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Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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ÍNDICE.
Capítulo 1 9
Capítulo 2 22
Capítulo 3 43
Capítulo 4 56
Capítulo 5 63
Capítulo 6 79
Capítulo 7 88
Capítulo 8 104
Capítulo 9 126
Capítulo 10 162
Capítulo 11 179
Capítulo 12 205
Capítulo 13 225
Capítulo 14 242
Capítulo 15 272
Capítulo 16 314
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
3
Capítulo 17 348
Capítulo 18 423
Capítulo 19 447
Capítulo 20 470
Capítulo 21 484
Capítulo 22 507
Capítulo 23 528
Capítulo 24 545
Capítulo 25 564
Capítulo 26 583
Capítulo 27 622
Capítulo 28 647
Capítulo 29 664
Capítulo 30 682
Capítulo 31 704
Epílogo 745
Dedicatoria 785
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Prólogo: “No Todo lo que Se Planea Sale Bien”.
El repiquetear de los tambores sonaba una y otra vez
aquella mañana. El sol había decidido no salir a trabajar,
dejando a todo ser vivo en la penumbra aquel día. El cielo
estaba encapotado con las grises nubes, que no podían ser
sino un mal presagio. Aún así no estaba abochornado, de
hecho hacía un poco de frío a pesar de estar en la mitad del
Mar Caribe.
Las aguas turquesas bañaban las costas de una de las
muchísimas islas que tanto abundaban por aquel lugar. De
pronto, un grito desgarrador brotó desde las verdes entrañas
circundadas por la blancura de la arena.
Cadáveres y cadáveres se apilaban por doquier en el
interior de la isla. Esos pobres desgraciados eran los
tripulantes de un navío que había encallado horas antes en
la playa tras chocar contra unos arrecifes, de hecho a esas
horas seguía ahí muy quietecito en el último lugar en que
había estado.
Varios de aquellos muertos ni siquiera contaban con su
cuerpo terrenalmente, se lo habían arrebatado sus captores a
la hora del desayuno y jamás habían vuelto a ver la luz del
sol.
Los más afortunados echaban en falta tan sólo una mano o
una pierna, la cual a esas horas estaba a la espera de ser el
almuerzo de los asesinos.
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Pero… ¿quiénes eran aquellos terribles asesinos? Los
dueños de la isla, los aborígenes. Pero ellos no eran unos
indígenas cualquiera, eran caníbales declarados, el terror de
cualquier navegante que se embarcara en el mítico Caribe y
osara pasar en frente de esas costas de la isla que según
ellos les pertenecía por tradición y defendían con uñas y
dientes de cualquier invasor.
Otro gritó germino, desde los labios de un hombre, para
mayor exactitud. El dolor hacía mella en todo su cuerpo, y
eso que él no era un hombre muy afecto a doblegarse ante
la adversidad del sufrimiento ni mucho menos a demostrar
lo que sentía. Muchas veces se había llegado a decir en el
último tiempo que era invencible y, para colmo de los
males, indestructible, lo cual causaba que toda la sociedad
tuviese el desagrado de convivir con uno de los mayores
terrores del mar de aquella época.
Pero, por fin algo había conseguido hacer que entrase en
razón y descubriese que era tan humano como todos
nosotros, mis queridos lectores. Aquel fuerte y temido
hombre estaba atado a un palo con una multitud de lianas
sacadas desde el pequeño bosque que componía el interior
de la isla. La libertad lo estaba dejando de lado y, poco a
poco, comenzaba a entrar en franca agonía, la cual
solamente ingresa al cuerpo llevada de la mano por el
terror.
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Su verdugo, un aborigen nativo de la isla, no perdía el
tiempo y, de tanto en tanto, le dedicaba uno que otro golpe
con cualquier objeto contundente que encontraba y le
perforaba la piel con su lanza como le daba en gusto y
gana.
Mientras tanto, él podía ver todo lo que había ocurrido
aquella fatídica madrugada desde su verde prisión. Aunque
de tarde en tarde prefería cerrar los ojos para no mirar cómo
moría su tripulación, llevándose sus sueños junto con ella y
tirando todo aquello por lo que había luchado por la borda.
Su larga chaqueta conchovino camuflaba a la perfección la
sangre que emanaban sus heridas, algo completamente
difícil de lograr para la finísima camisa de hilo que llevaba.
Su atuendo lo completaba un pantalón del mismo color de
la chaqueta y unas elegantes botas de cuero negro.
Su mirada, a pesar de la situación en que se encontraba, no
perdía la astucia, la ira mal contenida y la arrogancia que
siempre le habían caracterizado. Eso, su extraña forma de
vestir y las múltiples armas que llevaba atadas al cinto le
delataban como un pirata. Y el hermoso sombrero negro de
ala ancha ribeteado con una pluma del mismo color hacía
ver a las claras que era un capitán.
Su verdugo decidió que por fin era la hora de acabar con su
interminable tortura y levantó el machete en dirección a su
víctima. Entonces el pirata decidió hacer algo que jamás
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pensó que haría en su vida: deshacerse de su arrogancia y
crueldad, para tomar un rol de completa sumisión.
-¡Ayúdame, bendito mar, ayúdame! ¡Ayúdame, bendito
mar, ayúdame!-gritó voz en cuello.
De pronto, las nubes se arremolinaron y juntaron más de lo
que ya estaban, cerrando el cielo en la negrura. Uno que
otro rayo surcó las alturas encapotadas. La tierra se sacudió
con fuerza bajo los pies de todo aquel que estuviese en la
isla. Y, a lo lejos, se escuchó el embravecido rugir del mar.
Los indígenas se miraron extrañados los unos a los otros y
observaron aterrorizados al extraño personaje que gritaba
como loco. Ya lo hubiesen matado y alejado la desgracia de
sí, pero no se atrevían a hacerlo por temor a que su muerte
les acarrease una terrible maldición.
De pronto, desde la floresta, apareció una extraña mujer.
Era alta y delgada, de tez mate surcada por múltiples
arrugas, su cabellera otrora negra flameaba nívea al viento
y tenía una profunda mirada avellana. Su avanzada edad no
restaba puntos a su belleza, la cual se había acentuado más
en su juventud, aún así parecía desgastada y muy cansada.
Una túnica blanca se abrochaba en su hombro izquierdo
con una exquisita pinza de oro. Las sandalias de cuero que
llevaba puestas tenían hermosas aplicaciones de pedrería. A
sus brazos y dedos no les faltaba ni el oro ni la plata. Pese a
su exótica vestimenta, emanaba de ella un gran respeto e
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inteligencia, quizá un poco de picardía se podía ver en su
sabio mirar.
-¿Por qué? ¿Crees merecerlo, acaso?-preguntó irónica. A
pesar de la edad que tenía, su voz no perdía su melodía.
-Pues claro, soy un súbdito tuyo-dijo el hombre tras unos
segundos de silencio, en los que todos se miraron perplejos
los unos a los otros, recuperando al fin la habilidad del
habla.
-¿Quién te crees tú, simple mortal, para llamarme?-
preguntó la mujer furiosa ante el cinismo del hombre que
tenía en frente, aumentando la nota sarcástica en su voz.
-Por favor, libérame de aquí, ayúdame-dijo el hombre, con
mayor seguridad en sí mismo, midiendo su mirada con la
de la anciana. Aún así, trataba de aparentar respeto por ella,
pues sabía que eso era algo elemental en caso de querer la
salvación por parte de ella.
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Capítulo 1: “Bienvenidos a mi Mundo”.
Corría el año 2008, específicamente el mes de mayo que ya
estaba por terminar. El verano en Holanda no tardaba en
llegar y con él, las consabidas y deseadas vacaciones.
Dentro de una de las muchas escuelas secundarias de la
capital del mencionado país europeo los alumnos no
paraban de bostezar tras una mañana completa de encierro
dentro de lo que ellos calificaban como el infierno en la
Tierra.
De pronto, el celestial y adorado timbre sonó, anunciando a
su vez el final de la jornada. Ya era mediodía del día
viernes, eso quería decir que los estudiantes no tendrían que
regresar por la tarde, sino que tendrían que aprestarse para
pasar el fin de semana y, tras él, vendrían las dos últimas
semanas de clases.
-No olviden traer su tarea el martes-dijo la profesora de
Historia con una maternal sonrisa, aunque a nadie le agradó
mucho aquella idea.
Liselot, sentada en su banco al final del salón, no puso
mayor atención al anuncio hecho por su maestra, aunque,
sin embargo, una parte de su cerebro lo captó en la lejanía.
Pero lo que importaba para ella en ese momento no era la
tarea, sino otra cosa que la había tenido pendiente casi toda
la mañana, causando una concentración inusitada en ella.
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Cogió su bolso morado y echó a correr a toda velocidad con
rumbo a la salida de la sala de clases, arroyando a algunos
de sus compañeros ante su huracanado paso.
-¡Liselot! ¡Liselot!-le llamó la profesora desde el pupitre,
sin conseguir llamar la atención de la mentada muchacha.
-¡Ey, Van der Decken!-le llamó uno de sus compañeros que
todavía no ponía sus cosas en orden para hacer abandono
del salón.
Ese grito, mucho más familiar que el anterior, la devolvió a
la realidad y la hizo detenerse justo antes de la puerta. Giró
en redondo de una manera un tanto robótica y caminó un
poquito avergonzada por su actuar infantil ante la mirada de
sus compañeros. Hasta que se plantó delante de la profesora
para hablar con ella.
-¿Sí, señorita?-preguntó tratando de no parecer irrespetuosa
tras haber ignorado olímpicamente a su profesora.
-Tienes el aprobado, Liselot Van der Decken-dijo la
profesora distraídamente, mirando a su alumna por sobre
sus anteojos.
-¿Perdón?-preguntó Liss, en verdad sorprendida. Nunca
había sido buena en Historia, de hecho el único trabajo que
había desarrollado con entusiasmo había sido en anterior.
-Tu informe sobre la Edad de Oro de la Piratería me dejó
tan fascinada que decidí darte el aprobado y puntaje extra.
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Debí investigar acerca de la veracidad de la información. Es
que contenía datos tan sorprendentes. ¿De dónde obtuviste
esa información? Me imagino que de internet-dijo la
maestra, respirando de una buena vez tras haber hablado
completamente emocionada, sin detenerse por nada.
-La verdad es que siempre me ha gustado el tema y…-
Liselot no alcanzó a concluir la oración. Su IPhone había
comenzado a sonar y, tras buscarlo por todos los bolsillos
de sus jeans, pudo descubrir que estaba metida en un bello
problema.
-Disculpe, señorita, ¿le molesta si seguimos conversando
otro día?-preguntó con cara de miedo.
-Oh, no, claro que no. ¡Qué tengas buen fin de semana,
Liselot!-respondió la profesora, despidiéndose.
Entonces, Liss afirmó bien su bolso y echó a correr por los
mil y un pasillos del segundo piso de la escuela sin
detenerse hasta llegar a la escalera que daba al hall. La bajó
en volandas y sólo cuando puso pies en polvorosa se detuvo
jadeante a tomar aire.
-¿Dónde te habías metido, Liss?-le preguntó Lodewijk
acercándose a ella a través del corredor, esgrimiendo su
celular-. Tienes como un millón de llamadas perdidas mías.
Ese era su amigo Lodewijk, más conocido por ella como
Lowie. Era todo un personaje en la escuela y, ¿cómo no iba
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a serlo? Siendo punk, que al fin y al cabo es lo que era,
todos le consideraban una rareza y de las mayores,
haciéndole pasar al subconsciente colectivo del
establecimiento.
Vestía rigurosamente de negro, llevaba una multitud de
cadenas atadas al cinturón, un arete con forma de argolla se
cerraba en su oreja izquierda, delineaba sus ojos en kohl
cada mañana y su cabellera la peinaba en un artístico
mohicano que pasaba del verde al azul y del azul al negro.
La mayoría de las colegialas morían por él, pues, claro, era
el típico chico rudo al cual las leyes le importan un
pimiento y que suelen aparecer con el mejor papel en las
películas. La minoría decía, junto con la mayoría de los
chicos de la escuela, que Lowie era una aberración.
Sin embargo, todos, sin excepción alguna, miraban
envidiosos a Liselot Van der Decken, especialmente las
chicas. Ella era la que estaba más cerca del admirado
muchacho y se negaba tajantemente a entablar una relación
con él, argumentando que eran casi hermanos. ¡Qué
hubiesen dado ellas por tener esa cercanía!
-Lowie, no me hagas sentir tan mal, después de todo… te
tengo buenas noticias: ¡Conseguí el aprobado!-exclamó
ella, abrazando a su amigo y comenzando a saltar alrededor
de él, sin siquiera soltarlo.
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-A ver, a ver, a ver. Por partes… ¿Era de artes, música o
ese ramo en el que te contorsionas como gusano
moribundo?-preguntó el chico, completamente escéptico.
-No, ¡en Historia!-contestó ella, completamente feliz,
dando saltitos de alegría.
-Liselot, ¿a quién le copiaste? Ya sabes que no me gusta
que cometas los mismos errores que he cometido yo-replicó
Lodewijk cambiando su tono de voz, volviéndolo cada vez
más seco.
-A nadie, ¿acaso no me tienes fe, Lowie?-le preguntó ella
con picardía, tratando de relajar la situación.
-Sí, pero esto es imposible-se justificó el muchacho.
-No, tú no crees en mí-adujo Liss meneando tristemente la
cabeza.
Ambos adolescentes estaban tan enfrascados en su
conversación a tal medida que ni siquiera se dieron cuenta
de que la figura de alguien no muy querido se había
perfilado en el umbral y había cruzado el pasillo para
acercarse a ellos.
-Señorita Van der Decken-saludó una fría voz masculina.
-Contramaestre-saludó Liss con una leve inclinación de
cabeza y ojos asustadizos, mientras que Lowie rodaba los
ojos viendo con antelación lo que estaba por suceder.
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-Lodewijk, te he dicho una y otra vez que no me gusta que
converses con chicas y que me gusta que me esperes
puntual a la salida, ahora estás cometiendo doble falta. Eres
un peligro público, ni siquiera te puedo dejar ir a casa solo.
Vamos, ¡camina!-se burló el contramaestre de su hijo.
Tras dar un empellón a Lowie y ni siquiera molestarse en
despedirse de Liselot, el contramaestre se dirigió al auto
que conducía y, con un chirrido de neumáticos, echó a
andar.
Una media hora más tarde Liselot consiguió llegar a su casa
bañada en sudor. Podría haber subido a un micro para así
ahorrarse el calor, pero como siempre, había preferido
caminar.
Su padre al sentir el característico ruido del bolso de Liselot
al caer contra la escalera de madera tras que ella se
deshiciera de él, salió corriendo de su escritorio y fue a
recibirla a la puerta. Tras darle un abrazo se dedicó a darle
un sermón gigante. Aún así, la chica no lo tomó a mal, pues
los reproches de su padre solamente servían para hacerle
ver que se sobre preocupaba por ella y sus tardanzas.
En el intertanto las gemelas, quienes eran las hermanas
menores de Liss, se les unieron en el corredor y
comenzaron a bromear con su tema favorito: el presunto
amorío, creado por ellas mismas, entre Lowie y su hermana
mayor. Incluso decían a su padre que Liselot había tardado,
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pues se había reunido con el chico después de clases de una
manera muy romántica.
Lamentablemente, su madre no estaba ahí para relajar la
situación, que de por sí se estaba poniendo muy tensa. De
hecho, se encontraba muy lejos, en París, presentando su
libro dedicado a la psicología de los adolescentes.
Felizmente, todo se calmó cuando la nana anunció que el
almuerzo estaba servido y la mesa dispuesta para ellos, tras
lo cual los cuatro se dirigieron a comer con gran apetito.
-¿Qué van a usar en la ceremonia?-preguntó el emocionado
padre a las gemelas.
-Pues, por supuesto lo que le guste a nuestro papá-dijo la
que era ligeramente más sarcástica y bromista.
-Por sentado que el vestido rojo-dijo la seria y antipática, la
líder del dueto.
-¿Y cómo van a compartir un solo vestido?-preguntó
Liselot con genuino interés e ignorancia, sin caer en la
cuenta de que eran dos vestidos rojos exactamente iguales.
-¡Uf! Dile a Lodewijk que no altere tus neuronas antes del
almuerzo, ¿podrías, hermanita querida?-dijo la antipática,
completamente furiosa.
-¡Ay, vamos! No te pongas así, si vences tu natural
antipatía, algún día tendrás uno, gemela-le contestó la
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sarcástica, dándole un simpático codazo, haciendo que su
gemela se amurrase y que su padre y hermana mayor se
desternillasen de la risa.
El resto del almuerzo se lo pasaron comentando los detalles
de la ceremonia, entre esos los invitados que todo el mundo
odiaba, pero que forzosamente debían estar presentes para
darle realce al asunto. Al fin se llevaría a cabo la ceremonia
de ascenso de su padre, del que más adelante sería el
Almirante Van der Decken.
Al fin los esfuerzos del señor Van der Decken habían
rendido frutos y la Marina Holandesa le otorgaría el cargo
de almirante para trabajar con órdenes de la fragata Zeven
Provinciën, ayudando a los honestos y pobres estados del
Cuerno de África a combatir la Piratería Marítima, algo que
a Liss le desagradaba ligeramente, pues desde pequeña que
era partidaria de los piratas, tenía sus razones para serlo.
Y tras aquel tranquilo y feliz almuerzo, Niek, que así se
llamaba el futuro almirante, puso rumbo al puerto para
afinar los últimos detalles de su ceremonia.
Las gemelas subieron de inmediato a su habitación para
tener el tiempo suficiente de arreglarse exactamente
iguales, dejando a su hermana Liselot completamente sola
en la mesa.
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Cuando la nana se dispuso a recoger los platos, la
muchacha se puso de pié, recogió su bolso y subió con
rumbo a su cuarto.
Tras abrir la puerta pudo percibir una presencia ajena
dentro de su pieza, gracias a la luminosidad irradiada por
las tres ventanas.
-Hasta que al fin llegas, muchacha-le dijo una mujer,
sonriéndole pícaramente.
Efectivamente, ahí había una mujer, aunque no era una
desconocida para Liselot. Decía llamarse Naomie y era
muy alta y delgada. No pasaba de los treinta y cinco años,
así lo podía ver en la tersa piel mate y la jovial mirada
avellana. El cabello negro lo llevaba peinado con un
pañuelo y estaba vestida con una polera blanca, muy similar
a una túnica, y unos pantalones blancos holgados. Llevaba
sandalias negras y un anillo de oro en el anular izquierdo.
-Naomie, pero… ¿Tú qué haces aquí?-le preguntó Liselot
entre que asustada y sorprendida.
-Liselot, tú y yo tenemos mucho que hablar, querida-dijo
Naomie pícaramente, haciéndole un espacio en la cama a
Liss para que se sentara junto a ella a charlar.
Liselot se sentó tímidamente al lado de Naomie, mirándola
con un dejo de miedo. Honestamente no sabía explicarse
qué era lo que pasaba por su cabeza, ¿por qué ella era la
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única que veía a Naomie? ¿Acaso ella era un espectro?
¿Una amiga imaginaria? No, eso no podía ser posible, pues,
ahí estaba aquella mujer presentándose de carne y hueso
ante ella, sugiriéndole hablar.
Pero, ¿por qué siempre tenían que reunirse en su cuarto, en
lugares secretos, y no en una cafetería, por ejemplo? Eso
era algo muy extraño.
Siempre cuando ambas se encontraban charlando y alguien
entraba al cuarto de sopetón le preguntaba con quién estaba
hablando y, al decirle que la interlocutora era Naomie, no le
creían, simplemente salían dando un bufido de fastidio,
como diciendo: “Pobre niña, ¡está loca!” o, tal vez “¡Niña
tonta!”.
Ya bastantes problemas le había acarreado la presencia de
aquella extraña mujer. Un par de veces, el señor Van der
Decken había llevado a su hija al psicólogo, preocupado
por la salud mental de la muchacha. Otras veces, su madre,
quien era un poco más paciente, hablaba con ella dándole
orientación psicológica, pues ella había seguido esa carrera.
No pocas veces, en la escuela le habían dado una cita con la
orientadora para que “desahogara sus problemas”.
Sin embargo, el problema no radicaba en que la creyeran
loca, sino que había unos cuantos asuntos más graves que
aquel.
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Un par de veces la había instado a robar cosas a sus
compañeros de clase. Otras veces la había obligado a
obligar a otras personas a hacer cosas que no querían.
Gracias a Naomie se había vuelto una líder nata, una un
poco alocada, pero líder al fin de cuentas. Gracias a ella
había reafirmado su gusto por la piratería hasta el punto de
querer ser una marinera de mayor y hacer que la Marina
Holandesa y los piratas de Somalia trabaran una alianza. La
había instado a hacer multitud de locuras.
-No, yo ya no quiero seguir tus órdenes, Naomie-se excusó
Liselot.
-No me digas que no te diviertes-la instó su interlocutora.
-Sí, es divertido, me gusta de hecho lo que hacemos juntas,
pero la última vez casi causo que Frank se tirara de la
azotea de la escuela y el castigo que me llegó no fue nada
lindo-siguió Liselot con su punto de vista.
-Oh, siempre hay contratiempos, pero no te dejes llevar por
ellos tan fácilmente-continuó Naomie.
Al ver que su interlocutora titubeaba y se pensaba sus
últimas palabras, aquella extraña mujer decidió seguir
hablando hasta llegar al punto de convencerla de que seguir
con sus planes era lo mejor que podían hacer.
-Vamos, ¿por qué no escuchas a lo que vengo a proponerte
y de ahí me das tu respuesta?-le dijo Naomie.
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-Es que, no, no quiero-dijo Liselot.
-Mira, es muy simple, de hecho siempre lo has querido:
después de la ceremonia de ascenso de tu padre, ve a la
cabina de mando y pulsa unos botones verdes que hay al
lado del timón. Recuerda mis palabras: uno de ellos te
llevará a la fama-le dijo como si estuviese contando una
leyenda y quisiera mantener a sus oyentes completamente
cautivos en la narración.
-Naomie, creo que has llegado demasiado lejos. Seré todo
lo infantil que se quiera, pero no soy tonta y no me trago
eso de la fama-dijo Liselot-. Por enésima vez: no lo haré.
De repente unos suaves toquidos en la puerta, distrajeron la
atención de ambas.
-¡Liss! ¡Abre la puerta!-le pidió su hermana menor.
Liselot y Naomie se miraron directamente a la cara, hasta
que la segunda le dirigió una mirada pícara a la muchacha.
-Piénsalo-dijo.
Liselot miró hacia el otro lado y, cuando iba a contestar a
Naomie por enésima vez que no quería participar en sus
andadas, descubrió que ésta se había desvanecido
prácticamente en el aire.
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Dio un gruñido, casi un grito, de enojo y arrojó su
almohada en dirección a la puerta, luego se tapó la cara y se
dejó caer de espaldas en la cama.
-Linda manera de decir adelante-se burló la gemela
sarcástica, entrando muy ufana en la habitación.
-¡¿Qué haces aquí?!-le soltó Liss.
-Oye… ¿Tienes esmalte de uñas? El mío se acabó-le dijo la
gemela.
Liselot fue a su cajón y extrajo el frasquito, cuando se lo
pasó a su hermana, ésta dijo:
-Y apúrate en vestirte, quedan tres horas-.
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Capítulo 2: “El Día en que Todo Cambió”.
Una brisa corrió por el puerto de la capital de Holanda
aquel atardecer. Sin embargo, no consiguió mover ninguno
de los buques de fierro puro que se encontraban anclados en
las costas.
Dentro de uno de aquellos navíos de la Marina Holandesa
la música de una pequeña orquesta contratada por las
Fuerzas Armadas se oía de manera clara, las melodías
parecían susurrar a los oídos de los presentes.
Y, dicho sea de paso, la concurrencia no era precisamente
reducida. En la cubierta exterior del navío metálico,
específicamente frente al puente de mando, se agrupaba una
multitud de sillas, en las cuales ya comenzaban a ubicarse
aquellos para los cuales estaban reservadas.
En las barandillas se amontonaban los periodistas, aquellos
asistentes al evento que no habían recibido invitación
alguna, pero sin cuya presencia todo carecería de sentido
ante la opinión pública y, que el señor Van der Decken, se
convirtiese en Almirante, sería lo mismo que comenzase a
trabajar en una taberna.
Como todavía era relativamente temprano para dar inicio a
la ceremonia la gente seguía subiendo por las escalerillas
desde el muelle para tomar asiento en la elegante silla que
según su importancia les correspondía.
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La primera fila estaba ocupada por las autoridades de la
Marina Holandesa, de la Fragata Zeven Provinciën y de
Holanda.
En segunda, tercera y cuarta fila se agrupaban los marinos.
Y, en las últimas filas los familiares de quienes estaban a la
espera de un ascenso.
El sol ya comenzaba a regalar tenuemente los últimos rayos
de luz que ese día verían en tierra, mientras se encargaba de
bañar suavemente las aguas del mar que se teñían de rojo.
En ese momento tres muchachas de entre trece y quince
años descendieron de un automóvil de color negro. La que
parecía ser la mayor, con tan sólo mirar la intensidad
descendiente de la luz, se alarmó e hizo caminar a las otras
dos más de prisa.
-Liselot, es inútil, ni siquiera sabes en cuál de éstos barcos
es la ceremonia-se quejó Ivanna, quien no era sino la
gemela antipática de la cual les he hablado antes.
-Ya era hora de que probásemos de nuestra propia
medicina, Iva, nos confundimos con tanto gemelo-rió
Sophie, la gemela sarcástica.
Es que ya las tres estaban aburridas de buscar y buscar por
entre todos los navíos que estaban anclados al muelle. Lo
peor de todo es que eran siete, aproximadamente, y
exactamente iguales.
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Liselot buscaba y rebuscaba por las popas de todos, hasta
que sus ojos se iluminaron y dio dos pequeños saltitos,
claro síntoma de que habían encontrado el barco con el que
querían dar.
Liss casi rodó por el suelo al tropezar con sus tacos por
andar dando saltitos de felicidad y miró a sus hermanas,
una de las cuales se daba un golpe en la frente y rodaba los
ojos, mientras que la otra se reía y burlaba a más no poder.
Pero, eso no fue límite para ella, así que se alisó el vestido
y caminó hasta la rampla.
-Señoritas Van der Decken, gusto en saludarlas, por favor:
adelante-saludó uno de los marines, llevándose la mano
derecha a la gorra a modo de saludo y dejándoles espacio
para abordar a las tres chicas.
-Buenas tardes-dijeron las tres a coro antes de pasar.
En cosa de segundos, las tres recorrieron la estancia con la
mirada y dieron un bufido de fastidio.
-Genial, nos tocan los peores asientos-adujo Ivanna
señalando las últimas corridas de sillas, desde las cuales no
se veía absolutamente nada.
-Ve el lado positivo: podremos cuchichear con los
periodistas-replicó Sophie.
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-No tiene ningún sentido: vinimos aquí a ver a papá en su
ascenso-se escuchó la voz de Liselot.
En otra parte del barco, Lowie caminaba con aire derrotado.
Hasta que por fin su padre lo había llevado a los
famosísimos navíos de la Zeven Provinciën. Nadie sabía
aquello, pero para él era una reverenda tortura estar ahí.
Esos eran los célebres barcos que diezmaban piratas en
Somalia, a gentes inocentes que estaban en busca de la
libertad.
Liselot le había hablado mucho acerca de los piratas en el
último tiempo y él había llegado, inclusive, a generar algún
tipo de simpatía por ellos. Pero sabía que esa vida era
nefasta e irreal, que no se podía vivir de romanticismos que
habían quedado suspendidos en el aire desde hace siglos.
Pero, como acérrimo creyente en la libertad que era, podía
entenderles con toda claridad. En esos momentos se sentía
atado y sin lugar a dudas. Él no había ido a ver el asenso de
su padre a Contramaestre de la Zeven Provinciën, de hecho,
que su padre subiese de grado militar le importaba un
pimiento. Tenía que estar forzosamente en esa ceremonia
porque su progenitor así lo quería, para armarle un destino
al servicio de la Marina Holandesa.
Y él, lo último que quería era ingresar como grumete en
agosto próximo, pero sabía que tarde o temprano eso iba a
suceder, que se iba a ver vetado hasta de su propia libertad,
de la poca que le quedaba. No valía la pena preguntarse
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cuándo iba a ser, pues sabía que aquello tendría lugar muy
pronto.
Perdido estaba en sus cavilaciones, apoyado en la
barandilla, sin ninguna intención de ir a sentarse para que la
ceremonia diese inicio para luego ser domesticado por su
padre e ir a presentarse más tarde ante los oficiales de alto
rango para que le hiciesen cabida en el cartón de
reclutamiento, algo que simplemente no podía soportar.
Su mirada perdida se cruzó con la de la chica más bonita de
todo el lugar, a pesar de que todas lucían lo suficientemente
guapas en sus trajes de gala como para llamar
positivamente la atención de más de alguien.
Sus neuronas trabajaron frenéticas hasta que descubrió que
la muchacha no era nadie sino Liselot Van der Decken, su
“hermana”. Y al cabo de que debía serlo de todos modos,
porque iba acompañada de ese par de gemelas fastidiosas
que él no soportaba y que no le soportaban a él.
Ivanna y Sophie coqueteaban a cuanto ser viviente se les
cruzaba por delante, sin importar quién fuese ni a qué raza
perteneciese. Varios se la sudaban frío al pasar frente a las
muchachas quienes iban empaquetadas en un vestido
strapless rojo de raso, con unos finos tacos de mínimo doce
centímetros de alto, los cuales eran plateados, con el
cabello peinado con una tiara plateada y bolso de mano del
mismo color. Aparentaban una edad mucho mayor a los
trece años que en verdad tenían.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
27
Sin embargo, al lado de ambas estaba Liss arreglada con un
vestido plateado con tirantes, el cual le llegaba cuatro dedos
sobre la rodilla. Aquella era una pieza muy fina, pues
incluía encajes en la parte del escote y en el redondel con
que terminaba. Era ajustado hasta la cadera y desde ésta
hacia abajo se ensanchaba con un pequeño falso. El cabello
lo llevaba arreglado de manera muy simple. Sus zapatos
eran rojos, al igual que su bolso de mano.
Lodewijk respiró hondo y comenzó a caminar en dirección
a su amiga, sabiendo que las hermanas de ésta comenzarían
a aguijonearles a ambos con sus incesantes y odiosas
bromas de inmediato.
-¿Qué hay, Liss?-saludó a su modo.
Liselot silbó estupefacta. Esa era la primera vez que veía a
Lowie tan elegante, a su modo, pero elegante al fin de
cuentas. Con ese terno de raso lucía de lujo.
Al ver el pasmo de su hermana, las gemelas comenzaron
con la andanada de bromas de mal gusto que Lowie se
esperaba desde el comienzo, las cuales se detuvieron
abruptamente cuando Liselot tuvo el suficiente control de sí
misma y les dirigió una mirada asesina.
-¿Buscas tu asiento?-preguntó Lodewijk a Liselot.
-Sí, pero de seguro que nos tendremos que sentar al fondo-
dijo ella sin disimular su desencanto.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
28
-No, ustedes se tienen que sentar en primera fila, junto a las
autoridades. Liss, tu padre va a ser una autoridad y ustedes,
sus invitadas, deben sentarse junto a él, lo vi en los letreros-
dijo Lowie, haciendo gala de su eterna lógica.
En ese momento, la música orquestada dejó de sonar y
todos aquellos que estaban de pié se dirigieron a sus
respectivos asientos.
Liss y Lowie tuvieron que separarse, pues la una tendría
que ubicarse en primera fila con sus hermanas y el otro
tendría que ir a las filas de invitados, es decir, al fondo. Sin
embargo, ambos se prometieron que terminada la latosa
ceremonia se reunirían en el comedor del barco para estar
juntos en el coctel.
Primero se dio la bienvenida a todos los presentes, mientras
que los flashes de las cámaras de los reporteros eran los
únicos sonidos que mantenían despiertos a todos.
Luego se entonó el Himno Nacional de Holanda y, tras él,
Himno de la Marina Holandesa, el cual Liselot no se sabía
en absoluto y debió improvisar según lo que oía que sus
hermanas cantaban. Lowie tampoco estuvo mejor, de hecho
se había negado a aprender semejante canción y
permaneció sentado, muy ufano, de brazos cruzados, todo
lo que duró la melodía.
Después de eso inició un latoso discurso acerca del orgullo
que significaba servir a la patria y aquellas cosas superfluas
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
29
para la concurrencia, al cual todo el mundo comenzó a
cabecear. Liss no fue la excepción, de hecho se pegó uno
que otro sueñecito entremedio del aburrido montón de
palabras que oía.
Estaba segura de que quería ingresar a la Marina
Holandesa, pero no sabía que fuese tan aburrido. No sabía
que tenía que cantar canciones que ni se sabía, aunque
había puesto intención en aprenderla, ni que tendría que oír
discursos así de latosos durante todos los años que
estuviese de servicio. Bueno, ya vería qué hacer en el
momento preciso, pues ahora no tenía ni idea.
Pero, lo que la despertó definitivamente, por pura buena
fortuna, fue la música marcial. Le encantaban aquellos
temas que colocaban para los desfiles, además le fascinaban
los trajes que los soldados usaban en esas ocasiones. ¡Qué
suerte, estaba viendo uno! Sacó su cámara de video y
comenzó a grabar.
Primero que nada, los muchachos que ingresaban
definitivamente a la Marina, dejando de ser grumetes, como
soldados rasos, recibieron el derecho de incorporarse al
cuerpo marinero.
Luego se realizaron los ascensos de marineros tales como el
señor Sheefnek, el padre de Lodewijk, quien ahora ocupaba
el cargo de Contramaestre de nada más ni nada menos que
la Zeven Provinciën.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
30
Pero todos los aplausos se los llevó el ahora Almirante
Niek Manfred Van der Decken, quien tuvo que dar su
discurso como autoridad que era.
Y la temática fue la única que consiguió mantener a Liss
despierta de todos los discursos que habían tenido que
escuchar aquella velada.
El navío que sería barco insignia de su padre y la
tripulación con la que trabajaría, no sería otro sino el que
estaban ocupando en aquellos momentos para desarrollar la
ceremonia. Además, estaban haciéndose las pruebas para
probar el escudo anti torpedos que se había instalado
recientemente en el bajel.
Lo único que le entristecía era que su padre, tras la
ceremonia, tendría que partir rumbo a Somalia en una
misión para combatir la piratería en dicho lugar y que no lo
vería dentro de meses. Quizás lo mejor sería poder colarse
al barco como polizona para emprender su cruzada personal
de paz.
No tuvo mucho tiempo para pensar, pues anunciaron que
todo el mundo tendría que bajar al banquete que se
desarrollaría en el amplio comedor forrado en madera que
estaba en la cubierta A.
Cuando la ceremonia terminó, Liselot, Ivanna, Sophie y el
padre de las tres se reunieron en una de las barandillas. Tras
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
31
darse un abrazo de oso, pidieron a uno que otro de los
presentes que les tomase un par de fotografías.
Luego de eso, todo el mundo bajó definitivamente al
comedor a servirse las exquisiteces que estaban disponibles
para los comensales con los paladares más exigentes de
todo el planeta. La música bailable sonaba cortesía de la
orquesta, a la cual se habían añadido dos cantantes. Ya se
había formado grupos que conversaban animosamente, con
una copa en la mano y un trozo de pastel en la otra.
Ahí, entre las mesas de las bebidas alcohólicas, Liss divisó
a Lowie apoyado, bebiendo una copa de vino.
Las hermanas de la chica, sin tener ánimo en lo absoluto de
participar en conversaciones aburridas de políticos, se
dirigieron a la pista de baile a acaparar miradas. Liselot iba
a cumplir su promesa para con su amigo, cuando…
-¿Me oyes?-le preguntó su padre.
-¿Qué?-replicó ella, saliendo de su distracción.
-Dije que te voy a presentar con uno de mis superiores para
ver si puedes ingresar a la Marina en agosto-repitió su
padre indulgente.
Liselot midió ambas posibilidades, sabiendo que tenía dos
segundos para elegir. Por un lado, sólo tendría una
oportunidad de ingresar al servicio de la Marina de aquel
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
32
modo, pero oportunidades de hablar con Lowie en un
evento aburrido tendría muchísimas.
-Claro-dijo ella.
Tras charlar con uno de los superiores de su padre durante
media hora, su progenitor se percató de que la chica iba a
aburrirse en demasía, así que la despachó.
Tras eso, ella se dirigió al lugar en que había visto a Lowie
por última vez y, lamentablemente, seguía ahí.
-Hasta que llegas-le soltó él.
-Lamentable por las copas, ¿no? Desearía haber podido
salvarlas-dijo Liss enternecida.
Lodewijk soltó una ronca risita ante la ocurrencia de su
mejor amiga. De pronto, la música comenzó a sonar y la
chica empezó a menear las caderas al ritmo de la melodía.
Absorta en su éxtasis musical, no se dio cuenta de que se
había enredado con el mantel y dentro de dos tiempos todas
las copas salieron volando de su lugar y se quebraron. La
sonajera atrajo las miradas de estupefacción de todo el
mundo. Sin embargo, tan pronto como la música reanudó
su existencia en el ambiente, todos siguieron en lo suyo.
-¿Es así de distraída siempre?-preguntó uno de los colegas
del padre de Liselot al susodicho.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
33
-No tiene usted idea-dijo Niek, meneando vergonzosamente
la cabeza.
-¿Y usted la enseñó?-le aguijoneó uno de sus superiores.
-Desearía haber hecho de ella alguien prudente, pero como
su padre no puedo poner mano dura sin dañarla y prefiero
no ser yo quien la enriele. Después de todo, no hace mal a
nadie-se defendió el señor Van der Decken como pudo.
Por mientras, Liss tenía a Lowie tomado muy firme de la
mano y le dirigía su mirada asesina, la cual de pronto
cambió al decirle…
-Vamos a bailar, di que sí-le pidió por enésima vez.
-No-se negó Lowie.
-Pero si es salsa-se quejó ella.
De pronto, al compás de la música, su deseo se cumplió.
Verlos bailar, claro, no era una delicia, pero sí eran buenos
bailarines, pues ambos habían tomado clases de salsa desde
pequeños en la escuela.
Cuando el tema terminó, ambos volvieron a la mesa, donde
les esperaba el padre de Lodewijk.
-Ven-le bramó a su hijo con una cara nada amistosa. Al
muchacho no le quedó otra que seguirlo.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
34
Entonces ahí, de pié, sola, Liselot se puso a meditar de
nueva cuenta en las palabras que Naomie le había dedicado
aquella tarde. “Uno de ellos te llevará a la fama”, esa frase
le repiqueteaba en la cabeza.
¿Qué tan cierto sería? No tenía idea. ¿Y si sucedía algo
malo? Tampoco tenía idea. No quedaba sino probar por sí
misma la verdad y la mentira en cuanto a aquel asunto.
Después de todo, nadie le necesitaba en aquel comedor,
nadie la echaba en falta. Sus hermanas estaban bailando
felices de la vida, con suerte habían recalado en ella. Su
padre estaba parloteando de lo mejor junto con Lowie, el
contramaestre Sheefnek y unos superiores, así que la había
vetado de su grupo. Y Lodewijk, bueno, Lowie tenía mucho
en que pensar, por ejemplo en cómo mantenerse despierto
ante esa conversación.
Tras comer un poco, que de ahí no se iba a ir con el
estómago vacío, miró hacia todos lados y salió del lugar,
hacia la escalera que llevaba al puente de mando.
Lowie la vio cuando hizo eso y, excusándose para ir al
baño, salió siguiéndole el rastro a su amiga.
Cuando Liselot entró a la cabina de mando todo estaba
oscuro dentro de ese habitáculo. Cuando presionó el
interruptor, todas las luces se encendieron de repente,
haciendo un extraño ruido al reactivarse el voltaje. Dio un
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
35
respingo, pero no vaciló. Al fin y al cabo, quería descubrir
qué tan ciertas eran las palabras de Naomie.
No le fue difícil ubicar el timón ni los botones de los cuales
esa mujer les había hablado, pues conocía muy bien la
estructura de un barco.
Al presionar uno de los botones, todo pareció detenerse. Se
sintió mareada.
-¿Qué haces aquí, Liss?-le preguntó Lowie al entrar.
No alcanzó a responder nada, el tiempo la encontró. De
pronto, la cabina de mando comenzó a temblar con una
fuerza inusitada, las luces comenzaron a titilar y las
máquinas se cimbraban de un lado a otro.
Liselot se afirmó como pudo de las modernas
computadoras, pero estuvo pronta a caer al suelo metálico.
Lowie corrió como pudo hasta su amiga, aunque el
movimiento no se lo permitía del mejor de los modos.
Medio caminando y medio gateando consiguió alcanzarla.
Apenas estuvo al lado de Liss, la abrazó con fuerza y se
lanzó al suelo junto con ella, protegiéndola con su cuerpo
de los objetos que caían del techo y volaban por la sala.
Cuando el movimiento cesó, ambos trataron de mirarse el
uno al otro, pero la penumbra no se los permitió. La
oscuridad era solamente quebrada por la luz verde de los
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
36
números de un reloj digital que hacía cuenta regresiva,
avisando cada vez que habían transcurrido treinta segundos
más desde el inicio del accidente.
-Tenemos que salir de aquí-adujo Lodewijk.
Uniendo la acción a la palabra, el muchacho se puso de pié
y, tras levantar a su asustada amiga del suelo, la llevó
afirmada hacia la salida de la cabina.
-¿Qué hice?-se preguntó Liss, tratando de devolverse hacia
el reloj digital.
-No lo sé-respondió Lowie, afirmándola con fuerza y
llevándosela a rastras hacia el pasillo.
Sólo el reloj de números verdes fue testigo de aquel
incidente, el cual ahora marcaba “7 horas, 31 minutos, 20
segundos”.
Cuando ambos muchachos regresaron al comedor del
barco, el panorama que ahí se encontraron no fue mucho
mejor. Las mesas yacían en el suelo, las copas estaban
quebradas, igual que la vajilla, la gente estaba aterrorizada,
todo estaba sucio. Incluso, había una herida, una pobre
viejita que había caído con el remezón al suelo y una mesa
se le había ido sobre el cuerpo.
-¿Feliz del desastre que causaste, Lodewijk?-inquirió el
Contramaestre Sheefnek a su hijo, agujerándolo con la
mirada.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
37
El muchacho no respondió, sólo se limitó a medir su mirada
con la de su padre. El Almirante miró a su hija.
-Vámonos-le dijo, sin siquiera poder disimular su mirada de
decepción para su primogénita. A ella no le hubiese costado
nada haber permanecido tranquila aquella noche, pero tenía
que arruinar la ceremonia.
El despertador de Liselot sonó muy temprano aquella
mañana, específicamente a las cuatro de la mañana. La
muchacha se refregó los ojos y parpadeó un poco.
-Ya es hora de que tu deseo se cumpla, Liselot Van der
Decken-le susurró una voz muy conocida para ella.
La chica se giró un tanto confundida y miró en medio de la
penumbra de su cuarto. Entonces descubrió que la persona
que le había hablado no había sido otra sino Naomie.
-Que los buenos espíritus soplen a tu favor durante el viaje
que ahora has de emprender, porque ahora tendrás que
batirte sola-le dijo Naomie antes de desaparecer de la vista
de la muchacha, quien iba cerrando los ojos para dormirse
de nueva cuenta.
Sin embargo, no pudo volver a dormir, pues recordó de
golpe lo que iba a hacer aquel día. Se refregó los ojos y
miró su reloj. Todavía era temprano, de hecho demasiado
temprano. Pero no podía perder el tiempo, era su única
oportunidad.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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Encendió la luz de la lamparita que estaba en su mesa de
noche y escogió la ropa que usaría ese día, además de las
cosas de cambio que colocaría en su bolso morado.
La noche anterior había llevado comida a su closet, la
suficiente como para alimentarse un poco en el trayecto
como polizona, el resto la obtendría gracias a Lowie, quien
había sido aceptado para emprender el viaje junto a su
padre con rumbo a Somalia y así ingresar a la Marina
Holandesa.
Juntó las cosas que consideró necesarias dentro de su
mochila y se vistió. De hecho, cuando terminaba de
observar el resultado de su trabajo frente al espejo sintió
que su padre echaba a andar el vehículo negro que
manejaba para ir al muelle, luego un marino lo llevaría de
vuelta a casa.
Bajó a tomar desayuno, pero en el último peldaño de la
escalera cayó al suelo y el sonido de su caída sonó por toda
la casa, que, dicho sea de paso, estaba en total silencio.
De inmediato se escucharon las queja de la nana y las
gemelas, tales como.
-¡Cállate, Liselot!-.
La chica no puso importancia en el asunto y fue al
refrigerador a tomar un poco de yogurt con cereales.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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Cuando iba a dejar su plato en el tazón del lavaplatos
escuchó desde la planta superior:
-¡Liselot no está!-.
Seguramente Ivanna había querido ir a su cuarto para
pedirle silencio a su nada amigable forma y se había topado
con la sorpresita. De inmediato se escucharon los correteos
por la escalera.
Liselot salió disparada por la puerta de la cocina para no
volver nunca más a su casa. Tras caer de bruces al suelo,
tras correr dos cuadras para huir de su hermana, se percató
de que nadie la había seguido.
Abordar el barco fue algo para nada difícil y, apenas estuvo
dentro, corrió a la cabina de mando, en la cual no había
nadie.
Bueno, eso es lo que ella creía, pues se encontró con la
sorpresa de que Lowie estaba dentro de ella.
-¿Liss?-preguntó al verla, pero de inmediato se rehízo,
sabiendo que tratándose de su mejor amiga todo era
posible.
Liselot no le contestó nada, se quedó mirándole a él y nada
más.
-Tendré que avisarle a tu padre que hay una polizona
abordo-le comunicó.
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-No, no serías capaz, es mi sueño-contestó Liss.
-Uno muy peligroso. ¿Sabes lo peligroso que es ir a
Somalia? Podrían secuestrarnos a cualquiera de nosotros,
matarnos, abusarte, nadie sabe lo que pasará allá, recuerda
que son piratas de verdad, no los de los cuentos que te gusta
leer-le replicó Lowie.
Liselot lo miró con lágrimas en los ojos, no podía creer que
su amigo fuese a ser desleal con ella, avisándole a su padre
sobre su presencia en el barco para que perdiese la única
oportunidad que tenía de cumplir su sueño.
-Por favor, vuelve a tu casa, no te expongas a este riesgo-le
pidió Lowie, suavizando su voz.
No alcanzaron a terminar su conversación cuando tocaron
la puerta. Lowie miró a Liss a los ojos y la escondió debajo
de un piso falso que había en la cabina, tras eso hizo pasar a
quien estaba aguardando en el pasillo, que no era nada más
ni nada menos que el Almirante Van der Decken.
-Falta media hora para zarpar, muchacho-le dijo con un
cierto cariño. Había llegado a querer a Lowie casi como a
un hijo.
-Sí, señor-asintió Lodewijk, con un dejo de ira y tozudez en
la voz.
Niek miró al chico.
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-Recuerda que esto es por tu bien, muchacho, pues tu vida
será mejor con un título en las manos-le dijo.
-Sí, señor-asintió Lowie de nueva cuenta.
-No olvides limpiar bien ese timón-le pidió.
-Sí, señor-.
Tras eso, Niek Van der Decken salió de la estancia. Lowie
sacó a Liselot del doble fondo.
-¿Ves? Todavía tienes media hora para salir del barco y
volver a tu casa-le pidió Lowie.
-No, no volveré-se negó ella.
Enfrascados estaban en su conversación al grado que no
descubrieron a tiempo que el reloj de cuenta regresiva había
marcado cero, sólo lo supieron cuando un agudo pito sonó
en todo el navío.
De pronto, la cabina comenzó a remecerse a tal grado que
el movimiento de hace siete horas parecía de chiste. El
navío giraba como loco sobre sí mismo.
Liselot trató de mover el timón de la manera que Naomie y
su padre le habían enseñado en el sentido contrario a la
costa.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
42
Pero el remezón era cada vez más fuerte y ella comenzó a
caer, trató de afirmarse de las ruedas metálicas unidas, pero
sentía que caía.
El movimiento fue violento. Lowie saltó de su lugar, del
cual se había sostenido con esfuerzos heroicos.
-¡Liselot!-gritó justo antes de caer al suelo con su amiga en
los brazos, tratando de protegerla de los objetos que caían y
del enloquecedor movimiento de la nave.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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Capítulo 3: “Un Mundo Nuevo, Pero No Ideal”.
Lowie abrió los ojos con suavidad, pero sólo la penumbra
reinaba a su alrededor. Le dolía la cabeza y demasiado.
Trató de incorporarse, pero una oleada de náusea lo obligó
a recostarse de nueva cuenta y cerrar los ojos.
Un estruendo resonó por lo que él juzgó todo el barco. De
hecho eso lo había despertado antes.
Los marineros holandeses gritaban desesperados y corrían
despavoridos tratando de alcanzar la cubierta exterior.
Se aclaró la vista. En medio de la penumbra vio que la
cabina de mando estaba vacía, nadie estaba dentro, excepto
él y esa multitud de máquinas.
Intentó ponerse de pié, pero de inmediato supo que no
estaba solo. Sobre su pecho yacía su amiga Liselot, quien
dormía profundamente. Él pensó que probablemente ella
todavía se encontraba inconsciente por el remezón de hace
unos minutos.
-Liss, Liss-la llamó con el fin de despertarla.
Poco a poco la chica comenzó a aclarar su mente y a abrir
sus ojos avellana.
-Lowie, ¿qué pasó?-preguntó quedamente. Al percatarse de
que estaba literalmente sobre su amigo, su desconcierto se
acrecentó-. Lowie, ¿por qué estoy sobre ti?
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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El estruendo sonó de nueva cuenta y las palabras murieron
en la boca del muchacho, siendo remplazadas por unas que
estaban a la espera de ser dichas más tarde.
-¿Te sientes bien?-preguntó Lowie.
-Sí-asintió Liselot con firmeza, presintiendo que la acción
estaba cerca.
-Entonces hay que salir de aquí-adujo Lowie.
El muchacho abrió la puerta con suavidad, con el propósito
de que nadie se diese cuenta de que ambos estaban adentro
del barco y, específicamente, en la cabina de mando, el
lugar más importante del bajel.
Sin embargo, sus precauciones no tenían ningún sentido.
Todo el mundo corría por los mil y un pasillos del barco,
yendo de un lado para otro. Nadie tenía atención suficiente
como para prestársela a dos adolescentes que estaban
dentro del navío.
Lowie tomó a Liselot de la mano tal y como si ella fuese
una criatura. Y juntos echaron a correr para salir a la
cubierta principal entre la turba de alarmados marineros.
Cuando llegaron a la cubierta exterior ambos se arrimaron a
la barandilla con el impulso y lo poco y nada que vieron los
dejó un tantito sorprendidos.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
45
Al frente de ellos se encontraron con dos goletas del siglo
XVIII enzarzados en una feroz batalla.
La mente de Liselot voló rauda hacia Naomie, ¿tendría ella
algo que ver en la situación? Mientras tanto, Lodewijk no
comprendía tanto alboroto por dos barcos de ese tipo.
Miró a Liss y el desconcierto de ella le reveló sus
pensamientos.
-No comprendo para qué tanto alboroto: deben estar
grabando una película-expuso en voz alta para que Liselot
pudiese escucharlo y dejar de pensar sandeces.
Sin embargo ella seguía sin reaccionar, continuaba inmersa
en su mutismo, ese era un claro síntoma de que algo no
andaba bien: ella era de actuar sin pensar.
-Naomie-murmuró, tratando de recordar algo.
-¿Qué pasa con ella? Liss, sabes que es irreal-le dijo Lowie
con tono indulgente.
-Me dijo que si apretaba ese botón, saltaría a la fama-dijo
ella inmersa en su mutismo.
-Quizás actúes en la película-le soltó Lowie,
completamente burlón.
Pero las palabras de ambos murieron en su boca. Una bala
de cañón pasó volando por sobre sus cabezas. Con suerte
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
46
Lowie tuvo tiempo de saltar sobre Liselot, arrojándose al
metal de la cubierta.
Sin embargo, cuando pudo pararse, Liss fue hasta la bala y
supo que era una bala del siglo XVIII, al igual que los
barcos que seguían batallando frente a ellos. Naomie se lo
había enseñado. Entonces tuvo una idea que nadie pudo
sacarle de la cabeza.
-Liselot, ¿a dónde vas?-le preguntó Lowie siguiéndola
cuando ella comenzó a caminar.
-Tengo que avisarle a mi papá-replicó ella.
Cuando consiguieron alcanzar al Almirante Van der
Decken lo vieron charlando con una persona muy conocida
para ellos: el Contramaestre Sheefnek.
-El reporte-preguntó Niek.
-No pudimos activarlo, señor-respondió Sheefnek.
En eso, Liselot carraspeó nada ligeramente y su padre se
volvió a ella. De más está decir que abrió los ojos como
timones al ver a su primogénita y al mejor amigo de ésta
parados frente a él en semejante situación.
-Pero, ¿ustedes qué hacen aquí? ¿No se supone que
deberían estar en casa?-preguntó con voz incrédula,
pensando que eso era una pesadilla.
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-A Lowie su padre lo obligó a unirse a la Marina y yo
quiero ir a Somalia a hacer un tratado de paz-contestó su
díscola hija.
-¿Cómo que no pudieron? Nuestra única esperanza era el
Escudo Anti torpedos-preguntó Niek con la paciencia
pendiendo de un hilo, cuando recuperó la voz, sabiendo que
el destino de ambos muchachos pendía de él.
-¿Única esperanza?-inquirió Lowie enarcando
burlonamente una ceja.
-Uno de ustedes fue, uno de ustedes nos llevó a mar abierto.
Sabía que no podíamos activarlo aún, que estaba en
pruebas, pero no obedecieron. Digan, ¡¿quién fue?!-bramó
el padre de Lodewijk.
Lowie miró a su amiga, quien estaba asustada de popa a
proa y a los padres de ambos, quienes estaban uno
preocupado y el otro furioso.
-Fui yo-se echó la culpa.
Segundos después la mejilla de Lowie sentía las mil y una
sensaciones que sientes cuando alguien te da una bofetada.
-Déjalo en paz-dijeron Liselot y Niek al unísono, la una
sintiendo pena por su amigo y el otro sintiéndose muy mal
por el actuar de su subordinado y mejor amigo.
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Liss miró la mejilla enrojecida de un irascible Lowie y
suspiró, diciendo “Pobre Lowie”.
-De todos modos hay que averiguar por qué nos atacan-
adujo el padre de Liss, sacando a todo el mundo de sus
cavilaciones.
-He llegado a la conclusión de que estamos en el siglo
XVIII-les soltó Liselot como respuesta, presentándoles su
descabellada idea.
La primera reacción de Lowie fue darse un palmetazo en la
frente ante la locura de su amiga. Niek miró consternado a
su hija, pensando que la salud mental de ella se iba
desvaneciendo en el aire. Mientras tanto, Sheefnek decidió
aprovecharse de la falta de cordura de la chica.
-Señor, en vista y considerando de la incompetencia de mi
hijo como marino y la demencia de vuestra hija sugiero
encerrarlos a ambos en uno de los camarotes en el
transcurso del tiempo en que se solucione esta enojosa
situación-dijo Sheefnek en el tono de voz más amable que
pudo.
Niek sabía que los argumentos presentados por su amigo
eran ciertos, puesto que Lodewijk tendía a ir en contra de la
corriente y no colaborar en los propósitos de nadie que no
fuese él mismo y que Liselot los estaría interrumpiendo a
cada rato con su exceso de sensibilidad infundada.
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-Concedido, señor-concedió con los ojos brillosos.
-¡¿Qué?!-replicó Liselot, consternada, pero entendiendo
que su padre quería protegerla.
-Gracias, ¿eh?-ironizó Lodewijk.
Tras eso, ambos muchachos fueron llevados hasta uno de
los muchos camarotes que había en la nave y, tras que los
arrojasen dentro sin ceremonias, quedaron encerrados
dentro.
-¡Ey, no es tan malo!-dijo Lowie lanzándose de espaldas a
la única cama que había en la pequeña habitación.
Una lágrima rodó por el rostro de Liselot. El chico la miró,
sabiendo que no tenía caso preguntar la razón de su tristeza:
ella estaba triste porque su padre la había dejado fuera de
sus decisiones y la había mirado como a una vil polizona.
-Oye, ¿tú qué le has hecho a mi amiga? Ya sabes, ¿qué le
has hecho a esa chica que siempre me sube el ánimo con su
humor infantil?-preguntó Lowie.
Sus palabras surtieron efecto, pues de inmediato la chica
soltó una risita y se secó las lágrimas.
-¿Por qué no les pegaste, Lowie?-preguntó con genuina
curiosidad.
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-Porque no quería que te mataran a ti, pues es obvio que
conmigo muerto iba a ser más fácil dejarte en el fondo del
mar-respondió el chico con sarcasmo justo antes de
dormirse.
Liselot se dirigió a la ventana con severos deseos de
conseguir una manera de salir del camarote en el que la
habían confinado y, ante sus ojos, el Tresaure y el Olonés
seguían batallando.
A bordo del primer navío mencionado había dos hombres
discutiendo fieramente. Uno de ellos capitaneaba el barco,
mientras que el otro era el capitán del bajel contrincante,
señal clara de que llevaba todas las de perder en aquella
batalla, pues los hombres del Olonés le habían abordado.
El capitán invasor rió roncamente al mirar el navío de la
Zeven Provinciën.
-Ríndete ya, Rackham-dijo en un inglés que dejaba mucho
que desear-. El Holandés Errante ha venido por ti, no hay
nada que puedas hacer.
El aludido miró por la barandilla y lo que vio le dejó helado
de miedo. Efectivamente ahí estaba el Holandés Errante a la
espera de que el Olonés se aburriese de atacarle y le dejase
el resto de la tortura. Pero, ¿cómo era posible no morir al
observar el bajel maldito? Bueno, si la leyenda había
llegado a saberse, uno que otro habría tenido que sobrevivir
al navío.
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-Esto te divierte mucho, ¿verdad, Nau?-inquirió mandando
sus temores al diablo-. Dime, ¿por qué no me matas?
-Porque así no sería ni la mitad de divertido-contestó Nau.
Y a la orden de “Fuego” el capitán de “El Olonés” se lanzó
sobre su adversario espada y pistola en mano, mientras que
sus hombres destruían como se les daba en gusto y gana el
Tresaure.
Pero el capitán francés no se dio por vencido solamente con
acabar con su némesis en batalla y con el navío que éste
capitaneaba, sino que también quiso hacer gala de su
crueldad y habilidad bélica al intentar vérselas con el navío
del Almirante Van der Decken.
Por su parte, el Almirante bajó consternado su catalejo. Los
cañones del Olonés tronaban sin cesar y sus balas iban
directamente al navío de la Zeven Provinciën, sin olvidarse,
claro, de ir a dar unas que otras al Tresaure.
Honestamente, la artillería del barco francés no le daba ni
frío ni calor, pues no conseguirían destruir su navío jamás.
Sin embargo, estaban consiguiendo dar un buen susto a los
suyos.
Entonces decidió unirse a la contienda. Después de todo no
tenía nada que perder, pues su artillería era una y mil veces
superior a la de aquellos barcos. Además, había visto que el
Tresaure llevaba las de perder en esa situación. De hecho
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
52
ya estaba rindiéndose, pues no atacaba al enemigo como
antes y no se batía contra el bajel holandés. Mientras que el
Olonés le estaba atacando, le estaba invitando a la batalla.
No podía permitir que acabasen con unos inocentes.
-Sheefnek, abrid fuego contra aquel navío-ordenó a su
subordinado.
-Pero señor…-trató de excusarse.
-Es una orden-dijo Van der Decken, sintiéndose mal por
tener que ordenarle algo a su amigo.
Sheefnek trató de luchar, pero la decisión ya estaba tomada
por parte de Niek Van der Decken.
Los torpedos del barco holandés volaron precisos por los
aires con rumbo al Olonés, impactando en su cubierta y en
sus mástiles.
Al ver los destrozos propinados a su nave, Nau decidió
acabar rápidamente con Rackham para poder volver a su
barco. Se sostuvo de una cuerda que había quedado
suspendida de los aparejos y disparó directo al corazón de
su enemigo. Sin embargo, el inglés consiguió evadir la bala
justo a tiempo.
Nau le dirigió una sonrisa sardónica a Rackham,
lamentando la pérdida de la última bala que le quedaba. El
capitán del Tresaure lanzó a su némesis al aire y, de haber
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
53
tenido más suerte, hubiese podido cortar la cuerda que le
sostenía.
Una vez que Nau llegó al puente de mando de su navío
llegó a cometer los desvaríos más grandes que un capitán
puede hacer, entre ellos asesinar a varios de los suyos para
azuzar a los otros a atacar con redobladas fuerzas al barco
holandés.
Así que viró, olvidando momentáneamente a Rackham y su
Tresaure, quienes giraban para hacerle frente junto al navío
de la Zeven Provinciën.
A cañonazo limpio el barco inglés lo trató de acallar, pero
solamente consiguió avivar más la llama demoniaca de la
furia que habitaba dentro de la negra alma de Nau.
Entonces dejó de cañonear nefastamente al blindado
holandés y decidió retomar su ajuste de cuentas con el
inglés.
Sin embargo, Van der Decken fue lo suficientemente audaz
como para comenzar a darle de torpedos hasta que
consiguió acabar con varios tripulantes del Olonés y con el
mástil mayor.
A pesar de su sadismo, Nau decidió emprender la retirada
hasta una isla no muy lejana para reparar su nave y luego
regresar con el propósito de hacerle saber a los holandeses
lo que realmente era bueno según él.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
54
Así que puso proa al norte y navegó a lo que más le dieron
las destrozadas velas, es decir, muy lento. Hasta que
desapareció de la vista, mientras que los cañones de Van
der Decken y de Rackham resonaban en el aire.
El capitán Rackham miró hacia el navío que calificaba
como el Holandés Errante. ¿Lo sería realmente? Lo había
defendido de las garras de Nau y eso nadie se atrevía a
hacerlo, además había conseguido alejar a su némesis en
batalla. Lo mínimo que se merecían eran los
agradecimientos.
Puso proa al navío de la Zeven Provinciën con el firme
propósito de hablar con su capitán y, en el mejor de los
casos, establecer algún tipo de provechosa alianza con
aquel poderoso hombre.
A esas mismas horas las brumas del sueño se disiparon en
la mente de Lodewijk y abrió los ojos.
Aunque hubiese preferido una y mil veces no haber
despertado jamás. Ahí vio a su mejor amiga hablando sola.
De más está decir que la había visto mil veces en aquellas
prácticas y que pensaba que simplemente ella tenía una
amiga imaginaria. Aún así, no era algo agradable.
-Pero, ¿estás segura?-preguntaba Liselot cogiendo los
imaginarios hombros de alguien-. ¡Yupi! ¡Estamos en el
siglo XVIII! ¡Conoceré a los piratas! ¡Genial!
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
55
Pero su celebración la cortó de cuajo Lowie, pues posó sus
manos sobre sus hombros y la miró severamente a la cara.
-¿Con quién hablas, Liss?-preguntó.
-Con Naomie, ¿Qué no lo vez?-le contestó Liselot, aún
alborozada.
Pero su alegría se esfumó en un tris al descubrir que
Naomie había desaparecido.
-¿Por qué siempre desaparece?-preguntó más para sí que
para Lowie.
Pero no hubo tiempo para respuestas, pues en esos
momentos ingresó uno de los tripulantes del barco para
avisarles que ya podían salir. Lowie salió disparado con
Liss de la mano, para pedirle al Almirante que la devolviese
a Holanda. Al llegar a cubierta, el capitán del Tresaure les
hizo una reverencia.
-¿Jack Rackham?-preguntó al reconocerle. Al parecer, se
cumpliría su sueño.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
56
Capítulo 4: “La Imposible Verdad”.
Al ver los ojos de estupefacción de Liselot, el capitán
Rackham sólo se limitó a sonreírle encantadoramente. Niek
ardía en celos, ¡aquel joven estaba coqueteándole a su hija
ante sus propios ojos!
De más está decir que Liss casi se desmayó. Ante ella
estaba el famosísimo capitán Rackham. Ese joven no podía
ser otro sino el afamado pirata del siglo XVIII. Parpadeó
para ver si aquello era un sueño o no, pero descubrió que
por primera vez las predicciones de Naomie eran una
realidad.
Ahí estaba ese joven de sonrisa blanca, pícaros ojos azules,
cabello casi rubio y piel morena tostada por el sol. El pelo
le caía a cascada sobre los hombros. Era alto y delgado.
Llevaba un sombrero tricornio marrón, una casaca roja,
camisa agujerada, pantalones de calicó y botas marrones.
-Aye, milady-respondió y le dedicó una sonrisa que casi
causa un ataque cardiaco a todos los presentes.
-¿El capitán del Tresaure?-preguntó Liselot sin dar crédito a
sus ojos ni a sus oídos.
-Aye, milady-respondió el capitán Jack Rackham.
Para evitar otra sonrisa y un futuro desmayo por parte de su
hija, Niek decidió cortar por lo sano. Dio un ligero
carraspeo y se acercó a Jack.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
57
-Capitán Rackham, agradezco su presencia a bordo de mi
navío, pero necesito preguntarle algo-dijo el Almirante.
-Diga usted, Almirante-contestó Rackham, intentando
disimular su extrañeza.
-¿En qué año estamos? ¿Qué día es hoy? Lo pregunto
porque usted parece del siglo XVIII-dijo Niek tratando de
aportillar la fama que Rackham se había hecho en Liselot.
-Pues eso es porque realmente estamos en el siglo XVIII,
hoy es 31 de mayo de 1715, Almirante…-indicó Jack
tratando de conocer el nombre de su interlocutor.
-Van der Decken, Almirante Van der Decken-se presentó
Niek tendiéndole la mano.
Jack palideció un tanto y retrocedió un par de pasos,
desenvainando su espada.
-Así que es verdad, así que esa es la razón, este es el
Holandés Errante, ¿no? Por eso que este navío es tan
extraño y se mueve sin la ayuda de nada, ni siquiera el
viento. Por eso que ustedes visten de esta manera tan
extraña. Por eso que se acercaron al Tresaure cuando Nau
nos estaba atacando, ¿verdad? ¡¿Verdad?!-dijo Rackham,
completamente furioso, amenazando con asesinar a
cualquiera que se le acercase más de lo necesario.
Liselot se le acercó un poco más.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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-No tema, capitán Rackham. No estamos a bordo del
Holandés Errante. Estamos a bordo de la fragata HNLMS
Evertsen. Y, acaso, ¿el otro barco era L’Olonais, del
capitán Jean-David Nau?-preguntó Liss.
-Aye, milady-respondió Rackham.
El silencio inundó a todos los tripulantes del navío,
exceptuando a Liselot, quien se puso a hablar alborozada.
-¡Yo sabía, yo sabía! No me quisieron hacer caso cuando
les dije que estábamos en el siglo XVIII, pero… ¿quién
tenía razón?-preguntó irónica.
-¡Ese hombre está mintiendo!-acusó Sheefnek-. No ha
alegado por la presencia de Liselot en el barco y…-Jack lo
interrumpió.
-No he alegado por la presencia de la chica en el barco,
porque opino que las mujeres también tienen derecho a
vivir una vida en el mar. No olvide que soy un pirata-alegó
Jack, desenvainando la espada y yéndose sobre Sheefnek.
El capitán Rackham casi pudo concretar su ataque contra el
padre de Lowie, pero el Almirante se acercó oportunamente
a ambos contrincantes y los separó antes que el asunto
pasase a mayores.
-Caballeros, caballeros, no nos vayamos a las manos.
Capitán Rackham, agradecería que usted me dijese dónde
estamos-contrarrestó Niek.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
59
-En el Caribe, cerca de New Providence-indicó Rackham
para luego añadir:-Ahora, si no puedo servirle de más, me
retiro, Almirante Van der Decken.
Y, uniendo acción a la palabra, se acercó a la barandilla
para volver a su barco. Pero Sheefnek interrumpió su
regreso a la nave.
-No tan rápido, ¿olvidas que eres un pirata? El Almirante
Van der Decken podría mandarte a ahorcar por tus
crímenes-le dijo.
-Pero no lo haré. Sin embargo, capitán Rackham, si vuelvo
a verle su suerte será diferente-apuntó el Almirante,
indulgente.
Entonces Jack se devolvió al Tresaure y zarpó. Una vez que
se hubo perdido en el horizonte, toda la tripulación del
Evertsen se miró los uno a los otros completamente
confundidos. ¿Cómo había sucedido eso? ¡Fácil! El escudo
Anti torpedos se había activado, pero como los científicos
no lo habían probado: alguna extraña reacción los había
cambiado de época.
A pesar de todo, Niek fue más rápido que su gente y pensó.
-¡Rápido! Cada cual a sus labores, vamos rumbo a la
Holanda de ésta época: nuestra gente nos ayudará-dijo.
Aún así, no tenía ni una miserable idea de dónde estaba.
Bueno, eso era la mitad del Caribe del siglo XVIII, pero:
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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¿Dónde quedaba New Providence? ¿De qué calaña era ese
lugar?
Entonces dispersó a su confusa gente y se dirigió a la
cabina de mando para dirigir él mismo el navío de la
manera más segura.
-Padre, ¿tú sabes dónde queda New Providence?-le
preguntó Liselot, adivinando los pensamientos de su padre.
-No, hija, pero no te preocupes: buscaré muy pronto aquel
lugar-dijo el Almirante.
-Pues, yo sí se…-dijo ella.
Su padre se la quedó mirando con su mejor cara de no
comprender nada.
-Ven a la cabina de mando y me dices-le indicó Niek.
Aún no anochecía en alta mar. Liselot se encontraba
apoyada en la barandilla de estribor. Y conversaba
claramente en voz alta con alguien, sin embargo no había
nadie a su lado. A Lowie lo habían mandado a cumplir sus
labores como marinero, su padre seguía enfrascado en la
cabina de mando desde hace un par de horas y Sheefnek
estaba dando sus órdenes a la tripulación a su déspota
manera.
-¿Tú crees?-preguntaba.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
61
-No tienes más remedio que ganarte el cariño de la
tripulación-se supone que le contestaba la otra persona.
-Creo saber cómo, Naomie-contestó Liselot dando una
pequeña risita.
Justo en ese momento pasaron junto a ella Sheefnek y dos
marineros de menor rango, quienes no pudieron evitar
escuchar la “conversación” que la chica mantenía y, tras
enarcar una ceja, se le acercaron.
-Vaya, vaya, si es la chica que nos trajo hasta esta época.
Más encima está loca. ¿Con quién habla, señorita Liselot?-
preguntó Sheefnek burlonamente.
-Con Naomie-contestó ella.
Los tres hombres rodaron los ojos y siguieron su camino.
No pasó mucho rato y la gente siguió pasando alrededor de
ella. Todos no tardaban en demostrarle su desprecio,
influenciados vilmente por Sheefnek. Algunos se burlaban
de ella, otros le dieron uno que otro golpetazo, otros
hablaban a sus espaldas.
De pronto, vieron que ella, antes de que comenzaran
siquiera a preparar la cena se puso a bailar en público de
una manera muy grotesca, cantando desafinadamente. Se
subió a la barandilla, luego pasó de mástil en mástil y no
tardó en subirse a lo más alto de uno de los radares.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
62
Su mayor problema fue cuando miró hacia abajo descubrió
con espanto que había subido como mínimo unos veinte
metros o, por lo menos, así le pareció a ella. Y comenzó a
gritar completamente aterrada.
Cuando alguien consiguió bajarla de las antenas ella sudaba
copiosamente, pero cuando sus pies tocaron el suelo se
puso a saltar y cantar.
Luego, comenzó a bailar con los nuevos éxitos de moda en
Youtube.
Cuando vio toda aquella aglomeración alrededor de algo,
Lowie se acercó al grupo y tras pasar por una multitud de
gente consiguió llegar a la improvisada primera fila y
musitó:
-Éste será un viaje muy largo.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
63
Capítulo 5: “La Puerta de Nuestro Hogar Se Ha
Cerrado”.
Liselot abrió los ojos aquella mañana extrañada por el
vaivén que sentía en todo su cuerpo. Llevaban dos semanas
a bordo del Evertsen y aún no conseguía acostumbrarse al
lugar en que estaba y mucho menos a la época en que vivía
en aquellos momentos.
A pesar de eso, no era muy difícil acostumbrarse. Hasta
aquel momento todo había sido muy similar a la vida en el
siglo XXI. No se había topado con ningún otro navío ni
habían avistado tierra.
Como si eso fuese poco, Niek Van der Decken se había
apresurado a sacar el navío del Caribe, pues quería evitar a
toda costa un nuevo contacto con piratas.
Eso no había sido del todo difícil. Sus órdenes solían ser
certeras y funcionales en la práctica, además de que no se
había despegado mayormente de la cabina de mando.
Contaba a su servicio con el Contramaestre Sheefnek, quien
era muy déspota y se hacía oír con la tripulación a punta de
castigos y órdenes estridentes. Y, además, la tripulación
estaba asustada y preferían mantener sus mentes ocupadas
en algo útil, como volver a casa.
Salió de la cama con la ropa puesta. Por seguridad su padre
había decretado que todo el mundo debía dormir vestido. Se
fue a la ventana y abrió la cortina.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
64
-Buen número el que montaste ayer-le soltó burlonamente
una voz femenina que la sobresaltó.
-¡Naomie!-dijo Liselot.
Efectivamente, ahí estaba Naomie mirándola divertida con
una ceja enarcada.
-¿Sabes lo que ellos opinan de ti?-preguntó irónicamente
Naomie.
-Que estoy loca y es por tu culpa-le culpó Liselot mirando
al suelo.
-Oh, no, eso es por tu actuar-le dijo Naomie.
-Si actúo así es por tu culpa, pero no puedo evitarlo, porque
soy así-le dijo Liselot.
-Pero te estás ganando a la tripulación de este barco-le
informó.
-¿Eh?-se sorprendió Liselot.
-Consideran que eres divertida y están comenzando a creer
que no estás loca. Pero ten cuidado, hay alguien que trata
de ponerlos en tu contra y de causar la ruina de todos con
tal de conseguir poder-le previno Naomie.
Liselot se volteó hacia la ventana para observar el profundo
azul del mar, tratando de concentrar su mente y descubrir
quién era el villano de su telenovela.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
65
Cuando se dio vuelta para comunicarle sus planes a
Naomie, pero se percató de que ella ya se había ido, algo
nada nuevo.
Entonces decidió salir de su habitación para poner en
marcha su plan.
-Hay trabajo que hacer-se dijo a sí misma.
Entonces cerró la puerta de su camarote. A pesar de ser una
polizona era la hija del Almirante que comandaba la nave y
no la podían dejar durmiendo en las bodegas ni lanzarla al
mar para luego dejarla en esa época.
No tardó mucho en llegar al comedor del navío, el cual ya
se encontraba casi vacío, pues todos habían desayunado ya.
En las dos largas mesas metálicas, con suerte había cinco
rezagados conversando entre sí, acerca de la extraña
situación en que se encontraban y, por qué no, de la poca
cordura de la hija del Almirante.
La chica se sentó en la mesa contraria a la cual estaban
conversando los cinco remolones, luego de ir a buscar una
taza de café y un pan.
-¿Quién? ¿La loca?-se escuchó decir entre carcajadas a una
de las mujeres de la tripulación.
Liselot prestó atención y aguzó el oído graciosamente en
dirección al lugar del cual provenían los comentarios.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
66
-Sheefnek dice que esa chica perdió la razón hace mucho-
acotó la misma mujer que había hablado segundos atrás.
“A lapp tapp tapp, kariri kariri dinn nande den nando”,
comenzó a tararear Liss, en voz baja, la letra de la conocida
canción Ievan Polka.
-El numerito de ayer es una prueba de su locura-dijo esta
vez un hombre.
Todos sus interlocutores comenzaron a reír, algunos
mirando adrede a Liselot, quien estaba al otro extremo,
otros sin recalar en su presencia.
-¿La vieron bailar? Fue ridículo, juro que me dio vergüenza
ajena-dijo el hombre en medio de carcajadas mal
contenidas.
“¡Hey!, Nin nande den nando wara ribi diri biri den nando”,
siguió cantando Liss en voz baja, tratando de que no
hicieran mella en su ánimo aquellos comentarios. De hecho,
se notaba que no estaban haciendo ni el más mínimo efecto
en ella, pues su sonrisa destellaba y sus ojos tenían una
mirada alegre, al son de su pié que bailoteaba al ritmo de la
música bajo la mesa.
-No sé en qué estaba pensando cuando se coló aquí-dijo la
mujer.
-¡Hey!-gritó Liss, llamando todas las miradas sobre su
cuerpo-. Din nande den nando wara ribi diri biri den nando-
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
67
continuó cantando, pero esta vez en voz alta y, tras lanzar
lejos la silla y la mesa, se puso a bailar muy
exageradamente la coreografía de la canción.
Atrevida e ingenua como sólo ella sabía serlo, se acerco
bailando la coreografía hasta la mesa en la que estaban
sentados, comiendo y mirándola, los rezagados.
Aprovechando un momento en el cual se alejó hacia el
pasillo, comenzaron a hacer comentarios más burlescos
acerca de la díscola joven.
-Y así dudas que está loca y merece que la encierren en su
camarote…-dijo la mujer a un muchacho que había comido
en silencio todo ese tiempo y que estaba al margen de los
comentarios.
Por única respuesta obtuvo la absorta y embelesada mirada
que el grumete dirigía a la muchacha, acompañada de una
sonrisa impresa en los labios balbuceantes que trataban de
seguir la letra de la canción. Miró hacia debajo de la mesa,
donde vio que el pié del chico se movía de aquí para allá, al
son de la música.
-Despierta, cabeza hueca-le llamó al mundo real la mujer.
El chico la miró como quien observa a alguien que le ha
despertado del sueño más maravilloso de su vida.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
68
-Mirabas a esa loca con ojos de huevo frito, ¿te comió el
ceso acaso?-inquirió ella, evidenciando notablemente sus
celos.
-La verdad es que esa chica es más genial de lo que creí…
¡Qué personalidad!-dijo el chico sinceramente.
No había acabado de decir eso cuando saltó de su asiento y,
tratando de seguir la coreografía se acercó bailando y
cantando a Liselot. La chica le sonrió pícaramente y lo
llevó bailando hasta donde los cocineros entregaban las
bandejas de comida.
Los cocineros, más livianos de prejuicios y más osados e
indisciplinados que los marineros que viajaban en la fragata
no necesitaron oír la canción dos veces. Armados de su
batería de sartenes, ollas, cubiertos y platos comenzaron a
percutir el tema, lo cual hizo que sonara aún peor.
Los encargados de la limpieza, en un arrebato de locura, se
largaron a reír y, haciendo como que las escobas eran sus
parejas de baile en un refinado vals, comenzaron a dar
vueltas por el comedor cantando Ievan Polka.
Todos reían y aullaban como locos de contentos, relajados
y tranquilos, distrayéndose de la realidad, de la cruel
realidad que les perseguía. A excepción de un par de
amargados que permanecían sentados y en gutural silencio,
arguyendo ser más maduros que sus pares.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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Todo fluía bien hasta que…
-¡¿Qué está pasando aquí?!-tronó la voz de Sheefnek desde
las afueras del salón comedor-. ¡Todos inmediatamente a
sus labores! ¿Creen que están en este barco para
holgazanear? No ahora, no cuando tenemos a piratas cerca
de nosotros y tenemos que volver a nuestra época. ¡A
trabajar, flojos! Liselot Van der Decken, quedas encerrada
en tu camarote hasta que lleguemos a nuestra época y a
Holanda. Los que permanecieron sentados, por desleales,
irán a pulir el armamento y los radares. Quienes
participaron en este desastre, durante toda la travesía
quedaran con la tarea extra de limpiar todos los camarotes y
baños del barco. Y todos, con sus raciones reducidas a la
mitad.
Todos se quedaron mirando los unos a los otros, pasmados
y enojados.
-¡Ya escucharon, a trabajar!-tronó.
Tras eso, cogió a Liss del brazo izquierdo y la jaló
fuertemente hacia el pasillo. La insultó y regañó cuanto
quiso durante el trayecto, pero eso sólo avivó la fiereza con
la que Liss trató de ayudar a esa gente, todos necesitaban
distraerse en esos momentos, en especial con un jefe como
Sheefnek.
Abrió la puerta del camarote y la arrojó dentro sin
ceremonias. Liselot chocó su cadera contra la cama y cayó
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
70
torpemente al suelo. El golpe dolía y un par de lágrimas
brotaron de sus ojos.
-Disfruta tu estancia, loca, alborotadora-concluyó de
insultarla y cerró la puerta finalmente.
Cinco horas después…
El sol se escondía por entre los tejados de la ciudad
portuaria de Ámsterdam del siglo XVIII. Las mujeres se
tapaban con sus abanicos para no doblegarse ante el brillo
del astro rey que se ocultaba tras los tejados café instalados
por sobre las bellas y elegantes construcciones de fachada
blanca.
Los carruajes rompían el brillo del astro luminoso sobre los
adoquines de las calles y el guardia del puerto con sus
negras y lustrosas botas hacía sonar las podridas tablas del
muelle.
Las risas y las músicas eran la melodía a cuyo ritmo se
movía el jolgorio de la capital holandesa.
Pese a principiar ya la noche, el capitán y su escolta
revisaban los bergantines mercantes y hacían rodar muelle
abajo, hacia las intrincadas calles, toneles y toneles, cajones
y más cajones, llenos de mercancías.
El dinero fluía con rapidez.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
71
Los corsarios bajaban de sus bellos veleros, tras sabotear la
Armada Española, la Inglesa, la Francesa y la Portuguesa,
en medio de risas estridentes y lacerantes maldiciones con
rumbo a las tabernas portuarias. Esperando la compañía de
las mujerzuelas y el ron, queriendo narrar la leyenda del
Holandés Errante, historia que ni sospechaban dejaría de
ser igual.
Con el rostro amurrado y los ojos ad portas de liberar
lágrimas, se abría paso por el muelle un hombre de edad
madura. Caminaba a paso rápido, parecía llevar malas
noticias a donde quisiera que fuese.
Se ganaba todas las miradas con su caminar seguro y su
vestimenta moderna, casi del futuro.
Niek Van der Decken llegó al entablado del muelle y con
los ojos llorosos miró al astro rey que se escondía en el
horizonte. La culpa y la desesperación se leían en su rostro
desencajado.
Respiró profundo y, sin levantar ninguna sospecha por
parte del jefe de la guardia ciudadana, nadó por entre los
veleros y subió hacia su navío ayudado por uno de sus
grumetes.
-¿Por qué trae esa cara, mi Almirante?-preguntó el cínico
Sheefnek fingiendo cándida sorpresa.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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-La puerta de Holanda, su hogar, se ha cerrado. No queda fe
ni esperanza en estas tierras para nosotros-confesó a la
tripulación agolpada en cubierta A.
Una sombra se escabulló del tumulto sin ser vista, con fiera
decisión, en dirección a la escalerilla que conducía a los
interiores de la nave.
-¡Liss! ¡Ábreme la puerta! ¡Liss!-gritó Lowie, con un
urgimiento extraño en él.
-Estoy atrapada aquí, el contramaestre me encerró aquí-
gritó la llorosa voz de Liss desde el otro lado de la puerta.
-Maldito bastardo, condenado hijo de puta-masculló Lowie
más para sí que para Liss-. Espera, Liss, te sacaré.
Liselot, alarmada, comenzó a llorar desesperada desde el
otro lado de la puerta. Lowie así lo percibió y se aprestó a
calmarla.
-Tranquila, Liss, ya casi te saco. No pasa nada, te
necesitamos-susurró Lowie, mientras se maldecía
internamente por no guardar en un lugar seguro sus
herramientas.
Finalmente, tras encontrar su ganzúa en uno de los cien mil
bolsillos de sus pantalones, malogró la chapa hasta
conseguir que la puerta se abriese sola.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
73
Liselot sonreía radiante, tal como su amigo había previsto
que sus palabras surtirían efecto. Aún así, en su mirada
había un dejo de miedo que alertó al instinto del muchacho.
-Escucha, Liss. Tu padre viene con malas noticias desde el
Palacio. Espera, no te alarmes-dijo al ver que el rostro de la
chica se ensombrecía-. Te explicaré en el camino a qué me
refiero. Ahora necesitamos tu buen ánimo, tu fe. Por favor,
Liselot, no caigas ahora. Tú conoces ésta época mejor que
ninguno de nosotros, no hay un mejor plan que el que salga
de tu cerebro, pero necesitamos que mantengas la calma de
todos-le explicó el chico tras abrazarla.
La chica no necesitó que le repitiesen la situación ni una ni
mil veces, sonrió, esta vez segura de sí misma y miró a su
amigo a los ojos.
-¿Sabes dónde están?-le preguntó.
-Para que lo supieses, los buscaría hasta el fin del mundo-le
contestó.
La chica no necesitó saber más y, prestamente, se colgó del
brazo de su mejor amigo, dejando que éste la guiase hacia
el rumbo que quisiera darle.
Cuando llegaron a la cubierta, un montón de gente estaba
agolpada alrededor del puente de mando, cuchicheando
entre sí completamente asombrados y alarmados desde el
dedo chico del pié hasta el último de sus cabellos.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
74
A Liselot, la imagen de su consternado padre dando un
discurso a su gente acerca de cómo el gobernante de la
Holanda de la época le había cerrado todo refugio, todo
alimento, toda ayuda a su navío errante hasta que
consiguiese volver a su época, la fue a recibir de boca.
Antes de que la estupefacción hiciese mella en su amiga,
Lodewijk la empujó rápidamente a través del tumulto y se
hizo paso en medio de la aglomeración.
Cuando llegó hasta el puente de mando con la chica, el
padre de ésta y el mismo Contramaestre Sheefnek se
quedaron mirándola asombrados, siendo éste último el
primero en reaccionar.
-¿Tú, mocosa? ¿Cómo conseguiste huir?-le preguntó
Sheefnek, olvidando un pequeño detalle.
-¿Huir?-preguntó el padre de Liselot anonadado.
Los ojos de la muchacha se pusieron acuosos de inmediato
y, antes de que ella estallase en llanto y todo el plan se
fuese al fondo del mar, Lowie se adelantó un tanto.
-El Contramaestre Sheefnek la encerró en su camarote esta
mañana-sentenció el joven.
-Y supongo que tú la ayudaste a escapar-dijo Sheefnek
firmando su sentencia de muerte.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
75
-Cielo Santo, ¿cómo fue usted capaz de hacerle eso a mi
hija?-preguntó Niek levemente enfurecido, mirando con
ternura a su retoña.
-La muchacha es una alborotadora, mi Almirante…-dijo el
contramaestre dejando la frase inconclusa.
-Alborotadora o no, merece respeto. No es nuestra
prisionera de guerra como para dejarla cautiva en su
camarote-dijo Lowie, defendiendo a su amiga.
-Un “mi Contramaestre” hubiese sonado mejor en esa frase,
señor-dijo Sheefnek socarronamente-. Y a los
alborotadores-continuó clavando incómodamente su mirada
en Liss-, se les aparta del grupo. No olvidéis que por esta
muchacha, muchos han tenido que pagar un castigo por el
desorden de hoy en el desayuno-siguió alzando su voz
hacia los oyentes.
-Apoyo la moción levantada por vuestro hijo, mi
contramaestre-opinó Niek.
-Sin embargo, la muchacha está loca, no es de ninguna
utilidad para la tripulación. Solo es capaz de causarnos
problemas-dijo, clavando su filosa mirada en su propio
hijo, quien ardía de ira y deseos de defender a la muchacha
que tenía al lado.
Un murmullo comenzó a esparcirse por entre la tripulación
agolpada en cubierta. Primero despacio, luego más fuerte,
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
76
hasta transformarse en una conversación a gritos. Todos
planteaban su acuerdo a Sheefnek, quien les había
comprobado la locura y la torpeza de Liselot Van der
Decken miles de veces en la travesía. Además, por su
culpa, muchos estaban pagando un injusto castigo.
-Al menos Sheefnek no ha perdido la razón. Ahora ni el
Almirante tiene un rasgo de autoridad. ¡Míralo! Está
acabado. Además, su amor y culpa hacia la loca de su hija
lo corroe-acotó la mujer del desayuno al grumete.
-Eso, se llama amor paternal-acotó el chico enternecido.
-¿Amor paternal?-preguntó la mujer con sorna-. Sheefnek
es la autoridad ahora, a menos que quieras que la loca guíe
el rumbo de este barco.
-Esa chica no está loca, que sea alocada es algo muy
distinto y Sheefnek, él no es más que un aprovechador que
está sacando lo mejor de esta penosa situación-comentó el
grumete.
-¿No está loca? Por favor, entonces, ¿a qué se debe el
numerito de hoy en el desayuno? Recuerda que por eso
debes limpiar mi camarote y comer la mitad-le dijo ella
agriamente.
-Pero no puedo negar que gracias a eso me distraje y me
divertí como desde antes de pisar este barco. Si necesitamos
actuar con lucidez, primero necesitamos tener la mente
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
77
libre de presión. Y, el culpable es el amargado de Sheefnek,
nadie más-dijo el chico, obteniendo un bufido de la dama
por única respuesta.
En el puente de mando, nuestros cuatro protagonistas se
miraban los unos a los otros como esperando a quien
lanzaría la estocada primero.
-Muy bien, muy bien-dijo Sheefnek, ganándose el silencio
de todos.
-¡Escuchen!-se alzó la voz de Liselot-. Gracias-sonrió
dulcemente-. Sé que están cansados y que esta noticia les
ha caído peor que un… un barco sobre la espalda, pero no
pierdan las esperanzas. Primero que nada, ésta época tiene
sus reglas propias y yo las conozco, puedo compartirlas con
quien quiera aprenderlas: no puedes difamar la fe, ni
parecer una leyenda viviente, sólo atraerás miedo a tu
alrededor y nadie te ayudará, creerán que eres el demonio.
Si queremos apoyo, debemos parecer como ellos. Un lugar
que de seguro nos ayudará es Inglaterra, son los más
racionales y abiertos de mente de esta época, ellos están en
contra de la piratería, pero tienen como un millón de
corsarios en el Caribe, te alías a ellos y tienes escolta gratis,
son curiosos y seremos la monada para ellos. Debemos
navegar a Inglaterra. Sean optimistas, por favor. ¡Hagamos
algo! Todos los días, de cinco a siete de la tarde, veré en el
comedor a todos aquellos que quieran conocer esta cultura.
Además, no podemos estar tan tensos, chicos-sonrió-, taller
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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de baile coreano después de almuerzo hasta las cuatro en la
cubierta B. Tras mis avisos, Contramaestre Sheefnek la
tripulación es suya-retrocedió unos pasos.
Sheefnek se acercó furioso.
-¡Muchacha insolente! ¿Cómo te atreves? La tripulación
será siempre mía-rugió ante la sorpresa y susto de Liss.
-Sheefnek, compórtese-ordenó Niek-. Reunión de jefes de
secciones en el puente de mando. Dispersaos, marineros.
Mientras todos se dispersaban, el grumete se acercó a su
acompañante y le dijo:
-Sheefnek ha perdido la razón-.
Nota de Autora: No me asesinen!!!!! No era mi intensión
tardar tanto en publicar!!!!!!!
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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Capítulo 6: “La Verdad Tras Lodewijk Sheefnek”.
Había pasado una semana y el Evertsen navegaba
tranquilamente en dirección a Inglaterra. Las palabras de
Liselot Van der Decken habían surtido efectos maravillosos
en la tripulación y eran muy pocos los que todavía no
aceptaban su genialidad y se negaban a asistir a las “clases”
que ella impartía.
Sheefnek era uno de ellos. Estaba de muerte al ver que su
control había disminuido considerablemente ante una bien
consciente tripulación al mando de un elocuente Almirante.
Lodewijk Sheefnek se sentía orgulloso, tanto como de su
amiga como de sí mismo. Había logrado destruir a su padre.
Con una sonrisa mordaz bajó las escalerillas hasta la
cubierta C. Iba a cruzar un pasillo cuando una sombra le
cortó la inspiración y lo lanzó contra la muralla.
-¡A ti te quería encontrar!-le rugió alguien.
-Vaya, vaya, vaya… ¡Si no es el fracasado del
Contramaestre Sheefnek!-replicó Lowie con sorna.
-¡No me faltes el respeto, si fracasé es por tu culpa!-le
escupió su padre, zamarreándolo.
-No te enojes, traidor…-se mofó Lowie.
-Pudiste serle leal a ella…-replicó el contramaestre.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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-No iba a traicionarla, es mi mejor amiga, me siento
orgulloso de ser más leal que tú-dijo aguijoneándole con la
vista.
El contramaestre le abofeteó con fuerza, con ira desmedida.
-Pudiste serle leal a ella, pero eso no quita que asesinaste a
tu madre-replicó Sheefnek venenosamente.
De inmediato el rostro de Lowie cambió, se tornó apagado,
ensombrecido.
-¡Suéltame, hijo de puta!-bramó, clavando a su padre contra
la otra pared y echando a correr a toda velocidad hasta su
camarote.
Entró a toda prisa a la habitación y cerró de golpe la puerta.
Se acercó a la cómoda y, tras revolver un poco los cajones,
su rostro enceguecido por la locura de la ira se tornó
macilento y se iluminó con una triste sonrisa cargada de
dolor.
-¡Aquí está!-exclamó temblando de pies a cabeza.
Segundos más tarde, caía al suelo dando un horrible alarido
y cubriéndose con las manos las ropas llenas de sangre.
Liselot había tenido el desagrado de presenciar la escena y,
una vez que Sheefnek se alejó por la escalera mascullando
maldiciones contra su hijo, se puso en dirección al camarote
de Lowie.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
81
De inmediato se devolvió… ¡Lowie era un asesino! ¡Había
matado a su propia madre! ¡¿Cuánto habría sufrido ella?!
Pero… Lowie había estado llorando… ¿estaría arrepentido?
¿Sheefnek habría sido sincero? Decidió ir a verlo.
Al llegar tomó aire y decidió preguntar a Lowie qué había
pasado en realidad, por qué le había mentido. Golpeó la
puerta.
-¡Lowie! ¡Lowie, soy yo!-llamó sin obtener resultados.
Se atrevió y abrió. No alcanzó a poner un pié dentro del
camarote, cuando un extraño humo se coló por la puerta,
dándole una peculiar recibida. Avanzó un trecho y se vio
obligada a toser.
-Ándate, Liss, éste no es lugar para ti-le dijo Lowie.
-¿Qué es esto, Lowie?-preguntó atemorizada acercándose
un poco más en medio del espeso humo.
-¡Ándate, Liss! No mereces ver esto-replicó él.
-¿Qué pasó?-preguntó ella.
-¡Ándate!-gritó él, volteándose contra ella.
Un gemido de sorpresa y miedo brotó de los labios de Liss.
Lowie la había maltratado, le había gritado y asustado.
Tenía el largo cabello revuelto, los ojos y la nariz rojos. Las
lágrimas corrían por su rostro. Un tóxico cigarrillo estaba
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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en su diestra y una botella de cualquier cosa, al parecer ron,
en la siniestra.
Pero eso no era todo, sus brazos estaban llenos de sangre,
sus muñecas igual. Al lado había un cuchillo
ensangrentado.
-Lowie, esto me da miedo… pero no te dejaré solo-
prometió ella, sintiendo el dolor de su amigo y que lo
estaba perdonando.
-Mi viejo es una mierda, Liss-confesó con la mirada
perdida. Un gemido brotó de sus labios, era de dolor. Se
cogió las muñecas, mientras se encogía.
-Deja ver eso-solicitó Liss.
-No merezco tu ayuda-replicó un drogado Lowie.
-Ya lo sé, tu mamá murió por tu culpa-dijo ella con un
gesto de tristeza.
-Estuviste escuchando ahí todo el tiempo, ¿verdad?-
preguntó Lowie.
-¿Cómo pudiste, Lowie? ¿Cómo pudiste matar a tu mamá?
¿Por qué nunca me contaste? ¿Cómo pudiste desconfiar
tanto de mí, tu mejor amiga?-reprochó ella.
Ante la triste e ingenua mirada de reproche, Lowie se
encogió. Clavó sus ojos en el suelo, se afirmó la cabeza con
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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ambas manos y comenzó a llorar. Cuando consiguió
serenarse y levantar la vista aún lloraba.
-¡Ay, Liss! Si pudiera explicártelo, ¡si pudieses
comprenderlo!-gimió.
-¿Por qué el contramaestre te dijo lo que te dijo, por qué?-
preguntó ella.
-Es doloroso de contar, pero más aún de oír cuando se es
como tú-dijo él, tratando de no narrar su dolorosa historia.
-Hice una promesa, Lowie, y no pienso romperla. Además,
no quiero que sigas así, bebiendo, fumando, llorando y
sufriendo por esos horribles cortes. Confía en mí, ya estoy
grande como para escucharte-rogó ella.
-Es difícil de decir-se excusó él.
-Necesitas decirlo, Lowie. Yo por mientras te curaré esos
cortes que se ven bastante feos-dijo ella con tono de
compasión extrema.
-Está bien, era el 20 de febrero del ’92. Mi mamá ingresó
de urgencia a la clínica con una pérdida de sangre y unas
contracciones que la mataban pasados los segundos.
Ingresó al quirófano, a Sheefnek lo obligaron a quedarse
fuera. Yo ya había avanzado demasiado y no pudieron
hacerle una cesárea. El parto le quitó los últimos suspiros
de su vida y… murió…-Lowie se quebró-. Los médicos no
pudieron hacer nada y, cuando me llevaron ante Sheefnek
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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comenzó a odiarme: yo era el culpable de la muerte de la
mujer que amaba. Si yo jamás hubiese nacido, ella no
hubiese muerto.
-El contramaestre es un mentiroso, tú no tuviste jamás la
culpa-replicó Liss cuando recuperó el habla.
-Estamos hablando de Sheefnek, siempre me verá como el
culpable de la destrucción de su familia-contestó Lowie.
-No le digas Sheefnek, es tu papá-instó Liss.
-Mi papá-Lowie saboreó las palabras-. ¡Mi papá! Un
verdadero papá no te tiene desnudo en el antejardín en
plena nevazón, ni te hace correr tras su auto para ir a la
escuela, ni dirige tu rumbo, ni te golpea ni da de latigazos,
ni te envenena ni te obliga a beber somníferos. No, un
verdadero padre no te trata como un asesino ni un traidor
durante toda tu vida. ¡Por lo que quieras, Liss, yo era sólo
un niño! Un niño solitario y que sufrió mucho. Y no, no me
hables de perdonar, porque tú no viviste la infancia que yo
sufrí-se excusó Lowie.
-Fue… terrible-susurró Liss terminando de curar el último
rasguño.
-Y aún queda más, ¿quieres oír?-preguntó Lowie con sorna.
-Sí, todo lo que quieras contarme lo quiero oír-afirmó Liss.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
85
-Los trece años fueron un momento complicado. ¿Lo
recuerdas, Liss? Fue hace cuatro años. Cumplí trece años y
me miré al espejo. Me encontraba grande, valiente,
aguerrido, fuerte, un sobreviviente de guerra de pies a
cabeza. No quise vivir bajo el yugo de Sheefnek nunca más.
Aquella misma noche, sin despedirme de mis hermanos, me
largué. Me eché a recorrer las calles por un mes. En los
suburbios me encontré una casa Okupa. Entré y hablé con
los punks, me aceptaron. Hospedaje gratis, comida gratis…
mujeres, alcohol, riñas y drogas gratis, también. Fue
cuático, pero me sentí libre, descubrí que tenía alma y razón
propias. Estaba en lo mejor, cuando Sheefnek me vio
vestido de negro, con botas largas con tachas, collares de
púas y el cabello de cualquier color y forma. Se enojó. La
casa Okupa se remató y los punks fueron a parar a la cárcel,
de ellos nunca más oí. A veces me pregunto qué será de
ellos, qué harán, serán felices espero. Me liberaron de mis
cadenas, no cabe duda, pero no de los golpes ni seguir
viendo la muerte frente a mí todos los días-terminó Lowie.
Liselot levantó la mirada. Había estado llorando. Temblaba,
todo su cuerpo se conmovía con la triste historia de su
amigo. ¡Pensar que lo había creído un asesino!
-¿Querías oír?-preguntó Lowie con sarcasmo-. La vida es
dura, es cruel. Pero prométeme Liselot Van der Decken que
jamás sufrirás como yo sufrí ni que derramarás las lágrimas
que derramé en mi niñez ni que dejarás que te lastimen
como me lastimaron. Promételo-pidió, ella asintió-. Sólo
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
86
quiero que seas feliz, hermana, lucho por la libertad que no
tuve. Por eso boicotearía cien mil veces más esa puerta para
verte actuar como hace una semana. Eres de lujo.
Del otro lado, el atento oído de Sheefnek captaba todo y su
maquiavélica mente forjó un plan para vengarse de su hijo
traidor y la chica que amenazaba con quitarle el puesto que
tanto había soñado con obtener: Almirante, jefe de todo.
Echó una última ojeada a la puerta y bajó hasta uno de los
últimos camarotes. Golpeó la puerta educadamente. Una
mujer contestó y él ingresó.
-¿Y? ¿Qué dio, Soraya?-preguntó a la dama.
Frente a él, había una mujer de unos treinta y dos años.
Cabello castaño, ojos azules y tez mate. No muy alta y
contextura media, vestía uniforme. Le dirigió una feroz
mirada de odio.
-¿Cómo pudiste?-rugió. Al menos eso hubiese hecho si
hubiese tenido la voz que le había quitado el llanto.
-¿Qué debo suponer por eso?-preguntó él con un aplomo
inusual en su carácter.
-Positivo. ¡Dio positivo! Toda mi carrera se fue por la
borda. No puedo ni siquiera volver por tu culpa, Sheefnek.
Me embarazaste. ¿Qué harás con nuestro hijo? ¡Dime! ¿Lo
utilizarás como a mí?-reprochó ella enfurecida.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
87
-Tranquila, Soraya-le replicó melosamente sosteniéndola de
los hombros. Ella se zafó-. Amor, cálmate, les dañará a
ambos-puso una mano en el vientre de ella para darle a
entender que quería al niño… era un gran mentiroso, hay
que admitirlo-. Aún hay una salida. ¿Conservas el test?-
preguntó.
-Sí-asintió ella dándoselo.
Sheefnek lo guardó en sus ropas y trató de salir.
-Espera, ¿qué harás?-quiso saber ella.
-Sólo espera a ver cómo soluciono todo, primor-replicó él,
saliendo del camarote, dejándola a ella sola con una mano
apoyada en el vientre.
Nota de Autora: ¡Vaya! Es triste la historia de Lowie… me
saltaron lágrimas cuando la escribía. Espero que aquellos
niños que sufren no deban sufrir más, que la vida les salve
como salvó a Lowie. Y bueno… Sheefnek… ¿qué está
forjando su maquiavélica mente? Tratándose de él, todo es
posible… ¡Apuestas, apuestas! Lo único que lamento es
que el capítulo me salió demasiado corto… bueno, nunca es
bueno confundir cantidad con calidad.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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Capítulo 7: “El Rumor se Esparce y Estalla en
Inglaterra”.
-¡No!-suspiró Niek dando un alarido.
El retorcido Sheefnek se limitó a mirarlo impávido,
esperando a que sus palabras surtieran efecto.
-No puede ser… ¡No puedo creerlo!-gritó pasmado.
-Yo tampoco, sin lugar a dudas, pero lo sé de primera
fuente, la oí. Aquí… tengo la prueba, el cuerpo del delito-
dijo Sheefnek extrayendo de sus ropas un… test de
embarazo.
-¡No!-gritó Niek, cayendo de rodillas y sintiendo que no
podía controlar las lágrimas que rodaban por sus mejillas,
mientras miraba perdidamente el signo positivo.
-Tranquilo, hombre, cálmate-le dijo el falso amigo,
poniéndole una mano en el hombro-. Si tú no mantienes la
calma, ¿quién lo hará? Eres el almirante del Evertsen, no lo
olvides.
-¿Por qué, Liss, por qué?-preguntó Niek en medio de su
sopor.
Se preguntaba enloquecedoramente cómo su hija había sido
capaz de hacer eso. Para comenzar, ¿qué la habría
impulsado a cometer aquel acto? ¿Qué había despertado en
ella, una chica inocente e infantil a la hora de hacerlo?
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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-¿Qué haré?-se preguntó llorando.
Se preguntaba, acto seguido, qué haría. Su hija mayor, una
adolescente de quince años apenas, había quedado
embarazada. Enorme era el peso que caía sobre sus
hombros ahora, tenía que conseguir que su hija se graduase,
tenía que criar a su nieto hasta que Liselot pudiese
sostenerse de su propia billetera y mantener a su hijo.
Además, debía trabajar y ver de su familia.
Obviamente no podía dejar a su hija sola, dando a luz en
mitad de ese mundo extraño e irse como si nada. Tenía que
ayudarla.
Pero eso dolía como una herida propinada por treinta mil
estocadas y balas de cañón apuntando al mismo blanco en
su pecho, en su corazón que quería desaparecer y dejar de
latir de una buena vez, para que todos supieran que él vivía,
que el moría, que él era tan hombre y tan ser humano como
todos.
-¿Qué harás, dices?-preguntó el falso amigo con tono
autoritario, como el médico que aplica terapia de
emergencia a un paciente en medio de la crisis psiquiátrica
que sufre-. Pues debes encerrarla, castígala por tonta, se lo
merece por la barbaridad que hizo y… me avergüenza
decirlo, pero castiga a mi hijo, que es el padre. Y lleva este
barco a buen puerto de una vez, hombre-exclamó.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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Niek se fue, con el último de sus bastiones hecho trizas. Él
pensaba que podría buscar ayuda y protección para su hija
en el maduro Lowie Sheefnek, pero él la había ayudado y,
por qué no, inducido a cometer esa estupidez. Era un
irresponsable, no podía confiar en él.
Caminó como un zombi por los pasillos del bajel y entró de
sopetón al camarote de su hija. Dentro, ella y Lowie
conversaban y reían abrazados, tendidos en la cama.
Eso fue la gota que rebasó el vaso.
Puso a su hija de un jalón de muñeca. La lastimó tanto que
ella llegó a gritar de dolor. Lowie saltó en defensa de su
amiga antes de lo que canta un gallo y eso le valió una
feroz cachetada. Ambos se miraron confusos: la agresión
provenía de quien menos se lo hubiesen pensado. Lo
miraron confundidos.
-Traidores-profirió Niek con voz sibilante.
-¿Qué hicimos, papá?-preguntó Liss asustada.
-¡Tú cállate! Sabes muy bien lo que hiciste-dijo con furia
marcada por el dolor. A Liss le dio pena ver a su padre así y
Lowie también se ensombreció un tanto-¡Y tú también!-se
dirigió a Lowie.
-¿Se lo dijo Sheefnek?-preguntó Lowie.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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Esa pregunta, para Niek corroboraba la respuesta que tanto
buscaba.
-Tu padre sólo me informó lo que ustedes intentan callar.
¿Cuándo hablarían? ¿Cuándo Liss cambiase de veras? Se
quedarán aquí hasta que regresemos a Holanda del siglo
XXI y no causarán más problemas. No saldrán a nada. Ya
veremos, luego como solucionar este entuerto-dijo,
cerrando la puerta con llave tras de sí.
Liss comenzó a llorar, entre que asustada y entristecida, sin
mencionar que se sentía traicionada por su propio padre.
-Tranquila, tranquila. Ya pasará esto-la consoló Liss
abrazándola cuál criatura.
-¿A qué se refiere, Lowie? ¿Por qué hace eso?-preguntó
Liss.
-No lo sé, Liss, no lo sé-contestó Lowie apretándola contra
su pecho.
Sheefnek miró desde las ventanas del puente de mando a su
superior surcar los pasillos con aire dolido y ausente.
-¿El reporte?-preguntó Niek al ingresar.
-A mediodía de Southampton, mi Almirante-respondió el
contramaestre.
-A las siete estaremos allí-repitió Niek para sí.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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-A esa hora habrán transcurrido sólo siete horas-replicó
Sheefnek burlón.
-¡Fuerza las máquinas entonces!-rugió con inusitada rabia
Niek-. Necesitamos llegar a Inglaterra, ¿me oyes? ¡¿Me
oyes?! La vida de la tripulación está en mis manos, los
suministros de agotan, pero lo más importante: de mí
dependen las vidas de Liselot, Lodewijk y el hijo de ambos-
concluyó.
-Es por eso, ¿cierto?-preguntó Sheefnek.
-Guárdame respeto, soy tu Almirante. Tienes permiso para
retirarte-indicó.
Sheefnek salió casi corriendo al pasillo tras saludar
militarmente, dejando tras de sí a un apabullado Almirante
Van der Decken quien, apoyando los codos en los mesones,
se agarraba la cabeza y lloraba, recordando momentos
mejores…
FLASHBACK.
-Sonreíd-dijo la fotógrafa del diario tras acceder a sacarles
una foto fuera de su trabajo.
Niek, Liss, Sophie e Ivanna se abrazaron y acomodaron
para aparecer frente al lente.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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El flash resonó y la fotografía salió de la cámara. Liss pagó
y todos bajaron riendo al banquete, a celebrar que Niek era
ahora un Almirante.
FIN DEL FLASHBACK.
-Eso ya no volverá más, nunca más-se repitió Niek, sólo
para romper en un mar de lágrimas de nueva cuenta.
Siete horas después…
Eran las siete de la tarde y el Evertsen echaba amarras en
uno de los elegantes muelles del puerto británico de
Southampton. Ni siquiera los primeros arreboles del
atardecer se perfilaban en el diáfano cielo azul que se cernía
sobre marineros, oficiales, fiscalizadores y ciudadanos.
El Almirante del HMNS Evertsen bajó grácilmente del
navío, estando ricamente ataviado.
Sin embargo lo que los transeúntes observaban fijamente en
aquel hombre de mediana edad no era su elevada estatura,
ni su noble porte, ni sus elegantes vestiduras por extrañas
que éstas les pareciesen, ni su seguro andar; lo que ellos
miraban tan detenidamente era su rostro lleno de amargura
y tristeza, un dolor tan ciego que lo hacía andar
inercialmente por aquellas calles, eran esas negras y
marcadas ojeras, eran aquellos ojos velados por una cortina
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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de lágrimas aún obstinadas en salir, era aquel rostro pálido
y sin ánimos.
Era tan contrastante ver a ese hombre tan fuerte y, por qué
no, glorioso con un rostro tan demacrado y deprimido.
Cruzó las calles casi sin fuerzas, tratando de que sus pies no
le traicionasen al andar. Lo único que necesitaba era llegar
a la Gobernación, al Municipio, a cualquier lugar que
pudiese dar una noción del poderío británico en aquella
ciudad y así, poder continuar con claras coordenadas su
camino hacia Londres.
-Ladies and gentlemen, this is our last oportunity!-escuchó
gritar a un joven muchacho de la edad de Lowie subido
sobre un barril.
Aproximadamente cien personas, hombres y mujeres, se
congregaban alrededor del chico. Todos llevaban vestiduras
muy pobres y no era para menos, él, en su ciego andar, no
había tenido noción de haberse internado en los bajos
fondos de Southampton. Se acercó vacilante, con las manos
en los bolsillos hasta el muchacho y escuchó su frenético
discurso.
-The King is here! Are you going to lose the last oportunity
we have?!-gritó.
-No!-gritó la gente alzando el puño.
-What should we have to do?-preguntó.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
95
-The revolution!-gritó la gente con frenesí.
-We should start the revolution!-gritó el muchacho de
nueva cuenta.
Niek se apretujó contra uno de los derruidos muros de
adobe e intentó pasar desapercibido mientras la gente iba
alejándose poco a poco. Algunos recibían armas por parte
del muchacho, quien, cuando todos se fueron, miró hacia el
mar con un aire sombrío. De un salto bajó del barril y se
encaminó a la bocacalle mirando los arreboles del cielo.
-If you think I haven’t seen you, you’re wrong-dijo una vez
que hubo pasado de largo a Niek, sin siquiera darse vuelta.
-Where is he? Where is the King?-preguntó Niek
acercándose al chico.
-Wanna participate?-preguntó el chico.
-Aye-mintió Niek.
-I’ll tell you where-le dijo el muchacho y ambos se alejaron
por la bocacalle agazapados entre los ruinosos muros de
adobes a medio caer.
Ya había pasado más de dos horas luego de aquella
conversación y si Niek no lo hubiese sabido antes, no lo
hubiese creído jamás, simplemente. Tras merodear por las
calles de Southampton, regresó al lugar que el chico le
había señalado.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
96
De buenas a primeras no hubiese entrado. Aquel lugar
parecía una fortaleza en vez de un palacio. Pero las
indicaciones de John habían sido demasiado claras como
para que él pudiese errar la oportunidad.
Miró de nueva cuenta al palacete que se erguía frente a él.
Era la residencia del gobernador y en ella se hospedaba el
Rey, quien atraído por las noticias de que un barco extraño
rondaba las costas de sus tierras en el Caribe, había
decidido acercarse al puerto de mejor estirpe de toda su
nación.
Niek caminó tranquilamente hasta la puerta principal,
donde, tras ser interrogado por los guardias, pudo ingresar
hasta una especie de sala de estar.
-El Holandés Errante, ¿cierto?-inquirió el monarca cuando
entró al cuarto, enarcando burlonamente una ceja- Ha
amasado una interesante fama por mis costas, Almirante
Van der Decken.
Niek se reverenció frente al rey, poniendo atención en el
perfecto acento holandés de éste, sintiéndose feliz de poder
hablar en su lengua materna.
-No tanto como usted, señor-contestó no muy seguro si
estaba siendo respetuoso.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
97
-Eso es de esperarse-respondió el rey con una sonrisita
afectada-. ¿Se puede saber qué es lo que le trae por la casa
de mi fiel servidor, el Gobernador de Southampton?
-Deseo pedirle ayuda-soltó Niek inesperadamente
desesperado.
-¿Ayuda? ¿Qué me llevaría a auxiliar al diablo, que es
quien usted es?-se burló socarronamente el gobernante.
-Se lo aseguro, no soy el Holandés Errante, pese a que es el
título que mejor me definiría: soy un holandés, a cargo de
un navío que vaga sin puerto ni hogar, pero no porque se
haya ganado su derecho a errar, sino porque ha perdido su
rumbo y destino-contestó Niek, ad portas de arrojarse al
suelo alfombrado a rogarle al rey.
-¡Qué poético!-replicó el monarca riendo con sorna-. Es
natural perder el rumbo, pero no el destino, mi señor Van
der Decken.
-Pasa a ser muy natural cuando viajas en el tiempo 300
años antes de tu propio nacimiento-soltó Niek.
-Usted está de veras loco-contestó el antipático rey.
-No lo estoy, porque si lo estuviese no tendría ni idea de
que el único refugio seguro en este mundo es Inglaterra, al
menos hasta que consigamos regresar al siglo XXI-dijo
Niek.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
98
-¿Qué me obligaría a ayudarle?-preguntó el rey.
-La moral: traemos una mujer embarazada y chicos que
apenas saben navegar, que no tienen idea de cómo
defenderse en un mundo tan hostil como éste-indicó Niek.
-Mujeres… mal fario-versó el rey.
-Mal fario y todo, pero es mi hija, no puedo dejarla-la
defendió Niek, pese a sentirse muy herido por lo
acontecido.
-Debiste dejarla en manos de su marido, en especial cuando
espera un hijo de él-aconsejó el monarca.
-No está casada… tiene apenas quince años-replicó Niek
entre que triste y avergonzado.
-¿Y así y todo me exigís moral a mí?-gritó el monarca
poniéndose trabajosamente en pié, muy furioso y ofendido-.
Esa muchacha no respeta la fe, ni las normas de las
mujeres, es una prostituta y usted tampoco va mejor si no
fue capaz de educarla como se debe-dijo, haciendo honor a
la condición de puritanos que tenían los creyentes en
Inglaterra.
-Vine aquí por ayuda, no por insultos a mi familia. Si me
disculpa, ya me retiro, al ver que no he obtenido el refugio
ni auxilio que esperaba obtener de usted. Pero, ¿sabe qué?
Su visión tan puritana de la religión y las creencias no deja
de sorprenderme por lo mucho que le quita a usted y su
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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reino la valía de la que tanto se ufanan-dijo Niek y
poniéndose altivamente en pié se retiró gallardamente de la
sala.
Los guardias le vieron salir con la frente en alto y el rostro
contraído por la ira, se sorprendieron por el cambio que
había sufrido en menos de media hora. No había caminado
dos cuadras cuando un batallón de gente del bajo fondo,
armada hasta los dientes y por no decir hasta el tímpano, se
acercó corriendo y gritando.
Poco más atrás, en la residencia del gobernador estallaron
varias bombas y la gente se disparaba los unos a los otros.
Corrió hasta el muelle, pero, una cuadra antes de llegar, un
gemido lo alarmó sobremanera. Quebró en la bocacalle en
dirección en la que provenía el sonido y, sacando su
revólver echó a andar resueltamente. Se detuvo en seco al
ver a seis marines golpeando y disparando a un muchacho
que tendido en el suelo, trataba de defenderse pateándolos,
pero sólo conseguía soltar un gemido de vez en cuando.
Se agazapó contra una pared más prominente que las otras
y espió.
-Jhon-murmuró, descubriendo el rostro del chico agredido.
No sabía por qué, pero el muchacho le inspiraba un tanto de
ternura. Era rebelde y desenvuelto, pero se notaba que
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
100
había sufrido mucho en su corta vida. Eso no podía seguir
así.
Con la sangre fría que adoptaba sólo en medio de un
frenético combate disparó a quemarropa a los seis soldados,
quienes cayeron yertos en el acto.
-Come with me-ordenó al chico, echándoselo al hombro.
-My group! Where are them? How are them? I can’t leave
them-protestó débilmente Jhon.
-Don’t worry, don’t worry-contestó Niek, abrazándolo
paternalmente.
Con su bien avaluada carga en brazos, Niek corrió la cuadra
que restaba hasta el muelle y subió a la carrera a su navío.
-Zarpad rumbo a Bolougne-sur-mer-ordenó Niek al
Sheefnek subiendo al navío.
Sheefnek no alcanzó a dar su afirmación, ni a saludar
militarmente ni a preguntar la procedencia del muchacho,
pues dos segundos después Sheefnek había desaparecido
rumbo a su camarote con fin de curar a Jhon.
La mañana siguiente, a eso de las diez y media, Niek
golpeó suavemente la puerta de Liss.
-¿Liss, Lowie, están visibles?-preguntó al llamar.
Dos segundos después sintió un golpetazo en la puerta.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
101
-¡Auch!-gimió Liss-Siempre me golpeo con esa puerta.
Y dos segundos más tarde su medio malograda hija le abrió
la puerta.
-Hola, papá-dijo Liss, sonriendo de oreja a oreja.
En ese instante Niek sonrió, sabiendo que lo que iba a hacer
era lo correcto. No importaba cuán grande fuese su
responsabilidad ahora, siempre tendría a su hija, a las
gemelas, a su mujer y ahora se añadían dos miembros a la
familia: Lowie Sheefnek, quien había sido siempre de su
agrado, y el bebé que estaba en el vientre de Liselot.
-Siéntate, hija, tengo que hablar con ustedes-dijo, mientras
cerraba la puerta.
Liss obedeció y se ubicó junto a Lowie, quien, pese a no ser
muy afecto a las demostraciones de afecto, la rodeó
protectoramente por los hombros y estudió cautelosamente
a Niek.
El Almirante se sentó en la cama, frente a ambos jóvenes.
-Chicos, les debo una disculpa por mi actuar de ayer, no
estuvo nada bien de mi parte encerrarlos aquí. Me dejé
cegar por la ira, pues sentía que ustedes no confiaban lo
suficiente en mí y que habían sido muy irresponsables,
sólo… quería protegerlos, chicos. Especialmente a ti, Liss.
Ahora que llevas un niño en el vientre necesitas más
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
102
cuidados que antes, pero no te ayudo en nada haciéndote
sentir mal como ayer lo hice…-se disculpó Niek.
-Esperen, esperen, esperen, momento: Liss, ¿estás
embarazada?-preguntó Lowie con los ojos muy abiertos y
con su mejor cara de “esto no puede estar pasando”.
-Lowie, ya no hay que ocultar nada, ya sé que ella está
esperando y que el hijo es tuyo-se suavizó Niek.
-¡¿Qué?!-rugieron ambos chicos.
-Pero si yo no estoy embarazada, papá-se defendió Liss.
-¿Quién le contó ese embuste?-preguntó Lowie.
-Tu padre me lo dijo, Lowie-contestó Niek, pensando que
los chicos estaban tan aterrados que no reaccionaban de
otra forma sino mintiendo-y me mostró un test, incluso.
-¿Y quién le dice que ese test era realmente de Liss? Si ella
dice que no está embarazada, nadie lo sabe mejor que ella-
saltó Lowie.
-Eso quiere decir, ¿que todo fue una mentira? ¿Liss jamás
estuvo embarazada?-preguntó Niek mirando a su hija.
-Nunca lo estuve, papá-contestó ella mirándolo a los ojos.
-¿Nunca fueron pareja ustedes dos?-preguntó Niek.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
103
-Liss es como una hermana para mí y yo no cometería
incesto-abogó Lowie.
Niek entendió los hechos pero no los motivos. Ahí estaba,
jodidamente engañado por su mejor amigo y dudando de
los dos chicos en los que más confiaba.
-Chicos, perdónenme por dudar de ustedes-se disculpó-.
Jamás debí haber creído aquello.
-Descuida, papá-dijo Liss abrazándolo.
-No se preocupe, señor. Pero sólo tenga cuidado, no le crea
a mi padre… más adelante me lo agradecerá-replicó Lowie
enigmáticamente.
Niek se limitó a sonreír y no acotar nada respecto a
Sheefnek. Y, tras despedirse amablemente de los chicos y
decirles que estaban en libertad de salir de su camarote
cuando así lo deseasen, se retiró del cuarto.
Nota de Autora: Okay, ¿qué les ha parecido la treta de
nuestro queridísimo Sheefnek? A mí me parece que aquí
alguien cometerá muy pronto un parricidio (mira
acusatoriamente a Lowie). Ahí se ven.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
104
Capítulo 8: “La Muerte de Niek Van der Decken”.
Nota de Autora: Ahoi, chicos, hoy ando melancólica:
llovió, y la lluvia me pone siempre de buenas. Aún así,
decidí terminar con esto de una maldita vez y mandar todo
el caminito a Mordor al relleno de trama e ir al grano (sí,
soy Tolkiana, créanlo o no). Así que, pongan Lilium, de la
genialísima soprano nipona Kumiko Noma, especialmente
la versión en piano, saquen un pañuelo y prepárense para
llorar, porque el capítulo se nos viene triste e irreversible.
En el cielo no se veía arrebol alguno, las nubes negras se
arremolinaban las unas con las otras como una mezcla
huracanada en el cielo oscuro. El sol desaparecía por el
lado oeste disimuladamente, sin ningún alarde y a cada
palmo que descendía hacia el mar, producía un palmo más
de oscuridad.
Niek abrazó con aire ausente a su hija Liselot. Pensaba en
dónde estarían Ivanna, Sophie y su mujer. ¿Los estarían
buscando? Constantemente intentaba despertarse para darse
cuenta de que todo era una horrible pesadilla y nada más,
pero era imposible, todo era tan real como que los errores
se pagan y muy caro.
Lo peor de todo era la ausencia de una vía para poder
regresar a Ámsterdam del siglo XXI y el hecho de no haber
encontrado un refugio seguro le preocupaba sobremanera.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
105
Holanda les había cerrado las puertas por mera
superstición; Inglaterra, porque consideraba deshonroso
recibir un navío en el que viaja una madre soltera; Francia,
porque la situación superaba su intelectualidad y porque no
recibirían ninguna ganancia de dejarles entrar en el país,
incluso con el armamento del Evertsen, Francia podía pasar
a ser un reino en ruinas; España, porque el hecho de
cerrarle las puertas a alguien proveniente de una de sus
potencias enemigas los hacía sentirse los seres más felices
de la Tierra; Portugal estaba tan mal económicamente
hablando que mejor ni hacer el intento de tratar con ellos.
Definitivamente, la descripción de Holandés Errante le
sentaba como guante.
-Ve al comedor a cenar, hija. Yo te alcanzo luego-ordenó
Niek, encaminándose al puente de mando.
Liss suspiró inaudiblemente.
-Sí, papá-contestó y bajó.
FLASHBACK.
-La hora se acerca, Liselot Van der Decken-dijo una
profunda voz femenina. A Liss le pareció que provenía
desde tierra firme, en la lejanía.
Liss murmuró por lo bajo y se dio vuelta en la cama, presa
de un profundo sueño que parecía disiparse.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
106
Era tarde, de noche, podía percibirlo en el aire. No tenía
ganas de despertar. Se sentía confundida. Su padre había
perdido la última oportunidad que tenía de conseguir un
buen refugio en el siglo XVIII. El ánimo en el barco estaba
fatal.
-Sigue haciéndote la dormida, pero sabes que esto va para
ti-la regañó aquella voz.
Liss parpadeó, sintiendo que sus ojos pesaban tres
toneladas por lado. Se sentó semiinconsciente en la cama y
miró a su interlocutora. La luz de la luna daba directamente
en el perfecto y exótico rostro de Naomie.
-¿Qué haces aquí?-le preguntó.
-La hora se acerca, Liselot-dijo Naomie-.
-¿Ah?-preguntó Liss.
-Sé que todo parece negro, pero hasta en el más oscuro
cielo ilumina una estrella-dijo Naomie-. Aquí tú eres su
estrella, eres su única esperanza.
Dicho eso, Naomie se desvaneció en el aire, dejando a una
medio adormecida Liselot más confundida que antes.
Sólo una frase se repetía en la mente de la señorita Van der
Decken: “Eres su única esperanza”, y se desvanecía para
regresar con más fuerza, como el eco en medio de una
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
107
antigua y solitaria caverna, que así se sentía: sola en el
vasto mar.
Y era verdad… ella era su única esperanza… ella era la
única verdaderamente pirata y una pirata se entiende con
piratas, con peligros, con los secretos del mar… con los
miedos de su gente.
FIN DEL FLASHBACK.
Liss se sentó a la mesa. Ahora la gente no la miraba como
una chica loca. Las palabras de Naomie por una vez habían
sido ciertas: ella era la única esperanza de esa gente y la
tripulación la respetaba como el único faro que les restaba
en ese camino gris y tránsfugo.
Los comensales le hicieron una respetuosa genuflexión al
verla llegar y siguieron comiendo.
-Cuéntanos un chiste-pidió una chica en un rincón de la
mesa.
-No, baila algo, mejor-pidió un joven al lado de la chica
que recién había hablado y que no dudó en darle un buen
palmetazo en la nuca.
-¿Hacia dónde vamos?-preguntó un chico y todos lo
miraron como un dios de la cordura.
-¿Qué vamos a hacer si no encontramos un refugio pronto?-
preguntó alguien por allá.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
108
-¿Son muy peligrosos los piratas?-inquirió una chica algo
temerosa.
-¡Cuentos de vieja!-le gritó alguien del otro rincón.
Liss sonrió nerviosamente… ¡Vaya fama que tenía!
-¡Barco a la vista!-gritó alguien en la cubierta superior.
Sonó la alarma. Todos se miraron confusos los unos a los
otros. ¿Qué rayos podía sucederle a un barco tan poderoso
como el Evertsen? Liss se puso en pié lamentándose por
tener que dejar la cena servida. Corrió hasta la puerta del
comedor y subió las escaleras, tomando una ametralladora
en el proceso.
-¡Liss! ¡Liss!-gritó Lowie, siguiéndola y cogiendo un arma
para sí.
Llegaron a la cubierta y grande fue la sorpresa de ambos y
todos aquellos que habían subido: Frente a frente,
atacándoles, estaba L’Olonais, bajo el mando del intrépido,
demoníaco y terriblemente temible Jean David Nau.
Y no sólo eso. Ahora en el casco del navío se contaban
múltiples averías. ¿Cómo había podido dañarles? Nadie lo
sabía. Sólo sabían que la batalla se presentaba más cercana
de lo que ellos hubiesen pensado o imaginado jamás en sus
vidas desde el día que nacieron.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
109
¿Qué demonios conseguía Nau atacando a un barco más
poderoso que el suyo? ¿Qué conseguía atacando
específicamente al Evertsen? Nadie tenía ni la más remota
idea, lo único que sabían era que de un ser tan avaro y
violento como Nau no iba a estar conforme hasta ser la
única estrella en el firmamento, pese a que jamás pudiese
brillar al ser más negra que el propio cielo nocturno.
¿Quién le había indicado atacar al Evertsen? ¿Quién le
había dicho dónde estaba el Evertsen? No tenían idea, ahí
estaba el dilema, uno de ellos mismos era el traidor que se
había ido de lengua con el capitán del L’Olonais. Pero…
¿cuándo y con qué propósito? Todo era un mar de
incógnitas.
El cielo nocturno estaba completamente cerrado. Ninguna
estrella les servía de faro, sino sus propias confianzas y
virtudes. Liselot Van der Decken se arrimó a la barandilla
sin saber que los presentimientos de su padre estaban a
punto de ser ciertos cual profecía que se cumple fielmente
ante lo dicho por el profeta, ni siquiera alcanzaba a
figurarse la magnitud de éstos, ni lo que acarrearían en su
propia vida ni en la de los cientos de tripulantes de ese
navío holandés.
Niek salió del puente de mando.
-¡Quédate tú allí!-gritó escalerilla abajo saliendo
alarmadísimo a la confusa cubierta principal.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
110
Caminó un tanto y miró pasmado al horizonte marino. No
se cansaba de ver aquella aterradora imagen, pese a haberla
visto una y cien veces bajo cubierta.
-Mi Almirante-dijo Sheefnek cuadrándose frente a él-. Si
me permite, a mayor cantidad de manos propiamente
capacitadas para el mando haya en cubierta, mejor
saldremos de ésta batalla.
-Como tu Almirante, te ordeno que te quedes bajo cubierta
junto a un destacamento de los mejores timoneles del
Evertsen dirigiendo el navío en el Puente de Mando-replicó
Niek con voz suave pero decidida.
-Como ordene, mi Almirante-contestó Sheefnek
apresurándose a obedecer la orden.
Sheefnek y los hombres bajo su mando no acababan de
desaparecer por la escalerilla cuando todos los cañones del
navío francés apuntaron al Evertsen, fijando en sus miras
distintos objetivos: las antenas, la atiborrada cubierta, el
casco. Y, ante la implícita orden de “Fuego”, decenas de
balas se lanzaron contra el barco holandés dando en los
blancos con una efectividad asombrosa, causando múltiples
daños en el bajel del señor Van der Decken.
Y, sobre la misma, la situación se volvió a repetir.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
111
Sólo entonces, Lowie liberó a Liselot de la prisión humana
en la que le tenía confinada, apresándola entre su cuerpo y
la pared.
Hombres y mujeres se irguieron por igual. Alistaron sus
armas y las pusieron en posición de ataque. Todos miraron
al asombrado almirante con ojos anhelantes, rogándole la
posibilidad de entrar en acción.
-¡Fuego!-gritó Niek.
Los cientos de tripulantes que estaban en la cubierta
principal del Evertsen apuntaron los blancos de sus
finísimas y modernas armas con una precisión sin igual
hasta sus objetivos humanos que pululaban por la cubierta
del L’Olonais.
Miles de balas de metralletas y armas por el estilo salieron
volando con una fuerza sin par y fueron a dar contra los
hombres de Nau. Algunas se perdieron en el agua y otras
inflamaron los barriles de pólvora, iniciando un aterrador
incendio en el bajel del capitán francés.
Vociferando sórdidas órdenes a sus asustados hombres,
Jean David Nau giró el timón de su navío con aire maestro
y experto, no en vano era el mejor y más temido marinero
de los contrabandistas del Caribe del siglo XVIII. Llegaba a
la conclusión de que no podía quedarse en un blanco tan
fácil para el Holandés Errante mientras se incendiaba.
Tenía que conseguir un navío y rápido… ¿qué mejor que
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
112
darle de su propia medicina a aquel vil enemigo que se
atrevía a hacerle frente?
Con el orgullo fuertemente herido y la mente
completamente determinada, acercó su bajel al Evertsen sin
cesar de gritar a sus hombres que disparasen.
-Mi capitán, ¿qué haremos con la pólvora?-preguntó un
niño de aproximadamente catorce años, que no había tenido
mejor idea que iniciar su vida pirata en aquel barco temido
por los bandidos más experimentados.
-Les estoy ordenando que disparen, Garreau, ¿no alcanzas a
hacerte una idea de lo que haremos con la pólvora?-le
preguntó con aterrante sorna.
-Sí, mi capitán, pero lo más prudente sería mojarla para
evitar que se propague aún más el incendio-contestó el
niño.
Todo el mundo en el navío francés se paralizó por arte de
magia al son de un disparo. Todos miraron al mismo
tiempo hacia el puente de mando y lo que vieron los dejó
helados: ahí yacía sangrante y agónico Jacques Garreau.
-¿Mojarla y permitir al enemigo que haga lo que quiera de
nosotros? ¡No! Mejor quemarnos que dejar de disparar,
estúpida alimaña-dijo con desmedida crueldad al chico que
se retorcía de dolor.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
113
Y, sin mediar más palabras, escupió al rostro del muchacho,
quien miraba al mundo que se alejaba de su consciencia con
los ojos muy abiertos.
Tras eso, descargó dos disparos más y había un cadáver
nuevo en la cubierta del L’Olonais.
-Eso sucederá a cualquiera que pretenda desairarme y
venirme con ideas estúpidas propias de alimañas cobardes-
bramó mirando con un airecito desquiciado a sus asustados
tripulantes.
Todos se miraron los unos a los otros.
-¿Qué esperan? ¡A trabajar, alimañas inmundas y sin
cerebro, bolas de grasa buenas para nada! ¡Los destriparé
uno por uno y beberé la sangre de vuestros corazones frente
a vosotros mismos cuando estéis agónicos si merecemos
perder esta afrenta!-gritó frenético y sus hombres hicieron
un lado sus propios temores y dolores para complacer a su
inhumano capitán.
De vuelta en el Evertsen, los vítores se multiplicaban de
boca en boca. Todos celebraban la imprevista ventaja sobre
el debilucho pero poderoso navío francés. Liselot Van der
Decken y Lodewijk Sheefnek se miraron ansiosos. Ella,
pese a todo, no paraba de pensar en cuántas vidas se
estarían perdiendo en el otro bajel si ellos, con todo su
armamento ya contaban con unas cuantas bajas y sus
buenos heridos con los que cargar.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
114
Apoyados en la barandilla, con las armas dispuestas, ambos
muchachos esperaban la orden de disparar entre la horda de
marineros listos para forjar una imprevista defensa.
-¿Torpedos?-preguntó Niek en voz alta.
-Listos, mi Almirante-gritó un hombre desde un sector de la
cubierta.
-¿Lanza torpedos?-preguntó Niek de nueva cuenta.
-Listos, mi Almirante-gritó una mujer al lado del hombre
que había gritado anteriormente.
-Ángulo de 35°-ordenó Niek.
-Listo, mi Almirante-gritó la mujer.
-Cincuenta torpedos por lanza torpedo del lado de babor
sur-ordenó Niek.
-Listo, mi Almirante-gritaron el hombre y la mujer al
unísono.
-¡Disparad!-gritó Niek a los torpederos.
Quinientos torpedos salieron volando desde las avanzadas y
precisas armas para ir a dar en el punto preciso en que Niek
quería perturbar.
-¿Resultados?-preguntó Niek.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
115
-Veinte barriles más han explosionado, aproximadamente
cuarenta bajas más y serios daños en el casco a la altura de
la cubierta C, mi almirante-contestó con voz firme y un
tanto golpeada un hombre con un catalejo en la mano.
-¿Cotejáis?-preguntó Niek por radio hasta el puente de
mando.
-Afirmativo, mi Almirante, los daños indicados por Bach
son los mismos que puedo apreciar-se escuchó la voz
socarrona de Sheefnek.
-Virad 45° al poniente. Punto de apoyo proa-ordenó Niek.
-A la orden, mi Almirante-replicó el contramaestre y se
dispuso a bramar órdenes a sus hombres.
El Evertsen viró de tal modo que, cuando la polvareda se
disipó del navío en llamas, se podía ver desde allí como una
finísima uñeta, un blanco sin dudas muy difícil de acaparar
y dañar, por ende.
Gruñendo maldiciones y juramentos, Nau, obstinado como
sólo él podía serlo, navegó con sus velas medio quemadas
hasta el Evertsen, forzándolas al máximo.
Varios de los paños se rajaron por completo y el barco
quedó desestabilizado, a merced de la corriente marina. A
eso era preciso sumar que las averías comenzaban a hundir
su bajel.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
116
A los gritos, bramó órdenes de desenganchar los maltrechos
botes salvavidas y saltar hasta ellos para navegar hasta el
Evertsen.
Obstinado como era, se hubiese quemado en el L’Olonais y
a su gente con él, pero no podía dejar impune a aquel
atrevido enemigo que le retaba implícitamente a un duelo a
muerte, cara a cara, como los antiguos caballeros
medievales.
Ese hubiese sido su fin. Las gentes de Niek, al ver la
tripulación francesa tan dividida y desarmada, comenzó a
dispararle uno a uno. Al ver que diez de sus mejores
hombres habían caído, Nau dio la orden de que se volcasen
los botes y los piratas nadasen hasta el Evertsen. Pero,
sádico como era, dejó de señuelo y, por qué no, diversión a
veinte grumetes. Jóvenes e inexpertos todos, no sobrevivió
ninguno de ellos y ahora son parte de los muchos cadáveres
que abundan en el idílico y misterioso fondo del Estrecho
de Gibraltar.
A bordo del Evertsen todos celebraban la victoria sobre el
navío francés. Sin embargo a Niek Van der Decken algo no
le cuadraba y, en lugar de desaparecer sus presentimientos,
la señal del mal fario crecía en su corazón.
Algo similar sucedía a Lowie, quien abrazó a una
extremadamente feliz Liss contra su pecho.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
117
Los gritos, vivas y vítores se vieron interrumpidos de súbito
por el grito desalmado de dos docenas de hombres del
Evertsen que se despedían así de la vida, con los cuellos
rebanados.
Todos se volvieron y no hubo arma que valiese. Con el
enemigo en su propio bajel, era estúpido utilizar los lanza-
torpedos, era autodestruirse.
El metálico suelo del Evertsen se tiñó rápidamente de rojo,
valuando así las vidas perdidas de sus propios hombres que
desaparecían de la faz de la Tierra para siempre.
El efecto sorpresa duró hasta que Jean David Nau se encaró
frente a Niek Van der Decken, ofreciendo un espectáculo y
una alegoría a la bravura con su aspecto.
Por él, hubiese sacado su pistola y hubiese sido el fin de la
situación. Pero, para qué alarmar tanto a la gente. Todos se
habían lanzado a la pelea, nadie le quitaba su presa.
Desenvainó su lustrosa y sanguinolenta espada y descargó
un brutal e irascible golpe sobre el cuello de Niek.
El Almirante del Evertsen detuvo el golpe con su
ametralladora, sino, ese hubiese sido el fin del camino.
Y así, se inició una batalla de golpes en la cual ninguno de
los contrincantes se atrevía a concluir el espectáculo y
acabar con su oponente.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
118
Liselot descargó, ayudada por Lowie, un culatazo sobre la
sangrante cabeza de uno de los tripulantes del L’Olonais.
Triunfante se giró sobre sí misma, sólo para presenciar una
horrible masacre…
Conociéndola, se podría decir que con eso era suficiente
para la pobre muchacha, pero lo que más le quitó el aliento
fue la visión de su padre, al fondo de toda la escena,
peleando a muerte contra un hombre que llevaba las de
ganarle.
-Jean David Nau, capitán de L’Olonais-susurró al reconocer
al contrincante de su padre.
-Liss, no te quedes dormida, ¡lucha por tu vida!-le gritó
Lowie, batiéndose contra dos hombres que lo triplicaban en
tamaño.
-Tengo que ir con mi papá-le gritó ella, principiando a
correr torpemente por la cubierta inundada en sangre, con
su ametralladora en la mano.
-¡No, Liss, no!-le gritó Lowie y descargó dos disparos a
cada marinero, derrumbándolos en la cubierto. De
inmediato comenzó a correr tras ella. La defendería hasta la
muerte, ese fue su pensamiento y nunca se imaginó que esa
promesa era para siempre, para la eternidad…
Liselot y Lodewijk corrieron por toda la cubierta,
descargando un par de culatazos y disparos por aquí y por
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
119
allá hasta que llegaron al lugar en el que se batían a duelo
Niek y Jean, sin tener tiempo ambos mandamases de
apuntar y disparar para acabar con ese enojoso asunto.
Liselot hizo puntería y disparó, con tan mala suerte de que
Nau se movió justo cuando la bala iba a impactar en su
cuerpo. Ambos contrincantes se voltearon.
-Liselot…-murmuró Niek, aterrado y sorprendido, mirando
a la determinada muchacha que aún no bajaba el arma y al
valiente joven que la seguía, cuidándole la retaguardia.
-¡Cuidado, papá!-el grito de Liselot rasgó el aire pesado de
la cubierta del Evertsen.
Un dolor lacerante, eso sintió Niek. La espada de Jean
David Nau se había incrustado contra la frágil carne de su
costado derecho. Cayó pesadamente, sintiendo que aún
podía vivir una vida que se despedía de él, que le deseaba
un buen viaje hasta el otro barrio.
-¡Papá!-gritó Liselot, dejándose caer junto a su padre y
acunándolo contra sus rodillas.
Lowie hirvió literalmente de la rabia que le bajó y sin medir
consecuencia alguna pateó al estilo karateka la mano del
Olonés, quebrándosela y obligándole a soltar la espada.
Le dio un puñetazo y aprovechó el tiempo en coger la
espada. Sin piedad alguna, y con la rabia y el dolor
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
120
reflejados en sus ojos, incrustó el arma en el costado
derecho del capitán francés.
-Papá, no te mueras-rogó Liselot, llorando a mares.
-Liselot, ya eres una mujer-musitó Niek, acariciando la
mejilla izquierda de su hija.
Un desgarrador grito de un ensangrentado Lowie rasgó el
aire etéreo de la escena familiar. Liselot levantó la cabeza y
vio a su mejor amigo en el suelo a merced del hombre que
estaba causando la agonía de su padre. No lo dudó dos
veces y, levantando su ametralladora, disparó al pecho del
Olonés, quien cayó pesadamente al suelo, dejando libre a
Lowie, quien se puso de pié y corrió hasta los Van der
Decken. Se paró al lado izquierdo de Liselot, unos pasos
por detrás de ella, guardando un respetuoso silencio por el
hombre que moría y el alma agónica de la muchacha.
-Papá…-musitó Liss, abrazando contra su pecho a su
maltrecho padre.
-Ya puedes defenderte sola, hija-le comentó Niek
orgulloso.
-¿Qué será de mamá, de Ivanna, de Sophie y de mí si te
vas?-preguntó ella con cierto tono de reproche.
-Estoy seguro de que podrás cuidar de mi familia, hija…
tienes las agallas para hacerlo…-susurró él.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
121
-Pero sin embargo no soy tú, papá… sólo tú podías hacer
ese trabajo bien… Yo hablo con los árboles, los animales y
veo a Naomie a cada rato, cuando ustedes no la ven-se auto
malogró ella.
-Perdóname por dudar de tu cordura, hija… me quise negar
que, pese a que estabas madurando necesitabas el amigo
que en casa no tenías y necesitabas sentir tu propia vida.
Siempre fuiste lo más importante para mí…-susurró él entre
sus últimos estertores de muerte.
-Te amo, papá-lloró ella.
-Y yo te amo, hija-prometió él-. Por favor, dile a tu madre
que la amé desde siempre, que perdone por favor mi
ausencia cuando vosotras erais pequeñas. Dile a Ivanna y
Sophie que siempre las voy a amar y que perdonen el padre
ausente que fui y lo poco que ayudé a su madre cuando
ellas necesitaban un papá que las cuidase-lloró él.
-Día tras día lo haré, papá… no olvidaré esta promesa,
aunque la tenga que anotar en todas las paredes de la casa-
dijo ella.
-Estoy seguro que llevarás este navío a buen puerto y que
volverás entre honores a casa, como la genialísima
Almiranta Honorífica Liselot Van der Decken-intentó
bromear Niek, pero las lágrimas se le salieron a raudales-.
Creo en ti, hija.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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-¿Por qué tanta fe?-preguntó ella.
-Porque siempre fuiste la luz de mi camino, tal como
Ivanna, Sophie y tu madre-contestó él.
Liselot rompió a llorar a mares, más de lo que había estado
llorando hasta ese preciso instante. Detrás de ella,
silenciosas lágrimas corrían por el rostro de Lowie.
-Lodewijk…-se dirigió Niek al muchacho Sheefnek-.
Liselot tiene una misión: devolver este navío hasta nuestra
época, velar de mi familia y de esta tripulación. Tú también
tienes una, mi muchacho: cuidar de Liselot. Protégela, que
ella aún no madura al nivel que tú lo has hecho y necesita
de ti. Por favor, protégela.
-No necesita pedirlo por favor, señor Van der Decken…
Usted sabe que fue un padre para mí cuando más lo
necesité y que no me atrevería a dejarlo pidiendo algo sin
cumplírselo… Cuente con mi palabra. Liselot estará
cuidada por siempre, veré de ella día tras día, recordando
que no es sólo mi deseo éste, sino que es una promesa que
le hice a usted aquí y ahora-prometió Lowie.
-Confío en ti, mi muchacho… Te quiero, Lowie-dijo Niek,
con las lágrimas rodando por la camiseta de Liselot-. Dios
me está llamando, mis muchachos… recuerden que los amo
y que cualquier acción que cometí, buena o mala, fue con
afán de protegerlos.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
123
La respiración de Niek se volvió más pesada y su piel más
fría, a medida que eso sucedía, sus ojos se perdían en la
lejanía del infinito, que era hacia donde él tenía su siguiente
rumbo. Su mirada se perdió más y, tras eso, sus ojos se
cerraron.
-Papá…-llamó Liss, sin querer perder las esperanzas.
La piel de Niek se volvió un témpano y la respiración
desapareció. El aliento de la vida lo había abandonado por
siempre.
-¡Papá!-gritó desgarradoramente Liselot y se abrazó
llorando a mares al cuerpo yerto de su padre.
Lowie se acercó a pararla, sólo consiguió hincarla en una
rodilla y un montón de gritos y lamentos rogándole dejarla
ahí para la eternidad.
Liselot lloró sobre el cadáver de su padre y Lowie, sin
poder soportar más aquella desgarradora escena la paró con
fuerza y la abrazó contra su pecho. Acarició la cabeza de su
mejor amiga, mientras le susurraba al oído dulces palabras
de falso consuelo, de un consuelo que él sabía irreal y que
jamás vendría a por ella.
-¡Vaya escena!-gritó Sheefnek al llegar.
Lowie levantó la cabeza y Liselot mostró su rostro lleno de
lágrimas. A su alrededor se congregaba toda la tripulación
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
124
del Evertsen observando un respetuoso minuto de silencio
en honor de su fallecido Almirante.
Pronto sabrían que habían ganado el combate y que pocos
de los tripulantes de L’Olonais habían conseguido saltar por
la borda, llevándose al cadáver de su capitán con ellos.
Sin embargo, el rostro de Sheefnek estaba furioso y, en sus
maneras, se delataba que esa furia era por el triunfo, lo cual
muchos atribuyeron a su perenne inconformidad.
-¡Llévense el cadáver de Van der Decken, mañana se
oficiará el funeral!-bramó.
-Es Almirante Van der Decken-le corrigió su propio hijo.
-Está muerto-le corrigió.
-Aún muerto tiene más rango que tú-soltó el irreverente
Lowie para distraer a Liselot de las lágrimas que la frase
“está muerto” habían gatillado en ella.
Sin mediar más palabras, ambos muchachos dieron una
última mirada cargada de dolor y pesar al cadáver de aquel
hombre que había sido su padre y se encaminaron hacia los
camarotes a llorar su desgracia.
Sheefnek sonrió para sí. Lo había conseguido, lo tenía todo.
Como la más alta autoridad a bordo del navío, ahora el
Evertsen, el poderoso Evertsen estaba a su cargo, a sus pies,
a su servicio… ¿Qué más podía pedirle a la vida?
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
125
Se sacó el sombrero ante aquel hombre que yacía muerto y
le había considerado su mejor amigo, para encaminarse al
puente de mando ciegamente feliz.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
126
Capítulo 9: “¿Cuántas Noches Han Intentado Morir?”.
Nota de Autora:
Esta semana ha sido extraña y no por ello ha dejado de ser
triste.
Mi mundo conocido ha desaparecido. Ya no hay más LAM;
sólo hay sueños rotos, hechos trizas, dispersos en un aire
que no me atrevo a respirar.
Y sin embargo sigo viva, aún sigo viva y no sé cómo me las
arreglo para continuar viviendo cuando todos mis sueños
los perdí, que los vendí por puñados de progreso junto con
mi libertad.
Este maldito cambio de colegio me tiene de veras mal…
toda mi vida soñar con estudiar en el LAM, cumplir mi
sueño, estar menos de un año (uno activísimo, ¡qué
demonios!) y perderlo todo… De veras la vida no es justa.
Aún así no pierdo las esperanzas en volver algún día,
porque si yo no creo… ¿quién lo hará?
Bueno… ahora estoy en el Liceo Marta Donoso Espejo,
donde me siento más vacía que mochila de flaite, más rara
que boleto de micro en bolsillo de carabinero y más sola
que cueva sin osos… Definitivamente, no pertenezco ahí…
yo debería estar en el LAM… ¡Yo soy del LAM!
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
127
Bueno, bueno… estoy jodidamente depresiva y nostálgica
(maldita sea, ¡yo no soy así!), así que lean el capítulo
escuchando “Cannon in D” de Pachelbel, la máxima
expresión de mi tristeza acústica. Y, lean la Dedicatoria a
continuación escuchando Namárië, más conocido como “El
Lamento de Galadriel”, autoría de John Ronald Reuel
Tolkien en su famosísimo legendarium “El Señor de los
Anillos”. Os dejo con la Dedicatoria…
Dedicatoria:
Yo, Mariette Sparrow, más conocida por el común del
humano como Sofía Hernández, dedico el presente capítulo
de esta novela y “La Leyenda del Holandés Errante” a…
…Javiera Aceituno, para que su alegría y naturalidad
sigan siempre con ella, sacando sonrisas en quienes parecen
haber olvidado cómo reír… Javi, debo admitir que no te
conozco, pero algo que siempre me llamó la atención en ti
fue tu naturalidad y lealtad para con quienes quieres y eso
me sacó sonrisas más de una vez en tiempos difíciles.
…Paulina Acevedo, para que la madurez en su mente siga
en contacto con su espontaneidad, porque muchas veces es
necesaria esa cordura de la que muchos carecen.
…María Ignacia Álvarez, para que la sonrisa brote de sus
labios y elimine de sus ojos las sombras que son las
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
128
lágrimas, porque para mí fue una gran amiga y su amistad
es un tesoro que juro jamás dejar ir. Porque ella tiene algo
que pocos poseen: la capacidad de vivir en su corazón lo
que sus amigos son incapaces de sentir pese a estar
sufriendo esas adversidades.
…Javiera Ayala, para que su simpatía jamás desaparezca,
porque son pocas las personas que combinan en justa
medida la simpatía y la seriedad.
…Daniela Barría, para que su honestidad y su sonrisa
jamás abandonen su persona, porque esos son los dos
ingredientes mágicos en una buena amiga que es capaz de
sostener en sus brazos a la desgracia del otro.
…Víctor Cabezas, para que su personalidad nunca se
difumine en las brumas de ser distinto; porque ser distinto
es lo que los temerosos llaman defecto y los valientes,
virtud.
…Nicolás Canales, para que su mentalidad esforzada no
huya de su persona ante los latigazos de la comodidad;
porque para mí fue un puntal y compañero de interminables
jornadas, uno de los pocos que ha trabajado a la par
conmigo sin obligarme a terminar todo yo sola.
…Alejandra Cancino, para que su empatía siga siempre
en ella, porque siempre sabe qué decir para alentar a quien
está cayendo…
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
129
…Adela Casanova, para que entienda que mientras el sol
siga en lo alto, siempre habrá por qué luchar, porque un
camino sin piedras es más tedioso que aquel que es todo un
desafío. Y si llega la noche en tu camino, Ade, no te
preocupes, que el sol saldrá otra vez y podrás andar.
Cuando vengan las sombras debes descansar y meditar caso
has andado por donde querías o no.
…Javiera Castillo, para que pueda recuperarse de todas las
cosas malas que se presenten en su camino y continuar su
camino tal como hasta ahora lo ha hecho. Javiera, admito
no conocerte, no haber hablado nunca contigo y no sabes
cuánto me arrepiento…
…Juan José Cerna, para que su risa jamás se apague, para
que siga siendo un buen compañero y amigo, porque pocos
son los que aprecian el real significado de la frase
“Disfrutar la vida”. Y para que su creatividad perdure.
…Camila Correa, para que siga haciendo todas las cosas
que le gustan, porque no es fácil decidirse a aprovechar los
deseos por hacer algo, ni mucho menos la habilidad. Cami,
te deseo toda la suerte del mundo en el equipo de fútbol y
en todas las cosas que decidas hacer.
…Bryan Díaz, para que… ¡Joder! Son tantas las cosas que
podría decirte, hermanito… Por ahora sólo puedo darte las
gracias por haberme soportado, tolerado, aguantado,
ayudado y escuchado cuantas veces lo necesité. Ahora
pasas por un momento difícil… no sabes cuánto me
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
130
gustaría estar junto a ti y hacer lo mismo que cuando un
día, sin tener nada que ver conmigo, excepto cien mil
diferencias, me tendiste la mano sin esperar nada a cambio.
…Mario Díaz, para que pueda conservar por siempre en su
corazón mi agradecimiento por haberme mostrado que
había un horizonte más allá de donde yo veía una
cordillera, el supuesto final de mi camino. Para que pueda
seguir siendo siempre tan infantil y natural, porque
demuestra que es una persona que aún no cae ante lo que es
dejar de ser quien es.
…Catalina Díaz, para que su esfuerzo algún día dé frutos,
porque lo merece, porque ha sabido ser una gran persona:
esforzada, leal, alegre y madura; capaz de percibir que no
todo lo que brilla es oro.
…Javiera Herrera, para que todos sus sueños se cumplan,
porque jamás había tenido el placer de tratar con alguien
que supiese tanto de mitología y piratas y que, a su vez,
fuese creyente. Espero que su fe jamás la abandone, porque
es lo más valioso que tiene, porque le puede mostrar que
tiene el don de las palabras y los sueños… para que un día,
ambas, juntas, gritemos “¡Soñar es gratis y no te arrestan
por hacerlo!”.
…Jaime Herrera, para que entienda que es capaz de
conseguir sus sueños, que no porque sus calificaciones no
sean lo que espera, deja de ser alguien inteligente. Jaime, tú
tienes algo de lo que muchos carecemos: humildad, porque
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
131
eres capaz de reconocer todos tus defectos, pero nunca
llegues al nivel de aportillarte por ellos, de creer que eres
inferior, porque, te repito, tienes algo que muchos no.
…Diego Inostroza, para que la música jamás le abandone,
porque esa amiga jamás falla, jamás da un consejo errado y
siempre consigue liberarnos de las cadenas que nos
pretendían atar. Sólo puedo decirte ahora que tienes futuro,
que lo único que necesitas es tu teclado y tu persona,
porque ambos son uno. Mucha suerte.
…Amalia Jorquera, para que su talento nunca le
abandone, porque hacía años que no veía a alguien bailar
tan bien… Y para que la decisión nunca abandone tu
cabeza, porque se necesita valor para hacer las cosas y
enfrentar las situaciones adversas… y he de decir que tú lo
tienes.
…Camila Lara, para que su talento, inteligencia, esfuerzo
y perseverancia se vean recompensados algún día, porque
merece que se reconozcan todas sus virtudes, porque en vez
de vanagloriarse con ellas es humilde y deja los aplausos a
otros que no lo merecen tanto como ella.
…José Miguel López, para que siga siendo tan buen amigo
como lo ha sido hasta hoy, porque siempre tiene una
palabra de aliento para quien la necesita… lo digo porque
cuando yo creía que mis textos eran un desvarío, él fue mi
fiel lector y me soportó todas mis locuras… Amigo, nunca
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
132
dejes la música de lado, porque bien sabes que es la voz de
la consciencia.
…Valentina Mardones, para que su entrega a los demás
siempre cuente con la ayuda de manos amigas, porque
pocos son capaces de madurar una idea, ponerla en práctica
y entregar los resultados a otros.
…Yerko Mardones, para que sus risas no se apaguen ni en
los momentos más difíciles, porque amigos así no se
encuentran. Para que la vida y la suerte le sonrían.
…Karla Mellado, para que jamás deje de ser la persona
que es: simpática, divertida y quizás un poco tímida, tierna
de veras… para que pueda correr hasta el final del camino a
sus sueños.
…Isidora Meza, para que siempre sea capaz de expresar su
opinión, porque siempre ha sido certera y honesta. Para que
su voz pueda alzarse sobre cualquier otra y nos refleje que
el talento y el esfuerzo desembocan en habilidad.
…Nicolás Moreno, para que siempre sea capaz de ayudar a
otro cuando lo necesita, porque tiene un corazón de oro y
una cabeza también.
…Bastián Muñoz, para que sus locuras nunca se salgan de
control, para que diferencie el camino correcto del
incorrecto, para que siga sacando sonrisas, para que sea el
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
133
más vivaz de todos… porque siempre está ahí cuando se le
necesita para que la carga se aligere con una sonrisa…
…María Ignacia Muñoz, para que su buen humor la
acompañe eternamente y las lágrimas abandonen sus ojos
para siempre. Porque personas como ella: optimistas y
entusiastas no están hechas para llorar, sino que para reír.
…Ignacio Opazo, para que la ironía y la sagacidad jamás
abandonen su cabeza, porque no es sólo humor, sino que es
un reflejo de lo que somos.
…Luciano Ortiz de Zárate, para que siga siendo la gran
persona que es: leal, creativo, divertido… un compañero
que merece la pena.
…Jaime Oyarzún, para que las palabras no se acobarden a
la hora de salir de sus labios, porque su opinión merece ser
oída. Que su madurez no se disfrace en miedo ni cobardía,
porque es una pieza crucial en el puzle que el 1° “G” es.
…Fabián Pérez, para que por muchos años muchas
personas puedan gozar de su amabilidad y afabilidad;
porque personas así no quedan, con paciencia y dedicación
por lo que hacen y por su gente.
…Sofía Poblete, para que el recuerdo de ustedes me ayude
a superar el vacío que siento. Suena raro autodedicarse
algo, pero la verdad es una y no la podemos negar.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
134
…Daniela Quezada, para que su timidez, amistad, sus
risas y juegos sean refugio y guarida de amigos como yo,
errantes en sueños que se desvanecen. Gracias por todo,
Dani.
…Simón Ramírez, para que tenga el millón de amigos que
se merece.
…Natalia Rebolledo, para que el progreso se apersone
ante ella y le muestre el camino a sus sueños, porque pocos
son los que tienen ideales claros.
…Dárlyn Retamal, para que la música no abandone ni sus
gustos ni su alma, para que siga siendo la voz de su
consciencia resonando en su mente día y noche; para que
no sienta miedo de ser como es, porque pocos llegan a
formar una identidad y ella, además de eso, ha conseguido
que esa identidad, característica suya, sea lo más afable
posible. Para que la vida le muestre los buenos caminos y
no le muestre nunca más el dolor que nunca debió de haber
conocido. Porque tú, amiga, has demostrado tener “Alas de
Fuego”.
…Diego Rivas, para que entienda que no cuanto brilla es
oro, que hoy puedes ser brillante, pero que el de al lado
puede serlo sin demostrarlo. Que como hermanos no
existen diferencias, que su conocimiento es valedero
especialmente si lo comparte.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
135
…Patrick Sandoval, para que siga siendo tan perseverante
como hasta ahora ha sido; porque pese a que la vida no lo
ha tratado como merece, ha sabido salir adelante siempre
con una sonrisa en su rostro.
…Macarena Soto, para que su voz siempre sea escuchada,
para que sus ideales sirvan para construir una sociedad más
justa, en cualquier instancia; porque, ya han hecho de ella
una persona capaz de promover valores perdidos: libertad e
igualdad.
…Diego Suazo, para que siga siendo el buen amigo que es:
leal y agradable.
…Álvaro Troncoso, para que siga siendo la persona
trabajadora, esforzada, leal, agradable, divertido y buen
amigo que es; porque cuando necesité un amigo que me
hiciera olvidar los malos momentos, de una u otra forma, él
siempre lo conseguía. Gracias, Varo.
…Francisco Valdés, para que nunca olvide su proyecto de
vida y que, a su vez, nunca deje de ser la persona alegre que
es, por que de vez en cuando es necesario olvidar que
vivimos en un mundo que es más nuestra cárcel que nuestra
tierra.
…Javiera Vergara, para que la honestidad no rehúya de su
inteligencia.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
136
…Bárbara Villanueva, para que su sencillez no
desaparezca jamás con los grandes triunfos que de seguro le
depara la vida.
…Sr. Héctor Guerrero, para que siga siendo por siempre
el buen profesor que hoy en día es. Porque no sólo alimenta
cabezas, sino almas.
Todos vosotros habéis forjado el 1° “G”; yo ya no soy parte
de él, pero me voy con la frente en alto, sabiendo que luché
hasta el final por todos nosotros. Espero que ninguno más
se quede en el camino, porque soy la primera en apartarse
del rumbo.
De todo corazón les agradezco todo lo que hicieron por mí,
por haberse transformado en mi segunda familia. Les
agradezco por haberme tolerado cuando el fuego de la ira
quemaba mis labios.
Por todo gracias, muchas gracias.
Y bien… al final, la vida sigue igual, con los valientes que
han leído todo esto, los invito a leer el capítulo que, sin más
dilación, dejo con vosotros.
“Toc-toc”. El sonido seco de la puerta fue lo último que
llenó el ambiente por un par de segundos. “Toc-toc”, la
puerta volvió a sonar.
-Liselot, ¿estás ahí?-se escuchó por detrás de la puerta.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
137
“Toc-toc”, la puerta seguía siendo golpeada con
desesperación.
-Liss, sé que no quieres ver a nadie, pero es urgente decirte
algo-reclamaba la voz de un hombre joven del otro lado.
El muchacho esperó unos segundos, los suficientes como
para entender que su único interlocutor era el silencio.
-Liselot, si no te molesta voy a pasar-dijo el joven con un
cierto timbre de seriedad. Forzó la manilla y lanzó un
bufido: Ni siquiera estaba cerrada con llave aquella
habitación.
La puerta chirrió un tanto y, tras su quejido, dejó pasar a un
molesto Lowie Sheefnek.
-Liselot, sé que…-se cortó en medio de la frase y sonrió
enternecido-Oh, Liss-suspiró.
Frente a él, dormía completamente destapada bajo riesgo de
enfermarse, Liss Van der Decken.
Se acercó con propósito de taparla y velarle el sueño. Pero
cuando se acercó a ella, su rostro se ensombreció. Dos
lágrimas a medio secar por el aire tibio de New Providence
estaban en sus mejillas.
Eso, sumado al apriete en sus manos y a la posición
incómoda en que dormía le daba la impresión de que su
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
138
amiga se había vencido por el sueño cuando lloraba su
desdicha.
¿Cómo no rendirse al sueño si ahora rara vez dormía y
comía? Su amiga no era la misma.
Le acomodó las piernas, los brazos, la cabeza en la
almohada y la cubrió de una frazada. Se sentó al borde de la
cama.
Con ternura desmedida y sólo posible de ver en él hacia
Liselot, le acomodó la revuelta cabellera a su amiga y, al
intentar secarle las mejillas, un movimiento de parte de ésta
le hizo maldecirse a sí mismo por haberla despertado.
-¿Lowie?-preguntó ella febrilmente, extrañada, sorprendida
de ver a alguien fuera de su alma podrida en ese cuchitril.
-Liss-susurró él acariciándole tiernamente la mejilla.
Le dolía ver a su “hermanita” en esas condiciones; sin
sonrisa ni sueños, Liselot Van der Decken era un mal
fantasma, una cruel variación de lo que en verdad era.
-Vete, Lowie-pidió ella con las lágrimas cayendo. La voz
suave, las energías nulas, sin siquiera levantar la cabeza, los
ojos apenas abiertos.
El corazón de Lowie se partió en tres mil pedazos cuanto
menos. No… no se iría… no podía hacerlo… no podía
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
139
permitir que lo poco que quedaba de aquella muchacha tan
dulce y pura se desvaneciese en el aire.
-Esto no es tu asunto, Lowie… es sólo mío…-continuó ella.
Y tenía razón… y eso era horrible… Su amiga perdía su
inocencia y eso era lo más bello que tenía; su mente se
volvía madura, su alma y espíritu desaparecían y era lo que
él tanto se había esforzado por mantener. No, no podía
permitirlo.
-Ándate-repitió Liss, intentando esbozar una sonrisa y así
calmar a Lowie de una vez, que de otro modo no iba a
poder sacarlo de ahí en ningún maldito momento.
No, ese no era el camino correcto, pensaba Lowie. Así le
quedaba poco, muy poco… Podía ver en ese rostro lleno de
lágrimas su propio reflejo en unos rasgos femeninos otrora
alegres.
Las drogas, el alcohol, el aislamiento, la tristeza, los cortes
y la sangre serían su única compañía. Luego, cuando todo
eso fuese un juego de niños para aplacar la voz de la
consciencia y de los sentimientos, el suicidio sería un
aliado. Pero siempre estaría ahí un “amigo” para frustrar el
intento y cerrar la puerta a la única salida que había.
No, no podía permitirlo.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
140
Liss intentó hablar de nueva cuenta, insistiendo con su
petitorio de que Lowie se marchase. Pero la voz del
muchacho resonó con fuerza. No, no podía permitirlo.
-Antes que digas nada, Liss… Mírame-pidió.
Liss bajó la vista.
-¡Mírame!-gritó Lowie, sosteniéndole con fuerza la barbilla
y obligándole a mantenerle la mirada.
La muchacha le observó confusa. No sabía hacia dónde iba
la situación.
-¡¿Qué ves en mí?!-preguntó a los gritos. Ese era un intento
desesperado, que podía tirar todo por la borda, pero era eso
o ver cómo su amiga se hundía en los abismos de la
desesperación y no estaba dispuesto a presenciar eso-. Una
persona opaca, verdad… ¡¿Verdad?!-Liselot lo observó
ávidamente-. ¿Sabes lo que me llevó hasta aquí? ¿Lo
sabes?... La desesperación, amiga… la tristeza…
-No sé qué rumbo intentas darle a esto-contestó Liss.
Demasiado tarde… esas palabras, tan serias, con la ceguera
de la madurez… No podía ser…
-Yo no tenía amigos, estaba solo frente a un mundo que me
atacaba y no había nada que pudiese hacer-siguió.
-No hay nada que se pueda hacer-contestó.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
141
Inesperadamente, Lowie dejó su lugar al borde de la cama y
saltó hecho una fiera sobre su amiga. Sus rodillas se
pegaron al colchón, se extendió cuan largo era sobre el
torso de Liss y agarró con fuerza sus muñecas, las cuales
presionó contra la almohada.
-¡¿No hay nada que hacer?! ¿Eso es lo que opinas? ¡¿No
hay nada que hacer?!-bramó a todo pulmón-. Yo estaba
solo e intenté asirme de cualquier cuerda en el camino, tú
tienes un amigo, me tienes a mí y sabes que jamás te dejaré
sola… pero prefieres dejarte caer.
-Lowie… vete-dijo la muchacha asustada, pero sin soltar ni
una lágrima.
-“Vete”… eso me suena a mí como “Déjame hundirme
sola”-replicó Lowie.
-Y eso es lo que merezco-contestó ella.
-¡No! Ni ahora ni nunca. ¿Sabes lo que pasa allá afuera?-
preguntó Lowie.
-No, tampoco me interesa-contestó ella-. Cada cual debe
correr su carril solo.
-Es el infierno en la Tierra-dijo el joven con pasión.
-Cada cual debe batírselas solo-contestó ella con suavidad.
-¿Sabes quién está en el poder?-preguntó él a los gritos.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
142
Liselot se dedicó a menear la cabeza en negativa.
-Sheefnek, mi “santísimo” padre, el Contramaestre
Sheefnek-contestó el con ira.
-¿Y en qué parte calzo yo? ¿Tendría que importarme?-
preguntó ella.
Lowie soltó un bufido, en clara señal de que había acabado
por perder la poca paciencia que tenía por naturaleza y que
la mínima reserva que le venía quedando se había ido bien
lejos. Golpearon la puerta.
-No estoy para nadie-indicó ella.
Volvieron a golpear.
-El que se tiene que ir de aquí soy yo-contestó él, soltándola
y poniéndose en pié.
-Desde un principio-contestó ella con una mirada llena de
madurez.
Lowie iba a replicar, pero golpearon la puerta de nueva
cuenta.
-Tan sólo dime, amiga, ¿en qué parte de tu alma estás
refundida? Algún día tendrás que despertar-dijo Lodewijk
con una mirada cargada de tristeza.
Tras eso, Lowie cogió su chamarra de cuero y salió de la
habitación.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
143
-¿Qué dijo?-le preguntó un amigo que le esperaba afuera,
cadete al igual que él.
-No quiere entrar en razón-contestó Lowie completamente
abatido.
El otro chico lo miró con cara de preocupación y, por qué
no, desesperación.
-Ruego a todas las deidades del mundo que Naomie se le
aparezca ahora, porque éste es el único segundo en que la
ha necesitado-dijo Lowie.
El rostro del otro cadete metamorfoseó de la preocupación
a la extrañeza: ese pedido era lo único que podría haber
jurado que jamás oiría en su vida.
-La hora se nos acaba-se limitó a decir para no revelar sus
emociones.
Miró a Lowie, cuyos ojos estaban clavados en la puerta de
la muchacha. Su mirada fue tan insistente que Lodewijk se
la respondió.
-¿Qué piensas hacer?-le preguntó. En los ojos de Lowie se
leía la llama de la sagacidad y las ideas que nacen.
-Hay que liberar al Kraken-contestó el joven Sheefnek
achicando los ojos. Luego de eso miró el reloj-. ¡Demonios!
¡Se hace tarde!
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
144
Tras eso, ambos jóvenes echaron a correr por todo el bajel
para llegar en quince minutos a sus estaciones de trabajo
para cumplir los dichosos y estúpidos turnos que tenían
destinados, de los cuales saldrían en unas seis horas si el
idiota de Sheefnek amanecía de buenas, algo muy
improbable si no hubiera caso oír.
Quince minutos después…
-Linda, ¿por qué lloras? ¿Linda?-preguntó Lowie entrando
en la habitación en la semi penumbra.
Se acercó a la mujer que, hecha un ovillo contra una de las
máquinas del Puente de Mando, echaba rienda suelta a su
llanto.
-Linda-la llamó por su nombre, apoyando su mano en el
hombro de la mujer y acuclillándose a su lado-. ¿Qué te
pasa?-preguntó.
La mujer, de treinta años aproximadamente, se dispuso a
llorar como una niña de once años frente a su primera
desilusión amorosa en el hombro del muchacho.
Lowie la abrazó amorosamente… salía de una para caer en
otra. No toleraba ver a una mujer llorar. Unos pasos nada
amigables se acercaron a través del corredor.
-Linda, ve a hacer tu trabajo-le susurró.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
145
La mujer, medio tambaleante se puso de pie para cumplir
con sus labores. Lowie se acercó al interruptor de la luz
para cubrir la puerta.
-¿Otra vez llorando, Freeman?-se escuchó resonar la voz
del Contramaestre-. Te hace falta visitar mi cuarto.
-Ni te atrevas a acercártele-le contestó Lodewijk cortándole
el paso.
-Turno extra por subversivo, Sheefnek-contestó el
Contramaestre ofuscado, retirándose de la habitación.
Ella le dedicó una mirada agradecida.
-Perdón-musitó.
-Descuida-dijo él.
Lo normal es sonreír cuando se redime a alguien de una
culpa, pero Lowie permaneció serio.
-Linda, dime que pasa-insistió.
-No puedo hablarte de eso-dijo ella moviendo unas
palancas que regulaban la velocidad del bajel según lo que
indicaba la pauta dejada por Sheefnek.
-¿Y por qué no?-quiso saber él.
-Deberías preocuparte de tu trabajo, Lodewijk. Se nos
acaba el combustible, tu padre nos tratará peor aún si
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
146
varamos a falta de petróleo en algún punto de este
condenado sitio, han pasado cosas raras. Hemos perdido el
rumbo sin el Almirante… se nos acaban las provisiones…-
dijo nerviosa.
-¿Y…?-insistió Lowie.
-¡Tengo miedo, Lodewijk, tengo miedo!-estalló Linda.
-¿Es por eso que temes hablar conmigo?-inquirió él de
brazos cruzados, dejando que ella hiciera todo el trabajo,
total él tenía turno extra para ponerse al día.
-No-dijo ella cortante, intentando ignorarlo.
-¿Entonces…?-siguió aguijoneando él.
-Porque temo ponerme a llorar aquí mismo-confesó ella
mirándolo por una vez a los ojos.
-No hay nada que temer… no eres la única que está
desesperada-contestó él, sentándose en un taburete
metálico, indicándole que estaba lo suficientemente
cómodo como para poder oír todo lo que ella le quisiera
relatar.
-Sin embargo soy la única cobarde que se aterra y se larga a
llorar-dijo ella, bajando la cabeza y volviendo a encargarse
de su trabajo.
-Hay otros que están peor… dime-la instó él.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
147
-Tendrás un hermano-soltó ella de golpe y porrazo, con el
pequeño y tenue hilo de voz que le quedaba.
Por la mente de Lowie no se movió nada, permaneció en
silencio gutural, en blanco por unos cuantos segundos. Su
rostro palideció y sus ojos se perdieron en la oscuridad. No
pensaba en nada, esa noticia había calado hondo, cual saeta
en las profundidades de su corazón. No, no podía ser cierto.
Poco a poco recuperó el control de sus labios y la
coherencia de su mente.
-¡Traidora! ¡Cómo pudiste! ¡Te acostaste con Sheefnek!
¡Aprovechada! ¡A ver si tu amante te apoya ahora! ¿O por
eso llorabas? Te rechazó, ¿cierto?-contestó con sorna.
-Lowie, no es lo que piensas-apenas alcanzó a musitar
Linda.
-Si fue el Espíritu Santo-ironizó él-. Traidora, ¡maldita
traidora!
Lowie, tras eso, salió de la habitación hecho una furia. No
le importaban Linda, el turno, el castigo, nada. Sus
neuronas se movían frenéticas y su cerebro no procesaba.
-Vuelve aquí, por favor-le gritaba Linda desde la puerta del
Puente.
Echó a correr, no quería saber nada de nada. Tenía que
hacer algo, pero no sabía qué.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
148
Linda le vio desaparecer por las escalinatas que llevaban a
las entrañas del navío. Se sentó derrotada en el frío y duro
suelo metálico. Abrazó sus piernas como niña pequeña. El
único que podría haberla ayudado a salvar a su amiga
Sheila y el pequeño bebé que llevaba en el vientre había
arrancado ante esa situación. Se sentía una estúpida. Ella no
había sido de tomar el caso en su propia dimensión y
enfrentar la situación como se debía. Comenzó a llorar y,
muy pronto, su llanto se volvió más audible que el sollozo
que había sido.
-Señorita Freeman-le habló un suboficial, luego de haber
carraspeado ligeramente.
La interpelada levantó la cabeza, secándose las lágrimas
rápidamente con el dorso de la mano, avergonzada de haber
sido cogida en tamaño estado.
El suboficial venía acompañado de otros dos marines.
-Por estricta orden del Contramaestre debemos llevarla al
calabozo. Si se pregunta cuales son los cargos, se debe a
que éstas no son condiciones para realizar sus labores-
indicó el que anteriormente había hablado.
Entre los otros dos la levantaron del suelo y la esposaron.
Ella no hizo problema alguno y se dejó llevar dócilmente.
El suboficial se dirigió al comedor a buscar a Lodewijk
Sheefnek, quien estaba incumpliendo su turno.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
149
La puerta quedó abierta y por ella pasó una sombra que
nadie tuvo el placer de ver.
-La situación ha llegado demasiado lejos-susurró la voz
femenina a un volumen inaudible mientras salía.
Acto seguido volvió a entrar el suboficial para cumplir el
turno del hijo del Contramaestre al no encontrarle.
Liselot tosió ahogadamente unas quince veces antes de
abrir los ojos, mientras sacudía alocadamente las manos e
intentaba quitarse la cabellera de la cara. ¡Rayos! Estaba
toda empapada.
Abrió los ojos y se vio en la obligación de parpadear.
-Ya no te necesito, vete-fue lo primero que brotó de sus
labios, al percatarse que por mucho que parpadease,
Naomie seguía allí.
-¡Vaya recibimiento, querida! Primero duermes como lirón
y ahora, después de que me esfuerzo en verte los ojos, me
echas de tu cuarto-ironizó Naomie.
-¿Qué quieres? Yo ya no soy tu juguete, Naomie. Por tu
culpa lo he perdido todo-le escupió Liselot.
-Te advertí que vendrían tiempos difíciles-le recordó
Naomie, tan calma como siempre.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
150
-Pero me trucaste hasta que te fui útil, luego, ahora, cuando
soy una piltrafa humana me dejas sola… No, no vuelvas a
recoger el juguete que tiraste que ya no estoy para permitir
tus juegos-le aclaró Liselot mirando a Naomie fijamente, a
los ojos.
-Dime, ¿es esto lo que realmente sientes?-le preguntó la
morena.
-No vengas a confundirme-le rogó Liselot.
-¿En qué parte de tu alma estás refundida?-preguntó
Naomie con tono místico.
-¡Déjame en paz! ¿Qué no me ves? ¡Mírame! Mi alma está
muerta, pero mi cuerpo se niega a morir y dejarme
descansar-confesó la chica.
-Es tan simple como suicidarse-indicó Naomie.
-¡No me impulses a más locuras! Que todas las estupideces
que por tu culpa he hecho ya son suficiente, perdí a mi
padre por tu culpa, soy inválida para la sociedad… soy
inútil gracias a ti-le soltó Liselot.
-¡Vaya, querida! Es fuerte oírte, has madurado y eso es
innegable… Pero no sé si para bien o para mal… quizás
debí haber venido antes de que cayeras en la desesperación,
antes de que te dejaras ir de esta forma tan disoluta. Porque
sigues siendo la misma niña insegura que antes, pero más
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
151
madura… ¿Tan hondo te ha calado todo esto?-replicó la
mujer.
-Mi padre murió y perdí mi familia, ¿no es suficiente acaso
como para que el mapa se acabe?-contestó Liselot.
-Dime, ¿eres realmente tú misma la que está hablando?
¿Dónde está la promesa que hiciste a tu padre aquel día?
¿Eres la misma Liss que conozco: aquella que cae y se pone
de pié con la misma sonrisa en su rostro una y otra vez?
¿Esto caló tan hondo como para que perdieses incluso tu
identidad? No abogo por tus sueños, sino por ti misma…
¿Ya no quieres pelear?-continuó Naomie.
La mirada de Liselot se fijó en la pared por unos instantes,
en los cuales Naomie siguió ahí, junto a ella. Era como
despertar, sacudirse la tierra y ver la luz del día tras salir de
una tumba en la que se ha estado por años durmiendo. Esas
palabras habían tocado algo en su alma, no sabía qué, y ésta
había despertado.
-¿Te llegan mis palabras? ¿Sabes quién está al mando?-
aguijoneó Naomie para saber si eso era real o no.
-Sí, es Sheefnek-contestó ella, entendiendo lo inadmisible
de la situación.
-¿Permitirás que ese tirano siga haciendo de las suyas?
¿Torturando la gente que juraste proteger? En tus zapatos
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
152
me pararía y lucharía, que vea que no estás sola y a ver
quién se las bate mejor-indicó Naomie.
-Gracias, Naomie… pero estoy confundida, no sé qué
hacer-confesó Liselot esbozando la primera sonrisa desde el
aciago día en que su padre muriese.
-Sigue tu instinto. Aquí hay gente leal y de buena fe. Se
planea algo grande y si tú no estás allí, no será un intento
fallido, sino el fracaso definitivo del plan. Mantente firme,
no curiosees, ya has madurado como para entender lo que
digo, que pronto llegará tu hora, muchacha… muy pronto y
no puedes fallar-dijo Naomie, mientras progresivamente iba
desvaneciéndose en el aire, volviéndose polvo en el viento.
Liselot se sentó en la cama. Se destapó, hacía un calor
gutural, lo había hecho todo el tiempo, pero recién había
despertado, revivido, como para percibirlo.
Se levantó y estiró las piernas agarrotadas por la falta de
uso.
Abrió la ventana de su camarote y aspiró el aire salino… si
algo tremendo iba a venir, que viniese… ya hacía falta un
poco de aventura para moverle el piso.
La puerta de la celda se cerró herméticamente, ningún rayo
de luz traspasaba la puerta blindada. La luz titilaba y la
ampolleta se cernía de un lado para otro sobre la cabeza de
Linda Freeman.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
153
No hizo ningún escándalo, no pidió que la sacaran de allí,
nada. Se sentó en el suelo, ni siquiera le quedaban lágrimas
para llorar, le había fallado a Sheila.
Otro combo más chocó contra el vientre de Sheila.
-¡Estúpida!-gritaba Dirck Sheefnek.
Sin embargo Sheila no escuchaba casi nada, todo zumbaba
en su pobre cabeza, el dolor era demasiado.
El hombre que amaba no era lo mismo que ella había
pensado, eso lo había descubierto hace tiempo, le había
comenzado a tener un supersticioso respeto, pero ahora
entendía que eso era su terror que le avisaba que iba a venir
algo terrible.
¿Dónde estaba Lowie? Hubiese pagado oro por saberlo,
pero lamentablemente su cerebro estaba demasiado lento
como para procesar.
Conocía a Linda, sabía que ella, apenas llegase Lowie a
cumplir turno con ella le diría todo lo que estaba
sucediendo y ese chico era de temer, no tardaría ni fracción
de segundos en apersonarse ahí y ponerle los puntos a la “i”
a su díscolo padre.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
154
Quizás ni siquiera la hora daba para que él llegase a turno
aún y ella ya estaba tan desfallecida que había perdido total
sentido del tiempo.
-¡Contéstame, idiota!-gritó Sheefnek abofeteándola.
Tardó segundos en hacer que su mente procesase, segundos
que parecieron eternos.
Desde pequeña había sido sensible, quizás demasiado.
Odiaba discutir y en Dirck había encontrado la pareja
perfecta o, por lo menos, eso había creído: él era apacible,
todo lo solucionaba con palabras amorosas y detestaba
discutir tanto como ella.
Cuando había quedado embarazada había sentido miedo de
perderlo, pero cuando él se puso loco de contento ella no
cupo en sí misma de lo feliz que estaba.
Pero la noche anterior, ella había comenzado a sufrir fatigas
en el dormitorio y no había limpiado el camarote; él se
había molestado al ver que Sheila, su Sheila, no era capaz
de sobreponerse a lo típico de un embarazo.
Ella no conocía su pasado, sino hubiese atribuido todo al
recuerdo de la madre de Lowie y al miedo de volver a vivir
lo mismo, pero con ella. Hubiese estado errada de todos
modos.
Ella detestaba discutir y había acabado por regresar al
camarote que originalmente le había sido asignado.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
155
Pero esa mañana había amanecido con náuseas, desmayos y
demás. Medio alicaída había ido a hacer su turno.
Estaba consciente de que todos esos malestares no se
debían sólo a que estaba recién en su primer trimestre, sino
que a la hipersensibilidad que le producían las discusiones
y demás. Le pasaba todo el tiempo.
Ahí había descubierto que compartiría turno con Linda, su
amiga de infancia y, al entrar al Puente, fue imposible
evitar el llanto.
Le contó todo y le pidió que la ayudase. Que era necesario
pedir ayuda a Lowie. Algo se lo pedía. Ese muchacho era el
único que no temía a Sheefnek.
En eso, una oleada de náusea la había golpeado y había
expulsado todo ahí mismo, con tan mala suerte de que
Linda no había alcanzado a coger ni el trapeador cuando
Sheefnek ya estaba dentro con intenciones de inspeccionar.
Furioso había preguntado quién había hecho eso y la
respuesta hablaba por sí sola, ahí estaba Sheila pálida y
verde como un limón, transpirando alocadamente.
La había cogido de un brazo con intención de darle castigo.
Mientras ella gritaba a Linda que la ayudase, que ya sabía
qué hacer.
Luego, Sheefnek se había encerrado con ella en su
camarote, había abusado de ella más veces de las que ella
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
156
pudiese recordar, la había golpeado y dado de cintarazos.
Incluso le había golpeado en el suelo con tanta fuerza que
le había amoratado las costillas.
-¡Dime!-reclamó él.
-Perdóname, Dirck-rogó ella.
-¿Dirck? Yo ya no soy Dirck para ti-replicó él.
-Perdóneme, Contramaestre-rogó ella.
-Eso sonó mejor-le dijo Dirck dándole una bofetada sin
razón aparente.
-Por favor suélteme-pidió ella, sintiendo cómo le
flaqueaban las piernas.
-¿Suélteme qué?-incitó él, haciendo que la cabeza de la
mujer chocase contra la pared.
-Por favor, suélteme Contramaestre-rogó ella al sentir un
hilillo de sangre salir de su nariz.
-Mi hijo no es un débil…-musitó él, más para sí mismo que
para su malograda interlocutora.
Regresó la mirada a la asustada mujer. Su hijo no era débil,
claro que no: llevaba sangre Sheefnek corriendo por sus
venas. Pero esa mujer que ni siquiera controlaba su cuerpo
acabaría por volverlo una señorita.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
157
Hablaba en masculino para sus adentros, lo sabía, pero es
que era inconcebible que aquel hijo fuese una mujer, un ser
débil que era incapaz de batirse por sí solo.
-Habíamos acordado que esto-dijo, posando las manos en el
vientre de Sheila y clavando las uñas en el pequeño bultito
que comenzaba a formarse-no interferiría con tus labores,
¿no?
-Sí, mi Contramaestre-contestó ella, asustada, tragándose
las lágrimas.
-¡Compórtate como el soldado que eres y aprende a
manejar tus emociones! Acabarás por hacer de mi hijo un
débil, pero no vendrá al mundo para eso: seguirá mis pasos.
Y si tendrá una madre tan estúpida como tú, mejor
ahorrarme la desilusión-dijo.
Acto seguido golpeó el vientre de Sheila con los puños una
y otra vez.
-Es fuerte, resistirá a esto, pero debo enseñarte-dijo él, con
la mirada perdida.
Cuando se cansó de golpearle el vientre con los puños, le
amarró pies y manos, la derivó en el suelo y comenzó a
darle de patadas en la panza.
Sheila sintió un golpe más fuerte que los otros. Pensó que a
Dirck se le había pasado particularmente la mano en esa
patada. Sin embargo, el pie de su agresor estaba
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
158
completamente quieto y éste descansaba, con la respiración
muy agitada.
Otro espasmo reverberó en su vientre. Entonces entendió de
qué se trataba. Se abrazó la barriga aún plana. Dirck tomó
más impulso aún para golpearla otra vez.
-¡No! ¡Ya basta! ¡Por favor!-rogó ella.
Otro espasmo… rogó a Dios que Lowie se diese prisa. Él
era el único que tenía esa llave además de su padre, era el
único que podía detener esa situación tan aciaga. Pero,
¿quién le aseguraba que él llegase a enterarse?
Dirck tomó impulso para otro golpe, pero su pierna se
detuvo en el trayecto en el aire al ver el riachuelo de sangre
que se escurría por el pantalón de uniforme de Sheila.
La levantó del suelo de un brazo, mientras el vientre de la
mujer era sacudido por un espasmo tras otro.
Sacó llave y abrió la puerta. En el pasillo andaban dos
marines en su hora libre, de seguro camino a su camarote.
-¡Llévensela lejos de mi vista! ¡Rápido! ¡Al calabozo!-dijo,
empujando la mujer hacia los dos marines.
-Pero, mi Contramaestre, está sangrando-replicó uno de los
dos, escandalizado.
-¡Llévensela! ¿Acaso no saben obedecer órdenes?-replicó.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
159
Ambos marines la sujetaron de cada lado, mientras ella
seguía sangrando, ahora sin cesar. Sintió cómo se
desmayaba cuando ellos la arrastraban técnicamente por el
pasillo.
Dirck cerró la puerta completamente ofuscado.
-¡Aloin! ¡Aloin!-dijo Lowie ingresando huracanadamente al
comedor.
Aloin, quien no era otro sino el chico que le había
acompañado anteriormente al dormitorio de Liss, escupió
un poco de café, sobresaltado al ver a Lodewijk así.
-¡Rayos! Lowie, ¿qué te pasa?-preguntó.
Miró extrañado a la silla en que había estado anteriormente
su amigo, completamente vacía. ¿Dónde se había ido?
Obvio que estaba bajo la mesa, pero… ¿por qué?
-¿Ha visto al cadete Sheefnek?-preguntó el suboficial.
-No, mi Suboficial-respondió Aloin formalmente.
El suboficial se retiró del comedor, pensando en que tendría
que hacerse cargo del Puente de Mando y del turno de la
recién aprisionada Linda Freeman.
Lowie salió de debajo de la mesa. En tiempos normales ni
siquiera se hubiese preocupado en esconderse y se hubiese
negado diez mil veces de ser necesario a la obligación de
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
160
cumplir su turno, hasta que el Suboficial se hubiese cansado
de hacerle patente su deber.
Sin embargo, eran tiempos difíciles y no podía darse el lujo
de meterse en más problemas, que con los que ya tenía ya
era suficiente.
-¿Qué bicho te picó?-le preguntó Aloin.
-Larga historia de contar, necesito que me eches una mano-
dijo Lowie volviendo a sentarse.
-Estamos en horario de turno-contestó Aloin.
-Sin embargo, me parece que sigues aquí, tomándote
tranquilamente un café-dijo Lowie enarcando burlonamente
una ceja.
-Si nos pillan será tu culpa-dijo Aloin, aún reticente a
formar parte de la aventura de Lowie. Probablemente
terminaría con turnos eternos como castigo. A Lodewijk le
importaría un pimiento, total ni siquiera sus turnos
predestinados cumplía, nadie aseguraba que se diese por
enterado de que tenía un castigo que cumplir.
-Lo tengo todo bajo control-dijo Lowie, dando un largo
trago al café de su amigo, quien miró con aire consternado
al vaso a medio vaciar.
-¿Qué tengo que hacer?-preguntó Aloin, rogando a Dios
que no fuese algo que condenase su carrera militar.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
161
-Ven, acompáñame-dijo Lowie.
Tras eso, salieron de la cafetería cuidándose de no pasar
cerca del Puente de Mando.
-¿Qué vamos a hacer?-preguntó Aloin.
-Ha llegado la hora de liberar al Kraken-respondió Lowie
enigmáticamente.
-¡Ah!-profirió Aloin, como si todo le hubiese quedado claro
de súbito, mientras seguía al experto Lowie. Tenía claro
que se metería en un problema de magnitudes. Sabía todo,
excepto qué significaba… “Ha llegado la hora de liberar al
Kraken”…
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
162
Capítulo 10: “Ha Llegado la Hora de Liberar al Kraken”.
Nota de Autora:
Bueno… mi humor ha mejorado considerablemente desde
el otro capítulo… no en vano ha pasado un mes, digo…
¡Bendito fin de semana largo! ¡Benditas elecciones!
¡Bendita música! ¡Bendita imaginación! ¡Bendito JRR
Tolkien! Bien, dejemos de bendecir para decir que en el
estúpido VK me sacaron El Señor de los Anillos: El
Retorno del Rey (ya sabéis, la película de Peter Jackson) y
no la encuentro con la versión extendida por ningún lado…
si la pillan por ahí, me la pasan, ¿savvy?
Capítulo dedicado a Valentina “Val” González, mi querida
hermanita (maldita biología que hizo que no fuésemos
hermanas) que me ha recogido con palas esta vez sin
siquiera verme… ¡Vaya! ¡Para hacer eso hay que tener un
mega conocimiento sobre alguien! Sólo quiero que sepas,
Val, que tu amistad vale mucho para mí…
Y también va dedicado a Carolyn Gutiérrez, quien ha sido
mi puntal en este nuevo curso y nuevo mundo.
Y, por último, lo dedico a mi amigo Yeison Jofré, quien
esta semana se ha graduado de Cuarto Medio.
Felicitaciones y éxito, hermano.
El tema para escuchar el capítulo es… (Redoble de
tambores)… “Barbossa is Hungry” de Klaus Badelt y Hans
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
163
Zimmer para la película Piratas del Caribe: la Maldición del
Perla Negra.
Con todos ustedes, el capítulo…
-Insisto, Lowie, no tengo idea de por qué hacemos esto-dijo
Aloin.
-Se paciente y verás-le contestó Lodewijk.
-¿A dónde vamos?-preguntó Aloin.
¿Su respuesta? Lowie le tapó la boca, puso su brazo sobre
su pecho y le empujó contra la muralla del pasillo.
El joven Sheefnek acercó su cabeza al canto de la muralla y
vio entrar en el sector de las celdas a dos marines
sosteniendo a una mujer, por su uniforme intuyó que ella
tenía grado superior que ellos.
Rebuscó en su mente… ¡Sheila! Era Sheila. Y llevaba todo
el pantalón ensangrentado, por no decir técnicamente todo
el cuerpo. Se notaba a la legua que las fuerzas le faltaban,
estaba ad portas de desmayarse. Uno abrió la puerta y
ambos entraron.
Pasado un rato salieron, ésta vez sin ella. Cerraron.
-En la celda K208. El recluso de la A172 se muestra
receptivo. Cambio-dijo uno, mientras echaban a andar.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
164
Cuando hubieron desaparecido de vista, Aloin se adelantó.
-No puedo seguir con esto-dijo Aloin, respirando
agitadamente al haberse visto casi cogido.
-Eres incapaz de luchar por lo que quieres-replicó Lowie
con aire frío.
-No, no es eso…-dijo Aloin inseguro acerca de su punto de
vista acerca de esa confusa situación.
-Entonces acompáñame-contestó Lowie.
Sin dar tiempo a Aloin para reaccionar salió del escondite y
se encaminó a la puerta de las mazmorras. Una vez en
frente de la chapa sacó de entre sus bolsillos una ganzúa
con la que se dispuso a forzar la entrada.
-¡No! ¡Ya basta! ¡Esto está yendo demasiado lejos!-dijo
Aloin.
-Confía… siente la libertad gritando dentro tuyo.
¿Consideras que realmente sientes lo que dices?-preguntó
Lowie, tras soltar un suspiro y mirar la puerta fijamente.
Con esas palabras consiguió el silencio por parte de su
interlocutor y, por ende, el tiempo suficiente para poder
forzar la cerradura. La puerta se abrió dócilmente sin emitir
ni un quejido.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
165
Ambos muchachos cruzaron una mirada y entraron, Aloin
primero y Lodewijk tras él, para dejar la puerta tal cual
estaba unos segundos atrás.
-Dijo la A172-susurró Aloin.
Lowie no dijo nada, se dirigió a paso seguro y silencioso,
como el de un elfo, hasta la celda señalada. La puerta
blindada de color gris le cortó el paso. Haciendo algo
habitual en él, sacó su ganzúa y forzó la puerta.
Le fue a recibir la imagen de un joven de diecisiete años
sentado en el suelo, con la pierna izquierda estirada y la
diestra flexionada, el brazo izquierdo sobre su rodilla;
rubio, de profundos y audaces ojos verdes, estatura regular,
cuerpo más bien fornido, ropajes pobres y aspecto
desaseado.
-Tú debes ser John-dijo Lowie tras cerrar la puerta tras
ellos.
Eso no causó que el interpelado le dirigiese la mirada.
-Lodewijk Sheefnek-se presentó extendiendo la mano-. Él
es Aloin Zwaan-continuó señalando a su amigo con el
pulgar.
Se detuvo a pensar que incluso era posible que ese
muchacho ni siquiera hablase el holandés tan bien como su
padre se vanagloriaba de haberle enseñado. Se dispuso a
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
166
hablarle en inglés, consciente de que su pronunciación era
pésima.
-John Morrison, es un placer-dijo el joven estrechando la
mano de Lowie por fin y dándoles la cara de una vez a sus
interlocutores.
Lodewijk se sorprendió por la pronunciación del muchacho.
Realmente, si era así de inteligente, aprendía tan rápido, era
mejor sacarle provecho.
-¿Qué les trae por aquí, caballeros?-preguntó mirándolos
con aire defensivo y poniéndose de pie. No mediría más de
un metro sesenta.
-Venimos a proponerte un trato-habló Lowie.
Aloin se alarmó un tanto al escuchar la conjugación de ese
verbo. “Venimos” eso quería decir que si le cortaban la
cabeza a Lowie también se la cortarían a él y lo peor es que
ahí estaba recién enterándose de aquello por lo cual había
salido del comedor, donde estaba tomándose
tranquilamente su café sin molestar a nadie… en fin, la vida
no es justa…
-¿Ah, sí?-preguntó John, intentando ser lo más impersonal
dentro de lo posible.
-Sabemos que el Contramaestre Sheefnek te tiene encerrado
aquí y sabemos el por qué-continuó Lowie.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
167
-No hay que ser un genio para descubrirlo-replicó John con
ironía.
-¡Eras libre! Llegaste libre gracias al Almirante y el
Contramaestre vio sólo un riesgo en ti, por eso te tiene aquí,
encadenado, como un dragón que necesita amansar para
poder estresar a tal nivel que cuando le necesite el ataque
sea certero. Mereces más que eso, amigo, pon atención. Tu
hora ha llegado-dijo Lowie.
-¿Y qué quieren? ¿Ser ustedes quienes liberen al dragón?-
preguntó John con sorna-.
-Escúchanos. O te unes a nosotros y obtienes la libertad, o
te quedas en las sombras y tu destino será negro, serás de
él…-dijo Lowie.
-Sean directos, no soy un mendigo a quien darle limosna-se
defendió el orgulloso John.
Su aspecto podía ser el de un mendigo, pero diecisiete años
había estado alimentando su orgullo; no dejaría de hacerlo
ahora.
-Te necesitamos. Eres el único que nos puede ayudar-
explotó Aloin entendiendo hacia dónde iba la situación.
-¿Y en qué les puede ayudar este dragón?-ironizó John.
-Lo sabes muy bien, John: motín. Eres el único que sabe
esto: el rumor se esparce y ya sabemos a quién cortar la
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
168
cabeza. Piénsalo: la libertad llama, ¿acaso no quieres ser
libre?-preguntó Lowie.
-Todo podrían hacerlo perfectamente bien sin mí-continuó
John.
-Debes escoger bando. Sabemos que quieres venir…-dijo
Aloin, siendo cortado en seco por Lowie.
-Eres un líder, no hay que ser un genio para darse cuenta.
Tienes al alma de la revolución corriendo por tus venas.
Lidera este motín y serás libre. Eres el único que nos puede
sacar de éste caos. Acepta participar y tus órdenes las
seguiremos todos-siguió Lowie con la pasión que le
caracterizaba.
-Está bien… váyanse, consigan la mayor cantidad de gente
que puedan. A la una de la mañana los quiero aquí-dijo
John.
-Un placer-dijo Lowie estrechándole la mano.
Después de eso Lowie y Aloin salieron del sector de las
celdas y dejaron todo tal cual lo habían encontrado.
Cuando ambos iban camino al comedor, Aloin volteó hacia
Lowie.
-Tu padre se entera de esto y nos mata-dijo.
-No tiene por qué saber-replicó Lowie.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
169
Seis horas después…
-Mi Suboficial-dijo Lowie.
El interpelado miró al recién llegado con cara de pocos
amigos. Ahí estaba Sheefnek, cuadrado al lado de la puerta,
muy ufano tras haberlo dejado durante seis horas a cargo de
un turno que no era ni suyo sin mediar explicación alguna.
-Cadete Sheefnek, ¿dónde ha estado que no ha cumplido su
turno predestinado?-preguntó.
Lodewijk entró en la disyuntiva de ponerse en posición de
descanso. Recordó luego que tenía que mantener las aguas
calmadas, no quería tener que perderse la primera reunión
de los amotinados. Optó por mantenerse en la fastidiosa
posición de firmes, aunque le pareciese un golpe similar al
de una bala de cañón atacando a su orgullo.
-Mi Suboficial, tenía asuntos que atender, además me he
sentido enfermo desde el día de ayer, no estaba en buenas
condiciones para venir-mintió Lowie.
-¿Y se ha sentido mejor, cadete?-preguntó el suboficial
bastante preocupado.
-Felizmente, sí-contestó Lodewijk-. Pero, por favor, no le
informe al Contramaestre.
-No se preocupe, Cadete. Ahí tiene el curso y las
indicaciones para su turno. Recuerde que si sigue
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
170
sintiéndose enfermo no debe dudar en llamarme y yo le
cubriré. Que tenga buena tarde-concluyó el Suboficial.
-Muchas gracias-dijo Lowie.
El Suboficial salió del Puente de Mando dejando solo al
muchacho, quien se puso inmediatamente en posición
relajada e intentó concentrarse en la pila de papeles y
palancas, botones y pantallas enfrente suyo.
Así transcurrió media hora en la que Lodewijk Sheefnek
estuvo a cargo del curso del navío.
¡Demonios! Había olvidado preguntarle al Suboficial por
qué no tenía compañero de turno, siempre los turnos en el
barco se hacían de a dos, sin importar la función o labor a
cumplir.
Y mucho menos iba a saber así quién era el idiota que tenía
que cumplir turno junto a él.
Así estaba en sus cavilaciones cuando sintió pasos en el
suelo metálico del pasillo de afuera. Más que rápido fingió
hacer algo productivo según la minuta que el gentil
Suboficial le había entregado cuando el rey de roma entró
en la sala.
No venía solo, venía acompañado de una llorosa Linda
Freeman. Lowie prefirió no tener que mirarla a los ojos.
Volteó la cabeza a la dama y se concentró en su trabajo.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
171
Sintió que algo hablaban ella y el Suboficial, prefirió no oír
y concentrarse en lo que hacía.
Las traiciones duelen, en eso pensaba él… eso ocupaba su
cabeza sin dejar ni un milímetro para otro concepto que
viniese de fuera de su ser.
Sintió cómo chocaban las suelas de las botas de su superior
contra el suelo metálico. Alguien cerraba la puerta
blindada, seguramente se trataba de Linda.
-¿Sigues enojado aún?-escuchó cómo preguntaba aquella
suave y triste voz femenina.
Se limitó a no responder. Era lo mejor y así nadie saldría
herido. Continuó ignorándola, haciendo como si ella no
existiese, como si no hubiese nadie más en esa habitación.
Caminó de un lado a otro operando aquellas máquinas. Ella
no volvió a hablar. Así todo estaba mejor, en el silencio
gutural.
Al cabo de un rato golpearon la puerta. Linda fue a abrir,
Lowie estaba tan bloqueado que no conseguía enfocar su
cerebro fuera de su espacio corporal.
-Vienen a por ti-le indicó ella.
Sólo entonces se volvió. Sin agradecerle ni nada, salió del
habitáculo.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
172
-¡Joder! Se te ve terrible-exclamó Aloin al verle salir.
-¿A qué vienes?-dijo Lowie, limitándose a no responderle
el agravio.
-Traigo noticias-indicó Aloin.
-Creí que estabas de turno-replicó Lowie con sorna,
sorprendiéndose de lo rápido que sus ideas ganaban
adeptos.
-Me he enterado de algo que de seguro nos servirá…-dijo
Aloin con aire de detective secreto.
-¿Ah, sí?-.
-Mujeres abusadas. El Contramaestre Sheefnek ha abusado
de mujeres de la tripulación desde que el Almirante murió,
incluso podría decirse que desde antes. Fíjate que cada
tanto una en una van desapareciendo de sus turnos, llevadas
por él; luego van a dar al calabozo por una semana y
después, cuando vuelven al rodaje ninguna de ellas es la
misma que antes-dijo Aloin.
-No tenemos pruebas de que realmente se las lleve para
abusarlas. Es lo obvio, pero sin pruebas estamos perdidos-
indicó Lowie, rogando a que su perspicaz amigo estuviese
errado.
-Bueno, yo sí tengo pruebas-dijo Aloin-: lo confesaron dos
cadetes que están encargados de resguardar el cuarto de
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
173
Sheefnek durante… digo… durante el acto y luego las
llevan casi con palas al calabozo. Dicen que ya no quieren
ver más sangre….-.
¡Sangre! Ahora todo calzaba. Sheila Zeeman no era una
marinera particularmente complicada, nunca se había hecho
merecedora de un castigo, pero sin embargo esa misma
mañana la había visto entrar ensangrentada a los calabozos
llevada por dos grumetes desde el pasillo que da hacia el
Camarote de Sheefnek.
-¿Quiénes son los cadetes?-preguntó.
-Vossen y Van Santen-dijo Aloin.
¡Demonios! Así que por eso llevaban a Sheila… ¡No podía
ser!
“-Vas a tener un hermano-.” Esa frase de Linda le comenzó
a repiquetear la cabeza.
Nada es lo que parece… Quizás… no, no quería ni
pensarlo.
-¿Tienes la lista de ellas?-preguntó Lowie.
-Aquí está, una a una han dicho que sí a esta noche-dijo
Aloin.
Lodewijk no puso atención a aquellas palabras, sólo leyó un
nombre: “Sheila Zeeman”.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
174
-Tengo que entrar, cualquier cosa vienes-indicó al menor.
-Claro-dijo Aloin.
Lowie no tuvo tiempo para ver cómo Aloin se alejaba a la
cafetería, entró huracanadamente al Puente.
-¡No sabes cuánto lo siento, Linda, debes ser fuerte!-dijo
abrazándola.
-Te enteraste de lo de Sheila, ¿verdad?-preguntó ella.
Él le miró con aire confuso.
-Ella tenía una relación con tu padre y quedó embarazada.
Anoche discutieron y hoy ella estaba enferma, él se
aprovechó de eso para llevarla a su cuarto… Cuando a mí
me llevaron al cuartel, ella llegó luego: había perdido a su
hijo. No te preocupes, que ya no tendrás un hermano, ella lo
perdió. Sheefnek la golpeó y… la violó-dijo Linda entre
sollozos.
¡Ahí estaba la madre del cordero! ¡Ahora todo se volvía
completamente claro frente a sus ojos! Sheila entrando en
los calabozos ensangrentada por la pérdida y la violación…
¡Maldito! ¡Una y cien mil veces maldito su padre! Y Linda
llorando por su amiga y él, el único que podía ir hasta ese
maldito camarote y acabar con la situación no había hecho
nada, sino salir huyendo antes de conocer toda la historia.
¡Cómo se odiaba a sí mismo por ello!
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
175
-¡Soy un idiota!-dijo agarrándose la cabeza con ambas
manos.
-No fue tu culpa-intentó calmarle ella, incapaz de guardarle
rencor-. Yo debí haberte dicho todo desde un principio, no
irme con rodeos.
-¡No puedo culparte! Era algo difícil de decir-dijo él
sintiéndose el ser humano más idiota de toda la Tierra sin
importar la época.
-Ahora ella está en el calabozo… No saldrá de ahí hasta la
próxima semana, creo, hasta cuando no haya indicios de la
pérdida, excepto sus traumas que deberá callar-dijo ella.
-¡Maldito Sheefnek! ¡Hijo de…!-bramó Lowie.
-Es tu padre y no hay nada que puedas hacer-dijo ella
poniéndose de pié.
-Sí, sí hay algo que puedo hacer al respecto… Ayúdame-
dijo él con aire enfermizo.
Tras eso, por media hora, ni una sola mosca voló dentro del
Puente de Mando. Linda Freeman miraba atentamente a
Lodewijk Sheefnek sin dar crédito a lo que oía. Lo creía
capaz de todo, sí, de eso no cabe duda; un muchacho liberal
como él no es de estarse quieto frente a las injusticias.
Pero… pero, no podía creerlo. Estaba dispuesto a asesinar a
su propio padre, a su propia sangre.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
176
Motín, esa palabra repiqueteaba en su cabeza.
Aquel hermético muchacho había procedido a comentarle
todos y cada uno de sus planes y eso no era de esperarse. Le
tenía confianza, eso quería decir: él no era de confesarle
una idea tan riesgosa e importante como esa a cualquier
persona.
Motín, estaba invitada a la medianoche, él iría a por ella
unos minutos antes al camarote.
Se lo había confesado y no podía fallarle. Estaba furiosa, la
sed de venganza bebía de sus labios… no, no podía dejar
pasar aquella única oportunidad.
A la medianoche de aquel aciago día ninguna estrella
titilaba en el negro cielo. Exactamente a la misma hora uno
a uno comenzó a salir de sus habitaciones y puestos de
trabajo.
Cuidadosamente velaron porque ningún puesto quedase
vacío; intentaron disimular el complot que nacía en sus
almas sedientas de justicia.
En la penumbra de los metálicos pasillos del Evertsen uno a
uno comenzó a andar, vaciando el bajel.
Cubiertas se llenaron y vaciaron sin que nadie ajeno al
movimiento pudiese detectar aquel extraño fenómeno.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
177
Y uno a uno por su cuenta llegó a la cárcel de la última sub
cubierta.
Cuando la hora se cumplió Lodewijk Sheefnek se abrió
paso por entre la muchedumbre. Ya se había armado un
cierto aire místico en aquella zona del bajel. Algunos
fumaban apoyados en las paredes, otros charlaban en voz
baja, otros bebían alcohol.
Con Aloin a su lado se aproximó a la puerta y, tras forzarla,
la abrió. Cuando todos estuvieron dentro se cercioró de
haberla dejado bien cerrada. Tras eso se encaminó a la
celda en la que estaba John Morrison. Cuando iba a abrirla,
sintió como golpeaban de la celda de Sheila.
Sin dudar abrió. Si un carcelero estaba haciéndole daño a la
mujer ya era hora de que dejara de hacerlo. Adentro sólo
estaba ella.
-Tengo algo que decir al respecto-apuntó ella sin siquiera
saludar.
Él se sentía culpable a morir, presintió una sed de venganza
en la mirada desgarradora de la mujer, no podía negarle
eso.
-Ven-indicó.
Dios sabe cómo los casi cien congregados cupieron en la
diminuta celda donde John les dio los nuevos pasos a
seguir.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
178
Y juntos llegaron a la conclusión de que Liselot Van der
Decken debía hacerse grumete… con ella de palo blanco
estaban listos para el ataque desprevenido.
Uno a uno se retiró sin ser visto. Nadie supo de ese
encuentro.
Y la mañana siguiente la mentada muchacha se presentó en
el despacho del Contramaestre Dirck Sheefnek a ofrecer sus
servicios.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
179
Capítulo 11: “Y Verás Que en la Vida Hay Que Sufrir”.
Nota de Autora:
Ahoi a todo el mundo. Mi humor ha aumentado
considerablemente gracias a vuestras lecturas, es algo de
veras muy considerado de su parte.
Además, Mägo de Oz, mi banda favorita ha sacado disco.
Se suponía que lo liberaban en Navidad, pero el domingo
01 de diciembre me enteré que lo sacaban el 03 de
diciembre. Comprenderán que me puse muy feliz. Celtic
Land es su nombre y está de veras maravilloso, nada que
ver con el disco anterior que sacaron que estaba muy malo
para mi gusto.
Así que, vayan buscando “Pagan Party”, track 07 del disco
01 de Celtic Land, porque es la canción de capítulo.
Pero, algo que me tiene de veras de malas, es que el estreno
de “El Hobbit: La Desolación de Smaug”, una película que
vengo esperando desde junio, se ha pospuesto en Chile (que
es donde vivo) del 12 de diciembre al 26 de diciembre…
¿No creen que es mucho? Bueno, igual la iré a ver, ¿qué
tanto?
Otra cosa que me ha puesto como Kraken es que para un
informe de Física para el Liceo mis compañeros de grupo
no me han enviado sus partes y he tenido que hacer todo yo
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
180
sola. Afortunadamente el profe me ha permitido separarme
del grupo.
La frase que da título a este capítulo está sacada de uno de
los versos del coro de “No Queda Sino Batirnos”, canción
que os debe tener hasta la coronilla de tantas veces que la
he puesto como canción de capítulo. Bueno, a estas alturas
debéis entender que no me pertenece, que es única y
exclusivamente de la banda española de folk metal céltico
Mägo de Oz.
El presente capítulo está dedicado a una gran amiga mía de
nombre Alejandra “Janita” Arriagada, quien cumplió
quince años el 02 de este mes. ¡Felicidades, Jan! ¡Qué
cumplas muchos años más! Y que cuando tengas algún
problema tomes el ejemplo de este capítulo: siempre hay un
plan “B”.
Otra cosa, en este capítulo hay una alusión clara al Espejo
de Galadriel… bueno... sólo por el funcionamiento del
mentado artilugio, no es que aparezca el espejo de la Dama
de la Luz, sino que aparece un objeto que permite ver
escenas de distintas épocas y personas de una forma
bastante similar. El Espejo de Galadriel no me pertenece, es
de Tolkien, pero el objeto que acabo de crear literariamente
hablando, sí ha salido de mis neuronas locas. Gracias por
leer todo esto, con vosotros “Y Verás Que en la Vida Hay
Que Sufrir”.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
181
Dirck Sheefnek azotó con una furia desmedida su vaso de
Whiskey contra el suelo de baldosas de su camarote. De
más está decir que el vidrio se hizo trizas y que todo el
líquido se derramó por cualquier parte.
Lo primero le importó un pimiento, él no era quien iba a
tener que limpiar todo ese desastre. Pero lo segundo
realmente lo puso más furioso si es que era posible enojarse
más.
-Cabeza fría, Dirck, tú eres el mejor-se dijo a sí mismo.
Caminó hasta la licorera y se sirvió otro vaso idéntico al
anterior. Bebió un par de tragos saboreando el fuerte licor.
Echó a andar como león enjaulado por el camarote y optó
por sentarse en su lustroso sofá negro de dos cuerpos.
Ya no quedaban pertrechos si no hubiese caso oír. Hacía
dos meses que había hecho abortar a Sheila. Se preguntó
qué hubiese sucedido si él no hubiese actuado de esa forma
tan vil y disoluta. Ella ya estaría de cinco meses…
Y, desde antes de eso que no se abastecían, es decir, iban
para los tres meses sin recoger provisiones.
Estaban en el Mar Caribe, lugar transitadísimo que bullía de
comercio legal e ilícito. Pero su orgullo le impedía
abastecerse de factibles piratas o convertirse en uno para
sobrevivir. Prefería morir de hambre pero con honor, si es
que algo de honor le quedaba…
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
182
Cupo en la cuenta de que se había acabado el Whiskey. Fue
a por otro y volvió a sentarse. Y ahí se quedó cavilando
sobre lo que lo había llevado a ser el desprestigiado
Contramaestre Dirck Sheefnek.
Dos meses antes…
La puerta del camarote de Dirck Sheefnek fue golpeada con
suavidad.
-Mi Contramaestre, ¿puedo pasar?-preguntó una voz que
delataba a una mujer joven del otro lado de la puerta.
-Adelante-dio su permiso, preguntándose de quien se podía
tratar a las ocho de la mañana.
Grande fue su sorpresa cuando una tímida Liselot Van der
Decken ingresó cerrando la puerta tras sí. ¡¿Qué hacía esa
joven levantada tan temprano?! ¿Por qué estaba en su
camarote? ¿Qué quería de él? Un mal presentimiento surcó
su mente.
La muchacha botó sin querer una figurita de la mesa
alcanzando a cogerla en el aire justo antes de que se hiciera
trizas. Sonrió estúpidamente dejándola en su lugar.
Todo mal presentimiento se disipó de la mente de Dirck.
Una muchacha así de infantil e idiota según su forma de ver
no era ninguna contraparte para el gran Contramaestre del
Evertsen.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
183
Dejó las cartas de navegación y el GPS sobre la mesa.
Quizás una amena charla con la jovencita disipase de su
mente la ira por el no funcionamiento del GPS y el mensaje
de “No Hay Señal”.
Solícitamente fue hasta la licorera a servirle un vaso de
Whiskey a ella también.
-No, muchas gracias-dijo ella.
Sin importar lo que ella dijese, le sirvió un vaso y le llevó
una silla, viendo en ella una potencial presa.
-Dígame, ¿qué se le ofrece, señorita Van der Decken?-
preguntó.
Liselot se alarmó por el tono de voz de su contraparte,
previendo que estaba fingiendo para ella un rol de buen
samaritano. Se alertó y deseó huir. Se hubiese ido si no
hubiese recordado las recomendaciones de Lowie. “No te
dejes engañar, mantén claro a qué vas”, le había dicho.
Tenía que hacer justicia.
-¡Modales los míos!-dijo él, siguiendo con su juego-.
Siéntese, por favor-le indicó la silla.
Cuando ella se hubo sentado, le puso el vaso de Whiskey
entre las manos. “No le recibas nada de comer ni beber,
puede intentar drogarte si adivina tus intenciones”, había
dicho Lowie.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
184
-Dígame, ¿qué puedo hacer por usted?-inquirió el
Contramaestre.
Liselot tomó aire, tratando de parecer nerviosa. No le fue
difícil, de veras estaba asustada. Estar sentada frente a ese
hombre no le gustaba nada. Pero tenía que hacer algo por
los hombres del Evertsen. Todas las esperanzas de esos
marines recaían sobre cuatro personas: John Morrison,
Aloin Zwaan, Lodewijk Sheefnek y Liselot Van der
Decken.
-Verá, Contramaestre, muchos de sus hombres han muerto,
los heridos son más que los que pueden luchar y servir…-
dijo sin alcanzar a terminar.
-¡¿Y qué puedo hacer?! ¿Aliarme con piratas?-replicó
Sheefnek con sorna, cayendo inmediatamente en su error-.
¡Oh! Lo siento, señorita, pero verá, usted viene con toda la
idea de continuar el legado de su difunto padre y eso me
descompone sobremanera, ¿por qué no, mejor…?-interrogó
quedándose en el limbo, con la idea fija de llevársela a la
cama lo antes posible.
-He venido a proponerle un trato-se le escapó.
-¿Sí?-preguntó Sheefnek con lascivia, sintiendo que la
chica se ofrecía en bandeja de plata.
Se acercó suavemente a la chica, la que se parapetó del otro
lado de la mesa que les dividía.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
185
-Sí. Me gustaría servir en el navío-dijo ella, recordando
todas y cada una de las cosas que Lowie y John le habían
dicho.
-Para qué hacer trabajar a tan bella muchacha, con vuestra
presencia sois más que suficiente-dijo, acercándose a la
muchacha que comenzaba a asustarse.
Le parecieron deliciosos esos labios curvados por la
incertidumbre, aquellos ojos sesgados por el miedo y ese
cuerpo agazapado.
-Me parece mal estar libre todo el tiempo, cuando todos
arriesgan sus vidas y corren de aquí para allá-explicó ella.
-Sed mi secretaria personal, entonces. Ya hacéis los talleres
y podéis ayudar en la cocina-dijo Dirck con una sonrisa
sardónica.
A Liselot no le gustó nadita el rumbo que tomaban las
cosas. Antes, probablemente no hubiese entendido la
indirecta, pero ahora comprendía completamente a qué se
refería el contramaestre.
-Preferiría…-fue cortada por un vozarrón.
-Viniste a pedir trabajo y te lo he dado-dijo Sheefnek
tomándola por los hombros.
-He venido a pedir que se me dé el cargo de Cadete-dijo
Liselot con voz firme y segura.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
186
Nunca supo de dónde sacó el valor para pronunciar esa
frase tan simple y tampoco supo cómo los labios del
Contramaestre cubrieron los suyos y cómo la lengua de ese
hombre tan despiadado se hundió en su boca hasta ese
momento inexperta. Abrió los ojos, asfixiada. No podía
entender, pero comenzaba a odiar por primera vez.
Afortunadamente, golpearon la puerta. El Contramaestre la
miró con un airecito cómplice y dio su permiso. Entró un
Oficial.
-Espere-dijo Sheefnek.
Fue hacia un gabinete y, de una de las muchas carpetas,
sacó una forma, garabateo los datos sugeridos y puso su
firma y timbre en la parte de debajo de la hoja.
El oficial y Liselot se miraron el uno al otro.
-Listo, vaya por el uniforme, desde ahora es la Cadete Van
der Decken y dese prisa, su primer turno es a las 9:00,
entregue el papeleo al Suboficial.-dijo extendiendo la hoja a
Liss.
Liselot salió disimulando perfectamente bien. Los ojos los
tenía llorosos, lo sabía, pero tenía que llegar a su camarote,
ir a por ropa, entregar el papel y todo antes de las nueve que
ahí le dirían en qué punta del bajel tenía el turno.
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187
¡Vaya! Estaba aprendiendo a priorizar. Y en su corazón
primaba la racionalidad y tras ella la humillación que
sentía. Humillación que no quedaría impune.
Chocó contra alguien o algo. ¡Vaya! Seguía siendo tan
despistada como siempre.
Levantó la vista. ¡Rayos! Era Lowie… ahora tendría que
abrir su herida y… el tiempo se acababa.
-Eres despistada, pero jamás miras el suelo. ¿Qué pasa?-
preguntó Lowie enarcando una ceja.
-No estoy de humor-dijo ella pasando de largo.
-No te reconozco en tus palabras-dijo Lowie.
De veras que ella tampoco se reconocía a sí misma en esas
palabras. No sabía por qué le hablaba así a Lowie, sabía
que podía confiar en él. “El tiempo se agota”, canturreó su
mente. Era la escusa más fácil, pero no era cierta. Tenía
miedo de lo que fuese a pasar, sabía que un ataque de ira en
esos momentos era lo peor que podía pasar.
Lowie la miró de pies a cabeza. Vio que llevaba un papel.
Sin más se lo arrebató y vio la firma de su padre al final de
la hoja.
-¿Qué te hizo?-preguntó con la mirada fija en los ojos de su
amiga.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
188
Liselot no se pudo contener y cayó en el hombro de Lowie.
El muchacho sintió cómo las lágrimas de su mejor amiga se
escurrían por su camisa.
Liss no era de llorar. Era sensible e infantil. Siempre
encontraba el lado bueno de las cosas, siempre se
concentraba en las cosas buenas. Expulsando lo que le
hiciera daño de sus primeras prioridades. Nunca lloraba, a
menos que fuese algo de veras grave.
La abrazó y le masajeó la espalda. Madurar era un proceso
doloroso y él lo sabía mejor que nadie. Por eso no había
querido que ella madurase, por eso ella era así de alegre,
jovial, infantil, dulce, inocente y sensible. Pero ahora se
había topado de golpe con la realidad.
No podía dejarla sola en eso…
-¿Qué te hizo?-preguntó.
-Es la persona más indecente que jamás conocí-dijo ella.
-¿Qué te hizo?-preguntó de nueva cuenta.
-Me besó-dijo ella.
Para Liss eso había sido terrible. Pero había cosas peores y
él lo sabía. Quería decir que ella seguía siendo tan sensible
e inmadura. Aún así le dio una rabia feral lo que su padre
había hecho.
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189
-No te duela lo que ese monstruo hizo. Tendrás la
oportunidad de decidir sobre su destino como él se ha dado
el lujo de decidir sobre el de todos-dijo Lowie.
Liselot se secó las lágrimas y levantó la cabeza. Lo que
Lodewijk vio entonces, no lo olvidaría jamás: en los ojos de
su mejor amiga, que hasta ahora había sido tan dulce, se
cernía el deseo de venganza, la crueldad y la ira.
-Ya verá-dijo ella.
Estaba aprendiendo a odiar. Si algo bueno quedaba en ella,
desaparecería. Tenía que detener eso. Muy útil podía ser
Liselot así, pero primero estaba el alma de su mejor amiga.
-¿Traes lo que te dije?-preguntó, para cambiar el tema.
-Sí, lo tienes en tu mano. Mi primer turno es a las nueve-
indicó ella.
Se enlazaron de los hombros y riendo echaron a andar. El
Oficial salió del camarote de Sheefnek en ese momento y el
ponzoñoso hombre saboreó su copa de Whiskey pensando
que Liselot le servía más si le daba confianza y le daba el
gusto con pequeñas cosas. Ya vería cómo vengarse de la
ralea Van der Decken.
O7 de junio de 2008…
Aliet abrió la puerta de su casa con total cansancio.
Arrastró su equipaje dentro utilizando una fuerza
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sobrehumana. ¡Decidido! Cuando volviese a viajar, iría con
una sola muda. O nunca más escribiría un libro gracias al
cual la llamarían desde París para ir a promocionarlo a la
Ciudad del Amor.
Había querido ir con Niek, pero a él lo ascenderían justo en
esa época, así que había tenido que ir solita a publicitar su
libro sobre la psicología de los adolescentes. Tenía tres en
casa, era una experta.
¡Maldita sea! Nadie venía a ayudarla con todo su
cargamento… ¡Vaya gentileza!
-¡Señora Aliet!-exclamó la nana.
Sin más, aquella mujer regordeta cargó con todas las
maletas de su patrona hasta la segunda planta.
Aliet fue a la cocina a por un vaso de jugo. ¡Qué extraño!
Liselot debería de estar ahí dándole un mega abrazo y las
gemelas deberían de haber llegado a arrancársela de raíz.
-Feliz cumple, ma-dijo Sophie, quien estaba extrañamente
de pésimo humor.
-No le digas eso, cínica. ¿Qué tal la gira, ma?-preguntó
Ivanna.
-Bien-dijo Aliet.
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191
No en vano era psicóloga, podía notar a la legua cuando
algo andaba mal con alguien y aquí sus dos gemelas le
estaban ocultando algo.
Se sentó en la mesa de la cocina con su mentado vasito de
jugo de naranjas. Las gemelas se habían cargado con los
helados.
-¿Dónde está Liselot?-preguntó.
Silencio gutural…
-¿Aún no sale de clases?-preguntó.
Consultó el reloj. No, ya eran las siete de la tarde.
-¡Vamos! ¡Díganme algo!-dijo mirando alternativamente la
una a la otra.
-Dile tú, tienes más tacto-dijo Ivanna a su gemela.
-Tú eres más directa-la elogió Sophie, evidentemente
incómoda con la situación.
Tal como Sophie pensaba, Ivanna rodó los ojos y decidió
acabar el tema de una sola vez.
-Liselot y papá desaparecieron-dijo, tras tomar aire muy
hondo.
La cara de su madre fue indefinible.
-¡¿Qué?!-dijo cuando finalmente pudo recobrar la voz.
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192
-Desaparecieron…-repitió.
-¡¿Cómo?!-preguntó Aliet, sintiendo que la vida se le iba.
-Tras el ascenso de papá, él se fue en su barco al día
siguiente a Somalia. Lo rastrearon y, de la nada, le
perdieron el rastro. Nunca lo pudieron volver a conectar-
dijo Ivanna.
-A Liselot la sentimos esa mañana salir de casa casi
después de que papá se fue. Nunca más supimos de ella-
completó Sophie-. Nunca la volvieron a encontrar.
-Dios Santo, Dios Santo-dijo Aliet.
Las tres sucumbieron a llorar. No había esperanza ni
destino así.
A esa misma hora, pero en un lugar y tiempo
completamente distintos, Liselot se miró al espejo. Por
primera vez en toda su vida no se reconoció
Ya no llevaba su blusa de hombro caído ni sus jeans ajados,
tampoco sus zapatillas.
Una metralleta al hombro, un uniforme verde, unas botas
lustrosas y negras.
Nada de especial tenía todo aquello… excepto esa piocha y
ese listón con belcro, ambos en su pecho: Cadete Liselot
Van der Decken.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
193
No, no era la misma, definitivamente no era la misma.
-Liss, tu segundo turno-sintió que Lowie decía desde
afuera.
Tomó aire y salió rumbo a su segundo turno del día.
-Mamá…-dijo Ivanna golpeando la puerta.
-Mamá-canturreó la voz de Sophie.
La voz de ésta última intentó sonar divertida, pero la
situación vivida hace un rato le impedía serlo. La noche
caía sobre Ámsterdam y una feria de verano se iba a
inaugurar en un Boulevard de la ciudad.
Aliet abrió la puerta del cuarto que antes compartiera con
Niek. Lágrimas secas se cernían sobre sus anchos pómulos.
-Mamá, de nada sirve llorar-dijo Ivanna.
Aliet intentó secar las lágrimas con el dorso de la mano,
aunque fue inútil.
-Mamá, hoy es tu cumpleaños. ¿Qué tal te parece si vamos
a la Feria de Verano y cenamos ahí?-propuso Sophie-.
Descuida, que esta vez los pagos corren por nuestra cuenta.
Eso sólo le hizo ganarse un palmetazo por parte de su
hermana, quien hubiese indicado gustosa a su gemela que si
quería pagar ella no había problema, pero que no la
incluyese, si su madre no hubiese estado presente.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
194
-No, gracias, chicas. Id solas si queréis-dijo Aliet.
-Pero mamá-reclamó Sophie.
-¡He dicho que no!-gritó Aliet, cerrando extrañamente
furiosa la puerta tras sí.
Otro palmetazo para Sophie.
-Ya, si yo también lo siento-se disculpó.
-Por tu culpa no iré a la inauguración-le soltó su oportunista
hermana.
-Vamos, total la nana se queda con mamá-dijo Sophie.
Luego de eso el par de gemelas se emperifolló como era
usual en ellas y salió rumbo a tomar el metro y, tras hacer
como diez mil trasbordos, llegaron a un escenario gigante al
final del Boulevard.
-Interesante… espero no haber olvidado los pies en casa-
bromeó Sophie.
-Comencemos por ahí-dijo Ivanna señalando con el índice
una carpa a su diestra.
Uno de los cientos de puestos que pretendían visitar esa
noche.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
195
Liselot salió medianamente reventada de su turno nocturno.
No podía haberle tocado un mejor puesto que el de vigía en
el peor horario: comenzaba a caer la noche, no se veía nada,
le dolía la vista de tanto forzarla y no pasaba absolutamente
nada en altamar. ¡Dios! ¡Que ya se venía durmiendo!
Por precaución tomó la ruta larga. Hubiese sido muchísimo
más fácil haber cruzado por el pasillo hacia el cual daba el
camarote del Contramaestre. Pero… podía verla.
Si tenía miedo, que al cabo le preocupaba la situación,
podía pasar corriendo. Nadie dudaría que eso se atribuyera
a su aire infantil, pero todos comenzarían a preguntarse…
¿por qué ella reaccionaba así al pasar por ahí? E,
inextricablemente, comenzarían a indagar más de la cuenta.
No podía levantar sospechas y, como el flojo del
Contramaestre apenas salía de su camarote, podía tomar la
ruta larga sin mayores inconvenientes excepto cansarse
más.
Su decisión la sorprendió un tanto. Comenzó a notar que su
madurez le quitaba lo intrépida que hasta ahora había sido,
le quitaba aquella ciega valentía que antes era característica
suya.
¡Demonios! ¡Quería tirarse a dormir un rato! Llegó a su
camarote y entró. Cerró rápidamente para cerciorarse que
nadie la siguiese y se colase dentro.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
196
Se tiró en la cama y se disponía a dormir cuando su
teléfono rengueó. En voz alta se preguntó cómo a esa cosa
le quedaba batería… bueno… Sheefnek era tan obstinado
que hasta cebollas le echaba al transformador energético y
eso hacía que todos estuviesen medio muertos de hambre
pero con celulares cargados.
-¿A qué hora vienes?-se escuchó la urgida voz de Lowie del
otro lado del parlante.
-¿A dónde?-preguntó ella sin recordar nadita de nada.
-Reunión, hoy, medianoche… ¿te suena? ¡Liss! ¡No digas
qué lo olvidaste!-se desesperó Lowie.
-¡Ya voy!-dijo ella cortando.
Una vez que su IPhone acusó que la llamada había
terminado, maldijo con toda su alma… probablemente era
la primera maldición que decía en su vida y por eso le sonó
extraño.
Sin más, acostumbrada a no poder dormir, se marchó a las
mazmorras.
Sophie e Ivanna caminaron hasta la tienda señalada
anteriormente. Su madre a esas horas dormía, según les
avisó la nana por mensaje de texto. Corrieron la cortina de
la entrada.
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197
Encontraron adentro, en la penumbra, a una mujer. Estaba
sentada en un raido taburete en frente de una mesa en la
cual había una bandeja y un jarro de plata.
Decía llamarse Naomie. Las mentes de las chicas volaron a
su hermana… esa era una vil coincidencia del destino…
pero esta bruja sí existía. Naomie… eso decía la piocha
colgante que llevaba.
Era muy alta y delgada, de tersa piel mate. Sus ojos
avellana fulguraban ante el brillo del agua. El cabello negro
lo llevaba peinado con un pañuelo y estaba vestida con una
polera blanca, muy similar a una túnica, y unos pantalones
blancos holgados. Llevaba sandalias negras y un anillo de
oro en el anular izquierdo.
-Entrad, sin miedo-dijo su voz suave y sensual.
Ambas gemelas se miraron con sus mejores caras de “¿En
qué nos hemos metido?” y entraron.
La mujer destapó de un tirón la bandeja. Sacó agua de un
bidón y la puso en el jarro… Comenzó a entonar un antiguo
cántico en un idioma que las niñas no pudieron entender,
pues no comprendían el griego ni la adoración a la Diosa
del Mar.
Vertió el contenido del recipiente en la bandeja de plata.
Posó su mano izquierda sobre el agua, la cual tomó luz
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
198
propia, volviéndose de un plateado brillante, como una
estrella líquida, traspasando todo a su paso.
Sin apartar su mano ni su energía del recipiente se volvió a
las gemelas y dijo:
-Esta bandeja podrá mostraros eventos del pasado, del
presente y del futuro. No temáis en pensar en quién queráis
para saber lo que pasará con esa persona, si veis su futuro
podéis ayudarle a cambiarlo-dijo.
Ambas se acercaron.
-¿Queréis ver?-.
Las chicas se acercaron más.
-Depende de cuánto cueste-indicó Sophie.
-Claro que queremos-dijo Ivanna dándole un palmetazo a
su hermana.
Ambas gemelas concentraron sin querer sus mentes en su
hermana Liselot. El agua comenzó a enturbiarse,
volviéndose cada vez más plomiza. Cuando alcanzó su
punto máximo, el ambiente se puso de veras tenso.
Un par de segundos transcurrieron así y una fuerte
luminiscencia sobrevino a dicha tensión, dando la
impresión a las chicas de que la presión, llegado su cénit,
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
199
había producido una explosión dentro de la bandeja y que el
agua había estallado.
Aquellos rayos dorados iluminaron toda la estancia por
unos momentos para luego desvanecerse suavemente en el
aire.
Cuando todo volvió a su estado normal, en la superficie del
agua se vio formada la imagen de un navío que ambas
reconocieron como el Evertsen navegando frente a las
costas de Ámsterdam en un amanecer.
Ambas se sobresaltaron: resonó un estruendo y solo
pudieron apreciar el mar, era como si las aguas se hubiesen
tragado al Evertsen. Acto seguido una seguidilla de olas
perturbó la superficie del agua hasta que la imagen del mar
desapareció por completo.
Cuando el agua se tranquilizó, vieron a un hombre con
ropas del siglo XVIII en la cubierta del Evertsen frente a su
padre, le decía la fecha: 31 de mayo de 1715. Lo que ellas
no sabían era que se trataba del Capitán Jack Rackham.
Sobrevino a esa imagen lo siguiente: vieron a un hombre
maléfico sonreír. Era un pirata del siglo XVIII y él mismo
se delataba. Lo que ellas no sabían era que se trataba del
pérfido Olonés. Y acto seguido le vieron dar la orden de
disparar contra el Evertsen y oyeron los cañones de
L’Olonais resonar en el casco del navío holandés.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
200
Otra imagen se formó: su hermana Liselot disparando
frenéticamente en la borda contra el navío del pérfido
capitán que habían visto hace unos segundos.
Y vieron algo más: su padre morir en brazos de su hermana
mayor en medio del fragor de una batalla. Cerrar sus ojos,
ver a Liselot llorar desconsolada. Al lado suyo un irascible
Lodewijk mirando con sus ojos llenos de profundo odio al
pirata que yacía desmayado y que ellas reconocieron como
el que habían visto recién. Cañones resonar, ametralladoras
también y gritos desgarradores que proferían los hombres y
mujeres al morir.
Contuvieron el aliento… su padre moría y ambas podían
sentir que ya había muerto, sus corazones se lo decían.
Las lágrimas comenzaron a caer una tras otra. Naomie
quiso preguntar si deseaban seguir viendo o si ya había sido
suficiente, pero entendió que ellas necesitaban saber la
verdad de buen recaudo. Pudo ver en la penumbra de la
habitación cómo ambas hermanas se abrazaban dándose
mutuo consuelo y condolencias.
Una imagen se formó con mayor claridad y nitidez. Ambas
pudieron ver una prisión. No era una prisión cualquiera,
sino que era metálica y amplia, dentro de ella, como un
laberinto, se subdividían cada una de las celdas diminutas.
Reconocieron aquella estancia como los calabozos del
Evertsen, la vista desde las alturas cesó y sintieron como si
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
201
cayesen de golpe dentro de uno de los minúsculos cuartos.
Era como hacerle zoom a una fotografía panorámica.
Dentro de la pequeña celda se congregaban decenas de
personas, eran los supervivientes de la tripulación
holandesa. Eran más de cien, quizás. No tenían idea cómo
tantas personas eran capaces de entrar en una pieza tan
pequeña. Sus dudas pasaron a segundo plano cuando vieron
sobre el camastro a su hermana Liselot con un rostro
furibundo y maduro como jamás la habían visto. La
enlazaba por los hombros Lodewijk Sheefnek con una
expresión igualmente seria. Un paso más adelante estaba un
muchacho de origen inglés y un paso más adelante que él se
posicionaba Sheila Zeeman quien hablaba con aire serio,
casi de líder.
Justo en ese instante comenzaba a formarse un alboroto
entre los oyentes.
-¡Callaos! ¿O queréis que Sheefnek siga dejándoos sin
comida ni dignidad?-gritó la mujer. A sus palabras todos
conservaron la calma y el silencio de nueva cuenta-. Como
os decía, tengo una llave de un cuartucho abandonado. Me
la dio Sheefnek cuando éramos pareja con el fin de que le
ayudase a custodiar algunos recursos que pensaba
compartir conmigo, los cuales nunca llegaron. En
resumidas cuentas, ese cuartucho me pertenece y es lo
suficientemente amplio como para emplearlo de bodega.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
202
-¡¿De qué nos sirve una bodega si no tenemos qué guardar
en ella?!-gritó un tipo desde el fondo de la sala.
Lodewijk, Liselot y John menearon la cabeza con aire
molesto.
-Primero, cállate o baja la voz, que si sigues chillando nos
van a oír. Segundo, tengo la llave de la bodega personal de
Sheefnek, de ella podemos sacar recursos suficientes como
para abastecernos en épocas de crisis. Si comenzamos a
robarle progresivamente podríamos obtener víveres
suficientes. Armas, comida, agua, electricidad.
-Pero si nos sorprende vamos a volver a foja cero-discutió
el tipo que anteriormente había hablado, expresando así que
el plan de Sheila no lo convencía en lo más mínimo.
-Parece que usted, caballero, no está acostumbrado a las
épocas de pobreza ni a correr riesgos por un ideal-añadió el
siempre apasionado John Morrison-. Si actuamos de forma
inteligente ese tirano no habría de darse cuenta de lo que
estamos haciendo y si se percata, ¿caso nos reunimos aquí
para darle el gusto? Hasta donde yo recuerdo nos estamos
reuniendo para promover un motín, señores. Y todo se
solucionaría si cada uno de nosotros guarda en dicha
despensa comunitaria una parte de su ración diaria de
municiones y víveres. Ahora no la necesitamos, pero más
adelante sí.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
203
-Lo mismo con los recursos tecnológicos, siempre son
útiles-indicó el eternamente práctico Lowie.
-Y bien, ¿alguien se opone a lo propuesto por Sheila
Zeeman? De ser así, que proponga pues alguna idea para
suplir la falla que presente el plan de ella para que sea
aprobado por la Asamblea-indicó John.
No se movió ni una mosca.
-¿Nadie?-todos menearon la cabeza-. Se aprueba, pues.
Y, finalmente, las cansadas Ivanna y Sophie pudieron
apreciar la imagen de Sheefnek bebiendo Whiskey como si
no hubiese un mañana y rumiando oscuros planes en su
camarote.
-Bien, se ha acabado todo por hoy-indicó Naomie.
Ambas muchachas se apartaron con los ojos llorosos de la
bandeja.
-La paga es de 10 Euros-indicó.
Ivanna sacó de su bolso la mentada cantidad y se la entregó
a la pitonisa.
-Descuida, debe de ser un timo-dijo a su hermana al salir.
Recorrieron la feria y comieron con aire ausente.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
204
Dos meses después, Sheefnek bebía su Whiskey sin saber
que todo había sido observado por dos muchachas ansiosas
y sedientas de verdad. Sin saber que ese día todo iba a
cambiar.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
205
Capítulo 12: “La Decisión Ha Sido Tomada”.
Nota de Autora:
Ahoi a todo el mundo, Feliz Navidad, amigos. Espero de
todo corazón que os lo hayáis pasado bien en estas fiestas
(todavía nos falta el Año Nuevo… ¡súper!).
Estoy con el alma dividida entre la ira y la felicidad…
Ira, porque después de esperar desde junio y soportar todas
las jugarretas de la distribuidora, no he podido ir a ver “El
Hobbit: La Desolación de Smaug” al cine y he tenido que
consolarme con descargar el libro y leérmelo vía celular y
escribir un fanfic de “El Señor de los Anillos”. Si os
interesa, está en Fanfiction.net bajo el nombre de
“Foruldum”.
Y felicidad, porque al fin este lunes he salido de clases (un
poco más y celebramos Navidad en clases de Biología). Lo
bueno es que no tengo que soportar más el infierno en la
Tierra hasta Marzo próximo. Y por fin vuelven las épocas
en las que actualizo todos los días… no, no es una broma
del Día de los Inocentes, es la pura y santa verdad… ¿A
que no es maravilloso?
Bueno, el capítulo que se viene ahora es un tantito confuso,
así que coloquen todos sus sentidos alerta… Es lo que yo
llamo un capítulo decisivo, en el cual hasta la más mínima
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
206
acción, voluntaria o involuntaria, puede influir en los
destinos de todos.
No se me ocurre qué más decir… ¡Ah! La canción de
capítulo es “Si Tu Alma Has de Vender”, de la banda de
metal española “Tierra Santa”.
En este capítulo cito a las culturas Romané y Antiguo
Greca desde un punto de vista mitológico. Bueno, amigos,
todo lo que se mencione en relación a dichas culturas es
invento mío, cualquier similitud con la realidad es mera
coincidencia. No olvidar, por favor, que cito a dichas
culturas con todo el respeto posible, pues se lo merecen.
Bueno, y sin más dilación, “La Decisión Ha Sido Tomada”.
Dos meses después, 07 de agosto de 2008.
-Sophie, apaga eso-pidió Ivanna con un tono de voz más
bien molesto.
Nada, su única respuesta fue la televisión sonando a todo
volumen, o al menos así le pareció. Pero el resto todo era
silencio. El aparato sonaba como hablándole al aire. Incluso
llegó a pensar que Sophie se había quedado dormida viendo
algún programa y que ahora el aparato la había desertado a
ella.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
207
De haber sido otra persona, el simple fastidio de tener que
escuchar sobre su oreja la televisión sonando a más de las
tres de la mañana hubiese hecho que se parase y fuese a
apagarla.
Pero, dada la situación que se trataba se Ivanna, le fastidió
enormemente la idea de abrir los ojos, ya fuese para saber si
su hermana estaba despierta o para ir a cortar
definitivamente todo eso.
-Sophie, apaga la tele-ordenó con un tono que no admitía
réplicas.
No obtuvo respuesta alguna por parte de su hermana
gemela y, sin esperar más, abrió los ojos jurando que
Sophie pagaría muy caro el hecho de haberla despertado.
Se sentó en la cama y ahí vio a su gemela mirando la tele
con aire ausente sin siquiera tomarla en consideración. Se
levantó y apagó el aparato de una buena vez. Y miró a su
hermana.
-No la apagues, ¿no ves que estaba viendo?-protestó Sophie
dando señales de vida por primera vez en todo ese rato.
Ivanna puso manitas en jarra y miró desafiante a su
hermana.
-Sophie, ¿no ves que yo estaba durmiendo?-preguntó.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
208
-En verdad no: estaba mirando la tele-replicó Sophie tan
suelta de cuerpo.
Ivanna se puso más furiosa que antes.
-Sophie, son las tres de la mañana y las clases comienzan
mañana a las ocho… ¡Quiero dormir!-rugió.
Tras eso apagó la luz y se fue a acostar sin siquiera dar las
buenas noches a su hermana. Una lágrima rodó por el rostro
de Sophie…
-¿Y ahora qué te pasa?-le preguntó Ivanna desde la otra
cama al sentirla llorar.
Podía ser una gemela fastidiosa, pero detestaba oírla llorar
o verla sufrir.
-Tú no entiendes nada-dijo Sophie metiéndose dentro de la
cama.
Ivanna se levantó de nueva cuenta. De veras que Sophie
tendría que ser una esclava por todo un año para poder
compensarla. Fue hasta su cama y la giró de los hombros,
obligándole a darle la cara.
Las lágrimas caían libres por las mejillas de la señorita Van
der Decken y los gimoteos eran cada vez más frecuentes en
su pecho.
-¿Vas a decirme ahora qué te pasa?-preguntó.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
209
-He vuelto a visitar a Naomie-confesó Sophie.
Sólo entonces Ivanna comprendió el motivo del extraño
mutismo de su hermana.
-Sophie, ¿cuántas veces te he dicho que no vuelvas a visitar
a esa charlatana?-preguntó.
No hubo respuesta por parte de su hermana gemela.
-¿Qué viste?-preguntó.
-Sigo viendo la escena en que el señor Sheefnek se bebía su
copa de Whiskey-dijo Sophie-. Naomie dice que si una
escena continúa viéndose es porque es parte del futuro y
cuando ya no la ves más es porque ya ocurrió.
-¿Y eso qué?-preguntó Ivanna sin entender.
-¿No te das cuenta, Ivanna?-lloró Sophie-. ¿Hemos visto
alguna vez más al Evertsen desaparecer? ¿Nuestro padre ser
recibido en el pasado?
-¿Crees que fueron al pasado?-preguntó Ivanna con airecito
burlón, pareciéndole estúpida la ocurrencia de su hermana.
-¡¿No entiendes?! ¿Hemos visto otra vez más la batalla
entre el Evertsen y ese barco raro? ¡¿Hemos vuelto a ver
cómo nuestro padre muere y Liselot no puede hacer nada?!
No, ¿verdad?-replicó.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
210
El rostro de Ivanna metamorfoseó ferozmente,
comprendiendo lo que su gemela quería decir: su padre
había muerto… ¿pero, qué había de Liselot?
-Es más, ¿hemos visto otra vez cómo se organizan en el
motín?-aguijoneó-. No, ¿verdad? De seguro que ese idiota
de Sheefnek sigue maltratándoles y nuestra hermana no
tuvo más que volverse soldado y amotinada bajo riesgo de
muerte.
En ese momento Ivanna concluyó de comprender todo.
-¿Pero qué podemos hacer?-preguntó haciendo gala de su
eterno pesimismo o cordura, como ella gustaba en llamarle.
-Ya le he preguntado a Naomie, especialmente cuando vi a
Sheefnek besar a nuestra hermana luego de tomarse su
Whiskey y hacer abortar a una mujer con puros golpes-
ironizó Sophie.
-¡¿Qué?! ¿Hizo qué? Tenemos que hacer algo… no te
preocupes Sophie, mañana desmontan la feria, tal vez si
vamos después de clases podamos investigar algo más-la
tranquilizó Ivanna.
-Está bien-dijo Sophie, más por calmar a Ivanna que por
real convencimiento-. Buenas noches.
Y tras eso, ambas hermanas se durmieron con los ánimos
dispuestos a levantarse tempranamente al día siguiente…
aunque fuese lo último que quisieran en sus vidas…
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
211
A las cuatro de la tarde del día siguiente sonó el timbre de
la escuela secundaria en la que ambas estudiaban. Corrieron
hasta la salida, haciendo caso omiso de todo y en la puerta
de entrada se reunieron jadeantes.
-¡Estúpido calor! Es verano y nosotras en clases…-bufó
Ivanna.
Sophie no contestó nada, demasiado afanada en disimular
su mutismo como para replicar cualquier cosa.
-¿Tienes saldo en tu celular? El mío se acabó-dijo para
romper el hielo.
-Sí, ¿para qué quieres saldo?-replicó Ivanna.
-Para mandarle un mensaje a mamá, si no avisamos que nos
pasamos a la feria puede preocuparse y no queremos darle
más problemas-dijo.
Ivanna le facilitó el móvil y Sophie tipió: “Mamá, nos
vamos con Ivanna a la feria de la plaza a ver un puesto que
queremos visitar. ¿Te llevamos algo? Si necesitas algo
mándanos un mensaje. Sophie”. Luego buscó el contacto y
pulsó enviar. Esperaron en la puerta hasta que la compañía
avisó que su madre había recibido el mensaje.
Entonces echaron a andar. Luego en el boulevard
anduvieron bastante, por primera vez en sus vidas sin
distraerse en ningún puesto de moda hasta que llegaron al
stand de la pitonisa. Respiraron hondo y entraron.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
212
-¡Vaya, queridas! No esperaba verlas tan pronto. Ya casi
cierra la feria-adujo Naomie con esa voz tan sensual suya.
-Hola-dijeron ambas chicas.
-Pero no seáis tan tímidas, ¡entrad!-dijo con una sonrisa de
oreja a oreja y poniéndose en pie. Sus caderas se
bamboleaban sensualmente a cada paso hasta la mesa en
que estaba la bandeja.
Ambas chicas se acercaron a la bandeja y tras la
parafernalia de los brillos y rayos luminosos que se
formaron antes de dar forma a la imagen (la cual dicho sea
de paso, se esperaban) se concentraron seriamente en la
superficie acuosa.
Volvieron a entrar a la celda que anteriormente habían
visto. Estaba con la misma cantidad de gente que la vez
anterior. Pudieron divisar a su hermana subida sobre el
camastro.
-No nos queda más que ir a New Providence-decía Liselot.
New Providence… New Providence… recordaban haber
escuchado a su hermana mencionar ese lugar… y les
sonaba a sus cuentos de piratas y demás.
-Hemos guiado el rumbo desde ahora en busca de un lugar
en que nos puedan ayudar ante un potencial motín. En
teoría, el curso del barco es nuestro. New Providence no
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
213
queda muy lejos de aquí y, ante un potencial motín, las
gentes se enterarían y nos podrían ayudar-decía ella.
-¿Y qué tiene de particular esa gente? ¿Qué los hace tan
ideales como para ser los únicos que nos pueden ayudar?-
preguntó un marino que llevaba lo que comúnmente se dice
“varios años de circo”.
-Son piratas-contestó ella con la mirada decidida.
¡Piratas! ¿En qué estaba pensando Liselot, Santo Cielo?
Mejor seguir viendo para poder enterarse de la situación y
poder tomarla en su propia dimensión.
-¿Estás loca, cierto? Ante la primera oportunidad nos
atacarán-dijo el mismo hombre, que en sus viajes a Somalia
había tenido experiencias poco gratas con los piratas que
abundaban en dichas aguas.
Un loco alboroto se hizo dentro. Ya amenazaban con
deshacerse de su espía. Liselot se excusaba diciendo que de
buen recaudo sabía que Sheefnek el único lugar que no
quería visitar era un lugar infestado de piratas: dar el golpe
en New Providence sería algo más que bueno.
-No está loca ni mucho menos-interrumpió John antes de
que Lodewijk los hiciera callar a todos y pedirle disculpas a
Liselot-. Ella ha hablado anteriormente conmigo y la idea
está aprobada. Timoneles, guíen el rumbo a New
Providence, o al menos desorienten un poco a Sheefnek
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
214
para darle una entretención que no seamos nosotros. No se
han puesto a pensar que los piratas de New Providence son
amotinados, renegados sociales que dijeron no a un capitán
injusto. Son los apropiados para ayudarnos: sentirán de
inmediato simpatía por nosotros sólo por el hecho de ser
unos amotinados y no detendrán nuestros esfuerzos como
lo haría la Marina Real, sino que utilizarían su poder en
armas y barcos para echarnos una mano.
-Una mano… claro, una mano…-dijo el mismo marinero
que había hablado antes-. Especialmente con el barco que
traemos: nos tienen miedo y ustedes lo saben, ¿no
recuerdan cómo nos han llamado? Os lo recordaré:
Holandés Errante, son supersticiosos y nos tienen miedo.
Nadie nos asegura que si llegamos a New Providence no
nos corran a palos.
-La canción ha sido cantada: timoneles, dirijan el barco a
New Providence-dijo John intransigente.
-¿No se dan cuenta?-preguntó el marino.
-Los piratas son seres que escupen hasta a los mismos
dioses. No deben de temer a nada-dijo Lowie bajando el
perfil al asunto.
-En eso te equivocas, Lowie-dijo ella, demostrando que no
había madurado del todo.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
215
-¿Ven? Hasta la gestora del plan admite sus falencias-
exclamó el marino.
-Pero, a cambio les diré: New Providence es la guarida de
un amigo que, como si fuese poco, nos debe un favor: Jack
“Calicó” Rackham. Es muy respetado por ahí, ¿lo
recuerdan? Eso nos asegura la victoria-replicó Liselot.
Y tras eso, el tema no se discutió más.
Luego se mostró otra imagen: a Sheefnek golpeando a su
hermana y Lodewijk defendiendo a la muchacha.
No pudieron ver más, porque la energía sobre la bandeja se
desvaneció y pronto se pudo observar solamente el fondo
argentoso y sobre él la sombra de las olas meciéndose al
vaivén de la brisa veraniega.
-¿No hay más?-preguntó Ivanna.
Aquella visita a la pitonisa en lugar de aclararle las dudas,
sólo consiguió dejarle mayores interrogantes.
-No, no hay más-respondió la pitonisa para luego añadir-:
creo que recordáis cuál es mi paga.
Ivanna sacó el dinero de su bolso y mientras la pitonisa lo
contaba se acercó a su hermana. Su mirada heló a la
gemela. Ivanna estaba furiosa porque no había visto las
escenas que Sophie había citado la noche anterior y le había
parecido una pérdida de tiempo haber ido. Sophie se
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
216
defendió diciendo que entonces esas cosas ya habían
pasado, lo cual preocupó aún más a su hermana. Ambas
decidieron que debían hacer algo y acordaron preguntar a la
pitonisa.
-Naomie, ¿podemos hacerle una consulta?-preguntó
Sophie.
-Depende de qué se trate si os responderé o no-dijo la mujer
guiñando un ojo. Se acercó a su taburete y se sentó con la
pierna derecha encima-. Contadme.
-Sólo hemos visto cosas perturbadoras en tu bandeja:
nuestro padre murió y nuestra hermana está en peligro. Un
desperfecto en su navío les ha transportado al pasado.
Queremos ayudarle a nuestra hermana y a la tripulación y
hacerles volver hasta el presente-dijo Sophie.
-Es imposible ayudarles ya-dijo Naomie sintiéndose
particularmente tocada por lo que decían las muchachas.
Inconscientemente se puso alerta.
-Si ellos han sido transportados al pasado, ¿por qué no
podríamos ir nosotras y traerlos de regreso?-preguntó
Ivanna.
-Además de un desperfecto en el navío, un conjuro fue
obrado, es cosa de lógica, muchachas. Un conjuro que
solamente la persona que lo ofició puede desvelar-dijo
Naomie.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
217
-Tú eres una pitonisa… quizá si tú concentras tu poder en la
bandeja y ves en ella puedas saber quién lo ofició-sugirió
Sophie.
-Gemelas, entendedlo, ya no hay nada que podáis hacer.
Incluso si fueseis al pasado no conoceríais la manera de
hacerles volver, ni siquiera de tenderles una mano para
poder hacerles la vida más placentera en donde quiera que
estén-dijo Naomie.
Ambas muchachas se miraron sin convencerse del todo. La
respuesta de la pitonisa les hacía dudar y la mujer, notando
dicha insatisfacción, decidió hacerles salir de la tienda.
Era oscuro cuando Aliet despertó. En el estado depresivo en
que estaba con suerte era capaz de levantarse cada doce
horas al baño y casi a la fuerza la nana le obligaba a comer
aunque fuese un poco.
La luz parpadeante de su celular le llamó la atención. Era
un mensaje, quizás de alguien que supiera dónde estaban
Niek y Liselot. Pagaría oro por saberlo. Desbloqueó la
pantalla, pero para su desilusión no eran ni su esposo, ni su
hija mayor ni nadie que tuviese noticia alguna de ellos.
“Mamá, nos vamos con Ivanna a la feria de la plaza a ver
un puesto que queremos visitar. ¿Te llevamos algo? Si
necesitas algo mándanos un mensaje. Sophie”.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
218
Eso rezaba el mensaje. Dejó el celular en su mesita de
noche.
En otros tiempos hubiese removido Holanda completa para
ir a buscar a sus gemelas si no llegaban con lo oscuro que
se había puesto. O al menos hubiese movido toda
Ámsterdam para ir a ver si les quedaba dinero y facilitarle
un poco para que se comprasen algo.
Ahora no… Ya estaban grandes y sabían cuidarse, si no…
pues, ¿qué más daba más gente perdida en su familia?
Absolutamente nada. Y ya tenían la suficiente capacidad de
raciocinio como para poder portar dinero si querían ir a una
feria.
Se abrió la puerta principal de la casa y resonaron las voces
de Ivanna, Sophie y la nana. Las dos primeras diciendo que
querían comer algo con urgencia y la otra comentando que
los panqueques no tardarían en salir.
En otros tiempos hubiese bajado a comer junto a ellas y
hubiesen comentado entre risas la clausura de la feria, lo
que habían visto, si habían comprado algo interesante.
De hecho en otras épocas hubiese mensajeado de inmediato
a sus hijas para pedirles que la esperasen, pues quería
visitar la feria junto a ellas. No hubiese estado durmiendo a
las cuatro de la tarde.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
219
¡Exacto! ¡Ella lo había dicho! En otras épocas, no ahora.
Ahora nada le importaba, ni sus hijas, ni su profesión, ni su
higiene, ni ella misma. Sólo quería dormir, a ver si al
despertar se daba cuenta de que todo había sido una
estúpida pesadilla.
Miró la hora en su celular: eran las diez…
Más no le importó y volteó para seguir durmiendo. No tenía
idea de lo que tramaban las niñas ni del coraje que
adoptarían al descubrir el estado en que ella había
permanecido toda la tarde.
Era de madrugada ya cuando Sophie entró en su cuarto
luego de haber insistido en vano en hablar con su madre.
-He estado investigando-le soltó Ivanna cuando entró.
Le costó contener la risa: Ivanna se veía comiquísima
sentada frente al PC con su bata de levantar celeste, con el
rostro pálido y ojeroso por el sueño, bebiendo
interminablemente café, con el cabello revuelto, con esos
lentes que tanto detestaba usar y diciendo que ella, la que
jamás estudiaba, había estado investigando.
-¿Sobre qué?-preguntó corriendo una silla y sentándose al
lado de Ivanna.
Ivanna le dirigió una mirada furiosa que la hizo parecer más
cómica. Sophie intentó concentrarse en otra cosa para no
estallar en carcajadas. ¡Uy! ¡Qué considerado de su
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
220
hermana dejarle café a ella también! ¿Quién lo diría de
Ivanna? También tenía un lado amable y ella acababa de
conocerlo. Lado que, dicho sea de paso, estaba a punto de
desaparecer.
-¡¿Qué te causa tanta risa?!-le espetó Ivanna.
Nuevas carcajadas por parte de Sophie. Ivanna rodó los
ojos y decidió cambiar de tema.
-Pues, queridísima gemela-dijo con todo su retintín mordaz-
, he estado investigando acerca del conjuro del que nos
habló la tal Naomie.
-¿Y qué has encontrado, queridísima gemela?-replicó
Sophie.
Estaba tan interesada que había olvidado por completo la
cómica apariencia de su hermana y dio unos sorbitos al café
concentrándose en la pantalla.
-En varias culturas hay conjuros para ir y volver del pasado
con toda calma-dijo Ivanna-. Los más notorios son de los
griegos y de…
Eso hizo que Sophie escupiera todo su café en el teclado de
la computadora. Ivanna sencillamente omitió comentarios
ante eso. ¡Griegos! Esos viejos aburridos y racionales (al
menos así los veía ella) que le buscaban el lado científico a
todo… no, tenía que haber un error.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
221
-Sí, griegos… El conjuro de Calypso, la diosa del mar-dijo
Ivanna.
-¿No era Poseidón el dios del mar?-preguntó Sophie.
-Calypso era hija suya, era una ninfa o algo así-dijo Ivanna-
. En teoría tenía tanto poder en el mar como su padre, pero
era además una reconocida hechicera.
Sophie lanzó un silbido estupefacto, gesto que la hizo
bastante parecida a su desaparecida hermana Liselot.
¿Quién lo diría? Cada día se aprende algo nuevo.
-Pero ese es un poquito raro. De cualquier modo, llegó a la
cultura moderna-dijo Ivanna.
-¿Y quién podría oficiarlo?-preguntó Sophie.
-Cualquier persona, naturalmente. No hay que ser un genio
para poner un puesto de magia, sólo hay que conocer el
conjuro y la técnica-dijo Ivanna.
-Pero nosotras no lo conocemos-dijo Sophie.
-Pero los gitanos sí. De alguna manera se las han arreglado
para conocer todos los secretos de la mitología de
técnicamente todas las culturas. Lo tengo comprobado…-
dijo Ivanna con aire de autosuficiencia.
-¡Yo sé dónde está el campamento gitano!-dijo Sophie.
-Vamos-dijo Ivanna haciendo ademán de abrir la puerta.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
222
Sophie lanzó una carcajada grotesca, tirando todo el resto
de café en el proceso.
-¿De qué te ríes?-le preguntó Ivanna con aire fastidiado.
-¿Piensas recorrer todo Ámsterdam en camisa de dormir?-
preguntó Sophie.
Recién entonces Ivanna se percató de la razón de las risas
de su hermana. Sin decir nada, fue hasta su clóset a
cambiarse de ropa.
Cuando estuvo lista, ya eran las tres de la madrugada. ¡Otro
día cayéndose de sueño en el colegio! Bueno, todo era por
su familia, especialmente por su madre que era una piltrafa
humana ahora que su padre y su hermana habían
desaparecido.
Una gitana del campamento las fue a recibir con aire
desconfiado. Les echó la buenaventura y les dio un par de
amuletos a cambio de dinero, a ver si así les dejaban en paz
y se iban las dos forasteras.
Pero eso no deshizo los ánimos de las chicas, quienes
apelaron estar dispuestas y necesitar hablar con el jefe del
campamento.
La mujer les llevó con aire reticente hasta la tienda donde
dormía el mentado hombre, quien las recibió media hora
después un tanto furioso.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
223
Le explicaron calmamente, sin inmutarse por la furia que
despedían sus ojos, su historia. Cuando iban por la
desaparición del barco no se inmutó, pero cuando le
hablaron del Espejo de Naomie, se mostró definitivamente
más interesado.
-Es el Espejo de Grecia, viene de la cultura griega. Era
utilizado por las pitonisas de la diosa del mar, por su
oráculo-explicó.
-¿Saben usarlo? Digo… ustedes-preguntó Sophie con algo
de timidez.
-Sólo las más ancianas de aquí-dijo él.
-Entonces también conocen el Conjuro del Viajero-afirmó
Ivanna.
El hombre se mostró bastante sorprendido por la seguridad
y los conocimientos reflejados en esa afirmación.
-Dígame, ¿qué necesita?-preguntó oliendo el peligro.
-Que lo oficien para nosotras poder ir al pasado y traer de
regreso a nuestra hermana y a los hombres de nuestro
padre-respondió Ivanna cien por ciento segura de sus
palabras.
-Es arriesgado-dijo él.
-¿Qué debemos hacer?-preguntaron ambas al unísono.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
224
-Hoy las quiero en la costa a las siete de la mañana, antes
de ser posible para comenzar a esa hora el ritual. Quiero
que estén en el punto exacto donde desapareció el Evertsen-
dijo.
Sin más, las chicas regresaron a su casa sintiendo que nacía
una esperanza.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
225
Capítulo 13: “Planes Truncados”.
Nota de Autora:
¿Recordáis que ayer dije que el capítulo de ayer sería
decisivo? Bueno… el de hoy es la continuación. Es bastante
triste por lo demás, así que saquen una buena provisión de
pañuelos y pónganse a leer.
La canción para leer este capítulo es “Oh, Fortuna” de la
cantata “Carmina Burana” de Carl Orff. Como dice la
letra… la suerte es como la luna, creciente o decreciente,
completamente variable.
La puerta de Aliet fue golpeada con desesperación. Al
principio, la mujer pensó que se trataba de un sueño, pero
apenas se cercioró de que estaba completamente despierta,
se preguntó quién golpeaba de esa manera.
Por la cortina se filtraban los mortecinos rayos del sol,
alumbrando apenas la estancia. Miró la hora en su celular y
se percató de que eran las siete de la mañana.
Se puso la bata de levantar y fue a abrir. La figura regordeta
de la nana apareció del otro lado del dintel con una mirada
más bien furibunda…
-¿Qué pasa?-preguntó Aliet un tanto sorprendida.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
226
-Señora, las niñas siguen acostadas-informó la nana.
-¿Y qué con eso?-preguntó Aliet.
-Señora, hoy tienen clases-dijo la nana atónita.
-Despiértelas, pues-dijo Aliet.
-He golpeado la puerta un montón de veces y les he gritado
para adentro, pero ni siquiera les escucho la respiración-
dijo la nana.
Aliet giró sobre sus talones, fue hasta su mesita de noche y
levantó un manojo de llaves, luego enfiló hasta la
habitación de las gemelas.
Cuando consiguió abrir, grande fue su sorpresa al notar que
ninguna de las dos muchachas estaba dentro. Miró
inquisitivamente a la nana, quien le devolvió una mirada de
pasmo y se encogió de hombros señalando que ella nada
había tenido que ver en el cuento.
Entró casi con miedo, como si sus gemelas fuesen a saltarle
encima y a jugarle una broma si entraba sin tomar todas las
precauciones del caso. Vio un papel doblado sobre la cama
de Sophie. Lo desdobló y, si hubieseis sido ella, habríais
deseado jamás haber comenzado a leer lo que decía…
“Mamá”, evidentemente era la letra de Sophie, porque
Ivanna no escribía coherentemente ni su nombre, “Hemos
sabido que has estado muy triste por el asunto de papá y
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
227
Liss. Cuando fuimos a la feria, íbamos a visitar a Naomie
(una bruja que tiene un espejo muy genial para ver cosas
del pasado, el presente y el futuro) y pudimos ver que un
hechizo se llevó a ellos y al Evertsen al siglo XVIII. Han
pasado cosas realmente perturbantes. El último lugar que
ahora visitaremos será el muelle, luego de Ivanna y de mí
no se sabrá más, pero al volver, traeremos a todos ellos de
regreso. Vamos al pasado, mamá. Los gitanos nos van a
llevar. Sin más, te queremos mucho. Mejórate, ¿sí? Ivanna
y Sophie”.
Aliet apretó el papel contra su pecho. Sintió como una
lágrima rodó por su mejilla y luego más y más. La nana
entró en la disyuntiva de abrazarle o mantenerse al margen.
Quería darle su consuelo, pero ella en parte era culpable del
desvarío de las niñas al descuidarlas.
Aliet mantuvo su mirada en el vacío, en aquella habitación
que el Astro Rey comenzaba a iluminar con sus rayos
áureos. Giró sobre sus talones y salió huracanadamente con
rumbo a su habitación, cerrando estrepitosamente ambas
puertas.
Se vistió lo más apurada que pudo y salió de nueva cuenta
en volandas. Bajó al trote la escalera y azotó la puerta de
entrada. Lo siguiente que se sintió fue un motor echando a
andar y un chirrido de neumáticos que se perdió en el
ajetreo de la mañana.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
228
Aliet se bajó en el muelle sin siquiera preocuparse de cerrar
la puerta de su vehículo. Corrió hasta el bordemar
ignorando los aparatosos y cínicos saludos de los marines.
El aire de la mañana, la brisa marina que movía su chaleco
azul, las gaviotas cantando… todo le parecía nimio.
Ahí, congregados había diez gitanos, todos mayores de los
cincuenta años. Cuatro mujeres cantaban acompañando la
canción con liras. Era casi un lamento lo que sus labios
proferían afinadamente.
Los cinco varones danzaban y decían palabras en romané,
conjurando a las que creyó eran sus hijas. Al lado, sentada
sobre una roca, una mujer tenía sobre sus manos una
bandeja metálica rectangular que lanzaba destellos dorados.
Se acercó silenciosamente a dicha mujer y miró sobre ella
la bandeja. Se trataba de unas aguas que ella conjuraba para
que le mostrasen el presente, así podía oírlo en su cántico
que suavemente entonaba.
Y lo que vio la dejó en semi-coma: sus hijas se introducían
en un bosque y miró atentamente al centro de la
aglomeración… sus hijas se volvían espectros, Ivanna un
poco antes que Sophie.
Podía ver a través de sus muchachas que eran de un celeste
transparente ahora, Ivanna más tenue que Sophie.
Volvió a mirar en la bandeja: las chicas se internaban más y
más. No pensó, sólo actuó.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
229
-¡Dejadles!-gritó, golpeando irracionalmente a algunos de
los que oficiaban el ritual. De inmediato, las gentes callaron
y el baile cesó con algunos de ellos derivados en el suelo.
Ivanna y Sophie caminaban quedamente, aspirando la paz
que les traía el aire marino tan cercano a donde estaban.
Sentían cómo se alejaban, cómo soltaban el ancla y
cortaban las cadenas que intentaban atarles a su vida
anterior, al camino que habían llevado inercialmente antes
de ese momento clave en sus existencias.
Podían oír las mujeres cantar y a los hombres conjurar su
viaje, podían sentir sobre sus pieles la energía de la danza
de aquellas personas: esa bella ofrenda que se sacrificaba
por ellas.
El mar sonaba a sus espaldas, oían esas voces… todo
parecía tan lejano, como un murmullo de otro mundo.
Miraron a su alrededor. Los áureos rayos que el sol
destilaba a cada amanecer se filtraban somnolientos por las
hojas de miles de olivos en una bella avenida.
Cada uno de esos olivos tenía una un letrero en el tronco
con un año y a medida que se adentraban en la avenida los
años eran cada vez más antiguos.
Se miraron… a medida que pasaban los segundos se
volvían más sólidas y visibles.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
230
-¿1715 era?-preguntó Ivanna sin atreverse a romper la paz
con su voz, sin querer cortar el silencio a su alrededor.
-Sí-respondió Sophie caminando por detrás de su hermana
y mirando todo con absorta atención.
Ambas se pararon al frente del tronco del árbol del cual
colgaba un cartel de madera y que rezaba en letras negras
1715. Extrajeron unas cuerdas armándose de valor para lo
que iban a hacer.
Tan absortas estaban en lo que hacían que dejaron de sentir
el trino de las aves, las voces que les conjuraban, los cantos
de las mujeres. Sintieron unos gritos y una voz similar a la
de su madre que decía irracionalmente que las llevasen de
regreso. Desecharon aquella posibilidad.
Ivanna comenzó a escalar primero, Sophie iba casi un
metro por detrás.
-Traedlas de vuelta, ¡brujos! ¿Qué habéis hecho con mis
hijas?-gritaba Aliet.
Pero por más que gritase, siempre iba a haber uno más que
podía cantar y seguir aquel hechizo. Ambas eran unas
delgadas capas de azul transparente que dividían realidad y
ficción.
Saltó y pescó a Sophie de las ropas y luego de la delgada
cintura. Ya no podía ver a Ivanna.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
231
Sophie gritó con toda su alma y refaló de la cuerda,
quedando sostenida solamente por sus dedos. El dolor
acometía todo su cuerpo: sus dedos se torturaban, un
hombro estaba ad portas de descolgarse y el otro brazo
intentaba sin conseguirlo poder sujetarse de la cuerda. El
cuerdo le pesaba y estaba aterrada.
Ivanna volteó de golpe al oír el sorpresivo grito de su
hermana y lo que vio la dejó helada, lo que ya es mucho
decir, pues no era de esas personas que sorprendes con
cualquier cosa.
Pero como siempre conocía sus prioridades a la perfección,
se aferró a la cuerda y bajó de cabeza a riesgo de caerse y
romperse el cráneo. No le importaba, tenía que hacer algo
rápido: Sophie se desvanecía en el aire, ya no era más que
un espectro.
Aliet cuando tocó a Sophie de inmediato vio cómo la chica
se solidificaba y comenzó a jalarla con más fuerza,
recuperando toda esperanza.
Ivanna vio como el lado derecho de Sophie ya no era más
que una transparencia azulosa, en algunos casos, inclusive
incolora. El lado izquierdo tenía un poco más de
consistencia.
Apenas consiguió darle la mano, Sophie soltó la cuerda y
su brazo derecho desapareció, empujando eso hacia abajo a
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
232
Ivanna. Ambas lanzaron un grito de terror, sintiendo que
iban a caer de un momento a otro.
Ivanna jaló desesperadamente a Sophie hacia ella, luchando
contra una fuerza oculta que arrastraba a su hermana hacia
abajo. No era tonta, sabía perfectamente bien que su
hermana no estaba cayendo por acción de la mera
gravedad: alguien la estaba reteniendo en el siglo XXI.
-¡Ivanna!-gritó Sophie a media voz, completamente
aterrada, sin saber si su voz se había debilitado por el miedo
o porque ella misma iba desapareciendo tanto como su
bravía.
Sophie podía sentir perfectamente bien cómo alguien jalaba
de su cintura hacia atrás haciéndola caer. Y ya se sentía
incapaz de sujetarse de la mano de Ivanna, porque las
manos de ambas comenzaban a desaparecer tanto como su
fortaleza.
Ivanna lo notó… ella misma comenzaba a desaparecer
ahora. Pero no iba a quebrantar su mente eso.
Aliet notó cómo ya Sophie estaba casi de vuelta,
técnicamente sólida y palpable y consigo traía a Ivanna,
quien se sujetaba a ella. Ivanna comenzaba a dejar de ser un
espectro y eso le dio más fuerzas para luchar, incluso contra
los gitanos que se le iban encima de tarde en tarde. Jaló con
otra técnica y, al comprobar que daba mejores resultados
que la anterior, hizo uso de toda su fuerza.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
233
Ambas chicas dieron un grito agudo al comprobar que
caían de la rama en la que se había estado sosteniendo
Ivanna. La caída fue de varios metros y lo único que la
frenó fue la cuerda de Ivanna, quien apenas recuperó la
capacidad de discernir se sujetó con mayor fuerza.
-¡Sophie!-gritó Ivanna al comprobar que casi no podía ver a
Sophie ni a sus propias manos.
-Ivanna, suéltame-dijo Sophie desesperada, haciendo uso de
la poca voz y cordura que le quedaba.
-¡No!-gritó Ivanna.
Sophie sentía cómo desaparecía. Primero su cuerpo, luego
el interior de éste, sus sentidos después y cómo un vacío en
su mente comenzaba a llenar lo que anteriormente las ideas
y las emociones habían ocupado.
Tenía que hacer algo para que Ivanna se quedase allí, para
que la soltase, o todo el plan que tanto les había costado
construir se iría por la borda.
-¡Escala!-le gritó a Ivanna, quien tal cual ella había
pensado, se negó.
De la nada, sacando fuerzas de flaqueza, le asestó tremendo
mordisco en la mano, lo cual le obligó a soltarle las axilas y
en el intertanto en que su hermana se quejaba se dejó caer
hacia la oscuridad.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
234
Aliet vio caer de bruces en la arena a su hija Sophie. Dio un
respingo involuntario, pero se alegró enormemente al
descubrir que estaba completamente íntegra. Pero…
¿Dónde estaba Ivanna?
La imagen de Ivanna volvía a desvanecerse. Saltó hacia ella
con intención de traerla de regreso…
“¡Escala!”… las palabras de su hermana repiqueteaban en
las neuronas de Ivanna. Bueno, si ella había sido capaz de
sacrificarse, de ir hacia lo desconocido… ¿Por qué no
habría de hacerlo ella? Al fin y al cabo, no podía tirar por la
borda la decisión que ambas habían tomado, menos si
tomaba en cuenta que dudosamente Sophie había llegado al
presente. Con esa convicción Ivanna siguió escalando con
una agilidad pasmosa en ella, justo antes de que su madre
pudiese agarrarla, convirtiéndose en las playas de
Ámsterdam en un espectro que había desaparecido…
Aliet saltó sobre su hija y sus brazos capturaron sólo aire.
Miró entre ellos y vio el vacío: Ivanna había desaparecido.
Tironeó y jaló por todos lados, esperando pescar a su hija.
Ivanna se subió hasta la copa del olivo que decía 1715 y,
una vez arriba, se rasgó la palma de la mano izquierda con
la hoja seca que estaba más arriba y luego con una rama a
medio cortar hasta que brotó suficiente sangre.
-Quiero ir a 1715-pronunció su deseo con voz temblorosa.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
235
Cuando de su mano empuñada brotó sangre que inundó los
dedos limpiamente, abrió la palma y dejó caer unas gotitas
de dicho líquido vital hasta que se escurriesen tronco abajo.
Cuando eso se cumplió. Pudo sentir unas voces femeninas
cantar suavemente en una lengua extraña y se desvaneció
en la negrura. Se sentía caer, desfallecer, pero ya no tenía
fuerzas para luchar contra nada… se dejó caer, perdiendo
por último su cansada voluntad.
Su limpia caída de espaldas levantó un poco de arena y ahí
se quedó, tirada e inconsciente.
Aliet miró con cariño a su hija. Una mirada de reproche
dirigió a los gitanos, quienes le increpaban con sus limpios
ojos el abrupto y abrumador final del conjuro.
Sin importarle nada, la levantó y se dirigió con ella en
brazos hasta el coche para luego echar a andar.
-Ha ido… la canción ha sido cantada-dijo la mujer que
había sostenido y visto en la bandeja.
Por ahora dejaremos de lado a las gemelas para
concentrarnos en Liselot y los demás. ¿Qué estaría pasando
con las gentes del Evertsen? ¿Qué sucedió con ellos el
mismo día, 08 de agosto, pero en 1715? Veámoslo…
Liselot se levantó temprano la mañana de aquel día.
Optimista como era, la llenó la idea de poder trabajar desde
temprano a la luz del día en lo que más le gustaba hacer.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
236
Hizo caso omiso del sueño que sentía. Desde pequeña,
siempre había sido remolona, pero los días sábados era
capaz de levantarse a las ocho con tal de ver los dibujos
animados que pasaban por la televisión. ¡Ah… qué tiempos
aquellos! Le bajó una risita con su ocurrencia.
Cuando terminó de vestirse no serían más de las ocho.
Técnicamente madrugar si se trataba de ella, pero le había
bajado tal ansiedad mientras dormía que no había
aguantado más y se había tirado cama abajo, a ver si
desayunando se le pasaba ese extraño asunto. Ella nunca
había sido así, pero su recién adquirido sexto sentido le
avisaba sobre un mal presentimiento que supuestamente
tenía.
No hizo mucho caso del mentado mal presentimiento. Así
que penas estuvo lista se miró al espejo. Antes le gustaba
mirarse porque le causaba un tanto de extrañeza verse así.
Ahora, porque era ver en una imagen todo su sueño hecho
realidad.
El presentimiento volvió y para aplacarlo pensó en que le
tocaba turno a las 9:30 en las bodegas. Así que decidió ir
con toda su calma a tomar el desayuno y alistarse para el
turno. Cogió la metralleta y salió de su cuarto.
El comedor estaba vacío cuando llegó a él. Bostezó a
cuanto le dio la boca y se estiró cuanto le estiraron los
brazos.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
237
-¿Tú tan temprano por aquí?-preguntó Lowie con una cara
de descompuesto que no se la podía.
-Me desperté con hambre y ansiedad y un pésimo
presentimiento-confesó ella-¿y tú?
-Turno nocturno-respondió el joven medio amodorrado.
-¿Dónde?-preguntó ella aún desde la puerta.
-Puente de mando-contestó él.
-Pero los turnos ahí cambian a las nueve-dijo ella
sorprendida.
-¡Shit!-le hizo callar él-. Mejor cállate y vente a comer.
Pasaron un rato agradable riendo y charlando juntos a la
hora del desayuno. Cuando ya faltaban cinco minutos para
que comenzara el turno de Liselot, él decidió acompañarla
hasta las bodegas.
No pudieron reaccionar, todo pasó demasiado rápido como
para darse cuenta y conectar las neuronas en un
contraataque coherente.
El Contramaestre Dirck Sheefnek le estaba esperando a
Liselot en la puerta de la bodega con una cara peor que la
que siempre traía, lo cual ya era demasiado decir.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
238
Una bofetada voló hasta el rostro de la muchacha, quien de
no haber sido sostenida por Lowie hubiese caído directo al
suelo y quedado a merced del díscolo Contramaestre.
-¡Tú!-dijo Dirck-. Debí de habérmelo esperado de una perra
como tú. Te ascendí al cargo de Encargada de Bodegas, te
traté lo mejor que pude, te di un trabajo…
-No es la gran hazaña, era tu obligación-le cortó Lodewijk
con la furia reflejada en su rostro al ver en ese estado a su
mejor amiga.
-¡No te metas!-le cortó su padre para luego voltearse a la
muchacha-. Y así es como me pagas… ¡Aliándote contra
mí! ¡Robándote mis provisiones! ¡Ya no eres de mi
confianza!
-¡Perdón!-dijo un marinero, llegando desde el pasillo y con
una voz de marcado sarcasmo-. Aquí, mi Contramaestre,
las provisiones son comunes.
-¿Quién te dijo ese embuste?-dijo Dirck.
-El Almirante, en tiempos de emergencia, todo es común:
hasta el trabajo-dijo el hombre, perdiendo toda pizca de
respeto por su superior.
-¡Yo tengo derecho a tener las mías propias!-se defendió
Dirck.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
239
-Pero no más grandes que las que tiene toda la tripulación
junta-le cortó Sheila.
-¡Tú!...-la señaló Sheefnek y sin más le asestó tremenda
bofetada-¡Tú! ¡Tú les diste las llaves! Y también… ¡El
cuarto! ¡Dejadme ir! ¡Voy a revisar el cuarto!
Y ante el pasmo y terror de todos los marineros se hizo sitio
y comenzó a encaminarse hasta “la bodega”. En un
desesperado intento por hacer tiempo, las neuronas
frenéticas de Lodewijk Sheefnek se aliaron.
Empuñó un revólver que había conseguido de una manera
más bien tránsfuga a bordo y lo apuntó hacia la cabeza de
su padre.
-Éste maltrato no puede seguir más-dijo Lodewijk.
Un grito brotó de los labios de la mayoría de los presentes:
el Contramaestre había apuñalado a su propio hijo en el
costado izquierdo… así lo testimoniaba la sangre que
comenzaba a empapar la camisa.
-Y este desplante tampoco-completó.
Sin más, dejó a su propio hijo tirado allí y se encaminó al
cuarto. Por suerte, uno de los marines había comprendido la
indirecta y se había escabullido hasta la bodega de los
amotinados a dar aviso a los que estaban de guardia de que
había que sacar las cosas lo antes posible.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
240
Constantemente, los amotinados mantenían una pequeña
guardia en la bodega ante cualquier situación. Así que no
fue cosa difícil trasladar las provisiones de camarote en
camarote. Aún así, se acercó corriendo Linda Freeman.
-¡Ya viene!-susurró muy asustada, con los ojos
desorbitados y la lengua afuera.
Sin más, en vista y considerando que aún quedaban unas
pocas cosas por sacar, trancó la puerta con uno de los trucos
que había aprendido de Lowie.
Cuando el Contramaestre hubo llegado, intentó abrirla por
todos los medios posibles y existentes en el mundo de la
cerrajería. Sin embargo, a cada vez que intentaba, más se
convencía de que eran nefastos los resultados: no podía
abrirla.
-¡Abridla! ¡Antes de que me enoje más! ¡Estáis con
castigos asegurados por toda vuestra carrera!-bramó.
Luego un gemido brotó de sus labios y cayó hacia adelante
sosteniéndose el herido hombro izquierdo. Todos voltearon
y vieron a un alicaído Lodewijk, sostenido por Aloin y
Liselot, aún apuntar su pistola.
-Recuerda… estamos en guerra, Sheefnek-dijo,
escupiéndole justo el ojo izquierdo.
-Y tú, recuerda que los que se resisten van al calabozo-dijo
Sheefnek, a lo cual dos de sus marines favoritos se
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
241
acercaron y, tras aporrear un poco a Lowie, se lo llevaron a
los calabozos.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
242
Capítulo 14: “Malas Épocas”.
Nota de Autora:
¡Ahoi a todo el mundo! Yo nuevamente… Cómo podéis ver
se me está haciendo costumbre (buena o mala, costumbre al
fin) actualizar corrido y con capítulos tristes…
Disculpen por no actualizar muy seguido… pero es que no
he tenido tiempo… El 01 tuve que actualizar Foruldum (el
fanfic del que os he hablado), el 02 y 03 estuve ocupada por
solucionar un embrollo que me tiene aún de malas, el 04 y
05 me fui de parranda tolkiana con unos amigos al cine
(dieron la saga de El Señor de los Anillos en el cine a un
precio estúpidamente bajo y no había nadie en la sala…) y
esta semana me he ido de English Camp… Se han ido
varios compañeros, así que este capítulo… ¡va dedicado a
ellos!…
En este capítulo hay alusiones claras a los Tuareg, he de
decir que respeto mucho esta cultura y que no es mi
intención ir en perjuicio de ellos. Hay citas en lenguas
Bereberes, cualquier error hacédmelo saber y con gusto lo
corregiré. A su vez, también hay una alusión a la
esquizofrenia, entiéndase que no voy en mala intención con
la gente que padece esta enfermedad, de hecho les respeto
por el sólo hecho de tener que convivir con ella.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
243
El tema del capítulo es “La Danza del Fuego” de Mägo de
Oz… este es un capítulo con un karma cargadísimo, así que
espero entiendan por qué he sugerido esta canción.
Sin más, bienvenidos a las “Malas Épocas”…
Su cerebro despertó antes que su cuerpo. Se sentía mareada
y por qué no perdida. No podía abrir los ojos, le costaba
horrores. Su cuerpo le dolía como si alguien la hubiese
aventado desde la azotea del edificio más alto del mundo
con todo abajo. Estaba boca abajo, con la cabeza ladeada a
la derecha y los brazos extendidos hasta la altura de los
codos, donde se desviaban hacia arriba.
Intentó abrir los ojos infinitas veces hasta que lo consiguió.
No hizo esfuerzos por incorporarse, sólo miró con la cabeza
pegada al suelo. Arena, sólo había arena ante su mirada.
Pensó que estaba en la costa de Ámsterdam, aún en la
penumbra. Sin embargo no había sentido en estar ahí, no
recordaba nada.
Hacía frío… no, ese no era el clima que imperaba en las
playas de Ámsterdam, mucho menos en medio de un
verano tan caluroso como el que cursaban. Mucho frío, le
calaba los huesos… fácilmente unos diez grados bajo cero
en la escala Celsius.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
244
Se levantó, todo le dolía… se vio los moretones en todo el
cuerpo, tardarían semanas en borrarse, algo simplemente
imperdonable para ella. Un ser normal se hubiese fijado en
que estaba íntegra, es decir, no se había quebrado con la
caída… ya notaría eso después.
Miró las dunas a su alrededor y los ojos casi se le salieron
de las órbitas: eso no era Ámsterdam, eso era un desierto en
alguna parte del mundo y, aunque no quería pensar en eso,
cualquier época de la historia y no necesariamente de la
humanidad…
Entendió entonces por qué estaba boca abajo, en la pose en
que solía dormir y por qué le dolía todo el cuerpo: tras el
ritual había caído en alguna parte… Entonces por fin
agradeció no haberse quebrado, aunque con sarcasmo pensó
que no le servía de mucho estar íntegra. De inmediato se
retractó… por bien de la estética y la supervivencia tenía
que estar en una pieza.
Miró alrededor, estaba todo completamente oscuro, excepto
una delicada franja púrpura en el horizonte del lado este
que intentaba iluminar el cielo. Pronto iba a aclarar… Las
sinuosas dunas cubrían toda la infinita extensión, no
importaba de qué lado mirase.
-¿Dónde estoy?-se preguntó en voz alta.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
245
Sabía muy bien que nadie iba a contestar esa respuesta; no
había nadie alrededor… o al menos eso era lo que ella
creía…
Rápidamente todo comenzó a volverse más claro y, casi de
la nada, en un recodo de una de los cientos de dunas
alrededor suyo, apareció un grupo de mujeres.
Eran tres mujeres, podía saberlo por la forma de sus
cuerpos. Aún así, por sus rostros era imposible tenerlo de
cierto. Las tres llevaban un pañuelo largo color azul añil de
una tela delgada y a juzgar por la vista, era suave.
Eran de tez color mate y llevaban un paño largo sin mangas
y de color azul a modo de vestido. Iban descalzas. Cada una
llevaba varios odres de cuero colgando de la cintura y de la
montura.
Iban montadas en asnos. La que iba al medio apuró la
marcha hasta quedar en punta de flecha. De inmediato
volteó a las otras dos y gritó en su lengua.
-Apúrense-o algo así significaría lo que dijo, pues las otras
apuraron el trote de sus asnos también.
Ese fue el momento en que la mirada de las cuatro se cruzó.
Las mujeres del desierto extrajeron sus cimitarras,
extrañadas de la presencia de una persona tan rara en un
lugar tan inhóspito, en medio del camino que recorrían día
tras día sin encontrar nada más allá de su sombra.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
246
Galoparon a toda velocidad hasta Ivanna, quien apenas tuvo
tiempo de reaccionar y echar a correr en cualquier
dirección. Las tres mujeres le siguieron a toda velocidad.
En ese exacto momento, nuestra protagonista agradeció a
todas las deidades haber practicado atletismo y haber
sentido siempre especial gusto por el ejercicio físico.
Sin embargo se sentía horriblemente cansada. Lo único que
le daba fuerzas para seguir corriendo era el hecho de que
las tres persecutoras si alargaban el brazo podrían cogerla.
En ese instante, como confabulándose con las mujeres de
esas tierras, las arenas rojizas del exuberante lugar se
levantaron revoloteando en círculos, causando una terrible
tormenta de arena. Ivanna no conseguía ver nada, con
suerte se mantenía en pie.
Sin embargo sus persecutoras, más acostumbradas al clima
del lugar, podían avanzar con un poco más de facilidad que
ella. El viento era tan fuerte que finalmente sus rodillas se
doblaron y con tan mala suerte cayó de cabeza en una roca.
Evidentemente su cuerpo cansado no pudo resistir más y
sin fuerzas se había dejado vencer ante el inclemente viento
y ante la arena que le golpeaba en todas partes; y su mente
se había nublado, no sabía por qué… se había ido a negro
tras caer.
No pasó muchos segundos hasta que la tormenta de arena
cesó por completo. Varios hombres se unieron a las tres
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
247
mujeres y se acercaron a la muchacha caída. Arrugaron el
rostro, previendo en ella un mal augurio, más aún en la
situación en que había llegado a ellos.
Sin más, la mujer que había estado en la punta de la
formación ordenó que la llevasen hasta el campamento.
A la luz del sol, colocaron en la cabeza de Ivanna una
suerte de venda por si le venía hemorragia tras el golpe. La
necesitaban viva, les servía íntegra. Había una cosa o dos
que querían saber y ella les podía decir, si no era por las
buenas, habría de ser por la fuerza… habría de ser por la
fuerza.
Amanecía en el maravilloso, inhóspito y majestuoso
Sahara. Y ellos eran los Tuareg, los Hombres Azules…
Al mismo tiempo que Ivanna despertaba y volvía a caer
casi trescientos años en el pasado, Sophie y Aliet entraron
en la casa. Por primera vez en mucho tiempo Aliet Van der
Decken daba señales de vida… Abrió la puerta y lo
siguiente que vio la nana fue a su señora cargando a Sophie,
quien venía dormida. Una hora había pasado desde el
incidente en la playa. Era obvio que ese día la muchacha no
iría a la escuela. La nana se acercó a ayudar a su señora,
quien con un gesto de la mano y voz seca le ordenó
apartarse de su camino a través de las escaleras.
Cuando Aliet abrió la puerta de la habitación de sus
gemelas, miró con profunda desazón la cama de Ivanna…
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
248
no había pasado una hora y ya se sentía un enorme vacío
sin ella.
Acostó a Sophie en su cama y no terminaba ya de hacerlo
cuando la niña despertó.
Sus ojos eran salvajes, desorbitados, uno mirando a cada
punto de la habitación. Estaba asustada, observaba todo en
silencio y completamente callada, como si sus ojos fuesen a
causar que la viesen.
Pasó la mirada una y otra vez por su madre sin verla, Aliet
lo sintió así. Se repitió una y otra vez que no podía ser
cierto, que su hija no podía haber enloquecido. Pero como
psicóloga conocía bien todos y cada uno de los síntomas de
la esquizofrenia… y su hija parecía tenerla…
De pronto y de la nada, Sophie comenzó a temblar sin parar
y mirar a su alrededor con sus ojos lo más abiertos que
podía. Comenzó a llorar a gritos.
-Hija, hija…-la llamó Aliet, mirándola a los ojos. Sin
embargo la muchacha parecía no verla, en realidad no la
veía.
Sophie se levantó de la nada y como una zombi, con los
brazos caídos y la mirada fija al frente, caminó hasta la
ventana y corrió la cortina. Había amanecido hace rato,
pero como el día había roto nuboso, recién se despejaba y
salía la luz. Sophie creyó ver que amanecía. Miró el
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
249
estacionamiento y el auto no estaba… el auto negro de su
padre no estaba.
Salió corriendo hasta la puerta gritando despavorida. Aliet
la cogió al vuelo y la chica comenzó a darle de patadas y
mordiscos, debatiéndose entre sus brazos.
-¡Suéltame! ¡Suéltame!-chillaba histérica.
-Cálmate-le ordenó Aliet.
-Ivanna, Ivanna-gritó como cuando un metalero hace un
gutural-. ¡Ayuda! ¡Un fantasma! No me suelta, no me
suelta. ¡Ayuda! ¡No puedo verle! ¡Ayuda!
-Cálmate-le ordenó Aliet.
-¡Ivanna! ¡Se ha ido! ¡No volverá! Ha amanecido y se ha
ido al pasado-comenzó a llorar.
Aliet dio vuelta suavemente a su hija y la miró a los ojos.
-Hija, estoy aquí-le dijo, intentando hacer el mayor contacto
visual con la chica.
-¡Ivanna!-gritó Sophie- ¡Ayuda!-volvió a gritar y tras eso,
fijó la mirada en su madre, viéndola por primera vez. Abrió
los ojos a todo lo que le dieron los párpados y meneó la
cabeza. Intentó separarse-¡Ivanna! ¡Ivanna! Mamá murió…
Mamá me pena… ¡Perdóname, perdóname!-gritó antes de
caer desmayada.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
250
Aliet miró a Sophie sin poderlo creer, pero preparada como
estaba para enfrentar casos de esa índole, no pudo sino
rehacerse en unos instantes. Tocó la frente de su hija: ardía
en fiebre.
Acostó a la muchacha lo mejor que pudo en la cama y se
dispuso a velarle el sueño. La nana golpeó la puerta y Aliet
dio su permiso. La mujer no había podido evitar oír los
gritos y alarmada había subido a la segunda planta. Entró a
la habitación con paso cansino, con cautela, como quien
entra de pronto en un campo minado sin saber cuando los
petardos van a estallar.
Se acercó asustadísima a Aliet sin atreverse a sentarse en la
cama de la niña, quien había caído en una suerte de sueño
comatoso.
-¿Qué fue eso, señora?-preguntó con los ojos muy abiertos.
Aliet no pudo contestar. Respiraba agitada por la boca y
miraba un punto fijo en la pared. No podía ser… no podía
ser… De pronto recordó que la nana seguía esperando una
respuesta por parte suya.
-Un ataque… Tiene esquizofrenia-dijo Aliet sin poder
creerse ni siquiera sus propias palabras.
La nana se limitó a cubrirse la boca con las manos. ¡Qué
desgracia! Primero habían desaparecido Niek junto a
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
251
Liselot, luego Ivanna y ahora enloquecía Sophie… ¿Qué
clase de maldición se cernía sobre los Van der Decken?
La muchacha dejó escapar un gemido y se dio vuelta, presa
de la fiebre. Y ahí comenzó el calvario de Aliet… juntas a
punta de sedantes trabajaron en cuidar a la muchacha hasta
la mañana siguiente.
El dolor de cabeza era lacerante, horrible. Lowie resopló
cansado y dolorido, sin poder aguantar la desesperación.
Apretó los dientes con fuerza, consiguiendo sólo sentir más
dolor. Se llevó la mano a la cabeza y sin más se incorporó.
Fue imposible refrenar la náusea que le vino, simplemente
intentó afrontarla lo más dignamente que pudo.
Cuando el ataque hubo pasado, abrió cuidadosamente los
ojos y miró a su alrededor. Entendió todo… ya llevaba dos
días ahí, en esa maldita celda. Se miró el costado: la herida
comenzaba a cerrar, sin embargo la cicatriz le tiraba. Por
pura buena fortuna no se le había infectado: llevaba días sin
bañarse, no le habían ni limpiado ni curado la herida…
Un sudor frío le perló la frente. Llevaba dos días dormido,
así lo testimoniaba su celular casi sin batería. No tenía
fiebre, pero se sentía débil y enfermo, algo sin lugar a
dudas bastante extraño en él.
-Sheefnek las va a pagar… ¡las va a pagar!-gritó en medio
de un ataque de furia, golpeando las paredes de su celda.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
252
La puerta del calabozo se abrió ruidosamente. Lowie
aquietó su respiración lo más que pudo, tratando de ser lo
más silencioso posible. Lo siguiente que sintió fueron pasos
a lo largo del pasillo metálico, a juzgar de varias personas
por lo descoordinados que iban.
-¿Lowie?-escuchó la voz de Liselot llamarle.
¿Liselot? ¿Qué hacía Liselot ahí? Prefirió mantener silencio
y resistir la tentación de hablarle.
-¿Lodewijk?-sintió la voz de Aloin, Sheila y Linda.
¿Qué hacían todos ellos ahí? Prefirió seguir manteniendo
silencio. Bien los aliados de Sheefnek podían estarle
tendiendo una trampa llevando a todos los demás ahí…
-Lowie, ¿dónde estás?-sintió la voz de Liselot de nueva
cuenta.
Sus pensamientos se volvieron certezas. Si contestaba a los
demás, probablemente sus persecutores tomarían como una
certeza el motín. Si no contestaba, no podrían corroborar
nada. Era una trampa.
-¿Dónde estará? Llevamos dos días buscándole y nunca
contesta-se escuchó la voz de Liselot.
-Bien podría haber muerto dentro de una celda. Nadie se
dará cuenta hasta que el olor sea asqueroso y tengan que
sacarle del barco por higiene-dijo Sheila.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
253
-¿Qué será de esto sin él?-preguntó Aloin.
¿Entonces de verdad estaban buscándole? ¿No era una
trampa? No podía hacerles creer que estaba muerto ni
permitir que ellos hicieran todo el trabajo. Presentía que el
motín se venía cerca.
-Habrá que avisar naturalmente a John-dijo Liselot.
-Y cobrar venganza, recordad que Sheefnek sigue débil por
el disparo-completó Sheila.
-Creo que hoy será la reunión más desconcertante de todas-
dijo Aloin.
-Sheefnek se las verá feas y a ver de qué cuero salen más
correas-añadió Linda con determinación.
¿De veras era todo eso por él? El plan no pintaba mal, claro
que no, pero no podía traicionar ahora el motín.
-Quedan diez minutos. Probemos otra vez-dijo Liselot.
-¡Liselot, estoy aquí! ¡Aloin! ¡Linda! ¡Sheila!-fue la
respuesta que Liselot no se esperó, pese a no haber perdido
la fe de encontrar a su amigo con vida. El muchacho no
cesaba de golpear la puerta.
Orientándose por dónde provenía el ruido consiguieron
llegar a la celda de Lowie y, tras no pocos intentos, la
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
254
abrieron. El muchacho apareció tras el dintel y se desplomó
de golpe sobre Aloin y Liselot.
Desde afuera sonó la contraseña y Linda se aproximó a
abrir, mientras que Sheila guiaba a los otros tres hacia la
celda de John. Una horda de personas ingresó al calabozo y
luego a la celda de John.
Todos se miraron los unos a los otros. A cada cual más
famélico, hambriento, magullado, furioso y cansado.
Lowie se aproximó al camastro con la cabeza en alto, no
importaba cuán manchada en sangre estuviese su ropa, cuán
enfermo se sintiese. No, no podía tirar por la borda sus
planes.
Todos le miraron, más no les sorprendía en lo absoluto ver
a alguien en esas condiciones: habían visto gente morir,
habían sentido la muerte soplando en sus cuellos en cada
batalla. No había de qué asombrarse.
FLASHBACK.
El Contramaestre Sheefnek, ahora auto nombrado
“Almirante Sheefnek”, sonrió sardónicamente. Aún estaba
convaleciente del disparo que le había propinado su hijo.
¿Hijo? Esa desgracia que le había quitado todo lo que
alguna vez había querido y que ahora se interponía entre él
y el éxito de sus planes.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
255
La había pasado fea: el clima del Caribe le había sentado
bastante mal, causándole fiebre durante todo el día anterior,
justamente cuando su herida estaba en proceso de curación.
Sus hombres le habían conseguido agua incluso de sus
propias raciones para ayudarle, especialmente de las
raciones de los que le habían causado el mal rato con
Liselot Van der Decken.
Bueno, ¿querían agua? Aquí tenían agua. Varios de los que
le habían causado ese problemilla, aquello que él llamaba
“motín”, habían recibido unos cuantos balazos y disparos
por parte de los marines que aún le eran fieles.
Luego, su sádica mente, que ni en enfermedad cesaba de
planear crueles planes, había ordenado a dichos marines no
dar ni agua ni comida ni cuidado alguno a aquellos
amotinados.
Los que habían sobrevivido, lo habían hecho gracias a la
dedicación de sus colegas que también eran partícipes del
motín, los cuales tampoco habían podido hacer mucho,
porque Sheefnek les había dado turnos extras y con suerte
les quedaba tres horas diarias de descanso.
Frente a él había una de las mujeres que había participado
en el enfrentamiento y había salido herida. Tenía fiebre.
Sin más, le tiró toda una cubeta de agua para despertarla.
-¡A trabajar, holgazana!-le espetó.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
256
Ella apenas podía abrir bien los ojos y temblaba de frío. Sin
piedad, la levantó por la fuerza de la cama. Ella casi cae al
suelo, de no haber sido porque él la sujetó de la muñeca
izquierda.
-Tú tendrías que estar muerta, ¿de dónde conseguiste
comida para vivir?-le espetó.
-Tenía unas raciones que guardé en tiempos mejores-le dijo
ella, tratando de ser desafiante.
-Unas raciones, ¿quién lo diría? ¿Quieres saber qué pasa a
quienes guardan raciones? ¡Anda a trabajar!-le gritó en el
oído.
FIN DEL FLASHBACK.
-No estamos en condiciones de un enfrentamiento
instantáneo-comenzó la muchacha, cuando todos hubieron
puesto atención al inicio de la Asamblea y ella salió de
aquellos recuerdos desagradables-. Muchos de los nuestros
están enfermos.
Tras ella aparecieron algunos de los amotinados que habían
pasado por una situación similar a la descrita. Tosían,
temblaban, estornudaban y sudaban sin parar, apenas
podían mantenerse en pie. Sin embargo eso no consiguió
conmover a nadie, todos sabían a qué se enfrentaban
trabajando para la Zeven Provinciën.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
257
-Con buenos cuidados podrían reponerse para la próxima
semana-dijo John, mirando a la gente y comprendiendo que
la situación no podía dilatarse más, pero que tampoco podía
arriesgar a los marines enfermos a un enfrentamiento de
inmediato, porque tenían mayores probabilidades de morir
que de vivir, si es que las había de vivir.
-¿Buenos cuidados?-inquirió Sheila con ironía-. Ni siquiera
tenemos comida.
-¿Y qué ha sucedido con la bodega?-quiso saber John.
Sin más, Sheila procedió a contarle todo lo sucedido al
respecto.
FLASHBACK.
Con que algunas raciones, ¿ah? Si una simple marinera de
las últimas de cubierta había podido burlar su atención para
obtener comida, bien podrían haberlo hecho todos. Y bien
no podría haber sido de las raciones que se les repartía a
diario, sino que de su bodega privada. ¡Claro! ¡Ahí se
resolvían todos sus enigmas!
-Que aprendan que lo mal venido es mal aprovechado-
musitó con la ira sádica reflejada en los ojos de por sí
crueles.
Se dirigió medio rengueando, medio caminando con
dignidad hasta algunos de los hombres que todavía le eran
fieles. A los gritos bramó las siguientes órdenes:
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
258
-Revisen cada uno de los camarotes, todo lo que encuentren
de armamento fuera de lo estipulado, alimentos, botiquines
de primeros auxilios, me lo deben traer-sí, exacto,
recuperaría sus víveres o lo que quedase de ellos.
Sus hombres, más por obligación que por gusto en su
mayoría, se dirigieron a registrar camarote por camarote,
habitación por habitación.
Los amotinados se percataron del hecho e intentaron salvar
las provisiones que habían conseguido de todos los modos.
¿Es necesario decir que hubo enfrentamientos armados y
verbales a lo largo de todo el navío? Pues lo más probable
es que no. Pese a todo, casi no salvaron nada.
Pero… tampoco eso quiere decir que los hombres del
“Almirante Sheefnek” hayan llegado con muchos productos
ante su díscolo jefe.
De hecho, cuando Sheefnek vio cuán pocas eran las cosas
que sus hombres habían obtenido tras registrar todo el
barco, decidió tomar medidas más drásticas:
-Muy bien, entonces sólo yo y aquellos que hayan llegado
con algo en sus manos hasta mí tendremos derecho a comer
hasta que este enojoso asunto se resuelva-indicó.
FIN DEL FLASHBACK.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
259
-No nos quedó más que obedecer a esa regla. Desde hace
dos días nadie come en este barco-añadió Sheila-. Algunos
de los nuestros decidieron en un desesperado intento por
guardar las cosas, atárselas al cuerpo, pero no era una gran
cantidad de cosas, ahora no nos queda nada-concluyó el
relato.
-Sin embargo la treta nos salió peor-confesó uno que estaba
particularmente moreteado.
-Sorpréndeme-dijo John con un tono de voz marcado por la
ironía.
El hombre que había hablado anteriormente le miró con
cara de pocos amigos, demostrando que le hacía bastante
poca gracia el comentario.
FLASHBACK.
El hombre miró cómo Sheefnek doblaba la esquina de uno
de los muchos pasillos de la cubierta C y le enfrentaba. En
el pérfido rostro del Contramaestre se perfiló una sonrisa
sardónica. Detrás de él venían cinco de sus mejores
hombres.
-Regístrenlo-ordenó.
Si no hubiese sido forjado por los combates y la Guerra en
Somalia, probablemente el terror y el pánico hubiesen
acudido a su rostro: era lo que los amotinados habían
llamado un portador de provisiones.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
260
Los hombres de Sheefnek lo maniataron mientras él
intentaba oponer resistencia. Finalmente, consiguieron
reducirlo.
Entonces dos, cuatro, seis manos inescrupulosas
revolvieron por aquí y por allá, desnudándolo hasta dejarle
en ropa interior y mostrando su abdomen cubierto de
productos adheridos con cinta adhesiva. De golpe le
quitaron el montón de scotch, despellejándole e hiriéndole
la piel.
Ni siquiera un grito brotó de sus labios, permaneció
impávido, como una persona que camina por la calle en un
día en que no hay nada nuevo, ni bueno ni malo.
Su rostro no fue malformado por ninguna mueca de dolor.
Ningún cambió se apreció en su mirada. Continuó mirando
fijamente a todo su alrededor.
-Mire lo que hemos encontrado, mi Almirante-dijo uno de
los marines, mostrándole a su superior los productos que
habían obtenido.
Sheefnek observó todo lo que le estaban mostrando.
-Pásamelo-ordenó a uno de los suyos, señalándole el
cinturón del hombre. El subordinado obedeció de
inmediato.
Entonces, Sheefnek comenzó a darle de correazos al
hombre desnudo. En todas partes de su cuerpo, y cuando
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
261
digo todas, son todas. Ningún cambio hizo que el caído
variase la expresión de su rostro, ni siquiera cuando
Sheefnek le dio en su punto más débil. En ese momento,
simplemente se deslizó de los brazos de sus captores,
quedando con las rodillas casi en el suelo y los brazos
levantados como una especie de crucificado.
En ningún momento gimió, lloró, gritó, ni siquiera dio
señales de vida. No reaccionó siquiera. Sólo miró fijamente
a los ojos a Sheefnek, buscaba su mirada cada vez que
levantaba el cinturón y le azotaba. No eran unos ojos tristes,
dolidos ni sedientos de venganza. Era una mirada
inexpresiva, sin vida… no decía nada.
FIN DEL FLASHBACK.
-Admito que me sorprendiste-dijo John cuando el hombre
hubo terminado el relato.
-Por mí que el motín comience ahora mismo. Ya no queda
nada bueno en este barco que no sea esta idea-confesó el
hombre.
-¿A cuánto estamos de New Providence?-preguntó John.
-Estamos en la rada-confesó Liselot Van der Decken muy
orgullosa de su trabajo.
-Eso explica muchas cosas-confesó Aloin pegando un
bostezo.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
262
-¿Si? ¿Y tales cómo?-preguntó John con su clásica
agudeza.
Aloin suspiró y se resignó a narrar la larga historia por
contar.
FLASHBACK.
Aloin estaba trabajando tranquilamente en el puente de
mando cuando el Contramaestre ingresó seguido de su
séquito y un hombre de la tripulación y del motín desnudo
y sangrante. Expresivo como era, Aloin abrió la boca de
punta a punta.
-Así que tú fuiste-dijo el Contramaestre acercándose
amenazantemente a él.
Aloin pasó saliva y sintió deseos de correr, más se obligó a
ponerse bien derecho, casi en posición de firmes.
-¡Responde!-le bramó Sheefnek.
Herido, enfermo y todo, seguía siendo igual de insoportable
que siempre. No tenía idea de cómo lo había hecho para
levantarse en tan poco tiempo y para estar ahí dando
órdenes con esa fuerza.
-Deberías darle pistas al chico-intervino el vapuleado
marinero.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
263
-Una pista, ¿eh? Trabajaréis hasta que salgamos del Caribe.
Estipúlese que el horario de descanso de toda la tripulación
será de tres horas si se lo permite los turnos hasta el día en
que regresemos a Ámsterdam del siglo XXI-ordenó el
detestable Contramaestre Sheefnek.
FIN DEL FLASHBACK.
-Así que todo era parte de un vil motín-resonó la voz de
Sheefnek detrás de todos.
El mentado y pérfido hombrecillo se abrió paso entre la
multitud. Si la celda estaba atiborrada de excesivo público,
imaginaos cómo estaría ahora si él entró con una guarnición
de sus mejores hombres, quienes no restaron espacio para
las armas, las cuales apuntaban a todo ser viviente capaz de
moverse e incapaz también.
-¿Qué diríais los ingleses ante esto, señor Morrison?-
preguntó con sorna, ya sabía que John era el jefe del motín.
-Moutiny, Captain-dijo John, sonriendo con ironía…
Por el momento dejaremos en paz a los miembros de la
tripulación del Evertsen y sus conflictos de intereses. Nos
concentraremos en Ivanna… ¿Qué habrá pasado con ella?
Bueno, ya es de noche, no le ha sucedido nada interesante
en el día, al menos eso es lo que ella cree.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
264
Ivanna despertó presa de un frío gutural. No quería abrir los
ojos, pero algo en su interior le decía que algo iba mal ahí,
muy mal.
Una luz mortecina pero insistente le daba de lleno en la
cara y le molestaba los párpados. A sus oídos llegaron risas
y cantos. La música le gustó, le llamaba a bailar, le
recordaba a las películas que había visto sobre el oriente
medio, aquellas que tanto le gustaban a Sophie… Sophie,
¿qué sería de Sophie?
El ritmo era simple, fácil de seguir, rítmico en otras
palabras. Estaba a base de un tamboril y los aplausos de la
gente. Una mujer cantaba al ritmo del tamboril en una
lengua extraña, haciendo distintos tonos, y otra cantaba a
un volumen más fuerte y en un ritmo más alegre, pero igual
en una lengua extraña.
De pronto cesó el canto y el tamboril calló. La multitud
estalló en aplausos y risas. Ivanna abrió los ojos sin
incorporarse aún. Una manta de lana azul le cubría el
cuerpo completo y estaba acostada sobre una alfombra
persa. Su cabeza la apoyaba en un cojín de cuero.
-¿Dónde estoy?-se preguntó en voz alta, para su
desgracia…
De inmediato descubrió que no estaba sola. Era una tienda
de campaña color crema muy amplia. Había lámparas de
metal esparcidas por todo el interior, las cuales exhalaban
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
265
una mortecina luz. Había tres alfombras persas y multitud
de adornos. Una botella, unos odres y unos cuencos estaban
arrumbados a una esquina.
Sentados sobre cojines había un hombre y una mujer,
ambos de mediana edad, aproximadamente unos treinta
años por cabeza. Ambos se soltaron las manos al mismo
tiempo que ella se incorporaba y quedaba medio
impresionada por la facha que ambos traían.
Ella se puso en pie mirando a Ivanna en una pose tan
desafiante que parecía una diosa. Sin embargo la chica
holandesa evaluó juiciosamente a su contraparte.
Era una mujer no muy alta y de cuerpo bien formado. Su
rostro era ovalado, iniciando en punta, ensanchándose a la
altura de los pómulos y afilándose en el mentón. Un grueso
mechón de cabellera negra le surcaba la sien izquierda
trenzado hasta unirse con el resto del pelo.
La tez era más bien clara, sin embargo se veía rojiza en la
frente, las mejillas y la nariz por acción de los polvos de
piedra que le protegían la piel.
Los ojos eran amarillentos y de pupilas castañas, estaban
enmarcados por una gruesa capa de pintura azul.
Llevaba una túnica azul añil que dejaba al descubierto los
brazos, unas bombachas hasta los tobillos del mismo color,
un turbante en la cabeza y un montón de abalorios en forma
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
266
de cruces, dameros, redes de rombos y puntas de flecha,
todos ellos de plata.
El varón continuó sentado, observando sigilosamente la
escena. Era alto y fornido. De penetrantes ojos castaños.
Era lo único que el tidjelmousts, o velo azul índigo que
llevaba en la cabeza, permitía ver de su rostro.
Llevaba una túnica de colores vivos cubierta de una manta
azul de lana. Llevaba unas bombachas azules gastadas por
el viento, la luz del sol y el polvo. Iba descalzo.
Ambas mujeres se midieron las miradas. La una con cara de
“me interrumpiste, muchas gracias” y la otra con su mejor
mirada de “¿qué rayos hago aquí?”.
El varón en vista y considerando que así podían seguir por
toda la noche sin llegar a ningún resultado, habló a su
congénere.
Ambos se zambulleron en una avivada y expresiva
cháchara de la cual Ivanna pudo entender sólo la palabra
“terbat”. Lo único que entendía era que no le servía de nada
entender lo que decían, si no conocía el significado de lo
que estaban diciendo.
Puso mayor atención a la conversación. El varón seguía
mencionando la palabra terbat, mientras la miraba y le
señalaba con cara de curiosidad. Entendió que con la
palabra “Terbat” se referían a ella y que probablemente él
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
267
preguntaba de dónde había aparecido o qué hacía ella ahí,
algo que de buena gana le hubiese gustado saber, dicho sea
de paso.
Lo que Ivanna no sabía era que en los lenguajes Bereberes
el vocablo “Terbat” quería decir “Chica”. Por lo tanto le
debemos el crédito por haber adivinado medianamente el
significado…
La mujer cortó de golpe la conversación con una frase
terminada con las palabras “Amghar idurar agadir” las
cuales significaban respectivamente “Anciano de la
montaña”.
Evidentemente se refería a que para solucionar el embrollo
detrás de Ivanna, dudas acerca de su procedencia iban
incluidas, tenían que ir a hablar con el líder del
campamento que se había tomado la montaña en que
estaban acampando.
Es obvio que para Ivanna fueron sólo unas palabras más de
la sarta de vocablos que no pudo entender en aquel lenguaje
tan rápido, difícil de entender y bien hilvanado.
Así que puso la tremenda cara de no entender nada cuando
la mujer la pescó en vilo del lado derecho y el hombre del
lado izquierdo. Su cerebro reaccionó tan rápido como le fue
posible, en su imaginación ellos incluso podían querer
cocinarla: ¡eran unos bárbaros!
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
268
Como no le apetecía ir a parar a la olla ni a la parrilla de
nadie comenzó a debatirse entre los brazos de sus captores
quienes tuvieron la adorable idea de mostrarle las
cimitarras, haciendo que ella intentase soltarse con más
ganas.
De más está decir que todos les miraron con caras raras
cuando interrumpieron al enabald del poeta a mitad de la
nueva composición con los gritos de la muchacha y su
histérico espectáculo. El cual concluyó tan pronto llegaron
a la tienda del jefe del grupo y le comentaron sobre su
problema.
Un suave susurro despertó a Aliet. Se alarmó cuando
descubrió que mientras cuidaba de Sophie se había quedado
dormida. En todo ese rato la niña podría haberse hecho
daño. Se debatió entre las ideas de incorporarse de
inmediato o quedarse ahí.
Un nuevo murmullo llegó a sus oídos. Era la voz de Sophie,
pero bastante metamorfoseada. Optó por quedarse ahí,
fingiendo que dormía para averiguar de una vez todos los
díscolos pensamientos que daban vueltas en la mente de su
hija. Tenía que admitirlo: era la única forma para poder
formular un diagnóstico y poder ayudarle con medicación y
un tratamiento propicio.
-No, día, no te apagues otra vez. ¿No ves que quiero seguir
en tu compañía? ¡No, no te vayas! Si te vas, se irá papá y
no, no quiero que se vaya papá… Te imaginas lo que sería
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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la luz sin él: no me serviría para poderle mirar, porque,
¿qué miraría si él no estuviese? Si te vas tú, se va él y si se
va él no te querré ver nunca más. Me recordarías mejores
tiempos. ¡No, no te vaya!-gritó.
Aliet contuvo la respiración por unos momentos… Un
diálogo así se lo podría haber esperado de Liselot, pero
jamás de alguna de sus dos gemelas.
-¡Ivanna! ¡Ivanna!-gritó Sophie-. El día quiere irse, si se va,
también se irá papá. Si uno se va, ¿de qué servirá el otro si
le seguirá?
Si Aliet no hubiese una psicóloga experimentada,
probablemente se hubiese enredado en medio de la
ininteligible cháchara de Sophie.
-¡¿Papá?!-exclamó la niña, completamente ilusionada,
viendo en su imaginación a su padre abrir la puerta e
ingresar en la habitación con su sonrisa afable de todos los
días. Algo que, dicho sea de paso, rompió el corazón de su
madre.
-¡Papá!-exclamó Sophie, completamente segura de lo que
veía. Saltó de la cama sin siquiera recalar en su madre y
abrazó el aire, con la certeza de que palpaba el sólido torso
de su progenitor.
-Papá, no te vayas hoy. Si te vas no volverás, yo lo sé. Por
favor quédate. Papá, ¿por qué no mejor te quedas a jugar a
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
270
las cartas conmigo? ¿Ascenso? ¿Es acaso eso más
importante? ¿Tu misión? Papá, tienes familia-comenzó a
gimotear-. Papá, ¿qué haremos sin ti? ¿Qué ha dicho Liss
sobre irse contigo? ¡Se irá! No, no pueden irse hoy, sino no
regresarán-comenzó a llorar de frentón-. No… ¡Papá no te
vayas! ¡Papá! ¡Papá! ¡No te vayas!-lloró y cayó sentada al
suelo, al menos eso fue lo que Aliet sintió: un golpe y ya.
A Aliet comenzaron a caérsele las lágrimas una a una. Sin
embargo guardó silencio.
-¡Día, tú tienes la culpa! ¡Si no te hubieses ido papá no
estaría por irse! ¡Maldito seas, día! Me refregarás en la cara
con tu luz que puedo ver todo excepto a él y que tú, donde
quiera que él vaya, podrás ir siempre con él. Y lo peor es
que yo no puedo ir ni hacer que se quede. ¡Lo perderé para
siempre y por siempre!-lloró-. ¡Vete, día, que ya no te
quiero! ¡No, no te vayas! ¡No te vayas sino él se irá! ¡No!
¡No!-bramó-. ¡Ivanna! ¡Ivanna!
Aliet no lo pudo soportar por más tiempo. No podía seguir
oyendo ese soliloquio. Se secó las lágrimas y se puso de
pie, caminó con aire determinado hasta su hija y se hincó
ante ella.
-Sophie-la llamó con dulzura, mirándola a los ojos y
afirmándola de los hombros.
-No llores, mi niña-le dijo, levantándole la barbilla y
obligándole a mirarla.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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La niña la miró aterrada.
-¡Un fantasma! ¡Es el fantasma de mamá! ¡Ivanna, el
fantasma de mamá está aquí!-gritó aterrada.
-No soy un fantasma, mi niña-dijo Aliet, sintiendo cómo se
le partía el corazón.
-¡No me toques! ¡No me toques! ¡No vuelvas! ¡Te pido
perdón, mamá! ¡Por mi culpa él se fue! Yo tenía que
seguirlo, lo sé-lloró Sophie.
-Por favor vete y no me penes más. Si me tocas me
matarás: tus ojos me llevan a la muerte. Quizá lo merezco,
debí de seguirlo. Pero tengo miedo, mucho miedo. ¡Vete!
¡Me aterra tenerte aquí, recordándome lo que te hice
perder! ¡Vete!-y sin previo aviso se desmayó.
Aliet rompió a llorar. De pronto una mano amiga se posó en
su hombro. Miró hacia arriba y la nana lloraba junto a ella.
-No hay nada que se pueda hacer-dijo Aliet.
-Lo sé, señora, lo sé. Se nos perdió-dijo la nana.
Entre ambas transportaron a la niña de nuevo a la cama y se
prepararon para una larga noche de vigilia, en lo que se
transformarían todos los días en lo sucesivo.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
272
Capítulo 15: “Moutiny, Captain”.
Nota de Autora:
Ahoi a todo el mundo, Mariette Sparrow aquí… Bueno,
primero que todo les agradezco la recepción que han dado
al capítulo pasado. En aproximadamente 18 horas recibí 32
visitas al capítulo, lo cual me dejó gratamente sorprendida.
Aún así lamento la demora para haberlo publicado.
Espero que este capítulo me resulte más fácil de escribir
que el anterior, pues para ese tuve que investigar un montón
sobre la cultura Tuareg y sobre los síntomas de la
Esquizofrenia…
Por mientras, os cuento, dejaremos de lado al siglo XXI y a
Ivanna para abocarnos directamente en el Evertsen.
Si no he actualizado pronto, es porque me he puesto a leer
La Comunidad del Anillo (¡mi libro favorito, es excelente!)
y no despego la vista hasta que se pone oscurito-oscurito el
día.
Y, bueno, el tema del capítulo es “Mejor Morir en Pie”, de
la genialísima banda de metal española “Tierra Santa”…
Saludos desde… desde… mi castillo mental. Para aquellos
que se terminen el capítulo: sí, la canción que aparece
escrita es Namárië, autoría de JRR Tolkien para su capítulo
“Adiós a Lórien”, no me pertenece.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
273
-Moutiny, Captain-esas palabras aún resonaban en la mente
de Sheefnek.
Esbozó su clásica sonrisa perversa, esa pérfida mueca capaz
de causar tiritones a cualquiera. Así que eso era lo que el
inglés tenía que decir acerca de su traidora práctica, ¿ah?
Interesante…
-A ver de qué cuero salen más correas-dijo.
Los pocos hombres que mantenían firme su lealtad al
Contramaestre captaron completamente la idea. Un tenso
silencio se formó alrededor. El silencio zumbó en los oídos
de todos los presentes e invadió las mentes de cada uno.
Bramaba advertencias aún más que el ruido más fuerte de
todos. Gritaba los planes de los oponentes aún más fuerte
que lo que lo hubiese hecho el sonido más poderoso de
todos.
Y sin embargo, no oían nada. El vacío les envolvía por
completo, de cabo a rabo. Y ahí estaban: sintiendo lo que
no había y sin embargo existía.
John afirmó con la diestra su vieja pistola que estaba entre
la camisa y el pantalón, y con la izquierda sostuvo un
revólver que le habían facilitado los hombres del Evertsen.
Caminó hacia el frente del batallón. Sus hombres
retrocedieron tras él mirando fijamente a los de Sheefnek.
Ni siquiera aferraron sus armas en un instintivo gesto de
seguridad.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
274
Se miraban a los ojos y pese que sus miradas revelaban la
ira y el bloqueo mental previo a la batalla, se rogaban por
no luchar. Ni siquiera tomaron las armas para defenderse.
De nada valía. Los hombres de Sheefnek eran muchísimo
más superiores en cuanto a armamento y estrategia a ellos.
No había esperanzas, no… no las había…
… Pero por algo valía la pena luchar. Era mejor pelear y
morir con dignidad. Luchar y gritar por una libertad que no
iba a tardar en llegar, allá en el mar. No había esperanzas,
pero ese motín era la libertad.
Liselot se puso de pie y se paró a la diestra del británico, un
poco más por detrás que éste. Empuñó su espada y la
desenvainó, dejándola baja, pero desenvainada. “La única
causa perdida es la que se abandona…”, ese era su
pensamiento. Nunca conocerían el resultado de la batalla si
no peleaban.
Su metralleta colgada a la espalda. Sheefnek midió su
mirada con la de la muchacha. No era la misma muchacha
que había conocido, pero tampoco distaba demasiado de la
antigua Liselot Van der Decken: viviendo de esperanzas
inútiles y vacías que ella misma se infundía justo cuando
veía que el mundo se caía a pedacitos sobre su cabeza.
Lodewijk se paró con dificultad. Caminó con la mayor
dignidad que le fue posible hasta su ubicación. Siempre con
la cabeza erguida. Todo el cuerpo empapado en sangre,
cojeando, ardiendo en fiebre y viendo a través de sus ojos
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
275
nublados el frenesí de la batalla. Con su alicaído cuerpo
cubrió la retaguardia del lado izquierdo de John y con su
metralleta colgada a la espalda esperó el destino final. “El
último es el día por el que vale la pena vivir”, pensó.
¿Por qué Sheefnek no actuaba? ¿Tan pérfido era? ¿Qué
sentido tenía no presentar batalla de inmediato? Tenía todo
para ganar.
Aloin se puso en pie. Tembloroso. Su labio inferior tiritaba
sin pasar y sus ojos se agrandaban de par en par. El miedo,
la muerte. Conceptos aliados en aquel aciago y oscuro
momento. Conceptos que no se cansaban de atormentar su
cabeza.
Con miedo dejó su asiento, consciente de que
probablemente nunca más volvería a tomar asiento en
ninguna parte. ¿Por qué luchaba? ¡Por la libertad de la
muerte! “Y si caigo, ¿qué es la vida?”, se preguntó justo
antes de tomar posición detrás y a la derecha de Liselot.
Finalmente llegó el turno de Sheila. Anteriormente llamada
“Soraya” por Dirck Sheefnek, su enemigo. Enemigo al que
miró con toda la crudeza de la que fue capaz. Se puso de
pie disfrutando el momento.
Era, a decir verdad, una de las pocas que estaba disfrutando
del momento, quizás casi al nivel de John Morrison.
Acostumbrada desde su adolescencia a las batallas y a la
muerte, a ver a alguien y saber que mañana ya no estará, se
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
276
puso de pie y caminó lentamente, disfrutando de la lentitud
del momento.
Con su metralleta al hombro, su mirada amenazante, su
postura determinada y su sonrisa perversa era casi
comparable con las antiguas amazonas. “El descoronado
será rey”, pensó con ironía, esbozando una sonrisa más
perversa y sarcástica aún si era posible. Finalmente llegó a
la retaguardia izquierda de Lodewijk.
Y el silencio cubrió el ambiente de forma asfixiante de
nueva cuenta. Sólo el seco sonido de las botas contra el
suelo metálico lo había roto, de una forma pesada en un
comienzo y luego distrayendo a las gentes de la tensión
previa a una batalla.
Un balazo resonó en el aire. Un grito, no desgarrador, sino
sorprendido y estoico. Un golpe seco contra el suelo y el
silencio, más desgarrador que el grito, hizo sucumbir todo
rastro de cordura y racionalidad entre los amotinados y
entre los leales.
Detrás de Sheefnek apareció un hombre que sobaba su
pistola aún humeante. John miró de reojo al caído. No le
dolió de forma profunda, no sintió miedo ante aquel
anuncio; sin embargo, era la muerte de un hombre y más
que mal le importaba. Definitivamente, eso no podía quedar
así.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
277
Otro anuncio más hizo sucumbir ante el terror a toda la
gente que estaba dentro de la diminuta celda. Si la situación
seguía así, iban a morir todos apretujados sin opción alguna
a huir. ¿Qué esperaban? ¿La caída de un tercero para
disparar y pelear? Se notaba a las claras que John no daba
orden de hacer fuego porque los había traicionado… y ahí
estaban ellos: esperando las órdenes de un líder que a ellos
jamás iba a regresar.
Otra vez, John miró al hombre que disparaba detrás de su
líder. ¿Por qué Sheefnek no había ordenado que le
disparasen directamente a uno de los cinco líderes del
motín? Era obvio que eso estaba concertado de antes, pero
¿por qué no hacer un buen plan y ya?
La mirada de Sheefnek se midió a la de John. ¡Qué feliz
estaba! Había hecho caer y desesperar a la maldita
sanguijuela adolescente que tenía en frente… ¿Matarlo de
inmediato? ¿Matar a los cinco y ya? ¡¿Para qué?! No,
definitivamente no… Mejor se divertiría un rato por el mal
trago que le estaban haciendo pasar.
Sin miramientos y con rabia inaudita John disparó directo
al pecho del hombre que se ocultaba detrás del
Contramaestre. Un hombre ya era terrible, dos caídos era
demasiado. Eran vidas humanas, ¿acaso ese idiota que tenía
en frente no se daba cuenta?
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
278
Como era de esperarse, lo único que se escuchó fue la caída
del hombre. De inmediato la celda comenzó a bullir como
un panal a punto de explotar.
John se enfundó la pistola, desenvainó la espada. Miró
fijamente a su oponente.
-¡Mejor en pie morir!-gritó con toda su alma.
Sin dudarlo, saltó adelante con la espada en la mano. Los
amotinados lo siguieron sin dudarlo. El calabozo era un
caos. La celda de John era bastante grande para ser una
celda, de hecho era una celda para cinco personas, casi
como un camarote de los grandes. Sin embargo se volvía
estrecho a la hora de albergar tanta gente.
Sin lugar a dudas había sido suficiente con los amotinados
apretujándose contra las paredes metálicas durante las
Asambleas y viéndose obligados inextricablemente a abrir
la puerta de la celda y reunirse también a los alrededores de
ésta cada vez que se reunían para estar siquiera un poco
más cómodos.
Pero trasladar toda la tripulación a ese espacio era algo casi
imposible que volvía los habitáculos completamente
diminutos.
Aprovechando el efecto que había surtido su grito: un
completo desorden, John atravesó el cuello de uno de los
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
279
mandamases de Sheefnek tras haber golpeado de forma
frontal la garganta con la punta del arma.
Uno de los hombres del Contramaestre se preparó para
dispararle, pero él pudo arrancarle la mano con pistola y
todo con una certera estocada.
A cualquier persona que hubiese estado presente en ese
momento como un simple espectador le habría dado la
sensación de que eran dos ejércitos de la Era Medieval
predispuestos a chocar en el fragor de la batalla.
Eso fue exactamente lo que pasó: los cinco líderes de los
amotinados atacaron en punta y tras ellos el grueso de los
rebeldes del barco. Corrieron los pocos pasos que tenían
que andar hasta sus enemigos que les tapaban la entrada.
Por su parte, los hombres de Sheefnek permanecieron
inmutables ante ese suceso y apuntaron sus armas.
Mientras John peleaba dando el impacto de vanguardia, los
hombres del Contramaestre apuntaron y dispararon a los
amotinados que iban delante y cuando ellos cayeron,
apuntaron y dispararon de nueva cuenta.
En apenas cinco segundos, el bando de los amotinados
contaba con doce bajas, mientras que los leales echaban
sólo dos en falta.
Misteriosamente, ni bala ni corte profanó los cuerpos de
John, Liselot, Lodewijk, Aloin o Sheila; al menos no
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
280
todavía. Ellos siguieron corriendo en punta y lanzando
mandobles, abusando de su extraña suerte de seguir con
vida a pesar de haber sido los que estuvieron más cerca del
alcance de las balas.
Los amotinados estaban conscientes de que tenían que salir
de inmediato de la celda. Pasaban los segundos y más y
más de los suyos caían. ¿Qué más daba? Si se acercaban
más de la cuenta a la puerta y al pasillo del calabozo,
podrían darse por muertos por los hombres de Sheefnek,
quienes defendían fieramente ese bastión. Pero, si
cobardemente se quedaban donde estaban y no hacían
ningún esfuerzo por pelear y salir, los leales seguirían
disparando hasta acabar con todos.
Ambos grupos chocaron finalmente con fuerza. Los
amotinados fueron contenidos a la viva fuerza, lo cual les
hizo retroceder por mera inercia. Los balazos iban y los
balazos venían. Ambos grupos se mezclaron los unos con
los otros y de pronto no fueron sino un atadillo de armas,
cuerpos y cadáveres vapuleados.
Esa instancia aprovechó Liselot y dos de los amotinados.
Poco a poco habían comenzado a correrse hasta el lateral de
la celda y cuando los dos bandos se mezclaron ya estaban
del todo fuera. Corrieron hasta la puerta y golpearon hacia
adentro a los dos custodios haciéndoles caer. Consiguieron
salir hasta el pasillo.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
281
Afuera había tres hombres de Sheefnek. Uno de ellos
disparó derivando a uno de los acompañantes de Liselot.
Los otros dos leales hicieron puntería, pero el otro
amotinado que quedaba disparó. Uno de los leales cayó.
Estaban nuevamente a la par. La atención se centró en el
acompañante de Liselot, quien cubrió el ángulo en que
corría la joven, quien disparó a los dos rivales apenas
estuvo bajo cubierto en el dintel de la puerta.
La única causa perdida es la que se abandona, trato de
repetirme eso hasta que yo misma me lo crea. La verdad es
que es la segunda batalla en la que me presento a pelear.
Para ser mi segundo combate, debería ser mucho más fría.
Pero no he cambiado. Hombres mueren, otros merecen
morir.
La única causa perdida es la que se abandona y yo no
abandono mis causas, no cuando recién están comenzando.
Esta va por mal puerto, lo sé, pero nadie dice que tenga que
terminar mal.
Y si termina mal… siempre hay esperanzas. Si no peleamos
jamás podremos ganar.
Corro a toda velocidad, siento cómo me siguen. Vienen tras
de mí. Ya no me dan las piernas de tanto correr, subir y
bajar escaleras. Me agazapo contra un muro para tomar un
respiro.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
282
Aprieto contra mí la metralleta. Corren… puedo sentir las
duras y apresuradas pisadas contra el piso metálico.
Aparecen del otro lado del corredor y, sin dar tiempo de
que me vean y hagan puntería, les disparo a traición.
Los dos leales caen. Ya no me siento tan cansada, sólo que
un poco terremoteada. Tiempo atrás nadie hubiese dicho
que Liselot Van der Decken pelearía, pero ¡ja! ¡Aquí me
tienen! Nadie iba a decir que Naomie me enseñaría algo,
pero ¡ja! ¡Ella era real! Nadie iba a decir que cumpliría mi
sueño, ¡pero aquí estoy!
Corro a toda velocidad al puente de mando. ¡Auch! He
chocado contra el basurero. ¡Qué asco! Huele pésimo y he
chocado contra eso… ¿Por qué siempre me caigo con todo?
Me detengo a sacudirme toda la pestilencia que traigo
encima gracias al basurero y a ponerlo en su lugar.
Oigo pisadas. ¿Qué será? ¿Qué puede ser? De veras que…
¡Ah! ¡Enemigos! ¿Por qué no salgo corriendo? Bueno… es
que Lowie me enseñó que en estos casos hay que ser tan
silenciosa como un gato. Creo que así estoy siendo ahora,
caminando con el pie plano y en completo silencio, con las
piernas extendidas.
Un paso, luego otro. ¡¿Con qué he chocado ahora?! Siento
ruidos, corren tras de mí. Corro a toda prisa, ya no me sirve
ser silenciosa. ¡Dos corredores más y llego! ¡Viva! Giro en
el pasillo y espero.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
283
¡¿Cómo van a demorar tanto?! Ya estoy por aburrirme de
esperar y salir, cuando pasan. Dejo que pasen de largo y les
disparo. Dos caídos más de Sheefnek.
Corro por el costado de los cadáveres. ¡Me he caído otra
vez! ¡Argh! ¡Me he manchado con sangre! ¡No hay tiempo,
no hay tiempo! Me pongo en pie y sigo corriendo.
¡Al fin he llegado al puente de mando! Abro la puerta con
prisa y cierro detrás de mí. Aún corriendo voy hasta la
ventana. Se ve la rada de New Providence bastante cerca y
varios barcos anclados en la bahía. En el muelle se ve gente
que mira este barco. ¡A lo mejor se escuchan los balazos!
¡A lo mejor nos van a echar una manito! ¡Qué emoción!
Golpean la puerta. ¡Justo ahora! Me gustaría observar bien
unos barcos que me llamaron la atención: estoy segura de
haberlos visto antes.
¡Van a derivar la puerta! ¡Corro hasta la mesa donde están
los instrumentos de navegación! Se me ha caído todo…
¡Vuelven a golpear!
-Van a bajarnos la puerta, Liselot-dice una de los cuatro
que estaban de turno.
Corro hasta el timón y ya no queda más, lo doy vuelta con
todas mis ganas, por mí que encallemos en la playa de New
Providence. No necesito nada para guiarme, ya estamos ahí.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
284
Se sienten disparos a todos lados, pero ¿qué más da?
Definitivamente, la única causa perdida es la que se
abandona…
El Evertsen era un completo desastre cuando Liselot Van
der Decken consiguió llegar no exenta de dificultades hasta
el puente de mando de la nave. Era la única que conocía
bien la cartografía de la zona y que a su vez sabía cómo
dirigir el curso de un barco, por ende desde los tempranos
albores del motín sus propios compañeros la había
seleccionado para dirigir el bajel hasta New Providence
ante el más mínimo indicio de batalla.
Antes de que ella pegara el tiro de gracia a quienes se
habían interpuesto entre la salida de ella y su escolta desde
el calabozo, uno de los dos leales apretó compulsivamente
uno de los botones de su radio.
Sheefnek no había sido tan burdo como para llegar y
presentar batalla con todos sus hombres al frente. Dejó a
varios de los suyos dispersos a lo largo y ancho del bajel,
pero claro: los amotinados habían sido más astutos al
reunirse cuando cuatro de los suyos estaban de turno en el
mando de la nave, dejando fuera de su alcance el rumbo.
Varios de los amotinados habían conseguido escabullirse
del círculo que se había formado en el que todos habían
estado peleando y habían conseguido rodear a los leales,
dispersando sus flancos de disparo y consiguiendo romper
las filas del Contramaestre.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
285
Pero ese no había sido el único logro de los hombres de
John Morrison, sino que varios habían conseguido salir
junto a sus contrincantes de la estrecha celda del británico y
llevar a los pasillos del calabozo sus peleas.
Eso había obligado a los hombres de Sheefnek a salir de la
celda cuanto antes si no querían ser cocinados vivos dentro
de ese abominable lugar. Lo malo es que a partir de ese
momento, las guardias en la puerta del calabozo se
reforzaron, trayendo consigo la mayor parte de los
refuerzos que habían estado en otras partes del barco, y a
los amotinados les fue imposible salir del calabozo.
John se acercó amenazadoramente a Sheefnek. No servía de
nada alargar el asunto. Le pegó un balazo, sin embargo el
Contramaestre alcanzó a agacharse para no ser alcanzado
por el proyectil. Eso no hizo sino enardecer aún más la
frenética furia del muchacho, quien se abalanzó espada en
mano contra el Contramaestre.
¡Que sufra!, eso fue lo que pensó John mientras echaba a
andar hacia él. Fue tan rápido y tan certero que el
Contramaestre del Evertsen no tuvo tiempo para reaccionar
ni preparar algún arma con que defenderse, quedando
tendido en el suelo a la espera del ataque.
John lanzó la primera estocada contra el hombro con una
furia desmedida. Entre los espasmos de dolor que sintió,
Dirck le pegó una patada en el pie derecho para
desestabilizarlo. En medio del desequilibrio que sobrevino,
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
286
John se estabilizó en el aire y dirigió su pie en un certero
golpe contra la barbilla del militar, quien le aferró la
extremidad con completa intención de derivarlo al suelo. El
británico extendió los brazos para no caer y en el proceso le
atizó una estocada en la espalda.
Un balazo pasó zumbando por su mejilla derecha y por la
pura Gracia de Dios no se le incrustó en el rostro. El
muchacho se volteó hacia atrás y se batió con dos que se le
lanzaron encima. Detrás de aquellos dos apareció un tercero
que ayudó al Contramaestre a ponerse de pie.
-Ha llegado, mi Almirante-dijo el hombre.
-Así que esa era la misión de Liselot Van der Decken…-
dijo el Contramaestre más para sí que para nadie.
-Lleva la nave a la bahía de New Providence, mi
Almirante-dijo el hombre.
-Ya sabes qué hacer en este caso, detén el movimiento-dijo
Sheefnek.
-Pero ese lugar está infestado de amotinados, mi Almirante-
protestó el hombre.
-Haz lo que te digo-ordenó Sheefnek.
-Sí, mi Almirante-confirmó el hombre.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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El hombre pescó a tres más y se los llevó consigo, no
exento de problemas y peleas de disparos.
El último es el día por el que vale la pena vivir… sin dudas.
Hoy probablemente es el último día de toda mi vida, pero si
es una muerte con dignidad, ha valido la pena soportar toda
clase de torturas por diecisiete años. Estoy luchando para
que sea memorable, aunque probablemente no recuerde
nada de esto desde el fondo del mar.
Así que cuatro de los de Sheefnek han conseguido
escapar… interesante, especialmente si han hablado con su
jefe…
¿Qué querrán? Es obvio que han descubierto a Liss. Hoy es
el día por el que valió la pena mi vida, no la de ella. Un tipo
trata de dispararme, pero le disparo en el hombro… errores
de la vida, debí de haberlo acabado. Me acerco a él y lo
golpeo con todas mis fuerzas y nos enfrascamos en una
lucha más física que la anterior.
Es mi idea, ¿o a todos se les están acabando las
municiones? Le pego un culatazo en la cabeza y miro a mí
alrededor. En vez de disminuir el número de los soldados
de Sheefnek, parecen aumentar y a ratos se van… Pero
ninguno había hablado con él…
Acabo con mi oponente y me pongo detrás de una puerta.
Hago puntería y aprovecho que otros más también apuntan.
Disparo cuando siento que todos disparan. ¡Ah! ¡Las mieles
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
288
del triunfo! Le di al custodio de la puerta y para mi
sorpresa, los otros cuatro también han caído.
No hay tiempo para pensar. Echo a correr hasta la salida del
calabozo y cuatro amotinados más, que han disparado
también desde detrás de las puertas blindadas de las celdas.
Nos encontramos en medio de la carrera en el pasillo.
Cuando paramos a tomar un poco de aliento al resguardo de
los dobleces de los pasillos del barco digo:
-Han descubierto a Liselot-.
-Al puente-dice una mujer echando a andar.
-No todos: tres irán a buscar armas y municiones-digo.
Linda Freeman y dos más se apartan del grupo.
-Traerán municiones hasta acá. Es arriesgado, pero tenemos
que terminar esta parte del embrollo…-me quedo con las
palabras en la boca.
Sentimos pasos en el corredor y los cuatro hombres que han
salido antes pasan al frente. Linda les hace puntería, le bajo
el arma.
-El Almirante dijo claramente que tenemos que ir a ver las
máquinas y pararlas, nada que ver el puente de mando aquí-
dice uno.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
289
-Pero el puente de mando dime que no es más importante-
dice otro-. Ya habrá tiempo para ir a la sala de máquinas.
Los otros se encojen de hombros y siguen de largo. Cuando
están lo suficientemente lejos, me vuelvo a mis
compañeros.
-Cambio de planes, dos vienen conmigo y los otros dos van
a conseguir armas y a avisar al resto-digo.
Como es de esperarse, Linda Freeman se pone de pie de
inmediato y se acerca a mí.
-Voy contigo-dice.
-Y yo-añade otra mujer de las antiguas tripulantes de la
nave, de la época en la que todo era ramas de laurel para la
Zeven Provinciën.
Los dos restantes cortan pasillos hacia el otro lado.
Nosotros subimos escaleras como locos.
El rato se me hace una eternidad. Subir y subir escaleras.
Tratamos de hacerlo lo más rápido posible dentro de los
límites de la cautela. No tenemos que olvidar que esos
idiotas vienen detrás de nosotros pisándonos los talones.
Caminar y caminar, correr y correr, subir peldaños y más
peldaños y sentir como las esperanzas desfallecen,
desaparecen.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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¿Esperanzas? ¡¿Qué es eso?! Es una simple utopía, nada
más. Ni fe ni nada nos puede salvar. Y acortar pisos y
escaleras, esto se viene volviendo una tortura. Lo que más
me temo es que hayan pescado a Liss, lo que más me temo.
De repente un giro brusco del curso del barco nos tira lejos
contra la pared, afirmándonos todos con todos. ¡Esos
estúpidos han llegado primero! Esto puede esperar…
Quiebro hacia la derecha y los demás me miran raro.
Irrumpo con todo en mi camarote y revuelvo el armario
hasta sacar municiones. Las reparto.
-El último es el día por el que vale la pena vivir-digo
mirándolos.
Y es sólo entonces cuando echamos a andar.
Cuando Lodewijk y su reducida compañía irrumpieron en
el puente de mando, un segundo giro abrupto se sintió en la
zona de los calabozos. No pudieron sentir el tiroteo que
había arriba, porque ya estaban lo suficientemente
enfrascados en el suyo propio. Lo único que sintieron era
que el navío comenzaba a girar sin control alguno y, la
mayoría de las veces, deshacía el curso.
John palideció. Liselot había fallado. Lodewijk, a juzgar
por su ausencia también. Fueron unos segundos de tregua
implícita en la que cada cual estaba lo suficientemente
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
291
ocupado en mantenerse firme de alguna cosa como para
poder prestar atención a su profundo instinto asesino.
Cuando todo hubo pasado, mandó voladores de luces:
ordenó que varios largasen a correr de un lado a otro. Ya no
había municiones de parte de ninguno de los dos bandos.
Entonces ordenó deponer las armas y en un hálito de
humillación los amotinados salieron de los calabozos. Tras
apalearle, Sheefnek ordenó engrilletarlo a la pared y le
dejaron en compañía de los cadáveres que había dejado esa
noche… el motín había fallado.
El barco seguía girando y, por mientras, no se sintió ningún
cambio de curso. Corriendo al puente de mando llegó Aloin
Zwaan. Sus ropas manchadas en sangre… lucía terrible,
completamente irreconocible si se le comparaba con el
chico alegre que solía ser.
Como presa de una horrible psicosis entró con la velocidad
de un aerolito y cerró la puerta tras sí, revisando la
cerradura una y otra vez.
Lodewijk, que no era muy fanático de las muestras de
afecto, se acercó a abrazarle con todas sus fuerzas.
-Tranquilo, amigo, lo peor ha pasado…-intentó calmarlo.
En otro tiempo Aloin hubiese notado la palabra amigo en la
frase, o quizás en otro tiempo esta escena no hubiese tenido
lugar en la realidad de nuestros personajes.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
292
-No, no ha pasado-dijo Aloin desesperado.
Un pesado silencio se hizo en la estancia. Entonces el
muchacho Zwaan recaló en los cuatro cadáveres de los
hombres de Sheefnek, los cuales estaban esparcidos en el
suelo. Retrocedió como si de pronto hubiese visto un
fantasma.
-Sentimos los giros allá abajo, se tomaron el barco…-dijo
con su labio inferior tiritando enloquecedoramente.
-No, no lo han hecho-dijo Lowie.
-¡Sí y esta es la última prueba!-dijo Aloin.
-Di, ¿Qué ha pasado?-pregunto Linda Freeman ad portas de
perder la paciencia.
-John ordenó deponer las armas y lo azotaron. Está
encadenado y no hay forma de sacarlo-dijo el muchacho-.
¡El motín fracasó!-gritó para luego caer de rodillas.
-¡¿Qué?!-gritó Liselot-Debe de haber algo que se pueda
hacer-dijo.
Todos se miraron como intentando encontrar una buena
idea en el rostro de aquel que tenían en frente, algo que por
supuesto no iba a suceder.
-No, ya no lo hay. Ahora es imposible acceder a John-dijo
Aloin.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
293
-Pero seguimos en pie Lowie, Sheila, tú y yo-dijo Liss
encontrando esperanzas ahí e intentando aferrarse a ellas.
-Y como líder de motín, tendrías que ser capaz siquiera de
tenerte en pie-le regañó Lowie, recobrando su tono
furibundo y medianamente arrogante.
-Eso fue lo que ordenó John: deponer las armas. Pero no le
dirás eso a nadie, el cambio de turno es a las seis, en tres
horas más, tenemos tiempo suficiente para dar el golpe
final-dijo Liselot.
-La gente está cansada, hay heridos y muertos, no puedes
planear algo así de fugaz-dijo Linda.
-Acaba lo que comienzas, solía decir el Almirante-dijo
Lowie, mirando con tierna simpatía a Liss-. Hoy haremos
honor a su palabra.
-Reorganiza los puestos. Ordena que todos saquen sus
armas y que las municiones se repartan entre todos.
¿Cuántos quedan?-preguntó Liselot.
-Aproximadamente la mitad de los nuestros y las gentes de
Sheefnek casi no tuvieron bajas-informó Aloin en medio de
su pasmo.
-Suficiente. Seis en cada puesto estratégico. El puente de
mando mantendrá la conformación que tiene en este
momento. Ya sabes: seis en sala de máquinas, bajo cada
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lanzatorpedos y bajo las antenas. Además de cada puesto
que haya aquí en el barco-ordenó Liselot.
-Por mientras tienes suficiente tiempo para organizar una
compañía que te ayude a repartir el armamento y dar la
información-dijo Lodewijk y le tendió municiones-Toma:
cuídate-le puso la mano en el hombro.
-Lo juro: no voy a fallar-dijo Aloin antes de salir.
El barco estaba detenido, Sheefnek pensaba que las
máquinas habían sido cortadas de energía. Las armas había
sido depuestas en su cara: era sólo una tregua. Se enteraría
de eso cuando a la hora de entregar turnos los amotinados
no quisieran entregar sus posiciones y las peleasen, cuando
el barco comenzara a moverse en dirección a New
Providence sin que él lo pudiese detener y cuando sus
hombres comenzaran a caer. Por mientras, feliz y seguro de
su triunfo se fue a dormir.
-¡Lo reconocí!-gritó Liselot señalando con el dedo un punto
supuestamente del otro lado de la ventana.
-¿Qué cosa?-dijo Lodewijk en voz baja, acercándose a la
ventana e indicándole silencio.
-¡El barco! ¡El que tiene luz! ¡Es el Tresaure! ¡Tengo que ir
ahí, de seguro que nos ayudarán!-chilló emocionada.
Lowie se llevó el dedo índice a los labios en señal de
silencio.
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295
-No grites, Liss: te pueden oír-le indicó.
-¿Voy o no?-preguntó emocionada.
-Si no fueses, ¿tendría sentido haber navegado hasta New
Providence?-preguntó Lowie enarcando burlonamente una
ceja.
-Dame uno de los salvavidas-pidió Liselot, enfrascada en
los preparativos para su viaje.
-¿Dame? ¿Qué te hace pensar que no te acompañaré?-
preguntó.
-Que tienes cosas que hacer y una tripulación que cuidar-
respondió ella.
Y así fue como a las tres y media de la mañana del 09 de
agosto de 1715, Liselot Van der Decken se encontró de
colada andando en un bote sobre las negras aguas de la
noche de New Providence con rumbo a un barco soñado.
-Capitán, hay algo sobre el agua-dijo uno de los vigías del
Tresaure.
El capitán miró el cielo, primero: ya iban a ser las cuatro de
la madrugada. Soltó el timón y dejó sobre una mesilla al
lado de éste una botella de ron que se quitó sin muchas
ganas de los labios, un compás, unas viejas y sucias cartas
de navegación, una pluma con su tintero y un cuaderno de
tapas de cuero rojas.
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Caminó sin mucha prisa, pese al urgimiento que acometía a
su tripulante, hasta la barandilla y se ubicó finalmente a su
lado.
Por cierto o no, pero no conseguía ver nada. La noche
estaba cerrada.
-Entre perder tu tiempo en esto y ayudar en los preparativos
del viaje, preferiría que ayudases en los preparativos del
viaje. Recuerda que es una larga travesía: tenemos sólo el
mar por delante y partimos tan sólo dentro de dos horas-
dijo el capitán sin esforzarse en parecer enfadado. De
hecho, era reconocido entre su gente por el buen carácter y
el buen trato que tenía.
-¿No me cree, capitán?-preguntó el vigía alarmado.
Entonces sacó un faro que traían y lo levantó hasta
colocarlo sobre la barandilla. Enfocó con él hasta el bulto…
A Liselot le dio por sobre los párpados la desgastada luz de
las velas dentro del faro de vidrio. Levantó la mirada y la
luz le dio de lleno en los ojos. Miró el bajel: ya estaba
cerca.
-Es una mujer-dijo el capitán-.
-¡Una deidad del mar! ¡Debe querer que purguemos
nuestros pecados! Capitán, es la diosa Calypso…-dijo el
vigía aterrado ante la perspectiva.
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297
-La diosa Calypso, ¿dices?-preguntó el capitán largándose a
reír-. Viene sola, al parecer en son de paz. Voy a buscar la
escalerilla a ver que quiere.
-Pero capitán, ¿no vendrá de ese extraño barco que está
allá?-preguntó el vigía.
-Puede ser, pero nunca sabremos si no la recibimos. Hazle
señas-ordenó el capitán ante el pasmo de su subordinado.
El pasmo del capitán fue grande cuando una mujer con
pantalones de mimetismo (algo que ni por asomo existía en
aquella época), botas, una polera rara y una metralleta al
hombro subió medio fatigada por la escalerilla y, luego de
tropezarse un poco en la cubierta, le hizo una fastuosa
reverencia.
-Capitán Rackham, a su servicio-dijo la extraña mientras se
inclinaba.
Por unos segundos todo fue silencio y pasmo para aquellos
hombres de mar, quienes se miraron alternativamente los
unos a los otros.
-¡Mal fario llevar mujeres, capitán!-exclamó uno de los
hombres.
Entonces un recuerdo se formó en la memoria del joven
capitán. ¡Claro! ¡Cómo no había pensado antes en eso! No
podía entender cómo no había recordado eso apenas vio el
extraño barco metálico en la rada.
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298
Meses atrás, en el barco metálico que ahora él llamaba con
sarcasmo “El Holandés Errante” una muchacha le había
reconocido. Él la recordaba, porque uno de los marineros
del barco metálico había dudado de su veracidad abogando
que no había reclamado por la presencia de la joven a bordo
del bajel.
-Van der Decken…-musitó en un leve suspiro en el que se
confundían la seguridad con la duda.
-Liselot Van der Decken, capitán-dijo la joven.
-¿Evertsen?-musitó el capitán Rackham, en cuya cabeza
comenzaban a reunirse todos los recuerdos que por un
tiempo había considerado perdidos.
-Exacto, capitán-dijo la joven.
Jack Rackham instintivamente desenvainó su espada,
retrocedió cautelosamente y estudió a su adversaria
minuciosamente. Cualquiera hubiese dicho que esperaba el
minuto preciso para atacar, cualquiera hubiese pensado
cualquier cosa menos que el capitán británico estaba
haciendo tiempo para poder analizar a la muchacha con
mediana calma.
Sus hombres así lo entendieron y extrajeron de sus cintos
toda variedad de espadas y pistolas.
-Paz, capitán Rackham; paz-dijo la muchacha levantando
un poquito asustada los brazos.
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-Tranquilos, bajen las armas-dijo Jack volviéndose a sus
hombres y luego enfocó la mirada en Liselot-. ¿Se puede
saber qué hace una tripulante de un navío como el Evertsen
en el Tresaure?-preguntó.
-Pedir ayuda-dijo ella.
-¿Ayuda? ¿Qué clase de ayuda puede necesitar un barco tan
poderoso como aquel?-preguntó Rackham con sorna. En su
tono de voz irónico no se notaba nota alguna de la
curiosidad que tanto se esmeraba en esconder.
-Un motín: deshacernos de un capitán déspota y cruel, que
nos mata de hambre y no entiende nuestra enfermedad, que
nos ha vuelto esclavos. El Almirante Van der Decken ha
muerto y él se ha hecho con el poder, sin embargo nos ha
tratado muy mal. Esta noche hemos sido descubiertos
planeando el motín y nos ha atacado, quedamos muy mal
parados, pero todavía podemos hacer algo para
defendernos-dijo ella con los tonos de voz que suelen ser
empleados en los anuncios comerciales de las ofertas.
El capitán Rackham se adelantó aún más entre la gruesa
masa que ofrecía su tripulación y la señorita Van der
Decken. La miró fijamente a los ojos, sintiéndose tocado
con la historia de la niña. Pese al miedo que le había
producido su experiencia en el mítico Evertsen, guardaba
excelentes recuerdos del difunto Almirante Van der Decken
y la palabra “motín” le remitía a sus propios orígenes en el
mundo de la piratería.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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¿Cómo negarles la ayuda que necesitaban si el camino que
intentaban seguir era el de la libertad? ¿Cómo negarles el
camino que él mismo defendía a capa y espada? ¿Cómo
impedir que siguieran el mismo rumbo que él no se
arrepentía de haber escogido tiempo atrás?
Después de unos segundos de meditar lo dicho por la
muchacha y sopesar sus propias opiniones respecto al
punto, se atrevió a hablar.
-Por la memoria de su padre, hable, señorita Van der
Decken: la escuchamos-dijo en primera instancia. Su
interlocutora le miró sin ganas de repetir su historia-.
Mande, señorita Van der Decken, y obedeceremos-
completó.
-¡Gracias!-chilló ella dando saltitos de alegría-. El plan es el
siguiente…-dijo.
Tras eso, procedió a relatar lo que había sucedido con Aloin
en la cabina de mando, la idea que le habían dado y el plan
que ella pensaba seguir.
-¡¿Quién es?!-bramó Sheefnek.
La habitación estaba en completa penumbra. Volvieron a
golpear la puerta con singular urgimiento y una voz
masculina gritó su nombre y grado desde el otro lado del
dintel. Dio su permiso sin siquiera dignarse a levantarse, ni
abrir las cortinas ni colocar una cara mejor que la que todo
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301
el mundo tiene cuando es sacado forzosamente del planeta
de los sueños.
Como si viniera una jauría de perros hambrientos detrás, un
hombre entró y cerró la puerta tras de sí. Miró asustado al
Contramaestre Sheefnek.
-¿No vas a hablar? ¿Qué se supone que haces tan temprano
en mi camarote?-le bramó al marinero.
-Motín, mi Almirante-se limitó a decir medio trabadamente
el hombre en medio de tartamudeos.
Sheefnek rodó los ojos con aire fastidiado. ¿Cuántas veces
había escuchado la frase “Motín, capitán” en el último
tiempo? Ya había entrado a perder la cuenta si consideraba
las variables del rango y el idioma…
-¡¿Por eso me despiertas?! ¡No estoy de humor para
bromas! Anoche ese tema quedó zanjado y ya-dijo
Sheefnek para darse la media vuelta y dormir.
El hombre tragó saliva, respiró hondo, hizo acopio de todo
su valor y se encaró a su superior.
-Cuando llegó el cambio de turno en el Puente de Mando,
mi Almirante, el grupo de los amotinados no quiso dejar su
puesto y nos hizo frente. Todo el barco son
enfrentamientos-dijo el hombre.
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-¡Inútiles! ¡¿Cómo no van a poder hacer frente a ese par de
idiotas que se creen mejores líderes que yo?! ¡Anda y da la
orden de retenerlos a balazos! Es tan fácil y no pueden
hacerlo…-dijo con aire fastidiado.
-Mi Almirante, eso no es todo: desde que se negaron hace
ya media hora a entregar el Puente de Mando… un barco
pirata se unió a la refriega y está atacando el Evertsen. Los
piratas se han aliado a los amotinados y nos tienen
confinados a los últimos niveles del barco-informó el
hombre a media voz.
-¡¿Y qué esperas?!-preguntó Sheefnek dejando al marinero
medio pasmado-. ¡Sale de aquí! Me prepararé: haremos
frente a esos piratas-dijo.
La única palabra de lo que había dicho y que realmente
merecía la pena era “piratas”. Porque si había algo que él
no podía aguantar eran los piratas; saber que los había en su
barco era motivo para una apoplejía.
El marinero salió y se dispuso a hacer guardia en la puerta
del camarote del Contramaestre Sheefnek. Miró a su
alrededor. Todo era gritos y alboroto en el barco. Gritos,
ruido, bullicio, disparos, sablazos, caídas en el suelo
metálico de quienes no se levantarían más.
Los hombres leales al Contramaestre aún conseguían
defender la escalerilla que conducía desde la cubierta
principal a la cubierta A. Pero poco faltaba ya para que los
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
303
piratas pudiesen colarse en el interior del navío y eso sería
el fin.
Minutos después salió el Contramaestre con sus armas
debidamente cargadas y su indumentaria correctamente
puesta. Caminó hasta la escalerilla.
-Por ahí no, mi Contramaestre-dijo el hombre espantado.
El hombre, tomándose por primera vez en la vida
atribuciones que por rango no le correspondían, tomó a un
irascible Sheefnek del brazo y lo hizo retroceder, trazando
él el camino que el Contramaestre habría de seguir. Una
decisión elemental en esta historia, he de decir.
Lo llevó por los intrincados pasillos del barco. Sheefnek
observó así la estela de destrucción que habían dejado las
riñas entre leales y amotinados. Llegaron hasta el que una
vez fuera el camarote del Almirante Van der Decken e
irrumpieron en él. Llegaron hasta el balcón de la habitación
y ayudándose de él, subieron hasta la cubierta. Lo primero
que Sheefnek vio fue a un muchacho de no más de
dieciocho años corriendo sin parar: iba sangrando.
Y si caigo, ¿qué es la vida? Corro y sangro sin parar. Corro
y sangro sin parar. No puedo parar, no puedo evitarlo. Ya
estoy metido en esto y por más que sepa cómo salir, ya no
puedo. Y descubro que esto no era lo que yo quería… no,
no era lo que yo quería. Yo quería el honor después de una
misión, batallas rimbombantes de las que por alguna
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
304
extraña razón sales vivo siempre sólo para recibir más
honor y aplausos. Yo quería el jugoso sueldo de fin de mes.
Pero no me daba cuenta de que eso sólo pasa en las
películas.
Y ahora, cuando ya no hay salida, me doy cuenta de que
esto no era lo que yo quería. Lowie siempre dice que la
realidad supera la ficción. Al principio me pareció
pesimista, ahora entiendo que no era más que realismo. Yo
no quería esto, ni siquiera quería aquello por lo que entré a
la Marina… eso era irreal, ¿cómo iba a quererlo?
Caigo. La herida en mi vientre no para de sangrar. Tres
balas… no sé cómo sigo vivo. Quizás sobreviví sólo para
darme cuenta de que esto no era lo que quería, no era lo que
buscaba y que por un capricho tiré mi vida lejos. ¿Lo
hubiese entendido si no lo hubiese intentado? No… no lo
hubiese entendido…
Caigo… ya no puedo seguir corriendo. Pero, ¿para qué huir
de la muerte si ya está en mí, si ya vive en mí? A las cinco
de la mañana todos ya estaban apostados en sus puestos a la
espera de la orden. A las seis los del Puente de Mando se
negaron a entregar su ubicación y la defendieron de forma
armada. Los que tenían cambio de turno dieron la alarma a
los leales y Lowie nos mandó a todos nosotros la alarma de
que ya era hora: nadie entregó sus puestos.
Entonces cundió el pánico. Balazos por aquí y allá. Los
leales corrieron por todo el barco presentando batalla y
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
305
llamando a los suyos que estuvieran libres. En eso llegaron
a la cubierta para desprogramar los radares y los mástiles:
una zona “sospechosamente” descuidada por nosotros, que
nos dedicamos a correrlos de todo el barco y llevarlos hasta
ahí.
Entonces el Tresaure, que pasaba casualmente por ahí largó
tan sólo tres cañonazos y con esos cañonazos barrió la
cubierta principal. Lowie dijo entonces que era el momento
para salir y los nuestros se reorganizaron para poder salir
algunos a pelear a la cubierta.
Los hombres del Tresaure desembarcaron y se armó la
grande. La batalla cuerpo a cuerpo más sangrienta que
jamás vi.
Entonces pasó lo inesperado: los refuerzos de los hombres
de Sheefnek no subieron a cubierta, se quedaron disparando
desde abajo. No podemos bajar, pero eso no será por
mucho: están acorralados entre los hombres de Lowie y los
piratas.
¡Joder! ¡Sangre! Toso y escupo sangre. ¡Qué miedo! ¡Ya sé
que me moriré! Pero eso lo deja aún más en claro. ¿Por qué
no puedo morirme y ya? ¿Parar de sufrir?
Veo todo blanco. ¿Será el color de la muerte?
-Aloin-siento que me llama la voz de mi madre.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
306
En la blancura veo su rostro blanco y su pelo rubio y largo
flotando al viento.
-Mamá-siento que digo.
Ella me llama y me habla. Me dice que no sufra más. Algún
día volveremos a vernos, no será ni hoy ni mañana ni
cuando el Evertsen vuelva a casa. No será cuando mis
hermanos sostengan su mano y le digan las mismas cosas
que ella me dice ahora, cuando ella esté viejita y su tiempo
se acabe.
Pero si ella está viva, ¿cómo puede llamarme? ¿Cómo
puede hablarme si yo muero?
Es una tarde de verano. Soy sólo un niño de cinco años.
Estamos solos en el jardín con el perro, mis hermanos están
en un campamento y papá está trabajando. Persigo a mi
perro y me caigo. Rompo a llorar, duele mucho.
Duele mucho, pero no como estos tres balazos me duelen
ahora.
-Aloin, ¿qué haces?-me dice ella recogiéndome
amorosamente del suelo.
-Jugaba a los soldados-digo en mi media lengua, llorando.
-¿Y el perro es un enemigo?-pregunta ella.
-Sí-enfatizo yo-. Y tengo que perseguirlo…-digo yo.
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307
-Mira, se ha rendido-me dice ella.
Se ha rendido, sí. Pero no todos los enemigos se rinden, eso
lo he aprendido ahora, recién.
Ella me sienta en la banqueta cerca de ella y me revisa la
rodilla. Me la limpia y me la parcha como tantas veces ya
lo ha hecho.
-¿Qué lees?-pregunto mirando su tremendo libraco.
Ella va a contestarme que lee El Señor de los Anillos, de
Tolkien, su favorito. Pero yo tomo inquietamente el libro y
me pongo a correr las páginas.
-¿Qué es esto?-pregunto señalando un poema escrito en un
idioma que no conozco. Con suerte conozco un poquito de
holandés escrito.
Ella va a contestarme, pero un tirón en la rodilla me saca
nuevas lágrimas con renovado ímpetu.
Y sigo llorando hasta ahora, cuando mis días se acaban.
Pero ya no lloro sólo por el dolor.
Miro que el rostro de mamá de nuevo me mira, sus cabellos
flotan al viento y sus labios se curvan en una sonrisa.
Comienza a cantar.
Ai! Laurië lantar lassi súrinen!
Yéni únótime ve ramar aldaron,
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Yéni ve linte yuldar vánier
Mi oromardi lisse-miruvórea.
Su voz me calma, mis lágrimas se secan. La miro como un
niño pequeño, tal cual la miraba aquella vez. Ya el dolor va
desapareciendo, mi percepción del medio va
desapareciendo. Caigo en la calma. Las palabras se gastan
en el poema vuelto canción y entiendo que si caigo, ¿qué es
la vida? Nada, ya no es nada.
Ya no me preocupa ni la vida ni la muerte, he caído. ¿Qué
más da? Llega a la última estrofa, sí, quizá yo encuentre
Valimar… ojalá… Adiós, mamá… adiós a todos. Y ella me
contesta cantando, se despide de mí… no lo hubiese sabido
aquella vez.
Namárië! Nai hiruvalye Valimar.
Nai elye hiruwa. Namárië!
Un hombre se detuvo al lado del recién fallecido Aloin. Era
el capitán Rackham. Miró al jovencito. Se agachó y le cerró
los ojos. Hizo el símbolo de la cruz con las manos. Cuando
se incorporó vio llegar por la borda a alguien muy conocido
para él y no precisamente por lo bueno: el Contramaestre
Sheefnek.
-Así que el muy desgraciado sigue vivo…-bramó
preparándose para hacer puntería.
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309
Uno de sus hombres se le acercó en el fragor de la batalla
junto a Sheila Zeeman.
-¿Y qué hacemos, capitán?-preguntó el pirata.
-Pagarle con la misma moneda. Ordena a los tuyos ir a la
borda y bajar hasta los hombres de Sheefnek que siguen en
el interior del barco-dijo Rackham mirando a su subalterno.
-Sí, capitán-dijo el fiero hombre y se encaminó a los suyos.
Rackham apuntó a Sheefnek sin percatarse que Sheila
seguía así. Cuando iba a hacer fuego la mujer le bajó el
arma.
-A este me lo arreglo yo-le dijo la mujer y él, como buen
caballero que era, no pudo estar más de acuerdo.
Y la mujer echó a andar…
Así que el descoronado será rey, ¿ah? Yo no estaría tan de
acuerdo, Sheefnek. Digamos que no es tan fácil como crees.
¿Pensabas que nadie te saldría al paso? Recuerda las cosas
por las que me hiciste pasar. Sí… todavía guardo rencor y
me aseguraré que aquel que se ha tomado un poder que no
le pertenece, jamás acceda por completo ni por ley a ese
poder. No me importa si has de quedarte en el pasado para
la eternidad como nuestro hijo que te encargaste de matar,
de hecho te lo mereces. O si cuando regresemos tu cuerpo
parece petróleo en el fondo del mar. No me interesa lo que
te suceda… no, eso es mentira: claro que me interesa. Me
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
310
interesa que lo que te suceda sea lo peor que le pudiese
ocurrir a cualquiera: ¡te lo mereces! Y me encargaré de ser
la que dé la nota alta.
Así que me miras con tu cara de sabértelas todas para
seguir en tu papel de ¿almirante? Pero a mí no me engañas.
Podrás estar todo lo campechano que quieras, pero tu
mirada te delata: tienes el mirar de los cobardes, que buscan
asustados todos los rincones para encontrar aunque sea un
agujero de ratones para esconderse.
Alzo el arma. Me miras. Podría matarte ahora, pero no:
quiero que sufras, quiero estar cara a cara contigo y
escupirte todo lo que siento, que sufras todo lo que me
hiciste pasar alguna vez.
Corres. Juegas al gato y al ratón. Quieres esconderte y
disparar sin ser visto: eres un cobarde, ¿sabías? Veamos…
juguemos a ver quién mata a quién. Pero te puedo asegurar
que el descoronado no será rey.
Mientras Sheila caminaba hacia Sheefnek cargando su arma
y se recitaba a sí misma todo lo que le diría a su ex amante
y todo lo que pensaba de él, la mitad de los hombres del
Tresaure que seguían vivos sobre cubierta se deslizaron
fuera de ésta.
Los leales a Sheefnek que estaban en las sub cubiertas no
tuvieron idea de nada de eso.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
311
Silenciosos como gatos los hombres del Contramaestre del
Tresaure bajaron hasta los balcones y las ventanas de las
sub cubiertas del navío holandés con ayuda de las cuerdas
que siempre llevaban consigo. Forzaron las ventanas y
entraron en los camarotes. Luego forzaron las puertas y
salieron al pasillo principal hasta subir a la altura de la
escalerilla que llevaba a la cubierta principal.
Silenciosos y cautos como eran se acercaron lo más que
pudieron hasta los leales que continuaban disparando
absortos y seguros desde la abertura. Las dagas cortas y los
cuchillos fulguraron. Los fríos metales se ubicaron en los
cuellos de los holandeses y con un corte profundo a la
orden del contramaestre salieron empapados de sangre.
Los hombres leales Sheefnek cayeron uno a uno, sin
embargo ninguno gritó. La sorpresa no les dio ni para eso.
En un minuto disparaban y al otro caían sin consciencia
para no recobrarla nunca más.
Los pesados cadáveres retumbaron en el suelo y algunos de
los leales lo notaron. Eran los que estaban adelante y
alcanzaron a reaccionar. Algunos dispararon, pero la corta
distancia les causó problemas para apuntar. Entonces se
enzarzaron en una lucha de combos y culatazos hasta que
los piratas los ensartaron uno a uno.
De aquellos leales hombres no queda sino el recuerdo el día
de hoy: ninguno sobrevivió.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
312
Sheefnek alcanzó a ver la masacre a sus hombres, iba
huyendo de Sheila cuando acertó a pasar por la escalerilla
principal y no pudo hacer nada por ayudar a sus hombres.
Vio cómo caían uno a uno y cómo los piratas gritaban
sórdidos y guturales. Cómo los filibusteros avanzaban más
y más hasta estar a casi un paso de distancia de él.
Entonces entendió que ya nada podía hacer. Justo a tiempo
para que los piratas no le viesen, salió corriendo disparado
hasta la barandilla más cercana. Con el impulsó con suerte
alcanzó a aferrarse. Miró el mar de tonos turquesa y azules.
Tragó hondo. Sintió cómo lo observaban. Detrás suyo
corrían Rackham y Sheila con las armas en alto, listos para
disparar. Se subió a la barandilla. No, ya no había
esperanzas para él.
Respiró hondo. La única causa perdida es la que se
abandona y él estaba abandonado su causa… pero, de todos
modos, si se quedara, ¿no tardaría en venir la muerte? El
último es el día por el que vale la pena vivir… sí… aquel
había sido un día bárbaro. Si caía, ¿qué era la vida?
¿Cuántos no habían muerto ya? La vida no era nada. Y era
obvio… el descoronado jamás sería rey: sólo sería un
impostor.
Saltó y sintió un disparo resonar. Cayó al agua e impactó
como una bala de cañón en ella. Perdió la consciencia. No
supo más.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
313
-No dispares, ya se habrá desgreñado con los arrecifes-le
dijo Rackham a Sheila, bajando el arma disparada de ésta.
Leales, amotinados y piratas, todos se fueron a babor a
mirar el charco creciente en el agua. Entre los leales cundió
el pánico: ya no tenían líder. Uno a uno tiraron sus armas al
suelo, las cuales fueron tomadas por los amotinados y los
piratas. Se descolgaron dos botes salvavidas, que en eso
caían todos los leales que quedaban vivos, y se los obligó a
salir del navío sin nada.
-¿Y las provisiones?-preguntó Rackham cuando subió el
último.
-No es un marroning común: ellos pueden elegir su rumbo
y salvarse, tienen los botes-dijo Liselot apareciendo tras él
y convenciéndolo.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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Capítulo 16: “Alguien Que Solía Conocer”.
Nota de Autora:
Ahoi a todo el mundo, disculpen la tardanza en subir
capítulo, pero he estado un poquito ocupada estos cuatro
días actualizando los dos fanfics que estoy escribiendo:
“Foruldum” y “Más Allá de los Sueños”, en los que venía
debiendo el capítulo desde principios de mes y ya me
estaban matando.
Bueno, ya he dejado contentos a mis lectores de
Fanfiction.net y puedo ponerme a tipiar el capítulo dieciséis
de La Leyenda del Holandés Errante. Si no actualizo
pronto, se debe a los siguientes motivos: me estoy
terminando de leer La Comunidad del Anillo, estoy
actualizando los fanfics o me he puesto a ver películas, lo
cual es algo muy probable tratándose de mí…
La canción para este capítulo es “Somebody I Used to
Know” del australiano Goyte.
Capítulo dedicado a dromedario81 por regalarme el primer
comentario que he recibido en varios meses. Añado mis
respetos a los Tuareg y a quienes padecen esquizofrenia.
Aquella mañana abrió los ojos con el sol en la cara. En un
inicio desesperó. No sabía en qué parte estaba, sólo
entendía que la luminiscencia del astro rey se colaba por
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
315
entre la suave y gastada tela de una carpa en la que estaba.
Se preguntó qué hacía ella en esa carpa de tonos ocres y
con ornamentos tan bellos, como los que aparecían en las
teleseries que retrataban el Oriente Medio.
La mente se le aclaró. Recordó haber sido llevada a rastras
ante el líder del grupo de nativos en el que estaba
prisionera. El anciano la miró de arriba abajo, eso recordó.
Recordó la mirada conocedora y a la vez asustada que el
hombre no había podido disimular. Recordó las frases que
intercambió con la pareja, frases que no había podido
entender y la mirada preocupada que le dirigía a cada
fonema.
Sintió de pronto el viento llegarle de golpe al rostro y
entumecerla pese a estar con el cuerpo cubierto por la
colcha de lana. El polvo intentó colársele por los ojos y
estornudó.
Sintió que la voz de la mujer de la noche anterior le hablaba
con dureza, firmeza, casi rabia. No entendió nada de lo que
le dijo, pero ¿qué importaba? Aunque le entendiese, no
podría descifrar su significado.
El frío le caló los huesos, poco acostumbrada como estaba
al viento de aquellas zonas desérticas. Se arrebujó con la
tapa aún más. La mujer avanzó hasta ella y se la arrancó
con violencia. Le gritó algo más.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
316
Ivanna entendió que probablemente se refería a que debía
levantarse. Así lo hizo. La mujer le colocó un lienzo de
tono azul en las muñecas y se lo ató con saña hasta hacerle
doler. Sintió cómo la sangre se le agolpaba en las muñecas
y las manos se le helaban.
La mujer le colocó la mano izquierda a la altura de los
omóplatos y con la derecha le retuvo de la amarra que antes
le había puesto. La empujó y la hizo caminar, sacándole de
la tienda. Al salir, el viento la recibió en la cara y los
múltiples fragmentos de los rayos del sol la cegaron por
unos instantes, en los cuales su carcelera no tuvo piedad y
la hizo caminar a los tropezones.
Recién despuntaba la mañana y hacía un frío horrible.
Varias mujeres se afanaban en encender una fogata a la
mitad del campamento. Algunos muchachos y muchachas
vertían hojas de té en agua fría dentro de unos odres,
botellas y tarros metálicos de color negro. Los hombres
fueron en grupo a ordeñar las vacas y las camellas para
poder tener leche caliente a esas horas de la mañana. El día
despuntaba entre los Tuareg. Algunas mujeres ya volvían
montadas en asnos tras ir a buscar agua a los pozos.
Cuando el fuego estuvo listo todos comenzaron a acercarse
más para así mitigar el frío, cubiertos con gruesos
charlones. La mujer llevó a Ivanna hasta el tumulto y la
sentó sobre un atado de bolsos, dejándola a cargo del
hombre de la noche anterior.
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317
El viento helado hizo tiritar a Ivanna. Llevaba ropa de
verano: una camiseta azul de tirantes, shorts verdes y
zapatillas. El hombre la miraba, pero no decía nada. Las
mujeres pusieron a calentar sobre unos trípodes el té, el
cual estuvo muy pronto listo para ser servido.
El hombre fue a por dos. Dejó ambos tarros en el suelo, dijo
algo frotándose los brazos por el frío y la desató. Le puso
entre las manos un tarro de estaño que llevaba una insignia
grabada a un lado. East India Trading Company rezaba el
logo grabado.
Ivanna pensó. Recordaba haber oído hablar de esa
Compañía. Bueno, el nombre era en inglés. ¡Ah! Esa había
sido una compañía de comercio en Inglaterra. Eso
significaba, que la tribu con la que estaba tenía tratados
comerciales con los ingleses y que tenían que saber hablar
inglés para poder entenderse con los británicos. Quizás si
les hablaba en inglés y se daba entender que no iba a
atacarles, podrían ayudarla y dejarla ir. Lo malo es que
nunca había sido muy ducha con los idiomas, inglés
incluido.
Con esas ideas se bebió su té y luego, tímidamente, hizo
acopio de todo su valor para decir:
-May I talk to the leader?-.
El varón se mostró confundido, así lo demostró su cara. La
mujer al volver le preguntó qué le pasaba y él atinó sólo a
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
318
decir que la muchacha hablaba de una forma muy parecida
a esos tipos esclavizantes con los que hacían negocios. La
mujer le dirigió una mirada enardecida a la chica, quién
sólo atinó a repetir su pregunta en un inglés no muy fluido.
La mujer optó por llevarla donde el líder, no porque
entendiese lo que decía, sino que porque él era el único de
los presentes que entendía esas lenguas extrañas de los
forasteros que les recibían mercancías en el mar.
Dejó el recipiente en el suelo arenoso, ató a Ivanna de
nueva cuenta con el paño azul y la llevó hasta el líder.
La mañana del 10 de agosto de 2008 Aliet vio el amanecer.
Sentada en la banqueta a la cabecera de la cama de Sophie
no pudo evitar dirigir sus pensamientos a Ivanna. Por
supuesto que ella no sabía que su hija estaba despertando
técnicamente a la misma hora en mitad del Sahara en un
campamento Tuareg y que intentaba hacerse entender con
ellos.
¿Dónde estaría Ivanna? ¿Habría perdido la razón al igual
que Sophie? ¿Cómo estaría? ¿Tendría para comer? ¿Estaría
buscando la forma de regresar? ¿Estaría viva? Su alma de
madre le hacía plantearse todas esas preguntas sin respuesta
y rogar desesperada e impotentemente que su hija estuviese
bien, poder volver a verla, a abrazarla, decirle que no
importaba ya que fuesen una familia de tres y no cinco.
Se puso de pie para abrir la cortina y poder apreciar mejor
la salida del sol. Los pájaros cantaban sin cesar y la
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
319
habitación estaba más luminosa, ese era el único indicio del
amanecer. Abrió la cortina y todo se volvió más claro.
Regresó a la banqueta y desde ahí observó el despunte de
los primeros rayos del sol.
El destello áureo bañó con sus tonos de oro todo
Ámsterdam y la habitación de Ivanna y Sophie Van der
Decken.
Sophie se removió inquieta en la cama y curvó de su lado
derecho. Arrugó el rostro y abrió los ojos.
Abrió los ojos a todo lo que le dieron y gimió
completamente asustada. Lanzó un chillido angustiado y
aterrado. Corrió hacia la ventana.
-¡No! ¡Es de día, de día!-gritó afirmándose de la baranda-.
No… ya se ha ido, ¡se ha ido!... Se fue anoche… No, ¡día,
ayúdame a detenerlo!-rogó y de la nada, su rostro se
ensombreció, revelando una personalidad pérfida-. ¡No! El
día no hizo nada ayer para evitarlo, quería acabarse y se
acabó. ¡Día testarudo! ¡Vete!-gritó con frenesí, como si
estuviese discutiendo con su peor enemigo-. ¡No quiero
verte! ¡Me haces ver todo lo que perdí y no me ayudaste a
retener! ¡Día egoísta! ¡Tú les puedes ver! ¡Ahora están
lejos! ¿Por qué no te tardaste? Así se hubiesen ido después
y yo hubiese podido detenerles. Pero no, como yo no brillo
como tú, no me ayudas. ¡Arrogante! ¡Arrogante! ¡Vete! Ya
no te quiero más por aquí, tu luz no me hace ver lo que yo
quiero ver.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
320
Enmudecida, consternada y conmovida hasta lo más
profundo de su alma, Aliet se puso de pie. Ahora Sophie
lloraba como una niña pequeña con pataleta y lanzaba
puñetazos contra el aire, gritándole al día que se fuese, que
se acabase, que ya no le servía, que no quería que le causara
más envidias.
Caminó hasta su hija. A veces no sabía qué hubiese sido
mejor: dejarle ir junto a Ivanna y que se perdiesen en un
destino incierto al otro lado del mundo, o haberle rescatado
de ese camino para hacerle caer en la locura. Fuere como
fuere no podía protegerla… no, ya no podía protegerla.
Protegerla hubiese sido evitar su locura.
Se paró detrás de Sophie, quien no paraba de llorar. Le tocó
el hombro. Su expresión era amable y compungida, casi
culpable, pero los ojos de Sophie no lo vieron así. Para la
muchacha, la mirada de su madre estaba cargada de odio.
Sus cabellos volaban con un viento frío. Estaba pálida y
emanaba un aura de poder y crueldad. Alrededor de ambas
todo se veía borroso y grisáceo.
La chica retrocedió espantada, meneando la cabeza en un
gesto de constante negativa. Su madre la asió de los
hombros con ambas manos. Para Sophie, Aliet sacaba de
una capa negra los huesos descarnados y sin piel que ahora
eran sus brazos. Eran fuertes, muy fuertes, no podía
separarse de ellos. De pronto, para su percepción, su madre
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321
se comenzó a volver una calavera de aspecto aterrante y
que intentaba cogerla de todas las formas posibles.
Retrocedió asustadísima hasta que chocó contra la pared y
la ventana. Miró del otro lado del vidrio y sólo vio un vacío
muchísimo más profundo que la distancia que le separaba
de la primera planta en realidad. Y desde atrás de su
espalda y a sus pies la envolvía un vacío negro como la
noche sin estrellas ni luna.
-Hija, ven a mí, no te alejes-le susurró Aliet.
La chica meneó la cabeza completamente aterrada. La voz
de su madre era vacía y sin vida; grave y descarnada,
preñada de odio y crueldad.
-¡No me lleves!-chilló despavorida y pataleó y batió los
brazos para zafarse-. ¡No quiero morir! ¡No me lleves! ¡Me
llevarás al infierno! No, una eternidad de sufrimientos por
dejarle ir sería demasiado. Estoy arrepentida, me siento
culpable, ¡culpable! Mamá, déjame en paz, ¡vete! ¡Vete!
Anda a descansar, te pido perdón, pero no me lleves al
infierno que ya cargo con mi culpa-gritó para largarse a
llorar amargamente.
Aliet no lo pudo soportar más y la abrazó con toda su alma.
Ese fue el éxtasis de la desesperación de Sophie, quien
viéndose atada a un castigo demoníaco por su propia madre
que era un espíritu del mal ahora, se quedó completamente
quieta, jadeando.
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322
-Vete, por favor-rogó llorando.
-¡Cállate, Sophie!-le dijo su madre-. Tienes que descansar,
yo te voy a curar, yo te voy a ayudar y seremos felices
como antes-dijo entre lágrimas.
Sophie no atinó a contestar, eso sonaba demasiado
sarcástico para ella, que antes había sido la chica de humor
más negro que Aliet hubiese podido imaginar. Era
demasiado irónico, era una condena demasiado cruel para
ella. Ya no le quedaban fuerzas para rebelarse a tan pérfido
juicio y prefirió nadar dentro de los mares de su palacio
interior.
Aliet la transportó hasta su cama, completamente
sorprendida por su cambio de humor: había pasado de ser
extrovertida y gritar y desesperar a estar en un estado de
introspección y calma. Eso no quería decir que fuese una
sorpresa grata, como erudita del área que era, tenía
conocimiento de las variables de la esquizofrenia y
entendió que la enfermedad no hacía sino comenzar para
crecer cada día más y más y pasear de una modalidad a otra
para volverse inatrapable e inalcanzable de curar.
Aliet, conmovida y enternecida con su hija a más no poder,
la arropó con calma y dulzura y comenzó a acariciarle la
cabeza y a juguetear con los cabellos rubios y sedosos entre
sus dedos.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
323
Los minutos que siguieron fueron una completa tortura para
la pobre Sophie. Veía cómo su madre, un espectro horrible
y poderoso para sus ojos la acariciaba, la tocaba y todo eso
sin que ella lo pudiese evitar. Sentía en esos dedos
descarnados la energía de la muerte y las miles de torturas
infernales. Sentía cómo cada fibra de su ser, como cada
cabello de su cabeza y cada célula de su cuerpo absorbía
esa pócima de maldad. Percibía cómo se volvería un
espectro cruel, demoníaco y torturador para con la gente si
continuaba absorbiendo esa dosis de maldad. Pero ya no
había nada que pudiese hacer para evitarlo, ya no podía
hacer nada por resistir. Eso es lo más malo del mal: es
terriblemente poderoso y las gentes no pueden hacer nada
por resistírsele, ya sea porque conquistó sus almas con
dulces y zalameros ofrecimientos o porque la conquistó con
las armas de la más pérfida crueldad. Así lo veía ella.
La mujer se apersonó ante la carpa del líder de la caravana
de los Tuareg, se coló dentro y tras saludarle
respetuosamente y decirle unas palabras en la lengua targuí
se retiró, dejando a Ivanna dentro maniatada y a solas con
el anciano.
Él se sentó en un montón de cojines, la muchacha
permaneció de pie y cuando ya estuvo cómodo para oírle le
indicó con un gesto que comenzase a hablar.
Al ver el gesto, Ivanna Van der Decken sintió una oleada de
nervios por primera vez en sus trece años de vida. Tomó
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
324
aire y dejó que las palabras en inglés fluyeran en su boca,
deseando que en ningún momento de la plática le sucediese
la difícil y penosa situación de no saber cómo decir algo.
-Hola, mi nombre es Ivanna Van der Decken, tengo trece
años y soy de Holanda-se presentó más por romper el hielo
que por cualquier otra cosa.
El hombre se acomodó el turbante que sólo permitía verle
los ojos y se dirigió a ella:
-¿Dónde queda Holanda?-preguntó en un inglés con acento
y poco fluido.
Ella tomó aire, sintiendo que aquella conversación sería una
tortura si ninguno de los dos interlocutores conocía bien la
lengua en la que intentaban comunicarse.
-Cerca de Inglaterra-contestó a sabiendas de que el hombre
sí sabría más o menos de dónde le estaba hablando.
De inmediato sintió deseos de darse una bofetada mental: el
líder de la caravana se mostró bastante molesto cuando ella
mencionó la palabra Inglaterra. Si no fuesen tan buenos
comerciantes los ingleses, no dudaría en cortar todo vínculo
con esos tiranos.
-Pero no vengo de parte de ellos, no se preocupe. ¿Sabe
usted que mi situación es de veras complicada?-preguntó en
un desesperado intento de calmar los ánimos. El hombre
demostró interés por lo que ella decía y sintiéndose un poco
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
325
más satisfecha continuó, sin saber cómo explicaría los
detalles mágicos de su historia-. Mi papá es navegante y
soldado, como era tan bueno en su trabajo decidieron
dejarlo a cargo de un barco y al día siguiente de que lo
premiaron tuvo que partir a un lugar muy peligroso. Mi
hermana mayor quería ir a ese lugar en una misión de paz y
se metió en el barco a escondidas de mi padre-dijo y tomó
aire para lo que vendría luego.
El líder de la caravana Tuareg la miró con cara de
aburrimiento y de no entender cuál era el problema tan
grande al cual se refería la extraña muchachita que tenía en
frente. Ivanna lo notó y se aprestó a continuar.
-Pero el barco era muy tecnológico y la tecnología que tenía
no la habían probado aún. Mi hermana sin querer activó esa
tecnología-hizo una pausa e hizo acopio de todo su valor
para relatar lo que vendría-. Señor, yo provengo de tres
siglos en el futuro-soltó con los ojos cerrados y deseando
terminar pronto de decir esa frase.
Está de más decir lo obvio: el líder de la caravana Tuareg
abrió los ojos como charolas y todo rastro del aburrimiento
que antes había evidenciado se disipó como polvo en el
viento. Saltó de los cojines como si estos hubiesen
comenzado de un momento a otro a arder en llamas.
Desenfundó la cimitarra y manteniendo la mirada y el arma
apuntadas hacia la muchacha holandesa dijo:
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326
-Esto debe ser obra del diablo…-confesó con pasión-. Y
como servidor de Alá y Mahoma debo acabar con esta
pérfida obra-dijo antes de lanzarse sobre la muchacha.
Por una fracción de segundos, Ivanna Van der Decken
deseó estar en Holanda y en el siglo XXI, tranquilamente
en clases y jamás haber visto en el Espejo de Grecia junto a
su hermana.
-¡Paz! ¡Paz! ¡Paz, señor! No vengo con mala intención,
vengo sólo a pedirle ayuda-gritó con los ojos cerrados sin
deseo alguno de ver si el hombre continuaba con
intenciones de atacarle.
-¿Pedir ayuda?-se mofó él-. ¿Crees que un servidor de Alá
y del Profeta le prestaría ayuda a una emisaria del mal? ¡Ni
lo sueñes! Por ahora me podrás decir que eres una pobre
niña indefensa, pero los emisarios del diablo toman las
formas más exquisitas para tentar a las almas más débiles…
¡Y yo no soy débil!-dijo para volver a apuntar el arma y
colocarla en el cuello de la desesperada muchacha.
-¡Paz, se lo suplico!-pidió desesperada pero sin soltar ni una
sola lágrima-. ¡Sólo vengo por ayuda! Le juro por Dios que
no le acarrearé a usted ni gozo ni desgracia-juró.
-¿Lo juras por Él?-preguntó-. ¿Por qué no por Alá?-
preguntó perspicaz.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
327
-Porque yo no creo en Alá, yo creo en Jehová-le dijo la
muchacha.
La honesta respuesta conmovió al anciano Tuareg y
enfundó el arma. Bien la muchacha podría haberle dicho
que lo juraba por Alá y zafarse de todo el enredo, pero
había sido honesta, algo que él valoraba por encima de
cualquier creencia. Sumado a eso estaba que ella era de una
religión hermana a la suya.
-Le escucho-dijo arrojándose a los cojines de nueva cuenta.
La muchacha suspiró aliviada y se dispuso a proseguir su
historia.
-Mi hermana mayor activó la tecnología que no había sido
probada y esa tecnología reaccionó enviando el barco con
tripulación y todo, trescientos años en el pasado. Eso
sucedió hace dos meses ya y nos enteramos de que habían
viajado trescientos años en el tiempo cuando mi hermana
gemela y yo vimos en un espejo de una adivina,
desesperadas por la desaparición de nuestro papá y nuestra
hermana. Eso fue hace dos días. Nos enteramos así también
de que nuestro padre había muerto y que nuestra hermana
corría peligro junto a la gente del barco. Entonces
conseguimos transportarnos al pasado para venir a
ayudarles. El problema es que mi mamá se enteró e
interrumpió el ritual, mi hermana quedó en el futuro y yo
viajé hasta caer aquí ayer-terminó su confesión.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
328
El hombre la sopesó con la mirada y, tras deliberar
mentalmente, le miró a los ojos:
-¿Qué pueden hacer los Tuareg por ti?-preguntó.
Ivanna no pudo evitar suspirar y dejar caer los hombros en
un gesto de relajación y tranquilidad.
-¿Hacia dónde van?-preguntó ella.
-La costa oeste del desierto-dijo él.
-¿A cuánto de viaje está?-preguntó ella.
-Tres meses, muchacha, pero aún no me has dicho qué
podemos hacer por ti-dijo.
-Déjenme viajar con ustedes, por favor. Necesito seguridad
y comida si pretendo salir con vida de aquí. Luego de que
lleguen a la costa no me verán más. A cambio, prometo
ayudarles a hacer negocios con los británicos al llegar a la
playa y ayudarles a ustedes en las tareas que me
encomienden-dijo y como un pantallazo le llegó el recuerdo
de su juramento y añadió:- Con las manos, no magia.
-Un placer hacer tratos con usted-dijo él, estrechándole la
mano y desatándola.
Ivanna Van der Decken sonrió complacida, por aliado no
tenía ni más ni menos que al líder de la caravana Tuareg
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
329
con la que estaba viviendo. Con semejante protección, nada
malo podría sucederle hasta llegar a la costa.
De más está decir que Aliet no tenía ni idea de que su hija
Ivanna había estado en ese mismo instante bajo peligro de
muerte, a riesgo de morir decapitada por uno de los
mismísimos Hombres Azules.
Cuando se cansó de acariciar la cabellera de Sophie, se
puso de pie y se sentó en la banqueta a observar con un ojo
más crítico a su hija.
Interiormente, Sophie sintió un alivio enorme cuando aquel
espectro dejó de infectar con su pérfida maldad su cabellera
y su mente, cuando se alejó de ella y dejó de tocarle. Sin
embargo su felicidad y calma hubiesen sido mayores y
completas si el mencionado espectro de su madre se
hubiese ido, si hubiese desaparecido de la habitación
dejándole en paz. Pero no, parecía que eso sería imposible:
allí estaba atormentándole de nueva cuenta, sentada de
pierna encima y sin quitarle la vista de encima. No podría
vivir en calma si no quitaba aquella bestia, aquel demonio
de su camino. Tendría que acabar con él a toda costa, sería
lo mejor para ella deshacerse del espíritu metamorfoseado
de su madre.
La nana caminó por el pasillo que conducía hasta la
habitación de las gemelas. Se sorprendió enormemente.
Hacía aproximadamente una hora que había amanecido y
hace un día Sophie había armado un alboroto feral a esa
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
330
misma hora. Sin embargo, aquella mañana entre sueños
había sentido un pequeño escándalo y luego de unos
minutos, absolutamente nada. El silencio inundó sus oídos.
Caminó y golpeó la puerta. Aliet dio su consentimiento y la
mujer ingresó en la habitación. Se sorprendió enormemente
de que todo estuviese completamente calmo y que, sin
embargo, la muchacha estuviese despierta.
Sophie estaba sentada sobre su cama y cubierta de las tapas.
La frazada evidenciaba por los bultitos que ambas piernas
estaban completamente extendidas. Estaba con la espalda
completamente derecha, pero separada varios centímetros
del respaldo de la cama. Las manos entrelazadas a diez
centímetros de altura de las piernas y los brazos extendidos
hacia adelante. Miraba fijamente al frente a la altura de la
televisora. Sus ojos vedados por la cortina de la demencia
reflejaban que estaba navegando sus mares interiores: en un
completo estado de introspección.
La nana intentó cubrir su pasmo para la niña, pero al darse
cuenta de que para la chica la sala parecía vacía de más
gente que ella misma, no dudó en expresárselo a la madre.
-¿Qué le sucede a la niña, señora Aliet?-preguntó en voz
baja.
-Es otro tipo de esquizofrenia. El paciente vive en un estado
de introspección y silencio. No habla, no come, no hace
nada. Si respirar fuese voluntario, no respirarían. No se
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
331
mueven. Su consciencia está activa, pero su aspecto físico
es terriblemente dañado por la enfermedad. En el caso de
Sophie ni siquiera es posible decir que su consciencia esté
activa, porque ya ves cómo razona ahora-le explicó Aliet a
la nana.
La mujer del servicio doméstico se limitó a asentir aún
medio pasmada, entre que asustada y sorprendida.
Aliet notó con tristeza cómo ya ni se cubría la boca. En
aquellos días habían cambiado tantas las cosas y todo había
sido culpa de su depresión y de la falta de atención que
había brindado a sus gemelas después de que se enterara de
la desaparición de Niek y Liselot. Si les hubiese puesto
atención, no hubiesen hecho el ritual para poder viajar al
pasado y estarían las tres juntas, sanas y bien… dentro de lo
posible.
-¿Qué quiere desayunar, señora?-preguntó la nana,
sacándola de sus cavilaciones.
-¿Yo? Lo de siempre. Para Sophie lo mismo, ¿podrías
traerle jurel?-preguntó.
-En seguida-contestó la mujer, preguntándose por qué jurel
a la hora del desayuno.
Se retiro tras hacer una genuflexión con la cabeza y Aliet
volvió a cerrarse en sí misma: como su hija lo hacía ahora.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
332
De más está decir que Ivanna se sentía feliz de la alianza
que estaba forjando, por pura buena suerte no conocía la
situación en que estaban ni su gemela ni su madre, sino
hubiese caído en la desesperación y no hubiese sido capaz
de reaccionar de buen modo a su confusa plática con el
líder.
Lo que sí sabía de cierto era que ahora que estaba desatada
tenía que salir, estaba en completa libertad de ir y venir por
entre el campamento Tuareg, tenía obligaciones al igual
que todos sus miembros, etc.
-Ve por tus cosas. El campamento se levantará y partiremos
dentro de una hora. Esta noche se te asignará una tienda
para dormir-la despidió el anciano.
Ivanna caminó a por sus cosas. La mujer le dirigió una
mirada extrañada al verla salir tan campante y sonriente de
la tienda de su líder, quien se limitó a indicarle con un gesto
que la muchacha era libre de ir y venir cuando quisiera, era
técnicamente una más.
De la nada, la gente comenzó a levantar las carpas y a
enrollaras, hasta volverlas un atado de tela duro y firme,
con algunos troncos en el centro, con los cuales luego
volverían a dar forma a su hogar. En unos sacos y telas
comenzaron a empacar las pocas pertenencias que tenían en
sus tiendas hasta que pronto no quedó rastro del
campamento. La temperatura ascendía rápidamente, así que
algunas personas se acercaron a apagar la fogata.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
333
Unos muchachos de no más de doce años fueron no muy
lejos, hasta el afarag o corral y liberaron las vacas, bueyes,
los camellos, cabras, ovejas y uno que otro caballo.
Entre todos se dispusieron a cargar a los animales e incluso
algunos pudieron subirse para andar el trecho del día
montados.
Ivanna observó extasiada los camellos, que eran los que
más abundaban. Todos ya iban cargados. Un grupo de
hombres adultos arreaba el resto del rebaño y las mujeres
cargaban la nimia cosecha que habían obtenido en esa seca
estación de lluvias. Todos abrigaban las esperanzas de que
al llegar más a la costa algunos de los suyos tuviesen una
buena plantación para poderse abastecer.
Los camellos llevaban sobre su joroba unas preciosas sillas
bordadas, sobre las cuales ya había un jinete en la mayoría
de los casos. Notó que estaban castrados y que llevaban la
nariz agujerada. Por los agujeros de la nariz pasaba una
cuerda de cuero, la rienda.
Algunos llevaban incluso dos personas y un buen
cargamento de cosas, tales como las rudimentarias tiendas,
odres de agua, pertenencias de los jinetes y demás.
Alrededor de Ivanna algunas personas ya comenzaban a
traspasarse los caballos. Se preguntó por qué hacían eso.
Bueno, es obvio también que ella no sabía que hasta doce
personas podían ser propietarias de un mismo caballo y
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
334
que, dependiendo de la cantidad de partes del animal que
les perteneciese, tenían que rotar el uso de éste en un mes o
tres. Varios habían hecho rotación al iniciar la temporada
de lluvias, hacía un mes, y ya tenían que despedirse de su
medio de transporte. Algo bastante injusto si se considera
que igual tenían que alimentarlo… Eran bienes escasos en
el árido desierto.
Las mujeres, en su mayoría, iban montadas en asnos. Los
más pobres del campamento, también. Aún así, la mayoría
de los mencionados animales iban cargados a más no poder,
cada uno llevaba palos, estacas, varios odres de agua y las
especias que pretendían comercializar al llegar a la costa.
Un hombre se acercó a Ivanna y le tocó el hombro, la chica
viró asustada. Él levantó los brazos, en un gesto de paz y le
señaló un camello que sostenía de las riendas, invitándola a
subir.
Ella agradeció con un genuflexión de la cabeza e intentó
subir, sin conseguirlo. Él la cogió de la mano y le ayudó a
impulsarse hasta que la tuvo sentada, completamente
segura, sobre la montura.
Él la guió de las riendas y su mirada le indicó a ella que le
estaba sonriendo. Anduvieron así hasta llegar a una extensa
fila de quizá doscientas personas. Y la caravana comenzó a
moverse lentamente al bamboleante, suave y seguro paso
de los camellos, asnos y caballos.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
335
Dejaban atrás el sitio donde ellos habían acampado desde
inicios de julio en busca de unas buenas lluvias y una buena
cosecha. El líder y su clan se aproximaron a la vanguardia y
guiaron la caravana a paso seguro. Llegaron a una
confusión de dunas, ya apartándose del claro y las
montañas de roca sólida en la cual había estado. El viento
sopló de este a oeste y la caravana viró según los canales
que formaba la arena, pese a estar mezclándose de un sitio a
otro.
Bordearon una duna pequeña y enfilaron por detrás de ella,
por la parte que ella pretendía cortarles. Siguieron así la
cordillera de dunas. Las ondas en la arena les eran
conocidas, indicaban la dirección en que había soplado el
viento y ellos, conocedores del clima y de los vientos de la
época del año en que vivían, sabían guiarse por ellas.
Las dunas del lado norte se volvieron más pequeñas hasta
desaparecer. Ni una montaña se veía. El sol golpeó
poderoso como siempre. Eran no más de las nueve de la
mañana y ya habría quizá veinticinco o treinta grados de
temperatura. La luz del astro rey perfiló las sombras de la
gente en la arena rojiza del flanco izquierdo. Las dunas y
las ondas de la arena se encargaban de deformar esa
imagen, entregándola difusa a quienes veían su reflejo. Así
lo entendió Ivanna y dejando de mirarse en la arena miró
hacia el frente, concentrándose en el camino y los nuevos
peligros que habría de enfrentar…
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
336
A esa misma hora, pero en la rada de New Providence,
Liselot Van der Decken se reponía de la batalla campal que
había vivido hacía tan sólo unos instantes. Tomó aire y se
observó las heridas. Ninguna era de gravedad, por fortuna.
Sus armas estaban gastadas y hubiese mentido
soberanamente si hubiese dicho que le quedaba aunque
fuese una bala sin usar. La verdad, se le había acabado hace
rato.
Alarmado por el ruido y por el desequilibrio que se había
producido en el navío con la caída de los botes salvavidas y
la retirada de los leales, Lowie Sheefnek subió con los
suyos a cubierta. Los piratas también subieron a la luz del
sol.
-¿Funcionó?-formuló la pregunta más absurda de su vida.
Jack Rackham le salió al encuentro.
-Aye, muchacho-le dijo palmeándole el hombro
amigablemente.
Detrás de Rackham apareció Liselot Van der Decken.
-¡Liss!-Lowie no pudo evitar la interjección al ver a su
mejor amiga en semejante estado.
La muchacha estaba cubierta de sangre y polvo. Había
permanecido con los piratas durante todo el motín, por eso
no se habían visto y él incluso la había dado por perdida.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
337
Corrió hasta ella y la apretó contra su cuerpo. Ambos
gimieron de dolor ante el contacto. Él, para distender el
ambiente, deshizo el abrazo y la miró a los ojos.
-¿Estás bien?-preguntó preocupado.
-Sí, lo estoy-contestó ella.
-No, no lo estás; estás herida-dijo él, jurándose matar al que
le hubiese dejado en esas condiciones.
-¿Qué me dices de ti, Lowie? Igual estás herido-dijo ella,
sintiéndose preocupada.
La verdad, es que el aspecto de Lowie era terrible: tenía
ambos flancos heridos, un brazo baleado, ardía en fiebre
por las heridas, estaba deshidratado y parecía a punto de
desmayarse. El frenesí de la batalla había pasado y con él,
la adrenalina se iba.
John Morrison subió la escalera a paso cansino. Lucía aún
peor que Lowie. A través de la rasgada camisa blanca se
perfilaba la espalda lacerada por el látigo. Ardía en fiebre,
su frente y sus mejillas rojas y la mirada perdida así lo
evidenciaban. Tenía los flancos heridos por cuchillos y un
par de balas que no sabía cómo no le habían hecho
desmayarse le habían perforado. El sudor le pegaba el
cabello a la cara. Pero eso no era lo más terrible: como un
collar se perfilaba en el borde inferior de su cuello una fina
herida de cuchillo. Estaba perdiendo mucha sangre.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
338
Lentamente llegó hasta Lowie, Liselot y Rackham.
Afirmándose los costados se detuvo resoplando. Liss se
cubrió la boca completamente alarmada y sorprendida.
Hasta ellos llegó Sheila junto a unos de sus hombres,
enfundando campechanamente el arma. De pronto, todos
los amotinados y los piratas estuvieron en cubierta.
Sin embargo esa era una batalla en la que no había ni
vencedores ni vencidos. No, quizá sí había vencidos y esos
no se dividían ni en amotinados ni piratas ni leales, en esa
afrenta todos eran vencidos.
A Liselot Van der Decken aquella le pareció la peor
masacre que jamás hubiese visto en su vida. Chorros de
sangre mojaban y se secaban en las barandillas, los
lanzatorpedos, los escudos, las antenas y los mástiles, el
piso, las escalerillas, todo. La mayoría de las cosas estaban
rotas a su alrededor. Las armas yacían en el suelo tiradas,
inutilizables. Había hendiduras por todos lados. Y lo más
terrible: los cadáveres de amotinados, leales y piratas se
esparcían por toda la cubierta y la muchacha estimó que
probablemente así sería a lo largo y ancho de todo el bajel.
Le entristeció enormemente ver cómo los sobrevivientes al
motín, piratas y amotinados, se paseaban de un lado a otro
con aire lúgubre por entre los cadáveres y se detenían al
lado de este o aquel intentando descifrar los rasgos ahora
irreconocibles tras la batalla para cerciorarse de que no era
alguien querido. Todos guardaban esa esperanza: de que
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
339
sus amigos estuviesen sanos y salvos en alguna parte del
navío. Sin embargo la ocultaban en lo más profundo de su
ser, la realidad era más fuerte: si no habían aparecido
charlando y moviéndose, habrían de estar muertos.
Le fue imposible describir luego cómo había evitado las
lágrimas que le produjo ver cómo algunos piratas y
tripulantes del Evertsen lloraban alrededor de varios
amigos. Les cerraban los ojos y hacían la señal de la cruz.
Hacían como si estuviesen durmiendo. Les hablaban como
si estuviesen vivos y sus palabras les fuesen a despertar.
Vio en el fondo a Linda Freeman llorar ante el cadáver de
un hombre que no era sino su hermano menor, muy querido
por ella y que había resultado ser leal a Sheefnek. Pese a la
falta de consciencia de él, ella continuaba queriéndole y le
rogaba que despertase.
Lodewijk se movió despacio. Las bajas de ambos bandos
eran enormes, pero el grupo que contaba con más muertes y
heridos graves era el de los amotinados. Se habían visto
reducidos a la quinta o sexta parte de lo que en un
comienzo habían sido.
Caminó a paso lento por una especie de camino que había
entre varios cadáveres. Todos o al menos la mayoría tenían
los ojos abiertos y eran de leales a Sheefnek. Miraba sin
ver. Liselot le siguió despacio, desde unos pasos por detrás
para asegurarse de que no le vería caer.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
340
De pronto un cadáver con los ojos cerrados llamó la
particularmente la atención de Lodewijk. Miró el rostro y
negó con la cabeza. No, no podía ser. No podía ser que una
persona tan inocente estuviese muerta. Se dejó caer de
rodillas ante el cuerpo. Liss corrió hacia él, pensando que
había perdido el equilibrio. Lowie tomó desesperado el
pulso de la persona en frente de él para no encontrarlo.
-Aloin-susurró-. ¡No!-exclamó en un murmullo apenas
perceptible.
Gritó como jamás había gritado en su vida. Era un grito de
rabia, de impotencia. Apretó los puños, los cuales se
erguían al cielo a la altura de los codos pegados al tronco.
Liselot se detuvo en seco y contempló conmovida y
asustada la escena. Por supuesto que reconoció a Aloin.
Por primera vez en su vida, Lodewijk Sheefnek se atrevió a
llorar en público y no en silencio como solía hacerlo a
solas, sino que a todo volumen. Lloró desconsolado, porque
aunque no quería reconocerlo, quería muchísimo a Aloin y
se había jurado a sí mismo protegerlo. No quería
reconocerlo, pero lo consideraba un gran amigo, un
compañero de correrías. En su tiempo no había querido
reconocer que su interés por él iba más allá de querer
manipularle para derrocar a Sheefnek. No había querido
reconocer que con su inocencia y su ternura, al igual que
Liselot, se había ganado su corazón.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
341
Había fracasado miserablemente en su intento por proteger
al muchachito dulce, ingenuo e inocente que era Aloin.
Liselot se acercó un poco más y puso su mano izquierda en
el hombro izquierdo de Lowie. Con la diestra hizo la señal
de la cruz con sumo respeto y tristeza. Lodewijk se quedó
así un rato: llorando a todo lo que da, con la mano derecha
aferrando la mano izquierda de Aloin y la surda afirmando
la mano de Liselot.
De pronto comenzó a susurrar una oración católica, lo
suficientemente audible como para que Liselot pudiese
escucharle pasmada. Desde que se volviese ateo hace unos
cinco años, Lowie había renegado todo tipo de cristianismo.
Le acompañó, rezando ella también.
Un aullido de pasmo corrió como reguero de pólvora por
toda la tripulación. Lowie y Liss voltearon sólo para toparse
con un desmayado John que estaba siendo transportado
escaleras abajo por dos hombres.
Eso fue demasiado para Lowie; las heridas, el motín, el
fragor de la batalla, descubrir a su amigo muerto y ahora
quedarse sin líder era más de lo que su cuerpo podía resistir
y sin quererlo, cayó en un sueño comatoso. Liss se lo quedó
mirando pasmada y sacando fuerzas de flaqueza ordenó a
dos más que pasaban por allí que lo llevasen escaleras
adentro y le atendiesen las heridas.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
342
¿Dónde estaba Sheila? Ahora que se le necesitaba, no
aparecía por ninguna parte. Caminó a tranco rápido, algo
raro en ella, hasta Rackham.
-No tenemos líder, la otra jefa de amotinados no sé dónde
está y necesitamos atender a los enfermos y sepultar los
muertos. ¿Crees que debería dar la orden?-le preguntó entre
que tímida y asustada.
-Da la orden, es hora que te prepares para ser su digna
capitana-le dijo él sonriéndole.
Sin esperar la respuesta de la pasmada muchacha, se subió
en la barandilla y vociferó ante el miedo de ella:
-¡Caballeros, déjense de lloriquear y escuchen a su jefa que
tiene algo que comunicar!-y añadió cuando todos se
hubieron volteado-. Gracias-e indicó con un gesto de la
mano a Liselot que era tiempo de hablar.
-¡Atención todos! Todo aquel que pueda tenerse en pie, de
un paso al frente-gritó, no muy segura de lo que hacía.
Tanto piratas como amotinados obedecieron al mandato y,
tras ponerse de pie, dieron un paso al frente.
-Uno, dos, tres…-por unos segundos lo único que se
escuchó fue el leve murmullo de la voz de Liss que los
contaba uno a uno atentamente.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
343
Cuando ya iban a volver a cuchichear entre ellos, ella
volvió a tomar la palabra. En total había veinticinco
hombres sanos en cubierta, contándolos a ella y a Rackham.
-Bien. Los dividiré en dos grupos. El primero de doce y el
otro de once. Los doce que están a la izquierda irán con
Jack a curar y cuidar de los enfermos. Los otros vendrán
conmigo y me ayudarán a preparar a los caídos para un
pequeño funeral y darles sepultura en el mar-indicó.
De inmediato el reducido grupo se dividió en dos y
siguieron a sus respectivos líderes.
No fue tarea sencilla para los hombres que fueron con
Rackham el hecho de ver tantas heridas que desarmaban
sus estómagos, ni tener que limpiarlas ni bajar fiebres ni
bajar heridos ni nada.
Al cabo de unas tres horas se habían organizado en turnos
bajo el mando del pirata británico para cuidar de las gentes
que estaban en las sub cubiertas.
A su vez, los hombres de Liselot descubrieron entre los
caídos a varios marineros desmayados y heridos, pero con
vida. De inmediato se los llevaron a Rackham, quien se
había atrincherado en el comedor para brindar el mayor
espacio posible a los enfermos y poder tenerlos juntos para
atenderlos.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
344
En el intertanto de ese rato, los hombres bajo el mando de
Liselot limpiaron las heridas de los caídos y los
adecentaron, sin importar al bando al que perteneciesen en
vida. Los limpiaron del polvo. Colgaron crucifijos a sus
cuellos y los envolvieron en sábanas blancas que
encontraron en el depósito del bajel.
Algunos bajaron a New Providence a conseguir flores y un
párroco. Adornaron el bajel con flores blancas y colocaron
los cuerpos en fila. La mayoría de los hombres saludables
bajo cubierta subió al funeral al cabo de cuatro horas.
Cantaron al inicio el Himno Patrio de Holanda, el Himno
de la Zeven Provinciën y el Himno de Inglaterra fue
entonado por Rackham y sus tripulantes para venerar a los
piratas caídos.
Se procedió a orar, pedir por la recepción de las almas en el
Paraíso, a entonar cánticos religiosos y a dedicar palabras a
los fallecidos.
Luego, dos hombres, uno del Evertsen y otro del Tresaure
se acercaron a la fila. Las sábanas estaban acomodadas de
tal modo que permitían ver los rostros. El primer caído era
un amotinado del Evertsen: Aloin. Liselot se acercó a la
borda y dedicó unas palabras al muchacho. Cuando
terminó, el párroco arrojó agua bendita al rostro del chico,
hizo la señal de la cruz en la frente y tapó la cara con la
sábana. Los dos hombres arrojaron el cadáver al agua, la
cual chapoteó suavemente. Luego venía un pirata del
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
345
Tresaure, la única variación fue que ahora Jack Rackham
fue quien habló a su tripulante, no Liselot. Así fue hasta
que concluyeron con el último.
Los asistentes, vestidos con las mejores galas que tenían de
uniforme, se repartieron las flores y comenzaron a
arrojarlas al mar. Los cuerpos flotaban, las flores le
seguían, se hundían y desaparecían, polvo en el viento eran.
Que el hombre recuerde que del polvo viene y al polvo
volverá.
Con ese pensamiento, Liselot Van der Decken regresó a su
camarote y se miró al espejo. Se encontró cambiada.
¿Quién era ella ahora? No se reconocía. Y la única
respuesta que encontró viable para darse a sí misma era que
ella era alguien que solía conocer… ya no lo era. Había
cambiado tanto que ya no se conocía a sí misma. Tenía mil
facetas, mil aristas que le tomarían muchísimo tiempo
reconocer, modelar y aceptar. Solía ser dulce, infantil,
alocada e inocente. Completamente reconocible y simple de
carácter. Ahora era toda una guerrera, una marinera digna
de la Zeven Provinciën que le había denegado un lugar en
su dotación. Era una líder nata que peleaba en un motín con
tal ferocidad que era imposible reconocer a la chica tierna
que solía ser. Ya no era de juegos, había madurado. Su
personalidad ya no era sencilla de entender y hasta su
aspecto lo revelaba.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
346
Algo similar sucedía con su hermana Ivanna a esa misma
hora, al mediodía. Con el campamento Tuareg se habían
detenido a almorzar. Pensaba quién era ella, era alguien que
solía conocer y era algo desesperante no reconocer la
personalidad que solía atribuirse con tanta naturalidad en sí
misma. Solía ser arrogante, irónica, burlesca y frívola.
Ahora sin embargo estaba viviendo austeramente, pasando
hambre y calor, viviendo con gente que no conocía y le
merecía respeto, implorando por su vida hacía tan sólo unas
horas. No se quejaba, no tenía cara para quejarse y eso era
lo que más la extrañaba. Se esforzaba por complacer a los
demás y eso la volvía irreconocible.
Aliet almorzaba a esas horas en el cuarto de sus gemelas y
se planteó la misma cuestión y llegó a la conclusión de que
era alguien que solía conocer. Lo más triste era ser una
psicóloga, cambiar y ser incapaz de reconocerse. Solía ser
ejecutiva, una buena madre, alegre y paciente, amable.
Ahora había pasado por todos los matices de la depresión y
la culpa hasta llegar a ser ahora alguien dependiente del
humor de su hija Sophie, triste y de un profundo
sentimiento de culpa por lo que había sucedido. Una
persona apagada.
Algo similar se podía aplicar a Sophie. Había pasado de ser
una chica alegre, bromista, dulce y de un fuerte humor
sarcástico y contagioso, a ser una muchacha apagada y que
vivía aterrorizada por los matices de su enfermedad que
había relegado su consciencia hasta donde ni ella misma la
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
347
veía. Su madre decía que no la conocía, que era alguien que
solía conocer.
Lo mismo se aplicaba a Niek, quien había pasado de ser el
activo Almirante del Evertsen a un cadáver en el fondo del
mar.
Cualquiera que hubiese visto al clan Van der Decken ahora
hubiese sonreído triste y hubiese dicho “Ellos son alguien
que yo solía conocer”.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
348
Capítulo 17: “La Leyenda del Holandés Errante”.
Nota de Autora:
Ahoi a todo el mundo. Estoy locamente feliz, en menos de
una hora de estar publicado, kpalomar ha comentado el
capítulo anterior, con una de las críticas más completas que
he recibido en el último tiempo (algo que no se da mucho
en esta página acostumbrada a reviews cortos como
telegramas). Desde ya, muchas gracias por comentar.
Bueno, hace dos capítulos ya venimos tomando el ritmo de
lo que será este libro y ahora, con este capítulo, ya
entramos de lleno en la historia. Ya lo sé, les debe parecer
un poco largo un prólogo de dieciséis capítulos y un
prólogo, es decir 190 páginas… pero era necesario.
¿Qué más puedo decir? Bueno, me terminé de leer La
Comunidad del Anillo (excelente libro, especialmente los
capítulos “El Puente de Khazad-dûm” y “La Disolución de
la Comunidad”). Mi mamá haciendo limpieza encontró
viejos cuadernos míos llenos de textos que pronto subiré y
partituras que creía perdidas.
La canción del capítulo es “La Leyenda del Holandés
Errante” de la banda Tierra Santa. En ese nombre está
basado el título de esta novela. Comprenderán que le viene
un piquito al capítulo, ¿eh? Sin más, a leer…
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
349
Liselot aspiró el aire salino en la barandilla. Era el
crepúsculo. Le pareció increíble cómo se había
acostumbrado a la vida en el mar y a descifrar los misterios
que éste escondía. Por la posición del sol le pareció que ya
estaba por anochecer.
Miró el océano y se entristeció de pensar que esa sería
ahora la morada de los caídos. No le importaba de qué
bando hubiesen sido, lo triste era que ellos jamás podrían
volver a la Holanda del siglo XXI.
Quiso entrever los cadáveres enfundados con sábanas en su
última cama, en su último descanso. De más está decir que
no pudo hacerlo.
Una sonrisa adornó el dulce rostro, no sonaba tan malo
tener como última morada el mar…
Concentrada como estaba en mirar el mar, no se percató del
sonido de botas chocando contra el piso metálico de la
cubierta.
-Milady-la llamó una voz masculina.
Liselot dio un pequeño respingo sintiéndose asustada y a la
vez sorprendida. En medio de su pasmo dio media vuelta y
miró a su interlocutor.
-Capitán Rackham, ¡me asustó!-saludó.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
350
-Mis disculpas, milady. Pero John reclama su presencia en
el camarote-le indicó.
-¿Ahora?-preguntó ella de mala gana, sintiendo cómo sus
deseos de quedarse ahí por horas mirando el mar se iban
por la borda cabeza abajo.
-Aye, ahora-dijo Rackham, preguntándose por qué una
pregunta tan absurda.
-Gracias-contestó ella sonriendo y echó a andar, dejando a
su interlocutor muy plantando al lado de la barandilla.
Le costó dar con el camarote que le habían asignado a John
a última hora; hasta la noche anterior él había tenido que
dormir en una celda y evidentemente esa ya no era su
habitación.
-¿Todavía no va, milady?-preguntó Rackham
sobresaltándola de nueva cuenta.
-No encuentro el camarote-confesó ella.
-Venga conmigo-le ofreció ella.
Mientras iban camino al comedor, Rackham iba poniéndola
al tanto de las condiciones en las que se encontraba el
enfermo. La noche anterior, luego del amago de motín, le
habían dado de latigazos y al estallar de nuevo la
insurrección, unos amotinados habían conseguido entrar de
nuevo en la celda y lo pudieron sacar. Cuando iban a
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
351
llevarlo a un camarote con el fin de curarlo, los
interceptaron unos hombres fieles a Sheefnek y en medio
de la balacera, John se había visto obligado a pelear. Luego,
en la confusión recibió balazos, estocadas y continuó
peleando hasta que cayó en cubierta.
A cada palabra del capitán inglés, Liselot ponía una cara de
dolor peor a la anterior, completamente conmocionada por
las malas condiciones en las que se encontraba John. Su
corazón puro y bondadoso la hacía negarse ante la idea de
que él fuese a morir.
Finalmente la tortura concluyó para la muchacha y Jack se
silenció. Caminaron el último trecho: bajar una escalera y
andar un pasillo lateral hasta cruzarse con un corredor
grande e ir hasta el fondo. Todo eso en completamente
silencio. Se detuvieron ante la puerta del comedor y el
único sonido que acalló el silencio fue el tintineo metálico
de las llaves de dicho cuarto.
Jack Rackham abrió la puerta y caballerosamente permitió
el paso de la chica. Entonces Liselot Van der Decken probó
y conoció una nueva forma de dolor, una tortura
completamente nueva para su sensible corazón. Se cubrió la
boca completamente sorprendida. Dos finitas lágrimas se
escurrieron de su rostro. Ahí yacía, en una cama justo al
frente suyo, John Morrison. Ella lo había visto en cubierta
sangrante, herido, afiebrado e inclusive desmayado. Y aquí
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
352
estaba igual, sólo que con el rostro pálido y la mirada
perdida.
¿Cuál era la diferencia que la había puesto tan mal? Él ya
no se movía y en la mente de Liselot Van der Decken el
movimiento era sinónimo de vida. No importaba si una
persona estaba enferma (o al menos no era tan terrible) si
esa persona se levantaba de la cama todos los días y hacía
su vida normal.
Pero aquí él yacía acostado, sudado, desangrándose sin que
nadie lo pudiese remediar y mirando al vacío, sin moverse,
esperando en una pasmosa quietud a las negras alas de la
muerte que no tardaría en cubrirle con su sórdido y temido
manto de brumas y olvido.
Jack cerró la puerta y apoyó su mano izquierda en la
espalda de Liselot y empujó suavemente a la muchacha
hacia adelante. Ella caminó pasmada y llorando sin poderlo
evitar.
Se arrodilló al lado de la cama del joven británico y le tomó
la mano. Con la otra mano le hizo una caricia en la frente,
secándole el sudor.
-No nos asustes así, John. Tú vas a vivir, tú te vas a
recuperar. Ahora tienes que descansar…-le dijo ella.
-Esto se acabó, Liselot. Sé que me voy a morir ahora y me
alegro de eso-confesó él esbozando un gesto de puro dolor.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
353
-¡Oh, pobre John! No debes pensar así, en morir no hay
ninguna alegría-dijo ella.
-La vida es un viaje y la muerte también lo es, pero de una
forma completamente distinta-dijo él.
-No, no es un viaje, es vegetar y tú mereces ser feliz,
sonreír, llenarte de vida-dijo ella.
-No pedí tu presencia aquí para que me dijeras lo que debo
pensar o hacer-dijo él, cortante.
Liselot se asustó por su tono de voz y cuando hubo
recuperado los estribos de su cabeza, se acercó de nuevo a
la cama.
-¿Entonces para qué me llamaste si no querías esperanzas?-
preguntó ella. La pregunta suena furiosa, pero en realidad
iba con genuina curiosidad.
-No confundas una cosa con la otra, por supuesto que hay
esperanza. De los cinco eres la única que está en
condiciones de ser capitana del Evertsen. Sheila ha
desaparecido, no se le ha visto por aquí-dijo él.
-Ni yo tampoco le he visto-contestó ella-. Espera, ¡¿dijiste
la capitanía?! Pero si tú eres el líder de los amotinados, tú
eres el que tiene que ser el capitán.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
354
-Ella ha desaparecido, Lodewijk está enfermo, Aloin ha
muerto y yo moriré, por eso no puedo ser capitán-dijo él
con su mejor cara de fastidio.
-¡Pero si no morirás!-gritó ella.
-Escucha-dijo él febrilmente-. Tienes que prometerme que
serás una buena capitana-ordenó él.
-No morirás-negó ella.
-¡Promételo!-exigió él y su mirada comenzó a perderse y
nublarse-. Promete que no permitirás que el esfuerzo de
anoche se pierda.
-No morirás-negó ella.
-¡Prométemelo!-pidió para luego tener un acceso de tos-.
Promete que mi muerte no será en vano-rogó con la voz
velada por la tos y los ojos muy abiertos.
Luego de eso le vino un nuevo acceso de tos. Y a medida
que el pecho subía y bajaba sibilante, la sangre comenzó a
emanar de la boca. Rackham y los médicos de a bordo del
Evertsen y el Tresaure se acercaron a apartar a Liselot y a
atender al muchacho.
Liselot permaneció impávida, en shock, mientras los
médicos atendían al muchacho. Se negó a prometer que
sería una buena capitana. Hacerlo era confirmar la muerte
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
355
del muchacho. De un segundo a otro Rackham cerró los
ojos de John e hizo la señal de la cruz en el aire.
Liselot meneó la cabeza sin poderlo creer.
-Oremos, caballeros, por esta alma que sea bien recibida en
el Paraíso-pidió el pirata.
Entonces Liselot comprendió todo y una punzada de culpa
le recorrió todo el cuerpo al no haber dado cumplimiento al
último deseo que John había formulado en vida. Se largó a
llorar. Se unió al ruedo de hombres que rezaban el Padre
Nuestro por la memoria del británico. Y mientras rezaba,
hablaba para sus adentros, como si estuviese conversando
con John:
-Te lo prometo, John, te lo prometo. Por favor discúlpame,
no era mi intención hacerte sentir mal. Te prometo que el
motín de anoche y tu muerte no serán en vano-.
Se quebró ante la mención de la muerte. No había nada en
el mundo a lo que Liselot Van der Decken le temiese más.
Lloró sin poderlo remediar.
-Tú has quedado a cargo, Liselot. Manda y obedeceremos-
dijo Rackham.
La muchacha lloraba sin poderse controlar. Había quedado
a cargo, lo que tanto había querido, pero el pobre de John lo
había perdido a todo. Quiso sentirse feliz de ser la capitana
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
356
del Evertsen, pero algo en lo más profundo de su interior le
impidió poder formular frase alguna.
En vista de eso, Jack tomó la palabra:
-Que alguien vaya a New Providence a buscar al párroco.
Busquen sábanas blancas que estén limpias, en su defecto
vayan a comprarlas. Arreglen de nuevo la cubierta. Limpien
a John y prepárenlo para su funeral-ordenó estoico aún ante
la mención de la palabra funeral.
Liselot se quedó clavada ahí como una tonta. Todos
comenzaron a moverse y a irse a cumplir con las órdenes
dadas por el Calicó. Miró a su derecha y recién ahí notó que
Lodewijk estaba en la cama continua a la de John.
El pecho subía y bajaba rítmicamente por debajo de las
sábanas. Caminó hasta allí sin saber si sentirse feliz o no.
Por un lado Lowie vivía, pero parecía estar tan muerto
como John.
Apartó esas ideas de su cabeza. Por supuesto que Lowie
viviría. Él al lado de John parecía estar completamente sano
y hasta ileso.
Se sentó a la cabecera de la cama y apartó unos cabellos de
la cara del joven.
-Tú vivirás, ¿verdad Lowie? Tú no puedes morir. No, no
vas a morir-dijo y se quedó en completo silencio
acariciando el rostro de su mejor amigo.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
357
Miró hacia todos lados y siguió mirando. Estaba en shock,
en medio de un mutismo. Era optimista, sabía que les iría
bien en eso. Pero… no quería pensar… no, no podía
pensar…
Ivanna bostezó cansada cuando vio que el sol pasaba de ser
una enorme moneda roja y anaranjada que tocaba el suelo a
una fina lámina que se fusionaba con el terreno árido.
Dejó escapar otro bostezo cuando todo vestigio del astro
rey desapareció y las áridas tierras del Sahara obtuvieron un
tinte rojizo mezclado con gris, cada vez más acercándose a
lo negro.
Sin embargo, pese a su enorme cansancio, la caravana ni
siquiera recaló en ello y todos siguieron andando tal cual no
hubiese sucedido absolutamente nada.
Los camellos eran animales sumamente resistentes que
podían andar varios kilómetros al día y todavía podían
andar más. Las gentes de la caravana estaban
acostumbradas a cubrir varios kilómetros diarios en sus
extenuantes marchas así que no se detendrían hasta que el
frío fuese insoportable y encontrasen un terreno para poder
montar el campamento, a menos que comenzaran a acechar
los animales salvajes.
El aullido de un zorro, lobo o algo parecido la sacó de sus
cavilaciones y la dejó helada de miedo. Hombres y mujeres
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
358
charlaban y llevaban sus armas listas para poderse
defender.
Otro aullido sirvió para alarmarla por completo y aterrarla
de una punta a otra de su ser. El hombre que llevaba las
riendas del dromedario le dirigió una mirada confiada y
tranquilizadora, le apoyó la mano izquierda en el hombro
derecho como diciéndole “Tranquila, nada te pasará si
estoy aquí”.
Siguieron andando. Un poco más lejos les alcanzó el siseo
de una serpiente a la que no pudieron ver y el piar de un
ave. El líder de la caravana se detuvo en seco. Comenzaba a
hacer un frío congelador en el desierto.
Ordenó encender la fogata, que los muchachos encerraran
con unas estacas a los animales y que se ordeñase las ovejas
y cabras.
Las gentes siguieron las órdenes y armaron sus tiendas.
Pronto todos estuvieron alrededor de la fogata bebiendo té
caliente y escuchando las historias del poeta y su secretario.
Poco después unas mujeres se pusieron a cantar. A medida
que la velada seguía algunos se iban retirando a descansar.
Sin siquiera proponérselo, Ivanna se quedó dormida y el
líder, al verla así, decidió que la llevasen hasta su tienda.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
359
La puerta del comedor del Evertsen se abrió dejando paso a
Jack Rackham.
-Milady, ya todo está listo-dijo sonriéndole a la muchacha.
Liselot se puso de pie. Dos hombres levantaron el cadáver
de John Morrison, el cual estaba ya debidamente
adecentado. Le envolvieron en una sábana blanca, la cual
torcieron de tal modo que el rostro del fallecido quedase al
descubierto y la tela quedase colgando a sus espaldas como
una capucha con la cual le cubrirían al finalizar el funeral.
Cuando estuvo listo, le llevaron en una camilla con ruedas
hasta el pasillo. Liselot dio una última caricia a la cabellera
de Lowie, quien seguía tan dormido como cuando ella
había ingresado en el cuarto y ni se inmutó cuando la joven
se puso de pie.
Jack Rackham le ofreció galantemente el brazo y los cinco
abandonaron el comedor.
En la cubierta principal del Evertsen la luna comenzaba a
fulgurar con sus tonos de plata en lo alto del cielo. Liselot
calculó que serían las once de la noche aproximadamente.
Afuera esperaba la mayor parte de los piratas del Tresaure y
de los amotinados del Evertsen. El mismo párroco que
había estado durante el día en el bajel holandés les esperaba
junto a una mesa adornada con un mantel blanco y con la
imagen de Jesucristo en la Cruz.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
360
La camilla se detuvo al frente del clérigo, dejando al
muchacho muerto a su merced. Liselot, Rackham y los dos
hombres retrocedieron unos pasos y se persignaron.
El clérigo comenzó la ceremonia con oraciones y cantos.
Algunas palabras también y pronto a todo eso sucedieron
unos versículos de la Biblia. Cuando estaban por terminar
dio la palabra a Liselot para que pudiese despedir a John en
nombre de su difunto padre que lo había salvado de la
muerte y de los amotinados.
Cuando eso estuvo listo. Se acercó con agua bendita, la cual
roció en el rostro del yaciente muchacho. Hizo la señal de
la cruz, cubrió el rostro con el resto de la sábana e indicó a
los dos hombres que habían empujado la camilla que se
acercasen. Ellos obedecieron y levantaron a John Morrison
en vilo. Se acercaron a la barandilla y lo arrojaron a las
aguas, las cuales chapotearon ruidosamente al impacto.
-¡Vuela alto, John!-se escuchó a Liselot gritar.
Pasaron unos segundos imperceptibles, de aquellos que
estorban.
-¡Vuela alto!-secundaron los hombres del Evertsen y del
Tresaure.
Todos se agolparon en la barandilla y arrojaron flores al
mar, inclusive el párroco, quien fue despedido de la nave
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
361
tan pronto fue posible devolverlo a tierra firme sin
entorpecer el funeral de John.
Cuando Liselot se decidió a retirarse hasta su camarote vio
entre la multitud la mirada acusatoria de Sheila. La miró
extrañada. Sheila la verdad estaba todavía en la frenética
personalidad que adoptaba para cada combate y no le
importaba discutir con nadie. Todavía estaba enardecida.
Sabía que nada le iba a afectar.
Corrió hasta Liselot y la encaró.
-Si crees que tú eres la indicada para hacerte cargo de la
capitanía, estás muy equivocada-le dijo.
-John me dejó a cargo, sé que podré hacer lo mejor por
ustedes-indicó con verdadera fe.
Sheila bufó descreída.
-Pues no tienes nada de experiencia, alguien con
experiencia es lo que necesitamos para poder salir adelante-
le replicó-. Y de los jefes de los amotinados soy la única
que tiene esa característica.
Liselot se detuvo dubitativa. Esa era la pura y santa verdad
y no la podía negar. Ella quería lo mejor para las gentes del
barco, no le importaba si eso significaba dejar su mayor
sueño de lado. Entendió que Sheila tenía la razón. Alzó la
cabeza sonriente. Era una sonrisa sincera y dulce.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
362
-Entonces lo mejor sería mañana convocar la Asamblea y
que ellos elijan a alguien. ¡De seguro serás la capitana!
Mañana nos reunimos para organizarla a la hora de
almuerzo, nos vemos-se despidió tan campante.
Esa reacción dejó muy plantada y quietecita a Sheila quien
rayaba entre los límites de lo descreído al ver que no le
rebatía y el hecho de sentirse burlada ante una frase así.
Conocía a Liselot, pero esas palabras de parte de una
contendora sonaban irremisiblemente a burla.
Rackham pasó por el lado suyo. Era obvio que había
escuchado la conversación que ella y Liselot habían
mantenido recién. Burlón enarcó una ceja y se tocó el
sombrero en señal de respeto. Ella bufó fastidiada, pero ya
no quería discutir más, porque empezaba a presentar los
primeros síntomas de la jaqueca infernal que le venía tras
sostener un alegato con alguien. Sin más se retiró a su
camarote.
A eso de las diez de la mañana, Liselot dormía
plácidamente hasta que un estruendo resonó a su alrededor
y de pronto sintió todo completamente mojado.
Arrugó el rostro y palpó inconscientemente, casi por
instinto, la sábana debajera de la cama. La sintió
completamente mojada. Sin abrir los ojos aún, se palpó las
ropas, las cuales encontró en el mismo estado. Abrió los
ojos de golpe.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
363
Frente a sus ojos estaba Naomie de pie, sonriente a más no
poder, como un niño que ha hecho una travesura que se
había propuesto cometer hace mucho tiempo. Y sostenía un
balde de casi cinco litros, el cual ya había vaciado su
contenido.
Liselot se sentó en la cama, la cual ya tenía descorridas la
sábana encimera y las tapas. Se apartó los cabellos mojados
del rostro y largó una risita. La verdad sea dicha, hasta a
ella le parecía graciosa la situación y como le encantaba
mojarse y todo lo que llevara agua, no se molestó. Eso
suplía el enojo que le producía ser sacada abruptamente de
sus sueños y más aún saber que no tenía qué ponerse pues
ese uniforme era la única ropa que tenía. Le causaba hasta
gracia el hecho de tener que andar mojada todo el día dando
vueltas por el barco. Un bostezo suyo la trajo a la realidad.
-Naomie, ¿por qué siempre me despiertas así?-preguntó con
una pequeña risilla.
-Es que no hay otra forma de despertarte y hacer que
conserves tu buen humor-le dijo la mujer sonriente.
En lugar de sentirse molesta por la broma, se largó a reír
nuevamente. Cuando estuvo calma otra vez, Naomie se
dispuso a hablar.
-Me enteré de que estás dispuesta a dejarle el cargo de
capitana a Sheila Zeeman-le dijo con un aire que fue
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
364
imposible de definir, rayaba casi en lo burlesco,
decepcionado y molesto.
-Así es-confesó Liselot sin siquiera inmutarse por el cambio
de actitud por parte de su compañera-. La tripulación
necesita ser capitaneada por alguien con experiencia y
liderazgo, y la única que reúne esas características es
Sheila. Estoy segura de que será una excelente capitana y
de que todos estaremos bien a cargo de ella-dijo.
-Hablas como si ella fuese la gran solución a todos los
problemas del Evertsen-bufó Naomie.
-Y lo es-dijo Liselot completamente convencida.
-¿Y qué queda de ti, Liselot Van der Decken?-preguntó
Naomie- ¿Qué queda de tu sueño de convertirte en capitana
de un barco alguna vez?
-Bueno, ella es mucho mejor que yo. Además, aquí lo
importante es que la gente esté bien. Ya veré cómo me las
arreglo para una vez ser capitana de un barco-dijo ella.
Naomie percibió el punto débil de dicha confesión y se
dispuso a darle como caja.
-¿Y acaso no te gustaría que ésta fuese aquella vez?-
preguntó.
-Me encantaría-confesó sonriente.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
365
-¿Y entonces?-preguntó Naomie.
-No, no, es que esta vez no es posible-dijo Liselot sin
perder su sonrisa.
Naomie se sobó la frente, consciente de que esa sería una
charla un tanto difícil de mantener. Pronto encontró el
argumento perfecto y sin evidenciar que ya tenía una
estratagema en mente, se dispuso a ponerlo en marcha.
-Yo creo que tú serías mucho mejor que ella-le confesó.
-Ella lleva casi doce años al servicio de la Marina y fue
líder del motín. Yo llevo sólo unos meses-dijo Liselot.
-Sin embargo, gracias a ti pudieron triunfar en el motín. Te
lo haré fácil, Liselot, ¿acaso tú crees que ella conoce los
secretos del siglo XVIII? Sólo piénsalo, tus conocimientos
son muy valiosos-le dijo.
-Podría ser su consejera…-musitó Liselot.
-Pero ella jamás tomaría en consideración tus opiniones al
respecto. La conoces, si la obstinación tuviese nombre,
sería Sheila Zeeman. Y si no te escucha, no podrías aplicar
lo que sabes y todos los planes de sobrevivir aquí, se irían
por la borda. La experiencia la hace el tiempo y tú en estos
meses ya eres una marinera hecha y derecha. Sólo piénsalo,
¿permitirás que lo que sabes quede en el olvido?-preguntó
Naomie.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
366
Liselot bajó la vista, como meditándolo. Aún así, esos
motivos que comenzaban a colarse en su consciencia no le
parecían del todo convincentes. Cuando iba a levantar la
mirada con el fin de replicar algo, descubrió que Naomie se
había vuelto polvo en el viento.
Iba a reclinarse en la cama para seguir durmiendo cuando
golpearon la puerta. Caminó y la abrió. Del otro lado del
dintel apareció Jack Rackham, quien la miró de arriba
abajo.
-¡Milady!-exclamó presuroso sin saber él mismo si era un
saludo o una interjección que no había podido evitar al
verla vestida y completamente mojada. Tardío inclinó la
cabeza para disimular su sorpresa.
-Capitán Rackham, ¿qué le trae por acá?-preguntó ella con
genuina sorpresa.
-Venía a avisarle, milady, que Lodewijk reclama su
presencia en el comedor-adujo el pirata inglés.
Liselot abrió los ojos sin poderlo evitar. Si Lodewijk
reclamaba su presencia en el comedor, quería decir que
estaba despierto, que había despertado, que estaba vivo,
¡que no había muerto!
Con esos felices descubrimientos salió de su camarote
corriendo, empujando al Calicó hacia el costado izquierdo
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
367
justo a tiempo, casi botándolo. Corrió con una alegre
sonrisa en el rostro hasta perderse en el pasillo.
-Milady…-musitó Jack enarcando una ceja y sin reponerse
de la sorpresa que le había causado la reacción de la chica.
Cerró por fuera el camarote de Liselot y se dispuso a
seguirla o en su defecto a ir hasta el comedor.
Liselot Van der Decken ingresó en el comedor con la
velocidad de un aerolito. Corrió hasta una de las camas que
estaban al frente de ella desde la cual su amigo la miraba
con la extrañeza pintada en el rostro.
-¡Lowie, Lowie, Lowie!-gritó alegremente mientras
extendía los brazos preparándose para darle a su amigo un
tremendo abrazo del oso.
No bien estuvo arrodillada al lado de la cama de Lowie, lo
apresó entre sus brazos estrechándolo con desmedida
fuerza.
-¡Auch, Liselot!-se quejó Lowie al sentir cómo los brazos
de su mejor amiga apretujaban sus heridas a medio cerrar y
las incómodas cicatrices-. ¡Ay, eso duele!-se quejó
probando un nuevo nivel de dolor mientras su amiga reía
alegremente sin soltarlo-. ¡Liselot, me mojaste!-se quejó al
descubrir la pegajosa sensación del agua a medio secar en
los brazos desnudos de Liss.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
368
Liselot se separó de él sin poder parar de reír y lo
contempló sonriente.
-Liselot, no sé si te habrán enseñado esto, pero la ropa se
lava cuando no la llevas puesta-le dijo en tono burlesco,
como venganza por sus costados que aún le dolían.
Sin molestarse en lo absoluto, Liselot largó una alegre y
sonora carcajada.
-¿Por qué estás así de mojada?-le preguntó palpándole las
mangas de la blusa.
-Esta es la manera en la que Naomie suele despertarme-
contestó Liselot en medio de carcajadas y con un leve tono
sarcástico que no le venía.
Lodewijk bufó fastidiado y descreído. Aquí iba otra vez
tratando de hacer que su mejor amiga comprendiese que
Naomie no existía. Prefirió focalizarse en aquello que le
había hecho llamarla, bueno, además de saber que ella no
estaba cortándose las venas porque él aún no despertaba.
¡Ah, sí, ya se acordaba de eso!
-¿Cómo es eso de que piensas dejar a Sheila a cargo de la
capitanía del barco?-le reclamó.
-Bueno, ella sería mejor capitana que yo, eso está claro:
tiene mucha experiencia-enfatizó en la u de mucho- y fue
líder del motín. Igual, yo podría ser su consejera, como sé
de piratas podría servir de algo.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
369
-Oye, Liselot, ¿acaso no te das cuenta de que Sheila te está
manipulando? ¿No te das cuenta de que sólo quiere poder?-
le reclamó Lowie completamente furioso, tanto como del
actuar ingenuo de Liselot como del aprovechado accionar
de Sheila.
-¡Otro más con la misma cantinela!-bufó Liselot-. Parece
que te pusiste de acuerdo con Naomie, ¿sabías que para eso
me fue a despertar?-preguntó.
Lowie bufó de nueva cuenta. ¡Otra vez Naomie estaba en el
cuento! Por la manera en que la mencionaba Liselot ya
comenzaba a él a parecerle real. Se dio una bofetada
mental, se suponía que él era el cable a tierra de Liss, que
era más cabal y realista que ella.
-Liselot, Naomie no es real-le dijo con suavidad-. Y
además, ¿acaso tú no querías ser la capitana del Evertsen?
Me lo dijiste un millón de veces y de veras yo creía que con
ayuda de gente experta hubieses sido una bastante buena-le
dijo Lowie.
-¿De verdad?-preguntó Liselot sorprendida de que alguien
le considerara más que una jovencita alegre y con poco
tino.
-De verdad-confirmó él, sonriéndole afablemente.
-No lo sé, la decisión ya está tomada-dijo ella.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
370
-Mira, Liss, hagamos algo. Sheila me dijo que pensaban
hacer una Asamblea hoy en la tarde para resolver la nueva
organización del barco-Liselot asintió-; pues bien, que ellos
voten entre ustedes dos cuál prefieren que sea la capitana y
la que quede en segundo puesto que sea la consejera y
contramaestre y asunto resuelto-concluyó Lowie.
-De seguro que votarán por ella-dijo Liselot.
-No lo creas, Liss: tú fuiste quien nos llevó a ganar el
motín. Si no hubieses ido a parlamentar con los piratas del
Tresaure, Sheefnek todavía estaría aquí. Tú eres la que
conoce los secretos para poder salir con vida de aquí, no
ella-opinó Lowie.
-¡Gracias, Lowie!-exclamó Liselot abrazando de nueva
cuenta a Lowie.
Lowie sintió miles de punzadas de dolor en todo su cuerpo
y una mueca dolorosa se perfiló en su rostro.
-¡Así no, Liss, que duele!-se quejó.
Y Liss se apartó de él riendo y con una sonrisa agradecida
en el rostro, la cual se le contagió pronto a él.
El resto de la mañana pasó rápidamente entre risas y
anécdotas graciosas para Lowie y Liselot. La muchacha
felizmente no tuvo que darle la noticia acerca de la muerte
de John, ya que Sheila Zeeman con su poco tacto se la
había soltado de golpe y el joven sólo había podido
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
371
aceptarla. Es imposible decir que le sentó de maravillas: al
fin y al cabo habían sangrado hombro a hombro junto a
John; pero pudo enfrentarla mejor que el deceso de Aloin.
-Milady, ¡aquí le encuentro!-exclamó Jack Rackham
entrando en la improvisada enfermería.
-¡Capitán Rackham!-le saludó Liss.
-El almuerzo para aquellos que se puedan tener en dos pies
lo servirán en el otro comedor-indicó él-. En menos de
cinco minutos estará listo.
-¡Gracias, capitán!-exclamó ella.
Haciendo una venia a la dama y a su amigo, Rackham
volvió a abandonar el comedor.
No transcurrieron ni dos minutos cuando sintieron una fina
voz femenina.
-¡Liselot, aquí te encuentro!-dijo.
Lowie y Liss voltearon hacia la voz y vieron caminar hacia
ellos a Sheila, quien recién ingresaba en la “enfermería”.
Lodewijk, muchísimo más calculador y observador que
Liselot, estudió a Sheila de pies a cabeza. La verdad se le
veía muchísimo más sutil que lo que había estado el día
anterior con la cadete Van der Decken y lo que había estado
esa mañana con el cadete Sheefnek.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
372
Lucía dulce, casi rayando en lo maternal y sutil. Podría
decirse que estaba hasta arrepentida y frágil. Aún así, su
bipolar carácter no convencía a Lowie ni en lo más mínimo,
al menos no en esta situación.
-¿Vamos a almorzar, Liss?-preguntó Sheila de una manera
que convenció a su interlocutora- Recuerda que quedamos
de planificar la Asamblea ahora.
-Las acompaño-intervino Lowie levantándose penosamente
de la cama.
-¿Puedes venir?-preguntaron ambas al unísono.
-Por supuesto-dijo él irguiéndose lo más dignamente que
pudo.
Así las cosas, los tres marcharon juntos al comedor.
Honestamente a Sheila no le molestaba la presencia del
muchacho, no le importaba lo que él tuviese que decir
acerca de sus planes para la Asamblea.
Ni Liselot ni ella podían adivinar que él intentaría torcer el
rumbo de la Asamblea de esa noche: Sheila no tenía idea,
porque ni sabía que él y Liselot habían armado un nuevo
plan; Liselot no sabía, porque para ella simplemente su
irascible amigo ya estaba muy molesto de permanecer en
cama y quería acompañarles a comer, lo cual era algo muy
positivo para ella.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
373
Caminaron hasta la puerta y si Lodewijk no hubiese sido
tan orgulloso hubiese pedido de buena gana a Liss que lo
llevase a la rastra. Luego caminaron hasta el otro comedor
justo cuando comenzaban a correr la ventanita que
comunicaba con la cocina y la fila se comenzaba a armar.
Sheila se quedó marcando el puesto, mientras que Liselot
acompañaba a Lowie a guardarles puesto y él se quejaba de
que podía hacer la fila junto a ellas. Entre las dos
recogieron todos los platos para los tres y fueron a sentarse
junto a Lowie. Entonces el muchacho desató su filosa
lengua y a Sheila Zeeman no le quedó sino aceptar la idea
de que ella no sería capitana del Evertsen de buenas a
primeras, sino que habría una votación.
Cuando varios estuvieron congregados comiendo, ellos tres
ya habían fijado todos los detalles de lo que sería la
Asamblea, la cual para mantener la objetividad e
imparcialidad sería presidida por Lodewijk Sheefnek.
Entonces fijaron el lugar y la hora.
Lodewijk, se dejó ayudar a regañadientes por Liselot y
Sheila para subirse a una silla. Cuando estuvo seguro y
firme arriba llamó la atención de todos y dio el anuncio de
que ese día a las cinco y media de la tarde, la hora de
descanso de la mayoría de la tripulación, se reunirían en el
mismo comedor y tendrían una Asamblea.
Jack Rackham se ofreció a custodiar el navío desde el
Tresaure mientras daban la Asamblea, así todos podrían
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
374
asistir. En vista y considerando toda la confianza y ayuda
que les había brindado el capitán británico, Liselot, Sheila y
Lodewijk optaron por tomar la opción.
Terminó el almuerzo, prosiguió la tarde, se arreglaron
mesas y sillas, siguió andando la tarde hasta que llegó las
cinco y media de la tarde.
Uno a uno los miembros de la tripulación comenzaron a
entrar en el segundo comedor del Evertsen y a ubicarse en
sillas al frente de una mesa larga, detrás de la cual había
tres puestos ya predispuestos para Liselot Van der Decken,
Sheila Zeeman y Lodewijk Sheefnek.
Cuando ya estuvieron todos reunidos, Lodewijk se puso de
pie.
-¡Silencio, hagan silencio!-gritó a todo lo que le dieron sus
lacerados pulmones.
Se encogió ante el dolor, pero se obligó a mantener estoico.
Al menos sus esfuerzos rindieron resultados, porque los
cuchicheos entre los miembros de la tripulación cesaron y
todos voltearon al frente, como escolares ante los retos de
un profesor, para escuchar lo que tenían que decir.
-Han sido convocados aquí, porque es preciso resolver
quién tendrá la capitanía del barco y la organización que
habrá dentro de la tripulación. Ustedes mismos eligieron
cinco representantes o líderes, de los cuales sólo dos están
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
375
en condiciones de tomar dicho cargo. John Morrison,
nuestro representante máximo, falleció el día de ayer por
complicaciones con sus heridas del día anterior. Aloin
Zwaan murió en combate en pleno motín. Y yo mismo
todavía me encuentro convaleciente y considero que sería
mejor como consejero o contramaestre que como capitán-
expuso el muchacho.
Un ruido sordo de cuchicheos comenzó a formarse entre los
sobrevivientes de los amotinados del Evertsen.
-¡Silencio!-gritó Lowie-. Por ende, de los cinco, sólo Sheila
Zeeman y Liselot Van der Decken están en condiciones de
enfrentarse a dicha responsabilidad con éxito. La primera,
es decir, Sheila, porque cuenta con una vasta experiencia a
servicio de la Marina Holandesa y Liselot por sus
conocimientos del siglo XVIII y la piratería de esta época,
lo cual nos sería muy útil si consideramos el aspecto de la
supervivencia. Además, ambas salieron prácticamente
ilesas del motín y tienen capacidad de liderazgo. Sin
embargo, si alguien tiene otro candidato sería bueno que lo
hiciera saber ahora.
No se sintió ni el vuelo de una mosca.
-¿Alguien tiene otro candidato?-preguntó explícitamente- A
la cuenta de uno… dos… tres… ¿Nadie?-preguntó.
Todos menearon la cabeza en signo de negativa.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
376
-Muy bien, entonces ¿podemos iniciar la votación?
¿Alguien se opone?-preguntó.
Todos volvieron a menear la cabeza.
-Muy bien, partiremos por acá-señaló la fila que estaba en
el extremo derecho, específicamente al tripulante que
estaba adelante.
-Liselot-dijo él.
Marcaron un voto para Liselot en la pizarra. Y Lodewijk
señaló ahora a una mujer que estaba detrás del tripulante.
-Liselot-dijo ella.
Otro voto, ahora señaló a un hombre.
-Sheila-dijo él.
Se marcó un voto para Sheila y así prosiguieron las
votaciones por largo rato hasta que se concluyó sin que
ninguno de los tres votase, tal como se había estipulado.
Lodewijk pidió que cada uno llevase su cuenta de los votos
mientras él iba contándolos.
-Por treinta y dos votos sobre dieciocho, Liselot Van der
Decken queda nombrada como capitana del HNLMS
Evertsen, Sheila Zeeman queda nombrada consejera y yo
como Contramaestre, ¿alguien se opone?-planteó.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
377
Esperó el tiempo razonable para que sonaran las primeras
protestas.
-¿Nadie? Muy bien-dijo para ser interrumpido por la
mismísima Sheila.
-Felicitaciones, Liselot, pero necesitamos una prueba de
que vayas a ser una buena capitana-dijo Sheila
consiguiendo intimidar a la muchacha.
-¿Qué tipo de prueba sería?-intervino Lodewijk.
-Una prueba que nos corrobore que trabajará para que
podamos volver al siglo XXI, no creo que haya una sola
alma aquí que quiera permanecer de por vida en este
desdichado lugar y en esta condenada época-dijo la mujer.
Lowie iba a intervenir cuando Liss se decidió a hablar.
-Mañana mismo partiré a New Providence con un grupo de
cinco compañeros a visitar la casa de alguna bruja o
tarotista o lo que sea. El Caribe se caracteriza por ser un
lugar lleno de misterios mágicos y los piratas por ser
supersticiosos y creer en esas cosas. New Providence reúne
ambas características-dijo-. Además yo conozco alguien
que nos podría ayudar si se lo propusiera-dijo pensando en
Naomie sin pronunciar ese vedado nombre.
Sheila bufó derrotada y descreída. Lodewijk previendo que
la situación no conducía a nada se puso de pie y dijo:
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
378
-¿Alguien se opone?-preguntó.
-¡No!-gritó la tripulación.
-Capitana Van der Decken, escoja los compañeros que irán
con usted mañana-dijo volviéndose a Liselot y haciendo
una venia.
La joven, entusiasmada con su nuevo cargo se puso de pie y
señaló con el dedo a cinco personas, tres hombres y dos
mujeres para que fuera un número parejo.
Ninguno de los cinco elegidos se opuso al designio y tras
dos horas de extenuante cháchara se dio por fin por
levantada la Asamblea.
Sheila no quedó conforme completamente con los
nombramientos, pero comprendió que tenía que fingir que
todo iba bien. Por lo menos, no la había dejado fuera del
todo.
Se sintió feliz de tener una memoria privilegiada y recordar
quienes eran los dieciocho que se habían puesto de su lado.
Sin más, se sirvió la cena en el Evertsen y la flamante
capitana indicó los turnos de la noche y cómo los
organizarían. Una vez que comenzaron fue al Tresaure a
agradecer la buena voluntad del Capitán Rackham.
La mañana del día siguiente llegó rápido. Los compañeros
que habían sido designados por Liselot para acompañarle a
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
379
tierra se habían organizado con su capitana la noche
anterior y se levantaron un poco temprano para cumplir su
cometido.
Liselot, como era de esperarse en ella se quedó dormida y
despertó cuando faltaban apenas tres minutos para tener que
reunirse en la cubierta principal con sus tripulantes. Se
levantó en un arranque de urgimiento, se adecentó un poco
las ropas, cogió su celular que había estado vibrando desde
hacía media hora por la alarma y dejó su cama sin hacer.
No se preocupó ni en cerrar la puerta. Salió corriendo,
cerciorándose de llevar sus armas y sus municiones. Corrió
por los pasillos enmarañados del navío y para el dolor de su
corazón no pudo pasar a desayunar al comedor que ya
comenzaba a llenarse de un delicioso aroma a tostadas y
café.
Siguió corriendo, arroyando a algunos de sus tripulantes y
algunos de los piratas del Tresaure que iban y venían.
Sin embargo, ahí estuvo, puntual a las nueve y media de la
mañana en la cubierta principal reuniéndose ante el círculo
de cinco amotinados. Se detuvo en seco, con una mano en
el vacilante pecho, respirando agitadamente y con lo que se
dice la lengua afuera.
Sus cinco tripulantes apenas pudieron contener la risilla que
les vino al ver a su díscola capitana en dichas condiciones.
Para no perder más tiempo, Liselot pidió un bote salvavidas
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
380
y una vez que estuvo desenganchado pudieron abordarlo e
ir hasta New Providence.
El viaje hasta el muelle de la mencionada isla duró casi tres
cuartos de hora que pasaron inadvertidos para nuestros
protagonistas que charlaban alegremente y sin parar.
-¿Crees que los hombres de Sheefnek hayan buscado
refugio en New Providence?-le preguntó uno de los varones
a Liselot.
Liss no se molestó siquiera en contestarle. Enfrascada en
mirar el sol del Caribe que caía como plomo en las aguas
turquesas que ondeantes hacían subir y bajar el bote, ni le
escuchó.
-Capitana…-dijo el mismo hombre tratando de llamar la
atención de Liselot.
De nuevo no obtuvo más respuesta que es silencio. Liselot
observaba embelesada y absorta cómo las aguas turquesa se
unían a la playa de blancas arenas.
-Hora de desembarcar-dijo cuando el botecito chocó
suavemente contra la arena.
Fue la primera en tocar tierra firme ante las miradas
extrañadas de sus tripulantes que se preguntaban por qué no
le había contestado a uno de ellos, es más, por qué parecía
no haberle oído. Al parecer algo fallaba en la mente de la
capitana Van der Decken.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
381
Ellos no le hicieron ascos a la idea de bajar a tierra firme y
descendieron ordenadamente. Amarraron el bote salvavidas
a una estaca que se encontraba clavada en la arena.
Liselot contempló absorta el paisaje. Era una isla
honestamente paradisiaca. El muelle de New Providence
era precioso. Se componía de aproximadamente veinte
ramplas que estaban unos metros internadas en el mar,
sostenidas de pilotes redondos y firmes de madera.
En algunas de esas ramplas había barcos amarrados cuyas
cubiertas bullían de energía, vida y trabajo. También había
alrededor estacas en las cuales se encontraban amarrados
esquifes.
El encargado de uno de los tantos puertos de la isla de New
Providence se acercó junto al escriba a Liselot y sus
acompañantes. Se detuvo en seco al ver las ropas de los
recién llegados y la composición de la nave en la que
venían.
Con un hálito de desconfianza se plantó frente a ellos.
Liselot, conocedora de lo que tenía que decir, se desató la
lengua.
-Capitana Liselot Van der Decken y compañía-se presentó.
-¿Procedencia?-preguntó el encargado.
-Holanda-dijo Liselot y por una sabia razón de guardo lo de
“el siglo XXI”.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
382
-Y dígame, capitana Van der Decken, ¿y este es su navío y
esta su tripulación?-preguntó el hombre con un mohín
burlón más por curiosidad que por cualquier otra cosa.
-Oh, no, por supuesto que no. Mi barco y mi tripulación
están en la rada-explicó ella.
-¿Propósito de su visita, capitana Van der Decken?-
preguntó.
-¿Cuánto debemos pagarle?-preguntó ella.
-Cinco chelines-contestó él.
-Le damos diez y nuestro propósito puede irse al diablo-
contestó ella mostrándole el dinero contante y sonante.
El hombre, pirata al fin y al cabo, no pudo sino tentarse con
la oferta y mandó al diablo al control rutinario. Recibió el
dinero, les inventó algo en la planilla y los invitó
amablemente a adentrarse en las intrincadas callejuelas de
la isla.
Cuando ya se hubieron alejado lo suficiente del hombre y
su escriba, el tripulante del Evertsen que había hablado
hace un rato volvió a tomar la palabra con esperanzas de
que esta vez su capitana le pusiese aunque fuera un mínimo
de atención.
-Capitana, ¿cree que los hombres de Sheefnek hayan
buscado refugio en New Providence?-preguntó.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
383
-No… New Providence es nido de piratas y Sheefnek les
llenó la cabeza diciéndoles que era malo aliarse con piratas
y bla, bla, bla-contestó ella.
Esa respuesta no conformó a su tripulante, quien pensaba
que por muy un mal tugurio que fuese New Providence era
un buen refugio. Además, ellos ya no tenían a Sheefnek
cargoseándoles con que no podían aliarse a piratas, eran
libres de buscar refugio donde se les antojase, donde les
quedase más cerca y al alcance de la mano, lo cual se
traducía en hacer el corto camino hasta la isla que era el
trozo de tierra más cercano a kilómetros a la redonda.
Aún así se guardó toda su opinión y se preocupó de
cuidarse de las balas locas que volaban a la orden del día.
Las callejuelas eran o de tierra o de piedra bolón. Las
carretas iban y venían cargadas de frutas, armas, verduras,
ropa, minerales y cuanta cosa a uno se le podía pasar por la
cabeza.
En las veredas de piedra, bajo sendos toldos de colores
gastados por el sol se agolpaba la gente con varios cajones
de frutas y verduras haciendo negocios con sus clientes
regateros.
La gente iba y venía por las calles y las veredas. Las casas
eran de madera y cada una tenía un letrero de algún
negocio. Esta decía barbería, esa taberna y aquella sastrería.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
384
Un par de cuadras más hacia el norte, es decir hacia el
centro de la isla, se ubicaba la plaza y alrededor de esta
estaba la gobernación, la Iglesia y los negocios principales.
Tomando el sol de la mañana, que no por eso era más débil,
algunos piratas con mala facha jugaban sobre una mesa a
las cartas y proponían sendas apuestas.
Algunas mujeres de mala muerte les servían vino, ron o
algún otro licor que fuese de su agrado, se sentaban en sus
piernas y se ponían melosas.
Alguno que otro se molestaba por el resultado del juego,
tiraba lejos la mesa, cogía las apuestas y salía disparado,
desatando una riña.
-Es increíble, no son ni más de las diez y tanto de la
mañana y ya hay riñas por todos lados. Ni Eyl era así-dijo
una mujer arrugando el rostro disgustada.
Pronto el hombre descontento era reducido por sus pares, se
devolvía el dinero mal habido y todo quedaba olvidado.
Nadie llegaba a matar a nadie, recién era de día, todavía no
era sino un ensayo general de lo que vendría a la noche.
Además había niños y mujeres por todos lados.
Liselot se guardó su comentario de que eso era parte del
encanto de la piratería y de los puertos que la apoyaban
abiertamente.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
385
Guió a sus tripulantes por las bulliciosas e intrincadas
calles. Pronto se dio cuenta de que ellos eran la comidilla
de las mujeres chismosas y de los filibusteros de mar,
quienes les miraban, cuchicheaban entre sí y hacían como si
no les hubiesen visto.
Quebraron hacia el oeste dos cuadras antes de llegar a la
plaza. Anduvieron en dicha dirección unas cinco cuadras y
siguieron andando hasta que salieron de la ciudad y se
adentraron en un bosque tropical.
Adentro todo era verdor. Había posas por doquier tras la
reciente lluvia que había mojado la isla. Las lianas colgaban
y el techo verde se volvía aplastante. Aligeraron blusas y
ropas, sin embargo estaban que morían de calor.
Los guacamayos y distintas aves volaban de aquí para allá
con su alegre canto. Las telas enredadas en las plantas
sostenían en sus enmarañados hilos enormes arañas.
Las plantas venenosas y sus exuberantes flores flanqueaban
los caminos que se formaban improvisados entre palmeras
y toda clase de árboles tropicales.
Enormes hormigas llevaban de aquí para allá hojas de
árboles en su cotidiano trajín.
No se dieron cuenta de cuando el bosque tomó un aire
siniestro, pero evidentemente notaron en un momento que
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
386
todo se oscurecía un poco y ya parecía demasiado solitario
e intimidante.
Liselot les guiaba sin vacilar, sin sentir miedo. Conocía ese
bosque tropical como la palma de su mano sin haberlo
visitado jamás. Entre los vacíos senderos que se formaban
entre un árbol y otro les hacía andar.
Caminaron un kilómetro derecho, de repente doblaron hacia
el noreste y anduvieron en diagonal al camino antes trazado
por dos kilómetros. Liselot arrugaba el rostro en cada rato
en una evidente señal de que no conseguía encontrar
aquello que tanto andaba buscando. De repente aguzó el
oído derecho de una forma un tanto graciosa.
La compañía de seis miembros se detuvo en seco sin
entender por qué. De pronto hasta ellos llegó el suave
sonido de agua corriendo y chocando contra algo, lo más
lógico era pensar que había piedras en su camino.
Guiándose por el sonido del agua, Liselot viró hacia su
derecha, hacia el este, ligeramente un poco hacia el sur.
Abriéndose paso con cuchillos y machetes rompieron
algunas lianas y sujetándose cuidadosamente de otras
avanzaron en dicha dirección.
En ese camino anduvieron aproximadamente unos
seiscientos metros. De pronto se toparon con un delgado
reguerito cristalino que corría vertiginosamente por los
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
387
desniveles de la piedra que le armaba su caudal. Alrededor
todo era musgo y maleza.
Haciendo la clásica figura de la rosa de los vientos con sus
brazos, Liselot consiguió orientarse. Esbozó una sonrisa
triunfal y siguió la línea que trazaba el canal hasta perderse
en la espesura, sin cruzar aún hasta la otra orilla.
Se internaron aún más en dirección al norte y el este,
siguiendo fielmente el cauce del agua. Liselot pensó que
ahora tendría otra cosa más que agradecer a Jack Rackham,
si la noche anterior no le hubiese visitado y no le hubiese
planteado su dilema, estaría a esas horas completamente
perdida.
Su estómago comenzó a rugir, indicándole que ya habían
pasado del mediodía. A eso se sumaba que ni había
desayunado. Sacó su celular de uno de los miles de
bolsillos que tenía su pantalón y, además de corroborar que
estaba técnicamente sin batería, supo que eran las dos de la
tarde. Presintiendo que quedaba poco para llegar a destino
planteó hacer un alto.
-Lo mejor será que paremos-dijo deteniéndose
abruptamente y volviéndose a sus tripulantes.
Sus hombres también tenían hambre así que no hicieron
ningún asco a la idea de detenerse.
-Almorcemos-dijo ella, sentándose en el suelo.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
388
Ellos sacaron de sus mochilas algunos víveres que habían
traído consigo y recién en ese momento se percató de que
no había traído su mochila.
-¿Me das?-le preguntó al hombre preguntón de hace un
rato.
Él la quedó mirando con una expresión consternada y
confundida. ¡Esa era su comida, ella tenía la suya!
-Es que… olvidé mi mochila…-se excusó ella con un
poquito de vergüenza.
Él abrió los ojos como charolas. ¡Joder! ¡¿Qué clase de
capitana era ella?! Bueno, no era momento para expresar su
controversial opinión, dividió su ración en dos y le entregó
una de las mitades.
-Gracias-dijo ella con una enorme sonrisa y comenzando a
paladear su comida como el mejor de los manjares de
dioses del mundo.
A eso de las dos y media guardaron todas sus pertenencias
y se levantaron del suelo para seguir con su camino.
Siguieron el cauce del hilo de agua hasta que llegaron a un
claro.
No había árboles ni detrás ni a un lado ni al otro. De la otra
orilla tampoco había árboles en un buen trecho. La luz solar
caía a plomo sobre ese vacío, cegándolos y quemándoles la
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
389
piel. El cielo azul se perfilaba limpio, sin ninguna nube
sobre ellos.
Cruzaron el reguero afirmándose los unos en los otros y
Liselot se mojó completa, porque refaló en una piedra y
cayó al agua.
Sus hombres la levantaron preguntándose qué clase de
capitana tenían y llegaron a la otra orilla. Del otro lado, al
final del claro se perfilaba una loma cubierta por pastos
amarillentos y medio muertos. Estaba truncada de frente a
ellos y estaba abierta en una suerte de túnel de roca viva.
Era muy estrecho y bajo, como de un metro cincuenta de
alto.
Era siniestro. A su alrededor había osamentas de gente y
animales, ropas medio raídas por el tiempo. Unas telarañas
colgaban alocadamente de un extremo al otro. Los seis se
adentraron pensando que era un lugar casi como los de las
películas de terror. Cuando estuvieron dentro notaron que
todo rastro de luz había desaparecido terminantemente.
Caminaron un largo trecho de un camino flanqueados por
las cuatro puntas de roca oscura dentro de la negrura. Y a
medida que avanzaban el lugar les parecía más siniestro.
Anduvieron así unos dos o tres minutos hasta que chocaron
contra una puerta de madera desvencijada que les cortaba el
túnel que había dado como mil vueltas.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
390
Mordiéndose los labios, Liselot golpeó la puerta. Sus
tripulantes se miraron entre ellos: esa acción revelaba la
locura de su capitana, ¡vaya estupidez creer que alguien
vivía en tan siniestro lugar! Pero algo los dejó más
anonadados que lo anterior: desde el otro lado del madero
se sintió un ruido de cosas cayendo, pasos y alguien
mascullando un par de malas palabras con furia.
La puerta se abrió de golpe y del otro lado del dintel
apareció una extraña anciana. Era alta y delgada, de tez
mate surcada por múltiples arrugas, su cabellera otrora
negra caía nívea sobre los hombros y tenía una profunda
mirada avellana. Su avanzada edad no restaba puntos a su
belleza, la cual se había acentuado más en su juventud, aún
así parecía desgastada y muy cansada.
Una túnica blanca se abrochaba en su hombro izquierdo
con una exquisita pinza de oro. Las sandalias de cuero que
llevaba puestas tenían hermosas aplicaciones de pedrería. A
sus brazos y dedos no les faltaba ni el oro ni la plata. Pese a
su exótica vestimenta, emanaba de ella un gran respeto e
inteligencia, quizá un poco de picardía se podía ver en su
sabio mirar.
Liselot sonrió sorprendida. Sabía que en el mítico mar
Caribe y sus islas se alojaban centenares de hechiceras,
brujas y demás, muchas aplicando las extrañas artes del
vudú. New Providence no era la excepción, lo sabía de
cierto. Conocía miles de historias de la época que se
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
391
narraban sobre brujas que habitaban en el bosque de la isla,
todas ciertas y basadas en crónicas de renombrados
viajeros. Jack Rackham era uno de ellos y le había dicho
cómo llegar a ese extraño lugar.
Sin embargo su sonrisa entre que sorprendida y complacida
delataba que jamás en su vida había imaginado encontrarse
con tan peculiar personaje. La persona más extraña que
conocía era Naomie. Su mente voló rauda hasta Naomie. Sí,
ahora que lo pensaba bien, aquella mujer que tenía en frente
tenía un inconfundible aire a Naomie.
-¿Qué quieren?-preguntó la mujer con voz áspera y segura,
casi con rabia.
Sabía de cierto lo que estaban buscando. Lo sabía desde el
día anterior, pero se veía obligada a interpretar tremendo
papelón para dejar feliz al público. Sabía de cierto que no
les daría en el gusto.
-¿Naomie, es usted?-preguntó Liselot suavemente, casi con
timidez.
¡Naomie! ¡Verdad que ella también se llamaba Naomie!
Tantas coincidencias… pero era imposible que esta Naomie
fuese la misma que ella conocía. La otra era sólo una
extraña mujer que se le aparecía de tarde en tarde y
desaparecía de forma tan inusitada como había llegado.
Ahora que lo pensaba bien, tampoco sabía por qué se le
aparecía. Sacudió la cabeza para apartar aquellas ideas de
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
392
su mente. La otra Naomie era joven, esta era terriblemente
vieja. No, no era la misma.
-Sí, ¿qué buscan?-preguntó con la misma voz áspera e
impaciente que antes.
-Verá, tenemos un tremendo problema y sabemos que sólo
usted es capaz de ayudarnos. Venimos de parte de Jack
Rackham-indicó Liselot.
-¡Ah, Rackham!-el rostro de la mujer se iluminó, esbozó
una sonrisa sarcástica y su carácter se volvió sorprendente y
considerablemente más amable- ¡Pasen! ¡Pasen!-les hizo un
gesto con la mano y se hizo a un lado para permitirles el
paso.
Los tripulantes del Evertsen intercambiaron miradas
confundidas y se aprestaron a seguir a Liselot quien ya
estaba dentro de la extraña vivienda.
Del otro lado de la puerta, el túnel se ensanchaba hasta ser
una suerte de bóveda con tantas divisiones de piedra como
una casa común y corriente. La parte más grande de dicha
bóveda era utilizada por Naomie como sala y estudio para
practicar sus negras artes. Una cortina de conchitas
separaba ese ambiente de un túnel que permanecía en la
penumbra. Otro umbral perfilaba otro ambiente igual de
oscuro.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
393
La mujer cerró la puerta tras el paso del último y les indicó
con un elegante gesto de la mano que se sentasen en unos
desvencijados sofás alrededor de una mesa de madera
adornada solamente con un enorme reloj de arena al centro
que regalaba una extraña luz. Su parte superior estaba casi
vacía por completo a excepción de unos pequeños granos.
Ellos obedecieron al gesto mientras ella iba hacia otro
ambiente. Del techo pendía una enorme araña barroca que
regalaba una gastada luz a falta de velas prendidas. Ellos se
sentaron tiesamente, como temiendo que si recargaban
demasiado la espalda les caería un conjuro. No hablaron,
ninguna palabra se dijo en esos segundos que parecían
estorbar. Un ruido de cristales y demás cosas
entrechocándose se sintió venir desde el otro lado y la
anciana apareció entre una confusión de botellas de ron.
Caminó hasta ellos y a cada uno le depositó una botella en
el regazo, reservándose un recipiente para sí.
Se miraron los unos a los otros con una cara de confusión
aún mayor, ni locos iban a beber de esas botellas con el
antecedente que tenían de la mujer. La anciana se sentó en
una silla frente a ellos y se echó un trago de la fuerte bebida
entre pecho y espalda. Cuando consideró que estaba lista
para iniciar la plática, hizo un gesto con la mano y habló.
-Y bien, querida, dime, ¿cuál es tu problema?-preguntó
mirando directamente a Liselot para luego volver a pegar
los labios al gollete de la botella.
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394
-Pues, Naomie, nosotros venimos de tres siglos en el
futuro-le soltó sin conocer ninguna forma más sutil de
narrar su problema.
Los tripulantes del Evertsen que la acompañaban se dieron
una palmada en la frente o rodaron los ojos ante la poca
inteligencia de la chica que supuestamente tenía que
guiarlos. Naomie se tiró a atragantar con el líquido, enarcó
la ceja izquierda y abrió los ojos en señal de sorpresa.
-¡Vaya! Interesante historia-dijo e hizo un gesto con la
diestra para que siguieran narrándole la situación-.
Cuéntame todo, prometo no interrumpir hasta que estés
lista.
Entonces, Liselot procedió a narrar toda la historia. El
ascenso de su padre, lo cual le inundó los ojos de lágrimas,
pero no lloró; su conversación con la otra Naomie, a lo cual
su interlocutora enarcó ligeramente una ceja, pero se
guardó toda observación; su flamante idea de obedecer a lo
dicho por la otra Naomie en lo que respectaba a accionar
los botones de los escudos anti torpedos que no habían sido
probados aún.
Luego narró el estruendo que ella y Lowie sintieron en la
cabina de mando, el extraño encuentro con Jack Rackham
en la cubierta del Evertsen cuando el Tresaure y L’Olonais
batallaban, encuentro mediante el cual conocieron la
extraña situación en que se encontraban.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
395
En ningún momento omitió las conversaciones con la otra
Naomie y las cosas que le instó a hacer, junto a los
resultados de dichas acciones. Tampoco omitió lo sucedido
tras la muerte de su padre, eso incluía la tiranía de Sheefnek
y el motín.
-Como verás-dijo acostumbrándose a tratar
confianzudamente a Naomie-, lo que más queremos es
volver al siglo XXI, con nuestras familias. Queremos
volver a casa y sabemos que tú eres la única que puede
ayudarnos. Puedes oficiar algún conjuro que nos transporte
en el tiempo. ¡Descuida! Te pagaremos lo que sea con tal
de poder regresar-dijo Liselot cerrando su confesión.
La anciana de inmediato se envaró y saltó de su silla como
si esta hubiese comenzado de pronto a arder en llamas.
-¡No!-gritó sorprendiendo a sus interlocutores, quienes
comenzaron a analizar la posibilidad de que la mujer no
estuviese en completo uso de sus facultades.
Ella miró consternada el pequeño desastre que había
causado y se obligó por mero asunto de orgullo el resto de
la reacción. Se compuso las ropas, recobró su semblante
cuerdo y serio y habló con un tono de voz firme y a su vez
amable, que intentaba inspirar sinceridad.
-No, eso es imposible. Ustedes no es que no puedan volver,
es que no deben volver-dijo ante las miradas confundidas
que le dedicaron los acompañantes de Liselot y se volvió a
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
396
la muchacha-. Por algo la otra Naomie te instó a hacer
tantas cosas y por eso hay alguna fuerza superior que les
transportó hasta aquí. No pueden volver: ya están aquí y
deben cumplir su misión.
El rostro de Liselot se alumbró por el entusiasmo.
-Entonces, ¿si cumplimos nuestra misión podremos
volver?-preguntó Liselot. Su interlocutora iba a darle una
nueva respuesta cuando ella formuló otra pregunta- ¿Cuál
es nuestra misión?
-No puedo saberlo. La otra Naomie tampoco lo sabe-le
cortó toda ilusión-. Sólo ese poder superior lo sabe-se
volvió a Liss-, ella sólo se ha comunicado contigo, por eso
se ha comunicado contigo-le dijo.
-¿Eso quiere decir que no podremos volver?-preguntó
Liselot sin saber si sentía emoción o consternación.
-Exacto-contestó la mujer.
Todos se miraron con un dejo de incredibilidad y
consternación.
-¿Si la dejamos aquí a ella podremos irnos nosotros?-
preguntó uno de los más cobardes de sus acompañantes.
Los otros cuatro comenzaron a considerar la idea, mientras
que Liselot lo miraba con una cara que quería decir
“Gracias, yo también te quiero, amigo”.
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397
-Oh, no. Por supuesto que no. Ustedes también son
necesarios en ese plan-contestó Naomie cortándoles todo
dejo de esperanza de poder volver.
-Pero, ¿puedes ayudarnos?-preguntó Liselot de nueva
cuenta.
-Puedo, sí; pero no debo-contestó la mujer y previendo que
ese diálogo no les conducía a nada se puso de pie-. Bien, si
no hay nada más que hablar, retírense-solicitó.
-Pero, por favor…-rogó Liselot y fue cortada de cuajo.
-¡He dicho que no haré nada porque ustedes regresen al
siglo XXI! ¡Han sido traídos hasta aquí porque tienen una
misión que cumplir! ¡Una misión que les ha dado un poder
superior a mí! Podría hacerles volver, pero no me
interpondré entre ese poder y ustedes, ni por todo el dinero
del mundo lo haré. ¡Así que váyanse! ¡En cinco minutos los
quiero fuera de mis dominios!-gritó en un arranco de furia,
extendiendo los brazos.
Un viento muy fuerte comenzó a remolinearse y a azotar de
aquí para allá en ese espacio cerrado. Se sintió el rugir del
mar que nunca habían sentido estando tan internos en la
isla. La sala se oscureció de pronto, siendo el reloj de arena
lo único que brillaba.
La anciana se volvió gigante de pronto, tomando unas
dimensiones enormes e imponentes. Su mirada fiera llegaba
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398
a ser aterrante y de su cuerpo emanaba una fuerte sensación
de poder.
-Váyanse-les dijo con una voz fuerte que les inspiraba aún
más respeto.
Sin iluminar apenas la sala les indicó que debían irse. Ellos
se pararon uno a uno creyendo que de pronto habían
perdido la razón. Dejaron las botellas sin tocar siquiera en
la mesa en la cual estaba el reloj de arena y se apresuraron a
retirarse de la vista de la extraña anciana.
Caminaron a paso rápido a través de las mil y una vueltas
que tenía el pasillo. Todavía eran escépticos a la idea de
que algo fuese a suceder si no salían de la cueva, pero no
convenía cargarse el odio de semejante mujer.
Cuando salieron ya caía la tarde. Liselot miró su celular, el
cual milagrosamente seguía con batería. Eran las cinco y
media de la tarde.
El viaje de regreso fue más penoso que el anterior. Se
orientaron por la posición del sol y decidieron seguir el
reguero hasta que desembocase en la costa ya de regreso al
muelle.
Esas fueron las únicas palabras que cruzaron en todo el
trayecto en el que pasaron por todos los colores del
atardecer. Primero la claridad, luego los tonos dorados de la
tarde, después esos mismos tonos áureos tatuados con las
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399
negras sombras del contraste de los cuerpos, finalmente la
oscuridad. La aterradora y ciega oscuridad. Llegaron al
muelle cuando ya era de noche y subieron nuevamente al
Evertsen cuando eran más de las once de la noche.
Medio rengueando y medio caminando Lowie se acercó lo
más rápido que pudo a la borda cuando vio el bote
acercarse. Y cuando Liselot hubo puesto pies en polvorosa
se negó a soltarla.
-Liss-susurró-. Me tenías preocupado-confesó en medio de
un suave regaño.
Y cuando se dignó a soltarla se les acercó uno de los
hombres del Evertsen.
-Capitana, si no llegaban ya partíamos a buscarles a la isla-
confesó.
Liselot le sonrió agradecida y ya iba a abrazarle cuando una
voz femenina le cortó la inspiración.
-Pero afortunadamente no tuvimos que poner en práctica mi
plan-dijo Sheila agriamente.
Lowie la miró a la cara con su mirar seco, se preguntaba
qué demonios pasaba con la otrora simpática, dulce y
maternal Sheila. Liselot alzó la vista para encarar a su
interlocutora y le agradeció con la mirada la preocupación.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
400
-Liselot Van der Decken, no sé en qué estabas pensando-le
soltó furiosa y comenzó con el discurso que por tantas
horas había estado pensando y planeando una y otra vez-.
Primero rompes el trato que teníamos de que me entregarías
la capitanía. Luego te proclamas capitana sin siquiera tener
la experiencia necesaria para poder tomar el cargo.
Después, cuando te pido una prueba para que nos
compruebes que eres una capitana idónea me dices lo más
disparatado que a alguien con sentido común se le pudiese
ocurrir: mañana iré a ver con una bruja si puede conjurar el
barco para volver al siglo XXI. Necesitamos algo cabal,
necesitamos a alguien cabal, no a alguien que crea que una
maga barata va a ayudarnos, la magia no existe, la ciencia
sí. Sentido común; ¡ah! Lo olvidaba: tú no tienes sentido
común. Luego, cuando te propones a hacer tu disparatado
plan, te desapareces por todo un día dejándonos sumamente
preocupados, desprotegidos y sin una guía. El día de hoy
fue muy complicado, pero tú no sabes nada, vienes recién
llegando-le gritó.
Los rostros de Liselot y Lowie se desfiguraron, el de la
primera por la sorpresa y la tristeza, el del segundo por la
furia que le azotó como un huracán.
-¿Sabes que hoy las heridas de muchos de los nuestros se
infectaron? ¿Sabes que hubo que amputar a muchos? ¡Por
supuesto que no lo sabes! Ni siquiera te preocupaste de si
había antisépticos ni ningún tipo de medicamento para
curar las heridas, limpiarlas, bajar fiebres. Sólo para que te
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401
hagas la idea, hoy mientras te ausentabas a hacer nada, dos
de los nuestros murieron-le soltó sin ninguna anestesia-. La
situación es realmente complicada: no tenemos
medicamentos, no tenemos comida, no tenemos agua, no
tenemos combustible, ¡no tenemos nada! ¿Y sabes quién
tuvo que hacerse cargo de tu barco y de tu gente mientras tú
no estabas? ¡Yo! Porque, ¿sabes qué? Yo soy la que sabe
mandar, yo soy la que sabe hacerse cargo de ellos, yo soy la
verdadera capitana, ¡yo debería ser la capitana, no tú!-le
gritó.
-Sheila, Sheila, Sheila-dijo Lowie irónicamente-. Tus
delirios de grandeza son realmente admirables-dijo con
todo el sarcasmo del que fue capaz para luego añadir-: ¡por
lo patéticos que son!
Ella bufó y rodó los ojos.
-Y además te escudas en este palurdo…-se burló.
Lowie era lo que se dice todo un caballero aunque lo
disimulara bastante bien. Detestaba ver a una mujer llorar o
sufrir. No era de esos que corrieran sillas a las mujeres para
que se sentaran, ni esos que les servían el vino ni los que les
abrían la puerta del auto, pero detestaba ver a una mujer
llorar y era capaz de cualquier cosa por ayudarla. Sin
embargo cuando perdía los estribos cualquier rastro de
caballerosidad se iba de viaje a Plutón y era capaz de pelear
con una dama como si se tratase de un hombre.
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402
Y esta vez es preciso decir que perdió los estribos. Caminó
a paso seguro y decidido hasta Sheila, la asió de los
hombros y la estampó contra una de las antenas con toda la
fuerza de la que fue capaz. Iba a apretar aún más y a
golpearla cuando se escuchó una voz desesperada.
-¡Para, Lowie, para! ¡Déjala! ¡Suéltala!-gritó Liselot
sujetando a su amigo de los brazos.
Y la única persona a la que Lowie respetaba al punto de
obedecer era Liselot Van der Decken. Soltó suavemente a
Sheila y retrocedió un par de pasos, los suficientes como
para que ella se despegase de la antena.
-Liselot, dime al menos que conseguiste que esa bruja nos
transporte al siglo XXI e íntegros, ¿o es eso mucho pedir?-
dijo en un son de completa burla.
Liselot miró a todos los rostros inquisitivos observándola y
sólo pudo soltar un monosílabo.
-No-dijo en un tono de voz apenas audible.
-¡Más fuerte, marinera! ¿Acaso no te crees nuestra
capitana?-le espetó Sheila.
-No-dijo Liselot a un volumen más audible.
-¿Ves? Perdiste tu tiempo, era algo estúpido, una causa
perdida. En lugar de pasar tu tiempo…-dijo Sheila y fue
cortada de cuajo.
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-Capitana Van der Decken-dijo un grumete que fue
fulminado con la mirada por Sheila-. Dos grumetes allá
abajo han comenzado a delirar por la fiebre y sus heridas
están completamente infectadas. Pronto la infección pasará
al cuello y al tronco. Necesitan atención médica urgente,
capitana-le apremió el muchacho haciéndole una venia.
La noticia cayó como un balde de agua fría a Liselot quien
retrocedió atontada un par de pasos. Lowie apoyó su mano
en el hombro de la chica a modo de muestra de compañía y
apoyo. Ella se percató de lo mala capitana que era, de que
había estado perdiendo su tiempo.
-Sheila, tienes razón. Mejor capitana que tú no habrá. Tú
eres la capitana ahora-admitió-. Pero ahora navegaremos
hasta New Providence y haremos que los heridos se
atiendan, eso es lo más importante. Luego hay que ir a
buscar provisiones y reparar averías. Buscar consejo.
El rostro de Sheila se iluminó.
-Ya escucharon a Liselot. Ahora yo soy capitana. Están
bajo mis órdenes. No iremos a New Providence,
llamaremos al médico de a bordo del Tresaure y veremos
qué pasa-dijo Sheila.
Sin embargo ahí seguían todos tan campantes, nadie hacía
ni amago de ir a buscar al médico de a bordo del Tresaure.
-¿Qué esperan?-preguntó Sheila con ademán furioso.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
404
-A ti no te obedeceremos-dijo el grumete que había llegado
con las mañas nuevas ante el pasmo de Sheila-. Mande y
obedeceremos, capitana Van der Decken. Ella en ningún
momento se preocupó de los heridos, sólo mandó sin saber
lo que hacía. Tenía la solución tan cerca y jamás la tomó-
dijo el muchacho.
-Eso es porque ella era capitana y yo no podía tomarme sus
atribuciones. Además, recuerden que ella se desapareció
todo el día-se defendió Sheila.
-Las excusas no sirven ahora, varios de los nuestros
corrieron riesgo vital y nadie dio solución. La capitana
estaba buscando una solución a nuestro problema. Por eso,
capitana Van der Decken, no piense en deshacerse del
cargo: mande y obedeceremos-dijo una mujer quien no era
sino Linda Freeman.
Sheila abrió los ojos de par en par cuando descubrió que
quien había hablado recién era su mejor amiga. Por
supuesto que tomó dicha acción como un atrevimiento y
como una deslealtad.
Por su parte, viendo que nada sacaba con querer entregar el
cargo a Sheila si ellos confiaban en ella como su capitana,
Liselot se contentó.
-Entonces, pongan rumbo al muelle de New Providence y
preparen todo para el desembarco de los heridos.
Contramaestre Sheefnek, tú quedas a cargo de que todo se
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
405
cumpla y desarrolle bien a bordo. Ahora, quienes fueron
conmigo a la isla, acompáñenme a buscar de anticipado un
médico-dijo haciendo amago de volverse.
-Descuide, capitana Van der Decken-resonó la voz de Jack
Rackham, segura detrás de la muchacha-. Conozco un buen
médico que atiende a dos cuadras del muelle y sé de un
carretillero que podría transportar los heridos hasta su casa
a un precio muy módico. Las gentes de New Providence
son generosas, de seguro que si él no está transportando a
estas horas varios de ellos se ofrecerán a colaborar aunque
sea con cucharas-dijo.
Ante eso, Liselot no pudo negarse a la ayuda de Jack.
-Capitán Rackham, muchas gracias. Regrese a su navío, si
no le molesta necesitaremos de su ayuda unos días-dijo ella.
-Por supuesto que es un placer-contestó él aprestándose a
desaparecer por la borda.
Liselot corrió escalerillas abajo hasta el puente de mando
para encargarse ella misma de dirigir el curso. Al mismo
tiempo, el ahora Contramaestre Lodewijk Sheefnek llamaba
a gritos a los mejores timoneles y eléctricos a ayudar a su
capitana. Todos se aprestaron a tomar sus puestos para
apurar la marcha. Sin embargo la falta de combustible hizo
que anduvieran con la misma rapidez que el Tresaure.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
406
Liselot tomó con seguridad el timón y lo dio vuelta con aire
conocedor. En momentos como esos agradecía haber
conocido a Naomie, su amiga. Gracias a ella y a las
lecciones extraoficiales de su padre había sido capaz de
aprender el manejo de un barco y de la cabina de mando,
había aprendido a trazar cursos. Además, gracias a esa
extraña mujer había despertado su interés por la piratería
caribeña y por las islas que servían de refugio a los
filibusteros. Gracias a eso conocía New Providence de una
punta a la otra y sabía exactamente dónde desembarcar.
Ambos barcos toparon suavemente con las ramplas del
muelle de la isla…
… Entonces el agua del Espejo de Grecia se enturbió hasta
reflejar el rostro de la anciana mujer que lo empleaba para
poder espiar a los hombres del Evertsen y del Tresaure.
No se convenció de que no había nada más que ver hasta
que las aguas se volvieron tan oscuras como el ambiente a
su alrededor. Se apartó un poco decepcionada del artilugio.
-Así que Rackham está con ellos…-musitó aún
meditabunda.
Se apartó un poco más aún. Todo a su alrededor estaba tan
oscuro. No había más luz que la que emanaba de su reloj de
arena, luz que prefería no estuviese ahí para recordarle que
todo tiene un final alguna vez y que la mayoría de las veces
ese final está cercano.
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No había más compañía que su propia voz interior, que sus
propios demonios e ideas.
…Y al fin y al cabo era vieja, muy vieja. Sentía cómo todo
su cuerpo se volvía polvo con la misma facilidad con que la
arena caía de un polo a otro en su reloj.
-El tiempo se acaba-susurró.
Con aire decidido caminó en medio de total penumbra hasta
uno de los muchos estantes que contenían sus extraños
artilugios de brujería. Había desde partes de animales,
tierra, extraños bebedizos y frasquitos con líquidos de
colores fosforescentes.
La mayoría de los líquidos irradiaba un poco de luz según
el color del cual eran. Escogió con mano vacilante uno de
los frascos.
-¡Esto se acabó!-exclamó.
Con todas sus fuerzas, las cuales eran muy superiores a lo
que se esperaría de su avanzada edad, arrojó el frasco
contra el suelo. El vidrio se quebró en mil pedazos,
liberando un líquido azul que se escurrió libre por las
quebraduras del suelo alrededor de los pies de la anciana.
Un suave humo azulado comenzó a subir y a cubrir toda la
estancia. El cuerpo de Naomie quedó completamente
cubierto por una espesa cortina azulada y volátil que hacía
imposible verla. La cortina comenzó a retirarse hasta el
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
408
suelo y en cosa de segundos ya hubo desaparecido todo
vestigio del extraño líquido. Entonces la mujer había
desaparecido por completo de la estancia, dejando
abandonado su hogar y sus pertenencias.
Tanto el Evertsen como el Tresaure tocaron puerto al
mismo tiempo. El Capitán Rackham saltó ágilmente por la
rampla, siendo secundado por su tripulación. Anduvo por el
muelle hasta llegar al Evertsen y tendió caballerosamente
su mano a la Capitana Van der Decken para ayudarla a
desembarcar. Pronto ambos navíos se vaciaron a excepción
de los desafortunados que tuvieron que quedar de guardia.
-¿No hay encargado del muelle?-preguntó Liselot.
-No, no lo hay-contestó Jack campante.
-Entonces, no podremos desembarcar-se escandalizó ella.
-Recuerde, capitana Van der Decken, estamos en New
Providence, no en Londres-le respondió él tan campante.
Jack Rackham se alejó por el muelle chiflando y llamando a
los gritos.
-Liss, insisto, yo podría quedarme a cargo de la guardia-
dijo Lowie-. Y tú también, New Providence no es lugar
para ti.
-Nada de eso, tú estás herido y en este lugar no nos pasará
nada-contestó ella.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
409
Tuvieron que cortar su conversación que no llevaba a
ninguna parte porque en ese momento Jack se acercaba con
un grupo de hombres que andaban a carreta y le pagaba uno
a uno, mientras conversaba animadamente con ellos.
-Cuenta de la casa, capitana-dijo guiñando un ojo a Liselot
quien casi se desmaya.
En eso comenzaron a tomar en vilo a los heridos y a
subirlos a las carretas. Cuando todos estuvieron arriba se
encaminaron en procesión hasta la casa del médico.
Efectivamente, a dos calles hacia el norte y luego una al
este se encontraba la casa del médico. Se trataba de una de
las pocas construcciones de calidad en todo el pueblo. Era
bastante amplia, así que no le incomodó verse envuelto en
semejante invasión a esas horas de la noche, mucho menos
si dicha invasión le traía una suma de dinero más bien
apetecible.
Hizo los tratos monetarios correspondientes con Liselot y
Jack, mientras que sus numerosos sirvientes y ayudantes
acarreaban los heridos hasta las habitaciones de la amplia
segunda planta. Se estipuló que por seguridad de los
heridos permanecerían en la casa del médico dos miembros
del Evertsen y dos del Tresaure (entiéndase de los sanos).
Cuando todo estuvo listo, el galeno se encargó de echar
cortésmente a los capitanes y a toda su prole.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
410
Cuando estuvieron fuera, Liselot miró la luna llena con su
color de plata y su fulgor luminoso. Ninguna nube cubría la
superficie de la isla desde las alturas ni tampoco sus
alrededores marítimos. No corría ni viento ni brisa, sólo se
sentía el salino aire marino acosando las narices.
Eso era lo único que permitía saber que estaban en las
cercanías del mar, porque el sonido de las aguas era
imposible de sentirse. Los balazos, las maldiciones, los
gritos, las groserías, las carcajadas estridentes eran lo que
se sentía.
Por aquí y por allá hombres bebían de una botella y de otra
hasta caerse. Por aquí y por allá las bellas taberneras y sus
clientes iban hasta la misma perdición que acarrea la
seducción de una noche. Aquí y allá las gentes corrían
escapando de las balas, riendo, como si se tratase de un
juego de niños. Riñas estallaban en cada esquina y se
disolvían tan rápido como habían comenzado, pero no
siempre sin heridos ni gente que echar en falta. Las
apuestas, las canciones rudas, ese era el peculiar y seductor
ambiente que ofrecían las noches de New Providence para
quien quisiera embeberse de ellas.
-¿Y ahora a dónde vamos?-preguntó Liselot volviéndose a
Jack.
Honestamente estaba encandilada por el pícaro aire que
ofrecía la isla, con cada diversión, con cada sujeto, estaba
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
411
fascinada. No le importaba el riesgo ni el peligro que
representaba permanecer más de un minuto en la isla.
-¿Alguien tiene hambre?-preguntó Jack.
Todos se miraron con sus mejores caras de que la pregunta
era la más obvia que hubiesen escuchado en sus vidas. Eran
más de las doce de la noche: ¡por supuesto que tenían
hambre!
-¡Yo!-contestó Liss infantilmente.
-A la taberna pues, la cena va por cuenta de la casa-dijo él.
Como sus huéspedes eran un tanto llamativos, decidió ser
él quien los guiase por las intrincadas calles de la isla, las
cuales se transformaban en un tugurio, un infierno y quizá
un paraíso por las noches.
Les llevó por las calles menos llamativas y transitadas hasta
que dieron vuelta toda la isla y llegaron a una calle donde
parecía agolparse todo el pueblo. Cualquiera hubiera dicho
que esa era una noche de fiesta, pero así eran todas las
noches en dicho lugar.
Jack se detuvo frente a una puerta y la empujó
confianzudamente sin siquiera haber golpeado antes. Todos
le siguieron sin siquiera mediar palabra.
Adentro la música, los gritos, los cantos, las risotadas
exageradas y nada decentes, las conversaciones casi a
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
412
chillidos, los sablazos y los balazos eran el sonido que
ambientaba.
El amoblado y el inmueble eran completamente de madera.
Dentro la luz era brillante, amarillenta y a su vez apagosa
en algunas partes a falta de candelabros y velas.
Al fondo del recinto había un pequeño tablado donde
tocaba un grupo de piratas que al parecer tenían sus buenas
habilidades con la música. Uno de ellos cantaba una vieja y
alegre tonadilla que los más espabilados de la concurrencia
coreaban y percutían con las manos; otros dos tocaban
violines, un cuarto tocaba un desvencijado piano a mal traer
y con la mitad de las teclas que debería tener, un quinto
tocaba una guitarra y un sexto atacaba una flauta.
La parte central era una pequeña pista de baile donde ahora
nadie bailaba, pero que a la hora de los valses se llenaba de
acaramelados bailarines que danzaban a los trompicones
dizque el alcohol se les había subido a la cabeza.
A ambos lados, de una punta a la otra se congregaba una
multitud de mesas, todas redondas, con cuatro o cinco
asientos alrededor y un velón al medio. En la mayoría se
apretujaba ya grupos de piratas y prostitutas que charlaban
a los gritos entre risotadas con una botella de cualquier licor
fuerte y con un buen plato de comida.
A ambos extremos, derecho e izquierdo, se encontraba una
barra donde se sentaban los solitarios de la concurrencia a
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
413
llorar sus penas a las taberneras que limpiaban copas y
vasos, repartían comida y extraían de una pequeña bodega
por detrás del mostrador las botellas que comenzaban a
mermar.
En los fondos oscuros se agrupaban las mesas de los
apostadores, que con botella de ron en mano, veían la
estrategia perfecta para robarse el dinero los unos a los
otros de una forma que estuviese dentro de la legalidad del
juego.
Dos borrachos se cruzaron de una punta a otra de la pista de
baile dándose de sablazos de ciego y persiguiéndose.
Luego, cuando cruzaron al otro lado, fueron chocando
contra todas las mesas y desarmando todo, arrasando con
una quebrazón de botellas y platos, acompañados de una
lluvia de maldiciones. El “juego” acabó cuando un
hombretón se levantó, les dio una bofetada a cada uno y
ellos se calmaron visitando el suelo de cerca.
-Bien, bienvenidos a mi tugurio favorito-opinó Jack
frescamente armándose de valor para entrar al local.
Liselot descargó una pequeña risilla, ajena de que había ido
a meterse a la boca del lobo. Jack les indicó que buscasen
mesa y pronto todos estuvieron riendo alrededor de una
tabla en grupos. Liselot fue a sentarse junto al
Contramaestre del Tresaure y unos grumetes de dicho
barco. Junto a ella se sentó Linda Freeman. Aún así,
quedaba un puesto desocupado.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
414
-¿Para quién es?-preguntó ella.
El Contramaestre enarcó una ceja ante tanto detallismo.
-Para el Capitán-indicó.
Pronto se vieron envueltos en una amena charla, divertidos
a más no poder. A lo lejos vieron acercarse hasta ellos a
Jack, quien se sentó a la mesa refregándose las manos.
-¡Listo! Pedí cena y alojamiento para todos-indicó.
-¿Eso incluye…?-preguntó Liselot sin alcanzar a terminar
la frase.
-Exacto, eso incluye a tu tripulación, milady-contestó él.
-¡Gracias!-exclamaron Liselot y Linda al unísono.
No pasó mucho rato hasta que se les acercó una mujer. Era
joven, no superaba los veinte años de edad. Rubia, de
cabello largo. De grandes ojos verdes y bien maquillados
con kohl. Era de tez clara, se evidenciaba con las áreas que
el rubor no alcanzaba a cubrir. El maquillaje en sí era
exuberante y sobrecargado. No muy alta y de cuerpo bien
torneado. Vestía un blusón blanco de manga corta que
dejaba los hombros al descubierto. Lo llevaba ajustado con
un corsé rojo sangre de cuero que llevaba tirantes del
mismo material unido al cuerpo con argollas de plata, iban
cruzados en la espalda. Adelante llevaba el cordado de
cuero negro ajustado a la altura de los pechos dejados libres
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
415
por la hechura y cubiertos con el solo blusón. Llevaba un
faldón largo capuchino desgastado por el uso y botas
negras.
Depositó la bandeja que llevaba en la mesa y repartió los
platos en los comensales. Colocó las botellas al medio y las
descorchó. Miró provocativamente a Jack y le guiñó el ojo.
-¿Algo más, capitán Rackham?-preguntó.
-No, nada por el momento, Jane-contestó él, a lo cual la
muchacha se retiró.
Comenzaron a comer en completo silencio, atormentados
por el hambre que habían tenido que sobrellevar callados
durante horas. Cuando la mitad de su plato estuvo vacío, el
capitán Rackham se detuvo en su loca carrera de
mandíbulas y se echó para atrás en su silla, saboreando la
exquisita sensación de ya no sentir hambre. Estiró el brazo,
tomó su botella y se echó un largo trago entre pecho y
espalda.
-Y dígame, milady, ¿cuál es su problema?-preguntó cuando
ya hubo vaciado la cuarta parte de su botella de un solo
trago.
Liselot alzó la mirada e intentó tragar rápido la gran
cantidad de comida que tenía en la boca y abultaba sus
mejillas. Intentó pasar el trago con un poco de ron, pero le
salió peor: era tan fuerte que se atragantó. Cuando ya
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
416
estuvo lista, miró a su protector con un gesto de extrañeza:
ya le había dicho lo que él quería oír. Sin embargo, se
dispuso a contarle todo lo que tenía que decir.
-Bien, después de el ascenso de mi padre, el Al…-inició,
pero fue cortada de cuajo por Jack.
-No, no, eso no-dijo él meneando la cabeza-. Contadme
cuál es vuestro verdadero problema-dijo él.
-Somos del siglo XXI y no sabemos cómo volver-se
aventuró Liselot con un gesto de timidez.
-Tampoco. Quiero saber cuál es el problema principal en
este mismo instante-exigió él quitándose la botella de los
labios.
-Sobrevivir-dijo Liselot como quien intenta jugar a las
adivinanzas y cree haber dado en el blanco.
-¡Eso!-gritó Jack, indicándole que había acertado-.
Sinceramente-dijo tomando un tono y mohín más serio-, no
me esperaba que Naomie se negara a ayudarles a ustedes,
pero ella misma ha admitido que hay un modo de volver al
siglo XXI, por ende alguien más que ella puede conocer el
hechizo y oficiarlo.
-Sheila dijo que quizá la ciencia…-se aventuró Linda.
-La del siglo de ustedes puede que sea capaz de hacer algo,
pero ¿qué tal si no lo hace?-preguntó él-. La de esta época
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
417
es completamente incapaz de ayudarles. Aquí ustedes
tendrán que acostumbrarse a ser vistos o como locos o
como servidores del mal, si saben a qué me refiero, cuando
digan que han viajado tres siglos en el tiempo, porque aquí
esto es a lo sumo obra de magia-dijo él.
El rostro de Linda se deprimió de inmediato al dar con que
no había opción de volver. Ella lisa y llanamente no creía
en la magia, para ella eso no existía, era solamente una
bella utopía, y no siempre era bella. La ciencia del siglo
XVIII sencillamente no podía ayudarles y la del siglo XXI
ya habría abandonado la búsqueda hace meses.
-Es evidente que hay alguien que puede desarrollar el
conjuro, pero sepamos nosotros en qué punta del mundo se
encuentra en este preciso instante-dijo Jack a lo cual Liselot
le clavó fijamente la mirada y Linda se removió nerviosa-.
¡No desesperéis! Hay que ir a buscar a esa persona, es
evidente, pero necesitáis pasar desaparecidos o protegeros
de los daños que la gente puede haceros por lo distintos que
sois-dijo y luego miró a Liselot-: milady, ¿tenéis alguna
idea para poder proteger vuestro barco?
-Sí, volvernos piratas-dijo Liselot.
-Necesitáis más-dijo él-. Recordad que aquí sois vistos
como obra de magia y nosotros, los piratas, somos un
poquito supersticiosos. No digo que no puedas ejercer
nuestro “honrado” oficio; varios de nosotros te ayudaremos,
pero varios intentarán acabar contigo por mero miedo y
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
418
somos peligrosos, he de decirlo. Pero tú tienes una
salvación: tienes un poder que ni mágico ni nada, pero sí es
muy grande y está en tu apariencia. Producirá un miedo tan
profundo entre tus enemigos que no se atreverán ni a
alzarse en armas contra ti-dijo él con una sonrisa pícara
para luego añadir-: Dime, milady, ¿has oído hablar sobre la
Leyenda del Holandés Errante?-preguntó con una mirada
pícara.
Liselot, aún sin entender, no se tardó en contestar. Aquella
era una de sus historias favoritas dentro de las miles de
leyendas que conocía.
-Sí-contestó asintiendo con la cabeza infantilmente-. En mil
seiscientos…-comenzó y fue interrumpida de inmediato por
Jack.
-Un hombre condenado por un poder superior al suyo a
vagar sin rumbo ni hogar, sin siquiera guardar la esperanza
de poder topar la tierra tan deseada, su casa, nunca más-dijo
Jack sombríamente.
El pirata se reclinó hacia atrás en su asiento y bebiendo de
su botella. Cuando consideró que estaba listo para continuar
su historia y manifestar su punto enarcó una ceja en
dirección a Liselot, se secó los labios con la manga y
continuó en vista y considerando que la chica no hacía
acuse de recibo de la real intención que él tenía.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
419
-Y dime, milady, ¿qué eres tú? Eres una muchacha
condenada por un poder superior, desconocido para
nosotros junto a sus reales intenciones, a tener que vagar
sin rumbo ni hogar en un lugar que no te pertenece, en una
época que no es la tuya. Y dime caso no estoy en lo
correcto, por favor: ¿acaso las esperanzas no comienzan a
abandonar a tu gente ya? ¿Acaso no comienzan todos a
dudar de que regresen a casa algún día si no hay un camino
disponible?
Liselot abrió los ojos de par en par, sorprendida de lo que le
correspondía oír ahora, comprendiendo lo que cada palabra
quería decir. No contento con eso, Jack prosiguió con su
cháchara.
-Por ese poder superior, el capitán Van der Decken fue
convertido en un verdadero terror para la gente-y ahora
adoptó un tono más exaltado-. Y si me equivoco, por favor
corrígeme. ¿Acaso no eres tú el terror de nuestra gente?
¿Acaso tu barco no saca los miedos de los más
supersticiosos y los más realistas con su forma distinta y su
propulsión sin velas, tan moderna, de fierro? ¿Acaso no es
tu apariencia un punto de debate y de miedos, de confusión
y de extrañeza para todos? Si me equivoco, por favor
corrígeme. No te has propuesto darnos miedo, pero ya tu
condena de viajar tres siglos en el tiempo te convierte en un
bicho raro demasiado temido por las diferencias que te
separan de nosotros-.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
420
Liselot dio un trago a su ron como captando recién su punto
a favor y en contra. Podía entender lo que Jack quería decir,
pero algo en ella se negaba a dar miedo a la gente.
-Por esa misma condena, el Holandés Errante fue
abandonado por su propia tripulación y por sus propios
pasajeros. Y dime, milady, ¿acaso no hubo un motín hace
un par de días en el que más de tres cuartos de la
tripulación de tu Evertsen te dejó?-.
Liselot abrió los ojos, lisa y llanamente anonadada. Ya ni
siquiera el ardor del ron le causaba nada ante tamaña
noticia.
-Y él fue seguido por quienes ese poder superior condenó
junto a él a ser el terror de los mares. ¿Acaso no es tu
reducida tripulación una condenada también?-preguntó
Jack.
Liselot y Linda nada dijeron. Los grumetes conversaban
distraídamente entre sí y el Contramaestre del Tresaure
sonreía pícaramente a su capitán.
-Y estás condenada a vagar sin rumbo y hogar hasta el fin
de los tiempos o hasta que se seque el mar, no hace falta
que tengas una peste o nada parecido: la misma gente te
echará de los puertos por mero miedo-dijo él, a lo cual las
mujeres se envararon-. ¡Tranquilas! ¡New Providence
siempre recibe a los renegados!
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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Ese consuelo evidentemente no calmó los ánimos de las
mujeres de Evertsen, pero sirvió para silenciarlas.
-Y vámonos al inicio de la historia. El capitán Van der
Decken deseaba fervientemente algo: navegar por siempre;
y el poder superior le cumplió su deseo. ¿Acaso no estás en
las mismas? ¿No pediste una y mil veces según lo que me
cuentas poder vivir en el siglo XVIII y ser una pirata?-.
Ante eso, Liselot nada dijo. Linda le dirigió una ligera
mirada de reproche como molesta por el deseo pedido. Jack
y sus hombres sonrieron.
-¿Acaso el título de La Holandesa Errante no te viene bien,
Liselot Van der Decken? ¡Si hasta en el apellido te pareces
al desdichado capitán!-opinó Jack, poniendo sobre la mesa
su último argumento.
Liselot carraspeó, bebió un trago y le miró a los ojos.
-Entonces, ¿tendría que hacerme pasar por el holandés
Errante?- preguntó fascinada.
-Aye, ¿te gusta la idea?-preguntó Jack.
-¡Me encanta!-exclamó Liselot loca de alegría y con una
sonrisa de oreja a oreja.
Entonces Jack se puso de pie con lo que quedaba de su
botella, lo cual era dicho sea de paso menos de lo que nadie
puede imaginarse y sonriente como siempre exclamó:
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
422
-¡Atención, atención!-.
Las gentes se volvieron a mirar acusatoriamente al
interruptor de su diversión, quien ni siquiera se inmutó por
las malas caras que le dirigieron.
-Alcen sus copas y botellas, ¡y brindemos por la capitana
Van der Decken, la Holandesa Errante!-gritó.
-¡Salud!-coreó la gente, más por tener algo por qué brindar
que por saber lo que se estaba tejiendo.
Todos entrechocaron las copas, vasos y botellas y pronto
todo fue algarabía nuevamente. Entonces Jack se sentó con
una sonrisa triunfal y miró pícaramente a Liselot.
-Ahora sí te lo puedo decir: bienvenida a New Providence,
milady-dijo para luego chocar su botella en un brindis con
las gentes de su mesa.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
423
Capítulo 18: “La Muerte Alcanza a Sophie Van der
Decken”.
Nota de Autora:
Primero que todo, queridos lectores, sé que no hay excusa
posible, factible y reproducible que justifique mi
irresponsabilidad en no actualizar en diez meses (¡ay,
Señor, ha sido una tortura!). He estado desocupada y
perdiendo mi tiempo, lo admito. La jornada escolar
completa es un asco, una constante pesadilla. Primero, hay
que ver lo que es levantarse temprano para estar de 8 am a
5 pm encerrada entre las mismas cuatro paredes haciendo
nada… para mí el peor castigo de todos es levantarme
temprano, imaginaos lo infeliz que soy.
Segundo, los profes al tener más horas para pasar sus
materias, hacen de sus clases un fatal y lento aburrimiento,
basándose en repasos de materias vistas literalmente, hace
cinco años. Es un total relleno de trama. Tercero, no queda
tiempo para nada, porque salgo súper tarde, llego a casa
más tarde aún y me acuesto lo más temprano posible para
estar medianamente coherente la mañana siguiente. Cuarto,
los fines de semana mi vida cambia radicalmente; si en la
semana no hago nada, para los fines de semana me mandan
toneladas de tarea inútil sobre los mismos temas vistos
desde Básica. Así que, no puedo escribir de corrido –menos
publicar-, sólo en el cuaderno de borrador durante las
clases.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
424
Me da rabia como no tenéis idea: mis compañeros y mis
profes me miran como una diosa del conocimiento –cosa
que detesto que hagan, porque no lo soy- por mis buenas
notas…. Algo muy fácil de conseguir en el ambiente
mediocre en el que estoy inmersa -el cual realmente da asco
y pena-: no me esfuerzo ni un cuarto de lo que es mi
capacidad y obtengo notas excelentes; pero no he aprendido
nada, porque no me enseñan nada nuevo.
Digo que no me esfuerzo nada, porque no estudio y no
presto atención en clase, dedicándome a leer todo el día. De
hecho, este año he leído más que ningún otro. Algunos de
los libros que he leído son:
-El Señor de los Anillos: El Retorno del Rey (el cual se ha
tornado mi libro favorito… rayaré peor que con la
Comunidad del Anillo).
-Breve Historia de los Vikingos (con datos muy curiosos, re
buena la investigación que hicieron y muy ameno el
relato… amo los nórdicos, he de decirlo… cultura
fascinante como esa, además de los celtas y los mapuches,
no he encontrado).
-Breve Historia del Rey Arturo (me dejó gusto a poco, se
iba más que nada en las investigaciones por localizar y
encontrar Camelot, pero de Arturo 40 páginas y era).
-Ana y la Sibila (primer libro sobre los romanos que me
gusta… el autor realmente hizo un gran trabajo… logra un
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
425
ambiente muy similar a Las Crónicas de Narnia, si tenéis
parientes adolescentes y queréis culturizarlos un poco es
muy recomendable).
-El Niño del Pijama a Rayas (es realmente de sobrada decir
que lo leí, porque lo abandoné antes de la página 30…
realmente no me gustó es lento y repetitivo…).
-Saga Las Crónicas de la Torre, es decir, El Valle de los
Lobos, La Maldición del Maestro, La Llamada de los
Muertos y Fenris el Elfo (excelentes libros, trama muy bien
hecha, llena de sorpresas y detalles ocultos… magistral la
narración. Las escenas de pelea un poco flojas, pero lo
demás es excelente. Mi libro favorito de la saga fue Fenris
el Elfo, es que…. Amé a Fenris, es sin duda alguna un gran
personaje).
Y, además de leer, he escrito y dibujado un montón. Estoy
ideando un Legendarium y he avanzado bastante
redactando trozos de las distintas historias y poemas que lo
componen y dibujando a los personajes. Me gustaría daros
un adelanto, pero sería spoiler.
Bien, entrando en tierra derecha, el capítulo que escribiré a
continuación (por continuación se puede entender días,
semanas o incluso meses) es el más fuerte que he pensado y
escrito hasta ahora. Es verdad, la muerte alcanzó a Sophie,
pero no como os lo esperáis, sino que mil veces peor.
Reitero, es un capítulo muy fuerte del cual no sé si salga
cuerda… ya sabéis, es Sophie y su locura… a veces me
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
426
pongo mucho en su piel y sus razonamientos torcidos me
llevan…. Y en este capítulo se llevarán el protagonismo y
la palma junto a los fuertes sucesos que habrá, claro.
Por eso el tema del capítulo es Bohemian Rhapsody- uno
de mis temas favoritos, cuya letra e intensidad melódica me
hacen enloquecer tanto como este capítulo lo hará-, de los
fantásticos Queen.
Este capítulo está dedicado a Weissturner y va en
agradecimiento a su amistad…. Sólo puedo decir que para
mí es un excelente padre literario.
Sin nada más que decir, con vosotros, el día en que la
muerte alcanzó a Sophie Van der Decken.
¿Es esta la vida real? ¿O es sólo fantasía llamando el
tiempo de mi vida a su fin? No hay escape de la realidad.
Abro los ojos y veo…
…Veo por primera vez la derrota, la culpa, el miedo, la
desesperación. Me desespero, siento deseos de huir, pero la
realidad me alcanza, me asfixia, no puedo huir de ella.
Podría subir a la baranda y saltar, perderme en el agua y en
menos de cinco minutos me habría borrado del mapa, pero
no me da el coraje. No es que la baranda del HMNLS
Seven Provinciën sea excesivamente alta y yo sufra de
vértigo y que por eso me dé un pánico horrible saltar, no,
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
427
eso sería lo de menos… es más, creo que sería mejor así,
me merezco chillar de pánico, pero ¿acaso no lo estoy
haciendo justo ahora? Oh, entonces me merezco sufrir aún
más: llorar y chillar hasta que el miedo sea sólo un
pasatiempo y la muerte parezca estúpidamente dulce, pero
todavía no me parece así. ¿Debería eliminarme ahora? Sería
una tortura morir y merezco sufrir, caer para siempre…
quizá sea lo correcto.
Me acerco a la baranda. La aferro con las dos manos. Está
helada, creo que el cubito de hielo con que chocó el Titanic
estaba más caliente que la baranda. No importa. Vuelvo a
afirmarme bien, no sea que me vaya de espaldas y no pueda
subir… para luego caer. Un pie primero, otro después.
Pierdo el equilibrio. Cierro los ojos, entonces tu imagen
aparece frente a mis ojos. ¿Es que estando cuerda tu
fantasma no va a dejarme en paz, mamá?... Me arrepiento,
lo juro. ¿Sabes? No quiero seguir mirando, me da terror.
Quiero saltar, sólo saltar. Abro los ojos, miro al cielo y
veo… veo que no merezco que tu fantasma me deje en paz,
veo que soy sólo una pobre chica que ha cometido un
horrible error…
Caigo, me desvanezco. No siento fuerzas, ya el valor no es
lo único que me falta para lanzarme y acabar con todo. Sólo
una mano me une a la baranda y a la esperanza, ¿acaso
merezco conservar esperanzas? Cierro los ojos, ya no
quiero ver, quiero morir, sólo morir. Lloro, siento que
lloro… digo siento, porque ya en cierta forma no soy yo y
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
428
sólo percibo a lo lejos, muy a lo lejos, lo que estoy
viviendo. Desearía estar loca, que esto no estuviese
sucediendo más que en mi imaginación y tener la esperanza
de algún día volver, despertar.
El capitán Van Allen y tres miembros de su tripulación
presenciaban la escena desde una distancia prudencial, sin
poder siquiera creer lo que estaba sucediendo. Eran
hombres de acción y habían visto cosas horribles, pero eso
no les era indiferente.
Al frente de ellos, a varios metros de distancia, con su
mano derecha teñida en sangre, Sophie Van der Decken se
aferraba a la muerte con la misma esperanza con que la
gente se aferra a la vida. De rodillas, la cabeza inclinada
hacia abajo y cubierta con el cabello desgreñado… esa era
la imagen que la otrora fantástica Sophie Van der Decken
tenía para ofrecerles.
-¿Dónde estás?-gritó entre desgarradores llantos la
muchacha y el capitán Van Allen y sus hombres no
pudieron evitar sentir una enorme compasión por la chica.
-Tengo miedo, ven-rogó llorando-. ¡Cómo quisiera que
pudieras venir!-gimió.
Tuvieron que hacer enormes esfuerzos para evitar que los
ojos se les llenasen de lágrimas. Sophie había recuperado la
cordura al precio que hace que la mayoría de la gente la
pierda por completo… era un precio demasiado elevado
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
429
para una jovencita de su edad. La muchacha se dio cuenta
de la mirada de los hombres y en un vago intento por
conservar su dignidad gritó:
-¿Qué miran? Yo no necesito de su compasión-.
El corazón de los hombres se encogió al oír eso. La
muchacha agachó nuevamente la cabeza y siguió llorando a
los gritos.
-Mi capitán-inquirió uno de los hombres temerosamente,
sabiendo muy bien lo que seguía.
-Proceda-contestó el capitán.
El marinero echó a andar hacia la adolescente seguido por
los otros dos soldados, el capitán fue el último en tomar aire
y encaminarse con el mismo rumbo.
Llegaron hacia Sophie sin que ella se diera cuenta. Los dos
marines que habían permanecido en silencio la levantaron
del suelo ante su pasmo, sosteniéndole cada uno de un
brazo. Mientras tanto aquel que había hablado sacaba unas
lustrosas esposas y su mandamás sacaba fuerzas de
flaqueza.
-Sophie Van der Decken-comenzó el capitán-, quedas
detenida bajo el cargo del delito de homicidio, en
resolución serás llevada en custodia de este navío hacia
tierras holandesas para tu juicio.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
430
Las esposas se cerraron alrededor de las muñecas de Sophie
con un sonoro “clanck”. La joven ni siquiera se debatió en
las manos de sus captores, miraba fijamente al frente, en
completa calma.
-Ejecúteme. Acabe con mi vida. Me lo merezco-pidió la
chica con la voz ronca de tanto llorar y una profunda
entereza que pasmó al capitán.
-No está en mis facultades hacerlo, señorita Van der
Decken-dijo el capitán cuando consiguió rehacerse.
-¿No lo está? Es capaz de asesinar a miles de hombres en
el Cuerno de África, ¿y dice que no es capaz de acabar con
mi vida?-inquirió Sophie exaltada-. ¡Deme eso!-dijo al
tiempo que intentaba quitarle el revólver a su captor, quien
fue más hábil y no le dio oportunidad de acercarse.
Luego de un ligero forcejeo la muchacha se calmó,
sumergiéndose en una total languidez. En el fondo de su
alma, Sophie sentía que su razón iba y venía, a ritmos
superlativos; y ya comenzaba a comprender que
dondequiera que soplara el viento, impulsándola en la barca
del destino, no le importaba; nada le importaba de verdad.
Decidió entregarse a sus captores, pasara lo que pasara
habría de morir algún día, ¿no? Vivir esa vida sería su
calvario, su cuerpo sería sus barrotes y los años y la
costumbre se cansarían de empuñarlos, de intentar librarse
de ellos, dejando la determinación en el pasado, ni siquiera
en el recuerdo.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
431
-Andando-dijo el capitán Van Allen.
Sophie se dejó arrastrar suavemente por sus captores sin
prestar atención a nada, lo único que le demostró que no
estaba en cubierta fue que la suave y fresca corriente de aire
se cortó, dando paso a un aire viciado del interior de la
nave. Anduvieron por varios pasillos de la Cubierta A hasta
llegar a la escalera que descendía al nivel siguiente. Los
recuerdos se agolparon incluso en el rostro de Sophie.
“Sophie, no; no, por favor, Sophie, no… ¡Sophie, no lo
hagas!”. Aún podía oír la sinfonía de gritos de una
desgarrada voz femenina, un golpe seco en el frío suelo
metálico. Aún podía ver el horror reflejado en su propio
rostro y las puertas correr alrededor de sus ojos.
-Es el camarote de mi madre, ¿verdad?-preguntó
deteniéndose de golpe.
-Así es, señorita-respondió el capitán con rostro contrito.
-¿Podría recluirme aquí?-preguntó Sophie.
El capitán se adelantó, sacó llave y abrió la puerta.
-Adelante, señorita-dijo.
Sophie entró con paso cansino y miró de un lado a otro. El
capitán la soltó de sus amarras, salió de la habitación, echó
llave. Y lo último que sintió Sophie antes de caer en la
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
432
vorágine de las memorias fue los pasos de los marines
alejarse por el corredor.
Mamá, solamente te he asesinado… Creo que las lágrimas
comienzan a correr por mis mejillas. Puedo sentir mis
dedos enredarse en el filo, cortarse, la sangre correr… y es
horrible. Mis dedos en el arma y tú ya estás muerta. Mamá,
la vida ha recién comenzado, pero he enloquecido y lo he
echado todo a perder. Mamá, puedo jurarte que no es por
verte llorar, que desearía no haberlo hecho. ¡Oh, por Dios!
Siento cómo se me nubla la cabeza… ya he sentido esto
antes, puedo reconocerlo. No quiero reconocerlo, quiero
que se vaya…. No quiero morir, pero sé que no tendría que
haber nacido jamás. Sé fuerte, mamá…. Perdóname…
Perdóname… Se fuerte, sigue adelante… ya nada más
importa, sólo seguir adelante.
¿Puedo llorar en tu hombro? Eres comprensiva, sé que me
dejarás… sé que me perdonarás, pero, ¿lo merezco? Quiero
merecerlo, por hoy, sólo por hoy.
En medio de la penumbra yacía el cuerpo inerte de Aliet:
sangrando, fría, con una expresión de horror y pánico en el
rostro. Sophie, con la culpa mordiéndole el cuello, se dejó
caer de rodillas al lado del cadáver de su madre y le aferró
la mano derecha.
-Perdóname-dijo en voz alta, gimoteando, llorando. Le besó
la mano y la bañó con sus lágrimas.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
433
Se tendió al lado de Aliet y se abrazó a ella, colocándose
boca abajo, con los labios sobre el hombro frío y cetrino de
su madre. Siguió llorando hasta que el silencio reinó en el
camarote…
… La luz del frío sol otoñal se filtraba a raudales por la
cortina del cuarto de Sophie Van der Decken. La
muchacha dormía, tranquilamente, en su cama, sin dar más
señales de vida que una suave respiración que hacía que la
colcha subiese y bajase de forma rítmica. Se escucharon
pasos apresurados por la escalera de madera de la casa y, de
repente, la suave nube que cubría la consciencia de la
muchacha se descorrió, sin embargo, no llegó a abrir los
ojos…
No voy a ver, he decidido que no voy a ver. Ya no quiero
ver, no quiero, no puedo. Desde hoy eso me alejará del
mal… si yo no veo, no podré saber que está aquí. Tampoco
quiero ver la luz del sol, no puedo verla, me hace daño,
mucho daño. Me recuerda que papá no está aquí, que no
volverá, que se fue y que murió. ¡Morir! ¡Qué horrible!
Ojalá pudiese volverlo a ver… no, no puedo desear eso.
-¡Suzanne!-.
Oh, no, es el fantasma, mi madre está aquí otra vez.
-¡Suzanne, ven!-.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
434
Vuelve a gritar. Sus chillidos del infierno me ponen de
malas, peor que a Ivanna, lo cual ya es terrible. La puerta se
abre, oh, no… Siento sus pasos en el piso, uno, luego otro;
pasan segundos infinitos, el tiempo parece no correr, ¿será
que me ha llevado con ella? ¡No! ¡No! Me desespero…
Mantén la calma, Sophie.
-Hija, ¿ya estás despierta?-pregunta con un tonito burlón.
La siento sentarse al lado mío en la cama. Inspiro aire… no,
ya no puedo respirar, no voy a respirar. Si respiro notará
que estoy con vida, que aún vivo, y no va a detenerse hasta
que me haya llevado junto a ella al infierno. Por mi culpa
murió papá y ella cayó… no va a detenerse hasta que se
vengue de mí.
No voy a moverme. Ninguna fibra de mi cuerpo se mueve.
Tampoco respiraré, no abriré los ojos. Será como si
estuviese muerta. Muerta… qué horrible… Pero debo
hacerlo, quizá así se tranquilice y deje de molestarme.
-Señora Aliet, no se mueve… Debe hacer algo-dice
Suzanne.
Suzanne… ya ni siquiera cuento con ella, se ha unido a ese
maldito fantasma. Ni siquiera puedo confiar en ella.
-Ven conmigo, Suzanne-dice el fantasma.
Aguzo el oído y siento cómo ambas se van y cierran la
puerta. No pasa mucho el tiempo y oigo pasos otra vez.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
435
-Señorita Sophie-canturrea Suzanne.
De seguro cree que con eso va a lograr engatusarme, ¿tan
tonta fui en el pasado?
-Le he traído desayuno-canturrea otra vez.
¿Desayuno? Genial… ahora los venenos del demonio
reciben nombre de desayuno… Se sienta al lado mío, de
seguro cree que el aroma y la tentación harán el resto y que
con eso mi madre me tendrá a su merced, sin voluntad
alguna. ¿Dije “merced”? Creo que me tragué un
diccionario… ¡Dios mío! ¡Qué rico huele! Son tostadas,
café y creo que galletitas de chocolate. ¡No! ¡No puedo! Si
lo hago, moriré, seré de ellos. Me contengo y, al cabo de un
rato, se rinde. Se para y abre la puerta.
-Nada, señora Aliet. No reacciona-dice con voz gastada.
El fantasma entra nuevamente, su aire siniestro lo inunda
todo.
-Creí que con el aroma iba a reaccionar, que iba a comer
algo, siquiera-dice con acento de fracasada.
¡Ay, Suzanne! ¡Cómo si no me hubiera dado cuenta! Al
parecer tus neuronas son menos por cada año y, venga, que
ya son más de sesenta…
El fantasma se sienta en una banqueta. Me da un
calambre… quiero gritar de dolor, pero no puedo. Quiero
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
436
recoger la pierna, pero no puedo. Quiero siquiera apretar
los ojos, pero tampoco puedo hacerlo.
-Ella cree que soy un fantasma-dice el espectro con su voz
de ultratumba, gutural, horrible.
¿Creer? ¡Por Dios! Eres un fantasma… no hay nadie a
quien engañar…
-¿Un fantasma?-pregunta Suzanne, siempre tan lenta de
entendederas, como si ella no lo viera…
-Sí, un fantasma-dice el espectro con voz frustrada, casi
triste.
-Pero, ¿por qué un fantasma?-insiste Suzanne.
¡Por Dios, Suzanne! No hay necesidad de fingir, no hay que
jugar a las escondidas cuando tienes al otro jugador al
frente.
-¿Sabes por qué llegaste aquí, Suzanne?-pregunta el
fantasma.
-Porque la casa era un chiquero cuando llegué, necesitaban
alguien que limpiara-dice la nana escandalizada, para ella
todo se reduce a un plumero y una escoba.
-Ojalá fuese sólo eso. Hace diez años, tres días antes de
Navidad, Niek se embarcó en una misión, una de las
primeras de la Zeven Provinciën en Somalia. El día 22 por
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
437
la tarde nos sentamos con las niñas a ver la televisión,
estaban dando un programa que a ellas les gustaba, cuando
de repente hubo un comunicado del noticiero que decía que
la caja negra del barco en el que viajaba Niek había salido
del alcance de la central. Seguimos mirando la tele, no me
atreví a explicarle a las niñas qué pasaba, aunque ellas
debieron de haber presentido que era algo muy malo,
porque repetían “¿Papá, papá?” mientras señalaban la
pantalla con los deditos. Una media hora después salió otro
comunicado que decía que lo habían encontrado hundido y
que todos los tripulantes o ya los habían encontrado
muertos o estaban desaparecidos, Niek estaba entre los
desaparecidos. Siguieron buscando toda la noche y, en la
mañana del 23, cuando estábamos tomando desayuno, vino
un comandante de la fragata. Le pedí a las niñas que se
fueran a su pieza, pero ya conoces a Liselot, se las arregló
para venir con sus hermanas a oír a escondidas y, ¿sabes lo
que me dijo el comandante cuando se suponía que las niñas
no tenían que estar, no tenían que oír? Me dijo que Niek
estaba muerto-.
-¡Pero señora Aliet! El señor apareció al final, yo tuve el
gusto de conocerlo-.
¡Ay Suzanne! Usa un poco la cabeza… es obvio que mi
papá sobrevivió luego…. Maldito fantasma, por su culpa
me estoy inundando por dentro. Soy una montaña y hay dos
ríos enormes, pero esos ríos son mi condena. Cuando estoy
triste esos ríos corren y avisan a todos, pero si ahora corren
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
438
el fantasma sabrá que estoy viva y no puede saberlo. Pero
hubo un terremoto y ahora los ríos están corriendo hacia
adentro, puedo sentir cómo mi cuerpo se moja. Estoy
llorando por dentro y cada parte del interior de mi cuerpo
está estilando. Esos recuerdos son demasiado fuertes como
para enfrentarlos.
-Niek sobrevivió… llegó luego de Año Nuevo. Pero, ¿sabes
lo horrible que fue pasar esa Navidad con las tres niñas
sabiendo que su padre estaba muerto? Por eso llegaste aquí,
Suzanne, porque descubrí que era demasiada la presión
para mí-.
Suzanne no dice nada… parece estar muda, creo sentir
cómo llora. ¡No! ¡Ahora me inundaré por dentro y por
fuera! ¡No hay salvación! Pero si me muevo, si corro, si
respiro, el fantasma lo notará. Me voy a ahogar…
-¿Recuerdas lo que pasaba con Sophie cada vez que Niek se
iba?-pregunta el fantasma.
-Era terrible, señora. Gritaba, chillaba, pataleaba, lloraba…-
.
-Era horroroso. ¿Recuerdas cuando había que ir con ella a
un funeral? Se quedaba en estado catatónico cuando había
que despedirse del difunto en el ataúd. No podía moverse y
temblaba de pies a cabeza, y cuando podía moverse salía
huyendo y lloraba al grado de que había que salir de ahí.
Ella siempre creía que su papá iba a morir en las misiones,
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439
le escondía las cosas para que no fuera, le decía incluso al
despedirse cosas como…-.
-…No te vayas y no te mueras nunca-interrumpe Suzanne.
-Le tomó un pánico horrible a la muerte. Esa Navidad sin
su papá fue terrible-.
-Quizá…-se atreve a decir Suzanne, su primer pensamiento
coherente, pero se traba por mero respeto a la mitad.
-Anda, dilo, Suzanne, con confianza. Quizá el último
tiempo que estuvo cuerda le parecí un fantasma… yo estaba
muerta en vida-.
¿Parecer un fantasma? Anda, ya te moriste… ¿Cuerda? ¿Yo
loca? ¡Ay, por Dios! Y se supone que Suzanne seguirá
jugando este juego…
-Le tomó miedo a morir y a la gente muerta… bueno, a los
muertos quizá no tanto como miedo, pero sí le daban
mucha pena-.
-Y al agua, señora Aliet-interrumpe Suzanne.
-¿También lo recuerdas? ¿Recuerdas la clase de natación?
Fue un desastre…-.
Sé que siguen hablando, puedo percibir a lo lejos la voz del
fantasma, de ese espectro demoniaco. Pero ya no oigo lo
que dice. El agua me cubre. Sólo escucho el sonido del
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
440
agua, las olas van y vienen, chocan en mi cabeza y se alejan
para chocar en las paredes. Siento todo mojado, siento
como si me hundiera. Sólo puedo escuchar eso. ¡Oh, no!
¡El agua va a cubrirme la cabeza! ¡No puede ser! Empieza a
entrarme en la nariz y vuelve salada el agua de mis ríos. Mi
mundo comienza a cambiar, se acerca a la destrucción y no
puedo moverme. No puedo hacer un terremoto, eso alertaría
al fantasma. El agua zumba en mis oídos y ya no oigo nada.
Comienzo a adormecerme. Ya no le tengo miedo a la
muerte… Moriré ahogada, ¿qué peor?...
…Sophie despertó cuando el agua comenzaba a cubrirla y
ahogarla con un sobresalto, dando en la cuenta de que todo
había sido un sueño. Sus manos atolondradas fueron a dar
contra el cuerpo frío de su madre, empapado de su propio
sudor frío, mojando la piel que se perfilaba ya cetrina,
amarillenta, a la luz de los pocos rayos de la luna que
entraban por la ventana del camarote.
Jadeando de pavor se sentó a horcajadas, al lado del
cadáver de Aliet. Jadeando de terror intentaba mantener su
mente en el presente, mientras que las palabras se
arremolinaban en su consciencia y los recuerdos
difuminaban la delgada línea entre el ayer y el hoy.
-Retírate… déjame a solas con mi hija-dice el fantasma con
una voz fingidamente dulce.
-Sí, señora Aliet-dice Suzanne haciendo caso en el acto…
siempre fue una total inocente.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
441
La puerta se cierra tras Suzanne, sus pasos se alejan
taconeando esos viejos zapatos negros y, cuando ya es
imposible escucharla, el fantasma se pone nuevamente de
pie, taconea disfrutando el paso del tiempo, de los segundos
inolvidables y horribles que transcurren. Se acerca a mí y
me jala de los hombros hacia arriba. Siento que respiro;
entonces un fuego horrible, un humo maloliente, asqueroso,
lleno de podredumbre, comienza a carcomerme. Primero es
un leve calor, luego las quemaduras son insoportables y los
bosques comienzan a arder en llamas, ardo en llamas. El
fuego se eleva, me intoxico en el humo. Las quemaduras
son horribles. Podría sumergirme de nuevo en el agua y las
quemaduras se apagarían. Se apagarían para siempre…
Pero no puedo… si me sumerjo en el agua sabrá que vivo.
-Sé que estás viva-dice con su voz espectral-. Sé que no has
muerto… Aunque intentes hacerme creer lo contrario, no
olvido mi venganza. Te quemas, ¿verdad?-me aprieta con
más fuerza-. ¿Deseas el agua, verdad? Pues bien, yo te daré
agua… desde hoy vendrás conmigo a vivir al mar. Caerás,
caerás, caerás. Odiarás el agua, sentirás que te ahogas, pero
no podrás morir… desearás hacerlo, pero no podrás.
Porque, ¿sabes una cosa? ¡Te maldigo! ¡Desde hoy y
contando te maldigo! Querrás volver incluso al fuego o
morir de una vez, pero no podrás, porque tendrás primero
que sufrir todo lo que sufrió tu padre al morir, toda la culpa
de Liselot y mi dolor… y no sólo eso, estarás condenada
por una eternidad a buscar su cuerpo y traérmelo a mí, si no
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
442
lo buscas, el ahogo será suficiente como para hacerte
enloquecer. Nos subimos al Zeven Provinciën esta misma
tarde, zarpamos y que la justicia esté de mi lado-…
… La mente de Sophie volvió de repente a la realidad y el
terror se apoderó de ella. Ahora podía recordar cada palabra
que su madre había dicho y podía recordar también cómo
su distorsionada razón las había torcido una a una. Aliet
sólo había querido ir en busca de Niek, sin saber si él estaba
vivo o muerto, con una cruda certeza en que él estaba
muerto. Encontrarlo vivo, creía ella, era lo único que
devolvería a Sophie a la normalidad… y la propia Sophie
había echado todo a perder…
Esa misma tarde habían zarpado con ayuda del capitán Van
Allen, dizque Aliet había insistido una y un millón de veces
desde que se hubiese enterado de la desaparición de Niek y
Liselot, y que, además, Van Allen hubiese descubierto unos
vestigios del Evertsen supuestamente con el radar del
Zeven Provinciën.
Sophie miró a su madre de nueva cuenta…
-¡No, Sophie, no!-aún podía oír los gritos resonar en sus
oídos, podía sentir la desesperación de su madre, podía
sentir entre sus dedos el frío metal del cuchillo, podía aún
esforzarse en enterrarlo cuán profundo pudiese y podía
percibir el metálico aroma de la sangre, sangre roja, sangre
fresca, manando del cuello de su progenitora. Podía ver el
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
443
terror en sus ojos, podía ver su figura enloquecida reflejarse
en esos ojos.
Una lágrima rodó por la mejilla de Sophie: lo había perdido
todo, todo en la vida… y a su madre se lo había quitado
todo.
Todo había comenzado hace tres horas atrás, cuando el Sol
aún brillaba en el desteñido cielo otoñal. Aliet entró en el
camarote. Tomó amorosamente las manos de su hija, la
destapó y le colocó el abrigo sobre los hombros. Dijo
algunas palabras, sin embargo en la mente de Sophie el
fantasma dijo unas completamente diferentes.
-Vamos a cubierta, hija, el aire fresco te hará bien. Ahí nos
espera el capitán Van Allen para darnos noticias de tu papá-
dijo con ternura.
-Ven a cubierta, es hora de que Van Allen y yo te
mandemos a buscar noticias de tu padre-dijo el fantasma.
Pero Sophie no perdió la oportunidad. Podía sentir el pavor
apoderándose de cada una de sus venas. Era el miedo que
necesitaba para que el frenesí y el valor le nublasen la vista
y pudiese acabar con ese fantasma de una vez por todas,
sino, no lo haría jamás. Llevaba días maquinando la idea
sin dar señal alguna de vida.
De improviso, metió la mano en su pantalón de dormir,
extrajo un cuchillo que había conseguido escamotear,
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
444
apenas sí una fina daga. De improviso, lo dirigió hacia el
brazo del fantasma.
Los gritos se confundían en sus oídos, eran una sinfonía
irresistible. El espectro intentó quitarle la daga, rasguñarle
con sus garras infernales. Le mutiló la mano derecha. Su
madre intentó acariciarle el rostro embravecido, le cortó la
muñeca izquierda.
Aliet dio unos pasos al frente que le valieron sendos cortes
en los tobillos.
-¡No me mires!-gritó Sophie, sintiendo los furiosos ojos
blanquecinos del fantasma observarle con su estampa
maldita.
Acto seguido apuñaló cada ojo. Sin embargo, el espectro
aún respiraba, sacaba tentáculos, brazos, sólo podía matarle
para ser libre. Le apuñaló el cuello, pero dio en la cuenta de
que no podía cortarle la yugular, sólo veía pútrida sangre.
Le apuñaló el pecho.
-Sophie…-jadeó Aliet.
-Maldita…-gimió el fantasma.
Sintió cómo la mente del espectro aún no moría, cómo
formulaba otra maldición. Tenía que darle muerte antes de
estar maldita. Con todas sus fuerzas tomó impulso, apretó
el cuchillo con ambas manos y lo clavó en la frente de su
madre, quien cayó muerta en el acto.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
445
-¡La maté!-celebró Sophie.
Entonces, la vocecilla cuerda que había en su interior dijo:
-Los fantasmas ya están muertos, ¿cómo pudiste matar
uno?-.
La duda se apoderó de su ser, más era curiosidad y una fina
hebra de temor enredándose en su corazón. Entonces
aquella voz decidió consumar sus palabras venenosas:
-¿No será que siempre estuvo viva y tú no quisiste verlo?-
preguntó.
Lo que sigue se puede definir como un terremoto. Trozos
de paredes cayendo. El plateado espectral se transforma en
los colores del atardecer entrando por la ventana. Los ojos
ya no son blancos, sino teñidos en sangre. Su madre ya no
es un espectro del demonio, sino que vuelve de súbito a ser
su dulce madre, con la huella del terror teñida en el rostro.
Las cortinas que cubrían su razón se descorren y quiere
huir, siente deseos de huir. Entran en el camarote Van Allen
y tres hombres más, probablemente alertados por los gritos
de Aliet. Entonces aprovecha la confusión y corre,
sencillamente corre.
Mi consciencia regresa al presente. La luna está en lo alto.
¿Dónde estará Ivanna? Ojalá que haya sido más valiente
que yo… bueno, siempre fue un hueso más duro de roer.
Mamá, perdóname… perdóname por ser un error. Tomo el
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
446
cuchillo, no sé cómo no se lo llevaron, ¿es mi idea o en la
Marina son todos unos ineptos? Ineptos útiles, por lo
demás.
Me corto la mano derecha para no volver a aferrar un
futuro. Me mutilo la izquierda para no cometer malas
acciones otra vez y que la locura no me vuelva a llevar.
Ambos tobillos me los corto para no andar una vida que no
merezco. Me perforo el hombro derecho para no tener la
fuerza de dañar a nadie más en lo que me queda de vida.
Podría quedarme así y desangrarme, mamá… no tardaría en
morir, pierdo mucha sangre. Pero entonces te miro y tu
imagen me aterra. Entonces me ensarto el cuchillo en los
ojos. La ceguera, la sangre y el pánico me dominan.
Entonces no puedo más. Me armo de valor y me paso el filo
del cuchillo por la garganta, cerca de la barbilla, de forma
horizontal y, remato, en la yugular derecha. Todo se va a
negro…
La puerta se abrió y la bandeja con la cena recién servida y
humeante cayó a los pies del grumete.
-¡Capitán, capitán!-gritó. En ese camarote había dos
cadáveres en vez de uno: Sophie Van der Decken se había
suicidado y yacía sobre su madre…
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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Capítulo 19: “Sobrevivir”.
Nota de Autora:
Hallo, meine schatz! Tiempo sin pasarme por acá, ¿eh?
Demasiado para mi gusto… sin embargo eso es algo que
pronto pienso remediar… Hoy he salido de clase, sí, hoy…
el día 13 de enero… cuando por lo general a estas alturas
llevo veinte días cuanto menos de vacaciones: este año
tendré sólo seis semanas, mi pobre cerebro está casi
amoreteado…
Pues, este verano será muy distinto a todos los otros: habrá
muchos menos capítulos que en cualquier otro… Será como
pasar de clases a clase y vosotros sabéis que cierta personita
no me deja escribir en el año lectivo (cosa que no respeto
siempre, así que igual hay esperanzas). Este verano,
además, tengo muchas más actividades que en cualquier
otro verano:
Empiezo el próximo lunes con el campamento científico,
durará una semana y será muy genial… aunque no podré
escribir, como dice el dicho: una cosa por otra.
Estoy planeando una película que quiero hacer. Ya descubrí
qué es lo que quiero en esta vida: seré cineasta. Mi primera
película se llamará La Dama del Lago y ahora estoy
preparando su guión, el cual me está tomando mucho
tiempo.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
448
La música de ese film es mía, ahora sólo me queda grabarla
en varios instrumentos y mezclarla, si captáis el
sarcasmo…
Me estoy dedicando mucho a ver películas (es natural
después de varios meses de tener la cabeza cuadrada en
tareas), chatear (algo no muy normal, detesto Facebook,
pero hay sitios bastante interesantes y mis amigos siempre
tienen una cosa que dos para contar) y leer (tengo una lista
tan larga de libros pendientes para leer como la de películas
para ver).
Fuera de eso, estoy estudiando alemán, un idioma muy
divertido y sencillo; pero que como todo aprendizaje toma
tiempo.
Y, como si el listado fuera breve, estoy dibujando los
personajes de mi película (es de fantasía medieval y no hay
recursos ni para locaciones, vestuarios ni efectos… será un
poco arcaico, como sería el cine medieval si hubiese
existido la cinematografía en aquella época).
No tengo nada más que decir, excepto que os he extrañado
un montón… El tema del capítulo es Carry On (Continuar)
de Angra, ya verán que le viene de perilla a lo que quiero
decir…. Ahora, os deseo que lo disfrutéis.
-Liselot, tenemos un pro…-dijo Lowie-blema-completó de
inmediato cuando se dio cuenta de que no había ninguna
persona, aparte de sí mismo, en la cabina de mando.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
449
-¡Oh, demonios! ¡Justo ahora!-dijo dándose la media vuelta
y echando a correr, sin siquiera molestarse en cerrar la
puerta.
Estiró sus largas piernas y corrió por todo el barco… justo
en ese minuto se le ocurría a su mejor amiga desaparecer
como por arte de magia. Cuando ya pensaba que incluso
sacar su GPS era una buena idea, la encontró parada
aferrada a la balaustrada mirando con consternación hacia
el calmo mar. De inmediato se regañó a sí mismo,
considerando que la idea de ocupar el GPS luego de tres
años desde que se le acabara la pila era una soberana y
gloriosa estupidez… tres años… cualquiera se hubiese
detenido a pensar que tres años era demasiado tiempo, pero
no él: había un asunto más importante que resolver.
-Liselot, tenemos un problema-repitió en voz alta y firme.
-¡Uy, Lowie! Iba a pedirle el favor a alguien de que te
avisaran que vinieras. Se nos cayó la última gallina que nos
quedaba de a bordo-dijo Liselot.
Si Lodewijk no hubiese conocido a Liselot desde hacía
tanto tiempo, de seguro le hubiese sorprendido la respuesta
que ella le había dado; ahora no le tocaba siquiera.
-Espero que no hayas mandado a nadie a buscarla… con
esos arrecifes es más fácil contar los segundos que vives
que los que mueres-replicó enarcando una ceja: conocía tan
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
450
bien a Liselot que no le extrañaba que hubiese mandado a
algún marinero a buscar al ave.
-Debí dejarla ir…-dijo con un dejo de tristeza. Ya no era
aquella chica de dieciséis años, ahora tenía diecinueve, pero
seguía siendo exactamente igual de compasiva que antes, ni
batallas ni calabozos ni torturas ni visitas a la horca habían
podido con su humor.
-¡Qué bien!-dijo Lowie sinceramente complacido de la
madurez recién adquirida por su mejor amiga. Iba a darse
vuelta cuando algo captó su personal interés-. ¿Al menos
dejó huevos?-preguntó.
-No, señor, ¡y eso es lo peor! No tenemos nada para el
desayuno-exclamó un marinero ya bastante viejo como para
preocuparse del desayuno… era de esos que el propio
Lowie hubiese creído forjado en acero, pese a que sabía por
experiencia propia que nunca se acababa de conocer a la
gente.
-No hay nada que comer-completó Liselot-: no tenemos
huevos, no hay carne, no hay leche, recuerda que se nos
murió la cabra hace dos semanas.
-Estamos a un paso de New Providence, no pueden quejarse
ahora-replicó Lowie, queriendo darles a entender que,
como quedaba poco para llegar a la mentada isla, quedaba
muy poco también para poder conseguir comida. Sin
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
451
embargo sus palabras no pudieron con la mentalidad
cerrada de la mayoría de los marineros:
-¿Quién te dice que estamos cerca, muchacho?-preguntó un
hombre que, de hecho, tendría que haber jubilado hace tres
años, pero que por lógicas circunstancias seguía trabajando
a bordo.
-Las Cartas de Navegación lo explican con claridad, ¿no?-
replicó Lowie, enarcando burlonamente una ceja.
-Oh, muchacho, tú sabes que aún no me acostumbro…-
contestó el hombre con su son más amistoso.
-¡Oh, verdad que sin GPS estás muerto! ¡Liss, llevamos tres
años navegando con un cadáver!-se burló el chico.
Se hubiesen enfrascado en una pelea sin fin para ver quién
ironizaba mejor si Liselot no se hubiese hartado de la
situación:
-¡Basta!-exclamó, evidenciando en su tono de voz que no
quería saber nada de discusiones a bordo, menos si no había
comida, puesto que corrían riesgos de una disputa masiva y,
por qué no, el motín y la desorganización.
-Disculpe, mi capitana-murmuró el marinero.
-¡Ay, venga, Liss! ¡No seas…!-exclamó Lowie.
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-Tienes la razón, Lowie, estamos a menos de dos días de
viaje de New Providence-le corroboró.
-¿Acaso no íbamos a Tortuga, capitana?-preguntó el
hombre.
-¿Qué no era que llorabas porque no hay comida?-le cortó
Lowie-. Decídete o lloras por la comida o por el destino al
que vamos, pero sólo puedes llorar por una a la vez.
-Aquí hay algo raro: no me convenceré de que no vamos a
Tortuga hasta que lo vea en ese mapa-dijo el hombre,
cerrado como sólo él sabía serlo
Viendo que el hombre no iba a ceder, Liselot decidió cortar
la situación.
-Lowie, trae por favor las Cartas-pidió con suavidad.
-Mi capitana, no sé leer esas Cartas, ¿cómo podré saber que
no me están engañando?-inquirió el hombre.
Lodewijk Sheefnek, Contramaestre del HMNS Evertsen,
Navío de la Zeven Provinciën de Holanda, ahora devenido
a barco pirata apodado como El Holandés Errante por el
común del marinero del siglo XVIII, prefirió mantener la
lengua detrás de los dientes, muy consciente de los
innumerables beneficios que a menudo le traía tragarse sus
opiniones. Por único comentario agrandó los ojos,
pensando que no tendría sentido engañar al hombre, que ese
era exactamente el motivo por el cual no le mentían. Nadie
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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notó ese gesto. Volteó en la dirección opuesta, con el único
fin de no ver ni escuchar más la conversación. Rodó los
ojos y, cuando los re-enfocó, vio un punto en el horizonte,
mucho más grande que la última vez que lo había visto.
Aguzó la vista y vio que se acercaba cada vez más rápido.
Entonces recordó el motivo por el cual había subido a la
cubierta principal. No se dio tiempo a sí mismo de pensar
por qué había olvidado su objetivo; era una persona que
sabía perfectamente cómo priorizar sus necesidades, y
ahora su primera y principal necesidad era advertir a Liselot
acerca de ese barco, algo le daba mala espina al respecto.
-Liss-dijo, al tiempo que giraba sobre sus talones. Liselot ni
siquiera lo tomó en cuenta, mientras que revisaba la
limpieza de los Lanza-Torpedos. Camino a paso decidido y
alzó la voz, llamando al fin la atención de su amiga-: ¡Liss!
¿Ves aquello?-preguntó señalando un punto en el horizonte.
-No veo nada-dijo ella, forzando la vista.
Lowie volvió a contemplar el horizonte y vio, preocupado,
cómo el barco-que ya no tenía duda alguna de que ese
punto era un barco-se acercaba cada vez más rápido. Algo
en su interior le decía a gritos que debían reaccionar rápido,
al menos más rápido que aquellos marineros.
-¡Ven!-dijo tomándola de la mano, sin siquiera dándole
tiempo a reaccionar y la guió, al trote, por la intrincada
cubierta.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
454
-¿A dónde me llevas?-preguntó ella, sin embargo no obtuvo
respuesta. Eso no pudo sino preocuparla. Si Lowie quería
estar seguro para hablar sobre algo, ese algo tenía que ser
muy serio.
El muchacho se coló por la puerta que él mismo había
dejado abierta minutos antes y la hizo entrar. Activó el
generador y segundos después encendió un complicado
visor que reemplazaba en gran medida a los antiguos
catalejos, puesto que tenía una mejor definición y un mejor
alcance. Su único contra era que funcionaba mediante
electricidad, algo que los marines más experimentados del
Evertsen habían sabido sortear perfectamente, puesto que,
en su mayoría habían tenido que sobrevivir en condiciones
extremas y, por ende, habían aprendido a generar energía
hasta con lo más mínimo. La pantalla finalmente mostró,
con una claridad infinitamente mejor, la imagen del mar.
Sin perder tiempo, Lowie lo enfocó. Tras unos pocos
segundos, se distinguió claramente la imagen de un barco
de casco de madera podrida y agujereada, velas raídas por
el sol y la salinidad, y cubierta principal que bullía de
actividad. Lowie sencillamente se dedicó a esperar con aire
satisfecho la primera reacción de Liselot.
-¿Un barco? Lowie, no hagas escándalo por un barco-lo
regañó Liss entre risas.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
455
Como era de esperarse, Lowie le mantuvo la mirada y
achicó los ojos, dándole a entender que faltaba algo más en
todo lo que ella estaba diciendo.
-Voy a ver qué necesitan, ¿te vienes conmigo?-le preguntó
ella ad portas de voltear.
Lowie se mantuvo en su lugar, tal y como si estuviese
pegado con cemento ahí, y enarcó una ceja.
-Podríamos comerciar con ellos: cuando lleguemos a New
Providence no podemos llegar con las manos vacías, hay
mil cosas que vamos a necesitar-continuó ella.
Lowie enarcó la otra ceja, dando a entender que no estaba
para nada conforme con la respuesta de Liselot.
-¿Aún no lo notas?-preguntó y, sin dar tiempo a Liss para
que replicara-Ven, fíjate mejor-dijo al tiempo que la hacía
observar en la pantalla. Esperó un tiempo considerable,
pero Liselot era incapaz de procesar nada-. Se acercan a
nosotros y mira con qué rapidez: no nos tienen miedo-dijo,
como si fuera lo más obvio del mundo y ella le respondió
con una mirada que quería decir que no le encontraba
sentido alguno a sus conjeturas-. ¿No te parece al menos
algo raro?-preguntó él.
-¡Oh, vamos, Lowie! ¡No vas a querer levantarle la Jolly
Roger a todo el mundo!-replicó ella, comprendiendo a
medias la intención de su amigo.
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456
-En serio, dime que no te parece raro que se acerquen a
nosotros tan suelto cuerpo cuando todos nos tienen miedo-
dijo él completamente frustrado.
-¡Quizá los conocemos!-exclamó ella.
-Y de hecho, creo que tienes razón, Liss… ¿acaso ese barco
no te suena extrañamente familiar? A mí me da pésima
espina…-comentó Lowie.
Y lo que decía él era completamente cierto. Nadie en su
sano juicio iba a acercarse al Evertsen: en el transcurso de
esos tres años se habían hecho una interesante fama como
el Holandés Errante, una de las leyendas más extendidas en
la época y, por lo demás, bastante temida. Si había algo que
caracterizaba a los piratas, además de su arrojo y, en
algunos casos, de su crueldad, era lo supersticiosos que
podían llegar a ser. Nunca iban a acercarse al Evertsen, para
ellos sus miedos eran algo prioritario… pero ahí estaba esa
embarcación acercándose decididamente a ellos.
No tuvo tiempo para reaccionar. Una explosión retumbó y
un silbido rasgó el aire, acto seguido un crujido y un golpe
seco resonaron. A estos sonidos se les unió de inmediato la
algarabía proveniente de todas las cubiertas, especialmente
de la principal, gritos de marineros quejándose y
expresando su alarma.
Ambos muchachos se acercaron a la pantalla, Lowie
siempre asiendo de los hombros a Liss en un vano intento
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
457
por protegerla. El velero había quedado hecho trizas
después de haber disparado. En la cubierta principal dos
cañones móviles humeaban, evidenciando que el navío
había disparado dos balas. De inmediato Lodewijk razonó
que la persona que comandaba ese navío no había querido
dañar su propio bajel disparando más cañones, puesto que
con haber utilizado sólo dos gran parte de la subcubierta B
y las barandillas estaba destruida, sin mencionar, claro, que
se había roto varios de los amarres del velamen y que, por
ende, se había afectado el curso. Sin embargo, ese capitán
debía de ser lo suficientemente sádico como para poder
anteponer su sed de tomar el Evertsen por sobre la
seguridad de sus marineros y de su propio bajel, sin
mencionar que justamente los estaba atacando a ellos y que
se acercaba cada vez más de prisa, poniéndose a una
distancia prudencial para poder batallar sin autodestruirse.
-Lowie, yo conozco ese barco-dijo Liselot con apenas un
hilo de voz.
No hubo tiempo para completar la frase. Un nuevo
cañonazo retumbó en el aire. Además de sádico, ese capitán
debía de ser un completo imbécil, razonó Lowie, puesto
que el velero se veía dañado en al menos cinco partes más
desde la proa (la cual estaba hecha un desastre de palos
cayendo en un completo desorden) y el cordaje se había
destrozado a tal grado que la vela y el mástil de proa habían
caído antes de entrar siquiera en franco combate. Eso
pensaba, al tiempo que tomaba a Liselot de la muñeca:
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458
-Vamos a cubierta-dijo, mientras echaba a andar con ella a
lo largo del pasillo.
-¡El Evertsen necesita un timonel!-exclamó ella.
-En eso estamos de acuerdo-consintió él, sin embargo echó
a andar sin siquiera considerar lo que Liselot decía.
Llegaron hasta la cubierta principal. Lowie consideró que
de verdad ese capitán debía de ser un total idiota. Había
disparado a lo loco al casco metálico del Evertsen y lo
único que habían hecho las balas había sido rebotar e ir a
causar más destrozos a su navío de origen. Ni siquiera
habían tocado al barco holandés. Todos razonaron que una
maniobra inteligente hubiese sido disparar hacia las
barandas para romperlas y barrer con la tripulación de
cubierta. El velero se colocó de tal forma de que enfocó
toda la batería de estribor hacia el Evertsen y, los diez
cañones dispararon al mismo tiempo. El casco del mentado
navío se destrozó, quedando las bodegas de armas y el
camarote de los marineros al descubierto. Ese hombre
además de sádico y un tanto imbécil debía de estar loco.
Todos vieron el barco girar rápidamente, apenas hubo
disparado. Sin embargo, eso no le valió a la hora de recibir
de regreso sus propias balas, que habían rebotado en el
Evertsen. Sólo una mínima parte del velero se salvó de los
daños, y esa parte fue la proa-la cual recordemos que ya
estaba a medio destrozar cuando disparó.
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459
Esta vez el extraño capitán del barco a velas intentó una
nueva maniobra y, a medida que giraba su malograda popa,
las portezuelas del casco a la altura de lo que quedaba
visible de la proa-ahora tan delgada desde la punta del
Evertsen como una navaja- se abrieron, rezumando agua y
trozos quebrados de madera que cayeron al mar. Con una
lentitud de muerte aparecieron tres cañones, posicionados
estratégicamente en forma de triángulo, de un negro
lustroso. El agua terminó de caer en unos instantes de
espanto y los tres cañones resonaron al unísono y las balas
cayeron con una precisión gutural en la cubierta holandesa,
barriéndola. Rompieron la barandilla metálica de babor, la
cual se fragmentó en decenas de cuchillas que fueron a
impactar contra los marineros que estaban en primera línea
y no alcanzaron a huir. Ellos gritaron de dolor, pero nadie
sufrió más que los cinco desafortunados que recibieron con
sus cuerpos todo el golpe de las tres balas y que cayeron
arrastrados al mar entre la barandilla opuesta y las balas.
Los gritos se dejaron oír por toda la cubierta.
-¡Órdenes, capitana!-preguntó un hombre de alrededor de
cincuenta años, buscando desesperadamente el rostro de
Liselot, dizque Lodewijk la tenía atrapada contra su cuerpo
luego de los disparos.
Liselot consiguió soltarse de los brazos de Lodewijk y miró
al hombre a los ojos.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
460
-Reconozco ese barco-dijo con voz sombría, contrayendo la
mandíbula y con los ojos llenándose de lágrimas.
Tanto Lodewijk como el hombre la miraron un tanto
extrañados por su reacción.
-¿Recuerdan a L’Olonais?-preguntó ella con la mirada
clavada en el velamen a medio romper.
A Lowie la quijada casi se le fue al suelo y, de inmediato,
la ira comenzó a hacer de las suyas: primero en su corazón
y su mente, y luego poseyendo cada vena de su ser.
-Debemos actuar, debemos hacer algo, ¡ya!-exclamó
volteándose a ver a Liselot.
La única respuesta que recibió fue la mirada impávida de la
muchacha. Sintió deseos de hacerla reaccionar.
-Ordena que ocupen los Lanza-Torpedos: tenemos los
generadores con suficiente carga para resistir-dijo.
-Sin embargo nos quedaríamos sin electricidad para el resto
del camino a New Providence y llegaríamos casi
muriéndonos de hambre-dijo ella.
-Nuestra única esperanza está en atacar a distancia-dijo.
Ella le devolvió una mirada llena de serenidad, la cual lo
dejó pasmado: su querida amiga había cambiado.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
461
-Quiero tener un barco que poder tomar-dijo ella pasando
de largo.
Y todos supieron que ella no había querido añadir: cuando
mate a Nau. Era demasiado piadosa como para permitirse a
sí misma decir eso. Lowie reaccionó de inmediato y,
caminando con sus largas zancadas a lo largo y ancho de la
cubierta, pregonó voz en cuello:
-¡Suelten los Lanza-Torpedos! ¡No los carguen! ¡Vayan a
por armas! ¡Traigan los arpones! ¡Prepárense para un
abordaje!-.
-¡Freeman! ¡Lleva un destacamento de tus mejores
timoneles al puente de mando! ¡Russell! ¡Lleva a tus
mejores hombres a defender la escalerilla a las sub
cubiertas y los alrededores del puente!-gritó Liselot.
-¡Sí, mi capitana!-exclamó una mujer de no más de
cuarenta años que lucía una piocha que decía “Teniente
Russell” para retirarse de inmediato con al menos diez
hombres, a quienes distribuiría entre los balcones, los
pasillos y la escalerilla.
De inmediato se acercó Linda Freeman.
-¡Órdenes, capitana!-pidió, mientras se acercaba el equipo
de marineros que solían trabajar con ella en este tipo de
situaciones.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
462
-No muevas el Evertsen a menos que sea necesario. No
avances hasta L’Olonais ahora, déjalo que se acerque sin
problemas-indicó.
-Con su respeto, capitana, si no viramos, van a causar serias
averías-dijo Linda.
-Déjalos acercarse, defiende bien el puente. Cuando estén a
nuestro lado, entonces te dejo en libertad de acción hasta
que se determine lo contrario-dijo Liselot con aires de
importancia.
Linda y sus hombres se cuadraron militarmente ante su
capitana y se retiraron a la carrera hasta su puesto. Todos en
la cubierta principal vieron cómo L’Olonais estaba ya a la
mitad de la distancia que le había separado del Evertsen al
último disparo y apuntaba los tres cañones de proa junto a
una nueva batería improvisada en la cubierta A. Las
respectivas balas salieron eyectadas y retumbó un sonido de
cristales rotos por todo el barco. Un grito se alzó desde el
casco y, tras tanto tiempo en el rubro, todos supieron que
quien había lanzado el alarido estaba muerto. El navío
completo tembló desde la popa hasta la proa, se sintió un
chirriar de cables y las luces de la escalerilla que conducía a
las subcubiertas se apagaron, el bajel quedó en penumbras.
Se sintió el derrumbe de algunas placas de metal,
probablemente los marineros del puente de mando habían
quedado incomunicados con el exterior. Lowie se allegó
hasta el inicio de la escala.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
463
-¡Hola! ¡¿Hay alguien?!-gritó a todo lo que le dio la voz.
-¡Sí, mi contramaestre!-gritó un hombre desde abajo, pese a
que ambos no podían verse, porque un enorme bloque de
metal había caído entre los dos, imposibilitando el paso.
-¿Tienes comunicación con el Puente de Mando?-exclamó
Lowie.
En ese momento se acercó Liselot, movida por genuina
curiosidad.
-¿Qué haces?-preguntó.
-¡Sí, mi Contramaestre!-exclamó el hombre.
-Ve y dile a Linda que intente mover el barco, con los
derrumbes me temo que podrían haber muerto los motores-
dijo.
-¡No! ¡¿Qué haces?!-exclamó Liselot-. El plan se arruinará-
se lamentó.
-Necesitamos saber si podremos huir de necesitarlo, Liss.
Es mejor empezar a trabajar en las fallas ahora que cuando
ya no podamos hacer nada-dijo él.
-Anda-dijo Liselot en dirección al hombre.
Esperaron unos minutos que les parecieron de muerte hasta
que volvieron a sentir pisadas en los escalones. L’Olonais
estaba inextricablemente cerca.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
464
-Linda probó, pero no pudo hacerse nada. Los motores
están seriamente dañados, dos de los seis están
completamente destruidos-informó.
Siguió un silencio más mortífero aún. Lowie y Liselot se
miraron directamente y, cuando ella iba a preguntar qué
iban a hacer, sonó un estruendo desde el barco francés.
Ambos se voltearon. Ya ni siquiera querían voltear a ver
cómo las balas volaban hacia ellos. Sin embargo tuvieron
que mirar dos veces, pues eran incapaces de darle crédito a
sus ojos. Una lengua de fuego consumía L’Olonais desde la
galera y, ahora envolvía el casco completo y amenazaba
con carcomer furiosamente las barandillas y la cubierta
principal, con el Puente de Mando incluido. Las flamas aún
no llegaban al velamen, sin embargo comenzaban a quemar
los mástiles. Sin embargo los cañones no humeaban y
ninguna bala viajaba en dirección al Evertsen.
-Cambio de planes-dijo Liselot empujando en vano el
bloque de metal.
-¿Qué haces?-preguntó Lowie apartándola de su cometido.
-Debo llegar al Puente-dijo ella.
Tanto ella, como Lowie y el hombre del otro lado
forcejearon un buen rato hasta conseguir abrir una brecha,
por la cual ambos pasaron. Corrieron a lo largo del pasillo
hasta llegar al Puente de Mando. Irrumpieron dentro y, de
inmediato, enfocaron la pantalla hasta L’Olonais. Hicieron
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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infinitos zoom hasta captar la cubierta y lo que vieron los
dejó sencillamente sorprendidos. Un hombre de pantalones
de calicó y camisa de seda se batía contra el Olonés.
-¡¿Jack Rackham?!-exclamó Liselot-. ¿Pero qué hace ahí?
Y efectivamente era Jack quien se enfrentaba a Jean David
Nau a espadazo limpio. La cubierta ardía alrededor de ellos
mientras dos grupos de marineros reñían entre sí. Ya había
bastantes bajas. El grupo minoritario, que tenía una
apariencia desvencijada, como si hubiese estado en prisión
varios días y no hubiese comido ni dormido bien en
suficiente tiempo, acorralaba a otro al medio de la cubierta.
El mástil mayor cayó al centro, rompiéndola. Los marineros
que estaban al medio cayeron a los camarotes, los cuales
estaban completamente calcinados.
-¡Rápido, Lowie! ¡Hay que desprender los botes!-exclamó
Liselot, corriendo hacia la cubierta A. Lodewijk la siguió
de inmediato, gritando la misma orden a cuanto tripulante
se le cruzara de por medio.
Cuando ambos llegaron a la cubierta principal Jack
Rackham y sus hombres ya comenzaban a saltar desde
L’Olonais hasta el Evertsen. Los botes cayeron a plomo
contra las verde azuladas aguas del Caribe. Liselot y
Lodewijk en persona fueron quienes recogieron al pirata
británico, quien no bien les hubo abrazado a modo de
saludo les dijo:
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
466
-Los errores se pagan caro, muchachos, tengan en cuenta
siempre eso-.
Lodewijk, mucho más perspicaz que Liselot, supo de
inmediato que el hombre hablaba en serio:
-¿Por qué lo dices, Rackham?-preguntó.
-Capitán Rackham, sigo siéndolo, muchacho. Es una larga
historia de contar, de esas que merecen ser contadas en una
buena cantina de New Providence-añadió sonriéndole a
Liselot, quien ya alucinaba con la idea de regresar a la isla-.
Sabía que podía arriesgar mi pellejo por ustedes-comentó
mientras se sentaba en el bote salvavidas, al tiempo que
dejaban atrás al navío en llamas-. Aunque me esperaba una
participación más activa por parte de ustedes-dijo con
sorna.
-Los motores se han…-Liselot quiso explicarse, pero
Lodewijk la interrumpió.
-No aquí, Liselot-dijo, señalando con la cabeza el barco
quemándose.
-¿Ha perdido muchos hombres, capitán Rackham?-preguntó
ella en cambio.
-¿Ahora? No… todos han salvado el pellejo… han sido
muy inteligentes esta vez-comentó él, mientras pasaba una
mirada por su tripulación recién rescatada.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
467
No bien hubieron puesto un pie en cubierta, Lodewijk se
decidió a indagar más.
-¿Cuáles son los errores que se pagan caro, capitán?-
preguntó mientras enarcaba burlonamente una ceja.
-Todos, naturalmente, muchacho. Todos-enfatizó luego de
dudar un poco, al tiempo que unos hombres ayudaban a
Liselot a subir a su propio barco-. Y bien, mi querida dama,
qué ha pasado con esos motores.
-Algunos se han destruido, otros las conexiones se han roto.
Sin los motores no podemos echar el barco a andar-contestó
ella.
-Naturalmente, eso me esperé-respondió él, muy ufano,
pese a que de motores no tenía ni idea-. Vamos a verlos…
¡Eh, muchachos!-exclamó a su tripulación, que ya estaba
reunida a bordo del HMNS Evertsen- ¡Vamos a echarle una
manito a la dama!
Sin decir una palabra más, se dirigió seguido por su
reducida tripulación hacia los interiores del barco. Liselot
hubiese querido guardar la poca iluminación que les
quedaba para otra oportunidad, pero Lowie y Jack
insistieron en trabajar toda la noche aunque se quedaran sin
luz para otra oportunidad. Así, al amanecer, los motores
estuvieron reparados y el Evertsen se puso nuevamente en
movimiento.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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-Le recomendaría, mi dama, limpiar el casco. Si estuviese
limpio, no tendría que forzar el motor-comentó Jack
mientras bebía un café junto a Liselot en la cubierta, luego
de que ella se quejara con preocupación de que el motor
pronto volvería a colapsar.
-Es de las cosas que pensaba hacer en New Providence-
contestó ella.
-Bien pensado, es de las cosas buenas que ofrecen sus
arrecifes… de las pocas cosas buenas que ofrecen…-
ironizó él.
Recién dos jornadas y media de ardua navegación más
tarde llegaron a la mentada isla. Como en dicho lugar
reinaban la anarquía y el total desenfreno no tuvieron que
pasar un peaje. Dejaron el barco atracado en el muelle ante
el recelo de la gente. Liselot quiso pasar al mercado, pero
como ya estaba anocheciendo, el capitán Rackham guió al
grupo hasta la taberna que habían visitado tres años atrás.
Abrió la puerta y el mismo penetrante aroma a ron de hace
tres años salió a recibirlos como una bofetada.
-Me sorprende que este antro siga funcionando-comentó
Jack y Lowie no pudo estar más de acuerdo. Entraron
furtivamente. Ya comenzaban las riñas-. ¡Eh! ¡Tabernera!
¡Dos jarras de ron!-exclamó y llegó una señorita con el
pedido-. ¿No te niegas, verdad?-preguntó a Liselot, quien
por respuesta inició el juego de quien se bebía primero la
jarra, aunque quedó un tanto ahogada ante el recelo de
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
469
Lowie-. Así me parece…-dijo guiándolos a la mesa- podría
decirte de inmediato lo que he venido a advertirte, pero
toda reunión es mejor con un poco de ron y una buena
historia al iniciar, después de todo, ya van tres años.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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Capítulo 20: “Una Historia Que Merece Ser Contada”.
Nota de Autora:
Al fin siento cómo esta historia se aclara ante mis ojos y es
la sensación más fabulosa que he sentido en mucho tiempo.
Siempre tenía todo claro hasta que se organizaran luego del
motín (estamos hablando del capítulo 17), pero luego de
eso era como tirar una cortina adelante mío… como cuando
la lluvia está demasiado fuerte y se forman cortinas de agua
y uno no ve nada al otro lado. El capítulo pasado me costó
mucho escribirlo por ese mismo motivo: no sabía cómo
empezar ni tampoco cómo iba a terminar. Era la clase de
improvisación que no me gusta hacer (porque cuando
escribo improviso muchos de los detalles de lo que estoy
relatando), porque me suena casi a rellenar, a escribir sólo
por hacerlo. Lo bueno, es que ahora escribiré consciente de
que tiene un sentido lo que escribiré.
Capítulo 20… cómo pasa el tiempo, ¡y las páginas! Ya
vamos en 257 páginas… ni yo me lo creo…
Pues, últimamente no he hecho nada que no sea escribir, así
que no tengo nada que contar, sólo que quiero sacar
capítulos como loca…
La canción del capítulo es “Fogata de Medianoche” del
excelente grupo de Folk Celta Peregrino Gris, son de Costa
Rica y me traen alucinando desde el invierno… este tema
es bastante alegre, así que calzará con el aire festivo del
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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capítulo y su aire a ron, festejo, historias que merecen ser
contadas y demás. Sin más, les dejo leer en paz.
Lowie y Liselot se sentaron en frente a Jack, quien ya había
colocado campechanamente las piernas sobre la mesa. La
mesera llegó de inmediato con una bandeja en la que
portaba tres botellas de ron y algo de comer, retirándose ni
bien hubo dejado esas cosas. El hombre de mar tomó una
de las botellas del gollete y le dio un trago largo, mientras
sus interlocutores lo observaban expectantes. Lodewijk
consideró que había transcurrido suficiente tiempo de
silencio.
-¿Y bien?-preguntó a Jack, quien miraba la botella como a
través de una ensoñación… ¡se sentía tan bien estar de
vuelta en casa!
El capitán Rackham reaccionó a sus palabras.
-Ya he dicho… las reuniones sociales son mejores cuando
empiezan con una buena historia… ¡Ustedes inician! ¿Qué
ha sido de sus vidas a lo largo y ancho de estos tres años?-
quiso saber Jack y, sin más, se llevó la botella a los labios.
Lowie y Liss que le conocían ya lo suficiente supieron que
de ese estado de beber cuánto se le fuese a las manos no
concluiría hasta que ellos hubiesen terminado su historia,
era la señal que les solía dar para que comenzaran.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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A Lowie le hubiese gustado haber sido él quien narrase lo
que habían vivido en ese tiempo. No era que desconfiase de
Jack, ya suficiente había hecho por ellos como para
comprobarles que era un aliado y, por qué no, un amigo.
Sin embargo, desconfiado como era, de seguro se hubiese
un detalle que dos: las tabernas de New Providence no eran
el lugar ideal como para hablar de temas privados… era una
lástima que la mencionada isla se fuese en puras tabernas.
Para su desgracia y, por qué no, recelo, fue Liselot quien
tomó la palabra.
Para su tranquilidad, durante esos tres años no había
sucedido nada de importancia. La última vez que se habían
visto, se habían despedido con un fuerte apretón de manos
y un gran abrazo a las puertas de esa misma taberna, y pese
a que Liselot había insistido al Calicó y a sus hombres en
que viajaran un trecho junto a ellos, Jack y su tripulación
habían declinado la oferta al tiempo que les deseaban un
buen viaje. Esa misma tarde la capitana Van der Decken
había zarpado de New Providence a bordo del HMNS
Evertsen, navío que antes comandara su fallecido padre el
Almirante Niek Van der Decken.
Como no había conectividad, los teléfonos, radares y todos
los medios de comunicación que portaban a bordo de la
nave estaban inoperativos, puesto que a pesar de que
encendían y funcionaban, a la hora de necesitar señal
dejaban de prestar utilidad. Habían aprendido a
comunicarse sin internet ni conexión telefónica.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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No todo era malo: habían aprendido a generar electricidad
con materiales distintos al petróleo-en tiempos de
necesidad, empleaban incluso su propia comida con esos
fines-, así que, gracias a los generadores, los refrigeradores,
la iluminación, los motores, las pantallas y toda la
tecnología seguía siéndoles de gran utilidad, incluso de
ventaja. En momentos de enfrentarse a otro barco ocupaban
aún los Lanza-Torpedos y, pese a que ahora ocupaban
cualquier cosa como proyectil menos un torpedo, les eran
de ayuda.
Habían sobrevivido a numerosos combates, tanto contra la
Armada de diversos reinos-entre ellos España, Portugal,
Inglaterra y un largo etcétera- como asaltos a navíos
mercantes, de los cuales obtenían tanto como provisiones
como productos para comerciar en Tortuga, New
Providence y otros puertos amigos.
Muchos de esos puertos amigos los fueron haciendo en el
camino. Habían conocido desde la mítica Sudáfrica hasta
Singapur. Siempre manteniendo claro su objetivo: poder
volver a casa. Habían visitado hechiceras de los más
recónditos lugares de la Tierra conocida hasta ese minuto,
sin embargo todas eran incapaces de devolverles a su lugar
de origen: una fuerza superior a ellas se los impedía.
Nunca habían olvidado su objetivo, nunca antes de haber
cumplido un año exacto de infructuosa búsqueda. Ese día
uno de los tripulantes había sugerido activar el Escudo Anti
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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Torpedos. No hay que olvidar que ese era el artilugio que,
una vez operado por Liselot hacía tanto tiempo, les había
transportado tres siglos al pasado. Todos se habían
mostrado muy conformes con la idea. Liselot, sintiéndose
una total tonta había presionado el botón que correspondía
a dicho implemento. El cielo despejado se había nublado de
inmediato y una fuerte tormenta eléctrica estalló. Los más
avezados en ciencia llegaron a la conclusión de que el
artefacto funcionaba en base al Campo Magnético, algo que
cobraba cada vez más sentido a medida que la tempestad se
fortalecía y que los truenos y relámpagos comenzaban a
surcar el cielo. Un rayo había conectado con la cima de la
antena y, en pocos segundos, tanto la antena, el escudo
como el control estaban completamente destruidos. La
tormenta cesó y el cielo se aclaró.
-Espero que haya funcionado-deseó un marinero.
Minutos después alguien gritó:
-¡Barco a la vista!-.
Todo fue mal desde entonces. El mentado navío era, a
juzgar por su apariencia, un velero del siglo XVIII. Se
acercaron a la baranda e hicieron señas a la gente que lo
tripulaba. No pasó mucho rato hasta que ambas cubiertas
estuvieron comunicadas y pudieron preguntar la fecha. El
capitán los miró extrañado y les dijo el día que era… era
exactamente el mismo día que antes de experimentar con el
Escudo Anti Torpedos… seguían donde los habían
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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dejado… no habían ni retrocedido ni regresado en el
tiempo.
Ese mismo día, todos perdieron la fe, uno a uno y, poco a
poco, olvidaron su objetivo de regresar al siglo XXI. Poco a
poco comenzó a gustarles su nueva vida, aquella que
durante tanto tiempo habían criticado y despreciado. Y así
habían llegado hasta el presente.
-La verdad es que no ha pasado mucho. Ya conoces la
rutina-bromeó Liselot al concluir la historia-. Luego nos
atacó el Olonés y nos rescataste tú… por cierto, nos
gustaría saber cómo llegaste a sus mazmorras-añadió.
-No es una historia muy digna de ser escuchada la suya,
capitana Van der Decken, ¿o es que no está bien contada? –
se burló el Calicó.
-Entonces espero que usted tenga una mejor historia que
contar, sino esta será una reunión muy lamentable, ¿no le
parece?-acotó Lowie con ironía.
-En eso estamos de acuerdo-concordó Jack.
Pasaron unos instantes de incómodo silencio en el cual cada
uno se dedicó a consumir sus alimentos. Cuando ya
estuvieron lo suficientemente cómodos como para terminar
de ponerse al tanto, Lowie enarcó una ceja:
-¿Y bien? Estamos esperando la historia… queremos saber
cómo llegaste a las mazmorras de Nau-aguijoneó.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
476
-¡Oh, es una larga historia de contar!-exclamó el capitán
Rackham con una sonrisita afectada, dando al fin inicio a la
narración de sus aventuras.
Pues la verdad era una y nadie la podía negar. Aquella
mañana de 1715, cuando se habían despedido a las puertas
de la misma taberna en la que ahora comían y bebían hasta
reventar, no había tenido precisamente claro su rumbo. El
tiempo había corrido y, al cabo de unos meses, la
tripulación que los marineros del Evertsen había conocido
se había marchado de la isla enrolada en nuevos navíos.
Como el dinero comenzaba a escasearle, había vendido su
barco: The Tressaure, en una subasta oficiada en la isla, el
cual había salido bastante bien pagado y, según las últimas
noticias que había tenido, con curso a costas de las Indias
Orientales.
Sin embargo, como buen pirata que era -retirado del rubro,
pero pirata al fin y al cabo- se había dedicado a frecuentar
durante medio año las mejores tabernas de la isla, a
emborracharse como una cuba y a acostarse con las mujeres
más estupendas que dichos burdeles tenían para ofrecerle.
Y, para cuando 1716 había comenzado, estaba pobre como
una rata, sin una sola moneda sobre el cuerpo. En un inicio,
como todo filibustero, había sido capaz de aguantarlo y
había seguido su vida tal cual lo había hecho hasta ese
momento. Sin embargo, cuando había comenzado marzo de
ese mismo año su persona era una maraña de deudas y
entuertos económicos, y no había un solo comerciante en
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
477
New Providence que lo pudiera tolerar; varios ya le
amenazaban de muerte.
Entonces se había decidido recién a buscar empleo.
Hubiese querido hacerse con la capitanía de un navío, la
falta de dinero no era problema, nadie había dicho que lo
compraría, sin embargo, no le convenía si consideraba que
ese era el único puerto amigo que le quedaba y que, para
los remates, era en el que vivía.
Había llegado a la conclusión de que era mejor hacerse un
simple tripulante de un barco común y silvestre, de esos
que tanto pululaban por esos parajes… el amotinamiento
era la vía regia para la capitanía, eso lo sabía por
experiencia propia. Así que se había decidido a recorrerse
el muelle de New Providence de una punta a la otra durante
dos semanas, teniendo resultados infructuosos.
Un día había llegado a su casa –una modesta casucha del
barrio bajo, pareada a las otras construcciones de la calle,
no os imaginéis un gran palacete, que no lo es- el
gobernador de New Providence. Siendo una isla, las
noticias corrían con gran velocidad y, en muy poco tiempo,
no había un solo habitante que no estuviese enterado de las
novedades. Por ende, el mentado hombre se había enterado
de que Rackham buscaba urgentemente un empleo y, como
él regía bajo la enseña del poderoso Imperio Británico, no
le convenía en lo absoluto tener más piratas en su
jurisdicción.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
478
Como Jack era un hombre que bordeaba los 45 años y, sin
embargo, no tenía menoscabo físico –por eso entiéndase
que estaba entero, algo muy difícil si consideramos que su
oficio era la piratería, que seguía siendo ágil y que estaba
psiquiátricamente cuerdo-, podía considerarse el hombre
perfecto para lo que él quería ofrecerle: tenía experiencia de
sobra y, además, estaba entrenado para llevar una vida de
acción.
Lo que el hombre quería ofrecerle era trabajo como
informante y marinero de la Royal Navy para cazar a los
piratas y corsarios franceses, quienes estaban en franca
guerra contra Inglaterra desde hacía ya suficiente tiempo.
Eran piratas al igual como él lo había sido, sin embargo
como todo filibustero, veía primero su propia conveniencia
y luego la ajena.
Así fue como Jack Rackham se enroló en la Marina
Británica como salvoconducto de primer orden y terminó
como Contramaestre bajo las órdenes del Capitán Charles
Vane a bordo de HMS The Ranger. Navegó tranquilamente
bajo su mando todo 1716, 1717 y, ya iban a cerrar 1718…
El ajetreo había comenzado temprano aquel día. La mañana
del 23 de noviembre de 1718 los tripulantes de The Ranger
habían avistado no muy lejos un navío francés. Debido al
fuerte patriotismo que profesaban al ser marineros de la
Armada sintieron deseos de tomar la nave gala. El objetivo
de sus misiones siempre había sido capturar barcos pirata
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
479
de procedencia francesa, sin embargo, para ellos tanto
como los mercantes como los militares de dicha nación
entraban en esa poco favorecedora categoría.
Inicialmente habían pensado que era un navío mercante,
por ende el capitán Vane no había tardado en dar la orden
de atacarlos. Sin embargo, a medida que se acercaban,
notaron que era un buque de guerra. Vane ordenó huir y,
pese a que la tripulación no quería acatar ese mandato, se
vio en la obligación de obedecer. Sin embargo, eso lo
crucificó.
La mayoría de sus hombres, aún molestos por el cobarde
actuar de esa mañana, se reunieron durante la noche y, a la
mañana siguiente perpetraron un motín liderados por el
Contramaestre Rackham, quien por lo pronto volvió a ser
capitán. ¿Qué sucedió con Vane? Fue abandonado en una
isla desierta junto a los pocos tripulantes que le fueron
leales… algo que no les valió de mucho, por lo demás.
Desde entonces, aburridos por la rutinaria vida que
llevaban, izaron la Jolly Roger con todas sus ganas y
adoptaron una nueva vida. Se dedicaron al asalto de
pequeñas naves –conscientes de lo poco preparados que
estaban aún para emprenderla contra bajeles de otras
proporciones- y saltaron de puerto en puerto.
-Ahora la flota británica nos persigue-acotó Jack.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
480
-No creo que en un mes se hayan enterado-replicó Lowie,
menospreciando como siempre la forma de vida de la
época.
-Puede que Su Majestad-dijo Jack con mohín burlón- no se
haya enterado aún de esta traición, pero eso no quita que la
flota de Port Royal me esté pisando los talones.
Ante eso Lowie no tuvo nada que acotar y la historia
continuó.
El capitán Rackham podría haberse preocupado de sus
propios asuntos y no haber vuelto jamás a ver a Liselot Van
der Decken, de hecho ya tenía suficientes problemas como
para preocuparse de los ajenos, sin embargo algo le decía
que el asunto era importante. Apenas unos días después del
motín se había enterado en la interesante Isla Tortuga de la
presencia de un tal Contramaestre Sheefnek en el Mar
Caribe. En una primera instancia había pensado en Lowie,
sin embargo, las descripciones coincidían en un hombre
maduro y arrogante, tal como él recordaba al padre de
Lodewijk, aquel hombre contra el que se habían amotinado
los marineros del Evertsen tres años atrás.
Se dedicó un día entero a saltar de taberna en taberna –que
en la isla había muchas por recorrer- para captar suficiente
información del hombre, presintiendo que su presencia
precedía a algo muy serio, no en vano había dejado de oír
por tanto tiempo de él, llegando a creerlo muerto luego del
motín. No obtuvo mayor información de su cometido, pero
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
481
sí fue capaz de encontrarse en el muelle a alguien muy
conocido: Jean David Nau, capitán de L’Olonais.
Arrastraba detrás de sí a una muchacha de apariencia altiva,
ella no superaría los dieciséis años de edad. Algo le inspiró
a seguirle, instinto quizá. Conocía lo suficientemente bien a
Nau como para saber que algo tramaba, pese a que la
escena no salía de lo común –era bastantemente normal
verlo arrastrando detrás de sí con cuerdas o cadenas a algún
pobre desdichado, a menudo mujeres o esclavos-. Hubiese
abandonado su cometido a mitad de camino si el francés no
se hubiese detenido y no hubiese dicho en dirección a uno
de sus hombres:
-Lleva esto a Sheefnek de inmediato-al tiempo que le
entregaba un mensaje.
El hombre se apresuró a desaparecer sin siquiera reparar en
la presencia de dos hombres que aguardaban en la
penumbra de la calle.
-Pronto vas a estar en tu nueva casa… Sheefnek estará
complacido-dijo con sorna en dirección a la muchacha, y
podríamos detenernos a detallar todos los improperios que
le dirigió, pero no valdría la pena.
La mención al hombre que tanto buscaba sumado a la
imagen de esa pobre desdichada le dieron una completa
perspectiva de la situación. Se volteó en dirección al
marinero que le acompañaba, quien ahora ejercía de
Segundo al Mando.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
482
-Sigan a L’Olonais-dijo.
-¡Sí, mi capitán!-exclamó el hombre al tiempo que Jack se
alejaba-. ¿No viene usted, capitán?-preguntó.
-¿Acaso lo crees?-preguntó Jack mientras se perdía en la
penumbra.
Acto seguido se coló a las mazmorras de L’Olonais, donde
estaba la muchacha que había visto antes en la calle.
Sostuvo una interesante charla con ella y, cuando
anochecía, divisó a su propio barco a través de un boquete.
Se despidió educadamente de la joven, prometiéndole que
volverían pronto a verse, y se escapó del bajel. Al cabo de
unos minutos estaba nuevamente al amparo de su propio
navío.
A la mañana siguiente dos barcos se reunían delante suyo:
L’Olonais y el catalejo le decía que el otro iba capitaneado
por quien fuera antes el Contramaestre Dirck Sheefnek. Se
unieron ambas cubiertas por una plancha, la muchacha pasó
a la cubierta –y luego a las mazmorras- del navío de
Sheefnek, hubo dinero y apretones de manos de por medio.
Como había planeado, Rackham atacó ambos barcos, sin
embargo The Ranger terminó hundido en el fondo del
océano y su tripulación en las mazmorras de L’Olonais. Así
transcurrió el tiempo hasta el encuentro con el HMNS
Evertsen.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
483
-Dime ahora, ¿te suena una Ivanna Van der Decken? Está
en grave peligro…-.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
484
Capítulo 21: “Los Recuerdos que Había Sepultado”.
Nota de Autora:
Ahoi, ¿qué va? Sé que esto es extraño… tercera vez que los
saludo el día de hoy… Me encanta esta sensación. El día de
hoy ha sido uno de los más maravillosos de mi vida, he
escrito todo el día y se siente muy bien… He publicado dos
veces… de verdad se nota que quería puro escribir cuando
saliera de clases. Pues no voy a rellenarles más ni a llorarles
mis penas, me limitaré a decirles que el tema del capítulo es
“Letter to Dana” de una de mis bandas favoritas, me refiero
a Sonata Arctica, la cual es de Finlandia. Esta canción es de
esas que puedo escuchar una y otra y otra vez, sin parar, y
embeberme de su letra, de su significado tan triste y tan
bonito a la vez. Disfrútenlo, es lo único que puedo
desearles.
Una semana después: Me he topado con tres sorpresas, dos
gratas y una non-grata. La primera es grata: los tres últimos
capítulos que he subido (18, 19 y 20) han recibido 30, 27 y
24 visitas respectivamente, lo cual es algo
considerablemente bueno para mí. La segunda es non-grata:
los tres capítulos están evaluados con una, sólo una,
estrella… es triste ver que me maté trabajando sólo para
eso… prefiero pensar que es Foggwill –o como se escriba-
que ha vuelto con sus archi-conocidas intenciones de
joderme la pita.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
485
La tercera sorpresa fue muy grata: alguien dejó un
comentario, por lo demás positivo, en mi libro de visitas, en
una época en que yo pensaba que Mariette Sparrow no le
importaba a nadie. Pues, mis respetos y agradecimientos a
Biyu, quien es el cuentero que ha comentado mi Libro de
Visitas… estimado, siempre sé perseverante, yo tendría que
haberme rendido hace rato, La Leyenda del Holandés
Errante me ha tomado mucho tiempo y disyuntivas y, de
haber decidido no seguir, hoy no recibiría tus felicitaciones
por mi trabajo, que es algo que aprecio mucho. Me alegro a
montones de que te haya gustado La Rosa de los Vientos,
es una gran canción, hace un tiempo era mi favorita…
ahora de Mägo de Oz te recomiendo No Queda Sino
Batirnos y, bueno, de más está mencionar el disco en que
sale La Rosa de los Vientos: Gaia I, aunque en general la
trilogía de Gaia y su respectivo disco de Epílogo son de lo
más recomendable que tiene esta banda.
Hum… ¿qué más puedo contar después de una semana de
desaparecida? ¡Que se pasen por el Facebook de Chile Va!
UTalca, ahí están posteadas en la sección de Publicaciones
–abajo, a la izquierda- mis bitácoras y las de otros chicos.
Podría detenerme mucho en esta nota de autora acerca de lo
genial que fue esta experiencia, tan bien organizada… pero
no es la idea, si estáis aquí es porque queréis leer de Liselot,
Lowie, el odioso Sheefnek, el genialísimo Jack Rackham y
la re-aparecida –de quien yo creo os habíais olvidado-
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
486
Ivanna. Así que, si queréis saber qué tal estuvo, leed las
bitácoras.
Antes de despedirme, quiero decir que dedico este capítulo
a todos los chicos y chicas que hicieron esto posible y tan
genial.
Y, no sólo a ellos. Ayer, vía WhatsApp una estudiante de
psicología me dio su crítica acerca del progreso de la
Esquizofrenia en nuestra querida Sophie Van der Decken –
a quien espero que extrañéis, porque yo la extraño mucho-
y me ha dicho que le resultó una total confusión de mundos
el capítulo 18 –en el cual Sophie y Aliet mueren- y que,
además, le ha gustado, porque así es la evolución de esta
enfermedad en los casos más graves. Me he sentido
bastante orgullosa, porque eso era exactamente lo que yo
quería lograr. Así que, un saludo a Carolina, la susodicha
estudiante de psicología. Pues, mi teoría personal –creo que
nunca lo sabré de cierto- a por qué Aliet nunca medicó a
Sophie es porque venía recién saliendo de una depresión,
por no decir que aún estaba inmersa en ella, y aún no podía
pensar con claridad. Después de que Niek, Liselot e Ivanna
desaparecieron ella tenía muchas cosas en qué pensar y
nunca fue capaz de priorizar, ni entender que ayudar a
Sophie era más importante que esperar a su familia sin
hacer nada.
Ahora sí, con vosotros, el capítulo…
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
487
Lowie, más por instinto que por otra cosa, rodeó con los
brazos a Liselot, mientras ella se sentía desfallecer. Sin
embargo su cabeza reacomodó su lista de prioridades.
-Debes de estar bromeando-fue lo primero que consiguió
articular.
-Me temo que no, mi dama-fue la respuesta de Jack.
Liselot sintió cómo se desvanecía cada fibra de su cuerpo y
el ánimo la dejaba de a poco.
-Oh… Ivanna-murmuró.
Sintió cómo todos los recuerdos que durante tres años se
había empeñado en callar, volviendo a sus padres y
hermanas una visión muy lejana, retornaban a su cabeza
luego de un sueño muy profundo. Se sintió mal… se sintió
una vil traidora… Se hubiese desmayado si Lowie no
hubiese intervenido:
-Eso es lo que venías a advertir, ¿cierto?-.
Hubo un silencio de muerte entre los tres, que sólo Liselot
se atrevió a romper.
-¿Cómo es que llegó aquí? ¿Bajo qué peligro está?-
preguntó.
-Mi dama, no creas que te conté la historia de la señorita en
las mazmorras de Sheefnek sólo por que sí. Nosotros
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
488
manejamos el azar-respondió Jack extendiendo los brazos y
haciendo un gesto que demostraba que la explicación era
demasiado obvia como para decirla.
Liselot sintió que ahora sencillamente moriría. No podía ser
posible. Había visto suficiente mundo como para
comprender lo que estaba pasando. Ivanna, aquella mocosa
que solía hacerle bromas pesadas y a quien se había
empeñado en olvidar, estaba ahí y en peligro. Y no bajo
cualquier peligro, sino que estaba bajo la garra de los dos
hombres más crueles de ese momento: el sanguinario Jean
David Nau y el frío Dirck Sheefnek. ¿Cómo había llegado
ahí? ¿Cuándo había llegado ahí? ¿Con qué objetivo? Por
tres años había estado todo bien… ahora Ivanna tendría
dieciséis años ¡Cómo pasaba el tiempo de rápido! ¿Cómo
sería físicamente? ¿Qué le gustaría hacer? No pudo evitar
que una sonrisa se le escapase al pensar en su hermana
luego de tanto tiempo… ¿para qué la querría Naomie?
¿Cuál era el sentido de todo eso? Durante tantos años se
había confiado, había creído que Naomie la había dejado en
paz y que felizmente de que todo había terminado. Había
tenido la fe de que en casa ya no les lloraban ni a ella ni a
su padre y que ahora todos eran felices de nuevo, quizá con
la espina clavada en el fondo del corazón, pero que se
realizaban y que ella y su padre se desvanecían, lentamente,
como el humo de un cigarrillo, en las sombras de los
retratos de la sala. Había creído que había sido lo mejor, en
el fondo de su corazón. Sin embargo, luego de tres años,
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
489
cuando creía que su vida era casi perfecta, su mundo se
ponía de cabeza.
-¿Mi madre y Sophie están bien? ¿Están en Holanda? ¿En
casa?-preguntó… aún no quería caer en la realidad ni sudar
frío.
-No lo sabe de cierto… las ha buscado por tres años sin
encontrarlas… supone que están en Holanda en el siglo
XXI… prefiere no contemplar la probabilidad de que hayan
muerto-contestó Jack.
Muertas… eso era justo lo que faltaba… su cerebro procesó
por arte de magia, nadie se hubiese esperado que ella
razonara en ese estado de pánico.
-¿Hace tres años, dices?-preguntó.
-Aye, milady-respondió Jack con esa voz mística y
enronquecida por el ron que tanto le caracterizaba.
Por primera vez en tres años, desde que muriese su padre,
maldijo con su alma a Naomie y sintió lo que era la primera
vez que odiabas a alguien otra vez…
-¿Por qué tres años?-preguntó.
-No se preocupe en pensar, mi dama… si lo hace no
sabemos qué historia saldrá de su cabeza-aconsejó Jack y,
definitivamente, tomó la palabra.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
490
En agosto de hace tres años, tus hermanas Sophie e Ivanna
salían de la escuela y, al pasar cerca de la Plaza, notaron
que los empleados del municipio se afanaban en montar el
escenario principal de la feria que todos los años en
Ámsterdam, ¿lo recuerdas? El ambiente era festivo por
todos lados, estoy seguro de que lo recuerdas. ¿Te imaginas
lo triste que es llegar a casa y ver que tu mamá está tan
triste que ni siquiera baja a almorzar? Ellas sintieron que
necesitaban hacer algo…
Un día iban tranquilamente por la feria, mirando puesto por
puesto y se encontraron, de pronto, con una maga. Decía
llamarse Naomie y portaba una bandeja de plata, la cual
llenaba de agua… ella decía que si observabas en ese
Espejo verías reflejos del pasado, el presente y el futuro.
¡Ah! ¡Naomie! ¡Te suena ese nombre! Si quieres maldecirla
con toda tu alma, no dudes en hacerlo, yo te ayudo. Es por
ella que estás aquí… pero nunca olvides que también es por
algo.
¿Quieres saber qué es lo que vieron tus hermanas ahí?
Vieron cómo su padre moría y su hermana mayor era
besada de forma indecorosa por el contramaestre Sheefnek.
¿Te duele? ¡Pues eso no es todo, milady! Descubrieron que
ese Espejo se llamaba el Espejo de Grecia y era
ampliamente conocido por los gitanos de un campamento a
las afueras de tu ciudad… hablaron con los gitanos y ellos
decidieron oficiar un conjuro para traerlas al siglo XVIII…
lamentablemente a mitad del rito tu madre llegó a detenerlo
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
491
todo y consiguió devolver a Sophie al siglo XXI, al menos
eso cree Ivanna, pues fue la única que llegó hasta aquí.
Aterrizó en el desierto del Sahara una madrugada, ella
recuerda que ya iba a amanecer… es un milagro que no se
haya congelado… El caso es que sobrevivió, pidió ayuda a
los Bereberes del desierto y los acompañó en su caravana
hasta llegar a la costa occidental de África. Ahí se subió en
un barco tras otro siguiendo cada noticia que tenía de ti…
hasta que tuvo la mala fortuna de repetir su nombre en una
taberna.
Van der Decken… ese apellido le quedó dando vuelta en la
cabeza a Jean David Nau… en un inicio pensó que eras tú,
mi querida dama. Un tal Dirck Sheefnek lo había
contratado para darte caza, sabía que tú no accederías a
tratar con él y que nuestro amigo aquí presente conocía
cada treta de su padre… pero ante el Olonés o es la prisión
o es la muerte. Es un tirano y uno inquebrantable. Mandó
un mensaje y supo que no te llamabas Ivanna, ni que eras
rubia ni despampanante, pero sí supo que tenías una
hermana y que Dirck Sheefnek la quería sí o sí para su
haber. Como estaba bajo paga no tuvo problema en ir tras
ella… pero no sabía que yo había salido de New
Providence movido por la curiosidad de oír de él luego de
tres años de ignorar su paradero.
Fue así cómo conocí a tu hermana Ivanna en las mazmorras
de L’Olonais… reaccionó de inmediato a tu nombre.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
492
Tenemos una aliada en el bando contrario, Liselot, una muy
poderosa. Ella haría cualquier cosa por ti, ya no le importa
hacer ni más ni menos: lleva tres años padeciendo todo lo
que consideraba imposible por seguir tus huesos. Y debes
saber que el enemigo no le hará nada. ¿Crees que ellos te
buscan sólo porque sí? Tu hermana les sirve mejor viva que
muerta. Incluso correrán a cumplir sus deseos, saben que
sin ella todo su plan se desmoronará.
Jack vació por completo su botella, no quedó ni una gota
en el interior del recipiente. La golpeó contra la
desvencijada mesa de madera, demostrando a viva voz que
se la había acabado y que quería otra. Estiró los brazos en
forma de cruz y los posó detrás de su nuca. Un silencio
tenso envolvió la mesa. Una jovencita se acercó a reponer
la botella y se marchó.
-¿Por qué la tienen?-preguntó Liss. La botella que tenía en
la mano se hizo pedazos, toda ella temblaba sin parar.
El Calicó se limitó a enarcar la ceja con un cierto aire
burlón. Lodewijk le dedicó una mirada asesina,
recomendándole que se guardara todos los comentarios que
no iban con fines productivos. Acto seguido le dirigió una
mirada cargada de duda. Por tres años se había olvidado de
su padre, su peor pesadilla, y resulta que ahora, de la nada,
volvía a aparecer. Eso no iba a ser bueno para el Evertsen,
para nada bueno de hecho; era mejor saberlo de sentado que
quedarse con la duda.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
493
-Dos personas dijeron el nombre de Naomie demasiado
cerca de quien no debían-dijo Jack.
Liselot se removió nerviosa en su silla. Tres años después
ese maldito nombre, una y mil veces maldito, seguía
penándola; ¿por qué? ¿Con qué fin? ¿Qué podía ella darle a
Naomie que antes no le hubiera dado? Lodewijk la rodeó
con el brazo atrayéndola hacia sí.
-Tranquila-dijo Jack con un sonsonete irónicamente festivo-
, alégrate, que una de ellas no has sido tú.
Poco a poco los hombros de Liselot fueron relajándose.
-¿A quién podría interesarle el nombre de un fantasma?-
ladró Lowie.
-A otra persona que haya conocido a ese fantasma-dijo Jack
jugueteando con el gollete de la botella.
Lowie le dirigió otra mirada asesina con toda su alma. Jack,
que conocía a la perfección al muchacho, sabía interpretar
su mímica y reconoció la duda.
-Jean David Nau no tuvo un último encuentro con la tal
Naomie, eso le oí decir y es de hecho lo último que se
pregona entre los puertos de Inglaterra, me extraña que no
lo sepáis-opinó con un tono de voz sarcásticamente
afectado.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
494
Lodewijk prefirió no pensar en cómo Jack había llegado tan
recientemente a los puertos de Inglaterra y sus chorromil
tabernas para enterarse de las novedades. Ante eso, prefirió
concentrarse en cómo había llegado a saberse.
-Y supongo que mi padre le mostró el esqueleto al perro-
ironizó.
-Siempre me admiré de tu inteligencia, muchacho, quiero
que lo sepas-ironizó.
Entonces Lodewijk vio con toda claridad cómo el cuadro se
conformaba ante sus ojos. Su mente voló a los movidos
puertos mercantes de Inglaterra, específicamente a
Liverpool.
Era un mediodía común y corriente de otoño, no más de dos
meses atrás. En una de las tantas tabernas que pululaban en
el muelle un hombre macizo y bajo almorzaba. Tenía el
ceño fruncido y se limitaba a consumir su sopa de pollo con
gesto malhumorado. Un hombre irrumpió en la taberna
abriendo la puerta de un solo portazo. La campanilla
tintineó con ganas. El mismo hombre, quien no era sino un
muchacho que no sobrepasaba los veinticinco años, largó
una risotada con ganas y palmeó la espalda de otro que
estaba en la barra, bebiendo una cerveza. Ambos se
abrazaron con aire festivo. Su poderoso acento francés
llamó la atención de aquel hombre de mediana edad y gesto
malhumorado que bebía sopa de pollo, y, como no tenía
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
495
nada mejor que hacer, se dedicó a seguir su conversación
con el oído bien puesto.
-¿Qué haces por aquí, Jean Pierre?-preguntó el joven que
estaba en la barra, corriéndose en el taburete para hacerle
un espacio al amigo.
-La tripulación atracó aquí-dijo Jean Pierre.
El amigo pareció atorarse con su cerveza, le dirigió una
mirada llena de pánico y trató de contestar algo coherente.
-¿Ahora navegas de honesto?-preguntó.
-Eso debes ver-respondió Jean Pierre un poco nervioso.
-¿Quién?-preguntó el amigo con total y sincera curiosidad.
-El Olonés-contestó Jean Pierre.
El amigo se atragantó otra vez, tosió un poco y se dedicó a
regañar a Jean Pierre por un buen rato, preocupándose de
hacerle notar lo loco que estaba por navegar con semejante
hombre. Cuando se aburrió de ese monólogo que estaba por
irritar al otro, se decidió a preguntar algo más cuerdo.
-¿Qué están haciendo aquí?-inquirió en voz baja.
-Dime, amigo, ¿Has oído hablar de una tal Naomie?-
preguntó Jean Pierre cuidándose de hablar lo más bajo
posible.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
496
-Han pasado muchas mujeres por mi vida y ninguna se
llamaba Naomie… ¡qué nombre más raro!-exclamó el
amigo.
-¡Anda, grandísimo animal, no me refiero a eso!-exclamó
Jean Pierre golpeándole el pectoral-. Hablo de una
hechicera, una de temer. Dicen que viste como las Antiguas
Griegas, ¿recuerdas la Academia de Marsella? Como las
mujeres del mural-aclaró.
-La del medio era hermosa-suspiró el amigo, al tiempo que
Jean Pierre le golpeaba el pectoral otra vez.
-Aparece y desaparece a voluntad de los lugares. Da
grandes consejos y maneja la magia al nivel de ser capaz de
mantenerte con vida cuando estás muriendo y transportarte
de un lugar a otro. Sólo que no siempre lo hace cuando lo
necesitas… muchas veces te hace el favor porque en
realidad ella necesita algo de ti. Y no te esperes verla a
voluntad: puedes conocer a alguien que hable con ella, que
esté hablando con ella justo aquí y ahora y no verla en
ningún momento-dijo Jean Pierre con un especial
magnetismo en la voz.
-Entonces supongo que El Olonés tuvo un enredo con esa
mujer-acotó el amigo.
-No podría decirlo mejor… y la busca con desesperación
para hacerla pagar-dijo Jean Pierre con el mismo
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
497
magnetismo que había empleado antes para describir a
Naomie.
Tanto como él y su amigo ordenaron el almuerzo y, un
hombre de mediana edad, macizo y aspecto malhumorado,
que comía una sopa al tiempo que prestaba atención a su
plática esbozó una sonrisa maliciosa.
De alguna parte le sonaba el nombre Naomie… de cierta
mocosa que le había quitado el barco que le pertenecía por
derecho y que atribuía a una mujer mágica todo lo que
sabía y tenía. El amigo de Jean Pierre se levantó de la barra,
se despidió con un palmeo en la espalda. La clientela del
mediodía comenzó a irse hasta que quedaron solamente
Jean Pierre y el hombre.
Jean Pierre se despidió con un apretón de manos de la
posadera y, cuando estaba haciendo amago de salir, un
apretón en su brazo le detuvo. Sacó sin pensar una daga y
una llave de karate lo redujo.
-Así que te llamas Jean Pierre y navegas para El Olonés-
susurró la voz, con un fuerte acento holandés-. Mi nombre
es Dirck Sheefnek, soy capitán del HMNS Evertsen y sé
todo lo que necesitas saber de una tal Naomie… una mujer
que hace magia y es vista sólo por quien quiere que la
vea… ¿te interesa?
Ambos hombres salieron de la taberna. Afuera comenzaban
a arremolinarse las nubes de una de las primeras lluvias
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
498
otoñales. Se subieron a un barco, un velero. Jean Pierre
golpeó la puerta del Puente de Mando y, tras informar a su
brutal capitán que alguien le esperaba, se apresuró a
retirarse.
Los ojos del capitán de L’Olonais se salieron de sus órbitas
apenas vieron al hombre que le aguardaba. ¿Acaso no era
aquel el mismo Contramaestre papanatas que hace tres años
le había impedido tomar El Holandés Errante? Sacó el sable
de su funda y estaba por asestar el golpe cuando Dirck sacó
la voz:
-Paz, amigo… ¿te suena el nombre Naomie?-preguntó con
aparente seguridad, aunque en su interior estaba muerto de
miedo.
La espada detuvo su trayectoria. Se detuvo, pero no bajó.
Dirck, agradeciendo la oportunidad que tenía de hablar
antes de ser rebanado en pedacitos, comenzó a exponer sus
términos:
-Yo sé que buscas a esa tal Naomie, de hecho tú y yo
buscamos a la misma persona: Liselot Van der Decken. Esa
muchachita, hija de mi difunto almirante, de quien he
sabido hace poco que sigue con vida, navegando en el
Evertsen, tenía contacto con Naomie. De hecho, eran muy
amigas… si alguien sabe dónde ubicarla, es Liselot-dijo.
El brutal capitán del temido navío francés bajó la guardia.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
499
-De hecho, tú la buscas por la tal Naomie… y yo la busco
porque quiero volver a mi tiempo y a mi país… quiero
regresar al siglo XXI: no soporto vivir aquí. Así que, vengo
a proponerte un trato…-dijo Dirck.
-¡Habla, te escucho!-exclamó Nau, enfundando
definitivamente su espada.
-Bien, muy bien… Yo te doy todas las indicaciones para
que encuentres a Liselot, te la describo de pies a cabeza y te
digo todo lo que necesitas saber para encontrarla. Entonces
tú la traes hasta aquí y…-no alcanzó a completar la idea.
-Si tanto la buscas, ¿por qué no vas a por ella tú mismo?-le
ladró Nau.
-Porque si yo voy a por ella sencillamente no vendrá… sabe
lo que quiero-dijo Dirck-. Te propongo un trato: te la
describo de pies a cabeza, tú la traes, obtienes los datos de
Naomie y yo cómo obtener a casa y, además, te quedas el
Evertsen… ¿qué dices?
Y ante tal desperdicio de palabras tan bien dichas, Jean
David Nau no tuvo nada que decir, excepto que estaba de
acuerdo totalmente.
Pasaron los meses y, en el proceso, se encontraron una tal
Ivanna Van der Decken, la carnada ideal para atraer a
Liselot, capturarla y acabarla. Oportunidades así se tienen
sólo una vez en la vida.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
500
-Mi muchacho… tienes una imaginación prodigiosa…
conoces muy bien al cerdo de tu padre-dijo Jack cuando
ambos terminaron de construir el relato de cómo habían
dado con la pobre e inocente Ivanna –inocente en todo este
asunto, claro-.
Lodewijk se limitó a omitir los comentarios al respecto y se
concentró en lo que realmente importaba. Miró a su amiga
y preguntó:
-¿Y? ¿Qué vas a hacer?-.
Liselot, que aún estaba en estado de shock, mirando al
frente y temblando, reguló su cabeza y se limitó a decir:
-Iré a buscarla-fortaleciendo su voz en grado superlativo.
-Eso es justo lo que quieren. Al final no tendrán compasión
ni contigo ni por ella-dijo Lowie intentando hacerla entrar
en razón.
-¡Eso no me importa, iré a buscarla!-dijo Liselot, era
primera vez que Lodewijk y Jack la oían gritar-. ¡Lowie,
ordena que de inmediato vayan a por provisiones!
¡Zarparemos mañana cuando suba la marea!
Se puso de pie de inmediato, tomando sus pertenencias y
dejando la botella a medio vaciar en la mesa. Lowie la
sostuvo del brazo y la miró completamente orgulloso de la
mujer en que se había convertido.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
501
-Si alguien muere aquí, soy yo… Yo entraré al refugio de
Sheefnek… Jack y yo tenemos detalles acerca de los cuales
hablar largo y tendido-dijo.
-No será ni aquí ni ahora… es una conversación en la cual
voy a participar… tengo mis dudas al respecto de muchas
cosas-dijo ella.
-No puedo estar más de acuerdo-dijo Lowie al tiempo que
la soltaba.
-¡Atención todos! ¡Pónganse de pie! ¡Mañana zarpamos
con la marea alta! ¡Pónganse a trabajar!-exclamó.
Sus marineros, ya demasiado confundidos como para acotar
cualquier cosa, se limitaron a ponerse de pie, pagar la
cuenta y largarse lo antes posible a la espera de órdenes
más completas.
Cuando cerró la puerta del local, Liselot Van der Decken
sintió cómo sus ojos liberaban las lágrimas que había
contenido por espacio de casi una hora.
Ivanna, mi querida Ivanna… nuestro padre murió, fue una
horrible noche… No me gustaría molestarte más, ya soy
una suficiente molestia. Esperaste que volviéramos, pero te
aburriste y viniste a por nosotros.
Podría querer que mis oídos me traicionaran, pero lo que ha
dicho Jack es cierto, no tiene razón para mentir. Creo que
sencillamente mi corazón no puede resistirlo….
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
502
-¡Liselot!-escuchó a Lodewijk gritar. El muchacho corría
detrás de ella.
Volteó para verlo al tiempo que él la agarraba del brazo y
susurraba Liss. Sintió cómo las lágrimas rodaban por su
mejilla y los dedos de su mejor amigo las secaban.
-¿A dónde vas, Liss?-preguntó él.
-Al mercado, voy a comprar provisiones-contestó ella.
-No puedes ir tú sola, Liss-le dijo él, mirándola con ternura.
-Cierto… tienes razón-afirmó ella con una triste sonrisa.
Lowie la afirmó de los hombros y echó a andar con ella,
siempre pensando que era una idea pésima ir a esa hora al
mercado, especialmente para una mujer… pero sabiendo
que ella no se quedaría tranquila hasta que todo estuviese
listo para partir. Un grupo de marineros se les unieron, un
poco sorprendidos por el diametral cambio de ánimo de
Liselot.
Ivanna, hermanita… ¿mamá ha muerto? Por favor
respóndeme, dime que no. ¿Sophie está bien? ¿Dónde están
ellas? ¿Dónde estás tú? Sé que desearías que yo regresara a
casa, sé que quizá me odiarás de por vida porque papá
murió. Por favor perdóname, prometo que no haré más
estas cosas ni que te obligaré nunca más a esperar día tras
día a que yo, Liselot estuviera a tu lado, yo, Liselot, que
partí de casa sin querer para nunca volver.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
503
No puedes sorprenderme más, hermanita… nunca me
hubiese esperado que estuvieses aquí. Desearía que jamás
hubieses venido. Sería mejor eso: no vernos más, que verte
engrilletada en esas paredes que tanto me ha costado dejar.
¿Por qué te ha costado tanto dejarme ir?
-Ella me odia-dijo Liselot.
-¿Quién?-preguntó Lodewijk.
-Ivanna-contestó Liselot con las lágrimas cayéndole.
-No lo creo… de otra forma jamás hubiese llegado aquí-
dijo Lodewijk acariciándole el hombro.
-Quiere vengarse-contestó ella sin poder evitar que se le
quebrara la voz.
-Ella sabe que es tu fantasma: te da pánico, pero también te
trae esperanzas-contestó Lodewijk.
Liselot lo levantó la mirada y Lodewijk bajó los labios
hasta el oído de su mejor amiga.
-Si ella ha llegado hasta aquí es porque sabe cómo hacerlo,
¿no crees?... ¿Quién te dice que no sabe cómo recorrer el
camino hacia atrás?-preguntó.
La esperanza surgió en los ojos de Liselot. El comercio
bullía a su alrededor. Sus hombres compraban una cosa,
luego la otra. Emprendieron el camino de regreso al muelle.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
504
-Me olvidé por tanto tiempo de ella. Quise sepultar a mi
madre, a Ivanna… a Sophie-murmuró-. Y aquí están otra
vez. Ellas sufrieron, ellas lloraron. Ellas me buscaron,
Lowie. Sophie e Ivanna quisieron venir; Ivanna llegó. Se ha
sacrificado. Lleva tres años aquí, sola, ¿sabes lo que son
tres años? Con mucha suerte sigue viva. Quizá cuánto ha
sufrido... quizá ya ni siquiera es la misma. Ellas se
dedicaron a buscarme, ellas no me olvidaron… y yo me
dediqué a olvidarlas… Me dediqué a no estar…
Llegaron al muelle. Entre los arrecifes de coral los hombres
de Jack Rackham limpiaban el casco metálico del Evertsen,
dejándolo libre de conchas marinas habitadas o sin
animales en su interior. Los marineros holandeses
especializados en el manejo de las máquinas accionaban las
válvulas, turbinas, hélices y motores que salían del casco de
la nave para poderlos limpiar de forma más rápida.
-¡Capitana Van der Decken!-le gritó uno de los piratas de
Jack, portando una enorme bolsa-. El casco estaba lleno de
mariscos. Son suyos. Véndalos para obtener mejores
provisiones. Que tenga buen viaje-dijo el hombre y, acto
seguido, volvió a limpiar con su cuchilla el casco con
renovadas ganas.
La Capitana Liselot Van der Decken se quedó parada donde
la habían dejado, pasmada. Tantas cosas habían pasado en
apenas dos días. La imagen de Ivanna volvió a aparecer en
su cabeza.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
505
Creo que con esto ya has dicho que me esperarías por
siempre, debes saber que en mi nueva vida está mi puntal…
deben dejarme ir, deben olvidarme… yo ya soy pasado.
Debes mentir a mamá, es pecado, lo sé; con esto te meto en
un lío, pero te prometo que será el último. Tú no me has
encontrado y no volverás a buscarme antes de que el sol se
ponga detrás de mi tumba.
-¡Milady!-exclamó Jack, perturbándola nuevamente.
-¿Sí, Jack?-contestó apenas sí con un hilo de voz.
-Las provisiones han llegado-dijo él, señalando con una
mano a sus hombres y a los marineros holandeses que
subían por una rampla hasta la cubierta y luego la bodega
del Evertsen tanto animales, como forraje para ellos, y
agua, muchísima agua.
-¿En ese saco hay suficiente como para una cabra?-
preguntó ella con la voz muerta.
Jack se agachó a ver y arrugó la nariz con disgusto.
-Una cabra, un novillo y una nueva gallina ponedora-
confirmó.
-Y charqui y más agua, cuánto menos-acotó Lowie
acercándose a ver.
Luego de dudar un poco, Jack se echó el saco al hombro.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
506
-Dentro de una hora tendrás eso y mucho más-acotó
guiñando el ojo y alejándose en la bruma de la madrugada.
Liselot suspiró preocupada, mientras se alistaban los
últimos preparativos…
-Pronto todo estará listo para ir tras la caza de Ivanna Van
der Decken-suspiró.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
507
Capítulo 22: “La Caza Por Ivanna Van der Decken”.
Nota de Autora:
¡Ahoi a todo el mundo! ¿Cómo están ustedes? Me es muy
grato saludarlos ahora, cada vez más seguido,
especialmente ahora que los venía extrañando cada vez
más.
Pues, primero que todo, quiero dedicar este capítulo a
alguien muy muy muy importante para mí. En estos dos
días de amistad –porque sí, nos conocemos de hace muy
poquito, hace apenas una semana, y somos amigos
propiamente tal desde hace apenas dos días- nos ha tocado
vivir cosas muy fuertes, realmente dolorosas; y nos hubiese
resultado muy difícil continuar si no nos hubiésemos tenido
el uno al otro. Martín, querido pequeño Hobbit, tu amistad
es muy importante para mí, gracias por ser mi amigo y
darme tu confianza y, sobretodo, tu cercanía y seguridad.
Eres una gran persona y me siento muy feliz de haberte
conocido. Quiero que sepas que siempre estaré ahí para ti,
pequeño Hobbit… gracias por todo…
Bueno, luego del minuto lacrimógeno de esta nota de
autora, quiero deciros que sí, han sido días muy fuertes –y
si estoy ahora coherentemente escribiendo esto, lo repito,
es gracias a Martín-, la he pasado quizá un poco mal y han
pasado cosas tristes. Si alguno de vosotros aprecia a
Mariette Sparrow aunque sea un poco, le pediría por favor
que investigue todo lo que pueda acerca de la Parálisis del
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
508
Sueño –y me lo haga saber, por supuesto-, creo que me está
pasando y no es nada agradable.
Bueno, luego de haberme puesto tan sentimental y haber
duchado gratuitamente al teclado –que ni culpa tenía en
todo esto-, paso a decir que me quedó algo por contestar a
la estudiante de psicología del capítulo anterior… ella me
preguntó por qué Aliet no volvió a contactar a los gitanos
que oficiaron el conjuro al ver cómo nuestra pequeña,
querida y adorada Sophie –a quien sigo extrañando
mucho… su sarcasmo me alegraba el día… quizá volvamos
a verla en algún flashback… quién sabe- se agravaba en su
estado mental. De paso con decirle que es una excelente
pregunta, aprovecho de contestarle que fue porque ella
siempre fue una intelectual –algo que se evidencia en su
estatus profesional al inicio del libro- y aparte, siempre fue
muy racional. Nunca creyó en la magia. Lo que no se
explica con ciencia no vale para Aliet –o no valía, mejor
dicho… en paz descanse-. Aparte ella seguía teniendo un
cierto recelo hacia los gitanos, no iba a buscarlos aunque le
pagaran su peso en oro.
Bueno, no quiero aburriros más, mis queridos lectores,
espero que disfrutéis este capítulo…porque acá entramos en
la última parte de esta historia –no os preocupéis, no la
cortaré así como así, aún quedan muchos nudos por atarse y
aún tenemos que ver cómo se las arregla Liselot para vivir
en el siglo XVIII-. Quiero que sepáis que me ha costado
mucho escribir esta historia, hay veces en que le encuentro
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
509
cada vez menos sentido… desmentidme vosotros si me
equivoco…
Bien, ahora que ya he terminado de lloraros mis penas, paso
a deciros que el tema del capítulo es –redoble de tambores-
¡Khazad-Dûm Bridge! Autoría del genial, increíble,
asombroso y fantástico Howard Shore para una de mis
películas favoritas, una que es sencillamente fabulosa: El
Señor de los Anillos, la Comunidad del Anillo. Hechas
todas las recomendaciones, poneos a leer.
P.S.: Si me tardo mucho en subir el capítulo, es que
sencillamente no pude con mi genio y desperdicié una
noche de pura escritura con la brillante idea de ver El Señor
de los Anillos: El Retorno del Rey, es que… es mi película
favorita, ¡no puedo evitarlo! Cuidaos, recordad que sois
importantes para Mariette.
P.S. 2: La película estaba mal grabada, cuando pasé la
primera hora comenzó a quedarse pegada fotograma a
fotograma. Fue horrible, primera vez que la Carga de los
Rohirrim en los Campos de Pelennor no me hizo tiritar. Sin
embargo como futura cineasta esta experiencia me ha sido
muy útil, porque he notado detalles técnicos que de otra
forma jamás en mi vida hubiese notado. Saqué la película
del DVD antes de que Aragorn llegara con los montañeses
en los barcos de los Corsarios de Umbar, porque
sencillamente me aburrí de ir tan lento y no temblar en mi
escena favorita –sí, la Carga de los Rohirrim es mi escena
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
510
cinematográfica favorita- , y puse el Cable porque era
demasiado temprano como para ir a acostarme. Me
encontré en el TNT Piratas del Caribe: En Mareas
Misteriosas –creo que así se llama la cuarta película-. No
hay palabras para describir mi desilusión; esa sencillamente
no era una película de piratas y Jack Sparrow no es ese
hombre astuto y genial a quien le robé el apellido… quizá
más adelante haga una crítica de este film. Lo mejor –y
único bueno- de la película es el final. En fin, no os jodo
más… esta nota de autora se está haciendo demasiado
larga. Quizá me demore mucho en subir el capítulo porque
no sé cómo desarrollarlo, así que voy a acuñar la sabia frase
de “No importa el destino, sino el viaje” e improvisar.
Saludos, Mariette.
Aprovecho de responder a Stracciatella su comentario:
Pues, amigo, cuando quieras puedes leer los capítulos, están
aquí. Respecto a lo impaciente, bueno, no me sorprende que
saltes de nota en nota, las hago demasiado largas… veré la
forma de acortarlas. Gracias por darme ánimos para
continuar, el tuyo es el primer comentario que he recibido
en casi un año y no quieres ni ver cómo salté del asiento al
ver que alguien me había escrito. Y el final aún no te lo
puedes desvelar, porque aún no está… ¿o te referías a cómo
acaba el capítulo?
También contesto a mente_veloz: ¿También te gusta Sonata
Arctica? Son realmente geniales. ¿Cuál es tu tema favorito?
Pues, espero que el resto de los capítulos te interesen al
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
511
igual que este. ¿De verdad tu primer libro que leíste fue de
piratas? ¡Son la mola! Siempre me han gustado esas ideas.
Me siento honrada y feliz porque te haya recordado aquel
libro de forma tan grata…
Liselot sintió cómo unos pasos se acercaban a ella a través
del suelo metálico del pasillo, sin embargo no levantó la
cabeza. Con un ojo chequeaba las coordenadas que le
mostraba el computador encendido –el cual no le servía de
mucho, porque no era capaz de mostrarle su posición
actual- y con el otro ojo intentaba fijarse en una de las
tantas cartas de navegación que tenía abiertas y
desordenadas sobre el mesón.
Con una herramienta del programa computacional intentó
fijar el curso, pero, tras varios intentos sobre el detallado
mapa se aburrió, apagó el aparato y se concentró sobre las
cartas de una buena vez.
-Siempre he opinado que es mejor ocupar el computador, te
da más información-opinó Lodewijk apoyado
cómodamente en el marco de la puerta.
-¡Lowie! ¡Me asustaste!-exclamó Liselot.
Sin decir nada, Lodewijk se acercó a la computadora y la
encendió de nueva cuenta. Liselot tomó un compás y se
concentró otra vez en la carta de navegación, haciendo girar
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
512
el instrumento sobre las rutas dibujadas arcaicamente en el
mapa.
-¿Tortuga?-preguntó Lowie mirando atentamente los trazos
imaginarios que su amiga dibujaba en la carta.
Por toda respuesta, Liss movió la cabeza en afirmativa.
-Era demasiado obvio…-dijo Lodewijk-. Nau podrá ser
todo lo arriesgado que quiera, pero está bajo las órdenes de
mi padre, quién será todo lo que se le antoje menos un
imbécil.
-Quieren que vaya hasta ellos, el lugar más obvio es
Tortuga. Es donde Jack les vio por última vez, era obvio
que nos vendrían con el cuento-respondió ella.
-Recuerda que quien tiene a Ivanna no es Nau, sino
Sheefnek… él no se te va a dar en bandeja de plata, mucho
menos va a ir a Tortuga y mucho menos aún si no sabe
dónde estás. Quien sabe dónde estás es el Olonés y es una
verdadera suerte que no haya venido tras de ti-dijo él.
-Es un verdadero milagro-confirmó ella.
-Llámalo como quieras…-concedió Lowie, un poco
molesto al oír la palabra “milagro”-. Ya hemos probado la
mano de Nau en batalla y, aunque queramos arrancarle la
cabeza ahora, tenemos que rescatar a Ivanna primero y no
podemos trenzarnos con él ahora. Cuanto menos, tenemos
que aprovechar la ventaja que sacamos por destruirle su
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
513
barco. No podemos ir a Tortuga. Lo que debemos hacer
es…-dijo y se detuvo un poco a mover el cursor del
computador para enseñarle a Liselot un nuevo rumbo que
creía mejor- ir a Inglaterra.
Liselot de haber estado bebiendo algo se hubiese
atragantado y de buena gana, pero conociendo como
conocía a Lodewijk en parte ya no le sorprendía tal acto de
osadía de su parte... pero tampoco era que le pareciera una
idea muy brillante acercar hasta la Armada más peligrosa el
barco más extraño y conocido del momento, ni entregar su
cuello en bandeja de plata al rey de turno.
-No sé si lo recuerdas, Liss, pero… Jack mencionó la
palabra Liverpool-dijo Lowie con un brillo pícaro en la
mirada y la clásica sonrisa sínica que esbozaba al
mencionar un plan que probablemente saldría mal.
-Sí-respondió ella.
-Ahora bien, dime, querida amiga… ¿dónde queda
Liverpool?-preguntó Lowie.
-Oh, rayos, Lowie…-fue lo único que se limitó ella a
opinar-. Nadie nos dice que siga ahí… quizá nos
acercaremos por nada.
Un silencio sordo se apoderó de ambos. Lodewijk seguía
enfrascado en su idea de que ir a Inglaterra y matar a su
padre, sin Nau cerca, era la mejor opción; era demasiado
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
514
intrépido como para pensar lo contrario. Por su parte,
Liselot no hacía sino pensar en lo descabellada que era la
idea de su mejor amigo, aunque una parte de su corazón le
decía que lo que más quería en esa vida era deshacerse de
ese problema de una vez por todas… y saber que Ivanna
estaba bien.
-Cuanto antes, tenemos que salir del Caribe-dijo ella.
-¿Hacia dónde piensas tomar?-preguntó Lowie.
-Hacia el este. Nunca hacia el norte: están los Estados
Unidos y los españoles son presa fácil para Nau. Ni
tampoco hacia el oeste ni el sur: la ruta comercial es
demasiado concurrida-dijo ella.
-Acertado. ¿Por eso debo entender que ya no piensas ir
hacia Tortuga?-preguntó Lowie enarcando agudamente una
ceja.
-No sabría decirte… Podría quizá alejarme hacia el este,
luego bajar hacia el sur y tomar entre República
Dominicana y Puerto Rico para entrar en el Caribe, vadear
Haití y llegar a Tortuga-dijo ella, señalando la ruta con el
dedo índice.
-En ese caso, te conviene mejor entrar entre Turks &
Caicos y Haití. Es territorio inglés y francés: Nau no quiere
nada que ver con su patria y los ingleses lo único que
quieren es cocinarlo, no va a pasar por ahí. Aparte, te queda
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
515
a menos de media jornada, a unas horas y eso. Si pasas por
Puerto Rico, es territorio español y recuerda lo que acabas
de decirme… y si tienes que huir el trecho es muy largo-le
aconsejó Lowie.
-Lo que sí está claro es que iremos hacia el este hasta que
salgamos hasta el meridiano 56° para salir de la ruta
comercial y no chocar con barcos españoles-dijo ella.
Lodewijk de repente estalló en carcajadas. Liselot sonrió
sin poderlo evitar y le dirigió una mirada de duda.
-Parece mentira: nosotros huyendo de barcos españoles-dijo
Lodewijk entre risa y risa.
Al comprender el chiste, ella comenzó a carcajearse
también. Aún meneando la cabeza, giró el timón y se quedó
quieta vigilando la rueda y mirando atentamente la pantalla
de la computadora y la carta de navegación. Lodewijk
enarcó una ceja.
-¿Y?-preguntó el muchacho.
Ella le devolvió la mirada al tiempo que él se cruzaba de
brazos.
-Tienes que comer algo-dijo él.
-Me quedaré cuidando el timón… toda la noche-dijo ella.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
516
-Sabía que lo dirías-rió Lodewijk-. Aquí tienes-dijo
tendiéndole unas galletas disecadas.
Así anocheció y transcurrió toda la noche. Cuando
comenzaba a llegar la madrugada, Lowie y Liselot se
pusieron a cabecear sin poderlo remediar hasta que se
quedaron inefablemente dormidos.
-¡Barco a la vista!-ese grito resonó por todo el barco.
Ambos inspiraron aire violentamente y corrieron hacia la
pantalla del computador para intentar emplearla como
catalejo. Sintieron pasos en el pasillo de metal y Lodewijk
echó instintivamente a Liselot hacia su espalda para
protegerla con su cuerpo. Un hombre de su propia
tripulación entró corriendo.
-¿Por qué no ha dado la alarma, capitana?-preguntó
jadeante.
Lodewijk se volcó a la pantalla de la computadora.
-¡Liss, ya se ve!-exclamó Lodewijk.
Tanto la muchacha como el tripulante se acercaron a la
carrera al visor.
-¡Mira, Liss! Pasaje libre hasta Liverpool-exclamó
Lodewijk con sonsonete sarcástico.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
517
El muchacho corrió el cursor y señaló, a la altura del Nido
del Cuervo del barco que observaban, una bandera británica
que flameaba con el escaso viento de esa mañana. Los ojos
de Liselot se agrandaron de dicha, sentía cómo una idea,
una muy buena idea, comenzaba a gestarse en su mente.
-¡Izad la Jolly Roger!-exclamó y salió corriendo.
-¿La Jolly Roger?-preguntó Lodewijk.
-Capitana, puede ser un barco de la Armada-acotó el
marinero.
-¡Sólo lo sabemos si izamos la Jolly Roger!-exclamó ella-.
¿Aún queda combustible en los lanza torpedos?
-Para un barco como ese, sí-opinó Lodewijk mirando con
desprecio el bajel británico.
Liselot salió corriendo, seguida de cerca por Lodewijk y el
marinero.
-Liss, el Evertsen necesita un timonel-dijo Lodewijk,
confundido por el actuar de su mejor amiga, quien solía
pelearse por el rol de timonel.
-Necesito dar las órdenes-exclamó ella, corriendo adelante.
Lodewijk puso los ojos en blanco, la cogió del brazo y, sin
mediar palabra, la llevó de regreso al Puente de Mando.
Tomó un aparato similar a un micrófono conectado por
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
518
cableado a los parlantes distribuidos en todo el barco,
especialmente en la cubierta. Apretó un botón, se escuchó
un chirrido y se lo puso a Liselot en la mano, quien sonrió
tontamente, admitiendo a su peculiar manera que, en su
excitación, la idea jamás se le hubiese ocurrido.
-¡Linda Freeman, con tu sección, al Puente de Mando!-
exclamó tímidamente-. Atención tripulantes de cubierta,
¡Izad la Jolly Roger!
Se escuchó un grito feral en la cubierta y luego un ajetreo
que nadie hubiese sido capaz de entender.
-Subiré a cubierta a vigilar que se obedezcan las órdenes-
dijo Lodewijk y dio la media vuelta. Ya estaba por irse
cuando giró levemente la cabeza-: recuerda no gritarlas por
Alta Voz cuando estén muy cerca, mándame un mensajero-
le recordó y, acto seguido, se marchó del Puente de Mando,
dejando a Liselot completamente sola.
Cuando Lodewijk subió a la cubierta se encontró con Linda
Freeman y sus hombres corriendo a acudir al llamado de
Liselot.
-¡Fuerza y honor!-gritó ella.
-¡Fuerza y honor!-contestó él eufórico, la adrenalina
comenzaba a subírsele a la cabeza y pronto entraría en un
estado de casi coma muy parecido al de los míticos
Berserkers.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
519
La mujer y su compañía desaparecieron por la escalerilla
que conducía a la subcubierta. Sólo entonces Lodewijk
levantó la mirada y se encontró con la épica escena de tres
hombres izando la pesada bandera de pura tela negra con
dos sables cruzados bajo un cráneo descubierto. Dos tirones
más a la cuerda blanca y, aquel amanecer, la Jolly Roger de
Jack Rackham ondeó al viento en lo más alto del HMNS
Evertsen.
Al tiempo que Linda Freeman y su gente irrumpían en el
Puente de Mando con fin de ayudar a Liselot a maniobrar
más rápido las máquinas, pero, sobre todas las cosas,
proteger la principal dependencia del barco.
-¡Russel! ¡A la sala de máquinas!-exclamó Liselot a través
del micrófono.
-¿Piensas usar la maquinaria de vapor, capitana?-preguntó
Linda.
-No, sólo la eléctrica… pero deben saber que este barco nos
pertenece-dijo Liselot.
-¿No piensas dejar que se acerquen, o sí?-preguntó Linda,
enarcando una ceja.
No pudo seguir hablando. En ese momento las siete almas
que había en el Puente de Mando se concentraron en el
visor de la computadora. El barco de procedencia británica
viraba. Liselot hizo un zoom y captó al aterrorizado
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
520
capitán, catalejo en mano, bramando órdenes de virar. El
timonel hacía todo lo que podía en seguir aquel mandato,
dando vueltas desesperadas a la raída rueda de madera. Dos
colegas se acercaron a ayudarlo. Finalmente el viento sopló
por detrás de la vela del Mástil Mayor. Sin embargo la
algarabía no carcomió a la tripulación: sabían
perfectamente lo que vendría. Así que se dedicaron a huir a
todo lo que les dio.
-¿Eso es todo?-preguntó Linda.
-¡Zeeman!-exclamó Liselot a través del micrófono, por toda
respuesta-. ¡Lleva un cuarto de la tripulación al interior del
barco y repártelos entre los camarotes! ¡Lowie! ¡Quédate
con un cuarto en los Lanza-Torpedos! ¡La otra mitad espere
órdenes al centro de la cubierta! ¡Vayan a por armas a la
bodega en grupos! ¡Espadas, metralletas y arpones!
Liselot soltó el botón cuando estaba jadeante y volvió a
concentrarse en la pantalla. El navío británico huía
inefablemente.
-¿Eso es todo?-volvió a preguntar Linda.
Liselot se limitó a no contestar, demasiado concentrada en
sus planes para la batalla como estaba. En la pantalla el
barco seguía alejándose y, pese a que podía oír cómo los
pasos iban y venían por la cubierta principal acarreando
armas y por los pasillos guiados por sus respectivos líderes
hasta sus posiciones de combate, también podía sentir cómo
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
521
el frenesí de la batalla comenzaba a congelarse poco a poco
y era una sensación dolorosa de describir, ver cómo la épica
se desvanecía lentamente y la emoción de la escaramuza se
perfilaba ahora lejana. Primero había gritos de batalla,
disparos al aire, movimiento de objetos pesados de un lado
a otro, instrucciones por parte de Linda, Sheila, Lodewijk y
la señora Russell; pasos, carreras de un lado a otro, puertas
abriéndose y cerrándose. Luego los gritos se silenciaron y
todo se hizo de forma mecánica. Luego los objetos pesados
y los disparos dejaron de sentirse y quedaron sólo los pasos.
Luego siguió el silencio, primero intrigante, luego sombrío,
lleno de olvido. Fue entonces cuando Liselot juzgó que era
suficiente tiempo. Miró la pantalla y el velero se veía ahora
lejano.
-¡Lowie! ¡Arría la Jolly Roger! ¡Iza la bandera roja!-
exclamó Liselot.
Se escuchó un grito de euforia a lo largo y ancho de todo el
barco. Lodewijk corrió hacia el mástil y, con su pura
fuerza, arrió la bandera negra y, en su lugar, subió una
bandera roja que amenazaba con teñir de sangre el mar del
Caribe aquella mañana, aquella bandera roja juraba que el
fuego ardería otra vez. Liselot suspiró; esperó unos
instantes más, el bajel británico ya se perdía.
-¡Ahora! ¡Avancen! ¡Tras ellos!-exclamó eufórica-.
Propulsión: electricidad. Carbón está de repuesto.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
522
La maquinaria del puente de mando se encendió. Los
cientos de botones en aquel cuarto emitieron luz, las
bobinas sonaron, los generadores se activaron y la energía
corrió libremente por todo el barco. El HMNS Evertsen
comenzó a moverse a gran velocidad, guiado firmemente
por Liselot Van der Decken, quien dividía su atención entre
la pantalla del computador y el timón.
Pronto estuvieron a menos de cien metros del navío inglés
y Liselot pudo ver la cara de espanto de éste, quien obligó a
sus hombres a ir más y más rápido. El Evertsen ahora le
seguía los talones y amenazaba con estar, en menos de un
minuto, a su lado. Los británicos comenzaron a echar toda
clase de cosas al agua y, entre lo que ellos consideraban un
lastre estaba un velamen completo de repuesto, con su
respectivo mástil. Liselot observó bien y notó que
correspondía al Palo Mayor.
-¡Que recojan ese velamen!-exclamó en dirección a Linda.
-¡Sí, mi capitana!-exclamó la mujer lo más fuerte que pudo
para acto seguido salir corriendo en dirección a la Cubierta
Principal.
El velamen flotó hacia el Evertsen, exactamente hacia
babor. Liselot interpuso su barco entre el aparejo y el navío
inglés. No bien escuchó que ya lo habían recogido y que
toda la tripulación estaba a salvo, luego de bajar algunos en
un bote para engancharlo con arpones y subirlo, siguió
avanzando.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
523
No tardó muchos segundos en posicionar el Evertsen
baranda contra baranda del otro bajel. Los cinco cañones de
babor dispararon al mismo tiempo. Liselot giró su navío en
diagonal, de tal modo que las balas del barco inglés pasaron
de largo, al tiempo que los británicos emprendían la huida.
Pudo ver cómo quedaba en diagonal al Palo Mayor y sin
dudarlo, gritó:
-¡Disparen al Palo Mayor!-.
Los certeros Lanza-Torpedos de la popa dispararon al
unísono y, el Mástil Mayor del bajel inglés, cayó quebrado
a un metro de altura de su base y destrozado más arriba.
Las velas y las jarcias cayeron en desorden sobre los
marineros y, poco a poco, siguiendo el peso de la punta del
mástil de madera, algunas cayeron al mar, enredando y
confundiendo a los tripulantes, algunos siguieron su camino
hacia el agua.
Aprovechando esa confusión en la cubierta principal del
barco, Liselot dijo a Linda, quien ya volvía:
-¡Te quedas a cargo!-.
Y, tomando su metralleta y sus municiones en volandas
salió finalmente del Puente de Mando y corrió por el pasillo
todo a lo largo, asegurándose de llevar su espada y un
arpón. Cuando llegó a la cubierta principal, algunos
marineros ingleses habían conseguido desenredarse y se
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
524
acercaban a los cañones con intención de disparar la otra
bala que les quedaba.
-¡Lanza Torpedos a las metralletas!-exclamó Liselot.
-¡Dejen los Lanza Torpedos, tomen las metralletas!-
exclamó Lodewijk haciendo lo mismo. Sus hombres
obedecieron-. ¡A quienes disparan en los cañones!-
exclamó, su gente escogió un blanco, mientras los ingleses
intentaban desesperadamente alistar los cañones, solos,
pues su cubierta aún era un desastre-. ¡Disparen!-gritó
Lodewijk.
Cientos de balas barrieron la baranda de babor del navío
británico y, está de más decir, que ningún cañón fue
disparado aquella vez. Al menos la quinta parte de la
tripulación británica pereció y, aprovechando que la
cubierta inglesa era aún un desastre, Liselot arreó a la mitad
restante de la tripulación hasta la baranda.
-¡Arpones!-exclamó.
Los arpones volaron hasta la barandilla británica y se
afirmaron de forma diestra y segura.
-¡Listos!-exclamó la tripulación.
-¡Al abordaje!-gritó ella, impulsándose hasta el navío
británico. Cincuenta y tres personas volaron hasta él y
cuando llegaron, las cosas se pusieron realmente feas.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
525
Liselot corrió hasta el capitán del navío, seguida por un
grupo de su tripulación, quienes se encargaron de abrirle
paso a punta de metralleta, un arma desconocida para
aquellos hombres, quienes no pudieron evitar temblar de
miedo. Un par de disparos al aire pudieron con el ánimo de
la mayoría de los británicos y, aquellos que dispararon la
única bala de sus pistolas, se vieron enfrascados en una
pelea de espadas de la cual casi no salieron vivos. Sólo la
compasión de la Holandesa Errante pudo evitar que fueran
asesinados.
Un grupo intentó proteger a su capitán, pero con un par de
golpes dejaron a Liselot el paso libre. Entonces ella se
adelantó y le hizo una elegante reverencia, acto seguido
desenfundó su espada invitándolo a pelear. Él se adelantó
con un temblor en las piernas y desenvainó su florete.
Las armas se cruzaron y ella le concedió el primer golpe. El
hombre dio una estocada que no hizo ni retroceder ni
menguar a Liselot, quien decidió dar una sucesión de
golpes rápidos, desde arriba y abajo, en diagonal, los cuales
dieron con ralentizar los movimientos de su oponente,
quien retrocedió sin poderlo siquiera evitar, confundido y
cansado.
Ella lanzó una estocada, la cual él alcanzó a frenar. Estaban
forcejeando con las armas, cuando ella posicionó su espada
encima de la del británico y, con un rápido movimiento, le
obligó a bajarla. Y, sin siquiera dejarlo reaccionar, le
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
526
golpeó con la espada la mano derecha. El hombre se vio
obligado a soltar su arma. Ella se adelantó y le colocó el
filo en el cuello.
-Clemencia… ¡Clemencia!-exclamó el hombre y, uno a
uno, los tripulantes de su navío que quedaban con vida,
arrojaron sus armas al suelo, las cuales fueron recogidas por
los marineros holandeses.
Liselot soltó el cuello del hombre y recogió la espada que
antes había salido volando.
-Tengo un plan para vosotros…-exclamó-. Si lo cumplen,
los dejaré libres en Inglaterra y les devolveré el barco, y soy
una mujer de palabra. Si optan por no hacerlo, es tiempo
que vayan asumiendo lo que es el Marrooning y que me
quede su barco…-dijo, luego miró al capitán-. ¡Nombre!
-Capitán Harold Sebastian Jones-respondió el hombre.
-Capitán Jones, ¿cuál es el nombre del barco?-preguntó.
-The Queen of Sea-respondió el hombre.
-Hablaremos largo y tendido, capitán Jones-dijo Liselot-.
Por ahora, The Queen of Sea pasa a mi haber. ¡Teniente!-
exclamó en dirección a uno de sus tripulantes- Ordene que
remolquen The Storm. ¡Westermann! Encárguese de que
los tripulantes de The Queen of Sea sean llevados a las
mazmorras y se les de desayuno.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
527
-¡Sí, mi capitana!-exclamaron tanto el teniente como el
señor Westermann. En menos de una hora ambos
cometidos habían sido realizados, entonces Lodewijk y
Liselot se encontraron en la cubierta,
-¡No vuelvas a hacer eso!-la regañó Lodewijk
-Cada paso se concreta, para que concluya la caza de
Ivanna Van der Decken-.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
528
Capítulo 23: “Y Serán Herederos del Mar”.
Nota de Autora:
¡Ahoi a todo el mundo! ¿Cómo estáis vosotros? Yo estoy
bien, con mucho calor por acá –treinta y tantos grados en la
escala Celsius-. Estoy re-feliz por los comentarios que he
recibido por el capítulo 21, hacía poco más de un año que
no recibía comentario alguno y, más que mal, eso mella
hasta el más fuerte de los ánimos.
Pues, no pienso rellenaros más con mis asuntos de escritora
de vacaciones. El tema del capítulo es Vikingos, de la
genialísima banda española de Power Metal Tierra Santa –a
la cual realmente admiro-. El título de este capítulo se basa
en un verso del coro –específicamente el verso que canto…
grito… con más ganas- el cual está lleno de emoción y
épica. Saludos desde Chile.
El día pasó lentamente y la noche finalmente cayó. La luna
se levantó en el cielo, rodeada por su séquito de estrellas.
La medianoche llegó y los folios cambiaron al unísono al
día 05 de enero de 1719. La noche siguió andando. El
viento corría, era una buena fortuna que ese fuese el
invierno del Caribe.
Hacía horas que Liselot se había marchado a dormir, sin
embargo no podía hacerlo. Se daba vuelta de un lado a otro.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
529
La excitación de esa jornada no la dejaba descansar en paz,
la preocupación por Ivanna de mutilaba y las dudas por el
futuro la condenaban.
Aún no había revisado The Queen of Sea. Sólo sabía que
era un barco mercante, de origen británico y capitaneado
por un tal Jones. ¿Qué transportaba? Misterio. ¿Hacia qué
puerto iba? Más misterio. ¿Por qué la Armada Británica no
custodiaba el barco al momento del ataque? El misterio
crecía en grado superlativo. Eso olía irremediablemente a
estafa. Sin embargo, Ivanna la necesitaba y no podía perder
esa exclusiva oportunidad de ir en su ayuda… después de
todo, si el plan estaba bien pensado, nada podía fallar.
Por primera vez en tres años extrañó a Naomie. No porque
le quisiera ni porque le agradasen sus ideas, sino porque
siempre la orientaba por el camino que necesitaba ir. Por
primera vez en tres años pensó que era necesaria. Por
primera vez en tres años deseó tenerla ahí presente, con su
voz irónica, su mohín burlón y sus palabras sabias
diciéndole qué era lo que tenía que hacer.
Pensó que, pese a lo mucho que la odiaba por estar detrás
del aciago destino de su familia, lo mejor en ese momento
era hacer una tregua. Se paró de la cama y caminó hasta la
ventana. Se sentía ansiosa. ¿Qué diría al cabo de tres años
de mutuo silencio? ¿Tres años en los que ella había
olvidado a Naomie y Naomie parecía haberla dejado de
lado? Caminó hasta el centro del camarote.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
530
-Naomie-dijo con voz suave, imperante, pero nunca fuerte-,
aparece-.
Esperó unos momentos, unos instantes que parecieron
eternos. Sin embargo, nada sucedió. Sólo podía sentir el
viento repiquetear contra el casco metálico de la nave. El
aire no se enrarecía, no se escuchaba una voz. No sucedía
absolutamente nada. Sintió cómo la frustración y la ira
acometían contra ella. Hizo de tripas corazón y continuó.
-Naomie, no puedes dejarme así-dijo con tono de voz
firme-; ¡Aparece!-exclamó.
Nuevamente sólo el aire le contestó. De haber sido alguien
dada a la ira hubiese arrojado las cosas lejos, roto un objeto
que dos y gritado a destajo. Sin embargo, era alguien
pacifista y de carácter dulce. Se sentía frustrada y utilizada,
y la tristeza le acometía al saber que su hermana menor
corría peligro.
No, definitivamente no. Ya no podía confiar en Naomie ni
siquiera un minuto más de su vida. Dolía asumirlo, pero
estaba mejor sin ella. No sabía qué clase de extraño conjuro
le había arrojado, pero sabía de cierto que no podía permitir
que pesara sobre toda su familia. Si aún podía salvar a su
madre y a sus hermanas, estaba bien por ella: volver ya no
le importaba.
Tres años habían pasado. Tres años en que, pese a que el
dolor había bebido de sus labios al estar lejos, eran tres
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
531
años en que mutuamente se habían dedicado a olvidarse y,
aunque Ivanna estaba ahí para probarle lo contrario, armar
una nueva vida. Ella ya era feliz a bordo del Evertsen, se
sentía libre, realizada y completa: su sueño había cobrado
vida, ¿qué más podía pedirle a la vida? Por su parte estaba
segura de que su madre y Sophie también lo habían hecho.
Con devolverles a Ivanna bastaba. Un beso, un adiós, la
última conversación y la última despedida, un hasta
siempre y partir de vuelta hacia donde el destino quisiera
llevarla. Ellas entenderían. Quizá llorarían un poco, bueno,
¿quién no la haría bajo esas circunstancias? Ella se haría un
mar de lágrimas, eso estaba de sentado. Las extrañaría y la
extrañarían, pero luego caería la suave cortina del olvido
para siempre, bordada en nostalgia y dulzura. Después de
todo, si regresaba a casa, ¿tendrían de qué hablar? ¿Habría
una vida en común? No… por supuesto que no.
No, ya no podía contar más con Naomie. Tendría que salir
del embrollo ella sola y ya sabía cómo.
Salió de su camarote y caminó a paso decidido a lo largo
del pasillo. Amaba ese barco, siempre tan lleno de vida. A
veces le daba por pensar que era una antigua ciudadela que
jamás dormía: no importara la hora que lo recorrieras,
siempre había alguien despierto y no era precisamente una
única persona, sino muchos más: bebiendo, platicando,
muchos en los turnos nocturnos, algunos festejando
cualquier cosa que se les pasara por la cabeza. Siempre te
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
532
encontrarías con alguien en los pasillos que te sonreiría y te
invitaría a una copa, sin importar la hora.
Era de madrugada, sin embargo por los pasillos aún
andaban muchos marineros. Los más antiguos al servicio
de la Armada se cuadraban ante ella, otros le preguntaban
qué hacía despierta tan tarde y otros sencillamente la
saludaron amistosamente y le ofrecieron una copa. Ella
rechazó todas esas potenciales conversaciones y siguió con
su camino. Subió la escalerilla y salió a cubierta. Afuera la
temperatura sobrepasaría los veinte grados. Caminó hacia la
parte más alta, sin embargo entre la concurrencia que a esas
horas fumaba y trabajaba en la cubierta no divisó a quien
buscaba.
Todos la vieron entrar sobre la misma y caminar con el
paso errático hasta la Cabina de Mando. Quienes trabajaban
a esa hora ahí –para sus desgracias sin una gota de alcohol
ni un miserable cigarro ni nada que les distrajera- apenas si
levantaron la cabeza. Entre ellos estaba Lodewijk en el
puesto del vigía, con los ojos clavados en la pantalla de la
computadora que hacía de catalejo a través de diversas
cámaras. Era de vista aguda y uno de los más detallistas de
la tripulación, por eso casi siempre le asignaban el turno de
noche: en el HMNS Evertsen no existía la caballerosidad de
esperar al alba para atracar.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
533
-¿No deberías estar dormida a esta hora?-le preguntó el
muchacho apenas ella puso un pie al lado de su asiento, sin
siquiera despegar la mirada del computador.
-Sí, pero-dijo ella con voz vacilante-. ¿Recuerdas la
conversación del otro día?-preguntó sabiendo ahora
perfectamente cómo comenzar la plática. Lodewijk ni
siquiera la tomó en cuenta-. He tomado una decisión-
confesó con voz firme.
-¿A las cuatro de la mañana? Liss, por favor. Tómate un
tiempo y razónalo con calma, a estas horas quizás qué has
decidido-dijo Lodewijk con su acostumbrado sarcasmo.
-Y voy a necesitar que me ayudes-terminó ella haciendo
caso omiso de la acotación de su mejor amigo.
Lodewijk por primera vez en toda la conversación despegó
la vista de la pantalla y la miró, entre que sorprendido por
tal muestra de tozudez y decisión y sereno.
-Anda, te escucho-fue lo único que se limitó a decir y,
desde ese momento no volvió a posar la vista en la
computadora.
-¡Venga, muévanse, vagos!-gritó Lodewijk a toda voz,
arreando con mal gesto en la cara a todos los que no
estaban trabajando en el barco y que sin embargo
merodeaban de buena gana en los pasillos.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
534
Liselot miraba sorprendida el cambio de actitud de su mejor
amigo, bastante complacida por tenerlo de su lado, mientras
él arreaba a la tripulación hacia la baranda y procedía a
darles órdenes. Tomó nota mental de decirle por enésima
vez que no fuera tan brusco con los marineros, sin embargo
al ver que la actitud algo agria de Lodewijk traía resultados,
se ahorró los comentarios.
Cuando la tripulación se hubo marchado a realizar su
cometido, ambos se miraron y rieron a carcajadas, como
cuando eran aquellos pequeños cómplices que solían hacer
travesuras juntos. A su alrededor los marineros iban y
volvían llevando y trayendo velas sin usar, el mástil que
habían recogido la mañana anterior, jarcias, cuerdas y
linternas de toda clase. Los martillos y clavos a más de
alguno trajeron recuerdos de casa.
Estuvieron hasta el mediodía claveteando el Palo Mayor y
arreglando las jarcias. Cuando hubieron terminado,
Lodewijk dijo a Liselot:
-Es hora de tu parte, Liss-y la miró con cierta frialdad, aún
sin convencerse de que él mismo estuviese patrocinando
eso.
Liselot inspiró profundo, sin notar las disyuntivas de
Lodewijk. Y caminó a paso seguro hasta las mazmorras,
acompañada por tres marineros. A la carrera se les unió
Lodewijk, quien sin mediar palabra se puso a andar al lado
de Liselot, quien no pudo evitar sonreír. Llegaron a las
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
535
mazmorras y los marineros liberaron al capitán Jones. Lo
condujeron hasta un salón, donde, tras servirle el té, entró
Liselot custodiada por su amigo de infancia.
-Capitán Jones, quiero hablar con usted-dijo ella en el tono
más solemne que pudo intentar.
-En nombre de mi tripulación, vengo a exigir que nos libere
en el puerto más cercano que tenga la Corona. No
queremos nada que ver con…-dijo el capitán lo más serio
que podía aparentar.
-¡Tú no eres quién para exigir nada!-dijo Lodewijk saltando
desde atrás con la metralleta lista para disparar a la cabeza
de Jones.
-¡Lowie!-exclamó Liselot sorprendida y asustada ante el
cambio de actitud de su amigo, tomándolo rápidamente del
hombro.
-¿Qué?-preguntó él molesto-. Admítelo, Liss, sería más
fácil si lo quitamos de una vez de en medio.
-¡No, Lowie!-exclamó ella asustada-. Por favor, vuelve a tu
lugar-susurró.
Lodewijk volvió a custodiar el sitial de su amiga con la
metralleta cruzada y el ceño fruncido.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
536
-Justo a eso venimos, capitán Jones: a negociar-dijo Liselot,
recuperando al fin la calma-. Dígame, ¿qué transporta en
The Queen of Sea?-preguntó.
-¿Por qué tendría yo que decirle eso?-preguntó el capitán
Jones.
-Hum… interesante opinión. ¿Qué tal si te devolvemos por
dos días a tu celda, sólo, sin luz ni comida? ¡Creo que eso
podría cambiar bastante de opinión!-exclamó Lodewijk con
sarcasmo y marcada crueldad.
-¡No, Lowie, no!-intervino ella.
-¿Qué transporta, capitán Jones?-volvió a preguntar ella.
El hombre la miró con aire altivo y permaneció mudo e
impasible. Lodewijk sintió cómo la sangre le hervía ante tal
desprecio a Liselot. Sin que nada lo pudiera detener saltó
hacia adelante metralleta en mano.
-Dime, tú has visto esto matar, ¿verdad?-preguntó sobando
la metralleta con aire enfermizo.
El hombre, pese a estar muerto de miedo, recordando cómo
varios de sus hombres habían muerto por causa de tan
extraño artilugio, le mantuvo la mirada así como el silencio.
-¿No? Pues… te haré una demostración-dijo y, tras apretar
el gatillo, las balas comenzaron a salir hacia el suelo una
tras otra, traspasándolo y sonando con una fuerza brutal.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
537
-¿Te ha gustado?-preguntó Lodewijk-. Si no hablas, la
siguiente demostración es en tu cabeza… o quizá en un
brazo, o una pierna-dijo palpando las partes mencionadas
con el cañón del arma-, para que te desangres lento y nos
digas la verdad. ¿Eh? ¿Qué te parece? ¡Liss! ¡Repite la
pregunta!-gritó.
-Capitán Jones, le pregunto por tercera vez-dijo Liselot
sintiendo cómo la voz se le quebraba y le temblaban las
piernas-. ¿Qué transporta en The Queen of Sea?-preguntó.
-Ébano-contestó- y oro-dijo con lentitud.
Lodewijk no habrá sido avezado a la historia de la Edad
Moderna, pero sabía que en las colonias inglesas no había
ébano, lo cual lo volvía muy preciado en Gran Bretaña y el
oro… bueno, era oro, siempre iba a ser perseguido.
-Por faltarle el respeto a mi capitana, te has quedado sin tus
mercancías-le escupió Lodewijk.
-¡Eso no es justo! ¡Capitana, no lo es!-reclamó el capitán
Jones.
-Capitán Jones, su mercancía queda fuera de toda
negociación que hagamos, ha pasado a ser mía-dijo ella.
-¡No lo permitiré!-reclamó el hombre parándose del
asiento.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
538
Lodewijk bufó, puso los ojos en blanco y le apuntó el arma
justo al pecho.
-¿Decías?-preguntó con tono aburrido-. Si te quedas bien
tranquilo puedes salvar la vida y quizá algo más-le dijo.
El capitán Jones, blanco como un papel volvió a sentarse y
a prestar atención a la capitana Van der Decken.
-Ahora bien, capitán Jones, tu tripulación y tú van a volver
a The Queen of Sea y seguirán las órdenes que se
desprendan del Evertsen-dijo ella.
-Volveremos a Inglaterra a demandarlos lo antes posible-
exclamó el capitán.
-Creo que no tendrás que molestarte en eso: creo que usted
ha notado la dotación de tecnología que hay en este barco…
la mitad de nuestra tripulación se irá a The Queen of Sea y
tendrá contacto constante con el Evertsen. Ante cualquier
intento de rebelión, los replegarán de inmediato y el
Evertsen aparecerá en el horizonte-dijo Lodewijk-. ¿Alguna
duda?
Media hora después las mazmorras del HMNS Evertsen
abrían sus puertas, las celdas eran forzadas y cincuenta y
cinco hombres de origen británicos salía, con las muñecas
amarradas y los ojos vendados, guiados por marineros
holandeses. Las últimas luces del ocaso se fundían con el
brillante horizonte marino. Los cincuenta y cinco
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
539
marineros, guiados por más de setenta hombres cruzaron la
plancha. El palo mayor desplegó el velamen, sonó un
silbato… comenzaba la verdadera aventura.
Liselot tomó el mando de la nave de inmediato, mientras
Lodewijk se encargaba del Evertsen. El muchacho vio
cómo su mejor amiga tomaba el timón y daba órdenes,
entre ellas, que el capitán Jones fuese encerrado en su
camarote hasta nuevo aviso. Luego se disponía a dar
indicaciones a los marineros mercantes, más diestros en el
uso y manejo del velamen que los hombres holandeses,
quienes se limitaban a vigilar todas y cada una de sus
acciones de cerca, siempre con la metralleta cruzada en el
pecho, cuidando cualquier amago de motín que hiciera la
tripulación.
Finalmente, a las 10 de la noche, Lodewijk informó a su
mejor amiga que era libre de partir cuando lo deseara. El
velamen se hinchó con el viento. Se elevó el ancla y The
Queen of Sea, guiada por la curtida mano de Liselot Van
der Decken partió rumbo al horizonte. Lodewijk la vio
partir, sintiéndose impotente de detenerla. The Queen of
Sea desapareció de la vista de todos. El joven bajó hacia la
Cabina de Mando y observó principalmente en el visor.
Antes de que el barco británico desapareciera por completo,
el HMNLS Evertsen se puso suavemente en movimiento,
siempre piadosamente desde lejos, expectante, protegiendo
a su capitana y a sus compañeros que tripulaban en nave
ajena.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
540
Primero ambos bajeles anduvieron en línea recta, siguiendo
el Paralelo 24°N, un poco por encima del Trópico.
Anduvieron sin novedad alguna hasta la quinta mañana.
Lodewijk, quien no despegaba la vista ni día ni noche del
visor de la computadora, captó un par de millas por delante
de The Queen of Sea, donde el barco británico no alcanzaba
a ver, una goleta de casco impecablemente limpio.
De inmediato el bajel le llamó la atención, sin embargo, le
fue aún más llamativo cuando notó una bandera negra con
una calavera al medio, cruzada por dos huesos. Corrió a
apretar la alarma. La sirena sonó por todo el barco en cosa
de segundos. Al cabo de menos de un minuto, un marinero
ingresó corriendo en la Cabina de Mando. Se cuadró y
esperó órdenes de su Contramaestre.
-El barco en que viaja la capitana Liselot corre peligro de
ser atacado por piratas-dijo Lodewijk.
El marinero se lo quedó mirando con expresión de no
entender. Llevaban tres años tratando con piratas,
relacionándose con ellos, practicando el mismo oficio que
ellos. No comprendía por qué ahora le preocupaban tan
seriamente a Lodewijk.
-¿No te das cuenta? Viajan en un barco mercante, de seguro
ya saben qué transporta y no van a dudar en tirárseles
encima-le dijo Lodewijk.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
541
-¿Y cuál es el problema, mi Contramaestre? Este barco
rinde 29 nudos, ellos sólo van a doce. Sin que se lo esperen
estaremos encima de ellos. Y si no alcanzáramos a llegar a
tiempo, estoy seguro de que la capitana Liselot se
encargará-dijo el marinero.
-Si los tocaran sería su perdición… Liselot se vería entre
dos flancos: los marineros que se le van a querer amotinar y
los piratas de ese barco-dijo-. No resistirían-susurró más
para sí que para su interlocutor.
Cuando pareció despertar de su extraño ensueño miró al
marinero, una mueca de profunda rabia se perfiló en su
rostro: si alguien moriría sería él, no Liselot.
-¿Qué estás esperando?-le bramó al tripulante-. ¡Da la
alarma! ¡Que se preparen para pelear!
El hombre salió disparado a seguir las órdenes del
Contramaestre Lodewijk Sheefnek, quien tomó el timón
para hacerse cargo personalmente de guiar el barco a toda
velocidad. Se encendieron los motores a gas y petróleo… y
la nave dio su pasmosa velocidad de 29 nudos. Sin
embargo, cuando ya iban a mitad del camino y pensaban
que The Queen of Sea ya veía a sus atacantes, incluso al
Evertsen, un tripulante ingresó corriendo en la cabina de
mando.
-Contramaestre, hemos captado un barco con el sonar-dijo.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
542
Lodewijk estaba por enarcar la ceja y decirle que era algo
obvio, porque estaban cerca The Queen of Sea y sus rivales,
que incluso estaba errado, porque eran dos barcos los que
debía captar, no uno.
-No se trata de Queen of Sea, ya los dejamos atrás, están al
lado de babor. Ni tampoco es el barco que usted ha visto en
línea recta al este. Es uno hacia el norte, mi Contramaestre-
dijo el marinero.
Lodewijk fue en volandas a la pantalla del sonar y,
efectivamente, se veía avanzando hacia el otro barco un
navío extra. De inmediato pensó en que era una flota pirata,
como las que solía verse entre los franceses. Si llegaba a ser
así, Liselot estaba perdida. Sin embargo, cuando activó el
visor y, guiándose por el sonar y las coordenadas que este
indicaba, pudo ver el mentado barco, fue aún peor: era un
navío a cargo de la Armada Británica. Si llegaba a estallar
la batalla, ese barco acudiría alarmado y, si llegaban a
abordar The Queen of Sea, detectarían a Liselot de
inmediato y la colgarían sin más. No podía permitir eso.
Viró al norte desesperado. Si alguien moriría en esa travesía
sería él, pero primero tenía que poner a Liselot a salvo. Así
fue cómo Lodewijk se enfrentó a uno de los principales
navíos de la Corona Inglesa con sólo la mitad de la
tripulación. Sin lugar a dudas, tenían una grandiosa
instrucción militar, porque fueron capaces de rehuir de los
torpedos del Evertsen, que los atacaron desde una distancia
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
543
enorme. Huyeron más hacia el norte, llevando al bajel
holandés en medio de una activísima ruta comercial, de la
cual supieron sacar provecho, robando a destajo. Por otra
parte, mantuvieron atrás a piratas y a la intrincada pasada
de barcos militares de diversos países, controlando a los
filibusteros que a su vez perseguían a los mercantes que
pasaban obligadamente por ese paralelo.
Se dedicaron a limpiar el camino de The Queen of Sea
durante cinco días, hasta que, a la onceava madrugada, sus
pares les avisaron que estaban en el meridiano 24°O, listos
para virar hacia el norte, dizque no querían chocar contra
África.
Fue entonces cuando el Evertsen viró hacia el este e ingresó
en el Mar Mediterráneo, apenas sí un poco, podría decirse
que quedó en la desembocadura del Estrecho de Gibraltar,
patrullando que los piratas árabes que traficaban esclavos o
intentaban luchar en España no atacaran a The Queen of
Sea.
Pese a que ambos barcos por un tema de distancia no
consiguieron verse en lo absoluto, viajaron
sincronizadamente hacia el norte hasta que alcanzaron el
paralelo 53°N al mismo tiempo, al anochecer del día
décimo séptimo.
Mientras el frío viento invernal hacía de las suyas en la
intersección entre el paralelo 53° de latitud norte con el
meridiano 24°O, Lodewijk Sheefnek y Liselot Van der
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
544
Decken dieron la orden de intercambiar pasarelas entre
ambos navíos.
Lodewijk la esperaba en la cubierta principal, pese al frío.
Y, apenas la vio venir corriendo no pudo evitar estrecharla
entre sus brazos pese al impacto. Luego de compartir
vituallas y ciertas especies que habían hurtado, ambos
barcos siguieron su rumbo.
Ambos bajeles anduvieron hacia el este, el Evertsen bajó un
poco al sur con fin de vadear el continente europeo a
voluntad, especialmente Francia, que al ver una bandera
británica ondeando en un mástil podría sentir férreos deseos
de cañonear ese velamen hasta que el barco que lo portara
fuese incapaz de moverse y huir.
The Queen of Sea anduvo derecho hasta el meridiano 3°O y
la madrugada del día 28 de enero de 1719 The Queen of
Sea tocó puerto lentamente en la idílica Liverpool, donde
todo el mundo cabe en una única ciudad.
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545
Capítulo 24: “Venganza a la Sheefnek”.
Nota de Autora:
Estimados… hoy debería estar feliz… me han llegado
comentarios, varios, y me he sentido un poco famosa –sé
que es tonto, lo sé-, sin embargo, hay dudas que me mutilan
–y deudas del corazón, como diría la canción-.
Para comenzar no sé si alcance a terminar esta historia este
verano y eso es algo que me mata, permitidme decíroslo. La
sola idea de que seguiré estancada en esta historia –la cual
me fascina- ya me pone de mal humor. No es que no quiera
seguirla, es que sencillamente quisiera abocarme a otras y
no puedo, soy demasiado obsesiva como para escribir dos
cosas al mismo tiempo, o es una o es la otra. Quiero
terminar la Leyenda del Holandés Errante incluso por
vosotros mismos, para que podáis leerla con calma y
completa, sin quedaros en la mejor parte y tener que esperar
diez meses por la continuación –que, comprendo, no es
nada agradable-.
Bien… por otro lado, me he enterado de que la caza de
perros callejeros es legal en Chile desde hace… hum…
hoy. ¡¿Qué clase de estúpido país es este?! ¡Dios mío! ¡Me
siento avergonzada de mi propio país! ¿Hemos vuelto a la
Edad Media, acaso?
Este capítulo va dedicado a mi pequeño hermanito
adoptado por mí misma –y que tan dulcemente me ha
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
546
adoptado como su hermana mayor-; me refiero a Thomas,
quien recientemente estuvo de cumpleaños y, sin embargo,
por diversos motivos, no fue precisamente un cumpleaños
feliz. Hermanito, te quiero mucho, tú no estás solo.
Recuerda: Sigue tus pasos y encontrarás que todos los
caminos ocultos se esconden en tu cabeza, sólo necesitas tu
orgullo para llegar. Sigue adelante, hay un sentido para la
vida, el cual alguna vez habrás de encontrar; sigue adelante,
es tiempo de olvidar los remanentes del pasado. (Como
siempre, parafraseando a los geniales Angra).
Ahora sí, para cerrar esta nota de autora –que me está
saliendo muy larga, una página, imaginaos… al parecer no
conozco el significado de la frase “nota de autora breve”-
propongo que oigáis la canción Nerón, de los geniales
Tierra Santa. Esta canción hay gente a la que le cae, aunque
no me creáis. Un ejemplo es mi padre, a quien, para no
decirlo de una forma tan fuerte, lo detesto… Esta canción
refleja tal cual es él: loco, necio e ingrato; cobarde sin tierra
ni cielo. Sutil ignorante, farsante, sin alma ni honor.
A eso de las 4 de la mañana del día 28 de enero el puerto de
Liverpool comenzaba a activarse para lo que sería la
jornada normal de trabajo. Los barcos comenzaban a zarpar
con la marea alta, ya fuese con destinos lejanos o
simplemente a pescar los pequeños botes. Otros barcos, que
habían permanecido en la rada, comenzaban a allegarse al
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
547
muelle para que el Inspector de turno charlase con el
capitán, quien declararía la mercancía que llevaban, la cual
iría a dar a los cientos de almacenes que tanto pululaban en
las calles cercanas a la costanera.
Entre todos esos bajeles a la espera de ser registrado, había
una corbeta de casco marrón, no en muy buen estado,
probablemente había entrado en servicio a inicios de siglo.
Llevaba el velamen arriado, no necesitaba utilizarlo, y en la
parte más alta del Nido de Cuervo, ahora vacío, flameaba
con el cortante viento invernal, una bandera británica. El
navío era comandado por un hombre de rasgos que, pese a
que no lo volvían una belleza, eran demasiado hermosos
como para ser masculinos. Cada tantos metros algún
miembro de su tripulación seguía el mismo patrón de
características, sin embargo se encargaban de esconder sus
rostros consideradamente debajo de las sombras que
prodigaba el tricornio. Nada en ellos llamaba la tripulación,
excepto eso.
Cuando llegó el turno de la revisión, el Inspector le saludó
con un cordial apretón de manos, mientras sus dos
ayudantes se quedaban atrás a la espera de órdenes.
-Nombre del navío-preguntó el Inspector, acomodándose
los lentes, mientras uno de sus hombres se adelantaba con
una pluma y un tintero.
-The Queen of Sea-respondió el capitán con voz suave.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
548
-Quién lo comanda-leyó el Inspector con voz impersonal.
-Capitán Jones-dijo el capitán y, para deleite de los
presentes, añadió con una reverencia-, a su completo
servicio.
-¡Vaya, capitán Jones!-exclamó el hombre reacomodándose
los lentes- ¡Lo recordaba diferente! Ahora podría decirse
que está usted rejuvenecido-se atrevió a bromear.
-Oh, es de las maravillas que ofrece África-exclamó el
capitán-.
-¡¿África?!-se sorprendió el otro de una tierra que
consideraba yerma.
-Sí, África-corroboró el capitán-. Hay una especie de barros
que, al probarlos en la piel, tienen un efecto rejuvenecedor.
El Inspector hizo un gesto de aprobación y siguió leyendo
el formulario:
-Mercancía para declarar-.
-Ébano y oro-dijo el capitán.
-¿Y ese barro milagroso no?-preguntó el Inspector, mezcla
de desilusión e intriga casi de detective.
-Lamentablemente no esta vez. Primero tengo que ver si lo
necesita la población-se excusó el capitán, para luego
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
549
añadir elegantemente y con ademán de desesperación-: ¿se
imagina usted si yo lo trajera y nadie quisiera comprarlo?
-Mejor para usted-añadió el Inspector en gesto de broma-:
tendría la Fuente de la Juventud en su propia casa.
-¡Oh, tonterías! Tendría la Fuente de la Juventud en casa,
pero me iría a la bancarrota-replicó el capitán.
-Tiene usted razón-le concedió el Inspector, para añadir con
gesto conciliador-; piensa usted como todo un mercante.
Acto seguido, el Inspector le dio la cifra que debía pagar
por el concepto de los impuestos –que, dicho sea de paso,
eran cada día más elevados en el Imperio Británico y sus
variados territorios de Ultramar-, le cortó la factura, le
aconsejó unos almacenes portuarios donde podía
comercializar sus productos –sabía de cierto que el capitán
Jones los conocía, pero era su trabajo recomendárselos- y se
retiró a registrar otro navío, luego de desearle una muy
buena venta.
De inmediato, los marineros de The Queen of Sea
comenzaron a arrojar rampla abajo por el muelle los
barriles llenos de ébano y oro, que eran en sí una suma
gloriosa. Al mismo tiempo, el capitán Jones ingresó en el
camarote principal acompañado por varios de sus hombres.
En ese lugar le esperaba un caballero atado de manos y
pies, amordazado y, como si eso fuera poco, amarrado a la
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
550
cama, quien le dirigió una mirada nada amable cuando
entró. Era sino, el verdadero capitán Jones.
-Este favor será difícilmente olvidado, capitán Jones-dijo su
impostor, quien no era sino Liselot Van der Decken-.
Espérennos aquí, aún hace falta su paga-dijo, dándose la
media vuelta y saliendo a la Cubierta Principal.
Y, mientras bajaba del barco, no pudo evitar admitir que la
idea de los barros milagrosos había sido una gran idea…
lástima que no existían… Tocó tierra firme, por primera
vez en 25 días y ayudó a 17 de sus tripulantes a reordenar la
mercancía para ir a negociarla a distintos almacenes, de los
cuales, al salir, llevaba una buena suma de dinero… y
barriles vacíos a cuestas.
Ya aclaraba cuando regresó a The Queen of Sea. Ingresó de
sopetón al camarote del capitán, mientras sus hombres
acomodaban los toneles vacíos.
-Capitán, Jones, vengo a proponerle un trato-dijo sin
tomarse el tiempo ni de cerrar la puerta.
El hombre la miró, poniendo los ojos en blanco. Ella,
conociendo la estratagema perfecta, dejó caer
elegantemente de sus dedos, a chorros, el dinero. Las
monedas tintinearon con su sonido característico sobre la
superficie de madera de la mesa de noche. Él abrió los ojos
cuán grande pudo.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
551
-Este dinero, va de paga por habernos… hum… proveído
del tan necesario transporte-continuó ella.
Él miró su suntuosa paga, sin poderse creer tanta maravilla.
-Sin embargo, usted seguirá atado en lo que tardamos en
volver. No queremos por nada del mundo que nos deje
atrapados aquí-replicó ella.
Él volvió a mirar las monedas, tan brillantes, tan hermosas.
Era horrible ver la paga que tanto había anhelado y seguir
miserablemente atado en su cama; poseerla, pero no tener
ningún poder sobre ella.
-Si todo sale como esperamos, esa es sólo la mitad-
continuó Liselot.
Los ojos del hombre se agrandaron desmesuradamente.
Aquello y sumada la otra mitad no sería ni la mínima parte
del total de la ganancia, pero ver el dinero, contante y
sonante, era maravilloso, era mil veces mejor que saber que
estaba guardado en las bóvedas del banco.
-Que tenga buen día-le deseó su interlocutora para salir
nuevamente y dejar cerrada la puerta por la que apenas sí se
filtraba luz, al parecer afuera sería un día nublado.
-¡Vámonos!-exclamó con su recién adquirida voz
masculina, al tiempo que cuatro hombres salían de las
entrañas de la cubierta para acompañarla.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
552
Siguieron la pista de Dirck Sheefnek, aquella misma que
habían perseguido durante la madrugada. Llegaron a una
bonita posada en el interior de la ciudad. No sería lo más
elegante del mundo, pero tampoco era una taberna de mala
muerte en los suburbios. Liselot bufó… ciertamente no se
esperaba menos de Sheefnek. Entraron y, sin siquiera
saludar al posadero, buscaron la habitación en la que habían
oído que se hospedaba. La abrieron de golpe. Ni una mosca
se sintió volar ahí dentro. Pisaron suavemente el piso
crujiente de madera, sólo eso se oía. Sacaron sus
metralletas, que habían guardado tan pulcramente al interior
de sus ropas.
-¡Ya estoy aquí! ¡Dime! ¿Qué quieres de mí?-gritó Liselot
voz en cuello, más porque no sabía qué decir. Todos sus
demonios, de una u otra forma, se habían vuelto realidad.
Sin embargo, no salió nadie, ni se escuchó risa burlona
alguna.
-Señor, dígame, ¿qué busca?-exclamó a sus espaldas el
posadero, quien recién llegaba a toparse con esa escena.
-Busco a un tal Dirck Sheefnek-dijo recuperando su voz
masculina.
-Ha dejado la habitación temprano, señor. Ciertamente, se
hospedaba justo aquí-dijo el posadero, asustado.
-¿Ha dicho a dónde iba?-preguntó Liselot.
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-No, señor, no ha dicho nada. Apenas sí ha dejado la paga-
dijo el hombre.
-Sin embargo, volverá en alguna hora, ¿o no?-dijo Liselot
intentando ser lo más amable posible con el pobre hombre.
-Me temo que no, señor. Se ha ido para no volver. Fue
bastante extraño, ahora que lo recuerdo. Vino un hombre,
envuelto en una capa completamente negra por la
madrugada y ha dicho que quería pasar. Sin embargo se fue
a los pocos minutos. Creí que no le había gustado la
habitación que le di. Y, no pasó mucho rato, señor, hasta
cuando el caballero Sheefnek se fue-explicó el posadero,
sobándose nerviosamente las manos.
Los cinco marineros del Evertsen se miraron enarcándose
mutuamente las cejas; sabían de cierto que jugar al gato y al
ratón con Dirck Sheefnek no era algo principalmente
divertido. Liselot se adelantó y sacó de su bolsillo unas
cuantas monedas.
-Tome, señor, esto va por todas las molestias que le hemos
hecho pasar…y porque podríamos apostar que Sheefnek no
le pagó todo-dijo Liselot.
El posadero tomó las monedas con manos temblorosas y
miró asombrado a Liselot. Después de todo, ese caballero
no era tan malo como parecía.
-Muchísimas gracias, señor-dijo a medio tartamudear.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
554
Tras eso guió a Liselot y a sus hombres hacia la salida y,
apenas cerró la puerta de la posada los cinco se miraron.
-Y qué hacemos ahora-preguntó Liselot.
Ellos se encogieron de hombros: si la capitana no sabía,
nadie lo sabría.
No muchos días atrás –apenas si unos cinco- un barco, una
goleta de casco impecable atracó de medianoche en una
ensenada que nadie conocía en las cercanías de la propia
Liverpool. El casco era impecablemente limpio, marrón.
Llevaba una raída bandera británica, aunque ninguno de sus
marineros se sentía identificado con esa bandera en lo
absoluto. Todos bajaron del bajel y se dirigieron a la ciudad
portuaria con fin de disfrutar de una buena botella de ron en
alguna buena taberna. Así que, al resguardo de las sombras,
se ocultaron de los soldados del rey y entraron sin más a
descansar de un buen viaje con buenas ganancias. Todos se
sentaron, algunos dispersos y otros en solitario en la barra.
-¿Hermano?-preguntó un jovencito de unos catorce años a
un marinero de cerca de veintidós.
El susodicho marinero volteó y, no exento de sorpresa vio
ahí parado a su hermano menor.
-¿Pete?-preguntó achicando los ojos, diciéndose a sí mismo
que no podía ser cierto.
-¿Arthur?-volvió a preguntar el muchachito.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
555
-¡Pues claro que soy yo, Pete!-exclamó Arthur.
Ambos hermanos se abrazaron felices de verse otra vez.
Habían creído que jamás se volverían a encontrar luego de
la decisión de Arthur de volverse pirata para llevar el pan a
casa.
-¿Qué haces por acá?-preguntó Peter, sin poder creer del
todo que frente a él estaba su, por tanto tiempo perdido,
hermano mayor.
-Los suburbios de Liverpool son ideales para que The
Storm desaparezca la mercancía y haga aparecer el dinero,
¿no crees, Pete?-preguntó el hermano mayor enarcando una
ceja.
-Es peligroso, Arth-dijo Peter, empleando el apodo por
tanto tiempo olvidado.
-Mi vida está hecha de peligros, Pete-replicó Arthur.
-¿Y alguna buena historia?-preguntó Peter, queriendo
volver a ser un niño aunque fuera por una vez y dejar de
pensar en que tenía que economizar todo lo posible el
dinero que enviaba su hermano.
Arthur sonrió, podría decirse que enternecido. Después de
todo, Peter seguía siendo el niño pequeño que había dejado
hace cinco, casi seis años.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
556
-Conocí a la Holandesa Errante-dijo sabiendo que esa
historia interesaría a su hermano.
La frase surtió su efecto, el muchacho abrió los ojos de par
en par, sin siquiera atreverse a mirar a la cara a Arthur.
-Y hay que admitir que esa mujer se bate bien-dijo
asintiendo con la cabeza.
En ese momento apareció la tabernera. Una mujer de
cuerpo escultural, pero de unos modales nauseabundos.
Colocó dos botellas en la barra.
-¿La Holandesa Errante?-preguntó enarcando la ceja, para
luego estallar en carcajadas-. Sólo existe el asqueroso del
Holandés Errante y eso sólo en el caso de que creas en
cuentos de vieja-dijo la mujer.
-No lo creo, Jane-dijo Arthur, quien conocía de toda la vida
a aquella señora-, vi el Evertsen, peleé contra el Evertsen.
Lo raro es que la Holandesa Errante no estaba en su barco,
sino que en otro-dijo él, mientras Jane decidía quedarse a
escuchar la historia.
El muchacho le miró y Arthur comenzó a narrar.
-Estábamos en medio del Atlántico y asaltamos un barco
mercante francés. Detrás de nosotros llegó la Armada. ¡Por
favor! Era una estupidez… les robamos a sus enemigos y
nos atacan a nosotros. Estábamos huyendo y encontramos
una corbeta inglesa: The Queen of Sea. Asombrosamente,
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
557
el barco de la Armada dejó de perseguirnos. Como era un
barco mercante, decidimos atacar. Pero se batían demasiado
bien. Al momento del abordaje nos devolvieron casi a
patadas a The Storm y en medio de la cubierta estaba ella,
la capitana Van der Decken. Seguimos avanzando y unos
días después, el Evertsen nos avistó y empezó a
cañonearnos. Eran como balas, pero nunca había visto nada
parecido. Vimos en cubierta y ella no estaba…-dijo Arthur,
terminando de narrar.
Los días pasaron y Jane, la tabernera, contó la sorprendente
historia de su cliente una, otra y otra vez. Hasta que un
hombre la escuchó e interesado por la noticia de que Liselot
Van der Decken andaba cerca, fue a hablar con el capitán
de The Storm a proponerle un interesante trato.
Volviendo al presente, un grumete holandés llegó corriendo
hasta Liselot.
-¡Capitán!-exclamó para mantener las formas-. Le esperan
en The Queen of Sea.
Como no tenían nada más que hacer, se dedicaron a
seguirlo de regreso al barco.
Cuando llegaron, varios marineros británicos hicieron una
reverencia a la capitana Van der Decken. Se ofrecieron a
formar parte de su tripulación y sacarle 15 nudos a ese
barco –lo cual era una cifra más que suficiente para la
época-. Ella, en medio de su prisa, pensó que diez hombres
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
558
de mar, de apariencia ruda y trabajada –a las claras, piratas-
eran justo lo que necesitaba para ir tras los huesos de
Sheefnek. Entonces, entre frases ambiguas, logró
sonsacarles que ellos sabían que un tal Sheefnek había
dejado el Archipiélago esa mañana y que sabían
perfectamente en qué barco viajaba. Les importaba porque
les debía dinero, al parecer. Ellos eran justo lo que
necesitaba, no cabía duda.
Al partir, le dijeron que tomara por una ensenada, que por
ahí había tomado el barco, el cual hacía la misma ruta
siempre, ellos lo sabían bien. Ella fue y encontró un barco
atracado, nada anormal. Siguió andando; sin siquiera saber
que era perseguida.
Quince días después, el 10 de febrero, The Queen of Sea
tocaba nuevamente las cálidas aguas del Caribe, dejando
atrás la frialdad de Inglaterra.
Una noche que Liselot no estaba de turno en el Puente de
Mando, uno de los nuevos marineros de su tripulación
estaba a cargo de guiar el timón mientras ella dormía
tranquilamente. El marinero giró la rueda de madera y, de
pronto, un estremecimiento recorrió el navío de popa a
proa.
-¡Capitana! ¡Capitana!-exclamó un marinero.
Liselot, alarmada ya por el remezón de hace unos minutos,
abrió la puerta.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
559
-¡Hemos encallado en un arrecife!-explicó el desesperado
marinero-. La quilla está rota y el agua ha empezado a
filtrarse. En no más de dos horas nos habremos hundido -.
Liselot comprendió la urgencia del momento. Ese barco no
tenía botes salvavidas, en realidad, no tenía botes de ningún
tipo. Y estaban en mitad de la nada. El Caribe era una plaga
de islas, en ese momento no estaban cerca de ninguna. En
cubierta ya lanzaban bengalas en distintas direcciones. No
tardó en aparecer en el horizonte un barco bien conocido
por todos: The Storm.
-¡Todos a los cañones!-exclamó Liselot, pensando que
aquel barco no ayudaría en nada. Tendrían transporte, pero
serían prisioneros. Más esperanzas estaban en cañonearlo y
poder tomarlo. Sin embargo ningún marinero se movió
excepto los hombres del Evertsen-. ¡Es The Storm! ¡Nos
hará trizas si no actuamos rápido!-gritó frenética… había
esperanzas… quería aferrarse a ellas.
Los marineros del Evertsen, ni lerdos ni perezosos, tomaron
las balas y comenzaron a apuntar los cañones. Sin embargo
se encontraron con la brillante sorpresa de que la pólvora
estaba mojada, los cañones sucios y las balas no estaban en
condiciones de ser disparadas.
-Capitana, la artillería no es opción-dijo un hombre.
-Está bien, al timón entonces-exclamó subiendo en
volandas las escaleras al Castillo de Popa-. ¿De qué lado se
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
560
filtra el agua, Brath?-preguntó con las manos ya en la
rueda-. ¡Brath!-exclamó, sin embargo el hombre
permaneció impasible, como si no hubiese escuchado
absolutamente nada-. Está bien-dijo, no estaba en su
intención presionar a nadie, nunca lo estaría-. ¡Vossen!
¡Vaya a la última cubierta y tráigame el informe!-exclamó.
El susodicho Vossen se cuadró y exclamó:-¡A la orden,
capitana!-. De inmediato corrió hacia la escalerilla que
llevaba a las entrañas de la nave. Sin embargo, un puñetazo
en su cara lo detuvo, dejándolo tendido en el suelo,
inconsciente. Liselot miró confundida al pirata que había
noqueado a uno de sus hombres más fieles, preguntándose
por qué. Sospechando lo que sucedía, una grumete del
Evertsen corrió hacia la escalerilla, pero no había recorrido
más que unos metros cuando un balazo le perforó el cuerpo
de un lado a otro, dejándola tendida, muerta, en un charco
de sangre.
Los marineros del Evertsen se lanzaron a la batalla
metralleta en mano: esos hombres, además de desleales, ya
no les servían sino para causar problemas. Un cañón tronó
y una bala atravesó el timón de The Queen of Sea,
dejándolo hecho trizas. Liselot alcanzó a apartarse a tiempo
del mentado artilugio.
Los piratas holandeses se vieron entre dos fuegos: las balas
de cañón de The Storm y la batalla cuerpo a cuerpo en The
Queen of Sea. De pronto las balas de metralleta se les
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
561
acabaron y esos pesados artilugios sólo fueron lastre, que
les impidió pelear correctamente con las espadas. Al final,
no sólo se vieron superados en número, ni abordados por
los piratas británicos, sino que además en medio de un
círculo de gente que los apuntaba y amenazaba con
asesinarles con sólo apretar un gatillo. Antes no les hubiese
importado entregarse sin más a la muerte, pero tenían una
misión por cumplir: había alguien, perdida en alguna parte
del mundo, que les necesitaba y no podían abandonarle a su
suerte.
Uno a uno, los veinte marineros que consiguieron salvar la
vida, incluida la capitana Liselot, comenzaron a arrojar las
espadas y las metralletas, y cualquier arma que llevasen
sobre el cuerpo. Acto seguido los amordazaron y amarraron
de pies y manos para transportarlos con mayor docilidad a
The Storm.
Una vez a bordo de The Storm fueron llevados a las
bodegas, de las cual les sacaron dos días después. La luz
día, luego de tanto tiempo separados de ella, terminó por
cegarle, especialmente su bello resplandor sobre las aguas
azul verdosas del mar. Los dividieron en grupos de a cuatro
y se les entregó, a cada grupo, una pistola con una única
bala y una pequeña bolsa con comida que no alcanzaría
para más de dos jornadas. Si no morían de hambre,
acabarían por matarse mutuamente por aquel escuálido
alimento.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
562
El último grupo en salir de las entrañas del barco fue el de
la capitana Van der Decken.
-Capitana, capitana, capitana-rió el capitán de The Storm
con sorna-. Creo que hay una cosa que dos que no sabes.
Y eso era por supuesto algo obvio. Aquella vez, en
Liverpool, se le había acercado un hombre llamado Dirck
Sheefnek, atraído por la noticia de que sus marineros se
habían enfrentado a la capitana Van der Decken, quien
viajaba a bordo de The Queen of Sea. Ese hombre le había
ofrecido una gruesa suma de dinero si le informaba cuando
ella llegara a la ciudad –que sus informantes ya le habían
dicho que ella estaba muy cerca de Liverpool- y que la
siguieran, la enfrentaran y la retuvieran hasta abandonarla
en una isla desierta, con la menor cantidad de tripulantes.
Ella sintió unos férreos deseos de darle una buena bofetada,
de esas que le voltearían la cara de un lado a otro a
cualquiera. Sin embargo, no alcanzó siquiera a levantar la
mano. Entre dos hombres la tomaron en andas y la dejaron
en la borda, de la cual la lanzaron sin ningún amago de
caballerosidad. Luego lanzaron a sus compañeros y las
pocas pertenencias que llevarían a la isla, la cual estaba
apenas sí a unos pocos metros.
Apenas llegaron a la orilla, rezumando agua, The Storm
soltó amarras. Sin embargo, no llegó muy lejos: de entre los
recodos de aquel archipiélago aparecieron tres barcos con
bandera británica, sin duda eran tres goletas de la
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
563
invencible Royal Navy. Dos barcos siguieron a The Storm,
que se dio a la fuga de inmediato. La nave insignia fue
directamente a la isla en que estaba Liselot. Uno de los
marines holandeses quiso disparar, pero su capitana le
detuvo. Los hombres británicos bajaron y, lo primero que
vieron, fue el inconfundible rostro de la Holandesa Errante.
Dieron un respingo de deleite.
Y si vas a la última isla, te encontrarás con una reconocida
pirata que vale la pena capturar y ahorcar… eso le había
dicho Dirck Sheefnek en Londres cuando le había pedido
que fuera a seguir a The Storm.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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Capítulo 25: “Todo Destino Busca a su Dueño”.
Nota de Autora:
No tengo novedades, mis estimados, así que paso derecho
al capítulo…. Quizá para la próxima nota de autora os
tenga una lista de las mejores películas que he visto en mi
vida y el personaje que me moló de cada una… Y que he
visto buen cine, he visto buen cine…
Bien, para no alargar más esto, colocaré como sugerencia la
canción Hoist the Colours de Hans Zimmer para Piratas del
Caribe: En El Fin Del Mundo.
Una Semana Después…. Bueno, después de una semana sin
veros, creo que os merecéis una explicación: el domingo
pasado me picó un bicho de dudosa procedencia y el muy
infeliz me dejó el tobillo que ni les cuento… tuve que hacer
reposo varios días y no pude escribir…. Pero eso ya pasó y
heme aquí, de regreso. Otra cosa, la frase que da título a
este capítulo me la dijo muy sabiamente mi sandía, mellon,
estimado enano, amigo Dumi, a quien va dedicado este
episodio.
Las rejas oxidadas de la celda se abrieron
quejumbrosamente, dando paso a la figura de un hombre
fornido que se perfiló a la apagosa y nimia luz del sol que
apenas si entraba por el ojo de buey que las inclemencias
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
565
del tiempo habían cincelado en la raída muralla. El hombre,
vestido impecablemente con el traje rojo de la Marina
Británica hizo una señal a dos de sus pares, al parecer de
menor rango que él, para que lo esperaran en el pasillo,
mientras que él ingresaba en la celda taconeando
lentamente, con deleite, en el piso de madera.
Liselot Van der Decken no quiso mirarlo a la cara,
sencillamente no podía, ¿es que acaso alguno de vosotros
miraría de buen grado a quien será vuestra muerte? Dos de
sus tres acompañantes alzaron la barbilla y miraron al
soldado con arrogancia, el otro, al igual que ella, prefirió
mantener los ojos cerrados y no mirar, sencillamente
ignorarlo todo, fingir que seguían durmiendo, quizá así la
muerte dolería menos.
El hombre siguió andando claramente hacia Liselot y, sin
previo aviso, le dio una feroz cachetada que a ella la hizo
respingar y abrir los ojos de golpe. Acto seguido se sintió
una confusión de grilletes moviéndose furiosamente: eran
los tres compañeros de Liselot que habían reaccionado y no
pensaban en lo absoluto en quedarse de brazos cruzados
mientras ese hombre la agredía, por supuesto que la
defenderían. Sin embargo, atados como estaban, no podían
hacer mucho al respecto y el hombre sonrió triunfalmente.
-El pasaje se le ha acabado, capitana Van der Decken-dijo,
pronunciando con especial sarcasmo la palabra “capitana”.
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566
Liselot no alcanzó a darse cuenta de en qué minuto el
soldado británico dirigió una fugaz mirada hacia afuera, ni
de cuando los dos militares que aguardaban del otro lado de
la reja entraron, ni cuando le quitaron los grilletes que la
adosaban a la pared sólo para colocarle unos nuevos. La
operación se repitió tres veces más, momento en que los
cuatro piratas holandeses fueron arrastrados con celeridad
hacia afuera.
-¿Dónde estamos?-preguntó Liselot armándose de valor.
El hombre largó una risita burlona.
-Espera y verás, capitana-fue la respuesta.
Llegaron a la cubierta del navío. El viento les golpeó en la
cara. Volver a respirar. Recuperar la vista. Todo era tan
maravilloso. Era recordar los sentidos tan largamente
olvidados por un lapso de casi un mes en el cual sólo hubo
mala comida, humedad y una higiene miserable. Liselot
parpadeó con fuerza para aclararse la vista. Sintió cómo iba
a desmayarse, no supo si era por las malas condiciones de
vida que llevaba hasta ese momento o porque la sorpresa la
había dejado anonadada. La bajaron a ella y a sus hombres
de la cubierta a empellones.
-Conque el Támesis, ¿no, capitana?-le preguntó uno de sus
hombres, prudencialmente en su lengua mater.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
567
Y no podía ser otra cosa. El río de Londres, con su activa
navegación fluvial era el lugar donde estaban. El comercio
los envolvería si no estuviesen siendo vigilados y rodeados
por una gruesa rueda de marineros del rey. Ahí estaba el
célebre Palacio de Buckingham y más allá estaba la Torre
de Londres, lugar en el que ya habían estado antes y del
cual no traían recuerdos muy gratos…. bueno, de hecho
nada gratos… Liselot supo de inmediato que iban a intentar
ejecutarla, pero Lodewijk estaría ahí y lo evitaría… no era
un instinto nada más… era, sin presumir, una de las piratas
más buscadas por Inglaterra, a esas alturas todo el Reino
Unido sabría que la llevaban de regreso a la horca.
-¿Cree usted que vengan, capitana?-preguntó el mismo
hombre.
-No quiero creer que vengan, si lo hago, será su muerte-
confesó ella.
-¿Y qué le da la seguridad que vendrían?-preguntó él.
Fue el único momento en que la joven volteó hacia él y le
miró a la cara.
-Maestre, cuando uno cree en algo, es porque su alma tiene
la certeza de que es real-dijo.
No tuvieron más tiempo de seguir platicando. Un soldado
empujó a Liselot hacia un carruaje completamente negro,
metálico y medio corroído por la humedad del puerto
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
568
fluvial. La subieron y cerraron la portezuela enrejada. Las
ruedas chirriaron contra el suelo de piedra de la ciudad.
Liselot dejó de sentir el ruido del agua, el viento en su
rostro y de oír el graznido de las gaviotas que tanto había
extrañado. Pasaron por el Palacio de Buckingham y, no
mucho tiempo después, chocaron con un imponente edificio
compuesto de varias alas, la más importante era una amplia
y alta torre de impecable color blanco: la Torre de Londres,
de donde los pocos que salían con vida iban a dar a Trenton
o a la mismísima Colina de la Torre, de donde ya no
volvían a mirar el mundo nunca más.
La bajaron con rudeza y, tras subir una escalera tras otra,
abrieron una desvencijada puerta de madera, la cual, con un
crujido, dejó a Liselot entrar. Le quitaron los grilletes y la
dejaron dentro, sola, sumida en la total oscuridad, sin
siquiera una ventana.
En un inicio, Liselot se sentó en el camastro que le habían
dado. No caería en la desesperación, no podría hacerlo.
Lowie vendría, estaba segura. Entonces surgió ante ella la
imagen de Lodewijk, su mejor amigo, pereciendo en la
horca. Era sólo su imaginación, pero no pudo evitar un
estremecimiento corriendo por todo su cuerpo: él era la
persona que menos merecía la muerte luego de todo lo que
había hecho por salvarla. Sin embargo, eso sería lo que
sucedería si él llegaba a aparecerse el día que fueran a
ejecutarla y ella no podría hacer nada por evitarlo. No podía
sino evitar pensar en él, evitar pensar en el Evertsen, evitar
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
569
desear que la rescataran, era mejor que eso no sucediera: no
quería poner en riesgo a nadie más por su culpa.
El tiempo siguió pasando… en otro tiempo hubiese tenido
esperanza de que vendrían. Ahora no, ya no quería tenerla;
quizá, después de todo, era completamente lógico e
imposible, lo más probable es que en el Evertsen no
hubiesen tenido cómo enterarse de su pronta ejecución.
Quizá, en otro tiempo, hubiese entrado en pánico. Después
de todo, esperanza no es sinónimo de tranquilidad. Hubiese
sido inevitable sentir miedo, como la primera vez en que
había estado en la Torre. Quizá hubiese llorado… pero su
vida había dado vueltas y, en gran parte, había endurecido
su corazón consigo misma, aprendiendo a resguardar gran
parte de sus emociones. Con los demás era otro asunto,
seguía siendo la misma Liselot de siempre: fácil de
enternecer y emocional, fácil de conmover. Había visto
demasiadas cosas en los últimos casi cuatro años como para
que eso pudiera sorprenderla y aterrarla. La cárcel, los
secuestros, los tiroteos, la muerte… ya estaba
acostumbrada. Pero era quizá un poco difícil de aceptarla,
sobrellevarla estando sola, porque debía admitir que gran
parte de sus esperanzas estaban puestas en los demás.
Le pareció ver, en lo más profundo de su corazón una
noche oscura, lluviosa, horrible. La cubierta del Evertsen
lavándose, el mar embravecido, la gente batallando. Su
padre sobre sus rodillas, el rostro cada vez más pálido:
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
570
-Lleva el Evertsen a casa-decía.
Y, como a través de una ensoñación, desapareció. Liselot se
quedó anonadada: había roto una promesa, eso no podía
quedarse así. Pero, ¿qué hacer? Encerrada ahí era imposible
reaccionar.
La hora siguió pasando y Liselot perdió sencillamente la
noción del tiempo. ¿Sería de día? ¿Estaría anocheciendo?
¿Sería de día otra vez? No tenía idea.
En lo más profundo le pareció ver a Ivanna… le había
fallado sin siquiera poderlo evitar. Cada destino busca a su
dueño y ella no tenía ninguna trascendencia en eso, no
podía cambiarlo aunque quisiera. Si tan sólo tuviera en ese
momento una idea, una maldita idea, todo sería diferente…
El agua impactó con brutal fuerza contra el cuerpo de
Liselot, helándola. La muchacha abrió los ojos.
-¡Arriba, haragana!-le exclamó un soldado.
Liselot se levantó del camastro, pensando que era increíble
que hubiese podido quedarse dormida en una situación
como esa. Tendría que haber permanecido despierta,
tendría que haber pensado alguna idea, ¡no podía traicionar
su promesa ni abandonar a Ivanna de esa forma!
Un soldado se acercó a cerrarle los ojos con una venda y
otro le colocó un grillete alrededor de las muñecas, las
cuales mantuvo siempre adelante. Sin más comenzaron a
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
571
arrastrarla por las escaleras, cada tanto tiempo tropezando y
obligándola a ponerse de pie sin miramiento alguno a punta
de azotes y golpes. Cuando llegaron abajo, la subieron a un
carro que aguardaba abajo.
Durante todo el trayecto Liselot escuchó las hortalizas y
gritos desalmados de la gente deseándole la muerte y que se
fuera al infierno luego de perecer. Varios huevos podridos y
tomates fueron a impactar contra su cuerpo. No tardaron
mucho, sin embargo, en llegar hasta la Colina de la Torre,
localizada al norte de la prisión. Cuando la bajaron, los
insultos siguieron por largo rato y los proyectiles en modo
de verdura también.
El verdugo la subió al patíbulo, al menos eso sintió ella,
porque percibía cómo la forzaban, con nada de delicadeza,
por cierto, a subir gradas de madera crujiente y que
amenazaba con ceder en cualquier momento. Una vez
arriba le quitaron la venda. Sólo entonces pudo ver la
cuerda, la horrible y maldita cuerda colgando del gancho, la
trampilla que cedería en el momento inoportuno, la
multitud al frente suyo amenazándola y acusándola de
haber asesinado familias, destruido vidas y un largo
etcétera. A sus lados estaban los tres desafortunados
compañeros que habían tenido la mala suerte de haber
estado con ella hasta el final.
-Hasta siempre, capitana, si tuviera un sombrero me lo
quitaría ante usted… por supuesto, si tuviera las manos
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
572
desatadas-dijo un hombre de sobre cuarenta años en su
holandés natal, jugando con la ironía para no quebrarse ante
el momento. ¡Era tan horrible morir entre el odio! No pudo
evitar, incluso, sentir un poco de culpa.
-Un placer servirla, capitana. Hubiera muerto de buen grado
por usted y hubiese peleado a su lado hasta el final-dijo otro
hombre de la misma edad, pero ligeramente más serio y
formal.
-No hay nada que agradecerle, por su culpa vamos a morir-
dijo el tercero.
-La muerte sólo es de paso, muchacho-intentó calmarle el
primero.
-Él tiene razón-intervino Liselot por primera vez en la
conversación-: si no los hubiese forzado a venir, no estarían
aquí ahora…es más, si no hubiese accionado ese botón…
nada de esto estaría sucediendo-dijo ella.
-No se culpe, capitana: Sheefnek es el que tendría que
colgar de esta cuerda…-dijo el segundo.
En ese preciso momento llegó el clérigo de turno hasta el
patíbulo y pidió que bajaran los cuatro delincuentes para
poderles dar el último sacramento.
Liselot fue la segunda en bajar. Sintió cómo una riña
estallaba en el público, riña que pronto se volvió un
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
573
griterío. Dirigió una mirada fugaz y sus ojos se posaron en
los de otra persona.
-¿Lowie…?-murmuró, sin poder creer que los ojos que se
clavaban con tanta seriedad en los suyos pertenecieran a su
mejor amigo, quien estaba ahí protegiéndole.
La obligaron a continuar. Detrás de una tarima el clérigo les
esperaba con expresión amable.
-Dime, hija, ¿hay algo que quieras confesar?-preguntó en
dirección a Liselot.
Liselot, pensando que sencillamente había alucinado al
creer que había visto a Lodewijk contestó:
-Traición, he traicionado a mi familia, a mi padre no le
cumplí y a mi hermana la abandoné a su suerte-dijo y
continuó explayándose.
Sin embargo, Liselot no tuvo mucho tiempo de continuar:
un torpedo impactó contra el patíbulo incendiándolo por
completo. La gente comenzó a gritar y a buscar al culpable,
quien, desde luego, supo ocultarse para no ser notado.
Mientras el patíbulo ardía en llamas y los soldados se
exaltaban y la gente gritaba despavorida, dispararon, desde
distintas partes, proyectiles, que impactaron en el fuego y
estallaron en bellos colores: eran juegos de artificio.
La gente comenzó a aplaudir de buen grado y a acercarse
en masa para poder observar mejor. Mientras el público se
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
574
divertía con los fuegos de artificio que eran disparados
desde los árboles que había en las cercanías y envolvía cada
vez más a los militares, diversas personas provenientes del
Evertsen infiltradas entre la muchedumbre se acercaron a
los soldados ingleses y los apuñalaron uno a uno hasta que
se abrieron paso detrás de la tarima.
Pero, ¿qué había pasado con las confesiones? Pues, al
comenzar a gritar la gente y al notar que detrás de ellos la
tarima ardía en llamas, amenazando con sepultarlos, el
clérigo y sus ayudantes se quitaron los trajes y dispararon al
verdugo y sus colegas ante el pasmo de Liselot.
-No nos olvidaríamos de usted, capitana-dijo Linda
Freeman, cogiéndola del brazo.
La sacó de ahí, mientras sus colegas se encargaban de los
otros marineros. Una vez afuera, Lodewijk, ya reunía al
resto de la tripulación, dando la señal de que era momento
de irse de ahí: disparó un fuego de colores y, cuando la
gente ya iba a voltear, de cada árbol dispararon artilugios
de igual naturaleza contra el ardiente patíbulo, continuando
el espectáculo. De inmediato los marineros se allegaron
hacia Lodewijk. El muchacho, al girar, vio que llevaban a
Liselot hacia él y no pudo contenerse en correr hacia ella y
sujetarla contra su cuerpo. Cuando vieron que estaban todos
partieron rumbo al Támesis, donde les esperaba un bajel
muy parecido a The Storm y a The Queen of Sea, y
subieron sin que nadie hiciera intento alguno por evitarlo.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
575
En cosa de un par de horas estarían en aguas abiertas y
podrían volver a bordo del Evertsen.
Contra la voluntad de Liselot, fue Lodewijk quien dirigió el
barco, abogando que la muchacha estaba muy débil como
para hacerse cargo del mando. Así que no tuvo mejor idea
que sentarla en cubierta frente a un buen plato de ensalada
que habían conseguido y aliñado en mucho limón, y
explicarle cómo es que la había encontrado contra todo
pronóstico.
El día 12 de febrero, apenas su grupo fue abandonado en
una de las tantas islas desiertas del sector, uno de los
marineros del Evertsen sacó de entre sus pertenencias que
no le habían quitado su celular. Por suerte aún encendía. De
entre sus ropas extrajo un drone en miniatura y plegable
que solían ocupar en las misiones de espionaje con su
respectivo cable y joystick. El aparato comenzó a elevarse
y, guiado por su dueño dejó de enfocar la isla de la que
había salido, comenzó a filmar el área. Sin embargo no
pasó mucho tiempo hasta que cayó en tierra tras un
piedrazo arrojado por un marinero que estaba en la costa de
la isla que el aparato sobrevolaba. El hombre se lo quedó
mirando dubitativo, sin embargo, cuando comenzaron a
apurarlo para que subiera abordo no pudo evitar tomarlo
pensando que era una total rareza la que había encontrado.
Al día 25 de febrero se perfilaba brumoso, eran apenas sí
las primeras horas de la mañana. Iban tranquilamente
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
576
pasando por el Canal de la Mancha cuando un navío de
casco completamente metálico y antenas del mismo
material los interceptó. En la parte más baja de la proa
llevaba en letras que antes habían sido blancas la
inscripción HMNLS Evertsen y una bandera pintada de
colores gastados, ya imposibles de ver. En el mástil mayor
–en realidad era un radar- se izó furiosamente la Jolly
Roger.
La tripulación inmediatamente sucumbió ante el pánico. No
tenían preparación militar: eran mercantes que
transportaban caña de azúcar, café y materias primas
provenientes de América Central e intentaban comerciar en
Dinamarca, aunque navegaban bajo la estampa francesa.
El capitán, sabiendo que nada más podían hacer, decidió
izar la bandera blanca. El Evertsen navegó la poca distancia
que les separaba y sus marineros les abordaron. El que
parecía ser el capitán, un muchacho de apenas si veinte
años, se acercó al mandamás francés seguido por un
compañero.
-¿Qué transportan?-preguntó el compañero, traduciendo la
pregunta de su mandamás, quien no era sino Lodewijk
Sheefnek.
-Caña de azúcar, café-respondió el capitán francés
lentamente.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
577
Se acercó un marinero, quien no era sino el que había
recogido el drone hasta ellos.
-Tío, puedo ayudarte-le susurró al capitán.
-No intervengas, muchacho-le respondió el capitán a su
sobrino.
-Tío, fíjate, la inscripción es la misma-dijo el muchacho
descubriendo el drone de entre una pañoleta de seda y
mostrándole una inscripción que rezaba HMNLS Evertsen,
la misma que el capitán juzgó que estaba en la proa del
navío que les atacaba.
El tío del muchacho le arrebató el objeto de entre las manos
y lo miró con más cuidado.
-Me lo entregas y tienes pase libre, aquí no ha pasado nada,
¿qué dices?-preguntó el compañero de Lodewijk por orden
de este último, preguntándose qué mosca le había picado al
contramaestre del Evertsen para ser tan caritativo.
El capitán del navío francés se vio en la obligación de
acceder y dejar a los holandeses en libertad de retirarse de
su barco sin represalias.
En la comodidad de la Cabina de Mando, Lodewijk
encendió la cámara del aparato, rogando a todas las
deidades en las que no creía –recordemos que era ateo- para
que la máquina funcionara luego del feo golpe en el agua y
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
578
los malos cuidados de esos marineros que habían pensado
que era un simple trasto, artilugio del demonio.
Para su felicidad, el visor se encendió y pudo revisar el
video más reciente. Se veía cómo se alejaba de una isla en
la cual había cuatro marineros, pudo reconocer incluso al
dueño del aparato. Luego seguía por entre las islas y se
acercaba a un barco del cual lanzaban al agua a nada más ni
nada menos que a Liselot. Sin embargo, la muchacha volvía
a aparecer sana y salva en la playa en compañía de tres
marines más. Apenas sucedía eso, el navío The Storm –eso
rezaba la popa- daba la vuelta.
Sin embargo, The Storm no alcanzaba a virar
completamente cuando aparecían tres bajeles de bandera
británica, con completa apariencia de aquellos que
navegaban para la Royal Navy. Volvía a virar, ahora hacia
babor y se escabullía a toda velocidad entre el
Archipiélago, seguido de cerca por dos de los barcos recién
llegados.
Pero, la nave insignia se dirigía con toda calma hacia la
isla en que habían dejado a Liselot y a sus tres
acompañantes. Se bajó un grupo de soldados de la Corona
Inglesa y tomaron a su mejor amiga y sus hombres como
prisioneros a bordo del mentado bajel, que soltó amarras de
inmediato, de regreso al lugar del que venían.
Ahí se escuchaba un golpe y la pantalla se iba a negro.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
579
Lodewijk se había agarrado la cabeza con ambas manos,
eso lo recordaba muy bien. Desde ese momento había
ordenado navegar a toda prisa hacia Londres. Conocía el
barco y la zona en que había ocurrido el incidente.
Todo había ocurrido en las primeras islas del Caribe, en su
ala oriental, casi fundiéndose con el Atlántico, dirección en
la que había partido el barco. Y no era para menos. Ese
capitán que aparecía en la grabación tenía fama de llevar a
todos sus prisioneros hacia Londres, no importaba dónde
los encontrase, para juzgarlos ahí. Una prisionera como
Liselot ya estaba sentenciada a la horca, no había salvación.
Así que la ahorcarían en Londres, probablemente en la
Colina de la Torre, y luego exhibirían su cuerpo en una
jaula a la entrada del Támesis.
Ordenó ir a toda prisa hasta que tocaron puerto en la costa
marítima más cercana a Londres, evitando, por supuesto,
ser visto por la invencible Armada. Entró en la primera
taberna que encontró.
-¿Irás a la ejecución?-escuchó que un hombre le preguntaba
a otro.
La tabernera le sirvió cerveza a los marineros holandeses,
quienes asintieron con la cabeza. Lodewijk se sentó en la
barra con aire distraído para poder escuchar mejor.
-¿Ejecución?-respondió el otro.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
580
-¡Ay, muchacho, tú siempre tan distraído! ¿No te enteraste
de que hoy trajeron a la Holandesa Errante?-le preguntó el
que había hablado primero.
-¿La Holandesa Errante?-preguntó el otro a punto de
atragantarse con lo que quiera que estuviera bebiendo,
palideciendo severamente.
-Sí, hombre. La han traído hoy por la mañana, a primera
hora, en uno de los barcos de Su Majestad y de inmediato la
han encerrado en la Torre de Londres. La ejecución será
mañana al amanecer-contestó el primero en hablar.
Lodewijk no necesitó saber más. Juzgó que hubiese pasado
suficiente tiempo para no levantar sospechas, en el cual se
bebió su cerveza y esperó que sus hombres hicieran lo
propio. Luego, sin más, se puso de pie, pagó la cuenta por
completo a la tabernera –quien se sorprendió de que aún
hubiera gente honrada en este mundo- y reunió a su gente
que, disciplinadamente, acudió al llamado.
Salieron al aire fresco de la madrugada, ya eran pasadas la
una de la mañana.
-¿Qué hora es?-preguntó Lodewijk.
-La una y veinte de la madrugada, mi Contramaestre-dijo
un marinero.
-¿A qué hora amanece acá en estas fechas?-preguntó
Lodewijk.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
581
-A las ocho, mi Contramaestre-le contestó el mismo
marinero.
Sabiendo que tenía poco más de seis horas para poder llegar
a Londres y pensar algo decente, Lodewijk decidió tomar la
ruta del río para entrar en la ciudad. Si bien un barco es más
llamativo de noche, sería más rápido.
Vieron un bajel –obviamente de bandera británica y la
flama de la East India Trading Company-, específicamente
una goleta de la cual bajaban sendos rollos de seda.
-Con esto le pagamos a la tabernera-dijo un marinero.
Acto seguido bajaron todos los marines y se fueron rumbo
a la taberna de la cual venían Lodewijk y sus hombres.
Cuando juzgaron que no había más movimiento en la nave,
la abordaron y, tras dar un buen golpe a los vigías, a
quienes arrojaron al agua, partieron río arriba.
A bordo, Lodewijk había descubierto los fuegos de artificio
y había maquinado todo su inteligente plan.
No habían pasado muchas horas cuando entraron en la
hermosa ciudad de Londres. Aún no amanecía. El tráfico
fluvial era técnicamente nulo, así que nadie reparó en su
presencia.
-¿Qué hora es?-preguntó Lodewijk.
-Las seis de la mañana-respondió el vigía.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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-Deténganse aquí-ordenó al entrar en el muelle fluvial de la
ciudad.
En la confusión de navíos arrojaron el ancla y, cuidándose
de no ser vistos, desembarcaron. Pasaron por todos aquellos
lugares que habían deseado no ver nunca más, incluida la
Torre de Londres, frente a la cual Lodewijk se estremeció
de sólo pensar las mil penurias que pasaría su amiga en
esos momentos. Luego llegaron a la Colina y tomaron sus
posiciones con suficiente tiempo antes de la Ejecución.
-Y ahora, tenemos que volver al Caribe-dijo Lodewijk sin
permitir que Liselot le diera siquiera las gracias, era una
persona a la que le gustaban los aplausos, pero no quería
vanagloriarse frente a ella-: hay gente que rescatar.
-Tienes razón, Ivanna puede esperar-respondió ella mirando
el horizonte.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
583
Capítulo 26: “Hasta Aquí Llega Mi Mapa”.
Nota de Autora:
Hola, estimados, luego de tres días sin tocar siquiera el
teclado de mi computadora, comprenderán que estoy
deseosa de volver a tratar con vosotros, especialmente
cuando el verano se acaba –vuelvo a clases en dos semanas,
de las cuales siempre dedico una a repasar, aunque odio
hacerlo, arreglar mi sitio web y retomar la flauta luego de
dos meses de ni mirarla de tan concentrada que he estado
escribiendo- y muy pronto no nos volveremos a ver. Quizá
La Leyenda del Holandés pase un cuarto verano sobre mi
escritorio, ¿quién sabe?
Pero prefiero no seguir torturándome con preguntas inútiles
y cumplir con lo que he prometido. ¿Recordáis que la Nota
de Autora anterior había prometido que os haría una lista de
las mejores películas que he visto en mi vida –que he visto
mucho buen cine- y el personaje que me moló de cada una?
Pues, aquí os va:
-La primera, obviamente, es mi favorita: El Señor de los
Anillos, el Retorno del Rey. He divagado con la almohada
largas jornadas para escoger el personaje que me moló de
esta película, porque hay dos que de verdad me dejaron
helada. Así que, os diré quiénes son: Aragorn, que
realmente me fascina, y Éowyn, a quien admiro muchísimo.
Ambos me identifican en gran medida.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
584
-El Señor de los Anillos: Las Dos Torres; definitivamente
es Sméagol con todos sus dramas existenciales.
-El Señor de los Anillos: La Comunidad del Anillo. Frodo
Baggins, mi personaje favorito de toda la trilogía, tanto del
libro como de las películas, y la Dama Galadriel, quien
sencillamente es maravillosa, poderosa, bella, audaz… en
fin, no hay palabras para describirla.
-Piratas del Caribe: La Maldición del Perla Negra, película
que por largo tiempo fue mi favorita –antes de descubrir,
por cierto o no, al Señor de los Anillos-. De esta fabulosa
película de aventuras rescato al genial, increíble, asombroso
y pícaro Capitán Jack Sparrow, personaje que apenas lo vi
en la primera escena supe que era mi versión masculina y
adulta –sí, señores, ese es el motivo por el cual Mariette se
apellida Sparrow-.
-Piratas del Caribe: El Cofre del Hombre Muerto. Esta
película nunca, por a, b, c, d y triple z motivo la he podido
ver completa –siempre veo el inicio y el final-, pero a quien
destaco de esta película es a la misteriosa Tía Dalma.
-Piratas del Caribe: En el Fin del Mundo. Esta película,
debo admitir, que la primera vez que la vi no entendí nada
de hacia dónde iba y me enredé de lo lindo, pero después de
verla cada vez que la pasaban por la tele –que gracias a
Dios la pasaron muchas veces en ese tiempo- logré
comprender la maraña de estrategias y me pareció
sencillamente brillante. Me costaría escoger un personaje,
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
585
pero si tengo que mencionar a alguno sin duda elijo a
Barbossa. ¿Por qué Barbossa? Bien, la interpretación me
pareció fabulosa, su guión fue muy acertado y el rol que
jugó en la trama me dejó boquiabierta.
-El Hobbit: Batalla de los Cinco Ejércitos. Debo admitir
que cuando fui al cine a verla con unos amigos estaba con
emociones encontradas: por un lado, no me la quería perder
por nada del mundo, y por el otro sentía una profunda
desilusión. La trilogía del Hobbit que hizo Peter Jackson no
fue de mi agrado, sabedlo, pero esta película podría decir
que le faltó muy poco para eclipsar a El Retorno del Rey –
que ya sabéis es mi favorita-. No sólo fue un acertadísimo
cierre para la trilogía cinematográfica –salvándola de mis
dardos, entre otras cosas-, sino que es una gran película. De
este film me encantó Bardo, de hecho mi escena favorita es
protagonizada por él –cuando asesina al dragón Smaug,
otro personaje de mi agrado, con ayuda de su hijo Bain-.
-Goethe! Sí, habéis leído bien: me he saltado del cine épico
medieval al cine romántico, y esto no es algo que se dé
todos los días –odio el cine romántico, para que una
película de esa categoría esté en mi listado, ha de ser muy
buena-. Me pareció sencillamente conmovedora, muy bien
ambientada y me pescó del inicio al fin, tanto emocional
como mentalmente. El personaje que resalto en esta ocasión
es el propio Goethe, la interpretación del actor que
escogieron fue fantástica, el personaje es sencillamente un
genio, frenético, romántico, atrevido y no cae en la
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
586
galantería ni la estupidez. Ignoro si así era el verdadero
Goethe, pero el personaje es genial, sencillamente genial.
-La Ladrona de Libros. Sí, yo, la que dice que no le gustan
las películas ambientadas en la Segunda Guerra Mundial,
he puesto esta película en mi listado. El personaje que
resalto es Max Vandenburg, quien me parece sencillamente
adorable, asustado pero a la vez valiente y siempre
colocando a los demás en los primeros puestos de sus
prioridades sin importar cuán necesitado esté. Aparte, en lo
personal, me recuerda a un amigo muy querido, si está
leyendo, sabe a quién me refiero.
-Las Crónicas de Narnia: El Príncipe Caspian. ¿Tengo que
explicar por qué encuentro a Caspian sencillamente
maravilloso? Pues, además de traer una historia realmente
triste a sus espaldas, es valiente, pero a su vez se siente
perdido y reacciona de maneras geniales… la interpretación
del actor por lo demás estuvo a la altura de un personaje
que me gustó tantísimo al leer el libro.
-Las Crónicas de Narnia: La Travesía del Viajero del Alba.
Acá hay más personajes que resalto. Son tres: Eustace,
Lucy y Edmund. Así que… el ganador es… ¡Lucy
Pevensie! Su conflicto personal me pareció bien adaptado y
su personalidad me agrada bastante.
-Braveheart. Esta es de las pocas películas que puede
ufanarse de haberme hecho llorar alguna vez en la vida. De
aquí rescato a William Wallace, no creo que alguien sepa
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
587
con exactitud cómo era el verdadero William, pero sí sé de
cierto las cosas geniales que hizo por su país en vida, lo
épico y admirable que es… y también sé que el actor
consiguió transmitirme eso, al grado de que estuve
muchísimo tiempo consiguiendo datos biográficos sobre el
verdadero William Wallace y la Escocia de la Edad Media.
Pues, creo que esas son las películas que más me han
gustado… no creo recordar alguna otra pieza de cine que
me haya parecido fantástica tanto tiempo después de
haberla visto –es normal encontrar una película o muy
buena o muy mala cuando uno la acaba de terminar de ver,
pero si esa emoción persiste en el tiempo, es porque
realmente lo es- ni hay personajes que me parezcan tan
memorables como los que he mencionado… Así que, con
tres páginas de extensión, ha terminado este especial sobre
las “Películas y Personajes Que Molaron A Mariette
Sparrow”.
Bien, ahora no me queda sino recomendaros una buena
canción para que escuchéis mientras leéis este capítulo. El
tema de esta ocasión es La Luz, de Peregrino Gris. Este es
el tema que me gustaría que sonara en mi funeral el día
que… bueno, ya sabéis, tendré que tener un funeral alguna
vez, puede que me crea elfa pero no lo soy –aunque espero
que ese día sea muy muy lejano-. Y, tal como he dicho, es
la música ideal para un funeral, así que ya sabéis qué se nos
viene: un capítulo triste, lastimero, lleno de muertes
deprimentes, de esas que rompen el corazón y que por lo
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
588
demás son completamente inevitables. Os deseo desde lo
más profundo de mi ser que disfrutéis el capítulo y que os
guste La Luz de Peregrino Gris. Cuidaos todos vosotros.
Liselot aspiró ansiosa el aire salino que ofrecía la cubierta
principal del HMNLS Evertsen, navío que antes
perteneciera a su padre y que ahora estaba bajo su completo
mando. Lodewijk, su mejor amigo, se le unió sin siquiera
mencionar palabra: había demasiadas cosas en qué pensar,
demasiadas preocupaciones, como para siquiera decir algo.
El dulce aire caribeño la había abandonado durante poco
más de un mes –la primavera de 1719 se perfilaba cercana,
apenas sí dos días faltaban para el 21 de marzo- y ese
tiempo había sido suficiente para olvidarlo. Nunca había
pensado que las cosas serían tan dolorosas en su retorno ni
tan distintas a como las había imaginado. Solía pensar que
regresaría con Ivanna y que serían felices. Solía pensar que
la enviaría de regreso a casa y que todo sería pronto
olvidado.
Caminó hacia el interior de la nave. Lodewijk se limitó a
seguirla. Ambos llegaron a la Cabina de Mando.
-¿El reporte?-preguntó el muchacho.
Liselot en cambio se dirigió al visor de la computadora para
analizar la trayectoria que el navío llevaba para sacar sus
propias conclusiones.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
589
-Ya entramos en su jurisdicción, capitana-le comentó por
ironía el marinero encargado del timón.
Y eso era cierto, ya estaban en el archipiélago donde ella y
los tres tripulantes que en ese minuto estaban a cargo de la
Cabina de Mando –a excepción de Lodewijk, claro está-
habían sido vilmente abandonados por la gente de The
Queen of Sea y The Storm. Decidieron que se detendrían en
la primera isla que encontraran, cosa que por cierto
cumplieron.
De pronto, cuando Liselot juzgó que no podía hacer el
navío avanzar en dirección a la playa de la isla sin arriesgar
la quilla a sufrir perforaciones, los motores se apagaron al
unísono. Un silencio de muerte envolvió al HMNLS
Evertsen luego de una semana de huir a toda velocidad y
con ese molesto ruido constantemente acompañándoles…
un silencio de muerte quebrado por las gaviotas y el suave
oleaje. Todos los marineros subieron a la Cubierta
Principal. Uno de los botes salvavidas cayó a plomo sobre
las aguas verde azuladas del Caribe, las cuales sonaron
ruidosamente al recibirlo. Liselot y Lodewijk fueron los
primeros en bajar y, desde el mismo esquife, comenzaron a
recibir mediante cuerdas provisiones y paquetes con
implementos de primeros auxilios, es decir, todo lo
necesario para explorar el trozo de tierra con toda seguridad
y poder actuar con rapidez de encontrar a algún tripulante
con vida. Acto seguido bajaron otros cinco tripulantes que
acompañarían a la Capitana y a su Contramaestre.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
590
Durante el trayecto entre el Evertsen y la isla nadie
pronunció palabra alguna, todos estaban demasiado
expectantes como para hablar. Se limitaron a empuñar los
remos, dizque estaban en plan de reservar el poco
combustible con que contaban a bordo, así que el único
sonido que escucharon fue el golpeteo de dichas
herramientas contra el agua. Algunos se miraban entre sí
con esperanza, mientras que otros mantenían la vista fija o
en su origen o en su destino: deseando regresar y no tener
que enfrentarse a los horrores que verían. Era natural y ya
casi no les tocaba tener que presenciar el sufrimiento ajeno,
pero no podían soportar el de aquellos que consideraban
más cercanos que sus propias familias, con quienes habían
tenido que compartir y convivir para aprender a sobrevivir
en el medio más hostil que hubiesen tenido que estar
inmersos jamás.
De pronto el esquife topó con algo firme, pero a la vez
blando, deteniéndose de golpe.
-Llegamos-anunció Lodewijk, apeándose de la nave,
tomando meramente su mochila, sin siquiera esperar a
nadie ni tomar carga extra.
Liselot, quien había mantenido la mirada clavada
firmemente en la isla, pareció espabilarse, así que tomó su
mochila e intentó cargar con un pesado maletín de primeros
auxilios, el cual fue a dar de lleno contra el suelo apenas
bien ella lo hubo levantado. Lodewijk se le acercó y tomó
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
591
el maletín de mal grado. Todos se bajaron de la pequeña
nave, la cual pronto estuvo libre de toda carga.
Se detuvieron a observar y les fue imposible evitar una
expresión de desilusión y de soledad: ¡Aquel inhóspito
lugar parecía estar abandonado desde siempre! Unos pasos
por detrás de ellos el mar azul verdoso era libre, luego se
fundía a la isla en una delgada franja oscura y aparecía ante
nuestros protagonistas la blanca explanada de arena fina
que cubría la playa poblada de rocas. Un par de metros por
delante se perfilaba el linde de un bosque, del cual no
provenía ningún sonido. El límite era tupido, resguardado
primero por helechos y en la segunda fila palmeras y toda
clase de enmarañados árboles de fuerte color verde, por
detrás de los cuales todo se volvía oscuro y siniestro.
Liselot anduvo de aquí para allá entre las rocas cuando
recién consiguió recobrarse de la extraña sensación de
sentirse pequeña y cohibida, desprotegida ante un
desmedido peligro. No había signo alguno de vida en esos
parajes.
-De seguro han ido a refugiarse a la selva, con este calor ni
modo quedarse aquí-dijo Liselot, creyendo de todo corazón
sus palabras.
Como no tenían nada mejor que hacer, se dedicaron a
seguir a su impetuosa capitana a través de un pequeño
camino por el cual cabía una persona medianamente baja –
motivo por el cual se veían obligados a andar en fila india,
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592
apretujando sus armas lo más que podían para evitar que se
enredaran en las lianas y las telas de araña que les cercaban
a modo de túnel-.
-Las cortaron hace poco-dijo Lodewijk en voz alta-: hay
gente viviendo en esta isla.
Todos sintieron cómo la esperanza habitaba nuevamente en
sus corazones, pero, de inmediato, sintieron un ligero
escalofrío: ¿qué clase de gente sería la que encontrarían en
el interior del bosque? Nadie les aseguraba que serían sus
compañeros. A su alrededor yacían hojas cortadas a la
mitad, aún verdes; y a sus lados, casi rozando sus rostros,
podían ver las ramas rotas aún sin secarse.
-Miren: hay sangre-dijo Lodewijk.
Y, efectivamente, un charco de sangre viciada con manchas
blancas, ya seca y de mal olor, estaba a sus pies y en las
hojas cortadas en lo que podían ver hacia adelante. Todos
se miraron confundidos ante aquel extraño rastro y, con las
dagas prestas y las armas de fuego pequeñas preparadas,
continuaron caminando, cuidándose de no hacer más ruido
del que ya habían hecho. De pronto un alarido se alzó en el
aire.
-¿Qué fue eso?-preguntó Liselot.
Lodewijk, luego de hacerla callar con un gesto silencioso,
se acercó a su oído con suavidad.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
593
-Alguien agoniza-le susurró, asegurándose de abrazarla
bien firme previendo que ella querría ir corriendo lo más
rápido posible en dirección a la persona que se encontraba
en aquel lamentable estado.
-¡Hay alguien con vida!-exclamó ella alborozada haciendo
amago de salir corriendo en dirección al alarido.
Siguieron andando hasta que Liselot tropezó y tuvieron que
sostenerla a viva fuerza. Le susurraron que tuviera cuidado
y hubiesen seguido andando si no hubiesen notado que lo
que la había detenido era una bota, una más dura que una
vacía. Removieron la vegetación, llena de unas extrañas
flores blancas, y descubrieron a un hombre sentado en el
suelo y con la espalda apegada a un tronco. Abrieron la
boca de par en par al notar que era un miembro de su
tripulación.
El médico de a bordo le tomó el pulso. Luego palpó la
cabeza y el vientre. Luego olió los labios y meneó la
cabeza.
-Me sorprende que esté tan bien conservado con esta
humedad-confesó. Todos entendieron qué quería decir con
ese eufemismo, pero no quisieron asumirlo en lo absoluto,
especialmente Liselot, que miraba insistentemente a quien
hubiese sido su tripulante-: está muerto-completó el
médico.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
594
Todos se abrazaron con impotencia, especialmente
Lodewijk y Liselot, quienes no lo podían creer.
-¿Qué es eso?-preguntó ella con su natural curiosidad.
Entre las lágrimas le había parecido ver una mano blanca
entre los muros de enredadera.
Todos la miraron y luego vieron la mano, quedando
pasmados y un tanto asustados. Lodewijk los vio con un
gesto burlesco y se encaminó, cortando con un machete la
hierba. Grande fue la sorpresa de todos cuando vieron
espalda contra espalda a dos mujeres que vestían el
uniforme de la Zeven Provinciën. Lodewijk tosió.
-Estas están tiesas y podridas de hace rato-exclamó,
volviendo hacia Liselot.
-No me convenceré hasta que el médico lo compruebe-dijo
ella.
El médico, movido por interés científico más que por
cualquier otra cosa, se acercó a ambas damas. Les tomó
pulso y, tras aplicar diversas pruebas, confirmó que
llevaban muertas una semana a causa de un
envenenamiento. Todos pensaron que era el fin del camino
cuando sintieron un alarido de dolor desde las entrañas de
la isla. Aún quedaba alguien con vida. Liselot hizo de tripas
corazón y partió hacia dónde provenía el sonido.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
595
Anduvieron por espacio de unos minutos y, al llegar,
encontraron la desgarradora escena de un hombre,
tripulante del Evertsen, tendido en el suelo, escupiendo
sobre sí mismo sangre mezclada con una sustancia blanca.
La fiebre hacía presa de él y sudaba copiosamente. Apenas
los vio parpadeó cancinamente, sin permitirse creer que
habían ido a buscarle.
-Aléjense de mí-dijo cuando pudo articular palabra.
-Venga con nosotros, esté tranquilo-le dijo Liselot,
arrodillándose a su lado al tiempo que el médico hurgaba en
su maletín.
-No pierdan su tiempo-dijo.
-Aún se puede salvar-respondió la muchacha.
-Estoy envenenado-confesó el hombre.
-¿Qué ha consumido?-preguntó el médico.
-De… esas… flores-dijo el náufrago.
El médico observó las flores que el vacilante dedo del
militar le indicaba. Meneó la cabeza, sabía de cierto que
hacían efecto rápido, en cosa de minutos. Se colocó los
guantes y vio los rastros blancos en los desperdicios del
hombre. Volvió a menear la cabeza: en cosa de minutos
estaría muerto. Todos lo sabían, era de esas cosas que se
aprendían luego de vivir tanto tiempo en el Caribe.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
596
-Usted sabía que eran venenosas, ¿por qué lo hizo?-
preguntó el médico.
-Hace… poco más de una semana…, los tres…
compañeros… con que fui… abandonado en esta isla…
vinieron a la selva… no había comida… había que…
buscar…-dijo antes de sufrir un acceso de tos-. Ayer… los
vine a buscar… y los encontré… envenenados…
-Ellos sabían, ¿por qué harían algo así?-preguntó Liselot.
-Cuando el hambre te enloquece… el veneno es la mejor
comida… capitana-contestó el hombre.
Todos guardaron respetuosamente silencio, entendiendo el
dolor del hombre y sintiendo que la tristeza los carcomía.
-Cuando los vi así… ¿cree que quise… vivir… sólo… y
siempre… aquí?-preguntó el hombre a Liselot.
-Pero, hemos venido a buscarle-respondió ella.
-¿Cree usted… que yo… imaginaba eso?-preguntó él.
-No-concedió ella.
De pronto el hombre comenzó a toser y, tras ahogarse
sucesivamente, su mirada se clavó en el cielo velado por el
entramado de ramas que se entretejían. Lo remecieron, le
tomaron el pulso. Estaba muerto.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
597
-En paz descanse y en Gloria esté, por los siglos de los
siglos, Amén-dijo el médico.
Liselot, arrodillada como estaba, rompió a llorar, mientras a
su alrededor el conmovido doctor organizaba las primeras
plegarias para que el alma del marinero fuese bien acogida
en el Reino de los Cielos. Lodewijk la ayudó a ponerse de
pie y así estuvieron todos, guardando respetuoso luto por
sus cuatro colegas perdidos.
-No merece descansar así…-susurró Liselot-. Ellos merecen
algo mejor.
-Tiene razón, capitana-reaccionó uno de los marineros,
haciendo amago de comenzar a cavar una tumba.
Pronto otros hombres se le unieron y nadie comentó nada al
respecto.
-¡¿Están locos?!-les gritó Lodewijk, deteniendo de repente
las faenas, dejando boquiabierta a Liselot-. Aún hay gente
esperando, no podemos dedicarnos sólo a los muertos.
-Ellos siguen con vida, pueden esperar-dijo Liselot a media
voz.
-¿Y si con la espera les quitaras la poca vida que les
queda?-preguntó el muchacho, haciéndola reaccionar.
Acto seguido cambiaron de planes y, tras echarse el cuerpo
al hombro, partieron de regreso. Cuando pasaron por donde
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
598
habían encontrado los otros cadáveres también los tomaron
y los llevaron de regreso al Evertsen.
Lo primero que vieron los marineros del Evertsen cuando
Liselot y su gente regresaron fue a un grupo de personas en
fuerte estado de shock, en mutismo. Lodewijk, un poco más
frío de mente que su amiga, ordenó que se preparara a los
cadáveres con la mayor seguridad y cuidado posibles para
un pronto funeral esa misma noche –la cual se perfilaba
cerca, era el atardecer del 19 de marzo de 1719-.
Se preparó los cuatro cuerpos de la forma más higiénica
posible y, cuando el sol se puso por completo, se
encendieron velas en toda la borda del navío y se despidió a
los compañeros caídos en desgracia de la forma más
respetuosa posible, pese a que no había ningún clérigo
presente. Se les envolvió en sábanas blancas y se les arrojó
al mar, donde se hundieron lentamente hasta que ni siquiera
la claridad del agua permitió a los tripulantes verlos. Todos
suspiraron… hacer ese tipo de funerales se les estaba
volviendo una muy mala costumbre.
Las velas se apagaron, se desinstaló el altar provisorio, los
pocos que tenían aunque fuese algo de apetito cenaron
insípidamente. Las luces del navío poco a poco se fueron a
negro y ahí quedó, bañado en sombra, el HMNLS Evertsen,
pareciendo realmente el barco fantasma que tanto fingía
ser.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
599
La mañana siguiente fue muy diferente a aquella triste
noche. Todos se despertaron muy temprano y echaron a
andar la nave para avanzar hacia la siguiente isla que veían,
bastante cerca, en menos de una hora de navegación
estuvieron ahí. Les parecía que habían despertado de un
largo, profundo, doloroso y lejano sueño. Tocaron tierra
nuevamente a bordo del esquife en que habían estado el día
anterior.
De inmediato supieron que no había nada útil que se
pudiera hacer: los cuatro marineros yacían muertos a sus
pies. La vegetación en la isla era escasa, apenas sí un par de
palmeras y helechos. Una pequeña hoguera a medio
derrumbar se ubicaba al frente de ellos y databa de varios
días, quizá semanas, que no era encendida.
-¡Vaya, vaya, vaya! ¡Pero mira qué tenemos aquí, Liss!-
exclamó Lodewijk.
Todos se miraron entre sí desconcertados.
-Pues creo que aquí ya no tenemos nada que hacer-dijo el
muchacho con sorna.
-No me convenceré de qué les ha pasado hasta que el
médico lo diga-respondió ella, forzándose a creer que los
marineros continuaban con vida.
-¡Por favor, Liss! ¡Están tiesos de hace semanas!-exclamó
Lodewijk.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
600
El médico no tardó en acercarse y confirmar lo lógico: los
cuatro marineros llevaban semanas muertos. La noticia no
les golpeó tanto como la vez anterior: o es que ya estaban
acostumbrados a la imagen de sus colegas muertos en las
circunstancias más descabelladas y horribles, o es que
sencillamente esta vez la causes mortis no era tan chocante.
Lodewijk no pudo evitar bufar con sorna al ver lo
acontecido, aunque una parte de sí sintió compasión ante lo
acontecido, tendrían que haber estado muy desesperados
como para hacer algo así. Los cuatro aparecían con varias
heridas corto punzante en el cuerpo, especialmente en el
torso. La sangre seca así lo evidenciaba. Los cuatro
llevaban un cuchillo en la mano.
Dos de los muertos habían caído cerca de la playa con el
pecho atravesado por un cuchillo de hoja redondeada,
forjada maquiavélicamente para que la sangre del herido
drenara más rápido y así asegurarse de que pronto sería un
muerto. Los otros dos eran casos más serios: estaban
abrazados, pero no precisamente como una muestra de
afecto. Sujetaban la espalda del otro para clavarle el arma
en el pecho y en el abdomen, respectivamente, y así,
presionando vengativamente sus cuerpos, pasaron a la otra
vida. Detrás del que estaba abajo –y parecía haberse llevado
la peor parte en la pelea- había un cofre, cuya tapa abierta
chocaba con la espalda del caído. Lodewijk, con su ojo
entrenado y experto, pudo dar testimonio de que la
cerradura del cofre había sido forzada, motivo por el cual el
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
601
portador de la llave había defendido el contenido hasta el
final de su vida, colocándolo tras su espalda.
Probablemente la desesperación y el hambre había hecho
que los otros tres pensaran en asaltarlo, o que él estuviese
haciendo un mal uso de las provisiones y los demás
pensaron en quitarle las llaves. Cualquiera fuese el motivo,
una riña había estallado entre todos por la posesión del
cofre; riña que les había llevado a la muerte.
-Llévenlos, por favor, al barco: esta noche les daremos
sepultura en el mar. En paz descansen-fijo Liselot, tomando
por sí misma uno de los cuerpos, tarea en la que le ayudó
uno de los tripulantes, quien al final terminó llevándolo
hasta el esquife solo.
Por su parte, Lodewijk cerró el cofre lo mejor que pudo con
sus negras artes para no perder su valioso contenido –luego
de tanto tiempo sin abastecerse, toda provisión era bien
recibida y agradecida-, y se lo echó al hombro.
-Un funeral más y pareceré cura-dijo Lodewijk de mal
modo apenas se allegó a Liselot.
-Si sus muertes sirven para volverte cristiano, al menos
hablaremos de ellas con alegría-dijo ella caminando hacia
el esquife.
Y por un instante muy fugaz, Aloin volvió a la memoria de
Lodewijk. Aloin y su triste muerte, Aloin… la única
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
602
persona que había hecho que el escéptico Lodewijk
Sheefnek dijese una plegaria cristiana en su vida.
-Ven-le dijo Liselot a viva voz desde la pequeña nave,
volviéndolo a la realidad.
No pasaron muchos minutos hasta que estuvieron de
regreso en el Evertsen.
-¡Traigan sábanas blancas, ya conocen la rutina!-exclamó
Lodewijk apenas pisaron la nave.
-Linda, por favor guía la nave, hoy no desayuné-dijo
Liselot apenas tocó la cubierta.
Linda no alcanzó siquiera a cuadrarse cuando la muchacha
ya estaba corriendo escalerilla abajo para ir a por unas
galletas secas –y de un sabor no muy agradable-, un poco
de charqui para colocar sobre las masitas y un tarro con el
mínimo de agua. Cuando regresó, Linda iba recién camino
a la Cabina de Mando.
Liselot se sentó e intentó compartir su desayuno con
Lodewijk, quien se negó tajantemente a comer del plato de
su amiga: prefería morirse de hambre antes de quitarle su
comida. En silencio, a excepción de alguna frase esporádica
por parte de la muchacha, los envolvió. Una humareda se
alzó en la lejanía, varias islas más allá en ese archipiélago,
sus buenas millas más allá. Sin embargo nadie lo analizó,
nadie lo pensó… sencillamente lo dejaron pasar.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
603
-¡Capitana!-exclamó uno de los marineros que trabajaba en
la Cabina de Mando en los turnos junto a Linda Freeman.
Se detuvo jadeante frente a ella y, cuando recobró el
aliento, habló-. Se acaba de desatar una hoguera frente a la
nave, ¿le parece sólo una coincidencia que sea cuando
estamos a punto de pasar?-le preguntó sin siquiera poder
disimular una mirada de franca esperanza.
Liselot agrandó los ojos y se puso de pie de un salto,
dejando su comida en la cubierta y corriendo escalerilla
abajo con la velocidad de un aerolito. Cuando vio a través
de la pantalla vio que, desde una de las islas, en la playa
que daba hacia el Evertsen, se alzaba el humo de una
hoguera.
No pasaron ni siquiera un par de minutos cuando estuvieron
ahí.
-¿Capitana?-preguntó uno de los marineros, el único que les
esperaba junto a la hoguera.
Se la quedó mirando pasmado. Caminó con paso vacilante
hacia sus compañeros que acababan de bajar del esquife.
No podía creer que sus ojos no lo hubiesen engañado a la
hora de encender esa hoguera. Se detuvo a escasos
centímetros de Liselot. Le palpó los hombros, gesto que
ella devolvió a modo de salud.
-¡Capitana!-exclamó el hombre con júbilo y lágrimas de
emoción en los ojos-. ¡Vengan! ¡La capitana llegó!
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
604
¡Vengan!-gritó hacia la pequeña selva que se formaba hacia
el corazón de la isla, haciendo eufóricos gestos, en parte
descontrolados por el mareo.
Pasaron unos minutos en que no apareció nadie. Los
tripulantes que estaban en mejores condiciones lo miraron
con lástima, pensando que la cordura del hombre se había
ido en ese tiempo a vivo sol. Sin embargo, al cabo de un
rato aparecieron un hombre y una mujer cargando a un
compañero que deliraba y sudaba, presa de la
deshidratación. Liselot se los quedó mirando pasmada, a
punto de llorar.
-¡Están vivos!-exclamó, abrazándose a Lodewijk. Cuando
consiguió recobrar el dominio sobre sí misma miró a su
tripulación que se abrazaba mutuamente con los recobrados
colegas-. Al bote, no hay tiempo que perder.
Sin que hubiera necesidad de que les repitieran la orden, los
tripulantes del HMNLS Evertsen regresaron al esquife, esta
vez junto a los náufragos. Y no tardaron en llegar
nuevamente a bordo de la nave. Ni bien se hubieron
refrescado y fueron atendidos por el médico militar, los tres
marinos en mejores condiciones –recordemos que el cuarto
no estaba muy bien de salud y debía guardar reposo-
dirigieron sus pasos hasta la Cabina de Mando.
-Ustedes no deberían estar en pie-les regañó dulcemente su
capitana.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
605
-Capitana Van der Decken, nuestros agradecimientos y
respetos-dijo la mujer del grupo.
-¿Qué se les ofrece?-preguntó ella.
-¿Hacia dónde piensa trazar el curso?-preguntó el hombre
que les había recibido.
-Hacia el oriente, popa-respondió ella-: aún falta un grupo
por encontrar.
-¿Dónde encontró los otros?-respondió el otro hombre.
-Dos grupos antes que ustedes, luego ustedes y al final
íbamos nosotros-respondió ella.
-Entre nosotros y usted, hacia occidente, vimos que
abandonaron otro grupo-respondió la mujer.
-Pues, rumbo a proa-dijo Liselot.
Guiada por los náufragos, en menos de quince minutos
estuvo en la isla en que decían que estaba el resto de su
perdida tripulación. Liselot tomó aire profundo antes de
subirse al esquife por última vez. Y soltó todo ese aire de
golpe con la impresión apenas puso un pie en la isla.
Ahí yacía un hombre de raza negra con el pecho abierto a lo
largo y con su corazón en la mano a medio podrir.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
606
-El Olonés ha estado aquí-dijo Lodewijk con la voz más
ronca de lo normal, claro signo de la gran impotencia que
sentía.
Liselot se abrazó a él, colocando su rostro en el pecho de su
amigo para evitarse a sí misma ver semejante horror. El
hombre de raza negra estaba desmembrado: le faltaban la
pierna y el brazo izquierdo, heridas que estaban llenas de
hormigas e insectos. Como señal de respeto le cerraron los
ojos, que aún estaban abiertos.
-Aquí no hay nadie, Liss-dijo Lodewijk.
Ambos muchachos se sentaron una roca.
-¿Capitana? ¿Contramaestre?-sintieron una voz
resquebrajada, sin poder evitar sobresaltarse.
Giraron la cabeza y lo que vieron fue más horrible aún: uno
de sus tripulantes más ancianos yacía en el suelo, con la
boca ensangrentada y en la diestra la mano izquierda a
medio morder de la desafortunada víctima del Olonés.
Estaba completamente desnudo. Le habían cortado de la
rodilla hacia abajo y, como no había recibido atención
médica luego de la amputación, el primer tramo del muñón
estaba gangrenado. Sus manos estaban atadas, motivo por
el cual tenía la espalda llena de cortes y horrorosas heridas
que se había infringido a sí mismo al arrastrarse por las
piedras y la arena para movilizarse de un lado a otro.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
607
-¿Subteniente?-musitó Lodewijk.
-¡Dios Santo! ¿Qué le ha sucedido?-preguntó Liselot.
-Jean Nau, Jean Nau-dijo el subteniente con su voz
resquebrajada y su gesto enfermizo.
-Te lo dije-susurró Lodewijk mirando a Liselot, quien
seguía con su mirada aterrorizada sobre el hombre.
-Vino cuando llevábamos un tiempo aquí… se llevó a mis
compañeros… los amarró en su cubierta… entonces… me
ató las manos… y obligó a uno de sus hombres a recostarse
sobre mi pecho… me sujetó… los pies… y me cortó las
rodillas… con un hacha… su tripulante se paró… y amarró
mis pantorrillas… con una cadena… y dijo que las
colgarían… a la celda en que ellos estarían… si es que aún
viven… pero antes de irse… bajó a ese pobre hombre… y
le abrió el pecho con un cuchillo… y le arrancó el
corazón… le dio una mordida… y se lo puso en la mano…
cuando se fue… sentí hambre… ¡Me alimenté de ese pobre
hombre!... ¡Soy un monstruo, capitana, un monstruo!-
exclamó el subteniente, rompiendo a llorar.
Todos temblaban ante semejante relato y no sabían por
quién sentir más lástima: sus compañeros esclavos del
capitán Nau o su subteniente que había tenido que ver
semejantes horrores –y vivir otros tantos, como esas heridas
gangrenadas que se veían dolorosas- o la pobre víctima que
era un mero señuelo de la presencia del Olonés en esa isla.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
608
-¡Llévenlo al bote!-exclamó Lodewijk, siendo de todos el
más fuerte, o al menos el que podía controlar mejor sus
emociones-. ¡A ambos!-exclamó, señalando al hombre de
color que nada de culpa había tenido en el asunto, gesto que
Liselot le agradeció sobremanera.
Todos subieron al esquife y cuando regresaron al Evertsen
nadie necesitó que Liselot o Lodewijk ordenasen llevar al
herido a la enfermería, pues lo hicieron de forma
automática. La muchacha se refugió en el pecho de su
amigo y rompió a llorar a mares.
-Se va a salvar, aún está vivo-le dijo utilizando aquella
lógica que le era tan conocida con mero fin de consolarla.
-Tienes razón-contestó ella, enderezándose del pecho de
Lodewijk y secándose las lágrimas con la manga de la
chaqueta que empleaba para protegerse del sol caribeño.
De fondo el sol se escondía y ninguno de los tripulantes del
HMNLS Evertsen podía siquiera intentar imaginarse el
torbellino de emociones que tendrían que enfrentar en el
transcurso de la noche y la mañana siguientes, partiendo
por la despedida que le dieron al hombre que Jean David
Nau había sacrificado en la isla, quien merecía digno y
humano descanso, aunque fuese en el mar.
La noche fue desesperante tanto como para Liselot –y
consiguiente Lodewijk, quien no tenía ninguna intención de
dejarla sola- como para el médico de a bordo del Evertsen,
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
609
quien tuvo que debatirse entre ayudar a tres náufragos que
tenían las típicas complicaciones que acarreaba semejante
abandono –aunque en un grado muy leve-, uno que padecía
una deshidratación muy grave y un quinto hombre que
presentaba unas amputaciones muy infectadas que debían
ser curadas lo antes posible para no arriesgar la vida del
paciente.
A eso de las cinco de la madrugada, cuando ya comenzaba
a clarear y todos podían dar fe de que la primavera
conseguía poco a poco torcerle el codo al invierno –
estación que casi ni se notaba en el Caribe- los tres
náufragos que podían al menos andar por sí solos se
apersonaron en la enfermería pues no podían con la
preocupación que sentían por su cuarto compañero.
-Aún me pregunto por qué está tan deshidratado, qué
consumió para estar así-dijo el galeno.
-Agua salada, doctor-dijo la mujer del grupo.
-¿Pero no me dijiste que todos habían bebido agua salada
para mantenerse con vida?-preguntó el doctor, quien
conocía a la perfección los beneficios que traía consumir
agua de mar.
-Sin embargo él se excedió: la sed lo enloquecía y, cuando
comenzó a deshidratarse no tuvimos otra opción que seguir
suministrándole-contestó la mujer.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
610
El doctor no pudo sino menear la cabeza de preocupación.
Esos beneficios se conseguían sólo si se era moderado en el
consumo de la mencionada agua, sino se corría riesgo de
incluso morir por deshidratación y diversas enfermedades
que generaba tal concentración de minerales en el cuerpo.
Si hubiese sido moderado como los otros tres, ahora gozaría
también de una salud envidiable: habría mantenido una
temperatura aceptable de su cuerpo, el tracto digestivo
estaría en buenas condiciones y la sangre correría de buena
manera.
Meneando la cabeza fue hasta su gabinete y sacó una bolsa
conectada a una serie de tubos, gasa, agujas y dos frascos.
-¿Se pondrá bien, doctor?-preguntó la mujer sin intentar
disimular la preocupación que sentía.
-El suero hace milagros, señora-le contestó el galeno.
Sin embargo el médico no alcanzó a abrir los frascos y
mucho menos vaciar su contenido en la bolsa. Un
desgarrador alarido proveniente de la cama del lado los
sobresaltó a todos, evidenciando que el paciente se había
despertado.
-Un momento-le susurró el doctor a las visitas, quienes se
hicieron a un lado.
El hombre atravesó la habitación hasta el otro paciente.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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-A ver, ¿qué te pasa a ti, hombre?-exclamó en tono
imperativo para disimular lo nervioso que se sentía.
Apartó las miserables gasas de los muñones en que
terminaban las piernas cercenadas del hombre. Las telas
estaban empapadas por la supuración y llenas de los hongos
que comenzaban a cubrir las pútridas carnes del tripulante,
a quien no había podido limpiar del todo. Mientras llegaba
a la conclusión de que lo mejor que podía hacer era
amputar aún más arriba y cauterizar las heridas, pensó que
era un milagro que el anciano se hubiese salvado después
de tanto tiempo con semejante veneno corriendo por su
sangre.
-Amigo-le dijo tras estudiar una postrera vez las heridas-,
ahora te voy a llevar al pabellón, tengo que cortarte eso-le
dijo con la voz más calma que pudo.
-No-se quejó apenas con un gemido el hombre.
-Tendré que darle a él la dosis de calmante-se excusó ante
los amigos de su deshidratado paciente, quienes accedieron
de inmediato.
-¡No!-gritó el hombre, consiguiendo por fin llamar la
atención del galeno-. ¿Acaso usted querría vivir mutilado?-
preguntó lastimeramente.
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-Lo preferiría ante morir de esa forma-le retrucó el doctor,
mientras preparaba el bisturí y toda la implementación que
necesitaría.
-¿Vivir siendo un lastre? ¿Una planta? ¿Un mástil que
olvidarán ante el primer peligro que se les cruce?-preguntó
el anciano.
-Escúchame-dijo el doctor con la voz más relajada que fue
capaz de forzar-: soy un doctor, salvo a la gente, no puedo
atentar contra su vida.
-¿Pero qué te dice tu ética?-le reclamó el viejo.
El médico bufó, pensando seriamente que aquella charla era
insostenible, que no llevaba a ningún lado y que lo mejor
que podía hacer en ese momento era operar al pobre
hombre.
-Mande a llamar a la Capitana y al Contramaestre-exclamó
el viejo.
-Eso es imposible, hombre, están durmiendo-replicó el
fastidiado doctor.
-¡Yo iré!-exclamó la mujer, sin poder aguantar más tanta
miseria.
Al cabo de unos minutos la náufraga reapareció
acompañada por la capitana Liselot Van der Decken, quien
se obligó férreamente a no mirar las piernas del hombre.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
613
-Hola, subteniente, ¿qué tal está?-saludó con la esperanza
de contagiarle algo de su alegría.
El pobre hombre procedió a explicarle su situación.
-En suma, capitana, necesito que autorice que acaben con
mi vida-dijo a modo de conclusión.
Liselot no pudo evitar sentir un estremecimiento a lo largo
de todo su cuerpo. Era horrible sentir tanta responsabilidad
sobre sus manos, tener que jugar a ser Dios por un rato y
con algo tan fuerte como la vida de una persona, siendo por
lo demás tan férrea defensora de la vida.
-¿Capitana?-preguntó el pobre hombre con lágrimas en los
ojos.
Entonces Liselot comprendió que ella podía ser la más
férrea defensora de la vida que jamás hubiese visto el
mundo, la persona que más temblara ante una muerte en la
historia de la humanidad, pero no era nadie como para
obligar a alguien a vivir sólo porque ella creyese de todo
corazón que se salvaría y viviría feliz en los años sucesivos,
no en semejante situación.
-¿Está usted seguro, subteniente?-preguntó con la voz
vacilante, con la esperanza puesta en que el hombre viese
ante sí la confianza de que podría tener una nueva
oportunidad.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
614
-Sí, capitana-dijo el hombre con lágrimas de franco
sufrimiento.
Liselot sintió cómo los ojos se le aguaban, pero se obligó a
mirar a través de las lágrimas. Sintió cómo se le formaba un
nudo en la garganta, pero se forzó a hablar. Esa era la
última orden que había pensado que daría a alguien en su
vida, se sentía morir, se sentía una asesina y, por sobre
todas las cosas, sentía que estaba traicionando todas sus
esperanzas y principios, y que con la decisión que estaba
tomando se las negaría a quien más las necesitaba.
-Está bien. Entonces autorizo al doctor aquí presente a
inyectarle una sobredosis de sedante-dijo con la voz
muerta, obligándose a esbozar una triste sonrisa de
despedida en dirección al herido-. Doctor, le pido que lo
haga usted, porque yo no sé cómo-se excusó en dirección al
médico, sabiendo cuánto le costaría a él tomar esa jeringa,
llenarla con la sobredosis y aplicarla.
-No se preocupe, así se hará, capitana-respondió el galeno,
forzándose a ocultar sus emociones, algo que no pasó
desapercibido para Liselot. Acto seguido abrió uno de los
frascos que antes había querido volcar en la bolsa y fue a
por una jeringa.
-¡¿Acaso se han vuelto locos?!-se quejó el enfermo,
abriendo una llama de ilusión en los corazones de Liselot y
del doctor, quizá quería seguir viviendo-. No pueden
privarlo del sedante-dijo señalando al otro paciente-. A mí
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
615
mátenme como matarían a un criminal: denme el tiro de
gracia.
Todos se quedaron mudos de la impresión, incapaces de
moverse, de articular palabra, de percibir y de sentir.
-Capitana, deme el tiro de gracia usted-dijo el hombre,
dejando a Liselot helada-, por favor.
Temblando, Liselot dirigió su mano hacia su cinto y dio
gracias a Dios cuando descubrió que no llevaba ni su
pistola ni sus municiones, mucho menos la metralleta –
aunque la hubiese portado y cargada, no hubiese sido capaz
de sacrificar así a un compañero-. Recordó que las había
dejado en la Cabina porque justamente no le servían sin
municiones.
-Lo siento, pero no traigo ni mi arma ni municiones-se
excusó frente al hombre, dando gracias en su interior como
nunca en la vida lo había hecho.
-Pero sin embargo trae esa bonita daga-replicó el hombre,
clavando la mirada en la vaina diminuta que Liselot solía
atarse a la cintura.
La muchacha, con la mano temblándole
enloquecedoramente, tomó la empuñadura de la daga que
tiempo atrás le hubiese obsequiado Jack luego de un
combate.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
616
-Bien, usted me va a clavar esa daga en el cuello, me va a
decapitar-le ordenó el subteniente.
Liselot se quedó como una estatua: fría e inmóvil, en el
acto.
-Señora-dijo el hombre en dirección a la tripulante que
había ido a buscar a Liselot al turno para llevarla a
semejante escena-, ¿podría quitarse esa bonita cruz suya y
sostenerla frente a mis ojos mientras muero?-preguntó.
-Sí, señor-dijo la mujer, quitándose la cadena con manos
temblorosas, sintiendo que en ese lecho de muerte tan
peculiar y sobrecogedor no había necesidad de llamarle
subteniente, ahí todos eran simples humanos. Cuando
desenredó la cadena la sostuvo tan firme como pudo para
que el hombre viera el crucifijo.
-Bien, capitana, es hora… desenvaine y máteme- dijo el
hombre con la mirada clavada en el rostro de Liselot. Las
manos de la muchacha temblaron enloquecedoramente,
sentía que a sus dedos le faltaban fuerzas-. Pero antes,
¿puedo pedirle un favor?
-Dígame-dijo Liselot obligándose a no derramar las
lágrimas que se agolpaban en sus ojos.
-Sonría, capitana: quiero morir con un ojo en el Niño Dios
y el otro en esa bonita sonrisa suya, esa sonrisa que me hizo
creer que existían la esperanza y el futuro-pidió.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
617
-Claro-dijo Liselot forzándose a esbozar una sonrisa triste.
-Bien, diré mis últimas oraciones y usted clavará la daga
con todas sus fuerzas-dijo el hombre, el silencio otorgó-.
Padre Nuestro, que estás en el Cielo, Santificado sea tu
Nombre. Venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad así
en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de
cada día, perdona nuestras ofensas así como también
nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes
caer en la tentación y líbranos del mal, Amén. Señor, te
pido en nombre de tu hijo Jesús que recibas bien mi alma
en tu Reino y perdones todos los pecados que en vida
cometí, partiendo por este. Mídeme con tu vara: la única
justa. Amén-dijo con la mirada clavada en el crucifijo. Un
ojo se desvió levemente hacia la sonrisa que la capitana
Van der Decken se obligaba a mantener-. Es hora, capitana.
Liselot afirmó la empuñadura con dedos temblorosos.
Desenvainó, el ruido metálico llenó la estancia y ella sintió
ese silencio de muerte. Colocó el arma sobre el hombre y se
admiró de la bravía de aquel que había sido cercenado por
otro filo y que ahora ni siquiera se estremecía. Posicionó la
hoja sobre el cuello y, con un movimiento rápido, el
subteniente estaba muerto. La sangre brotó del fino corte.
El médico se acercó a tomarle el pulso.
-Roguemos por su alma, damas y caballeros: ya no está con
nosotros-dijo el galeno, cerrando los ojos del difunto.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
618
De inmediato la sonrisa forzada desapareció del rostro de
Liselot, quien salió corriendo y llorando a gritos. Acertaba
a pasar por ahí Lodewijk luego de un largo turno en la
Cabina de Mando del cual acababa de ser relevado y se
dirigía a desayunar para luego dormir todo lo que pudiera
dormir. Vio a su amiga correr con la velocidad de un
aerolito.
-¡Ey, Liss!-exclamó sin siquiera alcanzar a terminar la
frase, pues ella impactó con toda su fuerza en su pecho,
llorando a los gritos.
-Liss, ¿qué pasó?-preguntó.
No necesitó ni siquiera que la muchacha abriera la boca:
entre dos hombres sacaban el cuerpo del subteniente de la
enfermería. Aquello era de esperarse. Podía entender ahora
la reacción de Liselot: ella siempre se ponía mal cuando
uno de los suyos moría. En ese momento ella abrió los ojos,
sólo para ver el rostro ceroso de aquel hombre. Cayó al
suelo de rodillas, gritando y derramando copiosas lágrimas.
Lodewijk, mientras la afirmaba en su caída, vio el cuello
cortado prolijamente, aún sangrante.
-Liss, ¿qué…?-preguntó nuevamente, pero no alcanzó a
terminar de formular la pregunta, su amiga le interrumpió.
-Yo lo maté, Lowie-dijo ella.
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619
-¿Tú qué?-preguntó él sin poderlo procesar: su mejor amiga
era cualquier cosa menos una asesina.
En ese momento acertó a salir el médico, quien felizmente
había escuchado la plática entre ambos.
-Fue como el tiro de gracia: él se lo pidió-dijo, dejando
mucho más tranquilo al muchacho-. Y te aconsejo que le
des agua y un buen calmante si no quieres que ella ocupe la
cama vacía-añadió dándole una buena palmada a Lowie
para seguir andando a lo largo del pasillo: necesitaba
despejarse.
Una semana después el HMNLS Evertsen volvió a vestirse
de luto, tiñendo su Cubierta Principal de negro y blanco,
tonos bañados con la espectral luz de las velas que se
afirmaban en la borda y en el altar provisorio que ya eran
profesionales en montar y desmontar.
El médico de a bordo se sentía muy culpable por no haber
podido salvarle. Pero su paciente había llegado casi muerto
a sus manos: su sistema digestivo no funcionaba, sus
riñones estaban paralizados –por lo cual sus desperdicios
internos estaban dentro del cuerpo- estaba famélico pese al
suero suministrado, había pasado recientemente una grave
deshidratación de la cual nunca se había podido recuperar.
Pero eso no era lo peor de todo: el escorbuto era otra vez el
ave negra sobre la cual montaba la muerte.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
620
Habían presenciado suficientes casos de escorbuto como
para que les sorprendiera, sin embargo era el segundo
enfermo de ese mal en la tripulación –y el único muerto-.
Ese era el motivo por el cual siempre llevaban una
tremenda provisión de limones y cítricos a bordo de la nave
–y recomendaban a todos los marineros que consideraban
amigos a seguir el ejemplo. Pero en una isla desierta en
medio del Caribe, famélico y desmayado por la
deshidratación era imposible consumir siquiera el jugo de
limón aunque hubiese existido en aquel paraje.
Luego del funeral la desconsolada tripulación se dispersó y
se dedicó a seguir con sus labores para poder llegar lo antes
posible a la idílica isla de New Providence, la cual quedaba
más cerca que lo esperado, y así dejar atrás todas las
tragedias que les envolvían.
No bien pisaron la isla se dirigieron al centro de la ciudad,
rumbo a la taberna, para comer por primera vez en meses
una comida decente, beber, divertirse, olvidar y dormir en
una cama cómoda.
-Te encargo a Liselot-le dijo Lodewijk a Linda.
-¿A dónde vas?-preguntó ella.
-A buscar a Jack-respondió él-: Liss lo necesita.
Sin embargo volvió una media hora después donde los
había dejado.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
621
-No está en New Providence desde la última vez-bufó.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
622
Capítulo 27: “Un Maquiavélico Plan”.
Nota de Autora:
Hola estimados, he calculado cuántos capítulos nos quedan
y, contando éste, faltarían 5 y un epílogo para el final. Se
perfila en el destino que La Leyenda del Holandés Errante
no seguirá pasando veranos sobre mi escritorio ni inviernos
dándome vueltas en el cerebro una y otra vez.
No tengo mucho más por contar. Así que os diré solamente
que el tema del capítulo es Ancha es Castilla, autoría de mi
banda favorita: Mägo de Oz. Cuidaos, que estéis bien.
Los tres hombres sintieron cómo un objeto caía al agua y
chapoteaba ruidosamente. A juzgar por la potencia del
sonido y por lo mucho que se había desestabilizado la nave
por su caída, había de ser un objeto muy grande y pesado.
El bajel forcejeó en vano por seguir la corriente, o al menos
el camino que inercialmente había trazado, y lentamente se
detuvo atado al punto de caída del objeto.
Se detuvo… el ancla había caído… habían llegado a algún
puerto, habían hecho lo que jamás pensaron que volverían a
hacer: pisar tierra. Eran noticias fabulosas y alentadoras,
que hubiesen llenado de júbilo cualquier corazón. Sin
embargo ellos ni siquiera se dirigieron la mirada, parecían
ni siquiera haber percibido que el barco había tocado
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
623
puerto. Dos de ellos, quienes tenían los ojos cerrados,
permanecieron con los ojos cerrados, uno al parecer
durmiendo sin dar señales de vida, y el otro despierto,
escrutando cada rincón de su envenenada alma y sus
pérfidos pensamientos, vacíos de sentimiento alguno. El
tercero permaneció con la vista clavada en la pared de
madera carcomida y putrefacta, revisando cada milímetro
en la lejanía de aquel muro que se clavaba en cada rincón
de su memoria y consciencia, impidiéndole recordar nada
más.
Los tres habían perdido la noción del tiempo, ya no sabían
hacía cuánto estaban dentro de esa maldita celda al fondo
de un barco tan aborrecido en el pasado y que ahora se
tornaba en la única llave para la libertad, ya no recordaban
cuándo habían visto la luz del sol ni sentido la libertad por
última vez en sus vidas. Les parecía que habían nacido
entre esas tres rejas y aquella pútrida pared que delimitaba
el interior de la nave con el océano. Podía ser un día o
podían ser años, no tenía sentido recordarlo. Tampoco
había memoria alguna de cuándo habían navegado con su
tripulación por última vez, al servicio de Liselot.
¡Ah, Liselot! ¡Qué nombre más odiado! ¡Lo aborrecían!
Darían todo lo que estuviese a su alcance con tal de
vengarse de la odiada muchacha. Aquella maldita capitana
que les había puesto en semejante trance. ¡Todo por su
culpa, su maldita culpa! Ella era la culpable de que ellos
estuviesen en el barco de su mayor enemigo, su principal
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
624
némesis. Ella era la culpable de que hubiesen tenido que
tratar por primera vez con aquel hombre. Ella era la
culpable de que estuviesen en esa situación, si ella no
hubiese apretado ese maldito botón hace casi cuatro años
no vivirían ahora el sueño del loco, no vivirían encerrados
en su mundo sin poder escapar. ¡Qué darían por vengarse!
¡Qué darían por acabarla!
Por su culpa ya no sabían qué día era, ya no tenía sentido
contabilizar las horas. Por su culpa habían perdido el
sentido de la orientación, ya eran simples trastos
transportados por una voluntad superior de un lugar a otro
sin siquiera saber dónde estaban. Por su culpa ahora todo
carecía de sentido, todo era un rotundo y simple sinsentido
y no había significado para sus vidas. El único sentido era
acabarla.
Su carcelero había sido astuto: les había retenido y en
condiciones de vida paupérrimas, lo suficiente como para
que guardaran un profundo resentimiento y rencor hacia
Liselot por ponerles en semejante situación, pero pese al
gran odio que les guardaba –el cual era recíproco, eso es
innegable- les había proveído de mejor alimentación y
había suplido sus necesidades básicas bastante mejor en
comparación para con otros de sus prisioneros… lo
suficiente como para comprometerles a obedecerlo. Era un
hombre impaciente, pero por sobre eso era maquiavélico:
cuando valía la pena, era capaz de esperar. Y en esta
ocasión la espera había merecido indudablemente la pena.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
625
¡Qué vergüenza! ¡Ellos cayendo como vulgares seguidores
del enemigo! ¡Cómo se reiría él al oírlos aceptar sus
pérfidos términos! Pero ya no podían más, ya no podían
soportar, no, no podían, la sed de venganza bebía de sus
labios azuzada por el más negro odio.
Se sintieron pasos bajar por los escalones, desearon de todo
corazón que quienquiera que estuviera bajando por ahí
cayese directo a la otra cubierta y se quebrase ojalá el
cerebro.
-No estoy dispuesto a pagarte aún: no has cumplido con tu
parte del trato-dijo una aplomada voz masculina.
-¡Maldita escoria! Cuando digo que vas a pagarme es
porque lo harás-bramó una voz con fuerte acento francés
que ya les era bastante conocida luego de esas semanas-: lo
que hay adentro es muy valioso, ¡¿me entiendes?! Y si no
quieres pagarlo, perfecto, no lo hagas, pero los mataré y
será tu perdición-le amenazó iracundo.
La otra voz guardó silencio prudencialmente, al parecer
conocía a la perfección el carácter irascible de su
interlocutor.
-¡Vaya, Nau! ¡Nunca me dijiste que la sorpresa era tan
maravillosa!-exclamó la voz-. ¡Qué gusto verle, señor
Misdorp!-saludó con ironía al único que tenía los ojos
abiertos de los tres rehenes.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
626
El hombre se quitó lentamente la mano de la frente y miró
de reojo a quien antes fuera su jefe, sopesando que
encontrarlo en semejante situación era mucho más que una
coincidencia del destino.
-Señor Sheefnek-saludó inclinando ligeramente la cabeza.
-Coronel Sheefnek, al servicio de la East India Trading
Company, para ser más exactos-corrigió el aludido,
disfrutando como siempre de vanagloriarse frente a otros.
-Coronel-se corrigió el señor Misdrop.
-Tenías razón, Nau… toma lo que necesites, a estos me los
llevo yo-dijo Sheefnek.
No pasaron muchos minutos hasta que los tres recién
llegados bajaron por el muelle sentados –en calidad de
prisioneros de Sheefnek, por supuesto- en un elegante
carruaje, propiedad de este último.
-Diga, señor Misdrop, ¿qué haría usted por su libertad?
Debe ser agotador ser siempre el rehén y esclavo de todos,
he oído que Nau no atiende muy bien a sus huéspedes…-
dijo Sheefnek con fría y bien calculada ironía.
-Le responderé con otra pregunta, mi Coronel: ¿de qué le
sirve un rencoroso prisionero si puede tener a un fiel
sirviente?-retrucó Misdrop.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
627
-De nada, por supuesto-respondió agria y rápidamente su
interlocutor-. Y acá tengo tres… un triple gasto inútil de
alimentación y vigilancia… uno que podrían pagar con sus
servicios-.
-Pues, estamos a su entero servicio, Coronel-respondió
Misdrop.
El tiempo siguió transcurriendo y pronto se cumplió un mes
de la llegada de los tres hombres que antes habían servido a
bordo del HMNLS Evertsen, quienes ahora se
desempeñaban como secretarios de alta confianza del
Coronel Sheefnek –quien les había dado el cargo más por
saber lo eficientes e inteligentes que eran que por confiar
realmente en aquellos que una vez, hace cuatro años, se
habían amotinado en su contra sin siquiera dudarlo-.
La puerta del despacho, en el centro de la recién formada
colonia, fue golpeada con celeridad y el señor Misdrop en
persona fue quien abrió, permitiendo el paso al recién
llegado, quien sin siquiera saludar se adentró en la oficina
de Sheefnek.
-Señor, ¿qué le trae por acá?-preguntó Sheefnek con esa
falsa careta amable suya.
-Coronel, vengo a dar aviso de que mi barco ha regresado al
muelle, Dios sabe cómo, con la tripulación casi intacta-dijo
el hombre apenas deteniéndose para respirar.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
628
-¡Vaya! ¿Y a dónde fue “The Ocean Angel” a dar un
paseo?-preguntó Sheefnek burlonamente, soltando una
risita absurda.
-No importa a dónde, sino con quién, Coronel-rebatió el
hombre secamente, ganándose que Sheefnek enarcara una
ceja-. ¡Piratas, Coronel, piratas! El barco regresó, la
tripulación podría decirse que también, pero la mercancía
desapareció sepa Dios dónde-.
-Lo importante es que The Ocean Angel regresó, ahora
¿qué quiere que hagamos nosotros?-preguntó Sheefnek
demostrándole que poco y nada tenía que ver en el asunto.
-¿Cómo que qué quiero? Pues, que busquen mi mercancía,
era seda pura ¡valiosísima! ¡Y fuegos de artificio! Y que los
recuperen. Por lo pronto me gustaría recibir indemnización
por parte de la East India Trading Company, pues fueron
ustedes quienes colocaron esa tripulación incompetente a
transportar mi mercancía. Y me gustaría que en lo sucesivo,
pusieran a mi servicio a una tripulación realmente
competente, pues acabo de concluir mi última producción
que está lista para la venta-exclamó furioso el mercader.
-Comprendo-respondió Sheefnek con envidiable aplomo-.
Veremos qué podemos hacer al respecto-completó
señalando que la cita había llegado a su fin.
Sin despedirse siquiera, el mercader salió por donde había
llegado. Si no hubiese caminado con la vista nublada por la
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
629
furia, hubiese visto que otro hombre, más apesadumbrado –
y amable, por lo demás- entraba en el despacho del
Coronel.
-Buenas tardes, caballeros-saludó apenas Misdrop le abrió
la puerta-, ¿está el Coronel Sheefnek?-preguntó, siendo
conducido de inmediato a la mentada oficina.
-Capitán Jones-saludó Sheefnek sin siquiera levantar la
cabeza.
El capitán de The Queen of Sea emergió de las sombras y
se quitó el sombrero en señal de respeto, procediendo a
contar toda su aventura con la capitana Liselot. Sheefnek le
escuchó con vivo interés hasta que juzgó que era el minuto
preciso para interrumpir.
-Usted dijo que transportaba café, oro y caña de azúcar-
afirmó, atemorizando al hombre que se castigó por haberse
ido de la lengua-. ¿Acaso la East India Trading Company le
autorizó para comerciar esos productos en Escandinavia?-
aguijoneó-. No tengo papeles que lo prueben-dijo fingiendo
que revisaba en su escritorio.
-Coronel, usted tiene razón. Sin embargo, no pido que se
me reembolse lo que conseguí en el Caribe: quiero que me
indemnicen por mi producción de seda que en esos
momentos también transportaba… jamás creí que la
encontrarían con lo protegida que la tenía-exclamó.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
630
-Así es la capitana Van der Decken, capitán Jones-concedió
Sheefnek escupiendo con particular odio la palabra
“capitana”-. Por sus actos ilegales, de piratería-puso
especial énfasis en esa palabra, consiguiendo amedrentar a
su interlocutor-, le propongo que pierda su producción esta
vez… a menos que por quejarse demasiado quiera ir a dar a
prisión-propuso.
-Es usted muy amable, Coronel Sheefnek-contestó Jones,
cerrando el trato.
-A su servicio-sonrió Sheefnek sínicamente, indicándole
que era hora de irse.
Cuando salió a la calle aún se sorprendía de lo amables que
eran los secretarios del Coronel –por sentado, más gentiles
que este último- al invitarle a beber esa noche. Y aquella
noche se sorprendió aún más al salir de la secretísima
taberna al oír de boca de esos tres estrafalarios hombres -a
quienes ni siquiera recordaba- que le proponían el brillante
negocio de que el dueño de la seda que se había perdido a
bordo de The Ocean Angel le diese la autorización de
vender su más reciente producción –y obviamente le
facilitara la nave, pues la suya estaba hecha un desastre en
el fondo del Caribe-. Era un negocio brillante del cual todos
sin duda saldrían ganando… ellos eran tan gentiles… No le
sorprendió aceptar por supuesto… Y no le sorprendió
tampoco reunirse de forma clandestina varios meses
después con el señor Misdrop a orillas del mar una noche,
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
631
que éste le entregase unas cartas de navegación y le dijera
antes de subir a bordo de The Ocean Angel:
-Tenga cuidado en Marruecos, se dice que la capitana Van
der Decken busca a su hermana perdida en esas costas. Si la
avista, regrese de inmediato-.
Las noches de New Providence no eran aburridas,
definitivamente no lo serían jamás. Eso pensaba la capitana
Liselot Van der Decken acompañada por su fiel tripulación
en la taberna a la cual Jack Rackham les había llevado la
primera vez que habían pisado la autodenominada
República Pirata. Bebió suavemente de su botella de ron.
Corría mayo de 1719, dos meses después de las diversas
tragedias vividas en su fallido intento de recuperar a su
hermana menor. La tripulación curada de los traumas
experimentados en aquel tiempo había derrotado al
nerviosismo y al cotilleo, motivo por el cual volvía a ser
silenciosa como de costumbre.
La música sonaba fuerte, las risas retumbaban, las apuestas
y maldiciones afloraban en cada rincón y, por supuesto, ahí
estaba la principal entretención de Liselot: las estruendosas
conversaciones ajenas, listas y dispuestas para ser
escuchadas y repetidas. Dio un nuevo sorbo a su botella y
prestó atención a unos marineros que se decía acababan de
llegar de lejanas tierras circundantes al Mediterráneo.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
632
-¿Has oído la nueva?-le preguntó uno de los recién llegados
a un amigo que había permanecido todo el tiempo en New
Providence.
-¿Qué nueva voy a oír entre mar y mar?-le espetó el otro.
-Ha reaparecido la hermana de la Holandesa Errante-dijo el
recién llegado, mientras el otro se atragantaba sin saber si
era por la sorpresa o el terror, sin embargo alrededor nadie
se envaró tanto como Liselot.
-¿Dos Van der Decken?-preguntó el otro aterrorizado
apenas pudo articular palabra, causando una estruendosa
risa en su interlocutor-. ¡Que el Cielo nos ampare! ¡Esto es
el Armagedón!-exclamó, ofendiendo un tanto a Liselot y
causando más risas en el otro-. ¿Y cómo supiste la noticia?-
preguntó cuando pudo calmarse un poco.
-Es lo que se cuenta en Libia… y en todas las costas, cada
puerto donde recalamos en Europa y África se narra la
misma historia: Ivanna Van der Decken, la dichosa
hermana de la gloriosa Liselot, Holandesa Errante,
consiguió liberarse de las mazmorras del tal Sheefnek, un
maldito desgraciado que la tuvo como rehén y tendrá que
vérselas con la maldición que pesa desde ya sobre él,
cortesía de la Holandesa Errante-dijo dándose aires de
importancia y, sin saber, que detrás suyo Liselot hubiese
estado dando saltos y gritos de alegría de no haber sido
firmemente afirmada por Lodewijk, quien velaba que ella
no hiciera nada estúpido.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
633
-¿Y qué sigue?-preguntó el oyente de la historia tratando de
pensar en cualquier cosa menos la maldición que pesaría
sobre Sheefnek.
-Pues, muchacho apurón, la tal Ivanna está en Marruecos,
¿dónde creías que iba a estar? Luego de liberarse de
Sheefnek volvió con sus antiguos compañeros los
Bereberes y espera en las costas todas las noches que
aparezca su hermana… algunos dicen que ella ya va de
camino-terminó el otro.
Los marineros brindaron y siguieron platicando, esta vez de
otros temas que no interesaron en lo más mínimo a Liselot.
La muchacha volteó en cámara lenta, sin poder aún
procesar lo dichosa que se sentía: su hermana era libre,
estaba a salvo y esperaba por ella.
-¿Oíste, Lowie?-preguntó alborozada, casi a chillidos. El
muchacho arqueó una ceja, dándole a entender que había
escuchado lo mismo que ella-. Ivanna es libre-repitió sin
poderlo creer, ganándose una sonrisa de su interlocutor-.
¡Venga! ¡Hay trabajo que hacer!-dijo justo antes de ponerse
en pie y salir corriendo.
Agradeciendo que aún no comenzaba la temporada de
huracanes de aquel año, atravesaron el Caribe como en
enero y, al cabo de once días exactos, estaban en el
principal puerto habilitado por la East India Trading
Company en las costas de Marruecos, país gobernado en
aquellos momentos por una dinastía autóctona, la cual se
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
634
encargaba de preservar sus estrafalarias y exóticas
costumbres pese a la presencia de los comerciantes
extranjeros.
Así fue cómo la mañana de un 13 de mayo de 1719, pese a
que ningún libro de historia lo diga, Liselot Van der
Decken desembarcó en Marruecos.
-Tengo hambre, Lowie, vamos a la taberna-propuso la
muchacha luego de pagar al barquero que los había
transportado desde el lugar donde habían dejado el Evertsen
hasta la orilla.
-¿No crees que es mejor buscar a Ivanna?-preguntó el chico
con un dejo de ironía.
Liselot se cubrió los ojos del lacerante sol y volteó a mirar a
su amigo.
-Dicen que ella espera de noche-se burló, remarcando las
palabras “de noche”.
Lodewijk iba a replicar que dudosamente a Ivanna le daría
el valor para pasar la noche ahí a la intemperie, pero optó
por decir:
-Fuere como fuere, las tabernas son buen lugar para
encontrar información-aunque nadie supo si ironizaba o no.
Salieron doblemente desilusionados del establecimiento: no
había pista alguna de Ivanna y la comida no les había
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
635
gustado en lo absoluto… sin embargo era mejor eso que
nada…
Así que dedicaron toda su mañana a buscar a Ivanna
guiados por el intrépido Lodewijk, a quien le importaba un
pimiento llamar la atención y ser atacado en semejante
lugar. Apenas dos horas después del mediodía llegó una
gloriosa caravana de los Hombres Azules a través de las
dunas de arena y entró en la ciudadela que parecía
construida sobre torreones y cimientos del mismo material,
formando fabulosos y simétricos arcos que se desprendían
desde las figuras geométricas del piso de cerámica hacia el
límpido y brillante cielo azul.
Fueron con ellos y gracias a su líder supieron que Ivanna
estaba en Arabia –lugar en el que estarían en menos de dos
días-. No bien se despidieron del buen hombre –quien
recordaba con mucho cariño a la hermana de Liselot- les
pareció ver a un hombre que portaba la enseña de la East
India Trading Company y decidieron que, antes de que esos
comerciantes buenos para nada comenzaran a hacer
preguntas fuera de foco, lo mejor que podían hacer era
regresar al Evertsen y partir rumbo a Arabia.
Una vez a bordo de su querida nave levaron las anclas y
pusieron proa a Arabia.
-¿Cómo piensas entrar en Arabia?-preguntó Lodewijk a
Liselot mientras dirigían el curso del bajel. Al notar que
ella no comprendía la pregunta, volteó los ojos y repitió-.
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636
Puede que hayas conseguido entrar así en Marruecos, pero
en Arabia no estarán los Bereberes para ayudarte.
-Pues, tendremos que camuflarnos-respondió ella como si
fuese lo más obvio y fácil del mundo.
-¿Y cómo?-preguntó Lodewijk secamente.
Y, a medida que su amiga le respondía, el muchacho
pensaba cada vez más y más que era la idea más absurda
que jamás hubiese escuchado. Revoleó los ojos fastidiado
ante semejante plan, pero de ese acto de burla pudo sacar
algo en limpio.
-¡Ey, Liss! ¿Ves lo que yo veo?-preguntó a medio reír.
La muchacha siguió hablando de su plan en espacio de unos
segundos, hasta que su cerebro cayó en la cuenta de que ese
no era el tema de conversación del momento y miró en la
pantalla.
-Lowie, ese es el barco en el que me sacaste de Londres-
dijo ella pasmada, preguntándose qué rayos hacía ese barco
ahí.
A bordo de The Ocean Angel el capitán Jones vio con
espanto cómo, a través de la delgada línea del horizonte,
aparecía el Evertsen. Había sentido que como conocía a la
capitana Van der Decken no sentiría miedo de navegar las
mismas aguas que ella merodeaba: conocía sus tácticas y
sabía que saldría ileso. Sin embargo, la realidad era muy
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
637
diferente: no sentía miedo, sino pavor. Ordenó huir a todo
lo que diera la nave, no podía caer en esas manos otra vez.
-¿Qué esperas? ¡Toma la nave!-exclamó Lodewijk a su
amiga, preparando de antemano sus armas.
-Los seguiremos y los llevaremos a Libia-dijo ella.
El plan sonaba descabellado, pero al llegar a la costa libia el
capitán Jones huiría, no le quedaba otra opción sino esa.
Y así fue, al caer la noche, el capitán Jones vio una delgada
franja de tierra aparecer en el horizonte, engrosándose cada
vez más y, en menos de media hora, ya estaba en tierra. Era
un sitio apartado –no mucho, apenas unas millas- de la
ciudad más cercana, pero le dio igual. Ordenó abandonar la
nave y dejó ahí, sin más, los productos que la East India
Trading Company enviaba a la jurisdicción del Coronel
Sheefnek a modo de paga por la seda que acababa de
comerciar.
Un par de horas después, luego de hostigosa persecución, la
capitana Van der Decken –acompañada por Lodewijk,
quien estaba seguro de que nunca más la dejaría sola a
bordo de un barco ajeno- y una porción de su tripulación
abordaron The Ocean Angel, topándose con la agradable
sorpresa de que en las bodegas recién cargadas estaban
todos los implementos que necesitaban para adentrarse sin
problemas en el mundo islámico.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
638
Navegaron a bordo de la nave cuatro noches durante las
cuales surcaron las costas egipcias –incluso remontaron un
río de dicho país hacia el sur para poder cruzar rumbo a
Arabia- y, a la cuarta mañana, los paradisiacos muros del
primer puerto árabe aparecieron frente a sus ojos. La
blancura de la arena era fascinante, parecía brillar como un
segundo sol a la potente luz del Astro Rey que hacía hervir
todo a su paso. Como en un pequeño oasis de un par de
escuálidos pastos de un verde fuerte y rebosante de vida se
erguían varias palmeras, que rodeaban la ciudad,
alimentadas por la vitalidad de una fuente natural de agua
en torno a la cual se reunían varias especies de animales y
plantas –incluidos los dátiles, base de la comida de la zona-.
Las puertas de la ciudad –la cual se situaba en una punta de
la costa- estaban abiertas de muro a muro y permitían a los
viajeros y navegantes presenciar las transitadas y coloridas
calles que guardaban esos muros de marfil delimitados en
arcos finamente delimitados con bellas figuras geométricas
y relieves del mismo material.
The Ocean Angel tocó grácilmente puerto en los muelles de
piedra y fue revisado de cabo a rabo por los guardias
árabes, quienes al no notar nada particularmente extraño –
excepto la presencia de varias mujeres a bordo, asunto que
les llamó en parte la atención, pero no hicieron alarde- les
dieron pase libre para comerciar sus productos en la ciudad.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
639
Bajo el pretexto de ser mercaderes que viajaban
acompañados por sus familias –explicando así la presencia
femenina a bordo de la nave- los tripulantes de la nave
desembarcaron y entraron en la ciudad, recorriendo sus
lujosos patios y corredores de cerámica negra con diseños -
especialmente cruces- en rojo y blanco enmarcados en las
construcciones y arcos de mármol puro.
Llegaron, con la mercancía marroquí al hombro, casi al
mediodía al mercado, es decir, la hora de mayor afluencia
de público. La gente que iba a por comida entraba en las
rústicas tabernas de piedra –las mujeres obviamente
acompañadas por sus maridos, pues no se les permitía
entrar solas en esos establecimientos- o se dirigía a los
puestos dedicados a las especias provenientes de las cuatro
puntas del reino y sus homólogos a lo largo y ancho del
Oriente Medio y el Sahara.
Se delimitaba el área de cada puesto con varas de madera a
modo de pilares y cadenas, entre los cuales se tendía paños
de vistosos colores, la mayoría de las veces transparentes.
Los mercaderes atendían en el suelo, sentados en mullidos
cojines de exóticos colores y diseños, de los cuales pendían
hebras de hilo, colocando la mercancía en paños similares.
Se acercaban y arrodillaban a comprar mujeres cubiertas
con burkas negras o velos coloridos que les cubrían el
cabello y el rostro, dejando a la vista sus sensuales ojos
delineados en kohl, a la par de hombres con turbantes en la
cabeza.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
640
Imitando a los otros comerciantes, e intentando ser lo más
respetuosos posibles para no llamar la atención, Liselot,
Lodewijk y su tripulación se dedicaron a vender toda la
tarde para no levantar sospechas –sería demasiado extraño
que gente que portara mercancía de buena calidad no la
vendiese- y conseguir el suficiente dinero para entrar en
alguna taberna.
Cuando cayó la noche y el mercado comenzaba a cerrarse,
entraron en el establecimiento más cercano. A Lodewijk no
le gustaba cómo miraban esos hombres a Liselot, nunca
podría gustarle que le miraran con esa combinación de
desprecio y lujuria, considerándola una mujer de dudosa ley
sólo por entrar a comer y servirse una copa. Tampoco podía
soportar verla vistiendo esa burka que cubría todo su
cabello y el cuerpo completo hasta los tobillos, dejando a la
vista sólo su rostro y manos, las cuales debía preocuparse
de guardar lo más posible para no llamar la atención de los
varones del recinto. Varias veces estuvo a punto de saltarle
encima a algún tipo que intentó propasarse con ella, sin
embargo su misma capitana se encargó de mantenerlo
tranquilo e insistirle que sólo debía preocuparles conseguir
rastro de Ivanna. Así que el muchacho se apresuró lo más
posible en recabar toda la información de la que fue capaz
al tiempo de que otro grupo gastaba todo el dinero
conseguido en provisiones. Grande fue su desilusión
cuando los lugareños les dijeron que Ivanna no estaba ahí; y
grande fue su sorpresa al enterarse de que ellos sabían
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
641
dónde estaba; y mayor aún fue su frustración al saber que
debían viajar al este, siempre al este, si todavía guardaban
alguna esperanza de encontrarla.
Pronto supieron que el viaje hasta ese momento era en vano
–excepto la optimista Liselot, quien se sentía feliz de al
menos tener una pista sobre el paradero de su hermana
menor-. No les quedaba sino obedecer las instrucciones, así
que esa misma noche abordaron nuevamente The Ocean
Angel y siguieron camino. Primero bordearon Arabia
Saudita por el Mar Rojo, luego entraron en territorio
marítimo yemení y cruzaron, al final de la Península
Arábiga, el Estrecho de Bab el Mandeb, el cual separaba
tierras Africanas de las Asiáticas. Fue una total ironía,
porque al salir a mar abierto, antes de llegar al Mar Arábigo
debieron pasar el Golfo de Adén y, por ende, Somalia, el
país al que la capitana Van der Decken había deseado ir en
tal medida para no medir el futuro desastre que causaría en
cientos de vidas. Luego de atravesar todo el Océano Índico
de oeste a este, diez días después de salir de Arabia, estaban
en destino bordeando las costas del Pacífico.
Apenas bien hubieron tocado puerto en el muelle, arribó un
hombre portando la enseña de la East India Trading
Company.
-Seáis quienes seáis vosotros, estáis bajo arresto-comenzó
al tiempo unos soldados se aproximaban a engrilletar a los
tripulantes del Evertsen-. Actúo en nombre del Coronel
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642
Dirck Sheefnek, quien está a cargo de esta jurisdicción de
la cual habéis robado este navío que estaba bajo pesquisa
desde hace semanas y haber traficado la paga que se le dio
a su antiguo capitán por la mercancía mediada por mi
Coronel, quien ha sufrido los principales perjuicios-.
Por desleal que suene, los marineros que estaban en las
últimas filas saltaron al mar y se perdieron en las inquietas
aguas y Lodewijk, en vista de que pronto vendrían a por él,
lanzó a Liselot al océano justo antes de que le ataran las
manos.
Tanto la capitana como los pocos marineros que salvaron
ilesos de la captura de la buscada nave –y su tripulación
falsa- buscaron a sus pares por espacio de cuatro días, en
los cuales no supieron nada de ellos.
La cuarta noche, en la taberna de puerto –un extraño antro
más clandestino que cualquier otro que la capitana Van der
Decken hubiese pisado en su vida, lo cual es mucho decir,
pues era regido por nativos, quienes no tenían derecho
alguno según los británicos a abrir su propio negocio- la
capitana se encontraba bebiendo uno de los licores
autóctonos de la zona y pensando fríamente en qué lugar de
la basta jurisdicción podían estar sus colegas prisioneros –
evitándose a sí misma pensar que quizá ya no estaban con
vida- cuando una persona muy conocida se sentó delante
suyo en la mesa y se dispuso a fumar pipa.
-¡¿Señor Misdrop?!-exclamó la muchacha.
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643
-Capitana-saludó el hombre de mirada triste.
La joven volvió a mirarle sin convencerse de que al menos
uno de sus tres tripulantes desaparecidos desde hace meses
había sido encontrado.
-¡Gracias a Dios le encuentro! Ha tenido sentido viajar para
encontrarle-exclamó.
-¿Encontrarme? No, capitana, merezco quedarme aquí-
respondió tristemente el hombre.
-¡Pero es un prisionero aquí!-se escandalizó la joven.
-Merezco serlo-respondió él, a lo cual la capitana le miró
sin comprender-: escuche, capitana, yo sé dónde están el
contramaestre y los demás.
-Lléveme ante ellos y le prometo que será libre, ni
Sheefnek ni Nau tendrán poder sobre usted si regresa al
Evertsen-le prometió ella.
-¡No, capitana! Usted no entiende…-se lamentó el hombre-.
Si sé dónde están ellos, es porque fueron capturados por mi
culpa… mía tanto como de Bakker y de Waas.
-¿Ellos están a salvo?-preguntó la capitana ilusionada.
-Sí, aunque no merecemos estarlo. Capitana, cuando Nau
nos trajo aquí sentíamos mucho rencor hacia usted y
aceptamos el primer trato que Sheefnek nos ofreció con tal
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
644
de no estar en prisión: queríamos poder para vengarnos de
usted por meternos en esta situación. Él nos puso a trabajar
de secretarios y, un día, hace casi más de un mes, llegó un
hombre quejándose de haber perdido su barco por su
culpa… ¿Recuerda usted al capitán Jones? Era él. Sin
embargo, Sheefnek se negó a reembolsarle el valor de lo
que transportaba. Hubiese parado ahí la situación si unos
minutos antes no hubiese estado otro comerciante en el
despacho diciendo que había recuperado su nave “The
Ocean Angel” la cual eso sí venía sin nada de su
producción –y tampoco el dinero: la nave había sido
atacada por piratas en Londres, quienes tomaron el barco
anduvieron unas millas, robaron los artículos y lo dejaron a
la deriva-. Decidimos que la mejor forma de vengarnos era
atraerla hasta acá para que el propio Sheefnek la ajusticiara:
acá es imposible escapar excepto si alguien pretende
ayudarla, pero con toda su tripulación tras las rejas es una
misión imposible.
Entonces esparcimos el rumor de que su hermana Ivanna
estaba en Marruecos: recuerde, sólo los miembros de la
tripulación del Evertsen supimos de boca de Rackham,
quien jamás lo diría a otra persona, que su hermana había
trabajado con los Bereberes… sólo uno de nosotros podía
esparcir el rumor de que ella había vuelto con ellos-dijo
enfatizando las últimas palabras-. Sabíamos que era el
único anzuelo que la atraería hasta aquí. Y, calculando que
la noticia se supiera en New Providence y que usted ya
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
645
viniese de camino, le pedimos a Jones que fuera hasta
Marruecos.
Sabíamos que la única forma de culparla era que la
cogiesen in fraganti en algo. ¿Qué mejor que a bordo de un
barco que ha saqueado dos veces, el cual había estado
capitaneado por un hombre que fue derrotado por usted dos
veces y con mercadería de uno de los más importantes
Coroneles de la Compañía Británica? Pues, sin duda, nada.
La idea era que usted viese el barco y que le dijesen que
Ivanna estaba en Arabia, rumor que también esparcimos a
su debido tiempo, al igual que ella estaba hacia el este…
necesitaría camuflarse y un barco como este sería mucho
mejor que el Evertsen para estos fines. Usted tomaría el
barco y nosotros, calculando eso, daríamos aviso al Coronel
Sheefnek que la nave estaba desaparecida. Entonces
redoblarían la vigilancia hasta encontrarla, pues
transportaba fina seda, un producto que a él le importa
muchísimo. Y, con la vigilancia redoblada, aparecería usted
en la rada siguiendo el rumor… y sería juzgada-concluyó el
insensible señor Misdrop.
Liselot, pese a estar acostumbrada al juego de quien
traiciona mejor a quien, estaba anonadada.
-¿Y qué le hace ahora arrepentirse?-preguntó.
-Vi las horribles torturas a las que sometieron a mis
compañeros en prisión: yo quería castigarla a usted, no a
ellos… pero ustedes por separado no son nada-contestó.
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646
-¿Cómo sé que puedo confiar en usted?-preguntó Lodewijk
al interior de la celda tras oír la historia.
-Es la única forma de huir de aquí-le contestó Misdrop
abriendo la reja.
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647
Capítulo 28: “Alianza”.
Nota de Autora:
Hola gente, estoy asustada: me quedan pocos capítulos por
escribir, pero me queda menos tiempo aún… ¡Dios! ¡Si
tuviera que dejar uno o dos capítulos pendientes hasta el
próximo verano me sentiría fatal! Así que prefiero escribir
todo lo que pueda escribir y no rellenar con notas inútiles
que sólo una persona lee… Pues en este capítulo entra un
personaje que tendrá una gran trascendencia en el final, de
hecho, en parte, es ella quien provoca que las cosas vayan a
terminar de cierto modo.
Pues, en honor a ella –sí, es mujer; y sí, vivió en la vida
real- el tema de capítulo es el tema principal del videojuego
“Assassin’s Creed IV”, que no tengo una maldita idea de
qué se trata, sólo sé que ella fue ocupada como un
personaje y que la música es realmente buenísima. De más
está decir que yo no lo compuse, su autor es Brian Tyler, a
quien hoy gritamos ¡Larga Vida!
La noche del dos de septiembre los tripulantes del HMNLS
Evertsen tocaban puerto al fin en el único trozo de tierra al
que podían llamar con toda confianza hogar. Al fin todas
las penurias habían desaparecido, los temores habían
acabado. Por fin, al fin, en casa otra vez. La brisa húmeda
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
648
de finales del verano salió a recibirlos en la cara. ¡Se sentía
tan bien regresar a New Providence otra vez!
Caminaron por sus calles sintiendo por primera vez en
meses que les era permitido dejar el Evertsen en un muelle
sin correr riesgo de ser tomados en prisión ni de tener que
regresar corriendo a la nave.
Luego de que el señor Misdrop liberara de la cárcel a la
tripulación de Liselot –incluido el Contramaestre- les
condujo a las afueras de la ciudad, donde les dio un mapa,
provisiones y dinero suficiente –lo había obtenido tras
vender la mercancía que ellos habían traído de Marruecos-
para regresar a la seguridad del Evertsen. Sin embargo, no
todo era tan maravilloso como sonaba: habrían de hacer la
travesía a pie, pues las costas del continente estaban
firmemente resguardadas y apenas les viesen serían
capturados de nueva cuenta. Tardaron dos meses –hasta el
01 de agosto de 1719- atravesar todo el continente asiático,
pasar la zona norte de la Península Arábiga y recorrer de
este a oeste el Desierto del Sahara por completo –con ayuda
de los gentiles Bereberes, por supuesto- y llegar a la costa
de Marruecos donde les esperaba, entre las dunas lejanas al
Puerto, el HMNLS Evertsen.
Apenas pusieron un pie en cubierta los tripulantes
intercambiaron noticias con sus compañeros que habían
estado a bordo y cargo de la nave durante todo ese largo
tiempo –quienes, de paso sea dicho, llegaron a pensar que
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
649
nunca más se volverían a ver-. Ese mismo día pusieron proa
de regreso a New Providence, con fin de olvidar sus
fugaces aventuras –que causaban una profunda frustración
en Liselot, quien ante la preocupación de su gente se pasaba
las horas o en la Cabina de Mando en el timón o frente a
una mesa clavando y desclavando su daga, una y otra vez,
con la vista fija en la hoja reluciente y rechinando los
dientes de tensión-.
Sin embargo, el destino no se los iba a dar tan fácil.
Consiguieron salir de la costa marroquí y atravesar el
Océano Atlántico sin ningún problema, pero al entrar en el
Caribe los había tomado un huracán fortísimo que por poco
hizo zozobrar la nave. Semejante mal tiempo ralentizó un
viaje que tardaría apenas sí doce días a un lapso de un mes.
Gran parte de las islas del idílico Caribe estaban en ruinas y
las Bahamas, con la República Pirata incluida, no eran la
excepción en lo absoluto.
De aquí para allá se veía gente transportando bloques de
adobe y limpiando las destrozadas calles. Los filibusteros
apenas bajaban de su nave partían en ayuda para reconstruir
su querido refugio, desde las tabernas que tanto amaban y
frecuentaban al grado de considerar inconcebible la vida en
New Providence sin ellas hasta la casa de aquella mujer que
acababan de ver sin saber por qué sus ojos se habían posado
en ella. Y luego, cuando transportaban suficientes adobes y
palos de madera, y los dejaban a medio clavetear para que
llegara otro a seguir la labor sin terminar, partían de regreso
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650
al navío en el cual acababan de llegar y bajaban, con ayuda
de otro, sendos cofres en los que traían su botín. Dejaban en
el suelo el cofre y lo abrían permitiendo que el gentío se
llevara las ropas y los alimentos que habían obtenido de su
mal oficio.
En ese terrible escenario vieron venir corriendo a un
muchacho, un poco menor que Liselot, quizá de unos
diecisiete años, con una enorme sonrisa.
-¡Liss!-exclamó alborozado apenas impactó contra ella en
un fuerte abrazo.
-¡¿Rembrandt?!-exclamó ella apartándolo para verlo mejor
y luego devolviéndole el abrazo.
A través del hombro de Liselot el muchacho miró feliz a
Lodewijk y le guiñó un ojo a modo de saludo. Lodewijk se
limitó a tocarse la base de la cresta de gallo como si fuese
un sombrero. Rembrandt era un tipo un tanto extraño y le
tenía cierto recelo –nunca había sabido muy bien con qué
ojos lo miraba el muchacho y era un tema complicado para
él-, sin embargo, como férreo creyente en la libertad que
era no podía evitar cierta simpatía por el joven y quizá un
instinto por protegerlo… en gran medida le recordaba a
Aloin y aún sentía que le debía algo por haberlo utilizado
tanto y luego haberlo dejado morir sin más.
Rembrandt había nacido en Holanda –claro está, en el siglo
XVIII- y, como había quedado huérfano muy pequeño, se
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651
había visto en la obligación de conseguirse el pan de cada
día él solo –no siempre por buenos medios-. Un día la
policía vecinal lo había encontrado robando. La condena
había sido la horca. Cada vez que contaba la historia
coincidía en ese momento al decir que no recordaba cómo
había huido de las Provincias Unidas pues se encontraba
helado del miedo y apenas coordinaba sus actos, aunque
todos pensaban que sencillamente no quería dar a conocer
su secreto, algo por lo cual no se atrevían a culparlo. Como
todo proscrito y fugitivo de la ley, había sido bien recibido
en New Providence y, unos años atrás, había conocido a
Liselot y a Lodewijk, quienes al ser de los pocos
holandeses en la isla, se habían identificado de inmediato
con él, haciendo buenas migas.
-¡Te tengo una buena noticia, Liss!-exclamó Rembrandt.
-¿De qué se trata?-preguntó ella feliz de que al menos
hubiese alguna buena nueva en esa isla destruida. Lodewijk
se limitó a enarcar irónicamente una ceja.
-Hay una boda-comentó el chico.
-¿Sí? ¿Y quién se casa?-preguntó ella con genuina
curiosidad. Su única respuesta fue el silencio y que las
mejillas de Rembrandt enrojecieran aún más que lo que ya
estaban tras la carrera a través de toda la isla-. ¡Oh, Dios
mío!-exclamó Liselot comprendiendo todo-. Con… con…-
intentó continuar, pero la felicidad adormilaba a su
memoria de por sí mala.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
652
-Con William-respondió Rembrandt sin siquiera levantar la
vista.
-¡Oh, Dios mío!-volvió a exclamar Liselot y, tras dudar un
poco, le dio un abrazo bien apretado al tiempo que le decía-
: ¡Felicidades!
Cuando se separaron, Lodewijk y Rembrandt quedaron
viéndose frente a frente. Lodewijk, por no ser descortés, le
tendió la mano:
-Felicidades-dijo.
Sintió el apriete de la mano de Rembrandt. Trémulo,
nervioso, escurridizo, sudoroso. Le recordó a la candidez de
Aloin… como siempre. Separó el contacto y, antes de que
el muchacho entendiera por qué y qué sucedía, le abrazó
con todas sus fuerzas, creyendo que en ese abrazo pedía
perdón a Aloin. Nunca había sentido interés ni por Aloin ni
por Rembrandt, para él sólo eran amigos que, cuando se
daba cuenta de lo entrañables e importantes que se tornaban
en su vida, lo abandonaban. ¿Algún día le sucedería así con
toda la tripulación del Evertsen? Prefirió no pensarlo. Ellos
no eran amigos, eran familia. Era su última oportunidad
para devolver el gesto que prejuiciosamente había negado
al muchacho… al menos la última sin una espada dirigida a
su cuello. Ambos se separaron sorprendidos. Liselot por
primera vez en semanas sonreía.
-¿Cuándo será?-preguntó.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
653
-Es… de hecho… en realidad tendría que estar ahora ahí-
dijo el muchacho tímidamente.
-¿Y qué haces aquí?-exclamó Lodewijk.
-Vi el Evertsen venir y salí corriendo… quiero que sean mis
testigos… ¿podrían?-preguntó aún más tímidamente que
antes.
Su única respuesta fue que dos personas se colgaron de sus
brazos y lo llevaron a viva fuerza hasta donde vivía el único
notario en la isla que no se impresionaría ni traumaría con
una boda de esa naturaleza.
Adentro les esperaba William. Un año atrás, Rembrandt se
había obsesionado férreamente con la idea de ser pirata, así
que se había enrolado con Jack Rackham. A bordo había
conocido a un marinero británico quince años mayor que él
y se habían enamorado perdidamente. El resultado estaba
ahora, con ambos firmando el reconocido contrato de
Matelotage, en el cual se comprometían a compartir sus
bienes, cuidar el uno del otro y pelear siempre juntos.
Cuando todos estaban en medio de la fiesta, ahogados de
borrachos, Liselot llegó a la lógica conclusión de que si
Rembrandt, tripulante del barco de Jack, estaba en New
Providence, el mismo Jack tenía que estar en la isla.
-¿Dónde está Jack?-le preguntó apenas le vio.
-Mejor ni hablar de él-respondió Rembrandt.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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-¿Por qué?-preguntó ella preocupada.
-Ha caído en desgracia-respondió el muchacho,
excusándose acto seguido para detener aquella charla.
Consciente de que bajo esas prerrogativas nadie le diría
palabra alguna sobre el paradero y la situación actual de
Jack, se decidió a salir, así que sin que ninguno de los
novios lo notara fue a buscar a Lodewijk y, con todo el
dolor de su alma porque de verdad quería quedarse en la
fiesta, pidió a su amigo que la acompañara.
-Además, la tripulación debe estar preocupada-dijo ella.
Lodewijk revoleó los ojos. No entendía por qué demonios
Liselot no se permitía ser por una vez en la vida, después de
todo, no se solucionaría nada encontrando a Jack, todas las
desgracias habían sido, eran y serían. ¿Por qué no
quedarse? Aún así, prefirió ir con ella antes de dejarla
marchar sola por las calles en ruinas con tanto marinero
loco suelo. Llegaron a la misma taberna de hace ya cuatro
años. El muchacho bufó fastidiado. Eso se estaba volviendo
rutina.
Liselot paseó la mirada por lo alto, intentando descubrir a
Jack entre la multitud sin verlo. Se sentó y, tras beber unos
sorbos, llevó su mano hasta el borde de la bota militar. Sus
dedos finos rozaron apenas el borde, mientras ella clavaba
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
655
la mirada en el canto de la desteñida mesa de madera
apenas claveteada. Sus dedos afirmaron algo frío y duro,
sin notarlo, jaló la pieza hacia arriba, descubriendo una
impecable hoja de plata. Clavó con todas sus fuerzas la hoja
en el borde de la mesa. Sin embargo nadie notó su cambio
de actitud. Todos reían, hablaban a gritos y por lo demás no
era la única que se dedicaba a eso en solitario. Desclavó
con todas sus fuerzas la hoja y volvió a clavarla en otra
parte de la punta. Volvió a desclavarla. Miró el filo
prolijamente afinado. Hizo puntería y arrojó la daga casi
con rabia. Volvió a sacarla. Se reclinó en la silla crujiente y
volvió a arrojar la pieza de plata una y otra vez. Lodewijk
la vio preocupado. La muchacha volvió a apoyarse en el
respaldo de la silla y miró la hoja de su daga
pensativamente, girándola sumida en sus cavilaciones.
Inspiró aire profundo. Echó un poco atrás el arma, afirmó la
empuñadura y con el dedo índice hizo puntería. Iba a
arrojarla cuando una mano más tosca que la suya la sujetó
firme pero tiernamente. Levantó la vista y vio a Lodewijk.
-Mira, Liss, ¿quién está ahí?-preguntó con un tono de voz
que evidenciaba que sabía de sobra quien estaba en el lugar
que señalaba.
Liselot agudizó la vista y a la tenue luz de las velas vio una
chaqueta de calicó cuyos colores se desgastaban por el uso
y por el barro captado durante todos esos días. Volteó la
cabeza alborozada a ver a Lodewijk y, guardando
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
656
definitivamente la daga, caminó hacia la otra mesa, seguida
de cerca por su amigo.
-¿Qué hay de nuevo?-preguntó alegremente sentándose
frente a Jack, quien dejó la botella en la mesa y levantó la
mirada yendo de hito en hito, quedándose completamente
mudo por un rato: eran demasiadas emociones para el
mismo día.
-¡Un capitán lejos de su barco! Esto es nuevo-exclamó
Lodewijk.
-Ya no me dedico a la navegación-dijo Jack, ganándose que
ambos muchachos se miraran entre sí pensando que eso no
tenía coherencia-. Obtuve el Perdón Real.
Gracias a Dios ni Liselot ni Lodewijk estaban bebiendo
nada, sino Jack hubiese recibido una ducha gratis.
-¡¿Y para qué quieres tú eso?!-le preguntó Lodewijk.
-Mejor dirás para quién-contestó Jack, yéndose de la lengua
sin poderlo evitar.
Ambos iban a estallar en burlas, sin embargo el semblante
triste y resignado del otrora pirata les cortó la inspiración.
-¿Qué pasó?-preguntó Liselot, siempre más dada a los
sentimentalismos.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
657
Entonces Jack procedió a narrar que el día 15 de mayo tocó
puerto en New Providence. Anochecía, así que como de
costumbre se dirigió a la taberna de siempre. Al entrar
había algo diferente, muy diferente. Pese a que las riñas en
ese lugar estaban a la orden del día, la de aquel día era más
encarnecida que de costumbre: era por una mujer.
Dos borrachos se disputaban el derecho de pasar la noche
con una mujer vestida de hombre. Pese a aquella apariencia
poco usual, notó que la mujer era una total belleza. Los
hombres seguían riñendo y la dama, sin dar previo aviso, se
levantó de la mesa en que ella había estado tranquilamente
bebiendo antes de que ellos se empecinaran en tenerla,
desenvainó una espada y, a sangre fría, acabó con ambos.
Varios ebrios y mujeres de mala vida se fueron en contra de
ella, arrepintiéndose en el acto.
Cuando los ánimos se calmaron, fue a sentarse junto a la
mujer. Decía llamarse Anne Bonny y era sencillamente
fascinante: de ademanes quizá un poco masculinos, gestos
rudos, habla vulgar, actitud ruda, mentalidad dada a la más
férrea e idílica libertad, y además de todo, sensual. Era
demasiado atrayente para ser cierto. Sin siquiera
proponérselo terminó por enamorarse de Anne. Pasaron los
meses y, entre sus idas y vueltas cada vez más breves para
verla más seguido, se enteró de que era casada con un
informante del Gobernador de New Providence, quien
estaba de viaje y hacía meses no volvía a casa, no sólo
desencantándola sino volviéndola alguien totalmente infiel.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
658
Una noche se decidió a instarla a abandonar a su marido
para irse con él, seguro de que no tenía cómo sacársela de
la cabeza. Grande fue su sorpresa cuando ella aceptó. Así
pasaron de ser simples amantes que compartían la alcoba a
ser enamorados declarados mutuamente.
Al día siguiente, Jack Rackham fue a casa del gobernador
de New Providence para conseguir el Perdón Real, seguro
de que de nada le servía dedicarse a la piratería si estaba
lejos de Anne. El gobernador sabía de cierto cómo Jack
había conseguido su nuevo barco… pero también sabía de
cierto que odiaba con toda su alma al capitán Vane, así que
se hizo el de la vista gorda y firmó el Perdón de Jack.
Junto con Anne habían decidido que apenas James –que ese
era el nombre del marido de la joven- pisara el puerto, Jack
se acercaría a hablar con él y le pagaría por un divorcio.
Dos días atrás James Bonny había regresado a casa y Jack
se había acercado a hablar con él, quien se había negado sin
dudarlo… y no sólo eso: había ido a hablar con el
gobernador de la isla en menos de unos minutos para
ponerlo al tanto de las infidelidades de las que había sido
perjuicio. De más está decir que Anne estaba condenada
para ser azotada en la plaza pública en dos días más, eso es
lo mínimo que le harían considerando el temperamento de
los lugareños.
-Estoy desesperado-confesó el hombre, sorprendiendo a
Liselot y a su amigo, quienes permanecieron en total
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
659
silencio-. Podría robarme un barco, sin embargo ese día
nadie asegura que alcancemos a llegar con vida a la orilla.
-De eso no te preocupes, nosotros nos hacemos cargo-dijo
Liselot sin mediar palabra con su gente-. Tú busca el barco
indicado y espéranos mañana a esta hora con tu tripulación
y Anne en la orilla. El resto lo hacemos nosotros.
Jack enarcó la ceja, consciente de que nada era gratuito.
-¿Por qué tanta benevolencia, capitana?-preguntó
agriamente.
Aquella respuesta ofendió a Liselot un poco, pues ambos
capitanes se habían mantenido siempre unidos en casos de
necesidad y no había precio por una amistad como esa.
-Somos amigos porque compartimos los enemigos-
respondió ella.
Tanto Lodewijk como Jack se sorprendieron por una
respuesta como esa. Si hubiese dicho sólo “Somos amigos”
hubiese sido lo que se esperaban, pero lo que había agregó
los sorprendía y en cierta forma los asustaba.
-Es bajo paga, ¿me equivoco?-preguntó Jack enarcando la
ceja, comprendiendo que nadie lo ayudaría por voluntad y
nada más.
-Ganancias compartidas, capitán Rackham-corrigió ella-:
somos enemigos jurados de la East India Trading Company
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
660
y de Nau, sería una deslealtad no tenderle la mano a quien
me defendió de ellos.
-¿Qué tienes ahora contra ellos?-preguntó Jack entre risas,
con genuina curiosidad por saber en qué lío estaba metida
la muchacha.
-Tienen a Ivanna-fue la escueta respuesta.
-¡Vaya, qué sorpresa! No lo sabía-fue la irónica
contestación por parte de su interlocutor.
-El Caribe es la zona donde ellos tienen puesto su principal
ojo comercial, y la zona en que tú y yo operamos. Mi plan
es destruirlos al grado de que no se vuelvan a parar-fue la
sorprendente respuesta.
Una parte del corazón de Lodewijk se hizo trizas al oír eso:
había llegado demasiado tarde para ayudar a su mejor
amiga… ella era cruel. Por su parte Jack jamás hubiese
pensado en oír algo así de una chica tan piadosa e inocente,
siempre dispuesta a ayudar y que nunca destruiría a nada o
a nadie.
-Para liberar al prisionero hay que romper los barrotes,
usted me lo dijo una vez, capitán Rackham-se defendió al
notar la dolida y anonadada mirada de sus amigos.
-Hay que volarlos en pedazos-le corrigió Jack, siendo
detenido por la mirada asesina que Lodewijk le clavó.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
661
-Ivanna es la prisionera de la East India Trading Company,
la liberaré… y para eso tengo que desbaratar su flota en el
Caribe y llegar hasta el Coronel Sheefnek… con ellos en el
suelo podré liberarla-dijo la joven.
-¿Qué ha pasado contigo, Liselot?-fue la pregunta de Jack.
La muchacha procedió a narrar sus más recientes aventuras
en Asia, sin poder evitar que el pirata notara el dolor que
anidaba en su voz ante la traición de sus antiguos
tripulantes y el dolor por no poder ayudar a su hermana, de
quien no sabía sino que estaba prisionera de la firme
telaraña de la East India Trading Company, la cual se tejía a
lo largo y ancho del mundo conocido, conduciéndola a
andar a tientas y decidir volar a toda la Compañía para
poder llegar a la raíz del problema.
-Comprendo… entonces el invencible HMNLS Evertsen
protege a mi nave tanto en su huida como en su travesía
clandestina, nos aliamos, somos una flota… y yo me hago
cargo de hincarle el diente a la Compañía de las Indias
Orientales hasta que no tengan qué vender… entonces
viene Sheefnek y se despide de la vida… no está mal…
acepto-dijo Jack Rackham.
-Nunca te arrepentirás-respondió ella sonriendo a todo lo
que da, sin saber lo equivocada que estaba.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
662
A la noche siguiente, antes de la madrugada, Jack Rackham
esperaba a Liselot y a su tripulación. De pronto los vio
aparecer.
-¡Anne!-exclamó.
Aunque ella fuese vestida como un hombre –y de hecho
completamente caracterizada como uno, al grado de que
nadie pensaría que era una mujer- la reconocería siempre.
Le agradeció a Liselot con la mirada por haberse atrevido a
buscarla en su casa –él ni que se le ocurriera podía
acercarse-. Los tripulantes del Evertsen se despidieron de
ambos y fueron hasta su nave, esperando que llegara la
tripulación de Jack. No pasaron muchos minutos hasta que
aparecieron los hombres de The Revenge y saludaron a su
capitán y a su segundo de a bordo –Jack y Anne habían ido
juntos a reclutar gente gracias a un plan que había tenido
Liselot para sacar a la joven de su casa al mediodía, por eso
la gente estaba acostumbrada a Boon-.
Abordaron The Revenge y ambos barcos zarparon sin
problemas. Entre ambos se dedicaron a hacer que la East
India Trading Company sudara frío con su presencia en
Cuba y México, pues pese a que Inglaterra y España eran
enemigos jurados desde tiempos inmemoriales, los
británicos se abastecían de productos de la zona gracias al
amistoso comercio entre los mercantes españoles y la
Compañía de las Indias Orientales.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
663
A finales del mes de noviembre de 1719, Anne anunció que
estaba embarazada y no tuvo más remedio que permanecer
con unos amigos que Jack había hecho en Cuba –nadie sabe
cómo había conseguido encontrar un puerto amigo en el
país al que más atacaba-. Sin embargo la criatura, una niña,
nació a los siete meses de gestación y para junio de 1720 la
Contramaestre Bonny volvía a subir a bordo de The
Ranger, cortada de tristeza de haber perdido a su hija y
consciente de que a bordo de la nave todos conocían a
causa de su desgracia la verdadera identidad de la segunda
al mando –a quien habían creído siempre un hombre-… lo
que no sabía era que se había ganado el total respeto de
aquellos caballeros de fortuna que la habían ayudado a
escapar de un terrible castigo en New Providence y que no
la defraudarían por nada en el mundo, ni a ella ni a su
capitán.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
664
Capítulo 29: “La Última Batalla de Jack Rackham”.
Nota de Autora:
¡Hola, gente! Segundo saludo que me pego hoy. La verdad,
esta nota quizá me salga más larga que las últimas. Pero es
que esta es la lista de quejas de una escritora de veranos -
¡Vaya definición!-. Es un poco frustrante matarme
escribiendo para terminar esta historia este verano y a la
vez escribir capítulos dignos de ser leídos –porque si es
sólo por terminar, pues, podría escribir capítulos de una
página y re malos, pero no es la idea- para recibir apenas
actualizo un voto de una estrella. ¿Qué sentido tiene dar
una estrella? ¿Decir que soy mala escribiendo? Pues, si es
por eso, quien la dio vendría pintando peor, porque ni
siquiera se da la lata de articular una opinión decente.
Pero en fin, no seguiré quejándome de vosotros, me quejaré
de mí. Sí, sé que el capítulo anterior es decepcionante –y en
gran medida-: luego de tanto bombo y platillo por la
aparición de Anne Bonny, ¡Y venga, que al final no tuvo ni
participación! Sin embargo, soy honesta cuando digo que
de ella y de su aparición dependerá el final, ella es quien
lleva los palillos ahora.
Pues, como curiosidad podría deciros que pensaba hacer de
la última media página del capítulo 28 un capítulo diferente
–sí, ese iba a ser mi capítulo 29-, pero descubrí que no tenía
nada para contar largo y tendido y que al final iba a ser
relleno y no hay tiempo para relleno –y aunque lo hubiera,
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
665
tampoco es la idea-, así que opté por reducirlo a la mínima
expresión e hice dos en uno.
Pues, esto ha sido la nota de autora del día de hoy. El tema
de capítulo es “Mi Nombre Será Leyenda” de la banda
Tierra Santa, espero que lo disfruten, es de verdad muy
importante para mí, porque me recuerda la época en que
empecé a escribir una historia. Pero no es sólo por ese
motivo, ni tampoco es porque calza a la perfección con lo
que quiero transmitir en este episodio. Sino que es un
tributo a Jack Rackham, personaje histórico que me fascina
y a quien espero haber plasmado lo mejor posible –ese es
otro motivo por la nula intervención de Anne Bonny: no sé
cómo plasmarla aquí a ella, aún no, por lo menos-. Pues
Jack se lleva en este capítulo todo el protagonismo. Para
mí, de verdad, él es una leyenda y una de culto.
Anne Bonny miró entre las brumas de la mañana una
bandera flamear en lo alto de un mástil. Era lo que faltaba,
sin duda, era lo que faltaba. Afirmó aún más la empuñadura
de la espada, la cual solía llevar desenvainada incluso a
bordo del barco. Miró la cubierta, la cual se encontraba
vacía a excepción de un par de borrachos que dormían la
mona de un mástil a otros, varios de ellos llegando a colgar
sus hamacas de un palo a otro. Dirigiendo el timón estaba
Mary Read, una muchacha inglesa que habían reclutado a
mediados de julio.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
666
-¿También lo viste?-preguntó Mary.
-Aye, Mark-contestó Anne con la mirada clavada en la
bandera británica que flameaba orgullosamente en lo alto
del mástil mayor de la otra nave-. Tendremos una asquerosa
visita de esos cerdos-anunció.
Y no estaba equivocada en lo absoluto. Allá, entre la bruma
otoñal de noviembre, una goleta de la Royal Navy acercaba
impertérrita hacia The Revenge. Los habían avistado. Los
hombres estaban preparados para la guerra.
Ambas mujeres disfrazadas de hombres barrieron con la
vista la cubierta de su barco para ver si estaban en iguales
condiciones de pelear. De inmediato supieron lo que tanto
se temían: no lo estaban ni siquiera por soñar. El escenario
a lo largo y ancho de la nave era patético. De seguro el
capitán del navío de guerra británico ya lo habría notado a
través de su catalejo y a esas horas serían el hazmerreír de
sus enemigos.
-Voy a hablar con Jack-dijo Anne.
Mary no contestó nada, sabía que cuando su amiga se
proponía algo, lo cumplía tarde o temprano. Se limitó a
desearle suerte con la mirada: sólo ella podría quitarle la
borrachera a su capitán esa mañana. Anne se puso de pie y
bajó el Castillo de Popa para luego ir hasta el camarote
principal, el único que miraba a la Cubierta Principal. Sin
siquiera golpear, entró.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
667
-¿En qué lío me he metido?-se preguntó Mary.
Sinceramente, si hubiese estado obligada a responderse esa
pregunta, no hubiese sabido cómo contestarla.
Su vida, hasta mediados de julio de ese año estaba escrita
de basta y sobra. Era hija ilegítima. Su madre, hasta antes
de que ella naciera, era una mujer casada con un marinero,
con quien pronto tendrían un retoño; sin embargo, la
criatura había muerto horas luego de nacer sin que su padre
–quien estaba en alta mar- ni nadie más llegase a saberlo.
Su madre, pasados los meses, se había vuelto a enamorar y
había nacido Mary. Para su gran alivio, nunca volvió a
saber de su desaparecido marido.
Sin embargo, pronto su fortuna comenzó a menguar. Así
que decidió viajar a Londres y hacer pasar a Mary por aquel
hijo que había tenido junto a su esposo e ir a probar fortuna
con la herencia que pronto dejaría su veterana suegra. La
anciana, feliz de que tenía un nieto –y más aún de saber que
era precisamente un varón- se comprometió a darles una
suma semanal para hacerles la vida más llevadera.
Lamentablemente, aquella situación de mediana bonanza
no duró mucho tiempo y cuando Mary –que para ese
entonces se hacía llamar Mark- tenía trece años de edad, su
abuela paterna murió. La joven, más acostumbrada a la
ruda vida de un muchacho de los arrabales que a la de una
chica, no tuvo problema en buscar un empleo en Londres,
hasta que, ilusionada con la idea de aventuras en el mar, se
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
668
enroló en un barco de la Armada. Desembarcó cinco años
después en Alemania, donde peleó en el ejército británico
en la guerra que se desarrollaba en esos parajes.
La vida había dado múltiples vueltas haciendo que
regresara a la marinería, esta vez con fin de embarcarse a
las Indias Occidentales, decisión que la llevó a navegar por
dos años seguidos en un barco de piratas que habían
conseguido el Perdón Real, convirtiéndose en honestos
mercantes.
Pero su vida había dado un total giro aquella mañana de
mediados de julio: la nave en que viajaba fue capturada por
The Revenge, cuyo capitán se aseguró de robar toda la
mercancía que pudo para luego hundirla. Como era una
buena persona, acogió a los mercantes en su barco,
obligándolos a formar parte de su tripulación. Varios se
negaron, entonces el Capitán Rackham se ofreció
gentilmente a dejarlos en tierra –lo cual vendría a significar
abandonarlos en la primera isla que encontrara-. Sin
embargo, Mary Read, quien era una mujer inteligente se
decidió por enrolarse al servicio de The Revenge.
Había vivido muchas cosas a bordo, algunas buenas y otras
escalofriantes. No pudo evitar recordar aquel frío sudor que
recorrió su espalda cuando supo que Anne había
descubierto su verdadera identidad femenina. Grande había
sido su sorpresa cuando Anne le había mostrado que
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
669
también era mujer. Desde entonces los momentos
escalofriantes fueron suavizados con la mutua compañía.
Y así había llegado el mes de octubre. La última vez que
habían visto a las gentes del Evertsen había sido hace unos
tres días, cuando estos les habían avisado que acababan de
entrar en territorio jamaicano; después de aquella escueta
conversación, dicha nave se había perdido de vista.
Dos días atrás iban navegando tranquilamente, con la
bodega llena de los productos que habían robado, los cuales
iban de lo más variado, partiendo por pescado escamoteado
a los asustados lugareños que buscaban una forma de vivir,
hasta la seda más fina conseguida cortesía de los barcos
mercantes de la East India Trading Company que iban y
venían por la zona buscando y llevando mercancía. El peso
extra los forzaba a ir un poco más lento.
Un estruendo tras otro sonaron en la cercanía, alertando a la
tripulación que estaba extrañamente sobria. Los barcos
mercantes no disparaban si no necesitaban hacerlo –y
aunque lo necesitaran, lo evitaban a toda costa,
especialmente si se encontraban ante un barco que no
llevaba bandera-, así que forzosamente tenía que tratarse de
la Royal Navy. Ya era hora. Los últimos navíos de la
Compañía de las Indias Orientales que habían atacado no
llevaban escolta, en general las patrullas de la zona parecían
estar dormidas desde hacía meses. Sin embargo, si
estuvieran escoltando a alguien, se enfocarían en defender y
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
670
no en atacar –por ende, no se escucharían esos estruendos-.
Una bala de cañón pasó rozando la borda y, de seguro, la
hubiese destrozado si el diestro timonel de The Revenge no
hubiese girado justo a tiempo para que el proyectil pasara
de largo para caer unos metros más allá en el agua.
-¡Piratas a babor!-exclamó el vigía desde el nido del
cuervo.
Todos los ojos sobre cubierta se posaron en babor. El
capitán Rackham, quien era el timonel de turno, dejó el
mando de la nave a cargo de un marinero que le
acompañaba en el Puente y sacó de inmediato su catalejo
para enfocar a babor. Efectivamente, una de las tantas
variantes de la Jolly Roger se hizaba impertérrita y
orgullosa en lo más alto del palo mayor de una embarcación
que avanzaba a toda prisa hacia ellos. Jack dirigió su
catalejo hacia la cubierta enemiga. Distinguió a alguien que
le era ingratamente conocido. Primero abrió los ojos cuan
grandes pudo, luego alzó las cejas y finalmente dejó
escapar una risita irónica justo antes de bajar el catalejo.
-Jean Nau-susurró el nombre de su jurado enemigo.
-Órdenes, capitán-preguntó uno de los marineros.
Jack sonrió y, sin pensárselo dos veces, contestó
alegremente:
-Icen nuestra bandera, muchachos-.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
671
Acto seguido volvió a tomar el control de su tan preciada
nave al tiempo que a través del palo mayor comenzaba a
subir lento pero seguro el emblema del cráneo con los
sables cruzados bajo él, albos y relucientes, sobre un fondo
negro que auguraba la muerte a quien tuviese el infortunio
de ver esa enseña.
La contestación de la nave enemiga tampoco se hizo
esperar. La cima del mástil mayor volvió a estar limpia y,
antes de dar tiempo a nada, un trapo completamente rojo
flameó en lo alto. Y, al mismo tiempo, las portezuelas de la
quilla se abrieron, descubriendo el paso para la artillería
oculta en el casco de la nave, la cual apareció rezumando
litros y litros de agua y tras la cual se afanaban decenas de
piratas para preparar las balas de cañón que volaron apenas
estuvieron listas en dirección a The Revenge. El navío
francés más voló que navegó hacia su presa, que se detuvo
en el mismo punto que antes, girando sobre sí misma para
evitar los proyectiles, que nuevamente fueron a dar al mar
sin hacer daño alguno en su objetivo.
-Órdenes, capitán-preguntó el mismo tiempo cuando todo
consiguió calmarse en la cubierta de The Revenge.
-Vamos a la batalla-contestó Jack con la mirada fija en el
casco enemigo y sosteniendo firmemente el timón.
-¡Atención! ¡Todos a sus puestos!-gritó Adam Bonny,
quien no era sino Anne-. ¡Prepárense para pelear!
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
672
-¡Izad la bandera!-bramó un hombre ya mayor con la
bandera roja en sus brazos.
-¡Todas las manos a cubierta, sarta de cobardes!-exclamó
Mark Read eufórico hacia el boquete que unía la cubierta
principal con las otras.
De inmediato todos se aprestaron a obedecer las órdenes
que estaban recibiendo. Los hombres comenzaron a salir
desde el casco de la nave con sus armas al hombro y
tomaron sus puestos en la borda.
-¿Algún plan?-le espetó Adam.
-Aye-respondió el capitán con una sonrisa-. Quiero que
disparen a los boquetes de la artillería.
-¡Preparen los cañones!-exclamó Adam, orden que cuatro o
cinco marineros se encargaron de repetir a viva voz,
mientras otros limpiaban los cañones y colocaban balas
listas para ser disparadas.
Jack afirmó el timón con una mano y con la otra sostuvo el
catalejo, con el cual observó la frenética actividad en la
subcubierta enemiga a través de dichos boquetes. Parecían
ir y venir en busca de balas y pólvora. Limpiaban los
cañones. Los cargaban. No alcanzaba a verse bien, los
boquetes eran muy pequeños.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
673
-¡Apunten a la artillería de subcubierta!-exclamó Adam. La
orden se repitió en todo el barco-. Tú das la orden-dijo
mirando fijamente a Jack.
El capitán continuó observando la actividad de subcubierta
de la nave de Nau. Aún no se encendían los cañones.
-¡Fuego!-gritó a todo pulmón.
-¡Fuego!-repitió Adam.
-¡Fuego!-repitieron a viva voz los piratas encendiendo las
mechas.
Resonó un estruendo y las balas volaron desde The
Revenge hacia la nave francesa. Abriendo aún más los
boquetes de subcubierta que dejaban salir las balas de
cañón. Las tablas saltaron lejos, cayendo prontamente al
mar. La polvareda fue tremenda y el desorden en el casco
aún más, podía verse un par de heridos y un cañón que
había volado en pedazos. También había un incipiente
incendio en un montón de pólvora.
-¿Eso es todo?-preguntó burlonamente Adam al ver que,
durante el desastre de la subcubierta, los marineros de la
cubierta principal enemiga se organizaban con los cañones
que tenían a su disposición, los cuales comenzaban a
cargar.
-No-fue la escueta respuesta-. ¡Armas de fuego! ¡Las quiero
en cubierta!
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
674
Inmediatamente varios de sus piratas acudieron a la orden,
posicionándose entre los cañones, portando arcabuces y
armas de ese tipo, las cuales apoyaron en la borda a la
espera de órdenes.
-Apunten a la Cubierta Principal-ordenó.
Todos afinaron la puntería para asegurarse de dar al punto
indicado por su capitán.
-Elijan su blanco, quiero un blanco humano-exclamó.
-¡Apunten al primer hombre que vean!-gritó Adam, dando
prisa a la situación.
Jack esperó unos momentos, más de los que tardaron sus
hombres en obedecer la orden.
-¡Fuego!-gritó de repente.
-¡Fuego!-repitieron Adam y varios hombres a lo largo de la
borda para asegurarse que todos acatarían la señal.
Su única respuesta fue un estruendo, cientos de balas
viajando directamente a la Cubierta Principal de la nave
enemiga, las armas de sus hombres humeando. Enfocó el
catalejo hacia el destino de las balas. Podía escuchar cientos
de desgarradores gritos y, efectivamente, los marineros más
cercanos a la borda y a los cañones habían sido alcanzados
por los proyectiles. Sangraban profusamente, se
contabilizaban un par de bajas. Enfocó hacia el Puente de
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
675
Mando. Ahí Jean Nau perdía por completo el control.
Apuñaló a un hombre, a otro a punta de cuchillo lo llevó
hasta el timón y bajó. Observó ahora en la subcubierta. El
enardecido Olonés gritaba –probablemente insultos- y
asesinaba a su propia tripulación para azuzar a los
sobrevivientes a apurarse en disparar sus cañones.
-¡Apártense!-gritó.
-¡Armas de fuego, aléjense de la borda!-gritó Adam. La
orden fue de inmediato acatada.
-¡Carguen los cañones!-ordenó Jack.
Los marineros encargados de ese tipo de artillería
prepararon de inmediato los cañones.
-Están listos-anunció Adam.
Jack movió ligeramente la cabeza a modo de afirmación y
mantuvo la vista fija en el catalejo.
-Apunten a su primer objetivo-ordenó a media voz.
-¡Ya escucharon!-gritó Adam a viva voz-. ¡Apunten a
artillería de subcubierta!
De inmediato obedecieron la orden, esperando alerta para
en cualquier momento encender las mechas. En la otra nave
limpiaron los cañones, los cargaron. Iban a ir a por cerillas
para encender fuego.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
676
-¡Fuego!-gritó Jack a viva voz.
-¡Fuego!-gritaron Adam y los demás desgarrándose las
cuerdas vocales en el proceso.
Una andanada de balas volaron al mismo tiempo e
impactaron en sus objetivos cuando los cañones de la nave
enemiga estaban recién disparando, motivo por el cual los
hicieron explotar y un enorme incendio envolvió esa ala de
aquella subcubierta, amenazando con volar la nave.
-¡Artilleros fuera!-gritó Jack evaluando los daños hechos en
la cubierta ajena.
Sus hombres obedecieron.
-¡Armas de fuego!-ordenó-. ¡Elijan blanco y prepárense
para disparar!-exclamó aprovechando que unos hombres en
cubierta querían acercarse a la borda-. ¡Fuego!-gritó cuando
consideró prudente.
Sin embargo, las balas de sus hombres no dieron casi en
ningún blanco, puesto que el barco del Olonés viró y, con
todas sus fallas, puso proa en el sentido contrario.
-¡Retírense!-exclamó Jack, indicando que lo más prudente
era alejar The Revenge en la dirección opuesta para evitar
represalias. Sus hombres obedecieron, sin embargo ante sus
ojos la nave enemiga se volvió un punto cada vez más
pequeño y distante, hasta que desapareció.
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Esa noche The Revenge tocó puerto en la localidad
jamaicana de Nigril Bay, donde se dedicaron a beber y
celebrar en la cantina de puerto toda esa noche, el día
siguiente y por supuesto la otra noche. Festejaron hasta el
cansancio la excelente “cosecha” que habían hecho en su
última travesía –habían conseguido excelentes mercancías-
y, lo más importante especialmente para Jack: haber hecho
que, de una vez por todas, el arrogante y cruel Olonés se
rindiera y además huyera de ellos. Era una hazaña que no se
conseguía todos los días.
-¿Has sabido algo de Liselot?-le preguntó Anne a Jack con
un tono algo resentido la segunda noche.
El beodo capitán estalló en una carcajada que ni él mismo
pudo aguantar mucho tiempo.
-Se ha perdido-contestó.
Anne enarcó la ceja dándole a entender que no estaba de
bromas.
-¡Muchachos! ¡De vuelta a la nave! ¡Vamos a alta mar a
esperar a la capitana Van der Decken que no recuerda el
camino a casa!-exclamó alegremente, ganándose una buena
horda de quejas por parte de su tripulación, que no tuvo
más opción que seguirlo.
De más está decir que como la tripulación estaba tan ebria
no había existido poder en el mundo capaz de despertarlos
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cuando subió la marea, así que Mary y Anne habían tomado
el mando de la nave ellas solas.
-¿En qué lío me metí?-volvió a preguntarse Mary.
-¿Has sabido algo de Liselot?-le preguntó Jack, apareciendo
en el Castillo de Popa al tiempo que se arreglaba el
sombrero y la camisa.
-Nada-contestó Mary concentrándose en el timón, el cual
no pensaba en pasar por nada del mundo al ebrio capitán.
-Nos ha abandonado-sólo Anne se atrevió a decir la obvia
pero aterrante verdad.
Mary se limitó a continuar con las manos en el timón,
mientras el capitán se debatía entre mirar a Anne
asesinamente –conocía desde hace cinco años a la capitana
Van der Decken; si sabía que en el mundo alguien no lo
traicionaría, ese alguien era ella- y sentir desesperación: sin
la ayuda del Evertsen nada podrían hacer contra la Royal
Navy.
-¿Y, capitán?-preguntó un ebrio marinero subiendo al
Castillo de Popa.
Aquello alejó los malos pensamientos de la mente de
Rackham, quien se concentró en el alegre ambiente de sus
hombres que comenzaban a subir a la cubierta. Jack intentó
enfocar en vano el catalejo en el Albion –ese era el nombre
de la nave británica que se les acercaba cada vez más-, pero
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las manos y la vista le bailaban; ¡Maldita borrachera!
Desistió de sus inútiles esfuerzos cuando HMS Albion
estaba a la par de The Revenge.
-¡Capitán Rackham, deténganse!-gritó un hombre
elegantemente vestido con el uniforme azul de la Armada
del Rey.
Una horda de carcajadas estalló a bordo del navío pirata.
-¡Soy el capitán Jonathan Barnet, al servicio de Su
Majestad el Rey Jorge I!-exclamó el hombre causando
burlas en el enemigo-. ¡No tienen forma de huir!-exclamó
provocando las carcajadas incluso del capitán Rackham-.
¡Ríndanse de forma pacífica y no dispararemos ni una bala!
¡Nadie saldrá herido!-.
Todos a bordo de The Revenge estaban que no podían más
de risa, todos excepto Anne Bonny y Mary Read quienes
sopesaban que la situación se saldría muy pronto de las
manos.
-¡Mataperros!-gritó un pirata.
-¡Imbécil!-gritó otro.
-¡Marinero de agua dulce!-exclamó otro desde el fondo,
que de lejos, fue el insulto favorito de todos, quienes se
dedicaron a corearlo una y otra vez y a gritarlo, mientras
otros inventaban uno nuevo.
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-¡Corsario!-gritó otro con todas sus fuerzas, resultando ser
el más ofensivo que no incluía ordinarieces.
-¡Traidor!-exclamó otro a raíz del insulto anterior.
Y, ante semejante desorden que se armó en la cubierta, uno
de los piratas decidió hacerla de oro: fue a por una bala de
cañón que aún rodaba de allá para acá en las tablas, fue a
uno de los cañones y la disparó sin más, haciendo un
boquete en la primera subcubierta del Albion. Esa acción
causó risas en todos sus compañeros, incluido su capitán.
-Al parecer no entienden, Contramaestre-suspiró el capitán
Barnet en dirección al hombre que estaba a su lado.
-Órdenes, capitán-preguntó el Contramaestre.
-Usted ya sabe cómo proceder-dijo el capitán.
Sin que nadie a bordo del barco pirata lo notara en lo
absoluto, los cañones de HMS Albion fueron cargados y
disparados. Una andanada tras otra fue disparada hasta
borrar la sonrisa de los filibusteros, quienes vieron con
espanto el timón hecho pedazos en el suelo, la borda de
estribor destrozada, al igual que todo ese lado de la nave y
el desvanecido palo mayor, que apenas se sostenía en lo
alto gracias al cordaje que lo enredaba a los otros mástiles.
Sin embargo supieron rehacerse gracias a su estado de
ebriedad que los volvía tan inconscientes.
-¡Canalla!-gritó un pirata.
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681
-¡Carne de horca!-bramó otro, causando estruendosas
carcajadas ante la ironía que suponía el mote.
El capitán Barnet rodó los ojos, notando que así la situación
no cambiaría jamás. Decenas de arpones provenientes del
Albion fueron a clavarse en las barandas que estaban en
condiciones. Fue entonces cuando los beodos piratas
notaron que no había vuelta atrás. Uno a uno corrieron a
refugiarse a los interiores de la nave, dejando solas a Mary
y a Anne. Mary le hizo una seña a su colega y ambas fueron
a posicionarse ante el boquete que conducía a las entrañas
del barco con fin de detener a los hombres de Barnet en su
loca carrera hacia la tripulación del capitán Rackham.
Ambas pelearon fieramente, pero llegó el momento en que
las apresaron.
-Tenemos a sus tripulantes-dijo Barnet, al tiempo que Jack
y su gente subían a cubierta desperdigando en el camino
espadas, arcabuces y dagas.
-Nos rendimos-dijo Jack arrojando las armas-: tú ganas-
agregó.
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682
Capítulo 30: “Honor a los Caídos”.
Nota de Autora:
Hola gente, ¿cómo estáis todos vosotros? Yo bien,
gracias… quizá un poco nerviosa. Nos quedan dos
capítulos –contando este-, el epílogo y será la hora de decir
adiós. Anoche me quejaba de que me habéis valorado mal
los últimos capítulos. Ahora, gracias a Yvette27, una
usuaria de la página, he descubierto que ese punto no tiene
relevancia… le agradezco a ella, si está leyendo esto, por
hacerme notarlo.
Pues, la frase que da título a este capítulo sé que la deben
de haber dicho muchos reyes, reinas, hombres, mujeres,
soldados, filibusteros y demás en períodos de guerra o
enfrentamientos. No está patentada. No tendría que dar
créditos. Pero me es imposible no rendirle tributo a la
escena en que la oí por primera vez y me paralizó por
completo. Me refiero a la escena de los festejos en el
Sagrario, luego de la batalla de Helm’s Deep, en la película
El Retorno del Rey –no recuerdo si sale en el libro-. Están
en la ceremonia y, para concluir, el rey Théoden la dice con
fin de brindar por los hombres que dieron su vida en
Cuernavilla. Para mí fue muy impactante cuando la oí –
aparte que la escena estaba muy bien hecha-. Mis respetos
al actor que interpretó a Théoden –condenada memoria la
mía que no recuerdo el nombre-, los guionistas y el director
del film.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
683
Pues, ahora que he hecho mis descargos, os digo que el
tema del capítulo es Last Man Standing de la banda de
power metal Hammerfall, la cual proviene de mi deseada
Alemania. Que lo disfrutéis.
La campana de la catedral del pequeño asentamiento
británico de Saint Jago –en nuestros días Spanishtown,
querido lector- sonó nueve veces, anunciando que eran las
nueve de la mañana en punto, no habían segundos de más
ni segundos de menos.
Era un día nublado, de eso nadie podía tener duda. Las
personas que tanto pululaban en las activas calles de
Jamaica podían ver cómo la niebla costera y el inusual frío
no se iban pese a que la hora seguía avanzando ya muy
lejos de la madrugada.
En el fuerte de la ciudad, una construcción únicamente en
aquellos tiempos reciente, hecha a base de piedras
elegantemente instaladas y entrelazadas, de lustroso tono
grisáceo, los soldados montaban la guardia encaramados en
altas torres, vestidos con sus elegantes trajes rojos. En el
patio principal la gente, tanto como de alcurnias como del
bajo pueblo se preparaban para lo que sería el evento
sensacional de la jornada y probablemente que daría de
hablar por bastante tiempo. Los hombres del rey caminaban
de una atalaya a otra sin temer a nada: uno de los temores
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
684
de los jamaicanos ya había sido barrido de los mares, lo
cual era un logro.
Avanzando un poco más a través de la explanada de
cemento que era el patio principal, la vista chocaba contra
un muro de adobe y cubierto por cuantiosos barrotes, era un
lugar de difícil acceso. Pero era aún más difícil salir que
entrar… era la prisión de Saint Jago, custodiada
celosamente por los guardias.
Adentro de dicha construcción se distribuían en un piso y
un subterráneo las celdas de los reos, de raídas paredes de
adobe a medio carcomer por la humedad y los embistes del
clima y el tiempo. Se podía entrever entre ladrillo y ladrillo
pastos secos que habían brotado de la nada. El piso era de
tierra y a una de las orillas de acumulaba un montón de paja
que hacía las veces de cama y retrete para los prisioneros.
Adelante estaban los barrotes infranqueables y cada tanto
había un carcelero atento a cada movimiento de los pobres
diablos que habían caído ahí. Eran ligeramente más
afortunados aquellos que contaban con una celda en el
primer piso, pues tenían un pequeño ventanuco que les
permitía mirar hacia el patio y nada más.
Nuestro protagonista se bajó del montón de paja. Ya no
quería seguir mirando. ¿Cuántas veces en su vida se había
burlado feralmente de la muerte? ¿Cuántas veces había
dicho que no le importaba? Ya ni siquiera era capaz de
recordarlo. No podía seguir mirando. Allá afuera la gente se
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685
reunía, poco a poco iban llegando al son de aquellas
infernales campanadas. No se detenían… ya eran nueve…
ya era la hora. ¿Cómo había llegado? Se sentó en el suelo.
Aquella noche no había dormido. ¿De qué servía dormir si
venía el descanso eterno a por él? El cielo brumoso parecía
desearle lo peor. ¿Tanto había pecado? Pronto lo sabría.
Sintió las pisadas de unas lustrosas y pesadas botas de
cuero y suela. Escuchó el tintineo de unas llaves. No quería
ver. Cerró los ojos, los apretó con fuerza. Aspiró aire. Ese
sería el último suspiro de toda una vida.
-¡Arriba!-le bramó el carcelero con aire burlón. El hombre
apenas si abrió los ojos y se los clavó hasta lo más
profundo-. Te ha llegado la hora, Rackham.
Jack Rackham abrió los ojos cuanto pudo y respingó
ligeramente. Siempre había especulado con ese momento,
pero nunca había creído que llegaría de forma tan simplona.
-Quiero ver a alguien-dijo antes de que el carcelero
introdujese la llave en la cerradura.
-Pides demasiados favores-bufó el militar.
-¡Venga! ¡No te cuesta nada! Quiero ver a Anne… por
favor, ¿podría ver a Anne? ¿Despedirme de ella?-preguntó.
El carcelero esbozó una sonrisita cínica y se largó a reír a
carcajadas. Jugueteó con las llaves y deshizo sus pasos,
dejando a Jack solo nuevamente.
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686
-Que lo alargues no significará que no venga-se mofó otro
prisionero.
El capitán Rackham ni siquiera se dignó a mirarlo. En lo
más profundo de su corazón le deseó lo peor sin
arrepentirse. Anne… ella era lo único que necesitaba para
sortear esa pesadilla. Estaba seguro que en ella encontraría
todo el consuelo que necesitaba para pasar el mal trago de
la muerte. Se sintió pasos en el corredor y apareció el
carcelero acompañado por una hermosa mujer vestida de
varón, con la mirada furibunda y destilando sensualidad.
Jack sintió un nudo en la garganta: sabía que pese a su
actitud pétrea, ella sufriría con eso, ¡cuánto daría por
ahorrarle ese sufrimiento!
-Dijo que querías verme-adujo ella con la voz insensible al
ver que ninguno de los dos decía nada.
-Anne… yo… te…-¡demonios! La tenía por fin frente a sí y
no sabía qué decirle-. Anne, te amo-le confesó: era la
última vez que la vería, era la única oportunidad que tenía
para decirlo. Ella siguió impasible, no pudo evitar sentir un
dejo de desilusión ante esa actitud-. Anne, me gustaría
poder estar por siempre contigo…que esto no estuviese
pasando-declaró.
La mujer le escrutó de arriba abajo, tomándose su tiempo
antes de responder.
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687
-Jack, cuánto lo siento. Pero si hubieses peleado como un
hombre no tendrías que morir colgado como un perro-le
espetó dando la media vuelta sin siquiera esperar al militar.
Los minutos que siguieron fueron lo suficientemente
infernales para el pobre Jack como para desear
fervientemente la muerte. Las burlas de los otros
prisioneros se sucedían una tras la otra sin darle sosiego.
Apareció el carcelero de nueva cuenta y le dirigió una
mirada irónica, la cual el antiguo capitán enfrentó con
dureza y dignidad.
Salieron al patio. El capitán no pudo evitar sentir un
estremecimiento al ver tanta gente de todas las clases
sociales reunidas deseando y esperando su muerte. A un
costado del patíbulo le esperaba el fraile, quien le dio el
último rito.
El verdugo lo subió a trompicones hasta el patíbulo. Sus
pies desnudos palparon la falsa seguridad de la trampilla.
La cuerda colgaba frente a él, lista para actuar.
-John “Calicó Jack” Rackham-comenzó el juez que lo había
condenado a muerte desde un pódium. La gente hizo
mediano silencio y por unos instantes pareció que dejó de
arrojarle hortalizas y piedras-. Se le acusa de…
Jack sencillamente se perdió el discurso. No estaba de
humor para oír esas cosas. “Liselot”. No pudo evitar pensar
en ella. ¿Y si la Holandesa Errante estuviese allí? No tenía
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
688
idea de qué había pasado con ella. Se suponía que el
Evertsen les protegería de esos ataques, sin embargo no
habían aparecido por ninguna parte y les habían dejado a la
deriva. ¿Y si ella les hubiese traicionado? ¡No! ¡No podía
pensar eso! Ella aparecería, sí, iba a aparecer y liberarlos a
él y a su tripulación. Paseó la mirada con gesto irónico,
sabedor de una verdad inexistente, sobre la multitud,
buscándola. No la encontró. ¡Ella aparecería! En cualquier
minuto iba a aparecer, debía tener paciencia.
Sintió sobre sí todas las miradas de la concurrencia. Sus
oídos se aclararon. El juez ya no hablaba. ¡Dios! ¡Iban a
ahorcarlo! Tenía que hacer tiempo para que Liselot pudiese
llegar. Sí… tenía que hacerlo. El verdugo se adelantó a
colocarle la cuerda en el cuello, pero antes de que pudiese
siquiera rozarla, Jack miró con ira a la gente.
-¡Maldito sea aquel que encuentre mis tesoros!-bramó a
todo pulmón, con toda la rabia contenida-. ¡Porque no hay
barco que encima pueda cargarlos todos!-concluyó.
La gente se miró entre sí indignada ante semejante
insubordinación.
-¡Ahórquenlo!-exclamaron a coro.
Y el verdugo, como si hubiese estado esperando esa orden,
tomó la cuerda, la colocó entorno al cuello de Jack. Fueron
segundos de muerte. ¿Por qué tardas, Liselot? Se preguntó
el pirata. El militar accionó la palanca y el Calicó sintió
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689
cómo sus pies pisaban el vacío. Fue cosa de instantes.
Cayó. Pero su caída la frenó la maldita soga, cerrándose
contra su cuello.
Sintió cómo le faltaba el aire. Liselot, ven. Boqueó
intentando respirar y no pudo. ¿Dónde estás? Sintió cómo
se le tapaban los oídos, por unos instantes no escuchó las
cosas que le decían aquellos que ni siquiera lo habían
conocido. Ven, por favor ven. La vista se le nubló, ya no
podía ver las cosas que le arrojaban ni el ademán cruel de
aquellas personas. Liselot, ¿me has traicionado? La cabeza
comenzó a zumbarle, amenazando con explotar en
cualquier minuto. Abrió los ojos intentando mirar. Paseó la
vista por entre la gente y no la vio. Un dolor profundo,
semejante a mil cuchillos congelados y envenenados
impactando contra su pecho lo acometió. No podía ser.
Sintió cómo iba a perder el sentido. Me ha traicionado. Y, a
medida que cerraba los ojos y perdía la consciencia, sintió
un dolor lacerante en su cuello.
El sonido fue espantoso. Algo quebrándose y luego la
cabeza del capitán Jack Rackham colgando inerte hacia
abajo. La gente vitoreó de anticipado. El verdugo se
aproximó al pirata.
-¡Está muerto!-exclamó.
La gente exclamó de felicidad, vitoreando y abrazándose.
Gritaron el nombre del encargado de la jurisdicción.
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690
Anne Bonny por primera vez en muchísimo tiempo agachó
la cabeza y sintió cómo los ojos se le volvían agua.
Sujetada firmemente por dos carceleros con quienes les
había dejado el militar que había llevado a su capitán a la
horca, no quiso seguir mirando: el dolor era demasiado
firme, demasiado constante, demasiado cruel y lacerante
como para seguir sintiéndolo. La ira creció rápida y voraz
en su joven corazón y ahí, frente al cadáver de Jack, juró
que se vengaría.
Dos días después el HMNLS Evertsen fondeó cerca de la
ciudad de Port Royal. Sin embargo la capitana Liselot Van
der Decken no necesitó ver mucho: en uno de los tantos
islotes que antecedían el puerto yacía colgado, dentro de
una jaula, su amigo inseparable e incondicional, Jack
Rackham. Preguntó con un nudo en la garganta qué había
sucedido y se enteró de que en Saint Jago él y su tripulación
habían sido ahorcados, ninguno había salvado la vida.
Cerca de un mes después estaban Liselot y Lodewijk en el
puerto de New Providence. La muchacha aún no conseguía
deshacerse de la tristeza que la acometía: se sentía culpable,
no lo podía evitar. La vida de Jack había estado en sus
manos y lo había traicionado… y no sólo a él, sino a toda
su tripulación. Vieron venir una flota de cerca diez naves,
todas con la bandera británica flameando en el nido del
cuervo, y con el distintivo correspondiente a las colonias de
Norteamérica.
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691
-¡Vaya! ¡Hombrecillos del rey!-exclamó Lowie con mohín
burlesco. Y no fue el único que lo hizo: en una isla
reconocidamente pirata había que ser un mercante muy
iluso para irse a meter.
Los mercantes descargaron lo que traían y, cuando
terminaron de declarar en el puerto, se fueron hasta los
interiores de la ciudad. El capitán quedó solo en el muelle.
Comenzó a caminar distraídamente hacia Liselot y
Lodewijk, quienes no le tomaron mayormente en cuenta.
Liselot respingó de pronto al sentir el frío contacto de una
hoja de metal en su cuello.
-Tú y yo tenemos mucho de qué hablar-dijo una voz.
De inmediato escuchó cómo se destrababa un arma: era
Lowie saliendo en su defensa.
-Tranquilo, que también nos conocemos-repitió la voz.
Liselot alzó la cabeza, cuidando cada movimiento de su
cuello.
-¡Adam!-preguntó reconociendo en el acto a Anne en su
disfraz masculino.
Y, ante las últimas luces del ocaso de aquel día que nunca
en la eternidad Liselot habría de olvidar, una sonrisa curvó
en un rasgo mordaz aquellos labios que no perdonaban,
haciendo que el fuego del temor se apoderase de los
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692
corazones de sus interlocutores, aquella sonrisa vaticinaba
el final del camino.
-Las buenas historias merecen contarse en las tabernas y
con un buen tarro de ron-dijo Adam sin dejar de lucir
aquella sonrisa sardónica que era capaz de helar la sangre.
A Liselot le pareció retroceder en el tiempo y oír a Jack, su
querido Jack, decir aquellas mismas palabras, pero con una
ironía de lejos más agradable. Sintió una mirada potente al
lado suyo: eran los ojos de Lodewijk que le indicaban que
no fuese, que no cayera en la trampa. Tragó saliva e inspiró,
sabiendo que muy pronto todo habría terminado.
-Vamos-dijo con apenas un hilo de voz… le parecía
recordar la humana sensación del miedo y no sabía hasta
qué punto le gustaba recordar que ante todo era una mujer,
una muy joven e inexperta.
-Así me gusta-dijo Adam ensanchando aún más aquella
horrible mueca y poniéndose a la cabeza del grupo.
Lodewijk se forzó a caminar, a seguirla… se preguntó por
qué Liselot había hecho semejante estupidez, pero ella no
volteó jamás… en el fondo su corazón ya le hablaba de que
aquella era la despedida y esa sonrisa sardónica era
demasiado más de lo que sus ojos podían aguantar, pero el
reproche en la mirada de quien era su mejor amigo y
confidente superaba lo que su corazón pudiese soportar.
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693
Entraron en la taberna, una vez más de tantas otras. El
mismo aire místico de siempre, ahora vacío y cruel. Adam
se sentó y colocó los pies arriba de la mesa, invitando a los
otros a imitarle. Liselot y Lodewijk se sentaron
tímidamente al tiempo que llegaban sendas jarras de ron.
Ya no había salvación. Un gesto de la mano de quien fuera
la pareja de su principal protector indicó a Liselot que era el
momento de hablar y ay de ella si se guardaba algo.
Recordó aquel día hace meses atrás en que avistó una flota
naval, recordó cómo le avisó a Jack lo que veía y cómo fue
tras aquellos barcos de inmediato a cumplir su pacto con el
Calicó sin saber que, en medio de dar cumplimiento a su
misión, jamás volvería a verle. Recordó la férrea batalla
que dio por alejarles de la costa y, especialmente, del navío
de Rackham y sus labios se movieron frenéticos al son de
los fonemas en la remembranza del hundimiento de las
mentadas naves como decisión final.
Recordó el hielo que recorrió su espina dorsal en aquel
momento y cómo, sin tardanza, puso proa a Jamaica…. Y
recordó sus amargas lágrimas al ver el cuerpo de su amigo
colgando sin vida en una jaula: la libertad de la vida se
había ido volando. Recordó su desesperación al preguntar
qué había sucedido y recordaba en el frenesí de su
respiración que la tripulación por completo había
desaparecido de la faz de la Tierra… ¿Qué hacía Adam ahí?
No podía saberlo…
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694
-¿Qué hago aquí?-preguntó Adam levantando las cejas por
debajo del sombrero que disimulaba su rostro a la luz de las
velas-. Vengarme-respondió ante el temor de Liselot-. Soy
un instrumento de la venganza-completó, sólo causando
más temblores en la espina dorsal de quien fuera su
compañera de viaje. Sonrió sardónicamente…. Aunque
apestara a sarcasmo no quería causar más daño a aquella
muchacha, su deuda estaba saldada-. ¡No tiembles!-ordenó
casi con rabia para luego añadir con suavidad-: No es de ti
de quien quiero vengarme.
-¿De quién?-preguntó Liselot.
-¿A quién venían escoltando los tipos de la Armada?-
preguntó Anne con tono burlesco, intentando razonar con
Liselot.
-El Olonés-dijo Liselot lo más rápido y marcado que pudo,
sintiendo cómo sus entrañas sangraban al pronunciar aquel
pútrido nombre que había acabado por destruir su vida.
-¿Y bajo las órdenes de quién iba?-preguntó Anne de nueva
cuenta.
Liselot cerró los ojos con fuerza e inhaló aire… sentía que
no podía seguir con eso. Lodewijk se limitó a sentir cómo
sus entrañas se contraían y cómo su mandíbula se apretaba
al grado de no saber cuándo comenzaría a quebrarse.
-Sheefnek-dijo Liselot con ira visceral.
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695
Anne se deleitó una vez más ante el dolor, ante la sensación
de su interlocutora de que muy pronto su alma acabaría por
envenenarse.
-Aye… Sheefnek-repitió Adam.
Lodewijk no lo pudo tolerar. Detestaba ver cómo su amiga
sufría, pero detestaba aún más ver cómo aquella mujer que,
ahora sabía a las claras necesitaba su ayuda, se deleitaba
desgarrándole el alma en mil pedazos y, en el fondo, le
dolía abrir una vez más su herida interna, ¿es que acaso
nunca acabaría por librarse de aquel hombre, de su sombra?
¿Nunca?
-Nos has dicho por qué estás aquí, pero no cómo llegaste
hasta aquí-soltó de repente el muchacho.
-Oh, esa es una larga historia de contar…-dijo Anne.
-Y merece ser contada en una taberna-afirmó Lodewijk
interrumpiéndole de cuajo. Ahora él llevaba la batuta del
asunto y se sentía decidido a matar… si aquella era la
noche en que se jugaba su destino, vería todas las cartas del
mazo antes de tomar la opción.
Y Anne no tuvo más remedio que decidirse a hablar de una
vez por todas. No había transcurrido más de una semana
desde la muerte de Jack y ella estaba abatida,
completamente. La venganza era la única fuerza en este
mundo que la motivaba a vivir, toda su vida había sabido
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696
que algún día sería así y siempre había pensado que el
momento había venido hace mucho… pero nunca se sabe lo
que es el verdadero huracán hasta que se está dentro de él y
no se puede salir. Sentía deseos de maldecir a Jack por
haber transado su vida a cambio de la suya, ¿no hubiese
sido más fácil morir y ya? A esas alturas no hubiese sabido
nada, pero tenía que llegar Jack con su instinto heroico,
renegar de un juicio justo a cambio de salvarle la vida. Y
para más remate el pedazo de imbécil de ella y Mary habían
dicho que estaban embarazadas y con eso se habían
asegurado nueve meses de garantía para despedirse de este
mundo. A veces se preguntaba por qué había dicho
semejante estupidez y no había caminado al cadalso con
dignidad.
En la celda de al lado podía escuchar a Mary desgañitarse
de dolor y a ratos delirar con esas fiebres que se había
pescado… al parecer había sido medianamente cierto lo que
había dicho al juez.
Las puertas se abrieron. Pasó el carcelero. Abrió las rejas de
su celda. Por una vez en la vida ese hombre no musitó ni
medio comentario lascivo hacia ella. La mujer se adelantó
decidida y sacando fuerzas desde la más profunda ira
contenida que sólo la venganza alimenta impulsó el brazo
para abofetearle. Pero una mano firme se agarró hace su
muñeca al grado de amenazar con romperla.
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697
-No harás esto más difícil de lo que ya es-dijo una voz de
hombre mayor, desgastada por los años y la decepción.
Volteó y sólo pudo ver a su padre: aquel hombre a quien
tanto daño había hecho y por el cual no sentía ni un asomo
de remordimiento. Si hubiese sido una mujer ligeramente
más débil se hubiese desmayado ahí mismo, pero no lo era.
Se limitó a seguirlo dócilmente a la salida, su libertad
esperaba.
Los días que siguieron fueron negros y aciagos. Primero el
regreso a casa a través del mar, su bienamado mar que
ahora odiaba con el alma. Luego volver a instalarse en
aquella finca que había jurado nunca pisar otra vez.
Después el rumor sobre su posible embarazo, que caldeó
aún más los ánimos, pero que una buena curandera del
pueblo supo desmentir a rajatabla. Y finalmente, lo peor
que ya se veía venir: hace dos semanas su padre la había
comprometido con un hombre acaudalado, con fin de
olvidar todas las fechorías que ella había cometido en su
corta vida. Y no había sido difícil encontrar un fino
caballero interesado, portador de un buen apellido y una
buena fortuna a su haber, después de todo, Anne era una
mujer joven de hermosa e indómita sensualidad y acreedora
de una de las mejores herencias de la zona.
Sucedió entonces que su padre, consciente del
temperamento de su hija decidió dejar su herencia
inmediatamente al nombre de su prometido: en cualquier
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698
minuto Anne lo asesinaría por haberla puesto en semejante
situación. Lo que él no sabía era que ella, bajo el nombre de
Adam, estaba trabajando en la notaría del pueblo. Como sus
reuniones con el prometido de la muchacha solían ser
precisamente a escondidas de esta, no le extrañaba ni
preocupaba en lo absoluto la ausencia por su parte. Sólo se
preocupaba de dejar un par de esclavos para que la
vigilaran durante sus salidas, pero ellos no solían reportarle
nada.
Y claro, ¿qué iban a reportarle si ella, primero los había
seducido y ahora les pagaba el dinero contante y sonante
que recibía gracias a su disfraz masculino?
Y ahora, sin tener siquiera idea, tenía al escribano
acompañado por un muchacho un tanto agrio de carácter
llamado Adam Roosvelt, quien era su ayudante y apuntaba,
sin dejar de dedicarle infundadas y crueles miradas, el
contrato que dejaba al prometido de su hija como su
heredero universal.
Dos días después su flamante mansión era un total
desbarajuste. Pero había amanecido enfermo y no podía
hacer nada por evitarlo, algo parecido a una especie de
veneno le afectaba, sin embargo la curandera ya había
dicho que el efecto duraría poco tiempo. Cuando rumiaba
su desgracia en la cama pensando que poco tiempo ya era
demasiado en una situación así, apareció su mozo de
cámara, pálido como un muerto y palideció más al verle.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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-Con el permiso del señor-dijo-, se comenta en los pasillos
que ha muerto.
-¿Cómo es posible eso?-.
-La curandera lo ha dicho. La señorita viste ya el luto y su
prometido ha dado efecto a la herencia-dijo el criado.
-¡¿Qué?!-exclamó el pobre hombre-. Llama a mi hija de
inmediato.
No pasaron muchos minutos hasta que apareció Anne en el
dintel, vestida efectivamente de negro. Su rostro no
denotaba ninguna emoción.
-Así que estás vivo-se limitó a decir.
-¡Claro que lo estoy!-exclamó su padre indignado-. Y el
canalla de tu prometido…
-…A dado efecto a la herencia-completó ella clavándole
sus fríos ojos de hielo.
-Está desvalijando la casa, ¡nuestra casa!-se quejó él
aireado-. Y no sólo eso: me ha dado por muerto. ¿Sabes lo
que significa? ¡Socialmente soy un inválido!
Anne estaba ad portas de dar una de sus agrias y sardónicas
respuestas cuando volvió a aparecer el mozo de su padre en
la alcoba.
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700
-¡Mi señor!-exclamó-. Y con el permiso de la dama… ¡No
hay nada que disuada a vuestro heredero de su accionar! Le
he dicho de todas maneras que usted está vivo, pero hace
caso omiso-dijo desesperado.
-¡¿Heredero?!-exclamó ella.
-Anne, no es momento para una de tus escenas de celos-le
cortó su padre.
-¡Has puesto nuestra familia en manos de un oportunista!-
exclamó antes de salir corriendo y tomar en volandas un
cuchillo de mesa.
No corrió mucho hasta que en el hall vio a quien sería muy
pronto su marido.
-Anne, mi querida Anne-dijo él intentando tranquilizarla-.
Que me mates no solucionará lo de tu pobre padre-dijo con
franca lástima-. Mi pésame.
Sin embargo, eso no logró disuadir a la mujer, quien hizo
un intento de clavarle el cuchillo en la yugular, pero sin
éxito.
-Tranquila-dijo él, ahora con más firmeza. Como ella
siguiera peleándole, le dio un empujón que la aventó lejos.
No bien se hubo puesto de pie, ella echó a correr a las
caballerizas y montó en dirección al pueblo, camino en que
se perdió de vista de todos aquellos que intentaban aún
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
701
seguirla con la mirada. Al anochecer regresó de nueva
cuenta a su casa, la cual encontró completamente vacía.
-Anne, ¡ya vuelves!-exclamó su prometido con franca
preocupación.
Por toda respuesta, ella le apuntó con su viejo revólver.
-Anne, matarme no te servirá de nada: sólo serás mi
heredera cuando te cases conmigo-intentó persuadirla.
Por toda respuesta ella desapareció como una sombra,
como una tétrica sombra.
Al día siguiente ella estaba en los astilleros de quien fuera
una vez su padre, vigilando el cargamento de los productos
de la plantación.
-¡Anne! ¡Exijo una explicación!-demandó él.
-Tú no eres nadie para exigirme nada-replicó ella.
-¡Soy el hombre a quien le usurpaste su herencia!-exclamó
él.
-¿Quién dijo que lo he hecho?-lo negó ella ufanamente.
-¡Mi herencia no está en el banco! ¡Y tus esclavos se están
llevando las cosas de mi casa!-le espetó él.
-Oh, efectivamente-dijo ella contoneándose sensualmente.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
702
-¡Aún no estamos casados! Mi herencia sería tuya a partir
de ese momento-reclamó él.
-¿Y quién dijo que no lo estamos, primor?-dijo ella sacando
de entre su corsé un papel que no era nada más ni nada
menos que su acta de matrimonio.
-¡Usurpadora!-exclamó él quitándole el papel y
rompiéndolo en dos.
-¡Vaya! ¡Favor que me haces!-dijo ella.
-Esto ni siquiera está en la escribanía-protestó él.
-Y doy gracias por ello-ironizó ella.
-Y aun así tendría que estar muerto para que tuviera efecto-
volvió a reclamar él.
-Entonces hagámoslo legal-contestó Anne y lo único que se
escuchó en el muelle fue un disparo y luego los sonidos de
una flota de barcos, una grande, al zarpar.
Lo que sucedió después es sencillo de describir: Anne
empleó su herencia mal habida en pagar a los marineros
mercantes que antes trabajaban para su padre y los oficiales
que los custodiaban para que desempeñasen esa labor para
ella durante todo el tiempo a seguir. Así habían llegado a
New Providence a vender su botín y dejar contenta a la
tripulación.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
703
-¿Y qué necesitan del Evertsen?-preguntó Lodewijk
alzando las cejas.
-No necesito nada, más bien ustedes necesitan saldar su
deuda para conmigo-dijo ella a la defensiva.
Lodewijk sonrió sardónicamente, sabía que Anne no lo
quería admitir, pero necesitaba del Evertsen para proteger a
su flota, después de todo los había convertido en piratas…
y entre piratas lo más temido es la traición… y por
desgracia, también lo más abundante.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
704
Capítulo 31: “A las Costas de la Muerte”.
Nota de Autora:
Hola, mis bienamados. Antes de que comencéis a darme de
tomatazos (que admito, me los merezco todos y cada uno),
debo de daros una excusa decente a por qué no he
publicado en… cinco meses (joder, ¡qué rápido que pasa el
tiempo!). Pues primero mi madre me puso a estudiar una
semana antes de regresar a clases (y pude actualizar el
capítulo pasado porque me dio el último domingo de
vacaciones libre). Luego de eso entré a clases y todo mi
tiempo libre (de por sí escaso, muy escaso) lo dediqué a
estudiar mi amada química y a aprender alemán. El primero
de junio, luego, comenzó el paro de profesores y hasta el
domingo pasado estudié química hasta aburrirme (a quién
engaño, la química no podría aburrirme así pasaran un
millón de años). Me di libre dos días (me lo merecía, ¿no?)
y me puse a estudiar matemáticas (aunque he estado bien
vaga, estudio un día y holgazaneo el siguiente)…
finalmente no he podido con mi genio y me he puesto a
escribir. Os pido disculpas por la tardanza.
¿Os soy franca? Estoy aterrorizada. El último capítulo… el
episodio que llevo más de dos años pensando, aquel que se
reproduce una y otra vez en mi cabeza y no sé cómo
escribirlo… Debo admitir que yo misma estoy descolgada
de mi historia, quizá me tarde otro poco más en repasarla
para hacer que las estrategias tengan coherencia entre sí y
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
705
salga algo realmente inolvidable de aquí. ¿Os soy franca?
Estoy llorando… me da pavor terminar esto, siento como si
una parte de mí misma se estuviese desvaneciendo… nunca
más volveré a ver a Liselot ni a mi adorado Lodewijk (de
todos mis personajes es mi favorito) ni a las gemelas ni a la
sensual Naomie ni al brujo maldito de Sheefnek ni al
adorable Aloin (admitid que era tierno)… bueno, al menos
no en la historia original… tengo una serie de Altern
Universe ya a medio trazar, es que es imposible separarse
de personajes que uno ha querido tanto durante dos años y
medio así como así.
En fin, ya ha concluido el minuto sentimental de Mariette
Sparrow, espero que disfrutéis este capítulo y que al final
merezca la pena tanto esfuerzo, tanta espera y sobre todo,
tanto tiempo. El tema de capítulo, nunca creí que llegaría el
día en que diría esto, después de tanto reservarlo para esta
ocasión, es “A Costa da Morte” de Mägo de Oz.
No sé qué más deciros, sólo que os quiero muchísimo y que
os agradezco montones haber compartido al otro lado de
una laptop momentos sin duda tan importantes para mí…
Gracias por todo, nos volveremos a encontrar algún día…
Espero disfrutéis este capítulo y luego el epílogo.
Casi cinco meses después…
¡Valar morghulis, estimados individuos! ¿Qué ha sido de
vuestras vidas? La buena de Mariette ha estado bien,
gracias por preguntar… En realidad estoy con
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
706
recuperaciones, hasta el 15 de enero del año que viene –el
sueño de mi vida, a que no….- y, pues, en vista y
considerando de que ya no tengo ni pruebas ni clases
decentes –a menudo ni siquiera profesores ni compañeros
en la sala-, he decidido dar, oficialmente por cerrado mi año
escolar y… vosotros sabéis lo que significa… ¡Oh, sí! ¡Le
habéis acertado! Eso significa que comienza la temporada
literaria 2015-2016, señores; y no significa sólo eso,
significa además que Mariette Sparrow estará de cabeza
frente a la computadora tipeando todas sus deudas –que
vaya que son varias; terminar La Leyenda del Holandés,
escribir fanfics, terminar otros tantos fanfics, pasar al
computador todo lo que escribí en papel este año, empezar
el segundo volumen de Brisingamen… ¡Oh, joder, que me
he ido de la lengua! En fin, ¿queréis que siga?- y que
terminará La Leyenda del Holandés Errante –que ya era
hora, ¡joder!-.
Así que, sin más preámbulos, me pongo a releer –que
después de tantos meses uno ya se olvida de en qué parte de
la historia iba y, pues, si queremos que tenga sentido la
estrategia, las figuras bélicas y demás… hay que releer al
menos cinco capítulos hacia atrás-. Y quizá algún día, de
aquí a final de diciembre –y que os doy mi palabra de
escritora, fijaos lo que es eso- esté el capítulo que tanto
hemos esperado –al menos yo, no sé vosotros… pero al
menos a mí me sigue causando una ansiedad impresionante
este episodio…-. Así que, sin más, tened paciencia y…
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
707
disfrutad… Valar morghulis, todos los hombres deben
morir…
Cinco días después… He tenido que leerme desde el
capítulo diecinueve para poder coger nuevamente los hilos
de la historia –os aviso que este capítulo poco y nada tendrá
que ver con los anteriores, era más que nada para no
contradecirme en el relato- y finalmente he terminado… la
hora se acerca.
P.S.: Y hoy, en recomendaciones cinematográficas de
Mariette Sparrow tenemos (redoble de tambores) ¡Drácula:
Untold! (fanfarria y aplausos) pedazo de película aquella,
que en serio, tenéis que verla.
DOS SEMANAS DESPUÉS….
No he cumplido mi palabra, lo sé… pero… aquí está el
capítulo. Paso a recomendaros también “El Manicomio de
Eliza”, vedla, tenéis que hacerlo.
La niebla cubría completamente todo. La bruma, de un
color blanquecino, parecía envolver el ambiente, ser una
nueva forma de aire. Era imposible ver apenas a medio
palmo de distancia. La neblina, húmeda, daba la impresión
de que se colaba en los ojos, y tampoco es que sirviese de
mucho mantenerlos abiertos.
La quietud era abrumante, desesperante, presagiaba la
tormenta y hacía correr el pavor en la sangre de los
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
708
hombres. No había viento. No había sol. No había luna. No
había siquiera un miserable claro de luz en el aire. Las velas
flácidas, los cascos apenas moviéndose. Ni un ruido, ni un
graznido, ni un chapoteo. Ni siquiera una lejana respiración
se percibía en el ambiente. Todo quieto. Todo blanco. La
neblina envolviéndolo todo.
-Nunca los mares de China fueron así-dijo Lodewijk parado
en la proa junto a Liselot, arrebujado en su cazadora de
cuero negro, lo único que le quedaba de su antigua vida.
-Ni siquiera en invierno-afirmó ella. Ambos guardaron
silencio.
Lodewijk saltó proa abajo y sus pasos firmes, duros,
chocando contra la cubierta metálica del Evertsen, fueron lo
único que resonó en el abismo imperante, como un tambor
acompasado el día del Juicio Final. Liselot bajó acto
seguido. De por sí era peligroso estar en la borda en esa
extraña niebla, estar sola en esas condiciones, sin nadie de
quien aferrarse, era un suicidio. Siguió a Lodewijk al trote
para no perderle de vista y caminó a su lado sin mediar
palabra. Cruzaron la trampilla hacia las subcubiertas y
entraron en la Cabina de Mando. Dentro trabajaban Linda
Freeman y su equipo haciendo todo lo posible por seguir
las instrucciones que traían de la otra nave, e intentando no
perder contacto con el resto de la flota. El muchacho
caminó hacia el ventanal y miró la insondable blancura a su
alrededor.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
709
-¿No te parece raro, Liss?-preguntó, aunque su pregunta
más parecía una afirmación que una verdadera pregunta.
Liselot caminó hacia él y miró a través del vidrio esperando
que él completara lo que quería decir, lo cual no sucedió.
-Sí, lo es-dijo mirando la niebla rellenar cada espacio libre.
Todo era demasiado extraño, tanto que había acabado por
acostumbrarse a ese ambiente enrarecido y le costaba
imaginar a lo que Lodewijk quería llegar.
-¡Ay, Liss!-dijo Lodewijk con aire pausado, por primera
vez en años la tristeza cubría su mirada. Volteó a mirarla-.
¿Acaso no has pensado en qué clase de locura nos hemos
venido a meter?-las palabras, una a una se retuvieron en la
garganta de la jovencita; su amigo avanzaba hacia ella, con
un aire grave que hacía mucho tiempo no le veía, sus ojos
eran el cuervo de un mal presagio-. Liss-dijo él
acomodándole el cabello detrás de la oreja-, ¿te has
preguntado alguna vez qué estamos haciendo?- su voz se
fortaleció sin perder su dulzura- ¿Qué hacemos siguiendo
órdenes de otra persona? ¿Dónde vamos a acabar luego de
todo esto?- Liselot prefirió no contestar, una verdad volaba
entre esas palabras; Lodewijk era la única persona capaz de
hacerla callar-. Liss, ¿sabes siquiera a dónde vamos?
La última nota de aquellas palabras tan ciertas resonó en el
aire. Los ojos de Lodewijk aún encerraban tristeza, ya casi
resignación, como no los hubo en mucho tiempo, desde su
niñez, cuando era un crío solitario y larguirucho que apenas
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
710
si tenía una amiga, una amiga de nombre Liselot… una
amiga que ahora era incapaz de dar una respuesta. Y es que,
¿qué respuesta le iba a dar? ¿Acaso quedaba una verdad sin
decir? Entre sus millones de preguntas, Lodewijk había
dado todas las respuestas, le había mostrado que estaban
llegando al límite de su mapa, pero esta vez era un mapa
que no podrían expandir; era el límite de todo y algún día
tenía que llegar, ¿pero por qué tan pronto? ¿Por qué así?
-Disculpen-sonó la voz de contralto de Linda Freeman,
quien se había acercado a ellos sigilosamente. Sus ojos
también encerraban dolor. Ese fue el momento en que
Liselot notó que la mirada de quienes por muchos años
fuesen sus camaradas y familia se habían apagado. En
aquellas pupilas sólo galopaba la resignación de cumplir
con el deber para el cual habían sido educados, la
resignación que se ve en los ojos de quien quiere escapar,
pero no sabe hacer otra cosa que no sea obedecer. Y, para
su desgracia, ese fue el momento en que notó el destino al
que los había arrastrado, con sólo su voluntad, sin siquiera
notarlo, al sellar ese trato con Anne Bonny; pero ya era
demasiado tarde, ya no servía de nada.
-¿Sí?-escuchó, como a través de una burbuja, la voz ronca y
fría, que tanto le gustaba, de Lodewijk.
-Seguimos en contacto con la flota de la capitana Bonny,
nos ha indicado virar al norte-dijo. Por unos segundos toda
la cabina pareció detenerse y, de la nada, Liselot se
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
711
encontró con al menos dos pares de ojos mirándola
expectante.
-¡Claro! Seguid el curso-dijo a Linda, quien se alejó a
obedecer la orden, que no hacía más que arrojarlos un
pasito más a su infierno. Si había una mínima posibilidad
de huir, Liselot acababa de hacerla arder. Lodewijk se
volteó a mirarla cuando quedaron solos otra vez y en los
ojos de su amiga había algo que le partió el alma: madurez,
finalmente, Liselot Van der Decken había despertado.
La joven salió del puente de mando, nadie de quienes
trabajaban en ese lugar en esos momentos pareció notarlo:
estaban demasiado ocupados en cumplir sus nefastas
órdenes. Su amigo la siguió, más por instinto que por
cualquier otra cosa: cuando la tristeza la embargaba, las
pocas veces que lograba hacerlo, nadie mejor que él podía
saber que era capaz de las locuras más escalofriantes que
pudieran pasársele por la mente y, a menudo, ella era su
propia víctima. Ambos entraron en el camarote de la joven
capitana, el muchacho cerró la puerta tras de sí y se limitó a
sentarse en la cama –deshecha como siempre- junto a ella y
abrazarla en completo silencio. Estuvieron así unos minutos
que les parecieron eternos. Cuando toda esa extraña
aventura parecía ser sólo los vapores de una extraña droga
desvaneciéndose a su alrededor, Liselot se paró, con la
mirada fija al frente y caminó hacia un punto de la
habitación presa del pasmo, como si estuviera viendo una
alucinación.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
712
-¿Liss?-preguntó Lodewijk, parándose tras ella ligeramente.
-¿Naomie?-susurró la voz de Liselot, parecía provenir de
otro mundo, mientras se llevaba la mano a la boca. De
inmediato la muchacha sufrió un cambio de ánimo
totalmente radical-. ¿Y tú qué haces aquí? ¡Vete! ¡Fuera!
¡Fuera!
-Liss-susurró Lodewijk al oído de su mejor amiga,
sintiendo una profunda lástima por la salud mental de ella.
Nunca sabría explicar qué le forzó a mirar a ese punto que
él juzgó de vacío con tanta rudeza.
-¡Vete de aquí! ¡Ya no quiero tus presagios!-gritó la
muchacha gesticulando poderosamente al espectro.
-Liss-susurró Lodewijk en su oído-, por algo está aquí-el
dolor le partía el corazón, el poco que creía que le
quedaba… él no era de hierro como parecía ser incluso a
sus propios ojos.
-Di, rápido tus mentiras; antes de que me arrepienta de
oírlas-dijo Liselot, su voz era agria, intentando contener la
ira que amenazaba con crecer en su corazón.
Lodewijk la miró, pensando que su amiga había acabado
finalmente por perder la razón.
-Sophie-la cara de Liselot mostró el pánico que ella sentía,
Lodewijk tuvo que sostenerla para que ella no cayese-. Eso
no es posible-negó con la cabeza-; no, no es posible-hizo
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
713
una pausa, la mujer parecía decirle algo-. Encuentro
increíble eso… oh, por-Liselot se tapó la boca y unas
lágrimas asomaron de felicidad en sus ojos mientras ella
dejaba escapar una risita y daba unos pequeños saltitos-,
¿cuándo? ¿Cuándo volveré a verla?-sus ojos reflejaron
desilusión-. ¡Naomie, ven! ¡Naomie, no te vayas! ¡Claro
que haré todo lo que Sophie me diga, pero ven!
La joven miró con frustración el espacio, ahora vacío, que
hace unos segundos ocupara su extraña amiga que sólo ella
podía ver y que tantos problemas le había traído.
-Se ha ido-dijo Liselot, volviendo a ver a Lodewijk-, como
siempre-completó, intentó que su voz sonara iracunda,
quizá así la hiciera regresar, pero nada lograba camuflar su
felicidad.
-Ya volverá-dijo Lodewijk intentando sonreírle.
-Pero, ¿oíste? ¡Volveré a ver a Sophie! ¡Volveremos a
casa!-exclamó alborozada, el brillo volvía a sus ojos.
-Liss, creo que debo recordarte que yo no puedo oír a
Naomie, tampoco puedo verla; sólo tú puedes-le aclaró
Lodewijk, intentando hacerla entrar en razón, ya que le
parecía demasiado doloroso dejarle de una buena vez en
claro que nunca volverían a casa y que, prácticamente
estaba loca. “Supongo que así empiezan”, pensó con
tristeza.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
714
Liss ni siquiera se dignó contestar, salió corriendo a dar
renovadas órdenes a su tripulación: debían seguir la nave de
Anne Bonny a toda costa, a toda prisa; nunca perderla de
vista. Renovó los aires en el puente de mando, actualizó y
volvió más frecuentes y masivos los turnos y las cuadrillas,
la vida en la nave se agilizó otra vez. Y así pasaron los días,
uno a uno. El ánimo ya había caído y la esperanza había
sucumbido con él. Los turnos se hacían por obligación,
porque ya no se podía hacer otra cosa; y Liselot… y Liselot
seguía infatigable en la proa, oteando el horizonte,
convencidísima de que dependía estrictamente de seguir a
la capitana Bonny su regreso al siglo XXI, era un requisito
previo, su última misión, en el siglo XVIII para finalmente
poder volver, ver a Sophie otra vez y jurarle que esa
pesadilla de una vez por todas ya había terminado.
Una noche, cuando Lodewijk intentaba hacerla bajar de la
proa para llevársela, casi a la rastra, a su camarote, ella
divisó algo en el agua, una tela blanca al parecer. No
hubiese pasado a mayores, si, en el puente de mando, Linda
Freeman no hubiese hecho sonar las sirenas.
-¡Hombre al agua!-ese grito se escuchó por toda la cubierta.
La capitana y el contramaestre del Evertsen corrieron bajo
cubierta a ver por las miras de alta definición y,
efectivamente, una persona flotaba en el agua pero, no era
cualquier persona.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
715
-¿Sophie?-preguntó Liselot con los ojos abiertos como
platos y partió corriendo a la cubierta al tiempo que se
sacaba todas las prendas que podrían hacerle peso a la hora
de nadar.
-¡Den la orden de que la saquen del agua! ¡El equipo de
primeros auxilios, rápido, a cubierta! ¡Moverse!-gritó
Lodewijk mientras corría desenfrenadamente hacia su
amiga. Logró alcanzarla justo antes de que ella se lanzara al
mar en busca de su hermana y, sin que ella pudiese
detenerlo, saltó de la proa para sacar a esa jovencita de las
olas.
-¡Lowie!-el grito de Liselot se escuchó por toda la nave al
tiempo que la gente del equipo de primeros auxilios corrían
hacia la baranda; hizo falta la fuerza de varios hombres para
evitar que la díscola muchacha saltara tras su hermana y su
mejor amigo.
En los brazos de Lodewijk la chica, mucho más
desarrollada de lo que él la recordara, despertaba con el
grito de su hermana mayor. Parpadeó para quitarse el agua
de los ojos y tosió para evitar la inminente asfixia que la
había hecho caer inconsciente. Fijo la vista en el rostro del
joven –mucho más maduro de lo que era capaz de
recordarlo- y pestañeó varias veces sin poder creer lo que
sus ojos estaban viendo.
-Oh, no… las alucinaciones han comenzado otra vez-dijo
presa del pánico y removiéndose nerviosa en los brazos del
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
716
joven, dificultándole la tarea de nadar, con ella y todo,
hasta el Evertsen.
-Tranquila, estás a salvo ahora-le susurró él, reteniéndola
firme entre sus brazos. Su voz era mucho más dulce de lo
que siquiera podía recordarla-. Ahora aférrate de mí-le dijo
y ella le obedeció, alucinación o no, no le quedaba otra
opción-, ya vamos a llegar a la nave-siguió consolándola.
Cuando Sophie Van der Decken puso los pies en cubierta y
miró a su alrededor, fue como si hubiese viajado cinco años
en el futuro.
-Mentira-susurró.
-Bienvenida al HMNLS Evertsen, Sophie-le susurró
Lodewijk sujetándola de los hombros.
Y, cuando la muchacha posicionó la mirada al frente
hubiese tenido total certeza de que había vuelto a perder la
razón si no se hubiese sentido tan tranquila, en su mente ya
no estaba la frenética desesperación ni ese vertiginoso
torrente de ideas bamboleantes que la arrastraban de un
punto a otro en una vorágine que era incapaz de detener. Su
mandíbula inferior tembló, una lágrima rodó por su mejilla:
era Liselot, su hermana mayor.
El cuerpo convulso y sollozante de Sophie fue a impactar
con la fuerza de una bala de cañón contra Liselot, quien la
envolvió en un abrazo. Le sorprendía esa reacción de su
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
717
hermanita; las gemelas y ella siempre habían sido
demasiado diferentes, mientras ellas se tenían la una a la
otra en sus locuras, ella estaba perdida en su imaginación y
platicando con Lowie; nunca fueron muy cercanas, mucho
menos de piel… el afecto era algo que no se expresaban, al
menos no las gemelas a ella.
-No es como esperaba verte, Sophie-le dijo mientras le
acariciaba el cabello, en un vago intento de calmarla.
-¿Y entonces cómo?-sollozó la chica.
-En casa, con mamá-dijo Liselot sonriente.
-Mamá-Sophie intentó sonreír, pero una lágrima, causa del
remordimiento rodó por su mejilla-. Han pasado tantas
cosas, Liss-dijo mirando largamente a los ojos a su hermana
mayor. Se separó de ella y caminó hacia la borda-. Debes
seguir ese barco, ¿me oyes?-señaló la nave de Anne Bonny
y, entre lágrimas añadió-: ¡síguelo, te lo suplico!
No alcanzó a decir más: se desmayó. Lodewijk la alzó en
brazos y Liss, sin perder tiempo, lo llevó hasta su camarote:
quería hospedar a su hermana lo más cerca de sí posible.
No quería admitirlo, pero no era sólo porque la extrañara y
quisiera recuperar el tiempo perdido, sino que porque la
llegada de su hermana justo en esos momentos era
demasiado extraña y sospechosa y cualquier información
que pudiese darle sería bastante bien apreciada.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
718
-¡Qué cambiada que está!-exclamó Lodewijk cuando la
tendió en la cama de Liselot.
-Bastante-afirmó su amiga, asintiendo con la cabeza-. Me
quedaré a cuidarla-exclamó.
-Yo voy a ver el puente de mando, deben estar locos con
esto-bufó Lodewijk poniendo los ojos en blanco.
Liselot se quedó con su hermana toda la noche y, cuando ya
amanecía, unas manos apenas un poco más finas que las
suyas la remecieron del costado.
-¡Sophie, lo siento, me quedé dormida!-exclamó sentándose
en la cama.
-Liss, tengo algo que confesarte-resonó la voz triste de
Sophie en la oscuridad.
-¿Qué cosa?-preguntó ella preocupada.
-Liss… yo maté a mamá-confesó esa voz triste y rasgada
por el tiempo y la experiencia.
-¿Que tú qué?-exclamó Liselot.
-Yo maté a mamá-repitió esa voz, aún más rasgada por el
pavor y el asombro con que Liselot se había dirigido a ella.
De inmediato pudo percibir la furia de su hermana mayor.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
719
-Liselot, de que tú sigas a Anne Bonny depende nuestra
libertad… no sacas nada con odiarme ni matarme: lo
muerto ya no puede volver a morir-recitó.
A velocidad de vértigo, como Ivanna cinco años antes, se
embebió de su relato para evitar una muerte casi segura. Le
confesó todo a Liselot. Le confesó lo que habían visto ella e
Ivanna en el Espejo de Grecia, de su intento por viajar a su
lado para llevarles de regreso a su tiempo, de la
desaparición de su gemela, de su locura, de cómo había
asesinado vilmente a su madre inmersa en sus delirios y de
cómo había recuperado la razón sólo para suicidarse
después de autoflagelarse inmisericordemente.
A esas alturas del relato, Liselot Van der Decken estaba en
shock sin poderlo remediar, pero no era todo: ahí recién
había comenzado el calvario de su hermanita. Todas las
almas de las personas que morían en alta mar iban a dar
necesariamente a los dominios de Calipso, en la Isla de
Ogigia, y de ahí nadie podía escapar a menos que fuese
expresa voluntad de la ninfa, lo cual no era algo bueno.
-El espectro de mamá, en mis delirios, me decía que sería
mi tormento, que me ahogaría una y mil veces antes de
poder encontrar a padre y… lo fue-una lágrima rodó por la
mejilla de Sophie.
La insensible ninfa había puesto a Aliet en contra de su hija
y había tornado su vida en Ogigia un terrible tormento. Era
el espectro de sus delirios, pero esta vez era real. Entonces,
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
720
cuando no aguantó más, hizo un pacto con aquella extraña
criatura: ella iría a por Ivanna, no tenía idea de por qué
Calipso la requería, pero la llevaría a su presencia; y, a
cambio, la hija de los dioses reuniría a su padre y a su
madre, y les permitiría vivir el resto de la eternidad juntos.
Pero, para asegurarse de que cumpliría su palabra, la señora
de la isla retuvo a Aliet en sus mazmorras y condenó a
Sophie a oír esa voz, esa enferma voz de su madre, llena de
locura y odio en cualquier lugar, en cualquier momento.
-Ahora puedo oírla-dijo, las lágrimas cayeron una a otra.
-Dile que estamos juntas-le sonrió Liselot, apoyando su
mano en el hombro de su hermanita-: eso la hará feliz;
¿puedes?
-No, no puedo. Sólo puedo oír su voz en mi cabeza, una y
otra vez, sin parar, pero no puedo decirle nada-sollozó
Sophie.
-Ven aquí-susurró Liselot, abrazándola fuertemente y
sacándole una ligera risa. En eso estaban cuando los
primeros rayos del alba inundaron la habitación.
-Es por eso que debes ir junto a la flota de la capitana
Bonny: ella quiere vengarse- Liselot miró a su hermana
anonadada-. Me lo dijo Calipso-acotó Sophie con timidez-.
Yo sé la ubicación exacta de Sheefnek: él tiene a nuestra
hermana, puedo dártela para que guíes la flota… vas a
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
721
necesitar a todos los hombres de Anne para poder liberar a
Ivanna.
-Ya no se trata sólo de liberar a Ivanna-le dijo Liselot
mordiéndose el labio inferior.
-Para nosotros ya lo es… ¿o vas a vender nuestra libertad?-
preguntó Ivanna y lo único que vio Liselot fueron esos ojos,
libres de todo velo o ironía mostrando límpidamente la
verdad: tenía razón, el único motivo de estar ahí era por la
libertad de toda su familia.
Ambas se pusieron de pie, la mañana era una realidad, una
envolvente realidad y salieron rumbo al puente de mando.
Ese era el momento en que acabaría por decidirse el destino
de muchos. Si alguien les hubiese dicho, cinco años atrás,
que se convertirían en personas tan solemnes, que tendrían
en sus manos el futuro de tanta gente, no lo hubiesen
creído… quizá toda advertencia, al fin y al cabo, hubiese
sido en vano después de todo.
-Es sospechoso, ¿no crees? No deberíamos fiarnos de este
cambio tan abrupto del clima-les dijo Lodewijk
uniéndoseles en el pasillo.
-Al fin se despeja para poder navegar… la ruta está más
clara-Sophie no pudo evitar sonreír: al fin se acabaría su
suplicio.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
722
Siguieron las instrucciones de Sophie durante cuatro días y
cuatro noches, hasta que, al albor de la quinta mañana se
alzó una voz por toda la cubierta del Evertsen:
-¡Nave a la vista!-.
Liselot, Lodewijk y Sophie se abalanzaron sobre la
barandilla de proa y, efectivamente, había una nave,
irguiéndose en medio del océano, aún en la lejanía, apenas
una miniatura a la distancia. Parecía salida de los
mismísimos abismos del mar.
-¿Bandera?-preguntó Liselot aguzando la vista, con el
aliento aún contenido por la extraña y repentina visión.
No obtuvo respuesta, las sirenas se alzaron por toda la nave
y el pánico atenazó las entrañas incluso de los más
intrépidos. Los tripulantes comenzaron a correr de un punto
al otro buscando sus armas: ya no había honor en la batalla,
tampoco frenesí; sólo terror.
-Es de la East India Trading Company-dijo una tripulante
corriendo desde la subcubierta hacia su capitana.
La sangre se congeló en las venas de Lodewijk Sheefnek;
volvía a ser una triste víctima del pasado, ardiendo en las
llamas de lo que pudo ser y no fue; volvía a ser una víctima
fácil de viejos fantasmas.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
723
-Dirck Sheefnek-masculló el nombre con odio, con ira
visceral. Subió sobre la barandilla, aferrado de uno de los
cables; haciendo peligrosamente equilibrio.
-¿Qué haces?-se asustó Liselot.
-Calculo-fue la frívola respuesta que recibió sin que
siquiera la miraran a los ojos. Lodewijk volteó a mirarla
después de todo-. Calculo que si salto exactamente en este
mismo instante, tardaré una hora, quizá una hora y diez en
llegar a esa nave maldita…-sus ojos tristes se fijaron en el
vacío-y todo habrá terminado.
-Lowie, ¿qué piensas hacer?-le preguntó ella sin intentar
siquiera disimular su terror.
-¡Capitana!-exclamó un marinero corriendo hacia ella-. La
capitana Bonny solicita audiencia.
Las brumas del amanecer se despejaron. El navío de
apariencia fantasmagórica adquirió una imagen mucho más
real, nítida. Y, desde la popa del Evertsen, se alzó una flota
de diez bajeles, al frente de los cuales iba uno que lucía
orgullosamente la Jolly Roger que antes creara Jack
Rackham: era The Doom, nave insignia de la Capitana
Anne Bonny, obtenido tras un descarado robo a su padre en
su propio hogar, con el cual había alcanzado la isla de New
Providence y, tras saltar de subasta en subasta, se había
hecho de los otros nueve y sus respectivas tripulaciones
que, atraídas por la perspectiva de un saqueo sin límites la
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
724
habían seguido sin dudas hasta las lejanas aguas de China.
Una tabla unió las cubiertas de The Doom y del Evertsen y
una mujer se acercó a ellos.
-La nave de Dirck Sheefnek, ¿no es así?-su sensual voz,
que parecía conocer cada secreto de este mundo y
contando, llenó el tenso espacio. Sus ojos, pícaros y fríos
se clavaron en Sophie, causándole un temblor en la espina
dorsal.
-Sí, lo es-la jovencita se obligó a alzar la voz fuerte y clara.
Le respondió sólo la risa cruel de aquella mujer.
-Y el Olonés está cerca, ¿no es así?-preguntó burlonamente.
Su mirada hacía creer que por la más mínima verdad que se
le ocultase, se pagaría muy caro… y la vida era un precio
muy bajo.
-Torciendo la rada-contestó Sophie, esa mirada no la
atormentaba más. Esa carcajada volvió a sonar.
-¡Bien! ¡Prepárense para la batalla!-exclamó Anne,
haciendo amago de bajar a la subcubierta.
-¡No tan rápido!-exclamó Lodewijk. Anne volteó,
arqueando una ceja y haciendo amago de responder con su
lengua de espinas; Lodewijk no se inmutó-. Iré a rescatar a
Ivanna a la nave de Sheefnek; luego podrán pelear las
guerras que les plazca y hacer que la sangre tiña cuantos
mares exista-dijo mirando la costa china que comenzaba a
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
725
aparecer detrás de las brumas que ya se disipaban tras el
navío de bandera de la Compañía de Comercio y, sin más,
saltó del Evertsen.
-¡Maldito desgraciado!-bramó Anne, viendo cómo su plan
se lanzaba por la borda junto al muchacho.
Lodewijk Sheefnek nadó infatigablemente, intentando ser
lo más invisible posible desde la nave británica. Sentía el
agua tibia bañarle el cuerpo y amenazando con hundirlo. Su
rostro se sumergía y ya no podía evitarlo. Sus brazos ya no
se movían. La metralleta a sus espaldas pesaba como mil
piedras atadas a su consciencia; pero nada pesaba más que
las lágrimas, aquellas cálidas lágrimas que rodaban de sus
ojos: el fin de todos los caminos había llegado, la venganza
estaba delante de él y se preguntaba por qué tenía que
terminar todo.
Alcanzó el casco de madera. Arriba la cubierta bullía de
actividad; los cañones eran movidos de un lado a otro y las
linternas apagadas. Se aferró de la tabla con un brazo y
miró hacia atrás; el Evertsen no se veía, la flota tampoco;
sonrió, al menos la última de todas las decisiones que había
tomado Liselot en su vida era sabia. Escaló hasta que llegó
a un exquisito ventanal abierto. Los bordes eran de mármol
y tenía ribetes en oro, la vida a su padre se le había dado
bien. Se preguntó acaso no sería injusto que sólo los
momentos de su muerte estuviesen marcados por el
sufrimiento y el dolor. Se aferró al balcón y a sus suaves
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
726
barandillas de madera perfectamente barnizadas. Apenas
sus ojos sobresalían y miró hacia adentro; no había nadie.
Alcanzó el suelo de mármol y atravesó los ventanales,
cruzó el camarote y llegó al pasillo. En el pasillo no había
nadie, como había supuesto: la vida de un barco mercante
se iba en cubierta. Caminó sigilosamente hasta que llegó a
la subcubierta C. Abrió la puerta y la cerró con un crujido.
Sólo sus pasos resonaron dentro. Las repisas le cerraban el
camino a un lado y al otro. Los barriles rellenaban el
espacio al igual que la oscuridad, la férrea oscuridad,
apenas cercenada por la fría luz que entraba por un ojete
cuadrado de veinte centímetros. Recorrió la larga bodega
hasta la punta y, en un rincón, vio relucir una cabellera
rubia, una cabellera de mujer. El rostro no se veía, estaba
volteado hacia la pared, y el cuerpo temblaba bajo una
delgada y rasgada tela burdeo, sucia por el paso de los años.
Arqueó una ceja y caminó. La figura, delgada se encogió al
oír el repiqueteo de las botas contra el suelo de madera. Se
agachó junto a ella y le tomó la barbilla con la punta de los
dedos.
-Lo sabía-susurró triunfalmente con una sonrisa-: Ivanna
Van der Decken.
Los ojos de la muchacha se abrieron enormemente y abrazó
al joven. Lloró a gritos sin poderlo evitar y algo se rompió
en el corazón de Lodewijk mientras le acariciaba la espalda.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
727
-Debemos irnos de aquí-le dijo ayudándola a ponerse de pie
toscamente.
-No has cambiado nada-dijo ella con una sonrisa.
Ambos salieron hacia el pasillo y cruzaron escalerillas, una
tras otra, hasta que llegaron al elegante camarote por el cual
Lodewijk había entrado en la nave. La puerta se abrió desde
dentro.
-¡Adelante!-exclamó una voz de hombre y, poco a poco, la
pesada puerta de madera reveló la figura de un varón de
aproximadamente cincuenta años, de estatura y complexión
media y vestiduras que lo delataban como un importante
miembro de la East India Trading Company. Un cañonazo a
coro sonó peligrosamente cerca, aunque nadie al interior de
esa nave se dio por aludido, el remezón no llegó nunca,
sólo el silencio, los gritos desde el exterior y un cañonazo
en respuesta. Eran los albores de un combate. Los ojos de
Ivanna parecieron salirse de sus órbitas, reflejando la
sorpresa y el terror de que era presa. Lodewijk caminó
hacia adelante, interponiendo su cuerpo entre el de la
muchacha y el de aquel hombre que ambos conocían y
bien, muy bien.
-¡Vaya, vaya!-los taconazos solitarios de las botas de
Lodewijk sonaron en el suelo de madera. Afuera a coro
diez cañones disparaban sus balas, al menos es fue lo que el
oído le permitió calcular. Rodeó petulantemente el cuerpo
del hombre sin despegarle la vista de encima. Algo en su
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728
interior temblaba, su respiración se aceleraba. Una risa
maníaca y socarrona salió de sus labios, desconcertando a
Ivanna y valiéndole una mirada fría y ruda por parte de ese
sujeto que tenía al frente-. ¡Nos volvemos a encontrar! ¿No,
Sheefnek?-su mirada se volvió gutural, como venida de los
mismísimos infiernos y, sin previo aviso le dio un
derechazo, tumbándole junto a la puerta. La furia comenzó
a salir a raudales y la euforia a hacerse dueña de sus venas,
de cada mililitro de su sangre; su frente se llenó de un sudor
frío, el terror que hace unos momentos sintiera comenzaba
a desaparecer.
-Tú aún no aprendes lo que es la vida, ¿verdad?-exclamó
Dirck Sheefnek con la ira pintada en los ojos. Afirmándose
de la puerta se irguió nuevamente y escupió sangre directo
al rostro de su hijo-. ¡Ay, pobre muchacho!-se burló, al
tiempo que esquivaba un nuevo puñetazo de Lodewijk, esta
vez dirigido a su cuello. Lo golpeó en la nuca-. Siempre
supe que serías un cuervo y que querrías arrancarme los
ojos.
Dirck Sheefnek no perdió el tiempo y llovió a golpes sobre
el cuerpo del muchacho que, a duras penas sólo se
esforzaba en proteger a Ivanna del alcance de los puñetazos
y las patadas. Ya comenzaba a sangrar, pero no gritaba.
Concentrado en la pelea sólo sabía una cosa: no podía
rendirse; el que ganase, sería el que viviría. La muchacha
gritaba a cada golpe que impactaba en el cuerpo del joven.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
729
-Piensa muy bien lo que vas a hacer: cualquier cosa que
hagas podría acabar con la vida de tan encantadora
jovencita-se burló fascinado Dirck, mostrando toda la
felicidad de la que era capaz su negro corazón. Le gustaba
ver el mundo arder, debía admitirlo.
Dirigió un puñetazo hacia la mandíbula inferior de
Lodewijk, pero su hijo detuvo la trayectoria con su puño
derecho y, con un magistral movimiento de su muñeca,
aquel puño que se irguiese unos segundos antes tan
amenazadoramente en su contra, fue a dar una vuelta sobre
el hombro de su padre, en redondo, y luego a la espalda,
arrancándole un grito de dolor. Un codazo quiso ir a dar a
su vientre, pero, lo detuvo con aquel mismo brazo que aún
retenía, posicionándose al lado de su padre a quien, en cosa
de segundos tenía inmovilizado. Los pasos resonaron por el
pasillo, los gritos de Ivanna no se aplacaban. Una patada
impactó contra sus piernas, pero permaneció estoico, sin
ceder ni medio palmo. Dirck, haciendo caso omiso del
dolor que le laceraba, giró dándole un rodillazo en la
entrepierna, obligándole a soltarlo y, en el proceso, le dio
un cabezazo, haciéndole sangrar ligeramente en la pierna.
-¡Lodewijk! ¡Debes volver al Evertsen!-gritó Sheila
aferrada desde el marco superior de la barandilla y saltando
a la seguridad del balcón, atrayendo en el acto la mirada
anonadada de Dirck sobre sí.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
730
El joven desenfundó sus dos revólveres y disparó a
quemarropa a los hombres que pretendían llevarse a Ivanna,
quien resistía lanzándoles cuchilladas a las venas de la
ingle. Tras eso, enfundó el arma que llevaba con la mano
izquierda y cogió del brazo a Ivanna, arrastrándola al
interior del camarote, felizmente Sheefnek se había salido
de la puerta atraído como un marinero hacia una sirena por
la voz de quien antes fuera su amante. Sin dejar de apuntar
a su padre, llevó a la muchacha hacia el alcance de Sheila.
-¡Llévatela de aquí!-exclamó, empujando a Ivanna a los
brazos de Sheila. Dirck se acercó, haciendo amago de
tomarla y el joven no se tentó el corazón a la hora de
dispararle a su propio padre en el hombro, peligrosamente
cerca del cuello. La pistola aún humeaba cuando gritó-:
¡Ahora!
Lo secundó la risa maníaca de su padre y un machetazo en
la cuerda en que bajaban Sheila e Ivanna hacia la seguridad
de un bote con motor que lucía orgullosamente la insignia
del HMNLS Evertsen. Ambas cayeron en la seguridad de la
cubierta casi por arte de magia.
Cerca, vadeando la rada, combatían a muerte los diez
barcos de Anne Bonny contra El Olonés, que comenzaba a
hacer agua y se debatía sólo impulsado por la euforia y
estupidez de su capitán. A medio camino entre ese combate
y la nave de la East India Trading Company, el Evertsen
dirigía ataques a diestra y siniestra, a una distancia
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
731
prudencial que le asegurara huir y proteger a esa pequeña
embarcación que transportaba a parte de su tripulación. En
la popa de la nave holandesa el mar comenzaba, lentamente
a embravecerse.
-Tú estás loco-le acusó Lodewijk dándole un puñetazo en la
muñeca, obligándole a soltar el arma, la cual cayó al mar-.
Prefieres saciar tus deseos sádicos, sin nunca darte cuenta
de que eres un simple mortal y que quienes te sirven son
también simpes mortales.
-Te equivocas… estoy muy consciente de que soy un
simple mortal-sonrió torcidamente antes de continuar-, pero
hoy no es el día en que moriré y, si llegara a serlo, tú te
vienes al infierno conmigo.
Esa aseveración movió algo en la consciencia de Lodewijk.
Morir… no, ese día él no iba a morir. Con la velocidad de
vértigo extrajo una daga en su bota. “Para liberar al
prisionero, hay que romper los barrotes”, por una vez en la
vida le encontró razón al dueño de esa daga y la descargó
con todas sus fuerzas en el pecho de su padre. Dirck
comenzó a reír, de nueva cuenta. Esa herida tendría que
haberlo matado, pero los propósitos superiores hacen a los
hombres aferrarse a la vida. El propósito de su padre era la
venganza y el odio, destruir todo lo que había logrado y
hacerlo arder hasta que no quedaran más que cenizas.
Desclavó su daga y volvió a apuñalar a aquel hombre, o al
menos eso intentó, porque Dirck logró detener la
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
732
trayectoria del arma con el brazo. Lodewijk no perdió la
oportunidad y clavó la daga con todas sus fuerzas
haciéndole una herida bastante profunda. No esperaba que
su padre le diera una bofetada con el brazo malogrado,
quedándose con su puñal en el proceso enterrado. Mientras
el joven volvía a levantarse, el ex-oficial de la Zeven
Provinciën no perdió el tiempo y lo tomó desde el cuello
con ambas manos, arrastrándolo a la barandilla.
-Tú me quitaste todo lo que alguna vez quise-le acusó con
sus ojos inyectados en ira.
Una bala sonó y voló desde abajo, tiñendo el vientre de
Lodewijk de muerte. “Es el fin”, pensó mientras la sangre
se congelaba en sus venas y sus pupilas se dilataban. El
hombre al frente suyo jadeó y se puso pálido. Tastabilló un
par de pasos, liberándole de su agarre. La cabeza de
Lodewijk se nubló.
-¡Apúrate!-escuchó la voz de Sheila desde el esquife.
Caminó hacia ese hombre que tantos problemas y
sufrimientos le había causado en vida; tenía herido el
pecho.
-Ahora me quitas la vida-se burló enloquecido, si los jadeos
se lo hubiesen permitido, hubiese reído.
Lodewijk se preguntó acaso no era mejor dejarlo morir,
lentamente. Sería una tortura, un real sufrimiento y bien se
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
733
lo merecería; pero era tanto el daño que le había hecho que
no podía dejar esa historia de su vida sin un punto final. Su
brazo, como si tuviese vida propia, se alzó y, al tiempo que
liberaba un grito desgarrador, la daga fue a clavarse en el
cuello de su padre. La sangre manó limpiamente y, con un
movimiento magistral de su mano, la cabeza de Dirck
Sheefnek se separó de los hombros, dejando la East India
Trading Company en Catay sin un general.
-¡Lodewijk, ven!-escuchó el grito desesperado de Ivanna
Van der Decken. A sus espaldas resonaba el embravecido
oleaje que zarandeaba la nave de un lado al otro.
Con una de las piezas más peligrosas de su juego ya
eliminadas, con el mapa un poco más limpio esa batalla,
Lodewijk Sheefnek retrocedió sin quitar la vista del hombre
que le había dado la vida y a quien acababa de decapitar. Su
mandíbula inferior temblaba enloquecedoramente, las
lágrimas comenzaron a salir sin control de sus ojos. Se
aferró a la barandilla, apoyándose en ella de espaldas, a sus
pulmones les costaba ya captar el aire.
-¡Lodewijk!-el grito de Sheila alzándose entre el rumor de
las olas fue lo último que escuchó antes de caer al mar.
“Así que esto es estar muerto”, pensó cuando recuperó la
consciencia. No se atrevió a abrir los ojos, por miedo a
romper la magia del momento. Se sentía tan bien acabar
con uno de sus demonios. El oleaje lo mecía casi con rabia
de un lado al otro, pero no le preocupaba. Poco a poco,
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
734
comenzó a percibir más y más una mano sosteniendo la
suya, eran unos finos y suaves dedos de mujer. Abrió los
ojos y grande fue su sorpresa cuando chocaron con la
preocupada mirada de Ivanna Van der Decken.
-Te desmayaste-le informó la joven.
La primera reacción de Lodewijk fue inspeccionarse la
herida que tenía en el vientre… la cual no encontró.
-La bala de Sheila no te alcanzó-le dijo.
-Es algo que siempre quise hacer-comentó Sheila desde la
popa, dirigiendo el curso de la embarcación.
Lodewijk entornó la vista hacia ella y no pudo evitar
estallar en una febril carcajada, entendiéndolo al fin y al
cabo, todo.
-Ya ha sido suficiente de risas maníacas hoy, Lodewijk-le
reprendió Sheila.
-Gracias-le sonrió Lodewijk, una de las pocas sonrisas
sinceras que se le han visto en esta vida-: me salvaste la
vida.
-Gracias a ti por dejarlo lo suficientemente vivo como para
poder dispararle y que no haya sido en vano-respondió ella,
sacándole una ronca carcajada al muchacho quien,
tomándola desprevenida, le dio un abrazo.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
735
-Nos hemos deshecho de nuestro principal demonio-dijo
Lodewijk.
No tuvieron tiempo de seguir charlando. Una ola se alzó
con un hambre voraz hacia la embarcación y sus
tripulantes. Con suerte bastó la fuerza de Lodewijk y de
Sheila para mantener el curso estable. Y así las olas
siguieron alzándose una y otra vez; el agua comenzó a
hervir.
-¡Un volcán!-exclamó Sheila.
Lodewijk no contestó, estaba demasiado ocupado en notar
que eso era prácticamente un maremoto al revés: las olas
gigantes en lugar de dirigirse a la costa china, se dirigían
mar adentro, en todas direcciones.
-¡Miren!-exclamó Ivanna señalando con el dedo hacia el
Evertsen. Lo que vieron los marineros holandeses los hizo
enmudecer: una nave que conocían demasiado bien y que,
por cierto, había aparecido como por arte de magia,
acababa de lanzar feroces cañonazos hacia la cubierta,
barriéndola, los militares caían al agua sin parar y la sala de
máquinas estaba incendiada.
-¡The Storm!-exclamó Lodewijk y, con renovados impulsos
se condujeron hacia su nave madre.
Cuando subieron a bordo lo que vieron les heló la sangre.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
736
-¡Naomie!-el grito horrorizado de Sophie hizo que la sangre
se les helara en las venas.
-¿Naomie?-repitió Liselot, su voz reflejaba incredulidad.
Una encantadora risa de mujer fue su respuesta.
-¡Ay, mi querida Liselot! ¡Me extraña que en todos estos
años no me hayas reconocido! ¿Nunca te preguntaste por
qué la vidente de New Providence estaba tan empecinada
en que no volvieras al siglo XXI?-se escuchó la misma voz
que había reído momentos antes.
El silencio se hizo. Lodewijk supuso que su amiga estaba
demasiado impresionada como para decir algo. Sólo la
exclamación de Sophie se dejó oír.
-¡¿Ivanna?!-.
-¡¿Sophie?!-respondió la aludida, abriendo los ojos como
platos. A ciencia cierta, no sabía qué le sorprendía más:
volver a ver a su hermana gemela después de cinco años o
ver dos barcos que hacía unos momentos se lanzaban
feroces cañonazos ahora compartían pasarelas y la que
parecía ser capitana de la nave enemiga parlamentaba con
sus hermanas.
-¡Oh, vaya!-exclamó la mujer, una anciana alta y delgada,
de pícaros ojos avellana y cabellera blanca por la edad, que
vestía una elegante túnica blanca cerrada con una pinza de
oro, calzaba sandalias de cuero con pedrería y lucía
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
737
hermosos brazaletes de plata y oro-. ¡Qué eficiente
resultaste ser, querida Sophie!-exclamó dando un aplauso
complacida mientras todos se quedaban viendo
acusatoriamente a Sophie-. Mi querida Liselot, ya no quiero
ni necesito más, desaparezco de tu vida para siempre-una
sonrisa se formó en los labios de Liselot; Lodewijk, más
suspicaz, enarcó una ceja-. Ya obtuve lo que quería: tus dos
hermanas-el semblante de Liselot palideció notoriamente-.
Ahora podrás volver a casa-sonrió la mujer.
-¿Para qué las quieres?-preguntó Liselot sintiendo cómo no
le salía la voz del pánico que sentía.
-Siempre quise alguien que pudiese seguir mi legado, aquí:
mi tiempo se acaba-dijo la mujer displicentemente.
-Entonces tómame a mí-dijo Liselot, arrancando una
exclamación de sorpresa por parte de toda la tripulación.
-¡Oh, no! ¡Claro que no, querida!-exclamó la anciana-. Tú
ya has cumplido tu deuda, no sería justo-dijo con suavidad.
-Ellas nunca contrajeron una deuda-dijo Liselot señalando a
sus hermanas que se miraban con cara de póker-. Ellas
nunca tuvieron ninguna relación con que yo te viera.
La mujer fingió pensar antes de decir:
-Muy bien, si tanto insistes, presta a esto mucha atención-y
recitó-:
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
738
Oh, Liselot; oh, Liselot
Tú a la cruenta batalla has de llegar;
Sola y sin generales te has de presentar.
Una vida has de tomar;
Si es la correcta sólo una,
Dos, si es la errada, serán.
Tu sangre gran valor puede tener,
Y muchas almas, polvo en el viento ser.
Cuando terminó de recitar aquella extraña profecía, miró a
Liselot a los ojos, la mirada más limpia que le dirigiera en
tantos años de conocerse.
-¿Lo harás?-preguntó.
-Sí-apenas susurraron los labios de Liselot. La joven, acto
seguido, se subió al primer bote salvavidas que encontró
enganchado-. Córtalo… por favor-ordenó a Lodewijk.
-No tienes que hacerlo si no quieres-le dijo el muchacho en
susurros, adelantándose con un machete.
-Es la vida de mis hermanas o la mía… se los debo-dijo.
-Entonces buen viaje-dijo él en voz alta, sintiendo por
primera vez en su vida rabia contra Liselot. Cortó las
cuerdas y el esquife tocó suavemente las aguas. Cuando
Liselot iba a disponerse a navegar, le dijo-: ¡Liss!-y al
tiempo que ella volteaba a mirarle exclamó-: ¡Vuelve a
casa!-y meneó la mano en señal de despedida.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
739
Cuando Liselot llegó, media hora más tarde, al costado del
Olonés, tuvo la total certeza de que la decisión de Anne
Bonny había sido la equivocada. De nada había servido
haber puesto en riesgo la vida de Lodewijk yendo a atacar
al aliado del barco al que él se había subido a rescatar a
Ivanna; perfectamente podrían haber esperado. Se subió, en
medio del incendio que lentamente llevaba la nave al fondo
del océano, y batallando por el control del timón –algo
inservible a esas alturas- encontró a Jean David Nau y a
Anne Bonny. Desenvainó la espada y se lanzó al combate,
apuñalando por la espalda al capitán de la nave francesa.
-¡Pensaba haberme deshecho de esta cría de mierda! ¡Ni
follándomela hasta desangrarla muere esta perra!-exclamó,
quitando su atención de Anne y saltando hacia Liselot,
quien se ubicó al lado de la capitana de The Doom.
-Mataste a mi padre, no podrías deshacerte tan fácil de mí-
le respondió Liselot con una seriedad que nadie hubiese
creído capaz en ella.
Alrededor se escuchaban los últimos gritos de los hombres
al ahogarse en las encrespadas aguas. Los últimos hombres
saltaban de la nave, habían quedado solos, acompañados
únicamente por el crepitar de las llamas, el calor infernal de
aquella braza flotante, y por el rugir del mar.
-¡A mí no me saques esa mierda del honor, puta malnacida!
¡Las hembras como tú caen después de varias noches en mi
cama!, ¿te hago probar?-preguntó, lanzando la última sílaba
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
740
al mismo tiempo que una estocada dirigida al cuello de la
joven, que fue detenida justo a tiempo por la espada al rojo
vivo de Anne Bonny.
La atención del sádico pirata retornó a la capitana de la
flota que había hecho trizas su nave. Le lanzó una estocada
a las piernas, Anne alcanzó a saltar lejos, cerca de unos
barriles de pólvora que hacía mucho ardían en llamas.
Liselot regresó a la turbia pelea justo cuando Nau, usando
su fuerza bruta, estaba a punto de arrancarle el corazón a la
capitana Bonny de una sola puñalada. Logró atravesarle el
hombro y hubiese podido alcanzar el pecho y el corazón si
él no se hubiese movido, lanzando su espada lejos, justo al
lado de los barriles incendiados. Anne, aprovechando que
Jean tenía el brazo inutilizado, le cortó la mano,
imposibilitándole el uso de la espada. Un fuerte bofetón, de
la mano sana, la lanzó también junto a los barriles.
-¡Liselot!-gritó Anne, justo al tiempo que gateaba sobre su
espalda alejándose del alcance del loco Olonés. Liselot
tomó el sable del pirata francés y corrió hacia ambos, pero
ya era tarde: él, tomando a sangre fría un hierro al rojo vivo
que antes había servido para asegurar las tablas de los
barriles de pólvora, había quemado el cuello de la capitana
Bonny, disfrutando ver cómo la piel se desprendía de la
carne, y la carne del hueso, para al final atravesar las
vértebras con un sonido enloquecedoramente melodioso
para sus oídos.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
741
Liselot observó, por la espalda del hombre, el cuello
decapitado y calcinado de su amiga y la mano humeante del
capitán Nau. No lo pensó dos veces e hizo aquello que
había pensado hacer: apuñalarlo. Esta vez no falló, dio justo
en el corazón y ese sádico hombre, su pesadilla mayor por
cinco años, cayó muerto a sus pies. Se cubrió la boca y las
lágrimas no tardaron en brotar, en honor a Anne Bonny.
-¡Ay, mi querida Liselot!-escuchó a Naomie decir a sus
espaldas-. ¡Has fallado miserablemente, querida!
-¿Qué es lo que realmente querías?-preguntó entre
lágrimas.
-No has peleado sola, tampoco sin generales; has tomado
dos vidas, en vez de una, y una de ellas era la equivocada.
Sólo tu sangre tiene real valor ahora-le dijo mirándola con
un dejo de lástima-. Ven, acompáñame-le hizo una seña
para que le siguiera por los pocos rincones de la cubierta
que no estaban quemándose. A sus pies las aguas se
mecieron aterradoramente y las rocas bajo ellas temblaron;
las olas se dirigieron en todos los sentidos posibles,
haciendo frente a ambas un círculo. Poco a poco, comenzó
a emerger una roca, volviéndose cada vez más alta.
-Has roto con todas mis esperanzas, querida Liselot-le dijo
la mujer sin disimular ni su dolor ni su lástima.
-¿Quién eres?-preguntó Liselot.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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-Mi nombre no es Naomie, mi nombre es Calipso, soy hija
del gran Poseidón; y esta isla que estas presenciando, es la
gran isla de Ogigia-señaló. La isla se alzó cada vez de una
forma más poderosa, las olas amenazaron con arrojar la
nave al fondo del océano-. La única forma de salvarte es
saltar a la cima-dijo saltando a lo que parecía ser la punta
de una roca, pero que en realidad era el sitio más alto de la
isla que, poco a poco, comenzaba a descubrirse; Liselot la
siguió-. No soy inmortal. Apenas soy una ninfa. La dueña
del océano, sin duda, pero una ninfa. Mi hora está a punto
de llegar, moriré dentro de muy poco. Lo que has visto en
el siglo XXI, tú y tus hermanas, es apenas una encarnación
de lo que fui en mi momento de gloria. Busco a un sucesor,
a alguien que se haga cargo de la isla de Ogigia y acoja acá
a todas las personas que mueran en el mar. En un inicio,
Jean David Nau, la vida que debías tomar, pactó conmigo:
dijo que dejaría atrás todos sus vicios y sería mi fiel
seguidor, pero continuó matando por voluntad y deporte…
al final no sabía cómo deshacerme de él. Pensé en un
hombre que amara el mar: Jack Rackham parecía perfecto,
pero… ¿Cómo acercarme a él? Decidí que por mis medios
no lograría conmoverlo pero, a través de ti… sí que lo
haría… se hicieron amigos, grandes camaradas, iban a
acabar con Nau y él, por tu libertad y derecho de volver a tu
hogar sería capaz de dejar su vida de infernales vicios y ser
el gobernador de Ogigia, pero… murió y, en parte por culpa
tuya. ¿Quién me quedaba? Anne Bonny, nada le queda en
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
743
esta tierra y, acaba de morir… un muerto no puede dar
órdenes, has de saberlo bien.
-¿Y qué quieres de mis hermanas? Una de ellas está muerta,
ya no puede entorpecer tus planes-preguntó Liselot.
-Una está muerta, pero sí puede entorpecer mis planes… Si
ambas te llevaban hasta el Bosque de los Tiempos, todo
este sacrificio hubiese sido en vano: las dos podrían haberte
llevado de regreso a casa, ir contigo… y yo no tendría un
sucesor-contestó Calipso.
-Te quedamos Ivanna y yo-se sorprendió.
-Sí-confirmó Calipso.
-Seré tu sucesora-afirmó Liselot.
-En el fondo, siempre lo quise-confesó Calipso-; pero de
todos eras la más imposible.
-A cambio deja regresar el Evertsen a casa; a Lodewijk y
todos los demás… y a mi familia-negoció.
Unos pasos sonaron en la gravilla.
-Hija, lo muerto no puede volver a morir-escuchó por
primera vez, en cinco años, la voz de su padre. Abrazó a
Niek como durante tantos años había deseado hacerlo y
estalló en llanto en su hombro.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
744
-Nosotros de aquí no nos movemos-escuchó la suave voz
de Aliet.
-¡¿Mamá?!-exclamó, creyendo que era una alucinación.
-Tu familia ha hablado, Liselot; Niek, Aliet y Sophie están
muertos; sólo a Ivanna le corresponde volver; un lugar de
los muertos no es para los vivos, no si no van a gobernar-
dijo Calipso. Se abrazaron. Una de ellos volvería a casa.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
745
Epílogo: “Una Sombra de Aquello que Fui”.
Nota de Autora:
Señoras, señores, hemos llegado al final. El capítulo
anterior me dejó con un sabor agrio en la boca, ¿será que lo
pensé por mucho tiempo y en el camino lo idealicé? Pues,
fuere como fuere, este capítulo será distinto (y triste, muy
triste, al menos para mí lo es. Este epílogo está centrado en
la figura de un personaje casi mítico, centro de todas mis
adoraciones y pasarán unas cuantas cosas muy interesantes
en torno a este sujeto… ¿Os hacéis una idea de quién es?
¿Sí? ¿No? Venid y averiguadlo. La verdad, hay muchas
cosas que desearía decir, pero no es el momento indicado:
el momento lacrimógeno es la dedicatoria y estamos
golpeando a su puerta.
Este capítulo contiene una escena que, el día que logre
dirigir una película basada en esta novela, la rodaré
poniendo de fondo el tema “The Children”, compuesto por
Ramin Djawadi para el décimo episodio de la cuarta
temporada de Game of Thrones, pensé en colocar ese tema,
de hecho, como tema de capítulo, pero quedaba muy corto
y reflejaba el espíritu sólo de una escena, no de todo el
capítulo. Así que, el tema de este episodio será… “Replica”
de la banda finesa Sonata Arctica. Como bien dice la letra:
“Nada es lo que parece ser / soy una réplica / sólo una caja
vacía / ya no soy yo / sólo una réplica de mí mismo”. ¿A
quién le sucederá eso? Pues, averigüémoslo…
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Capítulo dedicado a Carolina, quien ayer dio un examen
muy importante en su carrera –deseémosle buena suerte- y
porque mañana es su cumpleaños; además, es una de mis
más fieles lectoras.
El hombre se acercó a la playa, solo. A sus casi setenta y
cinco años era una soberana locura salir sin compañía
alguna, vistiendo completamente de negro, con el cinturón
y la chaqueta llenos de tachas y hebillas y luciendo una
mohica que pasaba del verde al azul y del azul al negro,
tonos que ni el tiempo había conseguido borrar. La gente lo
miraba de hito en hito y él se dedicaba a ignorarlos
olímpicamente. Se dispuso a caminar por la orilla…
conocía los bancos d aquella blanca arena mejor que a su
mano.
Miró con nostalgia hacia el mar… allí había estado el
muelle… no, había estado más allá de aquellas palmeras.
Le parecía verlo aún, edificándose en apenas unos palos de
madera mal claveteada, con tablas de menos, raídas y
quemadas por el tiempo, soportando estoicamente los
embistes de las verde-azuladas aguas del Mar Caribe. Le
parecía ver, amarrados apenas sí por una podrida soga, los
bajeles; las blancas, a veces beige, velas desplegadas,
ondeando libres, hinchadas, deseando navegar y, aunque
sonara a ironía, aún podía ver las banderas tan diferentes
entre sí ondeando al viento, siendo el único símbolo de la
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añoranza que esos rudos marineros podían llegar a sentir
por su patria y hogar.
Después de todo, aunque apestase a sarcasmo y sonara a
impertérrita mentira, nadie quería ser ciudadano de la
República Pirata; aunque fuese imposible de creer, todos
querían una vida de paz junto a la familia que habían
intentado mantener y habían acabado por dejar atrás.
Siguió caminando. Aquella arboleda no era como la
recordaba, el bordemar estaba muy cambiado… ¿tan fuerte
era el paso del tiempo? Se sentó en una roca, apartado de
todo, sólo el incesante sonido de las rocas con él,
haciéndole compañía, brindándole su apoyo. Sacó unas
hojas de marihuana y preparó un cigarrillo. Sonrió con vaga
tristeza. Alguien hubiese rechazado esa actitud, pero ese
alguien no estaba ahí para verlo; de hecho le sorprendía
recordar a ese alguien después de tantos años y era por ese
alguien por quien encendía ese cigarrillo y lo fumaba tan
lentamente, para mitigar el horrible dolor que carcomía a su
corazón, ¿por qué era tan humano extrañar?
Retrocedió cuarenta años en el tiempo y los últimos años de
su vida corrieron como una vorágine frente a sus ojos. Pudo
ver el rostro de un muchacho de apenas 22 años y sonrió…
¿Tan inocente había sido? Pudo ver sus propias lágrimas,
recorriendo lentamente su piel, sus mejillas, milímetro a
milímetro, en cámara lenta. Pudo ver sus ojos horrorizados,
presa del pánico y la incredulidad.
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-No, no puedes hablar en serio, Liss-había dicho, aún
recordaba su voz quebrada y cómo se había meneado su
cabeza en negativa, en un vano intento por persuadir a
Liselot de que estaba a punto de cometer el error de su vida.
Ella le había sonreído, le parecía aún ver esa sonrisa, tan
blanca, tan límpida, tan ingenua; Liselot apenas era una
niña, dejándose arrastrar a un destino funesto sin siquiera
oponer resistencia, totalmente confiada de que aquello que
le ordenaban era lo correcto.
-Tranquilo, Lowie; todo va a estar bien-dijo Liselot.
-¡No, esto tiene que ser una broma!-gritó Lodewijk
agarrándose la cabeza a dos manos, desesperado-. ¡Tú no
puedes estar hablando en serio, Liss! Después de todos
estos años… no quieres volver a casa-dijo, atragantándose
con las palabras, aún le costaba comprender lo que ella
acababa de decirle: no tenía sentido alguno y esa era la
verdad de las cosas.
No era sencillo de comprender. Media hora atrás estaba a
bordo del Evertsen, gritando como un imbécil,
desaforadamente, al ver el Olonés y todo a su alrededor
arder en llamas. Creer que Liselot, después de haberla
protegido y servido por tantos años, estaba muerta no era
fácil para él; por eso, su corazón se había hinchado de
esperanza al verla en la cima de aquella extraña isla. Sin
pensarlo dos veces había trazado el curso hacia allá. Había
sido un momento impresionante haber visto a los cinco Van
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der Decken reunidos. Apenas tocaron tierra en las blancas
arenas de Isla Ogigia, toda la tripulación del Evertsen saltó
bajo la nave y Sophie e Ivanna, al ver a sus padres y su
hermana mayor abrazados, corrieron a la cima –todavía no
muy alta- y se unieron a ellos.
Lodewijk caminó tras ellas con la vista clavada en las
rocas, marcando cada paso, viviendo cada segundo de una
realidad finita. Pudo escuchar los grititos de alegría de
Sophie e Ivanna, las risas, los llantos de los Van der
Decken y se sintió inefablemente solo; ¿quién era él sino un
muchacho sin padres, sin familia, sin hogar? Por una vez en
la vida se preguntó si realmente tenía sentido regresar al
siglo XXI; quizá todo había sido en vano. ¿A qué volvería?
¿Qué encontraría si no repudio?
-Tu familia ha hablado, Liselot; Niek, Aliet y Sophie están
muertos; sólo a Ivanna le corresponde volver; un lugar de
los muertos no es para los vivos, no si no van a gobernar-
escuchó la voz de aquella extraña anciana que había visto
en la cubierta del Evertsen y luego en la cima de la isla.
Sintió cómo se le paralizaba el corazón. Caminó cada vez
más lento, apenas levantando los pies; los tripulantes de la
nave se esparcieron por todo aquel trozo de tierra mientras
el mar cedía cada vez más espacio. Clavó la vista en el
suelo, los ojos se le hacían agua. Se preguntó por unos
momentos si acaso todo ello tenía sentido, si no estaban
todos locos o si no estaban demasiado desesperados como
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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para seguir las órdenes de una trastornada. Una trastornada
que planeaba bien, demasiado bien.
-¡Lodewijk!-escuchó el alegre grito de una voz masculina.
Su orgullo le obligó a que sus ojos se secaran en apenas
milésimas de segundos y levantó la mirada. Lo había visto
al desembarcar, pero aún le quitaba el aliento. Una sonrisa
involuntaria se formó en sus labios. Niek Van der Decken
caminó a paso jovial hacia él, siempre sonriente, tal como
le recordara. Y no bien le alcanzó le atrajo hacia sí en un
paternal abrazo, el más tibio que recibiera Lowie en toda su
vida-. Has cumplido tu palabra, muchacho-le dijo apenas
separándose, sólo sus ojos encontrándose-: la has protegido,
ha sobrevivido sana y salva-en la mirada de Niek había
orgullo y agradecimiento.
-No ha sido nada, señor Van der Decken-apenas pudo
articular Lodewijk recordando aquella aciaga noche, esa
triste promesa, los corazones desgarrados y el destino negro
cerniéndose sobre ellos. Su corazón se estremeció, deseó
poder llamar a aquel hombre sencillamente <<Padre>>.
-Sé lo que pasó-dijo Niek con seriedad, refiriéndose a
Dirck. Sus ojos eran graves y tristes y en ellos se leía una
palabra más: hijo.
Una sonrisa triste afloró en los labios de Lodewijk,
finalmente comprendía que siempre había tenido un padre:
Niek Van der Decken. Quien fuera el almirante de la Zeven
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Provinciën lo atrajo nuevamente hacia su pecho y posó
protectoramente una mano en su espalda y otra en su nuca.
-Gracias, muchacho-susurró apenas en su oído. Los brazos
de Lodewijk se cerraron en torno a esa espalda tan querida.
Quizá al fin estaba en casa.
Se separaron y aquella extraña mujer, que decía llamarse
Naomie, tomó la palabra:
-Vengan, dejémoslos a solas: Liselot y Lodewijk tienen
mucho de qué hablar-dijo. Lodewijk percibió en aquellos
ojos avellana malicia, una crueldad que le oprimía sin que
quisiera el pecho, pero no supo darse cuenta de qué era. La
mujer se adelantó a descender de la cima y Niek, Aliet,
Ivanna y Sophie la siguieron. Por unos momentos pareció
que sólo les acompañaba la canción de las olas, ya ni
siquiera el ruido de aquellos pasos contra la gravilla.
Lodewijk sonrió a su peculiar manera.
-Liss, ¿sabes? He entendido una cosa-dijo mientras miraba
abstraído las figuras que hacía el océano al retroceder y
descubrir la roca. Se sentó en una piedra antes de continuar-
. Este es mi hogar-sonrió, no podía sentirse más feliz.
Liselot se sentó a su lado-. Después de tantos años,
comprendí que este es mi hogar, que nunca debí intentar
irme de aquí. Liss… ya no quiero volver al siglo XXI-
confesó.
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La sonrisa de Liselot pareció congelarse y su rostro
palideció notoriamente.
-Lowie-su voz tembló-, lo que acabo de hacer, lo hice por
ti-confesó. El rostro de Lodewijk reflejó su confusión.
Liselot tomó aire antes de continuar-: para que pudieras
volver a casa.
-Pero, Liss-Lodewijk sonrió, hubiese sido un mentiroso si
hubiese negado la ternura que le producía aquella actitud
por parte de su amiga-: éste es nuestro hogar.
-Me refiero al siglo XXI-dijo y ahora sintió una punzada en
el vientre porque sencillamente no sabía cómo le diría lo
siguiente a Lodewijk-. Lowie… maté al Olonés e hice un
pacto: me quedaré aquí, a cargo de esta isla, para que tú,
Ivanna y los demás puedan volver a casa.
El rostro de Lodewijk palideció, sus pupilas se dilataron
por el espanto; sintió cómo le faltaba el aire.
-No, no puedes hablar en serio, Liss-dijo, mientras se le
quebraba la voz y meneaba la cabeza en negativa.
-Tranquilo, Lowie; todo va a estar bien-dijo Liselot,
sonriendo ampliamente.
-¡No, esto tiene que ser una broma!-gritó Lodewijk
agarrándose la cabeza a dos manos, desesperado-. ¡Tú no
puedes estar hablando en serio, Liss! Después de todos
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estos años… no quieres volver a casa-dijo, atragantándose
con las palabras.
Se hizo el silencio gutural entre ambos, apenas quebrado
por el último fonema que aún vibraba en el aire. De
repente, la tierra tembló bajo sus pies. Por una vez en la
vida, fueron los ojos de Lodewijk los que se abrieron
desaforados, presa del terror y Liselot permaneció impávida
ante el peligro. El mar retrocedió a una velocidad de
vértigo, descubriendo una seguidilla de prados verdes y
construcciones de piedra blanca, alba, que brilló ante los
débiles rayos de aquel día gris, y que dejaba sus puertas y
ventanas cubiertas de suaves linos de diversos colores. Las
aguas siguieron su retroceso hasta que se detuvieron
finalmente tras una playa de blancas arenas.
De entre las edificaciones de piedra caliza comenzaron a
salir personas; hombres, mujeres, niños, ancianos, de
diferentes razas y culturas. Se sentaban al borde de las
cuevas y salían de las entrañas de la tierra. Lodewijk, en
medio de su impresión, pudo ver un penacho rojo de algún
desafortunado romano, más allá los tatuajes azules de un
celta, un poco más cerca el velo de una mujer árabe y junto
a ella el turbante de un hindú; en el otro rincón divisó un
uniforme militar de los Estados Unidos, como aquellos que
usaban los soldados en la Guerra de Vietnam, al lado
distinguió lo que creyó un vestido medieval, verde musgo y
con las mangas anchas, apenas un poco más lejos el hacha
de un vikingo en cuyo pecho se leían aún las bendiciones
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de Tyr y, junto a él, una reluciente armadura de un
caballero juramentado.
Sus ojos barrieron la isla en toda su extensión. En ella
convergían y reían en conjunto, como vecinos de toda una
vida, gente de todas las razas y épocas; y salían a raudales
aún más.
-Liss, ¿qué es esto?-sus ojos recorrían la extensión una y
otra vez, su corazón se encogía del pánico.
-Es isla Ogigia. Naomie en realidad no se llama Naomie: es
la ninfa Calipso y este es su hogar. Antes de morir, necesita
encontrar un sucesor para que cuide de esta isla y sea
guardián de los océanos. Toda esta gente es la que ha
muerto en altamar…-hizo un incómodo silencio, aunque
Lodewijk sabía bien lo que seguía-: juré protegerlos a
cambio de que el Evertsen pueda volver a casa… con toda
la gente que transporta.
El silencio volvió a envolverlos, sólo roto por unas pisadas
en el suelo de gravilla.
-¿Y bien?-escucharon la voz de Calipso. Liselot volteó a
verla, Lodewijk se consumía en la ira y fue incapaz de
desclavar la vista de las rocas-. Honra tu parte del trato,
Liselot: saca a los vivos de Isla Ogigia.
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Un estremecimiento recorrió la espina dorsal de Lodewijk
y, entonces, volteó a mirar a Calipso como si lo hubiese
picado un escorpión.
-Sólo los muertos pueden estar aquí-afirmó febrilmente-;
pero los muertos sí… ¡Mátenme! ¡Mátenme y dejen que me
quede en este lugar!
-¡No!-interrumpió Liselot; la sangre corría
vertiginosamente por sus venas, el sudor la empapó
mientras sentía cómo su plan se aventaba por la borda-. El
Evertsen necesita un capitán… ¿Lo podrías llevar a casa
por mí?-preguntó, las lágrimas querían salir.
-Esta me la vas a pagar, Van der Decken-afirmó Lodewijk
mirándola a los ojos. Aunque en su mirada no había nada
de rencor. No había nada en el mundo que pudiese negarle
a su mejor amiga, aún si eso atentase contra su sueño de
tener un hogar. La abrazó, fuerte y dulcemente, más de lo
que nunca lo hubiese hecho; y le besó la frente, con toda la
calidez de la que fue capaz. Liselot sollozó en su hombro y
se aferró a él en un infantil intento de retenerle junto a sí-.
Nos volveremos a encontrar-afirmó separándose finalmente
de Liselot, en esa afirmación se escondía una pregunta. Liss
asintió con la cabeza, las lágrimas rodaron por su rostro y
por los dedos de Lodewijk que le secaban las mejillas-.
Hora de volver a casa-afirmó él y comenzó a bajar de la
cumbre.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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Caminó hacia el muelle. Los habitantes de Ogigia le
abrieron paso y, tras su espalda cerraron filas. Tras de sí
podía sentir los pasos de Liselot, tenía que obligarse a no
voltear, sabía que si lo hacía, no sería capaz de regresar a
casa. Sentada en los maderos, al lado del Evertsen, ya listo
para zarpar, encontró a Ivanna. Sentados junto a ella
estaban sus padres y su gemela; Liss se les unió y las
lágrimas los ahogaron. Frente a ellos el ocaso teñía de rojo
el horizonte. El sol, como una vela encendida titilaba y se
escondía en el mar de China hasta que éste pareció
tragárselo. Sólo las nubes, tintadas de sangre y dolor les
observaban, a sus espaldas galopaba la noche y las
sombras. Sintió lástima por Ivanna como nunca la había
sentido, cuando eran unos críos solían odiarse… unos críos,
se mofó mentalmente; ellos no habían crecido, habían
madurado. La remeció del hombro izquierdo, la chica
reaccionó a su tacto cálido.
-Hora de volver a casa-intentó sonreírle y le tendió la mano.
Un grito desgarrador salió de los labios de Ivanna y los Van
der Decken volvieron a aferrarse los unos a los otros en un
desesperado intento de no volver a separarse, mientras
lloraban a gritos. Liselot y Niek lo empujaron al abrazo,
hasta que el viento frío y la oscuridad los envolvieron,
entonces tomó de la muñeca a Ivanna y, contra su propia
voluntad y la de ella, la subió a bordo del Evertsen.
-Todos están a bordo-le informó Sheila.
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-Gracias-susurró. Sus ojos se enrojecían pero no por el frío.
El portal en las aguas volvió a abrirse, Naomie, la gran
maga de todas las magas usó su poder y abrió un agujero
gusano y el barco navegó tranquilamente, dejando atrás las
costas de la isla hasta que sólo les rodeó el mar.
El cigarrillo se empequeñeció en la mano de Lodewijk
hasta que terminó inhalando humo de casi sus propios
dedos. Sonrió con ironía, lo apretó y lo aventó contra las
rocas. Contempló por unos momentos más el quieto Mar
Caribe y se puso de pie. Caminó por el bordemar hasta que
se internó nuevamente en la ciudad: New Providence estaba
muy cambiada, cada día le sorprendía más. Recorrió
nuevamente las bulliciosas calles, ganándose de nuevo
todas las miradas de los transeúntes, hasta que llegó al
Barrio Cívico. Intentó orientarse. Se mezclaban cafés,
bares, teatros, galerías de arte, cines y un museo sobre la
Edad de Oro de la Piratería en ese sector de la ciudad.
Había entrado en ese museo varias veces, la primera de ella
se había horrorizado por la cantidad de mentiras que ahí
decían, de cómo mitificaban el oficio de ser un pirata y lo
romantizaban a niveles insospechados. La dura realidad
había sido diferente, muy diferente. Recordó cómo aquella
vez estuvo a punto de ir a hablar con el encargado y
romperle la mandíbula a golpes por embustero hasta que su
novia lo había tranquilizado diciéndole que no tenía sentido
intentar siquiera hablar con ese tipo, porque ante cualquier
argumento que pudiera darle, sería tratado como un
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lunático. Esa vez se había jurado que nunca más volvería a
ese lugar, sin embargo había regresado una y otra vez por
algo llamado masoquismo puro, o al menos eso era lo que
le gustaba a él decir; porque, en realidad, le agradaba ir:
volvía más fácil recordar viejos tiempos y, todo aquello que
se recuerda con dulzura, es bueno recordarlo. Sin embargo,
esta vez no iba al museo a sufrir por el incremento
sostenido de mentiras que ahí se decían acerca de su noble
oficio, esta vez iba a una de las galerías de arte.
Entró en la primera galería que encontró en esa calle. Era
de mañana, así que estaba prácticamente vacía, a excepción
de críticos de arte y los expositores. Se detuvo observando
cada uno de los cuadros, algo que en su juventud hubiese
catalogado como una pérdida de tiempo. Ahora, unos
cuantos años más viejo, podía decir que nada era una
pérdida de tiempo si se le daba un sentido… y si se hacía
algo que no tenía sentido, pues, ese ya era un caso serio.
Observó incluso los marcos de madera, algunos de bronce,
con calados, repujados y tallados. A mitad del recorrido
llegó ante la obra de un anciano. Se rió mentalmente al
catalogarlo de anciano, él ya no era precisamente un
muchacho… pero seguía estando en ventaja frente a la vida.
El hombre era delgado y bajo, le calculó unos noventa años,
usaba unos lentes que parecían cubrirle al menos la mitad
de la cara y estaba perennemente encorvado, o eso parecía.
Le saludó asintiendo con la cabeza y se concentró en la
pintura. Su cuerpo comenzó a temblar e inconscientemente,
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su mandíbula inferior bajó al tiempo que los ojos se le
volvían agua.
-¿Pasa algo, señor?-preguntó el anciano con voz cascada.
-¿Conoció usted a este hombre?-preguntó Lodewijk sin
despegar la mirada de aquellos ojos celestes que le miraban
desde la pintura.
-Todo el mundo lo conoce-dijo el anciano con
exasperación, dando a entender que por mera cultura
general, era obvio que a quien le preguntase quién era el
hombre de la pintura sabría responder.
-¿Habló usted con él alguna vez?-Lodewijk parecía no salir
de su trance.
-Nunca; mi hermana tuvo el placer de hablar con él una
vez, era periodista y le tomó esta fotografía cuando lo
ascendieron a Almirante-el viejo pareció perderse en una
ensoñación de tiempos mejores; ¿cuándo había perdido su
época de gloria? Prefería no saber eso-. Yo sólo la adapté e
intenté hacer una buena pintura.
-Ese hombre era mi padre-dijo Lodewijk ante el suspiro de
admiración del artista; una sonrisa se formó en sus labios y
volteó a mirar al anciano pintor-. O al menos eso intentó-
dijo. A sus espaldas Niek Van der Decken sonreía en la
cubierta del HMNLS Evertsen aquella tarde de mayo de
2008 que precedía al día del desastre que marcaría para
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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siempre sus vidas. El autor del retrato tartamudeó un
halago, pero fue incapaz de formular algo coherente-.
¿Cuánto cuesta?-preguntó.
-Cincuenta dólares, se lo dejo en cuarenta y cinco-graznó el
viejo pintor.
Lodewijk sacó de su bolsillo un grueso portadocumentos y
le tendió unos billetes, al tiempo que descolgaba la pintura
por sus propios medios.
-¡Pero, señor!-exclamó el artista-. Aquí hay sesenta-le
tendió el excedente.
-Y no mereces menos-aclaró Lodewijk ya con el cuadro
descolgado y se llevó la mano a la cresta de gallo a modo
de despedida.
Siguió andando por ese pasillo lleno de pinturas, pero ya no
pudo concentrarse en ninguna más sino en aquella que
llevaba entre los brazos. Exactamente igual a esa fotografía
que estaba en su billetera, sólo que en aquella además
aparecían Liss, Ivanna y Sophie.
Esa fotografía había sido lo primero que había visto al
despertar aquella noche de 2013 en el hospital y, durante
meses, había sido lo único que le había evitado caer. Esa
noche encontró todo oscuro a su alrededor a excepción de
algunas luces verdes que titilaban indicando valores que no
supo reconocer. El miedo se apoderó de él. ¿Qué hacía
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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quieto, dormido, en semejante lugar? Intentó incorporarse,
pero no pudo, una serie de mangueras y catéteres se lo
impidieron, mientras las gotas del suero se deslizaban
lentamente hacia su vena. Con la poca luz de la calle que
entraba a través de las ventanas y que emanaba de esos
aparatos, vio lo único que al parecer le pertenecía: su
billetera. Estiró la mano y, entre sus dedos, se deslizó
aquella fotografía. No tuvo tiempo de permanecer en el
shock en que había entrado; la luz se encendió de enseguida
y entraron al menos cuatro personas: un médico, dos
enfermeras y un cuarto individuo en discordia que catalogó
olímpicamente de sujetavelas.
Entre los cuatro le explicaron –o al menos eso intentaron-,
que miembros de la Armada Holandesa habían encontrado
el HMNLS Evertsen después de cinco años de desaparecido
a la deriva en las costas de Rotterdam la mañana del lunes
de la semana pasada. Inmediatamente habían dado la
alarma a los altos mandos de la Marina y se habían
acercado a la nave; grande había sido su sorpresa cuando
encontraron a parte importante de la tripulación –al menos
más de lo que nunca esperaron- viva y en buen estado de
salud, sólo que inconscientes por lo que parecía ser una
deshidratación que les venía apaleando de un buen tiempo.
También encontraron objetos y artículos de procedencia
bastante extraña, pero se abstuvieron de formular teorías
locas y optaron por llevar a los sobrevivientes a distintos
recintos asistenciales de inmediato. La mañana siguiente,
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cuando la Zeven Provinciën quiso subir a registrar la
embarcación, ésta había desaparecido sin dejar rastro,
afortunadamente nadie iba a bordo. Lodewijk, por unos
momentos, obvió el evidente hecho de que no recordaba
ninguna de esas cosas que le estaban narrando –su
consciencia desaparecía cuando el Evertsen había llegado a
mar abierto- y sonrió al pensar que Liselot no había querido
separarse de su amada nave y que en esos momentos la
tendría fondeada en Ogigia.
-¿Qué día es hoy?-preguntó.
-Martes-contestó el médico de cabecera mientras preparaba
una inyección.
-¿He dormido una semana?-preguntó impresionado.
-Has estado inconsciente por la deshidratación una semana-
le corrigió el médico-. Tienes que cuidarte.
Aquella noche, después de esa conversación, había
continuado durmiendo. ¡Y vaya que lo apreciaría después!
Los días que siguieron fueron inquietantes y agobiadores
para todos los viajeros del Evertsen; los periodistas, uno a
uno, se agolpaban para conseguirles una entrevista y no les
dejaban en paz. Sin embargo, ninguno de ellos pronunció
palabra y huyeron magistralmente de la Marina Holandesa.
Una semana después, Lodewijk era un ser libre y no tenía
dónde ir. Todos sus camaradas, todos sus compañeros de
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travesía, tenían un hogar, tenían una familia: él no tenía
más familia que la tripulación del Evertsen. Bajó las
escaleras del hospital, peldaño a peldaño, lentamente. ¿Qué
haría con su libertad? Cuando llegó a la recepción a firmar
el alta médica dos hombres se le acercaron. Los saludó por
inercia llevándose la mano a la base de la cresta de gallo y
siguió caminando.
-¿No nos reconoces, Lowie?-preguntó suavemente el
mayor, le calculó treinta años.
Si Lodewijk no hubiese sido un hombre lo suficientemente
fuerte, se hubiese desmayado ahí mismo: aquel era su
hermano Camiel y, el tipo que estaba al lado de él era su
otro hermano, Hendrieke, que por la época rondaría en los
veintiséis años. Camiel le dio un fuerte abrazo.
-Ya firmamos el acta, hermanito-le dijo, mientras lo
guiaban a un auto negro del cuál no tenía precisamente
buenos recuerdos: aquel era el auto de su padre.
-Nos hubiese gustado mucho que padre estuviera aquí-dijo
Hendrieke mientras echaba a andar pausadamente por las
calles de Ámsterdam-. Pero con volver a verte a ti, basta…
En ese momento, Lodewijk se sintió la peor persona del
mundo: había privado a sus hermanos de volver a ver a su
padre. Ambos nunca habían estado en buenos términos;
pero sus hermanos no tenían la culpa de ello. Hendrieke y
Camiel habían amado a su padre, aún lo amaban; y Dirck
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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los amaba a ellos, eran los niños de sus ojos. Aún podía
recordarlos, jugando en el jardín y podía recordarse a sí
mismo marginado de esos juegos, sentado en un rincón. En
un comienzo había odiado a sus hermanos, ellos no eran
buenos con él, dejaban que padre lo maltratara y lo
mantuviera lejos de sus diversiones. Recordó una vez en
que Camiel y Dirck discutieron por ese motivo, y su
hermano mayor, como era de esperarse, terminó con un feo
castigo. Ahora, que ya tenía veintidós años sobre el cuerpo
no podía culparlos: ¿alguien puede culpar a un niño por
evitar el desprecio de su padre? ¿Podía él, que había hecho
todo lo humanamente posible por ganarse su afecto,
juzgarlos? No, por supuesto que no.
Se sintió un monstruo, y las atenciones de Camiel, siempre
sobreprotector, como lo había sido incluso cuando eran
pequeños, y los cuidados de Hendrieke, quien desde la
niñez había sido afectuoso con él, siempre a escondidas de
Dirck, no hacían más que recordárselo. Por las noches ya
no dormía, tampoco comía, para frustración de sus
hermanos. Cada gesto de ellos por ayudarle a salir del
precipicio en que caía más y más no hacía sino recordarle
aquella garganta ensangrentada, aquel hombre
bamboleándose por ese balcón con los pasos de una
persona ebria por los licores de la muerte, con el hombro
dislocado por las llaves que le había hecho. Cada abrazo de
Hendrieke y cada cita al psicólogo que le agendaba Camiel
no hacían sino llevarle de regreso a ese duelo a muerte, a
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esa cabeza separada del cuerpo de aquel desgraciado que no
era sino su padre. No había tenido opción, eso intentaba
recordar; pero sí la había tenido: era la vida de su padre o la
suya, podría haber dado la suya y todos hubiesen sido más
felices; quizá aquel terror que era Dirck sólo era un terror
para él. Se preguntaba qué hubiese sucedido si, bajando de
esas escaleras en el hospital, sus hermanos hubiesen visto a
su padre en lugar de él. Hubiesen sido mucho más felices,
esa era la respuesta que se daba a menudo. Habrían
entendido mucho más que él no había sobrevivido, es
mucho más comprensible que los débiles caigan; y lo
hubiesen podido superar mucho más… hubiesen vuelto a
ser una familia, él no era parte de esa familia, no después
del daño que les había hecho a ellos que eran sangre de su
sangre.
Una noche, mientras bebían un vaso de whisky antes de irse
a dormir y conversaban, decidió confesar. Sus hermanos,
que sabían que tenía serios problemas con la bebida, o que
al menos los había tenido en su adolescencia, vigilaban
constantemente el nivel de la botella.
-Yo tengo la culpa de que no haya vuelto, padre-dijo con
voz grave, nadie supo si lo hacía para romper el incómodo
silencio que se había formado entre los tres o para construir
uno mayor. Hendrieke quiso intervenir, dándole como
siempre su consuelo-. ¡No! Yo soy el culpable-continuó-.
Si quieren matarme, háganlo: están en su derecho; yo ya no
quiero seguir viviendo-confesó.
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-Lodewijk, no puedes dejarte caer así-intentó animarle
Camiel.
-¡Yo lo maté!-dijo; ese era un grito desesperado por hacer
que comprendieran que era un criminal.
-¡Hora de dormir!-exclamó alegremente Hendrieke,
intentando ayudarle a parar; debía de pensar que estaba
demasiado ebrio.
-¡Aléjate de mí!-exclamó Lodewijk, desesperado: aquel
tacto, aquel cariño, no hacía sino herirlo más. Sentía que su
hermano no merecía tocar a alguien tan sucio, tan maldito
como él.
-Tienes razón-dijo Camiel-: está demasiado borracho.
-¡No es hora de nada, maldita sea!-bramó Lodewijk
parándose, el vaso medio lleno cayó al suelo, quebrándose
en mil pedazos-. Yo maté a su padre-remarcó cada sílaba,
sibilante-. ¿Qué parte de eso son incapaces de entender?
El silencio se hizo en la habitación.
-¿Lo dices en serio?-preguntó Camiel, siempre el más serio
de los tres.
Lodewijk, haciendo uso de toda su paciencia, lanzó un
bufido. Cuando se calmó, tomó la botella entre las manos y,
tras echarse un buen trago, procedió a contarles dónde
había estado esos cinco años, con lujo de detalles les
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
767
explicó todo lo que había hecho. Y, cuando llegó al relato
de cómo había matado a Dirck Sheefnek, tuvo que tragarse
media botella para continuar, pero no se ahorró ningún
detalle.
-Esa mañana me tiré al agua a rescatar a Ivanna Van der
Decken. Llegué a una nave de la East India Trading
Company, su nombre no lo sé, pero ahí Sheefnek la tenía
secuestrada. Cuando la vi… nunca podré describir lo que
sentí, tan flaca, tan frágil… no era la Ivanna que recordaba.
Cuando intentamos huir, él nos salió al paso-su voz
remarcó con furia sibilante la afirmación al recordar a su
padre-. Dos hombres intentaron retenerla mientras yo me
batía contra él, intentando abrirnos paso. Me hubiese
matado a los golpes, pero Sheila llegó y…-.
-¡¿Sheila?!-exclamó estupefacto Camiel al oír mencionar a
la pareja de su padre.
-Sí, Sheila-Lodewijk le clavó los ojos, detestaba que lo
interrumpieran a mitad de una historia-. Ella se la llevó…
entonces los dos nos quedamos solos, frente a frente; él
haciendo sus últimos intentos para evitar que ellas lograran
escapar. Entonces, ya no pude más-esa mirada tan fría, tan
gélida que hace unos segundos le dirigiera, se volvió pura,
como el más limpio de todos los ventisqueros-, ¿cómo
podría dejar todo el rencor atrás? ¿Cómo podía irme sin
hacerle pagar todo el daño que me hizo? ¿Cómo podía dejar
libre de volver a casa a alguien que no lo merecía? ¿Cómo
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
768
podía dejar en libertad a un criminal?-su mirada se perdió
en los recuerdos, en la bruma de aquella pelea, aún
meciéndose en su mente-; no podía. Me batí a duelo contra
él; lo vi pelearme, con el brazo dislocado por las llaves que
le hice, lo vi sangrar, vi sus ojos enceguecerse por la locura.
Tan loco estaba en mi venganza que no me di cuenta del
riesgo que corría, estuvo a punto de lanzarme al mar.
Cuando lo tuvo a tiro, Sheila le disparó, justo al pecho.
Nada podría haberme producido tanto placer como ver
aquella bala, negra, gruesa, clavársele en el pecho, ponerse
roja, marrón y volver a ser negra de tanta sangre; ¡nada me
parecía más hermoso que ver esa sangre gotear! Lo vi
retroceder, ya sin fuerzas para hacer nada. Matarlo era
hacer traición; ¡¿pero cómo puedes ser un caballero cuando
tu rival no lo es?! No, no era suficiente-meneó la cabeza,
los ojos totalmente fuera de sus órbitas-. No era suficiente
para un niño que no tuvo padres, sólo odio; ¡No era
suficiente pago por todas las noches que me dejó desnudo
mientras nevaba! ¡Por todos los golpes que me dio cuando
intentaba abrazarlo!-sus ojos se llenaron lágrimas, que
rodaron por sus mejillas; Hendrieke intentó abrazarlo, pero
Lodewijk lo rechazó de un empujón-. ¡Que no me toques!
Yo soy tan indigno como él de cualquier muestra de amor.
¿Pero lo hubiese creído un niño que sufrió, que fue
torturado? ¡No! Me lancé sobre él y le abrí el cuello: nada
me ha parecido tan hermoso como esa sangre. Tan roja, tan
espesa, corriendo brillante por su garganta y aposándose en
el suelo, parecía una cascada, se veía mágica. Y luego lo
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
769
degollé… ver su cabeza separada de los hombros es lo que
me ha producido más alivio en toda mi vida, hasta que me
encontré con ustedes… los obligué a no tener padre, igual
que yo; y eso es siempre lo que más me ha dolido-por unos
momentos lo único que se escuchó en la habitación fue la
respiración de los tres.
-Te entendemos-le sonrió Hendrieke, reprimiendo el
impulso de abrazar a su hermanito.
-No te preocupes-dijo Camiel con la mirada triste.
Esa noche se fueron a acostar y Hendrieke y Camiel no
pudieron siquiera sospechar el efecto que esas palabras
tendrían en su hermano menor. Los meses se sucedieron
uno tras otro y, para impotencia de ambos, Lodewijk se
encerró en el que fuera su cuarto, impidiendo paso a
cualquier persona. Desde afuera se escuchaba las botellas
caer, una tras otra, o a veces, estrellarse contra la puerta o
una muralla y luego resonaba un grito desgarrador. Por las
rendijas de las paredes y de la puerta, a cualquier hora, todo
el día y todos los días, se colaba un humo espeso que olía a
hierba. Sabían que su hermano apenas comía y dormía, y
que pasaba la mayor parte del día drogado y borracho. Ya
no sabían de dónde sacaba más botellas de ron y vodka y
pastillas de todo tipo.
Lodewijk sentía que se hundía, pero ya era incapaz de salir
del precipicio en que se encontraba. La oscuridad lo
envolvía, pero ya no tenía sentido luchar contra ella. Era un
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
770
asesino; había matado a su familia. A su madre, para nacer,
le había arrebatado la vida, a una mujer inocente y buena,
que no había alcanzado a conocer… el mundo hubiese sido
más feliz si ella estuviese viva en vez de él; los Sheefnek
serían una familia, una hermosa familia, posiblemente su
padre estaría ya jubilado de la Marina y se dedicaría a
viajar con su madre.
Sheefnek… esa era otra historia. Lo había matado por un
mal recuerdo por un rencor infantil. Sheefnek sólo para él
había representado una amenaza; sí, le había hecho daño a
más gente, no podía olvidar a Sheila, pero ellos jamás se
hubiesen conocido si su madre no hubiese muerto y… ella
estaba muerta por su culpa. Y, por ese asesinato, vil
asesinato, paranoia, mejor dicho, había matado en vida a
sus dos hermanos, privándoles de una familia: ellos no eran
una familia, eran tres extraños con el mismo apellido
viviendo bajo un mismo techo.
Las visiones se sucedían una de otra; ya era incapaz de
distinguir qué era una alucinación y qué era cierto. Pero
siempre volvía a Isla Ogigia, una y otra vez; ese asesinato
se reproducía sin parar en su mente, día y noche, en un
infernal e infinito loop. Luego recordaba ese anochecer,
cómo Calipso había ido, junto a su fantasmal tripulación a
bordo de The Storm, que al final de cuentas era su nave, y
se habían internado en el océano, hundiéndose poco a poco,
convirtiéndose en parte de él. Se preguntaba a menudo si
ella no habría ido a parar también a la Isla, pero ahora como
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
771
una habitante más y… entonces caía en la cuenta de que
Sheefnek, muerto en altamar, también estaría ahí y que
algún día se volverían a encontrar. Ese día le haría saber
todo su odio y no podría hacer nada por huir de ese castigo,
lo tenía merecido, siempre lo había tenido merecido.
Una mañana, una voz de mujer se dejó oír en la planta baja.
-Vengo a ver a Lodewijk-dijo.
-No está muy bien-escuchó la voz de Hendrieke.
Había sonreído burlonamente, sentándose en la cama con
un cigarrillo en la mano.
-Lo presumí-había dicho la mujer-: no le he visto en las
interrogaciones, hace una semana nos vienen citando a
todos a la oficina de la Zeven a declarar.
-No está en condiciones de ir a declarar, de hecho por
decreto de demencia ha quedado exento-contestó
Hendrieke, se escuchó el crujido de la puerta al cerrarse.
-¡¿Demencia?!-exclamó la mujer, evidentemente
impresionada.
-Dice que viajaron al pasado-la voz de Hendrieke se
entristeció-. Dice que Sheila disparó a nuestro padre; ¡eso
es imposible! ¡Ellos se amaban! Y no contento con todas
esas locuras, dijo que él lo mató. Sabemos que lo odiaba,
pero no sería capaz. Lo peor es que no hay nada que
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
772
podamos hacer por él: se ha encerrado en su cuarto a beber,
drogarse, no come ni duerme. Tampoco podemos citar un
psiquiatra ni hacer que uno lo vea, cada día está más
agresivo.
-¿Puedo pasar a verlo?-preguntó nuevamente la mujer.
-No te lo recomendaría-dijo Hendrieke con suavidad.
-Ver a alguien de la travesía puede que le haga bien-sugirió
ella.
-Ve-pudo casi ver la sonrisa esperanzada en los labios de su
hermano-: buena suerte.
Escuchó pasos en la escalera. Se volteó dando la espalda a
la puerta, aferrando con la mano derecha el cigarro. La
puerta se abrió, ni siquiera se molestó en mirar.
-¡Es increíble como el eje sensación-percepción hace
cambiar las cosas!-exclamó la mujer, cerrando la puerta tras
de sí-. ¿No es así, Lodewijk?
Lodewijk volteó a mirar a la mujer y encontró ante sí a
nada más ni nada menos que Ivanna Van der Decken. Algo
le pareció muy gracioso y largó una socarrona carcajada.
-La vida es una mierda, Ivanna-dijo finalmente, dando una
calada al cigarrillo.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
773
-Lo mismo puede decir tu vida de ti-le contestó ella,
sentándose al borde de la cama.
Lodewijk largó una sonora risotada nuevamente. Extrañaba
de veras tener una conversación inteligente con alguien.
-¿Me das?-preguntó mirando el cigarro.
-¿Qué quieres?-preguntó Lodewijk, parándose y caminando
bamboleante, evidentemente ahogado de borracho, por su
cuarto-. Vodka, hidromiel, ron-levantó triunfalmente cada
botella. La única respuesta de Ivanna fue quitarle el
cigarrillo, darle una calada y devolvérselo.
-¿Sabes? Hacía tiempo quería verte-le confesó ella-. Sabía
que ibas a estar mal, pero nunca tan hundido.
-¿Qué quieres de mí?-preguntó Lodewijk a la defensiva:
cada vez que alguien, por mucho tiempo quería verle, ese
alguien quería algo en concreto.
-Quiero que huyas conmigo-soltó ella de repente.
-¡Qué romántica proposición, señorita Van der Decken!-se
burló Lodewijk.
-¡No seas idiota, Lodewijk!-exclamó ella.
-Y, ¿se puede saber qué gatilla una decisión tan incorrecta
en una señorita como usted?-se burló él, pasándole el
cigarrillo.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
774
-Tú salvaste mi vida, ahora a mí me toca salvar la tuya-dijo
ella con total convicción antes de dar una buena cuenta del
porro; Lodewijk enarcó la ceja y supo de inmediato que no
le convencía-. La Zeven Provinciën quiere obligarme a
declarar… mi caso es el más sospechoso de todos: no
estaba a bordo cuando la nave zarpó, desaparecí meses
después y… ¡heme aquí!
Lodewijk enarcó una ceja y oprimió una carcajada: la
situación de Ivanna le parecía hilarante.
-Quiero librarme de ellos, para eso necesito huir de
Ámsterdam… ¿Quieres venir conmigo?-al ver que
Lodewijk no contestaba, lo aguijoneó-. No pretendes
quedarte encerrado en este cuarto burlando a tus hermanos
de por vida, ¿o sí?
Lodewijk alzó una botella de vodka, la destapó y se echó un
buen trago.
-¿Cuándo?-fue la sencilla pregunta.
-Tengo dos boletos para hoy al tren de la medianoche,
rumbo a Groningen-dijo.
-¿Tienes donde quedarte?-le preguntó Lodewijk.
-No, pero no te preocupes, ya encontraremos…-dijo ella.
-Tengo amigos allá, dos días en su casa no creo que sea
demasiada molestia-dijo él pasándole una botella de ron.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
775
-Bien… Tampoco traigas muchas cosas, es algo rápido
y…-continuó ella.
-¿Tengo cara de tener más que esto?-abrió los brazos
señalando la habitación en toda su extensión. Ella guardó
silencio, si respondía se sentiría humillada. Él alzó la
botella otra vez-. ¡Esto merece un brindis!
Aquella noche, a las doce, huyeron a Groningen. Lodewijk
se sentía como un niño otra vez, de pronto volvía a tener
trece años y volvía a escaparse de la casa. Sus hermanos se
llevarían un susto impresionante, pero prefería que fuese
así; las despedidas y cursilerías varias no eran para él,
prefería que decantaran las aguas. Llegaron a destino en la
madrugada y fueron a buscar la casa de los amigos de
Lodewijk, punk como él, díscolos como él, algo
estrafalarios, libertinos y ruidosos; la clase de gente que él
sabía de cierto no le parecería bien a Ivanna, ¡grande fue su
sorpresa cuando la descubrió yéndose de juerga con esos –
buenos- tipos! Ella, sin duda, había cambiado. Estuvieron
allí dos días, hasta que encontraron un pequeño
apartamento para arrendar.
Con el paso del tiempo e instado por la joven, ingresó en
una clínica de rehabilitación para desintoxicar su cuerpo de
las drogas. Llevaba años consumiendo cuanta cosa se le
pasaba por delante, era un milagro que estuviera vivo. El
tratamiento duró seis meses, demasiado largo, doloroso y
tortuoso para su gusto. Cabe mencionar que nunca logró
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
776
dejar la hierba y algunas pastillas del todo, tampoco el
alcohol, pero ahora la mayor parte del día la pasaba sobrio
y lúcido, lo cual para Ivanna era un logro.
Cuando volvió al apartamento, con una óptica nueva de su
vida, de sus sueños y de las cosas que había logrado, Ivanna
Van der Decken adquirió un cariz mágico para él: siempre
sonriente, instándole desde su estudio –había ingresado a
un sistema de clases secundarias con exámenes libres- a
seguir, a crear, a hacer lo que fuera que pasaba por su
mente. Esa jovencita, que tan desagradable le había
parecido durante su adolescencia, se convirtió en su
principal amiga y aliada. Y, sin que siquiera pudiera darse
cuenta, se había enamorado de ella. Al principio sintió
miedo, no sabía lo que era amar; era una sensación que lo
aturdía, lo enloquecía, amenazaba con hundirlo, pero
cuando estaba a punto de caer, ella aparecía y le tendía su
mano para sacarlo a flote de nuevo. Era un vicio. Así que,
una noche, confundido y con un latente temor al rechazo,
fue hacia ella y se declaró.
-Démonos una oportunidad-fue la increíble respuesta que
recibió.
Una oportunidad que funcionó bastante bien, por lo demás.
A ella sucedieron peleas, oportunidades, nuevas discusiones
y otras oportunidades hasta que no les cupo duda de que su
relación tenía cimientos sólidos. Entonces decidieron lo
impensado: casarse. Entonces, Lodewijk, contra la
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777
costumbre, tomó el apellido de su esposa: Van der Decken,
y Sheefnek, con todo lo que representaba y los negros
retazos de su pasado, se perdió para siempre. Varios años
después, concibieron a su único hijo: Niek, a quien
llamaron así en honor al hombre que había sido un padre
para los dos.
Lodewijk traspasó los umbrales del hotel sonriendo y se
dirigió a su habitación: la vida no había sido tan mala con él
como había pretendido hacerle creer. Dejó el cuadro sobre
su cama, su esposa estaría fascinada con él.
Bajó las escaleras, tenía costumbre de usar las escaleras y
llegó al hall.
-¡Wooo!-escuchó exclamar a una voz juvenil-. ¡Lodewijk
Van der Decken!
Volteó a ver y vio, corriendo hacia él a un empleado del
hotel, un camarero de aproximadamente dieciocho años.
Tenía algo que le recordaba a Aloin. El jovencito se detuvo
justo frente a él.
-Disculpa, ¡pero eres el mejor músico que he oído jamás!-
exclamó con vehemencia, mientras sus colegas se
descostillaban de la risa-. ¡Escucharte tocar con tu banda
me salvó la vida!-continuó.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
778
-Créeme que a mí también me salvó la vida-Lodewijk
contestó sonriendo, esta vez no se burlaba, sino que algo en
su corazón ardía de orgullo.
-¡Son realmente impresionantes! La primera vez que los oí,
quedé impactado. Esas guitarras, la batería tan potente, la
voz desgarradora, las letras. Son una crítica contra la
sociedad, que nos intenta hacer creer que nuestra vida no
vale la pena, ¿verdad?-preguntó ansioso de obtener la
aprobación de Lodewijk, quien asintió. Cada tanto lo
detenían jovencitos y hombres más o menos pasados en
años a felicitarle por su banda, y siempre tenían el mismo
efecto arrollador en él-. Los tengo incluso en mi mochila-se
quitó la mochila negra para enseñarle una fotografía
bordada en el género negro, era la carátula de quinto disco,
En las Alas de la Muerte. Ante esa muestra de fanatismo no
pudo sino reír de genuino placer, sacándole una sonrisa al
muchachito-. ¿Te tomarías una foto conmigo?-preguntó, a
lo cual Lodewijk no pudo menos que aceptar.
El chico insistió en que imprimieran la fotografía para que
se la firmara, como no llevaba prisa, accedió. Y, mientras el
papel se teñía con la imagen de ambos, se detuvo a hablar
con él para contarle su experiencia, cada vez que podía, la
narraba. Luego de que había salido del centro de
rehabilitación, sus amigos en Groningen le habían
propuesto formar una banda. Recordaban aquellos días,
diez años atrás, en que cantaban y tocaban y se iban de
juerga perenne en la casa Okupa. Y recordaban la voz
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
779
descarnada, la euforia de Lodewijk. Consiguieron una sala
de ensayo –luego de la primera práctica, los vecinos del
edificio no quisieron tenerlos más tocando música punk
cerca de ellos a todo volumen y pasada la hora de las
noticias-, como no tuvieron para pagarla tuvieron que irse a
ensayar a un bar y así se volvieron conocidos hasta que
sencillamente causaron furor en el verano de 2018, ellos
eran Ogigia.
La foto se imprimió, Lodewijk la firmó y volvió a salir del
Hotel. Cada vez que Ogigia salía de gira no perdía la
oportunidad de agendar un concierto en New Providence,
esa isla le había dado mucho y no podía no visitarla, era su
forma de pagarle. Afuera, en la calle, el sol pegaba fuerte.
Deseó que Niek e Ivanna, que habían ido con él esa vez, se
hubiesen echado bloqueador solar antes de ir a la playa.
Sonrió; ellos entenderían.
Llegó a los altos roqueríos, casi pequeñas montañas, de la
cara norte de New Providence, detrás de ellas se oía el mar.
Su vista chocaba en las piedras negras y brillantes,
cubiertas de musgo, y más arriba en el cielo azul,
perfectamente despejado. Subió las rocas, que parecían
estar ahí formando una suerte de escalera, y, haciendo un
último y agotador esfuerzo, llegó a la cima. El viento
ligeramente más fresco y arremolinado de las alturas le
llegó al rostro y le agitó el pelo y la ropa perfectamente
negra. Sonrió y cerró los ojos, dejando al aire bailar por su
cara y llenarle los pulmones. Abrió los brazos, disfrutando
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
780
de la deliciosa sensación; se sentía liviano como un pájaro,
el viento le impulsaba hacia atrás, a volar.
-¡Soy libre!-gritó a viva voz, con ese timbre descarnado tan
característico suyo. Una sonrisa se formó en sus labios. Su
única respuesta fue el repiquetear de las olas al fondo del
precipicio, allá abajo, y unas pisadas en la roca. No le
importó que alguien le viera así y volvió a gritar-: ¡Soy
libre!
-Soy libre-en un susurro gastado pareció formarse la voz
del mar; le pareció una soberana locura, un imposible.
-¡Soy libre!-esta vez se desgarró los pulmones en un grito
que traía lo más profundo de su espíritu.
-¡Soy libre!-gritó una voz de mujer, esa voz sabía a mar,
Lodewijk la recordaba bien.
-Liselot-susurró, mientras una sonrisa se formaba
dulcemente en sus labios; volvían los sonidos de su
juventud.
-¡Soy libre!-gritó con todas sus fuerzas una voz de hombre,
un hombre joven. El rostro de Lodewijk demostró sorpresa,
su corazón se conmovió en la vorágine de mil recuerdos.
-Aloin-susurró. En ese nombre había más que un recuerdo,
un tributo a un amigo que no había podido salvar.
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-¡Soy libre!-gritó una voz de mujer, la reconocería hasta el
último de sus días como la de Sheila Zeeman.
-¡Soy libre!-se escuchó la socarrona voz de un hombre que
creía olvidado: John Morrison.
A sus pies, las olas parecieron rugir. Abrió los ojos
alarmado por la extraña alucinación que acababa de tener.
Pero no, ahí estaban, sonriéndole desde las aguas. Los otros
cuatro líderes de los amotinados del Evertsen se alzaban
entre el océano, sus cuerpos parecían hechos de mar.
Nadaron grácilmente hacia los pies del risco, sin dejar de
mirarle; parecían ser el espíritu mismo del océano,
haciendo cabriolas bajo él, meciéndose con la suave música
de las olas y de la playa. Sintió la firme tentación de ir junto
a ellos. Sonrió con picardía, alzando una ceja. Cerró los
ojos y se balanceó un poco hacia adelante. Unos peñascos
cayeron al vacío, sus pies aún pudieron afirmarle en la
cima.
-¡Padre, no!-rugió la voz agitada de Niek; quien corría
intentando llegar al punto más alto de los roqueríos.
Lodewijk pareció no oírle, una parte muy recóndita de su
cerebro lo escuchó, pero no le importó; no procesó que era
su hijo quien le hablaba. Abrió los ojos y el deseo de unirse
a la danza de aquellos espíritus del mar fue más fuerte;
tomó aire y se dejó caer en el vacío.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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-¡Padre!-el grito agónico y desgarrador de Niek no llegó a
sus oídos.
El chapuzón no lo sintió. Liselot, Aloin, Sheila y John le
salieron al encuentro, nadando alegremente a su alrededor.
Se giró, yendo de hito en hito; intentando reconocer los
rasgos de unos y otros.
-¡Padre, no!-el grito de Niek acarició sus oídos que parecían
estar sordos.
Miró a Liselot, tan dulce como la recordara siempre;
sonriéndole. Sus ojos se dirigieron al frágil espectro en que
se constituía Aloin, intentando perennemente de volverse
más rudo de lo que en verdad era; lo estrechó en sus brazos.
-¡Ayuda! ¡Mi padre se ahoga!-gritó Niek, desesperado.
¿Qué podría llevar a su padre a suicidarse? ¿A dar ese
mortal salto que le había visto dar?
Los gritos de su hijo parecían ser música en los oídos de
Lodewijk. Se dirigió a Sheila; ya no tenía los rasgos de la
anciana a cuyo funeral había asistido diez años antes, a
quien recordaba subiéndose alegremente a bordo del
crucero que le arrebataría la vida. Volvía a ser la enérgica,
sardónica y algo calculadora mujer que recordara viajando
a bordo del Evertsen.
-¡No!-lloró Niek, cada vez le faltaba más la voz.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
783
Giró apenas un poco más y distinguió a quien catalogara
como su principal rival y, a su vez, su mayor aliado en su
juventud: John. Ambos asintieron fríamente con la cabeza,
aunque en sus labios se formó la sonrisa que crecería en los
labios de cualquier persona que sabe que su amigo ya no se
separará más de su lago.
-¡Nada hacia la orilla, padre!-le rogó la voz descarnada de
su hijo desde las alturas, pero no supo reconocerla; no supo
ver lo que él veía.
Los otros cuatro giraron frenéticamente a su alrededor, a
una velocidad de vértigo, como en las rondas que suelen
hacer los niños. Le costaba distinguirlos. Seguían la
maravillosa música de las olas; quiso bailarla él también;
comenzó a girar con ellos, en círculos, en todas las
direcciones, sintiendo que al fin su espíritu era libre.
-¡Por favor!-suplicó en un llanto la voz de Niek, apenas
audible.
Su cuerpo comenzó a cambiar, sus brazos ondearon,
espumantes; comenzaba a convertirse en parte del mar, a
acoplarse en aquella danza con él. Giró, deseoso de ser uno
con el océano, anhelando que su alma pudiera ocupar esa
inmensidad.
-¡No!-ese grito resonó en sus oídos, se hundía cada vez
más, se fundía con las aguas, ya no sentía el frío del océano
lamer su piel: ya no tenía piel. Las aguas cubrieron su
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
784
rostro, su nariz, sus ojos. Su consciencia se fue a negro.
Entonces ya no supo más. << ¡No!>> ese grito aún vibraba
en el aire y en el mar.
FIN.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
785
Dedicatoria de La Leyenda del Holandés Errante:
El día ha llegado. El telón se ha bajado; los papeles
desaparecen, ya no hay un rol por cumplir. La historia
concluye y ya es sólo pasado tejiéndose en nuestras cabezas
hoy y por siempre. Las luces se apagan y ya todo es vacío
para no volverse a llenar. Hoy se ha terminado de escribir
La Leyenda del Holandés Errante, mi tercera novela. Pero
es imposible cerrar a sangre fría dos años con diez meses y
dieciséis días de sueños y trabajo. Aún me faltan cosas por
decir, así que envueltos en la inmortal << Alas de Fuego >>
de Tierra Santa nos reuniremos por última vez en torno a
las últimas palabras que se tejerán en esta historia.
Dedico La Leyenda del Holandés Errante
A la primera persona en quien reconocí las Alas de Fuego:
Mi madre.
Porque más allá de cualquier cosa
Esta es una historia que habla de
Resistir, luchar y nunca perder la fe.
Su temple y experiencia,
Perseverancia y valor,
Me enseñaron lo necesario
Para jamás un objetivo abandonar.
Dedico también este relato al Tío Eduardo,
Esta familia ya no es de tres, es de cuatro;
Y le quiero agradecer por su apoyo, por su complicidad
Y por formar parte de nuestras vidas:
Esta casa no es lo mismo sin él.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
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Este libro también es para Mustafá,
Solo un perro, muchos dirán;
Pero la familia es la familia,
Y él, desde hace mucho, es parte de ésta.
A ellos tres les doy gracias por ser mi familia.
En el camino he conocido a mucha gente
Cuyos destinos de han unido con el mío.
¿Cómo no mencionar al increíble 1° “G”,
Ahora 4° “G” del Liceo Abate Molina de Talca?
¿Cómo omitir a esos geniales compañeros?
Podría decir que no los recuerdo,
Podría fingir que no los conocí;
Pero ellos no sólo se adjudicaron el capítulo noveno,
Ni esta historia,
En la cual quise plasmar la unión
Que siempre les caracterizó,
Sino que son dueños también de mi amistad.
No puedo evitar mencionar a Dárlyn,
Aquella que de las cenizas resurgió;
No puedo decir que no conocí a Bryan,
Más que un amigo, un hermano.
No puedo omitir tampoco a José,
Brillante –e insistente- amigo y lector.
Tampoco puedo obviar mis respetos a
Varo, Adela y a la Chica Pirata.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
787
Puedo viajar a una sala de clases,
Ir al pasado
Y retornar a los felices años de preadolescencia.
Puedo ver a Val,
Genial amiga que siempre estuvo conmigo.
Puedo ver a Jan,
Que ya no esté cerca nuestro
No significa que no sea nuestra amiga.
Puedo ver a Thom,
Pequeño hermano menor
Cuyo destino debe aprender a andar.
Podría quedarme en ese pequeño universo
Y no estaría mal;
Sería un sueño.
Puedo seguir viajando,
Ir al futuro.
Veo a Yeison,
Aquella especie de mentor
Que tomó cuerpo en uno de los más entrañables amigos
Que jamás he tenido.
Puedo dejarle ahí y seguir andando.
¿De eso se va la vida?
Somos actores que subimos y bajamos
Del tablado del destino
Y Dios es el gran guionista.
Veo luego a Carolyn,
Genialísima cómplice
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
788
Y guía en un nuevo mundo.
La dejaremos en paz y seguiremos viajando.
Veo luego a La Rama Culta…
Veo a Ed,
Un genio en ciernes;
A Lipe,
Alguien siempre dispuesto a compartir;
A Dieguito,
Un artista innato;
A Manu,
El tipo más místico que he conocido;
A Tam, a Tithen,
A Nat y a Magda,
Las hermanas que he encontrado
En un mundo que me era desconocido;
A Dumi,
Sencillamente, el mejor enano del mundo;
A Ariela,
A quien extraño;
A Morrie,
Cuyas conspiraciones me gusta compartir;
A Jaz,
A quien sus deseos por descubrir el mundo
La llevarán lejos.
Todos ellos son grandes amigos,
Son los que quedan,
Esas voces que resuenan,
Pese a que no las oigas.
Mariette Sparrow La Leyenda del Holandés Errante
789
Aparecen también,
A la berma del camino,
Gabriel,
El encantador licántropo,
Fantástico amigo
Que pese a haber sufrido en esta vida,
Batalla por ponerse de pie,
Continuar
Y ser el mejor.
Gracias por tu ejemplo, Lobo.
Se perfila bajo una farola
La silueta de Mati,
Quien cumple un excelente papel
Como hermano mayor.
Se vislumbra, finalmente, Martín,
Quien representa el significado
De la verdadera amistad.
La Leyenda del Holandés Errante
Hubiese sido imposible de realizar
Sin lectores como:
Azel, Morgund y Duqueuviedo;
ChristianPriArri, Quilapan y Dromedario 81;
Kpalomar, Mente_Veloz y Stracciatella;
Ticaa, Sheisan e Ivette27
Y todos aquellos que permanecieron en las sombras.