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© Recursos Escuela Sabática Cartas a los Tesalonicenses Capítulo 6 Amigos para siempre (1 Tesalonicenses 2:13-3:13) ablo comenzó su primera carta a los Tesalonicenses con una oración de gratitud a Dios, por la manera en que estos nuevos conversos ha- bían respondido al evangelio (1 Tesalonicenses 1:1–10). Luego, les recordó las dos motivaciones clave que dieron energía a su ministerio: el deseo de agradar a Dios y el gran vínculo de amor que conectaba su cora- zón con el de ellos (1 Tesalonicenses 2:1–12). En el pasaje en el que se concentra este capítulo (1 Tesalonicenses 2:13–3:13), Pablo analiza las razones que él tuvo para dejar la ciudad tan repentinamente, y algunos de los eventos que sucedieron entre entonces y el momento de escribir su carta (ver también Hechos 17:1–18:11). Uno de los temas principales de toda la sección es la amistad. Los tesalonicenses no eran simplemente miembros de la iglesia; eran, también, amigos de Pa- blo. Un vínculo emocional profundo los unía. La profundidad del vínculo de Pablo con los tesalonicenses, que per- cibimos en este pasaje, es impresionante. Pero, su amistad es más profunda que las meras amistades terrenales; es una amistad para siempre, que se ex- tiende más allá de los límites del tiempo y de esta tierra. Pablo está espe- rando pasar la eternidad con los creyentes tesalonicenses (1 Tesalonicenses 2:19, 20; 3:13). Vemos, a lo largo de toda su carta, que tenía una preocu- pación intensa con respecto a sus creencias y conducta. La esperanza de la eternidad impulsaba su preocupación. En el capítulo 2 de este libro, examinamos las siete etapas de una re- lación. Avanzar a través de estas etapas, especialmente las últimas etapas, P

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Cartas a los Tesalonicenses

Capítulo 6

Amigos para siempre (1 Tesalonicenses 2:13-3:13)

ablo comenzó su primera carta a los Tesalonicenses con una oración de gratitud a Dios, por la manera en que estos nuevos conversos ha-bían respondido al evangelio (1 Tesalonicenses 1:1–10). Luego, les

recordó las dos motivaciones clave que dieron energía a su ministerio: el deseo de agradar a Dios y el gran vínculo de amor que conectaba su cora-zón con el de ellos (1 Tesalonicenses 2:1–12).

En el pasaje en el que se concentra este capítulo (1 Tesalonicenses 2:13–3:13), Pablo analiza las razones que él tuvo para dejar la ciudad tan repentinamente, y algunos de los eventos que sucedieron entre entonces y el momento de escribir su carta (ver también Hechos 17:1–18:11). Uno de los temas principales de toda la sección es la amistad. Los tesalonicenses no eran simplemente miembros de la iglesia; eran, también, amigos de Pa-blo. Un vínculo emocional profundo los unía.

La profundidad del vínculo de Pablo con los tesalonicenses, que per-cibimos en este pasaje, es impresionante. Pero, su amistad es más profunda que las meras amistades terrenales; es una amistad para siempre, que se ex-tiende más allá de los límites del tiempo y de esta tierra. Pablo está espe-rando pasar la eternidad con los creyentes tesalonicenses (1 Tesalonicenses 2:19, 20; 3:13). Vemos, a lo largo de toda su carta, que tenía una preocu-pación intensa con respecto a sus creencias y conducta. La esperanza de la eternidad impulsaba su preocupación.

En el capítulo 2 de este libro, examinamos las siete etapas de una re-lación. Avanzar a través de estas etapas, especialmente las últimas etapas,

P

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más profundas, normalmente lleva a dos personas bastante tiempo. La rela-ción de Pablo con los tesalonicenses parece haber avanzado más allá de la cabeza al corazón en menos de tres semanas. Como vimos en el capítulo anterior, advertimos una profundidad de autenticidad y de apertura en el escrito de Pablo que sorprende, cuando se considera a la luz de cuán poco tiempo estuvieron juntos. Pablo estaba muy abierto con respecto a sus lu-chas interiores, y confrontó directamente la mala comprensión que pudo haber surgido entre él y ellos. La relación de Pablo con los tesalonicenses no era, meramente, por razones de evangelización: tenía la intención de es-tar cerca de sus conversos durante toda la eternidad.

1 Tesalonicenses 2:13–16 13 Por esta razón también damos gracias a Dios continuamente, porque habiendo recibido la palabra de Dios la cual oyeron de nosotros que es de Dios ustedes la recibieron no como palabra de hombres sino como es en verdad la palabra de Dios, que está obrando en ustedes que creen. 14 Porque ustedes, hermanos, han llegado a ser imitadores de las iglesias de Dios que están en Judea en Cristo Jesús, porque ustedes mismos sufrieron las mismas cosas de sus compatriotas así como ellos hicieron de los judíos, 15 quienes mataron al Señor Jesús y a los profetas y nos expulsaron [de Tesalónica] y no están agradando a Dios y [son] hostiles a todos los hombres,

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16 impidiéndonos hablar a los gentiles para que sean salvos, para que puedan llenar la medida de sus pecados siempre. La ira ha venido sobre ellos hasta completarse.

A primera vista, 1 Tesalonicenses 2:13 al 16 parece ser una digresión

del tema. Sin embargo, el versículo 13 liga esta sección con la precedente (1 Tesalonicenses 2:1–12). Recuerda, a sus lectores, la respuesta de los te-salonicenses a la misión de Pablo entre ellos. Entonces, 1 Tesalonicenses (2:14–16) fija el marco contextual para lo que sigue: un análisis de las ra-zones que Pablo tuvo para abandonar Tesalónica tan repentinamente, y to-dos los hechos que le sucedieron después de que se fuera.

El versículo 13 afirma claramente que las palabras que habló Pablo, el apóstol, a los tesalonicenses eran realmente la Palabra de Dios para ellos. De este modo, ellos experimentaron, de primera mano, el desarrollo del ca-non de las Escrituras, con las que estamos familiarizados. Para comenzar, Pablo les predicó del Antiguo Testamento (Hechos 17:2, 3). Silas, un diri-gente de la iglesia en Jerusalén (Hechos 15:22, 27), sin duda transmitió re-cuerdos orales de lo que Jesús dijo e hizo cuando estuvo sobre la tierra. Es-tos recuerdos orales, en última instancia, llegaron a formar parte de los evangelios escritos que tenemos hoy. *

En 1 Tesalonicenses 2:14 al 16, Pablo hacía saber a los tesalonicenses que ellos no eran los únicos que padecían persecución por parte de sus ve-cinos.

Los cristianos en Judea habían sufrido del mismo modo, desde que la iglesia llegó a existir. La vehemencia del lenguaje de Pablo con respecto a los judíos, en estos versículos, ha molestado a muchos recientemente; es-pecialmente a la luz del Holocausto, que sucedió a mediados del siglo XX. Lo que Pablo escribió es más comprensible cuando percibimos que su obje-tivo eran las autoridades en Judea que mataron a Jesús, persiguieron a los primeros cristianos y, luego, siguieron a Pablo por todas partes, obstaculi-zando su predicación del evangelio cada vez que podían, incluyendo en Te-salónica (Hechos 17:5). Pablo, el apóstol, era humano; tenía sentimientos y frustraciones, como el resto de nosotros.

* Por supuesto, las palabras de Pablo, como nos llegan en sus cartas, también llegaron a ser una parte vital de la inspirada Palabra de Dios, que apreciamos hoy.

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Debemos recordar, también, el contexto más amplio de esta declaración. Pablo vivía en un mundo en el cual los seguidores de Jesús eran una mino-ría perseguida. Los dirigentes judíos, que deberían haber sido aliados de los cristianos, a menudo se pusieron del lado de la mayoría opresora, con el propósito de ganar alguna ventaja política sobre este subgrupo que estaba creciendo entre ellos. En el mundo actual, a menudo la situación está inver-tida. Especialmente en Europa, durante el siglo pasado, los judíos sufrieron gravemente a manos de los gobiernos supuestamente “cristianos”. La uni-versalización de las palabras de Pablo durante el Holocausto fue muy anti-cristiano y perjudicial. Las palabras e ideas cambiaron de significado con el tiempo. Sencillamente, repetir las palabras de Pablo sin limitarlas puede te-ner consecuencias que Pablo nunca quiso darles. El prejuicio en contra de clases enteras de gentes no es apropiado para los que viven al pie de la cruz. Como Pablo mismo nota dos veces, debemos pensar en los demás como almas “por quien[es] Cristo murió” (Romanos 14:15; 1 Corintios 8:11).

El leer este pasaje a la luz del cuadro mayor de la actitud de Pablo hacia los judíos, también nos ayuda a entenderlo mejor. Pablo no estaba atacando a todos los judíos en todas partes y en todo tiempo; después de todo, él mismo era judío. Necesitamos equilibrar lo que leemos en 1 Tesalonicenses 2 con lo que encontramos en Romanos 11. Allí, Pablo vacía su corazón en favor de su pueblo. Mientras haya judíos como Pablo, que siguen a Jesús como su Mesías, podemos saber que Dios no ha rechazado a su pueblo, el Israel del Antiguo Testamento (Romanos 11:1, 2). Dios todavía los usaba: su gracia lo había impulsado a elegir un remanente de judíos que se unieran a Pablo en la práctica y la proclamación del evangelio (versículo 5).

Aunque la mayoría de los judíos del tiempo de Pablo rechazaron el evangelio, Pablo consideraba esto como un movimiento estratégico de Dios, por el cual hacía lugar para los gentiles (versículo 11). Comparando la iglesia con un árbol, Pablo señaló que aun si la gran mayoría de las ra-mas de ese árbol era gentil, la raíz y el tronco todavía eran judíos (versícu-los 17–24). Aunque Pablo estaba comprometido con la iglesia cristiana, no rechazaba su propio judaísmo; más bien, lo abrazaba y expandía su alcan-ce. Tuvo una visión magnífica de la “inclusión plena” de los judíos, al final mismo del tiempo (versículos 12, 25–27). Romanos 12 es un poderoso tes-timonio de que Dios no ha abandonado a su pueblo judío. Pablo tampoco (versículos 1, 2, 29); ni tampoco deberíamos hacerlo nosotros. Elena de White escribió;

“En la proclamación final del Evangelio, cuando se haga una obra espe-cial en favor de los grupos que hasta entonces no han sido atendidos, Dios

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espera que sus mensajeros se interesen particularmente en el pueblo judío que se halla esparcido por todas partes en la tierra. Cuando las escrituras del Antiguo Testamento se combinen con las del Nuevo para explicar el eterno propósito de Jehová, para muchos judíos eso será como la aurora de una nueva creación, la resurrección del alma. Cuando vean al Cristo de la dispensación evangélica delineado en las páginas de las escrituras del An-tiguo Testamento, y perciban cuán claramente explica el Nuevo Testamen-to al Antiguo, se despertarán sus facultades adormecidas y reconocerán a Cristo como el Salvador del mundo. Muchos recibirán por la fe a Cristo como su Redentor. [...]

“Entre los judíos hay algunos que, como Saulo de Tarso, son poderosos en las Escrituras, y éstos proclamarán con poder la inmutabilidad de la ley del Señor”. 1

Nota que el versículo 15, mi traducción “nos expulsaron”, en lugar de “nos persiguieron”, es como aparece en la Biblia de Jerusalén. Lo traduje de esa manera, pues Pablo no usó la palabra griega que generalmente se traduce como “perseguir” (dióko). En cambio, usó un término que añade el prefijo ek, “fuera”, es decir, ekdióko. Esta entonces, no implica una refe-rencia a la persecución de los cristianos en Jerusalén, sino la experiencia de Pablo mismo al ser “expulsado” de Tesalónica unos pocos meses antes. La hostilidad de algunos judíos, ejercida primero en la crucifixión de Jesús y luego en la persecución de la iglesia primitiva, ahora los había impulsado a estorbar la predicación del evangelio en Tesalónica.

1 Tesalonicenses 2:17–20 17 Pero nosotros, hermanos, habiendo sido dejados huérfanos lejos de ustedes por un tiempo breve, (de rostro, no de corazón), hicimos todo esfuerzo con gran anhelo de verlos cara a cara. 18 Por lo cual deseamos ir a ustedes yo Pablo, una y otra vez, pero Satanás nos obstruyó. 19 Porque ¿cuál es nuestra esperanza o gozo

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o corona de jactancia? ¿No son ustedes en la presencia de nuestro Señor Jesús en su venida? 20 ¡Porque ustedes son nuestra gloria y nuestro gozo!

En los catorce versículos desde 1 Tesalonicenses 2:17 hasta 3:10, Pablo

ofrece un informe cronológico de su separación de los creyentes de Tesa-lónica. El tema de la amistad corre a través de todo el pasaje. Pablo desea que las críticas hacia la iglesia y el consejo que dará más tarde (en los ca-pítulos 4 y 5) sean leídos a la luz de su profundo amor y preocupación por ellos. El consejo es mejor recibido cuando está basado en una relación.

La ausencia de Pablo de Tesalónica fue dolorosa. Lo hace sentir como un huérfano y, como resultado, ha hecho repetidos esfuerzos para volver a ellos. Sin embargo, Satanás ha obstaculizado tales esfuerzos (1 Tesaloni-censes 2:17, 18). En términos históricos, la mejor explicación de cómo Sa-tanás bloqueó los intentos de Pablo de regresar involucra la “fianza” que los oficiales de Tesalónica exigieron a Jasón y a los creyentes (Hechos 17:9). Si Pablo hubiese regresado en un mal momento, los nuevos creyen-tes, probablemente, habrían tenido que renunciar a ese dinero, lo que los habría empobrecido. Pablo hubiera regresado antes si, al hacerlo, se ame-nazaba solamente su propio bienestar; pero veía que no había razón para poner en peligro a la joven iglesia, solo para satisfacer su anhelo de estar con ellos.

Pablo parece decir claramente que fue Satanás, y no Dios, el que le im-pidió regresar a Tesalónica. Cuando el cierre de una puerta ha provocado graves consecuencias, podemos estar seguros de que Satanás estuvo traba-jando. E, inversamente, si ese cierre resultaba en bendiciones, ¡podemos reconocer que Dios estaba detrás de ello! Sin embargo, debemos recordar que, en esta vida, rara vez vemos el cuadro completo. Finalmente, la expe-riencia de la vida, el compromiso de seguir la voluntad de Dios para noso-tros, y una percepción y una sensibilidad creciente a la voz del Espíritu pueden capacitarnos para “leer” el origen de los obstáculos que se presen-tan. Pero, aun cuando este no sea el caso, podemos estar seguros de que, si nos ponemos en las manos de Dios, él hará que todo lo que afrontemos obre para bien (Romanos 8:28).

¿Por qué tiene Pablo un anhelo tan grande de ver a los tesalonicenses? Es porque los considera una validación de su ministerio. Cuando Jesús re-grese, los tesalonicenses serán el gozo y la jactancia de Pablo. Él estará or-

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gulloso de mostrarlos a Jesús. Pablo no estaba contento meramente con ser salvado: él quería evidencias de que había sido el medio para bendecir a otras personas. Algo acerca de los tesalonicenses le aseguraba que ellos se mantendrían firmes hasta el fin; estarían allí por él, cuando Jesús venga. ¡Aunque la iglesia necesitaba a Pablo, él también los necesitaba a ellos!

1 Tesalonicenses 3:1–5 1 Por esta razón no pudiendo soportarlo más creímos que era bueno quedarnos en Atenas solos. 2 Así que enviamos a Timoteo, nuestro hermano y colaborador de Dios en el evangelio de Cristo, para fortalecerlos y animarlos con respecto a la fe de ustedes, 3 de modo que ninguno sea sacudido por estas aflicciones. Porque ustedes mismos saben que estamos destinados para esto. 4 Porque cuando estábamos con ustedes, les decíamos que estábamos por ser afligidos, así como sucedió y así como ustedes saben. 5 Por esta razón, ya no pudiendo soportarlo más, envié para saber de la fe de ustedes, no sea que de algún modo el tentador los haya tentado y nuestra obra haya sido en vano.

En 1 Tesalonicenses 3:2 al 4, Pablo brinda varias razones por las que

envió a Timoteo de regreso a Tesalónica. La razón principal que da en es-tos versículos es su deseo de ayudarlos a evitar el ser “sacudidos” por el su-frimiento que estaban experimentando. Sentía que el ánimo que les daría Timoteo los ayudaría a tener éxito.

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La palabra “sacudido”, en el versículo 3, es la traducción de una palabra griega que se usa, por ejemplo, para denotar a un perro que “menea” su co-la. Las aflicciones pueden hacer que la gente sea “sacudida”, es decir, que vacilen de un lado al otro, entre el compromiso con Dios y la incertidumbre espiritual. Pablo recuerda a los Tesalonicenses que el hecho de tener que sufrir aflicción no debería sorprenderlos; Mateo 24 menciona que Jesús ha-bía predicho que sus discípulos afrontarían aflicciones. Podemos manejar mejor el sufrimiento cuando vemos que es un cumplimiento de la profecía de Jesús. En ese caso, confirma la verdad de lo que creímos.

Dios no nos ha dado la profecía para que solo satisfagamos nuestra cu-riosidad acerca del futuro; más bien, desea que nos anime a mantenernos firmes. La profecía nos ayuda a perseverar, al prepararnos para las afliccio-nes que vendrán. Si Pablo no pudo ir a Tesalónica para recordar estas cosas a los nuevos creyentes, Timoteo fue una buena segunda opción.

1 Tesalonicenses 3:6–10 6 Pero ahora Timoteo, habiendo venido a nosotros desde ustedes, y habiéndonos informado de la fe y el amor y de que tienen un buen recuerdo de nosotros en todo tiempo deseando vernos así como nosotros deseamos verlos a ustedes. 7 Por esta razón hermanos, fuimos consolados por ustedes en toda nuestra aflicción y circunstancias difíciles por medio de la fe de ustedes, 8 porque ahora sencillamente podemos seguir viviendo. si ustedes están firmes en el Señor. 9 Por lo cual ¿qué agradecimiento podríamos dar a Dios por ustedes por causa de todo nuestro gozo y regocijo

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en la presencia de Dios por causa de ustedes? 10 De noche y de día oramos tan fervientemente como es posible, para que podamos ver cada uno de los rostros de ustedes, y completar lo que falta en la fe de ustedes.

Cuando Timoteo regresó, informó a Pablo de la condición de los cre-

yentes tesalonicenses, y le dijo que tenían buenos recuerdos de él y que an-helaban verlo. Por alguna razón, Pablo se abstuvo de contestarles hasta este momento, pero ahora que había oído el informe de Timoteo decidió escri-bir. Este pasaje se aproxima a una explicación de por qué había esperado para escribirles.

La gente tiende a edificar un sentido de la propia valía sobre la base de tres cosas: posesiones (las cosas que tenemos), logros (cuán bien hacen las cosas) y gente (lo que otros piensan de ellos). El evangelio (lo que Jesús piensa de nosotros) es el mejor fundamento sobre el cual edificar un senti-do estable de estima propia. Pero nuestra frágil humanidad ansia estas muestras terrenales de éxito y el sentido de que otros piensan bien de noso-tros.

El apóstol Pablo parece no haber sido una excepción a este deseo. En este pasaje, revela su deseo de II aprobación de los tesalonicenses. Hasta cierto punto, su sentido de estima propia, como persona, estaba ligado al éxito de sus actividades misionales. Se regocija no solo por las noticias de que están firmes en el Señor, lo que valida el éxito de su ministerio, sino también porque piensen bien de él y anhelen verlo, tanto como él anhela verlos. ¡Parece que Pablo postergó el escribirles hasta que supo que su car-ta sería bienvenida! Puedo identificarme con eso. Encuentro ánimo en que los apóstoles estaban preocupados por lo que otros pensaban de ellos.

En 1 Tesalonicenses 3:7, Pablo toma otra vez el lenguaje de las aflic-ciones del tiempo del fin. Las dos palabras detrás de la frase “aflicción y circunstancias difíciles” denotan el sufrimiento del fin del tiempo (ver tam-bién 1 Corintios 7:26, 28). Como mencioné anteriormente, cuando las per-sonas vislumbran el sufrimiento que ellos experimentaban a la luz de la profecía y del tiempo del fin, les da significado y propósito: si no durante el sufrimiento, ciertamente después de él.

En 1 Tesalonicenses 3:9 y 10, obtenemos otra vislumbre de la vida de oración de Pablo. Sus oraciones estaban llenas de gratitud y de regocijo. Aquí, también pide ver a los tesalonicenses y completar lo que les falta en

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su fe. Por medio de la oración, Pablo reveló detalles de su vida interior ante el Trono de Dios. Por medio de la oración, procesó sus preocupaciones y temores, sus esperanzas y sus gozos. Podía caminar erguido, en medio de la aflicción, porque conocía a Dios como a un amigo.

La gratitud y el gozo están relacionados. La gratitud saca nuestra mente de nosotros mismos y dirige nuestros pensamientos hacia Dios y los demás. Un espíritu de agradecimiento trae mucho gozo. Glenn Coon, uno de mis predicadores favoritos de todos los tiempos, solía enfatizar Nehemías 8:10: “El gozo de Jehová es vuestra fuerza”. Él creía que el secreto del poder es-piritual es el gozo que viene de un espíritu de gratitud y de alabanza. No podemos mantenernos tristes mucho tiempo cuando estamos recitando con-tinuamente las formas en que Dios ha bendecido y enriquecido nuestra vi-da.

Coon sugiere que pasemos un momento cada mañana escribiendo diez cosas por las cuales estamos agradecidos. Menciona que, entonces, durante el transcurso del día, hagamos de cada una de esas bendiciones el punto fo-cal de una breve oración: “Gracias, Señor, por el aire”. “Gracias, Señor, por el perro (o el gato)”. “Gracias, Señor, por las rosas rojas”. Esta clase de oraciones llega a lo más básico de la vida. Es una actitud muy práctica y realista.

Aunque la estrategia de Coon suena simplista y trillada, personalmente he encontrado que realmente funciona. Da un sentido de la preocupación de Dios por cada detalle de la vida. Nada puede iluminar nuestras vidas como un espíritu de agradecimiento y de alabanza. Pablo parece haber hecho de esto un hábito de toda la vida. ¡No es extraño que fuera capaz de soportar tanto sufrimiento y, sin embargo, mantenerse fiel a su misión!

1 Tesalonicenses 3:11–13 11 Ahora, que nuestro Dios y Padre mismo, y nuestro Señor Jesús, dirijan nuestro camino hacia ustedes; 12. Que el Señor pueda hacerlos aumentar y abundar en amor los unos hacia los otros y hacia todos así como el nuestro lo hace hacia ustedes, 13. para establecer los corazones de ustedes irreprensibles en santidad, ante nuestro Dios y Padre,

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en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos.

Los verbos griegos en este pasaje están en optativo, un modo gramatical

poco usual. En el Nuevo Testamento, los verbos en esta forma se usan más frecuentemente en las “oraciones de deseos”, tales como la que figura en los tres versículos citados arriba.

Esta oración de Pablo suena, un poco, como una oración final, al tér-mino de un culto de adoración. Pablo estaba orando porque los tesa-lonicenses aumentaran en amor, tanto hacia otros miembros de la iglesia como hacia la sociedad más amplia que rodeaba la iglesia. Él quiere que los creyentes amen a otros así como*los apóstoles habían derramado el amor de Dios sobre ellos. La meta última es que, en el juicio final, Dios encuentre irreprensibles a los creyentes.

La segunda venida de Jesús es un incentivo poderoso a fin de crecer es-piritualmente. En su venida, cada acto de abuso y de opresión será llevado a la justicia, y cada acto de amor y bondad será reconocido y recompensado (ver, por ejemplo, Mateo 10:42). Eso significa que cada acto en esta vida, no importa cuán pequeño sea, tiene significado en el esquema último de las cosas.

Pero, Pablo consideraba igualmente importante la verdad de que la se-gunda venida traerá una gloriosa reunión de familiares y de amigos, cuyas relaciones durarán para siempre, por causa de lo que Jesús ha realizado. Las relaciones cristianas no tienen fecha de vencimiento. ¡Están diseñadas para ser eternas!

Referencias 1 Elena de White, Los hechos de los apóstoles (Florida, Bs. As.: Asociación Casa Editora Sud-americana, 1977), p. 314.

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