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CARAL-SUPE: LA CIVILIZACIÓN MÁS ANTIGUA DEL PERÚ Y DE AMÉRICA Ruth Shady Solís “(...) an adorado y dado culto al dios Guari al qual tenia forma de hombre (...) hasta oy le dan culto y veneración (...) dos veces al año por carguay mita y el pocoy mita para tener chacras y que los indios se aumentasen (...) y que el Guari (...) se les aparecio y pirco todas las chacras y repartio a todos los aillos chacras cequias (...) y tenia un asiento de piedra (...) y ally en la cancha donde el Guary se sienta le acen la ofrenda y sacrificio (...)” (Duviols 1986: 113). INTRODUCCIÓN Caral-Supe, su significado y trascendencia en la historia del Perú Cuando Julio C. Tello, investigador pionero de nuestra historia prehispánica y verdadero padre de la arqueología peruana, estudió Chavín de Huántar encontró que esta cultura ya presentaba, no obstante su antigüedad, varios aspectos de la organización social, económica, política y religiosa que tendrían las distintas sociedades que habitaron el territorio del Perú. Por ello, en 1930, calificó a Chavín como la cultura matriz o cultura madre que inició el proceso civilizatorio peruano y le dio su sello peculiar hasta el Imperio Inca. Nuestro insigne maestro no se equivocó en este reconocimiento teórico. Varias décadas después, las investigaciones arqueológicas desarrolladas en otras partes del país han permitido evaluar la validez de su planteamiento, aunque los nuevos datos han precisado mejor la ubicación de la cultura matriz. Actualmente conocemos que el punto de partida no estuvo en Chavín de Huántar, pero sí dentro de la misma área norcentral: en Caral, en el valle costeño de Supe, y que si bien hubo entre estas dos sociedades por lo menos unos 1500 años de diferencia, de mayor antigüedad para Caral, ellas estuvieron enlazadas por una misma tradición cultural. Se puede distinguir, a lo largo del proceso cultural de las sociedades que poblaron los Andes Centrales, como fue la visión de Tello, una misma historia compartida en medio de la diversidad de lenguas, modos de vida y culturas. Las variadas condiciones geográficas y de recursos de este territorio, así como su accidentada morfología, permiten explicar por qué se requirieron de adaptaciones peculiares y por qué hubo expresiones culturales y modos de vida distintivos; por otro lado, las redes de interacción, que tendieron las sociedades a través del tiempo por motivaciones económicas, sociales, religiosas y políticas, dan cuenta de la unicidad histórica en medio de la diversidad en el amplio y contrastado pero articulado espacio de los Andes centrales. En esta publicación presentamos los resultados de la investigación arqueológica en Caral en el marco del área norcentral, que fue el escenario geográfico y social donde se desenvolvió la 1

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CARAL-SUPE: LA CIVILIZACIÓN MÁS ANTIGUA

DEL PERÚ Y DE AMÉRICA

Ruth Shady Solís

“(...) an adorado y dado culto al dios Guari al qual tenia forma de hombre (...) hasta oy le dan culto y veneración (...) dos veces

al año por carguay mita y el pocoy mita para tener chacras y que los indios se aumentasen (...) y que el Guari (...) se les

aparecio y pirco todas las chacras y repartio a todos los aillos chacras cequias (...) y tenia un asiento de piedra (...) y ally en la

cancha donde el Guary se sienta le acen la ofrenda y sacrificio (...)”

(Duviols 1986: 113).

INTRODUCCIÓN

Caral-Supe, su significado y trascendencia en la historia del Perú

Cuando Julio C. Tello, investigador pionero de nuestra historia prehispánica y verdadero padre de la arqueología peruana, estudió Chavín de Huántar encontró que esta cultura ya presentaba, no obstante su antigüedad, varios aspectos de la organización social, económica, política y religiosa que tendrían las distintas sociedades que habitaron el territorio del Perú. Por ello, en 1930, calificó a Chavín como la cultura matriz o cultura madre que inició el proceso civilizatorio peruano y le dio su sello peculiar hasta el Imperio Inca. Nuestro insigne maestro no se equivocó en este reconocimiento teórico. Varias décadas después, las investigaciones arqueológicas desarrolladas en otras partes del país han permitido evaluar la validez de su planteamiento, aunque los nuevos datos han precisado mejor la ubicación de la cultura matriz. Actualmente conocemos que el punto de partida no estuvo en Chavín de Huántar, pero sí dentro de la misma área norcentral: en Caral, en el valle costeño de Supe, y que si bien hubo entre estas dos sociedades por lo menos unos 1500 años de diferencia, de mayor antigüedad para Caral, ellas estuvieron enlazadas por una misma tradición cultural.

Se puede distinguir, a lo largo del proceso cultural de las sociedades que poblaron los Andes Centrales, como fue la visión de Tello, una misma historia compartida en medio de la diversidad de lenguas, modos de vida y culturas. Las variadas condiciones geográficas y de recursos de este territorio, así como su accidentada morfología, permiten explicar por qué se requirieron de adaptaciones peculiares y por qué hubo expresiones culturales y modos de vida distintivos; por otro lado, las redes de interacción, que tendieron las sociedades a través del tiempo por motivaciones económicas, sociales, religiosas y políticas, dan cuenta de la unicidad histórica en medio de la diversidad en el amplio y contrastado pero articulado espacio de los Andes centrales.

En esta publicación presentamos los resultados de la investigación arqueológica en Caral en el marco del área norcentral, que fue el escenario geográfico y social donde se desenvolvió la

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población de Supe; caracterizamos los diversos aspectos, económicos, sociales, políticos y religiosos de los habitantes de Caral-Supe; y comparamos su desarrollo con el de otras civilizaciones del mundo.

De acuerdo a los datos recuperados planteamos:

1. La civilización en el Perú se desenvolvió en el período comprendido entre los 3000 y 1800 años a.C., conocido como Arcaico Tardío; sin embargo, en consideración al cruce de las variables de temporalidad y de complejidad social, los 42 fechados radiocarbónicos y el desarrollo urbano de Caral, este sitio debe ser ubicado en el período Formativo del proceso cultural peruano, y este período debe retroceder en el tiempo y reemplazar al Arcaico Tardío.

2. En el área norcentral del Perú se dieron las condiciones sociales propicias para la formación del estadio civilizatorio, tanto en las poblaciones de la costa como en las de la sierra y de la selva andina. En el resto del país los grupos humanos tenían modos de vida propios del neolítico o de cazadores-recolectores.

3. Dentro del área norcentral, el valle de Supe fue el territorio donde se alcanzó el mayor desarrollo de la época. Sus habitantes vivieron en asentamientos urbanos, algunos de gran extensión y magnificencia, y erigieron las edificaciones públicas y residenciales.

4. Una producción económica excedentaria de pescadores y agricultores, reforzada por el intercambio interno y externo, sustentó la especialización laboral. La alta productividad del mar peruano, abundante en especies como la anchoveta, y la demanda por la producción agrícola del algodón de color fomentaron un intenso intercambio, el enriquecimiento de un sector de la población y la aparición de las clases sociales.

5. Los asentamientos urbanos fueron conducidos por autoridades que conformaron un gobierno centralizado o Estado prístino por primera vez en la historia del Perú. La ciudad de Caral, sede del Estado, fue construida bajo un diseño planificado.

6. Las estructuras organizativas en los múltiples aspectos del comportamiento social, político y religioso de las sociedades andinas se configuraron en esta etapa de formación de la civilización en Caral-Supe; ellas serían copiadas por otras sociedades andinas como modelos de vida organizada y continuarían a través de los siguientes períodos de la historia al margen de las diferencias étnicas, culturales o idiomáticas, y le darían unicidad al proceso cultural de la historia del Perú.

7. Caral no sólo es la civilización más antigua del Perú sino de toda América, pues se adelantó en por lo menos 1500 años a la sociedad Olmeca, reconocida como el otro foco civilizatorio del continente.

8. Caral cambia la historia del Perú y del mundo al mostrar que en los Andes Centrales se creó una civilización con una antigüedad comparable con las del Viejo Continente, pero a diferencia de éstas (Egipto, Mesopotamia e India), que interactuaron entre sí y con ello enriquecieron sus respectivos procesos, la sociedad de Supe no tuvo comunicación con otras sociedades del Viejo Continente ni del Nuevo, que vivían todavía en un estadio de desarrollo inferior. La civilización de Caral-Supe se formó en la diversidad social y cultural de las regiones de costa, sierra y selva andina del área norcentral del Perú.

Aproximarse al conocimiento de Caral en sus diversos aspectos permitirá a los peruanos reconocerse como integrantes del mismo proceso civilizatorio, que fue reproducido en la estructura organizativa de cada historia regional; además, fortalecerá de este modo nuestra

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identidad cultural por encima de cualquier otra distinción proveniente de tradiciones culturales o étnicas particulares y distinciones sociales y económicas; y finalmente contribuirá a proveer a los habitantes de este variado país de los necesarios e imprescindibles lazos de cohesión social.

Asimismo, el hecho de constatar la grandiosidad de la ciudad de Caral, en sus expresiones sociales, científicas, tecnológicas y artísticas, todas ellas producidas un milenio y medio antes que en cualquier otro lugar de América, ayudará a mejorar la autoestima social de los peruanos, mellada a partir del siglo XVI cuando fueron desestructurados los sistemas sociales andinos. Caral servirá de ejemplo para mostrar la capacidad que tuvieron nuestros antepasados para organizarse, producir conocimientos, crear y hacer obras que son admiración nuestra y del mundo entero.

La sociedad de Caral-Supe en el Perú y el mundo

Durante el Arcaico Tardío la población de Supe vivió en asentamientos nucleados o pachacas de diversos tamaños distribuidos a lo largo del valle, desde el litoral hasta la terminación del valle medio. Cada pachaca era conducida por sus respectivas autoridades. Estos asentamientos se sustentaron en una economía autosuficiente, pero estuvieron articulados en un sistema de complementariedad que fomentó una dinámica esfera de interacción supralocal y contactos interregionales, algunos de ellos a larga distancia, así como la formación de un gobierno centralizado.

Si bien los 18 asentamientos de Supe coetáneos a Caral variaban en cuanto a su extensión, número y tamaño o complejidad de sus componentes arquitectónicos (Shady et al. 2000: 13-48), compartían, por otro lado, características comunes en la composición de las construcciones y el diseño arquitectónico. Todos los asentamientos, por más pequeños que fueron, tuvieron algún tipo de construcción pública, en particular un edificio anexado a una plaza circular hundida, en asociación con los conjuntos residenciales.

Sobre la base de los rasgos compartidos y las diferencias entre los asentamientos, planteamos:

1. La población del valle residía en asentamientos nucleados con su respectivo territorio de producción y su propio gobierno y autoridades. Esta forma de organización social continuaría en el área a lo largo de la historia prehispánica.

2. Alrededor del 2600 a.C., también se constata que los ocupantes de estos asentamientos se integraron en un sistema social organizado y jerarquizado, con una “zona central” en el valle medio inferior donde Caral habría sido el eje del centro de irradiación social y cultural más destacado de la época.

A nivel del área norcentral, la zona de influencia directa de Caral comprendió el espacio entre los ríos Santa, por el norte, y Chillón, por el sur, tanto en las regiones de costa como de sierra y selva andina (Figura 1). La información cultural y temporal disponible permite sugerir que la influencia del sistema social de Supe fue avanzando progresivamente, primero sobre las poblaciones de los valles inmediatos (Pativilca, Fortaleza y Huaura), pero hacia los 2200 a.C. ya había alcanzado por el sur a los constructores del Paraíso en el valle del Chillón.

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Cabe señalar, sin embargo, que los asentamientos del área norcentral (con excepción del Paraíso, que se construye al final del período) se diferencian de los de Supe por su menor extensión o tamaño, menor número de componentes arquitectónicos, complejidad de éstos y volumen constructivo, además de los rasgos propios de los respectivos modos de vida y culturas de sus habitantes; todo esto indicaría un mayor desarrollo en la “zona central” de Caral, donde habría estado la sede más destacada del sistema social de Supe y de mayor prestigio en el área norcentral en los albores de la civilización.

Algunos investigadores reconocieron hace más de dos décadas la presencia de algunos elementos culturales compartidos por los habitantes de asentamientos del área norcentral, pertenecientes al Arcaico Tardío y denominada “tradición Kotosh”, y sugirieron que ellos participaron en una esfera de interacción (Burger y Salazar 1980), pero no tuvieron los datos suficientes para evaluar la magnitud, complejidad y relevancia que ésta había alcanzado.

Las evidencias indican, asimismo, que la sociedad de Supe produjo conocimientos avanzados en ciencia y tecnología, construyó las primeras ciudades planificadas del Nuevo Mundo y sentó las bases estructurales de lo que sería el sistema social y de gobierno en los Andes Centrales.

La antigüedad de este proceso está indicada en los 42 fechados radiocarbónicos de Caral, Chupacigarro y Lurihuasi, y se refuerza al señalar comparativamente que los asentamientos del valle de Supe estuvieron habitados casi al mismo tiempo que las ciudades sumerias de Mesopotamia o cuando se construyó la pirámide de Sakara o las posteriores pirámides de Giza en Egipto. Pero a diferencia de las sociedades del Viejo Mundo, como Mesopotamia, Egipto e India, que tuvieron entre ellas relaciones de intercambio de bienes y conocimientos que les permitieron aprovechar de las experiencias del conjunto, el proceso peruano se realizó en total aislamiento no sólo de otras sociedades del Viejo Continente sino también del Nuevo Mundo, pues se adelantó en por lo menos 1500 años al de Mesoamérica, el otro centro de civilización prístina de América.

Antecedentes de la investigación en Supe y Caral

A pesar de su cercanía a Lima y de conocerse que Supe contenía numerosos sitios arqueológicos, este valle no había sido suficientemente investigado, quizás porque se asumió sin mayores evidencias que los espectaculares volúmenes arquitectónicos estaban afiliados culturalmente al período Formativo (al que se asignaba entre 1800 y 200 a.C.), del que se contaba con información proveniente de valles vecinos. Debido a su complejidad arquitectónica, los sitios del interior del valle no habían sido correlacionados con los resultados obtenidos desde la década del setenta en el sitio de Aspero, en Puerto Supe, que ya era conocido en el medio arqueológico por su arquitectura y antigüedad desde las investigaciones de los arqueólogos norteamericanos R. Feldman y los sugerentes planteamientos de M. Moseley (1975).

Previamente, en 1940, P. Kosok había visitado por un día el sitio de Supe, como parte de un importante estudio sobre diversos valles de la costa, y describió algunos aspectos de Caral e incluyó una impactante foto aérea sobre un sector de la ciudad. Cabe resaltar que su planteamiento pionero acerca del destacado desarrollo alcanzado por las poblaciones costeñas (Kosok 1965: 219) no fue valorado suficientemente. Por esos años, el asentamiento de Áspero en el litoral de Supe fue visitado en 1941 por los arqueólogos G. Willey y Corbett, quienes lo correlacionaron con los sitios Formativos de El Faro y Ancón (Willey y Corbett 1954: 21-23).

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Años después, en 1971, Willey y Moseley volvieron a visitar Áspero, entre varios otros sitios de la costa que por esos años ya habían sido identificados como pertenecientes al Arcaico Tardío, como Unidad I en el valle de Asia y Río Seco de León en Chancay. Esta información les permitió reevaluar los montículos con plataformas escalonadas y sugerir que podrían pertenecer al Arcaico Tardío o Precerámico.

Pero fue a partir de las excavaciones de Feldman en Áspero, ese mismo año, que se obtuvo información sobre su contenido cultural así como fechados para ubicarlo en el período Arcaico Tardío del proceso cultural peruano. Este autor atribuyó la arquitectura monumental de Áspero al trabajo corporativo de los habitantes de varias unidades domésticas, bajo la coordinación de un grupo dirigente. A esta organización la caracterizó como una jefatura corporativa. Sin embargo, no hubo una visión del sitio en su conjunto, no se excavaron las unidades domésticas ni se lo vinculó con los otros asentamientos del valle de Supe, que mostraban mayor extensión y complejidad arquitectónica (Feldman 1980, 1985, 1987, 1992). Por ello en las tres décadas siguientes no destacó la importancia de la sociedad de Supe en el Arcaico Tardío ni en la formación de la civilización, no obstante la sugerente interpretación de Moseley sobre la relevancia del recurso marino, que suscitó la polémica en torno al rol de la actividad pesquera frente a la agrícola en el desarrollo civilizatorio andino (Moseley 1975; Raymond 1981; Wilson 1981).

Otras intervenciones aportaron información sobre algunos aspectos de la arqueología del valle de Supe, como los cateos y trincheras excavados en Caral por F. Engel (1987: 82), el catastro de casi un centenar de sitios arqueológicos pertenecientes a diversos períodos efectuado por C. Williams y F. Merino (1979), o los sugestivos estudios y sondeos realizados por Zechenter en Supe (1988) que señalan las diferencias estacionales y de recursos naturales entre las ecozonas, además de su propuesta de un patrón de subsistencia complejo para los pobladores del valle en los períodos Arcaico Tardío y Formativo, basado en la explotación de un conjunto diverso de recursos. Más recientemente, la prospección arqueológica conducida por nosotros a lo largo del valle bajo y medio de Supe, entre 1994 y 1995 (Shady et al. 2000: 13-48), identificó los asentamientos pertenecientes al Arcaico Tardío, determinó sus características, parecidos y diferencias y planteó interpretaciones preliminares sobre el patrón de asentamiento y el sistema social. Pero ninguna de estas aproximaciones contó con las evidencias contextualizadas para evaluar la antigüedad, importancia y significación de la sociedad de Supe en la formación de la civilización hasta que comenzamos las excavaciones en Caral en 1996 (Shady 1997a, 1977b).

La elección de Caral y el Proyecto de Investigación Arqueológica

Si bien en 1994 iniciamos la investigación en el valle de Supe, mediante una prospección arqueológica, y al cabo de dos años ya habíamos identificado la recurrencia de determinados rasgos arquitectónicos en por lo menos 18 asentamientos ubicados a lo largo del valle (Shady et al. 2000: 13-48, 2003: 51-91), aún no teníamos indicadores arqueológicos para determinar su afiliación cultural y temporal. Por eso, en 1996 decidimos efectuar excavaciones en uno de esos asentamientos, y elegimos Caral basándonos en estos criterios: la ausencia de alfarería en la superficie del sitio, no obstante su extensión y complejidad; la diversidad arquitectónica, con varios conjuntos domésticos y edificios públicos; la distribución ordenada de los edificios, que indicaba una previa organización espacial y la monumentalidad de por lo menos siete construcciones elevadas de las 32 que se apreciaban en el sitio.

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Después de dos meses de trabajo en seis sectores diferentes de Caral tuvimos las evidencias arqueológicas suficientes para evaluar que estábamos ante un sitio singular, pues su contenido cultural correspondía al de un asentamiento precerámico pero su complejidad arquitectónica era la de uno Formativo. Nos percatamos que estos resultados cambiaban los conocimientos que hasta entonces se tenían sobre los orígenes de la civilización (Shady 1997a, 1997b). No obstante, algunos de nuestros colegas prestaron más atención al aspecto monumental de Caral y, por la falta de fechados, prefirieron proponer que se trataba de un sitio acerámico del Formativo, es decir que la población de Supe se había quedado rezagada frente a la de otros valles del Perú que ya manufacturaban alfarería. Estas interpretaciones no nos desanimaron: para nosotros los contextos eran irrefutables aún cuando no dispusiéramos de los fechados. Los resultados de las excavaciones y 42 fechados radiocarbónicos nos darían la razón.

Las investigaciones que iniciamos en el valle de Supe y posteriormente en Caral han continuado sin interrupción, gracias a las labores de un equipo de arqueólogos, que en la actualidad es multidisciplinario debido a las exigencias del trabajo, tanto a nivel de campo como de laboratorio. Nuestros estudios arqueológicos se ajustan a la metodología de excavaciones en área o en extensión y contemplan la opinión de diversos especialistas, según lo requieran determinados análisis de materiales. También se han efectuado observaciones de los entornos natural y social y se ha comparado los resultados de Caral con los de otros asentamientos del valle y del área norcentral de esa etapa del desarrollo, así como con los de otras civilizaciones en el mundo. Desde hace dos años se viene interviniendo en los monumentos excavados para garantizar su conservación bajo los estrictos principios de la autenticidad. Se ha elaborado, igualmente, un Plan Maestro para convertir al importante patrimonio cultural monumental de Supe en el eje motivador del desarrollo socioeconómico integral y sostenible, de esta manera se espera contribuir a mejorar las condiciones de vida de las poblaciones del valle y de su área de influencia.

Diversos aspectos de la ciudad, del sistema social, modos de vida y cultura han sido caracterizados a partir de los resultados de las investigaciones en Caral, sin embargo, esta visión se ha enriquecido con las excavaciones que hemos iniciado, con similar metodología, en otros tres asentamientos del mismo valle: Chupacigarro, Miraya y Lurihuasi. De esta manera, disponemos de la información de cuatro asentamientos, así como de un mejor sustento para aproximarnos al conocimiento de la sociedad de Supe en los albores de la civilización.

La lengua quechua, los nombres de Caral y de Supe

Hace varias décadas el lingüista peruano Alfredo Torero señaló que el quechua, la lengua que había alcanzado mayor difusión en territorios habitados por sociedades prehispánicas, tuvo su origen en el área norcentral del Perú (Torero 2002). Los resultados obtenidos en Caral permiten precisar que fue en Supe donde se originó la civilización más antigua de América y que esta sociedad habría usado una lengua preprotoquechua para relacionarse con otras poblaciones del área. Una historia compartida por casi un milenio mantuvo el prestigio de ambas a través de los diversos períodos del proceso cultural peruano: la civilización primera, Caral, que sentó las bases de las estructuras organizativas de las sociedades andinas; y la lengua quechua, como lengua de relación, de amplia distribución, adoptada por sociedades de otras áreas que tenían culturas y lenguas distintivas.

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Según sugerencia del mismo investigador, el nombre de Caral alude a la cabuya (Foucraea andina), planta usada en la ciudad sólo para manufacturar objetos especiales, como tocados para la cabeza de personajes importantes o funcionarios, peines, ofrendas como el denominado enrejado, o también junto con otras plantas para propiciar buenas cosechas. Quizás esta denominación fue extendida a las otras fibras vegetales con las cuales elaboraron las bolsas o shicras, especie de tributo o exvoto traído por los feligreses, con las cuales llenaron y enterraron los recintos y plataformas en los períodos de construcción y remodelación de la ciudad.

El nombre de Supe o Supay, “ser maligno” en lengua quechua, haría referencia a los daños que podrían ocasionar los seres sobrenaturales que habitaban en el valle si no se cumplía con los deberes contraídos con ellos.

Pueblos y culturas del área norcentral contemporáneos a Caral

El poblamiento del territorio del Perú se produjo alrededor de los 12.000 años con actividades de apropiación de los recursos naturales en los diversos parajes de la costa y sierra de los Andes, como indican las evidencias arqueológicas de Lauricocha, Toquepala y Junín en la sierra, o de Paiján en los desiertos del litoral occidental. Hubo distintas adaptaciones culturales relacionadas con las condiciones naturales del medio habitado, que son muy diversas en los Andes Centrales. Alrededor de los 8000 años ya se habían conformado pequeñas agrupaciones humanas sedentarias que incluían a la agricultura en la mayoría sus actividades de subsistencia. Se ha identificado a grupos de cazadores-recolectores en las zonas altoandinas, de agricultores-cazadores en los valles de la sierra, y de pescadores, recolectores de moluscos y agricultores en la costa, entre otros (Shady 1995: 49-61). Además de poseer modos de vida y culturas distintivos, estas poblaciones tenían diferentes ritmos de desarrollo. Hacia los 5000 años sólo en el área norcentral del Perú confluyeron condiciones sociales, culturales y naturales para la formación de la civilización.

Los nueve valles de la vertiente occidental del área norcentral (Santa, Casma, Huarmey, Fortaleza, Pativilca, Supe, Huaura, Chancay y El Chillón) están geográficamente conectados entre sí a través de la meseta altoandina de donde nacen sus respectivos ríos. La misma meseta los vincula también hacia el oriente con las cuencas del Marañón y el Huallaga, puertas de ingreso a la Amazonía.

En esta área, así geográficamente articulada, que comprende regiones de costa, sierra y selva andina, han sido identificados asentamientos contemporáneos con Caral de variadas dimensiones con arquitectura pública y doméstica. En la costa: El Paraíso en el valle El Chillón (Quilter et al. 1991), Río Seco en el litoral de Chancay (Wendt 1964), Bandurria en el litoral de Huaura (Fung 1988), Áspero en el litoral de Supe (Feldman 1980), Caral y 18 asentamientos más en el valle de Supe (Shady 1997a, 2000a, 2000b, 2003) y Las Haldas en el litoral de Casma. En la sierra: La Galgada en el Tablachaca - Santa (Grieder et al. 1988) y Huaricoto en el Callejón de Huaylas (Burger y Salazar-Burger 1980). En la selva andina: Kotosh en la cuenca del Huallaga (Izumi y Sono 1963; Izumi y Terada 1972) y Piruro en la cuenca del Marañón (Bonnier y Rozenberg 1988).

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La información arqueológica disponible permite inferir que la mayoría de estos asentamientos mencionados no eran exclusivamente santuarios o centros religiosos sino asentamientos multifuncionales, con edificaciones residenciales y públicas en las que se realizaban actividades domésticas, económicas, administrativas, políticas, religiosas, sociales y culturales. La conjunción de unidades domésticas con edificios públicos para la realización de múltiples funciones revela autosuficiencia, cierta especialización laboral y un ordenamiento político. Ellos estuvieron sustentados en la producción de excedentes, conducidos por las autoridades, todo lo cual hizo posible, asimismo, su participación en las redes de interacción que se tendieron en el área entre regiones y entre cuencas. Al margen de su ubicación, compartieron productos, bienes manufacturados, elementos arquitectónicos, conocimientos y participaron en determinadas ceremonias religiosas y ritos.

La ubicación geográfica de Caral-Supe, en el medio de esta área con producciones diversas, fue estratégica para las interacciones con las demás poblaciones asentadas en zonas ecológicas diferentes, también excedentarias y poseedoras de experiencias adaptativas diversas, así como de bienes distintivos, gracias a que Caral-Supe estuvo comunicada por el mar en la costa, por la meseta altoandina en la sierra y por los ríos de la hoya amazónica; a su articulación interregional; así como a su capacidad de acumulación de excedentes proveniente de una economía complementaria agrícola-pesquera, además de su acceso a fuentes de sal.

Por todo lo indicado, consideramos que la creciente complejización social de Supe debe ser tratada en el marco de estas condiciones naturales del área norcentral y de la situación social de las poblaciones que habitaban en las varias regiones y cuencas del área en esa época: en la región costeña, en la región adyacente de la sierra (Callejón de Huaylas y Callejón de Conchucos) y en las vertientes orientales (cuencas del Marañón y del Huallaga).

Entre estas sociedades del área norcentral, Supe logró sintetizar en su beneficio los logros de experiencias adaptativas diferentes y supo aprovechar el excedente productivo del área. Los 18 asentamientos con arquitectura pública identificados a lo largo de 45 kilómetros en el valle de Supe, un valle de pequeña extensión, con escasas tierras y un río de régimen irregular, seco la mayor parte del año, difícilmente hubieran sido construidos sobre la base de la productividad obtenida únicamente por sus habitantes. La cuantiosa inversión de trabajo en obras monumentales, su cíclico enterramiento y renovación, así como su permanente remodelación, habrían sido sustentados por la producción de las poblaciones de los otros valles del área, a las que las autoridades políticas del valle de Supe supieron captar. La extensión de los asentamientos principales de Supe, entre 40 y 80 hectáreas frente a las 11 o 13 hectáreas de los asentamientos de los otros valles, expresa una marcada diferencia en cuanto se refiere a la capacidad de manejo económico e inversión de sus ocupantes.

El territorio habitado por la sociedad de Supe

El valle de Supe está ubicado en el centro del área norcentral del Perú, en las vertientes occidentales por donde discurre el río del mismo nombre desde sus nacientes hasta su desembocadura en el Océano Pacífico, luego de recorrer aproximadamente 92 kilómetros. A lo largo de su curso, el río cambia abruptamente de dirección, primero va de noreste a suroeste desde sus nacientes hasta La Empedrada en el valle medio superior, desde allí enrumba al noroeste hasta el mar. El valle es estrecho, limitado por la cadena de cerros que lo encierra por

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sectores, y está conformado por depósitos aluviales de arena, arcillas, limos, gravas y conglomerados. El río Supe tiene un régimen muy irregular con marcadas diferencias entre sus descargas, una máxima de 49,44 m3/seg (que en algunos años puede llegar a 60 m3/seg) y una media anual de 1,52 m3/seg; hay demasiada agua durante tres o cuatro meses del año y está casi seco los ocho o nueve meses restantes, pero en cambio cuenta con permanente agua subterránea y forma con los ríos Pativilca y Fortaleza un sistema de valles interrelacionados. La existencia de algunas hoyadas excavadas o reservorios abandonados indica de acciones ejecutadas por los pobladores prehispánicos para el aprovechamiento del agua.

Caral y los 18 asentamientos coetáneos ocuparon las siguientes zonas ecológicas: el litoral, el valle bajo, el valle medio inferior y el valle medio superior; zonas con espacios cubiertos por afloramientos de agua, totorales, juncales, aves y peces; bosque ribereño en los márgenes del río; tierras agrícolas en el fondo del valle y terrazas; lomas y dunas desérticas cerca de los cerros del contorno.

El manejo del valle de Supe durante en la época de Caral

A pesar de las condiciones del valle, escasas tierras y régimen irregular del río, hubo en la época de Caral un mínimo de 18 asentamientos poblacionales ubicados entre el litoral y los primeros 45 kilómetros. Todos estos sitios contienen conjuntos residenciales y edificios públicos, y más del 50 por ciento posee arquitectura monumental (Figura 1b). Sobre la base del estudio comparativo de los asentamientos reconocidos mediante la prospección de superficie y de las excavaciones que venimos realizando en cuatro de ellos (Caral, Chupacigarro, Miraya y Lurihuasi), planteamos la siguiente forma de asentamiento y de organización social:

1. Distribución de los asentamientos en el valleLos asentamientos de Supe ocupan las cuatro zonas ecológicas del modo siguiente: 1 sitio en el litoral, Áspero (1859,75 hectáreas); 2 sitios en el valle bajo (9214,5 hectáreas), El Molino en la margen derecha y Piedra Parada en la margen izquierda; 10 sitios en el valle medio inferior (8472 hectáreas), 6 en la margen derecha (Limán, Era de Pando, Pando, Pueblo Nuevo, Cerro Colorado, Allpacoto) y 4 en la margen izquierda (Lurihuasi, Miraya, Chupacigarro y Caral); 5 sitios en el valle medio superior (7334,5 hectáreas), 4 en la margen izquierda (Peñico, Cerro Blanco, Capilla y Jaiva) y 1 en la margen derecha (Huacache). Como se puede apreciar, la zona del valle medio inferior, que no es la más extensa, concentra, sin embargo, el mayor número de asentamientos (10 de un total de 18). Es interesante, además, señalar un aparente ordenamiento en la ubicación de los asentamientos, pues se encuentran en número similar en ambas márgenes del río, 9 en la margen derecha y 9 en la margen izquierda, distribución que respondería a un patrón dual, como también se presenta al interior de cada uno de los sitios que estamos excavando.

2. Espacio ocupado Los asentamientos poblacionales fueron ubicados sobre las terrazas eriazas de los conos de deyección perpendiculares al valle, que estuvo reservado para los campos de cultivo. Cada asentamiento incluía el espacio construido, en el cual se encontraban las viviendas y los edificios públicos, así como también la porción de tierras del fondo del valle y de las terrazas aluviales demarcada por canales de riego principales bajo un sistema de administración de aguas.

3. Extensión de los asentamientos

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Los asentamientos varían en tamaño:

a) De 80 a 55 hectáreas: Era de Pando (79,74), Caral (66,0) y Pueblo Nuevo (55,01). b) De 45 a 30 hectáreas: Miraya (43,0), Lurihuasi (37,8), Chupacigarro (37,4) y Piedra Parada (33,5).c) De 25 a 15 hectáreas: Allpacoto ( 23,10), Peñico (22,05) y Áspero (15,0). d) De 10 a 5 hectáreas: Huacache (7,59), El Molino (6,96) y Jaiva (4,20).e) De menos de 5 hectáreas: Pando (1,95), Cerro Colorado (0,98), Cerro Blanco (0,80), Limán (0,48) y Capilla (0,16).

Como se aprecia, tres asentamientos destacan por su extensión, la Era de Pando, Caral y Pueblo Nuevo, con el 46,07 por ciento del área total construida en el valle; le siguen en segundo lugar otros cuatro asentamientos: Miraya, Lurihuasi, Chupacigarro y Piedra Parada, con el 34,82 por ciento de la superficie total construida. Estos dos grupos comprenden el 80,89 por ciento del área construida. Es interesante notar que ambos están en la zona media inferior. Los otros tres grupos ocupan el 13,80, 4,30 y 1 por ciento, respectivamente. De la comparación se infiere que 11 asentamientos de los 18 representan sólo un 19,11 por ciento del área construida. Estos resultados indican una distinción marcada entre los asentamientos de las diferentes zonas; sugerimos que ella está sustentada por factores socioeconómicos, funcionales y de jerarquía social significativos entre los pobladores de las cinco clases de asentamientos.

4. Inversión de trabajo en las construcciones públicasEl cálculo realizado sobre la cantidad y volumen de las estructuras de cada asentamiento permite hacer el siguiente ordenamiento: - Grupo 1: Pueblo Nuevo (28,99%) y Caral (27,31%). - Grupo 2: Miraya (12,85%), Era de Pando (8,54%) y Lurihuasi (7,04%). - Grupo 3: Allpacoto (3,76%), Peñico (3,12%) y El Molino (2,99%).- Grupo 4: Piedra Parada (1,67%) y Áspero (1,64%).- Grupo 5: Chupacigarro (0,87%) y Huacache (0,57%). - Grupo 6: Cerro Blanco (0,30%), Cerro Colorado (0,12%), Jaiva (0,10%), Pando (0,07%), Limán (0,05%) y Capilla (0,001).

Esta información indica que el grupo 1 (Caral y Pueblo Nuevo) concentra el 56,30 por ciento del total de fuerza de trabajo invertida. Le sigue el grupo 2 (Miraya, Era de Pando y Lurihuasi) con una inversión de 28,43 por ciento del total, que representa la mitad del grupo anterior. El tercer y cuarto grupos, compuestos por cinco asentamientos, detentan el 13,18 por ciento del total. Es decir, una cuarta parte del trabajo invertido en el primer grupo de asentamientos. Finalmente, la diferencia es muy notoria entre aquellos y los grupos quinto y sexto, pues a pesar de estar integrados por ocho asentamientos, éstos apenas exhiben el 2,08 por ciento del total de la fuerza de trabajo invertida. Es importante resaltar la concentración de más de la mitad del total de fuerza de trabajo invertida en sólo dos asentamientos: Pueblo Nuevo y Caral. El segundo grupo de asentamientos representa un poco más de la cuarta parte del total de la fuerza de trabajo invertida. Entre estos dos grupos se hallan los cinco principales asentamientos del valle de Supe: Caral, Pueblo Nuevo, Miraya, Lurihuasi y Era de Pando, de los cuales destacan Caral y Pueblo Nuevo tanto por su extensión, complejidad como por la fuerza de trabajo invertida en sus

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construcciones. Es interesante recordar que ambos se encuentran en el valle medio inferior, en la margen izquierda y derecha, respectivamente.

5. Zona de ubicaciónLos indicadores señalan que los centros urbanos más extensos y complejos se encuentran concentrados en el valle medio inferior, que fue la zona central con mayor poder, bienestar y prestigio de la sociedad de Supe. A lo largo de unos seis kilómetros de esta zona se encuentran siete asentamientos con arquitectura monumental, tres en la margen derecha (Pueblo Nuevo, Cerro Colorado y Allpacoto), y otros cuatro en la margen izquierda (Lurihuasi, Miraya, Chupacigarro y Caral). Ésta habría sido la “zona central”, justamente ubicada en un espacio estratégico para la comunicación con los valles laterales vecinos. De los siete asentamientos, cuatro pertenecen a los grupos A y B de mayor extensión, así como a los grupos 1 y 2 de mayor inversión de trabajo. Esta zona es intermedia entre la zona del valle bajo y el litoral, proveedora de los recursos marinos, y la del valle medio superior, al este, donde se encuentra la otra concentración de asentamientos aunque de menor extensión y monumentalidad, de comunicación con la parte alta de los otros valles vecinos y, en particular, con la meseta altiplánica, desde donde se facilita la interacción con los habitantes de otros valles en la amplia extensión del área norcentral.

6. ComunicaciónLas distancias entre los asentamientos ubicados en las diferentes zonas del valle son de 7,5 a 10 kilómetros y en el interior de una misma zona son de 2,6 a 4 kilómetros, a excepción de la “zona central” en el valle medio inferior donde las distancias entre asentamientos son de 1 a 2,6 kilómetros.

7. SeguridadEl valle medio inferior está encerrado por la misma configuración morfológica de la cordillera, que lo convierte en un espacio controlable. Lo separa de la zona baja la conjunción de los cerros de ambos lados del valle, que se cierran en una garganta a la altura del sitio denominado Liman, pasada la cual se abre otra vez el valle; hacia el Este, nuevamente se cierra por otra unión de los cerros, alrededor del sitio de Las Minas. Entre ambas gargantas se halla la “zona central” con sus asentamientos.

8. Vías o rutas de intercambioLos asentamientos más extensos se encuentran cerca de vías de acceso a los valles vecinos, en quebradas que están en dirección perpendicular al valle. Los centros urbanos de la “zona central”, ubicados en la margen derecha, se vinculan a través de la quebrada de Allpacoto con los valles de Pativilca y Fortaleza; y aquellos de la margen izquierda (Caral, Chupacigarro y Lurihuasi) salen a diversas zonas ecológicas de los valles de Huaura y de Chancay. Igualmente, en el valle medio superior tienen ubicación estratégica los centros urbanos de Peñico, para la articulación de la sierra de Supe y su entorno colindante con el valle de Huaura, y el centro de Huacache, para la comunicación entre las dos zonas del valle medio de Supe con los poblados de la sierra de Pativilca y Fortaleza. Hacia la costa, Era de Pando articulaba a los asentamientos del litoral y los valles bajos de Supe, Pativilca y Fortaleza; mientras que Piedra Parada lo hacía con el valle bajo y el litoral de los valles de Supe y Huaura. Esta selección del territorio en relación con rutas de tránsito indica la importancia del intercambio entre poblaciones asentadas en zonas ecológicas con recursos y bienes diferenciados, con modos de vida y con culturas asimismo diversos.

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9. JerarquizaciónEl patrón de asentamientos de Supe no muestra un ordenamiento que haga suponer un sistema jerarquizado lineal como ha sido descrito para otras áreas del mundo bajo un sistema político integrado (Wright y Johnson 1975: 267-289), que se esperaría en un Estado territorial. Sobre la base de los indicadores mencionados para Supe se puede distinguir en el valle dos concentraciones de asentamientos, una principal, de primera categoría, ubicada en el valle medio inferior, y otra menor, con asentamientos de cuarta categoría, en el valle medio superior. Pero, además de estas dos concentraciones hay algunos otros asentamientos de segunda importancia, distribuidos en el valle bajo, y uno de tercera en el litoral. Se hace evidente que no sólo hay variables políticas que explican este ordenamiento de los asentamientos, sino también sociales, económicas y de mercado.

Por otro lado, los rasgos arquitectónicos recurrentes, compartidos por la mayoría de sitios, aun cuando sean a diferentes escalas, indican que ellos participaban de un sistema y tenían determinadas funciones similares. Las evidencias recuperadas en los cuatro asentamientos excavados corresponden a unidades sociales autosuficientes y multifuncionales o pachacas, donde se efectuaban actividades políticas, administrativas y religiosas. Aun cuando mantuvieron su identidad y funciones, los asentamientos fueron integrados, a partir del período Medio de su casi milenaria ocupación, a un sistema económico complementario conducido por un Estado prístino, integración que se habría producido primero a nivel del valle, bajo la autoridad del Hunu, y se ampliaría posteriormente al incorporar a los asentamientos de los valles vecinos. Un modelo combinado de ciudades-estado y estado territorial. Este modelo de organización se extendería en el Perú Prehispánico y perduraría, a través de cuatro milenios, en el Imperio Inca. Los Estados y sus representantes podían cambiar, pero los asentamientos o pachacas con sus respectivas autoridades locales permanecieron.

Los rasgos arquitectónicos similares a los del valle de Supe que se encuentran en los asentamientos de los valles de Pativilca y Fortaleza indican que las poblaciones de los tres valles estuvieron estrechamente articuladas, tanto en la zona del valle bajo como en las del valle medio; no obstante, como se ha indicado, el valle de Supe contiene los asentamientos más extensos y complejos y debió ser el asiento principal del poder y de mayor prestigio. Estos tres valles habrían constituido el territorio donde tuvo su directa aplicación el sistema social y político estatal de Supe. Sin embargo, la influencia de esta civilización se extendió también a toda el área norcentral ya señalada.

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LA CIUDAD SAGRADA DE CARAL

Caral, ubicada a 182 kilómetros al norte de Lima y a 23 kilómetros del litoral, está asentada sobre una terraza aluvial, hoy desértica, en la zona del valle medio inferior de Supe, a 350 metros sobre el nivel del mar. Esta zona era atravesada por el río Supe, que pasaba a nivel del valle con peces y camarones en la temporada de lluvias en la sierra, y presentaba una enmarañada vegetación que poblaba las riberas fluviales y encauzaba a las caudalosas y torrentosas aguas del río durante las crecientes. Estaba limitada por un frondoso, variado y casi inexpugnable monte ribereño, del cual quedan pequeños relictos de gran variedad arbórea y arbustiva con especies como el sauce, caña brava, carrizo y cola de caballo. Entre las especies de fauna había venados, vizcachas, palomas y aves de colorido plumaje. Entre los meses de enero a abril, temporada de lluvia en la sierra, el río se transformaba, llenaba su cauce y tronaban incesantes sus torrentosas y acaudaladas aguas hasta dejar sin conexión a los asentamientos humanos ubicados en ambas márgenes del valle. Durante los meses de estío, en la sierra las aguas del río Supe eran remplazadas por manantiales o puquios y los canales de riego continuaban distribuyendo copiosas aguas hacia los campos de cultivo (Shady 2001).

En el fondo del valle, a ambos lados del río, se dispusieron los campos de cultivo en espacios llanos, de 1 a 1,5 kilómetros de ancho, que se extienden a las terrazas aluviales. Estos campos agrícolas estuvieron delimitados en las partes más elevadas por bosques de guarangos (Acacia macracantha) y otras especies. El agua del subsuelo afloraba por sectores e inundaba las tierras, formando oconales, donde crecían totoras y juncos. Si bien el río está seco en la mayor parte del año, esta zona del valle dispuso de una rica napa freática, aprovechada en las actividades domésticas y también en la irrigación de los campos cultivados.

El espacio construido de Caral se encuentra, sin embargo, en un ambiente desértico, a unos 25 metros por encima del valle, rodeado de cerros rocosos y dunas y aislado de los campos de cultivo por un denso bosque de guarangos. Sus habitantes residieron en tierras de aparente monotonía y aridez, pobladas de pequeños cardos de lomas o achupallas (Tillandsia sp.), de bellas flores rojas temporales. En el centro del asentamiento, los caralinos sólo percibían el azul del cielo, donde moraban sus dioses, y la cadena pétrea de los cerros que encerraba a la ciudad, aislados del mundanal ruido de las actividades cotidianas en el fondo del valle. La disposición de los edificios piramidales siguiendo la dirección del contorno de los cerros parece responder a la búsqueda de sus diseñadores de simular la obra natural de los dioses. Abajo quedaba el trajinar de los hombres y mujeres en los campos de cultivo, las tierras pantanosas, el monte ribereño, el río; arriba, en la ciudad sagrada, las actividades especializadas se intensificaban.

Aspectos sociales y culturales de la ciudad

La ciudad de Caral ocupa unas 66 hectáreas. Comprende una zona nuclear con 32 estructuras públicas y varios conjuntos residenciales, y una zona en la periferia, que limita con el valle, donde se construyeron varios conjuntos de viviendas (Figuras 2 y 3). La disposición de las estructuras arquitectónicas indica un ordenamiento espacial de acuerdo a un diseño planificado de la ciudad anterior a su construcción. En este ordenamiento se consideraron criterios importantes de organización social, como los estratos sociales jerarquizados y las divisiones simbólicas de los linajes (matrilineales-patrilineales y originarios-advenedizos), reflejadas en dos mitades: alta y baja, derecha e izquierda. A estos criterios se les sumaron otros, como los astronómicos,

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asociados con determinadas deidades del panteón religioso; y funcionales, vinculados con los manejos políticos, administrativos, económicos, ocupacionales, residenciales y de mercado.

Si bien no hubo murallas defensivas en torno a la ciudad, éstas fueron construidas dentro de ella para separar algunos edificios o recintos de acceso muy privado, como el Templo del Anfiteatro.

En el espacio nuclear, las edificaciones estuvieron distribuidas en dos grandes mitades: Caral Alto, en el lado norte, donde se aprecian los volúmenes piramidales más destacados, uno de ellos con una plaza circular hundida; y Caral Bajo, al sur, mitad conformada por estructuras públicas de menores dimensiones, entre las que destaca, sin embargo, un edificio que tiene anexada la más grande plaza circular hundida de la ciudad (Figura 3). Esta organización espacial responde a la división dual tradicional andina de Hanan y Hurin, que haría referencia a los linajes de reciente poder frente a los linajes primigenios o tradicionales, o a los de filiación patrilineal versus los matrilineales.

La mitad alta de Caral

En la mitad alta de la ciudad todas las construcciones fueron ubicadas alrededor de un gran espacio abierto o plaza, que tuvo también funciones públicas, de tipo político, económico y manufacturero. Se pueden distinguir dos subespacios: uno, al oeste, conformado por los conjuntos piramidales que hemos denominado la Pirámide Mayor y su plaza circular, la Pirámide Central, la Pirámide de la Cantera y la Pirámide Menor (Figura 2a); el otro, hacia el este, está constituido por la Pirámide de la Galería y la Pirámide de la Huanca, con un monolito hincado en el espacio entre ambas (Figura 2b). Además de las estructuras mencionadas se encuentra en el lado sur de esta mitad alta, a todo lo largo de la terraza que la separa de la otra mitad, un extenso conjunto residencial distribuido en forma ordenada en varios subconjuntos (sector A). Pero, además, cada una de las seis estructuras piramidales están asociadas a dos o tres residencias, ubicadas en su entorno (Figura 3). Un mausoleo saqueado se halla hacia la periferia, al este de esta mitad. (Shady y Gonzales 2000: 2.9, 2003: 229-235).

Por su ubicación, tamaño, volumen constructivo y por la asociación con la plaza circular destaca la Pirámide Mayor como el principal edificio público de la ciudad. Desde su cima se ofrece una vista panorámica del conjunto de la ciudad y de su entorno; y desde el fondo del valle impresiona por su imponente monumentalidad, de casi 30 metros de altura (sector E).

La mitad baja de Caral

En este ámbito de la ciudad la distribución de las construcciones difiere de la otra mitad, pues éstas se encuentran alineadas en un eje este-oeste sobre una terraza baja, aunque las fachadas de los edificios ya excavados están en dirección a la mitad alta (Figura 3). Los edificios, en general, son de menores dimensiones y no hay estructuras piramidales altas ni medianas sólo pequeñas, aunque tiene un conjunto arquitectónico especial con plataformas secuenciales, el denominado Templo del Anfiteatro, justamente por estar conectado con la plaza circular hundida más grande de la ciudad (sector L). Esta mitad también contiene un conjunto residencial (sector NN2), algunas unidades domésticas en torno a cada edificio público, talleres (sector K) y un mausoleo saqueado en la periferia sur. Por las características del Templo del Anfiteatro inferimos que este

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edificio tuvo una acentuada función ceremonial religiosa: murallas que limitan el acceso, grandes fogones en el atrio, un altar circular anexo y cercado.

Hemos sugerido que la mitad alta de la ciudad estuvo vinculada con linajes patrilineales, que detentaban el poder político, y que la Pirámide Mayor habría sido la institución conducida por la autoridad política principal. En cambio, la mitad baja estaría vinculada con linajes matrilineales que detentaban el poder religioso, en ella el Templo del Anfiteatro habría sido el escenario de ceremonias religiosas. El diseño de la plataforma, con 13 cubículos, se parece a una estructura arquitectónica que ha sido relacionada con el culto a los ancestros de las panacas o linajes de la clase de poder del Estado Inca. Con la formación del primer Estado en Caral se daría inicio a esta obra arquitectónica y a la práctica social como modelos que simbolizaban el poder de la clase gobernante y reforzaban su reconocimiento por el resto de la sociedad.

Concepción arquitectónica de la ciudad y conocimiento de los constructores

Los 42 fechados radiocarbónicos indican que la ciudad estuvo funcionando a través de casi un milenio. Los edificios contienen las evidencias de esta prolongada ocupación. Se han distinguido cinco grandes períodos de cambios en la construcción, enterramiento y renovación de los edificios, pero además hubo fases de remodelación arquitectónica o de cambios menores entre cada uno de estos períodos: aproximadamente fueron de 20 a 25 las fases constructivas por cada monumento o unidad doméstica. Cada período está diferenciado del anterior en algunos elementos de estilo arquitectónico, de técnica constructiva, materiales y color de la pintura aplicada a las paredes. Se conservó, sin embargo, el diseño general relacionado con la funcionalidad del edificio pero, sobre todo, con la memoria social que reforzaba la identidad cultural y le daba a la sociedad la percepción de continuidad y seguridad (Hodder y Cessford 2004: 17-40). Sugerimos que las actividades relacionadas con los cambios mayores y con los cambios menores o remodelaciones estuvieron concordadas con ciclos astronómicos y con eventos sociales de gran significación.

Todas las fachadas de la ciudad, por lo menos a partir del período Medio, alrededor de los 2600 a.C., hasta donde ha llegado nuestra investigación en la mayoría de edificios excavados, muestran similares períodos constructivos y el mismo diseño, estilo, materiales y técnica arquitectónicos; por lo tanto, se puede inferir que hubo un diseño previo de la ciudad y que su construcción fue planificada. Cada obra debió ser ejecutada siguiendo el ordenamiento preestablecido del espacio y el diseño correspondiente. Habrían participado en la construcción de la ciudad un conjunto muy diverso de especialistas y una numerosa mano de obra que fueron articulados por un sistema político centralizado.

Por las características que muestra la historia constructiva de cada edificio, se puede interpretar que la sociedad concebía a la estructura arquitectónica como un ser viviente que atravesaba por cambios cíclicos, con un período de vida desde que nacía, crecía o se desarrollaba, y terminaba o moría para volver a renacer. De esta manera, “nacía” un edificio mediante con la construcción de pocos pero amplios recintos, y conforme transcurría el tiempo se “reproducían” nuevos ambientes que subdividían a los recintos anteriores, acción que se efectuaba de modo progresivo a lo largo de la existencia del edificio. De este modo, los espacios iniciales se iban reduciendo hasta un mínimo tamaño y, entonces, se disponía de la “muerte” del edificio: se procedía a una ceremonia de enterramiento que incluía la colocación de una serie de ofrendas en medio de rituales, así

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como el depósito de las shicras o bolsas tejidas a modo de redes y llenas de piedras cortadas o cantos rodados, o de ambos materiales, con un peso más frecuente entre 15 y 55 kilos, entre otros materiales de relleno.

El espesor del relleno es variable, según la importancia que tuvo el edificio o el recinto interior; en la Pirámide Mayor hemos medido 4 metros. Pero el proceso de cubrimiento tenía también un orden y era concebido como un tejido con sus tramas y urdimbres: los materiales se depositaban por hiladas, alternando el depósito de una shicra con una cantidad de material suelto (tierra o grava), pero en la hilada siguiente en lugar de tierra se ponía shicra y sobre la shicra de la hilada previa se echaba el material suelto, y así sucesivamente hasta concluir con la medida prevista. Este procedimiento expresa un cuidado por el refuerzo de la estructura y la estabilidad de la obra, así como un riguroso orden en el trabajo y la conducción por parte de quien conoce el comportamiento de los materiales, hace cálculos y tiene responsabilidad en el resultado.

Con la edificación de un nuevo piso se originaba también una nueva construcción y se continuaba el proceso. Una construcción del período Tardío implicaba el cubrimiento o enterramiento del edificio perteneciente al período Medio-Tardío mediante un voluminoso relleno sobre el cual se construían los nuevos pisos y los muros estructurales. Igualmente, el edificio del período Medio-Tardío había sido erigido sobre otro del período Medio-Inicial, enterrado asimismo con bolsas o shicras de piedras. A su vez, esta edificación había cubierto previamente, también con shicras de piedras, a otra del período Antiguo. Cada período constructivo estaba diferenciado del anterior por algunos elementos arquitectónicos, como ya hemos señalado, además de distinciones internas en el diseño. Se conservaba, sin embargo, el diseño general. En todos los aspectos del trabajo constructivo se infiere organización, conducción y conocimiento.

En Caral han sido excavados los siguientes tipos de edificios:

Edificios públicos piramidales

En los períodos Medio y Tardío del largo funcionamiento de la ciudad se levantaron edificios piramidales de variado tamaño, con determinada orientación estelar y siguiendo un similar patrón arquitectónico basado en un eje de orientación del edificio y de ordenamiento interno, en el que resaltaba una imponente escalera ubicada en el centro, que se extendía desde la base hasta la cima. Cada edificio estuvo compuesto por un cuerpo principal de mayor altura, en el centro de éste, y por otros cuerpos laterales o alas, de altura descendente.

La escalera presenta dos tramos, separados por un descanso o espacio más amplio, y divide al cuerpo principal en dos secciones, una a la izquierda y otra a la derecha, cada una de las cuales contiene una serie de terrazas diferenciadas por su ubicación secuencial a distintas alturas, por muros de contención de piedra, recintos y pasajes, y con sus propias dimensiones y características funcionales. Hacia los lados del cuerpo principal se agregaron los otros cuerpos o alas siguiendo un trazo escalonado, con ángulos rectos y monolitos en las esquinas.

Todos los edificios de la mitad alta dirigen su fachada hacia el espacio abierto central. Al parecer, el diseño de estos edificios corresponde a la figura de un ave con las alas desplegadas.

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Por la similitud en el diseño y en el estilo arquitectónico, así como por el contexto de los materiales recuperados en los varios componentes excavados, se ha inferido que estos edificios se construyeron en los mismos períodos y que en sus ambientes se realizaron similares funciones múltiples: religiosas, políticas, económicas y administrativas. Sin embargo, las diferencias que también ellos muestran entre sí, en cuanto se refiere a ubicación dentro de la ciudad, orientación espacial, extensión y volumen, cantidad de componentes y contextos especiales, podrían indicar distinciones de poder entre sus conductores, así como otras de índole social que todavía no logramos determinar. Actualmente trabajamos con la hipótesis de que estos edificios sirvieron como un calendario urbano, orientados con determinados astros asociados con deidades del panteón de la sociedad de Supe y vinculados con la celebración de fiestas en las que se realizaban actividades económicas, sociales y religiosas.

En las construcciones más destacadas los caralinos utilizaron la piedra. Otros edificios tuvieron recintos con paredes de palos y cañas entrabadas, construidos sobre las terrazas contenidas con muros de piedra. En el período Tardío se generalizó el uso de bloques de piedra cortados, entrabados con mortero de arcilla y pachillas o piedras de menores dimensiones. Las paredes llevaron enlucidos de arcilla y pintura de colores blanco, amarillo, ocre y rojo, según los períodos constructivos de la ciudad.

Además de la fachada concertada descrita con rasgos compartidos y también diferenciados, los otros componentes arquitectónicos de algunos edificios públicos repiten el mismo diseño, aunque con distinciones de escala. Otros, en cambio, sólo presentan algunos recintos similares, pero con variaciones en su composición dentro del diseño general del edificio.

En el cuerpo principal se han identificado varios componentes dispuestos en diferentes niveles, pero siguiendo el eje central y comunicados mediante escaleras y vanos: - La antesala o recintos previos a la nave central: ubicada ya sea en las plataformas superpuestas o en el espacio anterior al salón del templo; en ella se efectuaban diversos trabajos. - El salón ceremonial: diseñado en forma de cruz o chacana, estaba presidido por un fogón central al que rodeaba una serie de plataformas escalonadas a modo de graderías. A este ambiente de acceso restringido y destinado para reuniones de las autoridades se ingresaba por un imponente vano.- Los salones anexos al atrio: emplazados uno a cada lado de una plataforma elevada, a la cual se accedía por una escalera desde el atrio, siguiendo el mismo eje y continuaba hacia la cima.- Los salones exclusivos de la autoridad: construidos en la parte más alta del edificio y presididos por plataformas elevadas. En los períodos Medio y Tardío fueron decorados con hornacinas.

El atrio conectaba también con otros componentes laterales, al este y al oeste, mediante vanos y corredores. En uno de ellos se encuentra un pequeño altar circular o cuadrangular conformado, según los edificios, por un fogón central, chimenea y conductos de ventilación subterráneos. El altar tenía cierta privacidad y se accedía a él por medio de escaleras, pasadizos y vanos.

1. Edificios públicos piramidales de la mitad alta-Plaza oeste

1.1. La Pirámide Mayor (Sector E)

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Es el complejo arquitectónico de mayor extensión y volumen de la ciudad (Figura 4a). Mide 170,80 metros en el eje E-W y 149,69 metros de N-S. Posee una altura de 19,27 metros en la fachada orientada al sur de la ciudad, mientras que en el lado norte, hacia el valle, alcanza los 29,88 metros. Al igual que la Pirámide Central, todavía no excavada, y las Pirámides de La Cantera y la Pirámide Menor, su fachada está dirigida hacia el espacio oeste de la mitad alta de la ciudad.

La Pirámide Mayor está conformada por una plaza circular hundida, que la preside, y una imponente estructura piramidal escalonada, constituida por un cuerpo principal de mayor volumen constructivo y dos laterales de menor tamaño, uno al este y otro al oeste (Figura 4b).

La plaza circular es un espacio hundido y delimitado por dos murallas circulares paralelas. La pared del espacio interior de la plaza debió alcanzar 3,0 metros de altura y la otra, en el exterior, entre 1,0 y 1,6 metros; entre ambas formaron una plataforma circular elevada en torno a la plaza de 7,0 metros de ancho. El diámetro externo de la plaza es de 35,5 metros; el interior hundido, de 21,5 metros. La escalera de ingreso desde el exterior se encuentra en el lado sur, en el mismo eje de la escalera de la pirámide. Otras dos escaleras siguen el mismo eje norte-sur, presididas cada una por dos grandes monolitos parados y uno central, de posición desconocida. La pared interna, de bloques de piedra, muestra a 1,40 metros de altura un desplazamiento de 40 centímetros, a modo de decoración estructural, que le da un aspecto escalonado. Las paredes, escaleras y pisos de la plaza estuvieron enlucidos y pintados.

La plaza está anexada a la estructura piramidal por medio de una plataforma trapezoidal. La escalera norte de la plaza conecta con una escalera central de 9 metros de ancho que conducía a la cima de la pirámide (Shady, Machacuay y Aramburú 2000: 2-25).

Por su tamaño, ubicación y por la asociación con la plaza circular, éste debió ser el principal edificio público de la ciudad. En la parte frontal, a ambos lados de la escalera central, una serie de plataformas superpuestas le dan a la fachada el aspecto escalonado. Desde la cima se aprecia una vista panorámica del conjunto de la ciudad y del valle; inversamente, para quienes lo veían desde abajo, les debió impresionar su imponente altura, de casi 30 metros, así como su tamaño y volumen constructivo.

El edificio piramidal contiene evidencias de una prolongada ocupación, con sucesivos períodos de construcción y remodelación. Se pueden distinguir cinco grandes períodos de cambios: la construcción de las habitaciones del período Tardío-final implicó el cubrimiento o enterramiento de los recintos del período Tardío; éste, a su vez, de los del período Medio Tardío, mediante un relleno de piedras contenidas en bolsas o shicras, sobre el cual se construyeron los nuevos pisos y los muros estructurales. Igualmente, las habitaciones del período Medio Tardío fueron erigidas sobre el enterramiento previo del edificio del período Medio Temprano y éste había enterrado al edificio del período Antiguo. Además, entre cada uno de estos períodos también hubo sucesivas fases de remodelación arquitectónica o de cambios menores.

En el cuerpo principal del edificio piramidal, que es el más elevado, se pueden identificar varios componentes, dispuestos a diferentes niveles pero siguiendo el eje central, comunicados mediante escaleras y vanos. En las plataformas de la fachada hay una serie de recintos. El vano principal de ingreso en la cima conduce a tres espacios que se elevan uno a continuación del otro:

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- El atrio o salón ceremonial: al cual se ingresa por un vano, es de forma escalonada y está constituido por una serie de muros adosados en períodos sucesivos; tiene un fogón en el centro y una serie de plataformas escalonadas a modo de graderías. - Una plataforma elevada: a la cual se accede desde el atrio; contiene dos recintos, uno a cada lado de ella.- Los salones de la parte más alta: presididos por plataformas elevadas; destaca uno por el gran tamaño de la plataforma, que ocupa casi todo su espacio, y por la decoración de las paredes con hileras de caras a base de pequeños nichos y relieves.

Otra plaza circular y la fachada del edificio del período Antiguo se encuentran enterradas en una ubicación al suroeste, debajo de las plataformas y fachadas construidas a partir del período Medio.

1. 2. La Pirámide de la Cantera (Sector B)Esta edificación se encuentra al suroeste de la Pirámide Mayor, hacia la cual mira su fachada más tardía, y entre ambas media el espacio central. Mide 44,01 metros en el eje N-S, 65,63 metros en el E-W y 15,29 metros de altura. En su construcción se usó parcialmente un afloramiento rocoso de granodiorita. En el lado este del promontorio natural se construyó una serie de terrazas para alcanzar el volumen deseado y sobre ellas varios recintos, mientras que la base del lado oeste fue utilizada como cantera en períodos antiguos. En el lado sur y oeste se encuentran conjuntos residenciales vinculados con este edificio.

La fachada muestra dos escaleras correspondientes a períodos diferentes, la más tardía fue reubicada de acuerdo al eje de orientación central que debía tener el edificio al momento de su ampliación. Tiene 4,20 metros, entre terrazas de diversas dimensiones. En la cima destaca un recinto extenso con nichos en las paredes y un altar circular de 8 metros de diámetro externo con una plataforma circular de 30 centímetros de alto que rodea un espacio bajo de 3,70 metros de diámetro, al centro del cual se ubica un gran fogón de 82 centímetros de diámetro con un conducto de ventilación subterráneo. Las paredes son de piedras cortadas unidas con argamasa, pintadas de color blanco.

Al igual que en otras construcciones piramidales de la ciudad, ésta contiene las evidencias de los sucesivos períodos de ocupación. En los más tempranos, los recintos fueron construidos con material orgánico sobre plataformas de piedra; en los posteriores, sólo con bloques de piedra. Cabe mencionar también que entre los materiales usados para el enterramiento de los recintos de este edificio se hallaron numerosas estatuillas de barro no cocido, en mayor número que en otros ambientes.

1.3. La Pirámide Menor (Sector G)La Pirámide Menor se encuentra en el lado noreste del espacio central abierto de la mitad alta de la ciudad y al este de la Pirámide Mayor, hacia la cual orienta su fachada. Mide 43,29 metros en el eje N-S, 49,92 metros en el eje E-W y alcanza una altura de 10,00 metros. Está conformada por terrazas escalonadas contenidas por muros de grandes bloques de piedra cortada, unidos con argamasa de color gris y enlucidos y pintados de color amarillo. La fachada orientada al oeste muestra una escalera central de 4,65 metros, que conduce a la cima. En el lado este, detrás de la Pirámide, se encuentran las residencias relacionadas con este edificio público.

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En los alrededores de la Pirámide se han registrado evidencias de actividades, material orgánico, ceniza y fragmentos de artefactos líticos tallados. De otro lado, la fachada del período Antiguo muestra una ubicación totalmente diferente, hacia el norte.

2. Edificios públicos de la mitad alta-Plaza este

2.1. La Pirámide de la Galería (Sector H)Esta pirámide está ubicada en el lado este del espacio abierto de la mitad alta de la ciudad. Mide 68,48 metros en el eje N-S, 71,97 en el eje E-W y 18,80 metros de altura. Está conformada por terrazas superpuestas, contenidas por muros de grandes bloques de piedras cortadas y unidas con argamasa de barro y pintados de blanco. En la fachada oeste se encuentra la escalera central de 6,80 metros. Como en otras estructuras, ésta muestra la combinación de paredes de piedra para sostener las plataformas, que soportan recintos construidos con material orgánico, palos de madera y caña, enlucidos y pintados de blanco. También, al igual que las otras estructuras, fue elevada mediante rellenos de piedras contenidas en bolsas o shicras. Cabe destacar una galería subterránea a la cual accede por un estrecho pasaje. Tiene 4,50 metros de largo por 2,50 metros de ancho y presenta en las paredes internas siete nichos, tres en cada lado y uno en la pared ubicada frente al ingreso. Los paramentos y los nichos también fueron enlucidos y pintados de color blanco. Al enterrar esta galería pusieron al final un monolito con la forma de un lanzón.

Como en los otros edificios, éste contiene también las evidencias de los sucesivos cambios y remodelaciones. Entre los hallazgos se puede mencionar un vestido de mujer de algodón en un buen estado de conservación y 25 vértebras de ballena, acondicionadas y pulidas.

Por su extensión y volumen constructivo esta edificación ocupa el tercer lugar en el conjunto de edificios públicos de Caral. En relación con esta posición y las particulares características arquitectónicas, se puede sugerir que sus conductores habrían ejercido un rol importante en la ciudad.

En la parte baja del lado sur se observan los restos de un conjunto de viviendas asociado a este edificio público.

2.2. La Pirámide de la Huanca (Sector I)Este edificio de planta cuadrangular está ubicado en el extremo sureste de la mitad alta de la ciudad. La fachada está orientada hacia el espacio urbano compartido con la Pirámide de la Galería, y se encuentra presidida por un gran monolito o huanca de 2,30 metros hincado en el suelo, que parece haber sido el eje que guió la orientación de la escalera central de la fachada de este edificio.

La estructura piramidal tiene el típico perfil escalonado, constituido por terrazas superpuestas. Mide 54,06 metros en el eje E-W, 52,04 metros de N-S y 12,90 metros de altura. La escalera central de 5,5 metros de ancho conduce a la cima.

Entre los hallazgos destaca un tocado de fibra vegetal.

En el lado sur se halla el conjunto residencial asociado a este edificio.

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3. Edificios públicos Piramidales de la mitad baja

3. 1. El Templo del AnfiteatroConsiste en un complejo amurallado integrado por varios componentes arquitectónicos: una plataforma con una serie de cubículos alineados, una plaza circular hundida y un edificio con plataformas que se elevan secuencialmente (Figuras 5a y 5b). Tiene, asimismo, dentro de su perímetro, en el lado este, un altar circular y una residencia comunicada con el templo, y en el lado oeste un conjunto de recintos. Mide 157,39 metros por 81,60 metros y 12,31 metros de altura.

Preside al complejo una plataforma rectangular de 26 metros de ancho y 3,2 metros de altura, que fue cortada en el lado norte por un aluvión. Los lados este y oeste de ella habrían contenido 13 cubículos alineados con espacios intercalados. Este componente fue agregado durante un período de cambio significativo, que modificó el diseño original en el frontis del complejo.

La plaza circular hundida se asemeja a un anfiteatro con graderías en la mitad superior y dos escalinatas de acceso, ubicadas en el eje central, hacia el que se alinea también el vano de ingreso al edificio del templo. La pared interna de la plaza estuvo adornada con pequeños nichos antes que se construyeran las graderías. El exterior de la plaza está circundado por dos paredes que forman una plataforma concéntrica. La versión más antigua de esta plaza muestra en el frontis una impresionante escalera por la cual se ascendía a ella, y se ha determinado que estuvo en funcionamiento antes que se construyera la plataforma. En el lado suroeste superior de la plaza se recuperó un conjunto de 32 flautas. Cerca, en el lado este del templo se halló un conjunto de 38 cornetas.

En el edificio del templo se diferencian cuatro grandes componentes organizados bajo el mismo eje: la antesala, el atrio, las salas posteriores al atrio y los recintos superiores. La escalinata sur de la plaza circular da acceso a la antesala del templo, que consiste en tres grandes recintos. De la antesala se pasa al atrio a través de un vano de ingreso, que tiene el diseño en planta de una cruz o chacana. Este recinto contiene tres plataformas escalonadas a modo de gradería, que circundan un espacio cuadrangular, alrededor de cuyo centro se halla un gran fogón ceremonial. En este ambiente debieron realizarse los rituales más prominentes y exclusivos de la ciudad. El piso del atrio está pintado de color negro.

Desde el atrio se asciende por una escalera central al componente posterior, que fue construido sobre una terraza elevada. Consiste en dos recintos rectangulares separados por una plataforma central, cada uno de los ambientes cuenta con una escalera lateral. La pared tiene decoración en relieve. Por el centro de la plataforma se eleva la escalera hasta la cima donde se encuentra un conjunto de recintos, entre los que destaca en el centro una celda de 2 metros por 1 metro y 2 metros de profundidad.

En el lado este del templo, dentro del perímetro amurallado, se encuentra un pequeño complejo arquitectónico presidido por un altar circular también amurallado, lo que indica su propia privacidad. Se hace evidente, por las condiciones de su ubicación, características formales, tamaño y control del acceso, que esta construcción fue de uso muy restringido y que el funcionario encargado de ella tuvo un estatus especial dentro del complejo y de la ciudad.

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Se ingresaba por un pequeño vano de forma escalonada, ubicado en el lado noreste, a un espacio donde se pueden distinguir tres ambientes: - Dos pequeños recintos separados por una plataforma central, ubicados en el lado este, cerca al ingreso, de probable función administrativa, donde debieron dirigirse los que ingresaban para dejar u obtener algunos bienes. - El recinto central, de forma circular, contiene al centro un fogón de forma oval y de doble nivel con dos conductos de ventilación subterráneos ubicados cerca del piso. Su función habría sido estrictamente ritual y al cual sólo ingresaba un individuo por un vano localizado en el lado oeste. - En el pequeño espacio alrededor de la estructura central se halla un silo en la esquina suroeste, comunicado con el exterior por medio de un pequeño vano que atraviesa el muro oeste. Se observan manchas rojas en varios sectores por efecto del fuego.

Como en otras partes de la ciudad, esta estructura muestra cambios y remodelaciones. El diámetro del fogón fue reducido en las sucesivas remodelaciones. En el material incinerado, grandes cantidad de ceniza casi blanca y algunos restos de carbón, se identificaron restos de conchas, huesos, semillas, mates y fragmentos de artefactos. Las paredes son de piedra y llevan enlucido y pintura. El techo tuvo una estructura de cañas amarradas con soguillas. Las paredes y los pisos fueron pintados periódicamente (Shady, Machacuay y López, 2000: 2-19).

3.2. El Pequeño Templo de la Banqueta (Sector N)Este edificio de menor tamaño, ubicado a unos 150 metros al oeste del Templo del Anfiteatro, mide 25,96 en el eje N-S, 10,96 metros y 3,80 metros de altura. A pesar de su menor tamaño presenta el mismo diseño que los otros edificios y tiene los siguientes componentes: una antesala, el atrio, los recintos posteriores del atrio y un patio. Su fachada, como la de otros edificios de la mitad baja, está orientada hacia el norte. También contiene las evidencias de los varios períodos de cambios y remodelaciones. Se ha registrado un recinto en el lado este y algunos más antiguos en el lado sur.

El cadáver de un infante fue excavado debajo de la muralla sur.

3. 3. La Pirámide del Altar Circular (Sector P)Está ubicada en la parte central de la mitad baja y es la segunda en cuanto a tamaño de ese espacio de la ciudad. Mide 44,08 metros en el eje E-W por 27,01 metros en dirección N-S y 6,21 metros de altura. La estructura piramidal consta de tres cuerpos: el principal o núcleo, de mayor volumen, ubicado en el centro, y dos laterales, a cada lado de éste de menores dimensiones. La fachada muestra muros de grandes bloques de piedra y en el centro una escalera de 4 metros, que conduce a través de un vano a un recinto o atrio en la cima, presidido por un fogón rodeado de plataformas. Detrás del atrio se encuentran una plataforma y siete recintos, dos de los cuales imitan al diseño del atrio en menor escala. Otros vanos ubicados en los lados este y oeste daban acceso a los recintos de los componentes laterales.

El componente este contiene seis recintos de planta cuadrangular, que debieron tener una función complementaria al atrio. Cabe destacar en este componente el vano con dintel, de 1,70 metros de altura, que daba ingreso a un ambiente usado durante los períodos de ocupación más antiguos. El componente oeste posee dos escaleras de acceso: una ubicada al suroeste, que comunicaba el exterior con los recintos de la parte posterior del atrio, y la escalera noroeste, que conducía hacia un altar circular de 2,7 metros de diámetro y con un vano de acceso en el lado sur. Un fogón con

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conducto de ventilación subterráneo ocupa su espacio central, rodeado de una plataforma circular. Este altar es muy similar al descrito en Templo del Anfiteatro.

4. Las plazas públicasEn la ciudad se realizaron concentraciones públicas con participantes y propósitos diferentes en diversas clases de espacios: dos abiertos y otros dos construidos formalmente.

Los dos espacios abiertos se encuentran en la mitad alta de la ciudad vinculados con los dos subconjuntos de edificios públicos, uno al oeste, el más grande, adonde confluyen todas las fachadas de los edificios, y otro al este, relacionado con los dos edificios cercanos a la Huanca. Ambos espacios muestran hoyos en los que se colocaban los postes de las instalaciones de tiendas temporales, por ello inferimos que estos espacios sirvieron para el funcionamiento de ferias en algunos períodos del calendario festivo. Estas reuniones masivas habrían sido concurridas por grupos de peregrinos y comerciantes procedentes de diferentes lugares del área norcentral.

En cambio, las plazas construidas están situadas en cada una de las mitades de la ciudad y forman parte de la estructura arquitectónica más destacada de ellas: el Templo Mayor en la mitad alta y el Templo del Anfiteatro en la mitad baja. Ambas tuvieron diferente uso, en concordancia con la función del edificio con el que estaban asociadas. Estas plazas comparten rasgos arquitectónicos, como sus formas circulares y hundidas, con dos escaleras de acceso alineadas en el eje del respectivo templo; pero también muestran diferencias en cuanto a ubicación, características formales, dimensiones y asociaciones. Por ello se puede inferir que sus funciones estuvieron relacionadas con las de los edificios donde se encuentran y fueron de acceso más restringido que los espacios abiertos; pero al mismo tiempo las funciones principales de ambas fueron distintas: la plaza de la mitad alta es de acceso más reducido que la otra y está formalizada por dos escalinatas, cada una con dos imponentes monolitos y un ara; esta plaza debió albergar a las principales autoridades políticas y funcionarios del Estado. En cambio, el anfiteatro pudo contener un mayor número de personas ubicadas según su estatus social: los de posición más alta en las graderías de la mitad superior. Acudirían los sacerdotes, autoridades y representantes de los linajes, así como funcionarios y servidores. En sus inmediaciones se hallaron los dos conjuntos musicales y en el centro de la plaza se recuperaron varias botellas de mates y ofrendas de paquetes de sauce. En esta plaza se habrían efectuado ceremonias religiosas con la participación de músicos.

5. Unidades residenciales multifuncionales

En la ciudad hay varios sectores residenciales que contienen, cada uno, conjuntos de unidades domésticas. Estos varían en cuanto a ubicación, contexto ambiental, dimensiones, técnica y materiales constructivos y, al igual que los edificios públicos, muestran sucesivos cambios a través del tiempo. En el período antiguo las paredes tuvieron soportes de maderos entretejidos con caña brava (Gynerium sagitattum), revestidos con argamasa de barro y arcilla, y pintadas. En el período Tardío fueron construidas con piedras cortadas de granodiorita. En los lados externos de las viviendas se depositaron los desechos domésticos y en el lado posterior están las piedras quemadas y los hoyos donde se cocieron alimentos bajo la modalidad de pachamanca o de piedras calientes. Las unidades residenciales comparten una serie de componentes y en ellas se efectuaban actividades domésticas, de manufactura, sociales y rituales. Hemos distinguido las siguientes clases de unidades residenciales:

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5. 1. El Conjunto Residencial MayorEste conjunto residencial está ubicado en el lado sur del espacio central de la mitad alta de la ciudad, en el extremo y a lo largo de la terraza, limita con la otra mitad de la ciudad y está constituido por una serie de subconjuntos residenciales dispuestos en determinado ordenamiento espacial sobre una extensión de 18,048.97 metros cuadrados. Las fachadas de las viviendas están dirigidas hacia los edificios públicos de la mitad alta. Uno de los subconjuntos presenta viviendas de quincha y fue construido sobre terrazas de piedra en el período Tardío. Se ha podido identificar sucesivos cambios y remodelaciones, con entierros de recintos y con ofrendas de atados de sauce, textiles quemados, fragmentos de estatuillas, restos de vegetales y plumas, entre otros.

Basándonos en la ubicación de este conjunto de residencias, en su diseño arquitectónico, en el tamaño de las estructuras y el material constructivo, así como el contexto de los hallazgos, sugerimos que los ocupantes de estas viviendas tuvieron un estatus de tercer rango dentro de los habitantes de la ciudad de Caral.

5. 2. El Conjunto Residencial Menor Es el conjunto de viviendas construido en la mitad baja de la ciudad, al norte del alineamiento de los edificios públicos. Ocupa una extensión de 4987,07 metros cuadrados. El área de cada vivienda es comparativamente más reducida que las del conjunto residencial de la mitad alta de la ciudad, de la cual se diferencia también por las menores dimensiones del conglomerado. Esto permite interpretar que sus ocupantes constituían un grupo más reducido y tenían un estatus de menor jerarquía que los habitantes de la mitad alta.

La colina sobre la cual se construyó el conjunto fue acondicionada con terrazas bajas para lograr los espacios planos deseados, sobre los cuales se construyeron las unidades residenciales.

Las viviendas son de forma cuadrangular y de dimensiones variadas, algunas tienen apenas 49 metros cuadrados y otras, 80 metros cuadrados. Cada una de ellas se encuentra subdividida en recintos menores con pisos a diferente nivel. En algunos casos los recintos presentan plataformas y banquetas. Los accesos principales se encuentran orientados hacia el norte. En el espacio inmediato al vano de ingreso se han encontrado fogones que replican el espacio ceremonial de los templos. Cada módulo habitacional tiene un vano posterior que comunica con patios y recintos anexos, en los cuales se llevaban a cabo actividades domésticas y de producción.

Las paredes de cada unidad residencial fueron construidas con un armazón de postes de madera que separaba segmentos íntegros de cañas unidas entre sí por soguillas de totora (Typha domingensis) Este armazón se revestía de barro, se enlucía y finalmente se pintaba. En las excavaciones realizadas en estas residencias se ha recuperado una gran cantidad de instrumentos de trabajo de hueso, concha, piedra y madera, fragmentos de textiles y abundante material orgánico vegetal y animal, así como también restos de ofrendas y gran abundancia de residuos de alimentos.

5. 3. Sector Residencial de la periferia de la ciudad (Sector X)

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Este extenso conjunto de viviendas fue construido sobre la terraza que colinda con el valle, entre la zona nuclear de la ciudad y los campos de cultivo. Las viviendas están agrupadas en varios subconjuntos o islotes a lo largo de la terraza.

Se ha excavado un subconjunto de 622 metros cuadrados que contiene varias unidades domésticas en cuyo interior se disponen, en forma ordenada, una serie de recintos pequeños con banquetas, plataformas, fogones, acomodados a la configuración topográfica del lugar. En la construcción usaron materiales orgánicos, postes de madera y cañas. Las técnicas empleadas variaron a través del tiempo. La forma y contenido de las habitaciones que conforman este subconjunto sugieren actividades domésticas, sociales y rituales. En el exterior de las viviendas se depositaron los desechos de alimentos.

Al igual que en otras partes de la ciudad, se ha podido determinar cambios arquitectónicos a lo largo de la ocupación, los cuales consistieron en la ampliación y división de recintos, renovación de pisos y fogones, colocación de rellenos, cobertura de edificaciones previas y el uso de diversas clases de materiales y técnicas constructivas.

Por su ubicación, su menor tamaño y formalidad se puede interpretar que sus ocupantes pertenecieron al estrato social de menor estatus, quienes junto con los pobladores de los otros asentamientos constituyeron la fuerza laboral más importante de la ciudad.

5. 4. Las unidades residenciales de elite Estas unidades se encuentran en torno de cada uno de los edificios públicos con los cuales estuvieron vinculados y, aunque muestran un tamaño variado, en general son de mayores dimensiones que las unidades domésticas de los otros sectores. Por la ubicación, el tamaño, el material constructivo utilizado y el contenido, se ha interpretado que estas viviendas pertenecieron a un grupo social de mayor estatus, relacionado con el funcionamiento de los edificios piramidales.

Han sido excavadas las siguientes viviendas:

Unidad Residencial B1Es una de las viviendas ubicadas en el lado sur de la Pirámide de la Cantera. Tiene un área de 155 metros cuadrados y varios recintos con pequeñas plataformas, banquetas y fogones. Muestra varias remodelaciones durante su ocupación.

La edificación está hecha de piedras cortadas de granodiorita y unidas con argamasa de barro. Los paramentos llevan enlucidos y pinturas roja, blanca y amarilla.

Los desechos domésticos se hallan en el lado externo y posterior de la vivienda. De ellos se han recuperado valvas de moluscos, vértebras de pescados, restos vegetales, piedras quemadas, huesos de lobo marino y venados y alimentos distintivos, que sugieren el consumo de una elite.

Para reducir el volumen de basura y mantener limpia el área cercana a la residencia, los desechos se quemaban periódicamente y la ceniza resultante se utilizaba en los rellenos constructivos de plataformas, banquetas o para elevar un nuevo piso.

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Por la ubicación, la extensión de la vivienda, el material constructivo utilizado y el contenido, se ha interpretado que esta vivienda perteneció a un grupo social de alto estatus dentro de la organización social estratificada, vinculado con la Pirámide de La Cantera. En una de las banquetas se recuperó el cráneo de un individuo que habría sido depositado como ofrenda.

Unidad Residencial B2 Vivienda con área de 84 metros cuadrados. Entre los recintos destaca uno que está presidido por una plataforma y otros pequeños utilizados como depósitos. En los períodos más antiguos la vivienda tuvo un área mayor que en la ocupación final. Aunque faltan más excavaciones, podemos indicar que, como ocurre con otras construcciones de Caral, ésta ha tenido numerosas remodelaciones a través del tiempo, con variaciones en el diseño arquitectónico. El área contiene gran cantidad de desechos domésticos, los cuales fueron quemados y las cenizas utilizadas en los rellenos de algunos recintos cuando se elevaron los pisos. Los materiales de construcción consisten en piedras cortadas de granodiorita unidas con argamasa de barro. Los paramentos llevan enlucidos de arcilla y pintura de color rojo, blanco, o amarillo, según el período correspondiente. Al igual que la unidad residencial B1, esta residencia fue habitada por personas de alto estatus, relacionadas con el funcionamiento de la Pirámide de la Cantera.

Unidad Residencial B5Vivienda extensa de 360 metros cuadrados ubicada en el lado oeste de la Pirámide de la Cantera, sobre un afloramiento de granodiorita. Muestra sucesivas ocupaciones a través del tiempo. En los períodos antiguos las paredes tuvieron soportes de madera entretejidos con caña brava (Gynerium sagittatum) revestidos con argamasa de barro y arcilla y pintadas. En los desechos domésticos, depositados en el exterior de la vivienda, se han encontrado valvas de moluscos, vértebras de pescado, restos de vegetales y piedras quemadas.

Si se considera la ubicación de esta vivienda en un lugar contiguo a la Pirámide de la Cantera, el cuidadoso acabado de la construcción, la nivelación del terreno y la secuencia constructiva, podemos sugerir que esta unidad residencial tuvo mayor antigüedad que las ubicadas hacia el lado sur y pertenecía a personas de estatus social alto, relacionadas con el funcionamiento del edificio público adyacente.

Conjunto Residencial I2En el lado posterior y sur de la Pirámide de la Huanca se hallan dos grandes residencias contiguas, una con 494 metros cuadrados y la otra con 216 metros cuadrados (Figuras 6a y 6b). Ambas presentan plantas de diseño complejo. Los ingresos están orientados hacia el oeste y las dos tienen un recinto principal a modo de atrio, así como recintos anexos, depósitos y un patio donde se efectuaban actividades domésticas, sociales y rituales.

Como en todas las edificaciones de Caral, estas viviendas muestran distintos períodos constructivos con características propias en cada uno. El conjunto residencial está vinculado a la pirámide y fue habitado por familias de alto estatus, que ocupaban una posición social importante en la ciudad. Cabe destacar el hallazgo de un hacha de cuarzo.

Edificio de Elite (Subsector L 13)Construida en el lado sureste del Templo del Anfiteatro, dentro del cerco perimetral de este complejo pero en directa conexión con el edificio del Templo. Ocupa un área de 200 metros

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cuadrados, distribuida en tres grandes recintos y un pasaje. Las paredes fueron construidas con grandes bloques de piedras y enlucidas con arcilla de color amarillo. Los recintos se comunican entre sí por medio de vanos y pasajes; en su interior se encuentran plataformas y banquetas. Un pasadizo, en dirección sur-norte, separa esta vivienda del Templo. En el lado norte, en la parte externa de la vivienda, se halla una escalera que la comunicaba con el Templo en el período Tardío.

6. Taller de especialización artesanal (Sector J)

Se han identificado dos talleres en el extremo Este de la mitad baja de la ciudad. Excavamos uno, conformado por tres recintos cuadrangulares. En los pisos se hallaron pequeñas oquedades selladas con una capa de arcilla, que contenían cuentas de crisocola, cuarzo lechoso, cristal de roca, spondylus y opérculos. Junto a ellas se encontraron desechos de talla y herramientas de piedra y hueso. Las evidencias arqueológicas indican que estos recintos eran usados como talleres de producción artesanal para el suministro de artículos suntuarios.

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ACTIVIDADES ECONÓMICAS DE LA SOCIEDAD DE CARAL-SUPE

La información sobre el patrón de asentamiento y las evidencias recuperadas de las excavaciones, en particular de las unidades domésticas, indican que la población de Supe residía en asentamientos nucleados o pachacas, distribuidos tanto en el litoral como en el valle, y tenía acceso, por tanto, a los recursos de uno de los mares más productivos del planeta, a las tierras del valle, mayormente llanas y de fácil riego con aguas del río y de los manantiales, a la zona de humedales y lomas, que son todavía extensas, y a la flora y fauna propios del valle y de su monte ribereño. En esas condiciones se desarrolló una economía productiva, internamente complementaria, de carácter agrícola-pesquero, articulada por el intercambio.

Aunque Caral está a 23 kilómetros del mar, los habitantes privilegiados de la ciudad consumieron ingentes cantidades de pescados y moluscos, como anchovetas (Engraulis ringes), sardinas (Sardinop sagax sagax), machas (Mesodesma donacium) y choros (Choromytilus chorus), productos que eran seleccionados por los distribuidores o consumidores, entre otros, que abundaban en el mar por aquella época. La ausencia de instrumentos de pesca en la ciudad sugiere la adquisición de tales productos por medio del intercambio con poblaciones del litoral, como sus coetáneas de Bandurria y de Áspero (Supe), donde sí se han encontrado anzuelos y redes, y con las cuales comparte una serie de elementos arquitectónicos, técnicas, objetos y materiales. Las redes de Bandurria, de 8 por 4 metros, fueron manufacturadas con fibras de algodón usando técnicas textiles complejas y testimonian del elevado conocimiento tecnológico alcanzado para la extracción masiva de peces.

En el valle de Supe no se necesitó aplicar una sofisticada tecnología hidráulica que se sustente en una compleja organización para construir los canales de riego, como ha sido planteado para el Medio Oriente (Wittfogel 1974: 25), pues los campos de cultivo podían ser regados mediante un sistema de canales que conducían agua desde el cercano río, en los meses de enero a abril, o desde los abundantes manantiales que aun hoy son usados en los meses de estío. Los agricultores caralinos tuvieron autoridades que administraron la distribución de las aguas, mantuvieron los canales, evitaron los desbordes y cuidaron porque se abrieran surcos o sangrías en las tierras inundadas por el afloramiento de la napa freática.

Por otro lado, la abundante presencia en Caral de semillas de algodón de varios colores naturales (Gossypium barbadense) indica el especial énfasis que los habitantes del valle pusieron en este cultivo, cuya fibra habría sido requerida por los pobladores del litoral para la confección de ropa y de redes de pescar. En el valle también cultivaron mates (Lagenaria siceraria), con los cuales se manufacturaron flotadores para las redes de pesca, cuencos y vasos, así como también una serie de plantas destinadas a la alimentación de la población, como zapallos y calabazas (Cucurbita spp.), frijoles (Phaseolus vulgaris), pallares (Phaseolus lunatus), achiras (Canna edulis), camotes (Ipomoea batata), maníes (Arachis hypogaea), paltas (Persea americana), guayabas (Psidium guajava), pacaes (Inga feuillei), lúcumas (Pouteria lucuma) y ajíes (Capsicum frutesiens). Otras especies vegetales que se han recuperado son el palillo (Campomanesia lineatifolia), achiote (Bixa orellana), huairuro (Ormosia sp.), tútumo (Crescentia cujete), lloque (Kageneckia lanceolata), probablemente llegadas de otras regiones, junco (Schoenoplectus sp.) y otras que fueron recogidas de las zonas pantanosas del valle (Shady, 1999: 2-4; 2000b: 49-66). El maíz (Zea mayz) aparece sólo en el período Tardío y en poca cantidad.

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Ramas de la producción

En el conjunto de la sociedad de Supe se pueden identificar dos ramas principales de producción que requirieron de mucha dedicación: la pesca y la agricultura. Ambas constituían la especialización ocupacional del total de los pobladores de los asentamientos humanos, ya sea como pescadores o como agricultores. Estas dos actividades laborales fueron organizadas y conducidas por las autoridades de cada asentamiento.

Una tercera actividad, de menor dedicación que las anteriores pero necesaria en el proceso de producción, era efectuada por pequeños grupos en los oconales y lagunas donde cultivaban totora y junco para disponer de la fibra con que manufacturaban cestos, bolsas o shicras, esteras, fetiches y adornos, entre otros, de gran demanda en la población.

Otras actividades menores, como la cacería de animales y la recolección de frutos, plantas o caracoles en las diversas zonas del valle, habrían sido de complementación.

Producción de bienes y servicios

Las labores relacionadas con la producción de otros bienes, como textiles, objetos suntuarios y cuentas líticas, eran efectuadas por el personal que habitaba en los conjuntos de viviendas de las dos mitades de la ciudad. De otro lado, las construcciones fueron dirigidas por personal especializado y la mano de obra de los albañiles se reclutaba de las pachacas.

El personal especializado en la producción de conocimientos relacionados con los campos de la genética agrícola, agronomía, astronomía y aritmética estuvo relacionado con las autoridades de la ciudad y, como éstas, era sostenido por la población mayoritaria dedicada a la producción de bienes primarios. Estos conocimientos necesarios garantizaban a los productores una adecuada productividad en el trabajo; igualmente permitían, a quienes detentaban el poder, el manejo ideológico para justificar la apropiación del excedente producido.

Los encargados del intercambio transportaban los bienes empleando la fuerza humana, tal como lo indica el precario estado de salud de la columna vertebral y de los pies del hombre sacrificado, perteneciente a un estrato bajo de la sociedad de Caral.

Importancia de la sal

La extracción de sal fue una de las actividades importantes, como lo señalan los restos de sal en las piedras de moler recogidas en los recintos de la Pirámide Mayor; así como un bloque de este material, de 30,5 por 27 centímetros, hallado en el mismo edificio. Al respecto, se debe recordar que en el litoral del área se encuentran varios yacimientos de sal y que las Salinas de Huacho aun constituye la concentración más grande del país.

La complementación económica y la importancia del intercambio

Los pescadores del litoral extraían preferentemente anchovetas y sardinas que salaban y deshidrataban en grandes cantidades, además de moluscos y algas, entre otros (Béarez y Miranda

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20000: 67-77). En cambio, los agricultores del valle cultivaban plantas alimenticias e industriales, principalmente el algodón. La productividad de ambos sectores económicos, la disponibilidad de excedentes y la interdependencia entre estos dos grupos ocupacionales permitieron abastecer de madera, algodón y mates a los pescadores para la confección de sus embarcaciones, redes de pesca, flotadores y remos, así como suministrar las proteínas de los recursos marinos a los agricultores. Este intensivo y permanente intercambio intrarregional entre los asentamientos de pescadores y agricultores generó una esfera económica supracomunal. La actividad de intercambio o comercio conducida por las autoridades de los asentamientos o pachacas también habría beneficiado económicamente a éstas.

En estos intercambios, el hilado y la manufactura de tejidos de algodón habrían agregado un valor adicional a estos bienes en beneficio de los productores del valle.

Al comercio interno de la sociedad de Supe se adicionaron las relaciones de intercambio con otras sociedades del exterior para cubrir la demanda suntuaria de las autoridades. Esta actividad creció y se extendió a otras regiones de la sierra y selva del área norcentral, de donde los funcionarios de Caral adquirieron bienes como madera, plantas medicinales, fibras vegetales, frutos, piedras semipreciosas, pigmentos y caracoles, entre otros, y dejaron, a cambio, pescado seco, moluscos, sal y tejidos de algodón. En decir, los de Supe entregaban bienes básicos de fuerte demanda, como la anchoveta, sal y algodón con valor agregado, y recibían de las otras regiones bienes extraídos en forma natural.

Intervinieron también en las transacciones los bienes que manufacturaba la sociedad de Caral a base de la concha spondylus, que era adquirida mediante conexiones de larga distancia en la costa del extremo norte del país o en los territorios del actual Ecuador. En los talleres de Caral trabajaron objetos de significación simbólica y otros suntuarios, altamente apreciados por los pobladores andinos y, por ello, de gran valor económico.

Actividades ceremoniales y económicas: ceremonias y ferias

La ciudad de Caral habría sido concebida como un calendario. Cada edificio ceremonial estaba construido en relación con determinada posición astral que, a su vez, marcaba una determinada fecha festiva en el calendario anual. Los funcionarios encargados de los edificios, identificados asimismo con determinada deidad, convocaban a la población para la realización de múltiples actividades: de construcción y renovación de edificios, de celebración religiosa, de concertación social y de intercambio de productos. Los convocados, los peregrinos y demás asistentes, provenientes de otras zonas del valle de Supe, de los valles vecinos y de las varias regiones del área, llegaban a Caral, instalaban sus tiendas en los espacios abiertos, mostraban sus productos, participaban de las ceremonias y realizaban sus transacciones.

Inversión de los excedentes producidos

Todas estas actividades mencionadas favorecieron la acumulación de riqueza, el incremento de prestigio y la formación de clases sociales. Pero sobre todo permitieron a la sociedad de Supe captar en su beneficio los excedentes producidos en el área y fortalecer el poder de sus autoridades, que habrían iniciado un proceso de integración política bajo la forma de un gobierno centralizado.

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Por lo general, estos excedentes se invirtieron en:- Obras de infraestructura económica, como la construcción de reservorios, terrazas, canales de riego o de drenaje y su mantenimiento.- La permanente construcción, enterramiento y remodelación de los edificios públicos.- El mantenimiento de las autoridades y funcionarios religiosos, políticos y administrativos.- El trabajo de los especialistas dedicados a la producción de conocimientos en los campos de la astronomía, aritmética, geometría, medicina, genética agrícola, que eran aplicados en diversos ámbitos de la vida social: elaboración del calendario, diseño y construcción de obras arquitectónicas, acondicionamiento de los terrenos de cultivo y obtención de mejores cosechas, administración de las aguas, curación de enfermedades, etcétera.- El intercambio interregional y a larga distancia.- La manufactura de objetos por los artesanos especializados en textiles, piedras y spondylus.- En los servidores de los edificios públicos.

Instrumentos de trabajo y otros artefactos

La sociedad de Supe manufacturó instrumentos de trabajo con materiales diversos. Para las actividades agrícolas usaron palos cavadores, de 15,2 a 104,8 centímetros de largo, mayormente hechos con madera de lloque (Kageneckia lanceolata) sauce (Salix humboldtiana), pacae (Inga feuillei) o caña brava (Gynerium sagittatum). De todos estos materiales, el lloque es foráneo, proviene de la sierra, encima de los 2000 metros sobre el nivel del mar y se usa en la siembra y cosecha de tubérculos. También utilizaron astas de venado gris (Odocoileus virginianus) para excavar en los campos de cultivo.

Otros instrumentos utilizados fueron las piedras horadadas en la parte central para romper trozos de tierra, las hoces de roca andesita y microdiorita para cortar vegetales y madera, y grandes hachas de andesita y filoniana microgranito para talar árboles.

Para la caza manufacturaron puntas de proyectil de andesita, cuarcita, jaspe y hornfels; boleadoras de diorita, granodiorita y basalto; y huaracas tejidas con fibra de algodón en las técnicas de torzal simple y retorsión múltiple.

En los trabajos de construcción usaron percutores de andesita, granodiorita, microgranito, arenisca, tonalita, diorita y granito; batanes y manos de batán, que tienen todavía impregnados los pigmentos de color rojo (hematita) o amarillo (goetita); bolsas de fibra o shicras de junco (Schoenoplectus californicus), totora (Typha angustifolia), cortadera (Cortaderia sp.), carricillo (Pragmites australis), familia Cyperaceae. En el interior de las shicras pusieron tallos de sauce (Salix humboldtiana) y de pishana (Sidastrum paniculatum) para cerrar las aberturas cuando el tamaño de las piedras era pequeño. A estas bolsas les dieron diversos usos, entre los que destacan el transporte y depósito de piedras en los rellenos de las plataformas y recintos en los templos y viviendas, con fines religiosos, administrativos y arquitectónicos.

Los grandes bloques de piedras eran transportados entre varios individuos con gruesas sogas, de 4,0 centímetros de diámetro, desde la cantera hasta la obra.

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Las valvas de las machas (Mesodesma donacium) sirvieron como pequeños contenedores de pigmentos u otros materiales, como la calcita, para fines ceremoniales.

Asimismo, se han hallado otros instrumentos de trabajo elaborados para diversos usos, como abundantes trozos de núcleos y de lascas de andesita con retoques en los bordes para disponer de filos cortantes; cantos rodados o piedras de río con huellas para su uso como chancadoras y moledoras; así como batanes de tonalita, granito y diorita, manos de batán de andesita; machacadores de microdiorita; martillos de piedra, entre otros.

Se han recuperado pulidores manufacturados en roca andesita, porfidodiorítico y pizarra para pulir objetos de piedras, maderas, huesos y astas; también otros de piedra o de hueso pero con ranuras longitudinales pulidas o llanas que muestran estrías en los lados, destinadas al pulimento de determinados objetos; alisadores de andesita, granito y tonalita; perforadores rudimentarios de andesita y arcosa; artefactos de andesita y diorita para elaborar cuentas; un maxilar de ballena (cetacea indet.), modificado para taladrar hueso, astas, madera y cuero.

También hay cuencos de diorita, morteros de granito, platos de andesita y tonalita, manos de mortero de andesita, bloques de cuarzo y desechos de talla, morteros planos de microdiorita, raspadores de andesita, microtonalita y microdiorita, paletas de andesita para remover otros materiales, entre otros.

Entre otros artefactos se encuentran instrumentos de madera, hueso y concha, usados para elaborar objetos más frágiles como husos, agujas y cucharas de madera, también se halló recipientes de mate (Lagenaria siceraria) y tútumo (Crescentia cujete) en formas de botellas, cuencos y tapas; recipientes de concha de caracol marino (Concholepas concholepas); cestos y petatates destinados al almacenamiento de bienes o al enterramiento de los muertos.

La importancia del algodón y los textiles

En algunos recintos de las unidades domésticas de la ciudad abundan las semillas y motas de algodón (Gossypium barbadense), a veces en grandes concentraciones, como las halladas en el sitio de Miraya, de colores pardo y beige. Con esta fibra se manufacturaron textiles de distintos colores naturales, con variadas técnicas y diseños estructurales, bien para fines domésticos y de diferenciación social, o con propósitos religiosos para las ceremonias o rituales y también destinados a los intercambios.

Algunos entierros han mostrado textiles con esmerados diseños estructurales como indicadores de jerarquía. También son frecuentes los hallazgos de ofrendas con textiles quemados, costumbre que persistiría a través de la historia prehispánica del Perú.

Se han recuperado agujas de hueso y de madera, que podrían haber sido usadas en la confección textil, así como punzones de hueso. Cabe destacar el hallazgo de bolsas de vestir, de 1,9 a 35 centímetros, manufacturadas con fibras de algodón o cabuya en las técnicas de anillado simple, lazada y anudado simple.

En la Pirámide de la Galería se halló un impresionante vestido de mujer, casi completo por el buen estado de conservación a pesar de tener casi 5000 años. Fue hecho con fibra de algodón, en

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la técnica de torzal de pares alternos, tiene 100 centímetros de largo por 135 de ancho. Presenta un cuello en forma de ojal, abertura en las mangas que caen hacia los lados, como el mismo corte suelto del vestido.

Otros fragmentos de textiles recogidos de las excavaciones en varios sectores de la ciudad evidencian la esmerada atención puesta en esta clase de trabajo artesanal. Fueron elaborados con técnicas de torzal simple o con decoración geométrica y flecos, torzal de pares continuos, torzal de pares continuos y urdimbres traspuestas, torzal de pares alternos, torzal de pares alternos y trama suplementaria, torzal de urdimbres traspuestas, torzal de urdimbres traspuestas en pares. Se recuperaron también ovillos de hilos retorcidos, cuerdas e hilos.

La importancia de la actividad textil se manifiesta en su impacto sobre la concepción que subyace en el diseño arquitectónico de los edificios de la ciudad: estos elementos son tratados como las tramas y urdimbres de un tejido. También es importante notar esta relación en la costumbre de quemar textiles en todo acto ritual realizado en la ciudad.

Tejidos de otras fibras vegetales

En Caral hubo una masiva producción de tejidos de fibra de junco, totora, carricillo y cortadera, entre otros. Con estos materiales manufacturaron bolsas con las técnicas de lazada y anudado simple, así como esteras de junco y totora con las técnicas de torzal simple y torzal con tramado oculto, cestos de junco en torzal simple con urdimbres traspuestas y trenzado, sogas de junco con retorcido múltiple, y soguillas de junco en técnica retorcida. La importancia que debió tener esta actividad productiva en Caral estaría indicada en el mismo nombre de la ciudad, que alude a la cabuya, así como en el frecuente uso que recibieron estas bolsas vinculadas con la tributación de trabajo y en la ideología que determinaba su marcada significación ritual.

Combustible natural

En el sitio de Miraya fue recuperada una bolsa de shicra, de 53 por 43 centímetros, que contenía otras cuatro bolsas tejidas igualmente como shicras pero de dimensiones menores y de forma alargada. Cada una de ellas contenía un paquete de fibra de color pardo que, según informantes de la sierra del Callejón de Conchucos (Ancash), es llamada pumpush o puña, en Huánuco la denominan cahuay y la describen como una planta que crece en la puna y se usa para mantener encendido el fuego. Esta planta (Espostoa melanostele) es una cactácea y su empleo por los habitantes de la zona media inferior del valle de Supe da testimonio también de la importancia que tuvo el intercambio interregional en el abastecimiento de diversas clases de productos.

Organización social para la producción

La comunidad o pachaca era la unidad básica de producción y, en el caso del valle, la encargada de habilitar periódicamente los canales de riego y de distribuir las tierras de cultivo, que eran de su propiedad, entre las familias o ayllus que la componían, para su uso y sustento. El trabajador pertenecía a una pachaca y a través de ella accedía al medio de producción; él compartía la propiedad de la tierra con otros miembros de la pachaca.

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La pachaca congregaba a un número de unidades domésticas de linajes o ayllus en torno a una porción de tierras regada por un sistema de canales. Además tenía sus propias autoridades y sus respectivos edificios públicos para fines multifuncionales (políticos, religiosos, económicos y administrativos), a la par que estaba articulada al sistema mayor del valle. El Estado integró a las pachacas de pescadores del litoral, a las de tejedores de juncos y esteras y a las de agricultores. Como hemos indicado, han sido identificados 18 asentamientos de pachacas a lo largo de los primeros 45 kilómetros del valle de Supe (Shady et al. 2000: 13-48) integrados por el mismo sistema.

En un inicio, la implementación de tierras agrícolas en el fondo del valle y en las terrazas adyacentes, mediante la construcción de canales de riego por parte de un conjunto de familias emparentadas o ayllus, sustentó la ubicación de estas familias en asentamientos nucleados sobre las terrazas aluviales eriazas, en torno a las tierras habilitadas de las que dependía su mantenimiento, bajo la autoridad de un consejo de notables que estuvo conformado por los representantes de las familias o ayllus. Posteriormente, la acumulación de riqueza proveniente de la mayor productividad, y sobre todo del intercambio, fue distribuida desigualmente y favoreció la formación de estratos sociales jerarquizados en un contexto de permanente articulación socioeconómica, necesaria para la administración de las aguas del valle y también para organizar y mantener el intercambio, hecho que habría fomentado la centralización y la formación del gobierno local y estatal de extensión mayor. Se explica así la configuración de un sistema de centros urbanos diferenciados, entre los cuales destacaban los ubicados en la zona central de Caral. En casi todos los asentamientos se construyeron plazas circulares de función pública y se invirtió fuerza de trabajo organizada en los edificios públicos.

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ORGANIZACIÓN SOCIAL Y POLÍTICA

A partir de las evidencias arqueológicas, planteamos lo siguiente:

1) Los pobladores de Supe estuvieron organizados en centros urbanos o pachacas, que eran espacios de diverso tamaño y complejidad, mantenidos por una economía autosuficiente, y conducidos en lo político y administrativo por sus propias autoridades. Cada pachaca era representada por su autoridad o “principal”, y tenía sus dioses y prácticas religiosas en los que sustentaban su identidad. Sus componentes estaban integrados por vínculos sociales (linajes), económicos (la tierra y las obras de irrigación), religiosos y culturales (dioses y ceremonias públicas colectivas de periódica realización).

2) La autoridad de los “principales” (jefes de pachacas), conductores de las actividades agrarias, del intercambio, religiosas, constructivas, sólo habría sido posible por los servicios que prestaban a la sociedad (al asegurarle determinadas condiciones naturales y sociales necesarias), a cambio de los cuales recibían de la población una parte de los bienes que ésta producía y, sobre todo, la prestación de trabajo en la porción que le asignaban en las tierras de los dioses y en las construcciones de sus templos.

En Supe, a la unidad básica de organización política, es decir, a la autoridad de la pachaca se le habría superpuesto la autoridad de la parcialidad correspondiente o saya (mitad), que integraba a un conjunto de pachacas. Estas autoridades superiores eran el icho Huari y el allauca Huari, la primera o la segunda persona, como refieren los cronistas. Por eso los asentamientos identificados en Supe suman nueve en cada margen del río.

3) Por encima de las autoridades de ambas parcialidades estaba el curaca del valle, que era el Huno o Uno, que representaba la unificación de ambas o la nacionalidad. Él conducía el gobierno del Estado, que residía en la ciudad capital. La recurrencia de algunos edificios públicos así como de la plaza circular hundida en casi todos los asentamientos urbanos estaría relacionada con determinadas funciones públicas de reconocimiento al Estado.

Bajo esta organización, las pachacas coexistieron con el poder político central que las integró a través de un sistema jerárquico, el cual, sin embargo, mantuvo descentralizadas las funciones de la pachaca, ya sea en lo político, económico o ideológico: cada una tenía sus propios señores, artesanos, agricultores y servidores. A esta autoridad le bastaba el cumplimiento de la tributación correspondiente en bienes y, sobre todo, en prestación de servicios.

El gobierno centralizado ejercería el poder sobre todas las comunidades o pachacas asentadas en los centros urbanos grandes y pequeños. Su influencia y prestigio se habría extendido al área norcentral durante este período. De esta manera se había formado un gobierno estatal por primera vez en la historia peruana.

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Supe y su proceso social y político

Los centros urbanos (aldeas, pueblos y ciudades) que eran asientos de las pachacas contenían conjuntos de unidades residenciales y edificios públicos. Sus diversas características en cuanto a tamaño y complejidad arquitectónica son indicadores de las distinciones sociales y funcionales que habían entre los asentamientos así como en el interior de cada asentamiento.

La recurrencia de determinados elementos arquitectónicos y formas culturales señala, como hemos expuesto, la integración de estas comunidades autosuficientes o pachacas a un sistema mayor bajo una organización jerarquizada, pero manteniendo las autonomías de gobierno.

La información arqueológica sobre los asentamientos del valle en la época de Caral coincide con la descrita en documentos del Virreinato. Los pobladores de Supe estuvieron distribuidos en asentamientos o pachacas donde realizaban un conjunto de actividades para garantizar su autosostenimiento y el de los funcionarios y autoridades. Estas autoridades organizaban, dirigían y controlaban a la fuerza de trabajo para la realización de todo tipo de actividad, basándose una ideología que justificaba la inversión y la distribución de la riqueza producida.

La inversión de la fuerza de trabajo colectiva en las actividades agrarias y en la construcción de obras públicas, realizada en un contexto de división social del trabajo, con una planificación calendarizada de éste y bajo una organización técnica, supone la existencia de autoridades con poder centralizado.

Los grandes volúmenes de las obras edificadas en algunos asentamientos implicaron un conjunto de diversas actividades por parte de los trabajadores, tales como el corte de piedras y su transporte, selección y traslado de arcillas, intercambio para la obtención y preparación de pigmentos, carga de materiales, tributo de alimentos y su preparación; además de la participación de los especialistas y su manutención. Estos especialistas tuvieron conocimientos de astronomía para lograr una adecuada orientación de los edificios religiosos; de aritmética, geometría y arte para elaborar los diseños arquitectónicos y artísticos, así como de las técnicas y resistencia de materiales para la estabilidad de las estructuras construidas.

La prestación de servicios se hacía a través de los principales; el respeto a la autoridad de estos conductores de pachacas en su manejo político, social, religioso y como conductores de su grupo en las actividades agrarias, de intercambio, manufactureras y de construcción, sólo fue posible por los servicios que ellos le prestaban al grupo, a cambio de los cuales recibían de éste una parte de los bienes producidos y, en particular, la prestación de servicios. Se hacían trabajos en la pachaca y a través de la autoridad principal respectiva se cumplía también con prestar su trabajo a los representantes de las dos mitades y al huno del valle.

La autoridad y el ejercicio del poder de este grupo social dirigencial y del Estado formado fue acrecentándose con el tiempo, como lo atestiguan los edificios públicos monumentales a partir del período Medio en los varios asentamientos excavados en el valle de Supe. Cabe señalar también la fuerte influencia, y quizá control, ejercida sobre asentamientos similares identificados en los valles vecinos de Pativilca y Fortaleza. Inclusive el sitio de La Galgada, en el valle de Tablachaca, cuenca del río Santa, podría haber constituido un importante bastión relacionado con

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el Estado prístino de Supe para el intercambio con poblaciones de la sierra, como se infiere de la existencia de una serie de componentes y rasgos arquitectónicos compartidos. Este asentamiento se encuentra en un medio natural poco propicio para el habitamiento humano, con escasas tierras de cultivo; su construcción y mantenimiento le habrían sido proporcionadas por otra sociedad en relación con su función para el intercambio interregional.

La presencia en Caral de determinadas estructuras arquitectónicas, como el edificio escalonado, la plataforma con 13 cubículos, la plaza circular, los recintos con hornacinas, entre otros, continuarán como símbolos del poder político y religioso a lo largo del proceso cultural andino hasta el Imperio Inca.

Reiteramos que el modelo estatal y la ideología que lo sustentaba trascenderían más allá del espacio y tiempo de Caral (Shady et al. 2000: 13-48). Las autoridades centrales podían ser cambiadas en concordancia con las circunstancias políticas, pero la organización local básica en pachacas habría continuado más allá de los cambios de dinastías e incluso de los suscitados por una conquista imperial.

Clases sociales

La ubicación de las unidades domésticas dentro de la ciudad, sus dimensiones, tecnología constructiva, materiales utilizados y la recuperación de objetos y otros restos son indicadores de diferencias sociales entre sus ocupantes. A la fecha se han distinguido las siguientes clases de viviendas:

1. Viviendas de los funcionarios: ubicadas en torno a determinado edificio público, así, por ejemplo, la unidad B5, al oeste de la pirámide de La Cantera, ocupa una extensión de 360 metros cuadrados. En las primeras fases los recintos tuvieron muros de armazón vegetal, con guarangos y caña brava. En las fases tardías utilizaron la piedra como material de construcción.

2. Viviendas de los linajes que habitaban el complejo residencial de la mitad alta de la ciudad: conforman subconjuntos separados entre sí. El denominado módulo central ocupa un área de 282,37 metros cuadrados.

3. Viviendas de los linajes que moraban en el complejo de la mitad baja de la ciudad: conforman también subconjuntos, igualmente separados entre sí. Una de las unidades domésticas edificada con quincha mide 33,48 metros cuadrados.

4. Viviendas sobre la terraza aluvial que colinda con el valle: están conformadas por pequeños recintos y agrupadas en islotes distribuidos a lo largo del eje este-oeste de la terraza, desde donde se tiene acceso a las tierras de cultivo de las terrazas más bajas y del fondo del valle. Una de las unidades domésticas excavadas medía 19,36 metros cuadrados.

Por otro lado, los entierros de niños en diversos sectores de la ciudad constituyen otra fuente de información sobre la diferenciación social. Los niños que provienen de la ciudad de Caral muestran una mayor atención en cuanto a su asociación con textiles elaborados, adornos y ofrendas que el entierro recuperado sobre la terraza que colinda con el valle. Asimismo, hay diferencias entre los niños al interior de la misma ciudad. Esta información indica que el estatus

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de los niños era adscrito; es decir, transmitido por sus respectivas familias, las cuales tenían entre ellas distintas posiciones sociales. Cuando excavemos en el cementerio, que ya ha sido ubicado, tendremos datos complementarios sobre estas distinciones.

Formaban parte de la sociedad de Supe: - Las autoridades y funcionarios para el manejo de las pachacas, de los servicios religiosos y de los negocios practicados en los edificios públicos.- Los especialistas en astronomía que elaboraban el calendario de actividades y de festividades.- Los especialistas en el manejo de canales de riego y la administración de las aguas.- Los especialistas en la atención médica. - Los especialistas en el diseño, construcción de obras públicas, control y distribución de la mano de obra, etc. - Los artesanos que manufacturaban textiles, platos y boles de piedra, cuentas de piedras semipreciosas y de spondylus. - Los mercaderes.- La masa mayoritaria de agricultores y pescadores.

Hubo cierta demanda por algunos artículos de prestigio que constituirían lujos de la elite y eran marcadores de estatus, como los peinados, tocados, orejeras, tupus y ropa.

Con base en esta información y en la expuesta sobre las distinciones entre asentamientos y al interior de los mismos, se puede plantear que hubo diferencias jerárquicas en los estatus de la población, y que a ésta le correspondió una distribución desigual de la riqueza socialmente producida. Unos vivieron sustentados por el trabajo de la mayoría, dedicados a labores especializadas de carácter político, religioso y de producción de conocimientos; pero la gran mayoría debió trabajar para su propio sustento y el de las autoridades y funcionarios, así como para el servicio de aquellos. Algunos integrantes de este último grupo sufrieron de anemia crónica y pasaron su vida cargando grandes pesos y recorriendo largas distancias.

Tocados y vestuario: las estatuillas de barro no cocido

Aproximadamente un centenar de figurines humanos manufacturados en arcilla no cocida de 4,7 a 10,5 centímetros de altura ha sido recuperado de varias estructuras vinculadas con contextos ceremoniales. Estas estatuillas, mayormente rotas y con ausencia de algunas piezas, habrían sustituido a los humanos en los sacrificios rituales de renovación de edificios, propiciación o fertilidad. A través de su estudio se viene obteniendo información sobre la vestimenta y el tocado de los personajes representados. Se puede apreciar estilos diferentes en el atuendo personal, de acuerdo a las distinciones de género, edad y posición social, que revelan una compleja estructura social.

Hombres y mujeres muestran peinados en cabello largo. Las mujeres en ningún caso llevan trenzas, peinado que se ha supuesto tradicionalmente como propio de las mujeres andinas. En ellas el cabello cae debajo de los hombros, cortado en tres partes y en diseño escalonado. Es interesante observar el parecido que presenta el tocado de las mujeres, posiblemente de clase alta, con las representaciones hechas de las collas de la sociedad Inca: ambas usaron unas mantillas para cubrirse desde la mitad de la cabeza hasta debajo de los hombros y recogieron con tupus la manta encima del vestido.

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Entre los hombres, en el estrato bajo usaron el cabello hasta los hombros, separado en mechones enrollados, en forma similar al actual estilo “rasta”. Los de estatus alto tienen rapada la parte anterior de la cabeza y el cabello está peinado en formas diversas; por ejemplo, la estatuilla de un hombre adulto joven tiene una vincha o cinta alrededor de la frente y el occipital, un moño en la parte alta de la cabeza y el resto del cabello cae en dos partes hacia delante, una a cada lado de los hombros; además lleva taparrabo y su posición es imponente y autoritaria.

También se han recuperado algunos figurines con motivos fitomorfos y zoomorfos. Algunos de estos ejemplares consisten en pequeñas vasijas sin cuello, modeladas, con acabado tosco y cubiertas con tapas.

Objetos suntuarios

Los pobladores de Caral elaboraron cuentas y otros objetos para el arreglo personal de vivos y muertos.

Entre las cuentas de piedra, de forma discoidal, tubular y rectangular, se han identificado varios materiales (crisocola, cuarzo, jaspe, siderita, carbonato, granate, calcita, microdiorita, clorita bicóncava, limonita, diorita y rodocrosita), que fueron obtenidos a través del comercio y tuvieron, a excepción del cuarzo, un uso restringido a una determinada clase social.

Las cuentas y dijes de moluscos son más frecuentes y tuvieron un uso más común.. Fueron hechos con valvas de choros (Choromytilus chorus), caracoles (Poliniceps spp. y Olivia peruviana), lapas (Fisurella spp.), conchas de abanico (Argopecten purpuratus), choro comun (Aulacomya ater) y caracol porcelana (Prunum curtum).

Las conchas de caracol de selva (Megalobulimus spp.), de aproximadamente 7,7 centímetros, sirvieron como contenedores de sustancias. Uno de ellos conservaba caliza.

También elaboraron diversos objetos con materiales óseo, como un tupu o prendedor de hueso de mamífero que era usado como adorno y sujetador de mantas; cuentas y dijes de aves marinas, como el cormorán (Phalacrocorax sp.) y el piquero (Sula sp.); artefactos alargados de forma oval pero adelgazados en los extremos, elaborados en huesos de camélido, de 6,4 a 6,9 centímetros de largo por 1,7 a 1,9 centímetros de espesor, decorados con rostros incisos, relacionados con la actividad textil.

En menor número se han identificado cuentas de arcilla no cocida; cuentas en hueso de pescado coco (Paralonchurus peruanus); cuentas de semillas; un collar de tallos de una monocotiledónea retorcida con un hilo de cabuya (Foucraea andina). También hay dijes tallados en madera en forma de pescado, de 2 a 4,5 centímetros.

Entre los adornos para la cabeza, se han recuperado dos tocados circulares: uno con soporte de totora retorcida mediante soguilla de junco, y otro que lleva una pluma sujetada con hilo de cabuya. También un peine de madera, manufacturado con cabuya, de 11 centímetros de largo y 2,2 centímetros de ancho.

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En el taller de manufactura de objetos especiales, ubicado en la mitad baja, recuperamos objetos, herramientas y desechos de talla.

Diversos materiales para las cuentas provenían de diferentes lugares, los marinos del litoral, los líticos de la sierra y los caracoles y madera de la selva. Las conchas de spondylus princeps eran transportadas desde aguas tropicales ecuatorianas. Los artesanos tuvieron a su alcance estos materiales mediante las múltiples redes de comercio. Los objetos hallados en los entierros indican diferencias en el acceso a la clase de bienes manufacturados.

Objetos de huesos de ballena

En la Pirámide de La Galería se recuperaron 26 vértebras de, por lo menos, cuatro individuos de ballena azul (Balaenoptera musculus) y rorcual común (Balaenoptera physalus); la mayoría de ellas, de unos 38 por 37 y 23 centímetros de alto. Con este material acondicionaron objetos especiales, algunos pulidos y pintados, salvo en un caso que muestra horadación. Uno de estos artefactos fue encontrado en el interior de La Galería, para uso de la persona a cargo de los actos que allí realizaba. La mayoría estuvo en asociación a dos troncos especiales, en evidente contexto ritual. Estos maderos estaban envueltos con fibra vegetal tejida y habían sido transportados desde lejanas tierras.

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EL ROL DE LA RELIGIÓN

Algunos estudiosos requieren constatar que exisitó un ejército o fuerza militar para probar la existencia de la forma política estatal. Pero en el estadio inicial de la formación estatal que da testimonio Caral tal control de la población no fue necesario: la religión era el instrumento gran efectividad para la cohesión y coerción de la población (Shady 1999a, 1999e).

Recordemos que los asentamientos y en particular la ciudad de Caral contienen edificios con atrios, altares, fogones y materiales ofrendados, que estaban relacionados con los dioses y el calendario anual de celebraciones. Estas construcciones, periódicamente renovadas bajo un estricto ordenamiento calendárico, constituían símbolos de identidad cultural para la cohesión social, pero también eran medios de sujeción política y de ejercicio del poder. La religión se convirtió así en la fuerza fundamental de la dominación ejercida por los principales y demás integrantes de la clase dominante: era el instrumento de coerción del Estado. Aseguraba el poder político, la jerarquía y el orden social. Todas las actividades emprendidas por los habitantes de Caral estaban, de una u otra forma, asociadas con ceremonias, rituales y sacrificios religiosos.

Las autoridades congregaban periódicamente a los pobladores del valle o del área para la celebración de los actos religiosos, según el calendario anual regulado por la observación astronómica. Pero junto con la expresión y práctica religiosa se realizaban otras actividades, como aquellas dirigidas a la renovación de la arquitectura o las ferias que se instalaban en las plazas de los espacios centrales para el comercio de productos y el intercambio de información entre los pobladores de las pachacas. Estas reuniones permitían el reconocimiento del poder de la autoridad y fortalecían la identidad cultural.

La población vivió trabajando para servir a sus dioses y a sus autoridades que los representaban ante ellos. Los señores eran los mediadores entre el grupo social al que pertenecían y el poder sobrenatural de los dioses.

La ideología prestigiada por el Estado de Supe habría actuado como el nexo de cohesión más importante de los grupos sociales o pachacas que se encontraban bajo la dominación del gobierno centralizado, compartiendo dioses generales y representaciones simbólicas de preceptos religiosos y cosmológicos. Como indican algunos documentos coloniales sobre el área, dioses como Huari habrían enseñado a los pobladores a preparar sus chacras, trazar sus canales, sembrar las plantas, mejorar las cosechas y a construir hitos en defensa de sus pertenencias. Se convocaba a la población en nombre de los dioses, que estaban identificados con algunos astros y representados bajo determinadas formas. Eran símbolos sociales relevantes para la reproducción de las condiciones materiales de vida. Los pobladores debían rendirles culto, realizar ritos propiciatorios, cumplir con el calendario de ceremonias en asociación con los trabajos en los edificios públicos, en las tierras de los dioses y con quienes eran sus mediadores ante ellos. Vivían dependientes de estas actividades de periódica realización. Toda acción del individuo estuvo imbricada con ceremonias, ritos, comidas y bailes, todos efectuados en forma colectiva.

Este modo de conducción de la sociedad implantada desde Caral es muy propia de todas las sociedades andinas hasta la terminación del gobierno imperial Inca. Así lo notaron los cronistas españoles cuando afirmaban que no hubo otra nación en el mundo que, en nombre de los dioses, dedicara a la religión más esfuerzos en el trabajo de los campos de cultivo y en la manufactura de

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bienes. Como les narraron los mismos nativos, a la llegada de los españoles ya casi todas las chacras eran del Sol y de los otros dioses, de las huacas, del Inca y de sus hermanas; en estos campos se invertía la fuerza de trabajo mayoritaria, en nombre de los dioses y de sus representantes en la tierra. El pueblo vivía haciendo toda clase de trabajos para la religión y el Estado.

Los ojos de dios

Son objetos tejidos con hilos de algodón de colores o con fibras vegetales sobre una base hecha con dos vástagos de carricillo dispuestos en forma cruzada. Los hilos fueron tendidos en forma sucesiva y concéntrica desde el punto de la intersección hacia fuera, tienen forma cuadrangular, romboidal o rectangular, y los tamaños varían entre 4,2 y 24,7 centímetros. Su hallazgo en dentro de un contexto de ofrendas, en enterramientos de recintos o en hoyos especiales, sugiere, como en el caso de las estatuillas, un significado simbólico que quizás estuvo relacionado con la concepción del mundo y con los roles de determinados individuos asentados en la ciudad, particularmente de aquellos especializados en la observación astronómica.

Es interesante indicar que esta clase de objetos en forma de cruz continuará en la tradición cultural del área central, pues los también hemos recuperado en la huaca San Marcos, asociada a la cultura Lima, o en contextos de la cultura Chancay. Actualmente, los continúan manufacturando los shipibos de Maputay y Yarinacocha, y los cashibo de la cuenca del río Aguaytía, ambos de la familia lingüística Pano, quienes los llevan insertados en sus tocados durante las festividades amazónicas. El hallazgo de estos artefactos en otras sociedades de América Central, América del Norte y Australia sugiere un uso simbólico muy antiguo que quizás estuvo relacionado con el poblamiento de éstas y aquellas tierras, o con las redes de comercio que se tendieron por vía marítima o por vía fluvial entre los ríos del Amazonas y del Orinoco (Shady et al. 2001: 87-94).

Otras ofrendas y su función social

Son muy frecuentes las ofrendas de vegetales, conchas, pescados, cabellos y algunos fragmentos de cuarzo, todos ellos quemados y depositados como parte del ritual de cambio y renovación de los edificios. Al combinar los materiales incinerados con los materiales de la nueva construcción se simbolizaba la continuidad de lo antiguo en lo nuevo, como otro medio de fortalecer la identidad cultural de los usuarios. Entre otras ofrendas destacan:

- Una matriz elaborada con láminas de la floración de la cabuya (Fourcoya andina), de 56 por 37 centímetros, enlazadas mediante las técnicas de torzal simple y torzal de pares alternos. En ella depositaron hojas de achira, pacae, sauce, fibra de cabuya, copos de algodón pardo y un paquete de algodón que guardaba fragmentos de cuarzo. Esta ofrenda fue colocada antes del entierro de uno de los recintos en una vivienda de la mitad baja de Caral.- Una especie de conglomerado de vegetales ha sido recogida en todos los edificios de la ciudad, con predominancia de tallos doblados con hojas de sauce, a los que se agregaron hojas de achira, vainas de pacae, semillas de ají, semillas de algodón, fibras de cabuya, camote, cola de caballo, etc.

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Objetos especiales

Otros objetos manufacturados con fines ceremoniales, de contenido simbólico, consisten en un hacha de cuarzo hialino de 12,3 centímetros de largo y una punta de cuarzo lechoso de 2,6 centímetros.

Con frecuencia se encuentran trozos de núcleos y lascas de cuarzo hialino o lechoso de variado tamaño y distribuidos por toda la ciudad, aparecen asociados particularmente a otros materiales en los contextos de ofrendas.

También se recuperó una bolsa o shicra de junco, con técnica anudado simple, llena de vainas de pacae (Inga sp.).

Tuvieron uso especial las valvas de moluscos, como choros (Choromytilus chorus) con hojas carbonizadas de pacae o fragmentados y quemados, y machas (Mesodesma donacium) con trozos de cabello.

Rituales y sacrificios humanos

Muy rara vez se han encontrado entierros humanos en las excavaciones efectuadas en las varias clases de edificios en la ciudad de Caral. Los hallados en algunos edificios corresponden a contextos especiales, mayormente de niños, todos vinculados con determinados rituales. En un solo caso se trataba de un individuo adulto, que fue puesto como parte integrante en el ritual de enterramiento del atrio de la Pirámide Mayor. En este caso se hace notoria la desigualdad existente en la sociedad, como indican los resultados del estudio de paleopatología, en cuanto al bajo nivel nutricional del individuo, las causas sociales del deterioro de su salud al momento de la muerte y las circunstancias en que ésta se produjo.

El cadáver corresponde a un individuo de 20 a 25 años hallado entre una capa de tierra y piedras, depositada para enterrar el atrio en un período de renovación arquitectónica, de la Pirámide Mayor. El cuerpo estaba desnudo, con los brazos extendidos y cruzados en la espalda y no llevaba ninguna ofrenda. Los estudios indican que tuvo una salud precaria en su infancia (espongiohiperortosis, cibra orbitalia e hipoplasia del esmalte, además de una patología oral profusa) derivada de una dieta hipoproteica asociada a anemia crónica. Además padeció de osteoartritis precoz de la columna dorsal baja y lumbar, patología asociada a un trauma crónico de origen laboral, como la carga excesiva de peso durante un tiempo prolongado (transporte de materiales para la construcción y remodelación de los templos o para el comercio a largas distancias). El cuerpo también muestra lesiones en las articulaciones metatarso falángicas de ambos pies (osteocondritis dissecans), patología que se presenta en varones jóvenes que esfuerzan mucho sus pies. Aquejado de fuertes dolores, el individuo finalmente murió como consecuencia de un traumatismo cráneo-encefálico frontal (Lombardi y García 2004: 1-16).

El hallazgo de falanges en los nichos del templo enterrado afianza la hipótesis de la muerte de esta persona, que perteneció a la clase trabajadora de la estratificada sociedad de Supe. Se trataría de un sacrificio humano como ofrenda en el ritual de enterramiento del templo. Acto que, como hemos señalado, es poco frecuente en Caral, donde se acostumbraba depositar representaciones

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humanas rotas en los rituales de enterramientos arquitectónicos; este sacrificio debió estar vinculado con la importancia del edificio y con circunstancias sociales que los hicieron coincidir.

Los entierros humanos de niños fueron hallados debajo de algunas paredes o en el piso de una vivienda. Posiblemente están relacionados con la creencia que la ofrenda humana de un niño aseguraría la perduración del edificio. Esta costumbre aún se encuentra arraigada en la tradición cultural de los pueblos andinos, aunque los humanos, claro está, han sido sustituidos por animales u objetos especiales. Cabe señalar que los objetos asociados con estos entierros de niños indican diferencias de estatus, que en el caso de los niños de menos de un año eran adscritos.

Un diferente acceso a los bienes de consumo alimentario y de prestigio revela también una sociedad con desigual distribución de la riqueza. Con tanta anchoveta seca y moluscos quemados en las ofrendas había, sin embargo, deficiencia de proteínas en el estrato social al que perteneció el hombre sacrificado.

Alucinógenos y otros usos

Ha llamado nuestra atención el hallazgo en varios sectores de la ciudad de un material vegetal masticado, en el cual aún se aprecian las improntas de los dientes. Nuestros informantes, provenientes del Callejón de Conchucos (Ancash), lo han identificado como hojas de jirca coca, una planta que crece por encima de los 2000 metros sobre el nivel del mar. Su nombre botánico sería Senecio spp. Respecto del uso de alucinógenos, han sido recuperados pequeños mates, de 4,3 y 4,7 centímetros de alto y en forma de los actuales caleros o contenedores de cal.

También han sido encontrados objetos en forma de inhaladores, elaborados con huesos de camélido, de 4,9 a 12,4 centímetros.

No conocemos aún el uso que se le dio a las hojas de pacae (Inga feuillei), que son recuperadas con bastante frecuencia.

Son también numerosos los paquetes doblados de tallos y hojas de sauce (Salix humboldtiana), dejados en diversos contextos, y varias veces dentro de hoyos. Nuestros informantes de la zona los usan para atenuar los dolores de cabeza. Un uso similar pudo tener entonces, derivado del conocimiento médico de los especialistas de Caral sobre las propiedades de las plantas, pero asociándolas a creencias religiosas. Es interesante recordar que justamente del sauce se fabrica la aspirina hoy en día.

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EL ARTE, LA MÚSICA Y SU IMPORTANCIA EN LA SOCIEDAD DE CARAL

Un conjunto de 32 flautas traversas de 11,6 a 16,6 centímetros de largo, elaboradas en huesos de pelícano (Pelecanus thagus) y cóndor (Vultur gryphus), fue recuperado de la esquina suroeste del Anfiteatro. Estuvieron enterradas con arena en un espacio delimitado por piedras y sobre una especie de figura humana sin rostro modelada en barro. Las piezas evidencian una elaborada práctica musical, concertada y organizada en el interior de un grupo de flautistas, así como la participación de esta relevante expresión artística en las actividades públicas de la sociedad de Supe.

Los estudios realizados indican la posibilidad de obtener hasta siete sonidos. Las flautas están decoradas y llevan diseños de seres sobrenaturales combinados con rasgos zoomorfos de monos, felinos, serpientes, águilas y cóndores, además de una imagen humana. Las flautas se agrupan por los iconos que representan y este orden debieron tener en el conjunto, pues además fueron depositadas en el lugar de enterramiento siguiendo un orden de grupos iconográficos.

Algunas flautas tienen rasgos distintivos por pares: dos llevan pintura roja, dos presentan diseños triangulares en el cuerpo y dos comparten un diseño: un medio rostro humano metido en una especie de malla que sólo alcanza a verse completo cuando se une con la otra flauta que presenta decoración similar. Estas flautas pares estarían relacionadas con la división dual de la sociedad en sus diferentes niveles: en los linajes que se expresan en las dos mitades de cada asentamiento y en los asentamientos ubicados en las dos mitades o márgenes del río, en función de la administración de las aguas. Sólo una flauta tiene un único diseño de forma humana y el orificio central es cuadrangular. Estamos trabajando la hipótesis que este conjunto musical, como las mismas estructuras de la ciudad, constituye una expresión de la cosmovisión religiosa y de la organización social. Los flautistas habrían intervenido con piezas musicales alusivas a la división social en representación de las pachacas de las dos mitades de cada asentamiento, de las sayas de los asentamientos de las dos mitades del río, del Estado unitario y de todo el conjunto de la sociedad. Trazaron los diseños con incisiones y aplicaron en ellas pigmentos de color rojo y negro (Shady 1999b, 1999d).

El registro sonoro realizado en un laboratorio de acústica, donde se ejecutaron seis piezas musicales compuestas por especialistas peruanos en música andina que utilizaron réplicas calibradas de estas flautas, revela la capacidad sonora de este tipo de instrumento musical de viento. Aunque no podamos recuperar las composiciones de los caralinos de antaño, tenemos los instrumentos que dan testimonio de su sensibilidad artística, de su conocimiento musical y de la complejidad de su organización social.

Se recuperó también un tipo de flauta o quena para solista, excavada en un contexto de ofrenda, en el depósito construido en medio del enterramiento de un recinto. El contenido de materiales asociados y la disposición de éstos indican que se trata de una manifestación cultural ritual con significación religiosa para el grupo social. La flauta está elaborada en un hueso de la ulna o cúbito del pelícano (Pelecanus thagus) de 16,6 centímetros de largo, en un contexto de ofrenda (Shady 1999: 187-212). Se puede inferir por la presencia de la flauta en la ofrenda, hallada en una vivienda del sector alto de la ciudad, que se trataba de la unidad doméstica de un músico, así como la relativa importancia del estatus social de este artista.

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Otro conjunto de instrumentos fue encontrado en el lado noreste del Templo del Anfiteatro y muy cerca de éste. Consiste en 38 cornetas manufacturadas en huesos de guanaco (Lama guanicoe) y venado (Odoicoileus virginianus) de 8,7 a 14,5 centímetros de largo, decoradas con bandas incisas. Estaba asociado a cinco caracoles (Tegulas atra) que acompañaron al conjunto.

Se cuenta también con un silbato de hueso del ave guanera cormorán (Phalacrocorax sp.), de 5,7 centímetros de largo.

Ambos conjuntos musicales, las flautas y las cornetas, confirman la práctica musical colectiva de la sociedad de Caral-Supe. Pero estos hallazgos indican, en general, la combinación de las actividades religiosas y sociales con la música y el importante rol del arte en la vida cultural de la población, tradición artística que ha formado parte de la herencia cultural andina de todos los tiempos.

Arte mural

A pesar de los varios milenios transcurridos desde el abandono de la ciudad, todavía se conservan vestigios de la decoración mural. Los caralinos acostumbraron pintar las paredes y los pisos de los edificios públicos y de las viviendas, previamente enlucidos con arcilla fina. Los colores aplicados estuvieron en función de los cíclicos cambios y renovaciones arquitectónicas. Hubo períodos en que la ciudad estuvo pintada de blanco, otros de color amarillo, amarillo-ocre, rojo, y nuevamente de color blanco; colores que habrían tenido significados culturales aún desconocidos.

Si los mismos edificios fueron diseñados siguiendo un patrón textil, es posible que un tejido fuera la maqueta o modelo previamente elaborado.

En Caral se privilegió la decoración estructural mediante el desarrollo de diseños conforme se construían determinados elementos arquitectónicos. Destacan los vanos de ingreso a los atrios, tanto en la Pirámide Mayor como en el Templo del Anfiteatro, en forma de una cruz o chacana. Al respecto, es interesante presentar un mito recogido entre los cashibos de la selva central: ellos creían que en la puerta del cielo había una gran cruz y que el centro del firmamento coincidía con el punto de intersección de la cruz. Los brazos de la cruz apuntarían hacia los puntos cardinales de la Tierra, a la que conciben como cuadrangular. Cada esquina del mundo concordaría con un punto solsticial (Girard: 271). Bajo esta cosmovisión fue diseñada la misma ciudad de Caral: la ubicación de las diversas estructuras respondería a estos puntos solsticiales, como se probará con el estudio astronómico.

Son también estructurales y modeladas las caritas hechas a base de nichitos, que muestra la pared del recinto con plataforma central elevada, en la cima de la Pirámide Mayor.

Las cruces, representadas en algunas paredes de la arquitectura de Caral, o tejidas y puestas como ofrendas a través de los llamados “ojos de dios”, serían una síntesis de esta concepción del mundo en combinación con el conocimiento astronómico cultivado por los especialistas. Así estuvieron juntas la creencia y la observación objetiva. La religión de la mano con la ciencia les permitió computar el tiempo y calcular la ocurrencia de los solsticios y equinoccios para programar y ejecutar las diversas actividades necesarias para la continuidad de la vida social.

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Además, algunos edificios especiales también tuvieron diseños modelados o incisos. Entre éstos destacan las cruces en relieve del edificio de Chupacigarro y los relieves de los recintos posteriores al atrio del Templo del Anfiteatro.

También se encuentran diseños incisos, a modo de grafitos, en la pared externa del atrio de la Pirámide Mayor y en las paredes de algunos recintos del mismo edificio. Es en particular relevante el diseño entrelazado de un ser serpentiforme, porque se convertirá en un icono recurrente en la historia de las sociedades del área central y será muy distintivo de la cultura conocida como Lima, que se desarrolló 3000 años después de Caral; asimismo, su presencia en Recuay y en el período Blanco sobre Rojo, previo a ambas culturas, tiene su sustento en el sustrato común, derivado de casi un milenio de relaciones interregionales en la época de Caral.

De otro lado, la distribución de una lengua protoquechua en el área central del Perú, propuesta por el lingüista A. Torero en relación con la amplia distribución de la tradición Blanco sobre Rojo de la parte temprana del período de Desarrollo Regional, ha debido ser replanteada, como hemos sugerido, a la época de Caral por una lengua preprotoquechua como lengua de relación entre las sociedades que poblaban e interactuaban en el área norcentral (Shady 2000, 2003: 99; Torero 2002: 44-45).

Redes sociales de interacción

Aparte de los numerosos rasgos culturales compartidos entre los asentamientos de Supe, expresados en la arquitectura, plazas hundidas, pirámides escalonadas y plataformas secuenciales, y en las evidencias directas e indirectas de los contenidos recuperados en Áspero y en otros sitios del valle que, además de Caral, estamos excavando (Chupacigarro, Lurihuasi y Miraya), han sido encontrados más elementos compartidos con otros sitios del área norcentral, que integraron la tradición Kotosh, como recintos cuadrangulares rodeados de banquetas, espacios hundidos y fogones centrales con conductos de ventilación subterráneos, recintos con nichitos y hornacinas, cuentas biconvexas, flautas musicales como las de Caral halladas en Kotosh, entre otros. Igualmente, un conjunto de productos vegetales y marinos circularon a través de las vías de conexión en el área, y con ellos las ideas, creencias y experiencias en la aplicación de los conocimientos alcanzados.

El intercambio implicó una organización administrativa especializada, con una serie de actividades humanas reguladas para el movimiento de la materia prima, la manufactura de bienes y el establecimiento de las relaciones sociales.

La conexión comercial permitió aprovechar la producción y las experiencias logradas en uno de los territorios más diversificados del planeta y potenció el avance científico y tecnológico.

Geoglifos: conocimientos de ciencia y tecnología

Un conjunto de aplicaciones prácticas de los conocimientos producidos por los especialistas permitieron mejorar las condiciones materiales de vida de la sociedad de Supe. Uno de los campos de investigación estuvo centrado en la astronomía; de ello han quedado varias clases de evidencias: amplios espacios con geoglifos figurativos y geométricos, una serie de trazos o líneas, recintos subterráneos de observación, bloques de piedras con hoyos tallados y monolitos hincados

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en determinados lugares. En el asentamiento de Caral, al lado de estos vestigios formales, hemos identificado un sendero o camino de 12 metros de ancho, así como ofrendas vinculadas al laboratorio espacial instalado en una extensa llanura desértica enmarcada por los cerros.

Entre los varios geoglifos destaca uno de carácter figurativo, identificado en el asentamiento de Chupacigarro, a 1 kilómetro de la ciudad de Caral. Mide 40 por 24 metros y está trazado con piedras angulares. Representa la conocida cabeza de perfil de estilo Sechín (valle de Casma) se orienta hacia el este, y muestra el ojo cerrado, la boca abierta y el cabello batido por el aire o la sangre que fluía de la cabeza. Su ubicación en un lugar elevado en medio de la pampa, entre dos alineamientos de piedra, le confiere un tratamiento social especial, en directa vinculación con observaciones astronómicas y actos religiosos.

También en estas expresiones es reiterativa la combinación de ciencia y religión: lo objetivo y lo subjetivo, en un armonioso equilibrio que lleva al hombre a avanzar pero sin olvidar su condición humana como parte integrante de un planeta compartido con los hombres mismos y con otras especies vegetales y animales. Un mensaje que nos viene a través de la historia de Caral, sociedad creadora de una cosmovisión del mundo diferente a la que prevalece en la actualidad; ésta va llevando a la destrucción aquello que la ciencia y la tecnología han logrado.

El laboratorio astronómico de Caral fue instalado casi tres mil años antes que se hiciera lo mismo en Palpa o en Nasca. En estas zonas de la costa sur se replicaron algunos de los geoglifos de Caral, como las volutas cuadrangulares y circulares, entre otras. Esta transmisión de conocimientos, que habrían sido acumulados y acrecentados por las otras sociedades, se expresaría en la manifiesta complejidad de las famosas líneas de las pampas de Nasca y, una vez más, revela la unidad en la diversidad sociocultural de las poblaciones andinas que, aunque asentadas en diferentes territorios con sus propias historias, tradiciones y autoridades, tendieron puentes que fueron cruzados incesantemente en ambas direcciones, de la costa a la selva y de norte a sur; así participaron de un solo proceso cultural en medio de las multiplicidades de manifestaciones particulares.

Otros conocimientos estuvieron relacionados con la producción agraria: la construcción de canales de riego, reservorios de agua y, posiblemente, con la habilitación de tierras mediante el acondicionamiento de terrazas para el cultivo, tema que se viene investigando. Dentro de este campo se encuentra la genética agrícola empleada para el mejoramiento de las especies cultivadas con fines alimentarios e industriales, como el algodón de colores.

El interés por la curación de enfermedades está evidenciado en la presencia recurrente de algunas plantas, como tallos y hojas de sauce y de pacae, campo que presenta todavía muchas cosas por investigar.

La arquitectura revela conocimientos de diseño, aritmética y geometría, así como de resistencia de materiales, y los fogones con conductos de ventilación subterráneos presentan el manejo de la mecánica de fluidos para mantener un fuego por tiempo prolongado.

Cronología y percepción del tiempo

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A partir de la información estratigráfica y de las expresiones culturales provenientes de los contextos, diagnosticamos tempranamente la datación cronológica de Caral al período Precerámico cuando no se contaban todavía con fechados radiocarbónicos asociados a las construcciones (Shady 1997). En la actualidad hemos obtenido 42 fechados radiocarbónicos que han confirmado tal asignación y que cambian el conocimiento de la historia de las civilizaciones no sólo del Perú sino de todo el continente americano y del mundo.

Ante los resultados que fuimos publicando sobre Caral, hubo quienes propusieron que la monumentalidad arquitectónica de este sitio sólo podía indicar que se trataba de un centro ceremonial de un período posterior, y si carecía de cerámica era porque la sociedad que lo construyó se había quedado rezagada en la manufactura de la alfarería, en comparación con otras sociedades coetáneas, como las de Casma o Lima. Al respecto, las evidencias nos permitieron sustentar desde un principio no sólo su relación con otros sitios de la tradición Kotosh del Arcaico Tardío, sino también la antigüedad de su ocupación, la complejidad social de sus habitantes, la traza urbana del asentamiento y su prolongado funcionamiento por casi un milenio, entre los 3000 y 2000 años a.C.; conclusiones que han sido corroboradas y refrendadas con los datos de cronología absoluta (Shady et al. 2001:723-726).

Los avances en la investigación nos permiten distinguir los siguientes períodos:1. Período Remoto: de habilitación de tierras de cultivo y de manejo de los humedales. Los

pobladores se asentaron de modo nucleado. Grupos de familias emparentadas o linajes tomaron posesión colectiva del territorio, edificaron sus casas con materiales orgánicos y erigieron sus edificios públicos. Se ubicaría en un tiempo anterior a los 3000 a.C.

2. Período Antiguo: de crecimiento de los asentamientos urbanos en la zona central, ubicada en el valle medio inferior. Se acondicionaron plazas en espacios abiertos de función pública y se construyeron imponentes edificios. Dataría entre 2900 y 2600 a.C.

3. Período Medio inicial: de reestructuración del diseño general de la ciudad y de remodelación de los edificios bajo una construcción planificada con los ejes concertados. Se elevaron los edificios bajo un modelo piramidal de fachada única. Se anexaron plazas circulares. Hubo ingente inversión económica y de fuerza de trabajo. Se formó el gobierno estatal. Dataría entre 2600 y 2400 a.C.

4. Período Medio: de ampliación en extensión y volumen de los edificios públicos, en los que destacan sus grandes plataformas y plazas. Dataría entre 2400 y 2200 a.C.

5. Período Tardío inicial: de remodelación de los edificios públicos. Construyeron plazas inscritas en plataformas cuadrangulares. Al parecer, adquiere prestigio el sitio de Era de Pando en el valle bajo, como si se iniciara el traslado del polo de desarrollo a esta zona. Dataría entre 2200 y 2100 a.C.

Período Tardío: de remodelación de los edificios públicos pero con piedras de menores dimensiones, como si se hubiera reducido la disponibilidad de la mano de obra. Dataría entre 2100 y 2000 a.C. Al final, enterraron algunos elementos arquitectónicos de gran significación y abandonaron la ciudad. La ciudad de Caral donde moraban los dioses y el valle sagrado de Supe habían perdido prestigio frente al surgimiento de nuevos polos de desarrollo, posiblemente por la incorporación a la vida civilizada de sociedades de la costa norte y costa central, como las del valle de Casma o del Rímac, que aplicaron y desarrollaron los avances logrados por la cultura madre de Caral.

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La sociedad percibió al tiempo como un continuo devenir con ciclos de grandes modificaciones y de cambios menores. Lo regularon mediante observaciones astronómicas a las que dieron especial atención e hicieron coincidir estos cambios con regulaciones en el sistema social. Pero cuidaron que todo cambio se iniciara con una parte del pasado, para ello quemaron materiales anteriores y los pusieron como soportes de lo nuevo. El apego a la tradición fue la premisa que sostenía y garantizaba el respeto a los valores, a la continuidad del sistema y fortalecía la identidad cultural del colectivo social.

De Caral también hemos aprendido que cruzar variables sobre los cambios en el espacio sideral con aquellos introducidos en el manejo del espacio y la arquitectura son buenos indicadores que permitirán esclarecer aspectos sociopolíticos de las poblaciones andinas prehispánicas.

Redes sociales y culturales de Caral: un mensaje para la restauración del Perú de hoy

El cumplimiento con los dioses y el Estado y de éstos con la población garantizaba a la sociedad la reproducción de las condiciones materiales de vida. Pero, además, la prestación de labor de parte de los pobladores y la conducción e imposición de trabajos de parte de las autoridades se hacían periódicamente en medio de la relación intergrupal, colectiva, bajo una misma visión con símbolos compartidos y en un ambiente festivo, de comidas, bebidas, ceremonias, ritos, música y danzas; todo lo cual reforzaba la identidad social y daba seguridad a sus integrantes. Se constituyeron las células de un sistema integrado por múltiples relaciones y conectado a través de una jerarquía de señores desde la base hasta la autoridad mayor. La nueva política del gobierno español y la imposición coercitiva de la religión católica trastocaron este mundo. El tejido social destruido no volvió a ser restaurado ni siquiera con la Independencia ni con la República.

El desconocimiento del país y de su realidad en cuanto a geografía, historia, sociedades y culturas y la falta de identificación social con un programa compartido explican su situación actual.

El importante patrimonio arqueológico de Supe como eje de fomento del desarrollo socioeconómico integral

En consideración a la importancia mundial del patrimonio arqueológico de Caral, que constituye el recurso más importante de la actual población de Supe –la cual se encuentra en condiciones de extrema pobreza a pesar de su cercanía a la capital–, el Proyecto Arqueológico Caral ha convocado a un grupo de profesionales de varias disciplinas para elaborar un Plan Maestro que permita planificar el desarrollo social con un enfoque integral. Se ha planteado que el trabajo de investigación arqueológica sea realizado paralelamente con el de conservación y puesta en valor de los monumentos, y que estas actividades sean articuladas con otras dirigidas a la recuperación de conocimientos, tecnologías y productos tradicionales, así como con una agricultura ecológica en combinación con la crianza de animales, manufacturas artesanales y servicios turísticos; todos enmarcados en un sistema de tambos o mercados que garanticen una adecuada comercialización de los productos.

La finalidad del Proyecto Caral es presentar los sitios arqueológicos en un entorno natural y social adecuado, en concordancia con su relevancia, y que los habitantes de Supe puedan identificarse con este patrimonio cultural, contribuyendo a su preservación y conservación.

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