Post on 11-Jul-2022
Servicio forestal
Primera parte
NuQstro pasado forestal.
Resumen de la historia de los montes.
Nada enseña tanto como las lecciones de la experiencia,y es por lo mismo conveniente, cuando se aspira á mejorar unservicio, empezar por tender la mirada sobre su pasado, estu-diando en los errores cometidos y en las enseñanzas de larealidad los nuevos derroteros que deban seguirse. Y si essiempre buena norma de conducta tomar consejo del pasado,io es en grado sumo cuando del servicio forestal se trata, por-que ei tiempo, y sólo el tiempo, con su constante cambio decircunstancias, ha ido poniendo de manifiesto la importanciasocial y econbmica de los montes y la preferencia, por lo tan-to, que esta cuestión ha de merecer de los Gobiernos.
La Tierra, según opinión de todos ios historiadores y poe-tas que tratan del particular, no fué en los albores de su exis-tencia más que una seiva frondosa que circundaba los mares,y Humbolt opina que hasta las estepas de América y los de-siertos de Africa sustentaron en otro tiempo exuberante vege-tación, que luego erupciones volcánicas ú otras violentas agi-
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taciones de la costra terrestre convirtieron en suelo árido yabrasado.
Creciendo la población aumentaron las necesidades, y sin-
tiéndose el hombre sujeto á la dura iey del trabajo, fué con-
quistando los terrenos que habían de constituir el patrimonio
de la Agricultura. La Arquitectura, la navegación, la metalur-
gia y todas las industrias que necesitaban madera como pri-
mera materia acudieron también á los montes para destruirlos,
con tanta más intensidad cuanto mayor era el desarrollo que
adquirían, hasta el punto de que puede afirmarse que la histo-
ria de la civilización de los pueblos viene señalada sobre la
superficie de la Tierra por el curso de la destrucción de sus
montes. La guerra, por último, con esa crueldad que acom-
paña siempre á las luchas de los hombres, y mucho más en
los tiempos primitivos, taló también los montes, bien porque
eran un obstáculo á los planes de los caudillos que las reñian,
bien porque constituían un baluarte, que convenía destruir,
del débil contra el fuerte. Y como todos los pueblos, por la
ley divina que los rige, tienden al desenvolvimiento de su ci-
vilización, y por su mísera condición humana se consumen
desde sus orígenes en luchas sangrientas, de ahí que la his-
toria de los montes de todos ellos sea muy parecida, si no
completamente igual.
La historia es siempre la misma: primero, bosques fron-dosos; después, la destrucción, impuesta por las necesidades
del hombre ó las crueldades de Ia guerra, y sólo contenidapor la superstición drufdica; y, últimamente, la reacción, ma-nifestada por un tardio arrepentimiento, acompañado de unVago clamor que pide la repoblación de las desnudas monta-ñas y de los áridos arenales. La humanidad, bien porque cre-yese inagotables los montes, bien porque no supiese apreciarsu influencia en la física del globo, sólo se ha ocupado deaprovecharlos, hasta que en la segunda mitad del siglo xvilr
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empezó á comprender que habfa ido demasiado lejos en suobra destructora y á pensar en la necesidad de rectificar suerror.
Síntesis de la historia forestal de España,
En España, esta síntesjs de la historia forestal aparece
acentuada en lo excesiva que ha resultado la destrucción de
sus'montes y lo tardta que ha sido la reacción á favor de ellos;
siendo de advertir que por las condiciones especiales dé nues-
tro territorio, que es, después del de Suiza, el más quebrado
de Europa, y que, á excepción de las regiones bañadas por el
mar, tiene un clima extremadamente continental, una gran
parte de nuestro suelo ha de ser yerma ó ha de cubrirse de
montes.
No pudo más pasar inadvertida entre nosotros esta cues-
tión, y tras de fiar inútilmente á]os rigores de la legislación
la imperiosa necesidad de conservar y restaurar los montes,
acordóse establecer un servicio forestal, de cuyo origen y
desenvolvimiento convendrá dar una ligera idea.
En la primera mitad del siglo xix empezó á agitarse en
España la idea de establecerlo seriamente, y por Real decreto
de 30 de Abril de 1£355 se dispuso que dentro deI Cuerpo de
Ingenieros civiles existiera una Inspección de Bosques, inau-
gurándose más tarde, en 1848, la Escuela especial de Inge-
nieros de Montes en Villaviciosa de Odón, establecida hoy en
San Lorenzo del Escorial.
Hasta e] año 1853, en que la Escuela empezó á dar inge-
nieros, nuestros montes venían aprovechandose sin otra medi-
da para sus disfrutes que las necesidades de los pueblos, á los
que en casi su totalidad pertenece aquella riqueza en España.
En cuanto hubo personal técnico, se creyó que la ocupación
mejor que podfa dársele era la de ordenar esos montes; es
- 2^ro -decir, formar para cada uno un plan que marcara todo lo
que en él debiera hacerse para aprovecharlo en la forma más
ventajosa, procurando á la vez mejorar su estado hasta con-.
seguir la máxima producción, y así se hizo.
No tardó en advertirse que bastando la ordenación de un
monte de regular extensión para ocupar á un [ngeniero por es-
pacio de dos ó más años, y excediendo de 20.000 los montes
públicos entonces existentes, con una cabida superior á l0 mi-
llones de hectáreas, 20, 30 ni 40 Ingenieros eran muy pdcos
para organizardebidamente losaprovechamientos en extensión
tan considerable. Esto no obstante, los Ingenieros ordenado-
res emprendieron su tarea con fe y con entusiasmo; pero al
encontrarse con montes sin deslindar, de propiedad disputada,
gravados de servidumbre mal definidas, faltos de una buena
guarderia, sometidos á prácticas tan viciosas como arraigadas,
y acometidos por dañadores que fundaban su contumacia en
la impunidad, se vió lo urgente que era modificar todas estas
circunstancias, y que á la conveniencia de la ordenación pro-
piamente dicha, se anteponta, entre otras, la necesidad de los
deslindes. lniciados éstos, en breve se mandaron suspender,
no porque de ellos no pudieran esperarse ventajosos resulta-
dos para los intereses públicos, sino porque la sinrazón puso
en juego armas tan poderosas que invalidó las de la justicia y
el derecho, de lo cual ofrecen pruebas fehacientes los nume-
rasos legajos que en Distritos, como el de Jaén, por ejemplo,
contienen el trabajo de las Comisione ŝ deslindadoras, y que
si, en lugar de expedientes interrumpidos en su curso, fuesen
trabajos completamente terminados, hubieran evitado múi-
tiples y escandalosas usurpaciones, en las que el Estado ha
sido la primera víctima.
Al desistir de los deslindes, como antes se habia desistidode las ordenaciones, ya no se pensó en dedicar á los inge-nieros, como hasta entonces, á trabajos especiales en deter-
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minados predios ó zonas, y se les confió la esfera para ellos
ínabarcable, por su escaso número, de la gestión técnico-
administrativa de todos los rnontes públicos. El Real decreto
de 17 de Mayo de 1865 da la pauta para este trabajo, según
la cual, el personal facultativo de los Distritos forestales tiene
que calcular para cada monte lo que puede aprovecharse
anualmente, á condición de realizar todos los años lo que han
producido, y sin tocar en modo alguno 1o que reviste caracte-
res de producente, ó lo que es lo mismo, cuidando de hacer
efectiva la renta sin detrimento del capital, y procurando que
á la par se vayan uniformando edades, obteniendo espesuras
normales y excitando energías allí donde estén amortiguadas.
Esta labor anual, que en cada Distrito da por resultado la for-
mación y ejecución del plan de aprovechamientos, constituye
el servicio ordinario.
La necesidad de asegurar en lo posible la conservación de
los montes públicos, no hizo desistir un solo momento de los
tres servicios técnicos de importancia que al Cuerpo de Mon-
tes competian, ó sean: el de Ordenaciones, el Hidrológico-
forestal y el de repoblar de peces nuestras empobrecidas
aguas fluviales. La falta de medios de accián no permitió,
desde luego, estos servicios; pero á medida que se dispuso
de los indispensables recursos, se establecieron y se desarro-
Ilaron, según rápidamente se va á exponer.
Origenes del servicio de Ordenaciones.
La gtoria de haber establecido en España por vez primeraun servicio forestal bien organizado, y con él un trabajo deOrdenación de montes, corresponde al malogrado Rey D. AI-fonso XII , que no en vano había cursado en Austria unabuena parte de sus estudios, y que nombró el personal técniconecesario para expiotar científicamente los montes de Bal-
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sain. EI éxito más completo coronó estos trabajos, citados con
elogio en la Historia de Esparla, de Lafuente, continuada
por los Sres. Valera, Borrego y Pirala, y la excelente calidad
de sus maderas y el buen estado de su vegetación han hecho
gozar de merecida fama de importante centro de producción
forestal á los pinares de Balsain.
Por su parte, el Cobierno, cuando dispuso de los más in-
dispensables medios de acción, estableció este servicio con
independencia del ordinario de los Distritos, y á este fin, por
Real decreto de 9 de Mayo de 1890, creó una Sección directi-
va é inspectora de las Ordenaciones de los montes públicos y
estableció las bases á que debía sujetarse el estudio de los
planes de ordenación. A este servicio se han ido sometiendo
los montes más valiosos de España, y constantemente va au-
mentando el número de ellos que gozan el beneficio de la
ordenación y viene.n á descargar la labor de los Distritos
forestales.
Los resultados obtenidos con las primeras ordenaciones
fueron muy satisfactorios. La comparación entre el valor de
los aprovechamientos de los montes antes de ordenarse y
después de celebrada la subasta de los productos del primer
decenio, con arreglo á tan útiles estudios, acusan diferencias
notabilísimas, y como ejemplos citaremos «El Robledal^ y«La
Salceda», de Cortes de la Frontera, que antes de ser ordena-
dos producían 21. ] G7 pesetas, y después, 113.OG3, y los del
Estado de la provincia de Jaén denominados aNavahonda^,
«Guadahorr^illos», «Vertientes del Cuadalquivir» y «Poyo de
Santo Domingo», que antes de ser ordenados rentaban pese-
tas 22.G24, y después, 122.055.
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Orígenes del servicio hidrológico-forestaly piscicola.
Por lo que al servicio hidrológico-forestal se refiere, nuncase desconoció que en países de tcrritorio tan quebrado y mo-vido como el nuestro, el régimen de las aguas está íntima-mente ligado con el estado de las montañas, en las que se en-cuentra el origen de los rios.
Nunca la hidrografía de un país ha podido tratarse seria-mente sin relacionarla con la orografia del mismo y los traba-jos dasonómicos, y fuera palmario contrasentido no enlazarel estudio de los ríos con el de las montañas en que se en-gendran.
Esto no obstante, la falta de medios no permitió estable-
cer el servicio hidrológico-forestal hasta 3 deFebrero de 1888,
en que se dictó un Real decreto organizando los trabajos de
repoblación forestal y corrección de torrentes de las cabece-
ras de las cuencas hidrológicas de España. Por virtud de este
Real decreto, pasaron á este servicio especial varios montes
que estaban también á cargo de los Distritos foresta{es, y el
número de ellos ha ido aumentando en la medida que lo han
consentido las partidas consignadas en el presupuesto del Mi-.
nisterio de Fomento, adquiriéndose, además, por el Estado,
previa declaración de utilidad pública, los terrenos de propie-
dad particular enclavados en la zona de estos trabajos.
Las tristemente célebres inundaciones de Murcia acon-
sejaron que uno de los sitios en que se inaugurasen en Es-
paña fuera la cuenca del río Espuña, y para que se pueda
formar concepto del resultado que desde su origen dieron,
conviene citar el efecto causado por lás aguas en los barran-
cos en que se llevaron á cabo.
En las vertientes de la rambla de Lebor se efectuó la co-
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rrección del irnportante barranco de Enntedio, de 523hectáreas
de cuenca, entre 878 y 1.584 metros de altitud, construyéndo-
se3l diques principales y37G secundarioscon tanta economía,
que el gasto total de la hectárea no pasó de 27 pesetas, que-
dando completamente córregida la cuen ŝa, según demuestran
las grandes lluvias ocurridas posteriormente, pue • el agua au-
meritó después de ellás ŝon suávidad en el cauce, se mantuvo
el desagiie muchos días y no han vuelto á tener lugar los desli-
zamientos y desprendimientos de terrenos que antes ocurrían.
El barranco dél Marqués merece también •er ŝ itado aquí,
pues anfes de ser corregido, daba, apenas llovía, un río de
aguá, y á poco de cesar la lluvia, quedaba seco. E1 día 18
de Diciembre de 1J02, según un testigo presencial, en sólo
hora y media cayó una lluviá de 63 milímetros medidos en el
pluviómetro, y únicamente bajó por el barranco una pequeña
cantidad de agua durante tres dtas. En cambio, la avenida fué
rápida, considerable y pasajera en otros afluentes del río Es-
puña adonde no se han hecho trabajos análogos.
En cuanto al servicio piscícola, no se inició en España
hasta el año 188G, en que el Estado arrendó el Monasterio de
Piedra y fundó en él un establecimiento de Piscicultura, des-
tinado oficialmente á preparar los elementos necesarios para
emprender la repoblación de las empobrecidas aguas españo-
as por cuenta del Estado, y favorecer, con la instrucción ne-
cesaria y con el envio de gérmenes embrionados, los ensayos
que las Corporaciones y particulares q^tisieran practicar.
En 1.° de Noviembre de 1895 se dictó un Real decreto
disponiendo la creación de establecimientos de Piscicultura
en varias localidades de la Peninsula, y que la Piscifactoría
del Nionasterio de Piedra continuase organizada con el carác-
ter de Central; pero estos establecimientos no llegaron á fun-
cionar, y sólo desde hace muy poco tiempo se ha empezado
á dar' im^ulsó á este'servlció.
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Las enseñanzas de la Historia y el criterio
desamortizador.
Tai es, ligeramente expuesto, nuestro pasado en la histo-
ria forestal, en el que fácilmente se descubre la causa princi-
pal del pésimo estado en que se encuentran nuestros mantes,
pues claro es que si aquí se abusó más que en otras naciones
del hacha destructora, y se inició más tarde el movimiento de
opinión á favor de las repoblaciones, la herencia que en esta
parte de la riqueza pública hemos recibido de las generaciones
anteriores, más que brindarnos beneficio, nos impone la obli-
gación de gastar importantes sumas para legar el solar patrio
á ios que hayan de sucedernos, en mejores condiciones que
hoy lo tenemos.
Otro tanto puede decirse de la riqueza piscfcola, pues en
la pesca fluvial se ha empleado la dinamita, el cloruro de cal
y demás substancias nocivas y medios de destrucción, capa-
ces de acabar en absoluto con una riqueza de esta clase, por
grande que sea, y hasta hace muy poco, como antes se ha
dicho, no ha empezado á desenvolverse este seruicio.
A estas explicaciones de la Historia, sobre el estado pre-
sente de nuestra riqueza forestal y piscícola, hay que añadir,
respecto á la primera, otras dos que se deducen de dos erro-
res padecidos, al fundar y desenvoiver el servicio: el criterio
desarnortizador seguido para pasar á manos de particulares
los montes públicos, y la falta de1 establecimiento de una
buena guardería desde que se implantó el servicio forestal en
España. De cada un^ de estos dos puntos convendrá tratar.
De gran importancia es en los orígenes de todo servicioforestal la determinación del criterio que haya de señalar losmontes que, por sus beneficiosas influencias, deban continuarsometidos al cultivo forestal, y aquellos que, por sus privi{e-
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giadas condiciones de fertilidad, puedan ensanchar el rico
patrimonio de la Agricultura.
Conveniente será, antes de entrar en este estudio, dar unaligera idea de las razones que explican que se sintiera durantemucho tiempo en España un vivo deseo de desamortización,
Causas diversas y variables con los tiempos, de tal modohabian venido reconcentrando en pocas manos la propiedad
rústica y urbana, condenándola á perpetua inmovilidad, que á
fin del siglo xviti apenas habfa en España una tercera partede su suelo libre de vinculaciones, mayorazgos ú otras limi-taciones contrarias al pleno y absoluto dominio de lo posetdo.La parte mejor y más importante de la propiedad territorialse hallaba fuera del comercio y la circulación, condenada áperpetua posesión de ciertos Cuerpos y familias, inaccesiblepara siempre á todos los demás individuos, extinguida y des-provista de aquella especie de vida que adquiere cuando pasade mano en mano, sin traba de ningún género.
El mal, de origen muy remoto, con auxiliares tan decididos
como D. Enrique el Bastardo, cuyas mercedes vincularon
en sus partidarios ciudades, villas, castillos y señorfos, ]legó
á ser tan grande y tan visible su influencia en el empobreci-
miento y decadencta del pafs, que la conciencia pública, su-
blevada porque en su demanda de remedio, desde la época de
la Reconquista, no había logrado ser atendida por quien podía
poner coto al abuso, determinó una reacción, que, empezando
por alcanzar dél Rey D. Carlos IV, en 1798, el decreto de
venta de casi todos los bienes pertenecientes á casas de be-
neficencia, cofradías, obras pías y patronatos de legos, reci-
bió vigoroso impulso de los legisladores de las Cortes de Cá-
diz, al acordar la supresión de los señoríos territoriales, la
enajenación de los conventos arruinados ó suprimidos y otros
bienes; fué luego contrariada por el restablecimiento del Go-
bierno absoluto, y después de varias oscilaciones, que coin-
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cidieron con las vicisitudes por que el país fué pasando, y en
las que desempeñaron important{simo papel políticos tan emi-
nentes como el inmortal Arguelles y tan celosos defensores
de las libertades públicas como Mendizábal, ]legó, por fin, al
logro de sus aspiraciones en 1855, época desde la cual puede
decirse que la desamortización general fué ya un hecho.
Las Cortes Constituyentes de 1854, además de autorizar
la redención de censos, foros y arrendamientos antiguos, en-
tregaron á la acción vivificadora del interés privado, todo lo
que formaba parte de la masa inmensa de bienes pertenecien-
tes á manos muertas; pero á su profundo saber no pudo ocul- ^
tarse que algunos de dichos bienes eran de tal naturaleza, que
el interés privado, abandonado á sus propios recursos, no se
prestaba á asegurar su mejora y conservación, y esto les de-
cidió á introducir en el precepto legal importantes restriccio-
nes. Así, al decretar la venta de los montes, conven ŝ idos
aquellos sabios legisladores de que la producción secular que
caracteriza la gran masa de vegetales arbóreos no tiene ple-
nas garantias de perpetuidad más que en manos de dueños
imperecederos, como el Estado, al lado de la regla pusieron
la excepción.
El art. 2.°, caso sexto, de la ley de l.° de Mayo de 1855contiene la fórmula de tan patriótica previsidn. Según ella, nilos montes, ni bosques cuya venta no creyera oportuna elCobierno, podrían enajenarse, ni tampoco los terrenos deaprovechamiento común, á los que poco después se agrega-ron las dehesas boyales de los pueblos.
Para comprender la importancia de estas excepciones,preciso es saber que en 1855, después de las dos desamorti-zaciones llevadas á cabo desde 1821 á 1823 y desde 1833 á
1849, en las que se vendieron fincas por valar de 4.00(1 millo-nes de reales, y entre ellas muchos arbolados, aun habta enEspaña 12.500.000 hectáreas de montes públicos. Fácilmente
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se comprende, por otra parte, que la excepción de los montes
y bosques caya venta no considerase oportuna el Gobierno,
atendía á la pública utilidad, .mientras que la segunda se había
fijado en intereses locales, respetables también, aunque no
de la importancia de los que revisten carácter de utilidad
publica.
Para regular científicamente la excepción señalada en la
ley de 1.° de Mayo de 1885, el Gobierno oyó el dictamen de
la ;Junta facultativa de Montes, que lo formuló en un impor-
tante documento, en el que consignaba que «la altura de las
^ montañas es el criterio menos falaz para señalar los límites
de la acción del Gobierno en la producción forestalp, y en el
que, considerando nuestro territorio dividido en distintas re-
giones, señalaba un criterio científico para decidir en cada
una de ellas los montes que debian conservar el carácter de
públicos.
Este criterio era el racional y técnico, y el Gobierno así
lo reconoció; pero la escasez de personal para determinar
científicamente, con arreglo á tan sanos principios, los mon-
tes que debieran exceptuarse, y los apremios de tiempo para
conocer los que podían ser vendidos con objeto de facilitar
recursos al Tesoro, obligaron á separarse del rigorismo cien-
tífico y á optar por un criterio práctico que, en forma de re-
gla sencilla, permitiera clasificar fácíl y rápídamente. A1 efec-
to, teniendo presente que la especie arbórea es, con frecuen-
cia, indicador seŝuro de las causas que en el orden ffsico y
en el económico exígen la conservación de los montes, la se-
ñalaron como base principal de la clasificación, y durante
muchos años no rigió en España otro criterio para exceptuar
de la venta los montes públicos que el de que estuvieran po-
blados de haya ó de las especies de los géneros Pinrts y
Quercus.
Esta regla acusa un profundo conocimiento de la Geogra-
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ffa bo#ánica de ^spaña, y como norma sencilla y,de facilísima
aplicación, permitió secundar los planes .del Gobierno, sin
comprometer seriamente la riqueza .forestal; pero entregó á
manos de particulares muchos terrenos que debían haber con-
tinuado siendo públicos. Cuando en 30 de Agosto de 189G se
puso en práctica el principio de exceptuar de ]a venta los
montes por su influencia en el régimen de las aguas, la con-
tención de terrenos, la salubridad pública, etc., considerán-
dolos, por lo tanto, de utilidad pública, ya habían pasado á
propiedad particular muchas de estas fincas que reunían aque-
llas condiciones, pera que por no estar pobladas de las espe-ŝ ie^ que señaiaban la excepción, pudieron ponerse á la venta,
con lo que se mermó considerablemente la extensión de nues-
tras sierras, que necesitaban un cultivo forestal, privándolas
de unidad y poniéndolas en mayor peligro de usurpaciones
con tan numerosos enclavados.
l.a custodia de los montes públicos.
Pasemos a] estudio de la Guarderia forestal.
Fué un error grave no empezar la obra de la recanstitu-
ción de los. montes públicos con el establecimiento de una
buena Guardería forestal, la más eficaz de ias reformas que á
este fin podía implantarse, pues la Historia enseña que estos
bienes han sido constantemente objeto de toda clase de abu-
sos^y son, por atra parte, ]os únicos de la tierra que se bas-
tan á sí mismos para acrecentar sus productos. Guérdese una
mina oculta en las entrañas de la tierra, y los tesoros que po-
see no aumentarán ni un quilate; desçuídese fa conservación
de un edificio, por fuerte que sea, y la obra de] tiempo lo irá
gastando y acabará por destruirlo; abandónese á si mismo el
carnpo más fértil y no tardará en convertirse en un erial; pero
déjese un monte libre por completo de la acción de] ,hombre;
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y el ttanscurso de los años se encargará de convettirlo enfrondosístma selva.
Todo, por otra parte, parece conjurarse para la destruc-
ción de los montes públicos. l.a circunstancia de no aparecerclaramente señalado en ellos el trabajo del hombre y de quesus productos se presenten, por lo tanto, como dones gratui-tos de la Naturaleza, parece convidar á su aprovechamientoabusivo; incita á él su soledad, que garantiza, casi siempre, laresponsabilidad legal, y lo explica ei hecho de que con él nose perjudique á una persona determinada y de que sea muydifícil apreciar, sin una base general de cultura, áe la que ca-rece nuestra gente del carnpo, todo el daño que con estosabusos se causa.
Debióse, pues, al establecer el servicio forestal, sacrifi-car algo los entusiasmos técnicos para asegurar una eficazvigilancia de los montes públicos, que permitiese que la Na-turaleza fuera regenerándolos; pero la escasez de recursos,por un lado, y por otro, la circunstarrcia de que la mayor partede los montes pertenezcan en España ^ los Municipios, fuécausa de que se confiara tan importante misión ú los guardaslocales, cuya acción fracasó por completo, como se explicafáciimente fijando la atención en que estos empleados depen-den directamente de las personas que gozan de influencia enlas pequeñas localidades, que son, precisamente, habiando entérminos generates, las significadas en e1 abuso de los montes.
Probada la ineficacia de la Guardería local, confióse, en23 de Septiembre de 1876, á la Guardia civil la custodia delos montes públicos; pero este benemérito Instituto no pudodesempeñar satisfactoriamente este servicio, porque ni eraesta la misión para que fué creado, ni se lo permitían las pre-ferentes atenciones que sobre etla pesan; como garantfa -quees de la seguridad persona(.en los pueblos, en los caminos yen el campa
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A pesar de reconocerse la ineficacia de la Guardería localy la imposibilidad en que se encuentra la Guardia civil de ejer-ceren los mantes públicos actos de presencia con la constanciaque su buena custndia reclama, hasta el 15 de Febrero de 1907no se creó el Cuerpo de Guarderta forestal, consignándoseen el presupuesto part'rdas para 70 Guardas mayores, 300para Sobreguardas y 630 para Peones guardas, cuya númeroha ido aumentando hasta ser hoy de 90 Guardas mayores,con el haber diario de 3,50 pesetas; 400 Sobreguardas, con elde 3 pesetas, y 995 Peones ^uardas, con el de 2,25 pesetas.
Si se tienP en cuenta que el número total de tos montesde utilidad piíblica, en 1.° de Enero del presente año, era de8.152, con una cabida total de 5.029.759 hectáreas, cuya áreaforestal es de 4.80^1.807 hectáreas y que se admite, general-mente, que un Guarda sóio puede vigilar bien una extensiónde 500 hectáreas, y que, además, conviene que el seruicio sehaga por parejas, se comprenderá fácilmente que después deestablecido el Cuerpo de Guarderta, los montes públicos nopueden considererse bien guardados, siendo para ello in-di^pensable darle un gran desenvolvimiento.
En cuanto á la vígilancia de nuestros curŝos de agua, para
evitar los abusos de la pesca fluvial, que casi han acabado con
tan importante riqueza, ha estado completamente desatendida
hasta hace muy poco, en que se han nombrado vigilantes de
pesca, si bien en número tan reducido, por falta de r7edios,
que es preciso reconocer que esta custodia está todavía por
organizar.
Explicacián del estado actual de nuestros montes.
Los grandes abusos cometidos en los montes públicos es-pañoles, no sólo extrayendo fraudulentamente sus productos,sino mermando su extensión con continuas usurpaciones; lo
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tardfamente que se estableció el servicio forestal; el criteri^ ŝdesamortizador que las circunstancias jmpusier.on .y la faltade una eficaz vigilancia en predios expuestos por. muy diver-sas causas á toda clase. de abusos; nuestro pasado, en fin, enla historia forestal explica el lastimoso estado actual de nues-tros montes páblicos.
El estudio de la situación actual del servicio y de las ven-
tajas que de su desenvolvimiento hayan reportado, permitirá
señalar orientaciones para el porvenir que aseguren la rege-
neración de tan importante riqueza,
El método obligado de un trabajo de esta •lase aconseja,
por lo tanto, dar por terminada esta primera parte, para dedi-
car la segunda. al estudio del estado actual del servicio, y la
última, á la justificacidn de los aumentos propuestos para en-
cauzarlo definitivamente, á fin de conseguir la restauración
de nuestras desnudas ^ordilleras, la corrección de nuestros
torrentes y el engrandecimiento de la zona forestal, que abar
ca casi la mitad de nuestro territorio.
Segunda parte
Estado actual del servicio. y ventajasde su desenvolvimiento
Conforme se desprende de lo expuesto anteriermente, el
servicio forestal puede considerarse en España dividido en
tres grandes grupos: el de los montes sujetos al régimen de
ordenaciones, el de los trabajos de repoblaciones forestales y
piscicolas (llamado Servicio Hidrológico-forestal), y, por últi-
mo, el de los Distritos, que se conoce con el nombre de ser-
vicio ordinario. De cada uno de estos tres grupos convendrá
ocuparse separadamente.