Post on 15-Jul-2015
Introducción
Soy totalmente solo; así, pues, el ser en mí, el hecho de que existo, mi existir, es lo que constituye el elemento
absolutamente intransitivo, algo sin intencionalidad ni relación. Todo se puede intercambiar entre los seres,
salvo el existir.1
Posiblemente esta idea, defendida por Lévinas, fue una de las causas por las que el filósofo de Kaunas decidió
lanzarse a la búsqueda de una nueva filosofía, discrepando, de este modo, de su maestro Husserl.2
La obra de Emmanuel Lévinas (1905- 1995) podemos dividirla en dos períodos. En un primer momento,
influyeron sobre ella dos grandes filósofos, a saber, Husserl y Heidegger. Debemos recordar que Lévinas
coincidió con ellos en Estrasburgo, alrededor del 1927, cuando éste se trasladó hasta allí para estudiar filosofía.
La deuda de Lévinas a Husserl y Heidegger se hace patente en sus tres primeras publicaciones importantes: La
teoría de la intuición en la fenomenología de Husserl (1930), De la existencia al existente (1947)
yDescubriendo la existencia con Husserl y Heidegger (1949).
No obstante, a pesar de la influencia que habían tenido sobre él estos filósofos, Lévinas tomará una nueva
dirección, abandonando, de este modo, el camino que había tomado hasta el momento. Así, en un segundo
período proclamará a la ética como la filosofía primera, rechazando la prioridad que filósofos, como los arriba
mencionados, le habían otorgado a la ontología. Este cambio de postura fue la causa de que la filosofía
levinasiana se haya convertido en algo fundamental para todos aquellos que niegan la primacía de la ontología,
es decir, para todos aquellos que niegan que lo más importante es el ser y, por el contrario defienden la
alteridad, la primacía del otro; en resumen, para todos aquellos que sostienen que la ética es superior al saber.
Por desgracia, en nuestros días, el mensaje de Lévinas parece que ha permanecido en el recuerdo de unos
pocos, y que la gran mayoría se hayan inclinado por aquello que defendía Hegel: Todo lo importante toma la
forma de guerra [...] Un verdadero Estado requiere una división de clases en ricas y pobres [...] La guerra tiene
un valor moral positivo.3 Pero, en fin, no vamos a discutir ahora sobre esto, ya que responde a una opinión
propia, por ello, pasemos sin más preámbulos a sintetizar el pensamiento de Lévinas que es de lo que trata el
presente trabajo.
Decir lo indecible
Para entender la obra de Lévinas hemos de conocer, en primer lugar, algunos sucesos importantes que
marcaron la vida de nuestro autor. Lévinas nació en 1905 en Kaunas (Lituania) en el seno de una familia judía
y burguesa. En 1914 se vieron obligados a emigrar a causa de la Primera Guerra Mundial, instalándose en
Karkhov (Ucrania) donde vivieron la revolución bolchevique. Su experiencia de la vida se arraigó, por una
parte, en la conciencia de un pueblo que había padecido las barbaries nazis y se manifestó, por otra parte,
dentro del pensamiento francés, sin despreciar por eso la fenomenología alemana. En 1931, tras haber conocido
a Heidegger y Husserl, se nacionalizó francés, gracias a lo cual se salvó del trato que recibieron otros judíos en
el campo de concentración en Hannover, en el que fue recluido en 1940. Sin embargo, su familia que habitaba
en Lituania no tuvo la misma suerte y fue masacrada por los nazis. Por este hecho, Lévinas rompió la relación
que mantenía con Heidegger, por la cercanía de éste al nazismo. En estas experiencias hallaría la fórmula de
una nueva filosofía, la cual encumbraría a la persona, dejando en un segundo plano al "ser". Así, durante los
años 50, Lévinas comenzó a crear una filosofía altamente original, dejando a un lado la ontología y
preocupándose por la ética. Pero, ¿cuál fue el motivo por el que nuestro autor decidió independizarse de su
maestro e iniciarse en una nueva búsqueda? ¿Por qué puso en duda la primacía de la ontología? En resumen,
¿por qué la ética como filosofía primera? Estas son las cuestiones a las que intentaremos responder de un modo
sistemático a continuación.
El término filosofía desde Sócrates había adquirido, según Lévinas, un significado erróneo. Se había
identificado a la filosofía con el amor a la sabiduría. Occidente había creado una filosofía preocupada por el ser
(la esencia) y había ignorado al ente (al sujeto). Se había olvidado de la diferencia, de los sentimientos. Sin
embargo, nuestro autor, al igual que harían filósofos como Heidegger y Nietzsche, advirtió que a causa de esta
filosofía habíamos conseguido más aspectos negativos que positivos, ya que nos había conducido a una
sociedad en la cual lo más importante era el ser, el ego cartesiano, el ensimismamiento; es decir, a
consecuencia de esta idea habíamos creado un mundo en el que habíamos olvidado factores imprescindibles de
la persona, como son las pasiones y los sentimientos, o aspectos básicos de carácter ético por los que podemos
hablar realmente de persona, como el decir "los buenos días".
Lévinas observó que la base de la violencia era el interés, ya que resulta imposible el poder afirmarnos todos,
por ello advirtió que esteinter-és debíamos convertirlo en des-inter-és, es decir, debíamos de ponernos en el
lugar del otro sin esperar nada a cambio. Debíamos, por consiguiente, surgir del ego cartesiano y ver más allá
de nosotros mismos; aceptar que somos, tal y como señalaba Aristóteles en suPolítica, animales cívicos;
aceptar que a mi lado se encuentra el Otro, gracias al cual soy yo quien soy.
Con esto, Lévinas subrayaba la idea de alteridad, rechazando de este modo lo anunciado por la ontología. Ésta
se caracterizaba por reducir a lo Mismo todo lo que se oponía a ella como Otro. El conocimiento representaba,
así, una estrategia de apropiación, de dominación. Por el contrario, el filósofo de Kaunas, inspirándose en la
tradición hebrea, buscó otro modo de pensar esta relación, ya que, como él señalaba, no somos tan sólo hijos de
los griegos sino también de la Biblia.4 La filosofía occidental había mirado hasta el momento únicamente a
Grecia, olvidándose de Jerusalén.
Tras este olvido, Lévinas propondrá pensar de nuevo la filosofía entendiendo a ésta no ya como amor a la
sabiduría, sino a la inversa, como la sabiduría que nace del amor. Pues lo que define al ser humano no es el ser,
tampoco el interés, sino el desinterés. Por ello, hemos de tomar distancia del cogito, del sistema y de lo lógico,
pues estos tres términos son los que habían caracterizado al pensamiento occidental hasta el momento, y crear
una filosofía de la diferencia ya que lo importante no es el ser, lo concreto, sino la diferencia.
Es por esto por lo que debemos preocuparnos por el otro y no verlo como alguien enfrentado ya que, al fin y al
cabo, hay yo porque hay responsabilidad, pues el yo es el resultado de que alguien nos haya cuidado. Y gracias
a esto podemos sentirnos insustituibles, porque detrás de mí hay otros que no son yo. Fue así como Lévinas
propuso un humanismo del otro hombre, del hombre que se responsabiliza y responde totalmente por el
otro: Desde el momento en que el otro me mira, yo soy responsable de él sin ni siquiera tener que tomar
responsabilidades en relación con él; su responsabilidad me incumbe. Es una responsabilidad que va más allá
de lo que yo hago5.
Así pasamos, con Lévinas, de un yo cerrado (ego cartesiano) a un yo abierto, ya que la filosofía a partir de
ahora no empezará en el yo, sino en el Otro. Pues, ¿cuándo soy yo? Cuando otro me nombra, si nadie nos
nombra no somos nada. Podemos sustituir, de esta manera el "pienso, luego soy", que enunciaba Descartes, por
"soy amado, soy nombrado, luego soy".
Pero, ¿quién es el Otro? El Otro no es otro con una alteridad relativa como, en una comparación, las especies,
aunque sean últimas, se excluyen recíprocamente, pero se sitúan en la comunidad de un género, se excluyen
por su definición, pero se acercan recíprocamente por esta exclusión a través de la comunidad de su género. La
alteridad del Otro no depende de una cualidad que lo distinguiría del yo, porque una distinción de esta
naturaleza implicaría precisamente entre nosotros esta comunidad de género que anula ya la alteridad.6
El Otro representa la presencia de un ser que no entra en la esfera del Mismo, presencia que lo desborda, fija su
"jerarquía" de infinito7. Es decir, el Otro responde a aquello que no soy yo, a aquello que es anterior a mí y,
gracias a lo cual yo soy quien soy. Pero la relación que se establece entre el Yo y el Otro, no se da en términos
de reciprocidad como el Yo-Tú de Buber, donde ambos están en posición de igualdad. Tampoco en la relación
Yo-Otro puede entenderse al otro como otro yo, ni siquiera como una relación cognoscitiva. En la relación Yo-
Otro de la que nos habla Lévinas, el yo llega siempre con retraso, éste se nos presenta como algo infinito. La
autonomía del yo, su principio de individualidad es de algún modo consecuente y también posterior a la
configuración del otro. Sin embargo, la relación con el otro se hace más evidente a través de elementos como la
proximidad, la responsabilidad y la sustitución.
La cercanía hacia el otro no es para conocerlo, por tanto no es una relación cognoscitiva, sino una relación de
tipo meramente ético, en el sentido de que el Otro me afecta y me importa, por lo que me exige que me
encargue de él, incluso antes de que yo lo elija. Por tanto, no podemos guardar distancia con el otro.
Por otro lado, ante la exigencia del otro de que me encargue de él, yo no puedo escaparme. El sujeto está
llamado a responder del Otro, hasta de su propia responsabilidad. De este modo, mi yo queda sustituido por el
Otro, por lo que el Otro se impone como límite de mi propia libertad.8
Lévinas identificará al Otro con las figuras del huérfano, el extranjero y la viuda, con las cuales estoy obligado.
A este Otro no lo determino a partir de ser ni a partir del conocimiento, sino que él permanece intacto en su
alteridad, es absoluto. Lo único que me queda es acogerlo como infinito y trascendente, responsabilizarme de
sus necesidades. Según el filósofo de Kaunas la ética no se va a basar en el ser, sino en la relación, ya que cada
uno de nosotros será la suma de las relaciones que tenga, por ello, hemos de responsabilizarnos de estas tres
figuras, ya que están faltas de una relación muy importante.
Así, de acuerdo con Lévinas, el punto de partida del pensamiento filosófico no ha de ser el conocimiento, sino
el reconocimiento, pues a través de los otros me veo a mí mismo. Esto conducirá a nuestro autor a sustituir las
categorías tradicionales por otras nuevas como la mirada o el rostro: La mejor manera de encontrar al rostro es
la de ni siquiera darse cuenta del color de sus ojos […] La piel del rostro es la que está más desprotegida, más
desnuda […] Hay en el rostro una pobreza esencial. Prueba de ello es que intentamos enmascarar esa pobreza
dándonos poses, conteniéndonos […] Al mismo tiempo, el rostro es lo que nos prohíbe matar9.
El rostro del otro me ordena el: "¡No matarás!", pero este mandato ha de ser entendido como el hecho de no
reducir la alteridad desnuda y, por tanto, vulnerable, a la mismidad. Es decir, alude a elementos como el
prójimo, el decir los buenos días; ya que al despreocuparme del otro lo estoy matando, pues ¿quién soy yo si
nadie me nombra, si nadie me saluda? De este modo, el "No matarás" equivaldría a decir: "¡No te
despreocuparás del Otro!"
La relación cara-a-cara será fundamental para Lévinas. Ésta tiene la característica de constituirse como
asimétrica, pues el Otro se me aparece en una dimensión superior al mandarme, se me aparece como algo
infinito, tal y como señalábamos anteriormente.
Como consecuencia de la primacía que le da a esta relación, le otorgará más importancia al decir que a lo
dicho, pues el decir pertenece al ámbito de la expresión, al momento anterior de las palabras, de los signos o de
cualquier otro elemento del lenguaje. El decir responde al momento ético, que es lo que realmente interesa a
Lévinas: La experiencia absoluta no es develamiento, sino revelación: coincidencia de lo expresado y de aquel
que expresa, manifestación, por eso mismo, privilegiada del Otro, manifestación de un rostro más allá de la
forma. La forma que traiciona incesantemente su manifestación aliena la exterioridad del Otro […] El rostro
habla. La manifestación del rostro es ya discurso10
.
Lévinas se opondrá así a la ciencia y a la tecnología porque se preguntan por la verdad, son ontológicas y, él
quiere cambiar esto proponiéndonos que en lugar de preguntarnos por la verdad nos preocupemos por el
prójimo. ¿Por qué? Porque la crisis europea en la que nos encontramos, según Lévinas, es explicable desde una
extraña paradoja, pues, a pesar de las excelencias de las que presume la civilización tecnológica, a pesar de los
ideales de libertad y de verdad que constituyen nuestra identidad, nos vemos obligados a convivir con un
olvido. Es como si hubiésemos olvidado dar los "buenos días", como si el amor a la verdad nos hubiese hecho
olvidar el amor al prójimo. Nos hemos zambullido tanto en la complejidad del cogito que hemos olvidado la
sencillez de los "buenos días". Hemos otorgado tanta importancia a la verdad que hemos olvidado los límites
impuestos: No matarás.11
De este modo, tal y como señala nuestro autor, la magnífica ciencia producto de esta
civilización mediterránea, que a su vez surgió de la búsqueda de la verdad, desemboca en amenazas
apocalípticas y en la negación de este ser en tanto que ser. Civilización en que la razón, originalmente
soberana, conduce a la posibilidad de la guerra nuclear.12
Por este motivo, Lévinas propondrá que la filosofía
primera ha de ser una ética13
. Ésta encuentra su fundamento en el encuentro cara-a-cara con el otro, donde el
sujeto es responsable del otro incluso antes de ser consciente de su propia existencia.
Sin embargo, el filósofo de Kaunas reconoce que no es todo tan sencillo pues, no sólo estamos yo y el Otro,
sino que también existe un tercero por el que se condicionan las leyes y se instaura la justicia. Esto se debe,
según Lévinas, a la multiplicidad de hombres, a la presencia del tercero al lado del Otro.14
Y es que, si bien es
cierto que no somos sólo hijos de los griegos, también es cierto que tampoco somos sólo hijos de la Biblia: No
somos tan sólo hijos de la Biblia, sino también hijos de los griegos. Para comparar a los otros es necesario que
alguien juzgue, para juzgar hace falta una institución y, para que haya una institución se requiere un Estado. La
justicia del Estado es una mengua de la caridad y no, como creía Hobbes, una atenuación del hecho de que el
hombre es un lobo para el hombre.15
Vemos cómo la ética levinasiana es también una ética de la justicia pues, queramos o no, estamos obligados a
juzgar, a emitir juicios, a comparar. Por ello, para convivir se hace imprescindible la presencia de un Estado
que nos garantice seguridad, aunque esto nos prive de una parte de nuestra libertad. Lévinas advertirá que el
Estado deberá ser democrático ya que, en un Estado fiel a la justicia existe la preocupación constante de revisar
la ley.16
Así, al tener el mismo peso el Estado y los ciudadanos en una democracia, éstos podrían cambiar poco
a poco las leyes e introducir términos como los de caridad y solidaridad en ellas, ya que lo que le exigimos a la
justicia no es que sea solidaria sino que sea justa. Es por lo que Lévinas hablará (al igual que Ricoeur en su
obra: Amor y justicia) de una subordinación de la justicia y del Estado a la idea de caridad, responsabilizando
así a los ciudadanos de suavizar la dureza de las leyes.
En resumen, la ética levinasiana nos advierte que no sólo somos hijos de los griegos, sino también de la Biblia,
de hecho a la pregunta ¿qué es Europa? Lévinas responde: Europa es la Biblia de los griegos.17
Esto implica
que hemos de suavizar las leyes, la lógica, la ciencia, es decir, todos aquellos elementos que habíamos recibido
de Grecia, sirviéndonos para ello de los principios de caridad, solidaridad, projimidad, etc. que nos otorgó
Jerusalén, los cuales habían sido olvidados tras la búsqueda insaciable de la verdad. De este modo, Lévinas
rompe con el esquema sujeto-objeto que había sostenido la metafísica de la filosofía occidental, y construye un
nuevo esquema: yo-otro, en el que hay una descentralización del yo y de la conciencia en cuanto que yo me
debo al otro y es el otro quien constituye mi yo. Se abre así la posibilidad de acceso a una verdadera
trascendencia. Trascendencia que significa no el dominio del otro sino el respeto al otro y, donde el punto de
partida para pensar no es ya el ser sino el otro.
En este contexto, aparece la ética como la única vía para la salida del ser, es decir, Lévinas considera que la
ética es la filosofía primera ya que, nos permite pensar en el Otro; pensamiento que resultaba imposible
mediante la ontología.
Bibliografía:
LÉVINAS, E., Totalidad e infinito. Salamanca, Ed. Sígueme, 1977.
LÉVINAS, E., Ética e infinito. Madrid, Ed. A. Machado Libros, S.A., 2000.
LÉVINAS, E., La ética. Madrid, Ed. Pablo Iglesias, 1990.
LÉVINAS, E., "Somos hijos de la Biblia y de los griegos", El País, 13-VI-89, pág.39, entrevista con J. Méndez.
RUSSEL, B., Historia de la filosofía. Barcelona, RBA Coleccionables, S.A., 2005.
1 Emmanuel Lévinas. Ética e infinito. Madrid, A. Machado Libros, S.A., 2000 Págs.53 y 54
2 Lévinas rechaza la versión de la fenomenología defendida por Husserl en la que el sujeto se constituye en agente
donador de sentido, pues, para él, el sujeto no es ni siquiera alguien constituido, sino que el sujeto se constituye en la
medida en que entra en relación con el Otro. El Otro es siempre anterior a mí.
3 RUSSELL, B. Historia de la filosofía. Barcelona, RBA Coleccionables, S.A., 2005. Págs. 793 y 796
4 LÉVINAS. "Somos hijos de la Biblia y de los griegos", El País, 13-VI-89, pág.39, entrevista con J. Méndez.
5 LÉVINAS. Ética e infinito. Madrid, A. Machado Libros, S.A., 2000. Pág.80
6 LÉVINAS. Totalidad e infinito. Salamanca, Ed. Sígueme, 1977. Pág. 207
7 Ibidem. Pág. 209
8 Renaut criticará a Lévinas por esto ya que, al definir al sujeto como responsabilidad antes que intencionalidad, el sujeto
se reduce a un rehén del Otro, pues sólo con la responsabilidad el sujeto se convierte en pasivo. Del mismo modo criticará
la omisión que hace Lévinas de la autonomía, ya que al ser tan responsable del Otro me convierto en alguien irresponsable
conmigo mismo.
9 LÉVINAS. Ética e infinito. Págs. 71 y 72.
10 LÉVINAS. Totalidad e infinito. Pág.89
11 Véase: LÉVINAS. La ética. Madrid, Ed Pablo Iglesias, 1990.
12 Íbidem. Pág.6
13 LÉVINAS. Ética e infinito. Pág.65
14 Ibidem. Pág.75
15 LÉVINAS. La ética. Pág. 13
16 Ibidem. Pág. 14
17 Ibidem. Pág.14