01 - El Mensaje de Los Constructores de Catedrales

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Este libro nació de un viaje. Desde hace varios años, los autores recorren los caminos a la búsqueda de capiteles y de sillas de coro, en catedrales o en iglesias. A medida que avanzan en sus periplos, se van dando cuenta de que tales obras de arte —cuya originalidad nadie pone en duda— constituyen unas traducciones admirables de un pensamiento simbólico cuyas claves habíamos perdido. El objetivo final de esta obra es ofrecer aquéllas que se cree haber vuelto a encontrar. La exploración de la desconocida Edad Media permite comprender el significado ya olvidado de las esculturas. Este libro, descatalogado y no reeditado, se edita por primera vez digitalmente al haber encontrado una copia en papel comprada hace bastantes años y que estaba olvidada en el trastero familiar. En el Prólogo de El misterio de las Catedrales (1980), Jacq dice: «Esta obra, hoy día imposible de encontrar, planteaba preguntas que a nuestro juicio siguen siendo fundamentales…». «La presente obra desarrolla las ideas y tentativas de respuesta que ya propusimos en nuestro anterior libro». Por estos motivos saca a la luz este segundo libro, esta vez como autor en solitario. Ambos recogen la tradición de Fulcanelli en El misterio de las catedrales (1925). Posteriormente dará a conocer la culminación o la conclusión de sus investigaciones con la edición de El Iniciado (1998). Los tres libros constituyen una trilogía, aunque carece de denominación oficial.

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  • Este libro naci de un viaje. Desde hace varios aos, los autores recorren loscaminos a la bsqueda de capiteles y de sillas de coro, en catedrales o en iglesias. A medidaque avanzan en sus periplos, se van dando cuenta de que tales obras de arte cuyaoriginalidad nadie pone en duda constituyen unas traducciones admirables de unpensamiento simblico cuyas claves habamos perdido. El objetivo final de esta obra esofrecer aqullas que se cree haber vuelto a encontrar. La exploracin de la desconocidaEdad Media permite comprender el significado ya olvidado de las esculturas.

    Este libro, descatalogado y no reeditado, se edita por primera vez digitalmente alhaber encontrado una copia en papel comprada hace bastantes aos y que estaba olvidadaen el trastero familiar.

    En el Prlogo de El misterio de las Catedrales (1980), Jacq dice: Esta obra, hoy daimposible de encontrar, planteaba preguntas que a nuestro juicio siguen siendofundamentales. La presente obra desarrolla las ideas y tentativas de respuesta que yapropusimos en nuestro anterior libro. Por estos motivos saca a la luz este segundo libro,esta vez como autor en solitario. Ambos recogen la tradicin de Fulcanelli en El misteriode las catedrales (1925). Posteriormente dar a conocer la culminacin o la conclusin desus investigaciones con la edicin de El Iniciado (1998). Los tres libros constituyen unatriloga, aunque carece de denominacin oficial.

  • Christian Jacq & Franois Brunier

    El mensaje de los constructores de catedrales

  • Ttulo original: Le message des btisseurs de cathdralesChristian Jacq & Franois Brunier, 1974

    Traduccin: Rosala de Castro

    Fotografas interiores: Franois Brunier

  • PREMBULO

    Un burgus de la Edad Media pasaba un da por delante de una de las numerosascanteras que en aquella poca se haban abierto. La curiosidad le indujo a acercarse a unpequeo grupo formado por tres canteros y, al cabo de unos instantes de observacin, seatrevi a hacer una pregunta indiscreta.

    Qu haces? interrog al primero.Me gano la vida le contest el obrero.Y t? interpel al segundo.Labro un bloque de piedra repuso el hombre.Y t? pregunt al tercero.Construyo una catedral dijo el Compaero del Deber.Esta tercera respuesta se convierte para nosotros en un interrogante. Construir una

    catedral Acaso esta sencilla frase no encierra un gran misterio, un misterio que nosconcierne a todos? Al leer esta leyenda se nos ha ocurrido pensar que ofreca una nuevaclave para hacernos comprender el ideal de la Edad Media, de aquella poca en la que laspiedras hablaban.

  • Primera Parte DEL MUNDO MODERNO AL ESPIRITU MEDIEVAL

    I. EL MEDIEVO HOY DIA

    Por ms que la obra y el tiempo hayan pasado, el espritu que alent la realizacinde las obras sigue viviendo.

    MAESE ECKHART (del 1260 al 1328 aproximadamente).Este libro ha nacido de un viaje. Desde hace varios aos recorremos los caminos a la

    bsqueda de capiteles y de sillas de coro, en catedrales o en iglesias. A medida queavanzbamos en nuestros periplos nos bamos dando Cuenta de que esas obras de arte, cuyaoriginalidad nadie pone en duda, constituan unas traducciones admirables de unpensamiento simblico cuyas claves habamos perdido. El objetivo de esta obra es ofreceraqullas que creemos haber vuelto a encontrar. Si nos decidimos a explorar la desconocidaEdad Media, comprenderemos que el significado ya olvidado de las esculturas abre uno delos caminos ms firmes hacia la riqueza de una poca cuyo mensaje no se ha extinguido.

    El arte medieval ha nacido de una tradicin espiritual y de un simbolismo surgidosdel espritu y de la mano de los constructores. Consagraremos la primera parte de nuestraobra a estas ideas con frecuencia mal comprendidas. Antes evocaremos la presencia real,entre nosotros, de la Edad Media. Nos parece que esta actualidad justifica una andadurahacia; un mundo que no consideramos pasado.

    Partiendo de la mentalidad contempornea, de sus interrogantes y de su manera deenfocar el Medievo, resultar ms fcil determinar algunos de los valores fundamentalesque inspiraran a los constructores de catedrales, as como ocuparnos de los temas que leseran ms caros.

    El arte medieval suscita una admiracin y una veneracin crecientes. Generacionesde eruditos han estudiado la historia de la construccin de iglesias analizando las formasarquitectnicas y el estilo de las esculturas y algunos autores han mostrado inters por losgremios de constructores y por todos los grandes maestros. Esta inmensa labor, que se haconvertido rpidamente en una ciencia bastante compleja, abarcando campos tan diversoscomo la historia, la religin, el arte y el Simbolismo, ha dado de lado, sin embargo, a variascuestiones esenciales. Qu queran decir los hombres del Medievo que consagraron suvida a la ereccin de edificios sagrados? Cul era la naturaleza de su pensamiento? Qudeseaban transmitir?

    La obra artstica y espiritual de la Edad Media se alza sobre tierras de Occidente y elhombre de nuestro tiempo puede escuchar todava su mensaje esculpido sobre piedra omadera. Nuestra meta es la de hacer destacar, en la medida de nuestras posibilidades, elvalor inmenso de la aventura medieval que, por encima del genio de una poca, est ligada

  • a la Sabidura eterna. La Edad Media, que abarca desde el siglo X hasta el XV, constituyun momento excepcional de la Historia de la Humanidad, en el que las piedras hablaron.Prestar odos a la voz de los smbolos es olvidar la Edad Media material para volver aencontrar el ideal que la indujo a emprender una bsqueda cuyo alcance real acaso no noshaya sido revelado todava en su plenitud.

    Desde esta perspectiva, el estudio de las imgenes de piedra nos permite descubrir eleterno presente, el de la conciencia. Los Compagnons du Tour de France, herederosactuales de los constructores medievales, afirman convencidos que al contemplar unaestatua nos encontramos con un ser viviente, que a travs de la lectura del libro de lascatedrales es posible comunicarnos con una civilizacin nutrida de espiritualidad.

    Vivir hoy la Edad Media es renunciar a demostrar que era superior o inferior anuestra poca. En la era de las catedrales careca de significado demostrar o tenerrazn. En el seno de la Universidad tenan lugar amplios debates entre el futuro doctor, suscondiscpulos y maestros. En incontables ocasiones el magisterio acept de buen grado ladiscusin. En realidad, no exista el espritu de competencia tal como nosotros loafrontamos da a da; lo esencial era desempear bien el oficio propio y de importanciasecundaria el hacerlo mejor o peor que el otro. La carrera por la altura de las agujas es unacaracterstica de los ltimos tiempos del Medievo. Cuando se derrumb la de Beauvais, casihaba desaparecido en su totalidad la imagen simblica del mundo creado por el siglo XII.

    El imaginero que talla un capitel no intenta demostrar su valor personal, sino quepone a prueba la virtud de su arte, de la misma manera que al acudir en peregrinaje aSainte-Foy de Conques, esa admirable iglesia del Rouergue, todos aspiramos a encontrar laradiacin de la obra y no a tratar de demostrar mediante una ecuacin que sea ms o menosnecesaria para nuestro progreso material. La verdad de las catedrales se impone de maneraespontnea, como un rayo de luz.

    En estos ltimos aos algunos autores han tratado de privarnos de nuestras fuentes,presentando la civilizacin medieval como el retoo enteco de las agrupaciones deprimitivos prehistricos; se ha hablado de estructuras arcaicas, de imaginacindelirante, incluso de estancamiento en la magia. A su juicio, los smbolos tan slo seranfantasas deplorables, fruto de un intelecto poco desarrollado. Estos juicios se desmoronanal pie de las catedrales de Soissons o de Estrasburgo, que barren en un instante semejantescrticas gratuitas. Ms insidioso resulta ese otro argumento segn el cual unos incultosestratos populares dieron a la luz las imgenes simblicas. Cuntas veces se habrnrepetido las expresiones de arte ingenuo, de escultura tosca, de inspiracin popular!El arte sagrado no es, en modo alguno, la traduccin de un folklore destinado a distraer elaburrimiento. El propio Aristteles vislumbraba ya en las tradiciones cotidianas las formasms sencillas de la filosofa eterna, y el examen atento y minucioso de los capiteles nosconfirmara tal opinin. El titiritero que conduce un oso con una cuerda atada al cuello no selimita a ilustrar una escena banal del gnero, sino que simboliza al hombre que ha logradodominar el instinto y lo maneja a su antojo y con perfecto conocimiento.

    Una de las principales crticas que podra hacerse de un concepto sagrado delhombre y de su medio se refiere a su carcter irracional. A partir del siglo XIV hubofilsofos que adoptaron semejante actitud. La respuesta de los ltimos simbolistas fuespera, pero pas inadvertida y slo adquiere su autntico valor en nuestra poca en la queel debate entre la razn y el misterio vuelve a ocupar el primer plano de la actualidad. Lossimbolistas dijeron a los filsofos: El racionalismo que vosotros situis en el pinculo, tanslo se preocupa de la forma externa de las cosas y de las apariencias de la vida. En

  • definitiva, es absolutamente incapaz de garantizar vuestra evolucin personal. Elargumento era vigoroso, pero en aquel Medievo decadente pareci endeble frente a lanueva seduccin del razonamiento y de la lgica. La desaparicin del arte medieval fueresultado ms bien de ese cambio de mentalidad que de las circunstancias histricas; enlugar de tender a una identificacin del individuo con el cosmos, se decidi disecar losfenmenos, estudiar lo viviente con una seudo-objetividad, contarlo y pesarlo.

    Hoy surge la situacin inversa. Despus de haber explotado a fondo las canteras dela lgica, casi hemos llegado a agotarlas y nos damos cuenta de que los materiales logradosno bastan para construir un edificio muy estable. En cierto modo nos encontramos en unpre-medievo y nos interrogamos respecto a la naturaleza de las catedrales del maana.

    La percepcin del Mensaje de la Edad Media nos aportara elementos de respuesta ydara a nuestra existencia matices menos apagados. Dios, arquitecto de los constructores, nodestruye, sino que, por el contrario, lo perfecciona todo; acoge la angustia humana a fin decalmarla. En la catedral que le consagra el maestro de obra ya no hay ni grande ni pequeo,ni poderoso ni dbil; se procura que la piedra oscura de los cimientos y la clave de bvedaalcancen un grado semejante de perfeccin. Es demasiado exigir del hombre que venza asus enemigos internos que, con palabras del Eclesiastes, tienen la mscara gesticulante de lavanidad? Muy a menudo vemos cabezas sonrientes frente a rostros torturados coronandolos pilares de las naves. El visitante olvida con excesiva frecuencia que estos dos aspectosde la Humanidad evocan su propio destino que se orienta unas veces hacia la plenitud yotras hacia la ansiedad.

  • Los alquimistas dicen: La obra oculta y misteriosa se encuentra en uno mismo; alldonde vayis estar con vosotros siempre y cuando no la busquis en el exterior. Por ello,cuando nuestros pasos se encaminan hacia un edificio sagrado de la Edad Media desaparecela frontera del pasado. Al penetrar entre sus muros nos sentimos en el centro de nosotrosmismos, en perfecto acuerdo con una verdad que no logramos precisar de manerainmediata. Con preferencia a toda gestin intelectual, las piedras parlantes dirigen alhombre de hoy un discurso secreto cuya importancia percibe, al menos, a travs de lapureza de la forma esculpida. Quien haya contemplado slo una vez los capiteles del Sud-Ouest o las estatuas-columnas de la le-de-France, presienten la iluminacin de un mensajeinalterable que habr de intentar comprender si desea conservar en s mismo una ciertaautenticidad, una cierta predileccin por la autntica armona. Si se profundiza en esesentimiento es posible aliar el conocimiento del simbolismo medieval con una manera devivir propia de nuestra poca, sin sentir la tentacin de refugiarse en el pasado.

    No pensemos que slo una civilizacin haya tenido el privilegio de poseer toda, lasabidura. Afirmar que se haya expresado la espiritualidad de forma definitiva en unperodo dado, sera traicionar el movimiento de la vida y negar toda progresin en labsqueda del espritu. La luz divina est siempre y en todas partes; la funcin de lascivilizaciones reside en hacerla existir, en manifestarla. No obstante, para vislumbrarla, era

  • preferible elegir un momento de dignidad real como la Edad Media en la que se revel confuerza y majestad.

    Aun cuando todas las tradiciones y todas las religiones tiendan hacia una mismaverdad, cada una de ellas posee su carcter especfico y su originalidad. Dios hadiferenciado las lenguas para dar a cada expresin del genio humano una paleta de coloresque en ninguna otra parte podr hallarse. El Occidente, privado de alma a causa de variosdecenios de materialismo y naturalismo, se ha orientado recientemente hacia unas doctrinasorientales que parecan contener lo que le faltaba. Fue una especie de operacin por lasupervivencia cuyos resultados, aun cuando no pueda decirse que hayan sido despreciables,continan resultando insuficientes. Y no tiene nada de extrao ya que los antiguosconsideraban con toda la razn que, para asimilar plenamente una tradicin, haba queposeer en s mismo la verdad de un terruo, los perfiles de su pueblo, su pasado espiritual ymaterial. No est en nuestro nimo, en modo alguno, criticar el zen, el yoga o cualquier otraprctica del Lejano Oriente; nos limitamos a atestiguar que, desde el Antiguo Egipto hastala Edad Media, la ruta de Occidente es la de los constructores de templos, ofreciendo a susdescendientes imgenes portadoras de smbolos. Permiten ir desde la manifestacin haciasus principios, desde la desembocadura hasta las fuentes.

    Los tesoros que los occidentales crean descubrir en la lejana se encuentran en supropia tierra, donde dormitan millares de representaciones simblicas que esperan sullegada.

    La comprensin autntica del espritu medieval a travs de sus caractersticasinmortales permitir a los occidentales pasar del turismo al peregrinaje, no imitando losritos antiguos, sino reanimando el aspecto fundamental de la Bsqueda. Al parecer sta nose siente vivificada por las teoras intelectuales o filosficas, sino ms bien por el viaje deun ser hacia la luz que lleva en s de manera inconsciente. Hasta el momento nos hemoslimitado con excesiva frecuencia a contemplar con curiosidad el universo esculpido de laEdad Media. Habramos de intentar penetrar con plena conciencia. Esta andaduraproporcionara a la reflexin de cada uno de nosotros un sentido nuevo y superara laintrospeccin pura y simple. Brindara un legado inestimable al peregrino de hoy da ydepositara en sus manos valores indestructibles.

    Lo esencial es poner al da nuestra experiencia espiritual y cultural. Algunossupondrn que semejante deseo tan slo ofrece un inters secundario en esta poca nuestrade absoluto desquiciamiento; nosotros, por el contrario, tenemos la impresin de que es detotal actualidad y hacemos nuestra la frase de Jean Balard en relacin con el estudio delsimbolismo medieval: No cabe reprocharnos una evasin que nos aleje de un presente deterribles presiones. No existe nada ms grande que la necesidad de restablecer el sentidotico y volver a crear nuestra vida interior.

    Es una especie de deber llegar hasta el corazn de la Edad Media, ya que elconocimiento de las realidades del espritu es condicin indispensable para la justacelebracin de la existencia humana. Gracias a los capiteles consideramos de nuevo lasformas concretas como un regocijo para la mirada y su significado simblico como solazdel espritu. Creer que una piedra tallada es un objeto inanimado o que nosotros somos unospensadores, sera hacerse la ms nefasta de las ilusiones. Para la Edad Media la realizacindel hombre se logra mediante un dilogo permanente entre el alma y la piedra.

    Por ello el arte sagrado exige el despertar de una cierta conciencia con el fin de quelas representaciones artsticas nos ayuden mejor a conducir nuestra barca a travs de lasincertidumbres de lo cotidiano. Implica una transformacin, un rebasamiento de nuestras

  • fijaciones. En el umbral de la catedral somos semejantes al viajero descrito por el poetaislmico Ornar Kheyyam: ni hertico ni ortodoxo, no posea riquezas, verdad, nicertidumbre. Absolutamente vaco, despojado de sus prejuicios est preparado para entraren la comunidad universal de los que, un da, tomaron la ruta. En el tmpano de Vzelay,mientras los condenados sufren el desgarramiento entre atroces torturas, dos peregrinos encuyas alforjas destaca la concha de monseor Santiago trepan tranquilamente por unaabrupta pendiente en direccin a Dios.

    En lo ms profundo de la crisis de nuestra civilizacin existe un ansia de verdad quese aferra con mayor o menor fortuna a los valores del siglo XIX. Esta voluntad derenovacin se encuentra en la prolongacin de la moral tnica de los constructores, paraquienes la espiritualidad no era asunto de cerebros etreos, sino el sendero normal dehombres de carne y hueso, viviendo con la misma intensidad los ms elevados conceptos yla ms clida fraternidad. Segn ellos, el conocimiento del mensaje espiritual no puedelograrse tan slo con las percepciones sensibles. No creo que la mirada sea buen juez de lacreacin; hay que captar la armona desde el plano total del Creador, pensaba sanAmbrosio. O dicho de otra manera, abrir los ojos del espritu y no conformarse con losuperficial.

    El hombre de la Edad Media no permanece indiferente frente a la existencia humanay sus interrogantes. Sabe que el temor a arriesgarse y a rehuir la aventura lo conducirn a suprdida. La redencin final permanece inseparable de un amor por la Naturaleza y elprjimo. Es preciso establecer en cada momento un vnculo sagrado con los signostangibles que la Divinidad ha puesto en nuestro camino. Esta actitud no implica en absolutouna idolatra lenitiva de los fenmenos naturales: las fuerzas sagradas no se identifican conel grano, la lluvia o el viento. stos no representan el trmino de la Bsqueda, sino su puntode partida. Considerados como la concretizacin suprema de la Luz merecen todo nuestrorespeto. La colmena de las abejas, el podero del roble y la belleza de la rosa no exigen denosotros una admiracin plcida, pues fueron colocados sobre la tierra par enseamos algoy si nos mostramos receptivos se convertirn, con nuestro trabajo y nuestro esfuerzo, enviguera, pilares y rosetones de catedrales. La palabra pasividad es ajena al vocabulariomedieval: el hombre es ms o menos real segn sea el grado de su participacin en cuantole rodea.

    Los antiguos estudiaban minuciosamente la Naturaleza con el fin de conservar laarmona entre los fenmenos celestes y los terrestres. El hombre, tercer trmino era elreceptculo, tanto del flujo csmico como de las corrientes telricas. Adems, la mayorade los templos y las iglesias cristianas que les sucedieron, estn orientados de acuerdo conlos criterios astronmicos y astrolgicos; y an ms, estn situados sobre puntos de energaa los que el magnetismo de nuestra madre, la Tierra, concede sus beneficios. A este respectoes, por lo general, significativa la presencia de un pozo de la obra. Sera un error burlarsede los peregrinajes hasta aquellos lugares en los que un santo curador sanaba a un fiel deuna ceguera parcial. Paralelamente a una mejora fsica que an puede comprobarse endeterminados lugares, se produca una cura de la mala vista del hombre materializado.

    Al realizar un sacrificio, al lanzarse fsica y materialmente a una aventura, a vecesarriesgada, hacia un santuario, el fiel no disociaba la perfeccin espiritual de la fsica. Envirtud de la gran unidad del cosmos, todos los piamos de la existencia se comunicaban entres.

    Piensa en encontrarte en todas partes a un tiempo: en la mar, en la tierra, en elcielo, nos recomendaba el misterioso Hermes Trismegisto, cuya memoria se veneraba en

  • la escuela de Chartres. Este sabio de Grecia lleg incluso a ser santificado y dos iglesias deBlgica llevan su nombre: una en Ronse, Flandes, y la otra en Thieux. Despus prosegua:Piensa que no has llegado a nacer, que sigues siendo embrin, joven y viejo, muerto y msall de la muerte. Comprndelo todo a la vez, los tiempos, los lugares, las cosas, lascualidades y las cantidades.

    En la Edad Media, el individuo llega a convertirse en hombre si realiza una funcinde constructor puliendo una cerradura, esculpiendo un dintel o concibiendo una catedral.Entonces se identifica con el principio regio que con tal perfeccin simbolizaba el rey deEgipto al dirigirse al dios de los constructores, Ptah, en unos trminos que tuvieron un ecoinmenso en la civilizacin medieval: Padre mo proclamaba en el templo de MedinetHabu, en el Alto Egipto, soy tu hijo; T me has colocado en tu trono, T me hasconcebido a imagen de tu cuerpo concedindome la direccin de lo que T has creado. Mehas designado como nico seor, tal como T lo has sido. Gobierno como T, construyo tutemplo. El constructor alcanza esa misma realeza al ser artesano de su conciencia.

  • El magnfico mpetu del pensamiento medieval no se pierde en la utopa; se nosrecomienda no olvidar los aspectos materiales de la realidad, sino superarlos. Los autoresantiguos se indignan contra los que se muestran persuadidos de que el mal reside en lamateria. Cmo es posible proferir semejante abominacin cuando la claridad celestepenetra hasta la ms nfima fisura de la tierra y cuando el fuego que hierve en el ncleo denuestro planeta es semejante al que sustenta, el movimiento de las esferas? sta es laprimera leccin de la Edad Media: la materia es un pensamiento de Dios, en la realidad noexiste desgaje alguno, ninguna partcula se encuentra aislada de las dems. Se medita concierto asombro sobre el continuum espacio-tiempo de la fsica moderna y en las teorassegn las cuales la ms mnima parcela viva est conectada con el conjunto del Universo.

    Nuestros antepasados de la Edad Media se vean confrontados con realidadesnaturales, sensibles e intelectuales, que no han desaparecido. Al crearse los smbolos, losmitos y los rituales se plantearon esta pregunta: Qu debemos excluir?, y la respuestafue: No hay que rechazar nada, sino integrar y superarlo todo. A cada cosa concretacorresponder un modelo simblico. Cuanto ms avanza el hombre medieval hacia laespiritualidad, ms le parece el mundo material rebosante de enseanzas. As, pues, unsistema que atribuya al espritu el primer lugar, debe poner cada cosa en su justo sitio. En latradicin de los constructores jams se excluye un elemento antiguo, tanto si se trata de unfragmento de texto como de unas piedras usadas. El sabio y el maestro de obra le confierenun nuevo uso de tal forma que no se pierda su testimonio. Carece de importancia el que unmito ofrezca variantes, incluso contradictorias; todos los aspectos encierran valoresdiversos que se yuxtaponen sin anularse.

    Construir un templo es, en primer lugar, utilizar de nuevo las piedras del edificioanterior, introducindolas en los cimientos. No se desdea nada, y las sucesivas pocas vanintegrndose en la expresin ms reciente. Por ejemplo, en la nave de Santa rsula, enColonia, se revaloriz una estatua de Isis con el plinto tallado de nuevo en capitel cbico.La distancia entre el arte faranico y el romnico qued as suprimida mantenindose lacadena simblica.

    Lo que es autntico para la arquitectura lo es tambin para el pensamiento. En esteterreno uno de los pasos ms gloriosos fue, sin duda alguna, el de los Padres de la Iglesia,reasumido por los simbolistas de los siglos XII y XIII. Manejaban el arte y el smbolo aligual que nuestros cientficos manipulan el telescopio y el microscopio con el fin de llegarhasta lo ms profundo y lo ms elevado. Durante la lectura de las Sagradas Escriturasprestaban escasa atencin al sentido literal detenindose sobre todo en el espiritual yescribiendo innumerables comentarios. Su fecundidad simblica era realmenteinextinguible, ya que el menor signo constitua el jeroglfico de una idea divina y haba quedescifrarlo. Buen nmero de ellos estimaban que los acontecimientos de la Biblia tenan unsignificado oculto. La paloma que abandona el Arca de No en busca de la tierra prometida,no es sencillamente un ave, sino el smbolo de la comunidad de los hombres alzando elvuelo y desplegando las alas de la verdad.

    Esta verdad es la perpetuacin de la sabidura que puede abordarse gracias a unmtodo de reflexin, a la vez sencillo y eficaz. Para extraer la quintaesencia y elegir unaforma de vida, disponemos de cuatro medios. El primero es el estudio de la materia, de lastcnicas y de la Historia. El segundo una sensibilidad ante la Naturaleza; por ejemplo, lasmigraciones de las aves nos descubren los ritmos y ciclos a que estamos sujetos. El terceroconsiste en la elaboracin de una moral entendida como una serie de lugares comunes

  • por los que todos los individuos se entienden y completan con la intencin de constituir unasociedad coherente. Por ltimo, el cuarto es la percepcin de los misterios de la vida eterna,que no se refieren al destino de ultratumba, sino a la vida en la eternidad.

    La funcin del arte sagrado es la de ofrecer una urna a esa vida eterna que constituyeel alimento de nuestra consciencia. En cada iglesia se encuentra presente el relicario con elfin de indicarnos que estamos unidos a todas las generaciones anteriores y queconservamos, al menos en estado potencial, las experiencias espirituales de nuestrosantepasados. En el Prximo Oriente definan a los antepasados como aqullos que estnadelantados. Al respetar su herencia estamos preparando el futuro.

    El arte medieval tiende hacia la realizacin del ser humano, hacia su retomoconsciente al seno de la divinidad. Se ha empleado con tanta frecuencia esta imagen delretomo a las fuentes que tal vez pudiera inducir a error si no se precisara que las fuentesvan por delante de nosotros y que el retomo es un paso adelante. Expresando la idea de otraforma, recordemos la mxima de los escultores segn la cual la futura estatua se encuentraya en el bloque de piedra sin labrar. Al artesano corresponde desbastarla, retirar todoaquello que oculta la belleza de la estatua. Los de las pocas medievales al trabajar laNaturaleza y modificarla de acuerdo con las normas de la armona, tenan la sensacin derespetarla. Observarla con pasividad hubiera sido injurioso.

    Espiritualidad no significa desencarnacin. En las arquivoltas de la catedral de SantaMara de Olorn, en el Bam, uno de los ancianos del Apocalipsis hace un gesto curioso,que tambin podemos ver en el Cristo del tmpano de Sainte-Foy de Conques. La manoderecha aparece alzada hacia el cielo y la izquierda dirigida hacia la tierra. De este modo, setraducen dos ideas o, por decirlo de una manera ms exacta, dos facetas de una misma idea,muy ligada a la Edad Media: entre los hombres, unos muestran tendencia a elevarse y ameditar sobre el sentido de la vida mientras que otros prefieren la actividad cotidiana y elpragmatismo. Estas dos vas, mientras permanezcan separadas estn incompletas; el artesupremo consiste en fundirlas.

    El artesano medieval lograba hacerlo. Mientras buscaba su inspiracin en lo divino,no se contentaba con esa primera intuicin y encarnaba en su arte los preceptos celestes quehaba percibido. De la misma manera, los alquimistas pensaban que el conocimiento de smismo y el del mundo eran una sola cosa y que si Dios descenda a la tierra al tiempo quela Tierra ascenda hacia Dios se haba logrado la obra suprema. En cada una de susreflexiones el constructor intenta captar el sentido sagrado; en cada uno de sus gestos tratade hacerlo corporal.

    Cuando el aprendiz, bajo la gida del maestro, tomaba contacto con la materia quehaba de ennoblecer, mostraba el mayor entusiasmo. Al cabo de varios fracasos, tras largashoras de trabajo durante las cuales las crticas eran bastante ms numerosas que lasalabanzas, acababa por preguntarse: Cmo lograr, a mi vez, esculpir a esa mujer tanhermosa, a ese caballero de presencia tan arrogante? No me habr equivocado? Dndeest la verdad?

    Est contenida en tus preguntas, le sugera el maestro. Plantearse interrogantes traeaparejado un mejor conocimiento de la verdad sagrada que el arte es capaz de transmitir.Cuanto ms nos conozcamos a nosotros mismos ms respetaremos la Naturaleza de la quetomamos modelos. Nadie ser capaz de modificar la piedra con la menor posibilidad delograr una obra maestra, si primero no ha modificado su manera de pensar.

    Acaso esta moral de la Edad Media no tiene resonancias ms actuales que muchasdoctrinas? La meta del arquitecto que construye una catedral es la de formar hombres al

  • darles la posibilidad de realizar el gesto del pensamiento por el cual se convierten entestigos fieles de la obra divina. Aunque el hombre ha recibido la inteligencia y el don decrear, los utiliza o no segn la forma de comportarse.

    El arte sagrado es la incitacin al viaje. En cuanto a los pases recorridos, a losocanos atravesados, dependen de nuestra perseverancia. Maese Eckhart escribe:

    Puedes obtener cuanto desees con fuerza, y ni Dios ni criatura alguna podrnquitrtelo a condicin de que tu voluntad sea absoluta y realmente divina y que Dios estpresente en ti. As, pues, no digas jams quisiera ya que eso es algo futuro, sino di msbien: Quiero que as sea desde este momento.

    El ideal vivido por la Edad Media se basaba en un pensamiento sencillo que hablabadirectamente al corazn del hombre. No obstante, se sabe que esta simplicidad del alma esel estado ms difcil de alcanzar ya que supone una transparencia casi total, del manantialperpetuo de la creacin. El sabio ama tanto el fro invernal como el sol de verano, elsusurro de las hojas como el trueno. No muestra preferencia por lo que le favorece, sino queacoge el conjunto de las expresiones del Cosmos.

    El sentido oculto de las esculturas nos orienta hacia esa sabidura; no es tan sloprivilegio de un pequeo cenculo de iniciados que guardara celosamente para l susinformaciones. Concierne a cuantos deseen atravesar su tiempo asumiendo suresponsabilidad espiritual y participando en la aventura humana. A este respecto resulta unextremo instructiva la lectura de la obra de Dionisio el Aeropagita. Este personaje

  • enigmtico, cuya existencia no se ha logrado situar dentro de unos lmites histricosexactos, leg al Medievo unos textos extraordinarios en los que desarrolla una teologa dela luz y describe el funcionamiento simblico de la sociedad cristiana. Un breve pasaje nospermitir saborear el gusto de su palabra. Deca:

    Nuestros muy santos fundadores, al admitirnos a la contemplacin de los sagradosmisterios, no han querido que todos los espectadores penetrasen por debajo de la superficiey para impedirlo han encargado la celebracin de muchas ceremonias simblicas. Entoncessucede que lo que es Uno, indivisible en s, slo va entregndose poco a poco, como porparcelas y bajo una serie infinita de detalles. Sin embargo, no es tan slo a causa de lamultitud profana que siquiera debe vislumbrar la envoltura que recubre las cosas, sinotambin a causa de la debilidad de nuestros sentidos y de nuestro propio espritu quenecesita de signos y medios materiales para alcanzar la comprensin de lo inmaterial y losublime.

    Reflexionemos un instante sobre estas frases que son una excelente introduccintanto al alma de los constructores como a su regla de conducta. Se nos ha dicho que el artesagrado es inaccesible al profano. Quin es, pues, este ciego? Ciertamente no lo es elhombre imperfecto, sino aqul que rehsa perfeccionarse. El profano niega la Naturaleza,detesta al hombre y gira constante dentro de la prisin de su cerebro. No distingue ladiferencia entre el templo y el hrreo, entre la piedra en bruto y el capitel labrado. Creesaberlo todo y se sumerge en la ignorancia, su dolo favorito.

    Para los dems, para cada uno de nosotros, el arte sagrado es un enigma que nosinterroga: Te das cuenta nos dice que an te encuentras sobre la superficie de lascosas y que has descuidado su altura y profundidad? Te das cuenta de que la felicidad espasajera y que el infortunio te sacude como una hoja n de paja? No seas como el malcaballero que huye ante un conejo despus de haber jurado y perjurado que de un mandoblevencera a los gigantes.

    Ya que nuestro mundo es una esfinge, aceptmoslo como tal y afrontemos elobstculo. Entonces descubriremos que nuestra dolencia espiritual era la causa de todosnuestros males. Nuestro conocimiento de la vida seguir siendo superficial hasta quehayamos reconocido su dimensin simblica y realicemos el desfuerzo de asimilarla. Asemejanza de los alquimistas, somos capaces de entrar en el laboratorio de la Naturalezaque es, asimismo, el oratorio de la conciencia. Acaso no fue designio de la Edad Mediaasociar la experiencia ms pragmtica, el gesto ms escueto, a la prctica de lo sagrado?

    La mayora de las esculturas nos invitan a franquear el puente que conduce desde lapasividad de la mirada a su despertar. En efecto, se nos ha revelado que los constructoresedificaban para lo intemporal. Muchos de ellos no llegaron a contemplar sus construccionesterminadas debido a la duracin de las canteras. Pero no importaba. Participaban en algograndioso dejando sobre el suelo una huella que no se borrar jams. Como escribi elmaestro Eckhart:

    La obra slo muere con el tiempo, quedando reducida a nada; pero el resultado de laObra es, sencillamente, que el Espritu queda ennoblecido en la Obra.

    Para el admirable mstico renano del siglo XII, el hombre pasar, sin duda, pero elpacto firmado entre Dios y la Humanidad ha quedado grabado para siempre en la catedraldel Universo. La Edad Media tena la certidumbre y, sobre estos cimientos, alz sus piedrasparlantes hacia la bveda celeste.

  • Los galos eran objeto de risa porque teman que la bveda se derrumbara sobre suscabezas. Sin embargo, ese terror estaba ms que justificado: si el cielo se esteriliza, elmundo vuelve al caos y ya es imposible discernir ningn principio armnico.

    As, pues, qu otra cosa es la Edad Media simblica que una respuesta a lanecesidad de vivir con plenitud, as como una irradiante orientacin hacia el corazn denuestro pensamiento? Nuestra intencin es partir de viaje o, mejor an, en peregrinaje conel lector para hacerle descubrir las joyas que nosotros hemos entrevisto en esas regioneslejanas y misteriosas que se llaman Chartres, Amiens, Poitiers. Los senderos del arte devivir, en exceso abandonados, tienen un carcter regenerador que invocan con sus splicasa nuestros contemporneos. El medio para lograrlo reside tan slo en la aspiracinespiritual, el deseo de hablar con los smbolos y de avivar esa llama que brilla en lo msrecndito de todo nuestro ser.

    Cada bsqueda simblica aporta, a pesar de sus inevitables insuficiencias, undinamismo nuevo en el enfoque del gran misterio que constituye nuestro breve paso sobreesta tierra. Basta que un caminante, animado por esa sed de comprender lo esencial, abordecon respeto una figura de piedra para que quede abierta una ruta. Si la ciencia de lossmbolos y el amor por un arte sacro son indispensables, como suponemos, para elequilibrio del hombre, la Edad Media tiene mucho que ensearnos y nuestra lnea deconducta queda resumida en una sola palabra: atencin.

    Permanezcamos vigilantes, ya que tenemos ojos para ver y odos para escuchar. Nonos precipitemos. Desde el siglo XII nos esperan, dos capiteles de la pequea iglesiapirenaica de Valcabrre. Nos contarn de qu manera hemos perdido la planta de lainmortalidad a causa de la vanidad del len y de la bestialidad del macho cabro y de cmola volveremos a encontrar gracias a la triple claridad de la conciencia que nos permitirresolver nuestras contradicciones y practicar esa cualidad tan complicada: la sencillez.

    El antroplogo Hocart, en su estudio sobre los progresos del conocimiento humano,se expresaba en unos trminos que hacemos nuestros:

    Yo tena, pues, tres opciones: seguir la lnea de los antroplogos ocupndomenicamente de los salvajes, la de los historiadores dirigiendo tan slo mi atencin a cuantoest ya muerto y enterrado, o incorporarme al reducido nmero de los que tan slo observanal salvaje y la Antigedad para proyectar la luz sobre nosotros mismos. Me decid a seguiresta ltima. As, pues, me impuse el deber de unir el pasado y la tierra en toda su extensin,a nuestro Presente europeo, puesto que, a mi juicio, tan slo vale la pena estudiar aquelloque puede iluminar el presente.

    El hombre es a la vez heredero del pasado, creador del presente y responsable delporvenir. Recordemos la declaracin de los iniciados de la Antigedad que tras habersesometido a las pruebas rituales afirmaban: Conocemos el ayer, el hoy y el maana. En laiconografa medieval se atribuy esta sabidura, entre otros personajes, el rey Salomn.Guardin de las ciencias hermticas, conservaba celosamente el tesoro de las generacionesque le precedieron al encontrarse con la reina de Saba enlazaba a Oriente con Occidente ysacramentalizaba el presente. Con la construccin del templo ofreca un alimento espirituala la posteridad. Su clebre juicio, representado de una manera notable en Auxerre,constitua una eleccin entre el alma indigna que intenta apropiarse el bien ajeno y el almanoble que cree en la clarividencia del monarca inspirado por Dios. El nio que se disputanlas dos mujeres es, en cierto modo, la propia civilizacin medieval, unas veces vctima de laviolencia y de la angustia y otras integrada en la calma serena de los claustros.

  • Esperamos que nuestra evocacin de la presencia de la Edad Media entre nosotrosnos habr demostrado que no se ha extinguido la enseanza de las esculturas; pone elacento en lo que une a los hombres ms bien que en lo que los separa. Las fuerzascreadoras transmitidas por el frontispicio real de Chartres, la nave de Amiens o los capitelesde Saint-Nectaire revelan un Conocimiento, ofrecen una moral, sealan el camino de laarmona de cada da. El arte de vivir, esa frase tan trillada, adquiere un relieve sobrecogedorbajo el aspecto del Melquisedec de Reims dando la comunin al caballero arrodillado.Sabremos arrodillamos ante la Sabidura de la Edad Media, no para idolatrarla, sino paraincorporarla a nuestra carne?

    Cuando ponemos nuestros asuntos en orden por medio del pensamiento correcto murmuraba un viejo sabio, la luz ya no procede de las cosas exteriores; se alimenta de smisma en el interior del hombre. Tanto en el momento ms luminoso del verano como enel instante ms sombro del invierno, el brazo sur del crucero de Soissons, irradia unaextraa luz que las piedras siguen engendrando desde el siglo XII.

    De este primer enfoque de la mentalidad de los artesanos medievales resulta un tipode lenguaje que desea ensear algo partiendo de bases simblicas que cada uno podemosdescubrir viajando a travs de las imgenes de piedra otros tantos reflejos del mismo. Enpginas sucesivas trataremos de elucidar el misterio de estas palabras de piedra que tiendena curarnos de nuestras dolencias espirituales. A nuestro juicio, la Edad Media de las figurasesculpidas, adquiere hoy una importancia considerable siempre que su estudio consista envivir las nociones simblicas que ellas perpetan.

  • Qu deseaban transmitir los medievales?, nos preguntbamos al comienzo de estecaptulo. Con la ayuda de algunas perspectivas vislumbradas para hacer destacar laactualidad de la Edad Media, podemos contestar ahora: la Tradicin. Fue la herramientaintelectual utilizada de ua manera incesante en las canteras de las catedrales, protegi laLuz creadora de las influencias negativas de una poca que no conoci ms que obrasmaestras. Si se desea contemplar la autntica belleza de la Edad Media y penetrar en elfondo de su pensamiento, hay que recurrir a la tradicin. Intentemos ahora definir sucontenido y su naturaleza.

  • II. LUZ DE LA TRADICION

    Conviene que el hombre avance mantenindose de pie y erguido, aqul que gobierneeternamente un mundo sometido a su imperio, aqul que dome a los animales salvajes, quenombre las cosas y les imponga las leyes, que descubra las estrellas, que conozca los astrosy las leyes del cielo, que aprenda a discernir los tiempos segn ciertos signos, que domineal ocano enfurecido, aqul que gracias a su genio tenaz retenga en su espritu todo lo quehaya visto

    SAN AVITO, Sobre el sentido espiritual de los acontecimientos de la Historia, LibroI.

    El vocablo Tradicin tiene mala Prensa. En nuestros das parece identificarse conun viejo fondo reaccionario, hostil a todo progreso y a menudo omos exclamar con ciertotono de orgullo en la voz: Afortunadamente ya no estamos en la Edad Media. Tal vez lascosas no estn tan claras como parece y si estudiamos con una mayor atencin la naturalezaautntica de la tradicin, nos sentiremos sin duda sorprendidos.

    En principio, desembaracmonos de las confusiones habituales. La tradicin no esun folklore pasado de moda, un revoltijo ms o menos estpido de modos arcaicos ni undivertido conjunto de costumbres curiosas que nos sumergira de nuevo en los estadosprimitivos de la Historia por una inclinacin al exotismo. Ahora bien, la clave mejor de laEdad Media es, sin duda alguna, esa Tradicin de la que puede decirse fcilmente lo quees, pero cuya autntica definicin resulta mucho ms arduo de establecer. Considerando queutilizamos las expresiones arte tradicional, smbolo tradicional, tema tradicionalporque corresponden perfectamente a la realidad, la honestidad ms elemental consiste, sinembargo, en tratar de establecerla.

    Adems, no se trata de una bsqueda abstracta ni de una discusin lingstica.Limitar la naturaleza de la Tradicin tiene un triple objetivo: percibir la verdad fundamentalde la Edad Media, comprender mejor el principio de las civilizaciones ensombrecidas por elracionalismo del Renacimiento y descubrir de nuevo un aspecto olvidado del hombre.

    Como acabamos de utilizar un paso en tres tiempos, caro a la mentalidad medieval,apliqumoslo directamente al tema que nos ocupa. La Tradicin posee un cuerpo, un alma yun espritu. El cuerpo de la Tradicin est compuesto por unos textos simblicos, por unostemplos y unas iglesias, por unas obras esculpidas, pintadas o grabadas en funcin de loscnones del arte sagrado y, en fin, por las enseanzas orales que las asociaciones deiniciacin no consideraron oportuno poner por escrito. Bajo este ttulo, la catedral deSantiago de Compostela, el Apocalipsis de san Juan y el ritual de iniciacin de los maestrosde obra son parte del cuerpo de la Tradicin. En seguida descubrimos que este ltimo no esun cadver, sino un cuerpo rebosante de savia cuyo crecimiento prosigue tan pronto comolo re animamos. En cierto modo, es semejante a la materia prima de los alquimistas que seencuentra por todas partes en la Naturaleza y que muy pocos consiguen ver. Sin embargo,resulta sencillo no confundir una obra tradicional con un producto tradicional. Cuandocontemplamos los frontispicios de Notre-Dame de Pars, con toda certeza no tenemos laimpresin de sucumbir a cualquier tipo de tradicionalismo, sino de entrar en contacto

  • inexorablemente con el cuerpo de la Tradicin.Igual que todo cuerpo vivo, la Tradicin dispone de varios rganos, a saber, las

    formas tradicionales cada una de las cuales posee su carcter especfico y su genio. Latradicin hind nos hace perder pie en los meandros de sus divinidades y nos obliga a tratarde encontrar una coherencia en esa infinita multiplicidad: los vedas y los upanishads fueronuna autntica revelacin para Occidente, reververando un eco cuya potencia ha demostradola fragilidad de nuestras teoras filosficas. La tradicin china nos contempla con una levesonrisa, la del anciano sabio Lao-ts o de su discpulo Tchuang-ts. La Biblia china, elTaote-king se encuentra en la actualidad al alcance de todos y se descubre de nuevo elextremo refinamiento de un sistema del mundo en el que la carne no se encuentra disociadadel espritu, como lo demuestra la acupuntura. Egipto nos observa con la mscara hierticade sus estatuas: El rostro de Tutankamn esparce su luz de oro y el viaje a Egipto seconvierte, ms que nunca, en un peregrinaje hacia nuestras fuentes. La tradicin medievales la ms cercana a nosotros y forma una especie de vidriera que difunde la claridad de lascivilizaciones anteriores.

    En la actualidad nos es imposible conocer a fondo todas las formas tradicionales.Cada una de ellas nos exige un esfuerzo particular, una adaptacin a sus ritmos y susformas. En definitiva, se trata de una afortunada situacin, ya que un exceso de cienciallegara a aburrir; una amalgama superficial resultara catastrfica y slo satisfara nuestracuriosidad, sin dilatar nuestra conciencia. ste es el motivo de que, si bien cabe admitir elorigen comn de todas las tradiciones, no hay que mezclarlas sino respetar su genio propio.Por ello hemos seguido el eje ininterrumpido del antiguo Egipto hasta la Edad Media.Gracias a l se establecen las mltiples filiaciones que hacen del simbolismo occidental untodo coherente.

    El alma de la Tradicin corresponde a la comunin del hombre con la formatemporal de que se reviste la eterna Sabidura. Es la vida ntima de las formas artsticas deuna poca, su sustancia ms sutil. Cuando se colocan juntos una Virgen romnica y unangelote contorsionado de la poca barroca, el alma que se expresa no es la misma. En elinterior de las catedrales, una especie de lmina de fondo surge en nosotros; no logramosencerrarla en un teorema, pero sabemos que nos ensear, siempre que le concedamosnuestra confianza, a alzar una de las puntas del lo que oculta el misterio por naturaleza. Elerudito describe con sequedad las esculturas y establece fechas con el corazninconmovible, si el alma de su tradicin no se ha despertado en l: el hombre tradicional,aqul que ha elegido como valor primordial la bsqueda de su parcela de luz, progresagracias a una sensibilidad en extremo viva que le permite no disociar la forma de una obrade arte de la idea en ella contenida. El alma de la Tradicin es una llamada a nuestravocacin espiritual.

    En cuanto al espritu de la Tradicin, oculta realidades que nos son poco familiares.Sin duda alguna, es un tema sobre el que las palabras tienen menos eficacia, pero hemos deafrontarlo, a pesar de todo, para no perder nuestro gua principal por la ruta de lascatedrales. El espritu de la Tradicin, es la Sabidura inmortal, lo absoluto que adquiereformas relativas en las diversas tradiciones. Los medievales la calificaban de nomanifestada, de no creada para demostrar que no estaba sometida al tiempo ni alespacio. San Buenaventura aada que aqul que tuviera todas las propiedades de todos losseres vera con claridad esa Sabidura. Estas caractersticas induciran fcilmente a creerque el espritu de la Tradicin es de todo punto inaccesible, al sobrepasar los lmites de lainteligencia humana, lo cual demostrara un escaso conocimiento del pensamiento de los

  • antiguos. En efecto, la inmensa sabidura no permanece en las nubes y se manifiesta en elhombre en el que representa la voluntad de renovarse de forma permanente. Cada vez quenos transformamos de manera consciente y que desarrollamos nuestro sentido de losagrado, vivimos el espritu de la Tradicin. Tambin en este terreno se nos ofrecenmltiples ocasiones; la ms modesta iglesia romnica est dispuesta a hacernos compartirsu inestimable tesoro.

    Adems, como la Sabidura no pertenece a una poca determinada, es de todos lostiempos, lo que equivale a decir que incluso en una sociedad totalmente desligada de todolo sangrado y que olvida la naturaleza real del hombre, est absolutamente presente y quienlo desee puede llegar a realizarla. Cualesquiera que sean las circunstancias, tenemos laposibilidad de convertirnos en hombres tradicionales frotando nuestro pensamiento conla piedra del smbolo.

    La Edad Media no formaba individuos etreos que recitaban letanas en lossubterrneos de sombros castillos; creaba activos que luchaban con la materia. Porconsiguiente, despus de haber insistido tanto sobre la Sabidura, hemos de procuramos unmedio prctico de buscarla.

    Est medio es el esoterismo. Tenemos conciencia, al escribirlo, de que estamosempleando un trmino que ha dado lugar a toda una serie de discusiones y controversias.Hacia fines del siglo XIX, los medios autorizados le encontraban un perfume algo satnicoy lo definan desdeosamente como una forma de pensamiento primitiva y prelgica.Los ocultistas no contribuan a mejorar la situacin. Desde las alturas de su seudocienciaargan con igual desdn que quienes saben (sic) slo revelan su sabidura a quienes yasaben. Imposible salir de semejante crculo vicioso.

  • Afortunadamente, estas luchas estriles han llegado a su fin y en lugar de caer en latrampa de las palabras, los investigadores pacientes han abierto las puertas del esoterismo.El orientalista Frankfort, en especial, ha establecido el mtodo de la multiplicidad deenfoques, cuya importancia quedar demostrada con un ejemplo: el dios egipcio Amn,cuyo nombre significa el oculto, es tan pronto un morueco como un hombre o un bloquede piedra. La actitud profana llega a la siguiente conclusin: los egipcios carecan de lgica,todo lo confundan y por esto su religin no ofrece el menor inters. La actitud esotricanos induce a abordar un mismo fenmeno, en este caso el dios Amn, mediante enfoquesmltiples. En una primera etapa Amn se encarna en el hombre, durante la segunda en elanimal y en la tercera en la piedra. En cada una de las etapas de la Naturaleza tiene, pues,algo oculto, algo divino.

    El sabio chino Confucio nos ofrece otra indicacin. Deca: No puedo hacercomprender a quien se esfuerza por no comprender. Si le he desvelado la esquina de unacuestin y no ha visto las otras tres renuncio a ensearle. Dentro del orden de la razn, es

  • posible agotar una cuestin. Una frmula determinada desemboca fatalmente en unresultado lgico.

    No ocurre lo mismo en el orden intuitivo; las leyes del mundo sagrado, aun cuandosiempre sean semejantes a s mismas, adquieren el rostro del hombre que las descubre denuevo, despus de tantos otros. En cierto modo, vivir en esoterismo significa identificarnoscon lo que estudiamos sin perder nuestra originalidad. El ciudadano del siglo XX,conservando sus caractersticas que nadie es capaz de anular, puede convertirse en uncapitel de la Edad Media si llega a percibir su significado esotrico. Evidentemente, no setrata de reducir al hombre a una escultura antigua, sino de elevarlo al significado sagradocontenido en ella.

    El Zohar, libro sagrado de los cabalistas, desarrolla el tema con claridad:Desgraciado el hombre que slo ve en la Ley simples exposiciones y palabras

    corrientes! Las exposiciones de la Ley son la indumentaria de la Ley! Desgraciado quienconfunde esa indumentaria con la propia Ley! Hay mandamientos que podran denominarseel cuerpo de la Ley. Los pobres de espritu slo conceden atencin a la indumentaria o a lasexposiciones de la Ley; no ven lo que se oculta bajo esa indumentaria. Los hombres msinstruidos no prestan atencin a la indumentaria, sino al cuerpo que cubre. Y por ltimo lossabios, los servidores del rey supremo, que viven en las alturas del Sina, solamente se hanocupado del alma que es la base de todo lo dems, que es la propia Ley.

    El conjunto de tradiciones reproduce esta advertencia: No nos detengamos ante lasapariencias, no nos dejemos seducir por las formas externas del arte sagrado, utilicemos porel contrario el sentido esotrico, puesto que es el nico instrumento de reflexin sobre elUniverso y sobre uno mismo que une, en armonioso maridaje, la razn y la intuicin. Si, elhombre de la era futura se siente acuciado por el deseo de construir un nuevo mundosagrado, utilizar catedrales del maana como hilo conductor para establecer el plano.

    Esperamos haber franqueado el obstculo de las palabras tradicin y esoterismocuyo contenido era indispensable para comprender el talante de espritu de los constructoresmedievales. Nos queda por subir otro peldao: los cuatro sentidos de las Escrituras,designando stas tanto los textos sagrados como las obras de arte. Nicols de Lyre, poetadel siglo XIV, resume as las enseanzas de la Edad Media sobre este ltimo punto:

    La letra ensea los hechos,La alegora lo que hay que creer,La moral lo que hay que hacer,La anagoga hacia lo que hay que orientarse. La letra y la moral nos son familiares; por el contrario, la alegora y la anagoga nos

    parecen en extremo enigmticas. Aun sabiendo que la alegora, tal como la entendan lossimbolistas medievales es, en realidad, la analoga, la analoga, no aclara en absolutonuestra regla de conducta. Sin embargo, casi la totalidad de los textos que nos sirven parainterpretar los capiteles, nos recomiendan la utilizacin de la analoga y la anagoga. Unavez ms hemos de resolver el problema para poder avanzar y descifrar esos trminosinslitos.

    La analoga es una palabra que emplean los arquitectos. Platn nos la explica:No es posible que ambos trminos formen por s solos una hermosa composicin sin

    un tercero, pues es necesario que entre ellos exista un lazo que los aproxime. Ahora bien,de todas las uniones la ms bella es la que se da a s misma y a los trminos que enlaza la

  • unidad ms absoluta. Y esto es la proporcin, la analoga que, naturalmente, la obtiene de laforma ms bella.

    El arquitecto romano, Vitrubio, aade:La proporcin que los griegos llaman analoga es una consonancia entre las partes y

    el todo. As, pues, la analoga es una proporcin que permite establecer relaciones entre losaspectos ms diversos del mundo, entre el hombre y Dios, entre el hombre y el animal, etc.Es la clave de los pequeos misterios.

    La de los grandes misterios es la anagoga que puede traducirse de una maneramucho ms sencilla por sentido de la espiritualidad, sentido de lo esencial. Segn laTradicin el que carece de ella es un individuo grosero, tosco, sin educacin. Rechaza elsentido interior de las cosas, no trata de vivir el simbolismo. Hay una imagen que revela deforma bastante exacta lo que es el sentido espiritual: el hombre dotado de este sentido,cuando encuentra una piedra en su camino, la coge con la mano y la lanza hacia delante loms lejos posible. Sigue su camino y al llegar otra vez hasta la piedra vuelve a lanzarlahacia delante. No cree haber alcanzado la meta del mismo modo que el marino no lleganunca a conocer la mar.

    La Tradicin, como la hemos evocado, es la nodriza del pensamiento medieval. Losescultores obtienen de ella su imaginacin creadora, en ella encuentra el hombre eterno suautntica nobleza. De una manera muy natural el esoterismo es la va de acceso hacia latradicin; no un esoterismo de pacotilla que se pierde en los espejismos del ocultismo, sinoel sentido del valor autntico de la obra de arte. La copa del rbol es la Tradicin, el troncoel esoterismo, las races la analoga y la anagoga. As disponemos de los instrumentos mseficaces para descifrar las obras de arte ms ricas en contenido.

    No olvidemos por un momento la savia de ese rbol: el smbolo. El smbolo es elque circula por las venas de la civilizacin de la Edad Media. Situado ms all delrazonamiento y de la doctrina, nos ofrece la llave de oro que abrir el cofre de lasmaravillas que se encontraba en posesin de los sabios. Gracias a l veremos surgir laenerga que hace indestructibles las expresiones del arte sagrado.

  • III. LA AVENTURA SIMBOLICA

    La vida es la conciencia, no el simple hecho de nacer.

    HERMES TRISMEGISTO, Tratado XII, 18.La Edad Media se apoya en su totalidad sobre el smbolo como sobre una piedra

    inmutable que ni los vientos ni las tempestades de la Historia hacen mover. Le sirvi deescala hacia el cielo y le facilit una herramienta polivalente capaz de ser utilizada tantopara la exploracin del alma humana como para la construccin de una sociedad en la quecada uno, adems de su estatuto individual, revesta un hbito simblico. A pesar de suserrores y de sus extravos, los grandes personajes de la poca medieval reyes. Papas,dignatarios se instalaban voluntariamente en un lugar de una construccin en la que lodivino ocupaba el pinculo. Por ejemplo, san Luis fue iniciado en los misterios de lacaballera, de la que extrajo lo esencial de su ideal. Una vez armado caballero fue coronadoseguidamente recibiendo el mensaje espiritual de lo sagrado por el que se diferencia sinambages el cuerpo mortal del rey, su individualidad, y el cuerpo inmortal, supersonalidad simblica.

  • Mi Seor Dios deba ser el primer servido. El monarca estaba consagrado por l, elcaballero reciba sus directrices desde el momento en que era armado y el campesino lereservaba la mejor parte del festn en Navidad. Los hombres de la Edad Media solan tomarlos senderos del bosque de los smbolos; escuchaban el susurro mgico de los rboles asemejanza de los sacerdotes griegos que escuchaban el orculo transmitido por los roblesde Dodona.

    Sin duda el primer deber de un historiador que se ocupa de una civilizacin consiste

  • en definir con la mxima precisin su principio fundamental, la base sobre la que estconstruida. Si consideramos los tiempos modernos, pronto nos damos cuenta de que dichoprincipio es la economa; acta sobre todos los sectores de nuestra existencia y en fin decuentas se juzga al hombre de acuerdo con su grado de rentabilidad econmica, bien seatrabajador intelectual o manual. En la Edad Media la situacin era distinta, al menosdurante el perodo comprendido entre el siglo X y el XIII. La economa por la economasurgi en los primeros aos del siglo XIV cuando Felipe el Hermoso disolvi la orden delos Templarios y puso en peligro las asociaciones francesas de constructores que dependanen bastante grado de las rdenes caballerescas. Con anterioridad, el principio constante dela poca medieval fue, sin duda alguna, el smbolo.

    Y ahora es cuando empiezan las dificultades. De qu modo los intrpretes de unsiglo XX en el que el smbolo es tan slo una curiosidad se introducirn en el almamedieval? Cmo lograrn establecer el sentido de la palabra smbolo y comprobar susmltiples resonancias con el hombre y la Naturaleza? Existen varias respuestas a talesinterrogantes. El simbolismo es una ciencia igual que la fsica y la qumica, aun cuando ennuestros das ya no se ensea en las Universidades; responde a una gestin que es a la vezhistrica, psicolgica y espiritual.

    Histrica, por la necesidad de seguir la existencia de un smbolo desde su msremoto origen hasta sus ms recientes expresiones. La clebre esvstica entre otrosemblemas, que se encuentra presente en la antigua iconografa indoeuropea, resurgi en laEdad Media bajo diversas formas y alcanza el final de su destino sobre los uniformes nazis,tomando el nombre de cruz gamada. Asociada a la idea de vida en movimiento entre losAntiguos la esvstica se convierte en sinnimo de muerte y violencia entre los modernos.Es frecuente comprobar la tergiversacin del sentido de los smbolos debido a que lospueblos ya no los comprenden.

    Psicolgica, porque el estudio del smbolo exige nuestra participacin. Sera difcilimaginar a un marino que se contentara con estudiar la mar en los libros y que no se subieranunca a bordo de un barco. Del mismo modo, cuando contemplamos una escena cualquieraesculpida sobre un capitel, nuestros conocimientos intelectuales son casi siempreinsuficientes. En cierto modo necesitamos experimentar la vida de la piedra, sentir subelleza, modelarnos segn las reglas de ese arte y dialogar con l. Los imaginerosmedievales no eran tan slo sabios; en posesin de dibujos y libros cannicos en los quefiguraban los temas que haban de ejecutar, tomaban contacto directamente con la materia yse ensuciaban durante largo tiempo los dedos antes de lograr la obra maestra. En cuanto anosotros, desollamos nuestra inteligencia antes de percibir el significado simblico de laobra de arte; nos mira, mientras nosotros la contemplamos, ya que el smbolo tiene valor deenseanza y se burla del tiempo con la sonrisa enigmtica del ngel de Reims.

    Espiritual, porque los antiguos sintieron el signo como una antena inmensa destinadaa captar los aspectos ms misteriosos de la vida. Si la Edad Media ha conservado tal gamade matices cambiantes se debe a su amor por el fe smbolo; lo vemos surgir y dilatarse ensus textos, en sus edificios, en sus esculturas. Por l nos desviamos de nuestro camino paravisitar una abada. Chartres, Laon, Notre-Dame son otras tantas voces de sirena que nosconducen, no hacia el abismo sino hacia nuestro fe jardn secreto donde an podemosplantar los rboles del paraso terrestre.

    Definir el smbolo con unas palabras tal vez satisfara a la razn, pero semejantefijacin resultara forzosamente restrictiva. Efectivamente, el smbolo no es una claveque se aprende de memoria ni una frmula que hay que recordar. Desde luego, si quiere

  • comprenderse el significado del ndice alzado del arzobispo bendiciendo a los fieles, hayque conocer el texto de Eudes de Morimond para quien el ndice equivale a la razndemostrativa. Una vez establecida esta ecuacin comienza la alquimia personal: el ndiceforma parte de la mano, muestra algn objeto, seala las nubes o el suelo, etc. En resumen,una vez conocido el vocabulario de los smbolos, hay que estudiar su gramtica y, an ms,el lenguaje secreto que componen.

    La Europa moderna, bajo la influencia del positivismo, ha credo que la razn puedeexplicarlo todo. Por el contrario, la Edad Media, admita sin reservas lo desconocido y notrataba de introducirlo a la fuerza dentro del marco de la lgica. Admitir la existencia delsmbolo equivale a aceptar la parte de misterio que est en nosotros. Por ello, es unapretensin ingenua creer que se explicar ntegra y definitivamente un smbolo. Pornaturaleza, una figura simblica es inextinguible. Pasaremos cien veces ante los capitelesde Vzelay y cien veces quedaremos sorprendidos y surgirn ante nosotros nuevossignificados. Durante su deambular por la ruta de las catedrales el peregrino profesaba elsentido interior de los smbolo los. Cuando vea a dos caballeros batindose con susespadas, pensaba en su propia lucha interior de la que sala vencedor cada maana despusde haber triunfado del desaliento y el cansancio. Contemplando una lechuza reflexionabasobre la necesidad de la meditacin y el recogimiento.

    Para el viajero los capiteles esculpidos no eran un artificio de estilo o unconvencionalismo intelectual; evocaban infinitos estados de nimo, cualidades por adquirir,defectos que tena que combatir. Aun cuando en su zurrn no llevara una gua, ibacomponindose una propia de iglesia en iglesia. A nuestro juicio, no se ha insistido bastantesobre este medio extraordinario de comunicacin por la imagen. Los medievales, sin Radioni Televisin, se comunicaban entre s por mediacin del smbolo y tejan una conversacinntima a la medida de un pas entero gracias a los artesanos que extraan de la piedraimgenes que todos comprendan.

    Con el fin de ilustrar este extremo, citemos dos esculturas relacionadas con dospersonajes muy distintos, el eclesistico y el campesino. En el tmpano de la catedral deSant-Bertrand-de-Comminges, el escultor represent al fundador del edificio, el obispoBertrand. Al parecer no se trata de un caso excepcional. Pero todos saban que Bertrand anviva en el momento en que el imaginero lo situ en la eternidad, al lado de Jesucristo.Gracias a esta informacin, el peregrino se daba cuenta de que la divinizacin delhombre justo puede llegar a ser realidad en este bajo mundo. En cuanto al sembrador quelanza con mano experta la semilla en la tierra labrada, hace un gesto que adquiere el valorde un smbolo: repite el acto del Seor lanzando al cuerpo social las semillas de lasabidura.

    Abordar el universo de los smbolos no es extraviarse en una zona fra y esclertica;es tocar la carne de la Humanidad, recoger el alma trmula de cinco mil aos de historiadurante los cuales se consider al smbolo como el tesoro por excelencia. Isidoro de Sevilla,obispo espaol del siglo VII, fue un encarnizado trabajador que contribuy a la formacindel smbolo medieval. En su Tratado de la Naturaleza convierte cada fenmeno en palabrade Dios y en sus Etimologas descubre en lo ms banal de nuestro lenguaje una multitud designificados olvidados. Segn l, el smbolo es un signo que da acceso a un conocimientoimposible de encontrar de otra forma. La palabra griega sumbolon designaba exactamenteuna tablilla que se rompa en dos. Segn un rito de las hermandades de iniciacin de laAntigedad, el gran sacerdote entregaba una de las, mitades al nuevo adepto. Cuando esteltimo deseaba dar a conocer su calidad a otro miembro de la hermandad, le tenda su mitad

  • de la tablilla. El otro haca lo mismo y as reconstituan la unidad dividida. El smbolo,signo de contrato, de pertenencia a una hermandad es, ante todo, la invocacin a unarealidad superior que tan slo pueden volver a encontrar los hombres unidos por lo divino.El objeto ms modesto era una referencia a lo inmaterial. Haba relacin entre la copa delbebedor y la del Grial; segn la actitud del convidado contena el fruto de la via o el licorde la inmortalidad.

    El smbolo convierte nuestra vida en una aventura del espritu al estimular nuestrodeseo de conocer el armazn de la realidad oculto bajo las tejas coloreadas del tejado. Eldeber del hombre consiste en adquirir conciencia de los hitos colocados en su camino, sellamen templos, catedrales o capiteles. Ante una catedral no contemplamos una obra delpasado, sino ms bien el eterno presente del smbolo. Para uno de los ms grandessimbolistas medievales, Vincent de Beauvais, la Naturaleza expresa, bajo unas formasconcretas, las intenciones incomprensibles de la divinidad. As, pues, poseemos copiasvisibles de la Creacin gracias a las cuales comprendemos quines somos y adonde vamos.La funcin de un maestro arquitecto consiste en reunir esas copias, aspectos de laNaturaleza y aspectos del hombre en la armona del arte sagrado. Al visitar una catedral,emprendemos en realidad un viaje inmenso a travs del espacio y el tiempo y franqueamossin temor los lmites de lo invisible.

  • Sin embargo, ante nosotros se levanta un grave obstculo: la constante confusinentre el smbolo y la alegora. Cuando hoy decimos es simblico, entendemos no esreal, es ilusorio. De hecho, en un caso semejante deberamos decir: es alegrico. Laalegora es una convencin artificial, una expresin imaginada de abstracciones muysecundarias. Cuando una marca de automviles elige una sigla, fabrica una alegora. Lasigla se ha elegido de una manera ms o menos arbitraria y cualquier otra se hubieraadaptado igualmente. Por el contrario, el smbolo es la nica expresin posible dedeterminadas realidades espirituales; la luz, el relmpago, la fuerza, la potencia inferior, lavoluntad creadora son, en nuestro lenguaje, ideas muy distintas; de manera simblica elmazo o el martillo resumen todo ello y contienen significados an ms profundos.

    Como el smbolo no es un artificio gratuito, une al objeto con el significadoespiritual que brilla en el fondo de la materia; sabemos bien que un rbol no es tan slo unvegetal. Nos ensea el sentido de la verticalidad, la nobleza de la rectitud, la receptividad ala luz que es fuente de vida. Los mundos se comunican entre ellos, no existe separacin

  • infranqueable Centre el cielo y la tierra. El smbolo es el medio que nos permite pasar de unplano a otro, de la materia al espritu, demostrando que en todas partes y siempre reina unaunidad.

    Uno de los objetivos de la civilizacin medieval es el de moldear a un hombretransparente que no siga oponiendo una pantalla opaca a la luz divina. Infinitos cuentos noshablan de magos que pasan a travs de las ms gruesas murallas. Se trata precisamente dehombres de espritu iluminado, conocedores de tordas las cosas del interior y que superancualquier obstculo. Para ellos ya no existe el mundo material, rgido y cerrado queestablecera guarreras infranqueables entre lo visible y lo invisible.

    Las miniaturas de la Edad Media representan el Universo en forma de una serie decrculos que se insertan unos en otros; los crculos de los dioses y los crculos de loshombres se comunican entre s. El hombre transparente es comparable al gemetra queconoce todas las superficies, todos los radios y todos los centros.

    El smbolo, que no se reduce a una abstraccin intelectual, est encarnado enmltiples formas fcilmente accesibles. Se manifiesta en rituales, en obras de arte, entextos.

    En Occidente ya slo conocemos el ritual de la misa, smbolo inmenso por el que elsacerdote pide al fiel que participe en la realeza de Jesucristo.

    Nuestros padres hacan un ritual de la ms mnima actividad cotidiana. Los ritos delas labores, de las siembras, de las Cosechas ritmaban la existencia del campesino, y lainiciacin y los torneos la del caballero. El artesano no se encontraba abandonado a smismo; desde el momento en que ingresaba en el gremio se someta a las leyescomunitarias y aplicaba a su trabajo las reglas geomtricas engendradoras de la armona.Por ello, una estatua no era un objeto banal, sino un principio espiritual magnificado poruna forma material. Mucho antes de Einstein, los medievales saban que el espritu resideen la materia y sta en el espritu. No se tena en cuenta la complejidad del objeto. Unaescultura muy sencilla, de tamao pequeo, tal vez tenga una riqueza de sentido mayor queuna composicin gigantesca, puramente esttica. Una sillera de coro, una esculturapequea, de prtico, nos descubren a menudo perspectivas insospechadas sobre nuestravida interior. En el coro de Saint-Martin de Champeaux, en Seine-et-Marne, se descubrencon asombro unas sillas de coro enigmticas que se dirigen a nosotros con una sencillez deuna obra maestra y la calma de una verdad que espera pacientemente ser descubierta denuevo.

    El gran Ampre, en su Ensayo sobre la filosofa de las ciencias, reconoca que losantiguos recurran con mayor frecuencia a los smbolos que a los conceptos. Ni que decirtiene que la bsqueda del sentido de esas imgenes requiere cierta manera de ver las cosas.Consiste en comprender que el smbolo es la sustancia indispensable para nuestra vidaespiritual, la sustancia ms autntica y ms completa.

    El simbolismo nos proporciona un modo de reflexin sobre todas las cosas. Paravivirlo, empleamos, a la vez el instinto, la razn y la intuicin. El racionalismo doctrinario,que niega la presencia del misterio, slo se impuso de una manera definitiva con elRenacimiento. Es innecesario insistir sobre el hecho de que describir un capitel no bastapara comprenderlo. Reconozcamos que la funcin simblica del hombre fue ahogada ycombatida desde el siglo XVI. En la actualidad resurge con nuevo vigor y exige que se lasatisfaga mediante una nueva mirada aplicada a las maravillas artsticas de lascivilizaciones tradicionales.

    Algunos siguen creyendo que esa nueva necesidad de simbolismo es un retroceso

  • del espritu, un rechazo del progreso. Nosotros pensamos, por el contrario, que convienevolver a encontrar un concepto ms vivo de nuestro tiempo, humano y trascendente a lavez, basndonos en la herencia espiritual que tenemos ante los ojos. Occidente empieza asalir de la larga noche que sucedi a la Edad Media. Si nos orientamos nuevamente hacia suarte simblico con amor y confianza probablemente descubriremos una espiritualidad quedesarrollar al hombre liberndolo. El simbolismo es ms una manera de pensar y vivir queun objeto de estudio.

    Desde su nacimiento, la poca romnica situ al smbolo ms all del tiempo y de laHistoria. Ciertamente nos cuesta mucho captar dicha intencin. Simplificndolo algodigamos que los fundadores del arte medieval consideraron que el hombre se condenaba amuerte cuando se colocaba el grillo del tiempo; su autntica naturaleza, la eternidad serevelaba en toda su gloria cuando atravesaba las fronteras de su inters personal y de sumoral particular. Sobre todo que no se asemeje a los monos encadenados a los capiteles deAuvernia o a los titiriteros que andan sobre la cabeza y piensan con los pies. Las primerascrnicas llamadas histricas contienen ms hechos simblicos que ancdotas. De estamanera, con ocasin de la consagracin de Luis el Piadoso, el monje Ermold el Negro serecrea en la sabidura y radiacin espiritual del monarca cuyas vigorosas palabras arrancanel reinado a la Historia y lo hacen penetrar en el camino de la eternidad: Que el grandeaplique la ley dice y el pequeo se someta sin tener en cuenta la calidad de laspersonas. No hay lugar para el dinero corruptor; rechazadas las ddivas que intentanseducir. Si hacemos que el pueblo respete la ley ancestral, entonces el Dios de las alturasconceder misericordiosamente, tanto a nosotros como al pueblo que conducimos, el reinode los cielos.

    Observemos de paso que las escenas de los capiteles se llamaban historias, no lanarracin literal en un acontecimiento, sino la historia del hombre de siempre, de su fuerzay sus debilidades, de su bsqueda de la perfeccin. Y esto es tanto como decir nuestrapropia historia, ya que si el pantaln y la chaqueta han sustituido a la cota de mallas, elhombre interior se encuentra enfrentado a los mismos interrogantes y a las mismasangustias. Las historias fueron creadas para dar respuesta y atestiguan un geniosorprendente de la transmisin. Un nmero muy reducido de eruditos siguen leyendo lostratados filosficos de la Edad Media, mientras que todos podemos visitar a nuestro modocualquier santuario y estudiar las esculturas durante todo el tiempo que lo deseemos.

    El oficio de simbolista exige conocer las interpretaciones ms diversas ycontradictorias de un smbolo, transmitido de poca en poca y dentro de contextosculturales distintos. En el seno de la Edad Media, un smbolo recibe significadoscontradictorios, casi de una manera sistemtica: la serpiente es la tentacin que indujo anuestros primeros padres a la cada, el mal insidioso que hace creer en un hombretodopoderoso y le induce a representar el papel de aprendiz de brujo; y es tambin, deacuerdo con la tradicin hermtica, la inteligencia que se desliza por entre los fenmenosmateriales sin que jams sea detenida. Cuando vemos un elefante en un capitel, es absurdoestablecer una relacin con el tiempo y la poca, pues no se trata de una representacinnaturalista o decorativa. Los bestiarios, compendios de informacin simblica sobre losanimales, nos ensean que es la imagen de la investigacin intelectual, de la profundidad depensamiento y del sentido religioso. Ms extravagante an resultara la tentativa de unaexplicacin zoolgica frente a un fnix, ave mtica que nos ensea el proceso deregeneracin por el fuego y del renacimiento del espritu. Al poner pie en el atrio de unacatedral operamos una ruptura en relacin con la vida profana. De pronto nos interrogan

  • centenares de figuras esculpidas y nos piden cuentas sobre la manera como llevamosnuestra existencia. Acaso somos como el avaro que se niega a transmitir sus tesoros ycuyo crneo es devorado por un ave? Somos como el astrlogo que dirige su espejo haciael cielo para descubrir la verdad de los astros y conocer su cielo interior? Somos como elpelcano que hace revivir al mundo mediante el sacrificio de s mismo? Ciertamente todo essmbolo, pero nada resulta confuso o imaginario. Si unas figuras como el toro, el guila y larueda han atravesado los tiempos y las civilizaciones, es porque contienen en ellas fuerzascreadoras que encuentran sus correspondencias exactas en nosotros mismos.

  • Una de las grandes virtudes del hombre de la Edad Media era el silencio ante laNaturaleza. Escuchaba la voz de la obra divina con extrema atencin y haca callar laspasiones que le hubieran impedido or lo que le deca. Escuchar el silencio es or esafamosa voz de la conciencia ahogada por un tumulto que, la mayora de las veces, nosagenciamos nosotros mismos sin saberlo. A semejanza de las vidrieras, simultaneando luz y

  • tinieblas, el smbolo es la imagen de aqul que le interroga. Tan pronto como se descubreun nuevo sentido a un smbolo, se desvela un mundo infinito. En la gestin discursiva yanaltica cuanto ms se aprende ms se cree conocer; en la gestin simblica, cuanto ms seexperimenta, ms se ampla nuestro universo. La Edad Media insisti prolongadamentesobre la nocin de capacidad de Dios. Afirmaba que cada hombre capta lo divino deuna manera diferente y con una intensidad variable. Algunos lo logran H con facilidad,otros fracasan. Por la virtud del smbolo desarrollamos esa capacidad y creamos caminos enlos que nos regeneramos. El smbolo desvela las riquezas de la vida en el espritu. Y en elmismo instante, llega a velar la verdad suprema demostrndonos que jams acabaremos deconocerla.

    El smbolo nos parece oscuro en la medida en que es oscura nuestra conciencia de larealidad en la que nos encontramos inmersos. Aqul que se encuentra al pie de la montaacomprende de una manera imperfecta la narracin de su compaero que ha llegado a lacima y contempla las vastas llanuras. Tendr que emprender a su vez la escalada. En elsiglo XIX los seudosimbolistas escriban con frecuencia que el conocimiento de lossmbolos era peligroso y no debera permitirse a individuos poco preparados. En realidad,el smbolo es el tesoro mejor compartido y menos conocido. La teora intelectual msdeslumbrante slo se dirigir a algunos mientras que el smbolo que forma parte de nuestroser, igual que la vista o el tacto, es el bien de cada uno.

    La idea central de un rpido examen de la naturaleza de los smbolos es que laexperiencia espiritual slo podra transmitirse por su intermedio; no existe en estaproposicin dogmatismo alguno, sino que se trata de una simple atestiguacin. Cuando laEdad Media, despus de haber encontrado el equilibrio radiante del siglo XI, intentexpresar su ms viva realidad, construy iglesias y catedrales. Maese Eckhart, en lascumbres del amor de la Sabidura, describe el castillo del alma y la triple luz delConocimiento. La abadesa Herrad von Landsgerg en su Hortus deliciarum (Jardn deDelicias) nos muestra la Filosofa en el centro de un crculo compuesto por las siete artesliberales conducentes a la visin perfecta de la divinidad. Pensadores, artistas, obisposhablan con smbolos, sabedores de que cada uno los interpretar a su nivel y obtendr unamdula sustentadora. Dirigen la realizacin espiritual de un individuo y la de unacivilizacin porque contiene el cubo invisible de la rueda de la Fortuna que fija nuestrodestino indicndonos el eje inmutable.

    El hombre que logra percibir el Universo en s mismo puede recurrir de maneranatural al smbolo para compartir su experiencia con los dems. Bastar con recordar elmtodo de las parbolas empleado por Cristo de manera constante y que los escultoresmedievales aplicaron por toda Europa. Marie-Madelein Davy ha enunciado las relacionesentre el smbolo y la Humanidad, con frases de sorprendente claridad:

    La diferencia entre los hombres escribe se reduce a la presencia o a la ausenciade una experiencia espiritual. Por luminosa que sea esta experiencia no se adquiere de unavez por todas, depende de sucesivos ahondamientos. Por ello el hombre en el que se realizapermanece atento a las seales de presencia, a los smbolos que, semejantes a letras, leensean un lenguaje, el lenguaje del amor y del conocimiento. El hombre espiritual seinstruye por los smbolos y cuando quiere dar cuenta de su inefable experiencia tambinrecurre necesariamente a los smbolos.

    Si la vida humana es un juego en el que el individuo afronta el Cosmos y laNaturaleza, el smbolo es la regla de oro. El escritor alemn Hermann Hesse, tan

  • identificado con el espritu de la Edad Media, en su admirable obra Das Glasperlenspiel (Eljuego de los abalorios) hace del juego de los smbolos el origen de la vida; en l reside unlenguaje universal que permite a los jugadores establecer relaciones entre todo lo que es.Adems, la funcin de los reyes antiguos consista en repartir las riquezas de formaequitativa, fueran de naturaleza divina o terrenal. En su preocupacin de equidadconsideraban que su tarea ms importante era rectificar las denominaciones, es decir,llamar las cosas por su nombre y situar al hombre dentro de la funcin que le convena. Aeste respecto recordemos el episodio del Gnesis en el que Adn se convierte en el primerdueo de la Creacin, dando nombre a animales y vegetales. Este modo de accin es deardiente actualidad. Acaso los hombres no se destrozan hoy en las guerras y en losconflictos ms diversos por haber perdido su sentido creador palabras tales como Dios,verdad, smbolo, conocimiento? En vez de ser unos hogares de luz los que resorbanlas contradicciones, son origen de los ms sangrientos enfrentamientos imponiendo cadauno su postura a sus semejantes sin el menor miramiento. Acaso nuestra civilizacin no separece en determinados perodos a ese capitel en el que un obrero, vido de ganancias y dehonores, asesina cobardemente al maestro de obra que le negaba un ascenso?

    Al nombrar los capiteles, es decir, al identificar cada uno de sus significadossimblicos, nombramos nuestros propios estados de conciencia y aprendemos aconocernos. La ms elemental honestidad nos obliga a admitir que forzosamentedescubriremos en las obras de arte de la Edad Media aspectos que sus creadores ni siquierahaban imaginado. Lejos de traicionar o de sumergirnos en la fantasa, no, haremos ms queaplicar con toda humildad los preceptos del antiguo simbolismo. Una escultura simblicano muere el mismo da de su ejecucin, se prolonga hasta el infinito en las miradas y lasinterpretaciones de generaciones sucesivas. Nos bastar un ejemplo para precisar esta idea.Los creadores del smbolo del Dragn, al parecer, vean en l la potencia fulgurante de laenerga que anima al Universo. Las antiguas sociedades de iniciacin aadan que figurabatambin como el iniciador contra el que lucha el nefito para adquirid el Conocimiento.Luego los cristianos hicieron del dragn el smbolo del mal al propio tiempo que loidentificaban como guardin de tesoros ocultos. Se atribuy al dragn buen nmero deotros significados y an sigue siendo posible crear otros nuevos partiendo de las fuentes deque disponemos. Ninguna verdad es absoluta; cada intrprete tiene el deber de prolongar elpensamiento de sus predecesores y, ayudndose con su experiencia, enriquecer la Tradicin.

    Segn Bernard de Chartres, somos unos individuos minsculos encaramados sobrelos hombros de los gigantes que nos precedieron. Estos ltimos equivalen a los momentosde conciencia excepcionales vividos por nuestros antepasados y a los progresos espiritualesque realizaron. Al elevarnos desde su alta estatura, abrimos los ojos ante paisajesdesconocidos.

  • Abandonados a nosotros mismos en una ciudad de inquietantes ddalos, de callesexpresivamente ruidosas, buscamos una va. En aquellas civilizaciones en las que laespiritualidad pareca tan indispensable como la produccin econmica, se presentsiempre al smbolo como el instrumento de medicin que permita comprenderse ycomprender al mundo. Para el hombre medieval este ltimo procede del Uno y retorna alUno; la multiplicidad, la dispersin constituye la trampa mortal; nuestro primer esfuerzoconsiste en emerger del follaje, en salir del entrelazamiento de ramas que nos ahogan, talcomo se observa en infinitos capiteles. Al pasar por el molino del misterio que tritura alhombre viejo, y crea al hombre nuevo, consideramos los smbolos como puntos de luz,como lmparas que iluminan el Universo. La Edad Media proclama que sufrimos porqueestamos ciegos. Tan pronto como veamos con claridad, al comprender que somos elsmbolo de una realidad inmortal, conoceremos un gozo indescriptible y seremos unapiedra de la catedral que se edifica hasta el fin de los tiempos.

    Desde luego, el lenguaje simblico slo ocupa un lugar muy secundario en nuestrasociedad. Cabe imaginar que un jefe de Estado actual afirme a su pueblo que supreocupacin primordial es la redencin colectiva y que su mayor preocupacin estriba enla evolucin espiritual de los ciudadanos? Estas afirmaciones, habituales en los antiguosImperios tradicionales, parecen ir quedando cada vez ms relegadas al terreno de la utopa.Sin embargo, en cada instante puede reconstituirse y revivificarse la totalidad de lossmbolos. Combatidos, agredidos, rechazados, los smbolos permanecen indestructibles,semejantes al rey Arts (o Arturo), gran maestre de la Tabla Redonda. Herido de muerte,

  • yace sobre un lecho de oro en la isla de Avaln y esperar todos los siglos necesarios alcaballero que le coja la mano y haga florecer de nuevo un mundo reseco. El ciclo del Grialconoci su primer apogeo con ocasin de la curacin del rey enfermo y termin con laenfermedad del monarca cuya elevada figura atraviesa la Edad Media, herida de muerte alpropio tiempo que l.

    La Edad Media histrica est muerta y nadie la resucitar. La Edad Media simblicaacaso se encuentre hoy ms viva que hace cuatrocientos aos. Con el retrocesodiscerniremos con una mayor claridad sus perfiles de remate, las cimas que ha escalado. Enlas llanuras de Francia las montaas de piedra yerguen sus flechas hacia el tiempo del cielo,que nosotros tenemos el deber de reconstruir aqu abajo y desde este mismo momento.

    Ha habido etnlogos que han pretendido que la gestacin de los signos dependa delmedio geogrfico y del clima poltico de una poca. Aunque esta opinin quedecomprobada al establecer la lista de smbolos menores ligados a un terruo, no es exactacuando se examinan los grandes smbolos civilizadores creados por el pensamiento delhombre. Ningn egipcio, ningn medieval vieron nunca un fnix. Sin embargo, esta mismaave mtica aparece abundantemente representada por ambas culturas, tan preocupadas porla resurreccin permanente del alma. Es indudable que el hombre queda marcado por supoca y su pas; si permanece ah, no piensa l, sino que es pensado. Los smbolos tejen unatrama ms o menos visible segn las circunstancias, una trama que tan slo depende delespritu. Sin ningn contacto directo, en unas condiciones materiales distintas, el antiguoegipcio, el imaginero de la Edad Media y el artista chino trazan la misma cruz dentro de unmismo crculo para simbolizar las cuatro direcciones del espacio de un universo enmovimiento.

    El simbolismo no est reservado a los eruditos. Es un autntico pan cotidiano que nose encuentra en las bibliotecas ni en los viejos pergaminos, sino en la Naturaleza y ennuestra propia conciencia, ya sea cientfica, potica o intelectual. Aun cuando sea abordadode una manera distinta, la meta sigue siendo idntica. No olvidemos que nos beneficiamosde una oportunidad excepcional. Gracias a las ediciones de textos tradicionales, a unadifusin sin cesar creciente del espritu simblico y al desarrollo del turismo que suprimedistancias, descubrimos un panorama gigantesco en el que conviven sin entorpecer elAntiguo Egipto, la India, la Antigua China, el Medievo occidental y tantas otras culturasque aprendemos a conocer de una manera progresiva. Nunca tuvieron los antiguos a sudisposicin unas perspectivas tan vastas, tan estimulantes