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“TODO HOMBRE ES FILÓSOFO”
La herencia filosófica de Karol Wojtyla
Juan José Granado,
Escuela de Filosofía, UNRISPI Nº 9232 “Don Bosco”
Resumen:
La posición filosófica de Karol Wojtyla ha pasado desapercibida por muchos. En
1998 emite el documento Fides et Ratio, texto al cual parece reconducirse toda su obra
filosófica anterior y posterior a 1978. Si es cierto que la filosofía se pregunta por la
verdad y por la capacidad del hombre de conocerla, este sencillo y profundo texto, Fides
et Ratio, declara que “todo hombre es filósofo” haciendo hincapié en la capacidad
especulativa de todos por conocer y alcanzar la verdad. Este texto es una invitación a
filosofar de verdad.
Abstract:
The philosophical position of Karol Wojtyla has gone unnoticed by many. In
1998 emits the document Fides et Ratio, which seems extended text to all his
philosophical works before and after 1978. If it is true that philosophy asks for the truth
and the ability of man to know, this simple and profound text, Fides et Ratio, states that
“every man is a philosopher”, with an emphasis on the ability of speculative everyone
know and achieve true. This text is an invitation to philosophize truth.
Palabras Claves: Juan Pablo II – Verdad – Karol Wojtyla –– fe y razón – filosofía
cristiana.
Introducción
Karol Wojtyla nació en Polonia en 1920. Vivió durante los regímenes nazi y
comunista. Trabajó de empleado en una cantera y tuvo que estudiar clandestinamente en
Cracovia debido a la ocupación nazi, luego de incursionar en el teatro y en la filología
polaca.
El haber atravesado por estos regímenes, el haberse quedado sin ningún familiar
a los 20 años, el tener que estudiar a escondidas del régimen autoritario y el actuar
clandestinamente para que no se apague la cultura polaca, quizás lo impulsaron a
dedicarse a la filosofía personalista y a tratar de discernir temas de sumo interés como la
persona, las acciones, las experiencias humanas. Es interesante ver que una de sus tesis
doctorales versa sobre Scheler; la otra sobre San Juan de la Cruz.
Él mismo dice en uno de sus libros autobiográficos: “dediqué varios años de
trabajo en la Universidad Católica de Lublin a estas cuestiones (las acciones,
experiencias humanas, la persona). He expuesto mis reflexiones a este respecto en el
libro Amor y responsabilidad, y después en el estudio Persona y Acción…” 1
El Dr. Guerra López, mexicano e investigador de la filosofía de Wojtyla,
caracteriza el método de nuestro autor de realista, fenomenológico, metafísico y sobre
todo, personalista2, porque toma como punto de partida de la filosofía a la persona
humana.3
Este filósofo mexicano indica que se lo ha interpretado de tres maneras
diferentes: tomista, posición defendida por muchos; también fenomenólogo y en tercer
lugar encontramos la posición que defiende el Dr. Guerra López: “Karol Wojtyla es
heredero en diferentes grados y acentos del tomismo tradicional, que aprendió de
hombres como Reginald Garrigou-Lagrange durante el período de sus estudios
teológicos, de las lecturas que realizó dentro del ámbito del tomismo de la Escuela de
Lovaina, por ejemplo, a través de las obras de Kasimierz Wais, del tomismo existencial
de Gilson y de Maritain, de la teoría del teatro de Mieczyslaw Kotlarczy; de la
fenomenología realista de Dietrich von Hildebrand; de las investigaciones que realizó
en torno a Kant y a Scheler, etc.”4
1 JUAN PABLO II, Memoria e identidad, Planeta, Buenos Aires, 2005.2 Las negritas en todo el texto son mías.3 GUERRA L. R., Volver a la Persona. El método filosófico de Karol Wojtyla, Col Espirit, Caparrós, Madrid, 2002.4 GUERRA L. R., Ibíd.
Wojtyla mismo dice: “mi postura filosófica personal me mueve, por así decir,
entre dos polos: el tomismo aristotélico y la fenomenología”5. Muestra interés por
filósofos como Edith Stein, Ingarden, Husserl, entre algunos otros.
Sin embargo, este autor nos dice que la novedad de Wojtyla se caracteriza en el
énfasis puesto en “volver a las cosas mismas” y a su vez en el “volver al ser humano
como persona”.
En todos sus escritos, los anteriores y posteriores al año 1978, podemos
encontrarnos con un interés profundo por la persona6, heredado de Santo Tomás de
Aquino7 y a su vez con la “aceptación del precepto husserliano” de volver a las cosas
mismas (retomado por Heidegger), cosa que explicaría la interpretación
fenomenológica.8
Creo que el pensamiento filosófico de Karol Wojtyla quizás todavía no ha sido
puesto de relieve como merece. Al mismo tiempo, su gran obra escrita de 1978 a 2005
todavía debe ser estudiada y analizada con profundidad para extraer las líneas
filosóficas que nos aporta, para relacionarlas y entrelazarlas con su pensamiento
estrictamente filosófico (antes de 1978).
En verdad, como pocos Papas, por no decir el único, muestra interés por la
filosofía en general y por su estudio. Llama la atención que en el documento que
analizaremos, Fides et Ratio, exhorta a filósofos católicos y no católicos a adentrarse en
el estudio de la filosofía, a no abandonar esta maravillosa tarea que tiene por delante el
filósofo.
Los aportes de este hombre, creo, no se reducen solamente a los que hizo como
Sumo Pontífice, ni como Obispo, ni como Sacerdote. Wojtyla, como pocos, se ha
manifestado en “aquellas tres formas que Hegel entendía como las
supremas categorías del Espíritu absoluto, esto es, a través del arte,
la filosofía y la religión”.9
Por un lado a los treinta y tres años de edad revisa los límites y
alcances temáticos y metodológicos de la filosofía moral de Max
5 JUAN PABLO II, ¡Levantaos! ¡Vamos!, Sudamericana, Buenos Aires, 2004.6 Decir que hereda el interés por la persona de Tomás de Aquino no convierte al aquinate en filósofo personalista.7 Ver Carta Apostólica Mulieris Dignitatem, la trilogía de encíclicas sociales, Veritatis Splendor, o sus catequesis sobre el amor humano por citar algunos escritos como ejemplo.8 FOURMENT E., “Las aportaciones de Juan Pablo II a la filosofía”, Revista Arbil nº 22.9 MARTÍNEZ P. J, “El pensamiento filosófico de Juan Pablo II”, Revista e-aquinas, Año 3, Junio de 2005.El orden correcto de las formas del espíritu absoluto es arte, religión y filosofía.
Scheler10. Por otro, de los treinta y cuatro a los cuarenta años
reconoce explícitamente en diversos ensayos el valor de la metafísica
tomista pero, simultáneamente, señala algunas deficiencias debidas a
su marcado enfoque cosmológico y objetivista (no personalista).11
Con el paso de los años, estas valoraciones se profundizan y
desarrollan con más claridad y amplitud en dos de sus obras: Amor y
responsabilidad y Persona y acto (sin contar la gran cantidad de
documentos magisteriales que ha escrito).
En 1998, emite su 13ª encíclica dedicada a tratar la cuestión de
la fe y la razón. Es la segunda encíclica estrictamente filosófica luego
de Aeterni Patris de León XIII publicada en 1879.
Este documento, Fides et Ratio, (aunque quizás toda la obra
filosófica de Wojtyla), ha pasado desapercibido para muchos12 quizás
por estar sólo dirigida a los Obispos de la Iglesia o quizás pensando
que un Obispo de Roma sólo tenía algo para escribir a los filósofos
católicos.
Pero es importante volver a destacar que su interés por la
filosofía no nace con su elección al pontificado. Escribe libros, ensayos
y conferencias antes de 1978. Sus textos filosóficos clave se
encuentran en ese período.
Es por eso que en este trabajo intentaremos exponer el valor
que otorga Wojtyla a la filosofía y sus aportes desde la perspectiva de
Fides et Ratio, un escrito tan actual que “si sólo se tuviera en cuenta la
valoración y defensa de la razón y de la filosofía, que hace la Fides et ratio, y el modo
tan adecuado como lo hace, especialmente para responder a su actual crisis, ya podría
considerarse un texto histórico”.13
10 WOJTYLA, K., Max Scheler y la ética cristiana, BAC, Madrid, 1982.11 MARTÍNEZ P. J, Ibid. 12 Sería imposible enunciar en estas páginas todo el pensamiento filosófico de Karol Wojtyla. Es por eso que a modo de ejemplo citaremos lo más relevante expuesto en Fides et Ratio y otros escritos propios.13 FOURMENT E., “Las aportaciones de Juan Pablo II a la filosofía”, Revista Arbil nº 22.
I- “Conócete a ti mismo”: el hombre en busca de la
verdad
“Debo animar a los filósofos, cristianos o no, a confiar en la
capacidad de la razón humana y a no fijarse metas demasiado
modestas en su filosofar”.14
Con el título de “Conócete a ti mismo” comienza este escrito
afirmando que la fe y la razón son como las dos alas con las cuales el
espíritu humano se eleva hacia el conocimiento de la verdad.
Es sugestivo que haya puesto como título la inscripción que los
siete sabios plasmaron en el oráculo de Delfos (gno'sti tè a1utw'n) y
que en Sócrates encontramos para fundamentar su filosofía: el despertar
de las conciencias, su deber de purificarlas, conocerse para vivir mejor, comprender la
ignorancia personal: todo esto es lo que conduce a la verdad.
Afirma que desde la autoconciencia personal comenzamos a preguntarnos por la
verdad y a confrontarnos con ella: “el hombre cuanto más conoce la realidad y el mundo
más se conoce a sí mismo en su unicidad, le resulta más urgente el interrogante sobre
el sentido de las cosas y sobre su propia existencia”15.
Es verdad que todo lo que se encuentra como objeto de nuestro conocimiento de
manera casi instantánea pasa a formar parte de nuestras vidas, en un sentido de
aprehensión inmediata.
Esto quizás está relacionado con lo que la fenomenología expone, pues para esta
corriente filosófica los fenómenos son, simplemente, las cosas tal y como se muestran,
tal y como se ofrecen a la conciencia.16
De esta manera la expresión “conócete a ti mismo” es utilizada y retomada por
Wojtyla para significar que el hombre puede ser considerado como “hombre” siempre y
cuando es “conocedor de sí mismo” relacionándose con los objetos que tiene a su
alrededor.17 14 JUAN PABLO II, Fides et Ratio, 56.15 Ibid., 1.16 Husserl dice: “La cosa, el objeto natural, eso es lo que percibo, el árbol que está ahí en el Jardín; éste y no otro es el objeto real de la intención perceptiva. Un segundo árbol inmanente, o bien una imagen interna del árbol que está ahí fuera ante mí, no se da en modo alguno y suponer hipotéticamente una cosa semejante sólo conduce a un contrasentido”. HUSSERL E., Ideas Relativas a una Fenomenología Pura y una Filosofía Fenomenológica, FCE, 1949, pp. 90. 17 La relación con los objetos y demás sujetos o alter ego la analiza de manera profunda al inicio de “Persona y Acto”.
Él mismo dice: “la línea de demarcación entre la aproximación
subjetiva (de modo idealista) y la objetiva (realista) en antropología y
en ética debe ir desapareciendo y de hecho se está anulando a
consecuencia del concepto de experiencia del hombre que
necesariamente nos hace salir de la conciencia pura como sujeto
pensado y fundado “a priori” y nos introduce en la existencia
concretísima del hombre, en la realidad del sujeto consciente”.18
¿Quién soy? ¿De dónde vengo y a dónde voy? ¿Por qué existe el mal? ¿Qué hay
después de esta vida?
Efectivamente son “preguntas que tienen su origen común en la necesidad de
sentido que desde siempre acucia el corazón del hombre: de la respuesta que se dé a
tales preguntas, en efecto, depende la orientación que se dé a la existencia”.19
Esa existencia está marcada por la búsqueda de la verdad. El hombre cuenta
con muchos medios para progresar en el conocimiento de ésta, pero “destaca la
filosofía, que contribuye directamente a formular la pregunta sobre el sentido de la vida
y a trazar la respuesta”20 porque como afirma él mismo, la filosofía se configura como
una de las tareas más nobles de la humanidad.
Wojtyla cita la frase aristotélica: “Todos los hombres desean por naturaleza
saber”21 (pánteç á1nqropoi toû ei2dèinai o1régontai fúsei) para luego
definir al hombre como “aquel que busca la verdad”.22
Y a esta altura podemos preguntarnos por la misma pregunta filosófica ¿Qué es
la filosofía? Jaspers decía: “Este sentido de la palabra ha persistido hasta hoy: la
búsqueda de la verdad, no la posesión de ella, es la esencia de la filosofía”.23
“La capacidad especulativa, que es propia de la inteligencia humana, lleva a
elaborar, a través de la actividad filosófica, una forma de pensamiento riguroso y a
construir así, con la coherencia lógica de las afirmaciones y el carácter orgánico de los
contenidos, un saber sistemático”24 escribe Wojtyla. Encuentra en la filosofía un camino
18 WOJTYLA, K., Max Scheler y la ética cristiana, BAC, Madrid, 1982.19 JUAN PABLO II, Fides et Ratio, 1.20 Ibid., 3.21 ARISTÓTELES, Metafísica, I, 122 JUAN PABLO II, Op. cit., 28.23 JASPERS, K., La filosofía, 194924 JUAN PABLO II, Op. cit., 4.
para conocer verdades fundamentales relativas a la existencia del hombre y la considera
también como una ayuda para profundizar en la comprensión de la fe.
Reflexionando sobre su ser, el hombre va elaborando y
reelaborando sus conocimientos sobre los cuales construirá su
existencia personal y social. Es por eso que en la medida en que el
hombre entra en contacto con la filosofía, que tiende a la búsqueda
de la verdad, cimenta y edifica el propio yo y su relación con los
demás sujetos y objetos.
II- El deseo de conocer: Fides et Ratio
“La razón no debe jamás perder su capacidad de interrogarse y
de interrogar”
El deseo de conocer es una característica común a todos los hombres, como
mencionamos más arriba. En este sentido, la fe no puede ser ajena al mundo y a todo lo
que sucede en él: todo lo que sucede en el mundo, la historia, las realidades de los
distintos pueblos deben ser vistas, analizadas y juzgadas por la razón y sus medios
pero no prescindiendo de la fe.
¿Por qué? Porque “El hombre con la luz de la razón sabe reconocer su camino,
pero lo puede recorrer de forma libre, sin obstáculos y hasta el final, si con ánimo
sincero fija su búsqueda en el horizonte de la fe”.25
Con toda certeza asegura que no hay competencia entre la fe y la razón: una está
adentro de la otra y cada una tiene su propio campo o espacio de realización. Expone
tres reglas para expresar la naturaleza de la razón y su relación con la fe, tomando como
punto de partida el descubrimiento y realce que hace de la razón el pueblo de Israel.26
1. Una primera regla consiste en tener en cuenta el hecho de que el conocimiento
del hombre es un camino que no tiene descanso;
2. la segunda nace de la conciencia de que dicho camino no se puede recorrer con
el orgullo de quien piense que todo es fruto de una conquista personal;
3. una tercera se funda en el ‘temor de Dios’, del cual la razón debe reconocer a la
vez su trascendencia soberana y su amor providente en el gobierno del mundo.27
En efecto, la razón adquiere un valor importantísimo, pero como Wojtyla
escribe: “es valorizada, no sobrevalorada”. Es importante destacar que este filósofo-25 JUAN PABLO II, Op. cit., 16.26 Prov. 25, 2; Sal 139, 17-1827 JUAN PABLO II, Op. cit., 18
teólogo a la manera de los Padres de la Iglesia, sitúa a la razón como complemento de la
fe; y a la inversa: la fe sin la razón carecería de sentido: “el hombre con la razón
alcanza la verdad, porque iluminado por la fe descubre el sentido profundo de cada
cosa y, en particular, de la propia existencia”28. Baste recordar que Clemente de
Alejandría en sus catequesis pedía a los catecúmenos que con las alas de la fe y la razón
lleguen a la verdad.
El hombre polaco, generalmente tradicionalista, intenta conciliar estas dos
maneras de acercarse a la verdad. Wojtyla, profundamente conocedor de la historia y
acontecimientos de su país está en sintonía con este presupuesto fundamentado en la
capacidad metafísica del hombre: la razón no está limitada solamente al conocimiento
que proviene de los sentidos sino que también, luego de realizar un análisis sobre esos
“datos”, es capaz de alcanzar la causa de toda la realidad a sensible: el conocimiento de
Dios.
III- La verdad y el deseo de conocerla
El hombre es el único ser en toda la creación visible que no sólo es capaz de
saber, sino que sabe también que sabe, y por eso se interesa por la verdad real de lo que
se le presenta. Es lo que decía Aristóteles en Metafísica.29
Este deseo de saber tiene como consecuencia la búsqueda de la verdad, la
respuesta a ciertos interrogantes que conducen o podrían conducir a ella, como
mencionamos más arriba. Afirma que la primera verdad absolutamente cierta es la
referente a nuestra propia existencia y como polo opuesto a nuestra propia muerte.
Asevera que el hombre nunca podrá fundar su vida ni sobre la duda, la
incertidumbre o la mentira. Es por eso que la verdad que busca debe tender a ser
universal: “Lo que es verdad, debe ser verdad para todos y siempre”.30
El hombre busca la verdad, para tratar de buscar el sentido de su propia
existencia, que es lo primero de lo que tiene seguridad. Esa verdad, que tiene que ser
universal, tal cual nos dice Wojtyla, puede expresarse en diferentes tipos:
- las verdades que se apoyan sobre experiencias inmediatas o confirmadas
experimentalmente, como en el caso de la investigación científica;
- las verdades de carácter filosófico: que adquirimos mediante nuestra capacidad
especulativa intelectual;
28 JUAN PABLO II, Ibid., 20.29 ARISTÓTELES, Metafísica, I, 130 JUAN PABLO II, Fides et Ratio, 27
- las verdades religiosas: están fundadas en las respuestas que las diversas
religiones han dado y dan según sus propias consideraciones sobre las cuestiones
últimas.
Estas verdades pueden ser puestas (¿no es a veces necesario?) en duda a través de la
maduración personal e intelectual que los hombres vamos adquiriendo. Sin embargo,
afirma Wojtyla que “verdades simplemente creídas son mucho más numerosas que las
adquiridas mediante la constatación personal”31.
Muchas personas confían plenamente y creen lo que los periódicos o medios
masivos de comunicación día a día dicen. Muchas personas, también, creen en los
resultados científicos sin discutirlos críticamente y muchas personas han heredado cierta
religiosidad de la cual no son capaces de reconstruir los procesos de experiencia y
pensamiento por los cuales se ha llegado a ella. Es por eso que con razón escribe: “El
hombre, ser que busca la verdad, es pues también aquél que vive de creencias”.32
Escribe que el hombre al ‘creer’, padece una “tensión significativa”. Por un lado,
la creencia es una forma imperfecta de conocimiento que debe ir perfeccionándose
con el paso del tiempo. Por el otro, la creencia resulta más rica que la evidencia ya que
sitúa al hombre en relación con los demás. Es decir, la creencia, incluye una relación
interpersonal que pone en juego no solo la capacidad de conocimiento sino también la
capacidad de confiar en las demás personas por las cuales afirmamos o sostenemos esas
creencias: “el hombre, creyendo, confía en la verdad que el otro le manifiesta”.33
Sin dudas este “tipo de verdad” no pertenece al orden filosófico, pertenece a un
orden relacional sobre el sentido de la existencia. Cita como ejemplo a los mártires
cristianos, “auténticos testigos de la verdad de la existencia”. Es decir, en el planteo de
tipo de verdades que expone, asegura que ella no se alcanza solamente por medio de la
razón. Hay verdades confiadas por los demás hombres que pueden garantizar certeza y
autenticidad.
IV- La verdad revelada y la filosofía
El encuentro entre el cristianismo y la filosofía griega fue arduo, trabajoso y a
veces, penoso. Basta recordar las duras palabras de San Pablo sobre el misterio de la
cruz:
31 JUAN PABLO II, Op. cit., 3132 JUAN PABLO II, Ibid., 3133 JUAN PABLO II, Ibid., 32
“El mensaje de la Cruz es locura para los que se pierden pero
para los que se salvan –para nosotros- es fuerza de Dios. Porque
está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios y rechazaré la
ciencia del los inteligentes ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el
hombre culto? ¿Dónde está el razonador sutil de este mundo?
¿Acaso Dios no ha demostrado que la sabiduría del mundo es
una necedad? En efecto, ya que el mundo con su sabiduría, no
reconoció a Dios en las obras que manifiestas su sabiduría, Dios
quiso salvar a los que creen por la locura de la predicación.
Mientras los judíos piden milagros y los griegos van en busca de
sabiduría, nosotros, en cambio predicamos a un Cristo
crucificado, escándalo para los judíos y locura para los
paganos, pero fuerza y sabiduría de Dios para los que han sido
llamados, tanto judíos como griegos. Porque la locura de Dios
es más sabia que la sabiduría de los hombres y la debilidad de
Dios más fuerte que la fortaleza de los hombres”34.
De todas maneras creo, junto a Antonio Battro, que “No tiene sentido
preguntarse que habría sucedido en la doctrina cristiana de haberse puesto en contacto
con la filosofía de Confucio y Lao Tsé en lugar de la de Platón y Aristóteles. La historia
ni se repite ni se deforma a voluntad. El hecho histórico es que Pablo predicó en Atenas
y fue muerto en Roma y no en algún lugar de China”.35
La verdad cristiana tiene un valor salvífico, cualquiera de las vías de acceso a
ella puede seguirse con tal de que conduzca a la meta final, es decir, a la revelación de
Dios, especialmente a la de los últimos tiempos realizada por medio de Jesucristo,
como afirman la Sagrada Escritura y la Tradición.
San Justino mismo dice: “en el cristianismo había encontrado la única filosofía
segura y provechosa”36 y Clemente de Alejandría: “el evangelio es la verdadera
filosofía”.37
Algunos pensadores clásicos cristianos comenzaron por interpretar a la filosofía
como una preparación a la fe cristina y al Evangelio que debían anunciar. Pero a su vez
es cierto que el nuevo pensamiento que se estaba gestando hacía uso de la filosofía
34 I Cor 1,18-2535 BATTRO, A., “La franqueza de la fe y la audacia de la razón” en Revista Criterio, 199836 SAN JUSTINO, Diálogo con Trifón, 8, 1.37 CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, Strommata, 1, 18.
griega realizando algunas transformaciones. Podemos recordar que Orígenes, por
ejemplo, asume la filosofía de Platón para refutar a Celso.
¿Una cristianización del pensamiento platónico? Wojtyla afirma que
efectivamente esto sucedió y que esto se da en los Padres Capadocios, Dionisio y sobre
todo en San Agustín. “El Obispo de Hipona consiguió hacer la primera gran síntesis del
pensamiento filosófico y teológico en la que confluían las corrientes del pensamiento
griego y latino”38. Lo que hicieron los Padres de la Iglesia para conciliar la filosofía con
la nueva fe fue: “acoger plenamente la razón abierta a lo absoluto y en ella incorporar la
riqueza de la Revelación”.39
Lo que buscan hacer, dice, es armonizar el conocimiento filosófico con la fe.
San Anselmo, asegura que la razón debe saber encontrar un sentido y descubrir las
razones que permitan a todos entender los contenidos de la fe: “La fe requiere que su
objeto sea comprendido con la ayuda de la razón; la razón, en el culmen de su búsqueda,
admite como necesario lo que la fe le presenta”.40
Capítulo aparte es Santo Tomás de Aquino, nos dice Karol Wojtyla, que tuvo el
gran mérito de destacar la armonía entre la fe y la razón, ambas provenientes de Dios y
no contradictorias entre sí.41 O como dijo Giovanni Montini: “Ha pasado a la historia del
pensamiento cristiano como precursor del nuevo rumbo de la filosofía” .42 Porque el
Doctor Angélico, “reconoce que la naturaleza, objeto propio de la filosofía, puede
contribuir a la comprensión de la revelación divina. La fe, por tanto, no teme la razón,
sino que la busca y confía en ella”.43
Dicho de otra forma: hay dos tipos de sabiduría, la filosófica, basada en la
capacidad del intelecto para indagar la realidad dentro de sus límites naturales, y la
teológica, fundamentada en la Revelación y que examina los contenidos de la fe,
llegando al misterio mismo de Dios.
Hay que destacar por último, y como dice J. M. Porcell que “El
reconocimiento de la filosofia tanto en el auditus fidei (propedéutica
de la fe) como también en el intellectus fidei (explicación de la fe) no
38 JUAN PABLO II, Op. cit., 4039 JUAN PABLO II, Ibid., 4140 JUAN PABLO II, Op. cit., 4241 SANTO TOMÁS DE AQUINO, Summa contra Gentiles, I, VII.42 PABLO VI, Lumen Ecclesiae, 1974.43 JUAN PABLO II, Op. cit., 43
convierte al filósofo en un teólogo, simplemente es el contenido
objetivo propio de la filosofía cristiana”.44
V- Filosofía y Magisterio
Llegados a este punto, el autor que estamos investigando,
realiza un análisis muy interesante de la visión que la Iglesia tiene
sobre la filosofía partiendo de León XIII, pasando por el Concilio
Vaticano II y sus predecesores.
Wojtyla nos dice que no se propone una “filosofía propia”
desde la Iglesia Católica ni se ‘canoniza’ a alguna en particular en
menoscabo de otras, sino que la filosofía “debe proceder según sus métodos
y sus reglas; de otro modo, no habría garantías de que permanezca orientada hacia la
verdad, tendiendo a ella con un procedimiento racionalmente controlable”45.
Si afirma que es un deber del Magisterio (de hecho se hizo y se
hace) reaccionar de forma clara y firme cuando algunas tesis filosóficas amenazan la
comprensión correcta del dato revelado y cuando se difunden teorías falsas y parciales
que siembran graves errores, confundiendo la simplicidad y la pureza de la fe del pueblo
de Dios.46
VI- Filosofía y Teología
El hombre es naturalmente filósofo nos ha dicho Wojtyla y la
teología, que en cuanto elaboración refleja la inteligencia de esta palabra a la luz de la
fe, no puede prescindir de relacionarse con las filosofías elaboradas a lo largo de la
historia.47
Es decir:
- la filosofía ofrece a la teología su peculiar aportación al tratar sobre la estructura
del conocimiento y de la comunicación personal;
- la filosofía aporta una comprensión mas coherente de la
Tradición y de los pronunciamientos magisteriales;
- sin la aportación de la filosofía no se podrían ilustrar contenidos teológicos
como, por ejemplo, el lenguaje sobre Dios, las relaciones personales dentro de la
44 MARTÍNEZ P. J, “El pensamiento filosófico de Juan Pablo II”, Revista e-aquinas, Año 3, Junio de 2005.45 JUAN PABLO II, Op. cit., 49.46 JUAN PABLO II, Ibid., 49.47 JUAN PABLO II, Ibid., 46.
Trinidad, la acción creadora de Dios en el mundo, la relación entre Dios y el
hombre, y la identidad de Cristo que es verdadero Dios y verdadero hombre;
- la filosofía aporta a la teología moral una visión correcta tanto de la naturaleza
humana y de la sociedad como de los principios generales de una decisión ética;
- la filosofía aparece como interlocutora para verificar la inteligibilidad y la
verdad universal de sus aserciones.
VIII- La filosofía, es como el espejo en el que se refleja la cultura de los
pueblos.
Esta exposición que realiza Wojtyla es finalizada con una especie de exigencias
a la filosofía actual. El mismo nos dice que una filosofía carente de la cuestión sobre el
sentido de la existencia incurriría en el grave peligro de degradar la razón a funciones
meramente instrumentales y que es necesario, ante todo, que la filosofía encuentre de
nuevo su dimensión sapiencial de búsqueda del sentido último y global de la vida.48
Además si la filosofía es como el espejo de los pueblos, no sólo será la instancia
crítica decisiva que señala a las diversas ramas del saber científico su fundamento y su
límite, sino que se pondrá también como última instancia de unificación del saber y del
obrar humano, impulsándolos a avanzar hacia un objetivo y un sentido definitivos.49
En su interés metafísico afirma con rigor que una filosofía, cualquiera sea ella,
que quisiera negar la posibilidad de un sentido último y global sería no sólo inadecuada,
sino errónea ya que es necesaria una filosofía de alcance auténticamente metafísico,
capaz de trascender los datos empíricos para llegar, en su búsqueda de la verdad, a algo
absoluto, último y fundamental.
Él mismo escribe: “Si insisto tanto en el elemento metafísico es porque estoy
convencido de que es el camino obligado para superar la situación de crisis que afecta
hoy a grandes sectores de la filosofía y para corregir así algunos comportamientos
erróneos difundidos en nuestra sociedad”.50
IX-¿Conclusión?
“La perfección del hombre no está en la mera adquisición del conocimiento
abstracto de la verdad sino que consiste también en una relación viva de entrega y
fidelidad hacia el otro”.51
48 JUAN PABLO II, Op. cit., 81.49 JUAN PABLO II, Ibid., 81.50 JUAN PABLO II Ibid., 83.51 JUAN PABLO II, Op. cit., 32
Las expresiones y los modos como el hombre vive ante la verdad son múltiples,
y en todos ellos está implicada la integridad de su ser: su sensibilidad, su afectividad y
sus capacidades espirituales. El hombre entero vive sus experiencias empíricas,
profundiza en los experimentos científicos, analiza los problemas matemáticos, trata de
comprender la realidad a través de los principios primeros del ser y es el mismo que
vive una experiencia de fe. Cerrarse a cualquiera de estos contactos con la verdad es
mutilar la comprensión de su propia existencia, es renunciar a una dimensión importante
de su ser.
Es preciso reconocer que Karol Wojtyla ha contribuido sin dudas a dar un nuevo
impulso el pensamiento filosófico contemporáneo. Toda su reflexión sobre la filosofía
resulta ser una meditación de lo único necesario, un auténtico retorno a lo esencial,
ideas tomadas de Tomás de Aquino.
Es necesario también valorar su acercamiento al mundo del pensamiento a lo
largo de los años. Su influencia es notable y comprobable. Podría haber hecho las
referencias típicas que todo Obispo de Roma hizo y hace con respecto a la filosofía
“ciencia de la verdad”52, como la definía Aristóteles y mencionamos varias veces en este
escrito pero su interés por la filosofía está marcado desde su formación académica. Creo
que la posición que la da a la filosofía viene de un interés particular, no pastoral.
Otro importante aporte (aunque no trabajado aquí) es el de la subjetividad de la
persona, del trabajo y de la sociedad o la norma personalista de la acción donde realiza
una relectura del imperativo categórico de Kant: persona est affirmanda propter
seipsam! (La persona es afirmada por ella misma no como medio). Karol Wojtyla
denomina a este imperativo moral: norma personalista de la acción.53
Pero en estas líneas hemos trabajado, aunque brevemente, Fides et Ratio, un
pequeño texto al cual toda la filosofía de Wojtyla pareciera reconducirse destacando la
imperiosa necesidad de volver a lo esencial.
“La condición de dificultad, de abandono y frecuentemente de marginación
radical de la filosofía en la cultura es bastante visible. Pienso que por esto los filósofos,
creyentes o no, deben estar agradecidos con Juan Pablo II, por el gran reconocimiento
hecho a la filosofía”.54
52 ARISTÓTELES, Metafísica, II, 993 b. (th'n filosofía e1pisth'mhn th<ç a1lhqeíaç)53 WOJTYLA K., Persona y Acción, BAC, Madrid, 2007.54 POSSENTI, V., Fe y razón. “Acto de presentación en la Basílica de San Juan de Letrán”, 17 de noviembre de 1998, en Vertebración, Puebla, México, 12/46, (1999), pp. 80-96, p. 81.
Referencia Bibliográfica:
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(editores), Philosophica: Enciclopedia filosófica on line, URL:
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