02036048 PRISLEI Cultura Popular, Cultura Populista.

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75 CULTURA POPULAR, CULTURA POPULISTA. TRAZOS DE UN MAPA INDICIARIO ENTRE LA CRISIS DEL ’30 Y EL PERONISMO Leticia Prislei * Las ideas mismas de “pueblo” y de “lo popular” son un problema po lítico cultural que debe investigarse. Si se piensa el proceso histórico en términos relacionales podemos discurrir que, en la Argentina de los años ’30 hasta la década del ’50, se configura un campo de fuerzas sociales y culturales que producen, ponen en circulación y reproducen o reformulan representaciones que intervienen activamente en el tejido social. Me propongo delinear un mapa indiciario de las mismas tomando como referencia algunos de los intelectuales más representativos de período situados en distintas vertientes del nacionalismo y del marxismo. Partimos de la hipótesis que la representación del pueblo del populismo, en tanto representación menos conceptual que mítica, implica la construcción de un sujeto privilegiado de la sociedad y de la historia, sujeto homogéneo depositario de valores positivos, igualitaristas y por momentos salvíficos. Reservorio por ello de valores tradicionales que pueden oficiar de potencias regeneracionistas hacia el futuro y de saberes fundamentales emanados del contacto espontáneo con la realidad y alejado de los saberes librescos 1 . Por ende, cabe plantearse algunas preguntas. ¿Cómo se piensa al pueblo, lo popular y la cultura en sede populista y entre aquéllos que se diferencian de ella?¿ Se puede hablar de una cultura política populista, en el sentido de la forma que hacen política los distintos actores políticos en la Argentina de este período? ¿Se puede considerar una cultura populista con rasgos propios que se diferenciaría de una cultura popular? Esta última ¿no es también un falso problema? ¿ Cómo vincular medios masivos con instituciones, mercancías, actividades simbólicas que producen el pueblo con la producción de una forma determinada de identidad colectiva, un conjunto determinado de actitudes y valores, una clase determinada de reconocimiento, un sentido determinado de pertenencia? En busca de algunas respuestas realicé un itinerario a partir de las interrogaciones y apuestas que se jugaron a lo largo de esos casi treinta años. * Profesora Asociada ( UBA- UNCOMA) Dra en Filosofía. Directora del proyecto de investigación La cultura populista en la Argentina (2008-2010) 1 Algunas lecturas sugerentes acerca del populismo han sido : Samuel, Raphael (ed.) (1984). Historia popular y teoría socialista, Barcelona, Crítica; Taguieff, Pierre-André (1996). Populismo Posmoderno, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes; Savarino, Franco (2006.) “Populismo : perspectivas europeas y latinoamericanas”. Espiral. Estudios sobre Estado y Sociedad, México, 37, 75-93; Mackinnon, María Moira y Petrone, Mario Alberto (comp) (1998). Populismo y neopopulismo en América Latina. El problema de la Cenicienta, Buenos Aires, EUDEBA ; Neiburg, Federico (1998). Los intelectuales y la invención del peronismo. Buenos Aires, Alianza Editorial; Terán, Oscar (1993). Nuestros años sesentas. La formación de la nueva izquierda intelectual argentina, 1956- 1966, Buenos Aires, El Cielo por Asalto; Venturi, Franco (1981). El populismo ruso, Alianza, Madrid; Zanatta, Loris ( a cura di) (2004). Il populismo: una moda o un concetto?, Bologna, Richerche di storia politica 3 , 329- 443 1/7

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    CULTURA POPULAR, CULTURA POPULISTA. TRAZOS DE UN MAPA

    INDICIARIO ENTRE LA CRISIS DEL 30 Y EL PERONISMO

    Leticia Prislei*

    Las ideas mismas de pueblo y de lo popular son un problema poltico cultural que debe investigarse.

    Si se piensa el proceso histrico en trminos relacionales podemos discurrir que, en la

    Argentina de los aos 30 hasta la dcada del 50, se configura un campo de fuerzas sociales y culturales que producen, ponen en circulacin y reproducen o reformulan

    representaciones que intervienen activamente en el tejido social. Me propongo delinear

    un mapa indiciario de las mismas tomando como referencia algunos de los intelectuales

    ms representativos de perodo situados en distintas vertientes del nacionalismo y del

    marxismo.

    Partimos de la hiptesis que la representacin del pueblo del populismo, en tanto

    representacin menos conceptual que mtica, implica la construccin de un sujeto

    privilegiado de la sociedad y de la historia, sujeto homogneo depositario de valores

    positivos, igualitaristas y por momentos salvficos. Reservorio por ello de valores

    tradicionales que pueden oficiar de potencias regeneracionistas hacia el futuro y de

    saberes fundamentales emanados del contacto espontneo con la realidad y alejado de

    los saberes librescos1. Por ende, cabe plantearse algunas preguntas. Cmo se piensa al

    pueblo, lo popular y la cultura en sede populista y entre aqullos que se diferencian de

    ella? Se puede hablar de una cultura poltica populista, en el sentido de la forma que

    hacen poltica los distintos actores polticos en la Argentina de este perodo? Se puede

    considerar una cultura populista con rasgos propios que se diferenciara de una cultura

    popular? Esta ltima no es tambin un falso problema? Cmo vincular medios

    masivos con instituciones, mercancas, actividades simblicas que producen el pueblo

    con la produccin de una forma determinada de identidad colectiva, un conjunto

    determinado de actitudes y valores, una clase determinada de reconocimiento, un

    sentido determinado de pertenencia?

    En busca de algunas respuestas realic un itinerario a partir de las interrogaciones y

    apuestas que se jugaron a lo largo de esos casi treinta aos.

    * Profesora Asociada ( UBA- UNCOMA) Dra en Filosofa. Directora del proyecto de investigacin La

    cultura populista en la Argentina (2008-2010) 1 Algunas lecturas sugerentes acerca del populismo han sido : Samuel, Raphael (ed.) (1984). Historia

    popular y teora socialista, Barcelona, Crtica; Taguieff, Pierre-Andr (1996). Populismo Posmoderno,

    Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes; Savarino, Franco (2006.) Populismo: perspectivas europeas y latinoamericanas. Espiral. Estudios sobre Estado y Sociedad, Mxico, 37, 75-93; Mackinnon, Mara Moira y Petrone, Mario Alberto (comp) (1998). Populismo y neopopulismo en Amrica

    Latina. El problema de la Cenicienta, Buenos Aires, EUDEBA ; Neiburg, Federico (1998). Los

    intelectuales y la invencin del peronismo. Buenos Aires, Alianza Editorial; Tern, Oscar (1993).

    Nuestros aos sesentas. La formacin de la nueva izquierda intelectual argentina, 1956- 1966, Buenos

    Aires, El Cielo por Asalto; Venturi, Franco (1981). El populismo ruso, Alianza, Madrid; Zanatta, Loris (

    a cura di) (2004). Il populismo: una moda o un concetto?, Bologna, Richerche di storia politica 3 , 329-

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    usuario6Cuadro de texto02/036/048 - 7 cop(Pensamiento Argentino y Latinoamericano)

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    Sondeos exploratorios en la composicin del mapa: algunos indicios

    El nacionalismo neorrepublicano de los Irazusta atraviesa dos momentos de acuerdo a

    las convicciones que sustentan su concepcin de toma del poder, sea a travs de las

    elecciones, sea mediante el golpe de estado. Periodizacin que transcurre entre 1) la

    crisis que comienza a apuntar a mediados de los 20 hasta las elecciones de 1928 y 2) el

    fracaso de sus aspiraciones polticas luego del desencanto producido por el golpe del

    30 hasta el peronismo. El pensamiento poltico de los neorrepublicanos se construye en tensin entre el principio de soberana popular y el de soberana nacional. Si en el

    primer momento el pueblo lo componen los ciudadanos varones mayores de edad

    capaces de sufragar, el mismo sera limitado al excluirse tanto a los empleados

    estatales, cuanto a los miserables (los delincuentes de toda categora, los analfabetos, a los insolventes, los extranjeros)2 en un sentido que evoca la contracara del atribuido a los mismos por Benjamin. Dicha exclusin implica una particular concepcin del

    estado que comprendera una base social apoltica decididamente ampliada que

    reproduce la poltica gestionada desde las instancias ms altas del Ejecutivo gobernante.

    Completa el cuadro la idea segn la cual lo popular se identifica con lo nacional. En un segundo momento lo nacional y lo popular se subsume en un grande hombre

    que condensara ambas dimensiones: Rosas que habra sido derrotado por el

    resurgimiento de una oligarqua de mentalidad europea facilitadora del triunfante

    recorrido del imperialismo ingls3. El arribo de Pern al poder, sin embargo, ampliar

    la condicin miserabilista negra del pueblo ciego por su impenitente ignorancia

    provocando el paradjico remozamiento de la nocin ilustrada del mismo. Claro que la

    razn irazustiana se identificara con una fuerza militar correctora de los desvos

    demaggicos.

    Dos expresiones diferenciadas del nacionalismo populista se manifiestan en Manuel

    Glvez y Arturo Jauretche.

    Glvez en los 30 ha reafirmado su descreimiento en la va electoral. Tal como resulta evidente en los artculos que componen Este pueblo necesita su esperanza se deposita en la experiencia iniciada hace una dcada por el fascismo italiano

    4. Glvez considera que la

    crisis donde estn inmersas las sociedades de posguerra puede superarse en la conjuncin

    posible entre un hombre providencial y el pueblo. Formula la sntesis de su apuesta

    imaginando un fascismo criollo donde confluyera un socialismo con orden y religin

    erigido sobre el apoyo de las masas guiadas con mano dura por el hombre que supiera

    poner en prctica la parte social de su doctrina5. El nuevo orden se concibe cimentado en

    un Estado fuerte que estuviera por encima de los egosmos de clase y que fuese capaz de

    imponer las reformas requeridas por la hora presente. El pueblo se identifica con la masa conformada centralmente por hombres y mujeres sin partido que no creen en la poltica. El

    17 de octubre de 1945, mirado piadosamente desde el balcn del departamento compartido

    con su esposa Delfina Bunge en la calle Santa Fe, concreta sus presunciones ante una

    2 El programa de gobierno de La Nueva Repblica , 20/ 10/ 1928 en Barbero, Mara Ins y Devoto,

    Fernando (1983). Los nacionalistas, Buenos Aires, Centro Editor de Amrica Latina, 116 3 Irazusta, Rodolfo y Julio (1934). La Argentina y el imperialismo britnico , Buenos Aires, TOR

    4 Al respecto ver : Prislei, Leticia(2008). Los orgenes del fascismo argentino, Buenos Aires, Buenos

    Aires, Edhasa 5 Glvez, Manuel (1935) Encuesta sobre el socialismo en Argentina, Buenos Aires, Noticias grficas

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    visin del evento como una pacfica manifestacin de un pueblo en marcha hacia el

    encuentro con el hombre que transformara el pas. En ese sentido, Delfina escribira en el

    diario catlico El Pueblo: De todos los puntos suburbanos veanse llegar grupos de

    proletarios, de los ms pobres de entre los proletarios, y pasaban debajo de nuestros

    balcones. Era la turba tan temida; era, pensbamos, la gente descontenta. Y cmo no

    estarlo? Despus de habrsele despojado de la esperanza en una vida mejor deba ella

    continuar en esta vida sometida a los ms rudos trabajos y los peor remunerados? Con

    nuestro antiguo temor, nuestro impulso fue el de cerrar los balcones. Pero al asomarnos a

    la calle, quedamos en suspenso. Pues he ah que esas turbas se presentaban a nuestros

    ojos como trocadas por una milagrosa transformacin. Su aspecto era bonachn y

    tranquilo. No haba caras hostiles ni puos levantados, como los vimos hace pocos aos.

    Ms aun, nos sorprendieron sus gritos y estribillos: no se peda la cabeza de nadie 6.

    Jauretche, a diferencia del populismo olmpico de Glvez, otorgar estatuto de

    cultura a lo que produce el pueblo. No slo afirmar la existencia de una cultura popular

    sino que la misma ser fuente de saberes fundamentales emanados del contacto

    espontneo del pueblo con la realidad y diferenciados del saber intelectual basado en

    libros y citas eruditas. Jauretche cultiva un populismo fraternalista. Aunque se imagina

    como portavoz del pueblo, colocndose a distancia de aqul, practica una retrica

    articulada en base al lenguaje popular y comparte la calle con sus paisanos. Distinguindose de los intelectuales agrupados en Sur, que los contornistas

    caracterizaran como los seores del universo, la figura del intelectual populista, al modo de Jauretche, se asemeja ms a la de un hermano mayor del pueblo al que ostenta

    pertenecer y del que expulsa a la clase media agrupada en el medio pelo. Si apela a la va militar, tal como lo expresara en El Paso de los Libres prologado por Borges, sera

    con el objetivo de restablecer al gobierno radical surgido de la soberana popular. Por

    otra parte, aunque reconoce los liderazgos de Yrigoyen y de Pern, mantiene una

    relativa autonoma. Desconfa tanto del providencialismo del grande hombre cuanto del

    demoliberalismo que no es otra cosa que la democracia representativa.

    En Ezequiel Martnez Estrada, autosituado por entonces a distancia de la izquierda y

    la derecha, Pern no llega a la Argentina del Facundo, sino a la de Radiografa de la

    pampa. Es decir, un pas atravesado por una serie de invariantes histricos que hacen

    pivote en la barbarie. Pern revelara una zona del pueblo que hasta entonces estaba

    invisibilizada : nuestros hermanos harapientos, nuestros hermanos miserables. Lo que

    se llama, con una palabra tcnica, el Lumpenproletariat. Era asimismo la Mazorca,

    que sali de los frigorficos como la otra sali de los saladeros. Eran las mismas

    huestes de Rosas, ahora enroladas en la bandera de Pern. (...) y aparecieron con sus

    cuchillos de matarifes en la cintura, amenazando con una San Bartolom del Barrio

    Norte. Sentimos escalofros vindolos desfilar en una verdadera horda silenciosa con

    carteles que amenazaban con tomarse una revancha terrible. () La clase media libre y la burocracia quedaron detrs o debajo de ellos. Form una nueva clase, por decirlo

    as, intermedia entre la superior y la clase media propiamente dicha.7 Zona del pueblo

    que se subsume en el genrico comn de resentidos, representacin del pueblo leda desde la orilla antiperonista que difiere tanto del armonioso cuadro narrado por los

    Glvez , cuanto del descripto por Jauretche en su Carta a Ernesto Sbato de septiembre

    de 1956 donde deca : lamento que usted, que tiene una formacin dialctica, haya recurrido a la interpretacin, inaugurada en nuestro pas por Ramos Meja, de querer

    6 Citado en Padon, Marcelo, Manuel Glvez ( Indito)

    7 Martnez Estrada, Ezequiel (1956). Qu es esto? Catilinaria, Buenos Aires, Lautaro, , 31- 32

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    resolver las ecuaciones de la historia por el camino de las aberraciones mentales y

    psicolgicas. No, amigo Sbato. Lo que moviliz a las masas hacia Pern no fue el

    resentimiento: fue la esperanza. Recuerde usted aquellas multitudes del '45, dueas de

    la ciudad durante dos das, que no rompieron una vidriera, y cuyo mayor crimen fue

    lavarse los pies en la Plaza de Mayo, provocando la indignacin de la seora de

    Oyuela, rodeada de artefactos sanitarios. Recuerde esas multitudes, aun en

    circunstancias trgicas y las recordar siempre cantando en coro- cosa absolutamente

    inusitada entre nosotros- y tan cantores todava, que les han tenido que prohibir el

    canto por decreto-ley. No eran resentidos. Eran criollos alegres porque podan tirar las

    alpargatas para comprar zapatos y hasta libros, discos fonogrficos, veranear,

    concurrir a los restaurantes, tener seguro el pan y el techo y asomarse a formas de vida

    "occidentales" que hasta entonces les haban sido negadas () Deje, pues, eso del resentimiento y haga el trabajo serio de que usted es capaz, y que el pas merece. No

    importa lo que diga de nosotros; pero no eluda el problema de fondo, o no lo mencione

    slo incidentalmente. Es usted mucho ms que Ghioldi o un Snchez Viamonte, para

    usar la tcnica que esos intelectuales ya utilizaron contra el otro movimiento de masas,

    tambin "resentidas", que acompa a Yrigoyen, el otro "dictador"() Ms lgico hubiera sido en Usted sealar la coincidencia entre esas dos pocas, las dos grandes

    guerras, y el proceso de industrializacin y plena ocupacin que, al permitir levantar el

    nivel de vida de las masas, le dio acceso a la accin poltica.8. En Martnez Estrada el

    pueblo de los miserables se opone al de la clase media libre y la burocracia estatal

    alterndose por accin de Pern la jerarqua social existente. Pero la dislocacin de la

    estructura de clases no es el prolegmeno de una revolucin social sino la anulacin de

    posibilidad de la misma ante el imperio de un rgimen fundado en las huestes del

    lumpenproletariado. Retrica permeada por un anlisis de clase que no admite filiacin

    ideolgico partidaria y que en la custica lectura realizada respecto de la intelectualidad

    argentina coincide con otros intelectuales en declararse y declararlos culpables de la

    dcada peronista a todos por igual. En la Argentina brbara que imagina Martnez

    Estrada no hay proletarios, ni hay cultura, slo la habitan formas monstruosas e

    inclasificables.

    En tanto, el Agosti de estos aos intenta diferenciarse respecto de los discursos

    nacionalistas vigentes hasta ese momento y emprende la tarea de articular un discurso, en

    sede comunista, que pueda redefinir en clave gramsciana el cruce entre lo nacional y lo

    popular. En ese sentido practica la relectura de una categora: comunidad, ms

    especficamente se plantea criticar la posibilidad de una comunidad de cultura. Contrario a

    la homogenizacin de la cultura puesto que la misma expresa las contradicciones

    existentes en la sociedad real, sustenta que el proceso cultural ms legtimo est siempre

    representado por los elementos nacionales- populares que empujan el curso de la

    historia9. Se trata de reconocer la lucha por la produccin y por la apropiacin social del sentido disputando con la intelectualidad deformada de nuestra peculiar burguesa los

    avances renovadores de la herencia cultural que es el fundamento de nuestra continuidad

    como nacin. De modo que en la confrontacin entre tradicin y renovacin se impone

    reivindicar la voluntad rivadaviana de constituir una sociedad burguesa, el nacionalismo

    democrtico de Echeverra, la pedagoga avanzada de Sarmiento, el sistema

    representativo de gobierno, la organizacin del movimiento obrero, la aparicin de las

    8 Jauretche, Arturo (2004). Los profetas del odio y la yapa, Buenos Aires, Corregidor, 8- 9

    9 Agosti, Hctor (1982). Nacin y cultura, Buenos Aires, CEDAL, 113

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    ideas socialistas10

    . Ese lazo de continuidad progresiva se hace necesario particularmente

    en Amrica latina porque se haya inmersa en un combate mayor: la lucha antiimperialista.

    Por tanto el pueblo deviene tal en la medida en que se conforma un bloque histrico donde

    sujetos provenientes de distintos orgenes de clase confluyan en un objetivo comn. Pero

    adems, la cultura no se concibe aislada de los cambios que se producen en la sociedad y

    la mutacin de la conciencia social aparece como un fenmeno sociocultural capaz de

    alterar las relaciones de fuerza en una sociedad. En ese sentido, Agosti considera que el

    imperialismo pretende abolir los contenidos nacionales especficos de cada pueblo para

    afianzar la dominacin mediante la legitimizacin de un pensamiento supuestamente

    universal. Si por un lado, impugna el sesgo paternalista, propio del populismo, de quienes

    postulan una cultura para las masas ,por otro lado, entiende a la cultura como un proceso

    unitario rechazando la dicotoma entre las lites y las masas al tiempo que reconoce las

    tensiones, enfrentamientos y solidaridades que se juegan en el campo diferenciado de las

    sociedades capitalistas. No obstante, cree que en la Argentina de los 50 es momento de crear una nueva elite: una nueva capa de intelectuales capaces de instrumentar la

    hegemona ideolgica de las flamantes clases en ascenso11

    que se diferencie con claridad

    de los viejos mandarines apartados del pueblo- nacin. Por otra parte, resulta necesario

    distinguir cultura popular de cierto populacherismo sin carnaduras visibles en la realidad del pas que no tendra otro propsito que mantener la servidumbre del pueblo con

    el pretexto de respetarlo en sus gustos propios. Si la cultura popular es fragmentaria y

    degradada, tambin es el fermento de transformaciones sociales. De ah Agosti expone su

    tesis sobre el tango en polmica con Juan Jos Hernndez Arregui. Este ltimo haba

    escrito que el tango, la msica ms popular de Buenos Aires, es a-nacional, configurando

    un espectro triste del cosmopolitismo porque haba nacido en el momento en que la

    inmigracin masiva inundaba la capital desintegrando la sociedad existente y condenando

    a los nativos a la marginalidad12

    . Planteo que para Agosti no carece de sugestin dada

    adems la supuesta decadencia del tango ante la emergencia de los cabecitas negras que se

    acompasa con la creciente popularidad de melodas folklricas autnticas y falsificadas.

    Ese desplazamiento, en la lectura de Hernndez Arregui, se justificara en virtud de las

    resonancias nacionales que evoca y que yacan adormecidas en el hombre del puerto. Sin

    embargo, Agosti cree que no es la restauracin nacionalista en clave de msica nativa lo

    que barre con el tango sino la invasin cosmopolita de los rocks y otras extravagancias,

    promovidas por los tiles mecanismos imperialistas de las radios en cadena, los cines en

    cadena y los monopolios de la industria fonogrfica13

    . El tango, desde su perspectiva y a

    pesar de disertaciones moralizantes y de denuestos nacionalistas, integra nuestra formacin

    popular como uno de los componentes de la herencia nacional que va constituyendo ms

    all de nuestras fronteras los rasgos de lo argentino. La cultura popular es la cultura misma

    que adquiere dimensin nacional, en ese sentido, para Agosti, Shakespeare sera ejemplar.

    Conclusin que conlleva la necesidad de revincular intelectuales y pueblo. Recurriendo

    una vez ms a Gramsci encontrar que en Argentina, como en Italia, el trmino nacional tiene un significado muy restringido ideolgicamente y no tiene coincidencia con

    popular. Las razones de este desencuentro residiran en el divorcio entre intelectuales y pueblo. Los primeros ignoran, y an repudian, la sensibilidad popular y por ende estn

    impedidos de reelaborarla luego de haberla revivido y haberla transformado en cosa

    10

    Agosti, Nacin y cultura , 119. 11

    Ibdem, 129 12

    Hernndez Arregui, Juan Jos. (1957) Imperialismo y cultura, Buenos Aires, Amerindia, 128- 133 13

    Agosti, Nacin y cultura , 132.

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    propia. Prerrequisito ineludible para que los intelectuales puedan cumplir una funcin

    educadora. De manera que una cultura nacional est lejos de ser un proceso concluido y

    beatificado para siempre jams, es , por el contrario, un proceso mltiple, variable, confuso

    y contradictorio sostenido por las innumerables manifestaciones que representan la

    continuidad histrica de un pueblo.

    Para Agosti, recurriendo a Lenin, el populismo no hace otra cosa que inventarle al

    proletariado gustos, sensibilidad e inteligencia para imponerle una cultura pretendidamente

    adaptada a stos. Ese populismo no sera ms que una forma de la mistificacin burguesa

    de la cultura. No se tratara de ir al pueblo, de acercarse al pueblo, sino de ser pueblo en la

    integridad de contenidos nacionales y sociales que esa palabra representa. Es decir, estar

    atento a lo nuevo aunque se presente de modo desmaado, oscuro carente an de

    destrezas tcnicas y formales puesto que en la Argentina de fines de los50 se est asistiendo a sus manifestaciones en el terreno de la literatura, de la tcnica, del arte, de la

    universidad.

    Reflexiones y vas abiertas para seguir

    El siglo XX recoge el legado de la tensin entre la concepcin ilustrada y la concepcin

    romntica de la nocin de pueblo. La primera, como se sabe, diferencia el principio de la

    soberana popular como fuente de legitimidad del poder poltico de la concepcin del

    pueblo concreto como conglomerado de pasiones e ignorancia que acceder a la

    civilizacin mediante la intervencin iluminadora de la razn. En tanto, el romanticismo

    reconoce en el pueblo la fuente cultural distintiva de una nacin. Los nacionalismos del

    siglo XX tendrn que lidiar con estas herencias. Cuestin que despliega ribetes ms

    complicados en la medida en que comienza a desarrollarse la teorizacin sobre la

    democracia y a vivirse la experiencia de traducir el principio de soberana popular por un

    lado, en una institucin: el sufragio y, por otro, en un valor: la igualdad. Si volvemos a

    recorrer las intervenciones intelectuales que analizamos se practican diversos modos de

    inclusin o exclusin bajo el genrico pueblo El rasgo comn es la imposibilidad de eludir su uso, hasta dira se considera clave para la concepcin y la construccin del poder.

    No obstante, podra precisarse que los modos de la interaccin entre pueblo, nacin,

    popular y cultura es la arena de inters y de debate entre el populismo y el marxismo.

    Claro que depende en qu orilla se site la lectura puede concluirse que el populismo

    conlleva en s la posibilidad de cambio del orden social dominante, o bien es la va que

    ocluye las transformaciones sociales. Y quizs donde este dilema se plantea con ms

    claridad sea en la prctica de la perspectiva cultural. Slo investigando la cultura se

    tornara inteligible la dinmica que moviliza la contradiccin entre el conservadurismo

    de los contenidos y la rebelda de las formas, o al revs, esa constante de las culturas

    populares en las que la rebelda emerge en nombre de la costumbre. Forma paradjica

    de defender su identidad y la fuente del arsenal de protesta que yace hasta en sus

    prcticas ms festivas y en sus rituales ms tradicionales.

    Por otro lado, la amplificacin del debate sobre el tango, acotado en este trabajo a las

    diferencias entre Agosti y Hernndez Arregui, sugiere un buen acercamiento de foco a

    la problematizacin de los modos en que lo popular se apropia de lo masivo al tiempo

    que se constituye una subjetividad popular en clave sentimental en el cruce entre tango

    y cancin popular con la radio y el cine.

    Si el acceso a los medios de comunicacin desde algunas miradas se interpreta como un

    modo de democratizar el uso de bienes materiales y simblicos en una sociedad, no es

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    menos cierto que por entonces ya surgen otras posiciones ms crticas. Cabe recordar que

    en 1947 Theodor Adorno y Max Horkheimer haban publicado en msterdam Dialctica

    del iluminismo donde se referan a la cultura de masas, trmino que a fines de los 50 reemplazaran por el de industria cultural, para analizar los nuevos dispositivos mediticos

    que facilitan y refuerzan la dominacin.

    En tanto, Michel De Certeau 14

    abre la posibilidad a la indagacin de todo aquello que

    no es pensable desde esa lgica. Es la cara de la cotidianeidad que recorta la de la

    creatividad dispersa, oculta, sin discurso, la de la produccin inserta en el consumo. Se

    pregunta: Qu hace la gente con lo que cree, con lo que compra, con lo que lee, con lo

    que ve? Y se sita en busca de respuesta all donde rigen las tcticas que se producen

    desde el lugar de la resistencia, no en el espacio de las estrategias que slo pueden

    delinearse desde las posiciones de dominacin. Quizs en esa perspectiva se pueda

    transitar alguna va de respuesta a las preguntas abiertas cuando empec a imaginar los

    perfiles de este mapa inconcluso.

    14

    Al respecto ver: De Certeau, Michel (1996). La invencin de lo cotidiano 1 Artes de hacer, Mxico,

    Universidad Iberoamericana

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