27 alfoli (oct dic 2014)
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ALFOLÍ Octubre-Diciembre 2014 Nº 27
2
Editorial Indice
Plaza de España
E l más emblemático espacio de Ma-
drid, es la Plaza de España. Tiene su
origen en el año 1581 al trasladar Fe-
lipe II la corte de Toledo a Madrid. En ella,
por esta época, existía una gran planicie de
terreno, por el que discurrían las aguas del
arroyo Léganitos cuyo nacimiento se encon-
traba en los aledaños de una fuente, conoci-
da como la de Los Caños.
En un plano atribuido al arquitecto Texeira,
aparece este terreno dentro de la cerca cons-
truida por Felipe IV, para ser destinado a tal
fin. En este lugar transcurrido el tiempo, José
Bonaparte instaló el cuartel de San Gil, con-
virtiéndolo más adelante en cuartel de Caba-
llería, para ser cambiado finalmente por el de
Artillería.
A comienzos del siglo IXX, surge el proyec-
to del ensanche de la Gran Vía en el que se
incluye la creación de esta representativa Pla-
za. Para el logro de ocupar su extensión, se
elimina el gran obstáculo que lo impedía, al
conseguir el derribo del cuartel de San Gil
entre los años de 1908-1909. Así queda apro-
bado el anteproyecto, para dar paso a la for-
mación de la gran Plaza a partir de 1911, fe-
cha está, en que es aceptado el proyecto defi-
nitivo.
Al cumplirse el trescientos aniversario de la
muerte de Miguel de Cervantes, en 1915, es
convocado un concurso público para conme-
morar dicha fecha, con la creación de un mo-
numento dedicado al insigne escritor. Sus
costos serían sufragados mediante suscrip-
ción popular, entre todos los países de habla
hispana.
El concurso fue ganado por el arquitecto Ra-
fael Martínez Zapatero y el escultor Lorenzo
Coullaut-Valera. Debieron pasar trece años
para que en 1925 diera comienzo la construc-
ción del mismo. A su terminación en 1929,
fueron instaladas las esculturas sobre el pavi-
mento de tierra, e inaugurado en el mismo
año. Modificaciones posteriores en los años
de 1950, dieron lugar a la unión del obelisco
y la fuente posterior, en la que está represen-
tada la figura de la bella Dulcinea del Tobo-
so. Y en parte anterior, con las esculturas del
Hidalgo: Don Quijote y su fiel escudero:
Sancho Panza. En estas obras se incluyó la
construcción del estanque, jardines, arbolado,
y amplias praderas de césped como ornamen-
tación de su entorno. En la actualidad este
espectacular lugar, es uno de los más visita-
dos por los turistas que acuden a Madrid. Sus
cámaras fotográficas, no cesan en la capta-
ción de tanta armonía y perfección. La sin-
gularidad de este entorno, les hace perma-
necer en el lugar, plasmando para el recuer-
do, los muy diversos y artísticos ángulos que
contiene.
Equipo de redacción José Luis García, Marisa Ra-
mírez, Miguel Soto, Luis Felipe Soto, Félix Bernar-
dino, Carlos Bernardino, José Ruiz Guirado,
S.Olhai, Felipe Cabildos, Juan Díaz , C. Aramburu
Matilde Ramírez y Rafael Tenllado
Apoyo y maquetación:
Carlos Bernardino y Miguel Soto.
Fotografías de Portada y Contra Portada: Carlos
Bernardino.
Portada: Monumento a Cervantes en la Plaza de
España de Madrid.
Contraportada: Fuente, en la entrada a Plaza.
Imprenta: Copimay
Alfolí
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Editorial Indice
En este número:
Editorial ___________________________________ 2
Homenaje al Genio___________________________ 4
Huelga indefinida____________________________ 6
Poesía_____________________________________ 7
Un viaje a mi niñez (2ª parte) __________________ 8
El costo de sobrevivir (3ª parte_________________ 16
Nostalgia __________________________________ 23
Paola _____________________________________ 24
La sopa de la felicidad________________________ 26
Madrid -El Pardo___________________________ 29
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Homenaje al Genio
Otros ángulos: Carlos Bernardino Fotografías: Del mismo
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HUELGA INDEFINIDA Texto: José Ruiz Guirado Imágenes: Internet
Q UIZÁ sea hoy un buen día para escribir. Puede
que no. Parece que la niebla fría que se filtra
por las rendijas de puertas y ventanas ayudara.
Empero, nada tiene que ver. Se escribe porque hay
algo que contar. En mi caso, para resolver algunas
cuitas con algunos fantasmas que ha tiempo me acu-
cian. Pero no fantasmas que me persigan por obra o
acción que haya cometido. En ese sentido estoy limpio
y libre de culpa. Son otros fantasmas que me persi-
guen, porque pretenden ser protagonistas de lo que
escribo. Sin embargo, me resisto. No me agradan. No
quiero que estén ahí. Por otra parte, tanto insisten, que
quizá haya de plantearme el motivo de su insistencia.
Igual estoy equivocado y me confundo. Si tanta insis-
tencia, será por alguna razón. Puede que mi cerrazón
se deba a que busco asuntos diferentes, incluso bue-
nos, modositos, callados. Estos no tienen pelos en la
lengua, ni se avergüenzan de nada. ¿ A ver si me estoy
convirtiendo en un blando, en un pusilánime? No hay
motivo alguno para pensar en ello. Mis personajes son
tomados de la calle, de la sociedad. Algunos son tira-
nos, déspotas, canallas. Otros son personas a las que la
vida les ha colocado en un callejón sin salida y han de
defenderse con lo poco que tienen o pueden ,y, ni con
eso. Otros son ganadores natos. Hay mujeres y hom-
bres perdidos. Incluso quien ha puesto su vida en jue-
go, su futuro por una causa. Algún hombre y alguna
mujer buena, con sentido común y con los pies en el
suelo. Artistas, bohemios, políticos de casta a quienes
no les han podido comprar ni con el miedo. Vulgares
rateros, presidiaros, locos, ilustres próceres…
En definitiva, cuantos aquí pasan sus días. Pero entre
estos, hay quien levanta la mano constantemente para
llamar la atención. Quien quiere estar el primero en la
cola, sin más mérito alguno que el querer ser protago-
nista. Porque tampoco han madrugado para coger si-
tio, sino que han tenido la habilidad (la cara dura ) de
colarse cuando los demás se han despistado. Si les va
a dar igual. Soy yo quien los va a elegir por mucho
que insistan. También hay algunos que prefieren el
anonimato. No porque sean personajes grises, anodi-
nos; sino todo lo contrario. Están un poco hartos, por-
que los autores suelen elegirlos con frecuencia. “Oiga,
déjeme usted en paz. Ponga a esa tonta de ahí que está
loca por la música y le va a dar más partido que yo.
Además, no ve que estoy echando un cigarrillo.” Aca-
ba uno aborreciéndolos. Tampoco sería justo, porque
ocupan su lugar. El problema que tenemos algunos
autores, es que nos gustan las personas reales. Y no
esos figurines que eligen. Los busca uno entre las gen-
tes con las que se cruza en una calle y no las encuen-
tra, porque no existen. Al final, no va a ser este un
buen día para escribir, pese a la niebla. Porque hasta
ahora no he conseguido ponerme de acuerdo a quien
voy a rescatar para ponerle en primera línea. Y así las
cosas, sería mejor dejarlo para otra feliz ocasión, aun-
que luzca un esplendido sol, o incluso llueva torren-
cialmente. El problema que tengo, es que no se van a
estar quietos, ni callados hasta que no consigan su
propósito. Esta vez lo siento, pero no hay opción. Cla-
ro que, igual se toman la justicia por su mano, y el día
que los necesite me dan plantón. “Pero vamos a ver,
oiga. ¿No es usted el autor, el creador? Pues cuando le
venga en gana, los pone a vivir” En eso lleva razón.
Estoy aquí mareando la perdiz. Me voy a tomar un
café. A que me dé el aire, que me parece que el humo
de la leña me está afectando. “¿Y dónde guardo a tan-
ta gente? En cuanto cierre la puerta, se marchan. Pues
que se marchen. A ver quién va a cargar con estos
pesados. Mejor no me voy, por si acaso. “Oiga, se va
usted por esa puerta o le hacemos una huelga indefini-
da.”
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Texto: Rafael Tenllado Imagen: Internet
Otoño Las hojas secas
Al caer,
Lágrimas parecen
Del tiempo;
Levantan
Piel de lluvia…
Tormenta
Tarde de tormenta.
Inquieta, mi perrilla, el aire husmea
Como sí intuyese…:
Pronto ha de llamar a mi ventana.
Ignora que, la sombra aquella
Que duerme;
En el cajón segundo
De mi mesilla de noche
Y la lluvia:
Íntimos somos…
Pensando
Más triste que de costumbre
Hoy, veintinueve de Noviembre
(¿La falta de luz será acaso?)
La tarde pensando…
Resaca
Noche: casi madrugada.
En la mesilla una lámpara
Encendida, su sombra me acompaña,
“Nací un día que Dios estaba enfermo”,
También yo nací el mismo día;
Padezco sus secuelas:
Resaca de una noche de invierno…
= = =
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Un viaje a mi niñez - 2ª parte Texto: Miguel Soto Imágenes: Autor
L legamos a Sevilla a la doce, saluda-
mos a Isabel. Fui directamente a mi
cuarto, me apetecía desconectar de
todo y sentir mi silencio.
Me di una larga ducha. ¡Qué bien me sentó¡
Me cambie de ropa y aproveche para lavar la
ropa usada y tenderla en el cuarto de baño.
Cuando me tumbe en la cama perdí la noción
de todo, me sumergí en un descanso profun-
do, donde los sueños no tenían cabida pero la
recuperación física era una realidad. Eran la
dos cuando desperté.
El reencuentro con Antonio me apetecía.
Bajé. Ya estaban en el comedor Carlos, Pin y
Antonio. Saludé y cogí mi servilleta de la
estantería. Mire la mesa .Un gazpacho, al-
bóndigas con patatas fritas y fruta llamaban
mis sentidos.
-¿Qué tal el viaje? -pregunto Antonio
-He disfrutado mucho del encuentro en el
viaje con los paisajes de mi Andalucía; han
sido un regalo. En Málaga y Cádiz, el abrazo
con compañeros y amigos me han dado mu-
cha felicidad. Hemos pasado por sitios que
en mi niñez y juventud representaron “claros
y oscuros” pero siempre con el denominador
de la enseñanza. Al final aportaron a mi vida
cosas buenas.
-¿Qué tal tu encuentro con Uría? -Hablé con
el cuándo os marchasteis y la ilusión fue
grande -comentó Antonio. -Yo no sabía que
erais tan amigos, él me contó algo sobre
vuestra relación en San Miguel.
-Ha sido uno de los momentos más bonitos
del viaje, además, yo no sabía que andaba
por estas tierras y ver al amigo fue muy her-
moso, lo encontré muy bien y tan sencillo
como siempre.
-¿Sabes que estuvo a punto de salirse? Dis-
frutó de una dispensa de votos durante un
año, al final decidió seguir en la congrega-
ción.
- Me contó algo, pero comprendimos que no
era el momento, hemos quedado para charlar
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-ción. - Me contó algo, pero comprendimos
que no era el momento, hemos quedado para
charlar con más tranquilidad, estoy seguro
que Pin volverá por estas tierras. Mi vuelta
será mucho más placentera.
-¿Qué te ha parecido Cádiz? -Preguntó Anto-
nio.
-Esta preciosa y renovada, como sabéis soy
sevillano, pero me siento más identificado
con la “Tacita de Plata” y sobre todo con sus
gentes.
-Ya sabes Miguel lo que dice el dicho, -
añadió Carlos:”Señores de Córdoba, señori-
tos de Sevilla, y gente, de Cádiz”.
-Tiene razón son mucho más cercanos, apar-
te, que son con diferencia los mas graciosos.
- Me ha dicho Luis Felipe que mañana vais a
Isla Canela a ver a vuestro hermano Álvaro.
¡No paráis¡
- Hay muchos recuerdos que recuperar y po-
co tiempo. Pin y yo queremos sentirlos lo
más posible. (El nombre de Pin es como en
familia llamamos a Luis Felipe).
-Esta tarde Miguel, cuando descansemos un
poco iremos a la Estación de Autobuses a
sacar los billetes.
Quedamos a las cinco y media. Salimos a la
Palmera junto al Campo de Betis, donde me
hice unas fotos. A mí me gusta el futbol aun-
que no soy forofo, el Heliópolis era un cam-
po que está muy cerca de Pineda y a mi padre
le daban un pase para él y su familia, mi pa-
dre algún domingo nos llevaba a ver los par-
tidos, entonces el Betis estaba en tercera divi-
sión.
Cogimos el autobús número tres, bajó por el
paseo, cruzó por el antiguo puente de hierro
y nos metió en Triana. Por la ronda trianera,
torcimos al puente de la exposición con el
aroma de los cirios del Cachorro y el embru-
jo del azahar de sus naranjos y limoneros.
Sacamos los billetes, la tarde merecía un pa-
seo. El Guadalquivir con sus nuevas refor-
mas nos llamaba. Más adelante, la Maestran-
za, la Torre de Oro y el Cristina donde Pin y
yo habíamos nacido. ¡Se puede pedir más¡
Yo sentía un cosquilleo muy especial. Hacia
setenta años un niño rubio y delgadito, hacia
todas las travesuras posibles por estos luga-
res. ¡Ese niño era yo!.
-¡Mira la Maestranza¡ -dijo mi hermano.
Hacía rato que la había visto, me paré y mi
alma sintió alegría. ¡Qué guapa estaba¡
En sus aledaños estatuas nuevas: Pepe Luis
Vázquez, la Carmen de Bisset, Curro Rome-
ro, el Faraón de Camas, torero con duende y
misterio.
-¿Te parece que pasemos?
-Por supuesto,- le respondí.
Sacamos los pases y aguardamos hasta que
se formase el grupo. Una amable azafata lla-
mó nuestra atención.- Primero pasaremos al
ruedo, después visitaremos el museo, y por
último el Patio de Caballos.
Subí despacio los escalones. Quería tocar la
magia de la fiesta. Cuando pise las andanadas
y miré al albero, me quede quieto en el esca-
lón y muy bajito la salude. ¡Hola guapa ¡
Mientras la guía explicaba al grupo la histo-
ria de la plaza yo sin escucharla, la sentía.
-A su compañero no le interesa lo que estoy
contando. -dijo la azafata a Pin
-Es mi hermano, él de pequeño se crió en es-
te lugar. Somos los biznietos de Antonio Car-
mona “El Gordito“, y él, venía frecuentemen-
te con nuestro abuelo, -hijo del torero-, a ju-
gar por estas instalaciones.
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-gar por estas instalaciones.
Se acerco a mí. Era una hermosa mujer:-¿Le
puedo hacer una propuesta?
-Dígame, -dije sorprendido.
-Cuente al grupo lo que está sintiendo en este
momento, entenderán mejor el embrujo de
este lugar.
Me levanté y la acompañé:-“Por favor, -dijo
la muchacha levantando las manos. Hoy te-
nemos la suerte de contar con dos biznietos
del matador, “El Gordito”. Uno de ellos vivió
parte de su niñez muy vinculado a la Maes-
tranza, y le he pedido que os lo cuente. Sin
ninguna duda, sentiréis mejor el duende de
este lugar.
- Me llamo Miguel, hace setenta años en
compañía de mi abuelo, venía los días de co-
rrida a esta plaza, no veía el espectáculo, -en
aquel tiempo estaba prohibido para los niños-
, jugaba en los pasillos con amigos. De cuan-
do en cuando, mirábamos por la puerta de los
palcos y sentíamos los “oles”, el olor, y la
emoción. Yo me enamoré del lugar. Mi abue-
lo venía acompañado de gente de toros: el
Conde de Halcón, Salvador Guardiola, Mo-
reno Santamaría, y uno muy especial: Juan
Belmonte. Juan, vivía en el Cristina, enfrente
de la Torre del Oro lo mismo que yo, y a pe-
sar de su aspecto distante con los niños, era
un encanto. Yo lo quería mucho.
Fue una experiencia mágica, el conseguír que
nos dejasen pasar por un momento a la arena
del ruedo, sintiendo en nuestros pies la magia
del albero.
En el museo, vimos las pinturas de Goya y
las figuras de Benllure, los cuadros de los
dos genios: Joselito “El Gayo” y Juan Bel-
monte, y como anécdota la cabeza de
“Islero” el toro que mato a Manolete. Pero
sobre todo, disfrutamos de los carteles de
nuestro bisagüelo. En ese momento, se acer-
co una pareja y nos comento que eran muy
aficionados y él escribía crónicas de toros en
Salamanca, pidiéndonos alguna anécdota de
nuestro pariente. Pin y yo nos miramos y nos
salió al unisonó:”Fue amante de Isabel II”
tenemos en casa un reloj de la marca
“Posada”, de oro, dedicado por la reina “A su
querido Antonio”, -Fue muy divertido.
En el patio de caballos, le pregunté a la aza-
fata si podía subir al palco de mi abuelo. Ella
muy amable nos acompaño. Cuando llega-
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querido Antonio”, -Fue muy divertido.
En el patio de caballos, le pregunté a la aza-
fata si podía subir al palco de mi abuelo. Ella
muy amable nos acompaño. Cuando llega-
mos, nos dijo con una sonrisa:-Quédense el
tiempo que quieran, no se perderán, lo cono-
cen mejor que yo. Cuando bajen búsquenme,
tengo un recuerdo para ustedes.
Abrí el palco. Las sillas eran distintas, pero la
magia era la misma. Me senté a contemplar
la plaza, y saludé a la Giralda que vive aso-
mada al ruedo. Antes de salir, miré la silla de
Don Felipe: mi abuelo, al que tanto quería y
acaricié el sitio. Cuando salí al pasillo empe-
drado, me vi corriendo delante de Fernando
mi compañero de colegio.
Bajamos muy despacio, -como una faena de
Curro-, buscamos a Macarena -que así se lla-
ma la muchacha-, que nos entregó una copia
del cartel del gordito, y nos dio un beso.
-Hasta cuando queráis, ha sido un placer co-
noceros, esta es vuestra casa.
Hacía mucho calor. Pin propuso unas cerve-
zas, las que acepté encantado. Nos sentamos
en un chiringuito al lado de la Torre del Oro,
delante de las casas de Cristina. En el tercer
piso, las ventanas de la casa de mis abuelos.
En la del centro, hace setenta y cinco años
vine al mundo. Fue, el diez y siete de Enero
del año 1939 en plena guerra civil. Pesé un
kilo ochocientos, y mi madre Pilar era ofi-
cialmente viuda. No pude evitar las lágrimas
y mi amor para “Mama”, a la que tanto quie-
ro. Me saco de éxtasis mi hermano. Levantó
la copa y me dijo:”Por la familia”. –
Sonreímos, y continuamos soñando.
No nos apetecía movernos. Nuestros cuerpos
pegados en la lona, estaban dispuestos a reca-
lar sin prisas.
Llame a la camarera, le pregunte si podíamos
comer. Ella, nos entregó la carta de platos
combinados.
Luis Felipe pidió gazpacho y escalope con
patatas, y yo me incliné por el “pescaito fri-
to”.
Cuando nos trajeron la comida le dije a la
camarera que nos trajera dos jarras de cerve-
za, se estaba muy bien. Un gran toldo con los
colores del Betis nos daba sombra, humifica-
dores dulcificaban el clima.
- Miguel, ¿Qué es lo que más recuerdas de
este lugar?: -preguntó mi hermano.
-Son mucho los recuerdos, -le contesté. Pero
sin duda, son las personas. Cuando miro el
portal, veo a Asunción que me lleva de la
mano por las mañanas al colegio. Nos dirigi-
mos al tranvía que nos dejará en La Campa-
na, cerca de Villasis (Colegio de los Jesui-
tas). Veo a mi amigo Fernando, tirando del
paso de “Las cruces de Mayo“, mientras yo
reparto caramelos y recibo unas perras de los
vecinos. Veo a Antonio, -hermano de mi
abuelo-, salir de su casa con mujeres distintas
a las que mi “Tata” llamaba primas. Siento al
abuelo Felipe con Juan Belmonte y el mar-
qués de Villabragima (hijo del conde de Ro-
manones) dirigirse a la parada del “Verde”,
tranvía que los esperaba. Veo a Miguel (el
tranviario) quitarse la gorra y decir con so-
lemnidad “Buenos días señores”. Pero sobre
todo a mi abuela Teresa, con su traje azul
marino con puños y cuello blancos dándome
achuchones y regalándome esa sonrisa eter-
na, diciéndome cuanto me quería. Pin: fueron
años muy bonitos, y me traen muchas nostal-
gias.
-Miguel: tú fuiste un privilegiado.
-Sin ninguna duda, -le respondí. -Fui el nieto
preferido y el ahijado más querido. Esa situa-
ción tuvo un recorrido hermoso y un final
manipulado. Con el nacimiento del
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manipulado. Con el nacimiento del primo
José Luis -hijo de mi tío Pepe y mi tía Ga-
briela- mi situación cambió de repente. Se
inventaron situaciones poco dignas y total-
mente falsas, para que volviese de nuevo a
casa de nuestros padres. Nunca quedo claro
el cambio de aptitud. Al cabo de muchos
años con motivo de la Feria de Sevilla, pase
por casa de mi padrino y hablando de recuer-
dos yo -sin cortarme un pelo- saque el tema,
y por la aptitud adoptada por los presentes
comprendí que había sido un montaje, y que
la leyenda que se creó solo había sido para
alejarme, ya que el nuevo “favorito” había
llegado. Mi vida podía haber cambiado, pero
lo cierto es que mi “historia” ha sido la que
yo quise que fuera y el “podría”, nunca me
preocupo lo más mínimo.
Cuando terminamos de comer, nos acerca-
mos al portal nº 3, y pidiendo permiso
subimos al tercer piso. Acaricié el portón, era
el mismo. Llamé al timbre pero no contesto
nadie. Del portal de enfrente salió una joven
y nos dijo que los inquilinos estaban en Ita-
lia. Le pregunte si era familia de Antoni y
Velón -vecinos de mi niñez a los que yo que-
ría mucho-, y nos respondió, que ella era nie-
ta de una hermana de Antonio. Entonces le
explique quien éramos, y nos invito a entrar,
ofreciéndonos café. A continuación, nos pre-
sentó a su marido y a sus dos hijos, y mien-
tras degustamos el rico brebaje, estuvimos
viendo unos álbumes con mi presencia en
muchas fotos. Finalmente, nos despedimos
con un fuerte abrazo.
Salimos a la calle, hacía calor. Cogimos un
taxi, y al llegar y entrar en mi habitación in-
mediatamente, fui a la ducha. Al refrescar mi
cuerpo pasaron por mi mente todos los re-
cuerdos vividos. Estando secándome, cuando
me llamó mi hermano: -Descansa un poco -
me dijo-, pues esta noche nos invitan a cenar
mis antiguos alumnos.
Me tumbé en la cama, y me deje llevar por el
cansancio.
A las ocho y media paso Pin a recogerme.
-Vamos despacio dándonos un paseo. Hemos
quedado en el restaurante Triana al lado del
monumento a Juan Belmonte, es bonito y se
come muy bien.
Bajamos por la Palmera, y cuando llegamos a
los jardines de Cristina, cruzamos la avenida
y tomamos el puente de San Telmo. Al llegar
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Bajamos por la Palmera, y cuando llegamos a
los jardines de Cristina, cruzamos la avenida
y tomamos el puente de San Telmo. Al llegar
al centro le dije a mi hermano que quería sa-
ludar al rio Guadalquivir. Me apoyé en el
pretil, estaba caliente, miré el agua que co-
rría sin descanso me sorprendió lo limpia que
estaba. Cuando era pequeño, el rio era nave-
gable y grandes barcos surcaban su curso.
En Semana Santa venían buques de la Arma-
da Española, atracaban en la dársena de la
Torre del Oro y cuando por el puente de
Triana pasaban las procesiones las ilumina-
ban con sus potentes focos. Yo recuerdo un
paso del Cachorro, iluminado como algo má-
gico.
Hoy en día el rio se utiliza para eventos de-
portivos y sobre todo como campo de entre-
namiento para equipos de élite en la discipli-
na de embarcaciones ligeras -canoas, traine-
ras, etc.
Mire las orillas y recordé mi pasado: muelles
repletos de mercancías, estibadores ejercien-
do su trabajo, pescadores de caña con la lata
de cebos y bota de tinto.
En los pilares del centro niños bañándose en
las aguas peligrosas, los más osados subían al
puente arrojándose desde su pretil, -el mismo
donde yo estaba apoyado soñando.
Alargue las manos y sin tocarlas las acaricie
y salió de mi corazón el poema de Antonio
Machado.
¡Oh Guadalquivir!
Te vi en Cazorla nacer;
Hoy en Sanlúcar morir.
Un borbollón de agua clara,
Debajo de un pino verde,
Eras tú !que bien sonabas¡
Como yo, cerca del mar,
Rio de barro salobre,
¿Sueñas con tu manantial?
Levante la vista. La Torre del Oro sonreía, la
Giralda en la lejanía me contemplaba, en el
tercer piso del Hotel Cristina, un niño asoma-
do al balcón soñaba con ser mayor.
-Vamos Miguel que llegamos tarde; -dijo mi
hermano. Acaricie el pretil y volviéndome
dije : !Que bonito es¡
Cogimos la calle Betis y contemplamos Sevi-
lla. ¡Estaba guapa¡
Al llegar al monumento de Juan Belmonte le
dije a Pin que me hiciera unas fotos. Contem-
ple la escultura de hierro, obra del escultor
salmantino Venancio Blanco, el “Pasmo de
Triana, “le llaman al torero que mira la
Maestranza con su mentón prominente y ese
estar de ser torero. Le salude con cariño y
hablándole bajito le agradecí las caricias que
me regalo cuando en el Circulo de Labrado-
res en la calle de la Sierpe me sentaba en sus
piernas y le contaba mis travesuras. Cuando
me levantaba, metía su mano en el bolsillo
del chaleco y me daba una “perra gorda “y
dirigiéndose a mi abuelo le decía, “este chi-
quillo tiene planta de torero”.
En el restaurante nos esperaban los alumnos
de Luis Felipe: presentaciones y saludos, ri-
sas, y algún atisbo de emoción. Teníamos
reservada una mesa desde donde contemplá-
bamos el Guadalquivir. La cena muy rica:
entrantes con jamón de Jabugo, gambas de
Huelva, langostinos de Sanlúcar,” los ra-
yaos”, más frescos que el agua. Yo como pla-
to principal, me tome un lenguado de estero.
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Seguro que de Cádiz, con unos lomos que
parecían cuatro alfombras. Para postre: unos
pastelillos de las monjas del Postigo, que un
tal Luis había llevado. Se hablo de todo, po-
niendo hincapié en recuerdos y aventuras
compartidas por todos hacia ya algunos años.
Despedidas y hasta pronto. El de las yemas
nos llevo a nuestra casa. Antes de despedir-
nos le entregaron a Pin una colecta que ha-
bían reunido para ayuda a Nemba.
Mi hermano estaba emocionado.
-Me voy a la cama: le dije. Mañana a las sie-
te y media en el comedor para desayunar.
Que pases una buena noche. Lo he pasado
muy bien.
Me tumbe en la cama. El bueno de Morfeo
apareció enseguida, para transportarme a la
orilla del rio. ¡Mi Guadalquivir¡
(Continuará)
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16
El costo de sobrevivir (3ª parte)
(Oficio en extinción)
Texto: Carlos Bernardino Imágenes: Internet
A lternaba Fernando por entonces su
tiempo, a este aprendizaje en las ma-
ñanas, evidentemente sin beneficio
económico alguno, con el retoque de negati-
vos que le suministraban dos Estudios. En la
tarde, acudía al Estudio de un viejo amigo, -
veinte años mayor, y del que fue compañero
en el primer estudio en que trabajó, para co-
laborar en el laboratorio- que había llegado a
establecerse en el Paseo de Extremadura.
Ambos ingresos, eran destinados por él, al
común de los gastos existentes en casa, como
parte de ayuda a su sustento. Excluyendo
alguna cantidad, -siempre de acuerdo con sus
padres., que reservaba para sus pequeños
gastos. Gastos, que no superaban dentro de
sus exiguas posibilidades, lo que otros jóve-
nes de su misma edad se podían permitir. Su
sentido del ahorro le llevó inmediatamente al
ser licenciado del ejército, a abrir una libreta
de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de
Madrid, en la cual comenzó periódicamente a
depositar las pequeñas cantidades que le eran
permitidas.
En estas fechas conoció a una jovencita de
manera accidental, de la que quedo enamora-
do inmediatamente, sintiéndose muy feliz al
comprobar que era correspondido. Transcu-
rrido un tiempo y sintiendo consolidado el
noviazgo, comenzó a pensar seriamente en
afianzar su matrimonio en un próximo futu-
ro.
Para ello, no dudó en acentuar sus esfuerzos
para conseguir cuanto antes, una consolida-
ción de ingresos. Estos, deberían provenir de
sus comprometidas y nuevas actividades. Pa-
ra conseguirlo, redobló sus energías con tal
entusiasmo que, tanto en el aprendizaje de
engastador, -en el que al poco tiempo ya eran
remunerados sus trabajos- como en las otras
fuentes de ingresos, vio como de manera gra-
dual se veían incrementados sus pequeños
caudales.
Siendo testigo, -como podéis observar- de los
problemas económicos con que se enfrentaba
para llevar adelante su propósito sentimental,
no cejaba en aconsejarle en el no abandono
de su profesión.
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A través de las conversaciones que sostenía-
mos en nuestros periódicos encuentros en
este sentido, su contraria opinión a mis per-
manentes reflexiones acerca de la profesiona-
lidad adquirida, que con tanto esfuerzo consi-
guió, invariablemente, me comunicaba su
determinación irrevocable a continuar en
ella. Tan rotundo era al respecto, y con tal
firmeza que, no me cupo la menor duda so-
bre su inalterable decisión. Por ello llegue a
la conclusión de que mis observaciones no
solo eran inconsecuentes para él, sino que
venían a alterar su estado de ánimo hasta el
punto de poner en cierto riesgo nuestra amis-
tad. Afortunadamente este afecto entre noso-
tros permaneció firme y sin fisuras. Incluso
se acentuó, al ser finalmente bien interpreta-
dos “mis permanentes consejos” por el bueno
de Fernando.
Al llegar a este punto de mi narración, queri-
dos lectores, debo dejar constancia de un he-
cho que se produjo en el acontecer de la vida
de Fernando, que para su bien, el destino le
tenía reservado. Así sucedió para su sorpresa
algo que por inesperado, le propicio un re-
pentino cambio de planes para su próximo
futuro.
Este hecho se produjo a través de una llama-
da telefónica, en la que un amigo de avanza-
da edad, representante de Cartonajes para
fotografías, le participaba el interés por él
como profesional, del dueño del Estudio Fo-
tográfico Saus sito en la calle de Conde Pe-
ñalver. Para ello le solicitaba mantener una
entrevista. La oferta que le proponía, era en-
cargarle la dirección de un nuevo Estudio,
que abriría en el Barrio de la Concepción co-
mo sucursal.
En principio, su reacción ante este ofreci-
miento fue negativa. Así se lo comunico al
buen amigo, al que agradeció el interés de-
mostrado. Las razones que aporto para ser
interpretado fueron, su determinación ya for-
mada en cambiar de profesión, y no abando-
nar ahora después de tanto empeño como la
dedicación que había puesto en ella.
La respuesta recibida por el señor Saus al no
corresponderse con la esperada, lejos de con-
trariarle, le condujo esta vez a insistir en el
ofrecimiento pero, ahora lo haría de manera
personal. La insistencia –como se supo des-
pués- fue debida a los informes muy favora-
bles dados por el representante acerca de la
profesionalidad de Fernando.
Finalmente por el interés demostrado, Fer-
nando accedió a la entrevista solicitada.
Cumplida la misma, con sólidos signos de
seriedad que conllevaba la formación de un
contrato laboral, quedaron establecidas las
formalidades convenidas por ambas partes
para el desempeño de sus funciones.
A partir de este momento, dio comienzo en
su vida profesional, él futuro por el que tanto
lucho. A partir de ahora, desplegaría cuanto
guardaba en su fuero interior con respecto a
la expansión artística. Las limitaciones sufri-
das en su creatividad, habían terminado. Esta
libertad de acción, significaba para él tanto o
más que la parte económica.
Por aquellos años el auge de inversión como
negocio en el “campo” de la fotografía, fue
debido a la escasez de medios disponibles en
el ámbito social. Debido a ello, la totalidad
de acontecimientos sociales: bodas, bauti-
zos, comuniones, carnavales, y mantillas de
Semana Santa, debían acudir inevitablemente
a los estudios fotográficos, para así poder
perpetuar para el recuerdo el acaecimiento.
Estos eran básicamente, los nutrientes eco-
nómicos mantenedores de esta industria.
Y en aras del éxito comercial, se apresuraron
las obras y gestiones a realizar, para que la
apertura del Estudio fuera a mediados del
mes de Abril del año de 1956.
18
mes de Abril del año de 1956. Fechas estas,
en las que del mes de Mayo, daban comien-
zo las celebraciones de bodas y comuniones.
El propósito se vio cumplido con la inaugu-
ración, en la fecha deseada, dando al poco
tiempo los resultados esperados: muy positi-
vos en la parte económica. En estas fechas
Fernando estaba a punto de alcanzar los vein-
ticinco años, ya que su nacimiento, como po-
demos recordar se produjo en Marzo de
1931. Para entonces, debido a su carácter co-
municativo, había ido adquiriendo desenvol-
vimiento en el trato social. Cualidad esta que
hoy le era muy necesaria, para el cargo que
comenzaba a desempeñar. Su naturalidad y
dinamismo, le condujo a darse a conocer en-
tre los comerciantes del entorno, con los que
rápidamente conecto para ir desarrollando
unas sanas amistades.
Consolidado este propósito, comenzaron los
primeros éxitos al ir comprobando de forma
gradual, como aumentaba el número de
clientes. Con ello veía asegurado sus ingre-
sos, los cuales, contribuirían a asegurar de
manera definitiva las posibilidades de él en-
grose de sus ahorros para llegar a conseguir
su propia vivienda.
En ello estaba, cuando a través de un amigo
consiguió una información sobre la favorable
y posible adquisición, de su futuro hogar. Las
condiciones para conseguirlo fueron: una en-
trada de 25.000 Pts. a la solicitud, siendo a
pagar el resto hasta la cifra total del costo de
174.000 Pts. durante los siguientes 50 años.
El hacer alusión a estos datos, contrastados
con los precios actuales de los pisos, nos
puede producir la sensación del escaso es-
fuerzo que Fernando debía soportar, para
afrontar esta amortización.
Para interpretarlo, debemos trasladarnos cin-
cuenta años atrás. Pues en aquellos años, los
ingresos económicos de los españoles no se
correspondían con los actuales. Solo aquellos
que pervivan como Fernando y yo, saben
bien los sacrificios que debíamos pasar para
pagar las que hoy parecen por el tiempo pa-
sado, exiguas cantidades.
19
Elementos técnicos que contribuyeron al derrumbe de los Estudios fotográficos
Los cuatro años siguientes a este aconteci-
miento, pasaron para ante él, con una lentitud
insoportable. Pues conforme a sus planes, el
año de 1960 había sido el determinado para
su propósito matrimonial. Así aconteció que,
su contrariedad con la parsimonia del correr
del tiempo, se vio alejada de su ánimo en la
mañana del día 20 del mes de Enero del año
de 1960. Esta fecha, la determinó el escaso
trabajo existente en esta época del año en el
Estudio. Muy lejos de contrariarle la decisión
sobre el día elegido para su boda, lo acepto
de muy buen grado. Era tan firme el deseo de
ver realizada la etapa que para él era la más
importante de su vida, que no opuso ningún
impedimento para verla formalizada.
El día del hecho, amaneció con una nevada
mayúscula. Este acontecimiento, ni a él ni a
mí nos afecto en absoluto, para encaminarnos
juntos hasta la Iglesia ubicada en el Distrito
de Vallecas. Renunciando así, a ser conduci-
do a bordo de un magnifico Cadillac, previa-
mente alquilado en Autos Alcalá. En su de-
fecto, viajamos al encuentro de la novia, en
el tranvía de la línea 17 que hacía el recorri-
do desde la Glorieta de Quevedo hasta Valle-
cas. El motivo fue viajar por última vez en él,
después de que durante unos largos siete
años, vino haciéndolo a diario.
Transcurrida la ceremonia, solamente las dos
familias de los novios, acudieron al restau-
rante para el disfrute del ágape de celebra-
ción.
La circunstancia económica, fue determinan-
te para renunciar a la celebración entre fami-
liares y amigos. La incapacidad de liquidez
por parte de padres y suegros lo impedía. Y
Fernando con entereza, vino a hacer com-
prender a ambos su negación a aceptar la de-
pendencia, para celebrar el evento, con la
aportación financiera de los invitados, tal co-
mo le proponían. Este planteamiento le pare-
ció tan vergonzoso, como indigno para sus
principios. Por ello, no sintió cortedad algu-
na, para explicarlo así a los más próximos.
20
principios. Por ello, no sintió cortedad algu-
na, para explicarlo así a los más próximos.
El extenderme en estos “aparentes” porme-
nores, concurren acerca de las vivencias de
este hombre y buen amigo. Mi deseo única-
mente, es poner de manifiesto la capacidad
inteligente demostrada por él una vez más,
acerca de su sentido real de la interpretación
de la economía, huyendo así de los prejuicios
sociales. Esta faceta de su personalidad, co-
mo resolución al problema planteado, unido
hasta lo relatado aquí desde el principio, le
sirvieron -como más adelante se verá-, para
resolver los desalientos que por inesperados,
debió enfrentarse en el devenir de los años.
A finales del mismo año de su boda, el matri-
monio fue bendecido con la llegada de su
primer hijo. Con tan significado aconteci-
miento, se alcanzaba con desbordante alegría
el ciclo familiar. La aparición de este mozal-
bete, y el transcurrir del tiempo, les llevo a
pensar en la necesidad de conseguirle un her-
mano que le hiciera compañía. Y así, dos
años y medio después, nuevamente “la cigüe-
ña” visito este hogar. Correspondiendo a su
ilusionada solicitud, con un rubito hermano,
para solaz y júbilo del primogénito.
Con esta nueva incorporación a la familia, el
matrimonio, dio por completada -conforme a
los planes concebidos-, la etapa correspon-
diente a la planificación familiar. Esta deter-
minación venia relacionada directamente,
con la buena administración de sus recursos
económicos, para el desarrollo futuro previsi-
ble de sus componentes.
Consecuentemente en el transcurrir del tiem-
po, la aplicación de esta filosofía de régimen
político-económico familiar, aporto a la pare-
ja posteriormente, un permanente estado de
bienestar económico.
Este seguimiento realizado por mí de cuanto
comento, me llevó a la aplicación del mismo
para mi matrimonio, el cual se produjo años
después. Y puedo afirmar aquí que, su apli-
cación me produjo el mismo beneficioso re-
sultado. El dilatado resumen que expongo
acerca de la vida de Fernando, -sinceramente
creo merecido- se debe a la azarosa vida en
que se desenvolvió su existencia, y de las que
supo escapar victoriosamente.
En relación a ello, su primer fracaso se pro-
duce después de catorce años, de llevar su-
puestamente consolidada, la dirección del
Estudio de fotográfico.
El inicio de la decadencia del negocio de la
fotografía, lo produce la evolución dentro de
ella, en el campo no profesional. La apari-
ción en el mercado, de nuevas y sofisticadas
maquinas fotográficas, así como videocáma-
ras de captación de imágenes en movimiento
dio lugar, a que de manera progresiva, se vie-
ra disminuida la asistencia de
21
dio lugar, a que de manera progresiva, se vie-
ra disminuida la asistencia de público a los
Estudios. Estas costumbres sociales, adquiri-
das desde el invento de la fotografía profe-
sional, evolucionaron tan bruscamente, que
vinieron a dar término a este tipo de negocio.
Solo continuaron en el medio profesional, los
dedicados al mundillo del reportaje. El reali-
zado mediante en concertadas exclusivas;
bodas y comuniones en Iglesias y en locales
de celebración de estos eventos.
Para Fernando, estos hechos no supusieron
ningún sobresalto, al prever cuanto sucedía.
Esto le suponía la repercusión, nada lejana,
de la desaparición de sus ingresos.
Por ello, lejos de caer en la desesperación,
supo anticiparse a la adversa situación en la
que se encontraba, en busca de soluciones.
La idea más favorable que se le ocurrió, fue
emprender un negocio en el mismo barrio,
mediante la apertura de una tienda de venta
de papel pintado. Para la realización de este
proyecto, conto con el apoyo de uno de sus
cuñados, que regentaba una tienda en la loca-
lidad de Villaverde. El desconocimiento de
este negocio era total por parte de Fernando
pero, la introducción en el en compañía de su
futuro socio, le suponía una garantía para lle-
gar a conocerlo.
Su aportación en él al margen del económico,
era muy valorado, debido al ser muy conoci-
do por los habitantes del barrio. Pues en el
transcurso de catorce años, contaba con la
certeza de haber retratado a gran parte de su
población. La buena relación con toda su
clientela, le llevaba a pensar que, inicialmen-
te contaría con su asistencia para consumir
sus nuevos productos.
Para la consecución de este plan, sin abando-
nar el Estudio, al quilaron un local en la calle
de Virgen del Val nº 25. Conseguido el con-
trato, Fernando cumplimentó todos los reque-
rimientos exigidos por el Ayuntamiento para
la apertura. Y tiempo después pudo ver, co-
mo su proyecto se hizo realidad mediante la
inauguración del nuevo y prometedor nego-
cio.
A partir de este momento, por la proximidad
Fernando vigilaba la tienda. En la misma,
una joven dependienta ejercía las ventas de
sus productos. Su cuñado, que rara vez hacia
acto de presencia, acudió un día cuando aún
no habían pasado tres meses de la apertura,
para hacerle una inesperada propuesta.
He de hacer un inciso para añadir que, en al-
gún momento a alguien oí decir que, los ne-
gocios a medias no suelen ser buenos. La-
mentablemente para el caso que nos ocupa,
resulto ser una triste realidad.
Impensable fue para él, la propuesta de su
cuñado. Esta fue, su renuncia a la sociedad.
El negocio seria para él, o en su defecto, Fer-
nando quedaría como propietario del mismo,
recuperando él la parte invertida.
22
recuperando él la parte invertida. Ante tan
inesperada contrariedad, su reacción fue ter-
minante. Le devolvería su dinero, y no re-
nunciaría en manera alguna a lo que comen-
zaba a ser para él, - a pesar del desconoci-
miento del negocio - la solución de su futuro.
No obstante, le hubo de reprochar su mala
conducta, al faltar a la palabra dada. Y asi-
mismo, estando enterado de las dificultades
con las que se iba a enfrentar para hacerse el
solo con el negocio. Pero estas quejas y re-
proches, no le sirvieron para excusarse. Muy
lejos de hacerlo, se limito a contestar: “yo no
soy rio, y por lo tanto me vuelvo”. Ante tal
insolencia, Fernando solo pudo responder
que, a partir de aquel momento sus relacio-
nes habían concluido. Este acontecimiento,
por imprevisto, vino a precipitar la interrup-
ción de su trabajo en el Estudio. Pues a partir
de aquel momento, necesitaba destinar todo
su tiempo, para consolidar su plan en esta
desconocida industria Para ser sustituido en
él, acudió a entrevistarse con su jefe para
anunciarle su decisión, y darle el tiempo que
juzgara necesario para reemplazarle.
Después de ser enterado, el jefe, en evitación
de su marcha vino a proponerle un considera-
ble aumento de sueldo. Oferta, que Fernando
inmediatamente rechazó. Su argumentación
hizo referencia a dos razones: la primera, fue
debida a la negativa constante de aumentos
salariales, muchas veces solicitados. Y la se-
gunda: la inseguridad que ofrecía para su
futuro, la permanencia en esta profesión.Las
alegaciones de ambos motivos -según expli-
có-, le obligaron a buscar solución a el grave
problema que sobre su devenir le presentaba.
Esta medida tomada, le beneficiaba no sola-
mente por un aumento en su economía; de la
misma manera le resultaba estimulante, en
cuanto a su independencia y libertad.Ante
estas manifestaciones, su interlocutor, al no
encontrar argumentos en contra, le propuso
la entrega de un documento firmado por él,
en el que iba a hacer constar las observacio-
nes más favorables para él, así como la buena
conducta en todas las obligaciones en el
tiempo de su trabajo. Fernando, después de
agradecer este halago hacia él lo desestimó.
Y lo hizo por considerar, que quien realmen-
te puede hacerse merecedor de la confianza
ajena, es aquel que con su compostura y buen
hacer, lo demuestra. El encuentro que tomo
la forma de una entrañable despedida, con-
cluyó como no podía ser de otra manera, con
la degustación de unas cervezas en la muy
afamada Cruz Blanca situada en la calle de
Goya. (Continuara)
(Continuara)
23
NOSTALGIA
TEXTO: Marisa Ramírez Imágenes: Internet
Nostalgia tengo de sentir nostalgia…
Amiga, motor de mi existencia.
Vivo con ella y gracias a ella.
Me guía como estrella en el cielo.
No es tristeza (a pesar de lo que digan).
Sonrío cuando la siento.
No es desesperanza (como algunos piensan).
Tampoco el rictus de mi boca, incógnita constante que mi rostro refleja.
Es amiga fiel que nunca me abandona.
Tú y yo, amigo mío, bien sabemos lo que significa;
Aquello más profundo de nosotros. Ellos la llaman Nostalgia.
Nosotros…camino.
24
PAOLA
Texto: Miguel Soto Imágenes: Internet
L e gustaba la braza, su padre
siempre le decía de pequeña
“es el mejor estilo para na-
dar en el mar”. Cada brazada le
traía un recuerdo. Sentía los brazos
de él en el vientre. “Yo te sujeto, no
tengas miedo”. Nunca lo tuvo, él le
daba seguridad. Se dio la vuelta en
la toalla, una gran bóveda azul lle-
naba su vista, dejo la mente en blan-
co, sintió como las olas la acunaban.
Miles de pequeñas estrellas de cuar-
zo se pegaban a sus pies…
Oía la monotonía de las mareas, el
golpear de las olas, del océano. Le-
vantó su cuerpo apoyando los codos,
unió al sonido, la vista del agua; En-
tendió que el monótono run, run,
era su lenguaje. Su papel en la vida.
El mar, cuenta, escucha, renace,
muere, es el principio y el fin de his-
torias. Narrador inagotable de he-
chos, libertador de ilusiones, cofre
de secretos, tumba de misterios. La
vio nacer, le enseño a jugar, le dio la
prudencia, sustento necesario, con-
verso con ella, le regalo alegrías y
penas, fue la niñera fiel y eterna. Es-
cucho los amores, los deseos, le
acompaño en los sueños susurrando
una nana, acaricio el cuerpo dándo-
le la vida. Ella lo siente como “El”
amigo que siempre estará, en el mo-
mento adecuado.
25
amigo que siempre estará, en el mo-
mento adecuado.
. Seguía mirando al mar, estaba
tranquilo, en el reflejo de las olas se
veían peces que jugueteando.
En la orilla pequeñas burbujas ha-
cían saltar la arena húmeda, Paola
sabia porque. Eran las navajas que
abrían sus conchas creando aire que
buscaba la superficie. Oteó para am-
bos lados, estaba sola, con ella el
océano, la arena, el sol. Se bajo las
tiras del bañador, acomodo la toalla
en la arena y relajándose en ella em-
pezó a tomar el sol. Un dulce sopor
le invadió, se dejo llevar, no quería
pensar en nada quería sentirse libre.
El golpe del aire de levante le hizo
abrir los ojos un trozo de alga le dio
en la mejilla, sintió el calor en su
piel se dio la vuelta y recostándose
de nuevo se dejo llevar por el sue-
ño…Aquel ruido diferente, monó-
tono, logro despertarla de su letar-
go. Un pequeño barco se acercaba a
la orilla. Un hombre manejaba un
torno que recogía las redes. No lle-
vaba camiseta la piel morena brilla-
ba con el sudor. Paola observaba los
movimientos del marinero, Que co-
giendo un bichero, tiró con fuerza
de la red derramando su contenido
en la cubierta, multitud de peque-
ñas almejas brillaban al sol.
Cuando llegó la barca, donde estaba
la muchacha, paro el marinero el
motor lanzando el ancla.
Paola se levantó y acercándose a la
orilla se dirigió al muchacho.
-.Buenos días. El pescador levantó la
cabeza, izó una mano en forma de
saludo. -.Buenos días -.Qué está pes-
cando?.-. Clochinas, respondió el
barquero.
-.Clo…¿Qué?
En el rostro del muchacho apareció
una sonrisa, agachándose cogió un
puñado de la captura..Son como al-
mejas, mas pequeñas y con sabor di-
ferente. ¿Tú no eres de aquí?
- Soy italiana, estoy en Puerto Real
estudiando el Estero. -. Acércate y
te las enseño. Permíteme un consejo
deberías ponerte la camiseta tienes
la piel muy roja, este sol, es muy en-
gañoso ¡hay que tener cuidado¡-.
Eres la tercera persona que me lo
dice. Se acercó donde estaba la toa-
lla y cogió la camiseta. El muchacho
no dejaba de observarla: era guapo,
pelo negro, piel bronceada y ojos
azules, como el agua.
Paola fue hacia la orilla cuando el
agua toco su piel caliente un escalo-
frió recorrió el cuerpo. -.Agárrate a
mi mano, dijo el marino. Coloca los
pies en el costado y te subo.
Paola la cogió, era fuerte-. Me llamo
Federico. –Yo soy Paola - dijo ella.
-. Yo soy Paola.
26
La sopa de la felicidad
Texto: Marisa Ramírez Imágenes: Internet
M ari Puri, abuela y nieta respectiva-
mente.
Cuidaban de un pequeño huerto,
donde todo crecía si ninguna dificultad, pues
No necesitaban regarlo, ni que la lluvia em-
papara la tierra. Crecía por qué sí y ya está.
Ellas no se preocupaban de nada. Todo esta-
ba bien, sin ningún tipo de problema, era lo
normal ¿para qué preocuparse si las cosas
estaban como debían ser?
Tengo que hacer una pequeña aclaración.
Mari Pili y Mari Puri, eran abuela y nieta,
pero también brujas; tenían verrugas en la
nariz, los pelos tiesos, escobas voladoras,
narices grandes y puntiagudas, ojos bizcos…
En un caldero de cobre, hacían una maravi-
llosa sopa, que era lo que traía la alegría y
abundancia al bosque. Desde luego olía de
maravilla.
Precisamente ese “olorcillo”, hizo llegar has-
ta la cabaña, a aquel caballero triste y llorón,
montado en un hermoso corcel negro. Llamó
a la puerta, esperando pacientemente que le
abrieran, ¡Jesús que bien olía!
Cuando aquella se abrió, el caballero, se lle-
vó un susto espantoso.
_.Buenos días caballero, ¿Qué podemos ha-
cer por usted buen hombre?
Los ojos bizcos de Mari Pili, Le miraron con
curiosidad, pues en su vida había visto al-
guien, con un sofocón de aquel tamaño.
_ ¿llora usted de esa manera, por lo fea que
soy, o tiene otro problema, ajeno a mi cara?
Se lo digo, para que esté preparado cuando
vea a mi nietecita, que es un poco más nari-
zotas que yo, pero tiene los ojos azules…
27
-zotas que yo, pero tiene los ojos azules…
¡Madre de dios! qué cosa tan horrible de mu-
jer (pensó el caballero) que susto llevo en el
cuerpo. Esto no esperaba ¡Si huele de mara-
villa! ¿Cómo puede ser tan poco agraciada?
… y una gruesa lágrima, se deslizó por su
mejilla, como era costumbre.
_. Pase, pase, no se quede en la puerta, que se
puede usted enfriar, y cierre la boca que le
pueden entrar moscas.
Mari Puri, apareció en la cocina, para remo-
ver el caldero que contenía la sopa de la feli-
cidad, saludando amablemente al visitante,
como si le conociera de toda la vida.
La respiración del caballero, paró durante un
breve segundo. Tragó saliva. si la cara de la
abuela, resultaba difícil de mirar, la de la ni-
ña, ni te cuento.
_. Pase y siéntese, si quiere puede comer con
nosotras, aquí son todos bien recibidos…Que
señor tan llorón, pensó Maripuri.Con un poco
de suerte, quitaremos la pena a este señor;
en cuanto pruebe la sopa de la felicidad, to-
dos sus males se marcharan para no volver.
Una vez puesta la mesa y servidos los platos,
Hipólito, Que así se llamaba el señor, la cosa
comenzó a cambiar.
El milagro se produjo y a la segunda cucha-
rada que ingirió Hipólito, comenzó a cambiar
la expresión de su cara.
Apareció una bella sonrisa, a la tercera, dejó
de llorar, a la cuarta ya no salía nada de sus
narices, a la quinta tiró el pañuelo, a la sexta,
empezó con una tímida, sonrisa, a la séptima,
se reía como nunca; incluso el mismo se
asustó. Jamás, había escuchado ese sonido,
salir de su garganta. A la octava, le entraron
ganas de bailar. No lo hizo por si le tomaban
por un loco. A la novena, bailó como un de-
sesperado, feliz y contento, a la décima, todo
resultó maravilloso.
_. Cuando Hipólito, dirigió su mirada hacia
la muchacha, algo había cambiado ¡Qué be-
lleza! no puedo creerlo ¿Es un milagro?
_. No señor, la sopa es normal y corriente,
solo está hecha con amor y unos ingredientes
que están al alcance de todos, el secreto con-
siste, cómo quiera bebérsela uno, si feliz o
triste, según se elija, el mundo cambia, aun-
que no todos sean conscientes de ello. Dais
demasiada importancia a cosas que no la tie-
nen. La vida es muy sencilla si se quiere. La
fealdad y la belleza no es real, es sólo el re-
flejo de unas reglas establecidas que nos atra-
pan, dejándonos totalmente infelices.
_.!Castañas! qué fácil es todo si se piensa de
esa manera,. No comprendo cómo no lo he
visto antes.
_. No es de extrañar Don Hipólito, con la
tristeza que traía usted, es un milagro que
llegara hasta aquí, pues este lugar poca gente
lo encuentra.
_.Bellas damas. Voy a permitirme pedirlas
unos favores, si tienen a bien concedérmelos.
_. Por su puesto, cuente con ello._. Mil gra-
cias. El primero, darle a mi corcel, un poqui-
to de caldo para que deje de berrear todo el
día…. Me encantaría, oírle relinchar con ale-
gría, como tiene que ser.
_. Concedido.
28
_. Concedido.
_. El segundo, mandar un poco de este man-
jar, a mi reino. Como tanto lloramos, no vie-
ne nadie a visitarnos y los niños no son feli-
ces.
_. Hecho.
_. Por último, quedarme aquí con ustedes y
ayudarlas con las labores del huerto. Y si me
lo permite, Doña Mari Pili, cortejar a su hija,
quizás con el tiempo podamos llegar a algo
más que una simple amistad.
Mari Puri se sonrojó, mientras que la abuela
mostraba una amplia sonrisa, llena de felici-
dad.
Todo concedido caballero. Su alma es limpia
y noble sus sentimientos. En este lugar no se
necesita más.
¡Y colorín, colorado, este cuento se ha acaba-
do.!
Buenas noches -dijo la abuela, levantándose
del sillón de los cuentos hermosos.
Que soñéis cosas bonitas.
Después de llenarla de besos, sus nietos fue-
ron a la cama, a seguir soñando.
29
FUENCARRAL - EL PARDO
Texto: Félix Bernardino Imágenes: del autor
E s este distrito desde antiguo, el mayor
de la capital de Madrid. Este naciente
pueblo, mantiene el sabor ambiental
de épocas pasadas. Sus edificaciones, aunque
se vieron alteradas y derribadas posterior-
mente, algunas, fueron construidas de nueva
planta para mantener así una armónica cons-
trucción. Las plantas bajas de muchas edifi-
caciones, fueron destinadas a bodegas y cua-
dras. Abundaron igualmente en ellas la edifi-
cación de garajes. Otras fueron destinadas a
patios, los cuales fueron ornamentados con
variedad de plantas y rosaledas.
En su entorno fueron construidas edificacio-
nes vanguardistas comerciales. El más desta-
cado como excepción hasta el momento ac-
tual, es el de la Vaguada.
Esta obra proyectada por Cesar Manrique –
insigne arquitecto canario-, consta de dos
plantas a bajo nivel de calle. Su iluminación
es natural y cenital, mediante la instalación
en su techumbre de una gran superficie de
cristaleras. Por su originalidad y belleza, la
obra fue galardonada con un destacado pre-
mio a su ingenio arquitectónico.
Muy inmediata a este espacio se encuentra la
ciudad de la Banca. Este centro fue construi-
do por el Banco de Santander en las Tablas.
Con las torres Kio, en la plaza de Castilla, y
las Cuatro Torres próximas a él, hacen de
este entorno de desarrollo de diseño de van-
guardia, uno de los lugares más emblemáti-
cos de la capital de Madrid. La zona goza por
su magnitud, se encuentra dotada de un am-
plio servicio de medios de transporte público
de locomoción, tanto de superficie como el
subterráneo metropolitano.
El frondoso bosque de El Pardo, -atravesado
El frondoso bosque de El Pardo, -atravesado
por el rio Manzanares y encauzado
30
por el rio Manzanares y encauzado a su lle-
gada a la capital-, solo puede ser contempla-
do desde los cómodos asientos de los trenes,
que lo cruzan en dirección a la Sierra de
Guadarrama. Su prolífera vegetación com-
puesta de Encinas, Pino mediterráneo, Alcor-
noques, Castaños, Álamos, Fresnos, Abetos,
Jaras…cobijan una importante fauna: Cor-
zos, Gamos, Jabalís, Gato Montes, Zorros,
Tejones, Ginetas…Igualmente su espacio
aéreo, se ve surcado por el vuelo de el Buitre
negro, el Águila Real, la Paloma Torcaz, el
Búho, la Lechuza, Pajaro Carpintero…
En el centro de su pequeño pueblo, se en-
cuentra ubicado el Palacio Real de El Pardo,
La Casita del Príncipe, y Palacio de La Quin-
ta. Una puerta barroca da acceso al Convento
de los Padres Capuchinos, donde se encuen-
tra la imagen de Cristo yacente, obra del es-
cultor Gregorio Hernández. El altar mayor,
esta presidido por un lienzo del pintor madri-
leño Francisco Rici.
Vista interior de una calle del pueblo de Fuencarral
31
Exterior y entrada del centro comercial de La Vaguada, y parte interior del mismo.
Las vanguardistas Torres Kio en la plaza de Castilla
Las Cuatro Torres en el Paseo de La Castellana, vistas desde el pueblo de Hortaleza.
32
MADRID, ENLACE CASTELLANO-MANCHEGO
A unque muy difícil parece hoy imagi-
nar en Madrid – ciudad hoy extendi-
da sobre pueblos de su entorno –
vestigio alguno que represente su región cas-
tellana, su hurbe y concepto cosmopolita, se
le puede tildar más en la mayoría de las oca-
siones, de una ciudad notablemente europea
que de caserón manchego que recuerden as-
pectos urbanos de Toledo, Cuenca, Segovia,
Burgos, etc.
Bien es verdad que posee un núcleo histórico
con bellos edificios mudéjares, góticos, rena-
centistas y principalmente neoclásicos, enca-
jados en pequeños conjuntos de plazuelas y
callejas que retienen aun en su atmosfera el
ambiente de su pasado.
No obstante, este casco antiguo se ve fundido
y dominado por uniformes construcciones
galdosianas, que con el ensanche de su mo-
mento alteraron anteriores épocas.
Naturalmente, esta circunstancia acontece en
toda gran ciudad, y mucho más en aquellas
que les acompañan la capitalidad del estado o
un gran desarrollo industrial y en ambos ca-
sos. Como es el de nuestra capital.
Cuando Madrid emprende su expansión y
sobrepasa sus límites de municipio, amplia
estos y absorbe sus primeros e inmediatos
pueblos del cinturón: Hortaleza, Canillas,
Barajas, Villaverde, Vicalvaro, Vallecas, po-
blado de los Carabancheles, Aravaca y Fuen-
carral. Esta villas al ser absorbidas; el sabor
rural, el conjunto urbano, la arquitectura de
sus edificios y, sobre todo, la vida propia,
pronto es alterado o fulminado por la ciudad.
Como un acontecimiento insólito en el proce-
so de crecimiento en su extensión, a veces se
dan circunstancias singulares, como es el ca-
so de Fuencarral. Esta pequeña villa, inexpli-
cablemente copada por el más desarrollado
empuje urbano-arquitectónico hacia el norte
de Madrid, como ejemplo cabria señalar: el
complejo Azca; la estación de Chamartin,
desde el sur por un lado: La Vaguada, Ciu-
dad de Los Periodistas por otro; contenido
este desarrollo por los dos complejos sanita-
rios mayores de Madrid. Solamente el norte
se libra de la presión urbana gracias a la pro-
ximidad de El Pardo. Sobre todo a la actual
Gerencia de Urbanismo, que ha retenido aa
tiempo el nacimiento del polígono de Valver-
de, entre El Pardo y Fuencarral.
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se libra de la presión urbana gracias a la pro-
ximidad de El Pardo. Sobre todo a la actual
Gerencia de Urbanismo, que ha retenido aa
tiempo el nacimiento del polígono de Valver-
de, entre El Pardo y Fuencarral. En este con-
texto aparece el oasis de esta histórica pobla-
ción, situada en las primeras estribaciones
hacia la sierra y edificada sobre un pequeño
cerro, a cierta distancia desde la antigua ca-
rretera de Burgos, ofrece un bello perfil de la
vieja ciudad, sobre las intrusas edificaciones
a sus pies, y en rededor del pueblo. Hoy que-
dan vestigios de sus terrenos agrícolas com-
partidos con viñedos y graneros. Se podría
decir que cerro abajo, hacia el sur, comienza
la extensa Mancha. En línea opuesta, Castilla
la Vieja.
Con edificaciones equilibradas, que alguna
de ellas contienen cierto carácter, -como es la
parroquia del ayuntamiento (siglo XVII), el
cual recientemente ha sido reformado, sin
restarle sus valores originales del siglo pasa-
do. Caserones que compartían viviendas con
anexos de labranza, bodegas y cuadras. Una
buena muestra de estos es la casa-palacio,
con patio toledano (siglo XVII) llamada La
Casa Grande, se mantiene en buen estado y
es en su género un edificio a conservar. Estos
y otros más, forman el conjunto del pueblo.
Las afueras, incluyendo en estas la existencia
de tres ermitas, dos de tibios valores estéti-
cos, y una tercera algo más retirada, enclava-
da en el recinto de un antiguo monasterio con
autentico contenido histórico-artístico, com-
ponen con su paisaje un entorno, a tenerse en
cuenta y valorar seriamente. No solamente
para evitar ser urbanizado, sino a devolver a
sus tierras el laboreo y repoblación de viñe-
dos e higueras, que no hace mucho tiempo
fueron un fruto famoso de Madrid.
Con la reintegración de las tierras hoy libres
de edificación. De estos terrenos agrícolas y
forestales, se aseguraría no solamente enlazar
con El Pardo y Viñuelas a través de una zona
verde, también se lograría salvar un pueblo
auténticamente castellano, con sabor rural e
intimo que hoy mantiene. Tal vez este sea el
mayor de sus encantos. Ahi están sus fiestas
patronales, conservando con rigor la romería
que vienen disfrutando durante siglos, lesio-
nada en la actualidad por una vía de circun-
valación.
Respecto a la ciudad de Madrid, sería como
una reserva excepcional, preservar un núcleo
rural y reproductivo de sus tierras, algo así
como el museo de las dos Castillas.
Máxime si se tiene en cuenta que a menos de
cinco kilómetros de Azca, y a 2.5oo metros
del centro neurálgico del enlace ferroviario
de la estación de Chamartín.
Respecto al contenido de este trabajo, es en
alguna medida el atraer la atención a la pro-
tección en término general que Madrid nece-
sita. Diremos para satisfacción de todos y la
mía propia que, en este municipio de Fuenca-
rral, actualmente se están apreciando algunas
mejoras como: ampliación de parques, refor-
mas urbanas, etc. Termino, con el deseo de
que continúe prosperando esta iniciativa mu-
nicipal
Iglesia del Palacio de el Pardo
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PUEBLO DE FUENCARRAL
E ste magnífico pueblo actualmente
unido a El Pardo, forman el mayor
distrito en extensión de Madrid Capi-
tal incluyendo el Monte de El Pardo. Sin em-
bargo, el pueblo de Fuencarral es peculiar
sobre los otros cinco anexionados a Madrid.
Fuencarral conserva integro el casco antiguo
y una vecindad autóctona. Esta población da
la impresión de que el núcleo primitivo, po-
dría parecer encontrarse a cientos de kilóme-
tros de Madrid. Un ejemplo de ello es la exis-
tencia del Santuario de Valverde y su arqui-
tectura, historia y tradición.
La imagen de la Virgen que permanece en su
interior, fue traída a España en el siglo XII y
oculta en un pozo en este lugar para defen-
derla de la invasión Sarracena, construyéndo-
se en su honor la ermita, en conmemoración
de milagros a ella atribuidos.
Desde entonces el 25 de Abril, se conmemo-
ra su aparición con la celebración de una ro-
mería, en la que es trasladada en procesión
desde el Santuario hasta la ermita.
Gran devoción sintió Felipe II por el Santua-
rio, como después creyeron los Borbones;
Fernando VI y Carlos III. Del primero hay
constancia de su relación con Fuencarral, ya
que figura su nombre en el dintel de la casa
parroquial.
Interesante conjunto arquitectónico:
Santuario y Convento adosado, Palacio
y puerta barroca de cinco arcos. El Monaste-
rio de los Padres Dominicos fue abandonado
en 1836. Actualmente el Palacio, Santuario y
Convento, han sido restaurados. Este último,
en función de actividades del Medio Am-
biente.
La finca, propiedad de los Marqueses de Mu-
rillo, fue limitada en toda su extensión, por
una cerca de ladrillo similar a la de El Pardo.
Por entonces en su interior existían viñas,
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Fuente barroca. - El Pardo.
La finca, propiedad de los Marqueses de Mu-
rillo, fue limitada en toda su extensión, por
una cerca de ladrillo similar a la de El Pardo.
Por entonces en su interior existían viñas,
olivos, árboles frutales, retamares, zarzas, y
buena caza. Transcurrido el tiempo, fue
abandonada, aunque continua siendo un pla-
cer caminar por parte de este lugar.
En la actualidad, este paradisiaco lugar se ha
visto transformado. Su zona, prácticamente
desaparecida, se ha visto consumida por una
multiplicidad de viviendas, grandes avenidas
por las que circulan multitud de vehículos
bajo la vigilancia de innumerables semáfo-
ros, que llegan a alcanzar las inmediaciones
del Santuario, circunvalando el cementerio,
hasta el punto de su afluencia al monte de El
Pardo.
Casita del Príncipe, en El Pardo.
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ALFOLÍ