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Introducción al seminario V Juan Pablo Mollo Jueves 10 de abril de 2008 Presentación: Como prólogo a la lectura anual del Seminario V voy a intentar ubicar sus antecedentes y su contexto teórico clínico, en el movimiento de la enseñanza de Lacan. Con este propósito, me voy a servir del ordenamiento que hizo Jacques Alain Miller en “Los paradigmas del goce” durante el año 1999, publicado en La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica (en adelante ER) y también de las notas que tomé en un curso breve -sobre el mismo texto- que dictó Juan Carlos Indart, en el marco del ICBA, en ese mismo año. Por mi parte, he tenido el placer de releer, una vez más, algunos escritos y clases de los primeros cinco seminarios, para intentar profundizar, con mi estilo, lo que Miller ha resumido, extraordinariamente, en unas pocas páginas. Seminarios I a IV, la imaginarización del goce La operación de Lacan sobre Freud La primera enseñanza de Lacan se caracteriza por la primacía del orden simbólico y la palabra referida a la producción de sentido versus la fijeza de lo imaginario.

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Introducción al seminario V

Juan Pablo Mollo

Jueves 10 de abril de 2008

Presentación:

Como prólogo a la lectura anual del Seminario V voy a intentar ubicar sus antecedentes

y su contexto teórico clínico, en el movimiento de la enseñanza de Lacan. Con este

propósito, me voy a servir del ordenamiento que hizo Jacques Alain Miller en “Los

paradigmas del goce” durante el año 1999, publicado en La experiencia de lo real en la

cura psicoanalítica (en adelante ER) y también de las notas que tomé en un curso breve

-sobre el mismo texto- que dictó Juan Carlos Indart, en el marco del ICBA, en ese

mismo año.

Por mi parte, he tenido el placer de releer, una vez más, algunos escritos y clases de los

primeros cinco seminarios, para intentar profundizar, con mi estilo, lo que Miller ha

resumido, extraordinariamente, en unas pocas páginas.

Seminarios I a IV, la imaginarización del goce

La operación de Lacan sobre Freud

La primera enseñanza de Lacan se caracteriza por la primacía del orden simbólico y la

palabra referida a la producción de sentido versus la fijeza de lo imaginario. Viniendo

del estructuralismo lingüístico, el orden simbólico es un orden propio y se distingue de

lo imaginario y lo real por su primacía.

El esquema Z, que aparece por primera vez en la clase 19 del Seminario II, es un punto

de apoyo recurrente que explicaría las nociones de este paradigma partiendo desde la

disyunción entre simbólico e imaginario. El yo elaborado freudianamente a partir del

narcisismo y sus objetos es situado en el Estadio del espejo como imaginario y en el eje

a a´. La dialéctica intersubjetiva se sitúa en el eje simbólico A S y es referida a las

leyes del lenguaje como soporte de la palabra.

Lacan utiliza el esquema para ubicar las coordenadas de la transferencia, la alucinación

verbal, el caso Dora y la joven homosexual etc. y está construido en pos de un “Retorno

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a Freud”. Ahora bien, es necesario destacar que el “primer paradigma” y el esquema Z

constituye una operación sobre el corpus teórico clínico freudiano. Miller indica que en

Función y campo de la palabra y del lenguaje, de 1953, hay una clara división de aguas

que Lacan llama “desintrincación” (Escritos Pág 251) referida a lo que depende del

desciframiento del inconsciente, y por otra parte, la teoría de las pulsiones.

¿Dónde situar el goce? se sitúa en lo imaginario y esencialmente es el goce narcisistico;

incluso, la pulsión de muerte se traduce como agresividad.

El Nombre del Padre prohíbe el exceso de goce imaginario, pero no todo porque se

presentan fallas. Y precisamente, en las fallas de la ley se filtran las imágenes

superyoicas. En consecuencia, la realización simbólica del sujeto se opone al pathos del

goce imaginario que es adjetivado por Lacan como estancado e inerte.

De este modo, el pacto simbólico pacifica los fenómenos imaginarios y su lógica de

asesinato y suicidio; con esta idea levistrausseana, Lacan escribe La agresividad en

psicoanálisis, en 1948. Una perspectiva simple pero vigente de toda la primera clínica

de Lacan que puede servir para intervenir sobre los fenómenos institucionales y los

síntomas contemporáneos.

¿Qué es el inconsciente?

Está en el vector S A, pero hay una equivocidad; el inconsciente del lado de S, es el

sujeto de lo simbólico; es “el capítulo censurado de mi historia”, como afirma Lacan,

que se escribe en otra parte y cuya verdad puede volverse a encontrar (Escritos Pág.

249). En este sentido, “todo acto fallido es un discurso logrado” (Escritos Pág. 258).

Pero el inconsciente también es el lugar de A definido como las leyes mismas de lo

simbólico que el sujeto ignora. Esto último se ve claro en El Mito Individual del

neurótico, de clara inspiración estructuralista, donde ciertos términos -que no valen por

sí mismos y que tienen una combinatoria- determinan al sujeto cuando veinticinco años

después, mediante el juramento delirante, aparece como testimonio vivo de la historia

de su padre. También, en la maqueta -como decía Masotta- de La carta robada, texto

escrito de 1956, inspirado en el cuento de Poe.

El inconsciente es una estructura no vital que Lacan llega a definir como una máquina

en Seminario II (Pág. 119); y por esto, como epílogo de ese mismo seminario, da una

conferencia titulada <Psicoanálisis y cibernética>, basada en el orden binario. Desde

esta perspectiva, entonces, el inconsciente es las leyes del lenguaje y la combinatoria

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significante que Lacan define en su plenitud como <Discurso del Otro>. Con este breve

recorrido he intentado desenmarañar la indicación de Miller cuando afirma que: “el

inconsciente es sujeto” (ER Pág. 223).

¿Cómo concebir la transferencia?

En el texto hegeliano Intervención sobre la transferencia, de 1951, Lacan indica que “la

transferencia no es nada real en el sujeto, sino la aparición, en un momento de

estancamiento de la dialéctica analítica, de los modos permanentes según los cuales

constituye sus objetos” (Escritos Pág. 214) Es decir, ubica la transferencia como

repetición, en la dimensión imaginaria y como obstáculo a la dialéctica.

Por otro lado, las dos neurosis de transferencia son inscriptas en las figuras de la

Fenomenología del espíritu: histeria, alma bella y obsesión, esclavo. De esta manera,

Lacan encuentra en Hegel el modo de desviarse de las presentaciones psicopatológicas

en términos intrapsíquicos que era el vocabulario de la IPA de aquel entonces.

¿Cómo calificar el análisis?

Es una comunicación intersubjetiva -que no es simétrica- y que Lacan nombra en

Función y campo de la palabra y del lenguaje como dialéctica de la intersubjetividad.

El análisis es una historización retroactiva -contar una historia para atrás- para que el

sujeto capte la lógica de su vida. Como indica Lacan, el análisis es “la asunción por el

sujeto de su historia en cuanto que está constituida por la palabra dirigida al Otro”

(Escritos Pág. 247). Valga la redundancia, el análisis es la historización dialéctica en

tiempo retroactivo donde se descifran los síntomas.

¿Qué es el deseo?

El deseo es el deseo del Otro porque su primer objeto es ser reconocido por el otro

(Escritos Pág. 257); un deseo situado a nivel de lo imaginario porque el sujeto en la

lucha a muerte por el puro prestigio con el otro, con el semejante, trata de hacerse

reconocer y hacer reconocer su deseo. El deseo de reconocimiento es el deseo más

profundo del sujeto y este reconocimiento, en la comunicación intersubjetiva, vale como

satisfacción simbólica. La liberación del sentido otorga una satisfacción; es decir, en las

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formaciones del inconsciente algo se cifra y se descifra pero también se satisface (ER

Pág.223). La palabra vacía del registro imaginario nunca se unirá, en el sujeto, a la

asunción del deseo; la palabra plena, del lado de la verdad, reordena las contingencias

pasadas dándoles sentido (Escritos Pág. 244 y 246)

Se trata de una concepción hegeliana donde la palabra plena era la portadora de la

verdad del sujeto. En consecuencia, existe cierto paralelismo entre la verdad revelada, la

palabra plena, la satisfacción simbólica y el deseo del sujeto.

¿Cómo considerar al síntoma?

El síntoma se sostiene en un sentido reprimido de la conciencia del sujeto y es la

persistencia en el sin sentido. Como afirma Lacan, el síntoma es “lenguaje cuya palabra

debe ser liberada” (Escritos Pág. 258); el síntoma es el significante escrito sobre la

arena de la carne y sobre el velo de Maya: son los jeroglíficos de la histeria, los blasones

de la fobia y los laberintos del obsesivo, que nuestra exégesis resuelve en una liberación

del sentido aprisionado. (Escritos Pág. 270).

¿Qué es la interpretación?

El sujeto analítico se ve en a en el esquema Z, pero esencialmente es “el que no sabe lo

que dice” y difiere del sujeto en su totalidad (Seminario II, Pág. 365) El psicoanalista se

extravía en la realidad imaginaria e intentar analizar en el eje a a´ es un error en la

técnica y “la antesala de la locura”.

Como Lacan privilegia lo simbólico y el desciframiento; la interpretación resulta “una

puntuación afortunada que da su sentido al discurso del sujeto” (Escritos Pág. 242). El

analista escucha, puntúa, interpreta y decide el sentido; por esto, cobra relevancia el

corte de sesión.

Y con respecto a la dirección de la cura, Lacan indica que “el arte del analista debe ser

la suspensión de las certidumbres del sujeto hasta que se consuman los últimos

espejismos (imaginario). Y es en su discurso (simbólico) donde debe escandirse su

resolución”. (Escritos Pág. 241). El analista libera el sentido aprisionado del síntoma,

pero no se lo impone al paciente – tal como indicaba Freud- si no que ese sentido debe

conquistarlo por sí mismo; ya que: “el no actuar del analista guía al discurso del sujeto

hacia la realización de su verdad” (Escritos Pág. 296)

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¿Cómo concebir al fantasma?

Relean La Cosa Freudiana, de 1956, en el apartado titulado <La pasión imaginaria>;

aquí Lacan indica que el mundo fantasmático está ordenado por el narcisismo como

espacio estructurado por la visión (Escritos Pág. 410).

¿Qué significa en este texto el narcisismo? O mejor: ¿Cómo diferenciar a Freud de

Montaigne, La Rochefoucault y otros moralistas que hablaban del “amor a sí mismo”?

Es únicamente el investimiento libidinal de la propia imagen lo que Freud llama

narcisismo; según Lacan, la pasión imaginaria y sus cinco formas: la iluminación

intuitiva, el mando recolectivo, la agresividad retorsiva del eco verbal, la palabrería

educativa y el ritornello delirante.

Asimismo, la promoción del yo en la subjetivad moderna tiene un correlato en la

patología contemporánea que conduce a tres salidas: <el salto impulsivo a lo real>, la

<hipomanía transitoria> y una especie de somatización como <hipocondría a mínima>

que son ideas de estar enfermo y no sentirse sano. (Escritos Pág. 411- 412) Son las

imágenes superyoicas, obscenas y feroces, en las fallas de la ley que en el Seminario IV

abarcan y explican hasta el acting out y la perversión transitoria.

Pasaje al segundo paradigma

En el primer paradigma, donde Lacan realiza una extraordinaria operación sobre los

textos de Freud, Miller señala que una paradoja en la autonomía de lo imaginario: en

general, lo simbólico domina a lo imaginario; no obstante, lo imaginario tiene sus

propiedades persiste fuera de la captura de lo simbólico (ER Pág. 227) y esto hace

necesario un cambio de paradigma, que no es una escansión abrupta.

Cuando Miller da a conocer <los seis paradigmas del goce>, lo hace en inglés pues se

encuentra dando una conferencia en EEUU y el título original fue shifting paradigmes

que significan “paradigmas cambiantes”. Sin embargo, hay algo más en el shift que se

encuentra en el término shifter utilizado por Jackobson y que Lacan retoma en La

Instancia de la letra de 1957. No se trata de barra de Shefer. Los shifters son términos

que embragan; por esto, los paradigmas del goce se conectan unos con otros y forjan

una discontinuidad manteniendo una continuidad. (ER Pág. 209)

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Seminarios V y VI, la significantización del goce

En este segundo paradigma, no hay disyunción entre simbólico e imaginario y se

produce una reabsorción del goce en lo simbólico a partir de los matemas. Los términos

imaginarios aparecen escritos en términos simbólicos - es lo que se conoce propiamente

como el “álgebra lacaniano”- tal como aparecen en el Grafo del deseo.

Las imágenes cargadas de libido se hacen significantes y funcionan como tales por

sustitución, desplazamiento represión etc.; por esto, Miller indica que la clase 12 del

Seminario V, titulada <De la imagen al significante> podría resumirlo por entero. En

términos filosóficos, Lacan va pasando de Hegel al estructuralismo lingüístico.

Transferencia

Cuando el analista se queda del lado de lo imaginario se posiciona en una relación dual

que conduce al desconocimiento y la rivalidad; la solución está del lado del Otro

definido esencialmente como la estructura de lo simbólico, es decir: el lugar donde se

plantea la pregunta y el lugar del inconsciente y la transferencia.

En El psicoanálisis y su enseñanza, de 1957, Lacan indica: “Solo desde el lugar del

Otro puede el analista recibir la investidura de la transferencia que lo habilita a

desempeñar su papel legítimo en el inconsciente del sujeto, y a tomar allí la palabra en

intervenciones adecuadas a una dialéctica cuya particularidad esencial se define por lo

privado” (Escritos Pág. 436).

La transferencia imaginaria, obstáculo e inercia libidinal, ahora se desplaza al eje

simbólico donde el sujeto jugará su partida, subjetivará la muerte, accederá a su saber y

tomará una posición frente a su ser.

Falo

El gran momento, como dice Miller, de este paradigma es la significantización del falo.

El falo era la imagen en turgencia del pene pero se distingue del órgano (una cuestión

muy elaborada en el Seminario IV que es un seminario sobre el falo) y Lacan elabora el

objeto fálico entre imaginario y simbólico con ciertos deslizamientos del falo como

objeto o como significante hasta el Seminario V, donde el falo alcanza definitivamente

su estatuto de significante.

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Ahora bien, con respecto a los escritos, en De una cuestión preliminar a todo

tratamiento posible en la psicosis, escrito en diciembre de 1957 y enero de 1958, el falo

se ubica en el lugar del significado, como efecto de la metáfora paterna y otorgando una

significación al sujeto. El Nombre del Padre, es el significante soporte de la ley en el

Otro y la condición del Witz, por eso la forclusión de ese significante, su carencia en el

Otro, provoca un agujero que determina la condición esencial de la psicosis.

En mayo de 1958, Lacan da su conferencia La significación del falo en idioma alemán.

Es el momento donde el falo por ser el denominador común de los significados tiene por

fuerza que ser él, un significante que nombra el conjunto de los significados. El falo ya

no es un significado sino un significante que designa a todos los significados, a todo lo

deseado. De este modo, hay un pasaje de la significación fálica al significante fálico.

De todas formas, siguiendo el Seminario V, clase por clase, ocurren algunas

transposiciones con respecto al falo y para elaborar esta problemática, en el Seminario

VIII, introduce, teoriza y arma una clínica falo a partir del símbolo gran fi como

presencia real del deseo.

Estatuto del gran Otro

El Otro cambia, ya no es el Otro sin barra del esquema Z y ese movimiento se realiza en

pleno Seminario V a partir de la reformulación del falo; precisamente, el falo es el

significante que introduce la barra en el Otro. El falo cambia la naturaleza del Otro

como lugar de la palabra a un Otro que desea. El fenómeno del vértigo evoca ese pasaje

del Otro abstracto al Otro del deseo (Seminario V Pág. 392-393). Ahora bien, la

reflexión de Lacan alrededor del Otro y el falo es compleja: el Otro está tan barrado

como el sujeto y desde este estatuto deseante del Otro se puede pensar toda la clínica de

la neurosis y su pantomima.

Regresión

Fue un debate de la época, la regresión era imaginaria y suscitada a partir de la

descomposición del yo; es decir, estaba en relación con el derrumbe narcisista. Ahora es

un retorno simbólico a partir de la demanda; es decir, el sujeto no regresa a ningún lado,

en el análisis se pasa por los significantes de la demanda.

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Pulsión

Según indica Miller, la fórmula $ ^ D es el “momento capital” del segundo paradigma

porque justamente la pulsión, que siempre fue sinónimo de satisfacción, aparece escrita

con dos referencias simbólicas. En principio, la demanda está siempre referida a la

estructura del lenguaje y su sujeto $ lo que equivale a una definición de insatisfacción;

es decir, se habla para pedir pero se arrastra siempre un objeto faltante; sin embargo, la

demanda articulada a la pulsión es siempre satisfecha. El lado $ de la pulsión sería aquí

cierto número de significantes en donde está la pulsión misma. Se trata de un retórica

que no es fina, una frase que no hace poesía, un libreto verbal que son significantes con

valor de goce por donde la pulsión está condenada a pasar.

Si la pulsión es muda pero no es del orden biológico ni tampoco un mito, entonces, en

algún lugar tiene que hablar; y justamente, habla en su propia articulación gramatical no

semántica. Por último, en Subversión del sujeto y dialéctica del deseo, de 1960, hay un

párrafo donde Lacan indica, a partir del Grafo, que la pulsión permite situar el tesoro de

los significantes y es lo que adviene de la demanda cuando el sujeto se desvanece en

ella (Escritos Pág. 796). El punto de satisfacción hace eclipsar al sujeto, entonces, mejor

que el analizante decida y se haga el acto de su deseo sin preguntárselo a nadie. Dicho

de otra manera, que el analizante acepte la castración y vaya a la satisfacción del deseo

con actos.

Fantasma y deseo

El fantasma estaba vinculado básicamente al goce narcisista, ahora, el énfasis de Lacan

es sobre el libreto y el argumento del fantasma. La matriz gramatical del fantasma -que

también aparece escrito en caracteres matemáticos- es asimilado a una cadena

significante. Asimismo, el fantasma se presenta como el punto de mira del deseo.

Mientras que el sujeto tachado implica una función significante insustancial, el a es el

objeto privilegiado que queda significantizado en el fantasma y allí está el goce; el a del

fantasma es una imagen de goce captada en una estructura significante (Miller ER Pág.

266). De este modo, el a del fantasma implica el cuerpo vivo; y precisamente, el goce

significantizado se reduce al deseo y al fantasma. La libido misma se inscribe en el

significante y el concepto de deseo de este paradigma, de manera sorprendente, realiza,

efectúa la significantización del goce. (Miller ER Pág. 229).

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