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TRASTORNOS MÚSCULO-ESQUELÉTICOS Y SU RELACIÓN CON LOS FACTORES
PSICOSOCIALES LABORALES.
ANA PAOLA GONZALEZ SAAVEDRA
Kinesióloga PUC Magister en Ergonomía Universidad de Concepción.
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Resumen:
El propósito de este escrito es argumentar la importancia de la relación que existe entre las patologías de origen músculo-esquelético y los factores psicosociales presentes en el ámbito laboral. Se trata del análisis de variados estudios epidemiológicos que utilizan diversas metodologías. Se ha investigado sobre todo aspectos como satisfacción con el trabajo, el apoyo social y el grado de control que los trabajadores consideran tener sobre su trabajo, así como aspectos del medio ambiente de trabajo que comprenden aspectos del puesto de trabajo y del entorno de trabajo, como el clima o cultura de la organización, las funciones laborales, las relaciones interpersonales en el trabajo y el diseño y contenido de las tareas. En la literatura publicada son cada vez más los estudios que demuestran la influencia de los factores psicosociales del trabajo en la aparición de trastornos músculo-esqueléticos, entre ellos el dolor en la parte baja de la espalda y los trastornos de los miembros superiores. Pero también abarcan sensaciones de otras experiencias sensoriales, como el dolor y tensión, así como molestias en tejidos distintos de los músculos. Se argumenta que los factores mecánicos o físicos del trabajo podrían ser importantes en la etiología del dolor regional agudo, mientras que los factores psicosociales podrían tener importancia en la etiología del dolor persistente y generalizado. La relación entre la organización del trabajo, los factores psicosociales y la salud no parece tan evidente como la que existe entre otros factores de riesgo y la salud. Los efectos de la organización del trabajo son más intangibles e inespecíficos, y se manifiestan a través de diversos mecanismos emocionales, cognitivos, conductuales y fisiológicos. Por ello, las características de la organización del trabajo deben ser evaluadas, controladas y modificadas si generan riesgos. Se propone que un adecuado apoyo social, la variedad en el trabajo y la oportunidad de utilizar las propias capacidades del individuo parecen resultar protectoras contra el ausentismo laboral producto de trastornos músculo-esqueléticos.
Palabras claves: Trastornos músculo-esqueléticos, factores psicosociales, estrés, organización del trabajo, teoría multifactorial.
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1. Introducción: La evolución de la actividad laboral ha traído consigo una mejora de la calidad de
vida de los trabajadores, pero también es responsable de la aparición de una serie
de efectos negativos en la salud de estos (Lahera y col., 2002).
En la literatura publicada sobre salud ocupacional son cada vez más los trabajos
que demuestran la influencia de los factores psicosociales del trabajo en la
aparición de trastornos músculo-esqueléticos, entre ellos el dolor en la parte baja
de la espalda y los trastornos de los miembros superiores (Lim y col., 2001, Lim y
col., 1994, NIOSH, 1997). Estos trastornos comprenden una amplia gama de
problemas de salud, por lo que respecta a las causas, un gran número de
estudios han identificado factores de riesgos laborales que se asocian con los
trastornos músculo-esqueléticos, entre los factores relacionados con el trabajo
cabe citar el entorno del trabajo físico y el equipo utilizado (Bosch y col., 2007),
otros que se refirieren a la duración de la jornada de trabajo, el ritmo de trabajo,
lugar de descanso y variaciones en el régimen de tareas, así como, la
organización del trabajo, los factores psicosociales del trabajo y los factores
individuales de cada trabajador, además hay estudios que agregan los factores
extra-laborales (NIOSH, 1997, OIT, 1986). En esta misma línea Robert Karasek,
observó que los efectos del trabajo, tanto en la salud como en el comportamiento,
parecían ser resultado de la combinación de las demandas psicológicas laborales
y de las características estructurales del trabajo relacionadas con la posibilidad de
tomar decisiones y usar las propias capacidades (Vega, 2005).
La relación entre trabajo y salud puede abordarse desde distintos ámbitos. Desde
la perspectiva psicosocial, los riesgos a los que están expuestos los trabajadores
en el transcurso de su jornada laboral tienen consecuencias no tan evidentes
como las de los accidentes de trabajo y enfermedades profesionales, no por ello
son menos reales. Estos se manifiestan como ausentismo, defectos de calidad,
estrés y ansiedad (Lahera y col., 2002).
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A pesar de toda las teorías existentes, la relación entre los trastornos músculo-
esqueléticos y los factores del trabajo continua siendo aun un asunto de gran
debate (Piedrahita, 2004).
Kumar, habla en su teoría sobre la relación entre estos trastornos músculo-
esqueléticos y los factores de riesgo en el trabajo y dice que aun permanece poco
clara, una importante razón de esta controversia es la naturaleza multifactorial que
tienen estos trastornos (Kumar, 2001). El debate, por lo tanto, se enfoca sobre las
causas, naturaleza, severidad, grado de relación con el trabajo, además del costo-
beneficio de las posibles intervenciones (OIM y NRC, 2001).
Por lo anteriormente expuesto, el propósito de este escrito es argumentar la
importancia de la relación que existe entre las patologías de origen músculo-
esquelético y los factores psicosociales presentes en el ámbito laboral. Analizar la
influencia de los factores psicosociales en la producción o aumento de la tensión
muscular en la realización de un trabajo. Examinar si las demandas psicosociales
pueden afectar la percepción por parte de los trabajadores de los síntomas
músculo-esqueléticos. Además, analizar si los trastornos músculo-esqueléticos
pueden ser generados por el estrés y así perpetuarse el proceso de dolor crónico
en los trabajadores. Y además, identificar si existe una relación causa-efecto en la
modificación de los factores psicosociales y patologías músculo-esqueléticas en el
ambiente laboral.
La utilidad de esta revisión bibliográfica es aportar al conocimiento en el ámbito del
trabajo, sobre la relación de factores psicosociales y su generación de patologías
musculo-esqueléticas, pensando en que muchas veces se evalúan e intervienen
solo los factores evidentes relacionados con estas lesiones y por lo tanto, no se
utilizan estrategias de control adecuadas.
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2. Teoría multifactorial de los trastornos músculo-esqueléticos: Los trastornos músculo-esqueléticos de origen laboral son comunes en todos los
lugares de trabajo y contribuyen considerablemente al ausentismo laboral (Sluiter
y Rest, 2001, Buckle y Devereux, 2002, Walter-Bone y Cooper, 2005).
La epidemiología de los trastornos músculo-esqueléticos tiene una corta tradición.
El interés en esta área se ha incrementado solamente en los pasados 20 años,
aunque se ha reconocido que los trastornos músculo-esqueléticos han teniendo un
origen ocupacional desde comienzos del siglo XIII. Sin embargo, solamente en los
años setenta se comenzó a estudiar los factores ocupacionales involucrados a
través de métodos epidemiológicos y los factores relacionados con el trabajo,
asociados con los trastornos músculo-esqueléticos comenzaron a aparecer en la
literatura científica. Una explicación es que solamente en los pasados 20 años,
estos trastornos comenzaron a ser considerados como un problema de interés de
la salud pública. Desde entonces la literatura científica se ha incrementado
vertiginosamente (Piedrahita, 2004).
Entre los factores físicos de riesgo cabe citar la manipulación manual de
carga, las malas posturas en el trabajo y los movimientos incómodos, los
movimientos muy repetitivos, la aplicación de fuerza con las manos, la
presión mecánica directa sobre tejidos del cuerpo, las vibraciones y los
entornos de trabajo fríos (OSHA). Otros estudios agregan movimientos de
alta velocidad y fuerzas externas (Bosh y col., 2007).
Uno de los mayores retos de la ergonomía ha sido el estudio de la
interacción del hombre frente a los requerimientos físicos (postura, fuerza,
movimiento). Cuando estos requerimientos sobrepasan la capacidad de
respuesta del individuo o no hay una adecuada recuperación biológica de
los tejidos, este esfuerzo puede asociarse con la presencia de lesiones
músculo-esqueléticas relacionadas con el trabajo (Vernaza-Pinzón, 2005).
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Varios estudios demuestran que la fatiga muscular es un importante factor
en la iniciación o desarrollo de alteraciones musculares a nivel de cuello y
hombros (Bosh, 2007, Takala, 2002). Por lo tanto, la fatiga muscular,
cuando se mide durante el trabajo, puede proporcionar un importante
biomarcador de exposición acumulativa en trabajo repetitivo (Takala, 2002).
Actualmente, se reconoce que el mecanismo de aparición de las lesiones
músculo-esqueléticas es de naturaleza biomecánica; cuatro teorías explican
el mecanismo de aparición: la teoría de la interacción multivariante (factores
genéticos, morfológicos, psicosociales y biomecánicos), la teoría diferencial
de la fatiga (desequilibrio cinético y cinemático), la teoría acumulativa de la
carga (repetición) y finalmente la teoría del esfuerzo excesivo (fuerza)
(Vernaza-Pinzón, 2005).
La relación entre la organización del trabajo, los factores psicosociales y la
salud no parece tan evidente como la que existe entre otros factores de
riesgo y la salud. Los efectos de la organización del trabajo son más
intangibles e inespecíficos, y se manifiestan a través de diversos
mecanismos emocionales (sentimientos de ansiedad, depresión, apatía),
cognitivos (restricción de la percepción, de la habilidad para la
concentración, la creatividad o la toma de decisiones), conductuales (abuso
de alcohol, tabaco, drogas, violencia, asunción de riesgos innecesarios), y
fisiológicos (reacciones neuroendocrinas) (Mondaca y col., 2007). Entre los
factores de riesgo relacionados con la organización del trabajo cabe citar el
ritmo de trabajo, el trabajo repetitivo, el horario laboral, los regímenes
salariales y el trabajo monótono (OSHA).
El aumento de la presión del tiempo y de trabajo mental ha demostrado
que produce un aumento de la tensión muscular en los hombros y en la
región cervicobraquial (Hudges y col., 2007).
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En estudios donde se midió la fatiga del músculo trapecio en mecanógrafas,
se encontró que el aumento de horas de trabajo producía en los
trabajadores malestar regional pero también abarcaba sensaciones de otras
experiencias sensoriales, como el dolor y tensión, así como molestias en
tejidos distintos de los músculos (Bosch y col., 2007).
Se considera que la organización del trabajo forma parte de las condiciones
de trabajo que influyen en la salud y seguridad de los trabajadores, entre
otros mecanismos a través de la exposición nociva a los riesgos
psicosociales. Por ello, las características de la organización del trabajo
deben ser evaluadas, controladas y modificadas si generan riesgos (Vega,
2005).
Las características individuales de riesgo incluyen la edad, el género, la
formación y los conocimientos. Es importante saber que la edad y el género
influyen sobre el tipo de trabajo y, por ende, la exposición a factores físicos
de riesgo (OSHA), Otros estudios hablan de tres parámetros como la
influencia de factores genéticos (género e inteligencia); aspectos adquiridos
(clase social, cultura, estado educativo); y factores predisponentes (rasgos
de personalidad, características y actitudes de vida y satisfacción del
trabajo) (NIOSH, 1997). Contraria a este concepto, de que los factores
predisponentes influyen en la generación de riesgos laborales, la autora
Sofía Vega en su investigación del modelo demanda-control-apoyo social
de Karasek y Theorell, relaciona la potencial influencia que las
características del trabajo a la hora de modelar características individuales
como la personalidad (Vega, 2005).
Los riesgos de ambiente de extra-trabajo típicamente incluyen factores
asociados con demandas que provienen de papeles fuera del trabajo, como
responsabilidades asociadas con los padres, cónyuge e hijos (NIOSH,
1997).
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3. Factores Psicosociales: Los factores psicosociales del trabajo incluyen la satisfacción con el trabajo, el
apoyo social y el grado de control que los trabajadores consideran tener sobre su
trabajo (OSHA), así como aspectos del medio ambiente de trabajo (las tareas, las
presiones, las relaciones laborales) que pueden contribuir a la aparición de estrés
en la persona (Lim y col., 2001, Carayon y col., 1999).
Según la Enciclopedia de Salud y Seguridad en el Trabajo (2001), comprenden
aspectos del puesto de trabajo y del entorno de trabajo, como el clima o cultura de
la organización, las funciones laborales, las relaciones interpersonales en el
trabajo y el diseño y contenido de las tareas (su variedad, significado, alcance,
carácter repetitivo). El concepto de factores psicosociales se extiende también al
entorno existente fuera de la organización (exigencias domésticas) y a aspectos
del individuo (personalidad y actitudes) que pueden influir en la aparición del
estrés en el trabajo. Las expresiones organización del trabajo y factores
organizativos se utilizan muchas veces de manera intercambiable con factores
psicosociales para hacer referencia a las condiciones de trabajo que pueden
conducir al estrés (Lim y col., 1994, Carayon y col., 1999, Lim y col., 2001).
Como la relación entre los factores psicosociales y la organización del trabajo
están muy ligadas, cabe destacar la importancia de describir e identificar sus
dimensiones nocivas para los trabajadores:
Exceso de exigencias psicológicas: cuando hay que trabajar rápido o de
forma irregular, cuando el trabajo requiere esconder los sentimientos,
callarse la opinión, tomar decisiones difíciles y de forma rápida.
Falta de influencia y de desarrollo: cuando no se tiene margen de
autonomía en la forma de realizar nuestras tareas, cuando el trabajo no da
posibilidades para aplicar habilidades y conocimientos o carece de sentido
para el trabajador, cuando no se puede adaptar el horario a las
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necesidades familiares, o no se puede decidir cuándo se hace un
descanso.
Falta de apoyo y de calidad de liderazgo: cuando hay que trabajar aislado,
sin apoyo de los superiores o compañeros en la realización del trabajo, con
las tareas mal definidas o sin la información adecuada y a tiempo.
Escasas compensaciones: cuando se falta al respeto, se provoca la
inseguridad contractual, se dan cambios de puesto o servicio contra la
voluntad, se da un trato injusto, o no se reconoce el trabajo y el salario es
muy bajo.
La doble presencia: el trabajo doméstico y familiar supone exigencias
cotidianas que deben asumirse de forma simultánea a las del trabajo
remunerado. La organización del trabajo en la empresa puede impedir la
compatibilización de ambos trabajos, a pesar de disponer de herramientas y
normativa para la conciliación de la vida laboral y familiar. Las mujeres
siguen realizando y responsabilizándose del trabajo doméstico y familiar,
por lo que la doble presencia es más prevalente entre el colectivo de
mujeres (ISTAS, 2007).
Entre 1985 y 1995 han sido muchos los estudios que relacionan los factores
psicosociales con los trastornos musculares de las extremidades superiores en el
medio ambiente de trabajo de las oficinas. En Estados Unidos, esta relación
comenzó a deducirse tras la investigación realizada por el National Institute for
Occupational Safety and Health, cuyos resultados indicaron que los operadores de
pantallas de visualización de datos que declaraban menos autonomía, asignación
menos clara de rol, mayor presión y mayor supervisión eran también los que
declaraban un mayor número de problemas músculo-esqueléticos, en
comparación con sus compañeros que no trabajaban con pantallas de
visualización de datos (NIOSH, 1997).
Estudios en los que se han empleado técnicas estadísticas de inferencia más
potentes, han demostrado más claramente el efecto de los factores psicosociales
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del trabajo en la frecuencia de trastornos músculo-esqueléticos de las
extremidades superiores de los trabajadores de oficinas. Por ejemplo, los autores
Lim y Carayon, utilizaron métodos de análisis estructural para examinar la relación
entre los factores psicosociales del trabajo y las molestias músculo-esqueléticas
de los miembros superiores en una muestra de 129 oficinistas. Sus resultados
demostraron que los factores psicosociales, tales como las presiones en el trabajo,
el control de tareas y las cuotas de producción eran factores de predicción
importantes de estos trastornos, sobre todo de problemas en la región cervical y
en los hombros. En este estudio se controlaron los factores demográficos (edad,
sexo, relación con la empresa, horas diarias de trabajo con computador) y otros
factores de confusión (autoevaluación de trastornos de la salud, aficiones y uso
del teclado fuera de las horas de trabajo) y pudo comprobarse que ninguno de
ellos guardaba relación con estos problemas (Lim y col., 1994).
Otros investigadores obtuvieron resultados similares sobre los problemas
músculo-esqueléticos en 533 técnicos de telecomunicaciones de tres ciudades
diferentes. Se investigaron dos tipos de trastornos: a) síntomas músculo-
esqueléticos de los miembros superiores determinados exclusivamente con un
cuestionario y b) trastornos músculo-esqueléticos de las extremidades superiores
posiblemente relacionados con el trabajo, determinados mediante una exploración
física además del cuestionario. Utilizando técnicas de regresión se comprobó que
factores tales como la presión en el trabajo y un escaso poder de decisión se
asociaban tanto a la intensificación de los síntomas como al aumento de los
signos físicos de enfermedad (Hales, 1994). En los trabajadores de la industria se
han observado relaciones similares, aunque referidas sobre todo al dolor de
espalda (Bongers y col., 1993).
Existen muchos estudios acerca de la relación entre factores psicosociales y las
enfermedades, sin embargo, estos resultados se complican por el hecho de que
hay dos tipos de mecanismo diferentes en la vinculación de los factores
psicosociales a los síntomas y secuelas de trastornos músculo-esqueléticos. Estos
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son mecanismos fisiológicos que pueden dar lugar a cambios en los tejidos
orgánicos y en los mecanismos de percepción del dolor por parte de los
trabajadores, donde influyen condiciones socio-psicológica (Theorell y col., 2002)
Así mismo, se ha demostrado que las personas sometidas a condiciones de
trabajo psicológicamente estresante también presentan un mayor grado de
activación autónoma (mayor secreción de catecolaminas, aumento de la
frecuencia cardiaca y de la presión arterial e incremento de la tensión muscular).
Se trata de una respuesta psico-fisiológica normal de adaptación que prepara a la
persona para la acción (Carayon y col., 1999).
Por esta misma línea neurofisiológica, existen estudios que indican que hay
pruebas de que la hormona del crecimiento disminuye su actividad, al igual que las
hormonas testosterona en hombres y estradiol en mujeres. Los niveles de éstos
en el suero y plasma podrían reducirse durante los períodos de enfermedad
muscular o estrés. Por ello, cabe la hipótesis de que, debido a la reducción de la
actividad anabólica, los tejidos están en situación de riesgo durante los períodos
de estrés y que esto se refleja en síntomas músculo-esqueléticos. Además, la baja
actividad anabólica predice una enfermedad más duradera y una discapacidad
más permanente.
La obvia implicación de esta teoría, basada en la idea de que a largo plazo se
inhibe la actividad anabólica, y se mantienen los riesgos psicosociales se puede
aumentar la vulnerabilidad de los músculos y los daños mecánicos del tejido
conjuntivo.
En teoría, esto podría incrementar el riesgo de desarrollar trastornos músculo-
esqueléticos agudos y también puede prolongar la discapacidad una vez que
estos trastornos se han iniciado y puede demorarse el proceso de curación.
Aunque los estudios son pequeños, hay algunas pruebas de que los factores
psicosociales pueden influir en las funciones de los procesos anabólicos. Estos
están particularmente muy relacionados con el envejecimiento. Estos estudios han
demostrado que las condiciones médicas de incapacidad que pueden asemejarse
a un envejecimiento prematuro están relacionadas con anabolismo inhibido, que
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se refleja en la baja concentración plasmática de los esteroides anabólicos. Un
ejemplo de ello es el dolor crónico, así, la fibromialgia, una enfermedad
caracterizada por la relación de estrés, dolores musculares y debilidad general, en
particular durante el esfuerzo físico, se asocia con una baja concentración
plasmática y baja secreción de la hormona del crecimiento, sobre todo por la
noche, cuando los procesos anabólicos están en su pick. La concentración
plasmática de la hormona oxitocina, también se ha encontrado que se reduce en
esta condición. Similares alteraciones en los sistemas anabólicos han sido
también objeto de debate en relación con el síndrome de fatiga crónica. Todas
estas condiciones tienen en común una asociación mental con la pérdida de
energía, lo que podría ser considerado como una especie de pseudo-
envejecimiento.
Varios estudios han demostrado que los esteroides anabólicos pueden estimular la
síntesis de tejido muscular e incluso evitar la degradación de proteína muscular.
La relación entre la sensibilidad al dolor agudo y el estrés, también ha sido
estudiada. Durante el estrés psicológico agudo, experimentado en laboratorio,
producen una disminución de la sensibilidad al dolor. Una consecuencia de estas
teorías es que los cambios en la sensibilidad al dolor pueden surgir como
consecuencia de una serie de condiciones psicosociales adversas (Theorell y col.,
2002).
Por lo tanto, la exposición prolongada al estrés puede tener un efecto nocivo para
la función músculo-esquelética y para la salud en general. Por ejemplo, la tensión
muscular asociada al estrés puede aumentar la sobrecarga estática de los
músculos, acelerando la fatiga muscular y las molestias asociadas (Lim y col.,
2001).
En general, los problemas de salud más reportados por los trabajadores están,
todos ellos, relacionados en mayor o menor medida con los riesgos psicosociales:
dolor de espalda, estrés, dolores musculares en cuello y hombros y burn-out
(Vega, 2005).
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Los daños a la salud por riesgos psicosociales no son un problema individual y ha
de hacerse prevención para todos (ISTAS, 2007).
Como mencionan muchos autores, los factores psicosociales pueden contribuir a
la aparición de estrés en la persona (Lim y col., 2001, OTI, 1984).
Existen muchas investigaciones interesadas en el papel del estrés profesional en
la causalidad y el agravamiento de trastornos músculo-esqueléticos de origen
laboral de la extremidad superior. Algunos creen que el estrés es la causa
principal de la sintomatología asociada. Sin embargo, otros consideran que la
organización del trabajo y factores psicosociales en el lugar de trabajo que podrían
dar lugar a estrés psicológico son importantes riesgos, pero no se oponen a la
ergonomía tradicional tales como la repetición, la fuerza y la postura (Carayon y
col., 1999). Las personas sometidas a estrés pueden modificar su conducta en el
trabajo de una manera que aumenta la tensión músculo-esquelética. Por ejemplo,
el estrés psicológico puede hacer que se aplique más fuerza de la necesaria
durante el mecanografiado u otras tareas manuales, incrementando el desgaste y
el cansancio del aparato músculo-esquelético.
Los factores psicosociales pueden modificar directamente las exigencias físicas
(ergonómicas) del trabajo. Por ejemplo, es muy probable que un aumento de la
presión para cumplir unos plazo de tiempo determinados conlleve un aumento del
ritmo de trabajo (con mayor número de repeticiones) y de la tensión. Por el
contrario, los trabajadores que ejercen un mayor control sobre sus tareas pueden
ajustarlas para reducir la repetitividad (Lim y col., 2001).
En esa misma línea investigativa, Hugo Piedrahita, apoya la relación entre el
estrés de origen laboral y los trastornos músculo-esqueléticos, dice que, la
exposición a factores de riesgo físicos y psicosociales en el trabajo y sus
potenciales efectos interactivos pueden provocar ciertas reacciones biológicas
capaces de exacerbar los efectos del esfuerzo físico. Es posible que tales
reacciones de estrés limiten las defensas y la capacidad de los sistemas orgánicos
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encargados de reparar el daño músculo-esquelético, por lo cual la recuperación
del esfuerzo puede ser más lenta (Piedrahita, 2004).
El modelo manejado por NIOSH (1997), afirma que los factores psicosociales
relacionados con el trabajo (los denominados “estresores”) producen unas
reacciones psicológicas, de comportamiento y físicas que pueden acabar por
influir en la salud. No obstante, intervienen también factores individuales y
contextuales (los llamados “moderadores del estrés”) que influyen en los efectos
de los estresores sobre la salud y el bienestar.
Por lo tanto, se considera que tener un trabajo con elevadas demandas y una
escasa capacidad de control predice un aumento del riesgo de tensión psicológica
y enfermedad. Las demandas tienen más consecuencias negativas si ocurren
junto con una ausencia de posibilidad de influir en las decisiones relacionadas con
el trabajo. Si las exigencias son tan elevadas que el trabajador no puede hacerles
frente, o si éste no se encuentra en posición de ejercer influencia en aspectos
importantes de sus condiciones de trabajo y de poder adaptarlos, la situación
genera estrés y puede aumentar la velocidad a la que se producen los procesos
corporales de desgaste, conduciendo probablemente a un mayor riesgo de
enfermedad o incluso fallecimiento.
Los riesgos psicosociales perjudican la salud de los trabajadores, causando estrés
y a largo plazo enfermedades cardiovasculares, respiratorias, inmunitarias,
gastrointestinales, dermatológicas, endocrinológicas, músculo-esqueléticas y
mentales. Son consecuencia de unas malas condiciones de trabajo,
concretamente de una deficiente organización del trabajo. El estrés, el acoso y el
malestar físico y psíquico que sufren muchos trabajadores son resultado de una
mala organización del trabajo y no de un problema individual, de personalidad o
que responda a circunstancias personales o familiares.
Desde este punto de vista, el estrés y el riesgo de problemas de salud aparecen
cuando las exigencias del trabajo no se ajustan a las necesidades, expectativas o
capacidades del trabajador (Lim y col., 2001).
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La evaluación de riesgos psicosociales debe realizarse utilizando métodos que
apunten al origen de los problemas (principio de prevención en el origen), es decir,
a las características de la organización del trabajo y no a las características de las
personas.
Para la evaluación de los riesgos psicosociales existen métodos avalados por
estudios científicos y no debe aceptarse cualquier método. Los trabajadores, y sus
representantes, tienen derecho a exigir la protección de su salud y para ello deben
participar positivamente en todas las etapas de la prevención de riesgos laborales,
como también en relación a la prevención de riesgos psicosociales (Mondaca,
2007 y Vega, 2005).
Sería preciso hacer nuevas investigaciones para evaluar la importancia relativa de
cada uno de estos mecanismos y sus posibles interacciones. Además, nuestro
conocimiento de las relaciones causales entre los factores psicosociales del
trabajo y los trastornos músculo-esqueléticos aumentarían con a) estudios de
diseño longitudinal, b) métodos mejores para evaluar y diferenciar las
exposiciones psicosociales y físicas, y c) métodos mejores para medir los
resultados músculo-esqueléticos. No obstante, existen ya numerosas evidencias
que relacionan los factores psicosociales y los trastornos músculo-esqueléticos,
pudiendo deducirse de ellas que las intervenciones psicosociales podrían,
probablemente, contribuir a la prevención de tales trastornos en el lugar de
trabajo. A este respecto, algunas publicaciones (NIOSH, 1997; OIT, 1984)
contienen directrices para optimizar el medio ambiente psicosocial en el trabajo.
Como sugieren la mayoría de los autores aquí mencionados, debería prestarse
una atención especial al apoyo que reciben los trabajadores y a su autonomía. Los
efectos positivos ya existen en base a programas de reorganización del trabajo
para lograr un entorno de “apoyo a los trabajadores” que mejoran la comunicación
y disminuyen las presiones de trabajo y de tiempo, y así se encontró que los
signos y síntomas de trastornos músculo-esqueléticos presentados fueron
mínimos (Lim y col., 2001).
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Por lo tanto, se deben incluir diferentes alternativas de promoción de la salud
sobre la organización del trabajo y la estructura de la tarea, basadas
principalmente en ampliar las capacidades y participación de los trabajadores. Los
principios básicos serían optimizar las exigencias, aumentar el control del
trabajador sobre sus condiciones de trabajo, potenciar la participación activa,
disminuir la jerarquía, mejorar el desarrollo de capacidades y el aprendizaje. Crear
redes de trabajo que proporcionen apoyo y así reducir sus efectos adversos en la
salud (Vega, 2005).
4.- Conclusiones:
La investigación se ha centrado en argumentar la importancia de la relación que
existe entre las patologías de origen músculo-esquelético y los factores
psicosociales presentes en el ámbito laboral. Se argumentó que los factores
mecánicos o físicos del trabajo podrían ser importantes en la etiología del dolor
regional agudo, mientras que los factores psicosociales podrían tener importancia
en la etiología del dolor persistente y generalizado.
Frente a quienes afirman que no hay suficiente información sobre la posible
nocividad de los factores psicosociales, la literatura revisada muestra claramente
que la alta tensión influye en la salud y la calidad de vida de diversas formas, y
ninguna de ellas es beneficiosa.
Se trata de estudios epidemiológicos que utilizan diversas metodologías. Se ha
investigado sobre todo aspectos como satisfacción con el trabajo, el apoyo social y
el grado de control que los trabajadores consideran tener sobre su trabajo, así
como aspectos del medio ambiente de trabajo que comprenden aspectos del
puesto de trabajo y del entorno de trabajo, como el clima o cultura de la
organización, las funciones laborales, las relaciones interpersonales en el trabajo y
el diseño y contenido de las tareas. El concepto de factores psicosociales se
extiende también al entorno existente fuera de la organización y a aspectos del
individuo que pueden influir en la aparición del estrés en el trabajo.
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La investigación intenta mostrar en qué medida estar expuesto a unas malas
condiciones psicosociales en el trabajo aumenta el riesgo de bajo bienestar
psicológico, de presentar más síntomas, de desarrollar una enfermedad física
concreta, o de que la evolución de ese trastorno sea más rápida o tenga peores
consecuencias en los trabajadores. Los datos indican que diferentes estresores
laborales como las presiones de tiempo, las cuotas de producción, el trabajo
monótono, la escasa posibilidad de decisión, o una elevada carga de trabajo
autopercibida son predictores importantes de afectación de trastornos músculo-
esqueléticos, relacionándose con la intensificación de la sintomatología y también
con el aumento de signos físicos de enfermedad en miembros superiores y
columna vertebral. Parte de esta asociación puede atribuirse a la alta carga
mecánica asociada con estas variables. Se sugieren varios mecanismos que
podrían explicar estos datos empíricos:
Los factores psicosociales influencian directamente las exigencias
ergonómicas de la tarea a través de cambios posturales, movimientos y
fuerzas ejercidas, por ejemplo, la presión de tiempo puede incrementar el
ritmo, los movimientos rápidos y la repetitividad, con altas aceleraciones y
posturas deficientes, y como consecuencia, aumento de la tensión y los
síntomas músculo-esqueléticos.
Los factores psicosociales pueden incrementar los síntomas de estrés. Esto
puede implicar aumento del tono muscular, sobrecarga estática de los
músculos, que aceleran la aparición de la fatiga física, o que conducirían al
desarrollo de trastornos músculo-esqueléticos; o puede aumentar los
síntomas debido a mecanismos fisiológicos específicos.
El aumento del estrés modera la relación entre carga física y trastornos
músculo-esqueléticos, debido al aumento de la percepción de los síntomas
o a la reducción de la capacidad de afrontarlos. Así, los síntomas debidos a
carga mecánica pueden prolongarse o intensificarse; los síntomas de mala
salud general pueden aumentar; un trabajo rutinario puede hacer que los
síntomas se manifiesten con mayor claridad que cuando se trata de tareas
con más interés.
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Se propone que un adecuado apoyo social, la variedad en el trabajo y la
oportunidad de utilizar las propias capacidades del individuo parecen resultar
protectoras contra el ausentismo laboral producto de trastornos músculo-
esqueléticos, lo que tiene claras implicaciones para la dirección y organización del
trabajo. Dedicar atención al apoyo que los supervisores prestan a los trabajadores
probablemente mejora la salud mental y reduce los índices de ausentismo por
enfermedad, y por tanto conduciría a un aumento general de la productividad.
Como se ha comentado, los factores de riesgo psicosociales laborales, afecta
tanto a la productividad como a la salud de los trabajadores. Por tanto, en muchos
casos, incrementar la autonomía y el uso de las capacidades propias podría
mejorar la salud, y a menudo estas medidas son también congruentes con las
nuevas formas de organización y diseño del trabajo, las nuevas concepciones que
valoran tanto la cantidad como la calidad en los resultados.
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