#4 · Especial Revolución de Octubre · El Partido Bolchevique demostró que en el proceso...

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Hace cien años el proletariado ruso rompió el hielo, marcando el camino a seguir para el movimiento obrero revolucionario de todos los países. Con la toma del poder político en Rusia, el 7 de noviembre de 1917 (25 de octubre en el antiguo calendario), se inicia una nueva época en la Historia de la Humanidad: la época de la transición del capitalismo al socialismo-comunismo, la era de las revoluciones proletarias. ¡Proletarios de todos los países, uníos! Órgano del Comité Central del Partido Comunista de los Pueblos de España www.partido-comunista.es · [email protected] · Depósito legal: M-13908-2017 #4 · Especial Revolución de Octubre Fue el propio Lenin quien señaló, tras un exhaustivo análisis del desarrollo del capitalismo en la Rusia de principios del siglo XX y tras exponer su teoría sobre el imperialismo, que “el capitalismo monopolista de Estado es la preparación material más completa para el socialismo, su antesala, un peldaño de la escalera histórica entre el cual y el peldaño llamado socialismo no hay ningún pel- daño intermedio”.

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Hace cien años el proletariado ruso rompió el hielo, marcando

el camino a seguir para el movimiento obrero revolucionario de

todos los países. Con la toma del poder político en Rusia, el 7 de

noviembre de 1917 (25 de octubre en el antiguo calendario), se

inicia una nueva época en la Historia de la Humanidad: la época

de la transición del capitalismo al socialismo-comunismo, la era

de las revoluciones proletarias.

¡Proletarios de todos los países, uníos!

Órgano del Comité Central del Partido Comunista de los Pueblos de España

www.partido-comunista.es · [email protected] · Depósito legal: M-13908-2017

#4 · Especial Revolución de Octubre

Fue el propio Lenin quien señaló, tras un exhaustivo análisis del

desarrollo del capitalismo en la Rusia de principios del siglo XX y

tras exponer su teoría sobre el imperialismo, que “el capitalismo

monopolista de Estado es la preparación material más completa

para el socialismo, su antesala, un peldaño de la escalera histórica

entre el cual y el peldaño llamado socialismo no hay ningún pel-

daño intermedio”.

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Tras la breve experiencia del proletariado parisino durante los días

heroicos de la Comuna en 1871, la Gran Revolución Socialista de

Octubre convirtió en realidad el primer programa científico de la

clase obrera, expuesto por Marx y Engels en el Manifiesto del Par-

tido Comunista de 1848. La clase obrera, continuadora de la lucha

de todas las clases sociales explotadas a lo largo de la historia,

arrastrando con su lucha a todas las capas populares, se conver-

tía por vez primera en clase dirigente y, levantando un Estado de

nuevo tipo basado en el poder de los soviets, ejerció la dictadura

del proletariado para abolir por primera vez en la historia la ex-

plotación de unos seres humanos por otros.

El Partido Bolchevique demostró que en el proceso revoluciona-

rio el Partido Comunista juega un papel insustituible. Los bolche-

viques supieron extraer certeras conclusiones sobre las revolucio-

nes europeas de 1848, sobre la experiencia de la Comuna de París

de 1871 y sobre la lucha de las clases explotadas en la Rusia de

finales del siglo XIX. Contaban además con las enseñanzas de la

rica experiencia de la Revolución de 1905, de la que nacieron los

soviets, y habían aprendido a luchar en todas las condiciones, de

flujo y de reflujo revolucionario, en los estrechos márgenes de la

legalidad zarista y en la más dura clandestinidad.

El Partido Bolchevique estaba preparado ideológica, política y

organizativamente para la toma del poder. Contaba con un aná-

lisis preciso sobre la fase monopolista del capitalismo y sobre la

posición de Rusia en la pirámide imperialista; había sido capaz de

restablecer la teoría marxista sobre el papel de Estado; Lenin ha-

bía expuesto de forma magistral su teoría de la revolución en las

condiciones del imperialismo, precisando las condiciones en que

una situación revolucionaria se puede convertir en crisis revolu-

cionaria y el camino hacia el socialismo en relación con la guerra

imperialista. Lenin y los bolcheviques habían librado una lucha

sin cuartel, en todos los terrenos de la teoría, contra los menchevi-

ques y contra todas aquellas corrientes que defendían posiciones

revisionistas y oportunistas en el seno del movimiento obrero, for-

jando en esa lucha una estrategia precisa para la toma del poder,

para organizar la Revolución Socialista.

El Partido Bolchevique también se había preparado desde un

punto de vista organizativo y político. En una lucha implacable

contra las formas artesanales de trabajo y contra el oportunismo

en las cuestiones organizativas, los bolcheviques habían organi-

zado un partido de revolucionarios profesionales, profundamente

vinculado a las masas, profundamente proletario desde un punto

de vista clasista: un partido de nuevo tipo. Bajo dirección leninis-

ta, el Partido Bolchevique demostró una altísima capacidad para

adecuar la estrategia revolucionaria a las condiciones cambiantes

de la lucha de clases, a través de los virajes tácticos necesarios y

de consignas precisas para orientar la lucha de las masas obreras

y campesinas, para forjar sus alianzas en cada momento de la lu-

cha.

En todo este proceso destaca la figura de Lenin, convertido en

jefe del proletariado mundial. Su inmensa aportación teórica en

todos los terrenos, su valentía a la hora de confrontar cada des-

viación ideológica y su habilidad para relacionar teoría y práctica,

quedaron definitivamente confirmadas en la exposición de las Te-

sis de Abril, en las que analizando científicamente la Revolución

de Febrero de 1917 constató la existencia de una dualidad de po-

deres, apuntando como objetivo a la toma del poder por la clase

obrera y a la implantación de la dictadura del proletariado, dando

lugar a aquellos “diez días que estremecieron al mundo” con la

victoria de la primera Revolución Socialista de la Historia.

El marxismo alcanzó con Lenin un nuevo estadio de desarrollo,

el marxismo-leninismo se forjó como la cosmovisión científica de

la clase obrera mundial en la época del imperialismo. Hoy, trans-

currido un siglo desde entonces, el desarrollo de los acontecimien-

tos ha venido a confirmar las enseñanzas leninistas.

Si en la Rusia de 1917 se confirmó que existían las condiciones

para el transito al socialismo, cien años después las fuerzas pro-

ductivas se han desarrollado hasta tal punto que permitiría resol-

ver los grandes problemas que afronta la Humanidad. Existen las

condiciones objetivas para satisfacer por completo las necesidades

sociales, para elevar al ser humano a un nuevo estadio en plena

armonía con el medio natural, para iniciar, de una vez por todas,

la verdadera Historia de una Humanidad emancipada.

La Gran Revolución Socialista de Octubre de 1917 marcó el camino a seguir: demoler las relaciones de producción capi-talistas y al Estado capitalista a través de la Revolución Socia-lista; socializar los medios de producción concentrados para dar

paso a una economía centralmente planificada, bajo el control

obrero de la producción y de la distribución del producto social;

levantar la democracia socialista-comunista desde los centros de

trabajo entendidos como células básicas de un nuevo poder: la

dictadura proletaria que garantiza la defensa del poder obrero,

que se erige en un nuevo tipo de Estado que arrincona hasta su

completa desaparición todo rastro de relaciones mercantiles de

producción, todo rastro de explotación y opresión de unos seres

humanos por otros, hasta el completo triunfo del comunismo.

El Comité Central del Partido Comunista —PCPE— considera que

esa es la tarea de nuestro tiempo y, por tanto, el objetivo que de-

ben perseguir los Partidos Comunistas en el momento presente. La

Gran Revolución Socialista de Octubre marcó el camino, la lucha

de clases es una lucha directa por la victoria obrera, una lucha

directa por el socialismo-comunismo.

Octubre impulsó la lucha revolucionaria de la clase obrera mundial

Con el triunfo del proletariado en Rusia la lucha contra las posi-

ciones revisionistas, predominantes en la II Internacional, entró en

un nuevo estadio. Durante la Primera Guerra Mundial se confirmó

que una mayoría de los partidos socialdemócratas, traicionando

los principios del internacionalismo proletario, habían completa-

do su integración en el campo del imperialismo, participando en

distintos gobiernos capitalistas y/o votando favorablemente los

créditos que permitían proseguir la guerra imperialista en la que

los trabajadores eran utilizados como carne de cañón por las bur-

guesías de cada país contendiente.

Era imprescindible reagrupar a la clase obrera revolucionaria

bajo nuevas formas que garantizasen la independencia política,

ideológica y organizativa del proletariado. Al calor del triunfo de

la Gran Revolución Socialista de Octubre, las masas proletarias

de todos los países entraron en un nuevo estado de efervescencia

revolucionaria y se intensificaron los debates en el seno de los

viejos partidos socialistas. Lenin propuso organizar una nueva In-

ternacional bajo cuyas banderas conducir la lucha revolucionaria

por el poder.

La fundación de la III Internacional, en marzo de 1919, elevó la organización del proletariado mundial a un estadio superior. A partir de entonces, y garantizando el respeto a las 21 condicio-

nes para el ingreso en la Internacional Comunista, que implicaban

una ruptura efectiva con toda posición revisionista, nacerán los

partidos comunistas y, con ellos, el Movimiento Comunista Inter-

nacional.

El Comité Central del Partido Comunista rinde homenaje a los

hombres y mujeres que en abril de 1920 formaron el primer Parti-

do Comunista en nuestro país, iniciando un camino que conduci-

ría poco después, en noviembre de 1921, al nacimiento del Partido

Comunista de España - Sección Española de la I.C., bajo el impul-

so de la Gran Revolución Socialista de Octubre.

En los tiempos de la clandestinidad bajo la Dictadura de Primo

de Rivera y en el periodo de lucha legal durante la II República; en

los gloriosos días de la Revolución de Octubre de 1934 y durante

el duro periodo de represión contrarrevolucionaria; en los casi tres

años de guerra nacional-revolucionaria contra el fascismo y en

las cuatro décadas de clandestinidad durante la noche franquista;

la clase obrera española contó con la solidaridad del país de los

soviets y del Movimiento Comunista Internacional. La organiza-

ción de las Brigadas Internacionales, conformadas por miles de

voluntarios de decenas de países, que combatieron y derramaron

su sangre en la desigual guerra antifascista que librara el pueblo

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español, es sin duda uno de los mayores ejercicios de internacio-

nalismo proletario que haya conocido la Historia.

Durante décadas, la clase obrera española sintió como propias

las conquistas del proletariado soviético y celebró cada avance de

la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y de todos los países

socialistas, que fortalecieron y guiaron la lucha de la clase obrera

española. El avance en la dirección del PCE de las posiciones re-

visionistas y antisoviéticas, a partir de 1956, que condujeron a su

completa liquidación como partido bolchevique, no empaña el he-

cho de que, para una gran masa de comunistas y para amplísimos

sectores obreros y populares, la URSS continuó siendo el principal

baluarte del movimiento obrero internacional, de la paz mundial,

de los derechos sociales y el factor fundamental para contener los

planes agresivos del imperialismo.

La Unión Soviética demostró la superioridad del socialismo-comunismo

El poder obrero demostró durante décadas la superioridad del so-

cialismo-comunismo sobre la formación social capitalista. A pesar

de las difíciles condiciones históricas en que se desarrolló la re-

volución, y de los poderosos enemigos internos y externos que el

poder soviético tuvo que enfrentar, desde el triunfo revolucionario

hasta la contrarrevolución, es un hecho que por primera vez en la

Historia fue superada la explotación del hombre por el hombre y

que en la URSS, principalmente, pero también en el resto de países

socialistas, se sentaron las bases para la conformación de una so-

ciedad superior, libre de explotación y de toda forma de opresión.

El impresionante desarrollo de las fuerzas productivas, libres

de la constricción de las relaciones sociales de producción capita-

listas —basadas en la propiedad privada y dirigidas al beneficio

privado de unos pocos—, permitieron una amplia satisfacción de

las necesidades populares, desconocida hasta entonces. Se con-quistaron derechos en todos los órdenes de la vida: derechos laborales, sociales y políticos que, hasta entonces, habían sido negados a las amplias masas populares.

Se construyó una sociedad de pleno empleo —conquista histó-

rica y exclusiva del socialismo-comunismo— en la que el avance

de las relaciones socialistas de producción permitió un altísimo

desarrollo científico-técnico; se puso fin a la lacra del analfabetis-

mo y se desarrollaron la cultura y todas las artes al servicio de las

mayorías trabajadoras, mientras se reducía el tiempo de trabajo

permitiendo con ello su disfrute y sentando las condiciones para

una amplia participación política de las masas, para su activa im-

plicación en la administración del Estado.

En la Unión Soviética se redujeron las desigualdades entre el

campo y la ciudad, se rompieron las barreras entre el trabajo ma-

nual y el intelectual, se sentaron las condiciones para la conviven-

cia pacífica, igualitaria, libre y voluntaria de las naciones hasta

entonces oprimidas por el nacionalismo ruso; se sentaron las ba-

ses para la erradicación de la histórica desigualdad de las mujeres,

que por primera vez conquistaron derechos reales negados en

todos los países capitalistas; se practicó una política internacional

basada en el internacionalismo, en la solidaridad, en la unidad

fraternal con todos los pueblos oprimidos por el imperialismo.

El desarrollo del poder soviético sirvió de estímulo a la lucha obrera en todos los países. El ejemplo de la URSS, que alimenta-

ba el temor capitalista a la Revolución, permitió que en los países

capitalistas se conquistasen derechos laborales, sociales y políti-

cos que habían sido negados hasta entonces.

La Unión Soviética y el Movimiento Comunista Internacional

fueron el factor decisivo para derrotar al nazi-fascismo. Es un

hecho que las potencias capitalistas pretendían dirigir a la bestia

nazi-fascista contra la URSS. Antes, durante y después de la gue-

rra se demostraron la connivencia de las potencias capitalistas

con el nazi-fascismo. La misma connivencia que demostraron en

nuestra Guerra Nacional-revolucionaria las llamadas democracias

capitalistas con el golpe fascista a la II República bajo la repug-

nante excusa del Pacto de No Intervención, del que participaron

activamente las fuerzas socialdemócratas. Bajo la guía del PCUS, dirigido por Stalin, el pueblo soviético derrochó heroísmo y, pagando un alto precio, garantizó la gran victoria antifascista de los pueblos.

Tras la II Guerra Mundial, la Unión Soviética contribuyó al

triunfo del socialismo-comunismo y de las democracias populares

en varios países del centro y del este europeo, dando lugar al sur-

gimiento del campo socialista y a la voladura del sistema colonial,

que permitió que más de un centenar de países alcanzasen la in-

dependencia.

Se abrió un nuevo periodo de posibilidades revolucionarias, en

el que la correlación de fuerzas se inclinaba del lado del movi-

miento obrero revolucionario y del lado de los pueblos. Sin em-

bargo, mientras las potencias imperialistas no perdían tiempo en

desatar la Guerra Fría, en Movimiento Comunista Internacional

no fue capaz de definir una estrategia revolucionaria adecuada a

los tiempos de postguerra. Se fosilizó la táctica acordada en el VII

Congreso de la Internacional (disuelta en 1943), y comenzaron

a extenderse posiciones que negaban las enseñanzas de la Gran

Revolución Socialista de Octubre y su valor universal. Las fuerzas

revisionistas que hasta entonces habían sido derrotadas por el

marxismo-leninismo, comenzaron a ganar fuerza, tanto en el seno

de los partidos que luchaban en países capitalistas como en aque-

llos partidos que se encontraban en el poder, también en el PCUS.

Con el triunfo de la Gran Revolución Socialista de Octubre co-

menzó en términos políticos el siglo XX y con el triunfo de la con-

trarrevolución (1989-1991), terminó. Contra los países socialistas,

y muy especialmente contra la Unión Soviética, las potencias im-

perialistas libraron una guerra de alta intensidad en todos los te-

rrenos: guerra psicológica y cultural, espionaje y sabotaje, política

de cerco y apoyo a las fuerzas contrarrevolucionarias del interior,

guerra económica y militar.

La Unión Soviética partía de una clara desventaja con las po-

tencias capitalistas. El poder socialista se construyó en un país

arrasado por los efectos de la Primera Guerra Mundial, en el que

se libró una intensa guerra civil, acompañada de una intensa in-

tervención extranjera dirigida a derrocar el poder obrero.

A diferencia de las potencias imperialistas, la Unión Soviética

fue capaz de enfrentar los importantes atrasos que caracterizaban

al capitalismo en Rusia, de alcanzar espectaculares avances socia-

les dirigidos a satisfacer las necesidades populares, de reconstruir

el país y de prepararse en términos militares para la nueva guerra

imperialista que se avecinaba. Y todo ello sin obtener recursos

adicionales de la explotación de terceros países a la vez que se

libraba una dura lucha por eliminar todo rastro de explotación.

La Unión Soviética hizo un sacrificio incomparable durante la

guerra antifascista. La destrucción causada por la invasión alema-

na afectó a importantes infraestructuras, la base económica del

país fue nuevamente destruida. El pueblo soviético pagó con más

de veinte millones de muertos el precio de la victoria contra el

nazi-fascismo, además de los más de diez millones de heridos y

lisiados.

Ninguna potencia capitalista pagó un precio similar. Los Es-

tados Unidos, en cuyo territorio no se libró batalla alguna ni en

la Primera ni en la Segunda Guerra Mundial, y que se alzaba ya

como primera potencia imperialista, partió en las condiciones de

postguerra en una clara posición de ventaja que le permitió lanzar

con éxito su política de cerco al campo socialista y muy especial-

mente a la Unión Soviética, desatando la carrera armamentista y

la Guerra Fría.

A pesar de la importancia de estos factores, las causas determi-

nantes del triunfo de la contrarrevolución fueron internas. Puede

constatarse que hasta terminado el periodo de reconstrucción que

siguió a la guerra imperialista, el poder soviético siguió una línea

de conquistas ascendente y primaron en el seno del Partido, bajo

dirección de Lenin y Stalin, las posiciones revolucionarias.

Tras el periodo de reconstrucción, las fuerzas productivas al-

canzaron en la URSS un altísimo grado de desarrollo que exigía

cambios revolucionarios en las relaciones sociales de producción,

dirigidos a alcanzar un nuevo estadio de correspondencia entre

unas y otras. En estas condiciones, se desataron intensos debates

en el seno del Partido, especialmente debates económicos.

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Tras el fallecimiento de Stalin (marzo 1953) avanzaron gradual-

mente las posiciones oportunistas en el seno del PCUS, favoreci-

das por el clima de cerco imperialista y también por el cambio en

la composición del Partido, cuyas filas se habían ampliado nota-

blemente durante y después de la guerra antifascista, en la que

perdieron su vida amplios sectores militantes probados y muchos

cuadros comunistas.

Esos cambios en la correlación de fuerzas se expresaron en el

XX Congreso del PCUS (febrero 1956), en el que se aprobaron

toda una serie de posturas oportunistas relacionadas con la cons-

trucción del socialismo y se favoreció la adopción de posiciones

que buscaban responder con medidas de corte capitalista a pro-

blemas que, por el contrario, exigían una profundización socialis-

ta-comunista.

Se generó una correlación de fuerzas que llevaría a la postre a

defender la tesis revisionista de que la construcción del socialis-

mo-comunismo es compatible con la existencia de relaciones mer-

cantiles de producción, distribución y cambio, que posteriormente

irían extendiéndose.

Junto a debates de fondo que afectaban a la esencia de la cons-

trucción socialista-comunista, a sus leyes objetivas, el denomi-nado Informe Secreto presentado sorpresivamente por Nikita Kruschev fue el inicio de una línea de renuncia y claudicación político-ideológica que golpearía con fuerza al conjunto del Movimiento Comunista Internacional, cediendo posiciones ante

la propaganda negra del nazismo, replicada tras la guerra por los

centros ideológicos imperialistas, y favoreciendo una revisión de

la historia del PCUS y de la construcción del socialismo-comu-

nismo en la URSS que rehabilitaba a los sectores oportunistas y

aislaba las posiciones revolucionarias, utilizando como cabeza de

turco la figura de Stalin.

La línea oportunista se extendió en posteriores Congresos del

PCUS en una abierta violación de las leyes que rigen la construc-

ción del socialismo-comunismo e incluso de la propia legalidad

soviética. Se infravaloró e incluso se negó la continuidad de la

lucha de clases durante todo el periodo de la construcción del

socialismo, se incurrió en errores en el análisis de la pirámide im-

perialista y en las relaciones entre el campo socialista y el campo

imperialista, con formulaciones erróneas como la “coexistencia

pacífica”. El carácter de clase del Partido y del Estado se alteraron,

adoptando las formulaciones acientíficas de “Estado de todo el

pueblo” y “Partido de todo el pueblo”.

La extensión gradual de las relaciones capitalistas de produc-

ción, tanto legales como ilegales (capital en la sombra), generaron

una fuerza social contrarrevolucionaria que tenía su claro reflejo

en el seno del Partido y de su dirección. La legalidad socialista se

convertía en un obstáculo para la circulación y reproducción del

capital. El oportunismo maduró en una fuerza contrarrevoluciona-

ria que, durante los años 80 del pasado siglo, con la política de la

Perestroika, sentó las bases para el restablecimiento progresivo del

capitalismo y, finalmente, para demoler la superestructura socia-

lista: la URSS fue liquidada y triunfó por completo la contrarrevo-

lución.

La primera experiencia de construcción socialista, inaugurada

con la Gran Revolución Socialista de Octubre, a pesar todo error

o desviación, demostró la superioridad del socialismo-comunis-

mo. El hecho de que triunfase la contrarrevolución capitalista no demuestra la imposibilidad de construir el socialismo-co-munismo, sino la imposibilidad de construirlo recurriendo a mecanismos propios de las relaciones sociales capitalistas, demuestra la incompatibilidad del socialismo-comunismo con las

relaciones mercantiles y la necesidad de que el Partido Comunista

conduzca la lucha de clases durante la construcción socialista has-

ta el triunfo definitivo de las relaciones comunistas de producción,

sin hacer ninguna concesión de principios al imperialismo y a las

fuerzas oportunistas.

Ninguna formación social se impuso a lo largo de la Historia

de forma lineal, a la primera y de una vez por todas. El propio

capitalismo tardó más de cuatro siglos en implantarse, tras una

serie de revoluciones y contrarrevoluciones-restauraciones, pero

finalmente se impuso. En ese sentido, el triunfo de la contrarrevo-

lución es temporal, pues lejos de lo afirmado por los ideológicos

burgueses, se ha demostrado que la lucha de clases prosigue, y

sobre esa base prosigue también la lucha anticapitalista que dará

como resultado el triunfo de nuevas revoluciones que abran el

camino a una Humanidad emancipada.

La crisis del Movimiento Comunista Internacional

La disolución de la Internacional Comunista (15 de mayo de

1943) privó al movimiento comunista de un centro de dirección

internacional y supuso organizativamente un paso atrás para el

movimiento obrero revolucionario, que no fue enmendado por la

creación de la Oficina de Información de los Partidos Comunista y

Obreros (Kominform, octubre de 1947 - abril de 1956), ni por los

posteriores Encuentros Internacionales de Partidos Comunistas y

Obreros.

La propaganda burguesa ha insistido intencionadamente en

presentar a la Internacional como un apéndice del PCUS; pero lo

cierto es que, desde su misma fundación hasta su disolución, en

su seno se libraron importantes debates, al igual que en el seno

del PCUS y el resto de Partidos Comunistas y Obreros, sobre la

estrategia revolucionaria. Una de las tareas que debe afrontar el

movimiento comunista es el estudio riguroso de los debates ha-

bidos en los siete congresos de la I.C., de las distintas posiciones

existentes y de su repercusión en la práctica revolucionaria.

La estrategia aprobada por el VII Congreso de la I.C., basada

en la conformación de Frentes Populares para hacer frente al na-

zi-fascismo, se mantuvo inalterada tras la II Guerra Mundial, y fue

reinterpretada en el sentido de pacto con los “sectores no reaccio-

narios”, los “sectores democráticos”, o los “sectores antimonopo-

listas” de la burguesía. Se fosilizó en la estrategia de los Partidos

Comunistas la lucha por una etapa de “democracia antimonopo-

lista”, de “democracia avanzada”, como paso o etapa previa a la

construcción socialista. Con ello, se abandonaron paulatinamente

las enseñanzas leninistas probadas durante la Gran Revolución

Socialista de Octubre, y se entró en una fase caracterizada por la

ausencia real de una estrategia para la toma del poder por parte

de muchos partidos comunistas.

Los acuerdos adoptados por el XX Congreso del PCUS sobre la

pluralidad de vías hacia el socialismo, incluida la parlamentaria,

vinieron a profundizar esa crisis. Varios partidos comunistas opta-

ron por la vía parlamentaria, retomando las posiciones defendidas

por la II Internacional que en su día fueron confrontadas y refu-

tadas por Lenin y los bolcheviques. El XX Congreso impactó con

fuerza en muchos partidos comunistas, entre ellos en el Partido

Comunista de España.

Durante las propias sesiones del XX Congreso (febrero de

1956), y a la vista del Informe Secreto, de la política de coexisten-

cia pacífica, de la crítica al culto a la personalidad, y de la plura-

lidad de vías al socialismo, se vieron fortalecidas las aspiraciones

del grupo oportunista liderado por Santiago Carrillo, que se saldó

con la aprobación por parte del Buró Político de la Política de Re-

conciliación Nacional, en junio de 1956, y con el nombramiento

de Carrillo como Secretario General en el VI Congreso (Praga,

1960).

Puede concluirse que en el conjunto del Movimiento Comu-

nista Internacional interactuaron las posiciones oportunistas de

las diferentes corrientes que iban conformándose, tanto en los

partidos en el poder (kruschevianos, maoístas, titistas...) como en

los partidos que luchaban en países capitalistas, en los que fue

conformándose una corriente liquidadora: el Eurocomunismo. Las

tesis de esas corrientes, lejos de verse confirmadas en la práctica,

sumieron al Movimiento Comunista Internacional en una profun-

da división, que venía a sumarse a la ausencia de una estrategia

revolucionaria unificada para la toma del poder.

Con el triunfo de la contrarrevolución en la Unión Soviética, las

tesis revisionistas en el seno del Movimiento Comunista Interna-

cional resultaron fortalecidas. Muchos partidos fueron completa-

mente liquidados, otros abandonaron toda defensa de la lucha co-

munista y de las revoluciones socialistas y de las experiencias en

la construcción socialista-comunista durante el siglo XX y sufrie-

ron un intenso proceso de socialdemocratización, abandonando

tanto en la práctica como formalmente el marxismo-leninismo. En

muchos casos, penetraron con fuerza posiciones de cierta “intelec-

tualidad de izquierdas” que venían a corroer el carácter de clase y

los objetivos esenciales de los partidos comunistas, que vinieron a

cubrir el flanco izquierdo del arco parlamentario o a supeditarse a

los denominados “nuevos movimientos sociales” y a los “nuevos

sujetos emergentes”, viéndose profundamente influídos por las

corrientes postmodernas en boga.

La convocatoria por parte del Partido Comunista de Grecia

(KKE) del I Encuentro Internacional de Partidos Comunistas y

Obreros (Atenas, 1998), primero tras el triunfo de la contrarrevo-

lución, supuso un claro punto de inflexión, tratando de reagrupar

por primera vez a los partidos comunistas tras la liquidación de la

URSS, del Campo Socialista y de buena parte del Movimiento Co-

munista Internacional.

Los sucesivos Encuentros Internacionales de Partidos Comu-

nistas y Obreros se convirtieron en un importante punto de en-

cuentro y de intercambio de opiniones, pero confirmaron también

la existencia de profundas desavenencias político-ideológicas,

justificadas muchas veces tras la máscara de una supuestamente

positiva pluralidad.

La fundación de la Revista Comunista Internacional (2009) y

el posterior nacimiento de la Iniciativa de Partidos Comunistas y

Obreros de Europa (2013) supuso la positiva aparición de ámbitos

de colaboración comunista reforzada, en los que además del mero

intercambio de informaciones, por primera vez desde la contra-

rrevolución, se emprende una colaboración ideológica que trata

de restablecer el punto de vista marxista-leninista sobre los más

variados aspectos y de alcanzar posiciones político-ideológicas co-

munes que permitan sentar las bases para la superación de la gra-

ve crisis en que continúa el Movimiento Comunista Internacional.

Seguimos el camino de la Gran Revolución Socialista de Octubre

El Partido Comunista de los Pueblos de España afronta con opti-

mismo el Centenario de la Gran Revolución Socialista de Octubre,

dispuesto a contribuir en la medida de nuestras posibilidades a la

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definición de una estrategia revolucionaria dirigida a la toma del

poder en las condiciones contemporáneas.

Tras décadas de crisis, retroceso y liquidación en el movimiento

comunista español, el IX Congreso del Partido (diciembre de 2010)

apuntó como objetivo de la clase obrera la lucha por el socialis-

mo-comunismo, partiendo del hecho incontestable de que existen,

como nunca antes a lo largo de la Historia, las condiciones mate-

riales que permitirían satisfacer las necesidades obreras y popula-

res, por lo que todos los esfuerzos deben dirigirse a preparar las

fuerzas que derroquen el único obstáculo que impide poner fin a

la explotación de unos seres humanos por otros: las relaciones de

producción capitalistas, asentadas sobre la propiedad capitalista

privada, y el Estado que sobre ellas se erige.

Nuestras posiciones, confirmadas por el X Congreso (junio de

2016), contribuyeron de manera destacada a abrir un serio debate

en el seno del movimiento comunista español, que por vez prime-

ra en muchas décadas asumía el reto de analizar autocríticamente

su propia historia y la del conjunto del Movimiento Comunista

Internacional. Si es la preparación de las fuerzas que lleven a cabo

la Revolución Socialista, todas las viejas concepciones regidas por

la vieja estrategia etapista o parlamentaria debían ser sustituidas

por líneas de trabajo acordes al objetivo de la toma de poder: tipo

de partido, métodos y estilo de trabajo, alianzas, trabajo con la

clase obrera y con las masas populares, prioridad de frentes de

trabajo, etc.

Ese imprescindible proceso de clarificación y de restablecimien-

to de una estrategia revolucionaria acorde a las enseñanzas mar-

xistas-leninistas, no podía dejar de desatar profundas resistencias

e incomprensiones, tanto en el interior como en el seno de otras

fuerzas que en España se reclaman comunistas. Por un lado, por-

que es un hecho incontestable que la lucha de clases se reproduce

en el seno de las organizaciones políticas, que no se desarrollan

en una urna de cristal, sino profundamente influídas por los de-

bates e intereses de clase presentes en la sociedad en que actúan

y, por otro, porque el movimiento comunista de nuestro país fue

golpeado por un proceso liquidador que se desarrolló durante dé-

cadas, en el que el eurocomunismo se hizo hegemónico, y en el

que operaron todo tipo de desviaciones e influencias ideológicas

de las más variadas tendencias.

La recuperación de la estrategia revolucionaria fue contestada

desde viejas posiciones, ancladas por las limitaciones del trabajo

de los peores momentos de nuestra historia y por la estrechez de

viejos planteamientos superados por la vida, que llevaron al grupo

oportunista que se tejió en el seno del Partido a organizarse frac-

cionalmente, para tratar de derrocar la estrategia revolucionaria,

desempolvando los viejos manuales del carrillismo en el que fue-

ron educados. Pero, esta vez, esas prácticas sufrieron una derrota

en toda la línea, alineándose una gran mayoría de cuadros, de co-

mités y de células del Partido y de la Juventud con las posiciones

revolucionarias en la Conferencia Central celebrada el 20 de mayo,

que dio lugar a la convocatoria del XI Congreso del Partido para

los días 18 y 19 de noviembre.

Se confirma así un cambio de tendencia en el movimiento co-

munista español, un punto de inflexión hacia la recuperación y

fortalecimiento de los principios marxistas-leninistas, hacia la

definición de una estrategia revolucionaria y actual hacia la toma

del poder, que se convierte en el mejor homenaje de la militancia

comunista de España a los hombres y mujeres que, hace un siglo,

levantaron las banderas rojas de la clase obrera y marcaron el

camino a seguir, bajo la dirección de Lenin y del Partido Bolchevi-

que.

El XI Congreso del Partido, además de profundizar en el análisis

del imperialismo y del papel de España en la pirámide imperialis-

ta, afrontará el reto esencial de configurar el Partido como partido

de nuevo tipo, de priorizar el trabajo entre la clase obrera y de

girar la organización comunista hacia los centros de trabajo.

El mejor homenaje a la Gran Revolución Socialista de Octubre

es continuar el camino trazado. Para ello nuestro XI Congreso

sitúa dos retos para el futuro inmediato a los que está llamado a

contribuir todo el movimiento comunista español: abordar crí-

ticamente nuestra propia historia, extrayendo las conclusiones

que nos permitan fundamentar la estrategia revolucionaria en el

presente; y dar los pasos para la elaboración de un nuevo Mani-

fiesto-Programa, en el que sobre la base de un estudio científico

del capitalismo español, se señalen los pasos que permitan guiar

a la clase obrera al poder, trazando las líneas programáticas de la

construcción del socialismo-comunismo en España.

Este mes de octubre de 2017 se cumplen 73 años desde que mi-

les de nuestros guerrilleros, tras contribuir decisivamente a liberar

Francia de la bestia nazi-fascista, cruzaron la frontera española

dispuestos a proseguir la lucha de liberación. En su retirada del

Valle de Arán, aquellos hombres y mujeres dejaron escrita una

promesa de futuro sobre la corteza de los árboles del Pirineo:

“Volveremos en Primavera”.

En el 100 Aniversario de la Gran Revolución Socialista de Oc-

tubre, rendimos homenaje a todos los hombres y mujeres que

entregaron su vida a la causa de la clase obrera, a la causa del

comunismo. Recogemos hoy sus banderas de lucha y su ejemplo

heroico, para superar el largo invierno de predominio revisionista

en el movimiento comunista español. Se han sentado las condicio-

nes para el inicio de una nueva ofensiva revolucionaria, que abra

el paso a una nueva Primavera en la que ondeen banderas en las

que se pueda leer: “de cada cual según su capacidad, a cada cual

según su trabajo”, que darán lugar al inicio de la verdadera Histo-

ria de una Humanidad para siempre emancipada bajo una última

y definitiva consigna: “de cada cual según su capacidad, a cada

cual según sus necesidades”. Entonces, y sólo entonces, habremos

vencido.

¡Viva la Gran Revolución Socialista de Octubre! ¡Viva el marxismo-leninismo!

¡Proletarios de todos los países, uníos!