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    IntroduccinEl presente trabajo pretende hacer conscientes a los terapeutas de que elpadecimiento del estrs, que algunos han definido como la nueva enfer-medad de la civilizacin, no es privativo de nuestros pacientes, sino quepor el contrario, nosotros, los terapeutas, estamos altamente expuestosa sufrirlo, por condiciones inherentes a nuestra labor profesional. Se pre-tende explicar este proceso y enumerar una serie de medidas tendientes aprevenir o mitigar este padecimiento.

    La vivenciaMis reflexiones acerca de este tema surgieron a partir de mi trabajo conalcohlicos, drogadictos, codependientes y sus familias en la Clnica Cant,en Cuernavaca, Morelos, en los aos 90 y 91.

    Puedo afirmar que mi incursin en esta difcil rea del alcoholismo y laadiccin marc un momento decisivo en mi vida profesional y personal, tantoque lo catalogara en trminos de antes de entrar en el manejo del pacientealcohlico y despus. Nunca como en esa etapa viv ms de cerca con el dolorhumano, la desesperanza, las fuerzas tanticas de auto y heterodestruccin,la omnipotencia, el narcisismo, la falta de autorrespeto y humildad. Claro est,tambin alternados, en varios momentos, con la satisfaccin de ver la recu-peracin de los pacientes y, en especial, conocer alcohlicos o drogadictos convarios aos de sobriedad que le devolvan a uno, como terapeuta, la esperan-za y la energa para seguir luchando en la ayuda de pacientes tan difciles quedesafan una y otra vez nuestros mejores esfuerzos teraputicos.

    Gracias al conocimiento paralelo del programa de AA y Al-Ann, pudeempezar a descubrir los puntos claves que pudieran conducirme al probablexito en el tratamiento de estos pacientes. Uno de stos fue el de los lmites,

    El estrs del terapeuta como

    resultado de su ejercicioprofesional

    Heddy M. Grela Daz

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    que tanto se le dificultan a pacientes con este tipo de trastornos, debido asu voracidad y excesiva demanda hacia los que les rodean. Otro fue el del

    perfeccionismo, con un nivel de exigencia hacia s mismos y los dems muyalto y estresante. Tambin, el de la excesiva necesidad de reconocimiento.Y, por ltimo, la omnipotencia y la consecuente falta de humildad para vi-sualizarse como ser humano y no un Dios, y adems, perdonrselo.

    A travs de este precioso intercambio bilateral o plurilateral humanoque es la terapia individual o de grupo (familiar o de pareja), en dondeconsidero que una y otra de las partes alienta el proceso y el desarrollo dela otra, en un doble crculo de crecimiento terapeuta-paciente y paciente-terapeuta, el cual, a mi entender, se debe dar en una relacin horizontal,otorgada por nuestra humanidad compartida, comenc a cuestionarme enm, como terapeuta, todos los puntos claves que deba manejar con mispacientes adictos.

    Y ca en la cuenta, al hacer una revisin honesta, que si quera tratar en

    una manera efectiva a estos pacientes, tena yo primero la responsabilidadde abordar mi propia falta de lmites, miperfeccionismo exagerado, mi ne-cesidad de reconocimiento y, sobre todo, mi omnipotencia teraputica queexplicar ms adelante.

    Toda esta reflexin empez a surgir a partir de una sensacin internade disconformidad, cansancio, agotamiento, y menor entusiasmo en lasentrevistas en mi consulta privada, todo lo cual significaba una situacininusitada y nunca antes vivida por m en mi ejercicio profesional.

    La sobreexigenciaLa falta de lmites, el perfeccionismo exagerado, la necesidad de reconoci-

    miento y la omnipotencia teraputica a que me refiero forman parte de uncuadro que considero bastante comn en nuestro campo profesional, el delos mdicos y los sacerdotes. Es algo as como un afn desmedido de ayu-dar al otro (en este caso, nuestro paciente) a como d lugar, con todo el es-fuerzo o sobreesfuerzo que esto pueda implicar, y adems, sentirnos muymal si el paciente, la pareja o la familia no avanzan. Tenemos que llevar acabo otra tcnica, la que sea, porque es imposible que ese tratamiento nofuncione: Cmo me va a pasar esto a m? No, no puede ser y yo no me voya dar por vencida... sin poder lograr la resignacin necesaria para aceptarque probablemente estamos frente a un caso, que, por mltiples motivos,puede ser un fracaso teraputico.

    Todo este afn de ayudar a los otros en forma desmedida, sin tener encuenta las propias necesidades de uno, constituye lo que C. R. Berry1 llamala trampa del salvador.

    Es una peculiar combinacin de sentirse grandioso y sin em-bargo, indigno; de ser necesitado y sin embargo, estar aban-donado, y de jugar a ser Dios mientras uno se arrastra.Por supuesto que estamos frente a una.

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    En la institucinEn la misma lnea de los investigadores anteriores, Maslach2 afirma quela involucracin intensa que requieren los pacientes en las institucionesque dan servicios de salud a la poblacin incluye un alto grado de estrsemocional por parte del personal mdico, que se manifiesta a menudo enagotamiento fsico, enfermedades y sntomas psicosomticos y, hasta enalgunos casos, en el uso de alcohol y drogas para aliviar la tensin. A estohay que agregar, en el ejercicio de la psicoterapia institucional, la superpo-blacin de pacientes y la escasa remuneracin.

    Las investigaciones antes mencionadas fueron realizadas en EEUU,mientras que en Mxico no se encontraron datos similares al respecto.Sin embargo, teniendo en cuenta la difcil situacin socioeconmica queestamos viviendo, se puede suponer que, de realizarse, se obtendranresultados similares o peores que los de EEUU, en especial a nivel institu-cional, dada la excesiva sobrepoblacin de pacientes, por una parte, y la

    escassima e incluso ridcula remuneracin del profesionista de la saludmental, por otra.

    En lo privadoEn lo que respecta al ejercicio de la psicoterapia privada, la situacin,a partir de la realidad socioeconmica, tambin se torna crtica: lainestabilidad econmica que supone tener hoy quince casos que den-tro de un mes pueden convertirse en doce o diez (en pocas de vaca-ciones, por ejemplo, la desercin suele ser numricamente significa-tiva), y enfrentar, en el momento actual, los avatares de la realidadeconmica de los pacientes que, desde la realidad (y no, como pudie-

    ra suponerse, desde la manipulacin y resistencia al tratamiento), nopueden en muchas ocasiones seguir pagando lo que se comprometie-ron debido, por ejemplo, a cambios laborales imprevistos, en el casode pacientes de clase media, o reveses econmicos muy fuertes, en elcaso de pacientes de clase alta.

    Los casos especialesSi pensamos en el terapeuta familiar, la situacin en cuanto al nivel dedesgaste y estrs se complica doblemente, a mi entender, por dos moti-vos. En primer lugar, porque el esfuerzo que implica manejar un sistemafamiliar con una disfuncin fuerte (psicosis, alcoholismo, SIDA, etctera)es mucho ms desgastante que un paciente individual con el mismotipo de padecimiento. Y en segundo lugar, porque a nivel de duracin detiempo y la estabilidad econmica que esto representa para el terapeu-ta, en terapia familiar los tratamientos son, por lo general, mucho mscortos y suponen una rotacin de pacientes mucho mayor, con el conse-cuente estrs extra de estarse adaptando, cada pocos meses, a familiasnuevas y volver a empezar... lo cual no deja de ser bastante duro, comocualquier cambio.

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    Rescatar al terapeutaInteresa ahora plantear cules son los pasos que llevaran a un manejoms sano de nuestra labor profesional, el cual redundara en un beneficiopara nuestro entorno laboral, tanto como personal y familiar, as como paranuestros propios pacientes. Estos pasos considero que deben dividirse endos niveles: 1] nivel profesional; 2] nivel personal.

    A nivel profesional, un punto importante es el que tiene que ver conestar muy atentos al nmero de pacientes que podamos atender y a lacantidad de actividades que nos comprometamos a desarrollar, ya que pornuestra consabida omnipotencia, tenemos la tendencia a sobrecargarnoscon demasiados compromisos que terminan extenundonos.

    En la situacin de entrevista, juzgo importante hacer una evaluacindiagnstica bien realista de la familia, contraponiendo sus reas fuertes consus reas dbiles, a fin de no forjarse falsas expectativas, conducentes afrustraciones y estrs innecesarios y evitables.

    La interconsultaCreo que tambin, dentro de este nivel, es de gran ayuda contar con elapoyo de un grupo de terapeutas entre quienes puedan supervisarse loscasos, donde podamos expresar libre y honestamente nuestros propiostemores y ansiedades con respecto al tratamiento del paciente, tomandomuy en cuenta y poniendo especial nfasis en el anlisis de nuestra con-tratransferencia.

    El tiempo l i b r eEntre el nivel profesional y el nivel personal deben existir lmites muy cla-

    ramente demarcados que tenemos la obligacin y la responsabilidad derespetar, si queremos mantener un buen grado de salud mental en nuestroejercicio profesional, no permitiendo que los tiempos profesionales invadana los personales (salvo en casos de comprobada emergencia). Esto implicapreservar cosas a veces tan simples y, al mismo tiempo, tan importantes,como nuestros chequeos mdicos regulares, la prctica de nuestro hobbyo deporte predilecto u observar celosamente nuestros das de descanso ytiempos de vacaciones que deben permitirnos una total desconexin denuestro trabajo.

    Detrs del divnAsimismo, en el rea personal, creo que debemos dar primordial impor-tancia y tiempo suficiente a nuestra vida familiar, encontrando en ella unespacio donde podamos expresarnos franca y abiertamente nuestros sen-timientos y necesidades, as como compartir sanos momentos de esparci-miento, gozo y diversin.

    En cuanto a nuestra vida social, considero importante evitar todo tipo derelato o comentario de nuestros casos clnicos con otros terapeutas (con losque frecuentemente contaminamos nuestros tiempos de expansin y des-

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    canso), apartndonos as de una vida social sana, rica y gratificante, biendelimitada del rea profesional.

    Si nos apegamos cuidadosamente a estos lineamientos, podremos pre-servar celosamente nuestras reas blancas, es decir, las que nada tienenque ver con nuestra profesin y que nos permiten tomar el oxgeno nece-sario para el buen desenvolvimiento profesional. Todo esto nos conducirpor el camino del autorrespeto, la autoestima y la dignidad personal que,necesariamente, debemos anteponer a toda formacin acadmica, profe-sional o tcnica, si queremos alcanzar la serenidad y la paz para nuestraspropias vidas, las de nuestras familias y las de nuestros pacientes.

    NotasCuando ayudarte significa hacerme dao, Vergara, Buenos Aires, 1990.C. Maslach, The Client Role in Staff Burn-Out,Journal of Social Issues n. 4,

    vol. 34, 1978.

    BibliografaBerry, C.R., Cuando ayudarte significa hacerme dao, Vergara, Buenos Ai-

    res, 1990.Cole, J., La rlation daide, Ltincelle, Montreal-Pars, 1979.Daniel, S.P., Burn-Out and The Pastor: A Study on Stress in the Ministry, Di-

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    Professions, Human Sciences Press, Nueva York, 1980.Harrington, J.L., Burn-Out in Mental Health Clinicians, Dissertation Abs-

    tracts Internationaln. 6, vol. 42, diciembre de 1981, p. 2863-A.

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    vol. 34, 1978, pp. 111-23.Stora, J.B., El estrs, Publicaciones Cruz O., Mxico, 1992.