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LA

BEÍIAÁ CHIQUITA LOS PADRES SIN FAMILIA

HUMORADA CÓMICO-LÍRICA EU UN ACTO T CUATRO CUADROS

LETRA DR

t>. Rafae l del Cast i l lo MÚSICA DEL MAESTRO

D. Alberto Coto

Estrenada con extraordinario éxito en el teatro CALVO-VICO la uoche del J8 de Agosto de 1893

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Frecio: UNA. peseta

B A R C E L O N A

ESTABLECIMIENTO TIPOGRÁFICO DE B , B A S E D A

1 7 — calle de Vil larroel — 1 7

1893

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LA BELLA CHIQUITA Y

LOS PADRES SIN FAMILIA

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LA

B E I M CHIQUITA LOS PADRES SIN FAMILIA

HUMORADA CÓMICO-LÍRIOA BU OT AOTO X CUATRO CUADROS

LETRA DE

D. Rafae l del Cast i l lo MUSICA DE

t>. Alberto Coto

Estrenada con extraordinario éxito en el teatro CALVO-VICO la noche del 18 de Agosto de 1893

B A R C E L O N A

ESTABLECIMIENTO TIPOGRÀFICO DE B . B A S E D A

1 7 — cal le do Vi l larroel — 1 7

1893

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REPARTO

Personajes Actores

M A N U E L A SRA. VERDECHO L X J I S A ! . SRTA. ALCACER R O S A ) L A P E L O N A , _ _ _ , P E E I S

C O N C H A I" ' L A M A R Q U E S A j _ Q l L

P E P I T A ) A N T O N I A SUA. BRAVO C O N D E S A • PALMADA B R I G A D I E R O R O Z C O Sn. G I L J U A N E L E . . . • CASTILLO (D. E.) A N I C E T O » ZAVALA D . J U A N • SANCHIZ S E R A F Í N MIRÓ M A R Q U É S • BALAGUER E L B A R Ó N > ALCACER O R T E G A GDRINA I N S P E C T O R • GÜKLL U N C R I A D O . N . N .

AGENTES DE ORDEN PÚBLICO I . " T 2.°, SESORAS Y CABALLEROS, HOMBRES Y MUJERES DEL PUEBLO

La acción, del día

La propiedad de esta obra pertenece á sus autores. Los representantes de la «Biblioteca Lírico-Dramática» y «Teatro

Cómico,» son los encargados del percibo de los derechos. Queda hecho el depósito que marca la Ley.

Esta obra es libre de copia. Las Empresas que quieran ponerla en escena, pueden dirigirse al archivero D. Ángel Guix, Tallera, 27, Barce­lona, para la adquisición del material necesario.

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ACTO ÚNICO Mi

Salón en el hotel de don Juan

Últimos momentos de la cena. A la derecha, primer término, una mesita de juego. Sentados alrededor de la mesa de comer, que está colocada al foro, varias horizontales y caballeros. En la mesa de juego, el barcia lleva la banca. Al levantarse el telón, mucho bullicio y animación.

ESCENA P R I M E R A

DON JUAN, MARQUÉS, BARÓN, ORTEGA, CONCHA, PILAR, señoras y caballeros

TODOS. ¡Bien! ¡Bravo! ¡Bravo! CONCHA. (Apoyándose en el brazo de don Juan y

acercándose á la mesa de juego,) ¿Vamos á probar fortuna, Juan?

D. JUAN. (Que representa unos sesenta años.) Como quieras , prenda. (Saca un duro y se lo en­seña.) Te daré t res golpecitos.

CONCHA. (Con ironía.) Eso quisieras tú. Al p r i m e ­ro, pierdes el duro .

D. JUAN. (Ridiculamente.) Pero caeré en blando. CONCHA. Si te dejan. ¡Ay! Aquel capitán de h ú s a ^

res , sí que jugaba con suer te . D. J U A N . No me hables de él. CONCHA. Aquél sí que daba, no digo yo t res golpes,

sino á veces más . . . y casi s iempre a c e r ­taba.

D. JUAN. ¿Me dejarás en paz con el tal capitán? Ya le tengo montado en las nar ices hace mu­cho tiempo.

CONCHA. Pues mira , rico, muy bien que montaba . ¡Jesús! ¡Qué lást ima de capitán!

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D . JDAN. (Después de dirigir una mirada colérica á Concha, dando un golpe en la mesa de

juego.) ¡Juego! A la sota. (Pone la moneda á una carta. Vuelve el barón la baraja y aparece la sota en puerta.)

BARÓN. Juego. En puer ta . CONCHA. ¿LO ves, hijo? ¡Si s iempre te quedas en la

puerta! D . J U A N . ¡Concha! TODOS. (Riendo.) ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! P I L A R . ¿Pero es que aquí ya no se bebe? TODOS. Tiene razón. ¡A beber! M A R Q U É S . ¿Todavía quieres más? PILAR. ¡Ya lo creo! P a r a qué estamos aquí sino

para comer, para beber, para bailar y.. . M A R Q U É S . NO cont inúes , ya sabemos ló demás . (Lle­

nan las copas y beben.) TODOS. ¡A beber!

CANTO

CORO

Bebamos, gocemos, la vida es muy corta y en goces pasar la es mucho mejor. La sangre circula ardiente en las venas . Bebamos, br indemos, que viva el amor .

HOMBRES

Déjame que me embr iague en tus labios de coral, con el fuego de tus besos y el calor de tu mi ra r .

M U J E R E S

Toma el fuego de mis labios mas tu sed no has de ca lmar que al calor de mis mi radas más ard iente sen t i rás .

TODOS

¡A beber, á br indar! Esta es la vida;

venga el champagne ;

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siento en el pecho fuego voraz que por mis ,venas corriendo va, y has ta mis p iernas se agitan ya.

(Chocando las copas y recitatto.)

U N O S

Por el amor

OTROS

Por el placer

OTROS

Por los encantos de la mujer .

TODOS

Llegó el momento de la locura, su torbellino nos coge ya.

Arden las sienes bri l lan los ojos, vamos, amigos, venga el c an -can .

(Algazara, palmoteo y voces sueltas).

U N O S

Venga ya;

O T R O S

A bailar .

OTROS

¡Anda, n iña!

OTROS

¡Brío! jBrío!

CORO (Mientras bailan.) Con el fuego de esos ojos

de ese traje al ondular ¡zas! ¡zas!

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No hay un hombre que resis ta el a rdor de ese volcán. (Se dejan caer todos sobre los asientos, rendidos por el esfuerzo del baile.)

RECITADO

M A R Q U É S . ¡Qué noche, don Juan! ¡Qué noche! BARÓN. ¡Y qué mujeres! D. J U A N . Ya saben ustedes que t ra tándose de m u ­

je res . . . M A R Q U É S . S Í , t iene usted buena mano

(Él margues ha cogido una flor que Pilar ¿levaba en la cabeza y la está estrujando.)

P I L A R . ¡Pero estáte quieto, nombre! Mira que es­tás pesado con tanto tocar la rosa. ¡Trae aquí! ¡Mira qué estrujada está! Tú sí que tienes una mano. . .

CONCHA. ¡Oye, Pilar! ¿Te la h a puesto encima algu­na vez?

P I L A R . ¿El qué? CONCHA. La mano, mujer, la mano . P I L A R . ¡Puede! D. JUAN. Vamos, vamos, basta, mala lengua . CONCHA. No dices s iempre lo mismo. PILAR. ¿De modo que aquí ya no se hace nada? M A R Q U É S . Si nos habéis rendido. CONCHA. ¡Vaya unos hombres fuer tes! ¡Valientes

padres estáis vosotros! BARÓN. Todavía tenemos fuerzas para . . . TODOS. ¡A probarlo! ¡A probarlo!

(Momento de gritería y palmoteo. Apare­ce un criado que se dirige á don Juan.)

ESCENA II

Dichos y el criado

D . J U A N .

CRIADO. D. JUAN. CRIADO.

D . J U A N . CRIADO.

(Al criado.) ¿A qué vienes, cuando yo no he llamado? Es que. . . ¿Qué? (Mirando d todas las mujeres que le ro­dean.) (¡María Santísima, y qué bocados que se comen los señores!) ¿Pero hablas? Es que . . .

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CONCHA. CRIADO. P I L A R . CONCHA, D . J U A N .

CONCHA. D . J U A N .

M A R Q U É S D . J U A N .

CONCHA.

P ILAR.

D . JUAN.

P I L A R .

MARQUÉS

CONCHA. BARÓN.

CONCHA.

MARQUÉS. P I L A R . D . JUAN. CONCHA. D . J U A N .

CRIADO.

CONCHA. P I L A R .

CONCHA. D . JUAN.

CONCHA. BARÓN. P I L A R .

ya

aquí cuanto

No salgas de ahí, que te perderás . Si yo.. . ¡Vamos, hombre . . . échalo todo de una vez! No, mujer, que no lo eche. ¡Callad, quer idas! ¡Vamos, venga, pa ra mí solo! (Se lleva al criado á untado.) Hijo, que te aproveche. (Después de haber oído al criado.) ¡Demo­nio de contrariedad! ¡Pronto, en t re tú y Ramón, á qui tar todo eso! ¿Pero qué sucede? Que mi mujer y la de usted, y qué sé yo quién más , en vez de i rse al baile de la Embajada, se nos vienen aquí . ¡Anda, rico! ¡Ahora sí que bailaremos! Tu mujer te va á a r r anca r . . . Nada, mujer . ¿No ves que Juani to ya es hombre de poco pelo? ¡Ea, callad y marchad de antes! ¿Quién? ¿Nosotras? Quítatelo de la cabeza. Aquí estamos, para todo... Así nos lo d i ­j is te . . . Conque. . .

, No provoquéis un escándalo y haced lo que os dicen. El escándalo le daréis vosotros.

Vamos, n iñas , tengamos la fiesta en paz. Fuerza mayor obliga y hemos de ceder. Eso me h a convencido. Es verdad, vosotros ya no servís para nada. (Con desdén.) Para daros . . . De cenar , y . . . g rac ias . ¿Pero os marcháis? ¿Dónde vamos ahora? A casa de la F lamenca . Allí i remos d e s ­pués . (Que se acerca á don Juan.) La señora ha preguntado si estaba el señor en casa. ¡Y que prisa le corre! Si que r r á también que le dé de cenar . . . (^4 Concha, con intención.) ¡Puede!... ¡Salid, salid, al momento! Mira , barón, vete con ellas. ¡Valiente refuerzo! ¡Andando! Por aquí . Vamos allá. (Se agarra del brazo del barón.)

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Mira, Pilar, que ése, es barón con b. ¿ Y qué quieres decir? Nada. Que á mí me agradan los varones con v. (Salen empujándose unos á otros por la puerca derecha. Los criados han quitado la mesa durante la escena anterior.)

ESCENA III

DON JUAN, el MARQUÉS y ORTEGA, que se sientan junto á la mesa de juego

D. JUAN. Vaya, esta Concha es un diablillo. ¡Qué picante! ¿en? ¡Qué picante!

M A R Q U É S . L O que digo es que esto de ser padres , sin familia, t iene muchos inconvenientes .

ORTEGA. Y no será porque no la t engamos . . . bien numerosa por cierto.

D. J U A N . S Í , pero nues t ra familia, es. . . adoptiva. M A R Q U É S . (Sonriendo.) Otro nombre le dar ía yo . . .

pero, en fin, pase por ése. O R T E G A . ¡Señores, no les parece á ustedes que este

es un momento oportuno pa ra ocupar­nos de la Bella Chiquita!

M A R Q U É S . ¡Oh! ¡Qué deliciosa es! D. JUAN. T re s veces fui á ver la . M A R Q U E S . Y O , cuat ro . ORTEGA. Y O , todas. Por supuesto, señores , que si

ustedes han ido, como dicen, h a b r á sido para . . .

D. J U A N . Sí, pa ra ver , para oir. ORTEGA. P a r a gus ta r . . . M A R Q U É S . Y tocar . . . D. JUAN. ¡Marqués! . . . M A R Q U É S . E S decir, para tocar las consecuencias de

semejante inmoralidad. D. JUAN. ¡Oh! Desde luego. ORTEGA. Nosotros, que debemos velar por la moral . D. J U A N . Como velamos, eso ya se sabe. M A R Q U É S . NO podemos consent i r . . . (Mirando á la

puerta del foro.) ¡Oh, señoras ! . . .

ESCENA IV Dichos, MARQUESA, ANTONIA, la CONDESA, el brigadier OROZ-

CO, SERAFÍN y LUISA. (Las señoras llevan trajes de baile y muy escotadas.)

MARQUESA ¡Vamos, desengáñese usted, br igadier , eso no puede resist irse!

CONCHA. BARÓN. CONCHA.

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B R I G A D I E R P S F O , ¡por Dios, marquesa , no sea usted así! Él que no quiera , que no vaya á verlo.

ANTONIA. Si no se exhibieran esas cosas. . . D. JUAN. ¿De qué se trata? CONDESA. Don Juan , es preciso que pongan ustedes

remedio á esas asqueros idades . Hemos ido á ver esa mujer de quien tanto se h a ­bla, y. . .

ANTONIA. ¡ E S escandaloso! O R T E G A . (Que del brazo del margues, está á espal­

das de Antonia y de la condesa, señala á su amigo las dos señoras.) ¡Marqués , mire usted que la ga rgan ta de Antoñi ta es a d ­mirable!

M A R Q U É S . Pues lo que s igue. . . ORTEGA. ¿Y la condesa? M A R Q U É S . ¡Qué desarrol lo, amigo mío! Es tasexhib i -

ciones le ponen á uno . . . O R T E G A . ¡Que nos mira! D. JUAN. Ahora mismo estábamos hablando de eso.

El marqués y Ortega opinan, como yo, que es necesar io impedir que esa mujer continúe escarneciendo la mora l con su danza indecorosa.

M A R Q O É S . Estuve á ver la , por s imple curiosidad. BRIGADIER Pues hombre , las personas como ustedes,

dedicadas á velar por la moral , no deben tener esas curiosidades.

L U I S A . (A Serafín.) Pero oye, monín : ¿.qué es eso de que están hablando m a m á y tu padre?

S E R A F Í N . Chica, u n a cosa deliciosa. Yo ya la ,he visto seis veces, seis.

LUISA. ¿Pero qué es? Mamá no ha querido llevar­me esta noche, y me h a dejado en casa de las de Arcos , como h a s visto.

S E R A F Í N . Hija, es encantador . L&danse duventreno puede compara r se á nada.

L U I S A . Pero oye, rico: ¿baila con el vientre? S E R A F Í N . Se mueve , hijita, se mueve. CONDESA. (A don Juan y al marqués.) No hay más;

es cuestión de obra r con energía y que se vea que los padres sin familia, cumplen con su deber.

M A R Q U É S . Es que nosotros, sabemos cumpli r con el nues t ro , condesa.

BRIGADIER ¡Ya lo creo, yendo t res ó cuatro veces á ver la Bella Chiquita!

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D. J U A N . P a r a apreciar has ta dónde llega la impu­dencia de esa mujer .

BRIGADIER (¡Hipocritones! Valiera más que se cu i ­daran de que sus mujeres no fueran de ese modo. Eso sí que es escandaloso.)

D. JUAN. Descuide usted, condesa ,que m a ñ a n a nos ocuparemos de ese asunto . Ya pondremos término á esa inmoralidad.

BRIGADIER ¿Y así creen ustedes remediar el mal? M A R Q U É S . Natura lmente . BRIGADIHR De ese modo, le propagan. La fruta que se

prohibe es la que más se desea. D. J U A N . ESO es una tontería. BRIGADIER Miren ustedes. En Barcelona estuvo esa

señora y nadie se preocupó por si bailaba así ó del otro modo. E! que quiso la fué á ver y el que no, se quedó en su casa.

ANTONIA. El brigadier, como buen catalán, saca s iempre á su país . . . '

BRIGADIER No, Antoñita. Pasión no quita conoci ­miento; catalán soy y reconozco los defec­tos de mi t ier ra , pero en cambio hay en ella un espíritu práct ico, super ior á todo. Aquí se preocupan ustedes de todo lo p e ­queño; allí no se ocupa nadie sino de lo g rande , de lo útil, de lo beneficioso. Qui-záz se equivoquen a lguna vez, pero la i n ­tención s iempre es levantada. Padres para velar por la moral , se l laman ustedes, y en su mayoría , ni saben s iquiera lo que deben hacer para educar á su familia. Ahora mismo, ponen el grito en el cielo por si esa mujer baila de este ó del otro modo, y en cambio dejan ustedes que en un baile abrace á sus esposas ó á sus hi­jas cualquier l ibertino, y que devore con su lúbrica mi rada los encantos de que ustedes dejan que hagan pública os ten­tación. F ingen ustedes ruborizarse á la faz del día, de la exhibición, del vicio, y entre las sombras de la noche se van ustedes á practicarlo.

M A R Q U É S . ¡Brigadier!. . . BRIGADIER Si no lo hacen ustedes, otros lo hacen .

Yo los meto á todos y salga el que pueda. La verdadera misión de los que pretenden moral izar la sociedad, es la de evitar que

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la crisálida se convierta en mariposa; ex­t inguir el germen del vicio, no hacer pú­blico pregón de él para que todo el mundo repare en lo que quizás no había r e p a r a ­do. Amparen ustedes al huérfano, á la n iña abandonada; socorran la miser ia de la madre de familia, presten auxil ios á los que lanza la desesperación en los bra­zos del vicio, y de.ese modo habrán uste­des hecho algo para evitar el mal. No se preocupen de Bellas Chiquitas, que al fin y al cabo son meteoros que desapa re ­cen con rapidez. En cambio, la m i s e ­ria, la ignorancia, el abandono, son fac­tores importantes para el vicio. Esos están latentes s iempre, y por lo mismo son los que se deben est i rpar . Tal es la misión, que creo deben realizar los padres de la moral , lo mismo en Madrid, que en Barce­lona, que en todas partes; y el día en que hayan ustedes conseguido a r r a n c a r al v i ­cio una de sus víctimas, podrán m o s ­t ra rse más satisfechos, que obteniendo de una autoridad, que prohiba una danza más ó menos incitadora.

SERAFÍN. (A Luisa.) ¡Vaya un sermoncito! MARQUÉS. (A Antoñita.) Hay que disculpar al briga­

dier, porque con sus achaques está s i e m ­pre insoportable..

D . JUAN. Todo eso que dice usted, también lo p r ac ­t icamos nosotros.

B R I G A D I E R ^ E n voz baja.) Sí, pero en sentido in­verso.

ANTONIA. (A la marquesa.) Vamos un momento al tocador y después nos i remos al baile.

D . JUAN. Y nosotros pasaremos á mi despacho pa ra hace r el borrador del recurso contra esa mujer . ¿Viene usted, brigadier?

BRIGADIER No, señor . Vine ún icamente para acompa­ña r á las señoras , y en el Casino me e s ­pera mi part ida de tresillo. Moralicen us ­tedes la sociedad de esa mane ra , que así quedará la moral idad muy bien parada . (Vase, foro izquierda.)

D . J U A N . (Al marqués y Ortega.) NO hay que h a ­cerle caso. Está ya chocheando.

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ESCENA V

LUÍ SA y S E R A F Í N

(Luisa palmoteando y Serafín.) LUISA. Ya nos han dejado solos. SERAFÍN. ¡Ay, monina de mi alma! ¡Tú no sabes

todo lo que puede resul ta r de estas sole­dades!

L U I S A . ¡Si son soledades á dúo, monín! S E R A F Í N . Pues por eso, por eso son más peligrosas.

¿Comprendes tú, n iña candida? L U I S A . Es que yo no soy una niña, ¿lo entiendes?

Soy u n a mujer. S E R A F Í N . Ahí está el peligro. Si no lo fueras. . . pase.

Pe ro yo soy un hombre . L U I S A . Sí, al menos lo pareces . S E R A F Í N . N O , no, lo soy, botoncito de rosa . L U I S A . ¡Ay! no me mires así . S E R A F Í N . Válgame Dios, y qué rica e res . (Laabraxa.) L U I S A . (Sin separarse.) Que te estés quieto. . . S E R A F Í N . Pe ro hija, si esto es expresar te . . . L U I S A . NO te expreses tanto. Pero dime, dime:

¿que es eso de la Bella Chiquita que tiene tan escandalizados á tu padre y á mamá?

S E R A F Í N . ¿Y ellos qué saben? L U I S A . S Í que lo saben. ¡Ya lo creo! como que el

otro día oí yo á tu papá como se lo estaba explicando á m a m á ..

S E R A F Í N . Pero hija, tú todo lo oyes. L U I S A . Y eso que hablaban bajito. Pero como yo

no tengo nada que hacer . . . S E R A F Í N . ¡Ya! Por distracción. . . escuchas . L U I S A . Eso es. S E R A F Í N . (Buenas cosas oirá esta niña . ) L U I S A . Conque, vamos, dime: ¿qué es? S E R A F Í N . ¡Ah! Sí. Se t ra ta de una francesa muy

guapa , que canta unos couplets con m u ­cho chic, y baila la danse du ventre.

LUISA. ¡Jesús, rico! ¿y qué danza es ésa? S E R A F Í N . De pr imera , hija, de p r imera . L U I S A . ¡Ay! enséñamela , monín . A n d a . ¿ L a s a b e s

tú bailar? S E R A F Í N . ¡Toma! ¡toma! Pues si yo lo bailo todo. LUISA. ¡Qué feliz eres! Yo no sé más que el r igo­

dón y los lanceros y la polka. . . S E R A F Í N . Eh , ant igual las . . . Lo chic, es saberse dar

t res pata í tas .

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LUISA. ¿Dónde? SEBAFÍN. Donde convenga. L U I S A . Pe ro se h a r á n mucho daño. SEBAFÍN. N O , hija, esas pataí tas dan mucho gusto . L U I S A . ¡Ay! Pues enséñame eso, monín, enséña­

melo . S E R A F Í N . (¡Cascaritas, con la niña, y en qué apu ros

le pone á uno!) L U I S A . Anda, anda . Verás qué bien lo aprendo . SERAFÍN. ¿Pero de veras , quieres que.. .? L U I S A . S Í , SÍ . Y ahora que estamos solos. SERAFÍN. (¡Ay! Serafín ¡qué apuro! Esto t iene el se r

CANTO

S E R A F Í N

Escúchame, monina, con atención

y yo te h a r é al momento la descripción.

Qué gusto vas á da rme con tu lección.

El baile de esa moza bai laré yo.

S E R A F Í N

P a r a empezar , monina , te he de abrazar .

L U I S A

Si no me apr ie tas mucho empieza ya.

S E R A F Í N . (La abraza y le toca los hombros.) Así, bien colocada,

t res pasos das .

L U I S A . (Pegándole en la mano.) ¡Jesús! Estáte quieto,

tocas de más .

S E R A F Í N

LUISA. SERAFÍN.

uno , mozo de chicl) ¿Vamos? Vamos allá.

L U I S A

Mujer, si esto es poner te

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en si tuación. Así tu has de aprender lo

mucho mejor.

L U I S A

Pero si tanto tocas opino yo

que va á costarme cara tanta lección.

S E R A F Í N . (Que va accionando lo que dice.) Da un paso hac ia delante,

muévete así . Arqueas bien los brazos . . .

(¡Ay, Serafín!) Si más lección me pides

no he de seguir . No puedo darte otra

que hacer te así . (La abraza.)

L U I S A

Va el paso hac ia delante , me muevo así .

Arqueo bien los brazos. . . Quieto, monín.

Que tu lección observo, si ha de seguir ,

que te aprovecha solo pero no á mí .

(Quedan abrazados. Aparecen en el foro la mar­quesa y don Juan.)

ESCENA VI

Dichos, MARQUESA y DON JUAN

D. J U A N . (Reparando en Luisa y Serafín.) ¡Calle! ¡Cómo se explican los niños!

MARQUESA ¡Qué escándalo! ¡Luisa! LUISA. (Separándose bruscamente y quedando con­

fusa.) ¡Mamá! D. JUAN. (A Serafín.) ¡Caballerito! ¿Es este el modo

de respe tar su casa? LUISA. E S que Serafín estaba expl icándome. . . lo

mismo que don Juan te explicaba el otro día. . .

MARQUESA Calla, n iña .

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S E R A F Í N . (A su padre.) Justo, papá; no hacía sino imi tar te en la explicación.

D . J U A N . ¡Silencio! Salga usted de aquí . MARQUESA M a ñ a n a irá usted al convento, señori ta .

(Se aproxima don Juan á la marquesa y Serafín á Luisa.) ¡Ha oído usted?

D . JUAN. Si. Pero pasado mañana . . . MARQUESA Convenido. SERAFÍN. (A Luisa.) Ya recibirás car ta mía en el

convento.

MUTACIÓN

Plaza. Puerta á la izquierda donde se lee: Inspección. Tercer distrito

Mujeres y hombres del pueblo á la puerta de la Inspección. Dos agentes de orden público á la puerta. Manuela, Jnanele, Aniceto, La Pelona.

ESCENA VII

Sale por la derecha MANUELA tapándose la cara con el mantdn, y JUANELE corriendo tras ella

CANTO

J D Á Ñ E L E

No te tapes el rostro morena mía,

que á quien tapa lo bueno nadie lefia, y es un dolor

que por taparte el rostro no salga el sol.

MANUELA

No te vengas con guasas , porque har to sabes,

que ni tapo la cara ni engaño á nadie. No seas melón,

que ni t ienes dolores ni yo soy sol. (Se deja fiaer el manto.)

CORO

Si es la Manuela .

MANUELA

La misma soy, barbianas .

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¿Me ves, voceras? (A Juanele) ¿Qué hacéis aquí vosotras?

¿Venís también á declarar que visteis

á esa mujer?

CORO

Los del Orden nos citaron pa ra hab la r al Inspetor , porque vimos la f ranchuta en el baile tentaor .

JUANELE

Pero , chicas , si vosotras os movéis con más aquél , que el que gas ta la f ranchuta cuando mueve . . . lo que sé.

MANUELA

Cuando bailo, cuando canto en el barr io é Lavapiés, más to rmentas yo levanto, que levanta esa mujer .

Coso Cuando canta ,

cuando baila la Manuela en Lavapiés, más tormentas se producen que ocasiona esa mujer .

JUANELE

Anda, Manuela , can ta

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y así les enseñarás lo que vale una española cuando tiene gracia y sal .

MANUELA

¡Jesús! qué penita tengo aquí en el pecho guardaa; si tú me pones la mano tal vez se me ca lmara .

¡Ay! ¡es verdad! Que el fuego de mis que re re s '

se encendió con tu mirar , y aunque me abrase de nuevo quiero otra vez empezar .

Venga de acá, venga de acá, que si muevo las caderas ya no hay hombres pa empezar .

JUANELE

Empecemos, re ina mía, que dispuesto me ha l la rás á mor i r entre tus brazos, si tus brazos me has de dar .

CORO

Cuando canta la Manuela , y se mueve á ese compás , no hay Chiquitas que la g a n e n las caderas al jugar .

HABLADO

J U A N E L E . Conque también vienes tú á decir, si le viste ó no le viste á la Chiquita. . .

M A N U E L A . Que te cayes, qué yo no le he visto naa. JUANELE. Si hablo del baile, mujer . Pues no eres tú

poco escamona. M A N U E L A . Como que los padres sin familia lan d e -

nunciao . ¡Mía tú, que meterse también en esas cosas! . . .

ANICETO. Como que ellos se meten por aonde p u e ­den, como caá uno.

LAPELONAPero ascucha, Aniceto: ¿qué quiere decir eso de padres sin familia?

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ANICETO. Mira tú; algo así como árboles que no t ienen fruto, que sólo dan hojas.

M A N U E L A . ¡Ya! paa taparse . . . lo que les conviene, que lo demás bien al descubier to lo llevan.

J U A N E L E . (A uno de los agentes que hay junto á la puerta de la Inspección.) Y diga usted, ¿hemos de estar mucho tiempo sufriendo la intemperie , lo mismo estas señoras , va­mos al decir , que nosotros?

GUARDIA. Ya lo dirá el señor Inspector MANUELA. P u s si aprieta el agua, como que no

somos ranas , ¿está usted, señor del orden público? yo, y éste y éstas, hacemos la del humo , ¿usted lo entiende?

GUARDIA. ¿Y qué quieren decir con eso de la del jumo?

M A N U E L A . ¿No lo sabe usted? Pues aprender lo . GUARDIA. YO no aprendo, que enseño. L A PELONA ¡Mía tú que lo que enseñe este melón!. . .

Tie gracia . ¡Pus que lo enseñe! T O D A S . ¡Que lo enseñe! ¡que lo enseñe! GUARDIA. ¡Basta de bur las á la autoridad! (Momento

de confusión.) TODOS. ¡Que llueve! (Se refugian en los portales;

otros quieren entrar en la Inspección.) En este momento aparecen por la dere­

cha don Juan dando el brazo á Rosa y cu­briéndose con el paraguas. Serafín, dando el brazo á Pepita, salen por la izquierda. Al reconocerse las dos parejas, ponen los paraguas de frente para no verse. Durante el cuarteto dan varias vueltas, procurando esquivar el encuentro, haciendo un juego con los paraguas. El director de escena cuidará que las figuras y los movimientos resulten con oportunidad. Al final del cuar­teto las dos señoras les arrebatan los para­guas y cada una se marcha por un lado, siguiéndolas su respectivo caballero.

ESCENA VIH

Dichos, DON JUAN, ROSA, SERAFÍN y PEPITA

CANTO

D O N J U A N

(¡Cuernos! ¡Mi hijo!)

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SERAFÍN

(¡Huy! ¡mi papá!)

ROSA (A don Juan.) ¿Qué tienes, mono?

DON JUAN

(¡Ay! ¡qué t ruhán!) Cubrámonos , que llueve.

R O S A

Cubriéndome ya estás.

SERAFÍN (A Pepita.) Que no nos vean aquéllos.

P E P I T A

Así no nos verán . ROSA

¿Por qué me tapas? No puedo ver.

DON JUAN

¿No ves que llueve?

R O S A

Ahora veré (Separa el paraguas.)

P E P I T A (A Serafín.) Alza el 'paraguas .

SERAFÍN

Me mojaré.

P E P I T A (Sepultando el paraguas.) ¡Quita ese trasto!

SERAFÍN

¡Ay, qué mujer!

{Todo el juego de los paraguas consiste en que cuando una pareja se descubra, la otra ha de procurar taparse).

DON JUAN (A Rosa.) Entremos allí dentro,

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ar r ímate hacia aquí . Nos h a visto mi hijo.

R O S A

¿Y qué me importa á m í ?

SERAFÍN {A Pepita.) Vente conmigo, n iña ,

marchémonos de aquí . Mi padre nos h a visto.

P E P I T A

Y qué me importa á mí?

DON JUAN

Así, bien tapaditos con el pa raguas .

En t rémonos adent ro .

ROSA

Que me lo c lavas .

DON JUAN

Ven hac ia aquí .

R O S A

Esto, querido mío, se a r reg la así .

(Al llegar á un extremo de la plaza, le quita el paraguas.)

SERAFÍN

Déjame que te cubra con el pa raguas ,

P E P I T A

Vas á saca rme un ojo si no le alzas.

SERAFÍN

Ven hacia aquí .

P E P I T A

Esto, monín del a lma, se a r reg la así .

{Al terminar el cuarteto, Rosa y Pepita, por distintos lados, se alejan, siguiéndolas

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Don Juan y Serafín. Debe tenerse presen­te que la especie de polca que bailan, debe significar los saltos que dan para no mo­jarse los pies en los charcos de agua, que se supone ha ocasionado la lluvia. Este es un número de gracia, que el director de escena puede arreglar á su gusto.)

MUTACIÓN

Interior del despacho del Inspector

ESCENA IX

GUARDIAS 1.° y 2.°—Después DON JUAN, MARQUÉS, BARÓN y otros caballeros

GUARD. 1."¿Entiendes tú algo de estu, Velázquez? G U A R D . 2 . ° ¡Y vaya si lo entiendo, gaché! Dende que

ent ré en el servisio, no he visto más que cosas de estas.

GUARD. 1.° ¡Cómo! desde que tú entraste á servir , que h a r á sus veinte añi tus , ya se bailaban las Bellas Chiquitas en esus bailes.

GUARD. 2 . ° ¡Pues ya lo creo! ¡Si eso es más ant iguo que el andar á pie!

GUARD. 1."Pero hombre , ¿cómo habían de bailarse esos bailes del vientre, é todas esas c u s i -ñ a s que bailan ahora?

G U A R D . 2 . ° Ya se ve que sí, chavó; pues si la m a r e Eva no hubiese bailao así, ó de otra m a ­nera , ¿estaríamos en er mundo tú y yo?

GUARD. 1.° Me h a s convencidu, Velázquez.

ESCENA X

Dichos, DON JUAN, MARQUES, BARÓN y caballeros

D. JUAN. Vaya un aguacero que se nos h a venido encima.

M A R Q U É S . E S que el cielo está llorando por las i m ­purezas que se cometen en la t ier ra .

BARÓN. Por eso debemos nosotros t ra ta r de apla­carle.

D. JUAN. (A los guardias.) ¿El señor inspector? GUARD. 2 . ° Ya nos dijo que se le avisase cuando lie

ga ran ustedes. M A R Q U É S . Pueden hacer lo .

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G U A R D . l .° (Al segundo.) Córreles m u c h a pr isa el asunto .

GUARD. 2 . " (A l primero.) Como que tendrán que ir á comer con a lguna jembra , ó á t i rar de la oreja á Jorge . (Entran por la puerta de­recha.)

M A R Q U É S . (A sus compañeros.) Es menes te r que se corri ja el mal, pero de raíz. Esa inmora ­lidad no debe cont inuar . El ejemplo que están recibiendo nues t ras familias, el p ú ­blico en genera l , esas masas ignorantes cuyos sentidos se excitan de un modo tan pernicioso, todo ello exige, de nues t ra par­te, entereza y resolución.

TODOS. La tendremos.

C A N T O

CORO

(Mirando á todas partes para asegurarse de que están solos.)

Señores , es preciso most ra rse inexorables ; los padres sin familia defienden la moral .

Sí tal, sí tal, sí tal.

Del baile indecoroso, al público inocente está escandalizando la torpe liviandad.

Es verdad, es verdad, es verdad.

RECITADO

(Mirando á todas partes para asegurarse que no les escuchan.)

U N O . ¿Cazó usted la muchacha? O T R O . Ya está para caer . O T R O . ¿Cenamos esta noche. . .? O T R O . En casa de Isabel. O T R O . ¿Habrá buenas mujeres? O T R O . De gracia y de poder.

CANTO

La danza de esa chica

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enciende las pasiones; se mueve de tal modo que á un santo hace temblar .

Es verdad, es verdad, es verdad.

Los padres , sin familia no pueden consentirlo y obrando con prudencia evi tarán el mal.

Si tal, sí tal, sí tal.

Nosotros, que sabemos, por experiencia propia, bailando con el vientre, lo que ha de suceder , es menester que hagamos por evitar que otros hagan lo que hemos hecho y aun hemos de hacer .

Muy bien, muy bien, muy bien.

P a r a eso somos de los hogares , padres amantes , y hay que velar; lo que no quita que cada uno h a g a de ocultis, mucho inmoral

¡Ja!... ¡ja!... ¡ja!... ¡ja!...

ESCENA XI

Dihos, GUARDIAS 1.' y 2.° y el INSPECTOR

G U A R D . l . °EI señor Inspector . (El Inspector taluda, y se sienta delante de la mesa.)

INSPECTOR ¿Son ustedes los que han dado la queja, respecto al espectáculo que . . .

D . J U A N . Sí, señor; nosotros, individuos de la Socie­dad de los Pad res sin Famil ia , hemos denunciado a l a autoridad, como inmoral , el baile de esa mujer á quien l laman la Bella Chiquita. Es necesar io verlo para comprender todo lo que t iene de indeco­roso, excitando así, los groseros inst intos d é l a multi tud que asiste á esa clase de

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espectáculos. Nosotros, que hemos asumi­do la grave responsabil idad de velar por la moral , tan atropellada en estos t iem­pos, desgraciadamente , no podíamos dejar pasar en silencio un acto semejante.

INSPECTOR Perfectamente, señores; la autor idad d i s ­puesta s iempre á escuchar las quejas y á poner correctivo á los escándalos, ha resuel to, en este asunto , escuchar todas las opiniones para poder resolver con acier­to. Pérez , que entren todos los que están citados.

GUARD. 1.° Pueden pasar . (Entran Juanete, Manue­la, La Pelona, Aniceto, hombres y muje­res.) ¡Orden y compustura , señores!

ESCENA X

Dichos J U A N E L E , M A N U E L A , L A P E L O N A , A N I C E T O , R A I M U N D A , P A S C U A L , hombres y mujeres

MANUELA. Pues ya se ve que la tendremos; como que estamos entre los del Orden.

G U A R D . 1.° ¡Silencio! INSPECTOR (A don Juan y sus amigos.) Vamos á ver ,

señores; ustedes se quejan de que es i n ­moral el baile de esa señora . ¿ Y quieren decirme cómo han podido juzgar esa i n ­moralidad?

M A R Q U É S . Porque lo hemos visto. INSPECTOR ¡ E S decir que todos ustedes han asistido

á ese espectáculo! D. J U A N . P a r a poderle juzgar mejor. INSPECTOR {Al Marqués) ¿Cuántas veces h a ido usted? M A R Q U É S . Cuatro ó cinco veces. INSPECTOR (A Juan.) ¿ Y usted? D. J U A N . Poco más ó menos, las mismas . INSPECTOR {Al Barón.) ¿ Y usted? BARÓN. Seis veces. INSPECTOR Pues me parece que para juzgar de la in­

moral idad de una cosa, basta con verla una vez.

MANUELA. E S que esos señores quer ían ha r t a r se . M A R Q U É S . ¿De qué? M A N U E L A . P u e s de eso, de baile. INSPECTOR ¡Silencio! ¿Conque ustedes dicen que eso

es inmoral , y que no debe consentirse? D. JUAN. S Í , señor .

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INSPECTOR Muy bien. Vamos á escuchar otras opi­niones. ¡A ver! Llame usted por su orden, Pérez .

GUARD. 1." (Después de consultar la lista que tiene en la mano.) (A Manuela.) ¡Usted!

MANUELA. ¡Aquí estoy! INSPECTOR ¿ S U gracia de usted? M A N U E L A . ¿Cual de ellas? porque yo, vamos al decir,

tengo varias . INSPECTOR Quiero decir su nombre . M A N U E L A . Manuela , la cantaora , porque yo lo mis­

mo me canto una soleá que un tango, y unas sevillanas que un jaleo.

JUANELE. Y que sabe prat icar too lo que canta , s e ­ñor Inspector ¡Si viese usted, qué bien se pone. . . ! (Se coloca las manos en las ca­deras, como aludiendo al movimiento que ella hace bailando.)

MANUELA. ¡Que te cayes! que eso no le importa al señor.

INSPECTOR ¡Silencio! he dicho. Cuando le pregunte hab la rá . ¿Qué profesión tiene usted?

M A N U E L A . ¡Vaya una pregunta! Pues si yo le dijera todas las que tengo. . . Miste, vendo r a m i -tos de violetas, en el teatro y en las igle­sias; soy l iaorade cigarr i l los . . . y otras co­sas, si me lo pagan bien; me canto por too lo alto, y me bailo por too lo bajo cuando es menester ; vendo rábanos cuando c o n ­viene y, finalmente, en mis ratos de perdió, mus vamos éste y yo á las V e n ­tas y.. .

J U A N E L E . Y mus perdemos juntos , señor Inspetor , porque eso de perderse uno solo, no tie gracia . ¿Verdá usté?-

INSPECTOR Está bien ¿Ha visto usted el baile de la Bella Chiquita?

MANUELA. ¡Pero si aquello no es baile ni es naa! Esto es lo que se l lama bailar . (Da unos cuan­tos pasos de baile flamenco, bien marca­dos. Todos aplauden.)

JUANELE. ¡Ole! ¡Ole ya! ANICETO. ¡Anda chiquilla! D . JUAN. (Al Marqués que mira bailar á Manuela

con satisfacción y sin poderse contener.) Marqués , esa chiqui l la es capaz de volver loco.. . ¡Alza, p renda . . . !

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L A PELONA [Señalando á don Juan y al Marqués.) Mira, mira cómo se les encandi lan los ojos á los padres . . .

M A R Q U É S . (A don Juan.) Prudencia . D. J U A N . [Con indignación cómica.) Eso es escan­

daloso, eso es inmoral , señor Inspector . . . Yo no lo puedo sufrir. A mí me va á dar algo. Esto es indigno.

M A R Q U É S . Guardia , tenga la bondad de t raer un vaso de agua . . .

L A P E L O Ñ A E S O , eso. ¡Fuego, fuego!... Que t raigan un cubo de agua paa ese cabayero que se ha incendiao.

INSPECTOR Basta de baile. A callar todo el mundo . Pérez , otro.

D. J U A N . (Al Marqués.) ¡Qué escándalo! GUARD. l . ° (A Juanete) Acerqúese usted. INSPECTOR ¿Cómo se llama usted? J U A N E L E . Juan Caballero. MANUELA. Y por mal nombre , el Infundioso. ¿En­

tiende usted, señor Inspetor? Porque mete caá infundio.. . Miste, en cuanto que le ha­bla á usted diez palabras , pues ya le h a metió. . . otros tantos embustes .

JUANELE. ¿Pero te quiés cayar? (Amenazándola.) ¡Mía tú que si no. . . !

INSPECTOR ¡Silencio! JUANELE. Esta pobre, desde que yo le manejo sus

asuntos , que los tenía muy embrollados, señor Inspetor , créalo usted, pues se cree si yo hago ó no hago. . . Po r supuesto , que la Manuela es una mujer de buenas pren­das . . .

M A N U E L A . ¡Ya lo creo! y bien empeñaas que me las t ienes todas.

J U A N E L E . ¿LO oye usted? Pero mujer, ven aquí; si yo no te hubie ra empeñado todo eso que dices, ¿cómo habr ía podido a r reg la r t e los

. negocios? Los cabayeros como yo, s iem­pre hacen lo mismo.

INSPECTOR Está bien. ¿Dónde vive usted? JUANELE. Pues yo y ésta vivimos en la calle de Vál­

game Dios, número 5, spgunda escalera, piso cuar to interior , corredor de la dere­cha, habitación número 7.

M A R Q U É S . ¡Demonio! Pues cualquiera encuen t r a á ustedes con esas señas .

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MANUELA. Pues es muy fácil. Ent ra usted en el po r ­tal y va derecho hasta dar de hocicos con la gar i ta del portero. Se tuerce usted h a ­cia la mano derecha, se re tuerce después por el corredor de la izquierda has ta t r o ­pezar con el farol que hay al pie de la e s ­calera. . . Toma usted aliento y se aga r r a . . . á la baranda de la escalera, hombre , y así se echa usted al cuerpo ciento veintidós escalones, hasta tropezar con el otro farol que hay en el quinto piso, y una vez al l í . . .

M A R Q U É S . Queda uno reventado. MANUELA. Ya se dan casos. INSPECTOR En fin, aquí estamos t ratando de otro

asunto. Vamos á ver, ¿usted ha visto á la Bella Chiquita?

J U A Ñ E L E . ¿Que si la he visto. . .?¡Válgame Dios! Con ésta.

INSPECTOR ¿Y qué le ha parecido? JUANELE. Na. Las hechuras de ésta, valen más que

todo lo de aquella moza. Vamos, que en cuanto ésta mueve. . . vamos al decir, los dos hemisferios.. . ¡Ay, María Santís ima! Pues boca abajo todo el mundo .

L A PELONA Menos los que se quedan boca a r r iba . ¡Mía tú qué otro!

J U A N E L E . Tienes razón. Esas son cosas del ser h u ­mano . ¿Comprendes tú? Que unos se que­dan así y otros . . .

INSPECTOR No nos importa cómo se quedan los otros. Puede re t i rarse . Pérez, vea quién s igue .

GUARD. Aniceto.) Acerqúese. ANICETO. Servidor. INSPECTOR ¿Su nombre? ANICETO. Aniceto. INSPECTOR ¿De qué? ANICETO. De naa , señor Inspetor . INSPECTOR Pues , ¿no t iene usted apellido? ANICETO. Pues , si yo tuviera eso, ¿que no ser ía a

estas horas . . . LA PELONA S Í , un perdió. ANICETO. Que te cayes, y no m u r m u r e s de las per­

sonas decentes . INSPECTOR ¿Estado? ANICETO. Honesto. INSPECTOR ¡Ya! ¿es usted soltero? ANICETO. N O , señor; ese fué un mote que me pusie-

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ron en la cárcel porque yo he sido s iem­pre muy pudoroso.

INSPECTOR ¿De modo, que ha estado usted en la cárcel? ANICETO. Por naa. Porque se empeñaron en que se

habla encontrado en mi bolsillo el por ta ­monedas que llevaba en el suyo una s e ­ñora . . . Ya ve usted si puede darse mayor arb i t rar iedad.

INSPECTOR LO creo. ¿La profesión de usted? ANICETO. Artista. INSPECTOR ¿En escamoteo? ANICETO. N O , señor. En pelo. Soy esquilaor, para

servi r á usted. INSPECTOR ¡Para servir al demonio! A N I C E T O . También le corto yo á ese todo lo que

quiera . INSPECTOR Lo que yo le cortaré á usted, será . . . LA PELONA LO que es á éste, no le corta usted naa ,

señor Inspetor. INSPECTOR La palabra cortaré á ustedes y á todos.

¡Ea! basta ya de interrogator ios . Ya pue­den marcha r se .

M A N U E L A . ¿Y para esto nos h a hecho venir? JUANELE. P U S yo he. venío pa ra algo. Y no me voy

de aquí sin que se me diga. . . TODOS ¡Y yo! ¡Y yo! (Murmullos que van en au­

gmento.) D. JUAN-. Esto es escandaloso. M A R Q U É S . NO se puede tolerar. L A P E L O N A Pues , ustedes tienen la culpa. A N I C E T O . (Enseñando á la Pelona el reloj del mar­

qués.) Algo se ha quedao entre los déos. Toma y escapa, Pelona.

INSPECTOR ¡Fuera, fuera todo el mundo! Pérez, d e s ­peje usted. (Confusión, voces. Los guar­dias empujan d todos.)

MUTACIÓN El escenario y parte de la pista del Circo

Espectadores aplaudiendo para que se levante el telón

ESCENA XII CABALLEROS I.» y 2."-Después, DON JUAN, el MARQUÉS,

el BARÓN, ANTONIA, la MARQUESA y el BRIGADIER

C A B . 1.° Dicen que los padres no la dejan bai lar . CAB . 2 . ° ¿Por qué no? ¿Qué les importa?

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CAB. 1.° Han dado una queja á la autoridad. GAB. 2 . ° De ese modo le dan más importancia. CAB. 1.° Eso he dicho yo también. CAB. 2 . ° Que se ocupen de otras cosas y no de esto. CAB. 1.° ¡Cómo se impacienta el público! C A B . 2 . ° Como que ya se sabe lo que h a pasado y. . .

Se levantó el telón. (Se levanta el telón. La orquesta ha esta­

do preludiando la danza de «La Banade­ra.» Aplauso general al aparecer en el escenario la bailarina. Baile de la DANSE DU VENTEE. Aplausos al final. Ovación. Aparecen donjuán, el marqués y el barón, saliendo del teatro, indignados.)

D . JUAN. Vamonos á ver al Gobernador. Esto no se puede tolerar .

MARQUESA ¡A este paso, se hunde la sociedad! BARÓN. ¡Qué indecencia! ¡qué descaro! D . J U A N . ¡ Y cómo aplaude y nos escarnece el p ú ­

blico ignorante! BRIGADIER (que se supone llega del exterior.) Pe r fec ­

tamente , don Juan; muy bien, marquesa . Mientras ustedes están aquí , su hijo acaba de escaparse con Luisita.

M A R Q U E S A ¿Qué dice usted? D. J U A N . Pero eso no puede ser . BRIGADIER S Í , señor; es lo que debe suceder á los

que, como ustedes, se ocupan de lo que no les importa. Ahí tienen ustedes su obra (señalando al escenario). Se lo hab ía dicho. No es el público quien levanta á esa mujer; han sido ustedes, con sus exagera­ciones y aspavientos.

D. J U A N . Vamonos, vamonos de aquí . (Aplausos. Sale la bailarina á la escena

y saluda. Entusiasmo general. Cae el telón.)

FIN

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OBRAS DRAMÁTICAS D E L M I S M O AUTOR

LA SERRANA ÜE LAS NAVAS, 3 actos. LOS POBRES DE BARCELONA. 5 actos. EL PENDÓN DE STA. EULALIA, 3 actos. PIZARRO, 4 actos. ¡MALDITA SEA LA GUERRA! 3 actos . AMANTE Y MÁRTIR, 4 actos. FAUSTO, 5 actos. AÍDA, (en colaboración con D. Eduardo Blasco), 4 actos. MARÍA MAGDALENA, 5 actos. EL CONVIDADO DE PIEDRA, (zarzuela), 3 actos.

<è.é

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