Post on 01-Oct-2018
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Moderadora:
Mery St. Clair
Traductoras:
Mery St. Clair
Elle
Juli
Anelynn
Annaiss
perpi27
Liz Holland
CrisCras
Nats
aa.tesares
Chachii
Zafiro
Danny_McFly
*~ Vero ~*
Mel Cipriano
Moni)
Amy Ivashkov
Nico Robin Stark
Mel Markham
Deydra Eaton
MarMar
Autumn Night
Maca Delos
Marie.Ang
Correctoras:
Melii
Alaska Young
Lalu♥
Nat_Hollbrook
Cami G.
Mery St. Clair
Elena Verlac
JazminC
NnancyC
aimetz14
itxi
Juli
*Cristi*
Clau ^.^
vaviro78
Findareasontosmile
Vericity
Verito
Recopilación & Revisión Final:
Mery St. Clair
Mel Cipriano
Juli
Deydra Ann
Annabelle
CrisCras
Diseño:
July
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Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Sobre el autor
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l es arrogante, dominante y… para morirse.
Hunter es un asesino despiadado. Y el Departamento de
Defensa lo tiene firmemente en sus manos, lo cual
usualmente no es malo, ya que se encarga de matar a los
chicos malos. La mayoría del tiempo disfruta de su trabajo. Eso es
hasta que le encargan algo que nunca antes ha hecho: proteger a
un humano de su mortal enemigo.
Serena Cross no creyó en su mejor amiga cuando afirmó haber
visto al hijo de un senador convertirse en algo… innatural. ¿Quién lo
haría? Pero después se convierte en la testigo del asesinato de su
amiga a manos de lo que sólo puede ser un extraterrestre,
empujándola a un mundo que mataría por proteger su secreto.
Hunter despierta el temperamento de Serena y su deseo a
pesar de sus diferencias. Pronto, él está haciendo lo impensable –
rompiendo las reglas en las cuales ha vivido, yendo en contra del
gobierno para mantener a Serena a salvo. Pero, ¿Son los
extraterrestres y el gobierno la mayor amenaza para la vida de
Serena… o lo es Hunter?
É
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Traducido por perpi27
Corregido por Melii
n las casi, pero no completamente, tenues luces del bar de
mala muerte, miré con la boca abierta a mi mejor amiga, en lo
que debió ser la manera menos atractiva. Mel estaba usando
sus pantalones locos esa noche.
Era la única explicación razonable.
Eso, o su bebida era mucho más fuerte que la mía.
Habíamos sido mejores amigas desde que compartí mi pastelitos de
chocolate con ella en el primer grado. Una serpiente de cascabel y un
conejito tenían más en común de lo que nosotras teníamos. Mel era la
loca, siempre en algo, mientras que yo, en su mayoría, siempre me
encontraba cómoda leyendo un libro o viendo una película. A lo largo de
nuestras vidas, nadie podía entender cómo éramos tan cercanas, pero
cuando las amistades comienzan con pastelitos —de chocolate— no
puede desarrollarse un vínculo más verdadero.
Tomé un gran trago de mi ron con coca cola, haciendo una mueca
por la quemadura. —Mel, eso suena…
—¿Demente? Lo sé. Me siento loca. No lo creería si no lo hubiera
visto con mis propios ojos, y estos ojitos azules tienen una visión perfecta
gracias a Lasik1. —Mel señalo sus ojos con dos dedos. Ambos tenían
descascarado el esmalte de uñas, algo que la alejaba de su naturaleza de
«amante del glamour»—. Pero sé lo que vi, Serena, y te digo Phillip no es
humano.
Allí. Lo dijo de nuevo. No es humano. Miré en el vaso medio lleno de
Mel. ¿Había estado bebiendo antes de que nos encontráramos? ¿O
dando una calada en una pipa de crack? Si el correo de voz frenético que
había recibido de parte de Mel, mientras había estado en la escuela, y la
conversación posterior fuera una indicación, quizá el alcohol metílico se
1 El LASIK (acrónimo de Laser-Assisted in Situ Keratomileusis) es una de las técnicas más
utilizadas para la corrección de las ametropías esferocilíndricas con láser.
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había involucrado. A Mel le gustaban las fiestas, pero se alejaba de las
cosas más fuertes. Esperemos. Comenzaba a preguntarme.
Me incliné hacia delante, estirando el ajuste de mi chaqueta
mientras cruzaba los brazos sobre la mesa redonda. Maldita sea, me
hubiera gustado tener tiempo para correr a casa y cambiarme.
Necesitaba ropa más cómoda para estas cosas. Nada hacia una locura
más fácil de aceptar que unos pantalones de dormir y chanclas. —Mel, la
mayoría de los chicos no son humanos.
Los ojos de Mel se estrecharon. —Sí, bueno, ¡la mayoría de los chicos
no se conviertan en una bombilla de maldita luz! Pero los hijos de
Vanderson lo hicieron. ¡Ambos!
Una pareja miró con curiosidad. Queriendo meterme debajo de la
mesa, agarré la mano de Mel y la apreté suavemente. —¿Bombilla? —
Conservé mi voz baja a pesar de que no tenía sentido. Mel siempre
hablaba fuerte. Y era temporada de elecciones, así que si el nombre del
senador Vanderson se había soltado, tenía que llamar la atención.
—Sí. Se iluminó como un palo de maldita luz, o… o… ¿recuerdas los
juguetes que se encienden al apretarlos?
—¿Un gusano Glo?
—Eso. —Mel sacó su mano y apretó su cabello azabache a la altura
de su barbilla—. Era como un gusano Glo, pero sólo que más brillante.
Oh, Dios. Sin dudas, comenzaba a volverse loca. —¿Estaban
bebiendo, o quizás fumando algo?
La mano de Mel golpeó la mesa, haciendo sonar las copas. —No
hay nada en este mundo que podría beber ni fumar que me haga ver eso.
—Está bien. —Levanté mis manos en señal de rendición—. No
entiendo esto, Mel. No des una sonora palmada a la mesa. No es su culpa.
Ella dejó escapar un largo suspiro. —Estoy tan, tan asustada. Él me
vio. Su hermano me vio. Sé que ellos saben que yo los vi.
No sabía qué decir. Comprendí cuán asustada se sentía Mel.
Concedido, Mel se asustaba por cosas como los saltamontes en la casa,
ramas que parecían serpientes en el patio, y... mariposas volando por ahí,
pero nunca la había visto así. Esto era diferente.
Algo realmente la había asustado.
—Sabía que Phillip no era un buen tipo —dije, poniendo un mechón
de cabello ondulado detrás de mí oreja—. Ser hijo del senador tiene que
haberlo jodido. Él es probablemente…
—¡Él probablemente sea uno de ellos, y también… El senador!
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Oh, Dios mío, si Mel seguía gritando nunca íbamos a poder mostrar
nuestras caras por allí otra vez. Deseé que subieran la música más fuerte y
tal vez, apagaran las luces, también. El bar Fast Times no albergaba
demasiadas personas un lunes por la noche, así que la conversación tenía
una tendencia a viajar.
Mel tomó un buen trago de su bebida. —Sucedió en su
apartamento, no en Grandview.
Grandview era donde el Ricky Ricón de Boulder vivía, una exclusiva
comunidad privada en las colinas de Flatirons, en la que el senador y otras
personas importantes residen. La puerta era ridículamente alta. Absurdo.
¿Creían que Rusia iba a invadirlos?
—¿Cuándo hizo la cosa de la bombilla? —pregunté, jugueteando
con mi pajilla.
Mel asintió. —Estábamos pasando el rato en la sala de estar,
tomando unos tragos. Nada serio. Y luego nos fuimos a la habitación,
tuvimos sexo, fue genial, como siempre. Phillip tiene una resistencia que
ningún otro hombre en este mundo la tiene.
Mis cejas se levantaron.
—Entonces, su hermano apareció… Elijah. ¿Mientras ustedes dos
tenían sexo?
—Tan caliente como eso sería, teniendo en cuenta que son gemelos,
no. No mientras Phillip y yo estábamos teniendo sexo. —Arrancó un botón
de su blusa—. De todos modos, se metieron en una especie de discusión
fuera, en el balcón. Los dos están siempre discutiendo y, ya me conoces,
soy siempre entrometida, ¿verdad?
Sonreí. —Sí.
—Así que fui a la puerta y escuché. Hablaban de algo llamado
Proyecto Águila y Daedalus.
—¿Daedalus? ¿No es eso algo griego?
—Eso no importa, Serena. Escúchame. Ellos discutían sobre esto. Elijah
estaba enojado porque su padre iba a arruinar las cosas con Daedalus y
que esta cosa del Águila era una mala idea, pero Phillip a no le importaba,
o lo que sea. Le dijo a Elijah que se preocupara por sus propios asuntos y lo
olvidara. Ese no era su lugar.
—Está bien. —Me preguntaba cómo esto se volvió en Phillip
convirtiéndose en una bombilla.
—Pero Elijah estaba muy molesto, diciendo que les iba a salir el tiro
por la culata, y que esta cosa del Águila era mala y peligrosa. Dijo algo
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sobre Pennsylvania y sobre dónde tenían guardados a los niños, y que si
Daedalus alguna vez descubría lo que planeaban, todo habría terminado.
Y en este punto, yo estaba como, guau, ¿qué está pasando? —Los ojos
azules de Mel estaban muy abiertos y dilatados—. Elijah dijo algo
demasiado bajo para que lo oyera, y eso debe haber molestado a Phillip,
porque él empujó a su hermano y luego su hermano lo empujó de vuelta.
¿Dos hombres adultos peleando así? Pensé que uno de ellos iba a empujar
al otro sobre la barandilla. Pero entonces... entonces sucedió.
—¿La bombilla?
—Sí. —Presionó su frente con su mano, apretando los ojos cerrados.
Su piel normalmente bronceada ahora se veía pálida—. Al principio, era
como si se desvaneciera. Su ropa, su cuerpo, todo sólo se desvanecía
como si hubiera desaparecido. Y entonces él se encontraba allí, pero no
era un ser humano, Serena. Era como si estuviese revestido en luz. De la
cabeza a los pies, Serena.
—Está bien —dije lentamente—. ¿Qué hiciste?
—¡Enloquecí como cualquier persona normal haría! Me largué de
ahí, pero... —Maldijo, bajando su mano a la mesa—. Se me cayó la maldita
botella de cerveza. Ellos me escucharon. Miré hacia atrás y ya se
encontraban en la puerta del balcón, ambos brillando... —Las palabras de
Mel se fueron volviendo más débiles, su labio inferior temblaba—. Saben
que los vi. Quiero decir, obviamente, desde que salí corriendo del edificio
como si estuviera en llamas. No sé qué hacer. Ni siquiera he ido a casa. He
estado dando vueltas, esperando a que salieras. Lo que te tomó una
eternidad, por cierto. Escribí todo mientras esperaba en mi coche, por si
acaso....
—¿Por si acaso qué?
—No lo sé. Sentía como que tenía que escribirlo antes de que
olvidara cosas, y sé que ya lo estoy haciendo. Mierda. —Gruñó cuando se
levantó de la silla de un salto—. Trataba de perder el tiempo, y terminé
dejándolo en mi apartado postal cuando comprobé mi correo, porque
estaba tan confundida.
Me senté en el taburete del bar, aún sin tener idea de qué decir. Mel
estaba obviamente nerviosa, así que algo tuvo que haber pasado.
Probablemente no es lo que pensaba, pero era algo, y sentía lastima por
ella.
—Estoy demasiado asustada de ir a casa. Phillip sabe dónde vivo. —
Mel terminó su bebida.
—¿Cuándo ocurrió esto? ¿Esta mañana? —pregunté, frunciendo el
ceño.
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Mel asintió.
Entonces me di cuenta. —¿Has ido a trabajar?
—¿Qué? ¡No! ¿Cómo iba a ir a trabajar después de eso? —Mel se
estremeció—. Y además, Phillip sabe que me encontraría allí, también.
Mi pecho se apretó. Dios mío, ¿y si algo pasaba realmente con Mel?
No sólo una imaginación hiperactiva, ¿sino algo más serio? Mis
conocimientos empezaron a dar inicio, vomitando posibles alimentos
como si estuviera haciendo una lista mental de comestibles: ¿Brote
psicótico con la realidad? ¿Esquizofrenia? ¿Crisis de ansiedad con
alucinaciones? ¿O un tumor cerebral? Las posibilidades eran infinitas. —
Mel...
—No me digas «Mel» —Su voz tembló—. Sé que parece una locura, y
si yo estuviera en tu lugar, estaría pensando lo mismo, pero sé lo que vi.
Phillip no es humano. Tampoco lo es su hermano. No sé lo que es, tal vez un
experimento del gobierno o, infiernos, un extraterrestre. No lo sé.
Un extraterrestre. De acuerdo. Ya era hora de salir definitivamente
del bar. —¿Qué tal si vienes a mi casa?
Esperanza chispeó en sus ojos. —¿En serio? ¿Estás bien con eso? Sé
que probablemente piensas que estoy completamente loca y todo.
La hice callar con un gesto de mi mano. —Cariño, ¿para qué son las
mejores amigas? Esto es una situación de crisis y sé cómo ayudar. Tengo
helado y restos de lasaña. Podemos llenarnos con comida y tratar de
resolver esto.
—No he comido en todo el día. He estado demasiado nerviosa. —
Mel sonrió, pero era débil—. Eres la mejor, Serena. Lo digo en serio.
—Lo sé. —Le di una sonrisa descarada—. Quédate aquí y yo me
encargo de la cuenta.
Cuando Mel asintió con la cabeza y empezó a escarbar en su bolso,
agarré el mío y me bajé del taburete. Metiéndome entre las mesas, ignoré
las miradas extrañas que recibía de los que nos rodeaban.
Rápidamente, me hice cargo de la cuenta, algo a lo que estaba
acostumbrada. Mel tenía gustos caros, y rara vez se quedaba en un puesto
de trabajo el tiempo suficiente para hacer un sueldo decente. No tenía
sentido para mí, porque Mel era inteligente y tenía educación, pero ella no
se esmeraba. Mel tenía sólo veintitrés años, la misma edad que yo, así que
pensé que había más que suficiente tiempo para que sentara cabeza, se
mantuviera alejada de los locos chicos ricos, y utilizara el título de
educación por el que había trabajado tan duro.
Agarré a Mel, envolviendo mi brazo con el suyo. —¿Estás lista?
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Ella asintió, pero no dijo nada mientras nos dirigimos hacia el aire
seco de la noche de principios de mayo. Pasamos junto a un grupo de
hombres que entraban, sus chaquetas fuera, corbatas aflojadas. Uno de
ellos, alto y rubio, silbó entre dientes, haciendo un: «Oye chica, oye» que
cayó en oídos sordos. Y si todo lo demás no fuera una indicación de lo
asustada que Mel estaba, ignorar a un hombre que miraba en su dirección
seguro que lo era.
Preocupada por ella, la conduje hacia el aparcamiento. Si Mel no
mejoraba en el momento en que se llenara con lasaña y helado, iba a
tener que convencerla de hablar con alguien, alguien que no sea yo.
Nuestra amistad no tendría un diagnóstico imparcial y nunca había
diagnosticado a nadie antes. Ser consejera de escuela más o menos
limitaba los tipos de trastornos que descubría a diario.
El estacionamiento estaba más frío y más oscuro. La mayor parte de
la última fila, en donde tuve que aparcar, se encontraba completamente
en las sombras. Por suerte, Mel tenía el coche aparcado en la primera fila,
cerca de la salida.
Paramos en el Audi rojo de Mel. Mientras ella sacaba las llaves, se
volvió hacia mí. —Crees que estoy loca, ¿cierto?
—¡No! Por supuesto que no —le respondí de inmediato.
La duda cruzó el rostro de Mel. —Dime la verdad, porque tienes esta
mirada… como si estuvieras recopilando una lista de trastornos mentales
que podría estar sufriendo.
—No estoy haciendo eso. —Le di una sonrisa rápida—. Ya lo hice
antes.
Mel se rió, y luego rápidamente me abrazó. —Gracias. Lo digo en
serio. Realmente no quiero estar sola en este momento.
Apreté su espalda. —Está bien. Como he dicho, vamos a resolver
esto juntas.
Soltándola, Mel abrió la puerta del coche. —Te esperaré.
Dándole una sonrisa tranquilizadora, me apresuré a través del
laberinto de coches lo más rápido que mis ruidosos tacones me lo
permitieron, ansiosa por salir de allí. Siempre he odiado los
estacionamientos. No había nada más espeluznante.
Bueno, hablar de los brillantes hijos del senador también era bastante
espeluznante.
Mi pecho se apretó. Mel nunca había parecido tan vulnerable...
hasta esta noche. No sabía cómo podría realmente ayudar, pero no
importaba lo que pasara por su cabeza, iba a estar allí para ella. Al igual
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que ella había estado allí para mí cuando mi madre había muerto en un
intento de robo frustrado durante mi primer año de universidad. Sin Mel, no
habría tenido a nadie, ya que nunca había estado cerca de mi ausente
padre. Nos apoyamos una a la otra innumerable cantidad de veces,
desde las pequeñas cosas hasta las más grandes crisis.
Esta vez no sería diferente.
Al detenerme en la parte delantera de mi Honda con poco uso,
saqué mis llaves. La correa de mi bolso se deslizó, tirándolo de mi brazo, y
las llaves cayeron en el sucio pavimento.
—Genial —murmuré, bajando tanto como mi falda tubo me lo
permitía. Agarrando las llaves del suelo, me puse de pie. Un movimiento
por el rabillo de mis ojos llamó mi atención. Mi cabeza giró hacia ello. El
estacionamiento no era enorme, así que podía ver la forma de la cabeza
de Mel a través de la ventana trasera de su coche.
Pensando que eso era lo que me había llamado la atención, empecé a
dar marcha atrás, pero entonces un hombre alto salió de detrás de una de
las vigas, cerca de las amplias puertas que recubrían el estacionamiento.
Su paso decidido lo llevaba en un haz de luz.
Santo chico caliente...
Me llamó la atención lo bien parecido que el hombre era: alto y con
el pelo rubio rojizo, parecía salido de las páginas de una revista de moda.
Los pantalones vaqueros se veían diseñados y cortados para ajustarse a sus
largas piernas. Mientras lo observaba en la sombra, no me preocupé de ser
atrapada echándole un vistazo ese hermoso ejemplar de hombre. No
había manera de que me pudiera ver, así que miré... y tal vez hasta babeé
un poco.
O mucho.
Mientras admiraba cómo los vaqueros enmarcan su perfecto trasero,
él pasó por la lámpara del techo y —¿qué demonios?— Desapareció.
¡Simplemente se esfumó! Como si sólo hubiera parpadeado fuera del
espacio, o se hubiese metido en un agujero negro. Se encontraba allí un
segundo, y al siguiente se había ido.
Alarmada, di un paso hacia adelante. Un escalofrío se deslizó por mi
espina dorsal. ¿Era un sueño? ¿O la alucinación de Mel era contagiosa?
Porque eso era muy parecido a lo que ella había dicho en el bar. Pero…
Pero entonces lo vi detrás del coche de Mel, a la derecha. No había
absolutamente ninguna manera de que pudiera haber llegado hasta allí
sin que yo lo viera. Imposible, pero se encontraba allí, con la cabeza
inclinada hacia un lado.
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Cierto temor se estableció hasta en mis huesos, como piedras en mi
estómago, todo mi peso cayó sobre mis pies. Las llaves colgaban inútiles
en mis manos. De repente, me sentía de vuelta en el bar y las palabras de
Mel volvían a repetirse una y otra vez en mi cabeza.
No es humano. No es humano.
Sorprendida y absolutamente estupefacta, miré al hombre levantar
su brazo. Al mismo tiempo, la puerta del conductor se abrió y la cabeza de
Mel apareció, como si el hombre la hubiera llamado, pero yo no lo había
escuchado sobre los latidos de mi corazón. Abrí la boca para gritarle a
Mel, pero el aire se llenó de electricidad, erizando el vello en todo mi
cuerpo. Las lámparas parpadearon y luego en una rápida sucesión,
volaron una tras otra, regando chispas como gotas de lluvia. Cada mini
explosión fue como un disparo, silenciando mi grito mientras saltaba hacia
atrás y chocaba contra el capó de mi coche.
La oscuridad descendió, pero sólo duró un segundo. Una intensa luz
natural, de color blanco-azul iluminó la parte delantera del
estacionamiento y —Oh, Dios— venía del hombre. Como un rayo,
emergiendo de sus adentros, irradiando de su hombro y extendiéndose
bajo su brazo, enroscándose y chisporroteando hasta que alcanzó su
palma.
Mel gritó en el mismo instante en que yo grité por ella.
Un pulso de luz se disparó de la mano del hombre, formando un arco
como un rayo. Golpeó la parte trasera del coche. Mi corazón se detuvo.
Las llaves cayeron de mis manos.
Luz blanquecina y azul tragó el coche de Mel. Por un segundo, el
aire se calmó y todo quedó en silencio. Calor se disparó en violentas olas y
la luz brillo, apagándose un segundo antes de que la explosión sacudiera a
través del estacionamiento.
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Traducido por Deydra Eaton
Corregido por Melii
a llamada llegó en cuestión de segundos antes de que estuviera
a bordo del avión privado con destino a los bosques de West
Virginia. Casi la ignoré, porque cuando el maldito celular
sonaba, siempre estaba lleno de mierda con la que no quería lidiar.
Sin embargo, «no quería» y «tenía que» nunca estaban de acuerdo.
Sacando la maldita cosa de la bolsa de viaje, no miré el identificador
de llamadas antes de contestar. No es como si pudiera ser un montón de
gente. —¿Qué?
Hubo una pausa en el otro lado de la línea, y pude imaginar el rostro
pomposo del oficial, enojándose. —Esa es una manera muy mal educada
de contestar el teléfono —dijo el oficial Zombro.
—Y aquí hay otra cosa maleducada para usted. —Me recosté
contra la pared, mirando el avión en la pista—. Me importa una mierda.
El oficial Zombro dijo entre dientes las siguientes palabras—: No sé a
quién crees que le estás hablando, pero...
—Sé exactamente con quien estoy hablando. Vaya al grano. Tengo
un avión que tomar.
—Puede decirle adiós a sus planes de viaje, porque tenemos un
trabajo para usted.
Mi mano se cerró en torno al teléfono celular y escuché el crujido del
plástico frágil. Hijo de puta. Con gran esfuerzo, obligué a mi mano a relajar
su agarre. En el pasado, había perdido muchos de mis celulares de esta
manera.
Zombro tomó mi silencio como sumisión. —Uno de los satélites
capturó una ráfaga de energía de alta frecuencia en Boulder.
Inclinando mi cabeza hacia atrás, cerré mis ojos. —¿Qué tiene eso
que ver conmigo?
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—La evidencia preliminar indica que se trata de una exhibición no
autorizada de la Fuente. Dado que hay una comunidad de Luxen en esa
zona, estaremos en la necesidad de su colaboración.
Abrí los ojos lentamente. Apagado en el horizonte, el último rayo de
sol se sumergía por la montaña, arrojando un resplandor anaranjado sobre
las planas rocas de arenisca. Pequeños pedazos de roca brillaban en la luz
mortecina. Estúpido cuarzo beta.
—¿Hunter? ¿Me has oído?
La voz de Zombro rechinó en mi auto-control, algo de lo que nunca
tuve un muy buen manejo en primer lugar. Me quité de la pared.
—Si, lo escucho.
—Eres el más cercano a Boulder. Se le ha dado instrucciones al
piloto. Llegue allí y espere contacto adicional.
Antes de que pudiera decir: «váyase a la mierda» una vez más,
Zombro colgó la llamada. Al pequeño bastardo le gustaba hacer eso. Ser
el que finalizaba la llamada. Al maldito imbécil le daba una especie de
sensación de poder. Molesto, si, pero realmente cómico. Ni en sus sueños
más salvajes, Zombro podría ser tan despiadadamente fuerte o mortal
como yo, y el oficial lo sabía.
Sacudí los hombros, pero la tensión permaneció profundamente en
mis músculos. Lanzando una mirada al hangar, mis ojos se estrecharon en
una advertencia potente y clara.
Otro de mi especie se desvió aún más en las sombras, retrocediendo
tan rápido que tuve que pensar que era inteligente y valoraba su vida.
Asegurándome de que el otro no intentaría algo, no me di la vuelta hasta
que estuve seguro de que el permanecía escondido.
Mis manos se cerraron en puños mientras deseaba vehementemente
quitarme esta piel. Era parcial a la forma humana, pero este era uno de
esos momentos en los que sólo quería estar en mi verdadera forma, libre de
imbéciles llamándome porque el gobierno tenía que mantener las
apariencias. Como si realmente fueran capaces de mantener el control
sobre la población Luxen. Si ese fuera el caso, no me necesitarían.
Yo probablemente estaría muerto o encerrando en un laboratorio en
alguna parte, siendo investigado, y no en la forma divertida.
En su lugar, yo era esto... lo que sea que esto fuera.
Este completamente nuevo alquiler de una vida de mierda estaba
haciéndose viejo rápidamente. Holgazanear, comportarse, y ser la perra
del Departamento de Defensa no estaba en mi naturaleza. De alguna
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manera, estaba en Lore, pero mi hermano siempre había sido un poco...
diferente, o chiflado, dependiendo de cómo se viera.
Y así fue como terminé aquí, listo para hacer este trabajo, porque
Lore me había pedido, más bien rogado, que me apartara, que saliera de
la guerra. Nuestra especie nunca rogaba. Pero esa excepción había
llegado mientras estábamos de pie sobre el cuerpo de nuestra hermana.
Y aquí estaba yo.
El piloto sacó su cabeza por la puerta de carga, tragando
visiblemente. Los humanos siempre estaban incómodos alrededor de
nuestra especie. Un sexto sentido les advertía que se estaban acercando
tanto a la muerte como era posible con tan sólo estar en nuestra
presencia.
Podría ser peor, pensé, mientras tomaba mi bolsa de viaje. Si no iría a
casa, al menos iba a conseguir matar a un Luxen.
***
—Te he dicho todo lo que sé... y suena loco, lo entiendo, pero no va
a cambiar, no importa cuántas veces lo repita.
El detective Jones se sentó de nuevo, reajustando su corbata
alrededor de su cuello. Su papada había pasado de rosa a código rojo
desde que él entró en la habitación. —Señorita Cross, sé que ha tenido una
traumática experiencia...
—¡Vi a mi amiga estallar en su coche! —Mi voz se quedó atrapada.
Aclaré mi garganta, pero mis ojos aún ardían—. Así que, sí, eso fue
bastante traumático, pero no cambia lo que vi esta noche.
—Y este hombre, de nuevo, ¿qué aspecto tenía?
Exhausta, coloqué mis manos sobre la mesa marrón oscura. —Ya se
lo he dicho y a los oficiales antes que a usted. Era alto...
—¿Qué tan alto, señorita Cross? —El detective Jones se inclinó hacia
delante, su estómago succionando en su cinturón en el proceso—. Usted
es bastante baja, por lo que muchas personas pueden parecerle altas.
¿Qué demonios? Sacudí mi cabeza, demasiado frustrada para estar
ofendida. Le di una descripción una vez más, y él garabateó en su
pequeña libreta. Estaba segura de que sólo estaba garabateando. Había
estado en el departamento de policía por más de cinco horas, relatado
todo lo que había visto y oído esa noche. Una parte de mi estaba
entumecida, no podía procesar lo que había pasado, porque Mel... Mel no
podía estar muerta. La otra parte era hiperconsciente de cada crujido de
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la silla cuando el detective cambiaba de postura, de las parpadeantes
luces fluorescentes que me recordaban aquellos momentos terribles en el
estacionamiento, y de cada músculo adolorido y piel magullada que se
había llevado la peor parte de mi caída.
No podía creer que estaba viva.
La explosión me había derribado sobre mi trasero y, cualquier
amortiguación extra que tuve ahí, no había suavizado el golpe. Mis oídos
habían resonado durante dos horas y aún podía oler el aroma a quemado
del metal retorcido... y a piel.
Oh, Dios...
Me estremecí y tomé el vaso de plástico con agua. Tragarla no hizo
nada para quitar el sabor metálico en mi garganta. Tomando una
respiración, alcé la mirada y me encontré con los envejecidos ojos del
detective. —Se lo estoy diciendo, el hombre hizo estallar su coche. No sé
cómo, pero lo hizo. Y antes de eso, Mel... —Presioné mis labios—. Mel tenía
miedo.
—¿Y usted está diciendo que ella le tenía miedo a los hijos del
senador Vanderson? —Una mirada dudosa cruzó su corpulento rostro—.
Que ella fue testigo de él haciendo algo anormal esa mañana. ¿Podría
decirme exactamente lo que ella le contó?
Lo miré fijamente, furiosa de que me estuviera haciendo pasar por
todo esto de nuevo. Como si ellos quisieran tratar de atraparme en una
mentira, lo cual era una locura porque, ¿quién haría algo como eso? Me
senté de nuevo, metiendo mis manos entre mi cabello. La única cosa que
me mantenía aquí era la esperanza de poder ayudar de alguna manera a
encontrar a las personas responsables de la muerte de Mel.
Ya había escuchado por casualidad a los oficiales antes, cuando
habían dejado la puerta entreabierta. Sólo habían quedado pedazos de
Mel. Eso era todo. Toda una vida reducida a pedazos.
Con el estómago revuelto, le dije al detective todo lo que Mel me
había dicho, añadiendo las llamadas de pánico y lo nerviosa que había
estado en el bar. —Soy una consejera vocacional en la escuela...
—Usted no se ve lo suficientemente mayor. —Sus cejas espesas se
fruncieron.
—Me gradué hace dos años y he estado trabajando en la escuela
durante casi un año —expliqué con cansancio—. Sé que suena loco, pero
le estoy diciendo la verdad.
—Te creo —dijo, y la sorpresa me atravesó como una flecha. Se
levantó, recogiendo su bloc de notas—. Creo que usted está sinceramente
convencida de lo que vio y quiero ayudarla. Y la ayudaré, pero tal vez
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después de unos días, cuando todo haya tenido la oportunidad de
asentarse, será capaz de pensar las cosas con más claridad.
La ira se desgarró a través de mí como una cadena de púas. Me
levanté de un salto, sorprendida de que incluso pudiera moverme tan
rápido, pero la furia me había devuelto algo de mi fuerza menguante. —
¡Lo que le estoy diciendo no va a cambiar! No importa cuántos días hayan
pasado.
Ignorando el estallido, me hizo una seña para que me sentara. —Sólo
serán un par de minutos más y vendrá un oficial que la llevará a casa, ¿de
acuerdo? El garaje sigue cerrado. Esperamos poder dejar que la gente
recupere sus vehículos en los próximos días.
Una ráfaga de desafío me golpeó y consideré brevemente taclear al
detective sin condición. Había una buena posibilidad de que pudiera
derribarlo, pero el impulso se filtró fuera de mí, como aire saliendo de un
globo. Colapsé en la silla, demasiado enojada y muy cansada.
El detective se detuvo en la puerta, frunciendo el ceño. —Tengo una
pregunta más para usted, señorita Cross. —Le eché un vistazo, dudado de
si sería algo relevante—. Usted mencionó un nombre, ¿comenzaba con
una D? ¿Su amiga dijo algo más sobre eso?
—¿Se refiere al Daedalus? —Cuando el detective asintió, mis
hombros se hundieron—. Ella dijo algo sobre eso y de un Proyecto u
Operación Águila, pero no lo recuerdo... No, no recuerdo. ¿Cuándo puedo
irme?
El detective Jones se quedó mirándome fijamente por un momento y
luego forzó una sonrisa con los labios apretados. —Sólo serán un par de
minutos más.
Salió y cerró la puerta gris detrás de él. En el silencio que siguió, casi
me rompí. Usando toda la fuerza que me quedaba, cerré los ojos y
empecé a contar hacia atrás desde cien. Deshacerme aquí no ayudaría a
mi causa. Los oficiales ya pensaban que tenía un tornillo suelto. Para
cuando llegué al treinta, abrí mis ojos. Picaban.
Alcanzando la bolsa que había tenido la suerte de encontrar en
todo el caos, saqué mi celular. Tocando la pantalla, me di cuenta de que
la cosa estaba muerta. No podía haber sido la batería porque lo había
cargado más temprano en el trabajo. Lo tiré de vuelta a la bolsa con un
suspiro.
El tiempo pasó y fui torturada por los miles «¿Qué tal sí…?» ¿Qué tal si
hubiera tomado a Mel más en serio? ¿Y si nos hubiéramos quedado en el
bar? ¿Qué si le hubiera insistido a Mel para que se fuera conmigo?
19
Incorporándome, pasé mis manos por mi cara. La presión se
construyó en mi pecho, abriendo las viejas heridas de cuando mamá
había sido asesinada por los veinte dólares que llevaba en su bolso, y otras
profundas y frescas me cortaron.
La puerta se abrió y me sobresalté un poco en mi asiento. Esperaba
a cualquiera de los oficiales que habían acudido a la cochera, o al
detective, pero no reconocí a los dos hombres que entraron.
Ambos estaban vestidos con trajes negros. El primero era mayor, su
cara muy arrugada y picada de viruela. Manchas grises en sus sienes. El
otro detrás era más joven, con cara de bebé, y probablemente mayor que
yo por no más que unos pocos años.
—¿Señorita Cross? —El oficial mayor habló primero, sacando una
placa de la solapa de su chaqueta, parpadeando rápidamente—. Soy el
oficial Zombro. Somos de Seguridad Nacional.
Me senté un poco más erguida, pero no me sorprendió. Coches
explotando generalmente traían a los federales.
El oficial Zombro se sentó en el asiendo que el detective había
mantenido caliente. —Sé que está muy cansada y que ésta ha sido una
larga y terrible noche, pero vamos a tener que tomar unos minutos más de
su tiempo, y luego la llevaremos a casa. ¿De acuerdo?
Me desanimé en la incómoda silla de metal, pero asentí.
El oficial más joven se dirigió a la mesa, sentándose en el borde más
cercano a mí. Sonrió, y la piel alrededor de sus ojos se arrugó. —Mi nombre
es Jonathan Richards. Mi compañero y yo queremos expresarle nuestras
más sinceras condolencias por la pérdida de su amiga, esta noche.
—Gracias. —Me ahogué con las palabras.
La sonrisa era compasiva, pero nunca alcanzó a sus ojos.
Probablemente debido a su trabajo. ¿Cuántas veces se han sentado en un
cuarto como este, hablándole a un testigo de un crimen horrible?
—Sabemos que ha relatado los acontecimientos de esta noche
muchas veces, pero realmente necesitamos que lo haga de nuevo. —La
expresión sombría en el rostro del oficial Zombro no había cambiado desde
el momento en que entró—. Nos gusta escuchar las cosas de primera
mano.
Me senté en la silla, mi vista en el suelo. Ni siquiera protesté. Cuanto
más pronto consiguiera terminar con esto, más rápido podría salir del aire
rancio que olía a café quemado. Repetí los hechos por enésima vez.
—¿Su amiga tenía una relación estrecha con Phillip Vanderson? —
preguntó el oficial Richards.
20
Me pregunté si sexo casual era considerado una relación estrecha.
—Sólo se estuvieron viendo por unas semanas. Ella no lo conocía antes.
Quiero decir, todo el mundo sabía quién era él y su hermano, pero nosotras
no frecuentábamos los mismos círculos. Phillip y Elijah fueron a una escuela
privada y... —Mi voz se apagó. Nada de eso importaba.
Richards asintió tranquilizadoramente. —¿Y ella nunca dijo nada
antes de esta noche? ¿Mencionó algo fuera de lo normal?
Sacudí mi cabeza. —Hoy fue la primera, pero sabía que no
aprobaba la... uh, relación. Los hermanos tienen una reputación por aquí.
Ambos oficiales parecían estar al tanto de sus bruscos y
alborotadores hábitos de mujeriegos porque no insistieron en el tema.
Zombro se inclinó, bajando sus codos sobre sus rodillas. —Ella dijo que los
hermanos estaban discutiendo, y luego vio a Phillip comenzar a... ¿brillar?
Escucharlo no lo hacía sonar menos loco que decirlo. —No le creí,
pero luego vi al tipo en el garaje y lo que hizo.
Me hicieron un par de preguntas más sobre lo que había visto en el
garaje, preguntas de rutina que ya habían sido preguntadas, pero ellos
seguían volviendo al senador. Muchas veces empecé a preguntarme si
ellos por lo menos pensaban que los chicos tenían algo que ver con lo que
sucedido. Cuando las preguntas finalmente terminaron, otra hora y media
había pasado y el reloj blanco y negro en la pared mostraba que eran más
de la una de la mañana.
—¿Tiene alguna idea de lo que su amiga creyó ver en el balcón de
Phillip esta mañana? —preguntó Zombro.
La pregunta me tomó por sorpresa. —No lo sabía, pero dijo... pero
dijo que él no podía ser humano.
—¿Y qué crees que viste en el garaje esta noche? —preguntó el otro
oficial.
Me encontré con su mirada, demasiado agotada como para sentir
vergüenza por lo que salió de mi boca después. —Ningún humano podría
haber hecho lo que vi.
—De acuerdo —dijo el oficial más joven—. Puede que tengamos que
cuestionarla de nuevo, señorita Cross, pero eso sería todo por esta noche.
Los dos oficiales se levantaron, haciendo un gesto para que hiciera
lo mismo. Me puse de pie, tambaleándome un poco. El joven oficial me
tomó por el codo y le murmuré un agradecimiento.
—Todo estará bien —dijo.
21
Miré a los oficiales, sabiendo que me estaban diciendo eso
simplemente para que me tranquilizara. Todo no estaba bien. Nunca lo
estaría.
22
Traducido por Anna Banana
Corregido por Alaska Young
os jodidos humanos y sus ciudades superpobladas,
congestionadas y ruidosas estaban en el top ten de las cosas
que me molestaban.
Sentado en un rincón oscuro del bar Fast Times, observé a los
humanos dirigiéndose a sus mesas. Por ser lo que se consideraba una
noche de trabajo, me pregunté cuántos de ellos saldrían tropezándose a
altas horas de la noche, terminando sus insignificantes vidas sin valor.
Maldita sea, incluso eso era oscuro para mí.
Estaba de mal humor.
Odiaba las ciudades, sobre todo las que ocultaban una población
de mi enemigo. Mientras escaneaba la multitud, algunos llamaron mi
atención. Una sonrisa lenta y fría tiró de mis labios cuando la parte posterior
de mi garganta se contrajo de pronto.
Mis ojos eran sensibles. Cada ser vivo arrojaba corrientes de energía.
Para los Arum, las energías parecían auras, cambiando de colores según el
estado de ánimo o emoción alimentando la energía.
Los humanos usualmente sólo mostraban un color a la vez. Los Luxen
era como jodidos felices, felices arco iris. Era por eso que podíamos
distinguir a un Luxen en el momento en poníamos los ojos sobre ellos, a
menos que estuvieran cerca de un cuarzo. Las longitudes de onda de
cristal distorsionaban las ondas Luxen hasta normalizarlos para mezclarse
con los humanos.
No noté ninguna diferencia en las ondas que rodeaban a los tres
hombres de edad universitaria golpeando sus cervezas en la mesa, pero
tampoco era estúpido. Podían tomar su cuarzo beta y metérselo por sus
putos traseros.
Los Luxen destacaban entre los humanos, con o sin sus ondas de
energía de arco iris.
L
23
Era algo más que el hecho de que fueran más altos que los
humanos, o sus impecables caras de niños bonitos, era la forma en que se
llevaban a sí mismos, aun cuando estaban borrachos.
Un aire de arrogancia los rodeaba, una superioridad que no podía
ser imitada por ningún humano, porque cuando estaban rodeados de
Homo sapiens, los Luxen eran una raza superior.
Pero los tres pequeños punks en la mesa más cercana a la barra no
sabían que yo estaba allí, y que mi presencia los bajaba de la parte alta
de la cadena alimenticia. Todo cortesía de la tobillera de opal con
rastreador, bajo mis botas. Así, mi verdadera naturaleza permanecía
desconocida para los Luxen.
Tomando un trago de cerveza, vi a los Luxen tambalearse delante
de mí. Uno se detuvo, sus ojos estrechándose en rendijas. Debió haber
notado algo, pero luego siguió a sus compañeros hacia la noche. La
puerta se cerró, trayendo consigo el ligero olor a metal quemado hacia el
bar.
Tentado de ir tras ellos sólo por diversión y sonrisas, tomé la botella y
bebí otro trago. Eso sería una mala idea. Comidas Luxen sin autorización
estaban fuera del menú para mí, por ahora.
La puerta se abrió nuevamente, y esta vez se trataba de las personas
a quienes estaba esperando. Los dos oficiales del Departamento de
Defensa entraron. El mayor frunció el ceño a la multitud, un ceño que se
hizo más profundo cuando su mirada se posó en mí.
Alcé la botella en dirección al Oficial Zombro, mis labios estirándose
en una media sonrisa. —Holis, compañero.
—¿Deberías estar tomando ahora mismo? —preguntó Zombro.
—Vete a la mierda.
Richards, el más joven de los dos, miró hacia otro lado, apretando los
labios. Mi sonrisa creció cuando se detuvieron en la mesa. Zombro miró
hacia donde estaban mis botas sobre el asiento. El Apocalipsis ocurriría
primero, antes de que quitara mis pies.
—Me alegro de ver que estás de buen humor esta noche. —Zombro
hizo un gesto hacia el otro agente, quien agarró la otra silla. Ambos
tomaron asiento—. Uno de estos días, esa actitud y boca tuya te van a
meter en problemas.
No había ningún tipo de problema del cual no pudiera encontrar la
salida, así que no me importaba.
Richards, siempre el pacificador, se aclaró la garganta. —¿Le
echaste un vistazo al estacionamiento a la vuelta de la esquina?
24
—Demasiado exceso de ley —dije, jugando con la etiqueta de mi
botella—. Además, no hay nada que pueda decirles sólo por estar en el
lugar. Al menos, nada que no sepan ya.
Zombro se recostó hacia atrás, desabrochándose la chaqueta. El
destello del acero en su cintura me hizo reír. La mueca del oficial se
profundizó hasta que pareció que su rostro desaparecería en ella. —Fue un
Luxen, definitivamente. Mataron a un humano ayer por la noche, frente a
otro humano.
Demonios. Los Luxen estaban saliéndose de sus caparazones. Por
otra parte, no me sorprendió. —¿Detalles?
Zombro miró a su alrededor antes de hablar en voz baja. —Dos
mujeres estaban en el bar ayer por la noche. Una de ellas, Mel Dockshire,
había estado saliendo con Phillip Vanderson. Aparentemente, ella vio a él
y a su hermano, Elijah, discutiendo temprano por la mañana.
—¿Vanderson como el senador? —le pregunté.
Richards asintió. —Por lo que sabemos, los dos hermanos estaban
discutiendo y Phillip perdió el control de su forma.
Me reí de nuevo. —¿Se volvió brillantina delante de una mujer
humana? Bien.
—No es gracioso. Se trata de un fallo de seguridad grave —espetó
Zombro.
—¿En serio? —le contesté secamente—. Voy a tomar una suposición
y decir que la señorita Dockshire fue la que encontró su fin ayer por la
noche. Así que, ¿qué clase de brecha tenemos aquí?
Zombro miró hacia otro lado. Pregunta contestada.
—El problema, Hunter, es que le dijo a su amiga, quien después vio a
otro Luxen estallar el coche con ella en su interior. —Los ojos de Richard se
encontraron con los míos en una mirada firme—. Ahí está la brecha.
Terminé mi cerveza y luego bajé los pies. El golpe fuerte hizo que
ambos oficiales saltaran. Me incliné sobre la mesa. —De acuerdo.
Realmente no entiendo qué tiene que ver conmigo, a menos que quieran
que encuentre a los hijos del senador y me encargue de ellos.
—Eso no va a ser necesario —dijo Zombro—. Phillip Vanderson fue
interrogado el día de hoy. Él será tratado apropiadamente.
Tratado apropiadamente significaba que sería entregado a
Daedalus, el departamento dentro del DOD que manejaba todo el
alboroto y operaba en varios edificios del gobierno, sobre todo en el buen
Área 51. Daedalus se hacía cargo de todo sobre nuestras clases.
25
Principalmente extraterrestres, Luxen y Arum, eran recogidos por ellos. A
muy pocos se los volvía a ver. Eran como el coco para nosotros, ejerciendo
un poder inimaginable dentro del gobierno y realizando jodidos
experimentos. Según los rumores, estaban creando algún tipo de mierda.
Me refiero a que estaban jugando con el ADN humano y extraterrestre.
Incluso yo me preocupaba cuando se trataba de Daedalus.
Me senté de nuevo, mirándolos. —¿Y cómo se siente el senador con
eso?
—Él no está muy contento. —Richards dejó escapar una respiración
baja—. Nos reunimos con él esta mañana. Está muy… enfocado en
silenciar a la señorita Cross. Cree que si ella ya no fuera un problema,
entonces Phillip va a ser puesto en libertad.
—¿Puede Phillip ser puesto en libertad?
—No se sabe en este momento —contestó Zombro estoicamente.
—Todavía no veo cuál es el problema —le dije—. Si la señorita Cross
vio lo que ocurrió en el estacionamiento, entonces encárguense de ella.
—El departamento no ha decidido qué hacer con Cross en este
momento. —Richards sacó una libreta delgada—. Ella sí vio al Luxen y está
convencida de que lo que vio es verdad.
—Entonces, si el departamento no está seguro, dejen que el senador
se encargue de ello. —Ésta no sería la primera o la última vez que un
humano tropezara con la verdad. Los extraterrestres estaban entre ellos, y
toda esa mierda. Por lo general, Daedalus intervenía, pero el DOD siempre
era el primero en la línea de defensa—. De cualquier manera, déjenme
decirlo de nuevo, no tengo ni puta idea de qué tiene esto que ver
conmigo.
El ceño de Zombro se profundizó una fracción de pulgada. —No es
así de simple.
Nunca lo era. Ya quería otra cerveza. —¿No me digas?
Una mesera joven y curvilínea pasó por nuestra mesa, disminuyendo
su paso mientras llevaba una bandeja de botellas vacías. Me envió una
mirada larga y significativa que realmente deseé tener el tiempo de
investigar, especialmente cuando puso más énfasis en su caminar. Puede
que no sea complemente humano, pero sí tenía algunas necesidades
demasiado humanas.
—El senador Vanderson ha tomado el asunto en sus propias manos
—explicó Richards, atrayendo mi atención hacia el problema en
cuestión—. Nos hemos enterado que poco después de salir de nuestras
oficinas, puso una orden para matar a la señorita Cross.
26
Sí, todavía no estaba seguro de cuál era el GPP2. Si esta señorita
Cross era un verdadero riesgo para la seguridad, dejar que el Luxen la
eliminara resolvía el problema. Pero eso no era todo. Al DOD le gustaba
creer que estaban en completo control de los Luxen, y si los Luxen iban
deliberadamente contra las órdenes del DOD o trataban de burlarse de
ellos, el ellos se ponía sus calzones y más aun con un Luxen como el
senador Vanderson.
Mi risa me ganó una mirada dura de ambos agentes. —Creo que ya
sé de qué se trata. El DOD está enojado porque el senador va a hacer
algo sin su permiso. Y ustedes no pueden simplemente callar al senador,
porque es año de elecciones y su «desaparición» levantaría demasiadas
preguntas.
Ninguno de los oficiales dijo una palabra.
Me reí. —Se los he dicho antes. Creen que los Luxen son controlables
porque son bonitos cuando brillan, pero van a sobrepasar a la raza
humana.
—Cállate, Hunter —gruñó Zombro.
Me moví tan rápido que Zombro se echó hacia atrás, pero no fue lo
suficientemente rápido. Agarrando al oficial por el cuello de su camisa, me
puse frente su rostro. —Dime que me calle una vez más y voy a arrancarte
la lengua y hacer que te la comas. ¿Entiendes?
Zombro fue por su arma y apreté mi agarre. —Yo no haría eso,
compañero.
—Muy bien, chicos, eso es suficiente. —Richards estaba sudando—.
Todos estamos en el mismo equipo.
Sosteniendo la mirada de Zombro durante unos segundos más, poco
a poco lo solté y dirigí mi mirada a Richards. —No estamos en el mismo
equipo.
—Está bien. —Richards levantó las manos—. Pero tenemos que
trabajar juntos.
No estaba tan seguro de eso. Tamborileando mis dedos sobre la
mesa, forcé mi cuerpo a tomar un respiro y a dejarlo salir lentamente.
Quería comerme a Zombro. —Hay más sobre esto, ¿no es así?
Richards miró a Zombro antes de hablar. —Durante su interrogación
con la policía, la señorita Cross mencionó información que ha preocupado
a Daedalus. Algunas palabras clave con las cuales no están familiarizados.
Retiré un mechón negro de mi frente. —¿Y eso sería?
2 GPP = Gran Puto Problema.
27
—Ella mencionó algo que relacionado con el Proyecto Águila. —
Richards hizo una pausa—. A Daedalus le gustaría saber de qué se trata.
—Entonces pregúntenle a ella.
Zombro se frotó la sien. —La señorita Cross no se acuerda en este
momento, pero hay una posibilidad de que sepa más, y sea lo que sea,
puede ser por eso que el senador quiere silenciarla.
Un músculo comenzó a crujir en mi mandíbula. Así que el misterio se
profundizaba. El problema era, que no me importaba una mierda. —Por
última vez, ¿qué tiene esto que ver conmigo?
—Necesitamos que veas si puedes obtener esa información de ella, y
que cuides de la señorita Cross.
Parpadeé. —¿Dilo de nuevo?
El color carmesí se extendió por el rostro de Zombro. —No creo que
Richards tartamudeé. Necesitamos que cuides de Cross. ¿Quién mejor
para protegerla contra un Luxen que un Arum? Ustedes prácticamente
nacieron para luchar contra ellos.
Cierto, pero, ¿qué diablos estaban pensando? —Tienen que estar
bromeando.
Richards deslizó un trozo de papel sobre la mesa. Tenía una dirección
garabateada. Ni siquiera quería tocarlo. —Este es tu trabajo. En este
momento creemos que no son conscientes de dónde vive, pero sólo es
cuestión de tiempo antes de que la encuentren.
Solté una breve carcajada. —Mi trabajo no es cuidar de humanos.
Zombro sonrió y quise golpear su rostro. —Lo es ahora.
Tomó hasta la última gota de mi autocontrol no tirar a Zombro contra
la pared. —Soy la última cosa en la Tierra a la cual deberían estar
pidiéndole esto.
—O eres tú, o la señorita Cross muere —razonó Richards
lastimeramente—. Cuando los Luxen vengan detrás de ella…
—No van a ser capaces de detenerlos —escupí, más enojado de lo
que recordaba haber estado en mucho tiempo—. Este es su problema.
—Ahora es tu problema —dijo Zombro.
Mierda, un día iba a matar a ese hombre, e iba a disfrutarlo.
Richards miró a su compañero, nerviosamente. —Sé que esto no
suele ser algo que te pediríamos hacer, pero es lo que te estamos
pidiendo. —Hizo una pausa—. Es una situación de vida o muerte.
28
—No es que quiera romper sus nociones preconcebidas de mí, pero,
¿parece que me importa?
Zombro dejó escapar una maldición. —Va a empezar a importarte,
ya que contrariamente a lo que crees, el DOD está y siempre estará detrás
de la seguridad de los humanos, y no de las vidas extraterrestres. Y si
podemos averiguar lo que la señorita Cross sabe y convencerla de
permanecer en silencio, entonces eso es lo primero que vamos a hacer.
Bueno, alguien tenía que recordarle eso a Daedalus, ya que parecía
que ellos no tenían problema dándoles un baño de cemento a los
humanos.
Mierda. No estaba contento con esto. No había ni un hueso
paciente en mi cuerpo, y la única razón por la que siempre estaba
alrededor de una mujer era para saciar un hambre primitiva. No las
protegía. No estaba en mi naturaleza, y los oficiales lo sabían. Yo no era el
bueno aquí.
Había una buena probabilidad de que fuera yo quien matara a la
señorita Cross.
29
Traducido por Amy Ivashkov
Corregido por Lalu♥
res días pasaron como una espesa niebla. El primero me dediqué
a llorar en la cama como no lo había hecho desde el día que
perdí a mi madre. Cuando finalmente conseguí levantarme,
encontré mi antiguo teléfono celular el mi armario, el que tuve conmigo
esa noche, aunque no volvió a prender otra vez. Sabía que había sido
debido a la carga eléctrica que pasó por el garaje. Había fritado mi
teléfono y me preguntaba si había hecho lo mismo con el computador de
mi auto.
La escuela me dio el resto de la semana libre. El Director Harrison ya
había escuchado lo que sucedió cuando lo llamé el martes por la
mañana. Llamé a la mamá de Mel, hablar con ella fue duro. Estaba
inconsolable. Las dos tenían sus momentos, como cualquier madre e hija,
pero el corazón de la mujer se rompió. Cuando colgué, estaba segura que
mis ojos hinchados no podían derramar más lágrimas, pero estaba
equivocada. No le conté a la mamá de Mel lo que vi, o lo que Mel me dijo.
En ese momento, no me pareció correcto.
Las noticias locales tenían información irregular sobre la explosión.
¿Fue un accidente? ¿Un ataque terrorista? ¿Un atentado a Mel? Lo último
era difícil de creer, e incluso más difícil de asumir, pero yo estuve allí. Vi lo
asustada que ella estaba y cuando vi… esa cosa sacándola de su auto.
Pero en las noticias no se mencionó a los hijos del senador o lo que le dije a
la policía.
El miércoles, estuve mirando los viejos álbumes de ambas. Me
hicieron sonreír. Y llorar otra vez. Nuestras fotos en la escuela secundaria
eran bastante expresivas. Mel se convirtió en una mujer alta —una modelo
delgada— y sus ojos azules eran vibrantes contra su piel bronceada y el
cabello oscuro. Era absolutamente impresionante con su gran sonrisa.
Cuando fuimos adolescentes, consideró la posibilidad de modelar. Podría
haberlo hecho.
Mis fotos no eran glamorosas. Dejé de crecer en noveno grado, Mel
siempre se burlaba de mí por eso. Mi cabello rubio era largo y ondulado,
siempre desordenado. Cuando ella tenía un cutis perfecto y un cuerpo
T
30
oscilante en la secundaria, yo tenía pecas y caderas que de pronto me
salieron de la nada.
Mirar las fotos alivió un poco la presión en mi pecho. Mel no sería
olvidada. Tenía mis recuerdos, pero, ¿habría justicia para ella? Lo dudaba.
Lo que pasó parecía salido de una película de ciencia ficción. Incluso si mis
ojos no me engañaban, si los hijos del senador estaban detrás de lo que
pasó con Mel, sabía que esto iba a ser barrido bajo la alfombra. ¿Quién
era Mel comparada con la élite política? La rabia me entró como una
herida fatal, me tenía reproduciendo los hechos una y otra vez.
El jueves recibí una llamada diciéndome que podía ir a recoger mi
auto, pero no había noticia de quién era el responsable. No más
preguntas. Silencio. No sabía que pensar sobre ello.
Después de llamar un taxi, me puse unos jeans y una camiseta. Tenía
nudos formándose en mi vientre mientras me subía a la parte trasera del
taxi. Cuando le di instrucciones al chofer, mi voz temblaba. Una gran parte
de mí no quería volver allí, pero no podía comprar un auto nuevo.
Las calles normalmente congestionadas del centro de Boulder
estaban relativamente vacías. No le tomó mucha cantidad de tiempo
dejarme en el garaje.
Me quedé allí, agarrando mi bolso contra mi pecho como una
especie de escudo. La cinta amarilla de la escena del crimen se agitaba
con la brisa. Aspiré, y tal vez fue mi imaginación, pero todavía podía oler el
metal quemado. Pasó un buen rato antes de que obligara a mis piernas a
moverse, las llaves del auto ya estaban en mi mano.
Entrar en el garaje de estacionamiento no fue fácil. Las luces del
techo habían sido sustituidas, pero todavía podía verlas explotar, las
chispas cayendo como bengalas, Mel y yo jugando como niñas. Y, ¿cómo
les explicaría a los oficiales que las luces habían volado antes de la
explosión?
Piel de gallina llenó mis brazos. Hacía más frío en el garaje, pero esa
no era la razón. Estar allí… mi garganta se cerró con lágrimas.
Me dije a mi misma que debía avanzar pero no donde el auto de
Mel había estado, tenía que ir directamente hacia mi auto, entrar, y salir
de allí. Pero, al contrario, me fui hasta su auto. El pavimento se había
quemado, al igual que las vigas de metal encima de él. Era como si
alguien hubiera puesto alquitrán. No era una experta en incendios, pero
me pareció extraño que un lado del cemento estuviera intacto. No había
ni siquiera una mancha de suelo chamuscado. ¿Cómo una bomba podría
ser así de controlada?
Pregunta estúpida, porque sabía que no había sido una bomba.
31
Me obligué a seguir caminando. Había unos cuantos autos en el
garaje. Ninguno de ellos sufrió daños. Ni siquiera los que estaban en la fila
detrás de donde Mel había estacionado.
Estaba a mitad de camino de mi auto cuando un escalofrío recorrió
mis hombros. Una horrible sensación de déja vu se apoderó de mí, sin
duda, producto de los eventos traumáticos. Después de todo, estaba en el
mismo lugar que estuve la noche del lunes cuando vi por primera vez a ese
hombre. A pesar de que este sentimiento era diferente. Estaba esperando
que alguien saliera o me llamara por mi nombre. Me sentía vigilada.
Mirando rápidamente a mi alrededor, me di cuenta que estaba sola.
Nadie me estaba acechando en las sombras. Estaba exagerando,
totalmente comprensible. Pero el frío no se iba. Mi corazón latía con fuerza,
corrí el resto del camino hacía mi auto, mis sandalias golpeando el
cemento.
Sin aliento, apreté el desbloqueo mientras patinaba hasta
detenerme. A medida que mis dedos se cerraban en la manija, lo único
que podía pensar era que una vez que estuviera en mi auto, comenzaría
de nuevo, y cuando lo hiciera, nunca volvería aquí otra vez. Nunca.
Abrí la puerta y entré, mis ojos analizando el garaje vacío y oscuro. Mi
corazón estaba fuera de control, la sangre por mis venas fluía demasiado
rápido. ¿Estaba teniendo un ataque de pánico? Había tenido uno el día
que me enteré de lo que le había pasado a mamá, pero había vuelto a
experimentar estas emociones caóticas desde entonces.
Obligándome a tomar varias respiraciones largas y profundas, tiré mi
bolso en el asiento del copiloto mientras miraba alrededor.
Fue entonces cuando lo vi.
O, al menos, vi una sombra con forma de hombre, apoyado en una
viga, a no más de cinco plazas de estacionamiento lejos de mí. Nadie
había estado allí hace unos segundos. Debería haber visto la sombra
descomunal y oír los pasos en el garaje silencioso… a menos que fuera la
persona menos observadora del mundo.
Mi respiración se detuvo mientras mis dedos se apretaron en la
puerta del auto.
La sombra era tan oscura y profunda que parecía ser un agujero
negro, absorbiendo la luz de todo a su alrededor. Luego se apartó de la
oscuridad, deslizándose hacia delante. Mi corazón se detuvo y me obligué
a parpadear.
No era una sombra.
Oh, no.
32
Un hombre muy alto caminó hacía mí, sus botas patea-culos
sonaban en cada paso, su paso era depredador. De alguna manera era
tan ruidoso como habían sido mis sandalias.
Di un paso atrás. Cada instinto de mi cuerpo disparó advertencias,
pero me quedé clavada en el cemento, incapaz de moverme mientras el
desconocido caminaba.
Y él no caminaba. Oh, no. Se movía como un felino gigante
acechando. Nunca me había sentido como una presa hasta este
momento. El hombre era ridículamente alto, medía al menos un metro
noventa y cinco, lo que era como el tamaño de Pie Grande contra mi
metro sesenta y cinco.
Mientras se acercaba, entendí por qué había pensado que era una
sombra en un principio. Iba vestido con pantalones de cuero ceñido y una
camisa negra y lisa que se tensaba sobre sus anchos hombros y brazos bien
definidos.
Querido Señor del Cielo. Podía ver los músculos de su estómago bajo
esa camisa, flexionándose a través de su sección media en cada paso.
Apostaba mi cuenta de ahorros a que el hombre tenía un six pack duro
como una roca. Con la boca seca, levanté mi mirada.
Las palabras ni siquiera podían describirlo.
Su piel era pálida, no un blanco fantasmal o enfermizo, pero era
alabastro contra el desorden de su pelo ondulado tan negro que tenía un
color azul, como las alas de un cuervo. Un mentón fuerte y una mandíbula
esculpida, perfeccionada por amplios pómulos. Tenía que estar casi en los
treinta años. Labios sensuales se elevaban en una esquina, como si tuviera
algún tipo de broma privada.
Había algo exótico en la forma en que su rostro estaba construido.
Quizás era la ligera inclinación de las esquinas de sus ojos, o el hecho de
que nunca, nunca había visto a nadie que se pareciera a él antes. Me
recordaba a uno de esos modelos masculinos en la portada de novelas de
vampiros. Podría estar fácilmente en cualquiera de ellas, excepto…
—¿Señorita Cross? —Su voz era como el wiski, profunda y suave, pero
había algo en la línea de su mandíbula que decía que el hombre no
sonreía mucho. Sus ojos eran de un azul tan pálido que parecían tener
escasez de color. Las pestañas espesas que los enmarcaban los hacían
parecer más pálidos. Por un momento me pregunté si era ciego. Eran
hermosos. Y entonces me di cuenta que lo estaba mirando y él estaba… él
me estaba sonriendo.
Escapé de su sonrisa, enojada. —¿Quién eres?
Una ceja se levantó. —¿Esa es tu forma típica de saludar a la gente?
33
Por lo general era indecentemente educada. Curiosamente, mi
corazón no había disminuido los latidos a pesar de que en realidad no
detecté peligro inminente. —¿Suele sorprender a las mujeres en un
garaje…?
—… ¿En el cual alguien voló hace unos pocos días?
Aspiré una bocanada de aire por el duro recordatorio de lo que
ocurrió.
—Disculpe —dije, dirigiéndome a mi auto antes de ponerme a llorar.
El hombre suspiró ruidosamente. —Quiero decir que tienes un punto.
Debería haber dicho algo antes. Has pasado a través de una experiencia
muy…
Se detuvo mientras lo miraba fijamente. Una mirada confusa
empañaba su llamativo rostro, como si estuviera mentalmente en una lista
de palabras, pero no podía encontrar nada que decir.
Crucé los brazos, esperando lo que se sintió como un límite de
tiempo aceptable, y finalmente perdí la paciencia. —¿Traumática?
¿Estresante? ¿Molesta?
El hombre asintió. —Sí, esas cosas.
Mis cejas se fruncieron junto con mis labios. —¿En qué puedo
ayudarte?
—Mi nombre es Hunter. Estoy con el Departamento de Defensa.
—¿Departamento de Defensa? ¿Por qué están involucrados? Quiero
decir, sé que lo que vi fue un poco…
—Está bien. No vamos a hablar de lo que viste. —Cruzó sus brazos,
estirando la camisa.
Mi mirada cayó sobre él otra vez. Era un traje extraño para el
Departamento de Defensa. Fruncí el ceño, viendo sus brazos cruzados.
Jesús, este tipo debe tener un régimen malvado de entrenamiento. —
¿Estás con los agentes con los que hablé el lunes por la noche?
—Si uno de ellos actuó como si estuviera estreñido, entonces sí, estoy
con el Oficial Zombro y Richards.
Mis labios comenzaron a aflojarse. —Bueno, sí, uno de ellos se veía
incómodo… —Lo encontré mirándome con ojos inquietantes—. ¿No eran
de la Seguridad Nacional?
—¿Eso es lo que dijeron?
34
Eso no era una respuesta, pero mientras esperaba por más detalles,
me di cuenta que eso era todo lo que iba a conseguir. —¿Tienes un
apellido?
—No.
—¿No?
Hunter asintió.
—¿Estás aquí para hacer preguntas sobre lo que pasó? —pregunté,
mis manos empezaron a sudar. Algo no estaba bien.
Su expresión seguía siendo la misma. —No.
Pensaba que era el momento de pedir algún tipo de identificación,
pero antes de hacerlo, Hunter dio un paso adelante, arrinconándome. Mi
espalda golpeó el auto y no había otro lugar para moverme. Mi corazón
latía rápido mientras inhalaba con fuerza. Un aroma masculino a especias
y jabón me inundó. —Entonces, ¿por qué estás aquí?
Inclinó la cabeza mientras sus ojos claros flotaban a mí alrededor
antes de volver a mi cara. La intensidad de su mirada era inquietante. —Tú.
—¿Yo? —solté.
—Estoy aquí por ti —dijo. Descruzando sus brazos, se inclinó hacia
delante, poniendo la mano en el auto, a un lado de mi hombro. Inclinó la
cabeza hacia abajo, su cara estaba a centímetros de la mía—.
Probablemente deberías irte a casa.
No es lo que esperaba que dijera. —¿Perdón?
Con su otra mano, tomó un mechón de mi cabello y me congelé. Lo
levantó entre nosotros, inspeccionando las ligeras hebras rubias. —Te dije
que deberías irte a casa. Quizás tomar el resto de la semana libre… quizás
meses. Venir aquí a recoger tu auto no fue inteligente.
Lo vi girar el mechón de mi cabello alrededor de su largo dedo, y
luego lo miré a los ojos. Mi respiración se sentía corta, mis mejillas calientes.
Este hombre, con su voz profunda y ojos extraños, exudaba una especie de
feromonas sexuales épicas, porque tuve una súbita imagen de nosotros en
una cama, nuestros cuerpos retorciéndose y meciéndose juntos.
Normalmente no desarrollo fantasías acerca de extraños, especialmente
los que estaban tocando mi cabello de una forma extraña.
Esto era extraño.
Aparté su mano de un manotazo, frené mis hormonas obviamente
inducidas por el estrés. —No hagas eso.
Un lado de sus labios se levantó. —¿Hacer qué?
35
—Tocar mi cabello. —El garaje sombreado seguía vacío. Buen Dios,
no debería estar aquí. Lo miré de nuevo, a sus pantalones de cuero y botas
de motociclista. ¿La mayoría de los oficiales encargados de hacer cumplir
la ley del gobierno no deberían usar trajes, o por lo menos pantalones
caquis? ¿Y dónde estaba su arma? Además, los otros oficiales no tocaron
mi cabello.
Este tipo tenía todo lo inapropiado.
Realmente debería haber pedido una tarjeta de identificación antes
de permitir que se acercara tanto, porque ahora estaba atrapada entre
mi auto y una pared inamovible de músculo.
Un miedo profundo me atravesó hasta mis huesos. Este hombre no
estaba con el Departamento de Defensa o Seguridad Nacional. Pánico se
desplegó en mi estómago, apreté mi mano con las llaves, me pregunté si
podría utilizarlas como cuchillo casero. Dios, escúchame. ¿Hablando sobre
usar llaves como un arma casera? Como si eso fuera a detener a este tipo
de todos modos. Podría aplastarme sin siquiera esforzarse.
—Si no tienes ninguna pregunta, voy… voy a ir a casa. —Mi voz
tembló y carecía de la autoridad que quería.
Hunter no se movió por lo que se sintió una eternidad. Mi corazón
retumbaba en mis oídos, pero luego dio un paso atrás, su mirada nunca
dejó mi rostro. —Entonces ve a casa.
Dejé escapar un suspiro tembloroso. No tuvo que decírmelo dos
veces. Me di vuelta, me metí en el auto y cerré la puerta. Con las manos
temblorosas, metí la llave en el encendido y —gracias a Dios— el motor
rugió encendido. Lancé un rápido vistazo por la ventana pero él ya no
estaba. En ninguna parte. Era como si nunca hubiera estado allí. Saqué mi
auto de la plaza y luego salí del estacionamiento, los neumáticos chillaban
y había olor a goma quemada. Pero el embriagador aroma a especias y
jabón aún permanecía conmigo.
36
Traducido por Mel Cipriano
Corregido por Nat_Hollbrook
o fui directamente a casa. No sabía por qué, pero me resistí a
hacerlo. Mis manos temblaban sobre el volante, lo que me
hacía agarrarlo como una abuela pasada de la edad
aceptable para conducir.
¿Quién demonios era ese tipo Hunter? Definitivamente no era un
oficial del Departamento de Defensa, a menos que la organización
permitiera usar pantalones de cuero y un realmente suave cabello corte
militar. Y hombre, él tenía un lindo cabello.
¿Por qué estaba pensando en su cabello?
Si Hunter no trabajaba para el DOD, entonces, ¿para quién
trabajaba? ¿Y qué pasaba con Seguridad Nacional? ¿Esos dos grupos
trabajaban juntos? Dios, estaba tan confundida que quería golpearme la
cabeza contra el volante. Como si eso pudiera ayudar.
No importaba lo complicado que mi cerebro se sintiera en ese
momento, mis recuerdos de la noche del lunes eran claros. Yo había visto a
un hombre salir de la nada, trasladarse inhumanamente rápido, más
rápido de lo que mis ojos podían seguir, y luego irradiar una especie de luz
sobrealimentada, que era lo suficientemente fuerte como para hacer
estallar un coche y acabar con la vida de mi amiga. Sentí que me estaba
volviendo un poco loca, probablemente al igual que Mel lo había hecho
luego de ver a Phillip convertirse en una bombilla de luz... pero yo estaba
segura de lo que había visto.
Después de conducir sin rumbo, volví a mi apartamento mientras el
sol de la tarde caía sobre las calles de la ciudad de Boulder.
El complejo de apartamentos de cuatro pisos estaba en su mayoría
ocupado por inquilinos de clase trabajadora, de mediana edad. Muy
pocos tenían hijos, así que el lugar era generalmente tranquilo. Sedado.
Mel siempre había dicho que le recordaba a uno de esos edificios de
jubilación. Ella de alguna manera tenía un punto.
Aparqué el coche en el lugar designado, y me dirigí hacia el pasillo
abierto, tomando la primera escalera de metal. Orgullosa de no estar
N
37
mirando por encima de mi hombro cada cinco segundos como un
monstruo paranoico, doblé en la cuarta planta y me hice una nota mental
para conseguir un apartamento en el primer piso cuando me mudara.
Llevar víveres era una verdadera molestia.
Eso me ayudó a centrarme en ese tipo de molestias mundanas
mientras comenzaba a caminar por el largo y estrecho pasillo.
Posiblemente, la única manera de mantener algún tipo de semejanza con
la normalidad era pensar en cosas insignificantes. De esa forma, no se
sentía como si mi vida se estuviera desmoronando en pedazos como un
pastel.
Deteniéndome frente a la puerta del apartamento, incliné mi
cabeza, poniendo la llave en la cerradura, y haciendo que mi cabello se
deslizara hacia delante en mi rostro. Lo empujé hacia atrás, metiendo la
masa de ondas enmarañadas por encima de mi hombro mientras
levantaba la cabeza, dejando escapar un suspiro.
Las cosas estarían bien. Tenían…
Un fuerte temblor se disparó sobre mis hombros. Fue una sensación
tan fuerte que no pude ignorarla. Era amenazante, pesada y oscura.
Asfixia. Estaba siendo vigilada de nuevo. Cuando mi puerta se abrió, miré
por encima de mi hombro, hacia el final del pasillo.
Allí estaba, el hombre… ¡Oh, Dios mío!... El hombre del
aparcamiento. No Hunter. El otro.
Su cabello color arena parecía más claro en el pasillo. Se veía
inofensivo allí parado, con las manos metidas en los bolsillos de sus
pantalones, y su camisa de polo apresada y metida en ellos. Era un
anuncio andante —quiero decir, de pie— y viviente de ropa masculina de
Sears. El hombre me llamó la atención y sonrió con fuerza.
Un soplo frío de miedo corrió por mi garganta.
Moviéndome rápidamente, empujé la puerta para terminar de
abrirla, y la cerré detrás de mí a tiempo que metía la mano en mi bolso,
hurgando por mi teléfono celular. Tenía que llamar a la policía y largarme
de aquí. Mis dedos volaban sobre el teclado...
Una mano se cerró sobre mi hombro, obligándome a darme la
vuelta. Grité cuando mi bolsa se deslizó de mi brazo, golpeando el suelo
alfombrado.
Me encontraba cara a cara con el hombre del pasillo. Mi cerebro no
pudo procesar nada durante un segundo porque era imposible que él
estuviera en mi apartamento. Lo había visto al final del pasillo. Nadie podía
moverse tan rápido. Ningún humano.
38
Él no es humano.
El brazo del hombre se deslizó hacia abajo, quitándome el teléfono
de la mano. Lo golpeó contra la pared más cercana con tanta fuerza que
hizo un agujero en el yeso, y el celular se hizo añicos.
—Lo siento —dijo—. No puedo dejarte llamar a la policía.
El pánico se vertió en mí mientras retrocedía, golpeando el pequeño
bar/isla de mi cocina. —¿Qué...? ¿Qué es lo que quieres?
La misma extraña, tensa sonrisa nunca se borró de su rostro. —Creo
que es obvio ahora.
Lo era. Cada parte de mí lo reconoció como si se tratara de una
situación de vida o muerte. No importaba cómo aquel hombre se había
metido en mi casa tan rápido, sólo que él estaba allí para matarme. Y
sabía por qué, por Mel, y lo que había visto en el estacionamiento.
Mis músculos se tensaron a medida que la adrenalina bombeaba a
través de mis venas. El instinto se hizo cargo. Por supuesto que no, no iba a
morir en ese apartamento de mierda. A la mierda con eso.
Llegué detrás de mí a ciegas, los dedos golpeando el borde de una
tostadora de cuatro ranuras. No era la mejor arma, pero no tenía otra
opción. La arranqué de la pared y se la lancé a mi agresor.
No fue un tiro de chica. Jugué softball durante toda la secundaria e
incluso entrené en una liga de recreación durante algunos años en la
universidad.
Ese tipo de tiro le habría hecho daño.
Excepto que la tostadora... no golpeó al hombre. Se... se detuvo en
el aire, congelada allí como si alguien hubiera detenido el tiempo.
Mi respiración se entrecortó. —Mierda.
—Lanzar no es agradable. —Hizo un gesto con la mano hacia un
lado, y la tostadora rebotó en la pared, indefensa.
Corrí lejos de la barra, tomando la base de una consistente lámpara,
y la giré como si fuera un bate. Gritando, sentí que era arrancada de mis
manos por una fuerza invisible. Golpeó contra el sofá.
No. No. No. ¿Qué fue eso? La presión se cerró sobre mi pecho
mientras me lancé a la cocina, llegando al bate de béisbol que había
estado apoyado en el mostrador de la cocina desde hace años.
El hombre apareció frente a mí, con una sonrisa, como si le gustara
esto. Me detuve en seco. Retrocediendo, me aferré a la montaña del
terror.
39
—Pelear es realmente inútil, Serena. —dijo, caminando hacia
adelante, cada paso lento y preciso. El hecho de que supiera mi nombre
no era sorprendente—. Pero es divertido.
Me volví hacia la puerta, sabiendo que salir era mi única esperanza
de supervivencia.
Apareció ante mí, bloqueando la salida. El contorno de su cuerpo se
volvió borroso y parpadeó, como si estuviera moviéndose tan rápido que ni
siquiera su cuerpo podía seguirle el ritmo.
Tropecé hacia atrás con los ojos muy abiertos. Horrorizada, vi como
los suyos se dilataban y sus pupilas se volvían blancas, brillando como
diamantes cortados, pulidos.
—Esto no es personal, cariño —dijo, su voz tan casual que era como
si me estuviera pidiendo direcciones—. Es por estar en el lugar y momento
equivocados, con los amigos equivocados.
Abrí la boca para gritar como loca, pero el hombre de repente
estaba justo frente a mí. Su mano se cerró sobre mi garganta, cortando mi
clamor. Me levantó de mis pies y me empujó hacia atrás. Mi cabeza se
estrelló contra la pared. Estrellas de colores explotaron a través de mi
visión. Sus dedos se clavaron en la carne de mi cuello, presionando en mi
tráquea.
Me volví salvaje.
Agarrando la mano alrededor de mi garganta, pateé y lo golpeé,
pero él era anormalmente fuerte. No pude conseguir meter mis dedos
entre su piel y la mía. Las patadas no parecían perturbarlo mientras me
miraba luchar desapasionadamente. Un dolor astilló en la parte posterior
de mi cabeza, extendiéndose hasta convertirse en una quemadura
profana en mi garganta cuando busqué por aire, pero no pude conseguir
ni un poco. Mis movimientos eran lentos mientras golpeaba sus manos,
negándome a renunciar, a caer de esa manera.
Se inclinó, presionando su frente contra la mía. —Va a ser más fácil si
dejas de luchar —murmuró—. Deja que se vaya. Se irá más rápido si lo
haces.
Le rogué con mis ojos, mejor dicho supliqué, pero el hombre —esa
cosa— movió la cabeza lentamente, chasqueando la lengua. Él estaba
jugando conmigo.
Teniendo en cuenta lo que era capaz de hacer, podía sólo
incinerarme o romperme el cuello, pero él estaba arrastrando esto.
40
Mi visión se estaba desvaneciendo en las esquinas, una implacable,
aterradora oscuridad me invadía. Sabía que si sucumbía no habría vuelta
atrás. En un último esfuerzo, golpeé con fuerza hacia los ojos del agresor.
Esquivó el ataque con facilidad y se echó a reír… se echó a reír. En
ese momento, creí que aquella fría e inquebrantable risa sería lo último que
oiría.
Excepto que no lo fue.
Un fuerte chasquido resonó en el apartamento, por lo que mi
atacante giró la cabeza hacia un lado. Por encima de su hombro, vi una
fisura en medio de la puerta de cristal del balcón. La grieta se extendió
como una tela de araña, llegando a todos los rincones de la puerta. Más
allá del vidrio, en el balcón, había una sombra tan oscura que parecía
eclipsar el sol.
El cristal se hizo añicos, cayendo al suelo con un tintineo campanas
de viento, y la sombra flotó en el interior del apartamento. Escarcha —
jodida escarcha— se expandió a lo largo de las paredes de la cocina, con
una fina capa de hielo.
El tipo me soltó. Golpeando mis rodillas contra el suelo, me doblé,
arrastrando aire en mi la garganta magullada.
—Arum —dijo el hombre.
Me di la vuelta sobre mis muslos, levantando la cabeza mientras mis
pulmones trabajaban horas extras para reponer las células necesitadas. Lo
que vi... Oh, Dios... tenía que ser una alucinación.
La sombra se precipitó hacia mi atacante, solidificándose mientras
volaba a través de mi cocina. Se estrelló contra el hombre con la fuerza de
un tren de carga, tirándolo sobre el sofá.
Arañando la espalda contra la pared, levanté la mirada.
Un ciclón de sombras se arremolinaba en el lugar, dejando al
descubierto una forma debajo, con cada giro vicioso. Papeles sueltos
volaron por los aires. Las cortinas que cubrían las ventanas ondeaban. Los
cuadros baratos se sacudían en las paredes. Por debajo de la nube negra,
se formaron dos piernas, un torso, brazos y hombros anchos. Todo en la
habitación se aquietó. Los papeles cayeron al suelo como palomas. Las
cortinas volvieron a las ventanas. El ciclón de sombras se detuvo,
revelando a un hombre.
Mi grito rompió el silencio.
Hunter estaba en el lugar que la sombra había ocupado, una fuerza
alta e imponente. Y él sonreía, su sonrisa mortal lo felicitaba por una lucha
que sabía que iba a ganar.
41
El otro hombre se puso de pie, con las manos abriéndose y
cerrándose a los costados. La tez de oro de mi atacante era ahora de un
blanco fantasmal. Terror llenó sus ojos color diamante.
—¿De verdad quieres hacer esto? —La voz suave y profunda de
Hunter se escuchó como un trueno.
Los labios del hombre se estiraron en un gruñido, y casi esperaba ver
colmillos sobresaliendo de su boca. No había ninguno, pero entonces el
hombre voló hacia Hunter, su forma volviéndose borrosa en los bordes.
Parpadeando como una vieja estación de TV perdiendo recepción.
La luz brillante, que venía del hombre, inundó la habitación. Él
todavía estaba allí, pero... pero se hizo luz. Una forma sólida, humanoide,
hecha de luz.
Justo como Mel había dicho, pensé tontamente. Al igual que un
Bombilla flotando de pie.
La Bombilla irguió su brazo hacia atrás. Luz blanquecina de color rojo
crujió y se soltó por el aire, dando vueltas por su brazo. Reconocí la misma
acción del estacionamiento y dejé de pensar. Tambaleándome sobre mis
pies, agarré el bate.
Todo sucedió tan rápido.
Arrojé el bate hacia La Bombilla con todas mis fuerzas. Se disparó en
el aire como un puñal, volteando una y otra vez.
La cabeza de La Bombilla se giró en mi dirección.
Hunter maldijo.
La Bombilla levantó una mano, para controlar el bate, alcanzándolo
primero. El metal ardió y luego se derrumbó sobre sí mismo, incinerando en
cenizas.
—Mierda —dije, dando un paso atrás.
Hizo un gesto con la mano, y yo estaba en mis pies antes de que
pudiera parpadear. Me sacudí hacia atrás como una muñeca de trapo,
golpeando contra la pared. El dolor se sintió a través de mí, y golpeé el
suelo, incapaz de aminorar mi caída.
Los oí chocar entre sí cuando el olvido se apoderó de mí. Luché por
permanecer consciente, sabiendo que si La Bombilla podía explotar
coches, incinerar bates, y lanzarme a través del cuarto sin tocarme, había
una buena oportunidad de que Hunter cayera.
Una imagen brilló entre los pensamientos inconexos que estaban
chocando en mi cerebro: Mi mamá. No sé por qué la vi. Tal vez fue porque
siempre había pensado en ella como la persona más fuerte que he
42
conocido. Mamá se había aferrado a la vida después del robo. Era una
luchadora increíble.
Me aferré a esa imagen de ella mientras mis dedos se clavaban en
la alfombra. Con un dolor profundo en los huesos, me levanté, afectando
todo.
La Bombilla y Hunter todavía estaban luchando, los últimos golpes
pasaron tan rápidamente que La Bombilla estaba teniendo un tiempo
bastante difícil sólo por permanecer en pie. Iban el uno contra el otro en
una danza macabra, la luz de La Bombilla se apagaba, mientras Hunter, sin
dejar de verse como Hunter, tiraba profundas sombras implacables.
Girando alrededor, Hunter lo tomó por la parte posterior del cuello y
lo lanzó por encima de su hombro, conduciéndolo hacia el suelo. Hunter
estuvo a horcajadas sobre él en un segundo.
Bajo su cuerpo, la forma de La Bombilla parpadeó y entonces la luz
se desvaneció, revelando al hombre. —Hazlo, sanguijuela. Pero no
puedes…
Hunter agarró al hombre por el cuello, lo que lo obligó a tirar su
cabeza hacia atrás. —No estoy interesado en los discursos de despedida.
Es tiempo de besarme el trasero y decir adiós, Lite-Brite3.
Entonces, Hunter bajó la otra mano hacia el pecho de la Vara
Flourescente. Desde mi posición acurrucada, parecía que la mitad de su
brazo se había vuelto repentinamente humo, y luego desapareció. Pero
mientras me empujaba hacia arriba en una posición sentada, vi lo que
Hunter había hecho.
Su brazo se había vuelto menos sólido, y su mano —mierda— su
mano había atravesado el pecho de la Vara Fluorescente, y estaba dentro
de él.
Me golpeé la mano en mi boca, ahogando un grito. No estaba
segura de qué me tenía más asustada. ¿Toda esta jodida situación de La
Bombilla queriendo matarme? ¿O que él era de hecho una Bombilla? ¿O
que Hunter podría parecer una sombra y poner su mano dentro de
alguien? Las opciones eran ilimitadas.
La Bombilla yacía en el suelo, con la boca abierta en un grito
silencioso. Hunter se inclinó sobre él, sus cabezas alineadas. Parecía como
si estuviera inhalando, lo que hacía que La Bombilla parpadeara.
Humano. Luz. Humano. Luz.
3 Lite-Brite es un juguete con que los niños crean imágenes con fichas plásticas que se
iluminan al introducirlas en una tabla negra que lleva una luz por detrás.
43
Y luego Hunter se echó hacia atrás, tirando de su brazo fuera de La
Bombilla. Totalmente sólidos, sus brazos cayeron a sus costados. Los huecos
de sus mejillas estaban rojos como si hubieran sido bañados por el sol.
Hunter abrió los ojos.
Dejé escapar una respiración entrecortada, presionándome contra
la pared. Si podía hacer eso con La Bombilla, ¿qué diablos iba a hacer
conmigo?
En el suelo, La Bombilla no se movía. La luz se había desvanecido,
dejando una concha nacarada, que tenía forma humana, pero que me
recordaba a las medusas. Redes de venas eran visibles en sus brazos y
piernas. La Bombilla incluso tenía dedos.
También estaba definitivamente muerto.
Hunter se levantó de manera fluida, sus ojos claros fijos en los míos.
Sip. Era inhumano. Ese podría haber sido el momento exacto en el que
decidí que había volado más allá del nivel aceptable de extrañeza para el
día de la fecha, pero yo estaba allí, hundida hasta las rodillas en eso.
Rodeó el cuerpo de La Bombilla y se detuvo frente a mí. —Creo
haberle dicho que viniera directamente a casa, señorita Cross.
Luché por ponerme de pie, balanceándome a un lado cuando me
alejé. Cada parte de mí dolía, y me costaba estar de pie. —No te
acerques a mí.
Una de sus cejas subió. —No iba a hacerlo, pero al menos pensé que
habría un: «gracias por salvarme la vida».
—Tú no eres humano —dije lentamente.
—Y eso, obviamente, no tiene nada que ver con el hecho de que te
salvé la vida —respondió.
Tal vez no, pero no podía importarme menos. Había un muerto... algo
en mi piso, y un lo que sea parado frente de mí. —Gracias, pero por favor…
—Eso no suena sincero, pero no importa. Nosotros…
Había dado un paso hacia mí, y grité—: ¡No me toques!
Hunter exhaló con fuerza. —Realmente no tenemos tiempo para
esto.
Todo lo que podía ver era su mano desapareciendo en el pecho de
La Bombilla. La presión se cerró sobre mi corazón cuando continué
haciendo mi camino hacia el pasillo. —Tú no eres humano —murmuré de
nuevo, porque necesitaba oírlo para procesarlo.
44
Cerró los ojos, su boca se estrechó con impaciencia, y cuando volvió
a abrirlos, sus pupilas de obsidiana parecieron expandirse. —Estoy bastante
seguro de que hemos cubierto eso.
Mi pecho subía y bajaba rápidamente. ¿Qué...? ¿Qué eres? —Mi
mirada fue hacia el otro—. ¿Qué es eso?
Hubo una pausa, y luego asintió con la cabeza hacia el cuerpo
tendido en el suelo. —Eso es un Alíen. Soy un Alíen. Somos Alíens. Los Alíens
están en todas partes, de hecho. Es por eso que tenemos que irnos. Estoy
seguro de que alguien ha llamado a la policía.
Me quedé mirándolo. —¿Alíens?
Hunter asintió. —Alíens.
Mi boca se abrió y estaba bastante segura de que iba a gritar,
porque en ese momento parecía la única cosa lógica para hacer. Gritar.
¿Por qué no? Al parecer, había Alíens en todas partes.
Hunter salió disparado hacia adelante, agarrando mis hombros. —
Realmente no tengo tiempo para esto. No tenemos tiempo para esto.
Él me tiró contra su pecho y bajó la cabeza, inclinándola de tal
manera que su boca se alineó con la mía. Por un segundo, creí que iba a
besarme. Lo curioso fue lo que pasó por mi mente en ese momento. Pensé
que no lo conocía. No que estaba a punto de ser besada por un Alíen, o
un Alíen criminal. El problema era que yo no lo conocía. Sí, estaba
oficialmente dañada.
Los labios de Hunter no tocaron la míos, pero se sintió casi como si lo
hubieran hecho. Podía sentir su frescura, y en el fondo de mi mente me
preguntaba cómo se sentirían. Y entonces, su boca estaba en la mía. Sus
labios estaban fríos y firmes. Mi grito sobresaltado abrió mi boca en la suya.
Él sabía a nieve y a algo oscuro y rico, como el chocolate. Pero él no me
estaba besando.
Hunter inhalaba.
45
Traducido por Maca Delos
Corregido por Lalu ♥
acerle esto a ella probablemente me convertía en un hijo de
puta, especialmente si considerábamos que yo estaba a
cargo de mantenerla a salvo, lo que por cierto era
irónicamente ridículo y, en su estado de vulnerabilidad, no ayudaría con
las cosas. Por no mencionar que esto sólo validaba todo el tema de mi
falta de autocontrol. La paciencia era una virtud que encontraba inútil.
Pero de verdad no teníamos tiempo para tanto dramatismo.
El aura de energía alrededor de ella era de un violeta oscuro, lo que
significaba que realmente estaba a punto de salirse de control. Algo
totalmente entendible, ya que había un alienígena muerto en su suelo.
Pero cuando la había agarrado y acercado a mí, hubo algo más
arremolinándose en sus campos de energía. Finas astillas de color rojo se
abrieron paso a través del violeta; la marca de la excitación. No era
mucha. Serena no dejaría caer sus bragas y saltaría encima de mí, pero
estaba allí. Y eso me ponía muy curioso.
A mi especie de verdad le gustaba desear las pequeñas cosas
lindas.
Estaba congelada en mis brazos, con los ojos muy abiertos, cuando
bajé mi boca. Sus labios llenos, en forma de puchero, eran increíblemente
suaves y cálidos. Quería investigarlos, descubrir si podían ser exigentes y
hambrientos, pero no había tiempo.
Deslicé una mano por sus pechos, mi palma descansando justo
debajo de ellos. Las puntas de mis dedos acariciaban los pesados pechos
hinchados. Muy distractor. En su mayoría, el movimiento parecía de puro
dominio, y de alguna manera, lo era. Pero también era necesario.
Respiré hondo.
Por más alimento que había obtenido de los Luxen, tomarlo de un
humano era como comer una hamburguesa del menú de baratos cuando
acababas de comer un filete, pero... demonios. El sabor de Serena, las
intensas emociones y la adrenalina que bombeaba a través de ella, era
exquisito.
H
46
El calor se derramó dentro de mí. A diferencia de los Luxen o los
híbridos, los humanos mutados por los Luxen, yo no recogía recuerdos o
emociones. Con ellos, uno nunca sabía qué iba a obtener. Usualmente,
sólo era algo por lo que los Luxen o los híbridos se preocupaban, un
recuerdo que seguían adaptando. El que yo acababa de matar había
sido inteligente. Cuando me había alimentado, el Luxen había pensado en
un programa de televisión que había visto la noche anterior, lo que
significaba que el muy brillante probablemente era una jodida mina de oro
de información. Demasiado tarde para ello. Pero con Serena había
silencio. No había nada saliendo de ella excepto calor, suavidad y luz. Sí,
eso es. Sabía a luz.
Envolví un brazo alrededor de su cintura, sosteniéndola cerca
mientras seguía alimentándome. Se había puesto rígida en mis brazos,
como si hubiera tensado cada uno de sus músculos, pero no había
intentado luchar contra mí. No es que pudiera hacerlo si lo intentara, y si yo
no hubiera aparecido cuando lo hice, el Luxen la habría matado
fácilmente.
Los humanos eran tan frágiles.
Serena dejó escapar un suspiro sin aliento contra mi boca y luego se
desinfló como una bolsa de papel en mis brazos.
Sus abundantes pestañas descansaban sobre sus mejillas pálidas.
Una borrosa sombra azul apareció debajo de sus ojos y supe que, si
continuaba, ese tinte se esparciría a través de ella. Sin lugar a dudas, ya
había oscurecido sus labios.
Si continuaba, la mataría.
Detenerme iría en contra de mi naturaleza. Los Arum eran asesinos. Y
no me escondía de lo que realmente era, incluso si era la perra del
Departamento de Defensa. Sin importar cuántas correas me pusieran a mí
o a cualquier Arum, siempre sería lo que era; parte de una raza que había
sido engendrada para matar.
Pero la última vez que me había fijado, no se suponía que la matara
a ella.
Con un esfuerzo supremo, levanté la boca y rompí la conexión. Su
cabeza cayó hacia atrás tan rápido que la atrapé por la parte trasera de
su cráneo antes de que se rompiera el cuello.
—Mierda —dije, bajando la mirada hacia ella. Iba a estar
desmayada por un largo, largo tiempo.
***
47
Levantarme fue como escalar arenas movedizas. Cada vez que
trepaba a la superficie, casi llegando a abrir los ojos, era arrastrada una
vez más hacia abajo. Mi cuerpo se negaba a levantarse y moverse. Me
volví a deslizar en la clase de profundo descanso al que no podían ingresar
los sueños, hasta que el olvido finalmente aflojó su agarre en mí.
Mis ojos se sentían como si hubieran sido cosidos para cerrarlos y,
cuando finalmente se abrieron pestañeando, inmediatamente hice una
mueca de dolor ante la dura luminosidad. Girando la cabeza, tragué,
sorprendida por lo seca que estaba mi garganta. Mientras se ajustaba mi
visión, mi corazón se puso a quinta marcha.
¿Dónde demonios estaba?
Definitivamente, no en mi departamento. Todo lo que había en la
habitación era, por lejos, demasiado bonito y caro. La cómoda en la
esquina, la que combinaba con un espejo alto, lucía como una reliquia
familiar invaluable. Un diván contra las paredes blancas se encontraba
cubierto de acolchados cojines.
Giré la cabeza, frunciendo el ceño.
Delicadas cortinas blancas se inflaban suavemente en la cálida brisa
ondulante que venía de una puerta tipo ventanal corrediza que estaba
abierta. Podía ver flores en macetas de una gran variedad de colores más
allá de la puerta. Más evidencia de que no estaba donde debería, porque
tenía un pulgar de la muerte cuando se trataba de plantas. Era algún tipo
de piso elevado, porque estaba al mismo nivel que unas gruesas ramas de
árbol. El piar de los pájaros era un suave coro. Ningún sonido de autos.
Nadie gritando o riendo.
Levantándome, luché contra una ola de mareo y me saqué las
sábanas de encima. ¿Dónde estaba el resto de mi ropa? Bajé la mirada a
mis piernas desnudas y me quede perpleja. Mis vaqueros habían
desaparecido. Sólo estaba la vieja camiseta y mis bragas de lunares.
—¿Qué demonios? —susurré con voz ronca.
Sacando las piernas de la cama, me levanté sobre mis rodillas
tambaleantes. No voy a entrar en pánico. No voy a entrar en pánico. Lo
último que recordaba era estar parada y hablar con Hunter luego de que
hubiera matado al... alienígena.
Hunter también era un alienígena.
Los alienígenas eran reales.
—Oh, por Dios. —Me quité el desastroso cabello enredado de la
cara.
48
Mi mirada pasó a toda velocidad a través de la opulenta
habitación. Primero, necesitaba encontrar mis pantalones y luego un arma,
posiblemente un arma de nivel nuclear.
¿Hunter me había besado?
¿No? Sí. ¿Algo así? Mi cerebro necesitaba cerrar la boca, porque no
estaba escupiendo nada útil. Espié dos pares de puertas, una en frente de
la cama y la otra al lado del diván, e intenté con la que estaba frente de
la cama.
Con llave.
Jesús. Una puerta de habitación que se trababa desde afuera. Qué
bonito. Me apuré hacia la otra puerta y descubrí un baño... que era más
grande que mi habitación del departamento. Había suficiente espacio
como para que me acostara e hiciera ángeles de nieve en el baño sin
tocar absolutamente nada. Era ridículo. También había una gran tina y una
ducha por separado con azulejos de apariencia lujosa.
Con el corazón latiendo muy fuerte y sintiéndome enferma,
rápidamente cerré la puerta del baño y retrocedí, sentándome en el
borde de la bañera. De acuerdo. Era obvio que había sido llevada a
alguna parte, probablemente por Hunter. Lo que fuera que me había
hecho, me había noqueado y sólo Dios sabía por cuánto tiempo. Añade a
eso el hecho de que él era un alienígena, y realmente no podía
considerarme a salvo.
Pero él me había salvado la vida.
¿O no?
No entendía el porqué de nada de esto. Infiernos, ni siquiera sabía
dónde estaba. Presionando las palmas de mis manos contra mi frente,
cerré los ojos con fuerza. Mi cabeza golpeaba junto con mi pulso. Sentía
como si acabara de salir de una fiebre peligrosa. Todo era surrealista,
demasiado brillante e infinitamente confuso, pero era real.
Tenía que pensar en un plan. Necesitaba descubrir dónde estaba,
encontrar un teléfono, encontrar un arma y encontrar mis malditos
pantalones.
Bajando las manos, observé el baño. No había nada allí que pudiera
servirme de arma a menos que fuera James Bond. Pero había un cuenco
de paletitas ácidas en la encimera del lavabo. Raro.
Me levanté, respirando hondo. Vi una cómoda de ropa blanca, y
una gran variedad de productos: jabones, champús, lociones, y suficientes
productos elegantes de mujer como para sobrevivir durante un
apocalipsis.
49
—De acuerdo —murmuré, buscando a través de las diferentes
botellas. Obviamente aquí se había quedado una mujer antes o lo hacía
actualmente, una con un gusto realmente bueno, pero a menos que
planeara tirarle sales de baño en la cara a alguien, no había nada que
pudiera usar de ahí.
Yendo hacia el lavabo, abrí el grifo y me salpiqué agua en la cara.
Aclaró algo de mi mareo. Luego, abrí la puerta del baño, metiéndome
cautelosamente de vuelta en la habitación.
Me detuve por completo mientras el aire golpeaba desde mis
pulmones.
Había una sombra en frente de las puertas de la cubierta. No era
una sombra normal, tampoco. Se tragaba la luz de todo lo que tenía
alrededor. Mi corazón latió dolorosamente. El instinto se apoderó de todo y
un miedo tan frío, tan poderoso, echó raíces. Buscando ciegamente un
arma, mis dedos se envolvieron alrededor de una estatuilla pequeña, la
cual resultó ser un pionero fundido en hierro, y lo lancé con fuerza.
La sombra tomó forma mientras corría a toda velocidad a un lado,
pero hubo un fuerte ruido cuando la estatua golpeó lo que ahora era un
muslo cubierto de pantalones... que le pertenecía a Hunter, a un Hunter
actualmente sin camiseta.
—¿Qué demonios? —explotó él.
No esperé a ofrecerle una explicación. Corriendo de vuelta al baño,
abrí la boca para gritar. De la nada, una mano se colocó alrededor de mi
boca y un brazo se apretó alrededor de mi cintura. Debería haber sabido
que se movería así de rápido, debería haberme dado cuenta de que
escapar no era una posibilidad. El tipo era una maldita sombra.
El pánico se abrió camino hacia mi garganta. Pateando y
golpeando, intenté contonearme para liberarme del fuerte agarre, pero
sólo me las arreglé para golpearme la pierna con el tocador.
—Oh, por el amor de Dios —gruñó Hunter—. Acaba ya con esto.
Empujé mi codo hacia atrás, satisfecha cuando hizo contacto con su
fuerte piel.
Hunter lanzó una maldición otra vez, y lo siguiente que supe fue que
mis pies estaban fuera del suelo. En un momento estaba cernida en el aire,
con la espalda clavada en su frío pecho, y al siguiente segundo estaba
volando.
Cayendo en el medio de la cama, dejé escapar un chillido agudo
mientras rebotaba. Un segundo después, el peso de un edificio chocó
contra mí. Mi espalda golpeó el colchón, sacándome el aire una vez más.
50
Se extendió el peor de los terrores, y me volví más animal enjaulado que un
humano. Me balanceé salvajemente con ambas manos, pero él atrapó
mis muñecas con una facilidad extraordinaria y atemorizante,
asegurándolas a ambos lados de mi cabeza contra la cama. Arqueando
la espalda, intenté darle un rodillazo donde importaba, pero él se presionó
hacia abajo, cubriendo mis piernas con las suyas.
No podía moverme, no podía respirar. Hunter pesaba una tonelada
y cada parte de él que me tocaba era rígida y fría. Con el corazón
latiendo en territorio cardíaco, me quedé completamente quieta.
—¿Estás loca? —gruñó—. ¡Mírame!
Sacudiendo la cabeza frenéticamente, mantuve los ojos
fuertemente cerrados.
—Por favor, no me...
—¿Por favor no qué? ¿Que no te estrangule hasta que pierdas el
sentido común? Puede que lo haga. —Hubo una pausa y su pecho se
levantó sobre el mío—. Jesucristo, mujer, no me inscribí para esto. Creo que
me dejaste una herida en la piel.
Abrí un ojo para curiosear, y luego ambos. Esos ojos
sorprendentemente pálidos, llenos de ira, estaban clavados en los míos.
—¿Terminaste ya de actuar como una psicótica bebé Muppet fuera
de control? —preguntó, y me di cuenta por la manera en que sus dedos
hacían espasmos alrededor de mis muñecas, que realmente quería
sacudirme—. ¿O necesitas un par de minutos más para volver a la
cordura? Tengo todo el día. Y en realidad, te sientes algo bien debajo de
mí, así que tómate tu tiempo.
Mis ojos se abrieron de golpe. De hecho, estaba debajo de él,
realmente debajo de él. Nuestros cuerpos estaban tocándose en todas las
áreas correctas que uno quería que se tocaran cuando se estaba en la
cama. Me moví sólo un pequeño centímetro, y sus ojos se estrecharon.
Algo largo, grueso y duro presionaba contra mi vientre. El color se paseó
por mis mejillas y bajó a mi cuello. Alienígena o no, él estaba dotado como
el pequeño porcentaje de hombres que en realidad tenían algo de qué
presumir.
Sonrió y luego se levantó un poco. El resto de su rostro apareció a mi
vista, y de alguna manera me había olvidado de lo atractivo que era
Hunter en esta forma. No era un tipo de belleza bonita, como Phillip o los
hombres que me atacaron en mi departamento. La suya era una belleza
más severa, salvaje e indomable, un tipo de belleza que sería difícil de
duplicar.
51
Y, ¿por qué estaba pensando en lo atractivo que era? En serio no
era importante, pero en algún punto, me di cuenta de que él no estaba
intentando matarme... y que mi pesada respiración no tenía nada que ver
con el miedo en este momento.
—¿Ya estás calmada? —preguntó.
—Eres un a...
—Si vuelves a decir alienígena, probablemente te estrangule un
poco. ¿De acuerdo? —Por el filo en su voz no estaba segura de si
bromeaba o no—. Ya hemos establecido lo que soy. Tú no me ves por ahí,
caminando y parloteando acerca de que seas humana.
Mi boca se abrió de golpe.
—¡Pero eso es diferente!
—¿Diferente cómo? —sugirió.
—¡Estás en la Tierra!
Sonrió. —De acuerdo. Te daré eso.
Eso me enfureció. —¿Qué me hiciste?
—¿Cuándo?
Mis dedos se curvaron sin poder evitarlo alrededor del aire.
—¿Cuando me, o sea, me besaste?
—Yo no te besé —se mofó.
Por alguna razón, creí que debía sentirme insultada por la manera en
que lo dijo.
—De acuerdo, ¿cuándo pusiste tu boca sobre la mía? ¿Es eso lo
suficientemente claro para ti?
La sonrisa de Hunter se hizo más grande. —Tienes una actitud de
guerrera, ¿verdad?
—Estás a punto de recibir una patada guerrera en tu trasero —
respondí.
Echando la cabeza hacia atrás, Hunter hizo la cosa más misteriosa:
Se rió. De mí. Una profunda risa que le sacudió todo el cuerpo, que me
sacudió a mí y me hizo temblar por lo que probablemente eran todos los
motivos erróneos.
Tranquilizándose, bajó su barbilla. —Me alimenté de ti.
—¿Te alimentaste de mí?
52
—Sí. Tomé algo de tu energía, algo así como acceder a tu fuerza
vital —dijo, dándome una sonrisa descarada que decía que no se sentía
mal acerca de ello.
Mi rostro se tensó. —Eres como un incubo o algo.
—Bueno, ¿cómo crees que empiezan los mitos? Y deja de mirarme
como si te hubiera hecho daño. No tomé suficiente energía como para
matarte. Sólo has estado dormida por dos días. Come algo de chocolate y
volverás a ser la de antes.
No estaba segura de haberlo oído correctamente. ¿Dos días? Eso
significaba que hoy era sábado. Había perdido dos días completos.
—¿Me noqueaste por dos días? Eso no puede ser saludable.
Sus cejas bajaron. —Podrías estar muerta.
Buen Dios, quería golpearlo.
—Te alimentaste de mí, amigo. Ni siquiera puedo describir lo
desquiciado que es eso. Eso no está bien.
—Te diré lo que no está bien, y esa eres tú tirándome mierda. —La
curiosidad marcó su expresión—. ¿Por qué me tiraste algo? —Cuando no
respondí, un músculo explotó en su mandíbula—. ¿No vas a responderme?
¿O necesito repetirlo por tercera vez? Está bien. Me gusta oírme hablar.
En un segundo, la ira y la irritación rugieron a través de mí. Algo
acerca de su tono arrogante me molestaba. También lo hacía la reacción
de mi cuerpo hacía él. Partes de mí que ardían, especialmente cuando
me contoneé otra vez y lo sentí retorcerse.
—Quítate. —Intenté empujarlo, pero no funcionó—. ¡Quítate de
encima de mí, ahora!
—¿O qué? —Agachó la cabeza para que su boca estuviera a
centímetros de la mía—. ¿Ahora vas a agarrar un marco de una fotografía
y me lo arrojarás por la cabeza?
—Tal vez —respondí.
—Entonces, no puedo dejarte ir.
Lo miré con incredulidad y balbuceé—: No puedes... ¡Quítate!
Una única ceja se arqueó. —¿Qué no puedo quitarme? Oh,
definitivamente puedo quitarme4.
El calor siguió creciendo hasta que sentí como si estuviera debajo del
algo sofocantemente caliente. Los músculos en mi estómago se tensaron. 4 Del original ―Get off,‖ que también se puede traducir a ―correrte‖ y de ahí viene el doble
sentido.
53
—No me refería a eso y lo sabes.
—Umm, eso dices... eso dices.
Él era... Oh, por Dios, me había dejado completamente sin habla.
Pasó un largo minuto y él bajó la mirada hacia mí, y luego soltó mis
muñecas, dedo por dedo. Luego, en un fluido movimiento increíblemente
rápido, rodó de encima de mí y se levantó. Jesús, el tipo era parte
alienígena, parte humano, y parte ninja.
Me senté y casi me caigo por el lado de la cama. Echando un
vistazo a través de la masa de cabello enredado, observé realmente bien
a Hunter por primera vez. Había sido atrapada por sorpresa en el
aparcamiento de la cochera y había estado demasiado horrorizada en mi
departamento como para verlo bien, y como tenía toda esa carne muy
humana en exposición, absorbí todo de él.
Bendita sensualidad...
Los pantalones le colgaban bajos en las caderas estrechas. El
estómago de Hunter era la perfección, cada músculo en forma y tenso y
totalmente listo para lamer. No es que antes hubiera lamido el estómago
de un hombre, pero ahora entendía el por qué alguien querría hacerlo.
Estaba en el paraíso de los abdominales. Incluso tenía esas pendientes
bajo los huesos de la cadera...
Oh Dios, me sentía mareada.
Su pecho estaba definitivamente moldeado como mármol. Me
quedé obsesionada mirándolo por unos cuantos minutos antes de que
literalmente tuviera que obligarme a mirar su rostro.
Echarle un vistazo de esa manera no podía estar bien. ¿Qué estaba
mal conmigo?
—Mira, lamento todo lo de tirarte cosas y todo lo demás...
—No luces muy arrepentida.
Fruncí el ceño. —Bueno, lo estoy. Las cosas están un poco... hechas
un lío. Y me noqueaste. Y estás medio desnudo...
—¿Te has mirado en el espejo? —Se adelantó—. Estás tan desnuda
como yo. Y yo no te tiré nada por la cabeza.
Bajando la mirada hacia mí misma, me encogí. De alguna manera,
había olvidado que sólo llevaba mi camiseta y mi ropa interior.
Volviéndome a ruborizar, quise esconderme rápidamente detrás de algo,
pero crucé los brazos.
—No te tiré nada por la cabeza. Estaba...
54
—¿Siempre reaccionas exageradamente cuando te levantas?
Oh, por Dios, si me volvía a interrumpir una vez más, realmente le
aventaría algo a la cabeza.
—Me desperté en un lugar extraño, secuestrada por un alienígena.
Ni siquiera puedo creer que esté explicando por qué reaccioné así. ¿Qué
hacías en mi habitación, de todas formas?
Imitó mi posición.
—Corrección: estás en mi casa, por lo tanto, esta es mi habitación.
No es que necesite dar explicaciones, pero me aseguraba que todo
estuviera seguro afuera.
—Pero me secuestraste.
—No lo hice.
Levanté las manos al aire. —¿Qué es todo esto? ¿Dónde estoy?
—West Virginia.
Mi boca se abrió de golpe. Oh, por Dios, esto no podía estar
pasando.
—¿Estoy en una zona horaria diferente? ¿Me estás to...?
Hunter levantó su mano, silenciándome. La punta de mi lengua
literalmente ardía por agarrárselas con él.
—¿Qué demonios es ese sonido? —Antes de que pudiera responder,
pasó sigilosamente la cama y entró al baño—. ¡Jesús! ¿Qué estás
intentando hacer aquí? —Llegó su voz desde el baño—. ¿Darle un baño al
suelo? —exigió.
Busqué desesperadamente mis pantalones, pero no encontré nada.
Hunter volvió, con las manos en las caderas. Demasiado tarde.
—¿En serio?
—Olvidé que dejé el grifo abierto. Dios, eres gruñón.
—Y tú ya estás resultando ser un gran dolor en mi muslo.
—Mira, lamento mucho todo esto, ¿de acuerdo? He pasado por
algunos eventos realmente traumáticos recientemente y, sí, puede que
haya reaccionado exageradamente. —Luché con mi paciencia—. Y
realmente me gustaría saber dónde están mis pantalones.
—Tus pantalones fueron dejados doblados en la esquina de la cama.
Probablemente los tiraste al suelo.
¿Qué? Quería fijarme, pero de ninguna manera iba a agacharme en
bragas frente a él.
55
—¿Y cómo es que salieron de mí y fueron doblados sobre la cama?
—Yo lo hice. Creí que estarías más cómoda.
Oh Dios, no tenía ni idea de qué pensar sobre eso. Un gracias no
estaba en consideraciones, sin embargo. Me había desvestido mientras
estaba inconsciente, por el amor de Dios. Mi cuerpo entero se sentía
caliente.
—No voy a agradecerte por eso.
—No es como si esperara esa buena educación por tu parte —
respondió, sus ojos pálidos bailando... ¿con qué? ¿Ira? ¿Diversión?—.
Después de todo, jamás me agradeciste por salvarte el trasero... un bonito
trasero. Así que puedo añadir desconsiderada a la creciente lista de tus
atributos. Pon eso justo al lado de: reacciona exageradamente, actúa
primero y luego piensa, dramáti...
—Oh, que te jo...
—Realmente no quieres terminar esa oración —advirtió Hunter, su voz
lo suficientemente baja como para enviar temblores de advertencia por mi
columna—. Lo único que no hago es joderme.
Dudé que lo necesitara. Luego, otra vez, él seguramente abriría la
boca y lo arruinaría todo.
—De acuerdo, esto no es para nada lo que tenía planeado. Sólo
necesito saber qué está pasando y agarrar mis pantalones...
—¿Qué tal si haces esto? —dijo él, caminando hacia mí. Di un paso
atrás, golpeando la cama. Sus ojos bajaron de mi rostro a mi pecho, su
mirada tan intensa que se sentía como si me estuviera tocando—. ¿Por
qué no te pones algo más de ropa? Distraes un poco ahora mismo.
Lo miré boquiabierta, incrédula. ¿Qué demonios había estado
intentando hacer?
Una rápida sonrisa apareció en su rostro. No necesariamente cálida,
pero definitivamente había algo allí. ¿Me estaba tomando el pelo?
—Cuando termines, puedes encontrarte conmigo abajo —continuó,
pasando al lado mío—. Tenemos algunas cosas que necesitamos discutir.
Me di la vuelta, con las manos curvándose en inservibles puños.
—¿Por qué no te pones tú algo más de ropa?
Deteniéndose junto a la puerta, me echó un vistazo por encima del
hombro. —¿Te distraigo?
56
Cerrando la boca rápidamente, tiré dardos con los ojos en su
dirección. Estaba distrayéndome, pero un zombi podría comerse mi
cerebro antes de que lo admitiera.
Hunter sonrió. —Abajo. Cinco minutos.
—Tú...
Cerró la puerta de golpe en mi cara.
57
Traducido por Moni
Corregido por Cami G.
unca en mi vida había estado más frustrada. Ve a saber que
no sería con un humano si no con un maldito alienígena. Al
menos, ahora sabía que los de la especie masculina eran
unos idiotas, sin importar de qué planeta provenían.
Después de buscar mis pantalones por debajo de la cama y
ponérmelos, me senté en el borde de la cama y miré hacia la puerta.
¿Estar abajo en cinco minutos? Ese insufrible, arrogante y demandante
imbécil esperaría al menos diez.
Pero maldición, era increíblemente sexy para ser un… alienígena.
Gruñendo, dejé caer mi cabeza en mis manos. No me sentía bien.
Toda la cosa de no saber dónde estaba, qué estaba pasando en casa, y
estar tan lejos de lo que yo sabía que era la realidad, me enloquecía.
La puerta de pronto se abrió de golpe, haciéndome saltar. Hunter
llenó la puerta, aún sin camisa y con los ojos entrecerrados.
—Ya pasaron cinco minutos —dijo—. No me gusta esperar.
—No me gusta que me manden.
Inclinó la cabeza a un lado. —Entonces, vamos a tener problemas,
Serena.
Una parte escondida muy profundamente dentro de mí respondió al
sonido de mi nombre viniendo de su boca, calentándose y volviéndose
líquida. La manera en que salió de su lengua era pecaminosa.
Hunter esperó.
Alejándome de esos pensamientos, me puse de pie y refunfuñé todo
el camino a su lado. Hunter no dijo nada mientras bajamos. Era un feliz
momento de silencio, el cual usé para admirar lo que él tenía atrás.
Lindo trasero.
Entramos en una habitación enorme, con sofás blancos de prístina y
sillas. Un televisor de pantalla plana colgaba en la pared. Floreros en las
mesas y en las esquinas de la habitación. Había un ligero olor a rosas en el
N
58
aire. Temía tocar cualquier cosa, como si con eso fuera a dejar huellas
digitales pegajosas.
Lo seguí por el pasillo y dentro del área de la cocina. La luz brillante
del sol se filtraba por las altas ventanas, dándole a la habitación un
sentimiento cálido y acogedor, mientras que la sala de estar era algo
estéril.
Varios taburetes rodeaban la isla y electrodomésticos de alta
calidad amueblaban la cocina; horno doble de acero inoxidable, un
refrigerador de lado a lado, y un fregadero en el que podrías bañarte. A la
izquierda, había una mesa de comedor y, más allá de eso, la entrada a
una terraza llena de plantas y tumbonas.
—Siéntate —dijo señalando a uno de los taburetes.
Debatí el ignorarlo, pero decidí que eso no nos llevaría a ninguna
parte. Sentándome, doblé mis manos en mi regazo. —¿Dónde...?
—¿Te gustaría algo de beber? —interrumpió, dirigiéndose hacia el
gabinete cerca del refrigerador.
Mis cejas se levantaron. —Sí. Eso estaría bien. Gracias.
Hunter me miró. —Suenas sorprendida.
—No pareces el tipo de persona que hace cosas educadas como
esa.
Sonrió. Dándose la vuelta del gabinete, tomó dos vasos. —Tengo
soda, leche, agua...
—¿Leche? No tengo diez años.
Se dio la vuelta, los labios inclinados hacia un lado. —¿Y cuántos
años tienes? ¿Diecinueve?
Ofendida, me recosté en la silla. —Tengo veintitrés, pero trataré de
tomar eso como un cumplido.
—Mmm… —Guardó los vasos y tomó dos copas de vino.
Mis ojos se estrecharon. —Sabes cuántos años tengo.
—Sí. —Hunter sacó una botella de vino de la cava.
Mirando la parte posterior de sus anchos hombros, me imaginé un
mono araña aterrizando sobre él y mordiendo su cuello, al estilo total de un
vampiro. De hecho, tal vez al estilo de un zombi. Eso haría más daño.
—Entonces, ¿dijiste eso porque crees que eres gracioso?
—Sé que soy gracioso. —Se dio vuelta y cruzó la distancia hasta la
isla. Colocó una copa de vino oscuro frente a mí.
59
Mi piel se sentía apretada. —Ni siquiera sé qué decir.
Apoyando sus codos sobre la mesa, tomó un trago de su vino. —
Estoy seguro de que tienes muchas preguntas. Podríamos sacar eso del
camino.
Dios, no tenía que sonar tan molesto sobre todo, pero me enojé en
silencio. Entrar en una discusión con él no iba a resolver nada. Era lo mismo
que lidiar con estudiantes. Algunas veces tenías que ser la persona
madura.
O humana.
—Tengo muchas preguntas —dije.
—Apuesto a que las tienes —murmuró, mirándome por encima del
borde de su copa—. Muchas tontas, también.
Un cosquilleo agudo estaba avanzando a través de la parte
posterior de mi cráneo, extendiéndose como un golpe de calor. —Eres un
imbécil. —Y allí iba la persona madura.
—Y tú tienes una boca sucia. —Lanzó una sonrisa rápida.
Tomé un profundo y tranquilizador respiro mientras él terminaba su
vino de un trago. Yo ni siquiera había tocado el mío. —¿Vas a contestar mis
preguntas o sólo me vas a insultar?
Hunter se echó a reír. —Posiblemente un poco de las dos.
Mis manos se cerraron en puños.
Sonriendo, caminó alrededor la isla. Sus movimientos eran elegantes
y fluidos, pero era como si estuviera forzándose a ir despacio. Mi respiración
se detuvo cuando se sentó a mi lado, extendiendo sus muslos tanto que
uno rozaba mi pierna. Como un rayo, su mano estaba en mi cabello,
envolviendo suavemente mechones alrededor de sus dedos.
—Tu cabello es hermoso —murmuró—. Es del color de la luz.
De acuerdo. No es raro ni nada…
Algo fascinada, lo miré estirar mi cabello frente a él. Inspeccionó
cada mechón, retorciéndolo mientras capturaba y reflejaba la luz. Una
mirada extraña, casi como de admiración, se deslizó a través de sus fuertes
rasgos.
Su mirada se desvió hacia arriba, encontrando la mía. Dejó caer el
mechón. —Haz una pregunta.
Agarrando el taburete, me alejé. Las patas de metal hicieron ese
horrible sonido de rechinido. —¿Dónde estoy? Y por favor un poco más de
detalles que solo el estado.
60
Hunter acercó su taburete hacia el mío, tomando de nuevo la
distancia. Incluso sentado, era una o incluso dos cabezas más alto. Se
inclinó, de modo que su rostro estaba a centímetros del mío.
Mi garganta se secó. —Estás en mi espacio personal.
—Estás en mi casa, por lo tanto eso anula tu espacio personal.
—Tu lógica es defectuosa.
Inclinó la cabeza a un lado, sus pestañas cerrándose. —Mi lógica es
la única lógica aquí. Necesitas acostumbrarte a eso.
Y él necesitaba acostumbrarse a objetos desafilados siendo lanzados
a su cabeza, porque eso estaba a punto de pasar de nuevo. —¿Vas a
contestar mi pregunta?
—Estás en un pequeño pueblo… en las afueras de Elkins. —Extendió
la mano y me acercó la copa de vino con las puntas de los dedos—. Bebe.
—Miré la copa de vino—. Bebe, Serena.
Mi mirada se centró en él. La autoridad en su voz levantó cada
cabello y también… no iba a terminar ese pensamiento. —¿Siempre eres
tan exigente?
—Mucho —dijo, sentándose hacia atrás—. Bebe.
Murmurando casi cada palabra sucia que pude, levanté la copa y
tomé un trago, un trago muy pequeño. —¿Feliz?
—Mucho.
Luché contra el impulso de rodar los ojos. Pasó un buen rato en
silencio, así que tomé otro trago… y luego otro. Aún sin una palabra de
Hunter. Solo estaba allí, sentado… mirándome con los ojos cansados. Sus
ojos… eran demasiado pálidos. Como si todo el color hubiera sido filtrado
del azul.
Mi manó temblaba un poco cuando bajé la copa. —¿Por qué estoy
en West Virginia?
—Es el último lugar en el que te buscarían.
—¿Quién? ¿El otro… alienígena con el que estabas peleando? —El
vino creaba un agradable charco de calor en mi vientre. Al menos,
esperaba que fuera eso lo que lo hacía—. ¿Los que mataron a Mel?
—¿Y que trataron de matarte? Sí. No te buscaran aquí.
Mis manos aún temblaban. —¿Por qué no?
Inclinándose hacia atrás, tomó un caramelo de otro recipiente y lo
desenvolvió. —Si sales y miras hacia el este, verás una enorme montaña. La
montaña está llena de cuarzos beta. Eso es importante.
61
—¿Lo es?
Asintió. —Comenzaré por el principio. ¿Sabes algo sobre el Abell? Es
una galaxia cerca de trece billones de años luz de aquí. De donde yo
vengo, es incluso más lejos que eso. También los otros alienígenas, los
Luxen. Si no te has dado cuenta, su verdadera forma es lo que verías como
luz. Los cuarzos beta tienen una maravillosa capacidad de bloquear sus
longitudes de onda. Los Flatiron5 son de la misma manera. Siempre habrán
comunidades de Luxen cerca de cualquier cantidad de cuarzos beta,
porque los Arum, eso que soy yo, pueden ver las longitudes de onda cerca
de cualquier criatura viviente, especialmente los Luxen. ¿Me entiendes?
Necesitaba más vino para esta mierda. —Más o menos.
—Los Luxen te quieren muerta porque presenciaste a uno de ellos
siendo muy malo. Cuando le dijiste a la policía y a cualquiera que estuviera
escuchando que uno de ellos se iluminó como un árbol de navidad, el
Departamento de Defensa se involucró. Y sí, el gobierno es consciente de
los alienígenas y tienen implantes en todas partes. —Hizo una pausa—.
Tomaron al hijo del senador Phillip en custodia. Eso nunca es algo bueno. El
senador cree que si te sacan de la ecuación, entonces se elimina la
amenaza de exposición y su hijo regresaría con él. También está el tema
de lo que escuchó tu amiga, lo que te pudo haber dicho.
—Ella realmente no me dijo nada —murmuré. Dios mío, había un
senador alienígena—. Entonces, ¿él quiere matarme para mantenerme
callada?
—Sip.
Robando un vistazo hacia él, vi que aún seguía mirándome, con el
caramelo en su boca. Aparté la mirada rápido. —¿Y tú realmente trabajas
para el Departamento de Defensa? ¿Como un enlace alienígena?
—Sip. —Casi me reí, pero no lo hice porque estaba segura de que
nunca me detendría. Sería la risa de tipo maníaca—. ¿Cómo te sientes? —
preguntó de pronto.
Me volví hacia él, con el ceño fruncido. —¿Qué quieres decir?
—¿Cómo te sientes? —repitió, pero también se acercó y colocó un
dedo en mi mandíbula. Apenas me tocó, pero era como si una descarga
eléctrica corriera a través de mí. Por un segundo, recordé cómo se sintió
cuando estuvo sobre mí en la cama. La sonrisa de Hunter se volvió
conocedora—. ¿Serena?
—Yo… no entiendo.
5 Tipo de roca en las montañas.
62
—Tienes un moretón aquí y tuviste un par de feas caídas.
No había notado el moretón ni prestado mucha atención a los
dolores. —¿Y tú básicamente te comiste mi energía o algo así?
Sonrió. —Eso también.
Bueno, definitivamente no tenía vergüenza. —Es... estoy bien.
Hubo una pausa. —Pudiste haber muerto.
—Realmente no es importante justo ahora.
Un segundo más tarde, sentí su cálido aliento sobre mi mejilla
cuando hablaba. —Sé que tienes más preguntas.
Alejé mi mejilla de él, nerviosa por lo cerca que se encontraba y
cómo se movía sin hacer ningún ruido. El calor se apoderó de mis mejillas
cuando dos dedos fríos presionaron debajo de mi barbilla y, con
sorprendente delicadeza, Hunter guió mis ojos hacia los suyos. Nuestras
miradas se encontraron. Había algo en esos ojos inquietantes, un destello
de compasión que se escondía bajo la frialdad de su color no natural.
—Pregunta —dijo, sin apartar la mirada.
—Entonces… ¿ustedes me pusieron a una corta distancia de un
grupo de alienígenas que quieren matarme si se dan cuenta de que estoy
aquí?
—No se van a dar cuenta.
Comencé a apartarme, pero su mano dejó mi barbilla, curvándose
alrededor de la parte posterior de mi cuello. El agarre no era fuerte, pero
era imponente. No había forma de alejarme, no escaparía de lo que él
quería. Su piel era fría y las yemas de sus dedos eran ásperas, como si usara
mucho sus manos.
Hunter se inclinó hacia delante de nuevo, poniendo a nuestras
bocas a nada de distancia de besarse. La inquietud se desplegó,
extendiéndose a través de mis venas, atravesando mi pulso. Me congelé.
—El senador obviamente tiene muchos contactos. Es muy probable
que alguien en el Departamento de Policía te venda, pero estás a salvo de
ellos aquí.
Esos dedos ásperos se deslizaron hacia atrás, trazando un lado de mi
garganta. Se detuvieron sobre mi pulso, que golpeaba salvajemente.
Aspiré una bocanada de aire. Hunter sonrió, pero no había calidez real tras
ello. Calor, tal vez, pero faltaba algún tipo de emoción.
No sabía qué era lo que hacía que cada célula de mi cuerpo se
levantara y tomara nota; él tocándome, o tal vez sólo quería que quitara
su mano.
63
Su mirada bajó a mis labios y su poderoso cuerpo se apretó. El color
azul blanquecino de sus ojos produjo repentinas manchas de azul oscuro.
La tensión se filtró en el aire, pesada como una manta muy gastada. La
habitación se enfrió como si el aire acondicionado se hubiera prendido
solo y estuviera extremadamente fuerte. La habitación se oscureció, pero
sobre el hombro de Hunter y más allá de las largas ventanas, la luz brillante
calentaba afuera.
La piel de gallina se disparó a través de mi piel.
Cada instinto se puso en marcha y me gritó que corriera, que
corriera tan rápido como pudiera. Este sistema de advertencia humano e
incoherente estaba retumbando contra lo antinatural que se asentó en la
habitación.
Pero no podía apartar la mirada de sus ojos. No había calor en ellos,
pero había un fuego primal, y mi cuerpo respondía aun cuando trataba de
alejarse.
Luego, Hunter quitó su mano y se echó hacia atrás, metiendo el
caramelo de vuelta en su boca, y esperó. El hechizo se rompió. Tomando
varias bocanadas de aire, me di cuenta de que había estado
conteniendo la respiración.
Mi mano voló hasta mi garganta cuando tragué un par de veces.
Con la garganta seca, alcancé la copa y me tomé el resto del vino. El
líquido quemó en el camino.
—¿Estoy a salvo contigo? —pregunté. No respondió. Lo miré—.
¿Hunter?
—No voy a mentir y decir que no soy peligroso. Lo soy. De una
manera, seré más peligroso para ti de lo que cualquier Luxen sería —dijo,
mirándome peligrosamente—. No soy el chico bueno. No soy el héroe. Mi
trabajo es mantenerte viva, y haré lo mejor que pueda, pero no puedo y
no haré ninguna promesa.
No era la cosa más tranquilizadora que estaba buscando, y
francamente me hizo querer huir gritando por la habitación, pero asentí.
Aún tenía ese maldito caramelo en su boca, girándolo con los dedos. Mi
cuerpo reaccionó con sorpresa, una ola ardiente que ignoré
desesperadamente.
Pero ningún hombre debería lucir tan bien con un caramelo.
—¿Cómo te ves tan humano? —solté.
Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios. —Nuestro ADN se fundió
con el ADN humano. Lo mismo pasa con los Luxen. Podría entrar en
detalles, pero probablemente te aburriría demasiado. Podemos vernos
64
humanos e incluso actuar como ellos a veces, pero nunca olvidamos que
no somos humanos.
Mi corazón dio un gran vuelco. —¿Estás tratando de asustarme?
Hunter arqueó una ceja. —Sólo te estoy diciendo la verdad. —
Mordiendo el caramelo, sostuvo el ahora palito blanco—. Es
probablemente una cosa sabia que estés asustada. ¿Te gustaría otra
bebida?
Asentí, aliviada cuando se levantó para traer la botella de vino. Sin él
a mi lado, el aire se sentía menos tenso y espeso. Desearía que se hubiera
puesto una camisa. —¿Cómo llegué aquí, de todos modos?
Hunter colocó la copa llena frente a mí, y la tomé como un
borracho. —Vas a estar feliz de saber que fue un método muy humano de
viajar. Manejé tu auto hasta un hangar privado y te coloqué en un avión.
Tomé un saludable trago. —¿Mi auto sigue en el hangar? —La cosa
esa no era un vehículo lujoso, pero no podía costear uno nuevo.
—Sí. No será tocado allí.
Me relajé un poco. —¿Me dirás sobre lo que eres?
—Ya hice eso. —Lanzó el palito blanco de la paleta al basurero,
luego apoyó una cadera contra la encimera.
Mi mirada bajó hacia la copa entre mis palmas mientras sonreía un
poco. —Apenas me has dicho algo sobre ti.
—Creo que cuanto menos sepas, mejor.
Algo en su voz causó que el hielo empapara mis venas. Mientras
tomaba otro trago de vino, se me hizo un nudo en la garganta. La presión
se estrechó en mi pecho. Una nueva amenaza apareció. —No puedo ser
la primer persona en darse cuenta accidentalmente sobre los alienígenas.
Ni siquiera Mel.
—Nop. —Tomó un trago—. Los humanos probablemente se dan
cuenta todo el tiempo. Son muy inteligentes y se quedan callados o…
—¿O qué? —susurré.
Los pálidos ojos de Hunter me atravesaron. —O desaparecen.
—¿Es eso lo que me ha pasado? ¿He desaparecido?
—Aún no.
De nuevo, lo que él decía no era de lo más tranquilizador. Tantas
emociones me golpearon como una corriente violenta, amenazando con
arrastrarme. Me detuve de tomar más vino. —¿Qué se supone que significa
eso?
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Me miró con frialdad. —¿De verdad quieres saber?
Le lancé una mirada. —Sí. Quiero saberlo todo.
—El Departamento de Defensa puede decir una cosa, pero yo sé
otra diferente. La única razón por la que estás viva justo ahora es porque
los Luxen pasaron a un lado del Departamento y fueron tras tu amiga.
Dondequiera que haya exposición, están obligados a informarlo. No lo
hicieron. Eso fastidia al Departamento, y luego, cuando emitieron una
orden de matarte, el Departamento intervino solo para probar un punto. Y
quieren saber por qué estaban peleando los chicos.
Desearía que dejara de decir: «orden de matar»
—No sé por qué estaban peleando.
—¿No? —No sonaba como si me creyera.
—No. —Pasé una mano a través de mi cabello—. ¿Qué estás
diciendo, en realidad?
—Creo que lo sabes. —Hizo una pausa—. La protección del
Departamento es su manera de mostrarle el dedo medio a los Luxen y ser
entrometidos. Es como un padre quitándole un juguete a un niño con mal
comportamiento. No es porque quieran protegerte. Sólo están probando
un punto. Pero si tú demuestras ser demasiado riesgosa, te darán la
espalda más rápido de lo que podrías pestañear.
Unos momentos pasaron mientras miraba las pesadas ramas
meciéndose afuera con la brisa. Me ocupé de tragarme el bocado de
emoción en mi garganta. Mi vida ya no estaba en mis manos, ni siquiera se
encontraba garantizada. ¿Cómo no iba a ser un riesgo? Sabía sobre los
alienígenas. Los había visto. No podía meter en mi cabeza todo esto. Lo
entendía, y hasta lo estaba procesando, pero la escala completa de todo
lo que esto significaba era paralizante.
Y en el fondo sabía que había una buena oportunidad de que no
saliera caminando de esto con mi vida. Una raza alienígena me quería
muerta, un alienígena que era en realidad peligroso estaba
protegiéndome, y el Departamento de Defensa podía cambiar de idea en
cualquier momento y sacarme. Sólo esperaban que me quedara aquí
sentada y que esperara porque alguien o algo me asesinaría.
No podía hacer eso.
Era más que sólo mi vida. También era sobre Mel. Fue asesinada y
nadie, nadie, sería considerado culpable, especialmente si yo era
silenciada.
Mel merecía justicia.
66
Él se inclinó contra la encimera, su presencia apiñándose mientras
sus ojos buscaban los míos. —Realmente te has metido en una mierda,
¿no?
Escuchándolo de esa manera, tuve que reír, porque si no lo hacía,
iba a llorar y probablemente nunca terminaría. —Sí, creo que me metí y
luego rodé alrededor.
Sus labios se torcieron.
Nuestras miradas se encontraron y se mantuvieron por un momento.
Desconcertada, aparté la mirada, apretando los labios. No podía
quedarme aquí.
—¿Qué hay sobre mi trabajo? —dije, con esperanza—. No puedo...
—El Departamento se ha encargado de eso. Debido a una
emergencia, se te ha dado una licencia de larga duración —respondió.
Jesús.
No escuché a Hunter acercarse, pero allí estaba, tan cerca que
estábamos compartiendo el mismo oxígeno. Sus dedos estaban bajo mi
barbilla de nuevo, inclinando mi cabeza hacia la suya. Nuestras bocas
separadas por escasos centímetros. Mi estómago se vació y un sentimiento
caliente e incómodo se extendió a través de mí como un incendio fuera
de control. La pesadez se asentó en mis pechos y luego se propagó
mucho, mucho más abajo.
Las fosas nasales de Hunter se abrieron.
Incluso con toda la locura pasando recientemente, bajo el dolor y la
ira, seguía siendo la mujer de sangre caliente con veintitrés años sentada
frente a un hombre, que podía no ser un cien por ciento humano, pero
podía causar una crisis de bragas caídas a través del universo. Tal vez no
con una personalidad de la cual presumir, pero manaba ese atractivo
oscuro que hacía que las chicas buenas se hicieran muy malas. Una y otra
vez.
Estábamos atrapados aquí, juntos y solos. No había ninguna duda
del borde depredador que se había deslizado en su expresión, y yo no era
una delicada virgen.
Los dedos en mi barbilla subieron, extendiéndose por mi mejilla. Me
quedé quieta. Su mirada bajó a mi boca y luego más abajo, su mirada tan
intensa que se sentía como una caricia.
Sus labios se deslizaron en una sonrisa que no hizo nada para aliviar
la cruda lujuria en su rostro. —Oh, Serena, realmente no tienes idea de la
mierda en la que te has metido.
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68
Traducido por Chachi & Zafiro
Corregido por Mery St. Clair
espués de que Hunter despareció en el estudio con órdenes
explicitas de no poner un pie fuera de la cabaña, repasé mis
opciones. Volver a casa era estúpido, pero quedarme aquí no
era nada inteligente. No tenía ropa, pero ese no era el problema. Había
encontrado mi bolso en la habitación. Gracias a Dios, Hunter tuvo el juicio
de tomar eso y no mi celular, pero sólo tenía unos cuantos billetes de
veinte en mi billetera. No era dinero suficiente para regresar a casa. Mis
tarjetas de crédito seguían allí, pero sabía que podrían ser fácilmente
rastreadas.
Tenía viejos amigos de la universidad por todo el Estado. Estaba Vee
Winters, compañera del posgrado en psicología, quien vivía en Tennessee.
Vee me enviaría dinero sin preguntar y me daría cobijo, pero necesitaba
un teléfono.
No había visto ni uno en la casa.
Las horas pasaron mientras iba de habitación en habitación. El
invernadero rápidamente se convirtió en mi lugar favorito. Con todas las
plantas, tenía la ilusión de estar al aire libre y no completamente sola y
encerrada con el alíen más sexy y rudo del universo.
Me pregunté si él ya se había encontrado una camisa.
El invernadero estaba varios grados más caliente y alto, los gruesos
servales y el olmo proveían algo de privacidad, pero si alguien estuviera
parado al frente podría ver todo lo que ocurría dentro de la parte baja de
la cabaña, debido a las ventanas que se extendían desde el suelo al
techo.
Mi estómago se retorció mientras consideraba mis planes. En la
noche, me iría. Tenía que hacerlo.
El pánico aumentó durante todo el día, expandiéndose como la
maleza. Me sentía atrapada, y lo estaba, y tenía que salir de aquí,
encontrar algún lugar en la ciudad que tuviera teléfono, y entonces, una
vez que llegara a la casa de Vee, averiguaría qué hacer después.
D
69
Cuando el sol comenzó a bajar, me detuve en la puerta del estudio
y escuché. No podía oír nada, pero sabía que él no había dejado la
habitación. Si se hubiera ido en esa forma humeante de alíen, aun así, lo
habría visto en algún momento. Pero seguía dentro, tal vez dormido.
Apurándome por las escaleras, tomé mi identificación y el dinero,
deslicé mis tarjeras de crédito en mi bolsillo trasero y deseé no tener que
usarlas, pero tenía que estar preparada. Comprobé el estudio una vez
más, y cuando no escuché nada, regresé a la sala de estar. En la entrada
de la casa, cerré los ojos con fuerza y, lenta y cuidadosamente,
desbloqueé la puerta. El chasquido sonó como un trueno para mí.
Echando un vistazo por encima de mi hombro, esperé que Hunter
apareciera por la puerta del estudio y me abordara, pero cuando eso no
sucedió, murmuré una pequeña oración y abrí la puerta lo suficiente como
para que pudiera salir por ella. La cerré a paso de hormiga, haciendo una
mueca cuando golpeó en su lugar.
Me giré, metiendo el cabello detrás de mis orejas. Las manos y
piernas me temblaban, recorrí las macetas que arrojaban una pesada y
dulce esencia al aire, y me precipité por las empinadas escaleras que
llevaban fuera del piso elevado y en dirección a la carretera de grava.
Maldiciendo las sandalias que usaba, me apresuré. Con el sol rápidamente
desapareciendo, sabía que sería sólo cuestión de tiempo antes de que no
pudiera ver ni siquiera un metro frente a mí. No había luz artificial allí
afuera; nada de postes de luz o farolas. Una vez que el sol bajase… me
negué a pensar en ello.
Las profundas sombras ya invadían los gruesos e imponentes árboles
amontonados en el camino. No había duda en mi mente de que había
demasiadas grandes y pequeñas criaturas peludas en el bosque alrededor
de mí.
Mi corazón se aceleró mientras me echaba a correr por el terreno
desigual, la adrenalina bombeando en mis venas. Me tomé un segundo
para darle una breve mirada a la línea de árboles a la derecha y vi algo
que se movió. ¿Un oso? ¿Un chupa cabras? Cualquier cosa parecía
posible. El miedo chispeó en mi sangre mientras llegaba al final del
trayecto y me acercaba a una parada.
El camino era estrecho y cubierto por una fina capa de asfalto. El
fuerte zumbido de las cigarras y grillos ahogaba los latidos de mi corazón.
Los servales y el olmo eran más gruesos aquí, sus ramas colgaban sobre la
carretera como gigantes dedos en espera de atrapar a turistas
desprevenidos.
No sabía qué dirección tomar.
70
La parte trasera de mi garganta quemaba mientras daba un paso
hacia adelante, pero me detuve en seco. ¿A quién intentaba engañar?
Solté una dificultosa exhalación. Demasiado cerca de las lágrimas, me giré
hacia la izquierda y comencé a caminar a ciegas tan rápido como podía.
Seguí el camino, pasando cabañas no tan enormes como la de
Hunter, pero aun así malditamente grandes. Por un momento, consideré
detenerme en una de ellas. Todas tenías las altas ventanas que se
extendían del piso al techo, pero no había luces encendidas. La inquietud
me llenó, una pequeña voz habló en mi cabeza, advirtiéndome de que
esto había sido una muy, muy mala idea.
Mientras giraba en una curva de la carretera, un pabellón quedó a
la vista. Había una parte elevada, como un escenario. Varias pequeñas
mesas y sillas lo rodeaban. Sin embargo, no había gente, y ahora que
pienso en ello, no he visto un solo auto en toda la propiedad.
¿Acaso los de aquí usaban caballos para viajar?
El lugar era como una espelúznate ciudad fantasma. Todo lo que
necesitaba era un cardo rodando por la plaza pavimentada. Capté el olor
a agua y me imaginé que había un lago en las cercanías, pero no
escuché el ruido de máquinas, ni risas, ni absolutamente nada.
Al pasar por el pabellón y todas las sillas vacías en él, me estremecí a
pesar del calor y envolví los brazos alrededor de mi cintura. ¿Podríamos ser
Hunter y yo los únicos aquí? Sin saber verdaderamente si ese era el caso,
me di la vuelta.
Había una especie de casa de campo, de un piso y con un rústico
estilo ranchero. Junto a ella, había una enorme y hermosa glorieta.
Siempre había tenido algo por la arquitectura, especialmente por
cualquier cosa que estuviera hecha a mano. Mi apreciación venía del
hecho de que no tenía un solo hueso artístico en mi cuerpo mientras que
mi madre poseía todo el talento.
Atraída por esto, comprendí que los detalles de la glorieta eran
magníficos. El trabajo a mano estaba basado en una serie de trenzados
grabados en la madera, y el diseño cubría cada centímetro del panel,
incluyendo la barandilla y el interior. Ni una sola vez hubo una ruptura en
los nudos mientras éstos daban vueltas y trepaban hacia el techo interior
como enredaderas. El patrón me recordó a un gran nudo celta
entrelazado.
Pasando mis dedos por los bucles tallados, me di cuenta de que, en
el centro de cada uno de ellos, había otro diseño: un pequeño círculo con
cuatro puntos dentro, conectados por una línea delgada. Lograr capturar
un detalle tan minúsculo era increíble, y la habilidad de crear algo tan
71
intricado era real y asombrosamente inspirador. La cantidad de tiempo
invertido en esto era impactante. Moviéndome hacia el centro de la
glorieta, intenté encontrar dónde comenzaba el diseño, pero todo era tan
perfecto. No había comienzo ni fin.
Por el rabillo de mis ojos, vi que la puerta de la casa se abría y un
hombre salió. Así que, sí había gente aquí.
El tipo era alto, probablemente de la altura de Hunter. Su cabello era
oscuro y tenía un corte ceñido al cráneo. Su cara era angulosa, la piel del
mismo alabastrino que Hunter.
Como Hunter.
Mierda. Pensar que podría ser como Hunter, un alíen, me obligó a
dar un paso atrás, con la esperanza de que la creciente noche pudiera
protegerme.
Vestido casualmente con unos vaqueros y una camisa, atrapó la
puerta con una mano, manteniéndola abierta. A sus espaldas, una alta y
esbelta mujer salió, sonriéndole. Sus mejillas divinamente ruborizadas y tenía
su pelo castaño claro peinado en una alta cola de caballo. El tipo le dijo
algo, lo que le valió un empujón juguetón de su parte. Soltando la puerta,
él arrojó un brazo alrededor de su cintura, la levantó del suelo, y la beso de
una manera que me hizo sonrojar.
Señor, me sentía como una pervertida mirándolos.
La mujer había regresado al suelo, riendo mientras se retorcía fuera
de su abrazo y comenzaron a caminar hacia el pabellón. A mitad de
camino, el hombre miró por sobre su hombro y sus ojos se entrecerraron
exactamente dónde yo me encontraba de pie.
Aspiré una bocanada de aire. Un latido pasó y luego él apartó la
mirada, colocando su mano en la parte baja de la espalda de la mujer de
manera posesiva.
Me arrastré hacia adelante. El tipo tenía que ser como Hunter, ¿pero
la mujer? Su piel era de color rosado y lucía humana, al menos más
humana que Hunter y este hombre. Por otra parte, ¿qué sabía yo
realmente?
Volví a mirar la casa. Tendría que haber algún tipo de teléfono, pero
tenía dudas. ¿Qué pasaba si había más como Hunter ahí dentro? ¿Me
lastimarían? Muy inteligente de mi parte pensar en eso ahora, y no pude
evitarlo, pero se me ocurrió que esa podría ser la razón de por qué Hunter
me dijo que no saliera de la cabaña.
Mordiéndome el labio inferior, salí de la glorieta, insegura de qué
hacer a continuación. Mi plan impulsado por el pánico se derrumbaba
72
como rocas cayendo. Rendirme y regresar a la cabaña podría significar
una muerte certera. Entrar a la casa, también. ¿Y en qué había estado
pensando al meter a mis amigos en este desastre? Con Hunter,
probablemente había tenido una oportunidad de vivir.
Una oportunidad… no una promesa, era algo sin garantías. Una gran
parte de mí quería gritar que esto no era justo, pero pensé en el niño que
tuve en mi oficina la semana pasada; un chico a punto de reprobar su
último año de secundaria. Él había terminado conmigo para ver si había
algún tipo de problema que le impidiera estudiar, y descubrí que pasó
todos sus años en la escuela superior con una grave discapacidad de
aprendizaje. La única oportunidad que tenía de salir adelante era con
tutores severos. Podría no funcionar, había una buena probabilidad de que
ya fuera demasiado tarde, ¿pero qué le dije yo al estudiante?
«Con un tutor, tienes la oportunidad. Una oportunidad de aprobar»
Y el estudiante lo aceptó. Dicho sea de paso, yo estaba
disminuyendo cualquier verdadera oportunidad de sobrevivir a esto.
Si es que siquiera había una en lo absoluto.
***
Se suponía que la tabla de madera era un caballo, porque siempre
pensé que había algo majestuoso en esas criaturas, pero el torso había
adquirido la forma que de alguna manera se asemejaba a las caderas
suavemente redondeadas de una mujer.
Y luego, estaban los senos.
La última vez que lo comprobé, los caballos no tenían unos pechos
capaces de llenar perfectamente la mano de un hombre.
Deslumbrado por el trozo de madera, lo arrojé al otro lado de mi
estudio, donde rebotó en una silla sin causar daño, uniéndose a una pila
de basura que me había rehusado a seguir esculpiendo; una pila de
mierda caracterizada por muchos senos.
Me deslicé en mi asiento, encerrándome en aquel gran círculo. La
inquietud picaba bajo mi piel. Me cansaba sólo viendo el interior de mi
estudio; los libros que había leído millones de veces, el internet que
seguramente había alcanzado su límite, y la jodida pila de pechos
tallados.
Mi mirada se deslizó hacia la puerta.
73
Pero las paredes de aquí, los libros, el internet, e incluso la molesta
pila de madera, eran mejor que lo que me esperaba allí afuera.
Me moví a otro círculo.
Mientras Serena y yo habíamos estado hablando en la cocina,
cuando toqué su rostro, reparé en el aura de excitación a su alrededor, e
incluso ahora, mi polla inmediatamente reaccionó. Tenía hambre. Ésta
arañó mis intestinos y quemó mi garganta, porque yo sabía cuán
jodidamente dulce era su sabor.
Es por eso que me encerré aquí, porque mi autocontrol era una cosa
nueva con la que estaba practicando.
Más o menos un año atrás, si hubiera querido algo o a alguien,
habría ido por ello, sin importarme nada. Nunca obligué a una mujer. No lo
necesitaba. Ellas acudían a mí, a veces más de una vez. Ha pasado un
largo, largo tiempo desde que quise a una en particular. Por lo general,
eran rostros y cuerpos sin nombre, un constante flujo de acabar y
alimentarse.
No necesitaba alimentarme, no después de matar recientemente a
un Luxen, el revestimiento de ópalo ayudó a conservar mi energía y destruí
parte de esa necesidad, pero no me sentía completamente
satisfecho. Eso era como un parche de nicotina para un fumador
empedernido. No hacía nada por mi fijación oral.
Mi polla se hinchaba y mis ojos se ponían en blanco mientras
delimitaba otro círculo detrás del escritorio. Estaba antojado, se me
apetecía el sabor de un humano, tanto sexualmente como para comer.
Joder. El sexo podría conseguirlo después, ¿pero alimentarme? Los
humanos no nos servían mucho a nosotros.
Necesitaba ir a la ciudad, encontrar una mujer con todos sus dientes
y un cuerpo medianamente decente. Bueno, no necesitaba tener todos
los dientes para lo que tenía en mente.
Dejando que mi cabeza cayera contra el respaldo de la silla, gemí.
Durante los dos últimos días en que Serena dormía, yo había manteniendo
una constante vigilancia sobre ella. Permanecía sentado a su lado en la
cama como una maldita enfermera o un vago postrado de adorno. Eso es
lo que había estado haciendo cuando ella se despertó. Y esa también era
la razón de por qué estaba tan malditamente cabreado.
Dios, mi polla todavía estaba tan dura como la de un hijo de puta.
Mi celular sonó desde uno de los cajones en el escritorio.
Sentándome, lo tomé, frunciendo el ceño cuando vi el número de Dex.
—¿Qué pasa? —dije, pateando el escritorio.
74
—No mucho. —Llegó en respuesta—. Eliza y yo estuvimos en la casa
principal hace unos minutos.
—Gracias por compartirlo.
—Y me estoy preguntando si has perdido algo. Como, tal vez, algo
que mide apenas un metro setenta, con una cabeza llena de un bonito
cabello rubio. Nah, cariño, tu cabello es hermoso y no sólo bonito —dijo
Dex, su voz un poco alejada del teléfono—. De todas formas, sólo
preguntaba…
Dejé caer mi pie al suelo. —Oh, mierda.
Hubo una profunda risa divertida al otro lado de la línea. —Ella está
en la glorieta. Es divertido que esté ahí. Mejor te apuras y vienes antes de
que alguien la vea. Por cierto, apestas siendo niñera.
—Vete a la mierda. —Ya me encontraba en la puerta, abriéndola.
Añadí—: Gracias, hombre.
—Cuando quieras.
Perra.
Iba a estrangularla. Mejor aún, iba a estrangularla y luego la
encerraría en su habitación. Pensándolo bien, iba a saltearme la parte de
estrangulara, para encerrarla directamente en su habitación y luego atarla
a la cama.
Mmm… esa era una muy buena idea.
Maldición, Dex tenía razón. No servía para esta mierda de niñera.
Debí haber esperado que Serena no me escuchara o intentara huir. Los
humanos tienen esa notable capacidad de tomar las decisiones más
horribles basándose en sus emociones.
Ni siquiera me molesté en mantener cualquier tipo de velocidad
normal, fui directo a la calle y llegué a la carretera principal. Una extraña
sensación descendió. Definitivamente había ira bullendo en el interior, pero
había otra cosa, una cosa a la que no podía darle nombre.
Definitivamente, regresé a mis planes de esta noche sobre estrangularla.
Llegué al pabellón en lo que dura un frágil y débil latido de un
corazón humano, e inmediatamente sentí la presencia de otros. Ellos
estaban cerca, cerca de Serena. Y esa idiota estaba sentada en la
glorieta, con la cabeza entre sus manos.
Mi pecho se hinchó a medida que reducía la velocidad, mis ojos se
posaron en los frondosos árboles asentados en la parte trasera de la casa
de campo. Reconocí a los otros; eran nuevos en la comunidad y jóvenes,
75
deseosos de probarse a sí mismos y a los demás. Su líder, un punk llamado
Raz, se inclinó hacia delante, pareciendo más una sombra que algo sólido.
Da un passso másss y sssserá el último.
Por un momento, pensé que me iba a desafiar y le di la bienvenida a
la idea de patear algunos traseros, pero él retrocedió. Segundos después,
el pequeño grupo se había marchado, pero yo sabía que no sería la última
vez que los vería.
Habían estado acosando a Serena, y por el aspecto ella, ni siquiera
tenía idea.
Caminando en su dirección, la vi inclinar la cabeza y hacer una
mueca de dolor cuando me divisó. Además de ser una sombra más pálida
desde que la última vez que la vi, parecía estar bien. El puñado de pecas
en su nariz (seis, para ser exactos), destacó.
Serena se cruzó de brazos. —Iba a regresar.
—¿Qué te dije?
—Que no dejará la cabaña, pero…
—No hay peros, Serena. Te dije que no salieras. Este lugar está lleno
de otros como yo.
—Sólo vi uno, tal vez dos.
Luchando con mi paciencia, puse mis manos sobre sus hombros,
incapaz de no notar la forma en que se empequeñecieron. —Eso no
importa. Te dije que no lo hicieras.
—No deberías esperar que la gente simplemente obedezca tus
demandas —dijo, tratando y fallando en ignorar mis manos.
Un músculo empezó a contraerse en mi mandíbula. —¿Sabías
siquiera a dónde ir cuando llegaras a la carretera? Bueno, déjame decirte.
Si tomas a la derecha, te llevará a la ciudad. Pero está a unos diecinueve
kilómetros y no en una línea recta, tampoco. Hay leones de montaña por
aquí, incluso algunos lobos. Por no hablar de los osos. Y unos cuantos
machos humanos con los que probablemente no desearías encontrarte en
un callejón oscuro. Sabes a dónde te lleva girando a la izquierda. Este es
un barrio de razas, muy exclusivo, si entiendes lo que estoy diciendo. Otros
de mi especie están aquí y les gusta jugar con los humanos, y había tres
mirándote.
—¿Qué?
—Estabas aquí afuera, sola. Es una presa fácil para mi especie. Si yo
no hubiera aparecido, no quieres saber lo que te hubiera pasado. —Las
76
imágenes que llegaron con esa declaración me molestaron. Jugarían con
Serena y ella no hubiera disfrutado su juego.
Los hombros de Serena se desplomaron, y cuando habló, su voz se
quebró. —No puedo quedarme aquí y esperar a que alguien o algo me
mate. Yo... tengo que hacer algo.
—¿Hacer, qué? —La ira arremetió a través de mi voz, y ella se
estremeció—. ¿Pensabas regresar a casa? Es morir allí de alguna manera
mejor que morir aquí, porque vas a morir allí, Serena, puedo prometerte
eso.
—Lo... lo siento —dijo, con el rostro distorsionado—. Sentí pánico.
—Lo veo —dije secamente.
Sus pestañas se levantaron. Ojos marrones con manchas de verde
encontraron los míos. —Mel nunca conseguirá justicia, ¿verdad?
Tomado por sorpresa por la pregunta, me incliné hacia atrás. —No.
Probablemente, no.
Un suspiro escapó de ella. —Eso no está bien. No puedo vivir con ello.
—¿Era eso lo que hacías? ¿Planeabas regresar a Colorado para
vengar a tu amiga o algo así?
Serena se encogió de hombros con desgana.
Ahora realmente quería meter algo de sentido común en ella, pero
podía respetar eso, tal vez incluso admirarlo. Si un Arum puede entender
algo, es la necesidad de venganza. Pero Serena era sólo un ser humano.
No tendría tal venganza y tampoco su amiga.
Aparté la mirada. —¿Estás bien?
—Estoy bien. —Pero luego, Serena hizo una mueca de dolor.
Mis dedos se encontraban clavados en sus hombros. Quité las
manos, entrecerrando mis ojos. Verla tratar de sostener mi mirada era
divertido. Su pequeña mandíbula sobresalía, el ceño fruncido, pero su labio
inferior temblaba. Abrió la boca.
Puse un dedo sobre sus labios. —No lo hagas.
Se echó hacia atrás y se hubiera caído si no la hubiese atrapado. Me
miró como si fuera mi culpa. —¿No hacer, qué?
—No inventes más excusas de por qué lo hiciste. —Apreté mi dedo
contra sus labios cálidos de nuevo, principalmente porque quería hacerlo
de nuevo—. Te dije que no dejaras la cabaña y lo hiciste. Te ves como si
estuvieras a punto de desmayarte.
77
Le dio un manotazo a mi mano. —¡Oye! Eso no es mi culpa. Creo que
me lastimaste cuando intentaste comerme.
Casi me reí. —Eres tan despistada.
—¿En serio? Y supongo que tú eres muy inteligente. —Se frotó los
ojos, pero la mirada ligeramente desenfocada estaba allí.
—Sí. —Deslicé mis manos bajo sus brazos y, mientras me paraba, la
arrastré sobre sus pies. Se tambaleó un poco, así que no la solté.
Manteniendo una mano en su brazo, la llevé fuera de la glorieta y de
vuelta a la cabaña.
—Mira, me disculpé. No tienes que estar tan molesto por eso.
Solté un bufido.
Serena no respondió, y debió existir algún tipo de ser superior, porque
estuvo callada mientras pasábamos por el pabellón y salíamos a la
carretera principal. Durante ese dichoso período de silencio, mientras se
tambaleaba a mi lado, comprendí que a pesar de sentirme furioso, no me
sentía enojado con ella. No sabía cómo me sentía. ¿Molesto? Sí. El resto no
pude descifrarlo, lo cual era nuevo para mí... y no me gustaba.
Debí dejar que los demás la tuvieran, porque eso habría sido una
cosa menos de qué preocuparme.
—No tienes que arrastrarme todo el camino de vuelta a la cabaña.
Le lancé una seca mirada. —En serio, ¿no tengo?
Me devolvió la mirada, pero su versión era mucho más odiosa, y
apreté mi agarre en su brazo. Por un momento, la mirada soñolienta en sus
ojos dio paso a la ira, y me preparé para una pelea. Al menos no había
nada que pudiera lanzarme, pero se encontraba dentro del rango para
patear.
Serena bostezó... justo en mi cara.
Mis cejas se alzaron.
A continuación, una mirada contrariada cruzó sus facciones. Me
recordaba a una pequeña y cabreada criatura, que realmente no tenía
forma de defenderse, excepto elevando su cabello y dejando al
descubierto unos diminutos dientes. Algo sobre la imagen se metió en mí.
Serena era una cosita decidida, pero que podría haber sido fácilmente
una cosita muerta si yo no hubiera ido a buscarla.
—Me estás haciendo daño —dijo finalmente, señalando mi mano
alrededor de su brazo.
—No. No lo hago.
78
Su cara se arrugó. —Está bien. Estás molestándome.
—¿Quieres saber un secreto?
Serena me miró cautelosa. —¿Qué?
Me incliné y susurré—: No me importa.
Puso los ojos en blanco. —Muy gracioso.
Me reí entre dientes. Pensé que era muy malditamente divertido,
pero lo que no fue gracioso era el hecho de que sólo habíamos pasado la
primera curva de la carretera y Serena se había frenado hasta el punto de
que un bebé con una sola pierna la habría dejado atrás.
Estaba perdiendo la paciencia.
Tomaba algún tiempo recuperarse de la clase de alimentación que
había hecho de ella, y no debería haber estado levantada, corriendo.
Al diablo.
Soltando su brazo, la levanté y la arrojé por encima de mi hombro.
Serena gritó con voz ronca. —¿Qué haces?
—Los caracoles con conchas rotas se mueven más rápido que tú.
Sus pequeños puños rebotan contra mi espalda. —¿Qué pasa
contigo?
Sonriendo para mí, puse un pequeño rebote en mi paso y fui
recompensado con un: «Uh» y luego una punzada mucho más fuerte en la
espalda. Ah, estás pequeñas cosas de la vida...
—Bájame —dijo—. O te lo juro, ¡patearé tu trasero!
Con un brazo asegurado alrededor de su cintura, le di a su culo una
bofetada amistosa con la mano libre. —Deberías cuidar tu lenguaje. No es
muy propio de una dama.
—No te atrevas a abofetear mi… —Un bostezo la interrumpió,
arruinando el nivel de amenaza—. Prepotente, arrogante hijo de…
¡Zas! Esa palmada fue un poco más dura. —El lenguaje, Serena.
Lo siguiente que salió de su boca casi me hizo dejarla caer. Hizo que
golpeara su trasero por segunda vez y después de la tercera, se calmó. El
resto del viaje fue bastante tranquilo, si no contaba lo que pasaba entre
mis piernas. Tal vez fue toda la cosa de cargarla. Tal vez fue el azotar su
culo. O tal vez era el hecho de que estaba en un estado permanente de
dureza desde que me lanzó un pionero de hierro fundido. Si ese era el
caso, entonces mi atracción era bastante oscura.
Fue probablemente la parte de azotar trasero.
79
Serena trató de maniobrar para liberarse cuando llegué a la
cabaña, pero no la solté hasta que deposité su revoltoso trasero en el sofá.
Mirándome penetrantemente, Serena agarró una almohada.
La intercepté, tirándola lejos de ella. —Espero que no estés pensando
en golpearme con eso.
—No. Me gusta sostener almohadas cuando estoy sentada.
—¿En serio? —Puse la almohada en el otro lado del sofá. De pie por
encima de ella, sabía que era amenazador, y también sabía que la hacía
sentir incómoda por lo mucho que se retorcía. Me quedé justo donde me
encontraba—. ¿Qué voy a hacer contigo?
Dejó de moverse. —No lo sé. ¿Qué tal si haces cualquier trabajo que
se supone que debes estar haciendo?
Mi polla tembló. Maldita sea, me gustaba su boca ágil. —Pensé que
hacía mi trabajo hasta el momento en que saliste corriendo.
La irritación enrojeció sus mejillas. —Y me he disculpado por eso.
La observé mientras mentalmente marcaba todo lo que estaba
jodido en esta situación. Existía la posibilidad de que el Luxen la
encontrara, una pequeña, pero la había. Ellos eran la maldita mafia
luciérnaga del universo. No podía olvidar a Raz y su alegre banda de
idiotas, y gracias a su pequeño paseo hoy y mi negativa a permitir que
jueguen con su fuente de alimento, serán tan problemáticos como una
comezón en la ingle. También se encontraba el hecho de que sabía que
tendría que atar a Serena para mantenerla dentro, y que eso ponía a
ciertas partes de mí anatomía muy interesada, no era buena idea.
¿Qué hago...? ¿Qué hago...?
—¿Por qué estás frunciendo el ceño? —preguntó Serena mientras
tomaba una almohada. Sus ojos se entrecerraron en mí dirección mientras
la abrazaba a su pecho.
—Tú.
Hizo una mueca, y luego apretó la almohada más fuerte.
Cerca del final de mi paciencia, merodeaba alrededor, enjaulado
como un animal salvaje. Cuando me paré frente a ella de nuevo, vi que
sus pestañas se habían cerrado. Habían estado haciendo eso desde que
se sentó, cada vez tomaba un poco más de tiempo para que abriera los
ojos. Esta vez, soltó la almohada y dejó que sus brazos cayeran a sus
costados.
—¿Serena? —Puse una mano en su hombro antes de realmente
pensarlo, despertándola suavemente—. ¿Estás durmiendo?
80
Curioseando con un ojo abierto, me frunció el ceño. —Obviamente,
no.
—¿Qué tan cansada estás?
—Lo suficientemente cansada como para no discutir contigo.
Eso sería un agradable cambio de ritmo, pero... —¿Te sientes
mareada?
—Antes, pero ahora sólo estoy cansada. ¿Por qué? ¿Me heriste
permanentemente?
Pasó un largo momento. —Tal vez.
Serena me miró por un momento y luego se acomodó en el cojín. Me
quedé allí y luego retrocedí, en dirección a la cocina. Encontrando lo que
necesitaba, regresé. Ya se había dormido de nuevo.
—Serena, abre los ojos. —Tomó un par de segundos para su
respuesta. Le tendí una barra de chocolate—. Come esto.
—No tengo hambre.
Aquí vamos de nuevo. —Tienes dos opciones: alimentarte tú misma o
te alimentaré.
—Jesús —espetó, lanzándose por la barra. Falló por medio kilómetro
la primera vez, pero se las arregló para atraparla la segunda vez—. ¿No vas
a abrirla para mí?
Mis labios temblaron mientras me sentaba a su lado. —¿Es
necesario?
—No. —Desgarró un extremo y dio un gran bocado—. Mmm.
Arqueé una ceja. Al parecer era muy gruñona cuando se sentía
cansada. —¿Estás haciendo pucheros?
—No. —Dio otro desordenado mordisco y, cuando alejó la barra,
pequeños trozos de chocolate se aferraron a su labio inferior. Mi mirada se
concentró en ellos como si fueran una especie de jodida meca.
No me detuve a pensar.
Acunando su barbilla, giré su cabeza hacia la mía. Sus ojos
soñolientos se abrieron una fracción de segundo antes de que atacara,
atrapando los trozos de chocolate con mi lengua. Un rápido movimiento y
su labio estaba limpio y el chocolate se derretía en mi lengua, pero el
suave jadeo sobre mis labios me deshizo.
Arrastré mi lengua por su labio otra vez mientras deslizaba la mano
por la parte delantera de su garganta. Esperaba que se retirase, tal vez
incluso que me golpeara, pero permaneció inmóvil. Si tuviera algún sentido
81
de conciencia, me habría detenido. Serena sabía exactamente lo que yo
era, pero sus defensas estaban definitivamente abajo.
Pero una conciencia no es algo en lo que realmente creía.
Tomando un paso hacia adelante, rocé mis labios sobre los de ella.
Una aguda punzada de necesidad me ensordeció por un momento y la
lujuria se elevó rápidamente. Levanté la cabeza, buscando en su rostro
una señal de algo. Levantó la mirada, los labios entreabiertos e hinchados.
El rubor extendiéndose sobre sus mejillas me fascinó. No pude leer nada en
su expresión, pero no se apartó de mí.
Debería y no debería estar haciéndolo.
A la mierda.
Agachando la cabeza, capturé sus labios. Su brusca inhalación
retumbó en mi cabeza. Profundicé el beso, deslizando mi lengua más allá
de esos labios dulces y, maldición, Serena sabía a chocolate y esa frescura
que había llegado a reconocer como la luz del sol. Y quién demonios sabe
a lo que sabría la luz del sol, pero si tuviera algún tipo de sabor, Serena lo
tendría.
Joder. Me estaba ahogando en su sabor y su calor y no me
importaba. Un gemido escapó de sus labios mientras se aferró a mis brazos,
sus dedos clavándose en mi camisa y mi mano ahora se posaba en el
hueco entre sus pechos, cada respiración provocando a mis manos.
Quería más.
Mis manos se deslizaron hasta sus redondeadas caderas.
Agarrándolas, me giré y tiré su cuerpo bajo el mío en un fluido movimiento
que tuvo a sus ojos castaños muy abiertos y desenfocados. La barra de
chocolate golpeó contra el suelo.
Usando un brazo, me apoyé por encima de ella mientras arrastraba
mi otra mano sobre la delgada camisa de algodón que vestía. Su cuerpo
se sacudió de una manera deliciosa cuando me detuve entre sus pechos
de nuevo.
Era un juego tan peligroso el que jugaba, pero demonios, me
encantaba.
—Abre las piernas —gruñí, más que satisfecho cuando sus muslos se
abrieron.
Bajé, mi erección presionando contra su centro, y cuando me moví
contra ella en un lento y ondulante movimiento, jadeó mi nombre. Oh, sí.
Me gustó. Y oyendo eso, bueno, ya no había marcha atrás. Reclamé su
boca una vez más. Una y otra vez, mis labios se movieron con los suyos, y
me perdí en su calor mientras me frotaba contra ella.
82
Su boca se abrió y sucedió. Mi lado humano, que en realidad sólo
era la piel que usaba, la pretensión en la que existía todos los días, cedió y
mi verdadera naturaleza rugió a la vanguardia. No había forma de
detenerla, aunque quisiera, y de nuevo en el último rincón de mis
pensamientos, donde sólo la oscuridad vivía, no estaba seguro de
quererlo.
Aspiré.
Mierda, la primera probada, la primera gota de su esencia era un
profundo y firme movimiento hacia el fuego que ardía dentro de mí. Se
extendió rápidamente, iluminando cada célula hasta que mi cuerpo ardió.
Siempre estaba tan frío, pero no ahora. Oh, no. Estaba ardiendo. Deslicé
una mano por su costado, en torno al muslo, enganchando su pierna
alrededor de mi cadera y me sacudí en ella. No era nada sino el sabor de
ella, una concha sin cáscara empapándose en él. Eso es lo que realmente
era, un monstruo que vive y respira. Era un asesino. Lo había hecho antes,
más veces de las que ni siquiera podía contar y...
Antes de que pudiera atraer otro aliento, aparté mi boca de la de
ella y me eché hacia atrás, golpeando el brazo del sofá. Mis sentidos
zumbaban. La habitación era luminosa, aunque sólo había luz en la
cocina. Ese pequeño sabor y...
Serena.
Mierda.
Empujando el brazo del sofá, me arrastré sobre su cuerpo inmóvil y
aparté el cabello del color de la luz del sol de su mejilla. Su tez era pálida,
demasiado pálida contra las oscuras pestañas abanicando sus mejillas. Un
tenue tono azulado sombreaba sus labios.
Sí, hubo un segundo cuando pensé que podría haberla matado.
La profunda subida y bajada de su pecho me dijo que no estaba
muerta, así que supuse que era una cosa buena. Sin embargo, por extraño
que pareciera, mi pecho se tensó mientras me cernía sobre ella. Se veía
increíblemente pequeña y vulnerable allí tendida sobre el sofá,
completamente sujeta a mi voluntad.
Puse mi mano en su mejilla, justo por encima de la contusión. —
¿Serena?
Nada.
La había noqueado. De nuevo.
—Oh, mierda.
83
Traducido por Liz Holland
Corregido por Elena Verlac
e desperté con el sonido de los pájaros y una brisa suave y
cálida. Al principio, no recordaba dónde estaba. Rodando
a un lado, me obligué a abrir los ojos y a mi cerebro difuso a
trabajar.
La brillante luz del sol se derramaba por las puertas de cristal abiertas.
Cortinas blancas y con lazos colgaban en el aire, ondeando alegremente
en la brisa. Parpadeé una vez y luego dos veces.
Oh, mierda.
Sacudiéndome, subí el edredón hasta mi corazón, que latía con
fuerza.
La noche anterior volvió a mí de golpe; la huida, el otro Arum y, a
continuación Hunter, salvándome una vez más... y su beso. Me había
besado y no lo había detenido. No había querido cuando había lamido los
diminutos trozos de chocolate de mis labios. Detenerlo había sido la última
cosa en mi mente, y cuando había profundizado el beso, había
despertado un profundo dolor feroz dentro de mí.
Mis mejillas ardían con el recuerdo de él presionando, meciendo sus
caderas de manera que me hizo retorcerme de placer por dentro. Había
tantas cosas mal con eso, no tenía tiempo para escribir la estúpida lista.
Pero eso no era todo. Estaba segura de que se había alimentado de mí de
nuevo la pasada... espera. ¿Eso pasó siquiera la noche anterior? ¿Había
estado inconsciente durante días de nuevo como la última vez?
Recorrí la habitación con la mirada de nuevo y mis ojos se posaron
cerca de la cómoda. Había varias bolsas de la compra a su lado. Fruncí el
ceño, sabiendo que no estaban allí antes.
—¿Vas a venir aquí afuera? —La profunda voz de Hunter irrumpió en
mis pensamientos y me sorprendió—. El café se está enfriando. Y la comida
también.
Mi corazón tropezó. Hunter estaba en mi balcón, lo que significaba
que tuvo que haber pasado por mi habitación mientras yo dormía. Bueno,
M
84
técnicamente no era mi habitación o balcón, pero había estado aquí
mientras yo había estado durmiendo. ¿Y si hubiera estado babeando o
algo así?
—Sé que estás despierta. —Un humor seco se mezclaba con su voz—
. Puedo oír el cambio en tu respiración.
Jesús, ¿era eso un súper sentido extraterrestre?
Pensé ignorarlo, pero eso era estúpido. Apartando el edredón, hice
una carrera rápida al baño, donde me lavé los dientes y mi cara con
agua.
Reacia a unirme a él, miré alrededor de las puertas del balcón
abiertas.
Hunter estaba sentado en una de las sillas reclinables, con las piernas
cruzadas por los tobillos. Iba vestido con pantalones vaqueros y llevaba
una camisa, pero no estaba abotonada del todo. ¿Tal vez se aburrió de
abotonarla? También tenía un par de gafas de sol oscuras puestas, y de
alguna manera hacían que pareciera más sexy, lo que no creía que fuera
posible. Tenía una taza grande y blanca en la mano, y había algo
totalmente íntimo en el hecho de verlo allí.
Una ceja se arqueó por encima de las sombras.
—Hay un montón de sillas aquí. Puedes elegir cualquiera de ellas, o
puedes quedarte de pie.
Mis mejillas se tiñeron de carmesí cuando obligué a mis piernas a que
se movieran. Apresurándome a su alrededor, me senté en la silla al otro
lado de una pequeña mesa, hundiéndome en el suave cojín. Debería
haber hecho tiempo para cepillarme el pelo. ¿Y por qué diablos iba yo si
siquiera preocuparme por mi cabello? Creo que Hunter había frito mis
neuronas.
—Café —me recordó.
Tomé la taza negra, sorprendida de encontrarla aún caliente. —
Gracias.
—Añadí leche y azúcar… No me parece que seas del tipo que le
gusta la crema.
No lo era.
A pesar de que no podía ver sus ojos, sabía que él me miraba desde
su posición reclinada. La forma en que estaba tendido en la silla era la
imagen completa de la arrogancia perezosa.
—¿Has dormido bien? —preguntó.
—Sí. Dormí bien.
85
Sus labios se inclinaron hacia arriba. —Estoy muy contento de
escuchar eso.
Por alguna razón, no estaba del todo segura de si le creía.
—¿Y tú?
Hunter se encogió de hombros. —Tuve algunos problemas para
conciliar el sueño.
Empecé a retorcerme. ¿Cómo en el mundo puede ser su mirada tan
intensa sin siquiera mirarlo a los ojos? Dirigí mi atención al tocino. Extra
crujiente. Mi favorito.
—Come —dijo.
Mi estómago gruñó en respuesta, pero no podía soportar su tono de
mando. Así que lo ignoré. —Sobre lo de anoche…
—¿Quieres hablar de ello? ¿Qué parte? ¿Esa en la que no
escuchaste lo que te dije? —Hunter echó la cabeza hacia atrás. La camisa
que llevaba se abrió, revelando una visión más grande de su pecho y de
sus abdominales duros como rocas—. Come.
Mi mano se tensó sobre la taza mientras tomaba una respiración
lenta y profunda.
—No. Tú… Nosotros... —Dios, esto era muy raro—. Quiero decir,
normalmente no dejo que los chicos... o lo que sea... me besen.
—Es bueno saberlo —Hunter bajó lentamente la cabeza y me miró—.
Come.
—¿Hay alguna vez un momento en que no estés mandando a
alguien por ahí? —pregunté.
—Probablemente no.
—¿Y te das cuenta de lo grosero y molesto que es?
Apareció una media sonrisa. —Sí. Y antes de que preguntes, no me
importa una mierda si es molesto y grosero. Come, Serena.
Bueno, consiguió puntos por ser honesto, pero estaba medio tentada
de tirarle mi taza a la cara.
—Realmente no nos besamos —dijo—. Yo te besé.
El calor inundó mis mejillas. —Pero fue más que eso.
Una ceja se arqueó sobre los lentes oscuros. —Bueno, estuve encima
de ti durante unos momentos muy agradables.
86
—Eso no es a lo que quería llegar —espeté—, ¿Te alimentaste de mí
otra vez? —Hunter no dijo nada. La ira me inundó—. ¡Maldita sea, no
puedes seguir haciendo eso!
—Estás bien, pero probablemente deberías comer.
—No está bien. ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?
No respondió durante un buen rato. —Fue hace un día.
Mi cerebro no registró plenamente eso por un momento y, cuando lo
hizo, me quedé atrapada entre la ira y el pánico. —Yo... ¿He perdido otro
día?
—Dormiste durante otro día.
Lo miré boquiabierta. —¿Dormí? Dormí un día más por lo que me
hiciste. No puedes hacer eso y…
—Lo sé —interrumpió. Un músculo se movió por su mandíbula—. Me
detuve cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo.
Sin estar segura de si debía creerle, dije—: ¿No tenías la intención de
hacerlo?
—No.
—Entonces, ¿por qué…?
—Come, Serena. —Se giró, dándome el perfil—. La alimentación es
parte de mi naturaleza. A veces, simplemente sucede. No quería… bueno.
Eso es mentira. Quería, pero no debí haberlo hecho. Es por eso que me
detuve.
Aparté la mirada, mordiéndome el labio. No sabía qué decir al
respecto. El hecho de que se alimentó de mí dos veces me molestó. No
podía ser saludable y no estaba bien. Incluso si él no había querido y se
detuvo, no estaba de acuerdo con eso.
—No lo hagas de nuevo —dije, mirándolo.
—No lo haré. —Hizo una pausa—. Mientras dormías, recogí un poco
de ropa para ti.
Me acordé de las maletas en la habitación y no sabía qué decir,
pero la palabra salió—: Gracias.
Hunter se tensó como si lo hubiera insultado.
—¿Qué estás haciendo en mi balcón, de todos modos? —pregunté
después de unos momentos, cambiando de tema.
87
—Estoy afuera de mi balcón, que resulta que está fuera de mi
habitación de invitados, la cual que te presté, porque me gusta la vista
desde aquí.
Miré hacia arriba. Había otro piso, probablemente unido al ático.
—Tu dormitorio es el ático.
—Lo es.
—Entonces, la vista desde allí tiene que ser mucho mejor.
Inclinó la cabeza hacia un lado.
—También me gusta la vista desde el interior de mi habitación de
invitados. —La cara se me calentó. Una sonrisa se dibujó en sus mejillas,
casi burlándose de la naturaleza—. No es que yo estuviera observando. Eso
sería espeluznante.
—Sí. Sí que lo sería.
—Come, Serena.
Volvió de nuevo a eso. Puse mi taza sobre la mesa, pero no me moví
hacia el tocino. Su actitud dominante desató una naturaleza rebelde que
nunca supe que tenía. —¿Los hiciste tú?
Asintió. —Puedo cocinar.
—¿Qué más puedes hacer?
La sonrisa de Hunter se agrandó. —Hay un montón de cosas que
puedo hacer. Estoy más que dispuesto a darte un desglose detallado, o
con mucho gusto te las enseñaré.
Aspiré una bocanada de aire. —Estoy segura de que lo harías.
Una risa profunda y contagiosa salió retumbando de Hunter, y sentí
mis labios comenzando a extenderse en respuesta.
—Come —dijo.
—No estaba hablando de esas cosas, por cierto.
—Lo sé.
Entonces, sonreí, sólo un poco, porque había algo en su naturaleza
sin complejos que era gracioso e irritante, pero definitivamente humorístico.
Suspiró. —Puedo oír los gruñidos de tu estómago, por lo que parece
que no tiene sentido que pelees conmigo en esto. Y no te ves como una
de esas mujeres que se mueren de hambre para tener el cuerpo de una
niña puberta.
Lo miré boquiabierta. ¿Debería estar ofendida o no? Demonios, yo
era una mujer, por lo que me decidí por ofendida. —Eres un idiota.
88
Se rió profundamente. —Mira, ningún hombre, ser humano u otro,
quiere una mujer que es plana arriba y abajo. A los hombres les gustan las
curvas. Les gusta la suavidad.
Bueno, yo tenía un montón de eso. —Es bueno saber que los
extraterrestres aprecian las caderas de una mujer —dije, tomando un trozo
de tocino.
—También nos gusta un buen culo en forma de corazón, en caso de
que te estés preguntando.
—Lo tendré en cuenta.
En voz baja y sexy, dijo—: Tú lo tienes.
Me aclaré la garganta. Era necesario otro cambio de tema.
—No me di cuenta de que estaba peleando contigo en nada. Es
sólo que no me gusta ser manipulada. —Poniendo su taza abajo, cruzó las
manos sobre el pecho... y esperó—. Oh, por el amor de Dios —me quejé,
metiéndome el tocino en la boca—. ¿Contento?
—Mucho.
Le lancé una mirada asesina mientras recogía otro pedazo de
tocino. Dejando la arrogancia a un lado, hizo una taza de café promedio y
un buen maldito tocino. Era dulce con un toque de especias.
—Mira, las cosas serán más fáciles para ti si te acostumbras a la
forma en que tiene que ser.
Esto sería estupendo. —¿Y cómo es eso?
—Haz lo que yo digo. Es así de simple. —Lo miré un momento y luego
me eché a reír. Él frunció el ceño—. No dije nada gracioso.
—Oh, pero lo hiciste. —Me reí. No podía estar hablando en serio—. El
hecho de que se supone que debes estar protegiéndome no te da el
poder para decirme qué hacer.
—La protección no tiene nada que ver con el poder que tengo
sobre ti.
Mordiendo el último trozo de tocino, me reí. —Lo que sea.
—Ya veremos.
Sin una servilleta a la vista, me chupé la grasa sobrante y la sal del
dedo índice. —Dios, arrogante ni siquiera cubre lo que eres.
—No. No lo hace. —Sin previo aviso, Hunter se inclinó sobre la mesa
y me agarró la muñeca. Sorprendida, dejé escapar un pequeño chillido—.
Y nunca vas a encontrar palabras que me describan con precisión.
89
Hunter tiró de mi mano hacia su boca, y mis ojos se abrieron.
—Hunter…
Un momento después, sus labios se cerraron alrededor de mi dedo,
chupando la sal y la grasa de inmediato. El movimiento de tirón se disparó
directamente a través de mi cuerpo como un rayo. Otro suspiro escapó de
mis labios entreabiertos mientras su lengua se involucró, subiendo por mí
dedo. Una avalancha de calor húmedo aumentó entre mis piernas.
Cuando levantó la cabeza, sonreía ligeramente. —Me sentía
excluido.
Abrí la boca, pero no salió nada. Ahora me dolía el cuerpo, mis
pechos pesados y llenos. Lo vi soltar mi muñeca y retroceder.
—Sabes bien —murmuró.
—No debiste haber hecho eso —dije finalmente, sosteniendo la
mano contra mi pecho.
—¿Por qué no? —Se puso de pie y estiró los brazos por encima de su
cabeza, arqueando la espalda.
—¿Por qué no? —farfullé. La ira corría a través de mí, en parte
debido a su audacia y por mi respuesta a él—. No puedo creer que me
estés preguntando por qué no.
—Explícamelo —dijo.
—Porque... Porque no me conoces y…
—Quiero hacerlo —dijo, como si eso fuera suficiente razón, sólo
porque quería.
Negué con la cabeza. —Pero no puedes hacer cosas sólo porque lo
deseas.
—¿No puedo? —Entonces, se rió, y envió un embriagador escalofrío
por mi espalda—. Creo que acabo de hacerlo, y también sé que te ha
gustado.
Me puse de pie de un salto. —¿Cómo te atreves…?
—No puedes negarlo. —Sonrió—. Lo sé.
—¿Qué? —Mis rodillas se sentían débiles—. Por favor, ilumíname y
dime cómo puedes saberlo.
—No puedo. —Se encontraba justo delante de mí en un instante.
Estando de pie junto a él, con su enorme tamaño y fuerza
abrumadora, quería dar un paso atrás, pero no había ningún lugar al cual
90
ir. Y también estaba esa parte de mí que no quería retroceder, que quería
ver lo que haría a continuación.
Hunter capturó un mechón de mi pelo, desenredándolo del resto.
Girando el mechón alrededor de su dedo, me empujó hacia adelante y
sobre la punta de los dedos de mis pies. Para mantener el equilibrio, puse
mis manos sobre la piel fresca de su pecho. Su piel... Nunca sentí nada
igual. Satén estirado sobre los músculos acerados.
Bajó la cabeza para que su aliento bailara a lo largo de mi frente.
—Estás definitivamente excitada.
—No, no lo estoy.
Sus cejas se elevaron por encima de las gafas de sol. —¿No lo estás?
Antes de que pudiera mover la cabeza o tomar la siguiente
respiración, su mano libre se deslizó entre nuestros cuerpos y su pulgar rozó
el apretado brote. Jadeé cuando el toque disparó directamente desde mi
pecho a mi centro.
Hunter sonrió. —Creo que ambos estamos de acuerdo en que ahora
estás excitada.
Luego lo soltó y dio un paso atrás. Me tambaleé hacia un lado,
aturdida. —Eso... eso realmente no era correcto —dije.
—Para tus estándares, no los míos, pero estaba simplemente
demostrándote algo.
Hubiera querido tener ropa más gruesa. —¿Mis estándares? ¿Qué
hay de los estándares humanos?
Hunter se echó a reír de nuevo. —Exactamente.
—El hecho de que no seas humano no significa que no tengas que
cumplir con los estándares humanos.
Sus ojos se estrecharon. —¿Es así? ¿Por qué no admites que estás
excitada? ¿Porque soy un Arum y no humano?
—¿Qué? —¿Era así? Claro, se me hacía raro que no fuera humano,
pero sinceramente olvidaba lo que era la mitad del tiempo. Al igual que
cuando no se estaba alimentando de mí, era fácil pensar que era
humano—. No. No es así.
La sonrisa que apareció en sus labios cuando pasó junto a mí era
una obra de arte. Quería quitársela a golpes, y tal vez eso fue una cosa
maliciosa que pensar, pero me chupó los dedos, y algo más.
Hunter no dijo nada cuando desapareció de nuevo en la habitación
en la que estaba alojada. Aunque estaba tentada a seguirlo, me quedé
91
en el balcón. Probablemente esperaba que me arrastrara tras él como un
buen cachorrito.
Que lo jodan.
Puse mis manos sobre la barandilla y cerré los ojos, dejando que la
brisa cálida lavara mi cara ardiente. Estaba segura de que mi estancia
aquí se convertiría en algo completamente loco y fuera de control.
Porque Hunter tenía razón, ambas veces.
Me había excitado, todavía lo estaba. Varias partes de mi cuerpo se
encontraban hormigueando y eran cálidas. Me sentí atraída por él en un
nivel básico y primario. ¿Y la segunda cosa en la que Hunter había tenido
razón?
Aun sabiendo la verdad detrás de todo, todavía no tenía ni idea de
en qué clase de mierda me había metido.
92
Traducido por Juli
Corregido por JazminC
arias horas más tarde, hojeaba una revista que había
encontrado, pero mis ojos seguían apartándose hacia las
puertas del estudio. Tirando la revista sobre la mesa de café,
miré alrededor de la sala de estar y exhalé con fuerza. Saqué las piernas
del sofá y me dirigí al estudio.
—¿Qué estás haciendo?
Con el corazón deteniéndose, puse una mano en mi pecho mientras
me daba la vuelta.
—¡Jesús! ¿De dónde vienes?
—La cocina —dijo Hunter, pavoneándose hacia la habitación. Se
detuvo en el brazo del sofá, la vieja camiseta entendiéndose por sus
anchos hombros mientras arremolinaba una cuchara a lo largo de los
bordes interiores de un recipiente—. ¿Qué estabas haciendo, Serena?
Por alguna razón, me sentí como si hubiera sido atrapada haciendo
algo malo y eso me enojó.
—Estaba buscándote, en realidad. Pensé que estabas en el estudio.
Arqueó una ceja oscura.
—Lo estaba. —Eché un vistazo a la puerta cerrada y luego levanté
las cejas inquisitivamente. Hunter sonrió—. Las puertas realmente no se
aplican para mí.
Mis ojos se abrieron.
—¿Así que puedes simplemente pasar a través de las grietas o algo
así?
La sonrisa no se desvaneció. —O algo así.
Dejando escapar un suspiro de frustración, lo vi acabar todo lo que
estaba cocinando y colocar el recipiente sobre la mesa de café.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—Depende de la pregunta —respondió.
V
93
Realmente no esperaba una respuesta diferente.
—¿Cómo puedes pasar de forma humana a algo que ni siquiera es
sólido?
Se sentó en el borde del sofá, estirando sus largas piernas.
Pasaron unos momentos y justo cuando supuse que no iba a hacer
nada más que mirarme, finalmente respondió—: Somos capaces de
romper moléculas y separarlas. Seguimos estando en una forma sólida,
pero para el ojo humano no parece de esa manera.
Curiosa, me senté en el sofá.
—¿Así que es una ilusión óptica? —Hunter asintió. Pensé en cómo
había llevado gafas de sol afuera—. ¿La luz molesta tus ojos?
—Si es brillante, sí.
—¿Prefieres estar en la oscuridad que en la luz?
Apoyó las manos en las rodillas.
—En realidad, prefiero la luz.
—¿Eso es raro... para tu especie?
—No. Nosotros preferimos la luz y el calor. Ambas cosas no son
inherentes a nosotros.
Digerí eso lo mejor que pude.
—¿Es por eso que tu piel está fría la mayoría del tiempo?
—Sí.
Pasaron unos momentos, y luego Hunter echó la cabeza hacia atrás
y cerró los ojos. Tomando una respiración profunda, solté mi petición antes
de perder los nervios.
—¿Puedo verte en tu verdadera forma?
Abrió un ojo. —¿Qué?
—¿Puedo ver cómo te ves realmente? —dije rápidamente—. En mi
apartamento, había estado tan asustada y…
—Lo que viste entonces fue aterrador. —Ahora ambos ojos estaban
abiertos—. Y eso no cambiará ahora.
No estaba tan segura de eso. Con toda la adrenalina y el miedo
bombeando en mis venas, mis recuerdos eran borrosos y Dios sabe lo que
mi imaginación había agregado. Pero también recordé que había habido
una belleza en él, una belleza aterradora. Como cuando te enfrentas a un
depredador en la naturaleza. Una pantera era preciosa, pero no tratas de
acariciar ese tipo de belleza.
94
—Lo sé —dije, sentándome—. Pero quiero verte como realmente
eres.
Hunter no se movió durante unos instantes, y luego se echó a reír con
voz ronca.
—¿Estás loca?
—Me siento como si lo estuviera.
Miró hacia otro lado, un músculo estallando en su mandíbula. Sabía
que no debería presionarlo, porque era como la pantera. Propensos a
morder si se les presiona demasiado. —¿Por favor?
Otra carcajada ronca, y luego se puso de pie frente a mí en un
segundo. Sus ojos estaban entrecerrados, sus pómulos anormalmente
agudos, como si ya se estuvieran preparando para el cambio. —¿Estás
segura de que quieres ver esto?
Ahora ya no estaba tan segura, pero asentí.
Una estremecedora respiración profunda lo atravesó. Sus ojos se
cerraron y lo primero que me di cuenta fue que había dejado de respirar.
Completamente. Mis manos se cerraron sobre mis rodillas dobladas.
A continuación, los bordes de su cuerpo se sombrearon como si
hubiera sido dibujado a carboncillo y alguien hubiese marcado las líneas
de su cuerpo. Lo más malditamente extraño para ver, pero luego el efecto
borroso se propagó y todo su cuerpo perdió la mayoría de sus
características descriptivas. La ropa parecía filtrarse en él, desapareciendo
cuando su sorprendente rostro también se desvaneció.
Contuve mi respiración mientras Hunter se volvía más humo y
sombras que cualquier otra cosa, una tenue forma humana. Un segundo
más tarde, se solidificó.
Santo Dios en el cielo, él era... No había palabras.
Hunter tenía la forma de un hombre humano, pero... diferente.
Mi mirada cayó a sus pies. Eran de un negro tan profundo que no
podía realmente ver si tenía pies o no. Pero tenía piernas. Eran muy
extensas, gruesas y musculosas. Su torso y sus brazos eran del mismo
músculo definido, como si hubiera sido esculpido en mármol negro pulido.
Los pómulos, que en su forma humana eran amplios, ahora eran más
angulares, al igual que su mandíbula. Sus ojos...
Dejé escapar el aliento que estaba conteniendo.
Sus ojos seguían siendo los mismos, de un azul pálido aún más severo
que antes.
La cabeza de Hunter se inclinó hacia un lado. ¿Asssustada?
95
Tomada por sorpresa al escuchar su voz en mi cabeza, lo único que
podía hacer era mirar. ¿Me sentía asustada? Mi corazón se lanzaba a sí
mismo contra mis costillas como un paciente en un cuarto de seguridad,
pero no era por miedo. Más probablemente saltando ante el hecho de
que había un alíen parado ante mí. Un alíen completamente desnudo,
quien estaba, santa dureza, definitivamente dotado como un hombre
humano muy afortunado.
—No —dije—. ¿Cómo puedo escuchar tu voz en mi cabeza?
Pensé que sonrió. Hubo un movimiento ondulante de su rostro.
Los humanosss no pueden entender nuessstro lenguaje. Essstoy
proyectando misss pensssamientosss para ti.
Su voz tenía una cualidad parecida a una serpiente. No de una
manera espeluznante, sino como un susurro de un exótico idioma
extranjero.
Me moví hacia adelante, deteniéndome cuando sentí cómo la
temperatura de la habitación descendió.
—Cuando hace frío... ¿ese eres tú?
Sssí. En nuessstra verdadera forma, afectamosss la energía alrededor
de nosotrosss, El calor esss energía.
Sorprendida por todo lo que Hunter podía hacer, mi mirada recorrió
su cuerpo. Este fue el primer momento en el que realmente comprendí la
enormidad del conocimiento que obtuve. Esta era la confirmación de las
formas de vida inteligentes que existen en el universo, las formas de vida
que eran físicamente más avanzadas que la raza humana. Lo que veía no
sería presenciado por la mayor parte de la población humana.
Podría tener una de dos reacciones: asustarme terriblemente o
sentirme impresionada por lo que estaba viendo. Me decidí por una
mezcla de ambas, pero sobre todo respeto. Esto... esto era sorprendente.
—¿Puedo tocarte?
Hunter se quedó quieto otra vez. No se movió, no respondió. Pensé
que si no quería que lo hiciera, hubiera dicho algo. Así que me deslicé
hasta el borde del sofá y lentamente extendí mis manos. Mis dedos rozaron
su brazo.
Su piel era fría como una piedra y suave. Pasé los dedos por su brazo.
Se estremeció, y empecé a apartar mi mano.
—Lo siento.
No. Essstá bien. Simplemente no essstoy acossstumbrado a...
—¿Qué alguien te toque de esta forma? —supuse.
96
Asintió.
Más segura con lo que estaba haciendo, me puse de pie y aplasté
mi palma, moviendo la mano hacia arriba, sobre la curva de su brazo y los
tendones. Su piel fría y de perfecta textura era extraña, sí, pero no era feo
o aterrador.
Levanté la mirada. Su verdadera forma no atraía cariños y abrazos,
pero como esa maldita pantera, era terriblemente hermoso.
Cuando me di cuenta de que, básicamente, lo estaba
manoseando, debí haberme detenido, pero no lo hice. Arrastré mi mano
sobre su hombro y luego sobre su pecho. Podía sentir los latidos de su
corazón, o al menos un órgano como el corazón. Empecé a preguntar,
pero Hunter se movió.
No lejos, sino más cerca.
Mi respiración se detuvo. Finas láminas de color azul brillante
aparecieron en sus ojos, agitándose lentamente. Teniendo en cuenta lo fría
que estaba la habitación, yo debería estar congelada, pero me sentía
demasiado cálida.
Se alejó y su cuerpo borroso desapareció, y luego regresó al Hunter
que conocía. Con los pantalones desgastados y todo.
—Buen truco —murmuré.
Inclinó la cabeza hacia un lado. Por un momento, parecía que iba a
decir algo, pero luego retrocedió, dio media vuelta y desapareció en la
cocina.
Y nunca volvió a salir. Cuando comprobé allí más tarde, se había ido.
Pero sabiendo que Hunter podría muy bien ser cualquiera de las sombras
en la habitación, me aclaré la garganta y grité su nombre. Cuando no
hubo respuesta, lo intenté de nuevo, y acabé sintiéndome un poco loca
cuando no hubo respuesta. O se estaba escondiendo de mí o se había
escabullido a alguna parte.
Me dirigí escaleras arriba y pasé una cantidad obscena de tiempo
examinando las bolsas que había dejado allí. Antes, sólo había agarrado
los primeros artículos que había visto, pero ahora que los tenía todos
esparcidos, Hunter tuvo que haber gastado cientos de dólares. Sintiendo
culpa de que haya gastado tanto dinero, volví abajo a buscarlo, pero lo
encontré vacío una vez más.
Me hice un sándwich de fiambre y de lo que encontré en la nevera
y, como una forma de dar las gracias, hice uno para Hunter, dejándolo
sobre la mesa, cubierto con una envoltura de plástico que había
encontrado en un armario.
97
Dirigiéndome hacia arriba, moví mi ropa nueva a la sala de estar,
poco dispuesta a ponerla en el armario. Al hacerlo, parecería demasiado
permanente. Como si estuviera aceptando que esto podría muy bien ser
mi nueva casa, al menos por el momento, y que nunca iba a volver a mi
trabajo o, que al igual que Mel, yo simplemente no existiría más.
Frustrada y cansada, me di un baño rápido y luego me deslicé en
una camiseta sin mangas a la altura de los muslos. Al momento en que subí
a la cama, me hundí en ella. Quizás la alimentación había consumido toda
mi energía, o simplemente podría ser el estrés emocional y mental de todo.
De cualquier manera, estuve inconsciente en el momento en que mis ojos
se cerraron.
***
Joder.
Eso era todo en lo que podía pensar mientras miraba fijamente el
sándwich envuelto en el mostrador. ¿Por qué diablos me haría un
sándwich? ¿Me parezco a ese tipo de persona que no puede valerse por sí
mismo?
Había estado parado allí hasta más allá del límite de tiempo
aceptable para estar mirando un sándwich de mierda. Algo de eso me
molestaba, lo que no era nada nuevo. La ira era lo que yo conocía. Fue
con lo que me crie.
La poca parte de Serena que había tomado de ella aún
permanecía dentro de mí como una pequeña bola de luz y calor que
residía en mi interior. Me alimentaba de los seres humanos antes. Nunca
me sentí de esta manera después, pero Serena...
Mis manos temblaban.
Junto con otra cosa que se había estremecido desde el primer
momento en que puse los ojos en ella. Su pelo como entrelazado con la luz
del sol y los ojos de una cálida mezcla de color marrón y verde. Sólo
aquellas dos cosas me harían querer codiciarla, ¿pero el paquete entero?
Joder.
Ella era una cosa pequeña, apenas alcanzaba mis hombros, pero
tenía un brazo lanzador increíble. Su tamaño pequeño era engañoso. La
mujer era fuerte y también era una bocazas. Como que me gustaba su
lengua luchadora. Provocaba la naturaleza dominante en mí, incitando la
necesidad que existía en mi clase: controlar y dominar.
98
Joder.
Esto no iba a salir bien. De ninguna manera. No había cómo. Había
una buena posibilidad de que, si Serena no era asesinada con lo que sin
darse cuenta tropezó, yo la rompería.
En dos.
No sabía qué demonios estaban pensando los agentes para
asignármela a mí. No había oído hablar de ellos desde el día que llegamos
a West Virginia. Ella estaría más segura tomando el riesgo con los agentes.
Al menos, ellos se manejaban por el bien básico y lo incorrecto. Yo me
manejaba por el deseo y la necesidad. No había tal cosa como
«incorrecto» para mí.
Por supuesto, la había ensombrecido durante toda la tarde y la
noche. Incluso la había mirado parada afuera cuando ella creía que nos
separaba la puerta mientras se mordisqueaba su regordete labio inferior.
Me había gustado ver eso. Mucho.
Incluso la vi preparar ese maldito sándwich.
Serena era una cosa inquieta, zumbando de una habitación a otra,
como un pequeño colibrí, y atado por el encanto, fui sorprendido con la
necesidad de que en realidad nunca se fuera. Y eso no era algo bueno.
Era la última cosa que cualquiera querría.
Mis ojos detectaron las longitudes de onda de energía y mi cuerpo
buscó esos patrones. Ella estaba desechando mucha. Mirando el maldito
sándwich, todavía podía sentir su suave mano en mi piel, en mi piel
verdadera. Diablos, todavía podía sentir su cuerpo bajo el mío, y el
problema era que sabía que ella estaba sintiéndome, y eso hizo todo más
difícil para no disfrutar.
A los veintitrés años, ella, naturalmente, sería una bola de mil tipos de
energías, pero había tenido un rojo demasiado fuerte rodeándola la mayor
parte del día.
Me hizo un sándwich.
Joder.
Y yo necesitaba. Quería. No importaba que ella estuviera en una
posición vulnerable. Lo que importaba era que ella había tomado un baño
antes y yo había perdido una maldita tormenta de energía
manteniéndome fuera de esa habitación. Ahora, me pregunté si dormiría
desnuda, lo que hizo que mis pantalones se sintieran demasiado
apretados.
No debería estar deseando esto ahora mismo, pero lo quería.
99
Así que, sí, joder.
Tomé el sándwich y me dirigí hacia la puerta principal. Abriéndola,
tiré la maldita cosa lo más lejos que pudiera llegar. Me hubiera gustado
hacer lo mismo con la maldita bola de luz.
Cerrando la puerta, me resistí a la tentación de dar un portazo,
porque eso haría…
Un suave grito llegó desde el segundo piso, y me di la vuelta,
inclinando la cabeza hacia un lado. Los seres humanos tenían pesadillas.
No era gran cosa. Yendo hasta el pie de las escaleras, escuché. El sonido
no vino de nuevo, pero me encontré deslizándome por las escaleras de
todos modos.
La curiosidad era una perra fría.
Abriendo la puerta hacia donde ella se encontraba, mi mirada cayó
a la cama. Serena se encontraba acostada sobre su espalda, la sábana
sobre su pecho. Desafortunadamente, no dormía desnuda, lo que hizo este
viaje hasta arriba un poco inútil.
Empecé a retroceder, pero luego volvió la cabeza hacia un lado, y
me detuve, quedándome completamente inmóvil. Ni siquiera respiraba.
Sus ojos permanecieron cerrados, pero sus cejas se fruncieron y su
cara se tensó. La línea apretada que formaban sus labios tembló. Mi
mirada viajó por la elegante curva de su cuello, más allá de los tirantes
endebles de su blusa. Su pecho subía y bajaba erráticamente. El aire a su
alrededor era de un color violeta oscuro, el signo del miedo.
Me sentí atraído por la cama. Un temblor corrió por mi nuca,
deslizándose hasta las puntas de mis dedos.
Realmente no debería estar aquí.
Pero aquí estaba.
Bajé mi cadera sobre el colchón, con cuidado de no molestarla. Lo
que hice a continuación, era una de esas cosas que sabía que no debía
hacer, pero lo hice de todos modos. Extendiendo la mano, puse la punta
de mis dedos en su mejilla y seguí la línea recta de su mandíbula.
La respiración de Serena se regularizó y se profundizó.
Una leve sonrisa se asomó por mis labios. Así que confiando en su
sueño, ¿un simple toque la confortó? Me pregunté si se sentiría de esa
manera si estuviera despierta.
Yo no tocaba para confortar.
Mi mirada siguió el camino de mis dedos, moviéndose sobre la curva
de su mandíbula, bajando a la frágil extensión de su cuello. Y era frágil,
100
más de lo que ella sabía, sobre todo teniendo en cuenta que ella y su
infortunada amiga habían molestado.
Y considerando que yo estaba en el mismo espacio que ella, la
estadística de su supervivencia se veía realmente fea.
Serena se movió un poco cuando mis dedos bordearon debajo del
fino tirante. Esperé, preguntándome si se despertaría. La energía a su
alrededor se estaba calmando, pero manchas de rojo comenzaban a
aparecer. Excitación.
Con la otra mano, acomodé la sábana hacia abajo y fui sumamente
recompensado por merodear. Serena no dormía desnuda, pero una blusa
era una mala elección a la hora de ocultar su cuerpo. El escote en forma
de corazón se había deslizado a un lado, revelando la elevación suave y la
punta de melocotón oscura de un pecho. Ahora, sabía que tuve razón
sobre toda la cosa de las curvas. Esta pequeña aventura demostraba ser
fructífera.
—Tócame —gimió suavemente.
Me quedé inmóvil, con la cabeza inclinada hacia un lado mientras la
estudiaba. Todavía seguía dormida y sin duda no sabía lo que estaba
pidiendo, pero esa pequeña suplica fue mi perdición.
No hubo ni un atisbo de duda cuando sucedió lo que hice después.
No me engañaba a mí mismo ni a nadie. Quería tocarla y así lo hice.
Rozando la punta de mis dedos hasta su dulce curva, descubrí que
su piel se sentía como el satén y era cálida; tan increíblemente cálida y
diferente de mi propia especie. Y eso era el por qué ella estaba en una
posición precaria. Nosotros acudíamos en masa hacia el calor, con todo
ese glorioso cabello coloreado con la luz del sol, derramado sobre la
almohada, ella se hallaba en un mundo de problemas.
Me incliné sobre ella, inhalando profundamente. Vainilla... y
melocotón llenó mis sentidos. Uno pertenecía a las botellas en el baño,
pero la esencia maravillosa del melocotón era suya.
Tracé un círculo alrededor de su pezón endurecido. Con cada paso,
me acerqué más a su pezón y empujé la molesta tela hacia abajo, hasta
que finalmente mi pulgar rozó el estrecho borde.
Serena gimió dulcemente, y reprimí un gruñido cuando mi sexo se
incrementó como respuesta. No era la única cosa incrementándose.
Mientras ella desechaba más energía, un tipo diferente de hambre se
construía dentro de mí. Ambos eran igual de poderosos, y aunque había
aprendido a negar este último, todavía no había encontrado la manera
de resistirme al reclamo de mi polla.
101
Probablemente, nunca lo haría.
Quería más. Diablos, quería extender sus muslos y hundirme
profundamente en su interior, pero mientras arrastraba mis dedos sobre la
inclinación de su vientre cóncavo, el cuerpo de Serena comenzó a
moverse lánguidamente. Atrapado por el movimiento sensual de sus
caderas, los pensamientos de tomarla completamente se deslizaron en la
parte trasera de mi mente. Mi polla estaba tiesa y erguida, pero me sentía
fascinado por su respuesta.
Sus movimientos hicieron que el dobladillo de su camiseta se
levantara unas pulgadas, desnudándola para mi mirada ansiosa, y,
maldita sea, esta aventura era más que fructífera. Serena estaba desnuda
en la parte inferior, el delicado valle de su sexo justo ahí para mi disfrute.
¿Para mi disfrute? Al diablo con eso. Quería devorarla.
Mis manos estaban en sus muslos, saboreando la piel suave mientras
la extendía. Cuando las puntas de mis dedos rozaron su monte, su espalda
se arqueó, inclinándose completamente fuera de la cama. Su gemido de
placer rompió el silencio. A pesar de mis esfuerzos, no pude detener mi
respuesta. Una sacudida violenta de lujuria se disparó a través de mis venas
y mi gruñido rompió el silencio.
Mierda.
Serena jadeó y sus ojos se abrieron de golpe, el aire a su alrededor
chisporroteaba con rojos y violetas cuando saltó en la cama.
Me aparté, cayendo en las profundas sombras de la habitación,
convirtiéndome fácilmente en una parte de ellas. Me quedé allí,
desgarrado entre el deseo de patearme a mí mismo en las pelotas por
tener que expulsar el poder necesario para permanecer oculto, y la otra
opción, la cual nos involucraba a nosotros, la cama y posiblemente la
pared, y un montón de cuerpos azotados contra la puerta.
Serena miró fijamente en la oscuridad de la habitación, con una
mano tratando de ajustarse la camiseta y con la otra agarraba firmemente
la manta. La situación era casi linda, pensé, excepto que yo no soy lindo.
Pero quería serlo para ella.
Tirando de la manta hasta su barbilla, su mirada recorría toda la
habitación, pero sabía que era inútil. No podía verme.
—¿Hola? —dijo, su voz gruesa y ronca.
O tal vez sí podía.
102
¿Qué demonios? Serena no podía verme. No había manera, pero
entonces sus ojos se fijaron en donde yo estaba, y sabía que ella podía
sentirme observándola, probablemente incluso deseándola.
Sonreí.
103
Traducido por Juli
Corregido por Mery St. Clair
í, fue realmente incómodo al día siguiente.
Si Serena recordaba lo que ocurrió anoche, no dijo nada, pero
las oleadas rojas deslizándose a través de su aura me volvían
completamente loco, me llenaba de una lujuria insaciable. Y
esa necesidad alimentaba otra. No era como si pudiera marcharme. Así
que me quedé atrapado aquí, y con cada hora que pasaba me ponía
cada vez más agitado.
No iba a durar mucho tiempo.
Fue como ganar la lotería cuando Serena se quedó dormida en el
sofá por la tarde, durmiendo durante varias horas, proporcionándome una
especie de alivio. Revisé mi celular una docena de veces. Nada de los
oficiales imbéciles, y la única manera de conseguir que los oficiales
vinieran y se llevaran a Serena de mi casa era obteniendo información de
ella.
Y necesitaba sacarla de la casa más temprano que tarde.
Queriendo arrastrarme fuera de mi piel humana, empecé a hacer la
cena. Cocinar... cocinar era una de las pocas cosas que me calmaban en
mi vida. Mi hermano siempre me molestaba por eso, Dex también. Que se
jodan, porque yo era un gran cocinero.
Lo que seriamente necesitaba era tomar mi verdadera forma
durante un par de horas.
Serena entró en la cocina, luciendo despeinada y frotándose los
ojos. Se inclinó delante de la nevera y cogió una botella de agua. La fina
tela de sus pantalones cortos de algodón se tensó sobre su culo.
No, lo que seriamente necesitaba era follar sin sentido a Serena y
luego tomar mi verdadera forma por un par de horas.
Mi polla parecía muy contenta ante esa idea. Quería levantarla,
desnudarla y recostarla sobre la isla de la cocina. Descubrir un tipo
diferente de sabor y, a continuación, hundirme en ella repetidamente.
Perderme en su suavidad y calidez.
S
104
—¿Estás preparando la cena? —La voz de Serena rompió mi
fantasía.
Parpadeé y bajé la mirada. Había un cuchillo en mi mano, piezas de
pollo sobre la tabla de cortar y una caja de pasta lista para ser hervida. Eh.
Olvidé por completo lo que había estado haciendo.
—Supongo que sí —dije—. Pasta con pollo.
—Suena bien. —Ella estaba al otro lado de la isla, deslizando la
botella de agua de un lado a otro en sus manos—. ¿Puedo ayudarte?
Mi primera reacción fue decir que no, pero esto podría ser
beneficioso. Ya había perdido suficiente tiempo estando molesto,
preparando sándwiches, robando besos y caricias, y alimentándome de
una mujer humana. Sí, ya era hora de que el show comenzara. —Puedes
agarrar la sartén y el aceite de oliva.
Serena tomó una sartén del estante, la colocó sobre la estufa y luego
comenzó a rebuscar en los armarios. Cuando encontró la botella de
aceite, me miró con cautela. —¿Te gusta cocinar?
—Sí.
Apartó el cabello sobre su hombro, luego vertió el aceite. Me
pregunté qué tan oscuro era su pelo mojado. Apuesto a que era un color
marrón claro, coincidiendo con las delicadas cejas arqueadas sobre sus
ojos.
¿Cejas delicadas? ¿Qué diablos le pasaba a mi cerebro? Volviendo
mi atención a las últimas pechugas de pollo, pasé el cuchillo a través de
ellas, casi integrando el filo en la tabla de cortar.
—Me gusta cocinar, también —dijo Serena tentativamente, como si
no estuviera segura de si debía continuar hablando después de mi ataque
samurai—. Sin embargo, no soy tan buena. Traté de hacer Rice Krispies una
vez mientras transmitían Footloose en la televisión, y llegó la gran escena
del baile en el almacén, así que no quería perdérmela. Dejé la espátula en
la sartén y cuando regresé, el utensilio ya se había derretido en la mezcla.
Arqueé una ceja. —No lo dudo.
—En mi defensa, tenía catorce años y me distraía fácilmente.
Después de eso, mi mamá no me dejó acercarme a la cocina durante
años. —Avanzó poco a poco hacia la isla y volvió a jugar con la botella de
agua. Un aura azul pálido brillaba a su alrededor. Estaba nerviosa—. Soy
más que nada el tipo de chica de microondas y comida para llevar, pero
siempre me hubiera gustado ser como los cocineros en la televisión.
Mi mirada se deslizó hacia su rostro. Un ligero rubor cubrió sus mejillas.
Gruesas pestañas subieron y sus ojos se encontraron con los míos por un
105
momento, luego apartó rápidamente la mirada. Metiendo el pelo detrás
de la oreja, apretó los labios. El aire a su alrededor vibró de un azul
profundo.
—Aquí —Le dije, mi boca haciendo otra vez esa cosa del
temblequeo cuando señalé con el cuchillo hacia el pollo y los dos
tazones—. Sumerge el pollo en los huevos, luego mézclalos en el recipiente
con la miga de pan.
Su barbilla se alzó, la sorpresa parpadeando en su rostro. Por un
momento, no se movió y luego asintió. —Déjame primero lavarme las
manos.
A mí no me preocupaban los gérmenes. No era como si pudiera
enfermarme, tampoco es como si Serena pudiera. Cuando regresó a la
isla, se apretó a mi lado mientras preparaba los tazones, huevos y luego las
migajas. El espacio era pequeño y pude haberme movido para darle más
espacio, pero no lo hice.
Me gustaba incomodarla.
—Adelante —insistí cuando sus manos se cernieron sobre el pollo—.
No es muy difícil y no voy a encender el televisor.
Una sonrisa se dibujó en sus labios. —Ahora ya no me distraigo tan
fácilmente.
Me agaché, así que mis labios estuvieron a un pelo de su mejilla. —
Apuesto a que te distraes tan fácilmente como a los catorce años.
Serena dejó caer el trozo de pollo en el tazón. La yema acuosa
salpicó sobre el mostrador cuando sus mejillas se pusieron de un rojo
sangre. —Eres tan malvado —murmuró.
Me reí entre dientes. —Lo sé.
Mirar a Serena sumergir obedientemente los trozos de pollo fue
divertido de una manera extraña. Nunca he cocinado con nadie. Diablos,
nunca he cocinado para nadie antes. No es que estuviera cocinando
para Serena en el primer lugar. Yo tenía hambre y comía un montón.
Cuando encendí la estufa y observé el aceite comenzar a
chisporrotear, Serena conversó acerca de su madre, deteniéndose cada
pocos momentos para mirarme, como si estuviera poniendo a prueba mi
nivel de molestia.
Yo estaba bien.
—¿Así que nunca conociste a tu padre? —pregunté.
106
Negó con la cabeza mientras llevaba el plato de pollo empanado a
la cocina. —Nop. Fue un donante de esperma ausente. ¿Qué hay de ti?
Quiero decir, los de tus especies tienen padres, ¿no?
—No nacemos de un huevo, Serena. La reproducción es muy similar
a la de un humano. Es igual con los Luxen. Pero no conocí a mis padres.
Su ceño se frunció mientras recogía un pedazo de pollo. —¿Qué
quieres decir?
Saqué su mano de la sartén. —Vas a quemarte. —Le quité el pollo y
lo puse en la sartén. El aceite crujió y saltó.
—¿Supongo que no te quemas?
—No como tú lo harías. —Tomé otra porción del plato que ella
sostenía—. Mis padres murieron cuando yo era joven.
Su débil inhalación llenó el silencio y, a continuación—: Lo…
—No digas que lo sientes, Serena. No mataste a mis padres. No tienes
nada por lo que pedir disculpas. —Quité el último trozo, dejándolo caer en
el aceite, luego tomé el plato de ella—. Mis padres fueron asesinados por
un Luxen, al igual que lo fueron muchos de los nuestros. Y no digas que lo
sientes de nuevo.
Cerró la boca. —¿Qué pasa contigo y las disculpas?
—No me gusta cuando la gente se disculpa por algo que no tuvieron
nada que ver.
—Lo entiendo, pero cuando la gente dice que lo siente, como por la
pérdida de un ser querido, lamentan que hayas pasado por ese dolor.
—Estoy bien —dije, y Serena puso los ojos—. Lávate las manos.
Pescarás salmonella o algo así.
—Sí, papá. —Serena se volvió hacia el fregadero.
Mi mirada cayó a su culo regordete y luché contra el impulso de
llegar detrás de ella, agarrar sus caderas, y... a donde mis pensamientos
iban significaba que yo no había logrado conseguir nada. Tal vez sólo
necesitaba sacarla de mi sistema.
Eso sonaba como el mejor plan que alguna vez haya existido.
Serena miró por encima del hombro. —¿Por qué un Luxen mataría a
tus padres?
Y eso mató a mi erección. —Como he dicho antes, los Luxen son
unos imbéciles hambrientos de poder.
Se dio la vuelta lentamente, agarrando el borde del mostrador
detrás de ella. —Eso no me dice nada.
107
Di un paso hacia adelante, sus labios se entreabrieron. Me gustó eso.
—¿De verdad quieres una lección de historia?
—Sí.
En serio, quería tocarla. Di otro paso, mi mirada viajó por la parte
frontal de su camiseta. El algodón fino y el sujetador no hicieron nada para
ocultar las puntas endurecidas de sus pechos.
Oh, joder.
El pollo necesita ser girado.
Dándome la vuelta, agarré las pinzas y giré el pollo, ignorando a
todos los instintos que exigían que la reclamara. La verdadera parte de mí,
la oscuridad que yo era, no podía entender por qué peleaba contra esto.
No se preocupaba por las repercusiones o si Serena terminaba en un
estado vegetativo.
Simplemente quería, siempre quería.
Me aclaré la garganta. —Esta es la versión rápida y sucia. Los Luxen
han existido desde hace miles de años y son, obviamente, mucho más
avanzados que la raza humana. Les gustaba viajar. También les gustaba
someter a cualquier otra raza con la que entraban en contacto y veían
como una amenaza. Gobernaron el universo, muchas galaxias de las que
nunca has oído hablar. Se convirtieron en hambrientos de poder y
destrucción. Ya sabes lo que dicen sobre el poder absoluto.
—Te corrompe absolutamente.
—Exactamente. Y durante mucho tiempo, no hubo nada que
pudiera derrotarlos. Nada podría estar en contra de ellos, hasta que llegó
mi especie.
—¿Y cómo fue eso? —Se cruzó de brazos.
Di vuelta otro pedazo de pollo. —El modo en que se maneja la
evolución es manteniendo el equilibrio. Eso es una cosa que es universal.
Los Arum fueron criados para ser el único depredador del Luxen. Eso no
quiere decir que siempre somos más poderosos que ellos, pero somos los
únicos seres que pueden enfrentarse a ellos. Nosotros absorbemos la
energía y ellos están llenos de ella.
—¿Así que ustedes fueron a cazarlos?
Me volví hacia ella, con las cejas levantadas. —Al principio, no.
Durante muchas generaciones, los nuestros vigilaban a los Luxen,
evitándoles que se tragaran planetas enteros y destruyeran todas las
criaturas que vivían allí.
—¿Algo así como la OTAN?
108
Me reí de eso. —Supongo que era así, pero fue antes de mi tiempo.
Pero ellos invadieron nuestro planeta, esclavizaron nuestra especie y
mataron sin discreción. El ataque nos cegó. Fue un genocidio. Quién sabe
lo que hizo que lo hicieran, pero la guerra comenzó mucho antes de que
yo siquiera naciera y nunca se ha terminado.
Se empujó el pelo hacia atrás. —¿Qué le pasó a tu... a tu planeta?
Me encontré con su mirada. —Destruimos nuestros planetas.
Literalmente. Entonces, nuestra especie necesitó un nuevo hogar. La Tierra
parecía muy acogedora. No necesitábamos naves espaciales. —Me reí—.
Esos buques de metal. Los Luxen viajan a la velocidad de la luz, más rápido
que eso. Nosotros también podemos, si somos... alimentados.
Su piel palideció. —¿Cómo cuando hiciste la cosa del brazo?
—Y eso es lo que nos hace tan útil para el DOD. Matamos a los Luxen
que se salen de control. Cuando uno o más de ellos hacen algo que al
DOD no le gusta, entramos y nos encargamos de la situación. A la mayoría
de los Arum les parece un gran trabajo. Después de todo, hay rencores
entre nosotros. Otros no creen que sea suficiente. Y siguen cazando a los
Luxen sin el permiso del DOD.
—Vaya. —Sacudió la cabeza—. ¿Así que eres, básicamente, un
asesino?
No había ningún juicio en el tono de Serena. —Podrías llamarme así.
Guardó silencio por un momento. —¿Cuáles son las cosas diferentes
que pueden hacer? ¿Y los Luxen?
—Podemos alterar el espacio y el tiempo, lo que nos permite viajar
más rápido que la velocidad de la luz. Los Luxen son como nosotros en ese
aspecto. ¿Lo que dijiste que viste la noche que tú amiga fue asesinada?
Los Luxen pueden controlar la energía, manipularla para mover y detener
objetos. Pueden congelar las cosas, incluyendo a las personas. También
pueden utilizar esa energía en estado puro como un arma.
—Santo...
—Sip. Nosotros absorbemos su capacidad para manipular la luz y la
energía. Lo llaman la Fuente. Tenemos que alimentarnos un montón para
viajar, sobre todo en la Tierra.
—¿Cómo llegaste hasta aquí?
—Algunos de nosotros nos dispersamos en otras partes del universo,
otros vinieron aquí, porque tanto los Luxen como los de mi especie ya han
estado en la Tierra antes.
—¿Cuándo?
109
Me encogí de hombros. —Miles de veces desde el comienzo del
hombre, estoy seguro.
Arrugó la nariz. —Entonces, ¿por qué no intentaron esclavizarnos?
—Nunca vieron a los seres humanos como una amenaza, no hasta
ahora.
Sus rasgos se contrajeron. —No sé si debería estar ofendida o
preocupada.
—Probablemente un poco de ambos. —Volteé la última pechuga
de pollo, puse las pinzas a un lado y me volví—. Los Luxen vinieron primero,
y fueron descubiertos por el gobierno, y luego llegamos nosotros. Durante
mucho tiempo, el gobierno no podía distinguirnos, lo que nos benefició.
Mientras estaban deteniendo a los Luxen, estudiándolos y luego
liberándolos en comunidades controladas para integrarse, prácticamente
tuvimos carta blanca. Pero pronto se dieron cuenta de que éramos
diferentes especies. Que de alguna manera éramos más peligrosos.
—¿Más peligrosos? —Cuando no respondí, tomó una respiración
profunda—. Quiero saber, no importa lo malo que sea.
—Hay cosas que podemos hacer, cosas para las que el DOD tiene
un uso. Cuando descubrieron que éramos diferentes a los Luxen,
comenzaron a buscarnos. Y cuando nos encontraron, nos dieron dos
opciones: trabajar para ellos o morir.
—Caray —murmuró—. ¿Como la mafia?
—Algo así. Tu gobierno fue inteligente. Tienen algunos de los más
poderosos Arum de su lado. ¿Cómo? Quién sabe. Estoy seguro de que
están bien asegurados. Y si no nos alimentamos, somos débiles. Muchos
fuimos atraídos al DOD de ese modo. Usaron nuestra necesidad en nuestra
contra, para controlarnos. Sin mencionar que conocen nuestra debilidad.
—Hice una pausa, mirando el interés escrito en su rostro. No hay manera en
el infierno de que le cuente que la forma más rápida de acabar con un
Arum era simplemente tomar una pieza de obsidiana y cortarnos con ella.
Ya era bastante malo que pudieras encontrarla en cualquier lugar y que el
DOD ya hubiera adaptado sus armas, cubriendo las balas en obsidiana.
Matar a un Arum, como un Luxen, no era tan difícil como se pensaba, si
sabías cómo hacerlo—. No todos los Luxen vinieron a la Tierra cuando
fueron destruidos nuestros planetas. Decenas de miles de personas ya
estaban aquí, pero hay cientos de miles que están afuera. Vendrán con el
tiempo.
—¿Y? —preguntó, aflojando los brazos y dejándolos caer a los
costados.
110
—Y los humanos estarán contentos de que los Arum estén aquí
cuando llegue ese día.
Sus dedos dieron golpecitos en sus muslos, en un gesto nervioso. —
Mierda...
—Exactamente —le contesté. Una emoción extraña me atravesó.
Sentí una sensación de pesadez en el pecho, como una bola de plomo.
Me sentía... mal por ella. Esto era una mierda pesada—. ¿Regresamos a mi
clase de cocina?
Varios segundos pasaron, y luego Serena apareció a mi lado.
Todavía lucía varios tonos más claro de lo normal. —¿Qué haremos ahora?
El pollo se ve casi hecho.
—Lo está. —Agarré una olla—. ¿Puedes hervir el agua?
—Ja, ja. —Serena tomó la olla y se dirigió hacia el fregadero con los
pies descalzos. Ella estaba, acababa de darme cuenta, descalza.
Juntos cortamos los fideos y luego hicimos una ensalada. Cuando la
cena estuvo lista, el sol estaba poniéndose, proyectando el cielo en un
baño de color naranja y rojo.
Serena miró a la mesa. —¿Podemos comer afuera? Quiero decir, es
agradable y…
—Sí. —Agarrando una botella de vino y dos copas, hice un gesto
hacia ella—. Muéstrame el camino.
Sonriendo, recogió los platos y salió a la terraza a través del
invernadero. La humedad anterior se había ido debido a la brisa ligera. —
No me gusta comer en las mesas —dijo, mirándome ponerme las gafas.
La miré un momento. —A mí tampoco. Demasiado formal…
—Y estirado —añadió, entregando mi plato servido.
Comimos el pollo y la pasta en un silencio cómodo. Luego,
lentamente, Serena logró sacarme una respuesta tras otra. Era un talento
bastante notable, pensé, desconcertado por ella.
—¿Qué pasó cuando llegaste aquí? —preguntó, haciendo girar la
pasta alrededor de su tenedor.
—Me escondí con otros de mi especie. Luchaba y jodía a los Luxen
cada vez que podía. Los mataba.
Su tenedor se detuvo.
—Es lo que soy, Serena. Es todo lo que he conocido. —Me encogí de
hombros—. Nosotros pensamos que estábamos fuera del área del
111
gobierno. Sabíamos que los Luxen no. Finalmente me atraparon una
redada.
Cogió la copa de vino. —¿Así que trabajaste con ellos para controlar
a los Luxen?
Me eché a reír. —Joder, no. Me escapé.
—No lo entiendo. Estás aquí...
Apartando la mirada, la posé en el árbol. —Esa no es la razón por la
que estoy aquí.
Serena se quedó callada por tanto tiempo que yo sabía que estaba
pensando en una manera de preguntar por qué. La miré y sostuvo la
mirada por un momento antes de volver a su plato.
—¿Hace cuánto tiempo conoces a tu amiga Mel?
La pregunta la pilló desprevenida, pero después de unos momentos,
me contó su historia, una amistad que se mantuvo fuerte en los últimos
años. —Así que siempre te contó todo, ¿no?
Asintió. —Así es.
—¿Y esa vez en el balcón fue la única vez que vio al hijo del senador
hacer algo extraño?
Tomando un pequeño bocado, masticó lentamente. —Sí. Siempre
pensé que era extraño. Quién iba a saber que era porque era un alíen.
Mis labios se curvaron de las esquinas. —Estás manejando todo esto
bien.
Hizo una pausa, el tenedor a medio camino de su bonita boca. —
Hay momentos en que creo que tengo todo esto bajo control, y momentos
en los que creo que estoy realmente loca y en una habitación acolchada,
así que no creo estar haciéndolo bien.
Serena estaba manejándolo mejor de lo que el 98% de la población
lo haría. —¿Sobre qué dijo Mel que discutían ellos… los hermanos?
—Algo sobre el Proyecto Águila y niños.
—¿Cuál era el proyecto?
Con una pequeña sacudida de cabeza, dio unos golpecitos con el
tenedor en un trozo de pollo. —No lo dijo y no le pregunté porque pensé
que se había vuelto loca y... —Tomó una profunda respiración—. Me siento
muy mal por eso. Si le hubiera creído, tal vez habría hecho algo diferente y
Mel…
—No estaría viva, Serena. Sin importar lo que hicieras. Por no creer en
ella, probablemente salvaste tu vida.
112
Sus ojos se movieron y se encontraron con los míos por un segundo.
Había un sinfín de culpa en sus ojos. Eso y el dolor de su amiga. —Las cosas
están tan malditamente difusas. Siento como si no estuviera prestando
atención. Que estoy olvidando cosas.
—Puede ser. —Y yo necesito que recuerde, porque entonces podría
conseguir que los oficiales volvieran y la regresaran a su vida. Eso es lo que
yo quería.
Al menos, eso es lo que necesito hacer.
Así que me fui con la única cosa que sabía que la haría enfocarse. —
Si puedes recordar algo, recuerda más, quizás eso ayude a tu amiga.
La mirada de Serena era intensa. —¿Cómo?
Yo era un bastardo. —Si el Luxen tramaba algo y ella fue silenciada
por lo que escuchó, y no tanto lo que vio, el senador y sus hijos podrían no
ser considerados responsables de su muerte, pero se podría hacer algo. Y
eso es mejor que nada.
—Lo es —dijo en voz baja. Su atención se volvió hacia el bosque,
sacudiendo un poco la cabeza. Pasó el tiempo, no la molesté—. Sé que
era… ¡Pennsylvania!
—¿Pennsylvania?
Girándose hacia mí, asintió con entusiasmo. —Sí. Mencionó algo
acerca de los niños siendo mantenidos en Pennsylvania.
Fruncí el ceño. —¿Niños en Pennsylvania? ¿Niños Luxen o...?
—No dio más detalles, pero dijo que Phillip y Elijah discutían sobre
ello.
Interesante. O no. Tenía que haber más, sobre todo si el Luxen evitó
al DOD y se llevó a Mel. ¿En qué podrían estar metidas las luciérnagas
galácticas? ¿Ocultaban niños Luxen lejos de la atenta mirada del DOD?
Podría ser posible. Había comunidades Arum y Luxen ocultas. Pocas, pero
existían.
Serena dejó escapar un suspiro de frustración. —Estoy tratando. En
serio…
—Lo sé. —Me sentía tan frustrado como parecía ella.
Se mordió el labio y volvió la mirada hacia su plato. —Fue muy
agradable… —dijo finalmente—, la cena.
—Sí. —La sorpresa se trasladó a través de mí y me oí decir—: Yo no
hago esto.
113
—¿En lo absoluto? —La curiosidad marcó sus ojos marrones,
oscureciéndolos.
Me recordó cuando se despertó. Sus ojos se habían vuelto del color
de la tierra rica y pura. Por otra parte, para mí todo volvía a tratarse de
estar excitado.
—No —dije, dejando caer una pierna de la silla—. No puedo
recordar la última vez que comí con alguien.
—Sin duda, no puede ser tanto.
—Ha sido mucho tiempo. —La vi dejar su plato a un lado y recoger la
copa de vino—. ¿Llena?
—Completamente —dijo, mirándome por encima del borde de la
copa—. En serio, ¿no... socializas? ¿Tu especie hace eso?
Me encogí de hombros, mi mirada dirigiéndose hacia el cielo oscuro.
Dentro de unos momentos, el sol se pondrá y el crepúsculo se desvanecerá
en la noche. —No tenemos la necesidad de socializar.
Ella bajó su copa. —Pero todo el mundo…
—Todo el que es humano, Serena. Yo no lo soy.
Un latido pasó. —¿Y el otro Arum? ¿Con el que entré corriendo en la
glorieta? Estaban juntos.
—Cuando estamos juntos, no estamos socializando. Más que nada
nos juntamos con quien pensamos que es más poderoso. Es una cuestión
de supervivencia. No amistad.
—Guau. Eso suena muy solitario.
—No nos sentimos solos. —Mi mirada siguió el delgado dedo de
Serena a lo largo del borde de la copa.
Me miró. —¿Por qué... por qué sigues mirándome?
Solté una breve carcajada. —¿No tengo permitido hacerlo?
—Supongo que sí, pero estás siempre mirándome.
—Me gusta mirarte. Es tu cabello. —¿Acabo de decir eso?
—¿Mi cabello?
Lo tenía. —Es el color. Sea cual sea.
Una pequeña sonrisa apareció en sus labios. —Entonces, ¿qué haces
cuando no estás trabajando?
Pensé sobre eso antes de responder, considerándolo de verdad. —
Me gusta trabajar con mis manos.
114
La mirada de Serena se deslizó hacia la mía. —¿Por qué tengo la
sensación de que hay una insinuación detrás de eso?
Pensando en donde estuvieron mis manos anoche, esbocé una
sonrisa. Sus mejillas se calentaron y un aura rojo oscuro la rodeó. Apuesto a
que si ahora deslizaba mi mano entre sus muslos estaría mojada y lista.
Me tomó mucho para no averiguarlo. —Me gusta construir cosas.
Abrió la boca, luego sus ojos se abrieron. —Espera. ¿Te gusta tallar?
Mi ceja se arqueó.
—¿Hiciste la glorieta de la parte principal de la casa de campo?
Cuando no dije nada, una amplia sonrisa estalló en su cara.
—¡Lo hiciste! Oh, Dios mío, Hunter, es increíble.
Me moví en el asiento. —En realidad, no.
—¡Lo es! Me gustaría poder hacer algo así. El diseño es tan
increíblemente complejo. ¿Lo haces a menudo?
Serena siguió acribillándome con preguntas acerca de la artesanía
en madera que hice, y aunque me hubiera gustado no haber dicho
absolutamente nada, contesté las preguntas sin pensar, como si ella
tuviera mis pelotas presionadas en un par de pinzas. Sí, había construido la
glorieta desde el principio. Me tomó todo un verano. No, no me resultó
difícil. Sí, he construido otras cosas. Eso me había hecho pensar en los
caballos con los pechos de Serena y me reí, lo que trajo otra sonrisa en la
cara de Serena.
Maldita sea, Serena era una mujer muy, muy guapa, ¿pero cuando
sonreía? Demonios, era incuestionablemente hermosa.
En la pausa de la conversación, Serena se sentó y señaló al cielo. —
¡Oh, mira! ¿Eso es una estrella fugaz? Jesús. Nunca he visto una tan cerca.
Mis ojos buscaron el destellar de luz blanca acercándose a la Tierra a
una velocidad increíble. El instinto se disparó, causando que mi piel
hormigueara.
Me puse de pie rápidamente. —Eso no es una estrella fugaz.
—¿Qué es? —El miedo se reflejaba en su voz—. ¿Es uno de ellos?
—¿Serena?
—¿Sí? —Ya estaba de pie ahora, viniendo a mi lado—. Es uno de
ellos, ¿verdad?
Me volví hacia ella. —Entra. —Cuando vaciló, me incliné hacia
abajo, mis labios cerca de los suyos mientras hablaba—: Entra, Serena.
115
Cuando me alejé, Serena no se movió. Mierda. Tenía la sensación de
que iba a quedarse aquí y discutir conmigo hasta que la mataran.
Manteniendo mi voz baja, la acompañé de regreso hacia la puerta.
—Es uno de ellos y tienes que estar dentro.
—Pero…
—No hay peros. —La empujé al interior—. Mantén las puertas
cerradas y las luces apagadas. No abras la puerta a nadie.
Con eso cerré la puerta, dejándola dentro. Separados por un cristal,
me encontré con la mirada de Serena, dispuesto a que me escuchara.
Entonces, finalmente, extendió la mano y el chasquido de la cerradura
siendo girada rompió el silencio.
Me di vuelta y sonreí.
Era el momento de cazar.
116
Traducido por CrisCras
Corregido por NnancyC
e llevó poco tiempo encontrar la «estrella fugaz».
Moviéndome entre las sombras, más rápido de lo que el
viento podría transportar, terminé en el otro lado del lago,
en lo profundo del espeso bosque Monongahela National Forest y detrás
del enemigo.
Disminuyendo la velocidad lentamente, me moví silenciosamente
mientras el hombre salía caminando de entre dos altos olmos. Iba vestido
de negro, como si pretendiera esconderse. Bastante irónico teniendo en
cuenta la brillante luz blanca delineando su forma humana, delatándolo.
—Oye —dije—, que gusto encontrarte aquí.
El hombre se dio la vuelta. Sorpresa se esparció por su rostro. —
Arum…
—Luxen —le imité.
—¿Qué estás haciendo aquí? —exigió el Luxen, flexionando las
manos a sus costados—. ¿Cómo pude no sentirte?
—Ah, eso es extraño, ¿verdad? —sonreí.
Dio un paso hacia adelante. El Luxen era audaz. Me gustó eso. —
Debería ser capaz de sentirte —dijo. Las pupilas de sus ojos empezaron a
arder con un brillo—. ¿Cómo eso es posible?
Incliné la cabeza hacia un lado. —Incluso si tuviera el deseo y el
tiempo para hablar de eso, no lo haría.
Ahora las pupilas del Luxen eran tan brillantes como diamantes. Él
miró por encima del hombro hacia las cabañas, y luego su mirada se posó
en mí. —¿Por qué estás aquí, tan cerca de la colonia? No deberías
atreverte a acercarte donde eres superado en número enormemente.
Me atrevería a ir a donde me diera la maldita gana, pero eso era
irrelevante. —Tengo una pregunta para ti, Listillo Multicolor. —Me acerqué
un centímetro flotando—. ¿Por qué estás aquí?
M
117
—¿Crees que puedes preguntarme? —La forma del Luxen empezó a
brillar por la ira—. No eres más que la forma de vida más baja… estás en el
fondo de la cadena alimenticia comparado con nosotros.
Ah, los Luxen eran unos idiotas tan pomposos.
Y ya estaba aburrido de esto. En el tiempo que había vivido aquí, los
Luxen nunca cruzaron la montaña. Lo tenían prohibido por el DOD, por
razones obvias. Si yo me encontraba aquí, era por Serena, lo cual
planteaba la cuestión de cómo habían descubierto el paradero de
Serena, pero yo no era tan estúpido como para creer que el Luxen
hablaría de buena gana.
—Te destruiré y luego…
—Bla, bla, y una mierda —Interrumpí, sonriendo—. He oído todo eso
antes y al final es siempre lo mismo. Tú hablas. Luchamos. Me alimento.
Mueres. Fin.
El Luxen abandonó su piel humana y tomó su verdadera forma. Una
luz cegadora iluminó el bosque, la forma de un hombre giró hacia
adelante, la luz vibrando con energía.
Alzando mis brazos, me deslicé de la piel humana. El aire crepitó
cuando el Luxen corrió hacia mí. Me giré hacia un lado, atrayendo las
sombras hacia mí, multiplicando mi forma y fuerza mientras mi esencia se
aferraba a la noche que nos rodeaba.
Un pulso de luz atravesó las sombras, disparándose directamente
hacia mí. Sumergiéndose, di un puñetazo en el suelo. El suelo voló hacia el
cielo mientras una onda de choque onduló hacia afuera, alcanzando al
Luxen y arrojándolo por el aire. Brinqué, envolviendo al Luxen con el humo
espeso y oscuro volando conmigo, convirtiendo la noche en la hora más
oscura.
Giré, lanzando al Luxen como un disco.
Se estrelló contra un árbol y cayó al suelo, pero se puso rápidamente
de pie. Cargando hacia adelante, luz blanca teñida de azul se arrastró
detrás de él como una cometa. Lanzando otra carga de energía nuclear
hacia mí, dejó escapar un rugido de batalla inhumano.
Inclinándome hacia un lado, el rayo se esfumó, pasándome. Me reí,
y en mi verdadera forma, mi voz sonó como un susurro, directamente en la
mente del Luxen. ¿Eso eees todo lo que tienes?
El Luxen se echó hacia atrás, preparándose para descargar otra
desagradable explosión cuando extendí la mano, atrayendo hacia mí
toda la oscuridad. En verdad, era como mi propio agujero negro,
118
exactamente lo contrario al Luxen. Donde ellos podían repeler, yo podía
atraer.
Éramos los jodidos ying y yang del universo.
Incapaz de luchar contra la atracción, el Luxen se deslizó hacia
adelante, levantando piedras sueltas y suciedad. Dejé ir las sombras
cuando alcancé al Luxen, permitiendo que la porción cubierta de bosque
cayera al suelo, revelando lo que realmente parecía.
La forma del Luxen cambió de nuevo a humana, sus ojos
agrandándose con terror. Pasando una y otra vez de la forma humana a la
Luxen, intentó liberarse de la atracción, agitando los brazos a sus costados.
Giré descendiendo, golpeando las piernas de mi oponente,
derribándole. Un segundo después, yo estaba encima del Luxen, mis
rodillas presionadas contra su pecho. Miedo irradiaba del Luxen, llenando
el aire con su enfermizo hedor dulzón.
—No…
Golpeando el centro del pecho del Luxen, mi mano se deslizó más
allá de la piel y el músculo, incrustándose profundamente en el centro del
Luxen, en su núcleo.
El Luxen echó la cabeza hacia atrás, gritando.
No esss una herida fatal, asííí que basta. Me incliné, mi cara a
centímetros de la del Luxen. Sabes lo que sucedeee en eeeste punto.
Puedo alimentarme. Puedo drenarte completamente.
Su respiración era irregular debajo de mí, vacilando al entrar y salir. Si
bien no era una herida fatal, probablemente doliera hasta el alma. —Qu-
que te jodan —balbuceó el Luxen.
Respuesta incorrecta.
Inhalé. No como hice con Serena. La forma en que un Arum se
alimentaba de un humano era diferente. Ocurría normalmente por la
boca, lo que llevó a siglos de cuentos erróneos sobre súcubos e íncubos.
Alimentarme de un Luxen era diferente. El Arum tenía que estar conectado
primero, aferrado como un gran mosquito.
Drené solo un poco, una advertencia, y energía pura se filtró en mí
interior. Era como tomar una dosis de la droga más pura que hay. Mierda.
Ahora sonaba como si perteneciera a un Grupo de Luxen Anónimos o
algo.
Por debajo de mí, el Luxen se agitó violentamente y se lamentó.
Ahora voy a atreverme a preguntaaar otra vez. Coloqué mi otra
mano en la frente del Luxen, forzándolo todavía. ¿Por qué estááás aquí?
119
Con los brazos libres, el Luxen arremetió, pero los golpes no hicieron
otra cosa más que molestar. Le drené un poquito más, sintiendo la
quemadura al rojo vivo de la energía deslizándose a través de mis venas.
¿Quieres intentarlo de nuevo? Le pregunté. Puedo seguir con eeesto,
si quieres.
—Una mujer —dijo el Luxen con voz entrecortada, y luego cambió
con un parpadeo a su verdadera forma. Su luz ardió y parpadeo de forma
errática. Le sacudí hasta que volvió a su forma humana—. Hay una mujer a
la que me han enviado a buscar.
¿Y matar?
—Sí. —Un estremecimiento sacudió el cuerpo del Luxen.
La ira me recorrió, girando en torno a la energía pulsante. ¿Quién te
dijo que la mujer estaaaba aquí?
Hicieron falta una par de drenajes más para conseguir que el Luxen
respondiera. Para entonces, ya solo era capaz de mantener su forma
humana durante unos pocos minutos seguidos.
—Un agente dijo que fue enviada a Virginia. Pensé que fue enviada
con la colonia, pero cuando no la encontré, simplemente me tropecé con
este lugar.
¿Quién eeera el agente? Cuando el Luxen no respondió, le golpeé
ligeramente otra vez. Dímelo y te permitiré irte.
El cuerpo del Luxen sufrió un espasmo. —No sé quién era. Fui enviado
aquí por el senador Vanderson. El agente… habló con él.
El aire quedó restringido cuando le levanté del suelo, tirando del
Luxen hacia mí mientras me ponía de pie. ¿Quién mááás saaabe eeesto?
—Nadie. —Sus ojos estaban muy abiertos, su cuerpo aún iba y
venía—. El senador vino a mí directamente. ¿Por… por qué te importa?
¿Por qué tú estás aquí? A menos… ¿a menos que estés trabajando con el
DOD para protegerla?
No dije nada. Malditos Luxen. ¿En verdad pensaban que el DOD no
se había asociado con sus enemigos por si acaso las cosas se salieran de
control entre humanos y Luxen?
El horror se deslizó en el rostro del Luxen entonces. La comprensión le
siguió, y empezó a sacudirse. —¿Tú… no vas a dejar que me vaya?
Negué con la cabeza.
El Luxen luchó con energías renovadas —se giró y se agitó en mis
brazos— pero estaba debilitado y yo era uno de los más poderosos de mi
120
especie. Someter al Luxen costó muy poco, y mientras los gritos del Luxen
sacudían las ramas, me alimenté.
*****
Recorrí la longitud de la sala de estar. Había pasado una hora y
Hunter todavía no regresaba. La preocupación me puso increíblemente
inquieta, y me metí en la cabaña; nunca me había sentido más impotente.
Corrección: me había sentido muy, muy impotente cuando el Luxen
me había sostenido en el aire con un brazo.
Un escalofrío recorrió mis hombros y retomé mi ritmo, yendo a parar a
la entrada del vestíbulo.
Obligándome a alejarme de la puerta, dejé escapar un suspiro
tembloroso mientras volvía a la sala y me acerqué al panel de vidrio. Con
las luces apagadas en el interior, podía ver directamente los alrededores
del bosque, pero la noche convirtió todo aquello que había más allá de la
cabaña en muros de formas oscuras y siniestras.
En alguna parte de la sala, el reloj marcó la hora.
Con el corazón latiendo con fuerza, me aparté del cristal y regresé a
la sala. El minimalista reloj blanco y negro de la pared decía que eran las
once y cuarto.
Si no volvía en treinta minutos, tendría que hacer algo. De ninguna
manera iba a esperar aquí y sin ayudarle… si es que necesitaba ayuda. Y si
él caía ante los Luxen, entonces vendrían a por mí.
Me recosté, golpeando el sofá. Mi corazón corría tan rápido que
sentía como si no tuviera suficiente oxígeno en mis pulmones. Tenía que
calmarme porque volverme loca no sería de ninguna ayuda. Busqué
frenéticamente entre mis pensamientos para encontrar algo más en lo que
concentrarme antes de que el pánico se apoderara de mí por completo.
Terminé pensando en la noche anterior —en el sueño que tuve. ¿O no
había sido un sueño? Realmente no estaba segura. Porque cuando
desperté, medio desnuda y ardiendo en deseos en mi centro, juro que
había sentido a Hunter en la habitación. Que él había estado tocándome.
O quizás eso sólo era lo que yo había querido.
Había pasado tanto tiempo desde la última vez que estuve con un
hombre, que había muchas posibilidades de que mi himen hubiera vuelto
a crecer y yo me sentía simplemente desesperada porque un hombre me
tocara, incluso si estaba dormida.
121
El chasquido de la cerradura de la puerta principal al girar me hizo
darme la vuelta. La esperanza se hinchó como un enorme globo, pero
busqué un arma por si acaso. Mi suerte no había sido la mejor últimamente.
Viendo de reojo un jarrón —un jarrón negro de aspecto muy caro—
lo agarré, lista para lanzarlo como si fuera un bate de béisbol.
Hunter entró pavoneándose en la sala, deteniéndose justo en la
entrada. Una ceja arqueada. —Serena…
Ignorando el humor en su tono, escaneé su rostro y cuerpo en busca
de señales de una evidente pelea. No había sangre manchando su
camiseta ni sus pantalones. Su pelo estaba un poco desordenado por el
viento, pero ningún moratón empañaba sus pómulos anchos sin defectos.
Sus labios eran llenos y ligeramente curvados con diversión en las esquinas.
Pero lucía diferente. Tenía las mejillas ligeramente sonrojadas,
infundidas con un resplandor que no había estado ahí antes. Parecía
como si hubiera ganado un combate de boxeo y estuviera listo para ir a
por otro. Y sus ojos… todavía eran de un azul pálido, pero el color era más
profundo, menos lechoso y más sustancial.
Instintivamente lo supe. Como si hubiera juntado un rompecabezas
con las piezas de conocimiento que había adquirido sobre Hunter. Se
había alimentado.
Había matado.
—¿Vas a lanzarme eso? —preguntó.
Mi pulso latió con fuerza mientras le miraba fijamente. —No sabía si
eras tú.
—Soy yo. —Ladeó la cabeza, su mirada vagando sobre mí. Me
estremecí. Era salvaje. Posesiva—. Estás asustada.
Me obligué a dejar el jarrón, y mis manos temblaron mientras las
alisaba sobre mis caderas. Intenté no sentirme demasiado afectada por el
hecho de que él acababa de matar algo, pero si no lo hubiera hecho,
probablemente yo estaría muerta, y no era la primera vez, pero aun así era
desconcertante.
Hunter dio un paso hacia mí, de manera intuitiva, yo retrocedí un
paso. —Y no creo que tenga nada que ver con el hecho de que había un
Luxen afuera.
El impulso de mentir era demasiado. —Bueno, eso fue bastante
estresante. No sabía lo que te había pasado, o si estabas bien. Te fuiste
durante más de una hora y…
—Tienes miedo de mí —interrumpió.
122
Las palabras murieron en la punta de mi lengua. A decir verdad,
estaba un poco asustada de él. ¿Quién no lo estaría? Pero era más temor
por lo que él podía hacer, y no por lo que era.
Las comisuras de sus labios se curvaron. —Es comprensible. Es muy
humano por tu parte.
—Lo dices como si fuera algo malo —dije.
—Es una debilidad.
Me asaltó la irritación. —Ser humano no es una debilidad.
Él alzó una ceja. —¿No lo es?
—No.
Su mirada se centró en mí mientras caminaba hacia delante. —Ven.
Un temblor comenzó en mi estómago, a pesar de que no quería
sentirlo. Había algo diferente en la forma en que caminaba, en la forma en
que me miraba. —¿Ir a dónde?
Hunter entró en el estudio, manteniendo la puerta abierta. Tomé una
profunda respiración y luego caminé hacia adelante, con la columna
recta. Él se acercó a mí tan pronto como entré en su estudio, tomando un
mechón de mi cabello y luego dejándolo caer de nuevo sobre mi hombro.
Yo era muy consciente de la forma en que se tensó mi cuerpo
cuando él se acercó incluso más, su pecho casi pegado al mío. Dios, olía
de maravilla —a jabón y especias. No me gustaba que estuviera tan
cerca, y al mismo tiempo, en cierto modo deseé hacer cosas que nunca
debería querer hacer.
Sin aliento, me costó volver a centrarme en las cosas importantes. —
¿Saben que estoy aquí? ¿Habrá…?
Colocando las palmas de sus manos en mis mejillas, atrajo mi boca
hacia la suya. El beso me tomó completamente con la guardia baja. Era
feroz, exigente y duro, pero mis labios se separaron inmediatamente. Un
dulce y cálido rubor recorrió mi cuerpo.
Me apoyó contra la estantería de la biblioteca. La longitud de su
erección presionada contra mi vientre mientras sus manos se deslizaban
por mis brazos, hasta las puntas de mis dedos y al cordón de mis
pantalones cortos.
—El Luxen estaba buscándote —dijo, deshaciendo el nudo
rápidamente, con movimientos ágiles—. Ya no está buscando a nadie.
Los músculos de la parte baja de mi vientre se estremecieron
mientras permanecía ahí de pie, mi pecho subiendo y bajando demasiado
rápido. —Entonces, ¿saben dónde estoy?
123
—Al parecer el senador lo sabe. —Hizo una pausa, deslizando sus
dedos bajo la cintura de mis pantalones. Sus dedos fríos acariciaron mi piel,
causándome una sacudida. Alzó la vista, sus ojos capturaron los míos—.
Solo este Luxen lo sabía. No mintió. Cuando me alimento de ellos, puedo
extraer sus pensamientos y recuerdos.
Agarré sus muñecas y una sonrisa tiró de sus labios, como si yo le
divirtiera. —¿Pero cómo lo sabía el senador?
—Voy a descubrirlo. —Bajó la cabeza y sus labios rozaron la curva de
mi mandíbula, luego se sumergieron en mi pulso. Su lengua se movió sobre
la piel de esa zona, provocándome un jadeo—. Más tarde.
Yo apenas podía respirar o centrarme. —¿Qué pasa si el senador se
lo dice a otro Luxen? No estoy segura…
—Estás segura. —Sus manos descendieron hasta mis caderas a pesar
de que tenía agarradas sus muñecas—. Por ahora.
—¿Por ahora? —Tragué con fuerza, pero mi boca se sentía seca.
Murmuró algo, y luego sus dientes rasparon un costado de mi cuello.
Inconscientemente, mi cuerpo se sacudió y me soltó, deslizando sus manos
para acunar mi trasero. Di un grito ahogado ante el frío de sus manos, un
sorprendente contraste frente a lo caliente que me sentía.
Esto era demasiado rápido. Apenas le conocía. Él era algo que
realmente existía más allá de la comprensión. Mi vida era un desastre
confuso ahora mismo. ¿Cómo podía estar segura de lo que quería o
hacía? Estaba también este borde duro y atemorizante de Hunter. Él era
como un regalo envuelto, y yo no tenía ni idea de lo que había bajo las
capas, pero…
Pero no tenía a nadie más que a él ahora mismo. Tan poderoso y
peligroso como era, tan diferente como era de mí, yo no sentía que fuera
a hacerme daño. Y no tenía idea de cuánto tiempo estaría viva para
retozar en mi complicada vida. ¿Quería morir como una virgen
prácticamente renacida? Y si sobrevivía a esto, ¿quería alejarme negando
la intensa atracción que había entre nosotros? Pero sobre todo, yo le
deseaba.
Le quería tan desesperadamente que ardía en deseo, ¿así que por
qué debía negarme eso? No lo haría.
124
Traducido por aa.tesares
Corregido por Mery St. Clair
as manos de Hunter estaban sobre mis pantaloncillos cortos. Mis
dedos se clavaron en la piel fría de sus antebrazos. —Hunter...
Su boca volvió a estar sobre la mía, besando cualquier reserva
que yo hubiera tenido. Hunter me besaba como si fuera un hombre
reclamando algo, como alguien que finalmente pudo darse el lujo de
hacer lo que siempre quiso. Y esas manos... esas manos rápidas y ágiles
bajaron mis pantalones cortos. Rompió el beso lo suficiente como para
lograr deslizar la prenda por mis rodillas, y luego se levantó de nuevo, su
lengua exigiendo entrar en mi boca mientras me hacía ascender por las
puntas de mis pies, dejando los pantalones cortos en una pila
desordenada.
—Envuelve tus piernas alrededor de mi cintura —ordenó.
Mi cuerpo obedeció a su demanda, sin pensamiento. Ese era el
poder de Hunter, comprendí vagamente. Era pura seducción, su voz
profunda y totalmente convincente.
Hunter gruñó de placer cuando presionó su mitad inferior en contra
de mi núcleo. Su erección se presionó a través de sus vaqueros y el fino
satén mi ropa interior. Con sus manos ahuecando mi trasero otra vez,
sacudió sus caderas hacia delante, haciéndome jadear, y cuando empujó
hacia adelante, una vez más, y se frotó contra mi manojo de nervios, la
intensidad de la excitación que se extendió por mí fue sorprendente y me
lanzó hacia lo desconocido.
Agarré un puñado de su camisa y tiré hacia arriba. Hunter alzó los
brazos lo suficiente para que arrastrara el material por encima de su
cabeza, y luego tomó mis caderas. Deslicé mis manos sobre sus hombros,
sorprendida de encontrarlos más caliente de lo normal, y desee estar piel
con piel, sin barreras, pero cuando mordisqueó mi labio inferior, no pude
encontrar las palabras para decírselo.
—Levanta tus brazos —dijo en voz baja—, y agarrarte de la repisa.
L
125
Agarré la repisa por encima de mí, mis dedos presionándose en esta,
rozando los lomos de los libros colocados allí. El movimiento arqueó mi
espalda, haciéndome sentir femenina y vulnerable al mismo tiempo.
Pasando un brazo alrededor de mi cintura, Hunter ascendió, sus
dedos clavándose en el escote de mi camiseta. Antes de que supiera lo
que iba a hacer, rasgó el material por la mitad, sacudiendo mi cuerpo
hacia el suyo y luego regresé contra el estante. Los libros traquearon.
Algunos se vinieron al suelo.
Maldito.
Mi respiración se detuvo en mis pulmones ante la demostración de
poder masculino. Estaba bastante segura de que nada en este mundo
podría ponerme más caliente que esto.
Hunter me demostró que me equivocaba.
El sujetador era el segundo artículo de ropa que se arruinó en un
nanosegundo. El trozo endeble de seda cayó al suelo, y luego la boca de
Hunter estuvo en la punta de mi pecho, su lengua dando vueltas y luego
adhiriéndose, chupando a la par con el empuje de sus caderas.
Lava fundida corrió través de mis venas. El deseo se arremolinaba
adentro, aturdido y fuera de control. Calor puro se construyó mientras su
boca tiraba de mi pecho y su lengua raspaba sobre mi pezón. Intenté
sentir y disfrutar de las crudas y exquisitas sensaciones tirando de mi
núcleo, calentando y humedeciéndome dentro. Mis caderas empujaron
contra su grueso músculo, buscando, queriendo y necesitando más. Dios,
era enorme.
—Quiero escucharte decir mi nombre cuando te vengas —Su voz era
ronca, humeante, y sus labios se movían contra mi pecho—. Quiero oírte
gritar mi nombre.
Mi vientre se tensó en respuesta. Si seguía hablando así, no tendría
que pedirlo dos veces.
La mano en mi cadera me instó a seguir adelante, tomar lo que
necesitaba. Cuando cogió mi pezón entre los dientes, lloriqueé de nuevo,
entregándome a lo que mi cuerpo exigía, lascivamente rodando mis
caderas contra su dureza. La tensión entre mis piernas se construyó
rápidamente, robándome el aliento, sobresaltándome. Nunca me había
venido de este modo antes, no con unos vaqueros y bragas separando la
carne, pero oh —Oh, dulce Jesús— una espiral se apretó muy dentro de mí.
Mis movimientos se volvieron casi frenéticos. Su gruñido de aprobación
quemó mi piel, encendiendo el fuego. Estaba tan cerca... tan cerca. Mis
músculos se cerraron y un espasmo rebotó.
126
En algún lugar de su estudio, el sonido estridente de un teléfono
sonando sobresalió por el sonido de mis gemidos. Nunca antes escuché un
teléfono en su casa, pensé que no había, y eso fue un poco estúpido, pero
ahora había un teléfono. Y no dejaba de sonar.
—Ignóralo —dije, moviéndome contra él en una lenta y ondulante
rutina.
Un estremecimiento atormentó su apretado cuerpo. Levantando la
cabeza, corrió el pulgar sobre mi pezón hecho piedra y reprimí un gemido.
El teléfono no dejó de sonar.
—¿No hay correo de voz? —dije en voz entrecortada.
Con sorprendente delicadeza, deslizó las manos a mis caderas
mientras daba un paso atrás y luego desenredó mis piernas. —Seguirá
sonando —dijo, poniéndome de pie—. Tengo que contestar.
—En el peor momento —De pie, en tan sólo mi ropa interior, me
apoyé en la estantería, tratando de recuperar el aliento.
—Secundo eso. —Su mirada ardiente se apoderó de mí y maldijo por
lo bajo. Se agachó y recogió su camisa del suelo. Luego se dirigió a su
escritorio, abriendo un cajón.
Sacó un delgado celular, sus ojos nunca se apartaron de todos los
puntos expuestos de mi cuerpo. —Será mejor que el puto mundo este
acabándose —Fue la forma en que respondió al contestar.
Mis ojos se abrieron.
—Sí, lo sé. Me hice cargo de eso. —Se sentó en el borde de la mesa,
señalando hacia delante con una mano.
Tragué. Ahora que parte del calor se había desvanecido un poco,
no me sentía como una diosa del sexo prácticamente desnuda. Gracias a
Dios no había ventanas.
Avance poco a poco hacia adelante, me moví para cubrirme, pero
los ojos de Hunter se entrecerraron. Mantener los brazos a los lados era una
exhibición extrema de fuerza de voluntad, pero no lo hacía por él. Quería
tener ese tipo de confianza.
—Llegas un poco tarde con la advertencia, amigo. —Moviendo su
dedo hacia mí, me señaló que me acercara, mostrando una media sonrisa
cuando me paré frente a él—. Como he dicho, es un hecho. Ya lo
solucioné.
Podía oír la respuesta amortiguada de quien llamaba, pero no podía
entender lo que decían. Y yo no estaba segura de que Hunter prestara
atención, porque se acercó, cogió mi mano y la llevó a la gran uve de sus
127
muslos. Me estremecí mientras recogía el pelo, extendiéndolo sobre mis
hombros.
Colocando el celular entre el hombro y la oreja, curvó una mano
detrás de mi cuello, inmovilizándome en el lugar mientras su otra mano se
arrastraba desde los bordes de mi cabello hasta mi pecho. Contuve un
gemido y cerré los ojos mientras su pulgar acarició de un lado a otro.
—Aja —murmuró Hunter—. Estoy prestando atención.
Una sonrisa agrietó mis labios mientras su mano se deslizó, y viajó por
mi vientre. Él no prestaba para nada atención.
—Dex, estás actuando como una niña —dijo Hunter. Mis ojos se
abrieron de golpe. Sonrió mientras dejaba de lado mi cuello. Su otra mano
se deslizó hasta el borde de mi ropa interior—. Es cierto. Desde lo de Eliza
enloqueces por todo.
Lo que Dex respondió causó una sonrisa que eclipsó la mueca de
Hunter, y Dios, mi corazón dio un estúpido salto en mi pecho. Me
encantaba Hunter así... bromista, coqueto y relajado. Sin embargo, que
me gustara eso —y el loco deseo por él— no era bueno.
No quiero que me guste —no de la manera que hace que mi
corazón salté o de volteretas o haga cualquier cosa que pudiera estar
relacionado con desarrollar sentimientos. Aunque mi vida no estuviera en
crisis en este momento y nos hubiéramos conocido en otras circunstancias,
él seguiría siendo el tipo de persona —o, alíen— que deja una estela de
corazones rotos por todo el país. Sería difícil de entender —incluso de amar
la mayoría de veces, y aún más difícil de entender.
Además, cuando todo esto termine, me gustaría salir de aquí, si
todavía estoy viva, y lo más probable es que nunca lo volveré a ver. Saber
eso hizo a mi pecho se apretará de una manera más incómoda. Empecé
a alejarme.
—¿A dónde crees que vas? —preguntó, deslizando su brazo
alrededor de mi cintura—. No Tú no, Dex. Me importa un comino a dónde
vas.
Me congele. —Tal vez debería…
Hunter me dio la vuelta, así que mi espalda estuvo en su frente y mi
trasero entre sus piernas abiertas. —No —dijo, y yo sabía que nos hablaba
a ambos—. Serena no ha escapado otra vez. Está aquí y no irá a ninguna
parte.
Me estremecí ante la advertencia sensual de su voz.
Entonces, su mano se posó en mi ropa interior, sus dedos rozando la
sensible protuberancia en la unión de mis muslos, y me quedé sin aliento.
128
Oh Dios, ¿En serio haría esto mientras charlaba por teléfono?
Me folló mientras apretaba su pecho a mi espalda, su aliento cálido
en mi oído. —Sí, estoy un poco ocupado ahora mismo —Un dedo se deslizó
dentro, y apreté mi boca encerrando un gemido. Mis caderas se
sacudieron contra su palma—. No —dijo, su voz más profunda, más
áspera—. No es de tu incumbencia.
Mi corazón latía de nuevo mientras bombeaba su dedo dentro y
fuera lentamente. Arqueé mi espalda, dejando caer mi cabeza sobre su
hombro. Su otra mano encontró mi pecho, y me agarré de sus brazos.
Dex dijo algo, pero Hunter lo interrumpió. —Me tengo que ir —Dejó mi
pecho el tiempo suficiente para terminar la llamada y el teléfono cayó al
suelo, olvidado—. ¿Dónde estábamos? Ah, sí, quiero oírte gritar mi nombre.
El techo se volvió borroso mientras un fuego se extendió por mi
sangre. Podía sentirlo contra mi trasero, tan duro.
—¿Haces esto? —preguntó—. ¿Te tocas a ti misma?
—¿Qué? —Jadeé cuando otro dedo se unió.
Sus dedos se detuvieron. —¿Te das placer, Serena?
¿Qué demonios era esa clase de pregunta? Moví mis caderas para
alentarlo, pero puso su otra mano sobre mi vientre, deteniéndome.—¿En
serio?
—¿Qué? ¿Eso es demasiado personal?
—¡Sí!
—Me parece divertido, teniendo en cuenta dónde está mi mano.
Bueno, quizás tenía razón.
—Y lo que te voy a hacer va a ser muy personal —Sus labios estaban
repentinamente contra un lado de mi cuello, calientes y firmes—. Entonces,
¿con qué frecuencia?
Me negué a contestar.
Hunter trazó besos calientes en mi cuello. —¿Una vez a la semana?
¿Más? —Apartó la mano y me dio la vuelta. Una mano se posó en mi
espalda y sus labios... sus labios se encontraban tan cerca de mi pezón, a
centímetros de mi hinchado pecho. La respiración se atrapó en mi
garganta mientras su lengua chasqueó sobre el brote rosado. Todo mi
cuerpo se estremeció.
—Apuesto a que sí, la próxima vez —Jugueteó con mi pezón—,
pensaras en mí.
129
Era tan arrogante, pero luego llevó mi pezón a su boca caliente, y no
me importó. El placer rodaba a través de mí, y pasé un brazo alrededor de
su cuello, mis dedos clavándose en su pelo. Su mano libre se deslizó hacia
abajo y mis bragas habían desaparecido. Su mano estaba entre mis
muslos, dedos rozando por encima de mi palpitante hendidura.
Hunter alzó la cabeza, acariciando mi cuello bajo mi oreja. Luego, su
rostro estaba en mi pelo. —Eres tan hermosa. Maldita sea, eres tan
jodidamente hermosa.
Mi nucleó se apretó. Calientes y apretados estremecimientos
sacudieron mi cuerpo. Sus dedos apenas me tocaban y me sentía cerca
de borde. Una vez más. Esto no era agradable —Oh no, esto era crudo,
lleno de necesidad dolorosa. Mis caderas se lanzaron hacia delante,
moviéndose contra su mano. El placer se disparó, lo que me mareó y me
dejó sin aliento.
Hunter gruñó bajo en su garganta mientras su mano se posó en mi
cadera, arqueando mis movimientos. —Dime lo que quieres. Di las
palabras.
La frustración provocó que mis ojos se abrieran de golpe. No podía
estar hablando en serio. Me empujé contra sus hombros, pero me miró,
diciéndome sin palabras lo que debo hacer. Una parte de mí lo odiaba. Y
la otra... bueno, quería ahogarse en él.
Tenía una sonrisa maliciosa mientras su pulgar acariciaba por encima
de mi clítoris.
—Sí —dije en voz baja, mirándolo—. De acuerdo. Sí.
—Sí, ¿qué?
Mi lengua salió, mojando mis labios. —Quiero que...
—¿Quieres que haga, qué? —Una vez más, su pulgar rozó sobre mí.
Me quejé. —Quiero que me hagas venirme.
Una sonrisa de satisfacción dividió sus labios. Esperé que la mano
volviera a mí, pero la apartó, y estaba cerca de darle un puñetazo.
Entonces, de repente, se movió, barriendo el brazo sobre su escritorio.
Artículos cayeron al suelo y un segundo más tarde yo estaba sobre mi
espalda y su boca bajo mi barbilla, haciendo un lento descenso. Su pelo
oscuro, sus labios flotaban sobre mi pecho. Un pequeño sonido femenino
se atrapó en mi garganta.
Hunter se movió hacia abajo, extendiendo mis piernas, ya que
colgaban de la mesa. Vulnerable —Me sentía completamente vulnerable
a él. Un rayo corrió por mis venas mientras extendía las piernas más
130
ampliamente y agarró mis caderas. Su lengua se deslizó de mi ombligo
justo por encima de mi manojo de nervios.
Instintivamente traté de cerrar las piernas. Me parecía un poco
pronto para hacer eso. —Hunter...
—Te va a gustar. —Me besó en el interior del muslo—. Te lo prometo.
Abre las piernas, Serena.
El aire abandonó mis pulmones, y poco a poco, mis muslos se
separaron a su orden.
—Mucho más —exhortó, y así lo hice. Bajando la cabeza otra vez,
me abrió con su lengua. Mi cabeza cayó hacia atrás contra la madera y
mis ojos cerrados. Esta era una primera vez. Nunca quise que nadie me
hiciera esto, pero dulce Jesús, Hunter…
Hunter capturó mi carne con la boca, separando mis labios con
firmes y decididos trazos de su lengua. Grité. Chupó como si yo fuera el
néctar más dulce, su fuerza vital.
Perdida en las sensaciones crudas, agarré su pelo y sacudí mis
caderas contra su boca. Él gruñó de placer, metiendo la lengua dentro y
fuera. Mi espalda arqueada. Mi corazón latía con fuerza. Su lengua me
trabajó hasta que me retorcía descaradamente, jadeando. La elevada
temperatura comenzaba a subir y arremolinarse alrededor de mí que temí
que me consumiera. Mi cuerpo se disolvía mientras se movía contra mi
clítoris y añadió un dedo. Chupando y empujando igualado el ritmo de mis
caderas. No podía respirar mientras cada músculo se tensaba, listo para lo
que sin duda sería un orgasmo alucinante.
—Hunter, oh, sí... —Me sacudí y llegué al clímax con tanta fuerza que
me sorprendió no caerme de la mesa. Todo el tiempo, él mantuvo su boca
sobre mí, absorbiendo hasta la última gota, mientras mi cuerpo convulsionó
con dulces réplicas.
Cuando los temblores cesaron, se inclinó hacia mí y me apretó,
dejándome sentir su propia excitación. La longitud de su dureza quemado
a través de sus ropas. Me deseaba —mucho. Podía sentirlo, y existía una
gran probabilidad de que lo dejara tenerme. Ahora mismo. De cualquier
manera que él quisiera en este escritorio.
Levanté una pierna, curvándola alrededor de él. Rodé mis caderas
hacia arriba, disfrutando de la forma en que un escalofrío se acumuló en
su cuerpo. Sus labios entreabiertos estaban a centímetros de los míos y
respiraba rápidamente. Un cambio se apoderó de él, rápido y
consumiéndolo. Sus facciones se convirtieron en ángulos afilados, y más
pálido de lo normal. Sus ojos ardían, y la temperatura en la habitación
cayó. La luz del techo brilló.
131
Mi corazón dio un vuelco mientras ponía una mano sobre su pecho.
Su piel estaba helada ahora. —Hunter...
De repente, estaba fuera de mí. En un abrir y cerrar de ojos, se
encontraba al otro lado de la habitación, cerca de la biblioteca. Las
sombras se deslizaron desde las esquinas de la habitación, camuflajeando
a Hunter, estuvo a punto de oscurecerlo.
Sentándome, mi corazón se estrelló contra las costillas como si
estuviera tratando de salir de mi pecho. —¿Estás bien?
No hubo respuesta.
Los nervios se retorcieron en mi interior en nudos. Empecé a deslizarse
fuera de la mesa, pero el bajo sonido que salió de la garganta de Hunter
me detuvo en seco.
—No lo hagas —gruñó.
Mi corazón cayó. —¿No hacer, qué?
Pasó un momento. —No te acerques a mí.
Me quedé inmóvil, a punto de levantarme del escritorio. El cálido y
agradable rubor desapareció a raíz que la estela de pequeños golpes
extendiéndose a través de mi carne cesó.
—Vete —Su voz me rodeó y luego entró en mi cabeza. ¡Fuera de
aquí!
Este no sería uno de los momentos en que la chica mata a la bestia
con su encanto desnudo. Esto no era un programa de televisión, un libro o
película. El miedo helado envió escalofrías por mi columna. Apenas podía
distinguir la forma de Hunter en las sombras extendiéndose.
Todo eso de no tener miedo de lo que Hunter era se fue por la
ventana.
Salí de la habitación, corriendo como si el mismo diablo estuviera
detrás de mí. Mis pies descalzos golpeaban los pisos de madera de la sala.
Llegué a la escalera y agarré la barandilla. Mi mano se resbaló y perdí el
equilibrio, golpeando el escalón en una rodilla. Levanté la mirada.
—Oh, Dios mío —susurré.
Hielo se filtraba hasta la barandilla, extendiéndose a lo largo de la
pared y la escalera. Exhalé con dureza y mi respiración se congeló en una
pequeña nube suspendida en el aire. Las luces en la casa parpadearon y
se apagaron.
No me atrevía a moverme, pero ya era demasiado tarde. Podía
sentir a Hunter. Él se encontraba cerca, a mí alrededor. La piel de gallina
cubrió todo mi cuerpo.
132
El hielo tocó la piel desnuda de mis hombros, y un segundo más
tarde estaba en sobre mi espalda, los bordes de los escalones presionados
contra mi columna vertebral. Al principio, no podía ver otra cosa que una
oscuridad tan vacía e infinita que era difícil mirar algo.
—Hunter —susurré, temblando tanto que me estremecía.
Se solidifico en lo que él había llamado a su verdadera forma. Su
cuerpo del color del aceite de la medianoche, sus músculos ondulantes
mientras se inclinaba sobre mí.
Con el corazón desbocado, envolví mis brazos alrededor de mi
pecho y jalé mis rodillas hacia arriba. No dijo nada mientras su cabeza se
inclinó hacia un lado. Manchas zafiro aparecieron en sus ojos de color azul
pálido, agitándolos rápidamente.
Oh Dios, esto no era nada bueno.
Probablemente moriría en la escalera, desnuda como el día en que
nací.
Dos manos se estrellaron contra el escalón a cada lado de mi
cabeza, enganchándose en mi cabello y provocando que mi cuello se
estirara hacia atrás. Sus ojos se encontraron con los míos, y no lo reconocí
—no era el Hunter del estudio segundos atrás o incluso el listillo, idiota
arrogante que llegué a encontrar divertido de una manera extraña. No
había nada humano en su intensa mirada. Sin compasión. Sin calidez.
Me estremecí, tratando de hacerme lo más pequeña posible, pero
mi rodilla rozó su parte media, e hizo un sonido que era una mezcla entre
un gruñido y un siseo.
Oh, mierda.
El hambre se encendió en su mirada, una sensual, cruda necesidad
mezclada con algo más oscuro y mortal. Bajó la cabeza hasta que la
punta de su fría nariz rozó la mía. El aire se apretó entre nosotros, y una
quemadura baja se inició en la parte posterior de mi garganta.
—Por favor —susurré.
Hunter se congeló, luego un estremecimiento rodó a través de su
cuerpo. Giró la cabeza hacia un lado y luego al otro, como si estuviera
arreglando una torcedura. Después se fue —simplemente desapareció. No
se oía nada, absolutamente nada. Estaba sola.
133
Traducido por Nats
Corregido por Aimetz14
penas dormí una hora sin despertarme y observar las sombras
que habían invadido mi cuarto. Si Hunter estaba ahí, no se
daba a conocer. Cuando llegó el amanecer, la casa seguía
más fría de lo normal. Después de una ducha rápida, me puse una
camiseta de manga larga y vaqueros, luego bajé.
No había señales de Hunter mientras me preparaba una taza de
café y me la tomaba en la terraza donde habíamos cenado anoche.
Se sentía como si fuera un sueño o una eternidad.
Aprendí más de lo que pensaba que haría sobre los Luxen y los de su
especie, pero incluso con el conocimiento que obtuve, y con todo lo que
había visto desde que Mel me contó sobre Phillip Vanderson, nada podría
haberme preparado para lo que se apoderó de Hunter. No entendía qué
provocó el cambio en él.
Acercando las piernas hacia mi pecho, me bebí el café mientras
miraba hacia las profundas sombras que las gruesas ramas esparcían por el
suelo del bosque. Me asusté anoche, tal vez no tanto como cuando los
Luxen explotaron el coche de Mel o me atacaron en mi apartamento,
pero muy cerca. No tenía duda alguna de que Hunter quiso alimentarse
de mí y, si lo hubiera hecho, podría muy bien haberme matado.
Pero se detuvo.
Casi no podía creérmelo. Había visto la mirada en sus ojos. No había
ni una pizca de compasión o humanidad revoloteando dentro de él, pero
de alguna manera consiguió detenerse. Tenía la sensación de que era una
primera vez para él.
Mis pensamientos vagaron de un problema a otro mientras me
terminaba mi café. Necesitaba averiguar por qué el Luxen quería
silenciarnos a Mel y a mí tan drásticamente. Si realmente tenía que ver con
la amenaza a su exposición, o si Mel sabía algo que el Luxen no quería que
ella supiera. Si la última fuera el caso, entonces quizás yo tendría ventaja
de alguna manera. No mucha, pero era algo.
A
134
Dejé mi taza a un lado y me froté las sienes, pensando en lo que
Hunter había dicho sobre las necesidades de poder de los Luxen y su
historia de la especie dominante.
Dios, era casi demasiado para comprender, pero me esforcé en
reproducir toda la conversación con Mel. Era doloroso pensar en ella y en
cómo no le había creído.
Proyecto Águila. Niños. Pennsylvania.
Esas tres cosas no tenían ningún sentido, pero estaba bastante
segura de que los niños se encontraban en Pennsylvania. El por qué eso
era una gran cosa, no estaba segura. Sonaba como algo salido de una
película de James Bond. Pero sabía que había más; tenía algo que Mel dijo
en la punta de mis pensamientos y cada vez que me acercaba, se
escabullía.
—Maldita sea —murmuré, cerrando los ojos mientras seguía
frotándome las sienes.
—Pareces estresada.
Chillé ante el inesperado sonido de la voz de Hunter. Retorciéndome
en el asiento, le vi sentado en la silla al otro lado de la mesa. —Maldición,
¿eres en parte ninja?
Un lado de sus labios se alzó ligeramente. No tenía gafas esta
mañana. El cielo estaba turbio y nublado, el olor de la lluvia pesaba en el
aire. —Puedo ser muy silencioso cuando quiero.
—No me digas. —Coloqué una mano sobre mi pecho, sintiendo mi
corazón latir—. Ser capaz de convertirse en humo y sombras tiene sus
beneficios, ¿no?
—Los tiene, entre otras cosas. —Levantó la barbilla, entrecerrando los
ojos hacia el cielo gris—. Tenemos que hablar, Serena.
Envolví mis piernas con los brazos. —Ya lo hacemos.
Me miró, su cara impasible. —Anoche casi te mato.
Vaya. Escucharle decir eso tan directamente no lo hacía más fácil
de aceptar. Alejé mi vista de su rostro, enfocándola en un pequeño
petirrojo saltando de rama en rama. —No lo hiciste —dije finalmente.
—Quería alimentarme de ti. Quería alimentarme de ti mientras te
follaba. Te habría vaciado por completo.
Un escalofrío bailó por mi espina dorsal. Dejé escapar un suspiro.
¿Qué se suponía que tenía contestarle? ¿Sí a la parte de follar, pero por
favor que no me matara en el proceso? —Pero te detuviste.
135
—Apenas —respondió con voz plana y sin emoción—. La próxima vez
podría no hacerlo.
Mi cabeza giró de golpe. Guau, amigo. —¿Crees que habrá una
próxima vez?
Arrogancia apareció en su rostro y sus labios se extendieron en una
sonrisa sardónica. Imagínate la emoción que mostraba. —Habrá una
próxima vez.
Mis cejas se alzaron. —Eso es increíblemente arrogante de tu parte.
—Cuanto más tiempo estemos juntos, más inevitable será. —Bajó los
pies al suelo y se giró para mirarme—. Y probablemente insistirás más que
nunca. Querrás volver a hacerlo, sentirlo de nuevo.
Le miré boquiabierta. Vale. La atracción seguía allí. No podía ni
siquiera pensar en lo que hizo con sus dedos y esa maravillosa boca sin
querer quitarme las bragas, pero no tenía ganas de morir.
Encontró mi atónita mirada. —Aún me quieres, incluso después de lo
que te hice.
—Acabas de decir que te alimentarías y me follarías hasta que no
quedase nada de mí. ¿Exactamente por qué querría hacer eso?
Sus claros ojos se oscurecieron. —Quieres hacer la parte de follar.
Incluso ahora, puedo ver tu excitación. Te cubre. Me hace difícil resistirme.
Le miré, desgarrada entre el deseo de reírme o pegarle un puñetazo
en la cara. —¿Me estás tomando el pelo? ¡Haces que suene como si fuera
mi culpa!
—No debería atraerte.
—¿Qué? —Alcé las manos—. No puedes decirlo en serio.
Hunter arqueó una ceja. —¿Acaso no luzco serio?
—¡Luces como un arrogante y pomposo cabrón! —Me puse de pie y
me dirigí hacia el salón. Llegué a la puerta, pero Hunter por arte de magia
apareció frente a mí. Estaba demasiado enfada para estar sorprendida
por su súper especial velocidad alienígena o tenerle miedo—. Quítate de
en medio.
Sonrió.
El maldito me sonrió.
Intenté rodearle, pero simplemente me bloqueó. Solté un
enmudecido grito de frustración. —No es mi culpa que me atraigas y
quieras comerte mi alma o lo que sea qué demonios hagas cuando te
136
alimentas de mí, imbécil. Si piensas que es demasiado peligroso o algo así,
entonces tal vez no deberías seguirme. ¿Alguna vez pensaste en eso?
—¿Comerte el alma? —Hunter se echó a reír, y fue un muy buen
sonido, pero diablos si no me daban ganas de darle una patada en su
culo—. Te drenaría toda tu energía; todas las cosas vivientes tienen energía
en ellas. ¿Almas? ¿Quién sabe si existen?
Farfullé. —¿A quién narices le importa lo que realmente hagas? No es
mi culpa. ¡Es tuya!
Su sonrisa no se desvaneció. —Maldita sea, tienes una gran bocota.
Me gusta eso.
Exasperada, me las arreglé para rodearle. Conseguí llegar hasta la
sala antes de que terminara frente a mí de nuevo. Esta vez, grité—: ¡Jesús!
¿Quieres dejar de hacer eso?
Se cruzó de brazos. —No puedo. Es tan divertido.
Mis ojos se estrecharon.
—Tienes razón.
—¿Eh?
Suspiró. —Tienes razón. No es tu culpa. Es mía. No has hecho nada
para que pase esto.
—Malditamente cierto.
—Pero no debería atraerte.
Rodando los ojos, me dejé caer en el sofá. —No es como si lo
intentara. Confía en mí, sé que sería mejor si no lo estuviera, así que
simplemente deja de ser tan, tan…
—¿Tan, qué?
—¿Sexy? —suspiré, sintiendo a mis mejillas sonrojarse. Esta era una
estúpida y poco importante conversación—. ¿Por qué te pusiste así
anoche? Me habías besado antes, pero nunca actuaste de esa forma.
Hunter no contestó inmediatamente. Parecía que intentaba resolver
un complejo rompecabezas en su cabeza. —Alimentarme y luchar hacen
que los de mi especie quieran sexo.
Bueno, eso lo explicaba todo. O no.
—Y el sexo me hace querer alimentarme —añadió, casi como una
ocurrencia tardía—. Incluso si ya lo he hecho.
Jesús. Eso hacía al sexo… complicado. —¿Es siempre así?
—No.
137
Sorprendida, le miré. —¿No lo es?
—Usualmente puedo separar el sexo de la alimentación. Contigo, no
puedo. —Se encogió de hombros—. No lo entiendo. Es… interesante.
—¿Interesante? —murmuré. Podría pensar en algunas palabras
mejores. Como un buzón lleno de diferentes palabras como desastre, raro,
no divertido, buzón. Me senté derecha, mis ojos agrandándose—. Mierda.
—¿Qué? —Se sentó a mi lado.
Sacudí la cabeza, a segundos de aplaudir como una foca. —¡Buzón!
Sus cejas se fruncieron. —¿Estás bien?
—Sí. Acabo de acordarme…
Hunter se levantó de repente, su cabeza inclinada a un lado.
Asustada, casi salté del sofá. —¿Podrías dejar de moverte?
—Ve arriba —dijo, sin mirarme.
—Uh… —No tenía planes de subir—. ¿Qué ocurre?
Hunter acechó alrededor del sofá, dirigiéndose hacia el vestíbulo. —
Ve arriba y quédate ahí, Serena. No estoy bromeando.
La irritación saltó como una pelota de fútbol en zona. —Perdona,
pero tienes que decirme…
La mirada que me dio fue de pura advertencia, lo suficientemente
fuerte como para enviar corriendo a la mayaría de las personas a hacer su
voluntad. Un golpe en la puerta resonó por toda la casa. Mis cejas se
alzaron. —¿Sabías que alguien venía?
—No hasta hace un momento —murmuró—. Serena, por favor, ve
arriba.
La curiosidad rugió en mi interior, más potente que su actitud
gruñona. Mi mente rápidamente buscó soluciones.
—Vale —dije dulcemente.
Una mirada dudosa cruzó su rostro. —Serena…
El golpe se repitió, más fuerte esta vez. —Me voy. Sólo voy a agarrar
algo para beber primero.
Me miró un momento y luego se dio la vuelta, yendo a la puerta
principal. Me lancé a la cocina. No era el mejor plan y quizás no el más
inteligente, pero quería saber quién estaba en la puerta y lo que ocurría.
Y estaba cansada de Hunter ordenándome qué hacer.
138
—Me sorprende tenerte por aquí. —Por la cercanía de la voz de
Hunter, sabía que estaban en la sala—. Este es el último lugar en el que
esperaba verte.
Hubo una profunda risa como respuesta. Obviamente, el invitado era
un hombre. —Seguro que no estás tan sorprendido, Hunter.
Me arrastré hacia la puerta, esperando poder ver quién estaba ahí.
—No me sorprende que estés en el Estado —replicó Hunter
uniformemente—. Me sorprende que vengas a verme.
—¿En serio? —Humor frío se enlazó con la voz del extraño.
—Ahora no es un buen momento —dijo Hunter después de un
intervalo de silencio. Su voz aún tenía cierta calma que debería haber sido
tranquilizadora pero que no lo era—. ¿Quizás podríamos dejar la
conversación para más tarde?
—Me temo que no.
—Entonces, me temo que voy a tener que pedirte que te marches.
—¿Tiene que ver con lo que tienes escondido en la cocina? —La
pregunta envió un escalofrío por mi espalda.
Oh. Mierda. Cerré los ojos con fuerza.
—No tiene nada que ver con ella. —La calma en la voz de Hunter
tomó un borde afilado.
Se oyó el suave sonido de movimiento y un bajo gruñido que me
recordó al que hizo Hunter anoche.
—Bien podrías salir y unirte a la conversación —gritó el extraño—. No
muerdo. Lo prometo.
Mis ojos se abrieron de golpe. Con el corazón en la garganta, me
quedé clavada en donde estaba.
—Deja de mirarme así, Hunter. No es una mirada atractiva. —Unas
botas resonaron en el suelo y luego—: Sal de ahí. Quiero verte.
Sabía que era mejor si me quedaba escondida, pero no podía
simplemente ocultarme. Respirando profundamente, me aparté de la
pared y entré por la puerta. Vi a Hunter primero. El duro conjunto de su
mandíbula, sus músculos flexionados, y el brillo acerado en sus ojos
gritaban que estaba cabreado. Por un breve segundo, nuestros ojos se
encontraron y tragué duramente. Con mi estómago retorciéndose en
nudos, mi mirada revoloteó por la habitación.
Inhalé fuertemente y di un paso atrás, mi mirada yendo de Hunter a
dónde su copia idéntica estaba.
139
El mismo pelo oscuro ondulado. Ojos de un azul claro como el cielo
de la mañana miraban los míos. Compartían los mismos pómulos anchos y
los labios llenos y expresivos. Misma altura y anchura de hombros, pero
mientras que Hunter vestía vaqueros, su… su gemelo llevaba pantalones
de cuero negros y una camisa negra abotonada hasta la mitad. No era lo
único que los diferenciaba. La complexión del gemelo era más dorada
que alabastro, como si hubiera tomado el sol.
Santos Arum de todas partes, había dos de ellos.
El gemelo se acercó, pero también lo hizo Hunter, sus pasos
compenetrados entre sí. Era desconcertante tener a ambos avanzando
hacia a mí desde diferentes esquinas. El instinto pateó mis respuestas de
lucha o huida.
—Bueno, bueno, bueno… —murmuró el gemelo, sus labios alzándose
en las comisuras, tan parecida a las sonrisas petulantes de Hunter—.
¿Quién es la bella dama?
—Su nombre es Serena —dijo Hunter, sus ojos entrecerrados en mí—.
Y estaba a punto de irse arriba. ¿No es así?
—Espero que no salga corriendo —dijo el gemelo, echándole a su
hermano una mirada que no pude descifrar y que probablemente no
quería—. No suelo rodearme de tal hermosa compañía.
—Seriamente lo dudo —respondió secamente Hunter, y tuve que
concordar.
El gemelo sonrió. —Pero aun así… no tan bonita como ella. —No dio
detalles de lo que eso significaba mientras extendía una mano—. Mi
nombre es ridículamente impronunciable, como el verdadero de Hunter,
pero la mayoría me llaman Sin6.
Miré a Hunter. —¿Hunter no es tu verdadero nombre?
—¿Qué? —Los ojos de Sin se agrandaron—. ¿No lo sabe? Oh, Serena,
hay tantas cosas que podría contarte.
El músculo en la mejilla de Hunter se volvió loco. —Es el único nombre
al que respondo.
Mi mirada cayó en la todavía extendida mano de Sin. Los modales
humanos dictaban que aceptara su oferta, pero tuve que forzar mi mano
hacia la suya. Cuando sus dedos envolvieron los míos, una pequeña carga
pasó entre nosotros. Por el rabillo del ojo, vi a Hunter acercarse. Su
hermano me soltó, sus dedos deslizándose por mi palma.
6 Sin: En el idioma inglés significa Pecado.
140
Sin se giró hacia su hermano. —¿Así que es por esto que has estado tan
ocupado como para no llamar, enviarme un email o incluso escribir?
Ahora Hunter ya estaba junto a mí y se cruzó de brazos. —No he
querido contactarte. Y ahora mismo, no estoy de humor para esto.
—Ouch. —Sin no se veía afectado en absoluto. Se sentó en el borde
del sofá, estirando sus largas piernas. Su mirada se paseó entre los dos
hasta que finalmente niveló a su hermano—. Luces un poco pálido, Hunter.
¿Has estado cuidándote? ¿Comiendo bien?
Además de sentirme como si estuviera siendo visualmente molestada
por Sin, también sabía a qué se refería.
Hunter se puso rígido. —Suficiente, Sin.
Se rió entre dientes mientras me miraba. —Mi hermano es un
bastardo irritable, ¿verdad? Todo se basa en la dieta, sigo diciéndole. Si
se… alimentara mejor, estaría de mejor humor. ¿Qué es lo que dicen sobre
la comida?
—¿Somos lo que comemos? —sugerí, alzando las cejas.
—¡Ah! Sí. —Sin se palmeó sus muslos—. Eres lo que comes, Hunter.
—Eso he oído. —Hunter relajó los brazos lentamente.
Sin arqueó una ceja. —¿Has oído algo sobre Lore? Parece que no
puedo… encontrarle.
—¿Lore? —pregunté antes de que pudiera detenerme.
—Lore es nuestro hermano —contestó Sin—. Somos trillizos.
Me volví hacia Hunter. —¿Huh…?
—Sólo tengo un hermano al que reclamar. —Sonrió Hunter—. Estoy
seguro de que todos aquí podemos adivinar quién no lo es.
Sip, me hacía una idea.
En el silencio que siguió, algo pasó entre los dos hermanos. No sabía
qué, pero tenía la clara sensación de que estaban a segundos de
desgarrarse mutuamente.
La sonrisa de Sin no decayó. —Quizás deberíamos continuar con esta
conversación fuera. Hace un día precioso para un paseo.
Parecía como si estuviera a punto de llover.
Hunter asintió secamente. —Estoy de acuerdo.
Ambos hermanos se dirigieron hacia la puerta, pero Hunter se
detuvo, enviándome una larga mirada que prometía problemas más
141
tarde. No me preocupa eso. Sin embargo, me preguntaba si alguno de
ellos regresaría de su «paseo».
142
Traducido por Nico Bomer
Corregido por Itxi
fuera, con el aire húmedo de la mañana y entre los viejos
árboles, miré la parte trasera de la cabeza de mi hermano. De
todos los momentos para que Sin decidiera aparecer, tenía
que ser ahora.
Sin echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada. —Es un bonito
culo el que tienes ahí. ¿Compartes…?
Le rompí el cuello.
Coloqué las manos a cada lado de su cabeza y luego la giré, crack,
crujido, pum, y todo eso. Sin tocó el suelo, reducido a nada más que un
montón de espasmos.
En los pocos segundos dichosos de silencio, me apoyé contra el
árbol, y mientras esperaba, intenté recordar el número exacto de veces
que le había roto el cuello. ¿Veinte o más? Sin duda más.
El cuerpo de Sin comenzó a desvanecerse y oscurecerse a medida
que perdía forma. La oscura esencia se arremolinaba en el suelo,
levantándose. Columnas de humo se alzaban, alcanzando las ramas más
bajas. Cuando entraron en contacto, pasaron de ser verdes a un marrón
sin vida.
Terminado.
El humo retrocedió, dejando al descubierto la verdadera forma de
mi hermano por un momento.
Entonces, Sin volvió a su piel humana. —¿Qué. Mierda. Hunter?
—No puedo controlarme cuando estás cerca. Es como un hábito.
—Bueno, rompe la maldita costumbre, porque eso duele. Jesús —Dio
un paso hacia atrás, enderezando su camisa—. Si no fueras mi hermano…
—¿Qué harías? ¿Molestarme hasta la muerte? —Le empujé contra el
árbol, acercándome a su cara—. ¿O piensas que realmente puedes
vencerme?
A
143
Se rió. —¿Qué si te puedo vencer? Ya no te alimentas de Luxen. Eres
débil. Puedo patearte el trasero por todo este planeta olvidado de Dios.
—Oh, ¿eso es lo que crees?
—Es lo que sé. Te has convertido en nada más que una perra del
DOD. ¡Haciendo sus favores mientras que los Luxen prosperan! ¿Es por eso
que esa mujer está en tu cabaña? Apuesto a que tiene algo que ver con
ellos. El DOD dice salta, ¿y qué hace Hunter?
Giré a la mitad del camino, me reí en voz baja y luego di la vuelta.
Agarrándole por el cuello, lo lancé. Su cuerpo golpeó con tal fuerza el
árbol que varias ramas cayeron.
—Hunter dice: «besa mi culo».
Sin levantó las manos, ahogando una carcajada. —Oh, así que
Hunter se ha alimentado recientemente, ¿no? Dudo que esa mujer pueda
darte este tipo de poder. Si es así, ¿puedo tener un poco y mientras lo
hago puedo follarla?
Estrellé su cabeza contra el árbol lo suficiente fuerte como para
romper un cráneo, pero mi maldito hermano solo se echó a reír. —Nunca
sabes cuándo callarte.
—Y tú nunca tuviste las pelotas para hacer lo correcto —escupió.
Dejándolo ir, di un paso hacia atrás antes de hacer algo de lo que
me arrepintiera. Hay momentos en que quiero matar a mi hermano, y este
era uno de ellos, pero Sin es mi familia. Compartimos la misma sangre, la
misma historia.
—No tiene nada que ver con las pelotas —dije—. Nuestra hermana
está muerta por culpa de esta guerra, no, no me apartes la jodida mirada.
Sin embargo, lo hizo.
Me lancé hacia adelante, le tomé la barbilla y le obligué a mirarme.
—Nuestra hermana está muerta. Lore casi muere por esta guerra que
nuestros antepasados lucharon, una guerra que nadie va a ganar, sobre
todo no aquí, en este planeta.
—La ganaremos —La rabia llenó sus ojos—. Les haremos pagar diez
veces lo que le hicieron a nuestro pueblo.
—Sí, lo harás —Lo dejé ir—. Tú y todos los demás Arum que quieran
vengar a sus antepasados caídos van a lograr que los maten. Tal vez en
otro planeta, pero aquí, con los humanos, perderán, apoyan a los Luxen, lo
hacen. Les seguirán directo a sus muertes. Y mientras tanto, van ayudarán
a los Luxen a exterminar a cada uno de nosotros. Así que discúlpame, pero
no creer esas mierdas de esperanza nunca más.
144
Su expresión fue de repugnancia. —¿Cómo te atreves a darnos la
espalda?
—Esto no tiene nada que ver con nosotros, Sin. Esto tiene que ver con
nuestra familia. ¡No voy a enterrar a otro hermano por una causa de la que
no formaban parte!
—Pero somos parte de ella, Hunter. Fuimos creados para hacer lo
que estamos tratando de hacer. Nacidos y criados para destruir a los
Luxen. Somos los únicos que pueden evitar que dominen otro mundo.
Era cierto, pero todo lo demás estaba lleno de tanta mierda que yo
necesitaba una maldita pala. —Entonces, ¿qué crees que debemos
hacer? ¿Dejar a los Luxen existir? ¿Simplemente dejar todo a un lado? —
Los labios de mi hermano se fruncieron con disgusto—. Jódete, pronto
creerás que está bien mezclar las dos razas.
Ahora actuaba como un idiota. —No estoy diciendo que debemos
tomarnos de las manos y canturrear con ellos. Ni siquiera digo que
lleguemos a un acuerdo.
Sin sacudió la cabeza. —Entonces, ¿qué estás diciendo?
—Estoy diciendo que lo superes. Déjalo ir.
Sonrió. —Como Lore y tú lo hicieron. ¿Dónde está Lore a todo esto?
—No quiere tener nada que ver contigo, Sin.
Movió su mejilla, presionando sus labios juntos. —Creo que sé cuál es
el problema con ustedes dos. Creo que ambos tienen miedo.
—Soy demasiado viejo para picar esa tontería.
—Tú y Lore —continuó Sin, arrogante—. Putos cobardes.
Sonreí. —Deberías estar divirtiéndote por ahí.
—Es curioso. Le dices a Lore que no puede esconderse de mí para
siempre e, al igual que tú, él tiene que enfrentarse a su deber.
La ira onduló sobre mí tan profundo y tan caliente, que era difícil
mantener mi forma humana. —No es mi deber luchar una guerra en la que
ni siquiera creo —Hice una pausa—. Cuídate, pero piérdete. En serio, no
tengo el tiempo para esta mierda.
Sus ojos oscurecieron hasta que no eran más que pupilas negras. —
Tarde o temprano, tendrás que volver al juego, hermano. Y si algo o
alguien está impidiendo que tomes la decisión correcta, yo
personalmente, felizmente, eliminaré ese obstáculo.
—¿Estás amenazándome a mí o a lo que es mío? —Guau, espera.
¿Acabo de decir lo que es mío? Al diablo—. ¿Sin?
145
La mirada de mi hermano se deslizó de mí a la cabaña. —Hay
algunos obstáculos que me encantaría eliminar.
Después de que Sin se escabullera, viajé por el área boscosa
alrededor de la comunidad en mi verdadera forma durante horas, hasta
que cayó la noche, asegurándome de que él hubiera abandonado la
región. No se marchó inmediatamente. Oh, no, el muy cabrón se quedó,
poniéndome a prueba. Se mantuvo merodeando la cabaña cerca de
Serena.
Mía.
¿Qué mierda quise decir? ¿Mía? ¿Qué derecho tengo sobre ella
cuando intenté matarla? Ninguno. Esa no era ni siquiera la parte más
jodida. Era el hecho de que ella se sentía bien. Como si estuviera en mi
derecho de tenerla. Raro. Sabía que tenía que mantenerme alejado de
ella, pero no quería.
También sabía que no lo haría.
Tal vez sólo tenía que sacarla de mi sistema. Separar lo que funciona
y lo que no. Sólo tenía que hacerlo sin matarla.
Cuando regresé a la cabaña, encontré a Serena esperándome en el
sofá. Se puso de pie cuando me vio en la puerta. —Está bien. Antes de que
empieces a gritarme, sólo quiero decir que pensé que estabas muerto. Has
estado fuera todo el día.
—Obviamente, no estoy muerto —Me detuve a pocos metros de
ella—. ¿Eres incapaz de seguir las instrucciones más simples? Esto me hace
preguntarme cómo demonios sigues viva.
Cruzando los brazos, levantó su barbilla. Lindo. —No me gusta que
me digan que hacer.
—Te gusta cuando te digo que me abras las piernas —señalé, y fui
recompensado con un feroz sonrojo que recorrió sus mejillas—. ¿Cómo
puedes obedecerme en eso y no en otra situación?
—Porque me gusta saber lo que está pasando, imbécil —dijo.
—¿Imbécil?
—Te olvidas de que toda mi vida me ha sido arrebatada y que estoy
aquí contigo, esperando a que los oficiales vuelvan. Así que pensé que tal
vez eran ellos quienes se encontraban en la puerta. No debes tratar de
mantenerme en la ignorancia.
—¿Te has detenido a pensar que era para protegerte? —Pasé junto
a ella, agarré el control remoto y apagué el televisor—. No. Eso tendría
mucho sentido.
146
Se giró hacia mí. —Entiendo que intentes mantenerme segura, pero
esto no es fácil.
—¿En serio? —Me gustaba así, decidí. Toda enojada, ardiente como
el sol.
Desplegando sus brazos, sus manos se cerraron en pequeños puños
de rabia. —¿Alguna vez tuviste que depender de alguien? ¿Alguna vez
tuviste que poner toda tu vida en manos de otra persona y esperar que
vinieran salvarte?
La pregunta me pareció graciosa. —No. Por supuesto que no.
—¡Exactamente! —Levantó las manos—. Tú no podrías hacerlo.
Entonces, ¿por qué esperas que yo lo haga?
Abrí la boca para responder, pero luego sabiamente la cerré.
Ninguna de mis respuestas listillas podrían ser buenas en esta situación.
—Yo solo no… no importa —Me miró y luego negó con la cabeza
mientras se alejaba en dirección a la escalera.
—¿No, qué? —La seguí alrededor del sofá, manteniendo una
distancia.
Serena se detuvo al pie de la escalera y me miró. —No lo entiendo.
—La mayoría de la gente no lo hace —Sonreí—. No tenemos las
mismas normas sociales que tú. Es probablemente porque soy…
—Sí, eres un alíen. No lo he olvidado. Pero has estado en la Tierra,
¿por cuánto tiempo? ¿Desde que eras un niño? Y sin embargo, no has
captado ninguna norma social por ahí.
No dije nada porque, en realidad, prefiero quedarme callado en
lugar de mentir.
Ella exhaló con fuerza. —Te hablé de mi mamá y tú dijiste que tus
padres habían muerto. ¿Por qué no me dijiste que tenías un hermano?
—Porque no cuento a Sin como a un hermano.
—Eso es un poco duro, ¿no te parece? —dijo.
—Lo conociste. ¿Qué piensas?
Colocando su mano en la barandilla, pareció debatir lo que iba a
decir a continuación. —¿Qué pasa con el otro hermano?
Mi sonrisa se hizo más grande. —No hablo con él sobre Lore. No voy a
hablar contigo .
—Olvídalo —Dándose la vuelta, se dirigió a las escaleras.
147
Sabía que tenía que dejarla ir. Fue mi enojo lo que me impulsó a
seguirla o algo mucho más profundo, no estaba seguro. Dos segundos más
tarde, me reuní con ella en el piso de arriba.
Sorprendida, dio un paso atrás. —¡Deja de hacer eso!
—¿Has comido? —Comencé a caminar hacia ella, y la parte oscura
de mí gruñó de apreciación cuando dio un paso lejos de mí—. ¿Serena?
—Sí. He comido. Gracias.
—Yo no —gruñí, mi mirada deslizándose sobre ella.
—Pervertido —murmuró mientras seguía caminando hacia atrás
hasta que se golpeó con la barandilla de las escaleras. Comenzó a dirigirse
hacia el pasillo que conducía a su habitación, pero la intercepté. Su pecho
se levantó bruscamente—. ¿Qué quieres, Hunter?
Oh, esa era una pregunta capciosa que ni siquiera yo podía
comenzar a responder. Me quedé mirándola un buen rato y lo próximo
que salió de mi boca, me sorprendió. —Tenía una hermana.
Serena parpadeó. —¿Tú... tenías una hermana?
—Sí. —Bien podría resumirlo todo por ahí—. Murió hace cuatro años.
Casi de inmediato la simpatía llenó su mirada. No dijo nada de
inmediato. —¿Cómo?
—Ven conmigo.
Su ceño se frunció y no se movió.
—Ven conmigo y te diré cómo —Extendí una mano hacia ella. No se
movió—. Ven a mi cuarto conmigo —añadí con voz más suave.
Miró por encima de su hombro y luego a mí. Una mirada incrédula
marcando sus rasgos. Sus ojos se encontraron con los míos y luego
entrelazó su mano en la mía. Mis dedos inmediatamente la agarraron. La
llevé hasta la escalera. Vino por su propia voluntad, pero también tenía
una vibra nerviosa.
Podría relajarla diciéndole algo, tranquilizarla, pero no dije nada,
porque no podía tranquilizarla cuando no estaba seguro de si alguna vez
volvería a bajar esas escaleras.
148
Traducido por Elle
Corregido por Juli
i apartamento era espacioso y, como el resto de la casa,
muy minimalista. Cama. Gaveteros. Un sofá y algunas sillas.
Había otras comodidades, pero nada muy personal.
La dejé junto a la cama. —Ponte cómoda.
Mirando alrededor, Serena se pasó las manos por los muslos. —Es una
habitación muy bonita.
—Lo es. —Me quité los zapatos y me senté en la silla más cercana a
las puertas del balcón—. Siéntate.
Ella continuó mirando a su alrededor y se sentó en el borde de mi
cama. Juntó las rodillas y dobló las manos sobre su regazo. Muy formal.
Muy apropiado. Me hizo querer ensuciarla.
Me recosté en la silla y eché la cabeza hacia atrás. Cerrando los
ojos, suspiré. —Mi hermana era diferente. De todos nosotros, se adaptó al
mundo humano mucho mejor. Tanto, que básicamente era humana en
todas las formas que esperarías de mí. No cazaban Luxen y no quería
participación alguna en luchar contra ellos.
—¿Se alimentaba de ellos?
Torcí los labios en una mueca. —Si no nos alimentamos, somos tan
débiles como lo es un humano. No estoy insultando ni nada por el estilo,
pero si no nos alimentamos o tenemos algún sustituto, no podemos
protegernos.
Hubo una pausa y entonces—: ¿Sustituto?
—Podemos alimentarnos de los humanos, obviamente, pero no nos
hace tan fuerte como alimentarnos de un Luxen. Mi hermana eligió no
alimentarse ni de Luxen ni de humanos. Así que era muy vulnerable.
—¿Qué le pasó? —preguntó en voz baja.
—Estaba bien, pero vivir entre otros de nuestra especie era algo
difícil. No comprendíamos por qué no se alimentaba, porque era muy
peligroso para ella. —Hice una pausa, abriendo los ojos. Observando al
M
149
maldito techo—. De todos modos, se apartó de nosotros, terminó
mezclándose con los humanos. Me quedé cerca de ella, igual que Lore.
Fue a la universidad y todo eso. Conoció a alguien y… era feliz.
—¿Conoció a alguien? ¿Un humano?
—Sip. —Reí, pero era una risa fría y apagada—. Estaba con este
varón cuando tropezaron con unos Luxen. Y aunque no se había
alimentado de ellos en años, los Luxen la vieron como una amenaza, su
enemigo. ¿Y la razón? Porque habíamos atacado a un grupo de ellos la
semana anterior. Ella no tenía nada que ver con eso. Nosotros sí. Pero no
importó. No era lo suficientemente fuerte para defenderse y tampoco lo
era el varón. Los mataron a ambos. Abandonaron sus cuerpos en un
campo como si fueran basura para que los encontráramos.
—Dios mío —susurró Serena.
No dije nada. No había espacio para un Dios en todo esto. Mi
hermana fue asesinada porque nuestras clases estaban en guerra. No
había otra razón. Ella nunca les habría hecho daño. Y puede que ellos
nunca le hubieran hecho daño a ella si no hubiera sido por lo que hicimos.
Fue mi culpa. Fue culpa de Sin y de Lore. Le habíamos llevado la muerte a
nuestra hermana.
Extrañamente, no escuché o vi moverse a Serena, pero su mano
estaba en mi brazo cuando se arrodilló frente a mí. Las lágrimas hacían
brillar sus ojos. Le miré, enojado y deseoso de salir de aquí. Ni siquiera sé por
qué le dije todo esto.
Comencé a levantarme, pero entonces hizo lo jodidamente
increíble. Puso su cabeza en mi rodilla.
Su cabeza estaba en mi rodilla.
Me congelé. Dejé de respirar y sólo la miré. Sus ojos estaban cerrados
como si se hubiera quedado dormida o estuviera rezando. Dudaba que
estuviera haciendo alguna de las dos.
—Mi mamá fue asesinada por los veinte dólares que llevaba en el
bolso —dijo con voz temblorosa—. Eso fue todo. Degollada por veinte
dólares.
No dije nada.
—¿La peor parte? —continuó suavemente—. Le hubiera dado el
dinero al chico si este lo hubiera pedido. No tenía que robarle. No tenía
que matarla.
—He descubierto que los humanos matan sin sentido al igual que los
Luxen y mi raza.
150
Serena se separó, pero mi mano llegó hasta la curva de su cuello. Sus
labios se entreabrieron y su aura cambió de azul a rosa. Se mojó los labios y
mi pene rugió con vida. Así de rápido. Duro como una roca.
Seh, suficiente de esta mierda de compartir cosas.
—Gracias por decirme esto —dijo.
Espera. ¿Qué? —¿Por qué?
—Me ayuda a comprenderte mejor.
Me congelé de nuevo. ¿Comprenderme? La ira subió como humo
espeso, mezclándose con algo que no podía nombrar. Un sentimiento que
no reconocí.
—¿Quieres entenderme mejor? —El filo de mi voz la hizo pestañear
con rapidez—. ¿Serena?
—Yo… —Sacudió la cabeza.
Ella podía sentir el cambio. Su instinto era fuerte, sólo que nunca lo
escuchaba, y así era como había terminado donde se encontraba ahora.
Con la mano en la base de su espalda, la guié hacia adelante,
hasta que estuvo en sus rodillas, entre mis piernas. Se aferró a los brazos de
la silla, balanceándose.
Incliné la cabeza hacia la suya, sintiendo cómo se curvaban mis
labios mientras rozaban su mejilla.
—¿Realmente quieres comprenderme? ¿De veras? Sé que no
debería tenerte aquí conmigo. Sé que no estás a salvo conmigo, pero te
tengo aquí. No creo que realmente quieras comprenderme, Serena.
Inhaló un profundo aliento pero no se retiró. —Si me fueras a hacer
daño, lo habrías hecho ya.
Reí, removiendo el cabello en su sien. Su calor me atrajo. —¿En serio
crees eso?
Hubo una pausa. —Antes no estaba segura, pero ahora sí.
—Estás loca. —Y moví los labios sobre la curva de su mandíbula,
seducido por el delicado estremecimiento que la atravesaba—. Y ya es
muy tarde.
Su aliento era suave contra mi mejilla. —Hunter… ¿qué estás
haciendo?
—Lo que quiero. —Tomando su mano, la llevé hasta el bulto en mis
vaqueros. Serena dejó escapar un jadeo—. Y te quiero a ti.
151
Esperé a que se retirara. Le di eso. Si huía, la dejaría marchar. Tendría
que clavarme las manos a la silla para detenerme y no perseguirla, pero lo
intentaría y la dejaría ir.
Pero no lo hizo.
Tal vez tenía algún deseo de muerte. Después de anoche, no estaba
seguro de poder mantener las riendas de esa parte oscura de mí. A estas
alturas no importaba. Presioné su mano contra mí y contuve un gemido.
Con la otra mano eché su cabello hacia atrás y luego la palma en su
mejilla, inclinando su cabeza para que nuestros ojos se encontraran.
—Entiéndeme mejor, Serena.
Su pecho se alzó con rapidez y el rosa a su alrededor se convirtió en
rojo. Mecí las caderas, presionándolas contra su mano. Dardos de placer
recorrieron mi columna.
—¿Deberíamos estar haciendo esto? —preguntó Serena, su voz era
más gruesa de lo usual.
Había un montón de cosas que deberíamos estar haciendo ahora
mismo. Esta no era una de ellas. Pero como me había dado cuenta antes,
ella era una picazón que tenía que rascar. —Esto es lo que necesito.
—¿Necesitas?
Sentí como se hinchaba mi pene. —Sí.
Serena era una cosita graciosa, porque mientras hablaba, su mano
rozaba la dolorosa longitud a través de mis vaqueros. —No te convertirás
en Terrible Hombre de Nieve después, ¿cierto? —preguntó.
—¿Frosty?
Se mordió el labio inferior mientras asentía. —¿Donde el frío lo cubre
todo y luego quieres comerme?
Reí. —¿Cuántas veces tengo que explicarte esto, Serena? No
intentaba comerte. Aunque eso suena tentador. —Bajé la mirada al punto
donde sus muslos se separaban ligeramente—. Realmente tentador.
La sangre invadió sus mejillas. —Sabes a lo que me refiero.
—¿Qué? —Deslicé la mano por su cabello, y en un instante, imaginé
esos rizos dorados jugando con mi pene—. Pensé que confiabas en mí.
Sus ojos encontraron los míos, firmes y claros. —Lo hago, pero tú no
confías en ti mismo.
—¿Importa acaso? —Tiré de la salvaje onda dorada, forzando su
cabeza hacia atrás.
Tragó. —Sí. Importa.
152
Interesante. Soltándola, me paré y me quité la camisa. Cuando me
vio llevar las manos al botón de mis pantalones y su lengua se movió
rápida sobre su labio superior, supe que no había manera de que saliera
de esta habitación.
Una mirada a sus rodillas, y maldición, yo estaba tan duro que dolía.
Necesitaba esto. Saciar mi lujuria. Sacarlo de mi sistema. Pero algo oscuro y
posesivo oscilo a través de mí.
Desabrochando los pantalones, sentí que mi sexo se liberaba. Lo
alcancé, rodeando la base con la mano. Sus ojos se abrieron como platos,
pero el brillo en ellos era puro calor. Me di cuenta de que había dejado de
respirar mientras esperaba por ella.
Se inclinó hacia adelante, y yo también lo hice sin pensar,
reclamando sus labios en un suave y casi cariñoso beso. Yo no era
cariñoso, pero el beso no era rudo ni exigente. Era más bien una
placentera y haragana exploración que me mecía. Mientras me alejaba,
agarré su blusa y se la quité.
Maldición.
La suave hinchazón cremosa de sus pechos se tensaba contra las
copas de su sostén negro. ¿Eliza había comprado esto para Serena
cuando se la envié a ella y a Dex a comprar ropa? Le tendría que decir a
Dex que le agradeciera a su mujer en mi nombre. Recorrí un dedo a lo
largo del delgado tirante.
—Tócame —le dije.
No se movió al principio y luego lo hizo. Mierda, lo hizo. Su mano
envolvió mi pene, justo sobre la mía. Embelesado, la miré tomar la punta
en su boca húmeda y caliente. La sensación se disparó a través de mí
como un cohete fuera de control. Mi espalda se arqueó y mi cabeza cayó
hacia atrás, cerrando los ojos. Un gemido retumbó desde lo profundo de
mi pecho mientras ella tomaba cuanto podía. Mamó duro y profundo,
tirando, acariciando con sus dientes el punto exacto. Mis manos
encontraron su camino hacia la suave y sedosa profundidad de su
cabello, y luego presioné los dedos en su cráneo. Quería retenerla ahí para
siempre. Mientras me tomaba con profundidad, mis caderas se mecieron
hacia adelante y hacia atrás y me di cuenta de que este acto de
dominación de mi parte había sido completamente volteado.
Serena tenía completo control sobre mí.
Incliné la cabeza hacia abajo y abrí los ojos. Nuestras miradas se
encontraron, y sentí el cambio llegando a mí. Mi mano se tensó en su nuca
mientras la temperatura de la habitación descendía. Luché por mantener
mi forma humana mientras la tensión se enroscaba en mi interior, no había
153
manera de detener lo que venía. Intenté tirar hacia atrás, pero ella se
rehusó.
Una poderosa liberación se enroscó en mi columna. Cada nervio
ardía, trancando mis músculos. El clímax era aplastante. No. Me
despedazaba de una jodida manera como nunca antes lo había hecho.
Tenía las rodillas extrañamente débiles, tiré de Serena mientras la
miraba. —Dios… —Eso era todo lo que era capaz de decir. Sólo Dios. Era
todo.
Sus ojos brillaban. —¿Eres un creyente?
Mis labios se encresparon. Mi sexo también lo hizo, prácticamente
listo para el segundo round. —Acabo de serlo. —Agarrándola por los
hombros, la sostuve entre mis brazos. Me volví hacia la cama, poniéndola
sobre ella con cuidado. Entonces, porque quise, regué las largas hebras de
cabello dorado sobre mis almohadas—. Quédate aquí.
Alejándome de la cama, me fui al otro lado de la habitación. Abrí la
puerta de una nevera pequeña y saqué una botella de agua. Tomando un
trago rápido, me sentí fuera. No en un modo negativo, sólo que no me era
familiar.
Regresé hasta Serena y le ofrecí la botella. —Siéntate.
Una delicada ceja se arqueó. —Puedo beber por mí misma.
Entrecerré los ojos.
Los suyos rodaron. —De acuerdo.
Era bastante sorprendente que me dejara poner la botella en esos
hermosos labios. Cuando bebió su parte, puse la botella a un lado. La
examiné, chequeando sus niveles de energía. Había marrones débiles
mezclados con el rojo, una señal de cansancio.
Yo quería más, quería quitarle el sostén y los vaqueros. Quería
hundirme profundamente en ella.
Dirigiéndome hasta donde había dejado la camisa, la recogí del piso
y la puse en la cama junto a ella. Sin decir una palabra, la rodeé y solté el
broche del sostén. Los tirantes se deslizaron por sus brazos y esos pesados y
rellenos pechos se liberaron.
Incliné la cabeza, tomando uno de esos picos rosados en mi boca.
Gimió y su cabeza se arqueó mientras yo profundizaba el roce. Le hice lo
mismo al otro, mordisqueando mientras alzaba la cabeza. Entonces volví
mi atención a los pantalones. Los desabroché, se los quité, revelando el
pedazo de encaje negro entre sus piernas.
154
Una vez que los vaqueros desaparecieron, recogí la camisa. —
Levanta los brazos.
Parpadeó, como saliendo de la ensoñación. —¿Huh?
—Estás cansada —dije, sorprendido por mi propia necesidad de
cuidarla—. Levanta los brazos, Serena.
Un latido después, hizo lo que le pedía. Deslicé mi camisa sobre su
cabeza, sacando los mechones de cabello y liberándolos, mientras los
dejaba caer sobre sus hombros.
Me eché hacia atrás, admirando mi trabajo, y decidí que me
gustaba como lucía en mi camisa.
Serena miró hacia la puerta. —Creo que debería irme a mi
habitación.
Mierda, era como un sueño húmedo; sabía cuándo salir pitando.
Pero me encontré diciendo algo completamente inesperado. —Quédate.
Sus ojos se abrieron como platos. —¿Quedarme aquí, en la cama
contigo?
¿En qué demonios pensaba? Normalmente la idea de compartir mi
cama con alguien me daba ganas de arrancarme un brazo, pero la
quería yaciendo a mi lado. No estaba seguro de por qué. Nunca había
sentido la necesidad. Quitando los cobertores, los sostuve en alto para que
deslizara sus curvilíneas piernas debajo.
Me miró. —¿Estás seguro de esto?
No. —¿Por qué no lo estaría?
Serena me echó otra mirada, pero luego se acomodó en la
almohada. Momentos después me estiré en mi lado, descansando la
cabeza en mi mano.
Sus pestañas revolotearon hasta cerrarse y luego dijo—: Me estás
mirando de nuevo.
Recogí unas hebras de su cabello. —Me gusta observar cosas
hermosas. —Dándole vueltas al cabello en mi dedo, dejé que se deslizara
por mi mano—. Y tú eres hermosa.
Rodó sobre el otro lado, enfrentándome. Sus ojos se abrieron en
delgadas hendiduras. —Gracias.
—¿Por?
—Por decir que soy hermosa —dijo. Otra sonrisa somnolienta
apareció—. Tú también eres hermoso, de algún modo, ¿sabías?
155
Me reí, el sonido me sorprendió. —No sé si alguna vez me han
llamado hermoso.
—Hmm, ¿sexy te suena más familiar?
—Algo así —le dije, mirándola. Tenía unas ganas urgentes de
mantenerla en una hermosa jaula dorada.
Moviendo la mano, recorrió con sus dedos la mano entre nosotros,
trazando los huesos de mis dedos.
—Tus manos son hermosas —dijo—. Eres tremendamente talentoso
con ellas.
No debería haberle dicho sobre el cenador. —Eso es lo que dicen
todas las mujeres.
Se rió suavemente. —No es a lo que me refiero.
—Lo sé.
Sus pestañas se alzaron y encontró mi mirada. —Tienes una sonrisa
bonita. Deberías mostrarla más a menudo.
La respuesta inmediata era que quería sonreír más y más y eso
estaba mal. Desligando mi mano de la suya, le dije—: Deberías dormir,
Serena.
Rió otra vez. —Tu hermano tenía razón.
—¿Cómo?
Sus ojos se apartaron, cerrándose. —Eres un bastardo enojadizo.
Entonces sonreí —una sonrisa tonta— y Serena no la vio. Sus ojos
estaban cerrados, lo cual era bueno, porque me estaba convirtiendo en
una gran nenaza.
—Recordé algo antes de que tu hermano apareciera —dijo, y la
sonrisa desapareció de mi cara—. Mel escribió todo, todo lo que oyó. Me
lo dijo.
Mierda, esto podía ser grande.
Una pequeña sonrisa apareció en sus labios. —Mel era olvidadiza, de
las malas. El tipo de persona que pone el control remoto en la nevera o se
pone la ropa al revés. Me dijo dónde lo había dejado.
—¿Dónde?
—En su dirección postal —dijo con somnolencia—. No sé si aún está
ahí, pero tengo una llave extra en mi llavero. Cada vez que se iba de viaje,
yo tenía que recoger su correspondencia.
156
La cual estaba en su bolso, lo sabía, porque lo había registrado
cuando la había traído. Mierda, había una oportunidad de que lo que su
amiga escribió fuera lo que los Luxen querían mantener en secreto y lo que
querían saber los oficiales.
—¿Piensas que puede ayudar? —preguntó.
¿Ayudar a Mel? No, probablemente no. ¿Siquiera ayudaría a
Serena? No estaba seguro. —Podría.
—Necesitamos llegar a esa dirección postal.
No dije nada al respecto. Llegar a la casilla de la dirección postal no
sería algo difícil para mí o para los oficiales, ¿pero Serena? Prácticamente
imposible, pero ella había dicho nosotros. Es decir, ella y yo. El por qué
tenía que aclararme eso a mí mismo iba más allá de toda comprensión.
No tomó mucho tiempo después de eso para que el sueño
reclamara a Serena. Sus labios entreabiertos exhalaban un aliento suave
que me calentaba el pecho.
Me moví hacia abajo para que nuestras cabezas se alinearan. Sobre
la sábana, moví mis piernas hasta que mis rodillas presionaron las suyas,
cubiertas por la sábana.
Sólo sería cuestión de tiempo antes de que el senador se diera
cuenta de que el asesino que había enviado ahora estaba muerto, y
pensé en lo que eso significaba para Serena. Si alguien dentro del DOD le
había dicho al senador dónde estaba ella, eso significaba que él enviaría
a alguien para silenciarla. El único modo de detener esto era eliminando al
senador, y dudaba que el DOD apoyara la idea. ¿Y esta carta? Aun
cuando contuviera un montón de información, ¿liberaría a Serena? No lo
creía. Así que, ¿qué significaba eso?
Las cosas no lucían bien para ella.
Una desconocida presión se apoderó de mi pecho como una
piedra. No estaba seguro de qué pensar con todo esto, pero mientras
yacía ahí, no cerré los ojos. Hice lo que siempre hacía.
La observé.
157
Traducido por Anelynn
Corregido por *Cristi*
o me di cuenta que me había quedado dormido hasta que
algo me movió despertándome. Abrí mis ojos, mis sentidos
rápidamente arremolinándose en alerta. Cuando inhalé, era
la esencia de Serena que me invadía. Melocotones. Me hacía tener antojo
de dulces... y de ella.
En algún punto en la noche, Serena se había volteado sobre su otro
costado y su cuerpo se curvó contra el mío. Específicamente ese
encantador y curveado culo de ella se presionaba contra mi ingle.
Yo estaba duro.
No era una sorpresa, pero lo impactante era el brazo que caía sobre
la cintura de Serena, sujetándola firmemente contra mí. Ese era mi brazo y
a menos que ella lo agarrara a mitad de la noche y lo forzara alrededor de
ella, todo lo había hecho yo.
Bueno, mierda.
Algo más escandaloso era el hecho de que en realidad me gustaba
esto—lo que sea que fuera esto. ¿Acurrucarse? O demonios, esto era
acurrucarse. Hacer cucharita para ser exactos.
Yo estaba jodidamente acurrucándome.
Lentamente quitando mi brazo, me senté, pasando una mano a
través de mi cabello. Mi mirada avanzó lentamente sobre la habitación
oscura mientras me inclinaba hacia adelante, frotando la piel debajo de
mi cadena del tobillo. Entonces lo escuché—el timbre de mi celular, desde
la planta baja.
Maldiciendo debajo de mi aliento, me moví con cuidado fuera de la
cama. Con cuidado de no despertar a Serena, me incliné y me deslicé en
mis vaqueros. Dudando que fuera Dex, a menos que algo loco haya
bajado, sólo dejaba dos opciones.
Oficiales del DOD o mi hermano.
N
158
No había forma que Sin hubiera descubierto donde estaba Lore,
pero la preocupación rápidamente creció dentro de mí. Tomando el
celular del escritorio, maldije cuando vi el número.
—¿Siquiera quiero saber por qué me estás llamando a... —Me giré,
encontrando el reloj de pared—… después de las dos de la madrugada?
Hubo una pausa y entonces la grave voz de Zombro rodó a través
del celular.
—Estamos deteniéndonos afuera.
Me volví muy, muy quieto. —Gracias por avisarme.
Zombro no dijo nada y entonces la llamada se desconectó. Un
segundo o dos pasaron mientras miraba fijamente el teléfono. Un frío y
duro entendimiento se desarrolló.
Sólo podría haber una razón del por qué los oficiales aparecerían a
esta hora.
Con calma poniendo el teléfono en el escritorio, miré alrededor de
mi estudio. Era escaso—como la mayor parte de mi casa. Un sofá. Una
televisión más pequeña. Estantes llenos con libros de historia que aburrían
hasta la muerte a la mayoría. Una pila de animales tallados en madera.
¿Cuánto tiempo había vivido aquí? Desde que tenía veinticinco—por los
últimos seis años esta había sido mi casa.
Dejando el estudio, cerré la puerta detrás de mí y fui hacia la
entrada. No les di a los oficiales el tiempo para tocar la puerta y despertar
a Serena. Sería lo mejor para ella si sólo dormía durante esto.
La frialdad que había sentido en el estudio se extendió,
desplegándose como sábanas de hielo. Una parte de mi había esperado
esto desde el momento en que los oficiales habían dejado a Serena, había
sabido que esto iba a venir.
Sostuve la puerta abierta para los oficiales. —¿Esto no podía esperar
hasta mañana?
Richards, el más joven de los dos, le pasó una mirada a Zombro que
inmediatamente no me gustó. Nunca tuve un problema con Richards. De
entre los dos oficiales, lo prefería a él, pero el hombre estaba nervioso,
especialmente nervioso esta noche. El aire alrededor de él prácticamente
sangraba ansiedad.
—¿Han habido algunos problemas? —preguntó Richards.
—Han habido unos, pero nada grave. —Observé a Zombro por el
rabillo de mi ojo mientras caminaban hacia la cocina. El cacarizo bastardo
159
era un problema—. ¿Por qué justo ahora cuando ninguno de ustedes ha
estado en contacto conmigo desde que llegué aquí?
Zombro echó un vistazo hacia la caja de la escalera. —Habíamos
imaginado que si obtenías alguna información útil, nos contactarías. —Me
miró, con ojos afilados—. ¿Lo haz hecho?
Crucé mis brazos. —¿Sobre esa chica que escuché por casualidad?
El oficial asintió.
Pensando en el buzón y lo que Serena había recordado, sacudí mi
cabeza.
—Eso es lo que imaginamos —replicó Zombro—, hemos llegado a la
conclusión de que lo que sea que la Srta. Cross averiguó de su amiga, no
es suficiente para ser útil.
Oh, era útil. Sólo que no confiaba en estos dos idiotas. Momento de ir
al grano. —¿Estoy asumiendo que el DOD ha decidido lo que van a hacer
con Serena?
—Sí. —Zombro frunció el ceño mientras su mirada se fijaba en las dos
copas de vino en el fregadero de anoche—. Ya se decidió que pasará con
ella.
Tomé el espacio enfrente de la entrada hacia la sala, la cual
inevitablemente dirigía hacia las escaleras... y a Serena. —¿Y cómo se va a
desarrollar?
Richards cambió su peso mientras su mirada corría a toda velocidad
alrededor de la cocina con nerviosismo, recordándome a una ardilla
asustada.
—Los oficiales se han reunido con el senador, y aunque el DOD no
está de acuerdo con la acciones del senador, se ha llegado a un acuerdo.
—¿En serio?
Zombro sonrió apretadamente. Las canas en la sien del hombre se
habían extendido, eso parecía, desde la última vez que lo vi. —Es una
desafortunada situación con la Srta. Cross, y aunque no ha sido un
verdadero riesgo de seguridad aún, no podemos permitir ninguna
información filtrándose en público.
—Huh —murmuré, y la frialdad estaba en cada extremidad ahora,
filtrándose en la habitación—. ¿Así que han decidido dejar que los Luxen la
silencien? Parece como una pérdida de tiempo incluso ocultarla si el
gobierno sólo iba a inclinarse ante ellos de todas formas. Deberían
haberme comunicado eso antes de matar al Luxen que enviaron ayer.
160
Richards tragó visiblemente. —¿Pensé que no había ningún
problema mayor?
—No era mayor —repliqué sin alterar la voz, deslizándole a cada
hombre una fría y calculadora mirada—. Luxen que viene. Luxen que
muere.
—No nos estamos inclinando ante ellos —dijo Zombro, sus mejillas
oscurecidas—. Ellos tienen un buen punto. Era el método que buscaban
cumplir lo que estaba mal.
—Sí, en otras palabras, el DOD está perdiendo el control de los Luxen
cada día. Antes de que lo sepas, la Tierra será su perra.
Los ojos de Zombro se entrecerraron. —Ese no es el caso.
Sonreí con suficiencia. —Entonces, ¿están aquí para encargarse de
ella?
—Sí —respondió Zombro.
—Eso es como jodido, ¿no creen?
—Es como un extraño comentario viniendo de ti. —La barbilla de
Zombro subió un poco—. ¿Desde cuándo un Arum pensaba que algo
estaba jodido?
Lentamente desdoblé mis brazos y me encogí de hombros.
—¿O tú quieres acabarla? —se burló Zombro—. Sé que los humanos
no hacen mucho por ti, pero puedes obtener algo de ella. Probablemente
incluso lo disfrutarías, ¿verdad? —Su mirada de asco no me provocó
nada—. Tenerla.
—Gracias por la oferta.
Richards se aclaró su garganta. —No es nada personal. Y de
cualquier manera, ella no sentirá nada. Se habrá terminado antes de que
lo sepa, y su familia y amigos serán informados de su muerte prematura.
—¿Y su muerte asegurará que la verdad de las razas extraterrestres
habitando la tierra permanezca en secreto y bla, bla tonterías? —Reí—.
Ustedes no tienen ni idea. Cada vez que los Luxen exhiben su voluntad y
tienen éxito, es una uña más en su ataúd.
—Basta de esto. —La mano de Zombro fue de su cadera, a su arma
de trabajo. Las balas de plomo no me matarían, pero en su mayoría
definitivamente retrasarían mi feliz culo—. ¿Dónde está ella?
Pensé en Serena, en el piso de arriba durmiendo en mi cama,
usando mi camisa, con su cabello extendido a lo largo de mis almohadas,
labios abiertos, y felizmente ignorante de que su destino acababa de ser
vendido.
161
Ella no tenía protectores ahora.
Sonriendo, me deslicé hacia un lado.
Lanzándole una mirada al otro oficial, Richards dio un paso
adelante, manteniendo sus ojos en mí. No dudé. Cuando había estado en
el estudio, sabía lo que haría. Tal vez lo supe antes de entonces. Realmente
no importaba.
Me moví—más rápido de lo que Richards pudo reaccionar.
Deslizándome detrás de él, agarré el brazo alcanzando el arma y
volteando a Richards así él enfrentaba al otro oficial. Agarré un puñado
del cabello de Richards, jalándolo hacia atrás mientras golpeaba mi rodilla
en la columna del hombre. El resonante chasquido vibró a través de la
cocina. El gruñido de Richards de dolor sorpresivo se perdió en el ruido
metálico del arma cayendo en el embaldosado.
Con un rápido tirón de mi brazo, rompí el cuello de Richards. El
cuerpo del oficial golpeó el piso. No hubo un parpadeo. Toleraba al
hombre, así que la muerte fue rápida.
Mis ojos encontraron los de Zombro.
No lo sería para él.
Zombro levantó su brazo, la mano temblando alrededor del arma de
trabajo mientras él hacía un disparo, pero me moví rápidamente a un lado.
Siguió disparando, uno después de otro, mientras retrocedía. Me agaché y
me disparé hacia adelante, apartando el arma de su mano con un golpe
directo de mi brazo. Sin un arma, Zombro quedó indefenso. Demonios, con
el arma no había sido una amenaza. Zombro golpeó la isla, atrapado.
Tragó y la actitud de superioridad cedió el paso al miedo por
completo.
—No. Por favor. No.
—Lo siento esto no es personal. Ni siquiera sentirás nada —me
detuve—. Y estoy seguro de que tu familia será informada de tu prematura
muerte.
La boca de Zombro se abrió, pero mi mano serpenteó. Agarré la
garganta del hombre, convirtiendo su grito en un balbuceo mientras
aplastaba su tráquea. Dejándolo ir, observé a Zombro deslizarse de la isla,
sujetando su garganta mientras sus ojos se abultaban.
Pasé por encima de las piernas extendidas en un extraño ángulo y
me puse de rodillas así estábamos al mismo nivel de los ojos. —Podría
haber mentido sólo un poco. Tu muerte no va a ser rápida. Y lo más
probable es que será dolorosa.
162
***
Saltando de golpe en la cama, mi corazón latía fuertemente
mientras el disparo del arma hacía eco en mi cabeza. Al principio pensé
que tenía una pesadilla, pero Hunter no estaba en la cama a mi lado.
Balanceé mis piernas fuera de la cama y tiré de mis vaqueros.
Apresurándome hacia la puerta, me detuve para escuchar.
No hubo nada—y entonces un ruido carnoso y crujiente que
provocó que mi estómago se agitara, seguido de un lento balbuceo, y
entonces el sonido de un cuerpo azotándose en el piso.
El sentido común me dictaba que me quedara en el piso de arriba,
pero el miedo —miedo por Hunter— se apoderó de mi pecho.
¿Había más Luxen viniendo por mí? Terror se movió lentamente en
mis entrañas mientras me deslizaba hacia el pasillo.
Con el corazón latiendo con fuerza, me arrastré hacia los dos tramos
de escalera, queriendo llamarlo, pero sabía en un nivel inherente que algo
malo, algo terrible había pasado en medio de la noche. Era la misma
sensación que tuve cuando divisé al hombre en el pasillo afuera de mi
departamento.
Mi boca se abrió, formado el nombre de Hunter, pero ningún sonido
se escapó de mis repentinamente secos labios. Avancé en mis piernas
entumecidas.
Mientras mis pies descalzos golpeaban los fríos pisos de madera, olí
ese aroma acre, después de la combustión de un arma de fuego. El aire se
sentía pesado aquí abajo. Agarrando el florero que había sujetado la
noche que Hunter se había ido, lo apreté firmemente mientras me
aproximaba a la cocina.
Vi una pierna primero.
Una pierna con pantalón de vestir negro cortado a través de la
entrada a la puerta. Los zapatos eran negros y recientemente pulidos.
Brillantes. En un entumecido aturdimiento, me moví lentamente más cerca,
mi mirada siguiendo lo largo de la pierna, al extraño ángulo de la cintura.
La chaqueta del hombre estaba extendida, abierta.
No quería mirar, pero no me pude detener.
Era el oficial Richards en el piso de la cocina, y su cuello estaba
torcido hacia un lado, casi girado a la mitad. Estaba muerto, muy muerto.
Oh Dios...
163
Además de él, apoyado en la isla, se encontraba Zombro. Algo...
algo le había pasado a su garganta. Estaba aplastada, los frágiles huesos
desplomados. Ambos estaba muertos y Hunter... no había señal de Hunter.
El florero de deslizó de mis dedos, destrozándose sobre el piso en
grandes trozos de cerámica.
Mi garganta trabajó en un grito, pero no hubo ningún sonido.
Retrocedí tropezando, presionando mi mano en mi boca abierta. Esto no
podía estar pasando. Mi cerebro absolutamente se rehusaba a procesar
toda la muerte. ¿Tal vez estaba soñando? No. Todo era demasiado real—
la vista, el hedor del humo y muerte, mi acelerado corazón.
Una mano sujetó mi hombro, y el grito que había estado
construyendo en mi garganta desgarró a través del silencio. Girándome
lejos, traté de evadir el agarre, pero un brazo serpenteó alrededor de mi
cintura, jalándome hacia atrás contra un duro pecho desnudo.
—Serena, soy yo. Está bien.
Alivio se disparó a través de mí en alocada rapidez. Me di la vuelta,
presionando mi cara contra su pecho. —Oh mi Dios, Hunter, ¿Qué pasó
con ellos?
Hubo un momento de duda, y entonces los brazos de Hunter se
movieron alrededor de mí. El abrazo era incómodo y rígido, pero ahora
mismo, no me importaba. Me sostuve en él como si el fuera un ancla
construido sólo para mí.
Inhalé su esencia, esperando que eso lavara todo lo demás. —Nos
encontraron, ¿no es cierto?
—No.
La palabra tomó unos momentos para instalarse y darle sentido.
Cuando lo hizo, me alejé un poco, levantando mi cabeza. Busqué los
rasgos llamativos de Hunter. Estaban alarmantemente vacíos. Nada de
ellos me recordaba al hombre de hace unas cortas horas, quien me había
sonreído y que me pidió quedarme con él.
Una molesta inquietud despertó. —¿Qué quieres decir?
—Esto no fue el Luxen —dijo, sus ojos pálidos encontraron los míos.
Tomé una respiración, pero se atascó en mi garganta. Cuando noté
la bolsa de lona en la mesita del café y que inquietamente crecía como
una hierba, me asfixió. —Entonces quién... ¿quién les hizo eso?
—Yo lo hice.
Mi aliento se atrapó otra vez. La habitación se inclinaba un poco, el
piso repentinamente se desniveló debajo de mis pies. Basado en lo que me
164
dijo de él mismo, habría de correr un millón de kilómetros lejos del Hunter
de hace cuatro años, pero no de este Hunter.
Este podía ser enojón y absolutamente amenazador algunas veces,
pero había bondad debajo.
Entonces ¿porqué habían cuerpos muertos en el piso de la cocina?
Tomé una profunda respiración. —¿Los mataste?
La impaciencia se movió rápidamente a través de su glacial
expresión. —Creo que eso ya ha sido establecido.
Nudos se formaron en mi vientre. Por una horrible instancia, los
cuerpos de Richards y Zombro destellaron delante de mí. —¿Por qué?
La mirada en su rostro decía que en realidad pensaba que no tenía
el tiempo para explicar el por qué había asesinado a dos miembros del
gobierno.
La ira se arremolinó con miedo, una excitante y peligrosa
combinación. —¡Obviamente no entendiste el mensaje, Hunter! La última
vez que revisé —hice ademanes detrás de mí con una temblorosa mano—,
ellos estaban de nuestro lado.
—Nunca estuvieron de mi lado —dijo, empujando una mano a través
de su cabello, una mano que había terminado con dos vidas esta noche.
Comencé a girarme. Necesitaba alejarme de él—necesitaba aire
fresco. La presión estaba de vuelta, construyéndose en mi pecho como si
un gorila estuviera sentado en él. Un zumbido llenó mis oídos.
Hunter me atrapó, envolviendo una mano alrededor de mi brazo y la
otra sujetó mi nuca. Mi pulso golpeteó en ese firme agarre. —No lo estás
captando, Serena. —Sus intensos ojos buscaron mi cara—. Vinieron aquí
para matarte, para asegurarse que nunca le vayas a decir a alguien sobre
lo que pasó, sobre los Luxen.
Confundida y asustada medio a muerte, presioné una mano en el
centro de mi pecho. Mi corazón azotando erráticamente.
—Decidieron que preferían mantener al senador y a los Luxen felices,
y para hacer eso, iban a matarte. No están de tu lado. Y necesitamos salir
de aquí inmediatamente.
Cuando no me moví, bajó su cabeza hacia la mía. —Sé que esto es
mucho para asimilar, Serena. Has pasado a través de una locura de
mierda y está a punto de ponerse más loco.
—¿Más loco?
165
Deslizó sus manos en mis mejillas y la frialdad de su piel me sacudió.
—Necesito que te quedes conmigo, ¿de acuerdo? Voy a sacarte de esto,
pero necesito que te tranquilices.
—¿Quedarme contigo?
Asintió.
Entonces me golpeó. Más alarmante que los extraterrestres corriendo
enloquecidos, oficiales muertos en la cocina, el gobierno esperando
darme un chapuzón de cemento, era que Hunter estaba ayudándome.
Hunter frunció el ceño. —Puedes respirar, ¿verdad? Luces como que
no estás respirando, bien...
—¿Por qué ? —Sujeté sus muñecas—. ¿Por qué te expondrías así?
Ahora estás en tanta mierda como yo lo estoy.
Hunter parpadeó lentamente y entonces arrancó sus manos. Dio un
paso atrás. —Necesitamos irnos, Serena. Nosotros no...
—¡No! —Mis manos se enrollaron en puños mientras mi piel
hormigueaba. Esta cosa era, ¿qué si entendía toda esta situación mal?—.
Necesito saber por qué estás haciendo esto. Porque ¿qué sé en realidad?
Déjame saber si está bien confiar en ti.
Puso sus manos en sus caderas y respiró profundamente. Me
preparé—para qué, no estaba segura. —No lo sé —dijo.
Mi boca funcionaba, pero no había palabras.
—No lo sé —dijo otra vez, con furia—. No sé por qué hice esto. Todo
lo que sabía era que necesitaba hacerlo.
Sí, eso no me decía mucho. Y era una enorme declaración del por
qué debería confiar en él, pero esa no era la cosa. Hunter me había
pedido que confiara en él. No creo que él alguna vez la haya tenido.
Levanté la vista, encontrando los pálidos ojos de Hunter. La mirada
ahora era tan apática. En todo caso, él lucía tan confundido como yo me
sentía.
Mis manos temblaban mientras las frotaba. Confiar en Hunter era
enorme. Podría estar cometiendo un gran error. ¿Qué si era Hunter quien
quería matarme? ¿Y si sólo le gustaba jugar con su comida primero? Mi
corazón se retorció con eso, pero una pequeña voz dentro de mí me decía
que ese no era el caso. Si Hunter me quisiera muerta, lo podría haber
hecho ya. Y había confiado en él antes.
Tenía que confiar en él otra vez.
—De acuerdo —dije, y sentí como que saltaba de un acantilado.
166
Los labios de Hunter se torcieron como si deseara sonreír, y los nudos
en mi estómago crecieron.
167
Traducido por Marie.Ang
Corregido por Clau ^.^
mpaqué lo que Hunter me había traído, aturdida. Había sacado
una pequeña maleta y todo lo necesario. Sólo tomó unos pocos
minutos, pero se sintieron como horas. A estas alturas, debería
estar acostumbrada a lo inesperado, lo extraño, pero me sentía
conmocionada por el giro de los acontecimientos.
El gobierno quería matarme.
Mientras arrojaba el último par de vaqueros en la maleta, mi corazón
dio un vuelco. ¿Cómo en el mundo podría sobrevivir a esto si el gobierno
estaba también en él? No había ningún lugar al que pudiera ir. Nunca más
tendría el control de mi vida.
La enormidad de la situación me embargó. Sentí la reveladora
contención de aliento y maldije.
Cerré los ojos y tomé una respiración profunda. Confiaba en Hunter.
Y justo ahora, era todo en lo que he de confiar.
Cerrando mi maleta, examiné rápidamente la habitación por si
necesitaba algo más. No había nada y no había tiempo que perder.
Hunter me esperaba abajo. Su bolsa de lona estaba partida en las
costuras en la puerta, pero cuando lo miré bien, me detuve en seco.
Vaya.
Había cambiado. Y no sólo por la ropa.
Bajo la delgada camisa negra, los fuertes tendones de sus músculos
estaban tensos. Sus muslos eran como troncos de árboles en pantalones de
cuero negro. Las botas que ahora llevaba eran verdaderas patea traseros.
No se parecía en nada al hombre que se sentaba en la terraza en las
mañanas, vestido con vaqueros desgastados. Lo que se encontraba
delante de mí era una completa imagen de poder que iba más allá de la
masculinidad y era demasiado amenazante. Incluso la caída natural de su
cabello oscuro parecía impredecible.
E
168
Hunter rezumaba peligro, pero eso no era la única cosa que
emanaba de él. Expectación. La clase de peligro de un hombre que
puede encargarse de cosas cuando se les van de las manos y podrían, y lo
harían, joderte sin sentido cuando todo estaba terminado.
Mis mejillas se enrojecieron.
Era bueno saber que mis ovarios aún funcionaban a pesar de que el
sexo estaba pasado de moda. Jesús. Negué.
—Te pareces a tu hermano.
Hunter arqueó una ceja.
—Quiero decir, eres su gemelo y todo, pero realmente te ves como
él —hice una pausa—. ¿Eres Hunter, cierto?
Una pequeña sonrisa apareció. —Me gusta lo que hiciste con tus
dientes cuando te arrodillaste frente a mí.
—Sí, eres Hunter. —Poniéndome toda colorada, señalé su bolso—. ¿A
dónde vamos?
—Necesitamos un auto. Dex se está encargando de eso por
nosotros.
—¿Podemos confiar en él? —pregunté.
—Absolutamente. —Señaló hacia la cocina—. Si quieres algo de
beber, la cocina está limpia. Me hice cargo de ellos.
Me estremecí. No quería saber cómo se encargó de los cuerpos.
Francamente, tan debilucha como esto me hacía, no quería pensar en
ellos en lo absoluto.
—Estoy bien —dije—. Voy a llevar esto afuera.
Hizo un asentimiento brusco.
Tirando de la maleta, salí a la terraza, y fue una especie de sorpresa
que él no hubiera hecho algún tipo de comentario sobre mí de no vagar.
La noche estaba oscura y llena de profundas sombras, pero el aire
limpio de las montañas era relajante. Cuando apoyé el equipaje contra
una silla, sentí que mis músculos tensos y apretados se relajaban.
Abajo, un Expedition negro se hallaba estacionado en la calzada, y
de seguro pertenecía a los oficiales muertos. Otro escalofrío me recorrió.
Incapaz de realmente entender por qué él había detenido a los
agentes de hacer lo que vinieron a hacer, agarré la manilla de la maleta y
la tiré por las escaleras. Toda la situación hizo dar vueltas mi cabeza. Tal vez
más tarde, si había un más tarde, podía resolver esto.
169
Me di la vuelta para regresar a las escaleras, cuando algo borroso
pasó el Expedition. Fue como una sombra proyectada de un hombre muy
alto. Pero no había nadie en la terraza. Nadie estaba ahí.
Una sensación de advertencia recorrió mi espalda un segundo antes
de que mi aliento saliera en una pequeña nube de niebla y se congelara,
como lo hizo la otra noche cuando Hunter había estado un segundo fuera
de control. Bajo mi mano, la barandilla se volvió helada, y me aparté de
ella.
Oh, mierda.
La adrenalina se hizo presente y me sacudí, pero la capa de hielo en
el peldaño me hizo perder el equilibrio. Me resbalé, y mis rodillas se
agrietaron en el peldaño del porche. Un dolor caliente derribó mis piernas.
Una fría mano rodeó mi tobillo desnudo y lo jaló hacia atrás.
Desesperadamente, intenté agarrar la barandilla, pero perdí el agarre. Me
giré de costado y mi mejilla golpeó la tabla.
Oscuros y gruesos tentáculos de humo flotaban, alcanzándome,
deslizándose sobre mi piel y congelándome hasta los huesos.
Grité.
***
¿Qué demonios podía estar sucediendo ahora?
Había sentido la presencia de otros segundos antes de escuchar el
estridente grito de pánico de Serena que me atravesó, gatillando la parte
que era más monstruo que humano. La parte había sido activada cuando
había sacado a los oficiales de la cocina y tomó el control el más básico
de los instintos de mi especie, la necesidad de dominar, matar,
alimentarse, y proteger lo que era mío.
Proteger lo que era mío…
Corriendo hacia la puerta, la abrí. Mis ojos escanearon la noche.
Serena no estaba en ninguna parte, pero su maleta seguía al final de las
escaleras. Pero había otros, dos de ellos en el camino de entrada, uno más
lejos en el camino, pero ese era Dex, y otro en el bosque.
Una sombra borrosa cruzó la calzada, deteniéndose en la parte
inferior de las escaleras. Fuera de la masa deforme, una forma comenzó a
determinarse. En segundos, una mujer alta se encontraba de pie allí. Su
cabello rubio pálido estaba suelto sobre hombros desnudos. La camiseta
170
sin tirantes que llevaba hacía muy poco para ocultar las curvas de sus
pechos o su vientre tonificado.
Era Jael, una de los tres que había estado en el mirador el día que
Serena decidió dar un pequeño paseo.
Las caderas de Jael se balanceaban con cada paso. Su falda se
subía más y más, hasta que vi una delgada franja de encaje blanco.
—Hunter —ronroneó, sus labios rojo sangre se separaron cuando
envolvió su lengua en mi nombre—. Creo que ha pasado mucho tiempo
desde que llegamos conocernos a nivel personal.
—¿En serio? —respondí—. ¿Dónde está tu chico Raz?
Sonrió insípidamente. —Está ocupado. Eso sólo nos deja a ti y a mí.
—Y Colec —señalé, refiriéndome al otro.
Jael pasó una mano por el valle de sus pechos y su estómago.
—Le gusta mirar.
—Bien. —La vi bajar los escalones restantes—. Tengo algo para él.
—¿En serio? —Se deslizó contra mí—. Me gusta a donde va esto.
Envolví una mano alrededor de la garganta de Jael. La mujer sonrió.
—Me gusta rudo —susurró.
—Eso está bien, porque está a punto de ser realmente rudo.
Los ojos de Jael se ampliaron una fracción de centímetro. Me di la
vuelta, levantándola en el aire, arrojándola contra la barandilla. Aturdida,
la Arum no dejó la forma humana lo suficientemente rápido. Después,
golpeó la cubierta del Expedition.
Agarrando la barandilla, me propulsé sobre ella, aterrizando debajo
de cuclillas. Levanté la cabeza mientras Jael rodaba del capó y caía de
rodillas, jadeando.
Una sombra salió por encima del SUV, dirigiéndose hacia mí.
Salté, pateando la parrilla del auto. Girando, esquivé al Arum. Salté,
capturando la masa de sombras, llevando a Colec al suelo. La gravilla
saltó por los aires.
—No tengo tiempo para esto —gruñí, apretando mi agarre en el
Arum. Poniéndome de pie, golpeé mi mano en el centro del pecho del
Arum.
Los ojos de Colec se ampliaron y su boca cayó abierta. Un murmullo
acuoso escapó. Retiré mi brazo y sonreí. La luz de la luna captó y reflejó el
mago de plata y el profundo rojo de la hoja.
171
—Obsidiana.
El Arum se estremeció y su piel ondulaba como una ola agitada. La
energía palpitó y luego, mientras me alejaba, el Arum se rompió,
partiéndose en miles de fragmentos que flotaron en la atmósfera.
—¡Bastardo! —gritó Jael—. ¿Cómo puedes matar con una de esas
cosas? ¿Es así como peleas? Débil pieza de amante humano de mierda.
¡Voy a matarte!
Jael se deslizó en su verdadera forma. Voy a arrancarte las bolas y
darles de comer a tu trasero hasta que me ruegues dejarte vivir. Luego, le
daré de comer tu polla a esa perra humana como Raz…
Lancé la daga de obsidiana. Giró en el aire más rápido que una
bala, golpeando certeramente. La daga se incrustó profundamente en el
pecho de Jael, cortando su diatriba. Soltó un grito que hizo explotar mis
tímpanos. Un segundo más tarde se fragmentó, uniéndose a Colec en el
gran desconocido.
Deslizando la daga del suelo, me acerqué, y puse la hoja en su
funda de cuero en mi espalda. Quemó mi piel cuando me la puse, pero el
dolor no era nada comparado a lo que iba a hacerle a Raz.
Me adentré en el bosque. Me tomó poco tiempo encontrar al
bastardo, y cuando lo hice, la rabia creció muy dentro de mí. Él estaba
encima de ella y entre sus piernas, en su verdadera forma. Sus talones
enterrados en la tierra mientras golpeaba con sus puños en sus costados.
Tambaleándome hacia adelante, saqué al hijo de puta de encima
de ella y lo tiré a un costado. Mi mirada se fijó en sus amplios ojos y su cara
ensangrentada, antes de bajar y ver su camisa desgarrada y los vaqueros
desabrochados.
Una nueva sensación me asaltó cuando me di cuenta de lo que Raz
había estado tratando de hacer. Girando cuando el Arum se puso de pie,
sabía que iba a disfrutar plenamente el matarlo.
Estaba justo en su cara, agarrándolo por el cuello negro como la
tinta. Lo lancé contra un árbol cercano. El sonoro crujido envió a las aves
chillando por el cielo.
Precipitándome hacia adelante, golpeé con mi puño el rostro de
Raz, pero el imbécil se recuperó, empujándome varios metros. Los bordes
comenzaron a desdibujarse como pequeñas volutas de humo negro
entintado de sus hombros, extendiéndose como si fueran alas. Me embistió
como un misil y luego salté, dejando que el cambio se realizara. Con los
brazos a los costados, giré y mi cuerpo se transformó, mi masa
expandiéndose y difuminándose.
172
La mierda estaba a punto de ser realidad.
Las ramas se sacudieron y extendieron hacia donde me encontraba,
y Raz vino hacia mí directamente. Giramos en el aire, cortando a través de
las ramas.
Golpeamos el piso, ambos en nuestras verdaderas formas,
intercambiando golpes como si estuviéramos en una jaula de lucha. Esto
no se trataba solo de matar a Raz. Esto era sobre destruirlo por atreverse a
tocar a Serena.
Una furia animal y brutal se había apoderado de mí.
Golpeé a Raz, una y otra vez en la cabeza. Cayó, pero rápidamente
recuperó el equilibrio. Entonces, llegó a mí una vez más. Agarrándolo, lo
lancé al aire, pero en el último momento, se retorció y volamos de nuevo a
la tierra. Tomando la peor parte del impacto que fue tan feroz que lanzó a
Serena sobre su trasero, momentáneamente estuve inmóvil mientras nos
deslizamos por el suelo, hundiéndonos en la tierra y los arbustos. La tierra
voló en todas direcciones, volviendo denso el aire. Cuando nos detuvimos,
habíamos cavado una zanja de varios metros de largo.
Raz saltó alejándose de mí, yendo de nuevo hacia Serena. Me puse
de pie, pero antes de poder alcanzar al idiota, Dex apareció de entre los
árboles, derribándolo certeramente. Dex llevó a Raz a través del claro,
empalándolo en un árbol.
Pero Dex retrocedió, porque sabía algo. Tal vez era el instinto de
nuestra especie. Dejó a Raz para mí.
Me detuve frente a Raz y pasó un momento. Levantó su cabeza y
rugió. Golpeé como un rayo. Mi puño golpeó el pecho de Raz y entonces
lo atravesó. Retirando mi brazo, algo largo y tintoso vino con él. Rompí su
columna vertebral y miré como Raz se doblaba como un papel arrugado.
No pasó más de un segundo antes de que su cuerpo se estremeciera y
desintegrara, piezas flotando en el cielo y luego desapareciendo.
En el silencio que siguió, retrocedí un paso, con el cuerpo dolorido
por la lucha y la necesidad que siempre parecía seguir a algo tan
sangriento. Usualmente, necesitaba una mujer o mi mano, pero no ahora.
Necesitaba a Serena.
Girándome hacia ella, la lujuria me golpeó en las tripas más duro que
cualquier golpe que Raz logró darme. Llegué a ella y entonces llevarla
dentro era todo en lo que podía pensar.
Cálmate, hermano, susurró la voz de Dex.
La verdad es que no lo entendí, o no me importaba, ya que di un
paso hacia Serena. Cuando llegara a ella, iba a…
173
Serena retrocedió tambaleándose, sus manos contrayéndose
alrededor de los bordes de su camisa rota. Me acerqué y el color del
pánico la envolvió. Se alejó de mí, sus ojos yendo de Dex hacia mí, y fue en
ese momento que me di cuenta que todavía seguía en mi verdadera
forma y que probablemente la asustaba como el infierno.
La lujuria se moderó, sorprendentemente, mientras otra necesidad
aumentaba rápidamente; el deseo de consolarla. Parecía demasiado
poco y demasiado tarde, porque Serena salió corriendo hacia la cabaña.
Miré a Dex y asintió.
Maldiciéndome a mí mismo, la seguí con facilidad, encontrándola
de rodillas cerca del borde del bosque. Las luces de la cabaña
parpadeaban entre las gruesas ramas. Me detuve y tomé mi forma
humana.
—Serena.
Levantó la cabeza, dejando escapar un suspiro tembloroso.
—Creo que podría haberme vuelto un poco loca allí.
Me arrodillé, cerca pero sin tocar.
—Eso es comprensible.
Se sentó sobre sus piernas.
—Alíens. —Se rió—. Creo que finalmente lo estoy asimilando. Alíens.
—Prefiero el término de extraterrestre —dijo Dex detrás de nosotros.
Serena se puso de pie y se tambaleó. La agarré por los hombros,
sujetándola antes de que se lastimara más.
—No va a hacerte daño. —Había una ternura extraña en mi voz
mientras mis manos acariciaban sus hombros—. Es un amigo. Este es Dex.
Pareció relajarse un poco, pero no dijo nada.
Dex se metió las manos en los bolsillos de sus vaqueros y se balanceó
sobre sus talones.
—Extraterrestre suena más genial.
—Sí —susurró, y entonces dijo más fuerte—: ¿Ustedes son como el
simpático alíen del vecindario que anda por los alrededores?
Dex se echó a reír.
—No —dije, completamente serio—. Por lo general somos lo
contrario.
Ella nos miró. —Eso es reconfortante.
174
—Eso es Hunter —dijo Dex, sonriendo—. Un pilar de apoyo.
Entrecerré los ojos y luego me volví hacia Serena.
—¿Recuerdas que dije que una mierda iba a volverme más loco?
Bueno, pasó, y esto ni siquiera era de lo que hablaba.
175
Traducido por Marie.Ang Corregido por vaviro78
e sorprendí ligeramente cuando Serena pareció calmarse.
Por otra parte, no le daba suficiente crédito. La mujer era
dura como el tungsteno7, pero teniendo en cuenta cuan
tranquila lucía cuando los tres volvíamos a la cabaña, lo que no era usual
en ella, medio esperaba que se asustara y empezara a correr de nuevo.
Así que mantenía un ojo en ella, y algo en la forma que mantuvo sus brazos
a su alrededor, haciéndola parecer más pequeña de lo que era, más
vulnerable y frágil, me hacía querer abrazarla.
De vuelta al frente de la cabaña, recogí lo que Dex me había traído.
—¿Pensé que había dicho algo discreto?
Dex sonrió mientras pasaba su mano sobre el capó del Porsche azul
oscuro. —Dijiste que querías algo rápido. Esto es la cosa más rápida que
tengo. —Tocó el auto con cariño—. Y si le haces un rasguño a este bebé,
te mataré y haré que sea doloroso.
—Tu auto estará bien. —Miré a Serena. Estaba de pie cerca del
Porsche, mirándolo. Su cabeza estaba inclinada hacia un lado, e incluso
en la oscuridad podía ver el moretón en su mejilla y el labio inferior
hinchado.
Me volví hacia Dex. —Quédate aquí con ella. Ya vuelvo.
Dex asintió y volví a la casa. Agarré lo que necesitaba rápidamente,
y cuando regresé seguían exactamente donde los había dejado. Pero Dex
tenía una mirada extraña en su rostro.
—¿Qué? —pregunté.
Frunció los labios, entonces dijo en voz baja—: No ha dicho una
palabra.
—Dudo que eso dure. —Señalé el Expedition—. Necesito que te
deshagas de este SUV. Todo lo demás ha sido cubierto.
—Está bien, hombre. —Dex tendió su mano—. Cuídate.
7 Tungsteno: metal de color gris acerado, muy duro y denso.
M
176
Dudé por un momento, y luego le sacudí la mano. —Gracias.
—No hay problema.
Agarrando el equipaje, lo tiré en el maletero. Cuando lo cerré,
encontré a Dex de pie junto a mí.
—No sé qué estás planeando hacer con ella —dijo Dex, en voz
baja—, pero es una humana, Hunter. Vas a tener que ser cuidadoso con
ella. Se rompen con facilidad.
Me reí, pero después de un momento de claridad, me giré hacia
Dex. —¿Alguna vez te preocupas de romper a Eliza?
El Arum encontró mi mirada con ojos igual de pálidos. —Cada
maldito día.
—¿Entonces por qué estás con ella?
Dex puso una mano en su pecho. —Por lo que hay aquí… lo que
siento por ella nunca me permitirá lastimarla.
—¿Hablas de amor? —Negué mientras agarraba las llaves—. Es muy
tonto confiar en una emoción humana para protegerla.
—También es muy tonto pensar que somos incapaces de ser más
humanos que Arum.
Y con eso, se fue.
Me quedé ahí por un momento. ¿Más humano que Arum? Imposible.
Dándome la vuelta, mi mirada se posó en Serena. Bajo la luz de la
luna, su cabello era un halo de plata alrededor de su cabeza inclinada.
Cuando me acerqué a ella con cautela, levantó la vista. Tan cerca como
estábamos, podía ver el púrpura oscuro estropear el hematoma de su
mejilla, la sangre seca bajo su labio.
Mierda. Quería matar a Raz de nuevo.
Cuando llegué a ella, se estremeció. —Sólo voy a la puerta. Eso es
todo. —La abrí para ella, subió y se acurrucó en el asiento delantero.
Cerrándola tras ella, tenía la última cosa que me preocupaba. Regresando
al Porsche, me incliné y subí los pantalones. Deslizando mi mano bajo el
dispositivo de rastreo de opal revestido, sabía que estaba jodido tanto si lo
tenía conmigo o me lo quitaba. Pero sin él, el DOD no podía rastrearme.
Y sin él, no tendría el opal para mejorar mis poderes y minimizar mi
necesidad de alimentarme. Había necesitado una nueva pieza de opal,
una que por suerte no estaba cableada con un GPS, y sabía dónde
conseguir una.
177
Arranqué la tobillera de mi pierna. Una fisura de energía me recorrió,
y luego una luz roja parpadeó en la pieza de opal. Sosteniéndola en mi
mano, aplasté el dispositivo, dejando las pequeñas piezas pasar a través
de mis dedos como polvo. La única parte que quedó fue el opal y lo arrojé
a un arbusto cercano.
En ese momento, esperaba saber lo que hacía. En realidad no tenía
un plan más que fuese conseguir otra pieza de opal, ¿y luego qué? Nadie
sabe. Sobre todo, esperaba no estar retrasando lo inevitable para Serena y
exponiéndola a más dolor.
Rodeé sigilosamente el auto y me deslicé detrás del volante.
Necesitábamos llegar a un lugar seguro. Y necesitaba darle una buena
mirada para ver el alcance de sus lesiones. Ella necesitaría descansar.
Había un montón de: «ella necesita» en mis pensamientos.
Dando marcha atrás en el auto, lo giré, haciendo saltar la gravilla
cuando los neumáticos chirriaron. Era bueno que Dex no estuviera cerca
para verlo. Saliendo al camino principal, miré a Serena.
—Deberías ponerte el cinturón de seguridad.
Con el rostro pálido, lentamente desenvolvió sus brazos y buscó el
cinturón de seguridad hasta encajarlo en su sitio.
—¿Estás bien, Serena? Raz, él… —Me callé porque no estaba seguro
si iba a enojarme cuando pensaba en lo que Raz había intentado hacerle.
Serena asintió. Los árboles se veían borrosos en el camino y no fue
hasta que habíamos dejado la comunidad, dirigiéndonos a la autopista
principal, que habló.
—¿A dónde vamos? —preguntó, su voz sonaba cansada.
Cambié de posición en el asiento, sintiendo su mirada en mí. —A
algún lugar donde podamos escondernos por el día. —Una rápida mirada
al tablero me dijo que sólo tenía unas pocas horas antes del amanecer.
—¿Luego qué? —Su voz sonaba más fuerte.
Sonreí. —Estoy deseando que te des cuenta de eso en algún
momento.
Serena volvió a mirar a través del parabrisas. Sus manos se abrían y
cerraban en su regazo. Me preguntaba si sabía siquiera que lo estaba
haciendo. Una de sus manos, la izquierda, lucía bastante destrozada. Las
uñas estaban rotas, desconchadas y sangrientas.
La ira me embargó al pensar en todo lo que había pasado.
Honestamente, jamás le di mayor importancia a los problemas de los seres
humanos o los peligros que enfrentaban simplemente al caminar desde la
178
cocina al baño, pero con Serena, lo pensaba. Mierda. Me había
obsesionado con ello.
Agarrando el volante con una mano, entrecerré los ojos en el
camino oscuro. No me di cuenta de lo que estaba haciendo hasta que
alcancé su mano y la envolví con mis dedos, evitando con cuidado sus
dedos.
Serena no se apartó. Apretó mi mano.
Y yo también.
***
No sabía que decir. A pesar de que mi cerebro parecía haberse
recuperado de los eventos del último par de horas y estaba relativamente
cuerda, no sabía qué decir. ¿Primero un agradecimiento? Parecía de
alguna manera inapropiado, y en ese momento, estaba tan… insensible a
todo que no podía decir nada.
Y no podía dejar de mirar a la mano envuelta alrededor de la mía.
La mano de Hunter parecía humana, gráciles huesos y piel. Su tacto era
mucho más frío, pero además de eso, no se veía diferente de cualquier
mano humana masculina.
La forma que sostenía mi mano, como si tuviera miedo de hacerme
daño de alguna manera, creó una masa espesa en mi garganta. Era una
dulzura que ni siquiera creo supiera que era capaz.
Lo miré a hurtadillas.
Se había quedado tranquilo, y ahora se veía como siempre lo hizo:
increíblemente guapo y serio, una extraña mezcla que me tuvo intrigada
desde el principio. Pero había tensión en sus labios. Los huecos bajo sus
pómulos se veían más intensos. En la penumbra del coche, parecía que
moretones empezaban a aparecer en su rostro.
La preocupación aumentó con rapidez. Él y Raz habían luchado con
tanta violencia, un verdadero combate a muerte. Nunca había visto nada
como eso. Era sacado de una película, y era locura que él todavía
estuviera respirando y de pie.
—¿Estás bien? —pregunté, con voz ronca.
Su mirada se desplazó a la mía. —Sí, estoy bien.
—¿Cómo puedes estar bien después de pelear así?
No respondió de inmediato. —Estoy acostumbrado.
179
¿Acostumbrado a qué? Eso me hirió por él. —Debes sanar de forma
diferente a como… a como los humanos lo hacen.
—Lo hacemos. —Hizo una pausa, retirando su mano—. Cuando
tomamos nuestra verdadera forma, sanamos.
—Eso es conveniente —murmuré. Mi mano se sentía vacía y fría, y
nada se dijo después de eso.
El amanecer había empezado a deslizarse en el horizonte oriental,
proyectando en el cielo vibrantes tonalidades de profundos azules, para
cuando Hunter había tomado la rampa de salida y se detuvo en un
pequeño motel ubicado en los valles y tierras de cultivo. Todavía
permanecíamos en el centro de West Virginia, pero habíamos puesto
varias horas y kilómetros entre la cabaña y nosotros.
Esperé en el Porsche mientras Hunter nos registraba.
Afortunadamente, consiguió un cuarto en la parte posterior, de modo que
el auto podía ser estacionado detrás del motel. Él no parecía estar
preocupado de que alguien supiera quienes éramos, pero seguía
esperando que extraterrestres y oficiales del DOD aparecieran de la nada.
—El motel no se ve tan mal —dijo Hunter, agarrando nuestro
equipaje del maletero—. Deberías ser capaz de asearte y descansar un
poco.
Cansada, lo seguí, escaneando el oscuro estacionamiento
iluminado. Algo me llamó la atención entonces. —¿Duermes? Jamás te he
visto dormir.
—Sí. Dormir es mi tercera cosa favorita.
—¿Cuáles son las dos primeras?
Abriendo la puerta, echó un vistazo por encima de su hombro. —Mi
segunda cosa favorita es comer y creo que puedes adivinar cuál es mi
primera cosa favorita.
Sentí mis mejillas enrojecer. Tenía una buena suposición.
La habitación del motel no lucía mal. Las sábanas de la cama
matrimonial parecían limpias y olían a limpio, no de desinfectante sino a un
agradable aroma de flores silvestres. Había una cama. No había sofá, sólo
una silla de aspecto incómodo de color naranja tostada en la esquina
junto a un pequeño escritorio. Hunter puso nuestras maletas en el escritorio.
Agotada, empecé a sentarme, pero de repente Hunter apareció
frente a mí.
—Me gustaría poder moverme tan rápido como tú —dije—. Nunca
has explicado cómo te mueves así.
180
Hunter arqueó una ceja. —Es en realidad más fácil para mí moverme
así de rápido. Toma más energía moverse más lento, a un paso humano.
No te sientes. Quiero darte una buena mirada.
Estaba bastante segura que él había conseguido una buena e
íntima mirada antes de que la noche terminara mal. —Estoy bien.
—Compláceme.
Demasiado cansada para protestar, lo dejé llevarme hacia el
iluminado cuarto de baño. Sentándome en el inodoro, me estremecí. —
Creo que me lastimé el trasero.
—Puedo echarle un vistazo a eso, también.
Sonreí, ignorando el pinchazo en mi labio inferior. —Estoy segura de
que puedes.
Desapareciendo del cuarto, volvió a aparecer con una botella de
peróxido y una bolsa de bolas de algodón. Ahora sabía a qué había
regresado a la cabaña.
Puso las cosas en el mostrador y luego se arrodilló. Se agachó, y
empezó a enrollar mis vaqueros.
—¿Qué estás haciendo? —Mi mirada iba entre las tenues marcas
rojas en sus mejillas y mandíbula.
Arqueó las cejas mientras subía ambas piernas de los pantalones
sobre mis rodillas. —Limpiándote. Justo ahora eres una especie de desastre.
Me sentía como un desastre. —No tienes que hacer esto.
Cogiendo la botella, la agitó. —No discutas conmigo.
—Dios, eres un mandón.
Sonrió apretadamente.
—Nunca había visto a nadie pelear como esta noche. Cuando
peleabas con los Luxen en mi departamento no eran para nada así. —Me
concentré en su cabeza inclinada—. Creo que olvido lo que realmente
eres.
Levantó la cabeza y capturó mis ojos. —Nunca debes olvidar eso,
Serena.
—Es difícil. Eres tan parecido a un humano.
—Somos muy diferentes. Así como los Luxen. —Bajando la barbilla,
inspeccionó mis piernas—. Realmente no necesito respirar, pero se ha
convertido en un hábito.
Jesús.
181
—Se siente extraño cuando no lo hago —agregó—. Como mucho…
lo necesito. Nuestros metabolismos, como los de los Luxen, son
extremadamente rápidos.
—Debe ser bueno —dije, fascinada.
Hunter tocó ligeramente las heridas inflamadas en mis rodillas. Mi piel
picaba, trayendo nuevas lágrimas a mis ojos, pero no las dejé caer. Ya
listas mis rodillas, tomó mi mano izquierda. Su agarre era dolorosamente
suave. Mi pecho se apretó.
—Si fuera un Luxen, tan sólo podría sanarte —dijo, pasando un
algodón limpio sobre mi palma—. Mucho más fácil que esto. Es una de las
cosas que el DOD estudia sobre ellos. No pueden enfermarse. Piensa en lo
que eso significaría para todas las enfermedades humanas.
Intento hacerme a la idea. Sin gripes. Sin resfriados. Sin cáncer. —
¿Qué hay de tu clase?
—Tampoco nos enfermamos, pero no podemos curar como los
Luxen. Tratan de no hacerlo a los humanos. Aparentemente, puede
cambiar el ADN humano, dependiendo de la gravedad de las lesiones, o si
se hace varias veces.
Mi mirada se trabó en su rostro. Su frente estaba fruncida en
concentración. —¿Qué le sucede a los humanos?
—Mutan, adquieren algunas de las cualidades Luxen. —Hunter bajó
mi mano a mi regazo y tomó la otra—. Se llaman híbridos y algunos son
más fuertes que los Luxen.
—Jesús —susurré, tambaleándome.
Una pequeña sonrisa se posó en los labios de Hunter mientras dejaba
mi otra mano en mi regazo. Sus fríos dedos encontraron el costado de mi
barbilla, inclinando mi cabeza hacia abajo. —Esto probablemente
escocerá más.
Me estremecí ante su toque, incapaz de conciliar cuan suave era en
este momento, y lo feroz y aterrador que había sido antes en el bosque.
Esas manos podían matar en un instante, pero ahora, inclinaban
cuidadosamente mi cabeza hacia la luz.
—¿Qué tan malo es? —pregunté.
Sus dedos se deslizaron. —No es tan malo. Habrá algo de hinchazón.
¿Lista?
Asentí.
Entrecerrando los ojos, presionó la nueva bola bajo mi labio, y
escoció como el santo infierno, pero permanecí inmóvil mientras la
182
deslizaba por mi labio inferior. El líquido escurrió un poco, haciéndome
cosquillas en el mentón.
—Tu mejilla está un poco hinchada, también. —Agarró otro algodón.
Cerré los ojos mientras limpiaba mi cara. —Podría haber sido peor.
—Podría haber sido.
Continuó jugando al doctor, y desafortunadamente no del tipo
divertido. Cuando hubo terminado con mi cara, puso la tapa en la botella.
—¿Algún otro lugar herido?
Me dolía todo el cuerpo. —No.
Parecía que no me creía. Era malditamente observador para ser
hombre… y un extraterrestre.
Respiré profundamente. —¿Por qué vinieron por nosotros? ¿Era por el
DOD?
—¿Recuerdas el día que estuviste en el mirador? Te siguieron, e
intervine antes de que te atraparan, venciendo a Raz en frente de los
otros. Nuestra especie tiene que dominar. Y para ello, tienes que ser más
fuerte que los demás. Así que él tenía que demostrarle a sus amigos que
era el alfa.
—Se equivocó de objetivo.
—Exactamente.
Hunter seguía ahí, arrodillado frente a mí. Miraba mis rodillas de
nuevo, frunciendo el ceño.
—Rompiste tu dispositivo de rastreo, ¿no? —pregunté—. ¿Eso es lo
que hacías afuera del auto?
Todo lo que hizo fue asentir.
—¿Por qué? No entiendo por qué harías esto por mí.
Se quedó en silencio por siempre. —No lo sé.
—¿Todavía no lo sabes? —Negué—. Cuando rompiste el dispositivo,
¿no se les notificó… al DOD?
—Sí, pero no me encontrarán.
—Pero eso es muy arriesgado si no sabes por qué.
Hunter alzó la mirada. —No sé, Serena.
Dejé escapar un suspiro. Él no lo sabía horas atrás y dudaba que lo
supiera a partir de ahora. ¿Importaba? Sí, susurró una pequeña voz. Me
importaba. —Gracias —dije—. Gracias por ayudarme y no dejarlos…
bueno, matarme.
183
Hunter se puso de pie rápidamente. —Debes ducharte. Luego
descansar. Te sentirás mejor.
Como en un sueño, me quedé mirándolo. No me esperaba un gran
de nada, pero maldita sea, no tomó un gracias tampoco. Desapareció de
nuevo del baño y entonces regresó con una camisa suya que era lo
suficientemente larga para mí para vestirme. Sin decir una palabra, dejó el
baño, cerrando la puerta tras él.
Un par de minutos pasaron mientras estaba sentada ahí, intentando
procesar el material adicional que había aprendido. Sentía como si los
engranes en mi cerebro estuvieran rotos, porque nada pasaba entre mis
orejas.
Poniéndome de pie, me quité mi ropa arruinada y abrí el grifo.
Avanzando bajo el chorro de agua caliente, me estremecí cuando el
agua se deslizó por mis numerosos cortes y raspaduras. No conocía lo que
eran esas pequeñas lamidas de dolor, pero lágrimas brotaban y esta vez
no pude detenerlas. Ni siquiera estaba segura de por qué lloraba. ¿Era por
Mel? ¿Era por mí? ¿O era sólo una total sobrecarga?
Me quedé en la ducha hasta que conseguí recobrar el control.
Entonces, me sequé rápidamente y me puse su camisa. El sol había salido
para entonces, inundando el cuarto con suave luz. Hunter estaba en la
ventana, de espaldas a mí.
—Encontré una barra de chocolate y refresco en una máquina
expendedora afuera. Están junto a la cama. Debes comer eso antes de
dormir.
Las cobijas estaban apartadas también. Mi mirada volvió a Hunter.
—¿Qué pasa con el chocolate? Esta es la segunda vez que estás
alimentándome con una barra de chocolate.
—Azúcar. Ayuda después de que uno de nuestra especie se ha
alimentado de ti.
Subiendo a la cama, deslicé mis piernas bajo las mantas. Mientras
comía y bebía mis golosinas con pesadas calorías, Hunter tomó una
ducha. Cuando terminé, me acomodé, poniendo mis manos bajo la
almohada, y esperé.
Hunter volvió a salir, sus pantalones de cuero colgando bajo en sus
caderas. Mojado, con el pelo alborotado aferrado a sus mejillas y cuello.
Fue a la ventana, con sus movimientos más rígidos de lo normal, y cerró las
cortinas verde guisante. La oscuridad inmediatamente descendió en la
pequeña habitación.
Acurrucada sobre mi costado, observé a Hunter pasear a través del
cuarto. —¿Hunter?
184
—Sí.
—¿Estás seguro que estás bien?
Se sentó en la silla. —No debes preocuparte por mí.
Fruncí el ceño. Eso no era una respuesta. Pasaron unos momentos, y
entonces Hunter inclinó la cabeza contra la pared. La posición tenía que
ser incómoda y la cama era lo suficientemente grande para los dos.
Respirando profundamente, me levanté sobre mis codos. —¿Hunter?
—Duérmete, Serena.
Ignoré su orden. —Dijiste que cuando entras a tu verdadera forma, te
sana. ¿Cierto?
Abrió un ojo. —¿Por qué estás preguntando eso?
—Porque tienes que estar adolorido. —Tomé un profundo aliento—. Y
no me molesta cuando estás en tu verdadera forma.
—Debería. —Abrió ambos ojos ahora—. Duérmete.
Me senté. —Dormiré si tomas tu verdadera forma y te sanas.
Hunter no se movió durante unos instantes, y luego se echó a reír con
voz ronca. —Eres especial, ¿sabes eso?
No estaba segura si eso era un cumplido o no, pero entonces Hunter
se levantó y, maldición, estaba herido, porque se levantó de esa silla
lentamente, empujándose con las manos.
Hunter no apartó la mirada como lo había hecho la última vez que
cambió delante de mí. Mis manos apretaron las mantas y caminó a mi
lado de la cama, su pecho desnudo cincelado y húmedo.
Los bordes de su cuerpo se hicieron borrosos, ropa y todo, y entonces
se desvaneció en humo, en una forma humana tenue y etérea. Mis ojos se
ampliaron y tomó forma, ganando masa hasta que se veía como un
humano masculino pero diferente.
Se giró y sus músculos ondularon suavemente. Antes de que pudiera
detenerme, estiré la mano y toqué su brazo. Se quedó quieto, y como la
última vez, no se alejó. Permaneció allí mientras pasaba mis dedos por su
brazo, y me maravillaba ante la sensación de él.
Esta vez retiré la mano antes de realmente empezar a acariciarlo.
Hunter permaneció en su verdadera forma por unos pocos segundos más,
y luego se volvió borroso y regresó a su forma humana. Sin heridas. Sin
huecos en su rostro. Increíble.
—Eres hermoso —murmuré, y entonces me ruboricé porque parecía
una cosa equivocada de decir. Probablemente estúpida, también.
185
Hunter me miró, entornando los ojos y con las fosas nasales dilatadas.
Nuestras miradas quedaron enganchadas, y sentí su mirada en cada parte
de mí. La manta se deslizó de mis dedos mientras la excitación se
arremolinaba.
Dejó escapar un largo suspiro. —Duérmete.
Eché un vistazo a la silla. —La cama es lo suficientemente grande
para los dos, lo sabes.
—Lo sé.
—Puedes dormir aquí, también.
No parecía que respondería al principio. Me miró como si estuviera
loca. No entendí la mirada. Hace varias horas, habíamos compartido la
misma cama. Todo y nada había cambiado.
—Mierda —dijo, yendo al otro lado de la cama.
Me acosté de lado, de cara a la puerta. —No tienes que hacerlo si
no quieres.
—Ese no es el problema. —Las sábanas se movieron y entonces la
cama se hundió bajo su peso. ¿Se había sacado sus pantalones de cuero?
Probablemente era bueno si no lo sabía.
—Entonces, ¿cuál es el problema? —pregunté.
Pasó un momento. —Yo quiero.
Hice una mueca que no pudo ver. —No veo que eso sea un
problema.
—No lo harías.
Los segundos se convirtieron en minutos y no ofreció ninguna otra
explicación. No creía que fuese posible conciliar el sueño después de todo,
pero me sentía a salvo con él y, milagrosamente, cuando cerré los ojos, me
quedé dormida.
186
Traducido por Mel Markham.
Corregido por Clau ^.^
bservé a Serena dormir, todavía atormentado por su
pregunta. ¿Por qué me estás ayudando? Ayudarla no era un
gran riesgo. Era el clavo en el ataúd universal.
Por mucho que odiaba ser el chico de los mandados para el DOD,
mi vida había sido relativamente cómoda y tranquila el último par de años.
Había decidido acabar con la finura, ¿y por qué?
Levanté mi codo, cuidadoso de no molestarla. Había seis pecas en
su nariz y mejillas, formando una clase de constelación.
Por primera vez en toda mi existencia me encontré envidiando a los
Luxen. Tenían la única habilidad que nosotros nunca podríamos adquirir,
curación. Cuando estaba en el baño, habría dado lo que fuera por tener
ese talento, para curar a Serena de sus moretones y dolores en lugar de
vendarla.
Mía.
Toda forma de pensar estaba defectuosa. Los Arum rara vez se
establecían con uno de su especie y hacer lo mismo con un humano era
incluso más raro por millones de obvias razones, pero mi hermana lo había
hecho y también Dex.
No quería reclamar a Serena como mía. Sería mejor para ella si no lo
hago, pero nunca había hecho la mierda de negación antes, así que ¿por
qué empezar ahora?
Me recosté, dejando salir un gruñido bajo. Había estado sin los
efectos del opal sólo por un par de horas, pero ya sentía los efectos como
un maldito adicto. Y en eso es en lo que los Arum se han convertido. Unos
adictos criados durante siglos de alimentarse de Luxen.
Me sentía inquieto, picor en la piel y mi garganta estaba reseca.
Mi polla estaba dura, demasiado, pero eso tenía más que ver con el
cuerpo con curvas a mi lado que por la falta de opal.
Todavía estaba sorprendido por el hecho de que Serena me pidió
que tome mi verdadera forma para curarme después de ver a nuestra
O
187
especie en nuestro peor momento. Quería decir que me sorprendía que
me haya impulsado a hacer algo tan estúpido como tomar mi verdadera
forma sin el opal. Hacerlo requería energía, y la energía requería que me
alimentara.
Pero lo había hecho como un idiota, no porque estuviera
sorprendido por su pedido, sino porque Serena me lo había pedido, y yo
quería complacerla.
Jodidamente complacerla.
Y realmente quería complacerla en olvidar.
Lo más inteligente hubiese sido ir directo por el opal, pero debería ser
capaz de mantener la compostura por un par de horas. Necesitaba
alimentarme, sin embargo, no importa qué. Para ver esta mierda pasar
tenía que estar al tope de poder.
¿Ver esta mierda pasar exactamente cómo?
Otra buena pregunta, pensé, haciendo una mueca. Hombre,
realmente no creo que esta mierda pase.
Desconectarse tomó más tiempo de lo normal. Dormí. Por cuanto
tiempo, realmente no lo sé, pero cuando me desperté, seguía en la misma
posición que había estado anoche. Mi cuerpo se curvó contra de el de
ella y mi brazo alrededor de su cintura.
Mierda.
En su sueño, Serena movió su trasero mientras se acomodaba contra
mí, haciendo que mis venas se calienten.
Doble mierda.
Abriendo mis ojos en ranuras delgadas, miré sobre mi hombro.
Delgados rayos de la brillante luz solar se deslizaron por el hueco de las
cortinas. Necesitábamos levantarnos pronto y volver al camino. Había al
menos cinco horas más para llegar a donde necesitábamos ir.
Estaba más duro que hace un minuto.
Triple mierda.
Inhalé y todo lo que obtuve fue la esencia de Serena. Debería
haberme ahogado, pero no lo hizo. Terminó teniendo el efecto contrario,
relajándome. Se me ocurrió entonces que podría haber perdido a Serena
en el bosque.
Un dolor frío perforó un agujero del tamaño de mi puño a través de
mi estómago. Su vida no estaba a salvo ahora, ni conmigo ni sin mí, lo que
trajo un profundo sentimiento de impotencia, un sentimiento al que no
188
estaba acostumbrado. Eso me enojó. Ira se acumuló en mi interior hasta
que ella hizo un sonido suave de maullido en su sueño.
Cerré mis ojos y conté hasta diez. Tranquilízate. Cuando reabrí mis
ojos, me concentré en el destello de su cadera. Serena estaba viva. Era
fuerte, más fuerte de lo que probablemente creía. La mayoría de los
humanos no habría durado tanto como ella contra uno de mi especie.
Infiernos. Y sobrevivió al ataque de un Luxen, pero…
Pero estaba teniendo jodidos sentimientos por ella.
Sentimientos no era algo que los Arum tengan naturalmente. Dex los
tenía, pero ese Arum había tomado un giro brusco en hacia la dimensión
desconocida.
Yo estaba justo detrás de él.
En su sueño, ella se movió hasta que su espalda se presionó contra mi
pecho. Me congelé cuando su trasero se presionó más firmemente contra
mi ingle. No me iba a volver a dormir pronto.
Empujando más arriba, la miré. Se sentía tan pequeña contra mí, y
eso trajo otro extraño sentimiento. Uno que me hacía querer esconderla
donde nadie pueda tocarla o mirarla. Sonaba como un realmente
desquiciado ambiente de protección.
Realmente desquiciado.
Pasé mi pulgar sobre su suave mejilla, trazando el fino hueso. Mi
toque era ligero como una pluma, pero se agitó adormilada, presionando
ese trasero hacia atrás una vez más. La lujuria picó en mi piel y mi instinto
arrancó. Moví la punta de mis dedos por su garganta, sobre su hombro. Me
gustaba que estuviera en mi camiseta de nuevo.
Un pequeño suspiro escapó de ella, y se giró sobre su espalda,
mirándome con esos grandes ojos marrones. No pude obtener una mierda
por su expresión, pero sabía que tenía que haber sentido mi dureza
presionando contra ella. Cuando no saltó de la cama como un proyectil,
mi curiosidad no conocía límites.
Lentamente, moví mi mano hacia el cuello de la camisa prestada, la
palma de mi mano presionando contra la curva de sus pechos. Un rubor
familiar trepó por sus mejillas. Me preguntaba cuanto más de su cuerpo se
ruboriza de esa manera.
Serena puso su mano sobre mi lado, moviéndola hacia mi espalda,
amasando los nervios de músculos agrupados. La sensación de su toque
ondeó a través de mí, sorprendiéndome hasta la muerte. La lujuria atacó,
haciendo que mi cabeza flote.
189
Suficiente con el pensar en esto, era una criatura de acción no de
pensar. Necesitaba tocarla más y lo necesitaba ahora. Dejé caer mi mano
en su cadera y la arrastré por debajo del montículo de almohadas. Luego
me levanté sobre ella, usando un brazo para sostener mi peso. Mi erección
encajaba contra su centro, como si estuviera hecha para eso, y cuando
me moví contra ella como lo había hecho la noche que la probé, jadeó mi
nombre.
Infiernos al sí.
Sacudí las caderas de nuevo, amando la manera en que sus labios
se separaron.
Probablemente no deberíamos estar haciendo esto.
—Lo sé. —Pero su cuerpo traicionó sus palabras cuando sus caderas
se levantaron.
Mis siguientes palabras salieron como un bajo y áspero gruñido.
—Puedo prometerte que el sexo conmigo no va a ser con caricias
largas y suaves o palabras susurradas. Me gusta duro y crudo, pero tu
placer siempre vendrá primero. Cada vez.
Sus pesados, caídos ojos se cerraron. Gruesas pestañas enmarcaban
sus mejillas.
—¿Cada vez?
—Cada. Vez. —Cada palabra la puntualicé con un empujón de mis
caderas, haciéndome morder un gruñido.
—Esa es una declaración muy audaz —susurró, abriendo las piernas,
sosteniendo la mía.
—No es una declaración. —Bajé mi cabeza, moviendo mis labios por
su mejilla que acariciaba momentos antes—. Sino una promesa.
Mi otra mano se deslizó por el brote de su cadera, hasta el
estómago. Me detuve justo debajo de sus pechos, mi pulgar rozando el
oleaje. Su inhalación brusca resonó en mi cabeza.
Se quedó sin aliento cuando mis besos llegaron a la esquina de su
boca. Volvió su cabeza suavemente. Nuestros labios se rozaron, y me retiré
bruscamente, recordando que estaba herida.
—¿Te sientes bien para esto? —pregunté, y luego me pregunté de
dónde diablos había salido la decencia.
Sus dedos se curvaron contra mis hombros.
—Me siento bien.
190
Bajé mi cabeza al espacio entre su cuello y su hombro. Agarrando su
cadera, acaricié con la nariz su cuello, dándome cuenta que nunca había
olido nada mejor que ella. Dejé que mi mano se desviara más arriba, casi
alcanzando el pico de su pecho.
No me dijo que me detuviera, no dijo nada ni se movió. Sólo
esperó… esperó a ver qué hacía yo. Entonces agarró mis muñecas pero no
alejó mis manos. Sólo las sostuvo. Había vacilación en sus ojos, pero su
respiración se elevó, con lo que su pecho entró en contacto con mi mano
más plenamente.
Gruñí bajo en mi garganta, y su espalda se arqueó fuera del
colchón, presionando su pecho en mi agarre. Respondí, frotando mi pulgar
sobre el tenso guijarro presionando contra la camiseta.
Mis ojos permanecieron cerrados a los suyos mientras me burlaba de
su pezón a través de la ropa. Movió su otra mano por mi pecho, y los
músculos de mi estómago se tensaron. Tenía que ver sus pechos de nuevo,
tocarlos, probarlos. Deslicé mi mano bajo su camisa. Sedosa piel
suavemente cóncava mientras empujaba la tela hacia arriba, dejando al
descubierto su estómago y luego le saqué lentamente la camisa. A alguien
más le hubiera arrancado la camisa, pero con ella… no con ella. No
ahora, probable más tarde, sin embargo.
¿Más tarde?
Sí, ¿a quién diablos engañaba? Habrá un más tarde.
Sus pechos eran hermosos. Redondos y perfectos, e incluso más
hermosos en mi mano. Hizo un sonido suave mientras mis dedos se
deslizaron sobre el pico de su pecho. Mi boca se hizo agua mientras
bajaba mi cabeza, moviendo rápidamente mi lengua sobre un pezón
vivaz.
Gimió mientras ahora con ambas manos agarraba mis costados
—Hunter…
—¿Mmm? —Presioné hacia abajo, moviendo la mano al otro pecho.
Mi lengua se arremolinó sobre el pezón—. ¿Quieres que me detenga?
Su cabeza fue hacia atrás mientras su aliento salía en cortos jadeos.
Esto… esto no era lo que tenía mente cuando dije que podías
dormir aquí.
Saqué el pico color rosa de mi boca mientras atrapaba el otro pezón
entre el pulgar y el índice. Su piel sabía como la droga más dulce, y su grito
fue como un canto de sirena.
—¿No lo fue?
191
—Dios —gimió—. Está bien. Quizás lo fue.
Antes de que pudiera sentirme engreído por eso, su parte inferior del
cuerpo comenzó a moverse en pequeños círculos y, Dios mío, estaba tan
duro que podía sentir el pulso contra el cuero de mis pantalones. Rechiné
los dientes, permaneciendo quieto mientras ella cobraba vida bajo mis
pies.
***
El deseo se arremolinaba dentro de mí, dejándome sintiéndome
fuera de control y aturdida. Sin embargo, ríos de miedo se cerraron bajo el
calor crudo. Incluso cuando mi cuerpo se arqueaba dentro del suyo, se
arqueaba por él, sabía que Hunter no era como otro hombre. Él podría
perder el control, y luego estaría en un gran, gran problema.
Pero mirándolo a la cara, veo a Hunter. No veo un depredador o
una amenaza. Lo veo a él, sólo a él. Deslizando mis manos por su pecho,
siento a Hunter. Bajo esta hermosa piel suya, algo totalmente diferente
existe. Sabía eso, pero confiaba en él con mi vida y mi cuerpo. Eso era lo
que importaba.
Y cuando su boca tiró de mi pecho y su lengua raspó mi pezón, dejé
de pensar. Era todo sobre sentir y las primitivas, exquisitas sensaciones
disparando hacia mi sexo, calentando y humedeciéndome. Todo lo que
sabía era que quería sentir esto, realmente sentir esto.
Mis manos se deslizaron sobre abdominales duros como piedras que
se hundían y ondulaban. Su piel se sentía fría como la seda. Perfección
masculina. Mis caderas se balancearon contra el grueso músculo
presionado, contra mi centro. Dios, era enorme. Tiene que ser una cosa de
alíens, porque maldición.
—Te deseo tanto. —Su voz era gruesa, llena de humo; sus labios
moviéndose contra mi pecho. En este punto él podría estar hablando latín
de cerdos, y yo lo encontraría profundamente sensual.
Bajó una mano hacia mi cadera, instándome a que me mueva, a
tomar lo que quiero. Cuando atrapó mi pezón entre sus dientes, grité de
nuevo, rindiéndome a lo que mi cuerpo exigía, arbitrariamente rodando
mis caderas contra su dureza. La tensión entre mis piernas creció
rápidamente, robándome el aliento, sorprendiéndome. Con sorprendente
rapidez, metió las manos debajo de mí y me levantó mientras se mecía
sobre su trasero.
192
En su regazo —oh dulce Jesús— podía sentir la punta de él luchando
contra mí. De alguna forma sus pantalones se habían desbrochado. Yo
pude haberlo hecho. Él pudo haberlo hecho. No lo sabía ni me importaba.
Sus labios eran fríos contra mi cuello y la guerra calor/frío me apretó
en todos lados.
Mis manos se hundieron profundo en su cabello y tiré su cabeza
hacia atrás, sorprendida por mi agresividad. Bajando mi boca a la suya, lo
besé profundamente, ignorando la llamarada de dolor de mi labio
magullado. Mi lengua se deslizó entre sus labios y gemí mientras sonreía
contra él.
De pronto se apoderó de mis muñecas, tirando de ellas hacia abajo
y capturándolas en una mano. Yo yacía sobre mi espada y él estaba sobre
mí en un segundo. Por un breve vislumbre de sus ojos, vi que eran de un
brillante azul. Hermosos.
Sosteniendo mis muñecas en mi estómago, se movió más abajo,
besando su camino desde mi barbilla hasta mi ombligo, llegando tan
cerca de donde lo quería y necesitaba.
—Abre tus piernas para mí. —Cuando seguí sus órdenes, su mano
libre se deslizó por mi muslo, deteniéndose a escasos centímetros de mi
centro—. Apuesto a que estás lista para mí.
Lo estaba. Dios, estaba tan lista que me ahogaba.
Entonces su boca estaba en mí, succionando profundo mientras un
largo dedo se enterraba en mi cuerpo. La combinación de ser restringida,
de ser tan trabajada, era demasiado.
Me vine justo ahí, rompiéndome en un billón de piezas mientras mi
cuerpo se contraía contra su boca. Me trabajó hasta que lloriqueé,
llegando cerca de la liberación otra vez. Luego se levantó, sus extraños
ojos penetrándome.
Con una mano, bajó sus pantalones y saltó fuera de ellos. Dulces,
réplicas sin sentido me sacudieron mientras se movía hacia mí una vez más,
sujetando mis brazos por encima de mi cabeza. Sentí su dureza, de gran
longitud contra mi núcleo.
Mis manos picaban por tocarlo, pero no lo estaba teniendo.
Sacudiendo la lengua por el pezón endurecido, se instaló entre mis muslos.
—Espera —dije sin aliento. Hunter levantó la cabeza y su mirada
decía ¿en serio? Casi me río—. ¿Qué hay sobre protección?
Una sonrisa curvó sus labios
193
—No puedo dejarte embarazada y nosotros no nos enfermamos. No
funciona de esa manera.
—Humano. Alíen —dije, dejando salir una risa nerviosa—. Debí haber
pensado en eso.
—Dudo que sea algo que normalmente se considera. —Con su
mano libre, trazó la línea de mi mandíbula y luego la deslizó entre mis
pechos hacia el brote de mi cadera, obteniendo escalofríos de mí—. Eres
hermosa. Cada parte de ti.
Me sentía así cuando me tocaba de esa manera.
—Quiero tocarte.
—Lo sé.
Pero no dejó ir mis muñecas. Las sostuvo sobre mi cabeza mientras mi
aliento se congelaba, luego redobló cuando lo sentí en mi contra,
empujando centímetro a delicioso centímetro. En el tramo inicial se detuvo
un delicioso segundo.
Hunter bajó su cabeza, acariciando mi garganta con su nariz
—Maldición, te sientes tan bien. Me matas, ¿lo sabes? Jodidamente
me matas.
Estaba segura que él era el que me mataba. Inclinando mis caderas,
lo tomé en su totalidad. Mi jadeo de placer se perdió en su gemido
mientras mi espalda de arqueaba. Él era una tremenda presencia en mi
cuerpo, estirándome hasta que la sensación de plenitud sublime curvó los
dedos de mis pies contra las sábanas.
—Oh Dios, Hunter…
Ansiaba envolver mis brazos alrededor de él, pero me sostuvo
inmóvil. Un ligero temblor se abrió camino a través de él y su agarre se
apretó en mis muñecas hasta que se hizo casi dolorosa.
Abriendo mis ojos, aspiré el aire.
Sus rasgos eran más agudos, tensos, y en sus ojos se revolvían
manchas brillantes de color azul. La temperatura de su piel pareció caer.
—¿Hunter?
Estiró la cabeza hacia un lado, y los gruesos nervios de los músculos
se destacaron. Sus ojos cerrados, y podía decir que luchaba contra eso; la
oscuridad en él necesitaba alimentarse. Una eternidad pasó antes de que
sus pestañas se levantaran. Sus ojos eran más brillantes de lo normal, pero
su rostro había perdido la agudeza. Empezó a moverse, empujando hacia
atrás hasta que la punta de él se estaba presionando, y luego empujando
hacia adelante hasta que no había ni una pulgada entre nosotros. La
194
fricción de cada retirada y posterior regreso construyó una loca tormenta
de emociones que rápidamente se convirtió en un torbellino de profunda
tensión.
Hunter mantuvo ese ritmo tortuoso y lento hasta que una fina capa
de sudor estalló sobre su frente y su pecho desnudo y lampiño. Estaba
cerca, mis dedos retorciéndose alrededor del vacío aire mientras el ritmo
se incrementaba.
—Te sientes tan perfecta —dijo, besándome de nuevo mientras una
mano se ubicaba en mi cadera, y supe en ese momento que él pelearía
con la bestia.
En respuesta, envolví mis piernas en su cintura, pareciendo colocarlo
incluso más profundo. Hunter gruñó bajo en su garganta mientras yo
enganchaba mis tobillos.
Atrapó el borde de mis labios en un pequeño mordisco y luego
gruñó.
Te voy a follar. Duro.
Antes de que pudiera señalar que ya hacíamos eso, Hunter se
impulsó en mí una y otra vez, deteniéndose entre empujones para moler
contra mí. Cada vez que hizo eso, la fricción barrió sobre mí como dulces
llamas. Luego bajó la cabeza, sus dientes capturando un brote color de
rosa mientras se dirigía hacia mí. La liberación rompió a través de mí
mientras gritaba su nombre en un grito ronco, y lo sentí estremecerse a mí
alrededor, en mí y luego se unió a mí, llegando al borde en una poderosa
estampida. Y supe que ninguno de los dos volvería a ser el mismo de
nuevo.
195
Traducido por Mery St. Clair
Corregido por Aimetz14
i corazón aún siguió corriendo minutos más tarde, incluso
cuando se retiró de mí, causando que pequeñas chispas de
éxtasis rebotaran por todo mi cuerpo. Soltó mis muñecas,
pero no moví mis brazos. Era gelatina en este punto.
Acunando mi rostro suavemente, levantó mi barbilla y me besó
nuevamente, un largo y profundo beso que fue más un reclamo que
cualquier otra cosa. Cuando salió de mí, esperé que pusiera algo de
espacio entre nosotros, pero me atrajo hacia él, acomodando mi cuerpo
contra su costado.
Coloqué mi mano sobre su gélido pecho, sorprendiéndome al sentir
su corazón latiendo debajo. Uno de estos días tendría que averiguar el
funcionamiento de todo este cuerpo alíen/humano, pero ahora no tenía
tiempo para lecciones de anatomía.
—Eso… eso fue increíble —dije, cerrando los ojos.
—Lo sé. —Trazó un círculo perezoso por encima de mi cadera—. Fue
mejor de lo que imaginé, y tengo una imaginación muy feroz.
Sonreí ante eso. En el fondo de mi cabeza tenía muchas preguntas.
¿Qué significaba esto para nosotros? ¿El sexo iba a cambiar algo? Yo aún
necesitaba recuperar mi vida, con o sin Hunter, ¿pero él quería ser parte
de mi vida? ¿Podría serlo? ¿Y esta calidez floreciendo en el fondo de mi
pecho era una señal de algo más que felicidad post-orgásmica?
Pero yo no estaba dispuesta a hacer esas preguntas en voz alta.
Me acurruqué más contra él, deslizando una pierna sobre su cuerpo.
—Hay algo que no puedo entender.
—¿Sólo una cosa? —La diversión en su tono hizo crecer la sonrisa en
mi cara.
—¿Por qué el gobierno permitiría que un alienígena con ese poder se
convirtiera en un senador? —pregunté—. Parece como si quisieran tener
problemas.
M
196
Hunter rodó sobre su costado, frente a mí. —Creo que el gobierno
cree que siempre pueden controlarlos, darles un poco de poder sobre los
estándares humanos, y así los Luxen estarán satisfechos.
Todo el asunto de Luxen/humanos/Arum me fascinaba. —¿Y lo
están? Ser un senador es algo importante.
—Ser un senador no es nada para una raza alienígena que gobernó
su galaxia hace miles de años. —Alargó su brazo, extendiendo su enorme
mano a lo largo de mi hombro—. Pero los humanos —sin ofender— aún
creen que son el eslabón más fuerte de la cadena alimenticia. Es esa
ignorancia la que los ciega ante lo que los Luxen son capaces de hacer.
Me estremecí, en parte por lo que dijo y en parte porque su mano
bajaba por mi brazo. La parte de atrás de sus nudillos rozó mis pechos y me
acerqué más él. Su sexo estaba duro otra vez o quizás nunca dejó de
estarlo. Su grueso y largo miembro sobresalía orgullosamente entre
nosotros.
Oh, guau.
Concentrándome en su rostro, me sonrojé cuando vi su arrogante
sonrisa. —¿De qué son capaces los Luxen?—. Lo que sea. Todo. —Su mano
vagó por mi muslo—. Si quisieran apoderarse de la Tierra, podrían.
—¿Podrían? —Cuando me acercó a él, dejé escapar un grito
ahogado—. ¿Harán eso?
Hunter se encogió de hombros. —No lo sé, pero un día la población
de los Luxen crecerá. Podrían superar en número a los humanos.
Su mano se había deslizado por la curva de mi trasero, sus dedos
deslizándose peligrosamente cerca. —¿Y qué hay sobre los Arum?
—¿Si queremos gobernar la Tierra? —Su otro brazo, sobre él cual
estaba recostado, se apretó a mí alrededor—. A los Arum les importa muy
poco gobernar toda una especie. Nos preocupamos más por nuestro
placer.
Mis cejas se arquearon.
—Tenemos que irnos pronto —dijo—. Hay un lugar al que necesito ir.
—De acuerdo.
—Pero tenemos un par de minutos.
El calor fluyó a través de mi cuerpo. —¿Para…?
Otra sonrisa tiró de sus labios, y luego me puso encima de él en un
movimiento fluido, sentándose mientras me penetraba. —Esto.
197
Arqueando mi espalda, puse mis manos en sus hombros para no
perder el equilibrio mientras él agarraba mis caderas. A través de mis ojos
entreabiertos, lo vi observar el punto en donde nuestros cuerpos se unían
mientras me levantaba y me deslizaba nuevamente hacia abajo.
Entonces, su mirada subió, encontrándose con la mía. En ese
momento, el mundo pareció detenerse —tan cursi como sonaba—éramos
solo nosotros. No había nada más, y me perdí en él.
***
El sexo nunca se sintió así antes. En vez de tratar acerca de satisfacer
una necesidad y quitármela de encima, se convirtió en un complemento
de algo diferente. Incluso en estos momentos, cuando la abracé después
de la primera vez, sabía cuan diferente era esto de mis hazañas anteriores.
Y después de la segunda vez, quería estar cerca de ella… y la deseaba de
nuevo.
Diablos, la quería un centenar de veces más.
Mientras la observaba ponerse un par de vaqueros y una camisa
normal, quise tomarla nuevamente. Desde atrás. Contra la pared. En el
suelo. Donde fuera.
Si no dejaba de pensar así, nunca llegaríamos a la carretera, y
necesitaba ponerme en acción pronto. No podía estar cerca de ella sin
alimentarme. No estaba sobrepasando mis límites, pero no iba a tentar mi
suerte.
—¿Estás lista? —pregunté, mi voz un poco brusca.
Me miró y asintió. —Cuando quieras.
Caía la tarde, pero el calor era fuerte, prometiendo que habría un
largo y caluroso verano por delante. Ella ya estaba dentro del auto
cuando me subí al Porsche.
Ajustando el cinturón, se giró hacia mí. —¿Adónde vamos?
—A un lugar a las afueras de Martinsburg —respondí, escudriñando el
frente del motel antes de irme—. A un par de horas de allí.
—¿Martinsburg? —Frunció el ceño—. ¿Qué hay ahí?
—Alguien que me puede dar lo que yo necesito.
—¿En serio? —Cruzó sus brazos, y una linda expresión se formó en su
rostro—. Dime.
Reí entre dientes. —Ópalo.
198
La confusión se extendió por todo su rostro. —¿Ópalo? ¿Cómo la
piedra preciosa ópalo o como una anciana llamada Ópalo?
—Las piedras preciosas tienen un efecto extraño sobre nosotros y los
Luxen. A veces bueno. A veces malo. Tiene que ver con la refracción y
absorción de la luz.
Serena se quedó mirándome como si yo hubiera empezado a hablar
en un idioma diferente.
Una sonrisa tiró de mis labios. —La obsidiana es mortal para los Arum.
Yo cargo una, pero tengo que tener cuidado con ella. Las gemas que
fracturan las luces y sombras pueden cortarnos como mantequilla. Un
buen golpe y es todo lo que necesitas.
—¿Y cargas una? —Me miró como si fuera un loco—. ¿No afecta a
los Luxen igual?
—No, pero el ónix, otra tipo de piedra preciosa, realmente los hiere.
En grandes cantidades probablemente podría derrumbarlos o hacerlos
desear estar muertos, pero el ópalo es diferente —admití; se sentía extraño
hablar sobre estas cosas con un humano—. El ópalo es una historia
completamente diferente.
—¿Cómo? —preguntó.
Tomando la salida a la carretera principal hacia el este, los
neumáticos del Porsche devoraron los kilómetros mientras le expliqué
exactamente lo que una pieza, incluso una pequeña, podría hacer.
—El ópalo tiene la capacidad de refractar y reflejar las longitudes de
onda de la luz, cambiar la velocidad y dirección. Para los Luxen es como
una fuente de energía extra. Incluso para un híbrido, ya que su ADN
humano les permite usar la luz. —Hice una pausa, mirando a Serena.
Ella parecía absolutamente estupefacta.
Sonreí. —Esto mejora su capacidad para refractar la luz y también
para reflejar. Por ejemplo, si un Luxen lleva un trozo de ópalo, puede usarlo
para reflejar las cosas a su alrededor, como una ventana en un solo
sentido.
Sus cejas se juntaron. —Entonces, ¿pueden llegar a ser invisibles en
cierto modo, ya que reflejan lo que está alrededor de ellos?
—Correcto. También pueden moverse más rápido y crear
explosiones de energía más fuertes.
Dejó escapar un silbido. —De acuerdo. Supongamos que entiendo
perfectamente cómo afectan las piedras a los alienígenas, pero no
199
entiendo cómo un pedazo de ópalo funciona en un Arum. Tú no eres un
Luxen.
Abrí la boca, pero la cerré. Entrecerrando los ojos al camino,
comprendí que quería mentirle. Contarle una historia disparatada sobre
cómo funcionaba en los Arum en vez de decirle que cuando drenábamos
a los Luxen, en la mayoría de los casos, los matamos.
Nunca había mentido sobre ello antes, pero nunca tuve una razón
para mentir.
Y ahora parecía que tenía una razón, pero no me atreví a mentirle.
Mis manos se apretaron sobre el volante. —El ópalo también puede
mejorar las habilidades de un Arum. Haciéndonos más rápidos y más
fuertes, pero tenemos que hacer algo primero. Tenemos que alimentarnos
de un Luxen o un híbrido. Cuando lo hacemos, tomamos su esencia. Esa
parte reacciona con el ópalo.
Asintió lentamente, apartando la mirada. —¿Reacciona en
conjunto?
—Sí —dije, aclarándome la garganta—. El ópalo puede mantener
nuestros niveles de energía.
Hubo una vergonzosa pausa y luego sentí sus ojos sobre mí otra vez.
—Con el ópalo, no tenemos que alimentarnos mucho —dije, sintiendo un
ardor. Toda esta plática de alimentación comenzaba a darme hambre—.
El DOD le proporciona a los Arum el ópalo. Nos ayuda a mantenernos
mejor bajo control cuando no estamos en acción drenando a Luxen
desprevenidos.
—Supongo que eso es bueno. —Estiró las piernas, luego echó la
cabeza hacia atrás. No tuve que mirarla para saber que estaba ansiosa—.
¿Matas a los Luxen cuando te alimentas de ellos? —preguntó.
—No siempre, pero la mayoría de los Arum lo hacen porque quieren
matarlos. Pero podemos alimentarnos sin matar.
—Y tú tienes que alimentarte para que esté ópalo funcione,
¿verdad?
—Si no me alimento pronto, no estaré a salvo. Ni nadie a mí
alrededor. —Miré a Serena. Su rostro pálido, pero con la mirada fija en mí.
No mentí—. Así que sí, necesito alimentarme.
200
Traducido por Mery St. Clair
Corregido por Cami G.
ecesito alimentarme.
No estaba segura de cómo lidiar con eso. La forma en que
lo dijo, tan vacía y sin complejos, fue desconcertante. Y no
aclaró si iba a matar o no. La alimentación de por sí ya era
difícil de digerir. Era como si estuviera sentada al lado de un vampiro o
algo. Ya se había alimentado de mí antes —dos veces—, pero no lo había
hecho desde que le pedí que no lo hiciera. Se controló, y creo que puede
seguir controlándose.
Sólo esperaba no convertirme en la idiota más grande del planeta
por creer eso.
Mientras viajábamos el resto de la tarde, explicó que íbamos a un
club donde él podría encontrar a un tipo llamado Luc. No dijo nada más
sobre él, e imaginé que Luc era otro Arum, ojalá uno tan amigable como
Dex.
Finalmente, las montañas y las zonas boscosas desaparecieron de la
interestatal. El camino se volvió más congestionado mientras nos
acercábamos a la ciudad de Martinsburg al atardecer.
Entramos por el sur, pasando por un centro comercial y algunos
restaurantes, eso despertó mi hambre. Estaba hambrienta, pero también
demasiado nerviosa como para considerar comer. Un par de kilómetros
más tarde, Hunter tomó Spring Mills y giró hacia la derecha, en dirección a
un pueblo llamado Back Creek. Con nombres así, esto debería ser
divertido.
Dos kilómetros después de pasar el pueblo, Hunter desaceleró junto
a lo que me parecía una vieja y abandonada gasolinera. Mis cejas se
arquearon cuando miré la crecida maleza. El camino no era mucho mejor,
era simplemente grava con baches.
—¿Estás seguro de que el club está por aquí? —pregunté, mirando
por la ventana. El polvo volaba en el aire como si fuera niebla.
N
201
—Sí. Nadie viene por aquí.
—Ya deduzco por qué —murmuré.
Pasando por varios edificios degradados con ventanas rotas, me
convencí de que él se había equivocado de dirección, pero antes de que
pudiera decírselo, los árboles desaparecieron y un estacionamiento
improvisado rebosante de autos apareció a la vista.
—Cristo —dije, sacudiendo la cabeza.
Un mar de vehículos estaban estacionados alrededor del edificio, y
no había ninguna vieja. Eran camionetas del año; Hummers que podrían
alimentar a pueblos enteros, BMWs, y Jaguars estacionados uno al lado del
otro. Era como los autos más costosos de un concesionario de autos
usados.
Hunter me sonrió. —Las apariencias engañan.
—Sin duda —dije mientras Hunter aparcaba el coche.
—Quiero que te quedes cerca de mí, ¿de acuerdo? —Hunter apagó
el motor—. Puedo sentir a otros de mi especie y a un par de Luxen. No
deberían molestarnos, pero nunca se sabe.
Mis cejas se arquearon. —¿Luxen y Arum juntos?
—Las cosas más raras que llegan a ocurrir siempre suceden aquí. Esta
es una zona de no-matar.
Debí haber sentido alivio por eso. Hunter comenzó a abrir la puerta,
pero yo agarré su brazo. —Espera un segundo. ¿Qué ocurrirá después de
que consigas el ópalo y hagas lo que tienes que hacer aquí?
—Nos vamos.
Le lancé una mirada molesta. —Deduje que no acamparíamos aquí.
¿Qué vamos a hacer?
Hunter apartó la mirada, su perfil estoico. —Iremos al sur, a las afueras
de Atlanta. Debe ser seguro allí.
—¿Seguro de qué? —pregunté, mis dedos clavándose en mis
rodillas—. Necesito…
—¿Podemos hablar de esto después? —Interrumpió, sus ojos
evasivos.
Quise protestar, pero no era el mejor momento. Cediendo, bajé del
auto y seguí a Hunter a través del laberinto de vehículos. La única cosa
que descubrí que era muy extraña, fue que no escuchaba ningún sonido
proveniente del club o de alguna cosa que nos rodeara.
Era extrañamente silencioso.
202
Un escalofrió se apoderó de mis hombros y me crucé de brazos.
Hunter desaceleró su paso hasta que estuve a su lado. No dijo nada de mi
caminar lento, y tenía un buen presentimiento de que estaba a punto de
sufrir otro shock en mi vida con este club, solo trataba de retrasarlo.
—Recuerda —dijo Hunter, colocando su mano en mí espalda baja—,
quédate cerca de mí. ¿De acuerdo?
Asentí. —Comprendido.
Nos detuvimos en una puerta de acero gris. Dos segundos después,
la puerta se abrió y un enorme hombre del tamaño de un mamut salió,
usando solamente un peto de mezclilla con tirantes, únicamente eso.
Mis ojos se abrieron. Los brazos del tipo eran del tamaño de los
troncos de los árboles y nos miraba como si no estuviera ni un poco feliz de
vernos.
Hunter se movió ligeramente, bloqueándome la vista. —Necesito ver
a Luc. Es una emergencia.
Tirantes cruzó sus musculosos brazos. —Todo el mundo dice que es
una emergencia cuando tocan a la puerta. Pero nunca es cierto.
—Esta vez, sí.
—Sí —Tirantes escupió la palabra—, eso también lo dicen todos, y
Luc no tiene mucho tiempo libre, ¿sabes?
Había estado alrededor de Hunter lo suficiente como para saber
cuándo comenzaba a perder la paciencia. Sus hombros se tensaron, su
espina dorsal se enderezó. Y luego, sonrió. Solo una esquina de su boca se
curvó.
Oh, no.
—¿Qué tal esto? —comenzó Hunter, y yo me encogí por dentro—. Sé
que él está escuchando en estos momentos. —Hizo una pausa, entonces
noté el cable negro detrás de las orejas de Tirantes. Yo ni siquiera lo había
notado, pero estaba allí, un delgado y oscuro auricular—. Esa pequeña
basura me lo debe. Y sabemos cómo es él con los favores. Así que, a
menos que quiera que saque a todo el mundo de aquí, incluyendo tu
enorme culo, y que cuelgue tus entrañas de las vigas del techo, tendrá
tiempo para recibirme.
Oh, Dios.
Me giré lentamente hacia Hunter, preguntándome si alguna vez
escuchó la frase «quieres atrapar más osos con miel», porque, Jesús,
parecía que quería pelear con Tirantes.
203
Esperando que Tirantes nos corriera a golpes, casi me desmayo
cuando el enorme hombre reveló una dientuda sonrisa.
—Te está esperando, Hunter —Tirantes se hizo a un lado,
manteniendo la puerta abierta, y pasé junto a él. Lo pillé devorando a
Hunter—. Me encanta cuando llegan todo mandones.
Una sonrisa atravesó mi rostro, pero se congeló cuando bajamos por
un pequeño pasillo oscuro.
—Santo…
Yo nunca había visto nada como esto, no en la vida real. No es que
no supiera que existían. Yo nunca los visité. Clubes como estos eran más
del estilo de Mel.
Luces multicolores se posaban sobre la multitud repleta de bailarines.
Había jaulas colgadas del techo. Con mujeres en poca ropa bailando
dentro, balanceando sus caderas al ritmo de la música. Y cuando digo
poca, me refiero a que las únicas partes de sus cuerpos que no podía ver
eran sus pezones.
Suaves luces apenas revelaban lo que ocurría más allá de la pista de
baile. Pude ver mesas, y quizás incluso sofás, pero eso era todo. Todo el
ambiente era de otro mundo.
La mano de Hunter encontró la mía mientras me guiaba a través de
la multitud de personas. Separó a las personas como si fuera un tren de
carga. Las mujeres dejaron de bailar para mirarlo. También lo hicieron
algunos hombres, y no todas las miradas eran lascivas. Algunas eran
francamente hostiles. ¿Eran Luxen? ¿Los humanos sabían lo que él era o lo
que eran los Arum? No podía saberlo con las luces parpadeando.
Había un extraño aroma a clavo en el aire, y con las mareantes
luces, música fuerte y el humo bajo arrastrándose por el suelo, girando por
nuestras piernas, se sentía como si estuviera caminando en un sueño.
Una masa alta y oscura salió de un grupo de personas, bloqueando
nuestro camino. El tipo parecía ser de mi edad, cabello espeso y oscuro,
en picos. Con la piel pálida y ojos delineados, sus labios se curvaron con
una sonrisa forzada mientras sus ojos azules parpadearon de Hunter hacia
mí.
No necesité ser una experta en alienígenas para saber que era un
Arum.
Hunter no se detuvo. Golpeó el hombro del joven Arum para
apartarlo de su camino. —No tengo tiempo para esto.
204
Mirando por encima de mi hombro, esperé que el otro Arum hiciera
o dijera algo, pero su sonrisa se hizo más grande mientras volvía con los
bailarines en la pista de baile. Me estremecí ante la extrañeza de todo.
Rodeamos un bar y entramos por un estrecho pasillo vacío. Al final
había una puerta con un letrero que decía: SOLO FENÓMENOS. Lindo.
Hunter llamó con su mano libre. Transcurrió un segundo. La puerta se
abrió, revelando a un hombre extraordinariamente alto y bien parecido.
Y el chico tenía gusto por lo dorado.
Piel dorada. Cabello dorado. Camisa dorada.
Sus increíblemente irreales ojos azules se abrieron ligeramente antes
de que sus labios se curvaran en una mueca. —Y yo que estaba teniendo
una buena noche…
Hunter sonrió. —Es bueno verte también, Paris.
¿Paris? Todo en lo que pude pensar fue en Orlando Bloom y Brad Pitt.
El hombre abrió la puerta. —Conoces las reglas.
Entramos en una oficina. Había un sofá y un escritorio y nada más
que una puerta cerrada que conducía a… no lo sé, no estaba segura de
querer saberlo. La puerta por la que entramos se cerró detrás de nosotros,
cortando cualquier sonido. Paris se quedó allí, sus brazos cruzados. Bajó la
mirada a donde la mano de Hunter se unía con la mía. Dejó escapar una
pequeña risita.
Los ojos de Hunter se entrecerraron, pero no soltó mi mano. —Me
haces sentir como si debiera romper las reglas.
—Inténtalo —replicó Paris, apoyándose contra la puerta cerrada—.
Pero dudo que tu amiga quiera ser testigo del desastre que dejaremos en
nuestro camino.
Y me golpeó entonces, mi corazón se aceleró. —Eres un Luxen.
Paris parpadeó. —Y tú una humana.
Mi boca se movió para responder, pero Hunter apretó mi mano. —Él
no hará nada —dijo en voz baja, pero sus ojos estaban fijos en el Luxen—.
¿No es eso cierto, Paris?
—Depende de lo que hagas, Arum —Paris miró hacia mí y sonrió. Era
una sonrisa amable, incluso encantadora, pero el miedo corrió por mis
venas como hielo—. Pero tú, querida, no tienes nada que temerme. No voy
a juzgarte por tu obvia falta de cordura al venir con alguien como él.
—No hay nada malo con mi cordura —espeté—. Pero gracias por tus
intenciones.
205
—Oh. —Paris arqueó sus cejas—. Está defendiéndote, Hunter. Qué
dulce.
—Cállate —replicó Hunter.
Paris rió.
A pesar de su discusión, descubrí que Hunter no estaba tenso o
preparándose para una pelea. Parecía como si se retaran el uno al otro…
porque les gustaba hacerlo. Me relajé un poco.
—Bueno, despiértenme porque creo que estoy soñando. Hunter con
una mujer… una mujer humana.
Me sobresalté al oír la voz y me giré hacia la puerta detrás de la
mesa. Ni siquiera oí que fuera abierta, pero allí de pie estaba un chico
adolecente no mayor de quince o más. Su cabello rubio estaba recogido
en una coleta, mostrando un rostro angelical que era perfecto, pero sus
ojos… guau. Eran púrpuras.
¿Quién diablos tenía ojos púrpura?
Alienígenas. Claro.
Hunter dejó escapar un suspiro de alivio. —Luc.
Mi boca cayó abierta. Joder, Luc era un niño.
206
Traducido por Mery St. Clair
Corregido por Findareasontosmile
uc caminó hacia el escritorio y se sentó detrás de él, apoyando
la barbilla en su puño. El ópalo en su muñequera de piel brilló
contra la luz. Estuve tentado de tumbarlo y robárselo, pero Luc…
Bueno, Luc no era normal.
No pertenecía al mundo Luxen, Arum, ni a los híbridos. Él era algo
completamente distinto y derribarlo no sería como golpear a un niño en el
patio de recreo, ya que este chico podría matar a casi cualquier persona
o cosa en toda la galaxia. A veces era duro recordarlo cuando hablaba
con este pequeño chico punk.
Luc sonrió ampliamente. —¿Qué te trae por aquí? Escuché que esta
«pequeña mierda» te debe.
—Sabes qué me debes. Y si necesitas un recordatorio, todo lo que
necesito decir es Sharpe.
—Ah, sí. Eso me recuerda un montón de cosas.
—¿Sharpe? —murmuró Serena, su mirada yendo de él hacia mí.
Solté su mano y me encontré dando un paso frente a ella. Luc lo
notó con un brillo travieso en su mirada. —Necesito mi dinero.
Luc se inclinó ligeramente hacia un lado, como si intentara ver a
Serena. Hombre, a este niño le encantaba probar mis límites. —Puedes
disponer de tu dinero cuando quieras. Paris pudo habértelo dado. Así que
dudo que sea lo único que necesitas.
—También necesito un trozo de ópalo.
Sus cejas se alzaron mientras se inclinaba totalmente hacia el lado,
apoyándose en un brazo. Le sonrió a Serena. —¿Y porque tú, un Arum que
trabaja para el encantador DOD, necesita un trozo de ópalo? ¿Acaso ellos
no reparten eso con sus insignias de: «fui comprado por el hombre»? ¡Oh!
Espera… espera un segundo, Hunter. —Los ojos de Luc parpadearon
inocentemente, y tuve que controlar la urgencia de hundir esos ojos hasta
el fondo de su cabeza—. ¿Ya no estás trabajando para el DOD?
L
207
—¿Tú qué crees? —Di un paso hacia un lado, bloqueando a Serena.
—Interesante. —Se sentó, recorriendo su asiento hasta estar frente a
Serena—. ¿Y ella quién es?
—No es asunto tuyo —gruñí.
Luc me dio una mirada de soslayo. —Está en mi oficina, en mi club,
así que es asunto mío.
—¿Es tu club? —preguntó Serena—. ¿Qué edad tienes?
—La edad suficiente para apreciar a una mujer atractiva. —Luc le
guiñó el ojo.
Serena quedó boquiabierta.
—¿Intentas hacer que te mate? —pregunté, mis manos encrespadas
en puños.
Paris dio un paso al frente, el siempre preparado guardaespaldas,
pero Luc se rió. —Oh, tranquilízate, Hunter. Eres demasiado quisquilloso.
¿Cuántas veces te he dicho que necesitas relajarte? Toma unas
vacaciones. Disney World es muy divertido en esta época del año.
Deberías comprobarlo.
Tomé una larga y profunda respiración. —Luc.
Él estaba concentrado en Serena. —Entonces, ¿cómo conociste a
nuestro simpático amigo?
Serena me miró, preguntándome, y yo sacudí la cabeza. Cuando
menos supiera Luc, mejor.
Luc tamborileó los dedos en el escritorio. —Correcto, chicos, no
quieren jugar, entonces yo tampoco jugaré. Paris te dará tu dinero y luego
te marchas de aquí.
—Guau. Espera un momento. Me lo debes, Luc. Necesito un trozo de
ópalo…
—Y también asumo que necesitas un Luxen o un híbrido para
alimentarte. Y tienes razón. Te lo debo. Te ocupaste de un problema por mí
y te lo agradeceré por siempre. Puedo ayudarte, pero quiero saber quién
es ella y cómo terminó contigo.
Bastardo.
Serena dio un paso adelante. —Mi nombre es Serena Cross. Mi mejor
amiga fue asesinada por un Luxen después de que fuera testigo de ellos
tomando su, uhm, verdadera forma. Vi lo que ocurrió y Hunter me llevo al
DOD para mantenerme a salvo.
Me volví lentamente hacia ella.
208
—¿Qué? —Levantó sus manos—. Nosotros no nos íbamos a ir a
ninguna parte.
La ira me atravesó, pero la controlé. Serena no conocía a Luc, no
entendía lo que el chico era capaz de hacer. Diablos, ni siquiera yo sé de
lo que es capaz, pero sabía lo suficiente.
La mirada de Luc viajó a un muy intrigado Paris. —¿Mantenerte a
salvo de los Luxen?
Ella asintió mientras se mordía el labio inferior.
—¿Todo por qué tu amiga vio a un Luxen brillar? ¿En serio la mataron
por eso? —Una mirada calculadora apareció en sus ojos amatista—. Eso
suena drástico.
—Esto me suena familiar —intervino Paris—. No tendrá algo que ver
con el senador Vanderson, ¿verdad?
—Ah… —murmuró Luc.
Serena se quedó muy quieta y el aura a su alrededor se volvió de
una profundo tono azul. —¿Cómo sabes eso?
—Buena pregunta —dije.
Paris se encogió de hombros. —Tengo oídos en todas partes. El
senador está fuera de control porque el DOD atrapó a unos de sus hijos y
luego al otro. Los Luxen están muy nerviosos por eso. Están caminando por
un campo minado.
Mis ojos se entrecerraron.
Paris sonrió mientras su mirada se deslizaba de nuevo a Luc. —Pero
eso no explica por qué irían tras de ti, ¿no es así? Quiero decir, no eres el
primer humano en ver nuestra verdadera forma. Ni serás la última. Pareces
una mujer inteligente. Sabrías quedarte callada. Entonces…
—Entonces debe de haber más —finalizó Luc. Aplaudió—. Y siempre
hay más de una historia. Escúpanlo.
Serena había estado sabiamente en silencio, pero ya era muy tarde
para eso. Crucé los brazos. —Su amiga escuchó a los hermanos hablando
sobre algo llamado Proyecto Águila y niños en Pennsylvania. Sea lo que
sea, parece que vale la pena matar para guardar el secreto.
Luc parpadeó lentamente. —¿Y el DOD sabe sobre ello?
—Sí —respondió Serena, y se aclaró la garganta—. Yo les conté lo
que mi amiga dijo, pero…
209
—Pero ahora están ustedes aquí y Hunter no tiene su ópalo, lo que
significa que él se quitó su dispositivo de rastreo. ¿Qué ocurrió? —preguntó
Luc—. No seas tímida, Serena. Yo no soy el malo de la película.
Solté un bufido. —Sí, y yo me estoy follando a Santa Claus.
—De acuerdo —Luc me lanzó una sonrisa presumida—, a fin de
cuentas, yo soy la menor de tus preocupaciones justo ahora, ¿verdad? Hay
tres cosas en la vida que no puedo soportar, sin un orden en particular, son:
el DOD, los Arum y los Luxen. Los humanos son jodidamente bienvenidos en
mi vida.
Serena le lanzó una mirada sorprendida a un sonriente Paris, yo froté
mi sien.
—El DOD decidió que lo escuchado por Mel no era importante —
dije.
Luc ladeó su cabeza. —¿Y tú crees eso?
Solté una corta carcajada. —Por supuesto que no. Estoy seguro de
que ahora tratan de saber todo lo relacionado con el jodido Proyecto
Águila, pero no saben sobre Pennsylvania. Serena recordó eso después de
hablar con los oficiales. —La carta aún estaba en secreto—. El senador y la
comunidad Luxen dijeron todo tipo de mierda sobre el riesgo de exposición
y presionaron por la muerte de Serena. El DOD accedió.
—¿Riesgo de exposición? —Paris se dirigió al escritorio y se sentó en
la silla detrás de Luc—. ¿El senador honestamente cree que el DOD
permitirá que Serena revele lo que sus hijos son?
—No lo creo —admití—. Creo que vale la pena matar por todo lo
que Mel escuchó o pudo no haberle contado a Serena para mantenerlo
en secreto. Aunque Serena no sabe nada, no quieren correr ese riesgo. El
DOD quería que me deshiciera de ella y, bueno, no estuve de acuerdo
con eso.
—Me gustaría que dejaran de hablar de las personas que quieren
matarme —dijo Serena, pero me miraba de una manera que decía:
hablaremos de esto más tarde—. Comienzan a asustarme.
—Bien —dijo Luc, sacudiendo la cabeza—. ¿Así que dejaste el DOD?
¿Protegiste a un humano, incluso a sabiendas de que le pondrían un
precio a tu cabeza que ni siquiera yo podría pagar?
Cambié mi peso de un pie a otro. —Sí.
—Interesante —murmuró Luc.
—No sabe por qué lo hizo, así que ni siquiera se lo pregunten. —
Serena me lanzó una sonrisa forzada, y ni siquiera pude encontrar en eso
210
algo de molestia. Se volvió hacia el chico—. ¿Sabes algo sobre el Proyecto
Águila?
Luc se encontró con su mirada. —Sé un montón de cosas, Serena.
También tengo un montón de sospechas. Algunas personas creen que soy
un paranoico, pero me gusta pensar que soy un realista preparado para
cuando la mierda explote.
Serena frunció el ceño. —Eso no me dice nada.
—No sé nada sobre un Proyecto Águila —dijo—, pero tengo
curiosidad.
—De acuerdo, bueno, ahora que hemos hablado y hecho todo lo
de rutina —interrumpí—, págame lo que me debes.
—Lo haré. —Luc se levantó de su asiento—. Vuelve mañana y tendré
algo para ti. —Miró a Serena y le guiñó un ojo—. Y asegúrate de estar de
un mejor humor mañana. Estás matando mi feliz ambiente.
—¿Mañana? —Moví mi cuello hacia un lado, tratando de aliviar la
tensión—. No planeé que esto durara más de esta noche.
—Pero seguramente encontrarás una manera de pasar el tiempo. —
Luc movió las cejas sugestivamente, e incluso estuve un poco perturbado
por eso. Caminó alrededor de su escritorio y abrió un cajón. Retirando una
llave, la lanzó hacia mí—. Puedes quedarte en la casa de Paris por esta
noche. Él no se quedará allí y es un lugar seguro.
El rostro de Paris se descompuso. —¿Pero qué diablos, Luc?
Él sonrió, avergonzado. —¿Qué? No se iba a quedar en mi casa.
Guardé la llave, complacido por la ira cruzando en el rostro del
Luxen. —Dirección.
Luc escribió en un bloc de notas y me lo entregó. —Regresa
mañana, un poco antes del mediodía.
Tomé la mano de Serena y me dirigí a la puerta, pero Luc nos
detuvo. —Y, ¿Hunter?
Me volví, no me agradó la expresión extraña en el rostro del chico.
Me preparé para la mierda que estaba a punto de salir de su boca. —¿Sí?
La sonrisa de Luc era misteriosa. —Los humanos no son tan frágiles
como tú piensas que son.
211
Traducido por *~ Vero ~*
Corregido por Juli
xpresé mi preocupación acerca de confiar en Luc en el
momento que llegamos al Porsche, pero Hunter no parecía
pensar que tuviéramos nada de qué preocuparnos. Al parecer,
el extraño muchacho era el menor de nuestros problemas.
Nos detuvimos y conseguimos comida rápida en el camino a donde
Paris vivía, y terminé comiéndome mi comida antes de que nos
detuviéramos en la casa aislada en la localidad Woods. Incluso por la
noche, pude ver el brillo en la calzada y las esquinas de la estructura de
dos pisos.
—Cuarzo beta —explicó Hunter, riéndose—. Muy inteligente. No hay
depósitos naturales por aquí, así que los trajeron. Nos impide verlos,
interrumpe sus longitudes de onda.
Al salir del coche fruncí el ceño ante las diminutas manchas brillantes
en la luz de la luna. ¿Cuántas veces puedo haber visto algo como esto y
hecho caso omiso de ello? Me volví, mirando los árboles espesos en la
calzada, mientras Hunter sacaba el equipaje del maletero.
Una vez dentro, me di cuenta de que el buen gusto de Paris podía
ser visto fácilmente. Pintura dorada en las paredes del vestíbulo. Un
candelabro de oro colgado del techo, y todas las perillas de las puertas
estaban pintadas de un color dorado. Incluso la gran escalera tenía huellas
doradas.
—Gah —dije, sacudiendo la cabeza.
Los labios de Hunter se curvaron mientras miraba alrededor. —Guau.
Rompí en una sonrisa. Hunter relativamente sin palabras, y todo lo
que tomó fue un diseño de interior realmente llamativo. Hicimos un poco
de investigación en la planta baja y luego nos dirigimos arriba. Era obvio
que la habitación era el dormitorio principal.
Hunter se dirigió directamente hacia él.
—Estoy segura de que hay habitaciones adicionales. —Asentí hacia
el pasillo—. Tal vez deberíamos tomar una de ellas.
E
212
Echó un vistazo por encima del hombro, con una sonrisa. —¿Qué
tiene de divertido eso?
Me reí en voz baja. —Eres terrible.
Pero lo seguí hasta el dormitorio principal de lujo. Era enorme y en el
centro había una cama con dosel. Hunter dejó nuestro equipaje en un sofá
mientras yo chequeaba el baño.
—Santa bañera de jardín —murmuré—. Esto es enorme.
—Esa no es la única cosa que es enorme. —Hunter me envolvió con
sus brazos por detrás y me tiró hacia atrás.
Me sonrojé cuando lo sentí en la parta baja de mi espalda. La
necesidad aumentó dentro de mí, calentando mi cuerpo. —Eso es
bastante leve.
Hunter se echó a reír mientras rozaba mi mejilla con sus labios. —Era.
Luego se retractó, y se apoyó en el gran fregadero pintado en oro,
por supuesto—y lo observó. Yo estaba sin aliento ya, y todo lo que había
sentido era su erección. Ridículo.
Sus labios se curvaron como si supiera lo que estaba pensando. No
hice caso de la cálida inundación que atravesó mis venas hasta llegar
entre mis muslos.
—¿Estás cansada?
Era tarde y no había dormido mucho anoche, pero negué con la
cabeza. La mirada de Hunter se volvió astuta. —Sé lo que quieres.
Mi vientre se tensó cuando el deseo se arremolinó a través de mí. —
¿Lo sabes?
Asintió, pero luego hizo lo inesperado. Salió del baño. —Quieres
disfrutar de esa bañera. Adelante. Voy a revisar el lugar, asegurarme de
que realmente es seguro.
Lo miré boquiabierta mientras cerraba la puerta. Su profunda risa
desde el otro lado de la puerta me dio ganas de encontrar un objeto
contundente y tirarlo.
Bastardo.
Suspirando, me dirigí a la tina. La cosa era gloriosa, redonda y
profunda, con varios grifos en la parte delantera. Los abrí, subiendo el
agua caliente mientras buscaba en el baño algo que añadir a la misma.
Había un montón de productos en el armario de ropa y me decidí por algo
que olía a melocotones. Agregando eso a la bañera, estaba rápidamente
en un cielo espumoso.
213
Me quité la ropa y me metí en el agua. Las raspaduras todavía
ardían un poco, pero me estiré, apoyando mi cabeza en la parte posterior
de la bañera mientras las burbujas crecían a mí alrededor, cubriendo mi
pecho.
—Esta es absolutamente la cosa más hermosa que he visto jamás.
Chillando, mis ojos se abrieron mientras daba un respingo. El agua y
las burbujas chapoteaban en los lados. —Oh, Dios mío...
Hunter estaba junto a la bañera, completamente desnudo. Toda la
maravilla cincelada al descubierto, extendiéndose, y estaba duro. Muy
duro. Seguí su mirada. Estaba mirando mis pechos. —Eres un hombre
terrible.
Se encogió de hombros. —Creo que necesitas ayuda para bañarte,
y estoy de un estado de ánimo verdaderamente generoso.
—Me siento un poco sucia. —Quería meter la cabeza bajo el agua,
pero por la forma en que los ojos de Hunter se encendieron, sabía que no
tenía ninguna razón para avergonzarme.
Le gustaba.
Me deslicé mientras se colocaba detrás de mí. El vapor se elevó de
la bañera y el agua se agitó, causando que las burbujas me hicieran
cosquillas en los costados mientras deslizaba sus piernas a cada lado de
mis caderas, su piel húmeda y suave contra la mía.
Hunter acarició mi pelo por encima de mi hombro, y luego sentí sus
labios en el espacio entre los hombros. El beso... no sé de qué se trataba,
pero convirtió mi interior en puré.
Era oficial. No se puede negar. No estaba enamorándome de
Hunter.
Ya estaba enamorada de él.
Nudos llenaron mi barriga mientras la comprensión se transportó a
través de mí. Amar a Hunter era absolutamente loco, pero el calor
floreciendo en mi pecho se envolvió alrededor de los nudos,
desenredándolos. Mi vida estaba en ruinas absolutas. El gobierno y otra
raza alienígena estaban tras nosotros, pero nada de eso le importaba a mi
corazón. Amarlo era malo en todas las formas.
Su brazo se deslizó alrededor de mi cintura y tiró de mí de nuevo
entre sus piernas. Volví la cabeza hacia él. —¿Chequeaste la casa? —le
pregunté.
214
Me dio un beso en la mejilla, y me derretí aún más. —El lugar es
como Fort Knox8. —Bajó la cabeza y me mordisqueó la mandíbula mientras
se estiraba a mí alrededor, tomando una pastilla de jabón—. Déjame
lavarte.
Esa fue una solicitud como nunca antes había escuchado de él. Se
enjabonó las manos y luego pasó una por mi brazo, por las puntas de los
dedos y en medio de ellos.
—Eres muy meticuloso —le dije.
Hunter sonrió mientras deslizaba sus manos de nuevo hacia arriba,
llevando agua junto con él. —Ese es mi segundo nombre.
Me eché a reír. —Me di cuenta de que ni siquiera sé tú segundo
nombre o apellido.
Su mejilla se levantó contra las mía en una sonrisa. —No tengo
ninguno.
—¿Ninguno?
—Ninguno. —Se trasladó a la otra mano y los nudillos rozaron la curva
de mis pechos. Salté ante el contacto y lo hizo de nuevo cuando apartó el
jabón—. ¿Te gusta eso?
Me mordí el labio. —¿Tú qué crees?
—Creo que sí. —Pasó la mano por mi espalda y por encima de mi
cadera—. Mi verdadero nombre no es pronunciable, y cuando llegamos
aquí mi familia nunca adoptó un apellido.
—Venir aquí debió de haber sido abrumador. —Las palabras se me
escaparon mientras su mano jabonosa se deslizaba sobre mi estómago—.
¿Cierto?
—Lo fue en un principio. —Su mano acarició mi estómago, rozando
mis pechos una vez más, y me resultó difícil concentrarme—. Yo estaba
con mi propia clase, un grupo bastante grande. Aterrizamos en la región
del Báltico.
—¿Aterrizaron? —Luego me eché a reír—. Lo siento. Imaginando
naves espaciales y esas cosas.
Se rió de nuevo y tomó agua en la mano, enjuagando el jabón.
Contuve la respiración mientras movía una mano jabonosa sobre mi pecho
derecho y luego el izquierdo. Mis pezones se apretaron en puntos de dolor
y me mordí el labio.
8 Fort Knox es una base militar del Ejército de los Estados Unidos ubicada en el estado de
Kentucky.
215
—Mi familia eventualmente llegó a Estados Unidos. Todavía era
joven. —Sus dos manos estaban involucradas en el actual proceso de
limpieza, y sus pulgares se movieron sobre mis cimas. Supuse que estaba
asegurándose de que mis pezones estuvieran extraordinariamente
limpios—. Somos criaturas muy adaptables, y es también nuestra naturaleza
movernos. Así que viajaba mucho.
—¿Qué pasa con la escuela?
Tiró de los pezones antes de apartar las manos de ellos y sumergirlas
en el agua. —Nunca fui a la escuela, y el conocimiento no siempre es
obtenido en un salón de clases. Además, nuestra capacidad de
adaptación nos permite asimilar las cosas rápidamente. —El agua caía en
cascada sobre mis pechos, haciendo que mis músculos se agitasen—. El
Luxen asimilado fue a escuelas humanas, pero nuestro proceso nunca fue
así.
Me pregunté cuántos compañeros más viejos eran en realidad
extraterrestres. —¿Así que el DOD liberó a los Luxen y viven como los
humanos, pero todos ustedes...?
—No tanto. —Sus brazos me rodearon—. No nos trataron igual. Creo
que nos ven como algo inferior a los Luxen. Cuando nos encuentran, no se
nos da la opción de jugar a los humanos.
—Eso no es justo —le susurré.
—Rara vez la vida es justa. —Deslizó sus manos sobre mis muslos
mientras sus labios rozaron la curva de mi mandíbula una vez más—.
Siempre hemos sido vistos como un arma. Eso es lo que somos.
—No. —El calor se desplegó dentro de mí, extendiendo escalofríos
chisporroteantes—. Eres más que un arma, Hunter. Mucho más.
—¿Contigo? —Su voz era gruesa—. Soy más, pero no con nadie más.
No tuve la oportunidad de procesar eso porque su mano se deslizó
entre mis muslos. El placer vibró en una danza embriagadora cuando sus
dedos rozaron mi sexo.
—Sigo siendo meticuloso —dijo.
Mi cabeza cayó sobre su pecho. —Ya lo veo.
—No quiero que pienses que no estoy tomando esto en serio —
continuó. Sus dedos se movían lentamente—. Porque esta es la mierda más
seria que he hecho.
—Te creo. —Mis caderas se sacudieron mientras la presión de su
tacto aumentaba. Me moví, tratando de llegar donde quería—. Hunter...
216
Levantó la otra mano, ahuecando la parte de atrás de mi cuello.
Dirigió mi cabeza hacia atrás y hacia el lado. Sus labios se cernieron sobre
los míos. —Me encanta oírte decir mi nombre.
El momento exacto en que sus labios se cerraron sobre los míos,
empujó su dedo, capturando el gemido mientras mis caderas se mecían
hacia delante y luego hacia atrás contra su erección. Extendí la mano
detrás de mí, envolviendo mi brazo alrededor de su cuello. El beso se
profundizó y yo estaba impaciente, queriendo mucho más. El bombeo
constante de su dedo me volvía loca y me acercaba al borde, pero no
era suficiente.
Él lo sabía.
Me estaba provocando.
Su boca dejó la mía y luego sus labios se movieron contra mi
garganta. Los movimientos rápidos de su lengua mientras saboreaba mi
piel siguieron y yo gemí. —Hunter.
Un sonido bajo de aprobación zumbó en su pecho y en el segundo
siguiente, agarró mis caderas, me levantó y me dio la vuelta. El agua
salpicó por todas partes, pero estaba centrada en él y no en todo el daño
potencial del agua.
Hunter me bajó, mis rodillas deslizándose a ambos lados de sus
caderas. Su gruesa virilidad esperó mientras se apoderaba de mi boca en
un beso profundo y lacerante. Me aferré a sus hombros, sumergiéndome
en el sabor y la sensación de él. Dios, no podía tener suficiente de él.
—Te necesito —gruñó—. Ahora.
Mi sangre estaba en llamas cuando llegué abajo, envolviendo mis
dedos alrededor de su gruesa base. Bajé sobre él, jadeando mientras su
espesor se extendía. Puse mis manos sobre su pecho, pasando mis pulgares
sobre sus pezones mientras sus dedos se clavaban en mis caderas.
Me miró a los ojos, su mirada era una mezcla embriagadora de
lujuria, anhelo, y algo mucho más profundo mientras empujaba, y grité. Me
tomó totalmente, sellándonos juntos. El perceptible pulso en mi interior
martilleaba. Rodé mis caderas, gimiendo mientras encontraba un ritmo
que llegó a todos los rincones de mí. Él tomó mi culo, tirando de mí hacia
abajo mientras empujaba hacia arriba.
Rápidamente los círculos lentos y las embestidas no fueron suficientes
para ninguno de nosotros. Estábamos jadeando. Nuestros labios se
aplastaban mutuamente. Tenía las manos en sus mejillas, manteniéndolo
allí mientras nuestros cuerpos se movían juntos en un ritmo rápido, casi
frenético. Una ola de intenso placer voluptuoso rodó sobre mí. Estaba
completamente abrumada por él, pero lo había estado desde el principio.
217
Esto era sólo más, mucho más.
—Te sientes perfecta —gruñó Hunter, alzándose y extrayendo un
gemido ahogado de mi interior—. Eres perfecta para mí, sólo para mí.
Esas palabras me enviaron por encima del borde, cayendo en un
descubrimiento que destrozó todas las partes de mi ser. Tenía razón, tan
malditamente razón. Yo era perfecta para él, sólo para él.
218
Traducido por Chachii
Corregido por Vericity
os acostamos juntos en la cama, nuestras piernas enredadas,
nuestros cuerpos enrojecidos y húmedos. Su cabeza
descansaba en mi pecho mientras yo trazaba la forma de sus
pezones a lo largo de su cintura y su cadera. La figura de ocho la hacía
temblar y acercarse más, así que esa era mi favorita.
Cuando por fin habíamos dejado la bañera, el agua estaba por
todas partes y mientras Serena se inclinaba para recuperar unas toallas del
armario de la ropa, en un intento de reparar algunos de nuestros daños, yo
me gané una muy buena vista de su perfecto culo curvilíneo. Salté hacia
ella.
La hice voltear y en un poderoso brote, la levanté del suelo y
presioné su cuerpo entre la pared y el mío. Mientras mi boca cubría la
suya, me metí de golpe en su interior, hasta el fondo. Su cuerpo cedió de
una manera que me hizo querer permanecer allí, pero no hubo nada de
lenta seducción o toques suaves. Sus piernas envolvieron mi cintura y yo no
pude evitarlo. Nuestra unión fue rápida y dura mientras ella acompañaba
cada estocada. Su humedad me llevó al borde, y cuando convulsionó
alrededor de mí, la seguí en cuestión de segundos.
La llevé hasta la cama una vez que pude confiar que mis rodillas no
me harían caer. Tenía toda la intención de dejarla tranquila, llegados a ese
momento, pero al verla en esas malditas frazadas doradas, con su cabello
brillando como un halo de luz, aferrándose a sus hombros y pecho
desnudo, una insaciable hambre se acrecentó.
No las del tipo de comida.
La quería a ella de nuevo.
Y había visto el hambre en sus ojos, así que la tomé de nuevo por las
rodillas. Ese hermoso trasero se presionó contra mis caderas, mi brazo
alrededor de su cintura esbelta. No había sido suave, pero tampoco
Serena lo era. Ella se estiró, sus uñas clavándose en mis caderas,
urgiéndome a que entrase. Sólo estaba el sonido de nuestros cuerpos, los
gemidos y jadeos. Era un jodido y hermoso coro. Yo estaba hambriento de
N
219
ella, muerto de hambre de la forma en que un hombre necesita a una
mujer.
Un hombre, no un Arum.
Mi mente me dio un maldito golpe, pero sabía que era verdad. Esa
vez, los indicios de una necesidad más oscura nunca sobrepasaron el
querer estar dentro de ella, aún más cerca.
La acumulación era casi dolorosa. Había fuego dentro de mí,
disparando por mi columna y llenando a mi ingle. Acomodé un brazo bajo
sus senos, y la abracé al tiempo que mis embestidas perdían el ritmo y mis
caderas destrozaban su culo. Nos vinimos los dos a la vez, una jodida
explosión de luces brillantes.
Después habíamos caído en la cama, exhaustos y saciados. Tomé su
ruborizada mejilla en una mano, llevé sus carnosos labios a los míos y la
besé lentamente, sin prisa. Y no nos habíamos movido desde entonces.
—¿Te rompí? —pregunté, medio en serio porque la había tomado
rudamente.
La mano de ella se apoyó en mi estómago mientras sus hombros
temblaban con una silenciosa risa. —No. ¿Pensaste que lo habías hecho?
Alisé el pelo en su mejilla. —Fui… duro.
Levantó la cabeza con sus ojos somnolientos para mirarme. —Y lo
disfruté.
—Oh, eso lo sé.
—Eres tan arrogante.
—Ah, no digas nada con la palabra polla en ella9.
—¿Qué? —Sonrió—. ¿Voy a despertar a la bestia dormida?
—La bestia dormida siempre está despierta alrededor de ti. —Y
mierda si la «bestia» no se movía. En lugar de dejarme llevar, dejé que ella
se pusiera de espaldas a mí y la abracé, agradándome cómo se sentía
esto. Atrapé un mechón de su cabello con mi dedo y lo empecé a enrular.
—¿Crees que Luc vendrá mañana? —preguntó, su voz tranquila.
—Sí. —Desenredé el cordón sedoso de su cabello—. Él es un hombre
de palabra.
—¿Hombre?
Reí. —Es un niño de palabra.
9 Juego de palabras. Be a cock es ser arrogante, cock por si sólo es polla.
220
—No entiendo a Luc —admitió mientras se acurrucaba más cerca.
¿Acurrucaba? ¿Acurrucaba se había vuelto parte de mi vocabulario?
Mierda—. Él no es como los Arum, los Luxen, o el DOD, sino que Paris era un
Luxen y Luc te está ayudando a ti. ¿Por qué? ¿Y qué diablos es? ¿Uno de
esos híbridos que mencionaste?
—Ah, Luc es… diferente. Realmente no hay explicación sobre qué es
o cómo funciona su lógica. Para ser honesto, creo que está medio loco. —
La verdad era que Luc aclamaba ser un hibrido (el producto que sale tras
una curación exitosa hecha a manos de un Luxen, la cual termina por
mutar su ADN), pero tenía mis dudas. Él no era como ningún hibrido que
había conocido.
Serena estuvo tranquila por tanto tiempo que habría llegado a
pensar que se durmió de no haber sido por el zumbido de nervios a su
alrededor. —Entonces, ¿tendrás que alimentarte después de que te
consiga un trozo de ópalo?
No había razón para mentir con la respuesta, aún si lo quería. —Sí.
Hubo otra larga pausa. —¿Luego qué?
La pregunta del millón de dólares. —Mi hermano (el que reclamo)
vive a las afueras de Atlanta. Consiguió un muy buen arregló allí. Sería
seguro… para nosotros.
Nosotros. Ahí. Lo dije. No fue la gran cosa.
Serena se quedó inmóvil, y maldición si mi corazón no hacía esa
cosa muy humana de saltar contra mis costillas. —No puedo ir a Atlanta —
dijo finalmente.
Eso no era lo que esperaba escuchar. Mis cejas se fruncieron
mientras bajaba la cabeza. —¿Y adónde piensas ir?
Tomó una profunda bocanada, causando que sus pechos se
presionaran contra mi costado y mi polla se tensase. Ahora no era
momento para esa mierda.
—Necesito ir a Colorado —dijo—. Tengo que ir a la oficina de correos
y encontrar lo que Mel escribió
¿Qué demonios? Juraría que no la escuché correctamente, pero sus
palabras retumbaban en mi cabeza. ¿Quería regresar a Colorado? —
¿Estás loca?
Dejó escapar una breve carcajada. —¿Honestamente? A veces
todo esto que nos rodea me hace sentir loca.
221
Esa no era una respuesta lo suficientemente buena. —¿Quieres
regresar al estado donde unos muy poderosos Luxen viven… uno de los
cuales te quiere muerta?
Frunció el ceño. —Recuerdo que el senador me quiere muerta.
—¿Estás segura? Porque no puedo pensar en otra razón lógica del
por qué querrías regresar allí.
Serena suspiró. —Necesito regresar, Hunter. Necesito saber qué fue
de la vida de Mel, de la mía. Tal vez lo que sea que esté en esa carta
pueda de alguna manera llevar al senador ante la justicia.
Solté una breve carcajada. —Él nunca va a ser acusado o a rendir
cuentas por lo que le hizo a tu amiga o a ti, Serena. Así que lo mejor sería
que lo dejes pasar.
—Sé que no lo hará, pero quizá lo que sea que esté planeado es
suficiente para sacarlo del cuadro… meterlo en problemas. Al menos
entonces tendrá algún tipo de castigo. Es mejor que nada, ¿cierto? Porque
no puedo vivir con el hecho de que el asesino de Mel (básicamente la
única persona responsable de su muerte) siga viviendo como si no hubiera
hecho nada.
No dije nada a eso. Entendía la necesidad de venganza, pero si ella
quería regresar a Colorado, sería asesinada.
—No puedo permitir eso —dije, y joder, me sentí honrado por mi
decisión. No podía dejarla hacer eso porque moriría, y yo no estaba bien
con eso. Para ser honesto, estaba increíblemente aterrado ante la idea. De
alguna manera, durante el poco tiempo en que había conocido a Serena,
ella había encontrado la manera de meterse en mi frío cuerpo. Era mi luz,
mi calor, y no estaba listo para dejarla ir.
Serena se sentó, sosteniendo tímidamente la sabana sobre sus
pechos, pero sus ojos eran de un marrón férreo cuando se encontraron
con mirada. —No puedes detenerme, Hunter.
Casi reí, porque de hecho podía detenerla. —Puedo.
Su mano se cerró en un puño bajo el agarre de la sabana. —Ya no
me estás protegiendo del DOD. No es como si tuvieras que seguir con este
trabajo por más tiempo.
—¿Trabajo? —Me senté rápidamente, mirándola fijamente hasta el
punto de hacerla echarse un poco hacia atrás—. ¿De verdad crees que
esto es un trabajo para mí?
—Es un trabajo para ti.
—Era un trabajo para mí, Serena. Ya no.
222
Ella pareció procesarlo, pero luego sacudió la cabeza. —No puedo
alejarme de esto.
Todo lo que podía ver eran sus hermosos ojos, sin vida e inalterables.
La presión contrajo mi pecho. —Por el infierno que no puedes.
—Y tú no puedes detenerme —repitió, tomando una profunda
bocanada. Su voz era fuerte incluso cuando volvió a hablar—. Aprecio
todo lo que has hecho para mantenerme segura. Nunca… nunca olvidaré
eso, pero tengo que conseguir esa carta. —Se detuvo una vez más y dio
otra bocanada, sosteniendo la sabana en alto—. Por favor, Hunter, no
intentes detenerme. Sé que puedes, pero por favor no me hagas eso.
Por un momento, no oí nada más mientras la miraba. Parte de mí no
sabía si estaba cediendo con su expresión de gratitud o qué. No era como
si yo hubiera desnudado mi alma o algún tipo de mierda como esa, pero
su respuesta me llegó. Me preocupaba por ella. No podría denegarle esto
por mucho tiempo, pero ella ni siquiera había considerado que mis
acciones eran más que un trabajo. Obviamente yo puse más énfasis en
esto que ella, y aquí estaba yo, preocupándome, sintiendo miedo por su
situación, ¿y pensó que yo sólo estaba haciendo un trabajo?
Mieeerda.
Una extraña sensación subió por la parte trasera de mi cuello, algo
más que un cosquilleo o irritación. No me gustaba este sentimiento, esto de
sentarme y mirar cómo alguien corría a una muerte segura. Era
impotencia, y la única otra vez que había sentido eso fue cuando mi
hermana cayó muerta ante mí. Una gran cantidad de emociones me
atravesaron, porque en lugar de a mi hermana, veía Serena.
La ira me invadió como una represa que estalla. Arrojé mis pies al
suelo y me puse de pie. —No voy a ser parte de esta misión suicida, Serena.
Sus ojos se abrieron. —Hunter…
—No. —La temperatura en la habitación cayó y pequeñas
sacudidas recorrieron su piel. Las ventanas de la habitación se
congelaron—. No sólo es suicida, sino que también es estúpido. ¿Cómo
llegarás allí? ¿En avión? ¿Tienes dinero o alguna identificación que el DOD
no conozca? No. No lo creo.
Ella se estremeció mientras se echaba hacia atrás. —No puedo
dejarlo ir. No puedo…
—Lo capto. Averiguar lo que escuchó por casualidad Mel es más
importante que tu propia vida y… —Me corté a mí mismo antes de decir
algo estúpido—. Quieres regresar a Colorado, bien entonces. Después de
que visitemos a Luc mañana, conseguiré meter tu trasero en un avión.
223
Serena se revolvió hasta salir de la cama, llevando la sábana con
ella. Abrió la boca, pero mantuve mi mano en alto, silenciándola. —Esto
será lo mejor, porque estás en lo cierto. Era un trabajo y ese trabajo ha
terminado. Quieres que te atrapen otra vez en esta mierda, hazlo. Nada
de esto vale la pena si vas a terminar muerta. Podría estar haciendo
mejores cosas además de ejercer como canguro.
Su rostro se puso pálido. La culpa ardía dentro de mi estómago
porque había golpeado en donde contaba. La lastimé con palabas. Para
eso fui creado, para ser frío y apático. Preocuparme por ella, tener miedo
por su persona no estaba en mi naturaleza. ¿Y cuidarla? A la mierda. Eso,
esta frialdad construida en mi interior era lo que yo solía ser, lo que
necesitaba ser. Fue eso lo que me permitió dejar la habitación sin mirar
atrás.
Yo no era un humano.
Era un Arum.
Y era tiempo de que empezara a recordar eso.
224
Traducido por *~ Vero ~*
Corregido por Juli
orpe y tenso ni siquiera comenzaba a explicar la atmósfera que
había entre Hunter y yo mientras nos dirigíamos al club de Luc,
poco antes del mediodía. No podía asimilar lo rápido en la forma
en que las cosas se fueron al diablo anoche.
A lo largo del tiempo en el que habíamos llegado a conocernos el
uno al otro, algo había estado creciendo allí, volviéndose algo más que
atracción mutua y química al rojo vivo. También ha ocurrido un cambio en
Hunter desde anoche. Se encontraba más cálido, más relajado y apacible.
Incluso cuidadoso y protector, y todas las cosas que había dicho que su
especie era incapaz de sentir, pero en el momento en que mencioné la
búsqueda de la carta de Mel, se volvió el Hunter que conocía: brutalmente
frío y arrogantemente introvertido.
Hay mierdas mucho mejores que podría estar haciendo además de
ser tu niñera.
Cerré los ojos y tragué el nudo en mi garganta, mientras el Porsche
viajaba por la carretera a velocidades de vértigo. Me había dicho que
estar conmigo había sido más que un trabajo para él, ¿y luego va y dice
eso? Me había dolido profundamente y seguía doliendo cada vez que
esas palabras se reproducían en mi cabeza.
No había esperado que estuviese demasiado contento con la idea
de ir a Colorado, pero había pensado que lo entendería y lo apoyaría. En
el fondo, tan estúpida como era, llegué a pensar que le había importado
lo suficiente como para ir conmigo.
Mientras conducía el Porsche hasta la salida, me obligué a abrir los
ojos. Los sentía húmedos, y me sentí estúpida por querer llorar. Dejando de
lado el hecho de que Hunter era un alíen y todo eso, enamorarse de
alguien así era simplemente suplicar por un corazón roto. Las situaciones de
alto estrés amplificaban las emociones. Sabía esto, y sin embargo, me dejé
enamorar por el estúpido extraterrestre.
T
225
Apartando el pelo de mi rostro, inhalé profundamente. El ligero
aroma de su colonia invadió mis sentidos, pero también lo hizo el aire
fresco entrando por la rendija de la ventana.
Tenía que organizar mis prioridades.
Había demasiadas cosas peores por las cuales preocuparse como
para estar pensando en mis sentimientos de dolor, no importaba lo mucho
que quisiera meterme a la cama y tirar una manta sobre mi cabeza. Tenía
que encontrar dinero para meterme en el avión, rezar para que mi nombre
no hubiera sido marcado, y llegar a la oficina de correos.
¿Y luego...?
No tenía ni idea. No era tan estúpida como para pensar que podría
deslizarme de vuelta a mi vida como si nada. Lo único que podía hacer
era encontrar la carta y esperar que hubiera algo ahí que pudiera utilizar
como palanca con el DOD para darme algún tipo de futuro. Sería
arriesgado llevarlos a esa información, ya que, obviamente, me querían
muerta, pero eran el menor de dos males. Pero ¿y si la carta ya no estaba?
Entonces, estaba totalmente jodida.
—¿Lista?
La voz de Hunter me sacó de mis pensamientos, y lo miré. Su perfil
era estoico y las gafas de sol oscuras le protegían los ojos. No quedaba
ningún indicio del hombre que anoche me había hecho el amor tantas
veces.
Suspiré y asentí. El estacionamiento improvisado se encontraba
prácticamente vacío, con la excepción de unos pocos coches al azar. Salí,
tirando de mis pantalones cortos cuando la humedad inmediatamente se
aferró a mi piel.
Al robarle otra mirada al silencioso hombre que iba a mi lado
mientras nos dirigíamos a la puerta, sentí mi estómago retorcerse y luego
caer. No importaba lo que sucediera a partir de ahora, ya sea si viviera
otra docena de décadas o si sólo sobrevivía la semana, pronto me iría,
muy pronto.
Y no lo olvidaría. Nunca.
Mi pecho y garganta quemaban mientras el gorila abría la puerta
antes de que pudiéramos llamar. No hubo una pequeña charla en esta
ocasión. Nos dejó entrar y nos hizo pasar a través de la planta del oscuro
club hacia la oficina, cerrando la puerta detrás de nosotros después de
murmurar algo sobre Luc entrometiéndose en su camino.
Y entonces, Hunter y yo nos encentrábamos de nuevo solos.
226
Incómodo.
Suspiré y me senté en el borde del sofá, tamborileando los dedos
sobre mis rodillas. Hunter deslizó sus gafas de sol en su bolsillo trasero
mientras paseaba por la longitud de la oficina, con los ojos pegados a la
puerta por la que habíamos entrado.
No podía soportar el silencio. Aclarando mi garganta, deslicé las
manos por mis piernas. —¿Así que te diriges a Atlanta luego de esto?
Hunter se detuvo en medio de la habitación y me miró. Sus pálidos
ojos azules parecían insondables pozos, vacíos y fríos. —Ese es el plan.
Me estremecí. —¿Vives en Atlanta o...?
—No. Marietta. A nosotros no nos atraen las ciudades grandes. —
Inclinó la cabeza hacia un lado—. El ruido, los olores y las luces son
demasiado.
Con lo sensible que eran sus ojos, podía entender esa parte de la
declaración. —¿Por qué el ruido y los olores?
Sus manos se abrían y cerraban a sus costados. —Es demasiado...
humano.
Y esa fue toda la respuesta que recibí de él con respecto a eso. Sus
ojos parecían brillar cuando comenzó a pasear de nuevo, poniéndome
nerviosa. —¿Puedes parar?
—¿Qué? —Me lanzó una rápida mirada mientras pasaba junto a mi.
—De pasearte de un lado a otro. Estás poniéndome jodidamente
nerviosa. —De nuevo sequé mis manos sudorosas con mis vaqueros—. Sé
que estás ansioso por salir de aquí, alejarte de mí y volver a tu camino,
pero ¿crees que podrías sentarte por un momento?
Hunter se detuvo entonces, completamente frente a mí. —¿Crees
que eso es todo?
Encontré su mirada, y negó con la cabeza. —¿Qué? —pregunté.
Me miró largo y tendido, como si estuviera quitando capas de mi
piel. —Eres una mujer tonta, Serena.
Mi boca se abrió y la irritación rabió a través de mí como una
tormenta de verano. —¿Soy una mujer tonta? Bueno, tú eres un completo
idiota.
—Así me lo han dicho —respondió con calma—. Pero eso no cambia
la realidad.
Me puse de pie, mis manos formando puños. Una media sonrisa
apareció en sus labios, como si le divertía. Eso me molestó aún más. —Eres
227
un idiota, Hunter. ¿Lo sabías? Un imbécil sin emoción, ¿y dices que yo soy
la tonta? ¡Ya deja de sonreírme! No es gracioso. —Me sentía como un
volcán a punto de escupir fuego y cenizas sobre su rostro—. ¡Estoy como a
dos segundos de borrar a golpes esa sonrisa de tu cara, idiota!
Esa media sonrisa se había extendido aún más a lo largo de toda mi
escena, cambiando sus facciones y calentando su mirada. —Lo siento.
No parecía sentirlo en absoluto. —No te pedí nada de esto, ¿sabes?
No te pedí que me mantuvieses a salvo o que me trajeras aquí o hicieras
nada…
En un latido, Hunter se encontraba frente a mí, tan rápido que me
eché hacia atrás, y casi me hubiese volcado sobre el sofá si él no hubiera
sostenido mis hombros. Bajó la cabeza para que sus labios estuvieran a
centímetros de los míos. Sin desearlo, el inquieto deseo envió a mis
hormonas a correr.
—Me gusta que te guste esto —dijo en voz baja y profunda.
Farfullé mientras ignoraba la construcción de calor entre nosotros
como un horno con exceso de trabajo. —¿Te gusta mi enojo? Estás
enfermo.
—Posiblemente —murmuró—, y sé que no pediste nada de esto. Sé
que…
Hunter me soltó de repente y se irguió, los ojos salvajes y las fosas
nasales ensanchadas. Me tambaleé vacilante cuando se volvió hacia la
puerta, con la cabeza inclinada de nuevo. La quietud antinatural causó
que se formaran nudos en mi vientre.
—¿Qué pasa? —le pregunté, envolviendo mis brazos alrededor de mi
cintura. La temperatura de la habitación se había reducido notablemente.
Volvió la vista hacia mí—. Hay un Luxen aquí.
—¿Paris?
Hunter negó con la cabeza. —No. No es Paris.
El miedo se deslizó a través de mi cuerpo hasta asentarse en mi
pecho, donde se envolvió alrededor de mi corazón.
Se volvió hacia mí rápidamente, colocando su mano fría sobre mi
mejilla. Pasó un momento antes de que hablara—: Voy a chequear esto.
—Pero…
—Regresaré —dijo, con los ojos como astillas de hielo en llamas—. Si
las cosas se ponen feas...
228
No terminó, y no tuve la oportunidad de decir nada. Fue a la puerta
antes de que pudiera pestañear. La temperatura en la sala subió un poco,
como si se hubiera llevado la frialdad con él. Mi corazón latía con fuerza
contra las costillas, como queriendo salirse de mi pecho y salir corriendo.
Esperé unos tres minutos y ya no pude hacerlo por más tiempo.
Decidida, me precipité hacia la puerta y la abrí un poco. El estrecho pasillo
se encontraba iluminado por una fuerte luz. Llegué a la mitad del pasillo
cuando un destello de intensa luz blanca teñida en rojo iluminó el club.
Mi corazón cayó. Reconocía esa luz. ¿Cómo lo había llamado
Hunter? ¿La Fuente? Había un Luxen aquí y no era amistoso.
Las voces masculinas subieron, y luego oí a Luc decir—: No haría eso
si fuera tú. Hunter está muy, muy hambriento.
¿Qué dem...? Luc no parecía demasiado preocupado por lo que
pasaba, así que corrí hacia adelante. Al llegar al final de la sala, mi boca
se abrió.
Luc se encontraba de pie a un lado, con una camisa que decía algo
sobre zombies, y Hunter transformado en su verdadera forma, una masa
sólida de espesor con ojos claros. En el otro lado de la habitación había
otro hombre. Uno que era más joven que yo, tal vez de unos dieciocho
años, más o menos.
Pelo encrespado marrón oscuro caía en ondas descuidadas sobre su
frente. Era casi tan alto como Hunter, lo cual lo hacía enorme, pero no era
tan ancho. Su cara... guau, realmente no habían palabras, y me sentí
asquerosa por siquiera permitir a mi mente llegara hasta allá aunque fuese
sólo por medio segundo.
El desconocido era atractivo de una manera alucinante.
Sus ojos eran esferas brillantes de color blanco mientras estática
crujía por su brazo, seguido por la luz intensa. El miedo tropezó mi corazón
cuando el desconocido se centró en Hunter, pero Hunter no hizo más que
levantar la cabeza, como si estuviera desafiando al Luxen más joven a que
hiciera algo.
¿Estaba loco?
—Hunter —dije, mi voz sonaba demasiado fuerte.
Su cabeza se giró hacia mí, al igual que la del Luxen. La luz alrededor
de su brazo se esfumó y juro que la boca del desconocido cayó abierta.
No deberíasss haber venido aquí. La voz de Hunter se filtró a través
de mis pensamientos. Todo essstá bien.
229
Todo no se veía bien. ¿Raro? Sí. Todo parecía extraño. —Pero es uno
de ellos.
Los ojos del Luxen se abrieron y el misterioso resplandor se
desvaneció, ojos que eran de un color verde extraordinario, tan brillante y
profundo que me recordó a la hierba de primavera.
La cabeza de Hunter se volvió de nuevo a la del Luxen y su pecho
subía mientras tomaba un paso atrás. Un segundo después, regresó a su
forma humana. —Serena, vuelve a la oficina de Luc.
Jesús, ¿iba a dejar de darme órdenes? —¿Perdón?
Entrecerró los ojos en mi dirección, y un instante después, el gorila
apareció de la nada y se dirigió al otro lado de la pista de baile, pasando
un brazo alrededor de mis hombros. —Aquí no es exactamente donde
deberías estar ahora mismo.
Me resistí. —Pero…
—Vamos, tengo algunas cosas que mostrarte.
Las cejas oscuras de Hunter se fruncieron. —¿Qué cosas?
El gorila guiñó un ojo por encima del hombro. —Cosas.
No se me dio mucha opción. Segundos después, estaba de vuelta
en la oficina, enojada por haber sido entremetida, pero también
preocupada por lo que ocurría allí.
Tomando un lugar delante de la puerta, el gorila cruzó los brazos
sobre su pecho enorme. —Esos dos no van a lastimarse, así que puedes
relajarte.
Relajarme era lo último que haría. —No se veían como si estuviesen a
punto de abrazarse.
Esbozó una amplia sonrisa. —Eso puede que sea verdad, pero ese
chico tiene problemas más grandes que jugar con un Arum. Problemas
más grandes que tú, para decir la verdad.
—¿Cómo qué? —desafié. Dudaba eso, considerando lo jodida se
encontraba mi vida en estos momentos.
El gorila desplegó sus brazos y se rascó la barbilla. Un par de
momentos pasaron y luego dijo—: Se llevaron a su novia, y recuperarla no
va a ser fácil. Probablemente imposible.
No esperaba eso, di un paso atrás y me dejé caer en el sofá. —
¿Quién se la llevó?
—El Gobierno.
Mi cabeza se revolvió más. —¿Por qué?
230
Un hombro grande se levantó en un encogimiento de hombros. —
¿Por qué no? El gobierno hace lo que quiere. Lo mismo ocurre con los
Luxen. Lo mismo ocurre con los Arum. —Hizo una pausa—. Estamos en su
mundo, nena. Ya no te preocupes por el muchacho Luxen allí con Luc.
Preocúpate por ti misma.
No tuve mucho tiempo para reflexionar mucho sobre esas felices,
felices palabras. La puerta se abrió y Hunter entró, totalmente ileso.
Empecé a ponerme de pie.
Levantó una mano. —Estoy bien.
—Puedo ver eso. ¿Qué pasaba ahí fuera?
—No es nada —respondió. El gorila salió de la habitación y Hunter
me enfrentó—. Está aquí para hablar con Luc. No tiene nada que ver con
nosotros.
Me sentía culpable por la cantidad de alivio que me recorrió. —¿Se
trata de... una chica?
Hunter asintió, aparentemente distraído. —Eso es lo que parece.
Pensando en lo que había dicho el gorila, me apoyé en el
sorprendentemente cómodo cojín. —¿Por qué se la llevarían? ¿Ella
descubrió lo que él era?
—No sé por qué, pero estoy pensando que es más que eso. Tal vez él
la transformó. —Hunter se frotó la frente—. De cualquier manera, si la
tienen, entonces tiene pocas esperanzas de salir.
Inhalé suavemente, triste por la situación, a pesar de que el chico
fuera un Luxen y yo no lo conociera. Otra vida en ruinas, y ¿para qué?
Realmente no lo sabía. Honestamente, ya no sabía nada.
—Eres muy humana.
Levantando mi cabeza, encontré a Hunter mirándome con una
expresión curiosa. —Sí, esa soy yo. Humana hasta la médula.
Dio un paso hacia mí, pero se detuvo. —No quise decir eso como un
insulto. Puedo ver tu tristeza por ellos. Te preocupas por ellos a pesar de
que nunca los conociste. Es muy humano de tu parte.
Realmente no sabía qué pensar de eso. La empatía no era algo
anormal para mí y no creía que fuera una noción tan extraña para Hunter,
tampoco. —Tú eres más humano de lo que crees, Hunter.
Parecía que quería discutir, pero la puerta se abrió de nuevo y Luc
merodeó, enviando a Hunter una mirada de soslayo. —Debiste haberte
quedado aquí, Hunter.
231
—Llámame loco, pero no me gustaba la idea de que un Luxen
estuviera aquí, y no saber lo que ocurría.
Luc caminó detrás de la mesa y se sentó. —Estás loco, pero eso ya se
ha establecido. De todos modos, vamos a acabar con esto antes de que
tenga más visitantes inesperados saliendo de mi culo.
Mis cejas se levantaron, pero sabiamente, no dije nada.
Luc abrió una puerta y sacó un brazalete de plata fina. En el centro
había una pieza negra, de forma ovalada, de opal con una raya roja en el
medio. Lo lanzó a Hunter, quien lo arrebató en el aire con un movimiento
de su muñeca. Juraría que el momento que Hunter golpeó brazalete
alrededor de su muñeca, sus mejillas se iluminaron.
Raro.
—Sabes que no doy estos tan fácilmente. Me he conseguido mejores
aliados cuando necesitaban uno —Luc se detuvo—, por lo tanto, esto
cuenta como un favor.
—Está bien. —La mirada de Hunter se oscureció—. Eso es todo lo que
necesito.
—No es cierto. Necesitas un Luxen para alimentarte.
Hunter rompió el cuello a un lado. —Puedo encontrar un Luxen en
otro lugar.
Luc sonrió. —Eso sería innecesario. Puedo trabajar en eso para ti,
proporcionar una merienda dispuesta, pero me deberías.
—¿Dispuesta? —Miré hacia atrás y hacia adelante—. ¿Hay Luxen
dispuestos a alimentar?
—Hay Luxen dispuestos a hacer cualquier cosa para mí —corrigió
Luc—. Y de esta manera será mucho más seguro y más rápido. Sin
mencionar, que estás recibiendo el permiso de alguien. Eso es un buen
karma, Hunter. No te caería mal un poco de eso.
Hunter frunció el ceño. —Sí, y luego te lo debo. Sé cómo funciona
este juego. No, gracias.
—Aw —Luc fingió daño—. Mis favores no son tan malos.
—Sí, y yo secretamente soy un conejo de peluche.
Una amplia sonrisa cruzó el rostro de Luc mientras apoyaba los codos
sobre la mesa. —Mira, todo lo que te pido es que me ayudes en un
momento de necesidad. Eso es todo. Lo aceptas y luego voy a traer a
alguien aquí. Fácil. Sin dolor. Estarás en tu camino.
232
Hunter abrió la boca, pero intervine—: Espera. ¿Así que sólo
necesitaras ayuda un día? ¿Ayuda con qué?
—Con lo que sea que pueda necesitar ayuda —respondió.
Hunter suspiró.
—¿Y este Luxen de verdad no tendrá problema con Hunter
alimentándose de él?
—No.
Miré a Hunter. Por supuesto, no tenía ni idea de qué tipo de favores
Luc podría pedir, pero forzar a un Luxen, sin importar lo que su raza había
hecho, no me parecía bien.
Hunter encontró mi mirada y luego maldijo entre dientes mientras se
volvía a un Luc positivamente radiante. —Está bien. Como sea. Te ayudaré
en tu momento de necesidad.
Dejé escapar un suspiro cuando Luc se levantó y dio una palmada.
—Muy bien. —Sacó un teléfono de su bolsillo, sus dedos volando sobre la
pantalla—. Esto no debe tomar mucho tiempo.
—¿Es ese idiota de allá afuera? —Hunter empezó a sonreír—. Porque
realmente disfrutaría de eso.
Pensé en el hombre joven con los feroces ojos verdes y dudaba de
que él hubiera estado de acuerdo con eso.
Luc se rió. —No. Él tiene sus manos llenas en estos momentos.
Hunter parecía decepcionado, pero unos minutos más tarde, se
detuvo, y sabía que un Luxen había llegado. Los dos se dirigieron a la
puerta.
—Deberías quedarte aquí esta vez —dijo Hunter.
Por una vez, escuché. Observando el dúo salir de la oficina, dejé
caer mi cabeza en mis manos. Ser testigo de la alimentación de Hunter no
estaba en lo más alto de mi lista de cosas por hacer. Había suficiente ya
como para recordarme lo diferentes que en verdad éramos.
233
Traducido por *~ Vero ~*
Corregido por NnancyC
l Luxen que Luc había traído había sido la típica mierda
arrogante, pero fue sorprendentemente complaciente a la hora
de la alimentación. Me parece que hasta se vino al sentir el
dolor. Como sea.
Energía cruda y pura me recorrió, amplificada por el ópalo. Si no
hiciera nada loco con la energía prestada, estaría en la cresta de la ola
durante mucho tiempo.
Cuando el Luxen salió dando brincos, me dirigí hacia Luc. Se apoyó
en la barra y se cruzó de brazos, dándome una mirada con la ceja
levantada. —¿Qué? —pregunté.
Se encogió de hombros. —¿Y cuál es el plan ahora?
El plan—el maldito plan. Me volví, pasando mi mano por mi cabello.
—Me dirijo a Georgia.
—¿A tu hermano?
Asentí.
—Me parece una buena idea. Sabe cómo mantenerse fuera del
radar. —Hizo una pausa—. Y ¿qué pasa con Serena?
Enfrentando a Luc, me pregunté por qué demonios incluso
consideraba hablar con él acerca de esto. Por otra parte, era Luc, y cosas
raras siempre ocurrían a su alrededor. —Ella quiere volver a Colorado.
Él arqueó las cejas. —¿Y para qué?
—Hay algo que su amiga dejó atrás. Podría ser importante.
—¿Supongo que tiene que ver con lo que su amiga escuchó y los
nefastos planes del Luxen? —Cuando no respondí, Luc se rió en voz baja—.
Si hay evidencia de eso, es importante. Sin embargo, dudo que traer estas
cosas a la luz cambiaría algo.
—¿Así que crees que Serena debería regresar allí? ¿Arriesgar su vida?
E
234
Luc saltó sobre la barra y dejó que sus piernas colgaran. —Creo que
todo es bastante inútil. La evidencia es importante, pero como dije, no va
a cambiar ni una maldita cosa. El DOD meterá sus cabeza aún más en la
arena o simplemente irán detrás de los Luxen, quien no tienen nada que
ver con este Proyecto Águila.
Fruncí el ceño. —¿Realmente hay algo como un buen Luxen?
—¿Existe realmente tal cosa como un buen Arum? —Desafió—. Estoy
seguro de que has considerado a tu hermana una buena.
Mi mandíbula bloqueada. —Si valoras tu vida en lo absoluto, nunca
volverás a mencionar a mi hermana.
—Oye. —Levantó sus manos—. Lo único que digo es que hay
extraterrestres bebés inocentes en ambos lados. De todos modos, no hay
ninguno aquí ni tampoco allá. ¿No estás planeando acompañar a Serena
a Colorado?
Solté un bufido. —No tengo ganas de morir.
—¿Y en verdad permitirás que se vaya sola?
Abrí la boca, pero no dije nada. Quería decir sí, porque eso sería la
cosa más fácil e inteligente de hacer, pero esa maldita palabra no saldría
de mi boca. Pero yo ya sabía la verdad. No iba a dejarla ir sin mí. Nunca lo
haría.
Luc frunció los labios. —Bueno, tal vez lo malinterpreté.
Mi irritación resurgió. —¿Malinterpretaste qué?
—Tú y ella.
—¿Y? —Cuando no dijo nada, me obligué a no patearlo fuera de la
barra—. Joder. ¿Qué pasa con nosotros?
Luc se encogió de hombros. —Simplemente no creí que la dejarías ir
sola. Que estarías más… no sé, preocupado por su bienestar.
—¿Por qué pensarías eso?
Él arqueó las cejas.
—Soy un Arum, Luc. No soy un maldito humano, un Luxen, o lo que
sea que eres. —Me acerqué de pronto hacia dónde estaba y él me sonrió.
—No soy…
—Me engañas. —Interrumpió con un guiño irritante—. Te volviste
contra el DOD para protegerla. Mataste a dos oficiales, lo que resulta en
una sentencia de muerte si alguna vez te atrapan. Llámame loco, pero eso
significa algo.
235
—¿Qué significa?
Luc inclinó su cabeza hacia un lado. —Nunca me pareciste del tipo
estúpido, Hunter.
Mis ojos se estrecharon. —Y nunca me pareciste del tipo suicida,
sabelotodo.
Él se echó a reír. —Todo lo que estoy diciendo es que sabes lo que
significa. Simplemente no quieres reconocerlo aún.
—Por qué no me iluminas, pequeña herramienta.
Lanzándome una mirada de reojo, se bajó de un salto y comenzó a
caminar hacia la oficina. —Los Arum son bastante cabeza dura.
Por un breve momento me entretuve con la idea de lanzarlo a través
del club. —Luc.
Me dirigió una rápida sonrisa al abrir la puerta. Más allá de él, Serena
se levantó del sofá, su mirada moviéndose de mí hacia Luc.
Ella unió sus manos. —¿Todo salió... uh, sin problemas?
—Está bien alimentado como un bebé gordo —contestó Luc, y rodé
los ojos—. ¿Así que te irás a Colorado?
Serena me miró. —Sí.
—¿Cómo llegarás ahí? —preguntó.
Ella cambió su peso de un pie a otro, el aire a su alrededor zumbaba
de un tenue azul. —Realmente no lo sé.
Luc sonrió. —Bueno, volar sería demasiado arriesgado. No puedes
hacer eso. Pero tengo algunos autos disponibles que puedes tomar
prestados, más algo de dinero para gasolina y comida. Son más o menos
veintitrés horas en coche, por lo que tendrás…
—Espera un segundo —interrumpí mientras me movía entre ellos—.
¿Vas a darle un coche y dinero para ir allí?
Luc parpadeó inocentemente. Ese pequeño pedazo de mierda. —A
ti te di un pedazo de ópalo y un Luxen para ñom-ñom.
—Eso no es lo que quise decir —gruñí—. Es peligroso…
—Entonces ve con ella —lanzó y se volvió de nuevo a Serena—. Es
decir, si siquiera quiere que vayas con ella. Entendería totalmente si no
quiere.
Oh, por el amor a la mierda. —Ella no se irá a Colorado en…
236
—Ella está de pie aquí, amigo —dijo Serena muy cerca de mi rostro,
era casi para reírse—. No tienes nada en absoluto que opinar sobre esto, si
mal no recuerdo.
Miré hacia ella. La chica estaba loca. Sus ojos se encontraban
verdes que marrones, ardientes y vivos, y su barbilla sobresalía
obstinadamente. Parecía que quería estrangularme.
Malditamente caliente.
—Tal vez debería dejarlos para que hablen sobre esto. —Luc
comenzó a retroceder hacia la puerta.
Serena cruzó sus brazos. —No hay nada de que hablar.
Le lancé un vistazo a Luc y se retiró, para gran disgusto de Serena.
Ella resopló. —En serio, no hay nada de que hablar.
Apoyado en la mesa, luché para alejar la estúpida sonrisa de mi
rostro... y besarla, porque en estos momentos tenía muchas ganas de
ponerle las manos encima. Dudaba que estuviera para eso en este preciso
segundo. —No puedo permitir que vayas allí sola.
—Esta conversación es una estupidez. —Se dio la vuelta, pasando
una mano por su pelo—. Ya dijiste lo que tenías que decir anoche, y yo
también lo hice. No puedes detenerme.
—No estoy planeando detenerte.
Serena me enfrentó, sus cejas bajaron. —Entonces, ¿qué estás
diciendo?
Buena pregunta. —Me voy contigo.
Su boca se abrió y, sí, la afirmación me sorprendió. Hasta hace tres
minutos, no había manera en el infierno que iría a ese lugar, pero Luc tenía
razón acerca de su «bienestar» y toda esa mierda.
Ella negó con la cabeza lentamente. —Dijiste que ir a Colorado era
estúpido y suicida.
—Y también sin sentido —añadí—. Pero no puedo dejarte hacer esto
sola.
Sus ojos se abrieron. —¿Por qué? Parecías bastante seguro de tu
decisión ayer por la noche.
Realmente no tenía idea de qué decir ante eso.
—¿Es porque Luc me brindó una forma de ir? ¿Realmente te sientes
culpable ahora? —Entonces sonrió—. ¿Los Arum incluso pueden sentirse
culpables?
—¿Por lo general? No.
237
Rodó sus ojos. —Mira, no quiero que vayas conmigo porque sientes
que tienes que hacerlo.
—Sí siento que tengo que hacerlo.
Los labios de Serena se apretaron, y luego sacudió su cabeza de
nuevo. —Este no es tu problema.
—Tú eres mi problema.
Ahora me miraba como si le hubiese pedido si podía montar su
pierna. Quizás decía pura basura y debería cerrar la maldita boca.
Serena parpadeó rápidamente y luego se dirigió a la puerta. —No
soy tu problema, Hunter. Ya no más. Hiciste tu trabajo. Se acabó. Ve con tu
hermano. No espero que arriesgues tu vida por algo que no tiene nada
que ver contigo.
—Espera. —Me moví hasta que estuve frente a Serena y puse mis
manos en sus hombros—. Estoy diciendo esto mal.
Ella arqueó una ceja. —¿Eso crees?
Tomé una respiración profunda. —Voy a ser honesto contigo. No sé
lo que está pasando en mi cabeza, Serena. He estado pensando en cosas
que nunca he pensado antes, así que todo esto es nuevo para mí. Estoy
diciendo toda mierda mal, así que, ¿me permites empezar de nuevo?
Ella me miró y luego asintió lentamente. —Está bien.
—Yo no te dejaría ir allí sola. Pensé —mierda— pensé que si decía
eso, no irías sin mí. Quería que fueras a Georgia para que estuvieses segura,
y así estuvieses conmigo. No porque pensé que era mi trabajo. Y no quiero
que vayas a Colorado porque no quiero que te hagan daño. Es peligroso,
y yo... no me gusta la idea de eso. —Mierda. A continuación la agarraré de
la mano y empezaré a hablar de mariposas y arcoíris. Jódeme—. Mira,
entiendo por qué tienes que hacer esto. No estoy de acuerdo con ello,
pero yo voy a… estar allí contigo, y después vamos a ir a Georgia juntos.
Su garganta se movió. —Todo eso es... muy humano.
Hice una mueca.
Una suave risa se le escapó. —En realidad no es algo malo, ¿sabes?
—Tu opinión.
Serena echó su cabeza hacia atrás y pasaron unos momentos antes
de que hablara. —¿Qué quiere decir todo esto? Ya has arriesgado mucho
y vas a hacerlo de nuevo. Y quieres que me vaya a Georgia contigo. —Dos
puntos rosados brillantes aparecieron en sus mejillas—. Si no te conociera
mejor, diría que tienes sentimientos por mí.
238
Se sentía como que una pitón se había envuelto alrededor de mi
pecho. A pesar de que no sabía lo que se sentía al tener «sentimientos» por
alguien que fueran más allá de querer follar o matarlos o huir de ellos,
había mucha verdad en sus palabras.
Ella se rió de lo que era, probablemente, una expresión bastante
jodida en mi cara. —Pasos de bebé —dijo—. Daremos pasos de bebé.
239
Traducido por Danny_McFly
Corregido por Verito
olía creer que Colorado se encontraba ubicado en el centro de
los Estados Unidos. No sé bien por qué pensaba eso, pero
descubrí que en realidad, es Kansas el que se encuentra en el
centro.
¿Cómo me enteré de este hecho tan inútil?
Nos detuvimos para llenar el tanque de gasolina en Lebanon.
Mientras que Hunter hacía lo del coche, me dirigí por algunos bocadillos.
En sus señales se proclamaban a sí mismos orgullosamente como el centro
de los Estados Unidos. Impresionante.
Con los brazos llenos con toda clase del tipo de comida que añadiría
diez libras a mi culo en un latido del corazón, miré a través por el
pavimento agrietado mientras un coche patrulla del condado giraba.
Desaceleró al pasarme, con las ventanas arriba y polarizadas.
Me estremecí a pesar del calor, me apresuré hacia donde Hunter se
encontraba, cerrando la tapa del tanque de gas.
—¿Viste ese coche de policía?
Miró por encima del hombro mientras descargaba de mis brazos la
mitad de las golosinas que me engordarían.
—Sí. ¿Qué pasa con eso?
¿Tal vez estaba siendo paranoica? Me encogí de hombros.
—No lo sé. Sólo me dio escalofríos. Fue como si pudiera sentirlo...
mirándome.
Hunter me abrió la puerta del auto mientras observaba a la patrulla.
Con los pantalones de cuero y oscuras gafas de sol, se veía bastante chico
malo al hacerlo.
Me deslicé dentro mientras la puerta del coche del policía se abría.
Un corpulento policía mayor se arrastró hacia fuera y se dirigió a la tienda
de conveniencia sin mirar atrás en nuestra dirección.
S
240
Dejando escapar la respiración que me encontraba conteniendo, le
sonreí a Hunter.
—Creo que estaba mirando la comida chatarra que llevaba.
Él sonrió y cerró la puerta.
Volviendo a la carretera, la sensación de escalofríos se desvaneció a
medida que nos hundimos en la comida. También aprendí que Hunter sólo
necesitaba una mano para conducir. Estaba en serio, verdaderamente,
familiarizada con su otra mano. Hunter era... muy talentoso.
Algunas veces durante el viaje, checaba por la presencia de Luxen y
Arum, pero no tuvimos ningún problema. Además, sus sentidos alienígenas
llegaban una milla a las afueras de Denver. Mientras viajamos más al Sur
de Broadway, acercándonos a la oficina de correos, sentía un ácido
retorciendo mi estómago.
Hunter apretó mi rodilla. —Estás nerviosa.
—No puedo evitarlo.
—Entonces tal vez no deberíamos estar haciendo esto.
Le lancé una mirada. —Ahora es demasiado tarde. Ya casi llegamos,
y ¿en quién podríamos confiar en serio para que haga esto?
—Tenemos que ser rápidos al respecto. —Se deslizó en el carril
derecho—. Los implantes están en todas partes, y con una enorme
comunidad de Luxen cerca, no voy a ser capaz de detectarlos hasta que
estén justo encima de nosotros.
El corazón me dio un vuelco. —Lo sé.
El silencio descendió, mientras la oficina de correos aparecía a la
vista, y yo no podía dejar de preguntarme si estaba haciendo lo más
inteligente. No lo estaba, pero a veces lo más inteligente no era lo mismo
que lo correcto.
Hunter aparcó el Porsche detrás de la oficina de correos, cerca de
un gran camión de reparto y carga de muelle. Me miró.
—Hagamos esto.
Deseaba que pudiera sonar y parecer como toda una pateadora
de culos, así como él. Saqué la llavecita del llavero escondido en mi bolso,
y luego abrí la puerta. No más de un latido después, él se encontraba a mi
lado, tomando mi mano entre las suyas.
Me esperaba un equipo SWAT compuesto por oficiales del DOD,
Arum y Luxen descendiendo sobre nosotros mientras corríamos por el lado
del edificio y a través de las puertas automáticas, pero no había nadie
241
alrededor. El vestíbulo y las filas de las cajas en la oficina de correos se
encontraban vacíos.
—¿Qué número es ella? —Me preguntó.
Bajé la mirada hasta la llave, sólo para confirmar lo que ya sabía. —
Ochocientos cincuenta y dos.
Hunter estiró el cuello y suspiró, espiando las filas en la parte posterior.
Me di cuenta de que no le gustaba esto, pero me dirigí hacia adelante,
decidida a entrar en esa maldita caja. Esperemos que esto no fuese en
vano y que alguien haya cancelado su caja y todos los correos hayan sido
eliminados.
Con mucha dificultad, encontré el apartado de correos y después
de menear la llave un par de veces, la puerta de metal se abrió. Sobres de
todos los colores y tamaños, revistas y correo basura se precipitaron hacia
adelante, cayendo en el suelo.
—Santa mierda —dijo Hunter.
No pude evitarlo. Me eché a reír. —Mel... bueno, ella rara vez
comprobaba su casilla de correo y, cuando lo hacía, dejaba cosas en ella,
y estoy segura de que mucho de esto se produjo después de que ella...
ella murió.
—Ella no murió. —Hunter se arrodilló y comenzó a rebuscar entre los
correos en el suelo—. Fue asesinada. Hay una diferencia.
Tenía razón. Había una gran diferencia entre los dos. Mi garganta
comenzó a doler, alcancé dentro de la caja y saqué lo que le quedaba.
Habían muchos que tenían sellos con fechas después de que ella fuera
asesinada.
Tirando la basura de nuevo en la caja, hice mi mejor esfuerzo en no
verme afectada por ver el nombre de Mel en cada carta, o las facturas
vencidas, que era tan de ella, o de la media docena de las organizaciones
por la crueldad hacia los animales a las que pertenecía.
Fue casi demasiado pasar por todo esto.
Hunter se levantó y envolvió su mano alrededor de mi brazo,
captando mi atención. Parpadeé de nuevo lágrimas, subí y me aclaré la
garganta.
—¿Qué?
—¿Quieres que vaya por ellos? O podemos sacar todo esto de aquí.
La oferta significó mucho para mí, realmente lo hizo, pero negué con
la cabeza.
—No. Puedo pasar por esto y no quiero llevarlos conmigo.
242
Él se veía como si quisiera decir algo más, pero volvió a hojear su pila.
Yo me detuve en un catálogo de Adán y Eva, y entonces se fue mi aliento.
—Hunter, ¿qué es?
Su cabeza subió violentamente, entrecerrando los ojos, y luego se
volvió, explorando los espacios del vestíbulo que podíamos ver. —Tengo la
sensación de otro Arum. Cerca.
La inquietud explotó en mi estómago. —¿Podría un Arum estar
trabajando con el senador o algún Luxen aquí?
—No lo creo. —Puso el correo nuevo en la caja—. Pero podría estar
trabajando con el DOD. Voy a revisar la parte delantera. Sea quien sea,
están afuera. Quédate aquí.
Asentí y Hunter se fue, pero luego se dio la vuelta y apretó mis
mejillas. Inclinando mi cabeza hacia atrás, sus ojos se encontraron con los
míos. —Regresaré.
—Lo sé.
Una media sonrisa apareció y luego él desapareció en un revuelo de
viento helado. Dejando escapar un débil suspiro, me di la vuelta al correo y
levanté el catálogo, revelando una nota garabateada a mano en papel
del cuaderno.
—Oh Dios mío —susurre, dejando caer el resto del correo.
Esto fue todo. La maldita carta que Mel había escrito. Era su letra,
comenzando con la descripción de los hermanos Vanderson como
bombillas. Esto era. Casi no podía creerlo.
Me temblaban las manos mientras escaneaba la carta rápidamente,
y luego tuve que volver a leerla porque no podía creer lo que leía, o que
Mel no hubiera recordado esto cuando me habló.
O tal vez había estado demasiado asustada para siquiera hablar en
voz alta, porque casi quería ser capaz de no haber leído lo que había visto.
Sin saber... Dios mío, no saber era casi mejor. No había nada nuevo en
Pennsylvania, pero lo que estaba aquí...
El proyecto Águila fue en respuesta a la organización del
gubernamental conocido como el Daedalus. Lo que Mel había escuchado
realmente no habría tenido ningún sentido para ella, pero para mí sí,
sabiendo lo que sabía.
El Proyecto Águila era dominar el mundo.
Era un plan para ponerse en contacto con los Luxen que no habían
venido a la Tierra aún—una verdadera invasión desde el Daedalus, usando
el origen. No había nada que explicara lo que era el «origen», ¿pero los
243
cientos de miles de Luxen de los que Hunter había hablado? El Proyecto
Águila estaba a punto de traerlos aquí.
Negué con la cabeza. —No lo creo.
—Yo tampoco —dijo una voz desconocida—. Pero, de nuevo, ver
para creer.
Mi estómago cayó al darme media vuelta, con la carta cerca de mi
pecho. Un hombre se encontraba situado en la entrada del casillero postal
de Mel. Él era alto, de pelo oscuro, y tenía ojos azules extraordinariamente
brillantes. La débil luz delineando su cuerpo delataba lo que era.
Un Luxen.
El aire se fue de golpe de mis pulmones y di un paso atrás, chocando
con las cajas de metal tras de mí.
—¿Te preguntas cómo estoy aquí? —Abrió los brazos a los
costados—. Tenemos los ojos en todas partes, cariño. ¿Esa pequeña
gasolinera en Kansas? No hace falta ser un genio para averiguar a dónde
se dirigían.
¡Ese maldito policía! Lo sabía. Forcé mi lengua a trabajar. Si pudiera
seguir hablando, podría esperar para darle suficiente tiempo a Hunter para
que regresara, a menos que algo le haya sucedido—pare de pensar en
eso antes de que el pánico se radicara. No podía permitirme el lujo de
pensar en eso.
—¿Cómo me has encontrado aquí?
Él chasqueó la lengua suavemente. —¿Crees que no sabemos
acerca de la carta?
—¿Qué? —Di un grito ahogado.
El Luxen rió jovialmente. —Comprobamos todo de tus amigos y
descubrimos la nota. Lo mantuvimos allí, con la esperanza de que fueras a
robar de nuevo. La carta no es el eslabón perdido, cariño. No es la última
cadena de pruebas que tenemos que cuidar. Después de todo, sabemos
que habló contigo. ¿Sobre cuánto te dijo? Nadie lo sabe. Así que tú eres el
último eslabón de esta cadena.
Oh.
Oh mierda.
Dio un paso adelante, inclinando su barbilla hacia abajo, me aparté
de las cajas. —Ahora, no trates de correr. No podrás escapar. ¿Y ese Arum
amigo tuyo? Él no vendrá a rescatarte.
Mi pecho comenzó a revolotear.
244
—Nunca se debe confiar en un Arum. —La sonrisa del Luxen era casi
tan cegadora como la luz que irradiaba de su brazo—. Ellos sólo se
preocupan por sí mismos.
Negándome a creer que Hunter me habría traicionado de tal
manera, me mantuve firme mirando al vestíbulo detrás de él. —Mientes.
El Luxen negó con la cabeza lentamente, sin dejar de sonreír. —
Humana tonta...
Alrededor de su brazo, una luz se encendió y pulsó brillante. En una
fracción de segundo, todos los instintos que tenía rugieron a la vida. Mis
piernas se movieron antes de que mi cerebro se encontrara con ellas. Giré
y comencé a correr. Un grito construyéndose en mi garganta y mis dedos
se apretaron alrededor de la carta de Mel.
La luz brillante entró por toda la habitación. Dolor candente explotó
a lo largo de mi columna vertebral antes de que pudiera dar un paso,
friendo cada terminación nerviosa. El dolor me robó el aliento y entorpeció
mis latidos. Mis piernas se doblaron debajo de mí como un acordeón... y
luego no hubo nada más.
***
En el momento en que salí al aire de la noche espesa, me di cuenta
de que fue un error—un estúpido, maldito error. Me di la vuelta para volver
a entrar cuando una oscura sombra se apartó del lado del edificio,
materializándose a medida que crecía, acercándose.
Era el Arum del aeropuerto, el día que recibí mis órdenes para vigilar
a Serena y recuperarla.
—Interesante volver a verte —le dije, cuadrando los hombros.
Llevaba sus gafas de sol, por la noche, como una herramienta total.
—¿Lo es?
—Yo creo que sí. —Di un paso hacia adelante, y luego lo sentí. Otros.
Luxen. Todo mi ser centrado no en lo que estaba frente a mí, sino en
Serena. La dejé sin protección ahí dentro—. ¿Trabajando con Luxen?
—Yo no diría que estaba trabajando con ellos, era más como algo
libre.
Mi hermano—Lore—era libre como un hijo de puta, e incluso él no
trabajaba con Luxen. —Sí, lo que sea.
—Lo mejor es alejarse de esto, hermano.
245
Ni siquiera me molesté en responder. Alcanzando detrás de mí,
agarré la navaja de obsidiana y la saqué de su funda protectora. El Arum
vio el resplandor de hoja roja y se desplazo. Aunque yo, sin embargo, no
perdería tiempo con este bastardo.
Moviéndome a la velocidad del rayo, me tiré hacia delante y enterré
la hoja de obsidiana profundamente en el pecho del Arum. Él se
estremeció cuando retiré la navaja, y luego se levantó, bloqueando las
tenues luces de entrada antes de que la masa se deshiciera y se separara.
Llegué a la puerta cuando una maldita bola de luz se estrelló en mi
hombro, golpeándome hacia los lados. Tiré mi mano, atrapándome a mí
mismo en la pared de ladrillos. Mierda, ¿usaban la fuente abiertamente?
No estaban jugando, para nada.
No tenía mucho tiempo para pensar.
Una luciérnaga de dos metros vino desde el interior de la oficina de
correos y se estrelló contra mí. Retrocedí varios pasos y después volví,
empujando al bastardo que brillaba intensamente hacia atrás. El vidrio se
rompió al momento en que se estrelló con la puerta. Se recuperó,
sacudiéndome como si fuera poco, y me atacó. Más preparado esta vez,
giré hacia un lado y luego vi a dos más venir directamente hacia mí. No
tenía tiempo para esta mierda. Si el Luxen había estado en el interior,
significaba que habían llegado desde otra entrada y habían estado en el
interior con Serena.
Mi corazón retumbaba en el pecho.
Llevando el brazo hacia atrás, dejé la daga de obsidiana volar.
Golpeó al Luxen directamente en el pecho. La obsidiana no era mortal
para un Luxen, pero una cuchilla en el corazón sí.
Otro se estrelló contra mí y nos fuimos en el aire, girando dentro y
fuera de nuestras verdaderas formas mientras llegamos a la azotea de la
oficina de correos y nos deslizábamos a través de ella. El Luxen se
encontraba en la cima y había un destello de una cuchilla al rojo vivo que
venía hacia abajo.
Bloqueando el ataque, rodé al Luxen sobre su espalda y arranqué la
obsidiana de la mano. Sin el guante de cuero, la hoja quemaba, pero lo
ignoré mientras la metía profundamente en el pecho del Luxen. Entonces
me moví y me harté.
Inmediatamente me metí en los últimos pensamientos del Luxen. Él
bloqueó la mayoría de ellos, pero vi a través de sus ojos muy abiertos como
los ojos de Serena se llenaban de temor, oyendo sus burlas. Vi a Serena en
el suelo, con los ojos cerrados y el rostro contorsionado por el dolor. Ella
había sido entregada a alguien, se la llevaron.
246
Drené a ese hijo de puta, dejándolo seco.
Soltando su cuerpo, me puse en pie mientras el otro Luxen se
precipitaba sobre la cornisa. Con la última alimentación, éste, y el ópalo,
estos estúpidos no representaban ningún rival para mí. Lo cogí rodeándolo
del cuello, golpeándolo en el techo con tanta fuerza que el cemento
quedo agrietado.
Me aferré al Luxen hasta que cambié a mi verdadera forma. ¿En
dónde essstá ella?
El Luxen se deslizó en su forma humana, los ojos muy abiertos
mientras su espalda se inclinaba sobre el suelo.
—Yo... yo no lo sé.
Tonteríasss. Dime a dónde ssse la llevaron y te dejaré vivir.
Cuando el Luxen no contestó, me eché hacia atrás con el brazo libre
y estrellé el puño en su mandíbula, golpeándose la cabeza hacia atrás.
Puedo ssssseguir con esssto por una eternidad. ¿Me entiendesss? Dime
dónde essstá ella y podrásss irte.
Me tomó un par de minutos más convencerlo, y para entonces la
sangre de color rojo oscuro que brillaba con un brillo azul se derramaba a
lo largo del techo. El Luxen comenzó a cantar como un canario.
—La llevaron al senador. Él... él la tiene.
Retiré mi mano una fracción de pulgada. Tú me vasss a llevar a ella.
El Luxen se estremeció y un sonido de gorgoteo subió por su
garganta. —Va a ser demasiado... tarde. Ella está casi muerta.
Mi corazón se detuvo, literal y jodidamente se detuvo con esas
palabras, y luego me levanté, con el Luxen conmigo mientras yo
cambiaba a mi forma humana. —Por tu bien y por todo el mundo que te
preocupa, mejor espera a que ese no sea el caso.
247
Traducido por MarMar
Corregido por vaviro78
loté a través de la oscuridad, vacía de dolor o cualquier
pensamiento consciente hasta que un agudo estremecimiento
interrumpió mi dichosa inconciencia. Comenzó en los dedos de
mis pies, viajando por las piernas y el dorso, esparciéndose por los brazos,
y para ese entonces, el estremecimiento se había convertido en una
profunda vibración.
Mi conciencia regresó en pedazos. Mi mejilla se encontraba
presionada contra algo frío y húmedo, igual que mi cuerpo. ¿Cemento?
Tenía sentido ya que era sólido e inquebrantable.
Cada parte de mi cuerpo dolía mientras forzaba mis ojos a abrirse y
capturar el entorno desconocido. Una tenue luz centelleó arriba,
proyectando largas sombras sobre la madera expuesta de las paredes.
Estaba en una habitación, ¿tal vez un depósito? No lo sabía con exactitud.
Pero no estaba muerta.
Y sabía que probablemente desearía estar muerta muy pronto, ya
que eso significaba que los Luxen me habían atrapado. El pánico se
desplegó dentro de mi estómago, sofocando la espesa niebla. Mi pecho
jadeó por el siguiente aliento ahogado que tomé. Un sudor frío brotó sobre
mi frente.
Todo tipo de cosas locas inundaron mis pensamientos: tortura,
sondas extraterrestres, muerte por ataque de pánico. Dios, las posibilidades
eran infinitas, y cada una de ellas hacían que mi pulso palpitara, pero no
podía permitirme perder la razón. Necesitaba levantarme, salir de dónde
sea que me encontrara antes de que fuera demasiado tarde, y nada era
más aterrador que demasiado tarde.
Tomando varias respiraciones profundas, deslicé mis manos por el
suelo y empujé con los brazos tan temblorosos que me pregunté si habría
daños permanentes en los nervios.
—Estás despierta. Bien. No tengo toda la noche.
F
248
Mi corazón dio un pesado salto al sonido de la voz suave y culta. La
había escuchado cientos de veces antes, jamás en persona, pero si en la
televisión y las noticias locales.
El senador Vanderson.
Hubo una pequeña risa, como si fuese capaz de escuchar mis
acelerados pensamientos. Me senté, quejándome gracias al agudo
pinchazo de dolor irradiando de mis sienes. —¿Qué me han…?
—¿Qué te hemos hecho? —Su voz sonó más cerca—. Fuiste
golpeada con la Fuente. No lo suficientemente para matarte, por
supuesto, pero puedo imaginarme que la sensación sólo puede ser
comparada con ser golpeado con un Taser de voltaje extremadamente
fuerte.
Levanté mi cabeza y mi visión se hizo borrosa por un momento antes
de aclararse.
El senador Vanderson se encontraba de pie a unos pocos pasos, con
las piernas separadas y armas a sus lados. Vestía un traje gris oscuro a la
medida, y por alguna razón me enfoqué en el pañuelo rojo en el bolsillo de
su traje antes de arrastrar mis ojos hacia arriba.
El senador era un hombre extremadamente atractivo. Siempre había
creído que eso lo había ayudado en las encuestas. Parecía salido de la
revista Club del Yate del Mes, completado con su cabello castaño claro,
un poco gris a los lados, y unos vibrantes y claros ojos azules.
Ahora mismo, estaba sonriendo como lo había hecho en varias
entrevistas. Antes no había notado lo practicada que era esa sonrisa, o lo
fría que lucía. Ahora lo notaba.
Luché para lograr que las palabras salieran. —¿Dónde estoy?
Se arrodilló, un lado de su boca se curvó en desagrado cuando su
rodilla tocó el sucio suelo. —¿Importa? Déjame responder eso por ti. No lo
hace. Nadie te encontrará aquí. Nadie vendrá.
Pensé en Hunter y su nombre ardió a través de mí. —Hunter vendrá
por mí.
El senador inclinó su cabeza hacia atrás y rió. —¿Realmente crees
que un Arum arriesgará su vida por ti? A un Arum solo le importa lo que lo
beneficia, querida.
—Él no es como los demás Arum.
—Un Arum es un Arum a fin de cuentas —respondió el senador—.
Tendría que pasar por todos mis mejores hombres, e incluso si pusiera su
249
esfuerzo en hacerlo, lo cual dudo, tendría que hacerlos hablar y eso no
sucederá. Él no vendrá.
—Estás equivocado. —Deslicé mis piernas lejos de él—. Estás muy
equivocado.
—¿Pones tanta fe en un Arum? Es repulsivo —se burló, su rostro a
pulgadas del mío—. Los Arum no son nada más que lo que un humano
llamaría un parásito. Ellos no son merecedores del sucio suelo en el que te
encuentras.
El enojo surgió tan rápido que casi me ahogué. —¿Crees que eres
mejor que ellos? —Respondí en defensa—. No lo eres. Eres peor…
Su mano se elevó tan rápido que no tuve oportunidad de evitar el
golpe. El dolor explotó a lo largo de un lado de mi rostro mientras que el
sonido de su mano contra mi mejilla resonó en el depósito. Con los ojos
húmedos, jadee ante la acumulación del sabor metálico dentro de mi
boca.
El senador tomó mi mandíbula en un doloroso apretón, forzando mi
cabeza hacia atrás para encontrarme con su brillante mirada. —No te
atrevas a compararnos con ellos. Jamás. Ni siquiera están en la misma
escala que nosotros, y tampoco lo están los humanos. No estamos en la
cima de la cadena alimenticia, señorita Cross. Somos los dueños de ella. —
Me dejó ir y se puso de pie. Tirando del pañuelo en su bolsillo, limpió su
mano y luego lanzó el pedazo de seda hacia un lado—. Verás, ese es el
problema con los humanos. Tu especie no tiene sentido común o la
habilidad de reconocer a sus superiores. Toda su raza se compone de
nada más que seguidores, y siempre se unen con el miembro más débil.
Son más patéticos que los Arum en su momento más bajo, cuando su raza
entera se inclinó ante nosotros y nos suplicaron por sus vidas.
Presioné mi mano contra mi adolorida mandíbula. El dolor, enojo y
miedo, eran una mala combinación, pero mezclar esto con el hecho
seguro de que iba a morir, era una agrupación peligrosa. Mis filtros
estaban ausentes en esta fiesta. —Estoy bastante segura que también se
encuentran en la cima de la cadena de arrogancia.
El senador sonrió. —Simplemente sabemos cuál es nuestro lugar,
señorita Cross. Usted puede considerarlo arrogancia, pero en realidad es
solo superioridad. —Metió su mano en el bolsillo y tomó un pedazo de
papel. Mi estómago se hundió—. Tu amiga demostró ser un problema
mucho antes de su inoportuna muerte.
La furia impulsada por la pérdida de Mel se desencadenó a través
de mí. —Bastardo. Tú la mandaste matar.
250
—¿Cuál es el problema? —Sus cejas se levantaron mientras
desenvolvía la carta—. Es solo una vida humana y, por cómo se veía, ni
siquiera era una gota en el océano.
Enferma, lo observé. —Una vida es una vida.
—No. No lo es. Ese es otro hecho gracioso en cuanto a los humanos.
Creen que todas las vidas son iguales. —Rió, y el sonido se repitió detrás de
mí. El cabello de mi nuca se erizó cuando noté por primera vez que no
estábamos solos—. Las vidas no son iguales, señorita Cross. Algunas son
más importantes que otras, y otras ni siquiera importan.
—Estás equivocado.
—Y tú me aburres con tus protestas. —Escaneó la carta y otra sonrisa
perfecta apareció—. Sabía que tu amiga había escuchado más de lo que
le dijiste al Departamento de Defensa. Mis hijos me contaron de lo que
habían hablado. Tan tontos como eran, sabía que tú probarías serlo aún
más. Sólo tenía que esperar.
El ligero susurro de movimiento detrás de mí llamó mi atención y me
puse rígida. Dos manos se apoyaron en mis hombros y un segundo
después, me encontraba de pie sobre mis pies entumecidos. Me giré para
escapar del agarre, pero éste sólo se hizo más fuerte. Dedos se clavaron a
través de mi camiseta y carne, cerré mi boca de un apretón, pero un
gemido logró escapar.
—Me imaginé que volverías para reclamar tu venganza. —El senador
caminó hacia nosotros, sosteniendo la carta con dos elegantes dedos—.
En todo caso, los humanos son ridículamente predecibles… y estúpidos,
pero tengo curiosidad. ¿Qué creías exactamente que conseguirías
recuperando esta carta?
De la nada, una calmada aceptación me bañó como una ola.
Sabía que no saldría de aquí. No había nada que pudiera hacer para huir
de ellos, eran más rápidos, más fuertes, y más letales.
Iba a morir.
Pero eso no significaba que iba a dejárselo fácil.
El senador se rio suavemente. —¿Ahora estás tranquila? Interesante.
—Se detuvo frente a mí. Intenté salirme, pero el Luxen me sostuvo en mi
lugar mientras el senador deslizaba el borde del papel por mi mejilla—. Eres
una mujer muy bonita, señorita Cross. Aunque nuestras mujeres son
ínfimamente más hermosas —continuó, moviendo la carta hacia el otro
lado de mi rostro—. Estoy seguro que a un montón de mis hombres les
gustaría entretenerse con usted esta noche.
251
Mi estómago se enturbió frente a la implicación, lo que empeoró
cuando el Luxen que me sostenía deslizó sus manos por mis brazos. —
Felizmente aceptaría la oferta —dijo el Luxen, y luego rió cuando temblé—.
Después de todo, está defendiendo demasiado al Arum. ¿Tal vez se habrá
acostado con él?
El senador arqueó una ceja. —Repugnante.
—¿Y qué opinas de los humanos que se acuestan con Luxen? —Lo
desafié.
—Benditos —respondió con media sonrisa—. Ellos han sido
bendecidos.
En cualquier otra situación me hubiese reído, pero estaba
demasiado asustada. Tomaba toda mi fuerza de voluntad estar de pie allí
y no colapsar.
—¿Pensabas entregar esta carta al Departamento de Defensa? —
Los ojos del senador se abrieron de par en par—. Lo ibas a hacer, ¿cierto?
Qué original. ¿Creíste que te darían refugio en ese momento? ¿Creíste que
habrían hecho algo más que silenciarte?
Mi corazón latía tan rápidamente que no podría responder aunque
quisiera.
El senador hizo un ruido suave con la boca. —Supongamos que
entregaste esa carta y ellos supieron sobre el Proyecto Águila. ¿Realmente
crees que te dejarían vivir con semejante conocimiento? Podrías ir a la
prensa y causar pánico. Te habrían silenciado… ¿y después qué crees que
harían con nosotros? Oh, intentarían reunirnos y mantenernos bajos su
dedo, pero fallarían. Hay diez mil de nosotros aquí y ellos nunca podrían
detenernos, pero hay cientos de miles esperando allá afuera. —Levantó su
rostro y sonrió ampliamente—. Tu gobierno no podría hacer nada con
nosotros.
Se encogió de hombros. —Pero no va a ser ninguna de esas
opciones, ¿verdad? Esta carta no llegará a ninguna parte. Pronto estarás
muerta, y bueno, usa tú imaginación para el resto.
Esto era todo. Podía sentirlo en cada célula. ¿Iban a matarme
rápidamente o me harían sufrir? Mis músculos se tensaron.
El senador Vanderson sostuvo la carta en alto. No era tanto como el
destello de una llama, sino un brillo blanco y suave sobre la punta de sus
dedos. El calor calentó mi rostro y el frágil pedazo de papel se marchitó y
luego se desapareció, dejando nada más que cenizas en segundos.
La carta había desaparecido, la prueba de que los Luxen estaban
conspirando contra el gobierno y la destrucción de la raza humana. El
252
conocimiento estaba en mi cabeza, ¿pero quién me creería? Y eso si
lograba salir de aquí.
Lo cual era altamente improbable.
Y sabía que el senador estaba en lo correcto, Hunter había estado
en lo correcto. Si llevaba esa información al gobierno, me matarían solo
para asegurarse que no correría hacia la prensa e incitaría el pánico.
Había sido estúpida al pensar que de alguna manera podría
negociar mi vieja vida, pero no me arrepentía de lo que me había traído
hasta aquí. Prefería fallar que sentarme y hacer nada para llevar a la
justicia a los asesinos de Mel, incluso si resultó ser inútil.
El Luxen detrás de mí me tiró contra su pecho, y mientras mi visión se
precipitó a través de la habitación, vi que habían más esperando en las
sombras. Docenas de Luxen.
Intenté tomar un respiro, pero no pude. La calmada aceptación que
había sentido antes, me había abandonado. Mis ojos se encontraron con
los del senador y supe, oh Dios, supe que no sería rápido. El miedo me
baño como una lluvia helada.
La lenta sonrisa del senador me congeló hasta la médula.
Mis músculos se tensaron dolorosamente y luego mi cerebro se
apagó. Me giré hacia un lado, intentando desesperadamente liberarme
del agarre del Luxen. Sentí su agarre deslizarse y me liberé.
Un Luxen apareció frente a mí, de la nada. —Hola.
Volví a girar, gritando.
Otro se encontraba de pie detrás de mí, sus ojos con órbitas blancas
de luz.
Lanzándome a un lado, mis pies dejaron el suelo mientras un brazo
rodeó mi cintura. Alguien se echó a reír, y luego caí al suelo tan rápido y
con tanta fuerza que me deslicé sobre mi lado varios metros. Mi cuerpo
ardía por el impacto, y por un momento fui sorprendida por la inmovilidad.
El aire corrió a mí alrededor y me empujó sobre mi espalda. Mi cabeza se
quebró contra el suelo. Los rayos de luz estallaron detrás de mis ojos. El
Luxen estaba encima de mí, una rodilla a cada lado de mis caderas y su
mano alrededor de mi garganta, cada dedo presionando en mi piel con
la más mínima presión.
Por encima de su hombro, el senador Vanderson se encontraba de
pie —¿Quién más sabe de esta carta y su contenido, señorita Cross?
Además de las suposiciones de Hunter, no había nadie más que yo
supiera, pero obviamente el senador temía que le hubiera dicho más.
253
El senador arrastró una respiración profunda. —Estoy muy cansado
de este juego, señorita Cross.
Obligué a mi garganta a funcionar debajo del doloroso agarre. —
Vete… vete al diablo.
Los ojos del senador cambiaron de azul a blanco en un santiamén.
—Eso no fue de muy buena educación. Y por eso, me voy a asegurar de
que… —se interrumpió, y su cabeza se levantó hacia el techo—. Tienes que
estar bromeando.
El Luxen sobre mí se había puesto tieso, con la cabeza inclinada
hacia un lado. Sus fosas nasales se dilataron como si hubiera sentido algo
en el aire. A nuestro alrededor, oí respiraciones fuertes y el parpadeo de luz
blanca y brillante.
No sentí nada, pero lo sabía. En mi alma, sabía que estaba aquí.
Forzando mi mirada hacia arriba, me encontré con la mirada brillante del
senador. Sonreí a pesar de que hizo que me dolieran los labios. —Te lo dije.
254
Traducido por aa.tesares
Corregido por Alaska Young
enos de la mitad de un campo de fútbol a la distancia de
uno de los depósitos de almacenamiento del senador, los
cuerpos traslúcidos opacos de los Luxen custodiando el
edificio yacían muertos a mis pies. Es como si triturara luciérnagas entre mis
dedos, sin todo el lío del brillo.
Pero el Señor Hablador no estaba entre ellos. Él me trajo aquí. Así que
lo dejé ir y corrió como si supiera que debería haberlo hecho.
Cruda energía ondulaba a través de mis venas, zumbando como el
éxito de la droga más pura que existe. Alimentarme de tantos Luxen era
peligroso para cualquiera que quisiera cruzarse en mi camino. El poder
zumbaba bajo mi piel, astillando mis células.
Los Luxen eran como Pringles galácticos en una jodida manera. Una
vez que aparecía uno, simplemente no podía parar—en lo absoluto. Nadie
estaría a salvo a mi alrededor cuando me encontraba de esta forma.
Ni siquiera Serena.
Pero ella estaba allí y estaban haciéndole Dios sabe qué. Ella
todavía se encontraba viva, tenía que estarlo. No podía permitirme
considerar cualquier otro resultado.
Me moví a través del estacionamiento vacío, sintiendo a un grupo de
Luxen en el primer piso y el techo. Deteniéndome a lo largo del lado del
edificio, me he centré en el techo. Convirtiéndome en una parte de las
sombras, me levanté hacia la cornisa y me agaché.
Tres Luxen de pie en el centro. Sus cabezas voltearon de golpe hacia
mí como perros de la pradera.
—Arum —dijo uno de ellos.
Inteligente. Me deslicé por debajo de la cornisa, sintiendo la energía
prestada reverberar a través de mi forma mientras me extendía. La noche
que nos rodea se volvió más oscura. No les di la oportunidad de luchar o
huir. Estuve sobre ellos en un segundo, deslizándome detrás del primero y
cerrando la mano sobre pecho del Luxen. Mi otro brazo se extendió y lanzó
M
255
al segundo. Giré, lanzando al primero hacia el tercero. Cayeron como un
montón de ladrillos. Drené al segundo hasta que no fue más que una
ciruela alienígena.
Sabroso.
Los otros dos se levantaron, ambos convirtiéndose en bombillas
andantes. Mi risa se transportó como humo. Debisssste haberte quedado
en el pissso.
Centrado en los dos Luxen, los aspiré como que si estuviera tomando
un gran respiro de aire viejo. Se deslizaron por el techo, con los brazos
brillantes agitándose como faros. No había nada a que aferrarse, nada
para detenerlos. En un segundo, cerré mis manos a través de sus dos
pechos.
Era más como un rojo vagabundo.
Dejando sus cuerpos en el techo, me fui a la puerta de salida de
emergencia. La puerta de acero casi salió de sus goznes al abrirla. Volé
escaleras abajo, en silencio mientras llamaba a las sombras dentro de mí.
Esperando en la planta baja, habían, por lo menos, una docena de
los malditos gusanos de luz del espacio exterior. Busqué a Serena, sin verla,
pero sabiendo que se encontraba en medio de ellos. Podía sentirla.
También olí sangre, sangre humana. La sangre de Serena.
La ira se levantó como una salvaje ola oscura. Rodé por el suelo del
almacén, convirtiéndome en una entidad viva, arañando por liberación.
Tomé mi forma humana mientras el aire se volvió estancado. —Por
atreverse incluso a tocar un solo cabello de su cabeza, todos ustedes
morirán.
Uno de los Luxen se lanzó hacia mí y atrapé al hijo de puta por su
cuello. Fue de claro a brillante en mí, pero torcí mi muñeca, rompiendo su
cuello limpiamente y seguí torciéndola, hasta que los huesos salieron a
través de su piel.
A otro le creció bolas y salió disparado hacia adelante, haciéndome
girar a un lado mientras lo pateaba, apuntando mi bota patea culos en su
brillante estómago. Se dobló mientras la estática crepitaba en el aire. Me
sumergí, metí la mano a través de la luz. El Luxen parpadeó sólo un
segundo a su forma humana, pero fue suficiente. Mi mano estuvo dentro
de él y envolví los dedos alrededor de la longitud delgada del hueso. Tiré
mi brazo hacia atrás y el Luxen aulló.
Cayó en un lío sin hueso en el suelo.
256
Arrojé la columna a un lado y di la vuelta, cerrando el puño en la
mandíbula del otro Luxen. Su cabeza cayó hacia atrás y de regreso,
agarré los lados de su cara, estrellé mi cabeza contra la suya, y luego me
giré. La oscuridad dentro de mí aulló ante el sonido de craqueo del hueso.
Luz pulsó alrededor del Luxen cercano un segundo antes de que un
perno disparado atravesara la distancia, golpeando en mi hombro. Me
golpeó haciéndome dar un paso hacia atrás, pero no me tiró.
Me eché a reír. —Como que me gustó la forma en que se sintió.
El Luxen se echó hacia atrás, liberando otra ráfaga de poder
sobrealimentado. Esquivé el golpe esta vez, luego se disparó hacia
adelante, lo derribé antes de que él supiera lo que venía.
Al enderezarme, vi a la cara aterrorizada de Serena. Un Luxen tenía
el control sobre ella. Un hijo de puta con traje se encontraba a su lado,
asumí que era el senador. Mi enfoque fue a la derecha de nuevo, a
Serena. Había moretones en su cara y su labio estaba ensangrentado.
El Luxen que la sostenía se echó hacia atrás bruscamente y su
gemido en respuesta me atravesó como nunca nada lo había hecho.
Perdí el control de mi forma humana.
Mi masa creció con la potencia absorbida de tantas comidas. Las
paredes de la bodega se sacudieron como tazas de lata. Una silla solitaria
en la esquina se deslizó por el suelo. Armarios de almacenamiento
temblaron y luego se volcaron, deslizándose por el suelo. La silla llegó a los
tentáculos oscuros que me rodeaban primero y luego los armarios. Cada
elemento se giraba en el aire, dando vueltas alrededor de mí en un ciclón
vicioso de escombros y suciedad.
Essstooo va a ssser dolorossso, prometí.
Los artículos se detuvieron, suspendidos por el parpadeo de un
momento, y luego se colapsaron como una mano gigante desmoronando
un papel. No quedaba nada de los armarios o la silla. Ni siquiera el polvo.
Atraje el poder de nuevo, enfocándome en los cuatro Luxen de pie
entre Serena y yo. Pelear de esta forma expulsaría la energía más
rápidamente, incluso con el brazalete de ópalo, pero estaba más allá de
lo enojado, más allá del control sobre mí mismo. Los quería a todos muertos
de manera dolorosa.
El Luxen voló hacia mí, volteando hacia atrás y adelante entre sus
verdaderas formas y sus fachadas humanas. Alguien gritó, pero se perdió
en el vacío. En el momento en que tocaron la oscuridad que me rodeaba,
sus gritos se convirtieron en un coro. La presión se cernió sobre ellos, ya que
257
fueron capturados por las sombras. Se habían ido, también, y como la silla
y armarios, no quedaba nada en el aire resuelto.
No necesariamente yo era más fuerte que ellos. Los Luxen eran
formidables oponentes. Estaba luchando de una manera diferente de lo
que nunca habían hecho antes. No se trataba de la antigua batalla de
Arum contra Luxen. No me encontraba luchando para alimentar o para
trabajar fuera de la agresión. No peleaba porque me lo dijeron o estaba
obligado.
Luchaba por Serena.
Ella lo era todo para mí.
Sabiendo eso, la plena comprensión de lo que eso significaba,
estaba posicionado en una guerra de mierda.
El Luxen restante corrió hacia mí, y la ráfaga de la Fuente iluminó la
habitación, atravesando las sombras desde afuera a través de las grietas
en la pared.
Recibí un golpe, pero apenas lo sentí. Me alimenté de nuevo y me
levanté. El Luxen siguió. Nos torcimos a lo largo del techo. Luz. Oscuridad.
Luz. Oscuridad.
La oscuridad ganó.
El cuerpo sin vida del Luxen cayó al suelo con un ruido sordo.
Atravesé cada uno que vino después. Podía sentir la energía saliendo de
mí y toda esta mierda pronto lo atravesé por el pecho.
Puse al Luxen moribundo en el suelo, preparado para terminar con el
bicho brillante.
El repentino grito agudo de Serena me detuvo cuando nada más en
este mundo podía. Me levanté de inmediato para buscarla en medio de
todo ese caos. Sólo un Luxen permanecía, el senador, y el bastardo tenía
su mano alrededor de su frágil cuello.
Tomé mi forma humana, respirando entrecortadamente. Me dolía el
cuerpo, pero ignoré el dolor. —Si tienes un gramo de inteligencia, la
dejarás ir ahora.
—¿O qué? —dijo el senador, retrocediendo, arrastrando a Serena
junto con él—. Vienes por mí, ella muere.
El aire se oscureció y se cargó a mi alrededor. Me concentré en los
ojos brillantes del senador, porque si miraba a Serena en este momento,
perdería mi jodida paciencia. —No vas a salir de aquí, sobre todo si le
haces daño.
258
Los labios del senador Vanderson se arquearon en los bordes. —¿Es
así? Estoy seguro de que soy yo el que está en la posición de poder en
estos momentos.
—He matado a todos tus Luxen y mataré más si vienen. —Di un paso
hacia adelante, pero me detuve cuando Serena gimió. Mis manos se
cerraron en puños.
—Eso puede ser cierto, pero tengo la sensación de que harías
cualquier cosa para asegurarte de que ella salga de esta situación. —Su
agarre se apretó, y ella se quedó sin aliento—. ¿No es así?
Mi mirada parpadeó a Serena. No lo dudé. —Lo haría.
—Bueno —respondió, dando un paso hacia atrás. Por encima de su
hombro se encontraba la salida—. Ponte de rodillas, Arum. Donde
perteneces.
Oh, sí, eso me hizo querer meter mi mano a través de su rostro. Me le
quedé mirando, incapaz de frenar la furia oscura que me provocó querer
destruir todo en la habitación.
—Ponte de rodillas o morirá ahora —repitió el senador.
Tomé una respiración profunda. No era estúpido. Si el senador hizo lo
que pensó que podía hacerme a mí, era difícil que dejara ir a Serena. E
incluso si corría, Serena no estaba segura. Ella nunca estaría a salvo con él
vivo.
Eso me dejó sólo una opción.
—No, Hunter, no —suplicó ella, y esos ojos lindos se llenaron de
lágrimas—. No le hagas caso…
Sus palabras fueron interrumpidas por el agarre del senador. El sonido
que salió de mí enviaría demonios corriendo. Los ojos del senador
Vanderson se abrieron una fracción, pero él siguió sosteniendo a Serena.
—¿Quieres ver lo que sus entrañas lucen iluminadas? —preguntó—.
Se me está acabando la paciencia.
Iba en contra de toda mi naturaleza no rasgarlo en ese momento,
pero quebraría el cuello de Serena antes de que yo diera un paso. Ella
valía más para mí que mi orgullo. Esa era la verdad.
Me puse de rodillas. —¿Qué?
El senador dio un paso a un lado, manteniendo a Serena
directamente delante de él. Sabía que con cualquier movimiento que
hiciera en este punto significaría su muerte. Se encontraba enjaulado con
todos los cadáveres tendidos su alrededor y él lo sabía. —¿Cómo se siente
estar donde debes estar? ¿De rodillas ante tu superior?
259
Arqueé una ceja. —Se siente de la misma manera que lo hará
cuando esté de pie junto a tu cadáver.
Mi respuesta pareció ponerlo nervioso. —Su arrogancia se basa en la
estupidez.
—Y su esperanza de vida se acorta cada segundo —prometí, mis
ojos se encontraron con Serena. El vistazo en esa mirada me hizo saber que
estaba lista para todo—. Estás desperdiciando aire y espacio.
El senador se burló. —Ya lo verás. Tú y los humanos pronto lo verán.
En un segundo, el senador Vanderson se deslizó en su verdadera
forma. La súbita luz era cegadora por un momento. Me levanté, perdiendo
de vista a Serena en el resplandor. Su grito resonó en mi alma, y en ese
momento, supe que tenía una. Humano o no, sacudió por completo mis
entrañas.
El senador apartó a Serena a un lado con tal fuerza que sus pies
salieron de la tierra. Ella era una distracción para que él escapara, ya que
el senador pensó que iría tras ella.
Estaba en lo cierto.
La agarré por la cintura antes de que cayera al suelo. Ella se retorció
en mis brazos, apretando mis brazos mientras levantaba la cabeza. —
Hunter...
Dejé un rápido beso en una contusión en su mejilla y luego me senté
con ella. Ella llamó mi nombre otra vez cuando me di vuelta, espiando al
senador casi en la puerta.
No lograría escapar.
Lanzándome en el aire, me moví en mi verdadera forma. Aterricé en
el senador, le di la vuelta sobre la espalda. Levantó la mano y algo negro y
brillante resplandeció.
Cogí su brazo, girándolo hasta que dejó caer el trozo de obsidiana
que sostenía. Sssí, essso no va a sssuceder.
El senador Vanderson luchó, pero lo inmovilicé. Podría matarlo
limpiamente y terminar con esto, pero por lo que había robado de Serena,
iba a sufrir.
—Vamos a crecer —dijo el senador con voz entrecortada.
De un golpe cerré mi mano profundamente en su pecho. Su espalda
se encorvó en el suelo mientras me inclinaba. Me importa uan mierda lo
que van a hacer. Esssto no esss sssobre nuestra guerra. Aspiré, atrayendo la
fuente dl senador y dentro mí mismo. Esssto eessss sssobre ella.
260
La llama de su esencia invadió mi cuerpo, derramando calor dentro
de mí. Lo tomé dentro mientras su cuerpo oscilaba violentamente bajo el
mío, y tomé fuera de él cada grito, cada espasmo de su cuerpo, era una
disculpa para Serena.
Dejé caer al senador en el suelo, me levanté y caminé alrededor de
su cuerpo sin vida cuando me di la vuelta. Serena se puso en pie, con el
rostro pálido y los moretones destacando en contraste, pero estaba viva.
Y yo la amaba.
Nos miramos el uno al otro durante unos momentos, ninguno de los
dos hablando o moviéndose, y luego me encontraba delante de ella,
atrayéndola hacia mi pecho, respirando su aroma mientras me caía de
rodillas, trayéndola conmigo. Sus brazos me rodearon y se aferraron tan
fuertemente como los míos. Fue entonces cuando me di cuenta de que
todavía me encontraba en mi verdadera forma. Ella era la luz contra mi
oscuridad.
Serena no había retrocedido ni vacilado. Me aceptó, todo de mí.
Siempre lo había hecho.
Me deslicé en mi forma humana, acunándola contra mí. Las
palabras salieron más fáciles de lo que nunca pensé que lo harían. —Te
amo.
261
Traducido por perpi27
Corregido por Nat_Hollbrook
ormí la mayor parte de las veinte horas de viaje a Atlanta, y
cuando me desperté, Nos encontrábamos a las afueras de
Marietta. Todavía sentía que no había conseguido ningún
descanso en días. Mi cuerpo y mi rostro dolían despiadadamente, pero era
una pequeña penitencia a pagar en comparación con el hecho de que
sinceramente no debería estar viva.
El senador estaba muerto —la criatura en última instancia
responsable de la muerte de Mel. Tal vez me hacia una persona horrible,
pero me alegré. La ley no había establecido el castigo, pero él no estaría
ordenando la muerte de nadie otra vez. Obtuvo lo que debía al final.
Un toque fresco rozó mi mano, y me volví a Hunter. Preocupación
apareció en su rostro. —¿Estas resistiendo?
Asentí y todo lo que oía en mi cabeza eran esas dos palabras: Te
amo. Una sonrisa cansada apareció en mis labios. —¿Qué hay de ti? Ni
siquiera hemos parado, ¿verdad?
Negó con la cabeza. —Estoy bien.
No veo cómo eso era posible con todo lo que había hecho. Había
sido impresionante verlo combatir, pero había recibido golpes que habrían
matado a un ser humano. Tenía que estar cansado y adolorido, pero sabía
que no lo admitiría.
Pasando la mano encima, enrede mis dedos a través de los suyos y
apreté. Me miró de nuevo, con una expresión extrañamente vulnerable—.
¿Tu hermano sabe que estamos viniendo?
Sonrió ligeramente. —No, no quería correr el riesgo de utilizar una
célula vinculada a cualquiera de nosotros.
—¿Crees que no le molestará que vayamos allí?
Hunter volvió a asentir. —No. No tienes que preocuparte. —Trajo
nuestras manos a su boca y les dio un beso.
D
262
Había mucho de qué preocuparse, pero con la mano de Hunter bien
envuelta en la mía, me sentía estable. Cerré los ojos y cuando se reabrieron
Hunter deslizaba el Porsche por un largo y estrecho camino lleno de arces
espesos, frondosos. Los mismos diseños extraños que había visto en la
glorieta se encontraban grabados en muchos de los troncos robustos, un
lazo que se enrosca con cuatro puntos en el centro.
—Esos diseños —dije, señalando hacia un árbol—. Son un símbolo de
su especie, ¿no es así?
—Sí. Los cuatro puntos representan la familia y los nudos son infinitos.
—Siguió la curva de la carretera—. Esto significa que la familia no tiene fin,
no importa lo que pase.
Sorpresa emergió a través de mí. —Eso es tan...
—¿Humano? —Se rió—. Sí, lo es. Nunca lo pensé de esa manera,
pero lo es.
Él no parecía molesto por ello, no como hubiera estado la primera
vez que lo conocí. Mi mirada recorrió la firme línea de su mandíbula y sabía
que no podía ni empezar a contar cuantas cosas habían cambiado en tan
corto período de tiempo.
Hunter se deslizó cuesto abajo hasta detenerse frente a una gran
casa de estuco de tres pisos. Mi boca se abrió. —¿Vive aquí solo? —Le
pregunté. En el lugar podría caber una familia de ocho fácilmente.
—Por lo que yo sé. —Sacó las llaves mientras me miraba—. Él ya sabe
que estoy aquí, así que no hay razón para retrasar esto.
Energía nerviosa se formo en mi estómago. No pude evitarlo.
Bajando la ventanilla, me quedé mirando la casona. Esto
probablemente sería mi nuevo hogar en el futuro predecible.
Si he sobrevivido a todo lo que paso, podía sobrevivir al otro
hermano de Hunter. Respirando hondo, abrí la puerta del coche y salí al
sofocante calor del sol de la tarde de Georgia.
Hunter apareció a mi lado, y ni siquiera salté. En todo caso, demostró
lo acostumbrada que estaba a recibir todas las cosas raras de
extraterrestre. Se puso las gafas de sol envolventes, protegiéndose los ojos.
Extendió su mano.
Me sonrió cansadamente mientras envolvía mis dedos alrededor de
los suyos. Me llevó hasta la acera de adoquines, alrededor de los arbustos
prolijamente cuidados y flores color crema que producía un dulce y débil
aroma.
263
Mi corazón latió bruscamente cuando llegamos a la porción donde
se extendía, la cual era bastante... pintoresca, con un columpio de
madera y sillas de mimbre mullidas. Había una corona de paja en la
puerta. Nunca hubiera imaginado que un Arum vivía aquí.
Hunter levantó la mano para llamar, pero la puerta se abrió antes,
revelando una especular imagen de Hunter.
Sabía que él y sus hermanos eran idénticos. Había visto a Sin, pero
aun así fue una sorpresa mirar a una réplica de Hunter. Pero al igual que
con Sin, había pequeñas diferencias que distinguían a cada hermano del
otro. Mientras que una helada altivez rodeaba a Sin, había una calidez en
Lore que incluso Hunter no tenía.
Los ojos claros de Lore se movieron de Hunter a mí y luego abajo a
donde nuestras manos se encontraban unidas—. ¿Un ser humano? —
preguntó en una voz más ronca que la de Hunter.
Hunter respondió torciendo sus labios. —Sí, ¿y qué?
—Oh, nada. —Su hermano se apoyó en el marco de la puerta,
cruzando los brazos—. Simplemente no sé qué por qué cosa debería estar
más sorprendida. De que estás aquí o que estés aquí con una hembra
humana.
—Estoy seguro de que cosas más sorprendentes se han visto.
—Dudoso —murmuró Lore, y luego esos ojos increíblemente pálidos
se pusieron en mí. Extendió una mano—. ¿Y tú eres?
—Serena Cross. —Tome su mano, ignorando el posesivo, profundo
estruendo que emanaba de Hunter—. Es un placer conocerte.
—Bueno, querida, es mi placer conocerte. —Le envió a su hermano
una media sonrisa lo suficientemente malvada que sentí mis mejillas
sonrojar—. ¿Cómo demonios has acabado con mi hermano?
—Um, es una larga historia.
La sonrisa de Lore se extendió—. Soy todo oído.
Extendiendo la mano, Hunter separó nuestras manos con una mirada
oscura. —Por qué no dejas de tocar mi mujer, nos invitas a entrar, y luego
te lo contaré todo.
Su hermano se rió profundamente mientras se hacía a un lado. —Mi
vida no estaría completa si no escucho esta historia.
Me dirigí hacia la puerta, sintiendo la punta de mis orejas calientes.
Hunter se quito sus gafas de sol y los dos pares de ojos de los hermanos se
posaron en mí. Tuve la fuerte necesidad de correr y esconderme detrás de
algo.
264
Hunter movió sus dedos de mi apretón de muerte y puso su mano en
la parte baja de mi espalda mientras Lore se movía delante de nosotros. El
vestíbulo se encontraba prácticamente vacío a excepción de unas pocas
plantas en macetas. Pasamos junto a un arco que conducía a una amplia
cocina y una escalera en espiral.
Lore nos llevó a un gran salón con un sofá seccional suficientemente
amplio como para que tres personas pudiesen acostarse al lado del otro.
Me senté en el medio y me tragó en el modo en que todos los cómodos
sofás te tragaban.
—Entonces —dijo Lore, de pie delante de un gran ventanal con vista
a la entrada—. ¿Estoy asumiendo que ya no estas con el Departamento de
Defensa?
—Asumiste correctamente. —Hunter se sentó a mi lado y se inclinó
hacia adelante, poniendo los codos sobre sus rodillas.
Lore arqueó una ceja, un gesto tan Hunter que tuve que mirar
nuevamente. —¿Se separaron en términos felices?
—Si dejando dos oficiales muertos detrás se considera «feliz»
entonces sí.
Le di a Hunter un vistazo.
Sonrió.
—Bueno, entonces... —Lore suspiró—. ¿Qué está pasando?
Mientras Hunter le contaba todo a Lore, me recosté en el sofá y
escuché. A pesar de que sobreviví a todo esto, parecía una locura
demente para mí, como algo sacado de una mala película de ciencia
ficción. Cuando terminó, Lore parecía anonadado.
—¿Crees que los Luxen van a tratar de llevar a cabo el proyecto
Águila? —preguntó mientras caminaba—. ¿A máxima escala?
—No estoy segura —hablé—. El senador no mencionó cuántos
estaban detrás de él, y el Departamento de Defensa... bueno, no pensaron
que Mel oyó algo importante. Han hecho caso omiso.
—Por supuesto —dijo—. Sin ánimo de ofender, pero me he dado
cuenta que cuando se trata de seres humanos y Luxen, los seres humanos
tienden a creer tontamente que tienen la ventaja.
—Sin ánimo de ofender aceptada —Le contesté, porque en
realidad, tenía razón. El DOD pensaban que tenían la comunidad Luxen
bajo su control y podrían apaciguarlos. Se equivocaban—. Tiene que
haber algo que podamos hacer.
265
—¿Qué? —preguntó Hunter, volviéndose hacia mí, con los ojos
entrecerrados—. No hay nadie dentro del Departamento de Defensa al
cual confiaría lo suficiente para transmitir la información. Cualquier
contacto te podría poner en peligro. Me niego a hacer eso.
—Pero—.
—Él tiene un punto, lo cual es raro.
Hunter le disparó a su hermano una mirada. —Y además, no hay
ninguna prueba. Lo único que teníamos era la carta y fue destruida. Es
dudoso que el DOD lo creyera de todos modos.
—¿Así que no hacemos nada? ¡Tiene que haber algo! Sé que los
seres humanos no significan mucho para ti—.
—Tú significas mucho para mí —Hunter inclinó la cabeza hacia un
lado—. Así que a la mierda el resto de ellos.
Mis ojos se estrecharon en él. —Bueno, si yo significara mucho para ti,
entonces entenderías que hay miles de millones de seres humanos en la
Tierra y no dirías a la mierda. Si te tomas en serio el proyecto Águila,
entonces tenemos que hacer algo.
Hunter no se inmutó. —No voy a hacer nada que te ponga en
peligro.
Frustrada, tomé una respiración profunda. —Entiendo que estás
tratando de protegerme.
—No creo que lo haga.
—Y aprecio eso, de verdad que sí. —Levanté una mano cuando la
boca de Hunter se abrió de nuevo—. Pero tenemos que hacer algo,
aunque sea un riesgo, o incluso si Proyecto Águila vuela directo a una
ladera y no sale nada de ello. No podemos fingir que no sabemos acerca
de esto.
—Serena.
—Hunter —Le espeté.
—Está bien, tortolitos, tan entretenido como es de verlos a los dos
discutir, hay algo que yo puedo hacer.
Nos dimos vuelta a Lore. —¿Qué? —Exigió Hunter.
—Conozco a alguien en el Departamento de Defensa en el que
confió, y no me mires así, Hunter. ¿Cómo crees que me quedo fuera de su
radar?
Hunter se inclinó hacia atrás. —Luc te debe una y se encargará de
pagarte.
266
Fruncí el ceño. —¿Por qué todo el mundo contacta a Luc? ¿Un chico
de quince años de edad?
Lore se rió—. Luc... bueno, es Luc.
—Sí, capto eso. —Dejé eso de lado—. ¿Qué puedes hacer?
—Puedo avisarle a mi amigo —dijo—. No puedo prometer que hará
que el Departamento de Defensa se ponga en alerta roja, pero algo es
algo.
No era mucho, pero era un comienzo, y nos daba tiempo para
hacer algo más sustancial. Si el Proyecto Águila sucedía, toda la
humanidad se encontraba en riesgo.
—La única otra opción es ponerse en contacto con Dex para ver si
es capaz de desenterrar cualquier cosa o hacer correr la voz, pero eso es
demasiado riesgoso en estos momentos.
—Lo es. Ni siquiera sé cómo le voy a devolver su auto —dijo Hunter.
Lore miró por la ventana. —¿Ese es su Porsche?
Hunter asintió.
—¿Y condujiste a ese bebé desde Virginia Occidental a Denver y
luego de vuelta aquí? —Esbozó una sonrisa—. Va a estar muy molesto.
—Oye, la cosa no tiene ni un solo rasguño. —Hunter hizo una pausa, y
una chispa traviesa iluminó sus claros ojos—. Sólo un par de miles de
kilómetros de más.
Lore se echó a reír. —Bueno, ahora que está arreglado. Ustedes dos
son más que bienvenidos a quedarse aquí todo el tiempo que lo necesiten.
Es seguro y lo suficientemente grande.
—Esperaba que dijeras eso. —Hunter lanzó una de esas raras,
hermosas sonrisas—. Nos dará tiempo para averiguar a dónde ir desde
aquí.
Nosotros. Una palabra tan pequeña y sencilla, pero que era
probablemente la cosa más poderosa en estos momentos. «Nosotros»
significaba que estábamos juntos en esto, lo que el futuro pueda deparar.
Lore nos dio a Hunter y a mi un recorrido por la casa, dándonos
libertad del segundo piso. Después, Hunter siguió a Lore abajo para pedir
algo para la cena. En la parte superior de la escalera oí a Lore preguntar—:
¿Has oído hablar de Sin?
—Sí —Fue la respuesta de Hunter—. Está a favor de toda esa mierda
de: «hacer la guerra»
267
Su conversación se desvaneció al llegar a la planta baja. Dando
vuelta a la escalera, ahogue el malestar que se comenzaba a formar en mi
estómago. Mañana me preocuparía por su menos amable, sobre todo
psicótico hermano.
En este momento lo único que importaba era la ducha contigua a
nuestro dormitorio recién adquirida. Este bebe tenía regadera.
Me dirigí al baño, un poco sorprendida por el tamaño de la
habitación y la ducha. ¿Qué demonios Lore hacía para pagar todo esto?
Infierno. ¿Siquiera quiero saber?
Tomó una cantidad vergonzosa de tiempo encontrar la manera de
obtener todos los cabezales de ducha funcionando. Di un paso atrás y
comencé a quitar mi camisa cuando me detuve. Me volví, encontrando a
Hunter apoyado contra la puerta.
—No te detengas por mí.
Sonreí. —Tengo que ponerte una campana.
—Eso podría arruinar toda la diversión. —dijo contoneándose hasta
mí—. Pero parecías saber que estaba aquí.
—Así es. No sé cómo, pero lo sabía.
—Hmm... —Se inclinó, capturando mis labios en un beso que acelero
mi pulso—. Interesante.
Mis ojos se cerraron mientras sus dedos pasaron por mi mejilla,
metiendo mi cabello detrás de mí oreja. —Realmente estamos en Georgia,
¿no es así?
—Sí.
Apoyé mi mejilla en la palma de su mano. —¿Y tu hermano
realmente nos dejara estar aquí?
—Así es. —Hunter se detuvo—. Vamos a encontrar nuestro propio
lugar pronto. Sé que nada de esto es perfecto. Te mereces más que esto,
una vida, un hogar, un futuro. Mierda normal, humana, y te prometo que
vas a tener todo eso. Te lo juro.
Abrí los ojos y parpadeé para contener las lágrimas que salieron de
la nada. En su manera Hunter, estaba haciendo una promesa que sabía
que iba a morir antes de que se rompiera. Había tantas cosas que quería
decir, pero todo lo que podía salir era—: Te amo.
Hunter estaba muy quieto, y luego agarró mis mejillas. Su boca saltó
hacia la mía otra vez, en un beso más profundo y más largo. Me tambaleé
hacia él, agarrando la parte delantera de su camisa mientras su lengua
recorría la mía, reclamando que yo era suya, sólo suya. Me ayudó a
268
quitarme la mi camisa, tan suave que esas malditas lágrimas se hicieron
cada vez más difícil de contener.
—Una vez más —dijo, cayendo sobre sus rodillas frente a mí. Se
desabrochó los vaqueros y los tiró abajo—. Me encuentro a mí mismo
deseando algo que nunca pensé que desearía.
—¿Qué? —Salí de mis jeans y luego lo vi levantarse.
Llegó desde detrás, desabrochando mi sujetador. —Me gustaría ser
un Luxen. —Deslizando los tirantes por mis brazos, dejó caer el material al
suelo. Luego se inclinó y besó un punto dolorido en mi hombro—. Me
gustaría poder curarte con mi toque.
Conmovida por la admisión, puse mi mano sobre su mejilla. Besó la
palma de mi mano y luego metió sus dedos bajo mis bragas. Un segundo
más tarde, se unieron el resto de mi ropa. Ayudándolo, lejos de ser tan
elegante como él, porque cada vez que mis dedos rozaron su piel
desnuda, perdía un poco de mí.
Entramos en la cabina de vapor, con el flujo constante de agua.
Pasé mis dedos por su suave mandíbula. Nuestros ojos se encontraron y mi
garganta se apretó por la emoción.
Bajó la cabeza mientras su mano se deslizó por mi garganta, entre
mis pechos y más abajo, sobre el estómago, deteniéndose justo por
encima de mi centro. —Haría cualquier cosa por ti, Serena. Lo sabes,
¿verdad?
Levanté la cabeza, rozando mis labios contra las suyos. —Lo sé.
Su mano se movió un centímetro más al sur, y caliente, dulce dardos
de fuego corrieron por mi sangre mientras deslizó su mano entre mis muslos.
Me besó y luego se retiró. Su lengua se deslizaba sobre mis labios, y luego
dentro, coincidiendo con el lento, extenuado empuje con sus dedos. Los
temblores comenzaron en mi estómago. Los músculos se estremecieron.
Me atormentó hasta que moví mis caderas contra su mano. Un pequeño y
penetrante gemido escapó mientras mi liberación salió de la nada.
Hunter me atrajo hacia su pecho mientras mi cuerpo se estremeció.
Agua resbalando hacia su piel, los músculos tensos y rígidos de contenerse.
Y luego me dio la vuelta, poniendo mis manos en la pared de azulejos.
Rodeó un brazo alrededor de mi cintura mientras utilizo su muslo para
separar el mío.
—Pensé que te había perdido cuando aparecieron en la oficina de
correos. —Su aliento fresco sobre mi mejilla.
Cerré los ojos. —No lo hiciste. Estoy aquí.
269
—No cambia el sabor del miedo. —Tomó mi pecho con su mano
libre, pasando su pulgar sobre mi duro pezón—. Ahora nunca voy a dejar
que te vayas de mi vista.
Mi respiración salía en ráfagas breves y rápidas. —Eso es un poco
difícil.
—Sin embargo, no es imposible. —Hunter se deslizó lentamente
dentro de mí, centímetro a centímetro. Moviéndose tan profundo que sentí
como si me hubiese desecho en una lluvia de chispas. La fricción
constante consiguió que mi cuerpo ardiera. Movimientos lentos y
constantes pronto no hicieron lo suficiente. Me moví de nuevo contra él, y
su gruñido bajo subió mi presión arterial a las nubes.
—Mas duro —Le susurré—. Por favor.
Hunter empujo en mí, cada golpe más duro y más rápido que el
anterior. Cada movimiento oscilante aumentando mi placer y profundizó
mis gritos. Sin poder hacer más que moverme contra él, echando mi
cabeza en su hombro y dejando tomarme. El brazo rodeando mi cintura
era como una banda de acero, sosteniéndome donde él quería,
manteniéndome en el lugar para recibir golpes largos y deliciosos. Y
cuando mi cuerpo empezó a tener espasmos a su alrededor, agarró mi
barbilla y echo mi cabeza hacia atrás, reclamando mi boca con la suya,
mientras se venía.
No recuerdo mucho de la ducha después de eso. Me perdí en el
zumbido embriagador de placer que sólo despertó con vida cuando tomó
su tiempo conmigo secándome después. De alguna manera, terminamos
en la cama, su cuerpo grande suspendido sobre el mío. Estaba lista para él
de nuevo, caliente y adolorida.
Pasó el pulgar por mi mejilla en un toque ligero como una pluma,
pero me sacudió inquieta. Lujuria pinchó mi piel. Movió sus dedos bajo mi
garganta, por encima de mi hombro. Un pequeño suspiro se me escapó.
—¿Quieres saber un secreto?
—Depende.
Se rió entre dientes. —Se trata del momento en que supe que te
quería, que serías mía. —Lentamente, movió su mano en la curva de mi
pecho—. Que me enamoré de ti.
Oírle decirlo me afectó profundamente. Me tomó un momento para
hablar. —¿Cuándo?
—Más pronto de lo que crees. —Usando su muslo, separó el mío, y
luego bajó, moviéndose en contra mi en un lento, ondulante mover.
—¿Cuándo? —Le pregunté.
270
—El primer día que estaba en mi departamento. —Sacudió sus
caderas de nuevo—. Cuando me lanzaste la estatua a la cabeza.
Mis caderas se inclinaron mientras la sorpresa se apoderó de mí. —
¿Tan pronto?
—Tan pronto. —Bajó su cabeza, moviendo sus labios en mi mejilla—.
No me di cuenta entonces.
—No lance la estatua a tu cabeza. —Abrí mis muslos, acunándolo.
—Oh, disculpa. —Su otra mano se deslizó hasta mi cadera, hasta el
estómago. Se detuvo justo debajo de mi pecho, su pulgar rozando mi
hinchada clítoris. Me cortó la respiración mientras sus besos alcanzaron la
esquina de mi boca. Moví un poco la cabeza. Nuestros labios se rozaron y
fue eléctrico—. Era mi muslo.
Una risita se me escapó un momento antes de bajar la cabeza hacia
el espacio entre el cuello y el hombro. Deslizando sus manos a mis caderas,
acarició mi cuello. Dejó que su mano vagara más alto, casi alcanzando el
pico de mi pecho.
Quería que se moviera más rápido y sin embargo mantuviera este
lento, tortuoso ritmo. —Tengo un secreto que decirte, también.
—¿Me querías en el momento en que me viste en el
estacionamiento?
Mi risa se cortó cuando ahueco mi pecho. —Eso no era todo.
—Aunque apuesto a que esa es la verdad. —Sus ojos permanecían
clavados en los míos mientras jugaba con mi pezón. Moví mi mano por su
pecho, y los músculos de mi estómago se apretaron—. Te quería entonces,
también. Quería desnudarte y joderte en el capó de tu coche.
Sus palabras enviaron un oscuro estremecimiento a través de mí. —
Guau.
Él se rió profundamente y luego bajó la cabeza, chasqueando la
lengua sobre un pezón. Gemí mientras mis dos manos estaban hundidas
contra su bajo vientre, y sus agrupados músculos—. Entonces, ¿qué era
eso?
—¿Eh? —No tenía ni idea de lo que estaba hablando.
Presionó hacia abajo, moviendo su mano al otro pecho. Su lengua se
arremolinó sobre el pezón. —Dijiste que tenías un secreto.
—Oh. Eso. —Mi cabeza se volvió hacia atrás ya que mi aliento salió
en cortos jadeos. Sacó el pico rosa en su boca mientras agarro mi otro
pezón entre el pulgar y el índice—. Dios —gemí—. Hunter...
—Concéntrate.
271
Mi parte inferior del cuerpo comenzó a moverse en diminutos
círculos. —Estaba totalmente encendida cuando me tiraste en la cama.
—Lo sabía. —Su boca se precipitó sobre mi pecho y su lengua raspó
la punta, me está volviendo loca.
—Eso fue ardiente. —Mis manos se deslizaron sobre sus abdominales
duros como roca que se sumergían y estremecían. Perfección masculina.
Mis caderas se mecían contra el músculo grueso presionado contra mí.
—Tú eres ardiente. —Su voz era gruesa, humeante, y sus labios se
movían contra mi pecho—. Me enciendes. Haces que me preocupe por
cosas que no importaban antes. Me haces pensar. Tú me pones caliente.
Atrapó mi pezón entre sus dientes mientras movía sus caderas hacia
delante, deslizándose dentro de mí. Grité, empujando mis dedos en su
cabello mientras se movía lentamente, profundamente. Se sentía como
que iba a estallar en llamas mientras se hundía en mí, una y otra vez.
Envolví mis piernas alrededor de sus caderas y nos encontramos uno al
otro, estocada por estocada. Su boca estaba por todas partes,
arrastrando besos bajo mi garganta. Sus manos acunaron mis caderas,
sosteniéndome inmóvil mientras se movía contra mi. Susurró algo en un
idioma que no entendía mientras se enterraba una y otra vez.
Algo había cambiado en ese momento. Cada toque me quemaba
y parecía romperlo. Me di cuenta poco a poco que estábamos haciendo
el amor. Esto no quería decir que las otras veces significaban algo menos,
pero esta vez, esto era lo que sentía como hacer el amor.
Perdidos en el placer cegador, miré hacia abajo cuando se levantó
lo suficiente para que pudiera ver a dónde nos uníamos. La visión de lo que
entraba y salía de mí era erótico e íntimo, pero no más fuerte que lo que el
acto simbolizaba. Más y más alto me encontraba, hasta que eché la
cabeza hacia atrás. Los espasmos sacudieron todo mi cuerpo.
Mi jadeantes gemidos aumentaban cada vez más, y cada vez más
sus labios estaban en los míos, acallando mis roncos gritos cuando me
deshice. Hunter siguió rápidamente, sus caderas bombeando furiosamente
hasta que se quedó inmóvil, apretado contra mí, dentro de mí.
Hunter apoyó su frente contra la mía, y yo podía sentir su corazón
latiendo tan rápido. Su cuerpo se sacudió y gimió. —Eso fue... sí, eso...
—Estoy de acuerdo.
Salió y rodó sobre su costado, tirándome en sus brazos mientras me
besó en la mejilla y luego mis labios. Y bueno, eso dio lugar a otras cosas
igualmente sorprendentes.
272
***
Más tarde, mucho más tarde, me paré frente a la ventana que daba
al patio de abajo. Hunter y yo habíamos sido sólo capaces de ignorar el
atractivo de los alimentos durante mucho tiempo y, después de comer una
comida pesada, los dos nos habíamos quedado dormidos en el momento
que nos acostamos por segunda vez.
Pero no me había quedado dormida por mucho tiempo.
Muchísimas cosas pasaban por mi cabeza. Mi futuro era una gran y
desconocida incógnita, pero con Hunter a mi lado, sabía que lo
forjaríamos. Las cosas podrían no ser ortodoxas o como imaginé pasar mi
vida, pero estaba viva y estaba con alguien a quien amaba. Sin embargo,
sabía que las cosas no serían fáciles.
Saqué la hoja a mi alrededor mientras un escalofrío recorrió por mi
espalda.
La muerte de Mel se había vengado y los conocimientos que había
adquirido involuntariamente se pasarían, pero tenía la sensación de que
no sería suficiente. Al final, todo cambiaría aún más de lo que ya estaba.
Ahí afuera, había una organización secreta del gobierno que
trabajan con y contra dos razas alienígenas que no sólo se habían infiltrado
en la humanidad, sino que también se habían convertido en una parte
compleja de la sociedad. Había una raza alienígena potencialmente
planeando la guerra y los chicos buenos...
Hubo un susurro de movimiento y entonces sentí los brazos de Hunter
rodearme desde atrás.
Pues bien, los chicos buenos realmente no eran típicos. En realidad
no eran los buenos en todo, pero si he descubierto algo, no había tal cosa
como el blanco y negro. Había un montón de grises en el medio.
—¿No podías dormir? —preguntó.
Me incline hacia atrás, cerrando los ojos. —No quise despertarte. Sé
que debes estar agotado.
—Está bien. —Bajó la cabeza, presionando su mejilla contra la mía.
Su respiración se burló de la esquina de mis labios—. ¿Estás bien?
La pregunta era bastante grande, considerando todas las cosas. Mi
vida cambió para siempre y nunca, nunca volvería a ser la misma. Tal vez
un día podría volver a un trabajo como el que tenía antes. Tal vez un millón
de extraterrestres descenderían a la Tierra mañana. ¿Pero en este
momento? Tenía que vivir en el ahora.
273
Hunter apretó sus labios contra mi sien. Y en este momento no era
tan malo. Me volteé en sus brazos, amando que de inmediato se apretaron
alrededor de mí, encajándome en su pecho. Incliné mi cabeza hacia atrás
y sonreí. —Estoy bien.
Sus ojos eran de un azul profundo, cuando se clavaron en los míos. —
Lo sé.
—Entonces ¿por qué lo preguntas?
—Supuse que era la cosa humana que hacer —respondió.
Sonreí. —Estás mejorando en ese tipo de cosas.
Hunter rió profundamente. —No, no lo estoy. Pero está bien. Te gusto
tal como soy.
Sí, lo hacía. Todavía era la maldita pantera. Si alguien se acercaba
demasiado, los destrozaría, nadie más que yo. Emoción obstruía mi
garganta al mirarlo a los ojos. Mi mirada memorizó cada centímetro de su
rostro, y me levanté en la punta de mis dedos. Él me encontró a mitad de
camino, rozando sus labios sobre los míos. Sus labios y abrazo eran frescos,
pero lo único que sentí fue una gran cantidad de calor.
Así que en este momento estaba más que bien.
Fin
274
Jennifer L. Armentrout vive en West Virginia.
Todos los rumores que han oído sobre su estado no son
verdad.
Bueno, la mayoría. Cuando no se encuentra escribiendo,
pasa su tiempo leyendo, haciendo ejercicio, viendo
películas sobre zombies y pretendiendo a escribir.