Post on 14-Jul-2020
Naufragio de botellasAntología personal de minicciones
Alberto Sánchez Argüello
QuarksEdiciones digitales
Naufragio de botellas
Colección Máximo Minúsculo
3
Naufragio de botellas Antología personal de
minificciones
Alberto Sánchez Argüello
Naufragio de botellas. Antología personal de minificciones © Alberto Sánchez Argüello © Quarks Ediciones Digitales Edición Digital, 2020. Lima, Perú. Ilustración de portada: Alberto Sánchez Argüello. Diseño de portada: Antonio Paz Fernández. Diseño de interiores: Louis Guerra Valdivia. Editado por:
E-mail: quarks.edicionesdigitales@gmail.com Web: http://quarksedicionesdigitales.wordpress.com Facebook: Quarks Ediciones Digitales Twitter: @quarksedicione1 Instagram: quarks_ediciones_digitales
Naufragio de botellas por Alberto Sánchez Argüello se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Nota preliminar del editor Las minificciones tituladas “El hilo” y “La persistencia de
la memoria” fueron publicadas por el autor en Miniaturas
Voraces (2019), bajo el sello editorial El Taller Blanco
Ediciones.
Naufragio de botellas
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Los inconvenientes de la asociación libre EL PSIQUIATRA pronuncia la primera palabra, con la entonación
más fría posible. El paciente la descompone en fonemas, se los
traga y los devuelve en forma de mujer que da el pecho a un bebé
violeta que suelta el pezón para reírse tan fuerte, que salta el vidrio
de las ventanas del consultorio, activando las alarmas de los autos
del vecindario. El ruido asusta al paciente, transformado en una
parvada de palomas que huye hacia el cielo, sin dar las gracias y
sin pagar la cita.
Alberto Sánchez Argüello
10
El hilo UNA MAÑANA encontré el hilo que une al mundo. Estaba encima
de una cama como si fuera cualquier cosa. Lo tomé y empecé a
jalarlo despacio hacia mí.
Miré cómo se deshacían largas montañas cubiertas de
bosques de abedules, lagos cristalinos como espejos, aves que
alzaban el vuelo y junto con ellas las nubes y el sol. Seguí con las
casas de madera y las personas que caminaban junto a sus perros
en una pradera de flores.
Cuando el mundo se terminó de deshilar entró mi abuela
al cuarto. Miró tranquila lo que había hecho y me alzó con dulzura
para sentarme en la larga mecedora del abuelo. Luego tomó su
colcha y volvió lentamente a bordar.
Naufragio de botellas
11
La verdadera razón de la desaparición de los sapos EN LOS AÑOS OCHENTA mi madre me enseñó a atrapar sapos.
Ella los tomaba en sus manos, siempre apresando la cabeza y el
tórax con sus manos largas. -De frente, nunca desde atrás, porque
te orinan- me decía. Yo los levantaba y dejaba caer la orinada
inicial cerca del piso, antes de alzarlos hasta el nivel de mi rostro.
Luego, con las primeras lluvias de mayo, me inventé el
juego de cazar todos los sapos de la cuadra. Paraguas en mano y
con una bolsa grande, ella me acompañaba a recorrer aceras y
bocacalles, en busca de los escurridizos batracios. Ya experto en
el arte de agarrarlos, los dejaba caer en la bolsa hasta que no cabían
más. Regresábamos entonces triunfales al porche de la casa,
donde mi padre aguardaba con una cara de desaprobación total. -
Vas a lograr que los sapos no vuelvan a aparecer- me decía severo,
pero mi madre me susurraba al oído que no le hiciera caso. Mi
travesura final consistía en abrir la bolsa encima de la grama china
y ver como se apretujaban para saltar desesperados hacia la calle.
Ahora que los sapos han desaparecido y ha dejado de
llover, no puedo dejar de sentirme culpable por haber ocasionado
el cambio climático.
Alberto Sánchez Argüello
12
La persistencia de la memoria UN LUNES las mujeres se fueron a sus casas para nunca regresar.
Nadie se preguntó qué pasó con ellas. No hubo cobertura
noticiosa, ni búsquedas oficiales. Cada vez que preguntaba por
mamá, mi padre me miraba extrañado, como si nunca hubiese
existido.
Luego tocó el turno a las abuelas. Quedaron sus cuartos
vacíos, las camas desocupadas. Finalmente desaparecieron las
niñas. Bebés en sus cunas, compañeras de escuela, mis vecinitas.
No se las volvió a ver. Me quedé sola, preguntándome porque no
desaparecí junto también.
Ahora vivo en un mundo poblado por hombres. Camino
entre ellos sin que me vean. Andan distraídos, somnolientos,
como si les faltara algo. Mi padre pasa horas sentado frente a la
pared, sin comer, sin dormir.
Por las tardes me siento en la acera, para ver la brisa que
mueve los árboles. En el viento escucho el arrullo de mi madre,
las letanías de mi abuela, las risas de mis amigas. Me pongo a
cantar suavecito, para que el aire les lleve mi voz.
Naufragio de botellas
13
La belleza del silencio MI HIJO me arrancó la cabeza sin querer. Exasperado por alguna
palabra me tomó del cuello y mi cráneo salió cuesta abajo, por las
calles de la ciudad. En vez de desesperarme, disfruté el viaje, entre
gatos hambrientos y caminantes que me esquivaban con asco. Un
par de semanas después terminé en objetos perdidos. Me
colocaron en una vitrina junto a zapatos gastados y llaves de
diversos tamaños. Por las tardes veo pasar a mi hijo, de la mano
de mi cuerpo. Se ven felices.
Alberto Sánchez Argüello
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Los otros MADRE siempre nos prohibió entrar al bosque. Nos enseñó a
buscar entre los edificios abandonados lo que necesitábamos y a
guardar silencio por las noches. Los otros duermen más allá de
los árboles nos decía, no los debemos despertar.
Los mayores fueron los primeros en abandonar los restos
de la ciudad. Dijeron que buscarían sobrevivientes y se internaron
entre las ceibas para nunca regresar. Luego se fueron mis
hermanas. Pensaban encontrar escorpiones o serpientes,
cualquier cosa comestible que nos pudiese salvar. Las esperé
durante meses, pero ellas tampoco volvieron. Soporté el tiempo
que pude comiendo termitas, muriendo un poco cada día bajo la
lluvia negra.
Una noche, con mis últimas fuerzas, me arrastré hacia el
campo de cruces y saqué lo que quedaba de madre. Esa noche,
mientras desgarraba carne y huesos, más allá de las tierras yermas,
en la oscuridad de la foresta, despertaron los otros.
Naufragio de botellas
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El salvador del mundo SIEMPRE evité incursionar en la política. Sé que habría terminado
en la oficina oval, con el botón rojo a mi alcance, listo para
destruir el planeta. Me mantengo alejado de lugares públicos, así
prevengo accidentes químicos o piquetes mutantes que podrían
transformarme en un monstruo capaz de destruir ciudades
enteras. Tampoco socializo con personas que se dejen llevar por
mi labia maléfica y terminen creando una secta que lleve al
exterminio de la especie humana. Por eso vivo así, sin techo y sin
amigos, como un nómada de la basura, para salvar al mundo de
mí mismo.
Alberto Sánchez Argüello
16
Siete mundos TREINTA AÑOS atrás Benjamín acercó la pistola a su garganta. En
el séptimo mundo paralelo había olvidado las balas; en el sexto la
pistola se negó a engrosar los bolsillos de la nota roja y se puso a
darle consejos para superar el síndrome de post guerra; en el
quinto la bala rebotó en su barbilla y se transformó en regaliz; en
el cuarto se desintegró de manera espontánea en mil millones de
átomos; en el tercero se atoró con una población de hormigas
migrantes; en el segundo dejó escapar sonatas melancólicas de
Beethoven.
Pero en este dejó escapar la bala que impactó la carne,
atravesó hueso y tejido e impulsó un chorro de sangre que
recorrió sesenta y cinco kilómetros desde la capital hasta el
balneario donde nos encontrábamos, manchando toda la cara de
su hermana.
Qué terrible forma de mi tío de arruinarnos aquel verano
a mi madre y a mí.
Naufragio de botellas
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Vergüenza ERA NOCHE DE LUNA NUEVA cuando Esther fue interceptada
por tres hombres a una cuadra de su casa. Se la llevaron a un
callejón y la violaron repetidas veces antes de acuchillarla.
Un par de horas más tarde Esther se levantó y caminó
hasta su hogar. Entró en silencio, se cambió de ropa, cocinó y
sirvió la comida. En el comedor su esposo le notó un goteo rojo
en el abdomen y la condujo de inmediato a emergencias.
Los médicos intentaron suturarla, pero no pudieron
contener la hemorragia. La sangre se fue acumulando en pasillos
y cuartos hasta inundar el hospital. Llegaron los bomberos y
comenzó la evacuación. Los canales locales de televisión
mostraron las corrientes escarlatas que entraban a las casas y
centros comerciales.
Un mes después, helicópteros militares rescataban
sobrevivientes en todo el territorio y el presidente cerraba un trato
migratorio con países vecinos.
Los últimos testigos que vieron a Esther dicen que estaba
en el techo del hospital, pidiendo disculpas, muerta de vergüenza.
Alberto Sánchez Argüello
18
Los mensajes de la estática ESTÁBAMOS AHÍ, mi hermana y yo. Mamá desmayada, sobre la
alfombra que había conseguido en rebaja en el mercado central y
mi padre, a su lado, sudando a chorros. Nadie se movía, a
excepción del pastor que gesticulaba frenético con sus manos
mientras nombraba a Abigor, Abraxas, Adramelech, Aguares,
Alastor, Alocer, Amduscias, Amon, Andras, Asmodee, Astaroth,
Azazel, Bael, Balan, Barbatos y Behemoth, conminándolos a
obedecer en nombre del altísimo.
Cuando se hizo el silencio, nuestra refrigeradora cayó al
piso con un estrépito. El gran cajón de metal siguió gruñendo,
pero no volvió a levitar. Los tres monaguillos lanzaron cadenas
bendecidas sobre el aparato y el pastor prosiguió el ritual.
Ya era pasada la medianoche cuando mi madre despertó
y nos encontró a todos orando junto al pastor: habíamos vencido
a los demonios. Desde entonces papá dejó el licor y todos los
domingos vamos a misa. El pastor siguió en su cruzada nacional
exorcizando electrodomésticos y mi hermana pudo volver a traer
amigas a la casa. Todo volvió a la normalidad, excepto por el
televisor que de vez en cuando me dice que los mate a todos, pero
yo no le hago caso y cambio de canal.
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19
La torpeza es universal POR LA NOCHE se me olvidó cerrar el grifo del baño. Al amanecer
me enteré de que se había secado el lago que abastece la ciudad.
Lleno de culpa empecé a investigar hacia donde iban a parar las
cañerías de las casas, a ver si lograba recuperar el líquido.
Estaba comenzando a guglear el asunto cuando escuché
en la radio que los niveles de la laguna de oxidación habían
superado los mecanismos de contención, inundando los barrios
cercanos. Me subí a mi carro, tratando de solventar la situación y
me encontré con miles de pobladores cubiertos de mugre y casas
anegadas de barro y basura. Lleno de angustia –y más culpa- por
tanta desgracia, le pedí una pala a un trabajador municipal y me
puse a cavar lo más rápido que pude. Al rato mi trabajo rindió
fruto y toda el agua se fue por el agujero.
Un par de meses después los geólogos del mundo
anunciaron en televisión que una enorme masa de agua estaba a
punto de colisionar con los flujos de lava del interior de la tierra,
generando una explosión que fracturaría el planeta en trillones de
fragmentos.
Por lo menos nadie sabe que fui yo…
Alberto Sánchez Argüello
20
El último vuelo
DESPUÉS DE SOBREVIVIR cinco horas de atraso por condiciones
climáticas, me ubiqué al lado de la ventanilla buscando distraerme,
pero las luces de la ciudad desaparecieron bajo el manto gris de
una tormenta, así que cerré los ojos.
Cuando los volví a abrir, estaba solo. Caminé
desesperado entre quinientos asientos vacíos. Mientras corría
hacia la cabina un trueno me hizo mirar por la ventanilla. Afuera
un enorme ser alado estaba destruyendo uno de los motores. Me
di cuenta de que estaba soñando, así que me coloqué un puñetazo
en la cara. Adolorido miré al frente y me encontré con tres
miembros del personal de vuelo encima de mí, zarandeándome,
gritando que dejara de soñar con dragones, que iba a provocar la
muerte de todos. Les escupí todo tipo de improperios y me
inyectaron algo en el cuello que me hizo perder la conciencia.
Al volver en mí, el avión estaba nuevamente vacío y el
dragón se afanaba con el motor que ya estaba en llamas. Se me
vino a la mente Ludwig y La Quinta sinfonía empezó a sonar en
el espacio, retumbando a lo largo del pasillo. Me acomodé en el
asiento dispuesto a disfrutar. A lo lejos escuché gritos, pero la
música y el sonido de explosiones pronto los callaron.
Naufragio de botellas
21
Amor Omnia vincit MÁS ALLÁ de la estratósfera, pasando por marte, el cinturón de
asteroides, el gran ojo rojo de júpiter, el helado Urano, Neptuno,
Haumea, Makemake, Eris, Plutón, la nube Oort, cruzando la
heliosfera y cuatro años luz, alguien me ama.
Alberto Sánchez Argüello
22
La virgen UNA VIRGEN debe ser solidaria, temerosa de Dios. Ahí tiene a
Chimalma la abnegada madre de Quetzalcóatl, o a Semíramis que
vengó el asesinato de Nimrod engendrando sola a Tammuz, al
igual que Isis vengó a Osiris engendrando a Horus. Y por
supuesto, María y su complaciente esposo José.
Pero ya ve a esta Mariela, chavala de barrio, trabajadora
de maquila, negándole la entrada al ángel de la segunda
anunciación, denunciando a Dios ante los juzgados por acoso
sexual. Un escándalo televisado y una vergüenza nacional para
nosotras las creyentes.
Ahora el cristo nacerá en quien sabe qué país de pacotilla
y perderemos la gloria merecida de ser la nueva casa del señor.
Todo por una virgen egoísta, atea y feminista.
Naufragio de botellas
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Después de nosotros, el diluvio EL ANCIANO camina despacio hacia las olas y se sienta en la arena
a esperar la muerte del sol. La brisa marina activa su memoria.
Recuerda una sinfonía de Debussy en el celular de su abuelo, los
torpes intentos de su hijo para aprender a tocar la flauta en el
refugio, las montañas de mascarillas usadas, la respiración
entrecortada de su esposa agonizante. Ninguna lágrima asoma por
su mejilla. Quince años de soledad lo han drenado por completo.
Al escapar de las ciudades, muchos se fueron al norte,
cerca del polo, creyendo que encontrarían sobrevivientes. Él
podría ser el último ser humano sobre la tierra. Sin radio, ni
televisión es imposible saberlo. Ahora se refleja el sol en el agua y
pequeños anfibios desconocidos, salen debajo de la espuma
amarillenta. Al verlos, recuerda las historias de Darwin y se los
imagina creciendo, y multiplicándose, durante miles, millones de
años, hasta engendrar la especie que heredará una tierra libre de
humanidad.
El hombre se levanta y camina hacia ellos. Mientras
tararea a Debussy, los va aplastando con satisfacción,
asegurándose de que ninguno salga vivo de esta playa.
Índice
Nota preliminar del editor……………………….…..7
Los inconvenientes de la asociación libre………………9
El hilo…...……………………………………………..10
La verdadera razón de la desaparición de los sapos…….11
La persistencia de la memoria...……………………...…12
La belleza del silencio...……….……………………..…13
Los otros.……...………………….…………………....14
El salvador del mundo...…………….………………….15
Siete mundos...………………………………..…….…16
Vergüenza……………..………………………...……..17
Los mensajes de la estática…………………………….18
La torpeza es universal.………………………................19
El último vuelo………………………………………...20
Amor omnia vincit..…………………………………....21
La virgen……………...………………………………..22
Después de nosotros, el diluvio………………………...23
Esta edición digital de Naufragio de botellas, de Alberto Sánchez Argüello, se terminó de
diagramar y editar el 28 de marzo de 2020,
octogésimo séptimo día del año, fecha en que se conmemora el
nacimiento del escritor ruso Máximo Gorki, y día de celebración del Hanami, tradición japonesa
de acudir a los parques para admirar la belleza de los cerezos en flor.
Alberto Sánchez Argüello (Nicaragua, 1976)
Psicólogo, Profesor de Lengua y Literatura, minificcionista, escritor de Literatura Infantil y Juvenil. Fundador del colectivo microliterario nicaragüense y del sello literario digital Parafernalia. Ganador del primer concurso de cuento versión juvenil de la Fundación Libros pa ra n iños (2003) y de l I I Concurso Centroamericano de Literatura Infantil (2016). Ha participado en diferentes eventos literarios a nivel nacional, regional e internacional. Ha sido incluido en antologías de minificción a nivel hispanoamericano. Publicó Miniaturas voraces (2019). Algunos de sus cuentos han sido traducidos al inglés, portugués, italiano, alemán y vietnamita.
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