A P U N T E S D E P S I C O L O G Í A Psicología I, II III ...

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APUNTES DE PSICOLOGÍA Psicología I, II , III y IV SILO

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A P U N T E S D E P S I C O L O G Í A

Psicología I, II , III y IV

S I L O

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I N T R O D U C C I Ó N

Estos «Apuntes de psicología» del pensador latinoamericano Mario Rodríguez Cobos, Silo,

son recopilaciones de conferencias dadas por él en 1975 en la isla griega de Corfú; en 1976

y 1978, en las Palmas de Canarias de España y en 2006 en Parque La Reja de Buenos Ai-

res.

En «Psicología I» se estudia al psiquismo en general como función de la vida, en su rela-

ción con el medio y en su expresión humana. Se pasa luego a exponer las características de

los ―aparatos‖ del psiquismo en los sentidos, la memoria y la conciencia. También se expone

la teoría de los impulsos y del comportamiento.

En «Psicología II» se estudian las tres vías de la experiencia humana: sensación, imagen y

recuerdo. Inmediatamente se da cuenta de las respuestas que el psiquismo da a los estímu-

los externos al cuerpo y a los estímulos del intracuerpo. Los niveles de trabajo de la concien-

cia y los mecanismos del comportamiento son revisados a la luz de la teoría del espacio de

representación. Finalmente, se va ilustrando la producción y transformación de impulsos si-

guiendo el recorrido de las sensaciones, las imágenes y los recuerdos al tiempo que se los

ordena en una presentación morfológica de signos, símbolos y alegorías.

En «Psicología III» se estudia el sistema de operativa capaz de intervenir en la producción

y transformación de los impulsos. Un esquema simplificado del trabajo integrado del psiquis-

mo contribuye a la comprensión de los temas de operativa. Finalmente, se establecen distin-

ciones entre la conciencia y el ―yo‖ contrastando los estados de reversibilidad con los estados

alterados de conciencia.

En «Psicología IV» se estudia sumariamente el desdoblamiento de los impulsos; luego se

estudian las diferencias entre la conciencia, la atención y el ―yo‖; se estudia también la espa-

cialidad y temporalidad de los fenómenos de conciencia; para finalmente definir e incursionar

en las estructuras de conciencia. Estructuras como la ―conciencia inspirada‖ se pasean por

los distintos quehaceres humanos: como la ―conciencia inspirada‖ en la filosofía, la ciencia, el

arte y la mística. Hay por ultimo una incursión en los niveles profundos de las estructuras de

conciencia y es con estos parágrafos finales con los que se termina cerrando esta psicología,

que empezó en la analítica de los impulsos más elementales, para terminar en la síntesis de

las estructuras de conciencia más complejas.

Estos escritos, sumados a «Psicología de la imagen» -que constituye la primera parte del

libro «Contribuciones al pensamiento»- y a «Experiencias guiadas», ambos publicados en

Obras Completas I del mismo autor, se pueden considerar como los escritos raíces de una

Psicología del Nuevo Humanismo.

Siguiendo estos desarrollos ya se han publicado «Autoliberación» de Luis A. Ammann y

«Morfología. Símbolos, signos y alegorías» de José Caballero y seguramente veremos a fu-

turo otros estudios que amplíen y enriquezcan estos planteos iniciales.

No sería tampoco de extrañar que más adelante algunos psicólogos prácticos desarrollen

una nueva psicoterapia que tome como base estas descripciones del psiquismo humano.

Los editores

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PSICOLOGÍA I

Resumen realizado por los asistentes a las conferencias dadas por Silo a mediados de noviem-

bre de 1975 en Corfú, Grecia.

El «Apéndice sobre las bases fisiológicas del psiquismo» se agregó a fines del mismo año.

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EL PSIQUISMO

Como función de la vida

La vida desde sus comienzos se ha manifestado en numerosas formas. Muchas son las es-

pecies que han desaparecido por no adaptarse al medio, a las nuevas circunstancias. Los

seres vivos tienen necesidades que van a satisfacer en su medio ambiente. Esta situación en

el medio ecológico se da en continuo movimiento y cambio. La relación es inestable y des-

equilibrada, provocando en el organismo respuestas que tienden a compensar ese desequili-

brio y así poder mantener la estructura, que de otro modo desaparecería bruscamente. Así,

vemos a la naturaleza viviente desplegarse con variedad de formas en un medio ambiente de

numerosas características, distintas y cambiantes, y en su base mecanismos simples de

compensación frente al desequilibrio que hace peligrar la permanencia de la estructura.

La adaptación al cambio externo implica también un cambio interno en el organismo para

su supervivencia. Cuando este cambio interno no se produce en los seres vivos, éstos van

desapareciendo y la vida elige otras vías para seguir su expansión creciente. Siempre en lo

vital estará presente el mecanismo de responder compensatoriamente al desequilibrio, que

según el desarrollo de cada especie, tendrá mayor o menor complejidad. Esta tarea de com-

pensar al medio externo, y también a las carencias internas, se va a comprender como adap-

tación (y específicamente como adaptación creciente), como única manera de permanecer

en la dinámica de la inestabilidad en movimiento.

La vida animal, particularmente, se va a desarrollar según funciones de nutrición, repro-

ducción y locomoción. Desde luego que también en la vida vegetal y aún en los seres unice-

lulares existen estas funciones, pero claramente en los animales estas funciones relacionan

constantemente el organismo con su medio manteniendo la estabilidad interna de la estructu-

ra, lo que se va a expresar más especializadamente como tendencias vegetativas, como ―ins-

tintos‖ de conservación y de reproducción. El primero mantiene la estructura individual y el

segundo de la especie. En esta preparación de los organismos para conservarse como indi-

viduos y perpetuarse como especie, se expresa la inercia (diríamos la ―memoria‖), que tiende

a asegurar la permanencia y continuidad a pesar de las variaciones.

En los animales, las funciones de nutrición y reproducción van a necesitar de la locomoción

para poder desenvolverse. Ésta permite el desplazamiento en el espacio para la consecución

de alimentos; internamente hay también una movilidad, un transporte de sustancias para ser

asimiladas por los organismos. La reproducción va a ser interna en el individuo y externa en

la multiplicación de individuos. La primera se verifica como generación y regeneración de

tejidos, la segunda, como producción de individuos dentro de la misma especie. Ambas van a

hacer uso de la locomoción para cumplir su cometido.

La tendencia hacia el ambiente en la búsqueda de fuentes de abastecimiento, hacia la huí-

da o encubrimiento frente al peligro, dan dirección y movilidad a los seres vivos. Estas ten-

dencias particulares en cada especie forman un equipo de tropismos. El tropismo más senci-

llo consiste en dar respuesta frente al estímulo. Esta mínima operación de responder a un

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elemento ajeno al organismo que provoca un desequilibrio en la estructura, para compensar

y restablecer la estabilidad, va a manifestarse luego de manera diversa y compleja. Todas las

operaciones van a dejar ―huellas‖ que para las nuevas respuestas serán vías de preferencia

(en un tiempo 2 se opera sobre la base de las condiciones obtenidas en un tiempo 1). Esta

posibilidad de grabación es de suma importancia para la permanencia de la estructura en un

medio externo cambiante y un medio interno variable.

Tendiendo el organismo hacia el medio ambiente para adaptarse a éste y sobrevivir, debe-

rá hacerlo venciendo resistencias. En el medio hay posibilidades pero también hay inconve-

nientes, y para sobrepasar dificultades y vencer resistencias hay que invertir energía, hay

que hacer un trabajo que demanda energía. Esta energía disponible estará ocupada en ese

trabajo de vencer resistencias ambientales. Hasta tanto no se superen esas dificultades y se

termine el trabajo, no habrá nuevamente energía disponible. Las grabaciones de huellas

(memoria) permitirán responder sobre la base de experiencias anteriores, lo que dejará ener-

gía libre disponible para nuevos pasos evolutivos. Sin disponibilidad energética no es posible

hacer trabajos más complejos de adaptación creciente. Por otra parte, las condiciones am-

bientales se presentan al organismo en desarrollo como alternativas de elección y son tam-

bién las huellas las que permiten decidir ante las diferentes alternativas de adaptación. Ade-

más, esta adaptación se efectúa buscando la menor resistencia frente a distintas alternativas

y con el menor esfuerzo. Este menor esfuerzo implica menos gasto de energía. Así es que

concomitantemente a vencer resistencias se trata de hacerlo con el mínimo de energía posi-

ble, para que la energía libre disponible se pueda invertir en nuevos pasos de evolución. En

todo momento evolutivo hay transformación, tanto del medio como del ser vivo. He aquí una

paradoja interesante: la estructura para conservar su unidad, debe transformar al medio y

transformarse también a sí misma.

Sería erróneo pensar que las estructuras vivas cambian y transforman sólo al medio am-

biente, ya que este medio se complica crecientemente y no es posible adaptarse mantenien-

do la individualidad tal como ha sido creada en su comienzo. Este es el caso del hombre,

cuyo medio, con el paso del tiempo, deja de ser sólo natural para ser además social y técni-

co. Las complejas relaciones entre los grupos sociales y la experiencia social e histórica

acumulada, ponen un ambiente y una situación en la que va a ser necesaria la transforma-

ción interna del hombre. Tras este rodeo en el que la vida aparece organizándose con fun-

ciones, tropismos y memoria para compensar un medio variable, y así adaptarse creciente-

mente, vemos que es necesaria también una coordinación (por mínima que fuere) entre es-

tos factores, y para la orientación oportuna hacia las condiciones favorables de desarrollo. Al

aparecer esta mínima coordinación, surge el psiquismo como función de la vida en adapta-

ción creciente, en evolución.

La función del psiquismo consiste en coordinar todas las operaciones de compensación de

la inestabilidad del ser vivo con su medio. Sin coordinación, los organismos responderían

parcialmente sin completar las distintas partes compositivas, sin mantener las relaciones ne-

cesarias y, por último, sin conservar la estructura en el proceso dinámico de adaptación.

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En relación con el medio

Este psiquismo que coordina las funciones vitales se vale de los sentidos y de la memoria

para la percepción de las variaciones del medio. Estos sentidos, que de muy simples se han

ido complejificando con el paso del tiempo (como todas las partes de los organismos) van

dando información del ambiente, que va a ser estructurada en orientación adaptativa. Por su

parte, el ambiente es muy variado, y para el organismo son necesarias ciertas condiciones

ambientales mínimas para el desarrollo. Allí donde esas condiciones físicas se dan, surge la

vida, y una vez surgidos los primeros organismos las condiciones se van transformando de

un modo cada vez más favorable para la vida. Pero de comienzo, los organismos necesitan

de condiciones ambientales óptimas para el desarrollo. Las variaciones en la troposfera lle-

gan a todos los organismos. Así, tanto el ciclaje diario y el ciclaje estacional, como la tempe-

ratura general, las radiaciones y la luz solar, son condiciones influyentes en el desarrollo de

la vida. También lo es la composición de la Tierra, que en su riqueza, ofrece materia prima

que será fuente de energía y de trabajo para los seres vivos. Los accidentes que puedan

ocurrir en todo el planeta son también circunstancias decisivas para el desarrollo orgánico.

Desde las glaciaciones, los hundimientos, los sismos y erupciones volcánicas, hasta la ero-

sión del viento y del agua, son factores determinantes. Será distinta la vida en los desiertos,

en las alturas montañosas, en los polos o en el borde del mar. Son grandes números de or-

ganismos y de diversas especies los que van apareciendo y desapareciendo de la superficie

terrestre una vez llegada la vida desde los mares. Muchos individuos encuentran dificultades

insalvables, y por ello perecen; también sucede con especies completas; especies que no

pudieron autotransformarse ni transformar las nuevas situaciones que iban surgiendo en el

proceso evolutivo. Sin embargo la vida, abarcando con grandes números y diversidad mu-

chas posibilidades, va abriéndose paso continuamente.

Cuando diversas especies aparecen en un mismo espacio, surgen distintas relaciones en-

tre ellas, aparte de las que existen dentro de la misma especie. Hay relaciones simbióticas,

de asociación, parásitas, saprófitas, etcétera. Todas estas relaciones posibles pueden simpli-

ficarse en tres grandes tipos: relaciones de dominio, relaciones de intercambio y relaciones

de destrucción. Los organismos mantienen entre sí estas relaciones, sobreviviendo unos y

desapareciendo otros.

Se trata de organismos en los que las funciones se van regulando por un psiquismo, que

cuenta con sentidos para percibir al medio interno y al medio externo, y con una memoria,

que no es sólo memoria genética de transmisión de caracteres de la especie (los instintos de

reproducción y conservación), sino también grabaciones individuales de reflejos nuevos que

permiten la decisión frente a alternativas. La memoria cumple también con otra función: el

registro del tiempo; la memoria permite dar continuidad frente al transcurrir. El primer circuito

de reflejo corto (estímulo-respuesta) admite variaciones en su complejidad, especializándose

así los sistemas nervioso y hormonal. Por otra parte, la posibilidad de adquirir nuevos reflejos

da origen al aprendizaje y domesticación, especializando también mecanismos múltiples de

respuesta, observándose entonces un comportamiento variable, una conducta variable en el

ambiente, en el mundo.

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Tras muchos intentos de la naturaleza, los mamíferos comenzaron su desarrollo, produ-

ciendo casos diferentes y cuantiosos; estos mamíferos dieron lugar a distintas ramas, entre

ellas la de los homínidas de data reciente. A partir de éstos, el psiquismo comienza un desa-

rrollo específico.

En el ser humano

Un salto notable se produce cuando comienza entre los homínidas la codificación de signos

(sonidos y gestos). Luego los signos codificados se fijan con más permanencia (signos y

símbolos grabados). Estos signos mejoran la comunicación que relaciona a los individuos

entre sí y relata cuestiones de importancia para ellos referidas al ámbito en que viven. La

memoria se amplía y no es ya sólo transmisión genética y memoria individual, sino que gra-

cias a la codificación de señales, los datos pueden almacenarse y trasmitirse sígnicamente,

creciendo la información y la experiencia social.

Posteriormente, se da un segundo salto de importancia: los datos de memoria se indepen-

dizan del aparato genético y del individuo, apareciendo la memoria dispersa, que va prospe-

rando desde los primeros signos en muros y tablillas de arcilla hasta alfabetos que posibilitan

textos, bibliotecas, centros de enseñanza, etcétera. El aspecto más relevante que ha opera-

do ahí, es que el psiquismo sale de sí, se plasma en el mundo.

La locomoción va parejamente ampliándose, gracias a la inventiva que crea aparatos natu-

ralmente inexistentes por una parte, y domestica vegetales y animales por otra, permitiendo

el traslado por agua, estepa, montaña y bosque. Desde las poblaciones nómadas hasta la

locomoción y la comunicación que en nuestros días alcanza un notable desarrollo.

La nutrición se perfecciona desde la primitiva recolección, caza y pesca hasta la domesti-

cación del vegetal de los primeros agricultores. Sigue desarrollándose con la domesticación

de animales y con progresivos sistemas de almacenamiento, conservación y síntesis de nue-

vos alimentos, y su consecuente distribución.

La reproducción va organizando los primeros grupos sociales de horda, tribu y familia, que

con la instalación en lugares fijos va dando lugar a poblaciones rudimentarias. Estas, más

tarde, adquieren compleja forma de organización social con la participación concomitante de

distintas generaciones en un mismo momento histórico y geográfico. La reproducción va su-

friendo importantes transformaciones hasta el momento actual en el que se vislumbran ya

técnicas de producción, modificación, conservación y mutación de embriones y genes.

El psiquismo se ha ido haciendo complejo, al par que refleja sus anteriores etapas. Espe-

cializa también aparatos de respuestas como son los centros neurohormonales que desde

una original función vegetativa fue desarrollándose hasta un intelecto de complejidad crecien-

te. Según el grado de trabajo interno y externo, la conciencia ha ganado niveles desde el

sueño profundo al semisueño y, ulteriormente, a una vigilia cada vez más lúcida.

El psiquismo aparece como el coordinador de la estructura ser vivo-medio: es decir, de la

estructura conciencia-mundo. El resultado de tal coordinación es el equilibrio inestable en

que esta estructura va a trabajar y procesar. La información externa va a llegar al aparato

especializado que trabajará en distintas franjas de captación. Estos aparatos son los sentidos

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externos. La información del medio interno, del intracuerpo, llegará a los aparatos de capta-

ción que son los sentidos internos. Las huellas de esta información interna y externa y tam-

bién las huellas de las operaciones mismas de la conciencia en sus distintos niveles de tra-

bajo, van a recibirse en el aparato de memoria. Así, el psiquismo va a coordinar datos senso-

riales y grabaciones de memoria.

Por otra parte, el psiquismo en esta etapa de su desarrollo cuenta con aparatos de res-

puesta al mundo, respuestas muy elaboradas y de distinto tipo (como son las respuestas in-

telectuales, emotivas o motrices). Estos aparatos son los centros. En el centro vegetativo

están las bases orgánicas de las funciones vitales del metabolismo, reproducción y locomo-

ción (aún cuando ésta se ha especializado en el centro motriz), así como también los instin-

tos de conservación y de reproducción. El psiquismo va a coordinar estos aparatos y también

las funciones e instintos vitales.

Además, en el ser humano se da un sistema de relación con el medio al que no se puede

considerar como un aparato con localizaciones neurofisiológicas, y al que llamamos ―compor-

tamiento‖. Un caso particular del comportamiento psicológico en la relación interpersonal y

social es el de la ―personalidad‖. La estructura de personalidad va sirviendo a la adaptación

teniendo que ajustarse continuamente a situaciones distintas y variables del medio interper-

sonal; esta capacidad de adecuación acertada, exige de una compleja dinámica situacional

que el psiquismo también deberá coordinar manteniendo la unidad de la estructura completa.

Por otra parte, el proceso biológico por el que atraviesa una persona —desde el nacimiento

y la niñez, pasando por la adolescencia y la juventud, hasta la madurez y la vejez—, va modi-

ficando marcadamente la estructura interna que atraviesa etapas vitales de distintas necesi-

dades y relaciones ambientales (al comienzo dependencia del ambiente, luego instalación y

expansión en el mismo tendiendo a conservar la posición para, finalmente, alejarse). Tam-

bién este proceso va necesitando de una precisa coordinación.

A efectos de lograr una visión integrada del trabajo del psiquismo humano, presentaremos

sus distintas funciones que se podrían llegar a localizar fisiológicamente.1 También tendre-

mos en cuenta el sistema de impulsos capaz de generar, trasladar y transformar información

entre los aparatos.

APARATOS DEL PSIQUISMO2

Por aparatos se entiende a las especializaciones sensoriales y de memoria que trabajan in-

tegradamente en la conciencia mediante impulsos. Estos, a su vez, sufren numerosas trans-

formaciones según el ámbito psíquico en que actúan.

Los sentidos tienen por función recibir y suministrar datos a la conciencia y a la memoria,

siendo organizados de distinta manera según necesidades y tendencias del psiquismo.

El aparato de sentidos encuentra su origen en un tacto primitivo que progresivamente se

ha ido especializando. Se puede diferenciar entre sentidos externos, según detecten infor-

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mación del medio externo, y sentidos internos, según capten información del interior del

cuerpo. De acuerdo a su tipo de actividad pueden ordenarse como: sentidos químicos (gusto

y olfato); sentidos mecánicos (el tacto propiamente dicho y los sentidos internos de ceneste-

sia y kinestesia) y los sentidos físicos (oído y vista). En los sentidos internos, el cenestésico

proporciona la información del intracuerpo; hay quimioceptores, termoceptores, baroceptores

y otros; también la detección del dolor juega un papel importante. El trabajo de los centros es

detectado cenestésicamente, como así también los distintos niveles del trabajo de la con-

ciencia. En vigilia, la información cenestésica tiene un mínimo de registros por cuanto es el

momento de los sentidos externos y todo el psiquismo está moviéndose en relación con ese

mundo externo. Cuando la vigilia disminuye en su potencial, la cenestesia aumenta la emi-

sión de impulsos, de los que se tiene un registro deformado, actuando como materia prima

para las traducciones que se harán en semisueño y sueño. El sentido kinestésico suministra

datos del movimiento y de la postura corporal, del equilibrio y desequilibrio físico.

Características comunes de los sentidos

a) Todos efectúan, en sí mismos, actividades de abstracción y estructuración de estímulos,

según sus aptitudes. La percepción es producida por el dato más la actividad del sentido;

b) todos están en continuo movimiento barriendo franjas;

c) todos trabajan con memoria propia que permite el reconocimiento del estímulo;

d) todos trabajan en ―franjas‖ de acuerdo a un tono particular que les es propio y que debe

ser alterado por el estímulo: para esto es necesario que el estímulo aparezca entre umbrales

sensoriales (un umbral mínimo por debajo del cual no se percibe y un umbral de máxima to-

lerancia que cuando es sobrepasado produce irritación sensorial o saturación). En caso de

que exista ―fondo de ruido‖ (proveniente del mismo sentido o de otros sentidos, de la con-

ciencia o de la memoria), el estímulo debe aumentar su intensidad para que sea registrable,

sin sobrepasar el umbral máximo para que no haya saturación y bloqueo sensorial. Cuando

tal cosa sucede, es imprescindible hacer desaparecer el ruido de fondo para que la señal

llegue al sentido;

e) todos trabajan entre estos umbrales y límites de tolerancia que admiten variaciones se-

gún educación y necesidades metabólicas (que es donde se encuentra la raíz filogenética de

la existencia sensorial). Esta característica de variabilidad es importante para distinguir erro-

res sensoriales;

f) todos traducen las percepciones a un mismo sistema de impulsos electroquímicos que

son los que se distribuirán por vía nerviosa al cerebro;

g) todos tienen localizaciones terminales nerviosas (precisas o difundidas) siempre conec-

tadas al sistema nervioso central y periférico o autónomo, desde donde opera el aparato de

coordinación;

h) todos se encuentran vinculados con el aparato de memoria general del organismo;

i) todos presentan registros propios, dados por la variación del tono al presentarse el estí-

mulo y en el hecho mismo de la percepción;

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j) todos pueden cometer errores en la percepción. Estos errores pueden provenir del blo-

queo del sentido (por irritación sensorial por ejemplo), por falla o deficiencia del sentido (mio-

pías, sorderas, etcétera). También por falta de intervención de otro u otros sentidos que ayu-

dan a dar parámetros a la percepción (se oye algo como ―lejos‖ y al verlo, está ―cerca‖, por

ejemplo). Existen errores de creación artificial, por condiciones mecánicas, tal es el caso de

―ver luz‖ al hacer presión en los globos oculares; o la sensación de que el cuerpo se agranda,

al haber una temperatura externa similar a la de la piel. A estos errores de los sentidos se los

denomina, genéricamente, ―ilusión‖.

Memoria

La memoria tiene por función grabar y retener datos provenientes de los sentidos y/o de la

conciencia; también suministra datos al coordinador cuando es necesario (el acto de recor-

dar). A mayor cantidad de datos de memoria, más opciones en las respuestas. En las res-

puestas con antecedentes se ahorra energía, quedando un plus en disponibilidad. El trabajo

de la memoria da referencias a la conciencia para su ubicación y continuidad en el tiempo.

Los rudimentos de memoria aparecen en la inercia propia de los trabajos de cada sentido,

ampliándose a todo el psiquismo como memoria general. El átomo mínimo teórico de memo-

ria es la reminiscencia, pero lo registrable es que en memoria se reciben, procesan y orde-

nan datos provenientes de los sentidos y del coordinador en forma de grabaciones estructu-

radas. El ordenamiento se hace por franjas o zonas temáticas y según una cronología propia.

De esto se deduce que el átomo real sería: dato + actividad del aparato.

Formas de grabación

Los datos son grabados por la memoria de distintas formas: por ‗shock‘, es decir, por un es-

tímulo que impresiona fuertemente; por entrada simultánea a través de distintos sentidos; por

presentación del mismo dato de diferentes maneras; y por repetición. El dato es bien grabado

en contexto y también cuando sobresale por falta o unidad de contexto. La calidad de la gra-

bación aumenta cuando los estímulos son distinguibles y esto se produce en ausencia de

fondo de ruido por nitidez de las señales. Cuando hay saturación por reiteración, se produce

bloqueo, y cuando hay habituación se produce disminución en la grabación del estímulo.

Cuando hay ausencia de estímulos externos, el primer estímulo que aparece es grabado

fuertemente. También cuando la memoria no está entregando información al coordinador hay

mayor disponibilidad para grabar. Serán bien grabados los datos recibidos en relación con la

franja temática en la que está trabajando el coordinador.

Recuerdo y olvido

El recuerdo, o más precisamente la evocación, surge cuando la memoria entrega a la con-

ciencia datos ya grabados. Esta evocación es producida intencionalmente por la conciencia,

lo que la distingue de otro tipo de rememoración que se impone a la conciencia, como cuan-

do ciertos recuerdos la invaden coincidiendo en ocasiones con búsquedas o con contradic-

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ciones psicológicas que aparecen sin participación del coordinador. Hay grados de evoca-

ción, según el dato se haya registrado con mayor o menor intensidad; cuando los datos pa-

san levemente el umbral de registro, la evocación será también leve e incluso hay casos en

que no se recuerda, pero al volver a percibir el dato se lo reconoce. A partir de estos umbra-

les mínimos de evocación aparecen gradaciones más intensas hasta llegar al recuerdo au-

tomático, o veloz reconocimiento, que es por ejemplo el caso del lenguaje. El reconocimiento

se produce cuando al recibir un dato y ser cotejado con anteriores, aparece como ya regis-

trado siendo entonces reconocido. Sin reconocimiento, el psiquismo experimentaría un estar

siempre por primera vez ante los fenómenos, a pesar de que estos se repitieran. El olvido es

la imposibilidad para traer a la conciencia datos ya grabados. Esto ocurre por un bloqueo en

la reminiscencia que impide la reaparición de la información. Hay, por otra parte, una suerte

de olvido funcional que impide la aparición continua de recuerdos, gracias a mecanismos de

interregulación que operan inhibiendo un aparato mientras funciona otro. Así, no hay recuer-

do continuo cuando el coordinador está percibiendo, o está coordinando respuestas, o bien

está evocando una franja particular. La gradación en la intensidad de la grabación y la evo-

cación, se vincula con los campos de presencia y copresencia del coordinador.

Niveles de memoria

Distintos niveles surgen a partir de la permanencia y duración de las grabaciones. En la ad-

quisición de la memoria individual, las primeras huellas quedan como sustrato para las poste-

riores, poniendo el ámbito en el que las nuevas grabaciones son cotejadas con las primeras.

Por otra parte, las nuevas grabaciones son recibidas sobre la base de la disponibilidad ener-

gética y de trabajo que dejan las primeras, siendo éstas las bases para el reconocimiento.

Hay un primer nivel de sustrato, o memoria antigua, que se va enriqueciendo a lo largo del

tiempo. Hay un segundo nivel, o memoria mediata, que surge en la dinámica del trabajo psí-

quico, con grabaciones recientes que en ocasiones pasan al nivel de memoria antigua. Hay

un tercer nivel, o memoria inmediata, que corresponde a las grabaciones actuales. Es un ni-

vel de trabajo constantemente abierto a la llegada de información. En ese nivel hay selec-

ción, descarte y almacenamiento de datos.

Memoria y aprendizaje

En la grabación y en la memorización de la huella mnémica, la emoción tiene un papel muy

importante. Resulta evidente que se memoriza y evoca mejor en climas amables y agrada-

bles, y esta característica es definitiva en las tareas de aprendizaje y enseñanza, en donde

los datos se relacionan con un contexto situacional emotivo.

Circuito de memoria

Las vías de entrada de los impulsos mnémicos son: los sentidos internos, los sentidos exter-

nos y las actividades del coordinador. Por estas vías corren los impulsos constituyentes de la

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información registrable que pasa a almacenarse en memoria. Por su parte, los estímulos que

llegan siguen una doble vía: una que va al coordinador y otra que va a memoria. Es suficien-

te que los estímulos sobrepasen levemente los umbrales sensoriales para que sean registra-

bles, y es suficiente una mínima actividad en los distintos niveles de conciencia para que ha-

ya grabación.

Relación entre memoria y coordinador

En el circuito entre sentidos y coordinador la memoria actúa como conectiva, como puente,

compensando en ocasiones la falta de datos sensoriales, ya sea por evocación, ya sea por

recuerdo involuntario (como si se tratara de ―metabolizar‖ reservas). En el caso del sueño

profundo, en donde no hay entrada de datos externos, llegan a la conciencia los datos cenes-

tésicos combinados con los datos de memoria. Así, los datos mnémicos no aparecen evoca-

dos intencionalmente, pero de cualquier modo el coordinador está realizando un trabajo, está

ordenando datos, está analizando, está haciendo operaciones con participación de memoria.

En el nivel de sueño profundo hay reordenamiento de la materia prima vigílica (inmediata,

reciente, o antigua) que ha llegado desordenadamente a la memoria. En el nivel de vigilia, el

coordinador puede dirigirse a la memoria mediante la evocación (mecanismos de rever-

sibilidad), formalizando en la conciencia objetos que no entran por los sentidos en ese mo-

mento, aunque lo hayan hecho anteriormente. De lo dicho se desprende que la memoria

puede suministrar datos a requerimiento del coordinador, o estimularlo sin su participación,

como por ejemplo, cuando faltan estímulos sensoriales.

Errores de memoria

El más general es el falso reconocimiento, que surge cuando un dato nuevo es relacionado

incorrectamente con uno anterior. Una variante (o recuerdo equívoco) es suplantar por otro

un dato que no aparece en memoria. Las amnesias se registran como una imposibilidad total

para evocar datos o secuencias completas de datos. Inversamente, en la hipermnesia hay

superabundancia de recuerdos. Por otra parte, toda grabación está asociada a otras conti-

guas. No hay pues recuerdo aislado, sino que el coordinador selecciona entre los recuerdos

a aquellos que le son necesarios. De modo que otro caso de error es el que se produce

cuando recuerdos contiguos se ubican como centrales. En la conducta pueden influir direc-

tamente datos de memoria que no pasan por coordinador y que motivan comportamientos

inadecuados a la situación, a pesar de que pueda haber registro de estas conductas inade-

cuadas. Otro caso de error es el ―déjà vu‖, cuando se experimenta frente a una situación to-

talmente nueva la sensación de lo ya vivido.

CONCIENCIA

Puede definirse a la conciencia como el sistema de coordinación y registro que efectúa el

psiquismo humano. De acuerdo a esto, no se considera consciente a ningún fenómeno que

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no sea registrado, ni tampoco ninguna operación del psiquismo en la que no participen tareas

de coordinación. Esto es posible porque las posibilidades de registro y coordinación tienen un

espectro muy amplio, apareciendo las mayores dificultades al considerar los umbrales, los

límites de registro y coordinación. Esto nos lleva a una corta consideración: se suele vincular

―conciencia‖ con ―actividad vigílica‖, quedando el resto fuera de la conciencia, lo que ha he-

cho surgir concepciones mal fundamentadas como la del ―inconsciente‖. Esto ha sido así por

cuanto no se han estudiado suficientemente los diferentes niveles de trabajo de la conciencia

y tampoco se ha observado la estructura de presencia y copresencia con la que trabaja el

mecanismo atencional. Hay otras concepciones en las que a la conciencia se la ve como pa-

siva, siendo que la conciencia trabaja estructurando activamente, coordinando las necesida-

des y tendencias del psiquismo con los aportes sensoriales y de memoria, mientras que

orienta las variaciones constantes de la relación del cuerpo y el psiquismo, es decir, de la

estructura psicofísica con el mundo.

Consideramos mecanismos fundamentales a los de reversibilidad que permiten a la con-

ciencia orientarse, por medio de la atención, hacia las fuentes de información sensorial (aper-

cepción) y mnémica (evocación). Cuando la atención está dirigida sobre la evocación puede,

además, descubrir o resaltar fenómenos que no se advirtieron en el momento de ser graba-

dos. A este reconocimiento se lo considera de apercepción en la evocación. La actuación de

los mecanismos de reversibilidad está directamente relacionada con el nivel de trabajo de la

conciencia. A medida que se desciende en niveles de conciencia, disminuye el trabajo de

estos mecanismos, y viceversa.

Estructura de la conciencia

Su estructura mínima es la relación acto-objeto, ligada por los mecanismos de intencionali-

dad de la conciencia. Esta ligazón entre actos y objetos es permanente aún cuando existan

actos lanzados en busca de objetos que en ese instante no se precisan. Es esta situación la

que da dinámica a la conciencia. Los objetos de conciencia (percepciones, recuerdos, re-

presentaciones, abstracciones, etcétera), aparecen como los correlatos intencionales de los

actos de conciencia. La intencionalidad siempre está lanzada hacia el futuro, lo que se regis-

tra como tensión de búsqueda, y también hacia el pasado en la evocación. Así, los tiempos

de conciencia se entrecruzan en el instante presente. La conciencia futuriza y recuerda, pero

en el momento de la implesión trabaja en presente. En el caso de búsqueda de un recuerdo,

cuando el objeto evocado aparece, ―se hace presente‖ y hasta tanto esto no suceda, la con-

ciencia no completa su acto. La acción completiva, se registra como distensión. Cuando los

actos encuentran su objeto, queda energía libre que es utilizada por la conciencia para nue-

vos trabajos. Estas operaciones descriptas son características del nivel vigílico, ya que en

otros niveles (como en el sueño, por ejemplo) la estructura del tiempo es distinta. Así, el

tiempo psicológico depende del nivel de trabajo del psiquismo. El tiempo de trabajo del coor-

dinador en vigilia es el presente, desde donde pueden efectuarse múltiples juegos tempora-

les de protensiones y retenciones, pero siempre entrecruzándose en el instante presente. La

eficacia de los mecanismos de reversibilidad y el tiempo presente son características vigíli-

cas.

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Atención, presencia y copresencia

La atención es una aptitud de la conciencia que permite observar los fenómenos internos y

externos. Así, cuando un estímulo supera el umbral, despierta el interés de la conciencia

quedando en un campo central de presencia al cual se dirige la atención. Sucede lo mismo

cuando la conciencia es la que se dirige a un determinado estímulo o dato por propio interés.

Cuando la atención trabaja, hay objetos que aparecen como centrales y objetos que apare-

cen en la periferia, de modo copresente. Esta presencia y copresencia atencional, se da tan-

to con los objetos externos como con los objetos internos. Al atender a un objeto se hace

presente un aspecto evidente y lo no evidente opera de modo copresente. ―Se cuenta con‖

esa parte aunque no se la atienda. Esto es porque la conciencia trabaja con más de lo que

necesita atender, sobrepasa al objeto observado. La conciencia dirige actos a los objetos,

pero también hay otros actos copresentes que no se relacionan con el tema u objeto atendi-

do presentemente. En los distintos niveles de conciencia se experimenta lo mismo; por ejem-

plo en vigilia hay copresencia de ensueños y en los sueños puede haber actos eminentemen-

te vigílicos como el razonamiento. Así, la presencia se da en un campo de copresencia. En el

conocimiento por ejemplo la masa de información copresente importa cuando es necesario

concentrarse en un tema específico. El conocimiento se entiende en este horizonte de copre-

sencia, por lo que al ampliarlo, se amplía también la capacidad de relacionar. Presencia y

copresencia configuran la imagen del mundo que tiene un individuo. Aparte de conceptos e

ideas, la conciencia cuenta con elementos no pensados, copresentes, que son las opiniones,

creencias, supuestos, a los que rara vez se atiende. Cuando este sustrato con el que se

cuenta, varía o cae, es la imagen del mundo la que cambia o se transforma.

Abstracción y asociación

La capacidad de abstracción de la conciencia aumenta en el nivel vigílico y disminuye en los

niveles inferiores, aumentando entonces los mecanismos asociativos. En vigilia trabajan tan-

to los mecanismos de abstracción como los de asociación en su base. Consecuencia de los

primeros es la ―ideación‖ y de los segundos la ―imaginación‖. La ideación consiste en la for-

mulación de abstracciones que podemos definir como ―conceptos‖. Estos son reducciones de

los objetos a sus caracteres esenciales (por ejemplo, de un campo se puede abstraer su for-

ma triangular y calcular su área geométrica). La conceptualización no trabaja con elementos

aislados, sino con conjuntos de elementos, y es a partir de esas conceptualizaciones que se

pueden establecer clasificaciones (por ejemplo, se hace la abstracción ―árbol‖, pero resulta

que hay distintos tipos de árboles, por lo que aparecen también clasificaciones en categorías,

clases, géneros, etcétera). De acuerdo a esto, la ideación se da sobre la base de conceptua-

lizaciones y clasificaciones gracias a los mecanismos abstractivos de la conciencia.

La imaginación surge con el trabajo de los mecanismos de asociación: por contraste (blan-

co-negro); por contigüidad (puente-río): y por similitud (rojo-sangre). Pueden distinguirse dos

tipos de imaginación: la imaginación divagatoria y la imaginación plástica o dirigida. La prime-

ra se caracteriza por la asociación libre, sin guía, en la que las imágenes se sueltan y se im-

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ponen a la conciencia (en sueños y ensueños, por ejemplo). En la imaginación plástica o diri-

gida, hay una cierta libertad operativa, admitiéndose una dirección en torno a un plan de in-

ventiva en el cual es de interés formalizar algo inexistente aún. Según que los impulsos que

llegan a la conciencia sean trabajados por uno u otro de los mecanismos señalados (abstrac-

ción, clasificación, divagación o imaginación dirigida), se obtendrán distintas traducciones

formalizando múltiples representaciones.

Niveles de conciencia

La conciencia puede encontrarse sumida en pleno sueño, en semisueño, o en vigilia, pero

también en momentos intermedios o de transición. Hay gradaciones entre los niveles de con-

ciencia, no diferencias tajantes. Hablar de niveles, es hablar de diferentes operaciones y del

registro de esas operaciones. Es gracias a ese registro que puede distinguirse entre distintos

niveles de conciencia, y no se puede tener registro de los niveles como si éstos fueran ámbi-

tos vacíos.

Características de los niveles

Se puede afirmar que los distintos niveles de conciencia cumplen con la función de compen-

sar estructuradamente al mundo (entendiendo por ―mundo‖ a la masa de percepciones, re-

presentaciones, etcétera, que tienen su origen en los estímulos del medio externo e interno).

No se trata simplemente de que se den respuestas, sino que se dan respuestas compen-

satorias estructurales. Esas respuestas son compensaciones para restablecer el equilibrio,

en esa relación inestable que es la relación conciencia–mundo o psiquismo-medio. Cuando

va quedando energía libre del trabajo que se hace en el funcionamiento vegetativo, los nive-

les van ascendiendo porque van recibiendo la energía que los abastece.

Sueño profundo

En este nivel, el trabajo de los sentidos externos es mínimo, no hay otra información del me-

dio externo que aquella que supera el umbral que pone el mismo sueño. El trabajo del sen-

tido cenestésico es predominante, aportando impulsos que son traducidos y transformados

por el trabajo de los mecanismos asociativos dando lugar al surgimiento de las imágenes

oníricas. Las características sustantivas de las imágenes en este nivel son su gran poder de

sugestionabilidad. El tiempo psicológico y el espacio se encuentran modificados con respecto

a la vigilia, y la estructura acto-objeto aparece frecuentemente sin correspondencia entre sus

elementos. Del mismo modo, ―climas‖ emotivos e imágenes se suelen independizar entre sí.

Es típica la desaparición de los mecanismos críticos y autocríticos que a partir de este nivel

van a ir aumentando en su trabajo a medida que aumenta el nivel de conciencia. La inercia

de los niveles y el ámbito formal propio que colocan, hacen que la movilidad y el pasaje de

uno a otro se hagan paulatinamente; (así, la salida y la entrada al sueño se harán pasando

por el semisueño). El tono de este nivel es igual que el de los demás: puede ir de un estado

activo a otro pasivo y también pueden presentarse estados de alteración. El sueño pasivo es

sin imágenes, mientras que el activo es con imágenes.

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Semisueño

En este nivel, que antecede a la vigilia, los sentidos externos comienzan a enviar información

a la conciencia, información que no es totalmente estructurada porque hay también interfe-

rencia de ensoñación y presencia de sensaciones internas. Los contenidos del sueño pierden

poder sugestivo cuando siguen apareciendo, debido a la semi-percepción vigílica que da

nuevos parámetros. La sugestionabilidad sigue actuando sobre todo en el caso de algunas

imágenes muy vívidas (llamadas ―hipnagógicas‖), que tienen gran fuerza. Por otra parte el

sistema de ensueños frecuentes, que puede menguar en vigilia y desaparecer en el sueño,

reaparece. Es en este nivel donde el núcleo de ensueño y los ensueños secundarios son

más fácilmente registrables, por lo menos en sus climas y tensiones básicos. El modo de en-

soñación propio de este nivel se suele trasladar por inercia a la vigilia, proporcionando la ma-

teria prima para la divagación, aunque en ésta también aparezcan elementos de percepción

vigílica. El coordinador en este ámbito puede ya realizar algunas operaciones. Mencionemos

también que este nivel es sumamente inestable y por ello de fácil desequilibrio y alteración.

También encontramos los estados de semisueño pasivo y activo; el primero de ellos ofrece

un pasaje fácil al sueño; el otro lo ofrece a la vigilia. Es conveniente hacer otra distinción: hay

un semisueño activo por alteración y otro más calmado y atento. El semisueño alterado, es la

base de las tensiones y climas que con fuerza e insistencia pueden llegar a la vigilia ocasio-

nando ―ruidos‖ y modificando la conducta, haciéndola inadecuada a la situación ambiental. El

rastreo de los climas y tensiones vigílicas puede hacerse en el semisueño activo alterado.

Los distintos estados, activos y pasivos, están dados por el tono e intensidad energético pro-

pio de cada nivel. Los tonos dan la intensidad gradual que pueden tener tanto los climas

emotivos, como las tensiones.

Vigilia

Aquí los sentidos externos aportan un mayor caudal de información, regulando por inhibición

a los sentidos internos y posibilitando que el coordinador se oriente al mundo en el trabajo

del psiquismo de compensación al medio. Funcionan aquí los mecanismos de abstracción y

los mecanismos críticos y autocríticos, llegando a altos grados de manifestación e interven-

ción en las tareas de coordinación y registro. Los mecanismos de reversibilidad, de los que

en los niveles anteriores se tenía mínima manifestación, pueden aquí operar ampliamente

permitiendo al coordinador equilibrar a los medios interno y externo. La sugestionabilidad en

los contenidos vigílicos disminuye al aumentar los puntos de referencia. Hay un tono de vigi-

lia activa que puede ser atenta, con máximo manejo de la apercepción, o bien un tono de

vigilia alterada. En este último caso aparece la divagación silenciosa y los ensueños más o

menos fijados.

Relación entre niveles

La relación entre niveles produce en general alteraciones recíprocas. Pueden citarse cuatro

factores que inciden en esa relación: la inercia, el ruido, el efecto ―rebote‖ y el ―arrastre‖.

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Inercia

Cada nivel de conciencia tiende a mantener su nivel propio de trabajo manteniendo su activi-

dad luego de finalizado su ciclo. Esto lleva a que el pasaje de un nivel a otro se haga con

lentitud disminuyendo el primero al manifestarse el nuevo nivel (como en el caso de conteni-

dos de semisueño que se imponen en vigilia). Los casos que a continuación se mencionan

son consecuencias de esta inercia de cada nivel a mantener y extender su tipo de articula-

ción característica.

Ruido

La inercia del nivel anterior aparece como fondo de ruido en el trabajo del nivel posterior;

contenidos de la infravigilia irrumpen interfiriendo en el trabajo vigílico y a la inversa. Como

ruido podemos también distinguir: climas emotivos, tensiones, y contenidos no correspon-

dientes al trabajo del coordinador en ese momento. En un ejemplo: si es el caso de realizar

un trabajo intelectual, una cierta emoción deberá acompañar a ese trabajo (gusto por hacer-

lo), habrá una tensión producida por el trabajo mismo y se mentará con contenidos oportunos

a las operaciones en marcha, pero si hay climas de otro tipo, si las tensiones no provienen

del trabajo y los contenidos son alegorizantes, es obvio que interferirán en la actividad intro-

duciendo ruido, lo cual habrá de alterar la coordinación y consumirá la energía disponible.

Efecto rebote

Este fenómeno surge como respuesta de un nivel en el que se han introducido contenidos de

un nivel distinto, superando las defensas de inercia. Contenidos propios del nivel invadido,

aparecerán más tarde en el nivel desde el que se produjo la introducción.

Arrastre

Contenidos, climas y tonos propios de un nivel se trasladan y permanecen en otro nivel como

arrastre. Esto será más relevante en el caso de climas, tensiones o contenidos fijados en el

psiquismo que son arrastrados por mucho tiempo y que se representan en los distintos nive-

les. Por la importancia psicológica que pueden tener estos factores en la adaptación crecien-

te y en la evolución del psiquismo, pueden ser considerados especialmente.

Tonos, climas, tensiones y contenidos

A los tonos se los considera en cuanto intensidad energética. Las operaciones en cada nivel

pueden ser efectuadas con mayor o menor intensidad (con mayor o menor tono). Hay viven-

cias que pueden manifestarse con mayor o menor intensidad de acuerdo al tono predominan-

te y en ocasiones ser alteradas por éste, convirtiéndose en factor de ruido.

Los climas son estados de ánimo que por su variabilidad aparecen intermitentemente y

pueden cubrir a la conciencia durante un cierto tiempo, tiñendo todas las actividades del

coordinador. En ocasiones los climas corresponden a las operaciones que se efectúan, y

acompañan concomitantemente al coordinador sin perturbarlo, facilitándole en este caso su

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trabajo. Cuando esto no sucede así, ocasionan ruido. Estos climas pueden fijarse en el psi-

quismo y perturbar a la estructura completa, impidiendo la movilidad y facilidad de desplaza-

miento de los climas oportunos. Los climas fijados circulan por los distintos niveles y así pue-

den pasar de la vigilia al sueño, continuar allí y volver a la vigilia durante largo tiempo, res-

tando libertad operativa al coordinador. Otro tipo de clima es el situacional, que aparece en-

torpeciendo las respuestas adecuadas a una situación determinada.

Las tensiones tienen una raíz más física, más corporal, ya que es el sistema muscular el

que interviene, siendo en la musculatura donde se tiene el registro más directo de ellas. La

vinculación con el psiquismo no siempre es directa ya que al relax muscular no le acompaña

directamente un relax mental, sino que la conciencia puede continuar con tensiones y al-

teración mientras que el cuerpo ya ha conseguido relajarse. Esta diferencia entre tensiones

psíquicas y físicas permite distinciones operativas más precisas. Las tensiones psíquicas

están vinculadas a las expectativas excesivas en las que el psiquismo es llevado a una bús-

queda, a una ―espera de algo‖ que ocasiona fuertes tensiones.

Los contenidos mentales aparecen como objetos formales de conciencia, son formas com-

pensatorias que la conciencia organiza para responder al mundo. Aparece así la correspon-

dencia o no, entre las actividades o necesidades del psiquismo y los contenidos que apare-

cen en el coordinador. Si se está efectuando una operación matemática será oportuna allí la

representación numérica, pero una figura alegórica resultará inoportuna y actuará como ruido

y como foco de distracción. Todos los factores de ruido, además de entorpecer el trabajo

suelen provocar desorientación y dispersión de energía. Los contenidos de conciencia, mien-

tras actúan en su nivel de formación, tienen una significación de importancia para el coor-

dinador, pero al salirse de su nivel formal característico entorpecen las tareas de coordina-

ción.

También resultan de gran utilidad los registros de los estados calmos en vigilia, ya que lo-

gran restablecer la normalidad del flujo de conciencia. En el caso de los climas que se fijan,

hay una operatoria para transferir estos climas desde sus imágenes correspondientes a otras

de menor importancia para la conciencia. De ese modo, los climas pueden ir perdiendo fijeza,

disminuyendo la perturbación vigílica. En síntesis: los cuatro tipos de vivencias mencionados

más arriba en tanto tienen adecuación a las operaciones del coordinador son factores favo-

rables; cuando son inadecuados por no corresponder a dichas operaciones, resultan factores

de ruido y distracción, alterando al psiquismo.

Errores del coordinador

Hay que distinguir entre los errores propios de la conciencia y los errores de relación entre

conciencia, sentidos y memoria. A estos últimos los designamos genéricamente ―disfuncio-

nes‖. La alucinación es el error típico del coordinador. Se produce cuando fenómenos que no

han llegado directamente por vía de los sentidos son experimentados como si operaran en el

mundo externo con todas las características de la percepción sensorial. Se trata de configu-

raciones que hace la conciencia sobre la base de memoria. Estas alucinaciones pueden sur-

gir en situaciones de gran agotamiento, por carencia de sustancias necesarias al metabolis-

mo cerebral, por anoxia, por carencia de estímulos (como en situaciones de supresión senso-

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rial), por acción de drogas, en el delirium tremens propio del alcoholismo, y también en situa-

ciones de peligro de muerte. Son frecuentes en casos de debilidad física y en casos de ―con-

ciencia emocionada‖, en los que el coordinador pierde su facultad de desplazarse en el tiem-

po. Como disfunciones con los sentidos pueden mencionarse la incapacidad de relacionar

datos provenientes de distintas vías sensoriales (son los casos conocidos como ―desintegra-

ción eidética‖). Las disfunciones con la memoria se registran como olvidos y bloqueos.

Circuito integrado entre sentidos, memoria y coordinador

Las conectivas entre sentidos, memoria y conciencia, revelan aspectos de importancia del

funcionamiento del psiquismo. Estos circuitos conectivos trabajan en una compleja autorre-

gulación. Así, cuando el coordinador hace apercepción de la percepción queda inhibida la

evocación e, inversamente, la apercepción de memoria inhibe la percepción. Cuando están

actuando los sentidos externos se frena la entrada de estímulos internos y viceversa. La ma-

yor interregulación aparece en los cambios de nivel de trabajo, en donde al ir aumentando el

sueño (o disminuyendo la vigilia), se bloquean los mecanismos de reversibilidad, soltándose

entonces con fuerza los mecanismos asociativos; por su parte, los mecanismos críticos al par

que comienzan su trabajo inhiben a los mecanismos asociativos, al aumentar la vigilia. Entre

los sentidos también hay interregulación automática: cuando la vista amplía su umbral medio

disminuyen el tacto, el olfato y el oído, sucediendo esto entre todos los sentidos (por ejemplo,

se suele cerrar los ojos para oír mejor).

IMPULSOS3

Los impulsos que llegan al coordinador, provenientes de los sentidos y de la memoria, son

transformados en representaciones, procesándose estas estructuras de percepción y evoca-

ción a fin de elaborar respuestas eficaces en el trabajo de equilibrar a los medios interno y

externo. Así, por ejemplo, mientras un ensueño es una elaboración-respuesta al medio in-

terno, un desplazamiento motriz es un movimiento-respuesta al medio externo, o en el caso

de las representaciones, una ideación llevada a niveles sígnicos es otro tipo de representa-

ción-respuesta al medio externo. Por otra parte, cualquier representación que se ponga en el

campo de presencia del coordinador suscita cadenas asociativas entre el objeto y su co-

presencia. Así, mientras el objeto es apresado con precisión de detalle en el campo de pre-

sencia, en el campo de copresencia aparecen relaciones de otros objetos no presentes pero

vinculados con él. Se advierte la importancia que tienen los campos de presencia y copre-

sencia en la traducción de impulsos, como en el caso de la traducción alegórica en la que

mucha materia prima proviene de datos llegados a la copresencia vigílica.

Es importante un estudio de los impulsos por el particular trabajo que el coordinador realiza

con las representaciones. Dos son las vías posibles: la abstractiva, que opera reduciendo la

multiplicidad fenoménica a sus caracteres esenciales, y la asociativa, que estructura las re-

presentaciones sobre la base de similitud, contigüidad y contraste.

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Sobre la base de estas vías de abstracción y de asociación, se estructuran formas, que

son nexos entre la conciencia que las constituye y aquellos fenómenos del mundo objetal a

los cuales están referidas.

Morfología de los impulsos

En este nivel expositivo, entendemos a las ―formas‖ como fenómenos de percepción o de

representación. La morfología de los impulsos estudia a las formas como estructuras traduci-

das y transformadas por el aparato psicofísico en su trabajo de respuesta a los estímulos.

De un mismo objeto puede tenerse distintas formas según los canales de sensación usa-

dos, según la perspectiva con respecto a dicho objeto y según el tipo de estructuración que

efectúe la conciencia. Los distintos niveles de conciencia ponen, cada uno, su propio ámbito

formal. Cada nivel procede como estructura de ámbito característico, ligado a formas también

características. Las formas que emergen en la conciencia son reales compensaciones es-

tructuradoras frente al estímulo. La forma es el objeto del acto de compensación estructura-

dora. El estímulo se convierte en forma cuando la conciencia lo estructura desde su nivel de

trabajo. Así, un mismo estímulo se traduce en formas distintas según respuestas estructura-

doras de distintos niveles de conciencia. Los diferentes niveles cumplen con la función de

compensar estructuradamente al mundo.

El color tiene gran importancia psicológica pero aun cuando sirve a la ponderación de las

formas, no modifica su esencia.

Para comprender el origen y significado de las formas se debe distinguir entre sensación,

percepción y representación.

Funciones de la representación interna

1. Fijar la percepción como memoria.

2. Transformar lo percibido de acuerdo a necesidades de la conciencia.

3. Traducir impulsos internos a niveles perceptibles.

Funciones de la representación externa

1. Abstraer lo esencial para ordenar (símbolo).

2. Expresar convencionalmente abstracciones para poder operar en el mundo (signo).

3. Concretar lo abstracto para recordar (alegoría).

Características del signo, la alegoría y el símbolo

El signo es convencional, operativo, asociativo, a veces figurativo, a veces no figurativo. La

alegoría es centrífuga, multiplicativa, asociativa, epocal y figurativa. El símbolo es centrípeto,

sintético, no asociativo, no epocal y no figurativo.

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Simbólica

El símbolo como acto visual

El símbolo en el espacio y como percepción visual nos hace reflexionar acerca del movimien-

to del ojo. Una visión de un punto sin referencias permite el movimiento del ojo en todas las

direcciones. La línea horizontal lleva al ojo en esa dirección sin esfuerzo. La línea vertical

provoca tensión, fatiga y adormecimiento.

La comprensión del símbolo, (inicialmente una configuración y movimiento visual), permite

considerar seriamente a la acción que aquel efectúa desde el mundo externo sobre el psi-

quismo (cuando el símbolo se presenta como percepción desde un objeto cultural), y permite

pesquisar el trabajo de la representación (cuando la imagen se expresa como símbolo en

una producción personal interna, o se proyecta en una producción cultural externa).

El símbolo como resultado de la transformación de lo percibido

Aquí surge la función compensatoria del símbolo como referencial y ordenador del espacio.

El símbolo contribuye a la fijación del centro en el campo abierto y al detenimiento del tiem-

po. Los monumentos símbolo dan unidad psicológica y política a los pueblos. También está

el símbolo que responde a producciones no colectivas, en el que se observa la función com-

pensatoria de la conciencia frente a los datos de la realidad.

El símbolo como traducción de los impulsos internos

El simbolismo en el sueño y en la producción artística, generalmente responde a impulsos

cenestésicos traducidos a niveles de representación visual. Otro caso de manifestación sim-

bólica como traducción de impulsos internos es el de ciertos gestos, conocidos en Oriente

como ―mudras‖. Algunas actitudes corporales generales y sus significados son conocidos en

todo el mundo y corresponden a las distinciones hechas en cuanto a los símbolos de punta y

círculo (por ejemplo, el cuerpo erguido y los brazos abiertos expresan, simbólicamente, si-

tuaciones mentales opuestas a las del cuerpo encerrado sobre sí mismo como en la posición

fetal).

Sígnica

El signo cumple con la función de expresar convencionalmente abstracciones para operar en

el mundo, unificando en un mismo nivel de lenguaje, fenómenos de naturaleza diferente. Ex-

presión y significado son una estructura. Cuando el significado de una expresión es descono-

cido, el signo pierde valor operativo. Las expresiones equívocas o multívocas son aquellas

que admiten varios significados y su comprensión surge por contexto. El contexto uniforma el

nivel de lenguaje. Pero los contextos suelen estar puestos fuera del ámbito de un nivel de

lenguaje dado, surgiendo las expresiones sincategoremáticas u ocasionales (por ejemplo,

ante una misma llamada a la puerta, al preguntarse ―¿quién llama?‖, distintas personas res-

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ponden: ―yo‖, entendiéndose en cada caso de quién se trata por la voz, la hora, la cir-

cunstancia de espera de una visita, etcétera. Es decir, por contextos que están fuera del nivel

de lenguaje en el que se expresa siempre: ―yo‖). En cuanto al signo como tal, éste puede ser

la expresión de un significado, o cumplir con la función de señalar a otra entidad por carácter

asociativo.

Diferencias entre signos y categorías sígnicas

Las conectivas entre signos son formalizaciones de relaciones siendo ellas, a su vez, signos.

Cuando los signos pierden su significado por traslado cultural, suelen ser considerados como

símbolos.

La función sígnica de símbolos y alegorías

Cuando a un símbolo se le da valor convencional y se lo toma en sentido operativo, se lo

convierte en signo. Las alegorías también cumplen con funciones sígnicas.

Alegórica

Las alegorías son narraciones transformadas plásticamente en las que se fija lo diverso o se

multiplica por alusión, pero también en donde se concreta lo abstracto. El carácter multi-

plicativo de lo alegórico tiene que ver con el proceso asociativo de la conciencia.

Leyes asociativas de lo alegórico

La similitud guía a la conciencia cuando ésta busca lo parecido a un objeto dado. La conti-

güidad cuando busca lo propio, o lo que está, estuvo o estará en contacto con un objeto da-

do. El contraste cuando busca aquello que se opone o que está en relación dialéctica con un

objeto dado.

Lo situacional de lo alegórico

Lo alegórico es dinámico y relata situaciones referidas a la mente individual (sueños, cuen-

tos, arte, patología, mística), al psiquismo colectivo (cuentos, arte, folklore, mitos y religiones)

y al hombre de distintas épocas frente a la naturaleza y a la historia.

Funciones y tipos de alegorías

Relata situaciones compensando dificultades de abarcamiento total. Al apresar situaciones

alegóricamente, se puede operar sobre las situaciones reales de modo indirecto.

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El “clima” de lo alegórico y el sistema de ideación

En lo alegórico, el factor emotivo no es dependiente de la representación. El clima forma par-

te del sistema de ideación y es el que delata el significado para la conciencia. Lo alegórico no

respeta el tiempo lineal ni la estructuración del espacio del estado vigílico.

El sistema de tensión y la alegoría como descarga

La risa, el llanto, el acto amoroso y la confrontación agresiva son medios de descarga de

tensiones internas. Determinadas alegorías cumplen con la función de provocar esas des-

cargas.

Composición de lo alegórico

Continentes (guardan, protegen o encierran aquello que está en su interior); contenidos

(aquellos que están incluidos en un ámbito); conectivas (entidades que facilitan o impiden la

conexión entre contenidos, ámbitos, o entre ámbitos y contenidos); atributos (manifiestos

cuando se destacan, tácitos cuando están encubiertos). En lo alegórico se destacan los nive-

les (importancias, jerarquías), las texturas (calidad y significado de la calidad de un objeto), y

los momentos de proceso (edades). Las alegorías se presentan a la conciencia con dinámica

y gran capacidad de transformismo, inversión, expansión o reducción.

Para hacer una interpretación completa de un sistema alegórico es conveniente observar

un plan de trabajo que comience por separar los componentes simbólicos y sígnicos. Poste-

riormente, se debe tratar de comprender la función con que cumple cada uno de los elemen-

tos considerados y el origen de la materia prima alegórica (si se trata de objetos culturales,

de recuerdos entremezclados, de ensueños, o de imágenes oníricas).

COMPORTAMIENTO

Hemos visto al psiquismo como coordinador de relaciones entre medios diferentes: el medio

interno del cuerpo y el medio externo o ambiental. De ambos medios el psiquismo obtiene

información por los sentidos, almacena experiencia por memoria y procede al ajuste por cen-

tros. A este ajuste entre medios lo llamamos ―comportamiento‖, considerándolo como un ca-

so particular de expresión del psiquismo. Sus mecanismos de base son los instintos de con-

servación individual y de la especie y las tendencias intencionales.

El comportamiento se estructura sobre la base de cualidades innatas propias de la estruc-

tura biológica a que pertenece el individuo y a cualidades adquiridas codificadas sobre la ba-

se de las experiencias de acierto o error, con sus registros de placer o displacer. Las cuali-

dades innatas ponen la condición biológica al coordinador, que cuenta con ellas y no puede

aislarlas sin perjuicio. Esta base biológica tiene una inercia que se expresa conservando y

logrando condiciones aptas para su expansión. Las cualidades adquiridas surgen del apren-

dizaje individual en el desplazamiento de la estructura psicofísica por el espacio y el tiempo.

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El aprendizaje va modificando el comportamiento con relación a las experiencias de acierto y

error. Estos ensayos van dando pautas para la mejor adaptación del individuo, que se logra

con las menores resistencias en el medio, el menor esfuerzo en el trabajo y el menor desgas-

te energético. Esta forma de adaptación posibilita un plus energético (energía libre) que pue-

de ser utilizado en nuevos pasos de adaptación creciente.

En todo proceso de adaptación la estructura psicofísica se orienta por los indicadores de

placer y displacer. El displacer se conforma como señal de lo que es peligroso para la vida,

de lo que es tóxico, represivo o, en general, perjudicial para la estructura psicofísica. El pla-

cer, a la par que estimula y motiva al psiquismo, traza las direcciones óptimas a seguir. Por

otra parte, el comportamiento encuentra límites en las posibilidades del psiquismo, en las

posibilidades del cuerpo y en las posibilidades que presentan las distintas circunstancias. Los

límites del psiquismo van ampliándose sobre la base de las cualidades adquiridas, pero los lí-

mites corporales no pueden ampliarse en la misma proporción, e incluso la limitación aumen-

ta con la edad. Esto no significa que el cuerpo no tenga todas las facultades para actuar efi-

cazmente en el medio, sino que el cuerpo pone límites y condiciones que el psiquismo no

puede dejar de lado sin perjudicarse a sí mismo. En las relaciones entre psiquismo, cuerpo y

medio, el cuerpo efectuará sus operaciones objetales con mayor o menor acierto. En el pri-

mer caso habrá adaptación, en el segundo inadaptación.

Los centros como especializaciones de respuestas de relación

El simple mecanismo original de estímulo-respuesta aparece altamente complejo en la es-

tructura humana, siendo característica de ésta la ―respuesta diferida‖ que se diferencia de la

―respuesta refleja‖ por la intervención de los circuitos de coordinación y por la posibilidad de

canalizar la respuesta por distintos centros de actividad neuroendócrina. Los centros trabajan

estructurados entre sí y con registros propios, a la par del registro general que tiene el coor-

dinador por la información que llega desde los sentidos internos en el momento de accionar

en el medio, y también por las conexiones entre centros y coordinador.

El centro vegetativo

Cada ser vivo, sobre la base del ―plan‖ de su cuerpo, de sus códigos genéticos, asimila subs-

tancias del medio externo y genera la energía psicofísica necesaria para la conservación y

desarrollo de la vida. En el ser humano, el centro vegetativo distribuye la energía dando ins-

trucciones desde sus numerosas localizaciones nerviosas y glandulares. Es pues el centro

básico del psiquismo. Desde él actúan los instintos de conservación individual y de la espe-

cie, regulando el sueño, el hambre y el sexo. Básicamente, las señales que dan instrucción

(información) a este centro se registran cenestésicamente, pero también señales que provie-

nen de los sentidos externos tienen capacidad para movilizarlo o inhibirlo.

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El centro sexual

Es el recolector y distribuidor energético que opera por concentración y difusión alternada

movilizando la energía psicofísica en forma localizada o difundida. Su trabajo es voluntario e

involuntario. De la tensión en este centro se tiene registro cenestésico, como así también de

la distribución de energía al resto de los centros. La disminución de la tensión se produce por

descargas propias de este centro y por descargas a través de los demás centros. También

puede conectar tensiones del cuerpo y de los otros centros. La estructura vegetativo sexual

es la base filogenética a partir de la cual se han ido organizando los demás centros en el

proceso evolutivo de adaptación.

El centro motriz

Actúa como regulador de los reflejos externos, condicionados e incondicionados, y de los

hábitos de movimiento. Permite el desplazamiento del cuerpo en el espacio. Trabaja con ten-

siones y relajaciones musculares activadas por señales nerviosas y químicas.

El centro emotivo

Es el regulador y sintetizador de respuestas situacionales, mediante un trabajo de adhesión o

rechazo. Cuando el centro emotivo da respuestas desbordantes, se producen alteraciones en

la sincronización de los otros centros por bloqueos parciales.

El centro intelectual

Responde sobre la base de mecanismos de abstracción, clasificación y asociación. Trabaja

por selección o confusión en una gama que va desde las ideas a las distintas formas de ima-

ginación, dirigida o divagatoria, pudiendo elaborar distintas formas simbólicas, sígnicas y ale-

góricas. Cuando las respuestas incorrectas de este centro se desbordan de su ámbito produ-

cen confusión en el resto de la estructura y por tanto en el comportamiento.

Estructuralidad del trabajo de los centros

Existe diferente velocidad en el dictado de respuestas al medio, siendo aquella proporcional

a la complejidad del centro. Mientras el intelecto elabora una respuesta lenta, la emoción y la

motricidad lo hacen con más velocidad y el centro vegetativo (en algunas de sus expresiones

como el reflejo corto), muestra la mayor velocidad de repuesta. El trabajo de los centros es

estructural, lo que se verifica por las concomitancias en los otros centros cuando uno está

actuando como primario. Ejemplificando: la actividad intelectual es acompañada por un tono

emotivo (―gusto por estudiar‖), que ayuda a mantener el interés mientras el nivel de trabajo

de la motricidad se reduce al mínimo. Si se trata de la recomposición vegetativa (por enfer-

medad, por ejemplo), toda la energía es ocupada en ese trabajo y la actividad de los otros

centros se reduce al mínimo.

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Los centros pueden trabajar desincronizadamente ocasionándose errores en la respuesta.

Del trabajo estructural de los centros se tiene registro cenestésico y percepción psicológica y,

por ello, en las experiencias de mucho conflicto interno el trabajo de los centros se experi-

menta como contradicción entre el pensar, el sentir y el actuar.

Caracterología

Las múltiples tendencias de las personas, sus diferentes conformaciones físicas y la diversi-

dad de acciones con las que responden al mundo, hacen muy difícil la tarea de establecer

clasificaciones de carácter sobre la base de rasgos comunes. Un estudio de este tipo debería

tener en cuenta que la situación de los individuos en el medio es dinámica y variable; que a

lo largo de la vida se va adquiriendo experiencia y se puede sufrir accidentes que produzcan

profundas transformaciones de conducta. Una posible ―caracterología‖ debería atender a lo

innato combinado con lo adquirido. Las disposiciones innatas, también susceptibles de cam-

bio, se reflejan en actitudes psíquicas y en formas corporales más o menos típicas. Por otra

parte, esa tipicidad va a resultar del trabajo predominante de alguno de los centros sobre los

otros, con su velocidad de resonancia y dirección de la energía característica, pero esto será

modificable según la estructura de situación. Es decir que se podría establecer también una

tipología situacional, ya que se descubren distintas respuestas en los mismos tipos básicos.

Al tipo básico se le suman las formas culturales de la época, la situación social, el género de

tareas cotidianas, etcétera, y todo aquello configura lo que llamamos ―personalidad‖.

Ciclaje del psiquismo

El psiquismo humano, de notable complejidad, tiene como antecedentes a otras formas or-

gánicas condicionadas por los macrociclos de la naturaleza como las estaciones y el pasaje

del día a la noche. Numerosas variaciones modifican las condiciones internas y externas del

psiquismo. Hay variaciones de temperatura, de luminosidad, y también variaciones climatoló-

gicas de cada estación. Todos los organismos sufren un mayor o menor determinismo de los

ciclos naturales. El ser humano no está tan condicionado como las otras especies a la ciclici-

dad orgánica y su psiquismo logra modificaciones y una independencia cada vez mayor. Un

caso muy claro se da en el ejercicio del sexo que, a diferencia de las otras especies, se inde-

pendiza de los ciclos estacionales.

En los mecanismos de conciencia hay distintos ritmos como muestran diversas descargas

bioeléctricas reflejadas en el electroencefalógrafo. Los centros tienen su ritmo particular y los

niveles de conciencia evidencian sus ciclos de trabajo. Cuando la vigilia cumple con su tiem-

po de trabajo diario, ―baja‖ su actividad y se comienza a entrar en el período de sueño. Así, el

período de sueño compensa al período de trabajo vigílico. En la mecánica de los distintos

niveles de conciencia operan los ciclajes del metabolismo y los ritmos vegetativos en general.

El ciclo mayor del ser humano está dado por el tiempo vital, que se va completando al pa-

sar por las distintas etapas existenciales: nacimiento, niñez, adolescencia, juventud, primera

y segunda madurez, vejez, ancianidad y muerte. En cada etapa hay transformación del psi-

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quismo según las necesidades orgánicas, según los intereses, según las posibilidades que

ofrece el medio, etcétera. Finalmente, los ciclos y ritmos psicosomáticos muestran modifica-

ciones importantes de acuerdo a los cambios de dirección que se producen en los momentos

de surgimiento y desgaste de cada etapa vital.

Las respuestas al mundo

La conciencia frente al mundo tiende a compensarlo estructuradamente mediante un comple-

jo sistema de respuestas. Algunas respuestas llegan al mundo objetal directamente (expre-

sadas a través de los centros), pero otras quedan en la conciencia y llegan al mundo indirec-

tamente por alguna manifestación de conducta. Estas compensaciones de la conciencia tien-

den a equilibrar el medio interno respecto del externo. Tal vinculación se establece por exi-

gencias, encontrándose el individuo urgido a responder a un mundo complejo: natural, hu-

mano, social, cultural, técnico, etcétera. Surge el ―núcleo de ensueño‖ como una respuesta

compensatoria importante y los ―ensueños secundarios‖ como respuestas particulares a esas

exigencias. Los ensueños son visualizables como imágenes, no así el núcleo que se percibe

como un clima alusivo mientras se va conformando con el tiempo y va ganando en poder de

dirección de las tendencias, de las aspiraciones personales. En la etapa de desgaste del nú-

cleo de ensueño, cuando cesa de dirigir al psiquismo, se pueden observar las formas e imá-

genes que ha adoptado. Por esto, el núcleo es más fácil de registrar tanto al comienzo como

al fin de su proceso, no así en su etapa media que es aquella en la cual más dirige la activi-

dad psíquica. Se da la paradoja de que el ser humano no percibe aquello que más determina

su conducta, al estar operando el núcleo como trasfondo que responde totalizadoramente a

las múltiples exigencias de la vida cotidiana.

El núcleo de ensueño rige las aspiraciones, ideales, e ilusiones que en cada etapa vital van

cambiando. Tras estos cambios o variaciones en el núcleo, la existencia se orienta en otras

direcciones y se producen concomitantemente cambios en la personalidad. Este núcleo se

desgasta individualmente, como se desgastan los ensueños epocales que dirigen la actividad

de toda una sociedad. Mientras que por una parte el núcleo da una respuesta general a las

exigencias del medio, por otro compensa las deficiencias y carencias básicas de la persona-

lidad, imprimiendo una determinada dirección a la conducta. Esta dirección puede ponderar-

se según se encamine o no en la línea de la adaptación creciente. Los ensueños y el núcleo

imprimen a la conciencia su sugestionabilidad produciendo ese característico bloqueo de la

crítica y autocrítica propio de los niveles infravigílicos. Por esto es inútil toda confrontación u

oposición directa a la sugestión del núcleo de ensueño ya que este termina reforzando su

compulsión. La posibilidad de producir un cambio de dirección hacia una línea evolutiva, está

en realizar modificaciones graduales. El núcleo puede regresar o puede fijarse. En el primer

caso el psiquismo vuelve a etapas anteriores, aumentando los desacuerdos entre procesos y

situación en el medio. En el segundo caso, cuando el núcleo se fija, va desvinculando al indi-

viduo de su medio produciendo una conducta que no se ajusta a la dinámica de los aconte-

cimientos.

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El núcleo de ensueño lanza al ser humano en persecución de espejismos que al no cum-

plirse producen estados dolorosos (des-ilusiones), mientras que los cumplimientos parciales

producen situaciones placenteras. Así descubrimos que en la raíz del sufrimiento psicológico

están los ensueños y su núcleo. Es en los grandes fracasos, al caer las expectativas y des-

vanecerse los espejismos, cuando surge la posibilidad de una nueva dirección de vida. En tal

situación queda al descubierto ese ―nudo de dolor‖, ese nudo biográfico que durante tanto

tiempo sufrió la conciencia.

Personalidad

Los sistemas de respuesta (no hay respuestas aisladas) van organizando una personalidad,

mediadora con el ambiente, que para su mejor dinámica articula distintos roles como sis-

temas codificados de respuesta.

La personalidad cumple con una función precisa, que es la de buscar la menor resistencia

en el medio. Esta organización de roles que ofrecen menor dificultad en la relación ambiental

se va codificando de acuerdo al aprendizaje por acierto y error. La acumulación de conducta

ordena un sistema de roles ligados a situaciones, en donde unos aparecen mientras otros se

ocultan. Este caso es muy ilustrativo como sistema de adaptación. Con el tiempo se van or-

ganizando lo que podríamos llamar ―círculos de personalidad‖, en distintas capas de profun-

didad. Estos círculos se articulan de acuerdo a las indicaciones de los ensueños y a los me-

dios ambientales de mayor frecuentación. Ahora bien, en este juego de roles que tratan de

ofrecer menor resistencia al medio, éstos pueden ajustarse o no a un consenso convencio-

nalmente aceptado, dando respuestas típicas o atípicas, respectivamente. Las respuestas

típicas no sólo son codificadas por el individuo sino también por grupos sociales amplios, de

tal manera que cuando en estos grupos surge una respuesta distinta a la habitual puede re-

sultar desconcertante. Esto puede ocurrir sobre todo en situaciones nuevas, para las que no

hay respuesta codificada. La respuesta que se da en esos casos puede resultar oportuna o

inoportuna. Así, aparecen las respuestas atípicas sin coincidencia con la situación, pudién-

dose ponderar el grado de inadecuación que manifiestan. Las respuestas típicas, si bien

pueden ser adecuadas en un medio que se mantiene sin mayores cambios, no lo son en un

medio cambiante que en su dinámica modifica costumbres, valores, etcétera. En ocasiones,

la tipicidad de las respuestas es un bloqueo para la adaptación al cambio. Hay otras manifes-

taciones atípicas que actúan como catarsis de tensiones, o manifestando emociones negati-

vas como catarsis de climas. Ambas respuestas atípicas surgen por presión de los impulsos

internos que se expresan en situaciones no necesariamente coincidentes. En este caso, las

tensiones y los climas operan como ruido situacional, irrumpiendo en el medio con brus-

quedad. Desde el punto de vista de la adaptación creciente, los tipos de conducta que intere-

san son aquellos que cuentan con numerosas opciones de respuesta, situación que permitirá

un ahorro de energía utilizable para nuevos pasos de adaptación. Por tanto, habrá respues-

tas de adaptación creciente, pero también respuestas de adaptación decreciente y esto ha-

brá de suceder tanto en las respuestas atípicas como en las típicas con sus distintos grados

de oportunidad. Así, la conducta particular puede cumplir o no con una función adaptativa.

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Podemos ponderar los cambios de conducta como significativos o circunstanciales. Un

cambio será significativo si la nueva orientación es hacia la línea evolutiva y será circunstan-

cial cuando sólo haya reemplazo de roles, de ideología, ampliación de los círculos de perso-

nalidad, apogeo o decadencia de ensueños, etcétera. Nada de esto último es indicador de un

cambio interno de importancia. Hay cambio significativo de conducta, desde un punto de vis-

ta más general, cuando se agota una instancia psíquica porque los contenidos vigentes en

una instancia (con su temática y argumentación características), se van desgastando hasta

agotarse. El psiquismo se orienta entonces hacia una nueva instancia como respuesta articu-

lada en su relación con el mundo.

La conducta es un indicador de los cambios que interesan. Muchas decisiones de cambio,

o planes de cambio, quedan encerrados en el psiquismo y por esto no indican modificación,

mientras que cuando se expresan en verdaderos cambios de conducta es porque ha ocurrido

alguna modificación en la estructura conciencia-mundo.

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APÉNDICE: BASES FISIOLÓGICAS DEL PSIQUISMO

Sentidos

Los sentidos son los límites del sistema neuroendócrino aptos para enviar señales de infor-

mación acerca del medio externo e interno a los centros de procesamiento, coordinación y

respuesta. La especialización informativa es realizada por células (o equipos de células) con-

versoras de energía ambiental que tienen la propiedad de transformar impulsos heterogé-

neos provenientes del exterior a ellas, en impulsos homogéneos comunes a todo tipo de sen-

tido. La forma de energía que llega a los receptores es variada: mecánica (como presión o

contacto), electromagnética (como luz o calor), química (como olor, sabor, contenido de oxí-

geno-anhídrido carbónico en sangre). Estas formas de energía heterogénea, sufren ya en

cada receptor sensorial un primer procesamiento y se convierten en impulso nervioso llegan-

do a los centros de información como ―bits‖ (señales) que difieren entre sí en cuanto a la fre-

cuencia de señal y silencio. Las células receptoras son numerosas en su clase y actividad

transformadora, reconociéndose por el momento alrededor de 30 tipos distintos, que se es-

tructuran de modo particular dando lugar a los llamados ―sentidos‖.

Las variables energéticas del ambiente, no obstante, son mucho más numerosas que la

cantidad de sentidos aptos para recogerlas, como sucede en el caso de la vista, receptor de

sólo 1/70 partes del espectro electromagnético aceptado y que es reconocido como luz visi-

ble. Este caso muestra cómo los receptores son especializaciones de detección fenoménica

restringida, derivando de esto, enormes franjas de silencio para el equipo de percepción.

Aquí admitimos otros seis casos más (oído, olfato, gusto, tacto, kinestesia y cenestesia) de lo

cual resulta una enorme franja de silencio perceptual, si se suman las insuficiencias de cada

sentido. Importa considerar a los receptores con respecto a la distancia de la fuente emisora

(telerecepción, exterocepción, interocepción, etcétera); a la distribución de los receptores en

el cuerpo; a las vías sensorias por las que se desplazan los impulsos homogéneos y a los

centros de procesamiento y coordinación a los que estos impulsos homogéneos llegan. Allí

se diferencian nuevamente resultando la ―vivencia informativa‖, que permite al aparato hacer

distinciones perceptuales, para trabajar posteriormente con estructuras de interpretación y

estructuras de respuesta adecuadas a la ―porción‖ de mundo detectado. Llamamos ―franja

perceptible‖ a la forma particular de energía a la cual un receptor es más sensible. Ejemplifi-

cando: el estímulo adecuado para las células receptoras del ojo, es la luz; la presión es cap-

tada específicamente por otro tipo de receptores, pero la presión sobre el globo ocular esti-

mulará también a los receptores luminosos. De esto resulta que existen franjas específicas

para cada tipo de receptor y no específicas que en determinadas condiciones pueden ampliar

o reducir sus umbrales considerablemente. Es necesario distinguir además entre la franja

(que se refiere a la cualidad del fenómeno) y los umbrales (que se refieren a la cantidad o

intensidad) del fenómeno. Estos umbrales trabajan con captaciones mínimas y con máximos

variables de tolerancia. Cada sentido ha sido organizado teniendo en cuenta:

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1. Órgano: incluye una mínima descripción anatómico-fisiológica del órgano o de los recep-

tores según fuera el caso.

2. Mecánica: describe, simplificadamente, los posibles modos de operación de los recepto-

res al transformar la energía proveniente del medio en impulso nervioso.

3. Vía nerviosa y localización: indica brevemente el camino que siguen esos impulsos hasta

el punto de destino en la zona correspondiente de la corteza.

Lo explicado, vale para los sentidos externos. En cuanto a los internos (kinestesia y cenes-

tesia) hay pequeñas variaciones expositivas debido a las particularidades que presentan.

Vista

Órgano. Los ojos son órganos complejos sensibles a la luz. Por su ubicación permiten al ser

humano, una visión tridimensional de los objetos. Desde luego que la visión tridimensional

está integrada a un sistema de interpretación perceptual bastante más complejo que el ór-

gano mismo. Equipados con músculos rectos y oblicuos, poseen una amplitud de movimiento

inferior a 180º. Desde hace tiempo se viene describiendo alegóricamente al ojo como una

cámara fotográfica: un sistema de ―lentes‖ (córnea y cristalino), enfoca las imágenes sobre

un estrato fotosensible (retina) ubicado en el fondo del ojo; párpados e iris contribuyen a la

protección del sistema y a la regulación (a modo de diafragma en el segundo caso) de la in-

tensidad luminosa recibida por los receptores.

Mecánica. Se acepta que la retina es una delgada película compuesta por varias capas de

células nerviosas. La luz pasa a través de ellas hasta llegar a los fotorreceptores. A éstos los

han agrupado en dos tipos principales: a) de cuerpos gruesos o ―conos‖ que se encuentran

concentrados sobre todo en el centro de la retina (fovea) y que informarían sobre colores,

trabajando mejor a plena luz y b) de cuerpos finos llamados ―bastoncillos‖ concentrados má-

ximamente en la periferia retinal, más numerosos que los conos y sensibles a la penumbra,

informarían sobre claroscuros. Conos y bastoncillos contienen pigmentos que al absorber

distintos tipos de luz resultarían alterados en su estructura molecular. Esta alteración estaría

relacionada con el impulso nervioso que es enviado al cerebro.

Vía nerviosa y localización. Ya transformado el impulso externo en impulso nervioso, viaja

a través del nervio óptico pasando, luego de etapas intermedias, a la corteza occipital de

ambos hemisferios cerebrales.

Oído

Órgano. Las ondas sonoras, penetrando por los conductos del oído externo, golpean la

membrana timpánica que retransmite las vibraciones a tres huecesillos localizados en el oído

medio. Estos, trabajando a modo de palancas, amplifican las vibraciones recibidas de 10 a 15

veces, y las retransmiten a los líquidos de la cóclea, donde son convertidas en impulsos ner-

viosos (oído interno).

Mecánica. La cóclea o caracol, está dividida internamente y a lo largo, por dos membranas,

formándose tres túneles o escalas, que contienen distintos líquidos. La vibración transmitida

en forma de presiones de distinta intensidad por los huecesillos, al provocar diversas flexio-

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nes en estas membranas, activará las células receptoras (células ciliadas) ubicadas sobre

una de las membranas (la basilar). Esta activación sería la que da origen a diferencias de

potencial eléctrico y a la estimulación de las terminaciones nerviosas que conducen los im-

pulsos a la localización cerebral.

Vía nerviosa y localización. Las terminaciones de las fibras nerviosas distribuidas en la

membrana basilar, forman la rama auditiva del nervio acústico que conduce los impulsos

nerviosos a la parte superior del lóbulo temporal luego de pasar por etapas intermedias que

incluyen bulbo raquídeo y tálamo.

Olfato

Órgano. La membrana olfatoria, de unos 5 cm2 de superficie, se encuentra ubicada en la par-

te superior de la cavidad nasal. Las moléculas productoras de olores, son transportadas por

el aire que llega a través de las fosas nasales o de la faringe, disolviéndose en las secrecio-

nes de las células de sostén de la membrana. Entre estas células se distribuyen 10 a 20 mi-

llones de receptores, cada uno de los cuales es una neurona.

Mecánica. Las neuronas receptoras terminan en la parte superficial de la mucosa con ter-

minaciones expandidas (bastones olfatorios) desde donde proyectan cilios de unos dos mi-

crones de longitud. La manera como reaccionan las moléculas odoríferas con los receptores

es desconocida, aunque existen numerosas hipótesis al respecto. El impulso nervioso gene-

rado, es transmitido por los receptores que terminan en el bulbo olfatorio situado sobre cada

fosa nasal.

Vía nerviosa y localización. En cada uno de los bulbos olfatorios las terminaciones de las

neuronas forman glomérulos, desde los que salen tres haces de fibras nerviosas que termi-

nan en el bulbo olfatorio opuesto, en el sistema límbico y en el área olfatoria de la corteza

límbica (allocortex) respectivamente.

Gusto

Órgano. Los órganos del gusto o botones gustativos son pequeños cuerpos formados por

células de sostén y por células ciliares (receptoras). Se encuentran concentrados sobre todo

en las paredes de las papilas gustativas en la superficie dorsal de la lengua.

Mecánica. Los receptores del gusto (células ciliares), son quimiorreceptores que respon-

den a las substancias disueltas en los líquidos de la boca. Cómo es que las moléculas en

solución interaccionan con las moléculas receptoras para producir el impulso nervioso, es un

punto que se desconoce, aunque existen hipótesis al respecto. Hay cuatro sensaciones gus-

tativas que se registran en distintas zonas de la lengua. Salado y dulce, en la punta; ácido en

los bordes y amargo en la parte posterior. Los botones gustativos de cada una de estas

áreas parecen no diferenciarse en su estructura celular, pero algunos de ellos y según la zo-

na en que se encuentran, responderían sólo a los estímulos amargos, otros a los salados,

etcétera.

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Vía nerviosa y localización. Los impulsos nerviosos parten de los botones gustativos a tra-

vés de tres vías nerviosas que pasan por el bulbo raquídeo y el tálamo llegando al área de

proyección gustativa de la corteza cerebral al pie de la circunvolución post rolándica.

Tacto

Órgano. Los receptores de este sentido, se encuentran distribuidos en distintas capas de la

piel. Su concentración es mayor en algunas zonas del cuerpo y menor en otras, determinan-

do distintos grados de sensibilidad. Estos receptores son especializaciones nerviosas que

estarían capacitadas diferenciadamente para distinguir variaciones de temperatura, de pre-

sión, contacto y dolor.

Mecánica. A la variación de los estímulos acompaña una variación en la frecuencia de los

impulsos nerviosos que los receptores envían de continuo a través de las fibras nerviosas.

Esta variación en la frecuencia de los impulsos es el resultado de un proceso electroquímico,

poco elucidado, desencadenado por el estímulo.

Vía nerviosa y localización. Las fibras procedentes de los receptores ascienden por los ha-

ces medulares hasta el tálamo y de allí hasta la corteza sensitiva somática (circunvolución

post-rolándica).

Kinestesia

Órgano. El sentido kinestésico, detecta posturas y movimientos corporales por medio de re-

ceptores especializados que serían capaces de discriminar entre variaciones de tono mus-

cular (husos musculares); posición articular (corpúsculos articulares); tensión tendinosa, y

aceleración lineal y angular de la cabeza y el cuerpo, incluyendo fenómenos producidos por

la gravedad (receptores alojados en los canales semicirculares, sáculo y utrículo del oído

interno).

Mecánica. Al producirse o suprimirse un movimiento, los receptores (propioceptores), re-

gistran variaciones en su tono. Mediante un oscuro sistema electroquímico, convierten el es-

tímulo primario en variación de impulsos conducidos como información.

Vía nerviosa y localización. Los nervios sensitivos transmiten los impulsos por vía espinal

hasta el cerebelo y corteza; algunas ramas nerviosas derivan a la capa sensitiva y otras al

área de localización motora de la corteza cerebral.

Cenestesia

Mecánica. Algunas variaciones del medio interno, son recogidas por un conjunto de recepto-

res nerviosos denominados ―interoceptores‖. La información psíquica que proporcionan, nor-

malmente se registra de un modo distorsionado (deformación y traducción de impulsos). Aho-

ra bien, estos organúsculos (receptores) están relacionados con puntos de coordinación ve-

getativa automática (hipotálamo, tálamo y bulbo raquídeo), interviniendo básicamente en los

ajustes respiratorios, cardiovasculares, de temperatura e incitando al cuerpo en general a

satisfacer sus necesidades mediante traducciones de ―hambre‖ (diferencia arteriovenosa en

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la glucosa sanguínea), ―sed‖ (presión osmótica del plasma) y ―dolor‖. El dolor visceral como

el somático profundo, inicia la contracción refleja de los músculos esqueléticos cercanos y

estas contracciones a su vez generan dolor, formándose un círculo vicioso. Por otra parte,

frecuentemente la excitación de una víscera produce dolor, no en ella sino en alguna otra

estructura que puede estar a distancia. Este dolor ―referido‖ tiene numerosas variantes o for-

mas de irradiación. Las variaciones en la economía del sexo, son también registradas cenes-

tésicamente.

Vía nerviosa y localización. Las fibras nerviosas sensitivas alcanzan el sistema nervioso

central a través de vías simpáticas y parasimpáticas. La zona cortical de recepción, abarca

prácticamente todo el arquicortex (corteza límbica) y parte del paleocortex, manteniendo co-

nexiones especializadas con otras áreas. La teoría de la convergencia, trata de explicar el

caso del ―dolor referido‖ antes citado: existe convergencia de fibras aferentes viscerales y

somáticas que actúan sobre las mismas neuronas espinotalámicas. Por cuanto el dolor so-

mático es más común y ha ―grabado‖ la citada vía, los impulsos provenientes de áreas visce-

rales son ―proyectados‖ sobre áreas somáticas. En síntesis, se tratará de un error de inter-

pretación de la señal.

Memoria

En el terreno de la memoria, la investigación fisiológica ha tenido avances importantes pero

las experimentaciones no resultan aún totalmente relacionadas entre sí (año 1975). Por esto,

no se puede presentar un panorama satisfactorio para acompañar a las explicaciones psico-

lógicas. Pueden mencionarse como significativos los resultados obtenidos por la electro-

encefalografía; por la aplicación de electrodos en el cerebro; por las observaciones en hipo-

campo y por los trabajos de reflexología. Pero la naturaleza misma de la reminiscencia esta-

ble, permanece sin revelarse. Los progresos en el terreno de la genética son más importan-

tes: descubriendo la participación del DNA, en la memoria genética se investiga actualmente a

ciertos aminoácidos básicos que intervienen en el fenómeno. A grandes rasgos y en el esta-

do actual de las investigaciones, podemos establecer una clasificación de la memoria: la he-

redada o genética (por transmisión de caracteres de la misma especie, de progenitores a

descendientes) y la individual o adquirida. En el primer tipo, además de mantener a los indi-

viduos dentro de la misma especie, el código genético regula los cambios orgánicos de las

distintas etapas vitales de los individuos. La memoria adquirida, por su parte, va dándose en

capas de profundidad desde una más antigua a otra reciente y a la inmediata, según va pa-

sando el tiempo. Mucho más no puede agregarse, salvo que su localización cerebral no es

precisa.

Franja. La franja de grabación es idéntica a la de los sentidos (al cambio de tono sensorial,

hay información que va a grabación) y a la de la actividad de la conciencia en sus niveles. Se

acepta que todo lo que llega a conciencia o ésta produce, se memoriza, aunque no todo sea

evocable. Teóricamente, sólo no habría grabación en el caso de sueño profundo pasivo (sin

imágenes) con un mínimo de cenestesia.

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Localizaciones nerviosas. Se acepta que no habría localización precisa, sino difundida por

todo el sistema nervioso, en el que se mencionan niveles ―bajos y altos‖ de ubicación de hue-

llas mnémicas. Por los primeros se entienden médula y sistema límbico, por los segundos la

corteza en sus áreas de asociación: frontal, temporal, y pario occipital. La estimulación de

áreas temporales permite inferir que no se almacenan allí los recuerdos, sino que en este

lóbulo funcionan ―llaves‖ de liberación de memoria ubicada en cualquier parte del SN, traba-

jando normalmente por semejanza entre recuerdo e impulso sensorio, o corriente de pensa-

miento. Por otra parte, las áreas de lenguaje, visión y escritura, harían grabación específica

al par que trabajo específico. Experimentalmente se habría comprobado la imprescindibilidad

de corteza para la memoria y la importancia del hipocampo para la ―grabación‖. Se sabe que

a los daños de un hemisferio (del que quedan huellas), el otro va regenerando memoria aun-

que no completamente. Así, se supone que la memoria es difusa y difundida por el encéfalo y

tallo cerebral.

Niveles de memoria

Según información heredada puede haber un nivel de memoria genética y según información

adquirida, hay memoria adquirida que a su vez tiene tres niveles según momento de graba-

ción y duración de la misma; estos son: de memoria inmediata, memoria reciente y memoria

remota. La herencia tiene su base bioquímica en los cromosomas celulares que transmiten

caracteres genéticos de progenitores a descendientes, mencionándose 22 aminoácidos bási-

cos responsables del ―código genético‖. La memoria inmediata es susceptible de perderse

fácilmente, no así la memoria reciente. La memoria remota persiste a daños severos del ce-

rebro. Se ha observado en experiencias controladas con electroencefalógrafos que el hipo-

campo está implicado en memoria reciente; el hipotálamo en mantenimiento y retención de

memoria, y los tejidos hipocampales de los lóbulos temporales en memoria duradera. Por

otra parte, la terapia clínica relata casos de amnesia tales como la anterógrada (olvido poste-

rior a un ‗shock‘), la retrógrada (antes del ‗shock‘) y su combinación retroanterógrada (olvido

antes, durante y después del ‗shock‘). En todo caso la memoria remota es difícilmente afec-

tada, al menos en sus trazos generales. La recuperación de memoria es gradual, primero en

imágenes aisladas que se van completando, hasta aparecer finalmente los actos de recono-

cimiento con permanencia. La naturaleza del engrama estable se desconoce totalmente, pe-

ro su resistencia al electroshock y concusión, hace presumir su base en un cambio bioquími-

co en el núcleo celular, en el ARN. El uso de drogas que facilitan la rememoración o grabación

como cafeína, nicotina, anfetamina, o que inhiben memoria como la puromicina, hacen ver la

alteración química. La electrografía cerebral por último, rescata las ondas eléctricas del tra-

bajo celular, evidenciándose la base electroquímica del fenómeno.

Mecanismos de memoria

Ciertas conexiones neuronales, explicarían los niveles inmediatos y recientes por reverbera-

ción: el refuerzo de grabación, la asociación lateral y el olvido. Esto porque axones descen-

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dentes de las células piramidales mayores emiten colaterales que retroalimentan con neuro-

nas de asociación, a las dendritas originales. Las colaterales recurrentes conectan además,

con neuronas vecinas que asocian otra información y con una inhibitoria que vuelven a la

neurona original. Estas fibras profundas reciben fibras talámicas específicas y no específicas,

que terminan en la primera y cuarta capa de corteza.

Hay indicios de la participación del hipocampo en la memoria reciente y cifrado de memo-

ria, así es que en él podría haber una ―recolección‖ que se distribuiría por la conexión anató-

mica del circuito cerrado que con tálamo y amígdala, incluye las áreas frontales de corteza.

La información podría llegar aquí a seguir una distribución cortical y su almacenaje definitivo,

teniendo en cuenta que el lóbulo frontal está mencionado como importante para tareas de

abstracción y también relacionado con la conducta emotiva. Habría así, un ―recolector‖, ―dis-

tribuidores‖ y ―almacenado‖ en la información. Por su parte, el tálamo se conecta con la for-

mación reticular. Por esta formación pasan vías no específicas y específicas (o vías clásicas)

que llevan información a difundirse en la corteza. Este sería el circuito sensorio directo o

memoria que estaría estrechamente ligado a los niveles de trabajo del sistema nervioso y

podría explicar el mejor grabado de memoria en vigilia. La difusión que podría hacerse a tra-

vés de tálamo (sistema reticular activador) sería una vía indirecta de base límbica, que daría

el sustrato emotivo a toda actividad mnémica. La hipótesis en torno a la difusión específica

que podría hacer la sustancia reticular, explicaría una distribución de estímulos muy variada.

La interconexión entre lóbulos, explicaría las combinaciones posibles de efectuarse (por

ejemplo frontal con occipital y temporal, y como en temporal se relacionan tacto y vista, el

fenómeno de estereognosis sería base de un tipo de rememoración al par que de traducción

de impulsos). Un punto problemático es el cifrado y discriminación del dato: ¿es que a me-

moria llega imagen, o ésta se forma allí y se graba? Tal pregunta es difícil de responder en la

actualidad. El ―circuito interno‖ hace que se piense y se recuerden los pensamientos propios,

o se recuerden imágenes de sueños y ensueños. Estos impulsos se originarían en neocortex,

por ejemplo, y por transmisión de axones (sustancia blanca) se relacionaría con otras áreas

corticales; o podría también intervenir el tálamo y sustancia reticular. Como se verá más ade-

lante (niveles de conciencia) la participación de ésta, es fundamental para activar y mantener

la vigilia, nivel indispensable para el aprendizaje complejo.

La reversibilidad en memoria

En cuanto a la reversibilidad de los mecanismos, ésta no es muy clara, pero sí lo es la nece-

sidad de nivel vigílico: aquí hay una sincronización entre el amplio grado de percepción ex-

terna, que va disminuyendo hacia el sueño, en el que aumentan la percepción interna con

imaginación transformadora de impulsos, con datos de memoria espontánea e involuntaria.

Así es que la evocación sólo puede ser en vigilia. Podría suponerse que un dato al llegar a su

punto de almacenaje, a la par que sería grabado, provocaría un recuerdo lo que explicaría el

reconocimiento automático (es decir, reconocer todos aquellos objetos habituales súbitamen-

te, por acondicionamiento progresivo). La evocación, por último, iría trabajando por ―vías pre-

ferenciales‖ es decir, por aquellas en que se va efectuando la huella.

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Memoria y aprendizaje

Se sabe que para aprendizajes simples basta la médula para trabajar, pero ya en los más

complejos actúa lo subcortical, y para grandes áreas de almacenaje, la corteza. El aprendiza-

je es entendido como acondicionamiento, en el sentido que bajo ciertas condiciones repetiti-

vas, el animal u hombre responde como se lo está acondicionando o enseñando. En el hom-

bre no es tan simple por sus complejos mecanismos de entendimiento y comprensión, pero

en todo caso aprender algo exige reiteración de huella mnémica para que ésta salga como

respuesta. En los procesos de memoria y aprendizaje hay distintos casos, como el descifrado

de señales para retener el concepto, o la asociación con imágenes similares, contiguas o

contrastadas, simple reflejo motriz repetido y asociado a otros, admitiendo estas formas nu-

merosas combinaciones. La mecánica básica es: relacionar un reflejo incondicionado (ham-

bre, por ejemplo) a un estímulo condicionante (luz, por ejemplo) de tal manera que al relacio-

nar un estímulo artificial hay una respuesta acondicionada. Importa en este simple trabajo,

que puede complejificarse, la brevedad o reiteración del acondicionamiento, la insistencia

que lleva a saturación o bloqueo. Cuando los reflejos van dirigidos a algo específico, se habla

de ―reflejos discriminados‖; cuando se condicionan a respuesta veloz, de ―reflejo inmediato‖ y

a respuesta lenta, de ―reflejo retardado‖.

Se sabe que hay más efectividad en el acondicionamiento cuando hay recompensa o se-

gún alternativa premio-castigo, agrado-desagrado. Hay un ―reflejo elusivo‖ que lleva a evitar

las situaciones desagradables y un estado de alerta o vigilancia que puede ser considerado

como ―reflejo de orientación‖. Cuando el acondicionamiento va dedicado no sólo a responder

sino a operar en el mundo, se menciona al ―reflejo operante‖. En general, la habituación y los

estímulos contradictorios van disminuyendo la respuesta refleja. Originalmente se pensó en

la base cortical para los reflejos, pero luego se vio que actuaba la gran base de estructura

subcortical, talámica e infratalámica (observaciones con EEG). Las experiencias con electro-

encefalógrafo también mostraron como ante la presencia de un objeto desconocido había

detección de respuestas evocadas secundarias. Esto permitió inferir con evidencia también

en memoria, la actividad constante y estructuradora de la conciencia. La relación entre

aprendizaje y vigilia es básica para las grabaciones complejas pero es variable en otros as-

pectos, por ejemplo: un recuerdo súbito puede despertar al durmiente, o un estímulo que au-

tomáticamente sería reconocido en vigilia no lo es en semisueño. Los datos sensoriales

bruscos pueden despertar al durmiente, pero también la desaparición de los estímulos habi-

tuales o la distinción de un estímulo particular entre otros. Estas relaciones variables han he-

cho pensar en un posible ―analizador‖ de información ubicado en el ámbito de corteza, para

hacer todas las distinciones del caso. Tal ―analizador‖, sería un factor de importancia en la

coordinación del psiquismo.

Niveles de conciencia

El aparato responsable de la dinámica de los niveles, es el encéfalo. Realiza este trabajo,

con diversos componentes. Destacamos aquí los más notables.

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Vía sensitiva (clásica). Haz nervioso que asciende por el tronco llevando impulsos senso-

riales directamente al cortex. En su ascenso desprende ramales al cerebelo y a la FRA, que

procesan esa información, distribuyéndola en el subcortex, antes de enviarla, vía tálamo,

también al cortex.

Tronco cerebral. Conecta la médula espinal (recolector de impulsos de todo el organismo)

con el encéfalo. A su vez, está conectado con el cerebelo. Contiene anatómicamente la for-

mación reticular y funcionalmente los centros reguladores de funciones vegetativas como el

latir, la respiración y la digestión.

Formación reticular activadora FRA. No constituye una unidad anatómica, sino que es una

masa de tejidos formada por una fina red de fibras y neuronas de estructuras muy distintas

entre sí. Se ubican longitudinalmente en el centro del tronco y en el mesencéfalo. Todas las

fibras provenientes de los sentidos pasan por ella que, a su vez, se conecta con todas las

partes del subcortex (vía hipotálamo) y con el cortex (vía tálamo). En sí se analiza y evalúa la

información sensorial. En conjunto con los otros centros subcorticales transmite impulsos

―inespecíficos‖ (sensoriales) que modifican la reactividad de la corteza. Desde nuestro inte-

rés, aparece como el centro de gravedad del circuito alternante de los niveles de conciencia.

Hipotálamo. Ubicado por encima del tronco, es un núcleo nervioso endócrino, conectado al

cortex por el tálamo y a la hipófisis por numerosos capilares sanguíneos y fibras nerviosas.

Con esta última forman una estructura de interestimulación neurohormonal, a través de la

cual integra y coordina diversas funciones vegetativas autónomas en conjunto con todo el

sistema hormonal. En sí mismo, coordina la información (especialmente la cenestésica) entre

las distintas zonas encefálicas.

Hipófisis. Glándula endócrina compuesta por un lóbulo anterior, una parte intermedia (am-

bas de tejido glandular) y un lóbulo posterior (de tejido nervioso), cada una de funciones dis-

tintas. Es estimulada y regulada por hormonas hipotalámicas. Por el hipotálamo (feed-back)

se conecta con el encéfalo y el sistema nervioso en general: por otra parte, por vía san-

guínea regula y controla todo el sistema hormonal (y más específicamente estimula la tiroi-

des, las gónadas y las suprarrenales, y funciones tales como el crecimiento, diuresis y vaso

presión entre otras).

Tálamo. Transmisor de información proveniente del subcortex al cortex. Centro de control e

integración de impulsos, y reelevador de la tensión.

Sistema límbico. Antiguo sistema de regiones nerviosas ubicadas en el sub-cortex en el

que se asientan funciones emocionales y funciones vitales tales como la nutrición, la ve-

getativa en general y en parte la sexual. Esta estructura de funciones emotivo-vegetativa ex-

plica la sico-somasis. Entre otras estructuras de importancia incluye el hipotálamo.

Corteza o cortex. Capa encefálica más externa (2 mm. de espesor) o sustancia gris (cuer-

pos neuronales). Controla el centro límbico, la sensación y el movimiento en general (locali-

zación motriz) y es la base de las ―funciones superiores o pensantes‖ (intelectual) dada por

localizaciones multirrelacionadas de control y coordinación de respuesta, sobre la base del

rescate de información sensorial actual y de memoria.

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El subcortex comprende al sistema límbico, hipotálamo, tálamo y mesencéfalo. La sustan-

cia blanca es una masa de fibras conectivas (axones) entre la sub corteza y la corteza (sus-

tancia gris).

Funcionamiento de los niveles de conciencia

El sistema nervioso recibe la información acerca de los cambios en los medios externo e in-

terno, a través de los órganos de los sentidos. Ante estos cambios, lleva a cabo ajustes por

mecanismos efectores de respuesta que incluyen cambios en la secreción de hormonas y se

expresan por acción de los centros.

Las diferentes vías sensitivas llevan impulsos desde los órganos de los sentidos, mediante

cadenas de neuronas, a sitios particulares de interpretación y coordinación en la corteza ce-

rebral. Además de estos sistemas conductores, existe otro sistema de ingreso, la formación

reticular activadora (FRA) transmisor-modulador de impulsos provenientes de todos los senti-

dos (conductor inespecífico) que está ubicada en el eje central del tronco cerebral. Esta mo-

dulación de los impulsos sensoriales va a tener relación con nuestro tema: los niveles de

conciencia. La primera evidencia de que el encéfalo (masa cerebral) regula la generación de

impulsos sensoriales o su transmisión en las vías específicas, fue la observación de que la

estimulación de la FRA, inhibe la transmisión en diversos núcleos y vías nerviosas sensoria-

les. Esto demostró la existencia de mecanismos encefálicos capaces de aumentar o dismi-

nuir el volumen del aporte sensorial mediante efectos sobre sus vías o sobre los órganos de

los sentidos mismos. Efectos adicionales sobre el aporte sensorial fueron observados en ex-

perimentos de estimulación eléctrica de la FRA, en los que se liberaba adrenalina, que hace

descender el umbral de los receptores y aumenta la capacidad de transmisión nerviosa (en

las sinapsis) mecanismo también presente en los estados de alerta o emergencia.

Al mismo tiempo, experimentos más complejos evidenciaron una segunda función de la

FRA, al observarse que su actividad mantenía el estado de vigilia, en tanto que su inhibición o

destrucción producía indicadores de sueño y coma. Estando definida entonces la acción re-

guladora y moduladora de la FRA sobre el aporte y distribución de impulsos sensoriales en el

encéfalo, queda también claro su rol central en la manutención de una actividad cerebral

(cortical) característica del nivel vigílico, o su inhibición.

Por último, se suma a esto una acción similar de la FRA sobre los impulsos de respuesta

provenientes del encéfalo hacia el cuerpo, los que también pasan por ella, recibiendo una

―acción facilitadora‖ o ―supresora‖, según el nivel. De este modo, se esclarece aún más su

participación en el mantenimiento de la inercia de cada nivel y el rebote de estímulos que lo

modificarían.

Como resultante, la FRA aparece como el centro de gravedad en la regulación de los distin-

tos niveles de conciencia, los que a su vez corresponden a grados de integración creciente

de las funciones del sistema nervioso central que coordinan y regulan al sistema sensorial, al

sistema autónomo y a los demás sistemas orgánicos en conjunto con el sistema glandular.

Tales funciones se encuentran en el encéfalo, representadas por estructuras de complejidad

creciente que van desde las primitivas localizaciones vegetativas autónomas pasando por la

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emocional límbica hasta la intelectual en la corteza. Cada fracción o nivel integrado, va co-

rrespondiendo a un nuevo nivel de conciencia.

Como sabemos, estos niveles pueden ser en principio, de sueño, semisueño y vigilia. A

través del EEG podemos tener registro de la actividad eléctrica que cada uno genera denomi-

nándolas ―delta‖, ―theta‖, ―alpha‖ y ―beta‖, respectivamente, según su intensidad y amplitud.

Estos estados están sometidos a ciclos diarios (dependientes en gran medida de la luz) y

biorritmos vegetativos, variando además con la edad. En síntesis, que según la información

sensorial sobre el medio, el estado interno del organismo y el refuerzo hormonal, se dan dis-

tintos niveles de actividad e integración de las funciones reticulares para mantener un estado

de vigilia alerta; de las funciones del circuito límbico-mesencefálico que intervienen en el

mantenimiento de los equilibrios vegetativos (homeostáticos) y en la regulación de la conduc-

ta instintiva y emocional; y por último, de la corteza a cargo de las llamadas funciones su-

periores del sistema nervioso tales como el aprendizaje y el lenguaje.

Neurofisiológicamente, los niveles de conciencia corresponden a distintos niveles de traba-

jo del sistema nervioso central, los cuales están dados por la integración de funciones ner-

viosas cada vez más complejas que coordinan y regulan a los sistemas nerviosos periférico y

autónomo, y a los demás sistemas orgánicos en conjunto con el sistema glandular. En la di-

námica de los niveles de conciencia este factor intermedio de amplitud de trabajo del sistema

nervioso se conjuga con un factor externo dado por las características de los impulsos senso-

riales y con un factor interno sintético dado por la ―capacidad de transmisión‖ nerviosa. La

actividad eléctrica del cerebro (reflejo de su nivel de trabajo) fluctúa entre 1 ciclo/seg. (estado

delta) en el caso del sueño, hasta una frecuencia máxima no determinada, considerando en

este caso un límite funcional de 30 ciclos/seg. (estado beta) que corresponde a la vigilia acti-

va.

Franja de trabajo. Cada nivel de trabajo (estados theta, delta, alfa y beta) corresponde al

predominio o mayor porcentaje presente de un tipo de frecuencia (onda) y microvoltaje, sobre

los demás. Por último, estos niveles están, en general, sujetos a los ciclajes diarios típicos de

sueño, semisueño y vigilia. Vale destacar que con la edad, la onda dominante en reposo va-

ría, acelerándose hasta alcanzar el patrón alfa en el adulto.

Vías aferentes

Un estímulo sensorial genera impulsos que llegan a la corteza conjuntamente por la FRA y las

vías sensoriales. Estos procesan lentamente por la FRA (debido a sus múltiples relevos sináp-

ticos), hasta alcanzar extensas zonas de la corteza, mientras que los que siguen a las se-

gundas, se propagan con gran rapidez (dos a cuatro sinapsis solamente) hasta las áreas

primarias específicas del cortex. Los estímulos que producen despertar en la corteza (de sin-

cronización), producen frecuentemente hipersincronía en el sistema límbico (específicamente

hipocampo). Está de más decir que la disminución de los estímulos sensoriales externos (os-

curidad, silencio) predisponen al sueño; que los sistemas de tensiones y climas lo dificultan

(adrenalina presente por ejemplo); que el bajo tono (cansancio por ejemplo) lo induce. En

todo caso, los estímulos deben ser considerados (desde el punto de vista de los niveles de

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conciencia) cuantitativa y cualitativamente en su acción. Como características del impulso

aferente sensorio, se considerarían: su naturaleza o especificidad (receptor); su frecuencia;

su duración; su extensión; y su potencial de acción. Luego, los impulsos sensoriales que as-

cienden por las vías específicas alcanzan también la FRA en su vía ascendente, que los mo-

dula y regula según el estado de actividad en que se encuentran. Por otra parte, llega infor-

mación química general por vía sanguínea tanto a la FRA como a las demás estructuras ner-

viosas y glandulares del encéfalo.

a) Sueño. Cuando la FRA está inhibida (concomitantemente con un tono vegetativo general

bajo, poca actividad transmisora neuronal, e impulsos de escasa intensidad y/o calidad),

ejerce también una acción inhibidora sobre las estructuras encefálicas, especialmente la cor-

teza. Además, la FRA actúa como supresora o inhibidora de los impulsos sensoriales ascen-

dentes (y en casos, de los órganos de los sentidos mismos), determinando un predominio de

la información interna (cenestésica) por sobre la externa (proveniente del medio).

Sueño pasivo. En este nivel, la actividad supresora de la FRA bloquea las funciones cortica-

les y límbicas, y disminuye las de las otras estructuras subcorticales, reduciendo el trabajo

encefálico a sus funciones más primitivas. Esto corresponde a un nivel de sueño sin imá-

genes, con un patrón EEG delta, de baja frecuencia. En suma, este nivel integra el circuito

tronco-límbico en que los impulsos no excitan la corteza.

Sueño activo. A intervalos regulares distanciados, se activa el circuito tálamo-cortical, que

se suma al anterior produciéndose cortos períodos de sueño con ensueños, que producen

husos de actividad (desincronizaciones) en las ondas delta y que externamente se reconocen

por los movimientos oculares rápidos (MOR).

b) Semisueño. Nivel progresivo intermedio en que se activa la FRA desinhibiendo las es-

tructuras subcorticales e integrando gradualmente al sistema límbico y a la corteza, efecto

que es reforzado por la retroalimentación hipotálamo-cortical que se establece. Simultánea-

mente desbloquea las vías sensoriales específicas dándose un equilibrio inestable entre in-

formación externa e interna, e incrementando el trabajo encefálico, a partir del momento de

pasaje o ―despertar‖. El patrón EEG es de alta frecuencia y de poco voltaje y se denomina

theta. Se han integrado todas las estructuras encefálicas pero su nivel de actividad no es

completo y la capacidad transmisora nerviosa (sináptica) es aún relativa.

c) Vigilia. La FRA integra y ―facilita‖ los impulsos sensoriales y de asociación, manteniendo

el estado de excitación de la corteza que predomina sobre las funciones subcorticales, así

como los impulsos de los sentidos externos por sobre los internos. La capacidad transmisora

ha aumentado considerablemente. La actividad subcortical continúa, aunque atenuada, lo

que explicará en parte la base de numerosos hechos psicológicos como los ensueños y el

núcleo de ensueño.

Transformación de los impulsos

El encéfalo presenta distintos niveles que ordenamos así:

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a) Centro de gravedad del circuito. La FRA, que modula y regula el aporte de impulsos sen-

soriales y de asociación, la excitabilidad de la corteza y los impulsos eferentes de respuesta,

de un modo in específico.

b) Coordinador de estímulos. La corteza que opera básicamente como localización de las

funciones motriz e intelectual y la subcorteza que lo hace como localización de las funciones

vegetativa (instintiva) y emotiva (conductual), transforman los impulsos complejos específicos

y los relaciona elaborando impulsos efectores de respuesta, también específicos y comple-

jos.

c) Procesadores de estímulos. El tronco cerebral, cerebelo y mesencéfalo son núcleos ner-

viosos de confluencia de impulsos que producen un primer procesamiento simple, elaboran-

do respuestas autónomas reflejas también simples. Las demás estructuras nerviosas, apare-

cen básicamente, como vías conectivas conductoras de impulsos. Son: el tronco y mesen-

céfalo (en sus porciones fibrosas), el tálamo y la substancia blanca. Las vías específicas

permiten, a nivel cortical, la percepción discriminativa sensorial (función intelectual propia-

mente tal), mientras que la FRA tiene funciones relacionadas con los niveles de conciencia,

entre ellos el ―despertar‖, sin las cuales resultaría imposible tal discriminación sensorial y la

producción de respuestas efectivas.

Vías eferentes

Los impulsos provenientes de los distintos puntos encefálicos pasan también por la FRA en su

parte descendente, que los regula y modula según el estado de actividad en que se encuen-

tre. Otras vías eferentes estarán dadas por la hipófisis y el torrente sanguíneo y las fibras

directas del hipotálamo como válvula de conexión del encéfalo con el sistema glandular y el

organismo en general, para llevar a cabo las respuestas ordenadas en forma coordinada.

a) Sueño. En ambos tipos de sueño (pasivo y activo) los impulsos eferentes son inhibidos o

suprimidos por la FRA, en especial cuando comprometen funciones (motoras, por ejemplo)

que modificarían el nivel. El encéfalo, desde la subcorteza, mantiene latentes las funciones

vegetativas y básicas al ritmo mínimo que corresponde a tal momento de regeneración y re-

cuperación energética.

b) Semisueño. La variación eferente más notable en este caso, es la correspondiente al

momento del despertar en que el encéfalo envía estímulos que activan fuertemente todas las

funciones orgánicas, incrementando el caudal nervioso que circula. Participan dos mecanis-

mos químicos básicos que son la descarga masiva de adrenalina (que en retroalimentación

activa el encéfalo completo en su capacidad de transmisión nerviosa y a la FRA en particular)

y el cambio en la proporción sodio-potasio.

c) Vigilia. El ―incendio de corteza‖ producido por la FRA en este nivel, su acción ―facilitadora‖

y la integración de todas las funciones del sistema nervioso central, liberan estímulos en-

cefálicos eferentes que por las vías descriptas mantendrán todas las funciones propias de

este estado, expresándose en la forma conocida por todos los centros. Como caso particular,

se observa que al concentrarse la atención sobre un objeto particular, son puestos en mar-

cha algunos de estos mecanismos moduladores de la FRA. El resultado es que, en parte, el

estrechamiento del campo de presencia en este caso, se debe a que se ―apagan‖ algunos de

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los estímulos entrantes, antes de alcanzar la corteza. Como éste, hay muchos otros casos de

control central encefálico del aporte sensorio (kinestesia, por ejemplo). También dentro del

sistema de alerta, existen áreas corticales que (transformando y coordinando impulsos de

memoria) emiten impulsos de respuesta que provocan el despertar al desinhibir a la FRA, pe-

ro sin producir movimiento alguno.

Aspecto químico de la mecánica de los niveles (neurohormonal)

El sistema endócrino regula y coordina las diversas funciones del organismo, por medio de

las hormonas que las glándulas vierten al torrente sanguíneo. La participación glandular en el

fenómeno de los niveles de conciencia está regulada desde el hipotálamo (neuro-glándula),

localización encefálica del centro vegetativo. Éste actúa indirectamente vía hipófisis y en ca-

sos tales como los de alerta o emergencia, prescinde de ésta, enviando impulsos eferentes

directamente a las glándulas comprometidas en la elaboración de respuestas requeridas por

la situación en el medio. El caso más significativo es el doble circuito de seguridad que esta-

blece con las glándulas suprarrenales en la secreción de adrenalina. Como secundarios apa-

recen en el circuito la tiroides (tiroxina) y las gónadas. Esta relación con el sistema hormonal

nos va a interesar en cuanto a su participación en la actividad encefálica determinante de los

niveles de conciencia. Consideramos entonces aquellas sustancias que actúan de un modo

directo sobre las distintas estructuras encefálicas y/o la capacidad de transmisión de impul-

sos de las fibras conectivas. Atendiendo a estas sustancias en su acción como mediadores

sinápticos, y su grado de concentración en las distintas estructuras encefálicas obtenemos

otro punto de vista. Las modificaciones en el equilibrio sodio/potasio, el nivel de azúcar en la

sangre (insulina), el metabolismo del calcio y las secreciones tiroidea y paratiroidea entre

otras, aparecen como realimentadores químicos de mayor importancia en la dinámica de los

niveles de conciencia. La caída de la glucosa, del calcio, del potasio y el agotamiento de la

presencia de adrenalina, están todos relacionados con marcados desequilibrios funcionales

dentro de cada nivel, y en casos extremos producen estrés mental y emotivo. En contraste,

su metabolismo equilibrado va a corresponder también a una adecuada integración del traba-

jo de cada nivel. Por otra parte, y como aspectos secundarios, se observa que a cualquier

incremento de la presión sanguínea corresponde una mayor excitabilidad de la formación

reticular y consecuentemente su función activadora. Simultáneamente, concomitan también

el aumento de nivel (activación reticular y encefálica general) y el concurso de oxígeno, que

resulta máximo en el momento del despertar.

Centros

Las ―llaves de control‖ de tipo nervioso, se encuentran principalmente en lo que denomina-

mos aparato cerebro-espinal, que está compuesto por la masa encefálica y la médula espi-

nal. No se descuida la intervención endocrina, que en conexiones como hipotálamo-hipófisis,

determinan una íntima relación entre ambos sistemas. No obstante, en este trabajo, se acen-

túa la acción de lo nervioso. Si vemos a los sentidos con la característica general de ―traer‖

información de un medio (ya sea externo o interno), los centros resultan sistemas de res-

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puesta estructurados, aunque predomine uno de ellos frente a un estímulo dado. Así, la ínti-

ma conexión emotivo-vegetativo-sexual, hará que, aunque actuando principalmente uno de

ellos, se verán comprometidos también los otros. El aspecto endocrino actuará sobre todo en

los sistemas de respuesta lenta, conservando su actividad de modo inercial y manteniendo

además un nivel constante de actividad que se movilizará aumentando o disminuyendo se-

gún la oportunidad y el tipo de respuesta requerido y siempre relacionado con el sistema ner-

vioso. Este último tendrá características de respuesta veloz y tenderá a romper el equilibrio o

restablecerlo de modo veloz. Refiriéndonos ya a los ―centros de control‖, podemos dividirlos

por localización en tres grupos. Los de localización puramente cortical, los de localización

subcortical y los mixtos. Así ubicamos al centro intelectual en la corteza; al vegetativo y al

emotivo en la porción subcortical y al motriz y sexual en ambas. El orden de exposición, es el

siguiente: vegetativo, sexual, motriz, emotivo e intelectual.

Centro vegetativo

Franja. Desde el punto de vista de su actividad, filiamos: regulación de temperatura, del refle-

jo de la sed y el hambre; reacciones de defensa y regeneración; regulación del sistema di-

gestivo, respiratorio y circulatorio y actividad metabólica de la función locomoción y reproduc-

ción.

Órgano. Principalmente hipotálamo. Se compone de varios núcleos y está ubicado en el

troncoencéfalo, por debajo del tálamo. Muy cerca, y por debajo de él está la hipófisis, glándu-

la con la que se conecta directamente.

Vías aferentes. Transformacion. Vías eferentes

a) Vías aferentes: el hipotálamo recibe desde: la formación reticular, el hipocampo, la

amígdala, el tálamo, el núcleo lenticular, el bulbo olfatorio y fibras nerviosas con impulsos

sensorios.

b) Transformación: como ejemplo tomamos el reflejo del hacer: cuando el hipotálamo regis-

tra por intermedio de los osmoceptores y quimioceptores, la reducción en la concentración de

Cl Na. en la sangre produce un aumento de la hormona anti-diurética (HAD) que elaboran los

núcleos supraópticos hipotalámicos y que también almacena la neurohipófisis. Al liberarse

dicha hormona en el torrente sanguíneo, se producen reacciones en el riñón que contribuyen

a la retención de aguas. Otro ejemplo: al disminuir la concentración de corticol y corticoeste-

rona en el torrente sanguíneo, el hipotálamo estimula la liberación de la ACTH de la ade-

nohipófisis. A su vez, la ACTH estimula la glándula suprarrenal en la liberación de aquellos

glucocorticoides.

c) Vías eferentes: en complementación con la hipófisis y a través de ésta, por el torrente

sanguíneo a la tiroides, corteza suprarrenal y gónadas. Por vía nerviosa a la médula supra-

rrenal y por intermedio de las fibras hipotálamorreticulares a la formación reticular del tegu-

mento y de allí a los núcleos motores del bulbo y a las neuronas motoras medulares. A la

hipófisis desde los núcleos supraópticos.

Síntesis. Vemos al centro vegetativo básicamente como un regulador de las funciones vita-

les operando con mecanismos de equilibrio y servoregulación.

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Centro sexual

Franja. En cuanto a su actividad, referimos el centro sexual al acto sexual en sí, correspon-

diéndolo como ―carga y descarga‖.

Órgano. Son puntos de importancia: las gónadas, el centro espinal, la estructura hipotála-

mo-hipófisis y la localización cortical en el lóbulo occipital.

Vías aferentes. Transformación. Vías eferentes.

a) Vías de origen táctil difundido, que comprende las zonas erógenas y el tacto en general;

b) vías también táctiles pero de carácter concentrado y preciso del aparato genital; c) vía que

comprende estímulos de tipo sensoperceptual, mnémicos y de asociación cortico-

subcorticales-cenestésicos. Las dos primeras en parte conforman el reflejo corto espinal y

además recorren la médula pasando por el tálamo y la formación reticular para ir a la corteza.

Vías aferentes de tipo endocrino: tienen que ver con la producción y mantenimiento de un

nivel constante aunque cíclico de secreción de hormonas sexuales que movilizan según

oportunidad. Aquí, la estructura hipotálamo-hipófisis-gónadas (con participación de otras

glándulas) como principales elementos secretores.

b) Transformación: es de carácter complejo e intervienen: A) un reflejo medular corto; B) la

actividad de motoneuronas medulares que crean reflejos más largos, combinados con el an-

terior; C) los entrecruzamientos nerviosos de nivel subcortical; D) las proyecciones corticales

y sus interconexiones.

c) Vías eferentes: aquí se pueden considerar dos posibilidades: a) el acto sexual en sí; b)

cuando se produce la fecundación y sigue el proceso de gestación. Aquí consideramos el

primer caso. Procedentes de la interconexión córtico-subcortical descienden, a través de la

médula, haces del sistema autónomo que van a excitar el aparato genital facilitando la reali-

mentación estímulo-transformación-excitación, produciéndose simultáneamente un incremen-

to de la actividad, hasta llegar a un umbral de tolerancia en que se produce la descarga.

Síntesis. Ubicamos al centro sexual operando en los mecanismos de la función reproduc-

ción. Esta actividad es en el individuo la expresión del instinto de conservación de la especie

con sus mecanismos: acto sexual, fecundación, gestación y parto.

Centro motriz

Franja. La movilidad del individuo en el espacio, que consiste en movimientos voluntarios e

involuntarios actuando el sistema óseo y el muscular coordinados por y con el sistema ner-

vioso.

Órgano. El centro motriz que coordina estas actividades se encuentra a nivel de: a) corte-

za, en los lóbulos pre-frontales de la corteza, centro de los movimientos voluntarios; b) médu-

la espinal, actuando como centro de los movimientos involuntarios, arcos reflejos cortos y

como la conectiva entre los receptores y la corteza; c) cerebelo, que coordina los movi-

mientos (equilibrio).

Vías aferentes. Transformación. Vías eferentes

En un primer nivel estudiamos el sistema del reflejo corto.

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a) Vías aferentes: del receptor por la fibra sensitiva al ganglio pre-espinal que actúa como

retensor, a la médula donde opera la primera transformación.

b) Vías eferentes: de la médula al ganglio postespinal y por la fibra neuromotora al efector.

En el segundo nivel, encontramos: del receptor por vía aferente a la médula, de ahí por las

fibras neuromotoras (haces piramidales y extrapiramidales) a la corteza pasando por el cere-

belo. En las localizaciones corticales sucede la segunda transformación y sale por las vías

eferentes al hipotálamo conectado con la hipófisis, a la médula y de ahí al efector, en este

caso los músculos.

Síntesis. El centro motriz es un transformador de estímulos sensoriales eléctrico-nerviosos

que da respuestas de movilidad al individuo para la adaptación a su medio y su super-

vivencia.

Centro emotivo

Franja. Corresponde a lo que habitualmente reconocemos como sentimientos, estados de

ánimo, pasión (con su implicancia motriz) e intuición. Interviene como el ―gusto‖ o ―disgusto‖

que puede acompañar una actividad cualquiera.

Órgano. La actividad principal la filiamos en el centro límbico, que se ubica en el diencéfalo

o rinencéfalo y que está compuesto por: el septum (núcleos septales del hipotálamo), los nú-

cleos anteriores del tálamo, la circunvolución del hipocampo, la parte anterior del hipocampo

y la amígdala.

Vías aferentes. Transformación. Vías eferentes

a) Vías aferentes: las principales vías aferentes son: la vía olfativa que se conecta directa-

mente con la amígdala y las fibras sensorias que llegan al centro límbico a través de la for-

mación reticular. También fibras provenientes de la corteza, lóbulo frontal y temporal y el hi-

pocampo, llegan a la amígdala. Del bulbo olfatorio una de sus ramas va también al septum.

b) Transformación: los estímulos aferentes (impulsos) producen modificaciones quimioeléc-

tricas en el centro límbico que tienen como respuesta una inmediata modificación viscero-

somática, (relación estructural con el hipotálamo), incluyendo las áreas corticales. La activi-

dad del centro límbico integra a su vez una expresión estructural emotivo-vegetativo-sexual.

c) Vías eferentes: estas modificaciones se expresan no sólo internamente a nivel qui-

mioeléctrico y hormonal, sino que también modifican la actividad conductual del sujeto. Un

elemento que expresa claramente esto es el motriz. Además, desde el centro límbico, se

proyectan fibras por el hipotálamo que son enviadas a los centros autónomos bulbares y a la

formación reticular del tallo cerebral y de aquí por las motoneuronas somáticas, se inervan

los órganos correspondientes como también los músculos.

Síntesis. A la actividad del centro emotivo se la puede definir como ―sintética‖. Integrando

no sólo su área específica, con características neurohormonales propias, sino además ele-

mentos de lo vegetativo y del sexo. Su localización y conexión (tálamo-hipotálamo-formación

reticular) nos permite comprender su actividad difundida aún en casos de características ―no

emotivas‖, y su acción prolongada más allá del impulso inicial.

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Centro intelectual

Franja. Las actividades de aprendizaje en general, la relación de datos, la elaboración de

respuestas, (más allá de la respuesta reactiva), la relación de estímulos de diversos oríge-

nes.

Órgano. Localizamos este centro en la corteza cerebral, constituida por sustancia gris. Se

divide habitualmente en tres capas de dentro hacia afuera: arquicortex (es la capa filo-

genéticamente más antigua); paleocortex (es la capa intermedia); neocortex (es la capa más

reciente). A su vez, superficialmente se divide en correspondencia con los cuatro lóbulos ce-

rebrales: frontal, en la parte anterior; parietal, en la parte superior media; temporal, en la par-

te inferior media; y occipital, en la parte posterior.

Vías aferentes. Transformación. Vías eferentes

a) Vías aferentes: las principales vías aferentes son las que componen las vías sensitivas y

son aferentes de lo que se denomina corteza sensórea que predomina en el lóbulo parietal y

occipital y en menor grado en el temporal y frontal. Son aferentes: el tálamo, el hipocampo, el

hipotálamo, la formación reticular y el cerebelo.

b) Transformación: de este punto nos damos una idea al ver las interconexiones corticales.

A grandes rasgos encontramos una de las funciones complejas en el lóbulo parietal con el

caso de la estereognosis (reconocimiento táctil sin la visión), en que se requiere de una ade-

cuada recepción del estímulo (transmisión); esta información es sintetizada y comparada con

huellas mnémicas sensoriales similares anteriores para así reconocer el objeto dado.

c) Vías eferentes: además de las conexiones intercorticales las vías eferentes se dirigen en

general a la subcorteza y principalmente al núcleo caudado; a la protuberancia y cerebelo; al

mesencéfalo; al tálamo; a la formación reticular y a los cuerpos mamilares (hipotálamo).

Síntesis. Advertimos en este centro una especialización máxima en el hombre respecto al

resto de los mamíferos y de otras especies. Su función principal de asociación y elaboración,

junto con la característica de diferir su respuesta ante el estímulo, parecen dar una idea ge-

neral de este centro.

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PSICOLOGÍA II

Este es un resumen realizado por los asistentes a las explicaciones que Silo dio en Las Palmas de Canarias, España, a mediados de agosto de 1976. Aquí se conservan algunos pasajes que respetan el estilo coloquial de los desarrollos y esto marca una importante diferencia con Psico-logía I. Por otra parte, en este trabajo se retoma la temática de aquellos apuntes reenfocándolos

a la luz de las teorías de los impulsos y del espacio de representación.

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LAS TRES VÍAS DE LA EXPERIENCIA HUMANA: SENSACIÓN, IMAGEN Y RECUERDO.

La experiencia personal surge por la sensación, por la imaginación y por el recuerdo. Desde

luego que también podemos reconocer sensaciones ilusorias, imágenes ilusorias y recuerdos

ilusorios. Aún el yo se articula merced a la sensación, la imagen y el recuerdo. Y cuando el

yo se percibe a sí mismo, también trabaja con estas vías, sean verdaderas o ilusorias. Se

reconocen las mismas vías para toda operación posible de la mente. En estas vías cualquie-

ra admite la existencia de errores, la existencia de ilusiones, pero es más difícil admitir la ilu-

sión del yo, aunque tal cosa es también comprobable y demostrable.

Las tres vías del sufrimiento y aquello que registra el sufrimiento, son para nosotros temas

de especial interés. Examinaremos pues la sensación, la imagen y el recuerdo y también

aquello que registra y opera con ese material, a lo cual se le llama ―conciencia‖ (o ―coordina-

dor‖) y que a veces es identificado con el yo. Estudiaremos las tres vías por las que llega el

sufrimiento y estudiaremos también a la conciencia que registra el sufrimiento.

Por vía de la sensación, de la imaginación y del recuerdo, se experimenta dolor. Hay ―algo‖

que experimenta este dolor. Este ―algo‖ que lo experimenta, es identificado como una entidad

que, aparentemente, tiene unidad. Esta unidad que registra el dolor, está dada básicamente

por una suerte de memoria. La experiencia del dolor es cotejada con experiencias anteriores.

Sin memoria no hay cotejo, no hay comparación de experiencias.

Las sensaciones dolorosas son cotejadas con sensaciones dolorosas anteriores. Pero algo

más: las sensaciones dolorosas son proyectadas también, son consideradas en un tiempo

que no es el actual, en un tiempo futuro. Si se recuerdan las sensaciones dolorosas o si se

imaginan las sensaciones dolorosas, de este recordar y de este imaginar también se tiene

sensación. No podría la memoria provocar dolor, no podría la imaginación provocar dolor si

de la memoria y de la imaginación no se tuviera también sensación. No sólo por la vía de la

sensación primaria directa se tiene registro, sino que también por vía de la memoria se tiene

registro, se tiene sensación. Y por vía de la imaginación se tiene sensación. La sensación

entonces invade el campo de la memoria, invade el campo de la imaginación. La sensación

cubre todas las posibilidades de esta estructura que experimenta el dolor. Todo está traba-

jando con sensación y con algo que experimenta, con algo que registra esta sensación. Se

llame ya más detalladamente sensación propiamente tal, se llame memoria, se llame imagi-

nación, siempre la sensación está a la base; la detección de un estímulo está a la base y al-

go que registra ese estímulo está en el otro punto, en el otro extremo de esa relación.

Entre un estímulo y algo que registra ese estímulo, vamos a tener configurada esa primera

estructura. Y parece que esa estructura va a moverse, tratando de evitar esos estímulos do-

lorosos. Estímulos que llegan y que son detectados; estímulos que son almacenados; nuevas

situaciones que se presentan y acción de esa estructura para evitar esos nuevos estímulos

que están relacionados con datos anteriores. Estímulo que llega a un punto que recibe ese

estímulo y desde ese punto, respuesta al estímulo. Si el estímulo que llega a ese punto es

doloroso, la respuesta tiende a modificar ese estímulo. Si el estímulo que llega a ese punto

no es doloroso sino que se experimenta como placentero, la respuesta tiende a hacer per-

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manecer ese estímulo. Es como si el dolor quisiera el instante y el placer quisiera eternidad.

Es como si hubiera, con esto del dolor y del placer, un problema de tiempos para aquel punto

que lo registra. Se trate de estímulos dolorosos o placenteros esos estímulos se almacenan,

se guardan en ese aparato regulador de tiempo que nosotros llamamos ―memoria‖. A estos

estímulos que llegan, nosotros les llamamos ―sensaciones‖, pero esos estímulos que llegan,

llegan no sólo de lo que podríamos llamar ―mundo externo‖ al centro de registro, sino también

llegan del mismo ―mundo interno‖ al aparato de registro. Ya hemos visto que se puede recor-

dar lo doloroso, se puede recordar lo placentero. Ya hemos visto que se puede imaginar lo

doloroso, se puede imaginar lo placentero. Y esto de recordar y de imaginar, no está ligado a

la sensación externa tan estrechamente como las otras sensaciones primarias directas.

El esquema es simple: un estímulo que llega, una respuesta que se da. Pero no simplifi-

quemos tanto como para considerar a los estímulos que llegan como pertenecientes exclusi-

vamente al mundo externo de esa estructura. Si también hay estímulos en el mundo interno

de esa estructura, también debe haber respuestas en el mundo interno de esa estructura. La

sensación en general, tiene que ver con el registro, con lo que llega a la estructura. La imagi-

nación, en cambio, tiene que ver con lo que esa estructura hace para acercarse al estímulo si

fuera placentero o alejarse del estímulo si fuera doloroso. Ya en esa imagen está planteada

la actividad frente a los estímulos que llegan a esa estructura. En su momento, veremos más

detenidamente esto de la función con que cumple la imagen.

La memoria, en la medida en que entrega datos placenteros o dolorosos, moviliza también

a la imaginación y esta imaginación moviliza a esa estructura en una dirección o en otra. Es-

tamos contando con un estímulo que llega, una estructura que recibe ese estímulo y una

respuesta que da esa estructura. Este es un esquema muy simple: estímulo-aparato de re-

cepción-centro de respuesta.

El centro de respuesta hace que frente al estímulo se movilice esa estructura, no en cual-

quier dirección sino en una dirección más o menos precisa, y reconocemos distintas activida-

des para responder a esos estímulos, distintas direcciones, distintas posibilidades de res-

puesta. Distinguimos pues entre distintos centros posibles para dar respuestas posibles a

distinto tipo de estimulación. Desde luego que todos estos centros de respuesta van a estar

movidos en su base por el dolor y por el placer, pero en la actividad se van a manifestar las

respuestas de distinto modo según que actúe un centro u otro. A este mundo de estímulos

que llega le vamos a llamar el ―mundo de la sensación‖. A esto que se expresa hacia el mun-

do de la sensación le vamos a llamar ―respuesta‖ (lo que responde al mundo de la sensación,

será llamado ―centro de respuesta‖). Como las respuestas son numerosas y diferenciadas y

cada sistema de respuesta tiene su rango propio, vamos a distinguir diversos centros de res-

puesta.

A toda esta estructura que engloba el registro de la sensación y la respuesta a esas sen-

saciones que llegan, a toda esta estructura que se manifiesta la vamos a llamar ―comporta-

miento‖. Y vamos a observar que este comportamiento no se manifiesta de una manera

constante, sino que sufre numerosas variaciones según el estado en que se encuentre esa

estructura, según el momento en que se encuentre esa estructura. Hay momentos en que

esa estructura percibe con más nitidez el estímulo doloroso. Hay momentos en que parece

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no percibirlo en absoluto. Hay momentos en que esa estructura parece que estuviera desco-

nectada de esas sensaciones, que no tuviera registro de las sensaciones dolorosas. Esto de

registrar con mayor o menor intensidad las sensaciones que llegan y esto de lanzar respues-

tas con mayor o menor intensidad a esos estímulos que llegan, va a depender del estado

general de la estructura. A ese estado lo llamaremos genéricamente ―nivel de trabajo‖ de esa

estructura. Este nivel, según se esté en un momento o en otro de su proceso, va a permitir

que se den respuestas más aceleradas, más intensas, respuestas menos aceleradas, res-

puestas apagadas.

Vamos a ponernos a revisar nuestros esquemas.1

No se explica mucho cuando se dice que el ser humano hace determinadas cosas para sa-

tisfacer sus necesidades. El ser humano hace determinadas cosas para evitar el dolor. Lo

que sucede es que tales necesidades si no son satisfechas provocan dolor. Pero no es que

alguien se mueva por una idea abstracta de satisfacer sus necesidades. Si alguien se mueve

es por el registro del dolor. Estas cosas suelen confundirse bastante y parece que estas ne-

cesidades primarias, si no se satisfacen, son las que dan mayor dolor. Es tan dolorosa la

sensación de hambre como otros tipos de sensaciones que, si no se satisfacen, van provo-

cando una tensión cada vez mayor. Por ejemplo, si a un ser humano se le violenta o quema

alguna parte de su cuerpo, experimenta dolor y, por cierto, trata de dar respuestas a este

dolor para que cese. Esta es una necesidad tan grande como la de alimentarse, como la de

comer, esto de hacer algo para evitar que se intensifique la sensación dolorosa. En este ca-

so, este ser humano va a tratar de huir de aquello que ponga en peligro la estructura de su

cuerpo. A veces, alguien tiene registros dolorosos de hambre y no tiene hambre. Piensa en el

hambre que podría tener, piensa en el hambre que podría tener otro y el hambre que podría

tener otro le da a él un registro doloroso, pero ¿qué registro doloroso le da?, ¿acaso un re-

gistro doloroso físico? No exactamente. El puede recordar el hambre, él está hablando del

dolor del hambre, pero él no registra el dolor del hambre, él registra otro tipo de dolor. Y ese

registro que tiene del dolor, lo puede movilizar enormemente.

Por vía de la imagen, por vía del recuerdo, él puede experimentar también una gama im-

portante de dolores y también de placeres. El sabe que alimentándose, satisfaciendo sus

necesidades inmediatas, se produce esa particular distensión en su estructura. Y el sabe que

es interesante repetir esa distensión cada vez que esa tensión aumenta. Se aficiona a de-

terminadas formas de alimentación, se habitúa a ciertas experiencias relajadoras de tensio-

nes.

El estudio de los centros permite diferenciar actividades que el ser humano realiza, tratan-

do primariamente de satisfacer sus necesidades. Por otra parte, los niveles de conciencia

explican la variación de aquellas actividades conforme toda la estructura esté actuando vigíli-

camente, en semisueño, o en sueño.

Y vamos a observar en esta estructura, un comportamiento que es la forma en que ésta se

va a expresar frente a los estímulos y según esté operando un determinado nivel de concien-

cia.

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LA ESPECIALIZACIÓN DE LAS RESPUESTAS FRENTE A LOS ESTÍMULOS EXTERNOS E

INTERNOS. LOS CENTROS.

Con la idea de ―centro‖ se engloba el trabajo de diferentes puntos físicos, a veces muy sepa-

rados entre sí. Es decir, que un centro de respuesta resulta de una relación entre distintos

puntos del cuerpo. Si hablamos del centro del movimiento advertimos que no está ubicado en

un lugar físico preciso sino que corresponde a la acción de muchos puntos corporales. Y lo

mismo va a pasar con operaciones más complejas que las simples operaciones de respuesta

del cuerpo. Cuando se habla de las emociones en el ser humano, da la impresión de que

hubiera un punto desde el cual se manejaran todas las emociones. Y eso no es así. Hay nu-

merosos puntos que son los que al trabajar coordinadamente, provocan esa respuesta que

vamos a llamar ―emotiva‖.

Así pues, los aparatos que controlan la salida de los impulsos hacia el mundo de la res-

puesta, son los que conocemos como ―centros‖. El mecanismo de estímulo y respuesta refle-

ja se va complejificando hasta que la respuesta se hace diferida y van interviniendo circuitos

de coordinación capaces de canalizar las respuestas, precisamente, por distintos centros. Así

es que la respuesta diferida ha hecho numerosos recorridos antes de efectuarse hacia el

mundo externo.

Diferenciamos entre un estímulo que puede llegar desde los sentidos a la conciencia, del

impulso que puede llegar desde la memoria. En este segundo caso se verifican numerosas

operaciones y de acuerdo al nivel de la señal elaborada en la conciencia, se selecciona la

salida por un centro u otro. Ejemplificando. Damos un golpe en una parte de la pierna, en la

rodilla, y la pierna se mueve sin necesidad de que ese estímulo pase por los complicados

mecanismos de conciencia que elaboran finalmente su señal en forma de imagen, imagen

que va buscando el nivel correspondiente en el sistema de representación y de ahí actúa so-

bre el centro adecuado para volcar la respuesta al mundo. Es cierto que en la respuesta re-

fleja, casi simultáneamente con ella, se configura una imagen, pero el estímulo ha pasado

limpiamente desde el aparato de recepción al centro. Tomando ahora la señal que se desdo-

bló como imagen se puede seguir su transformación hasta llegar como impulso a la memoria,

allí archivarse y volver al mecanismo de coordinación en el que se elabora una nueva imagen

y aunque el estímulo haya desaparecido ya (cuando se efectuó la respuesta refleja), desde la

memoria se puede seguir enviando información, manteniendo una imagen que, a su vez, re-

fuerza la actividad del centro de salida.

Los centros trabajan estructurados entre sí y con registros propios (al par del registro gene-

ral que tiene el coordinador), por la información que llega desde los sentidos internos en el

momento de accionar en el medio y también por las conexiones entre los centros y el coordi-

nador. También se tiene conciencia de lo que va pasando con la actividad de los centros, por

cuanto los centros al efectuar trabajos de respuesta también dan señal interna al aparato de

sensación. Así pues, los centros pueden seguir dando señal de respuesta; pueden detener

esa señal de respuesta; la señal en cuestión que llega a los centros puede correrse y buscar

otro canal, etcétera, gracias a que en la misma salida hay una vuelta de la señal hacia un

aparato interno que registra lo que está pasando con la respuesta. Así pues, si lanzo mi

mano en una dirección, esta mano podría seguir de largo; podría no llegar al objeto; podría

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cometer numerosos errores si es que de este movimiento no fuera teniendo también sensa-

ción interna, al par que voy teniendo sensación por los otros sentidos que van registrando las

diversas operaciones. Ahora, si tuviera que empujar delicadamente este libro que está delan-

te de mí sobre la mesa tendría que regular el impulso de mi mano porque si me equivocara

en esto, el libro podría caer al suelo. Es más, la resistencia que este libro me presenta me

indica cuanta presión tengo que ejercer y a esto lo voy sabiendo gracias a la respuesta. Es

decir, la acción motriz que desarrollo sobre el libro encuentra una determinada resistencia de

la cual tengo sensación interna, gracias a esa sensación interna voy regulando la actividad.

Así es que se tiene sensación de la actividad de los centros de respuesta.

El centro vegetativo es la base del psiquismo en el que se activan los instintos de conser-

vación individual y de la especie y que excitados por señales correspondientes de dolor y

placer se movilizan en defensa y expansión de la estructura total. De tales instintos no tengo

registro sino por determinadas señales. Tales instintos se manifiestan fuertemente en el mo-

mento en que se compromete una parte o la totalidad de la estructura. También el centro ve-

getativo se moviliza por imágenes, pero imágenes de registro cenestésico. Y estas imágenes

vienen promovidas por el estado de sueño o de fatiga, por ejemplo. Se tiene registro cenes-

tésico de este estado, se tiene registro cenestésico de lo que luego se va a convertir en sen-

sación de hambre; se tiene registro del reflejo del sexo. El registro cenestésico aumenta en

caso de enfermedad, pero también en caso de ausencia de sensaciones externas. Este cen-

tro da respuestas compensadoras, equilibradoras, a esos impulsos cenestésicos que van

llegando de distintas partes de la estructura. Aún cuando la señal sensorial vaya al centro

vegetativo y dé respuesta, esa señal puede actuar también sobre la memoria y de memoria

llegar a coordinación y tener conciencia de esas señales. Pero no es la conciencia de esas

señales la que moviliza la respuesta del centro vegetativo.

El centro sexual es el colector y distribuidor energético principal que opera por concentra-

ción y difusión alternadas, con aptitud para movilizar la energía en forma localizada o en for-

ma difundida. Su trabajo es voluntario y también involuntario. Y pasa un poco como con el

centro vegetativo, del cual a su vez es una especialización, la especialización más inmediata.

La tensión en este centro da fuertes registros cenestésicos y desde él se distribuye la ener-

gía al resto de los centros. La disminución de la tensión en el centro sexual se produce por

descargas propias de este centro, por descargas a través de los demás centros y por trans-

misión de señal a la conciencia que la convierte en imagen. También puede colectar tensio-

nes del cuerpo y de los otros centros ya que está fuertemente ligado al aparato vegetativo, el

cual toma las señales de todos los impulsos cenestésicos. La estructura vegetativo-sexual,

es la base a partir de la cual se organizan todos los centros y, por tanto, todo el sistema de

respuestas. Y esto es así porque aquellos están ligados directamente a los instintos de con-

servación individual y de conservación de la especie. Esta base instintiva es la que nutre el

funcionamiento de todos los otros sistemas de respuesta. Fallando esta base de respuestas

sobre la que se asientan los otros aparatos de respuesta, se registrarán perturbaciones en

toda la cadena de respuestas.

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El centro motriz actúa como regulador de los reflejos externos y de los hábitos del movi-

miento. Permite el desplazamiento del cuerpo en el espacio trabajando con tensiones y rela-

jaciones.

El centro emotivo es el regulador y sintetizador de respuestas situacionales mediante su

trabajo de adhesión o rechazo. De ese trabajo del centro emotivo se registra esta particular

aptitud del psiquismo para experimentar las sensaciones de acercarse a lo placentero o de

alejarse de lo doloroso, sin que por esto el cuerpo necesariamente actúe. Y puede suceder

que no exista referencia objetal externa y sin embargo se experimente la emoción del recha-

zo o el estado de adherencia, porque se trataría de objetos de la propia representación que

provocan (por el surgimiento de imágenes), disparos del centro emotivo. Ejemplificando, no

habría que huir, ya que no existe peligro objetal, sin embargo se está huyendo del ―peligro‖

de la propia representación.

El centro intelectual responde a impulsos de los mecanismos de conciencia conocidos co-

mo abstracción, clasificación, asociación, etcétera. Trabaja por selección o confusión de imá-

genes, en una gama que va desde las ideas a los distintos tipos de imaginación, dirigida o

divagatoria, pudiendo elaborar formas de respuesta como imágenes simbólicas, sígnicas y

alegóricas. Aunque éstas parecen abstractas e ―inmateriales‖ de ellas se tiene registro sen-

sorial interno y se las puede recordar, seguir su transformación en una secuencia y registrar

sensaciones de acierto o error.

Existen diferencias de velocidad en el dictado de respuestas al medio. Tal velocidad es

proporcional a la complejidad del centro. Mientras el intelecto elabora una respuesta lenta, la

emoción y la motricidad lo hacen con más velocidad, siendo la velocidad interna del funcio-

namiento vegetativo y del sexo, considerablemente mayor a la velocidad de los otros centros.

El funcionamiento de los centros es estructural. Esto se registra por las concomitancias en

los otros centros cuando uno está actuando como primario. Al trabajo intelectual lo acom-

paña un tono emotivo, por ejemplo cierto agrado por el estudio que se está efectuando y que

ayuda a mantenerse en el trabajo. Mientras, en este caso, la motricidad se reduce al mínimo.

Así es que al trabajar el centro de respuesta intelectual, el mantenimiento de la carga lo hace

la emotividad pero en desmedro del centro contiguo que es el motriz y que tiende a inmovili-

zarse a medida que se acentúa el interés intelectual. Si se tratara de la recomposición vege-

tativa por enfermedad, el sujeto experimentaría fatiga o debilidad y toda la energía iría a la

recuperación del cuerpo. Tal centro trabajaría plenamente para dar respuestas internas equi-

libradoras y la actividad de los otros centros se reduciría al mínimo.

Los centros pueden trabajar en disfunción, lo que ocasiona también errores de respuesta.

Las contradicciones en el trabajo entre centros surgen cuando las respuestas no se organi-

zan estructuradamente y los centros disparan actividad en direcciones opuestas entre sí.

Estos centros que vamos separando para su mejor comprensión en realidad están traba-

jando en estructura circulando entre ellos energía psicofísica o, más simplemente, energía

nerviosa. En general, cuando la actividad aumenta en unos centros, disminuye en otros. Es

como si siempre trabajáramos con una determinada carga. Y entonces, con esa misma can-

tidad de carga, cuando unos trabajan más los otros tendrán que trabajar menos. Cuando al-

guien corre el centro motriz trabaja máximamente, pero el centro vegetativo debe regular

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funciones internas. La emotividad puede incluso ser el motivo de esa carrera, de esa persona

que corre. Y el corredor, por último, puede estar haciendo operaciones intelectuales. Ejem-

plifiquemos: está corriendo porque alguien lo persigue y mientras corre está buscando por

donde deslizarse con mayor facilidad, está buscando el modo de escapar de aquella cosa

amenazante que va tras él. Así es que son muchas las cosas que se podrían hacer mientras

se corre. Lo más ponderable, en este caso, es la actividad motriz. La energía en el intelecto

disminuye cada vez que el centro motriz se pone en marcha. En nuestro ejemplo, es bastan-

te difícil andar corriendo mientras a uno le persiguen y hacer cálculos matemáticos si-

multáneamente. Algo pasa en el intelecto mientras se está movilizando el centro motriz, pero

eso no quiere decir que desaparezca su actividad. En el sexo prácticamente esa energía está

anulada y en la emotividad esa energía actúa pero de un modo variable de acuerdo a la in-

citación que ha puesto en marcha esa carrera. Si una persona efectúa complejas operacio-

nes matemáticas, su centro vegetativo tenderá a aquietarse. O bien se aquieta el centro ve-

getativo o bien se dejan de hacer operaciones intelectuales.

Todas estas consideraciones tienen importancia práctica porque explican que la sobreacti-

vidad de un centro disminuye la actividad de los otros centros, particularmente de los centros

que llamamos contiguos.

Hemos dado un orden a los centros hablando del intelectual, el emotivo, el motriz, el sexual

y el vegetativo. Consideramos contiguos a los centros que en ese orden están lateralmente

colocados frente al centro dado. Decíamos que la sobreactividad de un centro disminuye la

actividad de los otros, particularmente la actividad de los centros contiguos. Esto último per-

mite comprender, por ejemplo, que los bloqueos emotivos o las sobrecargas sexuales pue-

dan modificarse desde una determinada actividad del centro motriz. Ese centro motriz actúa

―catárticamente‖ (es la primera vez que vamos a usar esa palabra, que luego usaremos mu-

cho), descargando tensiones. También explica que la actividad negativa del centro emotivo,

por ejemplo la depresión (que no es una sobrecarga sino lo contrario), hace disminuir la car-

ga intelectual y hace disminuir también la carga motriz. Y una carga positiva en el mismo

centro, el entusiasmo por ejemplo (a diferencia de la depresión), puede rebasar el centro

emotivo y producir sobrecarga en los contiguos: sobrecarga intelectual y sobrecarga motriz.

Es claro que cuando un centro se desborda y da energía también a otros lo está haciendo

en desmedro de algún otro centro, porque la economía energética del conjunto es más o me-

nos constante. Así que de pronto un centro se desborda, ―se llena de entusiasmo‖, empieza a

lanzar energía a sus centros contiguos, pero alguien está perdiendo en eso. Al final termina

por descargarse ese centro al cual se le está succionando toda la energía y de la cual usu-

fructúan los demás. Ese centro termina por descargarse y esta descarga empieza a invadir a

los otros centros hasta que, finalmente, todos ellos se descargan. En ese sentido, si tuviéra-

mos que hablar de un centro que da energía a toda la maquinaria, hablaríamos del centro

vegetativo.

El centro sexual es un colector importante de la energía psicofísica. El va a ponderar la ac-

tividad de todos los otros centros influyendo en ellos de un modo manifiesto o tácito. Por lo

tanto, estará incluido hasta en las actividades superiores de la conciencia, en las actividades

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más abstractas. Y hará que esa conciencia busque en una u otra dirección abstracta pero

experimentando un especial gusto o un especial disgusto por esas direcciones.

Independientemente de los estímulos que van llegando del mundo externo, los centros tra-

bajan con un ciclaje característico. Cuando los estímulos llegan, el ritmo normal que tiene un

centro se ve modificado pero luego retoma su nivel de trabajo con el ritmo que le es propio.

Estos ciclos y ritmos son diferentes y producen ciertas repeticiones características. Reco-

nocemos los ciclos respiratorios, los ciclos circulatorios, los ciclos digestivos. Pertenecen al

mismo centro, pero no es que el centro vegetativo tenga un solo ritmo sino que en ese centro

se verifican distintas actividades y cada una de ellas tiene distinto ritmo. A ese tipo de ritmos,

como los que hemos mencionado, se los conoce como ciclos cortos. Así mismo, existen ci-

clos diarios y otros de mayor amplitud. Hay ciclos de etapa biológica. El trabajo cotidiano, por

ejemplo, está organizado de acuerdo a edades y es inadecuado poner a un niño de cinco

años, o a un señor de 80, en actividades propias de personas jóvenes adultas.

Debemos agregar, por último, que la actividad de los centros se registra en ciertos puntos

del cuerpo aunque esos puntos no sean los centros. El registro del centro vegetativo, por

ejemplo, es un registro corporal interno, difuso. Cuando uno siente su cuerpo lo experimenta

de modo difuso y no sólo en una parte o zona precisa. El registro del sexo se experimenta en

el plexo sexual. El registro de algunas emociones se verifica en el plexo cardíaco y en la zo-

na respiratoria. El trabajo intelectual se experimenta en la cabeza (―se piensa con la cabeza‖,

se dice). Y no se debe confundir aquello que moviliza las actividades, con el registro de esas

actividades. Lo que moviliza actividades es llamado por nosotros ―centro‖ y tiene su base

neuroendócrina dispersa, mientras que el registro de las actividades de los centros se expe-

rimenta preferentemente en algunos puntos localizados del cuerpo.

NIVELES DE TRABAJO DE LA CONCIENCIA. ENSUEÑOS Y NÚCLEO DE ENSUEÑO.

Recordando el esquema que planteamos anteriormente, no había más que una estructura,

un sistema de estímulos y un centro que daba una respuesta a esos estímulos. Ese centro

luego se especializaba en distintas franjas, eran franjas de actividades de respuesta frente a

los estímulos. Y entonces distinguíamos distintos centros, pero sabíamos también que estos

centros variaban en la respuesta no sólo por variación de estímulos, sino que variaban en la

respuesta por el estado en el cual se encontraban ellos mismos. A ese estado en el que se

encontraban los centros en un momento dado, le llamábamos nivel de trabajo. Ese nivel de

trabajo, por lo tanto, iba modulando la actividad del centro en sus respuestas. Si el nivel de

trabajo era alto, la respuesta hacia el mundo era más eficaz, más manifiesta. Si el nivel de

trabajo era bajo, la respuesta hacia el mundo no era tan eficaz.

En esta estructura encontramos el nivel de vigilia que favorece la actividad hacia el mundo

externo. Por otra parte, encontramos al sueño como un nivel que aparentemente bloquea la

respuesta al mundo externo, aún cuando los estímulos parecen llegar plenamente al dur-

miente. Y hay un nivel intermedio, el de semisueño, por el cual se transita al conectar y des-

conectar con el mundo externo.

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Hablamos de los niveles de trabajo y nos referimos a ellos como la movilidad interna que

tiene la estructura de la conciencia para responder a los estímulos. Estos niveles tienen su

propia dinámica y no se los puede considerar como simples compuertas que se cierran o

abren. En realidad, mientras se está trabajando en un nivel, en los otros niveles sigue exis-

tiendo movilidad con energía más reducida. Es decir que si nos encontramos, por ejemplo,

en el nivel vigílico, el nivel de sueño continúa trabajando aunque con actividad reducida. De

esta suerte, existen fuertes presiones de los otros niveles frente al nivel que se expresa en

ese momento. De este modo, son numerosos los fenómenos propios de la vigilia que están

afectados por fenómenos de los otros niveles y son numerosos los fenómenos propios del

sueño que están afectados por la actividad de los otros niveles. Esto de concebir a los nive-

les, no como compartimentos estancos sino como un conjunto de potenciales de trabajo que

están en dinámica simultánea, tiene importancia para luego entender fenómenos que llama-

remos de ―rebotes‖ de contenidos, de ―presión‖ de contenidos, etcétera.

Así como existen localizaciones neuroendocrinas que regulan las actividades de respuesta

del ser humano (y a los que englobamos con la designación de ―centros‖), también existen

localizaciones que regulan a los niveles de trabajo de la conciencia. Efectivamente, ciertos

puntos envían señales para que se efectúe la actividad vigílica, de semisueño, o de sueño. A

su vez, esos puntos que envían señal, reciben instrucciones de diferentes partes del cuerpo

antes de ponerse a disparar sus órdenes, con lo que resulta un circuito cerrado. En otras pa-

labras: cuando el cuerpo necesita del reposo nocturno, suministra datos a ciertos puntos que

comienzan a dar sus señales y entonces el nivel de conciencia baja... No queremos meter-

nos en ninguna de las complicaciones fisiológicas o psicofisiológicas del caso, sino manejar-

nos en términos muy generales.2 Cuando se van acumulando determinadas sustancias en el

cuerpo, o cuando el trabajo cotidiano ha provocado fatiga en el cuerpo, estas sustancias y

esta fatiga acumuladas dan señales, suministran señales a un punto que las colecta. Y este

punto que colecta esas señales comienza a emitir también sus mensajes con lo cual el nivel

de conciencia baja. Va bajando este nivel hasta que el sujeto experimenta sueño y entra en

ese estado de sueño con lo que comienza la etapa reparadora del circuito. Por supuesto que

no se trata sólo de reparar al cuerpo con esto de la ―bajada‖ del nivel de conciencia. La baja

del nivel de conciencia va a permitir que se produzcan numerosos fenómenos complejos y no

sólo de reparación. Pero en principio, podemos verlo así. A su vez, cuando el descanso ha

hecho su efecto reparador, estos puntos comienzan a enviar señales al punto de control que

a su vez emite sus señales para ir provocando el despertar. También, estímulos externos o

fuertes estímulos internos pueden disparar el fenómeno y producirse la subida de nivel aún

cuando el sueño no haya cumplido con su efecto reparador. Esto es bien evidente. Nuestro

sujeto está reparando, está descansando, pero una detonación al lado de sus oídos provoca

el despertar. Así que los ciclos se van manifestando, los ritmos se van expresando en estos

niveles y tienen su rítmica propia, pero cuando interviene un fenómeno que rompe los límites

de umbral se produce el disparo desde ese centro de control interno y comienza el despertar

fuera de ritmo.

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En el nivel de vigilia encontramos el mejor despliegue de las actividades humanas. Los

mecanismos racionales trabajan plenamente y se tiene dirección y control de las actividades

de la mente y del cuerpo en el mundo externo.

En el nivel de sueño, en cambio, los mecanismos racionales se ven muy disminuidos en su

trabajo y el control de las actividades de la mente o del cuerpo es prácticamente nulo. En

momentos, el sueño es netamente vegetativo y sin imágenes; en momentos el sueño es co-

mo si estuviera bajo el predominio total, absoluto, del centro vegetativo y trabajara solamente

esa estructura dando respuestas a estímulos internos. Ahí no hay imágenes que pueblen la

pantalla de la conciencia; se está en un estado tal que llegan datos internos y se ―responde‖

a esos datos también internamente y todo esto lo va haciendo con su automatismo caracte-

rístico, el centro vegetativo. Pero luego comienza un ciclo de sueño con ensueños, con imá-

genes, que más adelante se vuelven a interrumpir comenzando otro período sin ellas. Esto

sucede cada noche. De manera que aún en el nivel de sueño, sueño profundo, encontramos

un estado plenamente vegetativo, sin imágenes y un estado en donde las imágenes apare-

cen. Todo esto tiene sus ciclos y ritmos.

Diferenciamos, por supuesto, entre niveles y estados. Las imágenes del sueño son muy

veloces, tienen fuerte carga afectiva y sugestionan fuertemente a la conciencia. El material

de estas imágenes está tomado de la vida diaria aunque articulado caprichosamente. Esto de

―caprichosamente‖ se verá más adelante que no es tan así, ya que llegando al tema de las

conformaciones alegóricas y de otro tipo en las producciones oníricas, veremos que esto es-

tá sometido a un conjunto de leyes bastante precisas. Pero por ahora decimos que las cosas

se articulan caprichosamente. El sueño sirve para reparar al cuerpo y para ordenar toda la

masa de información recibida durante el día. Además, sirve para descargar numerosas ten-

siones físicas y psíquicas.

En el semisueño, se mezclan fenómenos de los otros dos niveles. Al semisueño se ascien-

de del sueño y a él se llega antes del despertar completo. También en plena vigilia se des-

ciende al semisueño en los estados de fatiga y se empiezan a verificar las mezclas de nive-

les. El nivel de semisueño es pródigo en fantaseos y largas cadenas de imágenes que cum-

plen con la función de descargar tensiones internas.

El ensueño en vigilia no es un nivel sino un estado, en el que imágenes propias del nivel de

sueño o semisueño se abren paso presionando a la conciencia. Estos ensueños actúan, se

manifiestan en la vigilia por presión de los otros niveles. Ello ocurre con la finalidad de aliviar

tensiones. Pero también los ensueños en vigilia sirven para compensar dificultades de situa-

ción o necesidades que experimenta el sujeto. Esto, en su última raíz, está emparentado con

el problema del dolor y ese es el indicador interno y el registro interno que se tiene cuando no

se puede expresar el sujeto en el mundo y entonces aparecen imágenes compensatorias.

Cuando hablamos de fantaseo o ensueño en vigilia no nos referimos al nivel de semisueño,

ya que el sujeto puede seguir realizando sus actividades cotidianas mecánicamente, ―soñan-

do despierto‖, por así decir. El sujeto no ha descendido al semisueño o al sueño profundo; el

sujeto sigue con sus actividades cotidianas pero, sin embargo, los ensueños empiezan a

rondar.

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Observamos que la mente se traslada de un objeto a otro, instante tras instante. Que es

muy difícil mantener una idea, un pensamiento, sin que se filtren elemento ajenos a ellos, es

decir: otras imágenes, otras ideas, otros pensamientos. A estos contenidos erráticos de con-

ciencia, los llamamos ―ensueños‖. Estos ensueños o divagaciones, dependen de las presio-

nes de los otros niveles, también de estímulos externos tales como ruidos; olores; formas;

colores, etcétera, y de estímulos corporales como tensión; calor; hambre; sed; incomodidad,

etcétera. Todos estos estímulos internos y externos, todas estas presiones que están ac-

tuando en los otros niveles, se manifiestan formando imágenes y presionando al nivel vigíli-

co. Los ensueños son inestables y cambiantes y constituyen impedimentos al trabajo de la

atención.

Llamamos ―ensueños secundarios‖ a aquellos que se disparan cotidianamente y que tienen

carácter situacional, es decir, pasajero. Un individuo que se encuentra en una situación, es

sometido a un conjunto de presiones externas y surgen respuestas de ensueños secunda-

rios; cambia a otra situación y surgen otras respuestas de ensueños secundarios. Considera-

mos a estos como ensueños secundarios o situacionales porque se disparan en respuesta,

en compensación de situaciones más o menos precisas.

Pero existen otros ensueños de mayor fijeza o repetición que aún variando denotan un

mismo clima mental, una misma ―atmósfera‖ mental. Aquellas imágenes que surgieron por

única vez en una situación dada y después desaparecieron son bien diferentes a estas otras

imágenes que, aunque cambiemos de situación, aparecen repetitivamente. Estos ensueños

que no son secundarios pueden cambiar también, a su modo. Pero tienen permanencia aun-

que sea en esto del clima mental, tienen un sabor similar. Como digresión, obsérvese que las

palabras que estamos usando son netamente sensoriales. Hablamos de ―clima‖, como si fue-

ra táctil la percepción de ese fenómeno. Hablamos de ―sabor‖, como si se pudiera degustar

un ensueño... ya volveremos sobre estas particularidades más adelante.

A veces estos mismos ensueños aparecen en los fantaseos del semisueño y también en el

sueño nocturno. El estudio de los ensueños secundarios y de los ensueños en los otros nive-

les, sirve para determinar cierto núcleo fijo de divagación que es un fuerte orientador de ten-

dencias psíquicas. En otras palabras, que las tendencias vitales de una persona, aparte de

las condiciones que imponen las circunstancias, están lanzadas a alcanzar esa imagen, ese

ensueño fijo que las guía. Este núcleo fijo se va a manifestar como imagen; esta imagen va a

tener la propiedad de orientar al cuerpo, de orientar las actividades en una dirección. La ima-

gen apunta en una determinada dirección y allá va toda la estructura.

El núcleo de ensueño orienta a numerosas tendencias de la vida humana en una dirección

no advertida claramente desde la vigilia y muchas de las razones que una persona pudiera

dar sobre algunas de sus actividades, en realidad están movidas por ese núcleo y no están

movidas por esas ―razones‖; más bien estas razones son función de ese núcleo. Consecuen-

temente, los cambios en el núcleo provocan cambios en la orientación de algunas tendencias

personales. Siempre esta persona sigue buscando cómo satisfacer sus necesidades, pero

siempre este núcleo sigue ponderando la dirección. En otros casos, el núcleo queda fijado,

queda adherido a una etapa de la vida, aunque las actividades generales se vayan modifi-

cando. A este núcleo de ensueño no se lo visualiza sino que se lo experimenta como clima

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mental. Las imágenes guían las actividades de la mente y podemos registrarlas pero este

núcleo de ensueño no es una imagen; este núcleo de ensueño es el que va a determinar

imágenes compensatorias. Así pues, el núcleo de ensueño no es una imagen sino que es

ese clima mental que se experimenta. El núcleo va a motivar la producción de determinadas

imágenes que, consecuentemente, van a llevar a una actividad.

Ejemplo de núcleo negativo es un permanente sentimiento de culpa, por ejemplo. Un señor

tiene un permanente sentimiento de culpa. Él no ha hecho ninguna cosa reprobable, o sí,

pero lo que él experimenta es este estado de culpa, él se siente culpable. Él no tiene ninguna

imagen pero experimenta ese especial estado de conciencia. Tomemos, en otro ejemplo, el

sentimiento trágico del futuro. Todo lo que va a pasar va a salir mal. ¿Por qué? No se sabe.

Tomemos al sentimiento continuo de opresión. El sujeto está oprimido, dice que ―no se en-

cuentra consigo mismo‖ y siente que las cosas se le vienen encima... No hay por qué pensar,

sin embargo, que todos los núcleos sean negativos.

Los núcleos permanecen fijados durante años, apareciendo los ensueños compensatorios

de tales núcleos. Durante largo tiempo estos núcleos están operando. Y van dando lugar al

nacimiento de ensueños compensatorios. Así, por ejemplo, si el núcleo que presiona cons-

tantemente es parecido al sentimiento de abandono, si este sujeto se encuentra abando-

nado, si este sujeto se encuentra desprotegido, si experimenta ese sentimiento de desprotec-

ción y de abandono, es muy probable que surjan ensueños compensatorios de adquisición,

de posesión y que estas imágenes guíen las actividades del sujeto. Seguramente, esto pasa

no solamente en el ámbito individual sino en el ámbito social y en determinados momentos

históricos. Seguramente, en épocas de fractura histórica aumentan estas imágenes de pose-

sión desmedida, porque aumentan los climas de abandono, los climas de desposesión, las

faltas de referencias internas.

Los ensueños secundarios dan respuestas compensatorias a estímulos, sean estímulos de

situación o de presiones internas, porque su función es la de descargar las tensiones pro-

ducidas por estas dificultades internas. Por tanto, los ensueños secundarios son muy varia-

bles pero se observan en ellos algunas constantes. Se puede advertir que estos ensueños

giran en torno a un clima particular. Estos ensueños van variando según la situación, se van

expresando de distinto modo, pero tienen algo en común. Y eso en común que tienen nos

hace advertir la presencia de un clima particular que tiene que ver con cada uno de ellos. Ese

clima común que tienen los ensueños secundarios delata al núcleo de gran fijeza que es el

que no gira situacionalmente, sino que es el que permanece en las distintas situaciones.

En uno de los ejemplos mencionados, el sujeto está en una situación que le es sumamente

ingrata y piensa que todo le va a salir mal. Lo cambiamos a una situación que le es suma-

mente grata y sigue pensando que todo le va a salir mal. De manera que aún variando las

situaciones, ese clima sigue presionando y sigue disparando imágenes. Cuando el núcleo de

ensueño empieza a manifestarse como imagen fija, dicho núcleo comienza a variar por cuan-

to su tensión básica ya se orienta en el sentido de la descarga. Podemos usar una figura ex-

plicativa: al sol no se lo ve cuando está arriba, al sol se lo ve en el horizonte, a la salida y a la

postura del mismo. Con el núcleo de ensueño sucede lo mismo: no se lo ve en plena activi-

dad aún cuando sea más fuerte en su presión. Se lo ve cuando recién se origina o se lo ve

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cuando declina. El núcleo puede durar años o toda la vida, o modificarse por accidente.

También al variar una etapa vital puede cambiar el núcleo. Si este núcleo, si ese clima fijo ha

surgido es porque está relacionado con determinadas tensiones y al cambiar la etapa vital

esas tensiones se modifican considerablemente. La orientación de la vida comienza a cam-

biar y la conducta experimenta modificaciones importantes. La orientación de la vida cambia

porque han cambiado esos ensueños que dan dirección hacia los objetos, y estos ensueños

que dan dirección han cambiado porque ha cambiado el clima que los determina, y los climas

han cambiado porque ha cambiado el sistema de tensiones internas, y el sistema de tensio-

nes ha cambiado porque ha cambiado la etapa física del sujeto, o porque ha surgido un ac-

cidente que ha provocado también el cambio en el sistema de tensiones.

Los centros que hemos examinado en algunos casos dan órdenes a otros centros. Aque-

llos centros voluntarios, como el centro intelectual, da órdenes a las partes voluntarias de los

otros centros, pero no a las partes involuntarias de los otros centros y mucho menos a los

centros instintivos, particularmente al centro vegetativo en su trabajo interno. Este centro in-

telectual no da órdenes y si las da nadie le responde. No varía la presión sanguínea, ni varía

la circulación, ni varían los tonos profundos porque el intelecto dé órdenes. Es al revés la co-

sa. Las presiones internas que dan lugar al nacimiento del núcleo de ensueño, están ligadas

al funcionamiento de los centros instintivos. Y por ello varían tales núcleos con los cambios

de etapa fisiológica, del mismo modo que los accidentes físicos graves logran parecidos

efectos. Así es que no cambian estos núcleos por órdenes recibidas desde el centro intelec-

tual, por ejemplo, sino que cambian estos núcleos cuando cambia la actividad vegetativa, por

lo cual es muy difícil modificar voluntariamente estos núcleos. Varían tales núcleos con los

cambios de etapas fisiológicas. Hemos dicho, además, que los ‗shocks‘ emotivos pueden

también formar o modificar un núcleo de presión interna ya que la parte involuntaria del cen-

tro emotivo, según explicáramos, da señales a todos los centros modificándolos en su ac-

ción. Si el ‗shock‘ emotivo es intenso puede modificar por mucho tiempo el funcionamiento

del centro vegetativo. Ejemplos hay a mares. Ese ‗shock‘ emotivo puede desatar, desde ese

momento, un nuevo núcleo de presión apareciendo la compensación consecuente. También

los ensueños secundarios habrán de mostrar el surgimiento de un nuevo tema permanente,

no obstante su variabilidad, y las búsquedas o las intenciones vitales del sujeto se orientarán

de otro modo, variando también su comportamiento en el mundo. El sujeto recibió un fuerte

‗shock‘ y a partir de ese ‗shock‘ cambió su vida. A partir de ese ‗shock‘ cambiaron sus activi-

dades y sus búsquedas vitales. Esos ‗shocks‘ emotivos pueden actuar con tal fuerza que

además provoquen alteraciones serias en algunos puntos del centro vegetativo ya que el

centro emotivo, en su parte involuntaria, actúa sobre el centro vegetativo y lo modifica. ‗Sho-

cks‘ que llegan a esos niveles de profundidad emotiva pueden provocar alteraciones serias

en algunos puntos del centro vegetativo, apareciendo disfunciones y somatizaciones. Soma-

tizaciones por acción emotiva, es decir, enfermedades físicas causadas por accidentes emo-

tivos.

Resumiendo. Hemos hablado de los niveles de conciencia diciendo que existen puntos

corporales desde los cuales se manejan estos niveles, así como hay otros puntos corporales

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que manejan los centros. Estos puntos corporales detectan señales y dan señales a su vez

para que el nivel de trabajo de esa estructura suba o baje.

Hemos dicho que en el nivel de vigilia las actividades intelectuales se despliegan enorme-

mente. Que en el nivel de sueño estas actividades disminuyen considerablemente, aún cuan-

do las imágenes aumenten en su poder. Y que en el nivel de semisueño se encuentra esto

mezclado.

Hemos diferenciado entre niveles de conciencia y estados en que se puede encontrar un

determinado nivel. Hemos dicho que los ensueños que aparecen en el nivel vigílico son pro-

ductos de tensiones situacionales o productos de las presiones de los otros niveles. Así es

que los ensueños que aparecen en el nivel de vigilia no son indicativos de niveles, sino que

reflejan estados.

Hemos hablado también de que estos ensueños situacionales tienen entre sí algún tipo de

relación. Una relación que no va por la imagen, sino que va por el clima. Esa relación de cli-

ma que tienen los ensueños secundarios entre sí nos permite hablar de un núcleo de ensue-

ño. Este núcleo de ensueño tiene gran fijeza y responde a tensiones profundas. El núcleo va-

ría con dificultad a lo largo del tiempo, pero hay determinados ‗shocks‘ emotivos profundos

que lo pueden bombardear y también los cambios de etapa vital provocan modificaciones en

él.

Es el núcleo de ensueño el que orienta las tendencias de la vida humana. Los ensueños

secundarios dan respuestas compensatorias a estímulos de situación y están invadidos por

el clima del núcleo de ensueño. Las presiones internas que dan lugar al nacimiento del nú-

cleo de ensueño están ligadas al funcionamiento de los centros instintivos. Así que estos nú-

cleos están ligados fuertemente al centro vegetativo y al centro sexual. Son ellos los que en

realidad motivan el surgimiento del núcleo de ensueño.

COMPORTAMIENTO. PAISAJE DE FORMACIÓN.

El estudio de los centros, de los niveles de conciencia y del comportamiento en general, debe

permitirnos articular una síntesis elemental del funcionamiento de la estructura psíquica hu-

mana. Debe permitirnos comprender, elementalmente también, estos mecanismos básicos

que guían las actividades del ser humano según sufrimiento o placer, y debe permitirnos

comprender no sólo la captación real que esta estructura humana hace de la realidad circun-

dante, sino también la captación ilusoria que esta estructura hace de la realidad circundante

y de la propia realidad. Esos son los puntos que importan para nosotros. Nuestro hilo con-

ductor está lanzado en dirección hacia la comprensión del sufrimiento, del placer y de los

datos psicológicos que pudieran ser verdaderos o ilusorios.

Entremos en el tema del comportamiento.

El estudio del funcionamiento de los centros y el descubrimiento de sus ciclos y ritmos,

permite entender velocidades y tipos de reacción frente al mundo en su aspecto más maqui-

nal. Por otra parte, el examen de los ensueños y del núcleo de ensueño, nos pone en contac-

to con fuerzas inhibitorias o movilizadoras de ciertos comportamientos que se asumen frente

al mundo. Pero además del aspecto mecánico psíquico y corporal, además del aspecto me-

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cánico del comportamiento, reconocemos factores de tipo social, de tipo ambiental y de acu-

mulación de experiencia a lo largo de la vida, que actúan con igual fuerza que los factores

mecánicos en la formación de este comportamiento. Y esto es así porque aparte de las esti-

mulaciones que pudieran llegar a la estructura psíquica (y a las cuales ésta responde inme-

diatamente), hay otras estimulaciones no ocasionales que permanecen en la estructura y

continúan dando señal con relativa fijeza. Estamos hablando de este fenómeno de la reten-

ción de los instantes en que se producen los fenómenos. Estos fenómenos no se producen

simplemente y desaparecen definitivamente. Todo fenómeno que se produce, que modifica la

postura de esta estructura es, además, almacenado en ella. De modo que esta memoria con

que cuenta esa estructura (memoria no sólo de los estímulos sino memoria de las respuestas

a los estímulos, y memoria también de los niveles que trabajaron en el momento de los estí-

mulos y de las respuestas), va a presionar, va a influir decisivamente sobre los nuevos even-

tos que ocurran en el psiquismo. Así pues, no vamos a contar en cada fenómeno que se pro-

duce con una situación primera, sino que vamos a contar con el fenómeno y todo lo que le

aconteció anteriormente. Cuando hablamos del comportamiento, nos referimos a este factor

de retención temporal que es de suma importancia.

Un importante factor formador de conducta es la propia biografía, que es todo lo que ha ido

sucediendo al sujeto a lo largo de su vida. Esto pesa en la estructura humana tanto como el

acontecimiento que en ese momento se produce. Vistas así las cosas, en un comportamiento

determinado frente al mundo está pesando tanto el estímulo que en ese instante se recibe,

como todo aquello que forma parte del proceso anterior de esa estructura. Normalmente se

tiende a pensar que este es un sistema simple de estímulo y de respuesta pero si hablamos

de estímulo, también lo que ha acontecido anteriormente es un estímulo actual. La memoria

no es, en este sentido, simple acumulación de hechos pasados. La memoria, en este sentido,

es un sistema de estímulos actuantes desde el pasado. La memoria es algo que no simple-

mente se ha acumulado en esa estructura, sino que está vivo, está vigente y está actuando

con pareja intensidad a la de los estímulos presentes. Estos acontecimientos podrán o no ser

evocados en un determinado nivel de conciencia pero sean o no evocados, su acción es fatal

en todo instante en que la estructura va recibiendo estimulaciones del mundo y se va com-

portando frente al mundo. Parece importante tener en cuenta lo biográfico, lo histórico en la

vida humana y considerarlo actuante de un modo presente, no simplemente de un modo

acumulativo como si se tratara de un reservorio que abre sus compuertas únicamente cuan-

do se recuerdan los acontecimientos pasados. Se recuerden o no se recuerden aquellos

acontecimientos, ellos fueron los formadores del comportamiento.

Hablar de biografía es lo mismo que hablar de historia personal. Pero esa historia personal,

según la entendemos, es una historia viva y actuante. Esta historia personal nos lleva a con-

siderar un segundo aspecto y es el que aparece como código frente a situaciones dadas. Es

decir, los acontecimientos provenientes de un medio suscitan no una respuesta sino un sis-

tema estructurado de respuesta. Y este sistema de respuesta sirve en momentos posteriores

para efectuar comportamientos similares.

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Estos códigos de situación, es decir, conductas fijas que el ser humano adquiere (proba-

blemente para ahorrar energía y también probablemente como protección de su integridad),

son el conjunto de roles.

Los roles son hábitos fijos de comportamiento que se van formando por la confrontación

con distintos medios en que le toca a una persona vivir: un rol para el trabajo, un rol para la

familia, un rol para las amistades, etcétera. Estos roles no están actuando solamente cuando

surge la confrontación con un medio dado. Estos roles están actuando también en todo mo-

mento aunque no estemos confrontados con la situación dada. Se manifiestan, se ponen en

evidencia, cuando el estímulo de situación entra en una determinada franja del comporta-

miento humano.

Distinguimos los roles familiares, los roles laborales, distintos roles de situación que una

persona puede haber fijado, puede haber grabado. Y entonces es claro que cuando esa per-

sona entra a su trabajo su comportamiento se adecua, toma un rol propio de su trabajo y que

es diferente al rol que toma frente a su familia. Pero hay también en el rol que toma en esa

situación dada, muchos componentes propios de los roles de confrontación con otras situa-

ciones. Es como si numerosos roles de otras situaciones se filtraran en la situación que está

grabada para responder en ese medio. A veces esos otros roles no se filtran sólo por acción,

no se manifiestan con sus características por acción sino por inhibición. Por ejemplo, una

persona ha grabado su rol de trabajo, ha grabado su rol de familia y ha grabado otros nume-

rosos roles. Pero su rol de familia es inhibitorio, su rol de trabajo no tiene ningún motivo para

manifestarse inhibitoriamente, y entonces sucede que aparecen estas infiltraciones propias

de la relación familiar en la relación de trabajo, surgiendo fenómenos inhibitorios que no han

sido grabados en el rol de trabajo. Esto es sumamente frecuente y entonces se produce una

especie de traspase de datos inhibitorios o activadores de roles que corresponden a distintas

franjas de confrontación con el mundo.

Así como hemos estado hablando de un trabajo de centros de tipo dinámico y estructural y

no hemos hablado de esos centros como si fueran compartimentos estancos y aislados; así

como hemos hablado de un trabajo de niveles sumamente dinámico, estructural, en donde

esos niveles son mutuamente actuantes, estamos hablando en el comportamiento también

de una estructura (en este caso de roles), en la que sucede algo más que soltar una ficha de

computadora frente a un estímulo dado.

Se puede advertir una dinámica continua en la estructura humana. Buscando algunos

ejemplos, vemos que la gente muy joven no tiene formada todavía esa capa protectora de

roles. Esa gente joven se encuentra desprotegida en la confrontación con el mundo porque

no ha grabado aún determinados códigos. Puede haber grabado el código básico de relación

familiar y unos pocos más. A medida que avanza en edad y a medida en que el medio va

exigiendo una cantidad de comportamientos, van ampliándose estas capas de roles. Esto es

lo que debería suceder. En realidad eso no sucede completamente porque hay numerosos

fenómenos que impiden esta ganancia en seguridad en el manejo del medio. Se producen

errores de rol. Tal es el caso de un individuo que se comporta en un lugar con el rol de otras

situaciones. Por ejemplo, en su trabajo se comporta con roles familiares. Entonces se rela-

ciona con su jefe del modo en que se relaciona con su hermano y esto trae aparejado, lógi-

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camente, numerosos problemas y confrontaciones. También puede haber error de rol cuando

la situación es nueva y el sujeto no acierta a adaptarse.

El estudio de la historia personal, el estudio de la biografía, y el estudio de estos códigos

de comportamiento, de estos roles de comportamiento, aclaran algunos aspectos y arrojan

luz sobre algunas inhibiciones en otros campos. Por ejemplo, en el trabajo de los centros y

también en la estructuración de los ensueños. De manera que estos centros y esos niveles

de trabajo también son modificados en su acción por estas codificaciones que se van ha-

ciendo, por esta historia personal, por esta biografía.

Podemos afinar un poco más nuestro estudio sobre el comportamiento haciendo ingresar

unos conceptos que resultarán sencillos y operativos. Así pues, llamamos ―paisaje de for-

mación‖ al conjunto de grabaciones que configuran el substrato biográfico sobre el que van

sedimentando hábitos y rasgos básicos de personalidad. La formación de ese paisaje co-

mienza en el nacimiento. Las grabaciones estructuradas básicas comprometen no sólo a un

sistema de recuerdos sino a tonos afectivos, a una forma característica de pensar, a una

manera típica de actuar y, en definitiva, a un modo de experimentar el mundo y de actuar en

él.

La estructuración que progresivamente vamos haciendo del mundo que nos rodea está

fuertemente influida por esa base de recuerdos que comprendió objetos tangibles, pero tam-

bién intangibles como valores, motivaciones sociales y relaciones interpersonales. Podemos

considerar a nuestra infancia como la etapa vital en la que el paisaje de formación se articuló

plenamente. Recordamos a la familia funcionando de distinta manera que en el día de hoy;

también se ha modificado nuestra concepción de la amistad, del compañerismo y, en gene-

ral, de las relaciones interpersonales. Los estamentos sociales tenían, en aquella época, una

definición diferente y también ha variado lo que se debía hacer y lo que no (la normativa epo-

cal), los ideales personales y grupales. En otras palabras: los objetos intangibles que consti-

tuyeron nuestro paisaje de formación, se han modificado. Sin embargo, el paisaje de forma-

ción se sigue expresando en nuestra conducta como un modo de ser y de movernos entre

las personas y las cosas. Ese paisaje también es un tono afectivo general y una ―sensibili-

dad‖ de época no concordante con la actual.

Debemos considerar a la ―mirada‖ propia y la de los otros, como determinantes importantes

de nuestro paisaje de formación. Son numerosos los factores que han actuado en nosotros

para ir produciendo un comportamiento personal a lo largo del tiempo, una codificación sobre

la base de la cual damos respuestas y nos ajustamos al medio. La propia mirada sobre el

mundo y las miradas ajenas sobre uno mismo, actuaban pues como reajustes de conducta y

gracias a todo esto se fue formando un comportamiento. Hoy contamos con un enorme sis-

tema de códigos acuñado en aquella etapa de formación y lo experimentamos como un ―tras-

fondo‖ biográfico al cual responde nuestra conducta aplicándose a un mundo que, sin em-

bargo, ha cambiado.

Numerosas conductas forman parte de nuestro comportamiento típico actual. A esas con-

ductas podemos entenderlas como ―tácticas‖ que utilizamos para desenvolvernos en el mun-

do. Muchas de esas tácticas han resultado adecuadas hasta ahora, pero hay otras que reco-

nocemos como inoperantes y hasta como generadoras de conflicto. Y todo esto tiene no po-

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ca importancia al juzgar a nuestra propia vida en torno al tema de la adaptación creciente. A

estas alturas se está en condiciones de comprender las raíces de numerosas compulsiones

asociadas a conductas iniciadas en el paisaje de formación. Pero la modificación de conduc-

tas ligadas a valores y a una determinada sensibilidad, difícilmente pueda realizarse sin tocar

la estructura de relación global con el mundo en que se vive actualmente.

EL SISTEMA DE DETECCIÓN, REGISTRO Y OPERACIÓN. SENTIDOS, IMAGINACIÓN, MEMORIA, CONCIENCIA.

Las tres vías experienciales que mencionáramos de comienzo (la sensación, la imagen y el

recuerdo), deben ser estudiadas más cuidadosamente.

Sin sensación, no hay dolor, no hay placer. La imaginación es necesario que sea registra-

da. Sin este registro no podemos hablar de imaginación. Si registramos el trabajo de la ima-

ginación es porque ésta llega al punto de registro como sensación. El dolor también se abre

paso a través de la memoria. El registro de este dolor que se abre paso desde la memoria es

posible gracias a que la memoria se expresa como sensación. Se trate de imaginación o se

trate de memoria, todo es detectado como sensación. El dolor no está en la imaginación, el

dolor no está en la memoria, el dolor está en la sensación a la cual se reduce todo impulso.

Se tiene memoria de algo, porque se registra ese hecho; se imagina sobre algo, porque se

registra ese hecho. De tal modo que es ese registro, esa sensación, la que nos da informa-

ción sobre lo que se memoriza, sobre lo que se imagina. Es claro que para no confundir las

cosas vamos a distinguir entre la sensación propiamente tal (aquella que proviene de los

sentidos), de otras sensaciones (que no provienen de los sentidos), tales las que provienen

de la memoria o las que provienen de la imaginación. A estas dos últimas no les vamos a

llamar sensación para que no se nos confunda la descripción.

Pero si vamos a reducir las cosas a sus últimos elementos, comprobamos que una imagen

y un dato mnémico llegan a algo que las registra como sensación. Decimos que se registra la

actividad de estos sentidos, decimos que se registra la actividad de la memoria, que se regis-

tra la actividad de la imaginación. Al decir ―registro‖, hacemos distinciones entre una llegada

por una vía o una llegada por otra vía. Y anotamos que hay ―algo‖ que registra. Sin este ―al-

go‖ que registra, no podemos hablar de lo registrado. Y lo que registra debe tener también su

constitución. Seguramente tendremos también de él, sensación. Estamos hablando del regis-

tro de la entidad que registra y a esta entidad la llamamos ―conciencia‖.

Ese aparato que registra está en movimiento y las actividades que él registra también son

móviles. Sin embargo, tiene cierta unidad. A veces se identifica a este aparato con el yo. Pe-

ro el yo, a diferencia de la conciencia, no parece estar constituido desde el comienzo sino

que se va constituyendo en el ser humano. Por otra parte, del yo no se puede hablar si no se

fijan sus límites y parece que éstos están dados por la sensación del cuerpo. Este yo se debe

ir constituyendo en el ser humano a medida que se constituye el conjunto de las sensaciones

del cuerpo... por supuesto que la memoria está en el cuerpo, la imaginación está en el cuer-

po, los sentidos están en el cuerpo y el aparato de registro de todo ello está en el cuerpo y

está ligado a las sensaciones del cuerpo.

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Como las sensaciones del cuerpo operan desde el nacimiento (y aún antes), ya desde el

comienzo se va constituyendo esta sensación general del cuerpo a la cual algunos identifican

con el yo, pero en realidad se está hablando de la conciencia como aparato de registro. Di-

gamos que muy en la infancia, muy cerca del nacimiento, no funciona el yo. No se nace con

un yo. La identificación con el propio yo se realiza a medida que las sensaciones del cuerpo

se codifican gracias al aparato de memoria. No hay yo sin memoria, y esta memoria no pue-

de funcionar si no hay datos. Estos datos comienzan a articularse a medida que la experien-

cia se desarrolla. Estamos diciendo que un niño no tiene yo. Un niño puede percibir un noso-

tros pero no sabe si su cuerpo comienza o termina en un objeto. Un niño no sabe si él es yo

o si su madre es yo. Este yo se va articulando por acumulación de experiencia.

Decimos que todos los fenómenos y procesos psíquicos están en el cuerpo, pero ¿dónde

está el cuerpo? El cuerpo para el yo que se ha constituido, está afuera de él y está adentro

de él. ¿Cuáles son los límites del cuerpo? Los límites del cuerpo tienen que ver con la sen-

sación. Pero si la sensación se extendiera más allá del cuerpo ¿cuáles serían entonces los

límites del cuerpo?. Esto tiene cierta importancia, porque si distinguimos como límite del

cuerpo el tacto externo, por ejemplo, el cuerpo termina donde termina el tacto externo. El

cuerpo empieza allá donde se registran sensaciones sobre la piel. Pero podría suceder que

no se tuviera límite táctil, que la temperatura de esa piel estuviera al mismo nivel térmico que

el medio que rodea a esa piel, entonces no se sabría exactamente cuáles son los límites de

ese cuerpo; hasta donde llega ese cuerpo. Conocemos muchas ilusiones sensoriales y sa-

bemos que cuando una persona se tiende relajadamente y la temperatura ambiente es una

temperatura muy aproximada a la temperatura de la piel, se experimenta la sensación de que

el cuerpo se agranda, no porque esté ocurriendo un fenómeno extraordinario, todo lo contra-

rio, está sucediendo la ilusión de agrandamiento del cuerpo porque no hay límite del cuerpo y

no lo hay porque la temperatura de esa piel con ese medio es la misma. Así es que según se

ponga límite a las sensaciones, se constituye la sensación del propio cuerpo.

Decimos que una de las vías del dolor es la vía de la sensación. Y al hablar de sensación

nos estamos refiriendo ya a esto que se percibe mediante ciertos aparatos de que dispone el

cuerpo. Veamos. Tengo la sensación de un objeto externo. Pero también la sensación de un

dolor interno. La sensación de ese dolor interno ¿dónde está? Seguramente la registro en

ese aparato del que hablábamos al principio. Pero ¿dónde está la sensación? La sensación

parece estar en el interior de mi cuerpo. Y cuando veo el objeto externo ¿dónde está la sen-

sación? La sensación también está en el interior de mi cuerpo. Y ¿qué hace distinguir al obje-

to que está en el interior y al objeto que está en el exterior? No por cierto la sensación, ya

que tanto la sensación de lo que ocurre afuera como de lo que ocurre adentro, es registrada

en mi interior. No puedo registrar una sensación de lo que hay afuera, fuera de mi cuerpo.

Tengo que registrar las sensaciones (se trate de objetos externos o de objetos internos), den-

tro de mi cuerpo. Pero digo sin embargo, que un objeto que percibo está afuera. ¿Y cómo

digo de un objeto que percibo que ―está afuera‖ y de otro que ―está adentro‖ si de todos mo-

dos el registro siempre está adentro? Debe haber algún funcionamiento particular de la es-

tructura que permita establecer esas distinciones.

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Yo recuerdo un trabajo que estuve efectuando ¿dónde registro el recuerdo de ese aconte-

cimiento? Lo registro en mi interior. Imagino un trabajo que voy a efectuar inmediatamente o

que voy a efectuar en el futuro ¿dónde registro eso que voy a hacer? Lo registro en mi inte-

rior, por cierto. Pero los acontecimientos que aparecen en mi pantalla de representación apa-

recen como ―afuera‖. Estoy recordando, percibiendo, o imaginando actividades que parecen

ocurrir afuera. La representación interna que tengo de todo eso, se me presenta como si ocu-

rriera en el mundo externo.

Si ahora observo dónde registro estas imágenes (sean propias de la imaginación o sean

propias de la memoria), veo que las registro en una suerte de ―pantalla‖, en una suerte de

―espacio‖ de representación. Y este espacio de representación está en mi interior. Si cierro

los ojos y recuerdo algo, observo que esto que recuerdo se da en una especie de pantalla,

en un espacio de representación. ¿Y qué estoy haciendo entonces con todo esto que pasa

adentro, con respecto a los objetos y a los acontecimientos que suceden en el exterior? Se-

guramente estoy haciendo algo distinto de lo que sucede en el exterior. Diré que lo ―reflejo‖,

diré que lo ―traduzco‖, diré lo que quiera, pero en todos los casos estoy haciendo operacio-

nes en mi interior que algo tienen que ver con fenómenos que no le son propios... Cómo fun-

cione toda esta maquinaria, es cuestión de estudio detenido.

¿En qué se puede diferenciar una sensación que atribuyo a un objeto del mundo externo y

una sensación que atribuyo a un objeto del mundo interno? ¿A las sensaciones en sí mis-

mas, o a ciertos límites que el cuerpo pone a estos mundos?

Debemos reconocer que hay cierta relación entre las sensaciones que tengo del mundo

externo, los recuerdos que tengo del mundo externo y la imaginación que tengo del mundo

externo. No podemos decir livianamente que todo aquello sea ilusión. No es ilusión por la

simple razón de que si pienso en un objeto y luego me movilizo hacia ese objeto y tengo la

sensación de ese objeto, hay algo que concuerda entre lo que he recordado del objeto, entre

lo que he imaginado del objeto y lo que ahora percibo del objeto. Es evidente que yo puedo

memorizar ese objeto, luego abrir los ojos y encontrarme con el objeto. Formas más, formas

menos, colores más o menos, distancias más o menos, pero puedo encontrarme con todo

aquello. Es más, puedo decirle a alguien que hay un objeto allá y este alguien representar o

encontrar el objeto. Es decir, hay alguna cosa que concuerda, deformada o no. Pero está

claro también que podría ser, por ejemplo, daltónico y percibir ese objeto que es de un color

como si fuera de otro. Así es que si bien hay acuerdo entre todas estas funciones, también

puede haber acuerdo de ilusiones. Para nosotros es importante comprender cómo es posible

que concuerden funciones tan heterogéneas porque de algún modo concuerdan y lo hacen

gracias a ese aparato coordinador y procesador de todos esos diferentes datos. Es evidente

que estas señales están coordinadas entre sí y hay una conciencia que las coordina. Entre

las funciones de la conciencia aparece el yo que registro como el punto de decisión de mis

actividades en el mundo externo y de ciertas actividades que regulo voluntariamente en mi

mundo interno. El yo está en el cuerpo. Pero ¿cómo está en el cuerpo ese yo? ¿Está en el

cuerpo como una localización física, o este yo se ha ido constituyendo por una masa de ex-

periencia, una suma de experiencia?; ¿o tal vez este yo es una estructura que se articula por

las distintas señales que llegan a un determinado punto? Puede ser que este yo que coordi-

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na empiece a coordinar después de contar con una masa informativa crítica, porque si esta

masa no se ha formado aún, el yo no aparece y el mismo cuerpo es confundido.

Vamos a estudiar por partes cómo es esto de las sensaciones que se registran en el exte-

rior del cuerpo y en el interior del cuerpo.

Tenemos un esquema en donde aparece esta estructura a la que llegan impulsos y de la

que salen respuestas. Estos impulsos que llegan, lo hacen a un determinado aparato que los

detecta. Este aparato detector de impulsos, es el aparato de sentidos. Este aparato censa

datos del mundo externo y también del interno. Los datos llegan a este aparato, pero además

percibo que estos datos pueden ser reactualizados aún cuando no estén llegando en este

momento. Digo entonces que esos datos que llegan a ese punto de registro, también simul-

táneamente llegan a un aparato que los almacena. Esos datos son almacenados. Se trate de

datos del medio externo o se trate del medio interno, estos datos que llegan son almacena-

dos. Allí donde tenga registro de esos datos, simultáneamente he sufrido la grabación de los

mismos y esto me pone en condiciones de extraer ahora datos anteriores. Todo esto ocurre

ante sentidos que tienen distintas localizaciones físicas y que están en continuo movimiento

pero que tienen relaciones entre sí y que no están absolutamente compartimentados. Así es

que cuando uno detecta algo, a los otros sentidos les ocurren modificaciones. Si se percibe a

través o por medio de los ojos es gracias a que el sentido del ojo está en movimiento (no

simplemente en movimiento físico externo muscular para localizar la fuente de luz), está en

actividad. El ojo no se pone en actividad simplemente al recibir la luz. El sentido del ojo está

en movimiento, está en actividad y se produce en él una variación cuando llega un impulso.

Todos los otros sentidos también están en actividad y cuando el ojo percibe un fenómeno

externo a él, en los otros sentidos se produce también variación en su movimiento.

Esto que está pasando en los sentidos externos, está pasando también en los sentidos in-

ternos. Los sentidos internos están en actividad también, de manera que puede muy bien

suceder que alguien esté percibiendo con el ojo un objeto y que también esté percibiendo

internamente un dolor de estómago. Y este percibir con el ojo el objeto, simultáneamente a

percibir con sentidos internos el dolor de estómago, hace que esa información vaya a memo-

ria simultáneamente. Ejemplificando. Llego a una ciudad y todo me sale mal. Luego recuerdo

esa ciudad ¿y qué digo de esa ciudad? Digo que ―esa es una ciudad desastrosa‖. ¿Y por qué

digo que esa es una ciudad desastrosa? Porque me ha ido mal en esa ciudad. ¿Y qué es eso

de que ―me ha ido mal?‖. ¿Es simplemente por las percepciones que he tenido?, ¿o una can-

tidad de situaciones en que he estado, una cantidad de registros de otra naturaleza que no

son los perceptuales externos? Sin duda que han estado trabajando otros registros, otras

sensaciones internas. Seguramente es lo que pasa con todo, no con aquella ciudad des-

agradable. Parece que cuando registro algo lo grabo y si lo registro simultáneamente con los

datos de otros sentidos lo grabo también en simultaneidad. Parece que de continuo se está

recibiendo información de todos los sentidos y de continuo se está grabando toda esa infor-

mación. Y parece que se condiciona y se engancha esa información de un sentido con la in-

formación de otro sentido.

A veces, al captarse ciertas fragancias por el olfato, la memoria evoca situaciones visuales

completas. ¿Y qué tiene que ver el olfato con todas esas situaciones visuales? Es obvio que

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están encadenados los sentidos entre sí. A veces, cuando un sentido se pone en marcha los

otros bajan su nivel de actividad. Cuando todos los sentidos están siendo bombardeados,

hay problema para el registro. Pero cuando se pone atención (y ya veremos que es esto de

la ―atención‖) sobre un sentido, los otros sentidos tienden a aquietarse. Es como si todos los

sentidos estuvieran haciendo ruido en su barrido y estuvieran alertando a ese yo. Como si

todos los sentidos estuvieran en búsqueda. Entonces, cuando una señal llega a un sentido,

todos los otros tienden a aquietarse. Los sentidos aún cuando no perciban ningún dato ex-

terno están en movimiento y están produciendo su ruido, están dando información de ellos

mismos. Hay un fondo de ruido que va bajando a medida que los sentidos se especializan en

una determinada área de percepción.

¿Y la memoria qué hace? Toma datos de los sentidos y toma datos de las operaciones de

aquel aparato de registros también. Yo recuerdo, por ejemplo, las operaciones mentales que

he estado haciendo: primeramente tengo sensación de las mismas operaciones mentales,

puedo hablar de mis operaciones mentales porque tengo sensación de ellas. Tengo sensa-

ción de mis operaciones, esas son sensaciones internas, tan sensaciones como un dolor de

estómago. Estamos tomando ciertas precauciones y estamos discutiendo con determinadas

posturas que circulan por ahí, posturas que suponen que las operaciones mentales nada tie-

nen que ver con el cuerpo, porque el cuerpo tiene que ver con las operaciones del aparato di-

gestivo, o con lo que los ojos perciben y cuando se habla de las cosas del ―espíritu‖ a estas

cosas no hay que relacionarlas con el cuerpo (?). Estamos discutiendo con los que suponen

que hay un espíritu que nada tiene que ver con el cuerpo. Y si hay un espíritu que nada tiene

que ver con el cuerpo y es él el que realiza estas operaciones, ¿quién registra esas operacio-

nes?, ¿dónde se registran esas operaciones? y ¿cómo se evocan luego esas operaciones?

Si se habla de un espíritu será porque tengo registro de ese espíritu y si tengo registro de

ese espíritu es porque algo puede ser impresionado por ese espíritu. Y si no tengo sensación

de ese espíritu no puedo hablar de él.

Hay otros que piensan que el aparato psíquico es una suma de sensaciones, como si no

hubiera otros aparatos complicados y delicados que coordinaran estas sensaciones, que las

hicieran funcionar en estructura. Con ellos también se ha discutido en su momento, con

aquellos que creían que las actividades de la mente eran simple suma de sensaciones. Es

muy distinto a decir que del trabajo de los sentidos, la memoria y la imaginación tengo sen-

saciones a decir que ellos sean sensación. Hay distinciones entre ellos y hay funciones muy

diferentes con que cumplen los aparatos de sentido y los aparatos de representación. De

manera que ese pensamiento tosco, sensualista, no es exactamente del que participamos.

Tampoco participamos de ese otro pensamiento enrarecido que habla del ―espíritu‖ como si

hubiera una entidad que no tuviera que ver con los registros ni con las sensaciones. Hay

quienes hablan de la mente, del dolor de la mente, porque el dolor del cuerpo nada tiene que

ver con ellos. Y este dolor de la mente, ¿cómo es que se experimenta? Se experimenta en el

espíritu, dicen, así como las sensaciones artísticas se experimentan en el espíritu. ¿Y quién

es ese caballero (el ―espíritu‖) que realiza tantas operaciones fuera del cuerpo, y cómo tengo

yo los datos de ese caballero?

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Por ―aparatos‖ entendemos a la estructura de los sentidos, la estructura de memoria y la

estructura de conciencia con sus distintos niveles. Estos aparatos trabajan integradamente y

la conexión que hay entre ellos se efectúa mediante impulsos que, a su vez, van sufriendo

distribuciones, traducciones y transformaciones.

Sentidos.

El aparato de sentidos encuentra su origen en un tacto primitivo que se ha ido especializan-

do. Los sentidos químicos (gusto y olfato) trabajan con partículas que producen ciertas trans-

formaciones químicas y como resultado entregan el dato. El sentido mecánico (tacto) que

funciona por presión y temperatura. Los sentidos internos de cenestesia y kinestesia, funcio-

nan a veces químicamente y a veces mecánicamente. Se tiene el registro de lo que sucede

en el intracuerpo también por presión, por temperatura y por transformaciones y reacciones

químicas. A los sentidos del oído y la vista los conocemos como sentidos físicos. El oído fun-

ciona por percusión, la vista va recibiendo físicamente una acción vibratoria.

En los sentidos internos, el cenestésico proporciona la información del intracuerpo. Sabe-

mos que hay numerosos organúsculos, numerosos órganos pequeños del intracuerpo, que

toman muestras químicas, muestras térmicas, muestras de presión. También la detección del

dolor juega un papel importante. Casi todos los sentidos, cuando llegan a un cierto punto de

tolerancia nos dan un registro de dolor. Podría pensarse que hay un aparatito especializado

en la detección del dolor, pero la realidad es que todos los sentidos cuando llegan a cierto

límite de tolerancia nos arrojan sensaciones dolorosas. Estas sensaciones son las que inme-

diatamente ponen en marcha una actividad de la estructura para provocar el rechazo, la eli-

minación de estas sensaciones intolerables. Así que la sensación que se capta en algún sen-

tido está inmediatamente ligada a la actividad del rechazo de lo doloroso. El trabajo de los

centros es detectado cenestésicamente, internamente, como así también los distintos niveles

de trabajo de la conciencia. También se puede experimentar la sensación de sueño, la sen-

sación de cansancio. La cenestesia es un sentido sumamente importante y al cual se le ha

prestado muy poca atención. El sentido interno, luego se especializa y se diferencia entre ki-

nestesia y cenestesia. Cuando la vigilia baja en su nivel de trabajo, cuando baja el nivel de

conciencia, este sentido interno aumenta su emisión de impulsos.

Como los sentidos están trabajando en dinámica y en estructura, todos ellos están en bús-

queda, y están haciendo un barrido y produciendo un fondo de ruido en la información. Pero

cuando una persona duerme y cierra los párpados, no es que desaparezca absolutamente el

contacto con el mundo externo sino que baja considerablemente el fondo de ruido y al bajar

la información del mundo externo aumenta relativamente la información de los sentidos inter-

nos. No podemos decir con exactitud si es que aumentan los impulsos internos cuando baja

el nivel de conciencia, o es que al bajar el nivel de conciencia baja también el trabajo de los

sentidos externos, pero queda en evidencia el trabajo de los sentidos internos. Al bajar el

nivel de conciencia se manifiestan los impulsos del mundo interno con mayor intensidad.

Estos sentidos internos no están localizados en la cara, como casi todos los otros, ni están

localizados puntualmente, ni se los puede dirigir con precisión. Ellos están invadiendo todo y

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suministrando sus datos sin ninguna voluntariedad de nuestra parte. Uno puede, por ejemplo,

cerrar los ojos y hacer desaparecer esa percepción que estaba llegando al ojo. Uno puede

dirigir el ojo en una dirección u otra, pero uno no puede hacer lo mismo con los sentidos in-

ternos. Se puede atender mejor a determinadas sensaciones internas, pero estos aparatos

sensoriales internos no tienen esa movilidad y no se la puede tapar. Así es que tienen un

carácter de localización no puntual por una parte y no tienen movilidad tampoco, no se los

puede dirigir como a los otros sentidos. Dentro de los sentidos internos distinguimos al senti-

do kinestésico, del cual decimos que suministra datos de movimientos, de posturas corpora-

les, de equilibrio y desequilibrio físico.

Así es que acá tenemos esta suma de aparatos en dinámica, que nos van suministrando

datos del mundo externo y del mundo interno. Las huellas de esta información interna y ex-

terna y también las huellas de las operaciones mismas de la conciencia en sus distintos nive-

les de trabajo, van a recibirse en el aparato de memoria.

La estructura psíquica (la conciencia), va a coordinar datos de los sentidos y grabaciones

de memoria.

Como hemos dicho antes, no simplemente llega el dato a un aparato que lo percibe y que

está inactivo, sino que llega el dato a un aparato que está en movimiento. Este dato que llega

al aparato que está en movimiento configura la percepción. De manera que la sensación es

un átomo teórico, pero en realidad lo que se da es este dato que llega a un sentido que está

en movimiento y que es configurado y estructurado. A esto le llamamos ―percepción‖ que es

la sensación más la actividad del sentido. El registro es entonces una estructuración que ha-

ce el sentido con el dato y no el dato simplemente.

Características comunes a todos los sentidos

a) Todos efectúan actividades de abstracción y de estructuración de estímulos según sus

aptitudes. Estamos diciendo que el sentido elimina muchos datos que llegan a él y configura

otros datos que no llegan hasta él. Considerando algunos ejemplos sobre la percepción del

ojo de la rana, recordarán que este animalito únicamente tenía la percepción de que había

otro ser vivo delante de él cuando aparecía una forma determinada (curva y abombada), y

cuando esa forma tenía además movimientos; y que si no aparecía esa forma pero tenía mo-

vimiento, o a la inversa, no se producía registro en el aparato de detección de este animalito.

Si recuerdan eso, comprenderán a qué nos estamos refiriendo cuando hablamos de abstrac-

ción que hace el sentido y, además, estructuración que hace el sentido. Y de esta estructura-

ción de distintos datos surge la percepción.

b) Todos los sentidos están en continuo movimiento. Son como radares que están barrien-

do distintas franjas, de lo cual también se tiene pruebas experimentales.

c) Todos trabajan en una franja de acuerdo a un tono particular que debe ser alterado por

el estímulo. Es decir, todo sentido está en movimiento en un determinado tono. Cuando sur-

ge la percepción es porque se ha hecho variar el tono de ese sentido. Ustedes recuerdan los

experimentos con el nervio óptico de la rana que siempre estaba ciclando a un pulso por se-

gundo y cuando llegaba el estímulo nervioso empezaba a ciclar a mayor velocidad. El sentido

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estaba en movimiento. Para que se produzca la percepción, es necesario que el estímulo

aparezca entre umbrales sensoriales. El sentido está pulsando, pero si el estímulo que llega

no tiene suficiente energía no es percibido. Si sobrepasa la potencia de tolerancia, no es per-

cibido como sensación o percepción de ese propio sentido, sino como dolor. Estos umbrales

tienen movilidad. Los umbrales también se expanden o se contraen. Así es que, normalmen-

te, cuando ciertas actividades internas tales como la de la atención se refieren a un sentido,

su umbral tiende a dilatarse y los umbrales de los otros sentidos tienden a contraerse. Cuan-

do los sentidos internos trabajan plenamente ampliando sus franjas de percepción, los senti-

dos externos tienden a reducir sus franjas. Cuando la atención está puesta en los sentidos

externos las franjas, los umbrales de percepción interna, tienden a contraerse. Así que, para

que haya percepción, es necesario que el estímulo aparezca entre umbrales sensoriales. Un

umbral mínimo por debajo del cual no se percibe y un umbral de máxima tolerancia que

cuando es sobrepasado produce irritación sensorial o saturación, o lo que genéricamente

designamos como ―dolor‖. En caso que exista fondo de ruido proveniente del mismo sentido

o de otros sentidos; o que exista un fondo de ruido proveniente de memoria, que está sumi-

nistrando datos mientras se está percibiendo; o que exista fondo de ruido porque conciencia

en general está suministrando datos, el estímulo debe aumentar su intensidad para que sea

registrado y sin sobrepasar el umbral máximo para que no haya saturación y bloqueo senso-

rial. Cuando un señor está divagando, soñando despierto y sus imágenes están ocupando su

campo de conciencia, el estímulo que aparece debe incrementar su actividad para que sea

detectado. De todas maneras, cuando se está divagando o soñando despierto, la actividad

cenestésica interna está aumentando. Por lo tanto están bajando las franjas de percepción

externa. Es necesario entonces que aumentemos la actividad del mundo externo y, por

ejemplo, decir: ―¡despierte, amigo!‖. Cuando se sobrepasa el umbral máximo, o hay bloqueo

sensorial, es imprescindible hacer desaparecer el ruido de fondo para que la señal llegue al

sentido. Otro caso es el establecido en la ley de disminución del estímulo constante por

adaptación de umbral. Es decir, esta ropa que llevamos puesta encima, de comienzo nos da

un registro de sensación táctil, pero pasa el tiempo y ya no sentimos esta ropa. No sólo por-

que nos hemos distraído del problema de la ropa y estamos en otra cosa, no sólo por eso,

sino porque ese estímulo constante baja en intensidad. A medida que pasa el tiempo el estí-

mulo constante baja para la percepción. Así que cuando un estímulo está dentro del umbral

pero se hace constante, el umbral se acomoda a él para dejarlo en su límite y no seguir te-

niendo registro que perturbaría otras actividades del aparato. De manera que tenemos nume-

rosos estímulos, pero cuando los estímulos se hacen constantes los umbrales de los senti-

dos se acomodan para que desaparezca el fondo de ruido. Si no, nuestro bombardeo de per-

cepciones sería constante y contaríamos con un fondo de ruido tal que podría haber muy

poca distinción entre las nuevas percepciones que apareciesen. Así es que la percepción se

verifica entre franjas, umbrales mínimos y máximos de tolerancia. Estos umbrales están en

continua movilidad. Cuando existen estímulos constantes que aparecen dentro de esas fran-

jas, éstas se acomodan para que disminuya la percepción de ese estímulo. A eso le llama-

mos ley de disminución del estímulo constante por adaptación de umbral.

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d) Todos los sentidos trabajan entre umbrales y límites de tolerancia que admiten variacio-

nes según educación y según necesidades metabólicas (en realidad es allí donde se en-

cuentra la raíz de la existencia sensorial). Las características de variabilidad son importantes

para distinguir los errores sensoriales.

e) Todos los sentidos traducen las percepciones a un mismo sistema de impulsos. Estos

impulsos son los que van a ser distribuidos de distintas maneras. No queremos meternos en

la cuestión fisiológica pero anotemos que todos los sentidos traducen las percepciones a un

mismo sistema de impulsos. A esto le llamamos homogeneidad de los impulsos de los distin-

tos sentidos. Así es que por un lado veo, por otro lado oigo, por otro lado gusto, pero todo

esto de oír, gustar, ver, etcétera, todo esto es traducido a un mismo sistema de impulso ho-

mogéneo. Se trabaja con el mismo tipo de impulso. No van sonidos por el interior de la cabe-

za, ni van imágenes visuales, ni tampoco van sensaciones gustativas y olfatorias.

f) Todos tienen localizaciones físicas, localizaciones terminales físicas, precisas o difundi-

das conectadas con un sistema que los coordina. Todos los sentidos tienen localizaciones

terminales nerviosas, precisas o difundidas, siempre conectadas al sistema nervioso central y

al sistema periférico o autónomo, desde donde opera el aparato de coordinación.

g) Todos los sentidos se encuentran vinculados con el aparato de memoria general del or-

ganismo.

h) Todos los sentidos presentan registros propios, dados por la variación del tono al pre-

sentarse el estímulo.

Todos los sentidos pueden cometer errores en la percepción del dato. Estos errores pue-

den provenir del bloqueo del sentido, por ejemplo, por irritación sensorial. Irritamos a un sen-

tido, nos vamos al umbral de tolerancia y la percepción que tenemos sobre el dato que irrita

al sentido es una percepción fuertemente modificada, que nada tiene que ver con el objeto.

Así que estos errores pueden provenir del bloqueo del sentido por irritación sensorial, pero

también por falla o deficiencia del sentido. Ustedes reconocen las miopías, las sorderas, et-

cétera. También por falta de intervención de otro u otros sentidos que ayudan a dar paráme-

tros, que ayudan a dar referencias a la percepción. Por ejemplo, se oye algo aparentemente

lejano y al ver al objeto en cuestión, se lo empieza a escuchar de otro modo diferente. Este

es un caso muy frecuente de ilusión auditiva. Se cree que el objeto está lejos, pero única-

mente cuando se lo ve y se lo localiza visualmente, se reacomoda la percepción. Como sa-

bemos que todos los sentidos están trabajando en estructura, entonces normalmente se es-

tán recibiendo datos, recibiendo información de los distintos sentidos. Y con ellos se van con-

figurando percepciones sobre el mundo que nos rodea. De manera que en cuanto fallan los

parámetros y tenemos sólo un dato sensorial, se produce en esos casos la ilusión en la per-

cepción. También existen errores de la sensación o de la percepción motivados por agentes

mecánicos. Tal es el caso de ver luz por presión de los globos oculares. En casi todos los

sentidos hallamos ejemplos de ilusiones producidas por acción mecánica.

Imaginación.

Es muy difícil diferenciar entre el estímulo que proviniendo de un sentido llega a un aparato

de registro, y la imagen que suscita, la imagen que despierta este estímulo. Es bastante difí-

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cil distinguir entre el impulso del sentido y la imagen que corresponde a ese impulso. No po-

demos decir que la imagen y el impulso del sentido sean lo mismo. Tampoco podemos dis-

tinguir, psicológicamente, las velocidades que tiene el impulso interno y la velocidad que tie-

ne la imagen. Es como si la imagen y el impulso fueran una misma cosa, cuando en realidad

no lo son.

Al considerar a la imagen es necesario tomar algunas precauciones. En primer lugar, de-

bemos reconocer que las imágenes no sólo se corresponden con los estímulos sensoriales,

sino que también se suscitan desde memoria y, en segundo lugar, debemos estar siempre

alerta ante la interpretación ingenua que hace aparecer a la imagen como correspondiente

únicamente al sentido visual.

Para algunos estudiosos primitivos de estos asuntos, la imagen ha cumplido con una fun-

ción de segundo grado en la economía del psiquismo. Para ellos, una imagen es una especie

de percepción degradada, una percepción de segunda clase. En otras palabras, que si un

señor mira un objeto y luego cierra los ojos y evoca este objeto, observa que esta evocación

que hace del objeto es de inferior calidad a la percepción. Con el ojo percibe mejor y más

claramente un objeto que evocándolo. Ese recuerdo, por lo demás, está teñido por una can-

tidad de elementos extraños que influyen en la confusión que se hace del objeto. Entonces,

esta representación que se tiene de la presentación del objeto, aparece como una degrada-

ción, como una caída de la percepción. Comprendidas así las cosas, aquellos estudiosos

dejaron a la imagen archivada en el inventario de las secundariedades de los fenómenos del

psiquismo. Tampoco tuvieron mucha claridad en cuanto a que las imágenes no sólo corres-

pondían al sentido visual sino que cada sentido era productor de imágenes correspondientes.

Y se creyó, por último, que la imagen tenía que ver sólo con la memoria y no que estaba es-

trechamente ligada al sentido.

En realidad la imagen cumple con numerosas funciones. Vamos a necesitar comprender la

función de la imagen para luego entender que esta imagen movilizándose, va a actuar sobre

los centros y va a llevar energía de un punto a otro, produciendo transformaciones de suma

importancia para la economía del psiquismo. Por lo pronto, si los sentidos aparecen para dar

información sobre los fenómenos del mundo externo o interno, las imágenes que acompañan

a las percepciones de los sentidos no están simplemente para repetir los datos de la infor-

mación recibida sino para movilizar actividades con respecto al estímulo que llega. Pero ob-

servemos esto en un ejemplo cotidiano. Estoy en mi casa y suena el timbre. El timbre es un

estímulo para mí que lo percibo. Entonces, rápidamente salto de la silla en que estoy y voy a

abrir la puerta. Al día siguiente suena el timbre y se trata del mismo estímulo, pero en lugar

de saltar de la silla e ir a abrir la puerta me quedo en la silla. En el primer caso, estaba yo

contando con la espera de una carta que debía traer el cartero esa mañana. En el segundo

caso estaba esperando que el vecino llamara a mi puerta para pedirme una cacerola. Si en

mi presencia o en mi copresencia estaba un dato o estaba otro, este estímulo en un caso o

en otro, se ha limitado a movilizar una determinada imagen. En el primer caso, el estímulo

movilizó la imagen del cartero que estaba esperando. Claro, yo estaba en otra cosa y en ese

momento no estaba esperando al cartero. Desde luego estaba en otra cosa, pero al llegar

ese estímulo se movilizó el conjunto de imágenes con que yo de algún modo contaba. Al mo-

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vilizarse estas imágenes, yo salté de esa silla y fui a la puerta. Pero en el segundo caso con-

taba con otro sistema de ideación y al surgir el estímulo no movilizó la imagen del cartero,

movilizó la imagen del vecino, entre otras cosas porque ya recibí la carta que esperaba el día

anterior. De manera que al surgir esta segunda imagen, mi cuerpo se movilizó de otro modo,

o no se movilizó.

Así que esta cosa antigua, de que todo funciona tan simplemente por cuestiones de estí-

mulos y respuestas que corresponden a esos estímulos, no es así. Aún cuando en un circuito

elemental como el del reflejo, en un arco reactivo corto llega el estímulo y sin ninguna volun-

tariedad sale la respuesta, aparte de ponerse en marcha una respuesta, inmediatamente se

ha generado una imagen que está produciendo también su efecto. Así es que siempre va

acompañando a la sensación, el surgimiento de una imagen. Y lo que moviliza en realidad

las actividades no es la percepción, sino la imagen.

Vamos a ver cómo esta imagen tiene propiedades que hemos estudiado cuando hemos

hablado de la ―tonicidad muscular‖ en que los músculos se ponen en un determinado tono de

actividad siguiendo a las imágenes visuales. Las imágenes visuales van en una determinada

dirección y los músculos se acomodan en esa dirección. ¿Es acaso el estímulo el que está

moviendo los músculos? De ninguna manera. Es la imagen la que está moviendo los múscu-

los. Debemos reconocer que determinadas imágenes no sólo activan nuestra musculatura

externa, sino también la musculatura interna y que numerosos fenómenos fisiológicos se po-

nen en marcha. La imagen moviliza fenómenos internos, lo que produce actividad hacia el

mundo externo, como si la función de la imagen fuera devolver energía al mundo externo del

cual llegaron las sensaciones.

Los sentidos internos tienen que recibir también información de lo que va pasando en las

actividades de mi conciencia, porque si no tuviera esa información, yo no podría dar continui-

dad a esos procesos. Así es que los sentidos internos están captando no sólo datos viscera-

les, datos del intracuerpo, sino que están captando también lo que pasa con mis actividades

y con las operaciones de mi conciencia.

El ―aparato‖ formador de imágenes funciona en distintos niveles de trabajo contribuyendo a

modificar la actividad no sólo de esta conciencia, de este coordinador, sino de los aparatos

mismos de información de la memoria y de la actividad de los centros.

Desde luego que llegan datos del funcionamiento de la conciencia, a los sentidos internos.

A su vez, la conciencia también puede actuar para orientar a los sentidos en una dirección o

en otra y hacer que se atienda a una franja sensorial y se desatienda a otra. Esas, en reali-

dad, son funciones de la conciencia más que funciones de los sentidos. Debemos estudiar

eso cuando toquemos el tema de la estructuración que efectúa la conciencia. Pero, de todos

modos, es bueno advertir que los sentidos están movidos por la actividad de los fenómenos

que llegan hasta ellos y también están movidos por la dirección que imprime el aparato coor-

dinador. Cuando los sentidos no se limitan sólo a recibir impresiones del mundo externo o

interno, sino que son intencionalmente direccionados, entonces estamos en presencia del

fenómeno de reversibilidad. Es muy distinto sentir ruido, porque ese ruido se produce sin la

participación de mi intención, a ir a buscar un determinado ruido. Cuando estoy buscando

con mis sentidos una determinada cosa, estoy dirigiendo la actividad del sentido a partir de

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los mecanismos del coordinador. Y también, aparte de dirigir los sentidos, es muy distinto

cuando simplemente percibo un dato a cuando tengo conciencia de la percepción de ese da-

to. Yo escucho el timbre y eso no me significa gran cosa. Pero cuando escucho el timbre y

este escuchar el timbre es para mí concientizado, en el sentido que lo aíslo de una masa in-

diferenciada de estímulos y le presto atención, entonces estoy trabajando no con la percep-

ción de un estímulo indiferenciado, sino con la apercepción sobre ese estímulo. Hay un tra-

bajo entonces que no es de simple detección y luego percepción, sino que hay un trabajo en

donde le pongo atención a la percepción. A eso le llamo ―apercepción‖. Es más, puedo dis-

poner a todos mis sentidos en la dirección de la apercepción. Observan que es muy diferente

el limitarse a estar montado en una masa de percepciones, a estar en una actitud apercepti-

va. En esta actitud todos los estímulos que van llegando son registrados con atención. Puedo

estar en una actitud aburrida y de todos modos llegar los estímulos, o puedo estar en una

actitud atenta a que salten los estímulos, como el cazador espera que salte la liebre. Puedo

estar muy atento esperando el surgimiento de determinados estímulos y aún cuando los es-

tímulos no surjan, estoy en actitud aperceptiva. Tener en cuenta el mecanismo de reversibili-

dad va a ser importante para comprender el problema de los niveles de trabajo de la con-

ciencia y para precisar algunos fenómenos ilusorios.

Estamos tratando de destacar, entre otras cosas, que los sentidos no están llevando sólo

información del mundo externo, sino que los sentidos trabajan muy complejamente, que son

dirigidos en algunas de sus partes por la actividad de la conciencia. No están influyendo so-

bre los sentidos simplemente los fenómenos del mundo externo o los fenómenos internos

viscerales, sino que la actividad de la conciencia va influyendo sobre el trabajo de los senti-

dos. De no ser esto así, no se explicaría que ciertas perturbaciones de la conciencia modifi-

caran el registro que se tiene del mundo externo. Ejemplificando: diez personas distintas

pueden, sobre un mismo objeto, tener una percepción distinta (aunque estén colocadas a la

misma distancia, en las mismas condiciones luminosas, etcétera), porque hay determinados

objetos que se prestan para que la conciencia proyecte sobre ellos su trabajo. En realidad la

conciencia no proyecta sobre los objetos su trabajo; la conciencia proyecta sobre los sentidos

su trabajo y entonces modifica el sistema de percepción. La conciencia puede proyectar sus

imágenes sobre el aparato de recepción, el aparato de recepción puede devolver esta esti-

mulación interna y entonces se puede tener el registro de que el fenómeno ha llegado desde

el exterior. Si esto es así, entonces determinados funcionamientos de la conciencia pueden

modificar la estructuración que hacen los sentidos de los datos del mundo externo.

Memoria.

La memoria tampoco está trabajando aisladamente, como no están trabajando los sentidos,

ni ninguno de los otros componentes del psiquismo. La memoria está trabajando también en

estructura. La memoria, hemos dicho en su momento, tiene por función grabar y retener da-

tos provenientes de los sentidos, datos provenientes de la conciencia; y también la memoria

tiene por función suministrar datos a la conciencia cuando la conciencia tiene necesidad de

esos datos. El trabajo de la memoria da referencia a la conciencia para su ubicación temporal

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entre los fenómenos. Sin este aparato de memoria, la conciencia se encontraría con serios

problemas para ubicar a los fenómenos en el tiempo. No sabría si este fenómeno se produjo

antes o después y no podría articular al mundo en una sucesión temporal.

Es gracias a que existen distintas franjas de memoria y es gracias a que existen también

umbrales de memoria que la conciencia puede ubicarse en el tiempo. Seguramente también

es gracias a memoria que la conciencia puede ubicarse en el espacio, ya que de ninguna

manera el espacio mental está desvinculado de los tiempos de conciencia, tiempos que son

suministrados por fenómenos que provienen de memoria. Así es que esas dos categorías de

tiempo espacio funcionan en conciencia gracias al suministro de datos que da memoria. Y a

esto se lo puede ver más despacio.

Así como se habla de un átomo teórico de sensación, también se menciona un átomo teó-

rico de reminiscencia. Pero esto es teórico porque no existen en los fenómenos que se expe-

rimentan. Lo registrable es que en memoria se reciben, se procesan y se ordenan datos pro-

venientes de los sentidos y de la conciencia, en forma de grabaciones estructuradas. La me-

moria va recibiendo datos de los sentidos, va recibiendo datos de las operaciones de la con-

ciencia, pero además va ordenando estos datos y los va estructurando; va haciendo un tra-

bajo muy complejo de compilación y de ordenamiento de los datos. Cuando baja el nivel de

conciencia, la memoria se pone a ordenar todos los datos que en otro nivel de conciencia

fueron archivados. En un nivel la memoria está trabajando, registrando, archivando, todos los

datos cotidianos, los datos del día que van llegando. Y en otro nivel de trabajo la memoria

empieza a catalogar y a ordenar esos datos que se recibieron en vigilia.

En el sueño, que es otro nivel de conciencia, nos vamos a encontrar con que la memoria

está procesando datos. Y el ordenamiento que se hace en memoria de los datos que se han

recibido, no es el mismo ordenamiento que se hace cuando los datos se van recibiendo.

Así, en este momento estoy recibiendo información por los sentidos y esta información que

recibo va archivándose en memoria. Pero resulta que cuando baja mi nivel de conciencia y

voy al sueño me encuentro también con esos datos del mundo cotidiano, del mundo de la

vigilia. Aparece toda esa materia prima que he recibido durante el día y he grabado, pero es-

ta materia prima no se articula del mismo modo en mi sistema de representación interna. Lo

que tuvo una secuencia durante el día, al bajar el nivel de conciencia va siguiendo otro or-

den. Y entonces lo que pasó al final, ahora sucede al principio; elementos recientes se ligan

con elementos muy antiguos de mi memoria y ahí se va haciendo toda una estructuración in-

terna con la materia prima que se recibe del día y con los datos anteriores de distintas franjas

de memoria que corresponden a una memoria antigua, a una memoria más o menos me-

diata. La memoria es un ―aparato‖ que cumple con distintas funciones según el nivel de tra-

bajo en que se encuentre la estructura de conciencia.

Los datos son grabados por memoria, de distintas maneras:

1) Un fuerte estímulo graba en memoria con fuerza;

2) también se graba con fuerza por entrada simultánea a través de distintos sentidos;

3) se graba también cuando un mismo dato sobre un fenómeno es presentado de distintas

maneras. Si presento el objeto, lo grabo de un modo, si lo presento de otra manera lo

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grabo de otro modo. Mi conciencia lo está estructurando, lo está articulando; pero aparte

de eso he tenido una impresión A y una impresión B. Se lo graba porque hay una repeti-

ción y además porque se están grabando los datos que está estructurando conciencia so-

bre el objeto en cuestión;

4) también se graba por repetición propiamente dicha;

5) los datos son mejor grabados en contexto que individualmente;

6) también son grabados mejor cuando sobresalen o resaltan por falta de contexto. Eso que

resalta, eso que no puede ser, predispone a una mayor atención y por consiguiente se

graba también con mayor fuerza;

7) la calidad de la grabación aumenta cuando los estímulos son distinguibles y esto se pro-

duce en ausencia de fondo de ruido por nitidez de las señales.

Cuando hay saturación por reiteración se produce bloqueo. Los publicistas han exagerado un

poco la ley de repetición. Por repetición se incorpora un dato pero también por repetición se

produce fatiga de sentidos. Además, vale para memoria lo que vale para los sentidos en ge-

neral. Es decir, aquella ley del estímulo decreciente a medida que el estímulo permanece. Si

mantenemos un continuo goteo de agua, esta repetición del goteo de agua no logra que se

grabe el goteo de agua. Lo que se logra es que se cierre el umbral de grabación, así como se

cierra el umbral de percepción también y entonces el dato deja de influir. Cuando una cam-

paña publicitaria se hace excesivamente reiterativa e insiste desconsideradamente, apoyán-

dose en esa ley de la grabación por repetición, produce saturación en memoria y el dato ya

no entra, produce irritación sensorial y saturación en memoria. En algunos animalitos se tra-

baja con esto de la reiteración del estímulo y en lugar de grabarse fuertemente el estímulo y

corresponder una respuesta adecuada a ese estímulo, resulta que el animalito se nos duer-

me.

Cuando hay ausencia de estímulos externos, el primer estímulo que aparece es grabado

fuertemente. También cuando la memoria no está entregando información a la conciencia,

hay mayor disponibilidad para grabar. Y la memoria suelta información, compensatoriamente,

cuando no están llegando datos a la conciencia. Imaginemos un caso. Un señor se encierra

en una cueva adonde no llegan estímulos del mundo externo. No llega luz, no llega sonido,

no hay ráfagas de viento que impresionen su sensibilidad táctil... hay una sensación de tem-

peratura más o menos constante. Los datos externos se reducen. Entonces memoria co-

mienza a soltar sus datos almacenados. Este es un curioso funcionamiento de la memoria.

Se encierra una persona en una cárcel, o se mete una persona en una cueva y entonces,

como no hay sentidos externos trabajando y como no hay datos externos, de todos modos

memoria va suministrando datos al coordinador. Si eliminamos los datos sensoriales exter-

nos, inmediatamente memoria comienza a compensar suministrando información. Memoria lo

hace así porque de todos modos conciencia necesita de todo esos datos para ubicarse en el

tiempo, en el espacio, y cuando conciencia no tiene referencias de datos que la estimulen,

pierde su estructuralidad. Y el yo, aquel que había surgido por suma de estímulos y suma de

trabajos de aparatos, se encuentra con que ahora no tiene estímulos y no tiene datos que

provengan de los aparatos. El yo pierde su estructuralidad y experimenta la sensación de

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que se desintegra, de que pierde cohesión interna. Entonces apela a referencias de datos,

aunque estos provengan solamente de memoria y esto mantiene la precaria unidad del yo.

El recuerdo, o más precisamente la evocación, surge cuando la memoria entrega a la con-

ciencia datos ya grabados. Esta evocación es producida intencionalmente por la conciencia,

lo que la distingue de otro tipo de rememoración que se impone a la conciencia.

Haciendo un símil, para que todos estos mecanismos resulten más o menos simétricos con

esto que sucedía con los sentidos y la conciencia: acá llegan los estímulos de memoria a

conciencia y decimos ―rememoración‖; cuando conciencia iba hacia los estímulos hablába-

mos de ―apercepción‖; y cuando conciencia va hacia los datos de memoria es decir, va ubi-

cando el dato que le interesa, entonces hablamos de ―evocación‖. Se evoca cuando la aten-

ción se dirige a una determinada franja de recuerdos almacenados.

Sabemos que llegan a conciencia datos de los sentidos externos y también de los sentidos

internos. Va llegando esta información simultánea a la conciencia. Quiere decir que cuando

evoco, cuando voy a memoria a buscar el dato externo, muy frecuentemente este dato que

traigo de memoria, viene mezclado con los otros datos con que fue acompañada la per-

cepción. En otras palabras, que si estoy ahora recibiendo información externa y eso va a

memoria, también estoy recibiendo información interna que va a memoria. Cuando yo evo-

que aquello que sucedió, no se me va a presentar en conciencia solamente el dato externo

sino también el dato interno que acompañó aquel momento. Esto, es de suma importancia.

Consideren lo que pasa cuando recuerdo. Observo el objeto, cierro los párpados, recuerdo

el objeto. Según mi educación visual sea buena, regular o mala, la reproducción de aquella

impresión será más o menos fiel. ¿Recuerdo solamente el objeto o hay unas cuantas otras

cosas que recuerdo? Fíjense bien. No estamos hablando de las cadenas de ideas, de las

asociaciones que suscita el recuerdo de ese objeto, que también las hay, recuerdo el objeto y

también surgen otras cuantas cosas. Vamos al recuerdo del objeto mismo. Observo el objeto,

cierro los párpados; se reproduce desde memoria el objeto: aparece una imagen del objeto.

Pero esta imagen que aparece del objeto, además de tener otros componentes visuales ya

que estoy trabajando con el ojo, tiene componentes para mí, en mi registro interno, de tonos

musculares y un cierto sabor, un cierto clima que nada tiene que ver con la percepción. De

manera que estoy recordando de ese objeto no sólo la grabación que el objeto me propone,

sino la grabación de mi estado en el momento en que se produjo. Desde luego que esto tiene

grandes consecuencias. Porque si esto fuera simplemente un archivador de datos sensoria-

les la cosa estaría fácil; pero resulta que la información que voy recibiendo del mundo ex-

terno va siendo asociada al estado en que se encontraba esa estructura en el momento de la

grabación. Y decimos más. Decimos que puede haber evocación y los datos que están alma-

cenados en memoria pueden llegar a conciencia, gracias a que los datos de los fenómenos

son grabados acompañando a los datos de la estructura. Porque la evocación, si se fijan

bien, va a trabajar no buscando imágenes, va a trabajar buscando estados. Y se identifican

las imágenes que corresponden a una situación u otra, no por la imagen en sí, sino por el

estado que le corresponde. Observen qué hacen cuando recuerdan: ahora quieren recordar

la casa de ustedes. ¿Cómo hacen para recordar tal casa? Fíjense qué hacen. ¿No experi-

mentan una suerte de sensación interna? Y esa sensación, antes de que surja la imagen de

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la casa de ustedes, esa sensación interna, ¿es una sensación de imágenes? No, es una

sensación cenestésica. Esa sensación cenestésica está buscando entre distintos estados

internos, el clima general que corresponde a las grabaciones de imágenes visuales de la ca-

sa de ustedes.

Y cuando ustedes van a evocar una imagen horrorosa, ¿la van a buscar entre las distintas

máscaras de monstruos para encontrar la precisa, o la van a buscar en el clima que corres-

ponde en ese nivel particular de la memoria que impresiona como horroroso? No van bus-

cando entre imágenes, van buscando entre masas de estímulos internos que acompañan a

las grabaciones dadas. Cuando la imagen es evocada finalmente por la conciencia, se está

en disposición de que la imagen efectúe operaciones, provoque descargas, movilice muscu-

larmente o movilice un aparato para que éste se ponga a trabajar con esa imagen, y enton-

ces aparezcan operaciones intelectuales, o movilice emociones, etcétera. Cuando la imagen

ha saltado entonces en la pantalla de representación, ya se está en disposición para actuar.

Pero el sistema de evocación no trabaja entre imágenes sino que trabaja buscando entre

estados. Acercándonos con todo esto a la fisiología, es como si dijéramos que no se graban

imágenes visuales en las neuronas, no quedan las imágenes pequeñas, microscópicas,

adentro de las neuronas. Sino que más bien hay correntadas electroquímicas que no son

imágenes y cuando se produce el fenómeno de evocación, no se van buscando esas imáge-

nes microscópicas hasta dar con ellas, sino que se van buscando niveles electroquímicos

que me dan el registro que corresponde a ese nivel dentro del cual se articula posteriormente

la imagen. No se evoca pues por imágenes, sino por los estados que acompañaron a la per-

cepción sensorial de aquel momento.

Pongamos un ejemplo que siempre utilizamos: salgo de un lugar y me doy cuenta en un

momento que he olvidado algo. ¿Qué registran ustedes, una imagen, o registran una curiosa

sensación? Una imagen no, por cierto, porque si no sabrían qué se han olvidado. Tienen el

registro de una curiosa sensación de algo que han olvidado. ¿Y qué hacen inmediatamente?

Empiezan a buscar imágenes, aparece una y dicen: ―ésta no‖; aparece otra y dicen: ―ésta

no‖. Van trabajando por descarte de imágenes. ¿Qué los guía en esta búsqueda?, ¿los guía

la imagen? No los guía la imagen, los guía el estado que hace surgir a las distintas imágenes

y cuando la imagen incorrecta surge, ustedes dicen ―no, esto no me olvidé porque lo llevo

puesto‖. Y así van ustedes guiándose por los estados internos hasta que, finalmente, se pro-

duce el encuentro del objeto y ustedes experimentan la sensación de encuentro. Y dicen:

―¡eso es lo que olvidé!‖. En todo ese trabajo ustedes han estado buscando entre estados y

esos estados han ido haciendo saltar las imágenes y ustedes han ido produciendo ese reco-

nocimiento. Es muy distinto el estado del acto en busca de un objeto al estado del acto del

encuentro (de la implesión) del objeto. Son muy distintos los registros que se tienen. Pero en

todos los casos estamos hablando de estados, que son acompañados a gran velocidad por

las imágenes.

En un ejemplo que pusimos anteriormente, de aquella ―ciudad desagradable‖ que recuer-

do, puedo decir que la reconozco no sólo porque aparecen sus imágenes, sino porque apa-

rece el estado en que yo me encontraba en el momento en que grabé los datos de la ciudad.

Y esa ciudad será desagradable o será una ciudad amable, o será una ciudad de tales y cua-

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les características, no por la evocación de imágenes simples que tenga, sino por los estados

que se suscitaron en el momento en que los grabé. Observen ustedes una fotografía de otra

época. Una especie de cristalización de los tiempos pasados. Ustedes ven esa fotografía e

inmediatamente esa fotografía que suscita el hecho feliz de aquel momento, despierta en

ustedes la sensación nostálgica de algo que está presente, claro, pero que está perdido. Y

hay un cotejo, una confrontación entre esto que está presente y aquello que se perdió; este

estado que ha tenido que ver con las grabaciones de aquel momento y el estado actual en

que estoy grabando tal dato.

Habíamos dicho que el recuerdo, más precisamente la evocación, surge cuando la memo-

ria entrega a la conciencia datos ya grabados. Esta evocación es producida intencionada-

mente por la conciencia, lo que la distingue de otro tipo de rememoración que se impone a la

conciencia, como cuando ciertos recuerdos invaden a la conciencia, coincidiendo en ocasio-

nes con búsquedas o con contradicciones psicológicas que aparecen sin participación de la

propia conciencia. Hay diferencia entre esto de buscar un dato en memoria, a esto otro de

que surjan espontáneamente datos de memoria e invadan a la conciencia con mayor o me-

nor fuerza según la carga que tengan. Hay estados de memoria que llegan a la conciencia,

sueltan imágenes y estas imágenes se imponen obsesivamente. Esa imagen que llega de

memoria o que suelta memoria, que invade a la conciencia y se impone obsesivamente, ¿es

por la imagen en sí, es por el recuerdo en sí, o es por el estado que acompaña a esa ima-

gen? Sin duda que es por el estado que acompaña a esa imagen. Y esa imagen obsesiva

que corresponde a una situación que tuve hace mucho tiempo, esta imagen que se me im-

pone tiene fuerte carga (vamos a decir después) ―climática‖. De manera que viene asociada

a un estado, al estado en que se grabó aquel fenómeno.

Hay grados de evocación, distintos grados de evocación, según que el dato se haya regis-

trado con mayor o menor intensidad. Cuando los datos rozan levemente el umbral de regis-

tro, la evocación será también leve. Incluso hay casos en que no se recuerda pero al volver a

percibir el dato se lo re-conoce. Y hay datos que están trabajando en el umbral de percep-

ción, que para nosotros en este caso es también umbral de memoria. Esto que se puso de

moda en su momento, esto de la acción ―subliminal‖ o la propaganda subliminal, esto que

parecía que era un fenómeno interesante y que después resultó un fiasco, era un mecanismo

simple, bastante elemental, en donde se lanzaba un estímulo en el umbral de percepción. El

sujeto no terminaba de registrar el dato, pero el dato de todos modos entraba. Y sabemos

que el dato entraba porque luego ese dato aparecía, por ejemplo, en los sueños del sujeto. Y

además, porque el sujeto en cierto estado podía rememorar aquello que en su momento pa-

recía que no había percibido, que no había visto. Así que hay una cantidad de datos que de

todos modos pegan en el umbral de percepción, no son registrados en ese momento por

conciencia, pero van a memoria. Y esos datos, si van a memoria, van también relacionados

con el estado particular que les acompañaba. Es más, para que esos datos pudieran influir

publicitariamente era necesario asociar al disparo del objeto subliminal, una determinada

emoción. Si se quería publicitar una bebida, no era cuestión solamente de colocar la bebida

en un fotograma de cada 16 cuadros del film publicitario (sabemos que si colocamos en cada

16 cuadros del film ese objeto, vamos a ver la película pero no vamos a ver pasar el disparo

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subliminal, que está trabajando justo en la franja de percepción). Si elegíamos determinadas

partes del film (las partes que tenían mayor calidez emotiva) y en esas partes colocábamos

el producto en cuestión, entonces al evocar el sujeto aquella película actuaba sobre él con

mayor intensidad el fenómeno grabado subliminalmente. Esa era la idea, funcionaba muy

elementalmente. Y no parece que haya incrementado la venta de productos tratados con ese

sistema publicitario. Pero aún hay gente que sigue creyendo en el ―poder de aquella arma

secreta terrible‖. En lo que estamos no es en el problema de la propaganda subliminal. Es-

tamos en el problema de la imagen o del fenómeno que apenas toca el umbral y se graba,

pero está grabándose simultáneamente un estado. A partir de los umbrales mínimos de evo-

cación, aparecen gradaciones más intensas hasta llegar al recuerdo automático, que es de

veloz reconocimiento. Tomemos el caso del lenguaje. Uno cuando está hablando y tiene muy

incorporado un determinado lenguaje, no está recordando las palabras que tiene que articu-

lar para que salga la voz. Eso pasa en los momentos de aprendizaje, cuando se está apren-

diendo otro idioma, pero no en el momento en que se ha incorporado automáticamente el

sistema de lenguaje. Ahí se está trabajando con ideas, ahí se está trabajando con emociones

y entonces memoria va suministrando datos de acuerdo a los estados que se van suscitando

en quien quiere desarrollar sus ideas. ¡Qué curioso sería que la memoria fuera simplemente

grabación de datos sensoriales! Para poder hablar, tendríamos que reproducir todo aquello

que se produjo en el momento en que aprendimos a hablar, por lo menos tendríamos que

reproducir todo el sistema sígnico. Pero cuando estoy hablando no estoy buscando el siste-

ma sígnico, lo que estoy buscando es mis ideas, mis emociones y se van soltando las articu-

laciones sígnicas, esas imágenes sígnicas que voy lanzando luego en el lenguaje. Está ac-

tuando el recuerdo automático, un recuerdo de veloz reconocimiento. Y el reconocimiento de

un objeto se produce cuando es cotejada esa percepción con datos percibidos anteriormente.

Sin reconocimiento el psiquismo experimentaría un estar siempre por primera vez ante los

fenómenos, a pesar de que estos se repitieran. Sería siempre el mismo fenómeno y no po-

dría haber reconocimiento y así no podría avanzar el psiquismo, pese a lo que opinan algu-

nas corrientes a la moda. Opinan que es un ―interesante progreso psicológico‖ el hecho de

que la conciencia trabaje sin memoria. Trabajando sin memoria, estos predicadores no po-

drían ni siquiera explicar ese sistema a otros.

El olvido en cambio, es la imposibilidad para traer a la conciencia los datos ya grabados.

Es muy curioso cómo a veces se olvidan franjas completas de situaciones, o de conceptos, o

de fenómenos. En algunos casos aquello que pudiera suscitar un determinado clima es bo-

rrado y por lo tanto son borrados todos los fenómenos grabados en memoria que tiene algo

que ver con aquél estado. Se borran franjas enteras porque podrían suscitar esa imagen

asociada a climas dolorosos.

En general, el olvido es la imposibilidad para traer a la conciencia datos ya grabados. Esto

ocurre por un bloqueo en la reminiscencia que impide la reaparición de la información. Pero

hay también suertes de olvidos funcionales que impiden la aparición continua de recuerdos

gracias a mecanismos de interregulación que operan inhibiendo un aparato mientras funcio-

na otro. Esto quiere decir que afortunadamente no se está recordando de continuo todo; que

afortunadamente se puede recordar situando los objetos y los fenómenos en distintos mo-

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mentos, en distintos tiempos. Afortunadamente, no se recuerda de continuo porque entonces

se vería muy perturbada la recepción de los datos del mundo externo. Con tal fondo de ruido

de recuerdo continuo, es claro que tendríamos problemas al observar los fenómenos nuevos.

Y es claro que nuestras operaciones intelectuales se verían fuertemente perturbadas también

si estuviéramos sometidos al bombardeo continuo de memoria. Incluso veremos cómo el ol-

vido, o la amnesia, o el bloqueo, también operan no por defecto, sino cumpliendo con una

función importante para la economía del psiquismo. No será que esta estructura esté mal

armada, sino que esté cumpliendo con alguna función aún en los errores que comete.

Podemos observar distintos niveles de memoria. En la adquisición de la memoria indivi-

dual, en los primeros momentos en que se empieza a percibir y ya se empieza a grabar, se

forma una suerte de ―substrato‖, para darle un nombre; una especie de substrato antiguo de

memoria, un substrato profundo de memoria. Sobre esta base de memoria, que es la base

de datos con que va a trabajar la conciencia, se va estructurando el sistema de relaciones

que luego efectúa la conciencia. Es la memoria más antigua desde el punto de vista del fun-

damento de las operaciones que se realizan. Sobre esta memoria más antigua se van ―depo-

sitando‖ todas las grabaciones que se siguen registrando a lo largo de la vida, este es un se-

gundo nivel de memoria. Y hay un tercer nivel de memoria que es la memoria inmediata, de

los datos inmediatos con los que vamos trabajando. Normalmente, la memoria profunda que-

da archivada fuertemente sin producirse en su substrato operaciones de importancia. Mien-

tras que en la memoria reciente, es necesario todo un trabajo de ordenamiento, clasificación

y archivo de datos. También se establecen entre esos niveles (el nivel más reciente, el nivel

inmediato, y el nivel mediato), suertes de ―diferencias de potencial‖, diríamos, en donde los

nuevos datos van ingresando y también van modificando a la memoria mediata. Si escolar-

mente quisiéramos hacer una clasificación hablaríamos de una memoria antigua, una memo-

ria mediata y una memoria inmediata. Y es a la memoria inmediata a la que le daríamos el

mayor trabajo de clasificación que a los otros tipos de memoria. Aunque no se trabaje fuer-

temente con los datos más antiguos, estos están muy arraigados. Es como si crearan un

campo dentro del cual caen los nuevos. Por esto tenemos serias dificultades para realizar

trabajos con la memoria antigua. Podemos hacer trabajos con la memoria inmediata, actuar

indirectamente sobre la memoria mediata pero nos cuesta enormemente modificar huellas

profundas del substrato. Ese es el trasfondo que quedó y ese trasfondo, fuertemente graba-

do, es el que está influyendo sobre los nuevos potenciales que van llegando al archivador.

Así que en realidad están influyendo esas tensiones internas de la memoria, esas suertes de

climas internos de la memoria, sobre los nuevos datos.

En toda grabación y también en la memorización de lo grabado, el trabajo de las emocio-

nes tiene un papel muy importante. Así es que emociones dolorosas o estados dolorosos que

acompañan a una grabación, luego nos dan un registro diferente al de las grabaciones que

se efectuaron en estados emotivos de agrado. Así pues, cuando se evoca una determinada

grabación sensorial externa, también van a surgir los estados internos que le acompañaron.

Si a ese dato externo le acompaña un sistema de emociones de defensa, un sistema de

emociones dolorosas, la evocación de aquello que se grabó va a venir teñida con todo ese

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sistema de ideación doloroso que acompañó a la grabación del dato externo. Y esto tiene im-

portantes consecuencias.

Hay una suerte de memoria de tipo situacional también. Uno graba a una persona en una

determinada situación. Al poco tiempo ve a esa misma persona pero en una situación que no

tiene nada que ver. Entonces uno encuentra a esa persona, la registra como conocida, pero

no la reconoce plenamente; no coinciden las imágenes porque no coincide aquella imagen

de la persona con la situación en la que fue grabada. En realidad, todo tipo de grabación es

situacional y podemos hablar de una suerte de memoria situacional en donde el objeto va

siendo grabado por los contextos. Modificando luego el contexto en que está ese objeto, en-

contramos una suerte de sabor conocido en ese objeto pero no podemos reconocerlo porque

los parámetros de referencia han variado. Entonces tenemos dificultades en el reconocimien-

to por la variación del contexto al confrontar aquella imagen con la nueva. En los mecanis-

mos de evocación, en la rememoración en general, hay problemas porque a veces no se sa-

be como localizar al objeto si no se encuentra todo aquello que le acompañó. Lo que hemos

dicho de la evocación, con respecto a que no se buscan imágenes sino que se buscan cier-

tos tonos, también vale en este caso.

Las vías de entrada de los impulsos mnémicos (de los impulsos de memoria), son los sen-

tidos internos, los sentidos externos y las actividades del aparato de coordinación. Por su

parte, los estímulos que llegan siguen una doble vía: una vía que va directamente al aparato

de registro y una vía que va al aparato de memoria. Es suficiente con que los estímulos so-

brepasen levemente los umbrales sensoriales para que sean registrables. Y es suficiente una

mínima actividad en los distintos niveles de conciencia para que haya grabación. Por otra

parte, al actualizarse memoria por la traducción de impulso a imagen y de imagen a centro,

como del funcionamiento del centro a su vez hay registro, se refuerza memoria. Estamos di-

ciendo esto: si un impulso de memoria llega a conciencia y en conciencia este impulso se

convierte en imagen, esta imagen actúa sobre los centros y estos dan la señal hacia afuera.

Al efectuarse esta señal hacia afuera, de todos modos se registra la actividad del centro en

sentidos internos. Por consiguiente, ¿cómo se aprende realmente? ¿Se aprende realmente

por el dato que llega a los sentidos y se archiva en memoria o se aprende cuando se efec-

túa? Un poco por las dos cosas.

En la educación escolar se ha supuesto que una fuente emisora dé señal, una fuente re-

ceptora tome la señal y en eso consista el aprendizaje. Parece que las cosas no funcionan

tan así. Parece que se aprende cuando el dato que sale de memoria llega a conciencia, se

traduce en imagen, moviliza centro y va como respuesta (se trate de respuesta intelectual o

emotiva o motriz). Cuando este impulso convertido en imagen moviliza centro y centro efec-

túa, de esa acción del centro se tiene a la vez registro interno. Cuando se establece todo es-

ta realimentación, este feed-back, es cuando la grabación se acentúa. En otras palabras: se

aprende haciendo y no simplemente registrando. Si ustedes trabajan con un niño dándole

explicaciones y el niño simplemente está en actitud receptiva, su situación de aprendizaje

será muy diferente a que al niño le suministran datos y le pidan que con esos datos estructu-

re relaciones y explique él lo que aprendió. Como a la vez hay un circuito entre el que enseña

y el que aprende, las mismas operaciones del que aprende, el preguntar del que aprende

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sobre el que enseña, hace que el que enseña tenga que efectuar trabajos y relaciones inclu-

so no pensadas por él. De tal manera que en este sistema de relación todos aprenden. Es un

sistema de relaciones entre ambos interlocutores en donde, claro, el esquema de causa y

efecto no funciona. Funciona una continua reacomodación en estructura, donde al dato se lo

va viendo desde distintos puntos y donde no está solamente la actitud activa del que suminis-

tra dato y pasiva del que recibe el dato.

En el circuito entre sentidos y coordinador la memoria actúa como una suerte de conectiva,

como un puente, compensando en ocasiones la falta de datos sensoriales, ya sea por evoca-

ción, ya por recuerdo involuntario. Y en el caso del sueño profundo, en donde no hay entrada

de datos externos, están llegando a conciencia datos cenestésicos combinados con datos de

memoria. En este caso los datos mnémicos no aparecen evocados intencionalmente, pero de

cualquier modo el coordinador está realizando un trabajo, está ordenando datos, está anali-

zando, está haciendo operaciones con participación de memoria; aún en el estado de sueño

profundo, se están realizando todas estas operaciones. Conciencia está haciendo esto. Co-

mo ustedes saben, nosotros no identificamos conciencia con vigilia. Conciencia para noso-

tros es algo mucho más vasto, por eso hablamos de niveles de conciencia. Bien, la concien-

cia, en su nivel de sueño está abocada a ese trabajo mecánico de clasificación y de ordena-

miento de los datos. En el nivel de sueño profundo hay reordenamiento de la materia prima

vigílica, es decir, de la memoria reciente. Por eso es que los sueños de ese día tienen que

ver preferentemente con la materia prima que se ha recibido durante el día. Desde luego que

ahí se establecen largas cadenas asociativas y el dato de ese día, la materia prima de ese

día a su vez, engancha y conecta con datos anteriores, pero es básicamente la materia prima

del día (la memoria reciente), la que está trabajando en la formación del ensueño del sueño.

El coordinador puede dirigirse a la memoria mediante la evocación. A esta evocación le

llamamos nosotros ―mecanismo de reversibilidad‖. Exige una actividad del coordinador en la

búsqueda de las fuentes. Existe también una cantidad numerosa de errores de memoria. El

error más general de la memoria es el del falso reconocimiento, que surge cuando un dato

nuevo es relacionado incorrectamente con uno anterior. Esta situación en que ahora estoy,

es sumamente similar a otra situación en que estuve antes, sólo que el objeto que tengo aho-

ra no lo he visto antes. Como existen grabaciones de tipo situacional, yo ahora experimento

la sensación de ya haber visto ese objeto, y no es que haya visto ese objeto nunca, sino que

reconozco situaciones similares a la que estoy ahora y que ya han sucedido en otro momen-

to. Entonces emplazo a ese nuevo objeto dentro de esa memoria situacional y me aparece

como reconocido. A veces sucede lo inverso. Es que un objeto que reconozco suscita una

situación que no he vivido jamás pero que me parece haber vivido. Una variante de esto, la

variante llamada de ―recuerdo equívoco‖, es la de suplantar por otro a un dato que no apare-

ce en memoria, como si se llenara el vacío de información.

Genéricamente se le llama amnesia a un registro de imposibilidad total para evocar datos o

secuencias completas de datos. Hay distintas clasificaciones de estas amnesias, de estos

olvidos. Puede haber amnesias no sólo referidas a un determinado objeto, o a objetos que se

encadenan con él contiguamente, contradictoriamente o similarmente. También pueden ope-

rar amnesias donde lo que se borra no es determinado objeto sino una determinada situación

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y que está actuando en los distintos niveles de memoria. Ejemplificando esto: no me olvido lo

que sucedió solamente hace cinco días, sino que olvido en distintas etapas de mi vida algu-

nas situaciones que están relacionadas entre sí. Entonces, el olvido no solamente es lineal

en una franja temporal, sino que a veces es selectivo de una determinada situación que se

repite en distintas etapas vitales. Toda aquella franja queda borrada, aparentemente, porque

en realidad es muy difícil que algo se borre de memoria. Lo que sucede normalmente es que

el dato no puede ser evocado porque no se tiene registro de tal sensación, porque esa sen-

sación del registro que corresponde a esa franja fue influida por otros tipos de sensaciones,

entre otras, las sensaciones dolorosas. Las sensaciones dolorosas que acompañan a las

grabaciones de determinados fenómenos son las que tienden a desaparecer en la evocación.

Como estas sensaciones dolorosas son rechazadas por toda la estructura, entonces es re-

chazado todo lo que le acompaña. Es básicamente el mecanismo de dolor en la grabación de

un dato, el que a la corta o a la larga va a hacer evanescer el dato, va a hacer desaparecer el

dato, por lo menos en su aspecto evocativo. De todas maneras, aquello que fue grabado con

dolor, o es olvidado, o es evocado nuevamente en conciencia; pero transformados los conte-

nidos laterales que le acompañaron. Hay grabaciones ―a fuego‖, dirían algunos, que son gra-

baciones dolorosas. Pero en estas grabaciones dolorosas, si se las examina bien, se verá

que numerosos fenómenos que le acompañan han sido transformados fuertemente. Toda

grabación está asociada a otras contiguas. No hay pues recuerdo aislado sino que el coordi-

nador selecciona entre los recuerdos, aquellos que le son necesarios.

Refiriéndose al problema de la grabación de lo doloroso y lo placentero, se pregunta esto:

¿qué pasa cuando un estímulo sensorial es grabado placenteramente pero, por otras cir-

cunstancias, esto provoca dolor moral o dolor intelectual? Supongan a una persona que por

su formación moral tiene problemas con determinados datos sensoriales de tipo placentero.

Ahí hay dolor y placer mezclado. Resulta que esta persona registra placer físico y ese regis-

tro de placer físico a la vez le crea problema de valoración moral. ¿Cómo va a evocar enton-

ces ese registro? Lo más probable es que en el futuro no quiera ni acordarse de lo que pasó.

Pero también es probable que surja una especie de estado obsesivo con respecto a aquella

situación. Y entonces nos vamos a encontrar con esa buena persona que por un lado re-

prime la evocación de los registros placenteros y por otro lado surgen los registros placente-

ros y se imponen a su conciencia.

Conciencia.

Entendemos a la conciencia como el sistema de coordinación y registro que efectúa el psi-

quismo humano. A veces hablamos de ―conciencia‖, a veces de ―coordinador‖ y a veces de

―registrador‖. Lo que pasa es que aún tratándose de la misma entidad, está cumpliendo con

funciones distintas pero no se trata de entidades diferentes. Muy distinto es esto a lo que lla-

mamos yo. A ese yo no lo identificamos con conciencia. Consideremos a los niveles de con-

ciencia como distintos ámbitos de trabajo de la conciencia e identifiquemos al yo con aquello

que observa los procesos psíquicos, no necesariamente vigílicos, que se van desarrollando.

En vigilia voy registrando y voy haciendo numerosas operaciones. Si alguien me pregunta

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―¿quién es usted?‖, voy a decir: yo y le voy a agregar a eso un documento de identidad, un

número, un nombre, o cosas por el estilo. Y me da la impresión de que ese yo, registrará

desde adentro las mismas operaciones, observará las operaciones de la conciencia. Por lo

pronto ya tenemos una distinción entre las operaciones que efectúa la conciencia y este ob-

servador que se refiere a esas operaciones de la conciencia. Y si me fijo cómo voy obser-

vando las cosas, veo que voy observando las cosas ―desde adentro‖. Y si observo mis pro-

pios mecanismos, veo que mis mecanismos están vistos ―desde afuera‖. Si ahora bajo el ni-

vel de conciencia y me voy al sueño, ¿cómo me veo yo? Yo voy caminando por la calle, en

un sueño; yo veo autos que pasan, gente que pasa ¿desde dónde veo a la gente que pasa, a

los autos que pasan? ¿Desde dentro de mí? (Como ahora que los veo a ustedes y sé que

están afuera de mí, y por lo tanto los veo desde adentro de mi). ¿Así me veo yo? No, yo me

veo desde afuera. Si observo cómo veo desde el nivel de sueño, me veo a mí mismo viendo

los autos que pasan, a la gente que pasa, y yo me observo desde afuera. Háganlo de otro

modo, prueben con la memoria. Ustedes ahora se recuerdan en una situación cuando eran

niños. Bien. ¿Qué es lo que ven en esa escena?, ¿ven ustedes desde adentro, como ven

ahora las cosas que los rodean, ven desde adentro (siendo niños) las cosas que los rodean?

Se ven desde afuera. En ese sentido, ¿dónde está el yo? ¿El yo está adentro del sistema de

estructuración que hace la conciencia y percibe las cosas, o el yo está afuera? La impresión

que se tiene es que en algunos casos está adentro y en otros casos está afuera, por una par-

te. Y por otra parte, se ve que al observar las mismas operaciones de la conciencia es sepa-

rado el observador de estas operaciones. En todos los casos, el yo aparece como separado,

esté adentro o esté afuera. Lo que sí sabemos es que no está incluido en las operaciones.

Este yo entonces, ¿cómo es que lo identifico con la conciencia, si todos los registros que

tengo son de separación, entre yo y conciencia? Si observo todos los registros que tengo del

yo, voy a ver que todos estos registros son de separación entre esto que llamo ―conciencia y

operaciones de la conciencia‖, y esto que llamo ―yo‖.

¿Cómo se constituye este yo, por qué surge este yo y por qué cometo el error de asociar el

yo a la conciencia? Primeramente, no consideramos consciente a ningún fenómeno que no

sea registrado, ni tampoco a ninguna operación del psiquismo en la que no participen tareas

de coordinación. Cuando hablamos de registro, hablamos de registro en distintos niveles.

Porque no identificamos conciencia con vigilia. Conciencia es algo más amplio. Se suele vin-

cular conciencia con actividad vigílica, quedando el resto fuera de la conciencia.

En cuanto a los mecanismos fundamentales de conciencia, entendemos por tales a los

mecanismos de reversibilidad que son las facultades que tiene la conciencia para dirigirse,

por medio de la atención, a sus fuentes de información. Si se dirige hacia la fuente sensorial,

hablamos de ―apercepción‖; si se dirige hacia la fuente de memoria, hablamos de ―evoca-

ción‖. Puede existir también la ―apercepción en la evocación‖ cuando se apercibe un dato

que se grabó en el umbral de registro. Ese es el caso de la grabación subliminal de la cual no

se cae en cuenta en el momento en que se produce y que luego, sin embargo, puede ser

evocada.

Llamo ―percepción‖ al simple registro del dato sensorial. Aquí estamos juntos, se escucha

un ruido, percibo el ruido. Mi interés luego podrá dirigirse a la fuente de ruido, pero el hecho

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es que el dato se impuso a mi registro. A esto lo voy a considerar percepción. Por supuesto

que es sumamente complejo, ha habido estructuración y todo aquello. Llamo, en cambio,

―apercepción‖ a la búsqueda del dato sensorial. Así es que percibo cuando se impone el da-

to, apercibo cuando busco el dato. Llamo ―recuerdo‖ a esto que no viniendo de los sentidos

sino que viniendo de memoria, llega a la conciencia. Llamo ―evocación‖ a esta actividad de la

conciencia que se dirige a buscar los datos de memoria. Pero también hay otros casos que

nos complican un poco: la ―apercepción en la evocación‖, por ejemplo, en la que parecen

mezclarse los actos de los dos aparatos. Este es el caso en que el dato ha sido grabado en

el umbral sensorial y en ese momento no tengo conciencia vigílica de lo que ha pasado con

ese dato, pero ese dato se ha registrado en memoria. Y entonces, más adelante, en un tra-

bajo de evocación, ese dato se evidencia. Ejemplificando. Veo numerosas personas en la ca-

lle, voy pasando mi mirada automáticamente delante de ellas y luego, recordando lo que pa-

só, digo: ―¡Pero si pasó un amigo frente a mí y no lo saludé!‖. Ahí estoy trabajando con aper-

cepción en la evocación. Es decir, me estoy fijando en lo que pasó en memoria, estoy evo-

cando, y al evocar surge aquello que fue grabado pero de lo cual no tuve debida cuenta en el

momento en que se produjo. Entonces, de todas las sensaciones de registro que tengo ahora

en el hecho de evocar, selecciono y voy a una de aquellas.

La actuación de los mecanismos de reversibilidad está directamente relacionada con el ni-

vel de trabajo de la conciencia. Y decimos que a medida que se desciende en los niveles de

conciencia, disminuye el trabajo de esos mecanismos y a la inversa. Esto va a tener para

nosotros una gran importancia práctica en trabajos posteriores. A medida que disminuye el

nivel de trabajo de la conciencia, los mecanismos de reversibilidad se van bloqueando, van

disminuyendo sus actividades. Y a medida que subimos el nivel de trabajo de la conciencia la

reversibilidad (la dirección de la conciencia sobre sus propios mecanismos), se eleva en su

trabajo.

Hay una estructuración mínima sobre la base de la cual funcionan todos los mecanismos

de conciencia, que es esta de acto-objeto. Así como funcionan estímulos-registros, así tam-

bién funcionan actos-objetos en conciencia, ligados por este mecanismo de estructuralidad

de la conciencia; este mecanismo intencional de la conciencia. Siempre los actos están refe-

ridos a objetos, se trate de objetos tangibles, intangibles o meramente psíquicos.

Así como los sentidos y memoria están siempre trabajando, así conciencia está continua-

mente lanzando actos dirigiéndose hacia objetos. Esta ligazón entre un acto y un objeto no

es permanente, ya que existen actos lanzados en busca de su objeto, y es precisamente esta

situación la que le da dinámica a la conciencia.

Algunos psicólogos pensaron que era característica fundamental de la conciencia que el

acto de conciencia estuviera ligado al objeto. Que no podía haber acto sin objeto y no podía

haber objeto sin acto. Desde luego ellos no descartaron que el objeto al cual se refiere la

conciencia pueda cambiar. Si eso no fuera así, la conciencia se vería en serias dificultades

para transitar de un objeto a otro, porque en el momento de tránsito nos encontraríamos con

que ese acto se encuentra sin el mismo objeto. Es gracias a que puede trabajar este acto en

busca de objetos que la conciencia puede trasladarse de unos a otros. En rigor, aquellos psi-

cólogos descubrieron una gran verdad y es que siempre el acto de conciencia se refiere a un

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objeto y que aunque el objeto cambie, la conciencia se dirige ―hacia‖. La conciencia, por tan-

to, es intencional y se comporta como una estructura acto-objeto. De tal manera que los obje-

tos de conciencia, se trate de percepciones que llegan a conciencia, de recuerdos, de repre-

sentaciones, de abstracciones, etcétera, aparecen todos ellos, como objetos de los actos de

conciencia. Y ahora pues, puedo buscar un determinado recuerdo: ese es un objeto. Ahora

puedo buscar una determinada percepción: ese es un objeto. Ahora puedo hacer una abs-

tracción: ese es un objeto. Pero las operaciones que realizo son de distinta naturaleza. Hay

distintos tipos de actos.

Esta intencionalidad de la conciencia (este dirigirse los actos de conciencia hacia determi-

nados objetos), siempre está lanzada hacia el futuro, hacia cosas que deben aparecer. Es

muy importante esta actividad de futurición del acto de conciencia. La intencionalidad siem-

pre está lanzada hacia el futuro, lo que se registra como tensión de búsqueda.

Si voy a recordar lo que sucedió hace media hora me estoy disponiendo a lanzar mi acto

de conciencia hacia el futuro. En este momento ―todavía no‖ encuentro lo que pasó hace diez

minutos, pero lo estoy buscando; seguramente en el futuro encontraré lo que estoy buscan-

do; ahora, finalmente, di con lo que estaba buscando. Inevitablemente, la conciencia se va

moviendo en futuro y así trabaja revirtiendo sobre los acontecimientos pasados. Inevitable-

mente, el tiempo de conciencia es de futurición: va hacia lo que va a sucederle a la concien-

cia, aun en el caso del recuerdo. Así es que estas personas que se van hacia el pasado y se

quedan arraigadas en el pasado y se quedan fijadas en el pasado, y parece que su dinámica

de conciencia quedara cristalizada, aún para estas personas, la dinámica de conciencia si-

gue actuando. En todos los casos voy haciendo registros de cosas pasadas pero la dirección

de mi conciencia siempre es buscando, siempre es avanzando, aunque sea tratando de traer

los acontecimientos que ya pasaron hace mucho tiempo. La estructuración de los tiempos de

conciencia es distinta según varíe el nivel de trabajo de la conciencia. En sucesión los datos

se van almacenando de un modo particular y luego puedo ir evocando el orden sucesivo pero

esto no funciona así en otros niveles de trabajo de la conciencia. La sucesión del transcurrir

se modifica según los niveles de conciencia. Entonces las cosas anteriores pueden aparecer

como posteriores, las posteriores como anteriores y ahí se produce esa mezcla particular que

ocurre en los sueños.

Hay dos características importantes en la estructuración que hace la conciencia según el

nivel de trabajo que esté operando: el ordenamiento de los tiempos, por una parte, y la varia-

ción de la reversibilidad por la otra.

La eficacia de los mecanismos de reversibilidad y el ordenamiento de los objetos en los

tiempos de conciencia, son características netamente vigílicas. Podemos hablar de otra suer-

te de mecanismo, o de otra suerte de función de la conciencia tal como la atención que es

una aptitud de la conciencia que permite observar a los fenómenos internos y externos.

Cuando un estímulo supera el umbral, despierta el interés de la conciencia quedando en un

campo central al cual se dirige la atención. Es decir, la atención funciona por intereses, por

algo que de algún modo impresiona a la conciencia.

Surge un estímulo que pasa umbral y entonces, no habiendo otras cosas que tratar, mi

atención se dirige hacia el estímulo que lo solicita. Es decir, esta atención siempre es guiada

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por intereses, que son registros. El objeto puede quedar en un campo central, en cuyo caso

lo estoy considerando plenamente a él. Si considero plenamente a ese objeto, los objetos

que lo rodean pierden interés, en el sentido de que mi atención abarca al objeto y secunda-

riamente, su campo se amplía a otros. Pero mi atención está dirigida hacia un objeto. A eso

le llamo campo de presencia: a todo aquello que aparece en mi atención de un modo sobe-

rano. Y todo lo que no aparece ligado estrictamente a ese objeto, se va diluyendo en mi

atención. Es como si me desinteresara de otras cosas que rodean al objeto. A este desinte-

rés objetal gradual lo considero ingresando en el campo de copresencia, pero esa copresen-

cia es también actuante y acompaña a la presencia del objeto central. Por tanto, no vayamos

a confundir los campos de presencia y copresencia con la vieja representación del ―foco

atencional‖ que se suponía resaltaba el objeto al cual se atendía y desdibujaba gradualmente

a los otros objetos, quedando estos en situación de inactividad.

Estos campos de copresencia, aunque aparezcan como fenómenos estrictamente del me-

canismo de conciencia, tienen que ver con la memoria. En un primer momento estoy obser-

vando un objeto. Este objeto está rodeado de otros. El objeto que atiendo es el más impor-

tante, pero también hay otros. Estas operaciones tienen que ver con la atención y tienen que

ver con la percepción. Si yo evoco el objeto central que observé anteriormente, entonces en-

trará en mi campo de presencia; pero también ahora puedo evocar y poner en mi campo de

presencia, a los objetos que fueron secundarios en el momento de la percepción. De manera

que en la evocación puedo desplazar mi campo de presencia a las copresencias. Aquello

que era lo secundario puede convertirse en la evocación, en lo primario. Yo puedo hacer todo

esto porque de todos modos ha habido registro del objeto presente y de los objetos copre-

sentes.

Y estas copresencias en memoria van a cumplir con funciones muy importantes porque

van a permitir que yo ligue una cantidad de objetos que no están presentes en un momento

de grabación pero que han sido grabados antes. Y esto me va a permitir decir: ―¡ah, esto se

parece a tal cosa que vi antes!; ¡ah, esto se parece a tal otra cosa!; ¡ah, esto se diferencia de

aquello!; ¡ah, esto se relaciona con aquello!‖. Es porque a medida que voy percibiendo, tam-

bién está trabajando memoria y copresentemente están trabajando numerosos datos frente a

lo que veo. Este trabajo de presencias y copresencias permite estructurar los datos nuevos

que van llegando, aunque sea por las percepciones. Si no existiera la presión de esos datos

de copresencia, no podría estructurar los datos nuevos que llegan.

Así que decimos muy simplemente que cuando la atención trabaja hay objetos que apare-

cen como centrales y objetos que aparecen en la periferia, objetos que aparecen copresente-

mente. Esta presencia y copresencia atencional, se da tanto con los objetos externos como

con los objetos internos.

Al atender a un objeto se hace presente un aspecto evidente y lo no evidente opera de

modo copresente. Este objeto que estoy viendo está presente sólo en lo que alcanzo a perci-

bir de él, lo demás está ―tapado‖. Pero eso que está tapado actúa de modo copresente. Yo

no me imagino que es sólo una línea que tengo delante o sólo un plano o dos planos que

simplemente percibo. Yo me doy cuenta de que se trata de un cuerpo. Todo esto está traba-

jando copresentemente. Y todo esto es más que la percepción que tengo. Cada vez que per-

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cibo, percibo el objeto más lo que le acompaña. Esto lo hace la conciencia sobre la percep-

ción. Y siempre estoy percibiendo, estoy estructurando más de lo que percibo. A veces lo

hago bien, a veces no tan bien. Esto de inferir más de un objeto de lo que de él se percibe es

característico de la conciencia. La conciencia trabaja con más de lo que necesita atender,

sobrepasa al objeto observado. En los distintos niveles de conciencia se experimenta lo

mismo. Por ejemplo, en vigilia hay copresencia de ensueño y en los sueños puede haber vi-

gilia copresente. ¿Quién no ha tenido la sensación mientras duerme, de que está despierto?

¿Quién no ha tenido la sensación de saber, mientras duerme, que está soñando? ¿Quién no

ha tenido la sensación en vigilia, de estar más o menos dormido al advertir la fuerza de una

secuencia de ensueños? Los niveles están trabajando copresentemente y a veces se tiene

registro de este hecho. A veces afloran contenidos de distintos niveles a la vigilia, y entonces

cobro conciencia de la presión de estos contenidos. Mi vigilia es invadida por un estado, mi

nivel de conciencia vigílico es invadido por un estado que no le corresponde al mundo de la

percepción; por objetos que nada tienen que ver con los objetos que percibo cotidianamente.

Los estados que surgen en mi vigilia, me ponen en presencia de que están operando otros

niveles simultáneamente al nivel de vigilia. Esto también es copresencia del trabajo de los

otros niveles, simultáneamente al trabajo de un determinado nivel.

Hay también en esta conciencia singular, algunos mecanismos abstractivos y asociativos.

La capacidad de abstraer de la conciencia aumenta también en el nivel vigílico. Decimos que,

en general, en vigilia aumenta la reversibilidad, aumenta el manejo de la atención, aumenta

el orden de los acontecimientos en el tiempo y también aumenta el trabajo abstractivo de la

conciencia. En semisueño y en sueño, van bajando en su nivel de trabajo todos los meca-

nismos que hemos descripto antes y va bajando la capacidad de abstracción también. A me-

dida que se baja de nivel, baja la capacidad de abstracción, se puede abstraer menos. Me-

nos operaciones matemáticas se hacen cuando uno tiene sueño y pocas operaciones mate-

máticas cuando uno duerme. Pero a medida que se baja de nivel de conciencia aumenta la

capacidad asociativa. En la base de la vigilia está también la asociación, pero se especializa

la vigilia en los mecanismos abstractivos. Hablando de la imaginación, decimos que su traba-

jo se manifiesta poniendo en marcha los mecanismos asociativos. Comprobamos que hay

una imaginación espontánea, por así decir, simplemente asociativa y una imaginación dirigi-

da. Es muy distinto esto de asociar cosas desordenadamente a poner en relación distintas

ocurrencias como puede hacer, por ejemplo, un novelista. El escribe: ―capítulo primero‖, ―ca-

pítulo segundo‖, y va ordenando la imaginación. Es bien distinta la imaginación espontánea,

desordenada y asociativa, de la imaginación que ordena todo lo asociativo que ha ido ocu-

rriendo. A ésta se le suele llamar ―imaginación dirigida‖. El arte trabaja mucho con este tipo

de imaginación.

Hay importantes distinciones entre las operaciones abstractivas y las operaciones imagina-

tivas. Las abstractivas tienen una mayor lógica, ordenan el mundo de los datos. Mientras que

la imaginación no se ocupa de ordenar, sino que va trabajando con imágenes que funcionan

según asociaciones y que van de lo igual a lo igual, o de lo parecido a lo parecido. Esa es

una vía, a la cual llamamos de ―similitud‖. Similitud es, por ejemplo, esta asociación ―rojo-

sangre‖. Por ―contigüidad‖, o proximidad, se puede asociar ―puente-río‖. Y por ―contraste‖ se

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93

puede asociar ―blanco-negro‖, ―alto-bajo‖, y así siguiendo. La imaginación divagatoria se ca-

racteriza por la asociación libre, sin guía, en la que las imágenes se sueltan y se imponen a

la conciencia sobre todo en sueños y ensueños. En la imaginación dirigida, en cambio, hay

una cierta libertad operativa de la conciencia en su nivel vigílico, admitiéndose una dirección

en torno a un plan de inventiva en el que es de interés formalizar algo inexistente aún. Al-

guien sigue un plan y se dice: ―voy a escribir sobre tal cosa‖ y suelta la imaginación pero va

llevando, más o menos, el plan.

Según que los impulsos que llegan a la conciencia sean trabajados por uno u otro de los

mecanismos señalados, es decir, por los mecanismos de abstracción o por los mecanismos

de asociación, se obtendrán distintas traducciones que se formalizarán en representaciones

distintas. Normalmente, los trabajos abstractos tienen que ver poco con la imagen. En cam-

bio, cuando se sueltan los mecanismos asociativos, la base del trabajo es la imagen. Esto de

la imagen nos lleva a cuestiones de suma importancia.

ESPACIO DE REPRESENTACIÓN.3

Algunos psicólogos creyeron ver en la imagen una mala ―copia‖ de la percepción y, en suma,

un error de la conciencia. Para nosotros, la imagen cumple con numerosas funciones. Y una

de las más importantes funciones de la imagen es la de llevar impulsos al aparato de res-

puesta. Así es que cuando surge una imagen, tiende a movilizarse una respuesta. Cuando

surge una abstracción no necesariamente se moviliza una respuesta. Con esto de las ―cosas

que me imagino‖, está pasando que voy llevando impulsos desde la representación al apara-

to de respuesta. Veremos esto mediante el ejemplo de la ―tonicidad muscular‖. Si imagino un

objeto a la derecha de mi cuerpo, poco a poco este tiende a enderezarse en esa dirección. Si

lo imagino a la izquierda, sucede lo mismo hacia esa otra dirección. Más fácilmente se mue-

ve la mano en dirección al objeto que se piensa; más difícilmente en la dirección opuesta. La

imagen está predisponiendo el trabajo del centro motriz en una dirección u otra.

Desarrollemos esto. Una persona experimenta hambre en su casa y va inmediatamente a

la nevera. Cualquiera diría que frente al estímulo, obra esa respuesta. ¡Así de fácil! ¿Pero,

cómo es esto que al ―estímulo-hambre‖ corresponda la ―respuesta-ir a la nevera?‖. ¿Por qué,

por ejemplo, cuando a una persona le da hambre, no va al baño? ¿Cómo hace ella para que

aparezca la nevera y no aparezca el baño? Es que seguramente ha pasado algo muy veloz

que él ni siquiera alcanzó a visualizar pero que actuó. Es de suma importancia comprender la

función con que cumple la imagen porque ésta es la que prepara el tono corporal y finalmen-

te mueve al cuerpo en una dirección. Al decir que ―la imagen lleva cargas psíquicas a niveles

físicos‖ estamos a mucha distancia de lo que pensaban los psicólogos que suponían a la

imagen como una percepción degradada. Relacionemos el trabajo de las imágenes con el de

los glóbulos rojos. Estos glóbulos de la sangre llegan hasta los pulmones y se cargan de oxí-

geno; desde allí se trasladan por el torrente a descargar el oxígeno en distintos puntos del

cuerpo; cuando lo hacen, se cargan de gases viciados y entonces vuelven a los pulmones

para desechar su carga en ellos. Así también, estas conectivas del trabajo psíquico (las imá-

genes), toman cargas de un lado; las llevan a otro; las descargan; vuelven a tomar cargas y

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94

así van haciendo ese traslado de energía psicofísica. Las imágenes van trasladando impul-

sos que en ocasiones son tensiones, que en ocasiones son irritaciones, en ocasiones son

datos de percepción, en ocasiones son datos de memoria. Se van traduciendo estos impul-

sos en imágenes que al manifestarse se lanzan hacia los centros de respuesta. Entonces los

centros se mueven, o defendiendo al cuerpo y provocando huida, o acercándose hacia las

cosas placenteras. Y es gracias a estas imágenes que los registros de lo placentero y de lo

doloroso pueden convertirse en actividad del cuerpo. Pero también sucede esto con lo pla-

centero y lo doloroso en las actividades mismas de la mente. Algunas imágenes están cum-

pliendo con la función de descargar tensiones en la representación por la función de evocar

objetos o situaciones placenteras que sirvan a la economía del psiquismo. Estas imágenes

siempre tienden a abrirse paso y al hacerlo van encontrando resistencias. Hay, precisamen-

te, ciertas imágenes que se imponen obsesivamente porque no se pueden abrir paso. Desde

luego que existen procedimientos para permitir que la imagen se abra paso y se manifieste

hacia el centro en cuestión. Y eso nos hace ver claramente la función catártica de la imagen.

La imagen se convierte luego en palabras, por ejemplo, y por las palabras algunas tensiones

se descargan o se siguen transformando en su desplazamiento hacia los centros. Por lo de-

más, vamos a encontrar no sólo la función ―catártica‖ (el traslado de carga de la imagen),

sino también la función ―transferencial‖ que tiene la imagen cuando se va desprendiendo del

campo de impulsos que la motivó.

Preguntemos: ¿cómo es posible que, en el nivel de sueño, las imágenes que son tan pode-

rosas no muevan al cuerpo? Deberían, por tonicidad, mover al cuerpo más que en vigilia. Si

a medida que baja el nivel hay más imágenes, entonces durante el sueño debería moverse

más el cuerpo. Sin embargo, lo normal es que, en el sueño, el cuerpo no se mueva siguiendo

las imágenes. Ahí opera un mecanismo de bloqueo que fisiológicamente puede ser rastrea-

do; un mecanismo que actúa, cuando baja el nivel de conciencia, cortando la conexión con el

trabajo del centro motriz. Entonces, las imágenes surgen y no pasa la descarga movilizando

al cuerpo.

Cuando hablamos de imágenes, no estamos hablando solamente de las imágenes visua-

les. Cada sentido produce su tipo de imagen y gracias a eso se puede tener representación

de fenómenos olfatorios, de fenómenos gustativos, auditivos, etcétera. Normalmente, sobre

todo en este tipo de cultura y con en este tipo de educación, las imágenes están asociadas a

lo visual. Pero ustedes pueden comprobar, en ustedes mismos, que pueden también repre-

sentar olores, o pueden recordar voces sin que esto necesariamente dependa de la repre-

sentación visual. Eso que recuerdan en cuanto a olfato, o sonido, se da en ―alguna parte‖ de

la representación. Desde luego que ustedes van a distinguir, en cuanto a ubicación del fenó-

meno de representación auditiva, entre el sonido que llega desde afuera y el sonido que us-

tedes representan o imaginan. Este último no sólo está ―adentro‖ (y eso ya les marca un es-

pacio de representación), sino que ese ―adentro‖ está ubicado en algún ―lugar‖. Este lugar no

necesariamente es visto, pero es experimentado y es sentido. Ustedes ahora están en un

concierto, tienen a la orquesta adelante. Ustedes cierran los ojos, están muy atentos a lo que

va pasando con los instrumentos. Ustedes escuchan un instrumento a la izquierda. Escuchan

luego un instrumento a la derecha. Si se fijan en sus propios ojos van a ver que cuando es-

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cuchan a la izquierda, los ojos se mueven hacia la izquierda y cuando escuchan al instru-

mento de la derecha, los ojos se mueven hacia la derecha. De esta manera ustedes van si-

guiendo no exactamente a la música, sino a las fuentes productoras del sonido también con

el movimiento de los ojos. De ahí infieren ustedes (en un caso más de la tonicidad), que allá

donde va la atención sobre el fenómeno, aunque no sea visual, también los ojos van si-

guiendo a esa fuente. De tal manera que, aunque el ojo nada tenga que ver con la música y

el ojo nada tenga que ver con el sonido, el ojo va siguiendo en el espacio a los estímulos que

van llegando al oído. Es más, se dice de un sonido que es ―alto‖ o que es ―bajo‖ porque tam-

bién (si observan lo que sucede con la representación de esos sonidos y observan el registro

del movimiento del ojo), comprobarán que a medida que se aguzan los sonidos, el ojo tiende

a moverse hacia arriba. A medida que los sonidos se hacen graves el ojo tiende a moverse

hacia abajo. Aparentemente, el ojo y el oído no tienen conexión. Pero como todos los senti-

dos producen su representación y esta representación está dada en un espacio mental, este

espacio pone un ámbito en el que se emplazan las representaciones que han provenido de

distintas fuentes perceptuales. Este espacio no es sino el conjunto de representaciones in-

ternas del propio sistema cenestésico. De tal modo que el espacio mental es una suerte de

pantalla que reproduce los impulsos de la propia cenestesia. Así es que todo fenómeno de

percepción que llega al aparato de coordinación, se emplaza en algún punto de la pantalla de

representación. Se trate de un sonido, se trate de un olor o se trate de un objeto que entra

por vía visual, en todos los casos se emplaza en algún punto del espacio de representación.

Este espacio no solamente tiene gradación en dos planos, sino que tiene profundidad, tiene

volumen y reproduce, aproximadamente, al propio cuerpo. Se trata de un ―cuerpo‖ de repre-

sentación, o si se quiere, de un ―trasfondo referencial espacial‖.

Si se recuerda aquella orquesta del ejemplo, tal vez se recuerde también la música y la

ubicación ―espacial‖ en la que se emplazaban los distintos instrumentos y los distintos soni-

dos. Se podrá comprobar también que en los actos de recordar se verifica el movimiento del

ojo en busca de la fuente productora de ―sonido‖, localizando los ―lugares‖ de donde proviene

dicho ―sonido‖. Cuando se recuerdan sonidos ―lejanos y adelante‖, se los emplaza en una

profundidad del espacio diferente a la de los recuerdos de los sonidos ubicados ―cerca y ade-

lante‖, y esa gradación de distancias internas está acompañada por la acomodación del ojo

como si éste percibiera fenómenos del mundo externo. Estos ―lejos‖ y ―cerca‖, combinados

con las posiciones ―adelante‖ y ―atrás, ―a derecha e izquierda‖, ―arriba‖ y ―abajo‖, nos mues-

tran claramente la volumetría del espacio de representación. Si este espacio tiene por lo me-

nos tres dimensiones, entonces todo fenómeno (aún táctil, gustativo u olfatorio), tendrá posi-

bilidades de emplazarse en lo alto, en lo ancho y en lo profundo. Esta profundidad del espa-

cio de representación es la que permite ubicar a los fenómenos, si han partido del mundo

interno o si han partido del mundo externo.

Aquí es necesario precisar que la “barrera” separadora del mundo “interno” y “externo” es

el tacto, desdoblado correspondientemente como tacto interno y externo. Una importante

ubicación de la ―barrera táctil‖ está en el rostro que es, precisamente, donde se encuentran

concentrados en poco espacio la mayor parte de los sentidos externos.

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Existe pues, un sistema de gradación en el espacio de representación que permite ubicar

los fenómenos desde la fuente de donde provienen y además distinguir, en alguna medida,

entre el mundo de la cenestesia y el mundo de los sentidos externos. Gracias a que existe

ese espacio de representación, un sistema de impulsos llega a conciencia y se traduce en

imagen, esta imagen se traduce nuevamente disparando actividad sobre un centro y éste se

activa en dirección a alguna franja y profundidad del mencionado espacio. Por otra parte, del

trabajo del centro también se tiene percepción, ésta genera su imagen correspondiente y así,

en un circuito de retroalimentación, se va ajustando la actividad general.

Si la representación interna se emplaza en el nivel de los fenómenos cenestésicos, estas

imágenes que se convierten en respuestas van a movilizar fenómenos en niveles cenestési-

cos. Si la representación se dispara en las gradaciones propias de las actividades externas,

entonces movilizarán centros en dirección externa. Desde luego que pueden existir numero-

sos errores en el emplazamiento de una imagen en un nivel de representación y entonces

sería de interés contar con procedimientos que permitieran desplazar la imagen (que es la

base de la respuesta) hacia el punto adecuado del espacio de representación interno.

El espacio de representación va tomando distintas características según actúe un nivel de

conciencia u otro. Cuando surge un fenómeno en el espacio de representación, en vigilia, es

distinto a cuando surge en el nivel de sueño. Cuando ustedes se ven a ustedes mismos en

un sueño, ustedes se emplazan en algún punto del espacio de representación diferente a

cuando recuerdan un fenómeno. En el primer caso se ven incluidos, como imagen, dentro de

ese espacio pero se observan desde un punto de mira externo (se ven a ustedes mismos

desde ―afuera‖). En el segundo caso, reconocen al fenómeno adentro del espacio de repre-

sentación y lo observan desde ustedes mismos (o sea que su punto de mira está ―afuera‖,

igual que en el caso anterior, pero ustedes no se ven a sí mismos desde un punto de mira

externo sino que ven al objeto desde ustedes mismos como si miraran desde sus ojos, reco-

nociendo al objeto incluido en el espacio de representación). Si ustedes tienen el punto de

mira ―afuera‖, el espacio interno aparece como continente y la imagen de sí mismo aparece

contenida dentro de ese espacio. En este caso las consecuencias de la traducción de imagen

a movimiento van a ser diferentes a si ustedes están ―afuera‖ como punto de mira y como

imagen (ya que ven desde ustedes y por tanto son continentes y el objeto observado es con-

tenido).

Lo primero sucede en los sueños. Ustedes se ven a ustedes mismos dentro del espacio de

representación. ¿Qué movilizan entonces? Movilizan la imagen de ustedes mismos. Pero es

bien diferente a si ustedes no se ven a ustedes mismos sino que ven al fenómeno incluido en

tal espacio. Así que si bien existen explicaciones fisiológicas de la desconexión de la motrici-

dad que se produce en la bajada de los niveles de conciencia, desde luego que existen regis-

tros psicológicos que permiten comprender que, precisamente en los sueños, se paraliza la

movilización de imágenes hacia el mundo porque el registro que el sujeto tiene de sí mismo

es observado desde un punto externo y, por tanto, resulta incluido en el espacio interno. De-

bemos subrayar nuevamente que los registros que estamos mencionando sobre la propia

imagen y el punto de observación, no necesariamente deben ser considerados como imáge-

nes visuales. En ciegos de nacimiento y según ellos explican, no aparecen representaciones

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visuales y recuerdan, sin ninguna duda muy bien, fenómenos auditivos, fenómenos gusta-

tivos y de otra naturaleza. No necesitan de la imagen visual. De todas maneras, en ellos las

representaciones de los otros sentidos aparecen ubicadas espacialmente.

Conviene ahora hacer algunas observaciones sobre la estructuración de la conciencia y el

espacio de representación y sobre algunos errores que sobrevienen en su funcionamiento.

Según que los impulsos que llegan a la conciencia sean trabajados por uno u otro de los me-

canismos de abstracción, clasificación, divagación o imaginación dirigida, se obtendrán dis-

tintas traducciones formalizando múltiples representaciones. En cuanto a los errores de tra-

bajo de la conciencia los podemos considerar diferentes a los errores que se dan en la rela-

ción entre conciencia, sentidos y memoria. a los que llamamos genéricamente, “disfuncio-

nes”. La alucinación, por ejemplo, no es una disfunción sino un error del coordinador. Se pro-

duce cuando aparecen representaciones que son ―proyectadas‖ y percibidas ―fuera‖ de la

conciencia y se las experimenta como reales objetos o situaciones emplazados en el mundo

externo con las características propias de los fenómenos que se perciben sensorialmente. En

ese sentido, todos los fenómenos que se producen en los niveles de sueño y en los niveles

de semisueño activo, son fenómenos alucinatorios por el registro de realidad fuertemente

sugestiva que se presenta al observador cuyo punto de mira está “afuera” de la escena de

modo parecido a como lo está en vigilia.

Las alucinaciones (en vigilia), son configuraciones que hace la conciencia sobre la base de

memoria. Suelen surgir en situaciones de gran agotamiento, por carencia de estímulos, en

determinadas enfermedades y en situaciones de peligro de muerte. Son frecuentes en caso

de debilidad física y en casos de conciencia emocionada (que trataremos más adelante), en

los que el coordinador pierde su facultad de desplazarse en el tiempo y en el espacio.

Como disfunciones de la conciencia con los sentidos, puede mencionarse la incapacidad

de relacionar datos coherentemente al confundir datos provenientes de una vía que se atri-

buyen a otra.

Las disfunciones de la conciencia con memoria son numerosas y ocurren en los distintos

niveles de conciencia. Se puede afirmar que los distintos niveles cumplen con la función de

compensar a la masa de información dando, ocasionalmente, respuestas estructuradoras o

bien respuestas compensatorias. Esto nos hace pensar que si un fenómeno cae en el campo

de un nivel de conciencia, inmediatamente tiende a ser estructurado, relacionado con otros.

Desde ese nivel también se genera inmediatamente una respuesta compensatoria. Se trata

de niveles que están sometidos a desequilibrios sucesivos por la irrupción de nuevos fenó-

menos.

En el nivel de sueño profundo el trabajo de los sentidos externos es mínimo. No hay otra

información del medio externo que aquella que supera el umbral que pone el mismo sueño.

El trabajo del sentido cenestésico es predominante, aportando impulsos que son traducidos y

transformados por el trabajo de los mecanismos asociativos, dando lugar al surgimiento de

las imágenes oníricas, las imágenes del sueño. Las características de las imágenes en este

nivel son su gran poder de sugestibilidad, su gran capacidad hipnótica. El tiempo psicológico

y el espacio se encuentran modificados con respecto a la vigilia. La estructuración acto-

objeto aparece frecuentemente sin correspondencia entre sus elementos. Se busca un de-

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terminado objeto y surge otro que completa la búsqueda de un modo extraordinario. Así

mismo, climas y situaciones se suelen independizar mutuamente. De manera que los actos

de conciencia en los distintos niveles no coinciden con los objetos de conciencia como ocurre

en vigilia. Por lo demás, las cargas que acompañan a las representaciones del nivel de sue-

ño profundo se independizan de los objetos que en vigilia mantendrían una ligazón más es-

trecha. Es típica la desaparición de la crítica y autocrítica en el sueño, pero a medida que va

subiendo el nivel de conciencia aquellos mecanismos incrementan su trabajo.

La inercia de los niveles y el ámbito en que los fenómenos se colocan, hacen que la movi-

lidad y el pasaje de un nivel a otro se haga paulatinamente, más o menos lentamente, que

tenga una cierta continuidad. Así, la salida y entrada al sueño se harán pasando por el semi-

sueño y es un caso muy extraordinario el pasaje directo de la vigilia al sueño, sin tener regis-

tros mínimos del pasaje por niveles intermedios. Cuando se parte del nivel de sueño y el su-

jeto despierta con alteración, en esta vigilia está operando la inercia de la etapa anterior de

semisueño que arrastra contenidos del momento anterior.

En el nivel de semisueño que antecede a la vigilia, los sentidos externos comienzan a en-

viar información a la conciencia, información que no es totalmente estructurada porque hay

también interferencia de ensoñaciones y presencia de fuertes registros cenestésicos. Los

contenidos del sueño pierden poder sugestivo aun cuando siguen apareciendo, debido a una

suerte de semi percepción vigílica que ya da nuevos parámetros, da nuevas referencias. La

sugestionabilidad sigue actuando, sobre todo en el caso de algunas imágenes muy vívidas a

las que llamamos ―imágenes hipnagógicas‖. Por otra parte, el sistema de ensueños intermi-

tentes reaparece. Es en este nivel donde el núcleo de ensueño y los ensueños secundarios

son más fácilmente registrables, por lo menos en sus climas y en sus tensiones básicas. El

nivel de semisueño tiene diferentes características según actúe en presueño (arrastrando

contenidos de vigilia), o en post sueño (arrastrando contenidos oníricos). También se puede

observar el caso de un estado alterado de conciencia que ocurre solamente en determinadas

condiciones. El modo de ensoñación propio de este nivel (seguimos hablando de semisue-

ño), se suele trasladar por inercia a la vigilia, proporcionando la materia prima para la divaga-

ción, aunque en ésta también aparezcan elementos de percepción vigílica. Seguramente en

el traslado de un nivel a otro se va modificando el espacio de representación y se va modifi-

cando el emplazamiento que el sujeto hace de sí mismo en este espacio. El coordinador en

ese ámbito puede ya realizar algunas operaciones coherentes. Mencionamos también que

este nivel es sumamente inestable y por ello de fácil desequilibrio y alteración. También en-

contramos los estados de semisueño pasivo y activo. El pasivo ofrece un pasaje fácil al sue-

ño, como si el sujeto se dejara ―caer‖ simplemente y va correspondiendo con un sistema de

relajación progresivo. Hablamos, en cambio, de semisueño activo cuando el semisueño se

está disponiendo en dirección a la vigilia. Este estado puede convertirse en ―alterado‖ cuando

se pasa a una ―falsa vigilia‖ porque se ha conectado el sistema de relaciones con el mundo

externo pero sin abandonar el sistema de ideación del semisueño.

En vigilia los sentidos externos aportan un mayor caudal de información regulando, por in-

hibición, a los sentidos internos y posibilitando que el coordinador se oriente al mundo en el

trabajo compensatorio del psiquismo. Funcionan aquí los mecanismos de abstracción, los

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mecanismos de crítica y autocrítica, llegando a altos grados de manifestación e intervención

en las tareas de coordinar y registrar. Los mecanismos de reversibilidad, de los que en los

niveles anteriores se tenía mínima manifestación, pueden aquí operar ampliamente. La su-

gestión de los contenidos infravigílicos disminuye al crecer el sistema de referencia basado

en los datos externos. Hay un tono de vigilia activa, que puede ser atenta, con máximo ma-

nejo de la apercepción y hay también un tono de vigilia alterada. La vigilia pasiva también

puede ser atenta o alterada. En este último caso aparece la divagación silenciosa y los en-

sueños más o menos fijados.

Existen numerosas relaciones entre niveles que producen alteraciones recíprocas. No es

posible que un nivel actúe sobre otro, que haya traslado de carga de un nivel sobre otro, sin

que ese nivel se vea afectado. Todo nivel que actúa sobre otro se ve él, a su vez, afectado.

Pueden citarse por lo menos cuatro factores que inciden en la relación entre niveles. A uno le

llamamos ―inercia‖, a otro le llamamos ―ruido‖, a otro ―rebote‖ y a otro ―arrastre‖. Hablemos un

poco de la inercia. Cada nivel de conciencia trata de mantener su nivel propio de trabajo,

manteniendo su actividad hasta finalizar su ciclo. Ya hablamos en su momento de que todo

esto estaba sometido a ciclaje, en general. Y es claro, la vigilia trata de mantenerse en vigilia,

durante un ciclo, durante un tiempo más o menos adecuado. Es el tiempo en que las perso-

nas realizan sus actividades cotidianas. Cuando aumenta la fatiga (no solamente muscular

sino profunda), entonces está cayendo ya el ciclo de la vigilia. Pero entre tanto, en plena vigi-

lia este estado trata de mantenerse.

Los casos que a continuación se mencionan son consecuencias de la inercia estructural de

cada nivel que tiende a mantener y extender su tipo de articulación característica. El caso de

―ruido‖ se verifica cuando la inercia del nivel anterior aparece como fondo de perturbación en

el trabajo del nivel superior. La inercia del semisueño aparece como fondo de perturbación

en este estado de vigilia al cual ha llegado el sujeto al despertarse. Como ruido, podemos

distinguir a los climas emotivos, a las tensiones y a los contenidos no correspondientes con

el trabajo del coordinador en ese momento. El ―efecto rebote‖ surge como respuesta de un

nivel en el que se han introducido contenidos de otro nivel superando las defensas de la iner-

cia, o al llegar a las defensas de la inercia. De tal manera que puede existir un contenido que

se va trasladando y llegando a un determinado nivel encuentra fuertes resistencias, encuen-

tra ―defensas del nivel‖. Decimos que el contenido ―rebota‖, vuelve a su campo original. En

ocasiones, contenidos, climas y tonos propios de un nivel, se trasladan y permanecen en otro

nivel como ―arrastre‖. No permanece el nivel de conciencia anterior, sino que aquello que fue

visualizado en un nivel, al cambiar de nivel permanece como arrastre. Aquellos que se des-

piertan alterados por el sueño anterior, ya están en plena vigilia y mantienen las imágenes

del sueño o el clima en que sucedió aquél sueño; lo mantienen como arrastre en vigilia y por

un buen tiempo.

Existen importantes casos de climas, tensiones o contenidos fijados en el psiquismo que

son arrastrados por mucho tiempo y se presentan en los distintos niveles. Estos son casos

de arrastre no de un nivel sobre otro, sino de un contenido fijado que aparece en los distintos

niveles de conciencia y que puede aparecer con imágenes diferentes pero con el mismo cli-

ma que le es característico. Estamos hablando de arrastre en sentido muy genérico.

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Debemos hacer algunas distinciones entre tonos, climas, tensiones y contenidos. A los ―to-

nos‖ se los considera en cuanto a intensidad energética. Las operaciones en cada nivel pue-

den ser efectuadas con mayor o menor intensidad, con mayor o menor tono. Y en ocasiones,

un tono puede convertirse en un factor de ruido. Demasiado volumen en una actividad, se

desproporciona del contexto de las otras actividades. A los ―climas‖ siempre se les ha llama-

do (por lo menos en esta lengua que hablamos acá), ―estados de ánimo‖. Los climas, por su

variabilidad, aparecen intermitentemente y pueden cubrir la conciencia durante un cierto

tiempo, tiñendo todas sus actividades. Debemos diferenciar a estos estados de ánimo que

tienen fuerte carga emotiva, de las operaciones emotivas que acompañan a todo el funcionar

del psiquismo. Si el estado de ánimo, el trasfondo emotivo, es de disgusto en general, caiga

un objeto u otro en ese campo, tomará esas características de disgusto. Los climas pueden

fijarse en el psiquismo y perturbar a la estructura completa, impidiendo la movilidad y el des-

plazamiento hacia otros climas oportunos. Estos climas fijados circulan por los distintos nive-

les y así pueden pasar de la vigilia al sueño, continuar allí, volver a la vigilia y así siguiendo,

durante largo tiempo. Todo esto es distinto al clima situacional que aparece en situaciones

precisas. Las ―tensiones‖ tienen una raíz más física, más corporal. Desde luego que todo es

corporal, pero estas tensiones tienen una raíz más ―corporal‖ en el registro que se tiene de

ellas ya que las percibimos directamente en la musculatura. Los climas, en cambio, se regis-

tran difusamente. La vinculación de estas tensiones con el psiquismo no siempre es directa

ya que al relax muscular no le acompaña directamente un relax mental, sino que la concien-

cia puede continuar con tensiones y alteraciones mientras que el cuerpo ya ha conseguido

relajarse. Esto tiene alguna importancia al considerar los sistemas de descargas de tensio-

nes. Se suele creer que a una descarga física, muscular, corresponde siempre una disten-

sión mental. Y esto a veces no es así. A veces se produce una curiosa contradicción en el

sujeto que experimenta físicamente esa descarga de tensiones y, no obstante, sigue regis-

trando tensiones indefinidas.

Deberíamos tener en cuenta cómo se integra este circuito entre sentidos, memoria, coordi-

nador, niveles y centros. Las conectivas entre sentidos, memoria, conciencia y centros, reve-

lan aspectos de importancia del funcionamiento del psiquismo. Estos circuitos conectivos

trabajan en interregulación. Están regulados entre sí, ajustados entre sí en continua dinámi-

ca, llevando así a todo el psiquismo a una compleja autorregulación. Cuando el coordinador

hace apercepción de la percepción, por ejemplo, queda inhibida la evocación. El coordinador

ahora está atento a un objeto de percepción, y en tanto y en cuanto está atento a ese objeto,

los datos que mecánicamente suministra memoria quedan bloqueados. Se dirá que de todos

modos la memoria suministra información para que se pueda reconocer el dato que viene de

la percepción. Pero la evidencia de las operaciones de la memoria desaparece, entonces

queda abierta la puerta de entrada a la percepción y la atención se dirige hacia ella. Inversa-

mente, la apercepción de memoria inhibe la percepción. Fíjense hasta en la mirada de un

sujeto cuando evoca; tiende a cerrar los párpados, tiende a disminuir la actividad de los sen-

tidos externos. Y en cambio fíjense en lo que sucede en las mentes perturbadas, cuando se

mezclan estos procesos que deberían estar interregulados y compensados. Al contrario, el

sujeto está sumido en un mundo evocatorio y su mirada se hace fija, vidriosa y abierta dando

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a entender una suerte de actividad alucinatoria, en donde aquello que está sucediendo con

su evocación, es trasladado al mundo objetal cubriéndolo, como si se recibiera información

externa.

Cuando están actuando los sentidos externos se frena la entrada de estímulos internos y

viceversa. La mayor interregulación aparece en los cambios de nivel de trabajo cuando al ir

bajando al sueño se bloquean los mecanismos de reversibilidad. Vamos bajando de nivel de

conciencia, van bloqueándose los mecanismos de reversibilidad, soltándose entonces con

fuerza los mecanismos de asociación.

Entre los sentidos también hay interregulación automática. Cuando la vista amplía su um-

bral medio, disminuye el tacto, el olfato y el oído, sucediendo de igual modo entre los demás

sentidos. Se ocluyen los ojos para oír mejor, etcétera.

En cuanto al espacio de representación en el que se dan las imágenes provenientes de

distintos sentidos, ocurren fenómenos muy interesantes. A medida que se desciende de nivel

de conciencia, el espacio de representación aumenta en dimensión, se hace ―volumétrico‖.

Esto sucede así por cuanto a medida que se desciende de nivel de conciencia disminuye el

registro de los sentidos externos y aumenta el registro cenestésico interno. Así es que: a me-

dida que se desciende de nivel, al aumentar el registro de las señales de todo el intracuerpo,

aumenta también la traducción de la configuración de volumen del espacio mental. Este co-

bra dimensión y amplitud. A medida que se sube de nivel de conciencia las señales prove-

nientes de la cenestesia se apagan, disminuyen y comienzan las confrontaciones con los

datos de las operaciones mentales y con los datos que provienen de sentidos externos. Así

es que, subida de nivel de conciencia significa “aplanamiento del espacio de representación”,

falta de registro de las otras configuraciones que se hacen en los niveles más profundos.

Desde luego que el espacio de representación está actuando en plena vigilia, pero este

espacio, en lugar de cobrar volumen se ―aplana‖ marcando las diferencias en la representa-

ción de los fenómenos internos y de los fenómenos externos. De todas maneras, también

tiene su profundidad. Cuando en plena vigilia me represento a un fenómeno que está detrás

de mí, lo represento en una suerte de espacio mental, que en este caso incluye la parte de

atrás de mi cabeza, aunque ahí no haya ojos. Como los ojos y los otros sentidos externos

están emplazados en la superficie externa y anterior del cuerpo, cuando ocurre un tipo de

representación como la que hemos mencionado (ver lo que está detrás de mí), tengo refe-

rencias como para marcar diferencias entre los fenómenos externos de percepción y los in-

ternos de representación. Eso no sucede cuando se desciende de nivel y se observa al fe-

nómeno en cualquier dirección, porque los registros cenestésicos provienen de todas las di-

recciones. Y entonces, puedo verme a mí mismo como sucede en los sueños, desde afuera,

como si estuviera percibiéndome desde los registros que tengo en distintas partes del espa-

cio de representación. Al observar las representaciones en un espacio distinto al vigílico (en

el nivel de sueño), tales contenidos aparecen estando afuera del observador ya que éste se

encuentra (como punto de mira) emplazado en los límites del espacio de representación ha-

ciendo de ―continente‖ de los objetos que se representan. Pero ocurre que uno mismo (como

representación) puede estar colocado dentro de ese espacio y ser observado desde los lími-

tes del continente. Desde luego que ese ―uno mismo‖ puede ser representado de distintas

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maneras: como imagen visual, o como suma de registros no visuales. En el nivel vigílico se

observa el mundo externo como no incluido en el espacio de representación y ―uno mismo‖

queda identificado con el punto de mira que aparece en el otro extremo de la relación estan-

do excluido del mundo del que provienen las percepciones, salvo en los casos alucinatorios

en vigilia en los que el espacio de representación se modifica y los contenidos internos son

―proyectados‖ al mundo externo y tomados, en consecuencia, como percepciones provenien-

tes de los sentidos externos. Y si esto sucede es, a su vez, porque los mecanismos de rever-

sibilidad se han bloqueado alterándose el nivel de conciencia.

IMPULSOS: TRADUCCIÓN Y TRANSFORMACIÓN.

Morfología de los impulsos: signos, símbolos y alegorías .

Los impulsos que llegan al coordinador, provenientes de los sentidos y de la memoria, son

transformados en representaciones, en imágenes. La conciencia procesa esas estructuras de

percepción y reminiscencia a fin de elaborar respuestas eficaces en su trabajo de equilibrar a

los medios externo e interno. Mientras un ensueño es una imagen-respuesta al medio interno

de la conciencia, un desplazamiento motriz es un movimiento-respuesta al medio externo del

psiquismo y ese desplazamiento está llevado también por imágenes. En el caso de las idea-

ciones intelectuales llevadas a niveles sígnicos, contamos con otro tipo de imagen-respuesta

que va a cumplir con funciones de comunicación, tal es el caso del lenguaje. Pero también

sabemos que hay determinados signos e ideas puras, abstractas, que vuelven sobre el inte-

rior del psiquismo.

Por otra parte, cualquier representación que surja en el campo de presencia del coordina-

dor suscita cadenas asociativas entre el objeto presentado y su copresencia. Así, mientras el

objeto es apresado con precisión de detalle en el campo de presencia, en el campo de co-

presencia aparecen relaciones con objetos que no están presentes pero que están vincula-

dos con él, jugando la memoria un papel fundamental.

El tema de los impulsos tiene importancia por la particular forma que el coordinador tiene

de trabajar las representaciones haciéndolo por dos vías. Por la vía abstractiva, opera redu-

ciendo la multiplicidad fenoménica a sus caracteres esenciales. Se trate de fenómenos del

mundo externo o interno existe actividad abstractiva, por una parte y actividad asociativa, por

otra. Las representaciones se estructuran sobre la base de similitud, contigüidad, contraste y

otras formas menores, estableciéndose distintos ordenamientos según el nivel en que ope-

ran.

Partiendo de estas dos vías de abstracción y de asociación, la conciencia organiza imáge-

nes dentro de un espacio de representación. Estas imágenes son nexos entre la conciencia

que las forma y los fenómenos del mundo objetal (interno o externo) a los cuales están refe-

ridos. No habría comunicación entre el mundo objetal y la conciencia si no existieran estos

fenómenos que han partido como impulsos de algunas de las vías, que producen estas imá-

genes, que se emplazan en el nivel que corresponde en el espacio de representación y que

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efectúan su disparo de señal sobre el centro correspondiente para que la señal transformada

se manifieste al mundo externo o interno.

Los impulsos se verán fuertemente traducidos y transformados antes de llegar a la con-

ciencia; antes de llegar a esos aparatos abstractivos y asociativos según las condiciones

sensoriales previas y, posteriormente, según el trabajo de los niveles de conciencia. Estamos

diciendo que los impulsos que parten del aparato sensorial y llegan a conciencia, y en con-

ciencia abren la vía abstractiva o abren la vía asociativa, estos impulsos ya antes de llegar a

conciencia, pueden estar transformados o traducidos. Al estar transformados o traducidos

abren las distintas vías con información que no es la que corresponde exactamente al dato

que llegó al sentido. Otro tanto va a suceder con datos que provenientes de memoria, abren

las vías asociativas o abstractivas en conciencia pero que antes de llegar a ella han sufrido

traducciones y transformaciones.

Destaquemos una vez más que de cada sentido brotan impulsos que se traducen luego

como imágenes correspondientes, aunque tales imágenes no son visuales (salvo, por su-

puesto, las de la vista). Todos los sentidos hacen su disparo sensorial que se va a traducir en

imagen correspondiente al sentido: imágenes auditivas, imágenes táctiles, cenestésicas, et-

cétera. De ese modo, los impulsos cenestésicos producirán imágenes, pero los fenómenos

de traducción y transformación complicarán las cosas, a tal punto que aparecerán imágenes

correspondientes a un sentido cuando en realidad tales imágenes han provenido de los im-

pulsos de otro sentido. Así es que, por ejemplo, un dato cenestésico interno llega a concien-

cia y abre una vía asociativa o abstractiva, pero este dato al llegar a conciencia aparece o se

configura como imagen visual cuando en realidad su fuente primera ha sido cenestésica. La

cenestesia no informa con datos visuales, pero sin embargo se ha producido una traducción

del impulso y ha llegado a conciencia. El dato primariamente fue cenestésico pero ahora apa-

rece una representación visual, auditiva, o de otro tipo. Es muy difícil seguir al impulso en

cuestión, precisamente por estas transformaciones que operan en el camino. Esto ha impe-

dido, a gentes ocupadas en estos temas, comprender cómo es el funcionamiento del aparato

psíquico, cómo es la movilidad que tiene un impulso, cómo es su transformación, cómo es su

traducción y cómo su última expresión tan alejada de las condiciones que lo originaron.

El problema del dolor adquiere otra valoración al comprenderse aquello que produce dolor

en un punto, que puede ser ilusoriamente transformado, traducido y experimentar nuevas

deformaciones en la evocación. En cuanto al sufrimiento, no ya al dolor, valen las mismas

consideraciones ya que al transformarse los impulsos en imágenes no correspondientes, se

movilizarán respuestas que tampoco corresponderán a los impulsos iniciales de sufrimiento.

Así es que el problema del dolor y del sufrimiento, considerados simplemente como sensa-

ciones, tiene su mecánica, pero como los impulsos llegan deformados y transformados en

representación, es necesario apelar al trabajo de la imaginación para comprenderlos en su

totalidad. Por consiguiente, no basta con explicar el dolor solamente como sensación. Es ne-

cesario comprender que esta sensación dolorosa o sufriente, se transforma y traduce por la

imaginación y también por los datos que provienen de memoria. El dolor y el sufrimiento ter-

minan fuertemente deformados, traducidos y transformados por la imaginación en general.

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Así es que numerosos sufrimientos no existen en ninguna parte, salvo en las imágenes tra-

ducidas y transformadas por la mente.

Vamos a hablar de los impulsos producidos en conciencia de modo característico, luego de

haber tomado vías particulares que conocemos como abstractivas y asociativas. Estos im-

pulsos en conciencia podrían abrir otros canales, pero nos van a importar solamente estos

dos.

Al llegar a conciencia los impulsos, se estructuran de un modo característico dependiendo

esa estructuración, entre otras cosas, del nivel de trabajo en que se halla conciencia en esos

momentos. Las imágenes que luego se van a producir han sido estructuradas de un modo

característico. A esas estructuraciones que se hacen con los impulsos, en general les llama-

mos ―forma‖. Si se piensa en las formas como entidades separadas del proceso psicológico

se las puede llegar a considerar con existencia en sí, creyéndose que las representaciones

vienen a llenar esas formas. Hubo algunos antiguos que pensaron así, que tales formas exis-

tían y que entonces los procesos internos venían a llenar esas formas. Las formas, en reali-

dad, son ámbitos mentales de registro interno que permiten estructurar a distintos fenóme-

nos. Cuando hablamos de la ―forma‖ de un fenómeno interno de conciencia, estamos men-

cionando la estructura particular que tiene ese fenómeno. No hablamos de ―formas‖ indepen-

dientes sino que hablamos de cómo se estructuran esos fenómenos. El lenguaje común

menciona esto de modo simple: ―las cosas están organizadas de una forma especial‖, dice la

gente. ―Las cosas se hacen de determinada forma, de determinada manera‖. A eso nos es-

tamos refiriendo cuando hablamos de forma. Y podemos identificar a las formas con las imá-

genes, una vez que estas imágenes ya han partido de las vías asociativas o abstractivas.

Podemos hablar de formas como estructuras de percepción, por ejemplo. Cada sentido

tiene su forma de estructurar esos datos. La conciencia va a estructurar luego esos datos con

formas características correspondientes a las distintas vías. De un mismo objeto, por ejem-

plo, pueden tenerse distintas formas según los canales de sensación usados, según la pers-

pectiva con respecto a dicho objeto y según el tipo de estructuración que efectúe la concien-

cia. Todas esas formas que se tienen de un mismo objeto pueden hacernos aparecer al obje-

to como siendo diferente a él mismo, como si se tratara de diferentes objetos, según que a

este objeto se lo perciba por el oído, por ejemplo, o se lo perciba por el ojo. Aparentemente,

son objetos distintos porque la estructuración que se hace de los datos que provienen de ese

objeto, es distinta.

En el aprendizaje hay un cierto problema porque hay que hacer corresponder, a medida

que se está obteniendo una imagen total del objeto, formas perceptuales diferentes. Así, me

sorprendo al escuchar el sonido de un objeto que no coincide con la imagen (auditiva) que

me parecía debía corresponder. A ese objeto le he sostenido en mis manos y he advertido su

peso, lo he observado con la vista pero ese objeto cae al suelo y tiene un sonido que no se

me hubiera ocurrido representar. ¿Cómo hago entonces, con datos estructurados de tan dis-

tinta manera, con datos sensoriales auditivos, táctiles, olfatorios, etcétera, para hacerlos co-

rresponder en mi estructura de conciencia? Esto es posible porque todo este sistema de per-

cepción diverso se estructura dentro de una forma de percepción que está ligada a registros

internos. Cuando reconozco un objeto digo que éste puede usar distintas señales, distintos

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signos que son codificaciones de registro. Cuando tengo de un objeto un registro codificado y

este objeto aparece delante de mi percepción, lo puedo considerar completo aunque tenga

de él solamente una franja de su totalidad. Los signos despiertan en mí, registros codifica-

dos. No son signos solamente los signos del lenguaje. Escucho una palabra y, considerada

conceptualmente, puedo decir de ella que se trata de una expresión que tiene un significado.

Pero considerada desde la estructura de la conciencia, esta palabra que llega es un impulso

cuyo registro, para mí, está codificado. Así es que una palabra pone en movimiento diversas

actividades de mi mente, porque suelta el registro que le corresponde; otra palabra, suelta

otro tipo de registro y así siguiendo. Pero sucede que estas expresiones que llegan a mí, son

estructuradas con una determinada forma. Muchas palabras van articulando frases, van arti-

culando oraciones, van articulando conjuntos y estos conjuntos, a veces, también funcionan

como signos codificados. Ya no se va a tratar de que a la palabra ―casa‖ la considere signo

porque está codificada como registro en mí. Ahora se trata de que todo un conjunto de pala-

bras está codificado de un modo estructurado. De manera que estas estructuras, estas for-

mas de organizar el lenguaje, también aparecen como codificadas en mí.

Los distintos niveles de conciencia ponen cada uno su propio ámbito formal. Esto quiere

decir que los distintos niveles de conciencia estructuran los datos que llegan a mi conciencia

de modo distinto, de forma distinta. Cada nivel procede como la estructura de ámbito más

general y está ligado (ese nivel), a formas características. Las formas que emergen en la

conciencia van a depender, en gran medida, de ese nivel que está poniendo su ámbito es-

tructurador. El estímulo se va a convertir en forma, es decir, el estímulo se va a convertir en

imagen cuando la conciencia lo estructure desde su nivel de trabajo. Así, un mismo estímulo

se traducirá en formas distintas, en imágenes distintas. Y estas imágenes se pueden trasla-

dar en la conciencia.

Como el signo codificado en mí aparece nuevamente, lo reconozco y aparece con una

forma característica ubicado en mi espacio de representación. Mi conciencia puede perfec-

tamente trasladar la imagen que ha provenido de un sentido a imágenes que corresponden a

otros sentidos, porque a los efectos del reconocimiento una sola característica o una franja

de percepción puede ser suficiente para estructurar el todo objetal. Así, podría suceder que

un dato proveniente del ojo fuera trasladado internamente a dato proveniente del oído. Es

decir, podría operarse en conciencia la traducción de un dato perceptual, como si ese dato

hubiera provenido de otro sentido. Así, aunque ese signo despierte imágenes diferentes,

ellas se corresponden entre sí en cuanto a la ubicación que tienen en el espacio de represen-

tación y en cuanto a la función con que van a cumplir luego como imagen al dar sus disparos

al centro correspondiente. Para el caso, que escuche yo el crepitar del fuego muy próximo a

mí; que vea el fuego, muy próximo a mí; que huela el fuego, muy próximo a mí; en todos los

casos estas percepciones que llegan a mí por canales diferentes se estructuran en una re-

presentación global característica y todas las percepciones son permutables, reemplazables

unas por otras. Reemplazables y por lo tanto traducibles. Están emplazadas en el mismo ni-

vel de representación, preparadas para dar el mismo tipo de disparo de peligro. Así es que

escuche, huela, o vea el fuego, esas percepciones iniciales pueden ser traducidas. El des-

plazamiento de los datos perceptuales externos ponen en movimiento mi registro interno. Si

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observo una línea en el espacio, y esta línea es seguida por mi ojo en una dirección, también

en mi registro interno voy a notar ese desplazamiento. De esta manera lo que va pasando

con el ojo, va pasando en mi espacio interno de representación. De modo que no va a ser

indiferente el tipo de imagen que aparece afuera por cuanto la imagen correspondiente va a

seguir determinados movimientos, se va a emplazar en distintos puntos y profundidades de

mi espacio interno. Así pues, bastaría con estudiar lo que hace el ojo siguiendo a determina-

dos fenómenos de percepción, para comprender lo que va pasando internamente en mi sis-

tema de registro.

Signos

Existe lo que convencionalmente se llama “símbolo” y lo que se llama “alegoría”, aunque no

se haya definido con mucha precisión a cada una de esas representaciones. Internamente,

un símbolo es una imagen que surge del canal abstractivo y una alegoría es una imagen que

surge del canal asociativo. Ambos tienen diferencias en la estructuración y en su forma gene-

ral. Las imágenes que han partido de la vía abstractiva son reductivas, están desposeídas de

caracteres secundarios, sintetizan una cantidad de características o abstraen lo más esencial

de todas las características presentes; mientras que las imágenes que corresponden a la vía

asociativa, son imágenes multiplicativas.

También existen representaciones que cumplen con la función de codificar registros. A

ellos les llamamos ―signos‖. En ese sentido, la palabra por ejemplo, es un signo que está co-

dificado, que suscita un tipo de registro en mí y que despierta además, una gama de fenó-

menos y procesos. Si a una persona se le dice: ―incendio‖, probablemente no perciba más

que la palabra incendio, pero como ese registro está codificado, se despierta en su interior un

complejo sistema de reacciones. Y con cada palabra que se lanza, con cada signo, se evoca

esa codificación y las codificaciones que le son inmediatas.

Los signos, por cierto, provienen de distintas vías. Por ejemplo, puedo yo establecer un sis-

tema de relación sígnica con otra persona moviendo los brazos, gesticulando de un determi-

nado modo. Si yo gesticulo de un modo frente a una persona, esta persona recibe ese dato

que está codificado internamente. ¿Y qué pasa con la codificación interna de ese dato? Pasa

que suscita en su interior el mismo proceso que ha dado lugar a la imagen en el otro que ha

lanzado el signo. De tal manera que se produce un fenómeno de desdoblamiento, en donde

finalmente llegamos al mismo registro. De no llegar al mismo registro, no habría posibilidad

de comunicación entre las personas. Y si alguien me indica algo con un gesto, debo tener de

ese gesto el mismo tipo de registro interno que tiene la otra persona, porque de otra manera

no podría comprender el significado que tiene para ella tal operación. Es gracias a los regis-

tros codificados que se pueden establecer relaciones entre personas. Se trate de palabras,

se trate de gestos, se trate de miradas, se trate de posturas corporales generales, en todos

los casos estamos hablando de signos que establecen comunicación porque se tiene de ellos

la misma codificación de registro. Basta un gesto para soltar todo un sistema complejo de

registros codificados. Con un solo gesto, por ejemplo se puede inquietar mucho a otra perso-

na.

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Podemos hablar de una sígnica y estudiarla en el mundo de la comunicación entre las per-

sonas. Expresión y significado forman una estructura y son inseparables. Cuando el signifi-

cado de una expresión es desconocido pierde su operatividad. Las expresiones que admiten

diferentes significados se comprenden por el contexto. Un signo puede ser la expresión de

un significado o señalar por carácter asociativo. Los códigos de señalización están realizados

con signos que indican objetos, fenómenos o actividades. Es claro que tanto el símbolo como

la alegoría pueden cumplir con funciones sígnicas. En el primer caso, un triángulo invertido

puesto en un cartel a la vera de un camino, puede señalar la acción de una institución vial.

En el segundo, un rayo dibujado en un cartel que cuelga de un alambrado, puede indicar ―pe-

ligro: electricidad‖.

Nuestro interés está puesto en los signos internos, o en aquellos signos en cuanto dispa-

ran registros codificados en el interior de uno mismo. Así como el gesto es lanzado hacia

afuera como signo que el otro interpreta, así también numerosos signos, símbolos y alego-

rías pueden ser emplazados en el mundo externo y ser interpretados por otros.

Símbolos

Un punto, en el espacio externo, va a funcionar del mismo modo que el punto en el espacio

de representación interno. Comprobamos que la percepción de un punto sin referencias hace

mover los ojos en todas las direcciones por cuanto el ojo va a buscar parámetros perceptua-

les para encuadrarlo. Lo mismo va a suceder con un punto de representación. Frente a un

punto imaginado se van a buscar parámetros, referencias, aunque sea con los bordes del

espacio de representación. El punto va a subir, va a bajar, va a ponerse en un costado o en

otro, se puede hacer el esfuerzo por mantener ese punto pero se va a notar como si el ―ojo

interno‖ buscara referencias dentro del espacio mental. Así pues, un punto sin referencias

hace mover los ojos en todas las direcciones.

La línea horizontal lleva al ojo en esa dirección, en la dirección horizontal, sin mayor es-

fuerzo. Pero la línea vertical provoca un cierto tipo de tensión. En el espacio de representa-

ción se presentan mayores dificultades para desplazar la imagen por ―alturas‖ y ―profundida-

des‖ que en sentido horizontal. Internamente, se podría seguir un movimiento ―horizontal‖

constante que terminara volviendo a la posición original, mientras que resultaría más difícil

―subir‖ y, circularmente, llegar desde ―abajo‖ al punto de origen. Así también, el ojo, puede

desplazarse con mayor facilidad en sentido horizontal.

Dos líneas que se cruzan, llevan al ojo a dirigirse hacia el centro y quedar encuadrado.

La curva lleva al ojo a incluir espacio. Provoca la sensación de límite entre lo interno y lo

externo a ella, deslizando el ojo hacia lo incluido en el arco.

El cruce de curvas fija al ojo haciendo surgir nuevamente al punto.

El cruce de curva y recta fija el punto central y rompe el aislamiento entre los espacios in-

cluidos y excluidos en el arco.

Las rectas quebradas, rompen la inercia del desplazamiento del ojo y exigen un aumento

de la tensión en el mirar. Igual sucede con los arcos discontinuos. Si en el espacio de repre-

sentación se observa una línea horizontal y a esta línea horizontal se la quiebra y hace des-

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cender, la inercia que llevaba ese fenómeno se rompe, se ―frena‖, produciéndose un aumen-

to de la tensión. Si se hace eso con la horizontal pero quebrándola hacia arriba, en lugar de

hacia abajo, se va a producir otro tipo de fenómeno. Pero en todo caso se va a romper la

inercia.

La repetición de iguales segmentos de rectas o curvas discontinuas, coloca nuevamente al

movimiento del ojo en un sistema de inercia. Por lo tanto disminuye la tensión del acto de

mirar y se produce la distensión. Es decir, el placer del ritmo que se registra en las curvas

que se repiten o las rectas en segmentos que se repiten y que tan importante ha sido a los

efectos de la decoración. También en el caso del oído se verifica con facilidad el efecto del

ritmo.

Cuando rectas y curvas terminan conectándose en circuito, surge el símbolo del encuadre

y del campo. En el espacio de representación, el encuadre mayor está dado por los límites

de dicho espacio interno pero que, desde luego, es variable. Pero en todo caso, sus límites

son el encuadre mayor. Lo que sucede adentro de ese encuadre está en el campo de repre-

sentación. Tomando, por ejemplo, un cuadrado y colocando un punto dentro de su campo, se

va a notar un sistema de tensiones diferentes, según el punto esté próximo a una recta dis-

continua (un ángulo del cuadrado), o según esté equidistante a todos los ángulos. En el se-

gundo caso se comprueba una especie de equilibrio. Se puede sacar ese punto del cuadrado

y colocarlo afuera de él, comprobándose una tendencia del ojo a incluirlo en el campo del

cuadrado. Seguramente, en la representación interna ocurrirá otro tanto.

Cuando rectas y curvas se separan del circuito surge un símbolo de expansión (si aquellas

tienen una dirección de apertura), o surge un símbolo de contracción (si tienen dirección de

cierre).

Una figura geométrica elemental actúa como referencial de centros manifiestos. Existe di-

ferencia entre centro manifiesto (donde se cruzan líneas) y centro tácito (donde se dirige el

ojo sin dirección de líneas). Dado un cuadrado, en el cruce de sus diagonales (aunque dichas

líneas no estén dibujadas), surge el centro tácito, pero este se hace manifiesto en cuanto se

coloque allí un punto. Los centros manifiestos, por tanto, surgen cuando se cortan curvas o

rectas y la visión se estanca. Los centros tácitos son aquellos que aparecen como si estuvie-

ran puestos, que operan como si existiera el fenómeno. No existe tal fenómeno, pero sí exis-

te el registro de estancamiento del ojo.

En el círculo, no hay centros manifiestos. Hay solamente centro tácito, lo que provoca mo-

vimientos del ojo hacia el centro.

El punto es el centro manifiesto por excelencia. Como no hay encuadre ni centro tácito, es-

te centro se desplaza en cualquier dirección.

El vacío es el centro tácito por excelencia. Como no hay encuadre ni centro manifiesto, es-

te centro provoca un movimiento general hacia él.

Cuando un símbolo incluye a otro en su campo, el segundo es el centro manifiesto. Los

centros manifiestos atraen el ojo hacia ellos. Un centro manifiesto puesto en el espacio de

representación, atrae a todas las tensiones del psiquismo hacia él.

Dos centros de tensión provocan vacío en el centro tácito, desplazando la visión hacia am-

bos polos y luego hacia el centro del vacío, creándose tensiones intermitentes.

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En el campo de un símbolo de encuadre, todos los símbolos están en relación y colocando

uno de los símbolos fuera del encuadre se establece una tensión entre él y el conjunto inclui-

do. Con el espacio de representación, como inclusor mayor, sucede eso mismo. Todas las

imágenes tienden a ser incluidas presentemente en este espacio y aquellas imágenes copre-

sentes tenderán a expresarse en ese espacio. Otro tanto ocurre entre niveles en su relación

de imágenes. Y podría haber en el espacio de representación, una determinada imagen (una

imagen obsesiva, por ejemplo), que impidiera el acercamiento de otras representaciones. Por

lo demás, esto sucede cuando la atención está activa sobre un contenido impidiendo la inter-

ferencia de otros. Pero podría existir un gran vacío, que permitiera manifestar con facilidad

contenidos profundos que llegaran a su campo.

Los símbolos externos al encuadre tienen relación entre sí, sólo por su referencia al en-

cuadre.

Los signos, alegorías y símbolos pueden servirse mutuamente de encuadre o servir de en-

lace entre encuadres.

Las curvas concentran la visión hacia el centro y las puntas dispersan la atención fuera del

campo.

El color no modifica la esencia del símbolo, aunque lo pondera como fenómeno psicológi-

co.

La acción de forma del símbolo se verifica en la medida en que se registre dicho símbolo,

es decir que si alguien está colocado en el interior de una habitación y no sabe que ésta es

cúbica, esférica, o piramidal la acción de forma no se verifica. Pero si alguien sabe o cree

(por ejemplo experimentalmente, con los ojos vendados) que está incluido en una habitación

piramidal, entonces va a experimentar registros muy diferentes a si cree que está en una ha-

bitación esférica. El fenómeno de la ―acción de forma‖ se verifica no por la forma en sí, sino

por la representación que corresponde a la forma. Estos símbolos que operen como conti-

nentes, van a producir numerosas tensiones en otros contenidos; a algunos les van a dar

dinámica, a otros los van a incluir, a otros los van a excluir, etcétera. En suma, se va a esta-

blecer un sistema de relaciones específicas entre los contenidos de acuerdo al tipo de conti-

nentes simbólicos que se configuren.

Alegorías

Las alegorías son aglutinaciones de contenidos diversos en una sola representación. Por los

orígenes de cada componente, a las alegorías se las suele comprender como representacio-

nes de seres ―imaginarios‖ o fabulosos, por ejemplo, una esfinge. Estas imágenes, aunque

fijas en una representación, cumplen con una función ―narrativa‖. Si a alguien se le mencio-

nara ―la justicia‖ podría resultarle una expresión de la cual no tuviera registro, o podría tener

varios significados que se presentaran en cadenas asociativas. Si éste fuera el caso, ―la jus-

ticia‖ podría representársele como una escena en la que diversas personas cumplen con ac-

tividades judiciales, o bien podría aparecerle una señora con los ojos vendados, una balanza

en una mano y una espada en la otra. Esta alegoría habría sintetizado lo diverso, presentan-

do una suerte de narración en una sola imagen.

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Las alegorías, en el espacio de representación, tienen una curiosa aptitud para moverse,

para modificarse, para transformarse. Mientras los símbolos son imágenes fijas, las alegorías

son imágenes que se van transformando, que van realizando una secuencia de operaciones.

Basta que se suelte una imagen de esa naturaleza para que ella cobre vida propia y se pon-

ga a hacer operaciones divagatoriamente, mientras que un símbolo colocado en el espacio

de representación, va contra la corriente de la dinámica de la conciencia y representa un es-

fuerzo tratar de mantenerlo sin divagaciones que lo transformarían haciéndole perder sus

propiedades.

A una alegoría se la puede sacar de la interioridad y colocarla afuera, por ejemplo como

estatua en una plaza. Las alegorías son narraciones transformadas en las que se fija lo diver-

so, o se multiplica por alusión, pero también en donde se concreta lo abstracto. El carácter

multiplicativo de lo alegórico, claramente está ligado a los procesos asociativos.

Para comprender lo alegórico es conveniente revisar las características de la asociación de

ideas. En un primer caso, se dice que la similitud guía a la mente cuando ésta busca lo pare-

cido a un objeto dado. La contigüidad, cuando busca lo propio, o lo que está, estuvo, o estará

en contacto con un objeto dado. El contraste, cuando busca aquello que se opone o que está

en relación dialéctica con un objeto dado.

Observamos que lo alegórico es fuertemente situacional. Es dinámico y relata situaciones

referidas a la mente individual como pasa en los sueños, en algunas divagaciones persona-

les, en la patología y en la mística. Pero también sucede esto con el psiquismo colectivo co-

mo ocurre con el cuento, el arte, el folclore, el mito y la religión.

Las alegorías cumplen con distintas funciones. Relatan situaciones compensando dificulta-

des de abarcamiento total. Cuando surge un fenómeno y no se lo comprende conveniente-

mente se lo alegoriza y se cuenta un cuento, en lugar de hacer una descripción precisa. Si no

se sabe bien qué sucede con el trueno, es probable que se cuente un cuento acerca de al-

guien que anda corriendo por los cielos y si no se entiende cómo funciona el psiquismo en-

tonces vienen los cuentos o los mitos a explicar lo que va pasando en el interior de uno mis-

mo.

Al apresar situaciones alegóricamente se puede operar sobre las situaciones reales de

modo indirecto, por lo menos así cree el alegorizante.

En lo alegórico, el factor emotivo no es dependiente de la representación. En los sueños

surgen alegorías que si se correspondieran exactamente con la vida cotidiana provocarían

disparos de emociones típicas. Sin embargo, en el sueño se provocan disparos de emocio-

nes que no tienen que ver con las representaciones actuantes.

En un ejemplo: el soñante se ve atado a las vías del tren; el tren se acerca con velocidad y

estruendo, pero el soñante en lugar de experimentar desesperación comienza a reírse de tal

modo que hasta se despierta sorprendido.

Se puede alegorizar un estado interno y se puede decir: ―es como si me sintiera cayendo

por un tubo‖, por ejemplo. La sensación interna que se experimenta y que se registra es de

una cierta desesperación, de un cierto vacío, etcétera, pero se puede alegorizar como la

―caída por un tubo‖.

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Para entender un sistema alegórico es necesario tener en cuenta el clima que acompaña a

la alegoría, porque es éste el que va a delatar el significado. Y, cuando no hay acuerdo entre

imagen y clima, debemos orientarnos por éste y no por la imagen para comprender los signi-

ficados profundos. Cuando el clima está perfectamente enlazado a la imagen correspondien-

te no hay problema en seguir la imagen, que es más fácil de seguir. Pero si hubiera discor-

dancia, nos inclinaríamos siempre a favor del clima.

Las imágenes alegóricas tienden a trasladar energía hacia los centros para efectuar res-

puesta. Desde luego, existe un sistema de tensión y un sistema de descarga de estas ten-

siones. Y lo alegórico va haciendo esa ―conectiva de glóbulo rojo‖ que va llevando cargas por

el torrente, en este caso por el circuito de la conciencia. Cuando sucede una traslación de

estas cargas, de la alegoría que actúa sobre un centro, se produce una manifestación ener-

gética. Tales manifestaciones energéticas se pueden apreciar con fuerza en la risa, el llanto,

el acto amoroso, la confrontación agresiva, etcétera. Estos son los medios más adecuados

para el alivio de la tensión interna y, cuando estas alegorías surgen, tienden normalmente a

cumplir con esa función de descarga.

Considerando la composición de lo alegórico, se puede hacer una suerte de inventario de

los recursos con que cuenta. Así, podemos hablar de los ―continentes‖, por ejemplo. Los con-

tinentes guardan, protegen, o encierran aquello que está en su interior. Los ―contenidos‖, en

cambio, son aquellos elementos que están incluidos en un ámbito. Las ―conectivas‖ son enti-

dades que facilitan o impiden la conexión entre contenidos, entre ámbitos, o entre ámbitos y

contenidos. Los ―atributos‖, que pueden ser manifiestos o tácitos (cuando están encubiertos),

se refieren a las propiedades que poseen los elementos alegóricos o la alegoría total. Tam-

bién destacamos a los ―niveles‖, a las ―texturas‖, a los ―elementos‖ y a los ―momentos de pro-

ceso‖. Estos momentos de proceso se alegorizan como edades, por ejemplo. Por último, de-

bemos mencionar los ―transformismos‖ y las ―inversiones‖.

Al interesarnos por una alegoría, al tratar de comprender una alegoría, tratamos de esta-

blecer ciertas reglas de interpretación que nos ayuden a comprender qué significa esa alego-

ría y con qué función está cumpliendo en la economía del psiquismo.

1. Cuando queremos hacer una interpretación alegórica, reducimos lo alegórico a símbolo

para comprender el sistema de tensiones en que se emplaza esa alegoría. El continente de

una alegoría, es el símbolo. Así es que si en un sistema alegórico aparecen varias personas

discutiendo en una plaza (cuadrada u oval, por ejemplo), ésta es el continente mayor (con su

especial sistema de tensiones de acuerdo a la conformación simbólica), y en su interior están

las personas discutiendo (contenidos de ese símbolo). La reducción simbólica considera a la

plaza como continente que impone su sistema de tensiones (por ejemplo tensión bifocal si la

plaza es oval), a la situación en la que se desenvuelven conflictivamente los contenidos (per-

sonas discutiendo).

2. Tratamos de comprender la materia prima de lo alegórico, es decir, de qué canales pro-

viene el impulso principal. Proviene de sentidos (y de cuál o cuáles), o de memoria; proviene

de una mezcla de sentidos y memoria; proviene de un estado característico de conciencia

que tiende a hacer esas articulaciones particulares.

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3. Tratamos de interpretar de acuerdo a leyes asociativas según patrones comúnmente

aceptados. Así es que cuando vamos a interpretar a estas asociaciones, debemos pregun-

tarnos a nosotros mismos qué significa esa alegoría, qué quiere decir para nosotros. Y si

queremos interpretar una alegoría que está puesta en el mundo externo, como un cuadro por

ejemplo, deberíamos preguntarle al productor qué cosa significan para él dichas alegorías.

Pero podrían mediar muchos cientos de años entre nosotros y el alegorizante y, con nuestros

significados epocales o culturales, difícilmente llegaríamos a interpretar lo que significó para

la economía del psiquismo del alegorizante. Pero podríamos llegar a intuir o a tener informa-

ción de los significados propios de aquella época. Decimos pues, que siempre es bueno in-

terpretar de acuerdo a leyes asociativas y según los patrones comúnmente aceptados. Y si

se estudia una alegoría social se debe investigar el significado consultando a las personas

que son o han sido agentes de tal sistema alegórico. Serán esas personas las que esclarece-

rán sobre el significado y no nosotros, ya que no somos o no hemos sido agentes de ese sis-

tema alegórico y que, por tanto, ―infiltraríamos‖ nuestros contenidos (personales o culturales)

deformando los significados. Ejemplificando. Alguien me habla de un cuadro en el que figura

una anciana. Si al preguntar a mi interlocutor qué significa para él la anciana de la pintura, él

me responde que significa ―la bondad‖, entonces yo tendré que aceptarlo y no será legítimo

dar otra interpretación infiltrando mis propios contenidos y mi sistema de tensiones. Si le pido

a alguien que me cuente acerca de la alegoría de la anciana bondadosa, tendré que atener-

me a lo que se me diga porque de otro modo yo, dictatorial e ilegítimamente, ignoro la inter-

pretación del otro y prefiero explicarlo todo por lo que a mí me sucede. Así es que si el alego-

rizante me habla de ―la bondad‖, no tengo por qué interpretar a dicha ―bondad‖ como un con-

tenido sexual reprimido y deformado. Mi interlocutor no vive en una sociedad reprimida se-

xualmente al estilo de la Viena del siglo XIX y no participa de la atmósfera neoclásica de los

culteranos que leían las tragedias de Sófocles, él vive en el siglo XX, en Río de Janeiro y, en

todo caso, participa de una atmósfera cultural neopagana. Así es que la mejor solución será

atenerme a la interpretación que me da el alegorizante que vive y respira el clima cultural de

la ciudad de Río de Janeiro. Bien sabemos a dónde han ido a parar las interpretaciones de

ciertas corrientes psicológicas y antropológicas que han substituido los relatos e interpreta-

ciones de las personas directamente involucradas por las especiales devociones del investi-

gador.

4. Tratamos de comprender el argumento. Distinguimos entre argumento y temas. Un ar-

gumento es el cuento, pero dentro del cuento hay temas particulares. A veces los temas

permanecen y el argumento varía, o bien los temas cambian pero siempre es el mismo ar-

gumento. Esto ocurre por ejemplo en un sueño o en una secuencia de sueños.

5. Cuando hay coincidencia entre clima e imagen, se sigue la imagen.

6. Cuando no coinciden clima e imagen, el hilo conductor es el clima.

7. Consideramos al núcleo de ensueño, que aparece alegorizado como imagen o como

clima continuo (fijado), a través de distintas alegorizaciones y a lo largo del tiempo.

8. Todo aquello que cumple con una función, es ella misma y no otra. Si en un sueño se

mata con una palabra, esa palabra es una arma. Si con una palabra se resucita a alguien o

se cura a alguien, esa palabra es un instrumento para resucitar o para curar, no otra cosa.

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9. Se trata de interpretar el color, reconociendo que en las representaciones alegóricas el

espacio de representación va desde lo oscuro a lo claro de tal modo que, a medida que las

representaciones suben el espacio mismo se aclara y a medida que bajan el espacio se os-

curece. En todos los planos del espacio de representación pueden aparecer distintos colores

y con diferente gradación.

10. Cuando se comprende la composición de los distintos elementos que configuran un sis-

tema alegórico; cuando se entiende la relación entre los componentes y cuando se puede

hacer una síntesis sobre la función con que cumplen los elementos y sus relaciones, se pue-

de considerar resuelto un nivel de interpretación. Desde luego, se podría profundizar en nue-

vos niveles de interpretación si fuera necesario.

11. Para entender el proceso y desenvolvimiento de un sistema alegórico, se han de lograr

varias síntesis interpretativas a lo largo del tiempo. Así es que puede no ser suficiente una

interpretación completa en un momento dado, si no se puede entrever el proceso o las ten-

dencias hacia donde podría derivar el sistema alegórico en cuestión. Tal vez se requiera con-

tar con varias interpretaciones a lo largo del tiempo.

OPERATIVA.

Este espacio mental que corresponde exactamente al cuerpo, es registrable por mí como

suma de sensaciones cenestésicas.

Este ―segundo cuerpo‖ es un cuerpo de sensación, de memoria y de imaginación. No tiene

existencia en sí, aunque en ocasiones algunos hayan pretendido darle entidad separada del

cuerpo. Es un ―cuerpo‖ que se forma por la suma de las sensaciones que provienen del

cuerpo físico, pero según que la energía de la representación vaya a un punto o a otro, movi-

liza una parte del cuerpo u otra. Así es que, si una imagen se concentra en un nivel del espa-

cio de representación, más interno o externo, a una altura u otra, se ponen en marcha los

centros del caso movilizando energía hacia el punto corporal correspondiente.

Estas imágenes que surgen lo hacen, por ejemplo, por una determinada tensión corporal y

entonces nos vamos a buscar la tensión en el cuerpo, en el punto que corresponda.

¿Pero qué sucede cuando no hay esa tensión en el cuerpo, y sin embargo en la pantalla

de representación aparece un fenómeno de alegorización? Puede ser que no esté presente

en el cuerpo tal tensión. Pero puede ser que una señal que partiendo de memoria actúe so-

bre conciencia y en conciencia destelle como imagen, revele que el impulso de memoria in-

fluyó en alguna parte del cuerpo. Se produjo en ese momento una contracción y ella lanzó el

impulso que, registrado en conciencia, apareció en pantalla como alegorización y ello nos da

a entender que el fenómeno está lanzando su pulso desde un punto del cuerpo. Estos fenó-

menos pertenecen al pasado, no están presentes, no hay una tensión permanente actuando,

y sin embargo esta tensión (que no es una tensión en sí, sino que es un impulso grabado en

memoria), pone en marcha una tensión con el registro cenestésico correspondiente y luego

va a terminar apareciendo como imagen. Según se evoque en el sistema de registro un de-

terminado bit, una determinada señal y esta señal sea soltada al mecanismo de conciencia,

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podrán aparecer concomitantemente fenómenos de contracción del cuerpo, o fenómenos

irritativos del cuerpo.

Estoy pesquisando fenómenos que no existen actualmente. Fenómenos que puedo regis-

trarlos en mi propio cuerpo en la medida en que son evocados, pero que no existen constan-

temente en el cuerpo sino que existen en memoria y al ser evocados, se expresan en el

cuerpo. De manera que este espacio de representación tiene carácter de intermediario entre

unos mecanismos y otros porque está conformado por la suma de sensaciones cenestésicas.

En él se manifiestan fenómenos transformados de sensaciones externas o internas y en él se

expresan fenómenos ya producidos hace mucho tiempo y que están emplazados en memo-

ria. También en él aparecen fenómenos que no existen en ese momento en el cuerpo, pero

que siendo productos del trabajo imaginario del mismo coordinador, terminan actuando sobre

el cuerpo.

Es oportuno ahora, hacer una revisión de actividades que se orientan hacia la modificación

de ciertos comportamientos psíquicos.

El conjunto de técnicas que llamamos ―operativa‖ nos permite operar sobre los fenómenos,

modificar fenómenos. Englobamos en operativa a diversas técnicas: técnicas que llamamos

de catarsis, técnicas que llamamos de transferencias y diversas formas de auto-

transferencias.

En épocas recientes se volvió a usar la palabra ―catarsis‖. Aparecía de nuevo ese señor

que se ponía en presencia de quien tenía problemas psíquicos y le decía nuevamente, como

miles de años atrás: ―vea mi amigo, suelte su lengua y explique los problemas que usted tie-

ne‖. Y entonces la gente soltaba su lengua, explicaba sus problemas y se producía una suer-

te de lavado interno (o de ―vómito‖ interno). A esa técnica la llamaban ―catarsis‖.

Otra técnica de operativa fue llamada también ―transferencia‖. Se tomaba a una persona

que ya había producido su catarsis y que ya había aliviado sus tensiones para entrar en un

trabajo un poco más complejo. Ese trabajo consistía en hacer ―transitar‖ a esa persona por

diferentes estados internos. Al transitar por esos estados, aquella persona que ya no sufría

importantes tensiones podía moverse en su paisaje interno desplazando, ―transfiriendo‖, pro-

blemas o dificultades. El sujeto transfería imaginariamente contenidos oprimentes hacia otras

imágenes que no tenían carga afectiva, ni representaban un compromiso biográfico...

Anteriormente hablamos de los registros de las tensiones en el simple hecho del atender.

Ustedes lo reconocen bien. Pueden atender con tensión o sin ella; hay diferencia. Ustedes

pueden a veces soltar esta tensión y atender. Normalmente creen que cuando sueltan la ten-

sión para atender se desinteresan del tema. No sucede así. Sin embargo, ustedes han aso-

ciado desde hace mucho tiempo, cierta tensión muscular con el hecho de atender y creen

que atienden cuando están tensos. Pero la atención nada tiene que ver con esto.

Y ¿qué pasa con las tensiones en general, no sólo con las tensiones de la atención? A las

tensiones en general las ubicamos en distintas partes del cuerpo, en los músculos especial-

mente. Estamos hablando de las tensiones musculares externas. Tenso un músculo volunta-

riamente y tengo un registro de esa tensión. Tenso voluntariamente los músculos faciales,

tengo un registro de esa tensión. Tenso distintos músculos de mi cuerpo y tengo registro de

esa tensión. Me voy familiarizando con esa técnica de la tensión artificial. Me interesa mucho

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poder obtener la mayor cantidad de registros posibles, tensando los distintos músculos de mi

cuerpo. Y también me interesa ir disociando esas tensiones que antes logré. He observado

que al tensar un punto se tensan otros. Luego trato de distender el punto, pero a veces no se

distienden los otros músculos que acompañaron a la tensión. Si se trabaja con ciertas partes

del cuerpo se comprueba que al querer tensar un punto se tensan ese punto y otros y luego,

al distender ese punto, se distiende ese punto pero no los otros.

Esto sucede no solamente por estos trabajos voluntarios, eso sucede en la vida cotidiana.

De tal manera que frente a un problema de confrontación cotidiano, por ejemplo, un sistema

de músculos se pone tenso; desaparece la confrontación con el objeto, los músculos en

cuestión se distienden, pero no los otros que le acompañaron en el momento de la tensión.

Un poco más de tiempo y termina todo distendido. Pero a veces sucede que pasa bastante

más tiempo y no se distienden los otros puntos.

¿Quién de ustedes no reconoce tensiones musculares más o menos permanentes? Hay

quienes registran esas tensiones a veces en el cuello, a veces en otra parte de su cuerpo.

Ahora mismo, si ustedes se fijan, pueden descubrir tensiones innecesarias que están ope-

rando en diversas partes del cuerpo. Ustedes a eso lo pueden registrar. Y como ven, eso que

registran en distintas partes de su cuerpo, no está cumpliendo con ninguna función.

Ahora bien. Distinguimos entre tensiones musculares externas de tipo situacional y las ten-

siones musculares externas de tipo continuo. En las tensiones situacionales el sujeto tensa

determinadas partes de su cuerpo y al desaparecer la dificultad (en nuestro ejemplo, la con-

frontación), desaparece también la tensión. Esas tensiones situacionales, seguramente cum-

plen con funciones muy importantes y se comprende que no pretendamos acabar con ellas.

Están las otras, las continuas, no las situacionales. Y estas continuas tienen la circunstancia

agravante que si se produce un determinado fenómeno de confrontación, además, aumen-

tan. Luego bajan, nuevamente, pero conservando el nivel de tensión continua.

Puedo, con ciertos procedimientos, distender las tensiones continuas pero esto no garanti-

za que no permanezcan en mi interior distintos sistemas de tensiones. Puedo trabajar con

toda la musculatura externa, puedo hacer cuanto ejercicio quiera y sin embargo, internamen-

te, las tensiones siguen actuando. ¿De qué naturaleza son estas tensiones internas? En

ocasiones son de tipo muscular profundo y en ocasiones registro a estas tensiones como

irritaciones profundas, como irritaciones viscerales que dan impulsos y que van configurando

un sistema de tensión.

Cuando hablamos de estas tensiones profundas, estamos hablando de tensiones que no

son muy diferentes a las externas, pero que tienen un componente emotivo importante. Po-

dríamos considerar a estos dos fenómenos como gradaciones de un mismo tipo de opera-

ción. Hablamos ahora de estas tensiones internas teñidas emotivamente y a ellas las defini-

mos como climas, no muy diferentes a las tensiones en general pero con un fuerte compo-

nente emotivo.

¿Qué sucede con algunos fenómenos como los de depresión y las tensiones? Una perso-

na se siente aburrida (el aburrimiento es pariente de la depresión), le da lo mismo una cosa

que otra, no tiene especiales preferencias, diríamos que está sin tensión. A lo mejor ella se

registra a sí misma como falta de vitalidad pero detrás de eso es muy posible que exista un

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fuerte componente emotivo. En la situación en que se encuentra esa persona, notamos que

hay fuertes correntadas emotivas de tipo negativo y pensamos que si aparecen esas corren-

tadas emotivas es porque aún no existiendo tensión muscular externa hay tensiones internas

que pueden ser tensiones musculares internas o, en otras ocasiones, fenómenos de irritación

interna. A veces sucede que no existe un sistema de tensiones continuo o de irritación conti-

nuo, sino que por la confrontación con una situación dada se sueltan fenómenos mnémicos,

fenómenos de memoria que hacen su disparo interno y surge ese registro de falta de vitali-

dad o aburrimiento, u opresión interna, o sensación de encerramiento, etcétera.

A las tensiones musculares externas normalmente las podemos manejar voluntariamente;

a los climas, en cambio, no los podemos manejar voluntariamente porque tienen otra carac-

terística: siguen al sujeto aún cuando haya salido de la situación que lo motivó. Recordarán

ustedes los fenómenos de arrastre, estos que siguen al sujeto aunque la situación haya pa-

sado. Estos climas siguen tanto al sujeto que puede éste cambiar toda su situación, transitar

a lo largo de los años por distintas situaciones y continuar con ese clima que lo persigue.

Esas tensiones internas son traducidas de modo difuso y totalizador. Este punto explica tam-

bién las características de la emoción en general que trabaja totalizando, sintetizando; no

trabaja refiriéndose a un punto particular de una tensión del cuerpo, no se refiere tampoco a

un punto de dolor en el intracuerpo, que puede ser localizado muy bien, se refiere más bien a

un estado de invasión de la conciencia. Se trata entonces de impulsos cenestésicos no pun-

tuales, eso está claro.

Cuando el mecanismo de traducción de impulsos aporta imágenes que se corresponden

con ese clima difuso, hablamos de correspondencia de clima y tema (hay un tema que tiene

correspondencia con ese clima). Entonces es muy probable que esa persona que experimen-

ta determinado clima, diga que ―se siente encerrada‖, por ejemplo. Eso del ―encerramiento‖

es un tipo de representación visual, que coincide con el registro emotivo y hay algunos más

exagerados que no sólo hablan de ―encerramiento‖, así en general, sino que explican que se

sienten encerrados en una determinada caja con tales y cuales características. Esto, en vigi-

lia, no les es muy claro pero en cuanto disminuye un poco su nivel de conciencia, sí aparece

esa caja adentro de la cual ellos se encuentran. Por supuesto, cuando los mecanismos de

traducción trabajan fuerte, cuando los registros cenestésicos son más intensos y cuando la

vía alegórica se pone en marcha, es más fácil rastrear estos fenómenos.

A veces aparecen imágenes que no se corresponden con los climas. Por último, existen

casos en que se registra el clima sin imágenes. En realidad hay imagen cenestésica en todos

los casos y el emplazamiento de esta imagen difusa general en el espacio de representación

perturba las actividades de todos los centros, porque es desde ese espacio de representa-

ción desde donde las imágenes disparan su actividad hacia los centros.

A los climas se los baja de potencial por descargas catárticas, por abreacciones motrices

que son manifestaciones de esa energía hacia afuera del cuerpo, pero si bien ocurre en esas

ocasiones una disminución de la tensión no por ello acontece su desplazamiento, su elimina-

ción.

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Las técnicas que corresponden a la transformación y desplazamiento de climas, son las

técnicas transferenciales. Su objetivo no está puesto en la bajada del potencial de una ten-

sión interna sino en el traslado de la carga de una imagen a otra imagen.

No es completo decir que los climas se generan solamente por traducción de señales de

contracciones involuntarias profundas y que tales contracciones, captadas por cenestesia, se

transforman en imágenes difusas que ocupan el espacio de representación. Decir esto no es

completo. En primer lugar, porque el registro puede ser no puntual sino general, como en el

caso de las emociones violentas. Y estos estados corresponden a descargas que circulan

por todo el organismo y no se refiere a la puntualidad de una tensión.

En cuanto al origen de estos fenómenos, puede estar en sentidos internos o actuar desde

memoria, o actuar desde conciencia. Cuando el impulso corresponde a un fenómeno neta-

mente corporal, cenestesia toma este dato y envía la señal correspondiente que aparece

como imagen difusa, es decir no visualizable (como imagen cenestésica, no como imagen

visual). Cenestesia entonces envía la señal correspondiente y aparece la imagen difusa, que

de todas maneras se da en el espacio de representación.

Hay quienes dicen que cuando se encolerizan ―ven todo rojo‖, o que se modifica su espa-

cio de representación y ven al objeto que les provoca cólera, ―más pequeño‖; otros dicen que

lo ven ―más resaltado‖, etcétera. No estamos hablando del impulso localizado sino del estado

difundido, emotivo, que de todos modos ha partido del registro cenestésico y se ha traducido

en imagen cenestésica no visualizable. A veces tiene también traducciones visualizables,

pero no es el caso. Tal emplazamiento de imagen no visualizable se da en el espacio de re-

presentación y moviliza a los centros instintivos básicamente. De todo eso que sucedió, se

hace registro en memoria. Si, en cambio, el primer impulso proviene de sentidos externos y

al final del circuito de impulso también se movilizan los centros instintivos, esto se graba en

memoria asociado a la situación externa. Esto motiva una grabación en donde el impulso

externo, el impulso que provino desde el exterior ahora queda ligado a un estado corporal

interno.

Volviendo al primer caso, el de la partida de impulso interno por desarreglo vegetativo, por

ejemplo. También en este caso hay grabación situacional asociada, si los sentidos externos

están por su parte trabajando. Pero si eso se produjera cuando los sentidos externos no tra-

bajan o trabajan muy levemente (como en el nivel de sueño), la grabación situacional podría

referirse únicamente a datos de memoria ya que se actualizaría en ese momento, quedando

a su vez en memoria al final del circuito una extraña asociación de fenómenos de un tiempo 2

(es decir, el registro cenestésico), con fenómenos de un tiempo 1 (es decir, el dato de memo-

ria).

Hemos visto casos en que la partida del impulso es del intracuerpo, y se asocia a situacio-

nes de percepción externa. Y casos del mismo impulso pero asociado a memoria porque los

sentidos externos no están trabajando en ese momento. También hemos visto el caso del

impulso que parte de sentidos externos y termina movilizando registros internos cenes-

tésicos, siendo posible a partir de ese momento que la situación externa y el registro interno

queden grabados en memoria.

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Por su parte, memoria puede entregar impulsos y al movilizar registros desatar cadenas

asociativas de imágenes (no sólo visuales sino de cualquier otro sentido, incluyendo la ce-

nestesia), que a su vez despiertan nuevas entregas de datos, configurándose un estado

emotivo climático pero que ahora se asocia a una nueva situación que se está percibiendo

por sentidos externos.

Por último, conciencia misma en su elaboración de imágenes puede poner en marcha todo

lo anterior y además agregar su propia actividad, grabándose al final en memoria situaciones

externas asociadas a elementos imaginarios. De todas maneras, el encadenamiento senti-

dos-memoria-conciencia es indisoluble, no lineal y por supuesto estructural.

Así pues si el primer disparo es doloroso físico, la configuración final puede ser de sufri-

miento moral y estar presentes allí verdaderos registros cenestésicos fuertemente grabados

en memoria, pero asociados simplemente a la imaginación. El dolor físico, a menudo termina

en sufrimiento moral articulado con elementos ilusorios pero registrables. Este hecho nos

enseña que lo ilusorio aunque no tenga existencia ―real‖ es registrable por diversas concomi-

tancias que tienen indudable realidad psíquica. No se explica mucho al decir de un fenómeno

que es ―ilusorio‖, ni se explica mucho más al decir que las ilusiones se registran, como se

registran las percepciones llamadas ―no ilusorias‖. El sufrimiento ilusorio tiene su real registro

para la conciencia. Allí es donde la transferencia tiene su mejor campo de trabajo, en el su-

frimiento ilusorio. Diferente es lo que sucede con los impulsos dolorosos básicos, traducidos

o transformados, a los que se puede desproveer de otros componentes ilusorios sin que por

ello desaparezca el dolor físico. Pero este no es tema propio de la transferencia.

Se puede disociar el encadenamiento automático del sufrimiento. A eso apunta primaria-

mente la transferencia. Vemos a la transferencia como una de las tantas herramientas de

operativa, destinada básicamente a desarticular el sufrimiento, a liberar a la conciencia de

contenidos opresivos. Así como la catarsis libera cargas y produce alivios provisorios, aun-

que a veces necesarios, la transferencia apunta al traslado de esas cargas de un modo per-

manente, por lo menos en lo que hace a un problema específico dado.

Veamos ahora, algunos aspectos del funcionamiento compensatorio de los aparatos del

psiquismo. Los umbrales de los distintos sentidos varían en estructura y los umbrales de sen-

tidos internos varían compensatoriamente con respecto a los umbrales de los sentidos exter-

nos. Los fenómenos del umbral cenestésico, al disminuir los impulsos de los sentidos exter-

nos, entran en la percepción y comienzan a dar señal. Estamos diciendo que cuando dismi-

nuye el impulso externo, aquellos otros fenómenos internos que estaban trabajando a nivel

de umbral, y que no registrábamos, aparecen de modo registrable. Por tanto, puede percibir-

se en la caída de nivel de conciencia el surgimiento de fenómenos del intracuerpo que en

vigilia no aparecían. Al desaparecer el ruido de los sentidos externos, éstos se hacen mani-

fiestos. En la caída de nivel aparecen los impulsos internos que dan señal a conciencia to-

mando canales asociativos. Cuando se despierta esta vía asociativa los fenómenos de tra-

ducción operan con gran fuerza.

Volvamos a los problemas de los fenómenos de traducción y de transformación de impul-

sos. De un objeto que percibo visualmente, reconozco otras características no visuales que

puedo percibir según la situación. Estas diferentes percepciones de un mismo objeto se han

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ido asociando en mi memoria a lo largo de mi experiencia vital. Tengo un registro articulado

de percepciones. Estamos considerando ahora algo más que la estructuración que hace la

percepción de un sentido singular. Estamos considerando la estructuración que se realiza

frente a un objeto por la suma de datos de sentidos diferentes que a lo largo del tiempo se

fueron incorporando a memoria. Cuento con la articulación de diferentes características de

cada objeto, de tal modo que tomando una de ellas se sueltan las otras características aso-

ciadas a él. Ese es ya el mecanismo básico de la traducción de impulsos. ¿Y qué es lo que

se traduce? Veamos un ejemplo. Un impulso auditivo despierta registros mnémicos, registros

en los que los impulsos visuales de su momento estaban asociados a impulsos auditivos.

Ahora llega solamente el impulso externo auditivo y aparece en mi espacio de representación

el registro visual. Esto es frecuente en vigilia. Y es gracias a ese mecanismo de asociación

de sentidos, a esta estructuración de los sentidos, que podemos configurar franjas importan-

tes del mundo externo.

Así como el espacio de representación se va articulando desde la primera infancia en ade-

lante, así también el mundo objetal se va articulando desde la primera infancia en adelante.

En esa etapa de aprendizaje, los niños no parecen articular coherentemente los distintos re-

gistros que tienen de un mismo objeto. Como hemos comentado en su momento, los niños

no distinguen bien entre su propio cuerpo y el cuerpo de su madre. Además, no relacionan

bien el tipo de estímulo que llega a un sentido con la función con que puede cumplir ese ob-

jeto. Confunden además el aparato de registro, de tal modo que muchas veces vemos a los

niños llevando un objeto que quieren comer al oído, a la oreja, y vemos que hacen distintos

tipos de intercambios; no articulan todo ese sistema de percepción, no lo articulan más o

menos coherentemente. Tampoco su espacio de representación está coherentemente articu-

lado. Un edificio que está lejos, desde luego que es percibido mas pequeño que cuando está

cerca, pero tienden sus manos hacia él para capturar una chimenea o a lo mejor una ventana

y comerla. Hay niños que hacen eso con la luna que, como ustedes saben, está fuera del

alcance de la mano, o estaba fuera del ―alcance de la mano‖... La visión estereoscópica, que

nos da profundidad y permite articular distintas distancias en el espacio, se va configurando

lentamente en el niño. También el espacio de representación interno va cobrando volumen.

Es claro que no se nace con la misma articulación objetal de los adultos sino que los datos

que van aportando los sentidos permiten luego que el aparato psíquico vaya haciendo su

trabajo, basándose siempre en memoria.

Estamos estudiando estos primeros fenómenos de traducción de impulsos. Por ejemplo, un

fenómeno que incide sobre un sentido suelta una cadena en donde aparecen las imágenes

correspondientes a otros sentidos pero relacionados con el mismo objeto. ¿Qué sucede en

esos extraños casos de asociación de las características de un objeto que se colocan en otro

objeto? Ahí ya hay una traducción mucho más interesante. Porque ahora un señor escucha

el sonido de una campana y no evoca la imagen de la campana sino la imagen de un fami-

liar. Ahora no se está relacionando al objeto que se oye con el objeto que en su momento se

vio o con el objeto que en su momento se olió, sino que ahora se está asociando a ese obje-

to con otros fenómenos, con otras imágenes que acompañaron a la grabación de un momen-

to pero que no se refieren al objeto en cuestión, sino a otro tipo de objeto. Primariamente se

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asocian, de un objeto dado, sus distintas características perceptuales. Pero hablamos de al-

go más, de un objeto al que se le asocian no sólo sus distintas características sino todos

aquellos fenómenos que estuvieron en relación con él. Y estos fenómenos comprometen a

otros objetos, comprometen a otras personas, comprometen a situaciones completas. Enton-

ces hablamos del fenómeno de la traducción de impulsos que se refiere no sólo a las carac-

terísticas de un mismo objeto, sino a las de otros objetos y estructuras de situación que se

asociaron al objeto dado. Parece entonces, que la estructuración se hace relacionando per-

cepciones distintas sobre un mismo objeto y de acuerdo a contextos situacionales.

Algo más. Sucede que como hay impulso interno, si ese impulso interno tiene suficiente

potencial de señal como para llegar al umbral de registro, al percibir el sonido de la campana

el sujeto experimenta una curiosa emoción. Ya no está traduciendo impulsos o asociando

impulsos entre las distintas características de ese objeto y otros que le acompañan, o entre

estructuras de percepción completas, sino algo más: está traduciendo entre estructuras de

percepción completas y estructuras del registro que le acompañó en aquel momento.

Si vemos que se puede traducir el impulso que corresponde a un sentido y trasladarlo a

otro, ¿por qué no habríamos de poder traducir también impulsos que son registrados por

sentidos externos y que contiguamente evocan impulsos que han sido grabados desde senti-

dos internos? No hay mayor dificultad en esto. Sucede que el fenómeno es un tanto asom-

broso y tiene características enrarecidas a medida que se baja de nivel de conciencia. Pero

su mecánica no es muy extraña.

Recordemos que la memoria estudiada por capas como memoria antigua, memoria media-

ta y memoria reciente, está en movilidad. La materia prima más próxima es la del día y ahí

tenemos los datos más frescos. Pero hay numerosos fenómenos asociados que se refieren a

memoria antigua y estos nos ponen en dificultades, por cuanto al registro de un objeto que

puede estar asociado con fenómenos recientes, le acompañan traductivamente fenómenos

de memoria antigua. Esto es muy extraordinario y sucede particularmente con cierto tipo de

sentidos. Por su estructuración, el sentido olfatorio es el más rico en este tipo de produccio-

nes. El sentido del olfato suele despertar cadenas asociativas muy grandes de tipo situacio-

nal y muchas de ellas muy antiguas. Ustedes conocen ese ejemplo: se percibe la calidad de

cierto olor y se sueltan imágenes completas de la infancia. ¿Y cómo se sueltan esas imá-

genes? ¿Ustedes se acuerdan del mismo olor, simplemente del mismo olor, de hace 20

años? No, ustedes se acuerdan de toda una antigua situación que ha sido disparada por la

percepción actual de ese olor.

La traducción de impulsos, que apareció primariamente como simple y de fácil pesquisa,

termina complejificada. Franjas diversas de memoria, estructuraciones de percepción apa-

rentemente incoherentes, registros internos que se asocian con fenómenos percibidos exter-

namente, producciones imaginarias que interfieren a la vez en el registro externo y se aso-

cian a él, operaciones de memoria que traduciéndose van tomando en un nivel de conciencia

las vías asociativas, todo ello dificulta la comprensión del esquema general.

Hasta ahora hemos visto a los impulsos asociándose y traduciéndose unos en otros. Pero

hay también fenómenos muy curiosos que son los fenómenos de transformación. La imagen

que estaba estructurada de un modo, al poco tiempo comienza a tomar otras configuracio-

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121

nes. Este proceso que ocurre en las vías asociativas, en las que los impulsos asociados que

surgen en el espacio de representación cobran vida propia y empiezan a deformarse, a trans-

formarse, nos muestran una movilidad sobre otra movilidad. Y con estos problemas nos en-

contramos en las técnicas transferenciales. Debemos darle fijeza a todo esto, contar con al-

gún tipo de leyes generales que nos permitan operar en este caos móvil. Necesitamos algu-

nas leyes operativas, algo que responda siempre, en las mismas condiciones, dando los

mismos resultados. Y esto existe porque, afortunadamente, el cuerpo tiene cierta fijeza. Es

gracias a que el cuerpo tiene cierta permanencia, que nosotros vamos a poder operar. Pero

si esto sucediera en el mundo psíquico, exclusivamente, no habría forma posible de operar;

no habría ninguna referencia.

La referencia objetal corpórea es la que nos va a permitir decir que aunque un dolor en una

zona del cuerpo se traduzca de distintos modos, evoque distintas contigüidades de imáge-

nes, haga mezclas de memoria y de tiempos, ese fenómeno se va a detectar en una deter-

minada zona del espacio de representación. Y vamos a poder comprender muchos otros fe-

nómenos curiosos y muchas funciones, gracias a la fijeza del cuerpo. Este cuerpo es un viejo

amigo, un buen compañero que nos da referencias para movernos en el psiquismo. No te-

nemos otro modo.

Veamos qué sucede con el espacio de representación y los fenómenos que a partir de él

se disparan.

Imagino una línea horizontal delante de mis ojos. Cierro los ojos, ¿dónde la imagino?

Bueno, la imagino adelante y afuera. Imagino ahora a mi estómago, ¿dónde lo imagino? Aba-

jo y adentro. Imagino ahora aquella línea en el lugar en que se encuentra el estómago y esto

me crea un problema de ubicación. Imagino ahora el estómago adelante y afuera y esto tam-

bién me crea un problema de ubicación. Cuando imagino el estómago abajo y adentro, no

sólo imagino el estómago sino que tengo un registro cenestésico del mismo y esto es un se-

gundo componente de la representación. Ahora puedo imaginar el estómago adelante, arriba

y afuera, pero no tengo el mismo registro cenestésico. De modo que cuando la imagen se

emplaza en el lugar que corresponde, tiene el componente cenestésico de registro, que nos

da una referencia importante. Si ustedes hacen un pequeño esfuerzo, van a poder imaginar

también el estómago arriba y afuera. ¿Pero como lo van a imaginar? Tal vez como un dibujo,

como lo han visto en los libros. Pero si lo imaginan en cambio abajo y adentro, ¿lo imaginan

como qué?, ¿como el dibujo? De ninguna manera. ¿Tienen una imagen visual? De ninguna

manera. Podrían tenerla asociada por el fenómeno de traducción, pero ¿qué es eso de ima-

ginarlo en el espacio de representación, abajo y adentro? Es trabajar con otro tipo de ima-

gen, con una imagen cenestésica.

Así es que según se emplace la imagen en el espacio de representación en un punto o en

otro y con un nivel de profundidad u otro nivel de profundidad, no sólo se tiene el registro de

tal imagen sino la representación cenestésica que corresponde a tal espacio y a tal profundi-

dad. Cuando los objetos emplazados en el espacio de representación están observados

―desde el fondo‖ de ese espacio, decimos que estamos trabajando con la articulación vigílica.

Es decir, vemos los fenómenos externos a nosotros (o llamados ―externos‖ a nosotros), como

afuera de nuestra cabeza.

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122

Yo ahora puedo imaginar objetos lejanos que están afuera de mi cabeza. ¿Desde dónde

registro estas imágenes? Desde adentro de mi cabeza, esa es la sensación que tengo. Sin

embargo, no digo que estos objetos estén adentro de mi cabeza. Si ahora a este objeto que

imagino afuera lo coloco imaginariamente adentro de mi cabeza, tengo un registro cenestési-

co, aparte de esa imagen que he emplazado en el interior de mi cabeza.

Según el nivel de profundidad en el espacio de representación, llegamos a tener un tipo de

registro externo, o un tipo de registro cenestésico. Esto tiene bastante importancia para com-

prender el fenómeno transferencial posterior.

Puedo imaginar, desde el fondo de esta especie de pantalla, los fenómenos que están

afuera de mi cabeza y también, al imaginar fenómenos que están adentro de mi cabeza, te-

ner un emplazamiento dentro de ese espacio mental. Puedo hacer un esfuerzo mayor e ima-

ginar ese objeto adentro de mi cabeza como visto al mismo tiempo y desde distintas partes.

Es posible ver al objeto desde distintos puntos como si ―el que representa‖ estuviera alrede-

dor del objeto, pero normalmente se representa al objeto desde un cierto ―fondo‖.

Hay bastantes inconvenientes con el espacio mental emplazado desde la cabeza hacia

atrás, no desde la cabeza hacia adelante. Casi todos los sentidos externos están ubicados

en la zona delantera de la cabeza y así se percibe el mundo y así se articula el espacio men-

tal que le corresponde, pero desde las orejas hacia atrás la percepción y la representación se

dificultan.

Atrás de ustedes están las cortinas de esta sala y sin verlas pueden imaginarlas. Pero

cuando en el espacio de representación se observan las cortinas que están atrás se puede

preguntar: ¿desde dónde ven esas cortinas? Las ven desde la misma pantalla, sólo que en

ésta se ha producido una suerte de inversión. No se ponen detrás de las cortinas, se ponen

en el mismo lugar de emplazamiento interno y ahora les parecen las cortinas estar afuera de

ustedes, pero atrás. Esto nos crea problemas, pero de todos modos seguimos emplazados

en el transfondo del espacio de representación.

Ese espacio de representación crea algunos problemas ―topográficos‖. Yo imagino ahora,

fenómenos que están lejos de esta sala, fuera de esta sala. No puedo pretender que mi con-

ciencia esté afuera de esta sala. Sin embargo, incluyo en mi espacio de representación a

esos objetos. Esos objetos están emplazados en el interior de mi espacio de representación.

¿Dónde está entonces el espacio de representación, si se refiere a objetos que están afuera?

Este fenómeno ilusorio es sumamente interesante, por cuanto puede extenderse la represen-

tación de los objetos afuera del espacio inmediato a la percepción de mis sentidos, pero nun-

ca afuera de mi espacio de representación. Y resulta que mi espacio de representación, pre-

cisamente, es interno y no es externo.

Si uno se fija mal en esto, cree que el espacio de representación se extiende desde el

cuerpo hacia afuera. En realidad el espacio de representación se extiende hacia el interior

del cuerpo. Esta ―pantalla‖ se configura gracias a la suma de impulsos cenestésicos que dan

referencias continuas. Esta pantalla es interna y no es que en esta pantalla destellen los fe-

nómenos que imagino afuera, en todo caso los voy imaginando adentro pero en distintos ni-

veles de profundidad de esa pantalla interna.

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123

Cuando decimos que las imágenes que surgen en distintos puntos del espacio de repre-

sentación actúan sobre centros, queda claro que no podrían actuar sobre centros si la panta-

lla estuviera emplazada hacia afuera. Las imágenes actúan sobre los centros porque estos

impulsos van hacia adentro aún cuando el sujeto crea que esos fenómenos se emplazan

afuera. Y aquí es bueno aclarar que no estoy negando la existencia de los fenómenos exter-

nos sino que estoy cuestionando su configuración, por cuanto se me presentan (dichos fe-

nómenos) ante los filtros de la percepción y se articulan en la pantalla de representación.

A medida que cae el nivel de conciencia se modifica la estructuración del espacio de re-

presentación y aquellos fenómenos que antes eran vistos desde adentro creyéndolos afuera,

en la caída de nivel de conciencia están vistos afuera creyéndolos adentro, o bien, están vis-

tos adentro creyéndolos afuera. Aquel fondo de pantalla en el que yo estaba emplazado

cuando me refería a fenómenos externos imaginados ¿donde está ahora en mis sueños

cuando ―yo‖ mismo me veo puesto afuera de ―aquello‖ que ve? Y me veo desde arriba, de

abajo, a distancia, más cerca, etcétera. Resulta que ahora el espacio de representación ver-

daderamente toma características internas en sus límites. El espacio de representación se

hace interno en la caída de nivel de conciencia porque han desaparecido los estímulos de los

sentidos externos y se ha reforzado el trabajo de los sentidos internos. Al reforzarse los im-

pulsos cenestésicos, el espacio de representación interno ha tomado plenitud y ahora tene-

mos a estos fenómenos ocurriendo en el ―interior‖ del espacio de representación como tal.

Aparecen imágenes en las que el espacio de representación toma características resaltadas

de acuerdo al barrido que van haciendo los impulsos de la cenestesia. En los sueños, el es-

pacio de representación aparece con límites semejantes a paredes o como continentes de

todo tipo, y en ocasiones aparece como la propia cabeza dentro de la cual se dan los restan-

tes fenómenos oníricos. El mayor de los continentes en la caída de nivel de conciencia es,

precisamente, el límite del espacio de representación.

Los centros instintivos (el vegetativo y el sexual), se movilizan fuertemente en la caída de

nivel de conciencia aunque existan algunas concomitancias de tipo emotivo y también algu-

nas intelectuales y casi ninguna concomitancia motriz. Cuando el emplazamiento de los fe-

nómenos ocurre en el espacio de representación correspondiente al nivel de conciencia bajo,

el disparo mayor de las imágenes va al centro vegetativo y al sexo, que son los centros más

internos y que trabajan con registros de sensaciones cenestésicas, mientras que los otros

centros suelen estar muy ligados a impulsos que vienen de los sentidos externos. Por otra

parte, imágenes que en la vida cotidiana no movilizan cargas ni descargas importantes en los

centros mencionados, pueden resultar de gran potencia en la caída de nivel de conciencia. A

su vez, del trabajo de esos dos centros se configuran fuertes imágenes internas, ya que del

trabajo de los centros se tiene percepción que se convierte en imagen. Este fenómeno es

reversible y así como el espacio de representación se configura por los impulsos cenestési-

cos, así también cualquier imagen que se emplaza en un determinado nivel del espacio de

representación en su capa interna, actúa sobre el nivel corporal que le corresponde.

Reconsideremos ahora lo dicho en torno a las asociaciones objetales de distintos sentidos;

en torno a las traducciones de los impulsos con respecto a un mismo objeto; a las asociacio-

nes objetales entre objetos y situaciones, y a las traducciones de los impulsos de un objeto

con respecto a otros objetos que le rodean. Las asociaciones objetales referidas a situacio-

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124

nes externas y a situaciones internas (es decir a impulsos cenestésicos), son registros com-

plejos que van siendo grabados en memoria. Estas grabaciones existen siempre como tras-

fondo de todo fenómeno de representación (es decir de imagen) y están ligadas a precisas

zonas y profundidades del espacio de representación.

Contamos ya con algunos elementos como para comprender qué es lo que sucede con el

tránsito de las imágenes en el espacio de representación en niveles de sueño y de semisue-

ño. Comprendemos ya los primeros pasos de lo que vamos a llamar ―técnicas de transferen-

cia‖. Dichas técnicas van a ser efectivas, van a poder cumplir con sus objetivos, si efectiva-

mente estos fenómenos que aparecen en la pantalla de representación en los bajos niveles

de conciencia (al transformarse), movilizan distintas partes del cuerpo, distintas tensiones en

el cuerpo, o desplazan fenómenos mnémicos que producen tensiones expresadas en imáge-

nes correspondientes. Actuando sobre estas imágenes, modificamos el sistema de asocia-

ciones que han motivado aquellas tensiones.

Nuestro problema va a estar, en estas técnicas transferenciales, en asociar o disociar los

climas de las imágenes. Es decir, separar los climas de los temas.

A veces se nos van a presentar situaciones en las que tengamos que asociar a un clima

una imagen, porque sin esta imagen nos encontramos solamente con imágenes cenestési-

cas pero no visualizables y al no ser visualizables no podemos trasladarlas en distintas altu-

ras y distintos niveles en el espacio de representación. Entonces nos veremos obligados con

determinados climas a asociarles determinadas imágenes para luego movilizar estas imáge-

nes en el espacio de representación y con ello ―arrastrar‖ a los climas. De no proceder así,

ese clima difuso se distribuirá de tal modo en el espacio de representación que no podremos

operar con él.

Y a veces, por otro peculiar funcionamiento de los fenómenos en los niveles de sueño, nos

encontramos con imágenes visuales a las cuales hay adheridas cargas que no corresponden

exactamente con ellas y entonces trataremos de disociar estas cargas y transferirles otras

cargas correspondientes.

Así es que tendremos que resolver numerosos problemas en la transferencia de cargas, en

la transferencia de imágenes, en el desplazamiento de imágenes y en la transformación de

imágenes.

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125

PSICOLOGÍA III

El presente escrito es un resumen realizado por los asistentes a las explicaciones que Silo dio en Las Palmas de Canarias,

España, a principios de agosto de 1978.

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126

CATARSIS, TRANSFERENCIAS Y AUTOTRANSFERENCIAS. LA ACCIÓN EN EL MUNDO

COMO FORMA TRANSFERENCIAL.

Debemos considerar dos circuitos de impulsos que terminan por dar registro interno. Un cir-

cuito corresponde a la percepción, representación, nueva toma de la representación y sensa-

ción interna. Y otro circuito nos muestra que de toda acción que lanzo hacia el mundo, tengo

también sensación interna. Esa toma de realimentación, es la que nos permite aprender ha-

ciendo cosas. Si no hubiera en mí una toma de realimentación de los movimientos que estoy

haciendo, jamás podría perfeccionarlos. Yo aprendo a escribir en mi teclado por repetición.

Es decir, voy grabando actos entre acierto y error. Pero puedo grabar actos únicamente si los

realizo.

Desde mi hacer, tengo registro. Hay un prejuicio grande, que a veces ha invadido el campo

de la pedagogía, y es el prejuicio según el cual las cosas se aprenden simplemente por pen-

sarlas. Desde luego, algo se aprende porque también del pensar se tiene recepción del dato.

Sin embargo, la mecánica de los centros nos dice que estos se movilizan cuando hacia ellos

llegan imágenes, y la movilización de los centros es una sobrecarga que dispara su actividad

al mundo. De este disparo de actividad hay una toma de realimentación que va a memoria y

va a conciencia por otro lado. Esta toma de realimentación es la que nos permite decir, por

ejemplo, ―me equivoqué de tecla‖. Así voy registrando la sensación del acierto y del error, así

voy perfeccionando el registro del acierto, y ahí se va fluidificando y automatizando la correc-

ta acción del escribir a máquina, por ejemplo. Estamos hablando de un segundo circuito que

me entrega el registro de la acción que produzco.

En otra ocasión1 vimos las diferencias existentes entre los actos llamados ―catárticos‖ y los

actos ―transferenciales‖. Los primeros se referían, básicamente, a las descargas de ten-

siones. Los segundos permitían trasladar cargas internas, integrar contenidos y ampliar las

posibilidades de desarrollo de la energía psíquica. Es bien sabido que allí donde hay ―islas‖

de contenidos mentales, de contenidos que no se comunican entre sí, ocurren dificultades

para la conciencia. Si, por ejemplo, se piensa en una dirección, se siente en otra y finalmente

se actúa en otra diferente, ocurre un registro de ―desencaje‖, un registro que no es pleno.

Parece que únicamente cuando tendemos puentes entre los contenidos internos el funcio-

namiento psíquico se integra y podemos avanzar unos pasos más.

Conocemos los trabajos transferenciales entre las técnicas de operativa. Movilizando de-

terminadas imágenes y haciendo recorridos con dichas imágenes hasta los puntos de resis-

tencia, podemos vencer a estas últimas. Al vencer esas resistencias provocamos distensio-

nes y transferimos las cargas a nuevos contenidos. Esas cargas transferidas (trabajadas en

elaboraciones post-transferenciales), permiten a un sujeto integrar algunas regiones de su

paisaje interno, de su mundo interno. Conocemos esas técnicas transferenciales y otras co-

mo las autotransferenciales, en las que no se requiere la acción de un guía externo, sino que

internamente uno mismo se puede ir guiando con determinadas imágenes anteriormente co-

dificadas.

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127

Sabemos que la acción, y no sólo el trabajo de las imágenes que hemos venido mencio-

nando, puede operar fenómenos transferenciales y fenómenos autotransferenciales. No será

lo mismo un tipo de acción que otra. Habrá acciones que permitan integrar contenidos inter-

nos y habrá acciones tremendamente desintegradoras. Determinadas acciones producen tal

carga de pesar, tal arrepentimiento y división interna, tal profundo desasosiego, que jamás se

quisiera volver a repetirlas. Y no obstante ya han quedado, tales acciones, fuertemente adhe-

ridas al pasado. Aunque no se volviera en el futuro a repetir tal acción, aquella seguiría pre-

sionando desde el pasado sin resolverse, sin permitir que la conciencia traslade, transfiera,

integre sus contenidos y permita al sujeto esa sensación de crecimiento interno tan estimu-

lante y liberadora.

Está claro que no es indiferente la acción que se realiza en el mundo. Hay acciones de las

que se tiene registro de unidad y acciones que dan registro de desintegración. Si se estudia

esto de la acción en el mundo, a la luz de lo que sabemos sobre los procedimientos catárti-

cos y transferenciales, quedará mucho más claro el tema de la integración y desarrollo de los

contenidos de conciencia. Ya volveremos sobre esto, luego de dar un vistazo al esquema

general de nuestra psicología.

ESQUEMA DEL TRABAJO INTEGRADO DEL PSIQUISMO.

Nosotros presentamos al psiquismo humano como una suerte de circuito integrado de apara-

tos y de impulsos en donde algunos aparatos, llamados ―sentidos externos‖, son los recepto-

res de los impulsos del mundo externo. También hay aparatos que reciben impulsos del

mundo interno, del intracuerpo, a los que llamamos ―sentidos internos‖. Estos sentidos inter-

nos, muy numerosos, son para nosotros de gran importancia y debemos destacar que han

sido muy descuidados por la psicología ingenua. También observamos que hay otros apara-

tos, como los de memoria, que toman toda señal que llega desde el exterior o desde el inte-

rior del sujeto. Hay otros aparatos que son los que regulan los niveles de conciencia y, por

último, aparatos de respuesta. Todos estos aparatos en su trabajo van utilizando la dirección,

a veces, de un sistema central al que llamamos ―conciencia‖. Conciencia relaciona y coordina

el funcionamiento de los aparatos pero puede hacerlo merced a un sistema de impulsos. Los

impulsos vienen y van de un aparato a otro. Impulsos que recorren el circuito a enormes ve-

locidades, impulsos que se traducen, se deforman, se transforman, y en cada caso van dan-

do lugar a producciones altamente diferenciadas de fenómenos de conciencia.

Los sentidos, que están continuamente tomando muestras de lo que sucede en el medio

externo e interno, están siempre en actividad. No hay sentido que esté quieto. Aún cuando

una persona duerme y tiene los párpados cerrados, el ojo está tomando muestras de ese

telón oscuro; el oído está recibiendo impulsos del mundo externo y así sucede con los clá-

sicos y escolares cinco sentidos. Pero también los sentidos internos están tomando muestras

de lo que va sucediendo en el intracuerpo. Sentidos que toman datos del PH de la sangre, de

la alcalinidad, de la salinidad, de la acidez; sentidos que toman datos de la presión arterial,

que toman datos del azúcar en sangre, que toman datos de la temperatura. Los termocep-

tores, baroceptores y otros, continuamente están recibiendo información de lo que sucede en

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128

el interior del cuerpo, mientras simultáneamente los sentidos externos también toman infor-

mación de lo que sucede en el exterior del cuerpo.

Toda señal que van recibiendo los introceptores pasa a memoria y llega a conciencia. Me-

jor dicho, estas señales del intracuerpo se desdoblan y todo lo que se va tomando de mues-

tra, va llegando simultáneamente a memoria y a conciencia (a los distintos niveles de con-

ciencia que se regulan por la calidad e intensidad de estos impulsos). Hay impulsos muy dé-

biles, subliminales, en el límite de la percepción. Hay impulsos en cambio, que se hacen into-

lerables porque precisamente llegan al umbral de tolerancia por encima del cual aquellos im-

pulsos pierden la calidad de simples percepciones de un sentido dado para convertirse en

una percepción homogénea, venga del sentido que venga, entregando una percepción dolo-

rosa. Existen otros impulsos que deberían llegar a memoria, a conciencia, y sin embargo no

llegan porque hubo un corte en un sentido externo o interno. También sucede que otros im-

pulsos no llegan a conciencia, no porque exista un corte en el receptor, sino porque algún

fenómeno desafortunado ha producido un bloqueo en algún punto del circuito. Podemos ilus-

trar algunos casos de ceguera, conocidos como ―somatizaciones‖. Se revisa el ojo, se revisa

el nervio óptico, se revisa la localización occipital, etcétera. Todo funciona bien en el circuito

y sin embargo el sujeto está ciego y lo está a partir no de un problema orgánico sino de un

problema psíquico que se le presentó. Otro sujeto queda mudo, o sordo, y sin embargo todo

funciona bien en el circuito en lo que hace a sus conexiones y localizaciones... pero algo blo-

queó el recorrido de los impulsos. Lo mismo sucede con los impulsos que provienen del in-

tracuerpo y esto no es tan reconocido pero es de suma importancia porque sucede que exis-

ten numerosas ―anestesias‖, por así llamarlas, de impulsos del intracuerpo. Las más frecuen-

tes son las anestesias que corresponden a los impulsos del sexo, de modo que es mucha la

gente que por algún tipo de problema psíquico no detecta adecuadamente las señales que

provienen de ese punto. Al haberse producido un bloqueo y no detectarse esas señales, lo

que normalmente debería llegar a conciencia (sea en su campo atencional más notorio, o

sea en niveles subliminales), sufre fuertes distorsiones o no llega. Cuando un impulso prove-

niente de sentidos externos o internos no llega a conciencia, ésta hace un trabajo como si

tratara de recomponer esa ausencia ―pidiendo prestados‖ impulsos a memoria, compensando

la falta del estímulo que necesitaría para su elaboración. Cuando por alguna falla sensorial

externa o interna, o simplemente por bloqueo, algún impulso no llega desde el mundo ex-

terno o interno, entonces memoria lanza su tren de impulsos tratando de compensar. Si esto

no sucede, conciencia se encarga de tomar registro de ella misma. Un trabajo extraño que

hace la conciencia que es como si una filmadora de video se colocase frente a un espejo y

uno ve ahora en pantalla un espejo dentro de un espejo, y así siguiendo, en un proceso mul-

tiplicativo de imágenes, donde conciencia reelabora sus propios contenidos, y se tortura tra-

tando de sacar impulsos de donde no hay. Esos fenómenos obsesivos, son un poco la filma-

dora del video frente a un espejo. Así como conciencia compensa tomando impulsos de otro

punto, así también cuando los impulsos del exterior o del intracuerpo son muy fuertes, tam-

bién conciencia se defiende desconectando al sentido, como si tuviera sus válvulas de segu-

ridad. Por lo demás, sabemos que los sentidos están en continuo movimiento. Cuando uno

duerme, por ejemplo, los sentidos correspondientes al ruido externo bajan su umbral. Enton-

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129

ces muchas cosas que serían percibidas en vigilia, al cerrarse el umbral no entran, pero de

todos modos se están captando señales. Y normalmente los sentidos están bajando y su-

biendo su umbral de acuerdo al fondo de ruido que nos está rodeando en ese momento. Cla-

ro, este es el normal trabajo de los sentidos, pero cuando las señales son irritativas y los sen-

tidos no pueden eliminar el impulso por baja de umbral, conciencia tiende a desconectar el

sentido globalmente. Imaginemos el caso de una persona sometida a sostenidas irritaciones

sensoriales externas. Si aumenta el ruido ciudadano, si aumenta la estimulación visual, si

aumenta todo ese fárrago de noticias del mundo externo, entonces en esa persona se puede

producir una suerte de reacción. El sujeto tiende a desconectar sus sentidos externos y

―caerse para adentro‖. Empieza a estar a merced de los impulsos del intracuerpo, a desco-

nectar su mundo externo en un proceso de enrarecimiento de la conciencia. Pero la cosa no

es tan dramática, se trata de una entrada dentro de sí mismo al intentar eludir el ruido ex-

terno. En este caso, el sujeto que deseaba disminuír el ruido sensorial, se va a encontrar na-

da menos que con la amplificación de los impulsos del intracuerpo, porque así como existe

una regulación de límites en cada uno de los sentidos externos e internos, así también el sis-

tema de sentidos internos compensa al sistema de sentidos externos. Podemos decir que, en

general, cuando baja el nivel de conciencia (hacia el sueño), los sentidos externos bajan en

sus umbrales aumentando el umbral de percepción de los sentidos internos. Inversamente,

cuando sube el nivel de conciencia (hacia el despertar), en el sujeto comienza a bajar el um-

bral de percepción de los sentidos internos y se abre el umbral de percepción externa. Pero

ocurre que aún en vigilia, en el ejemplo anterior, los umbrales de sentidos externos pueden

reducirse y el sujeto entrar en situación de ―fuga‖ frente a la irritación que le produce el mun-

do.

Siguiendo con la descripción de los grandes bloques de aparatos. Observamos los trabajos

que efectúa la memoria al recibir impulsos. Memoria siempre toma datos y así se ha formado

un substrato básico desde la primera infancia. En base a ese substrato se organizarán todos

los datos de memoria que se vayan acumulando. Parece que son los primeros momentos de

la vida los que determinan en gran medida los procesos posteriores. Pero la memoria antigua

va quedando cada vez más alejada de la disponibilidad vigílica de la conciencia. Sobre el

substrato se van acumulando los datos más recientes hasta llegar a los datos inmediatos del

día. Imaginen ustedes las dificultades que hay en esto de rescatar contenidos de memoria

muy antiguos que están en la base de la conciencia. Es difícil llegar hasta allá. Hay que en-

viar ―sondas‖. Para colmo, esas sondas que se lanzan son a veces rechazadas por resisten-

cias. Entonces, deben utilizarse técnicas bastante complejas para que estas sondas puedan

llegar a tomar su muestra de memoria, con la intención de reacomodar esos contenidos que

en algunos casos desafortunados estaban mal encajados.

Hay otros aparatos, como los centros, que hacen un trabajo bastante más simple. Los cen-

tros trabajan con imágenes. Las imágenes son impulsos que proviniendo de conciencia, se

disparan hacia los centros correspondientes y estos centros mueven el cuerpo en dirección al

mundo. Ustedes conocen el funcionamiento del centro intelectual, emotivo, motriz, sexual,

vegetativo, y saben que para movilizar a cualquiera de ellos será necesario que se disparen

imágenes adecuadas. Podría suceder también que la carga, la intensidad del disparo, fuera

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insuficiente. En tal caso, el centro en cuestión se movería con debilidad. También podría su-

ceder que la carga fuera excesiva y entonces en el centro se provocaría un movimiento des-

proporcionado. Por otra parte, esos centros que también están en continuo movimiento y que

trabajan en estructura, al movilizar cargas hacia el mundo toman energía de los centros con-

tiguos. Una persona tiene algunos problemas que se reflejan en su motricidad intelectual,

pero sus problemas son de naturaleza afectiva. Así, las imágenes propias de la motricidad

del intelecto están contribuyendo a que se reordenen contenidos, pero no se arregla el pro-

blema emotivo por esa reelaboración de imágenes desenfrenadas o por un ―rumiar‖ imáge-

nes fantásticas. Si esa persona, en lugar de abandonarse a sus ensoñaciones se pusiera en

pie y empezara a mover el cuerpo trabajando con su motricidad, succionaría las cargas ne-

gativas del centro emotivo y la cosa cambiaría. Pero, normalmente, se pretende manejar to-

dos los centros desde el centro intelectual y esto trae numerosos problemas porque a los

centros, como hemos estudiado en su momento, se los maneja desde ―abajo‖ (desde donde

hay más energía y velocidad) y no desde ―arriba‖ (desde donde se invierte la energía psíqui-

ca en tareas intelectuales). En fin, que todos los centros trabajan en estructura, que todos los

centros al lanzar su energía hacia el mundo succionan energía de los otros centros. A veces,

un centro se sobrecarga y al rebasar su potencial también energiza a los otros centros. Estos

rebasamientos no siempre son negativos porque si bien en un tipo de rebasamiento uno se

puede encolerizar y desatar acciones reprobales, en otro tipo de rebasamiento uno se puede

entusiasmar, se puede alegrar y esa sobrecarga energética del centro emotivo puede termi-

nar distribuida muy positivamente por todos los otros centros. A veces, en cambio, se produ-

ce una gran carencia, un gran vacío, una gran succión del centro emotivo. El sujeto empieza

a trabajar en negativo con el centro emotivo. En una imagen, es como si en el centro emotivo

se hubiera producido un ―hoyo negro‖ que concentra materia, que contrae el espacio y ab-

sorbe todo hacia él. Nuestro sujeto se deprime; sus ideas se obscurecen y también va bajan-

do su potencial motriz e incluso vegetativo. Dramatizando un poco, agregamos que hasta sus

defensas vegetativas disminuyen y entonces una cantidad de respuestas que su organismo

da normalmente se encuentran ahora atenuadas; su organismo es ahora más proclive a la

enfermedad.

Todos los aparatos trabajan con mayor o menor intensidad de acuerdo al nivel de concien-

cia. Si nuestro sujeto está vigílico, está despierto, pasan cosas muy diferentes a si está dur-

miendo. Claro que hay muchos estados y niveles intermedios. Hay por allí un nivel intermedio

de semisueño que resulta de una mezcolanza entre la vigilia y el sueño. Hay también diferen-

tes niveles dentro del sueño mismo. No es lo mismo un sueño paradojal, un sueño con imá-

genes, que un sueño profundo, vegetativo. En este sueño profundo vegetativo la conciencia

no toma datos, por lo menos en su campo central; es un sueño que se parece a la muerte,

que puede durar bastante tiempo y si uno al despertar no pasó por el sueño paradojal, tiene

la sensación de contracción del tiempo. Es como si no hubiese pasado el tiempo porque el

tiempo de conciencia es relativo a la existencia de los fenómenos que en ella existen, de mo-

do que no habiendo fenómenos no hay tiempo para la conciencia. En ese sueño donde no

hay imágenes las cosas van demasiado rápido. Pero esto no es completamente así, porque

cuando uno se acuesta a dormir y duerme unas cuantas horas, lo que ha sucedido en reali-

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dad es que ha habido muchos momentos de ciclos. Así ha pasado uno por el sueño parado-

jal, luego por sueño profundo, luego por el paradojal, luego por el profundo y así siguiendo. Si

despertamos al sujeto cuando está en sueño profundo sin imágenes (que podemos compro-

bar desde afuera gracias al EEG o al MOR), es posible que no recuerde nada de los trenes de

imágenes que aparecieron en la etapa de sueño paradojal (en la que se observa desde afue-

ra el movimiento ocular rápido bajo los párpados del durmiente); mientras que si lo desper-

tamos en el momento en que está soñando con imágenes, es posible que recuerde su sue-

ño. Por otra parte, al que despertó le parece que el tiempo se le hubiera acortado porque no

recordó todo lo que sucedió en distintos ciclos de sueño profundo. En los niveles bajos de

conciencia, como en los niveles de sueño paradojal, es donde los impulsos del intracuerpo

trabajan con mayor soltura. Y es donde trabaja también memoria con mucha actividad. Su-

cede que cuando uno duerme, el circuito se recompone: aprovecha no sólo para eliminar to-

xinas sino para transferir cargas, cargas de contenidos de conciencia, de cosas que durante

el día no se asimilaron bien. El trabajo del sueño es intenso. El cuerpo está quieto, pero hay

trabajos intensos de conciencia. Se reordenan contenidos echando para atrás la filmación y

nuevamente para adelante, clasificando y ordenando de otro modo los datos perceptuales

del día. Durante el día se va acumulando un desorden perceptual muy grande porque los

estímulos son variados y discordantes. En el sueño en cambio, se produce un orden muy

extraordinario. Se clasifican las cosas de un modo muy correcto. Por supuesto que a noso-

tros nos da la impresión de que esto es al revés, de que lo que percibimos durante el día es

muy ordenado y que en el sueño hay un gran desorden. En realidad las cosas pueden estar

muy bien ordenadas, pero las percepciones que tenemos de las cosas son enormemente

fortuitas, son muy aleatorias, mientras que el sueño en su mecánica va reelaborando y colo-

cando los datos en sus ―ficheros‖. El sueño no sólo hace esa tarea extraordinaria sino que,

además, trata de recomponer situaciones psíquicas que no se han solucionado. El sueño

trata de lanzar cargas de un lado para otro, de producir descargas catárticas porque hay so-

bretensiones. En el sueño se solucionan muchos problemas de carga, se producen disten-

siones profundas. Pero también en el sueño se producen fenómenos transferenciales de car-

gas que se van dispersando de unos contenidos a otros y de estos a terceros en un franco

proceso de desplazamiento energético. Muchas veces las personas han experimentado,

después de un bello sueño, la sensación de que algo ―encajó‖ bien, como si se hubiera pro-

ducido una transferencia empírica, como si el sueño hubiera hecho su transferencia. Pero

también están los sueños ―pesados‖ y uno se despierta con la sensación de que no está bien

digerido un proceso interno. El sueño está haciendo su intento de reelaborar contenidos, pe-

ro no lo logra y, entonces, el sujeto sale de ese nivel con una muy mala sensación. Desde

luego que el sueño está siempre al servicio de la recomposición del psiquismo.

LA CONCIENCIA Y EL YO.

¿Qué hace la conciencia mientras los distintos aparatos trabajan incansablemente? La con-

ciencia cuenta con una especie de “director” de sus diversas funciones y actividades que es

conocido como el “yo”. Veámoslo así: de algún modo me reconozco a mí mismo y esto es

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gracias a la memoria. Mi yo se basa en la memoria y en el reconocimiento de ciertos impul-

sos internos. Tengo noción de mi mismo, porque reconozco algunos de mis impulsos inter-

nos que están siempre ligados a un tono afectivo característico. No sólo me reconozco como

yo mismo por mi biografía y mis datos de memoria; me reconozco por mi particular forma de

sentir, por mi particular forma de comprender. ¿Y si quitáramos los sentidos donde estaría el

yo? El yo no es una unidad indivisible sino que resulta de la suma y estructuración de los da-

tos de los sentidos y de los datos de memoria.

Un pensador, hace unos cientos de años, observó que podía pensar sobre su mismo pen-

samiento. Entonces descubrió una actividad interesante del yo. No se trataba de recordar

cosas, ni se trataba de que los sentidos dieran información. Es más: ese señor que advertía

ese problema, muy cautelosamente trató de separar los datos de los sentidos y los datos de

memoria; trató de hacer una reducción y quedarse con el pensamiento de su pensar y esto

tuvo enormes consecuencia para el desarrollo de la filosofía. Pero ahora estamos preocupa-

dos por entender el funcionamiento psicológico del yo. Nos preguntamos: ―¿el yo, entonces,

puede funcionar aunque saquemos los datos de la memoria y los datos de los sentidos?‖.

Veamos el punto con cuidado. El conjunto de actos por los cuales la conciencia se piensa a

sí misma depende de registros sensoriales internos, los sentidos internos dan información de

lo que sucede en la actividad de la conciencia. Ese registro de la propia identidad de la con-

ciencia está dado por los datos de sentidos y los datos de memoria, más una peculiar confi-

guración que otorgan a la conciencia la ilusión de identidad y permanencia no obstante los

continuos cambios que en ella se verifican. Esa configuración ilusoria de identidad y perma-

nencia es el yo.

Comentemos algunas pruebas realizadas en cámara de silencio. Alguien se ha colocado

allí y ha puesto su cuerpo en inmersión, digamos a unos 36 grados centígrados (es decir, se

ha colocado en un baño donde la temperatura del medio es igual a la temperatura de la piel).

El recinto está climatizado para lograr que los puntos del cuerpo que emergen estén hume-

decidos y a la misma temperatura del líquido. Se ha suprimido todo sonido ambiental; todo

rastro olfatorio; luminoso, etcétera. El sujeto comienza a flotar en la obscuridad y al poco

tiempo empieza a experimentar algunos fenómenos extraordinarios: una mano parece alar-

garse notablemente y su cuerpo ha perdido límites. Pero algo curioso se produce cuando

disminuimos ligeramente la temperatura ambiente del recinto. Cuando disminuimos en un par

de grados la temperatura del medio externo respecto de la temperatura del líquido, el sujeto

siente que se ―sale‖ por la cabeza y por el pecho. En determinados momentos, el sujeto co-

mienza a experimentar que su yo no está en su cuerpo, sino fuera de él. Y este enrareci-

miento extraordinario de la ubicación espacial de su yo es debido, precisamente, a la modifi-

cación de los impulsos de la piel en unos puntos precisos (de la cara y del pecho), siendo

que el resto de ellos está totalmente indiferenciado. Pero si se vuelve a uniformar la tempera-

tura del líquido con la del recinto, comienzan a ocurrir otros fenómenos. Al faltar datos senso-

riales externos, memoria empieza a arrojar trenes de datos compensando esa ausencia, y se

pueden empezar a recoger datos muy antiguos de memoria. Lo más notable es que esos da-

tos de memoria a veces no aparecen como normalmente sucede cuando uno recuerda imá-

genes de su vida, sino que aparecen ―fuera‖ de la cabeza. Como si esos recuerdos ―se vieran

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allá, afuera de uno mismo‖, como alucinaciones proyectadas en una pantalla externa. Es cla-

ro, no se tiene mucha noción de dónde termina el cuerpo; entonces tampoco se tiene mucha

referencia de dónde están emplazadas las imágenes. Las funciones del yo se sienten fuer-

temente alteradas. Se produce una suerte de alteración de las funciones del yo, por el simple

expediente de la supresión sensorial externa.

REVERSIBILIDAD Y FENÓMENOS ALTERADOS DE CONCIENCIA.

En este esquema que estamos redescribiendo, el aparato de conciencia trabaja con meca-

nismos de reversibilidad. Es decir que así como percibo un sonido, mecánicamente, involun-

tariamente, también puedo poner atención en la fuente del estímulo, en cuyo caso mi con-

ciencia tiende a llevar la actividad hacia la fuente sensorial. No es lo mismo percibir que aper-

cibir. Apercibir es atención más percepción. No es lo mismo memorizar, es decir esto que

ahora cruza por mi mente y llega desde mi memoria (en donde conciencia pasivamente re-

cepciona el dato), que rememorar, en donde mi conciencia va a la fuente de memoria, traba-

jando por singulares procedimientos de selección y descarte. Así pues la conciencia dispone

de mecanismos de reversibilidad que trabajan de acuerdo al estado de lucidez en que se en-

cuentre la conciencia en ese momento. Sabemos que disminuyendo el nivel, cada vez es

más difícil ir a las fuentes de los estímulos voluntariamente. Los impulsos se imponen, los

recuerdos se imponen y todo eso con gran fuerza sugestiva va controlando a la conciencia

mientras ésta, indefensa, se limita a recibir los impulsos. Baja el nivel de conciencia, dismi-

nuye la crítica, disminuye la autocrítica, disminuye la reversibilidad con todas sus consecuen-

cias. No sólo sucede esto en las caídas de nivel de conciencia, sino también en los estados

alterados de conciencia. Es claro que no confundimos niveles con estados. Podemos estar,

por ejemplo, en el nivel de conciencia vigílico, pero en estado pasivo, en estado atento, en

estado alterado, etcétera. Cada nivel de conciencia admite distintos estados. Son diferentes,

en el nivel de sueño paradojal, los estados de sueño tranquilo, de sueño alterado y de sueño

sonambúlico. Puede también caer la reversibilidad en alguno de los aparatos de conciencia

por estados alterados y no porque haya bajado el nivel.

Podría suceder que una persona estuviera vigílica y sin embargo, por una especial circuns-

tancia, padeciera fuertes alucinaciones. Observaría fenómenos que para ella serían del mun-

do externo, cuando en realidad estaría proyectando ―externamente‖ algunas de sus represen-

taciones internas. Estaría fuertemente sugestionado por esos contenidos, por esas alucina-

ciones, del mismo modo que está una persona en pleno sueño fuertemente sugestionada por

sus contenidos oníricos. Sin embargo nuestro sujeto estaría despierto, no durmiendo. Tam-

bién por una fiebre muy alta, por acción de drogas o de alcohol, sin haber perdido el nivel de

conciencia vigílico se encontraría en un estado alterado de conciencia, con la consiguiente

aparición de fenómenos anormales.

Los estados alterados no son tan globales, sino que pueden afectar a determinados aspec-

tos de la reversibilidad. Podemos decir que una persona cualquiera, en plena vigilia, puede

tener bloqueado algún aparato de reversibilidad. Todo funciona bien, sus actividades diarias

son normales, es una persona corriente. Todo anda a las mil maravillas... salvo en un punto.

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Cuando se toca ese punto, el sujeto pierde todo control. Hay un punto de bloqueo de su re-

versibilidad. Cuando se toca ese punto, disminuye el sentido crítico y autocrítico, disminuye

el control de sí mismo y extraños fenómenos internos se apoderan de su conciencia. Pero

esto no es tan dramático y nos sucede a todos. En mayor o menor medida, todos tenemos

nuestros problemas con algún aspecto de los mecanismos de reversibilidad. No disponemos

tan a gusto de todos nuestros mecanismos. Puede suceder entonces, que nuestro famoso yo

director de orquesta, no lo sea tanto cuando son afectados algunos aspectos de la reversibi-

lidad en el momento en que ocurren disfunciones entre los distintos aparatos del psiquismo.

El ejemplo de la cámara de silencio es muy interesante, en él comprendemos que no se trata

de un caída del nivel de conciencia, sino de la supresión de impulsos que deberían llegar a

conciencia, y allí la misma noción del yo se altera, se pierde. También se pierden franjas de

reversibilidad, de sentido crítico y ocurren alucinaciones compensatorias.

La cámara de silencio nos muestra el caso de la supresión de los estímulos externos y po-

cas veces ocurren allí fenómenos de interés si no se han eliminado todas las referencias

sensoriales. Ocurre a veces, la falta o insuficiencia de impulsos provenientes de sentidos in-

ternos. A estos fenómenos los llamamos genéricamente, ―anestesias‖. Por algún bloqueo, las

señales que deberían llegar no lo hacen. El sujeto se enrarece, su yo se distorsiona, se blo-

quean algunos aspectos de su reversibilidad. Así es que el yo puede verse alterado por ex-

ceso de estímulos o por carencia de ellos. Pero en todo caso, si nuestro yo director se desin-

tegra, las actividades de reversibilidad desaparecen.

Por otra parte, el yo dirige las operaciones utilizando un “espacio” y según se emplace este

yo en ese “espacio”, la dirección de los impulsos cambiará. Hablamos del “espacio de repre-

sentación” (diferente al espacio de percepción).2 En este espacio de representación, del cual

toma también muestras el yo, se van emplazando impulsos e imágenes. Según que una ima-

gen se lance a una profundidad o a un nivel del espacio de representación, sale una respues-

ta diferente al mundo. Si para mover mi mano la imagino visualmente como si la viera desde

afuera, la imagino desplazándose hacia un objeto que quiero coger, no por eso mi mano

realmente se desplazará. Esta imagen visual externa no corresponde al tipo de imagen que

debe ser disparada para que la mano se mueva. Para que esto ocurra es necesario que yo

utilice otros tipos de imágenes: una imagen cenestésica (basada en la sensación interna) y

una imagen kinestésica (basada en el registro muscular y de posición que va teniendo mi

mano al moverse). Podría suceder que de pronto me equivocara en el tipo y emplazamiento

de la imagen hacia el mundo. Podría yo haber sufrido un cierto ―trauma‖, como les gustaba

decir en otras épocas, y entonces al querer incorporarme de la silla en que me encuentro, me

equivocara en el emplazamiento de la imagen en el espacio de representación, o bien con-

fundiera el tipo de imagen. ¿Qué me estaría pasando? Yo estaría dando señales, me estaría

viendo a mi mismo levantarme de la silla, pero podría suceder que no estuviera disparando

las correctas imágenes cenestésicas y kinestésicas que son las que mueven a mi cuerpo. Si

me equivocara en el tipo de imagen o en el emplazamiento de la misma, mi cuerpo podría no

responder y quedar paralizado. Podría a la inversa, suceder que esta persona que está para-

lizada desde aquel famoso ―trauma‖ y que no puede emplazar correctamente su imagen, re-

cibiera el fuerte impacto emotivo de un chamán curandero o de una imagen religiosa y como

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resultado de ese fenómeno de fe (de fuerte registro emotivo cenestésico), reconectara el co-

rrecto emplazamiento o discriminara correctamente la imagen (cenestésica) del caso. Y re-

sultaría bastante vistoso el hecho de que alguien frente a esos extraños estímulos externos,

rompiera su parálisis y saliera caminando. Podría suceder, si se pudiera reconectar correc-

tamente la imagen. Y así como existen muchas somatizaciones, pueden existir también mu-

chas des somatizaciones de acuerdo a los juegos de imágenes que venimos comentando.

Empíricamente, esto ha pasado muchas veces y están debidamente registrados numerosos

y diversos casos.

Este asunto de las imágenes no es una cuestión menor. Ahí está nuestro yo disparando

imágenes y cada vez que una imagen va, un centro se moviliza, y una respuesta sale al

mundo. El centro moviliza una actividad, sea hacia el mundo externo o sea hacia el intracue-

rpo. El centro vegetativo, por ejemplo, moviliza actividades de disparo hacia adentro del

cuerpo y no hacia la motricidad externa. Pero lo interesante de este mecanismo es que una

vez que el centro moviliza una actividad los sentidos internos toman muestra de esa actividad

que se disparó al intracuerpo o al mundo externo. Entonces, si muevo el brazo tengo noción

de que lo hago. La noción que tengo de mi movimiento no está dada por una idea sino por

registros cenestésicos propios del intracuerpo y por registros kinestésicos de posición entre-

gados por distintos tipos de introceptores. Sucede que, según muevo el brazo, tengo registro

de mi movimiento. Gracias a esto es que puedo ir corrigiendo mis movimientos hasta dar con

el objeto justo. Puedo irlo corrigiendo con mayor facilidad que un niño, porque el niño todavía

no tiene la memoria, la experiencia motriz para realizar movimientos tan manejados. Puedo ir

corrigiendo mi movimiento porque de cada movimiento que hago voy teniendo las corres-

pondientes señales. Por supuesto que esto va a gran velocidad y de cada movimiento que

produzco tengo señal de lo que va sucediendo en un circuito continuo de realimentación, que

permite corregir y además aprender los movimientos. Así pues, de toda acción que moviliza

un centro al mundo, tengo una toma de realimentación que vuelve al circuito. Y esta toma de

realimentación que vuelve al circuito, moviliza a su vez distintas funciones de los otros apara-

tos de conciencia. Sabemos que hay formas de memoria motriz, por ejemplo, algunas perso-

nas cuando estudian lo hacen mejor caminando que sentadas. En otro ejemplo, alguien inte-

rrumpe su diálogo con otra persona con la que departía mientras caminaba porque ha olvi-

dado lo que estaba por decir. Sin embargo, al volver al lugar en que perdió el hilo de su dis-

curso, puede recuperarlo completamente. Y, para terminar con esto, ustedes saben que

cuando han olvidado algo, si repiten los movimientos corporales previos al momento del olvi-

do, pueden retomar la secuencia olvidada. En realidad, hay una realimentación compleja del

acto que sale: se toman muestras del registro interno, se reinyecta en el circuito, va hacia

memoria, circula, se asocia, se transforma y se traduce.

Para muchos, sobre todo para la psicología clásica, la cosa termina cuando se realiza un

acto. Y parece que la cosa recién comienza cuando uno realiza un acto, porque este acto se

reinyecta y esa reinyección despierta una larga cadena de procesos internos. Así vamos con

nuestros aparatos, conectándolos entre sí por medio de complejos sistemas de impulsos.

Estos impulsos se deforman, se transforman y se sustituyen unos por otros. Así pues, y se-

gún los ejemplos que se han dado en su momento, esta hormiga que recorre mi brazo es rá-

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pidamente reconocida. Pero esta hormiga que recorre mi brazo cuando duermo, no es fácil-

mente reconocida, sino que ese impulso se deforma, se transforma y a veces se traduce,

suscitando numerosas cadenas asociativas según la línea mental que esté trabajando en ese

momento. Complicando un poco más las cosas: cuando mi brazo está mal emplazado, me

doy cuenta de eso y me muevo. Pero cuando estoy durmiendo y mi brazo está mal emplaza-

do, esa suma de impulsos que llegan es tomada por la conciencia, traducida, deformada y

asociada de modo singular. Allí sucede que imagino un ejército de avispas que atacan mi

brazo y entonces esas imágenes llevarán carga hacia el brazo y el brazo se moverá en un

acto de defensa (que logrará una reacomodación) y seguiré durmiendo. Esas imágenes ser-

virán, precisamente, para que el sueño se continúe. Estarán al servicio, esas traducciones y

deformaciones de impulsos, de la inercia del nivel. Estas imágenes del sueño estarán sir-

viendo a la defensa de su mismo nivel. Hay muchísimos estímulos internos que dan señal

durante el sueño. Entonces, en el momento del sueño paradojal, estos impulsos aparecen

como imagen. Sucede que hay una tensión visceral profunda, por ejemplo. ¿Qué sucederá?

Lo del brazo, pero adentro. Esa tensión visceral profunda envía señal y esta se traduce como

imagen. Supongamos algo más fácil: una irritación visceral envía la señal que se traduce

como imagen. El soñante ahora se ve adentro de un incendio y si la señal es demasiado in-

tensa el ―incendio‖ terminará rompiendo la inercia del nivel, entonces el sujeto se despertará

y tomará algún digestivo o algo por el estilo. Pero de no ser así, se mantendrá la inercia del

nivel y se asociarán al incendio otros elementos que contribuirán a ir diluyendo la situación

porque la misma imagen puede trabajar disparándose hacia dentro y provocando distensio-

nes. En los sueños, continuamente, se están recibiendo impulsos de distintas tensiones in-

ternas, se están traduciendo las imágenes correspondientes y éstas imágenes que movilizan

centros, también movilizan al centro vegetativo que da respuestas de distensión interna. De

manera que las tensiones profundas van dando sus señales y las imágenes van rebotando

hacia adentro, provocando las distensiones equivalentes a las tensiones que han sido dispa-

radas.

Cuando el sujeto era niño, recibió un fuerte ‗shock‘. Quedó fuertemente impresionado por

una escena. Se contrajeron muchos de sus músculos externos. También se contrajeron al-

gunas zonas musculares más profundas. Y cada vez que recuerda aquella escena, se pro-

duce el mismo tipo de contracción. Ahora sucede que esa escena está asociada (por simili-

tud, contigüidad, contraste, etcétera) con otras imágenes que aparentemente no tienen nada

que ver. Entonces, al evocar esas imágenes, saltan las primigenias y se producen las con-

tracciones. Sucede por último, con el paso del tiempo, que ya se ha perdido en memoria an-

tigua la imagen primera que era la que producía la tensión. Y ahora, inexplicablemente, al

recibir un impulso y soltarse una imagen, se producen esas contracciones. Sucede que frente

a ciertos objetos, o situaciones, o personas, se despiertan en el sujeto fuertes contracciones

y un extraño temor, al que no se le encuentra relación con aquello que pasó en su infancia.

Se ha borrado una parte y han quedado las otras imágenes. Cada vez que en sus sueños se

sueltan imágenes que ponen en marcha esas contracciones y de ellas se toman muestras

que vuelven a traducirse en imágenes, se está realizando en la conciencia un intento por dis-

tender y por transferir las cargas que están fijadas a una situación no resuelta. En el sueño

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se está tratando de resolver con el disparo de imágenes, las tensiones opresivas y además

se está tratando de desplazar las cargas de ciertos contenidos a otros de menor potencial a

fin de que se separe, o se redistribuya la carga dolorosa primitiva.

Teniendo en cuenta el trabajo empírico catártico y transferencial que se realiza durante el

sueño, las técnicas de operativa pueden seguir el proceso de tomar impulsos y disparar imá-

genes a los puntos de resistencia. Pero es necesario hacer aquí unas breves digresiones en

torno a la clasificación de las técnicas de operativa, a los procedimientos generales y al obje-

tivo de tales trabajos.

Agrupamos a las distintas técnicas de operativa3 del siguiente modo. 1. Técnicas catárticas:

sondeo catártico, catarsis de realimentación, catarsis de climas y catarsis de imágenes. 2.

Técnicas transferenciales: experiencias guiadas;4 transferencias y transferencias explorato-

rias. 3. Técnicas autotransferenciales.

En las transferencias se emplaza al sujeto en un particular nivel y estado de conciencia, en

un nivel de semisueño activo en el que va bajando y subiendo por su paisaje interno; va

avanzando o retrocediendo; va expandiendo o va contrayendo y al hacerlo así, nuestro sujeto

va encontrando resistencias en determinados puntos. Esas resistencias que encuentra son

para quien guía la transferencia, indicadores importantes de bloqueo, fijación, o contracción.

El guía va a procurar que las imágenes del sujeto lleguen suavemente a esas resistencias y

las superen. Y decimos que cuando se puede superar una resistencia, se produce una dis-

tensión o se produce una transferencia de carga. A veces estas resistencias son muy gran-

des y no se las puede acometer de frente porque se producen reacciones, o rebotes y el su-

jeto no se va a sentir animado a nuevos trabajos si ha sufrido algún fracaso al tratar de ven-

cer sus dificultades. Así pues con las resistencias grandes, el guía no avanza frontalmente

sino que más bien retrocede y ―haciendo rodeos‖ llega nuevamente a ellas pero conciliando

contenidos internos y no actuando con violencia. El guía va orientándose por las resistencias

siempre con el procedimiento de imágenes. Trabaja en el nivel de semisueño por parte del

sujeto para que este pueda presentar un conjunto de alegorías conocidas y manejables. Tra-

bajando con alegorías en el nivel de semisueño activo, el guía puede movilizar imágenes,

vencer resistencias y liberar sobrecargas.

El objetivo final de los trabajos de operativa es el de integrar contenidos que estan separa-

dos, de manera que esta incoherencia vital que uno percibe en sí mismo pueda ser supera-

da. Estos mosaicos de contenidos que no encajan bien; estos sistemas de ideación en donde

uno reconoce tendencias contradictorias; estos deseos que uno quisiera no desear; estas

cosas que han pasado y que uno no quisiera repetir; esa complicación enorme de contenidos

no integrados; esa contradicción continua, es lo que se pretende ir superando con el apoyo

de las técnicas transferenciales de integración de contenidos. Y conociendo bien las técnicas

transferenciales interesa incursionar en diversos tipos de trabajos autotransferenciales, en

los que ya se prescinde de un guía externo utilizando un sistema de imágenes codificado

para orientar el propio proceso. En las autotransferencias se rescatan contenidos biográficos

que no están conciliados y se pueden trabajar temores y sufrimientos imaginarios ubicados

en un presente o en un futuro psicológico. Los sufrimientos que se introducen en conciencia

por sus distintos tiempos y por sus distintas vías, pueden ser modificados mediante la utiliza-

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ción de imágenes autotransferenciales disparadas al nivel y ámbito adecuados del espacio

de representación.

Hemos orientado nuestros trabajos en dirección a la superación del sufrimiento. También

hemos dicho que el ser humano sufre por lo que cree que pasó en su vida, por lo que cree

que pasa, y por lo que cree que pasará. Y sabemos que ese sufrimiento que el ser humano

tiene por lo que cree, es un sufrimiento real aunque no sea real lo que cree. Trabajando so-

bre sí mismo, se puede llegar a esas creencias dolorosas reorientando la dirección de la

energía psíquica.

EL SISTEMA DE REPRESENTACIÓN EN LOS ESTADOS ALTERADOS DE CONCIENCIA.

En los desplazamientos por el espacio de representación, llegamos a sus límites. A medida

que las representaciones descienden, el espacio tiende a obscurecerse e, inversamente, ha-

cia arriba va aumentando la claridad. Estas diferencias de luminosidad entre ―profundidades‖

y ―alturas‖, seguramente tienen que ver con la información de memoria que desde la primera

infancia va asociando la grabación de luminosidad a los espacios altos. También se puede

comprobar la luminosidad mayor que tiene cualquier imagen visual emplazada a nivel de los

ojos, mientras que su definición disminuye a medida que se la ubique fuera de ese nivel. Ló-

gicamente, el campo de visión se abre con más facilidad al frente y hacia arriba de los ojos

(hacia la cúspide de la cabeza) que al frente y hacia abajo (hacia el tronco, las piernas y los

pies). No obstante lo dicho, algunos pintores de zonas frías y brumosas nos muestran en los

planos bajos de sus lienzos una especial iluminación en las que a menudo están los campos

nevados, así como una creciente obscuridad hacia los espacios altos que suelen aparecer

cubiertos de nubes.

En las profundidades o en las alturas, aparecen objetos más o menos luminosos, pero al

representar tales objetos no se modifica el tono general de luz que pueda existir en los distin-

tos niveles del espacio de representación.

Por otra parte y solamente en determinadas condiciones de alteración de conciencia, se

produce un curioso fenómeno que irrumpe iluminando todo el espacio de representación.

Este fenómeno acompaña a las fuertes conmociones psíquicas que entregan un registro

emotivo cenestésico muy profundo. Esta luz que ilumina todo el espacio de representación

se hace presente de tal manera que aunque el sujeto suba o baje el espacio permanece ilu-

minado, no dependiendo esto de un objeto particularmente luminoso, sino que todo el ―am-

biente‖ aparece ahora afectado. Es como si se pusiera la pantalla de TV a máximo brillo. En

tal caso, no se trata de unos objetos más iluminados que otros sino del brillo general. En al-

gunos procesos transferenciales, y luego de registrar este fenómeno, algunos sujetos salen a

vigilia con una aparente modificación de la percepción del mundo externo. Así, los objetos

resultan más brillantes, más netos y con más volumen, según las descripciones que se sue-

len hacer en estos casos. Al producirse este curioso fenómeno de iluminación del espacio,

algo ha pasado con el sistema de estructuración de la conciencia que ahora interpreta de un

modo diferente la percepción externa habitual. No es que se ―hayan depurado las puertas de

la percepción‖, sino que se ha modificado la representación que acompaña a la percepción.

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De un modo empírico y por medio de diversas prácticas místicas, los devotos de algunas

religiones tratan de ponerse en contacto con un fenómeno trascendente a la percepción y

que parece irrumpir en la conciencia como ―luz‖. Por diferentes procedimientos ascéticos o

rituales, por medio del ayuno, de la oración, o de la repetición, se pretende lograr el contacto

con una suerte de fuente de luz. En los procesos transferenciales y en los procesos auto-

transferenciales, sea por accidente en el primer caso, o de modo dirigido en el segundo, se

tiene experiencia de estos curiosos acontecimientos psíquicos. Se sabe que estos se pueden

producir cuando el sujeto ha recibido una fuerte conmoción psíquica, es decir que su estado

es aproximadamente un estado alterado de conciencia. La literatura religiosa universal está

plagada de numerosos relatos acerca de estos fenómenos. También es interesante advertir

que esta luz en ocasiones se ―comunica‖ y hasta ―dialoga‖ con el sujeto, tal cual está ocu-

rriendo en estos tiempos con las luces que se ven en los cielos y que llegando a los temero-

sos observadores les dan sus ―mensajes de otros mundos‖.

Hay otros muchos casos de variaciones de color, calidad e intensidad lumínica, como su-

cede con ciertos alucinógenos, pero esos casos no tienen que ver con lo comentado ante-

riormente.

Según se describe en muchos textos, algunas personas que aparentemente murieron y

volvieron a la vida, tuvieron la experiencia de abandonar su cuerpo e ir orientándose hacia

una luz cada vez más viva, sin poder relatar bien si es que ellos avanzaban hacia la luz o si

ésta avanzaba hacia ellos. El hecho es que los protagonistas se van encontrando con seme-

jante luz que tiene la propiedad de comunicarse y hasta de dar indicaciones. Pero para poder

contar estas historias habrá que recibir un golpe eléctrico en el corazón, o algo por el estilo, y

entonces nuestros héroes se sentirán retrocediendo y alejándose de la famosa luz con la que

estaban por tomar un interesante contacto.

Hay numerosas explicaciones acerca de estos fenómenos, explicaciones por el lado de la

anoxia, de la acumulación de dióxido de carbono, de la alteración de ciertas enzimas cere-

brales. Pero a nosotros, como de costumbre, no nos interesan tanto las explicaciones, que

hoy son unas y mañana otras, sino más bien nos interesa el sistema de registro, el empla-

zamiento afectivo que padece el sujeto y esa suerte de gran ―sentido‖ que parece irrumpir

sorpresivamente. Aquellos que creen haber vuelto de la muerte, experimentan un gran cam-

bio por el hecho de haber registrado un ―contacto‖ con un fenómeno extraordinario que de

pronto emerge y del que no se alcanza a comprender si es un fenómeno de percepción o de

representación, pero que parece de gran importancia ya que tiene aptitud para cambiar súbi-

tamente el sentido de la vida humana.

Es sabido, por lo demás, que los estados alterados de conciencia pueden darse en distin-

tos niveles y, por supuesto, en el nivel vigílico. Cuando uno se encoleriza, se produce en vigi-

lia un estado alterado. Cuando uno de pronto siente euforia y una gran alegría, también está

rozando un estado alterado de conciencia. Pero cuando se habla de ―estado alterado‖, se

suele pensar en algo infravigílico. Sin embargo, los estados alterados son frecuentes, suce-

den en distinto grado y con distinta calidad. Los estados alterados siempre implican el blo-

queo de la reversibilidad en alguno de sus aspectos. Hay estados alterados de conciencia

aún en vigilia, como son los estados producidos por la sugestionabilidad. Todo el mundo está

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más o menos sugestionado por los objetos que muestra la publicidad o que magnifican los

comentaristas mediáticos. Mucha gente en el mundo cree en las bondades de los artículos

que repetidamente se van proponiendo en las diversas campañas. Estos artículos pueden

ser objetos de consumo, valores, puntos de vista sobre diferentes tópicos, etcétera. La dis-

minución de la reversibilidad en los estados alterados de conciencia, está presente en cada

uno de nosotros y a cada momento. En casos más profundos de susceptibilidad, nos encon-

tramos ya con el trance hipnótico. El trance hipnótico trabaja en el nivel de conciencia vigíli-

ca, aunque el creador de la palabra ―hipnosis‖ haya pensado que era una suerte de sueño. El

sujeto hipnotizado camina, va, viene, anda con los ojos abiertos, efectúa operaciones, y tam-

bién durante el efecto post-hipnótico el sujeto sigue actuando en vigilia pero cumpliendo con

el mandato que se le dió en el momento de la sesión hipnótica. Se trata de un fuerte estado

alterado de conciencia.

Están los estados alterados patológicos en los que se disocian importantes funciones de la

conciencia. También hay estados no patológicos en los que provisoriamente se pueden es-

cindir, dividir las funciones. Por ejemplo, en ciertas sesiones espíritas alguien puede estar

conversando y al mismo tiempo, su mano se pone a escribir automáticamente y comienza a

pasar ―mensajes‖ sin que el sujeto advierta lo que está ocurriendo.

Con los casos de división de las funciones y de escisiones de personalidad, se podría or-

ganizar un listado muy extenso de los estados alterados. Muchos estados alterados acompa-

ñan a fenómenos de defensa que se ponen en marcha cuando ocurren disparos adrenalíni-

cos frente a un peligro y esto produce modificaciones serias en la economía normal de la

conciencia. Y, desde luego, así como hay fenómenos muy útiles en la alteración de concien-

cia, hay también fenómenos muy negativos.

Por acción química (gases, drogas y alcohol), por acción mecánica (giros, respiraciones

forzadas, opresión de arterias) y por acción de supresión sensorial, se pueden producir esta-

dos alterados de conciencia. También por procedimientos rituales y por una puesta en situa-

ción gracias a especiales condiciones musicales, bailes y operaciones devocionales.

Existen los llamados “estados crepusculares de conciencia”, en los que hay bloqueo de la

reversibilidad general y un posterior registro de desintegración interna. Distinguimos también

algunos estados que pueden ser ocasionales y que bien podrían ser llamados “estados supe-

riores de conciencia”. Estos pueden ser clasificados como: ―éxtasis‖, ―arrebato‖ y ―re-

conocimiento‖. Los estados de éxtasis, suelen estar acompañados por suaves concomitan-

cias motrices y por una cierta agitación general. Los de arrebato, son más bien de fuertes e

inefables registros emotivos. Los de reconocimiento, pueden ser caracterizados como fenó-

menos intelectuales, en el sentido que el sujeto cree, en un instante, ―comprenderlo todo‖; en

un instante cree no tener diferencias entre lo que él es y lo que es el mundo, como si el yo

hubiera desaparecido. ¿A quién no le pasó alguna vez que de pronto experimentó una ale-

gría enorme sin motivo, una alegría súbita, creciente y extraña? ¿A quién no le ocurrió, sin

causa evidente, una caída en cuenta de profundo sentido en la que se hizo evidente que ―así

son las cosas‖?

También se puede penetrar en un curioso estado de conciencia alterada por “suspensión

del yo”. Esto se presenta como una situación paradojal, porque para silenciar al yo es nece-

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141

sario vigilar su actividad de modo voluntario lo que requiere una importante acción de rever-

sibilidad que robustece, nuevamente, aquello que se quiere anular. Así es que la suspensión

se logra únicamente por caminos indirectos, desplazando progresivamente al yo de su ubica-

ción central de objeto de meditación. Este yo, suma de sensación y de memoria comienza de

pronto a silenciarse, a desestructurarse. Tal cosa es posible porque la memoria puede dejar

de entregar datos, y los sentidos (por lo menos externos) pueden también dejar de entregar

datos. La conciencia entonces, está en condiciones de encontrarse sin la presencia de ese

yo, en una suerte de vacío. En tal situación, es experimentable una actividad mental muy di-

ferente a la habitual. Así como la conciencia se nutre de los impulsos que llegan del intracue-

rpo, del exterior del cuerpo y de la memoria, también se nutre de impulsos de respuestas que

da al mundo (externo e interno) y que realimentan nuevamente la entrada al circuito. Y, por

esta vía secundaria, detectamos fenómenos que se producen cuando la conciencia es capaz

de internalizarse hacia “lo profundo” del espacio de representación. ―Lo profundo‖ (también

llamado ―sí mismo‖ en alguna corriente psicológica contemporánea), no es exactamente un

contenido de conciencia. La conciencia puede llegar a ―lo profundo‖ por un especial trabajo

de internalización. En esta internalización irrumpe aquello que siempre está escondido, cu-

bierto por el ―ruido‖ de la conciencia. Es en ―lo profundo‖ donde se encuentran las experien-

cias de los espacios y de los tiempos sagrados. En otras palabras, en ―lo profundo‖ se en-

cuentra la raíz de toda mística y de todo sentimiento religioso.

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142

P S I C O L O G Í A I V

Conferencia dada por Silo en Parque La Reja, Buenos Aires, a mediados de mayo de 2006.

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143

IMPULSOS Y DESDOBLAMIENTO DE IMPULSOS.

Se afirmó en Psicología III1 que el trabajo de un impulso en cualquier circuito termina por dar

registro interno al sujeto. Uno de los circuitos comprende la percepción, la representación, la

nueva toma de la representación y la sensación interna en general. Otro circuito nos muestra

el recorrido de impulsos que terminan en las acciones lanzadas hacia el mundo externo, de

las cuales el sujeto tiene también sensación interna. Esta toma de realimentación es la que

permite aprender de las propias acciones por perfeccionamiento de la acción anterior o por

descarte del error cometido. Todo esto quedó claro con el ejemplo de aprendizaje en el uso

de un teclado2.

Por otra parte, todo impulso que termina en el intracuerpo o en el exterior del cuerpo, da

registros de distintos emplazamientos en el espacio de representación, pudiendo señalarse

que los impulsos del intracuerpo se emplazan en el límite táctil-cenestésico hacia "dentro" y

los impulsos que terminan en acciones en el mundo externo se registran en el límite táctil-

kinestésico hacia "fuera" del cuerpo. Cualquiera sea la dirección del impulso que necesaria-

mente cuenta con un correlato de información o sensación interna, siempre modificará el es-

tado general del circuito. Con respecto a esta aptitud transformadora de los impulsos, pode-

mos considerar dos tipos: 1.- aquellos capaces de liberar tensiones o hacer descarga de

energía psicofísica, a los que llamaremos "catárticos" y 2.- los que permiten trasladar cargas

internas, integrar contenidos y ampliar las posibilidades de desarrollo de la energía psicofísi-

ca, a los que llamaremos "transferenciales". Por tanto, todo impulso, independientemente de

su dirección, tendrá una aptitud predominantemente catártica o transferencial. Además, en

todo impulso existirá una cuota de gratificación o malestar, de agrado o desagrado, que per-

mitirá al sujeto hacer selección de sus actos de conciencia o de sus acciones corporales.

Los impulsos se "desdoblan" a través de realimentaciones diversas como las que permiten

cotejar registros de percepciones con registros de representaciones y a las que necesaria-

mente acompañan "retenciones" o memorizaciones de las mismas. Existen otros desdobla-

mientos que "enfocan", más o menos voluntariamente, a las percepciones y a las represen-

taciones. Estos desdoblamientos han sido designados como "apercepciones", es decir, como

selección y dirección de la conciencia hacia las fuentes de percepción y como "evocaciones",

es decir, como selección y dirección de la conciencia hacia las fuentes de retención. La vo-

luntaria e involuntaria dirección y selección de la conciencia hacia sus distintas fuentes cons-

tituye la función que genéricamente ha sido llamada "atención".

LA CONCIENCIA, LA ATENCIÓN Y EL "YO".

Llamamos "conciencia" al aparato que coordina y estructura las sensaciones, las imágenes y

los recuerdos del psiquismo humano. Por otra parte, no se puede ubicar a la conciencia en

un lugar preciso del sistema nervioso central, o en algún punto y profundidad cortical o sub-

cortical. Tampoco es el caso de confundir puntos de trabajo especializado, tales los casos de

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144

los ―centros‖, con estructuras de funcionamiento que se verifican en la totalidad del sistema

nervioso.

Para una mayor claridad expositiva, designamos como "fenómenos conscientes" a todos

los que ocurren en los diferentes niveles y estados de vigilia, semisueño y sueño, incluidos

los subliminales (que suceden en el límite del registro de lo percibido, de lo representado y

de lo recordado). Desde luego, al hablar de lo "subliminal", no nos estamos refiriendo a un

supuesto "subconsciente" o "inconsciente".

A menudo se confunde la conciencia con el "yo" cuando en realidad éste no tiene una base

corporal como ocurre con aquélla a la que se puede ubicar como "aparato" registrador y

coordinador del psiquismo humano. En su momento dijimos: "... Ese registro de la propia

identidad de la conciencia está dado por los datos de sentidos y los datos de memoria más

una peculiar configuración que otorga a la conciencia la ilusión de permanencia no obstante

los continuos cambios que en ella se verifican. Esa configuración ilusoria de identidad y per-

manencia es el yo"3. En los estados alterados de conciencia se comprueba frecuentemente

que ésta se mantiene en vigilia al tiempo que determinados impulsos que deberían llegar a

su registro han sido bloqueados, sufriendo la noción del yo una alteración o extrañamiento;

se pierde reversibilidad, sentido crítico y a veces, las imágenes descontextualizadas toman

"realidad" externa alucinatoria. En esa situación, el yo es registrado como emplazándose en

zonas límites externas del espacio de representación y a cierta "distancia" del yo habitual. El

sujeto se puede experimentar registrando y sintiendo fenómenos que provienen del mundo

externo cuando en rigor, los fenómenos mencionados no son de percepción sino de repre-

sentación. A estos fenómenos en los que la representación sustituye a la percepción y, por

tanto, se los sitúa en un "espacio externo" hacia cuyo límite se desplaza el yo, solemos lla-

marlos "proyecciones".

ESPACIALIDAD Y TEMPORALIDAD DE LOS FENÓMENOS DE CONCIENCIA4.

En vigilia activa, el yo se ubica en las zonas más externas del espacio de representación,

―perdido‖ en los límites del tacto externo, pero si hago apercepción de algo que veo, el regis-

tro del yo sufre un corrimiento. En ese momento puedo decirme a mí mismo: ―Veo desde mí

al objeto externo y me registro adentro de mi cuerpo‖. Aunque estoy conectado con el mundo

externo por medio de los sentidos, existe una división de espacios y es en el interno donde

me emplazo yo. Si posteriormente apercibo mi respiración, podré decirme a mí mismo: ―Ex-

perimento desde mí el movimiento de los pulmones, estoy adentro de mi cuerpo pero no

adentro de mis pulmones‖. Está claro que experimento una distancia entre el yo y los pulmo-

nes, no solamente porque al yo lo registro en la cabeza que está alejada de la caja torácica

sino porque en todos los casos de percepción interna (como ocurre con un dolor de muelas o

un dolor de cabeza), los fenómenos estarán siempre a ―distancia‖ de mí como observador.

Pero aquí no nos interesa esta ―distancia‖ entre el observador y lo observado, sino la ―distan-

cia‖ desde el yo hacia el mundo externo y desde el yo hacia el mundo interno. Por cierto que

podemos destacar matices muy sutiles en la variabilidad de las posiciones ―espaciales‖ del

yo, pero acá estamos resaltando las ubicaciones diametrales del yo en cada caso menciona-

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145

do. Y, en esta descripción, podemos decir que el yo se puede ubicar en la interioridad del

espacio de representación pero en los límites táctiles kinestésicos que dan noción del mundo

externo y, opuestamente, en los límites táctiles cenestésicos que dan noción del mundo in-

terno5. En todo caso, podemos usar la figura de una película bicóncava (como límite entre

mundos), que se dilata o contrae y con ello focaliza o difumina el registro de los objetos ex-

ternos o internos. La atención se dirige, más o menos intencionadamente, hacia los sentidos

externos o internos en la vigilia y pierde el manejo de su dirección en el semisueño, el sueño

y aun en la vigilia de los estados alterados, ya que en todos esos niveles y estados la rever-

sibilidad es afectada por fenómenos y registros que se imponen a la conciencia. Es muy evi-

dente que en la constitución del yo intervienen no solamente la memoria, la percepción y la

representación, sino la posición de la atención en el espacio de representación. No se está

hablando, por consiguiente, de un yo substancial sino de un epifenómeno de la actividad de

la conciencia.

Este "yo-atención" parece cumplir con la función de coordinar las actividades de la con-

ciencia con el propio cuerpo y con el mundo en general. Los registros del transcurrir y de la

posición de los fenómenos mentales se imbrican en esta coordinación a la que se independi-

za de la misma coordinación. Y así, la metáfora del "yo" termina por cobrar identidad y ―subs-

tancialidad‖ independizándose de la estructura de funciones de la conciencia.

Por otra parte, los reiterados registros y reconocimientos de la acción de la atención se van

configurando en el ser humano muy tempranamente, a medida que el niño dispone de direc-

ciones más o menos voluntarias hacia el mundo externo y el intracuerpo. Gradualmente, con

el manejo del cuerpo y de ciertas funciones internas, se va robusteciendo la presencia pun-

tual y también una copresencia en la que el registro del propio yo se constituye en concen-

trador y trasfondo de todas las actividades mentales. Estamos en presencia de esa gran ilu-

sión de la conciencia a la que llamamos "Yo".

Debemos considerar ahora al emplazamiento del yo en los distintos niveles de conciencia.

En vigilia el yo ocupa una posición central dada por la disponibilidad de la atención y de la

reversibilidad. Esto varía considerablemente en el semisueño, cuando los impulsos que pro-

vienen de los sentidos externos tienden a debilitarse o fluctuar entre el mundo externo y una

cenestesia generalizada. Durante el sueño con imágenes, el yo se internaliza. Es, por último,

durante el sueño vegetativo cuando el registro del yo se esfuma6. Las transformaciones de

los impulsos en los ensueños vigílicos aparecen en las secuencias de asociaciones libres

con numerosas traducciones alegóricas, simbólicas y sígnicas, que conforman el especial

lenguaje de imágenes de la cenestesia. Por cierto, nos estamos refiriendo a las secuencias

imaginarias sin control, propias de las vías asociativas y no a las construcciones imaginarias

que siguen un desarrollo más o menos premeditado7, o a las traducciones de los impulsos

canalizados en las vías abstractivas que también se manifiestan como imágenes simbólicas y

sígnicas. Los impulsos, transformándose en distintos niveles, también hacen variar el registro

del yo en la profundidad o superficialidad del espacio de representación. Usando una figura,

podemos señalar que los fenómenos psíquicos se registran siempre entre coordenadas ―es-

paciales‖ x e y, pero también con respecto a z, siendo ―z‖ la profundidad del registro en el

espacio de representación. Desde luego, el registro de cualquier fenómeno se experimenta

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146

en la tridimensionalidad del espacio de representación (en cuanto a altura vertical, lateralidad

horizontal y profundidad de los impulsos, conforme mayor externalidad o mayor interioridad),

cosa que podemos comprobar al apercibir o representar impulsos provenientes del mundo

externo, del intracuerpo, o de la memoria.

Sin complicarnos con descripciones propias de la Fenomenología, debemos considerar

ahora algunos tópicos estudiados exhaustivamente por ella8. Así, decimos que en vigilia los

campos de presencia y copresencia permiten ubicar los fenómenos en sucesión temporal,

estableciéndose la relación de hechos desde el momento actual en el que estoy emplazado,

con los momentos anteriores de los que proviene el fluir de mi conciencia y con los posterio-

res hacia los que se lanza ese fluir. En todo caso, el instante presente es la barrera de la

temporalidad y si bien no puedo dar razón de él porque al pensarlo sólo cuento con la reten-

ción de lo ocurrido en la dinámica de mi conciencia, su aparente "fijeza" me permite ir hacia

el "atrás" de los fenómenos que ya no son, o hacia el "adelante" de los fenómenos que toda-

vía no son. Es en el horizonte de la temporalidad de la conciencia donde se inscribe todo

acontecimiento. Y en el horizonte restringido que fija la presencia de actos y objetos, siempre

estará actuando un campo de copresencia en el que se conectarán todos ellos.

A diferencia de lo que ocurre en el transcurrir del mundo físico, los hechos de conciencia

no respetan la sucesión cronológica sino que regresan, perduran, se actualizan, se modifican

y se futurizan, alterando al instante presente. El ―instante presente‖ se estructura por el en-

trecruzamiento de la retención y de la protensión. Ejemplificando: un acontecimiento doloroso

imaginado a futuro, puede actuar sobre el presente del sujeto desviando la tendencia que

llevaba su cuerpo en dirección a un objeto previamente querido. Así, las leyes que se cum-

plen en la espacio-temporalidad del mundo físico sufren un desvío considerable en los obje-

tos y los actos mentales. Esta independencia del psiquismo, por ―desviación‖ de las leyes

físicas, hace recordar la idea de ―clinamen” que presentara Epicuro para introducir la libertad

en un mundo dominado por el mecanicismo9.

Dando por comprendida la estructuralidad de la conciencia en la relación entre los ―apara-

tos‖ y las diferentes vías por las que circula el impulso, podemos considerar a éste en sus

distintas transformaciones como el ―átomo‖ básico de la actividad psíquica. Sin embargo, tal

átomo no se presenta aislado sino en ―trenes de impulsos‖, en configuraciones que dan lugar

a la percepción, al recuerdo y a la representación. De este modo, la inserción de lo psíquico

en la espacialidad externa comienza por los impulsos que, convertidos en protensiones de

imágenes kinestésicas, se desplazan hacia el exterior de la tridimensionalidad del espacio de

representación moviendo al cuerpo. Es claro que las imágenes cenestésicas y las corres-

pondientes a los sentidos externos actúan de modo auxiliar (como "señales compuestas"), en

todo fenómeno en el que se va seleccionando y regulando la dirección e intensidad motriz.

En definitiva, en ese fluir de impulsos relativos al tiempo y al espacio de conciencia, ocurren

los primeros eventos que terminarán modificando al mundo.

No es ociosa aquí una reflexión general sobre los hechos en los que el psiquismo actúa

desde y hacia su externidad. Para comenzar, observamos que los objetos materiales se pre-

sentan como espacialidad a la captación ―táctil‖ de los sentidos externos que diferencian el

corpúsculo, la onda, la molécula, la presión, la termicidad, etc. Para terminar, decimos que

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estas ―impresiones‖, o impulsos externos al psiquismo, ponen en marcha un sistema de in-

terpretación y respuesta que no puede operar sino en un espacio interno.

Estamos afirmando del modo más amplio que por variación de impulsos entre ―espacios‖,

el psiquismo es penetrado y penetra al mundo. No estamos hablando de circuitos cerrados

entre estímulos y respuestas, sino de un sistema abierto y creciente que capta y actúa por

acumulación y protensión temporal. Por otra parte, esta “apertura” entre espacios no ocurre

por franquear las barreras de una mónada10 sino porque la conciencia, ya en su origen, se

constituye desde, en y para el mundo.

ESTRUCTURAS DE CONCIENCIA.

Los diferentes modos de estar el ser humano en el mundo11, las diferentes posiciones de su

experimentar y hacer, responden a estructuraciones completas de conciencia. Así: la "con-

ciencia desdichada", la "conciencia angustiada", la conciencia emocionada", la "conciencia

asqueada", la "conciencia nauseada", la "conciencia inspirada", son casos relevantes que

han sido descritos convenientemente12 Es aquí pertinente anotar que tales descripciones se

pueden aplicar a lo personal, a lo grupal y a lo social. Por ejemplo, para describir una estruc-

tura de conciencia en pánico, se debe arrancar de una situación colectiva, como se reconoce

en los orígenes (legendarios e históricos) de la palabra "pánico" que designa un especial es-

tado de conciencia. Con el paso del tiempo, el vocablo ―pánico‖ se usó cada vez más fre-

cuentemente para explicar una alteración de conciencia individual13.

Ahora bien, los casos anteriormente citados pueden ser entendidos individualmente o en

un conjunto (en atención a la intersubjetividad constitutiva de la conciencia). Siempre que

ocurran variaciones en esas estructuraciones globales, ocurrirán también variaciones en los

fenómenos concurrentes, tal es el caso del yo. Así, en plena vigilia pero en estados de con-

ciencia diferentes, registramos al yo ubicado en distintas profundidades del espacio de repre-

sentación.

Para comprender lo anterior, debemos apelar a las diferencias entre niveles y estados de

conciencia. Los niveles clásicos de vigilia, semisueño, sueño profundo paradojal y sueño pro-

fundo vegetativo, no ofrecen dificultades de comprensión. Pero en cada uno de esos niveles

tenemos la posibilidad de reconocer posiciones variables de los fenómenos psíquicos. Po-

niendo ejemplos extremos: decimos que cuando el yo mantiene contacto sensorial con el

mundo externo pero se encuentra perdido en sus representaciones o evocaciones, o se tiene

en cuenta a sí mismo sin intereses relevantes sobre su acción en el mundo, estamos en pre-

sencia de una conciencia vigílica en estado de ensimismamiento. El cuerpo actúa externa-

mente en una suerte de ―irrealidad‖ que, profundizándose, puede llegar a la desconexión y la

inmovilidad. Se trata de un ―corrimiento‖ del yo hacia una presencia constante de los regis-

tros de evocación, representación o percepción táctil-cenestésica y, por tanto, la distancia se

―alarga‖ entre el yo y el objeto externo. En el caso opuesto, el yo perdido en el mundo ex-

terno, se desplaza hacia los registros táctil kinestésicos sin crítica ni reversibilidad sobre los

actos que realiza. Estamos ante un caso de conciencia vigílica en estado de alteración como

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puede ocurrir en la llamada ―emoción violenta‖. En este caso, la importancia que cobra el ob-

jeto externo es decisiva, acortándose la distancia entre el yo y el objeto percibido.

Llamamos ―no habituales‖ a los comportamientos que muestran anormalidades respecto a

parámetros del individuo o del grupo que se esté considerando. Es claro que si la población

de un país o un grupo humano enloquecen, no dejamos de considerar a esos casos dentro

de los comportamientos ―no habituales‖ por el hecho de contar con numerosos representan-

tes. En todo caso, ese conjunto humano debe ser comparado con situaciones estables en las

que ha vivido y en las que la reversibilidad, el sentido crítico y el control de sus actos, tiene

características previsibles. Por otra parte, hay casos ―no habituales‖ que son fugaces y otros

que parecen arraigarse o aun desplegarse a medida que pasa el tiempo. No es de nuestro

interés tipificar esas conductas sociales desde el punto de vista del Derecho, de la Econo-

mía, o de la Psiquiatría. Tal vez encontraríamos más motivos de reflexión sobre estos casos

en la Antropología y en la Historia...

Si nuestro interés por los comportamientos ―no habituales‖ nos lleva al campo de lo perso-

nal, o a lo sumo de lo interpersonal inmediato, seguirán siendo válidos los criterios de rever-

sibilidad, sentido crítico y control de los propios actos en relación con esa historia personal o

interpersonal. Aquí también es aplicable lo comentado anteriormente con respecto a los ca-

sos ―no habituales‖ fugaces y los que parecen arraigarse o aún desplegarse en su anormali-

dad a medida que pasa el tiempo.

Llevemos pues nuestro estudio sobre los comportamientos ―no habituales‖ fuera del te-

rreno de la patología para concentrarnos, dentro de nuestra Psicología, en dos grandes gru-

pos de estados y casos a los que hemos llamado el grupo de la ―conciencia perturbada‖ y el

grupo de la ―conciencia inspirada‖

turbada”.

Existen diametrales posiciones del yo entre estados alterados que van desde la actividad

cotidiana a la emoción violenta y estados ensimismados que van desde la calma reflexiva

hasta la desconexión con el mundo externo. Hay, sin embargo, otros estados alterados en

los que las representaciones se externalizan proyectivamente, de tal modo que realimentan a

la conciencia como ―percepciones‖ provenientes del mundo externo y otros, de ensimisma-

miento, en los que la percepción del mundo externo se internaliza introyectivamente.

Hemos escuchado y leído historias e informes seriamente controlados, sobre las alucina-

ciones que padecen quienes se encuentran en situaciones de compromiso en las altas mon-

tañas, en las soledades polares, en los desiertos y en los mares. El estado físico de fatiga,

anoxia y sed; el estado psíquico de abandono en la monotonía del silencio y la soledad; las

condiciones ambientales térmicas extremas, son elementos que han llegado a conformar ca-

sos de alteraciones alucinatorias y mucho más frecuentemente, casos de alteraciones iluso-

rias puntuales.

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Por otra parte, del lado del ensimismamiento introyectivo, la sensación externa llega a la

conciencia pero la representación correspondiente opera desconectada del contexto general

perceptivo realimentando a la conciencia que interpreta y registra el fenómeno como interio-

ridad ―significativa‖, como representación que parece ―dirigirse‖ a la interioridad del sujeto de

modo directo. En un ejemplo: las luces coloreadas de los semáforos de una gran ciudad, co-

mienzan de pronto, a los ojos de un angustiado peatón, a ―enviar‖ misteriosos códigos y cla-

ves. El sujeto, a partir de ese momento, se considera como la única persona capaz de ―reci-

bir‖ y comprender el significado de esos mensajes.

Los estados alterados proyectados y los estados ensimismados introyectados correspon-

den a transitorias o permanentes perturbaciones de la conciencia vigílica que mencionamos

acá como casos de emplazamientos diametrales en la ubicación del yo. Por lo demás, de-

bemos mencionar también a los estados de alteración y ensimismamiento en el nivel de sue-

ño con imágenes y en el semisueño.

En Psicología III pasamos revista a numerosos casos de perturbaciones transitorias de

conciencia14. Se mencionó la situación de alguien que proyecta sus representaciones inter-

nas y queda fuertemente sugestionado por ellas, de modo parecido a lo que ocurre en pleno

sueño cuando se padece la sugestión de las imágenes oníricas. Se trata de alucinaciones

que también ocurren por estados febriles intensos; por acción química (gases, drogas y al-

cohol); por acción mecánica (giros, respiraciones forzadas, opresión de arterias); por supre-

sión de sentidos externos (cámara de silencio) y por supresión de sentidos internos (ingravi-

dez en cosmonautas).

Debemos considerar también las perturbaciones accidentales cotidianas. Estas se mani-

fiestan en los cambios de humor súbito, tales como los accesos de cólera y las explosiones

de entusiasmo que en mayor o menor medida, nos permiten experimentar el desplazamiento

del yo hacia la periferia mientras cae la reversibilidad y el estado se hace más alterado. Ob-

servamos lo contrario frente a un peligro súbito, ante el cual el sujeto se contrae o huye tra-

tando de poner distancia entre él y el objeto amenazante. En todo caso, el desplazamiento

del yo es hacia la interioridad. También podemos comprobar, en la misma dirección, ciertas

conductas infantiles curiosas. En efecto, los niños suelen utilizar juguetes monstruosos con

los que ―frenan‖ o ―combaten‖ a otros monstruos que están al acecho, o se acercan en la no-

che... Y, cuando esa tecnología no da resultado, siempre queda el recurso de las sábanas

que ocultan el cuerpo ante las atroces amenazas. Es claro, en estos casos, que el yo se en-

simisma e introyecta.

La conciencia inspirada es una estructura global, capaz de lograr intuiciones inmediatas de la

realidad. Por otra parte, es apta para organizar conjuntos de experiencias y para priorizar

expresiones que se suelen transmitir a través de la Filosofía, la Ciencia, el Arte y la Mística.

En orden a nuestro desarrollo, podemos preguntar y responder un tanto escolarmente: ¿Es

la conciencia inspirada un estado de ensimismamiento o de alteración? ¿Es la conciencia

inspirada un estado perturbado, una ruptura de la normalidad, una extrema introyección, o

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150

una extrema proyección? Sin duda que la conciencia inspirada es más que un estado, es una

estructura global que pasa por diferentes estados y que se puede manifestar en distintos ni-

veles. Además, la conciencia inspirada perturba el funcionamiento de la conciencia habitual y

rompe la mecánica de los niveles. Por último, es más que una extrema introyección o una

extrema proyección ya que alternativamente se sirve de ellas, en atención a su propósito.

Esto último es evidente cuando la conciencia inspirada responde a una intención presente o,

en algunos casos, cuando responde a una intención no presente pero que actúa copresen-

temente.

En la Filosofía no son de importancia los sueños inspiradores, ni las inspiraciones súbitas,

sino la intuición directa que aplican algunos pensadores para aprehender las realidades in-

mediatas del pensamiento sin intermediación del pensar deductivo o discursivo. No se trata

de las corrientes "intuicionistas" en Lógica y en Matemáticas, sino de pensadores que privile-

gian la intuición directa como en el caso de Platón con las Ideas, de Descartes con el pensar

claro y distinto, descartando el engaño de los sentidos y de Husserl con las descripciones de

las noesis, "en la suspensión del juicio‖ (epojé)15

En la historia de la Ciencia se rescatan ejemplos de inspiraciones súbitas que permitieron

avances importantes. El caso más conocido, aunque dudoso, es el de la famosa ―caída de la

manzana de Newton‖16. Si así hubiera ocurrido, deberíamos reconocer que la súbita inspira-

ción fue motivada por una lenta pero intensa búsqueda orientada hacia el sistema cósmico y

la gravedad de los cuerpos. A modo de ejemplo, podemos tener en cuenta otro caso como el

ocurrido al químico Kekulé17 Éste soñó una noche con varias serpientes entrelazadas que le

sirvieron de inspiración para desarrollar las notaciones de la química orgánica. Sin duda que

su preocupación constante por formular los enlaces entre substancias siguió actuando aun

en el nivel de sueño paradojal, para tomar la vía de la representación alegórica.

En el Arte hay muchos ejemplos de sueños inspiradores. Tal el caso de Mary Shelley18. És-

ta había declarado ante sus amigos, que sentía esa ―...vacía incapacidad de invención que

es la mayor desdicha del autor‖, pero esa noche vio en sus sueños al horrendo ser que moti-

vó su novela de ―Frankenstein o el Prometeo moderno‖. Otro tanto ocurrió con el sueño de R.

L. Stevenson19 que puso en marcha su relato fantástico ―El extraño caso del doctor Jekyll y

Mr. Hyde‖. Por cierto que las inspiraciones vigílicas de escritores y poetas son las más abun-

dantemente conocidas del campo de las artes. Sin embargo, por otros medios hemos llegado

a conocer inspiraciones de pintores como Kandinsky20 que en "Lo espiritual en el arte", des-

cribe la necesidad interior que se expresa como inspiración en la obra artística. Artistas plás-

ticos, literatos, músicos, danzarines y actores, han buscado la inspiración tratando de colo-

carse en ambientes físicos y mentales no habituales. Los diferentes estilos artísticos, que

responden a las condiciones epocales, no son simplemente modas o modos de generar, cap-

tar e interpretar la obra artística, sino maneras de "disponerse" para recibir y dar impactos

sensoriales. Esta "disposición" es la que modula la sensibilidad individual o colectiva y es,

por tanto, el predialogal21 que permite establecer la comunicación estética.

En la Mística encontramos vastos campos de inspiración. Debemos señalar que cuando

hablamos de "mística" en general, estamos considerando fenómenos psíquicos de "expe-

riencia de lo sagrado" en sus diversas profundidades y expresiones. Existe una copiosa lite-

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ratura que da cuenta de los sueños22, las ―visiones‖ del semisueño23, y las intuiciones vigíli-

cas24 de los personajes referenciales de religiones, sectas y grupos místicos. Abundan, ade-

más, los estados anormales y los casos extraordinarios de experiencias de lo sagrado que

podemos tipificar como Éxtasis o sea, situaciones mentales en que el sujeto queda absorto,

deslumbrado dentro de sí y suspendido; como Arrebato, por la agitación emotiva y motriz

incontrolable, en la que el sujeto se siente transportado, llevado fuera de sí a otros paisajes

mentales, a otros tiempos y espacios; por último, como "Reconocimiento" en que el sujeto

cree comprenderlo todo en un instante. En este punto estamos considerando a la conciencia

inspirada en su experiencia de lo sagrado que varía en su modo de estar frente al fenómeno

extraordinario, aunque por extensión se han atribuido también esos funcionamientos menta-

les a los raptos del poeta o del músico, casos en que "lo sagrado" puede no estar presente.

Hemos mencionado estructuras de conciencia a las que llamamos "conciencia inspirada" y

las hemos mostrado en grandes campos conocidos como la Filosofía, la Ciencia, el Arte y la

Mística. Pero en la vida cotidiana, la conciencia inspirada actúa con frecuencia en las intui-

ciones o en las inspiraciones de la vigilia, del semisueño y el sueño paradojal. Ejemplos coti-

dianos de inspiración son los del "pálpito", del enamoramiento, de la comprensión súbita de

situaciones complejas y de resolución instantánea de problemas que perturbaron durante

mucho tiempo al sujeto. Estos casos no garantizan el acierto, la verdad, o la coincidencia del

fenómeno respecto a su objeto, pero los registros de "certeza" que los acompañan, son de

gran importancia.

La conciencia puede estructurarse en distintas formas variando por acción de estímulos pun-

tuales (internos y externos), o por situaciones complejas que operan de modo no querido, de

modo accidental. La conciencia es "tomada"25 en una situación en que la reversibilidad y la

autocrítica quedan prácticamente anuladas. En el caso que nos ocupa, la "inspiración" irrum-

pe en mecanismos y niveles, actuando a veces, de un modo menos evidente como "trasfon-

do" de conciencia. Por otra parte, también la angustia, la náusea, el asco y otras configura-

ciones pueden manifestarse súbitamente o mantenerse como trasfondo mental más o menos

prolongado. Ejemplificando: cuando accidentalmente, levanto una piedra y en ella descubro

el bullir de minúsculos insectos que pueden pegarse a mi mano, que me pueden invadir, ex-

perimento repulsión hacia esa vida informe que me acomete. También registro una sorda

aversión cuando percibo algo pegajoso, húmedo y tibio que avanza hacia mí. Pero la reac-

ción inmediata va más allá del reflejo motriz que responde a lo peligroso, ya que me com-

promete visceralmente provocando un rechazo que puede terminar en el reflejo de asco, en

la arcada, en la salivación excesiva de mi boca y en el extraordinario registro de la distancia

que se ha "acortado" entre yo y el objeto, o entre yo y la situación asquerosa. Ese acorta-

miento del espacio en la representación, pone al objeto en un tipo de existencia que le permi-

te "tocarme" e "introducirse" en mí, suscitando la arcada como rito de expulsión desde mi

intracuerpo. Es tan poco real el "acercamiento" mencionado, como el reflejo de arcada que le

corresponde. Por eso, la relación entre el objeto asqueroso y la respuesta de la arcada to-

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man características propias fuera de los objetos reales en juego. Se convierten en un ritual

en el que objeto y acto forman una estructura particular, la estructura del asco. También ocu-

rre esa configuración accidental de conciencia ante un objeto moral o estéticamente repug-

nante, como es el caso de una novela plagada de ingeniosidad artificiosa, de juegos de pala-

bras, de sensiblería tibia, dulzona y cargada de vitalidad difusa. Todo eso termina provocan-

do la defensa visceral que evita una "invasión" profunda de mi cuerpo. Estas estructuras de

conciencia comprometen mi unidad, afectando no solamente ideas, emociones, o reacciones

motrices, sino mi totalidad somática.

Creo oportuno hacer aquí una pequeña digresión. Es posible considerar configuraciones

de conciencia avanzadas en las que todo tipo de violencia provocará repugnancia con los

correlatos somáticos del caso. Tal estructuración de conciencia no violenta podría llegar a

instalarse en las sociedades como una conquista cultural profunda. Esto iría más allá de las

ideas o de las emociones que débilmente se manifiestan en las sociedades actuales, para

comenzar a formar parte del entramado psicosomático y psicosocial del ser humano.

Volviendo a nuestro cauce. Hemos reconocido estructuras de conciencia que se configuran

accidentalmente. También observamos que ocurren configuraciones que responden a de-

seos, o a planes de quien se "pone" en una particular situación mental para hacer surgir el

fenómeno. Desde luego, tal cosa a veces funciona y a veces no, como ocurre con el deseo

de inspiración artística, o con el deseo de enamoramiento. La conciencia inspirada, o mejor

aún, la conciencia dispuesta a lograr inspiración se muestra en la Filosofía, en la Ciencia, en

el Arte, y también en la vida cotidiana con ejemplos variados y sugestivos. Sin embargo, es

en la Mística especialmente donde la búsqueda de inspiración ha hecho surgir prácticas y

sistemas psicológicos que han tenido y tienen desparejo nivel de desarrollo.

Reconocemos a las técnicas de ―trance‖26 como pertenecientes a la arqueología de la ins-

piración mística. Así, al trance lo encontramos en las formas más antiguas de la magia y la

religión. Para provocarlo, los pueblos han apelado a la preparación de bebidas27 de vegetales

más o menos tóxicos y a la aspiración de humos y vapores28. Otras técnicas más elaboradas,

en el sentido de permitir al sujeto controlar y hacer progresar su experiencia mística, se han

ido depurando a lo largo del tiempo. Las danzas rituales, las ceremonias repetitivas y agota-

doras, los ayunos, las oraciones, los ejercicios de concentración y meditación han tenido

considerable evolución.

del yo. La suspensión del yo.

La sibila de Cumas, no queriendo ser tomada por la terrible inspiración se desespera y retor-

ciéndose, grita: ―¡Ya viene, ya viene el dios!‖. Y al dios Apolo le cuesta poco bajar desde su

bosquecillo sagrado hasta el antro profundo, en donde se apodera de la profetiza29. En este

caso y en diferentes culturas, la entrada al trance ocurre por interiorización del yo y por una

exaltación emotiva en la que está copresente la imagen de un dios, o de una fuerza, o de un

espíritu, que toma y suplanta la personalidad humana. En los casos de trance, el sujeto se

pone a disposición de esa inspiración que le permite captar realidades y ejercitar poderes

desconocidos para él en la vida cotidiana30. Sin embargo, leemos a menudo que el sujeto

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hace resistencia y hasta lucha con un espíritu o un dios tratando de evitar el arrebato en unas

convulsiones que hacen recordar a la epilepsia, pero eso es parte de un ritual que afirma el

poder de la entidad que doblega la voluntad normal31.

En Centroamérica, el culto del Vudú haitiano32 nos permite comprender técnicas de trance

que se realizan con danzas apoyadas con pócimas producidas en base a un pez tóxico33. En

Brasil, la Macumba34 nos muestra otras variantes místicas del trance logradas mediante dan-

zas y apoyadas con una bebida alcohólica y tabaco.

No todos los casos de trance son tan vistosos como los citados. Algunas técnicas indias,

las de los "yantras", permiten llegar al trance por interiorización de triángulos cada vez más

pequeños en una figura geométrica compleja que ocasionalmente, termina en un punto cen-

tral. También, en la técnica de los "mantrams", por repetición de un sonido profundo que el

sujeto va profiriendo, se llega al ensimismamiento. En esas contemplaciones visuales o audi-

tivas, muchos practicantes occidentales no tienen éxito porque no se preparan afectivamente

limitándose a repetir figuras o sonidos sin interiorizarlos con la fuerza emotiva o devocional

que se requiere para que la representación cenestésica acompañe al estrechamiento de la

atención. Estos ejercicios se repiten tantas veces como sea necesario hasta que el practican-

te experimente la sustitución de su personalidad y la inspiración se haga plena.

El desplazamiento del yo y la sustitución por otras entidades pueden ser verificados en los

cultos mencionados y hasta en las más recientes corrientes Espíritas. En estas, el "médium"

en trance es tomado por una entidad espiritual que sustituye a su personalidad habitual.

No ocurre algo tan diferente con el trance hipnótico cuando el sujeto interioriza profunda-

mente las sugestiones del operador, llevando la representación de la voz al "lugar" que nor-

malmente ocupa el yo habitual. Desde luego, para ser "tomado" por el operador, el sujeto

debe ponerse en un estado receptivo de "fe" y seguir sin dudar las instrucciones recibidas35

Este punto muestra una característica importante de la conciencia. Estamos diciendo que

mientras se realiza una operación vigílica atenta, aparecen ensueños que a veces pasan

inadvertidos o terminan por desviar la dirección de los actos mentales que se llevaban a ca-

bo. El campo de copresencia actúa siempre aunque los objetos de conciencia presentes se

muestren en el foco atencional. La gran cantidad de actos automáticos que se realizan en

vigilia muestra esta aptitud de la conciencia para realizar diferentes trabajos simultáneos.

Ciertamente, la disociación puede alcanzar cotas patológicas pero también se puede mani-

festar con fuerza en casi todos los fenómenos de inspiración. Por otra parte, el desplaza-

miento del yo puede no ser completo en el trance espírita o la hipnosis, como se comprueba

en la llamada ―escritura automática‖ que se efectúa sin tropiezos aunque la atención del suje-

to esté puesta en el diálogo o en otras actividades. Con frecuencia, encontramos esta diso-

ciación en la ―criptografía‖ en que la mano dibuja mientras el sujeto desarrolla una conversa-

ción telefónica muy concentrada.

Avanzando hacia el ensimismamiento, podemos llegar a un punto en que los automatismos

queden superados y ya no se trate de desplazamientos ni sustituciones del yo. Tenemos a

mano el ejemplo que nos da la práctica de la ―oración del corazón‖ realizada por los monjes

ortodoxos del monte Athos36. La recomendación de Evagrio Pontico37, resulta muy adecuada

para eludir la representaciones (por lo menos las de los sentidos externos): ―No imagines la

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divinidad en ti cuando oras, ni dejes que tu inteligencia acepte la impresión de una forma

cualquiera; mantente inmaterial y tú comprenderás‖. En grandes trazos, la oración funciona

así: el practicante en retiro silencioso se concentra en su corazón y tomando una frase corta

inhala suavemente llevando la frase con el aire hasta el corazón. Cuando ha terminado la

inhalación, ―presiona‖ para que llegue más adentro. Después va exhalando muy suavemente

el aire viciado sin perder la atención en el corazón. Esta práctica era repetida por los monjes

muchas veces al día hasta que aparecían algunos indicadores de progreso como la ―ilumina-

ción‖ (del espacio de representación). Siendo precisos, hemos de admitir el pasaje por el es-

tado de trance en algún momento de las repeticiones de las oraciones usadas. El pasaje por

el trance no es muy diferente al que se produce en los trabajos con los yantras o mantrams,

pero como en la práctica de la ―oración del corazón‖, no se tiene la intención de ser ―tomado‖

por entidades que reemplacen la propia personalidad, el practicante termina superando el

trance y ―suspendiendo‖ la actividad del yo. En este sentido, en las prácticas del Yoga se

puede pasar también por distintos tipos y niveles de trance, pero se debe tener en cuenta lo

que nos dice Patanjali38 en el Sutra II del Libro I: ―El yoga aspira a la liberación de las pertur-

baciones de la mente‖, La dirección que lleva ese sistema de prácticas va hacia la supera-

ción del yo habitual, de los trances y de las disociaciones. En el ensimismamiento avanzado,

fuera de todo trance y en plena vigilia se produce esa "suspensión del yo" de la que tenemos

indicadores suficientes. Es evidente que ya desde el principio de su práctica, el sujeto se

orienta hacia la desaparición de sus "ruidos" de conciencia amortiguando las percepciones

externas, las representaciones, los recuerdos y las expectativas. Algunas prácticas del yo-

ga39 permiten aquietar la mente y colocar al yo en estado de suspensión durante un breve

lapso.

Sin duda que la sustitución del yo por una fuerza, un espíritu, un dios, o la personalidad de

un hechicero o hipnotizador, ha sido algo corriente en la historia. También ha sido algo cono-

cido aunque no tan corriente, el hecho de suspender el yo evitando toda sustitución, como

hemos visto en algún tipo de yoga y en algunas prácticas místicas avanzadas. Ahora bien, si

alguien pudiera suspender y luego hacer desaparecer a su yo, perdería todo control estructu-

ral de la temporalidad y espacialidad de sus procesos mentales. Se encontraría en una situa-

ción anterior a la del aprendizaje de sus primeros pasos infantiles. No podría comunicar entre

sí, ni coordinar sus mecanismos de conciencia; no podría apelar a su memoria; no podría

relacionarse con el mundo y no podría avanzar en su aprendizaje. No estaríamos en presen-

cia simplemente de un yo disociado en algunos aspectos, como pudiera ocurrir en ciertas

afecciones mentales, sino que nos encontraríamos con alguien en un estado parecido al de

sueño vegetativo. Por consiguiente, no son posibles esas futilidades de ―suprimir el yo‖, o de

―suprimir el ego‖ en la vida cotidiana. Sin embargo, es posible llegar a la situación mental de

supresión del yo, no en la vida cotidiana pero si en determinadas condiciones que parten de

la suspensión del yo.

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La entrada a los estados profundos ocurre desde la suspensión del yo. Ya desde esa sus-

pensión, se producen registros significativos de "conciencia lúcida" y comprensión de las

propias limitaciones mentales, lo que constituye un gran avance. En ese tránsito se debe te-

ner en cuenta algunas condiciones ineludibles: 1.- que el practicante tenga claro el Propósito

de lo que desea lograr como objetivo final de su trabajo; 2.- que cuente con suficiente ener-

gía psicofísica para mantener su atención ensimismada y concentrada en la suspensión del

yo y 3.- que pueda continuar sin solución de continuidad en la profundización del estado de

suspensión hasta que desaparezcan las referencias espaciales y temporales.

Con respecto al Propósito, se debe considerar a éste como la dirección de todo el proceso

pero sin que ocupe el foco atencional. Estamos diciendo que el Propósito debe ser "grabado"

con suficiente carga afectiva, como para operar copresentemente mientras la atención está

ocupada en la suspensión del yo y en los pasos posteriores. Esta preparación condiciona

todo el trabajo posterior. En cuanto a la energía psicofísica necesaria para el mantenimiento

de la atención en un interesante nivel de concentración, el principal impulso proviene del inte-

rés que forma parte del Propósito. Al comprobar la falta de potencia y permanencia, se debe

revisar la preparación que se ha hecho del Propósito. Se requiere una conciencia despejada

de fatiga y una mínima educación de la reducción del foco atencional sobre un solo objeto.

Continuar en la profundización de la suspensión hasta lograr el registro de "vacío", significa

que nada debe aparecer como representación, ni como registro de sensaciones internas. No

puede, ni debe, haber registro de esa situación mental. Y el regreso a la situación mental de

suspensión o a la vigilia habitual, se produce por los impulsos que delatan la posición y las

incomodidades del cuerpo.

Nada se puede decir de ese ―vacío‖. El rescate de los significados inspiradores, de los sen-

tidos profundos que están más allá de los mecanismos y las configuraciones de conciencia,

se hace desde mi yo cuando éste retoma su trabajo vigílico normal. Estamos hablando de

―traducciones‖ de impulsos profundos, que llegan a mi intracuerpo durante el sueño profundo,

o de impulsos que llegan a mi conciencia en un tipo de percepción diferente a las conocidas

en el momento de ―regreso‖ a la vigilia normal. No podemos hablar de ese mundo porque no

tenemos registro durante la eliminación del yo, solamente contamos con las ―reminiscencias‖

de ese mundo, como nos comentara Platón en sus mitos.

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N O T A S

Psicología I

1. Esta frase es la que justifica que se haya agregado, al final de este resumen, el «Apéndice» so-

bre las bases fisiológicas del psiquismo. El autor expresó textualmente: ―A efectos de lograr una

visón integrada del trabajo del psiquismo humano, presentaremos sus distintas funciones en una

metáfora de ‗aparatos‘ que se podrían llegar a localizar fisiológicamente‖.

2. Una aplicación de estos estudios sobre aparatos del psiquismo, conciencia, impulsos y compor-

tamiento, se encontrará en L. Ammann., Autoliberación, Buenos Aires, Ed. Planeta, 1991.

3. Una exposición sobre el tema de los impulsos se encontrará en J. Caballero, Morfología (símbo-

los, signos y alegorías), Madrid, Ed. Antares, 1997.

Psicología II

1. Se refiere a las explicaciones dadas en Corfú en el año 1975 y que han sido publicadas como

Psicología I.

2 Ver el Apéndice sobre las bases fisiológicas del psiquismo en Psicología I.

3. Sobre el espacio de representación, ver «Psicología de la imagen», en Contribuciones al pensa-

miento, México, D.F., Plaza y Valdés, 1990.

Psicología III

1. Se refiere al punto 8 de Psicología II.

2. Para ampliar este punto se puede consultar la conferencia titulada ―Sobre el acertijo de la per-

cepción‖, en Habla Silo, Virtual ediciones, 1996.

3. Consultar L. Ammann, Autoliberación, Buenos Aires, Ed. Planeta, 1991. (Segunda parte: operati-

va)

4. Para comprender y utilizar esta técnica, ver Experiencias Guiadas, Barcelona, Plaza & Janes,

1989 y especialmente la conferencia de presentación de este libro en Habla Silo, Virtual edicio-

nes, 1996.

Psicología IV

1. Se refiere a las explicaciones dadas en Canarias en el año 1978 y que han sido publicadas como

Psicología III.

2. Op.cit., Catarsis, transferencias y autotransferencias. La acción en el mundo como forma transfe-

rencial.

3. Op. cit., La conciencia y el yo.

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4. Ver: Espacio de representación, en Psicología II. Silo. O.C. vol II. Madrid, Ediciones Humanistas,

2002.

5. Ver: Psicología de la imagen, en Contribuciones al Pensamiento. Silo. O.C. vol I. Madrid, Edicio-

nes Humanistas, 1998.

6. En el "sueño paradojal" o con imágenes, el registro del yo se "aleja" del mundo externo y se diluye

en imágenes inconexas hasta desaparecer en una situación que difícilmente está en gobierno del

soñante. En cuanto al sueño vegetativo profundo la detección electroencefalográfica muestra una

total ausencia de imágenes. Tampoco se verifica el MOR (movimiento ocular rápido), coincidiendo

esto con una amnesia posterior de los hechos psíquicos ocurridos en un total olvido del yo. N. del

R.

7. Ver la conferencia sobre las Experiencias Guiadas dadas en el Ateneo de Madrid en 1989. Habla

Silo. Presentación de Libros. Experiencias Guiadas. Silo. O.C. vol I. Madrid, Ediciones Humanis-

tas, 1998.

8. Para una mejor comprensión de este apartado, consultar Meditaciones Cartesianas, Segunda

Meditación. 19. Actualidad y potencialidad de la vida intencional. Husserl E. Madrid. Ediciones

Paulinas. 1979. También consultar: El Ser y el Tiempo. Segunda Sección. IV Temporalidad y coti-

dianidad. 70. La temporalidad de la espacialidad peculiar al “ser ahí”. Heidegger M. México. Fon-

do de Cultura Económica, 1980.

9. Al parecer, Epicuro defendió la Teoría de Demócrito según la cual los átomos se mueven forman-

do el mundo físico, pero agregó frente a la objeción de Aristóteles, que los átomos sufren desvíos,

inclinaciones, que les permiten encontrarse. La doctrina correspondiente a la idea del ―clinamen‖,

parece haber sido formulada completamente trescientos años después de Epicuro. Ver: Lucrecio

De rerum natura, II, 289- 93.

10. Desde Pitágoras se había concebido a la mónada como la primera unidad o unidad fundamental

de la que derivan los números. A lo largo del tiempo, la idea de mónada fue sufriendo importantes

cambios hasta que en el Renacimiento y con Giordano Bruno en De monade, los átomos constitu-

tivos de la realidad son vivientes y animados. En el S. XVIII Leibniz en los Principios de la Natura-

leza, caracterizó a las mónadas como ―átomos‖ sin comienzo ni fin que se combinan sin interpe-

netrarse y que poseen fuerza propia. Contemporáneamente, Kant en su Monadologia Physica,

describió a la mónada como punto indivisible, a diferencia del espacio que es infinitamente divisi-

ble.

11. Entendiendo ―mundo‖ como la síntesis mundo interno-externo.

12. En la Fenomenología del Espíritu, Hegel llama "alienación" a la "conciencia desdichada", que se

registra como un desgarramiento de la conciencia consigo misma al encontrarse separada y des-

poseída de la realidad a la cual pertenece. En el Concepto de la Angustia, Kierkegaard, estudia a

la "conciencia angustiada" que se manifiesta con respecto a su objeto que es la "nada". Muchos

―filósofos de la existencia" recurren al método fenomenológico para describir los actos y los obje-

tos de síntesis de conciencia. Sartre en Esbozo de una teoría de las emociones, describe a la

"conciencia emocionada" y Kolnai en El Asco, describe a la "conciencia asqueada".

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13. Pan era una divinidad pre-helénica benéfica para los campos, los pastores y los rebaños. Una

leyenda lo hace aparecer en la batalla de Maratón, sembrando el ―terror pánico‖ entre los persas y

ayudando a los atenienses, que a partir de ese momento propagan su culto en toda Grecia. El ad-

jetivo ―pánico‖ se refiere a esa divinidad en general, pero ―pánico‖ se usó para señalar el estado

de conciencia que denota un peligro inminente y que es colectivo y contagioso. Actualmente, la

Psiquiatría ha acuñado el ―síndrome de pánico‖, debilitando el significado colectivo inicial.

14. Psicología III. El sistema de representación en los estados alterados de conciencia.

15. Platón y Aristóteles conocieron las diferencias entre el pensar intuitivo y el discursivo, privilegian-

do Platón el primer tipo. Para él, las Ideas de lo Bueno y lo Bello son de contemplación directa y

son reales, mientras que las cosas buenas o bellas derivan de aquellas Ideas y no poseen la

misma realidad inmediata. En Descartes reconocemos ese gran aporte del pensamiento que

piensa sobre sí mismo sin intermediación y en Husserl el contacto directo con las noesis, los actos

del pensar y los noemas, los objetos ligados intencionalmente a los actos del pensar.

16. Isaac Newton, en 1666 en Woolsthorpe, U.K.

17. Augusto Kekulé en 1865 en Bonn, Alemania, estableció la teoría de la cuadrivalencia del carbono

y la fórmula hexagonal del benceno.

18. Mary Godwin. La historia está en las notas que escribió Polidori en su diario el 18 de Junio de

1816 en villa Diodati, al lado del lago Leman, Suiza,

19. R.L. Balfour. En las islas Samoa en 1886.

20. Vasili Kandinsky, en 1911 en Moscú.

21. O.C. I Habla Silo. Conferencia sobre Las condiciones del diálogo, dada en la Academia de Cien-

cias de Moscú en 1999.

22. IV Brihadaranyaka Upanishad. ¨Cuando el espíritu humano se ha retirado al reposo, retiene con-

sigo los materiales de este mundo en que están contenidas las cosas todas, y entonces crea y

destruye su propia gloria e irradiación, pues el espíritu brilla con su propia luz‖.

23. La Biblia, Da-niyye-l.X, 7 Versión castellana Dujovne, Kostantinovsky. ―Y yo, Da-niyye-l, solo vi la

visión; pues no la vieron los hombres que conmigo estaban, sino que cayó sobre ellos un terror

grande, de modo que huyeron a esconderse‖.

24. El Avesta. Los Gathas. Yasna XLV, 2-3. "Proclamaré esta primera enseñanza al Mundo. Ense-

ñanza que me reveló el Omnisciente Ahura Mazda. Hablaré de los dos primeros Espíritus del

mundo, de los cuales el más bondadoso dijo así al dañino: Ni nuestros pensamientos, ni nuestros

mandamientos, ni nuestra inteligencia, ni nuestras creencias, ni nuestras obras, ni nuestra con-

ciencia, ni nuestras almas están de acuerdo en nada".

25. Se entiende "tomada" como no dirigida ni manejada por el sujeto.

26. En la Psicología oficial se considera al trance como ―un estado de disociación de la conciencia,

caracterizado por la suspensión de todo movimiento voluntario y la existencia de ciertas activida-

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des automáticas‖. Diccionario Enciclopédico de la Psique. B.Szekely. Ed.Claridad. Buenos Aires,

1975.

27. El Soma (para los indios) y el Haoma (para los iranios), ha sido la bebida embriagadora más anti-

gua. En los Himnos Védicos, en 730 (2), se lee: “Tú eres el cantor, tú eres el poeta, tú eres el dul-

ce jugo nacido de la planta. En la embriaguez, tú eres el dador de todos los bienes”.

28. En Delfos la sacerdotisa de Apolo (Pitia o Pitonisa), se sentaba en un trípode colocado junto a la

grieta de una roca de la que salía un vapor intoxicante y comenzaba a profetizar con palabras in-

coherentes. En los días anteriores, la Pitia se había sometido al ayuno y a la masticación de hojas

de laurel.

29. Virgilio, que hace una descripción fantástica de la anécdota de Cumas, seguramente cuenta con

información más que suficiente sobre el proceder de las sibilas a lo largo de la historia de Grecia y

Roma. De todos modos, en el Libro VI de la Eneida, dice la Sibila: "¡He ahí, he ahí el dios!. Ape-

nas pronunció estas palabras a la entrada de la cueva, inmutósele el rostro y perdió el color y se

le erizaron los cabellos; jadeando y sin aliento, hinchado el pecho, lleno de sacro furor, parece

que va creciendo y que su voz no resuena como la de los demás mortales porque la inspira el

numen ya más cercano".

30. El chamanismo y las técnicas del éxtasis, M. Eliade, F.C.E. Madrid, 2001 El autor pasa revista,

entre otras materias, a las distintas formas de trance chamánico en el Asia Central y Septentrio-

nal; en el Tibet y China; en los antiguos Indoeuropeos; en Norteamérica y Suramérica; en el Sur-

este asiático y en Oceanía.

31. Los antiguos llamaron a la epilepsia, la "enfermedad divina". En las convulsiones de ese mal, cre-

yeron ver una lucha en la que el sujeto se defendía de la alteración que llegaba hasta él. Los dio-

ses anunciaban su llegada dándole al sujeto un "aura" que lo prevenía. Después del "ataque", se

suponía que el sujeto quedaba inspirado para profetizar. No en vano se pretendió que Alejandro,

César y hasta Napoleón hubieran padecido el "mal divino" porque, después de todo, eran hom-

bres de lucha.

32. Derivado de Togo y Benin.

33. De la mort a la vie: essai sur le phenomène de la zombification en Haiti R. Toussaint.Ed. Ife. Onta-

rio, 1993.

34. Derivada del pueblo Yoruba de Togo, Benin y Nigeria, pero también de influencias senegalesas y

de África Occidental en general.

35. Es claro que desde el "magnetismo animal" de Mesmer y Pueysegur hasta la hipnosis moderna

que se inicia con J. Braid, se ha podido ir eliminando una parafernalia totalmente accesoria.

36. La tradición de la ―oración del corazón‖ arranca en el S. XIV en el Monte Athos griego. En 1782 se

expandió fuera de los monasterios con la publicación de la Philocalie, del monje griego Nicodemo

el Hagiorita, siendo editada en ruso poco después por Paisij Velitchkovsky.

37. Evagrio Pontico, de los ―Padres del Desierto‖, escribió sus apotegmas en el S. IV. Es considerado

uno de los precursores de las prácticas del Monte Athos.

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38. Los Aforismos del Yoga o Yoga- Sutra, recopilados por Patanjali en el siglo II, es el primer libro de

Yoga que se conserva íntegro en sus 195 breves y magistrales sentencias.

39. Técnicas del Yoga y también El Yoga. Inmortalidad y libertad de M. Eliade.

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T A B L A D E C O N T E N I D O

INTRODUCCIÓN 2

PSICOLOGÍA I 3 El psiquismo 4

Como función de la vida 4 En relación con el medio 6 En el ser humano 7

Aparatos del psiquismo 8 Sentidos 8 Memoria 10

Conciencia 12 Estructura de la conciencia 13 Niveles de conciencia 15

Impulsos 19 Morfología de los impulsos 20 Simbólica 21 Sígnica 21 Alegórica 22

Comportamiento 23 Los centros como especializaciones de respuestas de relación 24 Ciclaje del psiquismo 26 Las respuestas al mundo 27

Apéndice: Bases fisiológicas del psiquismo 30 Sentidos 30 Memoria 34 Niveles de conciencia 37 Centros 43

PSICOLOGÍA II 48 Las tres vías de la experiencia humana: sensación, imagen y recuerdo. 49 La especialización de las respuestas frente a los estímulos externos e internos. Los centros 52 Niveles de trabajo de la conciencia. Ensueños y núcleo de ensueño 56 Comportamiento. Paisaje de formación 62 El sistema de detección, registro y operación. Sentidos, imaginación, memoria, conciencia 66

Sentidos 71 Imaginación 74 Memoria 77 Conciencia 87

Espacio de representación 93 Impulsos: traducción y transformación 102

Morfología de los impulsos: signos, símbolos y alegorías 102 Operativa 113

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PSICOLOGÍA III 125 Catarsis, transferencias y autotransferencias. La acción en el mundo como forma transferencial 126 Esquema del trabajo integrado del psiquismo 127 La conciencia y el yo 131 Reversibilidad y fenómenos alterados de conciencia 133 El sistema de representación en los estados alterados de conciencia 138

PSICOLOGIA IV 142 Impulsos y desdoblamiento de impulsos. 143 La conciencia, la atención y el "yo". 143 Espacialidad y temporalidad de los fenómenos de conciencia. 144 Estructuras de conciencia. 147

Estructuras, estados y casos no habituales. 148 La ―conciencia perturbada‖. 148 La ―conciencia inspirada‖. 149 Fenómenos accidentales y fenómenos deseados. 151 El desplazamiento del yo. La suspensión del yo. 152 El acceso a los niveles profundos. 154

Notas 156