1998-09-20, Enigmas, De Juan Gelman, Contratapa

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27/08/15 22:53 Página/12 Página 1 de 3 http://www.pagina12.com.ar/1998/98-09/98-09-20/contrata.htm Enigmas Por Juan Gelman  Irrumpió en la literatura rusa de nes del siglo XIX retratando personajes y ambientes que nadie antes había frecuentado de ese modo: con una exaltación del valor individual necesario para sobrevivir en los estratos más sumergidos de la sociedad y con un desdén por los campesinos rusos muy alejado de la compasión o piedad que la mirada de Tolstoi o Turguenev les echaba desde lo alto. Es que Máximo Gorki sabía de qué hablaba: huérfano de padre a los 5 años, obligado a los 8 a salir de la escuela y entrar en la calle para ganarse la vida, conoció temprano el hambre, el frío, los golpes de los patrones, fue mandadero de un pintor de iconos, lavaplatos en un buque que recorría el Volga y que sólo tenía de bondadoso un cocinero que le contagió la pasión por la lectura, aprendiz de panadero y de otros mil ocios, vagabundo que recorrió el sur de Rusia buscando verdades de la naturaleza humana. Su veloz carrera hacia la fama comenzó en 1895, a los 25 de edad, con la publicación de Chelkash, la historia de un pintoresco ladrón del puerto en que romanticismo y realismo se mezclan de manera inédita hasta entonces. Su intimidad con el padecer humano lo acercó a los círculos revolucionarios. En 1905 conoció a Lenin. Simpatizaron. Gorki aportó a la causa su ya grande prestigio internacional y no poco de los suculentos derechos de autor que recibía: en años difíciles llegó a ser la fuente principal de nanciación del partido. En 1906 publicó La madre, su única novela sobre el movimiento revolucionario ruso y la primera en el género, de lectura obligada –hasta no hace mucho– para todas las izquierdas del mundo. Gorki no abandonaba, sin embargo, una férrea enseñanza. En su trilogía autobiográca, desesperante para más de un autobiógrafo –describe agudamente personajes, encuentros, circunstancias, y dedica apenas dos líneas a su intento de suicidio–, supo explicar: “Comprobé hace mucho que un hombre está hecho de su resistencia al medio que lo rodea”. Esa resistencia no tardó en manifestarse cuando triunfó la Revolución de Octubre. Gorki critica algunos de sus aspectos en el periódico Nueva vida y Lenin clausura la publicación, pero el atentado que éste sufre en 1918 le acerca nuevamente al escritor. Gorki lo visita y comenta así el encuentro: “Fue muy cordial, pero, claro está, los pequeños ojos penetrantes que todo lo veían del amable Ilich estaban jos en mí, el ‘descarriado’, con evidente

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EnigmasPor Juan Gelman

 

Irrumpió en la literatura rusa de fines del siglo XIX retratando personajes y ambientesque nadie antes había frecuentado de ese modo: con una exaltación del valor individualnecesario para sobrevivir en los estratos más sumergidos de la sociedad y con un desdénpor los campesinos rusos muy alejado de la compasión o piedad que la mirada de Tolstoi oTurguenev les echaba desde lo alto. Es que Máximo Gorki sabía de qué hablaba: huérfanode padre a los 5 años, obligado a los 8 a salir de la escuela y entrar en la calle para ganarsela vida, conoció temprano el hambre, el frío, los golpes de los patrones, fue mandadero deun pintor de iconos, lavaplatos en un buque que recorría el Volga y que sólo tenía debondadoso un cocinero que le contagió la pasión por la lectura, aprendiz de panadero y deotros mil oficios, vagabundo que recorrió el sur de Rusia buscando verdades de la

naturaleza humana. Su veloz carrera hacia la fama comenzó en 1895, a los 25 de edad, conla publicación de Chelkash, la historia de un pintoresco ladrón del puerto en queromanticismo y realismo se mezclan de manera inédita hasta entonces.Su intimidad con el padecer humano lo acercó a los círculos revolucionarios. En 1905conoció a Lenin. Simpatizaron. Gorki aportó a la causa su ya grande prestigiointernacional y no poco de los suculentos derechos de autor que recibía: en años difícilesllegó a ser la fuente principal de financiación del partido. En 1906 publicó La madre, suúnica novela sobre el movimiento revolucionario ruso y la primera en el género, de lecturaobligada –hasta no hace mucho– para todas las izquierdas del mundo. Gorki noabandonaba, sin embargo, una férrea enseñanza. En su trilogía autobiográfica,desesperante para más de un autobiógrafo –describe agudamente personajes, encuentros,

circunstancias, y dedica apenas dos líneas a su intento de suicidio–, supo explicar:“Comprobé hace mucho que un hombre está hecho de su resistencia al medio que lorodea”.Esa resistencia no tardó en manifestarse cuando triunfó la Revolución de Octubre. Gorkicritica algunos de sus aspectos en el periódico Nueva vida y Lenin clausura la publicación,pero el atentado que éste sufre en 1918 le acerca nuevamente al escritor. Gorki lo visita ycomenta así el encuentro: “Fue muy cordial, pero, claro está, los pequeños ojos penetrantesque todo lo veían del amable Ilich estaban fijos en mí, el ‘descarriado’, con evidente

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pesar”. Gorki no renunciaba a una visión alimentada por las crueldades de la vida. El jeferevolucionario se adentraba en las crueldades del poder. A mediados de 1919 escribe aGorki: “Pierde usted los nervios... Concluye usted que la revolución no se puede hacer sinlos intelectuales. Eso es sólo un trastorno psíquico”. Entretanto, Gorki organizaba laeditorial Literatura del Mundo Entero, presidía una comisión encargada de preservar elpatrimonio cultural del país, y otra que distribuía pescado seco y leña a científicos yartistas ateridos y hambrientos, impedía que los echaran de sus casas y lograba la libertad

de escritores detenidos. Lenin prohibió la publicación de artículos de Gorki en LaInternacional Comunista porque tenían “poco de comunismo y mucho de anticomunismo”.En su último encuentro, el 20 de octubre de 1920, Lenin insiste en que Gorki abandone laURSS para que cuide su salud y escriba. “Si no se va –le dice–, lo obligaremos aexiliarse.” Gorki se autodestierra a Italia. Y se instala el enigma. Quien llegó a calificar aLenin de “amoral,... teórico y soñador que desconoce la verdadera vida”, regresadefinitivamente en 1933 a la URSS de Stalin, a quien llama “maestro”. ¿Qué produjo eseretorno, ese cambio? ¿Las dudas que en él mismo provocaba su posición crítica frente a laexperiencia soviética, en un mundo en que el fascismo crecía? ¿La elección “entreverdades”, como escribió en una carta de 1929 en que adelantaba su decisión de volver? ElOccidente “democrático”, fracasado su intento armado de 1918-1922, preparaba otras

opciones para acabar con la URSS. Tal vez en ese borrador de la guerra fría se cerraba paraGorki la posibilidad de sostener su posición independiente. Gorki vivía la terrible soledaddel pensamiento que evade lógicas institucionales y prohibiciones obtusas. Durante suexilio era tan atacado por los rusos blancos como por los escritores rojos: “Es un cadáverque la literatura rusa no necesita para nada”, profería Maiacovski. Para Gorki, “un granode pimienta contiene más energía que un puñado de granos de adormidera”.El enigma se adensa entonces. El libertario Gorki inventa el “realismo socialista” y dictareglas sobre cómo escribir. El que en 1922, bajo Lenin, promueve una campañainternacional para salvar a los socialrevolucionarios sometidos –dice– “a un procesocínico,... de preparación pública para el asesinato de gente que ha servido sinceramente a

la causa de la liberación del pueblo ruso”, pide en 1935, bajo Stalin, el exterminio del“enemigo, sin cuartel ni piedad, sin prestar la menor atención a los gemidos y suspiros delos humanistas profesionales”. Stalin había ordenado en 1931 la construcción del canal queune el Báltico con el Mar Blanco y Gorki visita las obras. Abrían la tierra helada hombresmordidos por el hambre y el frío, como personajes de Gorki, como el Gorki de la niñez y

 juventud: eran prisioneros del primer campo de trabajos forzados de la URSS, pero él,“vertiendo tiernas lágrimas” –apunta Vitali Chentalinski– abrazó a su acompañantediciéndole: “Ustedes mismos, diablos buenos como son, no se dan cuenta de lo que estánhaciendo”. El “diablo bueno” abrazado era Yagoda, el feroz jefe de los feroces serviciossecretos de Stalin.Hasta su muerte en 1936, Gorki vivió en un lujoso palacete de Moscú, cercado por agentes

de la NKVD –cinco de ellos eran escritores– y por el culto a su persona que le construyó elpropio Stalin. Como a don Hipólito Yrigoyen, editaban para Gorki ejemplares únicos dePravda que embellecían notablemente la realidad. Quién sabe si él se engañaba a sí mismo.O si había vuelto la espalda a lo que veía y no quería ver, por razones de esperanzacansada. Escribía casi exclusivamente sobre los tiempos prerrevolucionarios, un territorioque podía transitar sin tambaleos. Antes de apagarse, dictó su última nota: “Fin de lanovela, fin del héroe, fin del autor”.