Sagrada familia

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Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Lc 2, 41-45.

La familia de Nazaret es un ejemplo para

todas las familias del mundo.

La familia es el primer espacio donde la

persona crece, se desarrolla y se educa.

En ella los niños se ejercitan en la convivencia, aprenden a escuchar, adquieren

sus valores y conocen la importancia de la comprensión y la solidaridad.

Hoy vemos cómo la institución familiar es

cuestionada.Se habla de la crisis de

la familia.Los gobiernos, con

diversas leyes, pretenden cambiar el

concepto de familia equiparándola a otras

realidades humanas distintas.

En cambio, diversos estudios realizados muestran que, para la inmensa mayoría de las personas, la familia es importante y crucial en sus vidas.Hoy, en medio de la crisis, la familia se convierte en el único soporte para muchas personas.

Por otra parte, vemos cómo crecen la violencia: doméstica, en la calle, en las aulas.Se incrementan las adicciones destructivas y se da una enorme desorientación en los jóvenes.Todo esto es fruto de la inestabilidad familiar.

Deberíamos ser conscientes del beneficio social que aporta una familia sólida y unida, donde se cultiva el respeto, el diálogo y la comprensión.La familia es pilar y agente de cohesión social.

Los niños se alimentan del amor de sus padres. Una relación de pareja armoniosa, llena de afecto, es un inmenso caudal de valores para los hijos. Les permitirá crecer y, un día, emprender su propio camino.

Pero los padres han de tener claro que los hijos, antes que suyos, son de Dios. Como Ana, la madre de Samuel, y como María comprendió, los hijos no son meros frutos de una unión biológica, sino que la vida de Dios fluye en ellos: son fruto de la historia y de la humanidad.

Llegado el momento, los padres han de propiciar que sus hijos vuelen y lleven a cabo sus propios proyectos, aunque sean muy diferentes a lo que ellos soñaron o desearon. La separación es dura

y padres e hijos han de estar preparados para dar este salto.

Si en la familia ha habido respeto, amor y diálogo, la separación será menos traumática y podrá superarse.

La relación entre padres e hijos entrará en una nueva dimensión de libertad y amistad.

Además de la familia de sangre, tenemos otra gran familia espiritual: la Iglesia.

La comunidad cristiana nos llama y pide nuestra entrega y dedicación. Nos pide una parte de nuestro

tiempo y esfuerzos. Y también nos pide amor, diálogo y comprensión.

La familia espiritual está unida por algo más fuerte que los vínculos de sangre: es Jesús quien une a todos los cristianos. Se trata de una familia sin territorios, pero con un gran corazón.

Aprendamos de la familia de Nazaret. Cada uno de sus miembros nos da un magnífico ejemplo, tanto para vivir en la familia carnal como en la Iglesia.

María nos enseña su entrega decidida, su apertura a Dios, su confianza, su valor.Es la mujer que da su vida para que Dios haga posible lo que parecía imposible.Es la que da sus entrañas para que la divinidad entre en el mundo.

José nos enseña la humildad y la discreción.Es el hombre que vive siempre atento, siempre velando por el bien y la seguridad de su familia.Es el hombre que también se fía de Dios en sus noches oscuras y se pone en camino, con perseverancia y fe.

Jesús, nuestro mejor maestro, vivió como tantos otros niños y jóvenes. Obediente a sus padres, no descuidó su gran familia espiritual ni renunció a su vocación. Por encima de sus padres terrenales, fue consciente de que su Padre era Dios.

El deber familiar no fue un obstáculo para que Jesús viviera plenamente su filiación divina y se

lanzara a construir esta otra gran familia de la que todos formamos parte: la Iglesia.

Textos: Joaquín Iglesias ArandaMúsica: Princess Mononoke, Joe Hisaishi.