A Propósito de Redes de Indignación y Esperanza de Manuel Castells

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A propósito de Redes de Indignación y Esperanza de Manuel Castells Gabriel Otero Introducción Manuel Castells nos tiene acostumbrados a una práctica académica abundante en investigación empírica. La movilización constante de redes académicas de información en todo el mundo, le han permitido una producción académica a gran escala, frecuentemente visible en largos periodos de elaboración, y representada en libros que sobrepasan las 400 páginas. No obstante y tal como lo retrata el mismo autor- Redes de Indignación y Esperanza, es un libro distinto, de otra estirpe. Lo que pretende el autor en este libro -editado por Alianza Editorial a pocos meses de su original en inglés- es hacer presente la disconformidad social que se observa desde las protestas que se iniciaron en Túnez el 2010, y que se difundieron dinámicamente hacia todo el mundo, principalmente a través de los medios de comunicación apoyados por el uso del Internet móvil. En esa continuidad, Castells analiza los casos de Egipto, Madrid, y la Ocupación de Wall Street durante el 2011, específicamente para describir su formación, dinámica, valores y perspectivas de cambio social. En palabras del propio Castells, “es una investigación de los movimientos sociales de la sociedad red, los movimientos que en última instancia formarán las sociedades del siglo XXI a través de prácticas conflictivas arraigadas en las contradicciones fundamentales de nuestro mundo(2012: 22). Desafortunadamente, no alcanza a incluir las movilizaciones estudiantiles en Chile durante el mismo periodo. Herramientas teóricas En términos iniciales, el autor se basa en una teoría empíricamente fundada sobre el poder publicada en Comunicación y Poder, y propone la premisa de que “las relaciones de poder constituyen el fundamento de la sociedad porque los que ostentan el poder construyen las instituciones de la sociedad según sus valores e intereses(ibíd., p.22). Asimismo, y dado que las sociedades son contradictorias y conflictivas, donde hay poder también hay contrapoder, que se manifiesta en la capacidad de los actores para desafiar las instituciones y reclamar las representaciones de sus propios valores e intereses. Por un lado, el poder se ejerce mediante los programadores, visibles en el gobierno, parlamento, ejército y seguridad, y los conmutadores, representados por los magnates de los medios de comunicación introducidos en la clase política, élites financieras que financian a élites políticas, etc. Por otro lado, “si el poder se ejerce mediante la programación y la conexión de redes, entonces el contrapoder, el intento deliberado de cambiar las relaciones de poder, se activa mediante la reprogramación de redes en torno a intereses y valores alternativos o mediante la interrupción de las conexiones dominantes y la conexión de redes resistencia y cambio social” (ibíd., p.24). Una forma de contrapoder se materializa mediante el desarrollo de redes autónomas de comunicación horizontal a través de las redes sociales de Internet, donde los ciudadanos de la era de la información pueden inventar nuevos programas para sus vidas. De hecho,

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Manuel Castells nos tiene acostumbrados a una práctica académica abundante en investigación empírica. La movilización constante de redes académicas de información en todo el mundo, le han permitido una producción académica a gran escala, frecuentemente visible en largos periodos de elaboración, y representada en libros que sobrepasan las 400 páginas. No obstante –y tal como lo retrata el mismo autor- Redes de Indignación y Esperanza, es un libro distinto, de otra estirpe. Lo que pretende el autor en este libro -editado por Alianza Editorial a pocos meses de su original en inglés- es hacer presente la disconformidad social que se observa desde las protestas que se iniciaron en Túnez el 2010, y que se difundieron dinámicamente hacia todo el mundo, principalmente a través de los medios de comunicación apoyados por el uso del Internet móvil. En esa continuidad, Castells analiza los casos de Egipto, Madrid, y la Ocupación de Wall Street durante el 2011, específicamente para describir su formación, dinámica, valores y perspectivas de cambio social. En palabras del propio Castells, “es una investigación de los movimientos sociales de la sociedad red, los movimientos que en última instancia formarán las sociedades del siglo XXI a través de prácticas conflictivas arraigadas en las contradicciones fundamentales de nuestro mundo” (2012: 22). Desafortunadamente, no alcanza a incluir las movilizaciones estudiantiles en Chile durante el mismo periodo.

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A propósito de Redes de Indignación y Esperanza de Manuel Castells

Gabriel Otero

Introducción

Manuel Castells nos tiene acostumbrados a una práctica académica abundante en

investigación empírica. La movilización constante de redes académicas de información en

todo el mundo, le han permitido una producción académica a gran escala, frecuentemente

visible en largos periodos de elaboración, y representada en libros que sobrepasan las 400

páginas. No obstante –y tal como lo retrata el mismo autor- Redes de Indignación y

Esperanza, es un libro distinto, de otra estirpe.

Lo que pretende el autor en este libro -editado por Alianza Editorial a pocos meses de

su original en inglés- es hacer presente la disconformidad social que se observa desde las

protestas que se iniciaron en Túnez el 2010, y que se difundieron dinámicamente hacia todo

el mundo, principalmente a través de los medios de comunicación apoyados por el uso del

Internet móvil. En esa continuidad, Castells analiza los casos de Egipto, Madrid, y la

Ocupación de Wall Street durante el 2011, específicamente para describir su formación,

dinámica, valores y perspectivas de cambio social. En palabras del propio Castells, “es una

investigación de los movimientos sociales de la sociedad red, los movimientos que en última

instancia formarán las sociedades del siglo XXI a través de prácticas conflictivas arraigadas

en las contradicciones fundamentales de nuestro mundo” (2012: 22). Desafortunadamente,

no alcanza a incluir las movilizaciones estudiantiles en Chile durante el mismo periodo.

Herramientas teóricas

En términos iniciales, el autor se basa en una teoría empíricamente fundada sobre el poder

publicada en Comunicación y Poder, y propone la premisa de que “las relaciones de poder

constituyen el fundamento de la sociedad porque los que ostentan el poder construyen las

instituciones de la sociedad según sus valores e intereses” (ibíd., p.22). Asimismo, y dado

que las sociedades son contradictorias y conflictivas, donde hay poder también hay

contrapoder, que se manifiesta en la capacidad de los actores para desafiar las instituciones

y reclamar las representaciones de sus propios valores e intereses. Por un lado, el poder

se ejerce mediante los programadores, visibles en el gobierno, parlamento, ejército y

seguridad, y los conmutadores, representados por los magnates de los medios de

comunicación introducidos en la clase política, élites financieras que financian a élites

políticas, etc. Por otro lado, “si el poder se ejerce mediante la programación y la conexión

de redes, entonces el contrapoder, el intento deliberado de cambiar las relaciones de poder,

se activa mediante la reprogramación de redes en torno a intereses y valores alternativos

o mediante la interrupción de las conexiones dominantes y la conexión de redes resistencia

y cambio social” (ibíd., p.24).

Una forma de contrapoder se materializa mediante el desarrollo de redes autónomas de

comunicación horizontal a través de las redes sociales de Internet, donde los ciudadanos

de la era de la información pueden inventar nuevos programas para sus vidas. De hecho,

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es así, como las personas subvierten la práctica habitual de los medios tradicionales,

ocupando el medio y creando el mensaje.

En la era de la información o sociedad red, el espacio público institucional está ocupado

por los intereses de las élites dominantes y sus redes. Esto implica, que los nuevos

movimientos sociales tienen que crearse un nuevo espacio público, que no se limite a

Internet, sino que se haga visible en los lugares donde se desarrolla la vida social. Por lo

mismo ocupan el espacio urbano y edificios simbólicos. “Al construir una comunidad libre

en un lugar simbólico, los movimientos sociales crean un espacio público, espacio para la

deliberación que finalmente se convierte en un espacio político” (ibíd., p.26). Es aquí donde

Castells resalta la cuestión fundamental que identifica al nuevo espacio público, que

interconecta al espacio digital y urbano, y que se traduce en un espacio de comunicación

autónoma. Aunque desde el punto de vista de los individuos, en muchos casos, los

movimientos sociales son movimientos emocionales, precisamente porque “los individuos

se muestran entusiasmados cuando se movilizan por un objetivo que les importa. Por lo

mismo, el entusiasmo está directamente relacionado con otra emoción positiva: la

esperanza” (ibíd., p.31).

Cambiar el mundo en la sociedad red

Los casos descritos por Castells presentan como gran similitud, que se originan de la crisis

estructural de la economía financiera y de la crisis de legitimidad política. Asimismo, están

conectados en una red intermodal; combina medios tradicionales y nuevos medios de

comunicación, además de las manifestaciones presenciales de la crítica social, donde el

uso de Internet y de las redes de comunicación móviles es esencial. Por lo mismo, “como

son una red de redes, pueden permitirse no tener un centro identificable y, sin embargo,

llevar a cabo indispensables funciones de coordinación, así como de deliberación, mediante

la interacción de múltiples nodos” (ibíd., p. 212). Esto hace dispensable un liderazgo y

caracteriza una estructura organizacional descentralizada. A diferencia de lo vivido con las

movilizaciones estudiantiles de Chile el 2011, donde claramente se identifican casos de

liderazgo.

En resumen, el objetivo del libro es investigar hasta qué punto las características

clave de los movimientos sociales de Túnez e Islandia se encuentran igualmente presentes

como factores decisivos en los movimientos que surgen en otros contextos sociales,

“porque si lo están, podemos encontrarnos ante el nacimiento de nuevas formas de cambio

social”. (ibíd., p. 60). En este aspecto, los lineamientos del autor son claros, y podrían

sugerir algunas hipótesis sobre la interacción entre cultura, instituciones y movimientos

sociales, cuestión clave para una teoría del cambio social, y para su práctica. De acuerdo

a esto, la tarea de Castells en ningún caso es menor. No obstante, la respuesta expuesta

por el mismo en este texto, y en lo extenso de su obra, es un tanto incompleta.

Pese a todo, los aportes del sociólogo español son notables, ya que revitaliza a

través de la investigación empírica la inversión clásica de la teoría de la comunicación

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expuesta por Elihu Katz en los años setenta, donde se pregunta sobre qué hacen las

personas con los medios de comunicación1.

En primer lugar, es evidente que en los últimos años, la comunicación a gran escala

ha experimentado una profunda transformación tecnológica y organizativa con el auge de

lo que Castells ha denominado auto-comunicación de masas. Que se basa principalmente

en redes horizontales de comunicación interactiva y multidireccional en Internet, y con una

creciente presencia de redes inalámbricas, como plataforma prevalente en todas partes.

En segundo lugar, es indiscutible que el papel de los medios de comunicación es

fundamental, como plataforma de expansión de los mensajes. Sin embargo, lo cierto es que

son las personas las que provocan los cambios sociales, al darle contenido y sentido a las

luchas por las que se manifiestan. Por lo mismo, pese a que los movimientos sociales

comienzan en las redes sociales de Internet, es precisamente en el espacio urbano donde

se transforman en movimientos sociales, ya que se hacen visibles de forma material. En

suma, y tal como lo clarifica Castells, esta relación entre medios de comunicación y espacio

urbano, hace posible la globalidad del movimiento local.

En tercer lugar, Castells coincide en que los movimientos sociales han sido y siguen

siendo las palancas del cambio social, y nos recuerda que tal afirmación está fuertemente

influenciada por Alain Touraine, y entra sintonía con los aportes de John Thompson, quien

incluso colabora en la publicación de esta obra. Además de ser recurrentes en los análisis,

los teóricos más reconocidos de los movimientos sociales como Johnston, Tilly,

Staggernborg o Negri, por nombrar algunos.

Lo cierto es que las masivas por producir transformaciones en la sociedad, y

particularmente en el sistema político, emergen desde el descontento por las condiciones

materiales de existencia e insatisfacción con la representatividad democrática2. Esto se

refleja en la desconfianza en las instituciones y canales de comunicación tradicionales,

donde el ciudadano común y corriente se presenta como un agente pasivo. Precisamente

desde estas condiciones es que se desencadena la ira, que transforma a las personas en

actantes comunicados que hacen posible la emergencia de las colectividades.

En suma, el análisis de Castells delimita un proceso histórico interminable de

conflictos y desacuerdos, que caracteriza una negociación constante por la validación de

los regímenes de legitimación. No obstante, pese a retratar lúcidamente la emergencia de

los movimientos sociales en la actualidad, y como muchas veces se extraña en la sociología

contemporánea, es necesario exponer algunos puntos de posible problematización con el

autor:

1 Véase en la Teoría de Usos y Gratificaciones expuesta en 1973 en el artículo On the use of the mass media

for important things. 2 Esto retrata la vinculación del autor con el enfoque estructural marxista presente en sus estudios más estrictos

sobre sociología urbana2, donde ya destacaba como unidad de análisis a los movimientos sociales. Por ejemplo, en The City and the Grassroots: A Cross-cultural Theory of Urban Social Movements, publicado en 1983.

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En primer lugar, según el autor esta obra permite evaluar los postulados surgidos a

partir de la teoría descrita en Comunicación y Poder, desde un punto de vista menos

académico. De acuerdo a ello, este último trabajo es una forma de contrastar las

formulaciones teóricas sobre el poder y contrapoder, lo que sí es un objetivo académico y

científico. En estos términos, el objetivo se logra a medias. Por un lado, reproduce y adecúa

los postulados, pero al mismo tiempo incorpora matices retóricos importantes que buscan

hacer extrapolables los postulados de una teoría de alcance medio, y que están más

relacionados con extender el carácter normativo de su obra.

En segundo lugar, “a favor” de Castells es loable, al mismo tiempo, el objetivo

normativo señalado, y la repercusión que se observa en la teoría social que formula. De

hecho, el concepto de contrapoder, hace visible el aspecto normativo mediante el cual es

posible reprogramar las redes tradicionales. No obstante, pretender que la sociedad

presenta como estructura social la red informacional y comunicacional en la que se forjan

los movimientos sociales, es una tesis un tanto determinista.

Esta problemática ha sido tratada por el autor, principalmente al subrayar que el

medio no es el mensaje, y afirmando que el mensaje construye el medio. Además de aclarar

que, es en el espacio público donde las masivas se transforman en movimientos sociales.

Después de todo, la contribución empírica del autor en el área, es inigualable. Asimismo el

aporte teórico de sus publicaciones, donde pese a extrañarse cierta mesura sobre el

alcance de sus postulados, sería muy injusto hacer caso omiso de los mismos.

En tercer lugar, es ineludible que la obra de Castells ha tendido en el último tiempo

a la constante repetición de argumentos, que sin ser un pecado capital científico, es al

menos problemático. Por lo mismo, en Redes de Indignación y Esperanza se extraña el

análisis más frontal sobre por qué los movimientos no provocan el efecto deseado. Esta

podría una próxima publicación.

Conclusiones

En la extensa obra de Castells, queda claro que la crisis de las instituciones clásicas, y el

vaciamiento de la sociedad civil, abren paso a nuevos procesos de construcción de

identidad. Una cuestión clave en este proceso, es el surgimiento de las identidades de

resistencia. Lo cierto, es que estos proyectos de identidad surgen más de la resistencia

comunal, que de la reconstrucción de las instituciones de la sociedad civil, donde los nuevos

movimientos sociales aparecen como los sujetos potenciales de la política en la era de la

información. En este sentido, son los productores y distribuidores reales de códigos

culturales, los que representan las formas de organización interconectada y

descentralizada, característica de la sociedad red.

Los movimientos sociales emergen de la indignación, y en la medida que obtienen

autonomía, se vuelven esperanzadores. Pero “como el camino a los cambios de políticas

pasa por el cambio político, y el cambio político se configura por los intereses de los políticos

que gobiernan, la influencia del movimiento en la política es normalmente limitada, al menos

a corto plazo, en ausencia de una gran crisis que requiera el replanteamiento de todo el

sistema, como ocurrió en Islandia” (ibíd., p. 225). Por ello, la cuestión relevante para valorar

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el significado de un movimiento social es la productividad social e histórica de su acción y

lo que provoca en quienes participan del mismo. En cualquier movimiento social se

canalizan deseos, necesidades y expectativas, como procesos de liberación, donde

cualquiera puede expresar sus sueños.

Los movimientos sociales del siglo XXI, son masivas reformistas, y “afirman su

derecho a empezar de nuevo. Empezar por el principio, después de llegar al umbral de la

autodestrucción por nuestras instituciones actuales. Tal como decía una pancarta en

Madrid: “No es una crisis, es que ya no te quiero”.

Referencias

Castells, Manuel (1983). La Ciudad y las Masas. Sociología de los Movimientos Sociales

Urbanos. Madrid: Alianza Editorial.

Castells, Manuel (1996). La Era de la Información. México: Siglo Veintiuno Editores.

Castells, Manuel (2001). La Galaxia Internet. Madrid: Plaza & Janés Editores.

Castells, Manuel (2005). The Network Society: From Knowledge to Policy. Texto incluido en

libro del mismo nombre, editado por Castells y Gustavo Cardoso. Castells, Manuel and

Cardoso, Gustavo; eds. (2005). The Network Society. From Knowledge to Policy.

Washington, DC: Johns Hopkins Center for Transatlantic Relations, 2005.

Castells, Manuel (2007). “Communication, Power and Counter-power in the Network

Society”. International Journal of Communication, Vol. I. 238-266.

Castells, Manuel (2009). Comunicación y Poder. Madrid: Alianza Editorial.

Castells, Manuel (2011). “A Network Theory of Power”. International Journal of

Communication, Vol. 5. 773-787.

Katz, E., Gurevitch, M., & Haas, H. (1973). “On the Use of the Mass Media for Important

Things”. American Sociological Review, Vol. 38. 164-181.