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Dianna C. Niebylski Sergio Chejfec: De Lenta biografía a Mis dos mundos A ntes de la publicaciÓn de Mis dos mundos por la prestigiosa editorial Candaya y la subsecuente selección de dicha obra como “una de las dos novelas s relevantes de 2008” por la revista literaria Quimera, 1 Sergio Chejfec era conocido casi exclusivamente por un grupo el pero reducido de estudiosos de la literatura argentina contemporánea. No sería exagerado decir que hasta entonces Chejfec era más conocido por el renombre de sus admiradores (Beatriz Sarlo prominente entre ellos) que por la fama de su propia obra. La merecida atención crítica internacional de la que fue objeto Mis dos mundos ha convertido a Chejfec en uno de los escritores latinoamericanos s estimados del panorama literario actual. Quienes somos y hemos sido ávidos lectores de este autor desde la aparición de sus primeras novelas –a comienzos de la década de 1990– consideramos que el justo reconocimiento crítico internacional llega con s de diez años de retraso. Desde la publicación de Lenta biografía en 1990, Chejfec ha publicado diez novelas, una colección de poemas, dos libros de ensayos y docenas de artículos y reseñas en revistas y periódicos. Tambn ha sido objeto de numerosas entrevistas, algunas de ellas extensas. A pesar de ello, 1 Los entonces co-directores de la revista literaria Quimera (Juan Trejo, Jaime Rodríguez Z. y JorgCarrión) eligieron las novelas El dorado de Robert Juan-Cantavella y Mis dos mundos de Sergio Chejfec como las novelas s importantes publicadas en España en 2008. Este dato, con los detalles de la selección, aparecen en el número de enero 2009 de la revista.

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Sergio Chejfec: De Lenta biografía aMis dos mundos

Antes de la publicaciÓn de Mis dos mundos por la prestigiosa editorial Candaya y la subsecuente selección de dicha obra

como “una de las dos novelas más relevantes de 2008” por la revista literaria Quimera,1 Sergio Chejfec era conocido casi exclusivamente por un grupo fi el pero reducido de estudiosos de la literatura argentina contemporánea. No sería exagerado decir que hasta entonces Chejfec era más conocido por el renombre de sus admiradores (Beatriz Sarlo prominente entre ellos) que por la fama de su propia obra. La merecida atención crítica internacional de la que fue objeto Mis dos mundos ha convertido a Chejfec en uno de los escritores latinoamericanos más estimados del panorama literario actual. Quienes somos y hemos sido ávidos lectores de este autor desde la aparición de sus primeras novelas –a comienzos de la década de 1990– consideramos que el justo reconocimiento crítico internacional llega con más de diez años de retraso.

Desde la publicación de Lenta biografía en 1990, Chejfec ha publicado diez novelas, una colección de poemas, dos libros de ensayos y docenas de artículos y reseñas en revistas y periódicos. También ha sido objeto de numerosas entrevistas, algunas de ellas extensas. A pesar de ello,

1 Los entonces co-directores de la revista literaria Quimera (Juan Trejo, Jaime Rodríguez Z. y JorgCarrión) eligieron las novelas El dorado de Robert Juan-Cantavella y Mis dos mundos de Sergio Chejfec como las novelas más importantes publicadas en España en 2008. Este dato, con los detalles de la selección, aparecen en el número de enero 2009 de la revista.

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y sin duda debido a la escasa distribución de la obra del autor hasta la aparición de Mis dos mundos, los comentarios críticos que han ido surgiendo alrededor de la obra del autor han tenido una circulación limitada. Muchos de ellos resultan difíciles de localizar.2 Hasta el momento tampoco ha habido ningún estudio monográfi co sobre la obra del autor. El presente volumen se propone empezar a corregir esta laguna crítica alrededor de la obra de este autor reuniendo diecinueve ensayos –dieciocho de ellos inéditos– sobre la obra narrativa del autor. Además de servir como punto de partida hacia posibles lecturas de la novelística de Chejfec, los ensayos aquí reunidos dejan constancia de la relevancia, la singularidad y la amplitud de la producción literaria publicada por este escritor hasta el momento.3 Dado que las dos colaboraciones siguientes en esta primera parte del volumen pueden ser leídas como aperturas a la trayectoria narrativa de Sergio Chejfec, en esta introducción me limito a delinear algunas observaciones de índole general sobre el perfi l público del escritor y a esbozar los rasgos más notables de su producción literaria en prosa. Los ensayos a lo largo de este volumen profundizan, debaten y amplían las notas preliminares que recojo a continuación.

Entre la autobiografía despersonalizada y el relato del narrador anÓnimo

[…] en cierto momento decidió alejarse del país y sobrevivir en el mundo … impregnarse de las lenguas que iría adquiriendo, y entre otras cosas adoptar un impreciso lustre internacional (pero conservando… apenas visible aunque indeleble, la sustancia de ser un argentino en fuga). (Los incompletos 7)

De tanto adoptar una actitud de escritor, había terminado siéndolo; y ahora, en una especie de pánico retrospectivo me aterrorizaba que me descubrieran, justamente cuando podía considerar despejados casi todos los peligros… (Mis dos mundos 118)

2 Menos de la mitad de los artículos críticos reunidos en la bibliografía al fi nal de este volumen aparecen en el listado bibliográfi co de MLA. Esto se debe al hecho de que la mayor parte de ellos aparecieron en revistas o libros de publicados fuera de Estados Unidos y con poca circulación fuera de sus países de origen.

3 Con la excepción de las reseñas de Beatriz Sarlo reunidas en este volumen, los demás ensayos aparecen aquí por primera vez.

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De Chejfec el escritor se sabe que nació en el conurbano de Buenos Aires en 1956, que estuvo brevemente afi liado al proyecto literario-cultural de la Revista Babel,4 que vivió en Venezuela desde 1990 hasta 2005, donde fue durante años editor de la importante revista de cultura Nueva Sociedad; que ha sido becado por las prestigiosas fundaciones Guggenheim y Ranieri, y que últimamente dicta clases o seminarios de literatura como profesor visitante en Estados Unidos, en América Latina y en Europa. Por sus novelas o entrevistas sabemos dos o tres detalles más: que no aprendió a hablar el castellano hasta los cinco años, que su padre fue un desplazado judío-polaco cuya familia fue víctima del Holocausto, que su madre es uruguaya; que en sus narraciones siempre hay alguna referencia a Borges (a veces solapada, a veces obvia); que siente admiración por la prosa de W.G. Sebald –a quien con frecuencia se lo compara– y que su lectura de Juan José Saer fue determinante en su primera formación como escritor.5 Tratándose de un escritor con una producción literaria que abarca casi dos décadas, el escueto perfi l biográfi co que acabo de esbozar deja patente el hecho de que, como sus narradores, Chejfec prefi ere el anonimato y la soledad al melodrama público de la fama; deja patente, también, la resistencia de este autor hacia todo discurso confesional. “La autobiografía en sí misma es irrelevante”, dice el autor en una entrevista reciente.6

Por eso mismo resulta sorprendente que la primera novela de Chejfec se titule Lenta biografía.7 Falta apenas instalarse en el

4 Se le ha preguntado varias veces sobre su relación con la revista Babel a comienzos de 1990 y con los escritores afi liados a esta revista. De esa época Chejfec dice valorar las amistades forjadas a través de la revista y “una visión similar de la literatura. . . aunque veníamos de distintos tipos de experiencia”. Ver entrevistas de Cristián Vázquez y de Juan Trejo.

5 En su entrevista de 1998 con Edgardo Berg y Nancy Fernández, Chejfec le atribuye a Saer un papel fundamental en su formación literaria: “Para mí leer a Saer fue advertir que el idioma podía ser literario. No exagero; fue un descubrimiento revelador, y sentí de inmediato una admiración y fi delidad sin fi suras. Todo lo que había escrito antes me pareció mal, y de hecho lo olvidé muy rápidamente”. (324) En su entrevista con Mariano Siskind dice al respecto: “Saer fue el escritor que me despabiló. Creo que todo escritor tiene a alguien, por lo menos, que lo despabila, que lo saca del sueño inocente donde dormía sin darse cuenta […]Fue como descubrir un nuevo realismo, porque hasta Saer yo creía que la única posibilidad era una literatura del refl ejo, incluidas sus distintas variantes y acomodos a los tiempos” (35). Las entrevistas de Berg-Fernández y Siskind aparecen sólo en versión impresa y por lo tanto anoto la paginación de los pasajes citados. Las demás entrevistas aparecen en formato electrónico y no acusan paginación.

6 “La autobiografía en sí misma es irrelevante, sólo salvo en términos de curiosidad”. Ver entrevista con Augusto Munaro, noviembre 2008.

7 Por otra parte, el adjetivo es clave. La lentitud del relato es casi tan transcendental para la obra como su parsimonia es como si el autor se estuviera entrenando para explorar un tempo

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relato, sin embargo, para darnos cuenta que tanto la estructura acumulativa, como el ritmo en ritardando, como la casi total ausencia de “historia” personal en la novela, denotan un serio rechazo de lo que normalmente asociamos con el género autobiográfi co o con la vertiente de la autobiografía fi ccionalizada. En mi entrevista con el autor de noviembre 2009 señalo que Lenta biografía tiene mucho de grafía –el móvil de la narración es la búsqueda de una escritura que pueda captar el acto de recordar como un proyecto de imaginación– y muy poco de bios. Son mínimos los datos que se establecen en el relato sobre la vida del padre del narrador; aún menos los relacionados a la vida del hijo-escritor cuya biografía es el objeto inicial del relato.8 Por lo mismo, Lenta biografía termina siendo una meditación, tentativa y digresiva, sobre la imposibilidad de reconstruir una vida, inclusive la propia, para quien está igualmente consciente de las trampas de la memoria como de los deslices, pozos y trancas del lenguaje.9

Inseparables uno del otro, memoria y lenguaje forman el pozo negro que magnetiza la narración de Los planetas, su segunda novela con claras alusiones biográfi cas. Pero también forman el engrudo estructural y metafórico de El llamado de la especie, un relato que carece de alusiones biográfi cas (y la única obra de Chejfec narrada por un personaje femenino). En efecto, todas sus narraciones orbitan, con más o menos distancia, estas dos preocupaciones: por una parte las limitaciones y los embustes de la memoria; por otra la densidad o la levedad despareja y fractal del lenguaje. No es de sorprender, por lo

narrativo más acorde con la lentitud de los cambios geográfi cos que con el movimiento histórico.

8 Al responder a una pregunta sobre lo que el entrevistador considera un “giro autobiográfi co en las letras contemporáneas”, Chejfec explica que en Lenta biografía no se propuso escribir un “un relato autobiográfi co” sino “algo que aludiera a esa forma”. Especula, además, que quizás “la abundancia de relatos autobiográfi cos refl eja también cierto momento inseguro de la fi cción literaria, en el sentido de que la manera como se representa la experiencia tiende a ser demasiado obvia o demasiado elíptica, y lo que queda entonces es hablar de uno mismo interiorizando las estrategias de narración que no es posible proyectar sobre el exterior, ya sea porque la realidad parece demasiado transparente o se muestra poco fértil” (Entrevista con Augusto Munaro).

9 También Mis dos mundos encara, aunque de modo muy distinto, la difi cultad de incurrir en el relato autobiográfi co. Respondiendo a una pregunta de Augusto Munaro sobre la carga autobiográfi ca de Mis dos mundos, Chejfec vuelve a insistir que lo que le interesa no es reincidir en la autobiografía sino plantearse “[…] cómo se puede escribir hoy al modo autobiográfi co” sin tener que recurrir a “un tono autocompasivo y confesional [?]”.

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tanto, que varios de los ensayos de este volumen giren alrededor de estos dos temas.

Hay algo más que difi culta la posibilidad de narrar en registro autobiográfico o confesional, según lo notan una y otra vez los narradores en la obra del autor. En los relatos de Chejfec el tempo de la biografía, de la historia, o del recuerdo, se ve constantemente interrumpido por los espacios en blanco de sujetos que presienten o viven su identidad como algo intermitente, ambiguo e inseguro. En toda su obra narrativa posterior a esta primera novela Chejfec se expresa a través de narradores cuyo “yo” vacila inciertamente entre identidades intersticiales y difusas, un “yo” siempre in medias res y siempre consciente de ocupar un espacio identitario provisorio, fronterizo y en vías de posible extinción. Para narrar una biografía o autobiografía en un registro realista o costumbrista se necesita, como mínimo, el pretexto de un sujeto continuo y relativamente comprensible a la vez que identifi cable. Por el contrario, Chejfec parece compartir con sus narradores la impresión de que lo que denominamos identidad no es más que un conjunto de posibles combinaciones, en general fugaces, del estar o del devenir de un sujeto en una geografía incierta y en un tiempo inaprehensible. Así lo piensa S., el narrador de Los planetas, al notar que: “[e]n apenas cinco minutos somos capaces de oscilar entre una infi nitud de formas, dese la plenitud pasando por la saturación hasta el vacío. Y también es cierto que ignoramos cuándo somos: esto lo advierten los otros, quienes nos rodean”.10 El mismo sentimiento reaparece, expresado de distintos modos, en todas y cada una de las obras narrativa del autor.

Una de las identidades intermitentes que recorren la obra de Chejfec y que ha sido objeto de gran interés entre los estudiosos de su obra es su identidad como escritor judío, o judío-latinoamericano. En “Marcas en el laberinto: Literatura judía y territorios”, uno de los ensayos de El punto vacilante, Chejfec hace hincapié en la importancia

10 En la entrevista citada previamente, Chejfec explica que aunque todo escritor se plantea su actual o próximo libro como si fuera el primero, sólo un escritor todavía anónimo, un escritor sin trayectoria novelística o lectores familiarizados con dicha trayectoria puede convencerse de que este comienzo es aún posible. Por ello, lo que lamenta el escritor-narrador de Mis dos mundos, un apenas solapado Sergio Chejfec en vísperas de su cincuenta cumpleaños, es no poder volver a ser “nadie”; no poder, en otras palabras, a ser el “escritor secreto” y casi anónimo de sus primeros años.

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que puede haber tenido en su formación de escritor el carácter “fronterizo, clandestino o secreto” del conocimiento (del saber) en la obra de escritores judíos. En esta ocasión el autor sugiere que el límite entre el mundo de lo judío y el de los gentiles resulta en una epistemología alternativa, un saber entre sigiloso y resistente, capaz de operar desde la conciencia de los límites una opaca y silenciosa revisión de las epistemologías céntricas o predominantes. Haciendo alusión al título del conocido libro de Beatriz Sarlo sobre Borges, podríamos decir que Chejfec ve en la obra de los escritores judíos a quienes admira una modalidad epistemológica “de orillas”. La afi liación estético-fi losófi ca de Chejfec con otros escritores judíos ha sido notada por varios estudiosos.11 Según Sarlo, Borges se manifi esta en Chejfec mediatizado por sus lecturas de Kafk a.12 Gina Saraceni hace alusión a Primo Levi en relación a ciertas preocupaciones recurrentes en las primeras obras del escritor argentino. Varios han señalado la notable afi nidad entre Chejfec y el fallecido escritor judío-alemán W.G. Sebald, quien escribió la totalidad de su obra literaria viviendo Inglaterra.13

Chejfec rehúsa, sin embargo, hacer de su etnia un tema recurrente o convertirla en el telón de fondo de su obra literaria. Aclarando que lo judío no constituye una constante temática en su obra, el autor ha insistido, en varias ocasiones, en marcar lo que distanciar su producción literaria de la de otros autores judío-latinoamericanos contemporáneos. A diferencia de lo que ocurre en la literatura judía-latinoamericana más conocida o antologada en los últimos años, la narrativa de Chejfec no muestra interés alguno en representar lo judío “en clave costumbrista”. Para el autor, convertir la herencia judía en divisa de identidad novelística signifi caría tener que limitar las posibilidades de la escritura, tanto con respecto al género narrativo

11 Ver la importante refl exión contribución crítica de Edna Aizenberg sobre este aspecto de la escritura del autor.

12 En mi entrevista de noviembre 2009 le pregunté a Chejfec por la infl uencia de Kafk a en su literatura. Chejfec respondió que “Kafk a representó… la posibilidad de entender la literatura como un sistema de alusiones, un discurso sobre todo no asertivo sobre la así llamada realidad ni sobre su propio objeto.”

13 Chejfec dice sentirse halagado por la comparación con Sebald, un escritor a quien admira y sobre quien ha escrito. Pero insiste en marcar importantes diferencias entre su proyecto literario y el de Sebald. “Sebald pretende transmitir algo muy concreto, algo relacionado con la historia y la cultura europea. Lo que yo pretendo transmitir es algo más difuso, no tengo una intensión tan defi nida como la que tenía Sebald”(Entrevista con Juan Trejo).

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como a sus intereses temático-fi losófi cos.14 Como noté anteriormente, sin embargo, en la narrativa del autor lo judío entra por otra vía: como “una presencia intermitente, una base entre simbólica y emocional a la que se alude de varias formas”.15 Tres de los ensayos en este volumen dejan evidente el interés que “esta presencia intermitente” o “base simbólica” ha desatado entre muchos de sus lectores, especialmente a relación a dos de sus primeras novelas, Lenta biografía y Los planetas.16

Junto con su resistencia a ser encasillado bajo el rótulo de escritor judío-latinoamericano está su resistencia a ser clasifi cado como escritor latinoamericano exiliado. A partir de su escritura de El aire, Chejfec compartirá con tantos otros escritores del siglo xx y del temprano siglo xxi el hecho de escribir ex–patria. Como para otros escritores latinoamericanos contemporáneos, sin embargo, para Chejfec escribir fuera de su patria no tiene el mismo tenor que “escribir en el exilio” tuvo para muchos de los novelistas o poetas latinoamericanos exiliados obligatoriamente a mediados del siglo, o durante la década de los años setenta y ochenta. Roberto Bolaño notó en más de una ocasión que él no se consideraba un escritor chileno exiliado sino un escritor latinoamericano capaz de escribir desde cualquier lugar que lo alojara. Similarmente, Edmundo Paz Soldán ha explicado reiteradamente que él no escribe como un novelista boliviano exiliado sino como un escritor de procedencia boliviana que vive y trabaja en Estados Unidos para un público lector de habla hispana. Chejfec va más allá que estos últimos, sin embargo, al comentar que para él escribir fuera de su país de origen signifi có asumir plenamente la sensación de marginalización o diferencia que siempre había experimentado en su país de origen. “Para mí pensar en el exilio, en el fuera de sitio, es más o menos usual; por diversos motivos me he sentido fuera de todo”, nota el autor en una entrevista temprana.17

14 Según el autor, el acercarse a lo judío en “clave costumbrista” puede signifi car “una especie de debilidad de la literatura judía latinoamericana, porque está atada a las condiciones impuestas por unos contenidos pretendidamente obligados, que en segundo lugar marcarían formas específi cas de ser representados”. Entrevista con Dianna Niebylski, noviembre 2009.

15 Entrevista con Dianna Niebylski.16 A pesar de que Los planetas no se publica hasta 1999, Chejfec ha notado en varias ocasiones

que esta fue su segunda novela, pero que no logró interesar a una editorial que la publicara hasta después que hubieran aparecido varias de sus relatos posteriores. Entrevista de Ariel Pavón y Leonardo Sabbatella.

17 Entrevista con Edgardo Berg y Nancy Fernández (330). En otra entrevista más reciente, con Augusto Munaro, Chejfec vuelve a comentar sobre su condición de escribir fuera de

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La sensación de desterritorialización o ex-patriación se expresa mayormente a través de la nunca explicitada “liminalidad” de los narradores. En algunos casos la liminalidad es socio-económica; en los más se trata de viajeros o vagabundos inestables, seres que no pertenecen a ninguna parte y por lo tanto se mantienen atentos a los detalles más triviales del espacio que habitan en un determinado momento –como si sólo el espacio que pisan o transitan pudiera garantizar provisoriamente la realidad de su propia subjetividad. Como otros han notado, la narrativa de Chejfec se sostiene y se dispersa a través de una voluntad –o quizás de una indeterminación–“extranjerizante”.18 Hay ecos, distantes pero aún audibles, de los famosos “extranjeros” o desplazados de la literatura y de la cultura occidental –los de Kafk a, Camus, Musil, Benjamin; en menos grado, Baudelaire, Breton– en los relatos de Chejfec. En todas sus narraciones –y muy notablemente en El aire, Moral, Cinco, El llamado de la especie, y en un relato titulado “El extranjero”– la extrañeza de los narradores deriva en parte de la sensación de desapego e indiferencia con que se relacionan a sus contornos, en su incapacidad de ajustarse o interesarse en espacios interiores y en su general indiferencia por ahondar en el interior de aquellos con quienes se cruzan en el camino.

Refiriéndose a su interés en explorar este sentimiento de exclusión o desorientación, intensificado generalmente por el traslado o vagabundeo geográfi co, Chejfec apunta a la herencia y a la cosmovisión literaria de cualquier escritor de su época: “la disgregación, el alejamiento, la exclusión […] son las experiencias que reunidas genéricamente alrededor de la idea de la separación o la fractura, forman buena parte de la sensibilidad contemporánea”

su patria de modo similar: “Soy hijo de extranjeros, más aún, de desplazados; he crecido en una familia de inmigrantes, y en un momento advertí la presencia de un contorno en mi propio país. No una barrera, ni siquiera un límite, por supuesto tampoco cultural. Diría que me sentía cerca de un borde difuso, que mi naturaleza era ajena a cualquiera de las construcciones ideológicas y discursivas de la argentinidad, pero que sin embargo pertenecía a esta comunidad […]. Entonces llegó un momento en que me fui y encontré que mi lugar pasaba por revivir esa inseguridad desplazándome, porque el desplazamiento era el correlato físico de la brecha temporal que se iba abriendo con mi origen”. Sobre este tema, ver también la contribución del autor a la compilación de ensayos recogidos en Poéticas de la distancia: adentro y fuera de la literatura Argentina, editado por Sylvia Molloy y Mariano Siskind.

18 El término es de Edgardo Berg, quien da en el blanco al titular uno de sus tempranos artículos sobre la narrativa de Chefec, “Signos de extranjería”.

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(Berg-Fernández 330).19 La expresión de esta condición en sus relatos, sin embargo, adquiere registros o tonos inesperados e inusuales dentro del panorama de la literatura latinoamericana. Para los narradores y otros personajes de Chejfec, la incertidumbre, el tedio o la difi cultad de ser uno, o de persistir en ser uno, sumados a un nomadismo crónico aun cuando se trata de un nomadismo estrictamente virtual, hacen de ellos fi guras que buscan dejar poca huella, o simplemente borrarse del paisaje; sujetos que buscan, en todo caso, no representar demasiado en las vidas o los lugares por los que pasan o han pasado.

De geografías, viajeros y meditaciones ambulatoriasSiempre me ha inquietado que la geografía no cambie pese al tiempo, pese a nuestros cambios y los cambios que se producen en ella. Conservamos algo inmaterial, equivalente a lo que conserva la geografía, también inmaterial. Y sin embargo, aunque no cambie, la geografía es la medida de los cambios. (Boca de lobo, 10)

Mientras narradores y tramas se disipan o se esfuman gradualmente, el espacio (la geografía) reclama su lugar en las novelas de Chejfec. En varias ocasiones el autor ha dicho tener poco interés en el tratamiento del tiempo (que, como él mismo nota, ha sido amplia y diversamente relatado en la narrativa del siglo xx) y mucho en la construcción del espacio en sus novelas.20 Notable ya en Los planetas, a partir de El aire la importancia del espacio se vuelve fundamental en las creaciones literarias del autor.21 Es a través de un espacio determinado, aunque en general difusamente defi nido o descrito, que los narradores de Chejfec refl exionan sobre su identidad intermitente, sus destinos en vías de extinción o su falta de determinación al enfrentarse con el mundo. Hasta se podría decir que las novelas del autor tratan los encuentros

19 Por otra parte, el autor ha dicho que siente un especial interés por personajes “huecos”: “[s]iempre me atrajeron los personajes un poco pusilánimes. En parte porque son más huecos, y en esa profundidad pueden ocurrir cosas contradictorias e inesperadas, pueden ser más resistentes”. Entrevista con Ariel Pavón y Leonardo Sabbatella.

20 “Durante un tiempo yo solía decir que quería tratar el espacio como si fuese tiempo. Darle al espacio una dimensión sucesiva. Seguramente algo condenado al fracaso… pero es que la literatura no tiene por qué representar el éxito”. Entrevista con Juan Trejo.

21 En algunas de sus entrevistas Chejfec atribuye parte de este interés y de su concepción literaria del espacio a la infl uencia determinante de sus lecturas de Ezequiel Martínez Estrada. Ver Entrevista con Berg/Fernández.

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y desencuentros entre narradores y su entorno, o narradores y otros, como si éstos fueran accidentes o alteraciones geográfi cas.

En El aire, Cinco, Boca de lobo, El llamado de la especie, Baroni: un viaje, y Mis dos mundos, la mínima trama del relato se esboza a través de excursiones urbanas o semi-urbanas, encuentros aleatorios o casuales en espacios casi siempre exteriores, o a través de las observaciones de narradores que transitan por espacios urbanos o semi-urbanos, semi-arruinados o en decadencia. Al mismo tiempo, la atmósfera de los lugares que enmarcan y condicionan la vida de estos narradores o personajes parece estar enrarecida por varias capas o límenes de tiempos superpuestos, factor que se comunica a través de las memorias de los personajes, las ruinas del terreno, y alguna que otra fotografía u objeto guardado. Como las novelas, estos espacios a la vez densos e inasibles conforman la superfi cie ideal para sobrellevar tanto los cambios que acontecen durante el relato (la desaparición paulatina de un barrio o la construcción de una carretera, por ejemplo) como el derrumbe o la ruina a la que sucumben personajes y geografías. Si la indeterminación o la indefi nición es el rasgo más característico de los narradores y otros personajes en las obras de Chejfec, la liminalidad y el enrarecimiento lo son de los espacios que mínimamente sustentan sus historias.

Como apuntan varios de los artículos en este volumen, la exploración de estas geografías en la obra de Chejfec se hace casi siempre desde la experiencia de un viajero, un paseante o un vagabundo, alguien que va descubriendo el espacio al ritmo lento (y en general sin propósito fi jo) del paseo o la caminata. En la literatura latinoamericana –al menos la más conocida– hay pocos modelos de narradores caminantes (la voz poética de Fervor de Buenos Aires y el Horacio de comienzos de Rayuela son excepcionales en este sentido). Quizás por ello mismo los estudiosos se interesan tanto en buscar otras fuentes de inspiración para explicar la insistencia con que Chejfec convierte al caminante, y aún más el paseo o la caminata, en el eje estructural de sus relatos. Como se ha notado, hay ecos de Kafk a, Primo Levi, W.G. Sebald, y Robert Walser en la concepción de la narración como paseo o vagabundeo.

Los caminantes o vagabundos de Chejfec se diferencian de sus precursores o contemporáneos más conocidos por la indiferencia o,

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mejor dicho, la falta de voluntad, que muestran para transitar, habitar, o comprender los espacios que ocupan provisoriamente. El personaje que vaga por los laberínticos espacios de la metrópolis moderna en los cuentos y novelas de Kafk a es un ser entre desorientado y desesperanzado, pero casi nunca cesa de buscar modos de acomodarse a las reglas, siempre incomprensibles, de ese espacio. La metrópolis burocrática kafk eana, insensible a los intentos reiterados y a las buenas intenciones, termina aniquilando a estos pobres aprendices de hombre moderno. Los personajes de Chejfec no saben lo que buscan (si es que buscan algo), y los fi nales de sus relatos, casi siempre abiertos, evitan la posible nota trágica o absurda. Por otra parte, la ausencia de un motivo de búsqueda y de un descubrimiento inesperado o relevante de parte del narrador signifi ca que el caminante no puede dar nunca por terminado su trayecto. El tratamiento del vagabundeo o paseo en las narraciones de Chejfec se distingue, al mismo tiempo, de la concepción del mismo en las novelas de W.G. Sebald, el escritor contemporáneo a quien se lo compara con más frecuencia.22 Mientras que los caminantes de Sebald se acercan a la trayectoria geográfi ca a través de un lente histórico claramente benjaminiano, los de Chejfec no tienen aspiraciones elegíacas, ni buscan la parada en el camino que pueda permitirles un gesto de retribución o auto-redención. Hacia comienzos de la novela Boca de lobo, el narrador se ve a sí mismo durante la etapa “feliz” de su relación con la joven obrera, diciéndole a Delia que está dispuesto a seguirla donde sea: (“que por ella todo, cualquier cosa que dijera” [2]7). Pero esta determinación se esfuma pronto, y el narrador que recuerda la historia es alguien que divaga por un presente sin rumbo alguno. En Mis dos mundos, novela escrita casi una década más tarde, el narrador repasa momentos de su pasado mientras recorre un parque semi-desierto en una ciudad en la que está de paso y no encuentra nada: ni logros anteriores ni aspiraciones futuras. Una geografía visiblemente deteriorada, y la densidad de un aire enrarecido por el recuerdo de otras caminatas que tampoco le depararon grandes revelaciones, parecen agotar a estos sujetos que, como todo habitante del temprano siglo xxi, se encuentra fracturado

22 En su entrevista con Juan Trejo, Chefj ec dice que “no [le] molesta” la comparación con Sebald pero “[le] incomoda un poco”. A continuación explica: “Con su obra, Sebald pretende transmitir algo muy concreto, algo relacionado con la historia y la cultura europeas…. Esa idea benjaminiana que él tenía de la historia y de la cultura, en la que cada objeto, por pequeño y cotidiano que sea, aparece cargado de pasado, yo no la tengo” (16).

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por múltiples espacios, tiempos e historias –reales, imaginadas o virtuales.23

Primo Levi hace hincapié en la fi gura de Edipo y el enigma de la esfi nge al pensar la necesidad del buen calzado para los caminantes-sobrevivientes o víctimas de la historia. En los relatos de Chejfec el caminante no parece tener vínculos edípicos de ningún tipo (la fi gura materna ocupa muy poco espacio en los relatos del autor). En cambio es posible reconocer resonancias de la fi gura mítica de Sísifo –prototipo del sujeto moderno por excelencia según ese otro extranjero, Albert Camus– en los narradores de Chejfec. La “condena” no está en el objetivo o la fi nalidad del paseo –normalmente inexistente, como noté– sino en el paseo o en la caminata misma. Como Sísifo, los narradores de El aire, Boca de lobo, Cinco, El llamado de la especie, o Moral, saben o presienten de antemano que su recorrido no tendrá buen fi n, y sin embargo no conciben mejor alternativa que recorrerlo.

Entre la metáfora y la ética: una escritura comprometida con la complejidad

Creo que la narración se realiza cuando hace desaparecer sus propósitos. Quiero decir, cuando leemos algo y en algún momento aparece un tipo de miedo o de desconcierto, y no sabemos frente a qué tipo de cosa estamos. No me refi ero sólo a la ambigüedad de géneros o de procedimientos. Las mejores obras son aquellas de las que no sabemos de qué hablan, porque se refi eren a muchas cosas al mismo tiempo, o a ninguna.

Sergio Chejfec

A pesar del desgano o la indiferencia con que los narradores se expresan, siempre hay momentos, escenas o “paisajes” que nos conmueven, inexplicablemente y casi a pesar nuestro, en los relatos de Sergio Chejfec. Creo no equivocarme al aventurar que lo conmovedor suele estar relacionado a una toma de consciencia –inesperada y apenas

23 Quizás por eso mismo casi todos los narradores Chejfec guardan o resguardan algún objeto—una postal, una fotografía, el plano de una ciudad –que, aunque gastado, fuera de foco, o distorsionado, es capaz de hacer alusión a un pasado difícil de recordar o de imponer la ilusión de orden a un presente difícil de interpretar. La postal, el mapa y la fotografía (nunca reproducida pero esmeradamente descrita), sirven como punto de contacto, o como testimonio de la relación, entre el espacio y la presencia humana que lo ocupa.

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vislumbrada pero sorprendentemente duradera– sobre algún aspecto de la realidad contemporánea que usualmente pasamos por alto o reducimos a un cliché fácil. Dicho de este modo (“conmovedor”, “toma de conciencia”), el comentario parece afi rmar algo demasiado sensible o grandilocuente para una obra escrita en un registro de indecisión o indeterminación por un autor cuyos narradores desean poco más que dejar una huella apenas modesta de su estancia en espacios vagamente determinados. En varias ocasiones el autor ha insistido sobre el hecho de que él no concibe sus obras con la intención de comunicar una postura política o una agenda social, señalando que si sus narraciones parecen comunicar ciertos valores o cierto compromiso ético esto no es más que la inevitable consecuencia de su interés en ciertos temas o fenómenos de la actualidad (la distribución espacial de los barrios en Buenos Aires o en Caracas, o el trabajo fabril industrial en vías de desaparición, por ejemplo). En otras palabras, nota el autor, si hay una visión ética en sus relatos, esta secuela en la narración de modo indirecto.24 Es de este mismo modo oblicuo que ciertas escenas o “paisajes” de los relatos de este autor nos invitan a refl exionar sobre las repercusiones éticas de la imaginación literaria y, al mismo tiempo, a lo que puede haber de metafórico en toda ética. A pesar de habitar un terreno más próximo al ensayo que de ningún otro género literario, todas las narraciones de Sergio Chejfec contienen momentos en que la opacada luminosidad del relato coincide con la semi-transparencia de una imagen de índole “documental” para hacernos vislumbrar un más allá de la narración y un más acá de la imagen.

El episodio fi nal de Los planetas sirve para ilustrar esta hipótesis: al fi nal de la novela, el sueño en que el narrador se ve a sí mismo y a su amigo desaparecido como adolescentes en un tren en que la realidad es perfectamente simétrica, sugiere tanto a los límites de la imaginación literaria para servir de testimonio conmemorativo o acusatorio como a la fuerza magnética de esta misma para acercarnos a una realidad difícil de explicar, o de sobrevivir, en términos no poéticos. Ni el ensayo periodístico ni el testimonio histórico pueden comunicar con igual complejidad o con tantos matices realidades (sensaciones,

24 “Si la literatura tiene alguna posibilidad de acercarse a lo social, a lo político y a lo histórico”, dice Chejfec en su entrevista con Mariano Siskind, “esa posibilidad pasa por evitar la referencia directa y en cambio elaborar los signifi cados de los social de manera metafórica” (40).

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impresiones) a la vez tan difusas y tan inmediatas. Similarmente, en Boca de lobo la descripción del préstamo y la devolución de la falda, la evocación de los dibujos que parecían calcar sólo los accidentes del suelo de tierra en la vivienda miserable de la amiga, y la fotografía del narrador junto a Delia posando cerca de los basurales pueden sugieren –como señalan varios de los ensayos aquí incluidos– una actitud crítica hacia el destino del obrero urbano en la era global. Pero lo que estas imágenes evocan no es una postura ideológica sino una sensación de desajuste ético imposible de comunicar en el lenguaje directo del panfl eto político o de la estadística fi scal.25 En Mis dos mundos hay un momento en que el narrador se detiene para hablar detenidamente a los peces y a las tortugas marinas. El pasaje podría recordar a “Axolotl” de Cortázar pero el paralelo no se cumple. En el relato de Chejfec, el narrador no está obsesionado por saber si él es él dentro o fuera del lago porque ya ha aceptado, desde hace tiempo, que su identidad no es más que una suma trivial de recorridos que no le han deparado ni grandes convicciones ni psicopatías dignas de ser estudiadas. Lo que evoca la escena, en cambio, es una especie de solidaridad con animales acuáticos nada exóticos y apenas sobrevivientes en un lago contaminado de desperdicios humanos. También aquí, la contradicción entre la transparencia deslucida de las imágenes y el tono entre extraño pero académico con que se expresan hacen imposible reducir el confusamente discernible sentimiento de solidaridad a un cliché ecológico o a un sermón apocalíptico. Se trata, en todo caso, de algo más complejo, aunque no por eso menos real o urgente.

El modo en que estas escenas y otras parecidas en la obra del autor entablan una relación casi siempre indirecta y abstracta entre la imagen de la realidad aludida y la refl exión que ésta provoca nos conmueve –al menos me conmueve– porque, como ocurre con la intrusión indirecta del compromiso ético o político no intencionado, la composición de la escena o “paisaje” no está concebida con la intención de provocar una conmoción afectiva. Como mencioné anteriormente, casi todos los momentos que menciono son experimentados o recordados por narradores que se expresan en un tono entre desganado y anestesiado, un tono que podría sugerir una especie de autismo psíquico, inclusive.

25 En su entrevista con Silvana Friera, Chejfec dice haber querido comunicar a través de Boca de lobo un “sentido de alarma, de señal, de advertencia” con respecto a la situación económica y social en la Argentina de fi nes del siglo xx.

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Y sin embargo, es difícil (imposible, creo) leer estas escenas sin experimentar la sensación de que la literatura puede aún depararnos nuevos modos de percibir, o de experimentar, ciertos problemas apremiantes de la realidad contemporánea.

Resumiendo, entonces, la conmoción o alteración a la que me refi ero no es nunca producto de una sensación o descubrimiento explícito. Nada en las obras de Chejfec provoca demasiada irritación ni demasiada pena, lo que quiere decir que no hay ninguna posibilidad de experimentar algo parecido a la catarsis. En la gama psíquica que va de la refl exión puramente intelectual a la emotividad visceral, la conmoción provocada por los relatos del autor está más cerca de la primera que la de última. Y sin embargo, la carga emotivo-visceral de esa conmoción no es insignifi cante.

En un ensayo sobre Rodolfo Walsh y Osvaldo Lamborghini, que es al mismo tiempo una meditación sobre la relación entre la política y la literatura en el momento actual, Chejfec comenta que la fábula tiene: “una sintaxis apropiada para reaparecer en los momentos de reconversión estética … [porque] al basarse fuertemente en el estatuto alegórico, cancela las posibilidades de identifi cación realista o moderna”.26 Es posible argumentar que la estructura de la fábula, género que dispensa con el dato psicológico, sociológico o histórico, le permite a Chejfec elaborar relatos que parecen balancearse precariamente entre una dimensión poética y una dimensión ética. Debatiéndose entre el ensayo y la parábola alegórica,27 las fábulas postmodernas de Chejfec, como las modernas de Kafk a o de Borges, descartan la simple moraleja. Sin embargo, tal como lo anuncia enigmáticamente el título de una de sus novelas, es posible detectar en estas narraciones una complicada, dilatada y parsimoniosa “moral”.

** * * * *

El resto de “Pretextos y Contextos” consiste de una recopilación de reseñas de Beatriz Sarlo sobre varias obras del autor, recogidas bajo el título de “Chejfec por Sarlo”, seguidas del ensayo “Paseo, narración y extranjería en Sergio Chejfec”, de Edgardo Berg, el crítico que más

26 Este ensayo aparece publicado en Cultural Politics in Latin America, editado por Anny Brooksbalnk Jones y Ronaldo Munck (Palgrave McMillan, 2000).

27 Notar que la página del blog del autor tenga por título “Parábola anterior”.

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asiduamente ha estudiado y comentado la obra del autor hasta el momento. Las reseñas de Beatriz Sarlo contextualizan buena parte de la trayectoria narrativa y temática del autor al mismo tiempo que posicionar a Chejfec dentro del panorama literario contemporáneo. Edgardo Berg plantea un recorrido panorámico y exhaustivo por la obra de Chejfec a través de un análisis de los motivos literarios, los géneros o modalidades literarias y preocupaciones temático-fi losófi cas, estilísticas y poéticas que caracterizan la escritura de este autor.

Los ensayos que componen la segunda parte del volumen, “Memoria, pérdida y escritura”, examinan la producción narrativa temprana de Chejfec en relación al tema de la memoria, la experiencia del duelo, y la búsqueda de una escritura adecuada a la experiencia postmoderna de ambos. Da comienzo a esta parte el ensayo de Isabel Quintana, “Topografías y afectos: la potencia de la escritura en Lenta biografía”. Quintana sostiene que la demora es el gesto inaugural de una poética que defi ne la marca de un estilo literario y una manera de pensar la literatura con relación al imaginario de la subjetividad narrativa. Mientras que el acontecimiento narrativo se va tramando a través de la meticulosa confi guración de una fi liación siempre bajo sospecha, la toponimia del lenguaje va buscando anclarse a una geografía del desplazamiento. En “Lenta biografía: novela, epopeya y subjetividad”, Jonathan Retoman ensaya una lectura en clave benjaminiano que pone de manifi esto las conexiones ocultas entre memoria o desmemoria. En “El lenguaje secuestrado: estética, ética y política en Los planetas, Erin Graff Zivin examina los modos en que Los planetas busca un nuevo lenguaje proporcionado no sólo a la experiencia de lo político sino también a la imposible pero necesaria tarea de decir lo indecible. Según Graff Zivin, Chejfec emplea la idea de lo judío como signifi cante “vacío” para imaginar la relación aporética entre identidad y diferencia, presencia y ausencia. Mi propio ensayo, “Paralajes de la memoria, desviaciones del duelo y otras ilusiones ópticas en Los planetas”, considera que una óptica de aproximaciones resulta un dispositivo útil para acercarse a un relato que busca medir el peso, la extensión y el enigma del pasado en los fantasmas del recuerdo o en las ruinas del espacio urbano en el cual orbitan esos recuerdos. Cierra esta parte del volumen Gina Saraceni con “Las demoras de la memoria: Falta y ausencia en Lenta biografía, “El extranjero”, y El aire”. Saraceni explora los motivos centrales en estas narrativas del autor –la pérdida, la ausencia, el vacío– todos ellos, señalando la manera en que

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éstos funcionan como lugares excesivos en las novelas estudiadas. Al sobrepasar las posibilidades de la representación, estos “lugares” o motivos hacen que la misma representación dude de sus posibilidades semánticas. De este modo, explica la autora, la indeterminación se convierte en una elocuente manera de refl exionar sobre los límites de la literatura.

La tercera parte, “Geografía en obras: entre el espacio poético y el relato documental”, está compuesta de ensayos que estudian la importancia del espacio geográfi co y la preocupación de índole documental en varias de las novelas “intermedias” del autor (la excepción cronológica aquí es El aire, de 1991, que sirve como preludio hacia un nuevo tipo de escritura en la producción de Chejfec). Encabeza esta sección el ensayo de Luz Horne, “Fotografía y retrato de lo contemporáneo en El aire, Los incompletos y otras novelas”. Horne considera que estas obras, y la narrativa de Sergio Chejfec en general, practica una especie de realismo documental. Según la autora, una de las particularidades de estas narraciones yace en el modo en que Chejfec combina una lógica de la imagen con ciertos procedimientos vanguardistas para generar un efecto realista en su “retrato” de lo contemporáneo.

Similarmente, Patrick Dove realiza un análisis de Boca de lobo en el contexto de la historia del presente, prestando especial atención a la transición desde el capitalismo industrial y las lógicas políticas que lo acompañan hacia el capitalismo tardío y el Estado neoliberal. Dicha transición, señala Dove, coincide con el agotamiento de las ideologías estéticas que surgieron con el romanticismo y la novela realista y que dominaron el panorama de la novela latinoamericana el Boom en América latina. Boca de lobo, según Dove, es una refl exión sobre las ruinas de esa historia social y literaria, y en particular sobre la tradición de la novela. En “Ecos de Marx en Boca de Lobo”, Maximiliano Sánchez propone una lectura de esta misma novela desde la comprensión moderna del fi n de la historia, entendido éste –en la línea que va de Hegel a Fukuyama– como la instalación global de unas relaciones capitalistas de producción en el contexto de un capital transnacionalizado. Partiendo de la atmósfera “noventista” neoliberal que se respiraba en la Argentina durante la década de 1990, Sánchez argumenta que Boca de lobo muestra el lado oscuro del concepto de fi n de la historia al caracterizar el mundo obrero como un mundo atrapado

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en un tiempo circular, repetitivo, casi mítico, donde no es posible entrever ningún tipo de escapatoria ante la explotación neoliberal y la desvalorización de la mano de obra. En “Entre sombras umbrales: ansiedad geográfi ca en Boca de lobo”, Stephen Butt es propone que la ansiedad “geográfi ca” experimentada por el narrador de esta novela reside en la tensión entre sus recuerdos de la relación amorosa-erótica que mantuvo con la joven obrera a quien seduce y las imágenes de necesidad y mísera que sirven de telón de fondo a dicha relación. Según Butt es, en esta novela Chejfec vislumbra la posibilidad de “retratar” una geografía humana o corográfi ca capaz de suplementar el plano urbano moderno, ya que este último no está diseñado para registrar la pobreza sino para ignorarla o hacerla desaparecer (del mapa). El ensayo de Alejandra Laera, “Los trabajos: creación y escritura en Boca de lobo y otras novelas” completa esta parte. De acuerdo a Laera, Boca de lobo es un planteamiento y una respuesta acerca de la relación escindida entre creación y trabajo en el mundo postmoderno. Como novela del trabajo, explica Larrea, Boca de lobo representa un mundo y al hacerlo, escenifi ca y explora los límites de la novela (los de ésta en particular, los de la novela en general). La última parte del ensayo propone que en Baroni: un viaje y Mis dos mundos, Chejfec busca repensar o reconfi gurar la relación entre el trabajo y la creación, repensando desde otros ámbitos los límites y las posibilidades de la literatura.

La última parte del volumen, “Viajes, desplazamientos y resonancias”, reúne ensayos sobre las obras más recientes de Chejfec (con la excepción de un análisis de Cinco). Los primeros tres ensayos de esta parte tratan la importancia del relato de viaje, como motivo o estructura, en la concepción de la última producción literaria del autor, refl exionando sobre los modos en que el motivo del viaje o paseo le permite al autor abrirse a posibilidades estéticas o tecnológicas no presentes – o presentes en menor grado – en sus obras anteriores. En “Gramática del viaje en Cinco y Los incompletos”, Luis Moreno Villamediana examina cómo estas dos obras articulan dos distintas modalidades del viaje: Cinco relata lo que ha sido fi jado previamente como experiencia; Los incompletos se sirve de la imagen del itinerario y del viaje como conjetura. Moreno Villamediana sostiene que lo que surge de la confrontación de la estructura de estas dos obras es una gramática del viaje que expone el carácter fl otante de la obra de Chejfec. En “La literatura como producción en Baroni: un viaje” Craig Epplin

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lee esta novela junto a lo que él considera el dispositivo paratextual de la misma –el blog de Chejfec, Parábola anterior– argumentando que la preocupación central del autor es cómo armar o ensamblar, en términos estrictamente materiales, una obra de literatura en una época post-literaria. El artículo de Mariana Catalin, “En el borde de los paisajes culturales: otros, artes y yo en Baroni: un viaje y Mis dos mundos”, adopta el concepto del paisaje cultural propuesto por el mismo Chejfec para analizar los modos en que sus dos últimas obras exploran y operan este concepto. Según Catalin, estas dos narraciones afi rman, complejizan y al mismo tiempo perforan los paisajes culturales de los que dependen mediante la inclusión de desplazamientos geográfi cos, cuerpos y escrituras.

Los últimos dos ensayos de esta última parte refl exionan sobre las resonancias o ecos de otros escritores en la narrativa de Sergio Chefj ec. En “La confesión de la pobreza: un cierto Borges en Baroni, un viaje y otras obras”, Reinaldo Laddaga sostiene que en las casi dos décadas que lleva escribiendo, Sergio Chejfec ha explorado un registro particular de lo sensible: el de las “criaturas de la pobreza”. En un recuento de varios poemas tempranos de Borges, Laddaga señala las resonancias borgeanas en varios de los relatos de Chefec que orbitan la temática de la pobreza. Finalmente, el ensayo de Jorge Carrión, “Entre Sebald y Google: la deriva en Baroni: un viaje, Mis dos mundos y otros relatos”, analiza la poética del viaje de Chejfec en sus dos últimas novelas, rastrando tanto la tradición en que se inscriben (el paseo, la deriva) como las particularidades de ésta misma (lo digital, el punto, el mapa, el escenario, la duda), y varios puntos de referencia coetáneo: Sebald, Caparrós y Aira.

El volumen concluye con una bibliografía de ensayos críticos sobre la obra narrativa de Chejfec, seguida de un listado de las entrevistas más extensas que el autor ha otorgado hasta el momento. Agradezco ante todo a mis colaborares cuyos ensayos hacen posible este volumen. Su interés, inteligencia, diligencia y paciencia han hecho de este proyecto una de las experiencias académicas más amenas y más intelectualmente productivas que he tenido hasta el momento. Otros estudiosos de Chejfec que por razones varias, no pudieron formar parte de este proyecto colaboraron con ideas, sugerencias, bibliografía, y buenos deseos; en este grupo se encuentran Annick Louis, Mariano Siskind, Amalia Ran, y Erica Miller Yozell. Agradezco

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a Patrick O’Connor, Paola Ehrmentraut, Andrea Castelluccio, Nancy Fernández, y a los lectores anónimos de IILI, por sus acertados y valiosos comentarios sobre esta introducción y otros aspectos de este volumen. Finalmente, un cálido agradecimiento a Juan Duchesne, director de publicaciones IILI, por el entusiasmo con que recibió una primera versión del manuscrito y por brindarme el apoyo necesario para llevarla a fun fi n. Dos becas de investigación de la Universidad de Illinois at Chicago subvencionaron una parte importante de los costos editoriales y de publicación. Por ello va mi agradecimiento va a la ofi cina del Vice Provost for Research de UIC.