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Hasta hace muy poco las investiga- ciones alquímicas y teológicas de New- ton se ponían en duda, eran práctica- mente desconocidas o se atribuían a una mente senil. Nadie hacía mucho caso al hecho de que para Newton sus trabajos teológicos fueran más impor- tantes que los físicos o matemáticos. Se consideraba una anécdota pintoresca, a lo sumo una excentricidad que embe- llece u oscurece, según el talante de cada cual, la figura del genio. Su colega de Cambridge, el platónico Henry More, dejó escrito que Newton tenía ge- neralmente un aspecto meditativo y melancólico, pero que cuando hablaba de historia de las religiones o exégesis bíblica su rostro se tornaba alegre y vi- vaz. No obstante, guardaba celosamen- te sus pensamientos al respecto, y sólo a partir de 1688 empezó a compartirlos confidencialmente con un pequeño círculo de colaboradores. El miedo del propio Newton a que se conocieran sus opiniones heréticas, y la influencia de Kant y Voltaire han tenido mucho que ver en la imagen que la Ilustración tras- mitió del genio inglés. Una imagen de la que todavía no nos hemos desemba- razado. Sólo hasta el último tercio del pasado siglo estuvieron disponibles al- gunos de sus trabajos «no científicos» y todavía falta por publicar buena parte de lo que dejó inédito. En 1936, el earl de Portsmouth subastó sus manuscri- tos, que fueron a parar a diversos com- pradores. Dos hombres se dedicaron después a reunirlos. El economista John Maynard Keynes se hizo con los manuscritos alquímicos. Abraham Shalom Yahuda, natural de Jerusalén pero perteneciente a una familia culti- vada de Bagdad, se hizo con los teoló- gicos. La colección Yahuda, actualmen- te en la Biblioteca Nacional de Jerusa- lén, contiene numerosos escritos de exégesis y cronología bíblica, así como de historial universal y de la Iglesia. In- vestigaciones todas ellas orientadas a mostrar que la cristiandad vive en el error de la idolatría, ilustrada por el cul- to a los santos y la Trinidad. Un estado transitorio que forma parte de un pe- riodo de corrupción y purificación pre- visto por la divinidad. Newton fue un muchacho privado de afecto a una edad temprana. Su padre muere antes de su nacimiento y su ma- dre lo abandona con sólo tres años al contraer matrimonio con un clérigo an- glicano que no lo quiere en su casa. Esa orfandad se transformará en una bús- queda incesante. En ningún momento de su vida dejará de investigar y pregun- tar a la naturaleza. No le importa estar sólo o aislado, ni siquiera le importa, so- bre todo en su juventud, el reco- nocimiento. No tiene prisa en publicar, fundamentalmente porque no quiere ser molestado por las contro- versias que puedan susci- tar sus ideas. El día de Pen- tecostés de 1662, redacta en Cambridge una lista de pecados que ilustra el ca- rácter traumático de su infancia. Una exacerbación de la figura del Padre que lo acercará a la «herejía arquetípica». Es- tudia en profundidad la vida y el pensa- miento de Arrio que en la Europa de su tiempo tiene por sucesores a Miguel Servet, Fausto Socino y Giordano Bru- no. Servet negaba la formulación orto- doxa de la Trinidad, Socino la divinidad natural de Cristo y Bruno creía en un nú- mero infinito de mundos, lo que redu- cía el papel redentor de Cristo. Newton ha nacido un año des- pués de que Galileo muera en su villa de Arceti, bajo arresto domi- ciliario prescrito por el Santo Ofi- cio. Vive una época en la que los antitrinitaristas proliferan por In- glaterra y en la que el régimen de Oliver Cromwell ha promulgado la pena de muerte para quien nie- gue la Trinidad. Una atmósfera que lo condenaría al ostracismo, si se conocieran sus ideas sobre éste y otros dogmas, y, también, una circunstancia que hará que nunca salga del armario teológico y que se acerque a las tradiciones herméticas, cuya influencia en el desarrollo científico empieza a re- conocerse ahora. La dedicación de Newton a la alquimia no debería sorprender o resultar estridente. La búsque- da de la fuerza que vivifica y co- hesiona lo más pequeño se co- rresponde con la búsqueda de la fuerza que acompasa astros y ga- laxias. La escala de observación crea el fenómeno. Newton busca un éter (el brazo de Dios) que sea responsable tanto de los colores de la luz como de la fuerza de la gravedad (ese etnocentrismo tan necesario para la vida), y eso ex- plica la diversidad de sus campos de estudio. Luz y gravedad for- man parte de un mismo proyec- to: el encuentro con lo divino. Su universo es poliédrico y multidis- ciplinar, no el mero mecanismo azaroso que acabará filtrando y proyectando la Edad Moderna. Ha leído a los principales alquimistas de su tiempo, conoce la ilustración ro- sacruz y ha instalado un pequeño la- boratorio en sus habitaciones del Tri- nity, provisto de hornos y de materiales para la experimentación alquímica. Un interés que no decaerá en ningún mo- mento a lo largo de su vida y al que se entrega con menos de treinta años. De ahí que, strictu sensu, Newton no sea un filósofo mecanicista, aunque contribu- yó como ningún otro al establecimien- to de las pautas de la filosofía natural (que era como entonces se llamaba a la física), y en cierta medida puede de- cirse que sus reservas hicieron que esta disciplina sea lo que es ahora. Sin em- bargo, siempre fue muy cons- ciente de que la física no bastaba para dar cuenta del enigma del mundo y la existencia. Para New- ton resultaba fundamental que la materia dependiera de la voluntad divina. En ningún caso podría consi- derarse un mero meca- nismo desconectado de Dios. La alqui- mia era la que permitía ilustrar esa de- pendencia, de ahí que sus investigacio- nes en este campo no puedan desligarse de las teológicas y formen parte de un mismo proyecto gnoseológico. En sus observaciones sobre las profecías, el ge- nio del cálculo dejó algunas trazas de misticismo: «La autoridad de empera- dores, reyes y príncipes es humana, la autoridad de los concilios, sínodos, ar- zobispos y presbíteros es humana, pero la autoridad de los Profetas es divina, y comprende la suma de la religión, in- cluyendo a Moisés y los Apóstoles entre los Profetas, y sea maldito cualquier án- gel del cielo que predique un evangelio diferente». Había una verdad revelada y su misión era identificar su dignidad y significado. Voltaire, el gran valedor de Newton en París, lo reconocerá de in- mediato: el inglés no sólo estaba íntima- mente convencido de la existencia de un Dios omnipotente, eterno, infinito y creador, sino también un Maestro que mantenía una relación con sus criaturas y que sin esa relación, el conocimiento de Dios sería estéril y dejaría al hombre huérfano de moral y virtud. La alquimia, la cronología bíblica o la historia de las profecías fueron las disci- plinas que permitían rastrear la activi- dad divina a lo largo del tiempo. Como apunta Toribio, «la antigua metáfora de los dos libros de Dios (la Naturaleza y las Escrituras) simboliza bien la unidad de los estudios naturales, alquímicos e his- tóricos de Isaac Newton». Una unidad que acabará disolviéndose en la Ilustra- ción, que entiende que la Revolución científica exige potenciar unos estudios y silenciar otros, y que inaugura una que- rella entre tecnócratas y humanistas que llega hasta nuestros días. Pero Newton vive y piensa antes de esa escisión. Tiene muy claro que la correcta interpretación de las experiencias visionarias de los profetas arroja luz sobre los designios de la voluntad divina y también que él es uno de los pocos capacitados para des- cifrar esos códigos. De hecho, el conoci- miento histórico más antiguo y fiable procede de la Biblia, cuyas fuentes eran anteriores a las egipcias, griegas o babi- lonias. Está convencido de que la prime- ra civilización fue la hebrea y todas las demás provienen de ella. Ahora bien, aunque el Antiguo Testamento permi- tiera conocer el plan trazado por la divi- nidad, Newton consideraba que no era legítimo ni inteligente tratar de anticipar los acontecimientos. Su análisis de las profecías es post-facto y su único objetivo es mostrar que el curso de la historia está El investigador sevillano Pablo Toribio ha publicado recientemente una edición de los escritos teológicos de Newton que nos ofrece una imagen del genio inglés muy diferente a la fabricada por la Ilustración europea (Kant y Voltaire en lo fundamental). Un magnífico volumen que vuelve a hacernos creer en la investigación en humanidades de este país. Juan Arnau Filósofo gravedad o luz SÁBADO, 1 DE ABRIL DE 2017 2 guiado por la Providencia. La divinidad ha pre- parado y conoce la secuencia completa de los hechos y nuestro deber (la agenda teológica de Newton) es apercibirnos a posteriori de ello. Sólo con la segunda venida de Cristo podremos en- tender todas las profecías. En la biblioteca de Newton se encontrarían a su muerte un cente- nar de biblias y estudios bíblicos, y hoy sabemos que llegó a comparar 25 versiones griegas del Apocalipsis de Juan, conocido también como el Libro de la Revelación, aunque desconfiaba del uso de la profecía para indagar el porvenir: «La locura de los intérpretes ha sido predecir mo- mentos y acontecimientos mediante esta Pro- fecía, como si Dios hubiese planeado hacerlos profetas. Con esa temeridad no sólo se ponen en evidencia ellos mismos, sino que despresti- gian también a la Profecía». En la balanza entre la gravedad y la luz, su alma se inclinaba por la primera. Newton fue un firme creyente en la omnipotencia y domi- nio de Dios (la temprana orfandad seguramen- te reforzó esta creencia). En el escolio ge- neral de los Principia escribe: «Él lo rige todo, no como alma del mundo, sino como dueño de todos». Y más adelante: «El término mismo dios significa due- ño y la dominación de un ente espiri- tual constituye un dios». Va en el ta- lante y podemos aventurar, a riesgo de equivocarnos, que se trató de una elección inconsciente. Newton vino al mundo con la cuestión resuelta. Hay quienes, como él, experimen- tan vivamente el temor de Dios y quie- nes experimentan de modo natural su complicidad y simpatía (su participa- ción en lo divino). En todo caso, dedicó sus esfuerzos a esta- blecer las etapas que había seguido el diálogo con el Su- premo. Dios había revelado a los hijos de Noé tanto la reli- gión verdadera como la ciencia na- tural verdadera. Con el tiempo las naciones habían corrompido ese legado, cayendo en la ido- latría y divinización de héroes y reyes del pasado. La ciencia natural acabó desvir- tuada cuando se asociaron los planetas con los dioses pero, como en el mundo oriental, la humanidad se encontraba sujeta a ciclos recurrentes de corrupción y purificación y la religión judía fue en este sentido un periodo de renovación, ejemplificado en el Templo de Sa- lomón, que fue al mismo tiempo símbolo ma- temático, profético y cósmico. Newton saltaba con naturalidad por encima de la brecha epis- temológica que la Ilustración erigió (en buena medida debido a su influencia) entre física y mística (en la Europa de su tiempo teólogos y físicos hablaban un mismo idioma, el latín). La figura de Jesucristo vendría a reformar la reli- gión de Moisés, pero la pureza del cristianismo original acabaría por corromperse y paganizar- se, una corrupción que vendría de la mano de Atanasio de Alejandría. Todas esas investiga- ciones teológicas tendrían su influencia en los Principia. De hecho, Newton se planteó intro- ducir en su obra magna citas de clásicos greco- latinos que confirmaban que los antiguos pre- socráticos conocían la teoría copernicana y la gravitación universal. Procedía al modo orien- tal: él no inventaba nada. En 1703 muere Robert Hooke y Newton es nombrado presidente de la Royal Society. Un año después publica su Opticks, que ha mante- nido inédita para protegerla de las críticas de Hooke. La traducción latina de Samuel Clarke contiene los primeros enunciados teológicos que Newton hace públicos: el espacio ab- soluto es el sensorio de Dios (el modo en el que Dios se mantiene en contacto con las cosas). El es- pacio es el tacto divi- no mientras que el tiempo sería su aliento (ambos absolutos). Me- diante éste la divinidad ejerce su dominio providen- cial sobre el cosmos. El universo no pue- de explicarse sin la intervención cons- tante del Padre que lo sostiene y guía (una pulsión genea- lógica que se ha aso- ciado a la búsqueda del padre perdido y el hecho de que Newton no lo fuera segura- mente contribuyó a magnificar esta figura arquetípica). Pode- mos conocer los fe- nómenos de la natu- raleza, pero sus cau- sas últimas, como en el caso de la gravedad, permanecen ocultas pues dependen de la libre voluntad divina. No obstante, en 1713, en la se- gunda edición de los Principia, escribe: «He- mos explicado los fenómenos del cielo y las mareas mediante el poder de la gravedad, pero no hemos imaginado ninguna causa de ese po- der… Hasta ahora no he podido descubrirlo y yo no fraguo hipótesis (Hypotheses non fingo). Pues cuanto no esté deducido de los fenóme- nos hay que llamarlo hipótesis, y las hipótesis, ya sean físicas o metafísicas, sean de cualidades ocultas o mecánicas, no tienen cabida en la fi- losofía experimental, donde las proposiciones son inferidas de los fenómenos y luego gene- ralizadas por inducción y no se admite lo que no proceda de los experimentos». Para Newton era evidente que la causa oculta de la gravedad, en este caso metafísica, era Dios, pero no pro- cedía mencionarla en este contexto. Él no se dedica a contar fábulas ni a crear ficciones y las «hypotheses» son eso, cuentos de carácter ima- ginario. La época de la fabricación de sueños concluye con él (otros sueños los reemplazan, pero no lo sabe). De hecho, el propio Newton, además de las metafísicas, fraguará unas cuan- tas hipótesis mecánicas. Entre ellas destaca la noción de «corpúsculo» con sus cualidades primarias de dureza, movilidad e impenetra- bilidad o la suposición de una fuerza innata de la materia (vis insita), que es el axioma primero del movimiento (que explica el movimiento pero que permanece ella misma inexplicada). Sobre la sensibilidad divina (la más intere- sante de sus hipótesis metafísi- cas) versa el epistolario entre Clarke y Leibniz. Clarke es un discípulo de Newton que como teólogo ha publicado estu- dios sobre el cris- tianismo primitivo en los que ha ma- nifestado su antitrinitarismo, que considera compatible con el credo anglicano. Terminará siendo obligado a retractarse. El sucesor de Newton en la catedra lucasiana, William Whis- ton, será expulsado de Cambridge por defender el arrianismo. En otros proyectos teológicos ina- cabados, donde se identifica a paganos, gnósti- cos y cabalistas como los corruptores de la reli- gión verdadera, Newton aparece vinculado al latitudinarismo, un movimiento anglicano que subordinaba la especulación teológica al ejer- cicio moral y el entendimiento racional. En el Irenicum, que sigue la tradición pacifista de Eras- mo, distingue entre creencias fundamentales y accesorias (las primeras son como la leche para los niños, las segundas los alimentos sólidos del adulto). Los fundamentos de la religión verda- dera son pocos y muy parecidos a las creencias de los hijos de Noé. Esa «leche infantil» sería lo único necesario para la salvación. Mientras que las cuestiones accesorias, como la naturaleza del Padre y el Hijo, si hubo un tiempo en que Cristo no existía o el destino del alma después de la muerte, no deberían ser impuestas por nin- guna Iglesia. Su disquisición queda reservada a los expertos y en ningún caso debería ser causa de persecución o excomunión. La reciente reconstrucción de la biografía in- telectual de Newton, héroe de la Revolución científica, su firme creencia en la experiencia visionaria y mística de los profetas hebreos, exi- ge algunas consideraciones finales. Sus manus- critos alquímicos, de los que no hemos hablado aquí, llenarían varios volúmenes. En ellos pue- de apreciarse su familiaridad con el vocabula- rio de los místicos. De hecho, es muy probable que fuera la alquimia la que despertó su interés por las experiencias extáticas de los profetas. La pregunta esencial era cómo traducir ese tipo de experiencias, como las de su admirado Eze- quiel, a conceptos e ideas que pudieran repre- sentarse aquellos que, como él, no habían sido dignos de la revelación o no estaban prepara- dos para escuchar el mensaje divino. Newton en cierto sentido fue un profeta, pero a su pesar. La discreción que mantuvo so- bre sus opiniones hizo que anticipara y proyec- tara sobre la Ilustración una visión del mundo que, paradójicamente, no era la suya. Fue un hombre consagrado a descifrar el sentido del mundo y cuyo campo de acción no se limitó a la física mecanicista (disciplina que le parecía a todas luces insuficiente para lograrlo). New- ton estaba convencido de que los antiguos pro- fetas habían tocado realidad y se entregó con denuedo al estudio de las profecías de Daniel, el ritual judío, el templo de Salomón y el Apo- calipsis de Juan. Su objetivo último fue mostrar que el cristianismo original había sido corrom- pido tras el Concilio de Nicea, del que salió vic- toriosa la bestia bicorne, asociada a los obispos de Roma y Alejandría, que profesaban la creen- cia idólatra en la eternidad de Cristo y en la con- sustancialidad del Padre con el Hijo. Hoy sabe- mos, o creemos saber, que aquellos agrios de- bates sobre la naturaleza de Cristo, como en la mayoría de las llamadas «guerras de religión», fueron el pretexto de la eterna lucha por el po- der entre diferentes familias (no importa si se ven a sí mismas con vínculos sanguíneos, ideo- lógicos o religiosos). Que Newton identificara al eje eclesiástico de Roma y Alejandría como la bestia bicorne del Apocalipsis, o que su héroe de la religión verdadera fuera el derrotado Arrio (cuya fe representaba a la mayoría del orbe cris- tiano y que hacía de Cristo una creación del Pa- dre), no nos parece tan significativo como su firme convicción de que los antiguos profetas habían expresado la voluntad divina y que en sus éxtasis visionarios podía leerse algo de la verdad de este mundo. Lo que está en juego aquí no son las creencias de Newton, o la que- rella entre papistas y arrianos, sino la elección entre el mundo chato y ciego del mecanicismo y un mundo en donde cabe una revelación sig- nificativa y cierta. HISTORIA ECCLESIASTICA (DE ORIGINE SCHISMATICO ECCLESIAE PAPISTICAE BICORNIS) Isaac Newton Pablo Toribio Pérez (editor y traductor) CSIC 632 PÁGS. 45 € Isaac Newton Newton buscaba al mismo tiempo el éter responsable de los colores de la luz y la fuerza de la gravedad, al objeto de encontrar a Dios Newton saltaba con facilidad de la física a la mística, creía tanto en los profetas bíblicos como en los antiguos presocráticos SÁBADO, 1 DE ABRIL DE 2017 3 Además de científico, alquimista, teólogo y profesor, Newton ejerció de parlamentario y director de la Casa de la Moneda, desde donde persiguió incansablemente a los falsificadores, a los que se encerraba y ahorcaba en la Torre de Londres.

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Hasta hace muy poco las investiga-ciones alquímicas y teológicas de New-ton se ponían en duda, eran práctica-mente desconocidas o se atribuían auna mente senil. Nadie hacía muchocaso al hecho de que para Newton sustrabajos teológicos fueran más impor-tantes que los físicos o matemáticos. Seconsideraba una anécdota pintoresca,a lo sumo una excentricidad que embe-llece u oscurece, según el talante decada cual, la figura del genio. Su colegade Cambridge, el platónico HenryMore, dejó escrito que Newton tenía ge-neralmente un aspecto meditativo ymelancólico, pero que cuando hablabade historia de las religiones o exégesisbíblica su rostro se tornaba alegre y vi-vaz. No obstante, guardaba celosamen-te sus pensamientos al respecto, y sóloa partir de 1688 empezó a compartirlosconfidencialmente con un pequeñocírculo de colaboradores. El miedo delpropio Newton a que se conocieran susopiniones heréticas, y la influencia deKant y Voltaire han tenido mucho quever en la imagen que la Ilustración tras-mitió del genio inglés. Una imagen dela que todavía no nos hemos desemba-razado. Sólo hasta el último tercio delpasado siglo estuvieron disponibles al-gunos de sus trabajos «no científicos» ytodavía falta por publicar buena partede lo que dejó inédito. En 1936, el earlde Portsmouth subastó sus manuscri-tos, que fueron a parar a diversos com-pradores. Dos hombres se dedicarondespués a reunirlos. El economistaJohn Maynard Keynes se hizo con losmanuscritos alquímicos. AbrahamShalom Yahuda, natural de Jerusalénpero perteneciente a una familia culti-vada de Bagdad, se hizo con los teoló-gicos. La colección Yahuda, actualmen-te en la Biblioteca Nacional de Jerusa-lén, contiene numerosos escritos deexégesis y cronología bíblica, así comode historial universal y de la Iglesia. In-vestigaciones todas ellas orientadas amostrar que la cristiandad vive en elerror de la idolatría, ilustrada por el cul-to a los santos y la Trinidad. Un estadotransitorio que forma parte de un pe-riodo de corrupción y purificación pre-visto por la divinidad.

Newton fue un muchacho privado deafecto a una edad temprana. Su padremuere antes de su nacimiento y su ma-dre lo abandona con sólo tres años alcontraer matrimonio con un clérigo an-glicano que no lo quiere en su casa. Esaorfandad se transformará en una bús-queda incesante. En ningún momentode su vida dejará de investigar y pregun-tar a la naturaleza. No le importa estarsólo o aislado, ni siquiera le importa, so-bre todo en su juventud, el reco-nocimiento. No tiene prisa enpublicar, fundamentalmenteporque no quiere ser molestadopor las contro-versias quepuedan susci-tar sus ideas.El día de Pen-tecostés de1662, redactaen Cambridgeuna lista depecados queilustra el ca-

rácter traumático de su infancia. Unaexacerbación de la figura del Padre quelo acercará a la «herejía arquetípica». Es-tudia en profundidad la vida y el pensa-miento de Arrio que en la Europa de sutiempo tiene por sucesores a MiguelServet, Fausto Socino y Giordano Bru-no. Servet negaba la formulación orto-doxa de la Trinidad, Socino la divinidadnatural de Cristo y Bruno creía en un nú-mero infinito de mundos, lo que redu-cía el papel redentor de Cristo.Newton ha nacido un año des-pués de que Galileo muera en suvilla de Arceti, bajo arresto domi-ciliario prescrito por el Santo Ofi-cio. Vive una época en la que losantitrinitaristas proliferan por In-glaterra y en la que el régimen deOliver Cromwell ha promulgadola pena de muerte para quien nie-gue la Trinidad. Una atmósferaque lo condenaría al ostracismo,si se conocieran sus ideas sobreéste y otros dogmas, y, también,una circunstancia que hará quenunca salga del armario teológicoy que se acerque a las tradicionesherméticas, cuya influencia en eldesarrollo científico empieza a re-conocerse ahora.

La dedicación de Newton a laalquimia no debería sorprendero resultar estridente. La búsque-da de la fuerza que vivifica y co-hesiona lo más pequeño se co-rresponde con la búsqueda de lafuerza que acompasa astros y ga-laxias. La escala de observacióncrea el fenómeno. Newton buscaun éter (el brazo de Dios) que searesponsable tanto de los coloresde la luz como de la fuerza de lagravedad (ese etnocentrismo tannecesario para la vida), y eso ex-plica la diversidad de sus camposde estudio. Luz y gravedad for-man parte de un mismo proyec-to: el encuentro con lo divino. Suuniverso es poliédrico y multidis-ciplinar, no el mero mecanismoazaroso que acabará filtrando yproyectando la Edad Moderna.Ha leído a los principales alquimistasde su tiempo, conoce la ilustración ro-sacruz y ha instalado un pequeño la-boratorio en sus habitaciones del Tri-nity, provisto de hornos y de materialespara la experimentación alquímica. Uninterés que no decaerá en ningún mo-mento a lo largo de su vida y al que seentrega con menos de treinta años. Deahí que, strictu sensu, Newton no sea unfilósofo mecanicista, aunque contribu-yó como ningún otro al establecimien-to de las pautas de la filosofía natural(que era como entonces se llamaba ala física), y en cierta medida puede de-cirse que sus reservas hicieron que estadisciplina sea lo que es ahora. Sin em-

bargo, siempre fue muy cons-ciente de que la física no bastabapara dar cuenta del enigma delmundo y la existencia.

Para New-ton resultabafundamentalque la materiadependierade la voluntaddivina. Enningún casopodría consi-derarse unmero meca-

nismo desconectado de Dios. La alqui-mia era la que permitía ilustrar esa de-pendencia, de ahí que sus investigacio-nes en este campo no puedan desligarsede las teológicas y formen parte de unmismo proyecto gnoseológico. En susobservaciones sobre las profecías, el ge-nio del cálculo dejó algunas trazas demisticismo: «La autoridad de empera-dores, reyes y príncipes es humana, laautoridad de los concilios, sínodos, ar-zobispos y presbíteros es humana, perola autoridad de los Profetas es divina, ycomprende la suma de la religión, in-cluyendo a Moisés y los Apóstoles entrelos Profetas, y sea maldito cualquier án-gel del cielo que predique un evangeliodiferente». Había una verdad reveladay su misión era identificar su dignidady significado. Voltaire, el gran valedor deNewton en París, lo reconocerá de in-mediato: el inglés no sólo estaba íntima-mente convencido de la existencia deun Dios omnipotente, eterno, infinito ycreador, sino también un Maestro quemantenía una relación con sus criaturasy que sin esa relación, el conocimientode Dios sería estéril y dejaría al hombrehuérfano de moral y virtud.

La alquimia, la cronología bíblica o lahistoria de las profecías fueron las disci-plinas que permitían rastrear la activi-

dad divina a lo largo del tiempo. Comoapunta Toribio, «la antigua metáfora delos dos libros de Dios (la Naturaleza y lasEscrituras) simboliza bien la unidad delos estudios naturales, alquímicos e his-tóricos de Isaac Newton». Una unidadque acabará disolviéndose en la Ilustra-ción, que entiende que la Revolucióncientífica exige potenciar unos estudiosy silenciar otros, y que inaugura una que-rella entre tecnócratas y humanistas quellega hasta nuestros días. Pero Newtonvive y piensa antes de esa escisión. Tienemuy claro que la correcta interpretaciónde las experiencias visionarias de losprofetas arroja luz sobre los designios dela voluntad divina y también que él esuno de los pocos capacitados para des-cifrar esos códigos. De hecho, el conoci-miento histórico más antiguo y fiableprocede de la Biblia, cuyas fuentes erananteriores a las egipcias, griegas o babi-lonias. Está convencido de que la prime-ra civilización fue la hebrea y todas lasdemás provienen de ella. Ahora bien,aunque el Antiguo Testamento permi-tiera conocer el plan trazado por la divi-nidad, Newton consideraba que no eralegítimo ni inteligente tratar de anticiparlos acontecimientos. Su análisis de lasprofecías es post-facto y su único objetivoes mostrar que el curso de la historia está

El investigador sevillano Pablo Toribio ha publicadorecientemente una edición de los escritos teológicos

de Newton que nos ofrece una imagen del genioinglés muy diferente a la fabricada por la Ilustración

europea (Kant y Voltaire en lo fundamental). Un magnífico volumen que vuelve a hacernos creer en la investigación en humanidades de este país.

Juan ArnauFilósofo

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SÁBADO, 1 DE ABRIL DE 20172

guiado por la Providencia. La divinidad ha pre-parado y conoce la secuencia completa de loshechos y nuestro deber (la agenda teológica deNewton) es apercibirnos a posteriori de ello. Sólocon la segunda venida de Cristo podremos en-tender todas las profecías. En la biblioteca deNewton se encontrarían a su muerte un cente-nar de biblias y estudios bíblicos, y hoy sabemosque llegó a comparar 25 versiones griegas delApocalipsis de Juan, conocido también como elLibro de la Revelación, aunque desconfiaba deluso de la profecía para indagar el porvenir: «Lalocura de los intérpretes ha sido predecir mo-mentos y acontecimientos mediante esta Pro-fecía, como si Dios hubiese planeado hacerlosprofetas. Con esa temeridad no sólo se ponenen evidencia ellos mismos, sino que despresti-gian también a la Profecía».

En la balanza entre la gravedad y la luz, sualma se inclinaba por la primera. Newton fueun firme creyente en la omnipotencia y domi-nio de Dios (la temprana orfandad seguramen-te reforzó esta creencia). En el escolio ge-neral de los Principia escribe: «Él lo rigetodo, no como alma del mundo, sinocomo dueño de todos». Y más adelante:«El término mismo dios significa due-ño y la dominación de un ente espiri-tual constituye un dios». Va en el ta-lante y podemos aventurar, a riesgode equivocarnos, que se trató de unaelección inconsciente. Newton vinoal mundo con la cuestión resuelta.Hay quienes, como él, experimen-

tan vivamente el temor de Dios y quie-nes experimentan de modo natural sucomplicidad y simpatía (su participa-ción en lo divino). En todo caso, dedicósus esfuerzos a esta-blecer las etapasque había seguidoel diálogo con el Su-premo. Dios habíarevelado a los hijosde Noé tanto la reli-gión verdaderacomo la ciencia na-tural verdadera.Con el tiempo lasnaciones habían

corrompido ese legado, cayendo en la ido-latría y divinización de héroes y reyes delpasado. La ciencia natural acabó desvir-

tuada cuando se asociaron los planetas conlos dioses pero, como en el mundo oriental,la humanidad se encontraba sujeta a ciclosrecurrentes de corrupción y purificación y la

religión judía fue en este sentido un periodo derenovación, ejemplificado en el Templo de Sa-lomón, que fue al mismo tiempo símbolo ma-temático, profético y cósmico. Newton saltabacon naturalidad por encima de la brecha epis-temológica que la Ilustración erigió (en buenamedida debido a su influencia) entre física ymística (en la Europa de su tiempo teólogos yfísicos hablaban un mismo idioma, el latín). Lafigura de Jesucristo vendría a reformar la reli-gión de Moisés, pero la pureza del cristianismooriginal acabaría por corromperse y paganizar-se, una corrupción que vendría de la mano deAtanasio de Alejandría. Todas esas investiga-ciones teológicas tendrían su influencia en losPrincipia. De hecho, Newton se planteó intro-ducir en su obra magna citas de clásicos greco-latinos que confirmaban que los antiguos pre-socráticos conocían la teoría copernicana y lagravitación universal. Procedía al modo orien-tal: él no inventaba nada.

En 1703 muere Robert Hooke y Newton esnombrado presidente de la Royal Society. Unaño después publica su Opticks, que ha mante-nido inédita para protegerla de las críticas deHooke. La traducción latina de Samuel Clarkecontiene los primeros enunciados teológicos

que Newton hace públicos: el espacio ab-soluto es el sensorio de Dios (el

modo en el que Dios semantiene en contactocon las cosas). El es-pacio es el tacto divi-no mientras que eltiempo sería sualiento (ambos

absolutos). Me-diante éste la

divinidad ejerce su dominio providen-cial sobre el cosmos. El universo no pue-de explicarse sin la intervención cons-tante del Padre que lo sostiene y guía

(una pulsión genea-lógica que se ha aso-ciado a la búsquedadel padre perdido y elhecho de que Newtonno lo fuera segura-mente contribuyó amagnificar esta figuraarquetípica). Pode-mos conocer los fe-nómenos de la natu-raleza, pero sus cau-

sas últimas, como en el caso de la gravedad,permanecen ocultas pues dependen de la librevoluntad divina. No obstante, en 1713, en la se-gunda edición de los Principia, escribe: «He-mos explicado los fenómenos del cielo y lasmareas mediante el poder de la gravedad, perono hemos imaginado ninguna causa de ese po-der… Hasta ahora no he podido descubrirlo yyo no fraguo hipótesis (Hypotheses non fingo).Pues cuanto no esté deducido de los fenóme-nos hay que llamarlo hipótesis, y las hipótesis,ya sean físicas o metafísicas, sean de cualidadesocultas o mecánicas, no tienen cabida en la fi-losofía experimental, donde las proposicionesson inferidas de los fenómenos y luego gene-ralizadas por inducción y no se admite lo queno proceda de los experimentos». Para Newtonera evidente que la causa oculta de la gravedad,en este caso metafísica, era Dios, pero no pro-cedía mencionarla en este contexto. Él no sededica a contar fábulas ni a crear ficciones y las«hypotheses» son eso, cuentos de carácter ima-ginario. La época de la fabricación de sueñosconcluye con él (otros sueños los reemplazan,pero no lo sabe). De hecho, el propio Newton,además de las metafísicas, fraguará unas cuan-tas hipótesis mecánicas. Entre ellas destaca lanoción de «corpúsculo» con sus cualidadesprimarias de dureza, movilidad e impenetra-bilidad o la suposición de una fuerza innata dela materia (vis insita), que es el axioma primerodel movimiento (que explica el movimientopero que permanece ella misma inexplicada).

Sobre la sensibilidad divina (la más intere-sante de sus hipótesis metafísi-cas) versa el epistolario entreClarke y Leibniz. Clarke es undiscípulo de Newton que

como teólogo hapublicado estu-dios sobre el cris-tianismo primitivoen los que ha ma-

nifestado su antitrinitarismo, que consideracompatible con el credo anglicano. Terminarásiendo obligado a retractarse. El sucesor deNewton en la catedra lucasiana, William Whis-ton, será expulsado de Cambridge por defenderel arrianismo. En otros proyectos teológicos ina-cabados, donde se identifica a paganos, gnósti-cos y cabalistas como los corruptores de la reli-gión verdadera, Newton aparece vinculado allatitudinarismo, un movimiento anglicano quesubordinaba la especulación teológica al ejer-cicio moral y el entendimiento racional. En elIrenicum, que sigue la tradición pacifista de Eras-mo, distingue entre creencias fundamentales yaccesorias (las primeras son como la leche paralos niños, las segundas los alimentos sólidos deladulto). Los fundamentos de la religión verda-dera son pocos y muy parecidos a las creenciasde los hijos de Noé. Esa «leche infantil» sería loúnico necesario para la salvación. Mientras quelas cuestiones accesorias, como la naturalezadel Padre y el Hijo, si hubo un tiempo en queCristo no existía o el destino del alma despuésde la muerte, no deberían ser impuestas por nin-guna Iglesia. Su disquisición queda reservada alos expertos y en ningún caso debería ser causade persecución o excomunión.

La reciente reconstrucción de la biografía in-telectual de Newton, héroe de la Revolucióncientífica, su firme creencia en la experienciavisionaria y mística de los profetas hebreos, exi-ge algunas consideraciones finales. Sus manus-critos alquímicos, de los que no hemos habladoaquí, llenarían varios volúmenes. En ellos pue-de apreciarse su familiaridad con el vocabula-rio de los místicos. De hecho, es muy probableque fuera la alquimia la que despertó su interéspor las experiencias extáticas de los profetas. Lapregunta esencial era cómo traducir ese tipo deexperiencias, como las de su admirado Eze-quiel, a conceptos e ideas que pudieran repre-sentarse aquellos que, como él, no habían sidodignos de la revelación o no estaban prepara-dos para escuchar el mensaje divino.

Newton en cierto sentido fue un profeta,pero a su pesar. La discreción que mantuvo so-bre sus opiniones hizo que anticipara y proyec-tara sobre la Ilustración una visión del mundoque, paradójicamente, no era la suya. Fue unhombre consagrado a descifrar el sentido delmundo y cuyo campo de acción no se limitó ala física mecanicista (disciplina que le parecíaa todas luces insuficiente para lograrlo). New-ton estaba convencido de que los antiguos pro-fetas habían tocado realidad y se entregó condenuedo al estudio de las profecías de Daniel,el ritual judío, el templo de Salomón y el Apo-calipsis de Juan. Su objetivo último fue mostrarque el cristianismo original había sido corrom-pido tras el Concilio de Nicea, del que salió vic-toriosa la bestia bicorne, asociada a los obisposde Roma y Alejandría, que profesaban la creen-cia idólatra en la eternidad de Cristo y en la con-sustancialidad del Padre con el Hijo. Hoy sabe-mos, o creemos saber, que aquellos agrios de-bates sobre la naturaleza de Cristo, como en lamayoría de las llamadas «guerras de religión»,fueron el pretexto de la eterna lucha por el po-der entre diferentes familias (no importa si seven a sí mismas con vínculos sanguíneos, ideo-lógicos o religiosos). Que Newton identificaraal eje eclesiástico de Roma y Alejandría comola bestia bicorne del Apocalipsis, o que su héroede la religión verdadera fuera el derrotado Arrio(cuya fe representaba a la mayoría del orbe cris-tiano y que hacía de Cristo una creación del Pa-dre), no nos parece tan significativo como sufirme convicción de que los antiguos profetashabían expresado la voluntad divina y que ensus éxtasis visionarios podía leerse algo de laverdad de este mundo. Lo que está en juegoaquí no son las creencias de Newton, o la que-rella entre papistas y arrianos, sino la elecciónentre el mundo chato y ciego del mecanicismoy un mundo en donde cabe una revelación sig-nificativa y cierta.

HISTORIA ECCLESIASTICA(DE ORIGINE SCHISMATICO

ECCLESIAE PAPISTICAE BICORNIS)Isaac Newton

Pablo Toribio Pérez (editor y traductor)CSIC

632 PÁGS. 45 €

Isaac Newton

Newton buscaba almismo tiempo el éter

responsable de los coloresde la luz y la fuerza de la

gravedad, al objeto deencontrar a Dios

Newton saltaba confacilidad de la física a lamística, creía tanto en

los profetas bíblicoscomo en los antiguos

presocráticos

SÁBADO, 1 DE ABRIL DE 2017 3

Además de científico, alquimista, teólogo y profesor,Newton ejerció de parlamentario y director de la Casade la Moneda, desde donde persiguió incansablementea los falsificadores, a los que se encerraba y ahorcabaen la Torre de Londres.