Indiferencia religiosa, visibilitat de l'Església i evangelitzacio
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FILOSOFÍA, RELIGIÓN
Y SENTIMIENTO.
Pedro Geltman Buenos Aires, septiembre de 2018
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SUMARIO
INTRODUCCIÓN § 1-2.
PRIMERA PARTE.
I- EL CONCEPTO DE RELIGIÓN: i-Definición general § 3; ii-El conflicto entre razón y fé § 4-5;
iii- La experiencia religiosa § 6.
II- SENTIMIENTO Y RELIGION EN LA HISTORIA DE LA FILOSOFIA: i- El pensamiento
premoderno § 7-9; ii- El sentimiento religioso según Rudolf Otto § 10-12; iii-La religión según H.
Bergson § 13-14; iv-Mircea Elide § 15; v- Max Scheler § 16; vi- X. Zubiri § 17.
III- SENTIMIENTO, PREJUICIOS Y MALENTENDIDOS: i- Qué entendemos por sentimiento §
18-22; ii-; iii- Problemas específicos con respecto al sentimiento religioso: a- Las motivaciones § 23;
b- El sentimiento religioso como síntesis compleja § 24-25; c- Religión, intencionalidad objetivante y
no objetivante § 26-28; d- Sentimiento religioso, imaginación y corporalidad § 29; e- Sentimientos
de espacio, tiempo y cantidad § 30; f- Metafísica y sentimiento religioso § 31-32 ;g- Sentimiento,
sentimentalismo y sensiblería en la religión § 33.
IV- LENGUAJE Y RELIGIÓN: i- Lenguaje informativo y lenguaje emocional § 34-35; ii- Lenguaje
alusivo y lenguaje interjectivo § 36; iii- Nombres, números y letras como lenguaje de la religión; a-
El sentido sagrado de los nombres § 37; b- El significado de los números § 38; c- Las letras y los
números § 39; iv- La paradoja como lenguaje § 40-41; v- La mayéutica § 42; vi- Significado y
significancia § 43; vii- Desfasaje semántico y religión § 44; viii- Conceptos teológicos y teología
negativa § 45-46.
V- LA RECEPCIÓN SUBJETIVA DEL FENÓMENO RELIGIOSO: i- Los niveles de la
espiritualidad § 47-52; ii- La multiplicidad de religiones § 53; iii- Religiones populares y religiones
de élite § 54; iv- Evolución en la historia de las religiones § 55.
VI- LO SAGRADO: i – La fascinación de lo sagrado § 56; ii- Experiencias que rozan lo sagrado §
57: a-El sentimiento de la belleza y de lo sublime § 58-59; b- La ensoñación poética § 60; c- El
sentimiento vivencial del otro § 61; d- El sentimiento del misterio, la interrogación, el asombro § 62;
e- La metafísica del absurdo § 63; f- La relación de lo sagrado con el juego y la fiesta § 64 .
VII- LA MÍSTICA: i- Qué es la mística § 65-70; ii- Esoterismo y mística § 71.
VIII- RELIGION Y CULTURA: i- Tradición y organicidad cultural § 72-73; ii- Arte, ciencia y
religión § 74; iii- Origen de la cultura según las tradiciones religiosas de la antigüedad § 75-76.
IX- RITO, MITO Y RELIGIÓN: i- Rito y mito como unidad § 77-79; ii- Rito, religión y magia § 80-
81; iii- El rito sacrificial § 82; iv- Teorías sobre el significado de los mitos § 83; v- Contenido
vivencial y mitología § 84; vi- Personificación de abstracciones § 85; vii- Mito y etiología § 86; viii-
Mito, símbolo y arquetipos § 87; a- Arquetipos cosmogónicos § 88; b- Arquetipos escatológicos §
89; c- Arquetipos salvíficos § 90; ix- Arquetipos de la mitología asumidos en las religiones § 91; x-
Cambios internos en el desarrollo de las religiones § 92; xi- Arquetipos en la ordenación simbólica
del universo § 93-94.
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X- MITOS, CUENTOS POPULARES, LEYENDAS E HISTORIA SAGRADA: i- El mito y los
cuentos populares § 95; ii- El mito y la leyenda § 96; iii- El mito y la historia sagrada § 97-98.
XI- LA MORAL Y LAS RELIGIONES: i- Las normas morales § 99; ii- Sentimiento de culpa y
religión § 100-101.
XII- PROCESOS DE DEGRADACIÓN DE LO SAGRADO: i- Formas aberrantes e irracionales de
la religión § 102; ii- Absolutización de lo finito § 103; a- La idolatría § 104; b- El dogmatismo § 105;
c- La degradación mágica § 106; d- El fundamentalismo § 107: e- La demonización § 108; iii- La
cosificación de lo absoluto § 109: a- Cosificación de narraciones, leyendas o historias sagradas §
110; b- Cosificación de instituciones § 111; iv- Religión y superstición § 112.
SEGUNDA PARTE.
INTRODUCCIÓN, § 113.
XIII- EL SENTIMIENTO DE LO SAGRADO EN LA RELIGIÓN DE LOS PRIMITIVOS: i-
Formas primitivas del pensamiento § 114-116; ii- Los pigmeos de Africa Ecuatorial § 117; iii- Las
religiones de Australia § 118.
XIV- EL SENTIMIENTO DE LO SAGRADO EN LAS CULTURAS INDOAMERICANAS: i- Los
estudios de R. Kusch § 119; ii- La religión de los mayas § 120.
XV- EL SENTIMIENTO DE LO SAGRADO EN EL ANTIGUO ORIENTE: Introducción § 121;
A-Dioses, espíritus y demonios § 122; i- Tendencia hacia la unidad § 123; ii- Simbolismo cósmico §
124; iii- Las constelaciones hierofánicas § 125; iv- Símbolos geométricos y numerales § 126; v-
Importancia de los nombres § 127; vi- Simbolismo teriomorfo § 128; vii- El cuerpo humano como
residencia de un dios § 129; viii- Demonios y seres maléficos § 130; B- Los mitos; i- Mitos
cosmogónicos § 131; ii- Mitos salvíficos § 132; iii- Mitos escatológicos § 133.
XVI- EL MAZDEISMO: i- La divinidad § 134; ii- Carácter arquetípico de la historia humana §
135-136.
XVII- LO SAGRADO EN LA GRECIA ANTIGUA: i- La espiritualidad helénica § 137-138; ii- Los
dioses prehoméricos § 139; iii- Las primeras formas de la mitología § 140; iv- Apolo y la mitología §
141; v- Orfismo, pitagorismo y culto de Eleusis; a-El orfismo § 142; b- El pitagorismo § 143-144; c-
Los misterios de Eleusis § 145; vi- Las musas § 146; vii- La religión de los filósofos § 147.
XVIII- ALGUNAS NOTAS DE LA RELIGIÓN DE LA INDIA ANTIGUA § 148: i- Los purana §
149-150; ii- Las leyes de Manú § 151; iii- Los Upanishad § 152; iv- Identificaciones simbólicas §
153; v- Teología negativa en los Upanishad § 154; vi- La vía del conocimiento § 155-156; vii- Las
emociones y su esencia § 157; viii- El camino de la devoción § 158; ix- El Bhagavad- Gita § 159; x-
Transmigración y mitología § 160; xi- El Tantra § 161.
XIX- LO SAGRADO EN EL BUDISMO: i- Tradiciones y escuelas § 162; ii- Budismo Theravada §
163; iii- El mahayana, el bodhisattva y la compasión § 164; iv- Budismo Shin o amidismo § 165; v-
Budismo Chan o Zen § 166; vi- Budismo Tibetano § 167; vii- Nagarjuna § 168.
XX- LO SAGRADO EN LA CULTURA CHINA: i- La tradición religiosa § 169; ii- El concepto del
hombre § 170; iii- El Tao y la teología negativa § 171-172; iv- Simbolismo oracular y mistérico en el
I Ching § 173; v- El taoísmo como religión popular § 174.
XXI- LO SAGRADO EN LA RELIGIÓN DE ISRAEL: i- Desmitoligización e historia sagrada §
175; ii- Sacralización del tiempo y de la historia § 176; iii- Simbolismo de los modelos § 177; iv-
Simbolismo situacional § 178; v- El dios de la Biblia § 179; vi- El concepto del hombre § 180; vii- La
mística § 181; viii - El simbolismo de la Cábala y los jasidim § 182 ; ix- Prescripciones rituales y
normas morales § 183; x- El poder creador de la palabra de Dios § 184.
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XXII- EL SENTIMIENTO DE LO SAGRADO EN EL CRISTIANISMO: i- Las hierofanías
fundamentales § 185; ii- La incorporación del pensamiento griego § 186; iii- Simbología del
cristianismo § 187; iv- Espiritualización e interiorización de los contenidos de la fe § 188; v- El
cristianismo y la Iglesia § 189; vi- Textos mistéricos en el Nuevo Testamento § 190; vii- La mística §
191-195; viii- Neoplatónicos renacentistas y cristianismo § 196; ix- Nicolás de Cusa § 197; x-
Desafíos del cristianismo frente a la modernidad § 198.
XXIII- EL SENTIMIENTO DE LO SAGRADO EN EL ISLAM: i- El Corán § 199; ii- La mística
iraní § 200; iii- La mística de los sufíes § 201; iv- Ibn Arabi § 202; v- Al Gazali § 203.
INTRODUCCIÓN
§ 1- El presente ensayo es la continuación de La filosofía y los sentimientos 1,
trabajo en el que examinamos la reflexión de los filósofos sobre el tema de los
sentimientos en distintos períodos de la historia desde la antigüedad hasta la
actualidad.
En lo que sigue nos concentraremos en un aspecto de la afectividad poco conocida,
en cuanto que incluye más allá de lo que comúnmente se entiende como
sentimiento, estados emocionales que pasan desapercibidos quedan desatendidos o
carentes de reflexión.
Nos referiremos al llamado sentimiento religioso, sentimiento que es como lo obvio
en los estudios de filosofía de la religión o queda relegado al plano de las creencias
y supersticiones populares que poco interesan a la reflexión de los filósofos.
§ 2- En general, los modernos estudios sobre la religión, ponen todo su empeño en
“…mostrar que hay en la religión otra cosa que un asunto de devoción sentimental ” 2. Así se expresaba René Guenon, uno de los pensadores contemporáneos que puso
toda su enorme erudición al servicio de una revaloración moderna de la religión.
Lo importante era para él demostrar que la religión no era puro sentimiento, que
contenía verdades esotéricas capaces de satisfacer las exigencias de la más pura
intelectualidad.
En nuestro trabajo no negaremos ni pondremos en cuestión los valiosos aportes
para el conocimiento de las religiones que se encuentran en la obra de Guenon,
especialmente en relación al simbolismo y su significado, sino que trataremos de
mostrar que aparte de los valores intelectuales, se encuentra en la mayoría de ellas,
una base emocional, endotímica y subyacente que como afectividad queda
inatendida por los historiadores de la religión.
Esta base inatendida, como experiencia de lo sagrado, es el fondo común a
cualquier religión y nada tiene que ver con las expresiones emocionales y
pasionales que a veces manifiestan a la conciencia ese sentimiento.
Veremos, además, que estas expresiones devocionales, propias de la piedad
popular, lejos de desvirtuar los valores de la religión, constituyen el punto de
partida para descubrir su dimensión más profunda. Nuestro objetivo será mostrar
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que esta dimensión culmina en la actitud de los místicos y que ha habido místicos
en la mayoría de las grandes religiones de la humanidad.
Nuestro trabajo consta de dos partes: en la primera intentaremos realizar una
descripción general del llamado sentimiento religioso, en cuanto afección común a
cualquier religión; en la segunda nos ocuparemos de las variantes de la afectividad
que constituyen el fondo subyacente en algunas de las religiones que han cubierto
la historia de la humanidad.
PRIMERA PARTE
Descripción general del sentimiento religioso.
Cap. I
EL CONCEPTO DE RELIGION.
i-Definición general.
§ 3- Comenzamos nuestro trabajo observando que si nos acercamos a los orígenes
de las diversas religiones nos encontraremos con un elemento común: todas
fundamentan su nacimiento en una experiencia espiritual de carácter personal o
comunitario relacionada siempre con el misterio, con algo absoluto o numinoso o
con lo sagrado que de múltiples formas se ha manifestado y ha sido captado en el
acontecer de la vida y de la historia.
El verdadero sentido de cada religión radica entonces, en esta experiencia
originaria y su encarnación en sujetos concretos a lo largo de la historia. Volver a
ella implica redescubrirla en todo su valor más allá de conceptos, rituales o
manipulaciones interesadas.
A nadie se le escapan las grandes dificultades que las religiones han sufrido a largo
de la historia: la manipulación política, los intereses del poder, los fanatismos, etc.,
son tentaciones constantes del ser humano y de toda institución humana que en el
caso de la religión la expone al riesgo de transformar su contenido originario en
doctrinas aberrantes e inhumanas 3.
El concepto de religión que aquí adoptaremos, se centrará, entonces, en la
experiencia originaria común a todas las religiones por lo cual incluirá realidades
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semejantes y a la vez desemejantes. Semejanza que surge de la vinculación con lo
sagrado, como lo superior y absoluto, y desemejanza que proviene de la
conceptualización de esa vivencia 4.
Entonces, religión es una relación individual y social, vivida dentro de una
tradición y comunidad (doctrinal, moral y también ritual) con algo que sobrepasa
todo lo existente y abarca al hombre y su mundo, última realidad como quiera que
se la entienda (como energía única, fuerzas múltiples, personas divinas, espíritus,
demonios, el Absoluto, Dios, el Nirvana, etc.).
ii-El conflicto entre razón y fe.
§ 4- Ahora bien, cualquiera sea la religión de que se trate, el supuesto básico para
su desarrollo, es su concreción en alguna forma de creencia: fe en una revelación,
en la santidad de su creador, en la tradición trasmitida desde tiempo inmemorial,
etc.
En Occidente esta fe siempre ha estado en relación polémica con el ejercicio de la
razón; relación que en muchos casos, fue adoptando el carácter de verdadero
conflicto. En este sentido, entre los pensadores contemporáneos X. Zubiri ha sido,
sin duda, el que con mayor lucidez intentó resolver los términos de este conflicto.
Zubiri da por sentada la convicción de que la razón no puede alcanzar la fe. Por lo
cual carece de sentido la búsqueda de pruebas apologéticas. Porque la fe se basa en
la credibilidad como conjunto de motivaciones que permiten aceptar creencias, no
porque estén comprobadas sino porque la razón las considera como razonables.
Entre ellas pueden entrar motivaciones afectivas, confiabilidad en la enseñanza
recibida, razones morales, consideraciones de verosimilitud o de probabilidad, etc.
Porque para Zubiri hay que distinguir una doble dimensión de la razón: lo
racional y lo razonable. De ahí que los motivos aunque no sean estrictamente
racionales pueden ser razonables. Es razonable que un hombre colocado en
determinadas circunstancias (sociales, personales, intelectuales, afectivas o
morales) tenga fe en la via que ha aprendido 5.
Entonces, también distingue entre razón e inteligencia. La razón, en realidad es
dependiente de algo que la supera y que consiste en un “sentir inteligente”. De
modo que la inteligencia influye en la razón para que busque lo razonable. La
razón es el aspecto querente de la inteligencia.
§ 5- La relación entre razón y fe tiene una larga historia. En la antigua Grecia, a
partir del nacimiento de la filosofía, surgió en Occidente, por primera vez, la
oposición entre el mito y la razón y la distinción entre una religión popular y la
religión de los filósofos. Sin embargo, esta oposición tenía un sentido bastante
diferente del que hoy le atribuimos. Porque, en realidad, la razón en el mundo
griego estuvo siempre impregnada de algún elemento místico, por lo cual la
actividad intelectual era considerada como elevación del alma hacia lo divino y
tomaba como punto de apoyo la religión popular reinterpretada en conceptos
metafísicos.
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Los medievales prolongaron la concepción griega con respecto a la actividad
intelectual. Por eso, para ellos esta actividad, entendida en un sentido místico,
podía armonizarse facilmente con la religión popular. Situación de armonía que
comenzó a resquebrajarse a fines de la Edad Media y principios del Renacimiento.
A continuación se inició la era del racionalismo en el que se intentó fundamentar
los contenidos de la fe por medio de conceptos y enunciados racionales. Pero con
Kant se desmoronará totalmente la religión fundada en argumentos de la razón.
Su crítica demuestra con contundencia la falacia de las pretendidas pruebas
apologéticas que imitan en caricatura las demostraciones de las ciencias positivas.
iii- La experiencia religiosa.
§ 6- Sin embargo, los valores de la religión serán rescatados desde otro ángulo,
gracias al mismo Kant, en virtud de su teoría del esquematismo y sus símbolos 6.
Porque, como veremos, lo válido en la religión se contiene en símbolos figurales y
conceptuales que inducen el sentimiento básico de la fe. Sobre este sentimiento
básico se edifican generalmente otros sentimientos como la devoción, adoración,
amor, veneración, etc. Porque la fe no consiste en la simple adhesión intelectual a
creencias, doctrinas o prácticas, ya que se trata de un acto del intelecto que solo
puede darse en base a una intervención de la afectividad, o sea, de una decisión
movida por la estima, la valoración o la confianza en la tradición recibida, en el
testimonio de algún personaje o en la experiencia interior de lo sagrado. (cf. II,
vi § 17) 7.
Entonces, sintetizando esta experiencia, podemos considerar tres componentes: 1-
por un lado tenemos el sentimiento de lo sagrado o numinoso que siendo su
fundamento puede serle antecedente. 2- este sentimiento indeterminado y confuso
se concreta y visibiliza cuando es recubierto por los símbolos y conceptos de una
religión determinada en sus formas comunes, más difundidas y populares. 3-
culminando la experiencia religiosa se ubica la experiencia mística que la corona y
plenifica, llevando a su máxima expresión el sentimiento de lo sagrado que
acompaña como fondo todo el proceso.
Cap. II
SENTIMIENTO Y RELIGIÓN EN LA HISTORIA DE
LA FILOSOFÍA.
Una primera aproximación a la forma particular de sentimiento que designamos
como sentimiento religioso puede consistir en una visión panorámica del aporte
que en este tema nos ofrece la historia de la filosofía, comenzando con el
pensamiento de los premodernos.
i-El pensamento premoderno.
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§ 7- En general, los premodernos aportaron importantes observaciones sobre la
religión como sentimiento, pues para ellos esta no era sólo objeto de investigación
teórica, sino parte fundamental de su vida.
En líneas generales, este sentimiento estaba implícito en su concepción del universo
como totalidad dinámica que tendía naturalmente hacia el mundo superior o
divino. En este sentido Aristóteles había dado forma y sintetizado lo que era un
presupuesto común en el mundo de la antigüedad. Esto era lo evidente, lo obvio
contenido también en el eros platónico, en la tendencia hacia el Uno del
neoplatonismo y que S. Tomás explicitará en el concepto del amor a Dios en todo
ser creado.
Concebían el mundo físico sobre el modelo de la dinámica de lo viviente. Todo lo
que vive tiende hacia el objeto o el fin que lo realiza como ser. Dada esa dinámica,
existía en la naturaleza una intencionalidad que dirigía todas las cosas hacia su fin,
siendo en última instancia el bien supremo, la divinidad, el fin que corona todos los
fines.
Entonces, todo el universo se movía por un deseo implícito e inconciente que se
concretaba en el hombre como tendencia o estado afectivo anterior a toda que
elección de la conciencia. En su deseo de felicidad, de plenitud y bienestar apetecía
el bien supremo, la divinidad, fuente de todo bien, tuviera o no conciencia de ello.
§ 8- En base a este presupuesto, encontramos en la obra de S. Tomás la distinción
entre el deseo o amor natural al bien supremo, tendencia espontánea e inconciente
y el amor elícito y conciente. Para él la religión era la virtud que volvía conciente
ese amor natural a partir del acto de fe como fondo 8.
En líneas generales describía los momentos sucesivos del amor en sentido universal
como dinámica de todo lo existente, y su aplicación en el orden de la religión.
Entonces el amor se concretaba en la tendencia conciente hacia lo divino y
producía alegría y bienestar; al intensificarse se expresaba como fervor, devoción o
adoración para culminar en deleite, paz y dulzura por el sentimiento de presencia
de lo amado.
Pero también existían otros estados religiosos no placenteros, frente a los
obstáculos, cuando, por ejemplo, lo sensible se oponía a lo espiritual, produciendo
sentimientos de odio y rechazo, de lucha interior, remordimiento de conciencia,
temor, etc.
El acto religioso alcanzaba su máximo nivel en el amor de caridad o sea, el amor
como fuerza sobrenatural a la que definía como amistad entre Dios y el hombre,
siendo la amistad un amor de benevolencia no unilateral sino recíproco 9.
Y agregaba que lo que se hace por amor, es gozoso, por lo cual el amor es un
facilitante de la acción. Entonces, la caridad con el prójimo no era otra cosa que la
consecuencia de ese amor 10
.
§ 9- Si bien los místicos constituían para él la meta y el ejemplar que corona el
sentido de la religión, en realidad, solo conforman una pequeña minoría, siendo el
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sentimiento de la mayoría de los creyentes bastante distante de ese ideal. Por eso,
admitía que en ellos predominaba el temor por encima del amor.
En efecto, lo opuesto al amor en el plano de la religión, es el temor. Los
principiantes en la vida religiosa obran por temor. Ellos necesitan que se los
estimule por medio de premios y castigos, pero el que deja los primeros
rudimentos de la fe, ya no obra por temor sino por amor al bien y a la virtud. (cf.
XI, ii, § 101 La metafísica del amor).
ii-El sentimiento religioso según Rudolf Otto. (1869-1937).
§ 10- Con la modernidad aparece una nueva concepción del sentimiento. Este ya
no está incluido en todo acto del pensamiento como algo sobreentendido. Esta vez
se lo entiende separado de la voluntad y del entendimiento, como facultad
intermedia tal como lo distingue Kant en su Crítica del juicio 11
.
En este período, el aporte más valioso con respecto al sentimiento religioso es sin
duda el de Rudolf Otto quien desarrolló su teoría proponiendo lo sagrado o lo
numinoso como sentimiento que antecede y culmina toda religión. Su aporte más
importante se encuentra en el libro titulado Lo santo 12
.
Comienza su trabajo criticando lo que llama racionalización de lo divino,
característica de la reflexión sobre la religión y de la teología por influjo de la
filosofía de los siglos xvii-xviii. Allí advierte sobre el equívoco de considerar los
enunciados teológicos sobre la divinidad (espíritu, razón, voluntad, inteligencia,
omnipotencia, unidad, sabiduría, etc.) como descripciones que tienden a agotar el
sentido de lo que es divino. En ellos el elemento racional ocupa el primer plano;
incluso parece a menudo que lo racional lo es todo.
Es cierto que los enunciados conceptuales deben aparecer necesariamente cuando
se habla de religión; pues todo lenguaje, en cuanto consiste en palabras, transmite
principalmente conceptos. Sin embargo, los conceptos no nos pueden dar un
conocimiento completo de lo que es la religión porque esta supone sentimiento.
Hay que contraponer, entonces, el racionalismo de los conceptos a la religión
profunda como sentimiento.
Critica, entonces, la dogmática teológica porque racionalizó la idea de Dios por
modo harto unilateral. Otto insiste en el hecho de que no es lo mismo tener idea de
lo santo que percibirlo. Es cierto que la evolución de una religión exige la unión
entre elementos racionales y emocionales; siendo los primeros necesarios al
servicio de los segundos. Pero no es lo mismo tener el concepto que captar
la vivencia.
§ 11- Sin embargo, no descarta los que llama elementos racionales de la religión
porque estos la preservan de descender al fanatismo, y la habilitan como religión
culta, humana y de calidad. Existen, además, representaciones y conceptos que
sirven para expresar el sentimiento: son el amor, la misericordia, la compasión, la
piedad.
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Con todo, el elemento específico de la religión, el elemento singular que se sustrae a
la razón y que es inefable, es el que define como lo numinoso, al que atribuye dos
dimensiones: por un lado es tremendo o temible; por el otro es fascinante o
atrayente. Lo describe como lo heterogéneo en absoluto, lo que se sale
resueltamente del círculo de lo consuetudinario, comprendido, familiar, íntimo, y,
por tanto, colma el ánimo de intenso asombro.
El carácter esencial de este sentimiento no consiste en habérselas –como cree el
animismo– con «almas», entes extraños que no pueden ser vistos. Los «espíritus»,
las almas y otros conceptos análogos no son más que el resultado de
racionalizaciones posteriores. Los mitos sistematizados, no son sino laminaciones
de los procesos religiosos fundamentales, que quedan como aplastados y finalmente
anulados por completo.
La unión o identificación con lo numinoso es una aspiración que llena las formas
más comunes y simples de la vida religiosa. Se la considera un bien, una dicha, una
gracia que no puede compararse con los bienes profanos. Son estados tales como el
de profunda quietud del espíritu y el arrobo, en los cuales el numen casi llena por
sí solo el volumen del alma.
§ 12- Por último afirma que lo santo o numinoso no debe confundirse con la
moralidad. Se comete un error cuando el elemento augusto de lo numinoso es
esquematizado como lo bueno en el sentido moral y además, es sustituido por este.
Entonces aborda el tema del pecado como contraparte negativa de
lo numinoso. El sentido de la propia indignidad se despierta de modo espontáneo
frente a la percepción de lo numinoso. Pero no se trata de un juicio ético. No es el
sentimiento de haber transgredido la ley moral. Es más bien el sentimiento que
tiene el sujeto de su absoluta profanidad. Este es el elemento de verdad que tiene la
doctrina cristiana del pecado original.
El numen es el sólo santo. Esta santidad no es perfección, ni belleza, ni bondad.
Aunque se asemeja a estos conceptos, pues como ellos es un valor, valor numinoso
positivo al que corresponde del lado de la creatura un valor numinoso negativo.
Sin embargo, puede darse un reconocimiento de la propia nulidad por parte de la
creatura sin que sea necesario un contenido de exigencias éticas.
Es que el hombre natural, dice Otto, no sabe lo que es pecado. Por eso, no pueden
insertarse sobre fundamentos exclusivamente morales los conceptos de salvación o
de expiación. El hombre estrictamente moral en su comportamiento no entiende
estos conceptos que son de origen numinoso, es decir heterogéneos con todo lo
natural. Alguien puede estar dotado de sensibilidad moral y no religiosa.
Otto critica las múltiples polémicas teológicas resultantes de haber tomado el texto
sagrado en su aspecto conceptual descartando el contenido numinoso, heterogéneo
e insoportable para la razón natural. Así por ejemplo, la larga disputa sobre el
concepto de la predestinación.
iii- La religión según H. Bergson. (1859-1941).
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11
§ 13- El punto de partida de Bergson en su estudio de la religión se presta a
muchas objeciones que aquí no nos interesan. Sin embargo, en la descripción en
detalle de los fenómenos religiosos encontramos algunas observaciones valiosas 13
.
El sistema bergsoniano se edifica a partir de una visión total de la vida a la que
considera impulsada por lo que llama el “élan vital”, energía universal que dirige
la “evolución creadora”. Este impulso vital será para él la raíz y el origen de los
fenómenos de la religión.
Comienza su descripción destacando que el hecho religioso se vale de la fabulación
para expresarse, es decir de creaciones imaginarias que le sirven de instrumento,
pero en sí mismo es distinto y anterior a la fabulación.
Describe las características de la facultad fabuladora en el hombre primitivo como
un complemento necesario para la actividad de la inteligencia. Porque la actividad
inteligente en la manipulación de la materia como también en la convivencia de la
comunidad, debe valerse de la fabulación para asegurarse contra la incertidumbre
de la acción o el encerramiento del egoismo. Entonces, dice Bergson, la creencia
significa esencialmente confianza; su origen primero no es el temor, sino un seguro
contra el temor. La definición que todo lo resume afirma que: la religión es “ ..una
reacción defensiva de la naturaleza contra lo que puede ser deprimente para el
individuo y disolvente para la sociedad, en el ejercicio de la inteligencia ”. Esta es la
función que cumple la facultad fabuladora.
§ 14- Pero la religión en su primera etapa, es la que Bergson llama “religión
estática” y que identifica con la superstición. A esta contrapone la que llamará
“religión dinámica”.
Para describir esta última, comienza por destacar la existencia de la intuición
como una franja que rodea la inteligencia y la sumerge en la corriente del élan
vital. Entonces, surgirá el amor a la humanidad como totalidad por acción del élan
que la impulsa.
La confianza aportada por la religión estática se encontrará ahora transfigurada:
han disminuido las preocupaciones por las necesidades inmediatas materiales y
particulares y la religión como misticismo culmina la evolución de la humanidad.
Ambas formas de religión, la estática y la dinámica, se mezclarán entre sí en las
religiones aparecidas a través de la historia. Porque el misticismo puro es una
especie rara. Por eso, cierto misticismo se encuentra con frecuencia en estado de
disolución comunicado a la masa en la religión popular.
Así, dice Bergson, no se deben despreciar las religiones populares nacidas del
misticismo y que mantienen el uso de sus fórmulas sin llegar a penetrar por
completo su sentido. En consecuencia, el historiador de la religión encontrará en
una religión vagamente penetrada de cierto misticismo, la presencia de elementos
de superstición como la magia y la mitología.
Bergson analiza las formas del misticismo surgidas en la historia. En primer lugar
el misticismo de los misterios en la antigûedad. Luego el misticismo como
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12
componente adjunto de la filosofía en las especulaciones abstractas de la antigua
Grecia. Por último están también las místicas de Oriente y las del cristianismo.
iv- Mircea Eliade (1907-1986).
§ 15- En sus numerosos estudios sobre fenomenología de la religión se destaca un
concepto que parece condensar todos los fenómenos religiosos; es el concepto de la
“hierofanía”. Observa Eliade que los fenómenos religiosos se revisten siempre de
alguna forma natural y humana. Porque la religión es humana, debe por esa
misma razón ser algo social, algo lingüístico, algo cultural; esta es la forma en que
se presenta lo sagrado, el cual, al quedar revestido con la forma que lo manifiesta
constituye la hierofanía 14
.
De hecho, existen vivencias que con distintos niveles de intensidad, se acercan a la
hierofanía o sensación de lo sagrado, sin serlo plenamente. Menciona el asombro o
la admiración, los estados de encantamiento, de respeto, reverencia o veneración,
la fascinación frente a algo desconocido, etc. La hierofanía se parece en algo a estas
vivencias pero lo que la distingue es, en realidad, un proceso psíquico por el cual se
percibe en las cosas algo que está más allá de su manifestación sensible.
Toda hierofanía, desde la más elemental como una piedra hasta la más elevada
como la encarnación en Cristo, es la manifestación de algo completamente
diferente, una realidad que no pertenece a nuestro mundo natural. En ella se
muestra lo sagrado; ya no se percibe una piedra o un arbol, sino lo sagrado, lo
totalmente otro. Se trata de un objeto cualquiera que es otra cosa sin dejar de ser
el mismo. El cosmos en su totalidad puede convertirse en hierofanía.
v- Max Scheler (1874-1928).
§ 16- Si consultamos a M. Scheler, veremos que para él existen distintos niveles de
la vida emocional siendo la religión la que culmina y a la vez integra todos los
niveles: así dice que la unificación afectiva es la raíz de toda afectividad, la cual
puede manifestarse como el sentir lo mismo que el otro; lo cual, a su vez, es el
fundamento de la simpatía y esta última, fundamento del amor acosmístico a la
persona y a Dios.
De modo que toda la vida psíquica, se edifica sobre lo que llama unión afectiva que
es un instinto de unificación que se ha oscurecido en el hombre en comparación
con los animales (aunque permanece en el niño, en el caso de la hipnosis o en el
instinto materno). Oscurecimiento que es consecuencia del desarrollo evolutivo de
la razón.
Porque la vida y la evolución no sólo han ganado en capacidades esenciales, sino
que también han perdido otras. Así el adulto pierde las "imágenes eidéticas" que
todavía en el niño ocupan un lugar intermedio entre percepción e imaginación. Así
ha perdido el hombre civilizado el sentido trascendente religioso y tiene que creer
lo que la humanidad más joven descubría y veía 15
.
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13
El sentimiento religioso, en sí mismo, como nivel superior de la afectividad, es
ubicado por Scheler en el grupo de los que llama sentimientos espirituales.
Habiendo clasificado todos los sentimientos en cuatro grupos: sentimientos
orgánicos, vitales, anímicos o del yo, el cuarto grupo es el de los sentimientos
espirituales. Estos son distintos y están por encima de los otros niveles. Son actos
puros que objetivan intencionalmente esencias, valores y sentimientos, pero ellos
no son objetivables; en ellos radica el espíritu como persona, como sujeto. De modo
que el sentimiento religioso comparte el mismo nivel que los sentimientos de lo
verdadero, de lo justo o de lo bello a los que corresponden estados emocionales
independientes de la corporalidad 16
.
vi- X. Zubiri (1898-1983).
§ 17- Zubiri, inspirado en Pascal, sintetiza todo el sentimiento religioso en la idea
del corazón. La vía para llegar a Dios, dice, es el corazón y no la razón, porque el
corazón tiene sus razones que la razón no puede entender (cf. I, ii, § 4, el conflicto
entre razón y fe) 17
.
Pero para Zubiri lo fundante, el fundamento que descubre el corazón no es dios
sino “la deidad” siendo esta última la presencia de lo sagrado que puede
expresarse en la idea de Dios o también en otras formas religiosas impersonales.
Desde la deidad todo el orbe del ser adquiere una nueva dimensión, un nuevo
sentido ya no natural sino sobrenatural. La nueva ratio deitatis puede llevar a la
aceptación del dios cristiano, pero esta es solo una de las posibles interpretaciones
ontológicas del fundamento 18
.
Cap. III
SENTIMIENTO, PREJUICIOS Y
MALENTENDIDOS.
Habiendo delimitado el concepto de religión que adoptamos en este trabajo y
resumido las importantes observaciones de algunos filósofos, debemos examinar
ahora el concepto de sentimiento en la medida en que se puede relacionar con la
religión.
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14
i-Qué entendemos por sentimiento.
§ 18-La principal dificultad para el estudio del sentimiento religioso es el
presupuesto común que identiffica este sentimiento con la sensiblería, la
credulidad, las fantasías irracionales de gente inculta. Pero además, esta dificultad
se incrementa cuando se identifica todo sentimiento con los estados emocionales y
pasionales comunes del lenguaje cotidiano ignorando las formas de la afectividad
sutil y preconciente base de toda experiencia religiosa.
No es fácil clarificar esta noción desde el punto de vista de la filosofía ya que el
pensamiento occidental, en su historia, ha concentrado su reflexión en el estudio de
las representaciones conceptuales con descuido de la afección que normalmente las
acompaña. En los últimos tiempos la ha separado enteramente, buscando alcanzar
una razón enteramente libre de toda emoción.
De ahí que sentimiento es actualmente un concepto confuso que oponemos al
conocimiento, sin mayores precisiones. Sin embargo, esta oposición no responde a
la realidad, porque no existe el sentimiento como entidad separada, ya que el
fenómeno en sentido fenomenológico es vivencia, estado de conciencia, experiencia,
en la cual lo percibido tiene siempre como correlato un fondo pasivo o afección
como cara interna.
Entonces, donde el lenguaje común no destaca una emoción, ni supone un
sentimiento o una pasión, todavía es posible hablar de un sentir que no pasa a la
conciencia porque no conmueve nuestra sensibilidad.
La carencia de nociones claras sobre este tema, dio origen a la crítica de los
principales pensadores contemporáneos. Crítica que nos obliga a repensar lo que
entendemos por sentimiento cuando hablamos de religión.
§ 19- Fue Heidegger el que rompió definitivamente con el predominio del pensar
representativo en la filosofía de Occidente. En El Ser y el Tiempo englobó toda la
afectividad en la noción del “encontrarse” en el sentido de hallarse, sentirse (sich
befinden) o sea el temple, estado de ánimo o tonalidad emocional. Allí expresa su
crítica al pensamiento occidental cuando dice que “la psicología de los sentimientos
es campo que está aún completamente inculto”19
.
Menciona algunos ejemplos del “encontrarse”: la serena ecuanimidad, la velada
melancolía, el curarse de, el resbalar hasta el mal humor, los cuales no son una
nada por muy inadvertidos que resulten, como lo más fugaz e indiferente en
apariencia. Incluso la ausencia de un estado de ánimo definido dista de ser una
nada. El estado de ánimo hace patente “cómo le va a uno”. El hombre no cae
cotidianamente en la cuenta de semejantes estados de ánimo, más bien los esquiva,
siendo el esquivar también un estado de ánimo.
Pasiones y sentimientos, dice Heidegger, son fenómenos conocidos ha largo tiempo,
ya desde Aristóteles. Sin embargo, desde entonces, lo afectivo en general, apenas
ha logrado dar un paso hacia adelante que sea digno de mención.
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15
Entonces opina que: “Todo pensamiento esencial, exige que sus reflexiones y
proposiciones se extraigan, cada vez como el mineral, a partir de unas afecciones
fundamentales. Si estas afecciones fundamentales cesan, entonces todo se convierte
en un cencerreo forzado de conceptos y en una cascarilla de palabras» 20
.
Ya Husserl había preparado esta crítica, al rescatar lo olvidado con respecto a la
afección cuando señala el fondo pasivo que acompaña toda experiencia. Así nos
dice: “La emoción o la decisión son actos no objetivantes porque propiamente no se
dirigen al conocimiento de su correlato sino solo lo captan, ya sea de un modo
explícito, atento o coatento, ya sea de modo desatento” 21
.
Estos actos determinan las tomas de posición teoréticas, valorativas o volitivas y
pueden ser captados de modo explícito, atento o coatento o quedar en el orden de
lo desatento. Son lo que Husserl llama “horizonte de oscuridad”.
Encontramos, entonces, una zona de la afectividad generalmente no atendida por
el pensamiento de los filósofos. Es precisamente en esta zona donde tendremos que
ubicar las raíces de lo que se llama sentimiento religioso.
§ 20- De ahí que el concepto de la afectividad debe ampliar el abanico de
posibilidades vivenciales de lo que comúnmente se llama sentimiento, incluyendo el
horizonte de oscuridad de que habla Husserl o los estados de ánimo no atendidos
que menciona Heidegger.
En consecuencia, es necesario distinguir, en una primera aproximación, entre los
sentimientos que se manifiestan claramente a la conciencia por su intensidad o por
su repercución sobre la corporalidad y que tienen denominación en el lenguaje
corriente y otros indeterminados que pasan desapercibidos, no llaman la atención
debido a su condición ténue o sutil.
Emoción, pasión, deseo, placer y dolor, son estados de la afectividad que se
manifiestan claramente a la conciencia, y sus variantes tienen generalmente alguna
denominación. Queda un enorme campo de vivencias que siendo lo más íntimo y
cercano de la condición humana no se presentan claramente a la conciencia y en
muchos casos no tienen nombre. Constituyen el fondo pasivo que acompaña la
actividad conciente, al cual solo podemos acceder cuando reflexionamos sobre
nuestro mundo interior 22
.
Podemos enumerar, como ejemplo, algunas de estas disposiciones afectivas
indeterminadas que generalmente pasan desapercibidas: 1- las actitudes y
posiciones kinestésicas de la corporalidad, movimientos de manos, posturas
corporales, etc.; 2- los sentimientos vitales de comodidad, bienestar o malestar, el
sentimiento de libertad, el sentimiento del tiempo, la afectividad del humor, etc.; 3-
los sentimientos y emociones sutiles que acompañan conceptos y palabras como
fondo de resonancia afectiva sobrevalorando lo que se dice; 4- los sentimientos del
asentir, disentir, consentir, presentir, donde los prefijos “a, di, con, pre”, nos
hablan de modificaciones de un sentir que, en general, no conmueve nuestro
organismo; 5- la carga emocional que confiere relevancia a situaciones,
actividades, opciones políticas, ideologías, tradiciones culturales, gustos estéticos o
valores comerciales; 6- los estados que se encuentran en los límites entre
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16
afectividad y conocimiento como motivaciones, sugerencias, el interés, la
curiosidad, etc.; 7- los estados emocionales intersubjetivos de contagio,
identificación, simpatía o antipatía; 8- finalmente, entre todos estos estados
también deben incluirse los sentimientos que como fondo pasivo subyacen en la
experiencia religiosa y que se expresan en el acto de fe.
Ninguno de estos fenómenos se presenta a la reflexión como un objeto fijo. Todos
entran en el flujo constante de la vida. Por eso en un mismo acto de conciencia, se
pueden superponer estados concientes y afecciones no concientes; o bien puede
transformarse uno en otro según la intensidad, el contexto asociativo o las
circunstancias. Por lo cual la distinción entre diferentes formas y la agrupaciòn de
niveles debe entenderse como el resultado de una fijación momentánea y
aproximada en el flujo constante de las vivencias. De ahí que un estado de ánimo
puede transfomarse en sentimiento tenue, este a su vez se transforma en emoción y
la emoción al quedar fijada puede convertirse en pasión. Por eso debe evitarse la
cosificación de los sentimientos como si fueran objetos de orden físico, distinción
que el habla cotidiana tiende a olvidar.
De cualquier modo, debe quedar bien claro, que cuando se habla de sentimientos
espirituales estos no están enteramente separados de la corporalidad, puesto que,
como dice Husserl, todo fenómeno vivencial tiene carácter psicofísico. Lo que
recibe el nombre de espiritual, en realidad sólo designa aquello que no conmueve
nuestra sensibilidad.
§ 21 - La importancia del fondo de oscuridad que llamamos afección es reforzada
por el pensamiento contundente de Macedonio Fernández. En este sentido,
(inspirado en Schopenhaer) fue un crítico implacable de la metafísica de
Occidente, destacando en todos sus escritos la importancia fundamental de la
afección, distinta y opuesta a la representación 23
(cf. VI, ii, e § 63).
Leibniz, por su parte, confirmaba la importancia de los sentimientos que pasan
inadvertidos, con un ejemplo llamativo. Así, recién dirigimos la conciencia al ruido
de un motor en el momento en que ha dejado de funcionar, lo que nos manifiesta
que estábamos percibiendo algo a lo que no prestábamos atención. En esa
condición se pueden ubicar las tendencias, los modelos y paradigmas que
condicionan nuestros juicios, los valores de verdad, justicia, belleza o el valor de lo
sagrado que pasan inadvertidos en la actividad cotidiana 24
.
§ 22- La experiencia de lo sagrado suele concretarse en el sentimiento de la fe, raíz
inicial de la religión que, en cuanto tal, pasa desapercibido porque no supone
conmoción orgánica. Este sentimiento resulta desatendido porque sólo prestamos
atención al contenido doctrinal como si solo se tratara de un conocimiento que
aceptamos como verdad. El aspecto emocional de la fe queda inatendido porque es
sutil, tenue, como la afectividad también inatendida de los actos de asentir, confiar
o valorar.
Ahora bien, es cierto que el sentimiento religioso no se queda normalmente en el
sólo acto de fe. Sobre esta vivencia suelen insertarse otras formas de vida
emocional más sensibles y concientes como los sentimientos de alegría o de tristeza,
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17
de arrepentimiento, de júbilo, de amor, etc., los más conocidos en el orden
cotidiano.
Cuando se limita el sentimiento religioso a estos sentimientos, se cae en el error que
entiende la religión como algo puramente emocional. Pero también se comete un
error cuando se entiende el acto de fe como enunciado puramente conceptual.
ii-Problemas específicos con respecto al sentimiento religioso.
Varios problemas específicos con respecto al sentimiento como fondo pasivo,
horizonte de oscuridad, estado de ánimo o como sentir en general, pueden
plantearse al profundizar su relación con el sentimiento religioso; mencionaremos
los siguientes:
a-Las motivaciones.
§ 23- Husserl define el sentimiento como acto fundado. Esto significa que todo
estado afectivo tiene algún referente que lo fundamenta; que no existen
sentimientos puramente independientes sin fundamento.
Entonces, cuando hablamos de sentimiento religioso debemos tener en cuenta las
creencias, experiencias, representaciones o conceptos que constituyen su
fundamento motivacional. Por eso se deber descartar la idea de un sentimiento
religioso carente de contenido; siempre está presupuesta alguna creencia referida a
experiencias internas o externas, a símbolos, narraciones o al testimonio de
personajes creibles.
Pero la experiencia motivante puede ser conciente y claramente definible; y
también pueden existir motivaciones extra-concientes. Es decir que por debajo de
las representaciones manifiestas a la conciencia, puede darse una compleja red de
estados afectivos de los que no se tiene conciencia y que fundamentan la actitud
creyente.
En todos los casos, de acuerdo a las observaciones de R. Otto, el fundamento
motivacional tiene el carácter de lo sagrado o numinoso, revestido generalmente,
como dice Eliade, con las formas naturales de lo que llama hierofanía.
b-El sentimiento religioso como síntesis compleja.
§ 24- Para Husserl, toda afección es un fenómeno de gran complejidad que
cataloga en la noción de los actos sintéticos. Existen síntesis en los actos del
conocimiento, pero también están en el orden de la afectividad las que Husserl
llama síntesis pasivas 25
. Estas son aquellas en las que se asocian vivencias no
atendidas por el yo de modo inmediato, que se producen pasivamente sin la
atención de la conciencia.
Pone como ejemplo, las formas del preferir, del valorar o del querer que
constituyen síntesis de enorme complejidad. Es decir que cuando preferimos algo,
valoramos o queremos, hay por debajo una síntesis no atendida de estados
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emocionales que se han ido asociando de modo espontáneo sin nuestra intervención
volitiva.
También pertenecen al orden de la pasividad la síntesis del tiempo como
experiencia interior y la de los horizontes internos o externos que envuelven toda
vivencia. En las síntesis una palabra nominaliza un conjunto politético de vivencias
que se unifican en la intencionalidad monotética 26
.
Entonces, al estudiar lo que llamamos sentimiento religioso deben tomarse en
cuenta las síntesis pasivas que conforman la base de lo que comúnmente aparece a
la conciencia. Porque debajo del acto religioso conciente existe un fondo afectivo
no conciente.
§ 25-Este fondo afectivo, como síntesis pasiva, es el que posibilita el acto de fe, pero
pasa inadvertido porque es sutil y no impresiona la sensibilidad. De ahí el
malentendido frecuente que considera el acto de fe como vivencia estrictamente
intelectual, como proposición que se acepta como verdadera en el mismo nivel
conque adherimos a cualquier enunciado teórico. Se ignora totalmente que la fe en
su esencia implica siempre una intervención afectiva por la cual se deposita
confianza y se considera razonable aquello en que se cree. Sin este elemento
emocional, tenue e inatendido no existe realmente ninguna religión y en todo caso
tendremos la adhesión irracional a palabras sin sentido.
En resumen, en el acto de fe el contenido conceptual en que se cree solo alcanza la
condición de creencia en base a la tonalidad emocional no conciente de la síntesis
pasiva que inclina interiormente a su aceptación. Esta tonalidad emocional es la
que considera razonable el contenido de la fe, es el “corazón” que tiene sus razones
que la razón no puede alcanzar (cf. I, ii, § 4) 27
.
c-Religión, intencionalidad objetivante y no objetivante.
§ 26- Por lo que acabamos de ver, toda creencia religiosa está conformada por una
síntesis en que entran contenidos intelectuales y emocionales en distinta medida.
Por eso resulta de especial importancia la distinción husserliana entre la
intencionalidad objetivante y la no objetivante. En otras palabras, entre los estados
de conciencia que buscan la objetividad del conocimiento y los que no se dirigen al
conocimiento sino solo al fondo pasivo de emociones, valoraciones, decisiones,
deseos, es decir, son no objetivantes.
A pesar de las diferencias, las dos formas de la intencionalidad pueden
considerarse desde el punto de vista de su tonalidad afectiva, como expresiones de
cierto sentir. En efecto, podemos hablar de un sentir objetivante en referencia a la
actitud por la cual el sujeto se separa enteramente del objeto posibilitando el
pensar lógico. Decimos, de un sentir o tonalidad afectiva porque cada vez que
buscamos la objetividad, debemos poner atención, decidir, controlar
imaginaciones, rechazar prejuicios, es decir, adoptar un “sentir inteligente”, un
temple de ánimo, una cierta afección que permita el pleno ejercicio de la razón. La
actividad humana artesanal, científica, comercial o tecnológica se basa
necesariamente en esta actitud sin la cual no sería posible ningún resultado útil.
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19
Entonces, cuando el yo excluye toda afectividad conciente, esta misma exclusión
supone una opción, decisión o temple de ánimo que no es una nada, como dice
Heidegger (cf. III, i, § 19) ya que supone un fondo pasivo de convicciones,
decisiones y preferencias que no están en la conciencia.
Cuando, por el contrario, la intencionalidad no busca el conocimiento, decimos que
es no objetivante porque solo toma conciencia de los sentimientos, estados de
ánimo y tonalidades afectivas que conforman su campo fenoménico.
§ 27- Ahora bien, la actitud objetivante no predomina en el mundo de la vida,
siendo, por el contrario, los sentimientos, las tonalidades emocionales las que
ocupan gran parte del convivir cotidiano.
Entonces, la conciencia no se preocupa de mantener la separación entre sujeto y
objeto, tiende más bien a disminuir, diluir o anular esa separación, por lo cual se
puede hablar de participación, de unificación afectiva, de simpatía, amor u odio,
correspondencia, comprensión, confianza, etc. según los casos 28
.
Pero el sentimiento en cuanto no objetivante no se opone a la objetividad de la
razón sino que, como dijimos, la posibilita al descartar prejuicios, imaginaciones,
interferencias emocionales, etc. como predisposición necesaria para el
conocimiento sin distorsiones. Entonces, así como la razón necesita del sentimiento
para ser objetiva, así también el sentimiento como captación emocional necesita de
la razón objetivante para limitar exageraciones, amplificaciones o desarrollos
delirantes.
Existen actitudes intermedias en las que se entrecruzan lo objetivante con lo no
objetivante. Así entre la plena unificación afectiva, por un lado y la separación
total de sujeto y objeto, por el otro, podemos encontrar distintos niveles de mayor
o menor composición. Así, en el sentimiento de participación tenemos una primera
y leve diferenciación entre lo subjetivo y lo objetivo. En otros casos se puede hablar
de grados de objetividad modulada con elementos sutiles de afectividad, como en la
estimación, el asombro, la curiosidad, la simpatía, etc 29
.
Ahora bien, el sentimiento religioso, cuando pasa a la conciencia, supone una
actitud no objetivante porque allí la conciencia no está primariamente dirigida a
adquirir conocimiento sino a vivenciar la doctrina en que se cree sobre el fondo
emocional de la fe. Entonces, también en este caso, podemos hablar de composición
entre lo objetivante, el contenido de la fe y lo no objetivante, el fondo emocional.
Composición que tiene distintos matices según el nivel de espiritualidad de cada
caso. Así podemos observar el predominio de sentimientos no objetivantes en la
vivencia de los místicos, donde según su testimonio, encontramos experiencias de
presencia, de participación o de unión con lo divino.
En cambio verificamos una mayor intervención objetivante en la espiritualidad
común y popular. Allí intervienen sentimientos de confianza, aceptación y
creencia, pero a la vez se supone la presencia de algo distinto y objetivado en lo que
se confía.
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20
Sin embargo, cuando por simplicidad o ignorancia, se interpreta de modo
objetivante el contenido de las creencias, símbolos o representaciones de una
religión, desconociendo el elemento no objetivante de la fe, se produce un desfasaje
en que se lee de modo literal lo que tiene un significado estrictamente simbólico. Se
toma lo expresado como información objetiva y se desconoce el sentido emocional
que le corresponde.
§ 28- Se podrá objetar que gran parte de la teología y de la ciencia de las
religiones, transmiten el contenido de las creencias por medio de conceptos
objetivantes.
Ciertamente hay que reconocer que el sentimiento religioso puede tener distintos
niveles de profundización según los momentos de la cultura o la disposición de los
individuos. Entonces en la religiosidad ingenua de los que S. Tomás llama
principiantes tiende a manifestarse una cierta intencionalidad objetivante al
sobreponer al fondo emocional de la fe una lectura literal de la doctrina. En un
nivel de mayor profundización surge el pensamiento teológico que conceptualiza
las creencias y encuentra razones analógícas, alegorías, simbolismos, etc. Aquí se
ha moderado la interpretación literal, pero se mantiene un cierto nivel objetivante
por medio de conceptos, aunque sin anular la base no objetivante de la fe. En el
nivel más profundo en que predomina el amor de lo divino, se verifica en plenitud
la tendencia no objetivante en la unificación afectiva de la experiencia mística.
Con todo, cuando el sentimiento religioso es auténtico, implica siempre, aun en sus
formas más elementales, el contenido no objetivante de la fe como sentimiento del
misterio escondido en cada letra de lo que se cree (cf. V, i, § 47-51, niveles de la
espiritualidad)
d- Sentimiento religioso, imaginación y corporalidad.
§ 29- Es imposible describir un sentimiento sin recurrir a la imaginación, porque
lo que permite su comprensión es la reproducción de las situaciones, vivencias o
representaciones motivacionales en que este se verifica. En otras palabras, la
imaginación es el punto de unión entre sentimiento y pensamiento. Por eso, afirma
Sartre que la imágen viene a ser como “una síntesis de la afectividad y el saber" 30
.
Pero cuando se habla de imágen, esta debe ser entendida en su mayor amplitud;
porque no solo incluye representaciones visuales sino también verbales y
propioceptivas, porque las palabras y la corporalidad constituyen el basamento de
toda afección. En efecto, la palabra entendida como imagen sonora o el cuerpo
considerado como vivencia interior pueden ser asumidos en muchos casos como
símbolos que remiten a una afectividad no conciente.
Entre los pensadores modernos, quizás haya sido Kant el primero en advertir la
importancia de la imágen al desarrollar su teoría del esquematismo y sus símbolos.
En este sentido estableció claramente la diferencia entre el orden lógico y el orden
de las imágenes simbólicas. Arbol como concepto lógico tiene un esquema
imaginario que permite reconocer como árbol a múltiples individuos árbol; en
cambio, como símbolo puede llegar a expresar algo divino e integrar
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representaciones mitológicas, despertar sentimientos y emociones propioceptivas
de devoción, admiración o maravilla 31
.
Si aplicamos estas nociones al campo del sentimiento religioso, entendemos
claramente que se ha de manifestar en imágenes y representaciones en distintos
niveles de objetivación, componiendo el sentimiento no objetivante con contenidos
objetivantes según los individuos o los distintos momentos de la historia.
Un ejemplo que nos permite entender mejor el lenguaje de las imágenes como
símbolos que expresan sentimientos, se encuentra en las reflexiones de W. Otto
sobre los dioses de Grecia 32
. Allí vemos que el fenómeno natural para el griego
creyente era originariamente una realidad viviente, un dios. Entonces, la palabra
que nombraba al dios era primeramente la imagen simbólica que expresaba el
sentimiento no objetivante con respecto a un ser viviente y divino. Luego, al
secularizarse, fue desapareciendo el sentimiento quedando solo el nombre
objetivante de un fenómeno natural. Así la palabra Urano que designaba al cielo
como dios con cuerpo visible, terminó por designar un fenómeno de la naturaleza
olvidando su sentido original.
La secularización, la tendencia a diluir la experiencia no objetivante de lo divino,
terminó por cosificar la vivencia objetivándola de modo conceptual o también
representándola en los ídolos de la religión ya decadente.
En resumen, los símbolos de la religión, cuando son vividos en su plenitud,
implican una vinculación afectiva donde disminuye la distinción entre lo interior y
lo exterior. En cambio, cuando esta vivencia se enfría, entra en decadencia y
desaparece la afectividad; entonces surge la actitud objetivante y los dioses como
cosas se transforman en ídolos.
e-Sentimientos de espacio, tiempo y cantidad.
§ 30- Cuando se trata de religión hay que tomar en cuenta el sentido vivencial que
adoptan los conceptos de orden natural. Así especialmente los de espacio, tiempo y
cantidad. Alli resulta aplicable, en primer lugar, la distinción que hace Heidegger
entre “espacio y espacialidad” y entre “tiempo y temporalidad” 33
. Entonces el
espacio de la geografía y el tiempo de la cronología son solo el revestimiento
significante de otra dimensión. Su valor cuantitativo pierde vigencia cobrando
mayor relevancia su valor emocional.
H. Corbin ha dedicado importantes reflexiones sobre el espacio en la narración
religiosa mientras que N. Berdiaeff investigó el tema del tiempo y la temporalidad
en la historia sagrada. En ambos casos los lugares y los momentos se destacan y
distinguen según su valor emocional a diferencia del espacio de la geografía o del
tiempo del calendario 34
. (ver IX, xi, § 93; X, iii, § 97; XI, ii, § 176, sacralización del
tiempo y del espacio). En lo que se relaciona con la cantidad veremos más adelante
la condición mística que adquieren los números en el pensamiento de la antigüedad
(cf. IV, iii, § 38, nombres, números y letras en el lenguaje de las religiones).
f-Metafísica y sentimiento religioso.
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§ 31- Un malentendido fundamental ha llevado a considerar la metafísica,
especialmente la de los griegos, como un conjunto de frías abstracciones carentes
de vida emocional. Al aumentar cada vez más el prestigio de la razón como fuente
única de la verdad y al acentuarse la separación entre pensamiento y sentimiento,
se terminó por ignorar todo el fondo de emocionalidad que normalmente
acompañaba el pensamiento antiguo.
Esa emocionalidad era, sin embargo, el ingrediente necesario para el comienzo de
la filosofía. Así, entonces, tanto Aristóteles como Platón nos dicen que los filósofos
comenzaron a filosofar a partir de la admiración o asombro (thaumázein).
Pero el asombro es un estado de ánimo, un sentimiento difuso o tono emocional
que acompaña a la experiencia. En realidad tenemos allí un percibir que une
emoción y pensamiento; se percibe algo como tocando sin saber de qué se trata,
uniendo la oscuridad del contenido con la afectividad interrogativa 35
. En otras
palabras, la intencionalidad objetivante que se dirige al objeto está envuelta en el
sentimiento no objetivante que llamamos interrogación.
Entonces, en el comienzo de la filosofía occidental, junto a la idealización lógica y
la idealización matemática, producto de la intencionalidad objetivante, surgió la
metafísica que plantea por idealización entidades que no están al alcance de los
sentidos, carentes de corporeidad, sin espacio ni tiempo, donde lo objetivante está
sumergido en cierto grado de subredeterminación o de plusvalía psíquica de
carácter no objetivante.
Hay aquí una cierta semejanza con la experiencia religiosa 36
porque los dioses,
espíritus, poderes sagrados y acciones maravillosas propios de la religión, han sido
trasladados al orden del concepto, despojados de toda representación imaginaria,
reemplazados por nociones dotadas de infinitud, inmutabilidad o eternidad, pero
manteniendo su fondo pasivo de emocionalidad hierofánica 37
.
En realidad, para los griegos la razón nunca fue totalmente independiente de cierto
componente afectivo, a no ser en aquellos contenidos estrictamente relacionados
con las necesidades instrumentales propias de la técnica, la lógica o las
matemáticas. Por eso Aristóteles habla de un tocar con el pensamiento las verdades
de la metafísica y explica su origen en una traducción del pensamiento oculto en
los mitos 38
. Entonces, esta razón estaba muy lejos de lo que modernamente
entendemos por razón. Siempre suponía una opción afectiva como fondo
endotímico, como estado pasivo, como el sentir que posibilita todo conocer (cf. III,
ii § 26 intencionalidad objetivante).
En este punto podemos coincidir con el pensamiento de Bergson quien considera
que la filosofía de los griegos estaba desde sus comienzos atravesada por el
pensamiento místico (cf. II, iii, § 13).
§ 32- Pero la valoración griega de la afectividad no le quitaba importancia a la
razón ya que esta es indispensable para superar la ingenuidad de la experiencia
sensible y rechazar los caprichos del pensamiento convencional. De allí los
desarrollos de la lógica como instrumento del pensamiento.
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Siendo la lógica un instrumento de control, la filosofía como tal no era concebída
como el conocimiento frío y esquemático que hoy imaginamos. Porque en la
antigüedad, y en especial para el platonismo, la idea, cualquiera que fuera,
expresada habitualmente en la palabra, empezó a ser sentida como algo misterioso
y maravilloso.
El asombro interrogativo comenzó a concentrarse en el mismo hecho del pensar.
Esta vivencia que para nosotros hoy resulta lo más familiar, de modo que ya no
nos llama la atención y entra en la rutina cotidiana, no era así para el filósofo
antiguo. Veía allí un fenómeno misterioso. Por lo tanto, podemos entender que las
ideas tenían para ellos cierta numinosidad misteriosa, cierta relaciòn con lo divino
que rebasaba el orden estricto de la lógica (ver IV, iii, § 37-39, nombres, números
y letras) 39
.
Entonces, la historia de la filosofía nos muestra que lo que se considera como cuna
del pensamiento lógico estuvo mechado desde sus principios de presupuestos
participativos y analógicos. Junto al sentimiento objetivante se insertaba el
sentimiento participativo. Era el presupuesto de las homeomerías de Anaxágoras,
la identidad entre ser y pensar en Parménides, la conjunción de los contrarios en
Heráclito, las ideas eternas en el platonismo, el alma en que están todas las cosas,
en el aristotelismo. La sabiduría terminó por ser identificada en la Edad Media
con el saborear. El sabio saborea la verdad 40
.
g-Sentimiento, sentimentalismo y sensiblería en la religión.
§ 33- Debemos considerar ahora, el prejuicio frecuente que identifica sentimiento
religioso con sentimentalismo, sensiblería o emocionalidad confusa y pasional,
como arbitrariedad subjetiva que deforma o desvía toda posibilidad de
conocimiento objetivo. En esta crítica se desconoce totalmente la existencia para
todo sentimiento de un fondo de pasividad endotímica como base de sedimentación
de otros sentimientos que pueden amplificar o deformar su contenido.
Entonces, si bien es posible que se produzcan desviaciones, deformaciones y
confusiones, esto no es aplicable al sentimiento religioso en sus raíces, las cuales
pueden fundamentar las formas más elevadas de la mística o también desviarse
hacia los estados mentales del fanatismo o la superstición (cf. XII, § 102-112
Procesos de degradación de lo sagrado)
En conclusión, el sentimiento que forma el fondo pasivo de toda vivencia, el que
pasa inadvertido, el que marca el estado del ser, el modo del vivir, el cómo le va a
uno, que en el caso de la religión se condensa en el acto de la fe, ese sentimiento
nada tiene que ver con la sensiblería o el sentimentalismo.
Cap. IV
LENGUAJE y RELIGIÓN.
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Una profundización de los problemas específicos que originan malentendidos con
respecto al sentimiento religioso nos lleva a la consideración de las características
peculiares de su lenguaje, distinto, en gran parte, del lenguaje informativo común
teórico o práctico.
i-Lenguaje informativo y lenguaje emocional.
§ 34- “La letra mata, el espíritu vivifica”- dice S. Pablo (II Cor. 3,6). Esta frase
aplicable a muchas circunstancias de la comunicación humana, encuentra pleno
sentido cuando se trata del lenguaje de las religiones: allí se esconde siempre el
espíritu detrás de la letra.
Si bien es cierto que detrás de cualquier discurso hay algo no dicho,
sobreentendido, algo que está más allá de la palabra y que podría considerarse
como su espíritu, esta constatación tiene su máxima aplicación en el terreno de las
religiones. De alli surgen múltiples malentendidos, interpretaciones diversas
enfrentadas unas con otras, y los errores de quienes se quedan con la corteza
exterior de algo mucho más complejo.
Porque en el plano de la religión tenemos que distinguir entre el lenguaje
informativo y un lenguaje predominantemente emocional 41
.
En el nivel informativo cada vocablo admite una definición más o menos precisa,
lo que permite identificar su significado sin dificultad. Este lenguaje resulta
indispensable para las exigencias del trabajo, la organización social, el comercio,
las aplicaciones de la justicia o las precisiones de la ciencia, donde el mayor
distanciamiento entre el objeto y la palabra, permitirá una designación libre de la
confusión que puede crear la interferencia de imágenes, prejuicios y emociones.
Pero las definiciones informativas son siempre generales, no pueden incluir cada
ente individual. Tal vaca particular sensible y visible, no tiene concepto
comunicable en el plano informativo y sólo podemos hacerlo de modo indirecto por
medio de analogías: tales o cuales propiedades, colores, dimensiones, etc. Podemos
describir tal vaca particular por sus cualidades peculiares pero no hacerla ver o
sentir por medio del concepto a no ser que la tengamos presente para señalarla por
una definición ostensiva: “esta que señalo es tal vaca” 42
.
Por eso las informaciones y distinciones son muy pobres cuando se quiere
comunicar realidades individuales, vivenciales, personales, interiores. Entonces el
lenguaje debe tomar otro camino y decidirse por la palabra emocional que reduce
las distinciones y solo evoca, induce, sugiere lo que se quiere expresar. En ese caso
la palabra adquiere un carácter simbólico y aconceptual disminuyendo su
denotación, mientras el campo asociado por connotación amplía su sentido.
§ 35- Entonces, en lugar de indicar o enunciar por medio de proposiciones
objetivantes y teóricas aquello que se ha vivido, se procurará evocar una
experiencia análoga o equivalente a fin de producir por resonancia, sintonía o
empatía una vivencia igualmente única e irrepetible. Con frecuencia los términos
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de la lengua común suelen participar de ambas dimensiones, conceptual y
emocional, predominando uno u otro según el contexto, siendo el mundo del arte y
de la poesía el campo en que se destaca la dimensión emocional
El artista es el que puede lograr por medio de elementos sensibles individuales
(palabras, sonidos, colores, etc.) un efecto vivencial que, incluso, puede ser más
pleno que la experiencia directa del objeto evocado, dada la rutina o la falta de
atención conque habitualmente vemos las cosas 43
.
En otro nivel, es posible afirmar algo análogo con respecto a la experiencia
metafísica o religiosa. La descripción verbal de realidades espirituales por medio
de conceptos no produce por sí misma la experiencia de aquello de que se trata.
Podemos decir que allí se esconde siempre el espíritu detrás de la letra. Por eso, en
el plano de las religiones, los núcleos de descripción informativa que siempre son
necesarios para comunicar las creencias, se revisten con las notas emocionales que
caracterizan todo simbolismo. Entonces, los conceptos sólo sirven como apoyo
teórico, mientras que lo esencial queda en el plano de lo que se evoca, induce o
sugiere 44
.
Obviamente, no todos rehacen la vivencia numinosa que está detrás de la palabras.
Por eso suelen interpretar los contenidos de los textos religiosos como información
fáctica. Así se originaron en Occidente los conflictos entre lenguaje bíblico
considerado en sentido informativo y los descubrimientos científicos. Así, entonces,
para muchos creyentes, su religión quedó reducida a un formulismo carente de
sentido.
Es cierto que la religión necesita valerse de algunas palabras informativas. Pero
estas incluyen siempre un fondo de resonancia emocional que se abre hacia el
misterio más allá de la denotación conceptual de las palabras.
Por eso el lenguaje conceptual de las religiones nunca es puramente informativo.
Así los textos bíblicos sobre la creación mencionan los conocimientos limitados de
la época, para proyectar sobre los mismos contenidos emocionales de orden
numinoso. Por eso carecen de relevancia científica los objetos naturales que allí se
describen. En realidad, la comprensión más adecuada de una cosmogonía,
cualquiera que sea, nos lleva a entender la naturaleza en su valor simbólico y
emocional según sus múltiples asociaciones significativas. El sol, la luna, el mar o
cualquier otro objeto no aluden al mundo de la física o de la astronomía.
Entonces, se puede hablar de un lenguaje de las cosas y en ese caso se puede decir
que un animal, un pájaro, un árbol, significan, cada uno, una emoción propia,
distinta e inconfundible.
ii-Lenguaje alusivo y lenguaje interjectivo.
§ 36- En el lenguaje común hay palabras que más allá de toda evocación o alusión
adoptan un carácter interjectivo. Esto significa que, vaciadas de todo contenido,
sólo expresan el estado emocional del momento, como sonido que acompaña a los
hechos, como gesto o movimiento. Entonces el lenguaje viene a ser parte de lo que
acontece como componente de la misma experiencia.
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Esto es lo que sucede en las interjecciones comunes que subsisten en el lenguaje
moderno (¡ay, oh, huy!, etc.) las cuales son solo la parte sonora de la emoción del
momento pero no contienen ninguna representación visual o conceptual.
Existen palabras que en el lenguaje de las religiones tienen, en alguna medida,
cierta semejanza con estas expresiones y, en consecuencia, han diluido su carácter
representativo. Allí se ubican las fórmulas sagradas que acompañan los actos de
devoción del creyente, los nombres sagrados que se repiten con frecuencia, los
mantras de las religiones de Oriente, etc.
En una dirección paralela se deben ubicar las posturas corporales, los movimientos
de las manos y los brazos, las danzas sagradas de los primitivos, las vestiduras
sagradas, las decoraciones, las expresiones del arte religioso visual o sonoro.
iii- Nombres, números y letras como lenguaje de la religión.
El contenido más sorprendente en el lenguaje de las religiones es sin duda el que
surge de la interpretación de místicos, sabios y profetas que buscan un sentido
oculto en los nombres, números y letras. Actualmente podemos considerar estas
especulaciones como arbitrarias y carentes de sentido, pero queda por aclarar
porqué y de qué modo, para los que las vivenciaban, podían generar una auténtica
conexión con lo sagrado.
a-El sentido sagrado de los nombres.
§ 37- Sabemos que en el área cultural de la Mesopotamia (Sumeria, Akad, Asiria,
Babilonia) los nombres adquirieron una importancia particular 45
. Se trataba de
un principio relevante que, por otro lado, se encuentra en todo el Oriente y
también en Egipto; incluso se continuará durante toda la Edad Media.
En el nombre percibían oscuramente la presencia de algo numinoso. Porque para
el hombre de la antigüedad existía algo maravilloso en el solo hecho de nombrar,
de dar individualidad, personificar lo que se ofrecía a la experiencia.
Para estos pueblos una cosa no existía si no tenía nombre. Así, por ejemplo, el
poema babilónco de la creación, comenzaba afirmando que: "Cuando en lo alto el
cielo no había sido nombrado y en lo bajo la tierra no tenía nombre..." 46
, es decir,
cuando todavía no existían.
Consideraban que el nombre es lo que confiere su individualidad a las cosas y
personas. Valoracion que tiene, ciertamente, un fundamento natural en el hecho de
que el nombre es aquello que saca a la cosa del anonimato, del caos fluyente y
confuso de la experiencia inmediata. Cuando una cosa no tiene nombre, aún está
inmersa en el flujo constante de las impresiones. Si adquiere un nombre, este la
individualiza, destaca aquello que la distingue de otra cosa. El que conoce el
nombre de una persona puede llamarla y la revelación del nombre de un dios lo
ponía a merced del que lo conocía.
Por eso los dioses en Babilonia y Egipto tenían nombres secretos; en Egipto el
nombre del dios Ra confería poderes mágicos a quien lo descubría. En la Biblia
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tienen suma importancia los nombres de Dios y la imposición de nombre a los
constitutivos del cosmos, las personas y los lugares.
Así, dada esta importancia, se entiende que el nombre pasara a tener carácter
sagrado. Entonces, siendo grande el poder que implicaba el conocimiento de un
nombre, una derivación supersticiosa procuraba mantener el nombre propio en
secreto para evitar supuestas acciones mágicas. Por su parte, cuando se realizaba
un exorcismo, se invocaba el nombre en general, pero evitando enunciarlo: "Por el
nombre de tu madre, seas exorcisado...por el nombre de tu padre, etc." El "nombre
de" en sentido general, sin especificación, pasó a ser un símbolo de la persona en su
esencia más íntima 47
. En Egipto los iniciados en el culto de Osiris debían conocer
ciertos nombres para poder entrar en el paraíso (cf. XV, v § 127).
Un capítulo aparte merece la invocación del nombre en la plegaria (el nombre de
Jesús en el cristianismo, el nombre de Amithaba en el budismo Shin, el nombre
como mantra en el hinduismo).
Siendo el nombre como palabra el que saca a las cosas de su anonimato en el flujo
indeterminado de las impresiones, se entiende porqué la creación del universo se
atribuye frecuentemente a la palabra de la divinidad 48
. Esto significa que las
palabras, en su función originaria, fueron nombres, los nombres verdaderos de
que habla Platón, los que son la expresión sonora de la esencia de las cosas.
Para muchas tradiciones antiguas, toda realidad empírica tiene su equivalente en
otra dimensión sutil e invisible, lo cual queda expresado por su nombre. Pero
también puede expresarse esa dimensión sutil por medio de un espíritu, ángel o
daimon, o por un número, una proporción o medida; incluso, en algunos casos, más
primitivos, se expresa por el totem individual o tribal.
b- El significado de los números.
§ 38 – Así como podían sentir algo misterioso y cercano a lo sagrado en los
nombres y palabras, así también, para los antiguos, el número despertaba cierta
fascinación y participaba de algún modo en el misterio.
Porque mientras el nombre confiere a las cosas su individualidad, las introduce a
la vez en la multiplicidad que solo sale de la confusión por medio del número. Es
decir que por el número queda ordenado el cosmos y también por su medio es
posible manipularlo e instrumentarlo en el cálculo.
Todo esto que actualmente parece elemental, era objeto de admiración y maravilla
para el antiguo, despertando en él sentimientos lindantes con lo numínico o
misterioso. Por eso la especulación sobre los números ocupaba un lugar de
importancia en su pensamiento y esta importancia se refleja, en especial, en los
textos sagrados.
En algunos textos aparecen referencias numéricas que llaman la atención, porque,
en apariencia, nada agregan a la intencionalidad del discurso. Esta es una
característica muy marcada en la Biblia. Así, por citar algunos ejemplos: el detalle
de los 153 peces de la pesca milagrosa (Juan, 21, 11) plantea el interrogante sobre
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la importancia de la afirmación precisa cuando bastaba con decir que eran
muchísmos peces, tales que hasta rompían la red. O también ¿porqué tenían que
ser 318 los servidores que Abraham reclutó para enfrentar a los reyes que habían
capturado a su sobrino? (Gen. 14, 14). S. Agustín hacía notar que en un texto
sagrado, estas precisiones, aparentemente innecesarias, escondían un sentido
simbólico no siempre fácil de develar.
Por su parte, se afirma en el texto bíblico que Dios “todo lo hizo según número,
peso y medida” (Sap. 11,21). Ahora bien, esta importancia de los números fue otra
nota característica compartida con la cultura mesopotámica.
Así, por ejemplo, es notable la especulación numérica que aparece en el relato del
diluvio babilónico. Allí se describe el arca con las notas de un zigurat cuyas
dimensiones se detallan con precisión: la base es cúbica de 10 ninda de arista
(10x12 codos); sobre esta base se edifican 6 pisos como paralelepípedos de base
cuadrada: el largo y ancho de cada uno es de 6 séptimos; 5 séptimos; 4 séptimos,
etc. de la base. Las alturas están dadas por 8 novenos; 7 novenos; 6 novenos y así
sucesivamente, de las medidas de la base. Pero la precisión numérica en la
arquitectura no quedó reducida al área babilónica sino que se continuó en toda la
antigüedad hasta bien entrada la Edad Media. ¿Qué sentido podía tener tal detalle
de precisión?
Podemos vislumbrar su condición religiosa si la imaginamos como una llave
secreta para abrir la comunicación con la divinidad, encantarla o seducirla por un
procedimiento que podríamos llamar de magia sublimada. (cf. XV, A, iv-v, § 112-
113).
En otras palabras, la precisión numérica implicaba un simbolismo secreto o
esotérico dirigido a la divinidad; simbolismo que no tenía un significado
conceptual como podría parecer, sino que apelaba al orden emocional, como los
símbolos sumamente abstractos de una partitura musical que, con todo, no puede
traducirse en conceptos sino en la emoción de su ejecución. Este puede ser el
sentido de las precisiones que encontramos en la Biblia cuando se describe la barca
de Noé, el arca de la Alianza, los tiempos y períodos del diluvio y otros tiempos y
circunstancias.
c-Las letras y los números.
§ 39- En los escritos tradicionales de la Cábala, encontramos la convicción de que
las combinaciones de las letras que forman las palabras del texto bíblico,
constituyen representaciones de misterios divinos. Pero las letras en hebreo y en
muchas grafías antiguas tienen un valor numérico y en consecuencia lo tienen las
palabras como suma de letras 49
.
Ya en Mesopotamia encontramos el valor numérico de las palabras recibido de los
sumerios y aplicado a los textos cuneiformes. De modo que, para ellos, confluía el
valor sagrado del nombre con su traducción en términos numéricos. En particular,
estas especulaciones se aplicaban en la construcción de edificios. El rey Sargón II
de Asiria declaraba en una inscripción, refiriéndose a la ciudad de Khorsabad: "de
16.283 codos, el número de mi nombre, he construído el circuito de su muralla";
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donde tenemos un testimonio de la especulación numérica sobre la base de los
nombres. El número de mi nombre alude a la traducción en números de la suma
de los caracteres que lo componen. Práctica que se mantuvo en gran parte de la
Edad Media. Así, encontramos que en algunas catedrales medievales las
dimensiones constructivas responden a la traducción numérica de nombres
sagrados que se inscriben en la producción arquitectónica 50
.
Tenemos, entonces, el lejano antecedente de una práctica que no sólo fue
desarrollada por la cábala sino que también existió en Oriente y durante gran
parte de la Edad Media. En ella el presupuesto fundamental hay que encontrarlo
en la unión de dos componentes de carácter numinoso: por un lado la condición
sagrada de los nombres, por el otro la condición mistérica de los números. Al
tratar del pitagorismo, volveremos más adelante sobre este tema (cf. XVII, v § 143
).
iv-La paradoja como lenguaje
§ 40- En muchos casos, especialmente entre los místicos, el sentimiento religioso
adquiere dimensiones extraordinarias, inauditas, difíciles de comprender, siendo
problemática su comunicación en palabras, por lo cual con frecuencia el recurso a
la paradoja o a la metáfora del absurdo, resultan necesarios como único camino
posible para dar a entender lo que experimentan. Se trata de un lenguaje
distanciado de las formas habituales del pensamiento moderno, porque el moderno
está habituado por su educación al ejercicio del pensamiento directo, abstracto y
de máxima exactitud, de modo que tiene gran dificultad para admitir un
pensamiento indirecto, simbólico y paradójico.
Asi por ejemplo, N. de Cusa nos habla de un gustar más allá de todo gusto y de un
conocer en el que se conoce sin comprender o que se comprende en la
incomprensibilidad 51
. Expresiones semejantes encontramos en los grandes
místicos de Oriente y de Occidente. En ellos la religión en sus formas más elevadas,
es sentida como lo totalmente otro de todo lo natural, previsible o inteligible.
En el Nuevo Testamento son frecuentes las paradojas; se afirma que los últimos
serán los primeros; el que quiere salvar su alma la perderá; el pobre, el
desamparado es bienaventurado. Es paradójica la fuerza que tiene S.Pablo cuando
toma conciencia de su debilidad. Pero la forma más llamativa de la paradoja
aparece en los sutras Prajñā pāramithā del budismlo mahayana (cf. XIX, vii, §
152). Nagarjuna niega el ser y también el no ser; negación doble que simboliza la
superación de toda dualidad. En el Sutra del Diamante 52
se pone en crisis la
enseñanza de Buda porque esta consiste en palabras y las palabras son nombres y
nadas más. Varias anécdotas ejemplifican la paradoja. Se afirma y niega a la vez la
realidad de una estatua según el supuesto movimiento de un palo: pasando el palo
de izquierda a derecha se toca la estatua, pero si se mueve en la dirección contraria
se encuentra el vacío. En otra paradoja se afirma que el mismo sabor del agua es
el del cielo, la tierra o el infierno según sea el sujeto que lo percibe.
En general, en las formas comunes de la religión ya aparece alguna forma de
paradoja. Porque en ella el simbolismo ocupa un lugar preponderante, y este, de
alguna manera, incluye una paradoja en cuanto es conjugación de contrarios,
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unión de lo afirmativo con lo negativo, donde lo manifiesto evoca o representa algo
no manifestado, donde se afirma algo que no se ve, está velado o negado.
§ 41- Una representación paradójica, frecuente en las religiones antiguas, es la del
simbolismo teriomórfico. Animales que representan dioses no dejan de
escandalizar a la mentalidad moderna. Un dios como “ganescha” con cara de
elefante, es una representación imaginaria que expresa el estado emocional que
puede tener el creyente hindú frente a un elefante, distinto del que se puede tener
frente a una serpiente. Veremos más adelante cómo este simbolismo tuvo gran
importancia en las antiguas religiones de Oriente (cf. XV, A, vi § 128).
Ahora bien, aparte de las expresiones paradójicas es frecuente encontrar, en el
desarrollo del discurso religioso, advertencias o llamadas de atención con respecto
al significado de lo que se dice.
En el Nuevo Testamento estas advertencias son frecuentes. Cristo llama la atención
sobre lo dicho afirmando que “el que tenga oídos para oir que oiga”; reprocha a
sus discípulos porque “teniendo ojos para ver no ven; teniendo oídos para oir no
oyen”.
Ya Heráclito aludía a un saber que supera el orden del conocimiento común y
cotidiano al mencionar la existencia de una armonía secreta “que los hombres no
saben ver” (frag. 51). Esa armonía sólo podía expresarse juntando lo que no debe
juntarse o sea por la unión de los contrarios.
También reina la paradoja en el pensamiento taoísta. Alli todo lo existente tiene un
carácter paradójico en cuanto compuesto de las dos instancias Yin y Yang en
diferentes proporciones. Pero además Lao Tse es el maestro de la paradoja en
cuanto insiste en la fuerza de lo más débil, en la eficacia del no hacer, en el Tao que
no tiene nombre, etc. (cf. XX, iii § 171).
La encontramos como método de meditación en el budismo chino, especialmente
en la escuela Chan (o Zen) donde se plantean al discípulo frases paradójicas que
debe descifrar. Lo importante, según los maestros, no es desentrañar el significado
secreto que en realidad no existe, sino habituar a la mente a superar los contrarios
que caracterizan al pensamiento racional y elevarla a un nivel de total simplicidad.
La paradoja es aquí un medio para descubrir otra realidad, totalmente
inexpresable 53
.
Por último es paradójica la actitud de los místicos del Islam cuando encuentran
sentidos ocultos en el Corán (cf. XXIII, ii § 200- iii- 201) o de los maestros de la
cábala cuando descubren en los textos bíblicos significados inesperados. (cf. XXI,
viii § 182).
v- La mayéutica.
§ 42- Encontramos la idea de la mayéutica en la obra de Platón, especialmente en
el Menón. La mayéutica implica una tarea de apoyo, estímulo o inducción para que
salga a luz en el discípulo lo que el alma ya tiene en sí misma. Sócrates pone el
ejemplo de la partera que no produce la vida sino que ayuda para que salga a luz 54
.
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Esta idea puede ser aplicada a toda enseñanza, transmisión doctrinal o predicación
referida al orden de las verdades más profundas filosóficas, metafísicas o
religiosas, porque en el fondo, estas se generan en el mundo interno y son
intransmisibles. Entonces, como experiencia íntima y personal solo es posible su
formulación en palabras cuando por medio de la mayéutica se estimula al receptor
del discurso, para que salga a luz lo que tiene dentro.
Obviamente, tenemos palabras para decir lo que sentimos o para despertar en el
otro ciertos estados de ánimo, pero, en realidad, lo hablado en esos casos no es más
que la ocasión para que aflore lo no hablado.
Los argumentos, las pruebas y analogías con respecto a realidades espirituales no
son más que causas ocasionales o dispositivas para que se produzca una resonancia
intuitiva con respecto a lo que se enseña o transmite; resonancia posibilitada por la
predisposición interior de cada uno.
Entonces, la predicación religiosa como contenido doctrinal de origen
sobrehumano, cumple su función mayéutica cuando logra despertar la vivencia
interior en el que recibe el mensaje. Esto significa que no hay relación causa-efecto
entre mensaje y metanoia o iluminación, entre predicación y conversión; sin
embargo, hay algo parecido al fenómeno de la resonancia. Podemos decir que la
comunicación de la experiencia religiosa solo se realiza plenamente cuando se
produce cierta resonancia interior en el receptor del mensaje.
vi- Significado y significancia.
§ 43- Muchas veces, los hechos y los acontecimientos que experimentamos quedan
para nosotros modificados en su sentido original, agrandados o empequeñecidos,
en virtud de situaciones concretas en las que la emoción valorativa sobrepasa el
significado original. Llamaremos a esta sobrevaloración que va más allá del
significado, „significancia‟.
Tenemos significancia en los hechos de la vida cotidiana: un ramo de flores, la
quema de una bandera, un movimiento de la mano, etc., tienen un valor simbólico
más allá del hecho en sí mismo. También tenemos significancia en la aureola de
asociaciones que adquieren las palabras en situaciones de prestigio, de poder,
jerarquía o excelencia: así se conforma la retórica comercial, política o económica.
Incluso podemos hablar de significancia en los conceptos de la filosofía cuando
reciben un monto de afecto en relación al prestigio de escuelas o corrientes de
pensamiento que se disputan el saber.
La noción de significancia nos permite aclarar las características que con
frecuencia adoptan los ritos sagrados o los textos de las religiones y nos abre el
camino para una lectura adecuada de su verdadero sentido. En todos ellos, nos
permite entender que más allá del rito o del texto hay que destacar la valoración
emocional que proviene de la fe del creyente.
Un ejemplo de significancia es la de la palabra "verdad", que adquiere para la
teología, la metafísica o la religión, una significación especial al ser quitada del uso
común como expresión aplicada a las relaciones humanas. Entonces, la "verdad”
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no es algo que uno dice a otro, sino un ente absoluto que sólo mantiene una cierta
analogía con el significado cotidiano y en algunos casos llega a transformarse en
imagen simbólica de lo divino (v.g. cuando Cristo se identifica con ella) 55
.
Pero la noción de significancia, tal como la definimos, no debe ser confundida con
la tendencia moderna de deconstrucción de conceptos, para la cual las nociones
religiosas se interpretan a partir de metáforas irrelevantes, diluyendo su
significado en la banalidad 56
. Por el contrario, al hablar de significancia
resaltamos la alta valoración que adquieren las nociones y figuras de la religión
para la devoción del hombre de fe, elevando hacia lo sagrado aquello que proviene
del orden cotidiano.
vii-Desfasaje semántico y religión.
§ 44- Buena parte de los términos religiosos, especialmente los de origen medieval,
han pasado a las lenguas modernas, especialmente al español, manteniendo la
estructura significante del latin pero con un sentido generalmente desplazado e
incluso en algunos casos totalmente tergiversado.
El desfasaje de los conceptos de origen medieval fue señalado por R. Guardini
destacando cómo con el comienzo de la modernidad adquieren una nueva
valoración las nociones de naturaleza, persona y cultura 57
.
Este desfasaje aparece claramente en el uso de los términos teológicos, aunque de
un modo, a veces velado: así términos como naturaleza, razón, inteligencia,
voluntad, etc., modifican su sentido en el contexto cultural de la modernidad, sin
que se advierta claramente esta modificación.
Así, por ejemplo, la noción medieval de naturaleza es bien distinta de nuestra idea
moderna. No pensamos al hablar de ella que hay una naturaleza distinta en cada
cosa, que esta constituye su esencia y que de allí deriva su tendencia hacia el fin
que le corresponde. Para nosotros naturaleza es la totalidad del cosmos regido por
un conjunto de leyes científicas que se cumplen en todos los seres sin distinción. De
modo que el concepto de ley natural, la oposición entre gracia y naturaleza y otras
expresiones teológicas semejantes, tienen un sentido desfasado en un contexto
moderno.
También es muy importante comprender que la razón en sentido medieval es muy
distinta de la noción moderna, porque tiene connotaciones particulares totalmente
otras. La razón era entendida entonces como la que inclina al hombre a su propio
bien en todos los niveles, tanto con respecto a su bienestar corporal como en su
vida social o cultural 58
. Está mas cerca de lo que hoy traduciríamos como lo
razonable, lo que es aceptable para el sentido común (cf. I, ii, § 4).
En el concepto de la voluntad tenemos otro ejemplo de desplazamiento semántico.
La voluntas medieval es apetito espiritual, tendencia, inclinación o deseo espiritual
o sea es la facultad de amar fundada en la inteligencia y no en los sentidos; de
modo que no se reduce a la noción kantiana como razón práctica y sede del deber.
En consecuencia, para el medieval no era necesario mencionar la facultad del
sentimiento como distinta de la voluntad, porque el sentimiento no era otra
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cosa que la voluntad misma considerada en lo más profundo, como amor
espiritual 59
. Ese amor espiritual se llamaba caridad, y no se reducía a la limosna
como connotación actualmente frecuente.
Es importante explicitar el significado de la inteligencia medieval dado el enorme
desajuste semántico con respecto a nuestro concepto moderno de la
inteligencia. Basta compararlo con la definición de inteligencia que encontramos
en Piaget para el cual se trata fundamentalmente de la facultad capaz de revolver
problemas y en esto no se distingue de la razón. Por el contrario, para el
medieval la inteligencia es distinta de la razón, está por encima de ella, contiene
verdades que aquella no puede alcanzar. (cf. XXII,vii § 192) y no son el resultado
del cálculo o del silogismo.
Pero no sólo se produce un desfasaje con respecto al latín medieval. En todas las
religiones de Oriente u Occidente encontramos problemas de interpretación al
desconocerse la diferencia entre el lenguaje de lo sagrado y el lenguaje común.
viii- Conceptos teológicos y teología negativa.
§ 45- La comunicación de los valores religiosos conduce naturalmente al análisis de
los conceptos teológicos. Aquí recurriremos a S. Tomás quien ha respondido a esta
cuestión con gran claridad.
Su análisis parte del concepto de la analogía como característica fundamental del
lenguaje teológico. Analogía significa semejanza, pero la semejanza siempre
incluye alguna desemejanza. Entonces, cuando se habla de Dios, de sus atributos,
propiedades y acciones, siempre se ha de tener en cuenta la noción de analogía por
la cual se aplican a la divinidad nociones que provienen del orden humano 60
.
Pero la analogía o semejanza recibe el nombre de proportio (proporción) porque
puede haber distintos niveles de relación entre la semejanza y la desemejanza.
Ahora bien, esta relación hablando de Dios, se vuelve más y más imperfecta y en el
límite, si la distancia se vuelve infinita, la semejanza se desvanece. Entonces, dice S.
Tomás, ya no hay proportio, pero puede haber proportionalitas. Este es el caso de la
analogía entre Dios y las creaturas porque aquí la distancia o desemejanza se ha
vuelto infinita.
La analogía de proporcionalidad (proportionalitas) es una analogía indirecta y
supone una relación entre relaciones. Así, por ejemplo, entre 8 y 6 no hay
proporción, o sea una cierta adecuación o semejanza, pues el mayor no contiene al
menor una cantidad de veces como 4 contiene a 2 o 2 contiene a 1; pero entre 8 y 6
hay proporcionalidad pues se puede establecer entre ellos una igualdad de razones
al modo de la ecuación A/C = B/D; así 6/3 = 8/4 61
.
Como ejemplo de analogía indirecta, S. Tomás compara el ojo con el intelecto;
entre ellos no hay nada común y sólo se puede establecer una relación indirecta: el
ojo es a la vista como el intelecto es al acto de entender; ambos tienen
conocimiento, pero cada uno en un orden distinto.
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La analogía indirecta implica una semejanza muy lejana y distante, por lo cual se
acerca, de alguna manera, a la metáfora 62
. Entonces, cuando hablamos de Dios, no
se establece una relación de semejanza directa entre nuestras palabras y la
realidad divina. Porque ni la inteligencia, ni la bondad, ni la justicia se atribuyen a
Dios como algo que tuviera en común con nosotros.
Entonces podemos aplicar a Dios afirmando de modo indirecto y lejano atributos
semejantes a las cualidades humanas, lo que se llama vía positiva; pero también
podemos aplicar a Dios términos negativos. (inmutable, inmaterial, infinito, etc.)
según la via llamada negativa.
§ 46- Aquí cita S. Tomás a S. Juan Damasceno, quien comentando el texto bíblico
en que Dios revela su nombre "Soy el que Soy", dice:
"…cuando tratamos de Dios por vía de remoción, primeramente negamos de El todo
lo corporal; y en segundo lugar, también lo intelectual en cuanto al modo en que se
da en las creaturas, como ser la bondad o la sabiduría; y entonces sólo queda en
nuestro intelecto que Dios existe y nada más: de modo que quedamos en cierta
confusión. Finalmente, también el mismo Ser según el modo en que se da en las
creaturas, lo negamos de Dios y entonces queda Dios en cierta tenebrosa ignorancia,
pero por esta ignorancia que pertenece a nuestro estado peregrinante, nos unimos
optimamente a Dios, como dice Dionisio (de div. nom. VII): 'esta es la oscuridad en
que se dice habita Dios' " 63
.
Tomás, siguiendo esta vía negativa, afirma en el prólogo al tratado de Dios Uno,
que: primeramente se ha de tratar sobre la existencia de Dios; luego, en segundo
lugar, sobre cómo es Dios o más bien cómo no es "Porque, en el fondo, sabemos
que Dios existe, pero nada conocemos sobre lo que es El en sí mismo 64
.
Pareciera, entonces, que debemos resignarnos a la via negativa que nada nos dice
sobre Dios en sí mismo. Sin embargo, Tomás propone, más allá de la oposición
entre la via positiva y la negativa, lo que llama via de eminencia, en la que se unen
las dos dimensiones.
Incluye, entonces, dos supuestos que constituyen el fundamento de toda religión:
por un lado la fe del hombre creyente en la existencia de la divinidad, lo absoluto,
sagrado o divino; por el otro la necesidad vital de mantener alguna comunicacion
con lo que se siente como fuente de toda vida y a lo que se tiende espontáneamente 65
.
Entonces, concluye S. Tomás: aunque nada positivo sepamos de Dios, es necesario
que de una u otra manera pensemos en El y hablemos de El, pues Dios es aquél en
quien vivimos, nos movemos y somos (S. Pablo, Act. 17,28) a fin de que esté
igualmente en nuestro concepto (aunque imperfecto y relativo) Aquel que es
nuestra vida.
Por eso, nunca sobrevalora los términos de la teología negativa, pues a la larga,
están tan distantes de la esencia de lo divino como las metáforas más elementales 66
. Entonces, junto a las expresiones negativas (inmóvil, inefable, inmortal, etc.)
también tienen valor las expresiones figurativas, las trasposiciones retóricas o las
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locuciones simbólicas que, en el fondo, como sombras o reflejos algo expresan en
relación a lo divino. Lo importante para él es que la mente humana se libre del
error de creer que apresa el misterio en palabras humanas 67
. "... puesto que
ninguna palabra nuestra sobre Dios puede ser plenamente adecuada".
Vemos cómo, a pesar del contexto en que siempre respeta los términos del lenguaje
bíblico, marcadamente popular y antropomórfico, S. Tomás evita, en lo posible,
tomarlos a la letra. Sin embargo, a la vez, muestra la mayor valoración de estos
textos, porque, en el fondo, adhiere a una idea apofática y dionisiana: tan por
encima está la realidad divina de todo lo humano que tampoco los conceptos más
abstractos, son enteramente adecuados para agotar el misterio. En todo caso, unos
y otros, tanto los conceptos como las metáforas, lo reflejan de alguna manera,
ciertamente imperfecta, pero la única posible.
Por lo tanto esta teología, a pesar de la limitación de sus conceptos, no justifica el
agnosticismo. Porque para nuestro autor, las expresiones teológicas, a pesar de su
imperfección contienen verdades profundas ya que no se trata de ficciones
ilusorias. De este modo, el aquinate guarda un justo equilibrio entre cierto
pensamiento simplificado que cree que el conocimiento de Dios está al alcance de
la mente humana, y el agnosticismo extremo que niega toda posible aproximación
a los misterios divinos.
Cap. V
LA RECEPCIÓN SUBJETIVA DEL FENÓMENO
RELIGIOSO
i-Los niveles de la espiritualidad.
§ 47- Hablar de sentimiento con respecto a la religión, implica reconocer, sin negar
el aspecto intelectual del acto de fe, la importancia de la subjetividad en su
recepción, aspecto generalmente descuidado, pero que tiene su relevancia para
evitar los malentendidos que hacen de la religión un bloque homogéneo de
prácticas y creencias.
Recurriremos a S. Tomás en la consideración de las variaciones en la recepción
subjetiva del fenómeno religioso, porque, a pesar de la enorme distancia temporal
entre su pensamiento y el nuestro, tiene sugerencias de vigente actualidad.
Al considerar las distintas formas que adopta la espiritualidad, S. Tomás
diferencia entre etapas de la historia, niveles entre diversas personas de una misma
etapa y diferencias entre la fe explicita o implícita respecto al contenido de la
religión. Encontramos referencias sobre estos temas en distintas partes de sus
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escritos y con respecto a diversas cuestiones 68
. Veremos que lo que allí se dice en
relación al mundo medieval, puede generalizarse para todas las formas de
espiritualidad.
§ 48 -Etapas de historia. La consideración de la historia se centra en los estadios de
la ley como etapas de la espiritualidad. El concepto de ley tiene aquí un sentido
amplio como orden, modo de vida y espiritualidad.
Distingue, entonces, tres etapas que se relacionan con el corazón humano como
depósito de la ley: 1- la de la ley natural, cuando el hombre llevaba en su corazón
el conocimiento del bien; 2- la de la ley mosaica que explicita en los diez
mandamientos lo que el hombre había olvidado y ya no llevaba en su corazón; 3- la
del nuevo testamento que se inscribe nuevamente en el corazón del hombre y es ley
de amor y libertad (Heb. 8, 8-10; Jer.31, 31-34) 69
.
Ahora bien, este desarrollo es entendido como un proceso de crecimiento
homogéneo, de modo que en cada etapa no se anulan totalmente los contenidos de
la etapa anterior. Por eso la ley natural, considerada como fundamental, se
mantuvo a través de todos los estadios hasta la actualidad, con diferencias en
cuanto al modo de su recepción: primero, en el corazón del hombre, luego,
formulada en las tablas mosaicas, finalmente nuevamente en el corazón por
acción de la gracia.
Pero la división en etapas no tiene un carácter exclusivamente cronológico, porque
en cualquiera de ellas existen individuos que, por su modo de vida, pueden
pertenecer a una etapa anterior o adelantarse a la etapa siguiente. Se puede decir
que los estadios de la ley tienen cierta coetaneidad. Algunos hombres que vivieron
en el tiempo del antiguo testamento tuvieron la gracia y la caridad, y por esto
pertenecían a la nueva ley. Además, muchos gentiles 70
, encontraron a Dios por
medio de los ángeles, sin necesidad de observar la ley mosaica, es decir, la tenían
en su corazón. Entonces, si bien no en todo tiempo fue propuesta la ley nueva, en
todo tiempo hubo algunos que pertenecieron al nuevo testamento 71
.
De modo semejante, y a la inversa, en la etapa del nuevo testamento existen
hombres carnales que todavía no pertenecen a la perfección de la nueva ley; a ellos
es necesario inducirlos a las buenas obras por el temor a las penas y por premios y
recompensas. Porque, aunque todos los hombres poseen una inclinación natural
hacia la virtud, obran de modo distinto, ya que la inclinación natural solo está
como un germen que debe ser cultivado y madurar 72
. Esto se aplica a los
cristianos que todavía no viven en la plenitud del nuevo testamento; su inclinación
natural todavía no ha madurado.
La coetaneidad de los estadios supone, entonces, que en cualquier etapa puede
haber niveles de espiritualidad para los cuales la ley esté inscrita en el corazón y el
hombre obra el bien espontáneamente por amor. O por el contrario, en cualquiera
de ellas puede haber hombres carnales que tienen que ser estimulados por premios
y castigos.
Ahora bien, dadas las condiciones geográficas y culturales de la Edad Media,
Tomás no podía tener la información que hoy tenemos sobre otras culturas y
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religiones; para él después de la venida de Cristo, la salvación exigía la fe en su
redención. En cambio, desde la perspectiva del siglo XXI, podemos adoptar una
perspectiva totalmente distinta aplicando las nociones enunciadas en la Suma
Teológica, con carácter universal a cualquier religión.
Entonces podemos imaginar la existencia de formas de espiritualidad que
corresponderían a la primera etapa de espontaneidad primitiva y natural; de otras
paralelas a la ley de Moisés que se rigen especialmente por leyes y mandamientos
escritos; finalmente tendrían que incluirse en la espiritualidad de la tercera etapa,
todas las místicas que hoy conocemos en el judaísmo, el islam, el hinduismo o el
budismo.
Además, dada la coetaneidad de las etapas, debemos suponer que en cada religión
existen individuos que se adelantan o están retrazados con respecto a la etapa en
que están viviendo.
§ 49- Los individuos en cada etapa. Según Santo Tomás, como vimos, en la etapa
de la nueva ley existen individuos que todavía no pertenecen a la perfección la vida
cristiana. Pero la espiritualidad tiene su dinámica y todo sujeto está destinado a
progresar, de modo que hay que distinguir en los momentos sucesivos de la vida
cristiana: entre los principiantes, los que van progresando, y los
perfectos (incipientes, proficientes et perfectos) 73
. Los principiantes son los que
recién comienzan en la vida espiritual; son, precisamente, aquellos para los cuales
el temor al castigo es importante. En cambio, los progresantes, son los que buscan
que el amor de caridad aumente. El tercer grado, el de los que llama perfectos, es
el de los que obran por amor y sólo por amor (Phil.1,23) 74
.
-Dinámica aplicable en la actualidad a cualquier religión. En efecto, las
distinciones que encontramos en el cristianismo, también están de algún modo
explicitadas en la India, donde se distingue a los sujetos según los tres gunas.
Algunos pocos pertenecen al nivel de Sattva, la iluminación o perfeccción de la fe.
Otros alcanzan el nivel intermedio de Rajas mientras que en el nivel más bajo se
ubica Tamas, reino de la oscuridad y la ignorancia 75
. En el Islam se menciona la
diferencia entre el sentido exterior de los textos del Corán y el sentido interior o
esotérico, al que tratan de llegar los místicos sufíes o los iniciados del esoterismo
iraní. Bien conocidas son las diferencias entre las formas legalistas del judaismo y
las concepciones esotéricas de la Cábala. En el budismo son notables las diferencias
si se compara, por un lado, la escuela prajna paramhita y por el otro, las formas del
budismo popular. Igualmente existen notables diferencias entre el taoismo popular
y las formas esotéricas o iniciáticas 76
.
Estas diferencias según la capacidad de profundización de los sujetos, nos alertan
contra la valoración simplista de las religiones en su nivel elemental, olvidando o
descuidando sus manifestaciones más elevadas. En relación a estas variaciones,
dice Eliade:
“una hierofanía es vivida e interpretada en forma distinta por las minorías religiosas
y por el resto de la comunidad. Para el pueblo que acude al principio del otoño al
templo Kalighat de Calcuta, Durga es una diosa aterradora a la que hay que
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sacrificar machos cabríos; pero para los pocos shaktas iniciados, Durga es la epifanía
de la vida cósmica en continua y violenta palingenesia” .
¿Pero cual sería la verdadera interpretación? Eliade responde que ambas son
igualmente válidas pues en ambos casos se trata de una modalidad real y auténtica
de manifestación de lo sagrado. Las dos modalidades no son contradictorias, sino
integrables y complementarias.
“Es, pues, lícito atribuir igual validez a un documento en que se recoge la experiencia
popular y a un documento que refleja la experiencia de la élite” 77
.
§ 50- Lo explícito y lo implícito. Por último, también encontramos en S.Tomás la
distinción entre lo explícito y lo implícito en la fe del creyente, lo que supone una
notable diferencia entre las formas de la espiritualidad. En efecto, aplica esta
distinción en relación a los ritos sacrificiales del antiguo testamento. Dado que es
un presupuesto común a la Edad Media de que no existe salvación si no es por
medio de la fe en Cristo, Tomás desarrolla un complejo sistema de interpretaciones
alegóricas para demostrar que en los ritos antiguos se depositaba una fe que era
símbolo y figura del sacrificio de Cristo; entonces el creyente en esos ritos tenía
una fe implícita en Cristo aunque ignoraba su sentido explícito 78
. También la fe de
Adán era implícita; lo era la de los gentiles de buena fe anteriores a Cristo.
El tema de lo explícito o implícito en la fe se desarrolla con mayor detalle al
considerar qué es lo que se debe creer para alcanzar la salvación. Es que la
revelación no era para S. Tomás un bloque de contenido homogéneo: había que
diferenciar entre los elementos esenciales y aquellos que son derivados. Lo esencial
se condensaba en la fórmula de "la fe en Dios como remunerador", o sea en un dios
que provee a las nacesidades humanas y que retribuye según el mérito de sus
acciones, fórmula, tomada de S. Pablo (Heb. 11,6) 79
, siendo el contenido explícito
de los dogmas producto del desarrollo de la fe según los tiempos y lugares 80
. Entonces, el hombre común no está obligado a conocer el significado de todo lo
que está escrito en la Sagrada Escritura ni entender todo lo que se enuncia en el
Credo. Así también alcanzaron la salvación o vida eterna, aquellos paganos que
tuvieron una fe implícita cuando expresaban su creencia en la existencia de una
providencia divina.
Compara la fe implícita con la capacidad visual: la fe implícita ve las verdades
pero como de lejos, cuando todavía no se distinguen los detalles.
Por otro lado, cuando S. Tomás explicita los contenidos del acto de fe, plantea la
relatividad de la letra escrita. El cristiano vive del espíritu, dice, comentando la
expresión paulina "La letra mata, el espíritu vivifica" (II Cor. 3,6). Por eso ningún
texto escrito, sean los documentos de la Iglesia o los mandamientos de la ley moral,
tiene en sí la capacidad de conferir la gracia. "Por lo tanto también mata la letra del
Evangelio, si falta la interior gracia de la fe sanante" 81
.
§ 51- El tema de la fe implícita también fué abordado por S. Pablo en su discurso
en el Areópago de Atenas. Allí alaba la fe de los atenienses porque han elevado una
estatua al dios desconocido, en el que creen sin conocerlo. Esto significaba para
Pablo que los atenienses creían de modo implícito en el dios cristiano. (Hech.17,27)
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Obviamente, desde otro enfoque cultural se podrá criticar este punto de vista como
una especie de imperialismo religioso, pero notemos que se trata del mundo
premoderno cuando cada religión se cerraba en su propio espacio geográfico y
cultural.
En la actualidad lo que puede decir el cristiano sobre un cristianismo implícito,
podría ser dicho por un musulman sobre un mahometismo implícito, y lo mismo el
judio, el hinduista o el budista 82
.
Entonces, la noción de fe velada pero dotada de virtud salvífica en función del
simbolismo que la expresa, podría aplicarse en el plano de la confrontación de las
religiones. Los simbolos sagrados de una religión podrían esconder de modo velado
(como sucedía según S. Tomás en el judaismo precristiano) verdades explicitadas
en otra religión. De modo que la creencia que en una de ellas está explicitada como
doctrina oficial, podría estar en la otra como misterio implícito, velado en un
simbolismo.
Concluyamos entonces que la fe no necesita ser explicitada para tener todo su
capacidad transformativa en el plano de la espiritualidad, porque esencialmente se
trata de un acto de la afectividad, de confianza y de amor 83
. Los místicos
generalmente sintetizan su fe en un solo acto de entrega y amor a la luz tenebrosa
de la divinidad.
§ 52- La espiritualidad en sus formas concretas. Las tres formas de espiritualidad
que hemos descripto, constituyen los modos ideales y puros, pero la historia nos
muestra que estas formas son más bien la excepción y no la regla. La
naturalidad en estado puro raramente la encontraremos en las formas primitivas
de religión que conocemos por la antropología. Aparecen allí temores irracionales
y prácticas aberrantes (canibalismo, fetichismo, satanismo, magia negra, etc.). El
cumplimiento de las reglas y mandamientos de las religiones más organizadas, con
frecuencia nos muestra las notas del fariseísmo, el frío cumplimiento de
obligaciones sin vida interior, la escrupulosidad de la casuística y la multiplicación
de subnormas. La tercera forma de espiritualidad más libre, suele contaminarse
con la soberbia y autosuficiencia que se levanta por encima de las formas comunes
y más simples de la religión. (cf. XII Procesos de degradación de lo sagrado).
Pero, como dijimos, estos tres niveles pueden entenderse como sucesivos y también
como coetáneos y entonces en una misma religión pueden aparecer distintos
niveles de espiritualidad, en su pureza original o en sus desviaciones y corrupción.
Por eso afirmaba Bergson que aún en las formas populares de la religión podían
incluirse elementos de elevada mística. Y, al contrario, agregaríamos que en el caso
de la espiritualidad mística de amor y libertad, también pueden incluirse
elementos primitivos de magia y superstición o formas desviadas de
intelectualismo y soberbia.
ii-La multiplicidad de religiones.
§ 53 - Hemos esbozado algunas observaciones que tienden a mostrar relaciones de
correspondencia entre distintas religiones. Pero ahora debemos advertir sobre
algún malentendido que podría seguirse de lo dicho. Por un lado, si bien es cierto
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que se debe excluir la idea clásica de que hay una sola y única religión verdadera;
tampoco sería acertada la afirmación de que cualquier religión tienen el mismo
valor de verdad.
En realidad, la religión de un pueblo, de una cultura, tiene analogía con el idioma
en que esta se expresa. En el fondo podría decirse que la religión con sus símbolos
y figuras es el idioma por medio del cual esa cultura se comunica con la divinidad.
Entonces, así como la lengua hablada es el medio por el cual cada miembro de una
cultura se comunica con sus semejantes, así también su religión es el medio que le
permite comunicarse con la divinidad.
Por lo cual, cada creyente debe tener su propia religión como verdadera, en cuanto
medio para comunicarse con la divinidad, como también tiene como verdadera su
lengua materna. Al optar por ella, no excluye ni rechaza otras religiones como
tampoco niega las lenguas distintas de la suya.
Podría hablarse entonces de una especie de perspectivismo. Cada una y todas las
creencias serían perspectivas que tienen su valor de verdad, en cuanto visiones de
una Verdad única y absoluta. Cada una sería un reflejo entre muchos reflejos
posibles de la misma realidad 84
.
Siendo la religión del propio medio cultural, el instrumento apto como lenguaje
para la comunicación con lo divino, es natural que se siga de allí cierto
sacrocentrismo. El hecho de que, con frecuencia o en otros tiempos, cada religión,
haya podido considerarse a sí misma como única y elegida, respondía a las
características propias del sentimiento religioso. En efecto, así como cada
individuo cuando se dirige a la divinidad con fervor místico se siente atendido
como si fuera el único, así también cada pueblo pudo sentirse atendido con
atención preferencial en sus oraciones y rituales.
Sin embargo, todo creyente tiene conciencia de que la intimidad que él puede
disfrutar en su oración, también la puede tener su hermano o su vecino. Del mismo
modo, cuando la religión no ha caído en la superstición del fundamentalismo,
puede tomar conciencia de que así como cada individuo se comunica con su dios en
la intimidad, así también cada pueblo, cada cultura, puede tener una comunicación
equivalente.
Este perspectivismo se presta, obviamente a una objeción fundamental. En efecto,
si todas las religiones señalan hacia el mismo contenido pero desde distinto punto
de vista ¿en qué quedan las doctrinas, las enseñanzas, revelaciones o dogmas que
constituyen su esencia? Perderian toda relevancia; nada importaría lo que dicen
dado que su función se limitaría a ser signo o símbolo del único contenido.
A esto hay que responder que las creencias, prácticas y ritos de cada pueblo,
tienen, en virtud de la fe, una capacidad transformativa o influjo existencial de
mayor eficiencia que la eficiencia de cualquier objeto material en el mundo
natural. Este es el poder milagroso de la fe vivenciada en el orden de los símbolos y
figuras en el plano numinoso de lo sagrado.
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En conclusión, a pesar del perspectivismo con respecto a lo sagrado, cada creencia
irradiando desde el mundo sutil de la fe tiene capacidad transformativa y
vivificante sobre el creyente, de modo que carecería de sentido su rechazo para el
que busca sinceramente la unión con la deidad.
iii- Religiones populares y religiones de élite.
§ 54- Como fenómeno cultural, gran parte de las religiones son, en su orígen,
religiones populares y allí está la raíz de todos sus desarrollos. Contienen
enseñanzas o mensajes expresados en términos comunes que todo el mundo puede
entender, pero a la vez se trata de palabras propias de un lenguaje simbólico y
emocional que admite niveles posibles de profundización.
En consecuencia, a partir de la base popular, en muchas religiones se suelen
edificar elaboraciones conceptuales, profundizaciónes místicas, desarrollos y
reflexiónes de diverso nivel que sirven de soporte para la meditación o realización
espiritual. Sentido profundo que, si es auténtico, no entra en conflicto con su base
popular ni conduce a un sentimiento de superioridad, porque la profundización de
la fe implica la veneración de lo sagrado en cuanto manifestado en todo lo humano.
Entonces también es sagrada la fe popular por más elemental que sea (cf. la
opinión de Eliade, supra § 49).
iv-Evolución en la historia de las religiones.
§ 55- La primera razón que permitiría explicar los cambios y variantes en la
historia de las religiones sería el supuesto de una evolución del sentimiento
religioso a través del tiempo. Sin embargo, los intentos por establecer una teoría
evolutiva en la historia total de las religiones, encuentran, en general, poco
fundamento y solo podemos hablar con seguridad de los cambios internos en el
marco de algunas religiones en particular.
No parece posible establecer ese ordenamiento total, porque lo que consideramos
como primitivo también aparece en las religiones actuales más desarrolladas y por
el contrario, podemos encontrar entre las religiones más simples y primitivas
algunas notas que las asemejan a las formas de espiritualidad más elevada.
Con todo es posible conjeturar la existencia de una tendencia universal en relación
a algunas creencias fundamentales si se comparan las religiones primitivas con las
que actualmente tienen vigencia. Así, por ejemplo, la idea de la sobrevivencia
después de la muerte, común a casi todas las culturas tradicionales desde el
comienzo de la humanidad, manifiesta importantes variantes con el correr de los
tiempos. Entonces las primeras concepciones religiosas, testificadas desde la edad
de piedra, son estricta y groseramente materiales; el “más allá” es imaginado como
un universo paralelo y absolutamente parecido al mundo actual: allí se necesita
alimento para subsistir. Aunque hoy pueden sobrevivir, en ciertos casos, estas
supersticiones, ninguna de las grandes religiones de la actualidad, las acepta en su
doctrina.
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En este sentido, también se puede señalar, por lo menos como frecuente, una
tendencia hacia la desmaterialización de los símbolos; tendencia que no los
suprime, pues ninguna religión puede prescindir de vehículos sensibles, pero los
reinterpreta en sentido espiritual.
Así, cierta forma de espiritualización de la religión puede encontrarse en el antiguo
mazdeismo y en la India, especialmente en los textos de los Upanishad. El
monoteismo bíblico marca un paso importante en ese sentido. Yahvé no puede ser
representado por ninguna figura, es invisible, omnipotente y omnisciente, aunque
se manifiesta por algunos signos sensibles como la nube o el fuego, y se habla de él
en un lenguaje marcadamente antropomórfico.
Después de la destrucción del Templo de Jerusalem, el judaísmo tuvo que aceptar
una desmaterialización del culto divino, instaurando el culto sinagogal, donde los
sacrificios son reemplazados por la lectura de los textos sagrados. Por su parte, los
cristianos, después de la crucifixión, debieron desmaterializar la noción del reino
de Dios admitiendo, finalmente, que ese reino no es de este mundo. En la India el
antiguo culto védico se fue simplificando en la forma de los cultos modernos,
mientras que el budismo dejó de lado los ritos y los textos del antiguo
brahamanismo. El islam como última forma del monoteísmo, simplificó ritos y
obligaciones rituales.
En general, observamos un cierto proceso de espiritualización (no uniforme y
común a todas las religiones) al negar la semejanza entre este mundo y el mundo
de la divinidad y al describir a este último por medio de metáforas que se valen de
una materialidad más sutil o menos manifiesta (como el aire, el fuego, el viento, la
luz, etc.).
Cap. VI
LO SAGRADO.
i- La fascinación de lo sagrado.
§ 56- La raíz y primera experiencia que posibilita la conformación de una religión
es la de lo sagrado, santo o numinoso según la descripción que hemos encontrado
en los escritos de Rudolf Otto (cf. II, ii, § 10). La percepción de lo sagrado no es
todavía religión, sino la experiencia que la posibilita y que subyace como fondo
cuando los símbolos y conceptos la concretan en una religión determinada.
Esta experiencia puede describirse como la sensación de estar ante algo que
inspira respeto, reverencia, algo admirable o maravilloso que atrae y produce una
cierta fascinación, que es trascendente con respecto a todo lo común y conocido 85
.
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Como experiencia implica un salto cualitativo hacia otra dimensión, totalmente
otra, heterogénea e indefinible.
Solo se puede conocer lo que es una religión a partir de las representaciones
concretas que esta experiencia ha adoptado. Entre estas representaciones se
pueden considerar como muy primitivas las que figuran los poderes del mana
como fuerza mágica o las prohibiciones del tabú como energía peligrosa 86
.
Figuras que condensan todo lo mistérico, insólito y desconocido, siendo frecuente
su relación con la muerte, el nacimiento o la sexualidad sentidas como
incrustaciones de lo totalmente otro en la vida diaria. Figuras que reaparecen en
religiones más evolucionadas como poder de la divinidad y como prohibiciones
legales.
Así, por ejemplo, la noción del mana aparecerá sublimada en los conceptos
teológicos del poder divino, la providencia, la gracia o el amor, mientras que las
resonancias del tabú se verterán en las leyes de Manú de la India, del Avesta en el
mazdeísmo y las normas de la “Torá” bíblica, como prohibiciones alimenticias o de
contacto cadavérico; como ritos de iniciación y purificación, como temor al castigo
divino, etc. Sin embargo, cuando la religión alcanza los niveles de la mística,
podemos notar que se va diluyendo la noción del tabú y sus prescripciones,
quedando la relación con lo divino fundada en la fe, la confianza y el amor (cf. VII,
i § 65).
ii- Experiencias que rozan lo sagrado.
§ 57- Podemos acercarnos a la comprensión de lo sagrado describiendo algunas
experiencias que lo rozan de alguna manera, sin alcanzar su notas características.
Porque fuera del marco institucional de las religiones se puede constatar en
personas que se dicen agnósticas o ateas, cierta experiencia metafísica, expresada
en términos filosóficos, literarios o poéticos que revelan una numinosidad atractiva
en situaciones aparentemente profanas o secularizadas. Algo roza lo sagrado en los
cuentos fantásticos de Borges, en la poética de G.Bachelard, en las reflexiones del
bosque que encontramos en la obra de H. Thoreau, en el humor metafísico de
Macedonio Fernández. etc., tomados como ejemplos entre muchos otros.
Mencionaremos, entonces, algunas de las experiencias que podemos considerar
como cercanas o próximas a lo sagrado.
a-El sentimiento de la belleza y de lo sublime.
§ 58- Un ejemplo de esa cercanía podría ubicarse en el plano estético de lo bello y
de lo sublime. Es evidente que la belleza se capta por medio de un sentimiento:
nadie aprecia la belleza de una flor a partir de un razonamiento demostrativo: la
belleza se aprecia o no, pero de nada sirve demostrar racionalmente que tal cosa es
bella.
Tenemos allí un sentimiento que no es un simple agregado de sensaciones
placenteras. Porque se trata, sin duda de una experiencia que se inserta sobre la
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intuición sensible, pero no se identifica con ella, puesto que puede pasar
desapercibida, cuando resulta indiferente para el sujeto. La belleza de la manzana
puede pasar desapercibida cuando deseamos comerla para satisfacer el hambre.
Para sentir su belleza es necesaria una cierta intencionalidad, una actitud que
rompa con la indiferencia, la rutina o las necesidades primarias.
Aquí tenemos semejanza o afinidad con el sentimiento de lo sagrado porque este,
tampoco puede ser alcanzado por medio del razonamiento; también se inserta en
la experiencia sensible (exterior o interior) pero no se identifica con ella, quedando
con frecuencia desapercibido, velado por los intereses o necesidades inmediatas. El
roce de la experiencia estética con lo sagrado radica en el hecho de que en ambos
casos la intencionalidad puede descubrir que lo sensible tiene otra dimensión
distinta de lo que aparece a primer vista: la belleza de la manzana está más allá de
la sensación inmediata; la sensación de lo sagrado como hierofanía también se
manifiesta como distinta de la experiencia inmediata.
Es obvio que el sentimiento de lo bello no puede ser trasmitido de modo directo.
Pertenece al orden de las vivencias individuales e íntimas que están más allá de la
palabra. El otro sólo podrá tener una experiencia semejante si se produce en él una
resonancia afectiva que ningún concepto puede producir. Obviamente, se puede
afirmar lo mismo con respecto al sentimiento de lo sagrado.
§ 59-Ahora bien, la experiencia estética también puede incluir un sentimiento
menos frecuente y de algún modo misterioso que ha recibido el nombre de
sentimiento de lo sublime; sentimiento que sin tener claramente la condición de lo
numinoso roza más de cerca su significado.
La descripción que hace Kant de este sentimiento, en su opúsculo sobre El
sentimiento de lo bello y lo sublime (1764) y especialmente en su Crítica del Juicio
(1790) nos permite intuir su significado dejando de lado las categorías propias del
sistema kantiano, que en este caso no nos interesan 87
.
Según su interpretación, en la percepción de lo sublime se vislumbra oscuramente
algo grandioso. Kant reconoce que aquéllo que recibe comunmente la calificación
de lo grandioso, no pertenece a ninguna magnitud de lo medible, sino que se trata
de algo que supera todo lo medible 88
.
Describe algunas caracterísiticas particulares de este sentimiento. Es una emoción
intensa que conduce a sensaciones de admiración y de respeto. Así el océano
tormentoso produce horror, pero si el espíritu es estimulado por cierta
intencionalidad, puede sentir la grandiosidad de la naturaleza como algo sublime y
misterioso que despierta admiración; en el fondo, como algo cercano a lo divino o
sagrado.
Lo sublime, por otra parte, según Kant, se relaciona con lo temible; con algo que es
temible sin que por eso se le tema. “Así, dice, considera temible el virtuoso a Dios,
sin que por eso le tema...” 89
. Precisamente, en este aspecto, se distinguen la religión
de la superstición. “...la última no inspira al ánimo veneración por lo sublime, sino
sólo miedo y temor...” Vemos cómo Kant entiende que la verdadera religión tiene
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algo de sublimidad y con ello adelanta el pensamiento de Otto sobre el misterio
tremendo y fascinante.
El sentimiento de lo sublime no es común, porque para sentir lo sublime se
requiere cierta intencionalidad o predisposición que no es frecuente. Sin embargo,
en última instancia, señala Kant, lo sublime está en nosotros mismos. Uno descubre
en sí mismo potencialidades, capacidades ocultas, misteriosas, desconocidas y en
ellas estaría la sublimidad de nuestro propio ser capaz de captar la sublimidad en
el mundo que lo rodea o en las formas más elevadas del arte.
b- La ensoñación poética.
§ 60- La ensoñación poética, según la entiende G, Bachelard 90
es una afección
particular que rebasa la experiencia cotidiana y se verifica en momentos de intensa
vitalidad.
La ensoñación, para él, no es un mero derivado del sueño, una especie de sueño
despierto, sino un fenómeno peculiar relacionado con un estado de reposo,
equilibrio y armonía, producido en el fluir gozoso de imágenes y recuerdos. Es la
vivencia propia de los poetas, pero también se da en los enamorados, en las
imaginaciones solitarias del niño y en todo aquél que sea capaz de percibir la
belleza del cosmos como “mundo de la confianza”.
“Gracias a la imaginación - dice - y a las sutilezas de la función de lo irreal,
entramos en el mundo de la confianza, en el mundo del ser confiante, en el mundo
mismo de la ensoñación” 91
.
Es según parece, un sentimiento muy cercano al de lo sagrado, especialmente
porque Bachelard habla de la percepción del cosmos como mundo de la confianza.
Bien puede asemejarse el sentimiento confiante con el sentimiento religioso
definido por Bergson (cf. II, iii, § 13) o con la fe en la armonía del universo que
tenían los filósofos de la Grecia antigua.
El soñador, sea éste el niño, el amante o el poeta, descubre entonces otra
dimensión, porque lo que aparece inmediatamente a la percepción evoca un
mundo desconocido y maravilloso, el cual al alcanzar su desarrollo, conduce a
ciertas experiencias que no están lejos de lo sublime. Porque las imágenes llegan a
sobrepasar la realidad e invitan a un viaje, el viaje del poeta que nos conduce a la
ensoñación, la cual a la larga, termina en el país de lo infinito 92
. País tan
heterogéneo con respecto a lo cotidiano como lo sagrado con respecto a lo profano;
con la diferencia obvia entre lo puramente imaginario y el sentimiento de realidad
que caracteriza a lo sagrado.
c-El sentimiento vivencial del otro.
§ 61- No se suele tener en cuenta que hay algo extraordinario en algunos
sentimientos que solemos considerar como humanitarios. La compasión como un
estremecimiento interior frente al desamparo de un niño, la simpatía con respecto
a personas desconocidas, el amor desinteresado que nos lleva a abrigar, proteger,
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ayudar al que no puede valerse por sí mismo, pueden considerarse como
sentimientos próximos a la experiencia de lo sagrado. Sin tener conciencia de ello
estamos descubriendo en el otro la condición sagrada de su ser como persona.
d-El sentimiento del misterio, la interrogación, el asombro .
§ 62- Ya indicamos que, por lo menos en los comienzos de la filosofía, la metafísica
no estuvo separada de cierta afección sobreentendida en cuanto componente
inseparable del pensamiento (cf. III, ii, § 31). En cuanto asombro o sentimiento del
misterio, lindaba obviamente con lo sagrado como lo otro desconocido, distinto y
heterogéneo con respecto a la experiencia común y cotidiana.
e- La metafísica del absurdo.
§ 63- Un caso particular de expresión metafísica cargada de connotación
emocional, aparece en la obra, muchas veces enigmática, de Macedonio Fernández 93
..Sus escritos adoptan, por lo general, la forma del ensayo, la poesía, el
humorismo o la novela, y sin embargo, el propósito de fondo, como él mismo
aclara, es de raigambre metafísica.
Coincide con Heidegger en la necesidad de elaborar una nueva metafísica porque
la que se ha desarrollado tradicionalmente en Occidente ha negado todo valor a la
afección por considerarla subjetiva y contingente. Su filosofía se presenta,
entonces, como una reacción contra este pensamiento a la vez que coloca a la
afección como centro.
En efecto, para él, lo que llama afección no requiere de la representación para
tener existencia. Ella existe por sí misma y sin percepciones, sin sensaciones y sin
imágenes. Estoy viendo, dice, que mi afección vive sin mundo, llena de sucesos. Así,
por ejemplo, el miedo como afección requiere una traduccion en términos de la
representación pero en sí mismo existe sin representación. El mundo (material) -
dice- es un sueño de la afección 94
.
En síntesis, el pensamiento de Macedonio se plantea como una metafísica de la
afección en oposición a la metafísica de la representación. De ahí la paradoja y el
absurdo como medios de expresión, destinados a deshacer las convicciones más
firmes del mundo de la representación.
Entonces, el verdadero conocimiento metafísico es definido como un estado de
desconocimiento, de infamiliaridad con lo conocido. Cuando se vuelve desconocido
aquello que antes nos parecía evidente, claro y distinto, entonces estamos en
actitud metafísica. Actitud que supone para él un retorno al estado místico en el
cual nos aunamos intimamente con el Ser, contemplándolo acabadamente en plena
quietud. Quien alcanza el estado místico ha logrado el Ser en toda su verdad.
La metafísica es, entonces, trabajo duro, búsqueda y afan. La mística, en cambio,
es sosiego, afan concretado, fin del camino. Es vivir sin noción de comienzo de si
mismo, sin noción de cesación, sin noción de historia individual, de identidad
personal, de subordinación a un creador…etc.
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Por eso los escritos de Macedonio se centran en la metafísica del absurdo. El
absurdo o milagro de irracionalidad creido por un momento, debe liberar al
espíritu, por un instante, de la dogmática afirmativa como ley universal de
racionalidad. Esta pausa momentánea de significacion nula constituye el otro
borde del intelecto, el borde de los estados afectivos que impregna la cadena
significante sin ser representable.
Resumiendo, podemos decir que Macedonio pretendía inducir al lector por medio
de la paradoja a una experiencia metafísica prescindiendo de todo desarrollo
conceptual. Y esto se hace evidente en sus Papeles de Recienvenido donde la
metafísica del absurdo llena todas la páginas.
f- La relación de lo sagrado con el juego y la fiesta.
§ 64 - Existe o ha existido desde la antigüedad una vinculación entre lo sagrado, el
juego y la fiesta. Recordemos que en las tradiciones antiguas y en los pueblos
primitivos el juego estaba intimamente ligado al rito y en consecuencia a lo
sagrado. Así, lo lúdico venía a constituir un elemento complementario de lo
numinoso, ambos opuestos a lo profano de la vida cotidiana. Recordemos los
juegos olímpicos en la antigua Grecia, la danza sagrada entre los primitivos o la de
David ante el arca de Yahvé.
Entonces, se complementaban como fondo y figura, la seriedad no lúdica del acto
cultual y el complemento del juego creativo y recreativo que antecede, acompaña y
sigue al rito como fiesta, arte, imágenes y símbolos.
Pero si el juego es el ejercicio libre de las capacidades y facultades humanas (o de
posibilidades y variedades en los animales y en la naturaleza en general) ¿de qué
modo se conecta con lo otro mistérico o sagrado? 95
.
Sin caer en un reduccionismo estéril podríamos insinuar que la fascinación del
juego como actividad en sí misma (que incluye todo tipo de creación artística)
parece relacionarse con la capacidad de manifestar lo Otro oculto como propia
capacidad. Además, evade el mundo de las necesidades cotidianas, en cuanto
expresión de lo superfluo e innecesario para la subsistencia, de modo que
manifiesta la libertad humana y sus posibilidades constituyendo algo otro en el
mundo de la vida común.
En última instancia el juego es un puente de pasaje entre la vida cotidiana en que
se realiza la actividad profana y la dimensión totalmente otra de lo sagrado.
Cap. VII
LA MÍSTICA.
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i-Qué es la mística.
§ 65- Podemos describir la mistica como una intensificación de la conciencia de lo
sagrado que se manifiesta especialmente en la actitud religiosa de algunas
individuos o de pequeños grupos pero que nunca es la expresión de todos los
miembros de una religión; incluso se puede hablar de místicas no religiosas,
cuando la experiencia de lo sagrado no se encuadra en el marco de una institución.
Parece adecuada la definición de Bergson quien considera a los místicos como
aquellos para quienes el amor ha alcanzado una dimensión totalmente universal,
en lo que llama religión dinámica y que contrapone a la religión estática cerrada al
grupo, la tribu o la comunidad (cf. II, iii § 13).
El místico alcanza esos niveles como consecuencia de su deseo y búsqueda de unión
íntima con la deidad (entendiendo deidad en un sentido general, personal o
apersonal). Tendencia contemplativa que coincide con lo que llamaríamos
encantamiento, fascinación amorosa, desborde de energía vital.
Plotino describe este estado contemplativo como culminación de la dinámica
universal de todo lo existente, radicando en la contemplación la fuente de toda
actividad 96
.
La mística auténtica implica, entonces, la unión amorosa con lo divino. Tenemos
testimonios de tendencia mística en muchas religiones de la antigüedad.
Encontramos en estas religiones la idea de la .participación de lo divino en el ser
humano, por ejemplo, en la doctrina de Zoroastro sobre la participación humana
de los Amesha Spenta, virtudes divinas hipostasiadas (cf. XVI, i, § 134). En el libro
Egipcio de los muertos encontraremos el deseo de identificación con los dioses por
parte de los devotos de Osiris (cf. XV, A, v, § 127). Algo semejante también se
puede decir sobre el significado original de los dioses en Grecia a partir de los
testimonios de Walter Otto (cf. XVII, i, § 137).
§ 66-Tenemos abundantes ejemplos de misticismo en las tres religiones del
monoteismo. También abundan los místicos, aunque con características diferentes,
en las religiones de Oriente, hinduismo, budismo o taoismo. En el judaísmo, los
místicos de la cábala y los jasidim con sus numerosos relatos sobre santos y justos,
(cf. XXI, vii-viii). En el cristianismo, las manifestaciones de los místicos medievales
que culminan durante el Renacimiento con S. Juan de la cruz y Santa Teresa (cf.
XXII, vii, § 191- 195) 97
. En el Islam, los santos y místicos del sufismo que llenan
gran parte de la cultura o los místicos del teosofismo iraní (cf .. XXIII, ii-v, § 200-
203).
Es frecuente entre los místicos la descripción del ápice o culminación de su
experiencia como noche oscura, como luz deslumbrante, incompresible e inefable
que enceguece por su brillo, o como no ser y no palabra que atrae de modo
irresistible y genera goce intenso puramente espiritual 98
. Paradoja entre lo
incomprensible e inexpresable de la experiencia por un lado y el sentimiento de
amor por el otro. En este punto llegan a coincidir la teología negativa de las
místicas de Occidente con las místicas de Oriente.
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En Oriente, el hinduismo distingue entre la divinidad no calificada (Nirguna
Brahama) e Ishvara (la persona divina). La primera como absolutamente
incomprensible e inexpresable. En el budismo la meditación conduce a la
bienaventuranza, plenitud y sosiego del Nirvana totalmente impersonal (cf. XIX, i,
§ 162). En el taoísmo, la mística se realiza en un retorno a la espontaneidad y
naturalidad del Tao que no tiene nombre, es decir que es inexpresable o
inconocible (cf. XX, iii, § 171).
En la teología de Occidente, desde el Pseudo-Dionisio hasta S. Tomás, se insiste en
la condición apofática, es decir, inconocible e inexpresable de la divinidad en su
esencia. Concordando con expresiones semejantes en Oriente, en el sufismo
islámico o en el judaísmo de la cábala.
De modo que el estudio comparativo de las religiones nos revela que las diferencias
entre ellas disminuye cuando se consideran las expresiones de los místicos. Porque
aún contraponiendo Oriente y Occidente donde las diferencias parecen más
marcadas, estas se diluyen en el nivel de la mística. Veremos más adelante las
notas de estas religiones en particular (cf. XVIII-XXIII).
§ 67- Es frecuente entre los místicos la descripción de las emociones que
acompañan sus experiencias como estando más allá de todo lo sensible. En los
textos de los Upanishad se habla de la no palabra o del sonido que está más allá de
todo sonido; S. Teresa describe con detalles un sentimiento de presencia que no se
siente y que sin embargo es más deleitoso que todos los placeres sensibles 99
y Nicolás de Cusa nos habla de un gusto que no se gusta y de un sentimiento que
no se siente (cf. XXII, ix, § 197).
Podemos suponer que este no sentir propio de la espiritualidad no excluye toda
repercusión en la corporalidad, dado la condición psicofísica de todo lo humano.
Santa Teresa lo afirma explícitamente al describir sus experiencias. Entonces lo
que los místicos califican como espiritual designa una vivencia que no conmueve la
corporalidad de modo sensible y manifiesto, tal como sucede con cualquier
pensamiento abstracto; pero esto no implica la negación de las funciones
propiamente humanas.
§ 68- En general, la mística religiosa no se separa ni contradice las formas más
elementales de las creencias populares. Así, por ejemplo, en la mística hindú se
distingue entre un conocimiento imperfecto y un conocimiento perfecto,
integrando ambos en armonía.
"Aquel que conoce a la vez ambos: el conocimiento imperfecto (sacrificios, etc.) y el
perfecto (el del Ser) cruza la muerte por medio del primero y obtiene la inmortalidad
por medio del segundo. " 100
.
En este texto se contrapone el conocimiento elemental y exterior de mitos y ritos
con el conocimiento profundo de su significado. Pero este no los excluye; se apoya
en ellos para alcanzar el nivel interior, de modo que la mística no rechaza las
formas elementales y populares.
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Es interesante observar la semejanza entre lo que se dice en el Upanishad y la
distinción de San Pablo entre los cristianos que todavía tienen un conocimiento
elemental y son como niños que sólo digieren la leche, y aquéllos que ya pueden
recibir alimento sólido (I Corintios 3,1-3; Hebreos, 5,10-13). Diferencia que no
implica la negación de toda representación elemental, sino su plenificación o
consumación. Entonces, para el místico los símbolos elementales son peldaños en el
camino de ascenso hacia lo espiritual y como tales son valorados en su justo
sentido.
El místico puede vivir simultáneamente su religión en todas las dimensiones, desde
las más sensibles hasta las formas más despojadas de contenidos concretos. Puede
unir las representaciones antropomórficas con los conceptos más abstractos para
alcanzar una dimensión que está más allá de toda imagen y de todo concepto.
§ 69- Son frecuentes las confusiones y malentendidos con respecto a la mística. Así
por ejemplo se opina que:
La mística se caracteriza por ciertos estados alterados de conciencia, como el
éxtasis en la anulación del yo, la adquisición de poderes paranormales o la
recepción de visiones y revelaciones. Opinión que se basa en la confusión entre
algunas experiencias que a veces se dan entre los místicos, con lo esencial de la
mística, para la cual, por el contrario. estas experiencias son más bien
excepcionales, accidentales, irrelevantes y secundarias.
Porque el místico no busca lo extraordinario y maravilloso, sino que prefiere la
soledad para encontrarse con lo divino y la humildad en su relación con el prójimo.
Los fenómenos extraordinarios que en algunos casos acompañan sus acciones no
son buscados ni deseados (como por ejemplo, vemos en el caso de Santa Teresa)
más bien son rechazados y si se verifican no son consecuencia de su intencionalidad
sino que se atribuyen a la voluntad de la divinidad que quiere, a veces,
instrumentarlos como señales de los misterios de la vida interior 101
.
La producción deseada y voluntaria de fenómenos extraordinarios es el opuesto
diametral de la mística, como sucede en el faquirismo que se complace en la
ostentación de poderes mágicos o en la retórica de los falsos profetas que seducen a
sus ingenuos seguidores. Porque la mística tiene su reverso en lo que llamaríamos
“contramística”, la que no se dirige hacia la deidad, la que no unifica en el amor, y
que los antiguos identificaban con el satanismo. Es como una imitación mimética
de la mística auténtica. Así como en aquella el místico suele alcanzar, impulsado
por el amor, cierta forma de unión, iluminación o plenitud interior, así también la
“contramística” busca el éxtasis en la anulación de la conciencia por medios
artificiales para alcanzar un estado de infraconciencia como caricatura de la
plenitud iluminativa.
El fraude y el engaño de personajes que se consideran superdotados, se puede
desenmascarar fácilmente si se pone la mira en los intereses y beneficios que se
siguen de su actividad. El místico auténtico obra el bien por amor y no pretende
ningún beneficio por su acción. En lo posible prefiere permanecer desconocido y
desconfía de la fama. El amor al prójimo hasta la entrega de sí mismo y la
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humildad excluyente de toda pretendida superioridad, son las notas distintivas
que separan claramente la mística auténtica de la “contramística”.
A veces se ha confundido la mística con las enfermedades delirantes y los desvaríos
de algunos enfermos. Desde el punto de vista psiquiátrico es posible distinguir
entre enfermedad y salud. Una evaluación médica estrictamente cientifíca puede
distinguir entre lo auténtico y su falsificación 102
.
§ 70- Es interesante la observación de Gerson Scholem sobre el carácter de las
revelaciones y experiencias de los místicos. En el fondo hay una vivencia semejante
en todos ellos que cada uno reviste con las notas de su propia religión.
Lo que ve el místico cristiano, dice, se relaciona con Cristo o la Virgen, mientras
que lo que ve el místico judío se atribuye a Elías o algún otro profeta, y los budistas
expresan sus experiencia en el lenguaje propio del budismo 103
. Podemos agregar
las experiencias y visiones de los místicos musulmanes que se relacionan siempre
con Mahoma.
En estas reflexiones hace notar Scholem que toda experiencia mística tiene infinita
plasticidad. Por eso, cuando las vivencias místicas tienen que ser comunicadas, se
determinan y encuadran dentro de los símbolos de la tradición religiosa a la que
pertenece el místico, pero a veces con innovaciones que pueden parecer
escandalosas. Así, entonces, el místico confirma la tradición y al mismo tiempo
contribuye a renovarla.
En cualquiera de los casos, se puede afirmar que la experiencia del místico es la de
libertad plena unida a formas de percepción, conocimiento y vivencia en las que se
ha diluído la distinción entre sujeto y objeto, de modo que el místico se ha
sumergido por identificación en lo divino.
ii-Esoterismo y mística.
§ 71- Si hablamos de lo esotérico en su sentido etimológico, como lo interno, lo
profundo, podríamos afirmar que todas las religiones tienen un sentido esotérico
dado que en todas ellas es posible profundizar hasta llegar a su núcleo esencial en
la experiencia de lo sagrado. Profundización que suele realizarse en la mística por
medio de experiencias que se distancian y van más allá de las representaciones
comunes sensibles o conceptuales. En ese sentido toda mística implica una forma
de esoterismo.
Otra cosa es el esoterismo conque actualmente se califica a doctrinas y prácticas
selectas como las de los cultos de misterio en la antigüedad o las de cofradías que
intentan profundizar su espiritualidad en base a enseñanzas y rituales iniciáticos
reservados a unos pocos 104
.
A lo que hay que agregar la observación de que el conocimiento esotérico, en
cuanto tal, nunca puede comunicarse por escrito, pues implica una experiencia
personal e inefable; por lo cual, los numerosos textos y escritos que se difunden
actualmente con la calificación de esotéricos, se prestan al engaño porque en todo
caso podrían considerarse como “recordatorio para el que ya sabe” como dice
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Platón, es decir, como documentos utilizados para despertar vivencias interiores en
comunidades religiosas o iniciáticas 105
.
Cap. VIII
RELIGION Y CULTURA.
i- Tradición y organicidad cultural.
§ 72- Toda religión nace inserta en la cultura de un pueblo de la cual recibe el
lenguaje, los símbolos y figuras y hereda la organicidad propia de todo lo cultural
con su crecimiento y conservación. En efecto, no se puede comprender la historia
de las religiones si no se toma en cuenta la dependencia con respecto al medio
cultural en que se han originado.
Ciertamente, ese medio no se encierra en límites precisos y bien determinados.
Cada cultura es una totalidad cambiante llena de fluctuaciones. Sin embargo,
tiende a mantener cierta organicidad como la de todo lo viviente, uniendo
conservación con crecimiento, es decir, incorporando lo nuevo en el marco de la
tradición, preservando su identidad,
De ahí que la religión como integrante que llena los modos de comportamiento, la
lengua y normas de convivencia de una cultura, nace necesariamente ligada a ese
hilo conductor admitiendo cambios en la medida en que puedan ser asimilados en
el organismo tradicional.
§ 73- Pero, en realidad, ninguna comunidad humana cumple a la perfección con las
notas de organicidad y vida. Suele tener enquistamientos de rigidez. e incluso
partes en descomposición; por eso, es frecuente la persecución contra las
innovaciones religiosas, la lucha entre facciones, la separación y la aparición de
nuevas formaciones.
La identidad cultural, ha generado en algunos casos, actitudes sorprendentes. Un
ejemplo, en este sentido lo tenemos en la historia de la religión persa. Sabemos que
buena parte de las divinidades y de los espíritus del panteón persa tuvieron su
réplica en la India, lo que indica su origen común. Pero los devas, dioses celestes
que adoraba la India, se habían transformado para los iranios en seres malignos.
En cambio, los asuras que en la India habían pasado a ser temidos como demonios
y se los oponía a los devas, en Irán adquirieron un carácter divino.
Esta transformación de divinidades en demonios y viceversa, no es algo
excepcional en la historia de las religiones. También encontramos una tendencia
similar en la patrística cristiana, que identifica los dioses paganos con los
demonios. En otros casos, como en el relato bíblico de la creación se evitan los
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nombres del sol o de la luna por su semejanza etimológica con las divinidades
babilónicas, y se insiste en que todo lo que creó Yahvé es bueno por oposición al
dualismo persa que contrapone al dios del bien el dios del mal.
Se trata siempre de mantener la identidad cultural. Por eso, en el mundo antiguo
mitólogos, sacerdotes o profetas, seleccionaban entre los dioses extranjeros los que
incorporaban al panteón en virtud de alguna equivalencia simbólica, porque
respondían a la misma tonalidad afectiva, mientras excluían otros que
consideraban incompatibles.
De cualquier manera hay que recordar que si bien la conservación de la tradición
cultural es una necesidad natural propia de la condición humana, su
enquistamiento cuando alcanza las notas del fundamentalismo es una enfermedad
desastroza origen de los acontecimientos más aberrantes de la historia.
ii- Arte, ciencia y religión.
§ 74- En la antigüedad la religión se integraba con la cultura de modo natural
como prolongando su sentido en las actividades humanas cotidianas. Encontramos,
entonces, una inclusión armónica de todas las actividades artísticas y científicas en
el orden sagrado. Practicamente, se puede decir que en ese tiempo se mantiene
todavía la unidad primitiva que no diferencia cultura y religión (cf. XIII, i § 114-
116).
Esto se puede ver en la tradición de la India donde se ordenan todas las artes y
ciencias según su valor metafísico en los llamados Vedanga y Upavedas 106
, y
también en la clasificación medieval del trivium y del cuadrivium, ciencias que se
incluyen en una concepción del universo centrada en la divinidad. En S.Agustín
encontramos esta noción en su tratado De ordine, donde considera todas las artes y
ciencias como ordenadas a la contemplación de las cosas divinas 107
.
iii-Origen de la cultura según las tradiciones religiosas de la antigüedad.
§ 75- En buena parte de las religiones encontramos lo que llamaríamos una
mitología de la cultura. En efecto, muchas de ellas colocan en un pasado remoto, la
creencia en un estado edénico de la humanidad (el paraíso bíblico, el Satya yuga en
la India, la Edad de Oro del mundo grecoromano, la época de Yima en el antiguo
Irán, el tiempo del hombre verdadero en el taoismo, etc.) En ese estado de plenitud
todo el cosmos y cada uno de sus componentes estaban conectados en armonía.
Esta situación sufrió luego, según los relatos míticos del Génesis, Hesíodo, la India,
las leyendas del Irán, los maestros del Tao, la creencia de polinesios y de culturas
primitivas, una polarización, división, o caída.
La principal consecuencia de esta caída mitológica suele concentrarse en la
aparición del dolor y de la muerte. Sin embargo, en lo que respecta a la cultura,
para ciertas especulaciones posteriores, estaría relacionada con el lenguaje y su
contenido como saber; encontramos sus vestigios en los discípulos de Heráclito, en
el Cratilo de Platón, en el nombre del Tao original, en la Cábala y su valoración de
las palabras, en los dones preternaturales de la teología medieval, etc. En el
momento edénico, en la edad de oro, el lenguaje formaba una unidad con la
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naturaleza; las palabras eran la cosa misma como forma sutil y las cosas se
manifestaban como palabras. El hombre todavía podía entender esas palabras,
pero en el momento de la ruptura se produjo la separación entre cosmos y lenguaje
sobre el cosmos, se separó el mundo de las ideas, logos o palabras, del mundo de las
cosas, lo inteligible de lo sensible, quedando los símbolos rituales o las imágenes no
verbales, como representantes, en cierta medida, de la conexión original.
Aumentando con el tiempo la distancia entre palabras y cosas, las palabras se han
vuelto más contingentes, más arbitrarias y separadas, ya no se da el obrar
espontáneo y natural que no necesita que las palabras expliciten las normas de
comportamiento. Eso mismo es lo que lamentan Lao-Tse y Chuang-Tsu al describir
la naturalidad del „hombre verdadero‟ que ahora está perdida 108
y lo que sostiene
S. Tomás con respecto a la ley natural escrita en el corazón (cf. V, i § 48).
Entonces se fue intensificando la separación entre civilización y cultura, entre
realizaciones técnicas y valores interiores de sensibilidad, humanidad y religión.
Artes y ciencia adquirieron un valor secular separadas de su original integración
con los valores humanos y religiosos.
Esta ruptura se mantiene incluso en las formas actuales de la religión donde el
contenido verbal y la vivencia interior que le corresponde aparecen con frecuencia
escindidos. De ahí el dogmatismo que se encierra en fórmulas abstractas o la
idolatría de los conceptos, propia de una fría esclerosis de la vida religiosa.
§ 76- Cualquiera sea la interpretación que se de a los enunciados mitológicos de la
antigüedad, lo cierto es que en la actualidad, el habla suele estar escindido de la
vida hasta producir un mundo absolutamente independiente: mundo de teorías
que se separan de las vivencias o sólo las sugieren a la distancia. Por eso
necesitamos de la poesía y de la música o del arte, en general, como lenguajes de
rescate que llevan el habla hacia su fuente primigenia. Pero la integración de
lenguaje y mundo, implica también otros aspectos. Supone la integración entre lo
sagrado y lo profano, entre el juego y la producción del trabajo, entre el rito y las
necesidades biológicas de la subsistencia.
Así, por ejemplo, el lenguaje de un árbol en crecimiento o de un cuerpo humano en
plena expresión, es actualmente de difícil recepción y necesitamos del poema
escrito, del cuadro, de la danza o de la escultura para recuperar algo de ese
lenguaje. En la novela de Herman Hesse, Sidartha llega a la plenitud de la
sabiduría cuando comprende el lenguaje del arroyo 109
. La cultura profana, en
realidad, no sería más que una operación de rescate de una cultura olvidada.
Cap. IX
RITO, MITO Y RELIGIÓN.
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i-Rito y mito como una unidad.
§ 77- Rito y mito constituyen las primeras expresiones con las cuales se
suele revestir la vivencia de lo sagrado. Walter Otto, en la introducción a su
estudio sobre Dioniso, critica las teorías que intentan explicar la relación entre
ellos, buscando el punto de origen de uno o del otro. Para Otto, “Ni el culto surge
gracias al mito, ni el mito se deriva del culto”. Con esto quiere significar que en
realidad los mitos conocidos por la trasmisión de poetas y filósofos no son más que
elaboraciones posteriores que han partido de un mito primigenio, anterior a estas
conceptualizaciones, porque en realidad mito y rito se engendran simultáneamente
siendo los ritos el desarrollo en acciones de de lo que se dice en el mito. Y agrega:
“el más excelso de los grandes lenguajes es el del culto”, ya que la postura y actitud
del orante es la actitud en que hay que ubicar el origen simultáneo del rito y del
mito 110
. Entonces, en su origen el mito no es una narración secuencial sino la
expresión verbal de lo vivido en el acto ritual.
Los estudios de Kerenyi sobre la mitología de los griegos, permiten confirmar lo
dicho al constatar cómo en concreto se originó esa mitología. Nos dice Kerenyi que
los dioses griegos no siempre tuvieron el perfil claramente diferenciado que
encontramos en la obra de Homero, porque las primeras divinidades son figuras
nebulosas y vagas (cf. XVII, iii § 140) En esa etapa, el culto está dirigido a dioses
todavía multifuncionales y la mitología es insipiente; podemos imaginarla como
breves enunciados devocionales de los atributos de la divinidad. Entonces, los
dioses aparecen superpuestos y confundidos en unidad al igual que sus atributos 111
.
§ 78- Así se explica la correlación entre complejidad en la mitología y mayor
complejidad en la cultura 112
. Lévi Brühl observa que entre los primitivos no
abundan los mitos porque para ellos todo se concentra en el sentimiento de
participación mística. Entonces el mito como narración supone la elaboración de
una cultura compleja, pero las vivencias más elementales y simples de lo sagrado
se expresan en pocas palabras.
§ 79- En resumen, para W. Otto, en su origen, no existen dos cosas, el rito y el
mito, sino una vivencia originaria que luego separamos distinguiendo palabras y
acciones 113
. Desde otro enfoque, también critica la interpretación del rito desde el
punto de vista de la utilidad. Esta no se excluye, pero lo esencial es la adoración
desinteresada. Cuando predomina la utilidad hay que decir que el rito está
perdiendo su sentido por anquilosamiento, olvidando la experiencia extraordinaria
que le dio origen 114
.
Entonces, en la situación originante del culto debemos colocar lo que los
antropólogos llamaron “sentimiento de participación” (cf. III, ii, c § 27) o sea el
sentimiento de unión cual lo sagrado recibido interiormente en el estado afectivo
de una hierofánica 115
.
Por último debe quedar bien claro que cuando la mitología se desarrolla en las
narraciones mitológicas que conocemos, estas no son propiamente la religión sino
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56
elaboraciones que han surgido de la vivencia religiosa 116
. Además, no todos los
mitos tienen carácter religioso. Existen mitos que solo reflejan las costumbres,
modos de vida y tradiciones populares, mientras que en las culturas más
complejas, los mitos religiosos aparecen mezclados con elementos de leyenda o de
cuento popular, o ejemplifican y justifican normas sociales y culturales 117
.
ii- Rito, religión y magia.
§ 80- Es frecuente la identificación de prácticas comunes en la mayoría de las
religiones, con la magia o la superstición. Así por ejemplo, tendrían carácter
mágico los exorcismos, los ritos que piden lluvia o salud, las fórmulas que protegen
contra el mal, las medallas, peregrinaciones, lugares sagrados, reliquias santas,
etc., expresiones comunes en las religiones populares.
Es cierto que estas prácticas pueden parecerse a la magia y que a la vez, existen
actividades mágicas que se asemejan a los ritos de la religión. Por eso es
importante discriminar entre entre lo uno y lo otro.
En efecto, desde un punto de vista más amplio, despojado de prejuicios, se debe
observar que en muchos casos las prácticas populares suelen surgir de las
vivencias de una mística auténtica velada o revestida con formas primitivas;
aunque también es cierto que, a veces, estas prácticas se vuelven supersticiosas
cuando la religión empieza a separarse de su componente místico y va declinando
hacia intereses puramente materiales, a creencias y temores absurdos (cf. XII, i-iv,
§ 102-112).
Recordemos el punto de vista de H. Bergson sobre la distinción entre la religión
estática y la religión dinámica y su posible interacción en las religiones populares
(cf. II, iii, § 13). Podemos decir, entonces que la religión cuando está fundada en la
mística, puede llegar a considerarse como una especie de magia sublimada por la
fe, pero también la misma religión puede declinar hacia la magia como
superstición, profanación y degradación de lo sagrado.
§ 81-Es que, en el fondo, cualquier religión tiene algo que se parece a la magia: la
salvación eterna, la fe en el poder de rituales o sacramentos, en ángeles, en
milagros, etc., todo lo cual implica la creencia en realidades extraordinarias, no
comunes. Realidades mágicas de una magia espiritual depositada en la acción de la
divinidad, distinta del magismo interesado en resultados utilitarios y mezquinos
fundados en el poder del mago.
En resumen, la diferencia fundamental entre magia y religión debe centrarse en el
plano de los efectos esperados en uno u otro caso. En la religión los efectos
esperados se atribuyen a la divinidad que actúa en un plano espiritual e invisible.
En la magia como degradación de lo sagrado, por el contrario, los efectos
esperados provienen de la actividad del mago y del conocimiento oculto de ciertas
fuerzas misteriosas. En esto la magia se parece a las ciencias basadas en el
conocimiento de leyes naturales y no a la religión 118
.
Esta degradación de lo sagrado es lo que condenaban las religiones de origen
bíblico. En ellas la función del profeta que recibe su poder directamente de Dios
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reemplazará al adivino y al mago. Si realiza milagros, estos no provendrán de una
técnica especializada como la de la magia sino de la inspiración de un poder
superior 119
.
iii-El rito sacrificial.
§ 82- Uno de los ritos más destacados en casi todas las religiones es el rito
sacrificial, rito fundamental que puede ser considerado como su eje central. En su
esencia no tiene relación con lo doloroso o costoso; tampoco tiene relación
necesaria con la muerte; sin embargo, dado que su sentido, de acuerdo a su
etimología, es consagrar, hacer sagrado, quitar algo del orden profano para
hacerlo entrar en el orden divino, entonces la muerte, como símbolo de anulación
de lo profano, es una de sus formas posibles. Este sería el sentido íntimo de los
sacrificios cruentos, comunes en la antigüedad.
Sin embargo, según S. Tomás, aún la contemplación, la meditación o la lectura
bíblica puede ser considerada como un acto sacrificial al apartar la mente de todo
lo profano; y en esto coincide con el pensamiento de Oriente para el cual, la
meditación o las prácticas del yoga tienen un carácter ritual 120
. De modo que junto
a los ritos de carácter comunitario que consagran todo un pueblo, iglesia o
sociedad, existen ritos individuales que expresan la consagración intima de cada
sujeto.
En los ritos de la antigüedad, el sacrificio ritual terminaba en una comida sagrada;
los que comían la víctima, de algún modo se identificaban con lo sagrado, salían
del orden profano y entraban en comunión al compartir el mismo alimento.
Por último, y sobre la base de principios metafísicos generales, el sacrificio puede
simbolizar el retorno de todas las cosas al seno de la divinidad de donde han salido,
retorno que se hace manifiesto por la anulación, consumisión o destrucción de la
cosa ofrecida.
iv- Teorías sobre el significado de los mitos.
§ 83- Durante los siglos XIX y XX, hubo numerosas teorías que trataban de
interpretar los mitos. Algunos como M. Müller explicaban la mitología como
resultante del lenguaje metafórico conque el primitivo se refiere a los fenómenos
de la naturaleza 121
. Explicación que fue criticada por los que introdujeron la
teoría de los mitos como etiología. Así Andrew Lang y Malinowski consideraban
que los mitos eran expresiones simbólicas que describían el origen de los usos,
reglas y costumbres de los pueblos. Más adelante, M. Eliade, llegó a la conclusión
de que lo que caracteriza al mito es el relato de acontecimientos de un tiempo
primordial, en el cual sucedieron hechos memorables que se relacionan con la
esencia de la condición humana y se concretan en el presente. Finamente los mitos
fueron interpretados desde un enfoque psicológico por Freud y Jung, y desde el
punto de vista antropológico por Lévi Strauss 122
.
Resulta interesante mencionar también el pensamiento de los orientales. En el
budismo tibetano y entre los místicos iraníes de la Edad Media encontramos una
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curiosa teoría con respecto a las narraciones mitológicas. Para estos pensadores, no
son productos subjetivos de la fantasía, sino que reflejan un tipo particular de
realidad que no se ubica en el mundo empírico. Esta realidad tiene existencia
objetiva en un mundo intermedio y sutil, formado por imágenes que mantienen su
vigencia con independencia de la subjetividad de cada individuo. Son las
creaciones del alma colectiva y afectan verdaderamente la vida humana, (cf. XIX,
vi § 167) 123
.
Henri Corbin, nos habla de este mundo distinto e independiente de la imaginación
subjetiva del individuo humano. Sostiene que no es el de las ideas platónicas, sino
el de las formas e imágenes en suspenso, es decir no inmanentes a un sustrato
material, sino existentes en lugares epifánicos donde se manifiestan como formas
subsistentes, autónomas 124
.
Gilgamesh ya no existe, pues ya nadie cree en él, y tampoco Osiris o Isis. Pero de
acuerdo con este enfoque, existieron realmente en el mundo babilonio o egipcio, y
quizás todavía han dejado sus vestigios en otras mitologías de mayor actualidad.
Cuando Jung nos habla de un inconciente colectivo, se acerca, sin duda, desde el
punto de vista del psicólogo, a esta interpretación oriental 125
.
v- Contenido vivencial y mitología.
§ 84- Siguiendo los aportes de la psicología y las sugerencias del pensamiento de
Oriente, podemos decir que la comprensión de un mito debe tener en cuenta que
este no pertenece al plano de las facticidades empíricas, sino al mundo intermedio
de los símbolos. Mundo que tiene su propia facticidad con su efecto transformativo
y catártico.
Ciertamente que no todo creyente tiene conciencia de esta dimensión. Sin embargo,
para el sujeto predispuesto, el contenido narrativo tiene la capacidad de evocar
sentimientos de admiración, contemplación, devoción, amor, etc. Se trata, de
aquello que los neoplatónicos consideraban como un conocer no discursivo, es
decir que no está en las palabras, sino en el afecto que se despierta como la chispa
de que habla Platón en la Carta VII 126
.
Es difícil explicar las notas de esta vivencia. El hombre moderno suele reducir con
facilidad la experiencia del símbolo a lo que en realidad solo es una representación
conceptual. Lo entiende como si fuera un significante convencional, es decir, un
signo que señala un objeto. Por el contrario, la auténtica vivencia del simbolismo
implica un estado de ánimo muy distinto del de la recepción informativa y
conceptual de un objeto opuesto al sujeto 127
.
Porque el símbolo viene dotado de emocionalidad y no es pura representación. No
se agota plenamente su sentido afirmando que significa tal o cual cosa como
encontramos en los diccionarios de símbolos; debe quedar sobreentendido que esa
descripción solo es el soporte de un contenido emocional. Emocionalidad que entra
en el sujeto a partir del objeto, no como representación sino como afección.
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Tenemos allí vivencias que diluyen la distincion entre sujeto y objeto, en las que se
unifica lo interno con lo externo constituyendo lo que Heidegger considera como
un “comprender” en sentido existenciario 128
.
Ahora bien, cuando la vivencia del simbolismo se degrada, entonces se tiende a
interpretar el mito, el rito o la narración religiosa en sentido literal, atribuyendo a
los sucesos una intencionalidad empirica. Lamentablemente, con frecuencia,
creyentes y no creyentes han tendido a cosificar la religión, desconociendo el
sentido íntimo de la vivencia que le es propia.
Olvidando que en una cosmogonía, no tenemos el cielo como objeto físico, ni los
árboles, ni el río como fenómenos de la naturaleza; que en los acontecimientos de
una historia sagrada los hechos no tienen el sentido crítico moderno, ni los relatos
sobre dioses o espíritus responden a sucesos o personas del mundo natural (cf. X,
iii, § 97).
vi-Personificación de abstracciones.
§ 85- Tanto en Egipto como en la mitología griega o en la religión de Zoroastro,
podemos encontrar personajes divinos o cuasi divinos para los cuales tenemos la
sensación, sea por su nombre o por sus atributos, que representan o encarnan
conceptos más o menos abstractos como ser las virtudes, la verdad, la justicia, el
misterio, etc. Sin embargo, lo que aparece, para nuestra mentalidad moderna,
como la personificación de abstracciones, se relaciona con estados de ánimo, modos
de comprender y proyectar, modos de orientarse en la vida y fenómenos del habla,
anteriores a toda abstracción.
Para entenderlo puede ser útil tomar en cuenta la tendencia a hipostasiar que
Piaget señala en el lenguaje de los niños. Así, por ejemplo, el niño nos habla del
"caracol" con un sentido que todavía no es abstracto, pero tampoco es
estrictamente concreto (no se trata de este caracol particular, pero tampoco se
trata de un concepto general que incluye todos los individuos de una clase). Aquí
"caracol", como señala Piaget, no está en plural pero tampoco es algo singular 129
.
Cada vez que el niño ve un caracol todavía lo percibe como si fuera el mismo
caracol que reaparece, porque lo que tiene en mente está en una situación
intermedia entre lo general y lo particular.
Pero este tipo de representación concreta e intermedia también se da, a veces, en el
adulto. Hablamos, entonces, de la Verdad, de el Amor, de la Vida, pero no los
pensamos como conceptos universales que abarcan la clase de las verdades, los
amores, las vidas, y tampoco como algo particular, esta verdad, este amor, esta
vida. También nos referimos a la Suerte, la Salud, el Bienestar, la Felicidad, la
Patria, sustantificando y nominalizando complejos fenoménicos. Estos sustantivos
pueden alcanzar la condición de hipóstasis semipersonificadas cuando hablamos en
forma metafórica: "la suerte me fue favorable", "la felicidad le salió al encuentro",
"la patria está de duelo", etc.
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Nosotros no conferimos vida a estas metáforas semipersonificadas, mientras el
antiguo las sentía como totalidades llenas de vida. Podemos, entonces, vislumbrar
cual podía haber sido el origen de dioses como Mahat en Egipto (la verdad), Metis,
Afrodita o Diké en Grecia (el consejo, el amor o la justicia) etc. Estos nombres,
para un antiguo designaban realidades vivientes presentes a la vez en el macro y
en el microcosmos que se cargaban de la emocionalidad propia de lo sagrado y
nada tenían que ver con la conceptualización abstracta que nosotros aplicamos a
estas vivencias. No designaban conceptos abstractos pero tampoco se referían a
individuos concretos; eran totalidades significativas dotadas de vida que a la larga,
al declinar el sentido de lo sagrado, terminaron en la idolatría. Porque en la
idolatría esa totalidad viviente quedaba fragmentada y encerrada en una estatua,
así como también podía quedar encerrada la felicidad en un fetiche.
Por eso afirma W. Otto que los conceptos abstractos primero fueron formas
vivientes. Victoria fue primeramente el nombre de una diosa, la vencedora, y
recién luego es "la victoria". Su veneración es muy antigua, de modo que lo
abstracto puede haberse despertado luego a partir de su esencia vaga. De allí
también su representación física en pinturas y estatuas. En más de un caso se
puede mostrar que el nombre del dios ha sido anterior al concepto derivado de él.
Asi por ejemplo, el dios Uranos fue, según Otto, primeramente un dios antes
transformarse en una palabra (uranos) que designaba en griego al cielo estrellado 130
.
vii-Mito y etiología.
§ 86- Existe cierta semejanza entre lo que se llama leyenda etiológica y el mito en
sentido estricto. En ambos casos tenemos un relato que se ubica en un tiempo
lejano y primordial en el cual se contienen los sucesos originarios de lo que sucede
actualmente.
Sin embargo, la leyenda etiológica se diferencia netamente del mito porque es una
forma particular de cuento popular. Parece responder a una necesidad universal
que encontramos en Grecia, en la Biblia, entre los indígenas de América, etc. y
consiste en un relato que concluye explicando el origen de un aspecto de la realidad
presente. Ejemplos: la flor de narciso, el color de las moras, la flor de heliotropo en
Ovidio; la cigarra en el Fedro de Platón; el nombre de un lugar (Beth-El), de un
personaje (Isaac, Israel) las características físicas de la serpiente, en la Biblia; el
origen del tabaco en América. Hubo en un lejano pasado un acontecimiento, un
objeto, una situación semejante a lo que actualmente sucede y esto explica lo que
hoy percibimos por una ley de analogía o causalidad ejemplar. La semejanza
justifica lo presente como reflejo, participación o continuación del acontecimiento
original 131
.
El mito también suele tener cierto carácter etiológico, con la diferencia de que
cuenta cómo algo esencial para la vida humana ha llegado a la existencia, cómo un
comportamiento, una institución, la condición humana esencial, se han originado
en un tiempo primordial (dioses, vida, muerte, felicidad, sufrimiento, etc.). La
leyenda etiológica, en cambio, se refiere a realidades secundarias y más triviales
(un lugar, un nombre, un color, etc.). Si se compara el relato sobre el origen del
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nombre de un lugar, de una flor, etc. con la historia sobre el origen del universo, de
la muerte, del dolor o del culto, las diferencias son notables.
Entonces, los mitos expresan las creencias fundamentales de una religión mientras
que los relatos etiológicos parecen más bien juegos de ingenio. Obviamente, hay
situaciones intermedias en que esta distinción tiende a diluirse, de modo que
algunos relatos etiológicos suelen llegar a integrarse en el contenido narrativo de
una religión.
En el fondo, tanto la leyenda etiológica como el mito dicen que “nada es casual”,
nada es contingente, todo lo que sucede actualmente, está condicionado por
acontecimientos de un tiempo primordial.
viii-Mito, símbolos y arquetipos.
§ 87- La vivencia de lo sagrado en cuanto inefable es apenas un esbozo de posibles
expresiones religiosas. Entonces, sólo podemos hablar de religión cuando esta
experiencia queda revestida de formas concretas por medio de algunos símbolos
entre los cuales podemos distinguir: 1- símbolos figurales: imágenes,
acontecimientos, narraciones, ceremonias rituales, etc. y 2- símbolos conceptuales:
expresiones verbales, nociones generales, conceptos metafísicos y religiosos. Con
frecuencia, ambas dimensiones confluyen en un mismo símbolo como por ejemplo
en la flor de loto donde la figura de la flor surgiendo del agua fangosa, se
conceptualiza como la pureza del alma que se eleva a la divinidad, o la noción de
Espíritu donde se conjugan lo figural que alude al viento con lo conceptual que
remite a lo invisible.
Pero los símbolos no son entidades estáticas; en el trascurso del tiempo sufren
mutaciones en su interpretación o se sustituyen unos a otros. Además, los mismos
símbolos aparecen en distintas religiones. Entonces es necesario tomar en cuenta la
existencia de lo que llamamos símbolos arquetípicos y la generación de
representaciones que entran en las mutaciones dentro de una religión o se repiten
en la formación de distintas religiones.
Llamamos símbolos arquetípicos a ciertas estructuras que expresan una línea
temática general que se condensa en variaciones simbólicas para distintos
contextos y circunstancias: así, por ejemplo, la oposición cielo-tierra puede ser el
arquetipo que condensa una variedad de símbolos tanto figurales como
conceptuales, como el árbol, los montes, el templo, la ascensión del alma, la
salvación, el zigurat, la torre, etc.
Poniendo atención en los símbolos de una religión se descubre con frecuencia que
son la condensación de arquetipos que reaparecen en mitos y leyendas de otra
religión. En ellos la misma estructura arquetípica se repite en contextos totalmente
distintos, cuya significancia depende totalmente del contexto histórico y cultural.
Un listado esquemático de símbolos arquetipicos que entran en la formación de las
religiones, podría agruparses en tres direcciones: así tenemos 1- arquetipos
cosmogónicos de creación; 2- arquetipos escatológicos de muerte, fin de un ciclo,
destrucción; 3- arquetipos salvíficos de caída y redención.
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Direcciones solo esquemáticas porque no existen entre ellas límites determinados y
a veces las mismas representaciones pueden ubicarse en más de una dirección.
Veamos algunos ejemplos:
§ 88- a-Arquetipos cosmogónicos. Numerosas culturas describen el origen del
universo por la separación y oposición entre cielo y tierra 132
. Podemos encontrar
esta estructura arquetípica entre los primitivos australianos, entre los polinesios 133
, en los mitos cosmogónicos de Egipto, en la separación entre Gea y Urano según
la teogonía de Hesíodo, en la oposición entre cielo y tierra en la China antigua, en
la acción de Marduk sobre Tiamat al dividirla en dos partes; en la Biblia por la
separación entre lo de arriba y lo de abajo, etc. Simbolismos cosmogónicos que
incluyen con frecuencia significados ritogónicos es decir que aluden al origen del
culto y se recitan en las ceremonias rituales. Se continúan muchas veces con una
simbología antropogónica y pueden encadenarse con la historia de los reyes,
patriarcas o héroes, el origen de las ciudades, de las artes y de la civilización.
Otras veces, la aparición del mundo es precedida por una teogonía, origen de los
dioses, por una teomaquia, guerra entre dioses o bien es completada con la
descripción de espiritus, almas, demonios, etc. Es frecuente en la derivación de
estas representaciones la oposición entre el poder de lo divino y la dependencia y
limitaciones de lo humano. En el mito de Prometeo o en la caída de Adan se
destaca esta oposición. Limitaciones y oposición que en muchas culturas termina
en el enfrentamiento entre cielo e infierno, entre espíritus y demonios 134
.
§ 89- b-Arquetipos escatológicos. Las representaciones escatológicas, hacen
referencia a la existencia post mortem (juicio final, premios y castigos) sea en
relación al individuo o a todo el género humano; describen catástrofes y
manifestaciones destructivas (guerras, inundaciones, monstruos, demonios, etc.) a
la vez que anuncian una renovación. Se pueden considerar como escatológicos los
relatos de diluvio que ocupan un lugar destacado en Babilonia, la India,
Amerindia, Oceanía, los druidas y Grecia. Son anticipos del fin, el cual se concreta
en el apocalipsis bíblico, el infierno budista, el infierno egipcio 135
.
También pueden considerarse de carácter escatológico los relatos sobre pérdida u
olvido del bien. Por ejemplo, la caverna de Platón, el juego de Lila y Maya en la
India, el olvido del mundo originario al nacer, el hijo pródigo en cristianismo y
budismo, el príncipe que desconoce su origen (en el poema gnóstico de la perla); el
anillo perdido, la amada perdida, la pérdida del grial, Narciso engañado por su
imagen, el Kalí yuga del hinduismo.
La existencia del paraíso y su pérdida aparece en Sumeria, Egipto, Persia, etc; en
Grecia como edad de Oro, en Melanesia, etc. Al perderlo se pierde la posibilidad
de no morir, por ejemplo, por la pérdida del árbol (planta) de la vida. Sólo pocas
representaciones ponen el origen de la muerte en una transgresión; más comunes
son aquéllas que lo ponen en un acto arbitrario de un ser maligno, en una elección
errada de los antepasados, en un engaño o en la decisión de no renovar su piel al
modo de las serpientes por parte de la abuela arquetípica, en un curioso mito de
Melanesia 136
.
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Tenemos diversos tipos de representaciones con respecto al más allá, es decir,
respecto al mundo que sigue a la muerte: en algunas aparece la idea de la
inmortalidad del alma en un mundo feliz; en otras la idea de inmortalidad en
cuerpo y alma por la resurrección; por último, la creencia en la transmigración.
Pero también encontramos las imágenes depresivas de un lugar donde los muertos
sobreviven en un estado letárgico, como sombras carentes de vitalidad (el hades
griego o el scheol hebreo). Finalmente en el Libro Tibetano de los muertos, el más
allá aparece como un estado intermedio desde el cual el difunto debe evitar, en lo
posible, una nueva encarnación.
La uniformidad del contenido temático de estas representaciones, nos permite ver,
como destaca Eliade, la universalidad del arquetipo de sobreexistencia después de
la muerte como fe fundamental y la elaboración figural que reviste con distintas
imágenes según las culturas, el misterio indeterminado y numinoso del más allá 137
.
También es frecuente la creencia en un desajuste cósmico estructural originado en
los primeros tiempos. Entonces, el medio de comunicación entre el cielo y la tierra
fue roto y por lo tanto las ceremonias funerarias son necesarias para restaurar esa
comunicación y permitir que el muerto pueda llegar a su destino.
§ 90- c- Arquetipos salvíficos. Es común a muchas culturas la creencia en una
felicidad primitiva y en poderes sobrenaturales que se perdieron después de la
caída. Pérdida que puede recuperarse por una vuelta a la divinidad. Tenemos
relatos de emanación y retorno, de multiplicidad y vuelta a la unidad, de muerte y
resurrección. Nuevo cielo y nueva tierra según la Biblia. A los que deben agregarse
loa estructuras simbólicas que figuran la unificación de cielo y tierra a través de un
árbol de la vida, un monte sagrado, una pirámide, un templo, etc. Obviamente, en
este nivel se entrecruzan las dimensiones salvífica, cosmogónica y escatológica.
Los relatos de diluvio terminan con frecuencia en la reconciliación entre lo divino y
lo humano como el arca de Noé en la Biblia, Deucalión y Pirra en el mito griego,
Utnapishtim y su mujer, en su versión babilónica. En Persia no aparece
estrictamente un diluvio, pero sí la idea de una humanidad que desaparece a causa
de un frío intenso y de una minoría que se salva en un recinto cerrado y protegido
(el paraíso de Yima). Entre los mayas encontramos los relatos sobre sucesivas
humanidades destruidas y luego renovadas.
La existencia de divinidades que mueren y resucitan es común a las religiones de
Egipto, Mesopotamia, Asia Menor y Grecia (Tammuz, Adonis, Attis, Osiris,
Dionisos, Perséfona, etc.).
Se deben mencionar como salvíficas las representaciones sapienciales (musas,
ángeles, Toth, Hermes, el Espíritu Santo) los dioses y divinidades que confieren
sabiduría como anticipo de vida plena.
Las representaciones heroicas (Horus, Heracles, Perseo, Gilgamesh, etc.) tienen un
carácter salvifico, porque los héroes que luchan por un objetivo simbolizan la
lucha del alma por su salvación, plenitud o felicidad. Sus persecuciones, trabajos y
dificultades representan esa lucha. Tienen máxima expresión en los héroes
mesiánicos como el sahosyant del mazdeísmo, el mesías bíblico o el avatar del
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hinduismo. Se expresan en los detalles de una historia heroica como la salida de
Egipto del pueblo hebreo; la muerte del dragón (S. Jorge); la derrota de Aharimán
en la mitología persa; el protoevangelio en el Génesis (la mujer que aplasta la
serpiente); Orfeo que redime por la música; Persiles matando la medusa.
Por último existen representaciones providentes que se relacionan con la
protección divina, la benignidad materna, las madres divinas, las diosas vírgenes
protectoras de la fecundidad, el amor o la riqueza (Afrodita, Ishtar, Isis, Demeter,
etc.)
El simbolismo bíblico de la serpiente de bronce como salvadora, como energía
vivificadora, recuerda el sentido sapiencial que se le da en la India, en Grecia
(pitón) o en China (dragón).
Hay semejanza entre la muerte de Osiris y su castración, el despedazamiento del
cuerpo de Dionisos, la muerte de Tammuz, la castración de Urano, la
fragmentación del Purusha en la India, etc; castraciones o despedazamientos a los
que sigue nueva vida, de modo que se unen lo escatológico con lo salvífico. Urano
es castrado para recobrar su fecundidad en las aguas de donde surge Afrodita.
Dionisos vuelve a la vida, Osiris es resucitado y Tammuz vuelve a vivir por
intercesión de Ishtar, el Purusha engendra la vida del universo.
Otra representación salvífica se manifiesta en el peligro que acecha al niño recién
nacido dotado de facultades especiales o de carácter divino. Es un arquetipo
común a muchas tradiciones: Moisés, Krishna, Jesús, Zeus, Apolo, etc., niños
divinos triunfadores sobre el mal.
Se pueden incluir en los niveles escatológico o salvífico, según los casos, las
representaciones teriomórficas, como los de la serpiente, del toro o del león que
bajo distintos aspectos pueden convenir con alguno de los tipos mencionados. Así,
por ejemplo, los valores simbólicos que corresponden a la serpiente darán origen a
distintas representaciones. La serpiente se asocia a renovación de vida (porque
cambia la piel) a la circularidad como cambio y renovación (en cuanto se muerde
la cola), curaciones, medicinas (como símbolo farmacológico), malignidad y astucia
(la tentadora del paraíso bíblico) sabiduría mágica, poderes (en su relación con el
hermetismo) fuerza fálica, rectitud ascensional, via láctea, arco iris (para ciertas
tribus africanas); Atenea y la pitón, etc.
ix- Arquetipos de la mitología asumidos en las religiones.
§ 91- Muchas de las imágenes y símbolos que acabamos de mencionar figuran en
las representaciones de las religiones de origen bíblico y también en parte de las
religiones de Oriente.
Encontramos en la Biblia el tema del diluvio común a muchas tradiciones; el tema
del paraíso o edad de oro; la posibilidad de no morir y la caída; la muerte y
resurrección de la divinidad; la esperanza mesiánica; la creación por divisiones y
separaciones, el simbolismo de la serpiente; la existencia de ángeles y demonios; la
creación como una lucha de Yahvé con el poder del mal, etc.138
.
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Estas semejanzas plantean el interrogante sobre su sentido. La respuesta no ha de
consistir, como sucede con frecuencia entre los comentaristas bíblicos que niegan
su importancia resaltando detalles diferenciales en todos los casos. Esta no parece
ser la respuesta adecuada sino aquella que, admitiendo la existencia de simbolos
arquetípicos de carácter universal, muestra para cada representación las notas
propias que la diversifican según su medio cultural. En el caso de la Biblia, como
veremos más adelante (XXI, religión de Israel), la característica diferencial de su
medio cultural se manifiesta en la historización de los mitologemas primitivos, nota
que constituye la raíz de una espiritualidad claramente diferente a la del mundo
antiguo o a la de las actuales culturas de Oriente. Dicho en otras palabras: para el
texto bíblico los mitos antiguos vendrían a ser como el libreto de imágenes y
símbolos cuya realización se concreta en la facticidad histórica. Entonces, se puede
decir que para la religión monoteísta, en la mitología se anticipa la significancia de
un mundo real de carácter salvifico. Por otra parte, mientras que la mitología
implica un tiempo simbólico situado fuera del tiempo, la historia sagrada tiene
una inserción temporal bien definida, es historia real dotada de significancia (cf.
X, iii, § 97) 139
.
Algo semejante podría plantearse con respecto a los contenidos culturales que
reinterpretan los símbolos en las religiones de Oriente. Allí los mitologemas que se
expresan en la actividad y la historia de los dioses, son resignificados en las
reflexiones de los Upanishad, de los Sutras o del Tao, para los cuales las
representaciones de origen mitológico se espiritualizan en los conceptos de la
impermanencia del budismo, la verdad oculta y velada para el vedanta o el Tao
inefable del taoísmo (cf. XVIII, XIX y XX, hinduismo, budismo y taoismo).
x- Cambios internos en el desarrollo de las religiones.
§ 92-Los simbolismos arquetípicos no solo nos permiten relacionar
representaciones de distintas religiones sino también destacar las variaciones en la
simbología de una misma religión. Variaciones que manteniendo el mismo
arquetipo, modifican el significado de sus representaciones obligando a
reinterpretar lo nuevo como continuación de lo antiguo. Podemos mencionar
algunos ejemplos:
a-En el mundo antiguo, tenemos frecuentes conflictos entre divinidades de una
misma religión lo que manifiesta el desplazamiento del sentido de la divinidad.
Estos desplazamientos han marcado la historia de los dioses egipcios, pero también
encontramos ejemplos notables en la historia de la religión romana. Así por
ejemplo en la Metamorfosis de Ovidio aparece el mito de Penteo en que se
manifiesta la oposición entre la tradición clásica romana y los nuevos cultos de
Baco, dos variaciones del arquetipo que preside el culto de la divinidad 140
. En base
a esta oposición se ha tejido una leyenda que justifica los nuevos ritos dionisíacos
relatando el castigo de Penteo por haberse opuesto a ellos. En realidad, aquí se
enfrentan los que veneran a Marte y la Serpiente con los seguidores del niño
Dionisos, es decir, que tenemos una lucha en que se oponen dos formas del
sentimiento religioso. En una se resalta el principio de la vida guerrera y en la otra,
tal como lo describe Ovidio, se valora la mística orgiástrica del culto dionisíaco,
dos espiritualidades distintas, y a la vez, dos esencias universales opuestas dentro
del arquetipo de la divinidad. En la Biblia encontramos la historia de los nombres
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de Dios que señalan, de alguna manera, los cambios en la percepción de lo sagrado
en el pueblo de Israel.
b-La aparición de la noción de inmortalidad feliz en sustitución de la idea del
Hades en Grecia o del Scheol en Israel, implica una modificación notable del
arquetipo de la sobrevivencia. Aparece en Egipto concedida primeramente a los
faraones y difundida luego a los devotos de Osiris. Los influjos órfico-pitagóricos
en la filosofía helénica y los libros sapienciales en la Biblia, son los documentos que
manifiestan este cambio en la idea del más allá.
c- El surgimiento de la idea de un adversario o tentador, Satán, en la Biblia, y el
posterior desarrollo de la teología del demonio muestra otras variantes en la
relación con la divinidad. En efecto, la aparición de la idea de infierno en Israel, en
Egipto, en el budismo, en Grecia, señalan la evolución del arquetipo del origen del
mal al separarlo de la acción de la divinidad para vincularlo con un espíritu
especializado 141
.
d- La noción de pecado en los textos bíblicos a partir de un punto de vista en que
predomina una moral ritualista de repercusión colectiva, evoluciona para
culminar en el concepto de responsabilidad centrada en la acción individual.
e-Finalmente, más conocida para nosotros, es la evolución del dogma en el
cristianismo. Desde los textos del Nuevo Testamento a través de los Padres de la
Iglesia y las definiciones conciliares, encontramos notables variaciones en la
espiritualidad manteniendo siempre la identidad esencial centrada en Cristo como
redentor 142
.
xi- Arquetipos en la organización simbólica del universo.
§ 93- Una necesidad común a muchas culturas ha sido la de crear un ordenamiento
del universo tratando de transformar el caos del fluir cotidiano en cosmos
ordenado. Este ordenamiento tiene un carácter simbólico porque se origina en los
simbolismos arquetípicos y por eso ocupa un lugar intermedio entre el flujo
indeterminado de la experiencia y el ordenamiento sistemático de la razón.
Sus componentes, no son elementos objetivos, sino realidades que calificaríamos
como psicocósmicas en cuanto el objeto de la naturaleza es vivenciado desde su
significatividad emocional. De modo que debe distinguirse entre el fuego objetivo
que responde a las necesidades instrumentales y el fuego simbólico que responde al
orden de la afectividad; entre el cielo objetivo y el cielo morada de los dioses,
etc.
Estas organizaciones simbólicas suponen muchas veces un ordenamiento del
espacio y del tiempo (cf. III, ii, e. § 30) 143
. Cassirer menciona como ejemplo la
división de los indios zuñi en siete sectores del espacio. En la Biblia, en el Génesis,
el universo se organiza por un conjunto de pares enfrentados como divisiones
espaciales: cielo- tierra, aguas superiores- aguas inferiores, tierra-mar, etc., todo lo
cual se ordena en la sucesión de los seis días que se completan en el dia séptimo.
Ejemplos de división simbólica del tiempo aparecen en las grandes religiones de la
India, en el Avesta, en el Popol-Vuh, etc.
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§ 94- En la antigua religión china encontramos los famosos ideogramas del I
Ching, ejemplo de un ordenamiento simbólico universal fundado en la
combinatoria de elementos cósmicos enfrentados (cf. XX, iv, § 173) 144
.
Notemos que cuando hablamos de organización simbólica debemos diferenciarla
de lo que llamaríamos organización ficticia, porque en la primera siempre existe
un fundamento objetivo sobre el cual se proyectan los arquetipos y por eso no es
pura imaginación ficticia. El sistema heliocéntrico de la antigüedad tenía como
base observaciones astronómicas de gran precisión, sobre las cuales las
proyecciones simbólicas permitían ubicar estos contenidos en el marco general de
una visión teocéntrica del universo.
Cap. X
MITOS, CUENTOS POPULARES, LEYENDAS E
HISTORIA SAGRADA.
Es importante distinguir en el contenido narrativo de una religión entre los mitos,
los cuentos populares, las leyendas y la historia sagrada. Aunque es frecuente la
interacción y complementación de estos elementos, la distinción debe permitir
valorar cada componente en relación a la significatividad religiosa que le
corresponde.
i-El mito y los cuentos populares.
§ 95- El cuento puede considerarse como una necesidad propia de la convivencia
cotidiana y en cuanto tal nada tiene que ver con la religión. Sin embargo, en
muchas culturas algunos cuentos suelen integrarse con los contenidos y creencias
religiosas de su medio social.
Entonces, el cuento popular, puede revestir el contenido del mito sea
cosmológico, escatológico o salvífico. En ese caso, es posible que resalte, exagere o
engrandezca atributos y acontecimientos divinos, porque como cuento cumple la
función de recrear, producir suspenso, crear admiración, intrigar o despertar
temor, manteniendo en algunos casos cierta intención didáctica.
En realidad sin los complementos narrativos, la religión carece de encanto o poder
atractivo; y una de sus funciones esenciales dentro de una cultura determinada es
la de crear un clima de seducción que conduzca la mente con facilidad a quedar
impregnada de las verdades fundamentales, sin la necesidad de ningún esfuerzo
conceptual.
Pero estos complementos narrativos también pueden deformar el contenido
religioso cuando lo reducen y arrinconan. En muchos casos, en la divulgación y
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transmisión de los mitos, el cuento popular ha tendido a oscurecer su función
originaria. Es el caso de la mitología griega, tal como ha llegado a nosotros, donde
gran parte de su contenido religioso ha quedado velado por la fantasía popular o
por la elaboración de poetas o filósofos 145
.
ii- El mito y la leyenda.
§ 96- Aparte de las leyendas comunes que se incluyen en el folklore de los pueblos,
debemos mencionar la leyenda como forma particular de narración religiosa.
Existen muchas leyendas no religiosas, pero aquí debemos mencionar la leyenda
como forma particular de narración religiosa que a veces suele entremezclarse con
el relato del mito o con la historia sagrada.
Como tal comparte con la historia sagrada la condición de hechos dotados de
significancia, pero se distingue de ella porque se trata de hechos que no tienen, en
general, un núcleo de facticidad histórica.
En la antigüedad, la leyenda no se distinguía claramente de la historia. Lo que hoy
podemos considerar como leyenda, tenía valor de verdad, ignorando lo que hoy
propone la crítica histórica. En realidad importaba poco la constatación fáctica de
los hechos relatados, porque la narración estaba destinada a sugerir, reforzar o
amplificar una convicción preexistente. Y esto, en particular, cuando se trataba de
los contenidos de una religión.
Como ejemplo pueden mencionarse las múltiples leyendas medievales sobre la vida
de los santos que modernamente consideramos despojadas de toda facticidad
histórica. Poco importaba para la significación religiosa si existió o no existió S.
Jorge, si el apóstol Santiago estuvo en Compostela o si los ángeles transportaron
realmente la casa de Nazareth hasta Loreto. La verdad de estas leyendas populares
radicaba en su „significancia‟, en cuanto que los hechos relatados representaban,
en el plano de la imagen, las maravillas del poder divino. (cf. IV, vi, § 43
significado y significancia).
Así, cuando los padres de la Iglesia consideraban que los filósofos griegos tomaron
sus verdades de Salomón o de Moisés, no tenían ningún fundamento histórico para
afirmarlo. Sin embargo, expresaban de ese modo un contenido fundamental para
la tradición judeo-cristiana: la verdad, cualquiera sea el lugar donde se encuentre,
no puede tener más que un solo origen: debe venir de Dios a través de sus
mensajeros, sabios o profetas.
También en el Talmud y en el Zohar la tradición hebrea nos pone en contacto con
numerosas leyendas entre las cuales el profeta Elías tiene un papel preponderante.
En el Islam abundan las leyendas sobre lo santos islámicos homenajeados por el
pueblo en los lugares de peregrinación, y en los Purana de la India, casi todas las
narraciones tienen un carácter legendario. En el caso de los textos del Génesis,
según H. Gunkel, parte de ellos, especialmente la historia de los patriarcas, deben
ubicarse en el género literario de la leyenda, que él define como narrativa poética 146
.
Existieron y existen en todos los pueblos leyendas folklóricas que son asumidas por
la religión y abarcan temas practicamente universales. Ejemplos: las luchas y
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aventuras del héroe, las competencias para obtener el amor de una doncella, la
huída a través de peligros y obstáculos, la obtención de poderes mágicos, los
objetos que cumplen deseos; el nacimiento milagroso, la fuente de la felicidad, la
vuelta a la vida, el rejuvenecimiento, los animales que hablan, la existencia de seres
misteriosos, elfos, ninfas, hadas, gnomos, brujas y gigantes, etc. Estas leyendas,
unen la tendencia fabuladora común en los pueblos antiguos con cierta resonancia
simbólica inconciente que toca a la religión 147
.
Se puede hablar aquí de un arquetipo que se resume en la oposición entre el orden
normal, natural y cotidiano y el orden extraordinario y sobrenatural que se
expresa en la leyenda.
iii-El mito y la historia sagrada.
§ 97- De acuerdo a lo dicho, cuando se trata de una leyenda que toca a la religión,
lo importante allí es la „significancia‟ del relato, prescindiendo de toda facticidad
histórica. Llamamos historia sagrada, a una narración que a diferencia de la
leyenda o cuento, o del mito en estado puro, tiene su fundamento en hechos reales
aunque idealizados, con el fin de resaltar su significado en relación a los principios
de la religión.
Por eso, a veces, la historia sagrada se mezcla con reminiscencias mitológicas o
cuasi-mitológicas, como también con leyendas o cuentos populares. Es decir que en
ella pueden aparecer incluidas las otras formas del discurso religioso. Con todo, a
pesar de esta complejidad, la esencia y fondo del relato se mantiene siempre en su
significancia histórica.
Entonces, la historia sagrada no es una historia en el sentido moderno de la crítica
documental, por lo cual su sentido del tiempo tiene dimensiones particulares. A
diferencia del mito que presenta un paradigma originario colocado en un tiempo
fuera del tiempo (en „illo tempore‟, como dice Eliade) en la historia sagrada
tenemos un paradigma ubicado en un tiempo real que contiene hechos de
significatividad religiosa. Aquí se insertan personajes ejemplares cuyas acciones
pueden ser ejemplo de vida, advertencia, exhortación, enseñanza, devoción o
contemplación.
Gran parte de los textos bíblicos tienen este carácter. En la India, el Mahabarata
muestra en numerosos pasajes las notas de una historia sagrada referida a la
guerra de los pandava aunque mechada con elementos mitológicos, leyendas y
cuentos populares. Por otra parte, en el budismo, el punto de partida de todas las
escuelas está centrado en una historia, la de la vida del Buda Sakhyamuni. El
Corán también contiene importantes partes de facticidad histórica.
Sin embargo, resulta anacrónico todo intento por reconstruir estas historias
analizando su contenido desde la crítica documental moderna, ya que predomina
en ellas una concepción cualitativa del tiempo. Por eso, en una historia sagrada los
momentos pueden saltear la relación cronológica, anticipar, retroceder e incluso
superponerse unos con otros. Porque, desde el punto de vista existencial los
períodos mencionados en el hinduismo, los de la historia bíblica o del Corán
podrían ser a la vez sucesivos, simultáneos o semisucesivos según la recepción
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vivencial de cada uno. Así lo veía S. Tomás en su teoría de las etapas de la ley (cf.
V, i § 48).
Esto se evidencia en la descripción de los tiempos mesiánicos, en los anuncios
escatológicos y en los acontecimientos apocalípticos de la Biblia. En la India
encontramos la doctrina de los yuga, los manvátara y los kalpa, donde a pesar de
los números que se proponen para cada período, no parece que se trate de estrictas
distinciones cronológicas porque el contexto muestra las notas del simbolismo y las
etapas tienen, en realidad, las características de la dimensión cualitativa. Tampoco
en el islam, las distintas etapas marcadas por la enseñanza de Mahoma, como
recapitulación y culminación de la historia de los profetas, tienen un sentido
estrictamente cronológico.
Además, en los libros sagrados de las tres religiones del monoteísmo, podemos
encontrar algunos textos que incluyen historizando reminiscencias míticas,
incorporando, a veces, las notas de la leyenda etiológica y del cuento popular: en
totalidad, un conjunto heterogéneo de estilos y puntos de vista. Sin embargo, la
significancia religiosa del relato mantiene su unidad porque está siempre centrada
en una historia que manifiesta la alianza con Dios, la esperanza mesiánica o el
destino final de salvación. (cf. IX, ix, § 91).
En el caso de la India, el contexto en que se presentan los tiempos, muestra a las
claras que se trata de simbolismo, por los números astronómicos, las cantidades
descomunales en años, número de hijos o esposas de los personajes, la narración de
hechos extraordinarios, etc. Es difícil interpretar esos textos como revelaciones
para el cálculo cronológico.
§ 98- Son pocos los hechos que en la vida moderna significan algo más allá de su
propio contenido fáctico. No es así para la antigüedad, ni en general, para el
hombre de Oriente. En un mundo sellado por el simbolismo, gran parte de los
acontecimientos, si no todos, tienen un valor significativo. Para el narrador de esos
hechos, lo que relata, aparte de su contenido real, contiene significaciones,
enseñanzas, recomendaciones, advertencias, promesas, señales, etc.
Por lo cual, cuando se plantea el problema de la verdad contenida en esos relatos,
hay que distinguir entre la verdad con respecto a lo acontecido y la fidelidad con
respecto a la trasmisión de su significado. El narrador debe ser capaz de transmitir
ambos aspectos, pero destacando el significado. Para ello puede agregar detalles,
insertar matices que, sin traicionar lo que realmente es esencial, permitan
vislumbrar con mayor claridad la significación de lo acontecido.
Si un narrador antiguo contara la historia de San Martín, no lo haría al modo
moderno poniendo su atención en los detalles del cruce de los Andes (cantidad de
soldados, lugares, tiempo del cruce, armamento, batallones, etc.); estos detalles
entrarían sólo de modo aproximado y quizás sólo aquellos que tuvieran para él una
cierta repercusión significativa. Otro narrador de los mismos hechos podría
modificar algunos detalles, sin considerar que está faltando a la verdad. Lo
importante es que se produjo el cruce de los Andes y se dieron algunas batallas que
derrotaron al enemigo. Pero estos hechos en sí sólo tendrían valor para el narrador
antiguo en cuanto tienen significación. Y esta significación podría estar contenida
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71
en la liberación de tres naciones a partir de esas batallas. Si agregara después que
se hicieron festejos y homenajes en que estaban representadas las tres naciones,
cosa que no sucedió, para él no quedaría traicionada la esencia sino que estaría
expresada en su sentido profundo. En el estilo literario de la época, en el modo en
el cual comúnmente se entienden los acontecimientos, ese agregado respondería a
una fórmula arquetípica que en el conjunto del discurso vendría a significar lo que
en realidad es el sentido principal de las hazañas de San Martín.
En el fondo, los fenómenos empíricos o históricos, los que consideramos como
hechos objetivos, cubren, para el antiguo, sólo una franja estrecha de las formas y
modos posibles de la realidad. Es la franja formada por aquéllo que el moderno
puede medir por medio de aparatos y experimentos, o en base a documentos, restos
arqueológicos y monumentos.
Pero en las narraciones de los textos antiguos y en su esquema de universo, el
sentido de lo fáctico, de lo real, era mucho más amplio y complejo. Abarcaba todo
lo que se percibe en un acontecimiento con sus significaciones, valoraciones y
emociones, su confiabilidad testimonial, y su repercusión en el plano interior. Se
trata de lo que llamaríamos “mundo de la fe” al cual se confiere mayor realidad
que al mundo de la geografía o de la historia porque tiene eficacia transformativa
para el alma del creyente a diferencia de los datos precisos que nada influyen en la
vida humana. (cf. IX, iv, § 83).
Cap. XI
LA MORAL Y LAS RELIGIONES.
i-Las normas morales.
§ 99- En general, se puede decir que casi todas las religiones tienen alguna
vinculación con las normas morales que rigen la vida de una comunidad. Pero
como estas normas derivan en gran parte de los ordenamientos naturales de la
convivencia, su vinculación con la religión no siempre tiene la misma intensidad y
significación.
En el Occidente moderno ha quedado fijada una concepción simplificada de ese
vínculo, resumida en una casuística de normas y leyes determinadas en abstracto.
Hay que observar que este no es el sentido originario de la relación entre religión y
moral, sino una consecuencia extrínseca que supone cierta declinación en la
vivencia originaria de la fe.
Una mirada de conjunto de los autores premodernos, medievales, de la antigüedad
clásica o de Oriente, nos permite advertir que no es la casuística normativa lo
esencial de la moral religiosa, sino un estado interior, una capacidad interna de
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armonización o equilibrio que los medievales llamaron virtus y los griegos areté,
que en la India se concretó en la noción del dharma y en China se equivalía al Tao.
La areté o la virtus, en su sentido original, era una capacidad de armonización y
como tal no necesitaba de su explicitación en leyes o normas porque, como decía S.
Tomás, tenía su residencia en el corazón (cf. V, i, § 48).
Esta sería la relación esencial entre moral y religión. Sin embargo, dado que la
religión normalmente se expresa por medio de los símbolos de una cultura, como
tal tiende a la sacralización de esos símbolos, como también del medio social en que
se originan, incluyendo las normas de convivencia. Así, entonces, la religión que
tiene su origen en una dimensión que sobrepasa lo natural, al encarnarse en un
medio social, tiende a sacralizar sus modos y reglas de vida, aunque no se
identifica con ellas.
Porque el amor, sumisión o armonía con la divinidad implica siempre armonía con
el cosmos y con el prójimo y en este sentido redunda en los modos de la
convivencia sacralizando las normas vigentes o, por el contrario, impulsando
modificaciones y cambios en las mismas.
Con lo dicho tenemos una descripción de las relaciones esenciales entre religión y
moral centrada en la espontaneidad del corazón, la cual suele contraerse en la
casuística o discriminación detallada de normas y subnormas.
En la actualidad se piensa la moral como un conjunto de prohibiciones que
reprimen las tendencias instintivas, consecuencia del influjo de la religión. Pero de
acuerdo a lo dicho, vemos cómo la noción antigua de la moral está desfasada con
respecto al discurso moderno. En realidad, la virtud o areté era una capacidad o
habilidad para realizar determinada actividad y no se relacionaba con la represión
de la vida, sino por el contrario, era una sabiduría práctica, como tendencia
interior necesaria para la vida armoniosa. Por eso Aristóteles hablaba de la areté
como habilidad que posee la clave para alcanzar el bien supremo, o sea la felicidad 148
.
En conclusión, la armonía, el equilibrio en relación al prójimo, a la naturaleza o
con respecto a lo absoluto, es el vínculo natural entre religión y moral, puesto que
la religión, en última instancia, implica la armonización universal de todas las
tendencias.
ii-Sentimiento de culpa y religión.
§ 100 - Se puede afirmar que si bien la religión, en ciertos casos, puede
incentivar el sentimiento de culpa, esto solo corresponde a un tipo determinado de
religión, la que se asienta sobre el legalismo de normas morales y rituales. En sus
formas más primitivas y en sus desarrollos más evolucionados, en ambos extremos,
no es la culpa sino el sentimiento de participación existencial lo que predomina.
Porque el sentimiento de culpa puede tener distintas causas no religiosas,
incentivadas o suavizadas por la religión según el nivel de que se trate.
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Un ejemplo importante del tratamiento de la culpa en el contexto de la religión se
encuentra en los textos de S. Tomás, los cuales resultan interesantes porque
cuestionan prejuicios comunes muy divulgados.
Es cierto que encontramos en su pensamiento todos los niveles y matices propios de
la mentalidad medieval, con todas sus limitaciones (cf. V, i § 47-52). Es decir que
muchas veces asume las formas más primitivas y elementales de la religión y en
otros casos adopta los desarrollos de la casuística legalista; sin embargo, culmina
su pensamiento en una visión global en la que todo se resume en la religión del
amor y la libertad, propia de la madurez del espíritu, a la que acceden aquellos que
no se quedan en las nociones elementales.
Esto se refleja en su tratamiento de la culpa y del castigo, tema que constituye uno
de los contenidos doctrinales más chocantes para la sensibilidad cultural
contemporánea.
A este tema responde S. Tomás, ofreciendo un enfoque que resulta sorprendente
por su flexibilidad 149
. Aparece allí una concepción del amor como tendencia
universal que todo lo llena, a la vez que se relativiza la idea del castigo divino que
considera como mera analogía indirecta e imperfecta, como metáfora propia del
pensamiento común. Lo cual, sometido a la razón teológica, revela la inadecuación
de las representaciones imaginarias que aplican al orden divino conceptos
humanos, ignorando la infinita desemejanza que los separa (cf. IV, viii, § 45-46).
En realidad es el hombre el que llama castigo al sufrimiento que no puede explicar.
Pero para S. Tomás, como vimos, todos los conceptos teológicos son sólo analogías,
en algunos casos indirectas y relativas dada la enorme desemejanza entre lo que se
dice y la realidad.
En el fondo, para él es el amor la verdadera raíz y fuente de todo sufrimiento y
también de todo placer. Porque amor es deseo de unidad, de armonía y felicidad 150
. Este deseo, cuando se frustra. es causa de dolor en cuanto rechaza todo lo que
lo obstaculiza y por el contrario, es la causa del placer, cuando se alcanza la
presencia de lo que se ama 151
.
Entonces, el hombre sufre porque ama; nadie lo castiga. Aunque él no lo sepa, es la
tendencia inconciente de su amor en la búsqueda de un bien absoluto, la fuente que
origina su dolor. En el fondo esta felicidad deseada y amada por todo ser humano
esconde en sí el misterio de lo divino ya que Dios es, según S. Tomás, ese bien
supremo deseado.
Entiende la naturaleza como un conjunto ordenado de seres donde cada uno tiende
a alcanzar su realización de acuerdo al fin que le corresponde, siendo ese fin, en el
caso del hombre, alcanzar la felicidad y la plenitud. Ahora bien, dado que Dios es
el sumo bien que contiene todos los bienes, entonces, es el fin en que se realizan
todas las aspiraciones humanas y el hombre tiende a ese fin de modo inconciente
por el deseo de la felicidad.
De ahí se abre el camino para una reconsideración de la relación entre la culpa y el
castigo, porque para S. Tomás, a pesar del desorden introducido por el pecado, de
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los males físicos y morales que de allí se siguen, el universo como totalidad nunca
pierde su armonía. Lo que supone la idea de un universo que se reequilibra por
una especie de autoregulación o homeostasis 152
.
Entonces la noción de pecado, en sentido estricto, no es la simple transgresión de
un mandamiento, sino, por el contrario, es la pérdida del orden de armonía
generado por el amor. Y la idea de castigo divino que aparece en los textos
sagrados, no es más que una analogía o metáfora que expresa la forma popular y
común de explicar el sufrimiento.
Modernamente podemos considerar esta visión del universo como una gran
metáfora poética. Nos resulta difícil pensar en un mundo que se mueve
inconcientemente hacia Dios como bien supremo. Esto deriva de una visión de la fe
extraña a la modernidad. Sin embargo, como metáfora enaltece el valor de la
persona humana y suprime una idea de la religión originada en el miedo al castigo
y no en el amor.
§ 101- Entonces, S. Tomás examina distintas analogías para hablar de la causa del
sufrimiento: la del castigo o reato de pena, la del remedio que purifica el alma,
pero la analogía que culmina todo el tema de la culpa es la de la metafísica del
amor.
De modo que, a pesar de la terminología dominante en la cultura medieval que
habla del castigo, de la pena y del dolor como valor meritorio para pagar la deuda
por el pecado; para él, en realidad es el amor la explicación más plena con respecto
al origen de los dolores humanos 153
.
Cuando el hombre sufre, la respuesta más común en todos los pueblos, ha sido la
del castigo de Dios o de los dioses a semejanza de los castigos humanos. La idea de
que el sufrimiento es en realidad un remedio curativo y purgativo, es más difícil de
entender, pero todavía tiene cierta claridad. Pero la noción de que la propia
dinámica de la creatura en su búsqueda del Bien Supremo es la raíz de todo dolor,
es mucho más abstracta y de difícil comprensión 154
. Sin embargo, esta es la
concepción de fondo que culmina el pensamiento del aquinate después de examinar
todas las formas de la analogía en relación a la tradición de lo que los teólogos
llamaron el “reato de pena”.
Cap. XII
PROCESOS DE DEGRADACION DE LO
SAGRADO.
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i- Formas aberrantes e irracionales de la religión.
§ 102- La intuición de lo sagrado y su versión en creencias y prácticas religiosas ha
sufrido a través de la historia múltiples transformaciones aberrantes e irracionales
(sacrificios humanos, prostitución sagrada, fanatismo, terrorismo, guerras de
religión, dogmatismo, etc.) procesos de degradación y degeneración que ningún
fenómeno religioso ha podido evitar. (cf. V, i § 52).
En el fondo la religión ha sido uno de los instrumentos más eficaces para tapar o
disfrazar las intenciones más destructivas y perversas. Con la apariencia de
bondad, santidad y devoción se cometieron crímenes, engaños, usurpaciones,
abusos de poder, dominio o sojuzgamiento del más débil. En todos los casos
consecuencia de la degradación, desviación o deformación del sentimiento de lo
sagrado.
Esquemáticamente, las formas de degradación pueden resumirse en dos líneas: 1-
procesos de absolutización de lo finito y 2- procesos de cosificación de lo absoluto.
En ambos casos se puede hablar de superstición, entendiendo como tal el residuo
deformado y fosilizado de una auténtica religión.
ii-Absolutizacion de lo finito.
§ 103- El hombre religioso percibe lo finito como abierto a lo infinito, o sea que
abre la cosa hacia algo que la trasciende, sea que se trate de algún aspecto de la
naturaleza, un texto sagrado, un rito, una imagen, una idea o un acontecimiento,
vivenciando de modo intuitivo la dimensión del misterio en la percepción de lo que
Eliade llama hierofanía (cf. II, iv § 15).
Cuando se degrada este sentimiento, se pervierte su sentido y entonces lo limitado
se cierra sobre sí mismo y se vivencia como si fuera absoluto, es decir que se pierde
la capacidad de trascendencia, de apertura; lo absoluto ha quedado aprisionado en
lo terreno, contingente o finito.
Puede manifestarse en la sobrevaloración de conceptos o nociones metafísicas, en
la divinización de imágenes o ídolos o también en la divinización de la patria, el
estado, la revolución, la tradición, el partido, ciertas obras de arte, objetos y
personas, etc. Puede manifestarse como idolatría, como dogmatismo, magia,
fundamentalismo o demonización.
a- La idolatría
§ 104- Implica una inversión total del sentido de lo sagrado. Aquí se hace
descender lo absoluto para encerrarlo dentro de una cosa finita; lo trascendente
queda transformado en fetiche o ídolo al que se atribuye el poder de lo divino.
Puede tratarse de estatuas, amuletos o representaciones plásticas, de personajes
divinizados o idolatrados, etc. Es también la idea de la suerte adherida a objetos,
acciones o personas, la llamada cábala para lograr determinados resultados.
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Sin embargo, no se debe confundir la idolatría con las formas comunes de devoción
popular, en las cuales, si bien a veces pueden mezclarse algunos elementos de
superstición, suelen ser expresiones simples de formas auténticas de la fe.
b-El dogmatismo.
§ 105- Pero la idolatría que se difunde entre los creyentes de algunas religiones,
especialmente, de la antigüedad; también tiene formas más sutiles porque existe y
existió una idolatría intelectual.
En efecto, mientras el creyente común puede caer en la idolatría de las imágenes
mitológicas, el intelectual, el teólogo, el eclesiástico pueden caer en la idolatría de
los conceptos, cuando estos se absolutizan o esquematizan y se los considera como
conocimientos plenos, como saberes equivalentes a cualquier conocimiento
profano, como datos fijos y circunscriptos, desconociendo las limitaciones humanas
del lenguaje analógico e indirecto (cf. IV, viii § 45).
Entonces, en la trasmisión rutinaria de los conceptos, estos pierden su sentido vital
y se produce un pasaje paradójico por el cual lo infinito e inefable queda
encerrado en la finitud o literalidad de la palabra, origen de todo dogmatismo.
c- La degradación mágica.
§ 106- La degradación mágica implica la apropiación de la energía de lo sagrado
en sentido utilitario y profano, desconociendo la fuente originaria de la divinidad.
Fórmulas y prácticas que en algún tiempo y para determinadas religiones
integraban su acervo tradicional, desvinculadas ahora de la devoción, la piedad o
el amor, se destinan a la obtención automática de resultados terrenales: la suerte,
el amor, el poder, la evitación del mal, etc. (cf. IX, ii, § 80-81).
Entonces, cuando lo sagrado se transforma en magia, el sujeto humano intenta
conocer las reglas que rigen los acontecimientos ocultos y su modo de
instrumentación (estableciendo los días fastos y nefastos, descubriendo los
presagios, los objetos y cosas favorables y desfavorables, consultando horóscopos,
adivinos y magos). El magismo es lo que queda como resto de la religión: el poder
de lo numinoso ya no viene de lo trascendente, de lo sublime y absoluto, sino que
ha quedado separado de su contexto devocional concentrado en el yo del mago.
d- El fundamentalismo.
§ 107- El símbolo religioso tanto figural como conceptual está siempre amenazado
por el regionalismo de la significación, es decir, por el medio cultural en que se
inserta. De modo que con frecuencia se transforma en el instrumento de unidad
social que cumple para el grupo la función de reconocimiento e identificación. Por
lo cual, cuando se debilita la dimensión de lo sacro, se fortifica, naturalmente, su
significiación socio-cultural como emblema de unidad, autoestima y fuerza. De este
modo se crean las bases para el fanatismo grupal, la intolerancia o el
fundamentalismo.
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Entonces, la propia religión considerada como única y verdadera se transforma en
ídolo para recubrir el orgullo o soberbia racial, política o sociológica de un grupo
humano, una nación o región geográfica. El odio, la venganza y el resentimiento se
justifican desde la religión absolutizando el estado, el partido, la ideología, las
costumbres y tradiciones. El fundamentalista olvida la dimensión vertical de la
religión, la confunde con la política y para lograr su objetivo es capaz de recurrir a
los medios más inhumanos e irracionales.
Así, dada la ambivalencia de las cosas humanas que unen lo más elevado con lo
más bajo, lo sublime con lo terreno, suele suceder que doctrinas y prácticas
destinadas a elevar al ser humano, lleguen a degradarlo hasta niveles
inconcebibles.
e- La demonización.
§ 108- La demonización es otra forma de absolutización de lo finito. Consiste en la
actitud que transforma lo severo, lo doloroso, peligroso o temible, en absoluto
satánico, opuesto poderoso frente a lo divino. Distintas formas de miedos
irracionales, prácticas evitativas y proyecciones sobre objetos, personas, pueblos o
razas, caracterizan la demonización. Es el miedo a realizar determinadas acciones,
a utilizar determinados objetos bajo la idea de la mala suerte o bien, la proyección
inconciente de todo la negativo, maligno o destructivo sobre enemigos, opositores y
grupos odiados.
iii-La cosificación de lo absoluto.
§ 109- Junto a la absolutización de lo finito, merece una mención especial la
cosificación de lo absoluto como tendencia inversa por la cual ya no se absolutiza
la cosa finita sino que se quita a lo absoluto su condición de tal transformándolo en
cosa común. Lo que se había manifestado como hierofanía y pertenecía a la
idealidad del símbolo, lo que había surgido del asombro, la admiración o
perplejidad frente a lo sagrado, se ha reducido a la banalidad de lo común.
Podemos distinguir dos formas de cosificación:
a-Cosificación de narraciones, leyendas o historias sagradas.
§ 110- Ejemplos de cosificación se encuentran con frecuencia en la interpretación
literal de textos sagrados. Tendencia que se da tanto en el creyente que ha perdido
la devoción y el sentido del misterio como también en el intelectual que toma los
textos como datos empíricos de orden positivo.
Modernamente podemos hablar de cosificación en la desviación intelectual que se
observa en las interpretaciones equívocas de los símbolos sagrados, reducidos a
simples manifestaciones del deseo inconciente o como mero reflejo de la estructura
social. No negamos la existencia de contenidos sociológicos y psicológicos en la
narración religiosa, pero entendemos como cosificación la interpretación que
olvida o niega su significación trascendente (cf. cap. X, mitos, cuentos populares,
leyendas e historias sagradas). Por otra parte, también se cosifica la experiencia
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religiosa, cuando se confunde la religión con lo que ya no es religión, considerando
las manifestaciones degradadas y supersticiosas como su auténtico contenido.
Tenemos aquí la raíz de las conocidas interpretaciones reductivas estudiadas por
P. Ricoeur en los que llama „autores de la sospecha‟: Marx, Nietzsche y Freud 155
.
b- Cosificación de instituciones.
§ 111- Existe un peligro interno para las religiones cuando con el tiempo se
cosifican las instituciones que han surgido de ellas. Lo que en su origen constituye
una comunidad que comparte una fe común, en la cual predomina la
espontaneidad en el cumplimiento de las normas de convivencia, puede
transformarse con el tiempo en una agrupación social regida por el un legalismo
rígido, con autoridades despóticas que prescriben leyes y sancionan transgresiones.
Así la religión suele aparecer en la historia, más o menos velada por prejuicios
culturales, costumbres y formas de comportamiento antisociales o irracionales,
dependientes de los intereses de turno, la ambición y el egoismo. Cabe a la
reflexión filosófica distinguir entre las instrumentaciones, revestimientos y
supersticiones y los valores religiosos fundamentales.
iv-Religion y superstición.
§ 112- Todas las formas de absolutización de lo finito y de cosificación de lo
absoluto pueden ser consideradas como expresiones de superstición en su sentido
etimológico como “lo que queda”. Siempre se trata de casos en que la religión no es
vivenciada en sí misma sino como un medio para alcanzar otras metas.
Con todo, existen múltiples situaciones intermedias en las cuales todavía no se ha
disuelto enteramente la fe religiosa, pero ya comienza a fragmentarse o disgregarse
en elementos de superstición. Cuando esto sucede, una visión secular o mundana
va transformando la fe en una creencia débil y dubitativa en la que predomina el
temor al castigo, la mala o buena suerte, el deseo de riqueza o poder. Eliade
engloba estos procesos en lo que llama “ley de conservación del material”. Entonces
se mantienen fórmulas, acciones y costumbres a pesar de la pérdida u olvido de su
significación original y de su contenido emocional.
Sin embargo, no es fácil establecer la diferencia entre religión auténtica y
superstición, porque una misma acción exterior puede recibir distinta calificación
según sea la motivación, intencionalidad o el contexto histórico de cada caso. En
efecto, lo que para determinado medio cultural aparece como aceptable, puede
llegar a ser considerado como irracional en otro medio o en otro momento de la
historia 156
.
Entonces, habría que juzgar con prudencia las devociones populares marginales o
las creencias y prácticas diferenciales que surgen fuera del marco doctrinal
establecido y de las tradiciones de larga vigencia.
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79
SEGUNDA PARTE
Algunas formas del sentimiento religioso en particular.
§ 113- Hasta ahora nos hemos ocupado de la religión en general. Pasaremos a
considerar algunas religiones en particular, poniendo especial atención en las
variantes místicas y emocionales que las constituyen.
Decía Max Mûller: quien no conoce mas que una religión, no conoce ninguna; más
aún: el único medio de llegar a un conocimiento profundo de la propia religión, es
el conocimiento de las demás religiones 157
. Siguiendo este concepto, haremos un
breve desarrollo de algunos aspectos principales en la historia de las religiones,
evitando, en lo posible, los juicios de valor en la comparación entre ellas.
Cap. XIII
EL SENTIMIENTO DE LO SAGRADO EN LA
RELIGION DE LOS PRIMITIVOS.
i-Formas primitivas del pensamiento.
§ 114- Hay un cierto malentendido al hablar de la religión de los primitivos.
Porque, en realidad, se puede decir que en el mundo del primitivo todo es religión:
la caza o la pesca son actividades rituales, lo mismo que las ceremonias que las
anticipan o las siguen. Pero a la vez todo es magia porque es imposible distinguir
en este mundo lo mágico de lo religioso ya que el poder de lo numinoso llena toda
la existencia 158
.
El hombre se encuentra sumido en la naturaleza sin llegar a una objetivación clara
de la misma, de modo que para él no existe diferencia entre lo natural y lo
sobrenatural. Su pensamiento es fundamentalmente “no objetivante” (cf. III, ii, c,
§ 26-28). Todo lo que para nosotros parece sobrenatural para él es natural y se
expresa de modo concreto en su pensamiento emocional. No hay un hecho
propiamente físico en el sentido que nosotros le damos. Por eso no hay que decir
que el primitivo asocia a todo lo que percibe propiedades sobrenaturales o
mágicas. No se trata de asociación sino de una unidad inseparable. El conjunto de
seres invisibles es inseparable de los seres visibles.
En este marco vivencial tenemos la manifestación más primitiva de lo sagrado
como poder que todo lo engloba; poder beneficioso como mana o energía y
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80
también poder peligroso como tabú 159
. Para la percepción primitiva todo lo que se
refiere a la vida o a la muerte contiene algo de fascinante y, en consecuencia,
adquiere la condición de lo sagrado. Por eso siendo el sexo algo misterioso tiene las
notas de lo sagrado, como también se reviste de misterio el difunto y su cadáver 160
.
Lo distinto de lo común, lo insólito en general tendrá las notas del poder numinoso
del misterio.
De allí se siguen los posibles efectos mágicos que vienen de la fuerza misteriosa que
todo lo rodea. Pero esta magia no es la que conocemos en las sociedades más
desarrolladas.
En efecto, dice Eliade: "no siempre domina la magia la vida espiritual de las
sociedades primitivas; al contrario, donde su desarrollo alcanza forma preponderante
es en las sociedades más avanzadas". Son muy escasas las prácticas mágicas entre
los kurnai de Australia y entre los fueguinos; la magia es menos frecuente entre los
esquimales que entre sus vecinos ainu y samoyedos culturalmente más
desarrollados 161
. Entonces, podemos decir que entre los primitivos es menos
frecuente la degradación de lo sagrado y su transformación como técnica de
instrumentación mágica.
La vivencia de lo sagrado se verifica de un modo especial en los ritos de iniciación,
sea en los ritos de la pubertad, por los que los jóvenes obtienen el acceso a lo
sagrado, o bien en las iniciaciones destinadas a conferir funciones especiales en la
vida de la comunidad. En estos ritos, comenta Eliade, se visualiza
fundamentalmente el paso de la vida natural a una nueva vida producida por la
manifestación de lo sagrado. Entonces, la muerte representada en el rito significa
el fin del hombre natural y el paso a una nueva forma de existir.
En general. junto a la creencia en un ser supremo aparecen múltiples espiritus o
divinidades y sin embargo, en estos pueblos no se puede hablar de politeísmo en
sentido estricto, porque aquí no existen divinidades diferenciadas con toda
precisión, sino más bien lo que podría llamarse polidemonismo en que se incluyen
ancestros, fuerzas semipersonales o impersonales, espíritus y dioses.
Tampoco se deben confundir los mitos de la mitología clásica con los de la
mentalidad primitiva. Estos mitos, conocidos y recitados por ciertas personas,
especialmente los ancianos, son revelados en circunstancias especiales por medio
de los ritos. Hay mitos cuyo conocimiento se revela a los iniciados y se ocultan a las
mujeres y los niños.
§ 115- Se puede decir que para el primitivo no existe una captación conceptual del
mundo sino que todo se refleja en un lenguaje emocional. Vive el pájaro como una
emoción y no como concepto, cada animal es una emoción, lo mismo los árboles, el
sol, los otros. Ante lo insólito, lo extraño, el primitivo cae en estado emocional,
porque para él es manifiestación del mana, la potencia de lo sagrado. Pero esta
potencia es poseída por las cosas en diferente grado: algunas lo poseen en grado
eminente, otras en grado menor. Es un poder impersonal pero a veces es personal.
Poseen mana aquellas cosas o aquellos seres que se salen de lo común. Las almas
de los difuntos poseen mana, especialmente si el difunto era una persona
importante.
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Entre hombres y cosas no hay oposición radical, los objetos tienen caracteres
fisiognómicos y el yo se funde en el tu, en la familia y en la tribu. Los muertos
están de algún modo presentes. Un sentimiento de participación vincula las cosas
entre sí.
Los primitivos no perciben las distinciones que nosotros establecemos entre los
reinos de la naturaleza: minerales, plantas, animales, hombres. Para ellos son
posibles las transformaciones de unos en otros. Sienten el universo atravezado por
la corriente numínica del mana, una y múltiple, personal e impersonal, psíquica y
física que se manifiesta especialmente en lo insólito o extraordinario.
§ 116- El primitivo nunca se plantea el porqué en general. Sólo se interesa por la
causa de lo singular; de tal muerte, de tal accidente. Esta causa será concebida de
modo antropomórfico como dotada de intencionalidad. No le interesan las leyes
universales porque no explican el caso particular 162
. Los aspectos que más
impresionan la emotividad, la enfermedad, la desgracia, la muerte nunca se
explican por causas naturales. Entonces el morir devorado por un cocodrilo se
debe al encantamiento de un hechicero quien puede identificarse con el cocodrilo 163
.
El lenguaje de los primitivos manifiesta una enorme riqueza en lo que se refiere a
las cosas concretas, siendo a la vez muy pobre en términos generales. Así por
ejemplo tiene veinte términos para designar las formas de caminar: en línea recta,
de costado, oblicua, etc.; diferencia múltiples especies de pájaros o de vegetales
sin un nombre general que los reuna 164
. Por otra parte su habla une lo oral con lo
gestual, donde encontramos conceptos manuales, emocionales, etc.
Espacio y tiempo adquieren una valoración particular. Existe un espacio sagrado,
el centro totémico, el lugar donde en illo tempore los ancestros realizaron los ritos y
enseñaron los mitos. También existe una valoración particular del tiempo por lo
cual algunos acontecimientos pueden ser simultáneamente presentes y futuros. Los
primitivos no tienen noción de un pasado lejano, el pasado se reduce a los tiempos
míticos paradigmáticos.
La numeración de las cosas es siempre concreta. El primitivo aprecia el grupo
como totalidad no por una numeración sucesiva. Existen distintos nombres para el
mismo número si es de hombres, de animales, de cosas, etc.
Por último, para el primitivo hay percepciones que solo pueden ser captadas por
algunos individuos, los chamanes, hechiceros o iniciados. Estos interpretan los
sueños como presagios, advierten, sugieren, aconsejan.
Se puede decir que la mentalidad primitiva nos revela lo que sería el nucleo
vivencial que de alguna manera, como religión natural, se mantiene en las
religiones más evolucionadas, reapareciendo en toda su pureza en la vivencia de los
místicos (cf. V, i § 47-52). Sin embargo, esta mentalidad, tal como la conocemos,
manifiesta con frecuencia la contaminación de ese núcleo por medio de prácticas y
creencias supersticiosas o de desviaciones aberrantes como el canibalismo, las
guerras tribales, la dureza de las iniciaciones por medio de mutilaciones o
deformaciones, los temores irracionales, etc. El culto de los muertos se mezcla
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frecuentemente con la creencia de que el muerto se venga causando males por lo
cual hay que aplacarlo. (cf . XII, procesos de degradación de lo sagrado)
ii-Los pigmeos de Africa Ecuatorial.
§ 117- Un ejemplo de religión primitiva es la de los pigmeos de Africa Ecuatorial.
Lo primero que encontramos en la descripción que hace Pierre Gordon 165
, es la
del rito de la fiesta anual durante la cual se ha de cazar un lagarto que será asado
en el centro del lugar sagrado. A su alrededor danzará el jefe de la tribu invocando
al sol en una especie de himno que habla de muerte, nacimiento y vida. Al final de
la danza el lagarto será consumido por todos los participantes.
El rito se vincula con las creencias de los pigmeos para los cuales existe un Gran
Dios según la enseñanza de los ancestros, que reside en medio de la energía mágica
del megbé equivalente a lo que en otra partes se llama mana. Este Ser supremo se
manifiesta en el arco iris imaginado como la serpiente que une cielo y tierra y que
aparece en la forma de un elefante durante el sueño. El sol está subordinado a
este Ser supremo al igual que la luna, la Gran Madre, adorada especialmente por
las mujeres.
La energía sagrada del megbé todo lo llena. Todas las cosas del mundo físico y
visible están impregnadas por esta energía, siendo el jefe de la tribu, hechicero y
curandero a la vez, el que se vale de ella en sus curaciones mágicas.
Al llegar a la adolescencia los jóvenes reciben la iniciación a través de complejas
ceremonias entre las cuales se destaca el rito de la circuncisión y la revelación del
totem individual que, representado en un fetiche, cada pigmeo llevará consigo
durante toda la vida
El megbé como materia dinámica o energía sagrada constituye en el hombre su
fuerza vital, la cual en el momento de la muerte va en parte al totem del difunto
mientras que otra parte entra en la boca del hijo mayor.
Vemos aquí concretadas algunas de las notas generales de la mentalidad primitiva.
Lo sagrado llena toda la vida por medio del megbé el cual está contenido en el
reptil comido en la ceremonia y se asocia a la serpiente del arco iris depositaria de
todos los poderes. Podemos reconocer allí el mitologema de la oposición entre cielo
y tierra, el de la energía o fuerza universal de la divinidad, el sol y la luna como
divinidades y la serpiente símbolo común de los misterios sobrenaturales.
Aunque el sentimiento religioso no está libre de supersticiones, con todo, no
abundan en esta religión las formas de degradación frecuentes en otras religiones
primitivas.
iii-Las religiones de Australia.
§ 118- Otro ejemplo de religión primitiva lo encontramos en los pueblos de
Australia estudiados por M. Eliade 166
. Para los primitivos de Australia la creación
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del hombre y del mundo tuvo lugar en la “Era del sueño” (el tiempo alcheringa) en
la cual se produjeron las acciones de los seres sobrenaturales. Era que tocó a su fin
cuando estos seres dejaron la tierra. Entonces la conexión original entre cielo y
tierra se perdió para siempre, el ser celestial ascendió al cielo y se transformó en
un deus otiosus (dios que no actua) dios desconocido, al que no se da culto. Solo los
chamanes e iniciados conocen la existencia de este dios.
Mungan gaua instituyó las ceremonias, enseñó las prácticas sagradas y “las
bramaderas de toro” cuyo sonido representa la voz del dios e infunde miedo a los
no iniciados. Otorgó su poder a los hechiceros. Cuando muere un hombre, Mungan
gaua sale a su encuentro y se hace cargo de su espíritu. Junto a los seres celestiales
aparecen también los héroes totémicos. Para algunas tribus al iniciado se le enseña
que ha tenido una existencia anterior como antepasado totémico con sus poderes;
pero su existencia anterior para él ha quedado olvidada como en un sueño.
Los australianos rinden culto al churunga objeto sagrado dotado de poderes que
contiene una inscripción pictográfica en madera. El australiano considera que en
las ceremonias religiosas son recreadas las cosas que habían creado los ancestros
celestiales (plantas, animales, etc,). Lo que había sido creado, ahora es recreado
por el oficiante: este dice, multiplíquense los canguros y estos se multiplican
gracias a la ceremonia. Una forma curiosa de recreación es la de la
pintura rupestre que se entiende como repetición de lo realizado por los ancestros.
Los rituales de iniciación se encuentran imbuidos por el simbolismo de muerte y
resurrección. En ellos la ceremonia más simple simboliza la muerte como, por
ejemplo, por la extracción de un diente, siendo la circuncisión el rito iniciático más
importante. A partir de allí se inicia un proceso de revelaciones y prácticas rituales
que dura toda o gran parte de la vida. Tambien en Australia aparece la creencia
en la serpiente del arco iris que otorga poderes especiales al hechicero.
Es difícil imaginar el estado de ánimo o la emocionalidad que corresponde a estas
representaciones. Sin embargo, la idea de la “era del sueño” y la separación entre
el cielo y la tierra coincide con el mitologema común de muchos pueblos y
corresponde a la nostalgia de un mundo perdido al que se quisiera retornar.
Podemos sospechar, que el simbolismo de la serpiente se relaciona con la noción
del mana, la energía mágica que todo lo rodea, siendo la serpiente una
manifestación de la ambivalencia de lo numinoso, lo tremendo o temible y a la vez
fascinante. El mitologema de muerte-resurrección se manifiesta en el sentimiento
religioso que envuelve los ritos de iniciación.
Cap. XIV
EL SENTIMIENTO DE LO SAGRADO EN LAS
CULTURAS INDOAMERICANAS.
i-Los estudios de R. Kusch.
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§ 119- Es importante describir el sentimiento de lo sagrado en las culturas de
indoaméricas a partir de las reflexiones de R. Kusch quien las analiza sobre el
fondo comparativo con la cultura europea. De hecho, en la actualidad, ya no
existen esas culturas en estado puro, sino en interacción con la cultura moderna, lo
que implica dos modos de “estar en el mundo” que se intercambian y contraponen.
Los estudios de R, Kusch parten de la nocion general de cultura 167
. La cultura,
dice, encuadra el horizonte simbólico del existir y en este existir hay que buscar el
sentido de sus ritos y símbolos. De modo que una religión sólo es comprensible
desde los estados de ánimo generados sobre el fondo de la cultura, lo que se
manifiesta especialmente en el lenguaje. Porque al hablar hay un estado de ánimo
en que se expresa la posibilidad del vivir.
Entonces comprender al indígena americano, exige una reflexión sobre el lenguaje
y, en especial, un replanteo de la relación entre los verbos “ser” y “estar”.
En efecto, Kusch distingue entre las lenguas occidentales que se refieren siempre a
la cosa, a la sustancia, y el lenguaje americano que parece liberarse de esa
limitación, evita la cosa. Porque para el sentir del indoamericano la razón del estar
es anterior a la razón del ser. En otras palabras, el estado de ánimo que se expresa
en el lenguaje es anterior a la objetivación del mundo en objetos cosas que tienen
ser.
En breve, Kusch enfrenta al objetivismo europeo-occidental con el subjetivismo o
preobjetivismo de la población indígena y popular, particularmente del indio
quechua, de los antiguos mexicanos, como también del papúa, e incluso del
oriental.
La cultura europea, dice Kusch, es una cultura que “se aísla del mundo, porque ha
creado otro, integrado por maquinarias y objetos, que se superponen a la
naturaleza”. Es una cultura de la teoría y la ciencia, de la técnica y la industria,
que son los modos europeos de enfrentar la hostilidad del mundo. Pero el sentir
indoamericano exige “una hermenéutica de lo pre-óntico”, o de lo pre-objetivo que
constituye el universo simbólico del “vivir puro” y que se refleja en las lenguas
indoamericanas donde predomina lo emocional sobre lo objetual.
El corazón, dice Kusch, es allí el órgano del pensamiento y lo que lo mueve es la
presión de lo sagrado. Como consecuencia, el uso de un arado depende del ritual,
porque los objetos no son más que circunstancias sometidas a la presión de lo
sagrado. Para el maya toda la realidad es un acontecer de lo sagrado.
Entonces, la acción religiosa se entiende como un no obrar pues es un acontecer
inmerso en lo sagrado, es decir, en lo emocional; un acontecer en lo sagrado, no en
la acción del individuo. La característica de lo americano es precisamente la
tendencia a este no-obrar.
Esto se visibiliza en el lenguaje quechua donde el verbo copulativo cay es el
equivalente de los verbos castellanos ser y estar, pero con una marcada
significación del estar, donde el sujeto en su no obrar recibe las cualidades del
mundo que lo rodea. Por otra parte, esta lengua no tiene conjugación propiamente
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85
dicha 168
. Mientras el europeo „es‟, el americano „está‟. Una cosa sería el „ser‟ o „ser
alguien‟ (“que caracteriza la actividad de la Europa del siglo XVI”), y otra muy
otra el „estar‟ o „estar aquí‟ o „dejarse estar‟ o „estar no más‟.
El americano busca seguridad ante el mundo y “encuentra verdades estables” en el
trato con la ira divina manifestada en la naturaleza. “Se sitúa en el mundo como
siendo víctima de él”. La suya es una cultura de la conjuración y de la magia, que
son los modos americanos de enfrentar la hostilidad del mundo. La europea, por el
contrario, es una cultura “aprisionada por la gravidez de las cosas del mundo”,
por esa materialidad que es el marco de sus posibilidades de vida. La vida es en
América la “pura vida” en la que “se funden los opuestos, dios y el diablo, indios y
porteños”, civilización y barbarie.
ii-La religión de los mayas.
§ 120- La religión de los mayas exhibe las características comunes de las religiones
de indoamérica. Tenemos aquí un primer ejemplo de lo que Kusch considera
como cultura del estar. Este estar se manifiesta en la percepción de lo sagrado, en
el que se depositan sentimientos de confianza, seguridad o protección, y a la vez,
como dice Kusch, se vivencia la “ira de dios en la que se funden los opuestos, dios y
el diablo”. Junto a la energía de lo sagrado que todo lo invade, se manifiesta el
aspecto terrorífico de la divinidad, lo que se visibiliza en los ritos centrados en el
derramamiento de sangre y en los sacrificios humanos.
Así por ejemplo, durante la ceremonia ritual, el rey daba ejemplo haciéndose un
corte con un cuchillo hecho de roca, dejando que su sangre se derrame sobre un
papel colocado en un recipiente. Ceremonia ritual que podía encontrar su
fundamento en el mito que relataba la creación del mundo por el sacrificio de un
dios que derramaba su sangre.
Ahora bien, los mayas concebían la muerte como el paso de un mundo a otro, que
se acompañaba con ritos muy concretos. En este sistema, los guerreros muertos en
combate, las víctimas de guerra o las mujeres muertas en el parto se ganaban el
cielo sin pasar por Xibalbá, el mundo inferior.
Con respecto a los guerreros vencidos, también existió el sacrificio ritual con
derramamiento de sangre, práctica que según parece, fue disminuyendo con el
tiempo.
El Popol Vuh es el libro sagrado que contiene gran parte de la mitología de los
mayas. En su cosmogonía tenemos una multiplicidad de dioses con el predominio
supremo de los formadores a los que se agrega Huracán, corazón del cielo, A su
vez encontramos el simbolismo de la serpiente emplumada (Quetzalcoatl o
Kukulkan) común con los aztecas y otros pueblos de mesoamérica.
Se relata la lucha primordial entre los gemelos ancestrales Hunahpú e Ixbalanqué,
contra los poderes infernales de Xibalbá. Son nacidos de una virgen, pasan muchas
pruebas y después de su triunfo ascienden al cielo convirtiéndose uno en el sol y el
otro en la luna.
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Una historia sagrada construida sobre un fondo mitológico relataba la existencia
de varias humanidades anteriores a la nuestra que fueron destruidas por no
corresponder a las exigencias de los dioses.
La tercera humanidad, origen de la actual, había sido producida a partir de los
granos del maíz y formada por cuatro ancestros correspondiendo cada uno a un
punto cardinal, con su color y notas características, de donde habían nacido cada
una de las tribus de los mayas quiché.
Esta división cuatripartita de los puntos cardinales se concretaba en un
ordenamiento general del universo, notable por su complejidad, ya que los puntos
cardinales se proyectan hacia arriba y hacia abajo formando dos grandes cubos
superpuestos con doce aristas que se unen en el centro para completar el número
trece 169
.
A esto se agrega la complejidad del calendario y la ingeniosidad de la numeración
que nos permiten ver las notas de una civilización muy avanzada. Sin embargo, el
mismo calendario que supone conocimientos astronómicos muy precisos, será a la
vez el instrumento oracular por medio del cual los sacerdotes o adivinos
determinarán para cada día los presagios, fastos o nefastos, la respuesta oracular
para las empresas humanas, el destino favorable o desfavorable para el recién
nacido, etc. Cada día del mes tenía su propia deidad, al igual que cada mes del año
y cada manifestación sagrada de la naturaleza.
La reaparición del simbolismo de la serpiente que encontramos en la religión de
los primitivos, inclina a pensar en alguna forma particular de sentimiento de lo
sagrado con predominio de temor reverencial frente al misterio de la serpiente.
Con todo, también tiene importancia el simbolismo del maíz que entra en la
conformación del cuerpo humano y como símbolo alimenticio supone sentimientos
de confianza, gratitud y veneración de la divinidad.
Encontramos entre los mayas el simbolismo del árbol que hunde sus raíces en el
mundo subterráneo y se eleva hasta el cielo. Como eje del mundo, presente en
muchas culturas, es el mitologema que simboliza la primitiva unidad entre cielo y
tierra, el sentimiento de una caída, una pérdida y la esperanza del retorno que se
insinúa a través de los ritos.
Cap. XV
EL SENTIMIENTO DE LO SAGRADO EN EL
ANTIGUO ORIENTE.
§ 121- Consideraremos en forma conjunta, el sentimiento de lo sagrado en las
culturas de Egipto y Mesopotamia a partir de una descripción sumaria de las
divinidades, los mitos y las formas del culto. Nos encontramos aquí con religiones
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ya desaparecidas, pero que han dejado su huella en expresiones religiosas
contemporáneas, especialmente en aquellas que se relacionan con el pensamiento
bíblico.
A- Dioses, espíritus y demonios.
§ 122- En la religiones del Antiguo Oriente, encontramos algunas elaboraciones
mitológicas complejas que sistematizan y ordenan el conjunto de las divinidades,
obra de sacerdotes, escribas, o mitólogos que llegaron a fusionar los dioses unos
con otros o a desdoblarlos según distintas advocaciones. Obviamente intentaban
ordenar y sistematizar una multitud de divinidades preexistentes 170
.
En el caso de Egipto, según Eliade, tiene una importancia fundamental la
condición divina del faraón y su inmortalidad. Es el faraón el que asegura la
estabilidad del orden del universo con su ritmo solar de noche y día, muerte y vida.
La fijeza de las formas hieráticas y la repetición de los gestos serán la consecuencia
lógica de esta teología que consideraba el orden cósmico como la obra divina por
excelencia y que veía cualquier cambio como el peligro de retorno al caos o sea al
triunfo de las fuerzas demoníacas.
Màat era la diosa que encarnaba ese orden identificado con la verdad, pero que en
las lenguas del antiguo oriente equivalía a la justicia, el recto orden y el derecho.
Màat tenía su residencia en el corazón humano pues no se distinguía entre
conocimiento, razón y sentimiento. Vislumbramos la vivencia que expresaba esta
divinidad como temple de ánimo muy particular en la percepción del universo,
distinto del que modernamente sentimos frente al cosmos.
En los mitos encontramos la referencia a los tiempos fabulosos de los comienzos.
Todo cuanto existe tuvo su origen en aquellos tiempos; ni la muerte ni la
enfermedad existían en la edad de oro. En un momento determinado apareció el
mal y el desorden, siendo los ritos los instrumentos que tienden a restituir el
orden. Sin embargo, el mal nunca se extingue pues la serpiente apofis simbolo del
caos siempre esá presente.
Múltiples divinidades aparecen agrupadas en los mitos 171
.
i-Tendencia hacia la unidad.
§ 123- La tendencia hacia la unidad aflora en numerosas inscripciones egipcias y se
concreta en el intento de la reforma de Amenofis IV por aunar toda la religión en
el solo dios Atón. Intento fracasado al imponerse los sacerdotes de Amón. Pero más
allá de la política, las intenciones del faraón parecían responder a una auténtica
religiosidad, lo que se desprende de los dos himnos dirigidos a Aton. Eliade afirma
que se trata de una de las más nobles expresiones de la religiosidad egipcia. Las
compara con el salmo 104. No cabe duda, dice, de su fervor religioso y agrega que
después de treinta y tres siglos esta plegaria conserva aún su fuerza conmovedora.
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ii-Simbolismo cósmico.
§ 124- El panteón egipcio se integraba con los dioses que encarnaban los elementos
constitutivos del cosmos. Los principales eran, el Océano, Noun o agua primordial,
origen de todas las cosas; el Cielo, personificado por la diosa Nout; la luna,
asimilada corrientemente al dios Toth; la tierra, Keb, esposo de Nout.
Sin embargo, como en toda cosmogonía, cada uno de los constitutivos del universo
implicaba mucho más que la sóla representación de un aspecto del mundo físico.
Porque cada elemento tenía múltiples repercusiones asociativas de modo que
constituía algo así como la nota fundamental de una constelación de resonancias de
orden afectivo.
iii-Las constelaciones hierofánicas.
§ 125- El análisis de M. Eliade de las hierofanías en la historia de las religiones nos
muestra la condición compleja de sus resonancias afectivas. Un buen ejemplo es el
del culto solar encarnado en Osiris. Descubrimos que en Osiris se une una
multiplicidad de representaciones asociadas como el sol, la muerte, las tinieblas, la
vida vegetal, la salvación de los iniciados, etc. La confluencia de tantas imágenes
diferentes explicitadas en ritos y mitos, supone una percepción profunda, mística,
metafísica y poética a partir de una emocionalidad en que resuenan múltiples
acordes sobre una nota dominante.
Por eso advierte Eliade que las figuras divinas solares incluyen asociaciones muy
diversas de difícil comprensión para el occidental moderno. Por ejemplo, es difícil
entender la relación entre el sol, las tienieblas y los muertos. Pero los cultos solares
se suelen vincular con el reino de la muerte y con los ritos de iniciación porque la
puesta del sol se entiende como la bajada del astro a las regiones inferiores, al
reino de los muertos. El sol tiene el privilegio de atravesar ese mundo inferior,
para resurgir nuevamente. Pero su paso por la región de los muertos no deja de
conferirle prerrogativas y rasgos funerarios. Así, entonces, el hombre por medio de
los ritos de iniciación, se identifica con el sol y al igual que aquél, puede atravesar
ese reino para luego resurgir.
iv-Símbolos geométricos y numerales.
§ 126- El simbolismo del Antiguo Oriente resulta sorprendente cuando
descubrimos que los dioses adquieren representaciones geométricas y numerales.
Este es el caso de la Mesopotamia donde el dios Anu, puesto a la cabeza de la lista
de dioses como su rey, fue representado por un emblema en forma de estrella que,
durante la primera dinastía de Ur, tenía ocho puntas. Este signo identificaba a Anu
con el cielo.
Aparte de ello también tenían valor numérico las partes del universo y en especial
las edificaciones de carácter sagrado. Un ejemplo interesante, es el relato del
diluvio babilónico que hemos analizado en la primera parte, donde el arca se
describe con inusitada precisión en todas sus dimensiones (cf. IV, iii, § 38) 172
.
v-Importancia de los nombres.
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§ 127- Hemos analizado, en general, la importancia de los nombres en el lenguaje
de las religiones. En este sentido, el Libro Egipcio de los muertos nos ofrece
abundantes ejemplos (cf. IV, iii, § 37). Aquí el nombre es de vital importancia para
entrar en el paraíso de Osiris. En efecto, el difunto debe conocer el nombre secreto
de los dioses o de algunos objetos como consigna para su entrada.
Así, por ejemplo, esta frase extraída del capítulo LXXVIII, dirigida a los dioses:
"Conocedme, por consiguiente, como yo sé vuestros nombres. Hacia vosotros avanzo;
por tanto, avanzad hacia mí, pues vivís en mí y viviré en vosotros".
La mención de los nombres puede tener un significado mágico; pero a la vez
manifiesta un sentimiento místico de unidad con la divinidad. Por otra parte, el
conocimiento de los nombres encierra siempre un cierto sentido mistérico, insinúa
como vimos, la existencia de una dimensión que supera lo visible y que queda
simbolizada en el secreto de un nombre.
Así, durante el viaje que realiza el difunto sobre la barca del más allá, en el
capítulo CIV, debe responder a la requisitoria sobre los nombres:
"Dime mi nombre, demanda el bosque en donde anclaré; te llamas Señor de ambos
países que moras en tu altar; dime mi nombre demanda el gobernalle; piedra de
Hapiu te llamas; dime mi nombre demanda el cable; te llamas cabello con el que
Anpu concluyó la obra de mi embalsamamiento;...dime mi nombre, demanda la vela;
te llamas Nut", etc.
vi-Simbolismo teriomorfo.
§ 128- Una característica particular de la religión egipcia aparece en el modo de
representación de la divinidad que adopta, a veces, formas animales, otras, formas
puramente humanas y también, finalmente, formas intermedias entre el animal y
el hombre. Así, por ejemplo, Anubis se representa como un chacal, Horus como un
halcón y Hathor como una vaca; o bien, en otros casos, sólo toman la cabeza del
animal que los simboliza, e incluso finalmente, pueden aparecer completamente
humanizados.
Puede haber diversas interpretaciones con respecto a estas representaciones, sea el
origen zoolátrico o totémico de esta religión o también su carácter grotesco y
supersticioso. Sin embargo, algunos autores han hecho notar que la figura animal
puede ser una representación apofática de la divinidad de acuerdo a la
terminología de la mística medieval, es decir, una representación negativa que
tiende a mostrar que en los dioses no hay en realidad nada humano, que están
inmersos en profundos misterios y, en todo caso, tienen energías y manifiestan
poderes que pueden asemejarse a los de algunos animales.
Recordemos que aún en la Biblia tenemos la representación de animales, por
ejemplo, los cuatro que rodean el trono de Dios 173
. Todo ello nos conduce otra vez
a los aspectos subjetivos y emocionales que subyacen comunmente en las
religiones.
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Porque un aspecto completamente olvidado para el moderno, y casi
incomprensible, es el hecho de que aparte del lenguaje informativo existe o ha
existido un lenguaje emocional e imaginativo que nada informa sobre la realidad y
solo sugiere estados de ánimo, sentimientos, asociaciones emocionales (cf. IV, iv, §
41).
vii-El cuerpo humano como residencia de un dios.
§ 129- Una curiosa creencia en relación a los dioses de la Mesopotamia, era aquélla
que los concebía como habitando el cuerpo de sus devotos a los que abandonaban y
dejaban a merced de los demonios, cuando habían sido ofendidos. Si alguien
enfermaba, se decía que su dios había salido de su cuerpo y así, entonces, había
quedado expuesto a los demonios a los que se atribuían todas las
enfermedades. Esta presencia de un dios en el cuerpo de un hombre revela la idea
de participación que caracteríza el simbolismo de muchas religiones. La presencia
de un dios no se entendía en ese caso como una simple metáfora, sino que
implicaba la vivencia de algo entitativo y real que era participado en la vida del
sujeto. Evidentemente, la atribución de la enfermedad a la acción de los demonios
que ocupan el lugar del dios, es un ejemplo de la superstición en que había caído la
religión mesopotámica. Lo que no impide que consideremos la emoción mística que
puede haber estado en el origen de esta creencia.
viii-Demonios y seres maléficos.
§ 130- La creencia supersticiosa en el poder de los demonios parece haber sino una
de las notas características de la religión mesopotámica. En efecto, para los
babilonios, el hombre estaba rodeado de una multitud de demonios que lo
acechaban constantemente: podían atacar diversas partes del cuerpo cuando lo
abandonaba su dios protector; podían atacar a los animales, producían epidemias,
etc. Pero también existían espectros de seres humanos que habían muerto
insatisfechos o frustrados y por eso se transformaban en demonios: la mujer
muerta sin haber conocido hombre, el hombre muerto sin descendencia, la mujer
muerta en el parto, el que moría de hambre, el que moría por violencia, o sin
sepultura, etc.
Estas ideas supersticiosas expresaban el terror pánico primitivo ante lo numinoso
en su aspecto negativo. Lo sagrado como temible y peligroso es una vivencia que
perdura en muchas religiones. Sin embargo, en el caso de los babilonios, esta
creencia parece degradada hasta los extremos máximos de la superstición (cf. XII,
ii, § 108).
La creencia en los demonios, común en casi todas las religiones, implica una
representación popular que personifica todas las formas del mal, la cual, cuando
no cae en la superstición, se compensa con la idea de lo numinoso como fuente de
bondad y protección. La exclusión de la confianza existencial y la aumentación del
aspecto temible de lo sagrado, es una de las notas que caracterizan las formas
degradadas de cualquier religión.
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B-Los mitos.
i-Mitos cosmogónicos.
§ 131- En Egipto se destacaron dos sistemas cosmogónicos: el de Heliópolis y el de
Hermópolis que parecen responder a tonalidades afectivas diferentes en relación a
la divinidad 174
. Mientras que en Heliópolis el sol ocupa el primer lugar como
origen de todo el universo y despierta sentimientos de veneración o alabanza; en
Hermópolis no tiene la misma relevancia porque aparece en último lugar generado
a partir de la ogdóada formada por cuatro parejas que aluden al misterio, lo
oscuro e inefable. Entonces, el sol no ocupa un lugar destacado sino que se insinúa
un sentimiento interrogativo de intriga, dirigido a lo absoluto e inconmensurable.
Aquí es Thot es el que ocupa el lugar central.
Si pasamos ahora a Mesopotamia nos encontraremos con una cosmogonía (y una
antropogonía) cuya importancia se hace manifiesta en el hecho de que el mito
entraba en la liturgia y en diversas actividades de la vida cotidiana. En general,
como en Egipto, los mitos mesopotámicos tienen gran fluidez, variando según los
lugares y las épocas. La cosmogonía adquirió su forma más completa (obviamente
sobre la base de una larga tradición que le precedió con distintas versiones) en el
poema de la creación o Enuma Elish 175
.
El poema al principio canta los tiempos en que "arriba, los cielos no estaban
nombrados; abajo, la tierra no tenía nombre", es decir, no existían; mientras que el
Apsu primordial, "procreador de los dioses, y Tiamat, que los parió" mezclaban sus
aguas (aguas dulces del Apsu y aguas amargas de Tiamat); "Ningún dios había
aparecido todavía, ni había recibido nombre ni destino".
El texto completo es una ingeniosa elaboración narrativa en la cual se sistematizan
los dioses preexistentes y se culmina con el triunfo del dios supremo Marduk
representante de la ciudad de Babilonia.
A la teogonía sigue una teomaquia. Marduk que representa al sol y su fuerza de
renovación, vence finalmente a Tiamat que encarna el mar primordial; cortará el
cadáver de la diosa muerta en dos partes, con una hará el cielo y con la otra, la
tierra.
Finalmente, Marduk matará también a Kingu, el esposo de la diosa, de cuya
sangre, el dios Ea creará al hombre "para que recaiga sobre él el servicio a los
dioses, para que ellos descansen" (tableta VI). La séptima tableta está consagrada
enteramente a exponer los 50 nombres de Marduk.
El sentimiento religioso de adoración, respeto y sumisión a Marduk es
obviamente el objetivo final del poema.
ii-Mitos salvíficos.
§ 132- El mito fundamental y más popular de Egipto era el de la leyenda de Osiris.
Este había sido un rey benigno y benefactor del pueblo que fue engañado por Seth
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al inducirlo a recostarse en un cofre en el que será encerrado y arrojado al mar.
Isis, su esposa, llorará su muerte e irá en su búsqueda hasta encontrar el cadáver
que luego resucitará. Este mito tendrá expresión en el culto por el cual los devotos
de Osiris esperaban alcanzar la inmortalidad en el paraíso.
En el caso de Mesopotamia, tenemos un mito afin con el de Osiris en la leyenda de
Tammuz, cuya muerte es llorada por la diosa Ishtar hasta lograr su resurreción,
tema que entra de lleno en el culto en la fiesta del año nuevo.
El árbol sagrado aparece en el culto de todos los pueblos de la Mesopotamia. Es el
emblema del dios de la fertilidad considerado como el espíritu del árbol. En las
lamentaciones se identificaba con Tammuz: "oh tu niño, señor-árbol-verdadero".
Pero también el árbol tenía un sentido cósmico, como el que separa y comunica el
cielo con la tierra.
El árbol cósmico reaparecerá en numerosos mitos como planta de la vida, incluso
lo hemos encontrado en indoamérica. A él se hace alusión en los textos sumerios
más antiguos. Pero también es reeplazado por otras representaciones equivalentes
como la del templo o zigurat.
Vemos cómo se asocian árbol cósmico, planta de la vida, montaña sagrada, templo
y zigurat, todo lo cual remite a la renovación de la vida humana y el deseo salvífico
de eternidad por la reunión de la tierra con el cielo.
El ansia de inmortalidad aparece además en otros mitos mesopotámicos, siendo el
más conocido el que encontramos en el Poema de Gilgamesh. Buscando el secreto
de la inmortalidad, después de grandes esfuerzos, Gilgamesh encuentra a Ut-
Napishtim, sobreviviente que logró alcanzarla después de haberse salvado del
diluvio en una barca, gracias al dios Ea. Vive aislado, en un jardín maravilloso
donde los árboles son de lapislázuli. Este Noé babilónico le revela el secreto de la
inmortalidad al indicarle el lugar en que encontrará la planta de la vida.
Gilgamesh encuentra efectivamente la planta, pero en el viaje de regreso, al
sumergirse en un lago para recuperar fuerzas y refrescarse, la descuida,
permitiendo que le sea arrebatada por la serpiente.
Hay sin duda cierto paralelismo con el relato bíblico. Allí también se pierde la
inmortalidad; pérdida vinculada a un vegetal, en este caso, un árbol, y la
intervención de la serpiente. Se mezcla la emocionalidad del árbol de la vida con la
decepción por la pérdida, mitologema que aparece en otras partes como edad de
oro perdida, krita yuga inicial, separación entre cielo y tierra, edad del sueño y de
los ancestros, pérdida del Tao, etc. (cf.. IX, ix § 91)
iii-Mitos escatológicos.
§ 133- La escatología egipcia aparece graficamente representada en los dibujos que
acompañan al Libro de los Muertos. Allí, en el centro, figura una balanza en uno de
cuyos platillos se ve un vaso (que significa el corazón del muerto), y en el otro, una
pluma de avestruz (emblema de Maat, diosa de la Verdad y la Justicia). A la
derecha, el dios Thot con cabeza de Ibis, escribe la sentencia y a la izquierda, el
dios Anubis, con cabeza de chacal, tiene al difunto por la mano y lo dirige hacia la
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balanza. El corazón, que representa las acciones del difunto, debe ser más liviano
que la pluma de Maat, para alcanzar la salvación.
En el Libro de los Muertos tenemos una compilación de himnos de alabanza a los
dioses, fórmulas de encantamiento y confesiones negativas destinadas a asegurar la
salvación del difunto. El carácter que reflejan estas confesiones, aunque no
constituían una enumeración de las verdaderas virtudes del muerto, manifiesta los
principios de una elevada moral y la firme creencia en la sobrevida en el más allá.
Otro mito escatológico es el del diluvio, ampliamente desarrollado en Babilonia y
que se relaciona con la concepción cíclica de reabsorción en las aguas del caos
original y renovación periódica del cosmos, concepción en la que están basados
todos los apocalipsis 176
.
Cap. XVI-
EL MAZDEISMO.
i- La divinidad.
§ 134- El mazdeísmo, religión de la antigua Persia, ocupa un lugar intermedio
entre el politeísmo de las religiones antiguas y el monoteísmo desarrollado
posteriormente. Allí se concretó por medio de la reforma de Zoroastro, una cierta
unidad siguiendo la tendencia que ya había aparecido en Egipto 177
. Según su
enseñanza Ahura Mazdah era un dios único al cual rodeaban ciertas hipóstasis
superiores. Zoroastro excluyó al dios Mitra, muy venerado por el pueblo y no
menciona en su doctrina a Anahita, equivalente Persa de la diosa Ishtar.
Es notable la aparición en su enseñanza de términos abstractos considerados al
modo de hipóstasis semipersonificadas (que se personificarán plenamente en el
desarrollo posterior de la religión). Los Amesha Spenta que secundaban a Ahura
Mazdah, no eran dioses; en principio expresaban los sentimientos conque debía
servirse a la divinidad, pero tenían a la vez un carácter semipersonal. El fiel debía
dirigirse a dios con la buena voluntad (Vohu Manah), ser inspirado por el deseo de
justicia (Asha Arta), de sabia moderación (Armaiti) y plena sumisión a la divinidad
(Sraosha). Debía encomendar su salud a Haurvatat y esperar la inmortalidad
custodiada por Amertat. Estas virtudes eran participadas por Zoroastro y entraban
en el alma del hombre piadoso.
Existía, además una enorme cantidad de seres intermedios llamados yazatas:
evitando el término dios (baga) y la palabra daiva de los idólatras, este término
significaba venerable. Designaba a los antiguos dioses que los sacerdotes
zoroastrianos no habían excluído del todo, sino reducido al rol de auxiliares de
Mazdah.
Encontramos aquí una marcada espiritualización de los conceptos religiosos,
muchos de ellos proporcionados por la tradición. Por otra parte, la exclusión de
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toda divinidad fuera del dios bueno, Ahura Mazdah, admitiendo a la vez una
enorme pléyade de seres subordinados, instauraba una forma de simbolismo
unitario y convergente.
Sin embargo, con el tiempo fue adquiriendo importancia el principio del mal
Ahariman opuesto a Ahura Mazdah y la religión iraniana terminó en el dualismo
de dos divinidades enfrentadas. Así se explica la insistencia del relato bíblico de la
creación que repite para cada una de las obras divinas “y vio Dios que era bueno”,
marcando su diferencia con el mazdeísmo.
ii-Carácter arquetípico de la historia humana.
§ 135- En la medida en que esta religión fue acentuando su dualismo, toda la
historia humana llegó a ser concebida como una lucha del dios bueno contra el
poder del mal o drug, que sería vencido definitivamente después del cataclismo del
fin del mundo.
Existía también una innumerable multitud de ángeles femeninos, llamadas
fravartis. Eran a la vez arquetipos celestes de los seres existentes y su ángel tutelar.
Eran "las que han elegido", es decir, las que habían elegido luchar para ayudar a
Ahura Mazdah en su combate contra el mal. Cada realidad buena, quedaba
duplicada en un arquetipo celeste; pero no tenían fravartis los seres que dependían
de Ahariman, el dios del mal.
El zoroastrismo venía a ser, entonces, un monoteísmo de tendencia dualista al que
se agregaba una escatología en la cual quedaba derrotado todo mal. La
acentuación del dualismo en la lucha del bien contra el mal confería valoración a
toda actividad humana y al desarrollo de la historia, en cuanto que en todo
acontecimiento, en toda opción moral, se participaba de la lucha entre los dos
principios. Cada hombre colaboraba en ello al practicar las virtudes expresadas
por los Amesha Spenta que se resumían en la tríada de los "buenos pensamientos,
buenas palabras y buenas acciones".
§ 136- La escatología del antiguo Irán desarrolló, en consecuencia, abundantes
relatos heroicos que dan cuenta, bajo distintos aspectos, de la lucha entre el bien y
el mal, lucha que anticipaba o preparaba la consumación final. El héroe por
excelencia de estos combates era Verethraghna.
Pero Zoroastro, el profeta reformador, también tenía su mitología. Según la
leyenda, heredó el Khvarnah y sus poderes maravillosos. Sin embargo, después de
sus luchas contra los idólatras fué muerto, dejando en el mundo tres gérmenes
guardados en un lago y custodiados por las fravartis. Cada mil años una virgen se
bañará en ese lago y fecundada por uno de esos gérmenes será la madre de un
saoshyant, profeta bienhechor. Finalmente, cuando nazca el último saoshyant, el
salvador por excelencia, será armado con el Khvarnah con el cual triunfará
definitivamente de todos los demonios en la batalla final.
Como en la mayoría de los pueblos antiguos, en Irán, el pecado, aún involuntario,
producía una suerte de mancha material que había que lavar con purificaciones.
Determinados contactos producían impureza como, por ejemplo, los de un
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cadáver. En el Zend Avesta, libro sagrado del Irán, se enuciaban las normas
rituales, las prescripciones legales sobre purezas e impurezas, las prohibiciones
alimenticias y deberes sociales, de modo semejante a las normas y mandamientos
que encontramos tanto en las leyes de Manú como en el Pentateuco o el Corán.
Cap. XVII
LO SAGRADO EN LA GRECIA ANTIGUA.
El sentimiento de lo sagrado en la Grecia antigua presenta múltiples matices, pero
siempre con las características particulares del genio griego que se diferencia
notablemente de toda otra espiritualidad.
i-La espiritualidad helénica.
§ 137- Una comprensión adecuada de la religión en la Grecia antigua debe partir
de las interesantes observaciones de Walter Otto en su libro Los dioses de Grecia 178
. Allí insiste en la marcada diferencia entre la espiritualidad helénica y la del
cristianismo, como consecuencia de lo cual los intérpretes suelen cometer errores
partiendo del prejuicio que toma la propia fe como modelo único de religión.
Pero el espíritu griego era muy distinto del que predomina en el pensamiento
bíblico, lo que se hace evidente si se lo compara con los poemas homéricos. En ellos
no aparece propiamente el milagro, sino el comportamiento natural del hombre
estimulado internamente por la divinidad que transforma sus fuerzas y
capacidades y se mantiene junto a él en toda circunstancia. Tampoco tenemos allí
la noción de pecado en sentido bíblico como transgresión de un mandamiento sino
la ibris como desafío a la divinidad. Acciones que el cristianismo considera como
claramente pecaminosas, por ejemplo, el adulterio de Helena, para el relato
homérico son más bien consecuencia de la intervención de la diosa Afrodita. En
cuanto a la magia, señala Otto que es una actitud prácticamente desconocida en
estos textos.
Otto se concentra especialmente en los poemas homéricos. Sin embargo, admite
que la distancia con respecto al cristianismo como modelo de religión disminuirá
posteriormente en las religiones de misterios y en el orfismo. De cualquier manera
insiste que la forma de concebir lo eterno fue para el griego enteramente distinta
de la del hebreo, el persa o el hindú.
§ 138- También observa Otto que para el griego antiguo las divinidades no son
algo enteramente externo como personalidades totalmente separadas del sujeto
creyente. En realidad para el hombre religioso, y no solo para el griego, se da
cierta interioridad en la vivencia de un dios. Esta identificación con la divinidad
caracteriza la esencia de su sentimiento; será precisamente su pérdida lo que el
monoteísmo calificará como idolatría. Entonces el dios ya no será algo vivido en
participación y se habrá transformado en un objeto, una cosa externa a la que se
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atribuyen poderes supersticiosos como a una cosa que se instrumenta a voluntad
(cf. XII, ii, § 104).
La tendencia originaria a diluir la diferencia entre los interno y lo externo se
observa en los textos helénicos más antiguos con respecto a la moralidad de las
acciones. No se habla de la voluntad sino del conocimiento o desconocimiento de la
virtud. Cuando alguien obra con justicia se dice que conoce lo justo, o también se
dice que conoce la amistad o el amor cuando obra en consecuencia. Este proceder
responde a una noción del conocimiento que no separa sujeto y objeto, de modo
que conocer es vivenciar interiormente la realidad. Quien actua en forma cariñosa,
noble o justa conoce lo cariñoso, noble o justo.
En realidad la vivencia de cualquier religión en su plenitud originaria no separa la
interno de lo externo. Siempre está presente algo interior como sentimiento de fe,
de devoción, unión, confianza o gratitud; temple de ánimo muy distante de la
simple adhesión a una creencia o la instrumentación de una representación externa
(estatua, pintura, fetiche o ídolo).
Entonces, para la creencia en los dioses en la etapa plena y original, el dios no era
un objeto o persona totalmente externa al sujeto. El dios implicaba la vivencia
misma: la vivencia de algo terrorífico, violento y furioso es Ares. El espiritu
inventor del saber justo y práctico es Atenea. La alegría y belleza del amor eso es
Afrodita 179
.
Pero los estudios de Otto sólo se centran en los dioses homéricos que, en realidad,
eran el resultado de la síntesis de dioses de períodos anteriores y a la vez se irán
transformando con el tiempo al perder la veneración y el respeto originarios.
Entonces, debemos hablar de lo que precedió a la concreción de estos dioses y lo
que les siguió en las nuevas formas que aparecieron en los tiempos post-homéricos.
ii- Los dioses prehoméricos.
§ 139- Porque antes de la religión homérica, existió una concepción de la divinidad
que Otto califica como telúrica en oposición a las divinidades del Olimpo, las
cuales “nada tenían que ver con la tierra, ni con los elementos ni con la muerte”.
Eran las divinidades de las religiones anteriores a la invasión de los griegos.
Con todo, en Grecia no se producirá una revolución religiosa de modo que las
divinidades pre-homéricas serán integradas, de alguna manera, con los dioses del
Olimpo. De hecho se las menciona en los mitos como divinidades derrotadas en la
lucha de Zeus contra los Titanes. Estarán representadas por Prometeo castigado
por su desafío al dios supremo y por las Erinias vengadoras de la sangre, vencidas
en su pleito con Orestes.
Además se menciona a estas últimas como hijas de la Noche y a las Moiras como
sus hermanas que deciden sobre el destino, vida y muerte de los humanos.
Tambien son mencionadas como divinidades preolímpicas Demeter, Perséfona y
Hades, Gea y Cronos.
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Son notas de estas divinidades el predominio de lo femenino; los temas de la
muerte y de la vida, la condición de fuerza oscura; pero también son divinidades
maternales que protegen al indigente, al necesitado o mendigo. El muerto no se
separa de la comunidad y recibe el culto propio de los ancestros (culto que
desaparece en Homero).
Los titanes fueron arrojados al tártaro por Zeus y sin embargo luego fueron
liberados. Cronos aparecerá como soberano de la isla de los bienaventurados y
como dios y rey de la edad de oro. A pesar de su antagonismo con los olímpicos, los
antiguos poderes serán reconocidos en su venerabilidad e integrados dentro de la
mitología homérica.
iii- Primeras formas de la mitología.
§ 140- En realidad la mitología que conocemos por los escritos de poetas y filósofos
está lejos de lo que puede haber sido la mitología originaria, puesto que aquella es
el resultado de un largo proceso de elaboración en que se fueron conformando
distintas divinidades.
Asi entonces, Kerenyi, nos habla de una mitología original donde las diferencias
entre dioses y funciones de la divinidad se confunden unas con otras y no tienen el
lineamiento claro y distinto de las versiones posteriores 180
.
Porque los dioses son portadores de una vivencia arquetípica (y no lógica) que se
presenta primeramente en forma indeterminada y confusa y luego, con el tiempo
puede abrirse en una diversidad de atributos.
Esto es lo que se debe decir del aspecto femenino de la divinidad que se expresa
simplemente con el nombre de "Koré", la doncella. Así son una "Koré" Palas
Atenea y Artemisa identificadas primitivamente con Perséfona hija de Demeter.
Pero, además, Koré y su madre constituyen una figura doble que es la mitad de
otra doble figura, la de Koré y su esposo, Dionisos 181
.
Entonces, los dioses griegos no siempre tuvieron el perfil claramente diferenciado
que encontramos en la obra de Homero porque las primeras divinidades son
figuras nebulosas y vagas. Y esto se debe sin duda a que predomina la captación
emocional sobre la expresión conceptual. Se puede decir que se trata de una
vivencia confusa en lo conceptual pero firme y precisa en lo emocional.
Así también Zeus, Apolo, Dionisos, Hermes, Esculapio, Heracles, todos pueden ser
considerados como desarrollos de un niño original mitológico.
iv-Apolo y la mitologia.
§ 141- De acuerdo a lo que afirmaba Kerenyi hay que considerar que el Apolo
originario fue una vivencia conceptualmente confusa que luego se desarrolló como
el capullo que se va abriendo con el tiempo. Entonces, los atributos del dios lejos de
ser simples acomodaciones arbitrarias deben ser entendidos como reales
contenidos implícitos en la vivencia original.
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Según Walter Otto, Apolo es el dios más importante de la mitología griega después
de Zeus. Se caracteriza por la santidad y la pureza resumidos en el apodo de Febo
que significa lo puro. Como deidad tiene algo de misterioso, inaccesible y
distanciado (a diferencia de Atenea siempre próxima y comprometida con los
problemas humanos).
El mito relata los viajes de Apolo que al comenzar el invierno abandona Delfos, se
va al país de los hiperbóreos y vuelve en la primavera en un carro arrastrado por
cisnes. En aquel país no existe el dolor ni la enfermedad; es un lugar sagrado y
perfecto.
Apolo será considerado como dios de la sabiduría; sus símbolos serán el arco y la
lira y también se le atribuirá la profecía. Las virtudes que lo caracterizan serán la
mesura, la prudencia y el orden, las virtudes apolíneas. Es protector de la pureza y
maestro de las purificaciones. Conócete a ti mismo es su lema délfico: conoce que
eres hombre y no dios.
El símbolo de la lira se relaciona con el canto, la música y las musas. El del arco se
relaciona con la flecha que da en el blanco y que los griegos llegaron a identificar
con el conocimiento de la verdad.
Ya en la antigüedad, se distinguía entre los atributos fundamentales de un dios y
los agregados folklóricos. Es el caso de Plutarco, sacerdote de Delfos en el siglo
primero, quien consideraba como aberrantes ciertos relatos sobre el dios Apolo,
por ejemplo, la lucha con la serpiente, la necesidad de purificación por haberle
dado muerte, los trabajos de servidumbre, etc. Todo lo que rebaja al dios es el
invento de gente irreverente o son burlas e ironía de los epicúreos 182
. Plutarco
intentaba rescatar la devoción a Apolo en su esencia religiosa.
v-Orfismo, pitagorismo y culto de Eleusis.
El orfismo y el pitagorismo, así como los misterios de Eleusis, expresarán otro
enfoque de la divinidad distinta de la mentalidad homérica. La diferencia
fundamental estará centrada en el sentimiento con respecto al más allá. Mientras
en Homero, los difuntos llevan en el Hades una existencia indeseable, aletargados
en un estado deficiente; la antigua creencia en la inmortalidad reaparecerá en la
época posthomérica, especialmente con los órficos, los pitagóricos y los cultos de
Eleusis.
a-El orfismo.
§ 142-El orfismo se desarrollará como una espiritualidad centrada en el mito de
Dionisos pero integrando a la vez la tradición apolínea 183
. Dionisos es sin duda el
opuesto diametral de Apolo. Es el representante de la embriagues mística, del
sueño extático y la desmesura. Según Otto arrastraba consigo el eterno femenino
de la esfera telúrica. Su espíritu se alimenta con la bebida que se llamó sangre de la
tierra; sensualidad primitiva, delirio, disolución de la conciencia, amor y frenesí
salvaje son las notas que definen su espiritualidad. Sin embargo, una parte
importante de la religión dionisíaca era la creencia en otra vida más elevada y
espiritual integrando aspectos de la tradición apolínea.
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Entonces, la nueva espiritualidad unirá el éxtasis dionisíaco con el ascetismo
proveniente de Apolo. Su sentido se centrará en el mito según el cual los Titanes
habían devorado al niño-dios Dionisos y Zeus irritado, los redujo con su rayo a
cenizas, en las cuales permanecía lo dionisíaco. El hombre será creado de estas
cenizas de modo que partícipará de ambos principios presentes en ellas, el titánico
del mal y el dionisíaco del bien 184
.
Por su parte el dios resucitará. En consecuencia, en el orfismo todo gira en torno al
binomio muerte-resurrección. Porque asi como renace el dios, cuyo corazón es
salvado por Atenea, así también puede renacer el iniciado partícipe de los
misterios de Orfeo. El simbolismo de este mito fue el fundamento de la moral y la
religión órfica. En consecuencia, su objetivo era el de la purificación interior por
medio de una vida ascética, para hacer triunfar en los hombres, nacidos de las
cenizas de los Titanes, el elemento divino que les venía de Dionisos Zagreus y
alcanzar de este modo una inmortalidad feliz.
b- El pitagorismo.
§ 143- El pitagorismo fue una corriente de pensamiento que unía religión y
filosofía a la vez que reglaba el comportamiento humano con una serie de
prescripciones morales y ceremonias rituales 185
.
Como religión nos pone en presencia del gran interrogante con respecto a la
importancia del número y de la figura geométrica. ¿Qué sentido tenía para ellos la
particular veneración de estos entes abstractos, descarnados y ajenos a todo lo
concreto?
En IV, iii, b § 38 hemos analizado el sentido místico del número para las religiones
de la antigüedad. Los pitagóricos representan un caso particular de esta tendencia.
Sabemos que tomaron del orfismo una parte de sus creencias, por ejemplo la fe en
la inmortalidad del alma, pero no la devoción a Dionisos. Sabemos que veneraban
la Tetraktis (o tetragrama) como símbolo sagrado, según se desprende de los Versos
de Oro comentados por Hierocles 186
o de la fórmula del juramento trasmitida por
Jámblico. La representaban en forma de un triángulo formado por 10 puntos
distribuidos de acuerdo a la serie numérica (1,2,3,4) de arriba abajo. Pero qué
significaba este tetragrama ¿Porqué tenía un carácter sagrado?
Debía haber razones profundas para venerar esta serie numeral. Según Ghyka 187
estas razones se relacionan con el hecho de que los pitagóricos consideraban que la
Tetraktis participaba de las cualidades de la armonía musical puesto que la
relación de 4 a 2 o de 2 a 1 representaba la octava, la de 3 a 2 la quinta, la de 4 a 3,
la cuarta. La armonía musical, a su vez, era para ellos símbolo de la armonía del
universo en su totalidad. En otras palabras, armonía musical y armonía del
universo expresaban la perfección y plenitud de lo divino y por eso eran objeto de
veneración.
Pero los pitagóricos conferían, además, especial valoración a todos los números. Si
bien tenían carácter instrumental en la vida práctica, para ellos también sugerían
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100
otra cosa. En otras palabras: unían a su carácter indicativo un elemento evocativo 188
.
§- 144- Siendo los números expresión de la armonía, entonces, generalizando, se
podía pensar que toda percepción estética responde secretamente a una relación
entre números. De ahí su interés por las series numéricas, puesto que en ellas sus
componentes guardan entre sí una determinada relación que se mantiene
constante.
La afirmación de que todo es número, atribuida a los pitagóricos, tenía entonces,
un sentido muy distinto al que hoy le damos. Hoy la ciencia está constituida por
fórmulas numéricas y parece pitagórica. Pero, en realidad, el sentido pitagórico es
muy distinto. Se relaciona con los ritmos y armonías directamente observables en
la naturaleza y no con las relaciones matemáticas descubiertas por la microfísica.
Una planta tiene una multiplicidad de flores, pero todas ellas corresponden a la
misma ley numérica en sus pétalos o en sus estambres, según su especie. He aquí
un ejemplo muy simple de ritmo visible en las especies vegetales. Otro ejemplo
sería el de las hojas de un vegetal que responden también a un ritmo, pero mucho
más complejo en cuanto diseño semejante para todas las hojas de la misma especie.
En realidad, todo organismo viviente está enteramente constituido por leyes
numéricas, algunas más simples (ojos, manos, dedos, etc.) otras más complejas
(figura, proporción entre miembros, simetría) otras temporales (respiración,
sueño, vigilia, ritmo cardíaco, etc.). El supuesto básico era que todo ritmo era el
reflejo del alma universal que rige la naturaleza, lo que quedaba expresado en la
obra de Platón donde el orden matemático constituía un mundo intermedio entre
la fisis y el nous (entre el mundo sensible y el mundo inteligible) reflejando lo de
arriba, lo divino y representando lo de abajo, lo terreno.
Entonces, existía un puente que asociaba el carácter intelectual del número con la
dirección afectiva del orden, el ritmo y el placer estético. La cantidad que para
nosotros, modernamente, es una expresión fría y racional, resultaba ser algo
revestido de sentimientos estéticos y dotado de valoraciones emocionales.
Obviamente se trataba del ritmo de la naturaleza, ritmo orgánico y no mecánico 189
.
c-Los misterios de Eleusis.
§ 145- El simbolismo fundamental de estos misterios se expresaba en el mito de
Koré o Perséfona, hija de Demeter que, raptada por Hades, debía pasar una parte
del año en el mundo de los muertos para volver luego a su madre. Este mito
salvífico se ritualizaba en el culto por la participación en los misterios donde el
iniciado se identifica con la semilla que después de muerta ha de resucitar.
Tenemos aqui un cierto paralelismo con los cultos de Tammuz en Babilonia, de
Osiris en Egipto y de Dionisos entre los órficos (y en alguna medida, también con
la doctrina del Sahosyant, el salvador del zoroastrismo). Todos ellos centrados en
el simbolismo de muerte y resurrección (cf. IX, viii § 87) .
¿Qué recibían los que participaban en los misterios? Según los testimonios de
Sinesio, Pselo y Plutarco, no se trataba de una enseñanza en sentido conceptual,
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101
sino de una experiencia personal que implicaba un conocimiento inmediato o
directo del Nous (del espíritu) 190
. Obviamente, como experiencia vivida en la
intimidad, era intrasmisible.
Para Plutarco, se trataba de una experiencia similar a la de la muerte: después de
pasar por la angustia y la oscuridad se participaba de una vivencia luminosa, tal
como la del cielo o la vida eterna.
El orfismo y los misterios de Eleusis que estaban en principio reservados a muy
pocos (los que se consideraban como calificados para recibirlos), se abrieron cada
vez más a todo el pueblo, pues incluso los esclavos llegaron a ser admitidos. Esta
amplitud, se vio jaqueada por el peligro de la deformación, la interpretación
equivocada y la decadencia supersticiosa con respecto a lo que, sin duda, en su
origen, tenía un sentido estrictamente sagrado. Esto explica las críticas de los que
no vieron nada valorable en los cultos de misterio.
vi-Las musas.
§ 146- Un buen ejemplo de las características peculiares de la religiosidad de los
griegos se manifiesta en la concepción de las musas. Se dice que son hijas de Zeus y
de Mnemosyné y, en principio, simbolizan las alabanzas que ha de recibir el dios
en memoria de su victoria sobre los Titanes 191
.
Pero el hecho de que la madre de las musas, sea Mnemosyné, la memoria, tiene su
sentido. Si en su aspecto superficial parece indicar simplemente la función
conmemotativa de las glorias de Zeus en su lucha con los titanes, su significado
más profundo alude a la sabiduría secreta e íntima que trasmiten los vates, poetas
o profetas inspirados. Es el saber de los orígenes, de la cosmogonía, del sentido
íntimo de las cosas contenido en las historias de los dioses, en los mitos originarios
y paradigmáticos que revelan la esencia del Ser 192
.
Entonces el hecho de la memoria divinizada como madre de las musas, nos
muestra la existencia de un sentido de la verdad anterior a la verdad de los
filósofos. En efecto, M. Detienne, nos muestra la existencia de una Verdad poética
y religiosa contenida en la etimología de la palabra verdad, o sea Alétheia cuyo
significado puede traducirse como “no olvido”. Entonces la verdad que trasmiten
las musas es sinónimo de no olvido y por eso son hijas de Mnemosyné que en el
fondo es el "no olvido" con respecto a la divinidad. Cuando el poeta pronuncia su
palabra lo hace por la Alétheia, por el no olvido y en su nombre; su palabra es la
Verdad en sentido místico y metafísico 193
.
De ahí que la clasificación de las musas en nueve diosas en una etapa posterior y su
relación con el arte y la ciencia, no está desligada de su valor primitivo como
expresión del sentido mistico y religioso de la verdad 194
.
vii-La religión de los filosofos.
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102
§ 147- En el caso de Grecia antigua las variantes en la percepción de lo sagrado,
deben completarse con una mención del pensamiento de los filósofos. Si bien se
suele esquematizar la aparición de la filosofía contraponiendo logos y mito, en
realidad esta oposición solo fue parcial y relativa, de modo que en la mayoría de
los pensadores de este período se pueden descubrir los vestigios de la antigua
religión. Entonces, desde los presocráticos hasta Aristóteles y los neoplatónicos, en
todos encontramos alguna forma de expresión religiosa, por lo que se puede decir
que toda la filosofía de la Grecia antigua estaba impregnada de supuestos
religiosos manifestados en términos metafísicos.
La razón descubierta por los filósofos, estuvo siempre aureoleada por cierta
emocionalidad mística, como bien señalaba Bergson (cf. II, iii, § 13). Lo que, por su
parte, confirma Aristóteles cuando dice que la metafísica no es más que una
traducción de la antigua mitología en términos abstractos y que el conocimiento de
la divinidad a la que llegan sus argumentos es como un “tocar” con el
entendimiento, es decir, intuir directamente lo que se presenta como Dios. Bien
lejos está esta razón de aquella que se desarrollará más tarde en la escuela
moderna del racionalismo 195
.
Cap. XVIII
ALGUNAS NOTAS DE LA RELIGION EN LA INDIA
ANTIGUA.
§ 148- La religión de la India se caracteriza por una enorme variedad y
multiplicidad de expresiones desarrolladas en distintas etapas de la historia,
abarcando todas las posibilidades devocionales desde las más simples y primitivas
hasta las más complejas y refinadas, desde las formaciones mitológicas abundantes
en imágenes figurativas hasta las elaboraciones filosóficas más abstractas y
enigmáticas.
Es imposible describir todas las modalidades vivenciales de veneración,
admiración, emocionalidad y respeto que se esconde en estas creaciones religiosas,
de modo que necesariamente nos restringiremos a unas pocas manifestaciones .
i-Los purana.
§ 149- Comenzaremos con algunas observaciones sobre los Purana, textos plagados
de relatos mitológicos en los cuales encontramos las formas más comunes de la
piedad popular.
El Vishnu Purana nos servirá de ejemplo. Después del relato de la creación del
mundo, del ordenamiento del tiempo y la aparición de la diosa Lakshmi (esposa de
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103
Vishnú) encontramos la historia de Dhruva, ejemplo de devoción popular que
se corona con una etiología astronómica 196
.
Dhruva es el niño hijo de un rey que lo rechaza y desprecia, mientras dedica toda
sus preferencias a su hermano. Dhruva sufre por estas circunstancias y recurre a
su madre quien le recuerda que los sufrimientos de esta vida son consecuencia de
las malas acciones en una vida pasada; por lo tanto debe resignarse y vivir
virtuosamente para merecer una existencia feliz. Dhruva acepta los consejos de su
madre, se retira al bosque, se une a los sabios que moran allí y les dice que no
desea reinos ni riquezas, pero quiere llegar a un lugar al que nadie haya jamás
llegado. Los sabios le aconsejan orar a Vishnú y le enseñan el mantra que debe
usar en su oración.
Dhruva se consagra a la oración y lo hace con tanta intensidad que conmueve a los
mismos dioses. Distintos obstáculos, demonios, fieras y divinidades intentan
perturbarlo pero nada logran. Piensa sólo en Vishnú y su mente no se aparta del
dios. Los dioses se alarman pues creen que Dhruva con su poder va a destronarlos
y recurren a Vishnú para que detenga la oración del que consideran como rival.
Vishnú desoye a los dioses, se aparece a Dhruva y le concede un deseo.
Dhruva responde que su deseo es el privilegio de sentirse eternamente en la
presencia del dios. Vishnú insiste y entonces Dhruva expone su deseo de ocupar
aquel lugar que está por encima de todo el mundo.
Entonces el dios decide colocarlo en medio del cielo en el lugar alrededor del cual
giran todas las estrellas, es decir, la estrella polar.
Partiendo de la creencia popular en la ley del karma, la devoción a Vishnú como
objeto de meditación y sus poderes extraordinarios, constituyen el centro de esta
forma de religión.
Una historia semejante es la de Prahlada. Un joven que al regresar de sus estudios
le cuenta a su padre que ha aprendido la devoción a Vishnú. El padre se enfurece y
trata por todos los medios que abandone esa devoción: amenazas, torturas hasta la
muerte de la cual el joven sale ileso, nada lo aparta de su fidelidad al dios.
En un momento del conflicto y de los intentos para apartarlo del dios, su padre le
pregunta si el maestro le ha ensañado cómo defenderse de sus enemigos: la
respuesta del joven es; ¿De qué enemigos me hablas? Vishnú está en mi, Vishnú
está en mis amigos y está en todo lugar, ¿cómo puede haber allí enemigos? Yo veo
amigos en todas partes, todo está lleno del mismo Vishnú. A la larga Prahlada se
olvida de sí mismo, tiene su mente fija en Vishnú y llega a volverse enteramente
semejante al dios.
§ 150- Tenemos aquí una idea de la vivencia religiosa para la etapa y el medio
cultural de este Purana (s.IV d.C). Fundamentalmente la devoción al dios y la
perseverancia en en la meditación. Pero junto a estas expresiones de carácter
mísitico, llama la atención la sistematización y ordenamiento hasta el detalle
mínimo de genealogías, regiones espaciales, ciclos temporales, dioses y personajes
de cada ciclo. El ordenamiento de los cuatro yugas, los catorce manvántaras (con
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104
cuantro yugas cada uno) y los kalpas (formados por 14 manvántaras) supone una
sistematización que se abre a un futuro muy lejano y predice para ese futuro los
dioses, libros sagrados y personajes correspondientes para cada etapa. Es
sorprendente la afirmación de que los libros sagrados propios de cada manvántara
se destruyen al final del mismo para ser reescritos en el manvántarara siguiente.
Los vedas destruidos son reescritos como nuevos vedas.
Se trata, según podemos suponer, de una sistematización de contenidos que han
cristalizado después de una larga tradición y que tienen obviamente un carácter
simbólico. ¿Qué podía sentir el creyente común frente a estos ordenamientos?
Es difícil encontrar una explicación enteramente satisfactoria. Posiblemente, una
cierta admiración por los sabios (los rishis) que trasmitieron esos supuestos
conocimientos que para el fiel no admitían ninguna duda. En consecuencia, se
reafirmaban los sentimienos de confianza y seguridad con respecto a las verdades
religiosas que se trasmitían.
Se trataba obviamente de geografía e historia sagrada, la cual debe ser entendida
como enteramente simbólica sin relación necesaria con el mundo de la facticidad
empírica (cf. III, ii, e, § 30, sobre el sentimiento del espacio y del tiempo); (cf. X, iii,
§ 97, sobre la historia sagrada).
ii-Las leyes de Manú.
§ 151- Este código que recopila las normas rituales, las prescripciones legales
sobre purezas e impurezas, las prohibiciones alimenticias y deberes sociales, se
parece bajo este aspecto a las normas y mandamientos que encontramos tanto en el
Pentateuco, el Avesta o el Corán .
Sin embargo, se distingue por las normas del Libro VI que describen las cuatro
etapas obligatorias en la vida de un brahmán, normas sorprendentes y únicas en la
historia de las religiones 197
.
El brahmán, después de la vida de novicio como estudiante de los Veda, en la
segunda etapa como padre de familia, está obligado al sacrificio diario del fuego y
otros múltiples cuidados rituales. Pero en la tercera y cuarta etapa su vida cambia
totalmente. Llegado a cierta edad cuando ya es abuelo, el brahmán debe comenzar
su vida de anacoreta en el bosque. Dejando todos sus bienes, toda su hacienda,
habitará en el bosque acompañado con su mujer si ella lo quiere o totalmente solo,
en perfecto dominio de sus pasiones, dedicado al sacrificio del fuego, a la lectura
del Veda y los baños purificatorios; su alimentación ha de ser frugal como la de los
monjes, absteniéndose de carne y de bebidas espirituosas.
Terminada esta tercera edad ha de comenzar la vida de asceta mendicante. Ahora
se convierte en peregrino: puede entrar en un poblado a pedir comida, resignado a
todo, firme en su propósito, pensando solo en la esencia divina. No intentará nunca
procurarse el sustento por medio de prodigios, astrología, quiromancia,
interpretación de la escritura, etc. Es difícil saber hasta qué punto llegaron a
cumplirse estas prescripciones. Lo cierto es que atestiguan un ideal de vida poco
común.
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105
iii-Los Upanishad.
§ 152- Nos concentraremos en algunos textos de los Upanishad, libros sagrados de
enorme riqueza y que constituyen la expresión más elevada de la religión Hindú.
En ellos encontramos la reflexión de una minoría de sabios y místicos que se
distancian en cierta medida de las formas populares de la religión sin anularla o
desmentirla.
En los Upanishad lo divino se representa como un todo unitario que envuelve el
mundo entero; es el Brahman impersonal, incalificado, absolutamente inefable, en
sí mismo inmanifestado, pero que se manifiesta en la experiencia religiosa como
Ishvara o como las divinidades contenidas en una simbología cósmica que todo lo
abarca. El conocimiento contemplativo en la meditación será el vehículo de la
realización mística en la unidad con lo divino.
El ideal de la inmortalidad, se va delineando en estos textos por el descubrimiento
del Atman distinto del cuerpo y por el concepto de su unión con el espíritu
universal o Paraatman. De allí se derivan las especulaciones que correlacionan y
establecen correspondencias entre macro y microcosmos.
El Brahmán, la deidad incalificada y absoluta no es esto, no es lo otro, su
descripción implica una serie indefinida de negaciones, expresiones metafóricas
que insinúan su condición totalmente otra de todo lo humanamente concebible. De
modo que en los Upanishad se da un juego conjugado entre una concepción
impersonal o al menos apersonal de la divinidad y un concepto claramente deísta y
personal, el de Ishvara como su manifestación 198
.
Se insiste siempre en la importancia fundamental de los ritos, tal como se
presentan en los brahamanas, pero también se afirma que el conocimiento como
acto puede ser considerado como un sacrificio del entendimiento que reemplaza y
equivale al sacrificio de la religión popular. “ El sacrificio del conocimiento es
superior a todo sacrificio material; el conocimiento es lo más elevado que se puede
ofrecer ” 199
.
iv-Identificaciones simbólicas.
§ 153- Una de las características de los textos de los Upanishad, es el de las
identificaciones entre elementos cósmicos, realidades morales y aspectos rituales.
Tomemos un ejemplo del Brihadaranyaka Upanishad. Aquí la palabra, la mente, y
el aliento, se identifican con las tres partes del cosmos:
"Estos son los tres mundos: la tierra es la palabra, el firmamento es la mente y el
cielo es la respiración". A lo que se agrega: "el Rig-veda es la palabra, el Yajur-veda
la mente y el Sama-veda el aliento"; después, siguiendo el mismo ritmo de tres
componentes se identifica la palabra, la mente y el aliento con los dioses, los
antepasados, los hombres; con el padre, la madre y el hijo, etc 200
.
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¿Cómo entender estas identificaciones? ¿Cuál es su fundamento? Sin el
presupuesto del sentimiento participativo no es posible ninguna explicación 201
.
Este sentimiento es el que enlaza tres contenidos vivenciales: la tierra, el
firmamento y el cielo con la palabra, la mente y el aliento y los pone en
correspondencia con los dioses, los antepasados y los hombres, etc. Lo que el texto
insinúa es la identificación y participación entre los componentes del macrocosmos
(tierra, firmamento y cielo), los integrantes del microcosmos (palabra, mente y
aliento), los textos sagrados, el mundo de la divinidad y el de la familia humana.
Sentimiento de participación que corresponde con el estado místico común a
muchas religiones.
Pero además, el texto termina insinuando la relación metafísica entre
lo conocido, lo que está por conocer y lo que está más allá de todo conocimiento.
"Lo conocido tiene la forma del habla..." "Lo que está por conocer tiene la forma de
la mente..." "Lo desconocido tiene la forma del aliento...". De modo que el
pensamiento se abre al misterio de lo desconocido, inefable o irrepresentable.
Notable síntesis característica de los Upanishad: junto a las figuras sensibles
propias de la mitología, los conceptos mistéricos de la metafísica. Junto a lo
conocido (las cosas que nombra la palabra) y lo que está por conocer (lo que puede
ser pensado) hay algo desconocido (el espíritu invisible que todo lo anima).
El que ha alcanzado la actitud mental que ve todo desde la perspectiva del espíritu,
percibe en todo el universo una maravillosa participación, identidad o unidad. Esta
unidad es la de lo numinoso o lo sagrado vivenciado en la totalidad de lo existente.
Otra nota característica de los Upanishad se manifiesta en las conexiones o
correlaciones que a veces toman el lugar de las identificaciones. Consideremos un
ejemplo del Chandogya Upanishad:
"Prajapati meditó sobre los mundos. Extraía sus esencias a medida que meditaba: de
la tierra, el fuego; de la atmósfera, el viento; del cielo, el sol. Meditó sobre estas tres
divinidades. Extraía sus esencias a medida que meditaba: del fuego, los versos; del
viento, las fórmulas del sacrificio; del sol, los cantos" 202
. .
Aquí tenemos el sentimiento de participación enfocado desde otra
perspectiva. Las realidades cósmicas se conectan con aspectos rituales. Así
entonces, los versos están dentro del fuego que está en la tierra, las fórmulas
sacrificiales están dentro del viento que está en la atmósfera y los cantos están en el
sol que está en el cielo. Sabemos que la tierra, la atmósfera y el cielo constituyen los
tres mundos en la concepción cosmológica del hinduismo; pero las participaciones
entre los actos rituales y la totalidad cósmica manifiestan el sentimiento de lo
sagrado integrado en todo el universo.
Surge del mismo texto que estas imágenes tienen un carácter simbólico y que
responden a la profundidad del misterio. Así, un poco más adelante se nos habla de
una
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"enseñanza por la que lo que no es oído es oído, lo no pensado es pensado, lo no
discernido es discernido". Es decir que hay en la enseñanza algo que está más allá
de lo que se oye, piensa o discierne, algo inefable que todo lo supera 203
.
Las conexiones simbólicas alcanzan su máxima expresión cuando en el
Brihadaranyaka Upanishad se dice que el fuego se hizo lenguaje y penetró en la
boca del hombre; el sol se hizo vista y penetró en los ojos; de modo semejante todos
los dioses se convirtieron en funciones orgánicas. El fuego, el sol y los elementos
son dioses externos que se hicieron internos en el hombre, de modo que la
correlación entre los sentidos y los objetos se entienden como formas polarizadas
de una misma divinidad 204
. Algo semejante habíamos visto en Grecia (cf. XVII, i §
138).
v-Teología negativa en los Upanishad.
§ 154- Son muy frecuentes en los Upanishad los símbolos característicos de la
mística, donde el sentimiento de unión con la divinidad recurre a toda clase de
metáforas, comparaciones, alusiones, culminando en lo que se ha llamado teología
negativa. (cf. IV, viii § 45). Citemos un texto en el cual el mantra sagrado Om, en
su sentido místico, se diluye en la No palabra:
"Dos objetos de meditación deben ser alcanzados, la palabra y la no-palabra.
Mediante la palabra la no-palabra es revelada. Ahora bien, existe la palabra Om.
Yendo con ella hacia arriba, hacia donde toda palabra y todo significado cesa, el
meditador llega a la absorción en la no-palabra (Brahma). Este es el camino
inmortal, ésta es la unión y ésta es la dicha" 205
.
En este ejemplo aparece con claridad la relación mística entre el orden discursivo
de la palabra (y de la razón) y el orden de la experiencia inefable que está por
encima y sólo se refleja parcialmente en el discurso.
La experiencia mística es entendida, entonces, como opuesta y complementaria del
pensamiento conceptual. Por eso, el Upanishad distingue entre el conocimiento
imperfecto y el conocimiento perfecto.
"Aquel que conoce a la vez ambos: el conocimiento imperfecto (sacrificios, etc.) y el
perfecto (el del Ser) cruza la muerte por medio del primero y obtiene la inmortalidad
por medio del segundo " 206
.
No basta el conocimiento elemental y exterior de mitos y ritos. El conocimiento
profundo no los excluye, pero se apoya en ellos para alcanzar el nivel interior. Es
interesante observar el paralelismo de este texto con la distinción de San Pablo
entre los cristianos que todavía tienen un conocimiento elemental y son como niños
que sólo digieren la leche, y aquéllos que ya pueden recibir alimento sólido (I Cor.
3, 1-3). Para la mística, la elevación de la mente hacia lo absoluto, no implica la
negación de toda representación sea en el dogma, el rito o la narración mítica, sino
la plenificación o consumación a la que se dirige todo símbolismo sea figural o
conceptual. Para el místico los símbolos son peldaños en el camino de ascenso hacia
lo espiritual.
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vi-La via del conocimiento.
§ 155- La insistencia del hinduismo en la importancia del conocer ha llevado a
contraponer la metafísica de la India a la religión judeo-cristiana basada en el
amor. Pero si se analizan con atención los textos hindúes salta a la vista que allí el
conocer no alude a un conocimiento abstracto que se reduce a conceptos. Por el
contrario, se trata de un conocer por identificación mística, intuitivo y no
verbalizable 207
.
Porque, surge de los textos que la palabra "conocer" para el pensar del hinduismo
supone una transformación interior; en otras palabras supone identificación o
empatía entre sujeto y objeto. Podemos comprender, desde este enfoque que el
janamarga, la via del conocimiento, implica algo muy distinto del conocer
objetivante, ya que implica un conocimiento por identificación afectiva.
Concepción que puede ser comparada con el conocimiento de Cristo o de la gnosis
en el Nuevo Testamento 208
.
Entonces, el conocimiento no está muy distante de la unión de amor. En otras
palabras, aquí amor y conocimiento se complementan mutuamente porque no se
puede conocer sin amar o amar sin conocer.
Citemos un texto del Kena Upanishad:
“Aquel es conocido por el que cree no poder conocerlo, quien cree conocerlo, en
verdad, no lo conoce. Aquel no puede ser comprendido por quienes pretenden
comprenderlo” 209
,
Porque los que toman lo absoluto como objeto de conocimiento informativo, como
ocurre con un simple dato del mundo exterior, en realidad no lo conocen. Sólo es
comprendido por quienes intuyen que lo absoluto no puede convertirse jamás en
objeto.
§ 156- El Brihadaranyaka Upanishad describe este conocimiento en términos que
coinciden con las descripciones que encontramos en otras partes del mundo. Con
respecto al que ha alcanzado ese estado, dice: “Allí sin ver, ve, pues la verdadera
visión es imperecedera, inseparable del poder que ve. Allí no hay segundo alguno,
pues la persona está completamente sumergida en lo que ve. Allí sin oler huele,… Allí
sin gustar, gusta… Allí sin hablar, habla… Allí, sin oir,oye … Allí sin pensar, piensa,
… Allí sin tocar, toca …. Allí sin conocer, conoce,….” “Esta es la meta suprema, el
logro más alto, el mundo más elevado, la dicha suprema. Todas las creaturas viven
una pequeña porción de esa dicha” 210
.
En este nivel de la mística el sujeto está completamente sumergido en el Espíritu
del universo de modo que ya no se siente a sí mismo, ya no es él el que ve, oye o
siente. Son notables las semejanzas con la unión mística que se describe en el
Evangelio de Juan y en números textos de S. Pablo, por ejemplo, cuando dice
“vivo yo mas no yo sino Cristo vive en mí” (Cf. S. Pablo, Gal. 2, 20; Rom. 8, 9-11; I
Cor. 6, 19-20; Juan, 15, 4-6).
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Por último, como vemos, los textos de los Upanishad, se expresan en un estilo
generalmente enigmático lo que encuentra su justificación en la idea de que "los
dioses aman lo misterioso y aborrecen lo evidente" .
vii- Las emociones y su esencia.
§ 157- La importancia del “conocimiento” en el pensamiento de la India no impidió
la elaboración de una amplia teoría sobre la emoción.
La emoción es allí definida en relación analógica con el movimiento circular del
cosmos, el ritmo de las represntaciones rituales y el latido del corazón. Porque el
movimiento circular del universo, concebido como repetición o ritmo, se verifica en
el nivel humano como latido del corazón, siendo a su vez el latido la manifestación
material de toda emoción. Esta es la energía que todo lo llena conforme al orden y
la ley de armonía universal 211
.
Entonces vamos descendiendo por medio de analogías: el ritmo del universo se
refleja en el ritmo de los rituales, todo lo cual se refleja en el ritmo emocional de
los latidos del corazón. Según este pensamiento, cuando nos emocionamos nos
penetra la energía vital del universo que es esencialmente rítmica, lo cual adquiere
particular intensidad en los rituales de la religión.
Ahora bien, aparte de la emoción correspondiente a los estados de conciencia
propios de los ritos comunes y populares, existe una emoción que se ubica más allá
de la experiencia sensitiva como latido imperceptible, ritmo sutil, emoción que en
sí misma no se manifiesta en la sensibilidad y solo es percibida en el nivel de la
mística.
Sin embargo, existe una posibilidad de contactarse con esa emoción siendo el arte,
plástico, musical o dramático, como soporte sensible, el medio en que puede
expresarse; en otras palabras, el arte es el vehículo por medio del cual es posible
alcanzar esa emoción sutil de la experiencia mística, lo que también, en Occidente,
fue característica de la estética medieval 212
.
Resumiendo, se debe decir que existe una vibración primordial a partir de la cual
se genera el universo. Nuestras emociones individuales serían como el eco, fruto de
la onda expansiva de esta vibración originaria la cual se actualiza en la acción
ritual, en la representación del arte y en la penetración del conocimiento.
viii-El camino de la devoción.
§ 158- La metafísica de la India reconoce tres vías de realización espiritual. Junto
al jnana marga (via del conocimiento) existe el bhakti marga,(camino del amor) y el
karma marga (camino de la acción que une ambas vías. “…hay en los hombres tres
clases de fe…dice el Bhagavad-Gita 213
.
Entonces, existen distintos caminos para alcanzar lo que llaman liberación,
objetivo final de la existencia humana. Entre estos caminos la valoración de los
sentimientos se destaca especialmente en el bhakti yoga, camino de la devoción, el
cual como nota dominante también tiene cierta resonancia en las vías del
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conocimiento y de la acción Ya dijimos que el camino del conocimiento no excluye
una cierta afectividad. Afectividad del conocer contemplativo propio de la mística
(cf. XVIII, vi, § 138).
Bhakti significa apego amoroso a lo Divino. El yogui en el camino devocional
participa literalmente en lo Divino a través de la entrega, devoción, servicio y
adoración para, finalmente, ser arrastrado a la unión mística.
Entonces, la fuerza emocional del ser humano es purificada y canalizada de modo
que su pasión por Dios consume todo sus deseos terrenales. La práctica del bhakti
se ha mezclado tradicionalmente con el uso de soportes y relaciones externas como
ritos y ceremonias y la adoración del guru o guia espiritual.
Con respecto a los soportes de contemplación tenemos los trabajos de
Coomaraswamy sobre la conmoción estética. Allí encontramos la descripción de
las expresiones emocionales y la delectación sentida frente a los símbolos,
representaciones y narraciones de carácter sagrado 214
.
ix- El Bhagavad Gita.
§ 159- Considerado como el Evangelio del hinduismo, refiere la conversación de
Arjuna, personaje principal del Mahabarata 215
, con Krishna encarnación del dios
Vishnú. Arjuna, jefe del ejército, se niega a entrar en la batalla en la que debe
enfrentar a sus parientes. La enseñanza de Krishna comienza por recordarle la
inmortalidad del alma que ni mata ni muere, por lo cual no debe temer el
cumplimiento de su deber de guerrero en una lucha justa. Pero lo más importante
es el sentido místico conque debe cumplir la acción: debe realizarla con total
desprendimiento de los frutos de la misma, es decir, indiferente frente al resultado
de éxito o fracaso.
“Tu debes perseguir la acción, pero solo a ella, no a sus frutos; que estos no sean tu
acicate; mas, por el contrario, no te entregues a la inacción ”. II, 47. Su deber como
kshatria (casta de los guerreros) no es el del estudio de las sagradas escrituras
(deber del brahmán) sino alcanzar el samadhi (la unión mística) por medio de la
acción II, 53. Porque “Quien puede contemplar la inacción en la acción y quien
puede contemplar la acción permaneciendo en la inacción es hombre de razón
recta…ha alcanzado el yoga…” IV,18. Concepto que volveremos a encontrar en el
taoísmo.
x- Transmigración y mitología.
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§ 160- En muchas tradiciones religiosas existe una tensión paradójica entre
imágenes simbólicas y teología negativa. Un ejemplo de esta tensión puede
encontrase en la discutida y malentendida doctrina de la reencarnación común al
budismo, el hinduismo y mencionada en la obra de Platón y de los pitagóricos.
Generalmente, en Occidente, donde el pensamiento ha tendido cada vez más a
habituarse al literalismo y precisión de las ideas exactas, esta doctrina se toma a la
letra. Sin embargo, nada hay más opuesto a las sutiles formas simbólicas
características de Oriente. Desde ya, es obvio que nada se puede expresar en
términos unívocos con respecto a valores espirituales que no caen bajo el foco de
los sentidos y menos si se habla del más allá. Entonces, de una u otra manera toda
escatología debe recurrir a imágenes y representaciones simbólicas, metafóricas o
analógicas.
De ahí, en consecuencia, los frecuentes malentendidos, las deformaciones
simplificantes, los esquemas pseudoorientales que se difunden corrientemente
entre el público. Debemos reconocer, entonces, que estamos frente a un simbolismo
cuyo contenido de verdad se funda en cierta analogía entre lo visible y un mundo
enteramente trascendente. En este punto es importante mencionar la opinión de R.
Guénon y la de Coomaraswamy, para los cuales la idea de la reencarnación, tal
como se ha difundido en Occidente nunca existió en la India 216
. Para ellos, esta
idea es consecuencia de la cosificación o materialización de una doctrina expresada
en términos simbólicos, es decir de una simbología mitológica que el pueblo suele
recibir tal cual se presenta y que los doctos colocan en el orden de las
representaciones efímeras de Maya, el mundo de las apariencias.
xi-El tantra.
§ 161- En los siglos más recientes (a partir del III d.C.) se desarrolló en la India la
literatura tántrica que implica una actualización de la tradicion védica adaptada a
nuevas circunstancias. Se trataría de la revelación propia del Kali yuga (la edad
oscura). En los textos tántricos el dios Shiva conversa con su esposa la Shakti que
es expresión de su energía o poder. En ella, como diosa, se concentra la devoción y
el amor .
El iniciado tántrico perseverando en la devoción goza de la presencia universal de
la diosa. Ramakrishna fue uno de los más destacados propagadores de este culto.
Distinguía entre el camino del conocimiento, el de la teología negativa de la no
dualidad y el de la bienaventuranza Bhagavant del amor a la diosa. Afirmaba que
no podemos pensar en el Brahman sin la Shakti o en la Shakti sin el Brahman. No
se puede pensar en lo absoluto sin lo relativo, ni en lo relativo sin lo absoluto.
En el tantra predomina la actitud teista de modo que se oblitera el aspecto
abstracto del Brahmán (nirguna Brahma) y se concentra la devoción en el
Brahmán que está en los guna, el señor Ishvara. Actualmente, esta es la forma de
espiritualidad más difundida en la India donde la Shakti se venera bajo cualquiera
de sus nombres como esposa de Shiva, Vishnú o Brahma.
La doctrina del tantra establece una discriminación histórica de la religión
adecuada a cada etapa del mundo. Para cada una de las cuatro edades establecidas
por la tradición existe una forma particular de expresión religiosa. De modo que
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tenemos la religión correspondiente a los Veda; a los Upanishad, el Bhagavad-Gita,
las leyes de Manú, los purana y los textos tántricos. El tantra sería la expresión
religiosa correspondiente a la etapa actual del Kali Yuga 217
.
Cap. XIX
LO SAGRADO EN EL BUDISMO.
El budismo como religión originada en la India y difundida en China, Japón,
Corea y Oriente Medio, surge como una innovación crítica con respecto al
Hinduismo tradicional. En su primer momento implica la ruptura con la tradición
brahmánica y la constitución de un orden monástico. El segundo momento, supone
un proceso de adaptaciones al mundo tibetano y chino donde, en definitiva, va a
quedar radicada la nueva religión.
i-Tradiciones y escuelas.
§ 162- En la actualidad el budismo abarca varias escuelas que se consideran como
continuadoras del pensamiento del Buda Shakyamuni (siglos vi-v antes de Cristo)
pero diferenciadas según diversas interpretaciones. Lo común a todas ellas es el
rechazo de los libros sagrados del Hinduismo, tanto los Veda como los Upanishad,
centrando la autoridad religiosa en los Sutras o sermones de Buda y en los
comentarios de los maestros.
En todos los casos se organiza como comunidad monástica cuyas líneas de
transmisión en el tiempo se vinculan con los maestros iniciadores de cada
comunidad. Esta organización religiosa totalmente descentralizada ha permitido
una enorme flexibilidad de puntos de vista.
Las escuelas principales del budismo en la actualidad serían las siguientes:
1-Budismo theravāda. 2- Budismo chán o Zen. 3- Budismo tibetano. 4- Budismo
Shin de la tierra pura o amidismo. Todas comparten una doctrina común que
podría resumirse en lo siguiente:
1- El origen del sufrimiento como la consecuencia del deseo. 2-, La vacuidad que
caracteriza a todas las cosas de este mundo, es decir la impermanencia y no
sustancialidad de las mismas. En consecuencia la irrealidad del yo. 3- la vida
humana sometida al ciclo de nacimientos y de muertes regida por la Ley de causa-
y-efecto, también llamada Ley del Karma, según la cual todo acto,
independientemente de los efectos que pueda provocar en lo material, deja
necesariamente huellas buenas o malas en el sujeto que realiza la acción. 4- La
posibilidad de librarse del dolor y llegar al Nirvana donde ya no hay ningún
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sufrimiento, por la práctica del óctuple sendero de las buenas acciones que
favorecen la paz y la felicidad.
Lo esencial en la práctica del Budismo es una cultura mental. Si el hombre sufre,
es porque su espíritu funciona mal. El Nirvâna en el que se extingue todo
sufrimiento es un estado que perdura, una unidad interior, una felicidad sin
límites, una pureza incorruptible.
ii-Budismo Theravada.
§ 163- Es la escuela más antigua del budismo, relativamente conservadora y la más
cercana al budismo temprano. El término Hinayana es la denominación común de
esta corriente cuando se la opone al Mahayana, budismo desarrollado
posteriormente.
Basa su tradición en el llamado Canon Pali, compendio donde se transcribieron los
discursos que el Buda pronunció a lo largo de su vida después de la iluminación.
Carece de ritual y se caracteriza por el estudio, análisis y sistematización de los
diferentes estados de meditación. «En términos doctrinales los theravadin aclaran
que ellos son vibhajja-vadin, es decir „analistas‟ que se complacen en clasificar los
estados psicológicos». Esta doctrina sostiene que la introspección debe ser el
resultado de la experiencia individual, de la investigación crítica y
del razonamiento y no de la fe ciega. Sin embargo, las escrituras tradicionales
enfatizan el seguimiento de los consejos de los sabios, porque ellos, junto a las
propias experiencias, brindan los instrumentos para alcanzar la liberación en
el Nirvana, donde se extingue el continuo ciclo de nacimiento y muerte. En opinión
de los theravadas, el Nirvana alcanzado por los arahants es el mismo que el
obtenido por el propio Buda. Reverencian al Buda Shakyamuni, pero reconocen la
existencia de otros Budas en tiempos pasados y futuros. Por ejemplo, el Canon
Pali menciona que Maitreia será un futuro Buda.
Nos encontramos con una corriente religiosa que parece excluir de sus prácticas
toda relación con el sentimiento. La actividad introspectiva en cualquiera de los
momentos de la meditación parece dirigida a una simple y fría experiencia interior
desprendida de todo apego, afecto o condicionamiento externo. El Nirvana se
describe como vacío, carencia total de cualidad, propiedad o sustancialidad.
Sin embargo, los maestros del theravada, y en general todos los teóricos del
budismo describen el momento de la iluminación o de la liberación como plenitud,
sosiego, serenidad, estado de total libertad y felicidad suprema, todo lo cual induce
a pensar en un temple de ánimo, una afección, una disposición parecida a la que
describen los místicos de la teología negativa, luz deslumbrante que enceguece y se
percibe como total oscuridad, pero que llena el espíritu de dicha y plenitud.
iii-El mahayana, el bodhisattva y la compasón.
§ 164- Al difundirse en el Tibet y en China el budismo se fue ampliando al
incorporar elementos de las tradiciones populares, agregando a la vez el concepto
de la compasión y el del bodhisattva como protector. Los bodhisattvas son los
devotos que habiendo alcanzado la suprema plenitud y estando a las puertas del
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Nirvana no entran en él por compasión hacia todo lo sufriente en el mundo y se
quedan para asistir y ayudar 218
. Estas son notas que caracterizan el mahayana
siendo sus principales escuelas el budismo Shin o amidismo, el budismo chan o zen
y el budismo tibetano.
iv-Budismo Shin de la tierra pura o amidismo.
§ 165- En general, todas las escuelas del budismo admiten la existencia de muchos
budas, es decir, de personas que llegaron a la iluminación en tiempos pasados o
que han de llegar en el futuro. Entre ellos el Budismo Mahayana de la Tierra Pura
atribuye al buda Amida o Amithaba ilimitada vida, luz y libertad. Amida abarca
todas las formas de vida con universal compasión. Abarcando todo, podemos
concebirlo en nuestro interior y convencernos de que estamos cubiertos por su
compasión incondicional y su sabiduría 219
.
La doctrina del amidismo se apoya en tres libros fundamentales entre los cuales el
más importante es el «Gran Sûtra de los Ornamentos de la Tierra de la Felicidad».
Redactado en sánscrito hacia el siglo I de nuestra era, pronto pasó de India a
China, donde fue traducido una docena de veces. Lo que favoreció la persistencia
de la Escuela de la Tierra Pura en China, fue su cercanía con las devociones
populares, siendo simple su enseñanza y fácil su práctica. Por otra parte, los
chinos, con su carácter optimista, pronto prefírieron la imaginería de la Tierra de
la suprema felicidad al ideal abstracto del Nirvana. La espiritualidad de la Tierra
pura también ha cristalizado en Japón. Aquellos que desean renacer en la Tierra
de la felicidad deben realizar actividades benéficas y creer profundamente en la
Ley de causa-efecto. El estado de profunda paz resultante de este comportamiento
implica extinción del sufrimiento, posibilidad contenida en las fuerzas de nuestro
propio espiritu. De ahí la importancia de dirigir la mente hacia el buda Amida lo
que se concreta en la recitación de su nombre. Recitación que se debe realizar en
calma y con confianza, con un corazón unificado y sin agitacón. El recuerdo de
buda debe servir como telón de fondo de todas las actividades de la vida. Según
esta escuela los pecadores también pueden renacer en la Tierra pura poniendo su
fe en el nombre de Buda.
A diferencia del budismo Theravada aquí encontramos una forma de budismo
popular en el cual el sentimiento de lo sagrado se centra en el buda Amithaba, en
su nombre y en la fe en su poder. El Nirvana ya no tiene el significado abstracto de
la extinsión de todas las pasiones y sensaciones, es simplemente un estado de
serenidad y paz adquirido por la meditación.
v-Budismo chán o zen.
§ 166- Un monje indio llamado Bodhidharma que habría estado en China del 470
al 526 d. C. sería el primer patriarca de esta escuela, enseñando la meditación
como práctica principal y siendo fiel al Sutra Lankavatara como escritura
fundamental. La práctica de esta tradición se basa en la meditación sentada
(japonés: zazen), el uso de dichos o hechos de los maestros que plantean paradojas
(japonés: koan) y la indagación por medio de preguntas (chino: huatou) 220
.
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El budismo Zen da por supuesta la posibilidad de un acceso directo y espontáneo a
un estado último y superior - aquel que precede inmediatamente a la experiencia
del Nirvana. Aunque las prácticas Zen suponen el estudio de los sūtras y otros
textos, el carácter directo e intuitivo de este tipo de tradición los sitúa en un
segundo plano, ya que no los considera capaces de provocar por sí solos el
despertar. En cambio, se anima al discípulo a mantener su atención en el momento
presente, confiando en la sabiduría innata de todo ser humano para realizar todo
su potencial. En su vertiente china, se subraya el carácter innato de la budeidad en
todos los seres.
Los métodos del budismo Chán se vieron pronto influenciados de distinta manera
por las ideas filosóficas del taoísmo. A su vez, el taoísmo se verá influenciado por la
nueva religión budista. La paradoja como método para despertar en el discípulo
un estado mental adecuado ha sido una nota característica de esta corriente (cf. IV,
iv, § 40, la paradoja como lenguaje)
vi-Budismo tibetano.
§ 167- Existía en el Tíbet una religión de carácter animista y mágico, llamada bon.
Con el auge del budismo, la religión bon no desapareció, sino que se transformó
gradualmente. Parte de la creencia bon influyó en el budismo, el cual también
incorporó con rapidez la enseñanza tántrica (cf. XVIII, xi § 161). Esta religión
reconoce al Dalái Lama como Bodhisattva y por tanto lo respeta como un alto
maestro espiritual.
Son interesantes las observaciones de Alexandra D. Neel, en su libro sobre el
budismo tibetano. Allí relata su conversación con un lama con respecto a la
creencia en la reencarnación. Dice el lama: Comunmente se piensa que los budistas
creen en la reencarnación del alma. Esto es erróneo. Porque, lo que sucede es que
las masas, aunque repitan el credo ortodoxo: "todos los agregados son
inpermanentes; ningún 'yo' existe en la persona, ni en ninguna cosa", siguen
atados a la más simple creencia en una indefinida entidad que viaja de un mundo
al otro, asumiendo varias formas. Ahora bien, lo que es preciso llegar a
comprender, es que solo existe una corriente única que es el conjunto de la
actividad mental universal. Es en élla donde se baña lo que llamamos nuestro
espíritu, estemos conscientes
o no de ello; los pensamientos que pensamos no son nuestros
pensamientos, los deseos, las necesidades que experimentamos no son en mod
o alguno las nuestras; todo esto es un río en movimiento eterno 221
.
Para el lama, las creencias populares provienen de la ilusión por la que se
producen las proyecciones que comúnmente se toman como la verdad. Solo el que
alcanza el despertar, la iluminación, comprende la doctrina del vacío, de la
impermanencia de todo lo existente y que todo es proyección de la mente universal.
Entonces, Alexandra plantea que si todo es proyección el que no cree en el
demonio no debría temerlo pues es una proyección. A lo que contesta el lama:
“Según esto también tendría que seguirse que un hombre que no cree en la
existencia de los tigres podría estar tranquilo aunque se encuentre uno frente a él”.
Y continúa: “Los hijos de nuestra mente separan su vida de la nuestra, escapan a
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nuestro control y obran por sí mismos”. Porque no somos sólo nosotros los que
creamos tales entidades, ya que son creaciones colectivas; “uno debe saber cómo
protegerse a sí mismo contra los tigres a los que uno ha dado vida, como también
contra aquellos que han sido engendrados por otros”.
Según el lama, en los sutras, la doctrina está expuesta de un modo popular para
uso de la masa de los auditores
y al alcance de su grado de comprensión.
Entonces, todas las dualidades de este mundo y especialmente la oposición entre el
yo y el no-yo pertenecen al mundo de maya o sea la ilusión. Como el yo no es más
que ilusión, también se ubica en ese nivel la doctrina de la transmigración.
El estudiante, dice el lama, debe evitar imaginarse, como algunos lo hacen, que
obtiene recuerdos de sus vidas anteriores. No faltan las gentes que afirman y están
persuadidas que tal o cual personaje que ha vivido otrora se ha reencarnado en
ellas.
vii-Nagarjuna, (c 150-250 d.C.).
§ 168- Considerado como el fundador de la escuela Madhyamika, una de las
variantes del budismo mahayana, fue el que inspiró el pensamiento de los
sutras Prajñā pāramitā. En ellos se propone la vía media (Madhyamika) que no se
inclina ni hacia la afirmación, ni hacia la negación. Es preciso superar el "sí" y el
"no", la idea del "ser" como la del "no ser" 222
.
Su principal contribución al budismo puede resumirse en el concepto del sunyata
o vacío que niega toda esencia inherente en las cosas, la causalidad, el movimiento,
el cambio o la identidad personal.
Decir que todas las cosas son vacío implica negar tanto la existencia como la no
existencia de las mismas. En consecuencia, se adopta el camino del medio. Toda
cosa existe: primer extremo; toda cosa no existe: segundo extremo. La vía media
admite ambos extremos. Recordemos la paradoja del cap. IV, iv, § 40, donde una
estatua es existente y no existente según se la toque por la derecha o por la
izquierda.
Dice Nagarjuna: Todo es verdad y tampoco es verdad. Y no es ni verdad ni no
verdad. Según el Sutra del diamante lo impensable es verdad en virtud de su
impensabilidad 223
. Esta doctrina es un ejemplo de reinterpretación audaz con
respecto a la enseñanza tradicional del budismo. Allí la idea fundamental sobre el
Samsara o ciclo de las reencarnaciones que se siguen unas a otras mientras no se
alcance la liberación o Nirvana, es resignificada desde el ángulo de quien ha
alcanzado "la otra orilla", es decir, la liberación. Entonces, el que ha llegado a ese
nivel, descubre que en realidad no hay río de renacimientos, ni Samsara ni
Nirvana porque ambos, en el fondo, son una misma cosa.
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Sin embargo, Nagarjuna no niega totalmente el sentido de la religión popular,
porque admite la existencia de dos verdades: una literal y otra, profunda. La
ciencia de las dos verdades permite una interpretación nueva sin renunciar a la
autoridad de las escrituras consideradas como enseñanzas directas de Buda. Estas
pueden ser profundizadas al considerar la sabiduría de la otra orilla prajña-
paramita. Esta otra orilla es la que alcanza el que ha logrado liberarse de las
ataduras del Samsara.
Lo importante, entonces, es la práctica y la experiencia. Pero la experiencia, para
Nagarjuna, es más un gusto y un sabor que el conocer de un objeto. Porque en el
gusto se puede prescindir del objeto. (cf. XVIII, vi, § 155 sobre el conocimiento
como identificación afectiva).
Buda respondió con el silencio cuando le plantearon dudas filosóficas. De ahí que
Nagarjuna se ve con derecho a plantear paradojas las cuales, en general,
constituyen una de las notas comunes a muchas formas del budismo.
Cap. XX.
LO SAGRADO EN LA CULTURA CHINA.
i-La tradición religiosa.
§ 169- La concepción religiosa de la China antigua se caracteriza por la idea de un
dios supremo identificado con el cielo llamado Ti, quien ordena los ritmos cósmicos
y los fenómenos naturales. Pero además existen múltiples dioses que quedan
evehemerizados y secularizados en las leyendas que relatan sus acciones como
reyes constructores. Así es posible rastrear el tema cosmogónico en la tradición
historizada de Yu el Grande
En tiempos del Emperador mítico Yao, "el mundo todavía no estaba ordenado, las
vastas aguas corrían de manera desordenada, inundaban el mundo". El emperador
Yao construyó diques para dominar el agua, y su hijo Yu cavó la tierra e hizo fluir
el agua hacia los mares, expulsó las serpientes y los dragones.
Todos estos motivos, comenta Eliade, presentan una estructura cosmogónica donde
Yu desempeña las funciones de un demiurgo y de un héroe civilizador. Entonces,
para los letrados chinos, la organización del mundo y la fundación de las
instituciones humanas equivalen a una cosmogonía 224
.
ii- El concepto del hombre.
§ 170- Los discípulos de Confucio se plantearon desde la antigüedad la pregunta
sobre la condición humana. ¿El hombre es naturalmente bueno o naturalmente
malo? Hubo distintas respuestas pero la que parece más trascendente es la de
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Mencio, principal discípulo de Confucio, para el cual el hombre es naturalmente
bueno en su condición originaria.
Los hombres poseen cuatro virtudes desde su nacimiento: el amor, la rectitud, el
decoro y la prudencia. No necesitan ningún aprendizaje para practicarlas, puesto
que las conocen intuitivamente. Entonces, el mal se explica afirmando que hay
hombres que no han desarrollado plenamente sus dotes originarias. Conceptos que
serán retomados por la teología taoísta como también por el budismo chino. En
efecto, la doctrina taoísta enseña que todos los hombres poseen el Tao en su
naturaleza y la doctrina budista dirá que todos los hombres tienen en si la
naturaleza de Buda y, en consecuencia pueden convertirse en budas.
Por otra parte, observemos que las escuelas del mahayana que hemos considerado
en el capítulo anterior constituyen fundamentalmente expresiones que, junto al
taoísmo, integran del pensamiento religioso de la China.
A esto se agrega la doctrina del Yen palabra que significa simultáneamente amor y
hombre. Confucio interpretaba que Yen era el amor a los hombres como ley
fundamental. En su enseñanza el amor al prójimo era el punto central 225
.
El pensamiento chino vivenciaba la relación entre el hombre y la naturaleza como
de intensa correspondencia, hasta el punto de llegar a interpretar, en cierta etapa
de su historia, que los fenómenos naturales dependían del comportamiento
humano y especialmente de las acciones del emperador. De modo que una buena
cosecha o, por el contrario, una inundación eran las consecuencias de las acciones
realizadas por los seres humanos.
iii-El Tao y la teología negativa.
§ 171- El taoísmo tuvo su origen en el pensamiento de los letrados (la clase
intelectual que acompañaba al emperador) quienes lo desarrollaron como religión
intermedia entre el formalismo del culto oficial y las creencias populares en los
dioses y ancestros familiares 226
. El dios del cielo, según Eliade, y de acuerdo con
un proceso frecuente en la historia de las religiones, perdió progresivamente su
naturaleza divina y se convirtió en el Tao, principio abstracto que gobierna el
orden cósmico.
Los taoistas proclaman como maestro y fundador a Lao-Tse, tomando su obra, el
Tao-Te-King, como texto central, donde encontramos reflexiones de valor universal
que sobrepasan ampliamente el contexto cultural de la China antigua 227
. A
semejanza de la teología negativa medieval y de muchos textos del
Upanishad, Lao-Tse pone en crisis la idolatría de los conceptos para destacar que
lo absoluto, es decir el Tao, está más allá de todo atributo afirmativo, de toda
representación imaginaria, de toda palabra humana. Por eso dice al comenzar su
tratado:
"El Tao que puede ser expresado, no es el Tao perpetuo. El nombre que puede ser
nombrado, no es nombre perpetuo" (Cap.1). El Tao es quietud, vacío, un "no
hacer" y en ello radica su eficacia (Cap.4).
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La negatividad del Tao se participa y manifiesta en la negatividad de las cosas. En
ellas, lo vacío, lo débil, la oquedad, la nada, son su mejor reflejo y por eso tienen
poder y eficacia: en la rueda, lo útil es el hueco del cubo; las vasijas tienen utilidad
porque contienen un vacío; las puertas y ventanas de una casa son agujeros
indispensables. Son sorprendentes algunas afirmaciones paradójicas, como, por
ejemplo, la famosa afirmación que recomienda al soberano "no obrar", "no
actuar" para realizar plenamente su misión. "Por eso el hombre perfecto se aplica a
la tarea de no hacer nada y de enseñar callando" (Cap.2; 43).
Por último, la vida natural, el obrar de la naturaleza, la blandura, la humildad del
agua que va hacia el lugar bajo, la flexibilidad, constituyen aspectos de una
temática constante en Lao Tse y que se continua en su discípulo Chuang-Tsu.
Describen la adquisición del Tao como un estado de total espontaneidad, como un
hacer en que sujeto y objeto se identifican y todo surge desde dentro como acción
del Espíritu, sin pensar y discriminar.
Entonces, en la meditación hay que dejar libre al espíritu; el adepto verá el Tao,
realidad suprema, siempre presente en los fenómenos que lo enmascaran como en
una especie de velo. El hombre en estado de unión con el Tao no es exterior a las
cosas, no es diferente de ellas, ya que es idéntico al Tao que está en todas ellas. Por
este camino el místico alcanza la inmortalidad.
Negatividad, blandura, pequeñez, vacío, desprendimiento, pasividad, dejando
obrar a la naturaleza, todo ello implica un modelo de vida en la cual predomina un
sentimiento de reposo, confianza y apertura al cosmos como totalidad. El Tao que
está más allá de todo concepto replica de algún modo el vacio del budismo, el
brahmán no calificado del hinduismo, el dios tiniebla de los místicos cristianos, el
uno del esoterismo islámico, el en sof de la cábala.
§ 172- Una consecuencia de la concepción negativa de lo absoluto y de la critica a
la idolatría de los conceptos, es el uso de la paradoja que pasará a constituir el
contenido esencial en muchas expresiones del pensamiento chino, tanto en su
versión budista como en el taoismo.
El ideal de conducta que se sigue de la paradoja es un sentimiento de perplejidad,
de indecisión e infamiliaridad, sentimiento que está destinado a abrir la mente
hacia la dimensión metafísica de una afectividad espiritual. Afectividad que solo es
analógica con respecto a los afectos comunes de la sensibilidad y que los místicos
describen como deleitosa, llena de encanto y sin embargo, no sensible.
iv-Simbolismo oracular y mistérico: el I Ching.
§ 173- En el I Ching tenemos una audaz elaboración de correspondencias entre
macro y microcosmos, integrada en el ciclo de los principios antagónicos del yang y
del yin 228
.
Partiendo de la oposición de estos principios y de su representación por las líneas
entera o partida, se producen cuatro combinaciones posibles (que significan los
elementos fuego, metal, madera y agua) los cuales combinados a su vez con una
tercera línea dan origen a los ocho trigramas y 64 exagramas, resumen de todas las
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posibilidades del universo en el micro y macrocosmos. Esta sistematización
rigurosa respondía a fines mánticos y oraculares, y ésta precisamente fue su
aplicación originaria. Sin embargo, las respuestas podían ser interpretadas como
consejos útiles en la vida práctica, más allá de las intenciones específicamente
oraculares.
De modo que encontramos aquí un ejemplo de tipología simbólica, fundada en la
combinatoria de elementos cósmicos por cuyo medio, según la antigua creencia, el
Señor del Cielo se comunica con los hombres y les hace saber sus designios.
v- El taoísmo como religión popular.
§ 174- Habiendo tenido su origen en la clase de los letrados, el taoísmo se difundió
a la vez como religión popular. El Tao entendido como energía o fuerza impersonal
que rige todo lo existente, fue el punto de partida de esta religión que se organizó
en comunidades de fieles con sus prácticas rituales y ceremonias particulares que
pretendían alcanzar alguna forma de inmortalidad. Este era el objetivo central del
taoísmo popular en el cual se fueron incorporando distintas divinidades junto al
culto del “maestro celeste”, Lao Tse.
Las variantes del sentimiento que encontramos en la tradición religiosa de la
China antigua muestan, por un lado, las formas populares de devoción con
respecto a dioses, espíritus o ancestros y, por el otro, los estados de sosiego,
armonía y paz como meta tanto en el budismo como en el taoísmo.
Cap. XXI
LO SAGRADO EN LA RELIGION DE ISRAEL.
i-Desmitologización e historia sagrada.
§ 175- Si se comparan los contenidos bíblicos con los de las culturas de Oriente
antiguo, se descubre una acentuada tendencia a la desmitologización, es decir que
las formas mitológicas de Oriente adquieren un nuevo sentido al ser incorporadas
en el marco de las situaciones y acontecimientos de una historia centrada en la
alianza con dios, considerado como único y verdadero.
Es cierto que ya en el Mazdeismo se anticipaba una historización de los vínculos
con la divinidad (el hombre colabora con sus actos en la destrucción final del poder
del mal) pero en la religión de la Biblia todos los relatos, aún la creación del
universo, quedarán encuadrados en el marco de una historia sagrada.
Esto no significa que las antiguas mitologías hayan sido totalmente eliminadas. Por
el contrario, muchas de ellas reaparecen en el texto bíblico, pero ahora han
recibido una reinterpretación adecuada a las condiciones de un monoteísmo
estricto.
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Así, por ejemplo, los mitos de primavera de renovación de la naturaleza,
frecuentes en Antiguo Oriente, son asumidos en las festividades bíblicas; el relato
del diluvio asume el mitologema común a muchas culturas de la antigüedad, pero
como eslabón en el marco de una historia; se vislumbran los vestigios de la
mitología de los gigantes del pasado, en la mención de hierogamias entre dioses y
mujeres humanas 229
, y se incluyen las reprentaciones del mazdeísmo configuradas
en la aparición de Satan como el tentador y la de los ángeles como protectores a
semejanza de los Amesha Spenta.
Se puede advertir, además, que algunos mitologemas se reorganizan al modo de
contrafiguras que evaden ciertas consecuencias extremas de las representaciones
antiguas.
Así, por ejemplo, el dualismo persa (que en sí ya parece ser una deformación del
zoroastrismo original), es rechazado por la afirmación repetida en el acto creativo
de que "vio Dios que era bueno". Las antiguas divinidades babilónicas cuyos
nombres permanecen enraizados en la lengua hebrea, son demitificadas y
reducidas a la condición de simples componentes del orden natural. Así por
ejemplo, el nombre hebreo del abismo anterior a la creación, (Theóm), recuerda
por su etimología a la diosa babilónica Tiamat; pero en el texto del Génesis aparece
como vacío o caos ajeno por completo a toda personificación. Además, el texto
evita mencionar al sol y la luna por su nombre (Schemesch y Iareaj) porque
coincide con la denominación de divinidades babilónicas, y por eso se limita a
hablar de la creación de la luminaria mayor y la luminaria menor 230
.
ii-Sacralizacion del tiempo y de la historia.
§ 176- El tiempo en la Biblia constituye el marco fundamental de organización del
universo, complementario de la organización del espacio. En cuanto tal, debe ser
considerado en su valor simbólico aparte de su inserción cronológica. Es decir que,
en otras palabras, se trata de tiempo existencial, cualitativo y no cuantitativo (cf.
III, ii, e § 30; X, iii § 97) 231
.
Así, por ejemplo, el acto creativo del cosmos se realiza por una serie de divisiones
espaciales (cielo, tierra, aguas superiores e inferiores, etc.) que se insertan en una
organización temporal de días que culminan en el día sagrado; días con un
significado simbólico y no cronológico.
Después de la creación tenemos una historiogonía: se desarrolla una separación de
razas, pueblos y ramificaciones de pueblos, centrados en un eje en el que tiene
concreción la Alianza con Dios y la promesa mesiánica: pacto con Noé, con
Abraham, con cada uno de los patriarcas, con Moisés, los profetas, etc. Así como el
eje cósmico de las religiones prebíblicas une cielo y tierra, así este eje del tiempo
une los acontecimientos humanos, sin negar el eje cósmico. La historia sagrada es
el marco general que envuelve los textos de la Biblia. Por eso, para la visión
bíblica, la verdadera sabiduría consiste en el saber de esta historia manifestada en
los distintos momentos del relato.
Como los tiempos no tienen estricta significación cronológica, por eso se
resignifican en resonancias complementarias, especialmente, en los pasajes
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mesiánicos de los Profetas. Allí predomina el valor religioso y místico de cada
acontecimiento por lo cual los hechos pueden simbolizar otros hechos anteriores o
posteriores al modo de una espiral ascendente.
Tenemos entonces, una nueva forma de sentimiento participativo. Ya no se trata
solo de participación entre lo de abajo y lo de arriba, sino también de participación
en el tiempo entre presente y pasado o entre presente y futuro.
Por eso, los hechos históricos anunciados o comentados deben ser entendidos como
símbolos de otros hechos y estos a su vez como representaciones que ratifican la
alianza con Dios. Se puede hablar de identificación espacial entre distintos centros
sagrados y de participación entre diferentes momentos del tiempo.
Pero además no se debe olvidar la inserción ritual de los textos sagrados. Así, por
ejemplo, el relato de la creación que ha dado lugar a múltiples interpretaciones a
través de la historia tratando de adecuarlo a algún sistema filosófico o al saber
científico, tiene en su origen un sentido propiamente ritual.
Se debe recordar que así como en las tradiciones antiguas los mitos se recitaban
con devoción en los actos del culto o en los ritos rogativos de salud, paz o
prosperidad, así también el relato de la creación, tuvo por destino su recitación
devota de carácter ritual. Esto significa que los que buscaban significados ocultos,
olvidaban el fondo de afectividad religiosa en que radicaba su sentido original.
iii-Simbolismo de los modelos.
§ 177- La correspondencia y participación entre momentos históricos no excluye la
correspondencia entre regiones espaciales. Es frecuente en la Biblia la
contraposición entre dos mundos, uno celeste, el otro terrestre, siendo el primero la
sede de los modelos que deben ser imitados aquí abajo, o bien el lugar que contiene
las realidades plenas que como en espejo se reflejan en la tierra. Lo sagrado en la
tierra tiene, entonces, la nota del reflejo, representación o participación de lo
divino. Asi la construcción del tabernáculo y la edificación del Templo se hacen
según el modelo que dios determina desde el cielo.
Esta dimensión que se asemeja a la metafísica del platonismo, recuerda las
identificaciones y correspondencias que habíamos encontramos en los textos
sagrados de la India. En todas ellas se manifiesta el sentimiento de participación, el
cual, en cualquiera de sus formas, en el tiempo o en el espacio, parece expresar la
estructura esencial del sentimiento religioso, el arquetipo que guía todas sus
expresiones. (cf. III, ii, c § 26) 232
.
iv-Simbolismo situacional.
§ 178- La historización de los símbolos, característica de la religión bíblica,
conlleva consigo la posibilidad de que las situaciones y acontecimientos de la vida
cotidiana puedan vivenciarse como hechos simbólicos que sugieren más allá de su
contenido inmediato. En particular, la historia de los patriarcas historiza
situaciones, en sí mismas insignificantes, pero que adquieren sentido religioso en
virtud del contexto centrado en la alianza con Dios.
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En concreto, historias y tradiciones que conformaban el acerbo folklórico del
pueblo, fueron asumidas por el autor sagrado para incorporarlas a la esencia
religiosa del monoteísmo bíblico. Esta parece ser la interpretación más viable para
explicar el carácter sagrado atribuido al relato de situaciones familiares
intrascendentes como las que aparecen en la Torá (el Pentateuco) 233
.
Es cierto que se pueden objetar las interpretaciones de Filón de Alejandría y de la
mayoría de los padres de la Iglesia que encuentran en los textos bíblicos, sentidos
alegóricos que, en general, parecen acomodaciones para mostrar su coherencia con
la filosofía y asegurar la aceptatación en el mundo helénco 234
.
A lo que se puede responder que si se toma en cuenta el sentimiento religioso, es
posible entender que estos teólogos podían entrever en la dimensión simbólica del
texto, resonancias emocionales semejantes y paralelas a las de los conceptos
morales o figuras filosóficas del helenismo. Descubrían, entonces, cierta afinidad
emocional entre simbolismo situacional y simbolismo conceptual. Afinidad que
dependía, obviamente, de presupuestos culturales del medio en que vivían .
v-El dios de la Biblia.
§ 179- El dios bíblico tiene la condición paradójica que une las características
antropomórficas comunes a todas las divinidades de la antigüedad y a la vez
presenta el carácter más abstracto de la metafísica pura. En esto se parece a las
especulaciones de los Upanishad donde también confluyen las imágenes comunes
de la devoción popular con los de la divinidad despojada de todo contenido
sensible.
En los textos más antiguos Dios camina, tiene brazos, huele el olor de los
sacrificios, desciende para ver la torre de Babel, cierra la puerta del arca, se
arrepiente, es celoso, se alegra, se disgusta, etc., y es a la vez invisible, no puede ser
representado por ningún tipo de figura, es eterno; ningún ser humano puede mirar
su rostro sin morir (Ex. 33, 20); sus caminos, sus pensamientos, son totalmente
distintos a todo lo que el hombre puede imaginar (Job, 38-41 ); su nombre tiene un
significado enigmático y abstracto, "es el que es" (Ex. 3,14).
Además, en algunos textos predomina una concepción arcaica de la divinidad, en
la que. encontramos descripciones nebulosas, con personajes extraños v.g. el angel
de Yahvé que no se distingue del mismo Yahvé, los tres ángeles de Gen. 18 que
aparecen como tres varones que son Yahvé, a los que se saluda en singular y se
habla en plural, y que en algún momento resultan ser sólo dos.
El Yahvé primitivo, dice Eliade, es concebido como una coincidentia oppositorum
en la cual se incluyen todos los contrarios, aún el mal. La dualidad aparece más
tarde con la noción del demonio. Al igual que en otras religiones, esta idea se
desarrolla en una fase de reflexión posterior personificando el poder del mal 235
.
Esta tendencia a conceptualizar y diferenciar lo que en su origen es confuso e
indeterminado, nos muestran una característica común a otras formas del
simbolismo religioso. Algo semejante habíamos observado en las formas
originarias de la mitología griega (cf. XVII, iii, § 140).
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En concreto, sabemos por la misma historia bíblica (en Reyes I y II) que el
monoteísmo tardó en imponerse entre el pueblo, el cual durante largos períodos se
consagró al culto de los baal o de otros dioses de origen pagano. En consecuencia,
el Yahvé bíblico aparece como un dios celoso que rechaza con extrema severidad
todas las formas de las religiones paganas. Para Eliade el significado de este
rechazo es circunstancial 236
y Zubiri sostiene que el conflicto fundamental no
estaba en la oposición al politeismo sino en el rechazo de la idolatría 237
.
vi- El concepto del hombre.
§ 180- El texto bíblico, destaca en muchos casos la intimidad en la relación de dios
con el hombre. Esta intimidad también se da en otras religiones; basta recordar la
relación entre Atenea y Odiseo, pero en la Biblia adquiere características
particulares. Dios habla directamente con los patriarcas, con Moisés y con los
profetas, dando sus indicaciones o prescripciones hasta el último detalle. Establece
una alianza directa con el hombre; por eso la religión judía se caracteriza por la
concepción de la vida humana como sagrada, lo que se concreta en su creación
como imagen y semejanza y en las múltiples prescripciones con respecto al amor al
prójimo, al cuidado del huérfano, la viuda y el extranjero; o la defensa del pobre y
del necesitado 238
.
vii-La mística.
§ 181- La mística del judaísmo se remonta al tiempo de los profetas, en especial a
Ezequiel y su visión de la “Mercabá”, el carro de la divinidad y a Isaías en su
visión de la triple santidad de Dios (Ez.4l-43; Is. 6,3).
En los tiempos siguientes se deben mencionar las visiones celestiales recogidas en
los apocalipsis judíos como 1 y 2 de Henoc, donde el vidente aparece retratado en
su ascenso al cielo para ver la majestad divina entronizada en la Mercabá.
Pero la mística más conocida es la que se remonta a la figura de Simón ben Yohai,
(siglos I-II d.C.) considerado como autor, según la leyenda, de las partes
principales del Zohar. Vivió durante la dominación romana después de la
destrucción del Templo y tuvo que huir y esconderse en el desierto durante 13
años, tiempo durante el cual habría redactado sus escritos.
Según la tradición cabalística, el Zohar que actualmente conocemos fue
descubierto y publicado por Moisés de León, recién en el siglo XIII. Su idea básica
puede esquematizarse en el concepto de la Divinidad oculta como infinito (el Ein-
Soph), de donde surgen las diez esferas (Sefirá) que constituyen el universo.
En la Edad Media se deben mencionar algunos místicos sobresalientes como Isaac
el ciego y Nahmánides. Un lugar aparte ocupa Ibn Gabirol, también conocido
como Avicebrón (1021-1058), autor de la Fuente de la vida conocida por los
filósofos cristianos en su traducción latina (Fons vitae) 239
viii-El simbolismo de la Cábala y los jasidim.
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§ 182- La tradición de la cábala representa una forma particular de relación
mística con el texto sagrado. Como señala G. Scholem, éste pierde su forma y
adopta a través de los ojos del místico una forma nueva. Muchas cosas que para el
lector moderno serían deformaciones fantásticas del texto, para el místico están
ligadas de una manera totalmente natural a su propia concepción del libro
sagrado. Scholem entiende que esta es una nota común a la mistica (cf.VII, i, § 70).
Es sorprendente, dice, la increíble libertad conque M. Eckhart, el autor del Zohar,
los místicos sufíes o San Pablo, leen los textos canónicos de su propia religión 240
.
Esta es la libertad que caracteriza a los místicos de la cábala. Scholem cita al rabí
Mendel de Rymanow para el cual todo lo que fue revelado por Dios se reduce a la
letra alef conque comienza el primer mandamiento (la palabra Anoji, yo). Así
reduce la revelación a una mística infinitamente dotada de significación pero
carente de un significado específico. Esta revelación infinita, dice Rymanow, tuvo
que ser traducida a un lenguaje humano para ser comprendida y esto lo hizo
Moisés.
En otra interpretación, la de Nahmánides, toda la Toráh está compuesta
por nombres de Dios, de modo que las palabras que leemos pueden distribuirse de
otra manera para descubrir esos nombres. La primera versión de la Toráh era sin
división de palabras, como un conjunto de nombres esotéricos. Luego, con la
división apareció un conjunto de mandamientos y narraciones.
El mundo secreto de la divinidad es para la cábala un mundo de lenguaje, un
mundo de nombres, los cuales no sólo son medios convencionales de comunicación,
sino que cada uno representa una concentración de energía y una variedad de
sentido imposible de traducir al lenguaje humano.
Varias corrientes del cabalismo entienden la Toráh como un organismo viviente.
De donde resulta que todas las partes son igualmente importantes, aún las que
aparentemente sólo dan datos irrelevantes sobre genealogías o números.
Así por ejemplo, un texto del Zohar llega a afirmar que: ¡ay de aquél que considera
que la Torá es un libro de meras narraciones y cuestiones vulgares¡ Si se tratara de
cosas terrenas cualquiera podría componer un libro más valioso. Lo que pasa es
que la Torá debe revestirse de aspectos mundanos como los ángeles cuando bajan a
este mundo, para que sean soportables para el hombre. El ropaje son las
narraciones, el cuerpo son los mandamientos, pero el alma es lo más importante 241
.
Otra nota característica, es la importancia que adquiere la Schejiná, como
matrona, compañera y complemento de la divinidad. Frente a la masculinidad
exclusiva de monoteísmo originario, ahora se acentúa la feminidad, interpretando
la presencia o gloria de Dios de los relatos escriturísticos, como manifestación de
su complemento femenino. La Schejiná está siempre acompañando al pueblo de
Dios; el devoto piadoso siempre debe recordar su presencia.
Notable evolución que se acerca en paralelo con la del hinduismo moderno y su
devoción a la Shakti, o con el culto de la Virgen en el cristianismo. En ambos casos,
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los textos más antiguos dan poco relieve a la faceta femenina de la devoción
popular.
Finalmente, junto a los desarrollos de la Cábala, contenidos en numerosos textos
eruditos (el Zohar, el Sefer Yetsyrá, entre otros) se desarrolló en el judaísmo la
corriente de los jasidim que se caracteriza por poner todo su acento en los
sentimientos de amor y alegría, dejando en segundo lugar las prescripciones
legales, punto principal de otras líneas de la ortodoxia.
Los jasidim conformaron un movimiento religioso que floreció en Europa oriental
durante el siglo XVIII. Defendían el carácter sagrado de la alegría y la unión de lo
natural y lo divino. Sus principales características fueron: 1-la influencia de
la Cábala, 2-la vida en comunidades tradicionales, 3-la observación de los
preceptos de la Toráh con cierta flexibilidad privilegiando las acciones piadosas.
El movimiento fue fundado por el rabino Israel ben Eliezer conocido como el Baal
Shemtov (1698–1760). Los jasidim consideraban que la mayor parte de las
expresiones de la vida judía se habían hecho demasiado académicas, alejándose así
de la espiritualidad y la alegría. El jasidismo fue una reacción frente a esa
tendencia. Produjo formulaciones sorprendentes y originales. Ya no era necesario
ser un erudito para estar cerca de Dios, porque Dios siempre está presente en el
corazón de las personas buenas.
El Baal Schemtov proclamaba que cualquier judío podía unirse al Eterno en todos
los aspectos cotidianos a través de la plegaria, el canto y el baile. Rompió con la
tradición académica del estudio del Talmud para acercarse a Dios y decidió
guiarse por la “kavaná” o dirección del corazón, sentir al Creador en cada
pequeño detalle de la vida.
La doctrina de los jasidim privilegiaba el placer y la alegría y de sus enseñanzas
surgieron muchas historias con moraleja (los cuentos jasídicos) como también
diversa literatura cabalística 242
.
ix-Prescripciones rituales y normas morales.
§ 183- En el Pentateuco, (la Toráh) junto a las normas morales fundamentales, se
establece una serie de prescripciones rituales que parecen asumir tabúes
ancestrales muy primitivos. En esto la Biblia reproduce prácticas y creencias
comunes a muchos pueblos de la antigüedad: encontramos prescripciones
semejantes en el Avesta, texto sagrado del mazdeísmo, en las leyes de Manú para el
caso de la India, en el Corán y en las tradiciones sobre purezas o impurezas en la
Mesopotamia o entre los griegos y romanos.
Este primitivismo parece concretarse en los ritos de iniciación, en la circuncisión,
en los ritos purificatorios relacionados con el nacimiento y la menstruación, en la
contaminación por el contacto con un cadáver, en la atribución de enfermedades y
males a la acción del demonio, etc.
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Podemos suponer que estas prácticas son residuos de los tabúes primitivos. Sin
embargo, desde otro punto de vista, para una religiosidad más evolucionada,
deben interpretarse como prescripciones destinadas a recordar el carácter sagrado
que se esconde en todo lo que se relaciona con el sexo, la vida y la muerte o en
general, con todas las actividades diarias del hombre religioso. Entonces, al
desarrollarse cierta capacidad de abstracción el primitivismo se transforma en
legalismo que detalla las acciones discriminando lo permitido y lo prohibido en
cada caso. Legalismo legítimo como homenaje a la divinidad, pero también en
muchos casos, peligroso por la posibilidad de una casuística compleja, intrincada
hasta el detalle mínimo. A la larga, puede dar origen a los intentos de superación
en una actitud más simple y madura como la de los místicos que sin negar las
prescripciones de la Ley buscarán en la interioridad la fuente de toda conducta.
De hecho, la tradición judía, después de la destrucción del templo y la desaparición
de los sacrificios, fue evolucionando hacia la valoración de las normas rituales en
un sentido místico, como homenaje a la divinidad y ya no fundadas en el temor y la
culpa.
x-El poder creador de la palabra de Dios. § 184- Vimos el sentido místico que llegaron a tener el nombre y la palabra en las
religiones de la antigüedad (cf. IV, iii § 37). En el caso de la cábala podemos
vislumbrar el fundamento de ese sentido en las características particulares del
poder de Dios en la creación. Allí se descubre la plena identificación entre palabras
y cosas. Yahvé Elohim pronuncia una palabra y la cosa aparece con la misma
pronunciación de su nombre; no hay una producción o fabricación por medio del
habla: el habla misma como realidad sonora se identifica con la cosa en cuanto
realidad visible. El fenómeno sonoro "sea luz" (haieí or) es igual al fenómeno
visual "luz". Podría decirse que la palabra de Dios está inserta vibrando en las
cosas y que el texto escrito vuelca en letras el sonido que está inserto en las cosas
del mundo. Así parecen haberlo entendido los místicos de la Edad Media, judíos,
cristianos o musulmanes. Por eso, para la cábala, tiene importancia cada una de
las letras del alefato, con independencia de su utilidad gramatical. Cada una debe
tener sentidos ocultos y en el Sefer Yetsirá se hacen misteriosas especulaciones
sobre el sistema total de las letras; además, dada la característica de la escritura
antigua, común a muchas lenguas, donde las letras tenían valor numérico, se
extienden las especulaciones al traducir las palabras del texto sagrado a su valor
numérico, procedimiento que, como vimos, tenía su antecedente en la cultura
babilónica (cf. IV, iii, § 38).
Cap. XXII
El SENTIMIENTO DE LO SAGRADO EN EL
CRISTIANISMO.
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i-Las hierofanías fundamentales.
§ 185- Para el cristiano sigue siendo sagrado todo el contenido de la Biblia recibida
del judaísmo. A ello se agrega el enfoque del Nuevo Testamento, donde se relatan
milagros y profecias que confluyen como hierofanías en la persona de Cristo. Se
debe recordar que las hierofanías suponen siempre algo que rebasa la sola realidad
material del acontecimiento, por lo cual hay que entenderlas a la luz de la
numinosidad en que son leídas, es decir, desde la plusvalía emocional que las
acompaña (cf. II, iv, § 15). Desde esa perspectiva Jesús de Nazareth será
considerado como el Mesías esperado, culminación de la alianza prometida en los
textos de la Biblia. Por eso el anuncio del reino de dios, entendido como reino
mesiánico, constituirá la esencia de su predicación.
Siguiendo la tendencia historizante de la tradición judía, para el cristianismo toda
la historia de la humandad tiene, en el fondo, las características de una hierofanía.
De allí se sigue la sistematización teológica en tres alianzas, cósmica, mosaica y
cristiana que hemos encontrado en S. Tomás. (cf. V, i § 48).
Esta historización se manifiesta en numerosas relaciones tipológicas, es decir, en
momentos temporales que se corresponden mutuamente en virtud del sentimiento
de participación. Adán será considerado tipo o figura del Adán venidero, o sea de
Cristo, el mesias (Rom. 5,14); según I Cor. 10,6 los acontecimientos del Exodo son
tipos o figuras referentes a la historia cristiana; en I Pet. 3,21, la salvación del
diluvio por la barca de Noé es sentida como figura del bautismo; en la Epístola a
los Hebreos Isaac figura la muerte y resurrección de Cristo, Heb. 11,19) y en el
Apocalipsis sinóptico de los Evangelios, la destrucción de Jerusalem entra en
resonancia con los tiempos escatológicos (Mat. 24,1-42)
Tenemos entonces, personajes, objetos y acontecimientos que se interpretan como
anticipaciones de hechos futuros, como sus figuras o alegorías. Se trata de la
forma particular de expresión religiosa que hemos considerado como sacralización
del tiempo y de la historia (cf. XXI, ii, § 176)
Aparte de estas simbolizaciones tipológicas, en los textos del Nuevo Testamento
aparece una forma característica de simbolismo que podríamos llamar de
metáforas fuertes. Son aquéllas que no parecen corresponder a un simple juego o
figura del lenguaje fundado en una semejanza extrínseca e irrelevante,
característica general de la metáfora, sino que pretenden manifestar un contenido
ontológico profundo.
Asi cuando se dice de Cristo que es el Principio, el Camino, la Verdad, la Vida en
el Evangelio de S. Juan, no es correcto leerlas como simples metáforas, sino como
expresiones que no sólo dicen sino que también sugieren algo sustancial en el orden
de lo real. El camino puede ser una metáfora del lenguaje ordinario (el buen
camino, estar encaminado, etc.) pero en el Evangelio, cuando Cristo dice "Yo soy
el camino", la palabra adquiere un sentido sustancial que tiene un poder evocativo
particular. Metáforas fuertes que también se anticipaban en el Antiguo
Testamento, especialmente en la descripción de las propiedades y atributos de la
Sabiduría.
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Las resonancias tipológicas llevan a interpretar toda la Biblia (uniendo Antiguo y
Nuevo Testamento) como construída sobre la oposición entre la Edad Presente, la
Edad Pasada y la Edad Venidera. Se entenderá como cumplidas en la etapa del
cristianismo las promesas de la Alianza, pero en un sentido espiritual y provisorio:
la promesa a los patriarcas de heredar la tierra de Canaán, de tener múltiple
descendencia y la promesa de un rey descendiente de David cuyo reino no tendrá
fin, se considerará como realizadas por Cristo, pero solo parcialmente porque su
reino no es de este mundo y solo se prepara en la Iglesia y su culto en Espíritu y
Verdad (Juan, 18, 36 ). Se entenderán los hechos concretos de la vida y las
palabras de Cristo como anticipaciones de los hechos finales de la historia humana 243
.
ii-La incorporación del pensamiento griego.
§ 186- La incorporación de una tradición cultural dentro del marco de otra
tradición, exige un amplio esfuerzo de reinterpretación del contenido que se
recibe. La incorporación del pensamiento griego en el marco de la fe cristiana se
realizó en un lento proceso durante el cual se entrecruzaron distintas tendencias en
pro y en contra de esa incorporación.
Esto exigía la superación de numerosos obtáculos. Así Origenes comentando las
leyes del Antiguo Testamento, manifiesta que no las puede tomar a la letra pues
enrojecería de vergüenza al comparar la ley de Dios con las legislaciones humanas
de Atenas o de Roma. Nadie, me parece, puede tener duda alguna en considerar esas
cosas como figuras bajo las cuales se esconden misterios" 244
.
Eusebio buscará salvar de algún modo el significado de los dioses griegos,
interpretando la idolatría pagana como la degeneración de un culto auténtico, el
cual se dirigía a los astros no como si fueran divinidades, sino en cuanto estaban
presididos por los ángeles, servidores del Dios único. Entonces, en su sentido
original, eran creencias aceptables en cierta medida 245
.
Los obstáculos presentadas por el politeísmo y por las divergencias en la
legislación, fueron superadas después de un largo proceso en el cual, se
incorporaron a la fe cristiana algunas nociones que provenían de la filosofía,
mientras se adaptaban al mundo helénico algunos pasajes del texto bíblico.
iii-La simbología del cristianismo.
§ 187- El cristianismo se centra en un simbolo fundamental del que derivan todos
los otros: el de la muerte y resurrección de Cristo, conmemorado en la festividad
de la pascua. De modo que la creencia fundamental tiene semejanza con
importantes mitologemas de la antigüedad (cf. IX, viii-ix § 87-91) pero a la vez,
también manifiesta el carácter propio de la historización común a los textos
bíblicos.
Historización que implica un desfasaje de sentido con respecto a los mitos: lo que
en estos aparece en el plano imaginal como verdad figural, en el cristianismo
aparece como acontecimiento que concreta lo que las religiones antiguas
prefiguraron. Si los mitos primitivos apuntaban a un tiempo anterior al tiempo
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como paradigma de lo que acontece en el presente, los textos del Nuevo
Testamento describen la realización de un presente que apunta a un tiempo futuro,
tiempo mesianico de plenitud.
O. Cullmann, sintetiza el sentido cristiano de la historia haciendo notar que el
cristiano vive ya, de algún modo, en el tiempo final de la parousia y sin embargo
todavía está lejos de ella. Porque el tiempo actual es un tiempo intermedio: Cristo,
ya ha vencido al mundo, pero quedan las escaramuzas para completar la victoria.
Por eso ya resucitamos y no resucitamos, vivimos el tiempo escatológico y todavia
se desarrolla un tiempo no escatológico. Lo que hacemos en la actualidad como
cristianos sólo prepara la escatologia final, la anticipa o simboliza 246
.
iv-Espiritualizacion o interiorización de los contenidos de la fe.
§ 188- Se puede hablar de espiritualización de los contenidos de la fe como una
constante que caracteriza la historia del cristianismo. Espiritualización que se
acentúa especialmente en el testimonio de los místicos (cf. VII, i § 65).
El Evangelio de S. Juan marca especialmente esa tendencia. Allí Jesús dice que ya
no se necesitarán templos para adorar a Dios porque se le adorará en espiritu y
verdad. Cuando se refiere al Reino de Dios afirma que este reino no es de este
mundo completando la afirmación de los Evangelios Sinópticos de que el Reino de
Dios está dentro en el interior de cada uno.
En la obra de S. Tomás encontramos numerosos pasajes que marcan esta
tendencia: 1-Citando a S. Pablo afirma que la letra mata, el espíritu vivifica; aun
lo escrito en el Evangelio puede matar; 2-Dice que la ley evangélica es Ley de amor
y libertad y no de cumplimiento de preceptos; 3- Afirma que la ley originariamente
estaba inscripta en el corazón del hombre, perdida por el pecado, es recuperada
en el corazón del cristiano cuando alcanza su madurez; 4-Condensa toda la fe en
una sóla fórmula: la de Dios providente y remunerador; 5- Admite la existencia de
formas de fe implícita en Cristo como Redentor, en las que el sujeto no tiene
conciencia clara del contenido de su fe.
Ciertamente, es característica del cristianismo una reacción contra las
exageraciones legalistas. Las prescripciones tradicionales transformadas en
legislación son criticadas por Jesús y por S. Pablo. El mandamiento del amor
resume toda la doctrina. Dios es amor y el amor condensa todo el sentido de la vida
cristiana.
La supresión de los sacrificios del templo, de la circuncisión, de las purificaciones
legales, de la observancia rigurosa del sábado, supone para S.Pablo, el nuevo estilo
de vida centrado en el amor.
Pero el nuevo estilo de vida en total libertad de tabúes y leyes no se establece de
golpe. En las primeras comunidades se inicia la polémica sobre la abolición de las
normas rituales, en especial, de la circuncisión. S. Pablo mantendrá una constante
lucha contra los cristianos que pretenden mantener las antiguas prescripciones.
Insiste en la libertad del cristiano, pero advierte que esa libertad no es libertinaje y
detalla los vicios y pecados inaceptables en la comunidad cristiana.
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Sin embargo, los textos del NuenvoTestamento no podían estar fuera de su época.
La intuición de un ideal nuevo forzosamente debía expresarse en un lenguaje viejo.
De modo que los nuevos ideales del Evangelio se plasmaron en la arcilla de un
vocabulario antiguo y de hábitos y costumbres ancestrales. Por eso el
comportamiento por temor al castigo y por la esperanza del premio que como
tendencia influía en la religión de Isarael, también reapareció en la historia de la
Iglesia.
Asi encontramos abundantes textos que hablan del demonio y del infierno como
castigo del pecado; los temas catastróficos del fin del mundo; la formulación
abstracta de dogmas y de reglamentaciones morales.
v-El cristianismo y la iglesia.
§ 189- La historia del cristianismo nos muestra en sus comienzos una etapa
heroica, espontánea, llena de vida y de poca estructura formal; luego un periodo de
institucionalización, con la tendencia hacia el endurecimiento, disminución de
espontaneidad y aumento de formalismo; de allí las fragmentaciones o
separaciones posteriores: primeramente de la Iglesia Ortodoxa y luego de la
Reforma Luterana, con la consecuencia final de una tendencia creciente hacia el
escepticismo en amplios sectores de la cultura.
Es sus comienzos la Iglesia se organiza como una comunidad en la que debe
predominar un nuevo modo de vida. Este nuevo modo de vida se expresa por
medio de simbolos que visibilizan las notas de un reino intermedio, preparatorio de
la plenitud final. Comunidad peregrina, que se prepara para el más allá, pero que
a la vez vive en el mundo y debe influir en él propagando la fe.
La necesidad de organizarse temporalmente aunque con fines exclusivamente
espirituales, lleva como consecuencia la conformación de una institución, pero al
institucionalizarse aparecen los peligros de los desvíos y la decadencia.
Este estar en la tierra y no estar, este ser en el mundo y no ser de este mundo,
conduce a las tentaciones del poder, a la autoridad transformada en autoritarismo
y a las componendas o connivencias con los poderosos, sus guerras, conquistas e
injusticias. La historia de la Iglesia muestra, en consecuencia, la dualidad de la
vida mística de numerosos santos, por un lado y las aberraciones del poder
temporal, por el otro.
vi-Textos mistéricos en el Nuevo Testamento.
§ 190- La tendencia hacia la espiritualización o interiorización de la fe se
manifiesta en numerosos textos de carácter mistérico, es decir que insinúan un
sentido más allá del sentido inmediato, que invitan a produndizar y descubrír algo
oculto que está más allá de la palabra.
Se afirma la existencia de misterios detrás de lo dicho en las parábolas: A vosotros
es dado conocer los misterios del reino de los cielos. Se proponen paradojas que
crean cierta perplejidad: Los últimos serán los primeros. Al que no tiene aun lo que
tiene le será quitado. El que busca salvar su alma la perderá. Con frecuencia se
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repite la necesidad de tener oídos para oir y ojos para ver, insinuando la existencia
de una dimensión de realidad distinta de la común y evidente.
Son paradójicas muchas afirmaciones de S. Pablo: Como muertos con Cristo
estamos escondidos en Cristo y con Cristo en Dios. El tiempo es breve, el que rie
como si no riera, el que llora como si no llorara, el que posee como si no poseyera,
etc. Somos ciudadanos del cielo, tenemos la mira puesta no en las cosas visibles
sino en las invisibles.
vii-La mística.
§ 191- El cristianismo manifiesta las formas más elevadas de espiritualidad en la
experiencia de sus místicos. Lo que encontramos en la mística de otras religiones
aparece también en el cristianismo. Allí se destaca la complementación paradójica
de dos dimensiones: por un lado el amor que busca intensamente la unión con la
divinidad; por el otro, el sentimiento de la distancia infinita entre las
representaciones humanas y el carácter inefable, inexpresabe y absoluto de lo
divino. Por otro lado, siendo los místicos contemplativos por excelencia, son ellos
los que unen a la contemplación relevantes obras y realizaciones de amor y
misericordia.
En San Agustín (354 -430 d.C.) el concepto del amor es el punto de partida de todo
su pensamiento de modo que condensa e incluye todos los sentimientos a la vez que
los ubica por encima de la razón, porque el amor a Dios todo lo llena. «El peso mío
es mi amor; por el peso de mi amor soy llevado adondequiera que voy» 247
.
El amor tiene para S. Agustín cuatro dimensiones: Dios, uno mismo, el otro y la
naturaleza. «Hay que amar cuatro cosas: lo que está sobre nosotros, lo que somos
nosotros, lo que está junto a nosotros, lo que está bajo nosotros” 248
.
Amor es deseo de felicidad. Pero la felicidad, como bien supremo se identifica con
Dios, dado que Dios es la plenitud de todos los bienes. De ahí que la teología
mística de S. Agustin da por supuesta una tendencia universal de todo lo existente
hacia Dios como bien supremo. Todo hombre busca a Dios tenga o no conciencia
de ello.
En S. Juan Damasceno (676-749) encontramos expresada la unión paradójica entre
el carácter inefable, incomprensible de lo absoluto y el amor místico. Dice que a
pesar de la negatividad tenebrosa en que se oculta lo divino, nos unimos
óptimamente a Dios, porque el amor queda colmado en esa tenebrosidad (cf. IV,
viii, § 46).
En la Edad Media el pensamiento teológico se inspiró en gran medida en los textos
del Psedodionisio Areopagita. (s.V-VI d.C.). Este mistico marcó una línea de
reflexión religiosa de gran repercusión, según la cual no nos es dado decir lo que
Dios es, sino solamente lo que no es.
En su Teología mística, plantea una doble renuncia a los sentidos y al
entendimiento como medios para alcanzar la unión con Dios. Renunciemos a toda
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visión y conocimiento para ver y conocer lo invisible y lo incognoscible. Dios es
una supraesencia, es decir, es causa suprema de la cual nada puede afirmarse o
negarse por estar más allá de todo lo sensible y más allá de lo inteligible. En
consecuencia la experiencia mística es una experiencia inefable 249
.
J. Escoto Erígena (810-877d.C.) será un continuador del pensamiento de Dionisio.
Siguiendo su pensamiento establecerá la distinción entre la vía katafática y la
apofática, o sea entre la teología positiva y la teología negativa (cf. IV, viii, sobre
los conceptos teológicos) 250
.
§192- En Ricardo de San Victor. († 1173) encontramos una sistematización
brillante de los supuestos básicos de la mística medieval 251
.
Desarrolla su teoría de la contemplación a partir de la distinción de cuatro
funciones en el alma humana: sensibilidad, imaginación, razón e inteligencia.
Ahora bien, la inteligencia ocupa el puesto superior por encima de la razón por lo
que puede animar e impregnar a todas las funciones subordinadas, es decir, a la
razón, a la imaginación y a la sensibilidad, sin suprimir su propia actividad.
Cuando la inteligencia anima desde arriba las otras facultades se produce la
contemplación de lo sagrado. En efecto, la inteligencia puede dirigirse, dando vida,
a los objetos sensibles o a sus imágenes: esto significa que los asume y remite a la
dimensión de lo divino. Puede asumir también los conceptos abstractos de la razón
para darles animación contemplativa, o sea vincularlos a los misterios superiores.
También, por supuesto, puede existir una contemplación pura sin imágenes o
conceptos, una intuición de la inteligencia que se centra directamente en Dios.
Cabe recordar aquí el concepto medieval de la inteligencia, distinto y superior a la
razón a la que guía según sus principios (cf. IV, vii, § 44 sobre el desfasaje
semántico). Pero en el caso de los místicos, la inteligencia no es sólo la depositaria
de principios. Es mucho más, pues es inseparable de la afección; en otras palabras,
es inteligencia emocional. Porque para ella no hay propiamente un objeto opuesto
al sujeto, sino identificación afectiva con el mismo. No hay adentro ni afuera, no
hay representación sin afección .
Cuando se habla modernamente de intuición intelectual se crea un malentendido
pues no estamos frente a una experiencia puramente intelectual sino frente a un
sutil estado emocional muy distinto de las emociones sensibles de carácter
cotidiano.
La descripción de Ricardo de San Victor representa una brillante
conceptualización de los contenidos de la mística medieval. Aquí tenemos tres
variantes de la afectividad 1- El sentimiento de la presencia divina en todas las
cosas sensibles descubierta por la inteligencia; 2- La afectividad en la penetración
inteligente de las realidades abstractas generadas por la razón; 3- La afectividad
pura despojada de los sentidos y de los conceptos, en la unión intuitiva con lo
absoluto.
§ 193- El pensamiento de S. Buenaventura (1221-1274) representa otro de los
desarrollos medievales de especial importancia para una teoría de lo sagrado. Su
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visión gira alrededor de la metáfora de la luz que tiene tres dimensiones: la luz
material, la luz intelectual y la luz increada que es el Verbo Divino. La luz material
es la que da existencia a las cosas sensibles; la luz intelectual radica en la mente
humana y es como un espejo que permite conocer todas las cosas, pero nada puede
reflejar si está en la oscuridad; necesita, entonces, de una luz superior, la luz que
proviene del Verbo Divino, luz increada que como un sol todo lo ilumina.
Buenaventura desarrolla su concepcion de lo sagrado en sus Colaciones sobre el
Hexaémeron 252
donde comentando el texto del Génesis sobre la creación del
mundo o macrocosmos, lo aplica a la realización humana como microcosmos.
Distingue allí cuatro formas de la sabiduría: 1- la sabiduría uniforme que consiste
en la ley natural inscrita en la mente humana; 2-la sabiduria multiforme que se
encuentra en la Sagrada Escritura en sus múltiples figuras; 3- la sabiduria
omniforme que se encuentra en todas las cosas contenidas en el universo; 4- la
sabiduría que llama nuliforme. Esta última es la sabiduría suprema que no tiene
forma alguna y es propia de las almas que han llegado a la cima de la perfección.
En ella el alma se unifica plenamente con el amado. El entendimiento no puede
alcanzarla sino sólo el afecto, porque el amor es fuerte como la muerte que separa
de las creaturas quedando sólo Dios.
Es notable su concepto sobre el conocimiento teológico que resume en la metáfora
de la luna. Sólo podemos ver la luna no el sol, pues el rayo de sol se atempera para
nosotros por la luna. Esto mismo se entiende de los textos sagrados que atemperan
en simbolos los misterios divinos. Asi entonces, todos los pasajes de la vida de Jesús
son verdad y figura a la vez, es decir que son hechos reales pero a la vez
significativos de profundos misterios. Es manifiesto, dice, citando a S. Pablo (Rom.
6-8, Eph., 2,5,6; Col. 2,12, sgs.) que "...la pasión de Cristo fue verdad y figura, lo
mismo que la resurrección". Pero las figuras no han sido todavía explanadas, mas
cuando sea la luna llena, entonces será la apertura de las Escrituras y será abierto
el Libro y los siete sellos 253
.
§ 194- Otro místico medieval es M. Eckhart (1260-1328) cuyo pensamiento puede
ser resumido en el sermón en que comenta Hechos de los Apóstoles 9,8: "Saulo se
levantó del suelo y, con los ojos abiertos, nada veía". Para Eckhart, en un primer
sentido se puede interpretar que: cuando se levantó del suelo, con los ojos abiertos,
nada veía y esa nada era Dios. Siguiendo los principios de la teología negativa
expuesta por Dionisio, Eckhart no teme en aplicar a Dios el concepto de la nada,
por más que esta expresión puede resultar escandalosa para el creyente común. En
el fondo, se entiende, Dios es la nada de todo lo existente en el mundo, es decir, es
la negación de lo mundano visible o invisible. En realidad, por otra parte, el
mundo es una nada frente a la divinidad.
§ 195- Llegados a los tiempos del Renacimiento, en Santa Teresa y San Juan de la
cruz encontramos una mística en la que adquiere particular importancia la
descripción de los estados del alma. Mientras los medievales eran muy parcos en
esa descripción, ahora tenemos una amplia enumeración de esos estados. Así S.
Teresa, en el relato de su vida nos propone los distintos grados de oración por los
que va ascendiendo el alma; los obstáculos y dolores por los que suele pasar y por
último el goce intenso, el enorme deleite que se alcanza en los estados más
elevados.
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En los capítulos 11 a 23 del libro de La Vida divide los niveles de la oración en
cuatro estadios que están por encima de la forma puramente vocal: 1. Oración
mental, interior o meditativa, que es un discurso intelectual sin repetición de
oraciones aprendidas. 2- Oración de quietud donde la memoria, la imaginación y
la razón experimentan un recogimiento grande, una paz interior que viene de
arriba y no del esfuerzo humano. 3- Oración de unión: cuando el esfuerzo personal
del orante es ya muy pequeño porque memoria, imaginación y razón son
absorbidas por un intenso sentimiento de amor y sosiego: el gusto, la suavidad y el
deleite son incomparables con toda vivencia del pasado (Vida 16,1). 4- Éxtasis o
arrobamiento: donde se pierde el contacto con el mundo. «Acá no hay sentir, sino
gozar sin entender lo que se goza» (Vida 18, 1), se pierde incluso la sensación de
estar en el cuerpo y cualquier posible control sobre lo que acontece.
Teresa insiste en perseverar en la oración con humildad sin exigir o buscar
experiencias sobrenaturales: “… importa mucho entender que no a todos lleva
Dios por el mismo camino”. (Camino de Perfección 27,2). S. Juan de la Cruz, en su
Subida al monte Carmelo desarrolla, desde otro enfoque, los momentos de
ascensión del alma hacia la divinidad y previene contra los engaños e ilusiones de
una mística imaginaria 254
.
viii- Neoplatónicos renacentistas y cristianismo.
§196-A fines de la Edad Media y comienzos de la modernidad, aparecen algunas
expresiones novedosas en relación al sentimiento de lo sagrado. Asi por ejemplo, la
representación de los dioses de la antigüedad, tanto en la pintura como en la
poesía, plantea el interrogante sobre qué significaban esos dioses para los hombres
de una época en que todavía tenían vigencia los valores del cristianismo.
En realidad, el pensamiento neoplatónico del Renacimiento planteaba una nueva
forma de sentimiento de lo sagrado. Para los intelectuales renacentistas la verdad
divina que se manifestaba en los textos sagrados de la religión, también podía
manifestarse, aunque de un modo más diluído, en la sabiduría pagana expresada
por artistas, poetas o filósofos. Esa sabiduría estaría contenida en el pasado mítico
bajo la forma de fábulas e imágenes misteriosas ocultas en la representación de los
dioses 255
. Por eso, los neoplatónicos florentinos se remitían continuamente a los
sabios de Oriente, a los sacerdotes de Egipto, a Hermes Trimegisto, a Zoroastro y,
entre los griegos, a Orfeo, Pitágoras y Platón. Todos constituían para ellos una
tradición ininterrumpida de carácter esotérico. También asimilaban la cábala,
considerada como una sabiduría contenida en la obra de Moisés 256
.
En Pico della Mirandola (1463-1499) encontramos la nueva visión propia de la
época, especialmente en su ensayo sobre la Dignidad del Hombre a partir del cual
se fundamentan las Conclusiones Cabalísticas que expone en novecientas tesis
uniendo los contenidos de todas las corrientes de pensamiento entonces
disponibles, desde los griegos hasta la Cábala, incluyendo el zoroastrismo, el
hermetismo y la magia.
Para él todas estas doctrinas tenían un contenido esotérico lo que permitía unirlas
armónicamente como complementarias. Convicción sumamente extraña que solo
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se explica reconociendo en Pico una forma de afectividad característica que
producía en él un sentimiento irenista de manifestación de lo sagrado 257
.
ix-Nicolás de Cusa (1401-1464).
§ 197- El cardenal Nicolás de Cusa ocupa un lugar relevante entre los pensadores
que inauguran el Renacimiento. En su libro titulado La docta ignorancia desarrolla
sus ideas sobre la base de una simbología matemática 258
.
La "docta ignorancia" es la que conoce los límites de la razón y se contenta con las
conjeturas aproximadas y oscuras visualizadas por medio de números y figuras
geométricas. Así, con respecto a Dios dice que intentará
"inquirir incomprensiblemente por encima de la razón humana este máximo, en el
que se cree por la fe" (cap.II).
En este máximo que es Dios coinciden todos los opuestos, de modo que por medio
de la intuición intelectual, más allá de la razón, es posible elevarse hacia una
comprensión "incomprensible" de esta coincidencia. Porque "el máximo absoluto
es inteligible incomprensiblemente" (cap.V)
Aunque hay un abismo entre Dios y la creatura, la unión de opuestos se manifiesta
especialmente por la Encarnación en que se une lo divino con lo humano. Porque
"Dios es amor" lo que en otros términos significa que une en sí todas las cosas.
A pesar de su especulación basada en la abstraccion geométrica, el pensamiento de
N. de Cusa está lleno de sentimiento religioso. Y este sentimiento, obviamente, de
carácter muy personal, se revela especialmente en sus reflexiones sobre la
sabiduría.
El texto que nos interesa particularmente en relación al sentimiento es aquel que
presenta el diálogo entre un letrado y un hombre supuestamente ignorante, sobre
el tema de la sabiduría 259
.
Esta sabiduría es deleitosa porque está acompañada por un estado afectivo de
carácter intelectual. Por eso no deben ser considerados como sabios aquellos
hombres que hablan de la sabiduría sólo nominalmente y no con gozo. En cambio,
hablan con gozo de ella, aquellos que conocen que está en todas las cosas. Porque la
eterna sabiduría es la belleza presente en toda cosa bella. Es la delicia en toda cosa
deliciosa.
Sin embargo, afirma que la sabiduría es algo gustable sin gusto, en lo cual nos
descubre una forma sorprendente de la afectividad, dificil de comprender. El
cusano intenta aclararlo al decir que en este gustar no hay nada de los gustos de la
sensibilidad, que se trata de una forma de placer enteramente distinto e
indescriptible.
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Afirmaciones que carecerían de toda credibilidad si no tuviéramos consideraciones
semejantes en otros contextos culturales. Así por ejemplo, hemos encontrado en las
textos hindúes la puntualización de sentimientos, sensaciones y vivencias no
sensibles (cf. XVIII, vi, § 156 Brihadaranyaka Upanishad) a lo que hay que agregar
las reflexiones de S. Buenaventura, de M. Eckhart, S. Juan Damasceno en el
cristianismo, de Ibn Arabi y los místicos sufíes en el mundo islámico y los de la
cábala en la mistica del judaísmo 260
. En todos los casos nos hablan de sentimientos
y placeres que nada tienen que ver con lo sensible.
El sentimiento religioso en los filósofos del Renacimiento, nos ha llevado a
describir un tipo particular de emocionalidad nada común, podemos decir casi
excepcional, pero que no debemos excluir en este intento por registrar todas las
formas de la afectividad en relación con lo sagrado.
x -Desafios del cristianismo frente a la modernidad.
§ 198- El cristianismo enfrenta, a partir de la modernidad una serie de situaciones
problemáticas: 1-por un lado, el desafío de la razón moderna y el cientificismo
como fundamento de la verdad; 2- el proceso de creciente secularización de la
cultura europea; 3- la multiplicidad de religiones hoy conocidas, lo que plantea la
existencia de otras mentalidades, de otras posibles formas de expresión de la fe.
1-Con los nuevos descubrimientos científicos de los siglos XVI y XVII, se irá
consolidando un nuevo paradigma del pensamiento. De aquí en adelante la
imaginación pasará a ser considerada como obstáculo e inductora de errores. La
razón despojada de imágenes y sentimientos será el garante de la verdad. De allí
que el mundo material se reducirá a un algoritmo matemático en relación con el
nuevo sistema heliocéntrico.
En paralelo, como respuesta, en el cristianismo, se fue incrementando la tendencia
a adecuarse a la nueva mentalidad. En consecuencia, en amplios sectores del
pensamiento se irá arrinconando el sentimiento religioso, acentuando los conceptos
racionales en las elaboraciones teológicas, aumentando las abstracciones que ya se
venían desarrollando desde la Edad Media. Se creará una apologética de la
religión que intentará competir por medio de silogismos y demostraciones con los
métodos de la ciencia positiva. Podemos imaginar, como consecuencia, un
sentimiento frio y esquemático en aquellos que adherían a estos conceptos.
La religión se transformará para ellos en una colección de dogmas y la fe en un
acto frio de voluntad que acepta lo que hay que creer por obligacion. La
afectividad que todavía integraba la fe medieval, será rechazada por esta clase
intelectual, mirando con cierta tolerancia su persistencia en las expresiones
populares. Pero con Kant se desmoronará totalmente la religión de la razón. Su
crítica demostrará con contundencia la falacia de las pretendidas pruebas
apologéticas que imitan en caricatura las demostraciones de las ciencias positivas.
2- El proceso de secularización que fue entrando en la cultura de Occidente se
vincula en parte con esta nueva situación. Ahora, el abandono de las prácticas
religiosas tradicionales y el surgimiento del agnosticismo o del ateísmo
son componentes relevantes de la cultura. Desde cierto enfoque este
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proceso marcará una situación paradójica: por un lado, el cientificismo y la
valoración de la razón ponen en crisis los contenidos de la fe; por el otro la
pretendida defensa de la fe, también la ponía en crisis al desarrollar argumentos
aparentemente racionales, proposiciones y enunciados formales carentes de toda
afectividad. El olvido de la base emocional de la fe fué uno de los factores, no el
único, que influyeron en los procesos de la secularización. También debe
agregarse, sin duda, la distancia cada vez mayor entre ciertas conductas que se
han ido generalizando y las normas morales derivadas de la religión 261
.
3- En los últimos tiempos se visualiza cada vez con mayor claridad el problema que
plantea al cristianismo la multiplicidad de religiones que llenan actualmente el
globo terráqueo. El cristianismo ya no puede pretender ser la única religión
verdadera, debe compartir con otras religiones un fondo de verdad común a todas
ellas. Existen en la actualidad abundantes motivos y argumentaciones que
favorecen y estimulan el encuentro entre las religiones. Por un lado el supuesto que
considera que las distintas religiones tienen su fuente en la experiencia de lo
sagrado como nucleo original de todas ellas. Por otro lado la situación planetaria
actual, que pone en contacto a todas las tradiciones mientras que la creciente
secularización de la cultura, obliga a un acercamiento en la búsqueda de
afinidades.
Ya en la antigüedad existió la tendencia a conciliar la diferencia entre las
religiones. Plutarco (45-125 d.C.) fue uno de los exponentes de esta tendencia. Para
él, si se tiene una cierta percepción del simbolismo de las religiones, se descubre
que detrás de la letra el contenido profundo expresa sentimientos semejantes. De
este modo, dice, se llegará a evitar dos males: 1-el mal del ateísmo por lo
inverosimil de la narración y 2- el mal peor de la superstición que toma todo a la
letra.
Lúcida reflexión: sólo la toma de conciencia del simbolismo de las religiones puede
evitar la caída en uno de los extremos: el del ateísmo que rechaza los mitologemas
por inverosímiles o el de la superstición simplista que los toma al pie de la letra 262
.
Posiblemente sea el simbolismo la dimensión en la que se encuentra la respuesta a
todas las críticas y desafíos que se dirigen actualmente contra la fe en cualquier
religión. Solamente la comprensión y toma de conciencia de lo que significan los
símbolos y de la afectividad contenida en su esencia, podrá entenderse que la fe
nada tiene que ver con el conocimiento científico y que sobrevuela como fondo
todas las diferencias entre las religiones.
Cap. XXIII
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EL SENTIMIENTO DE LO SAGRADO EN EL
ISLAM.
i-El Corán.
§ 199- Hans Küng, al comparar el Corán con la Biblia señala la diferencia
conceptual entre ambos textos, pues para los musulmanes no es sólo un texto
escrito sino la palabra eterna de Dios que bajó y se encarnó en el libro, tal cual en
paralelo para el cristianismo Cristo es la encarnación de Dios. Para el islam Dios se
encarnó en un libro mientras que para el cristianismo se encarnó en un hombre 263
.
Además el Corán tiene un solo autor y no los múltiples autores de la Biblia; por
otro lado, tiene pocos elementos doctrinales: estos se limitan a la afirmación de la
unicidad de Dios, la condición de enviado de su profeta y la retribución en la otra
vida en el cielo o el infierno .
Predominan, más bien, las reglas de conducta por lo cual el Corán rige toda la vida
sin establecer diferencia entre lo sagrado y lo temporal; de modo que todo cae
bajo sus normas. Así, para el musulman la ley es lo más importante y no la teología
al modo cristiano. Entonces, el derecho religioso equivale a lo que la teología es
para el cristiano. Todo se reduce a los cinco deberes que constituyen su identidad:
1-oración cinco veces al día, 2-peregrinación a la Meca un vez en la vida, 3-ayuno
del Ramadam, 4-limosna como porcentaje de la propia fortuna, 5- fórmula de
profesión de la fe.
Siendo la condición esencial del Islam muy simple, con todo, en su historia se
incluyen grandes filósofos, cientificos y místicos. Mencionaremos especialmente a
los místicos.
ii-La mística iraní.
§ 200- H. Corbin estudió en particular, la mística islámica en la doctrina de los
shiitas, cuyos escritos se centran en los hechos de una metahistoria o transhistoria
y no sobre la historia misma. Esto significa que para ellos en la historia sagrada se
debe distinguir entre un tiempo cuantitativo o cronológico y el tiempo cualitativo o
tiempo del alma; el antes y después no tienen el mismo significado en ambos
tiempos (cf. X, iii § 97; XXI, ii, § 176). Hay, en consecuencia, acontecimientos que
son perfectamente reales sin tener la realidad de los acontecimientos de la historia
empírica. Estos místicos llegan a hablar de una estructura eterna donde el orden
de sucesión es sustituido por un orden de simultaneidad. El tiempo se convierte en
espacio porque hay algo invisible en los acontecimientos visibles; eso que no es
visible constituye una hierohistoria a la cual pertenecen los profetas 264
.
Por eso, Mahoma será considerado como el Antropos Celestial, más allá del
hombre particular, y los hechos de su historia se entenderán como velando una
dimensión invisible. Entonces disinguen lo exotérico y lo esotérico.
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Nasir-e-Khosraw (s.XI) dice que la religión positiva es el aspecto exotérico de la
idea, y la idea es el aspecto esotérico de la religión positiva; la religión es el
símbolo, la idea es lo simbolizado. Lo exotérico está en perpetua mutación con los
ciclos y períodos del mundo; lo esotérico es una energía divina que no está
sometida al devenir. Así dice el Imám VI: "Nuestra causa es la verdad y la verdad
de la verdad; es lo exotérico, y lo esotérico de lo exotérico, y es lo esotérico de lo
esotérico. Es el secreto, y el secreto de algo que permanece velado, un secreto dentro
de un secreto" 265
.
Existe para estos místicos una tríada del conocimiento (sensible, imaginativo,
inteligible) en correspondencia con la tríada (cuerpo, alma, espíritu). Ahora bien,
en el plano de la imaginación se producen las formas simbólicas que pueden ser
causadas, desde abajo, por las cosas sensibles o, desde arriba, por el espíritu. Allí
se ubican las imágenes simbólicas de los mitologemas historizados por los profetas.
Por otra parte, el lema de esta filosofía mística es la frase atribuida al profeta:
"Quien se conoce a sí mismo conoce a su Señor". Dios se manifiesta
fundamentalmente en el alma humana que es su imagen. Ver a Dios es ver la
forma de la propia alma que es mucho más digna para la manifestación divina que
la zarza ardiente en que se le apareció a Moisés.
Existe también en el Islam, como en la mística cristiana, una corriente de
pensamiento que puede denominarse de teología negativa. La encontramos en el
ismailismo que se caracteriza por una doble negación: el Principio o Ser Supremo,
es "no-ser" y "no no-ser"; es "no-en-el-tiempo" y "no no-en-el-tiempo"; la verdad
está en la simultaneidad de la doble negación. Notamos la semejanza con las
reflexiones de Nagarjuna (cf. XIX, vii § 168).
iii-La mística de los sufíes
§ 201- Una de las variantes más importantes en la espiritualidad islámica es la de
los sufíes. Esta espiritualidad puede resumirse en el "hadith" que dice que (Dios) el
"tesoro escondido", ha creado el mundo a fin de ser conocido y conocerse a sí
mismo en las creaturas 266
. La prueba del místico consiste en descubrir que el
conocimiento de sí es la mirada misma conque Dios se contempla. Dios es El mismo
quien se piensa en el pensamiento que el intelecto humano tiene de El. Otro
"hadith" atribuído a Mahoma dice: "Yo soy el ojo por el que ve, el oído por el que
oye," etc. En esta interpretación Dios mismo es el que ve y oye a través de los ojos
y oídos del profeta 267
.
Sin embargo, el sufismo no se limita a la espiritualidad de una élite de iniciados,
porque influye en todas las capas de la sociedad islámica. Así afirma un maestro
contemporáneo: “El sufismo comienza con las visitas de las mujeres a las tumbas de
los santos”. Porque es una realidad espiritual que integra tanto la más simple
manifestación de la piedad como la más alta realización de la santidad.
El Sayh Abu Sa‟id enuncia uno de los principios de esta mística “…el sufismo es
abandono de lo superfluo. Nada hay más superfluo que tu yo, pues al ocuparte de tu
yo te alejas de Dios”. Y agrega “El velo entre Dios y su creatura…es una ilusión de ti
mismo y es tu yo el que constituye ese velo”. Vemos enunciado un principio común a
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la mística de muchas religiones. Entonces opina que “…cuando el sufismo alcanza
la perfeccion, no hay más que Dios y todo lo que está fuera de Dios no existe ya”.
En su esencia el sufismo es un camino esotérico e iniciático y por eso distingue en
toda realidad un aspecto exterior o exotérico y otro interior o esotérico. Es un
camino iniciático porque el discípulo aspira a realizar, bajo la guía de un maestro,
unos estados de conciencia cada vez más interiores, hasta la extinción de su propia
conciencia quedando solo Dios.
Simbólicamente se dice con respecto a este conocimiento: que el primer grado es el
del hombre que oye hablar del océano, el segundo es el del hombre que ve el
océano, finalmente, el último es el del hombre sumergido en el océano. Sin
embargo, de acuerdo con la tradición del Islam esto no significa retiro del mundo,
sino realización en la vida común y cotidiana.
La práctica fundamental del sufí es el dikr consistente en el esfuerzo por mantener
el constante recuerdo de Dios por medio de la repetición de su nombre o de alguna
fórmula que lo recuerde. Práctica que coincide con el japa del hindú, el nembutsu
del budismo japonés o la oración de Jesús o jaculatoria del cristiano.
Por último observemos que (como también sucede en la mística de otras religiones)
por más elevadas que sean las aspiraciones del sufismo, en ningún caso se rechazan
o desprecian las formas más simples y elementales de la religión común y popular,
es decir de la Saria, o sea de la práctica de los preceptos y prohibiciones del Corán.
Lo esotérico y lo exotérico deben complementarse.
iv-Ibn Arabi. (1164-1240).
§ 202- Es el principal representante de la mística islámica. Sin embargo, algunos
aspectos de su enseñanza fueron objetados como heréticos, contrarios a la doctrina
del Corán, en especial su concepción de la unicidad del Ser, criticada como un
panteísmo por su afirmación de que nada hay fuera de Dios. Tema desarrollado en
su Tratado de la Unidad 268
.
La personalidad de Mahoma limitada en los textos del Corán a la de un hombre
común enviado para revelar la palabra de Dios, se transforma en la obra de Ibn
Arabi y en general en la mistica del Islam, en el hombre trascendente, preexistente
a todo lo creado, presente en todas las cosas. Dice Ibn Arabi: “El existía cuando no
había universo y es ahora como era entonces, ni unido ni separado del universo,
porque estos son atributos de cosas creadas y no del pre-existente ”. Y citando al
ángel Gabriel dice: “ Tu eres lo que se desea en cada acto de deseo, el fin de todo
anhelo y todo deseo es por tu causa. Asi pues tu eres el deseado y el elegido del
universo” 269
.
Según la tradición Mahoma fue arrebatado de la Meca y llevado de noche a
Jerusalem desde donde fue elevado a través de los cielos hasta el trono de Dios.
v-Al-Gazali (1058-1111).
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§ 203- Otro maestro del sufismo, Al-Gazali, matiza la doctrina de la unidad
diciendo que “Toda cosa tiene dos caras, la suya y la del Señor; la suya es nada; la
del Señor es el Ser”. Dicho de otro modo, el universo entero, todo lo que es diverso
de Dios, está vacío de toda realidad si se lo considera en sí mismo, pero está lleno
de ella, apenas se lo mira como el lugar de las teofanías. La multiplicidad de los
seres no altera en nada la unidad trascendente del Ser.
Concepción de la divinidad semejante a la del Ungrund de Maister Eckhart, al Ein-
Soph de la cábala, al Brahmán del Vedanta, al Tao chino y al Nirvana del budismo.
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Notas.
1 Cf. www.pedrogeltman.com.ar , cinco ensayos filosóficos; Ver también webnode, Sentimiento 5; y el
blog: wwwpedrogeltman.blogspot.com.ar.
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146
2 René Guénon, Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada, Eudeba, 1976, p. 6.
3 Ver F. Javier Sancho Fermin, en su introducción a los estudios sobre el diálogo entre las religiones en
Teresa de Jesús en el diálogo interreligioso, Ed. Fonte, Burgos, España, 2016.
4 Cf. Hans Küng, El cristianismo y las grandes religiones, Libros Europa, Madrid, 1987.
5 X. Zubiri, El problema filosófico de la historia de las religiones, Alianza, Madrid, 1993, p 282.
6 Cf. Crítica del Juicio, Losada, Bs. As., 1993 § 59: De la belleza como símbolo de la moralidad; R.
Daval, La Métaphysique de Kant, PUF, 1951; Cf. P. Geltman, Fenomenología de las formas simbólicas,
cap. X, c, Kant y el simbolismo.
7 En la mayoría de las religiones, el contenido de la fe no se define por medio de proposiciones
intelectuales, como sucedió en Occidente (cf. I, ii § 4). En muchos casos la fe se contiene en una fórmula
muy breve y supone un sentimiento optimista con respecto a las posibilidades de realización espiritual.
Asi la creencia en la iluminación, el satori o el nirvana en el budismo implica un sentimiento de
confianza razonable fundada en las enseñanzas de Buda .
8 Suma Teol. I II q. 26 a 1; Cf. P. Geltman, La filosofía y los sentimiento § 64- 65; El lenguaje de las
religiones § 101-106. www.pedrogeltman.com.ar: cinco ensayos filosóficos.
9 Suma Teológica, II II, q.23-29.
10
IV Sent. D 15 q 1 a 1 q 5.
11
La separación neta entre conocimiento y sentimiento es una característica del pensamiento moderno.
Esta separación, apenas insinuada en los filósofos griegos, se fue incrementando y esclerosando en el
pensamiento de occidente. Así en Kant encontramos la noción de sentimiento como algo totalmente
separado y distinto tanto del entendimiento como de la voluntad. Ver Kant, Crítica del juicio,
Introducción III. Cf. P. Geltman, La filosofía y los sentimientos, www.pedrogeltman.com.ar. Ver X.
Zubiri, Sobre el sentimiento y la volición, Madrid, Alianza, 1992.
12
Rudolf Otto, Lo Santo, Alianza Editorial, Madrid, 1985.
13
Cf. H.Bergson, Las dos fuentes de la moral y de la religión , Ediciones Atalaya, 1999; La evolución
cradora, Espasa-Calpe, 1985.
14
M. Eliade, Lo sagrado y lo profano, Guadarrama, Barcelona, 1979. Véase su Tratado de historia de las
religiones. Morfología y dialéctica de lo sagrado, Ediciones Cristiandad, 2009.
15
Cf. M. Scheler, Esencia y formas de la simpatía, Losada, Buenos.Aires, 1957; M. Frings, Max
Scheler, Duquesne University Press, 1965.
16
Cf. Sanchez Migallón, Vitalidad y espiritualidad humanas según Max Schler, Anuario Filosófico,
XLI/2 (2008), 341-361, Universidad de Navarra.
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147
17 X. Zubiri, En torno al problema de Dios". Revista de Occidente 149 (1935): p. 129-159; Naturaleza,
Historia, Dios, Alianza Editorial, 2004. Ver, Diego Gracia, Zubiri y la filosofía de la relgión, The Xavier
Zubiri Review, Vol. 8, 2006, pp. 59-92.
18
Observemos que la distinción entre Dios y la deidad la encontramos ya en M. Eckhart en su Sermón
26.
19
M. Heidegger, El Ser y el Tiempo, F.C.E., 1980, § 29.
20
M. Heidegger, Aportes a la filosofía. Acerca del evento, Biblos, Buenos Aires, 2003.
21
Ideas Relativas a una Fenomenología Pura y una Filosofía Fenomenológica, F.C. E., México, 1949, §
37.
22
Son los sentimientos o estados de ánimo que el psicoanálisis suele ubicar en el preconciente.
23
Obras de Macedonio Fernández (1874- 1952): Cuadernos de todo o nada; No todo es vigilia la de los
ojos abiertos; Papeles de reciénvenido; Teorías; Museo de la novela de la Eterna, todas publicadas en
Ediciones Corregidor, Bs. As. Cf. Sonia Vicente de Alvarez, El pensamiento metafísico de Macedonio
Fernández. Crisis, Buenos Aires, № 15, jul. de 1974, p. 29. 24
Cf. Leibniz, Nuevo Tratado sobre el Entendimiento Humano, Ed. Porrúa, 2003, Prefacio.
25
Cf. A.M. Osswald, El concepto de pasividad en Edmund Husserl, ARETÉ, Revista de Filosofía,vol.
XXVI, n.1, 2004, p. 33-51.
26
E. Husserl, Ideas II, apéndice XII; Experiencia y juicio, Universidad Nacional Autónoma, México,
1980.
27
S. Tomás, en la Suma Teológica señalaba claramente este elemento emocional que inclina al acto de fe
en la aceptación de la doctrina. Véase II,II, q. 2 a 1 ad 3; a 2 c. 28
Tenemos un ejemplo de vivencia no objetivante en la actitud por la cual ponemos atención a nuestra
corporalidad como vivencia interior. Es la que Husserl llama “carne” y Merleau Ponty describe con todo
detalle; esta vivencia puede considerarse como asiento de todas y cada una de las afecciones que
constituyen el fondo pasivo de nuestras experiencia. Cf. Husserl, La crisis de las ciencias europeas y la
fenomenología trascendental, Ed. Atalaya, 1999, III, 69; Merleau Ponty, Fenomenología de la
percepción; Ver también Michel Henry, Fenomenología de la Vida. Editorial Columna, 1991;
Encarnación: una filosofía de la carne. Ediciones Sígueme, 2001. 29
También podrían mencionarse entre las vivencias que se componen de una objetividad modulada por
la afectividad, los existenciarios del “ser en” (el comprender, el encontrarse y el habla) la espacialidad y
la temporalidad estudiados por Heidegger en El Ser y el Tiempo.
30
Qu’est-ce que la littérature?, Paris, 1968, col. Idées, p. 16-17.
31
Así para Kant, el esquema de perro no es la imagen de ningún perro en particular sino algo que permite
reconocer por su imagen a cualquier perro en base a la regla determinada por el concepto . En cambio el
símbolo perro puede incluir las asociaciones y vivencias analógicas que están en su horizonte. Crítica de
la razón pura. Analítica de los principios, cap. I; Crítica del juicio § 58-59; G.Bachelard, El aire y los
sueños, F.C.E., 1986, p.15.
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148
32
Walter Otto, Los dioses de Grecia, Eudeba, Bs.As.,1976; Teofanía, Eudeba, Bs.As.,1978.
33
Cf. Heidegger, El Ser y el Tiempo , la espacialidd, § 22-24; la temporalidad, § 67-71 .
34
Cf. H. Corbin, Cuerpo Espiritual y tierra celeste, Siruela, Madrid, 1996; N.Berdiaeff, Le sens de
l`histoire, Aubier, Paris, 1948; Essai de métaphysique eschatologique, Aubier, Paris, 1946.
35
Cf. W. Jaeger, Paideia, I, IX, F.C.E, México; Idem, La teología de los primeros filósofos griegos,
F.C.E, México, 1952; Jaeger destaca la profunda emocionalidad con que Parménides expresa sus
argumentos lógicos. Véase también F. M. Cornford, From Religion to Philosophy. A Study in the Origins
of Western Speculation. Princeton University Press, 1991, p. xiii. Cf. Aristóteles. Metafísica I, 2; Platón
afirma en el Teeteto (155 a-156c) que el asombro es la actitud de un hombre que ama verdaderamente la
sabiduría, más aún, "no hay ningún otro comienzo de la filosofía que no sea este, y el que ha dicho que
Iris (el arco iris como mensajero de los dioses) es hija de Zauma (la admiración personificada) no parece
haber entendido mal la descendencia".
36
Aristóteles, Metafísica , VI, 1.
37
Cf J. P.Vernant, Mito y pensamiento en la Grecia antigua, Ariel, Barcelona, 2001.
38
Metafísica, XII, 8, 1074 b 1-5.
39
Cf. Sara Rappe, Reading Neoplatonism. Non-Discursive Thinking in the Texts of Plotinus, Proclus and
Damascius, Cambridge University Press, 2000.
40
Curiosa coincidencia con Nagarjuna quien también relaciona el saber con el saborear (cf. XIX, vii, §
168).
41
Ver P. Geltman, El simbolismo como expresión de lo inefable § 5-14 y El lenguaje de las religiones §
2-4, en www.pedrogeltman.ar.com/ cinco ensayos filosóficos.
42 Ver definición ostensiva en B. Russell, El conocimiento humano, Taurus, Madrid, 1959, vol. I, p. 95.
43
Por eso opina Sartre que: “Los poetas son hombres que se niegan a utilizar el lenguaje”... “El poeta se
ha retirado súbitamente del lenguaje-instrumento; ha elegido para siempre la actitud poética que
considera las palabras como cosas y no como signos”. Qu’est-ce que la littérature?, Paris, 1968, col.
Idées, p. 16-17.
44
Es muy gráfica la expresión budista que compara al que se queda con la palabra a aquel que se queda
mirando al dedo mientras ignora lo que este señala.
45
Cf. M. Rutten, "Les religions asianiques"; R. Largement, "La réligion sumero-akkadienne" en M.
Brillant et R. Aigrain, Histoire des Religions, Vol. IV, Bloud et Gay, Paris, 1955.
46
Enuma Ellish, poema babilónico de la creación. Cf. M. Vieyra, “La mitología en Sumer, en Babilonia
y entre los hititas”, en P. Grimal, Mitologías, Planeta, Barcelona, 1973, p. 68-70.
47
Encontraremos también en la Biblia numerosos ejemplos en que se evita pronunciar el nombre de Dios.
Se habla del dios de Abraham, Isaac y Jacob, del dios de tu padre, etc. sin especificarlo.
48
Encontramos en la mitología egipcia la palabra creadora del dios Ptah, y en la mitología de los mayas,
el Popol Vuh, la palabra divina ocupa un lugar privilegiado. En el capítulo I del Génesis, a cada palabra
pronunciada por Dios le corresponde una cosa creada. Para la metafísica de la India, el sonido primordial
como palabra, está formado por vibraciones sutiles, análogas a las del sonido audible, y es inseparable de
las cosas como su esencia etérea, su nivel vibratorio, su forma o estructura.
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149
49
Cf. “Sefer Yetsirá”, en M. Barnatán, La Kábala, ed. Akal, Barcelona, 1986, Apéndice.
50
M- Rutten, Op.Cit., p.26; Cf. Jean Hani, El simbolismo del templo cristiano, J.J. de Olañeta editor,
Barcelona 1996.
51
Cf. La docta ignorancia, Hyspamérica, 1984; Idiota de Sapientia, Eudeba, 1999. 52
Cf. S. Wolpin, El Sutra del diamante, Ed. Hastinapura, 1985.
53 Cf. Lu K´uan Yu, Secretos de la meditación china, Bruguera, Barcelona, 1976.
54
Menon 81 b; 86 .
55
Juan 14, 6.
56
Cf. J. Derrida, La Mitología blanca en Márgenes de la Filosofía, Cátedra, Madrid, 1994; Lakoff, G. y
Johnson, M., Philosophy in the Flesh, The Embodied Mind and it´s Challenge to Western Tought, New
York, Basic Books, 1999.
57
R. Guardini, Mundo y persona, Encuentro, Madrid, 2014.
58 Al referirse a la razón, S. Tomás menciona las siguientes inclinaciones naturales que se fundamentan
en ella y se expresan en la ley natural: 1- el deseo de conservación del propio ser; 2- el deseo de
reproducción y de cuidado de los hijos; 3- la inclinación natural a conocer la verdad sobre Dios y a vivir
en sociedad. Suma Teolog. I II q.94 a.2
59
Suma Teológica de voluntario. I II q. 6 a 1 c; la voluntad es la facultad que obra por un fin, es decir,
es tendencia, apetito, deseo. Es además apetito espiritual distinto del apetito sensible.
60
Suma Teolog. I q.4 a.3.
61
De Verit. q 2 a 3 ad 4.
62
Cf. C. Fabro, Participation et causalité sélon S. Thomas d'Aquin, P. Universitaires de Louvain,
Louvain, 1961.
63
I Sent. d.8 q.1 a.1ad 4.
64
Suma Teolog. I q. 2 prólogo; en I q. 3 dice: " ...de Dios no podemos saber qué es, sino más bien qué no
es, no podemos considerar de Dios cómo es sino más bien cómo no es.".
65
Esta via de eminencia supone obviamente la convicción de la fe. Solo porque se tiene fe se puede estar
convencido de que todas las cosas de algún modo son reflejo, vestigio o imagen de Dios. Suma Teolog. I
q. 13 a.4; C.G. I, 35.
66
Curiosa semejanza con el pensamieno de Nagarjuna y su via media que niega tanto la afirmación como
la negación. (cf..XIX,vii, § 168).
67
La teología negativa, que niega toda semejanza entre este y el otro mundo, se expresa principalmente
en el Nirvana del budismo, el Tao que no es el Tao del taoismo, el Nirguna Brahma del Vedanta, la
sabiduría nuliforme de S. Buenaventura, el dios del Pseudodionisio o de Maister Eckhart, la noche oscura
de S. Juan de la Cruz, etc. La analogía negativa está supuesta en la Biblia cuando Dios le dice a Moisés
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150
que nadie puede verlo directamente sin morir; por lo cual debe haber un velo que protege frente a la luz
enceguecedora de lo absoluto. Éxodo, 33, 18-23.
68
Ver Suma Teolog. I II q. 90- 108, sobre la esencia de la ley. Cf. J. Maritain, Filosofía de la historia,
Troquel, Bs.As., 1960, p. 81.
69
Idem. I II, q. 98, a 6; q. 106, a 1-2; q.108 a.1.El Evangelio, la nueva ley, es para S. Tomás, ley de amor
y por lo tanto, también, ley de libertad. Insiste reiteradamente que la ley evangélica, por ser ley de amor,
es ley de libertad: I II q.108 a.4; II II q.183 a.4 ad 1; cita a S. Pablo: Donde está el Espíritu del Señor, allí
está la libertad (II Cor. 3,17) ".
70
Suma Teolog. I II q.98 a.5, sed contra, cita al PseudoDionisio (cap. 9, de cael. hier.).
71
Para S. Tomás, de acuerdo a su época, nadie tiene la gracia si no es por la fe en Cristo implícita o
explícita. Por la fe en Cristo se pertenece al nuevo testamento; por lo tanto, los que tuvieron la gracia,
sean de la ley antigua o de la ley natural, pertenecieron al nuevo testamento porque tuvieron, de alguna
manera, fe implícita en Cristo como salvador. I II q.106 a.3 ad 2. Cf. S. Justino, Apología I, 44,8; 46,3:
"...quienes vivieron conforme al Verbo, son cristianos, aun cuando fueron tenidos por ateos, como
sucedió entre los griegos con Sócrates y Heráclito y otros semejantes...".
72
Suma Teolog. I II q.107 a.1 ad 2.
73 Suma Teolog. II II q.24 a.9. Notemos que la diferencia de niveles se relaciona fundamentalmente con
el amor de caridad y nada tiene que ver con el esfuerzo o la capacidad intelectual. Tampoco se relaciona
con las órdenes religiosas; alguien puede pertenecer a las órdenes religiosas y no ser perfecto y, a la
inversa, estar fuera de las órdenes, habiendo alcanzado un estado de perfeccion. Ya S.Pablo, distinguía
entre los que tienen “conocimiento” (gnosis) del significado de la fe y los que son “débiles” y no tienen la
“gnosis” necesaria (I Cor. 8, 4-11). A lo cual agregaba la distinción entre cristianos que sólo pueden
“alimentarse con leche” (las nociones elementales) y los que ya pueden comer “manjar sólido” (capaces
de profundizar) (I Cor. 3,1-3 y Heb. 5,11-14).
74
Ibid. II II q.183 a.4.
75
Cf. H. Zimmer, Filosofías de la India, Eudeba, Bs.As., 1953, p. 187.
76
Cf. H. Corbin, Historia de la Filosofía Islámica, p.265; Gershom Scholem, La cábala y su simbolismo,
siglo XXI, Madrid, 1978; Alexandra David-Neel, Magic and mystery in Tibet, Dover Publications, New
York, 1971; H. Maspero, El taoismo y las religiones chinas, Trotta, Madrid, 2000.
77
Tratado de Historia de las religiones, Ed. Cristiandad, Madrid, vol. I, 1974, p. 30.
78
Suma Teológica, I II, q. 102 a 4 ad 4.
79
Ibid, II II q. 1 a. 7; q. 2 a. 5 sed contra.
80
Ibid. II II q.2, a.7 . Ver F. Marín Sola, La Evolución homogénea del dogma católico, B.A.C, Madrid,
1952.
81
Ibid. I II q.106 a. 2.
82
Cf. X. Zubiri, El problema filosófico de la historia de las religiones, Alianza, Madrid, 1993.
83
Tomás sintetiza en una fórmula esa fe esencial “fides per dilectionem operantem”, “la fe operando por
medio del amor” , Suma Teolog. I II q. 108, a. 1.
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151
84 El cardenal Nicolas de Cusa, en el siglo XV, se habia planteado el problema de la pluralidad de las
religiones. Llegó a la convicción de que solo hay una religión verdadera que se articula en diversas
confesiones y ritos. El Dios adorado es siempre el mismo. Carece de sentido luchar para que una religion
triunfe sobre las demás. Cf. De pace fidei. Enzo Solari en Teol. Vida, vol.53 n.4, Santiago 2012. Este
perspectivismo está de algun modo insinuado en el Concilio Vaticano II, cuando se dice en la declaración
"Nostra Aetate”: “Así también las demás religiones que se encuentran en el mundo, se esfuerzan por
responder de varias maneras a la inquietud del corazón humano, proponiendo caminos, es decir,
doctrinas, normas de vida y ritos sagrados. La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas
religiones hay de santo y verdadero ”. Ver, P. Geltman, El lenguaje de las religiones, II. 5, § 21 en
www.pedrogeltman.com.ar/.
85
Cf. M. Eliade, Lo sagrado y lo profano, Guadarrama, Barcelona, 1967, p.19; Rudolf Otto, Lo santo,
Madrid, 1985; W. James, Las variedades de la experiencia religiosa, Quarzo, México, 2006. J.
Cazeneuve, Sociología del rito, Amorrortu, Bs. As., 1972. Cf. P. Geltman, El efecto de fascinación, B, ii,
d; F, i-ix; http//www.pedrogeltman.com.ar/. Cinco ensayos filosóficos.
86
Cf. G. Van der Leeuw, Fenomenología de la religión, F.C.E., 1964. Tomamos como referencia la
religiosidad de los primitivos porque, a pesar de sus posibles deformaciones, aparece como vivencia en
estado simple en la cual todavía no interfieren los conceptos y las abstracciones.
87
Cf. Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime, (opúsculo de 1764); Crítica del juicio,
Ed. Losada, § 23-29.
88
Crítica del juicio, Introduc. IV, §23.
89
Crítica del juicio. § 28.
90
Cf. G. Bachelard, La poética de la ensoñación, F.C.E., México, 1982; El aire y los sueños, F.C.E.,
México, 1986; P. Geltman , G.Bachelard, la razón y lo imaginario, Almagesto, 1997.
91
La poética de la ensoñación, Introducción, p.29.
92
El aire y los sueños, p.14.
93
Obras de Macedonio Fernández (1874- 1952): Cuadernos de todo o nada; No todo es vigilia la de los
ojos abiertos; Papeles de reciénvenido; Teorías; Museo de la novela de la Eterna, todas publicadas en
Ediciones Corregidor, Bs. As.
94
No todo es vigilia la de los ojos abiertos, 28-29, p. 107. Notable anticipo de la fenomenología radical
de Michel Henry; véase, Fenomenología de la Vida. Editorial Columna, 1991; Encarnación: una
filosofía de la carne. Ediciones Sígueme. 2001.
95
Ver P. Geltman, Lo superfluo en www. pedrogeltman.com. ar, cinco ensayos; Miscelanea I, Arte y
cultura, III.
96 Enéada, III, 8, Sobre la naturaleza, la contemplación y el uno.
97
Cf. S. Pablo, Rom. 8, 9-11; I Cor. 6, 25; Juan, 15, 4-6.?
98 Este es el testimonio de Santa Teresa y el de San Juan de la Cruz; o también el de los jasidim en el
judaísmo y de los sufíes en el islam.
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152
99
Cf. Libro de la vida, cap. XXVII.
100
Maitrayana Brahmana Upanishad, Prapathaka 7, 9. 2.
101
Ver Obras de S. Teresa de Jesús, Ed. Monte Carmelo, Burgos, 1949, “Libro de la Vida”.
102
Cf. J. L’Hermitte, Mystiques et faux mystiques, Bloud et Gay, 1952.
103
Cf. Gershom Scholem, La cábala y su simbolismo, siglo XXI, Madrid, 1978. También, señala
Scholem que aunque existe una mística no ligada a una religión, con todo, esos místicos suelen expresar
su experiencia con símbolos tradicionales como Rimbaud o William Blake.
104
Ver R. Guenon , Aperçus sur l'initiation, Ed.Traditionnelles, Paris, 1985; Initiation et réalisation
Spirituelle, Ed. Traditionnelles, Paris, 1983.
105
Fedro. 276c-278a.
106
Cf. R. Guenon, Introduction Générale a l'étude des Doctrines Hindoues, 2, VIII, Les éditions Véga,
Paris, 1976.
107
Cf. De ordine, II, 12-16, en Obras de S. Agustín, I, B.A.C., Madrid, 1959.
108
Cf. C. Elorduy, Dos maestros del taoismo, Ed. Nacional, Madrid, 1977.
109
Cf. Hermann Hesse, Siddharta, Ed. Debolsillo, 2009.
110
W. Otto, Dioniso, Mito y culto, Siruela, Madrid, 1997.
111
Cf. C.G. Jung-Ch Kerényi, Introduction a l’Essence de la mythologie, Payot, Paris, 1968; S. Angus,
The mystery-religions, Dover Publications, New York, 1975.
112
Cf. M. Eliade, Lo sagrado y lo profano, Guadarrama, 1979; Introducción a las religiones de
Australia, Amorrortu, Bs.As., 1975.
113
Ver P.Geltman, Miscelanea I, IV, 2 g, La catarsis ritual.
114
J. Cazeneuve describe el rito señalando que es una acción individual o colectiva que no tiene ninguna
utilidad desde el punto de vista de las necesidades cotidianas. Cf. J. Cazeneuve, Sociología del rito,
Amorrortu, 1972.
115
Cf . Lévi Brühl, Les fonctions mentales dans les sociétés inferieures, Paris, Alcan, 1928; R. Cantoni,
El pensamiento de los prinitivos, Amorrortu, 1977, La participación, p. 47 sgs.
116
En general, los autores modernos no suelen remarcar esta diferencia entre religión y mito, y a la vez,
tienden a confundir magia y religión. Así, por ejemplo, Cassirer, uno de los pensadores más meritorios
por su revalorización de los símbolos, al desarrollar lo que llama pensamiento mítico, no lo distingue de
la religión y además, tampoco diferencia claramente entre religión y magia. Ver Filosofía de las Formas
Simbólicas, Vol.,II, "El pensamiento mítico", F.C.E., México, p.62.
117
Ver M. Eliade, Mito y realidad, Guadarrama, Barcelona, 1978, p.12 sgs; Los indígenas, dice Mircea
Eliade, distinguen entre historias verdaderas (los mitos) y los cuentos y fábulas (o historias falsas, por
ejemplo, la del coyote). También G.S. Kirk señala la diferencia entre mito y leyenda en La naturaleza de
los mitos griegos, Labor, Barcelona, 1992. Por su parte, W.Otto observa que no todo relato maravilloso
era para los antiguos un mito en sentido estricto; cf. Dioniso, mito y culto, Ed. Siruela, 1997. En una
línea afin a la de Otto, afirma J. Campbell, El poder del mito, Emecé, 1991, que el mito nos pone en
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153
contacto con el misterio de la existencia, con lo sobrenatural y divino y se distingue netamente del cuento
folklórico. M. P. Nilsson, en Historia de la religión griega, Eudeba, Bs.As., 1968, p.62 y sgs. reafirma
esta distinción. Sin embargo, en el caso de los griegos, considera que ambos aspectos quedaron
intimamente entretejidos, de modo que se vuelven inseparables. B..Malinowski, Magia, ciencia y
religión, Ariel, Barcelona, 1985, reafirma las mismas distinciones entre mito y leyenda.
118
Cf. M. Mauss, "Esquisse d'une théorie générale de la magie", en Sociologie et Anthropologie, P.U.F.,
Paris, 1968, p. 65-66. Ver R. Amadou, El ocultismo, Ed. Pentaclo, 1956.
119
El monoteísmo judeo-cristiano rechazó tanto la magia como la adivinación porque entendía que estas
prácticas dependían de la idolatría, Lev. 19,31; Num. 23,23; Deut. 18, 9-14. En el siglo XIX las corrientes
modernas del ocultismo pretendieron redescubrir la magia como una ciencia olvidada, centrada en los
poderes ocultos de la mente. R. Guenon fue uno de los críticos más severos con respecto a estas
tendencias. Cf. Aperçus sur l'initiation, Ed. Traditionelles, Paris, 1985, p. 263.
120
S. Tomás, IV Sent. d. 15 q 1 a 4; q 2 ad 3. Para S.Tomás cualquier acción buena y, en especial la
oración, puede tener un carácter sacrificial. Este carácter no proviene de la dificultad o del esfuerzo sino
de la gracia y del amor y no se pierde si su realización viene acompañada por el gozo o la alegría, porque
en esas acciones también hay algo de sacrificio al estar apartadas de todo lo material o profano. III Sent.
d. 18 a 2 praeterea; d.30 a 5 ad 4.
121 M. Müller, Mitología Comparada, Visión Libros, Barcelona (s.f.)
122
G.S. Kirk, La naturaleza de los mitos griegos, Planeta, 2002., llega a la conclusión de que estas
teorías tienen algo de acertado, pero su mayor deficiencia está en el hecho de que ninguna de ellas es
aplicable a la totalidad de los mitos actualmente conocidos.
123
Ver Alexandra David-Neel, Magic and mystery in Tibet, Dover Publications, New York, 1971.
124
H. Corbin, Cuerpo Espiritual y tierra celeste, Siruela, Madrid, 1996; Idem, Historia de la filosofía
islámica, Madrid, 1994. Analiza en esepcial la filosofía de Sohravardi (1155-1191), pensador iraní
discípulo de Avicena.
125
Cf. C.G. Jung, Símbolos de transformación, Paidós, 1982.
126
Cf. P. Geltman, Fenomenología de las formas simbólicas, Introducción, El simbolismo como
vivencia. Texto Inédito.
127 Dice Rodolfo Kusch, “En la condición del pensamiento arcaico se funden sujeto y objeto; mantienen
esa unidad que se expresaría en la frase "yo me enfermo a través del zorro" o "la montaña me duele".
Esbozo de una antropología filosófica americana, Ed. Castañeda, Bs.As. 1978. Cf. Cassirer,
Antropología Filosófica, F.C.E. 1953, p.119: "...podríamos decir que lo que primariamente percibe el
mito no son caracteres objetivos sino fisionómicos".
128 Ver Heidegger, El Ser y el Tiempo, § 31-32, El comprender existenciario.
129
Cf. J. Piaget, Psicología de la Inteligencia, Psique, Bs.As., 1964, p.169-171.
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154
130
Walter Otto, Teofanía, Eudeba, Bs. As., 1978, p.87 y sig.
131 Ver, Ovidio, Metamorfosis, Bruguera, 1982.
132
El mito cosmogónico -dice Eliade- sirve de modelo arquetípico para todas las creaciones, fija los
modelos ejemplares de todos los ritos y de todas las acciones humanas; Cf. Tratado, vol.II, p.197.
133 Sobre la semejanza entre la cosmogonía de Hesíodo y los mitos de la Polinesia, ver Walter Otto, Los
dioses de Grecia, Eudeba, 1973, p. 26.
134
Cf. Mircea Eliade, Mito y realidad, Guadarrama, 1978, p.25, sgs.
135
Para M. Eliade, la escatología sería como otra vertiente de la cosmogonía: el fin de un mundo que
prepara uno nuevo. Cf. Mircea Eliade, Mito y realidad, Guadarrama, 1978, p.52.
136
Relato citado por Malinowski en Magia, ciencia y religión, Ariel, Barcelona, 1985, (mito de una tribu
de Java). En tiempos remotos los hombres no morían, solamente cambiaban de piel y rejuvenecían.
Cuando la abuela cambió su piel y apareció como una mujer joven, su nieta dejó de reconocerla y la
abuela perdió su amor. Entonces, la abuela decidió no mudar más de piel, envejecer y morir. Desde
entonces, los hombres no cambian de piel y mueren.
137
Cf. M. Eliade, "Las mitologías de la muerte: una introducción", en Ocultismo, brujería y modas
culturales, Paidós, 1997, p.49-67.
138
La creación como una lucha se encuentra en Is. 51, 9-10.
139
Mientras que la muerte de Dionisos, Osiris, Tammuz, etc. y su resurrección son partes del mundo
mitologico, para el cristianismo, la pasión y resurreción de Cristo es un hecho real con la significancia de
una historia sagrada; lo mismo se puede decir de la virginidad de María, de los acontecimientos del
paraíso, etc.
140
Ovidio, M etamorfosis, Libro III.
141
La evolución del concepto del demonio en la Biblia, manifiesta distintas etapas. En la literatura
rabínica se reinterpreta la serpiente del paraíso como encarnación de Satanás, muchos siglos después de la
redacción del texto que habla de la caída de Adán (texto del siglo IX o X a.C.). Cuando en el s.IV a. C.,
ya se ha desarrollado plenamente la teología del demonio, entonces la serpiente pasará a ser su símbolo.
142
Cf. Marin Solá, La evolución homogénea del dogma católico, B.A.C., Madrid, 1952.
143
Los ordenamientos simbólicos unen algunas observaciones empíricas con contenidos figurativos. Así,
por ejemplo, el sistema astronómico medieval, más allá de la precisión de numerosos cálculos que ya
suponian un conocimiento bastante exacto sobre el movimiento y ubicación de los astros, respondía a la
vez, a la necesidad existencial del ordenamiento simbólico. Era un sistema empírico-simbólico o sea que
consistía en una conjunción de proyecciones arquetípicas sobre una base de datos empíricos. Cf.
P.Geltman, Símbolos y Arquetipos en la Filosofía, inédito.
144
Cf. Cassirer, Filosofía de las formas simbólicas, vol.II, c. 2. La organización simbólica del universo
por medio de correlaciones y correspondencias se encuentra en todas las religiones. Los tipos y antitipos
de la alegoría cristiana que establecen correspondencias en la dimensión temporal, las cosmogonías, las
oposiciones y correlaciones mitológicas entre dioses, las genealogías, los atributos y acciones de la
divinidad, etc., son ejemplos de formas de organización simbólica del universo. Cf. C.G. Jung,
Simbología del Espíritu, F.C.E., México, 1994; J.Imbelloni, Religiosidad indígena americana; Ed.
Castaneda. 1979; M.Eliade, Tratado, vol.I, p.206-219; vol.II, cap. X y XI.
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155
145
Cf. G. S. Kirk, La naturaleza de los mitos griegos, Planeta, 2002. 146
Cf. H. Gunkel, The legens of Genesis, Open Court, Chicago, 1901.
147
De acuerdo con la interpretación junguiana del inconciente colectivo (ver R. Hostie, Del mito a la
religión, Amorrortu, 1971).
148
Ver Etica a Nicómaco, L. I, cap. 8; cf. R.A. Gauthier, La morale d’Aristote, P.U.F. Paris, 1963.
149
Daremos aqui una síntesis de nuestra tesis doctoral Culpa y castigo en Santo Tomás de Aquino, tesis
inédita.
150
I II q. 28 a. 6.
151
I II q. 70 a.3.
152
Cf. J. H. Wright,, The order of the Univers in the Theology of St. Thomas Aquinas, Roma, 1957.
Notamos aquí la coincidencia con el misterio fundamental de toda la metafísica antigua, enunciado ya por
Heráclito: por una parte, el desorden, el pecado, el mal, "pólemos"(fg.8); por el otro una armonía secreta
por la cual se unen y complementan los contrarios (fg. 51, 54).
153
Obviamente, la palabra amor alcanza aquí una amplitud que hace recordar la "filía" de Empédocles o
el discurso de Erixímaco en el Banquete de Platón.
154
Este enfoque parece acercarse al punto de vista oriental donde la falta cometida no recibe un castigo
desde fuera del sujeto sino que repercute sobre el mismo por una ley intrínseca según la cual toda acción
modifica al sujeto que la realiza.
155
Véase P. Ricoeur, El conflicto de las interpretaciones, Ed. Megalópolis, Bs.As.
156 Así por ejemplo, la distinción entre alimentos puros e impuros deja de ser aceptable y se transforma
en superstición para Pedro a partir de la visión de los alimentos que bajan del cielo (Hechos, 10, 10-21 ).
Cf. M. Eliade, Tratado, vol.II, p.219-222; p.233-235; Lo sagrado y lo profano, p.92; p.173. Véase al
respecto la teoría de Jung sobre la invasión incontrolada de los arquetipos del inconciente en Psicología
de la Transferencia, Paidós, Bs.As.,1954.
157
Max Müller, Introduction to the Science of Religion (1873).
158
Cf. R. Cantoni, El pensamiento de los primitivos, Amorrortu, 2001; J.M. Velazco, Introducción a la
fenomenología de la religión, Cristiandad, Madrid, 1984
159
Cf. G. Van der Leeuw, Fenomenología de la religión, F.C.E., 1964.
160
Ver, P.Geltman, Sexo y Libertad, Estuario, Bs.As, 1967.
161 Tratado de Historia de las religiones, vol. I p.47. Esto nos indica que lo que llamamos magia, exigía
en la antigüedad capacidades y conocimientos complejos que no tenían los primitivos; porque la
magia no era el simple resultado de estados emocionales de especial intensidad como suponen algunos
teóricos.
162
Ver Malinowski, El problema del significado en las lenguas primitivas en Ogden y Richard, El
significado del significado, Paidós, 1964.
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156
163
Lévy-Bruhl, La mentalidad primitiva, Leviatán, Bs.As., 1957.
164
Cf. Lévi-Strauss, El pensamiento salvaje, F.C.E., México.
165
P. Gordon, “Les negrilles de l’Afrique Écuatoriale”, en M. Brillant-R. Aigrain, Histoire des
Religions, vol. 1 Bloud et Gay, 1953.
166
M. Eliade, Introduccion a las religiones de aAustralia, Amorrortu, 1975.
167
Cf. Rodolfo Kusch, Geocultura del hombre americano, García Cambeiro, 1976.
168 Observa Kusch que mientras el sánscrito, el griego y el latín distinguen entre ser y estar, el francés,
el inglés y el alemán no, “porque pertenecen a un ámbito que ha asimilado el estar al ser o, mejor dicho,
eliminaron el estar por ser culturas esencialmente activistas”.
169
Cf. Imbelloni, Religiosidad indígena americana; Ed. Ediciones Castaneda, 1979.
170 M. Eliade, Tratado de Historia de las religiones, Ed. Cristiandad, Madrid, vol. I, 1974, p. 30. Cf. E.
Drioton, "La religion egypcienne", en M. Brillant et R. Aigrain, Histoire des religions, vol.III, Bloud et
Gay, Paris, 1955, p.13; R. Largement, "La réligion sumero-akkadienne", en M. Brillant et R. Aigrain,
Histoire des réligions, vol. IV, Bloud et Gay, Paris, 1955.
171
E. Drioton, Op.Cit., p.14-17; Cf. B. Van de Walle, "Mitología de Egipto", en Pierre Grimal,
Mitologías, Planeta, Barcelona, p.52; M. Eliade, Historia de las creencias y de las ideas religiosas, Ed.
Cristiandad, Madrid, 1978, vol.I, cap.IV.
172
M. Rutten, "Les religions asianiques", en M. Brillant et R. Aigrain, Histoire des Religions, Vol. IV,
Bloud et Gay, p.32-33.
173 Es el caso de la visión de Ezequiel, Ez. 1, 4-12.
174
Cf. M. Eliade, Historia de las creencias y de las ideas religiosas, Ed. Cristiandad, Madrid, 1978, Vol.
I, Cap. IV.
175
Se trata de un poema redactado en siete tabletas de arcilla, cuya composición definitiva no se remonta
más allá del siglo IX antes de Cristo. Cf. M. Vieyra, “La mitología en Sumer, en Babilonia y entre los
hititas”, en P. Grimal, Mitologías, Planeta, Barcelona, 1973, p. 68-70. 176
Cf. M. Eliade, Tratado, vol.I, p.246. Lo sagrado y lo profano, Guadarrama, Barcelona, 1979, p.113.
177
Cf. A. Carnoy, "La réligion de l'Iran", en Histoire des réligions, vol. II, M. Brillant et R. Aigrain, Ed.,
Bloud et Gay, Paris, 1954, p.221. Cf. H. Corbin, Cuerpo espiritual y Tierra celeste, Del Irán mazdeísta al
Irán chiíta, Ed. Siruela, 1996, p.43.
178
Walter Otto, Los dioses de Grecia, Eudeba, Bs.As.,1976.
179
W. Otto, Dioniso, mito y culto, Siruela, Madrid, 1997, p.151.
180
Cf. C.G. Jung-C.H. Kerényi, Introduction a l'essence de la mythologie, Payot, Paris, 1968.
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157
181
Dionisos, en su calidad de víctima, es el retrato masculino de Perséfona. Según Kerenyi, el tema
fundamental de los misterios, tanto los de Dionisos como los de Perséfona, se relaciona con el fenómeno
eterno de la vida saliendo de la muerte.
182 Cf. Plutarco, "Diálogos Píticos", en Obras Morales y de Costumbres, Vol. VI, Gredos, Madrid, 1995,
p. 382.
183
Dice W. Otto con respecto a la relación entre Dioniso y Apolo: la duplicidad dionisíaca de lo terrenal
(muerte y vida) se une a una nueva duplicidad más alta, en el contraste entre la vida que gira interminable
y el espíritu sereno que contempla la lejanía, encarnada en Apolo. W. Otto, Dioniso, mito y culto, Siruela,
Madrid, 1997, p. 151.
184
Cf. M.P. Nilsson, Historia de la religión griega, Eudeba, Bs.As., 1968, p. 268-277; W.K.C. Guthrie,
Orfeo y la religión griega, Eudeba, 1970. El orfismo, como expresión religiosa, parece tener sus
raíces en el período prehomérico. Pero persistió mucho tiempo después y se desarrolló más aún en el
período helenístico. Lo que sabemos de él se basa en algunos textos que ya en el siglo V a.C. hablaban de
esta religión como muy antigua y la centraban en la leyenda de Orfeo como su fundador. Bajo este
nombre nos han llegado algunas obras muy posteriores como las Argonáuticas y los 87 himnos órficos.
185
Cf. E. Desplaces, "Les religions de la Grece Antique", en M. Brillant, Histoire des religions, vol. III,
Bloud et Gay, Paris, 1955, p.397-416. Ver M.C. Ghyka, Le nombre d’ Or, vol. 1, Les Rythmes,
Gallimard, 1931.
186
Los Versos de Oro atribuídos a Pitágoras, pero seguramente de un autor muy posterior, constituyen
una síntesis de las creencias y de la moral pitagórica. En ellos se habla de la tetraktis como "fuente de la
naturaleza infinita", a la cual Hierocles, en su comentario, identifica con "el mismo Dios, organizador
universal". Cf. “Versos de Oro”, n. 47, en Bergúa, Pitágoras, Ediciones Ibéricas, Madrid, 1958.
187
M.C. Ghyka, Le nombre d'or, rites et rythmes pythagoriciens dans le développement de la civilisation
occidentale, Gallimard, 1952, vol.I p.34-35. Se atribuía a Pitágoras el descubrimiento de las leyes de la
armonìa musical, la cual sólo se verifica cuando existe una proporción exacta entre las notas: 1/2, 2/3 o
3/4. Recordemos que para un pitagórico, como para toda la antigüedad prekantiana, los números o las
figuras geométricas, no eran formas mentales "a priori", sino propiedades que se perciben en las cosas.
Cf. también, J. Chevalier-A. Gheerbrandt, Dictionnaire des Symboles, art.Tetraktis.
188 Para Nicómaco de Gerasa (Ver Ghyka, Op.Cit. vol I, p. 20), el número que podía descubrirse en el
ritmo del mundo observando las cosas sensibles, simbolizaba otro ritmo que estaba en una dimensión no
física como realidad metafísica.
189
Para evitar confusiones, hay que distinguir entre la concepción metafísica de los números, y la
tendencia que los considera desde un punto de vista mágico y adivinatorio, como sucede en la llamada
numerología que nada tiene que ver con la auténtica metafísica pitagórica.
190 Cf. E. Desplaces, "Les religions de la Grece Antique", en M. Brillant, Histoire des religions, vol. III,
Bloud et Gay, Paris, 1955, p. 219; M. Eliade, Iniciaciones Místicas, Taurus, Madrid, 1958.
191 Cf. Walter Otto, Las musas, El origen divino del canto y del mito, Eudeba, Bs. As., 1981.
192
Cf. M. Detienne, Los maestros de verdad en la Grecia arcaica, Taurus, Madrid, 1983.
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158
193
"La memoria divinizada de los griegos no responde en modo alguno a los mismos fines que la
nuestra; no tiende, en absoluto, a reconstruir el pasado según una perspectiva temporal. La memoria
sacralizada...es una omnisciencia de carácter adivinatorio; defínese, como el saber mántico, por la
fórmula: lo que es, lo que será, lo que fue". M. Detienne, Los maestros de verdad en la Grecia arcaica,
p.26.
194
Las nueve musas son: Calíope, Clío, Erato, Euterpe, Melpómene, Polimnia, Talía, Terpsícore y
Urania, Platón relacionó con la filosofía a Calíope (musa de la elocuencia, la belleza y la poesía) y a
Urania (musa de la astronomía, las ciencias exactas, la matemática). Fedro, 259 a.
195
Cf. Aristóteles, Metafis. IX, b 25-26. Cf. Heidegger, Qué significa pensar, Lec. 9.
196
Ver https://es.wikipedia.org/wiki/Visnu -purana.
197
Libro de las Leyes de Manú, Manava-Dharma-Zastra, VI.
198
En realidad la distinción neta que nosotros establecemos entre lo personal y lo impersonal no está
claramente delineada en los textos del hinduismo. Ver J.M. Velasco, Introducción a la fenomenología de
la religión. Ediciones Cristiandad, Madrid, 1978.
199Bhagavad-Gita, IV, 33.
200
Adhaya I, Brahmana 5, 4-10.
201
El sentimiento de participación que sobrevuela todo el texto se fundamenta en el pensamiento
analógico, sentimiento que no es ajeno a los comienzos de la filosofía de Occidente. (cf. III, i, f, § 32,
metafísica y sentimiento)
202
Prapathaka 4, Khanda, 17, 1-2. A la luz de los Upanishad, las facultades humanas (las cinco
puertas) no se limitan al individuo, sino que tienen un sentido socio-cósmico: en todo el universo y en
todo lo que existe están las facultades psico-físicas en distintos niveles y grados como emanaciones de un
solo principio universal. Ver Katha Upanishad, 2º Adhaya, 4º Valli; Taittiriyaka Upanishad, 2º Valli. Cf.
R. Guenon, L'homme et son devenir selon le vedanta, Cap. VIII, Ed. Traditionnelles, París, 1982.
203
Prapathaka 6, khanda 1. Notable semejanza con la misteriosa y frecuente expresión de los textos del
Evangelio en que se apela a los que tienen “oídos para oir u ojos para ver”, sobreentendiendo que en lo
dicho se esconde un misterio, porque oyendo en realidad no oyen y viendo no ven . ( Mat. 13,16).
204
Adhaya IV, Brahamana, 3, 23.
205 Maitrayana Upanishad, Prapathaka 6, 22.
206
Ibid., Prapathaka 7, 9. 2.
207
Ver Upanishads, Edaf, Madrid, 1983: Sarvasara Upanishad, versión y comentarios de Rafael, p. 74.
208
Este conocer en los textos del Nuevo Testamento se llama gnosis (especialmente en San Pablo). Por
ej. en I Cor. 1,5; 8,1; II Cor. 2,14; Col. 2,3, etc. y allí se entiende como un conocimiento por
identificación afectiva.
209
Kena Upanishad, II, 3.
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210
Brihadaranyaka Upanishad, Adhaya IV, Brahmana, 2, 2. Notable semejanza con N. de Cusa quien
nos dice que a Dios “no es posible alcanzarlo de otra manera que incomprensiblemente”, La docta
ignorancia, cap. IV.
211 Ver Rosa Fernandez Gomez, La vibración primordial en el pensamiento Indio, Universidad de
Málaga, en EmocionesThémata, Num. 25, 2000, pgs. 187-194.
212
Cf. A. Coomaraswamy, Sobre la doctrina tradicional del arte, Harvard Journal of Asiatic Studies,
VII (1943) 213
Bhagavad-Gita, XVII, 2
214
Cf. A. Coomaraswamy, La verdadera filosofía del arte cristiano y oriental.
215 Bhagavat- Gita o canto del bienaventurado, Aguilar, Bs.As. 1957. El Mahabarata es un extenso
poema épico del cual el Bhagavat Gita es solo una parte mínima.
216
Cf. R.Guénon, El Teosofismo, Haz, Buenos Aires, 1954, p.120-121; Introduction Générale a l'étude
des doctrines hindoues, Vega, Paris, 1976, p.287-288; Etudes sur l'hindouisme, Ed. Traditionnelles,
Paris, 1983, p.259; A. Coomaraswamy, El Vedanta y la tradición occidental, Ediciones Siruela, 2001;
Alexandra David-Neel, Magic and mystery in Tibet, Dover Publications, New York, 1971. 217
Ver Maha Nirvana Tantra, trad. de Arthur Avalon, Hastinapura, 1985; Cf. M, Eliade, Iniciaciones
místicas, Taurus, Madrid, 1975, p. 178-83.
218
Cf. H. Zimmer, Filosofías de la India, Eudeba, cap. IX, 4.
219
Muchos occidentales están familiarizados con el Budismo Zen el cual fue popularizado en América
por los escritos de Daietsu T. Suzuki. En consecuencia, el Budismo Shin (Jodo Shinshu, tradición del
Mahayana de la "Tierra Pura") quedó como una corriente prácticamente desconocida.
220
Cf. Lu K´uan Yu, Secretos de la meditación china, Bruguera, Barcelona, 1976.
221
Alexandra David-Neel, Magic and mystery in Tibet, Dover Publications, New York, 1971. Según
Coomaraswamy, el único que se reencarna es el Atman, el espíritu universal; cf. El Vedanta y la tradición
occidental, Ediciones Siruela, 2001.
222 El Prajñā pāramitā contiene distintos sūtras famosos, como el"del Corazón" , el "del Diamante" y
el Sūtra Lankavatara.
223
Notable semejanza con el pensamiento de Nicolas de Cusa en La docta ignorancia (cf. XXII, ix, §
197 )
224 M. Eliade, Historia de las creencias y de las ideas religiosas, Ed. Cristiandad, Madrid, 1978, Vol. I,
Cap.XVI.
225 Cf. Wing -Tsit Chan, “El concepto del hombre en el pensamiento chino”, en El concepto del
hombre, F.C.E. 1964.
226
Cf.H. Maspero, El taoismo y las religiones chinas, Trotta, Madrid, 2000.
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227
Cf- C. Elorduy, Dos maestros del taoismo, Lao Tse y Chuang Tsu, Ed. Nacional, Madrid, 1977.
228
Cf. R.Wilhelm, La sabiduría del I Ching, Guadarrama, 1977.
229 Gén. 6,1-4.
230
Cf. Génesis, 1.
231
Cf. J. Danielou, El misterio de la Historia, Dinor, San Sebastián, 1957; N. Berdiaeff, Le sens de
l`histoire, Aubier, Paris, 1948; Essai de métaphysique eschatologique, Aubier, Paris, 1946.
232
Tenemos el tabernáculo que Dios le muestra a Moisés como modelo de lo que ha de construir en la
tierra (Ex. 25,9), o también el modelo del Templo que Ezequiel contempla en visión (Ez. 4l-43) donde se
manifiestan todos los detalles, hasta las medidas de lo que ha de ser el futuro santuario. En el Nuevo
Testamento, en la Epístola a los Hebreos se analizan los contenidos de la liturgia del Templo y se los
interpreta como imágenes o sombras terrestres del verdadero culto que se da en el cielo. También las
visiones de Isaías, de Ezequiel o del Apocalipsis, nos muestran una liturgia celeste que representa o
diafaniza las formas del culto terrestre.
233 Ver Hermann Gunkel , The leyends of Genesis, Chicago, 1901.
234
Cf. J. Caseaux, Filón de Alejandría, Verbo divino, Pamplona, 1984.
235 Las primeras menciones de un personaje enemigo del hombre, destinado a tentarlo y acusarlo, se
encuentran en textos de los siglos VI a IV a..C. (Zac. 3,1-2; Job 1,6-12); Satán, al principio, es sólo
enemigo del hombre como tentador; posteriormente, aparece la figura del angel rebelde enfrentado a
Yahvé.
236 Cf. Tratado, vol. I, p.52-54.
237 Cf. X. Zubiri, El problema filosófico de la historia de las religiones, Alianza, Madrid, 1993, p.193-
194.
238 A. Joshua Heschel, “El concepto del hombre en el pensamiento judío” en El concepto del hombre,
estudio de filosofía comparada, F.C.E., 1964.
239
Cf. M.R. Barnatan, La Kábala, Akal, Madrid, 1986.
240 Cf. Gershom Scholem, Grandes tendencias de la mística judía, Ediciones Siruela, Barcelona.
241
Paralelo al punto de vista de Orígenes tomado de Filón: la Escritura tiene cuerpo, alma y espíritu. Cf.
A. Frank, La Kabbala, Humanitas, Barcelona, 1990.
242
Cf. M. Buber, El rabí de la buena fama, Ed. Israel, Buenos Aires, 1938. 243
Ver O. Cullmann, Christ et le temps, Delachaux Niestlé, Paris, 1957; P. Geltman, Boletin de Teologia
de la Historia, Teologia II, 2, Buenos Aires, 1964.
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244
De principiis, libro IV, cap. I y II; cf. De Lubac, Exégèse Médiévale, Vol. IV, p.61.
245
Eusebio de Cesarea (263-339), como historiador, es uno de los primeros autores cristianos que se
mostrarán más abiertos a asumir el pensamiento griego. Se fundamenta en el Libro de la Sabiduría (Sab.
13,1-9) donde ya se insinuaba cierta apertura a las religiones politeístas. Allí son criticadas las religiones
paganas, pero se distinguía entre las que dan culto a los astros y a los elementos del cosmos, que son
menos reprochables que aquellas que adoradoran ídolos, práctica más condenable.
246
Cf. O. Cullmann, Op.Cit.
247
Confesiones: XIII, 9.
248 De doctina chistiana, I, 3.
249
Obras completas de Dionisio Areopagita, B.A.C. Madrid, 1995, IV Teología mistica. Noción que
coincide con gran parte del pensamiento de Oriente.
250 ver J. Escoto Eriúgena, La división de la naturaleza, Hyspamérica, 1984, I, 458 B.
251
Cf. Edgar de Bruyne. Estudios de Estética Medieval, Gredos, Madrid, 1959.
252
Cf. Obras de San Buenaventura, III, Colaciones sobre el Hexaémeron o Iluminaciones de la Iglesia,
B.A.C. Madrid, 1947.
253
Ibid.
254
Cf. Obras de S. Teresa de Jesús, Ed. Monte Carmelo, Burgos, 1949; S. Juan de la Cruz, Subida al
monte Carmelo, Ed. Apostolado mariano, 2007.
255 Cf. E.H. Gombrich, lmágenes Simbólicas, Alianza, Madrid, 1983.
256
Cf. F. Yates, "Ensayos Reunidos I y II" F.C.E., 1991; Renacimiento y reforma: la contribución
italiana, México, 1991; La filosofía oculta en la época Isabelina, F.C.E., 1992.
257 Cf. Pico de la Mirandola, Conclusiones mágicas y cabalísticas, Barcelona, Ediciones Obelisco.
258
Cf. Nicolás de Cusa, La docta ignorancia, Hyspamérica, 1984.
259
Cf. Idiota de Sapientia, Eudeba, 1999. 260
Cf. Amador Vega, El fruto de la nada. Maestro Eckhart, Siruela, Madrid 2008; S. Juan de la cruz,
Subida al monte Carmelo; S. Teresa, Libro de la vida; Ibn Arabi, Tratado de la Unidad.
261
Según algunos teólogos, para el hombre moderno la piedra de escándalo es que la fe se ha
transformado en una serie de proposiciones informativas sobre Dios, el mundo y el hombre. La fe biblica
se ha seguido predicando en un mundo cuya imagen ha cambiado totalmente. Pero hoy debemos
interpretar sus datos de modo existencial, vivencial o sea abarcando todo lo que concierne a las
inquietudes del hombre moderno. Ver J.S. Weiland, La nueva teología protestante, Lohlé, 1971.
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262 Isis y Osiris, Lidium, Bs. As. 1986, p. 23. Cf. Hans Küng, El cristianismo y las grandes religiones,
Libros Europa, Madrid, 1987; G. Parrinder, Avatar y encarnación, un estudio comparativo de las
creencias hindúes y cristianas, Paidós, 1993; Cf. también, P. Johanns, Vers le Christ par le Vedanta,
Museum Lessianum, Louvain, 1932.
263
Hans Küng, El cristianismo y las grandes religiones, Libros Europa, Madrid, 1987.
264
Cf. Henry Corbin, Historia de la filosofia islamica, Trotta, Madrid, 1994, p. 27-28.
265
H. Corbin, Op.Cit. p.49. Según la doctrina shiíta han existido doce Imames, continuadores de Alí, el
yerno del profeta, los cuales son los depositarios del sentido esotérico de la religión. El último de los
imames está oculto y se manifestará al final de los tiempos.
266
Los hadith son la recopilación de los dichos y acciones del Profeta relatadas por sus compañeros y
recopiladas por los sabios que le sucedieron. Son la segunda fuente de la ley musulmana después del
Corán
267 Christian Bonaud, Introducción al sufismo, Paidós, 1994 .
268
Ibn Arabi, El Tratado de la Unidad, José Olañeta, 2004.
269
Ibn Al-Arabi, El árbol del universo, ed. Sufi, Madrid, 1989. Las notas que adquiere el profeta en esta
tradición son semejantes a las que el cristianismo atribuye al Verbo encarnado en Jesús o el que algunas
de las escuelas del budismo atribuye al Buda que llena todo el universo .