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8/13/2019 SEXUALIDADES Y RELIGIN EN LOS TIEMPOS DE HOY. OTRAS VOCES Y EXPERIENCIAS
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SEXUALIDADES
Y RELIGINEN LOS TIEMPOS DE HOY
OTRAS VOCES Y EXPERIENCIAS
PRLOGO DE IVONE GEBARA
Catlicas por el Derecho a Decidir Per(CDD Per) es unaorganizacin autnoma sin fines delucro integrada por mujeres catlicasy feministas comprometidas con labsqueda de la justicia social y lapromocin de los derechos de laspersonas, particularmente losderechos sexuales y derechosreproductivos de las mujeres, desdeun enfoque teolgico catlico,feminista, laico y de derechoshumanos.
La misin de Catlicas por el Derechoa Decidir Per es abogar porcambios en los patrones culturales yreligiosos discriminatorios, y buscarel reconocimiento de la libertad deconciencia como eje fundamental delejercicio de una sexualidad plena, atravs de la investigacin,capacitacin, comunicacin eincidencia poltica.
CDD Per es parte de la RedLatinoamericana de Catlicas por elDerecho a Decidir, que estconformada tambin por Argentina,Bolivia, Brasil, Chile, Colombia,Ecuador, El Salvador, Mxico,Nicaragua y Paraguay. La Redtambin tiene como contactos aCatholics For Choice (EE.UU.) yCatlicas por el Derecho a Decidir Espaa.
SEXUALIDADESYRELIGINENLOST
IEMPOSDEHOY:OTRAS
VOCES
Y
EXPERIENCIAS
ublicaciones
eligin, sexualidad y poltica:plorando saberes y actitudes,acucho, Lima y Pucallpa013).
nero, sexualidad y religintlica. Gua de capacitacin
rigida a mujeres lideresas deganizaciones sociales de base013).
Es el Per un Estado laico?nlisis jurdico desde losrechos sexuales y derechosproductivos012).
exualidad, Religin y Estado:rcepciones de catlicos ytlicas011).
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Sexualidades y religin en lostiempos de hoy:
otras voces y experiencias
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Sexualidades y religin en los tiempos de hoy:
otras voces y experiencias
Catlicas por el Derecho a Decidir Per
Av. Juan Pablo Fernandini 1550 Pueblo Libre, Lima, Per
Correo electrnico: cddperu@catolicasporelderechoadecidir.net
Pgina web: www.cddperu.orgComunidad en Facebook: www.facebook.com/catolicasperu
Twitter: @cddperu
Telfonos: (511) 6378075 - 6378076
Edicin
Martn Jaime Ballero
Revisin de contenidos
Kelly Cieza Guevara
Correccin de estilo
Rosa Cisneros Canales
Portada, diseo y diagramacin
Mltiplo / PuncheVisual
Impresin
Urbana Edicin y Diseo SACAv. Csar Canevaro 846, Dpto. 201, Lince
Hecho el Depsito Legal en la Biblioteca Nacional del Per N 201308075
ISBN N 9786124597343
Primera edicin
Lima, Per, junio de 2013.
Derechos reservados
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PRESENTACIN. ............................................................................................................................................................................................. 5
PRLOGO
Ivone Gebara .....................................................................................................................................................................................................8
INTRODUCCIN
Martn Jaime .................................................................................................................................................................................................... 12
EL LUGAR DE LAS MUJERES: REALIDADES Y DESAFOS EN EL QUEHACER TEOLGICO .........23
De una teologa que d cuenta de la singularidad del prjimo. Clarisa Ocaa Rojas ......................... . 24
Mujeres y espacio privado en la tradicin bblica: fuente de liberacin de las mujeres.
Milka Rosas ............................................................................................................................................................................................. 31
Una luz al inal del miedo y la culpa: la otro culpable, yo? Liz Cabrel Simon .......................................... 43
La presencia de las mujeres en la Iglesia Catlica romana: el sacerdocio de las mujeres es un
asunto cerrado?Zadith Vega Torres. ............................................................................................................................48
Carta a Nicol. Liliana Basagoitia...............................................................................................................................................58
Diosa/Dios, la otra cara de la luna. Carmen Tocn Armas. ...............................................................................64
Acercamientos a la divinidad: imagen divina y mujeres en los medios de comunicacin.
Nidia Snchez Guerrero ................................................................................................................................................................ 67
CUERPOS Y SEXUALIDADES: HACIA OTROS LUGARES TEOLGICOS .............................................73
Cuerpo, pecado y salvacin: contradicciones y utopas en el protestantismo contemporneo.
Oscar Amat y Len Prez.....................................................................................................................................................75
Sexualidad de las mujeres y espiritualidad en un distrito de Lima. Mercedes Viera Cerna........... 82
Los lmites de la corporalidad femenina: la sexualidad como espacio femenino de deseo puro
muy parecido al amor. Diana Bazn Vargas .............................................................................................................90
Aborto y libertad de conciencia. Eliana Jacobo Mendoza................................................................................94
Mi fe me ampara: heteronormatividad, identidad y complicidad destructora. Mara Emilia
Yanaylle Garca .........................................................................................................................................................................112
Teologa queer: una aproximacin hacia la espiritualidad material a partir del BDSM como
prctica habilitadora. Crissthian Manuel Olivera Fuentes...............................................................................124
BIBLIOGRAFA ................................................................................................................................................... 137
NDICE
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PRESENTACIN
Histricamente las jerarquas de las iglesias cristianas han construido una teologa conuna mirada misgina, patriarcal y discriminatoria, la cual ha sido promovida como lanica y verdadera. Sin embargo, otras fuentes histricas tambin evidencian una serie de
relexiones de personas diversas que desde el interior de la religin y la institucionalidad
han producido teologas a partir de cuestionamientos y resigniicaciones, considerando su
propia subjetividad, identidad, historia y fe; lo que representa la religin en sus vidas, valo-
res, cuerpos y sexualidades.
Entre estas teologas, denominadas como heterodoxas, destacan las teologas feminis-
tas, que revisan, desmontan y reinterpretan el discurso cristiano hegemnico desde las vi-
vencias de las mujeres. Desde ese marco, deconstruyen las relaciones de poder y desigual-
dad entre los gneros y la sexualidad dentro del cristianismo para construir una memoria
ms igualitaria e inclusiva.
Tambin es importante anotar que existen otros grupos que han atravesado experienciasde opresin, por ejemplo, muchas mujeres de diferentes pocas y contextos sociocultura-
les, personas con orientaciones sexuales diferentes a la heterosexual, grupos sociales en
condiciones de pobreza, que optan por construir sus propios discursos e interpretaciones
dentro del mismo cristianismo. Estos grupos sociales tambin luchan por espacios de re-
conocimiento en la religin como parte de sus identidades, as como en la misma sociedad.
Precisamente, mediante la relexin de sus experiencias, historias y fe contribuyen a resituar
y redeinir el sujeto teolgico y construyen teologas tan legtimas como la hegemnica.
Catlicas por el Derecho a Decidir Per (CDD Per) plantea una propuesta poltica que
cuestiona los dogmas, el discurso heredado y la historia contada por las jerarquas de la
curia romana respecto a la religin catlica, el rol de la Iglesia y su devenir en la historia de
la humanidad, as como la inluencia de la religin en la vida de las personas, creyentes que
recuperan su fe como experiencia de vida. Somos conscientes de que problematizar, des-
montar y argumentar otros y nuevos anlisis tiene que ser una tarea constante y cotidiana
en la vida de las personas, as como revalorada, promovida y legitimada por las religiones.
En ese sentido, CDD Per ha buscado abrir espacios de dilogo sobre las teologas hete-rodoxas, especialmente las teologas feministas, con nfasis en los campos del cuerpo y la
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y conocemos, as como comprender que la sexualidad es una dimensin humana que nos
acompaa durante nuestras vidas.
El texto que CDD Per pone a disposicin: Sexualidades y religin en los tiempos dehoy: otras voces y experiencias,es posible gracias a la colaboracin de IPPF para su publi-
cacin y de Catholics For Choice (CFC) por brindar soporte para la realizacin de los cursos.
Asimismo, agradecemos al Programa de Estudios de Gnero de la Universidad Nacional Ma-
yor de San Marcos y a la Unidad de Salud, Sexualidad y Desarrollo Humano de la Facultad de
Salud Pblica de la Universidad Peruana Cayetano Heredia por apoyar el desarrollo de los
cursos. De manera precisa agradecemos a Mara Emma Mannarelli y a Carlos Cceres por su
conviccin y aportes para el desarrollo de estos espacios.
Expresamos un agradecimiento especial a Abdennur Prado, Betty Ruth Lozano, Dorotea
Ortmann, Ivone Gebara y Luzmila Quezada, quienes participaron como expositores y expo-
sitoras en las diversas sesiones de los cursos, y a Martn Jaime por tener a cargo los conteni-
dos y facilitar la relexin.
Un reconocimiento especial merece la Red Latinoamericana de Catlicas por el Derecho
a Decidir, que nos acompaa en las relexiones para construir nuevas formas de vivir y sentir
la fe desde nuestra identidad de mujeres catlicas que luchamos por ejercer nuestra libertad
de conciencia y nuestro derecho a decidir.
CDD Per agradece a los y las participantes que escribieron sus relexiones teolgicas en
ambos cursos con apertura, inters y sinceridad, especialmente a los autores y autoras de
los ensayos publicados. Consideramos que estos ensayos aportan al debate y relexin de
la teologa feminista en el pas y especialmente evidencian y revaloran la construccin de
teologa desde la subjetividad.
La libertad, la pluralidad, la relexin y la nocin de cambio y transformacin tienen que
ser revalorizadas y promovidas en las iglesias. La demanda de las feligresas es que las ideas
de las jerarquas religiosas estn ms cercanas a la realidad actual de las personas, a sus his-
torias y experiencias, pero sobre todo, que valoren los principios de la libertad de conciencia
y derecho a decidir para construir una Iglesia ms respetuosa, democrtica y plural, que
realmente incluya y represente a todas y todos los creyentes.
Catlicas por el Derecho a Decidir Per
Lima, junio de 2013.
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PRLOGOIVONE GEBARA1
Escribir un prlogo para este libro, resultado de aos de estudios y encuentros, es unplacer y una responsabilidad. Una responsabilidad, porque no se trata solo de comen-tar aspectos de los muchos e interesantes artculos desaiadoramente feministas y hetero-
doxos. Se trata de develar algo de las emociones e ideas que la lectura provoc en quien
escribe este prlogo. Es particularmente esa segunda tarea la que quiero cumplir, aunque de
manera breve, pues creo que la apreciacin personal de los artculos es responsabilidad de
las lectoras y lectores.
He quedado bastante impresionada con la riqueza y la variedad de los diferentes textos
y sus aportes a la cuestin de la vivencia de la religin y de la sexualidad. Les conieso queaprend mucho de sus relexiones. Mientras lea los textos, el concepto dios, presente de
alguna forma en todos ellos, me llam la atencin. Aunque la mayora de los textos indic
una visin crtica del concepto dios, particularmente el manejado por el cristianismo y muy
especialmente por la Iglesia Catlica romana, sent la falta de una explicitacin de los nuevos
contenidos que se da a ese concepto. Concretamente, quisiera captar lo que el criticismo
feminista y la teologa feminista aportaron de sustancial a las mujeres, o en otros trminos,
qu cambi en las vivencias sexuales de las mujeres en relacin con los nuevos contenidos
del concepto dios.
La culpabilidad, el miedo, la vergenza, la dominacin y la violencia inmersos en el uso
del concepto ya los conocemos todas y los subrayamos a menudo. Pero, qu hay de nove-
doso en los nuevos aportes? Qu experiencias libertarias nos vienen del nuevo momento?
1 Doctora en Filosofa por la Pontificia Universidad Catlica de Sao Paulo, Brasil, y doctora en Ciencias Religiosas por la Universidad Catlica deLovaina, Blgica. Pertenece a la Congregacin de las Hermanas de Nuestra Seora. Entre sus publicaciones figuran Intuiciones ecofeministas, El
rostro oculto del mal, Las aguas de mi pozo, La trama de mi vida, Compartir panes y peces.
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Qu cambios en la conciencia colectiva? Cmo las estn viviendo las mujeres de las pobla-
ciones, las que no tienen acceso a las teoras producidas por los centros universitarios, las
que siguen dependientes de la visin de las iglesias?
En los textos, el concepto patriarcal dios no solamente es descrito en su contenido co-
rriente como opresor sobre todo de la vida de las mujeres, sino tambin de una forma
explcita de atesmo en relacin a la nocin tradicional. En otros trminos, se percibe que el
concepto dios como lo hemos aprendido parece haber perdido autoridad, pese a seguir
vigente en los muchos rincones de Amrica Latina y del mundo. Lo que llama la atencin es
que ms all de la crtica feminista en su diversidad, en la mayora de los textos presentados
la palabra dios sigue siendo utilizada sin precisin de sentido en cuanto a los nuevos para-digmas presentes en nuestras culturas. El concepto tradicional sigue fuerte y el actual impre-
ciso. Podemos hasta preguntar si este concepto hoy no sera entonces delimitado desde las
mltiples subjetividades que nos constituyen. Sera esta una novedad? Cmo entenderla
en relacin a las tradiciones religiosas del pasado?
Lo que parece claro es que veriicamos un pluralismo de contenidos en el mismo concep-
to. Y ese pluralismo de contenidos es revelador de los tiempos actuales. Una misma palabra
puede tener una multiplicidad de sentidos. Los sentidos parecen luidos y necesitan de ubi-
cacin y reubicacin casi continua. En ese contexto, pienso que como activistas de derechos
humanos y particularmente de los derechos de las mujeres tendramos que hacer el esfuer-
zo de dotar al concepto dios el signiicado que le estamos atribuyendo en este momento.
Hay que invitarnos a responder a la pregunta: qu queremos decir cuando decimos dios?
Y no solamente el dios de ayer sino el dios de hoy para nosotras, el dios desde los muchos
abismos y placeres vividos, el dios de nuestros deseos, sombras y esperanzas. Este parece
ser un reto con grandes consecuencias para la historia presente.
Muchas de nosotras hemos sustituido el contenido patriarcal Padre, todopoderoso,
creador del cielo y de la tierra por otros ms conectados a valores misericordia ininita,
justicia, bondad absoluta, o por conceptos ms cosmolgicos: energa creadora, elan vital,
misterio vital. Pero el tema transversal tiene dos aspectos ms relevantes. Lo primeroes que
muchos problemas vividos por las mujeres, adems de estar atravesados por la cuestin de
gnero, son marcados por la clase. El segundo aspecto es que tambin los contenidos del
concepto dios tienen que ver con la clase social a la cual pertenece este o aquel grupo de
mujeres, adems de otros condicionantes ya conocidos. Y en todo eso hay que preguntarse
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manera horizontal y abierta al misterio, a lo que es siempre mayor que nosotras, que nuestro
espacio y nuestro tiempo. No olvidemos que San Juan deca que: aquel que airma que ama
a Dios que no ve y no ama a su hermano que ve, es mentiroso. En ese sentido, el cristianismo
hasta puede ser pariente del atesmo, o simplemente ser un humanismo radical abierto a
todas las formas de vida. Por eso, se puede decir que el cristianismo es ms que la religin
cristiana controlada por una elite sacerdotal. Es una herencia de sabidura, como muchas
otras, y no queremos perderla.
Estas cuestiones merecen una relexin seria y una pedagoga adecuada para ser
estudiadas por las diferentes comunidades cristianas. No son temas reservados a las elites
de intelectuales, ya que parten de las experiencias cotidianas de nuestras propias vidas.Hay mucho camino que andar para formular y recoger preguntas, y ensayar respuestas
provisorias y plurales. Cada da plantea retos y hay que asumirlos en funcin de las
posibilidades que tenemos ahora. Gracias por hacerlo en estos textos y desde sus vidas
comprometidas con muchas vidas.
Sao Paulo, Brasil, noviembre de 2012.
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INTRODUCCINMARTN JAIME2
En la actualidad, cada vez ms, desde las relaciones internacionales contemporneas seobserva que la religin se muestra como el ltimo bastin donde conluyen agentesconservadores y resistencias contra el desarrollo de la libertad y la autonoma de las per-sonas. Al parecer, algunos discursos religiosos tienden con facilidad a sintetizar propuestas
integristas. Para muchas personas, la religin es un espacio que debe articular y condensar
argumentos contra el progreso de los derechos humanos de las mujeres y los hombres. Sin
embargo, muchas otras, imaginan la religin y la espiritualidad como un espacio de posibili-
dades dentro de los cuales pueden plantearse crticas y derroteros para obtener una socie-
dad y cultura democrticas.
Mujeres y hombres hemos atestiguado, muchas veces, cmo los discursos pastoraleshan servido para justiicar acciones y estrategias que limitan las posibilidades de las perso-
nas para disfrutar plenamente de sus derechos. Algunos lderes religiosos utilizan imgenes
extradas de la literatura sagrada judeo-cristiana como por ejemplo la maternidad de Mara,
los consejos pastorales de Pablo, las normas de la ley juda, la tradicin, entre otros, para
justiicar la movilizacin de recursos contra la agencia de diversos movimientos sociales.
Estos discursos e imgenes han conigurado una serie de espacios donde las mujeres y
otros sujetos3encuentran un lugar donde habitar, y desde luego, el cuerpo, escenario de
nuevas experiencias y sensibilidades, ha sido uno de los ms importantes.
2 Antroplogo y candidato a magster en Historia de la Filosofa por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Per. Especialista en Dere-
chos Humanos y magster en Relaciones Internacionales por la Universidad Andina Simn Bolvar, sede Ecuador. Candidato a doctor en Estudios
Culturales Latinoamericanos en la misma universidad. Ha escrito diversas investigaciones sobre la relacin entre campos religiosos y procesos de
subjetivacin, especialmente en mbito de la esttica, la mstica y la sexualidad. En los ltimos aos, ha dictado los cursos de teologa heterodoxa
y de teologa feminista, organizados por Catlicas por el Derecho a Decidir-Per.
3 Es importante resaltar que adems de las mujeres, tambin existen otros grupos, objeto de los discursos pastorales. Entre ellos las personasTLGB, pero sin duda no se debe excluir a los hombres heterosexuales. El discurso pastoral construye sntomas y dispositivos especficos para cada
grupo mediante los cuales construye una corporalidad y sexualidad, y por ende, una manera de producir teologa.
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En otro lugar he airmado que en relacin con la corporalidad y la sexualidad de las muje-
res, debemos relexionar sobre el dispositivo de la obscenidad como el resultado de la rela-cin entre modernidad, razn colonial y discursos pastorales catlicos. En torno a ellos, son
tres los aspectos importantes. El primero est referido al hecho que los discursos pastorales
efectan una expropiacin del control de los cuerpos en detrimento de las mujeres. Esta
prctica se muestra desde la destruccin del propio cuerpo hasta la implementacin de tc-
nicas, cuyo in consiste en transformar las prcticas corporales. Adems, esta expropiacin
de la corporalidad est constituida por una expropiacin de la espiritualidad de las mujeres,
es decir, de la imposibilidad desde el discurso pastoral androcntrico que ellas puedan
imaginarse a un/a dios/a y establecer un vnculo particular con l/ella sin la participacin delos adecuados intrpretes (es decir, presbteros u obispos).
El segundo aspecto nos muestra cmo esta expropiacin corporal/espiritual conigura,
desde el discurso pastoral, a las mujeres y sus cuerpos como espacios vacos (desde luego,
ms cercanos a la naturaleza y la materia). A partir de ello, se deine a las mujeres como
incapaces de ser productoras de conocimiento, opiniones y verdades. Este segundo paso
implica la construccin de un modelo de vida que excluye la autodeterminacin como un in
digno y adecuado para ellas.
El ltimo aspecto nos permite pensar, a partir de los elementos antes mencionados, en la
conformacin desde el discurso pastoral del dispositivo de obscenidad, dirigido contra las
mujeres como una estrategia de control sobre sus propias vidas. Hay que recordar que la
palabra obscenidad es conformada por dos voces latinas, la raz ob, la cual indica ausencia
de o falta, y la palabrascenaque signiica escenario o espacio pblico. En ese sentido, obs-
cenidad es estar fuera del escenario o del espacio pblico. Es decir, lo obsceno es aquello
que no tiene cabida en el debate poltico. Hablo del dispositivo de obscenidad,ya que ste
permite que las mujeres, a partir de su expropiacin corporal/espiritual y su incapacidad de
producir conocimiento, sean desterradas del mbito poltico y que sus demandas no sean
visibilizadas4.
En particular, la teologa cristiana ha demostrado ser una herramienta muy til para
construir este escenario donde la relacin entre sexualidad y religin afecta el cumpli-
miento de los derechos sexuales y reproductivos de mujeres y hombres. Sin embargo, en
4 Jaime, Martn. El dispositivo de la obscenidad: El discurso pastoral catlico y las resistencias en torno al ejercicio de la sexualidad de las
mujeres en el Per. En: Ortmann, Dorothea (ed.).Mujer y Religin,Lima: UNMSM, 2012, p. 283.
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el Per, la respuesta desde la propia teologa ha sido limitada y escasa para enfrentar el
discurso pastoral.
Frente a ello, este conjunto de artculos presentados intenta ser el primer paso para re-
lexionar sistemticamente sobre la relacin entre teologa cristiana y sexualidad con el in
de plantear un espacio dentro del imaginario peruano que establezca un dilogo entre los
mltiples itinerarios espirituales presentes en nuestra sociedad. Con este in, hemos reunido
una serie de trabajos caracterizados por desarrollar mltiples abordajes sobre el fenmeno
que permitan hacer una relectura de las imgenes y discursos pastorales desde la propia
experiencia espiritual, la crtica social y la relexin teolgica.
Estos ensayos estn insertos en los debates producidos dentro de la experiencia de dos
cursos de teologa, y por ello, han sido construidos desde problemticas concretas y relexio-
nes particulares, que ijan su atencin en la propia vida. En ese sentido, hemos mezclado los
distintos estilos, tanto las relexiones autobiogricas como las perspectivas histricas, so-
ciolgicas y ilosicas con la intencin de mostrar la utilidad de compartir distintos registros
de la produccin de una teolgica alternativa.
Hacia unas teologas heterodoxas
Estos intentos de reelaborar el quehacer teolgico se concentran en ver cmo nuestra carto-
graa poltica, subjetiva y corporal est repleta de imgenes teolgicas, construidas dentro
de nuestras almas. Y paralelamente en responder a: cmo nos dominan? Qu hacemos con
esas imgenes? Cmo nos resistimos contra ellas? Sin duda, un trabajo intenso nos espera
cuando decidimos afrontarlas.
Frente a estas imgenes y simulaciones, qu podemos hacer nosotros y nosotras? Mire-mos con atencin. Si el dispositivo de la obscenidad vincula la expropiacin corporal/espiritual
y la incapacidad de producir conocimiento dentro del cuerpo de las mujeres, lo hace justamen-
te, separando lo corporal y lo espiritual (y por extensin lo teolgico). En esta separacin, estos
cuerpos escindidos son resultado de una estructura econmica y libidinal que nos re/presenta
el producir como una iccin, un fetiche. Por ello, es fundamental retomar la condicin material
de la produccin, sobre todo, del conocimiento y de los discursos teolgicos.
Insisto en recuperar el cuerpo como lugar de enunciacin y como espacio de resisten-
cia de las subjetividades de las mujeres entendidas como procesos materiales. Hablar sobre
subjetividad y materialidad nos invita a quebrar la ilusin de la universalidad desarrollada
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en el discurso ilosico y poltico eurocntrico, patriarcal y cristianocntrico. Volver a lo ma-
terial en el quehacer teolgico signiica recordar que toda teologa es, tal como lo indicabaMarcella Althaus-Reid, un arteper se, o sea una representacin esttica y no un modo natu-
ral, sino naturalizado, de relexionar/actuar sobre Dios y la gente5. De una u otra manera, los
itinerarios espirituales son resueltos, es nuestra condicin poltica.
En ese sentido, propongo el trmino teologa heterodoxa como un tipo sociolgico que
da cuenta de una manera especica de producir teologa y con el objetivo de poder leer las
mltiples manifestaciones espirituales que desterritorializan al discurso pastoral. Sin duda,
dentro de las teologas heterodoxas se encuentran la teologa de la liberacin, las distintasformas de teologa feminista, la teologas gay y lsbica, la teologa queer, entre otras6.
En nuestro caso, nos interesa resaltar aquellas teologas que buscan asumir la praxis, el
cuerpo y la materialidad mediante una metodologa que reconozca la teologa como se-
gundo acto. Es decir, establecer la importancia de reconocer la realidad como prerrequisito
para cualquier produccin teolgica, en particular la inequidad de las relaciones de gnero y
la discriminacin hacia las personas TLGB, dejando de lado el uso exclusivo de una raciona-
lidad excluyente e incorporando tambin las intuiciones, los sentimientos y las sensaciones.
El lugar de las mujeres en los discursos teolgicos
Uno de los aspectos ms importantes para pensar una teologa heterodoxa es, sin duda, reconocer
en qu lugar son ubicadas las mujeres y tambin otros sujetos expropiados de la propia capacidad
de producir teologa. Es fundamental para nosotras y nosotros, reconocer la realidad donde hemos
sido colocadas/os dentro del discurso pastoral, ya que as podemos evidenciar los signiicantes que
han constituido nuestra propia experiencia religiosa. El realizar este primer acto de sentido teol-
gico es un prerrequisito para reconstruir los discursos pastorales y transformar sus dispositivos.
El dispositivo de la obscenidad intenta expropiar a las mujeres de su capacidad de crear un
escenario simblico y espiritual donde la autonoma y la libertad sean las protagonistas. En
5 Althaus-Reid, Marcella. La teologa indecente. Perversiones teolgicas en sexo, gnero y poltica. Barcelona: Edicions Bellaterra, 2005, p. 134.
6 El desarrollo de la dinmica y las manifestaciones de la teologa heterodoxa es un campo complejo que no podra ser tratado aqu, sin
embargo cabe aclarar que tambin, pueden ser consideradas otras teologa como la del dolor de Dios (Kazoh Kitamori), de la muerte de Dios(Gabriel Vahanian, Thomas Altizeer), la de la esperanza (Jurgen Moltmann), el liberalismo moral catlico (Berharnd Harring, Charles Curran), las
contribuciones de Pierre Teilhard de Chardin, entre muchos y muchas otras.
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este contexto, es interesante recordar aquello que deca Michel de Certeau sobre los procesos
subjetivos a partir de los cuales se opera la inversin de las relaciones de dominacin. Es decir,desde el enfrentamiento entre la dominacin y la demanda surge la posibilidad de desarrollar
cierta agencia, mediante la imaginacin y la creatividad, la cual reinaugura una manera distinta
de hacer poltica, la cual presenta posibilidades, pero tambin nuevos lmites7.
Por ello, la lectura de los trabajos recopilados en esta coleccin, es una manera de visibilizar
que aunque el discurso pastoral conigura una suerte de alienacin, a la vez, permite establecer
una resistencia. Ya que como sostena Foucault, donde hay poder, hay resistencia, y no obstante
(o mejor: por lo mismo), sta nunca est en posicin de exterioridad respecto del poder8
.
El primer ensayo, elaborado por Clarisa Ocaa, plantea una problemtica fundamental para
la reelaboracin del discurso pastoral, es decir, el anlisis del nuevo mandamiento: ama a tu
prjimo como a ti mismo. Tras la pregunta quin es nuestro prjimo/a?, presenta una lectura
sobre las posibilidades de entender a nuestro/a prjimo/a desde un dilogo entre la teologa
de la liberacin y el psicoanlisis lacaniano. Su crtica desde la falta en ser desterritorializa la
concepcin de un modelo de prjimo ideal, concebido desde un registro pastoral, y nos prepa-
ra para afrontar nuevos retos para construir una proximidad ms humana y compleja.
El ensayo escrito por Milka Rosas es un trabajo que nos ubica directamente en la relexin
sobre el lugar de las mujeres dentro de la tradicin judeo-cristiana. A travs de la interro-
gante sobre la construccin de subjetividad femenina en torno a la imagen de un dios pa-
triarcal desarrolla una hermenutica bblica feminista que nos habla sobre la posibilidad de
construir un espacio privado para y desde las mujeres. En ese sentido, plantea una lectura
comparativa entre Mara y Agar, donde signiica la posibilidad del derecho al goce dentro del
ejercicio de la libertad para la construccin de una memoria, transformadora del destino de
las mujeres.
El tercer ensayo es una relexin autobiogrica escrita por Liz Cabrel, quien mediante la
narracin de los principales hitos de su vida nos plantea las limitaciones y las posibilidades
de vivir frente al discurso pastoral catlico. La ruta escogida es un dilogo frente a la culpa
7 De Certeau, Michel. La Invencin de lo cotidiano. Tomo 1: Artes de hacer. D.F. Mxico: Universidad Iberoamericana/Instituto Tecnolgico y de
estudios superiores de Occidente, 2000.
8 Foucault, Michel. Historia de la Sexualidad. Tomo 1: La voluntad de saber.D.F. Mxico: Siglo XXI, 2007, p.116.
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instaurada en el cuerpo de las mujeres contra el cual, la propia sexualidad y la libertad sir-
ven como herramientas de liberacin. En esta misma ruta, encontramos el desarrollo de supostura feminista frente a la religin, caracterizada por el acercamiento a un ecofeminismo
donde la autonoma y el trabajo son tareas imprescindibles, impostergables e imparables.
El cuarto ensayo nos introduce en una de las problemticas ms polmicas con respec-
to al lugar de las mujeres dentro de la Iglesia Catlica: el acceso al orden sacerdotal. En l,
Zadith Vega analiza, desde una perspectiva histrica y feminista, cmo las mujeres fueron
expropiadas de la estructura de la jerarqua eclesistica debido al carcter patriarcal y
androcntrico implantado desde el inal del siglo I. Su artculo debate con los argumentosde carcter eclesiolgico, expresados por la Iglesia Catlica, por los cuales las mujeres no
pueden acceder al orden sacerdotal, frente a ello, nos recuerda la materialidad de las dis-
tintas narrativas del evangelio donde las mujeres eran aceptadas como discpulas y aps-
tolas de Jess, insistiendo en la obligacin tica de pensar la comunidad cristiana como un
discipulado entre iguales.
El siguiente texto, escrito por Liliana Basagoitia, es una relexin de carcter epistolar
donde se busca establecer un vnculo entre mujeres, entre una abuela y su nieta, en torno ala libertad y la promesa de una vida sin opresin. A travs de una narrativa autobiogrica,
y unos cuadros llenos de vitalidad, nos dibuja los lmites y las esperanzas por construir un
futuro distinto, donde la solidaridad y la espiritualidad no estn basadas en la discriminacin,
sino en la bsqueda del auto reconocimiento.
El sexto artculo, escrito por Carmen Tocn, es un ensayo que desarrolla desde una pers-
pectiva sociolgica el lugar asignado a las mujeres dentro de la tradicin judeo-cristiana.
En primer lugar, seala el carcter histrico social de las religiones a partir de las cuales se
construyen representaciones simblicas, en particular de lo femenino y lo masculino. En ese
sentido, analiza aquellos estereotipos asignados a las mujeres como tentadoras y concu-
piscentes, transmitidos de generacin en generacin, mediante el cuerpo burocrtico y ad-
ministrativo que representa la Iglesia. Frente a esta reproduccin de modelos dualistas que
profundizan la inequidad de las relaciones de gnero se aproxima a las teologas feministas,
como manera de deconstruir la injusticia y desigualdad en el mbito espiritual.
El artculo de Nidia Snchez es un anlisis que nos acerca a la realidad de los medios
de comunicacin en la sociedad peruana contempornea, visibilizando cmo el discurso
meditico construye estereotipos sobre las mujeres en relacin con la imagen de Dios. Nos
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acerca a esta realidad a travs del estudio de notas periodsticas, que determinan ciertas ca-
ractersticas para las mujeres cuando invocan o apelan a Dios. Desde una lectura feminista,nos muestra cmo la cultura del marianismo transforma a las mujeres en instrumentos y
objetos donde su autonoma y autodeterminacin permanecen ocultas.
Mirar los cuerpos: construyendo un lugar teolgico
En el cristianismo, toda teologa es sexual, ya que se presenta como un acto performativo
que supone y deine una manera de nombrar y ejercer la sexualidad. Sus primeras imge-
nes y narrativas estn ligadas a distribuir estos asuntos, vrgenes que tienen hijos (Mt 1, 18;
Lc 1, 2638), eunucos que se hicieron tales por el reino de los cielos (Mt 19, 12), y para ultimar
todo esto, un reino de los cielos donde ya no habr hombres y mujeres (Gl 3, 28). Todo ello,
ha ido colocando sobre nuestros cuerpos una serie de dispositivos psquico-sociales: la
culpa, el silencio, la melancola, entre otros muchos, los cuales determinan cierto ejercicio
de la sexualidad. No es casual que cuando revisamos la literatura patrstica y los manuales
sobre teologa moral un buen nmero de pginas est dirigido a resolver algn asunto de
scientia sexualis. En ese sentido, an las ciencias sociales no han explicado satisfactoria-
mente por qu en el proto-cristianismo la abstinencia sexual era tan importante, aunque
han analizado mejor su inluencia en el mundo contemporneo.
Tambin, no es menos cierto que toda sexualidad es teolgica. Acaso nuestras fantasas
sexuales no son rondadas por Dios, acaso l no pretende mirarnos cuando tenemos sexo,
solitario, conyugal o grupal? Y cada vez, nos mira de manera diferente. A lo largo del tiempo,
estas imgenes teolgicas han sido interpretadas dentro de un campo religioso donde cada
una ha cobrado un sentido, resultado de la intervencin de mltiples agentes. Por ejemplo,
la imagen de la virgen, desexualizada y maternal, es un proceso histrico que ha dejado de
lado elementos subversivos de una trama material que determina la propia corporalidad delas mujeres.
En esa relacin de doble va, la teologa y la sexualidad se fusionan mediante una economa
corporal y espiritual. En este punto, debemos preguntarnos cmo se ha conformado esta
economa? Cules son sus consecuencias en nuestras propias vidas? Y sobre todo, cmo
imaginamos otra relacin entre ambas? En particular, deberamos ijar nuestra atencin en
aquello ocurrido en el cuerpo de las mujeres.
Hace algunas dcadas, en Amrica Latina, la teologa de la liberacin renov esta consigna
al declarar la teologa como segundo acto, es decir, el conocimiento teolgico era un acto
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que vena luego de observar la realidad. Muchos telogos se esforzaron por mostrar las
condiciones sociales y econmicas de los pobres de nuestro continente. Curiosamente, talcomo queda demostrado en muchos de sus textos, este acercamiento no mostr ni un pice
de la condicin corporal y sexual de las mujeres y hombres. Una iccin haba sido colocada
nuevamente en la produccin teolgica. No podemos dejar de mencionar en relacin con
esto cmo muchos representantes de esta tradicin liberacionista han omitido cualquier
intento por comprender este mbito9.
En ese sentido, considero que pensar la teologa como segundo acto exige, en
primera instancia, asumir el cuerpo como lugar teolgico. Sin embargo, qu cuerpo?Acaso ese cuerpo icticio protagonista del cristianismo ortodoxo, basado en la triada
padre/ hijo/Mara (madre-hija). Por el contrario, producir teologa debera constituir un
giro en el quehacer epistemolgico que implique resaltar la intencionalidad de quien la
produce, y desplazar el nfasis de su produccin hacia la gravedad/realidad/materialidad de
las voces, es decir, a reconocer la densidad dentro de los discursos con el afn de establecer
un dilogo. La recuperacin de la intencionalidad y la materialidad no es una actividad
referida a recuperar simplemente la subjetividad, siempre expresada en tercera persona,
sino a transformar la misma produccin de conocimiento mediante el intercambio.
Para m, la recuperacin del cuerpo como lugar teolgico deja sin efecto la ilusin de la
transparencia y la linealidad de los discursos hegemnicos, los cuales intentan establecer
certezas a partir de aspectos universales y transcendentes dejando de lado la riqueza de lo
particular. Debemos producir teologas breves desde un conocimiento situado10. En estas
lneas, situar el conocimiento es sinnimo de hablar-desde-el-cuerpo; cuerpo marcado por
los dispositivos de la raza, el gnero, la clase y la sexualidad en las mujeres11.
Hablar-desde-el-cuerpo es recuperar la historia de muchos cuerpos y sus experiencias de
vida como prerrequisito para producir conocimiento teolgico, reconociendo la diversidad
de prcticas y maneras de ser en el mbito corporal y sexual. Olvidemos una teologa basada
9 Vuola, Elina. Teologa feminista, teologa de la liberacin. La praxis como mtodo de la Teologa Latinoamericana de la Liberacin y la teologa
feminista. Madrid: Iepala, 2000.
10 Haraway, Donna. Ciencia, cyborg y mujeres, la reinvencin de la naturaleza. Barcelona: Ctedra feminismos, 1991.
11 Harding, Sandra. Is there a feminist method? En: Harding, Sandra (ed.), Feminism and Methodology. Bloomington/ Indianapolis: Indiana
University Press, 1987.
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en la destruccin y el asesinato de mujeres y hombres, y busquemos otra que responda a la
complejidad y riqueza de la vida.
Estos caminos de acercamiento entre cuerpo, sexualidad y religin han sido emprendi-
dos por las y los autores de esta seccin, donde podemos hallar una serie de relexiones y
anlisis que nos provocan y permiten pensar nuevas espiritualidades.
El artculo de Oscar Amat y Len plantea un acercamiento a la tradicin protestante desa-
rrollada en el Per en relacin con la corporalidad y la sexualidad. Por un lado, hace una tipolo-
ga de esta tradicin frente a la temtica, sealando tres tipos de miradas: la fundamentalista,la conservadora y la heterodoxa. Por otro, nos presenta una relexin sobre el lugar que el
cuerpo ha tenido dentro del mundo protestante, indicando la importancia del principio de
libertad y autodeterminacin, adems de la nocin de la santidad del cuerpo desde una visin
liberadora, las cuales establecen una argumentacin crtica frente al docetismo de muchas co-
munidades evanglicas. En ese sentido, nos interpela para construir un camino donde cuerpo
y espiritualidad puedan encontrarse renunciando a prcticas pastorales opresivas.
El siguiente trabajo pertenece a Mercedes Viera, quien nos muestra en su artculo la
complejidad de la espiritualidad de las mujeres del distrito de San Juan de Lurigancho en la
ciudad de Lima. En este estudio se analizan las relaciones establecidas entre el ejercicio de
su sexualidad y la prctica religiosa mediante la sistematizacin de una encuesta aplicada
a veintinueve mujeres, que aborda las percepciones sobre su vida en pareja, la utilizacin
de mtodos anticonceptivos y el reconocimiento del matrimonio entre personas del mismo
sexo. En este sentido, el trabajo concluye acerca de la capacidad que tienen las entrevista-
das para recrear los discursos pastorales mediante continuas negociaciones sobre su propio
ejercicio de la sexualidad.
El trabajo de Diana Bazn es una manera de estimular una relexin sobre las posibilida-
des de la sexualidad femenina para representar un espacio de contacto con la divinidad. Ella
parte de una crtica al sentido de la abstinencia sexual desarrollado por los textos paulinos y
recupera la desnudez como una estrategia de liberacin espiritual. En esta ruta, liga algunos
elementos como la embriaguez, la libertad y la divinidad.
El cuarto artculo de esta seccin presenta un anlisis sobre las relaciones presentes
entre mujeres que han abortado y su acercamiento a lo espiritual. Eliana Jacobo presentauna relexin sobre la vocacin proftica y el carcter de la espiritualidad de estas mujeres
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mediante la construccin de una tipologa, basada en el anlisis de mltiples testimonios.
Sobre esa relacin, plantea consideraciones acerca de las condiciones materiales y rea-les de quienes abortan con el in de reducir la brecha entre esta experiencia personal y
las vivencias espirituales. Esta recuperacin de la memoria de las mujeres se comple-
menta con el anlisis histrico que recoge sobre el discurso pastoral catlico en relacin
con el aborto.
El ensayo de Mara Emilia Yanaylle nos introduce en los vnculos entre los discursos pas-
torales y la heteronormatividad. Por un lado, plantea las caractersticas y los mecanismos
de la discriminacin dentro de una sociedad heteronormativa mediante una mezcla entreel anlisis socio histrico y las experiencias personales. Por otro lado, establece los puentes
entre la discriminacin y las prcticas de la Iglesia Catlica mostrando evidencias desde el
mundo colonial hasta la sociedad contempornea.
Finalmente, el ensayo de Crissthian Olivera es una provocativa relexin que desplaza el
mundo espiritual ms all de las convenciones. Este trabajo aborda la riqueza y potenciali-
dad de construir una espiritualidad material a partir de las prcticas de bondage, disciplina/
dominacin, sumisin/sadismo y masoquismo (BD/SM). Tras ubicar la importancia de reve-
lar el lugar de enunciacin para producir teologa y recolocar la experiencia espiritual en
un mbito no transcendente, explora las caractersticas del BD/SM como dispositivo para
generar un acercamiento distinto a la espiritualidad mediante las ideas del desfondamiento
de la subjetividad, de la expansin de lo corporal y del contrato.
Esta coleccin de escritos es producto del dilogo y el trabajo colectivo desarrollado du-
rante los dos cursos sobre teologa llevados a cabo en los ltimos aos por Catlicas por el
Derecho a Decidir - Per. En este libro, solo est una pequea muestra de la participacin
intensa de hombres y mujeres participantes de estas experiencias. Cada persona encontr
una manera particular de expresar sus ideas y deseos en relacin con los debates y cues-
tionamientos presentes en las reuniones. Por ello, deseo agradecer a cada una de ellas por
sus invalorables aportes para relexionar sobre un quehacer teolgico alterativo del discur-
so pastoral. Adems, quiero agradecer a Catlicas por el Derecho a Decidir-Per por haber
generado y nutrido un espacio de debate donde se pudo repensar la espiritualidad humana
desde la libertad, el placer y la solidaridad.
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De una teologa que d cuenta
de la singularidad del prjimo
CLARISA OCAA ROJAS*
U
no de los mandamientos ms importantes, es sin duda ama a tu prjimo como a ti
mismo, debido a que, en varios sentidos, se encuentra en la base de la moral judeo-cristiana, y de cierta manera en la contempornea.
La relevancia de este mandamiento en la moral de nuestros tiempos, va ms all inclu-
so de que est en el testamento judo y el testamento cristiano como una ley fundamental
para el/la cristiano/a12, debido a que trasciende a la opcin religiosa a la que pertenecemos
y si ponemos en prctica o no sus mandamientos. Por ello, para precisar a qu prjimo nos
referimos en este ensayo, ubicaremos a la imagen delprjimo cristianoen la sociedad ac-
tual13, del que pretendemos hacer un anlisis de su inluencia en la moral de nuestra poca,
incorporando adems la radicalidad del concepto del otro ledo desde una perspectiva
post estructuralista.
En ese sentido, para este ensayo problematizaremos quin es el/la prjimo/a? para lo
cual nos centraremos en la concepcin de prjimoys mismocomo lo plantea la teologa
de la liberacin, en dilogo con la idea del otroplanteada por Jaques Lacan. Esto nos ayu-
dar a situar algo de la subjetividad contempornea respecto a la otredad.
Luego, buscamos analizar lo que creemos con algunas limitaciones y posibilidades entre es-
tas dos perspectivas tericas en relacin con la posibilidad o imposibilidad del amor al prjimo/a.
12 Levtico 19, 18; Mateo 5, 43-48; y Mateo 22, 39-40, solo por nombrar algunos de ellos.
13 Es importante aclarar que no es un principio que solo se encuentre en la base del cristianismo, sino del judasmo, como lo argumentaKliksberg, Bernardo. El judasmo y su lucha por la justicia social. Buenos Aires: Fondo de Cultura Econmica, 2000, p.23., y en otras religiones
tambin, que no son materia de debate en este ar tculo, pero cuya importancia no hemos querido dejar de mencionar.
Psicloga, con estudios en Poltica Social: Gnero, Poblacin y Desarrollo en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos del Per y formacin
en Psicoanlisis Lacaniano en la Nueva Escuela Lacaniana de Lima. Ha participado de espacios en acercamiento a la teologa de la liberacin y el
feminismo. Actualmente viene investigando sobre mujeres y salud mental.
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Esto con el in de conocer aquello que va marcando la pauta de cmo nos relacionamos en
nuestra poca, que de alguna manera explica la persistencia de la injusticia social, el sexismo, ladiscriminacin sexual, la violencia contra la mujer, entre otros problemas sociales, a pesar de la
opcin preferencial por el pobrey del psicoanlisis como aquello que incorpora la singularidad
del sujeto.
Singularidadversusgeneralidad del prjimo
Pero quin es el prjimo/a? Pareciera que lo que se entiende por prjimo/a coloquialmente
es algo diferente de lo que la moral cristiana profesa. En un primer momento cuando escu-
chamos prjimo/a, podemos representarnos mentalmente a un otronecesitado, que tiene
una urgencia de algo, lo que para los cristianos y las cristianas sera un llamado para hacer
lo que Dios manda, es decir, amarlo, ayudarlo, etc.
Sin embargo, el prjimo/a no sera en s el otroque tiene una urgencia, una necesidad, en
todo caso si la tiene, es una cosa que est igurada, es de otro orden. Es decir, su urgencia es
de otra naturaleza, menos concreta, menos generalizable, es por algo que lo convoque como
sujeto en su esencia misma, en otros trminos, est referida a su falta en ser14.
Una de las formas en que Jess explica quin es el prjimo/a? se plantea a travs de
la parbola del buen samaritano, en donde al parecer Jess saba de la diicultad del ser
humano para poder asumir este tipo de moral. Es decir, fcilmente se puede pensar que
el mandato del Padre es el de ayudar o amar a quien lo necesita en este caso el hombre
herido en el camino dando cuenta con ello de la posibilidad de un lazo entre els mismo
y el otrode complementariedad. Dicho en otros trminos, yo tengo algo que t necesitas,
entonces es posible la relacin con el otro/a15.
14 Se puede leer esto desde varias vertientes, una de ellas es la del sujeto barrado ($) es decir, atravesado por la falta, concepto que fue plantea-
do por Lacan, y que explica que solo as se hace posible el deseo. Por otro lado, ms en relacin con lo teolgico, se propone la imagen del dios de
la falta, es decir del dios que necesita del amor de sus criaturas (Jaime, Martn. Teologas Heterodoxas: una mirada a la corporalidad y la sexualidad.
Curso. Clase del 11 de mayo de 2011).
15 Lacan planteaba en su Seminario 11 que no hay relacin sexual, es decir no hay un uno/a para el otro/a que calcen o se complementen.
Esto lo elabora como una forma de nombrar a lo real, en donde elgoce, es decir lo ms singular del sujeto, no se complementa con elgocedel otro.
Finalmente se puede decir que cada quien goza solo/a. Esto, lejos de ser una sentencia sobre la naturaleza autoertica o antisocial del ser humano,
lo que nos demuestra es que el lazo social es ms una construccin de dos o ms, es decir, nada mgico vendr ah para hacerlo por uno/a, y comotodas las elaboraciones ser posible solo con falla o falta incluida. En: Lacan, Jacques.El Seminario de Jacques Lacan: Libro 11: Los cuatro conceptos
fundamentales del psicoanlisis. Buenos Aires: Paids, 1987.
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Para la moral cristiana, entonces, el prjimo como se relata en la parbola, no es el otro
que necesita ayuda, sino quien se la brinda, quien se compadece16. Esta moral nos habla en-tonces de hacerse prjimo de otro/a, lo cual coloca la necesidad o falta del lado de quien
se hace prjimo y no del que recibe la ayuda. Esto rompe con la idea que se tiene de que hay
algo que calza con el otro/a, que es posible conocer lo que el otro/a necesita, expropiando al
otrode su singularidad. En otros trminos, diramos que no hay posibilidad de que un otro
complete a otro, sino se trata de seres nicos, que construyen una relacin a pesar (o quiz
a partir) de sus diferencias17.
Esto nos lleva hacia una pregunta sencilla. Si el prjimo cristiano es quien se hace prxi-mo a alguien no es acaso obvio que amemos a quien nos ayuda, es decir, amar a quien se
hace nuestro prximo? O es acaso amar a quien elegimos sea nuestro prximo?
Ser un prjimo para s mismo
El mandamiento del amor es uno de los que representa con ms claridad la moral judeo-
cristiana. Sin embargo, su planteamiento tiene una estructura particular cuando se reiere
al amar al prjimo como a ti mismo. Existe, al parecer, dentro de este, un efecto paradjicocuando pensamos que uno mismo puede ser objeto amoroso para s, siendo de alguna ma-
nera un prjimo para s mismo.
Si partimos de que no hay un sujeto prjimo a priori, sino que ste se realiza en el mo-
mento que se hace un otro para otro, podramos decir que solo se es prjimo a alguien en un
segundo momento, es decir de facto. Esto concuerda con la idea de sujeto que nos plantea
Lacan, en donde no existe un signiicante que represente a un sujeto a priori, sino que un
16 En Lucas 10, 25-37 lo que se traduce como conmover las entraasque en hebreo es rjm est referido al tero o matriz, es decir a la funcin
de acoger, de engendrar, relacionado con lo femenino. Lo mismo se usa para referir el amor de Dios hacia sus criaturas, dndole una connotacin
femenina al mismo. Johnson, Elizabeth. El Dios de la vida en la Teologa Feminista de Liberacin. En: Prado, C. y Huges, P. (coord.). Libertad y
Esperanza a Gustavo Gutirrez por sus 80 aos. Lima: IBC, CEP, 2008. Sin embargo, adems de situar la naturaleza del amor de Dios, tambin seala
algo interesante como lo es la referencia a algo de la corporalidad de Dios. Es decir, se vuelve a ubicar a Dios ms del lado de la falta o de la divisin
por cuanto esto se produce en el sujeto al poseer un cuerpo.
17 Asimismo, Bauman, enAmor Lquido: Acerca de la fragilidad de los vnculos humanos.Buenos Aires: Fondo de Cultura Econmica, 2005, p. 109,plantea la singularidad como el deseo del prjimo, que es el de uno y del otro a la vez, a travs de la siguiente frase: Implica el deseo del prjimo,
que se reconozca, admita y confirme su dignidad, su posesin de un valor nico, irreemplazable y no desechable.
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sujeto es lo que un signiicante representa para otro signiicante. Es decir, el signiicante
prjimo no es tal en s, sino con la referencia a otro.
Es decir, retomando la idea de ser prjimo para s mismo, podemos decir que no siempre
es posible concretarla, ya que si existe el mandamiento, es porque de alguna manera se sabe
que el sujeto no siempre est prximo a s mismo.
Por otro lado, Lacan nos dice que el sujeto est dividido por accin del lenguaje, ya que
uno/a no puede pensarse o hablar de s, desde el mismo lugar donde se est. Esta divisin se
explica tambin porque siempre en el lenguaje para explicar algo se est haciendo referen-cia a otros signiicantes previos, generando una brecha entre el sujeto y el yo que sera su
referencia. Por ello, Lacan plantea que siempre se es otroparas.
Para complejizar ms an esta idea de sujeto, nuevamente desde el psicoanlisis, en-
contramos el concepto de extimidad, palabra creada por Lacan y desarrollada por Miller
(2010), la cual nos plantea que objeto a, es decir, aquello que nos es ms ntimo, est puesto
en el otro como algo ajeno o extrao a nosotros. Esto agrega a la singularidad y divisin la
posibilidad de una subjetividad que incluya al otro desde esa extraeza ntima, y no por el
lado de la semejanza, como se suele pensar.
En ese sentido, no habra un sujeto que se ama a s mismo sino un sujeto que intenta
hacerse prximo al otroa partir de la experiencia de ser un otroparas mismotambin. Esto
nos da mayores luces acerca del sentido moral que encierra este mandamiento, en relacin
a la naturaleza de ese amor que se da bajo la premisa que ambos sujetos estn marcados por
la divisin y la singularidad, lo que podramos llamar coloquialmente, no hay un par que nos
complemente, sino que de alguna manera todos somos impares, subjetivamente hablando.
Parece ser que lo que se plantea en este mandamiento va ms all quiz de lo que la moral
cristiana puede sentir como suyo.
Sobre un amor que se construye en la base de la imposibilidad del intercambio
Un amor que se construye sobre la base de la imposibilidad del intercambio, es un amor que
no se desprende de lo obvio, sino que se da bajo la condicin de que no hay nada a priori.
Quiz desde la mirada de la moral cristiana, pareciera que el amor es un acto relejo, es decir
que se desprende de una premisa: Dios nos ama, entonces es posible amarnos los unos a los
otros. En esa lnea, Jess viene a ser la muestra del amor de Dios, quien sacriic a su hijo por
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nuestros pecados. Esto nos dira que el amor es un bien que se transiere de Dios hacia sus
criaturas, para ser replicado entre nosotros. Entonces, siendo el amor de Dios una accin a
priori, el amor al prjimo sera solo una consecuencia de este. Quiz por ello, el pecado para
el cristiano se resume inalmente en el acto de no amar18.
Pero, qu pasa en nuestra sociedad en la que no parece haber un bien heredado de Dios
que est en la base de nuestras relaciones? Por el contrario, al parecer, no necesariamente se
tiene un saber respecto al amor, es decir, saber amar de antemano. Incluso porque la nocin
de intercambio contempla una reciprocidad: no sera un inter si solo de un lado se da
algo. Pero, para la experiencia humana el amor no necesariamente contempla reciprocidad.Y como hemos visto antes, hasta en el testamento cristiano se menciona que este amor que
se da al prjimo no parte de la reciprocidad, ni la busca. Por el contrario, juzga a quienes solo
dan amor, solo a quienes los aman19.
Por ello, nos volvemos a preguntar, no necesariamente para responder, sino para si-
tuar el problema: ah donde no se tiene nada que ofrecer al otro qu es lo que nos llama
a acercarnos a ese/a otro/a? Cul es la naturaleza de ese amor que se construye en me-
dio de un intercambio imposible?
Estas preguntas nos llevan a precisar dos momentos en el acto de amor al prjimo: uno
que est en relacin a la primera pregunta, es decir la etapa previa al encuentro con el pr-
jimo, y el segundo, en concordancia con la segunda pregunta, busca conocer la naturaleza
del amor que se construye en la base de un intercambio imposible. En el primer momento
se ponen en juego los deseos, juicios, experiencias previas, formas de ver la realidad, entre
otros, que condicionan de alguna manera el segundo momento.
Es en este primer punto donde situamos el primer momento del mtodo teolgicoplan-
teado por la teologa de la liberacin, que nos dice que para la produccin teolgica se debe
partir de un acercamiento a la realidad desde el lugar del otro, es decir del pobre, del oprimi-
do. Solo con esto se puede asegurar la accin liberadora del encuentro o segundo momento.
18 En Lucas 7, 36-50 Jess ensea a Simn el fariseo, que ningn pecado es ms importante que el de no amar, y compara su actitud de poca
entrega, con la de una mujer pecadora, que a pesar de ello se atreve a lavar los pies de Jess, siendo esto para la poca, un gesto de entrega hacia
el otro.
19 Mateo 5, 43-48.
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Sin embargo, es importante plantear algo que queda excluido en esta accin de ponerse en
los zapatos del otro, aun cuando el otro sea el pobre.
Del pobre como resto a lo sexual y reproductivo como resto
La opcin preferencial por el pobre es uno de los pilares de la teologa de la liberacin, donde se
plantea al pobre como el otro de quien nos hacemos prjimos. Sin embargo, es posible seguir
manteniendo la categora pobre en el contexto actual, donde la sociedad produce un nuevo sujeto
pobre-esclavo del consumo, que ms que representar a una clase determinada con un contexto
comn, encarna a sujetos tomados por el sistema consumista en donde el amo es el mercado?
Es decir, si antes exista una dialctica pobre-rico o esclavo-amo en donde cada uno era
claramente identiicable y contextualizable, nos enfrentamos ahora a un nuevo contexto
poscolonial, en donde el mercado es el nuevo amo, a travs de su produccin de objetos a
que someten el deseo del sujeto, dejndolo a merced de su goce auto-ertico20a travs de la
produccin de objetos a.
Retomando nuevamente un anlisis desde la perspectiva del psicoanlisis, podemosplantear que durante la poca industrial el pobre era ese restoque quedaba de la operacin
hecha por el sistema. Dicho de otra manera, era el pobre el que no entraba a la cadena de
consumo. Sin embargo, en la actualidad vemos lo contrario. Los pobres han entrado con
la globalizacin a tener un lugar dentro de la cadena de consumo. Un ejemplo de ello es la
responsabilidad empresarial que busca enganchar al consumidor con la idea de que est
ayudando a alguien (con el que no tengo ni tendr un acercamiento, y quiz esta sea la con-
dicin para que la ayuda se d) al consumir el producto.
La pregunta inalmente es: qu es lo que queda como restoen la actualidad, si es que ya
no son los pobres, ya que de alguna manera fueron introducidos en el mercado? Esta es una
pregunta tentadora, ya que sera fcil decir que lo sexual y lo reproductivo es lo que queda
como resto, ya que as lo hemos planteado en ttulo de esta seccin. No obstante, lo que s
es necesario precisar es que el quehacer teolgico ha hecho de alguna manera lo mismo,
en tanto se ha mantenido consecuente con la lucha por la justicia social determinada por
20 El goce se puede entender como la forma en la que se satisface la pulsin. El goce es comandado por la voluntad de goce, que es diferente a
la voluntad de la persona, y se dirige hacia el objeto a.
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lo econmico y lo poltico21, pero por otro lado se ha mantenido en silencio frente al visible
problema derivado del no reconocimiento o no cumplimiento de los derechos sexuales yreproductivos en nuestra sociedad.
A modo de conclusin, nos parece importante resaltar que la lectura de los nuevos con-
textos desde las dos perspectivas, tanto de la teologa de la liberacin como la del psicoan-
lisis, han contribuido a ver dnde se dan los lmites, pero tambin cules son la posibilidades,
sabiendo que estos nuevos contextos exigen una radicalidad igual o mayor a cuando estas
vertientes tericas empezaron hace algunas dcadas.
21 Vuola, Elina. Teologa feminista, teologa de la liberacin. La praxis como mtodo de la teologa latinoamericana de la liberacin y de la teologa
feminista.Madrid: Iepala, 2000, pp. 201-246.
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Mujeres y espacio privado en la tradicin bblica:
fuente de liberacin de las mujeres
MILKA ROSAS*
La encontr el ngel de Yahv junto a una fuente que manaba en el
desierto la fuente que hay en el camino del Sur y dijo: Agar, esclava
de Saray, de dnde vienes y a dnde vas?. (Gnesis 16, 7-8).
La construccin de la subjetividad femenina y la masculina ha estado marcada por diversosfactores de la cultura, entre ellos la tradicin judeo-cristiana, que instaura la imagen deun Dios masculino, creador, todopoderoso y omnipotente, a quien se le llama Padre y
por ende tiene autoridad sobre todo lo que ha creado, animales, plantas, mares, cielos. Al
ser humano (macho y hembra)22, al que crea a su imagen y semejanza23, le da el poder
y autoridad de fecundarla, someterla24 y dominarla25. Sin embargo es al varn a quien se
le concede la autoridad de fecundar y dominar26lo que considera de su propiedad, incluida la
mujer (o mujeres), hijos/as, siervos/as, esclavos/as, tierras, animales. Dicho en otros trminos la
mujer pasa a ser un objeto ms, perdiendo su condicin de sujeto. Esta concepcin patriarcal
de la imagen de Dios ha justiicado una determinada forma de organizar las relaciones entre
los seres humanos, ha determinado el lugar de los varones y el de las mujeres, marcado por
leyes divinas con una fuerte carga simblica que ha colocado a las mujeres en una posicin
22 Gnesis 1, 27.
23 Imagen de Dios nos da la idea de ser iguales y semejantes a l, de tener sus mismas formas y maneras (taller de Biblia con perspectiva de
gnero).
24 En hebreo, someter (Radah)tiene la acepcin de pastoreo, con las caractersticas de conducir al rebao, llevarlo por el buen camino, para que
no se pierda, porque necesita ayuda.
25 En hebreo, dominar (Kabas)tiene la acepcin de proteccin y custodia.
26 Aqu dominar cambia de sentido, marcado por la autoridad y el poder sobre lo que se considera inferior.
Trabajadora social, candidata a magster en Polticas Sociales con mencin en Gnero, Poblacin y Desarrollo de la Universidad Nacional Mayor
de San Marcos, con estudios de Biblia en perspectiva de gnero, teologa de la liberacin y teologafeminista.
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subordinada dentro del estrato social, inluenciando sus maneras de pensar, actuar, valorarse, y
relacionarse con otros y otras.
Partiendo de una imagen de Dios patriarcal que ha ubicado a las mujeres en un lugar
especico en la sociedad, lo que este artculo pretende es relexionar, desde algunos textos
bblicos sobre los signiicados e interpretaciones que nos llegan a las mujeres de ahora con
respecto a las propias mujeres y su papel en la sociedad, la(s) imagen(es) de Dios, y de forma
especial sobre el espacio privado27en la vida de las mujeres. Entiendo el espacio privado
como el mbito donde cualquier individuo puede pensar en s mismo, lo que constituye para
todo ser humano la posibilidad de redeinir su identidad a travs de actividades de su libreeleccin, y como resultado, reubicarse con mayor autonoma en relacin con los estereoti-
pos de gnero en el espacio domstico y el espacio pblico. Las preguntas que motivan este
artculo son: dnde la imagen de Dios coloca a las mujeres? La percepcin de su ser mujer
vinculada a su imagen de Dios, de lo religioso y lo divino, inluye en esta posibilidad de dis-
frute y goce de un espacio privado?
Para esta relexin, en primer lugar, revisaremos algunos smbolos de la tradicin judeo-
cristiana que han inluenciado en la subjetividad femenina y su lugar en la sociedad, luego
algunos textos bblicos que a travs de leyes y smbolos como el modelo mariano han pro-
movido o prohibido el espacio privado para las mujeres indagando sobre qu imagen de
Dios los genera y en qu contexto. Finalmente, haremos un trabajo hermenutico sobre Agar
que desde su condicin de esclava y oprimida da luces para que las mujeres nos liberemos
de estereotipos e iniciemos procesos de bsqueda del espacio privado.
La tradicin judeo-cristiana y su inluencia en las mujeres
El Primer Testamento de la Biblia nos muestra la historia del pueblo de Israel, que a travs de
sus acontecimientos da cuenta de su relacin con el Dios en el que cree, el Dios que los ha
salvado y liberado de diferentes situaciones de sufrimiento y esclavitud. A travs de su his-
toria conocemos cmo se organizaban social, poltica y econmicamente, sus tradiciones,
creencias, las relaciones de poder y la vida cotidiana.
27 Murillo, Soledad. El Mito de la vida privada. De la entrega del tiempo propio. Madrid: Editores Siglo XXI, 1996.
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En los libros del Primer Testamento encontramos discursos variados y con perspec-
tivas diversas de la imagen de Dios28, relejados en leyes y smbolos que marcan las con-ductas de los individuos segn su procedencia, estrato social, sexo y edad. El valor de las
mujeres estaba basado en su capacidad reproductora, lo que era de utilidad para el clan
en la medida que garantizaba la descendencia y mano de obra para el trabajo, de tal ma-
nera, una mujer estril era mal vista, era ubicada en uno de los peldaos inferiores de la
estructura social. Esto se expresa en cmo la esterilidad era considerada un castigo divino:
Vio Raquel que no daba hijos a Jacob y, celosa de su hermana,
dijo a Jacob: dame hijos o me muero29.
Esta funcin reproductora les daba un lugar a las mujeres en su organizacin social, en
esa perspectiva eran consideradas natural y divinamente predispuestas y diseadas para
las labores domsticas, as como para seguir ciertas normas de conducta y formas de rela-
cionarse con otros. Sin embargo este pensamiento no es solamente judo, estaba difundido
universalmente en otros pueblos de la antigedad30.
Una situacin similar a las estriles vivan las viudas, quienes al morir su esposo tenan
que buscar a algn varn que se haga cargo de ellas. En muchos casos deban tener hijos
con el hermano de su esposo para no ser deshonradas o mal vistas.
Booz tom a Rut, y ella fue su mujer, se uni a ella, y Yahv hizo que
concibiera, y dio a luz un nio. Las mujeres dijeron a Noem31: Bendito
sea Yahv que no ha permitido que te falte hoy uno que te rescate para
perpetuar su nombre en Israel. Ser el consuelo de tu alma y el apoyo
de tu ancianidad, porque lo ha dado a luz tu nuera que tanto te quiere
y que es para ti mejor que siete hijos. Tom Noem al nio y lo puso en
su seno y se encargo de criarlo32.
28 Los textos bblicos tanto en el Primer como el Segundo Testamento, fueron escritos por hombres y comunidades en contextos diferentes quebuscaban dar cuenta de una imagen de Dios que responda al momento histrico y social, por ende perspectivas y paradigmas diversos (InstitutoBartolom de las Casas. Taller de Biblia con perspectiva de gnero, Lima, 2011).
29 Gnesis 30, 1.
30 Stegemann, E. W. y Stegemann, W. Historia Social del cristianismo primitivo. Los inicios en el judasmo y las comunidades cristianas en el mundomediterrneo. Navarra: Verbo Divino, 2000.
31 Noem fue madre del primer esposo de Rut, ambas haban quedado viudas, y volvieron a su tierra, Beln, donde Rut para no caer en ladeshonra se casa con Booz, pariente de Noem.
32 Rut 4, 13 - 16.
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participaban activamente en las celebraciones culturales y tambin
estaban presentes en los banquetes familiares o en las asociacionessociales. Pero su presencia pblica sigue siendo limitada respecto a la
de los hombres (incluso como sacerdotisas o participantes activas o
pasivas en el culto de otra forma, como tambin en los banquetes)
o era considerada desconveniente y las expona a la sospecha de ser
consideradas como disponibles desde el punto de vista sexual (sobre
todo en los banquetes)36.
La condicin sexual de ser mujer signiicaba el encasillamiento en un rol. El coninamien-to en el espacio domstico se consideraba ideal.
Mencionaremos solo algunos textos que nos permiten iniciar un dilogo sobre el lugar
en el que fueron ubicadas las mujeres, los ines que se buscaba con ello, y las consecuencias
para las mujeres de no contar con un espacio privado.
Una de las concepciones que se instaura como norma para la conducta de las mujeres
est referida al modelo mariano, normas que han sido internalizadas en las mujeres de ma-
nera especial en las de Amrica Latina37. En el modelo mariano, vemos dos aspectos referi-
dos a la toma de decisiones y al sacriicio.
En el cristianismo, Mara es el modelo de una semi diosa, con todas las virtudes que una
mujer debe tener, el patrn a seguir para las mujeres. La imagen de Mara se constituye en
una proyeccin de la imagen de Dios, a la que se le asignan virtudes 38y roles. Las virtudes
exaltadas estn en relacin a su sumisin de aceptar la voluntad divina, marcando una lnea
de conducta en donde los acontecimientos y situaciones de la vida son vistos como divinos y
en la que no se puede tomar una posicin que lleve a decisiones, aunque estas sean equivo-
cadas, y se deja de ser lo que se quiere, se abandonan sueos y planes de vida para aceptar
la voluntad de Dios. Su vivencia de dolor tambin es ponderada, lo que ha instaurado en las
mujeres, el ensalzar actos de sacriicio y sufrimiento.
36 Stegemann, op. cit., p. 506.
37 No por nada es Amrica Latina la regin donde se tiene el mayor nmero de advocaciones a la Virgen Mara.
38 No se identifican defectos en Mara, quitndosele su carcter de ser humano.
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Por otro lado, se ha ocultado su ser mujer, en donde su ser madre abarca en ella todas las
dimensiones, ya no solo es Mara la madre de Jess, sino tambin la de todos los hombres. Ideaque refuerza su lugar solo en lo domstico, al cuidado de otros, sin poner atencin a los deseos
personales.
Estas tradiciones e imgenes de Dios, Mara, santas y santos, han signiicado situaciones
de injusticia y muerte para muchas mujeres a lo largo de la historia. Sin embargo es posible
tanto en el Primer y Segundo Testamento, develar textos que han sido silenciados o manipu-
lados para continuar con relaciones de poder que subordinan a las mujeres, lo que permite
mantener un sistema econmico, poltico y social centrado en los varones.
Hacer un intento por mostrar a estas mujeres en los diferentes espacios es una apuesta
por no poner lmites a las posibilidades de recrear sus propias subjetividades, y de buscar
su bienestar. Por ello es necesario promover una prctica de la interpretacin bblica en
trminos de una retrica feminista, la que pretende hacer presentes las diferentes voces
inscritas tanto en el texto como en sus contextos antiguos y contemporneos, hacer uso de
una reimaginacin39, para que sea realmente buena noticia para las mujeres, que propicie
una mirada y un sentir diferente de la historia de las mujeres en la Biblia. Esto inluira en el
disfrute de las mujeres de los diferentes aspectos de su vida y el encuentro de un espacio
privado que les abra posibilidades y nuevas formas para ello.
Un aspecto importante es ir develando y mostrando los discursos y vivencias de estos va-
rones y mujeres desde otra perspectiva, la de las mujeres, lo que nos ayudara a desenmas-
carar la imagen de un Dios castigador omnipotente. La principal consecuencia de esto en
la vida de las personas, sera visualizar que las relaciones de poder actuales no son divinas,
ni naturales, sino son situaciones de injusticia que causan sufrimiento y muerte temprana
en las mujeres. El dilogo ayuda a aclararnos e ir tomando conciencia para reconstruir esa
historia en el pasado y en el presente.
Se encuentran mujeres que decidieron ubicarse en otro espacio, no tradicionalmente asignado,
como es el espacio pblico, y que aportaron a su pueblo en un tiempo y momento histrico dicil.
Una de ellas fue Juld40, ...una mujer de fe, polticamente activa en la sociedad de su tiempo,
39 Schussler, Elizabeth.Pero ella dijo. Prcticas feministas de interpretacin bblica.Madrid: Trotta, 1996, pp. 72-75.
40 Segundo libro de los Reyes 22, 14-20.
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reconocida protagonista de una de las decisiones poltico religiosas que marcarn el futuro de
Israel, aportando una palabra propia acerca de la identidad y misin de su pueblo en un momento
de crisis41.
As como Juld, otras mujeres han sido silenciadas o no puestas en real valor:
Sara, Agar, Tamar, Rejab, en tiempos de los patriarcas; las parteras de
Egipto, la hija del Faran, Miriam, Sfora en los tiempos del xodo; Dbora
en tiempos de los jueces, Rut, Ester y Judit en los tiempos del postexilio, a
la vuelta del destierro y confrontando con la cultura helenista. Sin embar-go, como Juld, estas mujeres no han sido suficientemente reconocidas
en su tarea y aporte42.
Tampoco se da valor a las mujeres que disfrutan de un espacio privado, como el
caso de Susana43, quien junto a sus sirvientas toma un tiempo del da para pasear en su jardn
a solas o baarse. O a las mujeres que en las primeras comunidades cristianas fueron separa-
das de los espacios pblicos, ya que haban adquirido un poder tal que justiic su reclusin
solo en los aspectos domsticos44.
Se olvidan momentos de la vida de Mara, en donde aquello que la caracteriza es el gozo
y la alegra, donde se le ve dichosa. Justamente con ese adjetivo su prima Isabel la nombra45,
ante lo cual, Mara responde que todo su ser y espritu estn alegres y que dirn de ella que
es feliz. Qu imagen de Dios tiene Mara? En qu, ante esta situacin dicil, ella cona y se
alegra?
Para muchas mujeres creyentes este gozo y alegra no es percibido, y se aferran a las im-
genes de una Mara que llora y que sufre, siendo este su modelo a seguir, es decir, la imagen
41 Jimnez, Glafira. Mujeres, profetismo y poltica, un conflicto entre dos tiempos. En: PginasN 213. Lima:Centro de Estudios y Publicacio-
nes, 2009, pp. 32-45.
42 Ibd., pp. 32-33
43 Daniel, 13.
44 Segunda Carta de Pedro, 3.
45 Lucas 1, 45.
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de Dios que se tiene es generalmente de un Padre castigador. Cuando, por lo que algunos
textos sealan, la imagen que Mara tiene de Dios la remite a situaciones de placer y gozo,que la libera y le da vida en abundancia.
El espacio privado como espacio de liberacin
Las mujeres an siguen a cargo del espacio domstico, encargadas del cuidado de otros, rol
en el que muchas viven situaciones de injusticia, postergacin de aspiraciones, violencia y
muerte; oprimidas por un sistema patriarcal an presente. De otro lado, viven la opresin de
un sistema capitalista, que a travs de la divisin sexual del trabajo, garantiza el sistema deacumulacin de capital, por lo que la distribucin tradicional de roles entre varones y mujeres
resulta pertinente, mantenindose el espacio pblico para los varones y el domstico para las
mujeres.
El cuestionamiento de estas situaciones, roles y estatutos llev a las mujeres a incursio-
nar en el espacio pblico, a in de alzar su voz ante estas situaciones de violencia e injusticia.
Muchas mujeres encontraron en este espacio formas de empoderamiento y reconocimiento
a su participacin cada vez ms activa y exitosa. Sin embargo, an el espacio pblico no ter-
mina de ser del todo suyo, y al igual que en tiempos antiguos este espacio es hostil debido a
que all se manejan estereotipos rgidos de gnero que las discriminan y estigmatizan por no
seguir lo establecido socialmente. Esto hace que sea imposible romper o desvincularse de
un estereotipo que limita sus posibilidades de construccin de un proyecto propio.
La liberacin de las mujeres no se ha logrado con su participacin en el espacio pbli-
co, porque la estructura patriarcal an permanece como norma. Como seala Elizabeth
Johnson:
Esta receta aadir mujeres y revolver solo acaba en problemas posterio-
res, cuando las mujeres desatienden sus propios dones en su intento de
adaptarse a un mundo hecho para varones46.
46 Johnson, Elizabeth. El Dios de la vida en la Teologa Feminista de Liberacin. En: Prado, C. y Huges, P. (coord).Libertad y Esperanza a Gustavo
Gutirrez por sus 80 aos. Lima: IBC, CEP, 2008, p. 317.
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Para atender sus otros dones, algunas mujeres han transitado por otro espacio, el espacio
privado, no obstante este no ha sido explorado ni reconocido por muchas, menos valoradoen lo que este espacio puede aportar en la recreacin de la subjetividad femenina.
La privacidad en la vida de las mujeres es un tema que an no se ha tocado en profundi-
dad, en el caso de los varones desde tiempos antiguos hasta la actualidad se les da la posibili-
dad de que despus de un arduo da de trabajo lleguen a casa y hagan cualquier actividad de
su libre eleccin, ver televisin, leer el peridico, o tomar unas copas con los amigos. Nadie
se atreve a cuestionar estas actividades, es su posibilidad de disfrute o goce de un tiempo
para ellos, para realizar alguna actividad de libre eleccin que les genere bienestar.
Construyamos en la terraza una pequea habitacin y pondremos para
l una cama, una mesa, una silla y una lmpara, para que, cuando venga
junto a nosotros, pueda retirarse all arriba47.
En el caso de las mujeres, el espacio privado es sinnimo de espacio domstico, en el
cual ellas vuelcan todo su tiempo al cuidado de los otros miembros de la familia; dedicar un
tiempo para actividades de libre eleccin en la que no participen la pareja o los hijos puede
ser visto como una traicin a su rol, en todo caso tiene que delegar sus funciones a otras mu-
jeres del entorno. Pero el xito o fracaso de lo que delega sigue siendo su responsabilidad.
Entonces encontramos desigualdades en el ejercicio del espacio privado para los varones y
las mujeres, en otras palabras, diramos que el espacio privado para las mujeres est privado.
El espacio privado constituye para todo ser humano la posibilidad de redeinir su subje-
tividad en el descanso, la conversacin con otros, el baile, la lectura de un libro, o el disfrute
de una pelcula, rutinas de ejercicios, participacin en grupos comunitarios (incluidas las or-
ganizaciones sociales y de iglesias) u otras actividades, y encontrar ah nuevos signiicados a
su vida que le permitan transitar en los otros espacios domsticos y pblicos de forma cada
vez ms renovada, con posibilidades y condiciones de bienestar.
Las percepciones y signiicados que tienen las mujeres de s mismas, de Dios y del espa-
cio privado, son factores que no han contribuido favorablemente al disfrute del mismo, por
lo cual se ven limitadas sus posibilidades de liberacin.
47 Libro Segundo de los Reyes 4, 10.
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La vida de las mujeres ha estado marcada por un darse a los dems, incluso su participa-
cin en el espacio pblico est signada por esa entrega de la propia salud por otros. Tambinha estado marcada por una ausencia de tiempo y espacio propios para realizar actividades
que les generen bienestar. Todo aquello que aleje a una mujer de su rol reproductivo y de dar
bienestar a otros es satanizado, y se llega a considerarlas como egostas.
El espacio privado es una posibilidad de ejercer el derecho al goce, un espacio de libertad
que transgrede la posicin tradicional femenina, asignada no solo desde lo extern