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    IZQUIERDAS, RGIMEN POLTICO,CUESTIN TNICA Y CUESTIN SOCIALEN ARGENTINA (1890-1912)RICARDO FALCN

    En la primera dcada del sigloXX, el rgimen inaugurado en 1880comenzaba aevidenciar algunos sntomas profundos de desequilibrio. La economa, aunquecon altibajos, no pareca constituir el elemento ms preocupante: an, el papelde la Argentina como granero del mundo pareca perpetuarse sin horizontesa la vista. Sin embargo, ciertos problemas polticos de envergadura y el estallidode lo que en la poca se denominaba la cuestin social, se vislumbraban comocrecientes factores desestabilizantes. Tal como lo perciba Joaqun V. Gonzlez, lastransformaciones econmicas seguan siendo el elemento legitimante fundamental

    de la elite gobernante heredera de la generacin del 80, pero el tratamiento dela situacin poltica y social, requeran, al menos, reajustes1.

    El rgimen poltico, restrictivo, exclusivista, ya vena siendo cuestionado desde1890por algunos sectores segregados de la elite, particularmente por los Radicalesy en alguna medida tambin por los Mitristas, pero ahora, las voces de alarma sealzaban no slo en la oposicin sino en el seno mismo de la elite gobernante. Elfrustrado levantamiento cvico-militar propiciado por los Radicales en 1905y lassospechas ciertas o ilusorias de que la oposicin poltica que pona el nfasis

    en la crisis de representatividad, pudiera confluir directa o indirectamente con lasfuerzas que parecan motorizar la cuestin social, fueron para muchos la plenaevidencia de la crisis en marcha.

    Tambin, la cuestin social haba comenzado a manifestarse en la dcada ante-rior. Sin embargo, fue a partir de la huelga general de 1902, que hizo su plena irrup-cin en la escena nacional convirtindose desde entonces en un problema poltico de

    1Joaqun V Gonzlez, La reforma electoral argentina, Buenos Aires, Didot, 1902.

    Texto publicado originalmente enAnuariode la Es-

    cuela de Historia, N 12, UNR, Rosario, 1986-87.

    Agradecemos a la direccin del Anuario la auto-

    rizacin para su reproduccin en este nmero de

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    primer orden. Entre ese ao y 1910tuvo lugar el perodo de mayor por extensiny por intensidad agitacin social de la historia argentina contempornea.

    Entre ambas cuestiones la crisis del rgimen poltico y la oleada de agitacin

    social apareca un tercer tema problemtico, que en realidad se relacionabaestrechamente con las dos: la situacin de los inmigrantes. Con la primera se rela-cionaba porque se encontraban marginados del rgimen poltico y con la segundaporque esos trabajadores extranjeros eran en los centros urbanos los principalesprotagonistas de los movimientos huelgusticos.

    La lite gobernante por lo menos en algunos de sus segmentos no se mos-tr indiferente frente a la situacin que la amenazaba. Entre otros ejemplos, lasreformas electorales de 1902y 1912como intentos de depuracin y ampliacin

    del rgimen poltico y el frustrado proyecto de Cdigo de Trabajo el CdigoGonzlez y la legislacin del trabajo que le sigui, fueron los principales pasosde lo que se ha llamado el reformismo oligrquico.

    As, durante toda la primera dcada del sigloXX, se desarroll un debate entorno a las salidas posibles a la crisis del rgimen. Pero, era un debate que la ma-yora de las veces se desenvolva en el terreno de la are na poltica y del movimientode contestacin social. En l intervenan los partidarios del auto-reformismo ytambin la oposicin poltica, particularmente los Radicales.

    Pero, no eran los nicos protagonistas. Lo que podemos llamar las izquierdasde la poca tambin pesaban directa e indirectamente en la lucha por imponeruna de las alternativas posibles a la crisis. Y si su presencia apareca como muchoms notoria en relacin a los movimientos sociales, no dejaba, sin embargo, deincidir en el conjunto de las cuestiones en juego.

    Globalmente consideradas, estas izquierdas haban ido adquiriendo un pesopoltico-sindical creciente en los principales centros urbanos compuestos mayori-tariamente por extranjeros. Sus propuestas en relacin a las cuestiones que hemos

    enunciado como fundamentales crisis del rgimen poltico, asimilacin de losextranjeros y cuestin social no eran indiferentes a la proporcin en que ese pesocreciente se distribua entre las distintas corrientes que la componan.

    Empleamos el trmino izquierdas para denominar a un conjunto de movi-mientos polticos expositores de ideologas que globalmente podramos denominarde contestacin social, o si se quiere anticapitalistas. Al utilizarlo en plural, sepretende subrayar a pesar de los ele mentos comunes la presencia de movimientosautnomos que presentan entre ellos importantes aspectos diferenciadores.

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    Dentro de este espectro son fundamentalmente tres las tendencias que merecen,en ese perodo, el centro del anlisis: el Anarquismo, el Socialismo y el Sindicalis-mo Revolucionario. Sin embargo, desde el punto de vista ideolgico es necesario

    ir al interior de esos movimientos para detectar tendencias internas y etapas quepermiten sealar variantes que requieren una consideracin en particular.Se trata entonces, de considerar las posturas y la actividad que en relacin al

    rgimen poltico, a los movimientos sociales y al problema de la asimilacin de losinmigrantes, tuvieron esas corrientes entre 1890y 1912, punto final del perodomarcado por la ley Senz Pea.

    LOS SOCIALISTASEn la primera dcada del nuevo siglo la poltica de los socialistas ya haba adqui-rido un perfil definido: se trataba de la construccin de un partido basado en unadoble estrategia hacia el socialismo. Por un lado se presentaba como un instrumentoapto en la consecucin de mejoras econmicas y sociales para los trabajadores ypor otro, como un partido de reformas democrticas, republicanas, profundas.El nexo entre ambos aspectos era lo, que en la poca se llamaba la accin polticay que esencialmente se traduca en la accin legislativa parlamentaria. Ambos as-

    pectos, formaban parte del programa mnimo en ca mino hacia la imposicin delsocialismo. Camino que presentaba un carcter fundamentalmente evolutivo2.

    Sin embargo, la relativa consolidacin de esta poltica como dominante enlas filas socialistas relativa porque todava en esos aos debera sortear la opo-sicin de los que luego seran los sindicalistas revolucionarios, haba requeridoun escarpado camino, que supuso etapas diferentes y la presencia de tendenciascontestatarias a la orientacin que desde mediados de la dcada del noventa Juan

    2Existen numerosos trabajos para el estudio del socialismo argentino en sus primeras pocas. Entre

    otros: Emilio Corbiere, Socialistas y anarquistas, en: Polmica, N 42, 1971; Ricardo Falcn, Los

    orgenes del movimiento obrero, Buenos Aires, CEAL, 1984: Ricardo Falcn, Lucha de tenden-

    cias en los primeros congresos del Partido Obrero Socialista Argentino, 1896-1900, en: Apuntes,

    octubre-diciembre, 1979; Jacinto Oddone, Historia del socialismo argentino, Buenos Aires, 1934,

    La Vanguardia, 2vols. Por otra parte, las colecciones de los peridicos Vorwrts y El Obrero para las

    pocas ms le janas y posteriormente la de La Vanguardia, que contiene el conjunto de las resoluciones

    y debates de los congresos partidarios y reuniones de sus organismos directivos; constituyen fuentes

    fundamentales para su estudio.

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    3El obrero, 12/12/1890.4Ibd.

    B. Justo y su equipo imprimiran crecientemente a la poltica partidaria. Un breveanlisis de estas alternativas de la poltica socialista revelar que los cambios ylas polmicas apuntaban en lo esencial al corazn de las tres cuestiones que nos

    ocupan centralmente.Si excluimos los que pueden constituir los antecedentes ms remotos de lapoltica socialista en Argentina fundamentalmente las fracciones de la PrimeraInternacional que seguan los lineamientos de Marx y Engels, los ms directosse sitan en los grupos actuantes en la dcada del ochenta. De ellos, sobresale elVerein Vorwrts, constituido en 1882por un grupo de alemanes escapados de laspersecuciones bismarckianas y que adoptaban el programa de la Social Democraciaalemana. Hasta 1888la actividad del Vorwrts ser principalmente propagandstica.

    Pero, a partir de esa fecha, coincidentemente con la iniciacin en Argentina de unmovimiento obrero, que a diferencia de las etapas precedentes, ya no presentarsolucin de continuidad, el grupo alemn desempear un papel importante enlas luchas obreras del perodo y en la constitucin del Comit Obrero Interna-cional, que organizar la celebracin del 1de Mayo y en la posterior aparicindel peridico El Obrero y en la creacin de una Federacin Obrera impulsada porlos ncleos socialistas.

    Alentados, muy probablemente, por el movimiento huelgustico que comenzado

    en 1888se extendera hasta 1890y extrayendo algunos elementos del tradicionalarsenal terico del socialismo internacional, particularmente de la experienciaalemana, los socialistas argentinos enfatizaron una orientacin que vinculaba estre-chamente lo poltico con lo sindical. De las pginas de El Obrero y en particular delos artculos de su principal animador, Germn Ave Lallemant, se desprende la ideade la construccin de un partido socialista a partir del desarrollo del movimientosindical3. Por otra parte, Lallemant vea en la Revolucin del 90, una posibilidadde revolucin democrtico-burguesa, a la cual los socialistas deban apoyar, sin

    perder su independencia ni abandonar la mira de sus objetivos histricos4.El proceso de intensificacin de las luchas sociales urbanas, entre 1888y 1890,

    haba permitido a los socialistas abandonar la actividad eminentemente propagan-dstica que era su eje central hasta entonces. Pero, paradjicamente, la tentativa

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    que comienzan a desplegar desde 1890, de desarrollar una actividad centrada enlo poltico-sindical, se vera afectada por las consecuencias de la crisis econmica.En efecto, una de las repercusiones principales de la crisis fue la desocupacin y

    una evidente retraccin del movimiento huelgustico entre 1891y por lo menos,mediados de 1894. En ese marco, las tentativas socialistas de construir federacionesobreras y de intensificar su actividad en el movimiento sindical, fueron necesaria-mente frgiles y efmeras.

    Los fracasos de estos intentos llevaran a una parte de los socialistas argentinosa tratar de rectificar el rumbo. Desde mediados de 1892, una mayora abandona-ra la poltica centrada en lo sindical, para orientarse ms decididamente a unaactividad que privilegiaba la construccin de un partido socialista, sobre la base

    de un accionar poltico ms definido.Esta orientacin ser mucho ms evidente a partir de 1894y congregar a todoslos grupos socialistas. En ese ao se registran dos fenmenos que contribuiran auna modificacin sustancial del perfil que hasta entonces mostraba la actividadsocialista en Argentina.

    Por un lado, al calor de la reactivacin econmica, que se va haciendo visibledesde mediados de 1894, se reanuda el movimiento huelgustico, que en 1895y1896, tendr una intensidad, particularmente en Buenos Aires y Rosario, nunca

    alcanzada hasta entonces. Esto, redundar en una reactivacin de los lazos de lossocialistas con el incipiente movimiento sindical y permitir la incorporacin asus filas de algunos trabajadores.

    Por otro lado, a partir de 1894, se incorporar al socialismo una serie de intelec-tuales, argentinos por nacimiento o naturalizacin, que configuraban lo que hemosdenominado el proto-intelectual de izquierda en Argentina y que rpidamenteocuparn los principales espacios dirigentes. Esto supona una doble modificacinimportante en un movimiento que hasta entonces haba tenido en sus instancias

    dirigentes a una mayora de obreros o artesanos, autodidactas, casi todos de origenextranjero y muchas veces recientemente llegados al pas5.

    Juan B. Justo, Leopoldo Lugones, Enrique Dickmann, Jos Ingenieros, ngelGimnez, Nicols Repetto, Roberto Payr, Nicanor Sarmiento, son algunos de esosintelectuales que desempearan papeles principales en las filas socialistas, en los lti-

    5Vase nuestro trabajo Los orgenes..., op. cit.

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    mos aos de la dcada del noventa. Desde el punto de vista profesional tienen rasgoscomunes: en su mayora son abogados, mdicos, periodistas, estudiantes, etc.

    Pero, desde el punto de vista poltico tambin presentan ciertos, rasgos comunes.

    Muchos de ellos provienen de la frustrada experiencia de renovacin democrticaque haban parecido representar los levan tamientos de 1890e incluso el de 1893.Desencantados de esa experiencia, vean, ahora, en los crecientes movimientossociales urbanos, un nuevo espacio poltico.

    Una de las consecuencias y no de las menos importantes de esos cambiosintroducidos desde 1894, fue la iniciacin de lo que podemos llamar el proceso deargentinizacin del socialismo. Esta argen tinizacin apareca estrechamentevinculada a una nueva estrategia que innovaba, aunque parcialmente, la que se

    haba esbozado desde 1890. Los ejes fundamentales de esa nueva estrategia sonlos que terminaran por caracterizar el perfil de los socialistas en la primera d-cada del siglo, y que ya hemos descripto anteriormente: la accin parlamentariafutura como instrumento fundamental para la conquista de reformas democrticasgenerales y econmico-sociales de los trabajadores.

    La argentinizacin se combinaba con la accin poltica en un punto funda-mental: la necesidad de la naturalizacin de los extranjeros para que estos pudieranejercer los derechos electorales. Y esta orientacin se reflejara no solamente en una

    intensa propaganda destinada a los trabajadores extranjeros en general, sino quetambin se implementara como una exigencia para los propios militantes.

    Ya tempranamente, en vsperas del congreso constitutivo de 1896, surgieronlas primeras discrepancias contra esta exigencia. El agrupamiento sobre la base decriterios por origen tnico, nacional o de comunidad lingstica constitua unavieja tradicin entre los socialistas en Argentina. En realidad, la costumbre seremontaba a la poca de la Primera Internacional, entre 1872y 1876, cuando seconstituy en Buenos Aires sobre la base de tres secciones, una de italianos, otra

    de franceses y una tercera de espaoles.Durante los aos ochenta, aparte del ya mencionado Verein Vorwrts, hubo

    algunos otros grupos formados en torno a peridicos editados en idiomas extran-jeros. Esta tendencia se reeditara a principios de la dcada del noventa, cuandola actividad socialista se estructurara sobre la base de cuatro grupos: el Fascio deiLavoratori, de los italianos; el Vorwrts de los alemanes; Les Egaux, de los francesesy la Agrupacin Socialista que congregaba a los hispano-hablantes.

    Las primeras resistencias surgieron en 1895, cuando los representantes del Fascio

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    6dem, p. 98.7dem, p. 128.8La Vanguardia, 01/08/1896.

    dei Lavoratori una parte de cuyos miembros provenan, antes de su integracinal socialismo, de las filas de la izquierda republicana italiana se negaron a for-mar parte del Comit Central que unificaba la actividad socialista, protestando

    contra una resolucin que les impona adquirir los derechos polticos es decir,naturalizarse para poder integrar dicho organismo6.La cuestin volvera a plantearse en ocasin de los debates preparatorios al

    congreso de 1896, cuando se alzarn voces de protesta contra algunos artculosdel estatuto adoptado por el congreso, que prevea que para formar parte de losrganos ejecutivos del partido y para participar en las decisiones fundamentalesde la vida partidaria, como lo era, por ejemplo, la eleccin de los candidatos adiputados, se deba ser argentino por nacimiento o por naturalizacin7.

    Paralelamente a este cuestionamiento, apareci, ya en el seno mismo delCongreso de 1896, otro, que arremeta contra lo que se consideraba una polticareformista. En esa ocasin, las cabezas visibles de la oposicin a Juan B. Justo,sern Jos Ingenieros y Leopoldo Lugones, que por lo menos en dos puntoscentrales, lograrn imponer emiendas al proyecto original de declaracin consti-tutiva. Una de ellas, corrigi la propuesta que prevea la posibilidad de alianzaselectorales con otros partidos. La segunda era de mayor envergadura y afectabaal corazn de la estrategia partidaria: la proposicin de Juan B. Justo consideraba

    que una vez conquistado el poder poltico por los socialistas, el empleo de otrosmedios eufemismo que ocultaba, apenas, hechos revolucionarios con apelacineventual a la violencia era solamente una posibilidad; en cambio sus opositoresconsideraban inevitable la utilizacin de esos otros medios y lo eventual era sloel momento de su empleo8.

    El congreso aprobara las dos emiendas y as en sus orgenes el partido socialistano exclua el recurso a una accin revolucionaria para la conquista del socialismo,aunque sta deba ser precedida de la accin poltica. Recin, en el segundo

    congreso, en 1898, Juan B. Justo lograra suprimir el prrafo final de la declara-cin adoptada en 1896, imponiendo as definitivamente, lo que sus opositoresde entonces llamaban reformismo. No obstante, en el curso de 1897la lucha

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    9Remitimos a nuestro artculo Lucha de tendencias..., op. cit.10Ibd.

    ideolgica interna continuara. El eje de la oposicin pasara por el peridico LaMontaa, que se autoproclamaba Socialista Revolucionario, que revelaba untono libertario que slo se diferenciaba de los anarquistas por el reconocimiento

    de la necesidad de la accin poltica y que tendra como principales animadoresa Ingenieros y Lugones9.Si la relativamente efmera oposicin ejercida por La Montaa, enfatizaba la

    crtica al reformismo y soslayaba en cambio la resistencia a la naturalizacin delos extranjeros, en la medida que no negaba en principio la necesidad de la accinparlamentaria; por el contrario la fraccin de los Socialistas Colectivistas queterminara en una temporaria escisin entre 1898y 1900 tomara a su cargoambos argumentos conjuntamente10.

    En realidad, las experiencias electorales que los socialistas hicieron en los ltimosaos del sigloXIX, no ayudaban en mucho a la estrategia preconizada por JuanB. Justo. Los magros resultados, se explican por un lado, por las caractersticasaleatorias y fraudulentas del sistema electoral, pero tambin por el hecho quemuchos de los potenciales electores del socialismo eran extranjeros.

    Superadas las oleadas contestatarias de 1897y 1898, los socialistas encontrarannuevas dificultades a partir del cambio de siglo. Es cierto que, paulatinamenteiban logrando alguna insercin en el seno de los trabajadores y en el del cre-

    ciente movimiento sindical. Sin embargo, all encontraran, ahora, rivales queles disputaran palmo a palmo esa incipiente insercin. Hacia fines del siglo, losanarquistas organizadores comenzaban a conquistar posiciones significativasen el seno del movimiento obrero, al mismo tiempo que iban extendiendo suinfluencia hacia otros sectores.

    Hacia 1901, los socialistas podan jactarse aunque no por mucho tiempo quealgunos aspectos de su prdica estaban dando frutos. En efecto, en ese ao, porprimera vez los anarquistas se mostraron dispues tos, luego de varios intentos fallidos

    en la dcada precedente, a confluir con los socialistas en una federacin obreraunitaria. As nacera, la FOAms tarde FORA y que estara llamada a ser durantevarios aos un punto de referencia privilegiado para el movimiento obrero.

    No obstante, pronto surgiran fuertes tensiones entre ambas corrientes que,a corto plazo, llevaran a una ruptura. En el fondo de esas tensiones estaban las

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    divergencias estratgicas que se expresaran particularmente en el debate en torno ala huelga general.A diferencia de sus adversarios, los socialistas no vean en ella uninstrumento insurreccional y deploraban, adems, algunos aspectos de la violencia

    que sola acompaar a estas manifestaciones. Para los socialistas, la huelga generalera un instrumento que slo resultaba idneo en determinadas circunstanciasgeneralmente defensivas mientras privilegiaban las huelgas parciales por rei-vindicaciones econmico-sociales. Otra fuente de roces, era la tentativa socialistade vincular accin sindical y accin poltica, lo que necesariamente chocaba conel fuerte antipoliticismo de los anarquistas.

    En minora dentro de la Federacin, los socialistas terminaran escindindosey constituyendo otra, la Unin General de Trabajadores (UGT), que aunque

    inferior en fuerza respecto a la FORAanarquista, lograra, no obstante, algunarepresentatividad en el terreno de la accin sindical. Otro hecho importante paralos socialistas, fue la eleccin de su primer representante legislativo a nivel nacional,con el triunfo de Alfredo Palacios como diputado, en 1904. Adems, ahora, la litegobernante pareca valorarlos de alguna manera, en la medida que comenzaba aconsiderarlos como oposicin reconocida al tenerlos en cuenta como poten-ciales interlocutores, lo que se expresaba en el trasfondo del proyecto de Cdigode Trabajo de 1904. Por otra parte, esos aos coinciden con la emergencia de la

    vida poltica de las clases medias urbanas y en consecuencia un amplio sector deuniversitarios dividir sus preferencias entre socialistas y radicales. As, desde losprimeros aos del si glo los socialistas reciben en sus filas a numerosos intelectuales,al mismo tiempo que van logrando afiliaciones en otros sectores medios.

    Paradjicamente, estos logros acelerarn una serie de contradicciones internasy abrirn el camino para una nueva y seria crisis que culminar en una escisin.Como en 1898, aunque no falten intelectuales, el cuestionamiento vendr funda-mentalmente de los sectores del partido vinculados a la actividad sindical.

    Los dirigentes y militantes sindicales del socialismo estaban some tidos a fuertespresiones en su tentativa de llevar adelante una poltica que para los anarquistasy un sector de militantes sindicales independientes, apareca como reformista enmomentos en que los enfrentamientos entre el movimiento obrero y el Estadollegaban a puntos muy altos.

    La presencia de Palacios en el Congreso y su accin por la consecu cin de refor-mas legislativas tendientes a mejorar el nivel de vida y las condiciones laborales delos trabajadores, al mismo tiempo que pareca convalidar la justeza de la estrategia

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    planteada desde aos antes por los dirigentes socialistas, aceleraba las crticas anar-quistas y las tensiones internas entre el ala sindical y el ala poltica.

    La celeridad con la que los dirigentes partidarios intentaban pblicamente

    deslindarse de los anarquistas en ciertas acciones de violencia de masas y en par-ticular su firme condena delputchRadical de 1905, que le vali acusaciones deno solidarizarse con los sectores del movimiento que haban sido objeto de unadura represin, actuaba tambin como otro factor que precipitaba los conflictoscon el sector de militantes sindicales.

    En este marco, una repercusin mayor tendra el debate interno en torno a laposicin que debera adoptar frente al proyecto de Cdigo de Trabajo impulsadopor el ministro Joaqun V. Gonzlez. Este proyecto se inscriba dentro de una ten-

    tativa global de auto-reforma limitada del rgimen oligrquico y que en el aspectopoltico haba tenido su expresin en la reforma de la ley electoral en 1902.El proyecto de Cdigo, al mismo tiempo que incorporaba algunas de las reivindi-

    caciones ms sentidas por los trabajadores, incorporaba tambin algunos principiosrepresivos de envergadura, como los conte nidos en la Ley de Residencia y establecaun mecanismo de frrea regimentacin de la actividad sindical. En el trasfondo deesta iniciativa se encontraba una jugada por parte de la elite destinada a aislar alanarquismo al mismo tiempo que se trataba de integrar a un sector del movimien-

    to obrero por va del partido socialista. El proyecto finalmente fracasara porqueencontrara una dura oposicin en el movimiento obrero y tambin una escasapredisposicin entre los sectores vinculados a la Unin Industrial Argentina.

    Entre los socialistas surgiran dos grandes tendencias frente al proyecto: unaque lo rechazaba frontalmente y otra que consideraba que deban apoyarse susaspectos positivos y rechazarse los negativos. Lo novedoso, es que en el bloqueque rechazaba de plano el proyecto Gonzlez, aparecan argumentos que rompancon algunas de las concepcio nes terico-polticas ya tradicionales del socialismo

    argentino. Por ejem plo, Luis Bernard, uno los militantes que encabez la tendenciaal rechazo global, cuestionaba no slo el contenido del proyecto, sino el hechomismo que pudiera apoyarse una iniciativa proveniente del Estado11.

    Este contexto de crisis interna, favorecer la penetracin de ideas vinculadas conel sindicalismo revolucionario francs, con Arturo Labriola y Georges Sorel, que

    11La Vanguardia, 25/08/1904.

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    12Partido Socialista Argentino, Movimiento Socialista y Obrero, Buenos Aires, P. S., 1910, p. 119.

    vehiculizadas por algunos intelectuales del partido harn carne en un importantesector de militantes sindicales. Una fraccin interna preexistente encontrar asun corpus doctrinario que le dar coherencia ideolgica. Naca as, la tendencia

    Sindicalista Revolucionaria, primero como fraccin interna y luego como corrien-te autnoma, El socialismo, sufra as una nueva sangra, probablemente la msimportante que haba tenido hasta entonces.

    Las alternativas analizadas revelan las dificultades que encontraba la estrategiasocialista en el marco poltico y social que caracterizaba la primera dcada del siglo.El nmero de afiliaciones anuales que haba llegado a 2.192en 1904comenz adescender bruscamente desde el ao siguiente, mantenindose en un nivel inferiora mil entre 1906y 1908. Recin en 1909registrara un cierto repunte, al alcanzar

    1440nuevas incorporaciones12

    .Adems, es probable que una cuota importante de esos nuevos afi liados no fueranobreros, sino que pertenecieran a distintas capas de sectores medios. A la prdida deun contingente importante de sus militantes sindicales, el socialismo debera sumarla no renovacin del mandato de Palacios. Ser recin con la ampliacin del rgimenpoltico, a travs de la Ley Senz Pea, que los socialistas recogern los primerosfrutos de una estrategia, que no pareca viable en el perodo oligrquico.

    LOS ANARQUISTAS

    Para los anarquistas, en cambio, la situacin entre 1902y 1910, se presentababastante ms favorable. La FORAtena en ciertas situaciones de conflicto social unevidente poder de convocatoria; el ms importante de sus peridicos, La Protestase editaba diariamente; su actividad propagandstica se extenda ms all del planosindical: centros feminis tas, antimilitaristas: escuelas racionalistas; configuraban loque es posible denominar como los ncleos radiales de una cultura anarquista.

    Tambin, como en el caso de los socialistas, los anarquistas haban recorrido unlargo trayecto desde tres dcadas antes, en cuyo transcurso se haban ido delimi-tando los rasgos esenciales de su perfil terico-poltico. De los grupos pioneros dela dcada del ochenta surgirn dos grandes tendencias: los anarquistas organiza-dores y los anti-organizadores, cuyo eje de divisin era la aceptacin o rechazo

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    13Para los orgenes del anarquismo en Argentina, existen tambin varios trabajos; en particular; Diego

    Abad de Santilln, El movimiento anarquista en la Argentina, Buenos Aires, Argonauta, 1930y Iaacov

    Oved, El anarquismo y el movimiento obrero en Argentina, Mxico, Siglo XXI, 1978.

    de ciertas formas de organizacin estables del movimiento; la participacin en lasorganizaciones sindicales y en la lucha por reivindicaciones parciales. En Argentinaeste debate fue mucho ms significativo que otro que transcurra paralelamente

    acerca de las formas de la futura sociedad y que escinda a los anarquistas entrecomunistas, colectivistas y socialistas13.Entre 1890y 1894seran los anti-organizadores quienes llevaran la delantera.

    Al igual que los socialistas, los anarquistas organiza dores encontraran dificultadespara su prdica en un marco social caracterizado por la desocupacin y el reflujo delmovimiento huelgustico que haba tenido lugar entre 1888y mediados de 1890.

    En cambio, la accin predominantemente propagandstica y agitativa de losanti-organizadores encontrar una mejor situacin para su desarrollo. Ser el

    peridico El Perseguido, que en esos tempranos aos llegar en algunas ocasionesa tirar 4.000ejemplares, el principal portavoz de la corriente. Un fuerte tonoantipoliticista, antiestatista, una cerrada oposicin al establecimiento de vnculosentre los propios anarquistas que fueran ms all de la libre formacin de grupospor afinidad, un rechazo a los principios de lucha de clases y consecuente mentea la participacin en las organizaciones obreras y a las huelgas parciales y un cons-tante reclamo de la propaganda por los hechos, eran los rasgos principales de latendencia. Paradjicamente, este ltimo punto quedar al menos en el sigloXIX

    como una cuestin nicamente agitativa, ya que no habr en esos aos accionesde terrorismo poltico por parte de los anarquistas, que se limitarn a difundir losatentados realizados en Europa y a defender a sus ejecutores.

    Tambin como en el caso de los socialistas, los anarquistas adoptarn el principiode la organizacin de grupos sobre la base de criterios de origen tnico o comuni-dad lingstica. No obstante, las caractersticas de descentralizacin que tena laactividad anarquista, haca mucho ms evidente la persistencia de estos criterios, atravs de la proli feracin de peridicos publicados en diferentes idiomas. Adems,

    a diferencia de los socialistas, casi nada los incitaba a oponerse a la sobrevivenciade la identidad tnica. Su antipoliticismo descartaba cualquier preocupacin porla naturalizacin de los extranjeros.

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    14Alberto Castro y C. Garca Balsas, Crticas al proyecto Gonzlez, Buenos Aires, edicin del Grupo

    La Aurora, s/f.

    Esta caracterstica corresponder tanto a los anti-organizadores como a losorganizadores. Este ltimo sector comenzar a expandir su influencia entre lostrabajadores extranjeros desde mediados de la dcada del 90y dar en 1897un

    paso decisivo en su consolidacin como corriente, con la aparicin del peridicoLa Protesta que funcionar como una especie de frente unido de distintos gruposorganizadores.

    Los organizadores irn adquiriendo cada vez ms un perfil anarco-sindicalis-ta, que ya visible en los ltimos aos del sigloXIXadquirir rasgos definitivos en ladcada siguiente, particularmente por su accin en la FORA. Compartiendo con laotra tendencia su antipoliticismo y su anti-estatismo, se diferenciaban sin embargo,en la admisin de formas organizativas federativas para el movimiento anarquista

    y aceptaban la importancia de la organizacin sindical y de la lucha por demandasparciales aunque siempre en el camino de la huelga general insurreccional.Las caractersticas del rgimen poltico argentino no merecern demasiados

    anlisis por parte de los anarquistas. Aunque no dejarn de denostarlo, sus crticasparticulares se disolvan en el marco de su oposi cin ms amplia a cualquier formaestatal, incluso la parlamentaria.

    En consecuencia, los anarquistas argentinos, combatirn y rechazarn de planotodas las tentativas de auto-reforma propiciadas por la lite gobernante. No

    habr en el caso de los anarquistas un debate interno, como s ocurri con lossocialistas, respecto al Cdigo Gonzlez. No haba diferenciaciones entre aspectosnegativos y positivos del proyecto. Los considerados positivos por los socialistas,eran tambin negativos para los anarquistas, en la medida que se trataba de unainjerencia estatal en la vida de los trabajadores14.

    Con el mismo criterio se opondrn a la legislacin laboral sancionada despusdel fracaso del proyecto de cdigo de trabajo, a la constitucin del DepartamentoNacional del Trabajo y a toda forma de ar bitraje o regulacin estatal de los conflictos

    entre trabajo y capital. Por otra parte, el anti-estatismo anarquista se expresar a travsdel nfasis puesto en la agitacin anti-autoritaria, anti-represiva y anti-militarista.

    Su antipoliticismo los inhibir para cualquier propuesta de reforma del rgimenpoltico. La cuestin se resolvera con la abolicin del Esta do y de toda forma de

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    opresin, objetivos en cuya consecucin desempeaban un papel importante lastentativas de huelgas generales pre-in surreccionales que los anarquistas impulsaronentre 1902y 1910.

    En los anarquistas organizadores que sern los que en la primera dcada delsigloXXtengan el mayor desarrollo dentro del anarquismo argentino habr loque podemos denominar un doble discurso. Por un lado, apareca un discursode clase obrera, similar en algunos aspectos al que enunciaban los socialistas. Seexpresaba en la importancia otorgada a la accin sindical, en la insistencia en lasreivindicaciones de los trabajadores, en los planteos de unidad en la accin delmovimiento obrero y por el rol que los trabajadores tenan en la accin insurrec-cional a travs de la huelga general.

    Pero, haba tambin un discurso de los oprimidos, que adquira tanta im-portancia como el anterior y que los separaba ms ntidamente de los socialistase incluso de los sindicalistas revolucionarios. Era este aspecto el que los llevabaa subrayar lo antiautoritario en todos los niveles. As, en el mismo plano que elmovimiento de los trabajadores, apa recan reivindicaciones libertarias que incluaa otros sectores: la doble opresin de la mujer por el Estado y la sociedad y porlos varones el antimilitarismo, los marginales, etc. Esto los llevaba a privilegiar

    junto a la accin sindical, otros espacios. As, la importancia dada al mundo del

    consumo, que se expresara, por ejemplo, en el nfasis puesto en la participacinen la huelga de inquilinos de 1907, a diferencia de los socialistas. Es en este sentidoy en comparacin con un mayor clasismo de los sindicalistas revolucionarios,y hasta cierto punto, tambin de los socialistas, que es posible afirmar que laspostulaciones anarquistas tenan un cierto carcter populista.

    Una buena cuota de los sectores que el anarquismo llegaba a in fluenciar, erantrabajadores manuales del sector servicios puerto, transporte, etc. y de lasincipientes industrias, en los centros urbanos con poblacin mayoritariamente

    de origen inmigratorio, especialmente en Buenos Aires y Rosario. Pero, tambincomprenda a un vasto sector de artesanos, trabajadores independientes, comer-ciantes ambulantes. Y tambin, al igual que el socialismo, comenzaba a atraer a unsector de los intelectuales, aunque probablemente en este terreno los anarquistastuvieran una influencia menor.

    Entre 1902y 1910, los anarquistas llegaron a constituir en Argentina una fuerzapoltica importante y que contaba ms all de su anti politicismo en el juego pol-

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    tico nacional. Esta fuerza provena principalmente de su capacidad de convocatoriaen el plano sindical, aunque ste no era como dijimos su nico apoyo fuerte. Lacondena del autoritarismo estatal y el nfasis puesto en las demandas del movimiento

    social fueron los ejes centrales de la actividad anarquista en ese perodo. Sin dudalas caractersticas del rgimen poltico favorecan el crecimiento de la corriente.En 1910las tensiones llegarn al mximo en ocasin del Centena rio y la derrota

    de la huelga general de ese ao marcar el fin de una etapa. Los dos aos siguientessern de transicin, pero inmediatamente despus de la ley Senz Pea, comenzara hacerse visible un declinio relativo del anarquismo, que aunque registre una breveresurreccin entre 1919y 1922, no volver nunca a los niveles que haba alcanzadoentre 1895y 1910. Dos hiptesis centrales pueden intentar explicar este declinio

    del anarquismo, que se traducir tambin por el desplazamiento de su influencia afavor del socialismo y particularmente del sindicalismo revolucionario. En primerlugar, la ampliacin del rgimen poltico y la instauracin de un marco democrticocon la llegada del Radicalismo al poder y el establecimiento de un nuevo tipo derelaciones entre el Estado y los sindicatos, disminuir los efectos de una prdicaque como la anarquista, estaba centrada en lo anti-autoritario. En segundo lugar,las modificaciones que se van produciendo en la estructura productiva del pas,plantearn para numerosos sectores de trabajadores la necesidad de una relacin

    ms fluida con el Estado. En este sentido, los sindicalistas revolucionarios, que irnmodificando en parte, sus rgidas posturas antiestatistas de los primeros aos, estarnen mejores condiciones de adaptarse a la nueva situacin que los anarquistas.

    LOS SINDICALISTAS REVOLUCIONARIOS

    Como ya lo hemos sealado al referirnos a los socialistas, el sindicalismorevolucionario, naci como un producto de la fusin entre la crisis interna del

    Partido Socialista y la llegada a nuestras playas de los principios del sindicalismorevolucionario europeo, particularmente por va francesa e italiana. No obstante,antes de la plena adopcin de la ideologa sindicalista revolucionaria, la fraccindisidente fue esbozando un conjunto de planteos, que sin implicar una rupturatotal con el socialismo argentino, la ubicaban como un ala izquierda.

    En un primer momento, la fraccin disidente no renegar abruptamente delparlamentarismo sino que lo aceptar como una posibilidad de denuncia revolu-

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    cionaria15. De esta manera, se situaban as, en cierto modo, como una suerte decorriente socialdemcrata de izquierda, al estilo de las oposiciones europeas de lapoca. Sin embargo, en poco tiempo girarn hacia una ruptura de fondo con la

    poltica socialdemcrata.Al pasar, constatando la rpida evolucin de los disidentes socialistas de1904, pode-mos interrogarnos acerca de la inexistencia en Argentina de corrientes socialdemcra-tas de izquierda, como las que admitidos sus matices diferenciales Lenin, Trotsky,Rosa Luxemburgo y otros, representaban en Europa. Habida cuenta, que el problemamerece un anlisis ms exhaustivo, pareciera que entre el reformismo ex plcito de JuanB. Justo y el antipoliticismo anarquista o Sindicalista Revolucionario, en Argentina nohubiera habido espacios para otro tipo de polticas. La vuelta al redil de Ingenieros

    despus de 1897o el regreso al partido de los escindidos en 1898e incluso la rpidaevolucin de los contestatarios de 1904y 1905, parece confirmarlo.Los sindicalistas revolucionarios compartirn el antipoliticismo y el antiestatis-

    mo de los anarquistas. Sin embargo, pronto se harn visibles, notorias diferenciasentre ambas corrientes. Para los sindicalistas, el rechazo a la accin poltica noser sustituido por la preparacin de la va insurreccional, sino que el sindicatoaparecer como el eje presente y futuro de toda la vida social y poltica. Los sindi-calistas revolucionarios ostentarn un planteo de auto-educacin obrera, en el

    cual el recurso a la huelga general tena menos las caractersticas insurreccionalesde los anarquistas que un parentesco directo con la idea del mito soreliano comoelemento educador y movilizador de la clase obrera16.

    La construccin de la clase obrera pasar a ser uno de los planteos, centrales dela ideologa Sindicalista Revolucionaria, a la cual de ban subordinarse los aspectossecundarios. Es en este sentido, que se mostrarn ms prximos de los socialistas quedelos anarquistas, respecto a la intolerancia frente a los intentos de organizacin sobreprincipios tnicos. Todo particularismo deba ser borrado en funcin de la necesaria

    unidad obrera y la existencia de particularismos tnicos o nacionales actuaba comoun elemento centrfugo frente a ese proceso de construccin de la clase obrera.

    15La accin socialista, 01/07/1905.16La concepcin de los Sindicalistas Revolucionarios sobre la huelga general se encuentra expuesta

    en numerosos artculos, en las pginas de La accin socialista, particularmente en los aos 1905,

    1906y 1907.

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    17La organizacin obrera, septiembre 1909.

    El problema de la unidad se convertir en un elemento decisivo en la polmicacon los anarquistas. Los sindicalistas revolucionarios bombardearn a la FORAanarquista con propuesta de unidad sindical y de la constitucin intermediaria de

    pactos de solidaridad en el camino de la unidad total. Esa propuesta unitaria delos sindicalistas revolucionarios no dejar de generar simpatas en ciertos sectoresde trabajadores, alarmados muchas veces por las caractersticas que adquiran lasdisenciones entre las distintas corrientes del movimiento obrero. En todo esteperodo, los anarquistas rechazarn las propuestas unitarias, con el argumentocentral que estaban de acuerdo con la unidad siempre y cuando sta no anularalas posibilidades de ejercitar la propaganda de los principios del comunismoanrquico, lo que constitua para ellos la tarea fundamental17.

    A pesar del evidente anti-intelectualismo de la propaganda Sindi calista Revolu-cionaria, el movimiento congregar desde un principio a un sector de intelectualessocialistas, que se integrarn posteriormente a la nueva corriente y continuarnen ella. No obstante, las principales figuras pblicas sern algunos de los msconspicuos dirigentes sindicales socialistas de otrora. Es que, los sindicalistasrevolucionarios alcanzarn algunos xitos en su tentativa de penetrar en el senode la masa de trabajadores, aunque todava en esta primera dcada no lograrndesplazar la hegemona anarquista.

    En lo que al Estado y al rgimen poltico concerna, los Sindicalistas Revolu-cionarios tendrn bien que con fundamentaciones diferentes posturas similares alas de los anarquistas. Rechazarn, en conse cuencia, cualquier tentativa de reformapoltica y cualquier intento de integracin de los trabajadores. Como hemosdicho, con el transcurso de los aos los sindicalistas revolucionarios irn flexibi-lizando algunas de estas posiciones, No las que implicaban un rechazo a la vidapoltica, ya que se seguirn caracterizando por un profundo antiparlamentarismo,pero s, en cambio, las que les permitiran una aproximacin al Estado.

    POR QU EL ANARQUISMO?

    Hemos analizado hasta aqu los rasgos centrales de cada una de las tres principa-les corrientes de la izquierda de la poca, en relacin a los tres temas que definimoscomo nuestra preocupacin central: el rgimen poltico, la cuestin de la asimila-

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    cin de los inmigrantes y la llama da cuestin social. Intentemos ahora, entenderel xito comparativo de unas sobre otras, a travs de la consideracin particularde sus propuestas, relacionndolas con la situacin argentina del momento.

    Ms concretamente: por qu el anarquismo argentino logr prevalecer sobrelos socialistas? Por qu los socialistas encontraron dificultades mucho mayoresen la aplicacin de su estrategia y por qu surge de sus filas una corriente comoel sindicalismo revolucionario, llamada posteriormente a ser hegemnica durantelargo trecho en el movimiento social argentino?

    Una aclaracin previa se nos impone: la afirmacin de la existencia de seriasdificultades en la estructuracin de la poltica socialista no puede, sin embargo,llevarnos a ignorar la importancia que tuvo como empresa poltica. En efecto, el

    socialismo argentino fue en esa poca el intento ms slido de esa tendencia, entoda Amrica Latina y muy probablemente ms tambin que el de algunos paseseuropeos perifricos.

    El caso del anarquismo argentino es tambin singular. El grado de desarrollo deesta corriente en ciudades como Rosario o Buenos Aires, es uno de los ms altos delmundo probablemente slo comparable con el anarquismo barcelons dentrodel espectro de los movimientos anarquistas urbanos de ese perodo.

    Dos han sido las tradicionales explicaciones frente a este fenmeno. La primera,

    atribuye la fuerza del anarquismo argentino a la presencia de un alto porcentaje deinmigrantes de origen italiano o espaol, pases considerados como de tradicinanarquista. La segunda, hace descansar este xito, en la persistencia en la Argentinaurbana de rasgos pre-capitalistas. De esta manera, el anarquismo se correspon-dera con la presencia mayoritaria de una capa de trabajadores de caractersticassemi-artesanales, mientras que el marxismo sera la ideologa ms propia de losperodos industrializados.

    La primera de las dos hiptesis nos parece la ms insuficiente. Recientes in-

    vestigaciones, tienden a demostrar que muchos de los militantes y seguidores delanarquismo adoptaron esas ideas en suelo argentino. Es cierto, que algunos de losdirigentes y militantes ms experimentados, haban ya tenido experiencias vincu-ladas al anarquismo en sus pases de origen. Pero, este no parece ser el caso de losms vastos sectores de trabajadores que de una u otra manera se relacionaban conel anarquismo argentino. Muchos de ellos provenan de regiones rurales, como enel caso del norte de Italia, en las cuales la influencia de la Iglesia no haba sido casi

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    18Vase, Iaacov Oved, El anarquismo..., op. cit.

    quebrada. Por otra parte, ya en 1904, es visible la presencia de una nueva generacinde dirigentes anarquistas, muchos de los cuales haban nacido en el pas18.

    La segunda hiptesis nos parece aceptable slo parcialmente. Es cierto, que los

    anarquistas tuvieron influencias en gremios con caractersticas semiartesanales. Perotambin las tuvieron en gremios similares, socialistas y sindicalistas revolucionarios.Adems, los anarquistas lograron temprana influencia en algunas fbricas conalto grado de concentracin de mano de obra y en gremios que no detentabancaractersticas semi-artesanales, como los portuarios, los estibadores rurales, losobreros del transporte urbano, etc.

    Lo que s nos parece cierto es que en los gremios con estructuracin nacionaly que requeran una necesaria relacin con el Estado, el antiestatismo anarquista

    se convertir en un obstculo. Pero, esto como veremos no ocurrir sino msadelante y precisamente cuando el propio Estado cambie de actitud hacia lossindicatos obreros. Por lo tanto esta cuestin debe situarse ms en la esfera delo poltico, que en el de una supuesta identidad natural ideologa-grado deestructuracin capitalista.

    Nosotros pensamos que los motivos fundamentales del predominio del anar-quismo sobre las otras corrientes de la izquierda, deben buscarse en sus posturasen torno a las tres cuestiones que hemos apuntado como decisivas en la poca: las

    alternativas frente al rgimen poltico, la cuestin tnica y la cuestin social.En lo que hace al rgimen poltico el antipoliticismo y el antiestatismo anar-

    quista aparecan para los sectores populares como ms simples y adecuados altipo de Estado que enfrentaban, que las proposicio nes socialistas. En efecto,su antipoliticismo que se traduca en el repudio a los partidos polticos y a lasprcticas electorales y parlamentarias, estaba sealando, en realidad, una de lascaractersticas centrales del rgimen poltico vigente.

    El sistema electoral era altamente fraudulento. Los partidos polti cos que cons-

    tituan la base del bloque conservador en el poder y aun algunos sectores semi-disidentes, se fundamentaban en el clientelismo y en los apoyos que reciban desdeel poder. El Radicalismo, que por su estructuracin nacional centralizada, ha sidocaracterizado como una tentativa de partido poltico moderno, se mantena mar-ginado del rgimen poltico y adems, hasta por lo menos 1905, tenda a reclutar

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    19Oscar Cornblit, Inmigrantes y empresarios en la poltica argentina, en: Desarrollo Econmico,

    vol. 6, N 24, enero-marzo 1967.

    fundamentalmente entre los ncleos de sectores populares criollos dejando delado a la masa inmigratoria y presentando incluso algunos caracteres xenfobosen su propaganda. Los socialistas por el contrario, centraban su prdica poltica en

    los inmigrantes y en sus descendientes, pero eran vctimas no slo del fraude, sinotambin del hecho que los extranjeros se encontraban marginados de la poltica.En sntesis, gran parte de la poblacin estaba marginada del rgimen poltico y lavida parlamentaria reflejaba mucho ms el juego entre los distintos sectores de lalite, que el conjunto de las opciones polticas existentes en la sociedad.

    En estas condiciones el rechazo simple y llano de los anarquistas se correspondacon la visin que los inmigrantes podan tener del rgimen poltico. Los ndices denaturalizacin permanecern siempre muy ba jos. Qu incentivos podra tener un

    extranjero para naturalizarse frente a un rgimen poltico tan poco atractivo paraellos como el existente? Como se ha analizado, la diferencia con los Estados Unidoses evidente. All existan aparatos polticos que reclutaban a los migrantes y de estamanera, integraban a los trabajadores extranjeros al rgimen poltico democrtico19.En Argentina, por el contrario, desde el punto de vista social, los extranjeros seencontraban suficientemente protegidos como para que se preocuparan por unanaturalizacin que poco les ofreca. La constitucin nacional habla constantementede habitantes no estableciendo diferencias entre nativos y extranjeros y cuando

    lo hace es para otorgar ciertas prorrogativas a estos ltimos. Adems, al continuarposeyendo la nacionalidad de su pas de origen, los extranjeros encontraban hastacierto punto, es cierto la proteccin de los cnsules.

    Que los migrantes internacionales se mantuvieran marginados del rgimen polti-co, no significa que en el fondo tuvieran una actitud apoltica, ni antipoltica. Significaque encontraban otras formas de participacin poltica, formas no institucionalessi se quiere, al menos en algunos de sus segmentos. Las asociaciones por comunidadextranjera y una gama abigarrada de organizaciones populares e incluso el propio

    anarquismo, eran receptculos de esa actividad poltica no institucional.En lo que respecta al antiestatismo, la propaganda anarquista tocaba otros

    de los puntos nodales de la poltica de la lite respecto a los trabajadores. Hastaprincipios del nuevo siglo, el Estado mantuvo una actitud prescindente ante los

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    conflictos entre obreros y propietarios capitalistas. La resolucin de estos conflictosquedaba librada al libre juego de correlacin de fuerzas de las partes en pugna.Esta actitud slo era alterada cuando esos conflictos alcanzaban dimensiones que

    amenazaban con alterar gravemente el orden pblico o cuando afectaban alcoraznde lapoltica agroexportadora, como en el caso de los ferroviarios. All,se ejerca una dura represin.

    A partir de 1902aunque anteriormente ya se vislumbraran algunos sntomasaislados de cambio la situacin se modifica a partir de la huelga general de1902. El Estado inaugura entonces una doble poltica hacia el movimiento delos trabajadores. Por un lado, domina la represin directa y decidida: la Ley deResidencia, la violencia policial en las huelgas y manifestaciones obreras, la puesta

    en semi-legalidad vigilada de los movimientos de izquierda. Esta es la actitudestatal que predomina ante la vista de los trabajadores.Sin embargo, como hemos dicho, se inaugura casi paralelamente una segunda

    poltica destinada a lograr una integracin del movimiento obrero. Por un ladohay una tentativa, aunque parcial, de integrar limitadamente el movimiento obreroal rgimen poltico, a partir de la reforma electoral que dara lugar a la eleccin de

    Alfredo Palacios. Por otro lado, hay un intento de integracin corporativa delmovimiento obrero a travs del proyecto de Cdigo de Trabajo, seguida luego por

    la sancin de alguna legislacin sobre condiciones de trabajo y la creacin del De-partamento Nacional del Trabajo. Sin embargo, esta segunda faz de la poltica oficialfrente a los sectores populares, que se expresaba de una manera harto retaceada, nollegaba a ocultar el aspecto dominantemente represivo de la poltica oficial.

    Frente a una poltica estatal de este tipo, la propaganda antiestatista de losanarquistas no encontrara demasiadas contradicciones. Su denuncia implacabley sistemtica del Estado como instrumento de opresin, pareca convalidada porla actitud de la lite hacia los trabajadores. Sealemos, adems, que ms all de

    algn tipo de intervencin limitada del Estado en el proceso de recepcin de losinmigrantes en las primeras pocas, ste se mantena totalmente prescindente enlo que haca a los trabajadores en materia de mutualismo, seguridad social, etc.

    Para los socialistas, en cambio, la cuestin era mucho ms comple ja. Pese a susdenuncias sobre las caractersticas del rgimen poltico vigente, los socialistas tenanfinalmente frente a l, una actitud positiva. Esta se traduca en su insistencia enla necesidad de participar en los procesos electorales y en utilizar al parlamento.Ms all, de que, salvo circunstancias relativamente excepcionales, como las que

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    rodearon la eleccin de Palacios en 1904y que no se repetiran hasta despus de lasancin de la ley Senz Pea, los socialistas fuera vctimas del fraude y del carcteraleatorio del conjunto del sistema poltico. El abstencionismo Radical no haca

    tampoco demasiado cmoda la posicin de los socialistas.La empresa era realmente ciclpea: se trataba de convencer a los trabajadoresextranjeros de naturalizarse argentinos y ejercer sus derechos polticos y confiar enla accin legislativa, frente a un sistema que no era un garante serio para ningunade estas iniciativas.

    Los sindicalistas revolucionarios, por su parte, y al menos en los perodos ini-ciales de su existencia como corriente autnoma, manifestaron un antipoliticismoy un antiestatismo en muchos aspectos similar al de los anarquistas. No era casual

    entonces, que aunque salidos del seno del partido socialista los sindicalistas revo-lucionarios, establecieran, particularmente, una competencia con los anarquistas.El segundo gran problema, en torno al cual los anarquistas tenan una postura

    que reciba una mejor acogida entre los sectores populares, era el de los inmigrantes.Nos parece necesario resear brevemente a qu nos estamos refiriendo cuandohablamos de cuestin tnica.

    Como se sabe, la Argentina fue, de todos los pases que vivieron grandes proce-sos de migraciones internacionales, el que recibi, en trminos relativos, la mayor

    proporcin de extranjeros en referencia a la poblacin nativa. En el perodo quenos ocupa, en algunos grandes centros urbanos, especialmente Buenos Aires yRosario, el porcentaje de extranjeros oscilaba en alrededor del 50%.

    Una heterognea masa de extranjeros poblaba, ahora, la Argentina. Heteroge-neidad, que cubra tanto los aspectos tnicos como los polticos o culturales. Losextranjeros particularmente los que conformaban los sectores populares tendana insertarse en el plano econmico y relativamente en el social. Sin embargo, noexistan demasiados incentivos como para que aceptaran de buen grado un proceso

    de aculturacin. Una de las caractersticas de la situacin de los extranjeros engran parte del sigloXIXyXXen Argentina, fue la tendencia a la persistencia de laidentidad tnica. Como hemos dicho, pocos incentivos existan como para quelos inmigrantes abandonaran voluntariamente sus principales rasgos culturales yse integraran a esa nueva cultura nacional en formacin.

    Aunque segn estimaciones aproximadamente una mitad de los extranjerosque llegaron a la Argentina, la abandonaron en algn momento y por diversas razo-nes, quienes se afincaban, encontraban mayoritariamente algunas posibilidades de

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    20Vase, por ejemplo, El obrero constructor de rodados, julio 1911.21Un ejemplo, encontramos en el artculo titulado Deplorable, aparecido en La Vanguardiadel 26

    de octubre de 1901y en el cual se afirmaba que el carcter cosmopolita de la clase obrera argentina

    constituye un obstculo para su organizacin poltica y econmica. Agregaba que la existencia de

    diferencias culturales y de nacionalidad era un elemento negativo y criticaba la organizacin sobre

    bases de ese tipo o incluso religiosas, como en el caso de los Crculos Obreros Catlicos o de la

    Sociedad de Obreros Israelitas.

    insercin en la estructura productiva, aunque en niveles desiguales. Pero, como yahemos sealado, esta integracin econmico-social, poda realizarse sin necesidadde incorporarse al rgimen poltico, ni desistir de su identidad tnico-cultural.

    Desde el punto de vista del discurso socialista o Sindicalista Revolucionario lastendencias a mantener los particularismos tnicos o nacionales que reflejaba granparte de los trabajadores inmigrantes, significaban obstculos en la construccinde la clase obrera. Aunque formulado con matices diferentes, ambas proposicio-nes tendan a un alto grado de unidad y homogeneidad de los trabajadores, quenecesariamente excluan particularismos centrfugos como los representados porla tendencia de los trabajadores extranjeros a agruparse en tomo a criterios tnicos,nacionales o lingsticos.

    Para los sindicalistas revolucionarios, la construccin de la clase obrera, inspi-rada por un criterio netamente clasista, pasaba sobre todo por la unidad obrera, quedeba tener como eje el sindicato y la actividad sindical solidaria. En este sentido,los particularismos por nacionalidad extranjera, eran vistos como un obstculopara la necesaria organizacin unitaria de la clase obrera. Diversos artculos enperidicos gremiales vinculados al sindicalismo revolucionario, testimonian estavocacin clasista20.

    En los socialistas exista una predisposicin similar a rechazar las tendencias

    a la persistencia de la identidad tnica y sus formas organizativas derivadas, porparte de los trabajadores extranjeros. Aunque aqu el eje nucleador no fuera comoen el caso de los sindicalistas revolucionarios, el sindicato sino el partido poltico,el criterio clasista tambin se impona, de alguna manera. Ya hemos visto, comoesa concepcin llev a los socialistas, durante el siglo XIX, a propiciar incluso lanaturalizacin dentro de sus propias filas. Durante la primera dcada del siglosiguiente continuar una tendencia de este tipo que se expresar salvo cortasexcepciones por el repudio a toda forma de organizacin gre mial que se basara

    en criterios tnicos, culturales, nacionales o religiosos21.

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    22Nos referimos en el caso de Glvez a El diario de Gabriel Quirogay en el de Rojas a La restauracin

    nacionalistay Blasn de Plata, entre otras producciones del momento.

    Por el contrario, los anarquistas inspirados por sus concepciones profundamenteantipatriticas e internacionalistas, sumadas a su repudio al rgimen poltico, no evi-denciaran ningn inters particular por ahogar las tendencias al agrupamiento sobre

    bases tnicas, que mostraran ciertas capas de trabajadores. Durante todo el perodocoexistirn los grupos anarquistas estructurados sobre criterios programticos, conlos formados en torno a concepciones corporativas y los nucleados a partir de origentnico. Incluso, durante cierto tiempo, La Protesta, aparecer en forma bilinge,aadiendo a su tradicional publicacin en castellano, una pgina en idish.

    Esta tolerancia de los anarquistas frente a las tendencias de los ex tranjerosrespecto al mantenimiento de la identidad tnica, les evitar choques con ciertossectores de los trabajadores. Esta cuestin, aparecer como ms importante, si

    se tiene en cuenta que desde principios de siglo, desde el propio seno de la litegobernante provendrn presiones destinadas a nacionalizar a los extranjeros.En efecto, la multiplicidad tnica apareca para la lite dirigente como un mo-

    saico variopinto, que requera la creacin de la naciona lidad argentina, comoun elemento fundamental para la existencia de bases estables ideolgicas de do-minacin. Haba que crear, como lo sealara Otto Bauer y el austromarxismo,una comunidad carcter que supone la idea de nacin. Desde 1880haba sinduda en Argentina, un Estado Nacin, que haba supuesto la unidad de los

    particularismos provinciales en torno a un poder poltico central, territorialmenteintegrado. Sin embargo, era menos evidente que frente a la dispersin tnica quehaba supuesto la oleada inmigratoria, existiera una nacionalidad argentina. Laincapacidad de generar un rgimen poltico integrador de los trabajadores extran-

    jeros como ocurri de alguna manera en Estados Unidos aceleraba por partede la dite la necesidad de crear otros elementos de dominacin. El recurso a lonacional, establecido particularmente en el plano de lo simblico, se expresara travs del culto a los smbolos patrios, la accin nacionalizadora atribuida al

    nuevo rgimen militar despus de la ley del Servicio Militar Obligatorio, la accin atravs de la educacin pblica. Esta tentativa, se reflejar en el plano de la literaturapoltica a travs de obras, como las de Ricardo Rojas y Manuel Glvez22.

    Esta tentativa de nacionalizacin forzada agregar un elemento adicional de

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    23Nos referimos a autores como Jorge Abelardo Ramos, Rodolfo Puiggrs, Juan Jos Hernndez

    Arregui, entre otros.

    simpata hacia la actitud anarquista de tolerancia con los particularismos tnicos.Los socialistas, en cambio, participarn de alguna manera de ese proceso de ar-gentinizacin, aun cuando su ptica fuera parcialmente diferente a la de la lite.

    Todo lo que hasta ahora hemos expuesto sobre la actitud de los socialistas frentea la cuestin de la nacionalidad tiende a desmentir una profusa literatura queha tendido a situar a esa tendencia como de espaldas a lo nacional.

    En realidad, estas acusaciones, provienen de lo que ideolgica e histricamentepodemos denominar como el tercer revisiomismo, que aparece como una suma denacionalismo de izquierda con ingredientes tericos provenientes del marxismoy que conoci su poca de expansin en los aos sesenta y comienzos del setenta23.Lo que est, probablemente, en la base de la confusin que introduce la crtica de

    este tercer revisionismo, es la identificacin de liberalismo con extranjeris-mo. Pero, lo paradjico es que los dirigentes socialistas recurran a las tradicionesideolgicas liberales argentinas del siglo XIXparticularmente su reivindicacinde la Generacin del 37 como parte de una tentativa de encontrar filiacionesnacionales a sus postulaciones terico-polticas de comienzos del siglo veinte.

    El ltimo de los tres grandes problemas que enfrentaban las izquierdas del cambiode siglo, es la llamada cuestin social. Durante las primeras dcadas de la segundamitad del sigloXIX, esta cuestin social apareca como relativamente mitigada.

    En efecto, los conflictos entre capital y trabajo se resolvan generalmente de formaindividual y pacfica en el marco de los pequeos talleres artesanales y comerciosbasados muchas veces en una explotacin de tipo familiar. El relativamente alto gradode movilidad social que exista para los migrantes internacionales en la Argentinaurbana de la poca, actuaba como un colchn impidiendo, que salvo excepciones,las situaciones conflictivas conllevaran formas agudas de violencia social. Era la poca,en la que muchos trabajadores preferan el trabajo a destajo y que an las preo-cupaciones por limitar la jornada de trabajo, no estaban demasiado extendidas.

    En los ltimos diez aos del siglo pasado y en los primeros del ac tual, la ten-dencia dominante entre los trabajadores urbanos comienza a cambiar. El rechazoa las condiciones vigentes, ahora, se hace cada vez ms visible y va acompaandouna mayor estructuracin capitalista de las relaciones de trabajo. La jornada de

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    ocho horas, los movimientos por la abolicin del trabajo a destajo, los reclamos deaumentos salariales y de un amplio conjunto de reivindicaciones laborales y sociales,comienzan a ser tomadas por los sindicatos y otros movimientos sociales.

    Las ya analizadas respuestas del Estado y la intransigencia de los capitalistas,que se negaban a reconocer de pleno derecho, e incluso a veces de hecho, a lossindicatos obreros, llevaban crecientemente a los trabajadores a adoptar las formasde la accin directa para la consecucin de sus objetivos.

    Los anarquistas promovern estas formas de lucha sin restriccin alguna. Frentea la intransigencia y la represin estatal y patronal im pulsarn la accin directa yla huelga general como instrumento de lucha fundamental. La articulacin entreluchas parciales y huelga general no presentaba para ellos, desde el punto de vista

    terico, grandes dificultades, en la medida que ambos momentos confluan en laperspectiva de la huelga general insurreccional.Tambin en este terreno la situacin de los socialistas era ms compleja. La

    estrategia insurreccional estaba claramente descartada para los socialistas. Lashuelgas parciales tenan objetivos concretos y precisos; mejorar las condicionesen el mbito de la produccin. La huelga general slo era aceptable con fines de-fensivos en determinadas circunstancias. Una perspectiva insurreccional hubierasido totalmente incompatible con la estrategia socialista, que descansaba en un

    trnsito evolutivo hacia el socialismo y en una concepcin de las luchas socialescomo una lucha de clases no antagnica.

    Adems, el movimiento sindical era slo uno de los elementos de una triplearticulacin en la lucha por la cuestin social. Los otros dos eran la accin parla-mentaria destinada a conseguir una legislacin protectora del trabajo y diversasformas no sindicales de accin social, como el cooperativismo.

    En una sociedad con las caractersticas que hemos descripto, la tentativa socia-lista de articular la accin sindical y la accin poltica se presentaba como una tarea

    difcil. Ms an, el socialismo argentino tendr a lo largo de su historia, enormesproblemas para poder congeniar ambos elementos. Cada vez que lograban unacierta insercin en los medios obreros e intentaban combinarla con la accin pol-tica, se generaban fuertes tensiones, crisis e incluso escisiones. Las luchas internasy rupturas de 1897y 1898-1900; las de 1904-1906, las de 1918-1921y aun las defines de la dcada del treinta y del perodo preperonista, parecen confirmarlo. Enrealidad, en la Argentina de la primera mitad del sigloXX, en lo que concierne ala integracin de los trabajadores, lo poltico y lo corporativo parecan excluirse

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    mutuamente. Y as lo expresan, de alguna manera, los xitos de la accin anar-quista, en una primera poca y del sindicalismo revolucionario, corporativistay antipoliticista aunque no antiestatista posteriormente.

    Si el clima poltico imperante explicaba las ventajas que los anarquistas obtenanrespecto a los socialistas en la carrera por conseguir apoyo de los sectores popu-lares, en cambio, tendrn rivales ms fuertes en los sindicalistas revolucionarios.Estos, tambin pondrn un profundo nfasis en los movimientos reivindicativosy apelarn tambin a formas de accin directa.

    Pero, tenan sobre los anarquistas una ventaja adicional. Su constante reclamode la unidad obrera no dejar de generar simpatas entre los trabajadores. Suspropuestas de Pactos de Solidaridad y de fusin de las federaciones obreras, irn

    acompaadas de una propaganda destinada a denunciar el sectarismo anarquis-ta24. De todas maneras, la aparicin como corriente autnoma se dio casi haciafinal del perodo del rgimen oligrquico y en consecuencia no hubo un tiemposuficiente como para medir los resultados de la confrontacin. Cuando esta se den las nuevas circunstancias creadas despus de la ley Senz Pea, los sindicalistasrevolucionarios, resultarn triunfantes.

    En sntesis: el auge del anarquismo en el perodo que estudiamos aparece avaladopor sus posturas frente al Estado y al rgimen poltico ante los cuales preconizaban

    el rechazo simple y llano; frente a la integracin de los migrantes internacionales,ante la cual respetaban la ten dencia a la persistencia de la identidad tnica; yfinalmente por su insistencia en las reivindicaciones econmicas y sociales, queterminaban por ser en su accionar las cuestiones fundamentales.

    LAS IZQUIERDAS Y LA CRISIS

    DEL RGIMEN POLTICO

    La importancia de la influencia alcanzada por el anarquismo entre los sectorespopulares urbanos y tambin el crecimiento del sindicalismo revolucionario haciael fin del perodo, revertan a su turno sobre la crisis del rgimen poltico y nodejaban de incidir, en alguna medida, sobre las iniciativas de autorreforma.

    Las huelgas y movilizaciones que estos sectores impulsaban, creaban, como ya

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    dijimos, un clima de agitacin social casi constante. El empleo de la represinfuerte y sistemtica no otorgaba mayor credibilidad a la lite gobernante, sino quepor el contrario pona en evidencia su necesidad de emplear este recurso, carente

    de cualquier forma de consenso entre los sectores populares urbanos.Adems, la oposicin anarquista y las tensiones que sta haba generado en lasfilas socialistas, haba sido uno de los factores dominantes en el fracaso del pro-yecto de Cdigo de Trabajo, que tal como analiza mos, constitua un intento deintegracin de un sector de los trabajadores. Posteriormente, los anarquistas ylos sindicalistas revolucionarios, continuaron su posicin antiestatista, boicoteandoy hostigando la tarea del Departamento Nacional de Trabajo y subrayando ensu propaganda, las limitaciones y violaciones a la legislacin laboral escasa por

    cierto que se fue sancionando desde 1904.Estas corrientes de izquierda constituan tambin una amenaza, en la medidaque las repercusiones del movimiento social parecan sumarse a los que provenande la oposicin poltica. Aunque esta confluencia no fue directa, sino indirecta,como en el caso de la aplicacin del esta do de sitio despus de la conspiracinRadical de 1905, incida como un factor adicional de crisis.

    Por el contrario, los socialistas si bien no sern escatimados por los desbordesde la represin en ciertas ocasiones eran considerados como una eventual oposicin

    legal. En todo caso, no obstante sus crticas al conjunto del rgimen oligrquico,su actitud era ms positiva que la de los Radicales. Pero, se trataba de un crculovicioso, porque eran las caractersticas mismas del rgimen poltico las que impedanque los socialistas se convirtieran en una oposicin aceptada con peso suficiente comopara incorporar al juego poltico a un sector importante de los trabajadores.

    Pese a las circunstancias sealadas y en una marcha con altibajos, los socialistashaban logrado una presencia poltica indudable, por lo menos en el mbito de laCapital Federal. Pero, recin darn el salto con la ampliacin del rgimen poltico.

    Pero entonces enfrentarn un nuevo rival: el Radicalismo abandona la abstenciny se lanza de lleno al juego poltico disputando exitosamente a los socialistas unafranja importante de las emergentes clases medias y de los sectores populares.

    En el caso de los anarquistas y tambin en el de los sindicalistas revolucionarios,su poder de convocatoria tambin presentara lmites. En ciertas circunstanciasrevelaban una indudable capacidad para gene rar la adhesin de importantes sectoresde trabajadores en la lucha por reivindicaciones sociales y democratizantes. Pero,como ocurri en particular en el caso de la huelga general de 1910, esta adhesin

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    tendra lmites precisos. Ambas tendencias pretendieron darle a ese movimientoun carcter de cuestionamiento poltico abierto al sistema y de atropellar lossmbolos que la burguesa haba montado en torno al Cente nario. Los trabajadores

    los siguieron en los primeros momentos de la huelga, pero luego los militantesquedaron librados a su suerte frente a la represin ms dura que haban debidosoportar hasta entonces.

    La huelga general de 1910termin en una profunda derrota para el movimien-to obrero. Lo que estaba evidenciando eran los lmites que tena la tctica de lahuelga general en la situacin de la poca. Esa derrota marca el momento de lainiciacin del declinio de los anarquistas aunque los sntomas ms claros se harnvisibles tiempo despus y el comienzo del viraje de posiciones de los sindicalistas

    revolucionarios. Y cre tambin, ciertas condiciones que facilitaron el proceso detrnsito que signific la sancin de la Ley Senz Pea.