29360429 Liverani Mario El Antiguo Oriente Historia Sociedad y Economia

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MARIO LIVERANI Revisión de JOAQUÍN M. a CÓRDOBA Departamento de Historia Antigua Universidad Autónoma de Madrid rüTTtr A v^rvx i. x\_-.rv GRIJALBO MONDADORI

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MARIO LIVERANI

Revisin de JOAQUN M.a CRDOBA Departamento de Historia Antigua Universidad Autnoma de Madrid

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Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacin escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccin total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografa y el tratamiento informtico, y la distribucin de ejemplares de ella mediante alquiler o prstamo pblicos. Ttulo original: ANTICO ORIENTE. Storia, societ, economa Cubierta: Enric Satu 1991: Gius. Laterza & Figli Spa, Roma-Bari 1995 de la traduccin castellana para Espaa y Amrica: CRTICA (Grijalbo Mondadori, S.A.), Arag, 385, 08013 Barcelona ISBN: 84-7423-623-1 Depsito legal: B. 3.917-1995 Impreso en Espaa 1995.HUROPE, S.L., Recaredo, 2, 08005 Barcelona

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PROLOGO A LA EDICIN ESPAOLALa publicacin de esta edicin espaola de mi volumen El antiguo Oriente, cuando han transcurrido siete aos desde su primera edicin italiana, es para m un motivo de gran satisfaccin, aunque tambin me pone en un aprieto. La satisfaccin, por supuesto, est motivada por la ocasin que se me brinda de difundir mis ideas y mi trabajo entre un pblico ms amplio que el de mi pas, y distinto de l. La lengua italiana, pese a que ha sido y es una de las lenguas fundamentales en los estudios de historia antigua clsica, nunca lo ha sido en los estudios sobre el antiguo Oriente, y me parece que con el paso del tiempo cada vez son menos numerosos los estudiosos y estudiantes que la entienden (sobre todo en Amrica, pero tambin en Europa). Si en el terreno especializado la solucin que se impone es escribir directamente en las lenguas ms difundidas, para las obras de sntesis la nica salida es la traduccin. La operacin tiene sus costes y dificultades, por lo que le estoy especialmente agradecido a Crtica, por haberse animado a afrontar los costes y superar las dificultades. un i.umuiu, a uprimu se ueue ai necnu ae que ios sieie anos transcurraos son demasiado pocos para justificar una nueva redaccin del volumen, pero suficientes para poner en evidencia algunos datos anticuados. El progreso de los descubrimientos arqueolgicos, la publicacin de nuevos textos y la elaboracin de nuevos estudios fundamentales son tan rpidos que requieren una labor continua, y nada desdeable, depuesta al da. Por eso he introducido varios cambios (los ms sustanciales estn en el captulo de Ebla), he actualizado la bibliografa y he eliminado una serie de pequeos pero molestos errores. Creo que la estructura general del libro se mantiene en pie (aunque al decir esto, inevitablemente, soy juez y parte). Las lneas de tendencia innovadoras que he introducido en la visin de la historia oriental antigua se ven confirmadas por los estudios ms recientes, y slo el paso del tiempo podr decir si estas lneas de tendencia contribuyen a la formulacin de un autntico paradigma capaz de mantenerse por ms tiempo, y en qu medida lo hacen. Para resumir en dos palabras estas lneas de tendencia, me gustara detenerme en los conceptos de normalizacin y laboratorio. Por normalizacin entiendo el intento de apartar la reconstruccin de la historia oriental antigua de la divulgacin sensacionalista (que pretende causar asombro antes que informar), para convertirla en un sector de la historia antigua como cualquier otro, similar en dignidad a los que ya estn afianzados. En cambio, por laboratorio entiendo las condicionespvr\erinlt>v rpinrin OVlro nmnortlrtn/n u ta-vtrw frnlin fin OM filAw. X.;/t...*An7,.~x -,

vio, preponderancia de los textos administrativos sobre los literarios) que permiten sostener unas propuestas historiogrfiIas radicalmente modernas en este sector, sinLBER

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tener que vencer la resistencia de una tradicin clsica demasiado onerosa, propia de los sectores de la historia griega y romana. En cualquier caso, no hace falta insistir mucho en el especial inters que tienen las civilizaciones del antiguo Oriente para nuestra cultura, ya que forman sus races ms profundas y directas. Antiguamente el nico enlace con estas races era el Antiguo Testamento, que se desenvuelve en el mbito de estas civilizaciones y provee sus premisas. Hoy da se aade cada vez con ms autoridad otro enlace de tipo estructural: en Oriente Prximo aparecieron por primera vez una serie de innovaciones que tuvieron una enorme importancia para la historia mundial (revolucin neoltica, revolucin urbana, nacimiento del estado, formacin de los primeros imperios, invencin de la escritura y del alfabeto, y muchos otros elementos tcnicos e ideales). Estas innovaciones nos permiten estudiar las que podramos llamar formas simples de nuestra cultura en el momento de su primera y ms clara formulacin. Al presentar mi obra a los lectores espaoles, me es grato expresar mi ms sincero agradecimiento a todos los que han contribuido a la realizacin de esta oportunidad: Ai." Eugenia Aubet, que la ha incluido en la serie dirigida por ella; Joaqun Crdoba, que generosamente ha aceptado revisar la traduccin con su competencia de especialista; Mara Giovanna Biga, que me ha ayudado a revisar el captulo sobre Ebla; Barbara Cifola, que me ha hecho varias sugerencias bibliogrficas, y numerosos colegas y simples estudiantes que me han sealado errores y contradicciones internas, as como a los tcnicos de Crtica, que han realizado el volumen.

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PREFACIOPor paradjico que parezca, todava no existe una verdadera historia del antiguo Oriente, dotada del suficiente detalle expositivo y de un hilo conductor coherente de carcter metodolgico. Existen, eso s, numerosas sntesis divulgativas, no siempre fiables, que pretenden cautivar (cuando no maravillar) al lector, ms que proporcionarle una slida reconstruccin histrica. Y tambin existen obras ms analticas, traducidas y conocidas en Italia, como sobre todo la Cambridge Ancient History y la (Feltrinelli) Fischer Weltgeschichte* Pero da la impresin de que estas obras, fruto de la colaboracin de varios autores, responden a la ingenua ilusin de que para reconstruir la historia basta con sacar a relucir, uno tras otro, los materiales documentales. De ah que favorezcan (como se advierte ya en la eleccin de un abanico de autores) la competencia filolgica sectorial, antes que el planteamiento histrico de conjunto. Adems, estas obras son de principios de los aos sesenta. En los ltimos treinta aos, el conocimiento histrico sobre el antiguo Oriente se ha visto muy enriquecido y ha cambiado bastante gracias a las aportaciones de nuevos textos y materiales arqueolgicos, la ampliacin de los horizontes hasta zonas antes consideradas perifricas, y la penetracin en el sector orientalista de inquietudes y mtodos historiogrficos ms avanzados y de ms amplias miras. El incremento de la base documental no tiene igual en los otros sectores de la historia antigua. Una sntesis de historia griega o romana escrita en torno a 1960 todava se tiene en pie a grandes rasgos y en gran parte de los detalles, pero tratndose del antiguo Oriente hay que hacer revisiones radicales con frecuencia por lo menos generacional. Hay captulos enteros de la historia del Oriente Prximo preclsico que hace veinte aos ni siquiera se podan imaginar: el caso de Ebla es el ms divulgado, pero no el nico. Lo mismo se puede decir de los horizontes historiogrficos. En los ltimos decenios, ia historiografa sobre el antiguo Oriente, menos vinculada que la historia antigua clsica a tradiciones historiogrficas autorizadas y complejas, se ha visto enriquecida con propuestas e inquietudes historiogrficas de todo tipo, que si por un lado ponen en evidencia un nivel de improvisacin entusiasta, por otro han tenido el mrito de convertirla en un avanzado laboratorio. La propia situacin de la historia oriental antigua a medio camino entre la arqueologa (sobre todo la protohistrica) y la historia textual, y el recurso coordinado a fuentes de distinta naturaleza, tienen efectos liberadores, que en otros campos chocan con la tenaz resistencia a veces con el rechazo de la tradicin humanista e idealista.* Fischer Weltgeschichte conocida igualmente en Italia por el nombre de la casa editorial que public la versin italiana, Feltrinelli, es tambin popular aqu con el nombre de su editora en Espaa, Historia Universal Siglo XXI. (N. del rJLIBER

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Por eso, escribir hoy la historia del antiguo Oriente es una operacin obvia y necesaria, y al mismo tiempo arriesgada, hasta rayar en la presuncin. Para poder cultivar esta ambicin tratando de reducir al mnimo sus riesgos, durante 25 largos aos de investigacin y enseanza he procurado pertrecharme en los distintos frentes de la arqueologa militante, la filologa y la metodologa histrica; he tratado de abarcar todos los periodos (con mis investigaciones originales), desde las fases protohistricas hasta los imperios tardos; y me he enfrascado en los distintos sectores de las ideologas polticas y los modos de produccin, las estructuras sociales y los sistemas de intercambio, la tecnologa y la demografa con el resultado de lograr unas competencias que sin duda sern criticables desde un enfoque sectorial, pero en conjunto permiten poner en marcha una operacin que por su misma naturaleza slo puede ser de coordinacin y valoracin sinttica. Pienso que no es casual que este intento vea hoy la luz en Italia. En nuestro pas, ms que en ningn otro, ha tenido lugar recientemente una aproximacin propiamente histrica a las civilizaciones del antiguo Oriente. Otros pases, ms comprometidos en este camno. se han miedadn anclados en anrrorimarinnes snstanrialmenj ,

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te filolgicas (sobre todo Alemania) o antropolgicas (sobre todo Estados Unidos). Italia es tal vez el nico pas del mundo en el que la historia del Oriente Prximo antiguo tiene rango, no slo formal sino tambin sustancial, de disciplina autnoma respecto a sus hermanas, las disciplinas filolgica y antropolgica. Y tras haber iniciado (en torno a 1960) una labor de excavacin en el Oriente Prximo preclsico y de publicacin de textos, Italia ya est lista para la reconstruccin histrica, menos inmediata y automtica. La dosificacin de los distintos componentes que confluyen en la reconstruccin histrica es de mi responsabilidad, y evidentemente puede ser objeto de crticas y mejoras. Los propios imites del tratado son discutibles: no tanto los temporales entre las dos grandes fases de la revolucin urbana y la edad axial como los espaciales. El progreso de las investigaciones sobre las reas llamadas perifricas y sobre las originalidades regionales, la multiplicacin de los centros de las antiguas civilizaciones, forman un cuadro multicntrico, respecto del cual el enfoque de esta obra podra parecer demasiado restringido, mesopotamocntrico, por as decirlo. Pero un proyecto histrico que abarque desde el Egeo y Egipto hasta Asia central y el valle del Indo es ya algo distinto, difcil de abordar, que requerira una estrategia distinta. En cuanto a los componentes internos del cuadro histrico, he asumido como base de mi planteamiento el tringulo ideologa/sociedad/economa, en una interaccin ya de por s bastante ardua. Si he dejado fuera de este cuadro los aspectos propiamente histrico-artsticos, histrico-religiosos, literarios y otros, no es porque los subestime, sino porque considero que requieren un tratamiento autnomo antes de poder estudiarlos en su interaccin con los histricos en el sentido ms tradicional. Siendo estas las premisas lejanas de la obra, tengo que aadir que a su realizacin concreta (en dos aos de trabajo desaforado) han contribuido en buena medida algunas personas cuya colaboracin agradezco. Ante todo, mis amigos de Laterza, que no slo aceptaron, sino incluso propusieron como una especie de reto la publicacin de un volumen difcil y trabajoso. Y luego una serie de colegas y amigosAA n T);*** n A*A A A A + ~ TT A * DI \x \/t : T A*:I A n_i : : r? r%

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ponio, C. Zaccagnini) que contribuyeron a la parte documental con aportaciones (en sus respectivos campos) que van ms all I simples indicaciones. Por ltimo, tengoLBER

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NOTA SOBRE LAS TRANSCRIPCIONES Y OTROS PROBLEMASLa traduccin de este libro planteaba un problema por lo dems habitual: el criterio que habra de seguirse en las transcripciones. La idea inicial de proceder a una transcripcin fontica estricta de los topnimos y la antroponimia sera revisada por dos razones: el deseo del autor de introducir las menores modificaciones posibles sobre el particular y la conviccin nuestra de que el libro, pese a su profundidad de pensamiento y riqueza documental, ha de alcanzar a un pblico mucho ms amplio que el estricto de los especialistas que, por otra parte, no necesitan las precisiones de la transcripcin fontica en una obra de estas caractersticas. Adems, los distintos autores tienen razones motivadas para escoger la transcripcin de un sonido, por lo que nuestra decisin podra implicar ms de una vez un resultado que acaso el autor traducido no compartiera. Por todo ello nos hemos limitado a castellanizar los sonidos que el autor ha italianizado en su libro por ejemplo, de Giemdet Nasr pasamos a Yemdet Nasr, obviando la acadmica Gemdet-Nasr. igualmente, en ios captulos dedicados a la historia de Palestina durante la Edad del Hierro hemos aceptado la prctica comn impuesta por una secular familiaridad con los topnimos y antropnimos del escenario bblico, que ha impuesto transcripciones muchas veces incorrectas en su estricto sentido, pero de difcil modificacin por el peso de la tradicin, y as se asume en una amplia bibliografa de traduccin fiable, como en la versin castellana de la Historia de Israel de S. Herrmann (1985). Otros antropnimos y topnimos ms habituales en nuestra bibliografa se han adaptado en la transcripcin corriente: as, preferimos Senaquerib en lugar del Sennacherib usado por el autor, como es normal entre nosotros. Pero el resto de los conceptos aparece tal y como el autor consider adecuado en su primera edicin, en la transcripcin ms corriente en las obras al uso, y hablamos de las ciudades de Lagash o Khattusha, de los ros Khabur y Balikh o de la regin del Uadi Tharthar. Pero como se trata de palabras con sonidos no presentes en nuestra lengua o no expresables con facilidad especialmente, sh, kh, th se imponen unas normas de lectura que es preciso tener en cuenta. La sh transcribe un sonido silbante chuintante, semejante a los sonidos sh en ingls o ch en francs. El sonido transcrito como kh nos traslada a una espirante uvular sorda prxima al de la y espaola, mientras que una aspiracin suave se transcribe con Ci Ci ^ /, y Otra intcrmcuia con nuestra n que, en ia toponimia y antroponimia oriental de este libro, por tanto, no es muda sino siempre ligeramente aspirada. Y en fin, el sonido th, fricativo interdental sordo, ha de pronunciarse de forma prxi-

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1. EL ANTIGUO ORIENTE COMO PROBLEMA HISTRICO1. LA IMAGEN MTICA

Las culturas histricas preclsicas de Oriente Prximo se han reconstruido gracias a la documentacin arqueolgica y textual proporcionada por ias excavaciones realizadas en aquellas regiones desde hace ms de un siglo. Antes de las excavaciones se hallaban en el olvido no slo las vicisitudes histricas y los rasgos culturales de muchos de estos pueblos, sino incluso su nombre, por no hablar de sus lenguas y escrituras. Su redescubrimiento es una de las principales, si no la principal, aportacin a los conocimientos histricos modernos, y este fenmeno, lejos de haberse agotado, sigue ofreciendo a buen ritmo nuevos descubrimientos que obligan a una revisin, o proporcionan la primera versin de fases histricas cuya duracin y complejidad no es irrelevante. Sin embargo, en la cultura europea siempre ha habido cierta memoria del panorama histrico del antiguo Oriente, pero nos ha llegado por unos canales que le han conferido un carcter en cierto modo mtico, es decir, absoluto y preconcebido, en vez de histrico y documentado. Dado que los mitos son tenaces y con frecuencia pasan inadvertidos, su influencia sigue notndose, hasta cierto punto, en los estudios histricos ms o menos recientes. Antes de dar un repaso a las tendencias historiogrficas actuales es, pues, conveniente hacer una mencin rapidsima pero crtica de estos mitos. El principal canal que ha conservado a travs del tiempo (sin interrupcin) una memoria histrica sobre el antiguo Oriente es el Antiguo Testamento. Este conjunto de escritos, de distintas pocas y caractersticas, pero muy homogeneizados por la intencin ideolgica de sus recopiladores y redactores, est vinculado a la difusin de religiones la hebrea y la cristiana que surgieron en el antiguo Oriente, pero han traspasado sus lmites, tanto espaciales como cronolgicos. Este vnculo, por un lado, ha permitido la supervivencia, en medio del naufragio general, de las literaturas orientales antiguas (que han tenido que ser descubiertas, y slo en parte, mediante la investigacin arqueolgica); por otro, les ha atribuido una autoridad y un carisma de verdad (libros sagrados, revelacin divina) que durante mucho tiempo ha sido aceptado por la cultura europea sin revisiones sustanciales. La conviccin o la sensacin de unicidad y diversidad del pueblo de Israel como pueblo elegido se ha transmitido en parte a las culturas histricas citadas en el Antiguo Testamento desde los asirios hasta los caldeos, pasando por los cananeos o los filisteos, tamLIBER

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bien ellas partes instrumentales (en manos de la voluntad divina) de una historia de la salvacin del gnero humano en sus fases iniciales. El propio descubrimiento arqueolgico del antiguo Oriente fue, al principio, un intento de recuperar datos e imgenes del llamado ambiente histrico del Antiguo Testamento. Luego, cuando la crtica histrica y textual se aplic a los textos del Antiguo Testamento, se prodig con el fin de demostrar la veracidad sustancial del texto sagrado, es decir, de documentar, por decirlo con una famosa expresin de evidente brutalidad ideolgica, que la Biblia tema razn. Y, de hecho, la mayora de las investigaciones arqueolgicas que en el pasado se realizaron en la regin estuvieron motivadas por su importancia (verdadera o falsa) para la exgesis del Antiguo Testamento, y gracias a ello contaron con financiacin y propaganda. La mayor parte de los eruditos implicados (fillogos, historiadores y arquelogos) estaban motivados por el hecho de ser judos, pastores protestantes o, en menor medida, sacerdotes catlicos. No eran, pues, imparciales (al margen de su integridad intelectual subjetiva), ya que no les daba igual el resultado de sus investigaciones, que poda confirmar o echar por tierra los propios fundamentos de su visin del mundo. Durante el ltimo siglo, la corriente iaica se ha abierto trabajosamente camino, siempre enzarzada en polmicas y controversias que se apartan del campo histrico, desde la decimonnica Babel und Bibel hasta las recientes polmicas sobre Ebla. El otro canal de supervivencia de datos e imgenes sobre el antiguo Oriente en la cultura europea son los autores clsicos, representantes de un mundo (primero helnico, luego helenstico y ms tarde romano) contemporneo y en cierto modo contrapunto de las civilizaciones orientales en su fase ms tarda. A partir de Herdoto se afianz una imagen y un uso de Oriente como lugar geomtrico de los elementos de polaridad con respecto al Occidente nuestro. Es as como se consolidaron los mitos del despotismo oriental (opuesto a la democracia occidental), el inmovilisrno tecnolgico y cultural (opuesto al progreso acumulativo de las civilizaciones europeas), y la sabidura oculta y mgica (opuesta a la ciencia laica y racional de los griegos y sus herederos). El paso de esta antropologa de la contraposicin a una antropologa de la diversidad y el hecho histrico (en la que cada cultura es distinta de las dems, incluyendo la nuestra, en una posicin no privilegiada) se ha dado o se est dando todava, siguiendo un trabajoso recorrido que se enmarca en la trayectoria general del historicismo y el relativismo cultural, caractersticos de la cultura moderna. Y si parece que por fin se ha conseguido acabar con esta mitologa de lo distinto como opuesto, no es tanto porque se haya renunciado al mito, sino ms bien porque se le ha desplazado, tai vez al mbito extraterrestre o del futuro, que han ocupado el lugar de lo oriental y lo antiguo, lo bastante conocidos ya como para impedir que en ellos se pueda situar la utopa o el antimodelo. Pero, al aumentar los conocimientos, otros mitos han ocupado el lugar de los antiguos. Me refiero, sobre todo, a esa versin moderna del mito de los orgenes, que consiste en ver el antiguo Oriente como cuna o alba de la civilizacin, lugar en el que por primera vez se pusieron a punto los medios tecnolgicos y las formas organizativas de esa elevada cultura que, con sus correspondientes modificaciones y mejoras, ha llegado hasta nosotros. No es casualidad que se haya generalizado la costumbre de usar el antiguo Oriente como una de las secuencias privilegiadas que constituyen una especie de eje de la historia universal desde una visin eurocntrica, al que siguen el modelo griego, el mundo romano, la Europa medieval cristiaLIBER

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por primera vez en el antiguo Oriente, y la cadena de su transmisin hasta nosotros, aunque es complicada, se puede reconstruir. El peligro y el equvoco estn en plantear una monognesis de la alta cultura, que tuvo distintos focos y recorridos alternativos, y en quitar importancia a los continuos cambios que se producen en las instituciones, las tecnologas y las ideologas al cambiar su contexto histrico. Los fenmenos histricos no se originan de una vez por todas, sino que siempre se adaptan a la estructura de la sociedad en la que se producen. Por lo tanto, el presunto origen es slo uno de los eslabones de la cadena (entre muchos eslabones de muchas cadenas) que debemos reconstruir en toda su extensin, ni breve ni um'voca. Sobre todo cuando la ampliacin del horizonte cultural internacional y la revolucin en los sistemas de transmisin de ideas y conocimientos nos obligan a salir del cascarn egocntrico para conocer experiencias y recorridos que hasta ahora haban sido objeto de otros etnocentrismos. Desde luego, el eslabn del antiguo Oriente no es el originario, porque a su vez estuvo precedido de otras fases pre y protohistricas, tan esenciales como l en el continuum del desarrollo. Es slo uno de tantos, y similar a cualquier otro eslabn, incluyendo los que no forman parte del eje principal que ha establecido la historiografa occidental moderna. Pero tambin debe ser objeto de una atencin especial, ya sea por su crucial colocacin histrica, como umbral e inicio de importantes procesos que formaron las sociedades de estructura compleja, ya sea por su papel privilegiado basado en mitos y realidades que forman parte de nuestra cultura y deben ser objeto de crtica y aclaracin, sin por ello desconocerlos o desterrarlos de nuestra memoria de una forma demasiado simplista.

LAS TENDENCIAS HISTORIOGRAFICAS

La historiografa moderna sobre el antiguo Oriente ha descartado ya las motivaciones de carcter mtico que hacan de ella un caso nico (por razones teolgicas, por una tipificacin antropolgica, o por una cuestin de primaca originaria), y est claramente enfocada, por lo menos en sus orientaciones ms conscientes, a una normalizacin, o si se quiere a una trivializacin de esta fase histrica, analizada y valorada del mismo modo que las otras fases y los otros mbitos culturales. La normalizacin implica el abandono de simplificaciones fciles (y a veces atractivas), ampliando la perspectiva para as reconstruir globalmente la historia de las sociedades del antiguo Oriente partiendo de las bases ambientales y materiales, pasando por la estructura econmica, social y poltica, para desembocar en las motivaciones ideolgicas y la imaginacin simblica y restableciendo entre sus distintos componentes toda la red de interconexiones y motivaciones que las hacen comprensibles, en la medida en que unas dependen de otras. Todo ello est condicionado, de forma positiva y negativa, y en cualquier caso diferenciadora con respecto a otros sectores histricos antiguos (sobre todo clsicos), por dos factores: uno de ausencia y otro de presencia. La ausencia es la de una historiografa antigua que proporcione el rastro, el hilo conductor para nuestra reconstruccin. Esta ausencia (no totai, pero sustancial) es un hecho a ia postre fecundo, porque obliga a seguir un rastro con criterio responsable, en vez de acomodarse perezosamente a un guin ya existente, sin duda muy ideologizado, tendencioso yLIBER

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reductor: ya vemos que cuando existe dicho guin (como en el caso de la historia grecorromana), gran parte del trabajo histrico moderno se limita a una exgesis de la historiografa antigua. La historia del Oriente Prximo preclsico se reconstruye ex novo sobre la base de una documentacin que es toda ella verdaderamente primaria, no por mediacin de la obra de un historiador exterior y posterior a los hechos (aunque ms cercano a ellos que nosotros). Y aqu interviene el dato de presencia, la de la documentacin de carcter administrativo (adems de comercial y jurdico, y en general de archivo) que a veces ha llegado hasta nosotros en copias de gran inters, por el hecho trivial pero esencial de que el material empleado para escribir, las tablillas de arcilla, ha resistido los incendios y el enterramiento mucho mejor que otros materiales usados ms tarde y en otros lugares (papiro, pergamino, papel). Este dato de presencia, evidentemente positivo, tiene el inconveniente de estar todava en paales: todos los aflos nuevas excavaciones, tanto regulares como clandestinas, recuperan nueva documentacin y obligan pese al grave y cada vez mayor retraso en la publicacin de documentos inditos a revisar completamente captulos enteros de historia, de una forma cada vez ms segura y detallada. As pues, la falta de un rastro historiogrfico antiguo, el estado todava fluido de la edicin documental, y los rpidos pero an recientes progresos tanto de los conocimientos filolgicos como de los mtodos de excavacin, hacen que la historia del antiguo Oriente sea una materia joven, bastante libre de condicionamientos tradicionales y abierta a nuevos campos de conocimiento. El aspecto negativo de esta situacin no es tanto la rapidez con que el trabajo se queda desfasado (lo cual, en realidad, es seflal de un progreso acelerado), sino lo condicionado que est por las disciplinas especializadas, necesarias para acceder a la documentacin, y la preocupacin preponderante por la edicin primaria de los datos, tanto arqueolgicos como textuales. La mayora de los investigadores dedicados al estudio del Oriente Prximo antiguo estn volcados en la obtencin y publicacin de nuevos materiales: se trata, pues, de arquelogos y fillogos. Casi no hay historiadores propiamente dichos diferenciados de las otras dos categoras, y si acaso Italia, en este sentido, es una positiva excepcin. Por consiguiente, la historia que va emergiendo est anclada a un estricto nivel filolgico, se cifle a la documentacin (esperando quiz que sta hable por s sola?) en vez de buscar problemas y temas interpretativos por los que guiarse. Las historias generales de antiguo Oriente que se han publicado hasta ahora son una demostracin palpable de lo anterior, pues se limitan a elevar a un nivel de sntesis general la situacin existente a nivel de estudios analticos. Pero este retraso historiogrfico contrasta con unas posibilidades enormes, que en poca reciente han empezado a encontrar aplicacin. Precisamente, la falta de tradiciones historiogrficas y la continua afluencia de documentacin nueva hacen posible una muy rica experimentacin de mtodos, que a veces roza la ms ingenua y desenfrenada improvisacin. El eclecticismo y la adopcin de propuestas elaboradas en otros casos (para otras fases histricas, cuando no para situaciones antropolgicas completamente distintas) implican un grave riesgo de malentendidos y superficialidad; sin embargo, hay que considerarlos positivos por lo menos en esta fase que podramos llamar preparadigmtica por el potencial de fecundidad y rejuvenecimiento que encierran. Se puede decir que no hay instrumento analtico ni temtica historiogrfica ms o menos reciente que no haya sido aplicada al antiguo Oriente: desde el anlisis espacial de tipo neogeogrfico hasta el anlisis estructuralLIBER

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del relato, pasando por los estudios de aculturacin, de frontera, de los modos de produccin y sistemas de intercambio, la antropologa econmica, la historia de las mentalidades, la estructura del mito, el discurso poltico, los esquemas de poblamiento, la semntica histrica, la teora de los sistemas, los mapas mentales, y as sucesivamente. Esta fase de experimentacin salvaje tendr que asentarse tarde o temprano y trazar unas lneas de investigacin ms coherentes, hasta sedimentar en una histonograna paraugmauca mas mauura y menos azarosa, rero ya se na logrado el primer objetivo esencial de proporcionar un cuadro histrico mucho ms rico que la esclerosis a la que una tradicin demasiado fuerte conduce todava a otros sectores de la historia antigua. Oriente Prximo, ante todo, es un campo historiogrfico fronterizo, una situacin muy propicia para experimentos de todo tipo. La complejidad documental y, particularmente, la complementariedad de los datos arqueolgicos y textuales, inducen de forma casi natural a una reconstruccin global (de la cultura material a la ideologa) que desde hace tiempo debera caracterizar a la obra de los historiadores, pero rara vez sucede as. El historiador del antiguo Oriente se ve obligado a convertirse en arquelogo de campo y fillogo, en una medida desconocida por otros sectores, que se enfrentan a competencias ms parceladas y a una cadena productiva ms consolidada. En particular, la reconstruccin de las fases protohistricas la difcil tarea de reconstruir sociedades complejas basndose en una documentacin no escrita ha sido un estmulo para que se barajaran de forma coordinada todos los rastros documentales y todos los apoyos contextales posibles: datos ecolgicos, edafolgicos, paleobotnicos, arqueozoolgicos, cotejo etnoarqueolgico y tecnologa experimental, adems de las depuradas tcnicas de la excavacin prehistrica (estratigrfica ywau^iia// ai iiiisiuu ncnipu^, y la wuiiipicjiuau uc la antropologa social, poltica

y econmica. Los resultados, si por un lado permanecen al margen de la historia en sentido estricto (porque la falta de textos cierra prcticamente el paso al acontecimiento), por otro se aventuran hacia una neohistoria con aspiraciones normativas (al igual que las otras neociencias de cuo estadounidense: New Archeology, New Geography y New Economic History), que tiende a predecir el pasado ms que a reconstruirlo, y prefiere establecer leyes ms que constatar desviaciones. Por ltimo, el empleo de ordenadores brinda la posibilidad (y el riesgo) de la simulacin aplicada a los puntos oscuros del pasado, y no ya a las incertidumbres del futuro, con una generacin de historiadores demiurgos enfrascados en una labor ms de creacin que de reconstruccin. As pues, en varios aspectos la historia del Oriente Prximo antiguo aparece cada vez ms como un laboratorio privilegiado para el estudio de ciertos fenmenos de notable inters para la reconstruccin histrica de las sociedades humanas. Cuando hablamos de laboratorio nos referimos a un lugar en el que es posible descomponer los fenmenos complejos en sus factores constitutivos, para analizarlos en vaco, extraer normas y recomponer modelos. Se puede considerar que el antiguo Oriente es un laboratorio privilegiado (no exclusivo, desde luego) porque, al estar situado en el umbral de la historia, tiene que ver con fenmenos que precisamente entonces HUHu .wiiMiiiuu vwui|jivjiuaii, ptiu que pe manchen IU uasiaiuc aicjauos ue nosotros como para evitar que unos lazos culturales o emocionales nos impidan hacernos una idea cabal del verdadero funcionamiento de los distintos factores. Ms all,LIBER

Pero estos motivos prcticos estn relacionados (y en ltima instancia producidos) por fenmenos histricos de gran envergadura que no conviene olvidar, para que la periodizacin histrica no caiga en un exceso de convencionalidad ni llegue al lmite de lo artificioso. Los comienzos de la escritura no son un hecho aislado, sino que se enmarcan en los procesos de especializacin laboral y diferenciacin social, de constitucin de unidades administrativas y polticas complejas, de asentamientos humanos ms amplios. Es igual que la formacin de las ciudades, del estado, de una estratificacin socioeconmica, en una palabra, es la culminacin del proceso llamado revolucin urbana (Gordon Childe), que por su envergadura debe ser considerado un hito fundamental en el continuum espacio-temporal de la historia. Las culturas del Oriente Prximo antiguo que analizamos aqu surgieron de esta revolucin urbana, que se complet hacia 3500 a.C. tras un largo periodo de formacin. Antes de ellas, y en torno a ellas, las culturas de nivel prehistrico presentan un nivel distinto (y menos complicado) de agregacin poltica, logros tecnolgicos, control social y modo de produccin. Tambin la etapa final, que en nuestro caso coincide con la formacin del imperio persa (c. 500 a.C), al que le seguir en breve el helenismo, coincide con un fenmeno histrico de gran envergadura: la insercin plena y definitiva de Oriente Prximo en hechos histricos y formaciones polticas de escala suprarregional con lo cual resulta completamente inadecuado estudiarlo de forma aislada y se hace necesario ampliar los horizontes. Pero este primer nivel de aproximacin no es suficiente, porque no resuelve el problema de la pluralidad e interconexin de los distintos focos de urbanizacin. Al ncleo central y precoz de la Baja Mesopotamia se suman otros en Egipto, Irn, Asia central, valle del Indo, Egeo y sur de Arabia (dejando a un lado otros focos bastante similares, aunque no tuvieron relacin con los anteriores, como los de China o los de Mxico y Per). Todas estas zonas presentan unos caracteres originales distintos, pero con lazos entre s, tanto ms fuertes cuanto ms amplia fuera su dimensinLIBER

INTRODUCCIN

espacial. Tampoco debemos subestimar las franjas intermedias, en este caso quiz ms enrarecidas en cuanto a consistencia demogrfica y ritmos histricos, pero con un importante papel fronterizo, adems de formar reservas humanas y tecnolgicas indispensables para la comprensin de los propios ncleos urbanizados. Una visin selectiva destaca ante todo la peculiaridad de los caracteres especficos de la zona elegida, pero no se puede negar el atractivo de una visin ms amplia, que destaque el policentrismo y las interconexiones. Si en este volumen se ha optado por una perspectiva restringida que incluye el ncleo bajomesopotmico con sus obvios complementos altomesopotmico, siropalestino, anatlico, armeniotranscaucsico e iran occidental, es sobre todo por razones de competencia personal y por las limitaciones del propio volumen. Pero esta eleccin no pretende en modo alguno resaltar un imperialismo regional, y slo mantiene su validez histrica si se tiene muy en cuenta, con una visin progresivamente difuminada pero siempre esencial, el transpas formado por los otros centros focales, por las zonas que hemos llamado fronterizas y de reserva, adems de la red de interconexiones que todo lo relaciona y fecunda. El rea del Oriente Prximo as circunscrita tampoco es compacta en su interior, ni se puede delimitar netamente. Los lmites son precisos al oeste (Mediterrneo) y al noroeste (mar Negro), ms imprecisos, aunque profundos, al norte (Cucaso, estepas de Asia central) y al sur (desierto de Arabia) y ms abiertos al este (meseta de Irn, golfo Prsico). Y el lmite alto de la periodizacin (es decir, la urbanizacin) aparece en distintos momentos segn las zonas, de modo que la difuminacin geogrfica y la histrica se compenetran entre s, y tambin con respecto a la fragmentacin interna. Sin duda, toda la regin se mantiene unida por unos lazos culturales, polticos y comerciales muy fuertes, pero cada zona mantiene siempre unos rasgos originales muy marcados, que permiten distinguir lo especficamente sirio de lo centroanatlico, o lo bajomesopotmico de lo elamita, y as sucesivamente. As pues, en el interior de la regin se reproduce en trminos ms circunscritos esa polaridad entre compacidad y diversidad, ncleo y periferia, peculiaridad e interconexin que hemos visto (de una forma ms marcada) en el amplio horizonte que va del Egeo y Egipto al valle del Indo, de Asia central al sur de Arabia. Se puede hacer un razonamiento similar en sentido diacrnico: todo el largo periodo (tres milenios, de 3500 a 500 a.C.) estudiado en este volumen tiene una continuidad y compacidad, conferidas sobre todo por la consolidacin y penetracin progresiva del modelo urbano y del estado palatino. Pero tampoco faltan hiatus, a veces traumticos (por irrupcin o resurgimiento del modelo no urbano y no palatino), ni las diferenciaciones por fases (y por siglos), fciles de reconocer en el prolongado proceso de enriquecimiento y elaboracin de los datos culturales. A menudo estas fases estn tan marcadas que hacen que prevalezca una imagen compacta y cronolgicamente delimitada sobre las imgenes regionales concretas, consideradas en diacrona larga. En conjunto, los lmites espaciales y cronolgicos de este volumen pretenden valorar ante todo la unidad histrico-cultural del antiguo Oriente, mientras que la subdivisin en captulos hace un repaso de las articulaciones y originalidades, tanto espaciales como cronolgicas, cuya interaccin da como resultado el juego del conjunto. Adems de la complejidad en el tiempo y el espacio, tenemos las complicaciones y variables internas, de medio social, de recursos econmicos y tcnicos, de particiLIBER

grafa moderna tiene la importante tarea de equilibrar las imgenes, dotando a la reconstruccin histrica de ciertas dosis de realismo, por lo menos cuantitativo, adems de hacer una valoracin cualitativa del conjunto para darle un sentido y hacerlo comprensible.

4.

E L PROBLEMA CRONOLGICO

A un nivel ms tcnico, conviene hacer ciertas precisiones acerca de la cronologa antigua y los mtodos empleados para reconstruirla. El lector de historias del antiguo Oriente enseguida advierte la existencia de dos tipos de dataciones. Hay una datacin arqueolgica, caracterizada por cifras redondas (como por ejemplo Gasuliense, c. 3700-3300 a.C, periodo Acadio, siglos xxiv-xxm a.C. o Bronce Tardo III A, 1365-1300 a.C), y una datacin ms propiamente histrica, con cifras precisas (como Senaquerib, 704-681 a.C, o III dinasta Ur, 2112-2004 a.C) pero variables de unos textos a otros (por ejemplo, para Hammurabi encontramos 1792-1750, o bien 1848-1806, o bien 1728-1696), lo cual plantea el problema del valor real de estas indicaciones. Nos encontramos frente a dos procedimientos distintos de datacin, que en principio son complementarios entre s; pero en realidad una de ellas prevalece para los periodos pre y protohistricos, y la otra para las fases histricas. El procedimiento arqueolgico tiene caracteres objetivos y cientficos, y tiende a reconstruir la ubicacin cronolgica de los hallazgos antiguos (o mejor dicho, su ubicacin en el contexto del yacimiento), unos con respecto a otros, y con respecto al presente (fechas B.P., before present). El procedimiento histrico es de carcter cultural, y tiende a reconstruir los antiguos sistemas de datacin y las antiguas secuencias cronolgicas, para relacionarlos despus con nuestro sistema y nuestra secuencia, de modo que sean accesibles. Para ambos procedimientos, el primer paso consiste en ubicar los elementosLIBER

LIBER

EL ANTIGUO ORIENTE COMO PROBLEMA HISTRICO

29

a datar en una relacin recproca de anterioridad y posterioridad, o tambin de contemporaneidad (cronologa relativa); un segundo paso es anclar la secuencia de relaciones as obtenida en uno o varios puntos fijos, transformndola en una secuencia de fechas (cronologa absoluta) fechas que pueden tener una precisin de siglos, decenios, aos o incluso das, segn el detalle que permita la documentacin. La cronologa arqueolgica relativa tiene como base fundamental la estratigrafa vertical de las excavaciones. Otros mtodos que en el pasado pudieron haber proporcionado datos importantes (estratigrafa horizontal en las necrpolis, y sobre todo clasificacin tipolgica de los hallazgos) tienen una funcin subsidiaria y limitada. Gracias a la excavacin estratigrfica se pueden distinguir los episodios concretos de acumulacin (o deposicin) del terreno, aislar los materiales contenidos en cada nivel (o en cada capa, dentro de cada nivel), y establecer relaciones fsicas entre los distintos episodios de deposicin (del tipo corta, cubre, etc.) que se puedan traducir en relaciones diacrnicas. Las relaciones as obtenidas se sitan en retculos de conjunto que reproducen en trminos grficos simplificados toda la secuencia de intervenciones a lo largo de un tiempo ya sean voluntarias (edificaciones, colocacin de objetos, episodios de destruccin, etc.) o de hecho (vertido de desechos, acumulacin elica, aluviones, etc.). La matriz de Harris es una elaboracin terica ms rigurosa de este procedimiento, a la que recurren tal vez de un modo ms emprico todos los arquelogos que trabajan en Oriente Prximo. Comparando las secuencias as obtenidas para cada zona de excavacin, se reconstruye la estratigrafa de un yacimiento. Y comparando entre s las secuencias de varios yacimientos se obtiene una estratigrafa comparada y una cronologa relativa (de carcter arqueolgico, es decir, referente sobre todo a la cultura material) de toda una regin o de todo un periodo, hasta llegar a la secuencia que abarque a todo Oriente Prximo para todas las fases histricas y prehistricas. Esta cronologa arqueolgica relativa se puede convertir en absoluta de dos maneras: 1) el hallazgo en un nivel de documentos escritos puede permitir que la secuencia estratigrfica se ponga en conexin con la cronologa histrica antigua, que examinaremos ms adelante; 2) existen mtodos de anlisis fsico-qumico que permiten datar algunos materiales, sobre todo los orgnicos (retrocediendo desde la fecha actual). Algunos mtodos que resultan tiles para las fases ms antiguas de la prehistoria (como la termoluminiscencia), son demasiado imprecisos para las fases protohistricas e histricas, para las que en cambio se emplea con xito el carbono 14, mientras cada vez son ms relevantes las aportaciones de la dendrocronologa. El mtodo del carbono 14 se basa en el hecho de que un istopo radiactivo del carbono (C 14), que se halla en toda la materia orgnica viva en una proporcin conocida, se va consumiendo poco a poco despus de la muerte del organismo, y se reduce a la mitad al cabo de 5.568 aos, segn Libby (lower half-lif). Si se mide la cantidad de C 14 que queda en un resto orgnico, se puede establecer la fecha de su muerte con una aproximacin que depende de las condiciones y la precisin del anlisis (por eso las fechas al C 14 siempre van seguidas de una precisin: 50, 100, o simplemente van precedidas de para recordar que la fecha en realidad indica un punto focal de aproximacin). Las fechas pueden ser ms o menos precisas y fiables (e incluso equivocadas si proceden de material contaminado por contacto con otro material orgnico o por inmersin en ciertos tipos de suelos) y tiles en sus indicaciones: por ejemplo, las fechas de cereales carbonizados encontrados en el sueloLIBER

de un edificio destruido por un incendio suelen ser las ms precisas, y se refieren al momento de la destruccin, mientras que las fechas de las vigas carbonizadas del mismo edificio se refieren al momento de su construccin, aunque esto tampoco es exacto, porque pueden haber sido utilizadas bastantes aos despus de que se cortara la madera. De todos modos, un buen nmero de fechas C 14 que coincidan para el mismo nivel proporcionan una datacin muy segura. La dendrocronologa se basa en el hecho de que el grosor de los anillos de crecimiento anual, bien visibles en el corte de un tronco de rbol, es proporcional a lahiimprlsirl ahcrrhiHa nr*r M rKnl t i r a n a o*s n^ (*** Aa.- ~~:- " * * * ^ W w u i i s v / i u i u m i H , v o v aiL\j

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pitaciones), y por lo tanto homognea en los distintos rboles de la misma zona para cada aflo. De esta forma, las secciones de troncos se pueden traducir en grficos queLIBER

EL ANTIGUO ORIENTE COMO PROBLEMA HISTRICO

registran las oscilaciones de las precipitaciones siguiendo una pauta fija (sea cual fuere el rbol cortado) para los mismos aos. Esta pauta se puede reconocer y aplicar a otros troncos. Partiendo de secuencias obtenidas de troncos de rboles vivos (cuya datacin final se conoce), y retrocediendo en el tiempo al solaparlas con las de troncos ms antiguos (vigas de palacios, iglesias, mezquitas, etc.), se ha establecido, tambin en el caso de Oriente Prximo, toda la secuencia que se remonta al umbral de la edad clsica. Tras un hiatus de varios siglos, hay otra secuencia para Anatolia que se remonta a la Edad del Hierro (y hasta el Bronce Tardo), basada sobre todo en troncos encontrados en los tmulos funerarios frigios de Gordion. Cuando esta secuencia de Gordion (y otras posibles secuencias obtenidas a partir de los sarcfagos de madera egipcios) se una a la principal, que est datada con exactitud, y se pueda prolongar hacia atrs en el tiempo, se tendr una cronologa muy exacta (ao por ao), aunque slo se pueda obtener a partir de determinados restos (los troncos, aunque estn carbonizados), y por lo tanto servir sobre todo para datar los edificios construidos con esos troncos. En espera de que la dendrocronologa tenga un impacto directo en la cronologa histrica de Oriente Prximo, su impacto indirecto ha sido ya muy importante. Efectivamente, el anlisis del C 14 aplicado a troncos datados con precisin gracias a la dendrocronologa ha desvelado que las fechas obtenidas eran sistemticamente ms altas para los periodos ms recientes, pero demasiado bajas para los periodos ms antiguos (sobre todo entre 2000 y 7000 a.C, es decir, precisamente en las fases pre y protohistrica): el ndice de reduccin progresiva del C 14 no ha sido homogneo a lo largo del tiempo, sino que ha experimentado amplias fluctuaciones que la dendrocronologa ha permitido descubrir. Hoy las fechas obtenidas mediante C 14 se pueden calibrar mejor para ajustaras a la realidad, aunque se obtengan a partir de materiales que no sean troncos y pertenezcan a periodos no cubiertos por una secuencia dendrocronolgica datada (en Oriente Prximo). No se trata de diferencias pequeas: por ejemplo, una misma muestra (que se remonta al principio del periodo 'Ubaid Tardo) est datada de 4133 con la lower half-life, de 4322 con la higher half-iife, y de 5072 con el calibrado. Dado que el calibrado todava no ha sido precisado para las edades prehistricas ms antiguas, los laboratorios siguen indicando convencionalmente fechas B.P. segn la lower half-life. Esta cronologa convencional se recoge en el presente volumen, con la advertencia de que las fechas calendariadas (es decir, reales) son ms altas (hasta un milenio ms), sobre todo si nos remontamos ms atrs del ao 2000 a.C. Esta cronologa de base arqueolgica y fsico-qumica debe ser integrada y precisada para los periodos propiamente histricos mediante la cronologa cultural que se desprende de los textos. Cada cultura siente la necesidad de establecer su cronologa, con fines no tanto (y no inicialmente) historiogrficos, como jurdicos y administrativos, para relacionar con su presente la conservacin y utilizacin de actos jurdicos y actas administrativas. Para ello se recurre a las eras, secuencias temporales con un ao inicial conocido. Nuestra secuencia (que es la era cristiana, es decir, el cmputo a partir del ao del supuesto nacimiento de Jesucristo) se utiliza desde hace tanto tiempo, incluso de forma retroactiva (fechas antes de Cristo adems de las despus de Cristo), que casi hemos perdido la nocin de que se trata de una era entre todas las posibles y entre muchas ms, utilizadas al mismo tiempo (en mbitos no cristianos y tambin cristianos) y con anterioridad. En el antiguo Oriente las erasLIBER

FIGURA 4. Dendrocronologa y calibrado del C 14. Arriba, principio de la dendrocronologa: a partir de una secuencia de anillos de datacin conocida (de un rbol vivo) se retrocede por solapamiento con secuencias cada vez ms antiguas (de rboles muertos), obteniendo la datacin exacta. Centro, diagrama dendrocronolgico: en ordenadas el grosor de los anillos (en milmetros), en abscisas los aos (aqu: despus de Cristo). Una secuencia corta est situada en el tiempo de modo que se aprecie el tramo de superposicin. Abajo, calibrado de las dataciones con C 14. En ordenadas las fechas calendariales (reales) obtenidas por dendrocronologa (aqu: fechas antes de Cristo); en abscisas las fechas al C 14 (reduccin a la mitad en 5568 aos) calculadas a partir del presente (B.P.).

LIBER

EL ANTIGUO ORIENTE COMO PROBLEMA HISTRICO

33

eran bastante cortas y solan referirse a la coronacin de un monarca reinante en ese momento, por lo que variaban de unas ciudades a otras, de unos reinos a otros. Hoy, para poder utilizar la datacin que encontramos en los textos antiguos, debemos reconstruir la complicada red de las secuencias dinsticas en cada reino. Un documento datado con exactitud, por ejemplo da 4, mes III, sexto ao de Nabucodonosor, se queda flotando en el tiempo si no logramos conectar la era antigua (= el reinado de Nabucodonosor) con la nuestra. Por suerte, nuestro problema no difiere sustancialmente (aunque su alcance y fines sean distintos) del problema de los antiguos escribas y archiveros, quienes tambin deban poner orden en las distintas eras y dataciones de su pasado reciente que an aparecan en sus documentos. Para ello recurrieron a mtodos que podemos aprovechar nosotros. En Mesopotamia se identificaban los aos de tres maneras: 1) con un funcionario epnimo (Ifmu), sistema utilizado en Asira a lo largo de toda su historia; 2) con un nombre de ao (por ejemplo, ao en el que se construyeron las murallas de Sippar), sistema usado en el sur de Sumeria y en Babilonia hasta mediados del II milenio a.C; 3) con el nmero de orden a partir del ao de coronacin, sistema usado en Babilonia a partir de la dinasta casita. De modo que los escribas asirios, para poder utilizar sus dataciones, compilaron y mantuvieron actualizada una lista de epnimos, y los escribas sumerios y babilonios unas listas de nombres de aos y de reyes, tanto para cada dinasta como para un conjunto de ellas, hasta llegar a unas listas panmesopotmicas (como la lista real sumeria) y a las listas sincrnicas asiriobabilonias. Si pudiramos disponer hoy de todos estos instrumentos cronogrficos, podramos reconstruir la cronologa antigua: todas las eras formadas por reinados de duracin precisa, adems de sus relaciones de secuencia y solapamiento. Desgraciadamente, las listas nos han llegado incompletas, fragmentarias y con errores (sobre todo en las cifras), que se advierten al comparar varias listas o varios manuscritos de la misma lista, siendo esta la nica forma de detectarlos. Tambin contienen deformaciones ms o menos tendenciosas: exclusin, por motivos polticos, de ciertos reyes o dinastas, colocacin en secuencia mecnica de dinastas que en realidad fueron contemporneas, al menos en parte, e inclusin de materiales mticos y legendarios (en las partes iniciales de la lista real sumeria, y tambin en la asira). De todos modos, gracias a este material se ha podido reconstruir el esqueleto cronolgico de Mesopotamia partiendo de mediados del III milenio (la cronologa anterior es sobre todo arqueolgica) hasta que se une a la cronologa griega y persa a mediados del I milenio. La cronologa es bastante precisa y definitiva para el periodo 1500-500; para el I milenio hay tambin precisiones de crnicas (sobre todo babilonias) y anales (sobre todo asirios), ms detallados que las simples listas. A mediados del II milenio, las lagunas de la lista real asira (que es la secuencia dinstica ms larga y continua) y los solapamientos entre dinastas babilonias dan un hiatus ms o menos largo, con diferencias de varios decenios para la fase histrica ms antigua (2500-1500), y que naturalmente crece al retroceder en el tiempo por la acumulacin de ms incertidumbres e hiati. Se ha intentado determinar la magnitud de este hiatus de mediados del II milenio gracias a ciertas alusiones a fenmenos astronmicos que encontramos en textos paleobabilonios (de la poca de Ammi-saduqa). Pero estas alusiones son bastante imprecisas (varios astrnomos consultados las han interpretado de distintas formas), de modo que hoy no inspiran tanta confianza. Por otro lado, se refieren a fenmenos cclicos, de modo que desde el punto de vista astronLIBER3. LIVERANI

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INTRODUCCIN

CUADRO 1. Esquema cronolgico global del Oriente Prximo antiguo.FECHAS a.C. FASES ARQUEOLGICAS SIRIAPALESTINA Calcoltico Tardo Colonias Uruk ANATOLIA ALTA MESOPOTAMIA Calcoltico Tardo Colonias Uruk Colonias Uruk BAJA MESOPOTAMIA IRN

Revolucin urbana

Calcoltico Tardo

Uruk Tardo 3300-3100

Colonias Uruk periodo Protoefamifa 3100-2700

3000 Bronce Antiguo

Yemdet Nasr 3100-2900 periodo Protodinastico 'Amuq G I 2900-2750

I

'Amuq H

Nnivc 5

II2500 Ebla 2500-2300

II 2750-2600

III 2600-2350

III

'Amuq I Sakkanakku en Mari 'Amuq J Urkish y Nawar Akkad 2350-2200 guti 2200-2120 UrHI 2120-2000 amorritas 2000 amorritas 2000 amorritas 2000 reino antiguoasirio 1950-1750 Isin 2017-1794 Larsa 2025-1763 Babilonia 1894-1595 Pas del Mar Simash 2050-1950 Awan 2350-2200

Perodo Intermedio Jronce Antiguo/Medio 2000

colonias asiras 1900-1750 Bronce Medio Mari 1850-1750 Yarnkhad 1800-1600 Alalakh VII hicsos condominio egipco-mitannio 1550-1370 condominio egipcio-hitita 1370-1190 Antiguo Reino hitita 1650-1550 periodo Mediohitita Kizzuwatna 1550-1370

Sukkal-makh 1900-1750

Edad Oscura 1750-1550 Khana hegemona mitannia 1550-1360

1500

Bronce Tatdio

casitas /600-ZI50

imperio hitita 1370-1190

Pueblos del Mar 1200

reino nedioasirio 1360-1050 hin II 1150-1025

reino

Edad del Hierro I

rameos 1100-720

Frigia 750-650

Nairi

crisis asira 1050-900

II

neohititas 1100-720

Lidia 650-550 Urartu 800-600

varias dinastas 1025-725 imperio asirio 900615

dominio asirio

dominio asirio 725-625

reino neoelamita 750-650

Mdominio medo y caldeo caldeos 625-539 imperio persa (de 550 en adelante)

Media 65O-5S0

500

LIBER

EL ANTIGUO ORIENTE COMO PROBLEMA HISTRICO

mico se pueden barajar varias fechas. Como ya se ha dicho, las fechas de Hammurabi son 1848-1806 recurriendo a la llamada cronologa larga, 1792-1750 recurriendo a la media, y 1782-1696 recurriendo a la corta, que se diferencian por la eleccin de distintos ciclos astronmicos, y hoy da se consideran bastante convencionales y poco reales. En este volumen se ha adoptado la cronologa media, que en los ltimos decenios ha tenido una aceptacin mayoritaria. Evidentemente, el problema ms serio (no tanto para Hammurabi como para el III milenio) es hacer que coincidan la cronologa absoluta de origen fsico-qumico (C 14) y la absoluta de origen cultural (textos). No es un problema fcil de resolver, dado lo convencional y en cierto modo opcional de ambos sistemas. De todos modos, la red cronolgica as obtenida se ajusta en lneas generales a la respectiva documentacin, a partir de la cual se ha obtenido. Se ha conseguido establecer una red bastante densa y fiable para aquellos periodos y regiones que han proporcionado ms documentos (y por tanto una cronologa ms precisa); en cambio, la ordenacin es ms imprecisa para los periodos y zonas de los que se tienen pocos datos. Tambin intervienen factores de orden exquisitamente cultural. Por ejemplo, en la Siria del Bronce Tardo y en la Anatolia hitita, los textos jurdicos estn fechados (es un decir) con las frmulas estereotipadas a partir de hoy y para siempre, por lo que su validez est vinculada a la existencia fsica del documento. No necesitan ninguna secuencia temporal de referencia, y son el resultado de una mentalidad peculiar que tambin produce textos administrativos sin fecha. Por eso los escribas de estas culturas no compilaron listas de reyes o aos no les haca falta! y, por consiguiente, nosotros tenemos dificultades para reconstruir las secuencias dinsticas y desconocemos la duracin de los reinados. Pero en realidad tampoco necesitamos una cronologa detallada, porque de todos modos los documentos (y los hechos recogidos en ellos) carecen de fecha. En lneas generales, Mesopotamia, por la abundancia de sus documentos y la precisin de sus escribas, es la regin que brinda una cronologa ms constante y detallada, mientras que las zonas de los alrededores se apoyan en ella mediante una serie cada vez ms nutrida de sincronismos, a medida que van apareciendo nuevas publicaciones. Por ltimo, para el estudio de concentraciones especiales de textos los archivos que se han encontrado intactos se utilizan mtodos prosopogrficos (el estudio de personajes individuales) con fines cronolgicos. Y surge la necesidad de un estudio ms detallado, que incluya el calendario (si los textos estn fechados con mes y da). En los archivos de tablillas cuneiformes (que en esto no difieren de los de papel de las pocas posteriores) los textos se conservaban en funcin de su utilidad documental, y en caso contrario se eliminaban. Por eso, los textos de carcter jurdico (ventas, adopciones, prstamos, etc.) se deban conservar durante mucho tiempo, y en cualquier caso mientras tenan validez; los registros contables solan ser ms efmeros, pero sus datos a veces se incluan en resmenes (anuales e incluso plurianuales) conservados durante ms tiempo.

LIBER

o con otras casi uespouiauas. Para dar una imagen simplificada de Oriente Prximo se suele hablar del Creciente Frtil: un semicrculo de tierras frtiles, de regado, adecuadas para el asentamiento agrcola y urbano, se extiende desde Palestina hasta Mesopotamia, limitando al sur (por el lado cncavo) con el desierto siroarbigo y al norte (por el lado convexo) con las tierras altas anatlicas, armenias e iranes. Pero, si se observa con ms detalle, la realidad es ms compleja, y el entremezclamiento de las distintas zonas ecolgicas est mucho ms articulado. Las tierras altas estn surcadas por cuencas que reproducen en pequeo los caracteres del Creciente Frtil, y las tierras de regado estn interrumpidas por cordilleras menores y franjas desrticas; las propias mesetas ridas estn jalonadas de oasis y surcadas por los uadis. La discontinuidad ambiental es un rasgo estructural de Oriente Prximo, y un dato importante desde el punto de vista histrico, porque supone que regiones con recursos y vocaciones distintas estn entremezcladas y en estrecho contacto. Para comprender esta red de relaciones se utilizan los conceptos de punto nodal, frontera y nicho. El punto nodal es la soldadura de dos zonas distintas. A travs de l pasan, en ambas direcciones, experiencias y productos, hombres y tecnologas, elaboraciones acordes con los caracteres de las zonas respectivas y que faltan en las adyacentes. Por lo general, este paso implica un cambio en los cdigos expresivos y de valores, con un deciO ue iccunuacion reciproca, uc comparacin y ajuste u ios resunauos, que tanto ha contribuido a la evolucin de las comunidades humanas desde las fases ms antiguas. A veces los fenmenos facilitados por el punto nodal provocan un desLIBER

veget mediterrnea * bubque mesico bosque templado x//\ oosque de estepa Cu estepa I I desierto II veget. alpina I-

FIGURA 5. Los fundamentos ecolgicos. Arriba, cantidad anual de precipitaciones. Abajo, vegetacin natural (posglacial).

LIBER

38

INTRODUCCIN

plazamiento fsico de los ncleos humanos. Un caso tpico es la trashumancia de los pastores que aprovechan los puntos nodales de tipo montaa/llanura o de tipo valle de regado/estepa rida. Pero ms^ajnenudo los gruposhumanos, jiun_sjendo estables, sacan provecho a su ubicacin jutolur'puTrr0niodjUjri^^teun acceso privilegiado_axecursos variados y 'cbmplemeliGMOfrEj[hjaioJd^ieJQSjainios nodales sean mltiples y cercansjinos otros mantiene un fuerte dinamismo cultural en toda a regITde Oriente Prximo. ~ El concepto de frontera es distinto. Tiene caracteres ms histrico-culturales que ecolgicos, ms de imagen que de realidad. La zona fronteriza es la marginal y terminal de un ncleo cultural determinado, al otro lado de la cual segn los miembros de la comunidad interior est la nada, el vaco, o bien lo radicalmente distinto (y por lo general inferior), el territorio apetecible para la explotacin de materias primas mediante el intercambio desigual, hasta llegar a formas de conquista militar y expansin imperial. Mientras el punto nodal es bium'voco, la frontera es de una direccin, es un punto de vista. Y mientras el punto nodal tiende a ser estable, al hallarse integrado en los caracteres fsicos y econmicos, la frontera tiende a ser mvil, objeto de una propulsin hacia adelante si el ncleo central es fuerte, pero tambin de violacin y colapso si las fuerzas caticas exteriores hacen que su mayor movilidad y nmero prevalezcan sobre la calidad y estabilidad del pas central. Pero incluso dentro de ste puede haber fronteras (fronteras interiores) que por los avalares histricos se van convirtiendo en fronteras invisibles. Estas fronteras no se pueden trazar en un mapa, no tienen rasgos fsicos apreciables, pero se encuentran en la diversidad cultural: fronteras lingsticas o religiosas, de modos de produccin y modos de vida, de ideologas polticas, y de estructuras familiares y sociales. El concepto de nicho (ecolgico y cultural) es opuesto. Subraya el valor de ciertas zonas compactas y coherentes delimitadas por puntos nodales ms o menos prximos, y protegidas del medio que las rodea, de tal forma que desarrollan al mximo sus posibilidades productivas y organizativas. El nicho puede ser pequeo (un valle entre montaas, un oasis), tan pequeo que en las dimensiones de los fenmenos econmicos e histricos a los que hoy estamos acostumbrados no podra desempear ninguna funcin autnoma y especfica. Pero conviene recordar que la dimensin de los fenmenos del Oriente Prximo protohistrico y de la historia preclsica es muy reducida. Las concentraciones humanas, la acumulacin de excedentes, la ordenacin territorial, las competencias artesanales y los contactos comerciales pueden tener un papel histricamente relevante aunque estn circunscritos a mbitos cuantitativos muy modestos. Por eso, un nicho pequeo pero bien resguardado y con buenos puntos nodales puede ser un polo de desarrollo bastante eficaz, ms que otro nicho mayor pero ms disgregado. En cambio, este ltimo tendr un papel destacado cuando la red de comunicaciones sea ms eficaz, la poblacin ms compacta y las necesidades de recursos exteriores se hayan agudizado. As pues, las dimensiones ptimas de un nicho varan en funcin de las condiciones histricas: el pequeo oasis de Jeric es un nicho ptimo para la dimensin de los fenmenos del Neoltico, mientras que en la Edad del Hierro cobra sentido un nicho como Asira, que incluye muchas ciudades. Oriente Prximo, con esta articulacin interna y externa por nichos, alcanza una complejidad que, por un lado, permite dar razn de la pluralidad de las estrategias de desarrollo, del mudable cuadrI poltico, del constante intercambio cultural (comoLBER

gonistas antiguos de la historia propusieron y aplicaron este tipo de simplificaciones ideolgicas de la complejidad real, creando imgenes o representaciones del mundo. La historiografa moderna se ha hecho eco muchas veces de estas representaciones, sin advertir siquiera su carcter ideolgico. Es lo que sucede sobre todo con la ms vigorosa de estas imgenes, la de un Oriente Prximo que sigue un esquema de contraposicin entre un ncleo y una periferia. El ncleo, el espacio central, est ms habitado y civilizado, y su centro ideal es la ciudad (que a su vez gira en torno al templo o al palacio real), rodeada por una llanura de regado salpicada de aldeas agrcolas. La periferia es la franja que rodea esta llanura, de estepa o montaa, con una poblacin ms desperdigada e inestable de pastores, fugitivos, bandidos, que poco a poco se difumina hacia el vaco humano de zonas que slo son tiles como reservas de materias primas: rboles de alto tronco, metales y piedras duras. Estos mapas mentales se pueden encontrar fcilmente en los textos antiguos, como la imagen del mundo en forma de embudo de Gudea (c. 2100) que sita en el centro del mundo a su ciudad de Lagash, y en su centro al templo de Ningirsu. De todo el mundo circunstante afluyen las materias primas necesarias para la edificacin del templo, y esta periferia est formada por una serie de tierras o montaas, cada una de las cuales produce un metal determinado o un tipo de rbol, y est unida a la llanura central por un ro que sirve para transportar aguas abajo las materias primas, hasta el destino final, que les da un sentido. Esta imagen, traducida en trminos historiogrficos modernos, presenta un Oriente Prximo centrado en la llanura de la Baja Mesopotamia, donde en efecto se hallan las mayores extensiones agrcolas y concentraciones urbanas, rodeada de estepas o montaas con una poblacin ms discontinua, subordinadas cultural y polticamente al centro y suministradoras de materias primas para este ltimo. Ahora bien, es evidente que esta simplificacin de la realidad podra ser aceptable desde el punto de vista centralista, pero desde luego no desde el perifrico. En cuanto a los protagonistas antiguos de la historia, esta es sin duda la visin mesopotmica, pero cada uno de los grupos humanos asentados en otros lugares tambin piensan que estn en el centro de un mundo que gira en torno a ellos, y procuran que sus rasgos distintivos queden en el mejor lugar, aun a costa de deformar radicalmente las caractersticas de los dems. Lo mismo sucede en la historiografa moderna con este esquema de ncleo y periferia, que corre el riesgo de ser mesopotamocntrico y sacrificar gravemente la originalidad de otras culturas, los caracteres de otras regiones, las distintas aportaciones culturales, con sus mltiples tendencias, los complejos intercambios econmicos y escenarios polticos. Aunque nos inclinemos por esa visin, al menos tendremos que corregirla y prestar atencin a la articulacin, al pluralismo y al cambio diacrnico, localizando los numerosos y cambiantes ncleos que surgen de vez en cuando, y sin olvidar nunca el carcter subjetivo y tendencioso del concepto de periferia. A escala ms modestamente descriptiva se advierte, si acaso, que entre las zonas de densidad humana y las zonas de densidad de materias primas hay una compleLIBER

FIGURA 6. Material cartogrfico del antiguo Oriente. Arriba, plano de un asentamiento agrcola (de Nuzi, c. 2300). Centro, plano de la ciudad de Nippur (de Nippur, c. 1500). Abajo, plano esquemtico del mundo (de Sippar, c. 500).LIBER

aos el clima de Oriente Prximo es ms o menos como el actual, de modo que todo el periodo histrico se incluye en una sola fase interglacial. Pero dentro de esta fase hubo fluctuaciones de la cantidad de precipitaciones y la temperatura media, que tuvieron su influencia, por lo menos, en el avance o retroceso de algunos puntos nodales ecolgicos por ejemplo, los de los asentamientos estables y la trashumancia en las zonas semiridas del borde occidental del desierto siroarbigo (TransJordania, Siria interior). Pero mayores han sido los cambios provocados en el paisaje por la actividad de los grupos humanos, que explotaron algunos recursos de una forma a veces salvaje y desencadenaron procesos de degradacin irreversibles. Destaca sobre todo el proceso de deforestacin, como se advierte al comparar los mapas que reconstruyen la cubierta originaria espontnea con la situacin actual. La creacin de espacios para los cultivos agrcolas y los pastos en detrimento de los bosques y la mancha arbustiva marca toda la historia de Oriente Prximo a partir del Neoltico. A las primeras deforestaciones neolticas, que formaban calveros limitados en un paisaje todava intacto, les siguieron unas deforestaciones ms importantes y definitivas en la Edad del Bronce, cuando por exigencias de la urbanizacin se talaron tambin los bosques de las montaas de tronco alto (para la construccin), adems de los restos de bosques de las llanuras agrcolas. Con la Edad del Hierro se acentu la explotacin agropastoral de las zonas de montaas y cerros, donde la deforestacin y el pastoreo excesivo llev a la prdida de toda la cubierta arbustiva, al lavado del suelo (al quedar ste sin proteccin ante las precipitaciones) y al afloramiento de las rocas, con efectos irreversibles. En las llanuras de regado las intervenciones fueron sobre todo de regulacin y canalizacin de las aguas, drenaje y difusin capilar, al principio tambin en islas, para ir extendindose. Pero la red de canales, sobre todo en la Baja Mesopotamia, pas por varias fases de desarrollo y destruccin, con formacin de aguazales en amplias zonas; y el cultivo intensivo provoc la salinizacin del suelo. Por lo tanto, en la medida de lo posible hay que reLIBER

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INTRODUCCIN

construir el paisaje real, histrico, de cada poca. En algunos casos pudo haber sido bastante similar al actual, pero en otros era muy distinto, sobre todo si el actual es el resultado de degradaciones y desertizaciones producidas a lo largo de los siglos, o bien de roturaciones recientes. Para hacer una reconstruccin histrica del paisaje resultan esenciales los datos paleobotnicos y palinolgicos, que permiten identificar las principales especies vegetales (tanto espontneas como cultivadas) y sus fluctuaciones proporcionales; y tambin los datos propiamente arqueolgicos que permiten fechar las obras hidrulicas (redes de canales, aterrazamiento de laderas, excavacin de pozos, etc.). Tambin hay datos literarios e iconogrficos, y se les suele dar mucha importancia a la hora de reconstruir el paisaje. Pero se trata de una documentacin que ha pasado por filtros culturales, y est llena de deformaciones ms o menos intencionadas. Ms objetiva es la informacin proporcionada por los textos administrativos, de gran importancia, sobre todo en lo que respecta a los cultivos agrcolas y la ganadera, con buenas indicaciones cuantitativas. De todos modos, est sometida al filtro lingstico, y el problema de la traduccin exacta de la terminologa antigua (botnica, zoo logia, tecnologa) al lenguaje actual no siempre es fcil de resolver. En cambio, la documentacin de los textos literarios y la iconogrfica estn mucho ms filtradas cultural e ideolgicamente, y deben ser hbilmente descifradas. Por lo general, en ellas encontramos una visin muy deformada de la imagen paisajstica, que subraya lo extico, lo extraordinario, y altera las relaciones cuantitativas. A menudo tienen rasgos utpicos y presentan unos paisajes que no son los reales, sino (segn el tipo de texto o monumento) paisajes administrativos, conmemorativos, normativos, etc. No ilustran lo que es, sino lo que se pretende que sea o se deseara que hubiera sido. Estos paisajes literarios e iconogrficos pertenecen a la historia de la cultura (y de la ideologa), ms que a la del paisaje aunque, convenientemente descifrados, transmiten una documentacin acorde con la realidad histrica.

2.

EL POBLAMIENTO

La variedad de paisajes que caracteriza a Oriente Prximo se traduce en un poblamiento humano de acentuada discontinuidad espacial, todava mayor en la antigedad que la que advertimos hoy. Por lo general, la poblacin se concentra en las llanuras aluviales y en los nichos entre montaas ms favorecidos, ocupa importantes zonas de cerros y mesetas (por lo menos en algunas fases histricas), y se aparta de la montaa boscosa y de la estepa rida, donde suele haber una ocupacin estacional, mvil, poco importante en nmero. Las propias llanuras aluviales estn habitadas en la medida en que son roturadas y cultivadas, de modo que en ellas se repite, a escala reducida, la misma discontinuidad espacial, con islas drenadas y regadas (que cuentan con asentamientos e incluso con ciudades) en un territorio inutilizado de hecho, aunque susceptible de ser explotado. En general se pueden enunciar los siguientes principios: 1) sobra tierra para la poblacin; 2) el agua disponible es lo que permite preparar la tierra para hacerla productiva; 3) pero es el trabajo humano (proporcional al dato demogrfico bsico por el multiplicador de la organizacin sociopoltica) lo que hace posible la organizacin infraestructural de las aguas y la tierra para su explotacin continuada. Los tresLIBER

LOS CARACTERES ORIGINALES

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elementos tierra, agua, trabajo se condicionan mutuamente, y el poblamiento, condicionado por los recursos alimentarios, condiciona a su vez su produccin. El proceso de dilatacin demogrfica es, pues, lento y trabajoso (ningn factor puede dar un salto hacia adelante si no espera a que los dems sean adecuados), y puede llegar a ser precario y reversible cuando intervienen factores negativos, de crisis. A la discontinuidad espacial se suma una discontinuidad diacrnica del desarrollo demogrfico, no menos llamativa. La historia de cada asentamiento, tal como se desprende de la estratigrafa de excavacin, es una sucesin de fases de construccin y destruccin, de ocupacin y abandono, a veces prolongado. Y sumando las historias de todos los asentamientos de cada yacimiento en una historia demogrfica regional, sigue habiendo una alternancia de fases de desarrollo, en las que prevaleci la influencia de factores positivos (de produccin y reproduccin), y fases regresivas o incluso de colapso vertical, en las que prevaleci la influencia de factores negativos. A veces las crisis se deben a hechos naturales contra los que no haba defensa posible, por lo menos con los medios tecnolgicos de la poca, como terremotos, sequas, inundaciones, epidemias e incendios. Pero dejando a un lado estos elementos naturales, que estadsticamente se reparten al azar (en el tiempo, cuando no en el espacio) y son una especie de condicionamiento previo del desarrollo, existen factores propiamente humanos, estrategias de desarrollo que no por ser, en general, inconscientes, son menos determinantes. El primer factor es estrictamente cuantitativo. Una comunidad de dimensiones reducidas tiene menos posibilidades de sobrevivir, corre un riesgo mayor de sucumbir a crisis violentas, y tambin tiene menos posibilidades de perpetuarse en un juego combinatorio alterado por vnculos fsicos y culturales (incompatibilidades matrimoniales, endogamia, edad matrimonial, etc.). Sin duda, una comunidad ms numerosa acusa mejor las crisis menores (puede quedar diezmada, pero sin extinguirse), conservando una adecuada base de recuperacin y ofreciendo a sus miembros un nmero mayor de opciones y compensaciones ms frecuentes. Pero una comunidad ms amplia tambin deber tener una estructura ms compleja, que estar ms expuesta a crisis mayores y colapsos importantes (sobre todo en su componente de no productores de alimento). El segundo factor es propiamente estratgico, de eleccin entre dos posibles modelos. Hay un modelo de desarrollo ms lento casi imperceptible pero ms seguro, que tiende a conservar lo que ya existe, ms que al incremento cuantitativo o a la mejora cualitativa. Este modelo, arraigado sobre todo en las pequeas comunidades agropecuarias (de aldea o de grupo trashumante), toma como parmetro de su desarrollo los picos bajos de la curva anual alterna de produccin de alimento. Renuncia a proyectos de desarrollo y tiende a conservar intacta su reserva de recursos (ganado, tierras). Por el contrario, hay un modelo de desarrollo ms acelerado, adoptado sobre todo en las ciudades, que tiene como rasgos caractersticos la concentracin de los excedentes y la especializacin laboral. Este modelo tiende a crecer y diversificarse, y para ello debe utilizar al mximo los recursos, y sobreexplotar los medios de produccin y las fuerzas de trabajo: diezmando rebaos, regando demasiado, cultivando sin interrupcin (hasta provocar la salinizacin y el empobrecimiento de los suelos), exigiendo flujos de trabajo y excedentes alimentarios que cuando son excesivos agotan la propia fuente. A este segundo modelo le debemos las grandes realizaciones culturales del antiguo Oriente (ciudades con templos y palacios, artesana artstica, archivos, murallas, canales, etc.), pero est bastante ms expuesto que el otroLIBER

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17. Formas y motivos decorativos de la cermica 'Ubaid.

(3700-3300), hemos llegado al final del periodo 'Ubaid Tardo, y nos adentramos en la fase llamada Uruk Antiguo, en el valle de la Baja Mesopotamia. Entre 'Ubaid Tardo y Uruk Antiguo no hay ruptura. El desarrollo tcnico y organizativo sigue la misma direccin, pero conviene hacer una periodizacin, debido al cambio del tipo cermico distintivo (a la cermica pintada 'Ubaid Tardo le suceden otros tipos pulimentados, grises y rojos, tpicos de la fase Uruk) y a los indicios posteriores de polarizacin hacia una economa y una direccin poltica centralizadas. Carecemos de datos que nos permitan conocer el ritmo de crecimiento de cada asentamiento, ni el crecimiento a escala regional. Slo podemos resear las sucesivas etapas del desarrollo tcnico y las del crecimiento de los complejos de templos. Hay yacimientos gua de la fase Uruk Antiguo en el propio Uruk (que sucede a Eridu como yacimiento gua tanto en el aspecto arqueolgico como, seguramente, en la realidad histrica), y en el norte, donde perdura Tepe Gawra (hasta el punto de que la fase UrukLIBER

INTRODUCCIN

Antiguo del norte se suele llamar de Gawra). En Uruk la divisin en subfases sigue los niveles de la zona sagrada del Eanna, que en el periodo Uruk Tardo formar un gran conjunto de templos. Los niveles 18-15 pertenecen a la poca 'Ubaid, mientras que los niveles 14-6 corresponden a la fase antigua de Uruk. Con el nivel 12 empieza la produccin de un tipo de cuenco bastante caracterstico, llamado de borde biselado (bevelled-rim bowls), hecho con molde en grandes cantidades y destinado, sin duda, a formas de distribucin o consumo de comida extrafamiiiar, relacionadas con las grandes organizaciones de los templos. Volveremos sobre esta cuestin al hablar de la fase Uruk Tardo, cuando el sistema est en su apogeo, pero conviene decir que el tipo cermico (con sus premisas organizativas y su realizacin tcnica) ya est presente hacia 3500. Paralelamente, en Ur se ha encontrado una instalacin para la produccin cermica con muchos hornos de alfarero reunidos, seflal de una fabricacin en masa, extrafamiiiar; y tambin se ha encontrado el primer torno de alfarero, que ya se haba empezado a usar en el periodo 'Ubaid Tardo tanto en la Baja Mesopotamia como en Irn. El uso del torno se generaliza para todos los tipos de cermica, no slo para las producciones en serie, al llegar al nivel 8 del Eanna. En el nivel 6, precisamente en el apogeo del Uruk Antiguo, aparecen dos innovaciones tpicas en el sector arquitectnico: el uso de pequeos adobes plano-convexos (Riemchen en el vocabulario de los excavadores alemanes de Uruk) en lugar de los adobes anteriores, ms grandes y cuadrados, y la decoracin con conos de arcilla de cabeza pintada en los muros exteriores de los edificios de los templos. Todava no se ha investigado lo suficiente la zona sagrada del Eanna de Uruk en los niveles anteriores al 4, de modo que la evolucin arquitectnica no se puede seguir en el yacimiento gua. Pero en Tell 'Uqair, en Mesopotamia central, hay un impresionante complejo de templos (el templo pintado) que se remonta a esta poca. Se encuentra en un recinto, sobre una plataforma elevada, que puede darnos una idea de la valoracin que los edificios de los templos y sus estructuras econmicas debieron experimentar en la segunda mitad del IV milenio. Un emplazamiento y una importancia anlogos tiene el templo contemporneo de Eridu. Estos templos son los ncleos alrededor de los cuales se apia la comunidad, que tambin experimenta un notable crecimiento, diferencindose claramente de las pequeas aldeas diferenciacin que habr que examinar cuando llegue a su punto culminante, pero que ya en esta fase empieza a manifestarse. Lo mismo sucede en alguna poblacin del norte, donde sobre todo Nnive parece destinada a convertirse en gTan ciudad, pero es en Tepe Gawra donde podemos seguir todava la evolucin arquitectnica de la zona sagrada: una evolucin que comprende varios santuarios del tipo tripartito, pero que al quedar la celia central retrasada con respecto a los cuerpos laterales, y por el cambio de orientacin (entrada por el lado corto), tienen una forma de prtico que los distingue de los del sur. Desde luego, las diferencias entre norte y sur no se limitan a esto. El potencial productivo y demogrfico de las nuevas tierras de la Baja Mesopotamia, continuamente drenadas y roturadas, configura un nicho ecolgico de enormes dimensiones, que desempea el papel de formidable centro de expansin y polarizacin para las reas marginales. El rea septentrional, que hasta ahora no tiene nada que envidiar a la meridional en cuanto a tradiciones culturales y avances tcnicos, tiene sin embargo unas posibilidades limitadas de desarrollo agrcola y demogrfico, manteniendo su papel como centro comercial. La expansin de la cultura Uruk antigua, tras lasLIBER

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INTRODUCCIN

huellas de la 'Ubaid tarda, por regiones lejanas (sobre todo la Alta Mesopotamia por un lado y Khuzistn por otro), todava est sujeta, en parte, a problemas cronolgicos. Se piensa que el desarrollo empez en mbitos locales, y una exportacin ms precisa y revolucionaria de los elementos tpicos de la cultura de Uruk hacia la periferia mesopotmica slo tuvo lugar en la fase Uruk Tardo. En este tratado nos indinamos por esta v i a i O u . A mediados del IV milenio, pues, se concretan algunos elementos importantes del orden poltico y cultural de Oriente Prximo. La llanura de la Baja Mesopotamia encabeza el desarrollo tcnico y organizativo y se convierte en el centro de las zonas aledaas. La complejidad de las relaciones interregionales tiene su reflejo en la de los sistemas de asentamiento a escala local. Las ciudades templo se convierten en polos de atraccin y gua socioeconmica, poltica e ideolgica. El nuevo papel desempeado por el templo corresponde a nuevas formas de religiosidad: el sistema de las ofrendas, el carcter comunitario de los edificios de culto y la existencia de ms de un templo en la misma ciudad, sealan que ya han aparecido autnticas personalidades divinas (a las que los textos del periodo posterior darn nombres concretos). La comunidad humana centra en ellas sus esperanzas y temores, superando concepciones genricas referentes a las fuerzas de la naturaleza y de la fertilidad, ms bien impersonales. Esta relacin entre comunidades locales y personalidades divinas cuenta, a partir de ahora, con la mediacin de una clase emergente de sacerdotes, que se arroga no slo los honores y las obligaciones de esta intermediacin, sino tambin los honores y las obligaciones de una direccin coordinada de los comportamientos polticos y econmicos del cuerpo social en su conjunto.

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4.1.

LA REVOLUCIN URBANALA ESPECIALIZARON LABORAL, LAS GRANDES ORGANIZACIONES

El lento desarrollo de la colonizacin agrcola, las tcnicas artesanales, el comercio a larga distancia y los centros ceremoniales culminan a mediados del IV milenio en la que con una clebre expresin de Gordon Childe se ha denominado revolucin urbana. sta se produjo en la Baja Mesopotamia, y sobre todo en el centro urbano de Uruk (periodo Uruk Antiguo, c. 3500-3200; periodo Uruk Tardo, c. 3200-3000). La expresin revolucin urbana ha sido criticada, pero sigue siendo un concepto heurstico muy vigoroso. Sin duda se trata de un largo proceso, que tiene premisas muy lejanas. Y sin embargo se trata de un hecho revolucionario, tanto por los plazos como por el alcance de los cambios producidos. En lo que se refiere a los plazos, se trata de una rpida aceleracin, por no decir un verdadero salto, precedida y seguida de fases de desarrollo ms lento y de persistencias ms duraderas. Desde el punto de vista del alcance de los cambios, stos afectan a todos los aspectos de la civilizacin desde los demogrficos hasta los ideolgicos, pasando por los socioeconmicos y tecnolgicos, y lo hacen de una forma tan radical que transforman su estructura, instaurando un tipo de organizacin que ser vlido, en lneas generales, para toda la Edad del Bronce y ms adelante, y dar su fisonoma caracterstica al antiguo Oriente. La revolucin es compleja. El problema crucial siempre ha estribado en decidir cules de los distintos factores han sido los fundamentales y primarios, y cules los derivados. Los primeros intentos de explicacin tendan a resaltar como definitivo uno de los factores, bien el tecnolgico, bien el demogrfico, bien el organizativo.iivjjr u i a v o l a w a i u 14UV. u u o iicuiaiuuo aillA* u n lllvvailiailiu u t Lipu 313ldlllCU, ^U)U3

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LA EDAD DEL BRONCE ANTIGUO

redistributivo central. El salto ms llamativo es el demogrfico y urbanstico, pero el ms substancial es el organizativo. El origen de la ciudad es el origen del estado y de la estratificacin socioeconmica. Es, por lo tanto, el origen de la historia, no tanto porque el nuevo instrumento de la escritura pone a nuestra disposicin una fuente de informacin ms explcita y detallada, como sobre todo porque, por primera vez, se da una interaccin compleja de grupos humanos en el interior de cada comunidad (estratificacin social, formacin de una clase poltica dirigente, papel sociopoltico de la ideologa) y entre las distintas comunidades organizadas a escala ms amplia (estados ciudadanos y comarcales), con sus respectivas estrategias para competir por el acceso a los recursos y el control del territorio. Durante todo el periodo Neoltico y Calcoltico, como hemos visto, las comunidades permanecen en la dimensin de aldea (o grupo trashumante), con implicaciones cuantitativas y cualitativas. Las comunidades tienden a ser homogneas, tanto entre ellas como en su interior, porque tienden a ser autosuficientes. Existen dif