse y quedar torcida. No se
como pero la pusimos en pie. Comimos una galletitas y tomamos unas bolas más. Ya habíamos perdido la cuenta de cuantas
habíamos deglutido.
Sin aviso la noche se nos vino encima y empezó a sonar la orquesta. La locura más bizarra se adueñó del campamento.
Estábamos endemoniados, transformados, nos sentíamos como
bronceados por dentro, como dijo Miriam asustadísima, después de tomarse un té de belladona, que justamente no era para ella.
Pelu se abrazaba a un añoso eucalipto.
-¡¡¡María Celia, te amo!!!-, gritaba desaforado Pelu, con la cara pegada a la corteza, que le parecía suave como el terciopelo.
No se veía nada. No teníamos farol ni linterna. El delirio
salió disparado para el lado militar. Pelu, Ricky y Migue acababan de salir de la colimba. El único que había zafado por
miope era yo. Pero ahí estábamos todos, espalda contra espalda.
Los chicos se trataban de soldados y veían ingleses y gurkas por
todos lados. Cuerpo a tierra, Pelu y Migue avanzaban a duras
penas sin rumbo fijo, esquivando cardos y ortigas.
-¡Cubran el flanco derecho, que no avancen!.- -¡Mi sargento, se ven luces anónimas!.
-Que nadie se achique!. Tagarna, venga para acá!. Hay que
hacer una trinchera!. López!. López, ayude al furriel!-. Las voces se superponían unas con otras y delineaban un
escenario bien belicoso. Si así era una guerra, yo no quería participar de ninguna.
Migue, como en otra película, se cansó de la fajina y
alimentaba el fogón con troncos y palos secos y verdes, lo que
había podido juntar al tanteo en esa negritud. Me senté con las piernas cruzadas frente a él. Un rato antes habíamos huido
despavoridos de la carpa. El refugio de lona se había
transformado en una nave intergaláctica, hermética, sórdida, que nos transportaba por control remoto a la velocidad de la luz.
-Y eso?.
-Saturno debe ser. Y allá Júpiter, creo. -¿Todavía estamos en el sistema solar?-.
El diálogo se ponía espeso. Ya cruzábamos la Vía Láctea y
nos perdíamos en los confines del universo. La atmósfera que nos envolvía nos metió para adentro, típica posición mulita. Me quedé
en silencio. Parecían oírse gritos desgarradores y aullidos de lobos
en sonido cuadrofónico. -¿Viste eso?.
-Sí.
Sin mirarlo de frente, con el rabillo del ojo, lo veíamos a Pelu, bien pegado a la tierra. Se arrastraba como un gusano,
pasando al lado nuestro, iluminado a medias por el resplandor de
la fogata. Cebamos unos mates, bien calientes, poca yerba y nada de
azúcar. Amargos como la hiel.
-Un cadáver, ahí-. Esta realidad no nos daba respiro. Ahora veíamos gente
despanzurrada.
El muerto era una silueta retorcida, indefinida, grisásea. Eso
debía ser el pantalón, del cuerpo que yacía boca abajo, a pocos
metros, medio oculto entre los yuyos. -No le prestes atención. No hay nada que hacer- dijo Migue
con un dejo de fastidio, vigilando bien atento la pava que se
calentaba entre los rescoldos. Un frío taladrante me trepó centímetro a centímetro desde
los talones por la columna vertebral, hasta la punta del último cabello. El ruido de motores nafteros regulando entre las sierras
había cesado.
-Tomá- me alcanzó otro mate. -No puedo. No puedo estar en medio de tantas tumbas-.
En una hondonada, contra un alambrado, se recortaban una
treintena de cruces blancas de madera, desparejas, mal clavadas en la tierra negra arada.
-Todas NN. Todos compañeros desaparecidos-.
-¿Estará enterrado allí también el Gaucho?-. -No sé, son todos los azuleños. Los milicos los enterraron
acá, cinco mil tiraron al Río de La Plata desde los aviones y otros
25.000 fueron acribillados, dinamitados o quemados al lado de cualquier ruta o descampado, o enterrados clandestinamente en
fosas comunes en regimientos, escuelas o cualquier cementerio. Y
a sus hijos paridos en las mazmorras apropiados por represores bajo otra identidad.
Nos callamos otro rato, cavilando ese asunto espinoso.
Estábamos en medio de un camposanto. Si se recorre la zona, en las laderas de los cerros todavía quedan en pie derruidas pircas de
corrales de piedra, levantados por indios pampas, dueños y
señores del lugar por 13.000 años, diezmados, sometidos y esclavizados por las tropas del general Julio Argentino Roca.
No lo vimos venir. No se escuchó ni el ruido de una ramita
al quebrarse, cuando la pisan al descuido. El hombre llegó
atravesando la negrura, empujado por el viento, que es viejo y sigue soplando. Vestía pantalón y camisa de grafa verde y
borcegos negros, gastadísimos. La barba apenas le dejaba ver las
facciones de la cara, pero se veía que era lo que las señoras dicen
un muchacho bien parecido. Nos pusimos de pie. Nuestras
miradas se encontraron. Por unos largos segundos nos
semblanteamos. Vi el futuro en sus pupilas mansas. -Me llamaron por acá-, afirmó con voz clara.
-¿Nos conocemos?- pregunté.
El aparecido me miró y sonrió. -El Gaucho- se presentó.
Nos estrechamos la mano. -A ver ese mate, me parece que hay que ensillarlo
compañero-, dijo el recién llegado y estiró los dedos para alcanzar
el paquete de medio kilo de yerba mate. Mientras llenaba la calabaza, volvió a hablar.
-¿Así que me llamaron?-, insistió.
-¿Vos no caíste en Villa Corina?-. -Eso dicen. Pero acá estamos, por todos lados. Por los
ranchos más humildes, en las villas, el campo, las ciudades,
fábricas, talleres, las escuelas, en los cañaverales, las cárceles. En cada hombre y mujer que lucha en cualquier lugar del mundo
contra la injusticia, ahí estamos.
Dio una orden imperceptible con la mano y se acercaron otras caras.
-Chito, el Tigre, la Colo y Segundo. Todos milicianos-.
-¿Y qué andan haciendo ustedes por acá?. -Pasábamos nomás…-.
-Ahá, así que pasando…Difícil hacer la revolución con tanta
pastilla- razonó el Gaucho, pasándose una mano por el cabello rubio.
Los insurgentes se sumaron a la ronda alrededor del
fueguito, que humeaba fiero con la leña verde. -¿Leyeron a Castaneda?.
-Algo- contesté.
-¿Y no aprendieron nada?- nos fulminó el Gaucho. Nos miramos con Migue y agachamos la cabeza. A mí me
empezaba a agarrar como una angustia en las tripas, que me subía
hasta la garganta. -Por lo menos al Mal de Parkinson le van a esquivar, ya
deben estar inmunizados-, bromeó y ahora se reían todos. Creo
que se reían compasivamente de nosotros.
La Colo sacó de un bolsillo un cogollo, que se lo veía todo
un primor. En la palma de la mano lo desmenuzó despacito y con
un papelillo de cáñamo armó un cuete envidiable. Le dio lumbre con una ramita encendida y aspiró el humo, entre divertida con la
situación y una ligera bronca con nosotros, como un fastidio.
Sabíamos que los combatientes apenas tomaban alcohol y ninguno usaba sustancias químicas.
-Te cambio -me dijo la Colo-. Descartá las pastillas y te dejo un poco de yuyito. Fijate, la industria farmacéutica vencida por un
producto natural, que es como la lechuga y cualquiera la puede
usar, sin contraindicaciones. Es la misma que vos cultivás en tu casa y que te riega tu mamá. Un remedio que no se compra ni se
vende.
El zeppelin canábico fue pasando de mano en mano. Me tiré en el pasto húmedo de rocío y dejé fluir los pensamientos.
Cuando desperté, Migue dormitaba tapado a medias con una
frazada vieja y con el mate en la mano. El fuego se había apagado, apenas quedaban algunas brasas.
-¿El Gaucho?.
-¿Qué Gaucho?-. -El que vino con el grupo, los compañeros- me desesperé.
-Acá no vino nadie-.
-¿Y esa tuca?-. Al lado de la tuca, un bollito de papel con un cogollito
adentro. El papelito tenía una nota garabateada, escueta, en letra
manuscrita, tamaño hormiga: “No aflojen”. Y más abajo otra frasecita, con otra letra, de otra mano: “Pónganse las pilas
carajo!”.
Nos envolvió un deseo de salir corriendo, pero las piernas no nos respondían. Tampoco había donde ir.
-De acá nadie sale vivo, decía el poeta Jim Morrison-,
recordó Migue. Pusimos el puchito en una tuquera hecha con la estampilla
del atado de cigarrillos y fumamos tranquilos.
-Para el santo-, dije y arrojé la tuquita en el verde pasto.
Las manos. Me las miraba. Eran mis manos. Estiradas, con
los dedos extendidos, un gesto de paz. Estas manos, unas como
estas, habían moldeado los primeros, defectuosos, cuencos de arcilla, cuando el sueño del ser humano recién despertaba sobre la
Tierra. Estas manos, unas como estas, habían empuñado
rudimentarias lanzas para cazar mamuts y llevar alimento a la tribu y compartirlo con todas las familias de los cazadores
recolectores. Estas manos, unas como estas, habían almacenado el alimento excedente y puesto empalizadas a la choza para
resguardarlo de los otros, otros iguales a él. Allí se rompió el
nosotros y nació el yo y la codicia. Con el yo nació a su lado, como casi sin querer, la propiedad privada, desconocida por esos
hombres peludos, apenas abrigados con taparrabos. Hasta
entonces, todo era de todos y para todos. Estas manos, unas como estas, empuñaron por primera vez
un garrote para matar a un semejante. Miles de siglos después
manos como estas fabricaron la bomba atómica y otras manos de uñas cuidadas, decidieron que había que probarla en el terreno y
así el infierno se desató en Hiroshima y Nagasaky. La vida no
vale nada para el capitalismo, los seres humanos sólo son un número en una larga fila, un código numérico almacenado en una
computadora.
En otras épocas, precapitalistas, hay que reconocer que tampoco la vida valía mucho. Los más pobres eran carne de cañón
en las guerras entre señores o reinos, o tribus. Los Mayas ofrecían
sacrificios humanos a sus dioses oficiales, los del poder, que sedientos de sangre pedían víctimas, pedían guerra. Después de
arrancarles el corazón con el cuchillo de obsidiana, la realeza se
daba un banquete con los cuerpos de los prisioneros sacrificados. Ahora no es muy distinto. Las guerras imperialistas enrolan a los
más despreciados por las clases dominantes, a los negros y los
hispanos, que el Tío Sam envía a meter bala a los pueblos del Medio Oriente, todo en nombre de la libertad.
Pero otras manos como estas, que ahora rolan un cigarrillo,
resisten con fusiles y bombazos a ese ejército de ocupación, que llega con la bandera de barras y estrellas a imponer un despiadado
modelo económico y político de explotación, degradación y
muerte. Hoy en día suman millones las personas en el planeta que
no acceden siquiera a agua potable. Muchos africanos y palestinos
malviven en campamentos de refugiados.
Se tiró abajo el Muro de Berlín, pero luego se levantaron dos más, ambos con la plata de los trabajadores estadounidenses: en la
frontera de U.S.A con México y otro que separa a Israel y aísla al
pueblo palestino. Manos como estas cuidaron una plantita desde que la
descubrieron, unos cinco mil años atrás. La bautizaron Kif. Fue cuidada en un continente y en otro. Se cruzaron las semillas y
otras variedades vieron la luz. Para el pueblo era el cáñamo, para
los científicos, cinco mil años después, cannabis. Sativa la americana, índica la asiática. Pero cada zona tiene su verde, con
diferentes aromas, pegada y crianza. Incluso los ingleses la
utilizaban para fabricar prendas de vestir. En pleno siglo XXI sigue prohibida en muchos países y su
uso es discutido acaloradamente por intelectuales, pseudo
médicos, políticos y jueces. Mientras tanto, millones la fumamos y la cultivamos en patios y terrazas, en tierra o macetas, aún a
riesgo de perder la libertad.
Ricky no acató ninguna orden y atravesando la noche se fue
arrastrando hasta la casa del encargado. Debe haber tardado como un siglo en recorrer unos cien metros. Sólo se adivinaban
sombras. Apenas nos veíamos y nos tocábamos para saber quién
era el que estaba a nuestro lado. De pronto se escuchó un estampido, un disparo seco, que sesgó el silencio serrano, apenas
alterado por el chistido de alguna lechuza.
-Lo mataron a Ricky!-. No lo encontrábamos por ningún lado al flaco.Y nadie se
animaba a llegar a la casa del campinero. A los minutos nos
olvidamos que faltaba uno. La infantería inglesa, por ahora invisible, nos mantenía en alerta.
La imaginaria se hizo interminable. Ricky apareció a la
madrugada, entero, sin un rasguño. -Me voy para lo de la Chicha- anunció como si estuviera en
Azul. Y se fue convencido que ahí nomás y no a 300 kilómetros
estaba el barrio de monoblocks grises. Se perdió entre los árboles
y no lo vimos más.
Al otro día, temprano, llegó un patrullero, silencioso, secundado por un jeep. A la ley la había llamado el encargado,
que estaba aterrado y encerrado con su mujer e hijos. Ni el perro
quería salir de la cucha y eso que estaba sin cadena. Al costado de la carpa, uno de los agentes removió con el
pie apenas la tierra y bajo un guijarro del tamaño de un poroto se asomaron un par de tabletas de artane. El cana más alto las
levantó, curioso.
-Y esto?-. -No es nuestro-.
No nos creyeron, por supuesto.
Al oído Migue me cuchicheó: -Ves esa bolsa de plástico. Ese era el peluquero muerto.- Y allá el campo arado, y no hay
cruces ni cementerio, ni nada.
No sabía como tomarlo, la verdad que no me acordaba de ningún peluquero muerto y sobre el cementerio, sólo tierra negra
y arada, pero en estas horas difíciles –así las había descripto
después Pelu-, todo podía ser en el País de las Maravillas. Obedecimos la orden de desarmar la carpa. Pelu, diligente,
había sido el primero en juntar sus cosas. Se quedó con la bolsa al
hombro haciendo conversión en el lugar. Zapateaba parejito, con armonía, en una baldosa.
-¿Y a este que le pasa?- preguntó el oficial.
-Yo lo arreglo-, dijo Migue. -Tagarna!. De frente…march!-, gritó y Pelu arrancó con el
pie derecho, como si estuviera en un desfile patrio.
El oficial no lo podía creer: Pelu con paso marcial ya se subía al jeep. Nosotros ocupamos la patrulla, entre divertidos y
asustados.
-Ustedes no eran cinco?. -No, somos cuatro.
En el camino de salida, ahí nomás, apareció tirada una
camisa. El milico paró el auto y la levantó. Era de Ricky. Unos pasos más allá, una media rota y una sola zapatilla.
Tomamos la ruta que lleva a Torquinst. A los pocos
kilómetros, en un cruce, vimos a Ricky. Parecía un arbolito, al
lado de un cartel de esos verdes que indican cuántos kilómetros
faltan para llegar a las próximas ciudades. Estaba sentado en un
mojón, en cueros, con cinco grados bajo cero. Y se veía que ya había perdido también la otra zapatilla.
Ricky, no lo podíamos creer, le hizo dedo al patrullero. En
realidad, se paró en medio de la ruta y agitó los brazos como si dirigiera el despegue de un avión.
-¿Este no es el amigo de ustedes?. Nadie dijo nada.
La patrulla dio la vuelta en u y paró en la banquina. Ricky
manoteó la puerta trasera y se subió, canchero. -Buenas, cómo andan?- saludó. Los milicos se cagaron de
risa.
Ricky fue batero del primer grupo de punk-rock azuleño.
Rapado, con cresta roja, ganchos en la cara, cadenas y muñequeras con tachas, lentes negros, campera de cuero negra y
pantalón roto por donde se lo mire, el Flaco invitaba al
comentario. Tenía una novia lindísima, a la que le hacía el amor a la siesta bajo una frondosa parra, a horcajadas en una silla.
La casona de la calle Artigas no tenía nada que envidiarle a la de los Locos Adams. Siempre había un mate amable. Tomabas
un par y al rato una pelotita de ping-pong de algodón te jugaba
sola partido revancha y bueno en el balero. Los chicos se empecinaban en mezclarle a la yerba cuanta pastilla tenían a
mano. Hasta el perro de Ricky se trastornaba. El Anfeto por ahí se
paraba, aparentamente sin motivo y se ponía a ladrar contra una pared. Cuando giraba algún carioca se anotaba enseguida y seguía
la ronda, esperando el humo en el hocico. El perro, chocho,
también disfrutaba la rica marihuana. Salíamos a fumar en auto y el Anfeto detrás nuestro. Como
veinte cuadras corriendo con la lengua afuera. Hasta que lo
subíamos al Fúnebre, el Falcon que se ganó ese mote por negro azabache.
En la comisaría de Torquinst nos metieron en dos calabozos.
Nos trataron bien. Es decir, no hubo golpes ni cachetadas, ni
forreo, como el que estamos acostumbrados de parte de la inefable Bonaerense.
-Tomá-, me dijo Bachi. Sacó una tableta nuevita de una
botamanga del pantalón. La reserva. Colamos cuatro o cinco cada uno. A los veinte minutos, otra vez la cabeza como una calesita.
Nos tiramos en las camas, de cemento, duras. Muy duras. Intentamos dormir. Imposible. Nos pusimos a charlar. Se
escuchaba una radio. Creí oír un afiebrado relato de una carrera
de caballos. Me pareció raro. Me entré a reír como un descosido. Un milico gordo nos trajo un vaso de agua a cada uno. Nos sirvió
para bajar las ruedas y sacarnos un poco la papa de las gargantas
resecas.
Pelu había sido muy religioso, por su familia. Lo conocimos
en cuarto año del secundario. Aterrizó con nosotros después de haber sido echado de otros dos colegios. Cuando faltaba alguna
lapicera, había que verlo a él.
-¿Cuál es la tuya?-, preguntaba con voz amable. Y se abría el saco para que viéramos la colección que tenía en el bolsillo. O
sea, las lapiceras de medio curso. Las expropiaba como al
descuido. Pero si se las pedían las devolvía gustoso, como si él las hubiera hallado por un truco mágico y las cuidaba hasta que el
dueño las reclamara. Era un tipo muy solidario y de buen humor.
Se sentaba al fondo del salón, territorio de los plagas, lo más lejos posible de las profesoras. Porque eran casi todas profesoras, salvo
el de Algebra, el gordo Simeone y otro milico que era director de
la banda de la guarnición local del Ejército. -Saquen una hoja, que hacemos un ejercicio de análisis
matemático-. El gordo Simeone tiza en mano empezaba a
desarrollar la fórmula y llenaba el pizarrón, hasta que se le quemaban los papeles, porque no sabía como seguir. Entonces
borraba todo y anunciaba.
-Bueno, ahora un poco de Astronomía. Vamos con el telescopio a la azotea-. Y todos nos olvidábamos del problema,
que se había tornado dramáticamente insoluble.
Tiempos de pelo corto sin tocar la camisa celeste y de
pantalón gris de sarga y corbata como uniforme. Tiempos de
aprender en las clases de Educación Física a marchar como soldados para los desfiles patrios, de adorar a la bandera y entonar
Aurora y el Himno a Sarmiento.
El regimen estudiantil se fue relajando. En 1982, los partidos del Mundial de Fútbol los seguimos por radio desde las
aulas. El gordo Simeone estaba de ligue: todos los partidos de Argentina le tocaban en sus horas.
La única discusión política en cinco años de educación secundaria duró medio minuto y se dio en una clase de
Instrucción Cívica, delirante nombre que le habían dado a la
materia los generales, que en plena dictadura pretendía desasnarnos sobre los secretos de la Democracia y la República.
La señora de Adorno, sentada con elegancia en una
banqueta del gabinete de Química, daba cátedra sobre los años setenta, que como una ráfaga se habían colado por la ventana en
la anodina clase.
-La muerte del general Eugenio Aramburu fue un asesinato de los Montoneros-, dijo la profe, como si recitara el preámbulo
de la Constitución Nacional.
-Aramburu mandó a fusilar a civiles desarmados en los basurales de José León Suárez. ¿O esos no fueron asesinatos?. ¿O
los bombardeos a Plaza de Mayo no fueron un crimen?-. La
réplica, con bronca, la enunció nuestra compañera sentada en la cuarta fila.
El juicio a Laura le salió de lo más profundo del pecho y nos
dejó con la boca abierta a todos. Era la hija de un viejo y querido militante peronista. La profe se tomó unos segundos,
interminables, antes de pronunciar palabra. Como si nada hubiera
pasado dijo abran el libro en el capítulo dos, de las obligaciones, todo con una mal fingida naturalidad. Ahora la señora de Adorno
habla, sigue fluyendo su prosa, no sé que dice, pero todavía se la
ve como un sauce sacudido por un vendaval.
No se cuántas horas habrán pasado y seguíamos encerrados
en la comisaría de paredes despintadas y con olor rancio a
acaroína y humedad. Tal vez pasó una noche entera. Sin aviso
previo, con ruido metálico se abrieron los candados de las celdas.
De a uno nos hicieron pasar a declarar. Nos sentaron delante de un miliquito de civil con una olivetti y una hoja en blanco. No sé
qué querían que dijésemos, porque no teníamos nada para
declarar. Así y todo, cada uno dio con lujo de detalles su peculiarísima versión de los hechos. Todos testimonios
contrapuestos. En lo único que coincidíamos, al parecer, era que habíamos llegado en tren. El miliquito después de mucho teclear
se rayó y le dijo al oficial que no quería escribir más las
barbaridades, que sin querer disfrazábamos de verdades reveladas. -Reventaron a un peluquero de cuatro balazos y lo
enterraron en el cámping. La tierra todavía está revuelta. Al
costado de la entrada, entre dos olmos-, precisó Ricky. Al rato, vimos a un par de uniformados salir a la calle con
una pala de punta y una linterna de esas de cuatro pilas grandes,
seguro que para el camping. No aguantamos y nos descostillamos de la risa.
Como a la hora debe haber sido que volvió la partida, los
tiras calientes como una pipa. Habían cavado y nada, ni peluquero muerto ni tierra removida.
-Estos pibes están relocos- vociferaban con gestos de
fastidio. Como si fuera poco, cuando nos revisaron, creyeron ganarse
un ascenso. Se habían llevado para analizar una bolsa con medio
kilo de salsa blanca a la provenzal en polvo. Los tipos sospecharon que era cocaína. Bachi no los pudo convencer que
era para comer y no para tomar.
Luego de Ricky le tocó el turno de declarar a Pelu. Migue estaba a su lado, atento a lo que vendría. Pelu se sentó medio
inclinado, con las manos entrelazadas sobre las rodillas. Su cara
estaba algo rígida. Los ojos delataban que llevaba incontables horas sin dormir.
-¿Entonces?- El escribiente aguardaba con las manos sobre
el teclado y lo miraba de frente a Pelu, que disimuladamente trataba de pisar las dos o tres pastillas que desde el bolsillo roto
habían rodado a lo largo de la pierna y se habían escapado por la
botamanga.
-Venía una manifestación de radicales por la avenida
Humberto, miles de personas. Del otro lado, al llegar a 25 de
Mayo, otra manifestación de peronistas, otros tantos miles, con banderas, cartelones y bombos, muchos bombos. Y en el medio,
el Rolo, mi cuñado, que como un rayo apareció calzado con una
bazuca. -¿Una bazuca?-.
El miliquito estaba fuera de sí, le transpiraban las manos y se le mojaban los sobacos de la camisa celeste. Justo un domingo
tenía que caer una banda de locos a arruinarle la tarde.
-Una bazuca- repitió Pelu y se paró. Hizo la teatralización sosteniendo en su hombro ese aparato mortal. Le ponía garra, no
era una vulgar pantomima. Pelu fruncía el ceño imitando a su
pariente. Cerraba un ojo y apuntaba para todos los ángulos. -Paaaaaammmm!!!!!- gritó Pelu con toda la fuerza de sus
pulmones, como si se jugara la vida en ese alarde de valentía,
porque sabía y quería que el milico saltara de la silla y nos quería ver las caras de pánico a todos nosotros. Una veta del peculiar
humor de Pelu. El alarido que resonó por toda la comisaría nos
tomó por sorpresa. El escribiente saltó de la silla, trastabilló y del julepe se le cayó la nueve milímetros. El fierro rebotó en el piso y
se disparó con una explosión que retumbó como un cañonazo. El
balazo agujereó la gorra de un sargento y se incrustó en el techo. Los milicos llegaron corriendo de todas las oficinas y el más
veterano se acordó cuando un grupo de muchachos tomó la
comisaría en 1972 y les hizo cantar la marcha peronista. Nosotros quedamos desparramados boca abajo, pálidos como una hoja en
blanco.
-Llévenlos al calabozo, mientras vemos que hacemos-, ordenó el oficial, exasperado.
Los minutos se estiraban como chicle. Difícil saber cuánto más estuvimos presos. Al fin llegó el comisario. Parecía que lo
habían despertado de la siesta. Un tipo fornido, grande como un
ropero y cara avinagrada. No me acuerdo que nos dijo, pero levantó varias veces el puño amenazante.
Firmamos como pudimos unos papeles. Nos devolvieron las
mochilas. La bolsa de salsa blanca se la quedaron. El jefe nos
echó de la taquería y del pueblo también. Todavía alucinábamos
cuando ganamos la calle y el sol nos dio en la cara. Otra vez
libres.
Con Migue nos fuimos para la terminal, a ver si había algún
colectivo. Pelu, Bachi y Ricky encararon otra vez para Villa Ventana. Cargaban con la carpa y se quedaron a un festival de
titiriteros. Llegaron a dedo en un camión de garrafas. Eso nos contaron después.
-Mirá-, me dijo Migue.
En el bolsillo chiquito del jean raído, ése que había escapado a la requisa, había pastillas para rato. Tomamos cuatro cada uno y
subimos al colectivo. Reclinamos los asientos y al rato volábamos
en trance zombi.
-Llegamos pibe-. El chofer me despertaba zamarreándome
del brazo. Habíamos regresado. Azul era Azul. Ahí estábamos. Otra vez en el casillero de largada.
-Nunca más-, prometimos con Migue. Y acto seguido nos
tomamos el resto de la tableta, para desandar el camino, en una mañana con un cielo que de a ratos dejaba asomarse un sol que
pujaba por entrar en la bóveda celeste para iluminarlo todo.
-Parece que va a llover-. -Ahá. ¿Trajiste capote?.
-¿Truman Capote?. Buen escritor. Sí, si escribís un renglón
como él te doy un premio. -Entonces habrá que tomar unos mates.
Nos fuimos despacito, al tranco, rebotando por las veredas
desparejas. Un día más en el planeta Tierra.
OTROS RELATOS
Las Pasionarias
Hay una mujer en este pueblo que alborota los cuarteles, subleva
las aulas y escandaliza las sotanas
riéndose y echando a manos llenas las semillas de esos sueños que seguiremos sembrando
que valen la pena ir tras ellos y con ellos porque, cómo no buscar urgente tu mano y comerte toda la boca
ahora que el mundo sabe como un helado de limón
Esa mujer se ríe, festeja la vida y se ríe Se les ríe en la cara a los fascistas y con esos ojos chispeantes les
dice
Bestias, viviremos aunque más no sea para combatirlos, porque no les entregaremos a nuestros hijos, que también vivirán
combatiendo al fascismo y así los hijos de nuestros hijos
Y el dueño del diario calla y censura Y el intendente municipal lo sabe
Y lo sabe el señor Obispo
Y el señor General también lo sabe Y todos coinciden que es una barbaridad
que esa mujer rompa las cadenas y llame a la revolución
Otras madres niñas, niñas madres de esta ciudad, la buscan a esa mujer que las da trato de hermana. Y le cuentan como esta mala
vida les arranca las ganas de vivir y que a veces ya no hay, no hay
nada para comer, pero nada de nada, le susurran. Esa mujer, la que ríe, escucha, piensa, siente y habla y entre mate
y mate compartido que les convida las empondera a esas niñas
madres, madres niñas que aprendieron a darse coraje unas a otras para liberarse de mil humillaciones y golpes insoportables, de esa
víctima de víctimas que les dice que las ama, que todo va a
cambiar Porque se puede, a veces ellas cuentan, que se puede, que es como
escaparse de una cárcel, como una película, una fuga
intempestiva, justo cuando el macho represor dejó el candado abierto, porque puede no haber otra oportunidad de salir viva
o planean juntas una huida organizada, planificada, a la hora
señalada, llevándose lo necesario y cubriendo la retirada hasta
llegar a esa otra casa a salvo de esos golpes que astillan el alma Esa mujer inquieta a los fascistas
con su risa alimentando revueltas y organizando
la esperanza y a veces no para de amar y hacer y tiene que poner el despertador
para acordarse de dormir Y duerme abrigando un sol en una mano y una paloma en la otra.
Los fascistas la espían, porque no pueden imaginar
y respiran aliviados. Por lo menos duerme algunas horas y no jode, dice uno.
Sí, pero sueña, dice otro, y eso, subraya, no lo podemos controlar
y los sueños son peligrosos. Entonces los fascistas se persignan.
Y esa mujer ama soñando y sueña amando y alienta malones de
rebeldía, libertarios, hermosos, un ejército de pieles lustrosas, bronceadas, que la hicieron suya y juran a los cuatro vientos que
la defenderán con su vida
a ella bandera de la libertad.
La patria de la primavera
El colectivo avanza en medio de la noche pagando peaje tras peaje en las rutas argentinas, rumbo a Buenos Aires. El pasaje
duerme como puede en asientos promocionados semicama, título
a todas luces pomposo. A mi lado, una señora busca acomodar su humanidad en el pequeño habitáculo. Y antes de cerrar los ojos
dice: “Estos son todos chorros”. No sé si se refería a los
transportistas o a los del peaje. O a los dos.
Son 300 kilómetros para cruzar la pampa húmeda y las
vacas y los alambrados se adivinan a ambos lados de la ruta.
Desde la ventanilla, sólo oscuridad y las luces fugaces de los camiones que como un suspiro nos cruzan a 100 kilómetros por
hora a sólo cincuenta centímetros de distancia, una suerte de
ruleta rusa que se cobra miles de vida año tras año, con ayuda de la impericia y el alcohol.
Abro los ojos y estamos entrando a Retiro. A un lado, cientos de containers. Del otro, la villa 31, la más cara de todo
Capital. Ahora hasta hay casas o precarios edificios de tres pisos,
con más de una vertical ladeada y ladrillos sin revocar. Un departamento al lado de otro, todo a la que te creaste. El
asentamiento crece para arriba. Fue el lugar de militancia del cura
villero Carlos Mugica, organizador de las primeras cooperativas populares hasta que la Triple A se cobró su vida.
Cruzando la avenida, torres carísimas de oficinas y el
Sheraton, ese que los muchachos de la JP lo iban a hacer hospital para el pueblo. Camino a la parada del colectivo buscando
monedas en los bolsillos. El airecito está fresco y despabila. La
ciudad aún duerme. Bosteza un canillita y dormita un puestero de tres pares de medias por dos pesos y posters de Boca Juniors.
Ya en la parada se acercan tres chicos, con grandes bolsos.
“Tienen monedas?”, pregunta un porteño que los ve del Interior. “Si no tienen monedas no pueden viajar, se paga con monedas”,
les explica. Ante la cara de pánico de los pibes de Gualeguay, les
da la solución: “Compren una docena de facturas y listo”. Tomo el 7. Dejo en la máquina un peso y me devuelve un
boleto y 20 centavos, lo que cuesta llegar a Plaza Congreso.
A todo trapo cruzamos el Bajo y llegamos a Plaza de Mayo. Se ve la Casa Rosada. En esa pared lateral el 25 de mayo de 1973
amaneció con una pintada: “Casa Montonera”, con alegre y firme
letra manuscrita de dos metros de altura. También ese día de fiesta todos cantaron “se van, se van, y nunca volverán”, para los
uniformados que dejaron paso al Tío Cámpora y su gobierno, una
breve pero intensa primavera, donde parecía que el mundo cambiaba o cambiaba, empujado por un pueblo peronista que otra
vez llegaba al poder.
Ese 25 de mayo estuvieron todos en la plaza: las masas
populares, los montoneros, troscos, comunistas y los guerrilleros
del PRT-Ejército Revolucionario del Pueblo de Roberto Santucho, que también movilizó a Devoto para abrir las puertas
de la cárcel y liberar a cientos de presos políticos por luchar con
armas y sin ellas contra las últimas dictaduras. Peronistas, radicales y una gama variopinta de políticos de todos los partidos
votaron la ley de amnistía a los luchadores populares, en medio de fogosos discursos que alababan el espíritu y las convicciones de
esa “juventud maravillosa”.
“Volvimos”, dijo Néstor Kirchner otro 25 de Mayo, flanqueado por las Madres de Plaza de Mayo, una buena y
contundente señal con lecturas inequívocas para adentro y para
afuera. Otra ola empujada por vientos de cambio, a los que se suman hombres y mujeres de distintas generaciones de los que
vienen peleando con suerte dispar en toda la geografía.
El cole pasa ahora delante de la Catedral, a pocos metros de la Rosada y deja atrás los ministerios, donde Perón resistió el
intento de asesinato de la Marina que en junio de 1955
bombardeó la plaza y la casa de gobierno, dejando cientos de muertos civiles, hombres, mujeres, niños y ancianos, inocentes
víctimas del odio de la oligarquía y el antipueblo. Y la misma
plaza donde los laburantes mojaron sus pies en la fuente reclamando el 17 de octubre de 1945 que liberen a Perón, el
mismo (¿o ya era otro?) que echó a los Montoneros en 1974 desde
el balcón de la Rosada, cuando se decidió por la compañía del Brujo López Rega y los burócratas sindicales, más tirados al
capitalismo que al socialismo criollo. La juventud se marchó
arrastrando los pies, en señal de protesta, provocando un sordo ruido. Y la plaza quedó semivacía. “Que pasa, que pasa general,
está lleno de gorilas el gobierno popular”, le habían cantado un
rato antes miles y miles de gargantas encendidas al viejo líder. ¿Los libros de Historia del secundario contarán estas
historias o tendrán que pasar 100 años para que nuestros
compañeros que resistieron a las dictaduras y fueron derrotados al intentar hacer realidad los sueños de Bolívar, Perón y Guevara, en
las ciudades, fábricas de todo el país; y los guerrilleros de los
montes tucumanos sean reconocidos como héroes de la lucha por
la liberación nacional? ¿O será que todavía no hay palabras para
esa época? Se puede hablar del Che en Bolivia con tranquilidad
en cualquier ámbito, pero las acciones del pueblo armado en nuestro país están bajo una losa como un hecho maldito del que
mejor no hablar.
El chofer para en un semáforo de la 9 de Julio, la avenida más ancha del mundo. Se asoma la punta del Obelisco, que un 1°
de Diciembre fue recubierto por un condón gigante, pa´ recordarle a la gente que lo use.
En el camino sube y baja gente, en especial adolescentes y
jóvenes. Es sábado a la madrugada, anoche se festejó, en realidad se está festejando en este momento, en todo el país el Día del
Amigo.
Toco timbre y bajo frente al Congreso Nacional, que parece un mausoleo con todas las ventanas cerradas y vallado por los
cuatro costados. Detrás de las rejas, un policía más bien relleno de
chaleco naranja y manos en la espalda camina despacio para alejar el frío, ante la indiferencia del mundo.
Los pibes aparecen en grupos, mucha risa, mucho brindis
con lo que venga. Nadie pide documentos, nadie te jode. Las patrullas no se ven. Las pibas van en grupo o de la mano. Como
esa parejita que se come la boca, al lado de un chico sentado en el
vano de una puerta con la cabeza entre las piernas. Siguen yendo y viniendo los pibes, ya buscando pista para ir a dormir. Al lado
mío, un muchacho rubio discute unos segundos con un policía
federal que lo echa con aspaviento –rajá, le dice- sin saber por qué, ante la mirada impávida de los transeúntes. Resultado:
fuerzas de la represión uno derechos humanos cero.
Miro el reloj. Es de noche aún en este invierno con crisis energética. Los sin techo duermen en colchones tirados en la
vereda, tapados con mantas, diarios y cartones. Les puedo ver las
caras cuando paso a su lado. Un mapa ajado de sus desdichas. Saco un cigarrillo y le doy fuego. Me lleno los pulmones. El
humo hace cabreolas y se disipa en el cielo. Me pregunto cuál es
el ámbito privado donde hacer acciones privadas de un hombre que vive en la calle, que come en la calle, que duerme en la calle.
Ni la Constitución Nacional contempla estas situaciones, ya que
el texto da por descontado que todos tenemos derecho –y acceso-
a la privacidad. O sea una vivienda digna.
Me siento en un banco solitario mirando el monumento de Plaza Congreso, también vallado, también pintado de verde
oscuro, para evitar los recurrentes grafittis. Frente a la Casa de las
Leyes, la confitería El Molino, un ícono de la política -¿o de la vieja política?- cerrada y deshabitada hace rato, con las aspas
rotas y raídas, una imagen decadente. El cuadro me hace acordar la entrada de los tanques soviéticos en Checoslovaquia, resistida
por el pueblo en las calles. Hombres y mujeres que interpelan a
boca de jarro a los soldados por qué están invadiendo su hogar “si somos todos socialistas”.
Esta misma plaza guarda la memoria del 19 de diciembre
del 2001, cuando era un hervidero de gente descontrolada y rabiosa y el tam-tam-tam de las cacerolas era ensordecedor.
Barricadas en las calles, fueguitos por aquí y por allá, cientos de
miles gritando que se vayan todos. Y se fue en un helicóptero sólo De la Rúa, en calidad de representante de todos los ineptos y
corruptos, que se quedaron atornillados a sus sillones.
Camino por Callao hacia Corrientes, esquivando pibes que salen de los boliches, allí, en pleno corazón de Buenos Aires.
Entro en un café y pido un cortado. No tienen diarios. “Es
temprano” articula el mozo, con cara de pocos amigos. Luego me trae lo que quiere, un café negro. Y me lo faja 6.80 pesos. “Esto
es por no preguntar”, me digo para mis adentros. Que se quede
con los dos pesos, que se los meta en el culo, para lo que le van a servir, puteo por lo bajo. Me muero por fumar un cigarrillo. Pero
está prohibido en todos los lugares públicos, menos los bingo,
donde podés fumar y comer si querés. Al rato, ya clareando, llega un Mercedes 1114 azul francia.
Bajan cinco obreros con cascos amarillos. Cercan la esquina con
cinta blanca y roja. Uno rompe las baldosas rotas con un pico. Otro trae una pala. El más petiso aparece con un escobillón y una
cuchara. En diez minutos el equipo arregló la vereda, puso
baldosas nuevas, limpió el lugar, cargó la carretilla, enrolló la cinta y la cuadrilla desapareció tan rápido como llegó. Cosa de no
creer. Fue como un curso ultra rápido de albañilería como los del
canal Encuentro. Y todo desde la mesa de un bar.
Mando un mensaje de texto. Me dicen que después me
llaman. Salgo a la calle, me paro frente a una librería y hago
tiempo. Miro uno por uno los libros de los escaparates de las vidrieras. Cuento mentalmente la plata y me digo que me alcanza.
Uno de Alejandra Pizarnik, prosas completas, por ejemplo. Pero
nadie llega. Son las 9.30 y la puerta está cerrada y las luces apagadas. “A eso de las 10.30, por ahí, viene la chica”, me dice el
mozo del Hotel Bauen, desde 2001 en manos de los trabajadores. “Con Macri se nos viene el agua, porque nos van a querer sacar.
Lo que pasa es que mientras esto sea propiedad privada, mientras
exista la propiedad privada de los medios de producción, los laburantes estamos en el horno”, me explica el hombre de la
bandeja, que se ve que asimiló el Manifiesto Comunista. Se lo ve
relajado. Claro, desde que no hay buchones de la patronal entre el personal se trabaja más tranquilo. Además, ahora es también
dueño y parte del asunto, con voz y voto en todas las decisiones
que hacen a sostener la fuente de trabajo. Y su trabajo. Salgo del bar, con la sensación que hoy tampoco voy a
poder comprar el libro de la Pizarnik. Me quedo cerca de un
cyber. Pregunto a un hombre parado en la puerta del hotel si abre el locutorio. Me dice que no sabe, pero que al lado hay una
farmacia, que no da para robar porque tiene rejas. ¿Me confundió
con un ladrón?. Lo miro, saco las manos despacio de la campera, para que vea que no llevo nada y rápido le digo: “¿Y a quién se le
puede ocurrir robar una farmacia en Callao y Corrientes un
sábado a las 9 de la mañana?”. El tipo me mira y me dice que de hace un tiempo a la fecha está “todo mal”. “Ah, nosotros ese
problema no lo tenemos, tenemos otros, soy de Azul, conoce?”.
Estiro las piernas por Corrientes. Me detengo en el Complejo Cultural General San Martín. Afiches con una decena
de obras de teatro, con actores de esos que habla la tele y otros de
los que no habla la tele. Más allá los teatros de revista y La Giralda, bar emblemático frecuentado en los albores del rock
argentino por Lito Nebbia, Tanguito, Moris, Spinetta. Hasta
Pappo se tomó ahí un café con leche en una madrugada cualquiera, cuando el mundo pedía el fin de la guerra de Viet
Nam.
Finalmente, la compañía de repuestos abre. Tomo el 60, a
los tumbos por los adoquines. Pasamos frente a una facultad.
“Juventud Peronista Movimiento Evita”, grita la pared. Desde los kioscos de revistas pintados de todo Buenos Aires se reclama la
“libertad a los presos de Quebracho”, que hicieron astillas los
vidrios y prendieron un fueguito en el local del asesino de maestros Sobisch.
Hago el trámite y me llevo el encendido del velocímetro de la combi japonesa y subo otra vez al colectivo que me llevará al
pueblo donde arrancó la “Campaña del Desierto” Julio Argentino
Roca. Para contrarrestar, donde nacieron la poetisa María Alex, los artistas plásticos López Claro, el intendente Dr. Malére, el
líder sindical Manuel Chaves, el gobernador peronista Oscar
Bidegain y el poeta y filósofo Héctor “Ruso” Mañandés. Los billetes de cien muestran una estampa de ese momento.
Son el general y sus tropas occidentales y cristianas, listos una
nueva “limpieza étnica” de pampas y mapuches, en nombre del progreso y los buenos negocios que redituarán los millones de
hectáreas. ¿Habrá que esperar en el futuro que Videla, Massera o
Bussi tengan a su nombre calles, plazas y escuelas?. La terminal de Retiro es un lío de gente que busca rajarse en
las vacaciones de este invierno. Compro Página 12. El título
principal es por problemas en la zona roja de…Capital Federal. Me digo que lo de argentina país federal es un verso, aún para la
prensa “progresista”.
El cole sale a horario, como en el Primer Mundo. El cielo parece desplomarse en cualquier momento. Arrancamos para el
sur y mientras saboreo un alfajor Jorgito de un dólar (el más caro,
pero con dulce de leche argentino…creo) buscamos salir pegaditos al Río de La Plata, donde está prohibido bañarse.
Un cartel dice que con Macri va a estar bueno Buenos Aires.
El rubio de ojos celestes sonríe desde el afiche. Claro, se ríe de los negocios que va a hacer cuando asuma el 10 de diciembre con las
empresas del grupo familiar, tan amigo de arreglar los asuntos con
el Estado para que los números cierren siempre…para ellos. Y mal no les va. Hasta zafaron de la cárcel por negocios sucios y
asuntos de impuestos, cuando otros van “sopres” por un stéreo.
Otro cartel la muestra a Cristina, para profundizar el cambio.
Una pingüina al poder. La primera mujer con amplias chances de
llegar a la presidencia encabezando una fórmula de unidad –concertación plural, que le llaman- con el radical mendocino
Cobos.
Tomamos por autopista, dejando atrás las cuadras y cuadras de edificios y monoblocks. Otra vez entramos en las entrañas del
país granero del mundo, por el hilo de pavimento que tiene a Monte como primera parada. La soja se extiende por kilómetros.
“Es una forrajera, no un cereal, no sirve para alimento humano, es
para engordar animales”, brama un funcionario de Escuelas Agropecuarias.
Lo cierto es que ahora que hay sol, tampoco se ve mucho en
el campo, ni nos cruzamos con nadie a caballo. La llanura pampeana está quedándose vacía. Ni pájaros tiene, porque no
quedan semillas ni plantas con el “randap” que mata todo. La
liebre será una curiosidad y la mulita un recuerdo, de seguir la sojización del país. Claro, pero esto no es tapa de Clarín. Los
expulsados del campo ahora en las villas del conurbano no leen el
diario propiedad del grupo empresarial que tiene acciones en las multinacionales como Cargill, que no les gustan las notas que
digan verdades sobre sus oscuros proyectos de agronegocios
contrapuestos con los destinos de liberación nacional. Nos quieren dormiditos, atontados con Gran Hermano y bailando por
un sueño…ajeno, de una realidad económica y social de un
modelo agropecuario que no nos tiene en cuenta y que nos acarreará cada vez más pobreza.
El sistema sólo atiende la apetencia feroz de ganancias
fáciles de semilleras y pooles de siembra, que en seis meses embolsan entre el 10 y el 20 por ciento de lo invertido. Buena
parte de las retenciones de la soja se usan para paliar los
problemas sociales derivados…de la misma soja, que colmó 17 millones de hectáreas y que tiene cosechas récord todos los años,
pero que deja tras de sí sólo suelos yermos que no servirán para
nada cuando se agoten. Y las multinacionales se vayan con sus empresas a otras latitudes.
En el campo, trabajadores rurales pobres y estancieros ricos.
La matriz sigue intacta. La Sociedad Rural tiene base. Son esos
mismos terratenientes que años atrás con los grupos CREA
donaron toneladas de soja para que los indigentes del interior se
sacaran el hambre, con el auspicio del gobierno bonaerense de Duhalde. Claro, ni hablar de repartir algunas vaquitas para el
pueblo, como se quejaron por los diarios algunos políticos.
El caso es que Chiche se asesoró y como le dijeron que eso no era comida, terminó con la experiencia de laboratorio, porque
la soja no es recomendable para cualquiera, en realidad, para ningún humano, según los científicos argentinos.
El viaje termina. “Una nación sin trenes es una nación sin
futuro”, reza un cartel pintado en la pared de la garita Azul Norte, donde pasan los trenes privatizados donde te morís de frío en
clase turista, porque primera con calefacción viene completo
desde Bahía. Pese al pésimo servicio igual embolsan millonarios subsidios, el doble de lo que le costaba cuando eran del
Estado…Y entonces los grandes medios de comunicación
aseguraban que eran deficitarios, la mejor excusa para privatizar y desarticular la red ferroviaria que conectaba todo el país. Menem
levantó miles de kilómetros de vías férreas. “Ramal que para,
ramal que cierra”. Y dejó en la calle a más de 80.000 trabajadores. En Azul Carlos Gardel siempre te recibe con su sonrisa
inmortal, en la placita al costado de la estación estilo inglés. Un
buzón bien pintado de colorado completa el cuadro tanguero, homenaje erigido con el aporte de los gardelianos locales.
Salgo caminando y ya pienso en unos mates calentitos,
como el que me convidó el muchacho tucumano de boina apenas llegué a baires, donde están los presidentes. Hago un bollito con
el boleto y lo tiro en un cesto a lo Manu Ginóbili. Fin de viaje.
“Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los
trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan
héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las
lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad
privada, cuyos dueños son los de todas las otras cosas”. Reportaje
de Ricardo Piglia a Rodolfo Walsh. Marzo 1970.
Regreso a la ciudad con nombre de color
Las calles de Azul son las mismas, más gastadas que quince
años atrás. Pero no todo es igual. El general Juan Domingo Perón
desplazó a Humberto Primero en la amplia avenida. Casas viejas, casas nuevas, el arroyo un poco más contaminado. Los palacetes
más abandonados que antes, aún con un esplendor altanero y
marchito, todo un símbolo de la oligarquía vernácula que se resiste a desaparecer así nomás.
Los amigos, todo un tema. Más viejos, más pelados, con los
sueños un poco más cansados y algunos quebrados hasta el nihilismo. Azul, qué bello nombre para un pueblo tan cansado.
Los chicos siguen como antes, barderos, tomando a más no poder
y esperando el viernes para treparse al tren que por 15 pesos los meterá de a poco en Buenos Aires.
Azul, el de los poetas malditos, el de los titiriteros rotos por las persecuciones políticas, el de los socialistas perdidos entre sus
discusiones chiquitas y aislados por el hermetismo de una ciudad
que no los banca. Y también el Azul de los músicos. Y la discusión sobre los que se fueron y los que se quedaron. Y el Azul
de los erpios que arremetieron contra el cuartel, y de los que
soñaron con la patria socialista, que se restañan a duras penas sus heridas nunca cerradas.
Son los que sobrevivieron a la cárcel y las torturas y que
escaparon milagrosamente a los vuelos de la muerte y los asesinatos en “intento de fuga”. De los que construyen con sus
familias y alrededores un mundo más amable y solidario, con un
gobierno que sea compañero. Camino por la costanera Cacique Catriel y atrapo recuerdos
al vuelo. “Que los impuestos los paguen los ricos”, reza la pintada
del M.A.S (Movimiento al Socialismo), que emborronado apenas se lee en letras coloradas.
Me meto en un bar. No conozco a nadie. Un par de mozos
punks atienden a la clientela. Al fondo distingo a un viejo amigo.
Quince años sin vernos las caras. Estamos iguales, decimos a coro. El tipo estuvo con los Deep Purple y le hizo la primera
entrevista en Argentina. Casi que justificó su vida. Después, lo de
siempre. Los mismos partidos manejando la intendencia, las mismas peleas cotidianas por miserias y migajas y meta desgastar
a la pobre palabra dignidad, ya hecha un asco en la boca de esa gente que compra conciencias y votos con dos mangos o chapas y
colchones.
Tan aburrido estaba en estos días que fui al acto de la Alianza en Chacarita, donde de chico gasté el parquet jugando al
básquet. De la Rúa y Chacho se borraron para Baires y Graciela y
Posse tomaron la palabra. Pero el Frepaso no figuró ni a los premios.
El Frente Grande se resiste a la domesticación de los boinas
blancas, pero abandonado a su suerte por los popes de la Alianza. La gente agita banderitas y desde las pantallas gigantes a los
costados del palco el Chupete reparte besos y abrazos en un clip
mientras el medio millar de asistentes gastan la garganta entonando el himno nacional cantado por Lerner. Algo es algo.
La prensa local está aguardando el momento en que pueda
hablar con Graciela, que no quiere hablar. La Vieja está cansada. Se sienta en las escalinatas del palco, aburrida, mientras espera
que terminen su chamuyo el candidato local y Melchor Posse.
Hoy recorrió cinco pueblos en un día. Tiempos electorales frenéticos que devoran carreteras en colectivos -auspiciados por
Andreani, el cartero “bueno”- y en helicóptero –una ganga el
alquiler del helicóptero- por la fórmula que lleva las de ganar en las encuestas.
Los muchos asesores, asistentes y chupamedias están en las
sombras con caras de aburridos, al lado de otra sombra, el ex gobernador Armendáriz. Entre las caras distingo algún que otro
vecino y alguna amiga de años atrás, ahora militante del Frente
Grande que llevó hasta a su madre al acto. Los tiempos han cambiado. No está esa juventud radical que
arengaba y salía a pintar gratis por Alfonsín, cuya sola mención
levanta las mayores ovaciones en una noche fría de lluvia. No hay
emoción y tampoco mucho que prometer.
Igual los candidatos firman un acta de compromiso, tan abstracto, que los exime de mayores obligaciones. Un par de
“indios bomberos del PJ” cuentan la gente, escudriñan las caras y
sacan cuentas: llevan las de ganar por amplio margen. En la noche azuleña ya no hay el bardo de antes. “Poca
plata”, dice un remisero, de los que ahora superabundan. Tampoco están las putas de antes. El toque de queda del
gobernador Eduardo Duhalde me sorprende en mitad de una
cerveza. Las cuatro de la mañana y los bolicheros echan a los últimos parroquianos.
Doy una vuelta por la plaza San Martín. La iglesia sigue
apuntando con sus torres al cielo y el reloj, detenido, con sus agujas pétreas. Hace frío. El invierno atrapa a la ciudad que ahora
se extiende en barrios ordenados y en chalets para las afueras
como saliendo para Olavarría. Los colegios privados han florecido pero la primavera no duró mucho. No hay con qué
sostener la matrícula.
Camino por el barrio con jardines llenos de malvones y no me olvides. “Hay que cuidar el entorno, la lucha está en la
familia, en el cuidado de los hijos y ahí hay que poner el acento”,
me dice un viejo militante que dejó sus pedazos en las cárceles de la dictadura. “Trinchera que no ocupa uno la ocupa el enemigo”,
le digo. Y él me contesta que hay muchas trincheras y que la
lucha está en todos lados. El tipo no olvida, no tiene rencor, pero no olvida. Memoria. Memoria activa para un Azul que reverdece,
a veces, en verano.
Crónicas locales. Azul, agosto de 1999.
No quiero tomar más pastillas
-No quiero tomar más pastillas. ¿Si hacemos la prueba y las dejo de tomar por un tiempo? Y vemos qué pasa-.
-Está bien, pero vos te hacés cargo. Eso significa también
evitar los excesos de alcohol y cualquier sustancia química. Vos sabés a que me refiero.
-Bien. -¿Y qué pasa con la merca?
-Estamos hablando con los punteros, les prohibimos que le
vendan a los menores. Y les avisamos que sí o sí tendrán que tener otro medio de vida, porque los kioscos tienen los días
contados. También les adelantamos que habrá ayuda para
conseguir un trabajo, una ocupación y asistencia de todo tipo, que no pasarán privaciones. Pero en realidad esto es una
paparruchada, no alcanza y no toca el problema de fondo, que
tiene que ver con muchas cosas. Pero es complejo, bah, todo es complejo, según como lo mires, lo cierto es que muchos no
ganarán ni la cuarta parte de lo que ganaban cachivacheando con
la porquería, pero se comprometieron a cumplir lo que les exigimos, es decir, propusimos. Con esto no es que se acabó el
problema, vos lo sabés, porque por decreto no se dejará de
consumir o vender nada, pero, por algo se empieza. No me digas nada. Ya se que por más decreto, apriete o prohibición que haya,
la merca, igual que una ideología o una idea, el que quiera o
pueda la va a procurar igual, el deseo no se puede prohibir. El tema es informar y explicar con educación popular. Si hay alguien
que no controla lo que consume, sea lo que sea, el estado lo tiene
que ayudar. Y gratis. Mirá, qué te parece que la merca la administre el Estado, con receta y todo. O sea, vos encontrás un
médico que te la recete y adelante, te vas a buscar tus gramitos
bien puros a la farmacia, que los mande el Ministerio de Salud de la República de Bolivia. Pero claro, tenés que argumentarle al
médico, melonearlo que la usás para…para qué carajo se usa la
merca? –Para escribir una novela, por ejemplo, mirá si el tipo es escritor. Fogwill escribió “Los Pichiciegos” rallando una tiza de
doce gramos. Y le salió bárbaro y no jodió a nadie, ni a la Salud
Pública, ni tres carajos. El tipo solito, frente a la Olivetti, meta
teclear y teclear y al final, no una paja, sino una señora novela, un
novelón. O puede ir el presidente a buscar la receta, por ejemplo,
o la ministra de Defensa o el jefe del Ejército, o el presidente de la Sociedad Rural o la señora de Noble, que la cosa amarga esa le
ayuda a dejar de pensar que le ocultó su identidad verdadera a los
dos hijos adoptados que son hijos de compañeros desaparecidos y no los puede mirar a la cara sin que se le parta el corazón, por que
no?, si vamos al caso. Si un escritor puede escribir una novela de puta madre tomando merca, porqué un presidente no puede hacer
una transformación y de vez en cuando tomarse unos pases?, a
ver, dame una razón para que el tipo no tome. Quién le puede decir algo al presidente si nacionaliza el petróleo, los recursos
naturales, todo, los medios de comunicación y la tele, la derecha
se queda sin diarios, estatizamos los teléfonos, todo nacionaliza y democratiza, quién le va a decir algo si se toma unos pases,
porque para hacer eso en un paisito como el nuestro…qué
cambiarían ese par de pases?, es para discutir. Yo no sé si me gustaría un presidente que tomara merca, no sé, me da como
miedo, como…fijate De la Rúa, no tomaba merca, pero ese tipo
estaba medicado mal y tal vez con pastillas del laboratorio Merck. -¿Ahora la culpa del 19 y 20 de Diciembre de 2001 la tiene
Merck?-. No, no digo eso, solo que el tipo no tomaba merca y era
un desastre. Menem tomó merca y el tipo se transformó, pero en realidad ya estaba transformado, el plan económico liberal de
Domingo Cavallo no era de merca, la merca no tiene nada que
ver. El plan económico fue pautado para los intereses foráneos, yanquis y de la patronal argentina, ahí estaban todos caretas, andá
a saber, tal vez más o menos. Pero el caso es que una novela
buena se puede escribir de merca, gobernar un país…esa es otra discusión, habría que ver si hay casos. Porqué no escribís un
libro: “Merca y Poder en Argentina”, sería un best-seller!!!!. El
tema pasa por la familia, la escuela, la vecina, el barrio, el club, el teatro, ahí en esos ámbitos hay que detectar a los chicos que
toman y ver como con ellos, sin represión, se puede hacer que
tengan satisfacción y placer sin recurrir a sustancias o químicos. Detrás de una adicción hay un mundo complejo y con algunos
desarreglos, por así decirlo, con meterlo preso, es un crimen, el
Estado tiene que asistir, no lastimar ni violentar a la gente, no es
un tema policial el consumo, esto es una verdad de perogrullo,
pero hay muchos que todavía tienen el mensaje que demoniza las
sustancias y estigmatiza al consumidor, de lo que sea, pero si es merca, peor. Fijate, si algún enemigo político te quiere joder, te
escrachan en los diarios con que te encontraron un gramo en el
bolsillo y cagaste, se cagó tu carrera política, te moriste socialmente, cuando es una cuestión privada, lo dicen los fallos
judiciales por tenencia de drogas. Dicen en los fallos que el Estado no se puede meter en tu casa a ver qué te metés en el
cuerpo. Es una boludez, pero la gente se come esa, es la que le
tiran los medios con ideología yanqui, La Nación, Clarín, Infobae, Canal, CNN 9 y sigue la lista…Un tipo sano toma merca?, es una
buena pregunta?. Sí, también es una buena pregunta si es de gente
sana que sostengamos en su cargo un intendente que en los últimos ocho años no hizo nada, solo la plancha y no cumplió con
el programa de gobierno con el que ganó las elecciones. Me
parece que estamos hablando mucho de la merca, hay otros temas más importantes, sí, pero todo tiene que ver con todo, de cómo
resolvamos el tema de las sustancias dependerá lo que se haga en
otros planos. Esto pone en el tapete la inteligencia de una sociedad para lograr vivir armónicamente. No se puede hacer un
reparto de la riqueza si tenés un circuito ilegal de sustancias,
delincuencia, que genera corrupción y mercado negro y adulteraciones, y crímenes incluso. Si una sociedad no puede
manejar racionalmente las drogas y las sustancias, así como que
haya trabajo, salud, educación, verdadera justicia, está en aprietos, va a ser una sociedad dividida en ricos y pobres, lo que dará
trabajo a los sepultureros, a los marxistas, a los cristianos de
verdad y a los que quieren un mundo sin guerras, eso se logra solo con el socialismo a escala planetaria, como pensaban Trotsky y el
Che. Por eso soy peronista.
PUBLICADO WWW.LAVENTANARADIO.COM.AR
LUNES 12 DE ENERO DE 2009
LAS CORPORACIONES JUEGAN SUCIO
En Azul, Monsanto tiene de aliados a la
Justicia, la Sociedad Rural, los decanos de
Agronomía y el Intendente "Lilito" Omar
Duclós
El intendente de Azul
de la Coalición Cívica Omar Duclós no mueve un dedo para denunciar o
investigar las consecuencias del glifosato sobre la población. El jefe comunal bancó
a rajatabla el lock out de las patronales del campo contra las retenciones móviles.
Se lo vio como orador en los actos de la Sociedad Rural sobre las rutas cortadas,
junto al ingeniero Omar Losardo, ex decano de Agronomía de la UNICEN y ahora
vice rector de esa casa de estudios.
Por Fernando Wilhelm
Con el 40% de las 660.000 hectáreas sembradas con soja transgénica de Monsanto, la
contaminación con glifosato llega a campos, ríos, arroyos, centros urbanos y sobre
todo, a la gente. Se han hecho denuncias periodísticas desde los micrófonos de FM del
Pueblo de Azul http://www.fmdelpuebloazul.com.ar/ sobre las consecuencias del
round up, sin embargo, ningún juez o fiscal tomó el tema de oficio.
Es la misma actitud desaprensiva que toma la Sociedad Rural de Azul, que reúne a los
terratenientes que cortan rutas por el recorte de sus fabulosas ganancias sojeras, pero no
dicen ni mu sobre las consecuencias del glifosato, que es fumigado desde aviones en
campos muy cercanos a los centros poblados, caso Azul, ciudad de 50.000 habitantes.
Las consecuencias del glifosato en el centro de la provincia de Buenos Aires fueron
denunciadas en los programas "Historias Paralelas" y "La Ventana", que conducen el
médico Rafael De Luca y el periodista Fernando Wilhelm, respectivamente.
En lagunas de la zona, caso La Barrancosa o El Chifle, cada vez que fumigan con
glifosato y las avionetas tiran el veneno sobre las aguas, los pejerrey aparecen panza
arriba muertos por centenares. "Daños colaterales", como dicen los voceros del Imperio
del Norte, cuando masacran con bombas a la población civil de los países que invaden
impunemente en su lucha contra el "terrorismo".
Lo mismo sucede cuando los estancieros -la oligarquía- lavan los "mosquitos" en el
arroyo después de fumigar. Lavan los fumigadores en el Arroyo Azul, el mismo que
luego kilómetros abajo llena con sus aguas el Balneario Municipal Almirante Brown,
lugar de disfrute de miles de azuleños, hombres, mujeres y niños.
El diario El Tiempo, publica a diario el nivel de bacterias fecales de las aguas, realizado
por un laboratorio local, y asegura que las aguas "son aptas para la recreación". "Pero
no dicen nada de la presencia de los químicos del glifosato, eso no lo miden", aseguró
con bronca no disimulada el doctor Rafael De Luca, médico del Hospital Municipal Dr.
Angel Pintos.
Curiosamente (o no tan curiosamente), nunca jamás la dirección del hospital ni la
Asociación de Profesionales promovieron estudio alguno sobre la contaminación con
agroquímicos, pese a que se usa el glifosato hace más de una década.
Tampoco el Colegio Médico local ni ninguna otra asociación vinculada con la salud se
preocupó por el impacto en la salud de la población de los venenos de Monsanto.
"No sabemos el impacto real de los agroquímicos en la gente, pero hay gente que
trabaja en el campo que vino al consultorio con dolencias que pueden ser producidas
por contaminaciòn con agroquímicos", relató el profesional médico.
Incluso en la presentación del documental "Hambre de soja" en el Centro Cultural La
Criba de Azul, una mujer denunció que familiares suyos que como ella viven rodeados
de soja transgénica sufren graves problemas de salud, a los que atribuyó a los efectos
devastadores del glifosato y los agroquímicos.
En el Hospital Municipal de Azul no tienen datos. Obvio, no se encuentra lo que no se
busca. Aparecen enfermedades y dolencias en pacientes, pero no hay voluntad, por
ahora, de buscar las causas primeras de los cuadros que se presentan.
"No hay que demonizar la soja transgénica"
El Ing. Agr. Omar Losaro, ex deano de Agronomía y ahora
vicerector de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires -
UNICEN- (al centro de la foto).
Adivine lector de quién es la frase. No, se equivocó, no es de un directivo de Monsanto,
sólo de quien se muestra como un virtual socio: el Ingeniero Agrónomo Omar Losaro,
ex decano de la Facultad de Agronomía de la Universidad del Centro de la Provincia de
Buenos Aires, ahora flamante vice rector de la misma casa de altos estudios.
En una entrevista en "La Ventana", Losardo se despachó sin embagues sobre la soja
transgénica de Monsanto: "No hay que demonizar la soja, un poco de soja está bien",
afirmó sin sonrojarse. Y dijo desconocer que haya estudios sobre el envenenamiento
con glifosato. A Losardo "no le consta".
Losardo está en sintonía con lo que piensa la actual decana de Agronomía, Ing. Agr.
Liliana Monterroso, quien entrevistada en "La Ventana", también defendió el modelo
sojero colonial y asesino de Monsanto.
Incluso, tras la entrevista -donde no se sintió cómoda con las preguntas-, se quejó
amargamente que "no me dijeron que íbamos a hablar de la soja" (sic). Es evidente que
la facu de Agronomía tiene directivos que bancan a rajatabla el modelo monsantino.
Glifosato: agua bendita
Al directivo de la Sociedad Rural de Azul, Rodolfo Prémoli, por poco le faltó decir que
el glifosato es "agua bendita". "No tengo información que el glifosato contamine",
afirmó en una entrevista en "La Ventana. La actitud de la dirigencia patronal ruralista
es, por lo menos, temeraria. Y demuestra una desaprensión y desprecio por la vida
propia y ajena que da pavor. Al tipo le están diciendo que hay información de casos de
envenenamiento, en Argentina y el mundo, y los dirigentes que defienden "la mesa de
los argentinos", se muestran blindados.
Claro, total, los que viven en el campo con soja y sufren el glifosato son sus "peones"
(trabajadores rurales) y no ellos, que viven en la ciudad. Pero eso es lo que ellos
quieren creer. Como se dijo, la fumigación también llega a los pueblos como Azul,
donde se planta soja a menos de cuarenta cuadras del microcentro.
El intendente de Azul, Omar Duclós, radical de la Coalición Cívica, no está preocupado
ni un poquito por la contaminación con glifosato. Todo lo contrario, fue casi el primero
en subirse a la tribuna de la Sociedad Rural sobre las rutas cortadas en el conflicto por
las retenciones escalonadas a la exportación de oleaginosas y soja.
La subsecretaria de Salud del municipio, Adriana Scalcini, tampoco mostró hasta ahora
el menor interés por la contaminación con glifosato en el campo y la ciudad. Al menos,
nunca informó nada al respecto. Esperamos un cambio de actitud
JUEVES 22 DE ENERO DE 2009
El comisario del mundo es "derecho y humano"
Obama anunció que se cerrará el campo de
concentración de Guantánamo, pero dentro
de un año
En la nota anterior -ver más abajito, ahí nomás- dijimos que Obama era un gran
mentiroso. Y lo sostenemos. El anunciado cierre del campo de concentración de
Guantánamo que hizo el nuevo presidente de Estados Unidos, anunciado con bombos y
platillos, es sólo fuegos de artificio. Recién dentro de un año se haría efectiva la
medida, novedad que fue tomada con cautela y con pinzas hasta por los analistas más
progresistas y ex presos políticos del Imperio del Norte.
"Entre hoy y mañana, Obama firmará el decreto que pondría en marcha el cierre
definitivo de Guantánamo en no más de un año. La orden incluiría un período de
120 días de revisión de las causas, la liberación de algunos detenidos y el sometimiento
a juicios ordinarios de otros. “Es bárbaro, ¿no? No hay dudas de que esto frena las
prácticas de Guantánamo”, dijo Clive Stafford Smith, un abogado que representa a
muchos de los detenidos.
Como el caso de Moazzam Beg, un ex detenido británico, que afirmó que aún “no hay
una definición clara sobre el fin del centro de detención, y sobre el reconocimiento de
todo el proceso como ilegal”. En Estados Unidos, el director de Human Rights First,
Gabor Rona, dijo que era un “gran primer paso, pero sólo un primer paso”. Esto
escribió el diario argentino Página 12.
Vamos por partes. ¿Quién revisará los "procesos"?. ¿Los jueces yankis?. ¿Los mismos
que bancaron el campo de concentración, tortura y exterminio?.
"Guantánamo llegó a tener una población de 500 detenidos, de los cuales sólo quedan
245, todos sin juicio ni acusación ante la justicia civil. Considerado como un centro de
detención ajeno al sistema judicial, la excepcionalidad de su status habilitó el uso de
torturas y violaciones a los derechos humanos contra los detenidos". Esto también lo
consigna P/12.
"Qué son 245 terroristas presos, una nada, al lado de los miles de iraquíes que se
pusieron delante de las ametralladoras de nuestros valientes soldados, iraquíes
sospechosamente terroristas que resultaron ultimados porque se cruzaron delante de las
ráfagas de nuestros soldados, nuestros tanques y misiles", dijo Obama.
"Ahora qué me vienen a apurar con cerrar Guantánamo, hay que tener en cuenta que si
cerramos de un día para otro la cárcel, nuestros torturadores podrían sufrir una crisis de
abstinencia de sangre, y eso es muy jodido y no lo podemos permitir, porque el sistema
de salud no da para más. Que los presos aguanten un poco más, fijate que doce meses
se pasan volando en un submarino seco", se defendió Obama, quien aseguró que "su
mano izquierda está contra la tortura".
Para ganarse al público latino, Obama dijo que "lo dice el tango Los Mareados (sic), en
la voz del Morocho del Abasto, Carlos Gardel, que quince años no es nada, febril la
mirada, qué me vienen a hablar de amor".
Pero Obama fue más allá. "No hay que dejar de observar que los detenidos son
insurgentes, tipos jodidos, muy jodidos realmente, que se resistieron aún con su sola
presencia a ser sometidos por nuestros héroes en la lucha contra el terrorismo, que
anida como célula dormida en cada uno de los habitantes de los países que sabemos que
adoran a Bin Laden y a Ozzy Ousbourne. Si están en Guantánamo, algo habrán hecho.
Qué hacían sus padres cuando sus hijos andaban por ahí, se preocuparon", se preguntó
el presidente.
"Ves, así quiero que sea Argentina, una verdadera democracia como Estados Unidos",
comentó Luisa Chapín, una maestra jubilada mirando la asunción de Obama por CNN,
que repitieron como calcada -sobre todo en los comentarios- muchos canales
argentinos. Claro, lo que la señora ignora es que en la anterior elección, Al Gore ganó
por afano y que la justicia en un fallo insólito dio ganador a Bush, sin permitir el
recuento de votos.
Estados Unidos es peor que Argentina: acá tenemos el voto directo de los ciudadanos
para elegir presidente o presidenta. Allá, en la "Gran Democracia del Norte", es el
"colegio electoral" el que decide, de modo que se tuerce a gusto y piaccere de los
dueños del capital lo que manda el "soberano".
Para destacar es que mientras Obama en su discurso de asunción en Washington les
prometía a los estadounidenses una "nueva etapa de liderazgo" y "cambios" (poquitos)
para EE.UU, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner pisando suelo de CUBA y al
lado de Raúl Castro pedía y reclamaba por el fin del bloqueo criminal de EE.UU a la
Isla Socialista. Es retórica, se dirá, pero me gusta, no está nada mal, es más, está muy
bien.
Ahora, a ningún periodista o diario se le ocurre cuestionar, aunque sea tímidamente,
qué hace Estados Unidos teniendo, poseyendo, invadiendo una parte de la Isla de Cuba,
ahí, justo donde está Guantánamo. Desde ese territorio ocupado, se perpetraron decenas
de asesinatos de cubanos y fue un virtual portaaviones para todo tipo de atentados
contra Cuba, los cubanos y su gobierno, elegido democráticamente. Hay preguntas
molestas, pero, sin dudas, necesarias.
Fernando Wilhelm
"La Ventana"
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MIÉRCOLES 21 DE ENERO DE 2009
El socialista Miguel Oyhanarte, decano del periodismo es candidato de Brizuela
El socialista Juan Miguel Oyhanarte, decano del periodismo azuleño, dio su
consentimiento para integrar la lista de concejales que acompaña la candidatura a intendente de “El Cordobés” Carlos Brizuela.
Nacido y criado en una familia de trabajadores, ya de pibe y pantalones cortos Miguel
conoció la necesidad de compartir la puesta de la mesa diaria y salió a ganarse el pan con el sudor de su frente. Y más temprano que tarde se hizo, él solo, de autodidacta nomás y buen
lector, un periodista agudo, de pluma versátil como el vuelo del colibrí y firme como una piedra.
Desde su atalaya en el diario El Tiempo, con la Olivetti, el grabador y un archivo como toda arma, se transformó rápidamente en un acérrimo defensor de los obreros, sus
organizaciones gremiales y políticas y de los ninguneados de la sociedad. Siempre con el ojo
atento y los oídos dispuestos a escuchar a todos, para luego destilar lo masticado con su prosa
fluída en mil y una baldosas flojas diarias, que algún día alguien compilará en un libro. De joven militó en el Partido Socialista, del que llegó a ser su máximo dirigente antes
de los treinta años. Los memoriosos recuerdan una anécdota que lo retrata. “Una vez ejerciendo
ese cargo, por una falta partidaria irrefutable, no le tembló el pulso para aplicar una sanción a su propio padre, la que él mismo en persona le anotició. Su padre estuvo de acuerdo”.
Miguel, el amigo de los pobres, los bohemios, los locos, los desamparados, defensor de
los presos políticos cualquiera fuese su partido, sigue batallando, pese a los achaques de los años, que nunca vienen solos.
“Aceptó porque él fue quien me empujó a esta candidatura, con su apoyo en la lucha por
LuzAzul y contra la conducción de la CEAL”, apuntó Brizuela. El viejo socialista irá como
candidato a concejal suplente, un puesto testimonial, pero cargado de simbolismo.
Se trata de nada menos que el periodista declarado Ciudadano Ilustre por el Concejo
Deliberante. Miguel, el que hizo de la libertad de expresión un credo y que a fuerza de cojones
fue un faro de dignidad en los años de plomo. Ahora se juega su prestigio impulsando un candidato vinculado al cooperativismo que acuerda con el Programa de Transición de Trotsky
del Movimiento Socialista de los Trabajadores.
De radical yrigoyenista a pequeño empresario aliado al movimiento obrero, un gran salto sin vuelta atrás para “El Cordobés”, cuyo sector se propone “realizar la mejor elección del
socialismo de la historia, superando incluso los votos del doctor Arazi en 1973”.
Sin dudas que la incorporación de Oyhanarte es un golpe de efecto que se hará sentir en
el sensible panorama electoral. “Es una señal contundente para la sociedad que estamos creciendo, que ganamos consenso día a día y que podemos ser una alternativa de gobierno
viable”, se entusiasmó un vocero del imprentero.
Las banderas rojas prometen ondear en la intendencia. Más allá del resultado, en pocos meses el MST parece haber avanzado, en propaganda y agitación, más que en muchos años
donde hizo “el aguante” Miguel “Chule” Mugueta.
Ahora habrá que ver lo que dicen las urnas en octubre, cuando los partidos se sometan al veredicto de la población. Frente al pobre panorama de un devaluado Concejo Deliberante, la
presencia de un concejal socialista le daría otro color a un recinto donde sólo resuenan palabras
gastadas y escasean los proyectos que traten temas de fondo que hacen al manejo de la
cosa pública, esos proyectos brillan por su ausencia. Un socialista podría ser el
encargado de abrir un debate que merezca ser visto por televisión. Lo divertido de la
situación, es que pareciera factible que el MST obtenga una banca. Tal posibilidad pone
los pelos de punta a más de uno, acostumbrados al acuerdismo descafeinado del
multibloque neoliberal UCR-PJ-FpV-VXA. Para Brizuela, como dice la publicidad, lo
mejor está por venir. Y no es poco, para un partido acostumbrado al 3 por ciento.
Publicado www.infoazuldiario.com.ar 20-8-07
Aclaración: por pedido de la familia “para no arriesgar su frágil salud”, Miguel desistió
de la candidatura. Juan Miguel Oyhanarte falleció el 7 de junio de 2009.
Rivadavia, del Billiken al mercenario Rauch
(Agencia Rodolfo Walsh). La comisión de Homenajes del Concejo Deliberante se
apresta a tratar el proyecto de Ordenanza que propone que la calle que recuerda a Rauch
pase a llamarse Arbolito, el vindicador de tantos ranqueles cruelmente muertos por el
coronel prusiano.
Federico Rauch no llegó solo a estas pampas, allá por 1826. El mercenario
prusiano fue contratado para matar indios ranqueles por el entonces presidente
Bernardino Rivadavia, ese hombre catapultado a la galería de próceres de los
argentinos.
Rivadavia, una vez corrido el velo que durante décadas pusieron historiadores
como Ibáñez y Astolfi, o revistas como Billiken, sabemos que fue el inventor de la
llamada Deuda Externa argentina. Así lo develan los libros publicados por el periodista
Jorge Lanata y el historiador Felipe Pigna en base a documentos del Archivo General de
la Nación.
Rivadavia era un liberal más ortodoxo que Adam Smith (el inventor del
liberalismo económico) y un corrupto y mal administrador. Algo así como el Menem de
los ´90. Y varias arterias de todo el país lo recuerdan. En el Colegio Normal de Azul
hasta hay un busto suyo, donde se lo ve con gesto adusto y rulos en la cabeza.
Pero el “rulo” más largo que tuvo Rivadavia fue contratar con Inglaterra el
crédito a la Baring Brothers. De garantía ofreció todas las tierras públicas de lo que es
hoy la provincia de Buenos Aires, esas que libraba de los “salvajes” y “ladinos” indios
de la mano –o el sable y las balas- del coronel Rauch.
El crédito solicitado a la banca Baring ascendía a un millón de libras, pero
descontadas las comisiones, sólo llegaron al puerto de Buenos Aires 570.000 libras. El
dinero que estaba inicialmente destinado a obras públicas, finalmente se gastó en
cualquier otra cosa. Ni un centavo fue a parar a construcción de caminos, cloacas o
puentes. Según Felipe Pigna, cuando se lo terminó de pagar en 1904, se habían ido de
las arcas nacionales 22.734.766 pesos fuertes.
La frutilla del postre rivadaviano, es la relación que mantuvo con el general Don
José de San Martín, el Padre de la Patria. Rivadavia lo odiaba y lo tuvo como enemigo
personal, postura que hizo pública. Rivadavia escribía: “Es mi deber decir a ustedes,
para su gobierno, que es un gran bien para este país que dicho general esté lejos de él”.
Como contracara, el libertador de Chile y Perú escribió: “me consta que en todo
el tiempo de la administración de Rivadavia mi correspondencia ha sufrido una revista
inquisitorial, la más completa. Yo he mirado esta conducta con el desprecio que se
merecen sus autores. Rivadavia me ha hecho una guerra de zapa sin otro objeto que
minar mi opinión (…) yo he despreciado tanto sus groseras imposturas como su innoble
persona”.
En la ciudad de Azul, Rivadavia tiene una escuela con su nombre y también su
calle: corre de sur a norte, paralela a la céntrica Colón y a su continuación la avenida
Pellegrini, en la zona del balneario Municipal. Así vemos en la relación Rivadavia y
Rauch (pichón de Videla), como una vez más que poder económico y militar se dan la
mano para salpicar de sangre el país y aniquilar a los rebeldes y poner cepo a las
grandes mayorías argentinas.
Fernando Wilhelm
Publicado Agencia Walsh www.infoazuldiario.com.ar y el diario de Mar de Ajó
MIÉRCOLES 21 DE ENERO DE 2009
OJO CON LOS ZURDOS PRESI DE EE.UU
Loz Zurdos de la Zona Zur de Azul no
ponemoz la zurda en el fuego por Obama, por
máz que zea zurdo, o zea, que use la isquierda
para poner la chueca
"Acostúmbrense, soy zurdo", dijo Obama, el nuevo presidente de EE.UU que
asumió en lugar de Bush, al firmar el primer decreto en el Salón Oval de la Casa
Blanca, que supo ser más divertido en tiempos de Bill Clinton.
El mote de "zurdo" del que se jactó Obama, sacó de las casillas a muchos zurdos,
o sea, que escriben con la mano izquierda. Más precisamente, a los de la zona sura
de Azul, como al autor de esta nota, que también escribe con la zurda.
Obama será zurdo, pero también un gran mentiroso, porque no sentó el culo en la silla
de presidente y ya anunció que no cumplirá algunas promesas de campaña (es sabido
que no hay mentiroso más grande que político burgués de campaña electoral). La cárcel
de Guantánamo no la va a cerrar, por ahora. Pero suspendió los juicios por 120 días.
¿Qué juicios?. Que se sepa, a la redacción de LA Ventana no llegó noticia de juicio
alguno o sentencia a esa gente detenida, torturada, re torturada y vuelta a torturar, de los
que no se sabe el nombre siquiera.
¿Barack está de joda?. ¿Cree que somos boludos, que comemos vidrio?. De las torturas,
el morocho no dijo mucho. Pero sí dijo mucho sobre la masacre genocida de Israel a
Palestina, deslizó que a él, o sea, al presi yanqui no le consta. "Israel tiene derecho a
defenderse", dijo Obama, el "progresista", preguntado por los cientos de víctimas
civiles y de milicianos palestinos que morían bajo la metralla israelí en ese momento.
Es claro, Obama es un reverendo hijo de puta. Mientras decía esa frase cínica, Obama
se hacía el simpático comiendo un pancho en una panchería de barrio con personas
norteamericanas que creen, de veras, que EE.UU no es un imperio que somete y
desangra países y gente, sino que lucha por la libertad de los pueblos en todo el orbe,
contra el terrorismo.
Claro, si la tele y los diarios, hasta Los Simpson -que me encantan, me sé los capítulos
de memoria- bancan al imperio. Sino, buscá -a ver si lo encontrás, yo no lo encontré-
algún capítulo, algún momento donde pongan en tela de juicio el rol de amos del
mundo que se autoimpone EE.UU. Ví uno donde Bart sostiene un soldado de plástico -
onda Barbi- y lo presenta como uno que fue a Irak, sin otro comentario. Ni una línea al
respecto. O sea, el muñeco es un ídolo de alguna manera para los niños
estadounidenses, incluso Bart. Esta es una lectura: el que hace a los Simpson nos está
mandando entre líneas que está bien la conquista a sangre y fuego de Irak, que está bien
someter pueblos, que está bien volarles la cabeza a mujeres, chicos y ancianos, porque
seguro que son terroristas.
Obama es zurdo, pero porque escribe con la zurda. Es parte de ese diez por ciento que
es zurdo, algunos, los de Springfield, algunos le compran cosas para zurdos a Flanders,
que tiene una tienda para zurdos.
"Zurdo era mi abuelo". Así inicia una muy buena novela un escritor argentino de cuyo
apellido no me acuerdo y no quiero bolacear, porque este es un sitio de detalles. Y mi
abuela Hette también era zurda, pero escribía con la derecha, por obligación. En su
Alemania natal de fines de 1800, a los zurdos le ataban la mano detrás de la espalda y
los obligaban a escribir con la derecha, que ya se sabe que le dicen la "diestra", porque
la siniestra es la izquierda, la zurda. Pero resulta que la diestra, o sea la derecha,
siempre es asesina. Siempre. O sea, el capitalismo es una máquina de picar carne de
gente, sueños y esperanzas, claro, menos de los burgueses, que en general les va mejor
siempre, con dictaduras o democracias restringidas, si es con dictaduras militares,
mejor aún, así el país que sea queda libre de zurdos, zurdas y zurditos, como piensa el
"doctor" Mariano Grondona.
Zurdos inteligentes y brillantes hay para hacer dulce en toda la historia y en todas las
áreas, por ejemplo Einstein, ponele, o Jimmy Hendrix, por decir alguno al boleo. Pero
hablamos de Obama. ¿Qué podemos esperar de este pobre zurdo que desfila por las
calles de su pueblo en un tanque blindado que parece una limousine y es a prueba de
misiles?. ¿Qué podemos esperar de este zurdo que el primer decreto que firma es....No,
no puso fin al bloqueo a Cuba. Tampoco condenó al gobierno genocida de Israel. Ni
menos firmó por el fin de la soja transgénica de Monsanto que mata en especial a
ARGENTINOS/AS y hace mierda la tierra del Tercer Mundo. (Gracias Felipe Solá y
Alfredo De Angelis por dejar entrar en América Latina a Monsanto, dos patriotas,
aplausos por favor). El decreto que firmó Obama declara el dia de su investidura como
el de "Día Nacional de Renovación y Conciliación". Nunca escuché pelotudez más
grande. O sea, el morocho está para cualquiera.
Los diarios pro patronales y los periodistas que se ganan el salario chupándoles el culo
alaban a Obama porque no levanta la voz ni grita cuando habla, que es muy, pero muy
inteligente. Clarooo, inteligente para defender al Imperio. Ya lo dijo, lo escuchaste por
la tele: "Vamos a volver a liderar (el mundo)". Claro, habrá algunos cambios
cosméticos: total, que se casen los gays o liberen el aborto, para EE.UU, para sus
intereses, de los que mandan no es nada.
Conclusión: este zurdo que escribe estas líneas no se hace ni cargo de ese otro zurdo,
triste payaso zurdo que firmará con la zurda cualquier decreto para someternos si
puede, un poco más, a los pueblos y los trabajadores de todo el mundo. Y le pongo la
firma, con la zurda.
Fernando Wilhelm Publicado por La Ventana en
MIÉRCOLES 21 DE ENERO DE 2009
OJO CON LOS ZURDOS PRESI DE EE.UU
Loz Zurdos de la Zona Zur de Azul no
ponemoz la zurda en el fuego por Obama, por
máz que zea zurdo, o zea, que use la isquierda
para poner la chueca
"Acostúmbrense, soy zurdo", dijo Obama, el nuevo presidente de EE.UU que
asumió en lugar de Bush, al firmar el primer decreto en el Salón Oval de la Casa
Blanca, que supo ser más divertido en tiempos de Bill Clinton.
El mote de "zurdo" del que se jactó Obama, sacó de las casillas a muchos zurdos,
o sea, que escriben con la mano izquierda. Más precisamente, a los de la zona sura
de Azul, como al autor de esta nota, que también escribe con la zurda.
Obama será zurdo, pero también un gran mentiroso, porque no sentó el culo en la silla
de presidente y ya anunció que no cumplirá algunas promesas de campaña (es sabido
que no hay mentiroso más grande que político burgués de campaña electoral). La cárcel
de Guantánamo no la va a cerrar, por ahora. Pero suspendió los juicios por 120 días.
¿Qué juicios?. Que se sepa, a la redacción de LA Ventana no llegó noticia de juicio
alguno o sentencia a esa gente detenida, torturada, re torturada y vuelta a torturar, de los
que no se sabe el nombre siquiera.
¿Barack está de joda?. ¿Cree que somos boludos, que comemos vidrio?. De las torturas,
el morocho no dijo mucho. Pero sí dijo mucho sobre la masacre genocida de Israel a
Palestina, deslizó que a él, o sea, al presi yanqui no le consta. "Israel tiene derecho a
defenderse", dijo Obama, el "progresista", preguntado por los cientos de víctimas
civiles y de milicianos palestinos que morían bajo la metralla israelí en ese momento.
Es claro, Obama es un reverendo hijo de puta. Mientras decía esa frase cínica, Obama
se hacía el simpático comiendo un pancho en una panchería de barrio con personas
norteamericanas que creen, de veras, que EE.UU no es un imperio que somete y
desangra países y gente, sino que lucha por la libertad de los pueblos en todo el orbe,
contra el terrorismo.
Claro, si la tele y los diarios, hasta Los Simpson -que me encantan, me sé los capítulos
de memoria- bancan al imperio. Sino, buscá -a ver si lo encontrás, yo no lo encontré-
algún capítulo, algún momento donde pongan en tela de juicio el rol de amos del
mundo que se autoimpone EE.UU. Ví uno donde Bart sostiene un soldado de plástico -
onda Barbi- y lo presenta como uno que fue a Irak, sin otro comentario. Ni una línea al
respecto. O sea, el muñeco es un ídolo de alguna manera para los niños
estadounidenses, incluso Bart. Esta es una lectura: el que hace a los Simpson nos está
mandando entre líneas que está bien la conquista a sangre y fuego de Irak, que está bien
someter pueblos, que está bien volarles la cabeza a mujeres, chicos y ancianos, porque
seguro que son terroristas.
Obama es zurdo, pero porque escribe con la zurda. Es parte de ese diez por ciento que
es zurdo, algunos, los de Springfield, algunos le compran cosas para zurdos a Flanders,
que tiene una tienda para zurdos.
"Zurdo era mi abuelo". Así inicia una muy buena novela un escritor argentino de cuyo
apellido no me acuerdo y no quiero bolacear, porque este es un sitio de detalles. Y mi
abuela Hette también era zurda, pero escribía con la derecha, por obligación. En su
Alemania natal de fines de 1800, a los zurdos le ataban la mano detrás de la espalda y
los obligaban a escribir con la derecha, que ya se sabe que le dicen la "diestra", porque
la siniestra es la izquierda, la zurda. Pero resulta que la diestra, o sea la derecha,
siempre es asesina. Siempre. O sea, el capitalismo es una máquina de picar carne de
gente, sueños y esperanzas, claro, menos de los burgueses, que en general les va mejor
siempre, con dictaduras o democracias restringidas, si es con dictaduras militares,
mejor aún, así el país que sea queda libre de zurdos, zurdas y zurditos, como piensa el
"doctor" Mariano Grondona.
Zurdos inteligentes y brillantes hay para hacer dulce en toda la historia y en todas las
áreas, por ejemplo Einstein, ponele, o Jimmy Hendrix, por decir alguno al boleo. Pero
hablamos de Obama. ¿Qué podemos esperar de este pobre zurdo que desfila por las
calles de su pueblo en un tanque blindado que parece una limousine y es a prueba de
misiles?. ¿Qué podemos esperar de este zurdo que el primer decreto que firma es....No,
no puso fin al bloqueo a Cuba. Tampoco condenó al gobierno genocida de Israel. Ni
menos firmó por el fin de la soja transgénica de Monsanto que mata en especial a
ARGENTINOS/AS y hace mierda la tierra del Tercer Mundo. (Gracias Felipe Solá y
Alfredo De Angelis por dejar entrar en América Latina a Monsanto, dos patriotas,
aplausos por favor). El decreto que firmó Obama declara el dia de su investidura como
el de "Día Nacional de Renovación y Conciliación". Nunca escuché pelotudez más
grande. O sea, el morocho está para cualquiera.
Los diarios pro patronales y los periodistas que se ganan el salario chupándoles el culo
alaban a Obama porque no levanta la voz ni grita cuando habla, que es muy, pero muy
inteligente. Clarooo, inteligente para defender al Imperio. Ya lo dijo, lo escuchaste por
la tele: "Vamos a volver a liderar (el mundo)". Claro, habrá algunos cambios
cosméticos: total, que se casen los gays o liberen el aborto, para EE.UU, para sus
intereses, de los que mandan no es nada.
Conclusión: este zurdo que escribe estas líneas no se hace ni cargo de ese otro zurdo,
triste payaso zurdo que firmará con la zurda cualquier decreto para someternos si
puede, un poco más, a los pueblos y los trabajadores de todo el mundo. Y le pongo la
firma, con la zurda.
Fernando Wilhelm Publicado por La Ventana en
Tac-tac-tac
Y las horas pasaban de prisa entre el humo y la risa. Te morías por
volver Con la frente marchita cantaba Gardel...El tipo estaba inquieto. Se le
notaba en el rictus del rostro. Las ganas de fumarse un porro. O de tomarse
una raya. Pero tú no tenías más amor que el del río de la Plata, cantaba por
atrás Sabina. Un bandoneón y la quietud provinciana de la ciudad. El río,
ahí nomás.
Ya es de noche y en alguna casa con jardín descuidado hay tres
amigos alrededor de un dúrax caliente.Y caras nerviosas. No van a salir a
ningún lado. We Hope reza el cuadro de mar con faro incluído. Tac-tac-tac
martillea de filo la yilet en el plato. Y la mano traza paralelas para una
noche más de narices frías. De la puerta para afuera, el calor emigró hace
rato a otros lugares. Y la calle está vacía.
Otro tiro y otro tiro y otro tiro y la dureza aumenta a fuerza de no
hacer nada. Se escucha a Mano Chao por los parlantes. El del saquito se
pone duro y no deja de mirar la puerta. Sabe que no vendrá nadie, pero por
las dudas mira. Mira nervioso porque la noche quisiera que algo lo lleve
mágicamente a una playa blanquísima del Caribe. O lo deposite en Callao y
Corrientes. O en un lugar donde pase algo, pero de veras.
El reloj da otra vuelta y son las tres. Y ahí están, como al principio.
Pero más duros, más silenciosos y esperando que suene el teléfono que no
quiere sonar para que llegue el que trae más. Como dos horas de espera.
Uno por fin agarra una guitarra y ahora el trío se toma una raya a la salud
de Spinetta y entonan algo desafinados Durazno Sangrando.
Y cuando por la quinta cerveza y con el plato vacío, uno dijo: -Me
voy. Los otros dos se levantaron y después de hablar del Papa, de la
Revolución, de los robos del gobierno, del último de Sabina y de las novias
pesadas que escasean jugosas a la madruga cuando duele el alma. Y se van.
Solos. En medio del rocío que cubre las calles húmedas de la Viedma city.
Tan careta y tan puritana, como la reina que se esfuma del plato. Tan
previsible y tan pacata. Tan agarradita al empleo público y a la rutina de las
seis horas de trabajo por dos mangos por afiliado a la uceerre.
En los grises monoblocks de los barrios obreros a esa hora el
tetrabrick es rey y se vacía en miles de mesas al mismo tiempo. La
televisión, devastadora e implacable, evita que las guitarras suenen, que las
voces hablen, que las miradas se crucen y que los corazones se entrecrucen
de cuerpos. Hace frío en este pedazo del planeta.
Crónicas alucinadas de fin de siglo. Viedma, 1998. Fernando Wilhelm
Un sol muy gordo
El sol era un sol gordo. Muy gordo. Tanto que cada mañana los cometas lo tenían que
empujar para que entrara en el cielo. La verdad, era que el rey de los planetas se
quemaba en su propio fuego y su vida era un infierno.
Se daba baños de luna por las noches y ponía los rayos en remojo en una tina amarilla
de amianto, con sales hidratantes y otros yuyos.
Pero nada de eso lo aliviaba. Probó con médicos, con especialistas chinos, con
chamanes y curanderos de toda clase. Probó con aspirinas por toneladas y tisanas
malayas. Con opio de Indochina y con heroína marrón. Y de pico. Algo lo alivió, al fin,
mezclando todo junto. Pero era carísimo y el bajón, terrible. Para bancar esta singular
terapia empeñó varios rayos de oro finísimo. Cinco, cinco rayos malvendió a un cometa
retrucho que contrabandeaba en la Tierra toda clase de cosas.
Pero la verdad de las verdades es que el gordo dorado se moría de amor por una estrella.
Estaba loco, reloco por la chica, que le daba bola pero de lejos. Porque era una estrella
de hielo. Y se quemaba en cada abrazo.
Ni siquiera podía leer las cartas de su enamorado porque le llegaban todas chamuscadas.
Y las cartas de ella, alguien se las tenía que leer, porque en sus manos se hacían cenizas.
El sol se sentó a pensar. A pensar qué hacer. Miraba el horizonte y pensaba. No se le
pasaba ni una sola idea potable por la cabeza. Le dio vueltas y vueltas al asunto. Lo
miraba de arriba a abajo, de un costado a otro. Lo puso patas para arriba. Lo desnudó, lo
destripó y hasta le pispeó el alma, una cosita chiquitita y liviana. Pero ni así le encontró
la vuelta.
Se rindió y se largó a llorar como un chico. De repente se dio cuenta que estaba solo.
Super solo. Solo y solo. Que no podía amar porque su amor quemaba. Puteó su destino,
puteó y reputeó a las estrellas y al sistema planetario entero. Al fin se sentó, cansado y
triste.
Ya tenía una bocha de años, tantos que ni se acordaba. Su memoria era una sucesión sin
principio ni fin de infiernos desolados, ardiendo y ardiendo sin contemplación, desde el
principio de los tiempos. Y nada más. No recordaba nada más.
Qué raro -pensó- no recuerdo nada de nada. Ni feo ni malo, ni bueno ni gris ni verde.
Sólo este fuego.
La parecía que esa vida no era de él, que había sido un testigo casual de algo ajeno, un
asunto de poca monta, sin importancia para nadie. Y se le vino a la cabeza por qué
recién se había enamorado y no pudo recordar otros amores, ni haciendo esfuerzos y
recorriendo los rincones más remotos de su corazón.
En eso la estrellita lo saludó de lejos. Venía con una minifalda cortísima y una blusita
color piel de estrella. Los labios rojo carmesí daban ganas de comérselos a mordiscones
se dijo el grandote. Y el escote de la chica le encendía más los fuegos interiores.
-Y Gordi, qué vamos a hacer?, le preguntó sin más y con carita de querer unos mimos
urgente. Y el sol le contestó. -Lo único que me queda es bañarme en un mar y apagar
todo este fuego. Probar con eso- arriesgó. A ella le pareció bien y le propuso
acompañarlo adonde fuera necesario.
Un mar bien grande para apagar tanto fuego sólo había en un planeta cercano que se
llamaba Barobar y en el que vivían unos seres pequeñitos con bonetes rojos y miradas
limpias, que se la pasaban tocando rockanrol, meta copas y adorando a un dios bicolor
rarísimo.
El caso conmovió a los barobarenses, que enseguida hicieron una asamblea. Unos
plantearon que se hiciera primero un estudio de impacto ambiental y otros pusieron el
grito en el cielo y dijeron que era una locura.
Un viejo de barba larguísima pidió hablar y le dijo al sol: -Vos encendés
tus fuegos, quién sino, y vos tenés que apagarlos-. Dio media vuelta y se
fue. El sol se quedó mudo. Así se sentó a orillas de un río. Cruzó las
piernas y deseó con todas sus fuerzas brillar. Tanto deseó que en sus
células hubo una revolución. La mente y el corazón se abrieron y captaron
perfectamente lo que el Gordo quería. A tal punto que dejó de arder y en
vez de fuego surgió una luminosidad por todos sus poros. Todas sus células
despedían luz de colores. No más fuego. No más soledad. No más dolor. Los barobarenses volvieron felices a sus
cosas, la estrellita pudo amar a su gordo, el gordo a su estrellita y colorín colorado este
cuento ha terminado.
Nictálope
FIN