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La tumba de las lucirnagas ; Las algas americanas (dos novelas breves) Akiyuki Nosaka
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AKIYUKI NOSAKA
LA TUMBA DE LAS LUCIRNAGAS
LAS ALGAS AMERICANAS (Dos novelas breves)
Traduccin de
LOURDES PORTA Y JUNICHI MATSUURA
BARCELONA 1999 EL ACANTILADO
La tumba de las lucirnagas ; Las algas americanas (dos novelas breves) Akiyuki Nosaka
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PRIMERA EDICIN noviembre de 1999
TTULOS ORIGINALES Hotaru no haka y Amerika hijiki
Publicado por:
EL ACANTILADO
Quaderns Crema, S. A., Sociedad Unipersonal
Muntaner, 462 - 08006 Barcelona
www.elacantilado.com
correo@elacantilado.com
Tel.: 934 144 906 - Fax: 934 147 107
Amerika Hijiki: 1967 by Akiyuki Nosaka
Hotaru no haka: 1968 by Akiyuki Nosaka
de la traduccin: 1999 by Lourdes Porta y Junichi Matsuura
de esta edicin: 1999 by Quaderns Crema, S.A.
Original Japanese edition published by Bungeishunju Ltd.
Spanish translation rights arranged with Akiyuki Nosaka through
Japan Foreign-Rights Centre
Derechos exclusivos de edicin en lengua castellana: Quaderns Crema, S. A.
ISBN: 84-95359-06-5
DEPSITO LEGAL: B. 49.705 - 1999
La traduccin de esta obra cuenta con la ayuda
de la Association for 100 Japanese Books
JULIO HURTADO Correccin de pruebas
NACHO GUILERA Ilustracin de la cubierta
MARTA SERRANO Produccin grfica
MERC PUJADAS Produccin editorial
VCTOR IGUAL, S.L. Preimpresin
ROMANY-VALLS Impresin y encuadernacin
Bajo las sanciones establecidas por las leyes.
quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacin
por escrito de los titulares del copyright, la reproduccin total
parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento mecnico
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a travs de Internety la distribucin de ejemplares de esta
edicin mediante alquiler o prstamo pblicos.
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Akiyuki Nosaka es una celebridad en Japn (Kamakura, 1930). Damnificado de Kobe, su
vida fue la de un hurfano vagabundo y adquiri, en palabras suyas, sobrada experiencia en la
escuela de las ruinas calcinadas y del mercado negro. Luchador de boxeo rpido, cantante pop y
figura pblica, se hizo famoso con una novela delirante, Los porngrafos (1966), pero las obras que
hoy presentamos lo han convertido en una de las figuras ms relevantes de la literatura japonesa de
posguerra.
La tumba de las lucirnagas ; Las algas americanas (dos novelas breves) Akiyuki Nosaka
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NDICE
LA TUMBA DE LAS LUCIRNAGAS ............................................. 6
LAS ALGAS AMERICANAS .......................................................... 24
La tumba de las lucirnagas Akiyuki Nosaka
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LA TUMBA DE LAS LUCIRNAGAS
Estaba en la estacin Sannomiya, lado playa, de los ferrocarriles nacionales, el cuerpo hecho
un ovillo, recostado en una columna de hormign desnuda, desprovista de azulejos, sentado en el
suelo, las piernas extendidas; aunque el sol le haba requemado la piel, aunque no se haba lavado en
un mes, las mejillas demacradas de Seita se hundan en la palidez; al caer la noche contemplaba las
siluetas de unos hombres que maldecan a voz en gritoimprecaciones de almas embrutecidas?
mientras atizaban el fuego de las hogueras como bandoleros; por la maana distingua, entre los
nios que se dirigan a la escuela como si nada hubiera sucedido, los furoshiki1 de color blanco y
caqui del Instituto Primero de Kobe, las carteras colgadas a la espalda del Instituto Municipal, los
cuellos de las chaquetas marineras sobre pantalones bombachos de la Primera Escuela Provincial de
Shin, situada en la parte alta de la ciudad; entre la multitud de piernas que pasaban incesantemente
junto a l, algunos, al percibir un hedor extraomejor si no se hubieran dado cuenta!, bajaban la
mirada y esquivaban de un salto, atolondrados, a Seita, que ya ni siquiera se senta con fuerzas para
arrastrarse hasta las letrinas que estaban frente a l.
Los nios vagabundos se arracimaban junto a las gruesas columnas de tres shaku2 de ancho,
sentados uno bajo cada una de ellas como si buscaran la proteccin de una madre; que se hubieran
apiado en la estacin, se deba, quiz, a que no tenan acceso a ningn otro lugar?, a que
aoraban el gento que la abarrotaba siempre?, a que all podan beber agua?, o, quiz, a la
esperanza de una limosna caprichosa?; el mercado negro, bajo el puente del ferrocarril de
Sannomiya, empez justo entrar septiembre con bidones de agua, a cincuenta sen3 el vaso, en los que
haban diluido azcar quemado, inmediatamente pas a ofrecer batatas cocidas al vapor, bolas de
harina de batata hervida, pastas, bolas de arroz, arroz frito, sopa de judas rojas, bollos rellenos de
pasta de juda roja endulzada, fideos, arroz hervido con fritura y arroz con curry, y tambin pasteles,
arroz, trigo, azcar, frituras, latas de carne de ternera, latas de leche y de pescado, aguardiente,
whisky, peras, pomelos, botas de goma, cmaras de aire para bicicletas, cerillas, tabaco, calcetines,
mantas del ejrcito, uniformes y botas militares, botas de cuero... Por diez yenes! Por diez
yenes!: alguien ofreca una fiambrera de aluminio llena de trigo hervido que haba hecho preparar
aquella misma maana a su mujer; otro iba diciendo: Por veinte yenes!, qu tal? Por veinte
yenes!, mientras sostena entre los dedos de una mano unos zapatos destrozados que haba llevado
puestos hasta unos minutos antes; Seita, que haba entrado perdido, sin rumbo, atrado simplemente
por el olor a comida, vendi algunas prendas de su madre muerta a un vendedor de ropa usada que
1 Pauelo para envolver paquetes. (N. de los T.) 2 Unidad de longitud japonesa. Un shaku equivale a 30.3 centmetros. (N. de los T.) 3 Moneda japonesa. Cien sen equivalan a un yen. (N. de los T.)
La tumba de las lucirnagas ; Las algas americanas (dos novelas breves) Akiyuki Nosaka
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comerciaba sentado sobre una estera de paja: un nagajuban, un obi, un haneri y un koshihimo4,
descoloridos tras haberse empapado de agua en el fondo de una trinchera; as, Seita pudo subsistir,
mal que bien, quince das ms; a continuacin se desprendi del uniforme de rayn del instituto, de
las polainas y de unos zapatos y, mientras dudaba sobre si acabar vendiendo incluso los pantalones,
adquiri la costumbre de pasar la noche en la estacin; y despus: un nio, acompaado de su
familia, que deba volver del lugar donde se haba refugiadollevaba la capucha de proteccin
antiarea cuidadosamente doblada sobre una bolsa de lona y acarreaba sobre sus espaldas, colgados
de la mochila, una olla, una tetera y un casco, le dio, como quien se deshace de un engorro, unas
bolas de salvado de arroz medio podridas que deban haber preparado para comer en el tren; o bien,
la compasin de unos soldados desmovilizados, o la piedad de alguna anciana que deba tener nietos
de la edad de Seita, quienes, en ambos casos, depositaban en el suelo con reverencia, a cierta
distancia, como si hicieran una ofrenda ante la imagen de Buda, mendrugos de pan o paquetitos
cuidadosamente envueltos de granos de soja tostada que Seita recoga agradecido; los empleados de
la estacin haban intentado echarlo alguna que otra vez, pero los policas militares que hacan
guardia a la entrada de los andenes lo defendan a bofetadas; ya que en la estacin, al menos, haba
agua en abundancia, decidi echar races en ella y, dos semanas despus, ya no poda levantarse.
Una terrible diarrea no lo abandonaba y se sucedan sus idas y venidas a las letrinas de la
estacin; una vez en cuclillas, al intentar ponerse en pie, senta que sus piernas vacilaban, se
incorporaba apretando su cuerpo contra una puerta cuyo tirador haba sido arrancado, y avanzaba
apoyndose con una mano en la pared; pareca, cada vez ms, un baln deshinchado y, poco
despus, recostado en la columna, fue ya incapaz de ponerse en pie, pero la diarrea lo segua
atacando implacablemente y en un instante tea de amarillo la superficie alrededor de su trasero;
Seita, aturdido, se senta morir de vergenza y, como su cuerpo inerte era incapaz de emprender la
huida, intentaba al menos ocultar aquel tinte, araaba con ambas manos la escasa arena y el polvo del
suelo para cubrirlo con ello, pero apenas lograba cubrir una parte insignificante; a los ojos de
cualquiera deba parecer que un pequeo vagabundo enloquecido por el hambre estuviera
jugueteando con la mierda que se haba hecho encima.
Ya no tena hambre, ni sed, la cabeza le caa pesadamente sobre el pecho, Puaff! Qu
asco!, Debe de estar muerto, Qu vergenza que estn sos en la estacin! Ahora que dicen
que est a punto de entrar el ejrcito americano: slo vivan sus odos, distingua los diversos
sonidos que lo envolvan; de noche, cuando todo enmudeca de sbito: el eco de unas geta5 que
andaban por el recinto de la estacin, el estruendo de los trenes que circulaban sobre su cabeza,
pasos que echaban a correr de repente, la voz de un nio: Mamaaa..., el murmullo de un hombre
que hablaba entre dientes cerca de l, el estrpito de los cubos de agua arrojados violentamente por
los empleados de la estacin. A qu da debemos estar hoy? A qu da? Cunto tiempo debo
llevar aqu?, en instantes de lucidez vea ante sus ojos el suelo de hormign sin comprender que se
haba derrumbado sobre su costado, el cuerpo doblado en dos, en la misma postura que tena cuando
estaba sentado; y mirando absorto cmo la tenue capa de polvo del suelo temblaba al comps de su
dbil respiracin, con un nico pensamiento: A qu da debernos estar hoy? A qu da debemos
estar hoy?, Seita muri.
En la madrugada del veintiuno de septiembre del ao veinte de Shwa,6 un da despus de
que se aprobara la Ley General de Proteccin a los Hurfanos de Guerra, el empleado de la estacin
que inspeccionaba medrosamente las ropas infestadas de piojos de Seita descubri bajo la faja una
latita de caramelos e intent abrirla, pero, tal vez por estar oxidada, la tapa no cedi: Qu es
4 Diferentes piezas que forman parte del quimono. El nagajuban es una prenda parecida a la combinacin que
se lleva debajo del quimono. El obi es el cinturn ancho que cie el quimono y el koshihimo, el cordn ceidor que se
pone debajo del obi. El han'eri es el cuello que se aplica al juban y que va debajo del quimono. (N. de los T.) 5 Sandalias de madera. (N. de los T.) 6 Ao 1945 de nuestro calendario. (N. de los T.)
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eso?, Djalo ya! Tira esa porquera!, Este tampoco durar mucho. Cuando te miran con esos
ojos vacos, ya no hay nada que hacer..., dijo uno de ellos, observando el rostro cabizbajo de otro
nio vagabundo, ms pequeo an que Seita, sentado junto al cadver que, antes de que vinieran a
recogerlo del ayuntamiento, segua sin cubrirlo ni una estera de paja; cuando agit la latita como si
no supiera qu hacer con ella, son un clic-clic, y el empleado, con un impulso de bisbol, la arroj
entre las ruinas calcinadas de delante de la estacin, a un rincn oscuro donde ya haba crecido la
hierba espesa del verano; al caer, la tapa se desprendi, se esparci un polvillo blanco y tres
pequeos trozos de hueso rodaron por el suelo espantando a veinte o treinta lucirnagas diseminadas
por la hierba que echaron a volar precipitadamente en todas direcciones, entre parpadeos de luz,
apacigundose al instante.
Aquellos huesos blancos eran de la hermana pequea de Seita, Setsuko, que haba muerto el
veintids de agosto en una cueva de Manchitani, Nishinomiya; la enfermedad que la condujo a la
muerte era llamada enteritis aguda; en realidad, incapaz a sus cuatro aos de sostenerse en pie y
rendida por la somnolencia, la muerte le lleg, como a su hermano, por una debilidad extrema debida
al hambre.
El cinco de junio, Kobe fue bombardeado por una formacin de trescientos cincuenta B-29 y
los cinco barrios de Fukiai, Ikuta, Nada, Suma y Higashi-Kobe quedaron reducidos a cenizas; Seita,
estudiante de tercer ao de bachillerato, movilizado en un pelotn de trabajo, iba por entonces a la
acera de Kobe, pero aquel da, jornada de restriccin de luz, se encontraba en su casa, cerca de la
playa de Mikage, cuando se anunci el estado de alerta, as que decidi enterrar en el huerto, al
fondo del jardn, entre tomates, berenjenas, pepinos y pequeas legumbres, un brasero de porcelana
de Seto en el cual, segn un plan preconcebido, haba metido el arroz, los huevos, la soja, el bonito
seco, la mantequilla, los arenques secos, las ciruelas conservadas en sal, la sacarina y los huevos en
polvo de la cocina, y lo cubri con tierra, tom en brazos a Setsuko, de quien su madre, enferma, no
poda ocuparse, y se la carg a la espalda, arranc del marco una fotografa donde posaba en
uniforme de gala su padre, un teniente de navo de quien no tenan noticias desde que haba
embarcado en una fragata, y se la escondi en el pecho; tras los dos bombardeos del diecisiete de
marzo y del once de mayo, saba que, acompaado de una mujer y de una nia, le sera
completamente imposible sofocar una bomba incendiaria y que la zanja excavada en el suelo de su
casa no le ofrecera proteccin alguna; as que, ante todo, envi a su madre al refugio antiareo
reforzado con hormign que la comunidad de vecinos haba instalado detrs del parque de bomberos
y, cuando empezaba a embutir en una mochila los trajes de paisano de su padre que estaban en el
armario ropero, todas las campanas de los puestos de vigilancia antiarea sonaron al unsono con un
repiqueteo extraamente alegre; apenas hubo corrido al recibidor, Seita se vio envuelto por el
estruendo de bombas que se estrellaban contra el suelo; tras la primera oleada, debido a aquel
estrpito espantoso, tuvo la alucinacin de que haba vuelto de repente el silencio, aunque el
retumbar opresivo, rrrrr!, rrrrr!, de los motores de los B-29 no cesaba un instante; hasta aquel da,
al volverse y levantar los ojos hacia lo alto, slo haba contemplado, agazapado en el refugio
antiareo de la fbrica, innumerables estelas que surcaban el cielo tras una infinidad de puntitos
diminutos que volaban hacia el este, o bien, apenas cinco das antes, durante el bombardeo a Osaka,
un enjambre parecido a un banco de peces que se deslizaba entre las nubes, all en lo alto, por el
cielo de la baha de Osaka; pero ahora, aquellas enormes figuras volaban tan bajo que, en su ruta
desde el mar a la montaa, antes de desaparecer por el oeste, incluso podan distinguirse las gruesas
lneas trazadas en el vientre de los fuselajes y el bascular de las alas; las bombas retumbaron de nuevo
y Seita qued inmvil, clavado en el suelo, como si el aire se hubiera solidificado de repente; se oy
entonces un metlico clinc-clanc: una bomba incendiaria de color azul, cinco centmetros de dimetro
y sesenta de largo, haba cado al suelo rodando desde el tejado y brincaba en el camino como una
oruga gemetra e iba esparciendo aceite; Seita, aturdido, corri a la entrada de la casa, pero al ver la
humareda negra que ya vena fluyendo despacio desde el interior, sali de nuevo, aunque fuera slo
hall una hilera impasible de casas, un espacio desierto y, frente a la casa, una escobilla de apagar el
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fuego y una escalera de mano apoyada, de pie, contra la valla; deba llegar, como fuese, al refugio
donde estaba su madre y emprendi la marcha con Setsuko sollozando a su espalda justo cuando
empezaba a salir una humareda negra desde una ventana del primer piso de la casa de la esquina y,
simultneamente, como por simpata, prendieron unas bombas incendiarias que deban de haber
permanecido humeando en el desvn y se oy crepitar los rboles del jardn; las llamas se extendieron
por el borde del alero y la puerta corredera, ardiendo, se desprendi y cay; en un instante, su campo
visual se oscureci y la atmsfera se volvi abrasadora; Seita ech a correr con todas sus fuerzas,
como si lo empujaran, y huy hacia el este a lo largo de la va elevada del ferrocarril de la lnea
Hanshin con el propsito de llegar al malecn del ro Ishiya, pero una muchedumbre que hua en
busca de refugio abarrotaba ya el camino: gente que arrastraba pesadas carretas, hombres que
cargaban colchones sobre sus espaldas, viejas que llamaban a alguien con voz chillona... Seita,
exasperado, se dirigi entonces hacia el mar, mientras las chispas danzaban a su alrededor, envuelto
an por el silbido de las bombas; en el camino, un tonel impermeable de sake de treinta koku7 roto y
anegado en agua, hombres que se disponan a evacuar a los heridos en angarillas; cuando crea haber
llegado a una zona desierta, se top, una calle ms all, con un alboroto frentico de gente que,
como en una limpieza general, vaciaba sus casas llevndose incluso los tatamr8 cruz la antigua
carretera nacional, sigui corriendo por callejas estrechas y, en las afueras de un barrio donde,
presumiblemente tras una huida precipitada, ya no quedaba ni un alma, vio las negras bodegas del
Goky de Nada, tan familiares para l... En verano, cuando se acercaba a aquel barrio, un olor
salobre impregnaba el aire, la arena brillaba entre una bodega y otra, a espacios de unos cinco shaku,
bajo el sol del verano, y el mar azul profundo asomaba bajo un horizonte sorprendentemente alto;
ahora esta imagen se haba extinguido y cuando Seita corri hasta all, como en un acto reflejo,
pensando que nicamente el agua poda salvarlo del fuego en una costa donde no haba abrigo
alguno, encontr a otros que, azuzados por la misma obsesin, se haban cobijado junto a los
cabrestantes que servan para arrastrar las barcas de pesca y las redes en aquella playa de arena de
cincuenta metros de ancho; Seita sigui hacia el oeste, hacia el ro Ishiya, cuyas orillas haban sido
elevadas con dos terraplenes tras las inundaciones del ao trece de Shwa9, y se ocult en uno de los
huecos que se encontraban, a trechos, en el nivel superior; tena la cabeza al descubierto, pero,
despus de todo, le infunda confianza estar escondido en un agujero; cuando se sent, el corazn le
palpitaba con fuerza, estaba sediento y el mero esfuerzo de levantarse para desatar los lazos de su
espalda y tomar en brazos a Setsuko, en quien no haba tenido apenas tiempo de pensar hasta aquel
momento, le hizo entrechocar las rodillas y estuvo a punto de derribarlo, pero Setsuko ni siquiera
lloraba y con su pequea caperuza estampada de proteccin antiarea, una blusita blanca, los
pantalones estampados con el mismo motivo que la caperuza, unos tabi10
rojos de franela y con una
sola de sus geta favoritas lacadas en negro, aferraba con fuerza una mueca y un monedero grande y
viejo de su madre. Trados por el viento, el olor a quemado y el crepitar de las llamas parecan muy
cercanos; el fragor de las bombas, a rfagas, como un aguacero de verano, alejndose hacia el oeste;
aterrados, hermano y hermana se arrimaban de vez en cuando el uno al otro y entonces a Seita se le
ocurri sacar de la bolsa especial antiarea la fiambrera con los restos del arroz refinado que su
madre haba cocido la noche anterior el ltimo arroz refinado que les quedaba y que su madre
haba decidido que ya no vala la pena guardar ms, junto con el arroz sin descascarillar con
granos de soja de aquella maana y tras destapar la mezcla, medio blanca, medio negra, que ya
empezaba a tener una consistencia viscosa, hizo comer la parte blanca a Setsuko; al levantar los ojos
7 Unidad de volumen. Un koku equivale a 180 litros. (N. de los T.)
8 Estera gruesa de paja cubierta con un tejido de juncos japoneses que se instala sobre el suelo
de madera. (N. de los T.) 9 Ao 1938. (N. de los T.) 10 Calcetines japoneses. (N. de los T.)
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hacia el cielo y verlo teido de color anaranjado, Seita record que su madre le haba contado una
vez que la maana del gran terremoto de Kant las nubes se haban vuelto amarillas.
Y mam? A dnde se ha ido?, Est en el refugio. Dicen que el refugio que hay detrs
del parque de bomberos resiste incluso bombas de doscientos cincuenta kilos, aunque caigan justo
encima, as que no le pasar nada, dijo Seita como si l mismo intentara convencerse, ya que toda la
zona de la costa de Hanshin que vislumbraba de vez en cuando a travs de la avenida de pinos del
dique vibraba lentamente en una tonalidad escarlata; Seguro que est cerca de Nihonmatsu, en el ro
Ishiya. Descansaremos un rato y despus iremos hacia all, Seita se haba animado de repente
dicindose que su madre deba de haber escapado con vida de aquellas llamas, Ests bien,
Setsuko? No te ha pasado nada?, He perdido una gea, Ya te comprar otras, y an ms
bonitas, Yo tambin tengo dinero!, Setsuko mostr el monedero, brelo, al abrir el recio
cierre del monedero, aparecieron tres o cuatro monedas de uno y cinco sen junto con una bolsita
moteada de blanco y unas fichas de ohajiki11
rojas, amarillas y azules, iguales a aquella que se haba
tragado Setsuko el ao anterior, una que apareci al da siguiente por la tarde tras hacerle hacer caca
en el jardn sobre un peridico extendido. Nuestra casa se ha quemado?, Creo que s, Y
ahora qu haremos?, Pap nos vengar, ya lo vers!, estas palabras no eran una respuesta, pero
tampoco Seita tena ni la ms remota idea de lo que iba a suceder a continuacin: nicamente un
zumbido de motores alejndose y, poco despus, una lluvia que cay torrencialmente durante cinco
minutos; al ver las manchas negras que dejaba sobre ellos, Seita pens: Ah! Esta es la lluvia de los
bombardeos!, y habiendo dominado finalmente el pnico, se levant y contempl el mar cuya
superficie se haba ennegrecido de pronto, repleta de innumerables desechos que flotaban a la deriva;
la imagen que ofreca la montaa no haba cambiado, pero la parte izquierda del monte Ichi pareca
haberse incendiado, porque una nube de humo prpura se extenda suavemente por el cielo...
Aupa! Arriba!, sent a Setsuko en el borde del agujero y le dio la espalda para que la pequea
montara sobre l; cuando lo hizo, la sinti terriblemente pesada, aunque durante la huida ni siquiera
haba reparado en ella; agarrndose a las races de las hierbas, se arrastr hasta la cima del dique.
Desde la cumbre, las dos escuelas populares de Mikage y la sala de actos municipal se vean
tan cercanas como si se hubieran desplazado andando hasta all; las bodegas y los barracones del
ejrcito, as como la caserna de bomberos y el pinar, haban desaparecido por completo; el terrapln
del ferrocarril de Hanshin se vea a dos pasos y, en el lugar donde cruzaba con la carretera nacional,
haba tres vagones detenidos en la va interceptando el paso; los escombros calcinados se extendan a
lo largo de una suave pendiente hasta el pie del monte Rokk; el horizonte apareca velado y haba
quince o diecisis lugares de donde brotaban todava el humo y las llamas; de repente se oy un
fuerte estrpito: quiz una bomba que no haba prendido hasta aquel momento?, una de explosin
retardada, tal vez? No, eran planchas de cinc que un torbellino de viento haca volar por los aires
mientras silbaba como el cierzo invernal; Seita sinti cmo Setsu-Ico se apretujaba contra su espalda
y decidi hablarle: Fjate, no ha quedado nada, qu despejado est todo, verdad? Mira, aqulla es
la sala de actos adonde fuimos los dos a comer zsui12
!, pero no hubo respuesta. Un momento!,
Seita se detuvo a enrollarse bien las polainas y, cuando reemprendi la marcha por lo alto del dique,
descubri a su derecha tres casas que se haban salvado de las llamas, la estacin Ishiyagawa de la
lnea Hanshin reducida a su armazn y, unos pasos ms all, un santuario sintosta completamente
arrasado donde nicamente quedaba la pila de las abluciones; conforme iba andando, aumentaba el
nmero de personas: familias exhaustas sentadas al borde del camino, apenas con nimos de mover
los labios, calentando agua en una tetera suspendida de unos palos sobre una hoguera de carbn
11 Juguete que consta de unas fichas de cristal, redondas y de un centmetro de dimetro
aproximadamente. Se juega de una forma similar a las canicas. (N. de los T.)
12 Gachas de arroz y legumbres. En poca de guerra, la gente las coma debido a la gran
escasez de arroz. (N. de los T.)
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mineral donde tambin asaban hoshiimo13
; Nihonmatsu estaba ms all, a la derecha, siguiendo por
la carretera nacional hacia la montaa; cuando lograron, a duras penas, llegar hasta all, no
encontraron a su madre por ninguna parte y, al ver que todos miraban hacia el lecho del ro, Seita se
asom: all abajo, sobre la arena seca del cauce, vio cinco cadveres de muertos por asfixia, unos de
bruces contra el suelo y otros boca arriba, con los brazos y las piernas extendidos; Seita decidi
comprobar si entre ellos estaba su madre.
Su madre padeca del corazn desde el nacimiento de Setsuko; por las noches, cada vez que
tena una crisis, peda a Seita que le refrescara el pecho con agua fra y cuando el dolor era muy
agudo, l la ayudaba a incorporarse y la recostaba sobre una pila de cojines amontonados a su
espalda; su seno derecho, incluso a travs del camisn, se vea vibrar violentamente al comps de los
latidos; su tratamiento, a base de medicina china, consista en unos polvos rojos que tomaba maana
y noche; sus muecas eran tan delgadas que se podan dar dos vueltas con una mano. Como no poda
correr, Seita cuid de que ella los precediera en ir al refugio antiareo, pero ms tarde, an sabiendo
que si el refugio quedaba rodeado por las llamas poda convertirse en su tumba, Seita haba huido a
toda prisa, olvidando la seguridad de su madre, slo porque el fuego interceptaba el camino ms
corto que conduca hasta all y ahora se culpaba a s mismo por ello, aunque, qu habra podido
hacer, en realidad, de haber estado con ella? por otra parte, su madre le haba dicho bromeando: T
huye con Setsuko, yo ya me las apaar sola. Si os pasara algo a vosotros, qu excusa le dara a
pap? Me has entendido bien?
En la carretera nacional, dos camiones de la armada corran hacia el oeste, un hombre del
cuerpo civil de defensa antiarea montado en una bicicleta gritaba algo por el megfono, un nio de
la edad de Seita le deca a un amigo: Nos han cado dos bombas justo encima. Nosotros queramos
arrojarlas afuera envolvindolas con una estera de paja, pero, no veas, soltaban aceite por todas
partes... A los habitantes de Uenishi, Kaminaka y Ichirizu-ka: agrpense en la Escuela Popular de
Mikage!; haban nombrado su barrio y Seita pens al instante en la posibilidad de que su madre se
hubiera refugiado en la escuela; cuando se dispuso a bajar la pendiente del dique, volvan a orse
explosiones, el fuego segua llameando entre los escombros y, si no tenan una anchura considerable,
el aire ardiente que inundaba las calles impeda avanzar por ellas, Quedmonos un poco ms aqu,
le dijo a Setsuko quien, como si hubiera estado aguardando a que le dirigiera la palabra: Seita,
pip!, Vamos! Abajo!, la deposit en el suelo, la levant cogindola por los muslos y la sostuvo
en vilo con las piernas abiertas: el chorro de orina brot con una fuerza inesperada; despus la
enjug con una toallita, Ya puedes quitarte la caperuza y, al ver que tena la cara ennegrecida de
holln, humedeci el otro extremo de la toalla con agua de la cantimplora: Este lado est limpio, ya
lo ves, y le lav la cara, Me duelen los ojos, debido al humo los tena inyectados en sangre, Te
los lavarn cuando lleguemos a la escuela, Y a mam, qu le ha pasado?, Est en la escuela,
Por qu no vamos all, entonces?, Aunque queramos, no podemos pasar todava. Todo est
ardiendo, Setsuko se ech a llorar diciendo que quera ir a la escuela; su llanto no era el de una nia
mimada y ni siquiera se deba al dolor, ms bien pareca el lamento de una persona adulta. Seita, ya
has visto a tu madre?, la hija solterona de la casa de enfrente lo llam, en el patio de la escuela,
cuando se dispona a ponerse de nuevo en la cola para que los soldados del cuerpo sanitario
volvieran a lavarle los ojos a Setsuko, ya que despus de la primera vez seguan dolindole, An
no, Date prisa, est herida, y antes de que Seita pudiera preguntarle si poda cuidar de Setsuko, la
mujer dijo: Yo me quedar con ella. Has tenido miedo, Setchan? Has llorado?, hasta aquel da,
no haban tenido apenas relacin con ella, por lo tanto, no se debera tanta amabilidad a que la mujer
conoca la gravedad del estado de su madre?, Seita se alej de la fila y, al llegar a la enfermera que
tan familiar le era despus de haber estudiado seis aos en aquella escuela, vio una palangana llena de
sangre, los trozos de vendas, el suelo y las batas blancas de las enfermeras teidos de rojo, un
hombre con el uniforme civil-patritico tumbado boca abajo, inmvil; una mujer con una pierna
13 Batata cortada fina y secada al sol. (N. de los T.)
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vendada asomando bajo unos pantalones hechos jirones; Seita, sin saber qu deba preguntar,
permaneci all de pie, mudo e inmvil, hasta que se le acerc el seor Oobayashi, el presidente de la
comunidad de vecinos, Ah, Seita! Te estbamos buscando, ests bien?, le puso una mano sobre
la espalda: Por aqu, lo condujo al pasillo y cuando, tras ausentarse unos instantes, regres de la
enfermera, desenvolvi un anillo de jade depositado en el fondo de una cubeta quirrgica y se lo
entreg: Es de tu madre; Seita, ciertamente, recordaba el anillo.
El aula de trabajos manuales se encontraba en un rincn apartado de la planta baja: all haban
instalado a los heridos graves y, de entre ellos, los que estaban todava ms cerca de la agona yacan
en la sala de profesores, al fondo de todo; la madre tena la parte superior del cuerpo completamente
envuelta en vendas, sus brazos parecan bates de bisbol y, en el vendaje que se enrollaba en espiral
alrededor de la cara, se abran unos agujeros negros nicamente sobre la boca, la nariz y los ojos; el
extremo de su nariz recordaba el rebozado del tempura14
, los pantalones estaban tan quemados que
apenas se reconocan y, por debajo de ellos, asomaban unas medias gruesas de color pelo de camello,
Por fin se ha quedado dormida. Sera mejor ingresarla, si encontrramos algn hospital. Ahora lo
estn preguntando. Dicen que el hospital Kaisei de Nishinomiya no se ha quemado, pero vete a
saber!, ms que dormir, estaba en coma, por eso su respiracin era tan irregular, Oiga, mi madre
padece del corazn, si pudiera darle algn medicamento..., Ah, lo intentaremos!, dijo asintiendo
con un movimiento de cabeza, pero incluso Seita comprendi que era imposible. Junto a su madre,
yaca un hombre que, cuando espiraba, echaba unos espumarajos sanguinolentos por la nariz y la
boca, y una colegiala con traje marinero, a quien tal vez horrorizaba aquella visin o, tal vez, a causa
del asco que senta, lo enjugaba con una toallita mientras lanzaba miradas furtivas a su alrededor;
frente a ella, una mujer de mediana edad, completamente desnuda de cintura para abajo, exceptuando
el pubis que cubra una gasa, tena una pierna amputada a la altura de la rodilla; Mam!, Seita la
llam en voz baja, pero sinti que aquella situacin era irreal; ante todo le preocupaba Setsuko y,
cuando sali al patio, la encontr con la vecina en el cuadro de arena, bajo la barra fija de gimnasia,
La has visto?, S, Lo siento mucho. Si pudiera hacer algo, no dudes en decrmelo. Ah!, por
cierto, ya te han dado los bizcochos?, y como Seita hizo un gesto negativo, la mujer se fue,
diciendo: Voy a buscrtelos!; mientras tanto, Setsuko jugaba con una cuchara de helado que
haba encontrado en la arena. Este anillo, gurdalo bien en el monedero. No lo pierdas!, lo meti
dentro; Mam ahora est enferma, pero enseguida se pondr bien, Dnde est?, En el
hospital, en Nishinomiya. Hoy dormirs conmigo en la escuela y maana iremos los dos a casa de la
ta de Nishinomiya, la conoces, verdad? Vive al lado de un estanque, Setsuko permaneca an en
silencio, haciendo bolas de arena; la vecina volvi con dos bolsas marrones llenas de bizcochos, A
nosotros nos toca una clase del primer piso. Los dems ya estn all, por qu no vens?, pero debi
de pensar que, al reunirse con familias cuyos padres estaban sanos y salvos, la pobrecita Setsuko o,
incluso antes que ella, el mismo Seita se echara a llorar, y aadi: Ya vendris ms tarde!;
Quieres comer?, Quiero ir con mam!, Maana iremos. Ahora es demasiado tarde, se
sentaron al borde del cuadro de arena, Ya vers qu bueno soy!, Seita se arroj hacia la barra fija,
con un fuerte impulso salt sobre ella y empez a girar sin cesar, una y otra vez... en esta misma
barra, la maana en que empez la guerra, el da ocho de diciembre, Seita, alumno de tercer ao de
la escuela popular, haba conseguido batir un rcord al dar cuarenta y seis vueltas seguidas hacia
adelante. Al da siguiente, Seita se dispuso a llevar a su madre al hospital y, como no poda llevarla a
hombros, decidi al fin alquilar una jinrikisha15
que haba cerca de la estacin Rokkmichi, que se
haba salvado del fuego, Va! Monta t hasta la escuela, y Seita subi por primera vez en su vida a
una jinrikisha, pero cuando, tras recorrer un camino lleno de ruinas calcinadas, llegaron a la escuela,
su madre ya estaba agonizando y ni siquiera pudo moverla; el conductor de la jinrikisha rechaz el
importe del viaje con un gesto negativo de la mano y se fue; aquella misma noche, su madre,
14 Plato de origen portugus que se compone de pescado y verduras rebozadas. (N. de los T.) 15 Carrito tirado por un hombre. (N. de los T.)
La tumba de las lucirnagas ; Las algas americanas (dos novelas breves) Akiyuki Nosaka
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debilitada hasta la extenuacin a causa de las quemaduras, expir; Podra verle la cara?, ante la
peticin de Seita, un mdico que acababa de quitarse la bata blanca y mostraba ahora un uniforme
militar repuso: Es mejor que no la veas. Es mejor as, la madre estaba inerte, completamente
envuelta por los vendajes y, a travs de ellos, supuraba la sangre atrayendo a un enjambre de moscas
que se arracimaban a su alrededor; el hombre de la hemorragia y la mujer de la pierna amputada
tambin haban muerto; un polica preguntaba algo a los familiares, tomaba quin sabe qu notas y, a
continuacin, dijo sin dirigirse a nadie en particular: No hay ms remedio que abrir una fosa en el
jardn del crematorio de Rokk e incinerarlos dentro. Tendremos que llevrnoslos hoy mismo en el
camin, porque con este calor..., luego salud militarmente y se fue; sin flores, sin incienso, sin
ofrendas de pasteles de arroz, sin la lectura de los sutras, sin nadie que los llorara; una mujer,
pariente de uno de ellos, se haca peinar por una anciana mientras permaneca con los ojos cerrados,
otra daba el pecho a un beb con un seno descubierto y un joven que asa en una mano una edicin
extraordinaria del peridico de tamao tabloide, ya arrugada, exclam con acento emocionado:
Fantstico! De trescientos cincuenta aviones que han venido a bombardear, hemos derribado el
sesenta por ciento!, Seita, a su vez, calcul que el sesenta por ciento de trescientos cincuenta era
doscientos diez, algo que no tena relacin alguna con la muerte de su madre.
Antes de nada, dej a Setsuko al cuidado de unos parientes lejanos que vivan en
Nishinomiya con quienes haban convenido acogerse mutuamente en caso de incendio; la familia se
compona de una mujer viuda, un hijo que estudiaba en la Escuela de Marina Mercante y una hija, y
alojaban adems a un husped, empleado en las aduanas de Kobe. El siete de junio al medioda, el
cadver de su madre deba ser incinerado al pie del monte Ichi; al quitarle las vendas que envolvan
sus muecas para sujetar con alambre la placa de identificacin, la piel de la madre, que Seita poda
ver al fin, apareci tan ennegrecida que nadie hubiera credo que perteneciera a un ser humano y, en
el momento de cargarla sobre una parihuela, multitud de gusanos cayeron rodando rtmicamente al
suelo; baj la mirada, cientos, miles de gusanos se retorcan sobre el pavimento del aula de trabajos
manuales, ignorados por quienes los iban aplastando bajo sus pies con gesto impasible mientras
sacaban los cadveres: cuerpos ennegrecidos similares a troncos quemados que envolvan en una
estera de paja antes de cargarlos en un camin, o bien cadveres de muertos por asfixia, por heridas,
y aun otros, que iban alineando, sin envolver siquiera, dentro de un autobs desprovisto de asientos.
En una explanada al pie del monte Ichi, una fosa de unos diez metros de dimetro donde se
amontonaban desordenadamente vigas, pilares de madera y shoji16
de edificios derruidos como
medida de seguridad; depositaron los cadveres sobre aquel montn y los miembros del cuerpo de
vigilancia antiarea fueron vaciando en la fosa cubos de petrleo con ademanes que recordaban los
ejercicios de entrenamiento de extincin de incendios; luego encendieron un trapo y, al arrojarlo
dentro, se levant una humareda negra y el fuego empez a arder; los cadveres, envueltos en
llamas, que caan rodando eran prendidos con un gancho de palo largo y devueltos a la hoguera; a su
lado, sobre una mesa cubierta por una tela blanca, se alineaban a centenares cajas de madera de
apariencia miserable: era en ellas donde ms tarde depositaran los huesos.
Alejaron a los parientes, diciendo que entorpecan el trabajo y, durante la noche que sigui a
aquella incineracin que no haba oficiado siquiera el monje ms msero, repartieron los huesos
metidos en las cajas de madera, donde figuraba el nombre del difunto escrito con carboncillo, como
si, qu gran utilidad la de la placa de identificacin!, dieran a cada cual su parte en la cola del
racionamiento. Pese al humo negro que se haba alzado de la hoguera, los huesos eran
inmaculadamente blancos.
Ya era plena noche cuando Seita lleg, al fin, a la casa de Nishinomiya, Mam todava est
malita? Se ha herido en el bombardeo, Y el anillo, ya no se lo pondr ms? Me lo ha dado a
m? Seita escondi la caja con los huesos dentro de un pequeo armario empotrado que haba
encima de una estantera y, por un momento, imagin el anillo ciendo aquellos huesos blancos; 16 Puerta corredera enrejada con papel. (N. de los T.)
La tumba de las lucirnagas ; Las algas americanas (dos novelas breves) Akiyuki Nosaka
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horrorizado, alej enseguida esta visin de su pensamiento, Este anillo es muy valioso, gurdalo,
le dijo a Setsuko que estaba sentada sobre un colchn, jugando con las fichas de ohajiki y con el
anillo. Seita no lo saba, pero su madre, como medida de seguridad, haba enviado a casa de los
parientes de Nishinomiya quimonos, ropa de cama y mosquiteras; la viuda, sealando los paquetes
envueltos en unos furoshiki de estampado arabesco que se amontonaban en un rincn del pasillo,
dijo en un tono dulzn que ocultaba a duras penas la envidia: Qu suerte pertenecer a la armada,
no? Todo te lo llevan en camin!; al abrir una canasta de mimbre, aparecieron la ropa interior de
Seita y de Setsuko y los quimonos de uso diario de la madre; dentro de un bal para guardar vestidos
occidentales haba quimonos de paseo de largas mangas; el olor a naftalina que los impregnaba le
hizo sentir nostalgia.
Les asignaron una habitacin de tres tatami al lado del recibidor; como tenan cdula de
damnificados, les corresponda una racin especial de arroz, latas de salmn, carne de ternera y
legumbres cocidas; adems, cuando excav entre escombros y cenizas ya fras el lugar que supuso
correcto dentro de un permetro de dimensiones tan reducidas que lo sorprendi: Aqu vivamos
todos nosotros!, encontr en perfecto estado los vveres que haba guardado en el brasero de
cermica Seto; alquil una carreta e invirti todo un da en transportarlos, cruzando los cuatros ros:
Ishiya, Sumiyoshi, Ashiya y Shukugawa, hasta dejar apilada toda aquella comida en el recibidor; con
todo, la viuda sigui con sus reproches: Vaya vida de lujo se dan las familias de los militares!,
mientras iba, con aire satisfecho, repartiendo orgullosamente entre los vecinos unas ciruelas
conservadas en sal que no le pertenecan; haba restricciones en el suministro de agua y contar con un
joven fuerte como Seita para acarrearla desde un pozo que estaba a trescientos metros de la casa
representara una gran ayuda; la hija, alumna de cuarto ao de la escuela superior femenina
movilizada en la fbrica de aviones Nakajima, incluso cuid por unos das de Setsuko durante su
permiso.
En el pozo, una mujer de la vecindad cuyo marido estaba en el frente y un estudiante de la
universidad de Dshisha, que paseaba con el torso desnudo y con una gorra en la cabeza, tenan la
osada de aparecer cogidos de la mano, convirtindose, as, en la comidilla del vecindario; no se
hablaba menos de Seita y de Setsuko, aquellos pobres nios, hijos de un teniente de la armada, que
haban perdido a su madre en un bombardeo y a quienes todo el mundo compadeca despus de que
la viuda pregonara interesadamente su historia por todo el barrio.
Al anochecer, las ranas croaban en un depsito de agua cercano y, a ambos lados de la
caudalosa corriente que vena fluyendo desde el depsito a travs de la hierba espesa, las lucirnagas
titilaban posadas una sobre cada hoja; al alargar la mano hacia ellas, su luz se vea parpadear entre
los dedos, Mira, cgela!, depositaba una sobre la palma de la mano de Setsuko, pero sta la
cerraba con todas sus fuerzas y aplastaba la lucirnaga en un instante: en la palma de su mano
quedaba un penetrante olor acre, arropados en la negra placidez de las tinieblas de junio, porque en
Nishinomiya, al pie de la montaa, los ataques areos se sentan todava como algo ajeno.
Envi una carta a la base naval de Kure dirigida a su padre a la que nadie respondi, luego
fue a comprobar cunto dinero tenan en la agencia Rokk del banco de Kobe y en la agencia
Motomachi del Sumitomo, bancos que recordaba muy bien porque un da, de regreso, haba
importunado a su madre para que le comprara ya no saba qu; anunci a la viuda que en la cuenta
haba un os siete mil yenes y ella se henchi de orgullo, Pues a m, cuando muri mi marido, me
dieron setenta mil yenes de gratificacin del retiro!, y aadi, presumiendo ahora de su hijo:
Yukihiko estaba slo en tercer ao de bachillerato, pero salud con tanta correccin al presidente
de la compaa, que lo felicit y todo. Mi hijo vale mucho!, eran palabras llenas de
sobreentendidos, dirigidas a Seita, quien no poda evitar dormirse por las maanas, ya que tena
dificultades en conciliar el sueo y se despertaba por las noches gritando de terror; en menos de diez
das, las ciruelas del tarro, los huevos en polvo y la mantequilla se haban agotado, las raciones
especiales para damnificados tambin haban desaparecido y, de sus dos raciones de tres shaku de
arroz, la mitad se convirti en soja, cebada y maz; la viuda tema que aquellos dos nios en pleno
La tumba de las lucirnagas ; Las algas americanas (dos novelas breves) Akiyuki Nosaka
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crecimiento acabaran comindose incluso su racin y, poco despus, al servir las gachas de arroz
aguado con legumbres que tomaban tres veces al da, hunda pesadamente el cazo hasta el fondo de
la olla y daba el arroz a su hija, mientras a Seita y a Setsuko les llenaba el tazn de caldo y
legumbres; deba remorderle la conciencia de vez en cuando porque sola decir: Como la nia est
trabajando para la patria, debe comer bien para tener fuerzas, sin embargo, en la cocina, se la oa
rascar sin descanso la olla con el cazo para desprender el arroz que se haba adherido al fondo, el
arroz ms suculento, aromtico y pastoso, sin duda alguna; al imaginar a la viuda devorndolo con
fruicin, Seita, ms que enfadarse, senta cmo se le haca la boca agua. El husped que trabajaba en
aduanas conoca todos los recovecos del mercado negro y sola regalarle a la viuda latas de carne de
ternera, almbar y salmn para ganarse su favor, porque le gustaba mucho la hija.
Vamos a la playa?, un da despejado de la estacin de las lluvias, Seita, preocupado por el
terrible sarpullido que cubra la piel de Setsuko, pens que las manchas desapareceran si las frotaba
con agua salada; era difcil adivinar qu razonamientos habra seguido la mente infantil de Setsuko
para explicarse la desaparicin de su madre, pero lo cierto era que apenas preguntaba por ella y que
haba pasado a depositar toda su confianza en su hermano mayor, Oh, s! Qu bien!; hasta el
verano pasado, su madre alquilaba una casa en Suma donde solan pasar todo el verano: Seita dejaba
a Setsuko sentada en la arena e iba y vena nadando desde la orilla hasta las boyas de vidrio de las
redes de los pescadores que flotaban mar adentro; en la playa haba un puestecillo que, pese a ser un
sencillo merendero, serva un sake dulce con sabor a jengibre y ellos dos lo beban soplando; de
regreso les esperaba el hattaiko17
que haba hecho su madre: Setsuko se lo embuta en la boca y, al
atragantarse, su cara acababa embadurnada, toda, de hattaiko... Lo recuerdas Setsuko?, tena ya
estas palabras en los labios, pero se dijo que era mejor no despertar los recuerdos de la nia hablando
sin ton ni son.
Se dirigieron a la playa bordeando el riachuelo; en el camino asfaltado que corra en lnea
recta, haba detenidas unas carretas de tiro donde iban cargando diversos fardos que sacaban de las
casas; un joven rechoncho, con gafas y una gorra de la Escuela Primera de Bachillerato de Kobe,
llevaba entre los brazos un montn de libros muy voluminosos y los deposit en la carreta mientras el
caballo sacuda la cola con apata; tras girar a la derecha, desembocaron en el dique del ro
Shukugawa; a medio camino, estaba la cafetera Pabonii donde servan agaragar con sabor a
sacarina y all solan detenerse a tomar uno; la pastelera Yhaimu de Sannomiya que haba
permanecido abierta hasta el final; medio ao antes, con motivo del cierre de la tienda, haban hecho
una hornada de tartas montadas y su madre haba comprado una; el dueo de la pastelera era judo,
por cierto, como lo era tambin aquella multitud de refugiados que el ao quince de Shwa18
lleg a
la mansin de ladrillo rojo que se encontraba cerca de Shinohara, donde Seita estudiaba matemticas:
aunque eran jvenes, todos llevaban barba, a las cuatro de la tarde se dirigan en fila india al bao
pblico y, pese al calor del verano, se cubran con un grueso abrigo; haba uno que calzaba los dos
zapatos del pie izquierdo y andaba cojeando, qu habr sido de ellos?, los habrn obligado a
trabajar en una fbrica, como es de suponer tratndose de prisioneros? Los prisioneros trabajan
duramente; as lo dicen: en cuanto a esfuerzo, stos se sitan en primer lugar; en segundo, los
estudiantes; en tercero, los movilizados y, en cuarto lugar, los obreros de verdad; stos suelen hacer
tabaqueras metlicas con duraluminio, reglas con resina sinttica y cosas por el estilo; con gente
como sa, cmo diablos se va a ganar una guerra? El dique del ro Shukugawa se haba convertido
en una huerta donde se abran las flores de la calabaza y del pepino; en la zona que se extenda hasta
la carretera nacional no se vea ni un alma y, dentro del bosque-cillo que la bordeaba, unos aviones
de tamao mediano, de reserva para la lucha final en territorio japons, permanecan en silencio,
cubiertos por una exigua red de camuflaje que no era ms que una simple excusa. En la playa, nios
17 Cascarilla de arroz y trigo tostada y molida. Se come disolviendo este polvo en agua y
azcar. (N. Je los T.) 18 Ao 1940. (N. de los T.)
La tumba de las lucirnagas ; Las algas americanas (dos novelas breves) Akiyuki Nosaka
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y ancianos llenaban botellas de un sho19
con agua de mar, Setsuko, desndate, Seita empap una
toallita de agua, Puede que est un poco fra, y frot repetidas veces las zonas de aquella piel
tersa, ya de mujercita, donde se multiplicaban las manchas rojas, en los hombros y en los muslos; el
bao en Manchitani: iban a tomarlo a casa de unos vecinos que vivan dos casas ms all; eran
siempre los ltimos en entrar y, al baarse envueltos en las tinieblas de las restricciones de luz, Seita
jams tena la sensacin de haberse lavado; el cuerpo desnudo de Setsuko, que vea de nuevo, era
blanco como el de su padre; Mira! Qu le pasa a aquel hombre? Est durmiendo?, al lado del
dique de proteccin haba un cadver cubierto con una estera de paja bajo la que asomaban unas
piernas desmesuradamente grandes en comparacin al cuerpo, Djalo! Es mejor que no lo mires!
Oye, en cuanto haga un poco ms de calor, podremos nadar. Yo te ensear, Si nadamos,
tendremos an ms hambre!, tambin Seita se vea acuciado, en los ltimos tiempos, por una
insoportable sensacin de hambre, hasta el punto de que, cuando se sacaba alguna espinilla
caprichosa que le haba aparecido en el rostro, se meta inconscientemente aquella grasa blanca en la
boca; le quedaba algn dinero, pero careca de experiencia en la compra clandestina, Por qu no
intentamos pescar algn pez?, pens que no debera ser difcil atrapar un bera, o quiz un
tenkochi20
; como ltimo recurso, decidieron buscar algas, pero slo haba algunos sargazos podridos
flotando al vaivn de las olas.
Cuando se anunci el estado de alerta, decidieron volver a casa y, al pasar por delante del
hospital Kansei, de sbito oyeron resonar la voz de una joven: Eh, mam!, una enfermera se
arroj a los brazos de una mujer de mediana edad que llevaba una bolsa al hombro, su madre recin
llegada del campo, sin duda; Seita, embobado, contempl la escena medio con envidia, medio con
fascinacin, pensando: Qu expresin tan bonita tiene esta enfermera!; Evacuacin!, Seita
dirigi maqui-nalmente la mirada hacia el mar: unos B-29 sobrevolaban las aguas profundas de la
baha de Osaka en vuelo rasante arrojando minas; deban haberse agotado ya todos los objetivos a
incendiar, porque en los ltimos das los bombardeos a gran escala se haban ido alejando cada vez
ms.
Los quimonos de tu madre, me sabe mal decrtelo, pero ya no sirven para nada, qu te
parece si los cambiamos por arroz? Ya hace tiempo que yo voy intercambiando esto y lo otro para
poder completar lo que nos hace falta, la viuda aadi que su madre se hubiera alegrado por ello;
sin esperar siquiera una respuesta, abri el bal de vestidos occidentales y, con mano experta, que
delataba las repetidas veces que deba haber registrado el contenido del bal mientras ellos estaban
ausentes, sac dos o tres quimonos y los puso encima del tatami, Con eso creo que podremos
conseguir un to21
de arroz. T tambin tienes que alimentarte bien, Seita, tienes que ponerte fuerte
para cuando seas soldado.
Eran los quimonos que llevaba su madre cuando era joven; Seita record el da en que la
asociacin de padres haba asistido a su clase, el orgullo con que haba contemplado a su madre tras
comprobar, al volverse, que era la ms hermosa; record tambin las visitas que hacan a su padre en
Kure: en estas ocasiones, su madre apareca inesperadamente con un atuendo mucho ms juvenil y,
en el tren, l no haca ms que acariciarla contento... Pero, ahora, un to de arroz!; Seita, con slo or
estas palabras, un to, se estremeci de alegra, ya que las inciertas raciones de arroz que les
correspondan a l y a Setsuko no llenaban siquiera medio cestillo de bamb y, adems, con esta
cantidad tenan que subsistir cinco das.
En los alrededores de Manchitani vivan muchos campesinos y la viuda no tard en regresar
con un saco de arroz: llen hasta los bordes el tarro de Seita, el mismo que haba contenido las
19 Unidad de volumen que equivale a 1,8 litros. (N. de los T.) 20 Peces de pequeo tamao que se encuentran en aguas clidas y poco profundas,
especialmente entre las rocas. (N. ce los T.) 21 Unidad de volumen que equivale a 18 litros. (N. de los T.)
La tumba de las lucirnagas ; Las algas americanas (dos novelas breves) Akiyuki Nosaka
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ciruelas, y vaci el resto en un cofre de madera para uso de su familia; durante dos o tres das
comieron arroz hasta la saciedad, pero enseguida volvieron a las gachas y, cuando se dejaron or las
protestas de Seita, T ya eres mayor y tienes que pensar en cooperar con los dems. T no ofreces
ni siquiera un puado de arroz y, dices que quieres comerlo? Esto no puede ser de ninguna manera!
No tienes ninguna razn!; con razn o sin ella, gracias a los quimonos de la madre, la viuda haba
conseguido el arroz con que preparaba, ufana, la comida que su hija llevaba al trabajo y las bolas de
arroz para el husped, mientras el almuerzo de Seita y Setsuko consista en una mezcla de soja
desgrasada que la nia, an con el sabor del arroz en los labios, se negaba a comer; Diga usted lo
que diga, el arroz era nuestro!, Quieres decir con eso que os engao? Vas demasiado lejos!
Acojo a dos hurfanos y encima tengo que or eso! Muy bien! A partir de ahora, haremos la comida
aparte. As no habr quejas, no? Adems, Seita, t tienes parientes en Tokyo, verdad? En casa de
la familia de tu madre, hay un tal no s qu, por qu no le escribes? En cualquier momento
bombardearn Nishinomiya, la viuda no lleg a ordenarles que se marcharan enseguida, pero solt a
gusto todo lo que tena en mente, y lo cierto es que tambin ella tena sus razones: los dos hurfanos
se haban instalado en su casa sin intencin aparente de marcharse cuando ella no era ms que la
esposa de un primo de su padre; tenan parientes ms cercanos en Kobe, pero todos haban perdido
su casa entre las llamas y no saban cmo encontrarlos. En una tienda de utensilios domsticos, Seita
compr una cuchara hecha con una concha a la que haban aplicado un mango, una cazuela de barro,
una salsera de soja y, adems, regal a Setsuko un peine de boj que vala diez yenes; maana y
noche, peda prestado un hornillo, coca arroz y, de acompaamiento, preparaba tallos de calabaza
hervidos, caracoles del estanque en salsa de soja o calamares secos puestos en remojo y cocidos,
No hace falta que te sientes tan correctamente, al tomar asiento frente a aquella pobre comida
depositada, sin bandeja, directamente sobre el tatami, Setsuko lo hizo con mucha formalidad, tal
como le haban enseado, y despus de la comida, cuando Seita se tumb en el suelo con aire
negligente, ella le advirti: Te convertirs en una vaca! Utilizando la cocina por separado se
sentan ms cmodos, pero l no poda dar abasto a todos los quehaceres y, pronto, al pasar el peine
de boj por el pelo de Setsuko, era difcil adivinar dnde los habra cogido, pero caan rodando de su
cabellera piojos y liendres, y si tenda la ropa sin tomar precauciones, Quieres que nos vean los
aviones del enemigo o qu!, la viuda tena palabras de reproche incluso sobre la colada; los
esfuerzos de Seita no impedan que la suciedad fuera cada vez ms ostensible; para empezar, les
prohibieron baarse en casa de los vecinos y, cuando finalmente los dejaron entrar, una vez cada tres
das, en el bao pblico, fue a condicin de que llevaran el combustible para calentar el agua, una
tarea ardua y pesada que daba pereza; Seita se pasaba el da tumbado, leyendo las revistas femeninas
a las que haba estado suscrita su madre y que l compraba en la librera de viejo de delante de la
estacin de Shukugawa y, cuando sonaba la alarma de bombardeo, si la radio anunciaba la llegada de
una gran formacin de aviones, se negaba a ir al refugio ordinario, coga a Setsuko y se meta en una
cueva profunda que haba detrs del estanque, cosa muy mal vista por los vecinos del barrio, quienes,
encabezados por la viuda, estaban ya hartos de los dos hurfanos y decan que un joven de su edad
debera ser ncleo de las actividades civiles de extincin de incendios, pero Seita, tras haber vivido
en su propia piel el estrpito de las bombas estrellndose contra el suelo y la velocidad de las llamas,
si hubieran sido uno o dos aviones an lo habra hecho, pero tratndose de toda una formacin, ni
pensarlo!
El seis de julio, bajo las ltimas lluvias de la poca de los monzones, los B-29 bombardearon
Akashi; desde la cueva, Seita y Setsuko contemplaban distradamente las ondas concntricas que las
gotas de lluvia torrencial dibujaban en la superficie del estanque; Setsuko abrazaba la mueca, que no
abandonaba fuera adonde fuese, Quiero volver a casa. No quiero vivir ms con la ta!, lo dijo
lloriqueando, aunque no se haba quejado nunca hasta aquel momento, Nuestra casa se ha
quemado, ya no tenemos casa, sin embargo, no podran estar ya en casa de la viuda mucho ms
tiempo: una noche en que Setsuko, dormida, estuvo llorando de miedo, la viuda apareci de repente
como si hubiera estado aguardando la ocasin, Mi hija y mi hijo estn trabajando para la patria, as
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que t, por lo menos, podras hacer algo para que dejara de llorar, como mnimo, vamos; Con este
escndalo no hay quien duerma!, y cerr la puerta corredera con una violencia que hizo sollozar a la
nia con ms fuerza; Seita la sac a las tinieblas de la calle, entre las lucirnagas eternas; por un
instante pens: Si al menos no estuviera Setsuko..., pero el cuerpecillo de la pequea, que haba
vuelto a dormirse apoyada en su espalda, pareca, extraamente, mucho ms liviano, su frente y sus
brazos estaban llenos de picaduras de mosquito que, cuando se rascaba, supuraban pus.
Aprovechando que la viuda acababa de salir, levantaron la tapa del viejo armonio de la hija: he-to-i-
ro-ha-ro-i-ro-to-ro-i, he-to-i-ro-i-ho-ni; cuando las escuelas pasaron a llamarse populares, el do-
re-mi- se convirti en ha-ni-ho-he-to-i-ro-ha; recordaba haber tecleado con inseguridad la
meloda del Koinobori22
, la primera cancin que aprendi tras aquel cambio y, al tararearla con
Setsuko: Dejad de cantar! Estamos en guerra y voy a ser yo quien sufra las consecuencias! Qu
falta de sentido comn!, grit, enfadada, la viuda, que haba regresado inadvertidamente, Con
vosotros, ha cado una calamidad sobre esta casa! En los bombardeos, no sirves para nada. Si te
preocupa tanto tu vida, por qu no vives siempre en la cueva?
Esta ser nuestra casa. A esta cueva no vendr nadie y t y yo podremos vivir como
queramos. La cueva tena forma de U, y los soportes que la apuntalaban eran gruesos,
Compraremos paja a los campesinos y la extenderemos por el suelo, y si aqu colgamos el
mosquitero, no estar tan mal, Seita se senta movido, a medias, por un impulso a la aventura muy
propio de su edad y, cuando hubo pasado el estado de alarma, empez a recoger sus cosas en
silencio, Gracias por habernos tenido en casa tanto tiempo. Nosotros nos vamos, Que os vais?
A dnde?, Todava no lo hemos decidido, Bueno, cuidaos entonces! Adis, Setenan!, y con
una sonrisa forzada, la viuda desapareci en el interior de la casa.
A duras penas logr arrastrar hasta la cueva la canasta de mimbre para guardar ropa, el
mosquitero, los utensilios de cocina y, adems, el bal de ropa occidental y la caja con los huesos de
su madre; Aqu vamos a vivir?, pensndolo bien, era una cueva normal y corriente, y Seita
empez a sentirse desanimado, pero en la primera granja adonde se dirigi, al azar, le dieron paja e
incluso le vendieron algunos nabos; adems, Setsuko estaba entusiasmada, Esto es la cocina; y aqu
est el recibidor!, se detuvo un instante con aire dubitativo, Y dnde pondremos el lavabo?,
No importa!, en cualquier sitio va bien. Ya te acompaar yo, Setsuko se sent con delicadeza
encima de un montn de paja; su padre haba dicho una vez: Esta nia, cuando crezca, va a ser
hermosa y distinguida, al preguntarle Seita el significado de la palabra distinguida, que no entenda,
su padre aventur: Pues, vendra a ser algo as como elegante, supongo, y, en efecto, Setsuko era
una belleza elegante y digna de compasin.
Estaban acostumbrados a la oscuridad de las restricciones de luz, pero, sumergido en las
tinieblas de la noche, el interior de la cueva pareca realmente pintado de negro; una vez se metan
dentro del mosquitero colgado de los puntales, no podan confiar en otro punto de referencia que en
el zumbido incesante de los mosquitos que pululaban en el exterior, los dos se arrimaron
instintivamente el uno al otro y, al abrazar con el bajo vientre las piernas desnudas de Setsuko, Seita
sinti una excitacin que le produca un dolor sordo, la abraz con ms fuerza: Seita, me haces
dao!, dijo Setsuko llena de pnico.
Paseamos?, como no podan conciliar el sueo, salieron al exterior e hicieron pip los dos
juntos; sobre sus cabezas unos aviones japoneses se dirigan hacia el oeste haciendo parpadear las
22 Carpa de tela. Las carpas simbolizan la fuerza ya que remontan la corriente. El da 5 de
mayo, festividad de los nios varones, se alzan, ensartadas en un palo largo, una carpa negra y una
roja, que simbolizan al padre y a la madre, y otra pequea que representa al hijo, con la finalidad de
que los nios crezcan fuertes y sanos. (N. de los T.)
La tumba de las lucirnagas ; Las algas americanas (dos novelas breves) Akiyuki Nosaka
19
luces de seales, azules y rojas, Mira, las unidades especiales de ataque23
!, Ah!, Setsuko
asinti con la cabeza sin comprender lo que queran decir aquellas palabras, Parecen lucirnagas,
S, es verdad, si cogieran lucirnagas y las metieran dentro del mosquitero, no daran, tal vez, un
poco de luz? Y de este modo, y no es que pretendieran imitar a Shain24
, fueron atrapando todas las
lucirnagas que se pusieron a su alcance, una tras otra, y cuando las soltaron dentro del mosquitero,
cinco o seis emprendieron el vuelo con suavidad, mientras las otras se posaban en la tela... Oh!, ya
eran cien las lucirnagas que volaban ahora por el interior del mosquitero!; seguan sin poder
distinguirse las facciones el uno al otro, pero el vuelo de las lucirnagas les daba una sensacin de
serenidad y sus ojos se cerraron mientras iban siguiendo aquellos movimientos suaves; las luces de
las lucirnagas, en hilera: la revista naval del emperador a las Fuerzas de la Armada en octubre del
ao diez de Shwa25
; ornaron la ladera del monte Rokk con una gran luminaria en forma de nave;
desde la cima, la flota y los portaaviones anclados en la baha de Osaka parecan palos flotando sobre
las aguas, los toldos blancos se extendan desde la proa; su padre formaba parte de la tripulacin de
la hgala Maja y Seita la busc desesperadamente, pero el puente cortado en vertical, parecido a un
barranco, caracterstico de la fragata Maya, no se vea por ninguna parte; oh!, era la banda de la
Universidad de Comercio?, entrecortadamente, sonaba el himno de la Marina: Si hay que
defenderse, o tambin que atacar, en el flotante acero debemos confiar!, Dnde estar haciendo la
guerra pap?, su fotografa, manchada del sudor de Seita... Ataque de aviones enemigos!, ta-ta-ta-
ta-ta!, imagin que las luces de las lucirnagas eran proyectiles del enemigo, s!, en el bombardeo de
la noche del diecisiete de marzo, fuua! fuua!, los proyectiles de las bateras antiareas se elevaban
zigzagueantes, como lucirnagas, para ser engullidos por el cielo, podran dar realmente en el
blanco, con aquellas mquinas?
Por la maana, haban muerto la mitad de las lucirnagas y Setsuko las enterr a la entrada
del refugio, Qu ests haciendo?, La tumba de las lucirnagas, y, sin levantar la mirada del
suelo, A mam tambin la han metido en una tumba, verdad?, mientras Seita vacilaba sobre qu
deba responder, Me lo dijo la ta, me dijo que mam haba muerto y que estaba en una tumba, y a
Seita, por primera vez, se le anegaron los ojos en lgrimas, Algn da iremos a visitar la tumba de
mam. Setsuko, no te acuerdas del cementerio de Kasugano, el que est cerca de Nunobiki? Mam
est all. Debajo de un alcanforero, en una tumba pequea: S, hasta que no pongamos sus huesos
all, mam no podr descansar en paz.
Cambiaba los quimonos de su madre por arroz en las granjas; la gente del vecindario lo vea
cuando iba al pozo y, por eso, todos adivinaron enseguida que vivan los dos en la cueva, pero nadie
apareci por all; Seita recoga ramas para cocer el arroz, si no le alcanzaba la sal, coga agua de mar;
algn P-15 los tiroteaba de vez en cuando en el camino, pero pasaron unos das apacibles, con las
lucirnagas velando sus noches, se haban habituado ya a vivir en la cueva, aunque a Seita le sali un
eczema entre los dedos de las dos manos y Setsuko se iba debilitando cada vez ms.
Por la noche se sumergan en las aguas del estanque; Seita buscaba caracoles mientras baaba
a Setsuko; los omoplatos y las costillas de la nia cada da sobresalan ms: Tienes que comer
mucho, Setsuko, mir fijamente el lugar donde croaban las ranas y pens en la posibilidad de
atrapar alguna, pero era imposible; aunque dijera que tena que comer ms, los quimonos de la madre
se haban acabado, un huevo costaba tres yenes; un sh de aceite, cien; cien momme26
de carne de
ternera, veinte yenes; un sh de arroz, veinticinco yenes: los precios del mercado negro, si no se
23 Se trata de los kamikaze. (N. de los T.) 24 Se refiere a Che Yin, un hombre de letras del siglo IV, quien, segn la leyenda, estudiaba por
las noches a la luz de las lucirnagas. (N. de los T.) 25 Ao 1935. (N. de los T.) 26 Unidad de peso. Un momme equivale a 3.75 gramos aproximadamente. (N. de los T.)
La tumba de las lucirnagas ; Las algas americanas (dos novelas breves) Akiyuki Nosaka
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conoca bien, eran inalcanzables. Viviendo tan cerca de la ciudad, los campesinos no pecaban de
candidez y se negaban a vender el arroz a cambio de dinero; pronto volvieron a las gachas de soja y,
a finales de julio, Setsuko cogi la sarna, adems de estar infestada de pulgas y piojos que, pese a los
esfuerzos de Seita para acabar con ellos, reaparecan a la maana siguiente pululando por las
costuras del vestido de la nia; cuando Seita pensaba que la gotita roja de sangre de los piojos grises
perteneca a Setsuko, se enfadaba tanto que los torturaba arrancndoles, una a una, sus minsculas
patitas, pero era en vano; lleg a preguntarse si podran comerse tambin las lucirnagas y, pronto,
Setsuko debi sentirse ya sin fuerzas, porque, slo proponerle ir a la playa, deca: Te espero aqu,
y permaneca acostada en el suelo abrazando la mueca; Seita, cada vez que sala, robaba de los
huertos tomates verdes y pepinos pequeos como un dedo meique que haca comer a Setsuko; una
vez vio a un nio de unos cinco o seis aos que mordisqueaba una manzana como si fuera un tesoro:
se la arranc de la mano y regres corriendo, Setsuko, una manzana! Cmetela!, a la nia, como
era de esperar, se le iluminaron los ojos, pero al hincarle los dientes, dijo enseguida: No, no es una
manzana!, y cuando Seita la mordi, vio que era un trozo crudo de batata pelada; Setsuko,
decepcionada, con la miel en los labios, empez a llorar, Aunque sea un trozo de batata, no
importa! Comtela enseguida! Si no te la comes t, me la comer yo!, Seita habl con severidad,
pero haba lgrimas en su voz.
Qu haba pasado con el racionamiento? De vez en cuando le daban sal gema, cerillas y
arroz, pero por no pertenecer a una asociacin de vecinos, no tena acceso a los artculos de
racionamiento que anunciaban espordicamente en el peridico; Seita, al caer la noche, no slo
robaba en los pequeos huertos de delante de las casas, sino que coga batatas de los campos,
arrancaba caa de azcar y haca beber el lquido a Setsuko.
La noche del treinta y uno de julio son la alarma antiarea mientras estaba robando en un
campo; sigui arrancando batatas, ignorndola, pero unos campesinos que se haban cobijado en una
zanja que se encontraba en las inmediaciones lo descubrieron y lo apalearon; cuando la alarma hubo
cesado, lo arrastraron hasta la cueva donde enfocaron con una linterna las hojas de batata que
guardaba para hervir: una prueba irrefutable, Perdn! Perdn!, delante de la aterrorizada
Setsuko, pidi perdn de rodillas, pero no se conmovieron, Mi hermana est enferma, si no estoy
yo, morir, Qu ests diciendo? En tiempos de guerra, robar en los campos es un delito muy
grave!, le echaron la zancadilla, lo tiraron al suelo y lo agarraron por la nuca, Vamos! Andando!
Te meteremos entre rejas!; sin embargo, una vez en comisara, el polica no se inmut: Dicen que
el bombardeo de esta noche ha sido en Fukui, calm a los indignados campesinos, sermone a Seita
y lo dej ir enseguida; sali a la calle, era imposible adivinar cmo habra podido llegar, pero all
estaba aguardando Setsuko. Volvieron al refugio y, como Seita segua sollozando, Setsuko le
acarici la espalda, Dnde te duele? Te encuentras muy mal, verdad? Tendremos que llamar al
doctor para que te ponga una inyeccin, dijo en tono maternal.
A principios de agosto, las escuadrillas procedentes de los portaaviones bombardeaban a
diario; Seita aguardaba a que sonara la alarma antiarea para salir de rapia; esperaba a que todos se
agazaparan en los refugios, aterrados ante la visin de aquellas luces que centelleaban a lo lejos en el
cielo de verano y que se transformaban, de sbito, en rfagas de metralla que se precipitaba sobre sus
cabezas; entraba a hurtadillas en las cocinas por las puertas abiertas de par en par y coga todo lo que
encontraba; la noche del cinco de agosto ardi el centro de la ciudad de Nishinomiya y, por primera
vez, temblaron de terror los habitantes de Manchitani, aquellos que se crean libres de todo peligro,
pero, para Seita, represent una fuente de ganancias: bajo el estruendo entrecruzado de diferentes
tipos de bombas, entr furtivamente en un barrio donde no haba ni un alma, parecido a aquellos que
haba visto el cinco de junio, y cogi todo lo que encontr: quimonos para cambiar por arroz,
mochilas abandonadas y, lo que no poda acarrear con una mano, mientras, a su paso, apartaba las
chispas de fuego con la otra, lo escondi bajo las losas de piedra de las cloacas; Una oleada de gente
en busca de refugio se abalanzaba sobre l! Seita se puso en cuclillas para evitar aquella vorgine y,
cuando levant la mirada hacia el cielo de la noche, los 6-29 volaban hacia la montaa y giraban de
La tumba de las lucirnagas ; Las algas americanas (dos novelas breves) Akiyuki Nosaka
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nuevo hacia el mar, rozando a su paso el humo de los fuegos; Seita, que haba perdido ya el pnico,
sinti incluso el impulso de ponerse a dar brincos, mientras agitaba los brazos en el aire, gritando
yuhuuu!
Aunque hurtaba aprovechando la confusin del momento, cuidaba en elegir los quimonos
ms llamativos, que pudiera cambiar con provecho, aquellos de largas mangas, tejidos de colores tan
brillantes que dejaban sin aliento; se los embuta debajo de la camisa y del pantaln y, mientras
andaba, se iba sosteniendo aquel vientre hinchado como el de una rana; intercambiaba los quimonos
en las granjas, pero, como haba indicios de que la cosecha sera mala, los campesinos pronto se
negaron a desprenderse del arroz; Seita tema, como es lgico, a la gente de los alrededores y, en su
bsqueda, se desplazaba hasta Nikawa y Nishinomiya-kitaguchi, donde recorra, de punta a punta,
unos arrozales que mostraban los enormes boquetes de las bombas, pero lo mximo que consegua
eran tomates, alubias y brotes verdes de soja.
Setsuko sufra de diarrea crnica, la parte derecha de su cuerpo estaba tan plida que
transparentaba; la izquierda estaba cubierta por las llagas de la sarna y, cuando la lavaba con agua de
mar, le escoca tanto que no haca ms que llorar. Visitaron un mdico, delante de la estacin de
Shukugawa: Tiene que tomar alimentos nutritivos, se limit a auscultarle el pecho, como simple
formulismo, sin darle siquiera una medicina; alimentos nutritivos como el pescado blanco, la yema de
huevo, la mantequilla o el chocolate de Shangai que le enviaba su padre y que encontraba en el
buzn al volver de la escuela, o las manzanas cuyo zumo tomaba al menor sntoma de indigestin,
despus de rallarlas y tamizarlas con una gasa; le pareca que todo aquello perteneca a una poca
muy lejana, pero hasta dos aos atrs lo haban tenido todo, no!, incluso dos meses antes su madre
coca melocotn en almbar, abra latas de cangrejo, y l se negaba a tomar ykan27
diciendo que no
le gustaban las cosas dulces; la comida con arroz importado de China del da de la Gran Asia que tir
diciendo que ola mal; aquella comida vegetariana, poco apetitosa, del templo Manpuku del monte
Oobaku; las bolas de harina con las que se atragant, al comerlas por primera vez, ahora parecan
un sueno!
Setsuko ya ni siquiera tena fuerzas para sostener la mueca que haba llevado siempre
consigo, abrazada, y que balanceaba la cabeza a cada paso de su duea, no!, peor an!, los brazos y
las piernas ennegrecidos por la mugre de la mueca eran ms carnosos que los de Setsuko; Seita se
sent en el dique del ro Shukugawa; a su lado, un hombre que acarreaba hielo en el remolque de su
bicicleta lo iba cortando con una sierra; Seita fue recogiendo aquel polvo de hielo y lo meti entre
los labios de Setsuko. Tengo hambre, S, yo tambin, Qu quieres comer?, Temptra,
sashimi28
... agar-agar, tiempo atrs, tenan un perro llamado Beru, y Seita, que odiaba el
tempura, lo guardaba a escondidas y se lo arrojaba al perro, Nada ms? Di lo que te gustara
comer, aunque sea slo eso, es bueno recordar el sabor de estas comidas, verdad?, el uosuki29
de
Maruman, en Dtonbori, que tomaban al regresar del teatro: tocaba a un huevo por cabeza, pero su
madre ofreca el suyo a Seita; la comida china del mercado negro de Nankinmachi adonde fue con su
padre; y cuando, ante los hilos pegajosos de batata cocida azucarada, Seita dijo: No estar
podrido?, se rieron de l; los caramelos negros de las bolsas que preparaban para los soldados, de
donde hurtaba uno; tambin haba robado, a menudo, la leche en polvo de Setsuko; y canela, en los
puestos de golosinas; los pasteles y la limonada de las excursiones; una vez haba compartido su
manzana con un nio pobre que no llevaba ms que caramelos... iS! Tengo que alimentar bien a
Setsuko!, senta una terrible inquietud al pensarlo, la cogi en brazos de nuevo y volvi al refugio.
27 Pasta de judas endulzadas. (N. de los T.) 28 Lonjas de carne cruda de pescado. (N. de los T.) 29 Plato que consiste en pescado y verduras cocidas. Suele cocinarse, como el sitkiyaki, en la
mesa con un hornillo y se moja el pescado y las verduras en huevo crudo antes de comerlos. (N. de
los T.)
La tumba de las lucirnagas ; Las algas americanas (dos novelas breves) Akiyuki Nosaka
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Setsuko dormitaba, tendida en el suelo, abrazando la mueca: Seita la observaba, Y si me
hiciera un corte en un dedo y le hiciera beber la sangre? No! Ni que me faltara uno, no pasara
nada! Y si le hiciera comer la carne del dedo?, slo el pelo le creca abundante y vigoroso:
Setsuko, te molesta el pelo?, la incorpor y empez a hacerle una gruesa trenza; los dedos que se
deslizaban entre su cabello iban sintiendo, mientras tanto, el tacto de los piojos, Gracias, Seita!,
con el pelo recogido, sus ojos se vean tan hundidos que llamaban la atencin. Qu deba estar
pensando Setsuko?, era difcil adivinar con qu motivo lo haca, pero cogi dos piedras que haba al
alcance de su mano, Seita, torna!, Qu?, Te apetece comer algo? Quieres tomar un t?, la
nia pareca haberse animado de repente, Despus te dar orujo de soja cocido, y, como si jugara
a las casitas, aline piedrecitas y terrones de tierra, Toma, srvete! No te apetece comer?
El medioda del veintids de agosto, cuando Seita volvi al refugio despus de nadar en el
estanque, Setsuko estaba muerta. Su cuerpo no era ms que huesos y piel, durante los dos o tres das
anteriores ya ni hablaba, no apartaba siquiera unas hormigas grandes que se paseaban por su rostro;
slo al caer la noche pareca que iba persiguiendo con la mirada las luces de las lucirnagas, Sube,
baja, se ha parado, murmuraba bajito; una semana antes, tras anunciarse la rendicin, Seita haba
gritado lleno de clera: Y qu est haciendo la flota!, al orlo, un anciano que haba a su lado
afirm con contundencia: La flota se hundi hace tiempo y ya no queda ni un barco, Entonces,
se habr hundido tambin la fragata de pap?, mientras andaba, contempl la fotografa
completamente arrugada que llevaba siempre junto a su piel, Pap tambin ha muerto! Pap
tambin ha muerto!, su muerte le pareci mucho ms real que la de su madre y, finalmente, aquel
nimo que le impulsaba a seguir con vida, a luchar por sobrevivir, l y Setsuko, desapareci y le
embarg un sentimiento de indiferencia hacia su suerte. A pesar de ello, por su hermana, sigui
recorriendo las cercanas; en el bolsillo tena varios billetes de diez yenes que haba sacado del banco
y, a veces, consegua algn pollo por ciento cincuenta yenes; o arroz, cuyo precio haba subido, en
un santiamn, a cuarenta yenes el sh, y lo ofreca a Setsuko, pero la nia ya no poda aceptar la
comida.
Noche de tormenta: Seita estaba agazapado en la oscuridad de la cueva con el cadver de
Setsuko sobre sus rodillas; aunque se adormeciera de vez en cuando, se despertaba al instante y
segua acariciando su cabello, con la mejilla apretada contra aquella frente helada, incapaz de soltar
una lgrima. Entre la tormenta que bramaba enfurecida, fiuu! fiuu!, haciendo temblar violentamente
las hojas de los rboles, crey or el llanto de Setsuko; y tuvo la ilusin de que empezaba a sonar, en
alguna parte, el himno de la armada.
Al da siguiente, una vez hubo pasado el tifn, bajo aquel cielo sin nubes baado por la luz
del sol, que ya se haba teido de los colores otoales, Seita subi a la montaa llevando a Setsuko
en brazos; haba ido a solicitar la incineracin al ayuntamiento, pero le haban dicho que el
crematorio no daba abasto y que an quedaban por incinerar los cadveres de la semana anterior, y
tan slo haba recibido un saquito de carbn vegetal en el reparto especial, Si es un nio, puedes
pedir que te dejen incinerarlo en un rincn del templo. Desndalo, y si enciendes la hoguera con
cascarilla de soja, arde muy bien, le haba advertido el hombre del reparto con aires de estar
acostumbrado a tales explicaciones.
Cav una fosa en la colina, a cuyos pies estaba Manchitani, puso a Setsuko en la canasta de
mimbre, embuti a su alrededor ropa, el monedero y la mueca, extendi la cascarilla de soja tal
como le haban aconsejado, amonton bien la lea, vaci sobre sta el saco de carbn vegetal, puso
encima la canasta de mimbre, encendi una astilla con azufre y, al arrojarla dentro, patchi!, el fuego
prendi, crepitando, en la cascarilla de soja; aquella humareda que danz, indecisa, durante unos
instantes, pronto se convirti en una columna que apuntaba con vigor hacia el cielo; Seita sinti, en
aquel momento, la necesidad de ir de vientre y se puso en cuclillas mientras contemplaba las llamas;
tambin Seita estaba afectado por una diarrea crnica.
La tumba de las lucirnagas ; Las algas americanas (dos novelas breves) Akiyuki Nosaka
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Al anochecer se levant un poco de viento y, a cada rfaga, el carbn vegetal ruga en tono
quedo y se avivaba el rojo de las ascuas; en el cielo del atardecer, las estrellas; al mirar hacia abajo,
en las hileras de casas del valle, libres desde haca dos das del control de alumbrado, se vean, ac y
all, las luces aoradas; cuatro aos atrs, cuando l haba venido con su madre a recoger algunos
datos sobre una candidata para la boda de un primo de su padre, recordaba haber contemplado desde
el mismo lugar la casa de la viuda; era como si nada hubiera cambiado, en absoluto.
El fuego se extingui a altas horas de la noche y, al no poder orientarse en las tinieblas para
recoger los huesos, se acost junto a la fosa; a su alrededor haba una multitud de lucirnagas que
Seita ya no intent atrapar: con ellas, Setsuko no se sentira tan sola las lucirnagas la
acompaaran..., subiendo, bajando, desvindose de repente hacia los lados, dentro de poco, tambin
ellas desaparecern, pero t, Setsuko, irs al cielo con las lucirnagas. Se despert al amanecer,
recogi los huesos blancos, divididos en fragmentos diminutos, parecidos a trocitos de talco, y baj
de la montaa; en el fondo de una trinchera, detrs de la casa de la viuda, encontr la ropa interior
del quimono de su madre hecha un ovillo y empapada de agua sin duda la haba olvidado en la
casa y la viuda la haba arrojado all, la recogi, se la puso sobre un hombro y se fue; ya no
regresara jams a la cueva.
La tarde del veintids de septiembre del ao veinte de Shwa30
Seita, que haba muerto como
un perro abandonado en la estacin de Sannomiya, fue incinerado junto a los cadveres de otros
veinte o treinta nios vagabundos en un templo de Nunobiki y sus huesos fueron depositados en el
columbario, los restos de un muerto desconocido.
30 Ao 1945. (N. de los T.)
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LAS ALGAS AMERICANAS
En un cielo ardiente, turbio de calina, brota una mota de blanco, Eh! Qu ser aquello?,
tengo mis ojos clavados en aquel punto y veo cmo, en un instante, se convierte en un crculo y, en
el mismo centro del crculo, se ve un ncleo que se balancea suavemente como si fuera un pndulo,
apunta directamente hacia mi cabeza, s, no cabe duda, es un paracadas, pero en el cielo de donde
ha surgido no se vislumbra la figura de ningn avin y tampoco se oyen sus motores y, antes siquiera
de que pueda extraarme por ello, el paracadas, con elegante ademn, sin rozar una rama, sin hacer
caer ni una hoja, se posa con suavidad en un rincn del jardn donde hay plantada una tupida y
caprichosa combinacin de nsperos, abedules blancos, caquis, encinas, mirtos, lilas de Indias y
hortensias, Hello! How are you?, un extranjero delgado, un blanco que recuerda al general
Percival, me dirige afablemente la palabra. El paracadas, blanqusimo, que cubre sus hombros como
un manto, se desliza en alud sobre la tierra del jardn, que se muda en nieve de tela inmaculada, en
fin!, ya que me ha saludado con un Hello!, tendr que responder, vamos!, con un l'm very glad
to see you, aunque a mi inesperado invitado a quien, por cierto, es dudoso que pueda
considerarlo invitado es posible que le parezca poco apropiada la frase; por otra parte, Who are
you? es inquisitivo, Y t? Quin eres? Quin eres t? Quin?!, y tras preguntrselo tres
veces, s no responde, pam!, lo mato de un disparo, pero, en qu diablos estar pensando?, ante
todo debo saludar, How...How...How..., siento como si los ciempis subieran reptando desde mi
barriga, adems, tengo la boca tan pegajosa que no puedo articular palabra; recuerdo con toda
seguridad haberme encontrado una vez, en el pasado, en una situacin tan apurada como sta, pero,
cundo fue?; y mientras rebuscaba en su memoria, Toshio despert de su sueo, a su lado yaca
Kyko, su esposa, enroscada sobre s misma como una gamba; empujado por su trasero, Toshio
estaba de cara a la pared, aplastado contra sta, en una postura ciertamente incmoda y, al rechazar
a su esposa despiadadamente, plaff!, un objeto cay de la cama.
Era el manual de conversacin inglesa que Kyko deletreaba entre murmullos antes de
quedarse dormida y Toshio adivin enseguida la naturaleza del objeto que acababa de caer,
comprendiendo tambin en el mismo instante la causa de aquel extrao sueo.
Aquel da, al anochecer, un anciano matrimonio americano, al que Toshio no conoca en
absoluto, iba a llegar a su casa. Un mes atrs, Kyk