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Esta localidad, que pertenece a la parroquia de Villallana y al término municipal de Lena, se
encuentra a 30 km de Oviedo y a 2 de la capital del concejo (Pola de Lena). Cerca de San Mar-
tino, pasaba una derivación de la vía de La Carisa, que bajaba de Navidiillu a Parana y recibía
el nombre de “Camín de la Xuliana”, porque la antigua vía pudo haber estado dedicada a la
familia romana Iulia. Otros topónimos próximos parecen respaldar tal origen, como el propio
nombre de Villallana, que podría descender de villa iuliana, y el de La Calzá, lugar que perte-
nece a la mencionada feligresía.
La primera noticia de época medieval sobre San Martino data del año 905, momento en
el que la iglesia de la localidad es donada a San Salvador de Oviedo junto con otras propieda-
des de Lena, según recoge uno de los documentos falsos redactados en la “oficina diplomáti-
ca” del obispo Pelayo, que no obstante refleja la existencia de un templo ubicado en Villallana
en las primeras décadas del siglo XII. Sin embargo, el templo románico que conocemos, por sus
características, tuvo que ser construido con posterioridad a la época del famoso prelado, casi
seguro que a principios del siglo XIII por lo que parece que tuvo un precedente del que no se
conservan restos. La iglesia contó posiblemente con territorios para el sustento de los clérigos
que la asistían, puesto que en el documento se cita cum suis adiacentis.
Por otro lado, la Colegiata de Arbas compra varias propiedades, situadas en San Martino
y Villallana, a Martín Domínguez y su mujer a principios de la duodécima centuria. La citada
iglesia aparece en el Libro Becerro del obispo Gutierre (1385-1386), como propietaria de una
heredad, y a ella presentan capellán los propios vecinos. El templo románico de San Martino
desempeñó funciones parroquiales hasta mediados del siglo XX cuando éstas pasaron a llevarse
a cabo en otra iglesia situada en la parte baja de Villallana, cerca de la carretera general y de la
zona más poblada en la actualidad. Esta construcción fue en origen la capilla de un hospital de
peregrinos, localizado en sus proximidades, y su advocación era la del Santo Cristo.
SAN MARTINO
Iglesia de San Martino
LA IGLESIA DE SAN MARTINO se ubica en el lugar del
mismo nombre de la parroquia de Villallana, empla-
zado en un terreno muy accidentado, de fuertes pen-
dientes, en una de las últimas estribaciones de la sierra del
Aramo. Este lugar aparece nombrado como San Martino
de Gárgara a finales del siglo XII y así constará en los siglos
XVIII y XIX, aunque esta última denominación no se conser-
va en la actualidad.
El templo de San Martino tenía una sola nave remata-
da en un ábside semicircular, y es posible que estuviera
orientada hacia el oeste, como en la actualidad, aunque el
edificio sufrió numerosas reformas a lo largo de su historia.
Una de ellas tuvo lugar en el siglo XVII, aunque la más
importante fue la de 1893 durante la que se transformó la
totalidad del templo, perdiéndose y alterándose buena
parte de la fábrica original románica. De ella solamente se
conservan in situ los muros norte y sur de la nave, sobre los
cuales se levantó una pared más estrecha que tiene varios
óculos realizados con ladrillo macizo rojo, material que se
encuentra con frecuencia en otras partes reformadas de la
iglesia. Además, el edificio fue objeto de una prolongación
hacia el lado este, hecho que se puede comprobar también
al exterior, derribando el anterior muro románico y cons-
truyendo uno nuevo que soporta la gran espadaña añadi-
da. En la reforma, el ábside se trasladó más al Oeste, se
introdujeron dos capillas laterales que forman los dos bra-
zos del esquema cruciforme actual, y, adosadas a esas capi-
llas, se construyeron otras dos estancias para sacristías. Al
exterior, en la parte norte, se halla un arcosolio de difícil
datación.
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Planta
Alzado norte
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Capitel de la portada
Vista exterior
Portada
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El muro del Este no se conserva y no tenemos noticias
de ninguna portada en esta posición, aunque hay que tener
en cuenta que en la parroquial actual y anteriormente capi-
lla del hospital, se alza una de características románicas,
que puede proceder de San Martino. Esta puerta consta
solamente de una arquivolta que aparece sin ornamenta-
ción y reposa en dos impostas, decoradas con puntas de
clavos, y éstas, a su vez, directamente sobre las jambas sin
columnas intermedias.
La nave de la iglesia tiene en el lado norte dos saete-
ras y en el lado meridional una más, que se situaba junto a
otra portada. Esta última cuenta con dos roscas sin decorar
que descansan sobre una columna acodillada a cada lado,
la exterior, y directamente sobre las jambas, la interior. Por
encima se encuentra un tejaroz que reposa en seis caneci-
llos, entre los cuales pudieron hallarse metopas, aunque en
la actualidad solamente se conserva la central. La decora-
ción de uno de los capiteles de esta puerta monumental
consiste en una fila de hojas lanceoladas, que se combinan
con volutas en los ángulos, encontrándose una pieza muy
similar en Santa Eulalia de Selorio y en San Salvador de
Fuentes (Villaviciosa). En la cesta de la derecha, que cuen-
ta con paralelos en San Esteban de Aramil (Siero) y Santi-
báñez de la Fuente (Aller), se disponen ramas de palma,
dos de ellas enlazadas en las esquinas sujetando una bola.
De los canecillos de la portada, dos se decoran mediante
rollos, otros tantos están formados por numerosas bolas
que se agolpan en el centro y además, en uno de ellos, se
encuentra un cuadrúpedo que parece que perdió la cabeza.
Otra ménsula del mismo lugar se decora mediante una
serie de rectángulos superpuestos y concéntricos, lo que
hace que la pieza adquiera forma piramidal.
Por encima de la portada, y separados de la misma,
aparecen empotrados en el muro tres canecillos, uno de
ellos se decora con lóbulos y otro con una cabeza de ras-
gos muy desdibujados actualmente. Al lado de este último
se localiza una ménsula en la que se encuentra el tema de
El Buen Pastor, que se representa mediante una figura más
bien torpe y desproporcionada, pues tiene una cabeza muy
grande, sin cabello, y unos ojos amplios y expresionistas.
Con los brazos, que no se conservan, sujetaba el cordero
situado a la espalda y cuyos rasgos también han llegado a
nuestra época completamente deformados. El Buen Pastor
llevando el cordero significa el pastor, alegoría de Jesús,
que salva al cordero, alegoría del alma cristiana, represen-
tándose frecuentemente en los sarcófagos y en las pinturas
de las catacumbas paleocristianas.
El ábside es semicircular y está precedido por un tramo
recto, que tiene la misma anchura del hemiciclo y sigue su
misma línea. Cuenta con una cornisa, que se apoyaba en
canecillos, muchos de ellos desaparecidos, puesto que fue-
ron retirados por obscenos y sustituidos por otros durante
la reforma de finales del siglo XIX, llegando de esta manera
hasta nuestros días. Una parte de los canecillos que pode-
mos ver actualmente data de aquella época, pero existe otro
grupo que plantea más dudas en cuanto a su originalidad,
ya que, si bien presentan una iconografía que se repite en
la zona de Lena, Mieres y Villaviciosa, el estado de conser-
vación de la talla, sorprendentemente bueno, hace pensar
que se trate de copias de los modelos originales.
Entre los temas geométricos del primer grupo hay que
citar los rollos, muy difundidos en la zona y en general en
el románico peninsular, y los rectángulos escalonados,
estos últimos adornados además con una flor de seis hojas,
igual que en otras iglesias, por ejemplo, Santa Eulalia de
Ujo y San Andrés de Ceares. Entre los repertorios figura-
tivos hay que citar una cabeza grotesca, de carácter expre-
sionista, que tiene unos ojos muy grandes, al igual que su
boca, de la cual pende una larga lengua, con un significa-
do diabólico, muy en la línea del temor que acechaba las
mentes de época medieval. También se localizan una cala-
vera y un hombre desnudo con un falo de exageradas pro-
porciones, la única imagen obscena que se conserva.
Entre los canecillos de origen dudoso destacan las
representaciones de una figura humana que sostiene un
barril sobre los hombros, que puede simbolizar a un borra-
cho. Su cuerpo aparece apenas dibujado con unas líneas
básicas, tiene una cabeza muy grande y unos brazos muy
largos, sorprendiendo el detallismo con el que se ejecuta el
tonel. Este tema se repite con frecuencia en el románico
español; entre otros lugares, lo encontramos en La Rebo-
llada (Mieres), en Santibáñez de la Fuente, en Santo Tomé
de Zamora, en Nuestra señora de Villarmún (León) y en
San Martín de Hoyos (Cantabria). También se representa
el tema del contorsionista, que apoya sus manos y la bar-
billa en la base del can y vuelve las piernas hacia delante,
situando sus pies en la cabeza. El acróbata aparece vestido
con una túnica ceñida hasta los pies, ajustada a la cintura y
a las piernas. Es una figura muy desproporcionada, tenien-
do en cuenta que la cabeza es muy grande en relación con
el cuerpo, del mismo modo que los pies respecto a las
manos. Tanto el acróbata como el borracho formaban
parte de las fiestas populares y no eran bien vistos por los
eclesiásticos que, no obstante, permitían ocasionalmente
las fiestas, como el carnaval, vía de escape en la dura vida
cotidiana del hombre medieval.
Un canecillo representa un monje sentado con un
gran libro abierto en su regazo y vestido mediante una
túnica que cubre su cuerpo y una parte de su cabeza a
modo de capucha, dejando ver la tonsura. Se trata de una
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Canecillos del ábside. Calavera y acróbata
Canecillos del ábside. Monje lector y pareja de figuras
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referencia al estamento eclesiástico, pues el libro alude a la
Biblia, que contiene la palabra viva de Dios confiada a la
custodia e interpretación de la Iglesia, y que además sim-
boliza la cultura, que en estos momentos monopolizaba
este estamento social. Un modelo similar, aunque con la
cabeza tapada completamente, se repite en La Rebollada,
en San Esteban de Aramil y en Sotillo de Boedo (Palencia).
Otro tema integrado en un canecillo es una pareja, que se
representa de cintura para arriba, realzando el vientre de la
mujer en posible alusión a su embarazo. Este tipo de ico-
nografía se encuentra también en Narzana (Sariego), La
Lloraza y Amandi (Villaviciosa), y fuera de Asturias en
Moarves (Palencia) y en las iglesias zamoranas de San
Claudio de Olivares, San Cipriano y Santiago el Viejo. En
otro canecillo se encuentra una figura humana, que apare-
ce con las manos en el abdomen y la cabeza orientada
hacia arriba en actitud de oración.
En el interior de San Martino, la nave se cubre con
armadura de madera, como pudo suceder casi con seguri-
dad en época románica. En el lado meridional se encuen-
tran dos saeteras con derrame interno y al Sur otra, acom-
pañada de la portada del mismo lado. Pudo existir un arco
de triunfo, puesto que al lado de la portada se ubica una
pila de agua bendita realizada seguramente a partir de un
capitel, que bien pudo situarse en esta parte desaparecida.
Esta pieza se compone de una fila de hojas de acanto y otra
de volutas, asemejándose a varias piezas de San Antolín de
Sotiello y Santa María de Arbas. La cabecera en el interior
se conserva totalmente transformada. En primer lugar se
halla una bóveda de cañón lisa, y después una cubierta en
cuarto de esfera, a la que fueron añadidos en el siglo XIX
nervios, que a su vez reposan en columnillas. En la última
restauración de los años 80 y principios de los 90 se apli-
có a estos muros la capa de pintura azul que los cubre
actualmente.
En cuanto a los signos lapidarios, únicamente se
encontró una M, localizada además en Sotiello, Ujo, Serra-
pio y Valdediós.
Texto y fotos: MPM - Planos: JLL/LLL
Bibliografía
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M.S., 1981, pp. 259, 261; ÁLVAREZ MARTÍNEZ, M.S., 1999, pp. 153-154;
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Canecillos del ábside. Cabeza monstruosa y personaje con barril a hombros
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