Transcript of N 118 Boletín Comunidades Cristianas Ocubre 2020
Boletin 118Encuentro CLM Europa
COVID 19 y CEMI
Diego Tolsada sm. Consejero espiritual
Supongo que no os extrañará que dedique estas líneas al tema de la
pandemia, después de lo que llevamos a cuestas y lo que parece
quedarnos. Pero no lo voy a re=lexionar en ellas sobre mi dura
experiencia personal ni sobre los buenos y los malos del tema. Hay
mucho escrito y dicho sobre ello.
Quisiera centrarme en algo que es, por emplear el mismo argot que
hemos ido poniendo de moda a lo largo de estos meses, una de sus
secuelas. Los medios de comunicación tienen cada vez más capacidad
para crear términos o expresiones que hacen fortuna en muy poco
tiempo (y luego, unos permanecen y se incorporan al habla o
desaparecen con tanta rapidez con la que aparecieron). Y entre
tanta profusión, unas creaciones son más exactas y precisas, porque
denotan bien lo que quieren decir y otras son tan exitosas como
ambiguas.
A esta última especie me parece
pertenecer la tan traída y llevada «nueva normalidad», que
aparentemente nos enfrenta más con el futuro que con el pasado. A
mí me parece muy, muy ambigua, por no decir peligrosa…
Porque , ¿ en qué cons i s te e sa normalidad? ¿En volver al
pasado? ¿Seguro que queremos eso? Implica no haber aprendido nada
de lo que ha ocurrido, como si esto fuera simplemente una fatalidad
de la naturaleza (por no decir, como algunos enloquecidos, un
castigo divino), de la que no somos responsables. Sí lo somos. ¿En
volver al desaforado consumo y al hambre de tantos, a las pateras,
la corrupción, el desinterés por el bien común y el olvido si no el
desprecio de l o s más déb i l e s , e l h edon i smo , e l
individualismo y el narcisismo feroz, el egoísmo de los
privilegiados cada vez más ricos…? ¡Qué aberración que hace tan
solo unos meses eso lo consideráramos lo normal el pequeño grupo de
privilegiados del planeta al que pertenecemos (me re=iero al grupo
y no al planeta) ¿Es a eso a lo que queremos volver?
El papa Francisco, tan incisivo, lúcido y valiente como siempre, ha
sido capaz de formularlo de una manera concisa y sin vuelta de
hoja, en el mensaje que ha dirigido nada menos a la ONU con motivo
del LXXV aniversario de esta. Las palabras con las que cerraba el
mensaje eran estas: «De una crisis no se sale igual: o salimos
mejores o salimos peores». Más claro, agua.
Para ser justos, o al menos no muy exagerados en el análisis, hay
que reconocer que en la expresión que comento el sustantivo
«normalidad» va acompañado del adjetivo «nueva». También aquí
encuentro mucha ambigüedad. Porque en una determinada manera de
entender el término, me suena simplemente a cortina de humo, a
camu=laje… para seguir siendo «normales», es decir, blancos,
occidentales, ricos, insolidarios…, pero con la nueva buena
conciencia de que ya no somos como antes por lo que hemos sufrido,
cuando eso sí, siguen igual que antes
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De una crisis no se sale igual: o salimos mejores o salimos
peores y eso está en nuestras manos
los de siempre. Es lo de Lampedusa: «Cambiemos lo que haga falta
para que todo siga igual». Entender así las cosas sería una nueva
jugada maestra de lo peor de nuestra cultura y de nuestro sistema,
que siempre se apaña para caer sobre las cuatro patas, como los
gatos. Y aquí paz y después gloria (que también es nuestra).
Un cura de la diócesis Mérida- Badajoz, Eugenio Campanario, ha
titulado el pliego que escribió para Vida Nueva (n. 3183,
20-26.VI.2020) con otra frase de esas que hacen pensar: «Y cuando
salgamos, ¿qué?». Como dice el Papa, no podemos, queramos o no,
salir igual. Lo haremos siendo mejores o peores y eso está en parte
en nuestras manos.
Ha habido «novedad», novedad buena y abundante. Está ahí y todos la
conocéis: mucho aguante y esfuerzo heroico en cuidadores y
cuidados, solidaridad, descubrimiento de nuestra fragilidad,
investigación e=icaz, políticas salvadoras, pensamiento crít ico,
ampliación de horizontes y reactivación de esperanzas y utopías de
un mundo mejor… Seguro que
podéis completar esta lista.
Yo, de entrada, no quiero volver a ser «normal» de nuevo. Quiero
vivir la vida de otra manera y ser –si a estas alturas de la vida
se me concede esa oportunidad- de otro modo. Son muchas las
propuestas que hay ya de cómo tendríamos que vivir cuando salgamos.
El citado cura en ese pliego propone unas cuantas orientaciones.
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mías, por el momento, se reducen a dos:
1. No quiero olvidarme de dónde vengo, de cómo era el mundo y la
sociedad en la que de un modo tan «normal» he vivido, tan habituado
a tantos privilegios, muchos de ellos basados en la injusticia y la
inconsciencia. Quiero ser más crítico con lo que me toca vivir,
discerniendo lo bueno de lo malo, y no c o n f o r m á n d o m e c
o n s c i e n t e o inconscientemente con «lo que hay, porque es lo
que hay» (cosa esta segunda que no es verdad, pues hay otros mundos
posibles).
2. Y quiero apostar con mayor fuerza y valor por la ética de la
misericordia, la ética samaritana de ser más capaz de acercarme al
sufriente concreto, individual, y la ética de la compasión, como
actitud de fondo a la hora de valorar lo estructural de nuestra
sociedad (partidos políticos, Iglesia, vida religiosa, asociaciones
laicales, movimientos civiles…), pues esa actitud compasiva como
eje trasversal de la vida puede ser –quiero que sea- mi forma de
realizar mi condición humana y la manera en que creo que el
Espíritu me hace ver hoy cómo tiene que ser mi seguimiento de
Jesús.
Me daría con un canto en los dientes si, cuando toque salir, lo
hago así, un poquito mejor, más crítico y más compasivo y menos
«normal».
Quiero apostar por la ética
samaritana y laética de la compasión
Salinas de Jaca
Creando comunidad:
Convivencia para jóvenes en Salinas de Jaca
Todos sabíamos que este verano 2020, debido a la presencia del
virus COVID19 entre nosotros, iba a ser un verano “diferente”.
Desde el programa Fortes de actividades pastorales para jóvenes de
entre 18 y 30 años de la Familia Marianista, la Comisión de
Pastoral Juvenil (CPJ) no podíamos ofrecer a los jóvenes ir a Taizé
o hacer voluntariado como los últimos años, y sabíamos que
probablemente tampoco iban a poder ir de monitores a campamentos o
viajar al extranjero. Por eso decidimos hacerles una oferta de una
semana de encuentro, convivencia y profundización en la fe en la
casa de los marianistas en Salinas de Jaca (Huesca). Inicialmente
se barajaron dos tandas semanales 16-23/8 y del 23-30/8, y la idea
de no pasar de 15-18 personas/semana. Se buscaron acompañantes en
las 4 ramas de la Familia, y se difundió la oferta entre los
jóvenes.
En junio no sabíamos cómo iba a evolucionar la situación de la
pandemia especialmente en Aragón, y si se iba a ser posible
celebrar el encuentro. Aun así, se siguió insistiendo a los jóvenes
y se preparó un
programa muy atractivo con ratos de oración, re=lexión, dinámicas,
diálogos sobre temas de actualidad, eucaristía, pero también con
tiempo de baño, paseos, convivencia.
Finalmente, el encuentro ha sido posible en la última semana de
agosto (23-30) con sólo 7 chicas de entre 19 y 21 años: tres de
Vitoria, tres de Madrid y una de Valencia, que estuvieron
acompañadas por Cristóbal Cuenca (Fraternidades de Valencia), y por
Paco Calancha y Paco Sales (religiosos). La experiencia ha ayudado
a profundizar en su fe y crear comunidad, como manifestaban las
propias participantes.
En la CPJ somos conscientes que esta actividad ha sido posible por
las condiciones excepcionales de este verano, y por lo tanto no
creemos que se pueda ser ofrecer todos los veranos, aunque sí de
vez en cuando, siempre que haya acompañantes adultos disponibles
para llevarla a cabo.
Aunque el número de asistentes a esta actividad ha sido pequeño no
debemos desanimarnos. Necesitamos seguir haciendo que nuestra
pastoral juvenil crezca, e invitando a otros a vivir la fe en
comunidad.
Aunque la pastoral de jóvenes está en manos de unos pocos
acompañantes con muy buena disposición y voluntad, deberíamos ser
conscientes que es toda la comunidad cristiana la que evangeliza
principalmente con su estilo de vida y coherencia, y la que debería
mostrar su interés por esta tarea. De esta manera los acompañantes
nos sentiríamos menos solos en este servicio.
Ante el confinamiento:
Diego Tolsada sm. Consejero espiritual
A l a s 1 5 ’ 0 0 , c o n p u n t u a l i d a d centroeuropea, se
abría el Encuentro. Mercedes de la Cuadra daba la bienvenida a los
participantes ya conectados, que eran la gran mayoría, y se pasó de
acuerdo con el orden del día a que cada Comunidad laica se
presentara a las demás. La duración de estas intervenciones varió
sensiblemente por parte de cada una de ellas, desde unos breves
minutos, como la nuestra, hecha por parte de Ana en un texto que
había recibido también la aprobación de Rafa Llanes y Diego, hasta
algunas que excedieron el cuarto de hora, porque dieron voz a todos
los miembros de su delegación.
Una de las cosas que llama la atención de estas comunicaciones es
que oscilan entre una escueta relación de los datos objetivos
(nombre, número de miembros y de comunidades, reparto geográ=ico
por el país y alguna breve pincelada del estilo propio de
comunidad) hasta quienes se explayan con temas más de aspiraciones,
problemas, acontecimientos… Me atrevería a recordar aquí el viejo
principio de la lógica clásica: “a mayor intensidad menor
extensión” y a la inversa. La variedad de las Comunidades en su
estilo es muy grande, desde algunas muy marcadas por la vieja forma
devocional hasta algunas más avanzadas. En este marco, las más
cercanas a nosotros, aun existiendo las diferencias que existen,
son las Fraternidades de Madrid y de Zaragoza, y en parte
Francia.
Este punto duró aproximadamente una hora. A las 16’00 escuchamos, a
través de un video preparado para la ocasión, a Beatriz Leblanc,
elegida en el encuentro de Seúl como presidenta del Equipo
internacional (mundial) de las CLM. En un castellano más que
correcto nos insistió en la importancia de la familia carismática
marianista y en el papel que en ella tienen que seguir desempeñando
e incrementando los laicos.
A las 14’20 fue el turno de Mercedes de la Cuadra, representante en
el Equipo internacional de Europa y por lo tanto coordinadora de
las CLM de este continente. Tras presentarnos el logo del
Si estuviéramos viviendo un año normal, el primer =in de semana de
octubre habríamos estado en Roma, participando en el Encuentro
Europeo de las Comunidades Laicas Marianistas. Las circunstancias
actuales han cambiado todas las agendas y así, ha pasado a ser un
encuentro reducido en el tiempo (sólo la tarde del domingo 4 en
lugar del =in de semana completo) y una celebración virtual, a
través de Zoom y con una duración de 3 horas.
Llegamos a estar conectados en la pantalla hasta 27 personas de
Austria/Alemania, España, Francia/Bélgica, Italia, Polonia y Suiza,
y 8 asociaciones laicas marianistas, pues, como sabéis, en España
hay tres (Fraternidades de Madrid, Fraternidades de Zaragoza y
CEMI).
En un principio se había quedado en que participarían por cada
asociación su presidente y su asesor (o consejero espiritual). En
la práctica, la mayoría de ellas estuvieron representadas por
equipos más numerosos (responsables de región o de zona). Nosotros
estuvimos presentes a través de Ana Aragón (vicepresidenta) y Diego
Tolsada (consejero espiritual). A ello habría que añadir los
representantes del Equipo europeo de las CLM: Mercedes de la
Cuadra, Cristóbal Cuenca y Carmen (estos dos últimos actuaron
también como traductores) y Mª Carmen Belda, FMI, asesora de este
equipo europeo). Este conjunto quedó completado con Juanjo Roca
como experto en la conexión digital y Ana Blázquez, veterana
traductora de toda lengua posible desde hace muchos años.
encuentro europeo de las CLM que se celebrará en Roma, si las cosas
van bien, el año que viene, comentó el lema que se ha elegido para
este encuentro: conocerlos, amarlos, servirlos. Referido a los
marianistas en su conjunto: laicos y religiosos. Siguió haciendo
referencia a la actual sequía espiritual que supone la indiferencia
en nuestro viejo continente y a la necesidad de arroyos que
trasformen ese panorama en lugares de verdor y vida. Para ello, es
preciso, a ejemplo de la experiencia de los de Emaús, el encuentro
personal con Jesús en primer lugar, volver a la comunidad y ponerse
en salida de ella para dar testimonio del Reino y acrecentar la luz
en Europa. Terminó animándonos a las distintas CLM a releer los
documentos elaborados por las CLM del mundo en sus diferentes
encuentros, desde el primero en Santiago de Chile hasta el de
Nairobi.
Tras un breve descanso, Mari Carmen Belda (FMI), abrió un largo
rato de oración, más oración dirigida que compartida, dando lectura
a diferentes textos, seguido cada uno de unos minutos de silencio.
El primer texto, tomado del =inal del evangelio de Mateo, nos
invitaba a “ponernos en camino” para dar testimonio. Luego
siguieron varios más tomados de los documentos de los encuentros
internacionales, que nos ayudaron a rezar en torno ala conformidad
con Cristo, la comunidad que somos, la alianza con María, la misión
y nuestro papel en la Iglesia y el mundo. La oración se cerró con
un rato en que compartimos las peticiones elaboradas por cada una
de las asociaciones. La nuestra, a partir del texto de Etty
Hillesum que podéis encontrar a continuación, la leyó Ana
también.
A modo de despedida =inal, en torno a las 18’00 horas, me quedo con
una breve frase de Cristóbal Cuenca: “estar unidos para que las
penas sean menores y las alegrías mayores”.
Fue, pues, una tarde en que pudimos, sin novedades ni debates,
estar juntos en torno a lo que nos une.
Diego Tolsada
ORACIÓN DE CEMI EN EL ENCUENTRO EUROPEO DE LAS CLM
“Es una hazaña ser realmente feliz, aceptar y disfrutar el mundo de
Dios sin apartar la mirada del enorme sufrimiento que hay en él.
Hoy en día, la humanidad es tan triste. Tan poco radiante y alegre.
Llena de complejos y de preocupaciones y envidias y matrimonios
desgraciados y niños fracasados, etcétera. Y aunque vivas en un
desván y comas pan seco, la vida vale la pena. Y si este tiempo nos
lo pone di=ícil y no nos permite vivir, no hemos de tomárnoslo como
una t ragedia y hundirnos en un pozo de desesperación. Eso también
forma parte de la vida y no podemos elegir que le toque a otro o a
mí, y ni siquiera entonces debemos tomarnos demasiado en
serio…
Hay tantas cosas, la vida es tan rica…, pero hay que conquistarla
minuto a m i n u t o , y a h o r a a t r a b a j a r
tranquilamente, y no olvides a Dios mientras tanto”.
Etty Hillesum, Obras completas, Diario, cuaderno 1, 24 de marzo de
1941,pp. 104-105.
Rezamos en silencio por la gente que en nuestra realidad concreta
sufre y mucho. Por las víctimas de todo tipo, por los enfermos de
co-vid y los que los cuidan (momento de silencio).
Y rezamos por nosotros también. Que el Señor nos haga lúcidos,
sensibles al dolor de nuestro mundo compasivos y
trabajadores.
“estar unidos para que las penas sean menores y las alegrías
mayores”.
Religión secular
Alberto M. Genique Comunidad Tomas Moro
Ahora que nuestra Iglesia se ve constreñida a adaptarse a nuevas
circunstancias, a “los nuevos tiempos”, creo que todos los
cristianos debemos hacer un esfuerzo adicional para que el
resultado sea el más conveniente posible.
La sociedad se ve agitada por nuevas tecnologías y medios de
comunicación, por las nuevas ideas y costumbres importadas de
culturas ajenas a las tradiciones cristianas y, como siempre, por
los intereses económicos y políticos, que se apoderan de nuestras
mentes y sentimientos.
Para evangelizar hoy, de acuerdo con el deseo y el proyecto de
Jesús, es preciso cambiar muchas cosas dentro de la Iglesia. A
nivel de prácticas de espiritualidad, a nivel ideológico y a nivel
de estructuras, para que la atención de los jóvenes pueda verse
atraída por el mensaje del Evangelio, con su radical novedad.
La Historia de la Iglesia que nos ha traído hasta aquí, presenta
distintas lecturas. No parece la misma cuando se pone la mirada en
la vida y el compromiso de los que, en circunstancias siempre
di=íciles, lucharon por la libertad, la justicia y la paz en favor
de los más pobres, débiles y explotados, que cuando,
alternativamente, se la ve predicando un cristianismo, convertido
en cuestión de ideas, en connivencia con los ricos y
poderosos.
Un tema que creo necesita mayor renovación es el de la comprensión
y celebración de los sacramentos. En su devenir histórico, la
Iglesia o=icial fue aceptando usos, ritos y formas, propias de las
religiones pre-cristianas, dejando de poner el acento en algo
completamente novedoso de la vida
y el mensaje de Jesús, como fue su carácter de profeta laico al
servicio de la creación de un “Reino” integrado por una humanidad
“divinizada”, es decir, de hijos de Dios, hermanos en Cristo.
La ruptura con las ideas y estructuras religiosas precedentes, se
produjo en un relativamente corto espacio de tiempo. Su=iciente
para que el poder establecido decretase la muerte de Jesús,
vilipendiado como un malhechor entre otros.
Hoy debemos recordar y sacar las debidas consecuencias de su
relación con Dios y la nueva imagen que nos dio del mismo.
Asimismo, de sus enseñanzas sobre el camino que se nos ofrece para
el encuentro con Él.
Así, recordamos que “el que no recibe el Reino de Dios como niño,
no entrará en él” y cuál es el culto que agrada a Dios
(“misericordia quiero que no sacri=icio”) la oración y el ayuno que
desea el Señor (“cuando vayas a orar, entra en tu aposento , cierra
la puerta y ora a tu Padre que está allí” y “cuando ayunes, perfuma
tu cabeza y lava tu rostro…”) las relaciones entre sus seguidores
(“todos sois hermanos,… uno solo es vuestro Padre”, “el mayor entre
vosotros sea vuestro servidor”) el valor de las distinciones
mundanas, el poder y el dinero ( “no podéis servir a Dios y al
Dinero”), el verdadero templo que alberga la presencia de nuestro
Dios (“adoraréis en espíritu y en verdad…”), el respeto a la ley
religiosa (“ el sábado es para el hombre…”, “lo más importante de
la Ley: la justicia, la misericordia y la fe”)
Ahora, sólo quiero centrar la atención en la consideración que para
Jesús tuvieron los ritos en la relación con Dios y en la nueva vida
propuesta a sus seguidores según el testimonio que dio con la suya.
De alguna manera este escrito complementa otro mío anterior, en el
que hacía referencia a la eucaristía.
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Comprensión y celebración de los sacramentos
Respetuoso con la religiosidad popular, Jesús se hizo bautizar por
Juan. Hasta en eso quiso ser “uno de tantos…”, pero nunca aparece
exigiendo, ni aconsejando, a sus discípulos especiales
celebraciones litúrgicas para acercarse al Padre. Tampoco, gestos
externos para dirigirse a él o merecer su misericordia, su gracia.
En mi opinión, Jesús quiso enseñarnos a encontrar a Dios, en los
acontecimientos de la vida ordinaria.
Es verdad que el Evangelio exige perdonar al hermano, es decir al
otro, hasta setenta veces siete; resigni=ica el valor del
matrimonio unido por Dios; aporta el gran consuelo de la esperanza
en una vida más allá de la muerte; valora el seguimiento de los
que, por amor, lo han dejado todo por seguirle y entregan su vida
por los demás… Se trata de acontecimientos que acaecen en la vida
corriente, pero que nos “hablan” y nos hacen presentir la presencia
de Dios en nuestras vidas, con la acción de su Espíritu animando la
construcción del Reino. La experiencia de recibir el regalo de un
nuevo ser, de perdonar y sentirse perdonado, de amar y sentirse
amado incondicionalmente, de entregarse gratuitamente a la causa de
Jesús, de sentirse abocado a la muerte con la esperanza de una
nueva vida… son hechos visibles que permiten ver lo invisible, “con
los ojos del corazón”.
Es la Iglesia la que ha estimado la conveniencia de reconocer estos
hechos como sacramentos, re-actualizando simbólicamente, con gestos
y palabras, esa presencia misteriosa y divina. Por supuesto, por
in=luencias ajenas al mensaje cristiano, en ocasiones a los
sacramentos se les ha dado una rígida forma ritual, con una
e=icacia cuasi mágica y dotados de un carácter instrumental al
servicio de la actuación de Dios en nuestra Historia. En mi
opinión, hoy es posible apreciar los sacramentos en la vida
ordinaria y celebrarlos adecuadamente en el seno de la
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comunidad cristiana.
Porque es la comunidad cristiana, reunida en torno a Jesús,
recordando sus palabras y sus gestos con ocasión de la última cena,
referida en los Evangelios, la que constituye el sacramento por
excelencia. La comunidad que, dando gracias al Padre, comparte la
comida y la bebida, con todo lo que ello representa: la vida, es
decir, lo que se es y lo que se tiene, con los hermanos en la
comunidad y con todos los demás, que también lo son y forman parte
de la comunidad universal.
Jesús nos enseñó a encontrar a Dios en los acontecimientos de la
vida ordinaria
La fe en los márgenes
de la sociedad
Eduardo Martín Comunidad María Reina
La realidad que nos ha tocado vivir es muy distinta a la que vivió
Jesús o las primeras comunidades cristianas. De hecho, la mayoría
de nosotros vivimos perfectamente integrados en la sociedad y en
ese sentido nuestra vida se parece más a la de los escribas,
doctores, fariseos etc. del Evangelio que a la de Jesús y sus
seguidores.
Hacemos malabarismos para intentar conciliar el mensaje del Reino
con nuestra vida acomodada y la verdad, resulta complicado. Es
posiblemente esa, una de las razones por la que nuestra fe
languidece en el primer mundo y por lo que nos cuesta tanto, como
le costó al joven rico del Evangelio, ser =ieles a Jesús en nuestro
día a día.
Richard Rohr es un fraile franciscano responsable del “Centro para
la Acción y la Contemplación”. A continuación, transcribo parte de
sus re=lexiones dedicadas a “la fe en los márgenes de la sociedad”.
Me ha parecido un asunto sugerente para ser re=lexionado individual
y comunitariamente. Ojalá os lo parezca a vosotros también.
Cuando estamos contentos y satisfechos formando parte de cualquier
grupo, parece que sufrimos una indiferencia estructural. No nos
damos cuenta de que es en gran parte un sistema de pertenencia que
hemos creado para nosotros mismos y los nuestros. Solo cuando somos
excluidos de un
sistema, somos capaces de reconocer sus idolatrías, mentiras y
lados oscuros. Es el privilegiado "conocimiento del forastero" el
que abre el campo de miras. Las personas pueden ser personalmente
bien intencionadas y sinceras, pero estructuralmente pueden no
comprender ciertas cosas. En su ministerio, Jesús cita el llamado
de Isaías para describir este desprecio social colectivo: “Oirás y
oirás de nuevo, y no entenderás, verás y verás de nuevo y no
percibirás. . . "(Isaías 6: 9; Marcos 8:18). Los de adentro son por
naturaleza dualistas porque se separan de los que consideran de
afuera.
Creo que es por esa razón que tantos santos y místicos, pero
también cristianos comunes, han optado por vivir toda su vida al
margen de la mayoría de los sistemas. Ocupan su pequeño y
su=iciente lugar en el gran plan de Dios, al vivir en lo que
podríamos llamar “los límites del interior". Se basan en la
tradición (“desde adentro”) pero desde una postura nueva y dinámica
(“en los límites”) donde no pueden ser cooptados por necesidad de
seguridades, posesiones o ilusiones de control y poder.
Personas como Francisco y Clara de Asís intentan vivir en los
márgenes para no enamorarse de las ilusiones y bene=icios de los
sistemas imperantes. Saben que esta es la única posición que
garantiza una sabiduría continua, una perspectiva cada vez más
amplia y una compasión aún más profunda. Tales elecciones pueden
verse hoy en día en la vida por ejemplo de los monjes, monjas,
ermitaños o comunidades amish. Pero esta llamada no solo es para
gente especial, hay otras formas de situarse en los márgenes, por
ejemplo, las personas que han optado por no ver televisión, que
viven voluntariamente por debajo del nivel de una renta
determinada, que hacen de la oración una parte impor t an te d e s
u d í a , que s e c o l o c an deliberadamente en situaciones de
riesgo por un bien mayor. Es irónico que debamos ir al borde para
encontrar el centro, pero eso es lo que hacen invariablemente los
profetas, ermitaños y místicos y es a lo que estamos llamados
todos.
Es importante reconocer que hay una diferencia
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entre ser marginado —obligado generalmente por prejuicios y
discriminación sistémica— y elegir vivir en los márgenes. En este
último caso, se trata de buscar el lugar privilegiado para el
crecimiento y la transformación espiritual.
La vida en los márgenes nos llevará inevitablemente a una vida
sencilla y por tanto bienaventurada.
¡Mis hermanos! ¡Mis hermanos! Dios me ha llamado por el camino de
la humildad y me ha mostrado el camino de la sencillez. El Señor me
dijo lo que quería: quería que yo fuera un nuevo tonto en el mundo.
Dios no quiso guiarnos por otro camino que el de este conocimiento.
—Francisco de Asís
Cuando aceptamos vivir con sencillez, nos ponemos fuera de la
capacidad de los demás para comprarnos, recompensarnos falsamente o
controlarnos con dinero, estatus, salario, castigo y pérdida o
ganancia de cualquier cosa. Este es el nivel de libertad más
radical, pero, por supuesto, no es fácil de conseguir. Podría
llamarse justicia restaurativa fundamental o solidaridad primordial
con la masa de la humanidad y la tierra. Se trata de crear una vida
en la que tengamos poco que perder, ningún deseo de obtener
ganancias, ni préstamos que reclamar o deudas que pagar, y ningún
lujo del que hacernos dependiente.
Cuando aceptamos vivir con sencillez, tenemos poco que proteger y
ningún deseo de adquirir, ni siquiera de adquirir algún "capital
moral". Cuando imaginamos que somos mejores, más santos, más
elevados, más importantes para Dios que los demás, hay un paso muy
corto hacia la arrogancia o la violencia hacia los demás. Es casi
inevitable, de hecho, y hoy somos testigos de cómo se mani=iesta en
todos los niveles de nuestras sociedades. Si pudiéramos eliminar
tal superioridad fabricada y deseada, la religión =inalmente podría
volverse no violenta en pensamiento, palabra y acción.
Cuando aceptamos vivir con sencillez, podemos entender lo que
Francisco quiso decir cuando dijo que "un hombre aún no había
renunciado a todo por Dios
mientras se aferrara a sus propias opiniones y convicciones". No es
di=ícil darse cuenta de que nos aferrarnos a ellas casi más que a
las riquezas materiales y rara vez somos capaces de
soltarlas.
Cuando aceptamos vivir con sencillez, ya no consideramos como una
amenaza a los inmigrantes, refugiados, personas en situación de
pobreza o cualquier otra persona al margen de la sociedad. Cuando
elegimos renunciar a nuestros privilegios, sean los que sean, hemos
elegido l ibre y conscientemente convertirnos en “visitantes y
peregrinos” en este mundo, como dice Francisco (citando 1 Pedro
2:11). Un estilo de vida simple es simplemente un acto de
solidaridad con la forma en que la mayoría de la gente ha tenido
que vivir desde los inicios de la humanidad.
Cuando aceptamos vivir con sencillez, tenemos tiempo para obras de
misericordia espirituales y materiales, como la oración, el
servicio y la justicia, porque hemos renegociado en nuestras mentes
y corazones nuestra comprensión del tiempo y sus propósitos. ¡El
tiempo ya no es dinero, a pesar del aforismo común! El tiempo es la
vida misma y queremos dar nuestra vida libremente como lo hizo
Jesús.
Cuando aceptamos vivir con sencillez, tenemos poca energía para
defender o proteger a nuestro grupo, nuestra etnia, nuestro país,
nuestro dinero y nuestra religión. Nuestro círculo ya no está
de=inido por estas cualidades externas y accidentales, porque ahora
encontramos, “desde los márgenes” la alegría y la belleza de lo
esencial real y el centro real que es Dios.
REFLEXIÓN
Seamos imaginativos y veamos, desde nuestra incuestionable
privilegiada realidad, en qué forma podemos, poco a poco, retornar
a los “márgenes” en los que poder vivir la fe sin tantas
contradicciones.
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centro de la pandemia
Luis Paradinas Manolo Ontañón
Salud Guillén
últimos momentos. Otros han estado ingresados en las UCI´s durante
al menos dos semanas y hospitalizados hasta 109 días, como ha sido
el caso de Manolo Gómez de Parada. Algunos hemos es tado
hospitalizados en Planta, y el resto convalecientes en sus propias
casas.
Posteriormente fueron ingresando en diversos hospitales el
consejero religioso de CEMI Diego Tolsada y varios de sus miembros:
Guillermo Ontañón y Pilar Nasarre, Manolo Ontañón, Tomasi Ruiz, y
Miguel Calleja, que falleció pocos días después de su
hospitalización. También nuestro amigo Luis Ortega, vinculado a las
celebraciones de CEMI en el Chaminade y que dirigía el coro de las
misas de 12 del Colegio Mayor, falleció en esos días iniciales
terribles de marzo.
Si a ello añadimos la cuarentena prescrita y el confinamiento, la
situación que hemos padecido en nuestras comunidades es todo un
reflejo de lo que ha sufrido nuestra sociedad durante varios
meses.
Nuestra experiencia es que hemos vivido algo sin precedentes en la
historia personal de cada uno y que parecía impensable tan solo
hace unos meses.
Ciertamente, la situación de María, mi mujer, fue muy grave. El 10
de Marzo, después de un periplo angustioso por tres hospitales
privados, María acabó ingresando en el Hospital de La Princesa.
Eran fechas en que todavía no se había establecido el concierto de
la sanidad pública con la privada para atender los casos de la
pandemia COVID-19. Recordaba y me reconfortaba en esos momentos la
imagen de María y José buscando alojamiento para dar a luz a su
hijo Jesús de Nazaret.
La estancia de María en la UCI duró 14 días. Su recuerdo es
nebuloso, se encontraba muy mal, tenía miedo y a la vez poca
información. El aislamiento le dificultaba entender la situación.
Me confesó que le costaba rezar, no sentía fuerza y sólo le salía
repetir “Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío”. Recuerda que en
algún momento se encomendó al P. Chaminade y a José Antonio Romeo.
La salida de la UCI a Planta le resultó muy dura. Estaba angustiada
y pedía salir
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No resulta fácil escribir sobre las experiencias personales vividas
en el seno del propio matrimonio una vez afectados por el COVID-19.
Si no fuese por las secuelas que quedan, tendemos a olvidarlas y a
quedarnos con las mejores vivencias.
Casi con seguridad, el virus nos afectó a un grupo de amigos el 29
de febrero durante una comida de celebración de cumpleaños en un
restaurante de las afueras de Madrid. Éramos dieciséis comensales,
la mayor parte del grupo de senderismo “Mira donde pisas”, muchos
vinculados a la Familia Marianista, de los cuales siete u ocho
personas, a partir del 9 de Marzo, acabamos ingresados en los
hospitales de Madrid con resultados positivos del COVID -19.
Para cada uno de nosotros, las afecciones y consecuencias han sido
de diferente gravedad. Desgraciadamente, Casimiro Juanes falleció
en el Hospital de la Princesa, en plena crisis sanitaria, sin poder
acceder su familia para acompañarle en sus
El COVID-19 ha atacado con especial dureza a CEMI. Estos son los
testimonios de 3 miembros de CEMI, de distintas comunidades, que
han vivido la fe desde un respirador, la muerte en soledad de un
ser querido y sentido en propia carne que nada de lo humano nos
es
“La fe es nuestra fuerza contra el miedo”
del hospital; no podía andar y se sentía muy débil. Poco a poco,
fue recuperando fuerzas y ganando confianza en el personal
sanitario, cuya atención profesional fue excelente. En las
habitaciones se vivía un ambiente tenso, a veces con cierto pánico
por parte de las enfermeras y celadores ante un posible contagio.
Las medidas de protección fueron incrementándose día a día. A María
la cambiaron de habitación varias veces, lo que le permitió
compartir su situación con otras tres enfermas (una filipina, una
cubana y otra española), cuya disposición ante la adversidad y
falta de medios fue ejemplar.
En esta situación, hemos tenido unas vivencias providenciales,
donde hemos visto la huella de Dios. En primer lugar, la visita de
nuestro hijo Juan, recién llegada María a Planta, para entregarle
el cargador del móvil, único medio de comunicación con el exterior,
y anunciarla que los médicos diagnosticaban una apreciable mejoría.
A partir de ese momento, las visitas frecuentes de tres jóvenes
sanitarias del hospital, conocidas por distintas vías, animaban y
fortalecían a María; eran como ángeles que aparecían
inesperadamente, robando generosamente a su tiempo de descanso
después de un trabajo agotador. Asimismo, los mensajes, oraciones,
videos, canciones y poesías recibidos, junto con el deseo de
recuperación, suponían un gran aliento. Por último, la obtención
por mi parte de un permiso especial, una vez hecha mi cuarentena y
con un segundo test con resultado negativo, hizo posible que,
durante las últimas semanas, pudiera visitar a María por las
tardes, lo cual exigía ponerme los EPI´s (equipos de protección
individual)..
Desde fuera vivimos la situación con angustia, en particular por
las noticias que, durante su estancia en la UCI, se nos transmitían
telefónicamente una vez al día, ya que no estaba permitido a los
familiares el acceso al hospital. Durante los primeros días, las
noticias eran muy breves a la vez que preocupantes. Sin embargo, en
la familia se mantenía una contenida serenidad, siempre con la
esperanza puesta en Dios y rogando al Espíritu infundiese sabiduría
y fuerza al personal sanitario, al que estábamos permanentemente
agradecidos. Personalmente, con la fuerza de la fe y el
apoyo de la oración, me sentía dispuesto a aceptar cualquier
desenlace, pero, gracias a Dios, no tuve que contrastarlo con la
realidad.
Recibí un gran soporte espiritual y material por parte de mis
hijos, del resto de la familia y de amigos. Todos nos sentíamos
solidarios con tantos enfermos y familiares que estaban sufriendo
las consecuencias de la pandemia. La oración de súplica, sustentada
en la fe de muchas personas próximas, nos daba fortaleza. Por
iniciativa de uno de los hijos, construimos una auténtica cadena de
comunicación en la que transmitíamos diariamente las noticias que
nos iban llegando sobre el estado de salud de María, al mismo
tiempo que llamábamos a la oración o al recuerdo agradecido. Fue un
medio que, según algunos testimonios recibidos, nos unió muchísimo
desde el silencio interior de cada una de las varias decenas de
personas que recibían nuestros partes. ¡Cuánto dolor se siente
pensando en las personas que no tienen esa red de apoyo!
Los 55 días de estancia de María en el hospital se hicieron largos,
aunque, desde la subida a Planta, vivíamos con paciencia y
esperanza su lenta pero progresiva mejoría. Sin embargo, el
coronavirus y la prolongada estancia en la UCI, en unos momentos en
que los recursos sanitarios se encontraban al límite, le ha dejado
dos secuelas de importancia que requieren varios meses de curación
y rehabilitación.
Este período coincidió con los primeras semanas del estado de
alarma que nos obligó a un intenso confinamiento, que todos,
mayores y pequeños, hemos sufrido, de una manera o de otra. Era
angustioso pensar en las personas mayores, calificadas de alto
riesgo, y en las familias con hijos pequeños que, en el mejor de
los casos, recibían clases on-line. Se recurría al teletrabajo como
si fuese la piedra filosofal, que muchos tenían que compartir con
la atención a los hijos, con las consiguientes dificultades. Hasta
la Iglesia puso en marcha celebraciones de la Eucaristía a través
de internet.
Al mismo tiempo, surgían motivos para la solidaridad. La población
aplaudía cada noche, con entusiasmo, a los sanitarios que, en su
inmensa mayoría, han dado
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muestras de entrega sin descanso y de gran profesionalidad. Los
vecinos más jóvenes se ofrecían a los mayores para hacerles la
compra. Instituciones y colectivos han repartido alimentos y ropa a
muchas personas que se han quedado sin recursos. Empresarios y
sindicatos han acordado medidas para paliar la difícil situación
laboral sobrevenida.
Tanto a nivel de CEMI como de nuestra pequeña comunidad nos hemos
reunido en los últimos meses vía “Zoom” compartiendo nuestras
vidas. En la última reunión, ya presencial, al analizar la
situación derivada de la pandemia del COVID-19, coincidimos en la
necesidad de una actuación responsable, que la fe es nuestra fuerza
contra todo miedo, y que hay que mantener la confianza en Dios, así
como ser conscientes de nuestros privilegios, agradecer todo lo
bueno recibido y replantearnos, ante esta situación, cuales son las
prioridades y lo esencial de nuestra vidas.
Luis Paradinas
Comunidad Tomás Moro
Nunca pensé que me fuera a contagiar. ¡Hasta ahí l legó mi
estupidez! Empujado, casi materialmente, por mis hijas, acudí a
urgencias en la madrugada del 19 de marzo, fiesta de San José. ¡Qué
buen acompañante, sin duda!
“Que te hagan una placa”, me advertían mis hijas de manera
imperiosa. Y claro, me la hicieron. Y cuando esperaba un
diagnostico favorable y que me enviaran a casa para seguir tratando
mis décimas con paracetamol, vino, sin embargo, el resultado
inesperado. “Ha de ingresar, tiene Vd. neumonía bilateral.” Eran
las 5 de la mañana. Tocaba esperar y rezar. El espectáculo a mi
alrededor era desolador. Gente tronchada, abatida, atendida por los
profesionales sanitarios
como mejor podían, pero sin escucharse de ellos ni una sola queja.
Sólo toses y más toses. Y paciencia y fe en aquellas manos
milagrosas. Acabé ingresado a media tarde en el hospital de
Fuenlabrada. Tenía la convicción de que saldría de allí pronto y
bien. Y así fue. El día 28 de marzo me dieron el alta y salvo 48
horas de inapetencia absoluta que me debilitaron mucho, apenas
sufrí.
Durante mi estancia me sentí atendido por la providencia de Dios a
través de las manos de aquellos profesionales sanitarios que me
dispensaron una magnífica atención, llena de cuidado, cariño y
esmero. Y, cómo no, de los innumerables mensajes de ánimo y cariño
que recibí de mi familia, de mis amigos y de los chavales de los
grupos de jóvenes, que se volcaron en hacerme llegar su proximidad
y cercanía. “Estamos contigo. Tú puedes. El Señor te acompaña.”
Inolvidable experiencia que me desbordó, sacándome con frecuencia
lágrimas de emoción y gratitud por todas esas personas que Dios
había puesto en mi vida.
Inolvidable, igualmente, mi salida de la habitación para abandonar
el hospital cuando me dieron el alta. A lo largo de un prolongado
pasillo, a ambos lados, me esperaban todos los sanitarios que
estaban en aquel momento, para darme un emotivo aplauso de
despedida jubilosa durante todo mi recorrido entre ellos. Quedé
empapado de humanidad y de gratitud. Espero poder transmitirla con
la misma generosidad.
El Covid me mostró que la providencia sigue obrando también en el
sufrimiento, que no nos abandona, aunque a veces lo parezca, y que
como escribe San Pablo a los Romanos (8-28) “sabemos que a los que
aman a Dios todo les sirve para el bien”.
Manolo Ontañon
Comunidad Faustino
“He quedado empapado de humanidad y gratitud”
Salud Guillén ha vivido una experiencia que, desgraciadamente, se
ha repetido en esta pandemia numerosas veces. Su marido, Miguel
Calleja, falleció afectado por el coronavirus el 21 de marzo. Sin
despedidas, sin velatorio. Salud ingresó en un hospital unos pocos
días después con neumonía y dar positivo en las pruebas de
COVID-19.
“He recibido en estos momentos durísimos una ayuda tan especial que
no sabría ni cómo describirla. Sin esa ayuda nunca habría podido
tener ni la fortaleza que me ha hecho falta ni hubiera podido salir
adelante. Para mí, el Espíritu Santo y los ángeles han sido
imprescindibles. Ellos me han apuntalado en los momentos peores.
Ahora, ya una vez superada la enfermedad, paso días buenos y días
malos, pero siempre tengo la sensación de tener al Espíritu Santo y
a Miguel al lado. Sigo pidiendo constantemente su ayuda y sobre
todo me apoyo en la fe. Sé que es un don que si lo recibes no tiene
precio”.
Salud Guillén
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María Zorrilla Comunidad Tomas Moro
y, sobre todo, haciéndome valorar todo lo positivo, a pesar de mi
enfermedad.
Al principio me faltaba fuerza, no podía andar, ni coger el móvil,
tenía una maquina enchufada a la úlcera y estaba decaída. Poco a
poco fui consciente de que me estaban atendiendo muy bien y de que
todo el mundo estaba pendiente de mí. Fui reponiéndome y cogiendo
fuerza interior.
Han sido muchas las experiencias en esta situación.
Junto a la estupenda atención sanitaria que recibí en el hospital,
en particular de un médico casualmente amigo de una de mis hijas,
es cierto que allí te encontrabas muy muy sola e inválida para
manejarte.
Por eso, el compartir habitación con tres personas, me hizo verme
en su misma situación y aprender que había que aceptarla y
adaptarse. Las tres sucesivas vecinas de cama eran unas grandes
personas, una de Filipinas, otra de Cuba y otra de Madrid. Con
todas me llevé muy bien y compartimos nuestras cuitas. De todas
admiré lo poco que se quejaban y lo mucho que agradecían.
Otra grata experiencia fue las visitas periódicas que tuve de tres
chicas jóvenes, dos enfermeras y una MIR2. Solo conocía a una de
ellas directamente. Su aparición y todas las
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En estos días en que ya me voy encontrando francamente mejor de
salud, a pesar de que mis curas y mi rehabilitación no han
terminado, he pensado que no puedo dejar de expresar mi
agradecimiento a toda la ayuda y cariño recibidos durante mi
estancia en el hospital y posteriormente.
En primer lugar tengo que hacer referencia a Luis, y a toda mi
familia, hijos, nietos, hermanos y cuñados, la comunidad Tomás
Moro, la CEMI y muchos amigos cercanos y lejanos, vecinos de casa,
del barrio, etc. etc.
A todos estoy muy agradecida, porque, de muy diversas formas, han
sido un puntal, o han puesto un granito de arena en mi
recuperación. Tanto la ayuda de Luis, en los peores momentos, como
todos los detalles y las distintas muestras de cariño que he
recibido (mensajes, cartas, videos, visitas, poesías, canciones,
flores, dulces, dibujos, comida, etc. ) me han llegado al alma. He
sentido el cariño y la compasión que había detrás de cada uno de
ellos.
Como ya expresé en la primera y única reunión presencial del Tomás
Moro en el mes de junio, al principio, cuando me encontraba muy
débil y fastidiada, me costaba sentir la mano de Dios y la fuerza
de Jesús. Es verdad que en esos momentos estaba además aturdida y
despistada.
Y fue, recién salida de la UCI, cuando, la visita de mi hijo Juan,
que providencialmente pudo asomarse a la puerta de la habitación,
cuando empecé a ver la luz. El sentir su ilusión por mi mejoría ¡me
cambió el ánimo! Lo mismo me pasó con los primeros mensajes de
Luis, apoyándome
conversaciones que tuvimos eran algo especial, una huella de Dios.
Lo recuerdo como providencial.
Ya, una vez en casa y mucho más recuperada, seguí valorando la
excelente atención sanitaria, y mi situación privilegiada, por
contar con la ayuda incondicional de Luis, de los hijos, de la
familia y de muchas personas cercanas.
En este sentido, quiero compartir unas muestras entrañables de lo
vivido y sentido, que me han hecho mucho bien:
La dedicación especial de Luis, en todo momento pendiente de mí,
respetándome y mimándome. Y sobre todo animándome y poniéndome en
la realidad: ”María cada día vas mejor, piénsalo”. Él también,
siente que ha recibido gran ayuda física y moral de toda la familia
y amigos.
Los escritos de nuestros hijos y nietos:
• “Mamá quiero expresarte todo lo que sentimos por ti y por el
abuelo, tu gran compañero de Vida, con mayúsculas”.
• Mamá, ¡toda nuestra fuerza está dedicada a ti!
• Estas flores de colores significan todos los ratos buenos y malos
que estamos pasando.
• Abuela, te mandamos un abrazo ¡como si te llegara de
verdad!
• Abuela, no nos olvidamos de ti.
• Mamá, ahora tenemos que vivir con más sentimiento de
comunidad.
Los mensajes, llamadas y palabras entrañables que he
escuchado:
• María, nos hemos acordado muchísimo de ti.
• Hemos rezado por ti y tenido presente en nuestras
oraciones.
• ¡Queremos que te sientas querida!
• María, te necesitamos. ¡Qué alegría nos da el verte bien!
• María, ¿en qué te puedo ayudar, ¿te llevo a la cura?
• Que sepas que estás siempre en nuestro corazón y nuestra
mente.
Los he sentido muy sinceros, me han ayudado a rezar, a pararme en
silencio, a dar gracias, y a recordar y unirme a todos los que
sufren.
Aquí no puedo dejar de mencionar la oración que me envió Lolita, a
través de su nieta Carlota, cuando salí de la UCI, que recé todas
las noches y fue fortaleciendo mi espíritu.
“Dios de mi salud y de mi enfermedad,
de mi soledad y mi compañía,
de mi tristeza y mi alegría.
Me pongo en tus manos de Padre, porque te necesito.
Que tu aliento me alivie.
Que cuides mi debilidad con tu ternura.
Que seas mi refugio y mi esperanza.
Gracias por el cariño familiar, la cercanía de los amigos, y los
desvelos de los sanitarios.
Todos ellos son Tu presencia en el mundo de cada día.”
Y también llevo dentro el mensaje de Miluca, una amiga de Galicia,
diciéndome que había ofrecido unas flores a Santa Rosalía, para
pedirle que me curara. Luego, en agosto, al verme bastante
recuperada, me dijo: “María, yo creo que ahora deberías ir tú a
saludar a la santa y darle las gracias”. Así lo hice.
Solo me queda ya mirar al cielo y pedir a Dios que nos inspire y
abra los ojos, para estar pendientes con generosidad de todas las
personas que lo están pasando peor en esta situación.
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