12. Creo en la resurrección de la carne - · PDF filese había estado diciendo en...

45
ÁREA ECLESIAL COMISIÓN NACIONAL DE CATEQUESIS. “CREO EN LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE” 1 El hombre es un ser compuesto de alma y materia, lo corporal y lo espiritual, dos elementos que forman una realidad. El texto del Génesis que nos habla de la creación señala que cuando Dios terminó de crear al hombre, al mirar su obra vió que “todo era muy bueno” (cf. Gén. 1,31). Todo lo creado es bueno y su plenitud la vive en la resurrección. Al mirar al hombre de hoy, podemos ver que se manifiesta muy preocupado por su cuerpo, tener las medidas exactas, los músculos necesarios, el peso ideal, etc. Hoy vivimos todo un culto al cuerpo, lo que nos lleva a preguntarnos: 1.- ¿Qué sentido tiene hoy el cuerpo? 2.- San Francisco de Asís, antes de morir le pedía perdón a su cuerpo por la manera en que lo había tratado en la vida. ¿Cómo se trata hoy al cuerpo? 3.- ¿Considero que el cuerpo es parte de mi trascendencia? Profundizando contenidos ¿Qué significa “resurrección de la carne”? El Nuevo Testamento nunca dice exactamente “resurrección de la carne”. Dice “resurrección” (a secas), “resurrección de los muertos” (por ejemplo, 1 Tes 4,16; 1 Co 15,12.35.42) e incluso dice “resurrección con el cuerpo” (cf. 1 Co 15,35). Y más: Pablo, según no pocos autores, rechazaría esa expresión, “resurrección de la carne”, porque para él “carne y sangre no pueden poseer el Reino de Dios” (1 Co 15, 50). Ya con esto se manifiesta que, al hablar de lo que significa la carne resucitada, se entra en un terreno muy movedizo de oscilación de significados. Efectivamente, en el uso paulino la palabra carne no significa simplemente algo físico, sino que añade a ello una terminante connotación moral y religiosa de sentido negativo (carne sería en lo humano algo físico, pero visto en cuanto que se opone en nosotros a los designios de Dios: ver, por ejemplo, Rom 7, 14.18). Entonces es contradictorio que esa carne alcance el Reino. El hombre y la mujer tienen que despojarse de su ser carnal para entrar en él. Pero muy poco después la palabra carne se estaba entendiendo también de otra manera. Por ejemplo, en Lucas 3,6 se dice que “toda carne” verá la salvación de Dios; y en Hch 2, 26 se habla de que la carne (del sepulcro) descansará esperanzada. Estamos ante un uso muy bíblico, según el cual la palabra carne; siendo, como en Pablo, algo físico cargado de 1 La Comisión Nacional de Catequesis agradece a Hna. Cecilia Osses por su colaboración.

Transcript of 12. Creo en la resurrección de la carne - · PDF filese había estado diciendo en...

ÁÁRREEAA EECCLLEESSIIAALL CCOOMMIISSIIÓÓNN NNAACCIIOONNAALL DDEE CCAATTEEQQUUEESSIISS..

“CREO EN LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE”1 El hombre es un ser compuesto de alma y materia, lo corporal y lo espiritual, dos elementos que forman una realidad. El texto del Génesis que nos habla de la creación señala que cuando Dios terminó de crear al hombre, al mirar su obra vió que “todo era muy bueno” (cf. Gén. 1,31). Todo lo creado es bueno y su plenitud la vive en la resurrección. Al mirar al hombre de hoy, podemos ver que se manifiesta muy preocupado por su cuerpo, tener las medidas exactas, los músculos necesarios, el peso ideal, etc. Hoy vivimos todo un culto al cuerpo, lo que nos lleva a preguntarnos: 1.- ¿Qué sentido tiene hoy el cuerpo? 2.- San Francisco de Asís, antes de morir le pedía perdón a su cuerpo por la manera en que lo

había tratado en la vida. ¿Cómo se trata hoy al cuerpo? 3.- ¿Considero que el cuerpo es parte de mi trascendencia? Profundizando contenidos ¿Qué significa “resurrección de la carne”? El Nuevo Testamento nunca dice exactamente “resurrección de la carne”. Dice “resurrección” (a secas), “resurrección de los muertos” (por ejemplo, 1 Tes 4,16; 1 Co 15,12.35.42) e incluso dice “resurrección con el cuerpo” (cf. 1 Co 15,35). Y más: Pablo, según no pocos autores, rechazaría esa expresión, “resurrección de la carne”, porque para él “carne y sangre no pueden poseer el Reino de Dios” (1 Co 15, 50). Ya con esto se manifiesta que, al hablar de lo que significa la carne resucitada, se entra en un terreno muy movedizo de oscilación de significados. Efectivamente, en el uso paulino la palabra carne no significa simplemente algo físico, sino que añade a ello una terminante connotación moral y religiosa de sentido negativo (carne sería en lo humano algo físico, pero visto en cuanto que se opone en nosotros a los designios de Dios: ver, por ejemplo, Rom 7, 14.18). Entonces es contradictorio que esa carne alcance el Reino. El hombre y la mujer tienen que despojarse de su ser carnal para entrar en él. Pero muy poco después la palabra carne se estaba entendiendo también de otra manera. Por ejemplo, en Lucas 3,6 se dice que “toda carne” verá la salvación de Dios; y en Hch 2, 26 se habla de que la carne (del sepulcro) descansará esperanzada. Estamos ante un uso muy bíblico, según el cual la palabra carne; siendo, como en Pablo, algo físico cargado de

1 La Comisión Nacional de Catequesis agradece a Hna. Cecilia Osses por su colaboración.

connotaciones valorativas; lo que implica es debilidad, pero no oposición al designio de Dios (como señala Isaías 40, 6 “toda carne es heno”). De esta manera, para confesar la fe de la comunidad en el símbolo o “credo” romano del siglo II, aparecen las palabras “creo en la resurrección de la carne”, que se mantendrán en el “símbolo apostólico”. Éste, como sabemos, pasó en seguida al ritual de las iglesias de occidente, y con él la expresión resurrección de la carne se convirtió durante 1600 años, para las iglesias occidentales, en “la correcta” expresión de la fe. Hasta que en algunos textos litúrgicos posteriores al Vaticano II se prefiere decir “resurrección de los muertos”, como siempre se había estado diciendo en “el Credo largo”, o sea, el Niceno-Constantinopolitano, que se recitaba en las misas solemnes. Los contenidos doctrinales con que se relaciona la expresión son ante todo, los referentes a una teoría del mundo y de su realización temporal, con una manera específica de entender el cosmos desde sus orígenes hasta su consumación. También tiene que ver con una manera de entender la cruz y el dolor de Jesús (en la carne) y el seguimiento de Jesús, también en la cruz y en la carne. El decir, pues, resurrección de la carne habría tenido en las iglesias de Occidente una gran densidad de significados, los unos relativos al significado histórico de la existencia de las comunidades, como portadoras de un sentido para el futuro del mundo amenazado en la carne, los otros relacionados con el sentido último de la fortaleza cristiana de los mártires, manifestada al poner en juego precisamente su carne, y otros relacionados con el extraño temor a la putrefacción, en tanto que futuro degradante de todo hombre o mujer. Un temor en que habría estado empapada la cultura del tiempo. La fórmula “resurrección de la carne” puede usarse con distintos propósitos y sentidos. Aquí nos interesarán especialmente dos: uno ritual y otro existencial. En tanto que ritual, por ejemplo, en el Credo de la Misa, la fórmula se pone ante nosotros como desde fuera. Es cosa que viene de otro tiempo, y no la hemos elegido nosotros para decir lo que pensamos. Al retomarla, nos unimos en primer término a la comunidad cristiana histórica, dando por supuesto que compartimos con ésta una fe básica acerca de la resurrección. Y pocas veces, seguramente, pasamos de ahí. Esas pocas veces, hacemos la fórmula más existencialmente nuestra y nos decimos a nosotros mismos lo que nos significa adherirnos a esa confesión de fe. Con ello superamos el uso ritual y, de algún modo, metemos en la fórmula nuestra interpretación o comprensión de la resurrección, conforme a nuestras presentes inquietudes y a los modos de razonar que nos parecen válidos. Hay, por tanto, bastante diferencia entre el significado existencial y el significado ritual de la expresión “resurrección de la carne”. El primero lo reconstruye espontáneamente de nuevo, al adherirse al Credo, cada creyente (o cada comunidad de creyentes), en función de sus actuales inquietudes y situación cultural. En cambio, la fórmula ritual permanece como anclada de forma inmóvil e inalterada desde sus orígenes. O como polo de referencia un tanto borroso, en torno al cual se supone que girarán distintas interpretaciones existenciales, más que como expresión acabada de lo que puede significar hoy la resurrección. Comentemos: La expresión «resurrección de la carne» significa que el estado definitivo del hombre no será solamente el alma espiritual separada del cuerpo, sino que también nuestros cuerpos mortales un día volverán a tener vida (CEC 990).

Así como Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos y vive para siempre, así también Él resucitará a todos en el último día, con un cuerpo incorruptible: “los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación” (Jn 5, 29) (CEC 988-991; 1002-1003). Con la muerte, que es separación del alma y del cuerpo, éste cae en la corrupción, mientras el alma, que es inmortal, va al encuentro del juicio de Dios y espera volverse a unir al cuerpo, cuando éste resurja transformado en la segunda venida del Señor. Comprender cómo tendrá lugar la resurrección sobrepasa la posibilidad de nuestra imaginación y entendimiento. (CEC 992-1004; 1016-1018) 1. Santa Teresa de Niño Jesús dice: “Yo no muero, entro en la vida” ¿Qué opinas de esta

afirmación?

2. ¿Crees en la resurrección de la carne?

ÁÁRREEAA EECCLLEESSIIAALL CCOOMMIISSIIÓÓNN NNAACCIIOONNAALL DDEE CCAATTEEQQUUEESSIISS..

“CREO EN LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE”1 El hombre es un ser compuesto de alma y materia, lo corporal y lo espiritual, dos elementos que forman una realidad. El texto del Génesis que nos habla de la creación señala que cuando Dios terminó de crear al hombre, al mirar su obra vió que “todo era muy bueno” (cf. Gén. 1,31). Todo lo creado es bueno y su plenitud la vive en la resurrección. Al mirar al hombre de hoy, podemos ver que se manifiesta muy preocupado por su cuerpo, tener las medidas exactas, los músculos necesarios, el peso ideal, etc. Hoy vivimos todo un culto al cuerpo, lo que nos lleva a preguntarnos: 1.- ¿Qué sentido tiene hoy el cuerpo? 2.- San Francisco de Asís, antes de morir le pedía perdón a su cuerpo por la manera en que lo

había tratado en la vida. ¿Cómo se trata hoy al cuerpo? 3.- ¿Considero que el cuerpo es parte de mi trascendencia? Profundizando contenidos ¿Qué significa “resurrección de la carne”? El Nuevo Testamento nunca dice exactamente “resurrección de la carne”. Dice “resurrección” (a secas), “resurrección de los muertos” (por ejemplo, 1 Tes 4,16; 1 Co 15,12.35.42) e incluso dice “resurrección con el cuerpo” (cf. 1 Co 15,35). Y más: Pablo, según no pocos autores, rechazaría esa expresión, “resurrección de la carne”, porque para él “carne y sangre no pueden poseer el Reino de Dios” (1 Co 15, 50). Ya con esto se manifiesta que, al hablar de lo que significa la carne resucitada, se entra en un terreno muy movedizo de oscilación de significados. Efectivamente, en el uso paulino la palabra carne no significa simplemente algo físico, sino que añade a ello una terminante connotación moral y religiosa de sentido negativo (carne sería en lo humano algo físico, pero visto en cuanto que se opone en nosotros a los designios de Dios: ver, por ejemplo, Rom 7, 14.18). Entonces es contradictorio que esa carne alcance el Reino. El hombre y la mujer tienen que despojarse de su ser carnal para entrar en él. Pero muy poco después la palabra carne se estaba entendiendo también de otra manera. Por ejemplo, en Lucas 3,6 se dice que “toda carne” verá la salvación de Dios; y en Hch 2, 26 se habla de que la carne (del sepulcro) descansará esperanzada. Estamos ante un uso muy bíblico, según el cual la palabra carne; siendo, como en Pablo, algo físico cargado de

1 La Comisión Nacional de Catequesis agradece a Hna. Cecilia Osses por su colaboración.

connotaciones valorativas; lo que implica es debilidad, pero no oposición al designio de Dios (como señala Isaías 40, 6 “toda carne es heno”). De esta manera, para confesar la fe de la comunidad en el símbolo o “credo” romano del siglo II, aparecen las palabras “creo en la resurrección de la carne”, que se mantendrán en el “símbolo apostólico”. Éste, como sabemos, pasó en seguida al ritual de las iglesias de occidente, y con él la expresión resurrección de la carne se convirtió durante 1600 años, para las iglesias occidentales, en “la correcta” expresión de la fe. Hasta que en algunos textos litúrgicos posteriores al Vaticano II se prefiere decir “resurrección de los muertos”, como siempre se había estado diciendo en “el Credo largo”, o sea, el Niceno-Constantinopolitano, que se recitaba en las misas solemnes. Los contenidos doctrinales con que se relaciona la expresión son ante todo, los referentes a una teoría del mundo y de su realización temporal, con una manera específica de entender el cosmos desde sus orígenes hasta su consumación. También tiene que ver con una manera de entender la cruz y el dolor de Jesús (en la carne) y el seguimiento de Jesús, también en la cruz y en la carne. El decir, pues, resurrección de la carne habría tenido en las iglesias de Occidente una gran densidad de significados, los unos relativos al significado histórico de la existencia de las comunidades, como portadoras de un sentido para el futuro del mundo amenazado en la carne, los otros relacionados con el sentido último de la fortaleza cristiana de los mártires, manifestada al poner en juego precisamente su carne, y otros relacionados con el extraño temor a la putrefacción, en tanto que futuro degradante de todo hombre o mujer. Un temor en que habría estado empapada la cultura del tiempo. La fórmula “resurrección de la carne” puede usarse con distintos propósitos y sentidos. Aquí nos interesarán especialmente dos: uno ritual y otro existencial. En tanto que ritual, por ejemplo, en el Credo de la Misa, la fórmula se pone ante nosotros como desde fuera. Es cosa que viene de otro tiempo, y no la hemos elegido nosotros para decir lo que pensamos. Al retomarla, nos unimos en primer término a la comunidad cristiana histórica, dando por supuesto que compartimos con ésta una fe básica acerca de la resurrección. Y pocas veces, seguramente, pasamos de ahí. Esas pocas veces, hacemos la fórmula más existencialmente nuestra y nos decimos a nosotros mismos lo que nos significa adherirnos a esa confesión de fe. Con ello superamos el uso ritual y, de algún modo, metemos en la fórmula nuestra interpretación o comprensión de la resurrección, conforme a nuestras presentes inquietudes y a los modos de razonar que nos parecen válidos. Hay, por tanto, bastante diferencia entre el significado existencial y el significado ritual de la expresión “resurrección de la carne”. El primero lo reconstruye espontáneamente de nuevo, al adherirse al Credo, cada creyente (o cada comunidad de creyentes), en función de sus actuales inquietudes y situación cultural. En cambio, la fórmula ritual permanece como anclada de forma inmóvil e inalterada desde sus orígenes. O como polo de referencia un tanto borroso, en torno al cual se supone que girarán distintas interpretaciones existenciales, más que como expresión acabada de lo que puede significar hoy la resurrección. Comentemos: La expresión «resurrección de la carne» significa que el estado definitivo del hombre no será solamente el alma espiritual separada del cuerpo, sino que también nuestros cuerpos mortales un día volverán a tener vida (CEC 990).

Así como Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos y vive para siempre, así también Él resucitará a todos en el último día, con un cuerpo incorruptible: “los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación” (Jn 5, 29) (CEC 988-991; 1002-1003). Con la muerte, que es separación del alma y del cuerpo, éste cae en la corrupción, mientras el alma, que es inmortal, va al encuentro del juicio de Dios y espera volverse a unir al cuerpo, cuando éste resurja transformado en la segunda venida del Señor. Comprender cómo tendrá lugar la resurrección sobrepasa la posibilidad de nuestra imaginación y entendimiento. (CEC 992-1004; 1016-1018) 1. Santa Teresa de Niño Jesús dice: “Yo no muero, entro en la vida” ¿Qué opinas de esta

afirmación?

2. ¿Crees en la resurrección de la carne?

ÁÁRREEAA EECCLLEESSIIAALL CCOOMMIISSIIÓÓNN NNAACCIIOONNAALL DDEE CCAATTEEQQUUEESSIISS..

“CREO EN LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE”1 El hombre es un ser compuesto de alma y materia, lo corporal y lo espiritual, dos elementos que forman una realidad. El texto del Génesis que nos habla de la creación señala que cuando Dios terminó de crear al hombre, al mirar su obra vió que “todo era muy bueno” (cf. Gén. 1,31). Todo lo creado es bueno y su plenitud la vive en la resurrección. Al mirar al hombre de hoy, podemos ver que se manifiesta muy preocupado por su cuerpo, tener las medidas exactas, los músculos necesarios, el peso ideal, etc. Hoy vivimos todo un culto al cuerpo, lo que nos lleva a preguntarnos: 1.- ¿Qué sentido tiene hoy el cuerpo? 2.- San Francisco de Asís, antes de morir le pedía perdón a su cuerpo por la manera en que lo

había tratado en la vida. ¿Cómo se trata hoy al cuerpo? 3.- ¿Considero que el cuerpo es parte de mi trascendencia? Profundizando contenidos ¿Qué significa “resurrección de la carne”? El Nuevo Testamento nunca dice exactamente “resurrección de la carne”. Dice “resurrección” (a secas), “resurrección de los muertos” (por ejemplo, 1 Tes 4,16; 1 Co 15,12.35.42) e incluso dice “resurrección con el cuerpo” (cf. 1 Co 15,35). Y más: Pablo, según no pocos autores, rechazaría esa expresión, “resurrección de la carne”, porque para él “carne y sangre no pueden poseer el Reino de Dios” (1 Co 15, 50). Ya con esto se manifiesta que, al hablar de lo que significa la carne resucitada, se entra en un terreno muy movedizo de oscilación de significados. Efectivamente, en el uso paulino la palabra carne no significa simplemente algo físico, sino que añade a ello una terminante connotación moral y religiosa de sentido negativo (carne sería en lo humano algo físico, pero visto en cuanto que se opone en nosotros a los designios de Dios: ver, por ejemplo, Rom 7, 14.18). Entonces es contradictorio que esa carne alcance el Reino. El hombre y la mujer tienen que despojarse de su ser carnal para entrar en él. Pero muy poco después la palabra carne se estaba entendiendo también de otra manera. Por ejemplo, en Lucas 3,6 se dice que “toda carne” verá la salvación de Dios; y en Hch 2, 26 se habla de que la carne (del sepulcro) descansará esperanzada. Estamos ante un uso muy bíblico, según el cual la palabra carne; siendo, como en Pablo, algo físico cargado de

1 La Comisión Nacional de Catequesis agradece a Hna. Cecilia Osses por su colaboración.

connotaciones valorativas; lo que implica es debilidad, pero no oposición al designio de Dios (como señala Isaías 40, 6 “toda carne es heno”). De esta manera, para confesar la fe de la comunidad en el símbolo o “credo” romano del siglo II, aparecen las palabras “creo en la resurrección de la carne”, que se mantendrán en el “símbolo apostólico”. Éste, como sabemos, pasó en seguida al ritual de las iglesias de occidente, y con él la expresión resurrección de la carne se convirtió durante 1600 años, para las iglesias occidentales, en “la correcta” expresión de la fe. Hasta que en algunos textos litúrgicos posteriores al Vaticano II se prefiere decir “resurrección de los muertos”, como siempre se había estado diciendo en “el Credo largo”, o sea, el Niceno-Constantinopolitano, que se recitaba en las misas solemnes. Los contenidos doctrinales con que se relaciona la expresión son ante todo, los referentes a una teoría del mundo y de su realización temporal, con una manera específica de entender el cosmos desde sus orígenes hasta su consumación. También tiene que ver con una manera de entender la cruz y el dolor de Jesús (en la carne) y el seguimiento de Jesús, también en la cruz y en la carne. El decir, pues, resurrección de la carne habría tenido en las iglesias de Occidente una gran densidad de significados, los unos relativos al significado histórico de la existencia de las comunidades, como portadoras de un sentido para el futuro del mundo amenazado en la carne, los otros relacionados con el sentido último de la fortaleza cristiana de los mártires, manifestada al poner en juego precisamente su carne, y otros relacionados con el extraño temor a la putrefacción, en tanto que futuro degradante de todo hombre o mujer. Un temor en que habría estado empapada la cultura del tiempo. La fórmula “resurrección de la carne” puede usarse con distintos propósitos y sentidos. Aquí nos interesarán especialmente dos: uno ritual y otro existencial. En tanto que ritual, por ejemplo, en el Credo de la Misa, la fórmula se pone ante nosotros como desde fuera. Es cosa que viene de otro tiempo, y no la hemos elegido nosotros para decir lo que pensamos. Al retomarla, nos unimos en primer término a la comunidad cristiana histórica, dando por supuesto que compartimos con ésta una fe básica acerca de la resurrección. Y pocas veces, seguramente, pasamos de ahí. Esas pocas veces, hacemos la fórmula más existencialmente nuestra y nos decimos a nosotros mismos lo que nos significa adherirnos a esa confesión de fe. Con ello superamos el uso ritual y, de algún modo, metemos en la fórmula nuestra interpretación o comprensión de la resurrección, conforme a nuestras presentes inquietudes y a los modos de razonar que nos parecen válidos. Hay, por tanto, bastante diferencia entre el significado existencial y el significado ritual de la expresión “resurrección de la carne”. El primero lo reconstruye espontáneamente de nuevo, al adherirse al Credo, cada creyente (o cada comunidad de creyentes), en función de sus actuales inquietudes y situación cultural. En cambio, la fórmula ritual permanece como anclada de forma inmóvil e inalterada desde sus orígenes. O como polo de referencia un tanto borroso, en torno al cual se supone que girarán distintas interpretaciones existenciales, más que como expresión acabada de lo que puede significar hoy la resurrección. Comentemos: La expresión «resurrección de la carne» significa que el estado definitivo del hombre no será solamente el alma espiritual separada del cuerpo, sino que también nuestros cuerpos mortales un día volverán a tener vida (CEC 990).

Así como Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos y vive para siempre, así también Él resucitará a todos en el último día, con un cuerpo incorruptible: “los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación” (Jn 5, 29) (CEC 988-991; 1002-1003). Con la muerte, que es separación del alma y del cuerpo, éste cae en la corrupción, mientras el alma, que es inmortal, va al encuentro del juicio de Dios y espera volverse a unir al cuerpo, cuando éste resurja transformado en la segunda venida del Señor. Comprender cómo tendrá lugar la resurrección sobrepasa la posibilidad de nuestra imaginación y entendimiento. (CEC 992-1004; 1016-1018) 1. Santa Teresa de Niño Jesús dice: “Yo no muero, entro en la vida” ¿Qué opinas de esta

afirmación?

2. ¿Crees en la resurrección de la carne?

ÁÁRREEAA EECCLLEESSIIAALL CCOOMMIISSIIÓÓNN NNAACCIIOONNAALL DDEE CCAATTEEQQUUEESSIISS..

“CREO EN LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE”1 El hombre es un ser compuesto de alma y materia, lo corporal y lo espiritual, dos elementos que forman una realidad. El texto del Génesis que nos habla de la creación señala que cuando Dios terminó de crear al hombre, al mirar su obra vió que “todo era muy bueno” (cf. Gén. 1,31). Todo lo creado es bueno y su plenitud la vive en la resurrección. Al mirar al hombre de hoy, podemos ver que se manifiesta muy preocupado por su cuerpo, tener las medidas exactas, los músculos necesarios, el peso ideal, etc. Hoy vivimos todo un culto al cuerpo, lo que nos lleva a preguntarnos: 1.- ¿Qué sentido tiene hoy el cuerpo? 2.- San Francisco de Asís, antes de morir le pedía perdón a su cuerpo por la manera en que lo

había tratado en la vida. ¿Cómo se trata hoy al cuerpo? 3.- ¿Considero que el cuerpo es parte de mi trascendencia? Profundizando contenidos ¿Qué significa “resurrección de la carne”? El Nuevo Testamento nunca dice exactamente “resurrección de la carne”. Dice “resurrección” (a secas), “resurrección de los muertos” (por ejemplo, 1 Tes 4,16; 1 Co 15,12.35.42) e incluso dice “resurrección con el cuerpo” (cf. 1 Co 15,35). Y más: Pablo, según no pocos autores, rechazaría esa expresión, “resurrección de la carne”, porque para él “carne y sangre no pueden poseer el Reino de Dios” (1 Co 15, 50). Ya con esto se manifiesta que, al hablar de lo que significa la carne resucitada, se entra en un terreno muy movedizo de oscilación de significados. Efectivamente, en el uso paulino la palabra carne no significa simplemente algo físico, sino que añade a ello una terminante connotación moral y religiosa de sentido negativo (carne sería en lo humano algo físico, pero visto en cuanto que se opone en nosotros a los designios de Dios: ver, por ejemplo, Rom 7, 14.18). Entonces es contradictorio que esa carne alcance el Reino. El hombre y la mujer tienen que despojarse de su ser carnal para entrar en él. Pero muy poco después la palabra carne se estaba entendiendo también de otra manera. Por ejemplo, en Lucas 3,6 se dice que “toda carne” verá la salvación de Dios; y en Hch 2, 26 se habla de que la carne (del sepulcro) descansará esperanzada. Estamos ante un uso muy bíblico, según el cual la palabra carne; siendo, como en Pablo, algo físico cargado de

1 La Comisión Nacional de Catequesis agradece a Hna. Cecilia Osses por su colaboración.

connotaciones valorativas; lo que implica es debilidad, pero no oposición al designio de Dios (como señala Isaías 40, 6 “toda carne es heno”). De esta manera, para confesar la fe de la comunidad en el símbolo o “credo” romano del siglo II, aparecen las palabras “creo en la resurrección de la carne”, que se mantendrán en el “símbolo apostólico”. Éste, como sabemos, pasó en seguida al ritual de las iglesias de occidente, y con él la expresión resurrección de la carne se convirtió durante 1600 años, para las iglesias occidentales, en “la correcta” expresión de la fe. Hasta que en algunos textos litúrgicos posteriores al Vaticano II se prefiere decir “resurrección de los muertos”, como siempre se había estado diciendo en “el Credo largo”, o sea, el Niceno-Constantinopolitano, que se recitaba en las misas solemnes. Los contenidos doctrinales con que se relaciona la expresión son ante todo, los referentes a una teoría del mundo y de su realización temporal, con una manera específica de entender el cosmos desde sus orígenes hasta su consumación. También tiene que ver con una manera de entender la cruz y el dolor de Jesús (en la carne) y el seguimiento de Jesús, también en la cruz y en la carne. El decir, pues, resurrección de la carne habría tenido en las iglesias de Occidente una gran densidad de significados, los unos relativos al significado histórico de la existencia de las comunidades, como portadoras de un sentido para el futuro del mundo amenazado en la carne, los otros relacionados con el sentido último de la fortaleza cristiana de los mártires, manifestada al poner en juego precisamente su carne, y otros relacionados con el extraño temor a la putrefacción, en tanto que futuro degradante de todo hombre o mujer. Un temor en que habría estado empapada la cultura del tiempo. La fórmula “resurrección de la carne” puede usarse con distintos propósitos y sentidos. Aquí nos interesarán especialmente dos: uno ritual y otro existencial. En tanto que ritual, por ejemplo, en el Credo de la Misa, la fórmula se pone ante nosotros como desde fuera. Es cosa que viene de otro tiempo, y no la hemos elegido nosotros para decir lo que pensamos. Al retomarla, nos unimos en primer término a la comunidad cristiana histórica, dando por supuesto que compartimos con ésta una fe básica acerca de la resurrección. Y pocas veces, seguramente, pasamos de ahí. Esas pocas veces, hacemos la fórmula más existencialmente nuestra y nos decimos a nosotros mismos lo que nos significa adherirnos a esa confesión de fe. Con ello superamos el uso ritual y, de algún modo, metemos en la fórmula nuestra interpretación o comprensión de la resurrección, conforme a nuestras presentes inquietudes y a los modos de razonar que nos parecen válidos. Hay, por tanto, bastante diferencia entre el significado existencial y el significado ritual de la expresión “resurrección de la carne”. El primero lo reconstruye espontáneamente de nuevo, al adherirse al Credo, cada creyente (o cada comunidad de creyentes), en función de sus actuales inquietudes y situación cultural. En cambio, la fórmula ritual permanece como anclada de forma inmóvil e inalterada desde sus orígenes. O como polo de referencia un tanto borroso, en torno al cual se supone que girarán distintas interpretaciones existenciales, más que como expresión acabada de lo que puede significar hoy la resurrección. Comentemos: La expresión «resurrección de la carne» significa que el estado definitivo del hombre no será solamente el alma espiritual separada del cuerpo, sino que también nuestros cuerpos mortales un día volverán a tener vida (CEC 990).

Así como Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos y vive para siempre, así también Él resucitará a todos en el último día, con un cuerpo incorruptible: “los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación” (Jn 5, 29) (CEC 988-991; 1002-1003). Con la muerte, que es separación del alma y del cuerpo, éste cae en la corrupción, mientras el alma, que es inmortal, va al encuentro del juicio de Dios y espera volverse a unir al cuerpo, cuando éste resurja transformado en la segunda venida del Señor. Comprender cómo tendrá lugar la resurrección sobrepasa la posibilidad de nuestra imaginación y entendimiento. (CEC 992-1004; 1016-1018) 1. Santa Teresa de Niño Jesús dice: “Yo no muero, entro en la vida” ¿Qué opinas de esta

afirmación?

2. ¿Crees en la resurrección de la carne?

ÁÁRREEAA EECCLLEESSIIAALL CCOOMMIISSIIÓÓNN NNAACCIIOONNAALL DDEE CCAATTEEQQUUEESSIISS..

“CREO EN LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE”1 El hombre es un ser compuesto de alma y materia, lo corporal y lo espiritual, dos elementos que forman una realidad. El texto del Génesis que nos habla de la creación señala que cuando Dios terminó de crear al hombre, al mirar su obra vió que “todo era muy bueno” (cf. Gén. 1,31). Todo lo creado es bueno y su plenitud la vive en la resurrección. Al mirar al hombre de hoy, podemos ver que se manifiesta muy preocupado por su cuerpo, tener las medidas exactas, los músculos necesarios, el peso ideal, etc. Hoy vivimos todo un culto al cuerpo, lo que nos lleva a preguntarnos: 1.- ¿Qué sentido tiene hoy el cuerpo? 2.- San Francisco de Asís, antes de morir le pedía perdón a su cuerpo por la manera en que lo

había tratado en la vida. ¿Cómo se trata hoy al cuerpo? 3.- ¿Considero que el cuerpo es parte de mi trascendencia? Profundizando contenidos ¿Qué significa “resurrección de la carne”? El Nuevo Testamento nunca dice exactamente “resurrección de la carne”. Dice “resurrección” (a secas), “resurrección de los muertos” (por ejemplo, 1 Tes 4,16; 1 Co 15,12.35.42) e incluso dice “resurrección con el cuerpo” (cf. 1 Co 15,35). Y más: Pablo, según no pocos autores, rechazaría esa expresión, “resurrección de la carne”, porque para él “carne y sangre no pueden poseer el Reino de Dios” (1 Co 15, 50). Ya con esto se manifiesta que, al hablar de lo que significa la carne resucitada, se entra en un terreno muy movedizo de oscilación de significados. Efectivamente, en el uso paulino la palabra carne no significa simplemente algo físico, sino que añade a ello una terminante connotación moral y religiosa de sentido negativo (carne sería en lo humano algo físico, pero visto en cuanto que se opone en nosotros a los designios de Dios: ver, por ejemplo, Rom 7, 14.18). Entonces es contradictorio que esa carne alcance el Reino. El hombre y la mujer tienen que despojarse de su ser carnal para entrar en él. Pero muy poco después la palabra carne se estaba entendiendo también de otra manera. Por ejemplo, en Lucas 3,6 se dice que “toda carne” verá la salvación de Dios; y en Hch 2, 26 se habla de que la carne (del sepulcro) descansará esperanzada. Estamos ante un uso muy bíblico, según el cual la palabra carne; siendo, como en Pablo, algo físico cargado de

1 La Comisión Nacional de Catequesis agradece a Hna. Cecilia Osses por su colaboración.

connotaciones valorativas; lo que implica es debilidad, pero no oposición al designio de Dios (como señala Isaías 40, 6 “toda carne es heno”). De esta manera, para confesar la fe de la comunidad en el símbolo o “credo” romano del siglo II, aparecen las palabras “creo en la resurrección de la carne”, que se mantendrán en el “símbolo apostólico”. Éste, como sabemos, pasó en seguida al ritual de las iglesias de occidente, y con él la expresión resurrección de la carne se convirtió durante 1600 años, para las iglesias occidentales, en “la correcta” expresión de la fe. Hasta que en algunos textos litúrgicos posteriores al Vaticano II se prefiere decir “resurrección de los muertos”, como siempre se había estado diciendo en “el Credo largo”, o sea, el Niceno-Constantinopolitano, que se recitaba en las misas solemnes. Los contenidos doctrinales con que se relaciona la expresión son ante todo, los referentes a una teoría del mundo y de su realización temporal, con una manera específica de entender el cosmos desde sus orígenes hasta su consumación. También tiene que ver con una manera de entender la cruz y el dolor de Jesús (en la carne) y el seguimiento de Jesús, también en la cruz y en la carne. El decir, pues, resurrección de la carne habría tenido en las iglesias de Occidente una gran densidad de significados, los unos relativos al significado histórico de la existencia de las comunidades, como portadoras de un sentido para el futuro del mundo amenazado en la carne, los otros relacionados con el sentido último de la fortaleza cristiana de los mártires, manifestada al poner en juego precisamente su carne, y otros relacionados con el extraño temor a la putrefacción, en tanto que futuro degradante de todo hombre o mujer. Un temor en que habría estado empapada la cultura del tiempo. La fórmula “resurrección de la carne” puede usarse con distintos propósitos y sentidos. Aquí nos interesarán especialmente dos: uno ritual y otro existencial. En tanto que ritual, por ejemplo, en el Credo de la Misa, la fórmula se pone ante nosotros como desde fuera. Es cosa que viene de otro tiempo, y no la hemos elegido nosotros para decir lo que pensamos. Al retomarla, nos unimos en primer término a la comunidad cristiana histórica, dando por supuesto que compartimos con ésta una fe básica acerca de la resurrección. Y pocas veces, seguramente, pasamos de ahí. Esas pocas veces, hacemos la fórmula más existencialmente nuestra y nos decimos a nosotros mismos lo que nos significa adherirnos a esa confesión de fe. Con ello superamos el uso ritual y, de algún modo, metemos en la fórmula nuestra interpretación o comprensión de la resurrección, conforme a nuestras presentes inquietudes y a los modos de razonar que nos parecen válidos. Hay, por tanto, bastante diferencia entre el significado existencial y el significado ritual de la expresión “resurrección de la carne”. El primero lo reconstruye espontáneamente de nuevo, al adherirse al Credo, cada creyente (o cada comunidad de creyentes), en función de sus actuales inquietudes y situación cultural. En cambio, la fórmula ritual permanece como anclada de forma inmóvil e inalterada desde sus orígenes. O como polo de referencia un tanto borroso, en torno al cual se supone que girarán distintas interpretaciones existenciales, más que como expresión acabada de lo que puede significar hoy la resurrección. Comentemos: La expresión «resurrección de la carne» significa que el estado definitivo del hombre no será solamente el alma espiritual separada del cuerpo, sino que también nuestros cuerpos mortales un día volverán a tener vida (CEC 990).

Así como Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos y vive para siempre, así también Él resucitará a todos en el último día, con un cuerpo incorruptible: “los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación” (Jn 5, 29) (CEC 988-991; 1002-1003). Con la muerte, que es separación del alma y del cuerpo, éste cae en la corrupción, mientras el alma, que es inmortal, va al encuentro del juicio de Dios y espera volverse a unir al cuerpo, cuando éste resurja transformado en la segunda venida del Señor. Comprender cómo tendrá lugar la resurrección sobrepasa la posibilidad de nuestra imaginación y entendimiento. (CEC 992-1004; 1016-1018) 1. Santa Teresa de Niño Jesús dice: “Yo no muero, entro en la vida” ¿Qué opinas de esta

afirmación?

2. ¿Crees en la resurrección de la carne?

ÁÁRREEAA EECCLLEESSIIAALL CCOOMMIISSIIÓÓNN NNAACCIIOONNAALL DDEE CCAATTEEQQUUEESSIISS..

“CREO EN LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE”1 El hombre es un ser compuesto de alma y materia, lo corporal y lo espiritual, dos elementos que forman una realidad. El texto del Génesis que nos habla de la creación señala que cuando Dios terminó de crear al hombre, al mirar su obra vió que “todo era muy bueno” (cf. Gén. 1,31). Todo lo creado es bueno y su plenitud la vive en la resurrección. Al mirar al hombre de hoy, podemos ver que se manifiesta muy preocupado por su cuerpo, tener las medidas exactas, los músculos necesarios, el peso ideal, etc. Hoy vivimos todo un culto al cuerpo, lo que nos lleva a preguntarnos: 1.- ¿Qué sentido tiene hoy el cuerpo? 2.- San Francisco de Asís, antes de morir le pedía perdón a su cuerpo por la manera en que lo

había tratado en la vida. ¿Cómo se trata hoy al cuerpo? 3.- ¿Considero que el cuerpo es parte de mi trascendencia? Profundizando contenidos ¿Qué significa “resurrección de la carne”? El Nuevo Testamento nunca dice exactamente “resurrección de la carne”. Dice “resurrección” (a secas), “resurrección de los muertos” (por ejemplo, 1 Tes 4,16; 1 Co 15,12.35.42) e incluso dice “resurrección con el cuerpo” (cf. 1 Co 15,35). Y más: Pablo, según no pocos autores, rechazaría esa expresión, “resurrección de la carne”, porque para él “carne y sangre no pueden poseer el Reino de Dios” (1 Co 15, 50). Ya con esto se manifiesta que, al hablar de lo que significa la carne resucitada, se entra en un terreno muy movedizo de oscilación de significados. Efectivamente, en el uso paulino la palabra carne no significa simplemente algo físico, sino que añade a ello una terminante connotación moral y religiosa de sentido negativo (carne sería en lo humano algo físico, pero visto en cuanto que se opone en nosotros a los designios de Dios: ver, por ejemplo, Rom 7, 14.18). Entonces es contradictorio que esa carne alcance el Reino. El hombre y la mujer tienen que despojarse de su ser carnal para entrar en él. Pero muy poco después la palabra carne se estaba entendiendo también de otra manera. Por ejemplo, en Lucas 3,6 se dice que “toda carne” verá la salvación de Dios; y en Hch 2, 26 se habla de que la carne (del sepulcro) descansará esperanzada. Estamos ante un uso muy bíblico, según el cual la palabra carne; siendo, como en Pablo, algo físico cargado de

1 La Comisión Nacional de Catequesis agradece a Hna. Cecilia Osses por su colaboración.

connotaciones valorativas; lo que implica es debilidad, pero no oposición al designio de Dios (como señala Isaías 40, 6 “toda carne es heno”). De esta manera, para confesar la fe de la comunidad en el símbolo o “credo” romano del siglo II, aparecen las palabras “creo en la resurrección de la carne”, que se mantendrán en el “símbolo apostólico”. Éste, como sabemos, pasó en seguida al ritual de las iglesias de occidente, y con él la expresión resurrección de la carne se convirtió durante 1600 años, para las iglesias occidentales, en “la correcta” expresión de la fe. Hasta que en algunos textos litúrgicos posteriores al Vaticano II se prefiere decir “resurrección de los muertos”, como siempre se había estado diciendo en “el Credo largo”, o sea, el Niceno-Constantinopolitano, que se recitaba en las misas solemnes. Los contenidos doctrinales con que se relaciona la expresión son ante todo, los referentes a una teoría del mundo y de su realización temporal, con una manera específica de entender el cosmos desde sus orígenes hasta su consumación. También tiene que ver con una manera de entender la cruz y el dolor de Jesús (en la carne) y el seguimiento de Jesús, también en la cruz y en la carne. El decir, pues, resurrección de la carne habría tenido en las iglesias de Occidente una gran densidad de significados, los unos relativos al significado histórico de la existencia de las comunidades, como portadoras de un sentido para el futuro del mundo amenazado en la carne, los otros relacionados con el sentido último de la fortaleza cristiana de los mártires, manifestada al poner en juego precisamente su carne, y otros relacionados con el extraño temor a la putrefacción, en tanto que futuro degradante de todo hombre o mujer. Un temor en que habría estado empapada la cultura del tiempo. La fórmula “resurrección de la carne” puede usarse con distintos propósitos y sentidos. Aquí nos interesarán especialmente dos: uno ritual y otro existencial. En tanto que ritual, por ejemplo, en el Credo de la Misa, la fórmula se pone ante nosotros como desde fuera. Es cosa que viene de otro tiempo, y no la hemos elegido nosotros para decir lo que pensamos. Al retomarla, nos unimos en primer término a la comunidad cristiana histórica, dando por supuesto que compartimos con ésta una fe básica acerca de la resurrección. Y pocas veces, seguramente, pasamos de ahí. Esas pocas veces, hacemos la fórmula más existencialmente nuestra y nos decimos a nosotros mismos lo que nos significa adherirnos a esa confesión de fe. Con ello superamos el uso ritual y, de algún modo, metemos en la fórmula nuestra interpretación o comprensión de la resurrección, conforme a nuestras presentes inquietudes y a los modos de razonar que nos parecen válidos. Hay, por tanto, bastante diferencia entre el significado existencial y el significado ritual de la expresión “resurrección de la carne”. El primero lo reconstruye espontáneamente de nuevo, al adherirse al Credo, cada creyente (o cada comunidad de creyentes), en función de sus actuales inquietudes y situación cultural. En cambio, la fórmula ritual permanece como anclada de forma inmóvil e inalterada desde sus orígenes. O como polo de referencia un tanto borroso, en torno al cual se supone que girarán distintas interpretaciones existenciales, más que como expresión acabada de lo que puede significar hoy la resurrección. Comentemos: La expresión «resurrección de la carne» significa que el estado definitivo del hombre no será solamente el alma espiritual separada del cuerpo, sino que también nuestros cuerpos mortales un día volverán a tener vida (CEC 990).

Así como Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos y vive para siempre, así también Él resucitará a todos en el último día, con un cuerpo incorruptible: “los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación” (Jn 5, 29) (CEC 988-991; 1002-1003). Con la muerte, que es separación del alma y del cuerpo, éste cae en la corrupción, mientras el alma, que es inmortal, va al encuentro del juicio de Dios y espera volverse a unir al cuerpo, cuando éste resurja transformado en la segunda venida del Señor. Comprender cómo tendrá lugar la resurrección sobrepasa la posibilidad de nuestra imaginación y entendimiento. (CEC 992-1004; 1016-1018) 1. Santa Teresa de Niño Jesús dice: “Yo no muero, entro en la vida” ¿Qué opinas de esta

afirmación?

2. ¿Crees en la resurrección de la carne?

ÁÁRREEAA EECCLLEESSIIAALL CCOOMMIISSIIÓÓNN NNAACCIIOONNAALL DDEE CCAATTEEQQUUEESSIISS..

“CREO EN LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE”1 El hombre es un ser compuesto de alma y materia, lo corporal y lo espiritual, dos elementos que forman una realidad. El texto del Génesis que nos habla de la creación señala que cuando Dios terminó de crear al hombre, al mirar su obra vió que “todo era muy bueno” (cf. Gén. 1,31). Todo lo creado es bueno y su plenitud la vive en la resurrección. Al mirar al hombre de hoy, podemos ver que se manifiesta muy preocupado por su cuerpo, tener las medidas exactas, los músculos necesarios, el peso ideal, etc. Hoy vivimos todo un culto al cuerpo, lo que nos lleva a preguntarnos: 1.- ¿Qué sentido tiene hoy el cuerpo? 2.- San Francisco de Asís, antes de morir le pedía perdón a su cuerpo por la manera en que lo

había tratado en la vida. ¿Cómo se trata hoy al cuerpo? 3.- ¿Considero que el cuerpo es parte de mi trascendencia? Profundizando contenidos ¿Qué significa “resurrección de la carne”? El Nuevo Testamento nunca dice exactamente “resurrección de la carne”. Dice “resurrección” (a secas), “resurrección de los muertos” (por ejemplo, 1 Tes 4,16; 1 Co 15,12.35.42) e incluso dice “resurrección con el cuerpo” (cf. 1 Co 15,35). Y más: Pablo, según no pocos autores, rechazaría esa expresión, “resurrección de la carne”, porque para él “carne y sangre no pueden poseer el Reino de Dios” (1 Co 15, 50). Ya con esto se manifiesta que, al hablar de lo que significa la carne resucitada, se entra en un terreno muy movedizo de oscilación de significados. Efectivamente, en el uso paulino la palabra carne no significa simplemente algo físico, sino que añade a ello una terminante connotación moral y religiosa de sentido negativo (carne sería en lo humano algo físico, pero visto en cuanto que se opone en nosotros a los designios de Dios: ver, por ejemplo, Rom 7, 14.18). Entonces es contradictorio que esa carne alcance el Reino. El hombre y la mujer tienen que despojarse de su ser carnal para entrar en él. Pero muy poco después la palabra carne se estaba entendiendo también de otra manera. Por ejemplo, en Lucas 3,6 se dice que “toda carne” verá la salvación de Dios; y en Hch 2, 26 se habla de que la carne (del sepulcro) descansará esperanzada. Estamos ante un uso muy bíblico, según el cual la palabra carne; siendo, como en Pablo, algo físico cargado de

1 La Comisión Nacional de Catequesis agradece a Hna. Cecilia Osses por su colaboración.

connotaciones valorativas; lo que implica es debilidad, pero no oposición al designio de Dios (como señala Isaías 40, 6 “toda carne es heno”). De esta manera, para confesar la fe de la comunidad en el símbolo o “credo” romano del siglo II, aparecen las palabras “creo en la resurrección de la carne”, que se mantendrán en el “símbolo apostólico”. Éste, como sabemos, pasó en seguida al ritual de las iglesias de occidente, y con él la expresión resurrección de la carne se convirtió durante 1600 años, para las iglesias occidentales, en “la correcta” expresión de la fe. Hasta que en algunos textos litúrgicos posteriores al Vaticano II se prefiere decir “resurrección de los muertos”, como siempre se había estado diciendo en “el Credo largo”, o sea, el Niceno-Constantinopolitano, que se recitaba en las misas solemnes. Los contenidos doctrinales con que se relaciona la expresión son ante todo, los referentes a una teoría del mundo y de su realización temporal, con una manera específica de entender el cosmos desde sus orígenes hasta su consumación. También tiene que ver con una manera de entender la cruz y el dolor de Jesús (en la carne) y el seguimiento de Jesús, también en la cruz y en la carne. El decir, pues, resurrección de la carne habría tenido en las iglesias de Occidente una gran densidad de significados, los unos relativos al significado histórico de la existencia de las comunidades, como portadoras de un sentido para el futuro del mundo amenazado en la carne, los otros relacionados con el sentido último de la fortaleza cristiana de los mártires, manifestada al poner en juego precisamente su carne, y otros relacionados con el extraño temor a la putrefacción, en tanto que futuro degradante de todo hombre o mujer. Un temor en que habría estado empapada la cultura del tiempo. La fórmula “resurrección de la carne” puede usarse con distintos propósitos y sentidos. Aquí nos interesarán especialmente dos: uno ritual y otro existencial. En tanto que ritual, por ejemplo, en el Credo de la Misa, la fórmula se pone ante nosotros como desde fuera. Es cosa que viene de otro tiempo, y no la hemos elegido nosotros para decir lo que pensamos. Al retomarla, nos unimos en primer término a la comunidad cristiana histórica, dando por supuesto que compartimos con ésta una fe básica acerca de la resurrección. Y pocas veces, seguramente, pasamos de ahí. Esas pocas veces, hacemos la fórmula más existencialmente nuestra y nos decimos a nosotros mismos lo que nos significa adherirnos a esa confesión de fe. Con ello superamos el uso ritual y, de algún modo, metemos en la fórmula nuestra interpretación o comprensión de la resurrección, conforme a nuestras presentes inquietudes y a los modos de razonar que nos parecen válidos. Hay, por tanto, bastante diferencia entre el significado existencial y el significado ritual de la expresión “resurrección de la carne”. El primero lo reconstruye espontáneamente de nuevo, al adherirse al Credo, cada creyente (o cada comunidad de creyentes), en función de sus actuales inquietudes y situación cultural. En cambio, la fórmula ritual permanece como anclada de forma inmóvil e inalterada desde sus orígenes. O como polo de referencia un tanto borroso, en torno al cual se supone que girarán distintas interpretaciones existenciales, más que como expresión acabada de lo que puede significar hoy la resurrección. Comentemos: La expresión «resurrección de la carne» significa que el estado definitivo del hombre no será solamente el alma espiritual separada del cuerpo, sino que también nuestros cuerpos mortales un día volverán a tener vida (CEC 990).

Así como Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos y vive para siempre, así también Él resucitará a todos en el último día, con un cuerpo incorruptible: “los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación” (Jn 5, 29) (CEC 988-991; 1002-1003). Con la muerte, que es separación del alma y del cuerpo, éste cae en la corrupción, mientras el alma, que es inmortal, va al encuentro del juicio de Dios y espera volverse a unir al cuerpo, cuando éste resurja transformado en la segunda venida del Señor. Comprender cómo tendrá lugar la resurrección sobrepasa la posibilidad de nuestra imaginación y entendimiento. (CEC 992-1004; 1016-1018) 1. Santa Teresa de Niño Jesús dice: “Yo no muero, entro en la vida” ¿Qué opinas de esta

afirmación?

2. ¿Crees en la resurrección de la carne?

ÁÁRREEAA EECCLLEESSIIAALL CCOOMMIISSIIÓÓNN NNAACCIIOONNAALL DDEE CCAATTEEQQUUEESSIISS..

“CREO EN LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE”1 El hombre es un ser compuesto de alma y materia, lo corporal y lo espiritual, dos elementos que forman una realidad. El texto del Génesis que nos habla de la creación señala que cuando Dios terminó de crear al hombre, al mirar su obra vió que “todo era muy bueno” (cf. Gén. 1,31). Todo lo creado es bueno y su plenitud la vive en la resurrección. Al mirar al hombre de hoy, podemos ver que se manifiesta muy preocupado por su cuerpo, tener las medidas exactas, los músculos necesarios, el peso ideal, etc. Hoy vivimos todo un culto al cuerpo, lo que nos lleva a preguntarnos: 1.- ¿Qué sentido tiene hoy el cuerpo? 2.- San Francisco de Asís, antes de morir le pedía perdón a su cuerpo por la manera en que lo

había tratado en la vida. ¿Cómo se trata hoy al cuerpo? 3.- ¿Considero que el cuerpo es parte de mi trascendencia? Profundizando contenidos ¿Qué significa “resurrección de la carne”? El Nuevo Testamento nunca dice exactamente “resurrección de la carne”. Dice “resurrección” (a secas), “resurrección de los muertos” (por ejemplo, 1 Tes 4,16; 1 Co 15,12.35.42) e incluso dice “resurrección con el cuerpo” (cf. 1 Co 15,35). Y más: Pablo, según no pocos autores, rechazaría esa expresión, “resurrección de la carne”, porque para él “carne y sangre no pueden poseer el Reino de Dios” (1 Co 15, 50). Ya con esto se manifiesta que, al hablar de lo que significa la carne resucitada, se entra en un terreno muy movedizo de oscilación de significados. Efectivamente, en el uso paulino la palabra carne no significa simplemente algo físico, sino que añade a ello una terminante connotación moral y religiosa de sentido negativo (carne sería en lo humano algo físico, pero visto en cuanto que se opone en nosotros a los designios de Dios: ver, por ejemplo, Rom 7, 14.18). Entonces es contradictorio que esa carne alcance el Reino. El hombre y la mujer tienen que despojarse de su ser carnal para entrar en él. Pero muy poco después la palabra carne se estaba entendiendo también de otra manera. Por ejemplo, en Lucas 3,6 se dice que “toda carne” verá la salvación de Dios; y en Hch 2, 26 se habla de que la carne (del sepulcro) descansará esperanzada. Estamos ante un uso muy bíblico, según el cual la palabra carne; siendo, como en Pablo, algo físico cargado de

1 La Comisión Nacional de Catequesis agradece a Hna. Cecilia Osses por su colaboración.

connotaciones valorativas; lo que implica es debilidad, pero no oposición al designio de Dios (como señala Isaías 40, 6 “toda carne es heno”). De esta manera, para confesar la fe de la comunidad en el símbolo o “credo” romano del siglo II, aparecen las palabras “creo en la resurrección de la carne”, que se mantendrán en el “símbolo apostólico”. Éste, como sabemos, pasó en seguida al ritual de las iglesias de occidente, y con él la expresión resurrección de la carne se convirtió durante 1600 años, para las iglesias occidentales, en “la correcta” expresión de la fe. Hasta que en algunos textos litúrgicos posteriores al Vaticano II se prefiere decir “resurrección de los muertos”, como siempre se había estado diciendo en “el Credo largo”, o sea, el Niceno-Constantinopolitano, que se recitaba en las misas solemnes. Los contenidos doctrinales con que se relaciona la expresión son ante todo, los referentes a una teoría del mundo y de su realización temporal, con una manera específica de entender el cosmos desde sus orígenes hasta su consumación. También tiene que ver con una manera de entender la cruz y el dolor de Jesús (en la carne) y el seguimiento de Jesús, también en la cruz y en la carne. El decir, pues, resurrección de la carne habría tenido en las iglesias de Occidente una gran densidad de significados, los unos relativos al significado histórico de la existencia de las comunidades, como portadoras de un sentido para el futuro del mundo amenazado en la carne, los otros relacionados con el sentido último de la fortaleza cristiana de los mártires, manifestada al poner en juego precisamente su carne, y otros relacionados con el extraño temor a la putrefacción, en tanto que futuro degradante de todo hombre o mujer. Un temor en que habría estado empapada la cultura del tiempo. La fórmula “resurrección de la carne” puede usarse con distintos propósitos y sentidos. Aquí nos interesarán especialmente dos: uno ritual y otro existencial. En tanto que ritual, por ejemplo, en el Credo de la Misa, la fórmula se pone ante nosotros como desde fuera. Es cosa que viene de otro tiempo, y no la hemos elegido nosotros para decir lo que pensamos. Al retomarla, nos unimos en primer término a la comunidad cristiana histórica, dando por supuesto que compartimos con ésta una fe básica acerca de la resurrección. Y pocas veces, seguramente, pasamos de ahí. Esas pocas veces, hacemos la fórmula más existencialmente nuestra y nos decimos a nosotros mismos lo que nos significa adherirnos a esa confesión de fe. Con ello superamos el uso ritual y, de algún modo, metemos en la fórmula nuestra interpretación o comprensión de la resurrección, conforme a nuestras presentes inquietudes y a los modos de razonar que nos parecen válidos. Hay, por tanto, bastante diferencia entre el significado existencial y el significado ritual de la expresión “resurrección de la carne”. El primero lo reconstruye espontáneamente de nuevo, al adherirse al Credo, cada creyente (o cada comunidad de creyentes), en función de sus actuales inquietudes y situación cultural. En cambio, la fórmula ritual permanece como anclada de forma inmóvil e inalterada desde sus orígenes. O como polo de referencia un tanto borroso, en torno al cual se supone que girarán distintas interpretaciones existenciales, más que como expresión acabada de lo que puede significar hoy la resurrección. Comentemos: La expresión «resurrección de la carne» significa que el estado definitivo del hombre no será solamente el alma espiritual separada del cuerpo, sino que también nuestros cuerpos mortales un día volverán a tener vida (CEC 990).

Así como Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos y vive para siempre, así también Él resucitará a todos en el último día, con un cuerpo incorruptible: “los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación” (Jn 5, 29) (CEC 988-991; 1002-1003). Con la muerte, que es separación del alma y del cuerpo, éste cae en la corrupción, mientras el alma, que es inmortal, va al encuentro del juicio de Dios y espera volverse a unir al cuerpo, cuando éste resurja transformado en la segunda venida del Señor. Comprender cómo tendrá lugar la resurrección sobrepasa la posibilidad de nuestra imaginación y entendimiento. (CEC 992-1004; 1016-1018) 1. Santa Teresa de Niño Jesús dice: “Yo no muero, entro en la vida” ¿Qué opinas de esta

afirmación?

2. ¿Crees en la resurrección de la carne?

ÁÁRREEAA EECCLLEESSIIAALL CCOOMMIISSIIÓÓNN NNAACCIIOONNAALL DDEE CCAATTEEQQUUEESSIISS..

“CREO EN LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE”1 El hombre es un ser compuesto de alma y materia, lo corporal y lo espiritual, dos elementos que forman una realidad. El texto del Génesis que nos habla de la creación señala que cuando Dios terminó de crear al hombre, al mirar su obra vió que “todo era muy bueno” (cf. Gén. 1,31). Todo lo creado es bueno y su plenitud la vive en la resurrección. Al mirar al hombre de hoy, podemos ver que se manifiesta muy preocupado por su cuerpo, tener las medidas exactas, los músculos necesarios, el peso ideal, etc. Hoy vivimos todo un culto al cuerpo, lo que nos lleva a preguntarnos: 1.- ¿Qué sentido tiene hoy el cuerpo? 2.- San Francisco de Asís, antes de morir le pedía perdón a su cuerpo por la manera en que lo

había tratado en la vida. ¿Cómo se trata hoy al cuerpo? 3.- ¿Considero que el cuerpo es parte de mi trascendencia? Profundizando contenidos ¿Qué significa “resurrección de la carne”? El Nuevo Testamento nunca dice exactamente “resurrección de la carne”. Dice “resurrección” (a secas), “resurrección de los muertos” (por ejemplo, 1 Tes 4,16; 1 Co 15,12.35.42) e incluso dice “resurrección con el cuerpo” (cf. 1 Co 15,35). Y más: Pablo, según no pocos autores, rechazaría esa expresión, “resurrección de la carne”, porque para él “carne y sangre no pueden poseer el Reino de Dios” (1 Co 15, 50). Ya con esto se manifiesta que, al hablar de lo que significa la carne resucitada, se entra en un terreno muy movedizo de oscilación de significados. Efectivamente, en el uso paulino la palabra carne no significa simplemente algo físico, sino que añade a ello una terminante connotación moral y religiosa de sentido negativo (carne sería en lo humano algo físico, pero visto en cuanto que se opone en nosotros a los designios de Dios: ver, por ejemplo, Rom 7, 14.18). Entonces es contradictorio que esa carne alcance el Reino. El hombre y la mujer tienen que despojarse de su ser carnal para entrar en él. Pero muy poco después la palabra carne se estaba entendiendo también de otra manera. Por ejemplo, en Lucas 3,6 se dice que “toda carne” verá la salvación de Dios; y en Hch 2, 26 se habla de que la carne (del sepulcro) descansará esperanzada. Estamos ante un uso muy bíblico, según el cual la palabra carne; siendo, como en Pablo, algo físico cargado de

1 La Comisión Nacional de Catequesis agradece a Hna. Cecilia Osses por su colaboración.

connotaciones valorativas; lo que implica es debilidad, pero no oposición al designio de Dios (como señala Isaías 40, 6 “toda carne es heno”). De esta manera, para confesar la fe de la comunidad en el símbolo o “credo” romano del siglo II, aparecen las palabras “creo en la resurrección de la carne”, que se mantendrán en el “símbolo apostólico”. Éste, como sabemos, pasó en seguida al ritual de las iglesias de occidente, y con él la expresión resurrección de la carne se convirtió durante 1600 años, para las iglesias occidentales, en “la correcta” expresión de la fe. Hasta que en algunos textos litúrgicos posteriores al Vaticano II se prefiere decir “resurrección de los muertos”, como siempre se había estado diciendo en “el Credo largo”, o sea, el Niceno-Constantinopolitano, que se recitaba en las misas solemnes. Los contenidos doctrinales con que se relaciona la expresión son ante todo, los referentes a una teoría del mundo y de su realización temporal, con una manera específica de entender el cosmos desde sus orígenes hasta su consumación. También tiene que ver con una manera de entender la cruz y el dolor de Jesús (en la carne) y el seguimiento de Jesús, también en la cruz y en la carne. El decir, pues, resurrección de la carne habría tenido en las iglesias de Occidente una gran densidad de significados, los unos relativos al significado histórico de la existencia de las comunidades, como portadoras de un sentido para el futuro del mundo amenazado en la carne, los otros relacionados con el sentido último de la fortaleza cristiana de los mártires, manifestada al poner en juego precisamente su carne, y otros relacionados con el extraño temor a la putrefacción, en tanto que futuro degradante de todo hombre o mujer. Un temor en que habría estado empapada la cultura del tiempo. La fórmula “resurrección de la carne” puede usarse con distintos propósitos y sentidos. Aquí nos interesarán especialmente dos: uno ritual y otro existencial. En tanto que ritual, por ejemplo, en el Credo de la Misa, la fórmula se pone ante nosotros como desde fuera. Es cosa que viene de otro tiempo, y no la hemos elegido nosotros para decir lo que pensamos. Al retomarla, nos unimos en primer término a la comunidad cristiana histórica, dando por supuesto que compartimos con ésta una fe básica acerca de la resurrección. Y pocas veces, seguramente, pasamos de ahí. Esas pocas veces, hacemos la fórmula más existencialmente nuestra y nos decimos a nosotros mismos lo que nos significa adherirnos a esa confesión de fe. Con ello superamos el uso ritual y, de algún modo, metemos en la fórmula nuestra interpretación o comprensión de la resurrección, conforme a nuestras presentes inquietudes y a los modos de razonar que nos parecen válidos. Hay, por tanto, bastante diferencia entre el significado existencial y el significado ritual de la expresión “resurrección de la carne”. El primero lo reconstruye espontáneamente de nuevo, al adherirse al Credo, cada creyente (o cada comunidad de creyentes), en función de sus actuales inquietudes y situación cultural. En cambio, la fórmula ritual permanece como anclada de forma inmóvil e inalterada desde sus orígenes. O como polo de referencia un tanto borroso, en torno al cual se supone que girarán distintas interpretaciones existenciales, más que como expresión acabada de lo que puede significar hoy la resurrección. Comentemos: La expresión «resurrección de la carne» significa que el estado definitivo del hombre no será solamente el alma espiritual separada del cuerpo, sino que también nuestros cuerpos mortales un día volverán a tener vida (CEC 990).

Así como Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos y vive para siempre, así también Él resucitará a todos en el último día, con un cuerpo incorruptible: “los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación” (Jn 5, 29) (CEC 988-991; 1002-1003). Con la muerte, que es separación del alma y del cuerpo, éste cae en la corrupción, mientras el alma, que es inmortal, va al encuentro del juicio de Dios y espera volverse a unir al cuerpo, cuando éste resurja transformado en la segunda venida del Señor. Comprender cómo tendrá lugar la resurrección sobrepasa la posibilidad de nuestra imaginación y entendimiento. (CEC 992-1004; 1016-1018) 1. Santa Teresa de Niño Jesús dice: “Yo no muero, entro en la vida” ¿Qué opinas de esta

afirmación?

2. ¿Crees en la resurrección de la carne?

ÁÁRREEAA EECCLLEESSIIAALL CCOOMMIISSIIÓÓNN NNAACCIIOONNAALL DDEE CCAATTEEQQUUEESSIISS..

“CREO EN LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE”1 El hombre es un ser compuesto de alma y materia, lo corporal y lo espiritual, dos elementos que forman una realidad. El texto del Génesis que nos habla de la creación señala que cuando Dios terminó de crear al hombre, al mirar su obra vió que “todo era muy bueno” (cf. Gén. 1,31). Todo lo creado es bueno y su plenitud la vive en la resurrección. Al mirar al hombre de hoy, podemos ver que se manifiesta muy preocupado por su cuerpo, tener las medidas exactas, los músculos necesarios, el peso ideal, etc. Hoy vivimos todo un culto al cuerpo, lo que nos lleva a preguntarnos: 1.- ¿Qué sentido tiene hoy el cuerpo? 2.- San Francisco de Asís, antes de morir le pedía perdón a su cuerpo por la manera en que lo

había tratado en la vida. ¿Cómo se trata hoy al cuerpo? 3.- ¿Considero que el cuerpo es parte de mi trascendencia? Profundizando contenidos ¿Qué significa “resurrección de la carne”? El Nuevo Testamento nunca dice exactamente “resurrección de la carne”. Dice “resurrección” (a secas), “resurrección de los muertos” (por ejemplo, 1 Tes 4,16; 1 Co 15,12.35.42) e incluso dice “resurrección con el cuerpo” (cf. 1 Co 15,35). Y más: Pablo, según no pocos autores, rechazaría esa expresión, “resurrección de la carne”, porque para él “carne y sangre no pueden poseer el Reino de Dios” (1 Co 15, 50). Ya con esto se manifiesta que, al hablar de lo que significa la carne resucitada, se entra en un terreno muy movedizo de oscilación de significados. Efectivamente, en el uso paulino la palabra carne no significa simplemente algo físico, sino que añade a ello una terminante connotación moral y religiosa de sentido negativo (carne sería en lo humano algo físico, pero visto en cuanto que se opone en nosotros a los designios de Dios: ver, por ejemplo, Rom 7, 14.18). Entonces es contradictorio que esa carne alcance el Reino. El hombre y la mujer tienen que despojarse de su ser carnal para entrar en él. Pero muy poco después la palabra carne se estaba entendiendo también de otra manera. Por ejemplo, en Lucas 3,6 se dice que “toda carne” verá la salvación de Dios; y en Hch 2, 26 se habla de que la carne (del sepulcro) descansará esperanzada. Estamos ante un uso muy bíblico, según el cual la palabra carne; siendo, como en Pablo, algo físico cargado de

1 La Comisión Nacional de Catequesis agradece a Hna. Cecilia Osses por su colaboración.

connotaciones valorativas; lo que implica es debilidad, pero no oposición al designio de Dios (como señala Isaías 40, 6 “toda carne es heno”). De esta manera, para confesar la fe de la comunidad en el símbolo o “credo” romano del siglo II, aparecen las palabras “creo en la resurrección de la carne”, que se mantendrán en el “símbolo apostólico”. Éste, como sabemos, pasó en seguida al ritual de las iglesias de occidente, y con él la expresión resurrección de la carne se convirtió durante 1600 años, para las iglesias occidentales, en “la correcta” expresión de la fe. Hasta que en algunos textos litúrgicos posteriores al Vaticano II se prefiere decir “resurrección de los muertos”, como siempre se había estado diciendo en “el Credo largo”, o sea, el Niceno-Constantinopolitano, que se recitaba en las misas solemnes. Los contenidos doctrinales con que se relaciona la expresión son ante todo, los referentes a una teoría del mundo y de su realización temporal, con una manera específica de entender el cosmos desde sus orígenes hasta su consumación. También tiene que ver con una manera de entender la cruz y el dolor de Jesús (en la carne) y el seguimiento de Jesús, también en la cruz y en la carne. El decir, pues, resurrección de la carne habría tenido en las iglesias de Occidente una gran densidad de significados, los unos relativos al significado histórico de la existencia de las comunidades, como portadoras de un sentido para el futuro del mundo amenazado en la carne, los otros relacionados con el sentido último de la fortaleza cristiana de los mártires, manifestada al poner en juego precisamente su carne, y otros relacionados con el extraño temor a la putrefacción, en tanto que futuro degradante de todo hombre o mujer. Un temor en que habría estado empapada la cultura del tiempo. La fórmula “resurrección de la carne” puede usarse con distintos propósitos y sentidos. Aquí nos interesarán especialmente dos: uno ritual y otro existencial. En tanto que ritual, por ejemplo, en el Credo de la Misa, la fórmula se pone ante nosotros como desde fuera. Es cosa que viene de otro tiempo, y no la hemos elegido nosotros para decir lo que pensamos. Al retomarla, nos unimos en primer término a la comunidad cristiana histórica, dando por supuesto que compartimos con ésta una fe básica acerca de la resurrección. Y pocas veces, seguramente, pasamos de ahí. Esas pocas veces, hacemos la fórmula más existencialmente nuestra y nos decimos a nosotros mismos lo que nos significa adherirnos a esa confesión de fe. Con ello superamos el uso ritual y, de algún modo, metemos en la fórmula nuestra interpretación o comprensión de la resurrección, conforme a nuestras presentes inquietudes y a los modos de razonar que nos parecen válidos. Hay, por tanto, bastante diferencia entre el significado existencial y el significado ritual de la expresión “resurrección de la carne”. El primero lo reconstruye espontáneamente de nuevo, al adherirse al Credo, cada creyente (o cada comunidad de creyentes), en función de sus actuales inquietudes y situación cultural. En cambio, la fórmula ritual permanece como anclada de forma inmóvil e inalterada desde sus orígenes. O como polo de referencia un tanto borroso, en torno al cual se supone que girarán distintas interpretaciones existenciales, más que como expresión acabada de lo que puede significar hoy la resurrección. Comentemos: La expresión «resurrección de la carne» significa que el estado definitivo del hombre no será solamente el alma espiritual separada del cuerpo, sino que también nuestros cuerpos mortales un día volverán a tener vida (CEC 990).

Así como Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos y vive para siempre, así también Él resucitará a todos en el último día, con un cuerpo incorruptible: “los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación” (Jn 5, 29) (CEC 988-991; 1002-1003). Con la muerte, que es separación del alma y del cuerpo, éste cae en la corrupción, mientras el alma, que es inmortal, va al encuentro del juicio de Dios y espera volverse a unir al cuerpo, cuando éste resurja transformado en la segunda venida del Señor. Comprender cómo tendrá lugar la resurrección sobrepasa la posibilidad de nuestra imaginación y entendimiento. (CEC 992-1004; 1016-1018) 1. Santa Teresa de Niño Jesús dice: “Yo no muero, entro en la vida” ¿Qué opinas de esta

afirmación?

2. ¿Crees en la resurrección de la carne?

ÁÁRREEAA EECCLLEESSIIAALL CCOOMMIISSIIÓÓNN NNAACCIIOONNAALL DDEE CCAATTEEQQUUEESSIISS..

“CREO EN LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE”1 El hombre es un ser compuesto de alma y materia, lo corporal y lo espiritual, dos elementos que forman una realidad. El texto del Génesis que nos habla de la creación señala que cuando Dios terminó de crear al hombre, al mirar su obra vió que “todo era muy bueno” (cf. Gén. 1,31). Todo lo creado es bueno y su plenitud la vive en la resurrección. Al mirar al hombre de hoy, podemos ver que se manifiesta muy preocupado por su cuerpo, tener las medidas exactas, los músculos necesarios, el peso ideal, etc. Hoy vivimos todo un culto al cuerpo, lo que nos lleva a preguntarnos: 1.- ¿Qué sentido tiene hoy el cuerpo? 2.- San Francisco de Asís, antes de morir le pedía perdón a su cuerpo por la manera en que lo

había tratado en la vida. ¿Cómo se trata hoy al cuerpo? 3.- ¿Considero que el cuerpo es parte de mi trascendencia? Profundizando contenidos ¿Qué significa “resurrección de la carne”? El Nuevo Testamento nunca dice exactamente “resurrección de la carne”. Dice “resurrección” (a secas), “resurrección de los muertos” (por ejemplo, 1 Tes 4,16; 1 Co 15,12.35.42) e incluso dice “resurrección con el cuerpo” (cf. 1 Co 15,35). Y más: Pablo, según no pocos autores, rechazaría esa expresión, “resurrección de la carne”, porque para él “carne y sangre no pueden poseer el Reino de Dios” (1 Co 15, 50). Ya con esto se manifiesta que, al hablar de lo que significa la carne resucitada, se entra en un terreno muy movedizo de oscilación de significados. Efectivamente, en el uso paulino la palabra carne no significa simplemente algo físico, sino que añade a ello una terminante connotación moral y religiosa de sentido negativo (carne sería en lo humano algo físico, pero visto en cuanto que se opone en nosotros a los designios de Dios: ver, por ejemplo, Rom 7, 14.18). Entonces es contradictorio que esa carne alcance el Reino. El hombre y la mujer tienen que despojarse de su ser carnal para entrar en él. Pero muy poco después la palabra carne se estaba entendiendo también de otra manera. Por ejemplo, en Lucas 3,6 se dice que “toda carne” verá la salvación de Dios; y en Hch 2, 26 se habla de que la carne (del sepulcro) descansará esperanzada. Estamos ante un uso muy bíblico, según el cual la palabra carne; siendo, como en Pablo, algo físico cargado de

1 La Comisión Nacional de Catequesis agradece a Hna. Cecilia Osses por su colaboración.

connotaciones valorativas; lo que implica es debilidad, pero no oposición al designio de Dios (como señala Isaías 40, 6 “toda carne es heno”). De esta manera, para confesar la fe de la comunidad en el símbolo o “credo” romano del siglo II, aparecen las palabras “creo en la resurrección de la carne”, que se mantendrán en el “símbolo apostólico”. Éste, como sabemos, pasó en seguida al ritual de las iglesias de occidente, y con él la expresión resurrección de la carne se convirtió durante 1600 años, para las iglesias occidentales, en “la correcta” expresión de la fe. Hasta que en algunos textos litúrgicos posteriores al Vaticano II se prefiere decir “resurrección de los muertos”, como siempre se había estado diciendo en “el Credo largo”, o sea, el Niceno-Constantinopolitano, que se recitaba en las misas solemnes. Los contenidos doctrinales con que se relaciona la expresión son ante todo, los referentes a una teoría del mundo y de su realización temporal, con una manera específica de entender el cosmos desde sus orígenes hasta su consumación. También tiene que ver con una manera de entender la cruz y el dolor de Jesús (en la carne) y el seguimiento de Jesús, también en la cruz y en la carne. El decir, pues, resurrección de la carne habría tenido en las iglesias de Occidente una gran densidad de significados, los unos relativos al significado histórico de la existencia de las comunidades, como portadoras de un sentido para el futuro del mundo amenazado en la carne, los otros relacionados con el sentido último de la fortaleza cristiana de los mártires, manifestada al poner en juego precisamente su carne, y otros relacionados con el extraño temor a la putrefacción, en tanto que futuro degradante de todo hombre o mujer. Un temor en que habría estado empapada la cultura del tiempo. La fórmula “resurrección de la carne” puede usarse con distintos propósitos y sentidos. Aquí nos interesarán especialmente dos: uno ritual y otro existencial. En tanto que ritual, por ejemplo, en el Credo de la Misa, la fórmula se pone ante nosotros como desde fuera. Es cosa que viene de otro tiempo, y no la hemos elegido nosotros para decir lo que pensamos. Al retomarla, nos unimos en primer término a la comunidad cristiana histórica, dando por supuesto que compartimos con ésta una fe básica acerca de la resurrección. Y pocas veces, seguramente, pasamos de ahí. Esas pocas veces, hacemos la fórmula más existencialmente nuestra y nos decimos a nosotros mismos lo que nos significa adherirnos a esa confesión de fe. Con ello superamos el uso ritual y, de algún modo, metemos en la fórmula nuestra interpretación o comprensión de la resurrección, conforme a nuestras presentes inquietudes y a los modos de razonar que nos parecen válidos. Hay, por tanto, bastante diferencia entre el significado existencial y el significado ritual de la expresión “resurrección de la carne”. El primero lo reconstruye espontáneamente de nuevo, al adherirse al Credo, cada creyente (o cada comunidad de creyentes), en función de sus actuales inquietudes y situación cultural. En cambio, la fórmula ritual permanece como anclada de forma inmóvil e inalterada desde sus orígenes. O como polo de referencia un tanto borroso, en torno al cual se supone que girarán distintas interpretaciones existenciales, más que como expresión acabada de lo que puede significar hoy la resurrección. Comentemos: La expresión «resurrección de la carne» significa que el estado definitivo del hombre no será solamente el alma espiritual separada del cuerpo, sino que también nuestros cuerpos mortales un día volverán a tener vida (CEC 990).

Así como Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos y vive para siempre, así también Él resucitará a todos en el último día, con un cuerpo incorruptible: “los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación” (Jn 5, 29) (CEC 988-991; 1002-1003). Con la muerte, que es separación del alma y del cuerpo, éste cae en la corrupción, mientras el alma, que es inmortal, va al encuentro del juicio de Dios y espera volverse a unir al cuerpo, cuando éste resurja transformado en la segunda venida del Señor. Comprender cómo tendrá lugar la resurrección sobrepasa la posibilidad de nuestra imaginación y entendimiento. (CEC 992-1004; 1016-1018) 1. Santa Teresa de Niño Jesús dice: “Yo no muero, entro en la vida” ¿Qué opinas de esta

afirmación?

2. ¿Crees en la resurrección de la carne?

ÁÁRREEAA EECCLLEESSIIAALL CCOOMMIISSIIÓÓNN NNAACCIIOONNAALL DDEE CCAATTEEQQUUEESSIISS..

“CREO EN LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE”1 El hombre es un ser compuesto de alma y materia, lo corporal y lo espiritual, dos elementos que forman una realidad. El texto del Génesis que nos habla de la creación señala que cuando Dios terminó de crear al hombre, al mirar su obra vió que “todo era muy bueno” (cf. Gén. 1,31). Todo lo creado es bueno y su plenitud la vive en la resurrección. Al mirar al hombre de hoy, podemos ver que se manifiesta muy preocupado por su cuerpo, tener las medidas exactas, los músculos necesarios, el peso ideal, etc. Hoy vivimos todo un culto al cuerpo, lo que nos lleva a preguntarnos: 1.- ¿Qué sentido tiene hoy el cuerpo? 2.- San Francisco de Asís, antes de morir le pedía perdón a su cuerpo por la manera en que lo

había tratado en la vida. ¿Cómo se trata hoy al cuerpo? 3.- ¿Considero que el cuerpo es parte de mi trascendencia? Profundizando contenidos ¿Qué significa “resurrección de la carne”? El Nuevo Testamento nunca dice exactamente “resurrección de la carne”. Dice “resurrección” (a secas), “resurrección de los muertos” (por ejemplo, 1 Tes 4,16; 1 Co 15,12.35.42) e incluso dice “resurrección con el cuerpo” (cf. 1 Co 15,35). Y más: Pablo, según no pocos autores, rechazaría esa expresión, “resurrección de la carne”, porque para él “carne y sangre no pueden poseer el Reino de Dios” (1 Co 15, 50). Ya con esto se manifiesta que, al hablar de lo que significa la carne resucitada, se entra en un terreno muy movedizo de oscilación de significados. Efectivamente, en el uso paulino la palabra carne no significa simplemente algo físico, sino que añade a ello una terminante connotación moral y religiosa de sentido negativo (carne sería en lo humano algo físico, pero visto en cuanto que se opone en nosotros a los designios de Dios: ver, por ejemplo, Rom 7, 14.18). Entonces es contradictorio que esa carne alcance el Reino. El hombre y la mujer tienen que despojarse de su ser carnal para entrar en él. Pero muy poco después la palabra carne se estaba entendiendo también de otra manera. Por ejemplo, en Lucas 3,6 se dice que “toda carne” verá la salvación de Dios; y en Hch 2, 26 se habla de que la carne (del sepulcro) descansará esperanzada. Estamos ante un uso muy bíblico, según el cual la palabra carne; siendo, como en Pablo, algo físico cargado de

1 La Comisión Nacional de Catequesis agradece a Hna. Cecilia Osses por su colaboración.

connotaciones valorativas; lo que implica es debilidad, pero no oposición al designio de Dios (como señala Isaías 40, 6 “toda carne es heno”). De esta manera, para confesar la fe de la comunidad en el símbolo o “credo” romano del siglo II, aparecen las palabras “creo en la resurrección de la carne”, que se mantendrán en el “símbolo apostólico”. Éste, como sabemos, pasó en seguida al ritual de las iglesias de occidente, y con él la expresión resurrección de la carne se convirtió durante 1600 años, para las iglesias occidentales, en “la correcta” expresión de la fe. Hasta que en algunos textos litúrgicos posteriores al Vaticano II se prefiere decir “resurrección de los muertos”, como siempre se había estado diciendo en “el Credo largo”, o sea, el Niceno-Constantinopolitano, que se recitaba en las misas solemnes. Los contenidos doctrinales con que se relaciona la expresión son ante todo, los referentes a una teoría del mundo y de su realización temporal, con una manera específica de entender el cosmos desde sus orígenes hasta su consumación. También tiene que ver con una manera de entender la cruz y el dolor de Jesús (en la carne) y el seguimiento de Jesús, también en la cruz y en la carne. El decir, pues, resurrección de la carne habría tenido en las iglesias de Occidente una gran densidad de significados, los unos relativos al significado histórico de la existencia de las comunidades, como portadoras de un sentido para el futuro del mundo amenazado en la carne, los otros relacionados con el sentido último de la fortaleza cristiana de los mártires, manifestada al poner en juego precisamente su carne, y otros relacionados con el extraño temor a la putrefacción, en tanto que futuro degradante de todo hombre o mujer. Un temor en que habría estado empapada la cultura del tiempo. La fórmula “resurrección de la carne” puede usarse con distintos propósitos y sentidos. Aquí nos interesarán especialmente dos: uno ritual y otro existencial. En tanto que ritual, por ejemplo, en el Credo de la Misa, la fórmula se pone ante nosotros como desde fuera. Es cosa que viene de otro tiempo, y no la hemos elegido nosotros para decir lo que pensamos. Al retomarla, nos unimos en primer término a la comunidad cristiana histórica, dando por supuesto que compartimos con ésta una fe básica acerca de la resurrección. Y pocas veces, seguramente, pasamos de ahí. Esas pocas veces, hacemos la fórmula más existencialmente nuestra y nos decimos a nosotros mismos lo que nos significa adherirnos a esa confesión de fe. Con ello superamos el uso ritual y, de algún modo, metemos en la fórmula nuestra interpretación o comprensión de la resurrección, conforme a nuestras presentes inquietudes y a los modos de razonar que nos parecen válidos. Hay, por tanto, bastante diferencia entre el significado existencial y el significado ritual de la expresión “resurrección de la carne”. El primero lo reconstruye espontáneamente de nuevo, al adherirse al Credo, cada creyente (o cada comunidad de creyentes), en función de sus actuales inquietudes y situación cultural. En cambio, la fórmula ritual permanece como anclada de forma inmóvil e inalterada desde sus orígenes. O como polo de referencia un tanto borroso, en torno al cual se supone que girarán distintas interpretaciones existenciales, más que como expresión acabada de lo que puede significar hoy la resurrección. Comentemos: La expresión «resurrección de la carne» significa que el estado definitivo del hombre no será solamente el alma espiritual separada del cuerpo, sino que también nuestros cuerpos mortales un día volverán a tener vida (CEC 990).

Así como Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos y vive para siempre, así también Él resucitará a todos en el último día, con un cuerpo incorruptible: “los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación” (Jn 5, 29) (CEC 988-991; 1002-1003). Con la muerte, que es separación del alma y del cuerpo, éste cae en la corrupción, mientras el alma, que es inmortal, va al encuentro del juicio de Dios y espera volverse a unir al cuerpo, cuando éste resurja transformado en la segunda venida del Señor. Comprender cómo tendrá lugar la resurrección sobrepasa la posibilidad de nuestra imaginación y entendimiento. (CEC 992-1004; 1016-1018) 1. Santa Teresa de Niño Jesús dice: “Yo no muero, entro en la vida” ¿Qué opinas de esta

afirmación?

2. ¿Crees en la resurrección de la carne?

ÁÁRREEAA EECCLLEESSIIAALL CCOOMMIISSIIÓÓNN NNAACCIIOONNAALL DDEE CCAATTEEQQUUEESSIISS..

“CREO EN LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE”1 El hombre es un ser compuesto de alma y materia, lo corporal y lo espiritual, dos elementos que forman una realidad. El texto del Génesis que nos habla de la creación señala que cuando Dios terminó de crear al hombre, al mirar su obra vió que “todo era muy bueno” (cf. Gén. 1,31). Todo lo creado es bueno y su plenitud la vive en la resurrección. Al mirar al hombre de hoy, podemos ver que se manifiesta muy preocupado por su cuerpo, tener las medidas exactas, los músculos necesarios, el peso ideal, etc. Hoy vivimos todo un culto al cuerpo, lo que nos lleva a preguntarnos: 1.- ¿Qué sentido tiene hoy el cuerpo? 2.- San Francisco de Asís, antes de morir le pedía perdón a su cuerpo por la manera en que lo

había tratado en la vida. ¿Cómo se trata hoy al cuerpo? 3.- ¿Considero que el cuerpo es parte de mi trascendencia? Profundizando contenidos ¿Qué significa “resurrección de la carne”? El Nuevo Testamento nunca dice exactamente “resurrección de la carne”. Dice “resurrección” (a secas), “resurrección de los muertos” (por ejemplo, 1 Tes 4,16; 1 Co 15,12.35.42) e incluso dice “resurrección con el cuerpo” (cf. 1 Co 15,35). Y más: Pablo, según no pocos autores, rechazaría esa expresión, “resurrección de la carne”, porque para él “carne y sangre no pueden poseer el Reino de Dios” (1 Co 15, 50). Ya con esto se manifiesta que, al hablar de lo que significa la carne resucitada, se entra en un terreno muy movedizo de oscilación de significados. Efectivamente, en el uso paulino la palabra carne no significa simplemente algo físico, sino que añade a ello una terminante connotación moral y religiosa de sentido negativo (carne sería en lo humano algo físico, pero visto en cuanto que se opone en nosotros a los designios de Dios: ver, por ejemplo, Rom 7, 14.18). Entonces es contradictorio que esa carne alcance el Reino. El hombre y la mujer tienen que despojarse de su ser carnal para entrar en él. Pero muy poco después la palabra carne se estaba entendiendo también de otra manera. Por ejemplo, en Lucas 3,6 se dice que “toda carne” verá la salvación de Dios; y en Hch 2, 26 se habla de que la carne (del sepulcro) descansará esperanzada. Estamos ante un uso muy bíblico, según el cual la palabra carne; siendo, como en Pablo, algo físico cargado de

1 La Comisión Nacional de Catequesis agradece a Hna. Cecilia Osses por su colaboración.

connotaciones valorativas; lo que implica es debilidad, pero no oposición al designio de Dios (como señala Isaías 40, 6 “toda carne es heno”). De esta manera, para confesar la fe de la comunidad en el símbolo o “credo” romano del siglo II, aparecen las palabras “creo en la resurrección de la carne”, que se mantendrán en el “símbolo apostólico”. Éste, como sabemos, pasó en seguida al ritual de las iglesias de occidente, y con él la expresión resurrección de la carne se convirtió durante 1600 años, para las iglesias occidentales, en “la correcta” expresión de la fe. Hasta que en algunos textos litúrgicos posteriores al Vaticano II se prefiere decir “resurrección de los muertos”, como siempre se había estado diciendo en “el Credo largo”, o sea, el Niceno-Constantinopolitano, que se recitaba en las misas solemnes. Los contenidos doctrinales con que se relaciona la expresión son ante todo, los referentes a una teoría del mundo y de su realización temporal, con una manera específica de entender el cosmos desde sus orígenes hasta su consumación. También tiene que ver con una manera de entender la cruz y el dolor de Jesús (en la carne) y el seguimiento de Jesús, también en la cruz y en la carne. El decir, pues, resurrección de la carne habría tenido en las iglesias de Occidente una gran densidad de significados, los unos relativos al significado histórico de la existencia de las comunidades, como portadoras de un sentido para el futuro del mundo amenazado en la carne, los otros relacionados con el sentido último de la fortaleza cristiana de los mártires, manifestada al poner en juego precisamente su carne, y otros relacionados con el extraño temor a la putrefacción, en tanto que futuro degradante de todo hombre o mujer. Un temor en que habría estado empapada la cultura del tiempo. La fórmula “resurrección de la carne” puede usarse con distintos propósitos y sentidos. Aquí nos interesarán especialmente dos: uno ritual y otro existencial. En tanto que ritual, por ejemplo, en el Credo de la Misa, la fórmula se pone ante nosotros como desde fuera. Es cosa que viene de otro tiempo, y no la hemos elegido nosotros para decir lo que pensamos. Al retomarla, nos unimos en primer término a la comunidad cristiana histórica, dando por supuesto que compartimos con ésta una fe básica acerca de la resurrección. Y pocas veces, seguramente, pasamos de ahí. Esas pocas veces, hacemos la fórmula más existencialmente nuestra y nos decimos a nosotros mismos lo que nos significa adherirnos a esa confesión de fe. Con ello superamos el uso ritual y, de algún modo, metemos en la fórmula nuestra interpretación o comprensión de la resurrección, conforme a nuestras presentes inquietudes y a los modos de razonar que nos parecen válidos. Hay, por tanto, bastante diferencia entre el significado existencial y el significado ritual de la expresión “resurrección de la carne”. El primero lo reconstruye espontáneamente de nuevo, al adherirse al Credo, cada creyente (o cada comunidad de creyentes), en función de sus actuales inquietudes y situación cultural. En cambio, la fórmula ritual permanece como anclada de forma inmóvil e inalterada desde sus orígenes. O como polo de referencia un tanto borroso, en torno al cual se supone que girarán distintas interpretaciones existenciales, más que como expresión acabada de lo que puede significar hoy la resurrección. Comentemos: La expresión «resurrección de la carne» significa que el estado definitivo del hombre no será solamente el alma espiritual separada del cuerpo, sino que también nuestros cuerpos mortales un día volverán a tener vida (CEC 990).

Así como Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos y vive para siempre, así también Él resucitará a todos en el último día, con un cuerpo incorruptible: “los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación” (Jn 5, 29) (CEC 988-991; 1002-1003). Con la muerte, que es separación del alma y del cuerpo, éste cae en la corrupción, mientras el alma, que es inmortal, va al encuentro del juicio de Dios y espera volverse a unir al cuerpo, cuando éste resurja transformado en la segunda venida del Señor. Comprender cómo tendrá lugar la resurrección sobrepasa la posibilidad de nuestra imaginación y entendimiento. (CEC 992-1004; 1016-1018) 1. Santa Teresa de Niño Jesús dice: “Yo no muero, entro en la vida” ¿Qué opinas de esta

afirmación?

2. ¿Crees en la resurrección de la carne?

ÁÁRREEAA EECCLLEESSIIAALL CCOOMMIISSIIÓÓNN NNAACCIIOONNAALL DDEE CCAATTEEQQUUEESSIISS..

“CREO EN LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE”1 El hombre es un ser compuesto de alma y materia, lo corporal y lo espiritual, dos elementos que forman una realidad. El texto del Génesis que nos habla de la creación señala que cuando Dios terminó de crear al hombre, al mirar su obra vió que “todo era muy bueno” (cf. Gén. 1,31). Todo lo creado es bueno y su plenitud la vive en la resurrección. Al mirar al hombre de hoy, podemos ver que se manifiesta muy preocupado por su cuerpo, tener las medidas exactas, los músculos necesarios, el peso ideal, etc. Hoy vivimos todo un culto al cuerpo, lo que nos lleva a preguntarnos: 1.- ¿Qué sentido tiene hoy el cuerpo? 2.- San Francisco de Asís, antes de morir le pedía perdón a su cuerpo por la manera en que lo

había tratado en la vida. ¿Cómo se trata hoy al cuerpo? 3.- ¿Considero que el cuerpo es parte de mi trascendencia? Profundizando contenidos ¿Qué significa “resurrección de la carne”? El Nuevo Testamento nunca dice exactamente “resurrección de la carne”. Dice “resurrección” (a secas), “resurrección de los muertos” (por ejemplo, 1 Tes 4,16; 1 Co 15,12.35.42) e incluso dice “resurrección con el cuerpo” (cf. 1 Co 15,35). Y más: Pablo, según no pocos autores, rechazaría esa expresión, “resurrección de la carne”, porque para él “carne y sangre no pueden poseer el Reino de Dios” (1 Co 15, 50). Ya con esto se manifiesta que, al hablar de lo que significa la carne resucitada, se entra en un terreno muy movedizo de oscilación de significados. Efectivamente, en el uso paulino la palabra carne no significa simplemente algo físico, sino que añade a ello una terminante connotación moral y religiosa de sentido negativo (carne sería en lo humano algo físico, pero visto en cuanto que se opone en nosotros a los designios de Dios: ver, por ejemplo, Rom 7, 14.18). Entonces es contradictorio que esa carne alcance el Reino. El hombre y la mujer tienen que despojarse de su ser carnal para entrar en él. Pero muy poco después la palabra carne se estaba entendiendo también de otra manera. Por ejemplo, en Lucas 3,6 se dice que “toda carne” verá la salvación de Dios; y en Hch 2, 26 se habla de que la carne (del sepulcro) descansará esperanzada. Estamos ante un uso muy bíblico, según el cual la palabra carne; siendo, como en Pablo, algo físico cargado de

1 La Comisión Nacional de Catequesis agradece a Hna. Cecilia Osses por su colaboración.

connotaciones valorativas; lo que implica es debilidad, pero no oposición al designio de Dios (como señala Isaías 40, 6 “toda carne es heno”). De esta manera, para confesar la fe de la comunidad en el símbolo o “credo” romano del siglo II, aparecen las palabras “creo en la resurrección de la carne”, que se mantendrán en el “símbolo apostólico”. Éste, como sabemos, pasó en seguida al ritual de las iglesias de occidente, y con él la expresión resurrección de la carne se convirtió durante 1600 años, para las iglesias occidentales, en “la correcta” expresión de la fe. Hasta que en algunos textos litúrgicos posteriores al Vaticano II se prefiere decir “resurrección de los muertos”, como siempre se había estado diciendo en “el Credo largo”, o sea, el Niceno-Constantinopolitano, que se recitaba en las misas solemnes. Los contenidos doctrinales con que se relaciona la expresión son ante todo, los referentes a una teoría del mundo y de su realización temporal, con una manera específica de entender el cosmos desde sus orígenes hasta su consumación. También tiene que ver con una manera de entender la cruz y el dolor de Jesús (en la carne) y el seguimiento de Jesús, también en la cruz y en la carne. El decir, pues, resurrección de la carne habría tenido en las iglesias de Occidente una gran densidad de significados, los unos relativos al significado histórico de la existencia de las comunidades, como portadoras de un sentido para el futuro del mundo amenazado en la carne, los otros relacionados con el sentido último de la fortaleza cristiana de los mártires, manifestada al poner en juego precisamente su carne, y otros relacionados con el extraño temor a la putrefacción, en tanto que futuro degradante de todo hombre o mujer. Un temor en que habría estado empapada la cultura del tiempo. La fórmula “resurrección de la carne” puede usarse con distintos propósitos y sentidos. Aquí nos interesarán especialmente dos: uno ritual y otro existencial. En tanto que ritual, por ejemplo, en el Credo de la Misa, la fórmula se pone ante nosotros como desde fuera. Es cosa que viene de otro tiempo, y no la hemos elegido nosotros para decir lo que pensamos. Al retomarla, nos unimos en primer término a la comunidad cristiana histórica, dando por supuesto que compartimos con ésta una fe básica acerca de la resurrección. Y pocas veces, seguramente, pasamos de ahí. Esas pocas veces, hacemos la fórmula más existencialmente nuestra y nos decimos a nosotros mismos lo que nos significa adherirnos a esa confesión de fe. Con ello superamos el uso ritual y, de algún modo, metemos en la fórmula nuestra interpretación o comprensión de la resurrección, conforme a nuestras presentes inquietudes y a los modos de razonar que nos parecen válidos. Hay, por tanto, bastante diferencia entre el significado existencial y el significado ritual de la expresión “resurrección de la carne”. El primero lo reconstruye espontáneamente de nuevo, al adherirse al Credo, cada creyente (o cada comunidad de creyentes), en función de sus actuales inquietudes y situación cultural. En cambio, la fórmula ritual permanece como anclada de forma inmóvil e inalterada desde sus orígenes. O como polo de referencia un tanto borroso, en torno al cual se supone que girarán distintas interpretaciones existenciales, más que como expresión acabada de lo que puede significar hoy la resurrección. Comentemos: La expresión «resurrección de la carne» significa que el estado definitivo del hombre no será solamente el alma espiritual separada del cuerpo, sino que también nuestros cuerpos mortales un día volverán a tener vida (CEC 990).

Así como Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos y vive para siempre, así también Él resucitará a todos en el último día, con un cuerpo incorruptible: “los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación” (Jn 5, 29) (CEC 988-991; 1002-1003). Con la muerte, que es separación del alma y del cuerpo, éste cae en la corrupción, mientras el alma, que es inmortal, va al encuentro del juicio de Dios y espera volverse a unir al cuerpo, cuando éste resurja transformado en la segunda venida del Señor. Comprender cómo tendrá lugar la resurrección sobrepasa la posibilidad de nuestra imaginación y entendimiento. (CEC 992-1004; 1016-1018) 1. Santa Teresa de Niño Jesús dice: “Yo no muero, entro en la vida” ¿Qué opinas de esta

afirmación?

2. ¿Crees en la resurrección de la carne?

ÁÁRREEAA EECCLLEESSIIAALL CCOOMMIISSIIÓÓNN NNAACCIIOONNAALL DDEE CCAATTEEQQUUEESSIISS..

“CREO EN LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE”1 El hombre es un ser compuesto de alma y materia, lo corporal y lo espiritual, dos elementos que forman una realidad. El texto del Génesis que nos habla de la creación señala que cuando Dios terminó de crear al hombre, al mirar su obra vió que “todo era muy bueno” (cf. Gén. 1,31). Todo lo creado es bueno y su plenitud la vive en la resurrección. Al mirar al hombre de hoy, podemos ver que se manifiesta muy preocupado por su cuerpo, tener las medidas exactas, los músculos necesarios, el peso ideal, etc. Hoy vivimos todo un culto al cuerpo, lo que nos lleva a preguntarnos: 1.- ¿Qué sentido tiene hoy el cuerpo? 2.- San Francisco de Asís, antes de morir le pedía perdón a su cuerpo por la manera en que lo

había tratado en la vida. ¿Cómo se trata hoy al cuerpo? 3.- ¿Considero que el cuerpo es parte de mi trascendencia? Profundizando contenidos ¿Qué significa “resurrección de la carne”? El Nuevo Testamento nunca dice exactamente “resurrección de la carne”. Dice “resurrección” (a secas), “resurrección de los muertos” (por ejemplo, 1 Tes 4,16; 1 Co 15,12.35.42) e incluso dice “resurrección con el cuerpo” (cf. 1 Co 15,35). Y más: Pablo, según no pocos autores, rechazaría esa expresión, “resurrección de la carne”, porque para él “carne y sangre no pueden poseer el Reino de Dios” (1 Co 15, 50). Ya con esto se manifiesta que, al hablar de lo que significa la carne resucitada, se entra en un terreno muy movedizo de oscilación de significados. Efectivamente, en el uso paulino la palabra carne no significa simplemente algo físico, sino que añade a ello una terminante connotación moral y religiosa de sentido negativo (carne sería en lo humano algo físico, pero visto en cuanto que se opone en nosotros a los designios de Dios: ver, por ejemplo, Rom 7, 14.18). Entonces es contradictorio que esa carne alcance el Reino. El hombre y la mujer tienen que despojarse de su ser carnal para entrar en él. Pero muy poco después la palabra carne se estaba entendiendo también de otra manera. Por ejemplo, en Lucas 3,6 se dice que “toda carne” verá la salvación de Dios; y en Hch 2, 26 se habla de que la carne (del sepulcro) descansará esperanzada. Estamos ante un uso muy bíblico, según el cual la palabra carne; siendo, como en Pablo, algo físico cargado de

1 La Comisión Nacional de Catequesis agradece a Hna. Cecilia Osses por su colaboración.

connotaciones valorativas; lo que implica es debilidad, pero no oposición al designio de Dios (como señala Isaías 40, 6 “toda carne es heno”). De esta manera, para confesar la fe de la comunidad en el símbolo o “credo” romano del siglo II, aparecen las palabras “creo en la resurrección de la carne”, que se mantendrán en el “símbolo apostólico”. Éste, como sabemos, pasó en seguida al ritual de las iglesias de occidente, y con él la expresión resurrección de la carne se convirtió durante 1600 años, para las iglesias occidentales, en “la correcta” expresión de la fe. Hasta que en algunos textos litúrgicos posteriores al Vaticano II se prefiere decir “resurrección de los muertos”, como siempre se había estado diciendo en “el Credo largo”, o sea, el Niceno-Constantinopolitano, que se recitaba en las misas solemnes. Los contenidos doctrinales con que se relaciona la expresión son ante todo, los referentes a una teoría del mundo y de su realización temporal, con una manera específica de entender el cosmos desde sus orígenes hasta su consumación. También tiene que ver con una manera de entender la cruz y el dolor de Jesús (en la carne) y el seguimiento de Jesús, también en la cruz y en la carne. El decir, pues, resurrección de la carne habría tenido en las iglesias de Occidente una gran densidad de significados, los unos relativos al significado histórico de la existencia de las comunidades, como portadoras de un sentido para el futuro del mundo amenazado en la carne, los otros relacionados con el sentido último de la fortaleza cristiana de los mártires, manifestada al poner en juego precisamente su carne, y otros relacionados con el extraño temor a la putrefacción, en tanto que futuro degradante de todo hombre o mujer. Un temor en que habría estado empapada la cultura del tiempo. La fórmula “resurrección de la carne” puede usarse con distintos propósitos y sentidos. Aquí nos interesarán especialmente dos: uno ritual y otro existencial. En tanto que ritual, por ejemplo, en el Credo de la Misa, la fórmula se pone ante nosotros como desde fuera. Es cosa que viene de otro tiempo, y no la hemos elegido nosotros para decir lo que pensamos. Al retomarla, nos unimos en primer término a la comunidad cristiana histórica, dando por supuesto que compartimos con ésta una fe básica acerca de la resurrección. Y pocas veces, seguramente, pasamos de ahí. Esas pocas veces, hacemos la fórmula más existencialmente nuestra y nos decimos a nosotros mismos lo que nos significa adherirnos a esa confesión de fe. Con ello superamos el uso ritual y, de algún modo, metemos en la fórmula nuestra interpretación o comprensión de la resurrección, conforme a nuestras presentes inquietudes y a los modos de razonar que nos parecen válidos. Hay, por tanto, bastante diferencia entre el significado existencial y el significado ritual de la expresión “resurrección de la carne”. El primero lo reconstruye espontáneamente de nuevo, al adherirse al Credo, cada creyente (o cada comunidad de creyentes), en función de sus actuales inquietudes y situación cultural. En cambio, la fórmula ritual permanece como anclada de forma inmóvil e inalterada desde sus orígenes. O como polo de referencia un tanto borroso, en torno al cual se supone que girarán distintas interpretaciones existenciales, más que como expresión acabada de lo que puede significar hoy la resurrección. Comentemos: La expresión «resurrección de la carne» significa que el estado definitivo del hombre no será solamente el alma espiritual separada del cuerpo, sino que también nuestros cuerpos mortales un día volverán a tener vida (CEC 990).

Así como Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos y vive para siempre, así también Él resucitará a todos en el último día, con un cuerpo incorruptible: “los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación” (Jn 5, 29) (CEC 988-991; 1002-1003). Con la muerte, que es separación del alma y del cuerpo, éste cae en la corrupción, mientras el alma, que es inmortal, va al encuentro del juicio de Dios y espera volverse a unir al cuerpo, cuando éste resurja transformado en la segunda venida del Señor. Comprender cómo tendrá lugar la resurrección sobrepasa la posibilidad de nuestra imaginación y entendimiento. (CEC 992-1004; 1016-1018) 1. Santa Teresa de Niño Jesús dice: “Yo no muero, entro en la vida” ¿Qué opinas de esta

afirmación?

2. ¿Crees en la resurrección de la carne?