08 de diciembre La Concepción Inmaculada de la Santísima Madre de Dios

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La Concepción Inmaculada de la Santísima Madre de Dios 08 de diciembre UNIDAD DE ESPIRITUALIDAD EUDISTA “Cuando la divina bondad quiere honrar a una criatura con alguna gracia extraordinaria, nunca esta va sola, sino siempre acompañada de muchas otras ventajas.” (San Juan Eudes)

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La Concepción Inmaculada de la

Santísima Madre de Dios

08 de diciembre

UNIDAD DE ESPIRITUALIDAD EUDISTA

“Cuando la divina bondad quiere honrar a una criatura con alguna gracia extraordinaria, nunca esta va sola, sino siempre acompañada de muchas otras

ventajas.” (San Juan Eudes)

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PRIVILEGIOS MARAVILLOSOS DE LA CONCEPCIÓN INMACULADA DE LA SANTÍSIMA MADRE DE DIOS

(San Juan Eudes, La infancia Admirable de la Santísima Madre de Dios, Cap. VIII)

Queridos hermanos, reciban un saludo fraterno de parte de la Unidad de Espiritualidad Eudista. El 08 de diciembre celebramos la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María. Los invitamos a meditar con san Juan Eudes sobre esta realidad divina:

Cuando la divina bondad quiere honrar a una criatura con algu-na gracia extraordinaria, nunca esta va sola, sino siempre acompañada de muchas otras ventajas. Su concepción Inmacu-lada es para la preciosísima Virgen un favor extraordinario de Dios que va seguido de muchos otros privilegios entre los cuales hago notar los más principales. El primero, es que fue concebida milagrosamente y por virtud sobrenatural. Este es el sentir de San Epifanio, San Juan Da-masceno, San Gregorio Niseno, San Jerónimo y muchos otros santos doctores. Porque Santa Ana era de edad avanzada y no había tenido hijos, pasados los veinte años de su desposorio con San Joaquín. El segundo privilegio es que la gloriosa Virgen no sólo fue pre-servada del pecado original en su concepción, sino que fue adornada de la justicia original y confirmada en gracia desde el primer momento de su vida, según muchos eminentes teólo-gos, a fin de ser más digna de concebir y dar a luz al Salvador del mundo; privilegio que jamás ha sido concedido a criatura alguna humana ni angélica; sino que no pertenece más que a la Madre del Santo de los santos, después de su Hijo Jesús. El tercer privilegio es que, según San Bernardino de Sena y

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otros muchos santos Doctores, tuvo uso de razón actualmente desde el momento de su concepción. Porque no se puede du-dar que la Madre no sea más privilegiada que el servidor, quie-ro decir que San Juan Bautista, de quien nos dice el santo Evan-gelio que se conmovió de gozo en el vientre de su madre cuan-do la santa Virgen le saludó; de donde concluye San Ambrosio que en aquel instante le fue dado el uso de la razón (Lib. 1 in Luc). Si preguntas de qué manera se dio a la Santísima Virgen el uso de la razón desde el primer instante de su vida, se te di-rá: que bien, elevando Dios de tal manera su entendimiento con su divina virtud que fuera capaz de obrar independiente-mente de los sentidos y órganos del cuerpo, o bien, fortifican-do los órganos y los sentidos de tal manera que estuvieran en disposición de cooperar a las funciones del entendimiento. El cuarto privilegio de esta maravillosa Concepción es que nuestra divina Niña no sólo tuvo en acto el uso de la razón na-tural desde el primer instante de su vida, sino que desde en-tonces se vio inundada de la luz de la fe, y de una luz sobrena-tural e infusa tan abundante que San Bernardino de Sena y San Alberto el Grande aseguran que conoció perfectamente a las criaturas y al Criador y todo el bien que se debe hacer y todo el mal que se debe evitar. Pero los mismos Bernardino y Alberto el Grande, con el abad Ruperto, San Bernardo, San Antonino, Dionisio el Cartusiano, Juan Gerson, Suárez y otros muchos van más allá: porque no temen afirmar que esta admirable Virgen gozó de la visión clara de Dios, por lo menos algunas veces en su vida. De ser esto así, bien puede creerse (y es este el quinto privile-gio) que se le concedió este poder para probar que vio el ros-tro de Dios al descubierto algunas veces en su vida, es que mu-

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chos convienen en que esta gracia fue hecha a Moisés y a San Pablo cuando fue arrebatado al tercer cielo, no pudiendo du-darse que la Reina sea menos favorecida que sus súbditos, ni creerse que los servidores hayan sido más privilegiados que la Madre. Ahora bien, nos consta, por el común sentir de los san-tos Doctores, que la bienaventurada Virgen fue llena de luz, de gracia y de santidad en el momento de su Concepción, y que amó más a Dios, siendo, por consiguiente, más amada de Dios que Moisés y San Pablo, aun considerados al fin de su vida. Por eso tenemos sólido fundamento para creer que no fue María menos favorecida de su divina Majestad al comienzo de su vida que estos Santos lo fueron en una edad más avanzada. Este es el sentir de muchos grandes teólogos. El sexto privilegio de su santa Concepción es que mirándola el Padre eterno desde este momento como a la escogida por El para ser la Madre de su Hijo, puso en su alma los fundamentos de una gracia proporcionada a esta dignidad infinita de Madre de Dios: gracia que considerada no más que en su comienzo, en su raíz y en sus fundamentos, supera a la gracia consumada

del primero de los serafines y del más grande de todos los santos: Está fundada sobre los montes santos (Sal 86,1). El séptimo privilegio es que todas las virtudes, con todos los dones y frutos del Espíritu Santo, y las ocho bienaventuranzas evangélicas se en-cuentran en el corazón de esta divi-na Niña desde el momento de su concepción, tomando entera pose-sión y estableciendo en ella su trono

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en un grado altísimo y proporcionado a la eminencia de su gra-cia. El octavo privilegio es que estando llena de luz y de gracia en el momento de su Concepción, permanece toda vuelta y en-tregada a su Dios. Toda, es decir, de espíritu, de corazón, de voluntad, de pensamiento y con todas las potencias de su alma, ofrecida y consagrada por completo a la gloria de su divina Ma-jestad. El noveno es que desde este momento comenzó a adorar, ala-bar glorificar y amar a Dios con toda su alma y con todas sus fuerzas y según toda la cantidad de gracia que en ella había. Por cuya razón puede decirse con toda verdad que como esta gra-cia aventajaba a la de los principales ángeles y mayores santos, adoró también a Dios más perfectamente, le alabó y glorificó más dignamente y le amó más ardientemente en el primer ins-tante de su vida que lo hicieran los primeros santos al fin de sus días; así como también que ella ha sido más amada de Dios y honrada de El con mayores favores que todas sus criaturas. El décimo privilegio es que esta bienaventurada Virgen no sólo fue llena de una gracia sin igual desde el primer instante de su vida, sino que el mismo Autor de la gracia, es decir el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo hicieron su entrada en su alma desde el primer momento en que se unió a su cuerpo y establecieron en Ella su morada y su reino con tal perfección que siempre en María reinaron absoluta y soberanamente y sin ninguna clase de obstáculos. El undécimo privilegio de la admirable Concepción de esta maravillosa Niña está expresado por estas palabras que ella misma dijo un día a Santa Brígida, cuyas revelaciones llevan la

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aprobación de la santa Iglesia. He aquí sus palabras: «Bien pue-de decirse que la hora de mi Concepción es la hora aurea y preciosa, porque es el comienzo de la salvación del mundo». ¡Oh qué verdaderas son estas palabras, puesto que esta bendita hora nos la ha dado la que es Madre de nuestro Salvador y la fuente primera, después de Dios, de nuestra eterna salvación! ¡Gracias eternas te sean dadas, adorabilísima Trinidad, ¡por to-dos los favores de que has colmado a esta Virgen incomparable en su maravillosa Concepción! ¡Que el cielo y la tierra, los án-geles y los hombres y todas las criaturas te alaben y bendigan por ello eternamente! Me gozo, amabilísima Madre, al verte toda pura, inmaculada y bella, toda santa y admirable desde el primer paso de vuestra vida.

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¡Sacratísima Virgen, amabilísima Niña, cuánto me gozo de verte amada,

predicada, anunciada en el cielo y en la tierra, antes de que estuvieras en

el mundo!

San Juan Eudes

Director: P. Álvaro Duarte Torres CJM

Diseño y compilación: Hermes Flórez Pérez