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Esperamos que, antes de que loalienígenas se tomen la Tierra, lohumanos se fabriquen en serie, u
meteorito acabe con el planeta, undroga sintética reemplace losentimientos, casi la mitad de lpoblación urbana esté presa o nuestrsoledad sea mitigada por un robotpuedan ustedes disfrutar de estas buenapáginas.
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AA. VV.
¿Sueñan losandroides con
alpacas eléctricas?Antología de ciencia ficción
contemporánea latinoamericana
ePub r1.0
jugaor 10.10.15
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Presentación
I
La pretensión de definir un génernarrativo está plagada de dificultadesGeneralmente es más reconocible ecentro que los límites de esa definición en esas fronteras, siempre borrosas
esas zonas indeterminadas, es donde scorre el peligro de ser vaporoso
mpreciso, o sectario y de ment
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estrecha. El crítico David Seed[1] noscuenta que para Hugo Gernsbackfundador de Amazing Stories, la primer
revista especializada en el tema, lciencia ficción es una combinación dromance, ciencia y profecía; el escrito
Robert Henlein, por su parte, afirma quse trata de una «especulación realistsobre eventos futuros»; el críticespecializado Darko Suvin, a su vez
considera que es un género basado euna alternativa imaginaria al ambientdel lector. De otro lado, existe el debatde si es una variante de la literatur
fantástica o de la literatura histórica.¿Quién tiene la razón
Probablemente todos, porque l
iteratura, cuando es buena, es elusiva
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se resiste a los moldes, las categoríasas prescripciones. Más que a definir l
ciencia ficción, podemos aspirar
describirla, a reconocer la variedad y lriqueza de sus temas, así como lntersección de otros géneros
subgéneros. Podemos afirmar que existun componente tecnológico en lmayoría de sus narraciones, pero no poeso debemos colegir que toda narració
de ciencia ficción es acerca del futuroLa forma más cruda de leer a un escritoes preguntarse si tenía razón o fudesmentido por el futuro del cua
escribió. Valdría más pensar la ciencificción como una pregunta sobre e
resente, la cual se manifiesta enarraciones donde el escritor exagera
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contradice o suprime algunos rasgos elementos contemporáneos a la realidaque circunda su escritura.
Los debates y querellas sigueabiertos y están lejos de cerrarse, apunto que podríamos suponer que tacondición es una característica degénero.
IILa aparición del género también ha sid
motivo de incordios. Algunohistoriadores, merced a La historiverdadera, de Luciano de Samosatadonde se narra un viaje a la luna, ha
situado el punto de partida en el siglo
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de nuestra era. Otros lo han fijado en eRenacimiento, con obras como Utopí1516) de Tomás Moro y El hombre e
a luna (1638) de Francis Godwin. LaRevolución Industrial, con la aparicióen 1818 de Frankenstein, escrito poMary Shelley, suele ser otro génesiacostumbrado.
Seed prefiere situar ese momentgerminal en el tardío siglo XIX, cuand
aparece y empieza a utilizarse el términ«ciencia ficción» para agrupar el tipo dnarraciones que nos ocupa en esta notntroductoria. A partir, digamos, d
1870, surgieron múltiples utopíasrelatos de guerras futuras y otramanifestaciones agrupables dentro degénero. Desde entonces hasta la Primer
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Guerra Mundial vino un extraordinario rápido avance tecnológico, con lexpansión de la energía eléctrica, l
legada de los aviones, el desarrollo da radio y el cine, la proliferación de l
prensa popular, así como el surgimientde amenazas globales y conflictos a graescala. Ahí están los elementos qubrindaron el marco para el crecimiento desarrollo de la ciencia ficción.
IIIo trataremos aquí la evolución de
género ni la reseña de sus cultores márelevantes. Existen suficientes manuale
que permiten trazar el recorrido desd
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Julio Verne hasta Ursula K. Le Guindesde la proto ciencia ficción hasta epostcyberpunk. Nos ocuparemos de l
ciencia ficción en América Latina, temde esta antología. Si bien las fuentepara una reseña exhaustiva del asuntson escasas, el escritor argentino ElviE. Gandolfo sitúa la aparición degénero en su vertiente latinoamericanen 1898, con la aparición de E
socialismo triunfante: lo que será maís dentro de 200 años, novela escrit
por el uruguayo Francisco Piria. Unutopía en la que el protagonista toma un
droga que le permite dormir durante dosiglos y despertar en una sociedaperfecta con reminiscencias helénicasOtra referencia temprana data de 1926
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cuando el escritor infantil MonteirLobato publica El presidente negro o Echoque de las razas, texto en el qu
cuenta, en tono bastante racista, laniquilación masiva de negros eEstados Unidos. El texto prefigura lamacabras técnicas del nazismo europeoaún incipiente.
En Colombia podemos dar crédital escritor barranquillero José Féli
Fuenmayor, en fecha tan temprana com1928, como el precursor del género. Snovela Una triste aventura de catorcsabios, sátira en la línea de Los viaje
de Gulliver de Swift, pretende burlarsedel fetichismo científico. Cuatro añomás tarde, en 1932, José Antonio OsoriLizarazo escribe Barranquilla 2132
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cuya historia de un hombre que duermhasta despertar dos siglos más tarde norecuerda la utopía uruguaya de Piria. E
1936, el monteriano Manuel FranciscSliger Vergara publica Viajenterplanetarios en Zeppelines qu
endrán lugar en el año 2009, el primeexto colombiano en el que aparece
extraterrestres. Los tres libros han sidrescatados y en la actualidad s
encuentran en circulación, disponiblepara curiosos y estudiosos de estoprimeros parpadeos en el despertar deste género.
Pasaría algún tiempo antes de quRené Rebetez (1933-1999) escribiera e1966 el primer ensayo colombiansobre el género, titulado Cienci
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icción: la cuarta dimensión de l
iteratura. Debemos dar crédito Rebetez por su obra y también po
antologías como Contemporáneos deorvenir (2000), que le dieron un lugar
destacado en la incipiente producciónacional de ciencia ficción.
En Latinoamérica, sin embargo, lciencia ficción ha sido visitada poalgunas de las mejores plumas de
continente. Relatos como Tlön, UqbaOrbis Tertius (1940) de Borgesuebles «El Canario» (1947) de
Felisberto Hernández, o novelas com
a invención de Morel (1940) de BioyCasares, no sólo pertenecen al génersino que son verdaderas obras maestras
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IVPresentamos a los lectores seis relato
que muestran un panorama de lproducción latinoamericana actual eorno al género. «La delación», de
colombiano Jorge Aristizábal Gáfaro
entrecruza en clave paródica un relatromántico y una guerra intergalácticentre dos especies alienígenas rivale
que combaten secretamente en la Tierra«Straight », del cubano Jorge EnriquLage, explora los vericuetos de unsociedad en la que el homosexualism
es la norma y se impone por la fuerza«Las últimas horas de los últimos días»del mexicano Bernardo Fernándezaborda una historia apocalíptica signad
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por la escasez y la barbarie, suerte doscuro relato de carretera en el quambién cabe una historia de amor. «L
droga», del venezolano José Urriola, snterna en los laberintos mentales de u
hombre consumido por la adicción a ufármaco que él mismo ha inventadovano simulacro del amor. «Recuerdo de2030», del argentino Pedro Mairadescribe una sociedad autoritaria
especie de distopía orwelliana en dondse exploran las relaciones familiares a pulsión de libertad. Y finalment
«Oz», del peruano Carlos Yushimito
explora la relación entre un anciandecadente y su vetusto robot oxidadodos personajes que conocieron mejoreiempos y ahora marchan juntos hacia s
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nminente destrucción.Al hacer esta selecció
pretendimos abordar diferente
emáticas relativas a la ciencia ficciónpero sobre todo brindarles a los lectoreun grupo de textos de gran calidadEsperamos que, antes de que loalienígenas se tomen la Tierra, lohumanos se fabriquen en serie, umeteorito acabe con el planeta, un
droga sintética reemplace losentimientos, casi la mitad de lpoblación urbana esté presa o nuestrsoledad sea mitigada por un robot
puedan ustedes disfrutar de estas buenapáginas.
A NTONIO G ARCÍA Á NGE
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Jorge Aristizábal Gáfaro
La delación
Es cierto qulas Gracia
fueron tres
pero jamá
se las pint
hablandentre s
constituye
una trinida
silenciosa
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SK IERKEGAA
Io diré cómo supe lo ocurrido entr
Silvia, mi vecina del 402, y laentidades que después de llevarla acielo, la devolvieron al Park Way
entonces convertido en infierno parella. Ésta es la historia:Hace muchos siglos, los Skulto
expulsaron a los Fórnax de la undécim
dimensión de Sagitario, condenándoloa vagabundear clandestinos por euniverso. Para recuperar su hogar, loFórnax recurrieron a estrategias qu
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habrían sido efectivas si los Skultor nhubieran desarrollado el exterminielegenético. Mediante ta
procedimiento, la captura de un solrebelde implicaba la extinción unánimde la especie Fórnax.
Éstos, a su vez, descubrieron que ecromo sometido a sublimación fractaproporcionaba un gas para liquidar a lousurpadores. Sin embargo, el metal sól
podía obtenerse en la Tierra y condición de un secreto arribo: comellos, los Skultor leían nuestrpensamiento y mantenían un centro d
psicoobservadores dedicados a captaoda experiencia humana co
extraterrestres. Tales sujetos evaluabaos contactos —muchos falsos, otro
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ciertos— pero únicamente impartiríaórdenes de intervención en caso dalguna presencia Fórnax.
Pese a la amenaza del holocaustelegenético, los expulsados decidiero
arriesgarse. La junta planificadorprefijó como condiciones de ejecuciórapidez y sigilo. Lo primero exigía eiempo una operación no superior a un
hora Fórnax —por razones cuánticas
sesenta años terrestres—. Lo segundouna acción individual, indirecta eciertas fases y distante de los centrocientíficos de la Tierra. Con tale
premisas, dicha junta eligió a uno de suoficiales más notables y le ordenrasladarse a la zona de los Andes
donde ubicaría a un humano para, d
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modo imperceptible, capacitarlo nducirlo a la obtención del cromo.
Fue así como el oficial Fórna
legó a Bogotá y escogió a mi vecina de402. Silvia acababa de perder sempleo en el noticiero de televisióuego de un lamentable descenso: po
algunas infortunadas frases pronunciadaal aire, pasó de presentadora a reporterde farándula y de ahí, al asfalto, cuand
el director, tan drástico como salazdecidió que sus informes carecían dmaginación. Además, por aquellos día
padecía un duelo amoroso, lo cual l
perfilaba como sujeto ideal para loplanes Fórnax.
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IIHija de padre suizo y madre caribeña
mi vecina lucía impune sus veinticincaños y una sensualidad provocadora dno pocos problemas. Tenía el cabellagreste, ojos para la penumbra y uno
dientes grandes e injuriosamentcómplices de sus labios perversosSolía tornar almíbar los aceites con que
después del baño, ungía la piel entrdorada y rosa de sus brazos, sus senossu vientre, sus largas piernas…
El agente Fórnax la contactó por e
Facebook y se las arregló para merecealgunas confidencias. Luego adivinó sdeal de hombre, le aventuró una cita
con el nombre de Carlos y la aparienci
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de un astro del cine, se le presentó. Averlo, Silvia perdió el aliento. Duranta comida le habló de sus gustos
aficiones, desengaños. Más tarde, abailar, fue indulgente al sentir qucarecía de ritmo. Él, en cambio, no tuvclemencia con sus ansias y aquellmisma noche, y por las tres siguientes, lhizo gemir de cataclismos íntimos.
Saciada y feliz, Silvia le expresó e
emor de limitar sus relaciones a lfísico. Esperaba, además, ternura proponía tiempo en aras deconocimiento mutuo. En obediencia
Carlos la colmó de arrullos y cariciacuya alternancia con palabras dulcesfrases sabias y silencios apaciblesuvieron el efecto de que otra vez la
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frondas del Park Way se vieraperturbadas por el disturbio de sudesafueros.
Pero había que darle pausas aencierro. Mi vecina necesitaba aire exhibirse con aquel amante que lenorgullecía. De la mano de Carlos, llusión del amor la encaminó por un
ciudad que vio nueva. El sábadrecorrieron La Candelaria, asistieron
una exhibición de arte en la Luis ÁngeArango, oyeron un recital de piano en eTeatro Colón y a la medianoche sbesaron bajo la luz ambarina, bellísima
de la Plaza de Bolívar. El domingsiguieron la ciclovía de la calle 26escudriñaron las estrellas en ePlanetario, almorzaron en la Zona T
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comieron helado en el Centro Andino entraron a ver La guerra de los mundos
El lunes, Silvia anunció que no er
día de salida. El apartamento delatabsus desmanes, así que con el pelrecogido y vestida apenas con un top yunos shorts, se puso a gatas para fregael piso. Molesta porque él sólo lmiraba, le preguntó sonriendo si no teníalgo mejor que hacer. Él simplemente l
omó de un brazo, la estrechó contra scuerpo y comenzó a infligirle suembates de físico y ternura.
Desde su languidez, Silvia lament
no encontrar quién se ocupara de la rop la limpieza. Carlos atendió el
requiebro y, tras sumirla en un plácidsueño, se armó de escobas y jabones
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dejó el apartamento reluciente. A mvecina se le saltaron las lágrimas y se lestremeció el vientre cuando a
despertar, él, vestido apenas con un top unos shorts, le llevó a la cama e
desayuno adornado con una margaritblanca.
Había de llegar, sin embargo, lprimera pelea. Ante la avaricintransigente de un cajero automático
Silvia, pálida de ira, se quejó de habegastado mucho en las últimas semanasde no tener empleo y sí excesivadeudas. Estaba en quiebra. Le pregunt
si trabajaba, y cuando él guardsilencio, quiso saber de qué vivía. Antotro silencio, ella explotó y juró que pomuy bello, tierno y apasionado que fuer
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su hombre, no estaba dispuesta mantenerlo. Abandonado a las luces dePark Way, él comprendió la causa de l
crisis; fue al cajero y regresó aapartamento con una suma queabrumándola, renovó en Silvia erespeto y el asombro. Con un fajsimilar cada mañana, mantendrían a rayaquel motivo de discordia.
III
El romance siguió vertiendo mielesPero mientras que para ella eran lasemanas más intensas de su vida, para ésólo eran unos segundos en la ejecució
de su tarea. Las fases iniciales, contacta
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al humano y detectar las fuentes dcromo, estaban cubiertas a satisfacciónEmpero, la de adiestramiento debí
levarse con cautela y únicamentcuando fuera incondicional la sumisióde aquel gracioso organismo, cuyaprevisibles reacciones, de no seatendidas plena y oportunamentepodrían precipitar la criminal brutalidade los Skultor.
Ignorante de tales cálculos, Silvise entregaba a la euforia de gastadinero. Compraba adornos para eapartamento y vestidos y artículos par
ambos en las distintas incursiones eUnicentro, Bulevar y Centro Andino, ddonde salían buscándose las sonrisas os besos por entre los paquetes.
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En cierta ocasión, mientras hacíafila ante un puesto de pago, un individude ojos febriles y dedos ligero
manoseó a Silvia. Carlos vio la escensin inmutarse, de suerte que al dejar lienda ella desfogó su indignaciónmpugnó su indiferencia y le recrimin
su falta de carácter. La tarde siguientecuando esperaban un taxi frente a lHacienda Santa Bárbara, tres sujeto
malolientes los rodearon y le arrancaroa mi vecina su Cartier. Carlos loalcanzó y golpeó con inhumanviolencia. Gracias a algunos oportunos
Silvia impidió un cruento desenlacepero durante días y sólo hasta que él llevó un tierno schnauzer, le estuv
viendo con temor las manos poderosas.
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Las impresiones de aquel episodirestaron entusiasmo a las salidas. Eapartamento, ahora con perro, er
opresivo, y a Silvia, por el perro, lresultaba insoportable ir en taxEntonces comenzó a cuestionarse cómera posible que un hombre tan adineradno tuviera auto. Carlos le leyó la ment a la mañana siguiente puso frente al
edificio un BMW cero kilómetros, colo
rojo, cuyas líneas se hicieron máespectaculares cuando él, dándole lalaves, le suplicó que lo condujera
Aquel día no salieron del apartamento
Pero al siguiente y con el schnauzer eas ventanillas, recorrieron la ciudad
pasearon por la Sabana y visitaron lrepresa del Neusa. El viernes
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sumándose a una festiva caravanaviajaron a Cali, donde Carlos, luego dvarios días de frenético baile, probó qu
sí tenía ritmo.Ante el efecto del BMW, él le llev
otro azul que ella rechazó poconsiderarlo una extravaganciaAclarado el error, retomaron sus salidade consumo y solaz, hasta cuando Silviabajo las molestias de un periodo, la
nterrumpió al decirle que estaba jartde la farsa. Sabía que él era un mafiosopero por nada del mundo seguiría sienda mujer de un narco. No la enredaría e
sus negocios, ni mucho menos la usaríde mula; así que podía irse al infierncon su sucia plata, su asqueroso BMW su mugroso perro.
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Otra vez en el prado del Park WayCarlos aclaró el enigma. Al dísiguiente, mientras los empleados de un
casa musical se valían de poleas parsubir a la azotea del edificio un piano dcola, le mostró a Silvia una cédula dciudadanía en donde por segundapellido figuraba un Puyana. A cambide más explicaciones, se sentó al piane interpretó al aire libre las sonatas d
Mozart escuchadas en el Colón, con uvirtuosismo que hizo enrojecer dvergüenza a mi vecina.
IV
Pero un piano y un perro a la intemperi
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eran barbarie para Silvia, y en la salabigarrada del apartamento expresó sdeseo de tener una casa amplia, co
ardín y chimenea. Perdió el hablcuando en Altos de Yerbabuena, Carloa invitó a tomar posesión de la mansió
de sus sueños. Pasadas dos semanas, lenían amoblada y con una servidumbr
dispuesta a atender a los padres, amigo compañeros de Silvia, invitados a la
nauguración.Sus amigas, al comprobar todcuanto ella les había contado y sin podedisimular la envidia, desplegaron co
descaro sus recursos para seducir Carlos. Al percatarse, Silvia lo llamaparte y le recriminó su excesivamabilidad, pero al final, entre sollozos
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e pidió perdón y prometió controlar sucelos. Lejos de irritarse, él la consoló en adelante fue de mármol ante tod
palabra, sonrisa o roce de las abusivas.Una mañana, al sabor del desayun
en el jardín luminoso, cuando ya lopadres de Silvia, complacidos por lnvitación a la fiesta, hubieron tornado
su casa frente al mar, mi vecina evoccon humor sus objeciones: para el bue
señor, era excesivo el academicismocasi maquinal, de Carlos a la hora docar el piano. Para la buena señora, l
casa era amplia y exquisita, pero fría; e
perro, bonito, pero muy inquieto; y eerno, guapo y elegante, pero comodos los hombres, tarde o temprano s
sacaría las uñas. Aun así, la señora s
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preguntaba si no sería mejor formalizaaquellas relaciones. Al respecto, Silviextrañó que hasta la fecha Carlos no l
hubiese propuesto matrimonio. Iba comenzar a lamentarse, pero él lnterrumpió con la petición susurrada a
oído y un anillo que hizo palidecer asol.
VLa boda se realizó en la iglesia de Sant
María de los Ángeles, y la recepción, ea Fontana. La ruta del rito se iluminó apaso de la novia cuya faz parecía habesido alcanzada por la mirada de Dios
Se sentía bendecida y tan plena d
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santidad, que primero en el altar después durante el vals, creyó levitar da mano de su esposo. La pureza de s
expresión difuminó el rictus fiscal de lopadres, hizo ruborizar de culpa adirector del noticiero y hasta las amigamás envidiosas sucumbieron de respet piedad cuando la vieron partir a susunas en las islas griegas.
De regreso, Silvia, con un
serenidad de vestal, daba cuenta de ldicha que ni en sueños hubiervislumbrado. Carlos, desde el piano con notas menos rígidas, parecí
expresar igual sentimiento. Se mostrabranquilo, pues el tiempo vivido en l
Tierra equivalía a segundos de la horprevista para ejecutar su peligrosa
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definitiva misión. Aun así, le sugirió Silvia iniciar algunos estudios dnformática, útiles para emprender u
proyecto promisorio. Ella repuso ququería tener hijos, muchos hijos, cuatro seis, y que sólo entonces lo satisfaría
o tardó en arrepentirse: se creymezquina ante el hombre que jamáhabía desatendido sus caprichos anduvo días angustiada, acusándose d
su egoísmo. Él, por su parte, hizcuentas y encontró que no debípreocuparse: cuatro, seis u ocho hijos lomarían a lo sumo diez minutos y au
así le sobraría tiempo.Mi vecina no soportó más. Un
noche, ante los resplandores de lchimenea, se arrodilló a su lado, l
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apartó las manos de marfil y con lmirada baja le aseguró que los hijopodían esperar; sabía que lo del estudi
era por su bien y estaba dispuesto obedecerlo. Carlos, amoroso, lacarició los cabellos, le respondió quno había prisa y que conforme ella ldeseara, tendrían sus hijos. Fue entoncecuando Silvia levantó el rostro uniendo las palmas en gesto d
adoración, pronunció la más infortunadde sus frases: —Tú no pareces humano. ¡Eres u
ángel! ¡Eres un ser de otro mundo!
Al captar aquellas palabras, lopsicoobservadores de Skultor dirigierosu atención a Bogotá, verificaron datos al instante ordenaron la captura d
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Carlos. Ante el asombro de Silvia, uncorona de luz púrpura rodeó la cabezde su esposo, lo convirtió en un ha
brillante de partículas azules y lo fuabsorbiendo hasta hacerlo desapareceen medio de un sonido agudo desgarrador. Como el schnauzer ncesara de dar saltos y ladrar, unfosforescencia lo envolvió y lo redujo un humeante montículo de pelos.
Consternada por aquellas visionesSilvia se llevó las manos al rostro prorrumpió en gritos de horror. Iba huir, cuando un oficial Skultor, e
aparición hologramática, se le presentóe explicó su guerra con los Fórnax y e
engaño al que la habrían sometiddurante los próximos sesenta años s
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ella no hubiera descubierto al impostorEn gratitud por la delación, gracias a lcual se logró el exterminio de la especi
enemiga, el oficial le colgó un collar daluminio y piedras pómez, elementoque, recalcó, eran los más preciosos dSkultor. Acto seguido emitió unosonidos ridículos y desapareció.
VISilvia no tuvo que llorar. En las semana
siguientes, decenas de empresasalegando hábiles defraudaciones, lquitaron hasta el piano. Debió volver a402, donde recurrió al silencio par
evitar la compasión paterna y al cerroj
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para alejar a las amigas que, indignadasexigían saber los pormenores dedivorcio. Ni siquiera el director, con su
ruegos de que volviera al noticieropudo hacerla reaccionar. Y ahí sigueculpándose por la felicidad y lcivilización perdidas; hablando sola mirando perpleja el collar de aluminio piedras pómez. Todo el Park Waamenta su demencia: en las noches s
asoma a la ventana para insultar afirmamento.
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Jorge Enrique Lage
Straight
La vi por primera vez en un parquecitescondido de la Universidad. Me fijé esu busto y en el busto verdeoxidado qua vigilaba.
—Buenas —dije sentándome a sado.
Le pregunté la hora. Elogié su pelo
Hice un comentario brillante sobre l
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nestabilidad política de las coloniamarcianas. Le conté las últimas cuatrpesadillas que había tenido. Hablé d
os gorriones y los cometas. Le dije quo era un vago y un inútil que lo únic
que hacía en la vida era leer y escribiro sea, una manera elegante de decir quno haces nada.
Como resultado de todo esoaverigüé tres cosas:
1) Tenía una sonrisa capaz dcambiarle la órbita al Halley.2) Era estudiante de Físic
uclear.
3) Estaba esperando a su novia.Su novia. Claro. El mundo est
configurado con leyes inamovibles. Que vamos a hacer.
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Miré el busto frente a mí (el della, más lejano aún, subía y bajaba aritmo imperceptible de su respiración)
a capa de verdeóxido se deslizabentamente y de pronto reconocí al viej
Paul Dirac guiñándome un ojo.Física Nuclear. —Una vez leí algo sobre l
antimateria —aventuré—. Electronespositrones…, tiene que ver con eso
¿no? —Tiene que ver. —Noté ldiversión en sus ojos, y a continuacióaprendí que los positrones sí forma
parte de la antimateria, pero de ningunmanera pueden compartir (dijocoexistir ) con los electrones. Soantipartículas, tienen carga opuesta
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Cuando chocan (dijo: colisionan) sdestruyen ambas y sólo queda energía, sea…
—Una manera elegante de decique no queda nada. —Me mirsonriendo con los ojos y el bustoSilencio cargado de nervios.
—Yo pensaba que los opuestos satraían —dije, confundido.
—Error. Los opuestos se aniquilan
Dirac dejó de sonreír. Ellambién. Una muchacha salió de atrádel busto que ya no era del viejo Pausino de Steve Hawking, creo. El bust
de ella se levantó y dijo que tenía qurse. La recién llegada era su novia.
Se besaron (tuve una erección quse duplicó cuando ella puso sus ojos e
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mí… más tiempo de lo normal pardecir un simple Chao) y se fueronTomadas de la mano.
En mi cabeza acababa de formarsun agujero negro con su perfil y sumedidas.
Y por supuesto, había olvidadpreguntarle su nombre.
Ésta va a ser una historia DIFERENTEada de chico conoce chico, chico
chico se enamoran, chico muere en u
accidente aeromovilístico, etcéteraada de triángulos amorosos chicachica-chica. Nada que huela pornografía oficial. En fin, nada de l
que ustedes están acostumbrados a leer.
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padre, cuidadosamente (aseguranseleccionados para fundir su materiagenético en el óvulo vacío de un
donante del Gobierno. Y después dnueve meses en cualquier cámarembriogénica del Palacio de lFertilidad, sección masculina, nací yo.
Hasta aquí, todo normaProsigamos:
En la escuela no sólo te enseñan
eer y a escribir y a manejar armas dfuego; eso está claro. POR DEBAJO de lasenseñanzas habituales se desliza otripo de enseñanza: en las lecturas, la
canciones, los juegos permitidos, lovideogramas, las peroratas de lprofesora de Educación Cívica, y en fildoble, vamos, denle la mano a
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compañerito(a) de al lado. Fuera de lescuela continúa el bombardesubliminal en las pantallas publicitarias
os programas de televisión y lapelículas para niños, el tono cómplicen la voz de mi abuelo: vamoscuéntame, seguro que ya tienes algúnoviecito escondido por ahí, ¿eh? Y cassin darte cuenta aprendes a convivir coesa incomodidad que no sabes de dónd
salió, ni por qué salió.Pues bien, pasaron los años, siotra novedad que la persistencia de mcondición DIFERENTE, junto con e
descubrimiento de que la sociedad suelser implacable en sus juicios estéticos morales. Por suerte, supe arreglármelapara no levantar sospechas… o par
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postergarlas el mayor tiempo posibleEntre otras hazañas, nunca, nunca nunca, durante aquellos primeros años
me desvié visiblemente en el trato comis amistades femeninas. En otrapalabras, nunca me dio por cuestionar lvalidez del precepto imperante: el sexopuesto es eso mismo, el sexo OPUESTO punto.
Pero ahora es cuando viene l
bueno.Concluido el periodo de educacióobligatoria (gratuita), mis padres mmatricularon en la escuela de terce
nivel más prestigiosa (más cara) de LHabana, ubicada en las afueras de lciudad. Le llamaban EscuelVocacional, porque supuestamente er
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allí donde los estudiantes, miembroselectos de la juventud metropolitanadescubrían su verdadera vocación. Y e
efecto, allí conocí a muchachas qudescubrieron su verdadera vocacióvariante intelectual, no por eso meno
putas) cediendo a la lascivia de laprofesoras para conseguir un aprobadoallí cualquiera de tus compañeros daula podía dedicarse a sintetiza
alucinógenos o a fabricar explosivos esu tiempo libre, que ellos no tenían lculpa de haber descubierto su verdadervocación de traficantes y terroristas; all
as paredes y las columnas fuerodecoradas con dibujos, caricaturasmalas palabras, frasecitas, ideogramas símbolos de subculturas urbanas, obr
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de todos aquellos que descubrieron sverdadera vocación por el grafiti y enaif; y allí, no faltaba más, yo tambié
descubrí, encontré, hice consciente mverdadera vocación.
Por llamar de alguna forma a ESO.
Le di mi nombre a cambio del suyo.Laura. Aura con ele. Ele de lejanía —Daniel —repitió—. Es nombr
de profeta.Encuentro casual, segunda parte: l
salida de un concierto, los batacazos dAcid Rain todavía resonando en mioídos. El mar de gente que nos separabno se partió en dos: yo había tenido qu
atravesarlo a nado. Ahora entreveía l
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mportancia de tal decisión. —¿Conoces la Biblia? —l
pregunté.
Los libros de circulacióclandestina crean enlaces, conexionecómplices. Estoy más cerca de tu auraLaura, me dije. Acabo de abrir otrbrecha.
—Te voy a hacer un cuento —dij—. Adán y Eva están solos. Solos
desnudos. Se gustan, no lo pueden evitarOlvídate de la manzana. En el mundnunca habrá una fruta cuyo sabor secapaz de competir con el sabor de la
miradas que se cruzaron bajo loárboles del Paraíso.
—El sabor de lo prohibido —apunté, con mi mejor sonris
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apanervios. —Lo prohibido, eso es. Entonce
sucede algo que ellos no esperaban qu
odía suceder .»No sabían. Nadie les dijo que u
bebé puede formarse por su propicuenta dentro de un cuerpo vivo. Siembriocámara. Sin técnicos dreproducción. Y por supuesto, sasombraron como niños al ver que e
vientre de Eva comenzaba a hincharse. —Suena a ciencia ficción.Asintió. —Pero lo mejor viene ahora: a
cabo de unos meses, pongamos nuevpara no variar, la criatura tiene que salide allá dentro. Adivina cómo.
Imaginé a Eva recostada a un árbo
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gritando. Algo se mueve frenéticamentdentro de su vientre, presiona, desgarra piel en una explosión de sangre
asoma la cabeza mojada en un líquidviscoso… y ya está. Una sonrisdesdentada en los labios del pequeñasesino.
—No creo que lo fuera a vomita—sonreí.
—Por supuesto que no. El beb
sale por la vagina. —¿Por dónde? —Por ahí mismo. No te vayas
creer lo que dicen en todas partes. L
vagina NO ES un orificio vestigial quesólo sirve para la extracción de óvulos.
—No vivo en las Colonias —protesté, tratando de encajar en m
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recién estrenado papel dheteroliberado ultrarrecontrasuper pomoderno—. Sólo que… me parec
demasiado pequeño para… —¿Qué sabes tú si es pequeño
no? —Y abrió la sonrisa. No esperen eretorno del Halley en los próximos 7años—. Vivo aquí. Gracias poacompañarme.
Ah, resulta que yo la habí
acompañado. Eché un vistazo alrededohasta encontrar el anfiteatro unacuadras atrás. Justo ahora me dabcuenta de que habíamos estad
caminando. —¿Y tu novia? —pregunt
sintiéndome el idiota más consagraddel mundo.
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—Bien. Hablo con ella todos lodías. —Me dio un beso tipo fast-frozeen la mejilla, buenas noches y cuídat
por ahí.Antes de irme, estuve uno
segundos parado en el mismo lugarrespirando profundamente. Los biólogoe llaman Deuda de Oxígeno.
Como en todas las becas, en lVocacional de La Habana alguien como sólo disponía de un medio (má
nefectivo cada vez) para evitar einchamiento y/o la expulsión: era teneral menos, un romance archivado con lacuentas claras en el expediente de
dominio público. Algo que haga sombr
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sobre tu pasado y aleje cualquiecomentario suspicaz o malintencionadoUna marca que puedas llevar siempr
contigo, en la piel, para enseñarla odos como un tatuaje, una cicatriz o un
quemadura. Según.Yo la tenía.Le decían Supermario, tip
chévere. Mi noviazgo con él duró pocmás de cuarenta y ocho horas y culmin
en un pacto: yo prometía callarmciertos descubrimientos sorprendenteacerca de su anatomía íntima, si éguardaba el secreto de lo sucedid
aquella noche en su cuarto.En su cama.Lo intenté. Lo juro. Si algo no falt
fue mi esfuerzo, mi franca disposición
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mi buena voluntad. Lo intenté y lntentamos de todas las formamaginables, pasando y repasando la
páginas del Nuevo Kamasutra, VersióCorregida y Aumentada. Todo en vano.
—Oye, papo —agotada spaciencia—, ¿será que tú no eremaricón?
—Será. —Ay, por Dios —y Supermari
metió la cabeza debajo de la almohada.
Un par de días después, frente a spuerta, revolví el consabido pretextopasaba por aquí, dando un paseo, tiempibre, nada que hacer, ya sabes, sól
quería saludarte, etcétera etcéter
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etcétera. Y de pronto me vi dentro de scasa, consumiendo mermeladas de todoos sabores con quesos blancos
amarillos y azules con vinos tintos rosados y blancos (no fue nada de esopero como si lo hubiera sido), toddeliciosamente natural.
Que vivan los rituales dapareamiento.
Armamos una conversació
nesencial de la que extraje dos puntoesenciales: su mamá —Helena— y sotra mamá —María Isabel— trabajabahasta tarde y su novia estaba en la luna
iteralmente (haciendo un doctorado)Después la besé.
Mejor dicho, ella me besó.Da igual. El caso es que no
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besamos.Y después, ya saben.Empezamos en la sala
erminamos en su cuarto. Piso, sofápiso, cama. No voy a entrar en detallesme los ahorro no porque me moleste lcara de asco que ustedes van a ponersino porque los quiero conservantactos (los detalles) y de sobra sé qua escritura puede partir en pedazos l
memoria a golpes de teclado ansiosoObviemos, pues, la descripción: esto nes un texto heteroerótico. Sólo diré quedesde entonces, me persigue y m
golpea una secreta fidelidad: el cuerpde una mujer está diseñado para ecuerpo de un hombre. Y viceversa.
Aunque sea completamente falso
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Aunque sea una mentira del tamaño desol (hedonismo, ilusión, transgresiónLiteratura). Yo lo sostengo y lo afirm
de todos modos.
Ya estaba lanzado al vacío. Aquel día eque Supermario hiciera como eavestruz, decidí que nunca me negaría mí mismo el permiso para MIRAR .
Piernas afeitadas, gestos elegantesRopa reveladora de turgencias
sinuosidades exóticas.
Verde y azul en el pelo que casobre la espalda.Pestañas con viento en rostros d
suaves, hermosas líneas.
Pronto descubrí que no estaba sol
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somos más o menos como el número dAvogadro: 6,02 × 1023).
No tardé en aprender nueva
variantes del antifaz, lecciones dsupervivencia, viejos misterios de lvieja religión heterosexual, culto
heréticos de pasada la medianochefiestas en las alcantarillas, cotilleos ebulevares on-line de acceso restringido.
Un mundo DIFERENTE. Toda un
cultura straight .Hasta que llegó el infierno taemido. Pero ya no podía segui
demorando el momento de abrir la boca
«Papá Juanqui, papá Hugo, tengo algMPORTANTÍSIMO que decirles: ME GUSTAAS MUJERES ».
Pasemos por alto la estupefacción
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el terremoto en mi hogar dulce hogarContinuemos.
Multidepresiva multitud en el subwayCamino esquivando a la gente, un
pedrada mental contra cada pantallaLlego al descensor, la puerta se abre…
—¿Adónde lo llevo? —preguntuna voz meliflua.
—Al centro de la Tierra, si es taamable.
—Lo siento. Debe responder e
número del piso que desea.Unos minutos después Maylynn mabre la puerta.
—¿Cómo está?
—Dormida.
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—¿Crees que sea hoy? —Ya puede ser en cualquie
momento. Sólo tenemos que esperar
supongo.Supone. Lo suponemos todo, per
hasta ahí. Nada es seguro. Exceptoquizás, una sola cosa:
—Los opuestos se destruyen —ldigo y no me entiende y yo tampocentiendo, ni falta que hace. Laura y y
levamos infinitos meses en guerra coa inteligencia y el sentido común. Ahfelices los tiempos en que yo visitaba scasa, ajeno a lo que pudieran pensar su
madres (Querida, ¿no te parece quLaurita y ese muchacho tienen unamistad demasiado… digamos… upoco íntima?) como ajeno estaba a lo
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comentarios que provocaban mifrecuentes visitas a la Facultad de FísicEstán un poco raritos esos dos, e
cualquier momento terminaempatados… Ah, ¿pero tú no lo sabes?a mí me dijeron que son pareja); feliaquel día en que hicimos el amor luegde la última televisita de Salma, lúltima porque de novia pasó a ex: shabía proyectado en el sofá y estab
contándole a Laura cosas de la Luna, Laura se miraba las uñas y yo teníautorización para espiar siempre cuando Salma no me viera, pero Salm
sólo tenía ojos para Laura, no sabecuánto te estoy extrañando, mi amor, nme canso de mirar la Tierra desde alláhasta que Laura levantó la vista y l
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miró fijo y lo siento, Salma, me dueldecírtelo, pero esto se acabó, etcéteraetcétera-etcétera, ¿estás con otra?, no
con otro, etcétera-etcétera-etcétera, y fuun telerrompimiento superescandalosonsultos y lágrimas y la imagen de Salm
desapareciendo de golpe, no sólo de lhabitación sino también de la vida dLaura, punto final.
Punto y aparte empezamos nosotro
una relación contranatura hecha demeridad y promesas. Sexo en cuartode alquiler y noches recosidas destrellas: es Marte, Laura, desde aque
puntico rojobrillante, once millones dseres humanos nos contemplan. Besos eugares donde había que tener much
cuidado a que nos vieran, como lo
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museos y los parques, pero donde ermás fácil hacernos pasar por estatuasVisitas al cine y al teatro y al zoológico
Vida social straight y (ya que eldiletantismo habanero se divide en cincdepartamentos: Cultura, CienciaPolítica, Deporte y Delincuenciacircunscrita a unas cuantas amistadeentre científicos y culturosos.
Un buen día (lo fue hasta es
momento), Laura me dijo que habíperdido la regla. En el esperanto demundillo, esas palabras tenían usignificado muy preciso.
Phetocidal.
—¿Te volviste loca?
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De acuerdo, las espermicidapueden fallar, y de hecho habían falladoSu venta es ilegal. Su fabricación
casera, a partir de productos cada vemás escasos en el mercado negro. No ses puede pedir mucho. Pero e
phetocidal es otra cosa. El phetocidal ea solución perfecta pese a los dolore
paralizantes y el Nilo Rojo piernaabajo.
—No me voy a tomar ningunmaldita pastilla.Aquello era inaudito. Me calmé
ntenté razonar, le pedí que pensar
mejor lo que estaba diciendo. —Escucha, Dany, quiero est
oportunidad —se llevó una mano avientre, y cogió mi mano y la puso all
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unto a la suya—, necesito estaoportunidad, y necesito tu ayuda. Pofavor, por favor, por favor, por favor.
Me dio un abrazo tipo fast-flamesólo que no tan fast y acompañado deuna caricia punta-dd-2 (ustedes saben)Entonces se me salió por alguna parte eíquido de la cordura, cuando vine a vea no me quedaba la cantidad mínim
que hubiera necesitado para no decir l
que dije: —Está bien. Vamos a ver quhacemos.
¿Qué podíamos hacer? Llenarno
os pulmones de oxígeno: yo, para seguipaliando la Deuda; ella, para expeler uremebundo «Mamá-hely, mamá-maryengo algo IMPORTANTÍSIMO que decirles
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E GUSTAN LOS HOMBRES », y provocar lestupefacción, aprovechar el maremotoavivarlo, recoger unas cuantas cosas
salir dando el consabido portazo, partir de hoy se olvidan de que tieneuna hija, ¡adiós!, buscar refugio en casde Maylynn, compañera de aula y dgremio, amiga no lesbiana que vive solen este apartamento prodigio dcomodidad subterránea, el único luga
donde se nos ocurrió esconder eembarazo.La barriga, ese insulto a las buena
costumbres.
¿Apostará por algo una historia dond
amar a una mujer se convierte, así d
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pronto, en algo terrible? A estas alturas¿serviría como justificación el hecho dque yo no tomé la decisión de ir
contracorriente por puro gusto, no elega tozudez del salmón, no elegí a Laura?
Tatuaje, cicatriz y quemadura.Todo a la vez.
Maylynn y yo somos ágiles cuando srata de agotar temas de conversación
Ahora quedamos a la espera de que unde los dos termine el silencio pero n
hace falta, de eso se encarga Laura: —¿Dany? ¿Estás ahí?Aquí estoy como todos o casi todo
os días, pero el grito no me da tiempo
responderle. Corremos al cuarto. Lo
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quejidos de Laura rebotan en laparedes. Acaba de comenzar lo que loibros de circulación clandestina llaman
eufemísticamente, «el parto».Vuelo hasta la cabecera de la cama
hacia los ojos de Laura que me buscanToco su frente. Cojo su mano. Maprieta. No sé qué hacer. No sé si haalgo que hacer.
… ME VOY A MORIR ME VOY A MORI
ME VOY A MORIR …… VAMOS VAMOS TÚ PUEDEHACERLO TÚ PUEDES…
Llega un momento en que ya n
oigo a Maylynn. Ni siquiera oigo Laura gritar. Le seco el sudor y le besa mano y la miro y ella me mira.
Todo lo que existe fuera de sus ojo
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pierde consistencia y se desmorona. Múnico deseo es que esto acabe lo anteposible. De la forma que sea, pero qu
acabe.Vislumbro cuatro opciones:1) Laura muere.2) La criatura muere.3) 1 + 24) Ninguna de las anteriores.Sea cual sea, pienso, ¿y después?
Para mí y para ella y nuestro hijopara mi hijo y para mí sin ella, parnosotros dos después de esta locura para mí solamente: ¿Qué habrá del otr
ado?(No es necesario que cuente cóm
acabó. No tiene importancia).
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Sólo unas líneas más. ltimamente mhan hablado de las bondades de la transsexual. Una operación sencillísima
dicen. Cirugía mínima, tres o cuatrpíldoras, inyección de nanomáquinasdisparos al genoma. Cambio rápido completo. ¿Te gustan las mujeresAhorra plata y conviértete en una. Hahí, pienso, la solución perfecta.
Pero yo no la quiero.
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Bernardo Fernández
Las últimas horas de losúltimos días
Earth die
screaming…
TOM W AIT
La gasolina se acabó apenas pasamos l
esquina de Reforma y Bucareli. La mot
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pareció tener un ataque de tos y luego sapagó. Nada más. Wok mentó madresntentó volverla a arrancar como s
estuviera descompuesta; la patefurioso, negándose a aceptar que shabía terminado nuestro boleto.
—Pinche Aída, ¿de qué te ríes? —me dijo, mitad enojado, mitad divertidoYo siempre me estoy riendo.
Dejamos la moto a los pies de
Caballito de Sebastián. Antes era unescultura amarillo brillante; ahora es unmole herrumbrosa que obstruyReforma, como casi todas las demá
estatuas que habíamos estado jugando esquivar desde que nos encontramos lmoto.
Sin decir palabra, Wok trepó por e
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cadáver del monumento. Buscó desdarriba algún otro auto o vehículo qupudiéramos robarnos. U ordeñarl
gasolina. —Nada —murmuró desde s
puesto de vigía.A lo lejos se oían alguna
explosiones, ya muy pocas. —A caminar, mi reina —me dijo a
bajar.
Llevábamos las patinetas colgadaentre los tirantes de las mochilas dentro de ellas, todo lo que nos quedabde antes del colapso. No era mucho n
muy pesado, pero íbamos a extrañar lmoto.
Teníamos unas dos horas de luzBuscamos entre los edificios alguno qu
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no se viera muy dañado. Los mejores yestaban ocupados. Finalmentencontramos un hotel que parecí
seguro.Dentro estaba arrasado. La
alfombras y el tapiz habían sidarrancados, no sé si como vandalismo rapiña. Como siempre, nadie habísubido a los pisos superiores por flojerde las escaleras. Wok y yo no hablamos
emiendo que hubiera alguien más. Afinal, el edificio resultó que estabvacío.
Encontramos cuartos intactos en lo
últimos pisos. —Qué raro —dijo Wok.Ocupamos una habitación que dab
a la calle. Ya había anochecido. Tod
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encontramos—, aquí todo está tan…bien.
Yo me reí.
—Eres un bobito paranoicoGózalo y ya.
—Es que no es normal. Si yestuviera aquí desde el principio, no mría. Lo defendería.
—A la mejor se cansaron desperar el Chingadazo. Como todo e
mundo.Wok no contestó. Nos quedamoviendo por la ventana hacia la oscuridaque nos ofrecía Reforma. Luego no
dormimos.
El llanto de Wok me despertó. S
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revolvía entre las sábanas, las primerasábanas limpias en las que habíamodormido en semanas. Su sueño, com
siempre, era intranquilo. Al final sevantó gritando. Estaba cubierto d
sudor. —Calma. Todo bien —dije. —Es… la pesadilla. La put
pesadilla. —Eso pensé.
Hundió su rostro entre mis rodillassollozando. Murmuraba algo que npodía entender.
—¿Qué?
—El Chingadazo. Ya viene. Estcerca, lo puedo sentir.
Me reí. —No es chistoso, Aída. Ahora s
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a valió madres. Se acabó el mundo.Volví a reír. Dije: —Se ha estado acabando hac
meses. Y no pasa nada. No tendría poqué pasar ahora mismo.
La pesadilla era un sueño quempezó a atormentar en masa a los niñopequeños. Decían sentir el dolor dmillones de personas a punto de moriraunque eran incapaces de recorda
ninguna imagen. Después lo empezaron soñar más personas: adolescentesancianos. En poco tiempo se convirtien una señal más de la llegada del fin
Yo jamás lo había soñado. Nuncrecuerdo mis sueños.
Abracé a Wok, que se acurrucó emis brazos. En poco tiempo volvió
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quedarse dormido.
os despertó el ruido de una procesióque marchaba hacia el norte poReforma. Me imagino que irían hacia e
cerro del Tepeyac. Desde que se supo ldel meteorito, la Villa se habíconvertido en el destino obligado de lamiles de sectas surgidas ante ldesesperación del final.
Cuidando no ser vistos, noasomamos a la ventana para verlo
pasar. Eran miles, todos sufrían laconsecuencias de una largperegrinación. Sentí pena por ellos. Woos observaba en silencio.
Al frente, cuatro sujetos llevaba
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cargando un trono en el que su profethablaba por un altavoz recogido de lbasura. Lo reconocí inmediatamente, er
Rodrigo D’Alba, un presentador despectáculos de la televisión. Ahorvestía una túnica. Se había dejadcrecer el cabello pero era inconfundible
—Uno más que resuelve su vida —dijo Wok, quedito. Muchos actores cantantes habían creado sectas as
Cuando el último de la caravana salide nuestro ángulo de visión, Wok sevantó para decir:
—Bueno, vamos a buscar algo par
desayunar.Encontramos que en la cocina de
hotel había una despensa bastante biesurtida, lo que aumentó la paranoia d
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Wok («Todo está demasiado biendemasiado bien, carajo», repetía comun mantra). A mí sólo me dio hambre. A
final cocinó unos huevos foo-yong cocamarones. Wok es medio chino, cuando hay con qué cocina muy bien.
Comimos en silencio; él, temiendque el olor atrajera a alguien indeseableEstábamos hambrientos. Cuandacabamos, salimos para recuperar l
moto. Lo que quedara de ella.Afuera todo se sentía muranquilo; ya no se oían explosiones
Todos pensaban que la ciuda
abandonada se convertiría en un campde batalla. En realidad fue peor.
Ahora parecía que todo el mundse cuidaba de no toparse con nadie. Co
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bastante éxito.
o quedaba nada de la moto. Algunochatarreros debieron levantarla por lnoche. Había sido bonito mientras duró.
Wok volteó hacia el cielo. En lalto, el meteorito se veía como upuntito brillante, apenas del tamaño dun píxel. Nadie se imaginaría que iba acabar con nuestro planeta.
—¿Crees que el Chingadazo tardmucho todavía?
—No sé. Supuestamentdeberíamos estar muertos. —¿Cómo sabes?Abrí una de las bolsas de m
mochila para mostrarle mi reloj d
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cuarzo. Lo tenía desde antes de que todse derrumbara. Gracias al reloj no habíperdido la noción de los días, como cas
odos los demás. Con un poco de suerta pila duraría hasta el impacto. Quiz
un poco más. —Ya tendría que haber sucedid
—le informé—; algo falló. Hace dosemanas que estamos viviendo tiempextra.
Wok no contestó. Abandonamos eugar.Sobre Reforma encontramos u
hombre mayor vestido de traje en l
parada del camión. Parecía idesarmado, aunque nunca se sabía. Wosacó su navaja de resorte; yo, michacos. Nos acercamos.
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—Buenas —saludó Wok. —Buenas tardes —contestó e
hombre. Era un anciano.
Su ropa era vieja; aunque parecíbastante usada, iba impecable, con lcamisa planchada y la corbatperfectamente anudada.
—¿Espera a alguien? —preguntépor romper el silencio.
—No, señorita, sucede que no pas
mi camión.Wok se rió. A mí, por primera veen mucho tiempo, la situación no mpareció chistosa.
—¿Está loco? No ha pasado usolo camión hace meses. No va a pasar.
El hombre encaró a mi novio cootal seriedad.
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—Jovencito, eso no es pretexto. —¡…! —Pretexto… ¿para qué? —
pregunté. —Para no ir a trabajar, po
supuesto. Nos quedamos mudos. El hombr
nos observaba como si los questuvieran locos fuéramos nosotros.
—Señor, el mundo se est
acabando… —Mire, joven, éste es un país dnstituciones. Si el camión no pasa e
cinco minutos, yo me voy caminando
como todos los días. Punto. No vamos permitir que nos rebasen estas cosasLos mexicanos somos más grandes qucualquier desgracia. Ya lo vivimos en e
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emblor del 85. No sabía qué decir. La sonris
había desaparecido de la cara de Wok.
Sólo atinamos a esperar junto coel hombre. Cinco minutos esperando ucamión que nunca iba a llegar.
—Bien, esto no tiene para cuándoMe voy caminando. Con permiso.
Lo vimos alejarse, confundidoshasta que se perdió entre los escombros
camino al Centro.Sin cruzar palabra, nosotroechamos a andar hacia el norte.
En el cielo, el meteorito habí
crecido. Se veía más grande que el sol.Decidimos patinar. Evitamo
hacerlo muy seguido para no gastar lalantas, pero no había moto
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seguramente no encontraríamos nadparecido. La ocasión lo ameritaba.
El silencio era casi estruendoso
Recorrimos un largo trecho sin cruzapalabra. El único sonido ambientaparecía ser el de nuestras patinetas. Amedida que avanzábamos, el paisaje —formado por edificios en ruinas chatarra— parecía repetirscíclicamente, como la escenografía d
una vieja caricatura de Scooby-Doo.Después de mucho rato llegamos a zona boscosa. Los troncos reseco
que quedaban de ella.
Pasamos por una estatua que nhabía sido derribada. Estaba llena dgrafiti.
—Espera —dijo Wok. No
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detuvimos. —Un héroe nacional —dije. —No, éste era candidato
presidente, pero lo mataron. —¿Y no es mérito suficiente? —Supongo que sí. No hay mejo
presidente que uno muerto. Ha sido emejor de este país.
Nos reímos. Wok sacó de smochila la última lata de spray que le
quedaba. La agitó y pintó sobre la placaME VALE MADRE. —Qué chistoso —dije cuand
erminó.
—¿Qué? —El futuro siempre parece mejo
cuando no sucede. Como este tipo, quiene una estatua por algo que no llegó
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ser. —Cualquier futuro es mejor que e
nuestro. Y sí va a suceder.
Se refería al meteorito. —Claro que no. ¿Te hubier
gustado crecer, quedarte pelónconvertirte en un ruco, decirle a lochavos que la música de tu tiempo ermejor?
—¡Yo no hubiera hecho eso!
—Claro que sí. Todos lo hacenMis papás eran punks. Ve cómacabaron: uniéndose desesperados a lperegrinación de Vicente Vargas e
busca de la Tierra Prometida de AztlánVargas ni siquiera cantaba rock, sinranchero.
Wok no dijo nada.
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—No vivirás tu propia decadenciadisfrútalo. —Me di la vuelta para seguipatinando. Wok se quedó pensando u
momento, luego se me emparejó. —Perra. Siempre tienes la razón.
La vida no es tan cruel como dice Woko puede serlo. Tampoco es como l
que venden los gurús de la superaciópersonal. No es cebolla cruda ni pastede cerezas. Es agridulce como el amorDulce como el querer, agria como e
dolor.Pero a veces da sorpresas. Ahiteralmente a la vuelta de la esquina
esperándote para brincar hacia t
diciendo: «Hola, por una vez lo que ha
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para ti es una sorpresa agradable».Así fue el encontrar el coche. U
modelo eléctrico, de eso
supercompactos de lujo, esperándonoal pie de la fuente de los petroleroscomo si lo hubiéramos rentado poeléfono. Un Matsui del año, plateado.
Desde luego, Wok pensó que eruna trampa. Al principio no se quisacercar. Ahí nos quedamos largo rato
observando el auto, esperando a qusucediera algo, alguna desgraciamarga.
No pasó nada.
Cansada de esperar, me deslichacia el aparato.
—¡Aída! —gritó Wok, muerto dmiedo.
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Ya no sé lo que es el miedo. Lo quhe visto acabó diluyendo esa palabraCuando el mundo se derrumba, no ha
ugar para temores.En el coche había restos de sangr
seca. Hubo una lucha, perdida por el qumanejaba el Matsui. Acaso era alguierico que se refugiaba en el búnker dalguna mansión de las Lomas. Se lacabaría el agua, o la comida. Quiz
ntentó huir de la Ciudad protegido poa noche. Mala idea. Una tribu caníbal lsaldría al paso, de esos a los que no lenteresan las máquinas. Lo siento por e
dueño del auto, pero seguramentalimentó a varios niños nómadas.
Wok se acercó al ver que no eruna trampa. Comprobó que el aut
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funcionaba. —Dejaron las luces prendidas
Debe tener la batería muy baja.
—Es mejor que patinar —dijedándole un beso en la mejilla.
Arrancamos. Nunca me habísubido a un auto de lujo.
Nos divertimos unos minutoesquivando obstáculos sobre ePeriférico, pero la pila murió a lo
pocos minutos, apenas un poco adelantdel Toreo. Wok logró volver a arrancasin detenernos, pero cuando llegamos as torres de Satélite el sistema se apag
definitivamente.Dejamos el auto donde la inercia l
detuvo. Bajamos riéndonos como niño tomados de la mano nos alejamos de
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ahí.Los chatarreros nos lo iban
agradecer.
Pasamos el resto de la tarde com
habíamos pasado el resto de las tardedesde que todo se vino abajo: buscandalgo que no íbamos a encontrar porquno sabíamos qué era.
Nos dedicamos a patinar entre lorestos de Plaza Satélite. El piso era lis ya no había nómadas acampando e
Liverpool. Decidimos pasar la noche eel departamento de muebles, aunque yhubiera preferido el hotel de la nochanterior.
—No podemos desandar el camino
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Para nosotros no existe ayer ni atrás —dijo Wok.
Sentí una tristeza inexplicable. N
encontré motivos para reír más. Malegría comenzaba a secarse mientraos lagrimales se me humedecían, per
decidí ahogar mi pesar con las últimarisas que tenía guardadas. Con mi últimreserva de alegría.
Seguíamos patinando cuand
comenzó a oscurecer. Sin preludio, sentalgo frío deslizándose por mi espaldaMe detuve en seco. Wok se espantó.
—¿Qué sucede?
—Lo puedo sentir —dije. Épercibió la angustia en mi voz.
—¿Qué es? ¿Qué sientes?Ahí estaba, era claro, no quedab
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duda: una sensación helada que subíentamente hasta mi cuello.
—¡Aída! ¿Qué sientes? ¡Me está
asustando!Volteé hacia él. Una lágrima escap
de mis ojos bajando por la mejillaPensaba que había olvidado cómlorar.
—Siento… el dolor de millones dpersonas a punto de morir.
El primer temblor llegó con la noche
Salimos corriendo al estacionamientoApenas tuvimos tiempo de tomanuestras cosas, el centro comercial sderrumbó en medio de un rugido d
metal torcido y concreto colapsándose.
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Nunca vi morir a un elefante, perme imagino que debió ser algo parecido
Soplaba un viento fuerte que e
pocos minutos se llevó el polvo. Nos quedamos agitados en e
estacionamiento vacío. No parecía habenadie en kilómetros. Sólo se escuchabel aullido del aire tratando de ahogar esilencio. Sin decir nada, nos acostamoen el suelo.
—¿Ya se conocían tus papás e1985? —preguntó Wok. —Claro que no —contesté molest
—. Lo sabes bien.
—Ah. —Mi mamá tenía siete años e
1985. Mi papá, trece —agregué en loscuridad.
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Wok contestó con un gruñido.Un nuevo temblor sacudió el suelo —Tengo miedo —me dijo al oído.
Parecía como si el terreno sestuviera deslizando lentamente.
—Conque esto es el fin del mund—dije suspirando.
Un pedrusco luminoso cruzó ecielo. Era una bola de fuego del tamañde una naranja que cayó a vario
kilómetros de nosotros. — It’s better to burn out than tade away —susurró él.
—Esa frase es de una películ
vieja. —Pensé que era una canción. L
murmuraba mi papá todos los domingoscon su cerveza frente al televisor.
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—También la decían mis papás¿Dónde estarán ahora?
Una nueva bola de fuego pasó po
el cielo. Y luego otra. —Seguro que rezando —dijo WokReímos. —Te tengo una sorpresa —anuncié
Busqué en mi mochila a tientas. Erdifícil sin una lámpara, pero finalmentos encontré y se los di.
—¿Unos lentes oscuros? —Son Ray-Ban —dije mientras mponía los míos—; siempre quisiste unosLos encontré en el primer Sanborn’s e
que dormimos. —¿Los andas cargando desd
entonces?Más restos de meteorito rasgaron e
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cielo iluminándolo, furiosos. —Sabía que los íbamos a necesitar
Acuérdate que pensaba estudia
astronomía. Ya me habían aceptado en lfacultad de ciencias.
Empezó un nuevo temblor. —Nunca acabé la prepa —su ton
era repentinamente triste. —No creo que sea importante
Sólo tienes 19 años.
—Ni uno más —repuso mientras ecielo se iluminaba de nuevo. SonreíaLucía guapísimo con sus lentes. Sacercó a besarme.
—Te amo… —alcancé a murmurarLuego, el estruendo del terremot
o llenó todo.
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José Urriola
La droga
El viejo decía que el amor era un estadde locura. Yo podría estar de acuerdopero la frase tiene el gusto de la madervieja y el aroma del agua de colonia deviejo. Yo agrego, con voz modelada poondas cibernéticas, con tubos de ensayoen plena reacción, con el crujir d
polímeros que mi padre no lleg
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siquiera a sospechar, lo aseguro con lfórmula ya puesta sobre papel y comillares de bytes de respaldo, que e
amor más allá de ser un estado de locures un estado de adicción. El amor es undroga. Sintetizable, extraíble, uncombinación de segregacionebioquímicas que motorizan al cuerpo, lexcitan, lo desquician, lo vuelan.
Quien se enamora activa una seri
de enzimas, una cantidad de hormonaque se ponen en acción, un cerebro quse pone en marcha y envía instruccionea sus neuronas, se detona todo u
conjunto de reacciones orgánicas, ecorazón bombea litros de sangrexcitada que nos pone a temblar lapiernas, nos hincha los genitales, alter
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el rostro, hace la piel más tersa, cambiel brillo de los ojos.
Si el amor es una droga, y cuand
estamos enamorados simplementestamos drogados, pues entonces eamor como droga sería sintetizable. Spuede extraer la droga a partir decuerpo de una persona enamorada. Ascomo también podríamos sintetizar undroga altamente depresiva
autodestructiva si extraemos la justcombinación de hormonas y enzimas dun ser desenamorado.
Me mueve una intención altruista
Qué pasa si a un depresivo lnyectamos dosis debidament
cuantificadas de esencia amorosa. Pueobvio, el enfermo mejora. Sustituimo
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—por medio de la más hermosa drognatural— un sentimiento de frustración risteza por toda una divina gama d
sensaciones ubicadas al otro lado deespectro.
Comencé mis experimentos copersonas profundamente enloquecidasSimplemente se les conecta por medide tubos y jeringas a un mecanismmedianamente sofisticado que s
encarga de sintetizar el amodescompuesto en hormonas, enzimasneuronas. La máquina cuenta con doeringas que se deben inserta
simultáneamente. La primera va directal corazón que bombea sangre frescrebosante de hormonas, rica en esencide demencia. La otra va directo a l
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corteza del cerebro, muy cerca dehipotálamo —hay que tener cuidado eno perforarlo, pues el daño cerebra
puede ser severo— pero si noacercamos lo suficiente y extirpamos upoco de tejido rico en neuronaamatorias, tenemos la mitad de lfórmula ya entre manos.
Una vez ancladas ambas jeringacomienza la extracción de esenci
amorosa. Cada paciente es un casespecial, particular, no importa en labsoluto el sexo, ni talla ni pesoampoco la alimentación, menos l
orientación sexual, ni siquiera la saludPodemos encontrar a un comatosdesahuciado con altísimaconcentraciones de la droga corriend
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entre sus venas, rebosando sus vallecerebrales. Delicado asunto. Un error dapreciación, un miserable mal cálculo
puede dejarnos como resultado udesecho depresivo a quien le hemosuccionado toda gana de existir. Emejor extraer poco en vez de irse dbruces y sintetizar demasiado a unmisma persona.
De cualquier modo, cada pacient
se siente ligeramente menos enamoraduego de ser sometido a la máquinapero como el organismo es sabio y máque sabio es enamorado —enamorado
oco, adicto, en fin— la segregación dnuevas cantidades pasmosas de esencies casi inmediata. El organismo elaborsu propia droga apenas siente la mínim
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amenaza de síndrome de abstinencia. Epocas horas el enamorado vuelve a estamás o menos igual de drogado que a
principio del experimento.En cada succión de máquina s
pueden extraer unos 5 cc de droga. Cosdifícil la de calcular la caducidad dcada muestra, poco importa pues todoa buscan para consumirla fresca. Par
maniacos depresivos, par
heroinómanos, para enfermos terminalea droga es fabulosa, proporciona hora horas de bienestar, de amor contagioso desmedido, de ganas infinitas de vivir
de follar, de poner en marcha los miproyectos abandonados, de escupir en lcara a la frustración.
Pero sobre todo la droga e
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quienes la pasaban mal. Claro que lvoz se corrió y pronto me encontrlamando a mi puerta a centenares d
drogómanos amorosos que sabían de lmáquina. Disparé aún más los preciopara desanimarlos, pero el efecto, comsiempre ocurre con las drogaprohibitivas, fue una ola gigantesca en ldemanda. Gente acaudalada que buscabresucitar los amores ya extintos de un
época abandonada al pasado, infielearrepentidos que gastaban los ahorros doda una vida para que sus antigua
parejas los recibieran —de brazos
piernas abiertas— de regreso en casai hablar de despechados, de millare
de corazones rotos que daban hasta lque no tenían por recomponer lo
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pedazos marchitos.El negocio marchaba más que bien
Personas que llegaban hechas un trapo
arrastrándose de dolor y pena por episo, salían radiantes con ganas dcomerse al mundo. Y quien venía unvez volvía por más. Porque estar así ddrogado, o así de enamorado, que parel caso es exactamente lo mismo, edemasiado sabroso. Es un bienestar de
cuerpo y sobre todo del alma al cual npodemos renunciar una vez que sapodera de nuestros cerebros y qucausa buenos estragos —desquiciados
enormes, pero sobre todo hermosos—en la química de nuestros cuerpos.
Yo lo sé, y no precisamente porquhubiera estado profundamente drogado
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enamorado-loco a lo largo de mi vidaLo sé porque me hice adicto. No soporta tentación de inyectarme la drog
sintetizada a otros pacientes. Y sí, mhice dependiente.
Allí es donde entra la chica eescena. Susana era una hermosura dnena. Era como un ave con alas dazúcar, como un trébol de seis hojasProfundamente depresiva. Por año
había sometido su cuerpo a los altibajodel Prozac, a la más amplia gama dexcitantes que químicamente la lanzabaa una felicidad sintética, una químic
plástica que le engañaba las neuronas e regalaba algunos instantes de alegrí
artificial. Yo ya estaba drogado parcuando Susana se apareció en casa l
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primera vez. Acababa de pincharme upar de dosis, un cóctel de 10 cc extraída un par de fieles clientes, y la sangr
fresca me tenía el corazón a millónApenas la vi el alma se me puso en lboca del estómago y luego se me subihasta la garganta y casi me voy evómitos. El vómito más bello grandilocuente de la historia de lhumanidad.
Preparé para Susana la mejor das mezclas. El equivalente en droga amejor vino de Burdeos cosecha del 94La conecté a la máquina, le hundí el pa
de jeringas, la penetré dulcemente hastos tuétanos y regué amorosamente drog
suficiente como para un orgasmabsoluto. Al final de la sesión n
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uvimos otro remedio que besarnos. Yno hubo siquiera necesidad de quitarnoa ropa para gozar del clímax simultáne
más profundo de nuestras existenciasTan sólo un beso, tan sólo un roce dpunta de dedos, apenas una mano que shunde suave entre los cabellos de lnuca y ya los dos estábamoenamoradísimos chorreando fluidos con ganas de desmayarnos el uno sobr
el otro.Susana volvió muchas veces máspero jamás volvió por más droga. Volvísimplemente por mí.
Acercaba un taburete y me mirabpor horas mientras yo trabajabaMientras hundía y sacaba jeringas. Yaceitaba el mecanismo, ella ubicaba l
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droga en tubos de ensayo sobre lgradilla. Ella abría puertas a depresivovueltos trapo y les indicaba la salida
seres luminosos. Ayudaba a etiquetasobre los matraces las hormonas de cadquien, desde las esencias más potentehasta las más inocuas (que inocuascomo tal, ninguna… pero entre todas laque son fuertes, algunas lo son más). Yen cada pausa volaba, literalmente
volaba hasta ella para hundirle la lenguentre los dientes, para morderle lacomisuras de los labios, para pellizcadulcemente algún pezón o para que m
dejara resbalar un dedo travieso hasta lunión de su entrepierna. En las nochehacíamos el amor golosos, nodescosíamos la piel para entregarnos e
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uno al otro. Y entre orgasmos de losimultáneos y de los egoístas, dos, trescinco, centenares, cierta noche m
asusté.El miedo. Me percaté de l
perdidamente enamorado que estabaQuería estar por siempre así, no queríamás caer.
Deseaba eternamente tener esenamoramiento de cosquillas en e
vientre, de manos sudadas, de pecho quse asfixia en espasmos cada vez quescuchamos su voz. No podía permitinunca en la vida que el olor de su
axilas, en su tibieza agridulce, cooquecitos de acidez, dejara d
hincharme el pene. Entonces, temerosocuando ella se dormía me iba de punt
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de pies hasta el laboratorio, mconectaba a la máquina y me metía undosis, a veces dos, rara vez osé hast
con tres. Regresaba levitando de amorme escurría entre las sábanas y llorabde felicidad al verla a mi lado, preciosaniña mala dormida. Yo le paseaba por lespalda los dedos húmedos de lágrimassemen y de sus propios flujos vaginalesLe susurraba, apenas tan alto como e
vuelo de una libélula, palabras tontas damor, pésimos poemas. Ya ni dormíanunca he sido de buen dormir, perahora no dormía jamás. No er
nsomnio, por supuesto que tampoco erensión, nada parecido al vértigo qu
sólo proporciona el ahogo de lansiedad. Era el amor, tenía demasiado
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Con el corazón pendiendo de uhilo de vísceras maltrechas y con evómito espantoso de quien se percata d
estar a punto de perder, de una vez para siempre, a la persona que más hamado, me dispuse a elaborar uantídoto para tanto amor.
Si bien el amor es droga y comdroga ya he explicado cómo se sintetizapues el desamor también debería se
sintetizable. Para un hombre demasiadenamorado, con dosis excesivas de amocorriendo desenfrenadas por sorganismo, lo mejor sería neutralizar la
fuerzas de la droga con otra igual dpotente. Y así comencé a sintetizar lesencia misma de terribles despechosguayabos, depresiones crónicas.
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Pagué por extraer, con mi mismmáquina pero insertando mis jeringasobre otras materias primas, la esenci
del desamor más patético producto dseres más que oscuros. Y cada vez qume sentía demasiado drogadodemasiado alto y sin ganas de aterrizarcon un amor tan desproporcionado questaba a punto de asfixiar el amor másosegado de Susana, cada vez que m
daba el vértigo del amor desaforado, mmandaba inyecciones generosas ddepresión, de frustración, jugo dcorazones rotos, despecho putrefacto
ganas de morir.Y la gente lo supo. Y comenzó l
demanda furiosa por la nueva drogaSerá tal vez por moda, porque en esto
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días la felicidad tiene también el olor da madera añejada y los olore
pavorosos del perfume de la abuelita.
Dejemos las hipocresías apartePara qué mierdas buscar estar bien si eel fondo somos autodestructivos y lo qunos gusta es estar mal. Somos unosaboteadores miserables que noengañamos y nos tendemos trampasSupuestamente buscamos estar mejor
bajo esa mentira nos lanzamos a viviuna vida que no nos gusta ni merecemosPero tranquilos, porque para consuelde tontos, que al final lo somos todos —
flotando en este mundo contemporánehecho de gigabytes que huele a plásticchamuscado y sabe a químicos tóxico— siempre triunfará nuestra part
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siniestra que nos empuja a estarejodidamente mal.
Yo tenía la droga a precio
siderales, mierda en centímetros cúbicopara volverse aún más mierda. Mierdabundante para gente de mierda qusuplica por hacerse más mierda.
Seguía peligrosamente enamorado me lancé en un autoexperimento a
sintetizar mi propia droga de amor. A
combinar, justo después de extraermitros de la esencia amorosa, dosipatéticas de nueva droga. Un festín ddesamor, de ganas de morir recontrama
De ansias de vivir aún peor. Mdesenamoré sistemáticamente, me saqudel organismo y del alma decilitros desencia, me exorcicé la locura y l
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aprisioné en tubos de ensayo. Para quno quedara vestigios de duda, parasegurarme de neutralizar una locura co
otra, me suministraba jeringas con edesamor de los malditos. Tanto dañesquemático y metódico no me podíadejar ileso.
Susana insistía en mi cambio. Ycuando ya volvía de nuevo a ser la chicdepresiva y descorazonada que siempr
fue antes de llegar a mi puerta, me dejuna carta de hasta pronto y se marchóEn la carta decía —palabras máspalabras menos— «que te esperaré hast
que se pase el temporal, que estoasustada por tu cambio, que siento qua mala vibra de lo siniestro se apoder
a paso firme de nuestra relación; pero t
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amo y confío en que volverás a ser eviejo tipo enamorado que solías ser eodos estos meses de amor desaforado
ranquilo, que cuando vuelvas yo estaraquí para ti».
Ahora me percato de que la hperdido. Estoy en un foso, en el agujeroscuro más profundo y atormentado qualguna vez un ser humano puede habeestado. Por eso he decidid
reconectarme a la máquina. En laeringas, dispuestas en mecanismo eserie, he puesto toda la droga que nochras noche, en mi vida feliz junto
Susana, sinteticé a partir de mi propiamor. Amor que me perteneció, que mpertenece aunque ahora desde afuerapero que con la conexión a la máquin
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me habré de devolver.Millares de neuronas, de enzima
excitantes, trillones de hormona
enamoradas. Un cóctel maldito de amoque deseo de vuelta, para hacerme volahasta mi mujer, para recuperar la savide mi corazón marchito. Las jeringas saccionan, la máquina zumba, tiemblacortocircuito por la sobremarcha, sfunde. Yo estoy conectado. Feliz
enamorado, desquiciadamentenamorado, drogado en cada pulsaciónQué deliciosa locura, qué sobredosis taencantadora.
El viejo decía —sí, de nuevo, coun olor delicioso a maderas húmedas aguas de una colonia cuyo aroma mvuelve a las fosas nasales justo ahora—
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que el amor era un estado de locura…pero que al final nadie se moría damor.
Es falso, viejo. Yo sí.
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Pedro Mairal
Recuerdo del 2030
En esa época yo vivía en Maradona a500, en Greenland, cerca de la viejfrontera con Brasil, una zona que algunvez había sido un barrio cerradodespués había sido lo que se llambarrio blindado, y finalmente habídesembocado en un barrio abierto en lo
iempos del hipercontrol. Andábamo
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odos con el seguchip metido dentro deomóplato derecho y la máquina lectorde posicionamiento global sabía dónd
estabas parado y cuál era tu informexacto: tu ingreso, tus gustos dconsumo, tu situación impositiva, tcorrespondencia, tus amistades, tconducta, tus vínculos y todos tumovimientos a lo largo del día. Había umpuesto que se llamaba IOC (Impuest
del Organismo Central), pero llamábamos Impuesto del Ojo Cerradoporque había que pagar mensualmentpara poder tener unos minutos diario
sin la cámara personal encendida. Ypagaba 40 sures por mes y eso me dabsólo diez minutos diarios de privacidadHabía gente que pagaba mucho más
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podía incluso desactivar su localizador.Si te atrasabas con algún impuest
e anulaban actividades. A lo
nostálgicos que todavía íbamos al cinde sala con pantalla y sonido a vecenos frenaban al ingresar porqueníamos algún impuesto impago y no t
dejaban entrar hasta que no pagaras. Thacían lo mismo a la salida del subte, en restoranes de comida rápida. Ante
de darte la bandeja, los empleados tdecían con una sonrisa «¿Quierregularizar su situación?». Pero no eruna pregunta, era el aviso de que si no l
hacías, no podías comer ahí. Ni hablade cuando ibas a visitar a un familiar aCentro.
En el Centro vivía el 45% de l
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población. Eran cárceles en realidadpero las quisieron disfrazar con esnombre pomposo de Centro d
Reinserción Sociocultural. Yo tenía uhermano ahí dentro y lo iba a visitar eprimer domingo de cada mes. Y si nenía todo pago no podía ir porque m
dejaban ahí un rato sin poder salir, pardarme un susto. Con mi hermanomábamos mate bajo el alero de s
barraca, mirando las plantacioneverdes del lado del Curiche. Cuando malcanzaba el mate, a veces me rozaba smano áspera de trabajar en los campos
Estaba muy abrasilerado y a veces teníque pedirle que me hablara despacipara entenderle. Me preguntaba muchpor mis hijas. Yo le contaba que estaba
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bien, que estaban siempre igual. Nunca le conté que mis hijas en es
época estaban adictas al Float. Cada un
enía su flotario de agua densa, todaentubadas, para expulsar y recibiíquidos y comida sin necesidad d
moverse. Vivían conectadas a la reconstantemente en su cápsula sin días nnoches. Me mandaban mensajes dmagen donde se las veía a cada una e
su mejor momento. Las dos habíaelegido su imagen de ese verano qupasamos en San Bernardino. Yo podíhablar con ellas y esa imagen en l
pantalla me contestaba. Siempre decíaque estaban bien y me hablaban con esfondo de un atardecer de enero del 201que a veces fallaba y se pixelaba o s
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igaba con otros mensajes anteriores. Amí me salía a 600 sures por mes cadmantenimiento del Float. Y ellas n
hacían otra cosa. Nunca le conté a mhermano que un día las fui a sacar, qudeambulé por los pabellones oscurorepletos de flotarios uno al lado deotro. No le conté que cuando abrí sucápsulas mi hija mayor pesaba cientreinta kilos y la menor ciento cuarenta
que casi no se podían mover, que lalevé a una de esas Granjas deMovimiento donde hacían rehabilitaciópara adictos al Float, y que cuand
pudieron se escaparon. En la granjdijeron que por políticas internas no mhabían podido avisar. Yo me di cuentrecién cuando en mi resumen de gasto
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reaparecieron los consumos del Float.Era difícil hablar con mi hermano
no quería contarle que las cosas afuer
del Centro no eran tan buenas como lapintaban. Y a la vez no podíamos hablamal de Suárez porque en el Centro sregistraba todo. Afuera del Centro, evoz baja se podía hablar mal deOrganismo y de Suárez, pero ahí dentrera suicida, sobre todo para él. Suáre
ganaba las elecciones cada dos años, sin fraude. Fue inamovible durante esados décadas. Los presos en el Centro npodían votar, pero los que estaban libre
votaban y no paraban de elegirlo Suárez a lo largo de todos los alcancedel Organismo que llegaba del viejMéxico hasta la Patagonia. A l
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oposición le decían la Zeraus porque erel mismo Organismo pero ordenaddistinto.
Yo me salí la vez que me mandaroa dar una clase en Ciudad del Estdonde estaba una parte de la fronterblanda. Nos escapamos con otrprofesor, que después lo mataron en SaPombo. Durante el almuerzo me robé ucuchillo tramontina y antes