15.- Kershaw Ian - La Dictadura Nazi
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Transcript of 15.- Kershaw Ian - La Dictadura Nazi
-
Historia
y
cultura
Dirigida por:
Luis Alberto Romero
-
LA DICTADURA
NAZI
Problemas y perspectivas
de interpretacin
por
Ian Kershaw
-
m _______ Siglo veintiuno editores Argentina s. a. TUCUMN 1621 7 N (C1050AAG), BUENOS AIRES, REPBLICA ARGENTINA
Siglo veintiuno editores, s.a. de c.v. CERRO DEL AGUA 248, DELEGACIN COYOACN, 04310, MXICO, D. F.
ndice
940.53 Kershaw, Ian
CDD La dictadura nazi: problemas y perspectivas de interpretacin.
- Io ed. - Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentina, 2004.
440 p.; 21x14 cm. - (Historia y cultura ; 9)
Traduccin de: Julio Sierra
ISBN 987-1105-78-9
1. Nazismo-Historia I. Ttulo
The Nazi Dictatorship - Fourth edition was originally published in English
in 2000 by Edward Arnold Publishers Limited (first edition, 1985) "
Portada: Peter Tjebbes
2004, Ian Kershaw
2004, Siglo XXI Editores Argentina S. A.
ISBN 987-1105-78-9
Impreso en Artes Grficas Delsur
Alte. Solier 2450, Avellaneda,
en el mes de agosto de 2004
Hecho el depsito que marca la ley 11.723
Impreso en Argentina - Made in Argentina
Prefacio a la cuarta edicin 9
Abreviaturas 13
1. Los historiadores y el problema de explicar el nazismo 15
2. La esencia del nazismo: una forma de fascismo,
un tipo de totalitarismo o un fenmeno nico? 39
3. Poltica y economa en el estado nazi 73
4. Hitler: "amo del Tercer Reich" o "dictador dbil"? 101
5. Hitler y el Holocausto 131
6. Poltica exterior nazi: "un programa" o "una expansin
sin sentido" de Hitler? 181
7. El Tercer Reich: "reaccin social" o "revolucin social"? 217
8. "Resistencia sin el pueblo"? 245
9. "Normalidad" y genocidio: el problema de la "historizacin" 287
10. Cambios de perspectivas: tendencias historiogrficas
en el perodo posterior a la unificacin 309
Notas 349
Lecturas recomendadas 427
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Prefacio a la cuarta edicin
Siempre imagino que los historiadores escriben libros sobre
complejos asuntos, en primer lugar, para resolver problemas para
s mismos; es una suerte que los dems se interesen en sus medi-
taciones. Ciertamente, ha sido una fuente de persistente placer pa-
ra m que este libro haya demostrado ser til para aquellos que
buscan una gua en las miradas de intentos por parte de los estu-
diosos, a lo largo de ms de medio siglo, de abordar algunos de los
ms difciles e importantes temas de comprensin histrica.
Cuando comenc a trabajar sobre la era nazi a fines de los aos
setenta, de inmediato me interes en estos temas y tuve acceso a las
amargas disputas, sobre todo entre los historiadores de Alema-
nia occidental, en una conferencia internacional a la que asist
en 1979. Mi experiencia en esa conferencia me proporcion el
estmulo para escribir este libro (que fue redactado en su for-
ma original a principios de los aos ochenta). El nudo central del
libro, tal como sigue sindolo ahora, es, en este sentido, una pice
d'occasion: una evaluacin del punto alcanzado por la investigacin
histrica acerca del Tercer Reich en aquel momento. Algunos de
los debates que analic ya no resultan tan decisivos como parecan
entonces: las investigaciones continan, las condiciones externas
cambian, aparecen nuevos problemas y los viejos pierden su inten-
sidad. Todo esto es normal en los estudios histricos. Menos nor-
mal es la velocidad del cambio y decididamente anormal es el mo-
do como los escritos sobre temas histricos han sido acompaados
y afectados por la conciencia pblica acerca del legado del pasa-
do. La historiografa sobre el Tercer Reich ha seguido reflejando
las dimensiones morales y polticas de ese trabajo (as como las di-
visiones tericas acerca del mtodo y del enfoque), que seal en
el primer captulo. La "Hisorikerstreit" (disputa de historiadores)
de los aos ochenta y el "debate Goldhagen" de la dcada siguien-
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IAN KERSHAW PREFACIO A LA CUARTA EDICIN
1
1
te son tal vez las ms espectaculares ilustraciones de esto. Pero ms
all de las controversias pblicas, la investigacin misma ha segui-
do avanzando como el torrente de un ro desbordado ms que co-
mo los suaves remolinos de una lenta corriente de agua. Es difcil,
incluso para los especialistas, mantenerse al da con todo lo que
est ocurriendo. Pero, tal vez, por lo menos el intento justifica una
nueva edicin de este libro.
He tratado de actualizar el texto donde ha sido necesario, y
he ajustado las notas y la gua de lecturas recomendadas. De todos
los temas de los que me he ocupado, ninguno ha sido objeto de
tan intensas investigaciones ni ha producido tan rpidamente
cambiantes interpretaciones como el captulo sobre "Hitler y el
Holocausto". Ya haba vuelto a escribir partes de l para la terce-
ra edicin y he considerado ahora necesario, a la luz de importan-
tes publicaciones recientes, reescribir diversas secciones para esta
edicin. El captulo final estaba compuesto, para la edicin ante-
rior, por varias secciones especulativas acerca de cmo la historio-
grafa podra cambiar despus de la unificacin. Cuando volv a
mirar ese captulo, record las razones por las que me va mejor
atenindome a la historia que especulando acerca de tendencias
futuras. Esta parte del libro tambin tuvo, necesariamente, que ser
reescrita en gran parte para poder incluir el "fenmeno Goldhagen"
y tambin para volver a considerar las cambiantes tendencias en las
investigaciones acerca del Tercer Reich a medida que, con el paso
de las generaciones, Hider y su rgimen pasan a la historia (dejan-
do la conciencia histrica de una generacin que, afortunadamen-
te, nunca experiment el nazismo, aparentemente tan lastimada
como las anteriores por su legado moral).
Debo agradecer profundamente, ahora como antes, a amigos
y colegas en varios pases, pero sobre todo en Alemania y en Gran
Bretaa. Los trabajos de todos ellos sobre un rgimen que de ma-
nera tan fundamental y tan negativa marc el siglo que se acerca
a su fin constituyeron un gran estmulo para m. Seleccionar algu-
no de ellos resulta, tal vez, odioso, pero me gustara, de todos mo-
dos, agradecer particularmente a Hans Mommsen por las ilimita-
das discusiones, consejos y aliento (aun cuando no estuvimos de
acuerdo) a lo largo de muchos aos. Tambin le estoy especial-
mente agradecido a la Alexander von Humboldt-Stiftung por su
infatigable apoyo. Por ltimo, me alegra tener la oportunidad de
expresar mi agradecimiento, como editor a la vez que como ami-
go, a Christopher Wheeler por su continuado inters en este li-
bro. Ni su aliento ni su poder de persuasin han disminuido con
el paso del tiempo.
IAN KERSHAW
Sheffield/Manchester, septiembre de 1999
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Abreviaturas
AfS Archiv fr Sozialgeschichte
AHR American Historical Review
APZ Aus Politik und Zeitgeschichte (Beilage zur Wochenzeitung 'das
Parlament')
BAK Bundesarchiv, Koblenz
CEH Central European History
EcHR Economic History Review
GG Geschichte und Gesellschaft
GWU Geschichte in Wissenschafi and Unterricht
HWJ History Workshop Journal
HZ Historische Zeitschrift
IMT International Military Tribunal (Trial of the Major War
Criminis [Nuremberg, 1949], 42 vols.)
JCH Journal of Contemporary History
JMH Journal of Modern History
MGM Militargeschichtliche Mitteilungen
NPL Neue Politische Literatur
PVS Politische Vierteljahresschrift
VfZ Vierteljahrshefte fr Zeitgeschichte
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1. Los historiadores y el problema
de explicar el nazismo
Ms de medio siglo despus de la destruccin del Tercer
Reich, los principales historiadores estn lejos de ponerse de
acuerdo sobre algunos de los problemas ms fundamentales de la
interpretacin y explicacin del nazismo. Por supuesto, se han he-
cho grandes progresos a partir de los textos sobre temas histri-
cos de la era de la inmediata posguerra, cuando los historiadores
trataban de escribir "la historia contempornea" aun antes de que
el polvo hubiera comenzado a asentarse sobre las ruinas de la Eu-
ropa de Hitler, en un clima definido por las horribles revelacio-
nes de los juicios de Nuremberg y el desenmascaramiento total de
la bestialidad del rgimen. En semejante clima, no debe sorpren-
der que las recriminaciones del bando aliado y la tendencia a la
disculpa del lado alemn fueran los aspectos principales en los es-
critos acerca del pasado inmediato. Una perspectiva ms extensa
en el tiempo y una vasta produccin de eruditas investigaciones
de alto nivel realizadas por una nueva generacin de historiado-
res especialmente desde los aos sesenta en adelante, despus
de la apertura de los registros alemanes incautados, que para ese
momento ya haban regresado a Alemania introdujeron impor-
tantes avances en el conocimiento de muchos aspectos esenciales
del gobierno nazi. Pero en cuanto las detalladas y eruditas mono-
grafas son colocadas en el contexto de las amplsimas cuestiones
interpretativas acerca del nazismo, los lmites del consenso se al-
canzan con rapidez. Una sntesis de interpretaciones polarizadas,
con frecuencia defendidas y justificadas, no aparece en el horizon-
te. El debate contina firme, llevado adelante con gran vigor y tam-
bin, frecuentemente, con un rencor que va ms all de los lmites
de la controversia histrica convencional. Esto fue muy vividamen-
te ilustrado con la explosin de sentimientos que acompa a la
"Historikerstreit" (o "disputa de historiadores"), una importante con-
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16 IAN KERSHAW LOS HISTORIADORES Y EL PROBLEMA DE EXPLICAR EL NAZISMO 17
troversia pblica acerca del lugar que ocupa el Tercer Reich en la
historia alemana, que involucr a los principales historiadores ger-
manos y que se encendi en 1986.
Por supuesto, el debate y la controversia constituyen la esen-
cia misma de los estudios histricos; son el prerrequisito para el
progreso en la investigacin histrica. Sin embargo, el nazismo
plantea interrogantes de interpretacin histrica que, o bien tie-
nen un sabor particular, o bien destacan de una manera muy mar-
cada temas ms amplios de la explicacin histrica. Las caracters-
ticas particulares de los desacuerdos fundamentales entre los
historiadores acerca de la interpretacin del nazismo se encua-
dran, en mi opinin, dentro de la inevitable fusin de tres dimen-
siones: una dimensin histrico-filosfica, una dimensin polti-
co-ideolgica y una dimensin moral. Estas tres dimensiones son
inseparables tanto del tema propio del historiador como de lo que
el historiador o la historiadora entienden es su papel y su tarea en
la actualidad, al estudiar el nazismo y escribir sobre l. Estas carac-
tersticas especiales, como yo podra adems argumentar, estn
condicionadas por un elemento central en la conciencia poltica
de ambos estados alemanes de la posguerra, que a la vez es un re-
flejo de l: dominar el pasado nazi, Vergangenheitsbewltigung, ha-
brselas con la historia reciente de Alemania y aprender de ella.
Los abordajes radicalmente diferentes del pasado nazi en la
Alemania oriental y la Alemania occidental confieren, sin duda,
un tono especial a los escritos sobre temas histricos acerca del na-
zismo, en la medida en que los dos estados alemanes con filoso-
fas polticas totalmente contrastantes se enfrentaban uno al otro.
Pero dado que el problema de enfrentar el pasado ha sido abor-
dado de una manera menos lineal en la Repblica Federal de lo
que fue en la Repblica Democrtica Alemana, las controversias
acerca de cmo interpretar el nazismo han sido sobre todo contro-
versias germano-occidentales. Esto, por supuesto, no significa de
ninguna manera subestimar la importante, y con frecuencia inno-
vadora, contribucin hecha a la historia alemana por historiadores
no alemanes. No pocas veces, en realidad, esa misma distancia (con
la correspondiente perspectiva diferente) de los historiadores ex-
tranjeros respecto tanto del peso de "dominar el pasado" como de
las corrientes intelectuales de la sociedad de Alemania occidental
ha sido la que ha proporcionado el trampoln para nuevos impul-
sos y nuevos mtodos. La importante marca dejada por la erudi-
cin internacional se ver con toda claridad en los prximos cap-
tulos. De todas maneras, es un punto de vista bsico de este libro
que los contornos de los debates han sido por lo general estable-
cidos por historiadores alemanes, en especial los de la Repblica
Federal, y han sido moldeados en gran medida por la visin que
los historiadores alemanes occidentales han tenido de su propia
tarea al ayudar a dar forma a la "conciencia poltica" y con ello, a
superar el pasado.
Se ha dicho de la Repblica Federal que, mucho ms que Is-
rael o Vietnam del Sur, es un "estado nacido de la historia contem-
pornea, un producto de la catstrofe para superar la catstrofe".1
En esta sociedad, los historiadores del pasado reciente claramente
juegan un papel poltico mucho ms desembozado que, por ejem-
plo, en Gran Bretaa. No es ir demasiado lejos decir que con la in-
termediacin de sus interpretaciones del pasado reciente los his-
toriadores son vistos y se ven a s mismos, de alguna manera, como
los guardianes o crticos del presente. La inseparabilidad de la in-
vestigacin histrica acerca del nazismo respecto de la "educacin
poltica" contribuye en parte al sentimiento latente de algunos his-
toriadores en el sentido de que, sobre todo en lo que se refiere a
la comprensin profunda de la esencia del sistema nazi, la claridad
es un deber. Este sentimiento fue expresado por el entonces can-
ciller de la Repblica Federal, Helmut Schmidt, cuando se dirigi
a la Conferencia Anual de Historiadores Alemanes en 1978 y se
quej de que un exceso de teora haba producido para muchos
alemanes actuales una imagen del nazismo a la que todava le fal-
taba "un claro contorno".2 El mismo argumento marc el tono
una mezcla de enojo y tristeza de algunos historiadores, cuya
interpretacin domin los aos cincuenta y sesenta, al reaccionar
a un desafo "revisionista" para establecer una ortodoxia que llega
a someter a un cuestionamiento radical "descubrimientos eruditos
que han sido considerados ciertos y hasta indiscutibles".3
La conexin entre la cambiante perspectiva de la investiga-
cin histrica y la formacin de la conciencia poltica del momen-
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9 IAN KERSHAW LOS HISTORIADORES Y EL PROBLEMA DE EXPLICAR EL NAZISMO 19
to es reconocida como algo obvio, tanto por los "tradicionalistas"
como por los "revisionistas".4 Como la "HistorikerstreiF lo demos-
tr claramente, las interpretaciones contradictorias del nazismo
son parte de una permanente reconsideracin de la identidad po-
ltica y del futuro poltico de Alemania. Los historiadores contem-
porneos y su trabajo son propiedad pblica. Esto da forma al
marco de referencia e influye en la naturaleza de las controversias
sobre asuntos histricos que vamos a evaluar.
La literatura sobre el nazismo es tan vasta que incluso los ex-
pertos tienen dificultades para abordarla. Y resulta claro que los es-
tudiantes que se especializan en historia alemana contempornea
con frecuencia no pueden asimilar la compleja historiografa del
nazismo, ni seguir las controversias sobre interpretaciones desarro-
lladas en su mayor parte en las pginas de las publicaciones o
monografas eruditas alemanas. Mi libro fue escrito con esto en
mente. No ofrece una descripcin del desarrollo de la historiogra-
fa, ni una historia de la historia del nazismo, por decirlo de algn
modo.5 Se trata, ms bien, de un intento de analizar la naturaleza
de numerosos problemas centrales de interpretacin, relacionados
especficamente con el perodo mismo de la dictadura, con los que
se enfrentan los historiadores actuales de la Alemania nazi.6
La estructura del libro est en gran medida prefigurada por
los temas interrelacionados y entrelazados que dan consistencia a
la base de las controversias. El siguiente captulo trata de analizar
las muy diversas y firmemente opuestas interpretaciones de la na-
turaleza del nazismo: si puede ser satisfactoriamente considerado
una forma de fascismo o un estilo de totalitarismo, o como un pro-
ducto nico de la historia reciente de Alemania, un fenmeno po-
ltico "nico en su especie". Directamente relacionada con el de-
bate sobre fascismo est la acalorada controversia sobre nazismo
y capitalismo, en particular acerca del papel de la industria alema-
na, que constituye el tema del captulo siguiente. Un tema clave
que surgi fue el de cmo interpretar la posicin, el papel y el sig-
nificado de Hitler mismo en el sistema nazi de gobierno, un com-
plejo problema explorado ms adelante en tres captulos separa-
dos sobre la estructura de poder del Tercer Reich y la preparacin
de la poltica exterior y de la poltica antisemita. El foco de aten-
cin fue luego trasladado desde el gobierno del Tercer Reich a la
sociedad bajo el gobierno nazi, tratando de examinar hasta dn-
de el nazismo alter, y hasta revolucion, a la sociedad alemana,
y de evaluar el complejo tema de la resistencia alemana a Hitler.
A esto le sigue un anlisis del importante debate que se desarro-
ll acerca de la "historicizacin" del Tercer Reich, o sea, si a la era
nazi se la puede tratar en todo sentido como cualquier otro pero-
do del pasado, es decir, como "historia". Finalmente, trato de con-
siderar algunas de las maneras en que las tendencias historiogr-
ficas han cambiado (y siguen cambiando) desde la unificacin de
Alemania. Dentro de cada captulo, pretendo sintetizar adecuada-
mente las interpretaciones divergentes y el estado actual de la in-
vestigacin, para luego ofrecer una evaluacin. No he considera-
do que sea tarea ma tratar de colocarme como espectador y
adoptar una posicin neutral al pasar revista a las controversias, lo
cual, de todas maneras, sera imposible. Espero presentar las opi-
niones que sintetizo lo ms adecuadamente posible, pero tambin
voy a ser partcipe del debate, no "arbitro", por lo que dar mi po-
sicin en cada caso.
Los distintos enfoques respecto de la historia del Tercer Reich
que se encuentran en este libro comparten un mismo objetivo:
ofrecer una adecuada explicacin del nazismo. Explicar el pasado
es la tarea de los historiadores, pero la intimidante naturaleza y la
complejidad de esa tarea en el caso del nazismo se harn obvias
en las pginas que siguen. En efecto, se podra decir que una ade-
cuada explicacin del nazismo es una imposibilidad intelectual. El
nazismo constituye un fenmeno que apenas si parece posible que
sea sometido a un anlisis racional. Con un lder que hablaba en
tono apocalptico de poder mundial o destruccin y con un rgi-
men basado en una ideologa de odio racial totalmente repulsiva,
uno de los pases ms avanzados cultural y econmicamente de
Europa se prepar para la guerra y dio lugar a una conflagracin
mundial que mat alrededor de 50 millones de personas y perpe-
tr atrocidades cuya culminacin fue el asesinato masivo y meca-
nizado de millones de judos, de una naturaleza y en una escala
que desafa a la imaginacin. Frente a Auschwitz, la capacidad de
explicacin del historiador resulta insignificante. Cmo es posi-
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10 IAN KERSHAW LOS HISTORIADORES Y EL PROBLEMA DE EXPLICAR EL NAZISMO 21
ble escribir adecuada y "objetivamente" acerca de un sistema de
gobierno que gener un horror de semejante monumentalidad?
De qu manera debe realizar su trabajo el historiador? Difcil-
mente podra limitarse, en trminos neorrankeanos, a recoger de
las fuentes el relato de "cmo fueron realmente las cosas". Ade-
ms, puede acaso el historiador "comprender" (en la tradicin
historicista) un rgimen tan criminal y a su tan inhumano lder?
O es su tarea desnudar la maldad del nazismo para dar testimo-
nio en el presente y una advertencia para el futuro? Si es as, de
qu manera podra hacerlo? Acaso el historiador puede, o debe,
esforzarse por lograr "distanciarse" de su tema, distancia considera-
da habitualmente la esencia misma de la "objetividad" en los escritos
sobre temas histricos? El solo hecho de plantear estas preguntas su-
giere algunas de las razones por las que ninguna explicacin del na-
zismo puede ser del todo intelectualmente satisfactoria. Sin embar-
go, en ltima instancia, el mrito de cualquier enfoque interpretativo
debe reposar en la medida en que podra ser visto como una contri-
bucin a una interpretacin del nazismo potencialmente mejorada.
El objetivo de este libro habr sido alcanzado si su evaluacin de
las diferentes interpretaciones de la dictadura nazi sugiere cul de
esos enfoques tiene un mejor potencial en relacin con los dems
(o dicho de otra manera: es menos inadecuado que los dems), pa-
ra brindar una explicacin del proceso de radicalizacin dinmi-
ca en el Tercer Reich que condujo a la guerra y al genocidio en
una escala incomparable.
Antes de considerar las dimensiones histrico-filosficas, po-
ltico-ideolgicas y morales que subyacen a las controversias que
examinaremos, es necesario abordar un ltimo asunto preliminar.
Se trata de un asunto bastante obvio, pero de todas maneras vale
la pena repetirlo: las insuficiencias de las fuentes materiales. A pe-
sar de la vastedad de los restos de archivo que han sobrevivido, la
documentacin es fragmentaria en extremo y muchos de los se-
rios problemas de interpretacin en parte estn relacionados con
las fundamentales deficiencias en la naturaleza de las fuentes. Bue-
na parte de la documentacin clave fue, por supuesto, deliberada-
mente destruida por los nazis al aproximarse el final de la guerra, o
se perdi en los bombardeos areos. Pero el problema se extiende
ms all de la mera prdida fsica del material archivado. Llega
hasta los enormes vacos en las fuentes documentales con respec-
to a los puntos ms crticos y sensibles, que son, ellos mismos, un
producto inevitable del modo en que el sistema de gobierno nazi
funcionaba. En ninguna parte esos vacos son ms evidentes o ms
frustrantes que en lo que tiene que ver con Hitler mismo y con su
papel en el gobierno del Tercer Reich. As pues, la creciente de-
sintegracin de cualquier maquinaria de gobierno formal centra-
lizado en el Tercer Reich, junto con el estilo de gobierno extraor-
dinariamente no burocrtico de Hider en el que las decisiones
rara vez eran registradas, han dejado un enorme vaco en la do-
cumentacin de la esfera central de toma de decisiones. Los in-
mensos remanentes burocrticos del Tercer Reich se detienen,
por lo tanto, antes de llegar a Hitler. Es difcil saber qu mate-
rial del gobierno llegaba alguna vez a Hitler; ms difcil an re-
sulta saber si lo lea o no y cul era su reaccin. Como dictador
de Alemania, Hitler es para el historiador en gran medida inal-
canzable, refugiado en el silencio de las fuentes. Por esta misma
razn, los conflictos fundamentales de interpretacin acerca del
lugar de Hitler en el sistema de gobierno nazi no pueden ser evi-
tados ni definitivamente resueltos sobre la base de la documen-
tacin disponible.
Las falencias de las fuentes constituyen una parte relativamen-
te menor del problema de interpretar el nazismo. Un papel ms
significativo en la formacin del carcter de las controversias acer-
ca de la dictadura nazi ha sido desempeado por las concepciones
y los mtodos de anlisis histrico, con frecuencia contradicto-
rios, de los historiadores al aplicarlos al estudio del nazismo.
La dimensin histrico-filosfica
Dos puntos se pueden sealar desde el comienzo. El primero
es que las diferencias de enfoque y mtodo histricos, as como de
filosofa de la historia, no son de ninguna manera exclusivas del
estudio del nazismo, aunque los problemas involucrados en la in-
terpretacin del nazismo hacen que estos temas de filosofa de la
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11 IAN KERSHAW LOS HISTORIADORES Y EL PROBLEMA DE EXPLICAR EL NAZISMO 23
historia se destaquen de una manera particularmente intensa. El
segundo punto es que la profundidad y el rigor del debate sobre
mtodo histrico provienen de la tradicin especficamente ale-
mana de escritos sobre temas histricos y el desafo a esa tradicin,
aplicada al terreno del Tercer Reich. Si bien los historiadores no
alemanes con frecuencia han realizado importantes contribucio-
nes, el debate sobre mtodo histrico es en gran medida y de ma-
nera caracterstica un asunto alemn occidental. En lo que sigue,
por lo tanto, es necesario que centremos nuestra atencin en el
curso y la naturaleza de la historiografa alemana, y en las radical-
mente opuestas opiniones acerca de la forma y el objetivo de los
escritos sobre temas histricos propuestas por los principales his-
toriadores de Alemania occidental.
Los contornos de la historiografa alemana de la posguerra
han sido delineados por una cantidad de factores especficos que
distinguen a Alemania de los desarrollos historiogrficos de otros
pases. Detrs de todo ese proceso, se halla la necesidad de llegar
a una aceptacin del pasado nazi. Esto ha sido fundamental en la
conformacin de la relacin particularmente estrecha en los es-
tudios histricos alemanes de posguerra entre los problemas de
interpretar el curso y carcter de la historia alemana reciente y las
cuestiones de mayor alcance referidas al mtodo histrico y a la
filosofa de la historia. En general, el desarrollo posterior a la gue-
rra de los estudios histricos en Alemania occidental la Rep-
blica Democrtica Alemana debe ser excluida de esta categoriza-
cin puede ser dividido en cuatro fases: un perodo de
continuado y parcialmente reacondicionado historicismo, que du-
r hasta principios de los aos sesenta; una fase de transicin de
esa transformacin, que se extendi hasta mediados de los seten-
ta; una fase que continu hasta fines de los aos ochenta, a pe-
sar de algunos rgidos desafos y ciertas tendencias regresivas,
en la que nuevas formas de "historia social" con bases estructu-
rales alineadas con las ciencias sociales y estrechamente interre-
lacionadas con desarrollos paralelos en estudios internacionales
se puede decir que ya estn establecidas; y una fase, cuyo desen-
lace no est todava del todo a la vista, que comenz con los impor-
tantes cambios de 1989-1990.7
La tradicin historicista ejerci un dominio sobre la filosofa de
la historia y las investigaciones histricas en Alemania despus
de la poca de Ranke incomparablemente mayor que el de cual-
quier filosofa de la historia en cualquier otro pas.8 Esta tradicin
historicista se apoyaba en un concepto idealista en el sentido fi-
losfico de la historia como desarrollo cultural, formado por las
"ideas" de los hombres tal como se manifiestan a travs de sus accio-
nes, a partir de las cuales sus intenciones, motivos y "autorreflexin"
pueden ser deducidos. Los escritos sobre temas histricos se con-
centraban en la tarea de tratar de explicar las acciones por la "com-
prensin" intuitiva de las intenciones detrs de ellas. En la prctica,
esto condujo a que se pusiera un fuerte acento en la singularidad
de los hechos y los personajes histricos, en la abrumadora impor-
tancia de la voluntad y la intencin en el proceso histrico y en el
poder del estado como un fin en s mismo (y, en consecuencia, la
elevacin del estado nacional prusiano-germnico).
Para un profesional de la historia que se haba concentrado
fuertemente en la naturaleza y el papel del estado como un factor
"positivo" en la historia, fue sumamente chocante, despus de
1945, tener que enfrentarse "no slo con la ruptura del estado...
sino tambin con la ruptura de un estado agobiado por crmenes
del estado de una magnitud inconcebible".9 Sin embargo, el co-
lapso del Tercer Reich no produjo cambios fundamentales en la
tradicin y el predominio historicista en los escritos sobre temas
histricos. Como en 1918 y en 1933, la continuidad fue el sello dis-
tintivo esencial. Los dos ms importantes historiadores de la Ale-
mania de posguerra, Friedrich Meinecke y Gerhard Ritter, fueron
criados y escribieron en la tradicin historicista, y sus ideas esta-
ban profundamente insertadas en la tradicin idealista alemana
de pensamiento histrico y poltico. Ninguno de los dos fue nazi.
En realidad, ambos tuvieron sus roces con los nazis. Meinecke fue
desplazado de su cargo como editor del Historische Zeitschrift en
1935, y Ritter, como asociado de Cari Goerdeler, fue puesto en pri-
sin en 1944 despus del atentado contra la vida de Hitler. El in-
fluyente libro de Meinecke, Die deutsche Katastrophe, que apareci
en 1946, y Europa und die deutscheFrage, el libro de Ritter que tenia
un tono de disculpa ms intenso, publicado en 1948, constituan
-
25
24 IAN KERSHAW
en su esencia intentos por justificar el idealismo alemn y la tradi-
cin poltica nacional. Segn esa visin, el nazismo haba surgido
de una suerte de excrecencia parasitaria subalterna, que se poda
rastrear hasta las negativas fuerzas salidas a la luz por primera vez
en la Revolucin francesa, y que haban coexistido junto al desa-
rrollo del estado alemn, en general saludable y positivo. Si bien
existieron seales amenazadoras a fines del siglo XIX, fue sobre to-
do una desastrosa serie de acontecimientos desatados por la pri-
mera guerra mundial la que provoc en toda Europa, y no slo en
Alemania, la cada de los valores morales y religiosos, el predomi-
nio del materialismo, el aumento de la barbarie y la corrupcin
de la poltica como maquiavelismo y demagogia. El nazismo fue,
por lo tanto, segn esa interpretacin, el terrible resultado de ten-
dencias europeas, no especficamente alemanas, y constituy una
decisiva ruptura con el "saludable" pasado alemn ms que un
producto de l. Meinecke hablaba de "la historia de la degenera-
cin de la humanidad alemana".10
A Ritter le resultaba "casi inso-
portable" pensar que "la voluntad de un solo loco" haba llevado
a Alemania a la segunda guerra mundial.11
El nazismo fue, por lo
tanto, ms o menos un accidente en un desarrollo que por otra
parte era loable. Y el desastre que sobrevino en Alemania poda,
en gran parte, ser atribuido a Hitler, el "demonio". (Estos inten-
tos defensivos de interpretar al nazismo como parte de una en-
fermedad europea eran, por supuesto, la respuesta directa a la
cruda interpretacin propuesta por los autores anglonorteameri-
canos despus de la guerra; ellos consideraban que el nazismo s-
lo poda ser visto como la culminacin de siglos de subdesarrollo
cultural y poltico de Alemania, que poda rastrearse hasta Lutero
y ms all todava.12
)
El comienzo de una rpida declinacin de la influencia del
historicismo y una transformacin en el pensamiento acerca de la
historia surgieron a partir de la "controversia Fischer", de princi-
pios de la dcada de 1960. Sin dejar de usar mtodos totalmente
tradicionales de investigacin, Fritz Fischer, en su Griffnach der
Weltmacht, publicado en 1961, puso al descubierto los objetivos
agresivos y de guerra expansionista de las lites alemanas en la pri-
mera guerra mundial, y con ellos derrib el argumento de que un
desarrollo bsicamente saludable hasta un cierto momento "se ha-
ba descarrilado" despus de la guerra. Y si bien no era su inten-
cin, Fischer tambin abri nuevas reas de preocupacin para la
investigacin histrica, especialmente con respecto al papel de las
lites "tradicionales" y las continuidades en las estructuras socia-
les, y tambin la poltica tanto interior como exterior, que relacio-
naba la era imperial con la era nazi. El escndalo que provoc el
trabajo de Fischer reflejaba claramente la amplitud del impacto
cultural en el grupo dominante en los estudios histricos.13
El pro-
ceso de transformacin desatado en parte por la "controversia Fis-
cher" fue continuado, en gran medida, por el debilitamiento de
la vieja rigidez, gracias a la expansin del sistema universitario; por
los desafos a la profesin de los historiadores, provocados por los
avances producidos en las ciencias sociales; y por los cambios en
el clima poltico e intelectual que acompa el final de un largo
perodo de gobierno conservador y el "movimiento estudiantil"
de finales de los aos sesenta.14
Despojados de su aislamiento historicista y en un contexto
donde las estrechas relaciones culturales con otros pases euro-
peos y con los Estados Unidos eran activa e intensamente promo-
vidas, los estudios histricos alemanes salieron al mundo exterior.
Los conceptos estructurales de la historia, derivados en particular
de la escuela francesa de los rmales, y la influencia de las ciencias
polticas y sociales norteamericanas comenzaron a transforman
los enfoques histricos en Alemania occidental.
Enfoques nuevos y ms tericos en los estudios histricos, fuer-
temente inclinados hacia los desarrollos del otro lado del Atlnti-
co en las ciencias polticas y sociales, lucharon por establecerse por
primera vez en las universidades alemanas. El enfoque de la "nue-
va historia social" o "ciencia histrico-social", promoviendo una dis-
ciplina integradora basada en la teora para construir un anlisis
estructural de la "historia de la sociedad", cambi radicalmente el
acento de los estudios histricos tradicionales en Alemania. Este
enfoque afirmaba que el concepto de "poltica" necesitaba ser su-
bordinado al concepto de "sociedad", de modo que la "historia
poltica", si bien importante en s misma, por s sola no poda pro-
veer una clave para la comprensin histrica y necesitaba echar
-
26 IAN KERSHAW LOS HISTORIADORES Y EL PROBLEMA DE EXPLICAR EL NAZISMO 13
races en un contexto ms amplio (y terico).15
La creacin de dos
nuevas revistas el Geschichte und Gesellschafl, en 1975, y Geschichts-
didaktik, en 1976, donde se materializ la metodologa y la pu-
blicacin de los descubrimientos de las investigaciones de estos
nuevos enfoques, se podra decir que refleja el hecho de que la
"historia como ciencia social", innovadora a mediados de los aos
sesenta, se convirti en un hecho establecido e institucionalizado
una dcada ms tarde.
Este progreso, por supuesto, fue cuestionado. El guante arro-
jado por los representantes del enfoque de la "nueva historia so-
cial" fue recogido por los principales historiadores, quienes, aun-
que ya divorciados del historicismo clsico, seguan aferrndose a los
mtodos histricos y mbitos de inters convencionales. Los deba-
tes acerca del mtodo histrico entre los dos bandos aparente-
mente irreconciliables en ocasiones eran feroces. Y stos tienen
una influencia directa en las controversias acerca del nazismo.
El principal protagonista del enfoque "historia de la socie-
dad", Hans-Ulrich Wehler, en general no era considerado un es-
pecialista en nazismo, aunque sus estudios sobre la Alemania im-
perial estaban expresamente emparentados con la cuestin de la
continuidad de las estructuras de la sociedad alemana entre 1870
y 1945.16
Entre los principales atacantes de la "nueva historia so-
cial" y defensores de los mritos de la historia poltica convencio-
nal con un fuerte acento en la historia de la diplomacia y las re-
laciones exteriores, la importancia del individuo y su voluntad e
intencin, en contraposicin a determinantes estructurales, y el
valor del mtodo histrico tradicional de investigacin emprica
fueron los difuntos Andreas Hillgruber y Klaus Hildebrand, am-
bos famosos expertos en la poltica exterior de la Alemania nazi.17
En un artculo clave de 1973, Hillgruber desarroll un argu-
mento a favor del regreso a un acento central sobre la moderna
historia poltica.18
All atacaba fieramente "las exageradas afirma-
ciones de moda de la 'historia social'", donde los modelos han
reemplazado a las pruebas concretas. Los enfoques de la nueva
historia social no eran, en su opinin, adecuados para arrojar luz
sobre el sistema internacional y los todava cruciales determinan-
tes del "equilibrio de poderes" en asuntos internacionales. Recha-
zaba la excesiva simplicidad de las teoras de "imperialismo" o "fas-
cismo", y terminaba con una andanada contra la idea de que no
existe nada semejante a "la erudicin libre de valores". De este mo-
do, reafirmaba su opinin de que el trabajo del estudioso debe se-
guir siendo independiente de su compromiso poltico. La lnea de
ataque de Hildebrand era similar, aunque ste usaba un tono to-
dava ms directo.19
Atacaba la aplicacin de la teora, ya que la ac-
cin poltica debe buscarse en las fuentes y en la crtica de las fuen-
tes, en la evaluacin de la situacin particular, de las aspiraciones
individuales, en las decisiones, en los acontecimientos accidenta-
les y sorpresivos. Negaba que las relaciones internacionales pudie-
ran ser consideradas un derivado de los desarrollos sociales, y ar-
gumentaba que, comparados con los conceptos de "hegemona"
y de "equilibrio de poderes", los de la "nueva historia social" eran
de limitado valor. El nico procedimiento legtimo para el histo-
riador era trabajar desde lo particular a lo general, y no al revs.
Para l, la aplicacin de la teora era metodolgicamente dudosa,
potencialmente excluyente de muchas facetas de la realidad.
Conclua reafirmando la opinin de que el pasado es autnomo
y no est all para dar informacin o instruir al presente.
La rplica de Wehler sostena que el enfoque de Hillgruber
tambin necesitaba sustento terico y conceptual, y que su con-
fianza en los objetivos de los grupos conductores, ideas polticas
e intenciones conduca inexorablemente hacia una historia pol-
tica de las ideas que no abra nuevos horizontes. Wehler destaca-
ba las limitaciones de concentrarse en las fuentes de archivos so-
lamente para el anlisis de la toma de decisiones en poltica
exterior.20
Su respuesta a Hildebrand fue expresada de manera
ms aguda. Lo acus de exageracin terica, ataques sin sentido,
y aparentemente, por lo menos en un lugar, hasta de incluir citas
distorsionadas deliberadamente.21
Vea su insistencia en operar
desde lo particular hasta lo general como algo insuficiente, inclu-
so para la investigacin sobre el nazismo de Hildebrand mismo.
En una andanada posterior, atac el enfoque de la historia del na-
zismo como aparece en el trabajo de Hildebrand diciendo que se
trataba de un "historicismo confuso y deformado".22
ste, a su vez,
aseguraba que los comentarios de Wehler demostraban precisa-
-
14 IAN KERSHAW LOS HISTORIADORES Y EL PROBLEMA DE EXPLICAR EL NAZISMO 29
mente cmo la relacin de la sociedad y Hitler, de estructura y per-
sonalidad en el Tercer Reich, "pueden ser distorsionadas y descrip-
tas de manera simplista gracias a los prejuicios y la falta de cono-
cimiento". Sostena, adems, que el artculo de Wehler estaba
fuera de los lmites de los estudios serios, que acumulaba afirma-
ciones de opinin poltica e insulto personal y que careca de va-
lor en el contexto de una discusin acadmica seria.23
Estos intercambios intransigentes sobre los enfoques tericos
y las cuestiones metodolgicas tienen una relacin directa con la
naturaleza de algunas controversias interpretativas clave acerca
del nazismo. Indican las dificultades tericas para reconciliar
un enfoque "estructural" para la historia del nazismo con uno de ti-
po personalista, un problema clave para la interpretacin del papel
y el lugar de Hitler en el sistema nazi de gobierno. En segundo lu-
gar, sealan algunas de las dificultades de la relacin del historia-
dor con las fuentes. Es decir, cmo deben ser entendidas y ledas.
En tercer lugar, plantean la compleja cuestin de la posicin pol-
tica del historiador, de qu manera se relaciona con las circunstan-
cias polticas en las que l o ella vive y trabaja, y la relacin entre las
posiciones terico-metodolgicas y poltico-ideolgicas.
Acerca del primer punto, el enfoque terico, conceptual de
Wehler impuls una preferencia metodolgica instintiva y brind
apoyo al trabajo de los historiadores del nazismo llamados "revi-
sionistas", como Hans Mommsen, el difunto Martin Broszat, y
Wolfgang Schieder, quienes, trabajando por lo general sin la apli-
cacin consciente de un gran aparato terico, enfocaron comple-
jos problemas como la interrelacin de la poltica interior y la ex-
terior en el estado nazi, la estructura de la maquinaria del estado
y los procesos de toma de decisiones, y, no menos importante, el
lugar y la funcin de Hitler en el sistema nazi, en lo que podra
ser ampliamente descrito como un modo "estructural-funcionalis-
ta". De manera correspondiente, las limitaciones son fuertemen-
te destacadas por explicaciones que se apoyan principalmente en
las intenciones conscientes de Hitler y su papel individual en la
formacin de la poltica nazi.24
Con respecto al segundo punto, la disputa acerca del mtodo
histrico ha resaltado el problema de cmo el historiador cons-
truye una explicacin de las fuentes. Ms all de las deficiencias
en las fuentes materiales sobre el nazismo que sealbamos ante-
riormente, las fuentes, muchas veces, (como sealaba el difunto
Tim Masn en expresa referencia a las intenciones y los objetivos
de Hitler) pueden "ser ledas de muchas maneras diversas, segn
los diferentes tipos de otros conocimientos histricos que son tra-
dos a colacin en estos textos", y no deberan ser ledas nicamen-
te en lo que parece ser el literal modo del "sentido comn".25
De
ah que algunas de las controversias (particularmente aquellas en
torno de Hitler) se plantean entre historiadores que usan precisa-
mente las mismas fuentes documentales, pero que parten de dife-
rentes premisas y concepciones no slo acerca de lo que fue el
Tercer Reich, sino tambin acerca de qu es eso de escribir histo-
ria, y las leen de una manera radicalmente diferente.
El tercer punto, la influencia de consideraciones poltico-
ideolgicas sobre la historiografa del nazismo, es un tema inde-
pendiente e importante, al que ahora paso a dedicarme.
La dimensin poltico-ideolgica
Dos reas separadas, aunque relacionadas, necesitan ser con-
sideradas: primero, los modos en que la divisin de Alemania mol-
de las premisas poltico-ideolgicas para interpretar el nazismo
a ambos lados del Muro; y segundo, los modos en que estas dife-
rencias han dado forma a los cambiantes patrones de lo escrito so-
bre el nazismo dentro de la Repblica Federal misma.26
En la Repblica Democrtica Alemana, fundada sobre prin-
cipios marxistas-leninistas, el antifascismo fue, desde el comienzo,
una piedra angular indispensable de la ideologa y legitimidad del
estado. Por lo tanto, el trabajo histrico sobre "Hitler-fascismo" ha
tenido siempre una relevancia poltica directa. Y dado que el fas-
cismo fue considerado un producto intrnseco del capitalismo, y el vecino estado de Alemania occidental se fundaba en los princi-
pios capitalistas de los aliados occidentales, la investigacin hist-
rica sobre el fascismo tuvo la tarea no meramente de educar a los
ciudadanos alemanes orientales acerca de los horrores y males del
-
15 IAN KERSHAW LOS HISTORIADORES Y EL PROBLEMA DE EXPLICAR EL NAZISMO 31
pasado, sino tambin, y con mayor razn, acerca de los peligros y
males presentes y futuros, del potencial fascismo, considerado par-
te constitutiva del imperialismo capitalista, especialmente en la Re-
pblica Federal.
La comprensin del nazismo en la Repblica Democrtica
Alemana se apoyaba en la larga tradicin de la Internacional Co-
munista de luchar con el problema del fascismo en los aos vein-
te y treinta, que culmin en la famosa formulacin de Georgi Di-
mitroff, definitivamente establecida en el Sptimo Congreso del
Comintern en 1935, con respecto a que el fascismo era "la dicta-
dura abierta y terrorista del ms reaccionario, ms chauvinista y
ms imperialista de los elementos del capital financiero".27
El "pa-
sado no dominado" del estado alemn occidental junto con la
supervivencia de personas con un pasado ms que dudoso duran-
te el Tercer Reich, bastante renuente, en lugares prominentes de
la economa y de la vida poltica simplemente destacaban para
los estudiosos alemanes orientales la relevancia presente y el sen-
tido poltico de sus estudios histricos. La introduccin a una co-
leccin de ensayos que sintetiza los resultados de la investigacin
histrica en la Repblica Democrtica Alemana sobre el nazismo,
declara categricamente: "El objetivo y la preocupacin del libro
se vern satisfechos si, como un primer paso en el camino hacia
una amplia investigacin sobre los problemas polticos del fascis-
mo, histricos y actuales, se logra proveer material erudito para
la lucha actual contra el fascismo y el imperialismo".28
Y uno de
los colaboradores del volumen destacaba an ms: el intento de
los capitalistas de apuntalar su poder con nuevos mtodos los
del fascismo es una verdad que "ha sido tomada con pasin por
los historiadores marxistas, quienes, con su investigacin de la
historia del fascismo, quieren hacer una contribucin para com-
batir las fuerzas reaccionarias que siempre estn reapareciendo
con nuevos disfraces, y quienes, sobre la base de su experiencia
histrica, actan desde el punto de vista de que la lucha antifas-
cista slo puede ser llevada a la victoria con la total eliminacin
del poder y la superacin del capital monoplico".29
Uno de los
ms importantes historiadores de la Repblica Democrtica Ale-
mana precisamente resuma este punto: "Para nosotros, la inves-
tigacin sobre el fascismo significa participar en la actual lucha
de clases".30
El marco de referencia ideolgico dentro del cual la investi-
gacin histrica operaba en Alemania occidental era menos abier-
tamente declarado, pero era obvio de todas maneras.31
El princi-
pal objetivo en la formulacin de la Constitucin Alemana
Occidental (la "Ley Bsica") era eliminar la posibilidad de la crea-
cin de un sistema "totalitario", no slo como el que existi en el
Tercer Reich, sino como el que ha seguido existiendo en la Unin
Sovitica y en la Zona Sovitica de Alemania. La constitucin era
intencionalmente tanto antifascista como anticomunista. Como
ha sido sealado, "la teora del totalitarismo que compara y hasta
llega a igualar fascismo y comunismo puede, por lo tanto, ser con-
siderada la idea dominante detrs de la ley constitucional bsica
e incluso, hasta un cierto punto, la ideologa oficial de la Repbli-
ca Federal".32
La premisa "totalitaria" estaba implcita y era am-
pliamente aceptada en Alemania occidental, aun entre los social-
demcratas, antes de que los escritos eruditos de los emigrantes
alemanes en los Estados Unidos, especialmente los de Hannah
Arendt y Cari Friedrich, establecieran que el totalitarismo consti-
tua el concepto central para interpretar al nazismo.33
El enfoque
a partir del concepto de "totalitarismo" domin la investigacin
sobre "historia contempornea" en la Repblica Federal en los
aos cincuenta y principios de los sesenta. Los influyentes traba-
jos de Karl Dietrich Bracher sobre el final de la Repblica de Wei-
mar y sobre la "toma del poder" por parte del nazismo son los ms
notables ejemplos.34
La importante revista de "historia contem-
pornea", la Vierteljahrshefte fr Zeitgeschichte, que apareci por pri-
mera vez en 1953, tambin consider que era su misin no slo
estudiar el nazismo, sino emprender investigaciones sobre los mo-
vimientos totalitarios en general, incluido, por supuesto, el comu-
nismo.35
El desafo a la predominante teora del totalitarismo y al rena-
cimiento de las teoras fascistas en Alemania occidental en los aos
sesenta se llev a cabo en dos planos: el de la erudicin acadmica
Y el de la polmica ideolgico-poltica. Pero, como siempre, haba una conexin intrnseca entre los dos niveles, que nunca podran
-
32 IAN KERSHAW 16
ser separados completamente. Al abordar el primer desafo impor-
tante con respecto a los valores dominantes del estado conserva-
dor manejado por los demcratas cristianos a mediados de los
aos sesenta y la creciente crisis dentro de las universidades ale-
manas que se desat en 1968, la discusin acadmica sobre el fas-
cismo y la rehabilitacin intelectual de las teoras fascistas de los
aos entre las dos guerras mundiales rpidamente se convirti en
una "esloganizacin" por parte de segmentos de la izquierda,
mientras que la impresionada y excesiva reaccin de la derecha li-
beral y conservadora le asegur un lugar al debate sobre fascismo
o totalitarismo como parte del dilogo y el conflicto poltico. Nos
ocuparemos de esas teoras y sus crticas en el captulo siguiente.
Ac, el asunto es ilustrar las claras connotaciones polticas que lle-
va consigo la controversia acadmica. Adems, no slo las reper-
cusiones del ao de disturbios de 1968, sino tambin la mucho
ms abierta politizacin de los claustros universitarios en Alema-
nia occidental ayudaron a delinear los perfiles del debate. Y mien-
tras en los aos sesenta y principios de los setenta la expansin de
las universidades en general promovi una sensacin de desafo a
la ortodoxia y a las posiciones dominantes, las restricciones en el
crecimiento de la educacin superior y la Berufsverbot contribuye-
ron a un cambio de clima.36
El predominio apoyado por abun-
dantes y sumamente influyentes publicaciones del establish-
ment conservador y liberal en la profesin de los historiadores fue
reafirmado en no menor medida. El tono del conflicto est bien
representado en los comentarios de dos de los principales histo-
riadores "liberal-conservadores" del nazismo, Karl Dietrich Bra-
cher y Andreas Hillgruber.
En un breve y muy ledo libro de texto sobre la historia ale-
mana de posguerra, publicado a mediados de los aos setenta,37
Andreas Hillgruber habl de la crtica radical en las universida-
des, que se haca cada vez ms dependiente de las "fuerzas del
marxismo-leninismo doctrinario", orientadas hacia el modelo de
la Repblica Democrtica Alemana, y de una bsqueda en la
"Nueva Izquierda" de ideologa y adoctrinamiento (la cual, al ro-
tularla "necesidad de teora", implcitamente era asociada al cos-
tado "progresista" de los debates terico-metodolgicos dentro de
las disciplinas histricas). Consideraba que la hiptesis de la "pri-
maca de la poltica interior", que Wehler y otros haban derivado
del trabajo de Eckhart Kehr y desplegado principalmente como
un aparato heurstico, proporcionaba una "aparente legitimacin
intelectual" de la supuesta conviccin de la "Nueva Izquierda" con
respecto a que el cambio social radical e incluso la revolucin eran
la nica preocupacin del presente.
El ms notable de todos los historiadores germano-occiden-
tales especializados en el Tercer Reich, Karl Dietrich Bracher, tam-
bin dej muy en claro sus opiniones acerca de la cambiante natu-
raleza de los escritos sobre "historia contempornea".38
Escribi que
la vivaz discusin de los aos sesenta haba sido estimulada, pero
tambin ensombrecida y a veces distorsionada, por la politizacin y
los trastornos institucionales en las universidades y la educacin
superior alemanas. Las tendencias de la investigacin hacia los
enfoques interdisciplinarios y comparativos tambin haban he-
cho su contribucin, especialmente la ampliacin del mtodo
histrico y el requerimiento de una base de ciencias sociales para
los estudios de la historia. Un "renacimiento marxista" de la "Nue-
va Izquierda" haba aumentado la complejidad y la confusin de
conceptos, especialmente en las "vehementemente manifestadas
afirmaciones de una teora" y en el "ataque radical a los patrones
anteriores de interpretacin que haban surgido esencialmente
del esfuerzo de comprender el pasado despus de las catstrofes
de 1933 y 1945". A medida que los enfoques moldeados por la ex-
periencia del Tercer Reich se desvanecan, fueron siendo reem-
plazados por enfoques e ideas crtico-sociales que ponan a las an-
teriores interpretaciones bajo fuego cruzado, frecuentemente
lanzado por "rsticas armas". Los logros de la investigacin ante-
rior fueron ignorados o distorsionados, y se recurri a la agitacin
poltica en la que "la lucha ideolgica fue realizada por detrs y
en nombre del saber". Bajo la exigencia de teora y revisin, los
cnones previos de los estudiosos fueron tambin distorsionados.
El ataque a los valores liberal-democrticos haba sido articulado
en los amargos embates contra la idea de totalitarismo y en la ili-
mitada expansin de la teora general del fascismo, que rpida-
mente haba degenerado desde los nuevos enfoques intelectuales
-
17 IAN KERSHAW LOS HISTORIADORES Y EL PROBLEMA DE EXPLICAR EL NAZISMO 35
(como los de Ernst Nolte) hasta formulaciones marxistas-comu-
nistas de agitacin que rejuvenecan las de las dcadas de 1920 y
de 1930, y atacaban el concepto occidental de democracia como
"burgus tardo" y "capitalista tardo", y el estado parlamentario
liberal-democrtico de Alemania occidental como simplemente
"restaurador". Las explicaciones ideolgicas monocausales haban
reemplazado a la anterior apertura de la ciencia poltica e histri-
ca. Tambin los escritores no marxistas, por el mpetu de los m-
todos socioeconmicos y la "sociologizacin de la historia contem-
pornea", haban contribuido a un cambio de lenguaje y de estilo
de interpretacin. En general, el acceso a nuevas fuentes y la in-
tensificacin de la investigacin emprica haban ampliado la ba-
se para el trabajo slido, especializado. Pero esto generaba una re-
lacin difcil con la "tendencia, a travs de la teorizacin y la
alienacin ideologizante desde la historia de las personas y los he-
chos, a mostrar y poner en efecto como tema dominante y con-
ductor la crtica contempornea del capitalismo y la democracia".
Las controversias que vamos a explorar surgieron en este cli-
ma, recubiertas de consideraciones polticas e ideolgicas. En un
estado que no ha tenido una importante escuela historiogrfica
marxista, la mayora de los debates que vamos a considerar son
controversias entre historiadores de diferentes tipos de tendencia
liberal-democrtica. La politizacin del debate es ac ms latente
que patente. En la medida en que llega a salir a la luz, lo hace os-
curamente reflejado en disputas filosficas acerca de la relevancia
de los valores sociales y polticos del momento, respecto de los es-
critos de los historiadores, y de si stos deberan ser proscriptos en
beneficio de una historia "libre de valores" y "objetiva".39
Existe
un acuerdo general acerca de la tarea del historiador de "educar"
en cuanto a los valores de razn, libertad y "emancipacin", pero
semejante compromiso difuso con la virtud y no con el pecado na-
turalmente deja espacio para una multitud de a menudo apenas
semiocultas posiciones ideolgicas. Adems, como lo demuestran
los comentarios anteriores, tampoco impide la aparicin de me-
nosprecios y calumnias como acompaamiento de la controversia
erudita. Una manifestacin de esto fue la afirmacin de que, en
su intento de "revisin" de las aceptadas interpretaciones del na-
zismo, los historiadores estaban "trivializando" la naturaleza ma-
ligna del rgimen nazi. Esto indica de manera impresionante la
importancia, tambin, de la dimensin moral, inevitable al escri-
bir sobre el nazismo.
La dimensin moral
El contenido moral de los escritos sobre el nazismo de prin-
cipios de la posguerra era explcito. Los historiadores de las po-
tencias victoriosas estaban demasiado ansiosos por encontrar en
el nazismo la confirmacin de todas las peores caractersticas de
los alemanes a travs de los siglos, y del evidente apoyo masivo a
Hitler en los aos treinta deducan una "enfermedad" peculiar-
mente alemana y una fcil igualacin de los alemanes y los nazis.
Ya hemos sealado el tono moral de la defensa contra estas torpes
acusaciones en los trabajos de Meinecke y Ritter, que reflejaban el
natural carcter de disculpa de los escritos alemanes sobre temas
histricos en la era de posguerra. La insistencia en "la otra Alema-
nia" y el complot de resistencia de 1944 como, por ejemplo, en
la biografa de Goerdeler escrita por Gerhard Ritter una vez ms
indica la preponderancia de la dimensin moral en los escritos so-
bre el Tercer Reich a principios de la posguerra.40
Aunque los estudiosos ms recientes se han apartado total-
mente de la indignacin y el resentimiento, de la condena y la dis-
culpa que caracterizaron la era de posguerra, un fuerte elemento
permanece como una presencia latente. Todos los intelectuales
serios (los alemanes sobre todo) demuestran, incluso por el len-
guaje que usan por ejemplo, en el frecuente uso de trminos
como "criminalidad" y "barbarie" en relacin con el rgimen na-
zi, su desprecio moral por el nazismo. Esto seala un punto que
numerosos comentaristas han advertido como una dificultad en
la interpretacin del nazismo. Mientras que los historiadores tra-
dicionalmente tratan de evitar todo juicio moral (con diversos gra-
dos de xito) en el intento de alcanzar una "comprensin" (Vers-
tehen) favorable de su tema de estudio, esto resulta claramente
imposible en el caso del nazismo y de Hider. Wolfgang Sauer plan-
-
36 IAN KERSHAW 37
tea el dilema de la siguiente manera: "Con el nazismo, el historia-
dor se enfrenta a un fenmeno que no le deja otro camino que el
rechazo, sea cual fuere su posicin individual. Literalmente, no
hay ninguna voz importante que est en desacuerdo en este
asunto. [...] Pero este rechazo fundamental no implica una fal-
ta fundamental de comprensin? Ysi no comprendemos, cmo
podemos escribir historia? El trmino 'comprender' tiene, cier-
tamente, un significado ambivalente; podemos rechazar y seguir
'comprendiendo'. Sin embargo, nuestras capacidades intelectuales
y psicolgicas alcanzan, en el caso del nazismo, una frontera no
imaginada por Wilhelm Dilthey. Podemos elaborar teoras expli-
cativas, pero, si nos enfrentamos directamente con los hechos, to-
das las explicaciones parecen dbiles".41
Puede ser que el proble-
ma resulte, en la prctica, menos serio de lo que Sauer imaginaba.
Despus de todo, los historiadores de muchos otros regmenes
polticos y sus lderes con frecuencia tienen muy pocas oportu-
nidades de dar muestras de su "comprensin favorable" hacia el
objeto de sus estudios.
Aun as, el problema no poda ser ms claramente puesto de
relieve que en el caso de la Alemania de Hitler, aunque la univer-
sal condena moral del nazismo hace que resulte mucho ms sor-
prendente que la cuestin de su implcita trivializacin moral en
los escritos sobre temas histricos sea siquiera planteada. Karl Die-
trich Bracher parece haber comenzado y sus comentarios mues-
tran que la afirmacin no est desconectada de las cuestiones de
mtodo histrico y de las resonancias poltico-ideolgicas que ya
hemos analizado. Bracher afirma que los enfoques marxistas y de
la "Nueva Izquierda" pero tambin los de algunos bien estable-
cidos "burgueses" liberales (o, como los llama l, "relativistas")
equivalan a una enorme subestimacin de la realidad del nazis-
mo. Por consiguiente, "la dimensin ideolgica y totalitaria del na-
cionalsocialismo se reduce a tal extremo que la barbarie de 1933-
1945 desaparece como fenmeno moral". El resultado es que
"puede muy bien parecer que una nueva ola de trivializacin y has-
ta de disculpas estaba comenzando".42
En un tono similar, Klaus
Hildebrand criticaba a aquellos que "inmovilizados en lo terico,
se preocupan vanamente por las explicaciones funcionales de la
fuerza autnoma en la historia, y el resultado es, con frecuencia,
que contribuyen a su trivializacin".43
El rechazo ms directo a ta-
les afirmaciones fue expresado por Tim Masn, dentro del con-
texto de los debates sobre el nazismo: "El debate ha alcanzado tal
pico de intensidad que algunos historiadores ahora se acusan en-
tre s de 'trivializar' al nacionalsocialismo en sus trabajos, de pro-
porcionar, implcitamente, sin pensarlo, una disculpa para el r-
gimen nazi. sta es tal vez la ms seria acusacin que se puede
hacer contra los historiadores serios de este tema", planteando
"preguntas fundamentales acerca de la responsabilidad moral y
poltica del historiador".44
Las interpretaciones que han dado lugar a estas acusaciones
de trivializacin nos ocuparn ms adelante en el libro. Basta aho-
ra con sealar que la acusacin ha sido hecha para ilustrar las ine-
vitables resonancias morales de cualquier discusin acerca del na-
zismo, en particular entre los historiadores alemanes. En realidad,
aunque Bracher tena algn fundamento para su acusacin en el
caso de las ms banales producciones de la "Nueva Izquierda" que
no vean diferencias esenciales entre el fascismo y otras formas de
"dominacin burguesa", me parece que era, y es, una acusacin
totalmente innecesaria e injustificada cuando se la extiende a los
historiadores serios del nazismo.
Sin embargo, la acusacin de "trivializacin" no plantea pre-
cisamente la cuestin de un propsito moral al escribir sobre el na-
zismo. Es el objetivo aprender acerca de la maldad del nazismo
"comprendindolo"? Es cuestin de condenar un fenmeno ni-
co de maldad que por el hecho de ser nico jams puede repetir-
se y ya desapareci para siempre? Es el objetivo extraer lecciones
de este horror del pasado acerca de la fragilidad de la democra-
cia moderna y la necesidad de mantener una constante guardia
contra la amenaza a las democracias liberales tanto de la derecha
como de la izquierda? El propsito es acaso proveer estrategias
para el reconocimiento y la prevencin de un resurgimiento del
fascismo? Es realizar al mismo tiempo un acto de recuerdo y de
advertencia a travs del odio y la furia? Esta ltima pareca ser la
posicin de la difunta Lucy Dawidowicz en un libro que slo se
ocupa de la moralidad de los escritos de los historiadores sobre el
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19
Holocausto.45
Ella hablaba all del nazismo como "la esencia del
mal, el demonio liberado en la sociedad, Can en una encarna-
cin corporativa". Sostena ella que "nada salvo la ms lcida con-
ciencia del horror de lo que ocurri puede ayudar a evitarlo en el
futuro". Y citaba complacida las palabras de Karl Jaspers: "Lo que
ha ocurrido es una advertencia. Olvidarlo es una culpa. Debe ser
recordado continuamente. Fue posible que esto ocurriera, y sigue
siendo posible que vuelva a ocurrir en cualquier momento. Slo
conocindolo es posible evitarlo".46
Al mismo tiempo, el disgusto
de ella por los mtodos de los historiadores marxistas y estructura-
listas (que fueron otra vez acusados de abdicar de su responsabili-
dad profesional) y su predileccin por la historia personalizada
pues la "atribucin de responsabilidad humana por los hechos
histricos que ocurren... a los instigadores y agitadores que hacen
que las cosas ocurran"47 plantea una vez ms, de manera sor-
prendente, el problema de cmo el mtodo histrico que ella fa-
voreca puede producir los efectos que ella deseaba.
Volvemos otra vez a la interrelacin entre el mtodo del his-
toriador, la naturaleza moral de su obligacin profesional, y el
marco de referencia poltico ideolgico en el que esa obligacin
es llevada a cabo.
2. La esencia del nazismo: una forma
de fascismo, un tipo de totalitarismo
o un fenmeno nico?
Desde 1920, se han producido debates acerca de la naturale-
za y el carcter del fenmeno nazi: cmo debera ser ubicado en
el contexto de los sorprendentemente nuevos movimientos pol-
ticos que, desde la revolucin bolchevique de 1917 hasta cinco
aos despus de la "Marcha sobre Roma" de Mussolini, estuvieron
modificando el perfil de Europa. Mientras los tericos del Comin-
tern en los aos veinte ya rotulaban al nazismo como una forma
de fascismo engendrada por el capitalismo en crisis, los escritores
burgueses slo un poco ms adelante comenzaron a asociar dere-
cha e izquierda como los combinados enemigos totalitarios de la
democracia. Los debates fueron, por supuesto, considerablemen-
te ampliados durante los aos del gobierno nazi: por una parte,
con la finalizacin de la definicin del fascismo dada por la Co-
mintern en 1935 y con los anlisis del fascismo por parte de los
tericos de izquierda exiliados en Occidente, y, por otra parte, con
una creciente predisposicin en las democracias occidentales y en
los Estados Unidos a considerar al nazismo y al comunismo sovi-
tico las dos caras de una misma moneda totalitaria, una visin apa-
rentemente confirmada por el Pacto de No Agresin Nazi-Sovi-
tico de 1939. Si bien esta lnea de pensamiento naturalmente se
desdibuj a partir de 1941, resurgi con ms fuerza todava al co-
mienzo de la guerra fra, a fines de los aos cuarenta. Durante la
era de la guerra fra, las interpretaciones izquierdistas del nazis-
mo como una forma de fascismo perdieron su influencia, mien-
tras que las teoras basadas en el concepto de totalitarismo disfru-
taron de sus buenos momentos hasta que fueron cada vez ms
atacadas desplomndose bajo el peso de la acumulacin de de-
talladas investigaciones slo a finales de los aos sesenta, un pe-
rodo de creciente distensin, de mayor introspeccin y crtica tan-
to a la sociedad como a los gobiernos occidentales, y despus, de
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40 LAN KERSHAW LA ESENCIA DEL NAZISMO 41
desrdenes en las universidades y nuevas corrientes intelectuales.
El renacimiento del inters por el fascismo como un problema ge-
neral se vio reflejado en una exuberante produccin de estudios
no slo desde la izquierda, sino tambin desde los escritores libe-
rales. Esto puso a los tericos del "totalitarismo" a la defensiva,
aunque se produjo una cierta retirada en los aos setenta cuando
la debilidad del enfoque comparativo del fascismo se volvi cada
vez ms obvia.
El debate acerca del fascismo y del totalitarismo se mantuvo
con vida tambin por su relacin con una tercera corriente de in-
terpretacin que demostr ser sumamente influyente: la que dice
que el nazismo puede slo ser explicado como producto de las pe-
culiaridades del desarrollo prusianogermnico a lo largo de, ms
o menos, el siglo anterior. Pero esa interpretacin era presentada
de dos maneras totalmente diferentes y opuestas.
Los historiadores sociales, al concentrarse en las causas del na-
zismo, destacaban un camino especfico de modernizacin en Ale-
mania, donde, mucho ms que en las sociedades occidentales, las
tradiciones autoritarias y feudales preindustriales, precapitalistas
y preburguesas sobrevivan en una sociedad en la que nunca hu-
bo una verdadera burguesa y coexistan en una relacin de ten-
sin con una economa capitalista moderna y dinmica. Esto se
mantuvo hasta que finalmente explot en una violenta protesta
cuando esa economa se derrumb en una crisis. Fue menos la na-
. turaleza del capitalismo alemn que el vigor de las fuerzas premo-
dernas en la sociedad alemana lo que determin el camino a la vic-
toria del nazismo en 1933. Aunque destacaban las peculiaridades
del desarrollo alemn, los exponentes de esta interpretacin sea-
laban los obvios paralelos en otras sociedades por ejemplo, en
Italia y consideraban el nazismo, con todas sus caractersticas sin-
gulares, una forma de fascismo en lo que hace a sus orgenes so-
cioeconmicos y a su formacin. No vean, al mismo tiempo, nin-
guna incompatibilidad necesaria con los elementos de la teora del
totalitarismo en cuanto a ciertos componentes de gobierno.1
El hecho de destacar una "revolucin burguesa fallida" y el
predominio de estructuras preindustriales y neofeudales al expli-
car un "camino especial" alemn de desarrollo estaba, sin embar-
go, sujeto a un ataque frontal.2 La posicin alternativa pona de
relieve, en contraste, el carcter burgus de la sociedad y la polti-
ca alemanas de fines del siglo xix y de manera implcita, ms
que explcita la necesidad de explicar al nazismo no por las "pe-
culiaridades alemanas", sino por los desequilibrios particulares de
la forma de capitalismo y del estado capitalista que existan en Ale-
mania. Se podra pensar que esta lnea de argumentacin sean
cuales fueren sus mritos slo lo llevara de vuelta a una serie
de preguntas sobre las "peculiaridades" ligeramente diferente pa-
ra poder dar respuesta al obvio problema acerca de por qu slo
Alemania, entre todas las economas capitalistas industriales su-
mamente avanzadas (Italia, aunque haba hecho grandes progre-
sos de industrializacin antes de la guerra, no poda ser puesta a
la par de las principales economas industriales), produjo una dic-
tadura "fascista" totalmente desarrollada. El acalorado aunque
un tanto artificial debate sobre el "camino especial" del desa-
rrollo alemn se preocupaba ms por la interpretacin del pero-
do imperial que por el Tercer Reich. A pesar de sus obvias conno-
taciones para la comprensin de los orgenes del nazismo, no es
necesario que nos ocupemos ms de este asunto en este lugar, en
particular porque los historiadores de ambos bandos del debate
aceptan completamente que, con todas sus caractersticas particu-
lares, el nazismo entra en una categora ms amplia que la de los
movimientos polticos que llamamos "fascistas". Las "peculiarida-
des" alemanas a las que se refiere esta controversia son las que co-
locan a Alemania aparte de las democracias parlamentarias occi-
dentales, no aparte de Italia o de otras formas de fascismo.
Una manera diferente y ms exclusiva de destacar la singula-
ridad del nazismo como producto de la historia prusiano-alema-
na reciente ha sido un importante foco de la interpretacin de al-
gunos de los ms importantes historiadores polticos alemanes
occidentales en sus anlisis del carcter y la naturaleza del gobier-
no nazi. De acuerdo con esta interpretacin, el nazismo fue sui ge-
neris: un fenmeno del todo nico que surgi del legado peculiar
del estado autoritario prusianoalemn y del desarrollo ideolgico
alemn, pero que debe su singularidad sobre todo a una persona,
Hitler, un factor de arrolladura importancia en la historia del na-
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42 IAN KERSHAW LA ESENCIA DEL NAZISMO 43
zismo y uno que es imposible ignorar, subestimar o sustituir. Tan
singular fue la contribucin ideolgica y poltica de Hitler a la for-
macin y direccin del movimiento nazi y luego del estado nazi,
que cualquier intento de rotular el nacionalsocialismo como "fas-
cismo" y de esa manera compararlo con otros movimientos "si-
milares" carece de sentido e implica, adems, la "trivializacin"
de Hider y del nazismo. Ms bien, est tan inrrincadamente entre-
tejido el nacionalsocialismo con el ascenso, la cada, los objetivos
polticos y la destructiva ideologa de esa personalidad nica, que
es lcito hablar del nazismo como "hiderismo". Aunque excluyen
con vehemencia toda posibilidad de considerar al "hitlerismo" co-
mo un tipo de fascismo, los exponentes de esta interpretacin de
todas maneras agregaron un importante elemento de compara-
cin al argumentar que la forma y naturaleza del gobierno nazi
haca esencial considerar el nazismo una clase de totalitarismo,
junto con el comunismo sovitico (en particular el estalinismo) .3
En este captulo, primero resumir brevemente las etapas del
desarrollo y las principales variantes de interpretacin dentro de
los enfoques del tipo "totalitarismo" y del tipo "fascismo". Existe
ya una amplia literatura que examina y describe estos enfoques en
detalle, de modo que brindar un resumen tan breve como sea
posible slo como orientacin. En segundo lugar, tratar de eva-
luar los puntos fuertes y las debilidades de las ideas en su aplica-
cin al nazismo. Finalmente, a la luz de la discusin del nazismo
y del fascismo, volver a considerar el argumento de la singulari-
dad del nazismo en el contexto de la "peculiaridad" del desarro-
llo alemn.
Totalitarismo
Es equivocado considerar el concepto de totalitarismo simple-
mente como un producto de la guerra fra, aunque se fue, en
efecto, el perodo de su mayor florecimiento. Su uso es en reali-
dad tan viejo como el de fascismo, que se remonta a los aos vein-
te. Y aunque entra un poco ms tarde en la escena de los teoremas
fascistas, el enfoque de totalitarismo fue pronto ampliamente acep-
tado como una teora "establecida" y tambin del "establishment",
antes de ser sometida a un daino desafo en los aos sesenta. Me
ocupar, por lo tanto, primero del totalitarismo.
El trmino fue acuado en Italia el 23 de mayo de 1923 y fue
usado al principio como un trmino antifascista de insulto. Para
dar vueltas las cosas y volverlas contra sus oponentes, Mussolini se
apoder del trmino en junio de 1925, hablando de la "fiera vo-
luntad totalitaria" de su movimiento. A partir de ese momento fue
usado como una autodescripcin positiva por Mussolini y otros fas-
cistas italianos, y luego, ms adelante, por los legalistas alemanes
y por los nazis. Gentile, el principal idelogo del fascismo italia-
no, tambin emple el trmino en numerosas ocasiones, aunque
en un sentido ms estatista: implicaba un estado que todo lo abar-
ca y que habra de superar la divisin estado-sociedad de las dbi-
les democracias pluralistas. Las dos ideas, la del estatismo y la im-
plicacin mussoliniana de la dinmica voluntad revolucionaria del
movimiento, coexistieron una al lado de la otra. En alemn, el uso
fue un tanto diferente, pero relacionado y con el mismo doble sig-
nificado. Ernstjnger fue uno de los muchos escritores que ya ha-
ban acuado la expresin "guerra total" y "movilizacin total" en
los aos veinte, trminos con implicaciones dinmicas y revolucio-
narias. Para esa misma poca Cari Schmitt, el ms importante te-
rico de la ley de Alemania, estaba desarrollando la idea de polti-
ca del poder basado en la relacin amigo-enemigo, en la que
incluy, como la anttesis histrica de la pluralizacin liberal del
estado, el "estado total de la identidad del estado y la sociedad".
Ambas formas, por lo tanto, "la activista" y la "estatista", existan
antes de que los nazis llegaran al poder y fueron incorporadas al
vocabulario nazi (aunque la palabra "totalitario" fue, en realidad,
muy poco usada por los lderes nazis) .4
La primera vez que se us la palabra "totalitarismo" para
equiparar a los estados fascistas y comunistas parece haber sido
en Inglaterra, en 1929, aunque algunos aos antes Nitti, el ex
primer ministro de Italia, estaba entre los que hacan compara-
ciones estructurales entre el fascismo italiano y el bolchevismo. En
los aos treinta y cuarenta, la idea fue tambin aplicada por ana-
listas del fascismo decididamente izquierdistas, como Borkenau,
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44 IANKERSHAW LA ESENCIA DEL NAZISMO 45
Lwenthal, Hilferding y Franz Neumann, quienes la utilizaban
como una herramienta para caracterizar lo que ellos considera-
ban lo nuevo y especfico slo del fascismo (o nazismo), sin el
elemento comparativo extendido al comunismo sovitico. Franz
Neumann, por ejemplo, elabor su aplicacin del trmino en su
magistral Behemoth sobre la manera de referirse a s mismo del
fascismo contemporneo y la idea del colapso en el caos del
"estado total" de Schmitt, bajo el empuje "totalitario" del movi-
miento nazi.5 Al mismo tiempo, el uso dominante del adjetivo
"totalitario" para relacionar al fascismo y al nazismo con el co-
munismo estaba ya ganando terreno en los pases anglosajones
en los aos treinta, impulsado por los escritos de los alemanes
exiliados, el terror estalinista y el Pacto Nazi-Sovitico. Se estaba
allanando el terreno para el surgimiento del modelo completa-
mente desarrollado de totalitarismo de principios de la era de
posguerra, popularizado de diferentes maneras, sobre todo por
Hannah Arendt y Cari Friedrich.
El libro de Hannah Arendt, Origins ofTotalitarianism, es una apa-
sionada y conmovedora denuncia de la inhumanidad y el terror,
despersonalizados y racionalizados como la ejecucin de leyes ob-
jetivas de la historia. Su acento en las caractersticas internas del
nazismo, radicales, dinmicas y destructoras de estructuras, ha si-
do ampliamente confirmado por investigaciones posteriores. Sin
embargo, el libro es menos satisfactorio acerca del estalinismo que
sobre la Alemania nazi. Adems, no ofrece una teora clara o una
idea satisfactoria del concepto de sistemas totalitarios. Y su argu-
mento bsico para explicar el crecimiento del totalitarismo el
reemplazo de clases por masas y el surgimiento de una "sociedad
de masas" es claramente deficiente.6
Las publicaciones de Cari Friedrich, escritas desde el punto
de vista de la teora constitucional, fueron todava ms influyentes
que las de Hannah Arendt. Todos los siguientes escritores que se
ocuparon del totalitarismo tuvieron que referirse al trabajo de
Friedrich, y especialmente a su famoso "sndrome de los seis pun-
tos", que destacaba lo que l consideraba eran las caractersticas
centrales de los sistemas totalitarios (una ideologa oficial, un so-
lo partido de masas, control policial terrorista, control monopli-
co de los medios de comunicacin, monopolio de las armas y con-
trol centralizado de la economa). La principal debilidad del mo-
delo de Friedrich ha sido sealada con frecuencia. Se trata sobre
todo de un modelo esttico, que casi no deja espacio para el cam-
bio y el desarrollo en la dinmica interna de un sistema, y reposa
sobre la exagerada suposicin de la naturaleza esencialmente mo-
noltica de los "regmenes totalitarios". Su modelo, por lo tanto,
termin siendo rechazado aun por aquellos estudiosos que toda-
va operan con el enfoque del totalitarismo.7
Despus de la estabilizacin de la URSS en la era postestali-
nista, los tericos del totalitarismo tendieron a concentrar la aten-
cin mucho ms en los regmenes vigentes del bloque oriental que
en el desaparecido rgimen nazi. Ms an, se dividieron entre
aquellos que ampliaron la idea del totalitarismo para incluir toda
manifestacin de gobierno comunista y aquellos que lo limitaron
principalmente al estalinismo. En ambos casos, sin embargo, la
comparacin con los sistemas fascistas qued, por lo menos impl-
citamente, preservada.8
Mientras tanto, la idea de totalitarismo haba sido adoptada
en los aos cincuenta como el elemento fundamental de las prin-
cipales interpretaciones eruditas del nazismo, como en los clsi-
cos y pioneros trabajos de Karl Dietrich Bracher. Bracher, den-
tista poltico l mismo, ha sealado la cautela que se necesita al !
desarrollar una teora general del totalitarismo por medio de ca-
tegoras constitucionales o sociolgicas que se apoyen en inves-
tigaciones histricas empricas demasiado dbiles. Esa investiga-
cin era vital, en su opinin, para revelar las muchas y variadas
formas de gobierno totalitario, pero confirmaran la similitud esen-
cial en las tcnicas de gobierno de los sistemas bolchevique/comu-
nistas y nazi/fascistas. Bracher no quera atarse a las caractersti-
cas estticas, constitutivas e insuficientemente diferenciadas del
modelo de Friedrich, que poca justicia le hara a la "dinmica re-
volucionaria", considerada por l el "principio central" que dis-
tinguira al totalitarismo de otras formas de gobierno autorita-
rio. El carcter decisivo del totalitarismo resida, segn l, en Ti
total reclamo de poder, el principio de liderazgo, la ideologa ex-
clusiva y la ficcin de la identidad de gobernantes y gobernados^
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46 IAN KERSHAW LA ESENCIA DEL NAZISMO 47
Representa la distincin bsica entre una comprensin "abierta"
y otra "cerrada" de la poltica.9 El valor fundamental de la idea
de totalitarismo radica, por lo tanto, en su capacidad de recono-
cer la distincin primaria entre democracia y dictadura. Aunque
Bracher ve eso como toda teora poltica y social que va ms
all de la simple descripcin, las teoras sobre el totalitarismo tie-
nen sus debilidades, l asegura que en ese momento y antes,
incluso despus de Hitler y de Stalin, existe el "fenmeno de re-
clamos totalitarios para gobernar y la tendencia a la tentacin...
totalitaria" (la cual, en este contexto, l asocia con la Nueva Iz-
quierda entre los intelectuales alemanes y tambin con el creci-
miento del terrorismo de izquierda y de derecha en la Repbli-
ca Federal en los aos setenta).10
En su opinin, la pregunta
bsica acerca del carcter totalitario de los sistemas polticos no
puede evitarse tanto en inters de la claridad y objetividad eru-
dita, como por las consecuencias polticas y humanas de esas dic-
taduras, as como por las tendencias hacia el totalitarismo en la
sociedad actual.
Aunque otros importantes estudiosos han aplicado y conti-
nuado aplicando la idea de totalitarismo para caracterizar lo que
ellos ven como la esencia del sistema nazi, basta con resumir ac
el uso que de esa idea hace Bracher. l no slo estuvo en el pin-
culo de los estudios sobre el nazismo desde los aos cincuenta has-
ta los setenta, sino que tambin apoy la idea de totalitarismo den-
tro del marco de referencia de la comprensin de los diferentes
modelos de dominacin poltica y fue l, ms que ningn otro his-
toriador, quien ms contribuy a la preservacin e incluso a la
reactivacin de la idea de totalitarismo en su aplicacin al nazis-
mo. Sin embargo, deben de quedar dudas acerca del empleo que
hace Bracher de la separacin poco diferenciada entre una com-
prensin "abierta" y otra "cerrada" de la poltica como principio
ordenador clave para definir el totalitarismo; dudas tambin de-
ben de existir acerca de su falta de una clara distincin entre totali-
tarismo como tendencia y como sistema de gobierno, y, finalmente,
acerca del discutible valor de la idea de "dinmica revolucionaria"
cuando se la aplica a las diversas sociedades que Bracher conside-
raba "totalitarias" y, lo que es fundamental, acerca de la atribucin
de caractersticas comunes relativamente superficiales a regme-
nes que revelan muchas diferencias significativas de organizacin
y objetivos.
Podemos ahora realizar un breve resumen de interpretacio-
nes contrapuestas que ubican al nazismo dentro de la familia de
fascismos europeos del perodo de entreguerras y que rechazan,
al mismo tiempo, la co